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Revista de Estudios Histó.

icq Jürídicos
ls€cción Mate¡ialesl
XIV (Valpa¡also, Chile, 1991)

HISTORIA DE LOS CONCEPTOS


(,BEGRIFFSGESCHICHTE") E HISTORIA SOCIAL.
A PROPOSITO DEL DICCIONARIO <GESCHICHTLICHE
GRUNDBEGRIFFE"

Jo.lqufrv Aseir,ñ
Profeso¡ de la Unive¡sidad Complutense (Madrid)

Con la edición del Diccionario Gesehichtliche Grundbegriffe (Conceptos


históricos fundamentales)1, la "Begriffsgeschichte" alemana ha querido
situar la "historia de los conceptos" en una nueva relación con la historia
social, en un decidido empeño por superar la tradicional "historia de las
ideas" ("Geistesgeschichte"). En las líneas que sigue se exponen los obje-
tivos de la "historia de los conceptos" en relación con la historia social (I),
haciendo una referencia más concreta al Diccionario Geschichtliche
Grundbegriffe (ll), y mostrando las diferencias de objetivos y método que
s€para a egta "historia de los conceptos" de otros enfoques y métodos de
esh-rdio del pensamiento político del pasado (IID, para terminar con la
referencia a otro Diccionario que proceder de manera
-con conciencia de
diferente al Diccionano Gachichtliclu Grundbegit'fe- aspira a integrar miís
apropiadamente el análisis de los conceptos y la historia social (IV).

I. L¡ "Becnn¡scsscr¡rcHrs" (grsronl¡ us r-os co¡,¡c¡¡'ros) covo DrsclpLINA


H$TÓRICA: SU R¡LAC¡ÓN CON LA HISTORIA SOCIAL

La "Begriffsgeschichte" se había desarrollado sobre todo como una diri-


plina de la filosofía, dotada de método propio, dirigida al análisis de los
conceptos de la historia de la filosofía. En los años cincuenta de este siglo
recibió de Gadamer una orientación intsrdisciplinar, con la que se intenta-
ban clarificar los conceptos fundamentales de la filosofía y de las ciencias
a través de la cooperación enhe los representantes de las ciencias particu-
lares y de la filosofía. En 19ó7, Koselleck plantea la relacióndeconvergencia

¡ O.
BRUNNER, W. Coñzg R. Kooelleck @ós-t, Geschíchtlich¿ cruxdbegríffe. Histotisches
l¿xikoñ zur politis.h-ezialeen Sprache h Deuts¿hl¿rd (Stutt8a¡t 1972 y ss.).
278 Hrstorut oe Los coxcpros r Hsroru¡ Socnl IoAeuñ ABEr¡ÁN 279

que se puede descubrir entre la historia de los conceptos y la historia de la políticas o sociales, si bien solo con aquéllas que han sido captadas
realidad2. conceptuah€nte y que han sido articuladas en el lenguaie de ias fuentes
que podemos analizat'.
1. La "Begriffsgeschichte"que se desarrolla en el Diccionario
Geschichtliche Grundbegriffe se presenta como un método especial de la 2. Al hatar directamente con conceptos y no con las condiciones
crítica de fuentes que presta atención a la utilización de lós términos tangibles del cambio social podría pensarse en una primera y superficial
sociales o políticos relevantes y que analiza especialmente expresiones aproximación que la "Begriffsgeschichte" está en una difícil relación con la
básicas de contenido social o político. En esta ,,Begriffsgeschichte,, lo historia social. Aquélla tiene que ver, ante todo, con textos, con palabras.
importarrte y principal no es la perspecüva de la historia de la lengua Esta última investiga las formaciones sociales o las fomas de la estructura
siquiera como parte de la historia social- sino la terminologí,a político--ni social, las relaciones entre los grupot capas y clases sociales o aporta
social relevante para las experiencias históricas. Dentro de esta términología teoremas económicos desde los que analiza el desarrollo de una acción
y de sus numerosas expresiones se resaltan aquellos cuya extensión política o unacontecimiento individual. Lá historia social s€ pregunta, ruís
semántica es más amplia que las "meral' palabras que se utilizan en el allá de los acontecimientos, por las estructuras de larga o media duración
campo políüco-social. Para Koselleck resulta evidente que una clarificación y por el cambio de éstas y se sirve de los textos para obtener sihraciones y
histórica delos conceptos utilizados en el pasado ha de remitir no solo a la moümientos que no están contenidos en los textos mismos; los textos
historia de la lengua sino que ha de hacerlo asimismo a datos de historia tienen para ella un carácter meramente indicativo. Para Koselleck, sin
social, pues üoda semántica tiene que ver, como tal, con contenidos embargo, esta contraposición enhe "Begriffsgerhichte" e historia social
extralingiísticos3. sólo se da en apariencia, defendiendo, por el contrario, la tesis de que la
la "Begriffsgeschichte", como cítica de fuenteg aspira a que se eüte el "Begriffsgerhichte" suministra elementos muy valiosrs para la historia
traslado irreflexivo de conceptos y expresiones actuales, ünculadas a social y desarrolla una función imprescindible para ésta. Sin conceptos,
nuestro tiempo, al análisis del pasado. La ,,Begriffsgeschichte,, aparece así escribe, no hay sociedad, no existe ninguna sociedad, sobre todo ninguna
como necesaria cuando se es conscientede que la realidad social del pasado unidad para la acción políüca. Y a la inversa: nuestros conceptos se basan
sólo podría describirse adecuadamente después de que los historñdores en sistemas político-sociales que son mucho más complejos como para
hubieran recuperado las significaciones de los conceptos empleados entenderlos meramente como una comunidad lingüística6. l¡s conceptos
realmente durante el período histórico que se está investigandoa. La son regishos de la realidad y, a la vez, factores de cambio de la propia
"Begriffsgerhichte" centra su atención en las conceptualizaiiones que realidad. Hay ciertamente una tensión entre el conceptoy la palabra y entre
acompañaron los cambios históricos del pasado. y lo que está realmeñte el concepto y la realidad que la "Be$iffsgeschichte" debe poner de
planteando al proceder así es si nuestras conceptualizaciones actuales son manifiesto. [.os conceptos están colgados de las palabraq pero no toda
válidas para interpretar situaciones del pasado o si son más bien un palabra es un concepto político o social. El concepto está agarrado a una
"prejuicio" a la hora de interpretarlas. para la ,,Begriffsgeschichte,,
la palabra, pero es mucho más que una palabra. Una palabra s€ convierte en
historia es ciertamente historia en cuanto que ha sido conceptualizada. concepto cuando se encierra en unapalabra un conjunto de significacio,res
Koselleck reconoce que cabría ahí el peligro de ontoiogizar la yexperiencias político-sociales, en el qué y para qué se utiliza esa palabra.
"Begriffsgerhichte", pero ésta siempre tiene que ver con sihraciones En cuanto a la relación entre concepto y realidad insiste Koselleck que los
conceptos captan contenidos políticos y sociales, pero no sólo son
indicadores de un determinado contexto social y político sino que son al
¡Para el co¡rcepto d€ "Pegrifisgeschichte,, y sus propias mismo tiempo un factor, un elemento de ese contexto. Con los conceptos
hánsfor¡¡aciones, vid. H. G.
MEtER, Begriflsgeschichte, e Hittorischa Wülteñuch det philosophíe (ed. po¡ J. RlrfER, Basel/ se establece el horizonte de la experiencia posible, pero al mismo tiempo se
Stuttga¡t 1970) vol, l, pp. 2&808; Gerd v¡¡ o¡¡¡ HwsEL Beyiffsgeschichteilistorkche Semañt;k, esán estableciendo los límites de esa experiencia posible. Por esto, la
en Hahdbuch der Geschíchtsdidaktft (ed. pot W. BoLDT y F. Ba uMcaRr, Diisseldorf (l 9g5). para "historia de los conceptos" puede suministrar conocimientos que no s€
el plañteainiento de R. Ko6ELLECK, vid. nota 11.
3l.-Kos:!lT& pueden obtener del análisis de la propia situación real. El lenguaie de los
Beq tiÍfsgeschichte und Soziatg¿s.tri.fte, en R. Ko6ELL f{,K,vergangene Zukutrft
__
(F¡ankfu¡t conceptos permite conocer una dimensión de la realidad social ---€xpecta-
1979), p. 114.
'O. BRUNNER, uno de Ios editores del Diccionar\o ces.híchtli.he GruñdbegrifÍe, r\\ante^ía tivasdefuturo, posición antelapropia realidad-queno se nosabredesde
que la interposición de té¡minos modernos tales como ,,feudalismo,,, ,,.oáeá"¿,, ,,Ert"_ o
do" hábía los problemas que los mismos historiadores planteaban y sus
-distorsionado
p¡opios hallazgos eñpíricos. Véase, por ejemplo, su ,,Feudalismo,,. Una'contribución a la
sR. KosELLEc( (nota 3), pp. l2Gl21.
historia del concepto, en Otto BRUNNE¡, N!¿oos cañhlos ¡le la historía socidl y cofistitucíoñal
(T!ad. cast., Buenos Aites 797 6r, óKo6€rLEck (nota 3), p. 108.
W.125-171
280 Hrsron:l oe los coxc¡r'ros e F{rrorue Sos¡r JoAQI.ÍN ABELLÁN 287

las meras situaciones de la realidad social. dotada de un método de análisis propioe. Los conceptos que la
La "Begriffsgerhichte" tiene su propio método y de su aplicación se "Begriffsgeschichte" investiga ind ucen a plantear cuestiones estructurales,
derivan cuestiones básicas que la historia social debe responder. En el a cuya solución se invita a la historia social. Esta, en cuanto que investiga
método se destacan cinco puntos: a) análisis de cítica histórica: al analizar estructuras de larga duración, no puede, por tanto, renunciar a tomar en
los textos se investiga el uso de las palabras, se analizan los ámbitos consideración las premisas leóricas de la "Begriffsgeschichte,,. Todo his-
concretos de donde se derivan históricamente las significaciones políticas toriar s€ mueve en dos niveles: o investiga situaciones sobre las que ya en
y sociales. Se plantrean cuestiones de cli üoro; se pregunta asimismo si el el propio pasado existían conceptos articulados ---cn este caso,los concep-
que escribe un texto se incluye a sí mismo o no cuando utiliza un determi- tos constituyen como el primer desembarco para captar el pasado- o
nado concepto; ¿a quién se dirige un determinado texto?; ¿s€ hata de una investiga situaciones sobre las que no existían previamente
terminología específica de una capa social? b) el principio diacrónico: al conceptualizaciones, aplicándose en este caso categoías que se han ela-
perseguir los contenidos de un concepto a lo largo del tiempo se puede borado posteriormente, como, por el ejemplo, la de "primer capitalismo,,.
arrojar luz sobre la duración social de una significación concreta. El En ambos casos, el análisis de los conceptos que acomete la
mantenimiento deunapalabra a lo largo de losañosnoes indicio suficiente "Begriffsgerhichte" clarifica ladiferencia queexiste entrelos conceptosde
de que se haya mantenido igual la sihración a la que se refeía. Y solo el antes y losde hoy, s€a "traduciendo" losantiguos y preparándolos para la
aniílisis diacrónico de los distintos niveles o capas de un concepto puede investigación actual, sea examinando las definiciones actuales y determ!
dejar ver los cambios estructurales a largo plazo. c)el análisis semasiológico nando si se pueden trasladar para describir y captar realmente las sihra-
y onomasiológico, es decir, el análisis de las varias significaciones de una ciones del pasado. La 'Tegriffsgeschichte" abarca esa zonadeconvergencia
palabra y sus cambios y el análisis de la variedad de denominaciones que en la que el pasado y sus conceptos desembocan en los conceptos dé hoy.
hay para una situación real determinadaT; d) la distinción entre palabra y Sus análisis deben mostrar lo común y lo diferente en el tiempo. Al
conc€pto, mencionada anteriormente; e) la premisa teórica que subyace a investigar los cambios históricos, el historiador puede encontrarse con que
la "Begriffsgeschichte" es que la historia se plasma en determinados las nuevas realidades se expresan en términos antiguos, que experimentan,
conceptos y se convierte en historia como sea entendida. La sinembargo, uncambioen sucontenidoy significación;opuedeencontrarse
"Begriffsgerhichte" no sólo eshí en medio de una historia de las palabras, con que se han acuñado nuevos conceptos para las nuevas situaciones; o
en la que no se queda, y una historia material, que no querría suministrar: que las realidades antiguas se han reinterpretado con nuevos conceptos y
interpreta la historia con sus respectivos conceptos, así como entiende los términos. Describir el grado de correspondencia ode desviación entreuna
conceptos hisóricamente. [: "Begriffsgerhichte" tiene como objeto la situación histórica objetiva y las experiencias subjetivas expresadas en sus
convergencia de concepto e histroria. Esta convergencia, sin embargo, no conceptos coetáneos la de éstos con los nuestros- es uno de los
quiere decir identidad enbe concepto e historia; se rompe la ingenua objetivos básicos de la-y"Begriffsgexhichte". Y de esa manera se abren
relación circular palabra+ituación real-palabra. Entre ambas hay una preguntas para la historia social. Koselleck entiende que la
tensión que a veces se supera y a veces se presenta como irresoluble- "Begriffsgerhichte" se abre a la historia social al inütarla a que investigue
El método de la Begriffsgeschichte que Koselleck aplica al Diccionario porquéen un momento determinado distintos fenómenos se reasumen en
Gachichtliche Grundbegriffe oscila entre planteamientos semasiológicos, un concepto común para todos ellos. ¿Por qué, por ejemplo, el lenguaje
onomasiológicos y planteamientos dehistoria material y de las ideas, pues iuídico dePrusia,a pesar de tener desde hacía tiempo una burocracia y un
todos esos aspectos son necesarios para captar el contenido histórico de un eiército, no legaliza el concepto de Esüado para el conjunto de los Estados
concepto. Este método, por tanto, no configura situaciones reales partiendo prusianos hasta 1848, es decir, en un momento en que la economía liberal
de fuentes lingüísticas preüamente existentes, pero tampoco se limita a las había relativizado las diferencias estamentales y en que había causado el
manifestaciones intelectuales de los hombres del pasados. nacimiento del proletariado? Sólo entonces se empezó a entenderal Estado
En resumen, para Koselleck la "Begriffsgeschichte,, tal como la entiende prusiano jurídicamente como un "bürgerlicher Verfassungsstaat"r0.
se puede definir como una pade de la investigación hisbrico-social, [¿ clarificación de los conceptos referidos a situaciones históricas
determinadas y que se han acuñado a lo largo del hempo, así como el
establecimiento de lo común y diferenciador entre esos conceptos históri-
Tcomo un ejemplo de este último tipo de anaisis, Koselleck estudia el concepto de
Bund (Federación) acudiendo a Br¡¡desabma c\tng, loedus,unio,liga , so.ietas.Vid,. afi. Bund
e¡ O. BRUNNER, W. CoNzE, R. Kos€LLEcK (eds.), Ces.hichtlíche CflndbegrífÍe (Stú|]'gaft]'gT2)
vol. 1, pp. 5n-677 . 'qR. Ko6ELLECK 0rota 3), p.'124.
3 '0 R. Ko6ELLECK (nota 3\,pp.127-128.
R. KosELLEcx, Einleitun g a Ceschichlliche Ctundbegtifle (nota ll, pp. xx-xxiv,
JoAeuñ ABELTTiN 283
782 H¡sroRrA DE LG coNcEFrG E HríoRIA SoctAL

tes: 1) "Demokratisierung". Este proceso hace referencia al hecho de que el


cos y los nüestros actualmente suministrará al historiador una base más
uso de un "vocabulario" restringido previamente a un gmpo social se va
segura para su tarea de reconstrucción histórica.
ensanchando, ampliando a otros eshatos sociales. Esta difusión social va
acompañada de una pérdida de precisión en varios aspectos. Expresiones
II. que tenían una referencia directa a las caracieísticas estamentales se
EL DrcctoNARro "GrscHlcHrLrcHs Gnuxp¡ecn¡rr"
amplían. Se amplía la utilización de los conóeptos. 2) "Verzeitlichung": se
hi- trata de un proceso dehistorización, es decir, los conceptos van expresando
Este Diccionario, cuyos obietivos y planteamientos metodológicos se
una sensibilidad para la dinámica temporal. los términos esi.r.hcos tradi-
cieron prlblicos en 1967t, comenzó a publicarse en 1972 y han aparecido
hasta el riomento seis volúmenes. Falta un sépümo y un volumen de cionales reciben un contenido emocional e ideológico, se cargan con una
índices. El Dccionario tiene anunciadas más de 120 voces, de las que han referencia teleológica que apunta hacia expectativas, deseos, aspiraciones.
aparecido en los primeros seis volúmenes I14. Hay en él conceptos políti- Cita Koselleck el concepto de "Republik" como ejemplo: de utilizarseantes
cos (democracia, república, monarquía, dictadura, poder, igualdad, parti- como un concepto general para todas las constihrciones se va conürtiendo
do, parlamento...); conceptos sociales (sooedad civil, clase media, profe- en un concepto de parüdo, y aspirando a ser el concepto de la única
sión, familia, campesino, sociología... ); otros filosoficos (derecho natural, constitución legíhma. De un concepto general se deriva un concepto más
justicia, libertad, derechos... ); otros conceptos de filosofía de la historia concreto, con unas aspiraciones muy concretas, que crea expectativas, que
(progreso, crisis, revolución...); conceptos económicos (habaio, necesida- crea una fuerza de integración y de movimiento. Asíocurreconel concepto
des, interés, capital, propiedad... ); y otros conceptos que podríamos decir
"Emanzipation". Era un concepto natural que pasa luego al teneno jurí-
de relaciones intemacionales (paz, guena, neutralidad, internacionalis- dico y posteriormmte s€ convierte en un concepto general de expectativas
mo...), de futuro, como sinónimo de voluntad de eliminar todo tipo de domina-
[.o que pretende este Diccionario es investigar la disolución del üeir ción, no solo la dominación estamental a la que originariamente hacía
mundo y el surgimiento del mundo moderno a través de historiar los referencia. Es éste un eiemplo de concepto impregnado por esa s€nsibili-
conceptos que captan ese surgimiento. El Diccionario puede tener una dad para la dimensión temporal, al transformarse en un concepto que
referencia a la actualidad en la medida m que el lenguaie que capta el remite a expectativas o reiündicaciones en el tiempo, en el futuro. [,a
mundo moderno, que capta su surgimiento y la conciencia de ese mundo "Verzeitlichung" significa este proceso por el que los conceptos s€ van
moderno, lo hace mediante conceptos que son también los nuestros. Pero cargando con expectativas para el futuro, con aspiraciones a realizar en el
no pretende mostrar la génesis de todo nuestro vocabulario político- social tiempo.3) "ldmlogisierbarkeil': esteproceso por el que pasan los conceptos
actual, sino solamente el que registró el surgimiento del mundo moderno. en esa época de cambio consiste en que las expresiones se ideologizan.
La hipótesis interpretativa del üccionario esqueel cambio de losconceptos Ideologización de muchas expresiones quiere decir que se van formando
que indican el nacimiento del mundo modemo se efechia, en el ámbito distintas interpretaciones de las mismas, perdiéndose su significación
alemán, entre 1750 y 1850. En ese peíodo se presentan nuevas significa- universal y lográndose una significación particular según el contexto y los
ciones o referencias para palabras viejas y nuevas acuñaciones, que interes€s de los grupos sociales. 4) '?olitisierung": este proceso de trans-
tfansformaron la sociedad y que pusieron nuevas expectativas de futuro. formación de los conceptos significa que éstos tienden a politizarse, que el
Los conceptos políüco-sociales de ese período de tiempo presentan una lenguaje se politiza. Los mismos términos se utilizan con s€ntidos anta-
doble cara: por un lado, se refieren a situaciones políticas y sociales que ya gónicos por enemigos políticos, pervirtiéndose su significado preciso.
no soninteligiblespara nosohossin una "traducción", sin una interpretación; El método de análisis seguido en el Diccionario responde a las coorde-
nadas de la "Begriffsgerhichte", que se han mencionado más arriba. Un
fr€ro por obo, logran una significación que ya no necesita ser traducida
para que la entendamosr2. conocimiento histórico general determina la selección de los conceptos
En ese período 1750-1850, los conceptos como indicadores del cambio relevantes; cada concepto es analizado a la luz de unamplio conocimiento
hacia el mundo modemo experimentan un cuádruple proceso detransfor- de la historia de un período y es interpretado tanto histórica como
mación importante, que Koselleckdescribeconloscuatrocriterios siguien- cíticamente dentro de su contexto textual. La investigación semántica
propiamente parte de una consideración de todas las diferentes referencias
o significaciones, tanto en una perspectiva diacrónica como sincrónica. las
fuentes de la investigación son intencionadamente amplias: diccionarios,
rr R. KqtELLEcK, Ri.l¡t¡ir¡ íeet
fnt das lztíkon ¡nlitischsozialet Begrilfe dd Neuzeít, en ArchíD debates parlamentarios, informes diplomáticos, prensa, revistas, tratados,
ftu Begriflsgeschichte 11 (1967), pp. 8l-99. panfletos, cartat diarios, etc.
¡, R. KcEErLEck (nota 1f), pp. 8t-82.
2U Htslorue o¡ Los coNcEpros E HIsroru.r Socl¿l
JoAouñ ABELLÁN 285

El interés permanenüe de los editores del Diccionario en


por autores- mostrar
-realizado
"historia de
tamente sus diferencias con la "Geistesgeschichte-', ejemplificada en la
distinto grado los numerosos es córno la
tradición alemana por Wilhelm Dlthey (18311911) y con la "politische
los conceptos" se abre a la historia social. En este sentido,la tesis básica de
ldeengerhichte" (historia de las ideas políticas) representada ante todo
Koselleck es que la semántica política delosconceptosque hacen referencia
por Friedrich Meinecke (1862-1954). lá "Geistesgeschichte" se había con-
a las transformaciones de la sociedad en ese período 1750-1850 suministra
solidado en Alemania en la última década del siglo XIX en su polémica
una clave imprescindible para la comprensión del pasado. En el concepto
contra Karl Lamprecht (1856-1915), quienintentaba estudiar en la historia
de "Revolution", por ejemplo, observa un cambio de significación y de
otros factores ---cconómicos o sociales- distintos a los culturalestT. La
función. "Revolution ' fue primeramente una fórmula-modelo de un retor-
'Geistesgerhichte" hacía historia de la cultura y de las ideas desde la
no posible de losacontecimientos; luego seconvirtió en un concepto de una
pr,'rspectiva de la "concepción del mundo" (Weltanschauung), desde la
filosofía de la historia y en un concepto para la acción política. En este que se unificaban losdistintosaspectos intelectualesde una sociedad o una
cambio ve Koselleck un indicador de un cambio estructural3. En ese sen-
época. La culhrra de una nación y de una época estaba representada en su
tido considera que la "Begriffsgeschichte" forma parte integral de la teologia yen su literatura, en suscienciasyen su filosofía. Dl they pensaba
historia social y que los conflictos sociales y políticos del pasado tienen que que la historia de una de estas capas no podía escribirse sin tomar en
ser estudiados en el uso de la lengua de sus participantes, en las delimi consideración a lasotras. Y la filosofía resultaba priülegiada respecto alos
taciones y diferenciaciones que hacían unos respecto a otros y en las ideas demás estratos culhrrales, pues Dilthey creía que era una combinación de
que tenían acerca de sí mismosra. ciencia y de "Weltanschauung"ls. Por otra parte, esta "Geistesgeschichte"
se entendía a símisma fuera delámbito de lo político, fuera de lasrelaciones
con el poder, marcando una fuerte diferenciación/contraposición entre
IIL "B¿crurrsc¡sc¡lrcHrE" E HrsroRrA DE LAs rDEAs poúTrcAs
culhla y políticare. Fue Meinecke quien llevó este modo de hacer historia
a la historia política y creó realmente la "historia de las ideas políticas". Su
ta "Begriffsgerhichte" s€ plantea expresamente la superación de las aportación más específica fue realmente la de unir política real y pensa-
Iimitacionesdel historicismo. Este, ciertamente, había realizado aportacio- miento. [á "politische Ideengerhichte" debía suministrar el acceso a un
nes positivas al reconstruir cada época histórica, sus logros y sus ideas, en contexto másamplio que el que ofrecía la "Geistesgeschichte", uniendo lo
sus propios términos. Pero los efectos negativos del historicismo también viep y lo nuevo, recuperando, por una parte, lo que la Rulpolitik había
eran claros. Su reconstrucción del pasado tendía a trasladarse al presente expulsado de la investigación y del interés de los historiadores y, por otra,
y, lo que es más importante, aceptaba irreflexivamente las mismas fuentes haciéndole perder a la Geistesgeschichte su oposición a lo político real, al
utilizadas como el medio realmenteadecuado para interpretar la exp€rien- Estado concreto y su dinámica. Meinecke puso de manifiesto en su libro
cia histórica concreta. tá "Begdffsgeschichte" pretende precisamente lib€- "Weltbürgertum und Nationalstaa(' , de'190É, que existía una conexión
rarse de esas ¡limitaciones, eütando el "anacronismo" y tomando en histórica entre individuo y Estado, entre literatura y política, entre el
consideración la historia socialts. Koselleck afirma expresamente que el florecimiento clásico-romántico y la unificación política de Alemania. El
Diccionarío G¿scfi ichtliche Grundbegriffe evita la "Geistesgeschichte", como libro mostraba que en la Alemania del siglo XIX había habido un desarrollo
historia de las ideas o como hisüoria-refleio de procesos materialesr6. más profundo y más "orgánico" que el puramente político'?o. Y aunque
1. Por esta razón, aunque la "Begriffsgeschichte" pueda parecer que
está muy próxima a la "historia de las ideas", es importante s€ñalar que
'7 Sob¡e Lamprecht, vid. H.l. STETNBERC, Karl LaMpREcHr, en Dr¡rts
che Hisk /iker (ed. pot
persigue otros fines distintos. Loseditoresdel Diccionario expresan abier-
H. U. WEHLER, Cóttingen 1971), pp. 58-68. El planteamiento de Lamp¡echt es pa¡alelo al de
Hen¡i BERR en Francia y al de la 'New History" en Estados Unidos. Lamprech t prcntu¡ció
una serie de conferencias en Estados Unidos en 1904.
'fVid.W.LEPEN¡E.trterestíngqüestioíshlhehístoryofphilosophyandels&,he¡e,Richard
f3
R. KcrLLEcK, R¿Do¡ü tbn, en Ceschichllí.he Gtundbegriffe (nota 7\. RoRTy, J. B. ScuNÉEwrND, Quentin Sxr NNER (ed s.r, Philosophy ín History (Cambridge f 984), pp.
tr R. Ko6ELLECK (nota 3), pp. I 13 114. tá aclaración conceptual de "Stand" (estañento), 'l4l-"171, esp. p.149.
"Klass€", "Cutsbesitze¡" (terate¡ientet "Eigenti.¡me¡" (propietario), "Einwohner" (habi- re Sobre los elementos que des€mbocan €n la "Geistes8eschichte" (la vieia histo¡ia

tante), "Staatsbúrge¡r' (ciudadano) es un ¡equisito previo para inte¡preta¡ el contlicto, por sacra, la histo¡ia de la culh¡¡a del siglo XVIII,la poca aiención a la'opinión Pública',la
eiemplo, entre los bu¡ócratas reformistas y los "|unker" prusianos a comienzos del XlX. i
doctrina de las ideas de Ranke), vid. E. SCHUL|N, Fríedrich Meínecke Slellung der deulschet¡
rsconze llegó a dect que querían hacer u¡ historicismo serio, es deci¡, que tomara en ceschícht st'íssenschaft, en M. ERBE (ed.), F¡i¿dt i.h Meínecke heute (krlín I 981), pp- 25-49, esp.
cuen ta la historia sociel Histoie desfolions datÉ Ie lañaine srj.io-polítiq¡re, en Roland MousM ER 31.33.
(eó.\, Pnblémes de lo sttalili.dlion totble \París '1968), p. 34. ú E. *HuLtñ, Friedrich Meiúeckc, er H, U. W EHLE¡ (ed.), D¿¡¡lsc¡¡¿ Histoli,ter (Cóttinge¡l
1óR. Ko6ELLECK, Eir¡r¿it ng a ces.hichtliche cru dbegriffe (^ota
7r, p. xxív. 1971, vol. I, pp. 39-57 , pá8. 40.
286 HrsToru,r os Los cor.JcE'ros E FIrsroRrA SocrAL JoAOr.,'Í.r ABEIÁN 287

Meinecke exp€rimen6 algunos cambios en su concepción de la "politísche distintas épocas de la historia y en disüntos campos del conocimiento. Con
Ideengeschichte"2t nunca llegó a abandonar la "Geistesgeschichte" y el este intento se presupone quelas "unit-ideas' tienen una historia propia y
métodode la comprensión intuitiva. Este método, como vÍa deacercamien- continua, su "propia lógica natural". Por lógica natural enüende Lovejoy
to al pasado, pertenece a una tradición filosofica que parte de la idea de que que "muchas ideas tienen, si bien no necesariamente conexiones, sí al
la historia es obra del hombre y que, por ello, hay en principio una similitud menos afinidades electivas con otras, y son incongruentes con algunas
y proximidad entre el suFto-el historiador- y el objeto otras ya que la mayoría de las proposiciones... tienen implicaciones que no
-su materia de
eshrdio, que son normalmente indiüduoe-. El artículo de Meinecke de siempre son eüdentes ni tampoco bien recibidas por aquéllos que las
1928, publicado en la Historische Zeitschrff representa la apoteosis de este afirman"'4. El objeto de la historia de las ideascomo diriplina es, precisa-
proceder histórico que recomendaba renunciar a toda explicación causal mente, trazar la evolución de esas "unit-ideas", buscando la continuidad
general y que, por el contrario, consideraba como algo irrenunciable para de estos elementosbásicos en las distintas manifestaciones del pensamiento
el quehacer de la ciencia his6rica la "intuición artística" y un "tacto humano y a lo largo de distintas épocas.
indefinibld'. Meinecke afirma en eseartículo quees más útil para la ciencia
3. Por la importancia del contexto histórico para el análisis de los
acudir a esos medios supracientíficos cuando fallan los puramente cientí-
conceptos podría parecer que la "Begriffsgeschichte" está más cerca del
ficos que utilizar estos últimos cuando su aplicación conduzca necesaria-
planteamiento renovador de la historia del pensamiento político desa-
mente a resultados falsos22.
rrollado por Quen tin Skinner y J.C. A. Pocock. Enlosescritosmetodológicos
2. La 'tistoria de los conceptos" que practican los editores del Diccio- de Skinner, sin embargo, no encuentro ninguna referencia al proyecto y
nario se dístingüe también de la "History of ideas" que cultivó el norte- metodología del Diccionario alemán6; ni siquiera al comentar el libro de
americano Arthur O. lovepy. La atención que la "Begriffsgeschichte" Raymond Williams, Keywords (1976,reed. 1983) y al analizar las relaciones
presta a laposicióndel autordeuntextoyala audiencia a la que va dirigido entre lenguaje y cambio social'?6. Algunoscríticos de Skinner acercan a éste
así como a los inlereses afectados por la aceptación o el rechazo del mensaje más a losenfoqueshermenéuhcosdeGadamery Ricoeur2T, pues su método
a transrnitir la distingue claramente de los planteamientos de Lovejoy para se alimenta de la filosofía del lenguale (John L. Austin) más que de la
quien la "history of ideas" tiene que investigar lo que él denomina "unit- lingüística y de la semántica histórica. En todo caso, cabe establecer una
ideas". Estas son, segln tnveiry, "las unidades reales, las ideas efectivas diferenciabásica entrelos planteamientosdel DiccionarioalemánySkinner.
en funcionamiento" de los credos y de los movirnientos, las unidades Para Skinner la unidad de análisis no es el concepto sino el dirurso o la
dinámicas de la historia del pensamiento¿. Al analizar las "unit-ideas"
Loveiry va burando la continuidad de los elementos de p€nsamiento en

2rLas obras publicadag despues de la Primera Cuerra Mundial manifiestan estos


cañbioí E^ Díe ld.e der Stadtsrdsoñ íf der euerat Ceschkhle (19241,sin valo¡ar menos a los
grandes p€n9ádores indiüdualef, ácentuaba rñás elefectode lá realidad sobre las ideas y posiciones implícitas o expllcitas, fórñulas sag¡adas y tópicos, teoremas filosoficos espe-
la separación entre ethos y poder, mostrando a los pensadores que han conocidola tersión cíficos, olashipótesis, generalizaciones o p¡esupuesto6 metodológicos másamplios de las
eñ tre las id€as y la búsqueda de comp¡omisoé polÍtico6. En el ártíct¡lo Klt$alíli¡lefi und We¡lett diversas ciencias" (l,Óvejoy, The Hislotiograph! of ldeas, e Pro.'eedíngs of the A¡nericat
in det Ceschíchle (1928) se ve asimismo un tono resignado ante Ia separación de la esfera Philosophícal Socizty 78 (1938), p. 533.
político-estatal y la intelectual-espiritual (Fi. Meinecke, W¿rl¿voI.4,p.88).Er\ Dic Entsteh!¡t8 ¿aLc,,Eloy, R4lectiofis oú the Histor! of ldeas, en
lounnl ol lhe Híslot! of ldeas 1 11940r, p.
des Eí$¡otismus ('1936, Meinecke se despolitiza; ya nohacehisto¡ia de lasideaspolihcas srno 22-23.
Ceistesgesahichte idealüan te, y la segui¡á haciendo en sus pos te¡iores a¡tículos de filosofía 5Q. SKINNE& Mea.¡ tr¡s irrd Un¡ler stan¡líng in the hislory of ídeas, er\ History ondTheory 17969),
de la histo¡ia: Vid. E.SCHUL¡N (nota l6) y un matiz diferente en E- KES6EL, Fríedri.h Meinecke pp . 3-53; Social meaning and the exlrlatlalion of social oction , en PhíIosophy , Polílics afid Society ,
fu eigener sícht, e^ M. ERÉE led.r, Friedtích Meíneck¿ heule (Bsrlín 1981), n. l8&195, espe- series IV (ed. por Peter LasLETr, W. C. RUMIMAN a¡d Quentin SK¡rrtler, Oxford 1972), pp.
cialmente É8. 191. En Die dalsch. Ktlastroph¿ ('19,1ó) hace "G€istesgeschichte", pe¡o esta 73r-157 Molh,es,iflle lioñsa ¡l the búerpretalbn of texts, en Neu Lilerary History 3 (1972,, pp.
vez se trata de historia del espí¡itr¡ colectívo, no individual, elitista, como e¡ anteriores
393-4M;Sofleproblemsínlheanalysisolpolití.althouShlandactio,enPoliticalTheory20974,,
libros.
¿ F¡. ME¡NECKE, X¿¡¡sa¡ iüten und werte h der c¿schichle, en w¿rte (stuttga¡t 1959) vol . 4, W.227-30¡j Arcply to m! crítics, en Mea inga ilcontext (ed. por larnes Turv, Oxford 1988),
pp.231-288.
pp. ól J9, p. 64. Sob¡e el método de la "cúprensión in hitiva", vid. W. M<rar,$FN, Woúlüngen
Q. SKI NNER, T,¡e ldea of a Cultlúal L,etikon , ea Ess.rys tu C¡iticism 29 (7979), pp. 205-223,
hn Bcdzt/tungsSehal¡ dd K eSori¿ des 'Verstehens ", en Ch. ME|ER/J. RüSEN (eds.), His¡o,.t¿¡e '?ó

revisado y publicado como lanrytuge anil social c,ange, en |. Turv (ed .\, Meaniñg an¡l Context
Met¡o¿"fl (Mii¡chen 1988). pp. 20G226. (Oxford 1988), pp. rl9-132.
6 Lov Eto\ Ttu Grydt chain ol Bzing 11936 rced. 1964, Cambridge I 978, 14. reimp¡esión),
, 7Vid, por ejemplo, J. G. CUNNELL, Polit i¿al Il¡€ory (l.anham/New York/London 1987),
pág. 6,7. Las "unit¿ideas" en que se ce¡ha Loveioy son de muchas clases: "tipos de
pp. 116 y ss.; J. KEANE, On lhe'Nao' History: Quattin Skinner's ptoposals lor a Neu History ot'
categorías, persaÍrien tos relátivoó a asFctos particulares de la experiencia común, p¡esu-
Politicdl IdeoIoS!, en Telos 47 11981\, pp.174-183.
288 HIstoru.q oe Los coNcEpros E HIsrorut Socnl JoeqdN Anru-ÁN 289

ideología y piensa, más bien, que es un error escribir la historia de un dia a la Moderna, hace más difícil trazar los cambios efectuados en los
concepto trazando su morfología en el tiempo28. conceptos y precisar cómo se utilizaban estos conceptos por todas las
formacíones sociales relevantes en cada período3r.
Junto a sus diferencias con la "Begriffsgerhichte", Reichardt pone de
IV. CRÍTICAS y ALTERNATIVAS A LA "BEcRlFFscEscHtcHTE" manifiesto asimismo algunas insuficiencias del análisis lexicoÍÉtrico
practicado en Francia32. Esas insuficiencias de la lexicometría residen para
Desde la aparición del primer volumen del Diccionario Geschichtliche él en que ésta logra su exactitud a cambio deuna autolimitación importan-
Grundbegrit'fe se}l.an hecho múltiples observacionesy análisis críticos sobre te, cual es la excluir del análisis en gran medida dimensiones esenciales de
sus planteamientos teóricosy metodológicos asícomo sobre la realización las transformaciones temporales y de la significación de las palabras.
concreta de algunos de los análisis efechrados sobre los conceptos s€leccio- Reichardt encuentra una limitación importante en que esos análisis
nados?e. Pero entre todas las críticas hay que destacar, ante todo, un lexicométricos partan solamente de la peculiaridad estructural de un autor
proyecto altemativo, también en lengua alemana, para estudiar los con- individual yno haga apenascomparación entre variosautores. Además, al
ceptos político-sociales del pasado, realizado por Rolf Reichardt y Eberhard reducirse el análisis de los textos a la ftecuencia de las palabrag no se da el
Schmitt, que lleva por título "Handbuch politisch-sozialer Grundbegriffe paso necesario para obtener conclusiones sobre la lengua como una norrna
in Frankreich l6g0-lg2g, (Manual de conceptos político_sociales funda- ;upraindividuals. Encuentra también insuficiencias para lo que él preten-
mentalesen Francia 1680-1820)s. Este "Handbuch" tiene proyectados unos deenel análisisdel dirurso. Enéste ganaenimportancia el funcionamiento
150 conceptos socialesy políticosy responde a una concepción metodológica y la estructura intema de los textos másque lasreferenciaso significaciones
que sus editores sitúan entrc la Lexicometría francesa y la de los conceptos que se actualizan en los textos, y presupone un trabajo
"Begriffsgeschichte" alemana, es deci¡, entrc los métodos cuantitativistas intensivoconlos textos individuales, demodo que para dominar una gran
desarrollados en el Instihrt Nationale de la Langue frangaise, en Saint- cantidad de fuentes es necesario un gran despliegue de mediose. En todo
Cloud, y los planteamientos más tcóricos, cualitativos e interpretativos de caso, el método le parece útil y en él se apoya tarnbién para, por eiemplo,
los G achichtl iche G ru ndbegriff e. descubrir el papel clave del concepto de libertad en las discusiones sobre
la crítica que haceReichardtdel Dicc ionario Ceschichtliche Cmndbegriffe las reformas entre Turgot y los tribunales.
tiene básicamente dos puntos, sin negar en ningún momento el indudable En resumen, Reichardtponeespecial interés en integrar el estudio de las
valor del Diccionario sin el que él mismo reconoce que no se había "mentalités", la lexicometía y el análisis del discurso asícomo la sociología
concebido el "Handbuch". Para Rcichardt, el Diccionario Ceschichtliche del conocimiento formulada por Berger y Luckmann$.
Grundbegriffe siguc haciendo Geistesgerhichte tradicional en las fuentes
que mayoritariamente utiliza, privilegiando los textos de los "grandes
pensadores" y la cultura de laséliteE mientrasque Reichardtconsidera quc
para mostrar los cambios reales en la sociedad hay otras fucntcs más
convincentes ---<omo las actas notariales- que las denominaciones 3r
RE¡CHARD, Einl¿if¡¡r¡8 a Ha dbu.h (rota 30r, pp. 63-64.
lingüísticasdeconceptoscomo "burgués" o "capitalista". Ademásentiende 3'zEntreotrostrabajossobrelexicometría Reichardtmenciona los siguientes: M. LauNAy,
que la larga extensión temporal en que se analizan los conceptos en el br lexícologie polítique. Le tníteñent infolma¡ique du discourshistoríque,en BüIbti deIa Société
d'histoire iaderne 1978, sé'r.16/3, 1979, 2-12; M. TouRNrER, D'oij oimnena les f¡équarces de
Diccionario G¿scl¡ichtliche Crundbegri.fe, desde la Antigüedad y Edad Me- oocabulaire? IA lexicoñétrie et ses mod¿Ies, en Mots I ( 1980), pp. t 89-208. El lnstitut Na tionale
de la Langue franqaise ha publicado, entre otros, v
Díctionna¡e ¡les usages socio-Wlitíques
(1770-L815) (Patís1985, 1987, r988),3 vols.
rlRErcH^RDr, Eirl¿itürg (nota 30), p.61.
¡Vid. sobre este punto, M. RTCHTER, PococK, Skinera ¡l the Ceschíchtlíche Grufidbegtiffe, rR. REICHARm, Eir¡¡eit¡¡Ig (nota30), p.62. En el a¡álisis del discurso se ¡efiere Reichardt,
e History and Theory 29 (1990), pp. 38-70. entre otros, a M. PEcHEux, Atk lyse dutomalique du ¡lis¿o ts (París 1969); D. M¡r¡cueNe¡u,
t Vid. H. BERD¡NG, Begriflsgeschí.hte lnd Sozialgeschichte, et\ Histotische Zeítschríft 223 Iñilhtíona x nÍélhodes ileI'analyse du iliscourslParís79761; cen¿se du disco ¡s (Bruxelles 1984);
(1976), W. 98-'110; I. l. SHEEH^N, 'Bcgriffsgeschichte' , Theory and Prac¡ie, e^ ]ournal of Modent R. RodN, Histoire ¿t Linguístique lParís 7973), pp. 123-215; B. CoNEtN y ottos, Matérialít¿s
Htsfo/y 50 (1978), pp.312-319; I. VEIr-BRAUSE, A Noteo BegríffsSeschichte' , en History a d díscursíoes. Colloque (Lille l98l); G. KunNER, Zw Releoa z tett- u d ínhaltsa alytischet
Theory 20 (1981\, pp. 61-67. Para las críticas, H. ScHULrz, Begriffsgeschíchte u d Verfahrmsweisenfrlr die empiische Forschung (Frankfurt/B€m 1981).
ArgumentalionsSes.hí.l,rs, en R. KosELLEcK (ed.), Histotische Seflantik und Begriffsgeschichte s BERCER/LUCKMAñN, Tl¡e sochl constructíotl oÍR¿ality (New York 1966). Sobre el con-
(Stuttga¡t 1979), pp.43-74; H. U. WEBLER, Historiograph! h Genu y To.lav, en Obsercalío s cepto de "mentalidad" R. MaNDRou, "Histoire/L'histoie des mentalités", en Encyclowdia
on 'The Spirihal Situat¡on ol the Age (ed. por J- HaBERMAS, Cambridge, Mass., 1985). Unioelslis, vol.9 l'1971), pp. 43938 (esp. p. 436); J. LE GorF, Les matalités. Une histoíre
nR. RE¡cHARor/E. ScHMtTr 1€ds.r, Handb ch poli¡ischsozinler cru dbegrilfe
h Fra kreích añbigu¿, en I. LE GoFf, P. NoRA (eds.), Fai¡¿ d¿ l'histoie (1974r, vol.3, pp. 7G94 (esp. p. 80);
1680-1820 (München 1985 y ss.). Están previstos 7 vol¡lme¡res. A. BuRGrr¡RE, ¿, notlo ¿le "úentalités" chez Marc Bloch et Lucien.
Historia
Res de 1,
publica, los1998,
conceptos
pp. 7-33e historiografía del discurso político 7

Historia de los conceptos e historiografía del discurso político

Sandro Chignola

Para Giorgia

When I make a word do a lot of work like that


—said Humpty Dumpty—, I always pay it extra

RESUMEN
Este ensayo versa sobre las relaciones entre los conceptos políticos y la historia,
que poseen un carácter preliminar en la historiografía del discurso político, desués del
giro lingüístico experimentado por las ciencias sociales. El hilo conductor lo constitu-
ye la última contribución de Melvin Richter al contraste entre la Historia de los
Conceptos (Begriffsgeschichte) y la Historia de las Ideas, propia de la tradición
anglosajona, entre la lexicografía académica alemana y la corriente analítica de pensa-
miento, y su repercusión en la filosofía política.

ABSTRACT
The essay deals with the relations between political concepts and history, which
are preliminary in the historiography of political discourse, after the linguistic turn of
the social sciences. The thread is the last contribution of Melvin Richter to the
controversy between the History of Concepts (Begriffsgeschichte) and the History of
Ideas of anglosaxon tradition, between the german academic lexicography and the
analytic current of thought, and its importance in political philosophy.

1. Que haya alguna relación entre conceptos políticos e historia parece el dato
preliminar de cualquier consideración historiográfica que asuma, como refe-
rente «metodológico» propio, el presupuesto de la «lingüisticidad» intrínseca
de la política. Definitivamente asentado el «linguistic turn» con que se habían
investido, en la transición de los años setenta a los ochenta, las disposiciones
metodológicas y disciplinares de las ciencias históricas1, y una vez celebrada

1 Cf. J. E. TOEWS, Intellectual History after the Linguistic Turn. The Autonomy of
Meaning and the Irreducibility of Experience, en The American Historical Review 92 (1987), pp.
8 Sandro Chignola Historia de los conceptos e historiografía del discurso político 9

la rescisión —por exhaustión interna— del pacto de solidaridad unívoca entre A partir del compartimiento de premisas muy generales de este tipo
Geistesgeschichte e historia de las ideas, el hecho de la existencia de (lingüisticidad del discurso político; existencia de meta-horizontes de sentido
paradigmas, tradiciones discursivas y vocabularios normativos —verdaderos que «condicionan» las dinámicas de la conceptualización; normatividad de
y propios centros de formación, reestructuración y control de las derivaciones los vocabularios contextuales en el uso de los conceptos por parte del locu-
significantes del lenguaje— ha emergido progresivamente como potencial tor), proyectos de investigación tan diferentes entre sí, como los de Quentin
punto de atracción de gravedad en la atención del discurso histórico. Si, para Skinner, John G. A. Pocock y Reinhart Koselleck, han reobrado uno sobre
Lovejoy —y para su extremado y orgulloso defensor, Francis Oakley—, el otro —aunque con cierta recalcitrancia y, desde luego, con malevolencia—,
cometido programático de la historia de las ideas debía ser el de seguir —con para probar la capacidad de cabida recíproca y la circunstancial debilidad
el fin de reconstruir los procedimientos de recomposición y los efectos de teórica4. La última contribución de Melvin Richter, que, reelaborando inter-
recombinación, con motivo del encuentro con diferentes contextos de pensa- venciones precedentes del autor sobre el tema de la «Begriffsgeschichte», se
miento y de diferentes topologías de orden2, e indagar con minuciosidad las muestra ahora, en una «apelación» abierta y cuidadosa, a favor de una aplica-
directrices temporales asumidas como continuas, homogéneas y linealmente ción de la metodología histórico-conceptual, producida a partir de la contami-
comunicadas entre sí— las fases de «migración» de complejos conceptuales nación y de la integración entre el modelo de los léxicos alemanes5 y las
«químicamente» resueltos en sus componentes elementales (con una perspec- perspectivas de investigación inauguradas, en los países de cultura anglosajona,
tiva idealista-atomista, compartida por el mismo Lovejoy, que los había con-
vertido en «unit-Ideas», si no eternas, desde luego explícitamente «privadas
4 M. RICHTER, Conceptual History (Begriffsgeschichte) and Political Theory, en Political
de historia»), para los autores empeñados en la «intellectual history», por el Theory 14 (1986), pp. 604-637; ID., Begriffsgeschichte and the History of Ideas, en Journal of
contrario, se convertían en decisivos el dato de la historicidad del significa- the History of Ideas 48 (1987), pp. 247-263; y, sobre todo, ID., Reconstructing the History of
do3, la operacionalidad discontinua de los sistemas conceptuales, con fre- Political Languages: Pocock, Skinner, and the Geschichtliche Grundbegriffe, en History and
cuencia irreductibles entre sí, y su correlación con dinámicas de renovación, Theory 24 (1990), pp. 38-70 (ed. al., Zur Rekonstruktion der Geschichte der Politischen Sprachen:
Pocock, Skinner und die Geschichtliche Grundbegriffe, en H. E. BÖDECKER-H. HINRICHS (Hrsg.),
crisis y recomposición del tejido histórico, sólo en cuyo seno podría verse a
Alteuropa oder frühe Neuzeit? Probleme und Methode der Forschung, Stuttgart-Bad Canstatt
los conceptos mismos «expender» su propio valor de significación. Concep- 1990, pp. 134-174). Por lo que a Italia respecta, donde hasta ahora ha sido menor el influjo y la
tos históricos y tradiciones discursivas, desde este punto de vista, habían de sugestión ejercidos por las hipótesis metodológicas de Koselleck, cf., al menos: A. D’ORSI,
encargarse onerosamente de hacer de indicadores de la continuidad de orga- Guida alla storia del pensiero politico, La Nuova Italia, Firenze 1995, pp. 210-222; M. VIROLI,
nizaciones del sentido sobre el plano sincrónico de su aplicación «contextual» ‘Revisionisti’ ed ‘ortodossi’ nella storiografia del pensiero politico, en Revista di Filosofia
LXVIII (1987), pp. 121-136; M. BARBERIS, La storia delle dottrine politiche: un discorso sul
y, al mismo tiempo, de poder actuar como «tipos ideales», cuyo reconoci-
metodo, en Sette studi sul liberalismo rivoluzionario, Giappichelli, Torino 1989, pp. 9-42;
miento diacrónico habría permitido al historiador encontrar constantes aplica- J. F ERNÁNDEZ SEBASTIÁN, Metodologia e ricerca nella storia del pensiero politico. Qualche
ciones, discontinuidades y umbrales de crisis de sistemas semánticos enteros riflessione intorno al dibattito Skinner, en E. GUCCIONE (a cura di), Strumenti didattici ed
y de módulos de argumentación «cerrados», sobre el plano inclinado de su orientamenti metodologici per la storia del pensiero politico, Olschki, Firenze 1992, pp. 101-
«historia» respectiva. 116. Para quien escribe, de todos modos, sigue siendo decisiva, sobre todo, la importante
contribución de M. MERLO, La forza nel discorso. Note su alcuni problemi metodologici della
879-907; R. JÜTTE, Moderne Linguistik und ‘Nouvelle Histoire’, en Geschichte und Gesellschaft storiografia del discorso politico, en Filosofia politica IV, 1 (1990), pp. 37-56.
16. Jahrgang, Heft 1 (1990), pp. 104-120; G. G. IGGERS, Zur ‘linguistischen Wende’ im 5 Los «léxicos» alemanes de orientación histórico-conceptual sobre los que se concen-
Geschichtsdenken und in der Geschichteschreibung, en Geschichte und Gesellschaft 21 (1995), tra la atención de Richter son: Geschichtliche Grundbegriffe: Historisches Lexicon zur politisch-
pp. 557-570. sozialer Sprache in Deutschland (GG), hrsg. von O. Brunner, W. Conze, R. Koselleck, Klett-
2 A. O. LOVEJOY, The Great Chain of Being. A Study of the History of an Idea, Harvard Cotta, Stuttgart 1972-1992, voll. I-VII; Historisches Wörterbuch der Philosophie (HWP), hrsg.
UP, Cambridge, Mass. 1936 (trad. it. de L. Formigari, La grande catena dell’essere, Feltrinelli, von J. Ritter und K. Gründer, Schwabe & Co., Basel und Stuttgart 1971, voll. I-VIII; Handbuch
Milano 1966, pp. 11-29); ID., Essays in the History of Ideas, Capricorn Books, New York 1960 politisch-sozialer Grundbegriffe in Frankreich (1680-1820) (HGF), hrsg. von R. Reichardt und
(trad. it. de D. DE VERA, L’albero della conoscenza, Il Mulino, Bologna 1982, pp. 29-41); F. E. Schmidt (in Verbindung mit G. van den Heuvel und A. Höfer), Oldenbourg Verlag, München
OAKLEY, Against the Stream. In Praise of Lovejoy, en Omnipotence, Covenant and Order. An 1985, voll. I-XII. Algunas de las voces de los GG están ahora disponibles para el lector italiano:
Excursion in the History of Ideas from Abelard to Leibniz, Cornell UP, Ithaca and London 1984, KOSELLECK-MEIER, Progresso, pref. di L. Ornaghi, Marsilio, Venezia 1991; BLEICKEN-CONZE-
pp. 15-40, esp. pp. 34-35. DIPPER-GÜNTHER -K LIPPEL-M AY -M EIER, Libertà, pref. di V. E. Parsi, Marsilio, Venezia 1991;
3 W. J. BOUSWMA, From History of Ideas to History of Meaning, en The Journal of V. SELLIN , Politica, pref. di L. Ornaghi, Marsilio, Venezia 1993; CONZE-KOSELLECK-MAIER-
Interdisciplinary History XII, 2 (1981), pp. 279-291. MEIER-REIMANN, Democrazia, pref. de V. E. Parsi, Marsilio, Venezia 1993.
10 Sandro Chignola Historia de los conceptos e historiografía del discurso político 11

por los trabajos «metodológicos» de Quentin Skinner y de John G. A. Pocock, misma implantación metodológica. De aquí, como observa Melvin Richter,
analiza por separado los programas de investigación de las diferentes «escue- su fuerza y su debilidad: la plena consciencia de los efectos de proliferación
las» que hacen referencia a aquellos modelos y, precisamente por su objetivo de las nuevas disciplinas habría obligado al HWP a asumir como presupuesto
explícito de recomposición, se propone como importante y utilísimo objeto la imposibilidad de dar a los conceptos una definición unívoca (lo que habría
de confrontación y discusión para quienes se sientan empeñados en la implicado el inmediato agotamiento del paradigma historiográfico
historiografía de los conceptos y del pensamiento político6. neokantiano), pero, indirectamente, habría reproducido, dándole así perma-
Es preciso recordar —en vista de la próxima exclusión del HWP de nencia, tal desnivel de planos temporales, que restringiría la reconstrucción
nuestro cuadro de consideraciones— que el motivo inaugural de la histórica a conceptos cuyo estatuto, o cuyas alteraciones de significado, ya
historiografía de los conceptos consiste, incluso históricamente, en investigar estuvieran suficientemente estabilizados8.
la lexicografía filosófica: desde los años de la vuelta de siglo, a caballo entre Absolutamente «abierta», en resumen, quedaba, en la disposición con-
el XVIII y el XIX, con J. C. Walck y R. Eucken, comenzaron a realizarse en junta del HWP, tal como se ha cumplido de seguido a partir de las Richtlinien
Alemania obras de lexicografía que trataban de juntar, en el mismo estatuto preparadas por Richter, la cuestión de la «contextualización» del estableci-
metodológico, un esfuerzo de reconstrucción de las problemáticas constantes miento y mutación de los aparatos conceptuales de la filosofía. Asentada
de la filosofía con una ordenación, lo más exhaustiva posible, de los «térmi- sobre la continuidad de la tradición lexicográfica de las Geisteswissenschaften
nos» técnicos y de los «conceptos» con los que obra. El lugar genético de la alemanas —con su completa saturación «filosófica» del problema del signifi-
historia de los conceptos ha de encontrarse en la síntesis —de matriz eviden- cado— y, por su mediación, dedicada a un programático desinterés por la
temente neokantiana, acaso guiada por el paradójico objetivo de purificar la especificidad del vocabulario político y social, la obra de reconocimiento del
historiografía, «des-historistizándola» mediante la reducción nuclear de sus HWP, por vasta, tendía, en efecto, a prolongarse, ampliando el umbral de
constantes y la proyección de un mapa definitivo y unívoco de sus configura- recíproca incomunicabilidad, la escisión entre la perspectiva metodológica
ciones conceptuales— entre la «historia de los problemas» (Problems- heredada por la tradicional lexicografía alemana —y su autorreflexiva dilata-
geschichte) y la «historia de la terminología» (Terminologiegeschichte)7. ción indefinida de la autonomía y autorreferencialidad del léxico de la filoso-
La inmediata percepción de los límites de tal impostación, ante la fía— y la progresiva imposición de una atención más concreta por la historia
complejidad y diseminación que derivan de la multiplicación y especializa- social, tal como esta había madurado en el seno del movimiento de
ción de las disciplinas filosóficas —lo que habría impedido al HWP proseguir autorreforma de las ciencias históricas en la propia Alemania9.
por el camino ya emprendido por Erich Rothacker, con su proyecto (1927) de El procedimiento de aplicación de la «Begriffsgeschichte» en el HWP,
un diccionario de los términos filosóficos, que habría debido, a tenor de los en breve, acaba contradiciendo —y tal es el motivo por el que Melvin Richter
motivos de una perspectiva específicamente lebensphilosophisch, trazar la se separa de él, confiando simplemente al análisis del HWP el cometido de
historia de los conceptos que han condicionado el desarrollo de las principa- introducir el giro de cuestiones sobre las que se asienta su reconocimiento—
les Weltanschauungen, y que, del mismo modo, habría vuelto imposible la la posibilidad misma de una valoración real de la relación entre conceptos e
referencia a la antigua obra de Rudolf Eisler (Wörterbuch der philosophischen historia. Sobre todo, porque no es posible encontrar en él un modelo unívoco
Begriffe, 1899), cuya cuarta edición, revisada, apareció en los mismos años de aplicación del método histórico-conceptual (que no está reservado en el
en que Rothacker esbozaba su propio diseño—, había, de hecho, obligado a
Joachim Ritter, primer editor del HWP, a una profunda revisión de todo el 8 Por este motivo, J. Ritter declaró que era un error considerar el HWP un
proyecto editorial de un nuevo léxico de los conceptos filosóficos y de su «begriffsgeschichtliches Wörterbuch» (J. RITTER, Vorwort, HWP, Bd. I, p. viii). Cf. M RICHTER,
The History of Political and Social Concepts, cit., pp. 14-15.
9 Cf. J. R ÜSSEN , Theory of History in the Development of West German Historical
6 M. RICHTER, The History of Political and Social Concepts. A Critical Introduction, Studies: A Reconstruction and Outlook, en Germanic Studies Review (1984), pp. 11-25;
Oxford UP, New York and Oxford 1995. CH. DIPPER, Sozialgeschichte und Verfassungsgeschichte. Zur Europäischen Verfassungsgeschichte
7 Cf. H. G. M EIER , Begriffsgeschichte, en HWP, Bd. I, pp. 788-808, pp. 792 aus der Sicht der Geschichtswissenschaft, en R. SCHULZE (Hrsg.), Europäische Rechts- und
ss.; S. CHIGNOLA, Storia concettuale e filosofia politica. Per una prima approssimazione, en Verfassungsgeschichte. Ergebnisse und Perspektive der Forschung, Dunker & Humblot, Berlin
Filosofia politica IV, 1 (1990), pp. 5-35, p. 8 ss. Para una confirmación histórica —y una crítica 1991, pp. 173-198; H.-J. PUHLE, Storia sociale o storia della cultura: una nuova frontiera?, en B.
teorética— de este presupuesto de la «Begriffsgeschichte» alemana, cf. también: H. G. GADAMER, DE GERLONI (a cura di), Problemi e metodi della storiografia tedesca contemporanea, Einaudi,
Begriffsgeschichte als Philosophie, en Archiv für Begriffsgeschichte 14 (1970), pp. 137-151. Torino 1996, pp. 271-291.
12 Sandro Chignola Historia de los conceptos e historiografía del discurso político 13

complejo de los conceptos examinados ni toma en consideración la concreta aquellos han sido proyectados y construidos con el intento preciso de presen-
especificidad de la política); y, además, porque el léxico que depara, tar la historia de los conceptos políticos, proyectando sobre ellos las fases
«desencarnado» de manera idealista y obtenido mediante una potente remo- singulares y los diferentes relieves en un escenario de historia social
ción de la historia y de su carga morfogenética estructural, había acabado por contextual14. Desde la primera fase de su proyección en el seno del seminario
validar las sospechas que la historiografía de matriz angloamericana había de Werner Conze en Heidelberg, por otra parte, los GG habían sido dispues-
formulado de continuo ante los historiadores alemanes. Si el modelo de la tos de manera programáticamente diversa con el HWP. Al aparecer en el
historia de los conceptos se asemejara al realizado por el HWP, inmediata y mismo año y en la misma revista, los artículos de Joachim Ritter y de
definitiva sería la reproducibilidad del anatema lanzado en su momento por Reinhart Koselleck que presentaban los dos léxicos ponían de manifiesto, en
Quentin Skinner, con perspectivas filosófico-lingüísticas promovidas con in- efecto, dos actitudes diferentes ante la tradición lexicográfica alemana: aun-
tenciones abiertamente anti-idealistas, contra el léxico de Keywords de que ambos ponían en evidencia los límites (excesiva formalización, fallido
Raymond Williams: «I remain unrepentant in my belief that there can be no respeto de los relieves históricos, escasa puesta en cuestión teórica), sólo
histories of concepts as such»10. Koselleck «se abría» metodológicamente a las nuevas tendencias de la
Con el fin manifiesto de hacer retroceder a Skinner de sus posiciones, historiografía social europea, delegando en la propia historia social el come-
Melvin Richter se esfuerza por dar a conocer en los Estados Unidos el tido de verificar la hipótesis historiográfica de partida que sostiene toda la
programa de investigación de los GG. Vencer la resistencia de la historiografía empresa de los GG15; a saber: la de demostrar que el léxico político alemán
del discurso político —operación acaso más sencilla de llevar a cabo por hubiese padecido, durante la «Sattelzeit», entre 1750 y 1850, aquella profun-
Skinner, que en seguida se ha dedicado efectivamente a indagaciones de tipo da transformación que habría, al cabo, enderezado definitivamente la transi-
(en sentido lato) histórico-conceptual11, que por J. G. A. Pocock, quien, en ción hacia la modernidad.
discusión con Richter, ha reafirmado recientemente que la cuestión de las Para Koselleck, en efecto, todo el cuadro de la conceptualidad política
dinámicas de la conceptualización acaba siempre, en su opinión, en la de los —indagable en la trama de planos prevista por la asunción del presupuesto de
flujos de comunicación política concreta, sedimentados en los «actos» una inmediata integrabilidad de la perspectiva onomasiológico-sincrónica,
lingüísticos, quedando con ello «liberada» de la hipoteca idealista que la que asume el valor significante del concepto en la especificidad de su «con-
grava sobre el presupuesto metodológico que asume la posibilidad de una texto», con la posibilidad de investigaciones semasiológicas del arco semántico-
descripción «autónoma» de los conceptos políticos y de su historia12— signi- histórico que le devuelve la historia en conjunto16— habría padecido, en la
ficaría, desde su punto de vista, poder llevar a término con éxito la integra- transición entre los siglos XVIII y XIX, un proceso radical de renovación,
ción entre las dos metodologías, que Richter desea en vista de la posible expresado (e historiográficamente rastreable) en una drástica mutación de los
puesta en marcha de un léxico de los conceptos políticos por los países de procesos de conceptualización política. «Democratización» de los conceptos
lengua y cultura anglosajona13. y su resolución del mundo «ständisch»; «temporalización» de la historia a
Por ello, al presentar el léxico de los GG, Melvin Richter tiende de partir de la asunción de la futuribilidad del pasado; «ideologización» y
inmediato a poner en primer plano el hecho de que, a diferencia del HWP, «politización» del léxico político17, aluden a un profundo trastorno en la

10 Q. SKINNER, A Reply to my Critics, en J. TULLY (ed.), Meaning and Context. Quentin 14 M. RICHTER, The History of Political and Social Concepts, cit., p. 17.
Skinner and his Critics, Polity Press, Oxford 1988, p. 283. 15 J. RITTER, Leitgedanken und Grundsätze des Historischen Wörterbuches der
11 Cf. Q. SKINNER, The State, en T. BALL-J. FARR-R. L. HANSON, Political Innovation and Philosophie, en Archiv für Begriffsgeschichte IX (1967), pp. 75-80; R. KOSELLECK, Richtlinien
Conceptual Change, Cambridge UP, Cambridge 1989, pp. 90-131. für das Lexicon politisch-sozialer Begriffe der Neuzeit, en Archiv für Begriffsgeschichte IX
12 J. G. A. POCOCK, Concepts and Discourses: A difference in Culture? Comment on a (1967), pp. 81-90. Cf., sobre este asunto, H. BERDING, Begriffsgeschichte und Sozialgeschichte,
Paper by Melvin Richter, en H. LEHMANN-M. RICHTER (Eds.), The Meaning of Historical Terms en Historische Zeitschrift 223 (1976), pp. 98-110.
and Concepts. New Studies on Begriffsgeschichte, Ocasional Paper No. 15, German Historical 16 Cf. R. KOSELLECK, Einleitung, en GG, Bd. I (1975), pp. XIII-XXVII; ID., Storia dei
Institute, Washington D. C. 1996, pp. 47-58, p. 51. concetti e storia sociale, en Futuro passato, Marietti, Genova 1986, pp. 91-109 (ed. or. Vergangene
13 Cf. M. RICHTER, Appreciating a Contemporary Classic: The ‘Geschichtliche Zukunft. Zur Semantik geschichtlicher Zeiten, Suhrkamp, Frankfurt a. M. 1979).
Grundbegriffe’ and Future Scholarship, en H. LEHMANN-M. RICHTER, The Meaning of Historical 17 Ibidem. Cf. también R. KOSELLECK, Sprachwandel und sozialer Wandel im ausgehenden
Terms and Concepts, cit., pp. 7-19; ID., The History of Political and Social Concepts, cit., pp. Ancien Régime, en B. FABIAN/W. SCHMIDT-BIGGEMANN/R. VIERHAUS (Hrsg.), Deutschlands kulturelle
157-160. Entfaltung. Die Neubestimmung des Menschen, en Studien zum achtzehnten Jahrhundert, hrsg.
14 Sandro Chignola Historia de los conceptos e historiografía del discurso político 15

interpretación política y a una mutación estructural de la misma percepción historiográfico koselleckiano —atento al encuentro de una verificación histó-
«social» de la realidad. rico-conceptual de la hipótesis de la «Sattelzeit»— se dispone, además, a
Con el fin de verificar la tesis conscientemente «anticipada» por la revocar explícitamente la neutralización historicista. Incluso volviéndose
teoría de la «Sattelzeit» —asumir la absoluta relevancia de la cesura sobreve- polémicamente contra Brunner20.
nida con la modernidad política—, Koselleck opta por procedimientos de El asunto, una vez más, consiste en reivindicar la operatividad en el
indagación de tipo histórico-conceptual. No sólo porque los conceptos políti- «desfase» de los planos temporales, que la anticipación teórica produce res-
cos estén en situación de dejar traslucir, en el seno de su constitución semán- pecto al horizonte histórico investigado. No sólo porque, como ya le han
tica, lo drástico de las mutaciones sobrevenidas en las modalidades generales objetado algunos críticos a Skinner, su hipótesis metodológica, que asume
de representación de la realidad, sino también, y sobre todo, porque sólo una con la «irreductibilidad» del contexto el cuadro de referencia exclusivo para
perspectiva metodológica como la de la «Begriffsgeschichte» consiente en la definición historiográfica del significado, acaba en la disolución y el ago-
indagar, con cierta dosis de consciencia, en aquella área de cambio y tensión, tamiento, a un tiempo, de la función específica de la textualidad y de su
en que «representación» e «historia» entran en una productiva relación para intérprete21; sino también, y sobre todo, porque el advenimiento de una prác-
producir estabilidad (cuando toda la densidad de un «contexto» histórico se tica de la historiografía constitucional, concebida como una drástica restitu-
expresa mediante un coherente sistema de conceptos) e innovación (cuando ción de escenarios jurídicos y «sociales», intraducibles y recíprocamente
la posibilidad representativa del vocabulario disponible sea rebasada y se intransitables en la autonomía de los respectivos sistemas conceptuales, deja-
imponga la necesidad de una adecuación entre sistema semántico e innova- ría paradójicamente «muda» la misma instancia metodológica propia de la
ción política)18. historia de los conceptos22. Desde este punto de vista, la instancia
Es evidente que una perspectiva metodológica de este tipo representa, a begriffsgeschichtlich, de la que incluso Brunner había partido con su proyec-
un tiempo, una forma de continuidad con la tradición de las ciencias sociales
alemanas y un modo de superación. Koselleck, desde luego, comparte con
Werner Conze y Otto Brunner —los otros componentes originales del comité trad. it. de P. SCHIERA, La storiografía costituzionale tedesca nel secolo decimonono. Problematica
editorial de los GG— la idea de que la historia social tenga que ver con e modelli d’epoca, Giuffrè, Milano 1970; P. SCHIERA, Otto Hintze, Guida, Napoli 1974.
estructuras, sin que el reconocimiento de tal «historia» pueda soportar reduc- 20 Cf. R. KOSELLECK, Begriffsgeschichtliche Probleme der Verfassungsgeschichts-
ciones ni simplificaciones de ninguna clase. Analizada por referencia a «es- schreibung, en H. QUARITSCH (Red.), Gegenstand und Begriffe der Verfassungsgeschichtsschreibung,
tructuras» constitucionales, cuya complejidad vacía polémicamente la refe- Beihefte zu «Der Staat», Heft 6, Dunker & Humblot, Berlin 1983, pp. 7-21, pp. 12 ss. Reciente-
mente, Koselleck ha reiterado su propia toma de posición anti-historicista y «anti-brunneriana»
rencia a tipos ideales históricamente desencarnados o a representaciones de en A Response to Comments on the Geschichtliche Grundbegriffe, en H. LEHMANN-M. RICHTER
cadenas de acontecimientos, que creen poder resolver el problema de la (Eds.), The Meaning of Historical Terms and Concepts, cit., pp. 59-70, p. 62.
causalidad histórica adaptándolo al de la continuidad, la «historia» se hace 21 Cf. P. LESLIE, In Defence of Anachronism, en Political Studies XVIII (1970), pp. 433-
necesariamente «historia social». Si esto implica que Koselleck testimonie su 447; P. L. JANSEN, Political Thought as Traditionary Action: The Critical Response to Skinner
adhesión a una práctica de la historiografía, cuyos inicios pueden acaso ser and Pocock, en History and Theory XXIV (1985), pp. 115-146; M. VIROLI, ‘Revisionisti’ ed
‘ortodossi’, cit., pp. 128-129; M. BEVIR, The Errors of Linguistic Contextualism, en History and
rastreados en la historiografía constitucional alemana19, también el modelo Theory 31 (1992), pp. 276-298.
22 «Meine These lautet, daβ auch eine stringente, gerade eine stringente Begriffsgeschichte
von der Deutschen Gesellschaft für die Erforschung des achzehnten Jahrhunderts, Kraus nicht ohne gegenwärtsbezogene Definitionem auskommt. Das ergibt sich auch aus Brunners
International Publications, München 1980, Bd. 2/3, pp. 15-30. Véase, por fin, S. CHIGNOLA, Werk. Eine quellensprachlich gebundene Darstellung der Verfassungsgeschichte wird stumm,
Storia concettuale e filosofia politica, cit., pp. 14-15 ss. wenn die vergangenen Begriffe nicht übersetzt oder umschrieben werden. Sonst handelt es sich
18 El asunto en cuestión, que los mismos autores de la historiografía del discurso um eine Text wiedergabe alter Quellen im Verhaltnis von 1:1», R. K OSELLECK ,
comparten, representa la instancia programática de dos importantes obras: T. BALL-J. FARR-R. L. Begriffsgeschichtliche Probleme, cit., p. 13. Koselleck defiende la misma posición contra Skinner:
HANSON (Eds.), Political Innovation and Conceptual Change, cit. (cf., en particular, Q. SKINNER, cf. A Response to Comments on the Geschichtliche Grundbegriffe, cit., p. 62. Sobre este punto,
Language and Political Change, pp. 6-23; y J. FARR, Understanding Conceptual Change Politically, en términos más generales, cf. R. KOSELLECK-H.G. GADAMER, Hermeneutik und Historik, Carl
pp. 24-29); y T. BALL-J. G. A. POCOCK (Eds.), Conceptual Change and the Constitution, Kansas Winter Universitätsverlag, Heidelberg 1987; ed. esp. de J. L. VILLACAÑAS y F. ONCINA, Historia y
UP, Lawrence 1988. hermenéutica, Paidós, Barcelona 1997. Para una crítica análoga al historicismo brunneriano,
19 Cf. E. W. BÖCKENFÖRDE, Die deutsche verfassungsgeschichtliche Forschung im 19 F. HARTUNG, Zur Entwicklung der Verfassungsgeschitchtsschreibung in Deutschland, en
Jahrhundert. Zeitgebundene Fragestellungen und Leitbilder, Dunker & Humblot, Berlin 1961; Staatsbildende Kräfte der Neuzeit, Dunker & Humblot, Berlin 1961, pp. 431-469, pp. 467-468.
16 Sandro Chignola Historia de los conceptos e historiografía del discurso político 17

to de una reconstrucción de las estructuras constitucionales del medievo Precisamente a partir del «desfase» entre representación historiográfica
germánico, que, de acuerdo con la especificidad y la autonomía semántica y léxico de las fuentes es posible, para Koselleck, llevar a cabo aquella
mostrada por el léxico de las mismas fuentes, excluyera la referencia al «transposición» que consiente en deslizar productivamente el plano de la
sistema de los conceptos políticos de la modernidad23, acaba siendo, de recomposición historicista de los vocabularios de época hacia la analítica
hecho, según Koselleck, inequívocamente neutralizada. Introducir la instan- histórico-conceptual25. El «Vorgriff» teorético consiente en separar el tiempo
cia programática de la historia de los conceptos en el alvéolo normativo de la representación del tiempo de la historia, abriendo así el paso que
historicista y revocar, con ello, el presupuesto que deja siempre «abierta» la permite extraer la articulación opaca y experiencial de los conceptos y resti-
posibilidad de construir infinitas «historias» a partir de la productividad del tuir su íntima estructuración temporal. Investida de la eliminación anticipadora
anacronismo y de la eliminación determinada por la anticipación teórica, de la teoría —que reconoce en la «Sattelzeit» el momento de dinamización
significa, para Koselleck, agotar la posibilidad misma de hacer historia. So- interna de los aparatos conceptuales de la modernidad política—, la «espacia-
bre todo, porque el resultado radical de una historiografía de los conceptos, a lidad» de la representación historiográfica es sobrepasada por una restitución
la manera de Brunner, propuesta como una objetiva y completa restitución de más adecuada y «plena» de la temporalidad pluridimensional de la historia. A
la plenitud e irreductibilidad del «contexto» semántico elevado a tema de la coercitiva topología historicista se opone una dinámica estructural de la
investigación, acabaría por ser, comprimiendo metodológicamente la exce- experiencia del tiempo26, que no coincide con el plano entrópico y
dencia de la representación historiográfica respecto al propio objeto, la repro- monodireccional de la cronología.
ducción lineal de las fuentes tal como son; y, en segundo lugar, porque, si no En consecuencia, para Koselleck, en la «eliminación» anacrónica pro-
constantemente refocalizada por la asunción de una instancia de perspectiva ducida por el presente de la anticipación teórica, asume concreción aquella
productiva precisamente por anacrónica, la constante re-problematización «predeterminación» posible de escenarios, estructuras e «historias», sólo la
histórico-conceptual de la relación entre la lengua de las fuentes y la «histo- cual hace posible, en el interior del propio marco, el pasaje de una considera-
ria» acabaría por disolver el propio objeto en un vórtice de regresibilidad ción atomista y presuntuosamente veritativa de la cadena de acontecimientos,
indeterminada e infinita24. a un análisis de estructuras incomparablemente más complejas. Sólo en esta
23 O. BRUNNER, Land und Herrschaft. Grundfragen der territorialen Verfassungsgeschichte
«de-terminación», «conceptos que comprenden situaciones, conexiones y pro-
Österreichs im Mittealter, Wien 1939; trad. it. de la 5ª ed. de G. NOBILI SCHIERA y C. TOMMASI, cesos del pasado» pueden convertirse, en manos del historiador que se sirva
Terra e potere, Giuffrè, Milano 1983; ID., Der Historiker und die Geschichte von Verfassung und de ellos, en «categorías formales, que se impongan como condiciones de
Recht, en Historische Zeitschrift 209 (1969), pp. 1-16; ID., Neue Wege der Verfassungs- und historias posibles»27. Este es, precisamente, el plano de composición posible
Sozialgeschichte, zwiete vermehrte Auflage, Vandenhoeck & Ruprecht, Göttingen 1968; trad. it. entre historia social, como análisis de estructuras temporales desnaturalizadas
di P. Schiera, Per una nuova storia costituzionale e sociale, Vita e pensiero, Milano 1970. Sobre
la historiografía brunneriana, cf. J. NICHOLAS, New Path of Social History and Old Path of
y, por ello, no inmediatamente correspondientes al decurso cronológico que
Historical Romantism. An Essay Review on the Work Otto Brunner’s, en Journal of Social
History 70 (1969); O. G. OEXLE, Sozialgeschichte-Begriffsgeschichte-Wirtschaftsgeschichte.
Anmerkungen zum Werk Otto Brunners, en Vierteljahrschrift für Sozial and Wissenschaftgeschischte 25 R. KOSELLECK, Über die Theoriebedürftigkeit der Geschichtswissenschaften, en Theorie
71 (1984), pp. 305-341; J. VAN HORN MELTON, From Folk History to Structural History: Otto der Geschichtwissenschaften und Praxis des Geschichtsunterrichts, hrsg. von W. Conze, Klett
Brunner and the Radical Conservative Roots of German Social History, en J. VAN HORN MELTON Verlag, Stuttgart 1972, pp. 10-28, pp. 14-15. Sobre la problemática relación de la historia de los
AND H. LEHMANN (Eds.), Paths of Continuity: German Historical Scholarship 1933-1960, conceptos con el historicismo, cf. también I. VEIT-BRAUSE, A Note on Begriffsgeschichte, en
Cambridge UP, Cambridge 1994, pp. 263-292; ID., Otto Brunner and the Ideological Origins of History and Theory 1 (1981), pp. 61-67, p. 62 ss.; y G. VALERA, Storia delle science e analisi
Begriffsgeschichte, en H. LEHMANN-M. RICHTER (Eds.), The Meaning of Historical Terms and della società: qualche considerazione di metodo, en Scienza & Politica 1 (1989), pp. 7-25, p. 21.
Concepts, cit., pp. 21-23; M. RICHTER, The History of Political and Social Concepts, cit., p. 77 ss.; 26 R. KOSELLECK, Über die Theoriebedürftigkeit der Geschchitswissenschaft, cit., p. 15.
además de los ensayos sobre Brunner recogidos en el volumen de 1987 de los «Annali ISIG». Cf. también: R. KOSELLECK, Rappresentazione, evento e struttura (1972), ahora en Futuro passato,
Sobre la relación entre Otto Brunner y la historiografía conservadora alemana, cf. G. G. IGGERS, cit., pp. 123-134, p. 130; además, G. MOTZKIN, On Koselleck’s Intuition of Time in History, en H.
La trasformazione del concetto di identità nazionale nel pensiero storico tedesco da Herder a LEHMANN-M. RICHTER (Eds.), The Meaning of Historical Terms and Concepts, cit., pp. 41-45.
Habermas, en B. DE GERLONI (a cura di), Problemi e metodi della storiografia tedesca Que tal posición de Koselleck no se ha radicalizado hasta el extremo de poner en discusión el
contemporanea, cit., pp. 29-51, p. 41. sistema de transformación de que se inviste, con el advenimiento de la modernidad, el concepto
24 Véanse las estimulantes reflexiones sobre este asunto de N. AUCIELLO, Vortici e forze mismo de «historia», lo ha puesto de relieve con agudeza A BIRAL, Recensione, de R. KOSELLECK,
(Storiografia e riflessione), en N. AUCIELLO-R. RACINARO (a cura di), Storia dei concetti e Futuro passato, en Filosofia politica II, 1 (1987), pp. 431-436.
semantica storica, ESI, Napoli 1990, pp. 19-91. 27 R. KOSELLECK, Rappresentazione, evento, struttura, cit., p. 132.
18 Sandro Chignola Historia de los conceptos e historiografía del discurso político 19

asignaría un supuesto «Mehrwert» de realidad a los acontecimientos, e histo- cuyo estatuto el concepto cumple la doble función de «indicador»
ria de los conceptos. historiográfico de los procesos con que la experiencia de la realidad ha sido
La plena consciencia del desapego, de la no-adhesión entre los concep- conceptualizada, y de «medio» por que tales procesos han sido, y pueden ser
tos de que se sirve el historiador y los conceptos de las fuentes que investiga aún, puestos en marcha concretamente, con el fin de volver accesible y
—«de-terminando» por anticipado el área de las estructuras examinadas— comunicable la modalidad —históricamente concreta— de relación entre
«abre» el espacio para la representación historiográfica. El presupuesto mis- subjetividad y experiencia30.
mo de que de los conceptos pueda haber historia reside, según Koselleck, en Por ello, en la hipótesis de Koselleck existe un fuerte plano de consis-
la asunción de su indefinibilidad objetiva (si por «definición» se entiende tencia entre historia de los conceptos e historia social; y precisamente por
algo parecido a una «sustracción» definitiva de los conceptos del flujo esto puede parecer estrecha la crítica de Niklas Luhmann a la
morfogenético de la temporalidad) y en la no-neutralidad de su restitución. «Begriffsgeschichte». Si es cierto que el método histórico-conceptual, casi
Irrequieta y desestabilizadora, resuena todavía poderosamente en el modelo como ejecución testamentaria del legado de la sociología del saber, corre
de Koselleck la admonición de Nietzsche, que asigna a la potencia acaso el riesgo de tratar monísticamente los complejos semánticos como
desarraigadora de la interpretación y de la teoría el cometido de rescatar la «hechos», no es tan cierto, por el contrario, que esto agote —como querría
apología vacía del hecho en que se ejercitan servilmente los «enfermos de Luhmann— el problema de la «imputación» de la relación entre saber y
fiebre histórica»: «Sólo con la máxima fuerza del presente podéis interpretar sistema social, tratándolo como una atribución monodireccional unívoca,
el pasado»28. solícita, incluso en la metodología, sólo del aspecto institucional y abstracto
Por ello, la relación entre concepto e historia se constituye como una de la semántica de los conceptos31.
fricción constante. No sólo porque la aportación de la historia de los concep- La cuestión, en la intención de Koselleck, no es asignar a la semántica
tos a la historiografía se construye, precisamente, a partir del rechazo de la culta representatividad inmediata sobre el escenario de la época —lo que los
práctica de ontologización historicista de la relación entre época y concepto; mismos editores del HGF, reclutados incluso entre sus alumnos, evitaron
sino también, y sobre todo, porque lo que conscientemente es puesto en programáticamente al escoger sus fuentes entre aquellos documentos que
cuestión es el modo de encuentro e irresuelta tensión entre temporalidad ostentaran la relevancia «social» de los cambios de «mentalidad», con prefe-
histórica, contextos de experiencia y modalidad de su conceptualización, rencia a la modalidad «alta» de reafirmación de las disciplinas filosóficas o
investigándolo sobre el plano diacrónico que restituye en conjunto la historia jurídicas32— sino, sobre todo, analizar, asumiéndolos en las formas mediante
del concepto examinado. En la densa materialidad de estas dinámicas se las cuales han sido conceptualizados, los procesos de cambio entre experien-
produce la apertura del espacio de convergencia entre concepto e historia y el cia de la historia y modalidad de su representación. Esto explica por qué
problema de su «representación» historiográfica29. Koselleck asigna una relevancia decisiva a la configuración de orden de la
En el concepto, o en el espacio de constante dinamización de la relación modernidad —en que se asiste a la definitiva reestructuración de la relación
entre lenguaje ordinario, experiencia del tiempo y de la historia, y significa- entre subjetividad y percepción de la temporalidad de la historia33— y por
do, se deposita todo el espectro de la operacionalidad de la lengua y queda
30 Ib., pp. 101-102.
historiográficamente recuperable la transparencia sobre la contextualidad. Si 31 Cf. N. LUHMANN, Gesellschaftsstruktur und Semantik, Suhrkamp, Frankfurt a. M.
el «lenguaje conceptual» (la modalidad con que la «lengua que hablamos» se 1980; trad. it. de M. SINATRA, Struttura della società e semantica, Laterza, Roma-Bari 1983, pp.
esfuerza por alimentar, recuperando completamente su función de significa- 11-13. Crítica análoga en D. BUSSE, Historische Semantik. Analyse eines Programms, Klett-
ción, la procesualidad de sentido que permite asignar espesor semántico a la Cotta, Stuttgart 1987, pp. 71-72.
experiencia histórica) representa, como dice expresamente Koselleck, «un 32 R. REICHARDT, Einleitung, en HGF, Heft 1/2, R. Oldenbourg Verlag, München 1985,
pp. 39-148; ID., Revolutionäre Mentalitäten und Netze politischer Grundbegriffe in Frankreich
medio coherente para poner en cuestión la capacidad de experiencia» del 1789-1795, en R. KOSELLECK-R. REICHARDT (Hrsg.), Die Französische Revolution als Bruch des
actor/locutor histórico, «en vista de la historia social», entonces sólo podrá gesellschaften Bewuβtseins, R. Oldenbourg Verlag, München 1988 (Vorlagen und Diskussionen
ser un método adecuado de investigación la instancia histórico-conceptual, en der internationalen Arbeitstagung am Zentrum für interdisciplinäre Forschung der Universität
Bielefeld, 28. Mai-1. Juni 1985), pp. 186-215. Cf. también lo que oportunamente han puesto de
relieve M. RICHTER, The History of Political and Social Concepts, cit., pp. 81 ss., y, en términos
28 Cf. F. NIETZSCHE, Unzeitgemässe Betrachtungen, II. más generales, I. VEIT-BRAUSE, A Note on Begriffsgeschichte, cit.
29 Cf. R. KOSELLECK, Storia dei concetti e storia sociale, cit., pp. 102-103. 33 Cf. R. KOSELLECK, ‘Historia magistra vitae’. Sulla dissoluzione del topos nell’orizonte
20 Sandro Chignola Historia de los conceptos e historiografía del discurso político 21

qué todo el proyecto de los GG ha sido concebido dejando programáticamente con los que contiende la filosofía37. Asimilado a una máquina (# 193-194), el
«abierto» el problema de la relación dialéctica entre mutación conceptual, sistema del lenguaje es descrito en función de su operacionalidad absoluta:
acción política y construcción social de la realidad34. sólo cuando esto «hace fiesta» (feiert) pueden surgir los problemas de la
Sin embargo, lo que resulta decisivo es el dato de que la eliminación, filosofía (# 38). Esto supone que, para Wittgenstein, el problema del signifi-
que también ocurre en este caso, se haya llevado preventivamente a cabo cado pueda reducirse a una cuestión de mera «técnica»; a modalidad de uso e
entre la decisión anticipadora del historiador y los conceptos con que recons- institucionalización (# 198) de la relación entre locutor y lengua, cuyo víncu-
truye la historia. Sólo en la diferencia de significado que existe entre la lo puede ser «descrito» —y no explicado, como pretendería, por el contrario,
lengua de la representación historiográfica y el contexto que se investiga el encantamiento al que subyace la filosofía (# 109)—, igual que puede ser
puede —kantianamente— asignarse a los conceptos históricos su territorium35. descrito «a la manera de un lego» el modo en que un jugador de ajedrez
Sólo de este modo, en virtud de esta misma asunción, es posible, según mueve sus piezas sobre el tablero. Desde este punto de vista, la filosofía
Koselleck y los GG, reconocer el área original de significación de los concep- «deja todo como está». Impedida de fundar el sistema de reglas de que consta
tos históricos fundamentales y restituir, al cabo, la «historia», asumiendo, el lenguaje, e incapaz de gastar los usos (# 124), la filosofía no puede sino
sobre el plano diacrónico de la representación historiográfica, el cuadro en despedirse de la nostalgia del nombre y del significado: «El significado de
conjunto de sus sucesivas alteraciones de significado. una palabra reside» —sencillamente y en consecuencia de una apuesta de
Por este motivo, me parece difícil, no obstante los meritorios esfuerzos desplazamiento decisivo de las relaciones lógicas de denominación entre
de Melvin Richter —y pese a cuanto sostiene, de manera bastante drástica, lenguaje y mundo— «en su uso en el lenguaje» (# 43).
Kari Palonen, para quien la historia conceptual representa simplemente «otra» Por esto Wittgenstein establece, al cabo, una definitiva correspondencia
versión del «linguistic turn» y, precisamente por esto, una simple forma de entre «significado» y «regla». El concepto mismo de «significado» padece,
«crítica» de los lenguajes académicos, inmediatamente compatible con el en el último Wittgenstein, una drástica torsión funcionalista38. La realineación
proyecto metodológico de Dunn, Pocock y Skinner36—, poder proponer un de la secuencia lógica, que dispone una identificación inmediata entre el
umbral de integrabilidad inmediata entre la «Begriffsgeschichte» de los GG y «significado» de una palabra y su «modo de empleo» en el contexto de
la historiografía del discurso político. concretos «sistemas completos de comunicación humana»39, deriva decisiva-
mente por la cotidianidad del vocabulario de la lengua «que hablamos» y los
2. También Wittgenstein asume, de hecho, el problema de la «ciudadanía» sistemas de reglas que gobiernan los mecanismos de aprendizaje y uso: «Por
lingüística de los conceptos de la filosofía: la apuesta anti-esencialista de las esta razón, entre significado y regla existe una correspondencia» (On Certainty,
Philosophische Untersuchungen reconoce en el lenguaje ordinario, en el # 62). La definición de la prioridad lógica de los mecanismo de empleo de las
«empleo cotidiano» de las palabras, la única patria de los mismos nombres palabras (el cuadro de las reglas de uso o de las «apuestas» que el locutor
puede obrar al proferir una palabra determinada) respecto a la metafísica

di mobilità della storia moderna, en Futuro passato, cit., pp. 30-54; ID., Geschichte (storia), 37 L. WITTGENSTEIN, Philosophische Untersuchungen, Basil Blackwell, Oxford 1953, #
Geschichten (storie) e le strutture formali del tempo, ib. pp. 110-122. 116: «Cuando los filósofos usan una palabra —«saber», «ser», «objeto», «yo», «proposición»,
34 Sobre la relación entre historia de los conceptos y mutación de los horizontes de «nombre»— y tratan de captar la esencia de la cosa, debe preguntarse siempre: ¿Se usa así esta
experiencia, cf. H. LÜBBE, Begriffsgeschichte als dialektischer Prozess, en Archiv für palabra en el lenguaje en que tiene su patria? Nosotros devolvemos la palabra, de su empleo
Begriffsgeschichte XIX (1975), pp. 8-14; y, con otro punto de vista, H. U. GUMBRECHT-H. J. metafísico, a su empleo cotidiano».
LUSEBRINK-R. REICHARDT, Histoire et langage: travaux allemands en lexicologie et en histoire 38 «Compara el significado de una palabra con la función de un empleo, y significados
conceptuelle, en Revue d’histoire moderne et contemporaine, XXX (1983), pp. 185-195. diferentes con diferentes funciones», L. WITTGENSTEIN, On Certainty, Basil Blackwell, Oxford
35 I. KANT, Kritik der Urteilskraft (1790), Einleitung, II. Vom gebiete der Philosophie 1969, # 64.
überhaupt. Cf., sobre este asunto, R. ESPOSITO, Termini della politica, en Micromega 1 (1994), 39 L. WITTGENSTEIN, Philosophische Grammatik (1932-1934), ed. by R. Rhees, Basil
pp. 147-164. Blackwell, Oxford 1969, # 62. Cf. M. B. HINTIKKA-J. HINTIKKA, Investigating Wittgenstein, Basil
36 Cf. K. PALONEN, Conceptual History as a Perspective to Political Thought, en I. K. Blackwell, Oxford-New York 1986; trad. it. de M. ALAI, Indagine su Wittgenstein, Il Mulino,
LAKANIEMI-A. ROTKIRCH-H. STENIUS (Eds.), ‘Liberalism’-Seminars on Historical and Political Bologna 1990, pp. 281 ss.; A. GARGANI, Wittgenstein, Laterza, Roma-Bari 1980, pp. 67 ss.; A. J.
Keywords in Northern Europe, Helsinki, The Renvall Institute, University of Helsinki, University AYER, Wittgenstein, Weidenfeld and Nicolson, London 1985; trad. esp. de J. Sempere, Wittgenstein,
Printing House, 1995, pp. 7-23, p. 11. Crítica, Barcelona 1986, p. 89 ss.
22 Sandro Chignola Historia de los conceptos e historiografía del discurso político 23

nostalgia definitoria de la filosofía o a una posible taxonomía hiper-uránica el «constitucionalismo», la doctrina de la «separación de poderes», la idea de
de los significados, permite a Wittgenstein dinamizar, declinándola en la «igualdad», etc.); mientras, por otro, la asunción de la continuidad de las
forma del aprendizaje de las reglas de un juego, la relación entre «palabra» y tensiones problemáticas de la filosofía habría podido inducir —y era lo que
«concepto». Tal es lo que le permite fluidificar las relaciones que recorren los sucedía— a vistosos efectos de aplastamiento de un autor sobre otro y de
diferentes «juegos» a que se puede jugar según el sistema de reglas que se ha comprensión feroz de la originalidad de la relación que todo escritor estable-
establecido: «Cuando cambiamos los juegos lingüísticos cambiamos los con- ce con su tiempo, con el resultado de despojarlo de facto de su capacidad de
ceptos, y, con los conceptos, los significados de las palabras» (On Certainty, acción original.
# 65). Reducidas, entonces, a cobrar relevancia sólo en cuanto «anticipacio-
Es, en mi opinión, extremadamente significativo el modo en que esta nes» clarividentes de otra cosa, o a ser reprobadas por incoherentes con el
posición del ultimo Wittgenstein se filtra —via Grice, Austin y Searle— en la trazado ascendente y progresivo de la modernidad, las «doctrinas» del pasado
propuesta metodológica de la historiografía del discurso político. Desde el no habrían podido ser consideradas en la realidad de su historia42. «Mitología
famoso ensayo de John Dunn de 1968 en adelante, el ataque a los procesos de de la coherencia» (o de la obsesiva coartación de todo el espectro de comple-
hipostatización y entificación implícitos en la historiografía de las ideas de jidad de un autor en un sistema en sí mismo coherente y destemporalizado43);
corte analítico (o, como, por el contrario, sucede con el caso de Strauss, al «mitología de la prolepsis» (o de las formas de reducción de la disimetría
mitologuema de la inalterable identidad e intrínseca y férrea coherencia del entre el significado histórico de una obra y la problemática típica, por el
texto), acompaña a la revaluación inmediata del inescindible sistema de rela- contrario, de la contemporaneidad) y «mitología del parroquialismo» (o de la
ciones en el que, de vez en cuando, interactúan productivamente estructuras miopía propia de quien «acorta» las distancias entre los esquemas conceptua-
lógicas (las «ideas») e intenciones de autor40. Quentin Skinner, por su parte, les del pasado y los del presente que describe), representan, para Skinner, el
había contribuido desde sus primeros escritos metodológicos a la denuncia y resultado de los límites impuestos a la historia de las doctrinas políticas por
enterramiento de la profunda «anti-historicidad» de un método —el de una selecciones metodológicas, en el fondo, radicalmente inadecuadas44.
historia de las doctrinas políticas que, con Lovejoy, había asumido un Que, a la manera de Wittgenstein, las «palabras» sean de suyo, en
continuismo deshistoristizante entre los diferentes desarrollos ideológicos, y cambio, «hechos» («Words are deeds») es, en la hipótesis de Skinner, el
del que había tomado la idea de la necesidad de reducir a un núcleo esencial único presupuesto asumible para poder declinar de otro modo el problema de
(y, en el fondo, inmutable en sí mismo) toda la problemática articulación de la relación entre «discurso» y «acción» política. Prestarse a la comprensión
un texto como logro del mayor umbral de autorrepresentación de la época y de un texto significa, en efecto, tratar de recuperar —poniendo en su mayor
del autor que allí se expresa— que había acabado por acreditar el milagro de evidencia la matriz lingüística— el componente de intencionalidad, y anali-
que las ideas políticas, «entificadas» y «cosificadas» por el hecho de haber zar los efectos de acción y reacción respecto al sistema de prácticas y conven-
sido aisladas artificialmente de sus «portadores» concretos, podían, en cierto
modo, «alzarse» y «dar batalla por cuenta propia»41. Doble, desde el princi-
pio, le parecía a Skinner el error de la historia de las «doctrinas» de matriz
idealista: por una lado, la complejidad de la historia del discurso político
acababa siendo anti-históricamente resuelta en vías típico-ideales y
«categoriales», que habrían absorbido toda excedencia (el «contractualismo»,
42 Ibidem. Skinner escribe, con indudable ironía: «Sometimes even the pretence that
this is history is laid aside, and the writers of the past are simply praised or blamed according to
40 J. DUNN, The Identity of the History of Ideas, en Philosophy 43 (1968); trad, it. en how far they may seem to have aspired to the condition of being ourselves».
Filosofia politica 1 (1988), pp. 151-172. Véase, del mismo autor, The History of Political 43 Para Skinner, en esta obsesión de la coherencia —como su instrumento último y
Theory, ahora en The History of Political Theory and other Essays, Cambridge UP, Cambridge refinadísimo— entra también el método straussiano de la «hermenéutica de la reticencia». Cf. L.
1996 (ed. or., Storie delle dottrine politiche, Jaca Book, Milano 1992). Sobre este asunto, y para STRAUSS, Persecution and the Art of Writing, Free Press, New York 1952; trad. esp. de A. Lastra,
un soporte decisivo de ulteriores articulaciones de mi argumentación, cf. M. MERLO, La forza nel Persecución y arte de escribir y otros ensayos de filosofía política, Novatores, 3, Alfons el
discorso, cit., p. 40 ss. Magnànim-IVEI, Valencia 1996.
41 Q. SKINNER , Meaning and Understanding in the History of Ideas (1969), ahora 44 Cf. Q. SKINNER, Meaning and Understanding, cit., pp. 38-49. Cf. también M. VIROLI,
en J. T ULLY , Meaning and Context, cit., pp. 29-67, p. 35. ‘Revisionisti’ ed ‘ortodossi’, cit. p. 127 ss.
24 Sandro Chignola Historia de los conceptos e historiografía del discurso político 25

ciones que definen el auténtico plano de contextualidad45. La fuerte asunción, addressed to the solution of a particular problem, and thus specific to its
por parte de Skinner, de la teoría austiniana de los «speech-acts» —teoría situation in a way that it can only be naive to try to trascend. The vital
que, reelaborando la denuncia de Wittgenstein del fracaso de la relación implication here is not merely that the classis texts cannot be concerned with
lógico-descriptiva de reflejo entre lenguaje y mundo, asigna inmediatamente our questions and answers, but only with their own. There is also the further
al «decir» la característica positiva de un «hacer»46—, conjugada con el implication that [...] there simply are no perennial problems in philosophy:
retomado tema de Collingwood de la «explicación» como «discernimiento» there are only individual answers to individual questions, and as many different
(no hipostizable en rígidas secuencias causales) de los «motivos del agente questions as there are questioners»49.
histórico», permite a Skinner reducir siempre «al presente»47 el sistema de Individualizar, con la recuperación de su irredimible contingencia, el
imputación y «agency» desplegado entre el discurso político (el texto), el problema del «significado» de un texto, significa, con esta perspectiva, poner
locutor (su autor) y el contexto social (el más amplio sistema de convenciones en funcionamiento las dinámicas concretas, el lado más exquisitamente
lingüísticas en cuyo seno ambos tratan de actuar). «argumentativo» y, con ello, disolver el humo del ontologismo con que los
Esto es lo que permite a Skinner no darle relevancia absoluta al análisis conceptos, separados de quien los usa y del motivo irreductible y concreto de
histórico-social del contexto en que actúa el discurso (porque el «contexto», su empleo (tal es lo que, precisamente sucede, según Skinner, en el módulo
investigado en la forma lingüística de la «convención», representa sólo el metodológico de la «Begriffsgeschichte»50), habían sido cubiertos, con el
trasfondo comunicativo, respecto al cual puede medirse, en términos peso de deber restituir historiográficamente plena transparencia a todo un
intensionales, la «fuerza» de los enunciados del locutor); tal es lo que con- «Sachverhalt», idealizado como escisión de la suma de los usos lingüísticos
siente la reducción anti-idealista, que permite traducir la cuestión del «signi- que lo recorren y han contribuido a su constitución51. La liquidación de la
ficado» en la de la recuperación de la «intención» del autor, mediante el idea de persistencia de «problemas eternos» de la filosofía consiente en esta
análisis del uso, materialmente determinado en un texto, de las palabras48. óptica de devolver a los autores —entendidos como ejecutores conscientes de
Anular la rígida contraposición metodológica entre historia social y sus propias «intenciones»— plena titularidad de ejercicio respecto al conjun-
«textualismo» significa, según Skinner, disponerse a aquella «recovery of to de los «movimientos» lingüísticos sedimentados en los «textos» que el
intentions», que permita fluidificar e «individualizar» los términos de la historiador examina y reafirmar, así, el principio que otorga a este último el
relación entre acción histórica y discurso político: «Any statement is [...] cometido de investigar tales «textos» en su propio terreno. Por el resultado de
inescapably the embodiment of a particular intention, on a particular occasion, la suma de los efectos y del eco que un discurso —performativo como
cualquier otro, desde el momento en que muestra y gasta su «fuerza»
ilocutiva— es susceptible de provocar (en la triple forma canónica de lograr y
45 Cf. Q. SKINNER, Some Problems in the Analysis of Political Thought and Action,
(1974), ahora en J. TULLY, Meaning and Context, cit., pp. 96-118, p. 102 ss. Precisamente en lo asegurarse una recepción; de poderse —circunstancialmente— institucionalizar
que concierne a la cuestión de los problemas y «límites» implícitos en una asunción en términos en una nueva forma paradigmática o convencional; o de provocar la necesi-
exclusivamente lingüísticos del «contexto», han de apuntarse las críticas de C. D. TARLTON a la dad de una respuesta en el registro discursivo que ha impuesto52), es posible,
impostación skinneriana de la historiografía del discurso: Historicity, Meaning and Revisionism al cabo, para Skinner, recuperar el auténtico «significado» de un texto.
in the Study of Political Thought, en History and Theory XII (1973), pp. 307-328, p. 317 ss.
Sobre el problema de una excesiva «textualización» de los contextos históricos, véase también
G. M. SPIEGEL, History, Historicism and the Social Logic of the Text in the Middle Ages, en 49 Q. SKINNER, Meaning and Understanding, cit., p. 65.
Speculum, 65 (1990), pp. 59-86, p. 69 ss. 50 Carta de Quentin Skinner a Melvin Richter, 4 de Junio de 1985, cit. en M. RICHTER,
46 J. L. AUSTIN, How to Do Things with Words, Oxford UP, Oxford-New York 1962, Reconstructing the History of Political Languages, cit., p. 64.
1975; trad. it. de C. Villata, ed. it. a cura di C. PENCO e M. SBISÀ, Come fare cose con le parole, 51 La cuestión ha sido planteada por Dietrich Busse en comparación con la teoría de la
Marietti, Casale Monferrato 1988, pp. 9-10. «historia de los conceptos» de Koselleck. Cf. Historische Semantik, cit., p. 84. Sobre los usos
47 Q. SKINNER, ‘Social Meaning’ and the Explanation of Social Action, en J. TULLY, «retóricos» y «argumentativos» del discurso político se ha expresado en Italia C. MALANDRINO,
Meaning and Context, cit., pp. 79-96, p. 80 ss. Véase J. TULLY, The Pen is a Mighty Sword, ib., Tra pensiero-discorso e ‘nueova retorica’: un metodo ed un possibile risultato per la storia del
pp. 6-25, p. 16 ss. pensiero politico, en E. GUCCIONE (a cura di), Strumenti didattici ed orientamenti metodologici
48 Q. SKINNER, Meaning and Understanding, cit., pp. 61-63. Véase, entre otros, M. VIROLI, per la storia del pensiero politico, cit., pp. 117-127.
‘Revisionisti’ ed ‘ortodossi’, cit., p. 126 ss.; M. MERLO, La forza nel discorso, cit., p. 46 ss.; M. 52 J. L. AUSTIN, Come fare cose con le parole, cit., pp. 86 ss.; J. R. SEARLE, Speech Acts
L. PESANTE, La cosa assente. Una metodologia per la storia del discorso politico, en Annali della An Essay in the Philosophy of Language, Cambridge UP, Cambridge 1969; trad. it. di de G. R.
Fondazione Luigi Einaudi XXVI (1992), pp. 119-180, p. 148 ss. CARDONA, Atti linguistici, Bollati Boringheri, Torino 1992, p. 93 ss.
26 Sandro Chignola Historia de los conceptos e historiografía del discurso político 27

Al modelo, por así decirlo, estereoscópico de Koselleck —resultado de de la práctica discursiva —siempre contingente respecto al «uso» del locu-
la composición «volumétrica» de historia social, asumida en la plenitud tor— aísla y serializa segmentos sincrónicos y no-comunicantes de la tempo-
concreta de sus formas constitucionales, semántica histórica y presente de la ralidad histórica, en cuyo seno se instruye —siempre «en el presente»— el
representación historiográfica—, Skinner opone, de este modo, una instancia proceso que permite asignar, reconociéndolas como la única posibilidad de
lineal de conexión en plano entre actor/locutor histórico y recepción directa acción del locutor, las «intenciones» correspondientes al proferimiento de un
de su intención comunicativa. Es sobre manera evidente, a mi parecer, que enunciado determinado.
con ello se aleja irremediablemente (y lo que más importa, con una toma de En la «dinámica de la experiencia del tiempo» de Koselleck, cuya
distancia consciente) del modelo de los GG y de la opción metodológica de la «historia» procede materialmente del análisis de los procesos de constante
«Begriffsgeschichte». recontextualización de los conceptos fundamentales del léxico político, la
historiografía del discurso opone una parataxis «judicial» de las intenciones
3. Presupuesto «filosófico» de la historiografía del discurso —al menos en su originarias55, que, si se lleva hasta el límite, acaba por agotar, en réplica al
variante skinneriana— es, en efecto, la constante disponibilidad del lenguaje estrechamiento sincronizante denunciado por Koselleck ante la historiografía
y su plena capacidad de subsunción por parte del sujeto. «Lingüísticamente» constitucional de matriz idealista, toda posibilidad de interpretación diacrónica
resuelto —por completo— en la forma de la convención, el «contexto» llega y de discurso historiográfico coherente.
a ser considerado, en términos exclusivos, el lugar transparente del cambio Asentada sobre la inmediatez del umbral del «presente» lingüístico en
horizontal entre la «intención» del locutor (entendido como consciente en que opera la intervención intencional del sujeto, la historiografía del discurso
todo momento de la plena posesión de sí respecto a la totalidad del acto defiende, desde luego, el presupuesto de la «no-convertibilidad» y de la
locutorio) y la suma de las «operaciones» que cumple al llevar a cabo unicidad de la carga de acontecimientos de los «speech-acts» singulares,
estructuralmente, y con plena conciencia, la permamente inclinación de las pero, precisamente por la drástica ablación así operada respecto al problema
disposiciones del lenguaje. Con esta perspectiva nada resiste a la completa de la duración, se arriesga a neutralizar el mismo pragmatismo lingüístico en
resolución teleológica del acto lingüístico53. Estructurado como «campo» de un solícito respeto de la singularidad del «juego» lingüístico, que otorga con
organización del sentido a partir de la absoluta condición centrípeta de la autoridad un solo y determinado significado a un solo y determinado acto del
consciencia respecto al conjunto del lenguaje, el acto lingüístico representa lenguaje.
simplemente el punto de resolución «escatológica» de la «intención» cons- Para Koselleck, tal rarefacción de la acción y tal nivelación de la
ciente (y predeterminada a la acción) del locutor. «Tiefgliederung» temporal de la lengua coinciden, de hecho, desde el
Se asiste con ello a un doble efecto de saturación. Por un lado, es punto de vista de una «Begriffs-geschichte» pensada como analítica del
posible resolver, para el trámite de una imputación «ética» que otorga al ininterrumpido flujo de «reanudación» y recontextualización de los actos
querer-decir del autor una sustancial —y drástica— univocidad, los efectos del lenguaje coextendido al devenir de la lengua y al proceso de constan-
de proliferación y diseminación de que la textualidad sería susceptible, aun te re-conceptualización de la experiencia histórica, con una verdadera y
investigado minuciosamente el haz de constante descontextualización (y su- propia renuncia a la historia, y con un obstinado rechazo a sondear la
cesiva reinserción) que la señala, mediante el ritmo de la reanudación, la profundidad —esta sí, estructurada con respeto a la unicidad del acto
historia más auténtica y «material»54; mientras por otro, la individualización lingüístico y de su contextualidad finita— de la rítmica dicrónica desta-
cada por la mutación conceptual. Sólo en el arco que permite unir histó-
53 Esta es la posición decisiva de Derrida en la polémica con Austin. Cf. J. DERRIDA, ricamente los diferentes usos conceptuales, asumiendo así, concretamen-
Signature événement contexte (1971), en Marges de la philosophie, Minuit, Paris 1972, pp. 365- te, la «historia», puede darse, según Koselleck, un respeto auténtico de la
393.
54 Cf. P. RICOEUR, «Logique herméneutique?», en G. FLOISTAD, (Ed.), Contemporary
ireductible singularidad del significado. La «historia de los conceptos»
Philosophy. A New Survey, M. Nijhoff, Den Haag 1981, vol. I, pp. 179-223 (trad. it. de F.
POLIDORI, «Logica ermeneutica?», en Aut aut, 217-218 (1987), pp. 64-100); H. R. JAUSS, Der Text
der Vergangenheit im Dialog mit der Gegenwart (Klassik-wieder Modern?), en J. ZIMMERMAN 55 Es extremadamente sintomático, desde este punto de vista, que Terence Ball y
(Hrsg.), Sprache und Welterfahrung, Fink, München 1978 (trad. it. di A. Giugliano, Il testo del J. G. A. Pocock hayan apelado «for a jurisprudence of original intentions», que conscientemente
passato nel dialogo con il presente (clasicità-di nuovo moderna?, en H. R. JAUSS, Estetica della asume el modelo de la instrucción judicial. Cf. T. BALL-J. G. A. POCOCK, Introduction a Concep-
ricezione, a cura di A. Giugliano, Guida, Napoli 1988, pp. 87-113, pp. 93-95). tual Change and the Constitution, cit., pp. 1-11, pp. 8-9.
28 Sandro Chignola Historia de los conceptos e historiografía del discurso político 29

comienza, precisamente, donde se agota el «contra-encantamiento» que del autor59— y acción. No sólo el problema de la innovación se neutraliza
la haría, por el contrario, skinnerianamente, imposible56. políticamente con esta óptica, al ser reducido a una sencilla «variación» del
Agotado «a consciencia» por la cuestión de un progresivo reorientarse código comunicativo preconstituido, sino que la misma excedencia material
de la imaginación, el problema de la mutación conceptual no roza todavía, en del mundo es reabsorbida completamente por la postulación de una «historia
Skinner, los bordes del círculo autorreferencial, en cuyo seno se ascetiza de prestaciones no queridas»60, que agota toda la gama de cuestiones que
comunicativamente, en virtud de una crástica exclusión de la materialidad surgen de la sencilla comprobación de que la palabra de un autor no cesa de
morfogenética de los procesos históricos, la relación entre el locutor y el ejercitar su fuerza y significado propio en el momento histórico en que ha
espacio histórico en que obra su querer-decir57. sido, por primera vez, pronunciada.
Skinner obra explícitamente con un dispositivo de imputación que in- Si es cierto, en virtud de lo que John R. Searle ha llamado el «principio
vierte la direccionalidad de los sistemas de implicación causal entre lenguaje de expresabilidad», que «todo lo que se quiera decir, puede ser dicho»61, es
y realidad. Preocupado por no dejar espacio a hipótesis mecanicistas de también cierto que la asunción de la ecuación que hace del texto un aconteci-
«reflejo» entre mutación social y discurso —porque entonces se reintroduciría miento (incluso en la versión más distendida y lineal de la tradición62) no
subrepticiamente el dualismo entre realidad y códigos lingüísticos que el puede pretender agotar el problema —político, y no sólo historiográfico— de
«linguistic turn» habría cancelado definitivamente—, el módulo de la la relación entre acción y temporalidad. Pese al trabajo de Humpty Dumpty
historiografía del discurso político asigna exclusivamente a la convención —quien considera comunicativamente resuelta la tentación que induce a
lingüística («to the prevailing moral language of the society in which he was Alicia a atravesar el espejo— el mundo no es un hecho acabado63, y su
acting») el cometido de reorientar la punta de la «flecha causal» («causal materialidad, con la catastrófica productividad de la acción política que en
arrow») que indica el «sentido» de la dislocación argumentativa58. ella se ejerce, no puede ser lingüísticamente abrogada64.
Tratándose, sin embargo, de una inversión simétrica, es casi de suyo Acaso sea este, precisamente, el punto en que resalta con mayor eviden-
evidente que, en tal posición, amenaza con reproducirse constitutivamente cia la diferencia entre los dos proyectos metodológicos: si la «Begriffsges-
una determinación holística y coercitiva de la relación entre discurso —lo chichte» y los GG asumen como punto de condensación, respecto al que
que sucede, en este aspecto, en la versión «hard» de Pocock, cuyo «discurso»
cristaliza en la forma de autoridad del paradigma sobrepuesto a la intención 59 J. G. A. POCOCK, The Reconstruction of Discourse Towards the Historiography of
Political Thought, en Modern Language Notes: a Periodical by John Hopkins University Press
XCVI (1981), pp. 959-980; trad. it. di G. GADDA, La riconstruzione del discorso: verso la
storiografia del discorso politico, en J. G. A. POCOCK, Politica, linguaggio e storia, a cura di E.
ALBERTONI, Comunità, Milano 1990, pp. 111-137. Cf. M. BEVIR, The Errors of Linguistic
Contextualism, cit., pp. 281 ss.; M. L. PESANTE, La cosa assente. Una metodologia per la storia
del pensiero politico, cit., pp. 159 ss.
60 J. G. A. POCOCK, The Concept of a Language and the ‘métier d’historien’: Some
56 «The history of concepts may be reconstructed through studying the reception, or, Considerations on Practice, en A. PADGEN (Ed.), The Language of Political Theory in Early
more radically, the translation of concepts first used in the past but then pressed into service by Modern Europe, Cambridge UP, Cambridge 1987, pp. 19-38; trad. it., Il concetto di un linguaggio
last generations. Therefore, the historical uniqueness of speech-acts, which might appear to make e il ‘métier d’historien’ alcune considerazioni sulla pratica, en Politica, linguaggio e storia, cit.,
any history of concepts impossible, in fact creates the necessty to recycle past conceptualizations. pp. 187-212, p. 202.
The record of how their uses were subsequently maintaned, altered, or transformed may properly 61 J. R. SEARLE, Atti linguistici, cit., p. 44.
be called the history of concepts», R. KOSELLECK, A Response to Comments on the Geschichtliche 62 J. G. A. POCOCK, Texts as Events: Reflections on the History of Political Thought, en
Grundbegriffe, cit., pp. 62-63. K. SHARPE-S. N. ZWICKER, Politics of Discourse. The Litterature and History of Seventeenth-
57 Cf. Q. SKINNER, Language and Social Change (1980), en J. TULLY, (Ed.), Meaning Century England, University of California Press, Berkeley-Los Angeles-London 1987, pp. 21-
and Context, cit., pp. 119-132, p. 130: «What is changing —at least initially— is nothing to do 34; trad. it., Testi come eventi: riflessioni sulla storia del pensiero politico, en Politica, linguaggio
with sense; what is changing is simply a social or intellectual attitude on the part of those who e storia, cit., pp. 240-258, pp. 251-252.
use the language». No es imposible que, como trasfondo teórico de esta posición de Skinner, se 63 Cf. P. RICOEUR, La sémantique de l’action. Ière partie: Le discours de l’action, Éditions
encuentre el eco del # 63 de On Certainty de Wittgenstein: «Si imaginamos los estados de hecho du Centre National de la Recherche Scientifique, Paris 1977; trad. it. di A. PIERETTI, La semantica
diversamente con lo que son, entonces ciertos juegos lingüísticos pierden importancia y otros la dell’azione, Jaca Book, Milano 1986, p. 60.
cobran. Así cambia, y lo hace gradualmente, el uso del vocabulario de la lengua». 64 Cf. la importante reflexión desarrollada en P. VIRNO, Parole con parole. Poteri e
58 Cf. Q. SKINNER, Language and Social Change, cit., pp. 130-132; esp. p. 132. limiti del linguaggio, Donxelli, Roma 1995, esp. pp. 84-86.
30 Sandro Chignola Historia de los conceptos e historiografía del discurso político 31

puede representarse como unitaria y fundamentalmente unívoca la historia de ceptibles, a su vez, como múltiples y temporalizados), que articulan en con-
los conceptos singulares del léxico político, la continuidad del trasfondo de junto el proceso de la experiencia histórica.
las transformaciones conceptuales que destaca —según la concreción u diver- La forma del léxico, precisamente, en que no es dominante —como, por
sificación de la experiencia de la historia— aquella «metacinética de los el contrario, parece temer Pocock71— el aspecto de escisión y de artificiosa
horizontes de sentido»65 que anticipa los momentos singulares de la concep- parcelación de la viviente «interrelatedness» del organismo del lenguaje,
tualización, para la historiografía del discurso, reacia por vocación a separar sino, sobre todo, la proyección del plano de consistencia recíproca entre los
la «living entity» que hace del lenguaje un «organismo»66 sincrónico y com- diferentes conceptos que definen la trama histórica real por el lenguaje polí-
plejo, la inmediatez, por el contrario, de la relación que une, en términos tico, es la que garantiza la coherencia del proyecto metodológico de los GG.
«performativos» de productividad y de uso, locutor y lengua, agota el proble- La reconstrucción diacrónica de la historia de los conceptos singulares se
ma de la sutura entre historia y concepto67. A una «historia de los conceptos» conjuga, en el Lexicon, con el reconocimiento de los mecanismos sincrónicos
(«Begriffsgeschichte») que recomponga la tectónica del sentido mediante el de conexión e inferencia lógica que concurren a la definición en conjunto del
análisis estratigráfico de los diferentes campos semánticos en que se articula cuadro constitucional, en que se representa, incluso por el trámite de sus
diacrónicamente la experiencia social de la historia, puede así oponerse una formas conceptuales, una época. Temporalidad de la acción política y res-
«historia» autorreferencial «de las cosas hechas con el lenguaje» («history of puesta institucional; transformaciones histórico-sociales y dislocaciones de
things done with language»68), que neutraliza —anulándolo en términos de significado de los términos por medio de los cuales se conceptualiza la
pragmática comunicativa— el problema de la «materialidad» con que la experiencia de la historia pueden, por tanto, ser recompuestos
historia se resiste irreductiblemente a su completa resolución lingüística. historiográficamente en la materialidad del sistema de relaciones que traba
Como ha observado oportunamente Melvin Richter 69 , la realidad histórica y conceptos, imaginación política e historia.
«Begriffsgeschichte» construye, por el contrario, su propuesta metodológica Si algún riesgo hay, con esta perspectiva, no pertenece a la interrupción
en el espacio de tensión entre historia social y semántica histórica. A diferen- potencial o cristalización de la fluidez de la lengua, sino, sobre todo, al menos
cia de lo que ocurre en la historiografía del discurso, el problema de la a nuestro parecer, al efecto opuesto de una excesiva proyección de continui-
mutación conceptual es reducido, en el proyecto de los GG, a sublevaciones y dad72 en las variaciones de significado que destacan la historia de los concep-
dislocaciones de las subestructuras «materiales» de la semántica, que prece- tos singulares, y en la investigación de constantes y de homogeneidad entre
den y vuelven a incluir, precisamente por su indisponibilidad constitutiva, los sistemas conceptuales no siempre, acaso, en concreto, linealmente comuni-
procesos de conceptualización de la historia. cantes entre sí.
Los «conceptos» representan, con esta óptica, la rejilla modular de
intersección y consistencia en que se precipita, para quedar historiográficamente 4. Tenso, en efecto, con la reconstrucción genealógica de las líneas de co-
detenido en planos y focalizado en torno a un detalle específico de la propia nexión reticular y de contigüidad lógica de planos entre los conceptos que
historia, el mapa topológico de los sistemas conceptuales singulares70 (per- han contribuido a la definición de la constelación de orden de la modernidad,
un léxico de los conceptos políticos modernos que trate de traducir en concre-
65 La expresión es recurrente —como arquetipo integrador para la Begriffsgeschichte— to la perspectiva metodológica de la «Begriffsgeschichte» debería, acaso,
en H. BLUMENBERG, Paradigmen zu einer Metaphorologie, en Archiv für Begriffsgeschichte VI anular definitivamente la ambigüedad que amenaza con permanecer en la
(1960); trad. it. di M. V. SERRA, Paradigmi per una metaforologia, Il Mulino, Bologna 1969, pp. asunción de la identidad del lema que vale como indicador de la mutación
8-9. Véase también H. BLUMENBERG, Säkularisierung und Selbstbehauptung, Suhrkamp, Frankfurt conceptual. Trazar la historia del concepto a partir de las transformaciones
a. M., zweite durchgesehene Auflage, 1974, pp. 30-31.
que ha padecido durante su deriva histórica podría, incluso, querer decir —y
66 Cf. J. G. A. POCOCK, Concepts and Discourse. A Difference in Culture?, cit., p. 51.
67 De este lado recae, en mi opinión, el intento de productiva contaminación entre las
dos metodologías llevado a cabo por J. FARR, Understanding Conceptual Change Politically, cit.;
cf. esp. pp. 40 ss.
68 Cf. J. G. A. POCOCK, Concepts and Discourse, A Difference in Culture?, cit., p. 53.
69 CF. M. RICHTER, The History of Political and Social Concepts, cit., pp. 28 ss. 71 Cf. J. G. A. POCOCK, Concepts and Discourse. A Difference in Culture?, cit., p. 55.
70 Cf. el importante ensayo de G. DELEUZE-F. GUATTARI, Qu’est-ce que la philosophie? 72 Véanse, en esta dirección, las observaciones de G. DUSO, Historisches Lexicon e
Minuit, Paris 1991, pp. 23-24. storia dei concetti, en Filosofia politica VII, 1 (1994), pp. 109-120.
32 Sandro Chignola Historia de los conceptos e historiografía del discurso político 33

la reconstrucción propuesta en los GG ha corrido, quizás, este riesgo73— definitivamente, en lo que siga, la intraducibilidad lógica— todo el sistema de
hipostatizar formas de recomposición de la continuidad entre las diferentes pensamiento que, desde Grecia hasta el iusnaturalismo, había interpretado la
traslaciones de significado, potencialmente expuestas al riesgo de aproximar política según el modelo simbiótico-natural de la filosofía práctica aristotélico-
las modalidades de exposición de la historia de las ideas. Con esta perspecti- tomista: «To this warre of every man against every man, this also is consequent;
va, el mismo esfuerzo genealógico por que apuesta la «Begriffsgeschichte» that nothing can be Unjust. The Notions of Right and Wrong, Justice and
puede ser traicionado. Si la reconstrucción del proceso de formación del signifi- Injustice have there no place. Where there is no common Power, there is no
cado de los conceptos políticos modernos es el objetivo de la investigación Law: where no Law, no Injustice»77.
histórico-conceptual, este no puede ser alcanzado, sin más, con la producción de La constelación de los conceptos políticos modernos adquiere su plano
un simple inventario de las «variaciones» semánticas del léxico político74. de consistencia, precisamente, por el efecto de contracción catastrófica del
El problema reside, en otras palabras, en el carácter de «umbral» de la léxico político, que precede al nacimiento del Estado moderno. En el agujero
modernidad, en su consciencia constitutiva de lugar genético. La constelación negro de las guerras de religión —y en el febril laboratorio del naciente
de los conceptos de la modernidad política irrumpe a partir de la negación de individualismo burgués— implosiona una ordenación conceptual, la de la
lo que la había precedido y consiste en el espacio lógico que le es propio. El tradición veteroeuropea, y se forja una diferente, obligada a apelar —con la
movimiento institutivo75 del contrato social, con absoluta consciencia, origina elaboración positiva el luto de su ausencia de fundamento— a su potencia de
la modernidad política. Todo el cuadro conceptual de esta última («legitimi- organización lógica. Por ello, todo concepto político de la modernidad puede
dad», «representación», «igualdad», «consenso», «poder político», «sobera- y debe ser reducido a la cesura originaria que ha decretado la génesis; y por
nía», etc.) es acuñado según una lógica, la de la ciencia política moderna, que este mismo motivo, cada uno de ellos, agotada toda perspectiva continuista,
considera prácticamente realizable y vigente cuanto es teóricamente deduci- puede recuperar su espacio de significación —y, con ello, su auténtico signi-
do76 y que, precisamente por esto, rechaza toda forma de conexión histórica ficado histórico— sólo con ser investigado según la lógica radial de conexión
con la tradición. y resonancia con los otros conceptos que definen la específica tesitura cons-
La desertificación absoluta de las relaciones políticas y sociales, propia titucional de la modernidad.
del estado de naturaleza hobbesiano, es el antecedente inmediato del gesto Todo esto supondría, acaso, una rectificación y adecuación de las pers-
inaugural de la modernidad política. Con ello trasciende —decretándose así pectivas de investigación respecto a lo mostrado como resultado por los GG:
una drástica retrodatación de la «Sattelzeit» hacia el alba de la lógica jurídi-
73 Al respecto, cf. el análisis —acaso demasiado entusiasta— de la voz «Herrschaft» de co-política del Estado moderno78; y una consiguiente y más amplia atención a
los GG propuesto por M. Richter, The History of Political and Social Concepts, cit., p. 58 ss.;
además, H. GÜNTHER, Freiheit, Herrschaft, Geschichte. Semantik historisch-politischen Welt,
la alusividad de los umbrales de crisis y recomposición del léxico político,
Suhrkamp, Frankfurt a. M. 1979, p. 109 ss. antes que a los hilos de continuidad inferibles de la constancia de las transfor-
74 G. DUSO, Historisches Lexicon e storia dei concetti, cit., p. 110. maciones semánticas, de que habrían dejado históricamente testimonio los
75 T. HOBBES, Leviathan, Part. II, Chap. 18: «A Common-wealth is said to be Instituted, conceptos singulares. Todo esto haría necesario una ulterior prolongación del
when a Multitude of men do Agree, and Covenant, every one, with every one, that to whatsoever discurso, que acabaría, sin embargo, con el alejamiento del giro de los proble-
Man, or Assembly of Men, shall be given by the major part, the Right to Present the Person of
them all, (that is to say, to be their Representative;) every one, as well he that Voted for it, as he
mas que ha introducido con mérito el libro de Melvin Richter.
that Voted against it, shall Authorise all the Actions and Judgements, of that Man, or Assembly of
Men, in the same manner, as if they were his own, to the end, to live peaceably amongst Traducción de Antonio Lastra
themselves, and be protected against other men. From this Institution of a Common-wealth are
derived all the Rights, and Facultyes of him, or them, on whom the Sovereigne Power is 77 T. HOBBES, Leviathan, Part. I, Chap. XIII. Para una interpretación de la importancia
conferred by the consent of the People assembled». coetánea de la posición de Hobbes, cf. A. BIRAL, Hobbes: la società senza governo, en G. DUSO
76 Cf. G. DUSO, Patto sociale e forma politica. Introduzione a Il contratto sociale nella (a cura di), Il contratto sociale nella filosofia politica moderna, cit., pp. 51-108.
filosofia politica moderna, a cura di G. Duso, Il Mulino, Bologna 1987 (2ª ed. Angeli, Milano 78 Una posición, esta última, que desde luego no enturbia el modelo historiográfico de
1994), pp. 7-49; ID., Pensare la politica, en Filosofia politica III, 1 (1989), pp. 59-73; ID., Fine del Koselleck, al representar, sobre todo, una implícita —y coherente— radicalización suya. Cf. R.
governo e nascita del potere, en Filosofia politica VI, 3 (1992), pp. 429462; A. BIRAL, Recensione, KOSELLECK, Kritik und Krise. Ein Beitrag zur Pathogenese der bürgerlichen Welt, Karl Alber
cit., pp. 435-436; C. GALLI, Modernità. Categorie e profili critici, Il Mulino, Bologna 1988; ID., La Verlag, Freiburg-München 1959; trad. esp. de R. de la Vega, Crítica y crisis del mundo burgués,
‘macchina’ della modernità. Metafisica e contingenza nel moderno pensiero politico, en Logiche e Rialp. Madrid 1965, esp. cap. I. Véase, también, C H . D IPPER , Sozialgeschichte un
crisi della modernità, a cura di C. Galli, Il Mulino, Bologna 1991, pp. 83-141. Verfassungsgeschichte, cit., p. 187.
Res publica, 11-12, 2003, pp. 27-67 28 Sandro Chignola

quiere ser también instrumento de reconstrucción de los usos históricos con-


cretos del vocabulario político, y se propone contribuir a aclarar el signifi-
cado que los conceptos políticos asumen en nuestro uso cotidiano con el fin
de permitir su mayor control4. Por otro lado, la historia de los conceptos se
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía propone, sin más preámbulos, elaborar una compleja teoría de la historia y
política. Sobre el problema del léxico político moderno del concepto; teoría destinada a desmantelar los presupuestos historicistas de
la historiografía de la cultura alemana.
Sandro Chignola El concepto del léxico político no es una idea, no dispone de un núcleo
teórico inmodificable y destinado a declinarse en figuras diferentes dentro
del plano objetivo de la historia. Su historia, que exige tratar necesariamente
tanto el problema de la experiencia histórica como la ontología social de la
temporalidad, no coincide con el plano homogéneo del curso cronológico
natural, en sí mismo carente de historia. En la interpretación de Koselleck, no
1. Reinhart Koselleck, en un ensayo ya famoso, en el que discutía acerca todas las palabras son, de hecho, conceptos históricos (y mucho menos con-
del problema y estatuto metodológico de la historia de los conceptos, dis- ceptos fundamentales, Grundbegriffe). No cualquier experiencia del tiempo,
tinguió al menos tres fases principales en su desarrollo. Originariamente, la sino sólo aquella en la que se produce una fractura entre espacio de experien-
historia de los conceptos se presenta como un riguroso instrumento herme- cia y horizonte de expectativa, produce concretamente historia (expresiones
néutico para la interpretación de las fuentes históricas. En este sentido, asume polares que fijan el sistema de condiciones de posibilidad de las diferentes
un papel simplemente auxiliar de la historia social. Sólo en un segundo historias)5.
momento, en el ámbito de la historiografía constitucional alemana, la historia Koselleck, que reelabora en este sentido problemáticas derivadas de la
de los conceptos tiene como objeto impedir la incorrecta aplicación al pasado hermenéutica existencial heideggeriana (también atravesadas por fuertes
de expresiones y conceptos de la vida jurídica del presente. Finalmente, la influencias gadamerianas) y de la analítica de lo político de Carl Schmitt,
historia conceptual se ha propuesto como crítica de la historia de las ideas, parte de una definición preliminar que diferencia la historia (Geschichte)
con lo cual ya no tiene sentido el presupuesto de que las ideas son «baremos de la histórica (Historik). Mientras la primera, la ciencia histórica o la his-
constantes que sólo se articulaban en diferentes configuraciones históricas sin toriografía empírica, se ocupa de «las realidades pasadas, presentes o quizá
modificarse esencialmente»1. futuras», mediante el inventario y elaboración de los datos recogidos dentro
Con esta distinción de Koselleck, no sólo se ha esbozado tres fases diver- del plano de los testimonios históricos; la segunda, la histórica, es una cien-
sas, a través de las cuales se ha construido paulatinamente el paradigma de
la historia de los conceptos, sino que también se refleja algunos de los prin- Wirtschafts- und Gesellschaftspolitik, 24 (1979), pp. 23-32; Cf. K. TRIBE, «The Geschichtliche
cipales problemas que centran la discusión. Por un lado, la historia de los Grundbegriffe Project: From History of Ideas to Conceptual History», en Comparative Studies
conceptos2, tal y como ha sido definida por Koselleck y el Arbeitskreis de in Society and History, 31 (1989), pp. 180-184; J. J. SHEEHAN, «Begriffsgeschichte: Theory and
Practice», en Journal of Modern History, 50 (1978), pp. 312-319; M. RICHTER, The History
Heidelberg, en cuyo seno se ha gestado las bases de la empresa monumental of Political and Social Concepts. A critical Introduction, Oxford University Press, Oxford,
del Lexikon de los conceptos fundamentales del vocabulario político alemán3, 1995; M. RICHTER, «Begriffsgeschichte Today. An Overview», en Finnish Yearbook of Politi-
cal Thought, 3 (1999), pp. 13-27. C. DIPPER, I «Geschichtliche Grundbegriffe: dalla storia dei
1 R. KOSELLECK, «Historia conceptual e historia social», ahora en Futuro Pasado. Para concetti alla teoria delle epoche storiche», en Società e storia, 72 (1996), pp. 385-402; P. DE
una semántica de los tiempos históricos, Paidós, Barcelona, 1993, p. 113 (ed. or. Vergangene BOER, «The Historiography of German Begriffsgeschichte and the Dutch Project of Conceptual
Zukunft. Zur Semantik geschichtlicher Zeiten, Suhrkamp, Frankfurt a. M., 1979). History», en I. HAMPPPSHER-MONK, K. TILMANS, F. VAN VREE, History of Concepts: Comparative
2 Sobre este punto debe verse H. G. MAIER, Begriffsgeschichte, en Historisches Wörter- Perspectives, Amsterdam University Press, Amsterdam, 1998, pp. 13-22. Algunas de las voces
buch der Philosophie, Stuttgart, 1971, vol. I, pp. 788-808. del Lexikon (Fortschritt, Freiheit, Politik, Demokratie) han sido editadas en traducción italiana,
3 O. BRUNNER, W. CONZE, R. KOSELLECK (eds.), Geschichtliche Grundbegriffe. Historis- al cuidado de L. Ornaghi y V. E. Parsi, para la editorial Marsilio, Venecia, 1991-1993.
ches Lexikon zur politisch-sozialen Sprache in Deutschland, Klett Cotta, Stuttgart, 1972-1987. 4 R. KOSELLECK, «Einleitung», en Geschichliche Grundbegriffe, cit., vol. I, p. XIX.
Sobre este diccionario y sobre el seminario de Heidelberg, cf. el testimonio de W. CONZE, 5 «Espacio de experiencia y horizonte de expectativa, dos categorías históricas», en
«Zur Grundung des Arbeitskreis für moderne Sozialgeschichte», en Hambürger Jahrbuch für Futuro pasado, cit., p. 336.
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 29 30 Sandro Chignola

cia histórico-reflexiva entendida como reconstrucción cuasi-trascendental de ojos de la representación historiográfica en cuanto portador del sentido y de
los «criterios formales del actuar y padecer histórico»6, que, en el fondo, se significatividad, en cuanto catalizador de la experiencia colectiva.
convierte en la «teoría de las condiciones de posibilidad de toda historia»7. Cinco son las parejas antitéticas que, en su función de categorías trans-
O sea, mientras el plano de la Geschichte alude al conjunto de los hechos, la cendentales de una ontología de lo finito, abren el camino, según Koselleck,
Historik contiene el sistema de los presupuestos que hace posible la misma a la historización de la experiencia del tiempo: 1) el par deber morir-poder
historia. matar; 2) el par amigo-enemigo; 3) el par interno-externo (que, con la sub-
Para Heidegger, que en la sección segunda de la primera parte de Sein und división secreto-público, representa la modalidad por medio de la cual la
Zeit busca en la temporalidad el fundamento ontológico originario de la exis- histórica asume el presupuesto heideggeriano de la espacialidad del ser ahí
tencialidad del ser ahí, la historicidad pertenece a la estructura fundamental como cooriginaria a su ser en el mundo); 4) el par padres-hijos (o dicho de
del ser. En este presupuesto radica la posibilidad de la historiografía8. El pro- otra manera, Koselleck, que toma prestada de Hannah Arendt la categoría de
blema de la historia, y la posibilidad de la historiografía, desarrolla el tema natalidad como posible asimilación del «estado de yecto» (Geworfenheit) del
de la historización del ser ahí y de la temporalización de la experiencia como ser ahí heideggeriano, considera que el desequilibrio constitutivo del tiempo
parte de la analítica existencial. Así, Heidegger puede decir lo siguiente: que reproduce la finitud y la alternancia entre las generaciones es una condi-
«Cómo pueda la historia venir a ser objeto en general de la historiografía, es ción necesaria para la existencia de infinitas historias posibles); 5) el par anti-
cosa que sólo cabe sacar de la forma de ser de lo histórico, de la historicidad, tético de las relaciones jerárquicas abajo/arriba, señor/esclavo, fuerte/débil,
en cuanto arraigada en la temporalidad»9. etc., que alude a las articulaciones existenciales del problema del poder, y
El ser de la historia, sus modos y la cualidad específica de la temporalidad a las modalidades organizativas y autointerpretativas de las expectativas de
de la experiencia que escinde cronología natural e historicidad, tales son los liberación y contra-poder11.
problemas que Koselleck retoma de Heidegger. El tiempo, que es «indivisible Éstas son las categorías trascendentales que, en cuanto «determina-
en cuanto tal»10, adquiere espesor y cualidad histórica sólo en la intersección ciones existenciarias»,12 hacen posible la historización de la experiencia o
con aquellas coordenadas político-existenciales que lo hacen visible a los determinan la posibilidad de la historia. Estas categorías definen el campo
de acción donde se consuma las expectativas y donde se realiza (auténtica o
6 Sobre este punto, véase L. SCUCCIMARRA, «La Begriffsgeschichte e le sue radici inte-
inauténticamente; junto a los otros, con los otros, o bien en contra de ellos)
llettuali», en Storica, 10, 1998, pp. 7-99, p. 57; también P. DE BOER, The historiography of el surplus de posibilidad asignado al sujeto de la propia finitud. Las defini-
German..., cit., p. 15, que reconoce a Carl Schmitt, y a su Verfassungslehre, el papel de padre ciones antitéticas son necesarias porque evocan «aquella finitud temporal en
putativo del proyecto de la Geschichtliche Grundbegriffe y del modelo historiográfico de Kose- cuyo horizonte surgen tensiones, conflictos, fracturas, inconsistencias que,
lleck. Más que a Heidegger, reconoce, en la línea de V. DIPPER (o. c., p. 388), la importancia
de H. G. Gadamer. Para la relación entre Gadamer y la Begriffsgeschichte, cf. H. G. GADAMER,
en su calidad de situaciones, siempre son insolubles, pero en cuya solución
«Begriffsgeschichte als Philosophie», en Archiv für Begriffsgeschichte, 14, 1970, pp. 137-151; diacrónica deben participar y activarse todas las unidades de acción, sea
y Begriffsgeschichte und die Sprache der Philosophie, Opladen, Westdeutscher Verlag, 1971. para continuar viviendo, sea para irse a pique»13. Por tanto son necesarias en
Sobre este punto, veáse S. CHIGNOLA, «Storia concettuale e filosofia politica. Per una prima cuanto producen historia.
approssimazione», en Filosofia Politica, IV, I (1990), pp. 5-35, sobre todo pp. 25 y ss.
7 R. KOSELLECK, «Historik und Hermeneutik», en R. KOSELLECK-H. G. GADAMER, Her-
El problema del tiempo histórico se vislumbra, a juicio de Koselleck,
meneutik und Historik, Winter, Munich, 1987; trad. española a cargo de F. ONCINA, en Paidós, cuando atendemos a las fisuras y densas penumbras existenciales de la
Barcelona, 1994, con introducción de F. ONCINA y J. L. VILLACAÑAS, «Sobre el concepto de experiencia de la finitud (Heidegger) y a las líneas de fuerza —la fusión de
historica y su desarrollo»; véase también la voz correspondiente en Historisches Wörterbuch der la amistad o los sobresaltos, las envidias y fracturas de la absoluta enemis-
Philosophie, cit., vol. 3, pp. 1132 y ss. Para el tema de la Historik en la reflexión de Koselleck,
véase R. KOSELLECK, «Im Vorfeld einer Geschichtswissenschaft», en W. CONZE (ed.), Theorie
der Geschichtswissenschaft und Praxis des Geschichtsunterrichts, Klett, Stuttgart, 1972, pp. 10-
28, sobre todo pp. 11 y ss. 11 R. KOSELLECK, Histórica y hermenéutica, cit., pp. 73-85. Sobre la lógica de los
8 M. HEIDEGGER, Ser y Tiempo, I, 2, §45. Edición española en FCE, México, 1944, y en Gegenbegriffe koselleckianos y su límites, cf. J. COLEMAN, «The practical use of Begriffsgeschi-
Trotta, Madrid, 2003. chte by an historian of European pre-modern political thought: some problems», en History of
9 I, 2, cap. V, §72. Concepts Newsletter, Huizinga Instituut Amsterdam, 2 (1999).
10 R. KOSELLECK, «Historia de los conceptos y conceptos de la historia», en Contempora- 12 R. KOSELLECK, Histórica y hermenéutica, cit., p. 84.
nea, I, 1 (1998), p. 12. 13 Ibidem, p. 85.
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 31 32 Sandro Chignola

tad— que definen las coordenadas existenciales de lo político (Schmitt)14. cepto, ni concepto sin experiencia17. La historia se convierte en representable
Para Koselleck, en el magma hirviente de la desnuda temporalidad de la sólo en la medida en que la experiencia histórica ya esté conceptualizada y esté,
lucha política, y en la experiencia del tiempo como matriz ontológica de la por tanto, disponible en los testimonios y los documentos. Por ello, la historia
finitud —y en ambos casos, sobre el carácter irresoluble de la contradicción de los conceptos —en todo diferente, según Koselleck, de una mera disciplina
como estructura de lo originario—, hunde sus raíces la posibilidad misma de auxiliar, Hilfsdisziplin, de la historia social18— asume relevancia y autonomía.
la historia como espacio que engloba las infinitas historias posibles. El problema, si seguimos el modelo de Koselleck, consiste en renovar
De este modo ha desaparecido uno de los presupuestos lógicos de la his- y autonomizar la historia de los conceptos del paradigma que acerca de la
toriografía de las ideas. En opinión de Koselleck, no existe la posibilidad de historia conceptual ha impuesto la historiografía constitucional alemana. Si,
proyectar sobre el plano lineal de la cronología el conjunto de las transfor- para esta última, prestar atención a la especificidad y autonomía del léxico de
maciones de los cuadros formales con los que se representa la época. En la las fuentes, significaba ante todo disponerse a recuperar la originalidad de los
medida que la experiencia del tiempo histórico (o la experiencia de la contra- contextos semánticos y de las estructuras constitucionales investigadas, y, al
dicción producida por la división histórico-genética entre presente, pasado y mismo tiempo, evitar proyectar sobre ellas la moderna forma de entender el
futuro) afecta a la definición de aquellos cuadros formales, el mismo tiempo derecho y la constitución (unidad y soberanía del poder constituyente, mono-
histórico ya no puede ser considerado ese espacio lineal, continuo y homogé- polio estatal de la fuerza, diferencia público/privado, etc19.); para Koselleck,
neo que hace posible, como sostiene la historiografía de las ideas, la transmi- que en este punto recupera precisamente las indicaciones weberianas, tal
sión de un núcleo temático de magnitudes constantes. Ni siquiera puede ser empeño de la historia de los conceptos resultaría del todo vacío o simple-
asumido como simple indicador de un proceso de transformación histórica15. mente opcional. Por una parte, —y aquí se halla el motivo teórico de la polé-
Y no sólo eso: con la divergencia entre horizonte de experiencia y espacio mica entre Koselleck y Otto Brunner— tal advertencia crítica corre el riesgo,
de expectativa, ideas, palabras y metáforas, que soportan la articulación de la cuando se despliega hasta sus últimas consecuencias, de hacer enmudecer a
historización del tiempo, se convierten en instrumentos y soportes necesarios la misma ciencia histórica; la cual, en nombre de la autonomía y de la especi-
para la misma conceptualización de la experiencia histórica. ficidad de las fuentes históricas, debería reproducirlas tal como son y renun-
«La historia conceptual —escribe Koselleck— tiene que ver siempre con ciar a interpretarlas o a esbozar historias acerca de ellas20. El presupuesto
situaciones o sucesos políticos o sociales, claro que sólo con aquellos que
antes han sido concebidos y articulados conceptualmente en el lenguaje de 17 R. KOSELLECK, «Historia de los conceptos y conceptos de la historia», cit.
las fuentes. La historia conceptual interpreta la historia en un sentido estricto 18 Así viene originariamente interpretada la Begriffgeschichte. Cf. H. G. MAIER, Begriffs-
mediante sus correspondientes conceptos pasados»16. geschichte, cit. Cf. S. CHIGNOLA, o. c.
19 Cf. O. BRUNNER, Neue Wege der Verfassung und Sozialgeschichte, Vandenhoeck and
La dimensión del concepto es inherente a la historia. Koselleck reconoce
Ruprecht, Göttingen, 1968, 2.ª ed., trad. it. De P. Schiera, Per una nuova storia constituzionale e
plenamente el estigma hegeliano de la fórmula historia de los conceptos, y sociale, Vita e Pensiero, Milán, 1970; O. BRUNNER, Land und Herrschaft, Grundfragen der terri-
lo corrobora con la lógica kantiana, según la cual no hay experiencia sin con- torialen Verfassungsgeschichte Österreichs in Mittelalter, Viena, 1965; trad. de G. Nobili Schiera
y C. Tommasi, Terra e Potere. Strutture pre-statualil e pre-moderne nella storia costituzionale
dell’Austria medievale, Giuffrè, Milán, 1983; O. BRUNNER, Sozialgeschichte Europas in Mittelal-
ter, Vandenhoeck and Ruprecht, Göttingen, 1978, trad. it. G. Corni, Storia sociale dell’Europa
14 Cf. C. SCHMITT, Il concepto de lo político (1927, 1932), en Le Categorie del politico, ed. nel Medioevo, Il Mulino, Bolonia, 1980; E. W. BÖCKENFÖRDE, Die deutsche verfassungsgeschi-
a cargo de G. Miglio y P. Schiera, Il Mulino, Bolonia, 1972. Sobre Schmitt, cf. C. GALLI, Genea- chtliche Forschung im 19. Jahrhundert. Zeitgebundene Fragstellungen und Leitbilder, Duncker
logia della politica. Carl Schmitt e la crisi del pensiero politico moderno, Il Mulino, Bolonia, & Humblot, Berlín, 1961, trad. it. a cargo de P. Schiera, La storiografia costituzionale tedesca nel
1996 (sobre el tema schmittiano aquí tratado, véase las pp. 773 y ss.). Es interesante notar cómo secolo decimonono. Problematica e modelli d’epoca, Giuffrè, Milán, 1970.
los responsables de la recepción de Schmitt —la primera en Italia— son también aquellos que 20 R. KOSELLECK, «Begriffgeschichtliche Probleme der Verfassungsgeschichtsschrei-
han introducido en el debate italiano la historiografía constitucional alemana y la Begriffsgeschi- bung», en H. QUARITSCH (red) Gegendstand und Begriffe der Verfassungsgeschichtsschreibung,
chte, y han estimulado, en caso de que no lo hayan hecho personalmente, la traducción de Brun- Beihefte zu Der Staat, Heft 6, Duncker & Humblot, Berlín, 1983, pp. 7-21, p. 13. Sobre el punto
ner, Böckerförde, Hintze y Koselleck. A los discípulos de Miglio se debe también el cuidado de de la supuesta univocidad perfecta que existe entre las fuentes y la interpretación de las mismas,
la edición italiana de las voces de la Geschichtliche Grundbegriffe. como un residuo historicista de la historia de los conceptos, cf. I. VEIT-BRAUSE, «A note on
15 Cf. M. RICHTER, «Begriffsgechichte and the History of Ideas», en Journal of the History Begriffsgeschichte», en History and Theory, 1 (1981), pp. 61-67. Sobre el tema, S. CHIGNOLA,
of Ideas, 48 (1987), pp. 247-263. «Storia concettuale e filosofia politica», cit., pp. 22-23; S. CHIGNOLA, «Historia de los conceptos
16 R. KOSELLECK, «Historia conceptual e historia social», cit., p. 118. e historiografía del discurso político», en Res Publica, 1 (1998), pp. 1-33.
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 33 34 Sandro Chignola

teórico en juego está evidentemente implícito en la lógica de las ciencias de conceptos de pasado), debe, según Koselleck, producirse a partir de una
la cultura. Cuanto Koselleck sostiene en esta materia, no es muy diferente de anticipación teórica (Vorgriff) que carece de implicaciones cronológicas
lo que escribiera Max Weber: «Ningún análisis científico objetivo de la vida fuertes. Sin ella, sin la hipótesis histórica que debemos verificar, no existi-
cultural o —lo que quizás es algo más restringido, pero con seguridad no sig- ría ni siquiera historia23.
nifica en esencia otra cosa para nuestros fines— de los fenómenos sociales es Expresado por medio de una síntesis externa, que en esta ocasión no
independiente de puntos de vista especiales y unilaterales, de acuerdo con los puedo explicar, los puntos que Koselleck recupera de Weber para estos fines
cuales estos —expresa o tácitamente, de manera consciente o inconsciente— son, al menos, los siguientes: 1) el presupuesto de la distinción entre cronolo-
son seleccionados, analizados y organizados como objeto de investigación»21. gía e historia, y el presupuesto de que la cultura «es una sección limitada de
El problema que Koselleck asume de Weber es el del Vorgriff teórico, el cual la infinitud desprovista del sentido del acaecer universal, a la cual los seres
debe preceder a la aproximación a las fuentes, con el objeto de organizar humanos otorgan sentido y significación»24; 2) la idea, consecuencia de la
historias (también de los conceptos) que sean significativas para nosotros. primera, de que los hechos, las conexiones de hecho de las cosas, no consti-
Volveremos sobre este argumento. tuyen la base del trabajo de las ciencias, sino que esta base reside mucho más
Por otra parte, para Koselleck, el verdadero problema consiste en acabar en las conexiones conceptuales de los problemas; 3) la tematización fuerte
con el papel de auxiliar de la historia social que durante mucho tiempo ha del problema del punto de vista con respecto al cual se organiza el campo de
jugado la historia de los conceptos. Separar los conceptos de su contexto investigación y el hecho de que las fuentes sean obligadas a hablar. Si en la
original —después de haber analizado el significado particular que han representación historiográfica está en cuestión un significado, éste es justo el
asumido históricamente en el interior de ese mismo contexto—, con el pro-
pósito de poder seguir la sucesión de significados que han adoptado con el
paso del tiempo y poder ligarlos entre sí, significa para Koselleck elevar el
método histórico-filológico al nivel de la historia conceptual, y emancipar
esta última del papel subordinado que a ella se le asigna, en cuanto simple 23 Sobre este punto, cf. S. CHIGNOLA, «Historia de los conceptos e historiografía del dis-
instrumento de crítica de las fuentes, dentro del cuadro completo de las curso político», cit.; I. HAMPSHER-MONK, «Speech-Acts, Language or Conceptual Histories?»,
en I. HAMPPPSHER-MONK, K. TILMANS, F. VAN VREE, History of Concepts: Comparative Pers-
ciencias históricas22. Una vez analizado el significado original asumido
pectives, cit., pp. 37-50, en especial pp. 47-48. Éste es, en mi opinión, uno de los puntos que
por los conceptos en el marco de experiencia que articula la conciencia, hace irreconciliables e intraducibles el programa de investigación de Koselleck y el de Pocock y
Koselleck ve necesario, para llegar a un tratamiento científico del objeto, Skinner. Para el debate sobre las dos perspectivas se ha de ver el conjunto de artículos recogidos
completar el cuadro de análisis sincrónico —punto en el que se detiene la en The Meaning of Historical Terms and Concepts. New Studies on Begriffsgeschichte, editado
por H. LEHMANN y M. RICHTER, German Historical Institute, Occasional Paper, Washington D.
historiografía constitucional brunneriana— con el registro diacrónico de las
C., 15 (1996). Los ensayos de Koselleck, Pocock y Richter han aparecido en traducción italiana
historias, y de este modo seguir el conjunto de transformaciones padecido en Filosofia politica, 3 (1997). Para la radical polémica de Koselleck con la teoría de los actos
por las diferentes constelaciones conceptuales. Sólo esto permite trazar su de habla, asumida a veces como fundamento de la historiografía del discurso político (y de
historia. Decisivo es el hecho de que tal integración del plano sincrónico Skinner), cf. KOSELLECK, «Social History and Begriffsgeschichte» (1986), ahora en History of
Concepts: Comparative Perspectives, cit., pp. 23-35, p. 26. Para Koselleck, «el acto mismo no es
(es decir, la irreductibilidad semántica del contexto de uso de los conceptos
un acto de habla». La historia de los conceptos, en cuanto ligada al lenguaje, debe quedar, según
y su autónoma significatividad) y el plano diacrónico (el sistema de las Koselleck, en una posición subordinada a la historia social que se interesa por los hechos y las
traducciones y de las variaciones, de los malentendidos y de las dislocacio- cosas (Ibidem, pp. 34-35). Quentin Skinner, por su parte, ha denunciado recientemente las inter-
nes de significado de los conceptos originales, a lo que se presta necesa- pretaciones que le adscriben una refutación llena de prejuicios de la historia de los conceptos
(aunque, conviene recordarlo, sobre la base de sus explícitas tomas de posición). Cf. Q. SKINNER,
riamente también la ciencia histórica si quiere comprender o describir los
«Rhetoric and Conceptual Change», en Finnish Yearbook of Political Thought, 3 (1999), pp. 60-
73, en particular pp. 62-63.
24 M. WEBER, «La objetividad cognoscitiva...», cit. p. 70. En este artículo añade: «La
21 M. WEBER, «Die Objektivität sozialwissenschaftlicher und sozialpolitischer Erkenntnis» corriente del acaecer inconmensurable fluye de manera incesante hacia la eternidad. Siempre de
(1904), ahora en Gesammelte Aufsätze zur Wissenschaftslehre, ed. de J. Winckelmann, Mohr, nuevo y de maneras distintas se configuran los problemas culturales que mueven a los hombres,
Tubinga, 1922; trad. española «La objetividad cognoscitiva de la ciencia social y de la política y con ello se mantiene fluctuante el círculo de lo que, para nosotros, presenta sentido y signi-
social», en Ensayos sobre metodología sociológica, Amorrortu, Buenos Aires, 1973, p. 61. ficación entre el flujo permanente de lo individual, y que se convierte en individuo histórico.»
22 R. KOSELLECK, «Historia conceptual e historia social», cit., p. 118. (Ibidem, p. 73).
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 35 36 Sandro Chignola

que la historia narrada asume «para nosotros»25. 4) Una idea de ciencia, y, en las historias se tornan significativas e identificables— con una pretensión de
concreto, de ciencia histórica, que asume los códigos lógicos de la ciencia verificación que mantenga unidas semántica histórica e historia social28.
moderna y que engloba, a partir del punto de vista de su significatividad para Los conceptos, a partir de los cuales se desarrollan y son analizadas las
nosotros, las diferentes historias de los conceptos dentro del ámbito de una historias, no constituyen, según Koselleck, voces o simples semas de una
teoría más general de la transición a la modernidad. vacía colección (Sammlung). En la medida que operan como índices del
En tal contexto weberiano, Koselleck inserta su propuesta metodológica26, cambio histórico, pero también, y al mismo tiempo, como concretos factores
y a este contexto queda constitutivamente ligado, como veremos. Aunque del mismo —contribuyendo de hecho a la «formación de la conciencia» y
debamos detenernos sobre este punto y analizar las hipótesis asumidas por «al control de los comportamientos» de los actores sociales—, el análisis
las historias de los conceptos que el Lexikon —dirigido por Koselleck— nos lexicográfico se vincula inmediatamente a la historia social29. El proyecto
propone de los conceptos históricos fundamentales, por el momento, todo completo de Koselleck parte del presupuesto de que no todas las palabras
esto significa que la historia de los conceptos debe necesariamente partir, son conceptos —como conceptos históricos fundamentales pueden ser defi-
en primer lugar, de una anticipación teórica fuerte; que debe contener, en nidos sólo aquellos en los que se deposita la densa materialidad de una expe-
segunda instancia, un interés determinado; que la significación debe orien- riencia colectiva desplegada en el tiempo—, y del reconocimiento de que el
tarse hacia el presente; y que debe, finalmente, centrarse en aquel poroso objeto de la historia de los conceptos no puede ser, por tanto, la historia de las
tiempo colectivo en que se produce el desequilibrio histórico-genético entre palabras (Wortgeschichte), sino sólo aquella sutil zona de Konvergenz entre
espacio de experiencia y horizonte de expectativa. Desequilibrio que obliga a concepto e historia en que se condensa, se perpetúa o se renueva una concreta
los actores históricos a la conceptualización, esto es, a atribuir un significado modalidad de experiencia histórica30.
cultural a la propia experiencia del tiempo, y a elaborar una percepción del A partir de aquí, Koselleck ve posible registrar, en el marco del estudio
propio presente que no sólo permite definir el propio pasado histórico, sino estratográfico de los significados sedimentados por el uso de los conceptos,
también organizar en términos de acción colectiva el propio futuro. el cambio que experimentan las diferentes posiciones colectivas en relación
Es así como el Lexikon de los conceptos históricos fundamentales (inicial- con los conflictos históricos, la conexión de sucesos y estructuras, así como
mente dirigido por Otto Brunner, Werner Conze y Reinhart Koselleck, pero la superposición de lógicas antinómicas y de fragmentos dispersos de expe-
cada vez más identificado con este último, quien, además, ha suministrado riencia que se encuentran en la raíz de la progresiva emergencia del mundo
las coordenadas teóricas definitivas)27 se esfuerza por conjugar una hipótesis moderno. Esto es lo se debe exigir —señala Koselleck— del análisis de la
historiográfica fuerte —sobre cuya base los materiales vienen organizados y historia de los conceptos singulares, y de su progresiva inserción dentro del
sistema de coordenadas político-constitucionales de la modernidad. Esta teo-

25 «Tal procedimiento se encuentra con la exigencia previa de traducir los significados


pasados de las palabras a nuestra comprensión actual. Toda historia conceptual o de las palabras 28 El hecho de que la propuesta histórico-conceptual de Koselleck —como estamos
procede, desde la fijación de significados pasados, a establecer esos significados para nosotros. viendo, muy abstracta, con instancias recompositivas y con una clara autonomía en la investiga-
Por ser un procedimiento reflexionado metódicamente por la historia conceptual, el análisis ción del significado— pudiese asociarse con la historia social fue objeto de ataques decisivos por
sincrónico del pasado se completa diacrónicamente. Es una exigencia metódica de la diacronía parte de H. U. WEHLER, en especial en sus obras «Geschichtswissenschaft Heute», en J. HABER-
la de redefinir científicamente para nosotros la clasificación de los significados pasados de las MAS (ed.), Stichworte zur «Geistigen Situation der Zeit», Suhrkamp, Frankfurt, 1979, vol. 2, pp.
palabras.» (R. KOSELLECK, «Historia conceptual e historia social», cit., p. 113). 709-753, esp. 725; y «Probleme der modernen deutschen Sozialgeschichte», en Krisenherde des
26 Es lo que también ha observado J. L. VILLACAÑAS en «Historia de los conceptos y res- Kaiserreichs, Vandenhoeck & Ruprecht, Gotinga, 1970, pp. 313-323. A este respecto véase tam-
ponsabilidad política: un ensayo de contextualización», en Res Publica, 1 (1998), pp. 141-174. bién el libro de Wehler escrito junto a J. KOCKA: Sulla scienza della storia, Storiografia e scienze
27 R. KOSELLECK, «Rechtlinien für das Lexikon politisch-soziales Begriffe der Neuzeit», sociali, De Donato, Bari, 1983.
en Archiv für Begriffsgeschichte, 1967. Sobre la prehistoria del Lexikon debe verse también W. 29 R. KOSELLECK, «La storia sociale moderna e i tempi storici», en P. ROSSI, La teoria della
CONZE, «Histoire des notions dans le domain socio-politique (Rapport sur l’élaboration d’un storiografia oggi, Il Saggiatore, Milán, 1983, p. 157, y también las pp. 141-158.
lexique allemand)», en Problèmes de stratification social: Actes du colloque international 30 R. KOSELLECK, «Einleitung», cit., p. XXIII; e «Historia de los conceptos e historia
(1966), Publications de la Faculté des Lettres et Sciences Humaines de Paris-Sorbonne, Série social», cit., p. 121. Para seguir la importante discusión crítica que ha suscitado el concepto de la
Recherches, vol. 43, París, 1968, pp. 31-36. Sobre este tema, cf. M. RICHTER, The History of historia conceptual de Koselleck, cf. H. E. BÖDEKER, «Concept-Meaning-Discourse. Begriffsges-
Political and Social Concepts, cit., pp. 26 y ss.; L. SCUCCIMARRA, «La Begriffsgeschichte e le sue chichte reconsidered», en I. HAMPSHER-MONK, K. TILMANS, F. VAN VREE, History of Concepts:
origini intellettuali», cit., pp. 44 y ss. Comparative Perspectives, cit., pp. 51-64, en especial las pp. 54 y ss.
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 37 38 Sandro Chignola

ría de la transición interpreta el papel de Vorgriff teórico que permite llevar a zeitlichung) y aceleración (Beschleunigung) de la experiencia histórica que
cabo, a través de la historia de los conceptos, la recomposición de la historio- son registrados por los cambios de significado de los conceptos, que, por su
grafía como ciencia. parte, se exponen a ser politizados e ideologizados35— define para Koselleck
Es verdad, desde luego, que el fin primordial del Lexikon consiste, para el proceso de transición que instituye la modernidad. Pero el problema de la
Koselleck, en disponer, mediante el control del uso lingüístico contemporá- institución de la modernidad (el sistema de transformaciones y la renovación
neo, de una masa de informaciones acerca de la historia del vocabulario polí- de la experiencia pretendida por ella, y, sobre todo, el problema de la misma
tico alemán31. Sin embargo, tanto o más importante que este fin es que tales autoconciencia de lo moderno como una época de la universal Weltgeschi-
informaciones permiten, por medio de la historia de los conceptos singulares, chte) determina el espacio en cuyo interior la historia de los conceptos singu-
advertir la existencia de una precisa cesura en el seno de la estratografía lares puestos a disposición por el Lexikon debe ser elaborada y organizada.
semántica del léxico político alemán. Una cesura que no sólo proporciona Estos conceptos son utilizados por el investigador con el fin de verificar una
sentido y orientación para la reconstrucción de la historia de los conceptos concreta hipótesis que permita a la narración histórica ir más allá de una com-
singulares, sino que acaba incluso dirigiéndola. prensión científica típico-ideal: «la historia conceptual abraza aquella zona
En el período que abarca el final del siglo XVIII y la primera mitad del de convergencia en la que el pasado y sus conceptos entran en relación con
siglo XIX —y la siguiente observación recompone el conjunto de los tra- los conceptos modernos. Ella necesita, por tanto, de una teoría sin la cual no
tamientos singulares histórico-conceptuales del Lexikon— tiene lugar un es posible comprender qué divide y qué une en el tiempo»36.
proceso de progresiva democratización de los conceptos políticos —cuya Desde este punto de vista, para la construcción de la historia conceptual y
semántica se aleja del mundo estamental de la antigua constitución euro- de la historia social ha sido determinante la profundidad y espesor semántico
pea—, y de legitimación filosófico-política de la crítica, la cual es concebida del análisis de los conceptos. Estos últimos son los catalizadores y los orga-
como un auténtico tribunal donde el individuo racional convoca a la historia nizadores de experiencias específicas de la historia. Tales experiencias están
y lleva al Antiguo régimen a su definitiva crisis32. Además, en este período se dispuestas sobre un eje dotado de sentido por ese Vorgriff teórico anticipado
inicia aquel formidable mecanismo de temporalización de la experiencia que, por la teoría de las transiciones a la modernidad. Los conceptos desgranan de
en coordinación con el esquematismo de la filosofía de la historia, convierte forma diferenciada, no lineal y quizás antinómica, las etapas del proceso de
la captación del presente en prognosis sobre el futuro. La drástica acelera- conmutación en virtud del cual los conceptos de la experiencia política anti-
ción del tiempo que padecen los distintos órdenes del pensamiento europeo gua y del mundo estamental se transfieren al léxico político moderno (lo que
a lo largo del siglo XVIII, «priva al presente de la posibilidad de ser expe- Koselleck define como Umwandlungsprozeß zur Moderne)37, y de este modo
rimentado como presente y se escapa hacia un futuro en el que el presente, tales conceptos cambian radicalmente de significado (quizás sobre la base
convertido en inexperimentable, ha de ser alcanzado mediante la filosofía de de un soporte léxico idéntico y aparentemente permanente, como en el caso
la historia», para poder ser, al menos, anticipado, dominado y comprendido33. de palabras como democracia, pueblo, derecho, libertad, Estado, etcétera) y
Este proceso de aceleración de la experiencia destruye los hitos conceptuales contribuyen a iluminar la autointerpretación de la época moderna. Analizar
por medio de los cuales la historia ha sido vivida e interpretada, y la rein- la historia de los conceptos significa en este sentido hacer visible el proceso
venta a partir del desconcertante descubrimiento de la dimensión futura del social y colectivo que se encuentra en la raíz de una fase determinada, la
pasado34. moderna, de la experiencia histórica. Y, a partir del contraste con el tipo ideal
Este conjunto de transformaciones irreversibles —perceptible en los de esta última, elaborar el tipo ideal de las fases históricas precedentes.
procesos de democratización (Demokratissierung), temporalización (Ver- El proceso de conmutación afirma, por consiguiente, que la compara-
ción lineal de los diferentes significados asumidos históricamente por los
31 R. KOSELLECK, «Einleitung», cit., p. XIX.
32 Cf. el ya clásico R. KOSELLECK, Crítica y crisis del mundo burgués, Rialp, Madrid, 35 Según el modelo de Koselleck, politización e ideologización del léxico político son las
1965. características que registran el cambio de la experiencia.
33 R. KOSELLECK, «Futuro pasado del comienzo de la modernidad», en Futuro Pasado, 36 R. KOSELLECK, «Historia conceptual e historia social», cit., p. 108. De hecho, como ha
cit., p. 37. observado Dipper, en la redacción material del Lexikon casi nunca se ha tenido en cuenta este
34 R. KOSELLECK, «Historia magistra vitae. Sobre la disolución del topos en el horizonte fuerte presupuesto teórico.
de la agitada historia moderna», en Futuro Pasado, cit., pp. 41-66. 37 KOSELLECK, «Einleitung», cit., p. XIX.
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 39 40 Sandro Chignola

conceptos permite proyectarlos hacia el interior de la historia y ganar plena los territorios alemanes a las que resultan cognoscitivamente inaplicable la
visibilidad historiográfica sobre la totalidad del proceso. Desde el enfoque moderna conceptualidad del Estado. El intento consciente de historizar el
de la ciencia histórica, lo que resulta de ello es una lectura típico ideal —por problema de la transición que se produce entre los diferentes órdenes concep-
fuerza abstracta, desde luego— del proceso. Esta lectura parte de un presu- tuales, conduce a una recomposición científica de las diferentes historias, ya
puesto de carácter histórico que no sólo apela a nuestro tiempo, sino también que de esta forma se puede cerrar el circuito típico ideal de los conceptos, el
a la relevancia que para éste poseen las historias pasadas en cuanto elementos significado por ellos asumido en diferentes contextos históricos y el complejo
fundamentales de su constitución. En palabras de Weber, «qué pase a ser sistema de transformaciones que ha contribuido a la formación del Estado
objeto de la investigación, y en qué medida se extienda ésta en la infinitud de moderno. Sólo el plano de generalizaciones de la historia de los conceptos
las conexiones causales, estará determinado por las ideas de valor que domi- permite, según Koselleck, identificar la «relación temporal entre el suceso y
nen al investigador y a su época. En cuando al cómo, al método de investi- la estructura, y la coexistencia de duración y cambio»42. Trazar la historia de
gación, el punto de vista orientador es determinante [...] para la construcción los conceptos significa identificar y poner de relieve el plano de continuidad
del esquema conceptual que se empleará en la investigación. En el modo de y de cambio sobre el que se enraízan las estructuras de larga duración de la
su uso, sin embargo, el investigador está evidentemente ligado, en este caso experiencia política occidental, sin perder por ello la perspectiva de la defini-
como en todos, por las normas de nuestro pensamiento»38. tiva emergencia del mundo moderno.
En relación con la propuesta metodológica de Koselleck, y teniendo en Por eso, Koselleck establece, en el fondo, como meta de la historia de
cuenta su influencia sobre la historia de los conceptos, todo ello comporta la los conceptos el establecimiento de un repertorio de conceptos «bastante for-
paradoja de que se acaba abandonando la especificidad y autonomía de los males y generales» (justo porque está realizado a partir del «depósito empí-
contextos no modernos penetrados por el análisis. Pues, a partir de ellos, se ricamente disponible de posibles significados» históricos), que nos permita
trata de inferir una historia que unifique presente, pasado y futuro en un pro- «describir posibilidades constitucionales duraderas, pero también mudables
ceso único (aunque antinómico, quebrado y no lineal) de conmutaciones, des- y entrecruzadas», así como percibir historiográficamente las estructuras his-
tinado a restituir, mediante la aproximación retrospectiva a la representación tóricas en su identidad inmanente y en su recíproca transformación, y todo
historiográfica, la densa genealogía del presente. Incluso conceptos y contex- ello con el fin de que la historia social pueda proceder con exactitud. Exacta-
tos que desconocen el moderno concepto de historia —como, por lo demás, mente, esto es lo que Koselleck toma de Weber43.
ha demostrado el mismo Koselleck—39 son historizados porque se hallan La propuesta histórico-conceptual de Koselleck demuestra ser al final,
inmersos dentro del cauce de un proceso orientado por el concepto moderno, y justo por estos motivos, una alta aplicación de la herencia metodológica
y significativo para nosotros, de historia (o de historia como ciencia)40. weberiana: «el aparato conceptual que el pasado ha desarrollado a través de
De esta manera alcanza el punto de máxima condensación el intento de la elaboración conceptual, esto es, en realidad, la transformación conceptual
Koselleck de superar los límites de la historiografía constitucional brunne- de la realidad inmediatamente dada, y a través de la clasificación bajo los
riana, la cual se caracteriza por una función agresivamente antimoderna, cuya conceptos que correspondieron al estado de sus conocimientos y a la orienta-
finalidad es la de subrayar la historicidad limitada de las categorías políticas ción de su interés, está en permanente contraposición con aquello que quere-
liberales41, y por una interpretación de las estructuras pre-absolutistas de mos y podemos obtener a partir de la realidad en un nuevo conocimiento. En

38 M. WEBER, «La objetividad cognoscitiva...», cit., p. 73.


39 KOSELLECK, «Historia magistra vitae», cit.
40 «Es una exigencia metódica de la diacronía la de redefinir científicamente para nosotros 401; H. BOLDT, «Otto Brunner. Zur Theorie der Verfassungsgeschichte», en Annali dll’Istituto
la clasificación de los significados pasados de las palabras.» (KOSELLECK, «Historia conceptual e storico italiano-germanico di Trento, XIII (1987); J. van HORN MELTON, «From Folk History to
historia social», cit., p. 113). Structural History: Otto Brunner (1989-1982) and the Radical Conservative Roots of German
41 Cf. J. NICHOLAS, «New Path of Social History and Old Path of Historical Romanticism. Social History», en H. LEHMANN-J. VAN HORN MELTON, Paths of Continuity. Central European
An Essay Review on the Work Otto Brunner’s», en Journal of Social History, 70 (1969), R. Historiography from the 1930s and the 1950s, Cambridge, U.P., Cambridge, 1994. Sobre el con-
JÜTTE, «Zwischen Ständestaat und Austrofachismus. Der Beitrag Otto Brunners zur Geschi- servadurismo de la misma propuesta teórica de Koselleck, cf. F. ONCINA, «Experiencia y política
chtsschreibung», en Jahrbuch des Instituts für deutsche Geschichte, 13 (1984); O. G. OEXLE, en la historia conceptual», en Res Publica, 1 (1998), pp. 103-119.
«Sozialgeschichte-Begriffsgeschichte Wissenschaftsgeschichte. Anmerkungen zum Werk Otto 42 KOSELLECK, «Historia conceptual e historia social», cit., p. 109.
Brunners», en Vierteljahrschrift für Sozial und Wirtschaftsgeschichte, LXXI, 1984, pp. 305- 43 Ibidem.
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 41 42 Sandro Chignola

esta lucha se consuma el progreso de la labor de las ciencias de la cultura»44. o sociedad/Estado no podían ser aplicadas a las realidades políticas e institu-
En Italia se han desarrollado diferentes perspectivas de investigación, bien a cionales anteriores para las que tales conceptos eran desconocidos46.
partir de esta propuesta weberiana acerca de la posibilidad de avance o retro- Entraba así en juego —según una distinción conceptual que procede de
ceso de las ciencias de la cultura, esto es, acerca de la posibilidad de elaborar Constantino Mortati y Carl Schmitt, autor este último que en estos años entró
el aparato conceptual del pasado en función del presente; bien a partir de la con fuerza en el debate italiano— una diferente, y más amplia, concepción
posibilidad de recibir o de excluir la herencia weberiana en los órdenes lógi- material de constitución (Verfassung), que podía ser utilizada para investigar
cos de la historia de los conceptos. el problema de la unidad política en contextos ideológicos e institucionales
anteriores a la consolidación del sistema de coordenadas jurídico-políticas
2. Método y perspectiva de la historia de los conceptos se han introducido del Estado de derecho. De este modo, la política podía ser estudiada inde-
en Italia a través de la historiografía constitucional alemana45. Principalmente, pendientemente de los supuestos de universalidad y omnipresencia que se
en una fase en la que la atención de los historiadores se centraba en la cons- hallan en la base de los conceptos del Estado de derecho burgués, y podía
titución material y en las estructuras complejas de la estatalidad moderna, el ser reconstruida alrededor de sistemas de conceptos específicos o propios del
interés por los métodos de investigación permitió la adopción, por parte de contexto —entendido obviamente en el sentido material— constitucional.
la historia cultural, jurídica, económica y de las instituciones, de una pers- Tras la crisis del marxismo, la referencia a la complejidad de las estructuras
pectiva comparada que permitía indagar en la lógica compleja y multiforme investigadas, fruto de las diferentes historias nacionales, podía además ser
de la experiencia política occidental. En este contexto, la historia de los usada (también y, sobre todo, por los ex-marxistas o post-marxistas) para
conceptos ha servido sobre todo como instrumento para la historización de denunciar el mecanicismo o las restricciones impuestas por la visión del
las categorías jurídicas con las que se interpretaba la noción misma de cons- Estado como superestructura. El hecho de concentrar la atención sobre las
titución (Konstitution), y para ampliar el campo de las investigaciones más estructuras de larga duración de la experiencia política occidental, permitía
allá de los límites del derecho formal, en dirección fundamentalmente hacia neutralizar los problemas, conflictos y contradicciones derivados de la asun-
la historia social. Por lo que respecta al siglo XIX y al Estado de derecho bur- ción de la lucha de clases como factor autónomo del proceso social47. Ahora,
gués (ésta es la primera contribución importante de la historia conceptual), sin embargo, no podemos abordar el núcleo de esta cuestión.
categorías como derecho, individuo, separación de poderes, privado/público La historiografía constitucional alemana se introdujo en Italia gracias a la
traducción de Böckenförde, Brunner, Hintze y Koselleck, y a la proliferación
de investigaciones sobre el Estado moderno48. En aquellos años fue decisivo

46 O. BRUNNER, Land und Herrschaft, cit.; y «La storia costituzionale del medioevo», en
44 Max WEBER, «La objetividad cognoscitiva...», cit., p. 94.
P. SCHIERA (ed.), Per una nuova storia costituzionale e sociale, Vita e Pensiero, Milán, 1970, pp.
45 Desde esta perspectiva, la historia de la recepción de la Begriffsgeschichte en Italia es
1-20, sobre todo pp. 10 y ss. C. SCHMITT, Verfassungslehre, Duncker & Humblot, Berlín, 1928,
mucho más compleja y ha producido mucho más (en términos de ediciones, interpretaciones y
p. 36; H. FREYER, Theorie des gegenwärtigen Zeitalters, Klett, Stuttgart, 1955.
organización cultural) de lo que indica la visión panorámica, marcada por la experiencia de la
47 Para la formulación del mismo problema en el seno de la historiografía social alemana,
academia italiana, de A. D’Orsi (Guida alla storia del pensiero politico, La nuova Italia, Floren-
cf. H. G. HAUPT, «Classi e Stato nella moderna storia sociale tedesca», en B. DE GERLONI (ed.),
cia, 1995), para quien «la historia de los conceptos puede ser considerada una derivación de la
Problemi e metodi della storiografia tedesca contemporanea, Einaudi, Turín, 1996, pp. 237-
Ideengeschichte» (p. 65), y cuyos resultados, incluso en Italia, se reducirían a «la interpretación
249.
de la historia del pensamiento político como historia del léxico político» (p. 222). Sin embargo,
48 Además de las obras ya citadas antes en la nota 19, cf. O. HINTZE, Stato e società, ed.
los primeros resultados en Italia de la reflexión sobre la Begriffsgeschichte procedían de una
de P. SCHIERA, Zanichelli, Bolonia, 1980; O. HINTZE, Storia, sociologia, istituzioni, ed. de G. DI
matriz puramente filosófica. Cf. N. AUCIELLO, R. RACINARO (ed.), Storia dei concetti e semantica
COSTANZO, Morano, Nápoles, 1990; R. KOSELLECK, Preußen zwischen Reform und Revolution
storica, Edizioni Scientifiche Italiane, Nápoles, 1990; y el número dedicado a la historia de los
(1791-1848), Klett-Cotta, Stuttgart, 1981, trad. it. de M. Cupellaro, La Prussia tra Riforma e
conceptos de la revista Filosofia Politica, IV, 1 (1990): ensayos de S. Chignola, M. Merlo, L.
Rivoluzione (1791-1848), Il Mulino, Bolonia, 1988. Entre los trabajos de edición y traducción
Ornaghi. Sobre la recepción de la Begriffsgeschichte en Italia, cf. S. Chignola, «Tra storia delle
que han introducido en Italia los temas, argumentos y métodos de investigación de la histo-
dottrine e filosofia politica. Di alcune modalità della ricezione italiana della Begriffsgeschichte»,
riografía constitucional, se puede citar P. SCHIERA (ed.), Società e corpi, Bibliopolis, Nápoles,
en Il pensiero politico, 2 (2000), pp. 242-264; «History of Political Thought and the History of
1989, que contiene ensayos de Lamprecht, Gierke, Bloch, Lousse, Oestreich y Auerbach; G.
Political Concepts. Koselleck’s Proposal and Italian Research», en History of Political Thougth,
OESTREICH, Filosofia e costituzione dello Stato moderno, ed. de P. Schiera, Bibliopolis, Nápoles,
vol. XXIII, 3 (2002), pp. 517-541.
1989; y E. ROTELLI-P. SCHIERA (eds.), Lo Stato moderno, vol. I, Dal Medioevo all’età moderna,
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 43 44 Sandro Chignola

con respecto a esta operación el papel jugado por Pierangelo Schiera, por sus ha revitalizado con sangre histórica el tipo ideal weberiano; tipo ideal que,
colaboradores y alumnos, y por el Instituto Italo-Germánico de Trento. Con si bien era útil, según Hintze, para el análisis estructural, no podía ser usado
la traducción y estudio de aquellos autores49, se inauguró en Italia una línea para la «construcción sintética de grupos homogéneos de fenómenos». De
de investigación sobre la historia global del Estado moderno que implicaba esta manera, Hintze se proponía elaborar, a través de una creativa abstracción
perspectivas abiertamente comparativistas, y asumía el valor de uso material intuitiva, el material anterior aislado en la observación política y el estudio
de estas doctrinas en relación con los conceptos políticos y su historia. histórico, con el objeto de restituir un conjunto unitario y caracterizado por
Se trataba, por muchos motivos, de producir una profunda renovación de su complejidad52.
los estudios histórico-políticos en Italia. Por un lado, se aspiraba a sustraer El primero de los elementos que han contribuido a la renovación —tam-
el tema del Estado del dominio de la historia jurídica, por lo demás de altí- bién en Italia— de los paradigmas de las ciencias histórico-políticas, nos
simo nivel50. Por otro, se deseaba insertar la historia de las doctrinas políticas ofrece, a partir del análisis de los sucesos y de las estructuras que interactúan
dentro del más amplio ámbito de la historia de las estructuras ideológico- en la historia constitucional occidental, la posibilidad de hacer una generali-
políticas, desligarla de las retóricas idealistas por entonces hegemónicas en zación histórica, y, por tanto, no sólo estático-tipológica. Sin este elemento,
la historia del pensamiento, y anclarla en la complejidad de las vivencias no se habría podido establecer una diferenciación entre saberes, prácticas y
políticas, administrativas, económicas y teórico-políticas concernientes a la conceptos, de hecho inexistentes en el objeto histórico, ni disolver éste en
moderna estatalidad51. prácticas que, encargadas de narrar acontecimientos, eluden la responsabi-
El ejemplo de las investigaciones llevadas a cabo por Otto Hintze juega, lidad de inferir un modelo estructural de la acción histórica a partir de sus
en este sentido, un papel decisivo. En su obra, no sólo se evidencia una propias observaciones. El segundo elemento renovador ha consistido en la
aproximación dinámica a la experiencia político-institucional europea, capaz asunción de la circularidad y globalidad constitutivas del fenómeno estatal,
de integrar las diferentes aportaciones de las disciplinas históricas especiali- teniendo en cuenta la específica apertura de horizonte hintzeana. Es verdad
zadas y de polemizar con la vacía metafísica del idealismo. También se puede que muchos de los predecesores de Hintze en el camino hacia la renovación
apreciar, en particular en su segunda fase abierta con la valoración positiva de las ciencias histórico-políticas en Alemania (desde Droysen a Waitz y
del canon metodológico weberiano, cómo la historiografía constitucional se Schmoller) ya habían pretendido hacer una reconstrucción de esa unidad sin-
transforma mediante la inserción de la noción histórico-historiográfica de tética que es la vida del Estado, en tanto concreta Lebensform política dotada
desarrollo en el interior del modelo sociológico de Weber, y se posibilita una de significatividad autónoma, de capacidad de acción propia, y capaz de
valoración global de las líneas de fuerza y de tensión de la historia constitu- organizar en un conjunto articulado e históricamente vivo todos los múltiples
cional occidental. Simplificando quizá en demasía, se puede decir que Hintze factores jurídicos, económicos y culturales que contribuyen a su definición.
Sin embargo, Hintze es de hecho el fundador de una ciencia histórico-política
Il Mulino, Bolonia, 1971; vol. II, Principi e cetti, Il Mulino, Bolonia, 1973; vol. III, Accentra- que nos ofrece una visión completamente global y a la altura de la compleji-
mento e rivolte, Il Mulino, Bolonia, 1974. Sobre esta fase de la historiografía italiana, y sobre dad del fenómeno de la moderna estatalidad; una ciencia, por lo demás, tejida
su importancia, cf. A. M. HESPANHA, Introduzione alla storia del diritto europeo, Il Mulino, de motivos internos y de factores externos, de elementos sociales y culturales,
Bolonia, 1999, pp. 36 y ss.
de situaciones de política interna y de eventualidades de política externa, de
49 Junto a las importantes traducciones italianas de Schiera de Land und Herrschaft de
Otto Brunner y de Stato e società de Otto Hintze, vale la pena recordar, por lo menos, estas dos estructuras constitucionales y de prácticas administrativas que son propuestas
obras de P. SCHIERA: Otto Hintze, Guida, Nápoles, 1974; y «Max Weber e Otto Hintze: storia como auténticas formas de la lebendige Verfassung53.
e sociologia o dottrina della ragio di Statto?», en G. DUSO (ed.), Weber: razionalità e politica, En el contexto de la recepción de la historiografía de Hintze —menos
Arsenale, Venecia, 1980, pp. 77-89.
aceptado que Weber por su explícito y sustancial conservadurismo político,
50 Entre los trabajos de investigación que, aunque no explícitamente relacionados con la
Begriffsgeschichte, tienen una clara matriz brunneriana o koselleckiana y han tenido una gran y, sin embargo, enormemente influyente en la renovación de la escuela histó-
influencia en la renovación conceptual de la historiografía jurídica italiana, deben ser mencio-
nados los dirigidos por el grupo florentino de Paolo Grossi. Sobre este punto, particularmente 52 O. HINTZE, «Max Weber Soziologie», en Gesammelte Abhandlungen, vol. II, Soziologie
significativo, cf. P. GROSSI, L’ordine giuridico medievale, Laterza, Roma-Bari, 1995. und Geschichte. Gesammelte Abhandlungen zur Soziologie, Politik und theorie der Geschichte,
51 Sobre la aproximación compleja a las experiencias de la estatalidad moderna y a sus ed. de G. Ostreich, Vandenhoeck and Ruprecht, Gotinga, 1964; y «Soziologische und geschicht-
conceptos, véase también N. MATTEUCCI, Lo Stato moderno. Lessico e percorsi, Il Mulino, Bolo- liche Staatsauffassung», en ibidem, p. 256.
nia, 1993. 53 Cf. P. SCHIERA, Otto Hintze, cit., p. 130.
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 45 46 Sandro Chignola

rico-social alemana de la segunda postguerra—54, es preciso situar el origen como factor concreto de los mismos, no esquiva el juego interno de fuerzas
de la atención italiana por la historia constitucional y por la historia de los en que maduran las condiciones de hegemonía de una época, siempre funda-
conceptos. Dentro del contexto de esta recepción, se define, por un lado, más das en la materialidad irreductible de la lucha política.
claramente los límites de la historiografía jurídica liberal en su aproximación Por estos motivos, la ciencia —ya sea la ciencia del Estado, el derecho
a la realidad material del Estado; y, por otro, se diluyen las intenciones inter- administrativo o la ciencia jurídica— es estudiada, junto a sus conceptos,
pretativas de la historia del pensamiento alentadas por asunciones disciplina- como estructura constitucional autónoma y auténtica. Ella proporciona el
res rígidas (como si fuese posible una diferenciación previa entre las fuentes nexo funcional entre la emergencia del procedimiento científico en la inves-
históricas y sus tipos, cuando todos los aparatos del pensamiento influyen tigación político-social y la asunción de concretas capacidades de gestión y/o
simultáneamente en la definición política de los cuadros de la época) o pro- administrativas. La constante producción de este nexo es una clara expresión
ducidas en el espacio rarificado y vacío de la pura teoría. de su responsabilidad política. En los procesos de institucionalización de la
De hecho, la lección de Hintze y de la ciencia histórico-social alemana ciencia en Academias, Universidades, Grandes Écoles, allí donde se produce
hacía imposible tanto el intento de aislar el pensamiento de las condiciones el intercambio del análisis del presente, de la invención teórica y de la inno-
materiales en las que se había producido, como la intención de prescindir de vación política, Schiera y sus colaboradores han encontrado el conjunto de las
las configuraciones que el propio pensamiento contribuye a producir. Desde prácticas con las cuales, más allá de las formales declaraciones de principios
este punto de vista, analizar estructuras constitucionales a partir de su desarro- del derecho constitucional, se han trazado los grandes ejes constitutivo-mate-
llo histórico, significaba necesariamente valorar la sucesión de los esquemas riales de la época moderna56. Los conceptos de la ciencia histórico-social son
del pensamiento como índices de una racionalidad —la del Estado moderno, analizados, desde este enfoque, como índices de las líneas de demarcación y
naturalmente— en constante cambio y descubrir en esos esquemas algunos conceptualización de la problemática de la época. Ellos son los verdaderos y
de los auténticos y más concretos factores activos de esa misma racionalidad. propios Kampfbegriffe, sobre cuya lógica convergen, para decidir la batalla,
La asunción de una perspectiva que sobre todo valorase en el pensamiento los las fuerzas que luchan por la hegemonía de los procesos constitucionales57.
factores productivos del intercambio con la realidad constitucional, permitía Lo que de esta forma se tematiza es la fluidez y la ausencia de neutralidad
descubrir los préstamos, las dislocaciones teóricas o los dispositivos lógicos de las prácticas científicas con las que se construye el objeto histórico, así
por medio de los cuales, en una fase determinada del proceso constitucional como el conjunto de los procesos dinámicos y temporales que, a partir de
del Estado moderno, la experiencia política se había conceptualizado, acti- la segunda mitad del siglo XIX, configuran —como señala Koselleck— la
vado, y la práctica institucional se había legitimado. síntesis estatal. No es un azar que Schiera, en este sentido, haya concentrado
En este sentido, Pierangelo Schiera ha colocado el nexo ciencia/política/ su investigación en la relación entre sociedad y Estado, en la realidad de la
constitución en el centro de la reconstrucción de los procesos de la estatalidad mediación histórica y en la regulación política de aquella relación.
alemana55. La ciencia —junto con el conjunto heterogéneo de prácticas, sabe- Un análisis histórico-conceptual del problema no puede dejar de asumir,
res y visiones de la realidad— viene asumida como factor positivo constitu- ante todo, la radical diferencia semántica que existe entre el antiguo concepto
cional. La razón es sencilla. En el interior de los sistemas conceptuales puede de sociedad civil —encarnada en los aparatos corporativos-estamentales de
emerger, gracias a las drásticas reorientaciones de la imaginación teórica, el la constitución del Antiguo Régimen— y el emergente concepto, intrínseca-
conjunto de los procesos que minan la estabilidad de un sistema político.
Además, la ciencia proporciona instrumentos e innovaciones para conseguir 56 Cito, entre otros, P. SCHIERA, «Max Weber e la scienza tedesca. Con alcuna considera-
la estabilidad y anticipa futuros esquemas de evolución. Y no sólo esto: la zioni sull’organizzazione degli studi in Germania dalla fondazione dell’Università di Berlino alla
prima guerra mondiale», en B. DE GERLONI, Problemi e metodo, cit., pp. 113-130; L. BLANCO,
ciencia, necesariamente inserta en el corazón de los procesos constitucionales Stato e funzionari nella Francia del Settecente: gli «ingénieurs des ponts et chaussées», Il
Mulino, Bolonia, 1991; A MAZZACANE-P. SCHIERA (ed.), Enciclopedia e sapere scientifico. Il
diritto e le scienze sociali nel’Enciclopedia giuridica italiana, Il Mulino, Bolonia, 1989. Sobre
54 Cf. H. BRUHNS, «Stato, economia e società: Otto Hintze e Max Weber», en B. de GER- este punto se debe ver también P. SCHIERA, «Lo Stato moderno e il rapporto disciplinamento/
LONI (ed.), Problemi e metodi, cit., pp. 209-233. legitimazione» (1986), ahora en Specchi della politica, Disciplina, melancolia, socialità nell’
55 Cf. P. SCHIERA, Il Cameralismo e l’assolutismo tedesco, Giuffrè, Milán, 1968; P. Occidente moderno, Il Mulino, Bolonia, 1999, pp. 29-57, sobre todo las pp. 48 ss.
SCHIERA, Il laboratorio borghese. Scienza e politica nella Germania dell’Ottocento, Il Mulino, 57 Cf. M. RICCIARDI, «Linee storiche sul concetto di popolo», en Annali dell’Istituto Sto-
Bolonia, 1987. rico Italo-Germanico in Trento, XVI (1990), pp. 303-369.
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 47 48 Sandro Chignola

mente dinámico y conceptual, de sociedad burguesa (bürgerliche Gesells- Desde esta perspectiva, los conceptos no podrán asumir los elementos atem-
chaft) separada del Estado. En la estructura lógica del concepto se produce porales o permanentes con que se entiende tradicionalmente la historia de las
una escisión que, al mismo tiempo, pone de relieve la necesidad de nuevas ideas, ni los asépticos elementos lógicos de la filosofía política61, ni, menos
formas de mediación. Lo social, una vez perdida la antigua forma de plasmar aún, las voces singulares con las que se pretende crear un simple léxico polí-
el orden natural de las relaciones metafísicamente fundadas, se convierte, a tico futuro.
mediados de siglo, en el lugar donde se despliegan las relaciones de fuerza El nexo constitucional de política, saber y práctica de gobierno, sobre el
entre las clases y se descompone progresivamente el vínculo social. Lo social que se despliega y temporaliza el sistema político, se convierte en la clave
se convierte en un «ámbito autónomo de observaciones científicas» en el pre- de toda la reconstrucción conceptual. Resulta evidente entonces que los con-
ciso instante en que una «pretensión programática de cientificidad invade el ceptos, a través de los cuales se filtra y organiza la experiencia de la historia,
mundo del saber y de la acción política»58. son estudiados por el valor del uso que poseen en el espacio intermedio entre
La aceleración de la experiencia histórica y la aparición de un contexto en la teoría y la praxis. En ese espacio se produce la significación. Los con-
el que, en lugar de los modelos estáticos naturales propios de la hermenéu- ceptos «asumidos como elementos constitutivos de las doctrinas» y, por eso
tica política clásica, se impone por primera vez el movimiento y la dinámica mismo, orientados en dirección a la práctica y a la lucha política cotidiana,
resultante del irreversible triunfo de la sociedad industrial, caracterizan a la «se revelan factores decisivos de la realidad constitucional en su conjunto».
nueva revolución de la ciencia. Ésta se ve obligada a historizar y temporalizar Ellos son formas representativas en las que se condensa la experiencia histó-
sus categorías y a producir paradigmas interpretativos basados en las leyes del rico-política de una determinada fase histórica, y lo son en tanto «fuentes de
movimiento. Con ello se produce una drástica revisión de los aparatos con- legitimación y lugar de fijación de los objetivos de la acción política»62. De
ceptuales por medio de los cuales se había interpretado hasta ese momento la este modo, los conceptos, si queremos reconstruir su historia, no pueden ser
realidad. Lugar del conflicto y, al mismo tiempo, de la acción del gobierno, aislados unos de otros, ni separados de los discursos políticos a cuya comple-
lo social representa el marco a través del cual la ciencia se introduce en el jidad han contribuido. Y todo ello, con el objeto de que los conceptos, aparte
cuadro de la constitución. Así, en medio de las nuevas relaciones domina- de mantenerse en un plano de análisis histórico-social, sean investigados
das por la industrialización y la personalidad del Estado, se olvida pronto la exclusivamente dentro del cuadro político-ideológico de la doctrina63.
escisión constitutiva de lo social, e igualmente se piensa en la elaboración de En el contexto de la doctrina, los conceptos políticos establecen de vez
proyectos que puedan racionalizar su carácter tumultuoso59. en cuando —tanto en el plano de las estrategias políticas, como en el más
En segundo lugar, la valoración estricta de la relación material que, a exquisitamente epistemológico de la fundación de saberes64— los códigos de
causa de aquellas transformaciones complejas, se instituye entre saberes y articulación de la experiencia histórica y el sistema de líneas de fuerza desti-
prácticas de gobierno, abre otra instancia de confrontación histórico-concep- nado a una provisional composición con la síntesis constitucional. Por tanto,
tual60. El estudio de los cambios que afectan a la experiencia histórica, deter-
minados por los conflictos inmanentes a las relaciones de clase propias de la
sociedad industrial, se refleja en la estructura de significación de los concep- 61 R. GHERARDI, G. GOZZI, «Introduzione», en I concetti fondamentali delle scienze sociali
e dello Stato in Italia e Germania tra Otto e Novecento, Il Mulino, Bolonia, 1992, p. 7; R.
tos políticos —confirmando así los elementos cualificadores de la hipótesis GHERARDI, G. GOZZI, «Introduzione», en Saperi della borghesia e storia dei concetti fra Otto e
de Koselleck. Además, la tensión entre doctrina, conceptos y constitución Novecento, cit., p. 9.
(tanto en términos de legitimación, como en términos de polémica política) 62 R. GHERARDI, G. GOZZI, «Introduzione», en I Concetti fondamentali..., cit., p. 7.
pone de manifiesto la necesidad metodológica de una ulterior especificación. 63 Esto representa una realización directa de lo que J. DUNN propone metodológicamente
para acreditar la Begriffsgeschichte. Cf. J. DUNN, Storia delle dottrine politische, Jaca Book,
Milán, 1992, pp. 39-41; J. DUNN, «The History of Political Theory», en The History of Political
58 P. SCHIERA, Il laboratorio borghese, cit., p. 55. Theory and other Essays, CUP, Cambridge, 1992, pp. 11-38, sobre todo pp. 20 y ss. Véase tam-
59 Ibidem, pp. 57-60; M. RICCIARDI, «Linee storiche sul concetto di popolo», cit.; «Lavoro, bién K. PALONEN, Conceptual History as a Perspective to Political Thought, en Y. K. LAKANIEMI,
cittadinanza, costituzione. Dottrina della società e diritti fondamentali in Germania tra movi- A. ROTKIRCH, H. STENIUS (eds.), Liberalism. Seminars on Historical and Political Keywords in
mento sociale e rivoluzione», en R. GHERARDI-G. GOZZI (eds.), Saperi della borghesia e storia Norther Europe, The Renvall Institute of the University of Helsinki, Univ. Printing House, Hel-
dei concetti fra otto e Novecento, Il Mulino, Bolonia, 1995, pp. 119-159. sinki, 1995, pp. 7-23.
60 Cf. G. VALERA, «Storia della scienze e analisi della società: qualche considerazione di 64 Cf. G. GOZZI, Modelli politici e questione sociale in Italia e Germania fra Otto e Nove-
metodo», en Scienza & Politica, I (1989), pp. 7-25. cento, Il Mulino, Bolonia, 1988, p. 11.
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 49 50 Sandro Chignola

las doctrinas ni conocen la rarefacción de la filosofía, en la medida que están constitucional occidental. Esta perspectiva, por tanto, ni afirma la autonomía
permanentemente marcadas por el uso flexible de los conceptos propio de de la dimensión conceptual con respecto al discurso filosófico-político, el
la acción político-estratégico, ni reproducen esos cuadros ideales destempo- cual se caracteriza por examinar el contenido lógico de los conceptos políti-
ralizados que nos permiten trazar historias lineales. Las doctrinas, en suma, cos modernos y las aporías y umbrales de ruptura; ni otorga un relieve espe-
contribuyen a clarificar el «campo de despliegue de la ideología»65. cial a la imaginación teórica por medio de la cual se ha pensado —y no sólo
Justo por esto, las doctrinas desarrollan secuencias argumentales en cuyo a través del filtro de las categorías modernas— teóricamente el problema de
interior los conceptos deben ser analizados según el concreto valor de signi- la política.
ficación asumido. Las doctrinas representan así modalidades irrenunciables La historia conceptual, en la medida que pretende reconstruir los procesos
—históricamente situadas en el corazón de las estrategias de conquista de la históricos reales, con respecto a los cuales se mide la fuerza argumentativa de
hegemonía política— para analizar «las fuerzas sociales y políticas, las ideo- los conceptos implicados para hacer avanzar la conciencia de época, desarro-
logías de las que ellas se hacen portadoras, las instituciones en que aquellas lla una interpretación de la historia que nos aclara el juego de los nexos, de las
doctrinas encuentran su realización»66. Los cambios de significado de los problemáticas y de las categorías con que históricamente se ha expresado el
conceptos aparecen, por tanto, «estrechamente vinculados a las transforma- problema político, y recompone éste según tiempos y modalidades derivados
ciones que experimentan las relaciones de fuerza y las formas de dominio que de la central referencia a la constitución. La historia conceptual se interesa
operan en el interior de la constitución material»67. Pero también, y justo por por las prácticas de legitimación y deslegitimación, de inclusión y exclusión,
esto, son historiográficamente representables sólo si se relacionan con la opi- de acceso o censura que han determinado el discurso político, el cual, por lo
nión pública ya constituida, en cuyo seno únicamente puede darse conflictos demás, ha obtenido (o ha dejado de obtener) reconocimiento constitucional
fundados sobre la potencial movilización colectiva de las ideas. Un proceso, con la asunción, históricamente condicionada, de las coordenadas teóricas y
este último, que, en su forma completa, tiene lugar a partir del siglo XVIII68. de los aparatos disciplinarios del Estado moderno. Asunción con la cual, o
En esta cuestión, la historia de los conceptos se halla conscientemente bien se ha hecho ciencia que desarrolla la innovación constitucional, o bien
ligada a la historia constitucional. La constitución, vista como el lugar donde se ha hecho ideología política que se opone a esta innovación en nombre del
se puede reconocer las instancias proyectivas y estratégicas que se disputan pasado o de una diferente concepción del futuro.
la victoria política, es el terreno utilizado para reconstruir el significado de Los conceptos no pueden ser pensados fuera de aquella área de intercam-
los conceptos. Esta perspectiva, estrictamente vinculada a la metodología de bio entre palabra y concepto que, producida por las ideológicas prácticas
la investigación sociológica-jurídica o histórico-social, se encuentra ligada en colectivas, carga el lenguaje ordinario con una plusvalía política. En este
muchos aspectos al modelo koselleckiano. Estos aspectos son, entre otros, el sentido, la referencia a las fuentes cultas se equipara, en la medida que es
respeto a la matriz histórico-constitucional; el problema de la dinamización un simple reservoir semántico más69, a cualquier otra forma de testimonio
de la síntesis constitucional que se produce a mediados del siglo XIX; la histórico.
constante verificación de préstamos interdisciplinarios y conceptuales entre La versión histórico-constitucional de la historia de los conceptos no
el léxico jurídico-político alemán y el italiano; o el weberianismo implícito se interroga sobre aquella versión que, tras asumir un punto de vista radi-
en una teoría de la historia que pretende reconstruir el tipo ideal de la historia calmente histórico-conceptual, emerge como la condición histórica de una
aproximación a la política (y a sus mismas fuentes teóricas) basada en la
ideologización y en la conexión entre teoría y praxis. Dicha conexión apa-
65 R. GHERARDI, G. GOZZI, «Introduzione» a I Concetti fondamentali..., cit., p. 7.
rece desde luego necesaria, ya que sobre ella se va a constituir el cuadro
66 R. GHERARDI, G. GOZZI, «Introduzione», en Saperi della borghesia s storia dei concetti
fra Otto e Novecento, cit., p. 9. Resulta evidente la deuda directa, casi literal, contraída con de referencias lógico-conceptuales de la ciencia política moderna. Pero, al
Koselleck, para quien «los análisis histórico-conceptuales» van unidos a los «análisis socioló- mismo tiempo, tal conexión se considera históricamente determinada por-
gicos de las situaciones» porque se trata de recavar «la evidencia política de las ideas». Cf. R. que hace referencia a un cambio en la imaginación teórica que inaugura el
KOSELLECK, Crítica y crisis del mundo burgués, cit., p. 10.
67 R. GHERARDI, G. GOZZI, «Introduzzione», en Saperi della borghesia s storia dei concetti
fra Otto e Novecento, cit., pp. 9-10. 69 El punto de vista de la no-exclusividad de las fuentes es, por lo demás, compartido por
68 Cf. J. HABERMAS, Strukturwandel der Öffentlichkeit, Neuwied, Luchterland, 1962; R. el mismo Koselleck y por otros teóricos de la Begriffsgeschichte, cf. R. KOSELLECK (ed.), Histo-
KOSELLECK, Crítica y crisis del mundo burgués, cit. rische Semantik und Begriffsgeschichte, Keltt-Clota, Stuttgart, 1979.
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 51 52 Sandro Chignola

modo específicamente moderno de entender la política. En otras palabras, y un mecanismo fundamental para entender el paso de la teoría a la praxis que
como veremos pronto, la versión ideológica del pensamiento —o su natural se produce en el seno de una específica fase histórica; 3) concede, con el pro-
vinculación al dispositivo estratégico teoría-praxis— no es natural porque pósito de comprender el sentido histórico que tiene la conexión entre la teoría
está del todo ausente, por ejemplo, en el pensamiento político clásico; y, y los procesos de estatalidad moderna, una relevancia fundamental al cuadro
además, se presenta, desde el punto de vista histórico-conceptual, como el de la ciencia, o al proceso de reconocimiento constitucional de las doctrinas
fruto de una construcción históricamente condicionada del objeto político70. y de los saberes; 4) atribuye a la historia de los conceptos el papel de auxiliar
Una secuencia epistemológica, esta última, que es muy anterior a la Sattelzeit de la historia social y de la historia constitucional, con vistas a una recons-
koselleckiana y que debe ser interpretada —como veremos— más allá de la trucción global de los mecanismos lógicos y de las estrategias políticas, eco-
continuidad del proceso de conmutación lineal que ideologiza y politiza, bajo nómicas e institucionales que han determinado la transición constitucional
la forma de doctrina política, contenidos semánticos más antiguos. producida entre los siglos XVIII y XIX; 5) todo esto, en definitiva, persigue
En fin, esta primera versión de la historia de los conceptos aparece fuerte- coherentemente el objetivo de una historización cuidada del pensamiento y
mente inclinada a acentuar el primero de los dos términos, el de historia. Tras una reconstrucción más precisa, típico-ideal, de la experiencia constitucional
asumir los conceptos como simples elementos de las doctrinas, la historia del Estado moderno.
conceptual los historiza relacionándolos con el conjunto de estrategias argu- Se trata de una reelaboración directa de las distintas manifestaciones his-
mentativas y disciplinares que determinan la representación constitucional de tórico-sociales de la ciencia histórica alemana, y cuyo objeto consiste en la
las fuerzas sociales, y después interpreta su valor de acuerdo con las situacio- reconstrucción de los momentos fundamentales de la historia constitucional
nes sociológicamente determinadas del discurso político71. Justo porque está europea. En este sentido, cabe apreciar una filiación directa, aunque tal vez
dirigida metodológicamente al análisis histórico-social de los procesos de sólo reconocida parcialmente, con el modelo de Koselleck; un modelo que
hegemonía reflejados en la constitución material de una fase o de una época desea excluir, justo por su implícita herencia weberiana, la segunda versión
histórica, la historia conceptual se encuentra subordinada a una interpretación interpretativa de la historia de los conceptos.
más global de los procesos históricos, y desempeña un simple papel auxiliar
con respecto a una reconstrucción más intensa del contexto de referencia. 3. Teniendo en cuenta todas esas aproximaciones constitucionales de la
En resumen, esta primera idea directriz de la recepción y reelaboración filosofía política moderna (especial relevancia tiene el modo en que ésta
italiana de la historia de los conceptos —que, a nuestro parecer, queda muy ha anticipado, comprendido y proyectado el sistema de referencias lógicas
connotada en sentido histórico-social debido a la matriz hintzeana que le sirve de la estatalidad moderna) que, aparte de ser coherentes con la perspectiva
de punto de referencia inaugural— despliega coherentemente, y con impor- inaugurada por los trabajos de Schiera, se apoyan en los historiadores que
tantes resultados en la investigación, las siguientes premisas históricas: 1) este último ha introducido en Italia (Brunner, sobre todo, pero también Hin-
valora los elementos del léxico político (o bien los conceptos) en permanente tze, Conze y Koselleck), una segunda dirección de la investigación italiana
relación dinámica con los contextos sociales de referencia, y los asume sólo ha respondido en un sentido más marcadamente filosófico al problema de
en cuanto partícipes del juego de fuerzas y de los conflictos por la hegemonía la formación del léxico político europeo. Para esta segunda perspectiva, la
en los que se expresa la constitución material (Verfassung) de una época his- historia de los conceptos no es tanto la consecuencia de una elección meto-
tórica; 2) asume de forma consecuente la historización de los conceptos como dológica previa, cuanto el resultado de la conexión que se establece entre, de
un lado, la empresa genealógica encargada de reconstruir los aparatos y órde-
70 Valga la referencia a O. BRUNNER, «L’epoca delle ideologie. Inizio e fine», en Per una
nes lógicos fundamentales de las categorías políticas modernas y, de otro,
nueova storia..., cit., pp. 217-240. el descubrimiento de la imposibilidad de traducir estas últimas a esquemas
71 Sobre este punto, cf. las clarísimas obervaciones de P. SCHIERA, «Considerazioni sulla universales y, weberianamente, objetivos, que consigan extraer constantes o
Begriffsgeschichte a partire dai Geschichtliche Grundbegriffe di Brunner, Conze e Koselleck», ecuaciones regulares de la modalidad y de los conceptos de la experiencia
en Società e Storia, 72 (1996), pp. 403-411, para quien la aplicación de la Begriffsgeschichte
al campo de la doctrina («aquí se recoge el universo entero comprendido entre la producción
política occidental. La época de los conceptos políticos modernos —aislada
científica y la ideología») representa, dentro del contexto europeo, la auténtica novedad de esta por la investigación de los textos de la tradición filosófico-política occidental
aproximación metodológica, hasta el punto de reclamar una historia que, «entre otras cosas, debe y organizada, a partir de esta última, como históricamente determinada—
estar escrita en italiano» (p. 411). requiere necesariamente la reconstrucción en términos históricos de los pro-
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 53 54 Sandro Chignola

pios tiempos conceptuales. Asimismo, la adopción de esta última perspectiva Esta segunda línea de interpretación y de investigación, seguida sobre
deja sin sentido el presupuesto relativo a la continuidad de los procesos de todo por el «Grupo de investigación de los conceptos políticos modernos»
transformación que experimentan los elementos y estructuras lógicas del que, desde finales de los años 70, dirige Giuseppe Duso75 en el Instituto
léxico político. de Filosofía de la Universidad de Padua, desarrolla una doble crítica a la
Si se asume que la política moderna no coincide con una sustancia per- Begriffsgeschichte de matriz koselleckiana.
manente, y que consiste más bien en un sistema de conceptos organizado Ante todo, a la propuesta metodológica de Koselleck se le achaca su falta
lógicamente para llenar un vacío72, esto es, para llenar la ausencia de valores de radicalidad. La historia de los conceptos, levantada sobre una noción de
fundacionales y de fundamentos, o para llenar esa nada que pone en relación ciencia histórica sobre la que jamás se discute su contingencia (a pesar de
singularidades iguales y recíprocamente indiferentes73, entonces resulta posi- que el mismo Koselleck es el autor de una importante historia del concepto de
ble (y necesario) interrogarse también sobre los límites74, sobre la influencia historia76), nunca ha afectado a sus propias categorías. Koselleck, por el con-
del vector espacio-temporal y sobre la contingencia histórica de los conceptos trario, atribuye necesariamente valor fundacional a categorías metahistóricas
políticos modernos. La política no puede ser vista como un orden continuo generales (las categorías rigurosamente formalizadas y, por tanto, modernas
desde el punto de vista histórico y temporal, ni puede ser pensada dentro del del tiempo histórico: por ejemplo, pasado, presente, futuro, o experiencia y
marco de la historia sin tener en cuenta las categorías que se encargan de pro- expectativa) que sólo permiten establecer el marco histórico dentro del cual
ducirla. En su declinación moderna, la política debe comprenderse dentro una se engloba diferentes contextos histórico-semánticos. Incluso aquellos que
secuencia organizativa lógica e históricamente determinada; debe insertarse, desconocen la distinción filosófico-histórica (escatológico-cristiana, primero,
por tanto, dentro de un espacio teórico que podemos aislar y reconstruir. y moderna después) entre experiencia y expectativa deberán, a su vez, per-
Si advertimos todo esto, vemos aparecer una segunda modalidad de manecer constitutivamente impermeables a tales instancias interpretativas.
historia de los conceptos que se pregunta por el léxico político moderno. En otros términos, la historia de los conceptos jamás viene desplegada
No pretende la recomposición o reconstrucción de una mapa de conceptos por Koselleck hasta el punto de preguntarse por el proceso histórico de
fundamentales, ni el establecimiento de líneas históricas de conceptos desde aquella misma «transformación científica de la historia»77, que ha permitido
la antigüedad a la época contemporánea, ni intenta establecer —con la ayuda al Lexikon de los Geschichtliche Grundbegriffe homologar experiencias
de una cuidada historización de los usos lingüísticos— instrumentos más 75 Las contribuciones colectivas del grupo de investigación de Padua son las siguientes:
refinados para la elaboración teórico-política, sino que se trata más bien de AA.VV., Per una storia del moderno concetto di politica, CLEUP, Padua, 1977; AA.VV., Il
una potente instancia de crítica y desconstrucción. Si los conceptos políticos concetto di rivoluzione, De Donato, Bari, 1979; G. DUSO (ed.), El contato social en la filosofía
modernos poseen una historicidad específica, entonces será posible denunciar política moderna, Res Publica, Murcia, 2002; G. DUSO (ed.), Il potere. Per la storia della
filosofia politica moderna, Carocci, Roma, 1999; G. DUSO (ed.), Filosofia politica e practica
su pretensión de vigencia universal y objetiva; será posible reabrir la discu- del pensiero. Eric Vogelin, Leo Strauss, Hannah Arendt, Angeli, Milán, 1988. Además de éstas,
sión en torno a ellos y a su intrínseco carácter aporético, así como valorar la son numerosas las investigaciones de los miembros del grupo centradas en la historia de los
universalidad y objetividad de los conceptos políticos modernos por aquello conceptos políticos modernos. Por ejemplo, G. DUSO, Rappresentanza: un problema di filosofia
que son en realidad: resultado de un proceso de sustancialización de los cons- politica, Angeli, Milán, 1988; A SCALONE, Rappresentanza politica e rappresentanza degli
interessi, Angeli, Milán, 1996. También son numerosas las obras sobre autores de la tradición
tructos lógicos de la ciencia moderna, constructos que, por otra parte, tan sólo filosófico-política abordados desde premisas histórico-conceptuales. Por ejemplo, S. CHIGNOLA,
podrán ser desconstruidos si podemos trazar la genealogía de dicha ciencia y Società e costituzione. Teologia e politica nel sistema de Bonald, Angeli, Milán 1993; M.
de sus conceptos. SCATTOLA, La nascita delle scienze dello Stato. Ausgust Ludwig Schlözer e le discipline politiche
del settecento tedesco, Angeli, Milán, 1994; M. MERLO, Vinculum Concordiae. Il problema della
rappresentanza nel pensiero di Niccolò Cusano, Angeli, Milán, 1997; M. SCATTOLA, Dalla
72 Cf. C. GALLI, «Politica: un’ipotesi di interpretazione», en Filosofia Politica, III, 1 virtù alla scienza. La fondazione e la trasformazione della disciplina politica nell’età moderna,
(1989), pp. 19-39; y La «macchina» della modernità, Il Mulino, Bolonia, 1991, pp. 83-141. Angeli, Milán, 2003.
Sobre este tema debe verse del mismo autor, Genealogia della politica, Carl Schmitt e la crisi 76 R. KOSELLECK, «Historia magistra vitae», en Futuro pasado, cit., pp. 30-54. Pero tam-
del pensiero politico moderno, cit. bién «Einleitung» a la voz Geschichte, Histoire en Geschichtliche Grundbegriffe, vol. 2, cit.
73 Véase la reelaboración de motivos de J. L. NANCY y P. LACOUE-LABARTHE, en R. ESPO- 77 A. BIRAL, «Koselleck e la concezione della storia», en Filosofia politica, 1 (1987), y
SITO, Communitas. Origine e destino della comunità, Einaudi, Turín, 1998. ahora en Storia e critica della filosofia plitica moderna, Angeli, Milán, 1999, pp. 251-257. Este
74 Sobre el tema del límite, y de los términos de la política moderna, cf. R. ESPOSITO, «Ter- planteamiento crítico de Biral ha jugado un papel casi fundacional en la recepción filosófico-
mini della politica», en Micromegas, 1 (1994), pp. 147-174. política de la Begriffsgeschichte por parte del grupo de Padua.
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 55 56 Sandro Chignola

históricas drásticamente diferentes, y trazar historias de los conceptos que Los conceptos no tienen historia porque no canalizan un núcleo racional
recomponen la parábola que nos lleva desde la antigüedad al mundo contem- constante del que pueda ser extraída la historia. Partir del presupuesto de este
poráneo. Al contrario, el problema de la historia de los conceptos, a pesar de núcleo significaría contradecir la premisa teórica misma de la Begriffsgeschi-
los exordios brunnerianos, no es el problema de la historia de todos los con- chte, y asumir de nuevo los conceptos como entidades universales generales,
ceptos políticos, sino de los conceptos políticos modernos. Es el problema de en cierto modo constantes, aunque en movimiento o en transformación. Sólo
cómo se ha producido la síntesis lógica (o la revolución, si se prefiere) de la de los conceptos modernos es en verdad posible decir que han tenido una
modernidad política. Volveremos sobre este tema. historia, ya que su génesis es históricamente determinable, y, además, sólo
En segundo lugar, el modelo koselleckiano prescinde de la acentuación con ellos comparecen las categorías formales de la representación histórico-
histórico-semántica. Lo que está aquí en cuestión no es la historia social de historiográfica.
las palabras, o el proceso de valoración que, dotando a las palabras de plus- Y aún más. Si la historia de los conceptos se limitase a esto, entonces no
valía política, las transforma, desde el punto de vista de la acción colectiva, haría sino asumir acríticamente y como objetivo el cuadro de referencias y de
en conceptos. Y todavía menos está en cuestión la intención de disolver la coordenadas de la ciencia moderna, proyectándolo retrospectivamente sobre
potencia lógica de los conceptos políticos modernos a través de extenuantes la historia a través de la historia de sus componentes conceptuales singula-
procedimientos de contextualización. Lo que aquí está en juego no es una res. Y lo haría como si al dispositivo teórico de la modernidad se le pudiera
perspectiva exquisitamente historicista. El verdadero problema, al que sólo adscribir historicidad y se pudiera extender sus categorías a toda la historia,
se puede ofrecer una solución en términos histórico-conceptuales, es el de la como si se pudiera universalizar el dispositivo lógico de la modernidad, pro-
génesis de la filosofía política moderna como ciencia política moderna. ducir la objetividad del mismo y ajustar a él toda diferencia, y, finalmente,
Desde este punto de vista, lo que asume el modelo de Koselleck, cuyas como si se pudiera desvelar sus aporías constitutivas y sus aspectos condicio-
consecuencias lógico-teóricas se radicalizarán más tarde, es esencialmente el nales sin interrogarse sobre la legitimidad histórica de los conceptos moder-
presupuesto (originariamente nietzscheano) de que los «conceptos no tienen nos, sobre su relatividad y sobre su determinación. En este sentido, y justo
historia»78. Que los conceptos no tengan historia y, sin embargo, contengan por esto, la historia conceptual no aspira, como ha podido escribir Duso, a «la
una historia, significa fundamentalmente que los conceptos no pueden ser recopilación de los diversos significados que los conceptos han tenido en el
asumidos como entidades idénticas a sí mismas y, por tanto, permanentes; curso del tiempo, sino más bien a reconstruir el proceso mediante el cual se
que cambian su significado en relación con los contextos históricos atravesa- ha formado los significados que tienen los conceptos modernos»80.
dos; y que se despliegan o proyectan sobre el plano cronológico y temporal Por estos motivos, esta segunda propuesta italiana de la Begriffsgeschichte
de la historia. Una advertencia, esta última, igualmente extraída de las mis- renuncia a algunos de los aspectos más significativos del modelo de Kose-
mas voces en las que los Geschichtliche Grundbegriffe recogen las historias lleck (la forma del léxico, la teoría del proceso de conmutación, el anclaje en
de los conceptos singulares79. la historia social), y, además, utiliza un dispositivo teórico diferente y más
radical. Esta segunda propuesta se centra en la investigación de la cesura
78 «Los conceptos como tales no tienen historia. Ellos contienen historias, pero no que abre la modernidad política, y que sólo puede ser asumida analizando
tienen ninguna.» (R. KOSELLECK, «Begriffsgeschichtliche Probleme der Verfassungsgeschi-
chtsschreibung», en W. CONZE (ed.), Theorie der Geschichtswissenschaft und Praxis des Ges-
críticamente —y desde el interior— la constelación de los conceptos y de las
chichtsunterrichts, Klett-Cotta, Stuttgart, 1972, p. 14). El tema se recupera con intenciones de categorías políticas modernas históricamente determinadas. Sólo partiendo
fundamentación teórica en G. DUSO, «Storia dei concetti como filosofia política», en Filosofia del problema histórico-conceptual del origen y del significado históricamente
politica, XI, 3 (1997), pp. 396-426, ahora en La Logica del potere. Storia concettuale como filo- determinado de los conceptos políticos modernos resulta posible, según esta
sofia politica, Laterza, Roma-Bari, 1999, pp. 3-34, especialmente pp. 5 y ss.
79 Baste la referencia a la voz Herrschaft (Geschichtliche Grundbegriffe, vol. 3) citada
perspectiva, trazar los límites de amplitud (en sentido histórico-conceptual)
muchas veces en el contexto del debate sobre la Begriffgeschichte como el ejemplo más logrado. y de contenido (en sentido lógico) del dispositivo conceptual por medio del
Cf. M. RICHTER, The History of Political and Social Concepts, cit., pp. 58 y ss. Secundar la cual se ha pensado en términos modernos el problema de la política. Sólo así
premisa que quiere la semántica del poder, construida lógicamente sobre la relación mando/ aquellas formas de pensamiento alternativas (o, más sencillamente, histórica-
obediencia, significa proyectar indebidamente hacia atrás, recalcando de manera inconsciente
la categorización weberiana, una modalidad exclusivamente moderna de interpretar la relación
política. Sobre este punto, cf. O. BRUNNER, «Osservazioni sui concetti di dominio e di legitimità» 80 Cf. G. DUSO, «Historisches Lexikon e storia dei concetti», en Filosofia politica, VIII
(1962), en Filosofia politica, I, 1 (1987), pp. 103-120. (1994), pp. 109-120.
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 57 58 Sandro Chignola

mente irreductibles a las convencionales) sobre la política, o sobre lo que en política occidental83. Lo que está en juego es el problema de la especificidad
la antigüedad se llamaba lo común (koinón), pueden sustraerse a la jaula de (o de la parcialidad) de las categorías políticas modernas, así como el mon-
hierro de su modalidad de representación. tante de crítica que es posible reivindicar con respecto a tales categorías, una
Un primer efecto de este planteamiento es, por tanto, vaciar de sentido vez que se haya renunciado a su pretensión de universalidad.
aquel presupuesto tácito de la representación historiográfica destinado a eter- Este cambio se ha producido en dos tiempos. En primer lugar, se ha
nizar —y a pensar weberianamente como objetivos— categorías y conceptos recogido el presupuesto de Koselleck, según el cual el problema por exce-
que son propios del horizonte del dispositivo moderno, y cuyos componentes lencia de la historia de los conceptos es la disolución del mundo antiguo y
y lógica se trata ahora de estudiar. En este sentido, a conceptos como Estado, el nacimiento del moderno (die Auflösung der alten und die Entstehung der
sociedad o pueblo no les corresponde ninguna realidad objetiva, ya que modernen Welt)84. La historia de los conceptos debe preguntarse a partir de
tan sólo son modalidades (típicamente modernas) a través de las cuales se ahora por el lugar de aquella fractura, por su colocación temporal, y por «cuá-
construyen formas históricamente determinadas de relación política entre los les y de qué tipo son las condiciones» que la han producido85. En segundo
hombres; mientras que a conceptos como derechos humanos, libertad, igual- lugar, y una vez superado el presupuesto brunneriano, en virtud del cual se
dad o democracia, pensados, en general, bajo la forma del valor, y por ello ha criticado la irreflexiva atribución de un carácter científico al concepto de
sustraídos a la influencia histórica, se les deberá retirar toda vaga connotación historia con el que trabaja Koselleck86, la interrogación histórico-conceptual
de atemporalidad81. Es posible, por lo demás, que solamente se pueda pensar del léxico político moderno no podrá detenerse en el descubrimiento de la
algo así como la libertad —en el sentido de la autonomía individual de una fractura que contrapone los horizontes de sentido recíprocamente intradu-
voluntad que es reconocida a todos como autonomía universal— dentro del cibles (aquel antiguo y aquel moderno), sino que debe llegar a una radical
mundo clásico levantado sobre la institución de la esclavitud y sobre una «problematización del presente», que, a su vez, «debe siempre ser reiniciada
noción esencial de naturaleza, según la cual «las cosas no pueden ser de otro desde el principio», y de esta manera asumir una premisa teórica fuertemente
modo que como son»82. antihistoricista, la cual no puede ser satisfecha con la simple asignación de
Las consecuencias de este planteamiento del problema son evidentes. De los propios conceptos a una época determinada; premisa que, además, ope-
un lado, se reabre lo que Max Weber había cerrado. Al sistema de conceptos rará siempre de nuevo con la plena conciencia de las condiciones que el pre-
de la ciencia política moderna no le corresponde ninguna realidad inmediata sente —o bien nuestro horizonte lógico— impone sobre el modo de pensar la
o considerada desde el punto de vista sociológico; además, esta misma reali- política y sus conceptos87.
dad, que se nutre de conceptos históricamente condicionados, no es más que El trabajo sobre el léxico político no puede ser, si seguimos esta dirección
el fruto de una construcción teórica precisa. No hay objetividad, por tanto, de investigación, más que un trabajo crítico desplegado sobre el horizonte
a la cual se pueda acudir para resolver el problema conceptual de la política de sentido de lo moderno y, por supuesto, sobre la modalidad por medio de
moderna. De otro lado, la eliminación genealógica de la atemporalidad de los
conceptos (supuestamente universales) los torna históricos y los expone a su
vez a la investigación genealógica. 83 Este presupuesto ha sido atacado por la continuidad que se establece entre los conceptos
de político, moderno y estatal, y en nombre de la incompleta asunción de la política por parte
Con esto, el weberianismo de fondo es completamente eliminado del del Estado. Cf. L. ORNAGHI, «Sui concetti e le loro propietà nel discorso politico moderno», en
modelo de Koselleck. El problema no consiste en lograr la recomposición Filosofia politica, IV, 1 (1990), pp. 57-73, sobre todo las pp. 59-63, y su «Prefazione» a R. KOSE-
del léxico político europeo a través de la reconstrucción de las historias de LLECK, CH. MAYER, Progresso, Marsilio, Venecia, 1991, pp. IX-XVIII.

los conceptos singulares; ni en salvaguardar, gracias al plano universal de 84 Cf. R. KOSELLECK, «Einleitung» al Lexikon dei Geschichtliche Grundbegriffe, cit. p. 14.
Sobre este punto, G. DUSO, La logica del potere, cit., p. 12. P. DE BOER, en su obra The Historio-
la ciencia histórica, la perfecta traducción lógica de los conceptos antiguos graphy of German Begriffsgeschichte and the Dutch Project of Conceptual History (cit., pp. 14
en modernos, para poder valorar las instancias de continuidad y de transfor- y 24) hace notar, por lo demás, que este problema de Koselleck —el problema de la Sattelzeit
mación que intervienen en el proceso de conceptualización de la experiencia que inaugura la modernidad— ha sido directamente tomado de O. BRUNNER y de su Land und
Herrschaft.
85 G. DUSO, La logica del potere, cit., p. 13.
86 A. BIRAL, Storia e critica della filosofia politica moderna, cit., pp. 255-256.
81 La logica del potere. Sotoria concettuale come filosofia política, cit., p. V. 87 Éste es el resultado más radical del razonamiento programático de G. DUSO, La logica
82 ARISTÓTELES, Met., V, (D), 1015b 5. del potere, cit., pp. 27-29.
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 59 60 Sandro Chignola

la cual el dispositivo lógico de las categorías y de los conceptos, eterniza- cuales «el alma domina el cuerpo con la autoridad del señor91») que otorgan
dos y naturalizados como conceptos universales de la moderna y científica a los mejores la supremacía. Alrededor de estas figuras del arché racional se
historia, sigue condicionando la aproximación a la pregunta filosófica por organizan los diversos tipos de intercambio político en el mundo clásico y
la acción política. Por tales razones, esta perspectiva histórico-conceptual se premoderno. En concreto, tales figuras se basan en el presupuesto de la natu-
ha movido en una dirección propia: 1) ha iniciado una investigación sobre la ral desigualdad de los hombres (que en el orden social difieren entre sí de un
Trennung entre antiguo y moderno que debe comenzar antes de la Sattelzeit modo similar a como difieren las partes de un conjunto), y en la vigencia de
(o Schwellenzeit, como ahora parece preferir Koselleck) entre los dos tiempos una serie de relaciones que exige de quien gobierna, si es que quiere dominar,
históricos88; 2) ha problematizado el carácter de cumplimiento de la moder- la pericia y la sabiduría práctica propia de aquellos que siempre están en con-
nidad, y reabierto el problema filosófico de lo político a partir de la crítica diciones de dominar la ocasión.
realizada al sistema lógico de los conceptos modernos. Como es fácil de ver, pericia y sabiduría práctica, así como el autogo-
En el proceso que conduce a la revolución de la modernidad política jue- bierno del sabio, tienen mucho más que ver con el mundo de la virtud que
gan un papel fundamental la filosofía moral y política del mecanicismo y las con el de la ciencia. Por ello se puede explicar la insistencia —de Cicerón a
doctrinas del pacto social. En este contexto, que ha de entenderse en términos Jean Bodin— en la metáfora del gubernator rei publicae como timonel de la
sustancialmente lógicos y no histórico-temporales, puesto que se forja un nave del Estado92. Durante siglos, el topos alude a la apología de un orden
dispositivo de categorías y de conceptos con los que se pensará la política político que, por referirse a un complejo conjunto de partes (la diferencia
hasta la crisis del siglo XIX89, cambia radicalmente el sistema de referen- natural entre los hombres, entre padre e hijo, entre macho y hembra, entre
cias antropológicas sobre las que se funda la reflexión ético-política. Lo que noble y plebeyo, entre los diferentes órdenes y estamentos de la sociedad
se produce es el fin del larguísimo período dominado por un aristotelismo corporativo-estamental), requiere del gobernante la virtud de la sabiduría y de
cristiano difuso, y el triunfo, a partir de las guerras de religión y del naciente la mediación. Este aspecto práctico y prudencial de la virtud desaparece con
individualismo burgués, de una nueva fundación epistemológica, la cual se la revolución —anticipada por el derecho natural— que introduce la igualdad
basa tanto en la irreductibilidad física de la acción, como en la necesidad y destruye la posibilidad de un orden fundado sobre la inmediata legitimidad
de una mediación política de la crisis capaz de descomponer toda topología del gobierno de los mejores.
consolidada de los ordenes naturales. Las investigaciones de Alessandro Biral se han centrado en los aspectos
La ciencia política moderna nace como consecuencia del agotamiento unitarios de esta crisis. Montaigne es el primero en aclarar esa confusa inter-
consciente y científico del sistema lógico de gobierno que partía de la estruc- pretación de la política que tradicionalmente se ha fundado en el primado
tura del alma del individuo —sabio, en cuanto era capaz de autogobierno—, de la virtud y de la sabiduría, y en comprender el estimulante reto planteado
y englobaba progresivamente las formas naturales y políticas de socialización por una dimensión histórica que reclama la necesaria neutralización política
humana. Puesto que es natural que, «en todas las cosas que se descomponen de las pasiones, y no la simple exigencia de moderación a los individuos
en una pluralidad de partes y forman una sola entidad común», exista el privados. Frente a las imposiciones de un mecanismo jurídico que, como el
que manda y el que obedece (así como en el ser vivo, compuesto de alma de la obligación político-moderna, se basa en la neutralidad del dispositivo
y cuerpo, es natural que la primera mande sobre el segundo),90 es también mando-obediencia asociado a la forma-ley, «el sabio —como ha escrito Ales-
natural que, en el interior del oikos y en la ciudad, en la cual se aplica el arché sandro Biral— ya no es la figura de un buen padre de la casa o de un buen
a hombres libres, rija un conjunto de relaciones jerárquicas (en virtud de las gobernante, sino exclusivamente la de un individuo privado93».
Teniendo en cuenta la genealogía de todas esas distinciones fundamen-
tales sobre las cuales se sustenta la fundación lógica de las categorías y de
88 Una datación previa de la Schwellenzeit en el siglo XVII tardío ha sido propuesta para
el léxico político francés. Cf. R. REICHARDT, E. SCHMIDT, G. VAN DEN HEUVEL, A. HÖFER (eds.), 91 Pol. Y, (A) 1254b 5.
Handbuch politisch-sozialer Grundbegriffe in Frankreich (1680-1820), Oldenbourg Verlag, 92 Sobre el uso político de las metáforas y sobre la metáfora de la nave del Estado, cf.
Munich, 1985. RIGOTTI, Metafore della politica, Il Mulino, Bolonia, 1989, pp. 41-60; Il potere e le sue metafore,
89 Cf. G. DUSO, «Pacto social y forma política», Introducción a El contrato social en la Feltrinelli, Milán, 1992.
filosofía política moderna, cit., p. 47; La rappresentanza, cit.. 93 A. BIRAL, Montaigne e Charron. Etica e politica nell’epoca delle guerre di religione
90 ARISTÓTELES, Pol. Y, (A) 1254a 35. (1982), ahora en Storia e critica della filosofia politica moderna, cit., p. 72.
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 61 62 Sandro Chignola

los conceptos modernos, la distinción entre público y privado es fruto de la (societas civilis), a diferencia de la sociedad de los antiguos (politiké koi-
despolitización de la virtud (desde Montaigne hasta Charron, los libertinos nonía), ya no puede ser representada como un cerrado compuesto al que se
y Bodin), y opera a favor de la Ersatz que defiende la sustitución de la sabi- aplica una lógica prudencial de gobierno, pues se ha convertido en un espa-
duría por la razón pública encarnada en el soberano94. A partir de ahora, la cio dentro del cual los individuos, una vez liberados del sometimiento y del
virtud pasa a ser exigible únicamente en la esfera relativa a las opiniones y a dominio, pueden conducir libremente su propia vida, pero con la condición
los comportamientos privados, mientras que el sabio, en relación con su par- de que obedezcan las leyes y respeten la igualdad y libertad de los otros98.
ticipación en la vida política, deberá someterse forzosamente al imperativo La distinción entre la moderna societas sine imperio (libre «federación
público de la ley. De este modo, la completa fundación teórica e institucional de egoísmos racionales», «multiplicidad de libertades escindidas», que se
de la antigua constitución europea —para retomar la expresión de Otto Brun- reconocen iguales e independientes gracias a la forma de la ley) y la antigua
ner—95 comienza a vacilar. Confinado en el ámbito de lo privado, el Haus- societas cum imperio (fundada sobre una desigualdad o diferencia interna
vater, el macho libre, adulto y sabio de la tradición aristotélica, deja de ser que el gobierno sanciona)99, y la distinción fundamental que se halla en la
el fundamento de la cadena política que parte de la «casa como complejo96» base del dispositivo lógico del pacto social —cuya época coincide, para esta
y llega hasta la esfera de participación ciudadana, y se convierte ahora en un segunda interpretación italiana de la Begriffsgeschichte, con la época de los
simple súbdito del Estado. conceptos políticos modernos—100, van a ser decisivas para comprender la
Sabio, en el contexto de las guerras de religión, ya no es aquél que intenta temática constitucional de los últimos siglos. Uno de los resultados, en apa-
imponer un discurso público caracterizado por su moderación y buenos con- riencia más desconcertantes, de tales planteamientos interpretativos consiste
sejos, sino el hombre que ha comprendido que la anarquía y la revuelta sólo en notar que los efectos de esta lógica, la cual alcanza su expresión más
pueden ser superadas con la ayuda de un poder unitario, soberano y capaz de estricta y potente con el absolutismo y con Hobbes, llegan hasta la Revolu-
definir —del mismo modo y para todos— los criterios públicos de acción. ción Francesa e incluso más lejos101.
Por una feroz ironía de la historia, la legalidad se convierte así en la forma Según el modelo de la Begriffsgeschichte propuesto por Biral, los concep-
terrena —la única posible— de la justicia, y el Estado en el garante de la paz tos políticos modernos no pueden entenderse sin la revolucionaria igualdad y
y de la igualdad de los súbditos. sin la conversión de la ética en ciencia. Estos dos hechos nos permiten com-
La cesura entre interno y externo, entre público y privado también sirve prender por qué el autodominio del sabio es sustituido por la regularización
para explicar la Trennung entre el mundo antiguo y el mundo moderno. Sólo legal o estatal de las acciones. La influencia del mecanicismo es una de las
en el mundo moderno los individuos, iguales ahora gracias a un poder que principales claves por las que se abandona aquella ética clásica centrada en la
les ha liberado del sometimiento y de la dependencia de otros hombres, frónesis o en la acción flexible. Regularizar y hacer previsible el comporta-
pueden llegar a ejercer la razón de manera privada —aunque ello también miento de los hombres, garantizar la seguridad de los ciudadanos privados, y
ha sido objeto de una áspera crítica política, como ha recordado el mismo no su felicidad, y, sobre todo, coordinar dicha búsqueda de seguridad con el
Koselleck97. El citado poder garantiza que el ejercicio de la razón privada se presupuesto revolucionario de la igualdad, son los fines que asume la nueva
realice sin interferencias y de manera pacífica. La sociedad de los modernos ciencia política.
De este modo, las teorías del contrato social, o el sistema de los conceptos
y de las lógicas sobre las que se basa el discurso de la soberanía, se encuen-
94 A. BIRAL, Per una storia della sovranità (1991), ahora en Storia e critica della filosofia
politica moderna, cit., pp. 275-318. 98 G. DUSO, «Fine del governo e nascita del potere», en La Logica del potere, cit., p. 55-
95 Cf. en particular O. BRUNNER, Adeliges Landesleben und Europäischer Geist, Otto 85; A. BIRAL, «Hobbes, La società senza governo» (1987), ahora en Storia e critica della filoso-
Müller Verlag, Salzburg, 1949; trad. it. de G. Panzieri, Vita nobiliare e cultura europea, fia politica moderna, cit. pp. 83-143, en particular pp. 108-109.
Il Mulino, Bolonia, 1982. Se trata de la investigación con la que Brunner abandona la 99 A. BIRAL, «Hobbes, la società senza governo», cit., p. 109.
Volksgeschichte germánica —también con la finalidad de conseguir su rehabilitación teórica 100 G. DUSO, «Pacto social y forma política», cit., pp. 9 y ss.
en una época de desnazificación— e intenta abrirse a la Strukturgeschichte comparada con 101 A. BIRAL, «Rivoluzione e costituzione del 1791», en Storia e critica della filosofia
ambiciones europeas. politica moderna, cit., pp. 207-225. G. DUSO, «Rivoluzione e costituzione del potere», en Il
96 Hago referencia, como es obvio, a O. BRUNNER, «La casa como complesso e la antica potere, cit., pp. 203-211. Que Hobbes pudiese ser considerado «el padre de todos los jacobinos»
economica europea», en Per una nuova storia, cit., pp. 133-164. era un dato ya sabido por K. L. VON HALLER, La restaurazione della scienza politica (1816-
97 R. KOSELLECK, Crítica y crisis del mundo burgués, cit. 1834), ed. de M. Sancipriano, UTET, Turín, 1963-1981, vol. I, p. 153.
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 63 64 Sandro Chignola

tran en el origen de las constelaciones de conceptos políticos modernos. El una entidad política construida en términos exclusivamente representativos.
problema de lo justo desaparece y es sustituido por el de la legalidad. Los Sólo en nombre de la soberanía del pueblo es posible en sentido moderno
hombres son libres porque son iguales en cuanto a su voluntad. El cuerpo legitimar actos de gobierno. Y, sin embargo, la existencia de algo así como la
colectivo, que se deriva de la unión de las libertades individuales, no podrá, soberanía del pueblo es únicamente posible por la acción del representante,
por tanto, tolerar ninguna diferencia ni privilegiar perspectivas parciales. y, en consecuencia, sólo puede darse en el marco de una radical despolitiza-
Por este motivo, la expresión política de la voluntad del cuerpo colectivo ción de la posibilidad de acción de los individuos singulares o concretos. En
deberá ser única. La unicidad de la voluntad soberana no podrá ser producida el corazón de la modernidad aparece así un dispositivo lógico que expropia
más que a través de la representación; y se legitimará exclusivamente con al individuo de su propio poder, el cual es transferido a los aparatos jurídicos
argumentos racionales, ya que con el presupuesto de la igualdad se ha desva- que garantizan la seguridad, especialmente en el tema de la propiedad.
necido también la legitimidad de las lógicas del gobierno natural, las cuales Como se puede deducir con facilidad del ejemplo anterior, sería imposible
organizaban las pulsiones divergentes de las diferentes partes del cuerpo trazar la historia del concepto de pueblo sin hacer referencia a los conceptos
político y sus intereses parciales. «Fin del gobierno y nacimiento del poder» de representación, derecho, voluntad, legitimidad o soberanía. Por ello, esta
es otro modo de expresar, según la fórmula de Duso, la disolución del mundo segunda dirección interpretativa, a pesar de asumir como problema propio el
antiguo y el nacimiento del moderno102. léxico político europeo de la edad moderna, no pretende reconstruir la histo-
Individuo, igualdad, sujeto, libertad, voluntad, derechos, representación, ria de los conceptos singulares, sino más bien analizar el dispositivo lógico
legitimidad y soberanía, entre otros, son los conceptos fundamentales de la común a todos ellos. Y de este cuadro unitario, que engloba los conceptos
modernidad que, según esta propuesta, se hallan estrechamente relacionados implicados en los textos clásicos del pensamiento político moderno, inves-
con una política que parte de la transformación de la ética en ciencia (lo cual tiga su complejo contenido y su expresión constitucional104. Se trata de una
produce, a su vez, aquella conversión de la historia en ciencia que Koselleck cuestión fundamental que se repite en varias ocasiones. La perspectiva histó-
discute por ser irreflexivamente asumida)103, pero también con las categorías rico-constitucional, como hemos tenido ocasión de recordar, no opera como
de la forma jurídica moderna. Lo político coincide ahora con lo jurídico. El simple opción metodológica. Instrumentos (los conceptos) y modalidad (la
léxico político moderno genera un dispositivo lógico en virtud del cual cada perspectiva histórico-conceptual) de investigación son exigidos por el mismo
uno de los conceptos hace referencia a los otros, y ninguno de ellos a una objeto (el léxico político moderno) que debemos investigar. Este objeto nos
realidad externa. No hay valores, ni realidad histórica objetiva, a los que se lleva a elaborar un mapa de los elementos fundamentales o, en todo caso, a
pueda exigir el deber de otorgar una sustancia a los procesos constituyentes establecer el elenco de los conceptos necesarios para comprender las distintas
por medio de los cuales los conceptos políticos modernos ordenan la reali- formas de la política moderna, y a reclamar una perspectiva hermenéutica
dad. que asuma su absoluta discontinuidad con respecto a cuanto la precede
Y así, por ejemplo, al concepto de pueblo no se le puede asignar ninguna históricamente. Una discontinuidad que parte de la revolución que implica
referencia sociológica. Se trata de una posición repetida por Duso. En su el nuevo dispositivo lógico encargado de poner en relación (y en recíproca
opinión, el pueblo no existe fuera del cono de sombra proyectado por las tensión) los conceptos políticos modernos.
categorías políticas modernas, las cuales construyeron la subjetividad del No por causalidad, el otro motivo en el que se centra esta segunda inter-
pueblo gracias a la erosión de la sociedad corporativa y a la asunción de la pretación italiana del léxico político —después de la reducción científica de
universalidad del querer. El pueblo existe en el léxico político moderno como la ética que se encuentra en la base de la distinción entre público y privado—
portador de voluntad y como sujeto político, sólo en cuanto se trata de un consiste en esa ideologización del pensamiento que transforma los conceptos
compuesto indiferenciado en el interior (lo que es lógicamente posible des- en elementos aptos para organizar la realidad. El establecimiento de una
pués de que se produzca el agotamiento semántico —en nombre del principio
de igualdad— de la articulación social en estamentos, órdenes o éstats) y de
104 También en el caso del volumen titulado Il potere. Per la storia della filosofia politica
moderna, así como en los volúmenes que recogen el resultado de las investigaciones histórico-
102 Cf. G. DUSO, «Fine del governo e nascita del potere», cit. conceptuales de Alessandro Biral y de Giuseppe Duso, la reconstrucción se articula a través
103 Cf. A. BIRAL, «Koselleck e la concezione della storia», cit., pp. 252 ss. Es el pasaje de problemas y autores, y no a través conceptos, pues se pretende privilegiar el análisis de un
que traduce la ética en ciencia social. dispositivo lógico, y no la reconstrucción histórica de los semas de un léxico.
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 65 66 Sandro Chignola

relación prescriptiva entre teoría y praxis es esencialmente moderna105. La Alessandro Biral, recupera, al final del recorrido histórico-conceptual, la
modernidad política, a diferencia del pensamiento antiguo, parte del presu- dimensión estrictamente filosófica de la investigación107.
puesto de que es posible extraer de la praxis un modelo racional y perfecto, La segunda consecuencia se refiere a que las fuentes investigadas desde
que debe ser después aplicado a las relaciones histórico-sociales. Una vez este enfoque serán tan sólo aquellas en las cuales ha cristalizado con mayor
más, la Trennung se halla relacionada con las teorías del contrato social: «Un fuerza el flujo constituyente de la teoría política moderna. De ahí que, a
escenario radicalmente nuevo se observa a partir de las teorías políticas que, través de los autores y de los textos de la filosofía política moderna (grosso
de Hobbes en adelante, consideran al pacto social como el origen de la socie- modo, desde Hobbes a Weber y Schmitt), se pretenda buscar sobre todo las
dad civil y del poder político. Este nuevo pensamiento se impone la tarea de fases relativas a la imaginación, consolidación y crisis del dispositivo teórico
construir una teoría racional y rigurosa que tenga como modelo las exactas de la ciencia política moderna. Por tanto, no se trata de una historia de los
ciencias matemáticas, y que sea capaz de justificar mediante este modelo conceptos, ni de una investigación centrada en aislar los semas con vistas a
racional la diferencia abierta entre soberano y súbdito»106. establecer un léxico de los conceptos políticos modernos, sino más bien de un
De la geometría de la disciplina ética se deriva una geometría del pensa- análisis crítico de la lógica que ha presidido, sobre la base del fin de la polí-
miento que, en la medida que puede producir modelos racionales y demostrar tiké episteme de los antiguos, la constitución de la teoría política moderna;
matemáticamente la exactitud de sus propios presupuestos, resulta capaz de análisis que, por lo demás, se centra en los autores y lugares de mayor densi-
axiomatizar la relación del hombre con la realidad. El pensamiento (la teoría dad teórica, en los que más han influido sobre la praxis constitucional de la
permite neutralizar la experiencia política cotidiana en la que se reafirma la época moderna. Esta elaboración crítica del léxico político moderno, cuyas
transcendencia de las ideas de lo justo y del bien, tal y como sucede en la aporías y descartes constitutivos venimos comentando, niega, por un lado,
filosofía platónica) asume la función de organizar la praxis, y se convierte en las pretensiones de universalidad y de vigencia objetiva del pensamiento
el principio que estructura y legitima la obligación política. No puede existir moderno, y afirma, por otro, la coincidencia de la historia de los conceptos
aquí —en el espacio moderno— una relación de mando y obediencia que no con la filosofía política. Ésta es la tesis de Giuseppe Duso, quien nos recuerda
esté legitimada en términos exclusivamente racionales. De la misma manera, el vínculo extrínseco permanente que se da entre las categorías políticas
no puede existir una organización de la política que no proceda directamente modernas, cuya unidad de fondo se afirma sobre el oximoron libertad/poder
de un modelo teórico cualquiera. En suma, la revolución epistemológica de la (o bien sobre la igualdad y la tutela de la libertad que hace posible la juridi-
ciencia política moderna (y de sus conceptos) parte de este hecho. zación del Estado), y la filosofía, siempre centrada en abordar críticamente el
De todo ello podemos extraer, al menos, dos importantes consecuencias problema de la neutralización moderna de la teoría y del bien108.
para la metodología histórico-conceptual. La primera consiste —una vez
más— en que sólo se puede acceder al pensamiento antiguo si evitamos
107 «Más allá de la ciencia política no cabe apreciar ningún otro saber y, desde luego,
hipostasiar o universalizar las categorías de la ciencia política moderna. No ningún otro saber del cual la política pueda extraer las reglas que hacen justo y verdadero su
existe algo así como la teoría política antigua, si es que con estas palabras gobierno. La política no es un saber que se aplique a la ciudad, como si la ciudad fuese un objeto
entendemos algo parecido al dispositivo lógico a través del cual el pensa- sobre el cual es posible una comprensión externa y sobre el cual es posible intervenir desde el
miento moderno plasma la realidad. Por el contrario, el pensamiento filo- exterior, sino que, por el contrario, se trata de un saber inseparable de quien ha encontrado, y
sabe encontrar siempre de nuevo, su propia medida, y a esto sólo se puede llegar viviendo dentro
sófico-político antiguo sólo podrá ser explicado como una formulación de de la ciudad y manteniendo un diálogo ininterrumpido con sus ciudadanos.» (A. BIRAL, Platone
aquella pregunta acerca de lo justo y del bien, que había sido descartada y e la conoscenza di sé, Laterza, Roma-Bari, 1997, p. 178).
ocultada por la ciencia política moderna. En este sentido, la vía abierta por 108 Cf. G. DUSO, «Storia concettuale come filosofia politica», cit. El retorno, en el cora-
zón de las aporéticas categorías de la ciencia política moderna, de las temáticas esencialmente
filosóficas ha sido tratado, por parte del grupo de investigación de Padua, a través del estu-
dio de autores (Leo Strauus, Eric Vögelin, Hannah Arendt) que han vuelto a proponer, como
consecuencia de la crisis sufrida durante la primera mitad del siglo XX por la ciencia política
postweberiana, la irreductibilidad de lo filosófico. Cf. G. DUSO (ed.), Filosofia politica e pratica
105 Esta es una de las diferencias entre este segundo modelo de recepción y el estudiado del pensiero. Eric Vögelin, Leo Strauss, Hannah Arendt, Angeli, Milán, 1988; AA.VV., «Crisis
en el §2. Entre las fuentes que le inspiran cabe mencionar O. BRUNNER, «L’epoca delle ideologie. della scienza politica e filosofia. Voegelin, Strauss e Arendt», en Il potere, cit., pp. 429-448; S.
Inizio e fine», cit. CHIGNOLA, Pratica del limite. Saggio sulla filosofia politica de Eric Voegelin, Unipress, Padua,
106 G. DUSO, «Pacto social y forma política», cit., p. 23. 1998, pp. 183 y ss.
Historia de los conceptos, historia constitucional, filosofía política… 67

En resumen, esta segunda modalidad de aproximación a la Begriffsgeschi-


chte (que, a partir de premisas radicalmente histórico-conceptuales, se inte-
resa por la crítica del léxico político moderno: ante todo, por las pretensiones
de universalidad y de objetividad de sus categorías, y, después, por la despo-
litización y expropiación de la praxis que se impone como consecuencia de
las garantías concedidas al naciente individualismo propietario), evidencia lo
siguiente: 1) la necesidad de tratar, no la historia de los conceptos singulares,
sino el proceso de formación del dispositivo lógico-unitario del que emanan
los conceptos políticos modernos; 2) la necesidad de reconducir tales proce-
sos a un conjunto de transformaciones (la cientifización de la filosofía moral,
la distinción público/privado, la escisión entre teoría y praxis) que pretenden
enterrar la ética y la política clásicas, y que inauguran el cuadro de la ciencia
política moderna; 3) la necesidad de tratar este proceso mediante el análisis
de las obras de mayor altura de la filosofía política moderna, pues en ellas se
puede observar los cuadros teóricos que tendrán una rápida y evidente expre-
sión constitucional; 4) la necesidad de aproximarnos a la filosofía —más allá
de la crisis de la ciencia política moderna— por ser el núcleo lejano de la
moderna juridización del problema político.
Este modo de aproximarnos a la historia de los conceptos políticos moder-
nos tiene como efecto desmontar, a través de la genealogía de las modernas
categorías de lo político, el bloque ideológico que produce la ciencia política
moderna y su propia representación retrospectiva de los tiempos conceptua-
les. Con este procedimiento nos apartamos del presupuesto koselleckiano (y,
antes, de Max Weber) que pretende trazar las historias singulares a partir del
anacronismo de la representación historiográfica. De este modo, tampoco
ahorramos a la Begriffsgeschichte de los conceptos políticos modernos la
pregunta filosófica por sus aporías y por los límites de su influencia sobre la
praxis. Ésta es, en suma, la fuerza de sus innovaciones. Y su riesgo.

Traducción de José Luis Villacañas y Antonio Rivera


LA POLÍTICA DE LA HISTORIA CONCEPTUAL*

Kari Palonen
Universidad de Jyväskylä, Finlandia

Los agentes políticos casi nunca tienen un conocimiento pleno de


su propia actividad. Sin embargo, el conocimiento que tienen de sí mis-
mos es un paso necesario para la comprensión de sus actividades. Me
gustaría aplicar este principio a la historia del Grupo de historia de los
conceptos políticos y sociales (History of Political and Social Concepts
Group, HPSCG), escribiendo, para decirlo en términos de Koselleck1,
una especie de apunte [Aufschreibung] de esta historia realizada por
uno de sus iniciadores. Siendo como soy profesor de ciencia política,
incluso este apunte no se quedará en una mera relación: contendrá, ade-
más, algunas reflexiones sobre la política académica actual. Mi tesis
principal es que la historia conceptual se está convirtiendo progresiva-
mente en indispensable a causa de la tendencia histórica de la práctica
política, particularmente por la relativa transición de una política de
respuestas a ciertos asuntos dados de antemano, a una nueva política
que cuestiona y tematiza las propias cuestiones sometidas a discusión.

1. ¿Por qué la historia de los conceptos?

Las actividades internacionales acerca de la historia de los con-


ceptos han aumentado en la dirección de crear una red mucho mayor
de lo que algunos de nosotros pudiéramos haber imaginado o espera-
do cuando lanzamos la idea de celebrar el primer congreso interna-
cional en el Instituto Finlandés de Londres en junio de 1998. ¿Por
qué una sencilla actuación como ésta dentro de la política académica
contribuyó a promover una amplia gama de actividades, como hoy

*Traducción: Javier Fernández Sebastián y Arantza Pareja Alonso.


1Reinhart KOSELLECK, Zeitschichten. Studien zur Historik, Francfort del Main, Suhr-
kamp, 2000.

Historia Contemporánea 27, 2003, 519-535


520 Kari Palonen La política de la historia conceptual 521

puede comprobarse en el boletín del HPSCG y en la página web No tenemos ninguna razón para proclamar que nuestra modesta
(http://www.jyu.fi/yhtfi1/hpscg/)? Lo que puedo ofrecer aquí son algu- propuesta fuera de algún modo excepcional o extraordinaria. Sin em-
nas especulaciones, utilizando mi imaginación, a la vez que, como teó- bargo, ésta «llegó» a determinados públicos al ofrecerles algo nuevo.
rico político e historiador de los conceptos, utilizaré ciertas herramien- Nadie puede afirmar con seguridad de qué modo, en aquel momento,
tas intelectuales de las que dispone la propia historia de los conceptos, fuimos capaces de alcanzar esa audiencia de personas interesadas en la
ya sea en el estilo de Koselleck o en el de Skinner. historia de los conceptos, aunque la pregunta merecería un poco de
Mi primera tesis es que uno de los motivos de nuestro relativo éxito atención.
con el HPSCG está relacionado con que el lanzamiento de la iniciativa se La primera puntualización que quisiera hacer es que las líneas de
produjo desde abajo, por parte de investigadores de forma individual. Una actuación académica se están desdibujando en varios aspectos. Hoy
política de investigación a largo plazo, bien financiada y cuidadosamente día, las organizaciones intra-disciplinares no tienen mucho que ofrecer.
planificada, llevada a cabo, por ejemplo, por alguna de las distintas ins- Las organizaciones de ciencias políticas como la IPSA (International
tancias académicas estatales, o la UNESCO, o la Unidad para la Investi- Political Science Association) o el ECPR (European Consortium for
gación de la UE, o incluso por la Fundación para la Ciencia Europea, no Political Research), por ejemplo, se han convertido en lugares habita-
hubiera superado seguramente nuestros logros. Inevitablemente, se hubie- dos más o menos por las mismas personas durante décadas. Organiza-
ra perdido demasiado tiempo en la planificación, demasiado dinero en la ciones como éstas, por supuesto, han sido «utilizadas» a conciencia
administración, en asegurar la participación de «celebridades», e incluso para el subversivo propósito de explorar la historia conceptual, inclu-
el contenido hubiera sido tan aburrido como suelen serlo los textos oficia- yendo la intención de reclutar historiadores, filósofos, etc., para la reu-
les de la clase académica. Si la historia de los conceptos pudiera ofertarse niones de ciencia política. Este mismo estancamiento también se man-
como área fundamental en la política de investigación oficial, digamos de tiene, ciertamente, en las instituciones «intra-partidarias» (o sea,
la UE, yo creo que debiéramos mirar tal cosa con recelo. Por mi parte, pertenecientes a corrientes metodológicas o tradiciones académicas
el día en que la historia conceptual se convierta en «ciencia normal» en el concretas, relativamente impermeables entre sí). Los intercambios aca-
sentido de Kuhn, tendré poco que hacer en este campo. démicos requieren aprender de los puntos de vista de los demás, no
La primera regla para desenvolverse en la vida académica interna- solo exponer nuestra propia postura individual. (Por ejemplo, yo fui
cional consiste en no esperar nunca que alguien proponga la organiza- probablemente la única persona que acudió tanto al Congreso sobre
ción de cualquier cosa que uno mismo quisiera proponer. Si se tiene Foundations de Skinner en abril, como a la fiesta de cumpleaños de
una buena idea siempre es mejor realizar la propuesta por uno mismo, Koselleck en mayo del mismo año2). Siendo ésta la situación, hay que
incluso a costa de verse obligado a organizarlo todo. reconocer que la iniciativa del HPSCG ha tenido bastante éxito a la
Nada puede hacernos renunciar tan fácilmente como una idea nue- hora de integrar a colegas de procedencias intelectuales y disciplinas
va sin respaldo institucional. Fracasos de ese tipo no necesitan explica- diferentes.
ciones. ¿Por qué no fue este el caso de nuestra historia de los concep- Quizás más interesante que centrarse en el estancamiento de las or-
tos? ¿Cuál fue el atractivo retórico concreto y el momento persuasivo ganizaciones e instituciones intra-disciplinares e «intra-partidarias», se-
de nuestra propuesta? Nada resulta más difícil de «explicar» que los ría preguntarse por el papel que ha tenido la internacionalización del
acontecimientos presentes en los que uno ha participado, y que todavía
se encuentran inmersos en un proceso de cambio. El punto de vista de 2 Kari Palonen se refiere sin duda al 25 aniversario de la publicación de la célebre obra
este apunte [Aufschreibung], por tanto, tan solo aspira a aventurar algu- de Quentin SKINNER The Foundations of the Modern Political Thought (1978). Con tal
nas conjeturas provisionales que podrían corregirse o mejorarse más ocasión, Skinner pronunció en el Gonville and Caius College de la Universidad de Cam-
adelante. Lo que sigue es una relación de los diferentes niveles de ex- bridge una conferencia titulada «Rethinking the Foundations» (10-12 de abril de 2003).
plicación posibles. Mi tesis general es que el relativo éxito del HPSCG Poco después, el 24 de mayo, tuvo lugar en Alemania otra reunión académico-festiva para
celebrar el 80 cumpleaños de Reinhart Koselleck. Añadiremos que un año más tarde, el
tiene que ver con cambios en la práctica académica, y especialmente 4 de abril de 2004, tuvo lugar en el Instituto Finlandés en Berlín la presentación del libro
con cambios en el estilo de hacer política que se vienen produciendo a de Kari PALONEN Die Entzauberung der Begriffe (2003), con la participación de R. Kose-
lo largo de las últimas décadas. lleck, Q. Skinner y del propio K. Palonen (N. de los T.).
522 Kari Palonen La política de la historia conceptual 523

mundo académico en nuestro campo. Los años noventa no solo nos han El cambio de dimensión de la vida académica a que me refería
legado grandes programas oficiales de intercambio que llevan nombres anteriormente, obedece a una coyuntura intelectual concreta o, dicho en
como Erasmus o Sócrates, sino también una importante y creciente mo- términos de Koselleck, a distintos tipos de estratos temporales. Todo
vilidad académica para los estudiantes universitarios. Al mismo tiem- ello señala la ruptura de un orden relativo y estable entre naciones, dis-
po, los congresos internacionales y las publicaciones se han convertido ciplinas y escuelas intelectuales que ha caracterizado la cultura políti-
en un mérito académico fundamental, especialmente para los jóvenes co-académica posterior a la Segunda Guerra Mundial en toda Europa.
investigadores. La internacionalización de la carrera académica, los Una de las grandes ventajas de la historia conceptual ha sido la habili-
modelos de cooperación y de discusión, paralelamente a la intensifica- dad, más o menos inconsciente, para aprovechar las oportunidades que
ción inesperada de la extensión de las instituciones políticas y los mo- se abrían con esta ruptura incipiente del orden establecido. Creo que
dos de intercambio dentro de la Unión Europea, han subvertido los deberíamos continuar resistiendo a todos los llamamientos para cons-
campos de actuación a nivel nacional. Una red de trabajo no disciplinar truir cualquier otro tipo de orden definitivo, y acostumbrarnos a vér-
y académicamente no partidista, de cooperación regular y con escasa noslas con estos fenómenos difusos, frágiles, borrosos, caóticos o con-
burocracia, sencillamente parece haber llamado la atención de aquellas tingentes. Para lograrlo, hay que suponer que la historia de los
personas que, o son nuevas en este campo, o están cansadas de las ins- conceptos tiene cierta capacidad para el «politiqueo» académico y ju-
tituciones oficiales. gará sus bazas por su capacidad para hacer política, por medio de la
Otro ejemplo de instancia independiente de los contenidos de in- creación de nuevos Spielräume [espacios, campos de juego] para la in-
vestigación en el área de la historia conceptual es la revolución de vestigación y redes de trabajo académicas.
Internet. Internet ilustra muy bien la tesis de Koselleck de la tempo- Merece la pena especular sobre la pregunta de cuál es la nueva di-
ralización de nuestra experiencia a través de la desespacialización y mensión de la historia conceptual que realmente atrae a este tipo de pú-
desnaturalización de los modos de relación académica. La observación blico sin una identidad disciplinar concreta, nacional o académica. ¿Es
de Koselleck de que el espacio sólo existe a través del tiempo3 podría simplemente una moda o tendencia académica pasajera, por citar la
ser una excelente descripción de movimientos como éste en el ciberes- profecía menos afortunada de H. U. Wehler parodiada por Lucian Höls-
pacio. Sin el correo electrónico, por ejemplo, yo mismo nunca hubiera cher: «schon auf mittlere Sicht in die historische Sackgasse führen?
podido organizar el congreso de Londres, como tampoco hubiera podi- [¿estamos llegando ya a medio camino del callejón sin salida históri-
do localizar a tal número de participantes, que sobrepasaron las expec- co?]»4 Quisiera centrar la atención en dos niveles o modalidades dife-
tativas de los organizadores. rentes, referidos ambos a distintos estratos temporales presentes en la
En resumen, me parece que hemos llegado a un público de acadé- actual cultura intelectual y política. El primero concierne a los modos
micos solitarios y cosmopolitas, que estaban insatisfechos con las for- diferentes de pensamiento político, mientras el segundo se refiere a los
mas establecidas y compartimentadas de investigación e intercambio, y estilos de acción política, o si se prefiere, a la política de la política.
que estaban esperando algo nuevo con impaciencia. Ellos, en cambio,
han utilizado las reuniones del HPSCG como una especie de probeta
experimental donde buscar espacios para su propio trabajo. Asumiendo 2. Una re-evaluación de los valores académicos
que nuestra tarea continúa, estoy convencido de que esta circunstancia
puede producir publicaciones, conferencias, etc., de historia de los con- Siento aversión por las periodizaciones universalistas tales como
ceptos en los sitios más inesperados, así como dar origen a una especie modernidad y posmodernidad, capitalismo, democracia, globalización,
de hibridación de la historia conceptual con modalidades más o menos o etiquetas similares que pretenden definir épocas enteras. Creo que
insólitas de investigación.

4 Lucian HÖLSCHER, «Wie begrenzt ist die Sozialgeschichte? Diskutiert am Beispiel


3 Véanse los artículos de Reinhart KOSELLECK recogidos en Zeitschichten, op. cit., des Industrialisierungsdiskurses», en M. HETTLING, C. HUERKAMP, P. NOLTE & H.W. SCH-
2000. MUHL (eds.) Was ist Gesellschaftsgeschichte?, Múnich, Beck, 1991, págs. 312-322.
524 Kari Palonen La política de la historia conceptual 525

todos y cada uno de estos términos implican una toma de postura cate- En este párrafo Weber resume virtualmente los objetivos de la his-
gorial previa, pero que muchas veces, al tratar sobre estos temas, se uti- toria conceptual, y en varios pasajes bien conocidos de su análisis del
lizan como si contuvieran algo que trascendiera el poder de cada indi- concepto luterano de Beruf [vocación], también pone en práctica algo
viduo y cada investigador para plantear sus propias preguntas y para similar a lo que actualmente llamamos historia conceptual6. Solamente
construir sus propias perspectivas. Etiquetas tan generales como éstas en el mundo posterior a Nietzsche y a Weber aparecerán planteamientos
tienen una disposición hacia el esencialismo, como si las «cosas» pu- de historia conceptual como formas de trabajo académicas plenamente
dieran «realmente ser» algo, independientemente de la forma de plante- legítimas, al menos en algunos ámbitos pertenecientes a las Kulturwis-
arse las preguntas, o de la perspectiva desde la que el investigador se senschaften [ciencias de la cultura], en el amplio sentido weberiano del
acerca a ellas. Pienso que uno de los logros históricos de la historia de término.
los conceptos es su lucha contra tales planteamientos esencialistas, para Las obras de Nietzsche y de Weber marcaron una re-evaluación, un
subrayar la historicidad, contestabilidad y contingencia de todas estas reajuste de los valores académicos [Umwertung der Werte], un cuestio-
etiquetas generalistas atribuidas a la época actual, o a la situación con- namiento de la búsqueda progresiva de un conocimiento firme y segu-
temporánea del mundo en general. ro, y por ende, de un orden político justo y estable. Las décadas trans-
Una historia intelectual de este tipo puede construirse simplemente curridas entre los años noventa del siglo XIX y los años veinte de la
invocando los nombres de los diferentes períodos históricos. Si utiliza- siguiente centuria fueron fascinantes. En algunos aspectos, aquel perío-
mos la tendencia de la historia conceptual no para buscar los antiguos do fue más decisivo, en términos de cambios conceptuales, que la fa-
orígenes sino las rupturas conceptuales recientes, podríamos afirmar mosa Sattelzeit de Koselleck7. En ese momento, la quiebra con el viejo
que la versión íntegra y nominalista del perspectivismo tiene su origen orden también incluía la ruptura con el característico «progresivismo»
en los trabajos de Friedrich Nietzsche y Max Weber. Solamente tomaré del pensamiento del siglo XIX. Esta ruptura se interrumpió durante la
un pequeño párrafo del famoso ensayo de Weber sobre la objetividad, época de los regímenes totalitarios, la Segunda Guerra Mundial y la
escrito hace casi exactamente cien años: ideología de reconstrucción de la posguerra, y también con el auge de
la sociología y campos afines, que aún requieren una recapitulación
«Die Ausgangspunkte der Kulturwissenschaften bleiben damit adecuada sobre la base de una amplia base comparativa.
wandelbar in die grenzenlose Zukunft hinein, solange nicht chinesis- Sin embargo, al analizar el caso de la historia conceptual, debe se-
che Erstarrung des Geisteslebens die Menschheit entwöhnt, neue Fra- ñalarse una cierta paradoja histórica. No son los seguidores de Nietzs-
gen an das immer gleich unerschöpfliche Leben zu stellen. Ein System
der Kulturwissenschaften auch nur in dem Sinne einer definitiven, ob-
che o de Weber sino más bien los nostálgicos, los que se opusieron al
jektiv gültigen, systematisierenden Fixierung der Fragen und Gebiete, progresivismo del siglo XIX —Carl Schmitt, Otto Brunner y Werner
von denen sie zu handeln berufen sein sollen, wäre ein Unsinn in sich: Conze en particular— quienes verdaderamente están en el trasfondo de
stets kann bei einem solchen Versuch nur eine Aneinanderreihung von la Begriffsgeschichte [historia de los conceptos] alemana. Thomas Etze-
mehreren, spezifisch besonderten, untereinander vielfach heterogenen müller, estudiando los objetivos originales en el Arbeitskreis für mo-
und disparaten Gesichtspunkten herauskommen, unter denen die Wir- derne Sozialgeschichte [Grupo de trabajo de historia social contempo-
klichkeit für uns jeweils «Kultur», d. h. in ihrer Eigenart bedeutungs- ránea], utiliza una cita de Conze: «Unbehagen über unsere historische
voll war oder ist».5

5 Max WEBER, Die «Objektivität» sozialwissenschaftlicher und sozialpolitischer Er- posición de diferentes puntos de vista, específicamente particulares, a menudo heterogéne-
kenntnis. Gesammelte Aufsätze zur Wissenschaftslehre, Tübingen, Mohr, 1904 [1973], os entre sí y dispares. Entre ellos, la realidad ha sido o es para nosotros «cultura», esto es,
pág. 184. [«Los puntos de partida de las ciencias de la cultura siguen variables en el in- significativa en su particularidad», versión española de Michael Faber-Kaiser, en Max WE-
menso futuro, mientras la inmovilización china de la vida espiritual desacostumbra a la hu- BER, Sobre la teoría de las ciencias sociales, Barcelona, Península, 1971, pág. 53.
manidad a plantear preguntas cada vez nuevas a la vida continuamente inagotable. Un sis- 6 Kari PALONEN, «Die Umstrittenheit der Begriffe bei Max Weber», en G. SCHOLTZ (ed.),

tema de ciencias culturales aunque sólo fuera en el sentido de una fijación definitiva, Die Interdisziplinarität der Begriffsgeschichte, Hamburgo, Meiner, 2000, págs. 145-158.
objetivamente válida y sistematizadora de los problemas y los campos que se pretende que 7 Sattelzeit: época-silla, a caballo entre mediados del setecientos y mediados del ocho-

traten, sería una absurdidad en sí. Un intento de este tipo sólo puede dar lugar a una yuxta- cientos, caracterizada por una profunda y acelerada mutación conceptual (N. de los T.).
526 Kari Palonen La política de la historia conceptual 527

Sprachverwirrung» [«la dificultad debida a la confusión histórica de Skinner y otros como él para ensanchar las fuentes de la historia del
nuestro idioma»], y presenta su planteamiento acerca del Lexikon —un pensamiento político, incluyendo los discursos y escritos de los políti-
esquema temprano de lo que hoy conocemos como Geschichtliche cos que ejercieron como tales, comprenderemos mejor los cambios
Grundbegriffe—, una especie de válvula [Ventil] para clarificar concep- conceptuales como instrumentos de cambio político. La liberación de
tos8. Tampoco Reinhart Koselleck ha explicado adecuadamente por qué la tutela de los expertos y especialistas es una de las ventajas alcanza-
la Sattelzeit habría llegado a su fin alrededor de 1850, si bien la exclu- das por la política democrática y parlamentaria, una ventaja escasa-
ye tácitamente de sus consideraciones sobre la Begriffsgeschichte des- mente reconocida que debiera también tenerse en cuenta para el estudio
de principios de la década de 1970. de la historia conceptual, al menos desde el último tercio del siglo XIX.
Quienes actualmente practican la historia de los conceptos, o nunca
han conocido, o afortunadamente han olvidado estos orígenes tan nos-
tálgicos —con la posible excepción de la acogida de Brunner y Schmitt 3. De la política de las respuestas a la política de las preguntas
en Italia—. En términos de la actual historia de los conceptos, el pers-
pectivismo de Nietzsche o de Weber juega un papel más relevante a tra- Mi objetivo más relevante en este artículo se refiere a la estrecha
vés de numerosos intermediarios. Esto es cierto también para la variante relación existente entre la historia conceptual, como estudio de los
de Koselleck de la Begriffsgeschichte, al menos a partir de los primeros cambios del uso de los conceptos en la práctica política, y el carácter
ochenta del siglo XX. Ha jugado un papel fundamental en lo que al prin- cambiante de estas prácticas en sí mismas. Mi tesis es casi un lugar co-
cipio se dio en llamar la escuela «revisionista» en la historia del pensa- mún en ciencia política. El debate no se centra únicamente en los dis-
miento político, con su crítica de la historiografía whig y la aplicación tintos puntos de vista, sino en las cuestiones a las que se debe prestar
de la teoría de los «actos de habla» (speech acts) de Wittgenstein y Aus- atención, en los asuntos a tratar («agenda-setting», para decirlo en la
tin, y también sobre el «análisis del discurso» de la filosofía, lingüística jerga particular de la disciplina). Por ejemplo, el conocido análisis de
e historia de la literatura posestructuralistas, así como sobre el retorno Bachrach y Baratz sobre las llamadas «no-decisiones»9 es comprensi-
de la historiografía retórica en sus más variadas formas. ble tanto en términos de la «lógica de cuestiones y respuestas» de Co-
La idea de que incluso los conceptos tienen una historia propia y llingwood, como de la famosa negación de la existencia de la «cuestio-
que, como indica mi cita de Weber, carece de sentido buscar un final nes perennes» por parte de Quentin Skinner10. Cuando Collingwood
para la historia conceptual, permanece aún como algo que parece ir escribe en su Autobiography que: «Cada cuestión tiene que “surgir”»11,
contra el sentido común para cualquier curso de introducción metodo- la comprensión de la política se vuelve progresivamente hacia el estu-
lógica en las ciencias humanas. Creo que el paso decisivo, una auténti- dio de la aparición de nuevas cuestiones políticamente controvertidas.
ca subversión de valores [Umwertung der Werte] en la cultura académi- Desde la perspectiva de la historia de los conceptos, el cambio de
ca, consistió en el desplazamiento de esta historicidad desde un lugar contenido de la agenda, así como la tendencia hacia una transición desde
residual que pudiera no contemplarse a convertirse en una materia ob- la vieja «política de problemas y puntos de vista concretos» («politics of
jeto de investigación, en un instrumento de mejora de nuestro conoci- issues and standpoints») hacia una nueva «política de agenda» que hace
miento sobre los cambios en el uso de los conceptos. de la propia formación de las cuestiones el tema clave políticamente. Por
Todo esto es más fácil de comprender si la historia conceptual se
practica no como una historia de disciplinas o de investigación científi-
ca intra-académica, sino de los conceptos tal cual fueron utilizados pri- 9 Según esta perspectiva, el verdadero poder no sólo se ejerce positivamente en la toma
mariamente por los seres humanos, a diferencia de los utilizados ulte- de decisiones, sino también negativamente, a través de la capacidad de restringir la agenda
riormente por sus intérpretes. Si se extienden las propuestas de Quentin de asuntos debatibles (véanse al respecto los artículos de P. Bachrach y M. S. Baratz,
«Two Faces of Power» y «Decisions and Non-decisions: An analitical framework», Ameri-
can Political Science Review, 1962, págs. 947-952 y 1963, págs. 632-642 (N. de los T.).
8 Thomas ETZEMÜLLER, Sozialgeschichte als politische Geschichte. Werner Conze und 10 Quentin SKINNER, «Meaning and Understanding in the History of Ideas», History

die Neuorieintierung der westdeutschen Geschichtswissenschaft nach 1945, Múnich, Ol- and Theory, 8 (1969), págs. 3-53.
denbourg, 2001, pág. 172. 11 R. G. COLLINGWOOD, An Autobiography, Oxford, Clarendon Press, 1978, pág. 37.
528 Kari Palonen La política de la historia conceptual 529

supuesto, el primer tipo de problemas no desaparece, y por ejemplo, el legitimado a finales del siglo XIX por el hecho de que en la ciudad de
uso frecuente de referendos acentúa la simplificación de las preguntas Toulon ya se le había dedicado una calle, lo cual ayudó a convencer al
que requieren un tipo de respuesta clara. El punto decisivo es que los alcalde de la ciudad, de signo conservador, para que se aceptase el
representantes políticos participan en el planteamiento de la agenda. El nombre boulevard Auguste Blanqui en el distrito 13, puesto que «ce qui
viejo decisionismo de una cosa-u-otra ha quedado obsoleto en la medi- a été trouvé bon pour Toulon ne peut être mauvais pour Paris»13.
da en que las preguntas acerca de por qué, cuándo y cómo un tema ha Las cuestiones de agenda no sólo están relacionadas con la selec-
llegado a convertirse en asunto político se suscitan cada vez con mayor ción de prioridades o de énfasis: la simple comprensión de una cuestión
frecuencia a la hora de tratar esos mismos temas. concreta como contingente y controvertida señala un cambio de politi-
Puede observarse también un pequeño cambio en esta política de zación en la agenda. También podemos encontrar una cierta politiza-
agenda en los procesos de toma de decisiones parlamentarias. En los ción en la estrategia aditiva consistente en ir añadiendo temas nuevos,
propios nombres de los ministerios podemos detectar signos muy cla- una estrategia que, aun sin eliminar las antiguas cuestiones de la agen-
ros de cambios conceptuales en la manera de entender lo que está ha- da, al centrarse en los nuevos asuntos tiende a desplazar a los viejos a
ciendo un gobierno. Los ministerios clásicos de «interior y asuntos ex- segundo plano. Las antiguas cuestiones no quedan despolitizadas de re-
teriores» fueron diferenciándose inicialmente con la creación de pente, sino que más bien pierden su aspecto innovador en la palestra
ministerios de guerra (posteriormente, defensa), justicia y finanzas. No pública [Spielraum]. No se trata del pretendido peso «objetivo» de la
fue hasta el siglo XX cuando se introdujeron nuevos tipos de ministe- cuestión, sino más bien de su papel en la reconfiguración de la conste-
rios, como el de educación, cultura, asuntos sociales, comercio, indus- lación de asuntos políticos a tratar. En la obra Kontroverse Begriffe14,
tria, transporte, y el último en la lista, medio ambiente y mujer. Esta te- los lingüistas alemanes han mostrado convincentemente cómo en la
matización aditiva que va añadiendo progresivamente asuntos a la República Federal la politización a través de la tematización de nuevas
agenda política gubernamental, sin reemplazar los fundamentos del cuestiones, alteró totalmente el panorama político, porque las antiguas
proceso de «planteamiento de agenda», alude a una mínima politiza- líneas divisorias entre opiniones políticas no podían ya ser aplicadas a
ción por medio de la simple introducción de nuevas cuestiones que van estas nuevas cuestiones. En la política de denominación, por ejemplo,
poniéndose en boga. la crítica feminista a prácticas lingüísticas al uso, la doble asignación
El debate acerca de la inclusión o la exclusión de tal o cual cosa en de sexo, o la neutralización o «desgenerización» (de-engendering) de
la agenda política se mueve en el contexto de un amplio debate públi- los nombres de los agentes políticos, ha abierto tanto en Alemania
co. Se refiere sólo a lo que se traslada desde el debate a la agenda par- como en todas partes, un encarnizado debate sobre un tema que antes
lamentaria y a las decisiones del gobierno. Aquí, el problema retórico era visto muy raramente como materia de controversia15.
de renombrar y reinterpretar el significado, relevancia y color normati- En el corazón de estas luchas retóricas encontramos distintos inten-
vo de los conceptos juega un papel fundamental con respecto a su in- tos de politizar determinados conceptos que hasta ese momento nadie
clusión o exclusión. Los cambios en la agenda se pueden analizar, en había reconocido como palestra o campo de juego [Spielraum] abierto
este sentido, en los términos skinnerianos de un «ideólogo innovador»
[innovating ideologist] frente a otro apologético, haciendo uso cada
uno de ellos de diferentes estilos de redescripción retórica12. La ilustra- 13 «Lo que ha sido considerado bueno para Toulon no puede ser malo para París». Al-

ción de un cierto uso concreto de un concepto en cierta manera ya le- fred FIERRO, Histoire et mémoire du nom des rues de Paris, París, Parigramme, 1999,
pág. 87.
gitimado aumenta su aceptabilidad en el contexto en cuestión. Para 14 Georg STÖTZEL y Martin WENGELER (eds.), Kontoverse Begriffe. Geschichte des öf-
poner un ejemplo relativo a los nombres de las calles, la introducción fentlichen Sprachgebrauchs in der Bundesrespublik, Berlín, De Gruyter, 1995.
del famoso revolucionario Auguste Blanqui en el callejero de París fue 15 Incluso en la década de los sesenta del siglo XX no era todavía visto como tema de

especial controversia. Para el debate en Francia, véase Claudie BAUDINO, Politique de la


langue et différence sexuelle. La politisation des noms de métier, París, L’Harmattan,
2001. Y para el caso alemán, véase Hildegard GORNY, «Feministische Sprachkritik», en
12 Quentin SKINNER, «Some Problems in the Analysis of Political Thought and Ac- G. STÖTZEL y M. WENGELER (eds.), Kontoverse Begriffe. Geschichte des öffentlichen
tion», Political Theory, 2 (1974), págs. 277-303. Sprachgebrauchs in der Bundesrespublik, Berlín, De Gruyter, 1995.
530 Kari Palonen La política de la historia conceptual 531

a la contestación y a la contingencia. En otras palabras, deberíamos es- bras, la politización de un nuevo tópico en la agenda desafía a la ante-
tar más atentos que nunca a aquellas situaciones en las cuales la actua- riores politizaciones, pero como indican los nombres de los diferentes
ción de los políticos deja ver que son conscientes de las implicaciones ministerios, no relega automáticamente los antiguos asuntos a un lugar
conceptuales de sus discursos, especialmente de sus dimensiones retó- menos importante. En este punto, la idea de Koselleck de que cada
ricas a la hora de denominar, «colorear» y fijar marcos de referencia. concepto posee estratos temporales diferentes resulta extraordinaria-
Desde la década de los ochenta del siglo XX, se está haciendo cada vez mente valiosa16.
más difícil para los políticos denunciar el papel «meramente» semánti- Una de las principales diferencias entre el modo de tematizar los
co o el nivel «simplemente» retórico, por oposición a supuestos niveles conceptos políticos en el ochocientos y en el novecientos tiene que ver
más «profundos» o más «sustanciales» de la controversia. La interrela- con la disparidad entre la política de relativa estabilidad y cuasi-espa-
ción entre lenguaje y realidad, pensamiento y expresión, conceptos y cialidad de los gobiernos del siglo XIX, y la política más intensamente
retórica está siendo cada vez mejor entendida, a pesar de que todavía es temporalizada del siglo XX, en la cual son bastante visibles los diversos
habitual la búsqueda de la «base», la «esencia» y demás. Una nueva modos y estratos de politización. Esto se ve más claramente en las dis-
valoración de las cualidades literarias y oratorias de los políticos resul- putas cotidianas acerca del uso del adjetivo «político», en el contexto
ta hoy día bastante obvia y la capacidad para ver con claridad los dife- de expresiones referidas a criminales, prisioneros, refugiados, aso-
rentes estratos de la controversia conceptual sería asimismo un recurso ciaciones, organizaciones «políticas» y demás. En algunos casos, «polí-
esencial para un político competente e innovador. tico» aparece como un término reprobatorio e incluso como causa de
Un nivel superior de la política de agenda tiene que ver con el persecución, mientras que en otras, cual es el caso del estatus de «refu-
modo y el ritmo a través de los cuales las cuestiones son tematizadas, giado político», es un término que aumenta precisamente las posibili-
explicadas y presentadas al público. Podemos detectar un tácito esen- dades de ponerse a salvo de la persecución. Es fácil ver en este sentido
cialismo anti-histórico en el vocabulario funcionalista y estructural que la enorme amplificación de los topoi alrededor de los cuales la po-
procedente de la sociología incorporado hoy día a la jerga administrati- lítica y lo político han sido tematizados desde el siglo XIX, ha compli-
va. (En el actual gobierno sueco existe todavía, por ejemplo, un «Mi- cado mucho los debates. Hoy en día, está claro que, al igual que sucede
nisterio de Infraestructura»). Este esencialismo aún forma parte del len- con otros conceptos como igualdad y justicia, la política y lo político
guaje de la generación de políticos actualmente en el poder, la mayoría requieren cada vez más una respuesta a la pregunta: «¿en qué senti-
de los cuales estudiaron ciencias sociales, económicas o derecho en los do?» —una pregunta que en principio se plantea para comprender de
años sesenta y setenta del siglo XX. En la medida en que los políticos se qué se trata, pero que nos ha conducido casi sin darnos cuenta a la his-
vayan desembarazando de este vocabulario démodé, o que políticos de toria del concepto, a la aparición tácita de nuevas dimensiones en el
diferentes procedencias académicas entren en el juego político, se com- uso del concepto.
prenderá mejor la nueva perspectiva de investigación acerca de la gé- El cambio de énfasis de la política de cuestiones sueltas a una nue-
nesis de las cuestiones relevantes. va política de agenda, o de la política de las respuestas a una política de
Una idea crucial tanto en historia conceptual como en la aproxima- preguntas, no es independiente de la historia del concepto de política.
ción retórica es la siguiente: no existen cuestiones políticas por natura- Y al mismo tiempo hace que la dimensión conceptual se convierta en
leza, sino únicamente cuestiones que han sido politizadas. Las cuestio- algo indispensable para los agentes políticos. Por ejemplo, ninguna le-
nes surgen siempre como respuesta a movimientos o procesos de gislación o tratado que aplique el vocabulario de la libertad puede dar
politización, y solamente cuando son tematizadas como asuntos con- por supuesto que el público comparte el significado del concepto, o que
tingentes y controvertidos. Cada una de ellas tiene su propios estratos dicho público interpreta uniformemente las intenciones de los agentes
temporales diferenciados, así como ciertos índices contextuales que
indican cuándo, cómo y dónde fueron politizadas. Así, se plantea la
pregunta de si ellas comportan todavía alguna carga política en una si- 16 Reinhart KOSELLECK, «Hinwise auf die temporalen Struckturen begirffsgeschichtli-
tuación actual, o si por el contrario han sido devaluadas y desplazadas chen Wandels», en Hans Erich BÖDEKER (ed.), Begriffsgeschichte, Diskursgeschichye, Me-
en favor de cuestiones politizadas más recientemente. En otras pala- tapherngeschichte, Göttingen, Wallstein, 2002, págs. 29-47.
532 Kari Palonen La política de la historia conceptual 533

involucrados. Si examinamos más de cerca incluso la historia de las términos más generales, cuando se invoca un concepto dentro de un de-
discusiones filosóficas, no hay razón para asumir que el debate tenga bate político, esto implica la apertura de al menos algunos aspectos del
que llevar necesariamente a los participantes en la disputa a acercar las abanico de cuestiones que pueden haber sido históricamente recogidas
posiciones de unos y otros. El principio de Protágoras de hacer fuerte y transferidas por este mismo concepto.
el logos más débil es una buena máxima contra cualquier pretensión de Por ejemplo, cuando un político habla de «parlamentarismo», él o
poner fin a la historia conceptual. ella pueden estar refiriéndose a un manojo de interpretaciones diferen-
tes y parcialmente conflictivas sobre el mismo concepto: desde el re-
quisito constitucional de la selección o destitución de los gobiernos a
4. El concepto como un abanico de cuestiones través del principio político de la confianza (o al menos de la ausencia
de no-confianza), por el gobierno en el parlamento; hasta el modo par-
Una vía alternativa para tratar sobre los conceptos consiste, por su- lamentario de la actuación política opuesta a las formas extra y anti-
puesto, en la observación de la historia de la controversia misma como parlamentarias; e incluso al principio deliberativo del «gobierno por la
materia de conceptualización. Las formulae introducidas como instru- palabra» [government by speaking]. Me gustaría además dirigir la aten-
mentos en una polémica política en curso pueden, pues, tomarse como ción hacia la dimensión retórica característica del parlamentarismo, por
la más reciente contribución a las historias de las controversias concep- la cual la forma de hablar a favor y en contra es el principio fundamen-
tuales, dando quizás un nuevo giro a la interpretación del concepto, tal del procedimiento parlamentario. Todas estas costumbres se hacen
cuando este se traslada a un nuevo contexto político. Tomar los con- inteligibles cuando tenemos en cuenta, tanto los estratos históricos del
ceptos, por citar de nuevo a Koselleck, como «pivotes» de la controver- concepto de parlamentarismo en su contexto, como los movimientos
sia actual, les concede, al menos, alguna posibilidad para el cambio en retóricos implicados en el acto discursivo dirigido a una audiencia dis-
términos de ofrecer una discusión inteligible a través de los instrumen- tinta.
tos de la historia conceptual17. El principio de Quentin Skinner de que «la vida política en sí mis-
El debate sobre la contestabilidad de los conceptos continúa, inclu- ma plantea los problemas fundamentales para el teórico de la política,
so entre historiadores conceptuales como Melvin Richter y Terence produciendo un cierto espectro de temas que aparecen como proble-
Ball18. Si distinguimos entre conceptos y termini technici, por ejemplo, máticos, y un abanico correspondiente de cuestiones como objeto
entre el concepto político de representación proporcional y las diversas principal de debate»19, se puede interpretar también considerando los
fórmulas técnicas para la distribución de los escaños, como el sistema conceptos como cuestiones. Este principio indica que las cuestiones
d’Hondt, podremos entender que los modelos técnicos válidos siempre conceptuales se convierten en una parte inherente del estudio de la po-
están relacionados con la discusión acerca de los conceptos de «propor- lítica, simplemente porque la «vida política en sí misma» no puede
ción» y «representación». En este punto, está claro que el concepto se existir sin ellos. Mi tesis es que hoy día no puede haber ningún estudio
refiere a un abanico de problemas que se resisten a una repuesta defini- serio sobre política —dentro o fuera de los departamentos académicos
tiva. Cuando «surge una cuestión», significa que se ha hecho patente de ciencias políticas— sin la presencia de, al menos, un mínimo ele-
que un concepto en concreto se ha tematizado como controvertido. En mento de historia conceptual.
Otra consecuencia de combinar el principio skinneriano y la ten-
dencia hacia una política de cuestiones (o de selección de agenda) radi-
17 Reinhart KOSELLECK, «A Response to Comment on the Geschichtliche Grundbegrif- ca con la demanda tácita de tratar a los agentes políticos como innova-
fe», en Hartmut LEHMAN y Melvin RICHTER (eds.), The Meaning of Historical Terms and dores conceptuales. La propia autonomía de la acción política, en
Concepts. New Studies on Begriffsgeschichte, Washington, German Historical Institute, razón, por ejemplo, de la especial urgencia y el peligro omnipresente
1996, págs. 59-70.
18 Melvin RICHTER, «Conceptualizing the Contestable. “Begriffsgeschichte” and Politi-

cal Concepts», en Gunter SCHOLTZ (ed.), Die Interdisziplinarität der Bergriffsgeschichte,


Hamburgo, Meiner, 2000, págs. 135-144. Y, Terence BALL, «Confessions of a Conceptual 19 Quentin SKINNER, The Foundations of Modern Political Thought, Vol. I, The Renais-
Historian», Finnish Yearbook of Political Thought, 6 (2002), págs. 11-31. sance, Cambridge University Press, Cambridge, 1978, pág. xi.
534 Kari Palonen La política de la historia conceptual 535

de encerronas políticas, requiere opiniones constantemente renovadas innovador, una figura que no puede prescindir de las cuestiones con-
por parte de los políticos como una condición propia de su actividad. ceptuales y para quien las estrategias retóricas y las tácticas de revisión
Las revisiones conceptuales que realizan los políticos no deben confun- conceptual serían parte indispensable de su repertorio político.
dirse sin embargo con los eslóganes que acuñan conscientemente, sino Uno de los reproches populistas más comunes a la política de nues-
más bien con cambios imperceptibles en el sentido, el tono, el vocabu- tros días es que se ha vuelto tan complicada que «la gente corriente» ya
lario y la importancia atribuída a los asuntos, cambios que sólo más no está en condiciones de entenderla. Se trata de un argumento que pa-
tarde podrán ser detectados por los historiadores. El problema no es la rece responder a un contexto político del pasado, de los años cincuenta
existencia sino la detección de este tipo de novedades conceptuales del siglo XX en particular, como si esa política simple se hubiera basa-
propuestas por los políticos entre los millones de actos de habla en do en la naturaleza de las cosas. A partir de ahí, se clama por el retorno
cuestión20. de este tipo de política sencilla, en la cual las distinciones entre el go-
Una diferencia importante entre la política orientada hacia las res- bierno y la oposición, las tendencias políticas de derecha e izquierda y
puestas frente a la política orientada hacia las cuestiones tiene que ver, demás, eran siempre reconocibles a simple vista, y no precisaban de
obviamente, con la variedad de campos de juego [Spielraum] de que ninguna clase de lectura política para ser percibidas. Pero si tomamos
disponen los políticos competentes. Mientras los políticos aporten res- en serio la metáfora de la lectura política, no tenemos ninguna razón
puestas pormenorizadas a cuestiones comunes, pueden introducir varia- para presuponer que «la gente corriente» tuviera que ser políticamente
ciones conceptuales a pequeña escala. Por ejemplo, al matizar retórica- analfabeta. El punto fundamental es, sin embargo, que la política de las
mente un concepto, los políticos intentan abrir nuevos horizontes de cuestiones, y la profundización en los estratos históricos y retóricos de
discusión por medio de la tematización conceptual. El peligro real de estas cuestiones, requiere también unas destrezas o «capacidades alfa-
este último tipo de política, se relaciona más con la posibilidad de que béticas» en política muy diferentes de aquellas que, tanto políticos pro-
surja una situación en la cual no exista ninguna oposición en absoluto, fesionales como ocasionales acostumbran poseer en la actualidad. Si la
donde las nuevas cuestiones que están siendo tematizadas podrían ser historia conceptual llegara a desempeñar alguna vez un papel político
fácilmente ignoradas o descartadas, y los políticos que abandonen los directo, esta disciplina debiera enseñar a los políticos las modalidades
espacios comunes de debate por otros nuevos podrían ser fácilmente de lectura conceptual de la política tanto como la lectura política de los
burlados. usos conceptuales.
A pesar de todo, en los casos en los que se discute la agenda políti-
ca, y la introducción de nuevas cuestiones es la fuerza principal a dis-
posición del político, la habilidad para provocar modificaciones con-
ceptuales parece ser una condición previa para perfilarse como un
político creativo. Este es especialmente el caso de aquellos políticos a
quienes les falta el respaldo de una mayoría numérica, bien sea en su
propio partido, o bien dentro del arco parlamentario. Incluso si el nú-
mero se mantiene como la ultima ratio de la política democrática,
como afirmó Weber21, el peso decisivo del factor cuantitativo puede ate-
nuarse por medio de innovaciones conceptuales. En realidad, podríamos
añadir al paradigma de Skinner del ideólogo innovador el del político

20 Para un punto de vista más detallado, véase Kari PALONEN, «Political Theorising as a
Dimension of Political Life», Paper presented at the Conference Rethinking the Founda-
tions, Cambridge, 10-12 de abril de 2003.
21 Max WEBER, «Wahlrecht und Demokratie in Deutschland», Max-Weber-Studienaus-

gabe, Vol. I, 15, Tübingen, Mohr, 1917 [1988], págs. 155-189.


Primera edición, 2015

FRANÇOIS GODICHEAU Y PABLO SÁNCHEZ LEÓN


(eds.)

LC KD305 Dewey 340.5246 S724m


Palabras que atan
Metáforas y conceptos del vínculo social en Este libro y el proyecto de investigación
internacional que representa se han
la historia moderna y contemporánea beneficiado del apoyo del Consejo
regional de Aquitania, del Gobierno de
en las Monarquías Ibéricas Euskadi y de la Embajada de Francia en
Madrid.ulo o

Título original: Les ligueurs de l’exil. Le refuge catolique français après 1594

© 2015, François Godicheau y Pablo Sánchez León (eds.)


D. R. © 2015, de la presente edición:
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Impreso en España
34 javier fernández sebastián

De historiadores y metáforas

Para lo que aquí interesa, historia y metáfora pueden cruzarse a dos


I. METÁFORAS PARA LA HISTORIA Y UNA HISTORIA niveles. En primer lugar, algunos historiadores se han interesado por la
PARA LAS METÁFORAS metáfora en el plano teorético. De hecho, reconocidos teóricos de la his-
toria de nuestros días, pero también de épocas anteriores, se han aso-
mado a este tema desde el punto de vista estético-metodológico, seña-
JAVIER FERNÁNDEZ SEBASTIÁN lando lo que la metáfora tiene de herramienta analítica, heurísticamente
Universidad del País Vasco útil para la historia como disciplina. Por otra parte, encontramos apro-
ximaciones de carácter empírico que han concentrado su interés en las
metáforas –en algunas de ellas– como objeto de estudio. Por ejemplo,
Quizá la historia universal es la historia cuando un historiador efectúa un análisis histórico del uso de ciertas
de la diversa entonación de algunas metáforas. metáforas sociopolíticas en un momento dado, o de su evolución
JORGE LUIS BORGES durante un período de tiempo dado. En este último caso se trataría de
estudios historiográficos particulares –a partir del escrutinio de las fuen-
Este texto es una invitación al lector para reflexionar sobre un enfoque tes adecuadas a tal fin– de lo que podríamos llamar la «metaforografía»
y un nuevo terreno historiográfico que, aunque poco cultivado todavía, de determinadas épocas del pasado, mientras que en el primer caso cabría
está siendo desbrozado en las últimas décadas y podría constituirse en un hablar más bien de aproximaciones a una «metaforología histórica».1 La
campo vasto y feraz para la investigación histórica. Me refiero al terreno primera opción –de corte historiológico– tiene más afinidad con una
delimitado por la intersección de la disciplina histórica con un haz de perspectiva etic, mientras que la segunda, en principio, se acomoda mejor
materias que se ocupan de un objeto bastante alejado de las preocupa- a una aproximación emic. Pero, por supuesto, ambos enfoques están lejos
ciones del historiador ordinario: el estudio de las metáforas. de ser incompatibles, y entre uno y otro cabe toda una gama y una com-
Mi principal objetivo en estas páginas es poner de manifiesto que, binatoria según diversos grados de inclinación mayor o menor hacia lo
aunque usualmente problemáticas, las relaciones de doble dirección entre teórico o hacia lo empírico.
historia y metáfora merecen ser reexaminadas y revaluadas con mayor Tanto en uno como en otro plano, sin embargo, es un hecho que en
cuidado, puesto que, como se verá, con esa revaluación la historia tiene el gremio de los profesionales de la historia han surgido de manera recu-
mucho que ganar. rrente recelos y prevenciones que obstaculizan seriamente el estudio de
Empezaré por una presentación esquemática de dichas relaciones, las metáforas. En el nivel teórico, la renuencia patente en muchos histo-
mostrando que, si bien los historiadores casi siempre han mirado las riadores a ocuparse de esos temas procede de que ese tipo de reflexiones
metáforas con indisimulada desconfianza (por no decir animadversión), y de lecturas –que a menudo se asocian con las teorías posmodernas de
sería insensato –además de imposible– prescindir de ellas. Es más: sería la historia– suelen considerarse demasiado abstractas, excesivamente
beneficioso para la historiografía, superando viejos prejuicios pseudo- próximas a la filosofía. Poco atractivas, en suma, para la mentalidad del
científicos, aceptar de buen grado que la metáfora es a un tiempo una
aliada insustituible en su indagación sobre el pasado y un objeto mere-
cedor de estudios históricos mucho más sistemáticos de lo que se le
1 Me he ocupado de este tema en dos trabajos anteriores, uno de ellos desde una
perspectiva teórica, y el otro, esencialmente empírica o aplicada: FERNÁNDEZ SEBASTIÁN,
han dedicado hasta ahora. Expondré a continuación algunos ejemplos «Conceptos y metáforas en la política moderna», y del mismo autor, «Las revoluciones
de la metaforicidad inherente a la escritura de la historia, recordando un hispánicas». A diferencia de la bibliografía sobre la metáfora en general, prácticamente
puñado de consideraciones de ilustres historiadores sobre este tema, y inabarcable (un recuento publicado hace quince años incluía más de 3.500 entradas, y
concluiré con algunas propuestas para avanzar resueltamente por ese desde entonces la producción académica sobre este tema no ha dejado de crecer. Véase
VAN NOPPEN y HOLS, 1990), la que versa específicamente sobre historia de las metáforas
camino.
es mucho menos abultada. Selecciono a continuación algunos trabajos accesibles sobre
esta temática: GONZÁLEZ GARCÍA, 1998 y 2006; STOLLEIS, 2010; BUSTOS GUADAÑO,
2000; LIZCANO, 2006; MAYR, 1986. Hay también un útil diccionario de metáforas filosó-
ficas en KONERSMANN, 2007.

33
metáforas para la historia y una historia para las metáforas 35 36 javier fernández sebastián

historiador ordinario (que puede incluso llegar a verlas como una ame- tal, frívola e insustancial, asimilable al mundo de las ficciones, las emo-
naza para la disciplina). ciones y los mitos,5 haya bloqueado durante muchos años la posibilidad
En el nivel de la historia empírica, aplicada, la incomodidad –que a de que su estudio ingresase en los dominios de la historiografía. Pese a
veces se revela como una verdadera «fobia a las metáforas»– procede, al todo, los historiadores no se han privado de recurrir al lenguaje figurado
contrario, de que esa clase de estudios a muchos historiadores se les cada vez que les ha parecido conveniente (como, por cierto, estoy
antojan peligrosamente afines a la literatura de ficción. Y, si bien la his- haciéndolo yo mismo aquí, desde la primera frase de este ensayo). No
toria está abierta desde hace tiempo al tráfico interdisciplinar con otras solo eso: los maîtres à penser de la historiografía moderna parecen haber
ciencias sociales, la voluntad decidida de mantener nuestra disciplina en sido plenamente conscientes de la inexcusable necesidad de los tropos
el terreno seguro de la «ciencia social», evitando a toda costa caer (o para ejercer con solvencia el métier d’historien.
recaer) en «lo filosófico» o en «lo literario», explicaría la reluctancia de Mientras que los positivistas Langlois y Seignobos «invitaient l’his-
los historiadores a integrar en su foco de atención –o en su caja de herra- torien à faire la chasse aux métaphores»,6 Lucien Febvre aconsejaba de
mientas– cualquier modalidad de lenguaje figurado. manera más realista cambiar de metáforas: sustituir las viejas, anquilosa-
Mientras por uno de los extremos la metáfora quedaría en todo caso das imágenes que seguían usándose inercialmente, por otras más diná-
para los filósofos, por el otro parece cosa de poetas. En cualquier caso, micas y sobre todo más adaptadas a las «necesidades mentales» de su
estos sectores tradicionales, que no ocultan su suspicacia ante una temá- época, acordes con los nuevos tiempos marcados por avances técnicos
tica displicentemente etiquetada de «posmoderna», aconsejan mantener como la energía eléctrica o el transporte aéreo. Tras criticar severamente
la nave del saber histórico a distancia de ambos escollos. Si se me permite lo que llamaba «le système de la commode» de Seignobos –con su clasifi-
erigirme en portavoz impostado de esa corriente de opinión, la adver- cación convencional de los hechos económicos, sociales, políticos o inte-
tencia sonaría más o menos así: entre el Escila de la filosofía y el Carib- lectuales en «cajones» independientes, estancos y jerarquizados–, Febvre
dis de la poesía, el historiador debiera esforzarse por resistir esos cantos abogaba por «changer le corpus traditionnel des métaphores que les his-
de sirena y mantener un rumbo seguro, igualmente alejado de la abs- toriens utilisent».7
tracción excesiva y de la imaginación desenfrenada. La nueva escuela trajo sin duda cambios significativos en algunas metá-
Ese prudente distanciamiento podría incluso tomarse como un índice foras. Sin embargo, la persistente imaginación espacial de la que emanaban
de la sobriedad y «cientificidad» de su oficio, pues, como ha observado tales esquemas –implícita en el «sistema de la cómoda» de Seignobos, pero
Fernando Betancourt, «desde el siglo XVIII no existe nada más alejado del igualmente decisiva en la construcción de tantos otros conceptos histó-
campo científico que la metáfora».2 En efecto, aunque sabemos bien que ricos– iba a mantenerse incólume en lo sustancial. Los representantes
Bacon, Descartes, Hobbes e tutti quanti arremetieron contra la retórica más conspicuos de la segunda y tercera generación de los Annales segui-
sin dejar por ello de utilizar a fondo en sus escritos toda una panoplia de rán recurriendo a la imaginería arquitectónica, geológica o estratigráfica
sugestivas metáforas, no es menos cierto que los filósofos racionalistas y para organizar el conocimiento histórico: el subtítulo ternario de la pro-
empiristas de los siglos XVII y XVIII consideraron la metáfora un obstá- pia revista Annales (Économies, Sociétés, Civilisations) es revelador.
culo para el «verdadero conocimiento» (como ya lo había hecho Platón Piénsese, por ejemplo, en las manidas metáforas referidas a infraestruc-
muchos siglos antes).3 Una actitud similar, redoblada si cabe, adoptarán turas y superestructuras, o en el famoso corte braudeliano de los tres
al respecto los autores positivistas y cientifistas del ochocientos y del niveles temporales que, desde la superficie agitada de lo político/événe-
novecientos.4 mentiel, penetra en vertical hasta las profundidades abisales del tiempo
Se comprende que esa ansiedad por lo conceptual que tiende a me-
nospreciar la metáfora como una figura meramente estética u ornamen-
5 Lo cierto es que, desde Platón, ha prevalecido en el pensamiento occidental una

concepción intelectualista y «conceptocéntrica» del conocimiento que tiende a asumir


2 BETANCOURT MARTÍNEZ, 2007, p. 5. que toda transposición de una palabra usualmente aplicada en un campo de la experien-
3 Véase, por ejemplo, la crítica de Feijoo al «idioma metafórico», que el ilustre bene- cia a otro sector de la realidad es un uso desordenado e inauténtico, en lugar de ver en
dictino considera ajeno a la verdadera filosofía (RICO, 2008, p. 230). ello justamente una vía de expansión semántica que revela la capacidad creadora del len-
4 Paradójicamente, los científicos más destacados de los últimos siglos en casi todos guaje (GADAMER, 1977, p. 515).
los campos cimentaron sus grandes aportaciones y propuestas teóricas sobre bases ine- 6 HARTOG, 2003, p. 150.

quívocamente metafóricas. 7 FEBVRE, 1965, pp. 232 y 278.


metáforas para la historia y una historia para las metáforas 37 38 javier fernández sebastián

casi inmóvil de la longue durée, pasando por la cota intermedia del temps decimos, la idea venía rondando a muchas mentes inquietas, no siempre
conjoncturel de la historia económica y social. Un imaginario no muy personajes conocidos, con especial insistencia desde las últimas décadas
distinto subyace a la figura repetida de la historia como un edificio de del siglo XVIII y las primeras del XIX. Como escribió al respecto en 1825
tres plantas. Tal sucede con la «histoire à trois étages» –lo económico, lo cierto liberal español exiliado en Londres, en un librito muy difundido
social, lo mental– de Pierre Chaunu, así como con el ulterior desplaza- en la América hispana en aquella hora crucial de su historia, «la metáfora
miento del interés prioritario del sótano al desván –«de la cave au gre- crea un nuevo mundo, un nuevo idioma».13
nier»–, un movimiento asociado al nombre de Michel Vovelle, que sin
embargo en aquel tiempo solía ir acompañado de la voluntad expresa de
no dejar de lado en el análisis ninguno de los niveles del edificio social.8 Metáforas para la historia
Claro que la asimilación del tiempo a una formación sedimentaria o
a una excavación arqueológica –y, más generalmente, la representación La historia, los historiadores, el pasado, la memoria14 y el tiempo mismo
de los tiempos históricos mediante algún tipo de metáfora geológica o han sido representados a lo largo de los siglos bajo ropajes muy diver-
espacial– se ha revelado una fuente de inspiración permanente para otros sos. Y seguramente un repaso sistemático de toda esa rica y cambiante
muchos teóricos e historiadores, dentro y fuera de la academia francesa. metafórica sería de gran ayuda para iluminar algunos giros importantes
Baste pensar en los estratos del tiempo (Zeitschichten) koselleckianos, o en la manera de ver el pasado y de concebir la razón de ser de nuestro
en la comparación del pasado que propone Arthur Danto –quien no está oficio.
solo en eso, ni mucho menos– con un «gran recipiente» o contenedor Recordemos someramente algunas de las más afamadas metáforas
donde poco a poco se van decantando las sucesivas capas temporales.9 relativas a la historia. Entendida como indagación y escritura acerca del
Aunque por razones de espacio tal vez no sea este el lugar idóneo pasado, Cicerón la describió hace más de dos mil años en un fragmento
para entrar a fondo en esta cuestión, me gustaría insistir una vez más en muy citado de su De oratore como «maestra de la vida».15 Consagraba
el valor cognitivo de las metáforas, incluso en «la metaforicidad consti- así el jurista republicano un perdurable topos, vigente durante casi veinte
tuyente del mundo».10 La potencia generativa de la metáfora como siglos, que veía la historia sobre todo como un rico depósito de expe-
mecanismo por excelencia de construcción semántica ha sido subrayada riencias, como un repertorio de exempla que debía permitir a las genera-
en numerosas ocasiones.11 La idea de que algunas grandes metáforas –al ciones subsiguientes (especialmente a los gobernantes) orientarse moral y
aplicar a un objeto características de otro, y revelar así aspectos insospe- políticamente, evitando incurrir en determinados errores, soslayando
chados del primero, que es visto bajo los atributos del segundo– proyec- riesgos ya conocidos y eligiendo prudentemente cursos de acción acordes
tan intuiciones analógicas que tienen la capacidad no solo de arrojar luz con las valiosas enseñanzas emanadas de esa experiencia acumulada.16
sobre problemas enquistados, sino de desvelar significados ignorados y Con la entrada en la modernidad y la brecha cada vez más profunda
edificar de ese modo nuevos conceptos, no es de hoy. Esta capacidad entre experiencias y expectativas, el topos ciceroniano empezó a ser puesto
demiúrgica, que ya fue enfáticamente señalada desde finales del siglo XIX en cuestión,17 hasta que, en la segunda mitad del ochocientos, Friedrich
y principios del XX por autores como Nietzsche u Ortega, ha sido más
recientemente puesta de manifiesto, sobre todo a partir de mediados de
los años sesenta, por una serie de teóricos entre los que descuellan nom- 13 DEURCULLU, 1838, p. 40.
14 La idea misma de «memoria colectiva» es, por supuesto, una metáfora. Pero
bres como Max Black, George Lakoff o Hans Blumenberg.12 Pero, como
la memoria puede a su vez metaforizarse como archivo, depósito, almacén, registro,
fichero, etc.
15 Historia vero est testis temporum, lux veritatis, vita memoriae, magistra vitae,
8 VOVELLE, 1980; BURKE, 1993, pp. 70 ss. nuntia vetustatis (CICERÓN, De oratore, II).
9 DANTO, 1965; MUDROVCIC, 2013. 16 El viejo dictum que considera al tiempo –representado alegóricamente como un
10 COUCEIRO-BUENO, 2012. anciano– padre de la verdad (veritas filia temporis) resultaba asimismo congruente con
11 NIETZSCHE, 2013; FLÓREZ MIGUEL, 2004; NIETZSCHE, 2000 (véase, en especial, la su metaforización como maestro, de modo que el tempus magister vino a veces a ocupar
sustancial introducción de DE SANTIAGO GUERVÓS, pp. 31-54); ORTEGA Y GASSET, 1983; un lugar equivalente al de la historia magistra. Un ejemplo al azar: el 8 de mayo de 1828
BLUMENBERG, 1995; PALTI, 2013. el periódico chileno La Clave publicaba un artículo titulado «El tiempo es el mejor
12 BLACK, 1962; LAKOFF y JOHNSON, 1998; BLUMENBERG, 1995; ORTONY, 1993; maestro».
CARVER y PIKALO, HANNE, CRANO y MIO, 2014. 17 KOSELLECK, «Historia magistra vitae», en KOSELLECK y SMILG, 1996.
metáforas para la historia y una historia para las metáforas 39 40 javier fernández sebastián

Nietzsche le dio la réplica redescribiendo brutalmente la historia como cuenta del pasado… Sin salirnos de esa analogía óptica, en lugar de espejo,
«sirvienta de la vida». De maestra a subalterna, el cambio de posición de hoy preferimos hablar de lentes a través de las cuales contemplamos
la disciplina con respecto a «la vida» no podía ser más drástico: en el ale- aquellos mundos pretéritos, o incluso de los ojos que nos permiten ver-
gato antihistoricista nietzscheano, la noble señora se ha transmutado en los.21 O, si optamos por recurrir a una metafórica cultural o lingüística,
humilde criada.18 Esta degradación de magistra vitae a ancilla vitae hay sabemos que la lengua de los actores del pasado no es la nuestra, y en
que entenderla, en el contexto de su ensayo Sobre la utilidad y el perjui- consecuencia necesitamos de las habilidades y destrezas del traductor,
cio de la historia para la vida (1873), como una crítica radical del filósofo del intérprete y del antropólogo para construir puentes entre uno y otro
alemán a la, a su juicio, desmesurada importancia asignada a la historia «idioma» y establecer así esa peculiar forma de «comunicación» con
en el siglo XIX, hasta el punto de haberle sido otorgada cierta preemi- nuestros ancestros a la que llamamos historia (pues, no deberíamos olvi-
nencia epistemológica sobre el espontáneo despliegue y afirmación de la dar que hacer historia es una manera de tratar con/a los difuntos, aque-
vida (y para Nietzsche no hay duda de que es a ese mundo vital al que le llos que, como nosotros, en otro tiempo vivieron su vida en presente).22
correspondería ostentar esa primacía).19 Se habrá podido advertir que las imágenes subyacentes a este nuevo
En cuanto a la función del historiador, inicialmente asimilada a la del papel del historiador como mediador tienen que ver muy a menudo con
cronista, el testigo, el notario, el pintor o el retratista, en los últimos una metáfora maestra que recorre buena parte de la historiografía
tiempos se ha sofisticado considerablemente, y no es raro que se le equi- moderna y posmoderna (aun cuando, según algunos, estaría en los últimos
pare metafóricamente con un viajero en el tiempo, un médium o inter- tiempos en proceso de disolución): la de la «distancia» temporal. Proximi-
mediario entre dos mundos, un juez (Carlo Ginzburg, Paul Ricœur), un dad y alejamiento; familiaridad y extrañamiento; mediación, empatía y
traductor o intérprete (Peter Burke), incluso un enseñante de lenguas alteridad, nociones de matiz espacio-temporal no exentas de carga afectiva
extranjeras.20 Esta transformación de fondo es asimismo muy significa- que se han tornado esenciales para comprender el oficio de historiador,
tiva: si la figura del historiador ha pasado de evocar el papel del notario son todas ellas tributarias en alguna medida del gran tema de la distancia.
o cronista al de juez, de asociarse al oficio de cartógrafo, al de intérprete, Incluso cuando se equipara la historia –o la propia vida– con un género
explorador o antropólogo, este cambio se debe en parte a que la metá- literario concreto (comedia, drama, novela, ensayo…), esas comparacio-
fora del espejo ya no sirve para dar una idea de la complejidad de sus nes están entrelazadas con aquella metafórica de base, que puede proyec-
tareas. Hoy en día sería un signo de ingenuidad inadmisible considerar tarse sobre los dominios moral, estético, afectivo y conceptual.23
la historiografía como un simple espejo capaz de reproducir fielmente el La clásica disyuntiva histórico-antropológica emic-etic podría tal vez
modo en que «realmente sucedieron las cosas». La historia rerum gesta- reducirse en última instancia a los avatares de un equilibrio siempre pre-
rum ha dejado de imaginarse como un reflejo de la historia «realmente cario entre cercanía y distanciamiento, entre el entendimiento «desde
acontecida» (res gestae), para pensarse como una construcción meditada
y trabajosa. 21 Desde el momento en que los esquemas binarios del tipo «realidad histórica
Conscientes de que el pasado es un país extraño, y de que todo lo que
pasada (A) a texto historiográfico (B)» se ven superados por una relación ternaria más
podemos hacer es intentar comprender en su alteridad esos mundos des- compleja y reflexiva, que como mínimo contempla que entre A y B siempre se interpone
vanecidos, hoy no podemos ignorar que nuestros conceptos moldean alguna teoría o epistemología (C), las metáforas ópticas que hablan de lentes, focos o mira-
inevitablemente aquellos objetos que intentamos conocer; por consi- das sustituyen con ventaja a la vieja metafórica del espejo, que presupone un esquema
guiente, los aspectos constructivistas han pasado a ocupar una posición extremadamente simple realidad-reflejo.
preeminente cuando se trata de explicar en qué consiste el trabajo del La insatisfacción con el paradigma ilustrado, «representacionista», de la mente como
espejo empezó ya con el Romanticismo; los poetas románticos solían preferir, en efecto,
historiador. Por mucho que se esfuerce en empatizar con las personas ya la metáfora «expresionista» de la mente como lámpara o linterna (ABRAMS, 1953; véanse
fallecidas de quienes se ocupa, es el historiador quien construye y ela- los oportunos comentarios de ANKERSMIT, 2012, pp. 112-113. Véase también BRANDOM,
bora las representaciones y los relatos mediante los cuales intenta dar 2002, p. 9).
22 Y, puesto que también nosotros moriremos y pronto seremos «pasado», es fácil

imaginar que otros podrían interesarse en el futuro en establecer un «contacto» similar


con quienes vivimos ahora, tratando de entendernos desde un tiempo que ya no vivire-
18 KOSELLECK, 2013, pp. 46-47. mos, y de restituir retrospectivamente nuestros afanes y nuestra visión de las cosas, aje-
19 NIETZSCHE, 2007. nos a los suyos.
20 SYRJÄMÄKI, 2011, pp. 48-49. 23 PHILLIPS, 2013, pp. 10-13 y passim.
metáforas para la historia y una historia para las metáforas 41 42 javier fernández sebastián

dentro» y la mirada «desde fuera». Y no es exagerado afirmar que muchas ciones alternativas (o simplemente a la perspectiva periódicamente reno-
de las grandes cuestiones metodológicas en torno a las cuales gira el vada que trae el mero paso del tiempo).26
debate historiográfico –explicación, comprensión, objetividad, represen- En lugar de una sola lente que, una vez fijado el encuadre, el enfoque,
tación, presentismo, memoria, etc.– dependen de qué posición se adopte la apertura, etc., nos devolviera una imagen consistente, única y carente
ante el problema fundamental de cómo habérnoslas con la distancia tem- de distorsiones del objetivo, últimamente prolifera la metáfora de las
poral, i.e., de escoger el ángulo, el foco y la perspectiva idóneas (que gene- lentes múltiples, e incluso del caleidoscopio, que con un ligero movi-
ralmente no es una, sino varias) para captar del modo más cabal posible miento produce imágenes diversas, efímeras y siempre cambiantes. En
las complejas relaciones entre presencia y ausencia, presente y pasado (y estos tiempos de modernidad líquida (Z. Bauman), todo lo que una vez
por ende, entre pasado y presente, lo que permite discernir aquello que pareció sólido se ha vuelto fluido, etéreo, escurridizo y perspectivista. El
está definitivamente muerto y aquello que sigue vigente todavía).24 cambio de metáforas es radical: en lugar de paisajes o de configuraciones
Como se desprende de lo dicho hasta aquí, la economía de la metá- fijas, suele hablarse de constelaciones o de nubes, cuyo aspecto varía
fora es inseparable de la historia en cualquiera de sus formas. Las metá- dependiendo del punto de vista.27 Del escrito, que imaginábamos estable
foras que tratan de hacernos entender las funciones del historiador se y casi perenne (scripta manent), hemos pasado al palimpsesto, que puede
relacionan estrechamente con las imágenes que usamos para referirnos a borrarse para reescribir sobre él una y otra vez. Las clásicas metáforas
la historia como disciplina. Y todas ellas, naturalmente, sobre todo las estratigráficas, tan comunes en historia intelectual, han dado paso a imá-
más incisivas, que suelen tener un trasfondo epistemológico, obedecen genes extraídas de la dinámica de fluidos para enfatizar la turbulencia de
en gran parte a la atmósfera intelectual y cultural imperante en cada algunos cambios.28 Y así sucesivamente.29
momento. Así, no nos sorprende en absoluto que el mismo o parecido Pero, más allá de este o aquel tropo concreto, es la mismísima activi-
cambio de metáfora propuesto por Nietzsche para la historia, dando la dad de historiar la que aparece últimamente ante nosotros como consti-
réplica a Cicerón –de maestra a sirvienta–, haya sido aplicado un siglo tutivamente metafórica. Puesto que la metafora es una forma de trans-
después para describir el precario estatuto de la verdad en estos tiempos porte o traslación del significado, y la historia se propone traducir,
posmodernos: «Truth, far from being a solemn and severe master, is a trasladar o transferir el significado de los sucesos desde el pasado al pre-
docile and obedient servant».25 sente, la estructura de la historia sería inherentemente metafórica. Y, si
Ciertos tropos aplicados a la historia nos proporcionan asimismo una
clave importante para seguir su evolución reciente. Incluso si nos man-
tenemos dentro del cuadro general de las metáforas ópticas y textiles del 26 La propuesta teórica hölscheriana de una «nueva analítica» plantea cambiar la idea
retrato o de la pintura, del tejido o del tapiz, hay diferencias igualmente metafísica de una historia unitaria por una metáfora que entiende la historia como un
significativas. En el mundo actual la operación historiográfica ha dejado tejido hecho de hilos entrelazados, donde los cruces o nudos serían los acontecimientos
de asociarse –al menos tan frecuentemente como hace algunas décadas– históricos, y las fibras, las estructuras temporales y los órdenes cronológicos (HÖLSCHER,
con la ejecución de un lienzo o una fotografía que refleje el estado final 1961, p. 333).
27 Véase un ejemplo de la integración de factores como la incertidumbre, el caos y la
de la cuestión sobre cualquier asunto. A este respecto, ya no hay obras, aleatoriedad en la historia cultural por medio de la metáfora de la nube, en GRUZINSKI,
paisajes o retratos «definitivos». Tales tareas remiten ahora más bien al 2007, pp. 71-72. La comparación de la verdad histórica con nubes, cuya percepción solo
inacabable tejer y destejer de una tela de Penélope: como si los historia- es posible gracias al ojo que las contempla desde la distancia, ya fue insinuada por Hum-
dores estuvieran obligados a deshacer periódicamente sus representacio- boldt a principios del siglo XIX (HUMBOLDT, 1967, p. 58).
28 FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, 2014, p. 41.
nes para recomponerlas siguiendo diferentes pautas, debido a la aparición 29 La labilidad de las interpretaciones históricas ha llevado a algunos al extremo de
de nuevas evidencias, o bien a la enunciación de hipótesis o interpreta- considerar la historia un cúmulo de fábulas y de mentiras. Así, en un ensayo reciente,
cierto periodista equipara primero a la historia –un poco a la manera del paradigma indi-
ciario de Ginzburg– con «la ceniza de un incendio», para cambiar luego bruscamente de
24 CARR, FLYNN y MAKKREEL, 2004, pp. 61, 63 y 73. Cuando se otorga primacía a los metáfora y afirmar, citando a un oscuro autor inglés del siglo XIX, la absoluta arbitrarie-
aspectos emocionales sobre los intelectuales, la metafórica de la distancia se transmuta en dad de todo relato histórico: «La historia es como una imprentilla infantil en la que uno
otra referente a la temperatura. Lo lejano se redescribe entonces como frío, y lo cercano puede elegir las letras que quiere y ordenarlas en la forma que quiere para que digan lo
como cálido. Se contrapone así, como es frecuente en la historiografía actual, un «pasado que a él le apetece». Es sintomático que el ensayista al que venimos citando contraponga
frío» y un «pasado caliente». la ciencia a la literatura, como quien contrapone la verdad a la ficción, y considere la
25 GOODMAN, 1978, p. 18. metáfora como una intrusa en la escritura de la historia (MURADO, 2013, pp. 12, 36 y 62).
metáforas para la historia y una historia para las metáforas 43 44 javier fernández sebastián

estamos hablando de metáforas para la historia, este es seguramente el El reciente auge de la «historia memorial» ha venido a añadir com-
cambio más importante y decisivo. El argumento suena más o menos así: plejidad a esta relación, que ya no se limitaría al análisis de los cuatro
puesto que no es posible reduplicar y traer al presente un pasado radi- tropos de la retórica clásica efectuado en su día por Hayden White. Así,
calmente irrecuperable, la historiografía no sería otra cosa que un tejido Edoardo Tortarolo, comentando un trabajo de Eelco Runia,34 contra-
de metáforas que aspira a re-presentar y a facilitar la comprensión indi- pone a la historia-metáfora, preocupada por la representación «intelec-
recta de aquellos mundos definitivamente esfumados, con los cuales solo tual» o «semántica» del pasado partiendo de la distancia temporal o dia-
es factible conectar por vías oblicuas y acceder a un contacto vicario, cronía, un tropo alternativo: el de una historia-metonimia asociada a la
ciertamente basado en documentos, pero filtrado por la imaginación. (mal) llamada «memoria colectiva» o «memoria histórica»,35 que se ocu-
Ya desde los primeros pasos, la imaginación histórica que se esfuerza paría más bien de la dimensión espacial y afectiva, y aspiraría a la crea-
en conocer el pasado postula una relación metafórica entre las fuentes (la ción de lugares de presencia a través de los cuales establecer una especie
propia palabra «fuente» es obviamente una metáfora) y los sucesos o de «contacto emotivo con el pasado».36
procesos a los cuales aquellas remiten. Refiriéndose a los conceptos-guía Obsérvese una vez más la fundamental congruencia de la nueva ima-
presentes en los documentos analizados por el historiador, escribió gen de la historia como traducción y como metáfora con la figura del
Koselleck en su introducción al Geschichtliche Grundbegriffe que «las historiador como traductor mencionada más arriba. El historiador sería
fuentes lingüísticas de los periodos tratados […] son en su conjunto una en esencia un «transportador», un «metaforizador» que, al «trasladar»
única metáfora de la historia acontecida».30 Claro que no se trata solo de significados desde un punto en el tiempo a otro, se esforzaría por tender
la relación entre fuentes y acontecimientos.31 El «giro metafórico» de la puentes entre el pasado y el presente (o sea, entre sus pasados y su pre-
historiografía se consumaría sobre todo cuando, desde mediados de los sente). Por medio del discurso histórico se trataría, en definitiva, de conec-
setenta del siglo pasado, teóricos de la historia como Hayden White o tar entre sí a generaciones separadas por un lapso temporal más o menos
Frank Ankersmit publicaron algunas obras bien conocidas en las cuales dilatado.37
sostenían sin ambages, desde premisas y perspectivas distintas, la estruc- Desde un enfoque «posfundacionalista», Mark Bevir sostiene, por el
tura metafórica de la historia.32 contrario, que hoy es posible dejar atrás la obsesión por la distancia tem-
Coadyuvaron también a este giro diversos trabajos de Paul Ricœur, poral que caracterizó en el siglo XX primero a la historiografía modernista
en los que este autor planteaba en parecido sentido que la historia pro- y luego a la posmodernista. Bastaría para ello, argumenta Bevir, dejar de
cede a una suerte de «metaforización» de los sucesos ocurridos, que son pensar en términos de correspondencia entre hechos y narrativas, que
representados, y en cierto modo «re-creados», mediante relatos que ine- contraponen sistemáticamente pasado y presente como si ambas instan-
vitablemente los presentan bajo una luz distinta a la que los iluminó cias estuviesen separadas por una brecha poco menos que infranqueable.
cuando «realmente» sucedieron.33 Así pues, podríamos decir que la mo- En lugar de eso, si admitimos que no hay pasado sin presente, ni
derna hermenéutica y la teoría posmoderna de la historia asumen de un «hechos» sin categorías y tramas narrativas que los sostengan, ni tampoco
modo u otro la estructura fundamentalmente metafórica de la narrativa «experiencias en sí» ajenas a las teorías que les otorgan sentido, el pro-
histórica, que establece una interacción de significados entre lo narrado blema de la objetividad histórica quedaría redefinido como una práctica
y lo realmente acontecido. de comparación entre diferentes interpretaciones disponibles en concu-
rrencia (y dejaría de entenderse, por tanto, como una suerte de adaequa-
tio entre un conjunto de «hechos» indiscutibles y el relato que supuesta-
30 KOSELLECK, 1972; cito por la versión en español de FERNÁNDEZ TORRES, 2009, mente los reflejaría). Más que de franquear la distancia entre presente y
p. 93.
31 En otro lugar el propio Koselleck sostuvo que la historia como ciencia se diferen-

cia de las otras ciencias por su metafórica (KOSELLECK, 2000, p. 305).


32 WHITE, 1973; ANKERSMIT, 1994. Véase la crítica de Chris Lorenz a lo que llama 34RUNIA, 2006.
«metaphorical narrativism» de estos autores en LORENZ, 1998. Ankersmit ha subrayado 35Nociones que, dicho sea de paso, me parecen más que discutibles. Véase un estado
en particular la «metaforicidad» de los «conceptos coligatorios» (ANKERSMIT, 1983; y del de la cuestión sobre la llamada «historia memorial», por oposición a lo que podríamos
mismo autor, 2001, pp. 13-20), así como la afinidad fundamental, en la escritura de la his- llamar la «historia histórica», en BENIGNO, 2013, pp. 41-54.
toria, entre la representación y la metáfora, por la capacidad de ambas para cruzar la 36 TORTAROLO, 2008.

barrera entre lenguaje y mundo (ANKERSMIT, 2012, pp. 73-76). 37 MARTÍN DE LEÓN, 2010a; y de la misma autora, 2010b. Desde la perspectiva
33 RICŒUR, 1983, t. I, p. 13. Véase también, del mismo autor, 1975, pp. 305 ss. opuesta, SAMANIEGO FERNÁNDEZ, 1996.
metáforas para la historia y una historia para las metáforas 45 46 javier fernández sebastián

«pasado en sí», se trataría de describir un conjunto de conceptos y creen- tores operativos y conceptualizaciones que la enmarcan y generan dis-
cias en términos de otro. La aporía, en suma, quedaría disuelta con un tintos efectos de sentido.
cambio de tropo. Saldríamos ganando, sugiere Bevir, si en lugar de hablar Pero no se trata solo de distancia: el vocabulario usual en la escritura
de distancia optásemos por una metáfora alternativa: la de la traducción.38 de la historia está plagado de términos geométrico-visuales y arquitectó-
nicos como cimiento, plano, perspectiva, enfoque, aproximación, y otros
más que indican a las claras que la conceptualización del tiempo es indi-
Cuando la cercanía nos aleja y la ruptura se disfraza de continuidad sociable de su metaforización en términos espaciales y perspectivistas.41
Algo que apenas debiera sorprendernos, habida cuenta de que la
1. Proximidad y lejanía moderna historiografía es hija de la enorme grieta cultural que se abrió
en Occidente hace aproximadamente dos siglos y que no se ha cerrado
La tesis beviriana que acabo de resumir no me parece una solución com- todavía. Ese dramático umbral –llámese Sattelzeit, Gran Transición o
pletamente convincente. A mi juicio, en este caso ambas metáforas –tra- Era de las Revoluciones– produjo una ruptura en el tiempo, manifiesta
ducción y distancia– se implican mutuamente, y resulta difícil aplicar a la en el súbito divorcio entre experiencias y expectativas. Y fue esa espec-
historia una de ellas dejando a la otra a un lado. Sea como fuere, lo que toda tacular fractura entre el presente y el pasado la que hizo posible la apa-
esta discusión pone de relieve es que los pilares del debate actual sobre la rición de la conciencia histórica y originó la ciencia histórica moderna.42
historia tienen en gran medida un carácter metafórico. ¿Qué es la historia? La voluntad de tender un puente –o si se quiere, de restablecer un
¿Cuál es el papel de los historiadores? Son cuestiones que hoy resulta mínimo de continuidad– entre esos dos períodos separados, de colmar la
imposible dilucidar –e incluso formular inteligiblemente– sin recurrir cons- brecha entre el presente (concebido como un nuevo tiempo) y el pasado
tantemente, como ha podido verse, a algunas metáforas fundamentales. (entendido como una temporalidad caduca y obsoleta, cuando no ilegí-
Por lo demás, la conciencia de los historiadores sobre la importancia tima), sería la fuerza impulsora que hizo nacer la ciencia histórica. La
de esta amplia temática –inseparable de la cuestión del tiempo histórico– conciencia de ruptura irremediable con el pasado que acompaña al adve-
pasa en los últimos años por la constatación de que, al igual que las nimiento de la plena modernidad exigiría reanudar el vínculo con ese
demás modalidades y escalas de temporalidad con que trabajan los his- tiempo otro (mucho más que un ancien régime, en la acepción sociopo-
toriadores, la distancia con respecto al pasado (incluso cuando se refiere lítica común de esta etiqueta historiográfica, puesto que se trataría más
a dos puntos temporales discretos t1 y t2) no es ni siquiera un dato fijo, bien de un «antiguo régimen de historicidad»).43
una magnitud constante. Esa distancia, no necesariamente cronométrica, Ahora bien, precisamente al tratar de colmarla, el historiador puede
puede ser construida ad hoc por el historiador a efectos heurísticos constatar la profundidad de esa brecha, la magnitud de esa distancia (o,
siguiendo diversas técnicas.39 No solo porque, como sabemos al menos dicho en la lengua metafórica de la traducción, al someter las fuentes a su
desde Braudel, el tiempo histórico mismo es elástico y puede ser dise- hermenéutica, el historiador puede comprobar hasta qué punto el «idioma»
ñado y adaptado a la medida de los propósitos de la investigación en en el que se entendían sus antepasados es ajeno al suyo propio). Hace
curso, sino porque, incluso si nos situamos dentro de una de las tres casi una década, respondiendo a las preguntas de un entrevistador
modalidades temporales braudelianas, la inserción del lapso t1-t2 en un durante una visita académica a la Universidad de Gotemburgo, expresé
marco u otro de interpretación, esto es, dentro de una «totalidad tem- esta misma idea con una fórmula ciertamente paradójica: «La cercanía
poral» u otra (tn-tn’, tal vez no coextensiva y que a menudo desborda nos aleja».44 Lo que quise decir entonces y reafirmo ahora es que a veces
cronológicamente a t1-t2),40 puede alterar hondamente la percepción y la
valoración de esa distancia. La «distancia» depende, pues, de diversos fac-
41 GINZBURG, 2011.
42 «L’histoire moderne occidentale commence […] avec la différence entre le présent
38 BEVIR, 2011, especialmente p. 37. et le passé» (CERTEAU, 1975, p. 15). ASSMANN, 2013. Véanse también mis trabajos, FER-
39 PHILLIPS, 2013, p. 4. Son recomendables los artículos de HOLLANDER, PAUL y NÁNDEZ SEBASTIÁN, 2014c, y 2014d.
PETERS, 2013. 43 HARTOG, 2003.
40 DANTO, 1985. Para esta cuestión es asimismo pertinente la noción de «conceptos 44 Entrevista radiofónica emitida en Gotemburgo (Suecia) durante mi estancia como

coligatorios», véanse WHEWELL, 1996, pp. 201 ss; WALSH, 1968, pp. 66 ss; CEBIK, 1969, profesor invitado del Iberoamerikanska Institutet de la Göteborgs Universitet, en junio
p. 40; MCCULLAGH, 1978. Puede verse también mi trabajo, FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, 2014a. de 2005.
metáforas para la historia y una historia para las metáforas 47 48 javier fernández sebastián

la cercanía cognoscitiva nos aleja vitalmente. Cuando uno examina de cerca le tocó asistir como testigo de excepción. Diversos autores, en efecto, han
las fuentes para ver qué entendían por tal o cual término clave de nues- destacado que la visión escatológica agustiniana del destino de la huma-
tra época (por ejemplo, qué entendían por política las gentes del siglo XVI nidad sería una tentativa hercúlea por relativizar la gravedad de aquellos
o por democracia las del siglo XVIII), se puede llevar la sorpresa de que sucesos históricos mediante su inserción en un marco trascendental.
esas palabras no solo tenían significados y connotaciones diferentes, sino Ahora, si nos trasladamos al novecientos, y observamos las respues-
que eran poco usadas y en absoluto podían considerarse conceptos fun- tas articuladas por parte de algunos filósofos e historiadores europeos a
damentales (lo que deja entrever que no estamos solo ante un problema las grandes catástrofes sufridas en la primera mitad del novecientos, es
de significados móviles, sino de lenguajes o gramáticas enteras muy dife- probable que el esquema interpretativo que hemos esbozado para el
rentes sobre los cuales se construyen redes de proposiciones que sostie- estoicismo o el agustinismo pudiera ser también de aplicación para casos
nen y dan sentido a la vida colectiva).45 De modo que esa proximidad mucho más próximos en el tiempo.
intelectual, esa familiaridad mayor con la mentalidad de nuestros antepa- La teoría de los tiempos históricos de Fernand Braudel y su obra
sados, paradójicamente, nos produce extrañeza, nos aleja de ellos. Com- mayor, La Méditerranée et le monde méditerranéen à l’époque de Phi-
probamos que aquellos trasabuelos nuestros que vivieron hace quince o lippe II (1949), podrían proveernos de un buen ejemplo. Se ha aventu-
veinte generaciones pensaban y sentían cosas muy distintas; ni sus con- rado, en este sentido, que, aunque no conviene perder de vista algunos
ceptos, ni sus lenguajes, ni sus sentimientos eran equiparables a los nues- precedentes decimonónicos, la caída de Francia en manos de los nazis
tros: sencillamente, vivían en mundos diferentes de los nuestros. pudiera haber sido el detonante para esta huida hacia la longue durée: el
traslado teórico al tiempo estructural y sosegado, casi inmóvil, de la
larga duración ofrecería un refugio acogedor en un tiempo recio de gran-
2. Ruptura y continuidad des contrariedades y desdichas.46 Es posible que, en el fondo y salvando
todas las distancias, el caso del historiador francés no sea tan distinto de
En relación con este mismo tema, hay otra paradoja que me gustaría los primeros estoicos o del obispo de Hipona. Al igual que antes había
subrayar. Todo indica que algunas grandes fracturas históricas han esti- sucedido con la permutación de la polis por la cosmópolis, o con el
mulado la emergencia de propuestas teóricas que se esforzaron por eclipse del Imperio y la relativización de esa pérdida ante el colosal
atraer la atención sobre la continuidad de fondo por encima, o por espectáculo del destino ultraterreno del ser humano (destinado a dejar
debajo, del desgarro sufrido. atrás las instituciones políticas mundanas en aras de la verdadera patria
Pensemos, por ejemplo, en las propuestas filosóficas y morales de las celestial), el salto de escala desde la histoire événementielle hacia el
llamadas escuelas helenísticas, y específicamente de los estoicos, en el majestuoso marco de una periodización multisecular (con la abrupta
contexto de la crisis que dio al traste con el mundo griego clásico a partir sustitución que este salto conlleva de los rápidos, pasajeros y superficia-
del siglo III a. C., o en la respuesta en clave teológica de san Agustín en el les eventos por las casi inconmovibles estructuras), podría encontrar una
siglo V al hundimiento del Imperio romano. Sabemos que, en el primer motivación plausible en el rechazo a ciertos episodios especialmente
caso, la desaparición de las ciudades griegas propició la búsqueda de asi- amargos o dolorosos vividos en primera persona por su autor (quien, no
deros más estables, ya fuera en las leyes inalterables de la naturaleza o en lo olvidemos, comenzó a escribir La Méditerranée durante su cautiverio
la sustitución de un imaginario centrado en el marco tradicional de la como prisionero de guerra en manos de los alemanes).
declinante polis por una nueva moral en torno a la idealizada comunidad Tampoco la hermenéutica filosófica gadameriana habría carecido de
cosmopolita. En el segundo caso, cabe interpretar la redacción de la obra un trasfondo político, y podría haber estado igualmente espoleada por
Civitas Dei ocho siglos después por parte de Agustín de Hipona, y la un vivo deseo de superar vivencias pavorosas. Una vez más, la dramática
grandiosa teología de la historia que la subtiende, como un intento de res- experiencia de la ruptura, la catástrofe del nazismo y la Segunda Guerra
tar importancia a la catastrófica experiencia de la caída del Imperio al que Mundial, vista en este caso desde la orilla derecha del Rin, exigiría un
esfuerzo supremo por comprender lo incomprensible, suturar las heri-
das abiertas y repensar la historia bajo el modo de la continuidad.
45 Pues, como mostró magistralmente Otto Brunner en Land und Herrschaft (1939),
los lenguajes o sistemas de significados de la vieja Europa tienen muy poco que ver con
el paradigma estatalista que se impuso en los siglos XIX y XX. PALTI, 2014, especialmente
pp. 395-396. 46 RAULFF, 1999, especialmente p. 48. Véanse BEVERBAGE y LORENZ, 2013, pp. 11-12.
metáforas para la historia y una historia para las metáforas 49 50 javier fernández sebastián

En el apartado dedicado al significado hermenéutico de la distancia concepto de «selección», utilizado originalmente sobre todo en el ámbito
en el tiempo, dentro de su magnum opus Wahrheit und Methode (1960), pecuario en referencia al cruce deliberado de animales pertenecientes a dis-
Hans-Georg Gadamer glosa del siguiente modo la nueva concepción tintas razas por el ganadero, se transfirió así modificado y magnificado a
heideggeriana de la temporalidad: «El tiempo ya no es primariamente un la naturaleza en su conjunto, para conformar una de las teorías naturalis-
abismo que hubiera de ser salvado […], sino que es en realidad el funda- tas más exitosas, capaz de explicar el mecanismo esencial de la evolución
mento que sustenta el acontecer en el que tiene sus raíces el presente».47 de las especies.50 Convertido poco a poco en un concepto científico per-
Sin que ello reste un ápice de originalidad y penetración a las intuiciones fectamente asentado, esta influyente, omniabarcante metáfora, con su cor-
teóricas gadamerianas, es difícil no estar de acuerdo con Antonio Gómez tejo de nociones conexas –«lucha por la vida», «supervivencia de los más
Ramos cuando, a propósito de la obra del gran renovador de la herme- aptos», etc.– impregnó profundamente, como es sabido, la cultura deci-
néutica, sugiere que su énfasis en la tradición y en la continuidad podría monónica, expandiéndose mucho más allá de las ciencias naturales, hasta
explicarse como un expediente destinado a «ignorar [o cuando menos, informar buena parte de las teorías sociales de la época en los más varia-
paliar] la magnitud de la ruptura que había tenido lugar, y sosegar a quie- dos dominios y disciplinas (economía, sociología, etc.), sin excluir ideolo-
nes lo habían vivido».48 gías como el racismo, el colonialismo, el capitalismo o el anarquismo.51
Del vigor de esta imagen hasta nuestros días da fe el uso intensivo y
cada vez más abstracto que se sigue haciendo de ella, por ejemplo, en his-
Hacia una historia de las metáforas toria de la ciencia. El impacto del evolucionismo explica en parte la
expansión imparable de esta metáfora conquistadora que, partiendo del
1. Conceptos y metáforas dominio ganadero, pasó luego a la biología y de ahí a las ciencias socia-
les, para alcanzar finalmente la historia de las ciencias y la mismísima teo-
A estas alturas caben pocas dudas sobre la historicidad de las metáforas. ría del conocimiento: de referirse inicialmente a la hibridación planificada
Como los conceptos –y, en cierto modo, aún más que ellos– las metáfo- de plantas y animales domésticos, este concepto/metáfora ha pasado a
ras tienen historia. Un análisis atento de las fuentes pertinentes permite explicar nada menos que el nacimiento de nuevos saberes científicos.52
seguir los usos de algunas importantes metáforas en las argumentacio-
nes, la aparición, reiteración y eclipse de las más significativas, hasta lle- 50La retórica científica de Darwin transformó la selección «artificial» agropecuaria
gar a veces al límite de su lexicalización (sin que ello suponga su «consa- en un proceso sin sujeto, reconvirtiendo metafóricamente esa convencional práctica
gración» definitiva como concepto, que siempre puede volver a usarse agraria en un vasto mecanismo natural, ciego y anónimo, carente de un «selector», aun-
ulteriormente como una metáfora renovada, o poner las bases para una que no por eso menos eficaz. (Un poco a la manera del automatismo de la «mano invi-
nueva migración conceptual).49 Tal sucede en ocasiones cuando la trans- sible» de Smith, otra metáfora capital de la modernidad).
51 Muchas de las más brillantes obras de las ciencias sociales de la segunda mitad del
formación gradual de algunas metáforas conceptuales en conceptos
metafóricos, e incluso en conceptos tout court, a medida que se tornan más siglo XIX están repletas de este imaginario evolucionista, que considera a la sociedad un
organismo vivo. Véase esta expresiva muestra de la aplicación con fines teleológicos de
y más convencionales, nos hacen olvidar sus orígenes. Hasta tal punto que la metafórica darwiniana a la historia socioeconómica por parte de Karl Marx: «En la
muchas de ellas terminan por fosilizarse y ocupar su lugar en las colum- anatomía del hombre está la clave para la anatomía del mono. Los indicios de las formas
nas del diccionario (ese «cementerio de metáforas», según Nietzsche), superiores en las especies animales inferiores solo pueden ser comprendidos cuando la
con todos los honores del lenguaje literal. forma superior misma ya es conocida. La economía burguesa suministra, por lo tanto, la
Examinemos brevemente, por vía del ejemplo, el caso de «selección clave de la economía antigua, etc.» (MARX, 1978, p. 30).
52 Este espectacular proceso de expansión y circulación constante de la metáfora a
natural». Utilizado por primera vez como metáfora a mediados del si- través de diversos dominios de la historia de la ciencia, insinuado ya a comienzos del
glo XIX por Charles Darwin en su obra The Origin of Species (1859), el siglo XX con Poincaré, se hace mucho más visible en la segunda mitad de la centuria en
algunas obras de Popper, Toulmin y Kuhn (RHEINBERGER, 2010, pp. 13-14, 38, 58-59).
Véase un ejemplo reciente de esta aplicación a las ciencias sociales en ANKERSMIT, 2010,
47 GADAMER, 1977, p. 367. p. 383. Según Kuhn, el nacimiento de nuevos saberes pudiera entenderse como una
48 GÓMEZ RAMOS, 2004, p. 409. «especiación de las disciplinas»: «Revolutions, which produce new divisions between
49 Las fronteras entre las expresiones metafóricas y las literales son generalmente fields in scientific development, are much like episodes of speciation in biological evo-
difusas, y hay muchos casos límite en los que resulta difícil decir si estamos ante un con- lution. The biological parallel to revolutionary change is not mutation, as I thought for
cepto o ante una metáfora. many years, but speciation» (KUHN, 2002, p. 98, n. 17). Por cierto, la metáfora/concepto
metáforas para la historia y una historia para las metáforas 51 52 javier fernández sebastián

Estimo, sin embargo, que los historiadores no podemos darnos por sistema de analogías a lo largo de la [gran] cadena [del ser] no puede
satisfechos con la simple constatación de que las metáforas tienen histo- tomarse del todo literalmente, ni entenderse como una mera convención,
ria. Ha llegado el momento de desembarcar en este terreno y acometer como una útil y bonita metáfora».55 Johan Huizinga señaló asimismo
su estudio histórico de una manera seria y sostenida. Este libro puede ser que en la mentalidad medieval esta clase de personificaciones no se
un estímulo y un punto de partida para emprender esa tarea inaplazable. correspondían con un lenguaje estrictamente literal, pero tampoco meta-
El estudio histórico de las metáforas más relevantes para la vida social fórico.56 Solo a partir de mediados del siglo XVII se habría producido un
y política puede abordarse desde múltiples perspectivas. Si atendemos al auge paulatino de la literalidad, una especie de distanciamiento entre lo
eje temporal, por ejemplo, cabe adoptar alternativamente un punto de literal y lo figurado, que permitió distinguir progresivamente lo metafó-
vista sincrónico o diacrónico. En el primer caso interesará sobre todo rico, de modo que al cabo de un tiempo se percibía como mera analogía
analizar los cambios en momentos de especial intensidad de transforma- subjetiva lo que un día se vio como correspondencia objetiva.57
ción semántica (como lo son las épocas revolucionarias). En el segundo, Así como es posible reconocer un régimen de conceptualización
podrían estudiarse más bien los avatares de una metáfora básica –o de moderno diferente del régimen antiguo,58 cabría hablar de dos regímenes
una serie de ellas referidas particularmente a un mismo campo semán- distintos de metaforicidad/literalidad en la historia de Europa.59 Uno
tico– en el largo plazo. «antiguo», vigente con anterioridad al seiscientos, aparece a nuestros ojos
Los supuestos metodológicos de la llamada escuela de Cambridge, asociado a una época más «poética», en la que algunas metáforas funda-
especialmente en su versión skinneriana (redescripción retórica), esta- mentales ni siquiera eran percibidas como tales. En el régimen moderno,
rían más adaptados a las necesidades de una investigación metaforográ- propio de una mentalidad tal vez más prosaica y desencantada, el apo-
fica sincrónica y pragmática, en tanto que el utillaje conceptual de la geo de la literalidad permite discernir por contraste el lenguaje figurado
Begriffsgeschichte podría resultar en principio más adecuado para la del propio.60 No es preciso decir que ese proceso se tradujo en el presti-
aproximación diacrónica.53 gio creciente del lenguaje científico, que vino acompañado de su contra-
cara: el socavamiento de la legitimidad del uso de metáforas en determi-
nados contextos, lo que condujo a su marginalización.
2. Regímenes de metaforicidad Si damos por válida la tesis apuntada por Burke y otros autores en este
punto (tesis que me parece altamente plausible), los esquemas de metafo-
Más allá de este tipo de aproximaciones a áreas metafóricas específicas, rización/simbolización inconsciente e implícita imperantes durante los
algunos historiadores han efectuado aportaciones muy estimables de carác- siglos de la Edad Media y la Edad Moderna temprana ofrecerían caracte-
ter general. Peter Burke, sobre los pasos de varios historiadores anterio- rísticas singulares, muy diversas, de la metaforización consciente e inten-
res, ofreció hace años una contribución sustancial al estudio histórico de cional de la época plenamente moderna. En esta segunda etapa, el presti-
la imaginería política al observar, partiendo de la presencia continuada gio irresistible del lenguaje denotativo, formal y abstracto, adjetivado de
de una serie de metáforas recurrentes durante siglos, «especialmente «literal» (esto es, conforme a la letra),61 que se consideró el único apro-
aquellas que parecen estructurar el pensamiento» –el cuerpo político, la
máquina del mundo, etc.–, que en el Medievo ciertos símbolos y abstrac- 55 WALZER, 1965, p. 156, cit. por BURKE, 2000, p. 213.
ciones útiles para pensar lo colectivo solían personificarse de tal modo que 56 HUIZINGA, 1970, pp. 162 ss., cit. por BURKE, 2000, p. 214.
no se comprendían propiamente como metáforas.54 Así, el «complejo 57 Ibid, 2000, pp. 228-229, y 1977; HARRIS, 1966; HOLLANDER, 1961, conclusión; y

VICKERS, 1984.
58 KOSELLECK, 2012; FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, 2014d.

de revolución, movilizada por Kuhn en su clásica The Structure of Scientific Revolutions 59 BURKE, 1993.

(1962), ha hecho también un largo camino en los tiempos modernos, pasando de la medi- 60 No deberíamos perder de vista el carácter rigurosamente histórico, contingente,

cina y la astronomía a la política, para retornar luego triunfalmente, enormemente ampli- de la literalidad: «Literalness is a quality which some words have achieved in the course
ficada, a la ciencia, o mejor dicho, a la filosofía de la ciencia. Un grupo de investigadores of their history; it is not a quality with which the first words were born» (BARFIELD,
pertenecientes al Zentrum für Literatur- und Kulturforschung de Berlín se ocupa en los 1977, p. 41). Parafraseando la famosa declaración de monsieur Jourdain en Le Bourgeois
últimos años del estudio de las metáforas y conceptos que circulan entre diferentes dis- gentilhomme a propósito de la prosa, diríamos que muchos europeos durante siglos
ciplinas. Véase, al respecto, MÜLLER, 2011. hablaron literal (o metafóricamente) sin saberlo.
53 BÖDEKER, 2002. 61 La definición del adjetivo literal en el Diccionario de Autoridades de la RAE
54 BURKE, 2000, pp. 213-214 y 226-230. (1734) es la siguiente: «Genuino y conforme a la letra del texto».
metáforas para la historia y una historia para las metáforas 53 54 javier fernández sebastián

piado para la ciencia, empujó a la metáfora al terreno residual de lo lite- mismo, que ha solido representarse bajo figuras muy diversas –rueda,
rario. Fuera de ese ámbito poético y de ficción, el uso de los tropos círculo, flecha, péndulo, etc.–, incluye en ese repertorio desde siempre la
comenzó a considerarse una actividad apenas legítima, vergonzante y imagen heraclítea del movimiento del agua fugitiva.63
marginal. Así que, aunque en la práctica los científicos siguieron Pero no se trata solo del inapelable fluir de lo efímero, del eterno
haciendo un uso intenso del lenguaje figurado, e incluso a menudo tejie- retorno, de la aceleración de los tiempos modernos y otras figuras líqui-
ron sus sistemas sobre una urdimbre semántica plagada de tropos, el len- das del movimiento. También, desde una perspectiva opuesta, cuando se
guaje metafórico –por oposición al sentido recto– quedó estigmatizado quiere subrayar el carácter envolvente, omniabarcante e insoslayable de
como impreciso, ficticio, oblicuo, oscuro y analógico. un mar que a todos baña, y en el que todos estamos inmersos, el agua
De la metaforicidad ingenua de los lenguajes de la Edad Media, que puede ser un buen aliado. De hecho, la imagen del océano ha sido invo-
se ignora a sí misma como tal metaforicidad, a la altiva (y en el fondo no cada muchas veces, tanto en referencia a la lingüisticidad como a la tem-
menos ingenua) literalidad del mundo moderno, que lleva aparejada, poralidad. Así, por ejemplo, Donald Kelley ha utilizado la sugestiva
como la otra cara de la moneda, un nuevo tipo de metaforicidad cons- imagen del lenguaje como un océano en el que todos nadamos, y donde
ciente, que recurre deliberadamente a la analogía y sabe que habla de somos más peces que oceanógrafos.64 Gadamer, por su parte, recurrió a
forma figurada, hay un abismo cultural comparable al que se produjo un imaginario semejante para explicar la irrebasable historicidad de toda
entre el modo de conceptualización inercial, encapsulador de experien- interpretación y de todo significado. En cierto pasaje comparó al histo-
cias, anterior a la fase ilustrada, y la nueva conceptualización proactiva y riador ansioso por alcanzar el significado «objetivo» (ahistórico) de los
futurocéntrica, anticipadora de experiencias inéditas, que caracteriza la procesos que estudia, como lo habría intentado el propio Dilthey en su
entrada en la modernidad. Cuando, al final de esa prolongada transición, afán de «desciframiento total», con
es posible lanzar una mirada retrospectiva sobre el camino recorrido,
hay razones sobradas para describir en conjunto tales cambios en los una persona que vadea el agua e intenta atrapar las olas que ocasiona.
modos de entender y diseñar las herramientas de comprensión del Cada intento para atraparlas con sus dedos produce otras nuevas que
mundo como una gran revolución semántica que habría afectado a la quedan fuera de su alcance; y cuanto más desesperados sean sus intentos
totalidad del universo simbólico (incluyendo conceptos y metáforas). por atraparlas, más se le escaparán. […] Vivimos rodeados de un mar de
Sin embargo, la lingüisticidad e historicidad del mundo se muestran significado histórico, y cuanto más tratemos de someter la historia y de
rebeldes a aquella arrogante, imposible literalidad. Prueba de ello es que apropiarnos de su significado, con mayor seguridad ambos se apartarán
la metáfora, lejos de haber desaparecido del horizonte intelectual con- de nosotros y de nuestros dedos «cognoscitivos».65
temporáneo, está presente por doquier.

3. Aguas, ríos y mares la contemplación del río a vista de pájaro, en algún punto intermedio de su curso, lo que
–sin dejar de pensar el tiempo como el río que nos lleva– posibilita lanzar una mirada que
abraza simultáneamente la corriente aguas arriba y aguas abajo (MINK, 1970, pp. 554-555;
Fijémonos ahora por un momento en el reiterado recurso a ciertas metá- ANKERSMIT, 2013, p. 41). Mark Salber Phillips, por su parte, propone sustituir la metáfora
foras hidráulicas por parte de filósofos, políticos e historiadores. del tiempo-río por la más sofisticada analogía del tiempo histórico con las variaciones del
No hace falta insistir en la habitual –pero no por ello menos equí- tráfico de una calle céntrica en una gran ciudad, con bruscas oscilaciones y diferentes rit-
voca– representación de los procesos históricos bajo la metáfora del río mos de circulación de personas y automóviles en diferentes momentos (PHILLIPS, 2013,
p. 4). Un examen sistemático de las metamorfosis de este tipo de imágenes podría resul-
y de la corriente, que puede asumir numerosas variantes.62 El tiempo tar tan interesante y aleccionador como el estudio de los cambios de la metafórica de la
luz como representación de la verdad que recomendó BLUMENBERG, 1957.
63 Citaré como botón de muestra un texto que me viene a la mano. En una suerte de
62 La identificación tiempo-río es un ejemplo paradigmático de la persistencia de una pronóstico madrileño de la segunda mitad del XVIII leemos que «el presente instante […]
metáfora mil veces repetida en todos los tonos y con todos los matices desde la Anti- con la mayor velocidad se pasa o escurre sin sentir como el agua en una corriente»
güedad clásica. Las variantes de este ancestral tropo en su aplicación a la historia arrojan (ORTIZ, 1773, p. 15).
imágenes muy diversas de la experiencia humana en el tiempo. Así, no es lo mismo 64 «Language is the ocean in which we all swim –and whatever our dreams of rigo-

entender la historia, teleológica y unidireccionalmente, como un gran río que corre rous science, we are fishes, not oceanographers» (KELLEY, 2002, p. 300).
desde su nacimiento hasta desembocar en el presente, que apelar, como lo hace Mink, a 65 ANKERSMIT, 2010, pp. 224-225, en referencia a GADAMER, 1977, pp. 295 ss.
metáforas para la historia y una historia para las metáforas 55 56 javier fernández sebastián

Parecidas imágenes destinadas a enfatizar la inutilidad de los esfuer- en el mismo texto (véase la cita en exergo que encabeza este capítulo), se
zos humanos se han usado muchas veces, en muy diversos contextos y inserta en un ensayo de microhistoria intelectual que, tomando como
con propósitos muy dispares. Fuera del terreno académico, en el ámbito centro y como pretexto la metáfora de la esfera, arranca de los antiguos
de las luchas políticas, encontramos también a menudo metáforas simi- filósofos y rapsodas griegos y llega hasta Pascal.67 A la vista del contexto,
lares (las imágenes hidráulicas, marinas y fluviales para representar la donde el escritor argentino anota «historia universal» probablemente
gran transición del siglo, en particular, fueron muy del agrado de diver- hubiera sido más apropiado escribir «historia del pensamiento» o «his-
sos escritores y políticos europeos de las primeras décadas del XIX, de toria intelectual». A mi entender, la oración borgiana pudiera, pues, ser
Chateaubriand a Tocqueville, de Musset a Larra). Permítaseme, para ter- reformulada del siguiente modo: «Quizá la historia intelectual es la his-
minar, añadir solo un ejemplo americano para ilustrarlo. Al final de su toria de la diversa entonación de algunas metáforas».
agitada vida, un Simón Bolívar en sus horas más bajas, que a esas alturas Los esfuerzos metodológicos por renovar la historia político-intelec-
no ocultaba su decepción ante los magros resultados de su obra revolu- tual, el marco principal en que este volumen se inscribe, han dado origen
cionaria –en particular ante la inestabilidad de la América hispana recién en los últimos tiempos a un cierto número de libros, varios de los cuales
independizada–, le envió a su corresponsal, el general Juan José Flores, a apuntan a la semántica histórica como una de sus líneas más prometedo-
la sazón presidente de Ecuador, un sombrío pronóstico adobado con ras. Y una vez más, cuando se ha querido dar cuenta de los desarrollos
esta última desencantada, terrible metáfora: «El que sirve una revolución recientes de la historia conceptual, historiadores y críticos han retomado
ara en el mar».66 tropos ya conocidos. Así, frente a la metáfora monumental e inerte de las
«pirámides espirituales» con la que Hans Ulrich Gumbrecht aludió des-
deñosamente al auge transnacional de esta especialidad académica,
Reflexión final Alberto Fragio saludaba en un reciente ensayo bibliográfico el feliz flo-
recimiento del «árbol de la historia conceptual».68 Claro que, para que el
Varios ensayos de este libro se ocupan específicamente del análisis de la árbol de la semántica histórica llegue a lucir en todo su esplendor es
metafórica del vínculo, más en concreto del vínculo social. Pero si el necesario que brote pujante una rama hoy por hoy semiatrofiada: la his-
propio concepto de «metáfora» es claramente en su raíz una metáfora (la toria de las metáforas.
palabra griega metafora quiere decir «traslado»), podríamos considerar
esta figura retórica como el nudo semántico por excelencia que opera
como vehículo de ese desplazamiento. Un nexo entre significados que Referencias bibliográficas
quedan enlazados mediante una secreta afinidad capaz de modificar
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actuar como mediador o intérprete, es quien establece ese vínculo entre —, History and Tropology. The Rise and Fall of Metaphor, Berkeley / Los
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archivos y el presente, desde el cual y para el cual dicho pasado es —, Historical Representation, Stanford, California, Stanford University Press,
reconstruido, refinado e interpretado. 2001.
Y es que, a mi modo de ver, Borges no andaba descaminado cuando —, La experiencia histórica sublime, México, Universidad Iberoamericana, 2010.
en un texto de 1951 sugirió provocativamente que «quizá la historia uni-
versal es la historia de unas cuantas metáforas». Esta sentencia, que
repite con una ligera pero significativa variación un poco más adelante 67BORGES, 1984.
68Para el contexto pragmático de enunciación de la metáfora gumbrechtiana de las
«pirámides del espíritu», véase DE ONCINA, 2013, p. 15, notas 14 y 15; FRAGIO, 2004, que
concluye con estas palabras: «I may then suggest, in short, that against the monumental
66 Bolívar a Flores, Barranquilla, 9 de noviembre de 1830. En BOLÍVAR, 1950, III, and inert metaphor of the “pyramids of the spirit”, the “tree of conceptual history” con-
pp. 501-502. tinues to grow and flourish».
metáforas para la historia y una historia para las metáforas 57 58 javier fernández sebastián

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ción Sindical Revolucionaria que contenía el decálogo de reivindicacio-


nes de los insurrectos. Lo que sí resulta novedoso es el empleo de las
siglas UHP –normalmente dibujadas con puntos a continuación de cada
X. ¡UNÍOS, HERMANOS PROLETARIOS! TRAYECTORIA DE mayúscula–, tal y como revela la necesidad del periodista de explicar al
LA METÁFORA CONCEPTUAL DE FRATERNIDAD público lego su significado, que no captó del todo bien. El mero empleo
EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA de las siglas pone sobre la pista de que en cambio para otros públicos,
como el formado por los insurrectos y más en general para quienes
podían mostrar simpatía por su causa, el contenido del eslogan formaba
PABLO SÁNCHEZ LEÓN parte de un repertorio tan habitual o fácilmente comprensible que hacía
Universidad del País Vasco redundante su extensa y pormenorizada escritura.
«UHP» era, sin duda, un eslogan movilizador hacia dentro del movi-
miento revolucionario, pero aparecía igualmente como un mensaje
Para mi hermano Fernando cifrado hacia fuera de él, hasta el punto de poder funcionar como una
barrera semántica de disuasión. Este doble y contrapuesto carácter señala
La revista Crónica, semanario gráfico de ámbito nacional durante la Se- su condición de recurso de inclusión y exclusión. No estamos, pues, ante
gunda República, dedicó su número 259 a cubrir el levantamiento ini- un simple artefacto de propaganda, sino ante un referente identitario en
ciado en Asturias en octubre de 1934, cuando este se hallaba ya en receso. toda regla y de corte abiertamente político, que separa amigos de enemi-
Su redactor jefe, Luis G. de Linares, se desplazó en persona al escenario gos.2 Y ello a pesar de la evidente ambigüedad de la frase, o precisamente
de la insurrección, y escribió una crónica cargada de valoraciones negati- debido a ello: pues la expresión «Uníos, Hermanos Proletarios» puede
vas sobre el «movimiento marxista» cuyas «avanzadillas rojas» habían interpretarse como un reclamo de unidad entre los miembros de un grupo
hecho de Gijón durante ocho días «una ciudad comunista».1 Aunque el concreto, pero también como un llamamiento dirigido a los de otro
reportaje se centraba más bien en la restauración del orden por parte del grupo para que se adhieran activamente a una causa común. El matiz no
ejército y las tropas moras –la portada de la revista es un soldado marro- es irrelevante. Resulta indudable que el eslogan tiene que ver con la uni-
quí apoyado en su fusil Máuser en posición de apuntar para disparar–, dad, y por tanto, con la relación entre un sujeto individual y su referente
elaboró aquel por medio de anécdotas e imágenes que capturasen el espí- grupal, pero en el caso de la primera interpretación, la unidad es la fina-
ritu de esa «locura» que se había pagado con la vida «de millares de lidad del mensaje mientras que en el otro está predefinida, se da como un
muertos». Señalaba así, por ejemplo, que «[h]a flotado la bandera roja, predicado natural del ente interpelado, y lo que justifica el mensaje es la
con la hoz y el martillo, en muchos edificios». En la página 12 de la implicación individual en un objetivo compartido.
revista, una fotografía tomada por el propio periodista de un vehículo Esta doble posibilidad del vínculo entre individuos, o del individuo
negro iba acompañada de este pie: «Uno de los automóviles que fueron con el grupo más amplio, atraviesa las páginas del presente capítulo, pero
requisados por los revolucionarios. Sobre el parabrisas y los faros se ven, lo hace partiendo del interés por otra duplicidad más evidente en el eslo-
escritas en pintura roja, las iniciales U. H. P., que significan: “Unión gan popularizado en la revolución de Asturias del 34. Por un lado, des-
Hermanos Proletarios”». taca la caracterización del sujeto colectivo al que se dirige la expresión, los
Reportajes como el de Linares sirvieron para divulgar entre el público proletarios en su conjunto. Nuevamente, la ambigüedad puede hacer per-
lector y, sobre todo, entre el público conservador, el eslogan de los revo- der de vista que esos proletarios, si bien son el destinatario del mensaje,
lucionarios de Asturias. No daba este forma léxica a una idea nueva, sino han de ser asimismo sus emisores si este aspira a gozar de autenticidad.3
que se reducía más bien a una reescritura de la máxima del revoluciona- El proletariado figura, pues, como sujeto y como objeto de una arenga
rismo internacionalista: «Proletarios de todos los países, uníos» es, de que es a la par expresión y factor de la vinculación entre sus miembros;
hecho, la expresión que el reportero dijo haber hallado junto al cadáver
de un obrero muerto, estampada sobre el rojo de un carné de la Oposi- 2 PIZZORNO, 1989 y 1987.
3 Acerca de la relación entre identidad y autenticidad convienen las reflexiones de
TAYLOR, 1994. Para Taylor, auténtico es todo sujeto que se expresa siempre por referen-
1 Crónica (24 de octubre de 1934). cia a un mismo grupo o audiencia de reconocimiento.

273
¡uníos, hermanos proletarios! 275 276 pablo sánchez león

vinculación que adopta a su vez la forma de unidad política. Pero igual- a un eslogan excluyente de clase, implica dar cuenta de la inserción de la
mente importante es que el eslogan interpela al proletariado por medio semántica de «fraternidad» en la cultura política moderna española. Es
de una referencia clara al universo semántico de «fraternidad». Conviene aquí donde este artículo trata de ofrecer una perspectiva que aproveche
recordar que no hay rastro en cambio de ella en la arenga clásica del las aportaciones de una historia conceptual y de una metaforología
movimiento obrero que reclama la unidad de los trabajadores de todo el semántica sensibles a los cambios contextuales en la retórica de la afir-
mundo. El eslogan adquiere en este punto su mayor originalidad, pero mación ciudadana y la dignificación de los trabajadores.
también alcanza una complejidad que lo convierte en fuente para una
investigación histórica.
Pues «fraternidad» forma parte del legado intelectual de la Revolu- Fraternidad: metáfora y concepto entre tradiciones e ideologías
ción francesa, de manera que tenía un recorrido ya largo a la altura de de pensamiento-acción
1934. Aunque no contamos con estudios sobre la posteridad de la tríada
Libertad-Igualdad-Fraternidad en los siglos XIX y XX, el caso sugiere que No debería hacer falta abundar en que «fraternidad» es uno de los térmi-
existe una relación entre procesos políticos revolucionarios y el recurso nos esenciales para representar el vínculo social en la modernidad. En la
al lenguaje de fraternidad.4 Ahora bien, la de Asturias, que ha sido consi- famosa tríada revolucionaria, así como «Libertad» define la esfera del
derada la última revolución social de Europa occidental,5 no iba dirigida sujeto frente al poder, e «Igualdad» la relación del sujeto frente a la ley o
contra un ancien régime, sino que se planteó en un contexto histórico el orden social, «Fraternidad» invoca las relaciones entre sujetos, o si se
presidido por la instauración de una república democrática. El intento de prefiere, trata de imaginar el vínculo entre el individuo y el colectivo.
dar cuenta de esa revolución social en democracia inspira este estudio del Aunque en los tres casos se trata de un ideal a alcanzar, solo esta última
lenguaje moderno de fraternidad en España; también orienta su mirada adopta la forma de una metáfora, referida al campo semántico de la fami-
hacia las relaciones entre revoluciones políticas y construcción, amplia- lia sanguínea. Lejos de ser un capricho del lenguaje, su plasmación en un
ción y redefinición de ciudadanía, entendiendo esta no tanto en términos tropo literario viene a reflejar que la Fraternidad no tiene la misma consis-
de logros jurídicos instituidos, sino como una identidad –la de sujetos tencia semántica que los otros dos vocablos heredados de la Revolución
políticos convencidos de su capacidad de autodeterminación colectiva y francesa: a diferencia de ellos, no ha llegado a tener alcance jurídico-
autogobierno– expresada en procesos de acción política colectiva con- constitucional ni puede ser fácilmente concebida en un sentido normativo.
tingentes por definición. Sobre esta base, se trata de mostrar que la pre- Esto no significa que no haya podido ser tratada de imponer, incluso de-
sencia de la metáfora de la fraternidad en escenarios como el de Asturias cretada, mas en la práctica para fines de exclusión distintos, incluso con-
en 1934 no es puramente retórica; de hecho, tampoco hay tras ella un trapuestos, a los que en principio su semántica proclama. En conjunto,
simple empleo metafórico, sino que este se halla cargado de dimensiones como señala Mona Ozouf, el vocablo permanece «enigmático» tanto
semánticas de calado, conceptuales. como «problemático» y, por ende, «difícilmente asimilable» en las cultu-
Por otro lado, la fraternidad a la que hace referencia el eslogan no es ras políticas pos-revolucionarias.6
de la humanidad en su totalidad ni de la nación en su conjunto, sino la de Llamar a alguien «hermano» sin que medie un vínculo de sangre es
un grupo social concreto, por extenso que este sea, dentro de una socie- una forma de implicarlo en una familia redimensionada, en la cual lo que
dad más amplia. La referencia a una hermandad solo entre proletarios predomina es un universo de afectos y valores poco negociables, como la
pone de manifiesto el empleo de «fraternidad» con fines de inclusión y lealtad, la solidaridad y la reciprocidad, que no son de por sí ideológicos.
exclusión. No estamos, sin embargo, ante un atributo normativo del Esto favorece que la fraternidad sea invocada más bien en un sentido
concepto, que en principio puede englobar al conjunto de la humanidad figurado y analíticamente indefinido, al cual se adecua bien el recurso a
y, de hecho, ha dado pie normalmente a usos universalistas. Explicar ese una metáfora. Ahora bien, se trata de un tropo no exento de contenido
proceso en su ámbito de aplicación hasta quedar aparentemente reducido conceptual: este aparece normalmente en el discurso moderno en estrecha
relación con el campo semántico de la emancipación. En efecto, obser-
vado de modo prospectivo, «fraternidad» es un concepto acuñado y
4 Abundan en cambio los enfoques normativos sin contextualización histórica. Un
ejemplo es SPICKER, 2006.
5 PÉREZ LEDESMA, 1987, p. 269; el autor nos recuerda que se trató de una revolución 6 OZOUF, 1989, pp. 158 y 159. Son, de hecho, escasos los trabajos sobre el concepto

fracasada. en la época contemporánea. Un clásico es el de MCWILLIAMS, 1973.


¡uníos, hermanos proletarios! 277 278 pablo sánchez león

empleado en principio contra los imaginarios patriarcales, de domina- Esta dimensión conceptual no lo libra, sin embargo, de acoger en su
ción y, en general, de ordenación axial, sobre los que se fundamentaba el uso discursivo importantes aporías, en general derivadas de que toda
orden social tradicional.7 No es ciertamente un neologismo de la moder- retórica de fraternidad ha de moldearse por referencia a representaciones
nidad; bien al contrario, contaba con una prolongada trayectoria en la ontológicas del sujeto –esencialmente individualistas de un lado y colec-
teología moral cristiana antes de ser reacuñado por la Ilustración radical tivistas de otro, con variantes dentro de esta, unas de corte holista, otras
francesa como vínculo social alternativo adecuado a un mundo que define de tipo orgánico– que coexisten en los lenguajes de la modernidad pese a
sujetos capaces de auto-determinarse. su mutua incongruencia.11 Estos imaginarios ontológicos no se corres-
Son estas razones suficientes para considerar el tropo de la fraterni- ponden, por cierto, necesariamente con determinadas ideologías; de
dad como un ejemplo de metáfora conceptual.8 Esta calificación no es hecho, como espero mostrar, no son uno, el individualista, patrimonio
gratuita: obedece al objetivo de superar su reducción a un simple arte- del liberalismo, y el otro, el colectivista, del socialismo en sus diversas
facto movilizador.9 En realidad, la invocación a la fraternidad acarrea variantes, sino que ambos están de una u otra forma presentes en todas
complejidades teóricas y prácticas siempre que reaparece en contextos las ideologías modernas. Asimismo, toda concepción moderna de ciuda-
discursivos presididos por relaciones contractuales basadas en la propie- danía está igualmente atravesada por esas dos matrices dicotómicas, indi-
dad privada, como es habitual en la modernidad. Pues imaginar la frater- vidualista y colectivista, aunque sea de un modo no siempre consciente
nidad comporta predefinir sujetos cuyas relaciones interpersonales no para los autores, los publicistas y sus audiencias.12
están basadas en el cálculo coste-beneficio, y practicarla supone instituir Toda esta mezcla de indefinición, complejidad e incoherencia puede
espacios sociales en los que las fronteras entre derechos y obligaciones se ayudar a entender que, en contraste con los otros dos vocablos concep-
hallan desdibujadas. Vista así, la fraternidad no es sino la inversión espe- tuales de la Revolución francesa, «Fraternidad» haya tenido escasa
cular del tipo de vinculación social propio de una sociedad capitalista. El influencia directa sobre los grandes diseños institucionales de la moder-
órdago que representa en ese sentido es doble: cuestiona el ideal de una nidad. Ello no significa que haya protagonizado una historia de rango
sociedad basada en individuos desvinculados y carentes de lazos afectivos menor o que estemos ante un campo semántico residual. Lo que sucede
tanto como arremete contra las relaciones de cooperación que dominan en es que su relevancia se halla menos en su cambiante contenido semántico
la práctica en el capitalismo, las cuales reproducen formas de jerarquía y que en su función dentro de la oferta de recursos de pensamiento-acción
dominación tradicionales cuando no las reinventan. Frente a esto no modernos.
plantea, sin embargo, una simple restauración de los lazos densos pro- Pues, como el ejemplo del eslogan «UHP» exhibe con claridad, el len-
pios de las comunidades cerradas y pequeñas del Antiguo Régimen, sino guaje de fraternidad es apropiado para los dos referentes de identidad
la recomposición de estos como baluarte contra la erosión de la autono- política centrales de la modernidad: la ciudadanía y la clase social. Estos
mía individual y su redimensionamiento hasta abrazar grupos de tamaño son a su vez el legado de una prolongada actividad reflexiva, encarnada
grande. En tanto que concepto moderno, conjuga así todo un espacio de respectivamente por esquemas filosóficos de pensamiento-acción y por
experiencia, aunque este tienda a definirse más bien por defecto o ideologías. La tesis de este capítulo es que la fraternidad ha funcionado
rechazo a los vínculos heredados de carácter axial, y un sugerente hori- en buena medida como nexo de significado entre imaginarios de ciuda-
zonte de expectativa, expresado en el sueño de un mundo sin superiores danía e ideologías revolucionarias anticapitalistas, de manera que en
jerárquicos, presidido por relaciones horizontales entre iguales.10 ausencia de esta metáfora conceptual la democracia y el socialismo resul-
tarían incompatibles o inconmensurables, al impedir en la práctica que el
sujeto construya la realidad de modo significativo y pueda actuar políti-
7 FRIGO, 1985.
8 Véase una revisión de la literatura sobre las relaciones entre conceptos y metáforas camente en consecuencia.
en el análisis social del lenguaje en PALTI, en FERNÁNDEZ SEBASTIÁN y CAPELLÁN DE
MIGUEL (eds.), 2013. Véase también TRIM, 2011. Acerca de las metáforas del vínculo
social, véase RINGMAR, 2008, y sobre las que aquí interesan, HONOHAN, en CARVER y 11 Véase DUMMONT, 1980.
PIKALO, 2008. 12 Una argumentación sólida teórica a este respecto, véase en LECA, 1990. Una inter-
9 Que es el que predomina en los enfoques morfológicos de análisis conceptual y pretación del mismo fenómeno en clave histórica, véase en POCOCK, 1992. Incluso la
semántica histórica. Véase, p. e., FREEDEN, 2013. concepción individualista de la ciudadanía conlleva una comunidad de referencia, es
10 KOSELLECK, 1993. OZOUF dice que, al ser invocada, la fraternidad «promete su decir, un colectivo. Sobre este asunto, véase SÁNCHEZ LEÓN e IZQUIERDO MARTÍN,
extensión y realización», op. cit., p. 169. 2003.
¡uníos, hermanos proletarios! 279 280 pablo sánchez león

Siendo siempre un término vinculado a los imaginarios sobre el vínculo España, desde la instauración del orden liberal en el primer tercio del XIX
social, en España, hacia 1930, el lenguaje de fraternidad había pasado a hasta su crisis en el primer tercio del siglo XX.
formar parte del repositorio de recursos de ideologías omnicomprensi-
vas, con su repertorio de dogmas, preceptos y programas, así como sus
necesidades de organización, estrategia y acción política colectiva en Virtud política, fraternidad y jerarquía: los límites a la
nombre de las clases sociales. Pero lejos de ser patrimonio de alguna de emancipación social en el liberalismo isabelino
ellas, el empleo discursivo de «fraternidad» en movilizaciones sociales
amplias indica que funcionó como referente de identidad más allá de ide- Por paradójico que parezca, la fraternidad moderna se instituyó en
ologías, como una suerte de común denominador por encima de otras España en un primer momento como un espacio de experiencia esencial-
diferencias manifiestas y notorias entre -ismos tan declaradamente com- mente, es decir, como un supuesto pasado a recuperar. Pese a las diferen-
petitivos y a menudo excluyentes como eran el anarquismo, el socia- cias en el valor y el énfasis dado al término, todos los liberales del período
lismo y el republicanismo en la España del primer tercio del siglo XX. isabelino compartían el mito de un momento prístino en el que la emoti-
«Fraternidad» es, pues, también una metáfora conceptual esencial en las vidad fraternal había presidido las relaciones entre españoles o, al menos,
culturas del liberalismo decimonónico, tanto en la hegemónica como en entre aquellos más ilustrados y convencidos que compartían aspiraciones
sus versiones críticas. de libertad política. Dicho tiempo mítico coincidía con el de implantación
Con todo, el imaginario de clase no agota las posibilidades de signifi- de la primera Constitución liberal entre 1812 y 1814, y su restauración
cado de «fraternidad» como metáfora del vínculo social. Si hacemos caso durante el llamado Trienio Liberal (1820-1823). Para los progresistas, y en
a Mona Ozouf, así como el ideario en que desemboca el concepto de general para quienes valoraban positivamente esa doble experiencia de
«Libertad» es el liberalismo, y el que desencadena el de «Igualdad» es el supresión del Antiguo Régimen, con la Constitución de Cádiz «[l]a
socialismo, el que en principio cuadra mejor con la Fraternidad es «el nación había adquirido nuevo ser y nueva vida» alrededor de un pro-
ideal republicano» de la virtud política opuesta tanto a la tiranía como a grama de reforma y progreso que dejaba espacio a la discrepancia entre
la corrupción.13 La intuición es acertada, pues, en efecto, solo la fraterni- opiniones sin menoscabo de la calidad del autogobierno recién estre-
dad parece mostrarse capaz de reunir en un solo campo semántico la nado. En un escenario así, se consideraba que «[l]a alegría, la más pura
censura contra las formas arbitrarias de dominación –heredadas o nue- fraternidad y estrecha unión reinaba entre todos los españoles».15 Pero
vas– que acompañan el establecimiento de los estados nacionales y contra incluso entre los moderados, que ofrecían un balance más en claroscuro
las tendencias a la corrosión del carácter o la desnaturalización identitaria de la primera experiencia constitucional, en línea con las máximas de los
que se disparan con el avance de las relaciones contractuales de mercado. doctrinaires franceses, se reconocía el valor de un tiempo en que «[e]l
Estamos, en ese sentido, ante un sentimiento político de enorme magni- común peligro [de reacción], así como el común empeño en una tarea»,
tud para la vida social en la modernidad. vista a la vez como «trabajosa» y «gloriosísima», «nos unía con estrechos
El problema reside en cómo estudiarla desde un enfoque homogéneo lazos», hasta el punto de tener «bastante de fraternal en nuestro modo de
que permita, en su búsqueda, transitar entre ideales cívicos e ideologías considerarnos y tratarnos».16
sociales. Por suerte, en los últimos tiempos se ha abierto camino una De esa experiencia los conservadores no extraían, sin embargo, deseo
línea que aborda las ideologías modernas, tanto el liberalismo como las alguno de reproducir las condiciones de una fraternidad que había
surgidas de la crítica a este, desde su imbricación con el ideal de la virtud venido acompañada de la obsesión por activar a cada tanto la voluntad
cívica de la tradición republicana y su radical compromiso con la pro- general, con el consiguiente riesgo de desorden y el recurso a la violen-
moción del interés colectivo sobre el particular, por parte de sujetos cia. Los progresistas, en cambio, sí. Evaristo San Miguel apoyaba movi-
dotados de capacidad de autodeterminación.14 Apoyándome en ella, paso mientos como las juntas urbanas de 1836 –que motivaron la reimposi-
a analizar los cambiantes usos de la metáfora conceptual de fraternidad en ción temporal de la Constitución de Cádiz y, eventualmente, reabrieron
el ciclo constitucional en el liberalismo español– no solo porque «los
13 OZOUF, op. cit., p. 161.
14 Vid. especialmente STEDMAN JONES, «Introducción», en MARX y ENGELS, 2005; y
de un modo general, DOMÈNECH, 2003. Un enfoque sobre el republicanismo clásico que 15 ARGÜELLES, 1835, p. 419.
aquí seguimos es el de POCOCK, [1975] 2002. 16 ALCALÁ GALIANO, 1878, p. 219.
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síntomas más vivos de alegría y regocijo» hubieran venido «acompaña- período de la Regencia del general Espartero (1840-1843) se expresó de
dos del orden, de la tranquilidad, y de la calma más perfecta», sino por- forma reiterada el rechazo a las supuestas tendencias autoritarias del
que «aquellas manifestaciones tan patrióticas de los ciudadanos no fue- gobierno en nombre de «la voluntad de la Nación, representada por sus
ron acompañadas de gritos, de reacciones ni venganzas». Y remataba: Juntas», las cuales eran vistas como reflejo de que «una es ya la voluntad
«Ninguna violencia desmintió nunca aquellas protestas de fraternidad de la Nación, uno el pensamiento» de un pueblo que, al ponerse en
[…] ni una lágrima costó […] un cambio tan radical en el sistema de movimiento, lo hacía «grita[n]do “paz y fraternidad”».19
gobierno».17 El trienio esparterista finalizó con una cruda combinación de violen-
El predominio de la fraternidad se presentaba como garantía de revo- cia y retórica de unión y fraternidad entre todos los liberales que, para
luciones pacíficas; lo que en cambio esta no podía asegurar por sí sola era bastantes, tenía mucho de impostado. El nuevo período de mayorías
su propia reproducción en el tiempo. El contexto era además de inesta- conservadoras trajo a su vez consigo un cambio en la estructura de tem-
bilidad, pues el levantamiento carlista, un conflicto civil calificado sin poralidad del concepto. Hasta entonces se consideraba que la fraterni-
ambages de «guerra fratricida» que rompía la unidad del cuerpo político dad era una realidad histórica con episodios datables que, al estar origi-
nacional, situaba el disfrute de los beneficios del nuevo orden liberal en nada en un rasgo del carácter español, podía ser activada siempre que se
el horizonte de una incierta reconciliación nacional. A corto plazo, sin dieran condiciones adecuadas de unidad. En adelante pasaría a ser más
embargo, la amenaza que la reacción legitimista representaba para las bien un desiderátum, postergado por las querellas internas entre los dos
nuevas conquistas de libertad operaba como un resorte de cohesión grandes partidos liberales, pero que además dependía de un «espíritu de
entre liberales por encima de diferencias entre afinidades ideológicas. fraternidad» tan indefinido y metafórico como costoso de fomentar, y
No es extraño, pues, que fuera en la Milicia Nacional donde se extendió ante el cual la tradición de la virtud cívica se topaba con competidores
más el lenguaje y la praxis de fraternidad en la década de 1830: en la cul- nada desdeñables. Uno era el más genérico «espíritu de asociación», tér-
tura política de la milicia se daban cita la definición por exclusión del mino acuñado desde una estrecha antropología individualista y habitual-
enemigo proabsolutista con la igualdad de trato entre voluntarios ciuda- mente acompañado de la más que optimista convicción de que promover
danos armados –varones normalmente propietarios– que reconocían el interés individual no acarreaba problema alguno para la salvaguarda
solo diferencias de rango dependiendo de méritos militares y juraban su del interés colectivo;20 para esta línea de pensamiento, el sentimiento
compromiso con la preservación de una virtud política efectiva y eficaz. político de fraternidad era algo perfectamente prescindible. El otro era
La sensación de fragilidad interna en la nueva comunidad política se un más inveterado repositorio de máximas morales en las que la fraterni-
disparó, no obstante, conforme se acercaba el final de la guerra carlista. dad ocupaba un lugar, en cambio, destacado, pero debidamente vaciado
Con la irrupción del conflicto entre posiciones liberales de rasgos exclu- de toda noción de individuo autónomo. Jaime Balmes, en su popular
yentes, las expresiones de fraternidad comunitaria se volvieron tan invia- ensayo comparativo del protestantismo con el catolicismo, de mediados
bles como reiterados los reclamos nostálgicos de unidad. En un pro- de la década de 1840, se preguntaba con orgullo:
grama de 1839 dirigido a «[e]lectores progresistas e indecisos» la cita
electoral se planteaba en unos términos de absoluta excepcionalidad, ¿Quién ha abolido entre los pueblos cristianos la esclavitud? ¿Fue el
presentando a los moderados como una amenaza para las conquistas de Cristianismo? ¿Y fue él solo, con sus ideas grandiosas sobre la dignidad
derechos ciudadanos: «la seguridad individual desaparece para vosotros del hombre, con sus máximas y espíritu de fraternidad y caridad, y ade-
y vuestras familias si no os unís con fraternidad y fortaleza», urgía el más con su conducta prudente, suave y benéfica? Me lisonjeo de poder
manifiesto.18 De ahí que se instase a los simpatizantes a emitir el voto manifestar que sí.21
«buscando el punto de unión» por encima de «accidentes que puedan
dividirnos». Este tipo de exclusiones hacia fuera y de temores hacia den-
tro en las distintas familias liberales no harían sino exacerbarse a comien-
19 «Comunicación de la Junta de Valencia» (28 de junio de 1843), en CABALLERO,
zos de la década de 1840. En los levantamientos urbanos que jalonaron el
1857, p. 346.
20 Dos buenos ejemplos de esta literatura que se enmarcan además bien en los extre-

mos temporales de este primer período del liberalismo español son LABORDE, 1834, y
17 SAN MIGUEL, 1838, p. 32. ECHEVARRÍA E IRUNCIAGA, 1848.
18 El Constitucional (9 de julio de 1839). 21 BALMES, 1857-1858 [1844], p. 85.
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Esta definición concurrente de «fraternidad» estaba tan arraigada en políticos, surgidos, en parte, de la creciente fractura entre la sociedad
la cultura social de los españoles que resultaba fácil de divulgar; la otra civil y la clase política, y en parte también, de la reacción en la opinión
jugaba por su parte a favor de unos tiempos de creación de negocios y pública a los escándalos de corrupción y las tendencias autoritarias de los
empresas lucrativas amparadas por nuevas instituciones de inversión de gobiernos conservadores. Sobre todo, se haría notorio entre los emergen-
capitales y, en general, de fomento de la iniciativa privada en el mercado. tes republicanos en su intento de reunir los restos de la tradición de la vir-
Carentes ambas de dimensión política, al promoverlas los moderados tud política adecuándolos críticamente a la hegemonía del lenguaje liberal.
dejaban, no obstante, un amplio espacio para la nostalgia, especialmente La fraternidad aparecía ya en los primeros panfletos de los demócratas,
entre todos los que se consideraban postergados en el nuevo concierto desbordando el mercado como panacea de la perfectibilidad humana. Para
constitucional abierto en 1845. Fernando Garrido, por ejemplo, con la libertad económica los «agentes
El 48 europeo hizo explotar el imaginario fraternal y movió a su rein- propagadores» de la civilización habían pasado a ser «las artes, las cien-
terpretación entre propios y ajenos. España quedó bastante al margen de cias, el comercio», pero «sobre todo, las ideas de fraternidad, de fusión
esa «primavera de los pueblos», pero sus ecos llegaron sobradamente. de todos los pueblos y de todas las razas en una gran familia».24 Aquellas
Una vez pasada la tormenta, los moderados parecían tener en principio eran, además, revalorizadas en sentido abierta y específicamente polí-
ventaja en la interpretación del sentido de los sucesos, que incluía refle- tico, pues su relevancia se cifraba en que «constituyen el dogma de la
xiones sobre el uso de la metáfora de la fraternidad. Para el veterano democracia moderna». La relación de la fraternidad con otros conceptos
político Antonio Alcalá Galiano, se habían equivocado quienes pensa- fuertes de personalidad política estaba servida, pues además aquella era
ban que volvían «los deshechos de 1793».22 En su opinión, la tríada de la para los republicanos de primera hora un seguro de unidad muy por
Revolución de 1789 estaba toda ella obsoleta, aunque había que recono- encima de la monarquía, la cual también había sembrado la historia de
cer que con su efímero revival llegaban «doctrinas» que sí tenían, en cam- conflictos, represión y desunión, y había sacrificado a su paso la libertad,
bio, «bastante novedad». La referencia al socialismo era tan clara como lo que la condenaba a ser una institución transitoria y superable.
negativa, pues a renglón seguido se afirmaba que su aparición se efec- Para los conservadores, en cambio, si la vida de la fraternidad como
tuaba «con trazas de delirio» al «proclamar […] como basas sobre que ha sentimiento político podía darse por amortizada era porque, en el mejor
de labrarse el edificio de la sociedad francesa, y la constitución y la dicha de de los casos, su horizonte de expectativa estaba ya alcanzado desde el
los pueblos todos», no solo la igualdad, sino, asimismo, «la fraternidad». momento en que los españoles, pese a las «desavenencias» con las anti-
Lo que más espantaba al viejo conservador era que dicha proclamación guas colonias americanas, habían logrado mantener con ellas «cierto
fuera hecha en abstracto, pues, aunque hubieran quedado ya atrás los grado de estrecho y amistoso parentesco»: con esos que reconocen «ser
tiempos en que el juramento fraterno era «obligatorio» y «venía acompa- nuestros hermanos», sentenciaba un prócer conservador, la «fraterni-
ñad[o] de amenaza de muerte», lo que los revolucionarios del 48 no pare- dad» era una realidad heredada, cuyo «sello» «es el habla».25 Para los
cían entender con su empleo más bien metafórico del término es que republicanos en auge, en cambio, la fraternidad pulsaba la orientación
futura del liberalismo. En el prólogo a un panfleto del demócrata José
sin llegar hasta el fratricidio, hermanos hay que se odian y perjudican María Orense, el orador y político republicano Emilio Castelar distinguía
gravemente, y otros a quienes mueve el interés, si ya no a aborrecerse, a tres atributos del hombre, que no dudaba en definir como «instituciones»:
entrar en disputas ruines y en pleitos de manera que si entre hermanos el pensamiento, la voluntad y la justicia. Cada uno de ellos se correspondía
naturales y cortos en número no siempre hay ternura fraternal, ha de ser con una de las tres «categorías sociales» de la herencia revolucionaria fran-
difícil encontrarla entre hermanos figurados y muy numerosos.23 cesa: la Libertad con el pensamiento, la Igualdad con la justicia, y la Fra-
ternidad con la voluntad, que había que considerar como «una fuerza
Esta crítica a las nuevas doctrinas por tratar de volver a conjugar la social, como una actividad que nunca muere, como un elemento para
igualdad con la fraternidad a costa de la libertad no podría, sin embargo, impulsar a sus fines la gran máquina de que todos somos parte».26 Ahora
parar la apropiación del lenguaje de hermandad entre nuevos sujetos

24 GARRIDO, 1854, p. 11.


22 ALCALÁ GALIANO, 1848, p. 82. 25 ALCALÁ GALIANO, 1862, p. 19.
23 Ibid., p. 83. 26 CASTELAR, «Prólogo», en ORENSE, 1858, p. VI-VII.
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bien, la única manera de garantizar ese flujo constante de energía social –«sin las cuales no hay asociación»– en las prácticas de consumo y de
capaz de proveer «al hombre su libertad, la integridad de su ser», y con producción. Muy en particular, Garrido afirmaba que «para que haya
ello «que la actividad de todos sea igualmente provechosa» y «el pro- asociación es necesario que la fraternidad se establezca de una manera
greso se realice por concurso de todas las fuerzas sociales», era procla- efectiva entre todos los miembros de la asociación: la fraternidad, es decir,
mando el sufragio universal. el amor, la adhesión de cada uno para todos y de todos para cada uno».
Mientras ganaba terreno como rasgo consustancial a la condición ciu- Debidamente ubicada en un esquema ideológico más amplio, esta
dadana activa, la fraternidad aparecía en este ideario sufragista esbozada versión del «espíritu de fraternidad» tenía muy poco de metafórico, pero
como garantía de la integridad personal en una sociedad que dividía a la el autor no se engañaba ante las dificultades de lograr este promisorio
población entre propietarios y no propietarios, obligándolos a cooperar horizonte de expectativa: «El lazo necesario entre la Libertad, la Igual-
en términos de enorme desigualdad. Correspondió también a los llama- dad y la Fraternidad todavía no se ha encontrado, y yo aseguro que las
dos republicanos «socialistas» ofrecer desde comienzos de la década de dificultades materiales y morales que las asociaciones encuentran no
1860 la primera elaboración del concepto de «fraternidad» desde funda- desaparecerán mientras no se encuentre ese lazo». El problema no era
mentos económicos y sociales. Lo hicieron partiendo de que el trabajo «es solo teórico o de conocimiento: se requería también definir unos fines
el arma más poderosa de [la] emancipación» del hombre, que Fernando colectivos que asegurasen «una poderosa unidad […] de aspiraciones»
Garrido trataba de vincular con «los progresos de la libertad política».27 tal que «todas las almas aspiren a la realización de un mismo ideal».
El resultado no era, sin embargo, una reivindicación del obrerismo, sino, La fraternidad había pasado a ser efecto, no ya causa, de una unidad
en línea con la tradición republicana, del varón propietario con autono- de objetivos de cooperación económica para cuya definición el ideal de
mía de recursos como garante de la virtud cívica frente a los extremos de la virtud cívica no parecía suficiente tradición de apoyo. Pero, además,
la tiranía y la corrupción. El ideólogo republicano comenzaba desar- esta acabada concepción de la fraternidad como vínculo social no conte-
mando de razones a «[c]iertos demócratas, que ponen un singular nía ninguna noción fuerte de emancipación respecto de otros grupos
empeño desde hace algún tiempo, en combatir el Socialismo», incluso en sociales o poderes instituidos: al contrario, representaba el reconoci-
la forma mínima de asociaciones obreras, porque «no creen que lleve miento de una nueva comunidad inclusiva presidida por «la fraternidad
consigo la extinción del proletariado, ni mucho menos la transformación entre las clases acomodadas y trabajadoras», que garantizaría que «estas
y regeneración de la sociedad».28 A continuación de esta defensa de la adquieren los medios de elevarse al nivel de las clases medias, que con-
libertad de asociación, arremetía también contra otro tipo de demócratas cluirán por refundirse entre las productoras».29 De lo que se trataba,
que «están íntimamente convencidos de que la actual organización eco- según subrayaría el propio Garrido en otra de sus obras, era de «inspirar
nómica de la sociedad es fatal, y por lo tanto que siempre habrá pobres» a las clases acomodadas sentimientos fraternales hacia las trabajadoras»,
y especuladores que vivan del trabajo ajeno porque para ellos «el bienes- y viceversa.30
tar y el trabajo son incompatibles». A estos les respondía que, dados los Semejante definición de «fraternidad», que seguía contenida dentro
principios en los que se asienta el sistema industrial vigente, la incompa- de una loi de famille heredada y todo lo más revisada en cuanto a los
tibilidad era más bien la que se daba «entre la libertad e igualdad de dere- derechos de los súbditos, era consustancial al imaginario social del libe-
chos y la fraternidad social». ralismo isabelino. La hermandad así proclamada era una máxima de vin-
La solución estaba en fomentar con medidas políticas el «espíritu de culación humana universal, y no podía ser patrimonio de ningún grupo
asociación», pero entendido ahora como una agregación de voluntades social. Estamos, en este sentido, en la prehistoria de una definición como
individuales con capacidad de actuar con autonomía en la esfera econó- la del slogan «UHP». En lo que sí reclamaban, en cambio, estos republi-
mica, sin constricciones por parte de poderes exteriores, del Estado o el canos una competencia excluyente era en las matrices intelectuales y
capital. La manifestación celular de este espíritu estaba en unas «asocia- morales de la metáfora conceptual. Sin negar la contribución histórica de
ciones fraternas» que equilibrasen la libertad, la igualdad y la fraternidad la religión, y en particular del cristianismo, arremetían duramente contra la
mezcla de caridad y solidaridad que daba pie a la beneficencia paterna-
27 GARRIDO, 1864, t. I, p. 10.
28 GARRIDO, 1864, t. I, p. 43. Las consecuencias a escala macroestructural de esta fra-
ternidad implantada en cada unidad del cuerpo social no eran pequeñas, habida cuenta de 29 GARRIDO, 1864, I, p. 409.
que «[l]a asociación obrera» representaba «en pequeño la República». 30 GARRIDO, 1865-67, II, p. 1372.
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lista aún dominante, por ser la primera un sentimiento impolítico y estar individualista tan radical que volvía insalvable la distancia con cualquier
la otra desvinculada de valores de justicia e igualdad. En su historia de las noción no agregativa de lo colectivo. De esta manera, cuando comenza-
clases trabajadoras, escrita en clave de dignificación del trabajo como vía ron las discrepancias entre facciones ideológicas por cuestiones tan varia-
hacia la propiedad, Garrido dedicó, de hecho, un epígrafe entero a com- das como la milicia nacional, la libertad de organización sindical, y sobre
batir las «[p]retensiones del catolicismo de representar el sentimiento de todo la articulación territorial, los discursos se enconaron irremediable-
fraternidad».31 La crítica iba directamente dirigida a una Iglesia que la mente debido al peso de supuestos irreconciliables. Cuando el republi-
había relegado a simple retórica dirigida a mantener a las masas en posi- cano Pi i Margall reivindicaba que el modelo de organización federal «es
ción de sojuzgamiento y esperanza en un bienestar trascendente. Emilio el mejor de los sistemas para unir a los pueblos sin que ninguno sufra
Castelar se le sumaría poco después, ya en plena crisis del régimen libe- quebranto en su libertad», el argumento se fundaba en que «emancipa a la
ral isabelino, al censurar las «doctrinas de la fraternidad» cristiana «que nación y a la vez a las regiones y municipio». Ciertamente, la idea de que
tantas veces han salido» de los «labios» del clero, tomando una definitiva las partes territoriales del Estado pudieran mirarse entre sí sin desigual-
distancia: «era necesario que viniera una generación y dijera a las muche- dades en cuanto a reconocimiento ni jerarquías jurisdiccionales cua-
dumbres: practicadla; no hagáis lo que la Iglesia católica, que en nombre draba, en principio, tanto con un imaginario holista como con uno agre-
de la fraternidad oprime al pensamiento y siembra la guerra civil entre gacionista; en la práctica, sin embargo, las discrepancias entre quienes
los hombres».32 asumían que «la base de la organización federal está […] en los munici-
Admoniciones como esta tendrían su prueba de fuego en el llamado pios, que, luego de constituidos dentro de las condiciones naturales de
Sexenio Revolucionario (1868-1874), cuando la alianza entre las fuerzas su vida, crean y forman las provincias, a las que más tarde debe su origen
de oposición permitió una combinación de conspiración y movilización el Estado», y quienes solo podían concebir la autonomía territorial desde
que acabó con el reinado de Isabel II, impulsando un profundo cambio la preexistencia y preeminencia de un centro orgánico, se llevaron por
constitucional con el reconocimiento del sufragio universal masculino. delante la breve experiencia de la Primera República española de 1873.35
En las numerosas proclamas de las juntas urbanas pareció, por un ins-
tante, que se regresaba a esa edad de oro de la fraternidad entre liberales,
en un contexto ahora de pionero establecimiento de la democracia.33 El Emancipación sin ciudadanía: la metáfora conceptual de
concepto republicano de «fraternidad» se desplegó entonces en medio la fraternidad en las ideologías del cambio de siglo
del éxito de una revolución reconocida como veloz e inocua, contribu-
yendo a una redefinición radicalmente inclusiva de la comunidad polí- Pese al fracaso de la experiencia republicana en la Revolución Gloriosa
tica en la que se querían borrar no solo las desavenencias heredadas entre de 1868, la historia de la metáfora conceptual de fraternidad continuó en
liberales, sino las cesuras instituidas entre gobernados y gobernantes, el período siguiente de Restauración monárquica (1875-1923); lo hizo,
entre el sujeto y el objeto del orden social en su conjunto. no obstante, en un contexto de avance neto de representaciones colecti-
La plasmación institucional de esa fraternidad sería, no obstante, de vas heredadas y en formación que presuponían la vinculación colectiva
nuevo escurridiza. Como bien recordaría Garrido en ese contexto, «los como un fenómeno natural. Ya en sus orígenes, el liberalismo había con-
goces de la fraternidad […] no se alcanzan más que en momentos de entu- sagrado como soberano a un pueblo o nación española entendido como
siasmo».34 En un contexto de rápido viraje de una retórica revolucionaria un todo indivisible cuya constitución natural se daba por descontado.36
a otra de obsesión por el orden, parte del problema residía en que el Existía además una tradición en la cultura popular del liberalismo espa-
marco constitucional establecido en 1869 se apoyaba en un imaginario ñol que reproducía imágenes axiales dicotómicas como artefactos para la
imaginación política: pueblo/plebe, ricos/pobres, etc.37 Durante la década

31 GARRIDO, 1870, p. 253.


32 GARRIDO et al., 1871, p. 138. 35 Vid. los texto de Pi i Margall en su «Manifiesto a la Asamblea Republicana Fede-
33 Así, p. e., al triunfar la sublevación en la capital, la Junta llamaba al pueblo madri- ral» de 1870, en MIGUEL GONZÁLEZ, 2007, p. 383.
leño a celebrar una «fiesta cívica […] cuyo principal ornato sea el popular regocijo, con 36 En este imaginario de pueblo como objeto y sujeto político se mezclaban arraiga-

el ejército y el pueblo fraternalmente unidos», Gaceta de Madrid (3 de octubre de 1868), das tradiciones de cultura católica con influencias del jacobinismo de la Revolución fran-
recogido en DE LA FUENTE y SERRANO GARCÍA, 2005, p. 48. cesa. Véase PORTILLO, 2000.
34 GARRIDO, 1870, p. 165. 37 PÉREZ LEDESMA, 1991.
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de 1870, la movilización social, la frustración de nuevos sujetos políticos Pese a estas diferencias y a otras, como el valor concedido a la violen-
en busca de reconocimiento y la represión del internacionalismo obrero cia, para ambas ideologías en formación, la clase social se consideraba
terminaron de fraguar una nueva dualidad burgueses/proletarios, desti- por igual un ente colectivo dado que solo necesitaba activar su unidad
nada a marcar el discurso de las emergentes ideologías finiseculares política para poder cambiar radicalmente el orden social; independiente-
desde cesuras de corte clasista. mente de consideraciones de estrategia, la autoorganización y la revolu-
Este binomio excluyente funcionaba bien dentro de una cultura de tra- ción aparecían como dimensiones inseparables de la emancipación
dición corporativa acostumbrada a leer moral y políticamente las crecien- social. Hacia fuera, la clase debía dar apariencia de cohesión; de ahí la
tes desigualdades económicas. Sustituyendo el hasta entonces dominante tendencia a denominar «unión» a los primeros sindicatos clasistas que se
término «Cuarto Estado», normalmente empleado dentro de discursos de formaban con la agregación de obreros manuales. También debía expre-
integración política, el lenguaje del proletariado daría forma en las décadas sar exclusión, pues la proliferación de sindicatos y partidos se producía
siguientes a toda una cultura social de excluidos de los derechos de ciuda- en la estela de una crisis de representación sin precedentes que llevaba a
danía o sus beneficios. El centro de todo el imaginario identitario de este los dirigentes y a las bases obreras a desarrollar un lenguaje en cierta
submundo cultural de clase giraba en torno de una reconceptualización de medida intraducible y unas prácticas intracomunitarias poco asimilables
la «emancipación». Ya durante el Sexenio, los líderes de las primeras orga- por la sociedad política del nuevo consenso liberal. En medio de estas
nizaciones obreras internacionalistas comenzaron a hablar de «emanci- derivas semánticas y sociales, la fraternidad perdía su componente de
pación social», que vinculaban al éxito de una «Revolución social» que dignificación de una personalidad de ciudadano en busca de reconoci-
estaba empezando a ser definida, no por extensión, sino por contraposi- miento. Lo hacía, sin embargo, justamente al tiempo que la apropiación de
ción a «la Revolución política», cuyos medios –el sufragio universal– se la metáfora conceptual por parte de nuevas ideologías disparaba su empleo
consideraban al alcance de la mano por la simple evolución social: mien- retórico dentro de ese espacio cultural exclusivo y endógeno. En ese con-
tras la emancipación, sin adjetivos, se hallaba entre las «naturales conse- texto comenzó a hacerse habitual el saludo «hermanos proletarios» entre
cuencias» del ejercicio de los derechos políticos, los internacionalistas los miembros de organizaciones extraparlamentarias y revolucionarias.40
interpretaban la emancipación social como un fin en sí mismo.38 La componente metafórica ganaba claramente terreno en el nuevo
Compartiendo el objetivo de lograr la quiebra de los vínculos tradi- empleo retórico: no en balde, con ella se trataba de reducir simbólica-
cionales y el establecimiento de unas nuevas relaciones sociales sin pro- mente la inmensa distancia entre un espacio de experiencia de solidaridad
piedad privada ni Estado, las diferencias acerca de los medios y tempos defensiva intracomunitaria (o incluso intraorganizativa), autorreferencial
para alcanzarlo generaron en cambio marcadas diferencias entre ideolo- y local, y un postergado horizonte de expectativa política triunfante,
gías. La crisis del experimento democrático coincidió además en España abierto y universal. Nada de esto impedía evoluciones conceptuales.
con las secuelas de la Comuna de París de 1870, cuya memoria de Una vez que el liberalismo dejó de ser la oferta única de escatologías
derrota terminó de fraguar una postura en el emergente anarquismo, modernas, el vínculo entre ideales de ciudadanía e ideologías se relajó,
denominada «antipolítica», según la cual las organizaciones proletarias pero ello mismo permitió nuevas orientaciones semánticas y discursivas,
no otorgaban reconocimiento a las instituciones del gobierno represen- pues además de cuestionar la propiedad privada y el Estado, las ideolo-
tativo ni a las autoridades estatales.39 Entre los socialistas marxistas, por gías del cambio revolucionario soñaban con un mundo sin fronteras
su parte, la participación en política seguía teniendo valor, pero siempre entre nuevas naciones emergentes o con proyección imperialista, lo cual
que respondiera a las necesidades y exigencias de las organizaciones cla- favoreció la acuñación de una versión de la fraternidad de extensión glo-
sistas y su dogmática y excluyente concepción de la toma del poder. bal y sentido esencialmente cultural, con experimentos señalados como
la moda del esperanto. En este enfoque se identificaba a los obreros –vis-
tos como urbanos e industriales según principios dogmáticos– con la
38 Véase, p. e., el discurso de Rafael Farga i Pellicer en La Federación, el 21 de junio humanidad futura en su conjunto, aun cuando los trabajadores manuales
de 1870, en BATTANER, 1977, p. 46. En el caso de España, el rápido y exitoso avance del
imaginario de emancipación como horizonte colectivo de expectativa se produjo desde
finales de la década de 1870, conforme las nuevas generaciones de artesanos fueron asis- 40 Véase, p. e., la publicación libertaria Bandera Social, del 5 de julio de 1885, p. 3.
tiendo a la creciente imposibilidad de autonomizarse individualmente en talleres propios Entre los socialistas, tal vez debido a su organización por oficios, la retórica de fraterni-
siguiendo la tradición gremial. Véase PÉREZ LEDESMA, 1997. dad se reservaba más para la salutación y sociabilidad entre las diversas secciones sindi-
39 Véase, en general, ÁLVAREZ JUNCO, 1976. cales de la UGT (Unión General de Trabajadores).
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de los estados nacionales donde más se extendieron el anarquismo y el medida metapolítica, pero siempre dentro de un molde retórico más
socialismo eran, paradójicamente y en su mayoría, campesinos, jornaleros bien infrapolítico.43 La obsesión con la conciencia de clase explica, por
y pequeños propietarios agrícolas, además de artesanos especializados.41 su parte, la orientación de las ideologías revolucionarias finiseculares
La separación campo-ciudad pasaría a ser fuente de fracturas identitarias hacia la educación, sobre todo moral e ideológica, de los obreros. Por esa
que también trataban de recomponerse con el recurso a la fraternidad. vía se produciría la socialización de la metáfora conceptual de fraterni-
De hecho, España se convirtió desde finales del siglo XIX en el desta- dad entre las clases populares españolas de varias generaciones sucesivas,
cado caldo de cultivo de una sensibilidad conscientemente libertaria que pues tampoco la especialización pedagógica sería patrimonio de ninguna
se extendía por los nuevos bastiones industriales del norte tanto como ideología, y menos aún de alguna organización concreta. De hecho, pese
por el atrasado campo del sur. Lo hacía sustituyendo, en cierta medida, a la creciente competencia entre organizaciones sindicales y políticas cla-
el viejo republicanismo como referente ideológico, debido en parte a que sistas, todo ese magma cultural proletario, con sus ateneos anarquistas y
los líderes republicanos históricos, integrados en el juego parlamentario sus casas del pueblo socialistas, se hallaba sustancialmente conectado
presidido ahora por la corrupción y el caciquismo, fueron abandonando entre sí.44
la retórica de la emancipación revolucionaria desde la llegada del sufragio Una revista de comienzos de siglo titulada Palabra Libre, que se defi-
universal masculino, en 1891. En una suerte de testamento político, el nía como «periódico republicano de cultura popular», acogía en sus pági-
anciano prócer republicano Francisco Pi i Margall destacaba el auge del nas biografías de personajes situados incluso a la derecha de las posiciones
anarquismo, que «se ha esparcido en pocos años por Europa y América» republicanas, ofreciendo semblanzas que iban desde el laborista británico
y tiene «ya en muchos pueblos y en muchas naciones su iglesia, publica Lloyd George al intelectual libertario español Francisco Ferrer y Guardia,
libros y folletos, sostiene periódicos» y da mítines «más o menos nume- pasando por socialistas tan variados como Charles Fourier y Karl Marx;
rosos». Pues bien, lo que más le sorprendía de los anarquistas no era que en todos ellos la fraternidad figuraba como elemento valorativo impres-
vertieran «de palabra su odio a la sociedad presente», sino que «su fe en la cindible.45 En sus páginas podían encontrarse, junto con nuevas elabora-
sociedad futura» les condujera a cometer actos violentos que, haciendo ciones, viejos argumentos anticlericales en materia de fraternidad.46 Así,
sombra a «los mártires cristianos», les condenase a arrostrar con tanta en un número publicado en 1910, año de la creación del sindicato anar-
entrega «la muerte deseosos de vengar, no sus propios agravios, ni los de quista CNT (Confederación Nacional del Trabajo) –y ¡en el cual figura
sus compatriotas sino los de cualquiera de sus correligionarios».42 también un artículo firmado por el futuro intelectual reaccionario
Difícilmente se encontrará una definición más ajustada de «fraterni- Ramiro de Maeztu!–, aparecen contrapuestos una serie de conceptos
dad ideológica», pues no debería perderse de vista que la comunidad de como Progreso/Reacción, Igualitarismo económico/Privilegio econó-
referencia de esta antropología solidaria no era la clase social de los sin mico, etc. El antónimo de «Fraternidad» no es aquí ninguna forma axial
propiedad, sino solo una minoría dentro de ella, la formada por el
«obrero consciente», agente indispensable para la revolución que, una 43 Las matrices religiosas en el lenguaje y la retórica santificadora no eran exclusivas
vez producido, se identificaría con la causa de la supresión de toda forma
de los anarquistas. En el caso de los socialistas, alcanzaría a la figura del fundador del
de dominación hasta el punto de llegar a no poner límites al sacrificio PSOE. Véase PÉREZ LEDESMA, «¿Pablo Iglesias, santo? La mitificación de un líder socia-
personal. Así, también conviene señalar el salto en el lenguaje sobre el lista», en El obrero consciente, pp. 142-151.
vínculo social al universo semántico de la religión, una esfera en cierta 44 Era así habitual encontrar entremezcladas en unas y otras bibliotecas obras de

Bakunin y de Kropotkin junto con clásicos marxistas. Véase SÁNCHEZ LEÓN e


IZQUIERDO MARTÍN, «Lenguajes, públicos, ortodoxia», op. cit.
41 La percepción, por parte de las ideologías revolucionarias, de las clases agrarias, 45 Al futuro primer ministro inglés le auguraban un triunfo electoral con el argu-

especialmente los pequeños propietarios, como realidades sociales condenadas a la extin- mento de que «[e]s el imperativo categórico de la Humanidad que impone a un pueblo el
ción, es el tema del clásico de SHANIN, 1983. deber de traducir en leyes los apotegmas sagrados de la fraternidad» (Palabra Libre, 5
42 PI I MARGALL, 1911, p. 40. El viejo republicano se preguntaba retóricamente: [8 de enero de 1911], p. 1). De Ferrer y Guardia se predicaba que la fundación de escue-
«¿Qué es esa fe que tanto puede?», y, tras responderse que esos jóvenes anarquistas creen las «como la Moderna», en la que se enseñan «libremente las verdades conquistadas», es
en la regeneración social con «cierta beatitud» y, sobre todo, ven «próxima» la reinstau- «preparar un porvenir de fraternidad» (Palabra Libre, 13 [5 de marzo de 1911], p. 3).
ración de una mítica «edad de oro» en cuyo nombre «[s]e entienden y fraternizan […] sin 46 Palabra Libre, núm. 3 (25 de diciembre de 1910), p. 6: «La caridad es una institu-

distinción de nacionalidad ni sexo y en todas partes se prestan apoyo y fuerza», admitía: ción que solo sirve para perpetuar la injusticia […] Hay que reaccionar y arrojar lejos
«Esos anarquistas, ¿por qué no decirlo?, me son simpáticos». El texto, literariamente pre- de nosotros los sentimientos caritativos y trocarlos en sentimientos de justicia y frater-
sentado como una carta de un Carlos a un Eusebio, lleva data del 22 de marzo de 1898. nidad».
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de dominación, sino un «Egoísmo social» como efecto de la penetración de A corto plazo, sin embargo, el final de los negocios empresariales
las relaciones capitalistas y la división del trabajo, y cuya imparable exten- producidos por la neutralidad y la llegada de la Revolución soviética
sión resultaba especialmente inadmisible una vez que se reconocía ya la provocaron un repunte de la conflictividad, un trasvase de lealtades y
proliferación en España de una acuciante «Cuestión social» medible en una redefinición programática que no hicieron sino aumentar la compe-
términos de desigualdad, exclusión, y cada vez más, de conflictividad.47 tencia entre organizaciones proletarias. Con todo, la recuperación del
«Fraternidad» se conjugaba también, en general, con el concepto de valor de la política, y en clave de un imaginario cívico, se fue produ-
«paz», hasta el punto de dar pie al auge del antimilitarismo como espacio ciendo en cada ideología por separado. En el caso del anarquismo, el
de reivindicación política. En España, la Semana Trágica de 1909 –proba- motivo fue el golpe militar del general Primo de Rivera de 1923 que, ade-
blemente, el estallido social más virulento desde comienzos de la Restau- más de suprimir las garantías constitucionales de 1876, desató una dura
ración y que justificó una simbólica represión contra las experiencias de campaña de represión y prohibición contra sus organizaciones obreras
pedagogía libertaria– se desencadenó contra el sistema de reclutamiento –especialmente acusada en su bastión de Barcelona–, forzando a muchos
conscriptivo, en el que se mezclaban flagrantes tratos de favor con una activistas al exilio. En el París del mítico café La Rotonde, una nueva gene-
protesta más soterrada contra las aventuras neoimperialistas de las elites ración de militantes revolucionarios tomaron contacto con figuras públi-
liberales españolas. Pero fue el estallido de la Primera Guerra Mundial, cas de la izquierda del liberalismo, el republicanismo y el catalanismo,
un conflicto derivado de la competencia no cooperativa entre naciones, como Blasco Ibáñez, Ortega y Gasset, Unamuno o Francesc Macià;50 y
lo que abrió en canal una disputa en el seno de las organizaciones obre- al año de la llegada al poder del Directorio Militar, promovieron una
ras europeas que vino a reactivar a la larga la tradición de la fraternidad insurrección armada contra la dictadura de Primo de Rivera.
republicana. El problema de fondo tenía que ver con que, frente a las El panfleto que llamaba a coordinar el levantamiento dentro y fuera
optimistas previsiones de los padres del internacionalismo obrero, de España tiene un inequívoco lenguaje de la tradición republicana:
Bakunin y Marx, el desarrollo del capitalismo industrial conllevaba una
expansión significativa de la clase obrera descualificada, pero no así un Tú, pueblo, que te matan trabajando en los talleres, en el campo, en las
aumento comparable de su conciencia revolucionaria. El reconoci- minas y en la guerra, hazte justicia. No soportes más la tiranía de los
miento de que también los obreros eran susceptibles de «corrupción» sayones que te oprimen. Rebélate ya […] Álzate, que bastará un gesto
por la vía de las mejoras salariales sacudiría la orientación de los partidos tuyo para hacer correr, despavoridos, a los [militares] que parecen valien-
y sindicatos de la II Internacional, comportando enconados debates tes y fanfarrones.51
sobre la relación entre vanguardia revolucionaria y virtud política, que se
harían especialmente acusados en el marxismo.48 Lo que es menos cono- Conviene subrayar que el «gesto» que se esperaba contra la «tiranía»
cido es que también en España, aunque no entró en la guerra, la polémica era identificado sin ambages con una revolución. El anarquismo preser-
se reprodujo en las filas del socialismo, lo cual auguraba una mayor sen- vaba así su idiosincrasia ideológica, incluso su arraigada percepción nega-
sibilidad por la recuperación de ideales de ciudadanía y una ruptura con tiva de la política institucional, pero asumiendo a su vez una retórica de
el sistema clientelista y patrimonialista de la Restauración.49 defensa incondicional de las libertades contra el predominio del interés
privado desatado y la arbitrariedad autoritaria. Más aún, aunque equipa-
rado a las clases trabajadores, se reincorporaba un lenguaje de pueblo
47 Palabra Libre, 17 (02 de abril de 1911), p. 5. Sobre la trayectoria de ese concepto
como sujeto y objeto de la emancipación colectiva y el autogobierno. Eso
véase CAPELLÁN, «Cuestión social», en FERNÁNDEZ SEBASTIÁN y FUENTES, 2002. sí, ese pueblo trabajador aparecía también como una entidad colectiva
48 MAYER, 1993. Es conocida la polémica entre Karl Kautsky y Rosa Luxemburgo

acerca de la preservación del interés colectivo por encima de los de las organizaciones y dada, integrada y cohesionada, cuyos miembros solo necesitaban ponerse
sus cuadros. Véase DOMÈNECH, op. cit., pp. 181-190. en movimiento para, entre todos, derribar la tiranía militar de una vez.
49 Véase un resumen de la postura del ideólogo socialista Jaime Vera en relación con

esta cuestión en SÁNCHEZ LEÓN e IZQUIERDO MARTÍN, «Lenguajes, ortodoxia, públi-


cos», op. cit., p. 230. Vera consideraba que al haber faltado en Alemania al producirse la 50 Sobre este exilio político en su conjunto, véase GONZÁLEZ CALLEJA (en MARTÍ-
crisis que desembocó en la guerra mundial «una voz que por amor a la misma patria ale- NEZ, CANAL y LEMUS [eds.], 2010).
mana, e inspirada por los ideales humanos comunes a todos los pueblos, haya clamado 51 España, un año de dictadura. Editado por el Grupo Internacional de Ediciones

por la paz», el socialismo retrasaba su penetración entre los europeos, cada vez más cons- Anarquistas, el texto se imprimió en un taller parisino, en el que trabajaban anarquistas
cientes del valor de la ciudadanía. españoles, llamado La Fraternelle. Véase MARTÍN SÁNCHEZ, 2012, p. 23 ss.
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El levantamiento urdido contra la dictadura fracasó estrepitosamente, obrero y las organizaciones anarquistas le llevaba, justamente al año del
pero la prolongación del régimen autoritario alentó una profunda recon- golpe militar, a solicitar, para la causa de derribar no ya la dictadura sino
figuración del republicanismo español, en la obra teórica y práctica de la monarquía, el concurso de «todos los ciudadanos que perciban con
Manuel Azaña. Nada más producirse el cierre del Parlamento, Azaña claridad lo que el civismo reclama de ellos», incluyendo en lugar desta-
elaboró un panfleto en el que identificaba el nuevo régimen con un «des- cado «la del proletariado, en sus cuadros políticos y profesionales».55
potismo amparador y restaurador de las potencias reaccionarias, incom- En relación con las elites liberales, el valor de la propuesta de Azaña
patibles con la libertad», poniendo así en perspectiva una historia del residía en su capacidad de hacerse con el legado del regeneracionismo
liberalismo español caracterizado por unas elites que «desconfiaban que venía presidiendo la retórica del reformismo oficial, desde comien-
demasiado de las fuerzas populares, o realmente no les asistían lo bas- zos del siglo XX, sin perder un ápice de combatividad en su rearme inte-
tante».52 Su apuesta por la democracia se distanciaba, sin embargo, de la lectual republicano. Frente a la obsesión nacionalista de los regeneracio-
postura de los republicanos del cambio de siglo, pues no se paraba en el nistas, Azaña afirmaría que «[n]inguna obra podemos fundar en las
sufragio universal, y de hecho, implicaba todo un órdago a la tradición tradiciones españolas, sino en las categorías universales humanas».56
liberal española en su conjunto: «Democracia quiere decir que los hom- Con todo, el problema de la identidad nacional atravesaba sus postula-
bres libres defienden, ejercen, garantizan por sí mismos la libertad. Y si dos produciendo una suerte de dúplice antropología irresuelta: de un
no lo hacen no son libres, aunque sean liberales».53 lado, un ciudadano activo y virtuoso en busca de reconocimiento; de
Quien así hablaba, lo hacía con pleno convencimiento de que «los otro, una nación cultural y moral necesitada de dignificación colectiva.
conceptos esenciales que orientan o guían la gobernación de un pueblo Ambos sujetos, individual y colectivo, respectivamente, eran concebidos
culto» estaban «catalogados y clasificados desde hace siglos» en obras de un modo igualmente ontológico, y la contradicción solo se salvaba
que permitían conocer «su raíz», que no era otra que la del animal polí- discursivamente asumiendo que ambos estaban necesitados de un mismo
tico de la tradición aristoteliana. Con esas herramientas intelectuales el proceso de emancipación de los poderes tradicionales que impedían su
sistema entero de la Restauración era demolido como expresión de una desarrollo siguiendo la famosa tríada de la Revolución francesa.57
«corrupción» política y moral, identificada con «un vasto sistema en La fraternidad aparecía aquí uniendo de forma simbólica lo que la
acción perpetua para desvalorizar los caracteres, desacreditar la abnega- lógica seguramente no soportaría, pues por encima de todo daba al dis-
ción, el sacrificio, la sencillez y la modestia, y premiar la bajeza, la simu- curso en su conjunto un aire de plausibilidad, como si su éxito solo
lación, el rendimiento».54 dependiera de activar la voluntad colectiva. Su programa regenerador
Hasta aquí, la recuperación de la virtud cívica resultaba tan enérgica leído en clave de la tradición republicana permitía a Azaña, por cierto,
como más bien de manual. Donde el pensamiento de Azaña entraba por reapropiarse para nuevos fines del viejo argumento conservador de una
terrenos inhabituales dentro de la tradición liberal española era en su hermandad entre los pueblos hispanos al alcance de la mano por la tra-
explicación de las causas del caciquismo y la oligarquía como fundadas yectoria histórica común imperial y posimperial.58 También hacia dentro
en un «feudalismo económico» del que se nutrían el Estado y quienes se
dedicaban a la patrimonialización de lo público. Esta interpretación en
clave de economía política permitía a Azaña acercarse al universo inte- 55 AZAÑA, «Manifiesto de Acción Republicana» (mayo de 1925), en Obras Comple-

lectual de las ideologías revolucionarias y convivir con sus lenguajes de tas, t. II, p. 410.
56 Véase AZAÑA, «Tres generaciones del Ateneo», de finales de 1930, en Obras Com-
clase, incluyendo referencias recurrentes al proletariado y a la burguesía,
aunque también a unas clases medias que eran, en su ideario, el sostén pletas, t. II, p. 1012.
57 Véase, p. e., la siguiente retahíla de supuestos en «Apelación a la República»: «La
natural de una nueva aristocracia de la virtud a la que solo un régimen nación introduce al individuo en la historia, lo incorpora a una obra secular, más amplia
republicano permitiría ser sujeto político pleno. Junto con la sensibili- que su vida personal, le hace partícipe y obrero de un gran parcela del patrimonio de la
dad social, la abierta crítica a los métodos de represión del movimiento humanidad. El individuo, moral y jurídicamente, es anterior a todos los organismos
nacionales, a todo gremio, a toda clasificación. La nación es superior a todos los antago-
nismos de clase, a toda diferencia económica, intelectual u otra» (Obras Completas, t. II,
52 AZAÑA, «Apelación a la República» (1924), en Obras Completas, t. II, pp. 370 y p. 377). Sobre la concepción de la República en Azaña como vuelta de España a su ser
372, respectivamente. ontológico natural, véase JULIÁ, «República», en FERNÁNDEZ SEBASTIÁN y FUENTES, 2008.
53 AZAÑA, op. cit., p. 377. 58 Lo que correspondía hacer con las repúblicas americanas es «la colaboración en
54 AZAÑA, op. cit., pp. 374 y 381, respectivamente. principio de igualdad, en defensa de los intereses superiores de la cultura española y ame-
¡uníos, hermanos proletarios! 297 298 pablo sánchez león

de la comunidad política nacional, una concepción fuerte de la fraterni- mente de clase, sino que su empleo convivía con semánticas cívicas revi-
dad presidía la alternativa propuesta. A la altura de 1930, tras la caída de talizadas.61
Primo de Rivera, Azaña podía ya argumentar que la dictadura había Cuando la monarquía decidió salir del impasse tras la crisis de los
logrado un efecto completamente contraproducente: «Ha destruido los gobiernos militares y ofrecer unas elecciones municipales con sufragio
partidos monárquicos y la confianza en las promesas regias», y «[h]a des- universal, se encontró con una estrategia de candidaturas unificadas entre
quiciado la economía del país», desfalcando además su riqueza pública; la mayoría de los partidos, que vinculaban la restauración de la democra-
pero asimismo «[h]a sembrado el rencor en todos los corazones».59 En cia con un régimen republicano comprometido con la tarea de «desterrar
ese estado de cosas, la única manera de restaurar las relaciones de con- la política caciquil, por perniciosa y antidemocrática».62 Lo interesante
fianza familiar entre los españoles consistía en acabar con la fuente de la coalición es que, además de considerar que los nuevos ayuntamien-
última de la tiranía y la corrupción: la propia Monarquía. tos nacerían sin legitimidad mientras se mantuvieran dentro de la legiti-
La apuesta era tan ambiciosa que implicaba para el esfuerzo «contar midad monárquica, no buscaba la maximización del número de conceja-
con las izquierdas españolas todas», pero con un criterio sanitario de les ni la competencia entre formaciones, sino la capitalización del voto a
partida, «llamando izquierdas a los que sin ambages, remilgos, ni distin- favor de «la democracia republicanosocialista, que se ha unido para traer
gos, ponen por base de la organización del Estado la forma republicana». la República». Esa postergación del interés partidista en pro de un inte-
La formación de una alianza republicana primero, y de un pacto con rés colectivo superior, se hacía animando a los «promotores» del «frente
otras fuerzas después, sumaría para la causa no solo a intelectuales y a único de las izquierdas» a «la compenetración cordial de todos los repu-
ciudadanos de a pie, sino muy particularmente a los socialistas. Estos blicanos entre sí», pero, por encima de todo, asumiendo estar en una
estaban, justamente entonces, abandonando una actitud de diálogo con encrucijada en la que «la abnegación, la fraternidad y la elevación de
las instituciones de la dictadura asumida en el intento de evitar que la miras» producirían «en los ciudadanos aquella satisfacción interior que
conculcación de libertades resultase fatal para las condiciones de los tra- les conducirá resueltamente a las urnas con la seguridad de la victoria».63
bajadores, en una etapa de expansión neta de los monopolios estatales y El pronóstico resultó sobradamente certero el 12 de abril de 1931.
de la comercialización agraria en la economía española. Conforme el
régimen militar dio muestras de deterioro, los socialistas capitalizaron
el mantenimiento de su organización sindical lanzándose a una cam-
paña de afiliación entre viejos y nuevos sectores socioeconómicos que, «Nuevo feminismo», firmado por Hildegart Rodríguez Carballeira, afirma que «todas
además de rendir importantes frutos, era bendecida con la metáfora de las mujeres, aunque militemos en campos políticos distintos […] sabemos que entre
fraternidad.60 El contenido del término no era, sin embargo, estricta- nosotras existe un vínculo de fraternidad: el de este nuevo feminismo, rebelde y
pujante», p. 2; y en fin, un editorial de 30 de marzo de 1931, en el que la Comisión Eje-
cutiva arranca asumiendo que «[l]os jóvenes socialistas españoles, trabajadores del mús-
ricana. Y con esta fraternidad verdadera, que no sea de tópico de discurso de final de culo en su mayoría, nos sentimos hermanados con los estudiantes en esta lucha contra el
banquete, y con esta llaneza, que no sea la arrogancia del conquistador antiguo que reco- régimen monárquico que tiraniza a España» a través de un «lazo fraternal que nos une,
rre los dominios de sus abuelos, sino de un ciudadano igual a otro, con esto podemos por nuestro cariño y adhesión a unos ideales que consideran indispensable la República
nosotros hacer en el mundo un peso sin par», beneficiándose de «aquellos lazos que esta- para el logro de sus fines», p. 1. La UGT incrementó su afiliación a una media de 10.000
blecen los idiomas, la comunidad de raza y una comunidad de historia, que ha sido igual ingresos semanales en las semanas siguientes a la proclamación de la República. Véase
durante unos cuantos siglos», AZAÑA, «Discurso en la sesión de clausura de la asamblea PÉREZ LEDESMA, 1987, p. 266.
Nacional de Acción Republicana», del 14 de septiembre de 1931, en Obras Completas, 61 Como muestra, un artículo de la revista Renovación titulado «Patriotismo y

III, p. 60. humanitarismo», cuyo autor, tras reconocer que «[l]a Humanidad, que ha llegado en lo
59 AZAÑA, «llamada al combate», 11 de febrero de 1930, en Obras Completas, t. II, físico a un grado de adelantamiento pasmoso […] no ha pasado, en lo moral, del salva-
p. 939. jismo cavernario» (p. 4), se preguntaba: «¿Debemos por ello declararnos vencidos cuan-
60 P. e., en la revista Renovación, órgano de prensa de las Juventudes Socialistas en los tos propugnamos ideales de paz y fraternidad entre los hombres y los pueblos?», para
meses antes de la proclamación de la Segunda República, en su número de 30 de noviem- reclamar a continuación con ímpetu internacionalista un tribunal internacional que diri-
bre de 1930, un artículo sobre «Juventud Rural» apuntaba a la «falta de cultura» como miera los conflictos entre naciones.
causa de que «el individuo no acierte a pensar que su interés individual está íntimamente 62 «La unión republicana. Declaraciones del señor Azaña en Nosotros», 12 de junio

ligado al de los demás», y afirma que «únicamente en la unión fraterna y solidaria con el de 1930, en Obras Completas, t. II, p. 974.
resto de hermanos de explotación es donde han de encontrar las armas para lograr su 63 «Ante las elecciones. Circular de Alianza Republicana, publicada en El Sol», 24 de

propia emancipación», p. 2. Otro de 20 de enero de 1931 en la misma revista, titulado marzo de 1930, en Obras Completas, t. II, pp. 1017 y 1018, respectivamente.
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Fraternidad cívica de clase y sus enemigos: la revolución social como ellas uno de los lemas de la Ilustración radical, debidamente adecuados al
praxis política defensiva contexto de una democracia republicana con marcada sensibilidad
social: la reforma agraria buscaba fundar sobre bases estables la «Liber-
«Si en España hay República, es porque antes ha habido revolución».64 tad» al dotar de propiedad a los jornaleros tradicionalmente sometidos al
A las pocas semanas de la proclamación de la Segunda República el 14 de arbitrio de los terratenientes y caciques locales, asegurando así para ellos
abril de 1931, el propio Manuel Azaña se esmeraba por subrayar que «la una autonomía material que podría complementarse con la independen-
República tiene un origen revolucionario». Aumentaba así exponencial- cia moral esperable de una ambiciosa política de educación pública; la
mente la sensación de que la historia española contemporánea entraba en creación de los jurados mixtos por primera vez situaba a los trabajadores
un vórtice que condensaba en un presente acelerado toda la experiencia en «Igualdad» frente a los empresarios en materia de litigios y, aunque
acumulada de la modernidad y sus proyecciones de futuro promisorio. aspiraba a disminuir la conflictividad laboral, reconocía de modo institu-
Pues, al igual que en la otra ocasión pasada, la caída de la Monarquía cional las divisorias de clase, y por ende, la personalidad política de sus
borbónica había tenido lugar esta vez en forma de una toma del poder organizaciones colectivas sindicales y partidistas para promover objeti-
tan súbita como pacífica que permitía identificar a un pueblo unido por vos de emancipación de los grupos subalternos; por último, el reconoci-
encima de legítimas diferencias de adscripción ideológica y partidista. La miento de capacidad de autogobierno para Cataluña acababa con unas
ausencia de violencia era además en sí misma la expresión de una confra- relaciones territoriales basadas en la pura centralización administrativa y
ternización más allá también de cesuras de clase o credo, disparando la promovía el mutuo reconocimiento de la diversidad cultural e institucio-
memoria de experiencias anteriores de convivencia colectiva desde la nal de los pueblos de España.66
dignificación política como ciudadanos. Este esquema puede servir como elaboración ex post, mas no como
La fiesta ciudadana estaba servida; mas la nueva legitimidad debía ser guía prospectiva del sentido de las reformas, pues la «Fraternidad» no
garantizada en el tiempo. Azaña se mostraba aquí rotundo: «habrá Repú- podía quedar reducida en el nuevo orden de cosas a servir de inspiración
blica en España mientras se gobierne con espíritu revolucionario, y la para una nueva interterritorialidad sin dejar peligrosamente al descu-
República quedará instaurada definitivamente en España cuando la revo- bierto la cuestión esencial de la lealtad y la obligación de los nuevos ciu-
lución haya concretado su obra, pero no mientras tanto». Esta referencia dadanos, de todos ellos de modo individual, al margen de sus referentes
al espíritu revolucionario tenía, no obstante, escasos sesgos ideológicos, colectivos de adscripción, hacia las instituciones que les garantizaban
salvo ser entendida nada menos que como «la más alta forma de civismo», hacerse por fin «dueños de sus destinos». Fue ahí donde se plantearon
lo cual comprometía a todos los ciudadanos plenos y activos recién estre- los problemas más delicados, de complicado abordaje y azaroso resul-
nados con la promoción de la virtud política republicana.65 tado para el primer gobierno republicano. En un sentido general, la defi-
El Gobierno de coalición republicano-socialista se lanzó desde su nición del sujeto que conformaba la nueva comunidad política estaba
constitución tras el triunfo en las elecciones parlamentarias de ese mismo atravesada por una retórica que yuxtaponía sin clarificación conceptual
año a una política de reformas que tenía, según sus propios diseñadores, imaginarios individualistas y holistas, y ello daba pie a un tipo de dis-
tanto de ruptura radical con el pasado como de reconstrucción del curso que confundía de modo recurrente el ser con el deber ser. En una
Estado en clave de la tradición de la Revolución francesa. De alguna entrevista de noviembre de 1931, el aún presidente del Gobierno Provi-
manera, las tres prioridades del nuevo Gobierno reflejaban cada una de sional, Manuel Azaña, no dudaba en afirmar que «la disciplina política y
social» en que debía apoyarse el nuevo régimen, «mucho más rígida que
en los regímenes que se mant[ienen] sobre la autoridad de la tradición»,
64 AZAÑA, «Discurso en el mitin del Partido de Unión Republicana Autónoma» «ha de fundarse en el cumplimiento del deber cívico» de sus miembros
(Valencia, 7 de junio de 1931), en Obras Completas, t. III, p. 19. individuales; pero a renglón seguido, confesaba creer «en las virtudes
65 AZAÑA, «Discurso en el banquete ofrecido por el partido Acción Republicana a innatas de mi pueblo, en su innato sentido de la justicia y en su funda-
sus candidatos a diputados», 17 de julio de 1931, en Obras Completas, t. III, p. 36. En
otro discurso preelectoral confesaba: «yo me alegro mucho de que haya desaparecido el
entusiasmo. El entusiasmo en política sirve de poco. Es una cosa fugaz, una llamarada que
a veces esclarece, a veces deslumbra; pero que si tras ella no hay un fuego tenaz, pronto se 66 AZAÑA ofrecía así a la configuración territorial del país una «autonomía tan

extingue y nos deja sumidos en las tinieblas» («Discurso en la sesión de clausura de la grande como su voluntad colectiva le apetezca, sin perjuicio de la solidaridad moral de
Asamblea Nacional de Acción Republicana», en Obras Completas, t. III, p. 50). los pueblos hispánicos» entre sí, en Obras Completas, t. III, p. 40.
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mental honradez, bien patente en los puntos de vista éticos que suele semántica en competencia con la de fraternidad: al contrario, lo que
tener para juzgar las cuestiones de gobierno».67 hacía el campo conceptual de la solidaridad era ofrecer recursos inter-
Donde no había ambigüedad alguna era en la convicción de que «el pretativos complementarios para hacerse cargo de las abundantes situa-
principio de un régimen libre es puramente moral». De aquí es de donde ciones en las que las relaciones entre trabajadores, incluso entre los más
hay que interpretar que deriva toda la rígida política anticlerical de la conscientes y mejor organizados –y a menudo precisamente debido a
Segunda República, pues la consolidación de la virtud cívica obligaba ello–, estaban necesariamente atravesadas por la desigualdad, de manera
ante todo a mantener bajo control, cuando no a desarticular, la principal que, al mediar barreras artificiales, no era esperable que la fraternidad se
fuente de moral impolítica: la Iglesia católica y su tentacular poder produjera de forma espontánea o natural. El campo semántico de «fra-
social, que no solo permeaba las costumbres de los españoles sino que ternidad» se descomponía así, ocupando «solidaridad» el universo de la
además se exhibía sin cortapisa en el nivel público. A este criterio, Azaña organización para la unidad. Ya el Congreso de Ginebra de la AIT de
añadía además el hecho de que «la sumisión al deber moral» cívico era la 1873 reclamaba «la solidaridad en la lucha contra el capital, para realizar
única garantía de «la respetabilidad y el prestigio de quien gobierna». En la emancipación del trabajo», una vez que los estatutos reconocían el fra-
la práctica, esta obsesión con la dignidad de los representantes por razón caso hasta la fecha de la emancipación, debido a «la falta de solidaridad
de su legitimidad funcionó como recurso para elaborar una polémica entre los obreros de las diferentes profesiones de cada país»; previa-
Ley de Defensa de la República que, aunque justificada en que la revolu- mente, el congreso de Zaragoza de 1872 había declarado que «[n]osotros
ción republicana solo había puesto los cimientos políticos de su regene- todo lo pondremos por la solidaridad, y para que esta exista, es necesaria
ración social a corto plazo, venía a definir la fraternidad en términos la unión bien fundada».70
negativos, esto es, por exclusión de unos enemigos de la virtud política Con el tiempo, sin embargo, conforme la organización se convirtió
invocados antes incluso de aparecer.68 en un fin en sí misma, el término «solidaridad» vino a ser empleado cada
Los primeros señalados como tales, rompiendo la identificación plena vez más como una medida interna de la lealtad y el compromiso de los
entre la legitimidad republicana y esa «inmensa masa popular» de la que, miembros de toda organización solidaria que se preciase con la causa de
según Azaña, «sale el resorte que nos mueve adelante para conseguir esta la destrucción del Estado y sus episodios de acción revolucionaria vio-
obra revolucionaria», fueron los «obreros conscientes» adscritos al lenta; azuzado especialmente por la existencia de una enorme masa de
poderoso sindicato anarquista CNT.69 Las movilizaciones y huelgas presos políticos que en su misma condición expresaban a las claras los
promovidas por este fueron entonces consideradas como la expresión de límites de toda fraternidad posible, la apelación a la solidaridad fue tor-
un irredentismo revolucionario que revelaba más bien su falta de recono- nándose en un vehículo de distinción dentro de los así llamados «grupos
cimiento en la emergente democracia industrial republicana. En la rápida de afinidad» y «grupos de acción específicos», que formaban el esqueleto
ruptura del nuevo liderazgo anarquista con la legalidad republicana ope- operativo de la acción colectiva anarquista, funcionando a la altura de la
raban tradiciones de competencia sindical excluyentes y maximalistas
con la ahora bien reconocida UGT, pero también otras evoluciones 70 LORENZO, 1974, vol. I, pp. 9 y 38, y vol. II, p. 13, respectivamente. La destilación
estratégicas de más largo plazo, dentro de las cuales fue determinante la del concepto provino inicialmente de la crítica a las manifestaciones de «cooperación
deriva semántica de otros conceptos del vínculo social paralelos al de insolidaria» (II, p. 115) que presidían las relaciones contractuales en la economía de mer-
«fraternidad», como «solidaridad». cado avaladas por el orden liberal, pero lo determinante fue la denuncia, que daría origen
La terminología de la solidaridad había acompañado al anarquismo a la Internacional, de la situación de «atomismo insolidario», que mantenía a los trabaja-
español desde sus mismos orígenes. No se trataba, en principio, de una dores en la «esclavitud» (I, p. 8). La solidaridad impulsaba desde las cajas de resistencia
locales a los llamamientos a la federación internacional de trabajadores, alumbrando asi-
mismo los «pactos de solidaridad» entre sindicatos, es decir, todas las alternativas a la
entrada en el juego en la política convencional. El volumen de referencias a solidaridad y
67 «Entrevista en Ahora», 9 de noviembre de 1931, en Obras Completas, t. III, pp. a fraternidad es con todo equiparable en el texto clásico de Anselmo Lorenzo. Una
120 y 123, respectivamente. buena medida de su complementariedad aparece ya en un llamamiento a los trabajadores
68 «Yo estoy encantado con que la República tenga enemigos. Si la República no de Portugal de 1870: «Operarios portugueses, hermanos, compañeros de trabajo que
tuviera enemigos habría que inventárselos […] La existencia de los enemigos de la Repú- somos en el mismo lugar y tiempo, esencialmente fraternales deben ser nuestras aspira-
blica es una señal de salud, una señal de robustez, una señal de que la República existe y ciones, ligados están todos nuestros intereses, solidarizados deben estar nuestros esfuer-
labora en republicano» (AZAÑA, «Discurso en la sesión de clausura», p. 52). zos, y tanto más deben estarlo, entendedlo bien, cuanto unos mismos son nuestros gran-
69 AZAÑA, «Discurso en el mitin», p. 21. des peligros» (I, p. 140).
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llegada de la República como un mecanismo endógeno de radicalización fundidad los fundamentos de la soberanía popular, el parlamentarismo y
y exclusión de las posiciones más moderadas.71 la participación política ciudadana. La fraternidad como sentimiento polí-
Con todo, por mucho que la huida hacia delante de los posicionamien- tico era también uno de sus blancos favoritos. El reaccionario Juan Donoso
tos más extremistas resultase incompatible con la paz social necesaria para Cortés dedicó razonamientos enteros a refundar la fraternidad, no ya en
las reformas institucionales en marcha, la «gimnasia revolucionaria» la Biblia, sino en una emoción tan poco vinculable con el imaginario de
decretada por el liderazgo anarcosindicalista contra las instituciones de la emancipación como es el dolor.74 Esta concepción, entre teológica y
orden público republicanas no dejaba de ser una interpretación posible moralizante, se mantuvo en primer lugar en el discurso de activistas car-
del mismo discurso de revolución de las autoridades republicano-socia- listas y tradicionalistas reincorporados al juego político, reactivándose y
listas.72 En cambio, lejos de venir a cohesionar la base social de apoyo al perfilándose sobre todo desde finales del siglo XIX a partir de la Doctrina
nuevo régimen, la represión de la militancia anarquista se convirtió indi- Social de la Iglesia, que destacó el apostolado como uno de los referentes
rectamente en una importante fuente de deslegitimación de la coalición de identidad que los católicos debían poner en práctica aprovechando las
republicano-socialista. A corto plazo, además, ni las tentativas de revo- libertades ciudadanas del liberalismo y la movilización social por la
lución social ni las intentonas de reacción golpista resultaron tan amena- democracia. La metáfora de fraternidad tuvo también su parte en este
zadoras para la continuidad de las políticas reformistas como la propia proceso, siempre dentro del binomio amor-dolor.75
interacción entre los partidos del arco parlamentario. La doble lealtad Aunque la vis política de dicha conceptualización era en principio de
del Gobierno a sus identidades políticas republicana y socialista se tensó baja intensidad, se vio alterada profundamente con la llegada de la
hasta volverse incompatible. De hecho, la ruptura de la coalición refor- Segunda República y la política escrupulosamente laicista del gobierno
mista no se planteó tanto en términos de discrepancias ideológicas cuanto, de Azaña. En un ambiente caldeado por el anticlericalismo, los propa-
más bien, de quiebra de una confianza mutua que remitía a un problema gandistas católicos comenzaron a intentar hacer valer su supuesta condi-
de incapacidad para definir fines compartidos duraderos o, si se prefiere, ción de mayoría social, reclamando la adecuación de las políticas de la
de confraternización.73 Sin embargo, una vez efectuada, la salida de los nueva República a los presupuestos morales y dogmáticos de su confe-
socialistas del gabinete dejó el escenario político en una situación de sión religiosa.76 Esta postura se acompañó de un rearme intelectual de lo
anomia que permitió el rápido surgimiento de un nuevo y amenazador que no era ya sino una ideología moderna con un ropaje tradicionalista y
sujeto colectivo abiertamente anticívico. una orientación política reaccionaria, fijando su atención de un modo
Para comprender la factura de este hay que partir de la evolución del especial en la concepción del vínculo social. A la altura de 1933, aprove-
liberalismo conservador desde mediados del siglo XIX. Ya durante la chando la Semana Santa, la prensa católica realizaba una nada disimulada
década de 1840, se produjo en el campo ideológico moderado en el poder profesión de compromiso con una «verdadera fraternidad cristiana»,
una deriva intelectual explícitamente antiliberal que cuestionaba en pro-

74 «El dolor pone una cierta manera de igualdad entre todos los que padecen, lo cual
71 Véase TAVERA, 2011 y 2008. En un principio, solidaridad se empleaba para distin- es ponerla en todos los hombres, porque padecen todos: por el gozar nos separamos, por
guir el apoyo a las víctimas legítimas de la represión anarquista de sus posibles sucedá- el padecer nos unimos con vínculos fraternales», DONOSO CORTÉS, 1851, p. 273.
neos delincuentes; así, una declaración de la sección española de la AIT de 1883 estable- 75 A lo largo del siglo XIX la Iglesia católica fue definiendo como fiesta de la fraterni-

cía que «Nosotros, al rechazar toda solidaridad con los que hayan cometido o puedan dad confesional el Corpus Christi, instituida como símbolo de que el Dios-hombre, al
cometer hechos criminales, nos hacemos solidarios y aceptamos toda la responsabilidad poner su corazón a sufrir por los humanos, los hermanaba en el reconocimiento como
de nuestros actos en la propaganda del socialismo revolucionario o de las ideas anár- iguales dentro de la comunidad de fieles. Desde comienzos del XX, la geografía española
quico-colectivistas», LORENZO, El proletariado militante, op. cit., t. II, p. 317. Véase una se fue llenando de enormes estatuas en lugares públicos dedicadas al Sagrado Corazón de
perspectiva amplia sobre este concepto en STJERNØ, 2004. Jesús, cuyo solo tamaño reflejaba el sesgo axial que lo fraternal venía a adoptar dentro de
72 Sobre la estrategia revolucionaria anarquista respecto del orden establecido en la escatología católica redefinida cada vez más como ideología. Acerca de esta política
1931, véase UCELAY DA CAL y TAVERA, 1994. En general, sobre la relación del concepto cultural de la Iglesia, desafiada durante la República y la Guerra Civil, interesa el estudio
de revolución con el purismo ideológico y dentro de una percepción milenarista del de Germán LABRADOR MÉNDEZ, Iconoclastia y memoria, de próxima aparición.
tiempo inscrita en la tradición política occidental, véase POCOCK, [1975] 2002. 76 CRUZ, 2006. El imaginario de esta «civilidad católica» tenía a su favor una larga
73 El ideólogo marxista Luis Araquistáin, cuando los socialistas abandonaron el tradición que había definido desde las Cortes de Cádiz a España como «nación de los
gabinete, solo pudo acusar a los republicanos de izquierdas de «deslealtad». Véase BIZ- católicos». Véase PORTILLO, op. cit. Sobre la variedad y la evolución de la semántica del
CARRONDO, 1975, p. 137. concepto de Pueblo en este contexto, véase FUENTES, «Pueblo».
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entendida como «el amor al prójimo» y consistente en «el ejercicio cons- en marcha –en la economía, la sociedad, la política y la cultura– con un
tante de la caridad, base de toda civilización y de la vida y progreso de único término omnicomprensivo: «fascismo».
los pueblos, si han de vivir en la paz que Cristo predicó sobre la tierra».77 Hasta qué punto la CEDA era o no un partido fascista «de manual»
En ese mismo año, otro artículo de revista, titulado «Sumisión a la jerar- es una cuestión historiográfica legítima planteada desde el presente: de
quía», subrayaba que en «[e]l amor a la Iglesia importa la sumisión filial lo que no cabe duda es de que para todo el amplio espectro ideológico
a su autoridad».78 prorrepublicano se trataba de un partido abiertamente antisistema que,
Correspondió, sin embargo, a intelectuales reaccionarios de la talla de aprovechando los canales de participación democráticos, estaba repro-
Ramiro de Maeztu, el ofrecer la más acabada reconceptualización de «fra- duciendo los medios de toma del poder de los nazis alemanes.81 Que
ternidad» en clave neoconfesional y fuertemente axial. En las páginas de tanto el integrismo ideológico católico como el fascismo representaban
la revista Acción Española, Maeztu escribió negro sobre blanco que «[l]a una amenaza para la Libertad y la Igualdad de la tradición revoluciona-
fraternidad de los hombres no puede tener más fundamento que la con- ria y liberal, es una obviedad; lo que no ha perderse de vista es que, ante
ciencia de la común paternidad de Dios».79 Lo hizo, como cabía esperar, todo, representaban la inversión especular de la Fraternidad entendida
dentro de un marco animado por la intención de demoler los tres axiomas como vínculo social genuino de una modernidad que definía sujetos
de la tradición ilustrada radical, convenientemente presentados como conscientemente autónomos frente a la dominación despótica y la pro-
fundamento de la democracia liberal. El hecho de que esta concepción moción de tipos de virtud impolítica o antipolítica. Si resultaba amena-
antiemancipatoria de la fraternidad se incluyera en un ensayo titulado zador el acercamiento entre el catolicismo reaccionario y el fascismo era
«El valor de la hispanidad» pone de manifiesto, asimismo, que lo que porque juntos ofrecían una oferta moral alternativa en la que el sujeto se
estaba en juego para los propagandistas católicos no era solo combatir el aseguraba una identidad por medio de la pertenencia activa a una comu-
caldo de cultivo de una fraternidad cívica de la República, sino también nidad de referencia, que podía ser nacional, estatal y a la vez confesional,
arrebatarle al legado del regeneracionismo el imaginario ontológico de la pero siempre a costa de asumir una relación heterónoma consigo mismo.
nación española, aprovechando la ambigua manera con que este había En España, la naciente prensa explícitamente fascista también desa-
interpretado el papel de la religión en las glorias del pasado imperial.80 rrollaría desde temprano la reapropiación axial de la fraternidad, puesta
Todo este ideario político, aireado en un tono victimista y a la vez al ahora servicio de una antropología nacionalista contraria a la condi-
crecientemente agresivo, cuajó en la esfera de la opinión pública debido, ción de ciudadano individual autónomo. El periódico El Fascio se
en buena medida, a que sirvió como vehículo para la recomposición estrenó con un artículo centrado en las tres palabras de la Revolución
política de la derecha tradicional, que había quedado descabezada con el francesa que, según el autor –que firmaba como «E.»–, el «Estado libe-
derrocamiento de la monarquía. Esta anómala situación permitió a su ral» escribía en su frontispicio pero no sabía rellenar de contenido sus-
liderazgo ocupar un espacio ideológico amplio que se adentraba plena- tantivo. En particular, la democracia liberal «rompe en pedazos la Fra-
mente en la extrema derecha, en proceso de vertiginosa deriva antiliberal ternidad», pues «el sistema democrático funciona sobre el régimen de
en toda Europa, en el contexto de la brutal crisis del capitalismo y el final mayorías» y «[p]ara que haya mayoría y minoría tiene que haber por
de la etapa de negocios especulativos de la primera posguerra mundial.
Pues la aparición de un partido de derecha confesional en España –la
CEDA, Confederación Española de Derechas Autónomas– coincidió 81 Recientemente ha surgido una interpretación que trata de separar a la CEDA de

además con la doble caída de la República de Weimar en Alemania y de toda analogía fuerte con el fascismo. Véase ÁLVAREZ TARDÍO, 2012. Su denuncia de que
la socialdemocracia en Austria, y esto derivó, en el seno de la izquierda, «[n]o parece muy científico mirar a la CEDA con los ojos de quienes eran sus adversa-
rios en 1934» tiene el enorme problema de que no viene acompañada de ninguna teoría
en una veloz identificación de todas las reacciones antiliberales puestas sobre la cuestión empírica que realmente importa a cualquier análisis histórico intere-
sado en esclarecer las motivaciones de una acción política en su contexto: por qué, inde-
pendientemente de lo que pensemos o sepamos nosotros hoy acerca de la CEDA, aque-
77 La Época, 14 de abril de 1933, p. 3. llos adversarios –que el autor identifica con «la izquierda republicana y los socialistas»–
78 La Lectura Dominical, 12 de agosto de 1933, p. 311. no dudaron en definir las aspiraciones de la organización política de la derecha católica
79 Acción Española, III/15, pp. 225-234. Véase la cita en la p. 228. como abiertamente contrarias a los fundamentos de la legitimidad de la Segunda Repú-
80 Véase sobre el ideario de este propagandista, y en particular sobre su concepción blica y profascistas. El autor, de hecho, se ve obligado a reconocer entre otras cosas que
de la Hispanidad, VILLACAÑAS BERLANGA, 2000; véase, asimismo, GONZÁLEZ CUEVAS, la CEDA «no era un grupo homogéneo partidario de la democracia representativa libe-
2003. ral», p. 130.
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necesidad «división». Para disgregar al partido contrario tiene que haber conocido viraje discursivo de los socialistas españoles capitaneados por
por necesidad «odio». «División» y «odio» se mostraban incompatibles el líder sindical de abolengo Francisco Largo Caballero, y que se vio exa-
con la «fraternidad». Se ponderaba así el valor de la divisa ilustrada radi- cerbado una vez que los socialistas, pese a ser una de las opciones más
cal, pero lo que la hermandad invocada como alternativa no era ya la de votadas, tuvieron que pasar a la oposición, dejando el Gobierno en manos
unos iguales emancipados de toda tutela jerárquica, sino el lazo interper- de una minoría republicana conservadora que a su vez necesitaba los apo-
sonal que se esperaba a partir de la preexistencia de una nación ontológi- yos de la CEDA, un partido cuyas credenciales democráticas y republi-
camente imaginada, situada por encima de los individuos que la compo- canas eran notoriamente inexistentes.
nían y a cuya identidad daba sentido.82 Una parte de esa reorientación ideológica y estratégica ha sido ade-
Difícilmente se hallará una concepción de la fraternidad más opuesta cuadamente interpretada como una opción posible dentro de la lógica
a la de la tradición republicana occidental, aunque ahora igualmente interna del socialismo marxista y su lenguaje sobre el conflicto de clases,
invocada como sentimiento político. Este no debía presidir, en verdad, la toma violenta del poder y el establecimiento de una «dictadura del
solo los vínculos del individuo con las instituciones estatales, sino que se proletariado».84 Contó además con un ideólogo dispuesto a darle forma,
extendía a las relaciones sociales en su conjunto para arremeter específi- en la persona de Luis Araquistáin.85 Sin embargo, nunca se han explicado
camente contra una lucha de clases tan admitida como denostada, frente de forma satisfactoria no ya las causas del súbito radicalismo retórico de
a la cual se proponía una subjetividad interclasista alejada de la tradición Largo Caballero, sino más bien el hecho de que este viniera acompañado
liberal de la armonía social y volcada, en cambio, a favor de un esquema de un tipo de movilización que ya entonces se planteó de manera anfibo-
de ordenación vertical de la sociedad en grupos humanos unidos por la lógica como una insurrección popular, una huelga general reactiva y/o
figura del líder en torno de una configuración institucional edificada una revolución social.86 La aparente distancia entre las arengas y los
para dar sentido a todas las dimensiones de la vida individual y colectiva, hechos no ha dejado de sorprender a propios y extraños, pero nunca se
totalitaria.83 ha dilucidado por qué semejante radicalización discursiva, fuese o no
En la misma primera página del periódico podía leerse: «El marxismo auténtica, estuvo acompañada de una praxis como mínimo imprecisa y
es el reverso de la civilización». No hacía falta ser socialista para com- contradictoria, y que nunca renunció en el discurso a una retórica de
prender que la apuesta fascista no iba dirigida solo contra la antropolo- carácter defensivo.87
gía de la tradición política occidental, sino también y directamente con-
tra las ideologías sociales modernas que la tenían por fundamento.
Aunque las organizaciones fascistas eran aún marginales, la campaña 84 JULIÁ, «Preparados para cuando la ocasión se presente» y, del mismo, «Los socia-
para las elecciones de 1933 estuvo marcada por ostentosas manifestacio- listas y el escenario de la futura revolución».
nes de simpatía hacia el fascismo italiano y alemán a cargo del liderazgo 85 Véase BIZCARRONDO, op. cit. Araquistáin hizo publicar los discursos que Largo

de ese emergente fanatismo confesional hecho ideología. El auge de este Caballero ofreció en mítines por diversos escenarios de la Península durante el verano y
nuevo espacio político disparó el convencimiento entre los partidos de la el otoño de 1933, hasta las elecciones, que fueron reunidos en el libro Discursos a los tra-
bajadores.
izquierda de que las instituciones democráticas no soportarían la prueba 86 En general los expertos, o bien han tomado al pie de la letra las soflamas revolu-
de un gabinete de un signo tan contrario. En ese ambiente de soflamas cionarias de Largo Caballero desde el verano de 1933, considerándolas un programa de
antirrepublicanas y de aumento de la violencia callejera, se produjo el revolución social en toda regla dirigido a la toma del poder contra la legalidad republi-
cana, o bien han tratado de vaciar la retórica largocaballerista de contenido presentán-
dola como una mezcla más o menos táctica de amenaza verbal ante la presión de las
bases, especialmente los jóvenes, y ante la competencia creciente de fuerzas políticas
82 De ahí que el problema de la división y el odio instituidos por el liberalismo situadas a su izquierda. Véase una revisión reciente de las principales posturas historio-
democrático fuera que «los miembros de un mismo pueblo dejan de sentirse integrantes gráficas en ARÓSTEGUI, Largo Caballero.
de un todo superior, de una alta unidad histórica que a todos los abraza». La patria que- 87 En la reunión conjunta del PSOE con la UGT, del 25 de noviembre de 1933, Largo

daba así reducida a «mero campo de lucha, donde procuran despedazarse dos –o muchos– Caballero argumentó que «el compromiso debe ser para realizar un movimiento revolu-
bandos contendientes», surgiendo una «voz sectaria» que silencia «la voz entrañable cionario a fin de impedir el establecimiento de un régimen fascista», ARÓSTEGUI, op. cit.,
de la tierra común, que debiera hermanarlos a todos», El Fascio, núm. 1 (16 de marzo de p. 341. Antes, en la sesión de la Ejecutiva del partido del 9 de noviembre había buscado
1933), p. 1. fijar el «movimiento que se ha de realizar si la acción de los elementos derechistas obliga
83 El desarrollo de esta parte de los presupuestos del fascismo español puede verse en a defender violentamente las conquistas logradas dentro del régimen republicano», con-
AZPIAZU, 1934. cretando «el alcance y desarrollo que ha de tener dicho movimiento», op. cit., p. 343.
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Pues por mucho que los líderes socialistas se encontrasen en una situa- Esta racionalidad expresiva explicaría el carácter defensivo de la movi-
ción de desconcierto e incertidumbre, como es sabido, la tradición con la lización, vinculado al peso de un imaginario político de corte cívico, no a
que contaban era más bien de experiencias presididas por la moderación y cuestiones estratégicas ni menos aún a derivas ideológicas, ambas de difí-
la negociación con las instituciones establecidas, lo cual difícilmente desem- cil explicación, o a accidentes puramente biográficos como la compli-
bocaría en la anómala y compleja revolución defensiva planteada por la cada y cambiante personalidad de Largo Caballero.89 Ahora bien, una
línea dominante de Largo Caballero. En suma, lo que no ha sido abor- movilización política sin límites en el compromiso con la cosa pública
dado con suficiente especificidad y profundidad es el hecho de que la no tiene por qué plantearse como una revolución, ni servirse del lenguaje
opción estratégica elegida pudiera elaborarse con mínimos de inteligibili- revolucionario. En este punto operaban, sin embargo, condiciones con-
dad en un único discurso sin producir estupor o incluso rechazo abierto textuales dadas. «Revolución» era, no hay que olvidarlo, el concepto
entre otros dirigentes o ideólogos socialistas con capacidad de producir matriz de toda la legitimidad cívica del 14 de abril, hasta el punto de que
discurso. O dicho de otra manera, es el oxímoron conceptual «revolución el propio Azaña lo había convertido en intercambiable con los términos
defensiva» como posibilidad discursiva, más que como derivación teórica, «república» y «democracia». Era además, qué duda cabe, el eje vertebra-
lo que nunca ha sido tratado como un problema histórico que reclama dor del lenguaje del socialismo marxista desde su surgimiento tres cuartos
una comprensión debidamente contextualizada. de siglo atrás. El levantamiento de Asturias de 1934 se planteó, es cierto,
Desde la perspectiva aquí adoptada, es posible ofrecer una interpreta- como una revolución social, pero con ello los socialistas españoles esta-
ción a la reorientación del liderazgo socialista y su apuesta por apoyar la ban señalando su capacidad de representar y movilizar a la clase obrera no
insurrección revolucionaria de octubre de 1934 que se haga cargo de su como grupo social, sino en tanto que sujeto virtuoso capaz de imponer
singularidad y complejidad semántica. La implicación socialista en la un regreso a los principios fundacionales de la legitimidad republicana.90
revolución asturiana ha sido en general admitida como parte de un Y es que el sujeto de ese levantamiento no podía, en cambio, ser el
esquema más amplio de huelga general, orquestada en respuesta a la común de los ciudadanos, no solo porque ninguna fuerza política estaba
amenaza que representaba la incorporación al Gobierno de una fuerza entonces en condiciones de representarlos de un modo adecuado y de
considerada abiertamente contraria a los fundamentos de la república forma mayoritaria, sino además porque las elecciones de 1933 habían
democrática. Lo que, en cambio, no ha sido es debidamente anclada en el permitido interpretar que la ciudadanía española seguía atravesada por la
repertorio de acciones colectivas instadas por la exigencia de virtud inse- corrupción moral. En otras palabras, el ciudadano virtuoso no podía ser
parable de la identidad cívica. En la tradición republicana occidental, los convocado como pueblo. En cambio, sí podía serlo como clase trabaja-
riesgos de corrupción o tiranía se exorcizan por medio de un mecanismo dora. Para empezar, los obreros del campo y de la ciudad estaban en su
restaurador del purismo cívico. Ese ridurre ai principii –en la frase acu- mayoría organizados, de manera que podían ser movilizados de forma
ñada por Maquiavelo– es un rasgo constitutivo de toda auténtica vita colectiva por un liderazgo, con seguridad plural pero suficientemente
activa ciudadana, que se impone en situaciones en las que se dispara la
sensación de amenaza contra la integridad de los referentes que garanti-
garantiza ni permite anticipar su éxito colectivo. De producirse este, sin duda la amenaza
zan la condición moral y jurídica de la ciudadanía: en semejantes encru- a los referentes cívicos disminuirá e incluso desaparecerá, pero no es ese resultado posi-
cijadas, la apuesta por un tipo de acción expresiva de rechazo hacia el ble el que motiva la acción colectiva, sino la necesidad de expresar pública y política-
poder despótico o destructor de la moral pública se convierte en una mente el rechazo moral a la amenaza de tiranía o corrupción.
89 Esta tesis se hace cargo especialmente bien de la postura de todo el espectro
obligación autodeterminada para el ciudadano consciente; dicha acción
de repudio carece además, en principio, de límites, pues en esa praxis situado a la derecha de Largo Caballero, desde Indalecio Prieto, en las filas del PSOE, a
Manuel Azaña y sus seguidores de Izquierda Republicana. Pero incluso en el caso del
identificante el sujeto se juega la estabilidad de los referentes que le pro- exministro socialista, la explicación es mucho más rigurosa que las habituales. Una sínte-
porcionan sensación de integridad moral.88 sis reciente sobre el viraje de Largo Caballero desde 1933 a cargo de un especialista en la
materia continúa despachándolo como un «camino disparatado», «absurdo» y «sin sen-
tido», reproduciendo así el tipo de juicio de valor sin alcance analítico emitido en aquel
88 Véase POCOCK, El momento maquiavélico, passim. Aquí la presentamos reinter- tiempo por la derecha antirrepublicana. Véase MACARRO, 2012, pp. 93 y 94, respectiva-
pretada a la luz de los procesos de producción y reproducción de identidad ofrecidos por mente.
el sociólogo y filósofo político PIZZORNO, 1989. El argumento no es instrumental: ante 90 Véase STEDMAN JONES, op. cit. Sobre las variadas semánticas del concepto de revo-

situaciones de amenaza a las libertades, los ciudadanos con conciencia cívica no se movi- lución en este período, véase FUENTES, «Revolución», en FERNÁNDEZ SEBASTIÁN y
lizan calculando costes contra beneficios, sino en un tipo de acción expresiva que no FUENTES (dirs.), 2008.
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reducido como para resultar eficaz. Pero, además, aunque las fuerzas no sea deformada por doctrinas contrarias al Estado republicano y a los
republicanas tenían sin duda por referente de su identidad la virtud polí- principios de nuestra Constitución republicana». A continuación, admi-
tica, el contexto abierto con la posible entrada de la CEDA en el Go- tió haber «sacrificado principios de partido e intereses de clase», pero no
bierno les motivaría a su rechazo, aunque solo como una amenaza de por acuerdos de la coalición solo «en bien de la República», blasonando
tiranía en ciernes. del «celo con que ponemos el interés público sobre el privado» y sobre
Los socialistas, sin embargo, por su doble identidad de republicanos cómo abandonar el Gobierno suponía «quitar la piedra angular del edifi-
y marxistas, podían tener una percepción del problema del fascismo cio que estamos levantando» y «alentar todas las fuerzas contrarrevolu-
–por exagerada o equivocada que se muestre vista desde fuera y sobre la cionarias» a «debilitar el poder público y el Estado republicano».91 Tras
base de los datos que el historiador puede recabar ex post– centrada en declarar que «los socialistas españoles, atentos no solo a los ideales de
sus efectos sobre la integridad moral de los ciudadanos en tanto que tra- nuestro partido […] no desertaremos de nuestro deber», y mostrarse
bajadores. En efecto, la teorización marxista de la crisis del 29 trajo con- dispuesto a llevar «la revolución española a los fines que le señaló la
sigo una interpretación del rampante desempleo masivo como señal de voluntad popular», haciéndolo «por todos los medios que para ello sean
una corrupción interna a la clase obrera mundial, un cáncer encarnado precisos», el orador cambió de tono y se dedicó a analizar el nuevo ene-
en el auge del lumpemproletariado, el cual, careciendo completamente de migo emergente a escala mundial, al que aún denominaba «nacionalismo
conciencia de clase, era susceptible de un exitoso encuadramiento polí- a ultranza», cuya táctica era, en sus palabras, «despertar en las mentes
tico por parte de un nuevo caudillismo populista, nacionalista y milita- ineducadas de las masas hambrientas la idea de que las causas de la mise-
rista que se estaba abriendo paso fracturando por la mitad toda la tradi- ria no están en el régimen económico imperante, sino en la política de
ción republicana y de la Ilustración radical. Y ello con la finalidad de, otros países». A esto había que añadir «la creciente proletarización de
más allá de restar fuerzas numéricas y activos a la unión de la clase obrera, una parte de la clase media», pues en su caída esta se deja persuadir de
ser lanzado contra las organizaciones sindicales y políticas clasistas mis- que «la culpa de ello la tiene el extranjero, o el marxismo, o los judíos, o
mas, por medio de las cuales los trabajadores aseguraban su autonomía cualquiera otro motivo igualmente equivocado», pero una vez conven-
colectiva y una capacidad de respuesta frente a la desintegración de su cida «forma la levadura de los movimientos ultranacionalistas, por un
identidad por parte de poderes autoritarios, heredados o emergentes. instinto de conservación desesperado».92
La identidad que estaba en juego con el auge del fascismo no era bajo En los siguientes meses, Largo Caballero y otros líderes socialistas
esta percepción, por tanto, solo la de la ciudadanía: era también, y ante dedicarían discursos a profundizar por separado en las dos vertientes de
todo, la de la clase social, que permitía a los trabajadores, para empezar, la amenaza que representaba el fascismo respecto a subvertir completa-
ser un sujeto colectivo potencialmente portador de la virtud política. mente el sentido de la emancipación humana.93 La reflexión hecha ante
Solo desde las tradiciones ideológicas que remitían al Manifiesto Comu- sus colegas latinoamericanos anticipaba no obstante ya los fundamentos
nista podía, en suma, comprenderse la doble amenaza –la tiranía y la del remedio contra la amenaza fascista. Apoyándose en la tradición que
corrupción– que se cernía sobre las sociedades surgidas del legado de la contemplaba las relaciones con los países de Hispanoamérica como un
Revolución francesa. Este doble temor fue, de hecho, expuesto por el
propio Largo Caballero en un discurso que precedió a sus conocidas
arengas a los trabajadores en el verano de 1933; en él incluyó además 91 LARGO CABALLERO, «Discurso en Ginebra en la comida celebrada por las Delega-

toda una reactualización de la semántica de Fraternidad. En el speech que ciones hispanoamericanas a la Conferencia Internacional del Trabajo», en Obras Com-
ofreció, dentro de la reunión de la OIT en Ginebra, al ser invitado a par- pletas, t. V, pp. 1731, 1732 y 1733, respectivamente.
92 LARGO CABALLERO, ibid., pp. 1734 y 1735, respectivamente. En España, aseguraba
ticipar en una comida con las delegaciones hispanoamericanas, el exmi- entonces, no había «ningún peligro de que se produzca ese nacionalismo exasperado,
nistro socialista anticipó ya en la primavera de ese año muchos de los porque no existen las causas que se dan en otros países»; entre otras, según aseguraba,
temas y posturas de su famoso viraje radical; y al hacerlo ante una audien- «[n]o hay millones de parados que oscilan entre la revolución social y el ultranaciona-
cia compuesta por colegas de organizaciones sindicales extranjeras, dis- lismo». En apenas unos meses su percepción había cambiado drásticamente al respecto.
93 Especialmente Luis Araquistáin, que había atestiguado el proceso de toma del
tinta a la habitual en sus mítines, pudo fundamentar sus argumentos en
poder por los nazis en Alemania, en el prólogo a los Discursos a los trabajadores de Largo
una clave más reflexiva e intelectual. Caballero, aseguraba que el fascismo no buscaba solo acabar con las conquistas obreras,
Comenzó apoyando una política educativa pública y libre de atadu- sino crear «un alma esclavista» que permitiera el regreso a un mundo de sujetos sin dere-
ras eclesiásticas para garantizar que «el alma de las nuevas generaciones chos ni personalidad jurídica. Véase BIZCARRONDO, op. cit., p. 130.
¡uníos, hermanos proletarios! 313 314 pablo sánchez león

espacio de experiencia fraternal, el líder socialista aseguró a sus homólo- nidad cívica de clase que la insurrección invocaba. Dicha alianza, eso sí,
gos del otro lado del océano Atlántico lo siguiente: «[s]omos una lección tendría que ser en la práctica proactiva, pues una revolución solo podía
viva de historia», realidad a partir de la cual anticipaba que «si nos man- ser realizada en forma de un proceso de acción colectiva dirigido contra
tenemos moralmente unidos como tipo de una civilización que cerró su los centros de poder, que es lo que sucedió con éxito inicial en Gijón y en
ciclo de dominio y se presenta como ejemplo de fraternidad internacio- Barcelona. A diferencia de la de 1931, que la trajo, esta revolución pro-
nal […] acabaremos inclinando de nuestro lado la balanza política del rrepublicana implicaría el ejercicio de la violencia.
mundo».94 «Lo que pase después no se puede prever»: incluso Largo Caballero
En suma, no solo en la explicación, sino también en la descripción del asumía el carácter contingente de la decisión política de desencadenar un
proceso discursivo que llevó al partido socialista a orquestar una revolu- movimiento insurreccional, aunque como tantos otros seguramente nunca
ción defensiva en España a raíz de la inminente entrada de la CEDA en anticipó la magnitud de la derrota y la subsiguiente violencia represiva,
el Gobierno de la Segunda República española, se ha de tener necesaria- que incluyó la ilegalización de las formaciones políticas obreras y repu-
mente en cuenta la metáfora conceptual de fraternidad. Esta funcionó blicanas por parte del Gobierno, y la entrada en prisión de activistas por
como un factor indispensable de las decisiones políticas que se tomaron, miles.95 Pese a su estrepitoso fracaso y la reacción en el corto plazo, el
y al mismo tiempo como el signo de un profundo cambio en el lenguaje levantamiento alumbró, no obstante, un nuevo lenguaje que tendría en la
de la ciudadanía social. Y es que la fraternidad como sentimiento político fulgurante reorganización de la izquierda y en el triunfo del Frente
constituía el único elemento realmente común a las diversas ideologías Popular a comienzos de 1936 su más clara manifestación.96 El eslogan
sociales surgidas en el seno de la cultura política del liberalismo hispano. «Uníos, Hermanos Proletarios» y sus siglas «UHP» funcionaron como
Al ser invocada e interpelada, los confines de esa clase obrera imaginada emblema de ese rearme ideológico y estratégico. La terminología de la
entraron en un vertiginoso proceso de redefinición inclusiva, que tuvo fraternidad incluida en la arenga se revela así como signo de la creciente
su primera expresión organizativa en la reapertura del diálogo de las sec- relevancia de la tradición republicana en el contexto de la crisis de la
ciones de la UGT y de las asociaciones del PSOE con las formaciones Segunda República. De alguna manera, venía a ser la expresión de que
clasistas situadas a su izquierda: anarquistas y comunistas. los obreros españoles, por revolucionarios que se percibieran, estaban
El problema, obviamente, es que una vez puesto en circulación ese adquiriendo su conciencia de clase, incluso construyendo su identidad
concepto de «revolución social» entraban en juego interpretaciones con- revolucionaria, con referentes semánticos de una tradición de pensa-
currentes, pero no de forma necesaria convergentes con su significado. miento-acción que los concebía, en primer término, como ciudadanos
Difícilmente irían los cuadros anarquistas a una simple revolución capaces de autodeterminación política colectiva.
defensiva de la legitimidad republicana originaria, por no hablar de los Ahora bien, lo que no puede perderse de vista es que con esa identifi-
comunistas, por entonces decididos a no colaborar con fuerzas políticas cación de la virtud con la clase obrera se entraba en un contexto en el que
republicanas. Tácticamente, la convocatoria de una huelga revoluciona- los imaginarios de corte holista u orgánico pasaban a primer plano. En
ria fue sin duda una opción arriesgada, en buena medida porque dejaba a comparación con el imaginario de «pueblo», el de «clase», en cualquiera
los socialistas a merced de sus competidores anarquistas y comunistas, de sus tradiciones ideológicas de referencia –socialista, anarquista o comu-
que tenían una percepción bien diferente del proceso abierto en 1931. nista estalinista o antiestalinista–, tenía mucho más cortocircuitada la com-
Ahora bien, allí donde se dio un acuerdo mínimo entre las tres fuerzas ponente antropológica individualista. Para todas ellas el proletariado
bajo los auspicios de una recién formulada Alianza Obrera, la revolución funcionaba como un supuesto que no necesitaba mayor aclaración, un
estaba servida, pues tanto anarquistas como comunistas y socialistas sujeto naturalizado y del que importaba, ante todo, que se personase
podían entender con un común denominador el significado de la frater-

95 La frase la pronunció al parecer en la reunión de la Ejecutiva un año antes de los


94 LARGO CABALLERO, «Discurso en Ginebra», p. 1738. Como puede apreciarse, sucesos de octubre de 1934. Véase ARÓSTEGUI, op. cit., p. 344.
Largo Caballero anticipaba una lucha a escala mundial entre dos formatos de fraterni- 96 JULIÁ, 1998. Aunque los anarquistas se mantuvieron al margen de ese proceso de

dad, solo uno de los cuales reflejaba a la vez el internacionalismo y la superación de las alianzas en la izquierda, convergieron parcialmente con sus habituales competidores
formas de dominación vertical. Aunque el primero no viniera aquí expresado en térmi- debido a que la movilización a favor de los presos vino a definir la solidaridad como
nos clasistas, es evidente que el público al que se dirigía el líder español, al tratarse de mínimo común denominador de la emergente confraternización entre organizaciones,
delegados sindicales, seguramente lo traduciría así. ideologías y tendencias.
¡uníos, hermanos proletarios! 315 316 pablo sánchez león

como sujeto activo; de ahí que el espacio de experiencia de la fraternidad ayudad; la fraternidad en el dolor por la causa de España es el mejor aci-
fuera desde 1934 vivido como una constante llamada a la unidad política, cate para sacrificarse, si conviene, sabiéndose protegido».99
expresión última de la identidad obrera y precondición de la realización Ciertamente, la fraternidad política de la tradición republicana vivió
de las expectativas del vínculo social fraterno. su momento de gloria durante la defensa de la Segunda República, con
En ese formato colectivista radical, la fraternidad funcionaba sin duda fenómenos como la unificación de las organizaciones juveniles socialis-
como un mecanismo de inclusión, pero, asimismo, de exclusión. Los tas y comunistas, la creación de una milicia popular de defensa o la inter-
«hermanos proletarios» no podían admitir en sus filas a esos que Largo vención de las Brigadas Internacionales. El eslogan «UHP» acompañó
Caballero había señalado como las fuerzas contrarrevolucionarias de la muchos de estos procesos, y otros como las colectivizaciones agrarias
derecha: «los residuos monárquicos […] la aristocracia feudal y latifun- anarquistas. Frente a ello, el triunfo del ejército franquista trajo consigo
dista […] la oligarquía eclesiástica, [e]l militarismo, [e]l caciquismo la reimposición de una concepción de la «fraternidad» completamente
local»…97 Para quienes hablaban por estos, por su parte, los revolucio- contraria a la tradición de la Revolución francesa, que hundía sus raíces
narios de Asturias eran simplemente «rojos» que comenzaban a repre- en una amalgama de tradiciones cristianas y de fanatismo ideológico
sentar la anti-España de los valores tradicionales y superiores que debían neoconfesional. Cuando en los años cincuenta y sesenta la denomina-
imponerse a cualquier precio. Además de reproducir un imaginario ción de Cruzada de Liberación Nacional fue dando paso a su concep-
colectivista, aunque en versión especularmente invertida, ambas concep- ción como una «guerra fratricida» cuyas heridas había que restañar por
ciones del «amigo» y el «enemigo» estaban adquiriendo el tono retórico medio de una reconciliación nacional, el punto de partida fue esa noción
de un fanatismo religioso que entendía la exclusión como algo absoluto, impolítica o prepolítica de «fraternidad».100 Sobre ella se ha fundado la
y su consecución, como un compromiso a vida o muerte. democracia española posfranquista.
De todo este recorrido a largo plazo por la metáfora conceptual de
fraternidad se pueden extraer algunas conclusiones generales de carácter
teórico y metodológico. Una es que la «fraternidad» no es tanto un con-
Epílogo
cepto relacionado con la sensación de pertenencia a un grupo –un tejido
de emociones y valores de difícil definición, aunque indispensables para
Desde el triunfo del Frente Popular en enero de 1936, el uso del eslogan
la acción colectiva– cuanto una forma de acción política instada en nom-
«UHP» tendría ya una naturaleza de pura propaganda movilizadora.
bre de la libertad y de la igualdad. Vista así, su condición híbrida, entre
También su alternativa y negación. Así, por ejemplo, en la edición del 24
una metáfora y un concepto, es en realidad su principal ventaja retórica,
de marzo de 1936, El Siglo Futuro se hacía eco de la incautación de los
pues permite transmitir una idea del vínculo social capaz de contrarres-
tranvías de Ciudad Lineal a cargo de un recientemente constituido Con-
tar de una sola vez los dos principales problemas a los que se enfrenta la
sejo de Obreros, quienes al parecer sustituyeron las siglas de la Compa-
virtud cívica –la tiranía y la corrupción–, si bien a costa de resultar elu-
ñía Madrileña de Urbanización (CMU) por las siglas UHP, «que, como
siva de cara a la teorización y la institucionalización formal.
es sabido», escribía el cronista, «constituye el grito revolucionario y gue-
Por otro lado, la Fraternidad de la tradición política señala las posibi-
rrero de la amalgama marxo-comunista [sic] que devastó Asturias».98 En
lidades, pero también los límites, de la tradición republicana para resol-
otra parte del diario aparece, sin embargo, un encendido artículo a favor
ver los problemas del autogobierno en una sociedad capitalista, pues el
de donaciones al Socorro Blanco para ayuda de los tradicionalistas o
republicanismo clásico, por ser anterior a la Ilustración, es ambiguo en la
«tradicionalista-carlistas», que urge con estas palabras: «Presidentes de
cuestión del sujeto de la virtud, que puede ser tanto un individuo como
Círculos, bienhechores anónimos, hermanos católicos, patriotas todos,
un colectivo. El carácter preideológico de esa tradición deja abierta la

97 LARGO CABALLERO, «Discurso en Ginebra», op. cit., p. 1732. 99 Y remata: «¡Ayudad al Socorro Blanco y ayudáis a España!», El Siglo Futuro, 24 de
98 Y continúa: «El tranvía no admitía viajeros, pero se llenó de extremistas amena- marzo de 1936, p. 10.
zantes. No hicieron más que un viaje. En el pueblo de Fuencarral, la Gestora socialistoi- 100 JULIÁ, 2006. Para encontrar en la segunda mitad del siglo XX en el mundo hispano

decomunistoide [sic] saludó a los “viajeros” con el puño en alto y felicitó a los capitostes una recuperación de esa fraternidad cívica de clase como sentimiento político defensivo,
del Consejo Obrero, que contestaron con el U.H.P. y con las estrofas más escogidas de hay que acercarse al Chile de Salvador Allende y su experiencia de socialismo democrá-
“La Internacional”», El Siglo Futuro, 24 de marzo de 1936, p. 8. tico, también aplastado por una forma de tiranía con corrupción de la moral cívica.
¡uníos, hermanos proletarios! 317 318 pablo sánchez león

cuestión del sujeto de la política, permitiendo experimentos basados en Referencias bibliográficas


una identidad cívica, pero sin ciudadanía civil.
Por otro lado, parece bastante claro que, independientemente de sus ALCALÁ GALIANO, Antonio, Breves reflexiones sobre la índole de la crisis por
contingentes resultados y efectos, las revoluciones sociales de la moder- que están atravesando los gobiernos y pueblos de Europa, Madrid, Estableci-
nidad se han caracterizado por apoyarse en un imaginario del sujeto miento Tipográfico de Ramón Rodríguez de Rivera, 1848.
como ciudadano capaz de autodeterminación. Esto debería incitar a una —, Discursos leídos ante la Real Academia Española en la recepción pública del
historización del concepto de «violencia» que cuestione la fácil identifi- señor D. Juan Valera, Madrid, Imprenta de Manuel Galiano, 1862.
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Desde el presente, la violencia de los españoles en los años treinta REZ TARDÍO, M. y DEL REY REGUILLO, F., El laberinto republicano: la
puede, con todo, mostrarse tan desorbitada como fruto de la intransi- democracia española y sus enemigos (1931-1936), Barcelona, RBA, 2012, pp.
gencia. La tarea del historiador consiste, no obstante, en tratar de com- 101-134.
prenderla, lo cual no quiere decir justificarla, pero sí, en cambio, analizar ARGÜELLES, Agustín de, Examen histórico de la reforma constitucional, Lon-
cómo es que para muchos de ellos pudo haber estado justificada. El dres, Imprenta de Carlos Wood e hijos, 1835.
rechazo moral a priori no es un buen camino para el conocimiento. Y ARÓSTEGUI, Julio, Largo Caballero: el tesón y la quimera, Madrid, Debate, 2012.
menos aún en casos como el de la revolución defensiva de 1934, asunto AZAÑA, Manuel, Obras Completas, Madrid, Ministerio de la Presidencia / Cen-
que nos interpela de otra manera más profunda, en la medida en que tro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2007, vols. II y III.
nosotros somos también ciudadanos sometidos todavía a amenazas de AZPIAZU, Joaquín de, El estado corporativo, Madrid, Razón y Fe, 1934.
tiranía y corrupción en nuestro presente. Esto debería aportarnos una BALMES, Jaime, El protestantismo comparado con el catolicismo en sus relaciones
importante prevención deontológica. En los últimos años se ha abierto con la civilización europea, Barcelona, A. Brusi, 1857-1858 [1844].
camino en la literatura sobre la historia contemporánea española una BATTANER, Mari Paz, Vocabulario político-social en España (1868-1874),
tendencia a aseverar que, aunque los principios y valores de la Segunda Madrid, Real Academia Española, 1977.
República fueran dignos de encomio, las prácticas violentas de muchos BIZCARRONDO, Marta, Luis Araquistáin y la crisis socialista en la II República,
ciudadanos son ontológicamente indistinguibles e igual de inadmisibles Madrid, Siglo XXI, 1975.
que las de quienes las usaron para tratar de acabar con el autogobierno CABALLERO, Fermín, Vida del Exmo. Sr. D. Joaquín María López, Madrid,
ciudadano en los años treinta.101 Este tipo de razonamiento pierde de Imprenta de Minuesa, 1857.
vista que, con mucha probabilidad, quienes escriben hoy acerca del CAPELLÁN, Gonzalo, «Cuestión social», en FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, J. y FUEN-
pasado ciudadano de los españoles, en la medida en que viven en un régi- TES, J. F. (dirs.), Diccionario político y social del siglo XIX español, Madrid,
men de libertades, también se verían abocados seguramente, bajo deter- Alianza, 2002, pp. 206-215.
minadas condiciones de amenaza para su condición como ciudadanos, a CASTELAR, Emilio, «Prólogo», en ORENSE, J. M. de, Lo que hará en el poder el
ejercer o justificar la violencia. Por suerte, los analistas del pasado son partido democrático y lo que no hará en el poder el partido progresista, Madrid,
también animales políticos, aunque en ocasiones aparezcan tan deforma- Imprenta de la América, 1858, pp. I-VIII.
dos por el prurito profesional que ellos mismos tiendan a menospreciar CRUZ, Rafael, En el nombre del pueblo. República, rebelión y guerra en la
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EL FIN DE LOS HISTORIADORES

Pensar históricamente en el siglo XXI España


México
Argentina

por
PABLO SÁNCHEZ LEÓN Y
JESÚS IZQUIERDO MARTÍN (EDS.)

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Primera edición, enero de 2008

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© Jesús Izquierdo y Pablo Sánchez León, 2008

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DERECHOS RESERVADOS CONFORME A LA LEY

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ISBN: 978-84-323-1311-0
Depósito legal: M. 5.114-2008

Impresión: EFCA, S.A.


Parque Industrial «Las Monjas»
28850 Torrejón de Ardoz (Madrid)
INTRODUCCIÓN. INTRODUCCIÓN
EL SIGLO XXI Y LOS FINES DEL HISTORIADOR
y la cultura del siglo XXI, una vez que buena parte de los grandes re-
PABLO SÁNCHEZ LEÓN
latos —las filosofías de la historia— en que se fundó la modernidad
JESÚS IZQUIERDO MARTÍN
se han derrumbado ante la proliferación de dramáticos aconteci-
mientos que no encajaban en sus predicciones.
Entonces no hubo mucha perspectiva para enfocar el asunto de
esta manera2. La polémica desatada por Fukuyama apenas entró en
honduras y sutilezas intelectuales. Por el contrario, fue rápidamente
convertida en oportunidad para identificarla con un alegato más a
favor del «pensamiento único» y el ideario neoliberal3. Aquella po-
lémica sobre el fin de la historia provocó, sobre todo fuera de Esta-
EL CONTEXTO dos Unidos, una coalición casi sin precedentes —aunque también
hay que decir que sin continuidad— de intelectuales que, con diver-
En las postrimerías del siglo XX se habló de la posibilidad del fin de sas opiniones, desacreditaron al unísono la propuesta. El tornado
la historia. Ante la debacle del socialismo real y en medio del des- quedó en una mera tormenta de verano. Tras ella, pareció mante-
crédito de las tradiciones ideológicas de la izquierda revolucionaria nerse intacto el sentido unívoco que sobre el pasado ha fundado la
en Occidente, por un momento pudo vislumbrarse en el horizonte larga tradición moderna, a la par que se reafirmaba la legitimidad
cercano el sueño de un escenario de orden y progreso sin fricciones. de quienes han sido desde el siglo XIX sus principales intérpretes;
Sin embargo, el autor de El final de la historia, el norteamericano esto es, los historiadores.
Francis Fukuyama, no estaba necesariamente anticipando un mun- Como si de una parábola se tratase, en apenas unos años, el pro-
do sin conflictos; estaba más bien constatando que el liberalismo blema de fondo entonces suscitado ha regresado a las culturas polí-
volvía a ser, como en el siglo XIX, el referente principal de las luchas ticas de buena parte del mundo, y no precisamente como un asunto
sociales por el reconocimiento tras el breve pero intenso siglo XX1. para minorías intelectuales. Con el proceso de globalización econó-
Pronto se hizo evidente que el orden capitalista globalizado no hace mica y política, numerosas democracias formales han ido entrando
sino extender y exacerbar a escala planetaria los conflictos por la in- en un período que podemos definir como de «controversia por el
clusión; pero por el camino se ha ido también poniendo de mani- pasado»: comisiones de la Verdad, movilizaciones por la reparación
fiesto que en la cultura política de Estados Unidos la semántica del de crímenes, polémicas públicas acerca del pasado reciente (y del
«liberalismo» tiene connotaciones muy distintas a las que posee en no tan reciente), desencuentros y llamadas al diálogo entre «civiliza-
Europa en términos de izquierda-derecha, de manera que ahora es ciones», a las que se suponen trayectorias históricas divergentes,
posible entender que Fukuyama no estaba regodeándose en el fra- etc. No puede decirse siquiera que el fenómeno sea exclusivo de paí-
caso de las escatologías modernas surgidas de la crítica al liberalis- ses de reciente democratización o «modernización», sino que escala
mo. Más bien estaba abriendo una discusión relevante para todas también en estados occidentales como Alemania o Estados Unidos;
ellas: la de si dentro de la modernidad se producen cambios en la tampoco es específico de experiencias de transición política exitosa,
percepción de las relaciones entre pasado, presente y futuro; y, más como muestran los numerosos países en los que se está producien-
concretamente, cuál ha de ser la posición del tiempo en la sociedad do alguna u otra forma de reclamación pública sobre hechos del pa-
2
Una excepción es probablemente Perry Anderson, Los fines de la historia, Bar-
1
Francis Fukuyama, El fin de la historia y el último hombre, Barcelona, Planeta, 1992. celona, Anagrama, 1997.
Un resumen de la literatura en castellano sobre las respuestas a la propuesta de 3
El autor ha aclarado posteriormente su distancia respecto de esta corriente en
Fukuyama en Emilio Luis Méndez Moreno, Ensayo sobre el finalismo histórico Francis Fukuyama, After the Neocons. America at the Crossroads, Londres, Profile,
de F. Fukuyama, Cáceres, Universidad de Extremadura, 1998. 2006.

IX X
INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN

sado reciente, precisamente durante los procesos y luchas por la de- carse a la filosofía de la historia. En ese caso, resulta cuando menos
mocratización. extraño que los historiadores no estén siquiera reclamando respues-
En realidad, es una quimera pretender que el siglo XX no haya tas a expertos en la materia, que les sirvan de guía para la actual en-
dejado profundas huellas y a menudo traumas en la memoria colecti- crucijada. Entre otras cosas porque, en ausencia de debates públi-
va de todas las comunidades políticas a escala mundial. Siendo cos que convoquen a intelectuales de distinto cuño y formación a
notorio el interés por el ayer en las opiniones públicas de muchos reflexionar colectivamente sobre estos asuntos, lo que está siendo
estados, lo es, asimismo, la variedad de preguntas y respuestas, de más cuestionado es precisamente la figura misma del historiador.
formas de encarar cuestiones relacionadas con el pasado por parte ¿Quién ha de representar el conocimiento del pasado en el siglo
de las sociedades civiles en la entrada al siglo XXI. Si este libro ha sido XXI? ¿Hay una única vía, un solo método de conocimiento, que se
posible es porque forma parte de una oleada mucho más amplia de apoya en el rigor documental, pero también en la subjetividad inter-
fenómenos que están afectando de una u otra manera a las distintas pretativa del historiador? Guste o no, se ha abierto la caja de Pan-
opiniones públicas contemporáneas: la eclosión de nuevas identida- dora sobre nuestra relación con el pasado: cómo se accede a él en
des, las cuales de alguna forma vienen a expresar que el devenir his- una sociedad democrática y a escala global, con qué finalidad o fi-
tórico humano posee toda una variedad de sentidos y significados. nalidades; toda estas se están convirtiendo en preguntas legítimas
No es fácil anticipar cuánto durará este escenario; ni siquiera re- para públicos amplios. Ello no augura desde luego el fin del histo-
sulta sencillo saber si se trata de una fiebre circunstancial motivada riador, pero en cambio sí el replanteamiento en público de un viejo
por la desnortación ideológica producida con el derrumbe de las asunto habitualmente circunscrito al interior del mundo académi-
alternativas al capitalismo global, o si asistimos a una transforma- co, cuando no eludido por los propios historiadores: el de su fun-
ción de más profundas raíces que dejará secuelas duraderas en el ca- ción social ante las cambiantes necesidades de conocimiento de las
rácter de las movilizaciones sociales y políticas de las próximas déca- sociedades modernas.
das. Nadie puede blasonar de contar hoy por hoy con una hipótesis al Resulta llamativa la muy distinta reacción de los historiadores
respecto, y ello se debe en gran medida a carencias intelectuales que ante este escenario emergente, respecto de su comportamiento hace
justifican esta recopilación de ensayos: no contamos con una tradición más de una década. Fueron entonces muchos los profesionales que
en la que apoyarnos que nos permita analizar la oscilante función so- no tardaron en responder con dardos a la posibilidad apocalíptica
cial del conocimiento histórico ante los cambios en la sensibilidad de del fin de la historia. En cambio, es bastante menos claro que ahora
las culturas políticas modernas, menos aún en la época actual, con sus estén mostrando interés o reflejos suficientes como para hacerse
enormes transformaciones en la socialización del conocimiento. cargo de las cuestiones que suscita el interés público por el pasado.
Es probable que, mientras sigan vigentes los fundamentos de No parece siquiera estar produciéndose un seguimiento suficiente
la modernidad, habrá nociones fuertes del sentido de la historia. de este fenómeno desde el mundo académico; menos aun se están
Ahora bien, que la historia esté lejos de su final no significa que su tendiendo puentes entre la demanda social y la oferta intelectual
conocimiento vaya a ocupar siempre una misma posición en los que pueden proporcionar los profesionales. Lo que predomina en
imaginarios colectivos. ¿Qué lugar (o lugares) ocupa y qué es lo que todas partes, y en España en particular, es el desdén, cuando no un
representa el pasado en una sociedad multicultural y globalizada? rechazo generalmente desprovisto de razonamientos de calado4. Es
¿Qué sentido tiene su conocimiento y hasta qué punto es aceptable cierto que a finales del siglo XX también predominaron las reaccio-
que dicho sentido tenga que ser unívoco? Aunque estas cuestiones
4
están en el ambiente, no vienen provocando la reflexión ni la reno- Allí donde los procesos de democratización están en marcha y los historiadores
pueden influir en la opinión pública, su posición social es bien diferente. Un ejem-
vación de enfoques por parte de quienes desde hace muchas déca- plo es Turquía. Véase al respecto Pablo Sánchez León, «De la responsabilidad social
das son considerados los encargados legítimos del estudio del ayer. de historiador: el 1.er Congreso sobre el “Genocidio” Armenio en Turquía», El rapto
Habrá quien piense que no es el cometido de los historiadores dedi- de Europa, núm. 8, 2006, pp. 69-78.

XI XII
INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN

nes viscerales reacias a la comprensión del argumento de Fukuyama «toda historia es siempre historia del presente». En general, los his-
y de su contexto de formulación, pero en esta ocasión ni siquiera toriadores han hecho uso de ella para justificar que la disciplina tie-
puede decirse que se vislumbre un acuerdo de mínimos entre inte- ne una función social que va más allá del conocimiento; también ha
lectuales e historiadores que motive su colaboración en la tarea de sido empleada como reconocimiento de una condición ineludible, la
acoger y asesorar, o cuando menos reconocer y dialogar, con los de que el pasado en realidad no se conoce cuando sucede, sino que
nuevos representantes de los reclamos de memoria. Más que comu- se construye más tarde, cuando se escribe. Pero decir que la historia
nicación entre ciudadanos y expertos, lo que está habiendo son en es historia del presente significa también por necesidad tener que
general respuestas gremialistas, y esto es algo que finalmente sólo confrontar cuestiones epistemológicas y ontológicas ineludibles y de
contribuye a socavar la credibilidad de los profesionales de la histo- enorme calado, y, en la medida en que los historiadores no han que-
ria en tanto que ciudadanos. rido adentrarse en estos derroteros, han comenzado a perder el pul-
No puede decirse que los historiadores muestren desinterés por so sobre asuntos que están recuperando la actualidad6.
el mundo en el que viven, todo lo contrario. Prueba de ello es la ra- Muchos especialistas se las prometían muy felices con el declive
pidez con la que se está intentando incorporar el pasado reciente de las ideologías; pensaban que por fin llegaba el momento en el que
como objeto de estudio5. Pero la sensación que tienen muchos ciu- su actividad se vería libre de las servidumbres que supuestamente
dadanos es que los historiadores prefieren mantenerse al margen de han arrastrado a lo largo del siglo XX. No obstante, lo que ha llegado
las polémicas sobre su función social en sus respectivas sociedades es más bien un tiempo de desorientación creciente en materia de
civiles. Esto, en el fondo, es sintomático del peso de un código de- perspectivas, enfoques, teorías y métodos. A día de hoy, sea o no del
ontológico que parece estar alejando a los historiadores de los pro- todo cierto que en los últimos veinte años el mundo ha caminado ha-
blemas de su tiempo. cia atrás en muchos aspectos, los historiadores son, entre todos los
Si se observa en su conjunto la trayectoria de la disciplina de la profesionales académicos, los que más parecen haber regresado al si-
historia, tal y como se ha practicado en las academias de todos los glo XIX. Los hay que incluso exhiben impúdicamente un positivismo
países que cuentan con departamentos especializados y con una abiertamente cuestionado hace ya décadas, y otros muchos que aun-
cierta tradición, hay un leitmotiv que destaca sobre cualquier otro: que dicen no aferrarse a la supuesta «Verdad» del dato, en la práctica
los historiadores se han pasado todo el siglo XX quejándose de que no se distinguen demasiado de ellos. Esto no implica que no haya in-
la disciplina estaba lastrada por el exceso de ideología —en el caso vestigadores que sigan confiando en las herramientas que proporcio-
de quienes defendían el statu quo de las instituciones estableci- nan la sociología, la antropología o la economía, pero el desprestigio
das— o bien, al contrario —para quienes conectaban sus relatos de los referentes que vinculaban la historia con las ciencias sociales es
con las grandes narrativas del progreso y la emancipación—, por un hecho constatable, sin ir más lejos, en la disminución del valor
una excesiva asepsia y falta de compromiso con la crítica al orden que se concede hoy a la explicación en el estudio del pasado, así
establecido. Tras estos debates recurrentes se encontraba la pulsión como en la reducción drástica del número de historiadores que están
por ofrecer una historia que mantuviera nexos con el presente, pero al día de las polémicas de sus colegas que se dedican a las distintas ra-
que a la vez conservase el prurito de trascender las rencillas y polé- mas de la teoría social.
micas de su tiempo. De hecho, fue en el siglo XX cuando se acuñó En realidad, el problema de fondo no está en la historia como
una frase tan ambigua y polisémica, pero tan convencionalmente disciplina, sino en unas ciencias sociales que a su vez han ido dejan-
admitida por cualquier historiador moderno como esa que reza que do de funcionar como el arsenal de tradiciones y herramientas fia-

6
5
Un panorama en castellano en Julio Aróstegui, La historia vivida: sobre la histo- Una única excepción en España ha sido durante años la obra crítica de José
ria del presente, Madrid, Alianza, 2004. Considérese asimismo la denominación de Carlos Bermejo. Un ejemplo es El final de la historia. Ensayos de historia teórica,
nuevas revistas en España como Historia del Tiempo Presente. Madrid, Akal, 1987.

XIII XIV
INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN

bles que en su momento fueron para el conocimiento de lo social. Muchas de estas certidumbres se han desmoronado con el dete-
Ante un escenario de desorientación o sorda confrontación entre rioro de los fundamentos epistemológicos de la modernidad; y, sin
epistemologías dentro de las distintas disciplinas sociales y huma- embargo, no hay que achacarlo todo al avance de una crítica episte-
nas, reclamar el aumento de la interdisciplinariedad puede resultar mológica efectuada desde la filosofía o las ciencias sociales. Paradó-
incluso contraproducente dada la inviabilidad hoy por hoy de un jicamente, el historiador y sus fines se han visto afectados muy en
pacto por una ciencia social y humanística que reúna a historiadores primer término por el cumplimiento mismo de la tarea que se le te-
suficientemente responsables y motivados por la teoría con científi- nía asignada en la era del optimismo moderno, esto es, la observa-
cos sociales mínimamente sensibles al problema del tiempo en su ción de supuestas estructuras históricas con las que enraizar la
propio quehacer. acción de las comunidades nacionales y grupos sociales emergentes
Son hasta cierto punto comprensibles sin embargo tanto la del cambio social. En efecto, la atenta observación del siglo XX re-
reacción tardo-positivista como la nostalgia por una historia a la al- cién concluido, plagado de las más impredecibles calaminades, ha
tura del conocimiento científico más exigente, pues, de hecho, es resultado en la frustrante constatación de que tal vez no haya gran-
mucho lo que se consiguió bajo las epistemologías que trataron de des regularidades que descubrir ni grandes predicciones que hacer.
reunir positivismo y cientificismo, representadas primero por el his- Ha correspondido al historiador también tener que, si no siempre
toricismo y después por la historia social. Con la apelación a la heu- reivindicar, concluir cada vez más que la historia es un devenir de
rística de los datos, el historiador pudo ser desde el siglo XIX reco- acontecimientos no regidos por ley objetiva alguna, en el que la
nocido como un científico capaz de encargarse de la observación contingencia campa por sus respetos. Esto, junto con el descrei-
razonada de las leyes objetivas que supuestamente regían la historia. miento de algunos de los valores esenciales del proyecto moderno
De hecho, mientras la noción de progreso se mantuvo sólida, el ob- —como es la noción de progreso—, ha terminado por llevar a la
jetivo de los historiadores de la época de las grandes narrativas no historia académica a un escenario en el que no está clara ya la utili-
fue sólo verificar el cumplimiento de aquellas leyes que servían de dad del historiador con el perfil de antaño.
guía al presente de cara al progreso y la emancipación; también se Curiosamente, son los mismos profesionales que a menudo
dedicaron con esfuerzo a definir con claridad la frontera entre un deploran la irrupción en la esfera pública de temas que afectan a su
ayer lejano y premoderno y un pasado reciente que contenía la mo- especialización profesional los que han contribuido indirectamen-
dernidad. A tenor de las prolongadas y a menudo agrias disputas te con sus interpretaciones a generar el actual contexto. Los más
entre distintas corrientes historiográficas en los últimos ciento cin- positivistas tampoco caen en la cuenta de que si mantienen su esta-
cuenta años, la tarea fue de dimensiones hercúleas: los historiadores tus social no es porque posean un método válido de conocimiento,
no sólo anclaron en el pasado las distintas comunidades nacionales sino en gran medida también porque, en un mundo que asiste a
convertidas en estados a lo largo de ese período, sino que también cambios vertiginosos, cuentan a su favor con un público cautivo
enraizaron en la historia a los variados grupos sociales surgidos ávido de datos positivos, de verdades incuestionables sobre el pa-
alrededor del cambio modernizador. Desde las viejas clases privile- sado, al que paradójicamente ellos a menudo desprecian cuando
giadas en declive en el siglo XIX hasta los nuevos movimientos plantean públicamente incómodas preguntas. El peor destino pa-
sociales en ascenso a fines del siglo XX, todo un abanico de identida- rece, sin embargo, reservado para el historiador, ya minoritario,
des colectivas fueron encontrando en el historiador profesional un convencido todavía de que su actividad tiene sentido social y cul-
legítimo representante de sus biografías comunes: éste les daba car- tural, pero sobre la base de un rearme teórico, metodológico, in-
ta de naturaleza al situarlas en un ayer más o menos remoto a partir cluso epistemológico que no se está produciendo, pues la marea
de un momento fundacional, confirmándoles una autonomía y general lo lleva a ser también clasificado como un profesional en
un destino propio que podía inferirse de la observación de regulari- sus prácticas anclado en el siglo XIX. Con todo he aquí que, el me-
dades que regían el devenir de los acontecimientos humanos. nos comprometido con los problemas de su tiempo y el que menos

XV XVI
INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN

interés muestra en reflexionar críticamente acerca de los funda- eso que contamos con reflexiones centenarias que confirman que el
mentos de su disciplina, se topa con la horma de su zapato y tiene conocimiento que producen los historiadores es un producto social
que admitir que su actividad se ha llenado cada vez más de compe- bastante particular y escurridizo, que ni se asimila al de las ciencias
tidores externos al gremio: periodistas, novelistas, cineastas, opina- naturales ni posee una utilidad pública directa comparable a la de las
dores varios, amateurs, en fin, de los que le cuesta cada vez más ciencias sociales. Ello no significa que sea un conocimiento social-
distinguirse. mente irrelevante, sino que seguramente opera en niveles que esca-
Todo esto es expresión de que hemos heredado de los historia- pan a simple vista y sobre los que no se recapacita suficientemente.
dores del siglo XIX y XX un legado insuficiente, cuando no hasta Es cierto que hay historiadores que reflexionan en voz alta sobre es-
cierto punto inservible, para los retos que implica la expansión a es- tos asuntos; pero este libro nace también de la constatación de que
cala mundial de las luchas por el reconocimiento desatadas por gru- sus reflexiones nunca son debidamente incorporadas a la actividad
pos cada vez más motivados por el sentido del pasado. Por si fuera docente e investigadora propia o ajena. Ésta es la evidencia de que
poco, esto tiene lugar en una situación en la que es notorio que de lo existe un claro hiato entre los discursos públicos que legitiman como
que más carecen quienes se dedican a esta disciplina es de herra- expetos a los historiadores y sus prácticas colectivas compartidas, sus
mientas esenciales en materia de conocimiento. hábitos gremiales.
¿Cómo ha de ser la historia del siglo XXI? No abogamos aquí Este libro no aspira a ofrecer una nueva deontología para el histo-
por un reciclaje sin más de la filosofía de la historia. Los editores de riador profesional que acabe con esa incongruencia entre prédicas
este libro estamos persuadidos de que para reconducir los métodos y prácticas; ni siquiera quienes hemos reunido estos ensayos creemos
y las teorías, para, en fin, evitar el canto de sirena del positivismo, que deba existir «una» única deontología profesional. Aspiramos, eso
hace falta una reflexión que sin embargo no puede ser estrictamente sí, al respeto entre nuestros colegas profesionales y, en consonancia
epistemológica; ha de ser tal que relacione los asuntos de conoci- con lo anterior, a que las propuestas que siguen contribuyan al menos
miento histórico —sentidos, métodos, teorías— con las condiciones a suscitar en ellos el interés por la pluralidad de maneras y objetivos
sociales e institucionales en las que éste se produce y transmite, es en el conocimiento del pasado. Esta obra es un compendio de refle-
decir, que relacione la finalidad social, cultural e intelectual del co- xiones realizadas por autores que, siendo en su mayoría historiadores
nocimiento histórico con la naturaleza de los hábitos y prácticas de de formación y con independencia de su posición dentro del mundo
sus profesionales, los historiadores. Creemos que sólo un enfoque académico profesional, llevamos algunos años pensando en las mane-
que vincule el conocimiento y su contexto social e institucional de ras con las que las sociedades modernas se relacionan con el pasado, y
producción y distribución estará en condiciones de mediar y dialo- acerca de los efectos que los cambios operados en éstas están produ-
gar con sectores de la sociedad civil sensibles a la función social del ciendo en los fines que tradicionalmente tenían reconocidos los his-
pasado sin aumentar sensaciones de frustración; enfoques de estas toriadores. Se trata de un conjunto de pensamientos, a veces sólo
características pueden permitir abordar razonablemente el escena- esbozados o tratados indirectamente, que se articulan sobre preguntas
rio de «controversia sobre el pasado» que vivimos. como: ¿está el historiador condenado a compartir su actividad con
Y, sin embargo, hoy por hoy carecemos siquiera de una sociolo- los otros ciudadanos no profesionales o expertos y consiguiente-
gía básica que aborde esa parcela de los profesionales relacionados mente a desaparecer como especialista? ¿No es razonable repensar
con la producción de conocimiento. Nadie fuera del gremio sabe la finalidad de la profesión para adaptarnos a un mundo multicultural
cómo funciona en su interior el mundo académico, cómo son sus que en principio no excluye ninguna manera de construir el pasado
prácticas; desde dentro, hay que reconocer que seguramente algunas con la que los sujetos se dotan de identidad? En suma, ¿cuál debería
de ellas dejarían perplejos a muchos ciudadanos. Tampoco es mucho ser la responsabilidad de los historiadores en un mundo cada vez más
lo que sabemos de cómo operan los productos de los historiadores inmerso en la idea de que la actividad humana desencadena procesos
sobre la opinión pública, la creación de valores compartidos, etc. Y contingentes observables en el tiempo?

XVII XVIII
INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN

el pasado distante —un pasado menos distante de nosotros en el tiempo


EL PROYECTO que en modos de pensamiento y de organización social. Es éste, un pasa-
do que nos deja al principio perplejos o lo que es peor, simplemente abu-
En 2005 los editores de este libro redactamos un breve texto cuya rridos, el que más necesitamos si queremos llegar a comprender que cada
uno de nosotros es más que el puñado de etiquetas que nos son adjudica-
finalidad era incitar a nuestros colegas a reflexionar por escrito so-
das al nacer. El encuentro sostenido con el pasado menos familiar nos ense-
bre algunas de las cuestiones que acabamos de esbozar. En dos años ña a apreciar las limitaciones de nuestra breve estancia en el planeta y nos
han cambiado nuestras maneras de observar el problema o los pro- permite convertirnos en miembros de la totalidad de la especie humana.
blemas a los que nos enfrentamos como historiadores en una socie- Paradójicamente, puede que la relevancia del pasado se encuentre precisa-
dad sin certezas acerca de la función social del conocimiento. Con mente en lo que nos choca por su inicial irrelevancia.
todo, aún hoy podemos reconocernos en aquellas pocas páginas.
El texto que entonces escribimos comenzaba con un pasaje que A partir de esta reflexión de Wineburg, abundamos en esa singular
tomamos de una obra que consideramos interesante porque enlaza dualidad de un tipo de conocimiento, el histórico, que observa el
los problemas del conocimiento histórico con su contexto de pro- pasado desde la extrañeza o desde la familiaridad, y nos pregunta-
ducción y transmisión. El extracto dice así: mos en qué medida esta doble dimensión del pensar históricamente
era consustancial a un orden social democrático y globalizado, para
[Existe] una tensión que subyace a todo encuentro con el pasado: la ten- el cual el pluralismo interpretativo de los ciudadanos con respecto a
sión entre lo familiar y lo extraño, entre la sensación de proximidad y la su presente o a su pasado es —o debería ser— una realidad socioló-
sensación de distancia en relación con las personas que tratamos de com- gica. Pero sobre todo nos cuestionamos si esta dualidad epistémica
prender. Ninguno de estos dos extremos hace justicia a la complejidad de entre la «naturalización» y el «extrañamiento» respecto del ayer es-
la historia, y desviarse hacia un lado o el otro emborrona los afilados con-
taba siendo asumida de manera reflexiva por los historiadores. ¿En
tornos de la historia y nos hace caer en el cliché y la caricatura. La consecu-
ción de un pensamiento histórico maduro depende precisamente de nues- qué medida los historiadores estamos contribuyendo a desnaturali-
tra habilidad para navegar por el desnivelado paisaje de la historia, zar las identidades de nuestros conciudadanos, o en qué sentido co-
atravesando el escabroso terreno que se sitúa entre los polos de la proximi- laboramos más bien en ahistorizar tales identidades? Nos pregunta-
dad y la distancia respecto del pasado. mos también si los profesionales de la historia estamos implicados
[...] No es fácil sortear la tensión entre el pasado familiar, que se mues- en la mejora del bienestar de las sociedades dentro de las que pro-
tra tan importante para nuestras necesidades presentes, y el pasado extraño ducimos conocimiento. Finalmente, nos planteamos si las institu-
e inaccesible, cuya aplicabilidad no se nos hace manifiesta de modo inme- ciones en las que los historiadores desarrollamos nuestro trabajo es-
diato. La tensión existe porque ambos aspectos de la historia son esenciales tán propiciando la exploración crítica acerca de los fines sociales
e irreducibles. Por una parte, necesitamos sentir el parentesco con la gente del conocimiento histórico y sus complejas relaciones con las identi-
que estudiamos, pues es precisamente esto lo que compromete nuestro in- dades sociales plurales propias de nuestro tiempo.
terés y nos hace sentir en conexión. Terminamos viéndonos como herede-
Ahora bien, también escogimos el texto de Wineburg por la re-
ros de una tradición que nos proporciona amarraduras y seguridad contra
la transitoriedad del mundo moderno7. flexión propositiva que suscita: de una manera elegante y para el
Pero esto es sólo la mitad de la historia. Para desarrollar al completo las gran público, su autor plantea que esas dos maneras de confrontar
cualidades humanizadoras de la historia, para servirnos de la capacidad de el pasado no sólo comportan representaciones distintas sobre el
la historia de, en palabras de Carl Degler, «expandir nuestra concepción y tiempo, sino que también reclaman el empleo de métodos de análi-
nuestra comprensión de lo que significa ser humano» necesitamos dar con sis y reflexión variados a la hora de producir un conocimiento que
no dejaría de ser igualmente histórico en todos los casos. Según se-
7
Samuel Wineburg, Historical Thinking and Other Unnatural Acts, Filadelfia, ñala este autor, entre los profesionales la primera manera de acer-
Temple University Press, 2001, pp. 5-7. (La traducción del pasaje es nuestra.) carse al pasado —que aquí hemos denominado naturalizadora—
XIX XX
INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN

está muy sobredimensionada, mientras que la segunda es más bien grafía. Para nosotros ésta era sin embargo la mejor manera de evitar
residual. Nosotros planteamos que enfoques como el suyo permiten el habitual desdén del profesional ante las críticas a su actitud efec-
reclamar al mundo académico no sólo pluralismo interpretativo, tuadas desde fuera de la disciplina. De paso aspiramos a contribuir
sino también diversidad teórica, metodológica y epistemológica en desde dentro a generar las condiciones de una nueva coalición de
la investigación y la docencia. Es ésta la discusión que nosotros que- profesionales que estén dispuestos a dialogar sobre las necesidades
ríamos abrir, con el fin de enfocar las condiciones en las que se pro- de reconectar la actividad con la sociedad.
duce la actividad de los historiadores académicos, especialmente, Otra cosa es que, como sucede a menudo cuando se producen
aunque no sólo, los españoles. consensos elevados dentro de la profesión, el desacuerdo con las
Enviamos el proyecto a distintos colegas y les ofrecimos que, a propuestas implique negarse a dialogar sobre sus contenidos. Noso-
partir de ese texto, escribieran un trabajo que, según solicitábamos tros, por nuestra parte, asumimos que seguramente no estamos sufi-
entonces, debía ser entendido más como un ensayo que como una cientemente distanciados de algunos de los temas tratados, pero no
obra estrictamente académica. Todos lo recibieron con interés. Fi- nos embarcamos ni implicamos a otros en este libro pensando en un
nalmente, sin embargo, algunos de ellos tuvieron que desistir de diálogo sólo con nuestros colegas de profesión. Estamos convenci-
participar al establecerse plazos de entrega de originales incompati- dos de que muchos intelectuales, académicos y ciudadanos en gene-
bles con otras obligaciones y preferencias. No obstante, todos ellos ral pueden interesarse por los problemas que aquí se abordan. Lo
nos animaron a seguir adelante con el proyecto, y, desde estas pági- que nos motiva es en qué puede consistir pensar históricamente en
nas, queremos agradecerles su interés y apoyo a la iniciativa. el siglo XXI, sea quien sea el encargado de esa actividad.
En toda rama del saber académico, la reflexión sobre las condi- Mientras hemos llevado este proyecto adelante, editores y auto-
ciones en las que se produce la investigación y la transmisión del co- res hemos encontrado algunas audiencias ante las que anticipar
nocimiento resulta seguramente un asunto espinoso que provoca nuestros enfoques y propuestas. Resulta curioso observar que el re-
reticencias. A nadie le gusta que le analicen como quien disecciona chazo a las cuestiones que aquí se plantean se manifieste en apelati-
una ameba. En el caso de los historiadores, sin embargo, el recelo es vos de nihilismo, escepticismo o relativismo. Es tal vez ésta una bue-
tal vez mayor por la ausencia de una tradición reflexiva propia, in- na ocasión para responder a este tipo de censuras que consideramos
terna a la profesión. Uno de los motivos por los que los historiado- injustificadas. Pues ¿no hay acaso escepticismo en el hecho de no
res no acomodan en sus prácticas perspectivas críticas en materia de molestarse en reflexionar acerca de cómo incide el cambio social so-
enfoques, métodos y teorías es seguramente porque en su mayoría bre las condiciones del trabajo intelectual propio? ¿Es que no he-
éstas proceden de otros ámbitos ajenos a la profesión. Por este mo- mos de calificar de nihilista negarse a dialogar sobre cuestiones de
tivo, para nosotros era importante contribuir con enfoques críticos conocimiento que interesan también a los ciudadanos? ¿Acaso no es
desde dentro de la disciplina. relativismo predicar la existencia de un método científico válido
En un escenario como el arriba descrito, el proyecto que ha para obtener un conocimiento definitivo sobre el pasado y practicar
desembocado en este libro está condenado a resultar polémico. Ya después una actividad que contradice esa aseveración?
sólo el título del libro puede resultar ofensivo, pero nos parecía Nosotros estamos seguros de que las propuestas que vienen a
que el doble sentido del término «fin» era justamente el asunto continuación son sensatas. Ahora corresponde al lector escrutarlas y
sobre el que queríamos llamar la atención: es la reticencia a reflexio- darles o no crédito. Nos basta con contribuir a su reflexión sobre la
nar sobre la finalidad de los historiadores lo que más puede contri- función social del conocimiento del pasado en el siglo XXI, a activar
buir a su fin, entendiendo éste en sentido institucional o moral. su capacidad de pensar históricamente en esta nueva centuria donde
También puede resultar polémico desde el momento en que todos culturamente conviven, en una tensión sin precedentes, las viejas cer-
los autores aquí reunidos poseemos alguna formación como histo- tidumbres de la modernidad y la contingencia de una era sin certezas.
riadores y la mayoría ejercemos como profesionales de la historio-

XXI XXII
2. PENSAR HISTÓRICAMENTE EN UNA ERA ELÍAS JOSÉ PALTI
POSTSECULAR. O DEL FIN DE LOS HISTORIADORES
DESPUÉS DEL FIN DE LA HISTORIA
I. EL PENSAR HISTÓRICAMENTE Y SU HISTORIA
*
ELÍAS JOSÉ PALTI
Dicha cuestión no puede, sin embargo, abordarse directamente, es
decir, sin un rodeo previo por la historia. Y ello por un motivo pre-
ciso. Si la pregunta respecto del sentido de la escritura histórica es
consubstancial a ella, dada la naturaleza eminentemente autorrefle-
xiva de dicha práctica, su recurrencia resulta, sin embargo, engaño-
sa. La misma participa siempre de un horizonte de discurso particu-
lar dentro del cual cobra su significado concreto; en fin, no se trata
La invitación a la reflexión que nos hacen Pablo Sánchez León y ésta de una «pregunta eterna», sino una que se reformularía perma-
Jesús Izquierdo Martín no puede ser más oportuna. Nos alienta a nentemente, refiriendo, en cada caso, a cosas, en verdad, muy dis-
pensar cómo la vieja pregunta respecto del sentido de la escritura tintas. Así, más que analizar las diversas respuestas ofrecidas a la
histórica se ha visto reformulada en el contexto del presente fin de misma, de lo que se trataría es de observar cómo la propia pregunta
siglo. El texto de origen a esta propuesta señala de manera rigurosa por el fin de la historia se vio resignificada a lo largo del tiempo.
y abre la interrogación sobre aquella serie de tópicos que demandan La propuesta que nos convoca impone ya de entrada un desglo-
hoy una respuesta por parte de los historiadores. De este modo, lo- se conceptual, que es el punto de partida para toda reflexión histó-
gra delimitar un campo de problemáticas tan pertinente como rica sobre el tema. De hecho, las reformulaciones que el interrogan-
desafiante. Y también nos permite descubrir algunos de los motivos te sobre el sentido de la historia sufrió resultan oscurecidos por la
por los que aquéllos suelen mostrarse reacios a abordarlo. No se tra- propia doble naturaleza del término (la famosa dupla res gestae/re-
ta sólo del hecho de que el refugio en el método se haya vuelto ya rum gestorum). Y es aquí donde aparece también un primer proble-
definitivamente menos seguro que lo que los historiadores académi- ma. La idea de un «fin de los historiadores» (del sentido de la histo-
cos prefieren aún creer. Éstos saben también, o al menos presienten, ria en tanto que rerum gestorum) no necesariamente presupone un
que, como dicho texto revela, abandonar ese hogar hoy ya tan poco «fin de la historia» (entendida como res gestae). Por el contrario,
acogedor los arrojaría, sin embargo, a un terreno demasiado hostil a como veremos, ambas cuestiones resultan, en principio, incompati-
las respuestas seguras, e incluso, quizás, a las menos seguras. En todo bles entre sí. El interrogante respecto del fin de los historiadores
caso, más que buscar hallar una solución a la serie de dilemas a que, sólo habría de emerger como tal una vez que se quebrara el supues-
una vez allí, nos vemos confrontados, cabría analizar qué es lo que to de la existencia de un fin de la historia. Pero, al mismo tiempo,
hace esta reflexión tan acuciante y perturbadora a la vez; cuáles son ésta se volvería entonces inabordable. En definitiva, lo que me inte-
aquellas condiciones que han vuelto a la inteligibilidad histórica, en resa explorar aquí es cómo se llega a esta paradoja, que es aquella en
nuestro tiempo, tan problemática y conflictiva y, aun así, todavía ne- que viene a condensarse la problemática relativa a cómo pensar his-
cesaria. De lo que se trata, en definitiva, es de explorar el horizonte tóricamente en una era postsecular.
en que la escritura de la historia se despliega después de la quiebra La pregunta sobre el fin de los historiadores es, en realidad, de
del Sentido histórico, cuál es el fin de los historiadores tras el fin de mucho más antigua data que aquélla respecto del fin de la historia.
la historia; en suma, tratar de entender qué significa pensar históri- Se encontraba ya en el centro del concepto clásico, el ideal pedagó-
camente en un era postsecular. gico ciceroniano de la historia magistra vitae1. El pasado al que se
apelaba entonces era percibido como una suerte de reservorio de
* 1
Profesor de la Universidad Nacional de Quilmes -CONICET. Cicerón, De oratore II-936.

27 28
PENSAR HISTÓRICAMENTE EN UNA ERA POSTSECULAR ELÍAS JOSÉ PALTI

lecciones y máximas morales que tenían un carácter ejemplar para (típicamente «moderno»), el cual replanteará la cuestión respecto
el presente. Y esto era lo que justificaba su estudio. La existencia de del sentido de la escritura histórica. Koselleck analiza también cómo
un fin de los estudios históricos excluía así la de un fin de la historia. se produjo dicho fenómeno. El mismo, señala, se encuentra íntima-
Como muestra Reinhart Koselleck en un texto ya clásico, titulado, mente asociado a los desarrollos tecnológicos de los siglos XVII y XVIII
precisamente, «la historia magistra vitae», tal ideal pedagógico de la y, sobre todo, a la experiencia revolucionaria. Ambos hechos combi-
historia se fundaba en una idea de la temporalidad ordenada no en nados van a dar lugar a la emergencia de una nueva conciencia de la
función de una meta hacia cuya realización se orienta sino, por el temporalidad, que él define en términos del divorcio entre espacio
contrario, en la idea de repetibilidad 2. Que el estudio del pasado de experiencias y horizonte de expectativas. El futuro ya no resulta-
pueda ofrecernos lecciones para el presente supone que las mismas ría legible de las lecciones del pasado. Este sentido de incertidumbre,
situaciones fundamentales se repiten en los distintos tiempos, épo- que define la experiencia de la modernidad, viene a condensarse en
cas o lugares. Sólo cambian los actores o los escenarios, pero la es- un principio que llama, tomando una expresión de Henry Adams,
tructura básica de los acontecimientos se mantiene. Dicho concepto «ley de aceleración del tiempo», esto es, el principio de que el cam-
estaba asociado, a su vez, a una visión esencialmente estática del mun- bio se produce a intervalos cada vez más cortos de tiempo.
do. Para los antiguos, el universo había sido creado de una vez y Ante la imposibilidad de extraer orientaciones normativas sus-
para siempre. En definitiva, la idea de la historia como portadora tantivas del pasado, la reflexión histórica habría así de replegarse so-
de orientaciones normativas para el presente expresaba el hecho de bre las formas vacías de la temporalidad. Si no se podrían ya extraer
que no había surgido todavía un concepto de la misma asociado a la lecciones del pasado útiles para el presente, sí se podrían descubrir
noción del devenir de la temporalidad, entendido como un flujo patrones estructurales de transformación histórica. Lo cierto, sin
irreversible. De allí que no fuera tampoco concebible la idea de his- embargo, es que el pensamiento moderno no va a poder rehuir la
toria como un sustantivo colectivo singular; lo que existían entonces pregunta respecto del sentido de la historia. Es aquí que aparecen las
eran historias, en plural, es decir, un conjunto de situaciones parti- filosofías de la historia del siglo XIX, cuando emerge también la his-
culares, que eran, justamente, las que eventualmente se repetían en toria como disciplina académica. La clave para ello es la reformula-
las diversas épocas y lugares (como muestra Koselleck, las que se es- ción que se produce en el propio modo de interrogarse sobre la mis-
cribían entonces eran siempre «historias de...»; hablar de la «histo- ma. A partir del siglo XIX, lo que se buscará ya no será desentrañar el
ria», sin más, no hubiera tenido sentido alguno para los antiguos). secreto plan providencial, sino descifrar el sentido implícito en la
Este concepto estático del mundo lo va a retomar el cristianis- propia lógica objetiva del desenvolvimiento de los acontecimientos.
mo pero le va a adosar a tal ideal pedagógico de la historia la premi- Tras esta búsqueda subyace un supuesto de tipo teleológico, es decir,
sa de que las acciones humanas, al igual que el mundo natural, van a la idea de que la historia marcha espontáneamente a la realización de
ser, básicamente, el modo por el cual Dios revela a los hombres el ciertos valores, en fin, que la misma se orienta, según su misma diná-
plan de la creación. El mirar hacia el pasado, conocer la historia, se mica inherente, en el sentido del progreso, el aumento de la libertad,
vuelve ahora el intento de penetrar en la mente divina, entender la difusión de las formas democráticas de gobierno, etc.
cuál fue el diseño de Dios en el momento de la creación, es decir, el Habría aquí, pues, una especie de secreta complicidad entre el
modo por el cual Él nos habla a los hombres. La quiebra del ideal ámbito fáctico (el desarrollo objetivo de la historia) y el plano de los
pedagógico ciceroniano de la historia magistra vitae, que el cristia- valores. Pero, por otro lado, esta concepción teleológica que enton-
nismo heredara de la Antigüedad, y la emergencia final del concep- ces se impone, y que es típica de las filosofías de la historia del siglo
to de Historia como un sustantivo colectivo singular, asociado a la XIX y se encuentra en la base de la emergencia de la idea de la histo-
idea del devenir temporal es un fenómeno relativamente reciente ria, va a chocar permanentemente con el afán de verdad, con la pre-
tensión de objetividad que se autoimpone la historia en tanto que
2
Véase Reinhart Koselleck, Futuro pasado, Barcelona, Paidós, 1992. disclipina académica. En efecto, el postulado de la objetividad de di-

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PENSAR HISTÓRICAMENTE EN UNA ERA POSTSECULAR ELÍAS JOSÉ PALTI

cha empresa supone que no se descarte a priori la posibilidad Carl Schmitt en Teología política (1922) (y luego las desarrolla Karl
de que los resultados de la investigación histórica terminen demos- Löwith en Sentido e historia, 1949). Las mismas afirman que la bús-
trando lo contrario a lo que el historiador, munido de este con- queda de sentido propia de las filosofías de la historia muestra que,
cepto, sabe, o creer saber, ya de antemano respecto de su sentido en el fondo, éstas son sólo versiones secularizadas de las viejas esca-
último, es decir, que la misma nos termine descubriendo que los tologías cristianas. Por debajo de su superficie racional subyace un
principios que orientan su desenvolvimiento no son verdaderamente presupuesto de matriz metafísica, que se encuentra en su misma
la libertad, la democracia, etc., sino todo lo contrario. base, constituye su premisa última negada.
El siglo XIX resolvería esta tensión produciendo un desdoblamien- Más recientemente, en La legitimidad de la Edad Moderna (1966),
to por el cual habría de distinguir la historia empírica de su concepto. Hans Blumenberg introduce una distinción. Según afirma, lo que las
La comprobación de alguna desviación respecto del patrón presu- filosofías de la historia van a heredar no son los contenidos ideales del
puesto no necesariamente cuestionaría este último. La contingencia se pensamiento cristiano, sino fundamentalmente un lugar vacío, que es
vería así recluida a un plano estrictamente fáctico. Sólo la quiebra de la pregunta misma por el sentido de la historia. En última instancia,
los marcos teleológicos en los que las filosofías decimonónicas de la todo el saber moderno no va a ser más que la serie de los diversos in-
historia se inscribían haría emerger esta aporía como tal. No es otra tentos por llenar simbólicamente ese vacío dejado por la quiebra de
cosa, en fin, lo que Friedrich Nietzsche señala en su Consideraciones las escatologías cristianas, es decir, por tornar inteligible —y soporta-
intempestivas, cuando afirma la idea de una contradicción entre al ble— un mundo que ha perdido ya toda garantía trascendente, sin lo-
afán historicista y la vida3. Un organismo social, dice, sólo puede asi- grarlo nunca completamente; es decir, sin poder velar totalmente el
milar la dosis de historia que es compatible con su propio metabolis- carácter arbitrario (siempre humano... demasiado humano) de toda
mo, mas allá del cual resulta mórbida. Roto ya el supuesto de una suer- atribución de Sentido4. Sin Dios, éste tampoco podrá sostenerse. Y
te de armonía preestablecida entre el ámbito de la historia y el reino de esto nos retrotrae a la pregunta original: ¿cuál es, en este contexto, el
los valores, habría así de reemerger la pregunta respecto del sentido sentido de la escritura de la historia? Más concretamente, ¿cuál es
de la historia, como rerum gestorum: Si no hay nada que aprender del el sentido de la historia, como rerum gestorum, en una era postsecu-
pasado ni tampoco ya un principio de desarrollo que conduzca a un lar; es decir, una vez perdido todo sentido como res gestae?
fin que descubrir, ¿cuál es el objetivo del estudio del pasado?
La respuesta, sin embargo, ya no será sencilla desde el momento
en que su mismo planteamiento parece excluir de antemano toda II. EL SENTIDO LUEGO DEL SENTIDO
posibilidad al respecto. Si con Nietzsche la historia resulta incompa-
tible con la vida es porque, en última instancia, el conocimiento de la La primera pregunta que surge aquí es, ¿qué significa que vivimos
historia sólo nos termina por revelar el sinsentido de la historia, es en una era postsecular? Esta pregunta nos lleva, a su vez, a otra an-
decir, lleva a confortarnos con aquello que resulta impensable, inasi- terior: ¿qué entendemos por una era secular? Aquí es necesario un
milable para cualquier comunidad, mientras exista como tal: la radi- nuevo desglose conceptual. Cuando afirmamos (o afirmábamos)
cal contingencia de sus orígenes y fundamentos. Lo cierto es que la que vivimos (o vivíamos) en una era secular, no nos referimos (o re-
idea de un fin de la historia se descubrirá entonces como un supues- feríamos) a cambios ocurridos en el nivel de las creencias o las ideas
to de carácter metafísico, sin sustento empírico alguno. de los sujetos, sino en el de sus condiciones objetivas de enuncia-
Poco después de que Nietzsche escribiera esto, surgen las lla- ción, esto es, en el horizonte de inteligibilidad en el que dichas cre-
madas teorías de la secularización. El primero que las formula es
4
Véase Hans Blumenberg, Die Legitimität der Neuzeit. Erneuerte Ausgabe,
3
Friedrich Nietzsche, Consideraciones intempestivas: David Strauss, el confesor y Fráncfort, Suhrkamp, 1999. Sobre el mismo, véase Palti, Aporías. Tiempo, moderni-
el escritor (y fragmentos póstumos), Madrid, Alianza, 2000. dad, historia, sujeto, nación, ley, Buenos Aires, Alianza, 2001.

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PENSAR HISTÓRICAMENTE EN UNA ERA POSTSECULAR ELÍAS JOSÉ PALTI

encias se insertan y del que toman su significado. De hecho, la mayor a la justicia, de las libertades a la libertad, de las historias a la historia,
parte de la población hoy cree en Dios y tiene ideas religiosas. Si nos etc.). Éstos se convertirán entonces en sustantivos colectivos singula-
atenemos a las estadísticas, deberíamos concluir que nuestro mundo res que desplegarán de por sí su propia temporalidad (como se obser-
no dista tanto del siglo XIII. Y, no obstante, sabemos que no es así, va, por ejemplo, en la expresión «el trabajo de la historia»).
que «Dios ha muerto». El punto es que ésta no es una cuestión esta- Podemos volver ahora a la pregunta ¿qué significa, pues, que vivi-
dística (¿qué porcentaje de la población debe creer, o dejar de creer, mos en una era postsecular? Nuevamente, esto no remite al plano de
para poder decir que vivimos en un mundo secular?); ni algo que re- las creencias subjetivas, sino al fenómeno de dislocación objetiva
mita estrictamente a las ideas de los sujetos. En efecto, no es en el de esos horizontes de sentido que servían de soporte a la inteligibili-
plano de las creencias subjetivas en el que podemos encontrar el sig- dad histórica. Entonces, los historiadores descubrirán que la nación
nificado de los cambios conceptuales que acarreó el «desencanta- no es más que un invento reciente y relativamente arbitrario, la histo-
miento del mundo» ocurrido con la llegada de la modernidad. ria, una construcción narrativa, y así sucesivamente. No se trata tanto
¿Qué es, pues, lo que nos permite hablar de una «era secular»? de que los sujetos hayan mutado sus creencias como del hecho de que
Es el hecho de que, a partir de determinado momento, más allá (o las propias condiciones de articulación pública de esos discursos tien-
más acá) de las creencias de los sujetos, nuestro mundo ya no fun- den a revelar su precariedad. También los ideales de libertad, demo-
cionará sobre la base del presupuesto de la existencia de Dios. Fer- cracia, etc. desnudarán pronto su trasfondo aporético5; encontrarán
dinand Laplace (el astrónomo líder de la Francia de fines del siglo siempre, y demasiado cerca, sus límites inherentes, sus premisas nega-
XVIII, quien completa el sistema astronómico newtoniano) expresó das. En fin, privados de toda garantía trascendente, estas proyecciones
esto muy bien. Cuando Napoleón lo increpa reclamándole que en de sentido no podrán evitar verse confrontadas con la evidencia de la
su sistema no había ya lugar para Dios, Laplace le respondería: «Ésa radical contingencia (arbitrariedad) de sus orígenes y fundamentos, su
es una hipótesis de la que puedo prescindir». Y, en efecto, cuando sinsentido último. Esto define, precisamente, lo que podemos llamar
afirmaba eso, Dios se había convertido ya en una hipótesis de la que el «segundo desencantamiento del mundo». Que vivimos en un mun-
se podía prescindir, se había revelado que tanto el mundo natural do postsecular significa que no sólo Dios nos ha abandonado, sino que
como social podían sostenerse por sí mismos, sin necesidad de una sus remedos seculares (la libertad, la nación, la democracia, la justicia,
garantía y sanción trascendente; algo que no fue sencillo de descu- la historia) han perdido también su eficacia como dadores primitivos
brir, ni era del todo claro siquiera que fuera a verificarse. de sentido (como conceptos articuladores de mundos). Llegado a este
Ése, en efecto, va a ser el resultado de un largo proceso histórico. punto, sin embargo, es necesario otro desglose conceptual.
La pregunta de cómo es posible vivir sin Dios, cómo es posible sos- Este «segundo desencantamiento del mundo» atravesará, en rea-
tener la vida colectiva abandonada de Su mano, privada de toda tu- lidad, dos umbrales sucesivos, los cuales cabe discernir. A lo que
tela y guía providencial, arrojados, en fin, a una existencia puramen- asistimos hoy es, más precisamente, al fin del siglo XX. ¿Qué es ese
te animal, es una pregunta que atormentó a Europa durante dos siglo XX al que aquí nos referimos? Es lo que en un trabajo reciente
siglos. ¿Se puede vivir sin Dios? Es el siglo XIX el que hallará final- Alain Badiou definió como el siglo de la «pasión por lo Real»6.
mente la respuesta. Es entonces cuando se desarrollará aquella serie Y esto lo distingue radicalmente del modo en que el siglo XIX se
de cultos laicos (la Nación, la Libertad, la Historia, la Revolución, confrontó a la pregunta por el sentido del mundo y la historia, una
etc.) que vendrán a colocarse en el lugar que dejó vacante la muerte vez privados ya de todo sentido trascendente. El siglo XIX fue, bási-
de Dios. Éstos funcionarán como sus remedos seculares proveyendo camente, un siglo de confianza en la marcha espontánea de la histo-
un Sentido al mundo y a la historia (justificando así su estudio). La
historia conceptual que propone Koselleck no es sino el análisis de 5
Sobre el trasfondo aporético de las categorías políticas modernas, véase Pierre
las huellas lingüísticas de esta mutación intelectual, que se denuncia Rosanvallon, Por una historia conceptual de lo político, Buenos Aires, FCE, 2003.
en la singularización de una serie de términos (el paso de los derechos 6
Alain Badiou, El siglo, Buenos Aires, Manantial, 2005.

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PENSAR HISTÓRICAMENTE EN UNA ERA POSTSECULAR ELÍAS JOSÉ PALTI

ria, en que el desenvolvimiento de sus mismas tendencias y fuerzas subjetivo. Pero también —y es esto lo que distingue este segundo
inmanentes conduciría por sí a la realización de aquellos fines que le desencantamiento del mundo respecto del anterior— es en ese mo-
estaban, supuestamente, adosados. Su realización se pensaba siem- mento en que descubrimos que, aun así, tampoco podemos despren-
pre, sin embargo, como proyectada hacia un horizonte futuro, más dernos de él (del Sentido). Precisamente, porque la única forma de
o menos vago. El siglo XX aparecerá, en cambio, como aquel en el hacerlo sería hallando una Verdad, que es, justamente, lo que hoy se
que el advenimiento de ese horizonte último de sentido se habría ha vuelto inviable. Se da así la paradoja de que es la misma quiebra
vuelto inminente, el momento en que las proyecciones utópicas de- del Sentido la que nos obliga a perseverar en él. La diferencia funda-
bían dar cuenta finalmente de su realidad. Pero su ejecución supon- mental que distingue nuestra época postsecular respecto de la ante-
dría ahora una acción subjetiva, la que pasaría entonces a colocarse rior era secular es, en fin, que el Sentido, a diferencia de Dios, no es
en un primer plano. El Sentido se había vuelto así al mismo tiempo una hipótesis de la que podamos prescindir. Encontramos aquí, pues,
más urgente y menos seguro. Su realización ya no será algo inelucta- la formulación más precisa de la pregunta respecto de qué significa
ble; su necesidad no se encuentra ya inscrita en su propio concepto. pensar históricamente en una era postsecular. La misma se traduce
En suma, el fin del siglo XIX señalará también el momento de la en la de cuál es ese sentido que se abre luego de la quiebra del Senti-
quiebra de la objetividad del Sentido. do, cuál es la forma de pensamiento histórico que nace o a que da lu-
El contenido trágico del siglo XX va a estar dado, precisamente, gar una era en la que no sólo Dios nos ha abandonado, sino que tam-
por esta necesidad de proyectar ilusiones de sentido privadas ya de la bién todos sus remedos seculares han perdido su anterior eficacia,
transparencia que le ofrecía una filosofía de la historia, de un modelo pero que, aun entonces, según descubrimos, no podemos despren-
teleológico de desarrollo sobre el que sustentarse. Encontramos aquí dernos de toda ilusión de sentido, sin que podamos tampoco ya creer
el primer umbral por el que habrá de atravesar este tránsito hacia el en él (en definitiva, el de la creación de mitos, de ilusiones de senti-
nuevo mundo postsecular. Quedará todavía uno más, que es, precisa- do, es uno de esos juegos en que no se puede decir su nombre: en el
mente, el que nos encontramos hoy recorriendo. Entonces habrá de momento en que se hace, se termina el juego).
romperse finalmente ese tipo de dialéctica trágica que nos acompañó
a lo largo del siglo XX. Lo que marca el tránsito a nuestra era postse-
cular es el hecho de que hoy van a verse minadas también aquellas III. EL FIN DEL HISTORIADOR DESPUÉS DEL FIN DE LA HISTORIA
proyecciones de horizontes de sentido ligadas a una afirmación subje-
tiva de los valores. Hay que decir, retrospectivamente, que éstas eran Lo dicho anteriormente nos permite comprender cómo se reformu-
ya constitutivamente precarias. Así como sin Dios tampoco podría lará hoy la propia pregunta por el sentido de la historia. La misma
sostenerse la Verdad, sin una Verdad, privado del sustento de objeti- cabe traducirla en la de cuál es el sentido de la escritura histórica
vidad que le proveían los marcos teleológicos, el accionar intencional una vez que se ha quebrado toda ilusión de sentido desde que ésta
subjetivo, erigido en soporte último del Sentido, tampoco podría sos- se ha vuelto manifiesto su carácter como tal, cuál es el sentido que
tener por sí mismo el peso de investir valorativamente un mundo y un
devenir despojados ya de todo sentido trascendente o contenido éti- realiza de por sí aquellos fines que se encontrarían asociados a su mismo concepto
co. El fin del siglo XX marcará, finalmente, el momento de la quiebra, representaría un ilusión antropomórfica, es decir, resultaría de la proyección sobre
ella de una facultad propia de la acción intencional subjetiva. Lo que se descubre
no sólo de la objetividad del Sentido, sino del Sentido mismo7. ahora es que esta afirmación contiene también una cierta forma de ilusión antropo-
Llegado a este punto el accionar colectivo se verá vaciado de sus- mórfica, que proyecta al plano histórico experiencias propias del ámbito privado de
tento, es decir, privado tanto de garantía objetiva como de soporte los sujetos. De este modo, simplemente pone al hombre en lugar de la historia como
una suerte de dador trascendental de sentido. En última instancia, ésta supone aun
también la existencia de aquella entidad a la que el hombre supuestamente tendría a
7
Entonces la idea de que los hombres hacen la historia se revelaría no menos mí- su cargo constituir, a saber: de una historia, esto es, la idea de la misma como un sus-
tica que la de la objetividad del sentido. Para el siglo XX, la idea de una historia que tantivo colectivo singular.

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PENSAR HISTÓRICAMENTE EN UNA ERA POSTSECULAR ELÍAS JOSÉ PALTI

viene después del Sentido. Es en este marco que se vuelve compren- adjudicadas al nacer. El encuentro sostenido con el pasado menos familiar
sible, o que cabría abordar aquella otra respecto de cuál es el fin de nos enseña a apreciar las limitaciones de nuestra breve estancia en el plane-
los historiadores después del fin de la historia. Quien propone una ta y nos permite convertirnos en miembros de la totalidad de la especie hu-
respuesta a esta pregunta es Zygmunt Bauman. En su libro Legisla- mana, paradójicamente puede que la relevancia del pasado se encuentre
precisamente en lo que nos choca por su misión y relevancia9.
dores e intérpretes afirma que, una vez quebrados los presupuestos
teleológicos y rotas las ilusiones de cientificidad de la historia, la
función del historiador ya no sería verdaderamente tratar de descu- Desde esta perspectiva, el sentido que se encontraría en la historia a
brir los fines a los cuales supuestamente ésta se orienta (idea que se- partir de que se ha quebrado toda ilusión de sentido, que se ha reve-
ría vista ahora como una mera versión secularizada del designio lado su carácter ilusorio, consistiría en el hecho de que, al confron-
providencial), sino algo mucho más modesto: ampliar nuestro hori- tarnos con este vacío de sentido, con la contingencia de los funda-
zonte cultural oficiando de traductor, de intérprete; en fin, ponién- mentos de nuestros modos de convivencia colectiva, nos permitiría
donos en contacto con aquellas culturas y realidades que nos resul- minar las identidades sustantivas y desarrollar un sentido de tole-
tan por completo extrañas8. Pero, para volvernos familiares, esas rancia hacia el otro, hacia el que nos es extraño, que es el presu-
culturas y realidades extrañas deben al mismo tiempo volver extra- puesto de una democracia pluralista. De este modo, se abrirían las
ño lo familiar, es decir, despojar el velo de naturalidad con que puertas a una forma inversa de complicidad entre saber histórico y
nuestras creencias y realidades presentes se nos aparecen. Llegamos vida, entre el ámbito fáctico y el reino de los valores. Ya no es la mi-
así a la cita de Wineburg que abre esta convocatoria. Como señala sión de la historia, como rerum gestorum, crear sentidos ilusorios de
allí dicho autor: comunidad imaginada sino de revelarla justamente como tal. Y es
esto lo que alinearía la escritura histórica en una dirección democrá-
No es fácil sortear la tensión entre el pasado familiar, que hace que el mis- tica. Así, paradójicamente, el horizonte hacia el cual habría de
mo se muestre relevante para nuestras necesidades presentes, y el pasado orientarse el pensamiento histórico en este último fin de siglo toma-
extraño, cuya aplicabilidad no se nos hace manifiesta de un modo inmedia- rá su sentido ya no a partir de la búsqueda de la afirmación de algu-
to. Si tal tensión existe es, en última instancia, porque ambos aspectos de la na Verdad, sino de la desestabilización de toda ilusión de Verdad.
historia son al mismo tiempo esenciales e irreductibles entre sí. Por una El punto, sin embargo, es que tampoco esta respuesta podrá esca-
parte, necesitamos sentir el parentesco con la gente que estudiamos, pues par de la paradoja.
es precisamente esto lo que compromete nuestro interés y nos hace sentir Esta perspectiva del historiador como intérprete plantea, bási-
en conexión, terminamos viéndonos como herederos de una tradición que camente, dos dilemas. En primer lugar, como se descubre en la cita
nos proporciona amarraduras y seguridad ante la transitoriedad del mundo de Wineburg, la misma presupone la posibilidad de un distancia-
moderno. Pero esto es sólo la mitad de la historia, para desarrollar el com-
miento respecto de nuestras certidumbres presentes, de alcanzar un
pleto, las cualidades humanizadoras de la historia, o para servirnos de la
capacidad de la historia de, en palabras de Carl Degler, «expandir nuestra
punto arquimédico desde el cual acceder a aquello que nos es extra-
concepción y nuestra comprensión de lo que significa ser humana necesita- ño como tal, es decir, sin reducirlo a lo que nos es familiar, sin sim-
mos dar con el pasado menos distante, un pasado menos distante de noso- plemente proyectar nuestras propias creencias sobre él. En definiti-
tros en el tiempo que modos de pensamiento y de organización social». Es va, presupone un concepto de Verdad (neutralidad) que la misma
éste un pasado que nos deja al principio perplejos o lo que es peor simple- quiebra de los supuestos teleológicos a que la disciplina histórica
mente aburridos, el que más necesitamos y queremos llegar a comprender debe su origen hace hoy imposible de sostener. Así, la propia dislo-
que cada uno de nosotros es más que el puñado de etiquetas que nos son cación de los teleologismos que abre las puertas a la idea del histo-

8 9
Zygmunt Bauman, Legisladores e intérpretes. Sobre la modernidad, la posmoder- S. Wineburg, Historical Thinking and Other Unnatural Acts, Filadelfia, Temple
nidad y los intelectuales, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1997. University Press, 2001, pp. 5-7.

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riador como intérprete va a ser también lo que va a minar el supues- y democrática, es destructiva de todo sentido de comunidad. De al-
to en que esta idea se funda. En fin, como decíamos, sin el sustento gún modo, se invierte la problemática recién planteada. La pregun-
de objetividad que proveían los marcos teleológicos, las proyeccio- ta que surge ahora respecto de la misión de la escritura histórica es
nes subjetivas de sentido se volverían constitutivamente precarias. la de si la misma, más que desnudar las ilusiones del sentido, no de-
Y esto nos lleva al segundo de los dilemas mencionados. bería servir para crear sentidos de comunidad, es decir, construir
Éste es un dilema inverso al anterior, pero resulta de él tan pron- mitos de identidad, en un momento en que, sin embargo, se sabe ya
to como nos interrogamos respecto de los fundamentos del tipo de que son tales y que, por lo tanto, no podemos creer en ellos. Y esto
orientaciones normativas que de tal visión se desprendería. Aquí nos devuelve a nuestro dilema inicial: cómo construir ilusiones de
cabe distinguir dos aspectos. El primero nos devuelve a la cuestión sentido una vez que se revelan que son tales; ilusiones, por lo tanto,
respecto de cuál es el sustento de objetividad en el que se sostienen privadas ya tanto de sustento objetivo como de soporte subjetivo;
esas afirmaciones subjetivas de valores; esto es, qué permite al histo- pero que, aun así, descubrimos, no podemos escapar de ellas. En-
riador, una vez despojado del aura de la posesión de un saber alega- contramos así, finalmente, el rasgo fundamental que define el nuevo
damente objetivo y neutral, erigirse en portador de sentidos, capaci- escenario histórico-conceptual presente, y genera un tipo de dialéc-
tado, por lo tanto, para dictaminar autoritativamente con respecto a tica trágica ya muy distinta de la propia del siglo XX. Éste consiste,
los modos deseables de convivencia colectiva. Dicho de otro modo, justamente, en que tiende a desnudar como ilusorio no sólo todo
aun cuando aceptemos la tolerancia, la democracia pluralista, etc., afán de Verdad, sino también, y fundamentalmente —la ilusión últi-
como valores que los historiadores debemos propugnar (algo, sin ma, la más propia a nuestra era postsecular—, de la creencia en que
duda, profundamente encomiable), la pregunta que inmediatamente tal revelación del carácter ilusorio de toda Verdad nos libre final-
ello hace surgir es: ¿dónde queda aquí la historia?, esto es, ¿qué dis- mente de la presión de su búsqueda, de que podamos entonces por
tinguiría hoy a la escritura histórica de cualquier otra forma de inter- fin prescindir de ella10.
vención política?, ¿cuál es el suelo particular de objetividad en que
se sustenta su predicamento? En fin, sin poder ya invocar una Ver-
dad histórica, un fin de la historia en función del cual hablar, no pa-
rece quedar lugar para un fin de los historiadores en tanto que tales.
Según vemos, así como la pregunta sobre el fin de los historiado-
res sólo habría de plantearse en la medida en que se disipe la ilusión
teleológica de un fin de la historia, lo cierto es que, inversamente,
sin un fin de la historia no resultaría ya tampoco concebible un fin
de los historiadores. El segundo aspecto dilemático antes señalado
se desprende, a su vez, de ahí. El mismo nos conduce a la cuestión,
aun más radical, de hasta qué punto es cierto que el socavamiento
de las identidades llevará realmente a un mayor pluralismo y no ter-
minará, por el contrario, conduciendo a la anomia, a la revelación
del total sinsentido de nuestra existencia colectiva; si no nos hunde
definitivamente en una existencia mecánica, fantasmática, repetiti-
va; en fin, si no habría aquí que volver otra vez a Nietzsche y a su
idea de la incompatibilidad entre historia y vida; es decir, si la reve- 10
La estructura de pensamiento a la que da lugar una era postsecular es el tema
lación de la contingencia de fundamentos de nuestra existencia y que desarrollo en mi libro Verdades y saberes del marxismo. Reacciones de una tradi-
valores presentes, lejos de resultar en una cultura más pluralista ción política ante su «crisis», Buenos Aires, FCE, 2005.

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Ideas, conceptos, metáforas. La tradición alemana de historia… 227 228 Elías José Palti

Lo cierto es que en esta búsqueda por hallar la fuente de la contingencia


–historicidad– que tiñe a las formaciones conceptuales, impidiéndoles fijar
su contenido semántico, la tradición alemana de historia intelectual, en la
Ideas, conceptos, metáforas línea que arranca con Dilthey y Cassirer y culmina en Koselleck y Blumen-
berg, habrá de ampliar decisivamente nuestras perspectivas de la misma y
La tradición alemana de historia intelectual
abrir nuestra perspectiva a un orden de realidad complejo y estratificado, un
y el complejo entramado del lenguaje ricamente entramado universo simbólico que yace más allá del plano de los
contenidos referenciales de los discursos (que fuera el objeto exclusivo de la
Elías José Palti historia de «ideas»).

Cambio y permanencia de las ideas

Según suele afirmarse, la escuela alemana de historia de conceptos o Be- Cassirer, como dijimos, es normalmente considerado uno de los principa-
griffsgeschichte iniciada por Reinhart Koselleck, junto con Otto Brunner y les representantes de la tradición alemana de Ideengeschichte. En El mito del
Werner Conze, introdujo un sentido de la historicidad de las formaciones Estado define su planteo metodológico a partir de una discusión respecto de
conceptuales por completo ausente en la tradición precedente Ideengeschich- la naturaleza de los mitos y la posibilidad de comprenderlos desde una pers-
te. Una de las mejores expresiones de ello sería El mito del Estado, de Ernst pectiva racional.
Cassirer. Allí el concepto de Estado aparece como una categoría transhistórica Por un lado, dice, es cierto que, en contra de lo que afirmaba James Frazer
que puede encontrarse en las más diversas épocas y contexto de pensamiento. en La rama dorada, los modos de proceder intelectual propios del mito no
Esta oposición resulta, sin embargo, algo simplista. Ciertamente, ninguno pueden asimilarse a los científicos sin desfigurarlos y perder de vista aquello
de los pensadores a los que normalmente se los inscribe dentro de aquella que los caracteriza como tales. Pero, inversamente, si éstos, como sostenía
tradición desconoció el hecho de que el significado de las ideas se altera en Lucien Lévy-Bruhl en La mentalidad primitiva, nos fueran absolutamente
los marcos de los diversos contextos discursivos en que aparece. Lo dicho no extraños, si fueran radicalmente incompatibles con nuestra mentalidad racio-
niega que entre el método desarrollado por autores como Ernst Cassirer y el nal, no habría ningún conocimiento científico posible de ellos. En suma, para
programa historiográfico propuesto por Koselleck haya diferencias sustan- Cassirer, los conceptos, categorías y procedimientos intelectuales no pueden
ciales. Pero hallarlas no resulta tan sencillo. Para descubrirlas es necesario extrapolarse de un tipo de mentalidad a otra, carecen de significado despren-
internarse en la problemática, sumamente compleja, relativa a la temporalidad didos de la matriz intelectual particular en que se inscriben. El mito y la razón
de las formaciones intelectuales, cuál sería su origen y naturaleza. En fin, no delimitan, pues, dos universos de sentido cerrados y autocontenidos. Esto no
basta con registrar los cambios semánticos que experimentan los conceptos impide, no obstante, la mutua traductibilidad entre ambos modos de compren-
sino que es necesario comprender por qué lo hacen. sión del mundo. Demanda, sí, un arduo trabajo de exégesis para penetrar las
Como veremos, no se trata de que la Ideengeschichte desconozca estos claves particulares que ordenan aquellos sistemas intelectuales extraños al
cambios sino de que enfrentará obstáculos insalvables en el momento de ex- nuestro, como el mítico.
plicar los mismos, obstáculos que tampoco, sin embargo, la Begrisgeschichte Hasta aquí, el programa de Cassirer no parece diferir demasiado, mutatis
koselleckiana lograría superar completamente. Para Blumenberg, ello no es mutandis, del de Koselleck en su abordaje de las dos grandes cosmovisiones
incidental; no se trataría meramente de una deficiencia en la teoría kosellec- que analiza, la moderna y la premoderna (las cuales se encontrarían separadas
kiana sino que desnuda una problemática epistemológica más profunda. Los por el Sattelzeit o «periodo bisagra» que va entre 1750 y 1850). Si bien, para
problemas hallados para dar cuenta de la fuente de la contingencia en la his- él, no hay medida común entre ellas en cuanto a sus contenidos ideales, la
toria intelectual expresan el hecho de que ello es algo que escapa, por defini- misión del historiador conceptual consiste en recobrar y volver significativo
ción, al alcance de la historia conceptual; es decir, exige trasladar el foco de la el universo intelectual premoderno para los contemporáneos. Llegado a este
reflexión de los conceptos hacia un ámbito más primitivo de realidad simbóli- punto, sin embargo, se revela, para Koselleck, la limitación fundamental de la
ca, que es, precisamente, aquél en que buscaría internarse su «metaforología». Ideengeschichte. Las ideas no pueden servir de unidad de análisis para un tipo

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Ideas, conceptos, metáforas. La tradición alemana de historia… 229 230 Elías José Palti

de comprensión histórica tal puesto que carecen, como tales, de un principio En última instancia, la Ideengeschichte sólo pondría de relieve una aporía
de historicidad inherente. Una idea aparece o no en un contexto, pero ello es inherente a las filosofías neokantianas de la historia: éstas habrían de intro-
una circunstancia externa a ella. Entre una idea y su contexto no existe un ducir un sentido histórico que las lleva a postular la existencia de quiebres y
vínculo más que contingente. Sólo en los conceptos las variantes semánticas rupturas conceptuales sin poder, no obstante, pensarlos sin destruir las premi-
producidas por las alteraciones en su contexto de enunciación se integran a los sas en que se sustentaba su sistema de saber. Todo el proyecto historiográfico
mismos y pasan a formar parte constitutiva de su definición. De aquí resulta koselleckiano gira, justamente, en torno del objetivo de confrontar esa aporía,
aquella limitación intrínseca a toda historia de ideas. lo que lo lleva a elaborar su concepto de concepto.
El problema que se le plantea a ésta en el momento de abordar los cambios
semánticos es cómo identificar la persistencia de una misma idea, aquello El concepto y sus desfases significativos
que la identifica a través de la serie de sus desplazamientos significativos.
La única forma posible de hacerlo dentro de sus marcos es suponiendo la Según afirma Koselleck, sólo cuando un término o idea se carga de con-
existencia de un núcleo conceptual que se mantiene inalterado por debajo notaciones particulares diversas se convierte en un «concepto» («una pala-
de las variaciones de sentido que tal idea experimenta. Si no fuera así, si tras bra», dice, «se convierte en un concepto si la totalidad de un contexto de
cada nueva definición de ella no se preservara nada de las definiciones pre- experiencia y significado sociopolítico, en el que se usa y para el que se usa
cedentes, se trataría, en cada caso, simplemente de una idea distinta. Escribir esa palabra, pasa a formar parte globalmente de esa única palabra»).1 Y eso
una historia de la idea de «Estado» implicaría, pues, incurrir en una falacia replantea completamente la cuestión. Mientras que la idea, para preservarse
nominalista, esto es, crear una entidad ficticia a partir de la sola recurrencia como tal, debe estrechar progresivamente su contenido hasta, en su caso lími-
accidental de un término que no remite a ningún objeto o núcleo conceptual te, convertirse en una categoría vacía (para abarcar toda la variada gama de
común. En fin, en tal caso, la historia intelectual se pulverizaría, reduciéndose sentidos comprendidos por su noción no puede ya afirmar nada determinado),
a una pura secuencia de acontecimientos discursivos singulares. el concepto, por el contrario, se enriquece semánticamente a medida que in-
Ahora bien, dicho esto, la pregunta original aún persiste: qué pasaría si, corpora contenidos diversos. Esta riqueza semántica le confiere, no obstante,
a pesar de ello, el análisis histórico no nos descubriese, sin embargo, la exis- un carácter inevitablemente plurívoco.
tencia de ningún núcleo común a una misma idea, ninguna definición que Como afirma la máxima de Nietzsche que Koselleck repite una y otra vez
comprenda a todas sus declinaciones históricas. Dicho de otro modo, qué en sus escritos: «sólo lo que no tiene historia es definible». Los conceptos, en
ocurriría si las variaciones semánticas que se verificaran históricamente fue- efecto, no pueden definirse. No hay ningún núcleo conceptual uniforme que
ran lo suficientemente amplias al punto de no dejar lugar a ningún conjunto los identifique a través de los cambios que experimentan. No obstante, en el
de principios o afirmaciones que fuese aplicable a todos los miembros de la transcurso de sus propias modificaciones significativas se va tejiendo una red
clase en cuestión. De hecho, éste parece ser el problema más frecuente entre semántica; las distintas definiciones suyas se van articulando e imbricando
los historiadores intelectuales. Éstos habrán de comprobar una y otra vez las entre sí conformando una cierta unidad de sentido. Así, todo uso actual de un
dificultades, si no la llana imposibilidad, de hallar una definición unívoca de concepto moviliza siempre una malla heterogénea de significados en él sedi-
aquellos términos políticos muy connotados históricamente, como liberalis- mentados. Tal plurivocidad sincrónica tiene, pues, fundamentos diacrónicos,
mo, república, democracia, justicia, etc. Todas las propuestas de definición indica una inevitable asincronía semántica. De allí deriva, precisamente, la
al respecto parecen condenadas a ser siempre al mismo tiempo demasiado característica fundamental que distingue, para Koselleck, a un concepto: su
amplias y demasiado estrechas. Es decir, para incluir todo aquello que debe- capacidad de trascender su contexto originario y proyectarse en el tiempo
rían incluir deben volverse tan vagas que pierden todo efecto discriminatorio («los conceptos sociales y políticos», asegura, «contienen una concreta pre-
(prácticamente todos los sistemas de ideas conocidos podrían comprenderse tensión de generalidad»; «una vez acuñado, un concepto contiene en sí mismo
bajo dicha definición), y aun así tampoco tales intentos vagos de definición la posibilidad puramente lingüística de ser usado en forma generalizadora»).2
podrían evitar que nunca se apliquen completamente a aquellos casos a los Y es esta capacidad de los conceptos de transponerse a sus contextos espe-
que estaban destinadas a hacerlo. En suma, el historiador de ideas estaría
1 R. Koselleck, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Paidós,
condenado a manejar categorías (puesto que no puede prescindir de ellas) Barcelona, 1993, p. 117.
carentes, sin embargo, de toda capacidad hermenéutica efectiva. 2 Ibidem, pp. 112, 123.

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cíficos de enunciación, de generar asincronías semánticas, la que, para él, la historia conceptual y la historia social, entre el nivel del lenguaje y el nivel
confiere a la historia de conceptos su rendimiento específico. extra-lingüístico; en fin, entre estructuras y acontecimientos.
Llegado a este punto, sin embargo, se plantea un segundo problema,
Al liberar a los conceptos […] de su contexto situacional y al mucho más complejo de resolver Por un lado, es necesario postular la existen-
seguir sus significados a través del curso del tiempo para coordi- cia de un residuo inerradicable de facticidad que impida la clausura lógica de
narlos, los análisis históricos particulares de un concepto se acumu- los sistemas conceptuales abriéndolos a la temporalidad. Sólo dicho postulado
lan en una historia del concepto. Únicamente en este plano se eleva explicaría la contingencia de las formaciones conceptuales. Pero abre, a su
el método histórico-filológico a historia conceptual, únicamente en vez, una serie nueva de interrogantes: ¿cómo abordar este ámbito que resiste
este plano la historia conceptual pierde su carácter subsidiario de a su simbolización según las categorías disponibles en un lenguaje dado y lo
la historia social.3 trastoca?; ¿si no está siempre ya investido de sentido, cuál es su naturaleza
ontológica y cuál el modo por el que eventualmente irrumpe en el plano sim-
Si la historia conceptual se recorta de la historia social, adquiere un carác- bólico obligando a reconfigurar el mismo para forzarlo a dar cuenta de él?
ter propio, es porque sólo ella puede proveer claves para reconstruir procesos Por detrás de esta interrogación asoma, pues, una cuestión más radical:
de largo plazo. Los conceptos, en definitiva, en la medida en que sirven para no cómo cambia el sentido de los conceptos particulares sino cómo se re-
articular significativamente las diversas experiencias sociales, que forman compone el sistema que los dispone y articula. Y ella hace surgir, a su vez, un
redes discursivas que cruzan las épocas y trascienden las esferas de sociabili- problema de orden epistemológico: ¿qué pasaría si no sólo los conceptos sino
dad inmediata, sirven de índice de las variaciones estructurales. Pero, por otro también los propios horizontes de sentido dentro de los cuales éstos se des-
lado, si éstos actúan, retrospectivamente, como índice efectivo de las mismas, pliegan fueran también construcciones históricas contingentes, sin fundamen-
es porque son, al mismo tiempo, un factor para su constitución. Con cada con- tos racionales o premisas intelectuales comunes en que sostenerse?, ¿cómo
cepto, dice, «se establecen determinados horizontes, pero también se estable- pensar la lógica de su sucesión y sus desfases?, ¿cómo articularlos en una
cen límites para la experiencia posible y para la teoría concebible».4 De hecho, unidad de sentido a través de los desplazamientos significativos que permite
los conceptos proveen a los actores sociales las herramientas para comprender su inteligibilidad histórica? En fin, se reproduciría aquí el mismo problema
el sentido de su accionar, elevan la experiencia cruda (Erfahrung), la pura anterior pero replicado ahora en un nivel más primitivo de realidad simbólica,
percepción de hechos y acontecimientos, en experiencia vivida (Erlebnis).5 Y, es decir, ya no en el de los conceptos individuales sino el de las estructuras
de este modo, conectan también entre sí las diversas vivencias en unidades de formales que determinan las condiciones de articulación de los conceptos.
sentido, actúan de soporte para sus conexiones estructurales. Koselleck, como vimos, buscaría abordar la primera de las preguntas plan-
Ahora bien, si la historia conceptual supera y trasciende a la historia social teadas, la cual indicaría un límite último puesto a toda historia de ideas, pero
en cuanto articula redes significativas de largo plazo, es al mismo tiempo, dejaría sin responder la segunda de ellas, que es la que estaba en la base de la
para Koselleck, deficitaria respecto de ésta, puesto que nunca la agota. Los anterior. Es ella la que ocupará centralmente a Blumenberg.
hechos sociales, la trama extra-lingüística rebasa al lenguaje en la medida en
que la realización de una acción excede siempre su mera enunciación o repre- Los facticidad de los conceptos
sentación simbólica. Ello explica por qué un concepto, en tanto que cristali-
zación de experiencias históricas, puede eventualmente alterarse, frustrar las Una de las experiencias de la niñez que más lo marcó, cuenta Blumenberg,
expectativas vivenciales en él sedimentadas, ganando así nuevos significados. fueron las largas sesiones en el cuarto oscuro junto a su padre, un aficionado
Cabría, pues, hablar de un doble exceso o rebasamiento en la relación entre a la fotografía. Los frascos y fluidos le parecían especies de pócimas mágicas.
Lo que más lo asombraba, en realidad, no era el resultado –poco le importaba
3 Ibidem, p. 113. si las fotos eran buenas o no– sino ver cómo emergía una imagen de la nada,
4 Ibidem, p. 128. misterio que las explicaciones químicas de su padre no alcanzaban, para él,
5 «Toda historie», dice, «se constituye por la comunicación oral y escrita de generaciones a quitarle su carácter como tal. Éste le revelaba, le ofrecía una imagen de
coexistentes, que se trasmiten mutuamente las experiencias respectivas». (R. Koselleck, «Sozial-
geschichte und Begriffsgeschichte», en W. Schieder y V. Sellin (comps.), Sozialgeschichte in
un misterio aún mayor. Él sabía ya cómo había sido la Creación. «Agitando
Deutchland, Vandenhoeck & Ruprecht, Göttingen, 1986, I, p. 97). con cuidado las placas en los baños, surgía el mundo –si tanta contundencia

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ni jaleo, por supuesto, como en el preludio bíblico, pero en principio con el la historicidad».11 En fin, si el proyecto cartesiano de autoevidencia del senti-
mismo procedimiento».6 do fuera posible, la historia no sería más que una ilusión destinada a disiparse,
Esta escena condensa la preocupación que orientará toda su carrera inte- una circunstancia derivada meramente de las limitaciones fácticas de nuestras
lectual y presidiría la elaboración de su monumental obra. «Desde entonces», facultades cognitivas.
afirmaría luego, «tuve al menos una idea de cómo nacen los conceptos».7 La En realidad, esta crítica iba dirigida a la historia conceptual tal como la
imagen bíblica de «hacerse luz de las tinieblas», ese surgir de la Nada, expre- concebían Rothacker y Ritter, no a la Begriffsgeschichte koselleckiana. En
sa, para Blumenberg, mejor que ninguna otra, ese fondo insondable que pre- efecto, el proyecto de Koselleck, al igual que el de Blumenberg (y en contra
cede al origen, ese vacío primitivo antes del sentido, y del cual éste emerge. de los que muchos de los actuales practicantes de la historia conceptual tien-
En ella se encuentra simbolizada esa imposibilidad del lenguaje conceptual de den a interpretar), no se reduce a intentar trazar los cambios semánticos en
dar razón de aquello que lo funda. Este autor refería así a lo que consideraba los conceptos sino que éstos resultan relevantes, para él, sólo en la medida
un déficit intrínseco de toda historia conceptual. Como afirmaba ya en su en que sirven de índice de alteraciones más profundas en los horizontes de
primer trabajo metodológico, Paradigmas para una metaforología (1960), sentido dentro de los cuales los conceptos eventualmente se despliegan (entre
aparecida originariamente en Archiv für Begriffsgeschichte (la revista fun- los cuales distingue dos, separados entre sí por el Sattelzeit o «período bisa-
dada por Erich Rothacker, junto con Hans-Georg Gadamer y Joachim Ritter, gra»). Los lenguajes políticos que busca reconstruir no son meros conjuntos
con el objeto de relanzar el proyecto de Wilhelm Dilthey de una historia de de conceptos, sino que remiten a una realidad simbólica de segundo orden.
conceptos),8 los conceptos, en realidad, presuponen ya una cierta grilla teó- Allí radica la diferencia crucial entre la Begriffsgeschichte de Koselleck y la
rica dentro de la cual puedan configurarse como tales. Ninguna historia de historia de conceptos propuesta por Rothacker y Ritter, y explica su mayor
conceptos nos pondrá, pues, en contacto con la estructura de sentido que se afinidad con la suerte de fenomenología de los horizontes de sentido que se
encuentra en su base. propone realizar Blumenberg. La segunda premisa en que se funda su em-
Eso que no se deja expresar en conceptos se nos muestra, sin embargo, presa deriva, a su vez, de la anterior: los conceptos, para Koselleck, no son
para él, en imágenes, encuentra expresión en el lenguaje figurado de las me- nunca completamente definibles, contienen dentro de sí un residuo irracional
táforas. Como ya los antiguos habían descubierto, las metáforas no son meros que impide la clausura lógica de las formaciones conceptuales. De allí que,
ornamentos del lenguaje, nombres figurados para aquello que se encuentra como Blumenberg afirma, las alteraciones en horizontes de comprensión no
ya perfectamente definido por su nombre propio, sino que vienen a llenar un sean nunca reductibles a la serie de desplazamientos significativos producidos
vacío significativo. «Un análisis», dice, «tiene que interesarse por averiguar en el interior de los mismos. Esta doble premisa es lo que lleva a Koselleck,
qué carencia lógica es esa para la que la metáfora hace de sustitutivo».9 Es- por un lado, a abrir la historia conceptual a la historia social, y, por otro, a
pecial relevancia le asigna Blumenberg a lo que llama metáforas absolutas, trascender aquella en la dirección de una Historik, esto es, de «una teoría más
puesto que en su historia se nos revelan los pliegues por los cuales se forman general de las condiciones de posibilidad de historias (Geschichten)».12 Y
y alteran esos horizontes históricos de comprensión «dentro de las cuales los ello le permite, a su vez, situar los cambios conceptuales en una perspectiva
conceptos experimentan sus modificaciones».10 cultural más vasta y relacionar las alteraciones lingüísticas con las grandes
En última instancia, piensa, una historia de conceptos resulta autodestruc- las mutaciones epocales ocurridas, que es, justamente, lo que distingue a la
tiva. Una vez que lograse su objeto de fijar con precisión el sentido de los Begriffsgeschichte koselleckiana y la hace, al mismo tiempo, mucho más que
conceptos, perdería toda razón de ser. La historia de conceptos no sería sino la una mera historia de conceptos.
de su propia anulación. «Historia», dice, «no es aquí más que precipitación y No obstante, es cierto aún que Koselleck enfrentará problemas teóricos
prevención, pérdida de la presencia exacta cuya metódica recuperación anula insolubles en el momento de intentar dar cuenta de aquello que escapa del
plano conceptual y, en última instancia, lo funda. Su explicación de esa gran
6 H. Blumenberg, Conceptos en historias, Síntesis, Madrid, 2003, p. 28.
7 Ibidem. 11 Ibidem, p. 42. «Vista desde el ideal de una terminología definitivamente válida, en ge-
8 Éstos buscaban así evitar la confusión terminológica originada por el uso de los mismos neral la historia de los conceptos sólo puede tener un valor crítico-destructivo, un papel que se
conceptos en concepciones del mundo muy distintas entre sí. acabaría una vez conseguida la meta» (Ibidem.).
9 H. Blumenberg, Paradigmas para una metaforología, Trotta, Madrid, 2003, p. 44. 12 R. Koselleck, «Histórica y hermenéutica», en R. Koselleck y H. Gadamer, Historia y
10 Ibidem, p. 47. hermenéutica, Paidós, Barcelona, 1997, p. 70.

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mutación epocal ocurrida en lo que denomina Sattelzeit, y de la que emerge la mento en que, según afirma, son éstos [los conceptos] los que «establecen
modernidad, que es su caso paradigmático, ilustra esto. Como sabemos, éste los horizontes pero también los límites para la experiencia posible».16 Ahora
remite sus orígenes a los viajes ultramarinos, que abrieron el horizonte de los bien, la pregunta que surge aquí es cómo, partiendo de ciertos marcos catego-
europeos a la inmensa diversidad cultural existente en el planeta, y, en parti- riales particulares que delimitan su universo de lo concebible y lo posible, los
cular, a los desarrollos tecnológicos del siglo XVIII, que permitieron concebir sujetos pueden, no obstante, escapar a sus constreñimientos y dar lugar a la
la idea moderna de progreso. Aun más fundamental, sin embargo, dice, fue la emergencia de horizontes de sentido ya extraños a los mismos, que trastocan
irrupción revolucionaria en Francia, que dio origen a una nueva conciencia su lógica. Como dice Koselleck, ningún concepto «puede ser tan nuevo que
respecto de la constructibilidad de la historia (que es el hombre el que cons- no esté virtualmente constituido en la lengua dada y no tome su sentido de un
truye la misma). La agencialidad subjetiva es, en fin, la que interrumpe la re- contexto lingüístico heredado del pasado».17
petibilidad de los procesos históricos (que era la premisa en que se fundaba la El problema ahora, pues, se ha invertido. Ya no se trata, como en Cassi-
vieja idea de la historia magistra vitae) e instala esa brecha que separa el «ho- rer, de la dificultad de concebir esa instancia que otorga coherencia a los
rizonte de expectativas» del «espacio de experiencias». Y es ella también la procesos histórico-conceptuales, sin recaer en alguna forma de teleologismo,
base de su inteligibilidad. Retomando la famosa frase de Kant, afirma que la sino, por el contrario, cómo pensar la contingencia de los procesos formativos
condición de su comprensión radica en el hecho de que «el propio adivinador histórico-conceptuales. Por un lado, quebradas las premisas evolucionistas,
hace y organiza los acontecimientos que pronosticó».13 «La historia parece esto es, el supuesto de que la historia posee un principio de desarrollo ins-
estar disponible», concluye Koselleck, «desde dos puntos de vista–para el que cripto en su propio mecanismo objetivo y que tiende a su autotransformación
actúa, que dispone de la historia que hace; y para el historiador, que dispone siguiendo sus impulsos inherentes, sólo la apelación a una instancia de acción
de ella escribiéndola. Vista así, el campo de libre disposición de la historia lo intencional colocada por fuera de ellos puede abrir su campo a la temporali-
determinan los hombres».14 dad, interrumpir la tendencia a la propia autorreproducción de los sistemas;
Sin embargo, este análisis no alcanza aún a explicar cómo los fenóme- sólo ésta, en fin, puede introducir esa brecha que separe los «horizontes de
nos aludidos se produjeron. En última instancia, siguiendo la propia premisa expectativas» de sus «espacios de experiencia» dados. Como dice Koselleck,
koselleckiana de que los conceptos no son meramente índices sino también «en la historia sucede siempre más o menos de lo que está contenido en los
factores históricos (y que es esta doble naturaleza la que permite, en reali- datos previos; por detrás de este más o menos se encuentran siempre los
dad, su inteligibilidad), hay que suponer que ni los viajes ultramarinos, ni los hombres».18 En suma, sin intervención subjetiva, librada a su propia diná-
desarrollos tecnológicos ni la revolución francesa habrían sido posibles, a su mica, no habría verdaderamente historia. Pero, por otro lado, como afirma la
vez, sin una serie de transformaciones conceptuales que le precedieron (como máxima kantiana, si ésta se encontrase en plena disposición subjetiva, tampo-
señalara Husserl en La crisis de las ciencias europeas, la secularización del co habría verdaderamente nada imprevisible en ella.
pensamiento occidental no fue realmente el resultado de los avances científi- La contingencia se encontraría, pues, doblemente amenazada, por delante,
cos, sino, a la inversa: fue necesario antes que el mundo se despojara de sus por su lógica prospectiva de desarrollo, y, por detrás, por el determinismo
misterios para que pudiera emerger una actitud técnica hacia él).15 Historia de sus realizaciones precedentes. De allí la apelación de Koselleck a la his-
social e historia conceptual remitirán así permanentemente una a otra, produ- toria social como explicación última de las mutaciones intelectuales. Sin la
ciendo un círculo argumentativo. presencia de un residuo de facticidad inexpresable en el orden simbólico,
En efecto, por un lado, sin acción humana no habría cambio en la historia; las formaciones conceptuales podrían constituirse plenamente como sistemas
pero, a su vez, toda acción humana, toda agencialidad subjetiva, presupone autocontenidos y coherentes, estabilizar su contenido semántico y expulsar
un determinado marco conceptual dentro del cual desplegarse desde el mo- así la temporalidad de su ámbito. Sin embargo, esta apelación, aunque nece-
saria para pensar la historicidad de los conceptos, resulta, al mismo tiempo,
13 I. Kant, El conflicto de las facultades; citado en R. Koselleck, Futuro pasado, o. c., pp. destructiva de su modelo histórico. De este modo, cuando nos trasladamos al
257 ss. momento primitivo de su origen, éstos [los conceptos] volverían a revelarse
14 R. Koselleck, Futuro pasado, o. c., p. 252.
15 Para debates más recientes acerca de la secularización del pensamiento moderno, véase 16 R. Koselleck, Futuro pasado, o. c., p. 118.
A. Rivera, «La secularización después de Blumenberg», Res publica. Revista de filosofía políti- 17 R. Koselleck, «Sozialgeschichte und Begriffsgeschichte», o. c., p. 102.
ca, 11-12, 2003, pp. 95-142. 18 R. Koselleck, Futuro pasado, o. c., p. 266.

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como meros índices de procesos que ocurren a sus espaldas (lo que, siguiendo en su obra tardía Husserl identifica con el «mundo de la vida» (Lebenswelt).
la propia teoría koselleckiana, frustraría toda posibilidad de inteligibilidad Éste da lugar a permanentes reconfiguraciones significativas, pero él mismo
histórica, dado que en dicho caso se quebraría la idea de la agencialidad sub- constituye un horizonte irrebasable, por definición.21
jetiva que constituye su premisa).
En definitiva, siguiendo el modelo de Koselleck, sin acción humana no El mundo de la vida –señala Blumenberg– es, justamente, aquel
hay verdaderamente historia; pero, a su vez, toda acción humana supone ya universo que no ha sido elegido ni puede ser elegido gracias a una
necesariamente marcos conceptuales dentro de los cuales desplegarse; en determinación libre, y del cual sólo se puede salir mediante una
suma, no hay historia social que no sea ya historia conceptual. Ahora bien, transformación, tal como sucediera, para Husserl, al principio de
si descartamos la existencia de una realidad empírica cruda, que preexista a la historia europea, del espíritu, a través de la «transformación teó-
los modos en que la misma es investida significativamente, o que ésta pueda rica». Este mundo es, entre todos los mundos, el único fáctico del
impactar en el plano simbólico sin atravesar previamente el medio lingüísti- que no se puede decir: «Yo estoy por encima del mundo»; su vali-
co, la pregunta que necesariamente surge es: ¿cómo es posible que emerjan dez –dado que la sanción de la obviedad pertenece a su definición–
nociones nuevas, fundadas necesariamente en las categorías hasta entonces no puede ser suspendida a voluntad. Por ello, en Husserl, aquel
disponibles, pero que, sin embargo, no resulten ya inscribibles en los marcos mundo se distingue radicalmente del mundo histórico de hecho, el
conceptuales preexistentes. En fin, cómo es posible introducir el aconteci- cual no sólo puede ser, fantaseando libremente, considerado como
miento como una instancia constitutiva de la propia historia conceptual (y no «una de las posibilidades concebibles», sino que la propia fenome-
meramente como un subproducto de la historia social). Es este, precisamente, nología despierta la esperanza, por lo que se refiere a su transcurso
el interrogante que recorre centralmente la obra de Blumenberg, lo que deno- y estado fáctico, de una revisión de una orientación de sentido.22
mina el problema del paso.
Como dice Blumenberg con respecto a Husserl, la idea de un origen, una Todo salirse del mundo de la vida señala, para Blumenberg, la radical
institución primitiva de sentido, no es nunca comprobable; «presupone un es- facticidad de la existencia, nos confronta ante su desnuda contingencia (el
tadio primario que todavía no llevaba el sello de lo teórico».19 La apelación a carácter instituido de los propios horizontes de sentido dentro de los cuales los
una instancia tal (un sujeto o una historia social desnuda de conceptos, previa conceptos se desenvuelven). Pero ello es también lo que el propio concepto
a todo entramado discursivo, y que se nos presenta de manera inmediata y de mundo la vida vuelve impensable. «De aquí», asegura, «que sean los pasos
plena a la conciencia, sin necesidad de atravesar el medio lingüístico) revela, los que permiten poner más acentuadamente de relieve la especificidad de la
en última instancia, un vestigio de cartesianismo.20 Todo nuevo horizonte de metáfora y de sus formas expresivas».23 En efecto, la experiencia del pasaje
sentido se abre paso siempre sobre la base de configuraciones significativas de un horizonte de sentido a otro, que es inexpresable conceptualmente, no
precedentes, lo que conlleva, en realidad, un contrasentido; resulta inexplica-
ble e inexpresable conceptualmente.
En efecto, este telos intencional que delimita un horizonte de comprensión
del mundo puede ser recorrido, pero nunca inventado, puesto que no hay nada 21 Quizás paradójicamente, ya que se trata supuestamente de un pensador ubicado en las
antípodas de esta línea filosófica (lo que muestra claramente que estamos ante uno de esos su-
que se coloque por encima o por fuera de él. El proyecto fenomenológico se puestos de base que articula toda la filosofía contemporánea y que cruza las diversas corrientes
orientaría, en fin, a trascender el plano fáctico de la historia para remontarse que se despliegan, al menos, a lo largo de la primera mitad del siglo XX) quien mejor sintetizó
a las conexiones de sentido que le subtienden, sobre cuyas bases opera y que este punto de vista es Lévi-Strauss. Como afirma en uno de sus escritos reunidos en su Antro-
pología estructural, «El hechicero y su magia»: «Solamente la historia de la función simbólica
19 H. Blumenberg, Las realidades en que vivimos, Paidós, Barcelona, 1999, p. 46. permitiría dar cuenta de esta condición intelectual del hombre: que el universo no significa jamás
20 Como señala Blumenberg, esto es, justamente, lo que distingue la fenomenología hus- lo bastante, y que el pensamiento dispone siempre de un exceso de significaciones para la can-
serliana del neokantismo. Husserl rechaza la idea de una oposición entre Naturwissenchaften y tidad de objetos a los que pueden adherirlas. Desgarrado entre estos sistemas de referencias, el
Geisteswissenchaften (lo que le permite a Dilthey afirmar la posibilidad de un conocimiento his- del significado y el del significante, el hombre solicita al pensamiento mágico un nuevo sistema
tórico, puesto que sólo allí la conciencia se dirige a un objeto que le es inmanente: el entramado de referencia, en cuyo seno pueden integrarse datos hasta entonces contradictorios» (C. Lévi
de vivencias que funda nuestra existencia histórico no son sino tal como las experimentamos), es Strauss, Antropología estructural, Eudeba, Buenos Aires, 1984, p. 167).
decir, que exista, para la conciencia intencional, objetos naturales que no sean ya objetos ideales. 22 H. Blumenberg, Las realidades en que vivimos, o. c., p. 51.
La concepción de la naturaleza tiene así, para él, un carácter no menos ideal que el de la historia. 23 H. Blumenberg, Paradigmas para una metaforología, Trotta, Madrid, 2003, p. 165.

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nos devuelve por ello a un estadio natural, presimbólico,24 sino que nos remite Según afirma, el punto de partida fundamental para su teoría fue la Fi-
a un ámbito distinto de realidad lingüística. La teoría de la inconceptualidad, losofía de las formas simbólicas de Cassirer, la cual, dice, alejaría a éste del
según la concibe Blumenberg, entronca así con la fenomenología pero nos neokantismo para introducir problemáticas ya extrañas a él. La definición del
conduce más allá de sus confines, lleva a su término el programa implícito en hombre como animal symbolicum cambia, dice, «la supuesta determinación
sus premisas pero que éstas vuelven, al mismo tiempo, inconcebible. de la esencia humana como zoon politikon por una presentación funcional»,
introduce lo artificial «en el propio sistema funcional de la prestación humana
Institución y dislocación de los horizontes de sentido elemental de la ‘vida’».26 En fin, Cassirer rompe la dicotomía establecida por
Dilthey entre Geisteswissenchaften y Naturwissenschaften y, de este modo,
En definitiva, la apelación a Husserl le sirve a Blumenberg de plataforma lleva a su término el proyecto neokantiano (en el doble sentido de la expre-
para su proyecto de ampliar las visiones tradicionales del universo simbólico sión, es decir, que lo completa y al mismo tiempo lo concluye, colocándose
incorporando en él toda una dimensión de realidad, hasta entonces ignorada, y así más allá de su ámbito):
que no reduce su función a la puramente referencial. Al igual que los concep-
tos para Koselleck, las metáforas nos alejan de los marcos de las experiencias Este sistema sobre la función simbólica constituía, bien mirado,
vivenciales inmediatas y nos ponen en contacto con las estructuras signifi- la pieza final donde se realizan las intenciones, implícitas o explí-
cativas que les subyacen y articulan las mismas en totalidades de sentido. citas, de todo el neokantismo: considerar la tabla categorial de los
Pero, a diferencia de los conceptos, aunque la metáfora tiene una historia que objetos naturales solamente como un caso especial del sistema ca-
se puede rastrear, su plurivocidad no es ella misma un producto histórico, el tegorial de los objetos culturales, entre los cuales, al final, vuelven
resultado puramente contingente de la sedimentación de una cadena de sig- a emerger también los naturales, metódicamente dispuestos; pero
nificados producidos históricamente, sino que es una dimensión constitutiva gracias a los efectos de la red de formas simbólicas y de su estruc-
suya. De allí que, en cuanto más nos alejamos de la experiencia inmediata y tura vertical se le abría a la teoría filosófica –o bien se destacaba e
nos interrogamos por la totalidad del mundo, cuando buscamos los signifi- integraba de manera nueva– un nuevo mundo de objetos y temas.27
cados últimos que ordenan esa misma experiencia, el recurso a la metáfora
se vuelva también más necesario y, en su punto límite (el marcado por la Un concepto clave en este tránsito de la antropología filosófica hacia más
«metáfora absoluta»), imprescindible. Es esta ambigüedad inherente la que le allá de su matriz neokantiana originaria (y que lo aproxima a la fenomenolo-
permite dar expresión a aquello que no se deja representar conceptualmente. gía) lo constituye el de «institución», desarrollado por Arnold Gehlen en El
El análisis de los desplazamientos operados en este nivel preconceptual nos hombre. La pregunta antropológica fundamental, dice, es cómo el hombre,
permitiría así reconstruir los modos en que se fueron reconfigurando históri- pese a su escasa disposición biológica, es capaz de sobrevivir. La respuesta,
camente nuestros sentidos del mundo, nuestras formas elementales de rela- afirma, es: «no entablando relaciones inmediatas con la realidad».28 «La rela-
cionarnos significativamente con él. «El cambio histórico en una metáfora», ción del hombre con la realidad es indirecta, aplazada, selectiva y, ante todo,
dice, «pone en primer plano la metacinética de los horizontes históricos de ‘metafórica’».29 Los predicados son algo «instituido». Todo juicio tiene, en úl-
sentido y de las formas de mirar en cuyo interior experimentan los conceptos tima instancia, una estructura metafórica. El sujeto sólo se conoce a sí mismo
sus modificaciones».25 La ampliación de su proyecto original de una metafo- cuando se proyecta como algo distinto de sí. Pero esta referencia escindida
rología para comprender otras manifestaciones de la inconceptualidad señala, al Yo no es, como pensaba Hegel, una mera manifestación de lo que se ya
sin embargo, algunos desplazamientos teóricos significativos. encuentra comprendido en el sujeto. La serie de sus predicados no es la pura
explicitación de su noción, sino el modo por el que se llena significativamente
24 «El doble significado del ‘mundo de la vida’ husserliano, como punto de partida histó-
ese vacío de sentido que se encuentra en su centro. Dicho proceso es retórico
rico, por un lado, de la trasnformación teórica, y, por otro, como estrato fundamental, siempre en su naturaleza o, más específicamente, catacrético. Al sujeto se lo nombra,
presente, de la vida diferenciada según jerarquía de intereses, lastra a este concepto con el peligro
de ser colocado en la misma línea que los intentos –fracasados una y otra vez– por encontrar 26 H. Blumenberg, Las realidades en que vivimos, o. c., p. 124.
algo así como una ‘naturaleza natural’, norma de una vida que, propia y originariamente, sera su 27 Ibidem, p. 167.
deudora». (H. Blumenberg, Las realidades en que vivimos, o. c., pp. 47 ss.). 28 Ibidem, p. 125.
25 H. Blumenberg, Paradigmas para una metaforología, o. c., p. 47. 29 Ibidem.

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pero el nombre puesto no es un mero artificio del lenguaje; no viene simple- Por detrás de la autopercepción de la modernidad, que sus propios críticos
mente a designar de otro modo, alegóricamente (all-oitros), aquello que tiene comparten, como la era en que el sujeto se convierte en el a priori de toda in-
ya un nombre propio que lo defina.30 teligibilidad, Blumenberg descubre aquello que le subyace: un lugar vacío al
que se lo puede eventualmente llenar con distintos contenidos. Que el hombre
La metáfora es, de hecho, no sólo un sucedáneo de un concepto sea el que hace la historia (o, para decirlo en palabras de Koselleck, que por
que actualmente falta, pero que, en principio, es posible y, por ello, detrás de ese más o ese menos que separa un estado subsecuente respecto de
exigible, sino también un factor de proyección, que amplia y ocupa su estado antecedente se encuentren los hombres) no es, en realidad, sino uno
el lugar vacío, un procedimiento imaginativo que, en el símil, se de los modos posibles de colmar, retóricamente, esa posición vacante, ponien-
crea su propia consistencia.31 do en él una figura a la que se le han transferido ahora todos aquellos atributos
que anteriormente se le habían conferido a Dios.
De allí deriva su prestación esencial. La metáfora a diferencia del concep-
to, no tiene una función referencial sino pragmática. «Su contenido deter- En el sistema tradicional de explicación de la realidad hay un
mina, como referencia orientativa, una conducta; da estructura a un mundo; «lugar» para este sujeto de la historia con la señal «vacante» o
representa el siempre inexperimentable, siempre inabarcable, todo de la «ocupado». La imposición y confirmación del cambio de reparto
realidad».32 Ella no vale por lo que indica, sino por lo que hace; no busca son actos retóricos; la «filosofía de la historia» no hace sino temati-
representar un objeto, sino que se pone en el lugar de ese objeto ausente, inex- zar la estructura de este proceso, no es su portadora. No por casua-
presable, sirve de sustituto suyo y permite así controlarlo simbólicamente. De lidad el acto mediante el cual el sujeto de la historia es determinado
este modo, el hombre va construyendo un universo de signos que se interpo- y legitimado ha llevado el nombre de una figura retórica fundacio-
nen entre él y la realidad. Es mediante esta capacidad mediadora, dilatoria de nal: una translatio imperii. Las «translaciones», las funciones me-
efectos, de toda retórica que el hombre supera su desajuste crónico respecto tafóricas, han jugado aquí, repetidamente, un papel esencial [...].
de su medio circundante derivado de la inespecificidad de su constitución El Dios del Antiguo Testamento traspasa, mediante su contrato, su
biológica (y le confiere a esa realidad un carácter amenazador). soberanía sobre la historia.34
Esta naturaleza retórica del proceso de constitución tanto de los objetos
como del sujeto señala, dice, el límite último del neokantismo ante el cual En un sentido, puede decirse que Blumenberg vuelve a Kant, al señalar la
Blumenberg mismo sucumbió, según admite, en su obra temprana. radical irrepresentabilidad del sujeto, algo que escapa al campo objetual. Sin
embargo, se observa allí también cuán lejos se encuentra ya su concepto del
La Edad moderna, tras una serie de rodeos histórico-filosóficos, kantiano.
apuesta por la afirmación de que es el hombre quien «hace» la
historia. Lo que esa expresión significa sólo puede ser entendido [Con esta comprobación] queda hecho añicos el sustancialismo
si se percibe el «cambio de reparto» que con ello tiene lugar. Yo de la identidad; la identidad tiene que realizarse, se convierte en
he introducido y explicado este concepto en mi Die Legitimität der una especie de prestación, de ahí surge toda una patología de la
Neuzeit (1966), pero sin haber comprobado aún que él implique identidad. La antropología no tiene otro tema que una «naturaleza
todo un proceso teórico. Pues así no queda descubierto ni demos- humana» que nunca ha sido ni será «naturaleza». El hecho de que
trado quién es el sujeto activo de la historia; al sujeto de la historia se presente con disfraces metafóricos –como animal o como má-
se le «nombra».33 quina, como una sedimentación de elementos o como una corriente
de conciencia, diferente de un Dios o en competencia con él– no
justifica las expectativas de que, al final de tantas confesiones y
30 Ésta es la definición del procedimiento figurativo que Quintiliano, en su Instituta orato- tanta casuística, la tendremos son máscaras ante nosotros. El hom-
ria, definió como catacresis. bre se comprende a sí mismo yendo más allá de sí mismo, sólo a
31 H. Blumenberg, Las realidades en que vivimos, o. c., p. 139.
32 H. Blumenberg, Paradigmas para una metaforología, o. c., p. 63.
33 H. Blumenberg, Las realidades en que vivimos, o. c., p. 136. 34 Ibidem, p. 137.

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través de lo que él no es. No es su situación lo primero en él poten- aquello que lo excede pero que no se sitúa más allá de sí, sino que lo habita en
cialmente metafórico, sino ya su propia constitución.35 su interior, ese vacío que le es constitutivo.
La teoría de la inconceptualidad no es ya, pues, una fenomenología histó-
El gran aporte del neokantismo es, pues, haber iniciado una dinámica que rica, la ciencia de la aparición de objetos que busca así revelar su naturaleza
lleva a disolver toda apariencia de naturalidad de los objetos revelando las instituida, sino una que intenta poner de manifiesto el carácter no natural
conexiones de sentido sobre las cuales se levantan y los vuelve concebibles también de aquellos correlatos no objetivos del pensamiento inexpresables en
como tales, el acto primitivo, necesariamente contingente, de su institución. el lenguaje conceptual. De este modo, sirven de índices intralingüísticos que
Su error deriva de allí. La comprobación de su carácter instituído le lleva a apuntan a ese residuo de irracionalidad que se encuentra en la base de toda
tomar literalmente la metáfora de que el hombre hace la historia (connotán- formación conceptual (y que explica por qué éstos no logran nunca estabilizar
dola, además, de contenido normativo: la constructibilidad de la historia sería su contenido semántico y realizar su vocación de constituirse en sistemas
también la premisa de toda ética). Para Blumenberg, el sujeto, en una vena cerrados y autocontenidos). Señalan aquellos puntos de fisura inherentes a un
hegeliana, se construye a sí mismo en el propio proceso de su representación. horizonte de sentido dado que no pueden manifestarse sin quebrar el conjunto
Pero la naturaleza retórica de este procedimiento constructivo conlleva un de idealizaciones y supuestos sobre cuyas bases se levanta.
desfasaje permanente respecto de sí que le es también constitutivo. Y ello De allí aquella prestación específica suya antes señalada, el que permitan
tiene implícita una conclusión mucho más drástica y perturbadora: no sólo los comprender, más allá de cómo cambian eventualmente los conceptos, cómo
predicados con que se llena de sentido ese centro vacío que designa el sujeto, se reconfigura el mundo de la vida, cómo, llegado el caso, se disloca el propio
sino también la propia definición del sujeto como algo irrepresentable es algo suelo de certidumbres inmediatas sobre cuyas bases operan los conceptos;
«instituido»; no se trata tampoco de un objeto natural sino que involucra ya en suma, cómo se producen los pasos. Si la fenomenología (al igual que la
ciertos procedimientos figurativos, esto es, la paradoja de la conformación de historia de conceptos, según la entiende Koselleck) permite comprender las
un objeto como no objetivable. conexiones significativas que articulan todo desarrollo histórico en una uni-
Toda metáfora es así, en definitiva, una metáfora de ella misma y de su dad de sentido, la teoría de la inconceptualidad intenta, a su vez, reconstruir
fracaso último de dar cuenta de sí. «Que la existencia es un ser-en-el-mundo los momentos críticos en que éstas son puestas en cuestión. Y esto invierte la
significa precisamente que el mundo de este ser-en no está compuesta de perspectiva de Koselleck acerca del origen de la temporalidad de los concep-
‘objetos’ pero que tampoco puede ser asida en metáforas».36 Encontramos tos.
aquí la raíz del carácter disruptivo de la metáfora primitiva, que lleva a su En efecto, el tiempo, la contingencia, no es ya, como postulaba Koselleck,
posterior neutralización discursiva por la cual se la reduce a «mera metáfora» algo que simplemente le viene a la historia intelectual desde fuera de ella
(a un puro ornamento lingüístico). En su origen, las metáforas resultan per- (la historia social). La quiebra de los horizontes de sentido no nos remite
turbadoras del mundo de la vida, irrumpen trastocando el desenvolvimiento ya a ningún macrosujeto (Dios o el hombre) que pueda introducir ese más o
natural del horizonte teleológico que él instala. Ésta es la función, más es- menos que interrumpe la repetibilidad de los procesos histórico-conceptuales.
pecíficamente, de lo que Blumenberg llama «metáforas explosivas». Ellas El sujeto, para Blumenberg, no es sino el nombre puesto (un lugar vacío que
nos remiten a eso inasible conceptualmente pero que tampoco se encuentra debe llenarse de significado por procedimientos alegóricos) a la simultánea
contenido en el suelo de evidencias inmediatas que hacen posible todo pensa- necesidad-imposibilidad del lenguaje de representar esa irrepresentabilidad de
miento (y que Husserl agrupó bajo la categoría de mundo de la vida, el cual la contingencia como tal. «Lo que está en discusión», dice, «no es la existen-
señala un horizonte irrebasable, por definición), sino que lo pone en suspenso cia de correlatos de una supuesta inexpresabilidad, sino la de la ansiedad, que
revelando su fondo de contingencia e irracionalidad (es decir, produce aquello es parte de nuestra historia de la conciencia, de representar la inexpresabilidad
inconcebible para la fenomenología). Las «metáforas absolutas» marcan, en misma en el lenguaje».37 Es, en última instancia, esa inexpresibilidad suya
fin, acontecimientos de lenguaje, ponen en contacto el ámbito simbólico con la que la vuelve insoportable, puesto que frustra todo intento por controlarla
simbólicamente. «Vivir con el escándalo de la contingencia espacio-tempo-
ral», concluye Blumenberg, «no significa solamente renunciar a la norma-
35 Ibidem, pp. 141 ss.
36 H. Blumenberg, «Prospect for a Theory of Nonconceptuality», Shipwreck with Specta-
tor. Paradigm of a Metaphor for Existence, The MIT Press, Cambridge, 1997, p. 99. 37 Ibidem, p. 90.

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tividad de la actualidad y de su futuro más inmediato; significa también la se despliega. De este modo se incorporará a la reflexión la consideración, no
conciencia inextinguible de su carácter insoportable». 38 En fin, toda metáfora, sólo de realidades lingüísticas nuevas, sino también de funciones del lenguaje
no es sino una metáfora de su misma imposibilidad, de su fracaso último, que que van más allá de las puramente referenciales.
obliga al lenguaje a plegarse sobre sí.39 En efecto, como vimos, el valor de las metáforas, a diferencia de las ideas
o los conceptos, no radica en lo que ellas representan; su sentido no se en-
Conclusión: De la historia de ideas a la teoría de la inconceptualidad cuentra en su letra, en lo que ellas afirman; sino en lo que hacen, y, en fin,
aquello a lo que dan lugar. Según señala Blumenberg, las metáforas no son
Retomando lo expuesto, podemos observar cómo la línea de pensamien- meramente recursos figurativos para designar objetos que no pueden desig-
to que arranca en Dilthey y Cassirer y culmina en Koselleck y Blumenberg narse mediante otros procedimientos conceptuales, puesto que refieren a la
reconfigurará decisivamente los modos de abordar la historia intelectual. En totalidad del mundo y su sentido último (pero que, no obstante, tras la muerte
primer lugar, la misma introducirá un conjunto de categorías que permitirán de Dios, quebrada ya la transparencia que proveía el supuesto de un origen
ampliar decisivamente nuestras perspectivas del universo simbólico, mos- trascendente del mundo, no podemos evitar intentar abordar y tematizar) sino
trando la diversidad de procedimiento figurativos operando por debajo de la signos que, de este modo, se colocan en el lugar de eso que se nos encuen-
superficie visible de las «ideas» (los contenidos manifiestos de los discursos, tra ya ausente, que se hurta a toda inteligibilidad, permitiendo así volverlo
lo que en un texto dado se afirma) y por los cuales los sujetos logran represen- controlable simbólicamente. De este modo canalizan la ansiedad que nace
tarse la realidad y a sí mismos. Dicho universo se nos revelará de este modo de la confrontación de la evidencia de la desnuda contingencia del mundo.
como un ámbito sumamente complejo y estratificado, que alberga diversidad Nos encontramos aquí, en fin, ya en una instancia de lenguaje distinta de la
de niveles e instancias, de las cuales la de las «ideas» es sólo la más superfi- referencial, pero igualmente inherente al mismo: su dimensión pragmática; su
cial de ellas. productividad se despliega ya no meramente en el plano de las representacio-
Esta búsqueda por traspasar el plano de los contenidos explícitos de los nes sino en el de las acciones.
discursos lleva, en una primera instancia, a complejizar las relaciones entre Por detrás de ambos desplazamientos mencionados (hacia los correlatos
las ideas y sus referentes, introduciendo un desfasaje ineliminable entre no objetivables de pensamiento y hacia las prestaciones no referenciales del
ambos que le es también constitutivo de su objeto y le confiere a las ideas (ya lenguaje) emerge aquél aporte fundamental a que estos desarrollos teóricos
redefinidas como conceptos) un carácter inevitablemente plurívoco. En una darán lugar, y que, en última instancia, abrieron las puertas a una verdade-
segunda instancia, obligará a tornar objeto de análisis los procedimientos fi- ramente monumental obra historiográfica que va a recolocar la historia in-
gurativos de los correlatos no objetivables de pensamiento en que todo orden telectual en un nuevo terreno, ya definitivamente alejado de la tradición de
conceptual se funda. Y esto produce, a su vez, un segundo desplazamiento, Ideengeschichte.
más sutil y menos advertido, que conduce ahora más allá del plano estricta- El pensamiento fenomenológico-neokantiano (y, con él, toda la filosofía
mente semántico del lenguaje en que la historia conceptual tradicionalmente de la primera mitad del siglo XX) orientaría centralmente su búsqueda a tratar
de comprender cómo es que el dato crudo se introduce en el plano simbólico
38 H. Blumenberg, Las realidades en que vivimos, o. c., p. 173. (para decirlo en palabras de Cassirer, cómo la «impresión» se vuelve «ex-
39 De hecho, tampoco Blumenberg logra resistir ese carácter insoportable de la contingen-
cia, y, contrariando todo aquello a lo que su argumento conduce, buscar hallar un fundamento
presión») y se constituye verdaderamente como tal dato para la conciencia
natural a la misma. Siguiendo aquí también las posturas de Gehlen, en Trabajo sobre el mito (esto es, lo que Peirce denominó abducción, el tercero de los procedimientos
(1979) remite la misma a una disposición biológica innata: la carencia en el hombre de instintos intelectuales que él identifica, junto con la deducción y la inducción, y que se
adaptativos. A diferencia de Koselleck, el objeto último de su teoría histórica o Historik ya no es encuentra, en realidad, en su base y los hace posible); cómo, en fin, el mero
el desarrollo de una tipología de los modos posibles de figuración histórica; la misma no remite,
en realidad, a ningún contenido positivo, sino a aquello que frustra; en suma, no busca determi-
suceder, la experiencia vacía (Erfahrung), es investida significativamente, se
nar las condiciones de posibilidad de la historia, sino rastrear aquello que hace toda narrativa articula en una cadena de intencionalidades subjetivas y se vuelve experiencia
histórica inevitablemente precaria. Pero, al devolver la fuente de la inexpresibilidad al plano de vivida (Erlebnis); en suma, se hace historia.
los objetos naturales logra así convertir a la misma, aunque inevitable, siempre perfectamente El gran interrogante que dichas filosofías dejan planteadas, pero que, sin
definible y comprensible en sus fundamentos últimos, puesto que no tienen un origen histórico,
no son algo «instituido», sino algo dado, que hunde sus raíces en un plano de determinaciones
embargo, son ya incapaces de abordar, es, no cómo el dato puro penetra el
innatas genéricas. ámbito simbólico, sino cómo lo hace también ese otro elemento que se hurta

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a toda figuración, que escapa radicalmente al campo de lo concebible en el resultaría destructivo de los mismos. Ello es así porque esta tarea de socava-
interior de un determinado horizonte de sentido y obliga a trastocar el mismo miento del suelo de evidencias inmediatas que lo sostienen no nos devolverá
para dar cuenta de él (cómo se produce lo que podemos llamar, retomando ya a un punto de origen pleno de sentidos, esa trama primitiva de intenciona-
la terminología de Peirce, una «abducción explosiva», esto es, los modos de lidades a partir de la cual se articula un mundo, sino, por el contrario, llevará
figuración-institución de lo inconceptuable como tal). a remover aquello que resulta impensable dentro de sus marcos, inasimilable
Así, aquel primer desplazamiento inducido por las filosofías fenomenoló- para él: la radical contingencia de su propia institución, ese vacío de sentido
gico-neokantianas, que constituye, en verdad, su proyecto último (traspasar que se encuentra en su mismo centro, que lo habita en su interior, tiñendo ine-
el plano de los sistemas conceptuales para remitirlo a los procedimientos fi- vitablemente de precariedad toda horizonte de comprensión que se despliega
gurativos primitivos que, al investir significativamente la realidad, permiten a partir de él. Llegamos así a una visión ya mucho más «fuerte» respecto de la
conceptualizarla), terminaría, sin embargo, conduciendo a un replanteo más temporalidad de las formaciones conceptuales y permite comprender por qué
radical que abrirá las puertas a una visión de la temporalidad de la historia estas no pueden nunca fijar su contenido semántico; busca revelar aquello que
intelectual que escapa ya de los marcos de dichas filosofías. En efecto, aque- subyace a las vicisitudes de sus desplazamientos significativos y explica, en
llo que excede el mundo de la vida y trastoca los horizontes de inteligibilidad última instancia, por qué éstos se producen.
que él instala ya no se situará más allá del propio plano simbólico; no nos De acuerdo con esta perspectiva más «fuerte» del origen de la tempora-
remite a una instancia puramente externa a él. En definitiva, esta ampliación lidad en la historia intelectual, si los conceptos no pueden nunca estabilizar
del campo simbólico que ellas producen permitirá finalmente volver temati- su contenido semántico no es porque cambien históricamente. Esto tiene im-
zables esos puntos de contacto en que ese residuo de facticidad que impide la plícito el supuesto de que la contingencia, el cambio histórico, es ella misma
clausura lógica de dicho campo se introduce en él formando parte constitutiva algo contingente, una circunstancia que bien podría no ocurrir, aún cuando
suya. El objeto de la teoría de la inconceptualidad, aquello que metáforas, en los hechos siempre lo haga; es decir, que si no fuera porque ciertos sujetos
mitos y otras formas no conceptuales de figuración simbólica de la realidad introducen eventualmente nuevas definiciones de los conceptos, éstos bien
permiten tematizar, no es exterior al lenguaje (algún sujeto que introduce podrían preservarse indefinidamente; no hay nada en ellos que explique por
desde fuera de él nuevo conceptos o definiciones de los mismos) ni tampoco qué desestabilizan su significado y eventualmente sucumben; al igual que en
por entero interno a él (lo que daría como resultado la mera recomposición las ideas para la tradición de Ideengeschichte, no existe tampoco en ellos un
de los elementos disponibles en el propio horizonte dado), sino una especie principio de historicidad que les sea inherente. Por el contrario: si los concep-
de «exterior constitutivo», un elemento que pertenece al universo de realidad tos cambian históricamente es porque no pueden fijar nunca su objeto. Es esta
simbólica pero que no tiene un valor positivo dentro de él, sino que señala un precariedad semántica de todo régimen de discurso, que determina el carácter
punto de fisura inherente suyo, un lugar vacío que exige ser llenado de sentido siempre contestable de sus categorías nucleares, la que hace eventualmente
por medios figurativos, sin poder nunca lograrlo completamente (lo que hace posible su impugnación. Es ello, en fin, lo que la historia de conceptos no
de la ambigüedad semántica de sus modos de expresión algo no contingente, puede ya alcanzar a pensar y que abre el terreno a lo que Blumenberg llama
que no resulta meramente de las condiciones fácticas de su articulación, sino una teoría de la inconceptualidad.
que constituye su prestación esencial).
En tanto que lugar de inscripción de aquello que lo excede, se encuentra
así en una situación de pliegue (interior y exterior al mismo tiempo), por lo
que su designación obliga a torsionar el lenguaje. De allí el carácter pertur-
bador de las metáforas. En contra de lo que postulaba toda la línea de pen-
samiento que arranca con Husserl y llega, incluso, hasta Lévi-Strauss,40 la
suspensión de las cristalizaciones semánticas empíricas y la reactivación de
ese sustrato preconceptual de pensamiento que sirve de fuente para la produc-
tividad del lenguaje, lejos de servir para revigorizar los horizontes de sentido,

40 Véase nota 20.

Res publica, 25, 2011, pp. 227-248 Res publica, 25, 2011, pp. 227-248
8 Los «momentos conceptuales».
Una nueva herramienta para el estudio
de la semántica histórica1

Gonzalo Capellán de Miguel

1.  Introducción: los «momentos conceptuales» y los «tipos ideales»


weberianos

El objetivo del presente trabajo es mostrar la validez y utilidad de una


clase de «tipo ideal» que denomino «momento conceptual», para la in-
vestigación, interpretación y exposición de fenómenos pertenecientes
al territorio de la historia de los conceptos. Mientras que la validez se
argumentará razonando la legitimidad de la construcción del tipo ideal,
la utilidad se demostrará ejemplificando su aplicación al concepto con-
temporáneo de «opinión pública», cuyas transformaciones quedarán es-
tablecidas por la sucesión de una serie de «momentos conceptuales» de
contenido y sentido específicos.
En definitiva, se trata de ver cómo se relacionan en la historia dos de
sus dimensiones esenciales, la semántica y la temporal. Para ello se pre-

1
Este trabajo se inscribe en un proyecto de investigación «Los momentos históricos de la
opinión pública», financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (HAR2009-08461).
El primer borrador de este texto se presentó en la International Conference on the His-
tory of Concepts (Londres-Oxford, septiembre 2009). Posteriormente recibió sugerentes
comentarios por parte de Kari Palonen y Javier Fernández Sebastián. La redacción final
del artículo se ha visto enriquecida con la discusión sobre los tipos ideales de Weber y los
comentarios de Juan Luis Fernández.
196 Gonzalo Capellán de Miguel Los «momentos conceptuales» 197

tende acuñar una categoría analítica, momento, que combina los cam- con esta visión el tipo ideal se presenta como un constructo intelectual
bios semánticos dominantes de un concepto con los periodos tempo- que, mediante el realce unilateral de algunos rasgos a partir de las pre-
rales que los delimitan y los contextos en que se producen. Es decir, ocupaciones y preguntas del investigador y el contraste de nuestro co-
precisar la relación entre cambio histórico y cambio semántico en cada nocimiento teórico sobre el mundo con el material empírico, nos ayuda
concepto concreto. a entender un fenómeno de la cultura como «individuo histórico». Así,
En el modelo de análisis que aquí se propone, ese momento puntual este método permite al historiador hablar de «individuos» tales como el
coincide con un tiempo de importantes cambios en una determinada co- Renacimiento, la Reforma o la Revolución francesa. Frente a la mera in-
yuntura histórica y en un ámbito concreto (político, social, ­económico, tuición de formas a la que ingenuamente aspiraba el historicismo derivado
científico…), cuyo resultado es una mutación de la semántica de un con- de Humboldt y Ranke, la propuesta constructivista weberiana ofrece la
cepto. Ese momento de aceleración temporal genera una polémica en posibilidad de formar un «cuadro conceptual unitario» que sirve como
torno a los significados de un concepto fundamental que se resuelve un modelo con el que cotejar y medir la realidad.
con un cambio en su sentido dominante, cuya impronta se prolonga en Así, cuando nos referimos a un momento conceptual de un concepto
el tiempo hasta que un nuevo «momento» altera esa tensión semántica X (por ejemplo, «el momento sociológico» de la opinión pública), estamos
inherente a los conceptos fundamentales. Es en ese sentido que cada postulando un tipo ideal que nos permite comprender con más claridad
momento prolonga su duración en el tiempo más allá de su naturaleza un material empírico complejo al que asignamos perfiles definidos en
temporalmente fugaz, debido a que el desplazamiento semántico que comparación con otras circunstancias anteriores y/o posteriores de la mis-
origina y que se impone como socialmente dominante perdura durante ma serie (el «momento político» o el «momento mediático»; véase tabla 1,
un periodo variable de tiempo. infra). Ese tipo ideal satisface los tres requisitos epistemológicos de Weber:
Como resultado de ello, se desprende un marco de compresión de (i) nace de una selección de rasgos guiada por la pregunta del historiador
los conceptos en su evolución histórica, así como una categoría útil para de los conceptos; (ii) es coherente con nuestro saber ­nomológico –en
caracterizar y delimitar las fronteras de los estratos semánticos kose- sociología, economía o semiótica–, y (iii) es susceptible de confrontarse
lleckianos. con los datos empíricos para testar su fecundidad interpretativa.
La tarea preliminar, por tanto, se centra en justificar las nociones de Ahora bien, si el «momento conceptual Xa del concepto X» puede
«tipo ideal», «momento» y «concepto», en el marco de una metodología ­clara y legítimamente comprenderse como un tipo ideal weberiano desde
de historia conceptual que pretende ser clara desde un punto de vista el mismo instante en que sustituimos las variables por valores concretos, la
epistemológico, así como distinta desde la perspectiva lingüística. propia noción de «momento conceptual» nos plantea la reflexión de cuál
La categoría hermenéutica de un «momento conceptual» cualquiera es su estatus epistemológico. En principio, parece que «momento con-
se ajusta al «tipo ideal» definido ya en 1904 por Max Weber2. De acuerdo ceptual» define la clase de todos los «momentos conceptuales» que como
herramientas hermenéuticas se utilizarían en el campo de la historia de los
2
Ensayos sobre metodología sociológica, Buenos Aires, Amorrortu, 2006, pp. 39-101. Véase conceptos. No es, por tanto, ella misma un tipo ideal, sino un concepto
también Gunther Roth y Wolfgang Schluter, Max Weber’s Vision of History, Berkeley, genérico. Así, «el momento sociológico del concepto de opinión públi-
University of California Press, 1984, pp. 195 y ss. Y el «estudio preliminar» de Joaquín
Abellán a Max Weber, La «objetividad» del conocimiento en la ciencia social y en la política ca» es un tipo ideal historiográfico, temporalmente ubicado y que, en
social, Madrid, Alianza, 2009. su género, está incluido en la clase de todos los tipos ideales que puedan
198 Gonzalo Capellán de Miguel Los «momentos conceptuales» 199

denominarse «momento conceptual», pero sabiendo que tal conjunto no vado para indicar «fuerza» o «impulso», y en otras lenguas se emplea, a
es él mismo un tipo para describir un individuo histórico, sino un género partir de esta idea, como término técnico en las ciencias físicas. En ellas
aplicable a multitud de procesos intelectuales diferentes. el «momento» es la propiedad por la cual una fuerza tiende a generar un
movimiento de rotación de un cuerpo alrededor de un punto o de un eje.
La aplicabilidad efectiva de dicho género «momento conceptual» pro-
viene de las implicaciones teóricas presupuestas por ambos términos Esta breve referencia nos indica que, desde el campo original de «mo-
de la categoría «momento» y de «concepto». Su análisis es necesario vimiento», la noción de «momento» se ha bifurcado en un vástago tempo-
para verificar que resulta legítimo proponer una clase de tipos ideales ral y en un vástago dinámico («el momento de inercia»). Nuestra categoría
encaminados a combinar, en la investigación histórica, las dimensiones de «momento conceptual» reúne de nuevo las capacidades originarias de
semántica y temporal. momentum, y las reconstituye para darles valor hermenéutico.
Comenzando por «momento», el término nos remite al sentido más Respecto al término «concepto», remite a dos problemas fundamen-
inmediato y usual de la voz latina momentum, que era el de «movimien- tales de la historia de los conceptos. En primer lugar, al hecho de que la
to». Sin embargo, en las lenguas modernas occidentales se ha venido es- investigación histórica tiene que aclararse ante las cuestiones teóricas de
pecializando, a partir de usos suplementarios ya existentes en la historia la semántica y la semiología, ya que ha elegido como objeto los signifi-
del latín, como un «movimiento de tiempo». Así, momento (español, cados y sus desplazamientos. Y, en segundo lugar, que tiene que elegir
italiano) y moment (inglés, francés, alemán) significan esencialmente un entre un enfoque weberiano en el que comprensión y explicación resultan
intervalo relativamente corto de tiempo. Otro uso, que ya estaba presen- complementarias, y un enfoque puramente dialéctico o hermenéutico
te en la civilización romana, era el que explotaba la vertiente dinámica que atiende sólo a la comprensión. Dicho de otro modo, si se aspira a
–y no la temporal– del término momentum3. Así, el inglés lo ha conser- entender la evolución de los conceptos desde su propio desarrollo ideal o
si se prefiere completar este análisis abordando la relación de los concep-
3
Esta acepción es la que puede percibirse en el uso del término aplicado por Kari Palonen en tos con los fenómenos sociales, económicos y políticos, perspectiva esta
su libro The Politics of Limited Times. The
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Rethoric of Temporal Judgment in Parliamen- última que aquí adopto y que ofrece mayor interés para el historiador
tary Democracies, Nomos, Baden-Baden, 2008. En su análisis de «la “temporalización”
al anteponer a la dialéctica conceptual una interacción dialéctica entre
de los conceptos y las experiencias y su implicación para la política» de las democra-
cias parlamentarias, Palonen detecta una clara ruptura con el pasado y el surgimiento re- plano lingüístico y realidad extralingüística.
currente de una experiencia temporal distinta relacionada con «un futuro abierto» que
exige «una visión diferente de los estratos del tiempo» que ofreció Koselleck en su clá- Adoptando esta segunda dialéctica, es decir, la más próxima a la com-
sico volumen Zeitschichten publicado en el año 2000 y parcialmente traducido al español plementariedad weberiana, entonces responderemos a esos dos proble-
como Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia, Barcelona, Paidós, 2001; otros de
mas esenciales de la Begriffgeschichte aceptando, con Wittgenstein y sus
los ensayos los tradujo F. Oncina bajo el título Aceleración, prognosis y secularización,
Madrid, Pre-Textos, 2003. Precisamente Palonen propone una tipología de estratos se- continuadores, que el significado de los términos está siempre en función
mánticos que pretende huir de las discusiones sobre el tiempo dominantes, que suelen del «juego de lenguaje» en el que se integran y se usan4. Esto quiere de­
ser «normativas y ahistóricas». Es dentro de esa tipología de «tiempos políticos» donde
Palonen inserta el término «momento de la democratización» como un periodo-fuerza
donde la construcción de los regímenes democráticos y parlamentarios altera los tiempos los estratos semánticos y los del tiempo, puede ponerse en relación con los «momentos
de la política (pp. 13-15). Para Palonen las «políticas parlamentarias democratizadas… conceptuales».
marcan un momento histórico (historical momentum) de politización del tiempo y de 4
Ludwig Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, Barcelona, Altaya, 1999. Para una aplica-
temporalización de la política» (p. 16). Aunque en un sentido diferente, esta recuperación ción de la teoría de Wittgenstein en el contexto aquí tratado, puede verse Hanna F. Pitkin
de la doble impronta física y temporal del término «momentum», y la confluencia entre y Ricardo Montoro Romero, Wittgenstein: el lenguaje, la política y la justicia: sobre el
200 Gonzalo Capellán de Miguel Los «momentos conceptuales» 201

cir que la semántica (teoría del significado) depende de la pragmática minados, son de uso más restringido y es como si orbitaran o girasen en
(teoría de la relación entre los signos y los usuarios), y que por tanto torno al centro gravitatorio semántico.
el momento fundante del análisis lingüístico no es la asignación indi- Esta imagen nos recordará que la mayoría de los conceptos que es-
vidual de definiciones a los términos, sino la asignación colectiva e in- tudia el historiador de los conceptos –incluidos los de la historia de las
teractiva de un conjunto de usos semánticos a dichos términos5. En el ciencias– no son comprensibles en una definición axiomática unilateral,
«juego de lenguaje» del físico, momentum refleja un fenómeno inercial, sino en un estudio de los usos protagonizados por los hablantes. Y como
mientras que en el «juego de lenguaje» de nuestra vida cotidiana, mo- estos usos son respuestas a la dinámica de la experiencia humana que a
mento significa un instante puntual en la idealizada línea del tiempo, es través de ellos se comprende y desarrolla a sí misma, estamos hablando
un momentum temporis. Esta posición permite comprender los cambios de usos históricos, diacrónicos y que se desplazan.
conceptuales como cambios sociales. Por ejemplo, el análisis de Koselleck
A partir de esas premisas podemos abordar el problema de la com-
sobre la transformación del concepto de «historia» a partir del último
plementariedad weberiana, una perspectiva que merece ser restaurada
cuarto del siglo xviii nos enseña que un mismo significante (­Geschichte)
en el sentido de hacer honor a la interacción entre cultura y sociedad.
amplía o varía su nube de significaciones asociadas debido a que los
No habría cultura sin sociedad, ni sociedad sin cultura (porque nuestra
usuarios emprenden un juego de lenguaje en el que una «historia» ya no
sociedad se basa en la comunicación de significados para afrontar los
es simplemente un relato o una vita, sino el propio proceso temporal de
retos del entorno). En el terreno de la historia de los conceptos, esto
la civilización, entendido como un curso progresivo dotado de un futuro
significa examinar cómo los desplazamientos de la «nube de significa-
abierto y disponible6.
ción» obedecen no sólo a una dialéctica filosófica, sino a luchas sociales
En definitiva, podemos decir que la identificación del campo semán- por los significados, y que con ello se insertan no sólo en la autointer-
tico de un concepto en una etapa histórica dada tiene que efectuarse pretación científica o filosófica de las relaciones sociales, sino también
tratando de reconstruir las reglas del juego de su utilización. en la autoexposición retórica y política de partes en conflicto. Pues no
sólo las riquezas o los poderes son objeto de deseo y enfrentamiento,
Por otra parte, debemos entender dicho campo semántico no como
sino también el propio lenguaje (de ahí la lucha por la apropiación de los
un círculo cerrado, sino como una nube, más densa en su zona central y
conceptos que evidenciamos en la historia).
más rarificada en su periferia, de los usos referenciales. Muchos sentidos
de un concepto son afines y se ubican en un centro de familiaridad; sin Por último, muchas de las regularidades probabilísticas que afec-
embargo otros sentidos, por ejemplo metafóricos o de idiolectos deter- tan a las relaciones sociales han venido, paradójicamente, a coincidir con
los enfoques de Wittgenstein. Si el lenguaje son «juegos de lenguaje»,
significado de Ludwig Wittgenstein para el pensamiento social y político, Madrid, Centro también la «teoría de juegos» ha venido desarrollando modelos ma­
de Estudios Constitucionales, 1984; y, más recientemente, la obra colectiva coordinada temáticos de interacción para predecir o explicar coaliciones políticas,
por Luis Fernández Moreno, Para leer a Wittgenstein: lenguaje y pensamiento, Madrid,
Biblioteca Nueva, 2008.
estrategias de parentesco, trayectorias empresariales, etc. Estos modelos
5
Vid. Samuel Manuel Cabanchik, «Facticidad del significado y exigencia comunitaria en la hacen compatible el internalismo de los conceptos con una estructura
filosofía del último Wittgenstein» y Manuel García Carpintero, «La pluralidad del signi- de intereses sociales que compiten o cooperan en escenarios deter­
ficado», ambos en Para leer a Wittgenstein…, op. cit. (pp. 233-254 y 255-292).
6
R. Koselleck, Historia/historia, Madrid, Trotta, 2004. Traducción de A. González Ramos, minados de la vida social, orientándose a unos u otros resultados más
de la voz «Historia» del Geschichtliche Grundbegriffe. probables.
202 Gonzalo Capellán de Miguel Los «momentos conceptuales» 203

Así, por un lado, todo cae bajo la metáfora del juego; en compen­ relaciones sociales existentes, que el concepto estructura pero de la cual
sación, ese juego no es puro y libre decisionismo de los agentes, sino es también resultado. Entiendo que con esto hay una base de justificación
una interacción estructurada donde, por expresarlo con una idea de suficiente para plantear la validez de esta clase de tipos ideales, que ponen
­Tocqueville, los hombres se empujan unos a otros más allá de sus de- en nuevo plano usos diversos del término «momento», como los manifes-
signios iniciales. Y esa estructura de la interacción entre ellos mismos y tados por John Pocock en El momento maquiavélico, Pierre Rosanvallon
con el entorno requiere comprobación estadística e imputación causal en El momento Guizot o Kari Palonen en momento weberiano8.
de alguna manera, como Max Weber quiso, y no sólo una Verstehen de El primer autor aplicó el término «momento» al pensamiento de
significados culturales. Maquiavelo en el contexto del Renacimiento italiano y su posterior in-
Teniendo en cuenta todo lo anteriormente expuesto, podemos efectuar fluencia o revival en el pensamiento político inglés y americano de los
una síntesis o reconstitución de los argumentos desarrollados. Si quere- siglos xvii y xviii (por tanto, en un sentido asincrónico y diferente al que
mos recoger de «momento» su doble faz de temporalidad y fuerza, y si aquí se da a los momentos conceptuales)9. En el segundo caso, Rosan­
queremos recoger de «concepto» su sentido pragmático en una perspec- vallon utiliza el término «momento» con un espesor temporal que abarca
tiva de cultura-sociedad, entonces vemos cómo «momento conceptual» a todo el siglo xix, y singularizando las ideas que caracterizan a toda la
es una clase de tipos ideales perfectamente explorable como herramien- generación de liberales que marcan su impronta en Francia en la persona
ta en investigaciones de Begriffgeschichte. Un «momento conceptual» de Guizot. En ese último sentido se aproxima a la idea de Pocock, a la
­cualquiera es un tipo ideal que singulariza un ‘individuo histórico’ con que claramente evoca –y remite– en el título de su obra. Para Rosanvallon
rasgos seleccionados desde el interés investigador. Ese tipo ideal hace lo fundamental es que en todo ese periodo (temporalmente mucho más
honor al desplazamiento temporal del significado, pero también a su largo que el punto concreto al que literalmente pudiera remitir la palabra
fuerza gravitatoria en un momento dado, a su presencia hegemónica en la «momento»), es la coincidencia de toda una serie de pensadores y actores
zona densa de la «nube de significación» que acompaña al significante a principales en tres ideas clave: «terminar la revolución, construir un go-
lo largo de las décadas y los siglos. Esta fuerza gravitatoria no es un mero bierno representativo estable, y establecer un régimen fundado sobre la
desplazamiento ideal –aunque también es esto–, sino el resultado de las Razón que garantice las libertades»10. En el caso de Palonen, el momento
luchas sociales por los sentidos, es decir, las luchas por la autointerpre- weberiano remite a una nueva conceptualización de la política donde la
tación de la vida humana en sociedad, y adicionalmente de la evolución, contingencia se convierte en característica constitutiva de su acción. Ese
al hilo de estas dinámicas sociales, de los espacios de comunicación,
cuya importancia mostró de forma pionera Jürgen Habermas en su tesis 8
Kari Palonen, Das ‘Webersche Moment’. Zur Kontingenz des Politischen, Wiesbaden, West-
doctoral de principios de los años sesenta7. deutscher Verlag, 1998. Pierre Rosanvallon, Le moment Guizot, París, Gallimard, 1985; John
Pocock, The Machiavellian Moment: Florentine Political Thought and the Atlantic Republi-
Entonces, «momento conceptual» es una fase determinada en el despla- can Tradition, Princeton (NJ), Princeton University Press, 1975. Hay edición en castellano:
El momento maquiavélico. El pensamiento político florentino y la tradición republicana
zamiento de las significaciones de un concepto, que muestra la preferencia atlántica, Madrid, Tecnos, 2002. Al respecto puede verse Dominique Poulot, «The Birth
de los usuarios por unos sentidos hegemónicos a partir de la dinámica de of Heritage: “le moment Guizot”», The Oxford Art Journal, n° 11 (2), (1988), pp. 40-56.
9
Según la explicación del «término moment» que el propio Pocock ofrece en su «Introducción
a la edición española de 2002», p. 75. Sobre este aspecto puede verse Vickie B. Sullivan,
7
Vid. Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida «Machiavelli’s momentary “Machiavellian Moment”», Political Theory, vol. 20, n° 2 (mayo
pública, Barcelona, Gustavo Gili, 1982. Traducción de la publicación en alemán de la tesis de 1992), pp. 309-318.
de Habermas bajo el título Strukturwandel der Öffentlichkeit en 1962. 10
Rosanvallon, Le moment Guizot…, op. cit., p. 26.
204 Gonzalo Capellán de Miguel Los «momentos conceptuales» 205

momento que se hace evidente en –y a partir de– la obra de Weber, se relación a unas estructuras y un vocabulario político nuevo, donde se
combinará con la fuerza del termino Momentum que Palonen desarrolla inserta en una red más amplia que no puede entenderse sin la referencia
posteriormente para referirse a la especial relación entre política y tiempo a términos como gobierno representativo, parlamentarismo, libertad de
que caracteriza al «momento de la democratización» (véase nota 3, supra). imprenta o soberanía popular. Eso supone una ruptura con el modo
Una vez señalados esos usos precedentes, aunque muy distintos, de de concebir la opinión pública previamente, cuando aparece por primera
la noción de momento en la historia de los conceptos y el pensamiento vez la expresión, donde domina el significado moral que la relaciona con
político, se trata de mostrar la valía de estos tipos ideales en la compren­ el mundo del honor, la honestidad o la «fama», apareciendo relacionada
sión del material histórico concreto. Y se hará examinando los despla­ con términos como virtud o calumnia.
zamientos semánticos del concepto de «opinión pública» en un amplio Aquí entra en juego una segunda consideración en torno a la noción
periodo de tiempo que va desde el siglo xviii hasta la actualidad. de momento y es que, además de su naturaleza histórica, temporal, se
caracteriza por una serie de aspectos que conforman el marco adecuado
2.   Los «momentos» en la historia de un concepto para entender un concepto en su nueva dimensión, en su nuevo momento.
En este caso, todas las peculiaridades del marco político que caracteri-
En este breve repaso histórico se pretende llamar la atención sobre el zan y fijan la semántica del concepto opinión pública. Por eso en cada
hecho de que cada concepto en su historia experimenta cambios funda­ momento podemos caracterizar un concepto. Por tanto, los momentos
mentales en un periodo concreto y por unas razones y circunstancias tienen un contorno tanto temporal como semántico, tanto histórico como
particulares que explican las alteraciones lingüísticas, tanto léxicas ­como conceptual. Y este marco varía de concepto en concepto, y ofrece una
semánticas. Esos cambios son los que nos permiten diferenciar una se­ cronología diferenciada para cada caso, o, expresado de otra forma, los
rie de «momentos» en la intrahistoria de cada concepto fundamental. momentos se producen en puntos cronológicos diversos, singulares, para
­Momento tiene en esta propuesta un significado y relación evidentes con cada concepto y en muchos casos fuera de –y al margen de– la Sattelzeit.
el tiempo, como categoría tan compleja como esencial para una historia Así, el tercer momento conceptual de opinión pública se produce a finales
del pensamiento político en general y para la historia de los conceptos
del siglo xix y por una revolución no política, sino en las ciencias sociales.
muy en particular (también tiene relación con otro concepto complejo,
«contexto» sobre el que no es pertinente detenernos aquí). En este primer Y la última y muy importante consideración a tener en cuenta sobre el
sentido el momento es histórico, temporal y refiere al periodo de tiempo término momento es que su desplazamiento por otro momento no lo ­hace
en el que se produce el cambio de significado dominante de un concepto. ­desaparecer completamente. En ese sentido sí hay una cierta pervivencia
Es decir, que ese mo-mento tiene fronteras cronológicas más o menos de­ temporal más allá del periodo histórico en el que surge y se consolida un
finidas, una por el inicio de esos cambios y otra por su periodo de plena momento, y se parece al momento maquiavélico. Volviendo al ejemplo,
vigencia antes de que nuevos cambios modifican la semántica del concep­ hacia 1875-1880 diferentes autores europeos empiezan a hablar de una
to hasta tal punto que se pueda definir un nuevo momento del mismo. nueva dimensión científico-social de la opinión pública, a la par que
En el caso que nos ocupa, por ejemplo, el momento político de la opi­ indagan en su naturaleza desde nuevos supuestos con rigor académico.
nión pública se iniciaría a finales del siglo xviii cuando el sentido moral Gabba en Italia y Holzendorff en Alemania, Tarde en Francia o Posada en
de la expresión empieza a estar tan connotado de significados políticos España reflejan ese nuevo momento del concepto, que ya no podría enten-
que durante la primera mitad del siglo xix no podrá entenderse sino en derse sin la perspectiva psicosocial y sociológica que le presta el desarrollo
206 Gonzalo Capellán de Miguel Los «momentos conceptuales» 207

de las ciencias sociales. Ello no quiere decir que ya no se entienda nunca caso el sociológico, en el que el sujeto de la opinión pública ya no es la
más en su dimensión política el concepto o que en el discurso político no nación política, o el pueblo, tanto con la nueva realidad, el nuevo sujeto
aparezca en ese sentido político, que lo hará. Ese momento político, de la opinión, que suele identificarse en los autores de la época con el
anteriormente dominante, pasa a constituir uno de los estratos semán- término «sociedad», por mencionar sólo uno de los aspectos que hace
ticos del concepto, cuya capa seguirá vigente con diferente espesor a lo visible el nuevo momento. Así, este tiempo conceptual jalona el tiempo
largo del tiempo. Por ejemplo, el sentido moral que caracterizó su primer histórico y va prestando comprensión a los conceptos.
momento volvió a estar presente en la literatura y el teatro español del Esos momentos históricos en los que se producen los cambios en un
siglo xix, donde la opinión pública se entendía en el contexto de la con- determinado concepto tienen además la peculiaridad de que no son necesa-
ducta del individuo y el juicio público –moral– sobre ella, en el contexto riamente sincrónicos con los cambios en otros conceptos y que pueden no
de la virtud, la maledicencia, los rumores, la difamación y finalmente coincidir siquiera con la Sattelzeit koselleckiana. Ciertamente los momentos
la calumnia11. Y cuando el concepto comienza a verse dominado por el que se definen por una cronología o un marco histórico concreto no impli-
sentido que el protagonismo de los medios de comunicación estaba ad- can que el concepto posea una semántica única en ese momento, sino que
quiriendo en la sociedad de masas, en los años veinte del siglo xx, uno de hay un significado dominante y característico que lo define, pero que con-
los autores que más influyó en difundir ese nuevo significado mediático vive siempre con significados de momentos anteriores (los situados en esa
de la opinión pública, el periodista estadounidense Walter Lippman, se parte menos densa, más periférica de la nube, según el símil ­anteriormente
enzarzaba en un gran debate con el filósofo John Dewey acerca de las empleado) y de otros que ya se anuncian en el horizonte hasta que ­ante
relaciones entre opinión pública y democracia, continuando una línea una nueva coyuntura el cambio conceptual adquiere tal importancia que
del momento político que había pervivido durante la etapa anterior en podemos hablar de un nuevo momento. La virtud de esta noción de «mo-
los textos de James Bryce sobre la opinión pública y el gobierno popular mentos conceptuales» estriba en que permite una aproximación específica
en los EEUU (muy difundidos en su Reino Unido natal, en Francia y a cada concepto y su evolución histórica, devolviendo al análisis historio-
España). Igualmente, en pleno apogeo del momento mediático, los debates gráfico un papel esencial dentro de la historia de los conceptos. También
sobre la democracia deliberativa se reabrieron y han cobrado renovada resulta útil al poner de manifiesto la diversidad de momentos históricos en
fuerza y actualidad en el contexto de la revolución en las tecnologías de los que se producen cambios conceptuales, así como su variabilidad para
la información y la comunicación (que a mi juicio, lejos de quebrar ese cada concepto. Además, puede ser de gran ayuda para concretar y carac-
momento mediático lo han reforzado, al disponer de nuevos medios más terizar los principales periodos de cambio en la historia de cada concepto,
capaces aún de ejercer ese dominio y control de la opinión)12. al definir con precisión cada estrato semántico depositado en el tiempo.
Pero lo que sucede es que el concepto se transforma y adquiere nuevas Si bien tomaré como caso de estudio un concepto que puede consi-
significaciones que hacen preciso hablar de un nuevo momento, en este derarse fundamental, «opinión pública», quisiera previamente ilustrar
esta reflexión introductoria con unas muestras que permiten comprobar
11
Para cómo ese momento moral se hace sentir incluso en el proceso de plena politización la diversidad y variabilidad de los momentos de cambio semántico y su
del concepto durante la Revolución francesa, vid. Charles Walton, «La opinión pública y
la política patológica de la Revolución francesa», Ayer, 80 (2010), pp. 21-51. relación con acontecimientos históricos específicos en cada caso.
12
Sobre este particular, véase Víctor Sampedro Blanco y Jorge Resina de la Fuente, «Opi-
nión pública y democracia deliberativa en la sociedad red», en Historia, política y opinión Un primer ejemplo puede venir de la serie de cambios lingüísticos
pública…, op. cit., pp. 139-162. registrados en el ámbito socioeconómico, fruto de la «revolución indus-
208 Gonzalo Capellán de Miguel Los «momentos conceptuales» 209

trial» o del primer proceso de industrialización europeo, si se prefiere. que la nueva economía industrial y capitalista estaba generando en la
Es en el contexto de las transformaciones en la estructura económica sociedad. Fue, por tanto, la teoría social de estos autores franceses elabo-
inglesa de finales del siglo xviii, y dentro del proceso paralelo de urba­ rada en los años treinta y exportada después a otros países la que produjo
nización experimentado, cuando en los primeros años del siglo xix apa- el cambio y puso en circulación un nuevo concepto con una semántica
rece un nuevo término en el vocabulario socioeconómico: «pauperism»13. que se adaptó a los distintos contextos nacionales. Así, en España pasó
Procedente de la vieja palabra latina «pauper», que designaba simple- a identificarse con la desamortización de la propiedad territorial impulsa-
mente al hombre pobre –sin más matices ni complejidad semántica–, esta da por el Estado liberal en la década de 1830. Y en Inglaterra y Alemania
innovación léxica respondía a la necesidad de definir las nuevas dimensio- con la cuestión del trabajo o cuestión obrera, que incidía más bien en los
nes y características adquiridas por esa pobreza. Tal y como lo definirían a problemas sociales propios de un marco más urbano e industrializado
lo largo del siglo xix los diccionarios en lengua inglesa, francesa o es- que la España rural del periodo16.
pañola, el pauperismo era un fenómeno extendido a grandes capas de la
Un concepto que se intentó redefinir desde diferentes ideologías, así
población –no a individuos aislados– con carácter permanente y que para
por ejemplo reduciéndolo a una de sus partes, «la cuestión obrera» desde
muchos era algo novedoso y circunscrito a las ciudades14. Éste fue uno
de los primeros debates, ya que pronto se polemizó sobre si el pauperis- la perspectiva socialista. Liberales, socialistas y católicos pugnaron por
mo era la misma realidad de la pobreza ahora designada con un nuevo imponer su concepto de cuestión social y sobre todo las fórmulas para
vocablo o un producto de la modernidad económica. Pero el éxito de la solventar el problema más importante de la época: el temido problema
nueva voz fue tal que en los años veinte ya se utilizaba en Francia y en los social que tanta presencia adquirió en el discurso político europeo de
treinta se introduce en España, surgiendo en Alemania toda una Paupe- finales del xix y principios del xx17. En España, por poner un ejemplo
rismusliteratur15. Si bien este neologismo sirvió para identificar toda una extensible a un debate muy similar en Alemania, Francia o Italia, se
nueva concepción de la dimensión social –y no sólo moral– de la pobreza, distinguía entre la perspectiva socialista de la cuestión social que todo
así como para inspirar decenas de memorias y estudios sobre los reme- lo abandonaba al Estado como agente clave para implantar las políticas
dios al pauperismo a lo largo del siglo xix, pronto daría paso a un nuevo sociales que acabaran con el problema y redimieran al cuarto estado de
concepto surgido en los círculos fourieristas y saint-simonianos france- su penosa situación económica; la visión de la escuela liberal, que con-
ses de los años treinta del siglo xix y plenamente implantado tras los fiada aún en un optimismo economicista, pensaba que el propio mercado
su­cesos de 1848: «cuestión social». Esa fue la expresión que se acabó im- acabaría solventando el problema de forma armoniosa; y el planteamiento
poniendo en la segunda mitad del siglo en Francia, España, Inglaterra o
Italia para referirse al fenómeno de los desequilibrios socioeconómicos 16
Incido en las peculiaridades de la recepción de este nuevo concepto en diferentes marcos
nacionales en mi Enciclopedia del pauperismo. Vol. I. Los nombres de la pobreza, Ciudad
Real, Universidad de Castilla-La Mancha/ECH, 2007. La importancia de los procesos de
13
Samuel Johnson, Dictionary of English Language in which the words are deduced from traducción para llegar a comprender el cambio semántico, así como los procesos de trans-
their originals; and illustrated in their different significations by examples from the best ferencia e interacción como clave para entender los diferentes significados contemporáneos
writers, Londres, Longman, 1818, vol. III. de un concepto en distintos contextos históricos al incorporarse a los distintos discursos
14
Cf. Brockhaus Real-Encyclopädie (1846) y Adolfe-Benestor Lunel, Dictionnaire universel nacionales, es analizada con precisión Jörn Leonhard en su capítulo, incluido en este mismo
des connaissances humaines, París, Magiaty et Cia., 1857-59, vol. III. volumen, sobre «Lenguaje, experiencia y traducción».
15
Hermann Beck, «The Problem: Pauperism and the Social Question in Prussia, 1815-1870», 17
Esa lucha por connotar el concepto con una determinada semántica se recoge muy bien en
en The Origins of Authoritarian Welfare State in Prussia: Conservatives, Bureaucray and el texto contemporáneo del sociólogo francés Louis Garriguet, Question sociale et écoles
the Social Question, 1815-1870, Ann Arbor, The University of Michigan Press, 1995. sociales: introduction à l’étude de la sociologie, París, Bloud, 1909, 2 vols.
210 Gonzalo Capellán de Miguel Los «momentos conceptuales» 211

Conocimiento no racional ni verdadero. Fama, reputación, ho- de los católicos, que creían que la Iglesia y su doctrina de la caridad cris-

Gobierno representati-
vo / soberanía, libertad

control social, encues-

Creación de los medios de comunicación Propaganda, persua-


de imprenta, nación,

Sociedad, multitud,
masas, intelectuales,

de masas que son un poder fáctico capaz sión, públicos, agenda,


de fabricar las agendas de la opinión pú- audiencia, ciberespacio
Conjunto de opiniones arraigadas en la nor, virtud, calumnia tiana, remozada para adaptarse a los tiempos ‘modernos’, seguía siendo
Léxico relacionado

el mejor –y único– bálsamo para hacer frente la moderna cuestión social.


En ese marco se producirá a finales del siglo xix un nuevo momento del

democracia
concepto, como resultado de la poderosa acción social de la Iglesia que
tiene un hito de referencia en la Encíclica Rerum novarum de León XIII.

tas
El movimiento social católico derivado de esa doctrina se extendió por
Europa y América, adquiriendo tal fuerza que fue capaz de consolidar
comunidad que juzgan la conducta de los
individuos que se desvían de los valores

sirve de única fuente de legitimidad per-

predomina un instinto irracional y pasio-


nal de las masas que genera temor y que
puede y debe ser científicamente medible
y predecible y políticamente controlado

diferentes grupos de interés que dominan

está por encima incluso del poder polí-


tico que se ve necesitado de una perma-
ción francesa / libera- pueblo que se expresa libremente y que

Ciencias sociales / so- Sentir y actuar de la sociedad en la que

los medios quieran marcarle (este poder


blica y conducirla por la senda que los
Ilustración / Revolu- Poder de la voluntad de la nación o el

un nuevo sentido dominante en el concepto «cuestión social» en España,

nente transacción con los medios)


México o Chile18.
manente y guía al poder político
Semántica dominante

3.   Los momentos de la opinión pública

La historia del concepto opinión pública se desarrolla desde su primera


formulación en términos modernos, a finales del siglo xviii, hasta el pre-
Tabla 1.   Los momentos conceptuales de la opinión pública

sente, donde la encontramos convertida en un fenómeno inseparable de


vigentes

la sociedad mediática y globalizada plenamente dibujada ya al iniciarse


el siglo xxi. A lo largo de ese tiempo la realidad poliédrica y cambiante
de la opinión pública incluye aspectos de diferente naturaleza: culturales,
Siglos xvi-xviii Antiguo Régimen-Mo-

I y II Guerra Mundial

de comunicación de
Lippman / Ber- / propaganda y medios

políticos, institucionales, psicosociales, sociológicos, comunicativos…


Contexto histórico

masas: cine y radio


narquía absoluta

sociológico Tarde / Le Bon ciedad de masas

Se trata de un concepto que en los estudios más recientes, atentos sólo


a su realidad de las últimas décadas, ha sido frecuentemente reducido a
una de sus múltiples dimensiones, la sociológica. Sin ignorar que durante
Necker / Hume lismos

buena parte del siglo xx la opinión pública se ha identificado, pura y


simplemente, con los resultados de las encuestas de opinión19, o que para
Cronología/

Chordelos de
Montaigne /
autor(es)

1770-1880s

En una perspectiva transnacional, puede verse cómo para el caso chileno la cuestión social se
Rousseau /

18
Momento 1890-1900

1930-1940

introdujo en la agenda política en el último cuarto del siglo xix, y la impronta que la Iglesia
Laclos

quiso dar al concepto en contraposición a las tendencias socialistas y comunistas a las que
nais

se contraponen claramente en el marco del proceso de industrialización y desplazamiento


demográfico del campo a la ciudad. Cf. Ana María Stuven, «El primer “catolicismo social”:
un momento en el proceso de consolidación nacional», Teología y vida, vol. XLIX (2008),
mediático
Momento

Momento

Momento

pp. 483-497.
político

19
Vid. Loïc Blondiaux, La fabrique de l’opinion. Une histoire sociale des sondages, París,
moral

Seuil, 1998 y Giorgio Grossi, La opinión pública: teoría del campo demoscópico, Madrid,
CSIC, 2007 [2004].
212 Gonzalo Capellán de Miguel Los «momentos conceptuales» 213

muchas personas la opinión pública se reduce a la opinión publicada, modernas encuestas de opinión, que un individuo declare no saber nada
radiada o televisada, una historia del concepto nos permite distinguir al de la cuestión sobre la que se le interroga no impide que su opinión sea te-
menos cuatro grandes momentos. nida en cuenta. Incluso si confiesa no saber nada al respecto, sus respues-
Momentos que reflejan que la opinión pública es un concepto poli­ tas o hasta los «no sabe / no contesta» también cuentan para el cómputo
sémico. De esa pluralidad de significados, connotaciones y matices que el global del sondeo. Por la misma razón Alberto Lista no admitiría nunca
concepto fue adquiriendo con el paso del tiempo, no se afirma aquí que que la opinión de un individuo aislado, en su casa o paseando por la calle,
alguno –o cualquiera– de ellos tenga ninguna preeminencia, ninguna al que se consulta por teléfono sobre cualquier cuestión –sea o no del
autenticidad o legitimidad exclusiva. En otras palabras, la distinción interés general, de la nación– pueda formar parte de la opinión pública.
de esos momentos no implica una perspectiva normativa al estilo de Cosa que sí es válida para los sociólogos-estadísticos obsesionados con
Habermas para concluir que el concepto de opinión pública propuesto cuantificar la opinión. Y es que entre ambos momentos históricos, para
por los liberales del siglo xix sea –ni deba ser– el modelo ideal que debe ambos agentes el concepto de opinión pública es totalmente distinto
restaurarse hoy. Precisamente el postulado de la historicidad de la opinión y hasta incompatible. De ahí que no podamos emplear el término opi-
pública nos lleva a explicar su naturaleza en cada periodo sin sostener que nión pública como si siempre, para todo el mundo, hubiera significado
uno de ellos sea el mejor o el que deba regir en nuestra concepción actual lo mismo, como si al utilizarlo se refirieran a cosas iguales o parecidas.
del fenómeno. Al contrario. Comprender que la opinión pública lejos de Y ésa es una prevención tan necesaria como útil21.
una realidad perenne, inmutable y unívoca es –y ha sido– algo mutable y Dentro de los parámetros señalados, podemos distinguir cuatro
equívoco, nos lleva irremediablemente a eludir cualquier intención de grandes momentos que grosso modo vive la opinión pública desde su
imponer una definición de la misma. O a buscarla como si fuera un Santo nacimiento hasta la actualidad. Momentos que podemos identificar con
Grial y ofrecer una extensa nómina de ellas, como se obstinaron en hacer diferentes periodos históricos, aunque en realidad cada uno de ellos si-
algunos científicos sociales de mediados del siglo xx 20. gue perviviendo, aunque con una impronta menor, en cada uno de los
Un ejemplo puede clarificar este punto. Para el principal teórico de siguientes. Momentos también que se corresponden con cambios sus-
la opinión pública en la España del primer liberalismo –y de Iberoamé- tanciales en la manera de entender qué es, cómo actúa y quién opina en
rica–, Alberto Lista, quien no sabe no opina. O, lo que es lo mismo, en la opinión pública.
su concepto de la opinión pública no cabe que ésta se forme a partir del
juicio del vulgo ignorante porque no puede haber otro sujeto de la opi- 3.1.   Momento moral-privado de la opinión pública
nión que las clases ilustradas, los sabios. Saber y opinar son dos partes
inseparables de una misma realidad. Pues bien, para los autores de las Así en el primero de ellos –que podríamos calificar de premoderno– do-
mina la concepción moral de una opinión que aún no suele aparecer
Un buen ejemplo de la incomprensión que los científicos sociales, especialmente desde el
20 acompañada de su partenaire léxico, pública. Se trata de una opinión que
campo de la comunicación, han mostrado a la hora de abordar el estudio del concepto, es suele centrarse en cualquier aspecto de la conducta, bien pública, bien pri-
la famosa e influyente obra de Harold Childs, Public Opinion: Nature, Formation and
Role, Princeton (NJ), D. Van Nostradd Company, 1965, donde se acumulan medio cente-
nar de definiciones diferentes para concluir que no hay un acuerdo sobre el significado del 21
Ya puesta de manifiesto con toda claridad hace tiempo, por un autor ajeno a la histo-
concepto y constatar lo imposible –e inútil– de intentar fijar una semántica universalmente ria conceptual, como Vitaliano Rovigiatti, Lecciones sobre la opinión pública, Quito, Cies-
aceptada. pal, 1981.
214 Gonzalo Capellán de Miguel Los «momentos conceptuales» 215

vada, de los individuos a la que otras personas cercanas juzgan (del juicio imposible apellidar a la opinión «pública» en un periodo histórico donde
de ese inapelable tribunal resulta la «fama pública» de cada individuo en ni había una esfera pública, ni una parte significativa del pueblo elevada a
el seno de la sociedad). Este concepto premoderno de la opinión viene a un rango –culto y lector– que pudiera conceptuarse como público. Y si la
expresar casi lo mismo que otros términos como «fama» y tiene que ver Monarquía lo era de origen divino por la misma razón todo adquiría sen-
con la reputación o la honestidad de los individuos. El propio Maquia- tido en aquella sociedad, «por la gracia de Dios». Y por eso resulta igual-
velo, al que con tanta frecuencia como imprecisión suele citarse como un mente imposible encontrar antes de finales del siglo xviii otra cosa que
pionero en usar en sentido moderno el concepto opinión pública, emplea esa opinión en un sentido moral que se inmiscuye en la esfera privada
en sus Discorsi indistintamente los términos «fama, o voce u opinione» de los individuos.
referidas a «il popolo» o asociados a una misma realidad, «pubblica voce Dimensión moral que está presente aún en obras literarias francesas de
e fama»22. Y, en cualquier caso, lo que aparece con toda claridad ya en este finales del siglo xviii donde ya se utiliza el sintagma «opinión pública»,
autor es que la idea de lo que él aún llama una «opinione universale», en como Les Liaisons dangereuses de Choderlos de Laclos. Cuando ya el
ese sentido de tribunal moral por medio del cual la comunidad aprueba concepto moderno y político de opinión pública empezaba a consolidarse
o reprueba la conducta de los individuos, adquiere su fuerza a partir de en Europa, un estudio reciente de Charles Walton ha mostrado con toda
la antigua creencia contenida en la expresión vox populi, vox dei (Ma- claridad cómo, incluso en los periodos de la Revolución francesa donde
quiavelo escribe que «la voce d’un popolo a quella di dio»). se pudo escribir y hablar con mayor libertad, los ataques a los elementos
Esa manera premoderna –y prepolítica– de concebir la opinión pú- que conformaban el armazón de valores morales del Antiguo Régimen –y
blica en un sentido puramente moral está perfectamente definida, según que perdurarán décadas, incluso bajo regímenes liberales– fueron prohi-
Bauer, en la obra de Blaise Pascal. Entendiendo que la opinión pública bidos y duramente penalizados. Es más, sorprende el amplio abanico de
es enemiga de la razón, le otorga un poder que Bauer describirá casi tres aspectos que los revolucionarios franceses consideraron como calumnia
siglos después de manera preclara: «Ella acumula fama en unos y ver- y que dio lugar a los denominados «crímenes de opinión y expresión».
güenza en otros». Preguntándose de manera retórica en ese sentido el Incluso un autor de ideas tan avanzadas en ese campo como Thomas
autor austriaco, «¿Quién distribuye el buen nombre? ¿Quién confiere Paine escribía en plena revolución liberal que la calumnia es «una espe-
respeto y veneración a las personas?»23. cie de traición que debe ser penalizada», definiéndola como «un vicio
privado que produce un mal público». Para comprender ese concepto
Y no debe extrañar que en un tiempo en que la organización política
moral de opinión pública que va a pervivir en la Europa del siglo xix y a
de la sociedad se corresponde con lo que solemos denominar monarquía
encontrar en la literatura diversas formas de expresión, resulta muy útil
absoluta (o Antiguo Régimen, en términos histórico-jurídicos) sea la voz
incorporar a nuestro análisis lo que Walton denomina «cultura de la ca-
de Dios la que presta su fuerza y autoridad a la del pueblo. Tampoco
lumnia y el honor». Un honor que fue entendido en el Antiguo Régimen
la teoría política antigua encontraba otros elementos legitimadores del
como fundamento para una sociedad estable y que condicionó todas las
monarca más allá de los derivados de la religión. Por eso resultaba casi
políticas relativas a la opinión pública posteriormente, en la medida en
que se asumió esa cultura24.
22
Nicolás Maquiavelo, Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Madrid, Alianza,
1987, cap. 34.
23
Wilhelm Bauer, La opinión pública y sus bases históricas [1914], Santander, Universidad de 24
Charles Walton, Policing Public Opinion in the French Revolution, Oxford, Oxford Uni-
Cantabria, 2008, p. 39. Traducción de R. Gabás. versity Press, 2009, pp. 3-8.
216 Gonzalo Capellán de Miguel Los «momentos conceptuales» 217

En el ámbito hispanoamericano se constata una idéntica incardina- no tienen nada que les apoye salvo la opinión». Idea de la que concluye
ción de la expresión opinión pública en «el ámbito de la moralidad», con su célebre sentencia: «El gobierno se fundamenta únicamente en la
y más específicamente su relación con «la rectitud moral». Aun en los opinión». Pero incluso en esta pionera concepción ya puramente política
momentos iniciales del proceso de independencia, y con ello ruptura de del concepto habría que recordar un matiz, y es que Hume dice que esto
los imaginarios tradicionales, Elías Palti constata en diversos escritos sucede tanto en los «gobiernos más despóticos y militares como en los
el significado dominante como un «saber social compartido en que se más libres y populares»26. Este reconocimiento de que la opinión es una
encarna aquel conjunto de principios y valores morales donde descansa fuerza –que además se contrapone justamente a la violencia– muy útil
la convivencia comunal»25. en política a «los pocos» que tienen las riendas del gobierno, se asimilará
posteriormente de manera inequívoca a un tipo de gobierno concreto, al
3.2.   Momento político representativo. De forma que en el siglo xix la moderna opinión pública
es la que constituye uno de los elementos definitorios de los gobiernos
Sería preciso esperar a la llegada de los importantes cambios que en el representativos, también denominados directamente gobiernos de opi-
orden cultural y filosófico traerá la Ilustración, y en el político las revo- nión. Y otro rasgo que va a caracterizar este momento político de la
luciones liberales, para que la opinión pública se adentre en el segundo opinión pública, durante el cual se va modelando el concepto al gusto
de sus grandes momentos. La fertilidad que para el cambio lingüístico del liberalismo imperante, es la definición de un nuevo sujeto.
tuvo este periodo histórico que se desarrolla en el tránsito del siglo xviii
al xix ya fue puesta de manifiesto en su día Koselleck. Tal fue el cam- También en este sentido el cambio sobrevino gradualmente. Lo pri-
bio en todos los órdenes de la vida en aquellos años que el padre de la mero que hicieron los eruditos sobresalientes en el periodo de las luces
­Begriffgeschichte lo consideró como un momento en el que se pusieron en fue despojar a la voz del pueblo de su divinidad. En el caso español el
circulación los principales conceptos que alimentarían el discurso político cambio se percibe nítidamente en la obra de Feijoo. En su Teatro crítico
moderno (Nación, Democracia, Progreso, Opinión pública, etc.). Algu- universal dedicó todo el primer discurso precisamente a dejar claro que el
nos de estos vocablos ya existían con anterioridad, obviamente, pero lo sujeto de esa vox populi no era el pueblo entendido en sentido moderno,
relevante es que tras este periodo de cambios adquirieron un significado positivo, sino en otro más bien despectivo que no duda en denominar
nuevo, politizado y «moderno». como vulgo, y vulgo ignorante. Y ese vulgo, lógicamente, no podía ser
el sujeto de una voz, de una opinión verdadera sino, todo lo contrario,
Pues bien, eso es lo que comienza a suceder al concepto opinión pú- errónea y poco fiable por tanto27. Así comenzó a minarse por su misma
blica en este segundo momento. Así, antes incluso de que la opinión se base, al viejo sujeto de la opinión para sustituirlo con el tiempo por otro
adjetive definitivamente ya como pública, uno de los abanderados del pen- más digno, el público o la nación. De hecho, fue habitual hablar de una
samiento ilustrado, el escocés David Hume en sus Essays, Moral, Political
and Literary (1741) incluye un ensayo, el quinto, «On the First Principles 26
David Hume, Essays, Moral and Political, Edimburgo, A. Kincaid, 1741, p. 49. Hay edición
of Government» en el que ya asigna un significado plenamente político a en español: Ensayos morales, políticos y literarios, Madrid, Trotta, 2011 (edición, prólogo y
la opinión. Y no sólo eso, sino que llega a afirmar que «quienes gobiernan notas de E. F. Miller; traducción de C. Martín Ramírez).
27
Benito Jerónimo Feijoo, «La voz del pueblo», en Teatro crítico universal, tomo I [1726],
disponible en Los Sueltos de Acopos, 1. Una denostación que se producía sobre la base del
25
Elías Palti, «Opinión pública/Razón/Voluntad general», en El tiempo de la política, Buenos desprecio de los ilustrados hacia un conocimiento imperfecto e inseguro (la opinión se
Aires, Siglo XXI Editores Argentina, 2007, pp. 161-165. identificaba con la doxa platónica, frente al conocimiento cierto y racional de la ciencia).
218 Gonzalo Capellán de Miguel Los «momentos conceptuales» 219

opinión pública que en países como la España del xix suponía no todo había convertido en leitmotiv de los ilustrados europeos que hicieron suya
el pueblo, sino una parte de él. Se trataba, pues, de un sujeto consciente- la célebre frase de Kant «atrévete a saber» (sapere aude). El resultado de
mente delimitado por esa parte del pueblo que por capacidad, intelectual esa ilustración del pueblo sería la existencia de un individuo autónomo,
o económica, leía los periódicos, escribía, se reunía en cafés y tertulias con voz propia, capaz de expresar sus ideas públicamente. La realidad
y, finalmente, expresaba su opinión política mediante un sufragio, cen- probó, sin embargo, que el pueblo siguió siendo un menor de edad del
sitario, reducido a esa pequeña parte de la población, muy pequeña en que los que poseían las luces se erigieron en intérprete y portavoz, siendo
términos cuantitativos, por cierto. Y es que, como se encargará de ob- una elite la que se apropió de la voz pública y construyó el discurso de la
servar el Conde Roederer en uno de los pioneros textos sobre la «teoría opinión pública en su beneficio. Y ello es importante porque, como han
de la opinión pública» (1797), la cuestión de la opinión pública se reduce puesto de relieve estudios posteriores, el naciente concepto moderno de
a dos aspectos esenciales: cultura y riqueza de los individuos28. opinión pública fue, antes que «una realidad sociológica preexistente que
se impusiera por sí misma a los líderes políticos», sobre todo «un recurso
Otra transformación fundamental, acaecida en el contexto de la Re-
retórico destinado a crear autoridad política»30. Por tanto, fue un instru-
volución francesa y la contestación frente al absolutismo, fue el cambio
mento al servicio de un nuevo discurso político que pretendía reemplazar
desde las opiniones variadas y heterogéneas del público al singular «opi-
la legitimidad del poder político vigente y sus fundamentos, finalidad
nión pública»29. Los ilustrados tuvieron un concepto cuantitativo de la
para la cual la opinión pública mostró una extraordinaria eficacia.
opinión pública, como si fuera una especie de suma de las opiniones in-
dividuales. Aspecto que quedará superado con la concepción ­cualitativa En buena medida, lo que planteará la filosofía del liberalismo y plas-
propia del liberalismo que antepone la opinión común, aunque esa tensión marán los estados liberales que irán surgiendo en la Europa del siglo xix,
entre opinión individual y voluntad general no va a desaparecer ya nunca. es un cambio de la organización jurídico-política de manera que esa opi-
Además, los ilustrados vincularon de forma determinante la opinión pú- nión encuentre los cauces necesarios para su expresión y representación
blica a la imprenta, atribuyéndole una función principalmente instructiva, en la sociedad. El problema es que esta nueva filosofía suponía una trans-
ilustrar al pueblo/público. La fuerza emancipadora de la enseñanza se formación tan profunda del régimen y las estructuras vigentes que su
implantación conllevó, en no pocas ocasiones, violencia y una gran con-
28
Roederer (Conde Pierre Louis), «De la mayoría nacional, del modo en que se forma y de los flictividad política y social. A pesar de ello, poco a poco se fue imponien-
signos por los que se la puede reconocer o Teoría de la opinión pública» [1795]; disponible do un nuevo modelo de Estado organizado en torno a los principios del
en Los Sueltos de Acopos, 3 (traducción de B. Vauthier).
29
Lo señaló ya Keith M. Baker en su artículo «Public opinion», incluido en Mona Ozouf y
François Furet (eds.), The French Revolution and the Creation of Modern Political Culture. 30
Sostiene esta tesis de forma muy convincente Jon Cowans, To Speak for the People. Public
Vol. 1. The Political Culture of the Old Regime, Oxford, Pergamon Press, 1987, pp. 2-4. Opinion and the Problem of Legitimacy in the French Revolution, Nueva York y Londres,
A su vez, incidía en el problema intrínseco a este sentido unitario del concepto opinión Routledge, 2001, pp. 2-3. El trabajo de Cowans se inserta en la pionera línea de trabajo
pública, que debía construirse sobre «la base de una colección de opiniones indivi­duales». iniciada varias décadas antes por Keith M. Baker, quien defiende la tesis –que comparto–
La tensión entre la idea de consenso que implica este concepto y que se intenta imponer de que el concepto de opinión pública fue una «innovación política» que debemos datar
sobre la realidad de una diversidad étnica, de creencias y culturas, también se puso de históricamente en los momentos de la Revolución francesa. De hecho, es el nuevo signifi-
manifiesto en el ámbito iberoamericano durante los procesos de independencia, donde cado que adopta entonces y que permite hablar de un «momento político», lo que permite
el discurso homogeneizador de la opinión pública siempre fue muy útil al discurso de la diferenciarlo claramente de los usos y la semántica previa asociados a la misma expresión.
elite dominante (vid. Noemi Goldman, «Legitimidad y deliberación. El concepto de opi- Cf. Inventing the French Revolution [1990], Cambridge, Cambridge University Press,
nión pública en Iberoamérica, 1750-1850», en J. Fernández Sebastián [dir.], Diccionario 1994, pp. 167-199. Para ese periodo es fundamental también Javier Fernández Sebastián y
político y social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones, 1750-1850, vol. I, Joëlle Chassin (coords.), L’avènement de l’opinion publique. Europe et Amérique xviii-xixè
Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2009, pp. 981-998). siècles, París, L’Harmattan, 2004.
220 Gonzalo Capellán de Miguel Los «momentos conceptuales» 221

gobierno representativo: régimen constitucional que reconoce libertades Así la opinión pública se configuró como un elemento clave de la or­
y derechos, soberanía nacional, separación de poderes, parlamento… En ganización política y social por su naturaleza de fuerza dinámica y per-
este nuevo marco no sólo se reconoce la existencia de esa nueva fuerza manente. A diferencia de los cauces institucionalizados para expresar la
social que es la opinión pública, sino que se la convierte en un elemento opinión, como el voto depositado puntualmente en el momento de cele-
clave de todo un sistema, que encuentra su propia legitimación en el re- brarse elecciones, la opinión pública se concibió como un elemento con
frendo permanente por parte de esa opinión expresada y hecha pública presencia constante, como un cordón umbilical que seguía uniendo a los
por distintos cauces (prensa, discursos, elecciones…). representantes con sus representados en el tiempo que transcurría entre
Se le atribuirán ahora dos nuevas finalidades, una positiva como guía cada cita electoral. Eso implicaba que los ciudadanos en última instancia
del poder, según la cual los gobiernos deben escuchar y tener en cuenta siempre seguían siendo soberanos, que podían elevar su voz para sancio-
a la opinión pública; y otra negativa como crítica que ejerce contra ese nar o denunciar la acción de gobierno, y que los propios parlamentos si
gobierno y sus acciones el público a través de su opinión. La primera no escuchaban esa voz quedaban deslegitimados. Es decir, que aunque
dirigida a la Asamblea legislativa (Cortes, Congreso) como instancia formalmente los parlamentos eran depositarios de la opinión pública,
representativa de la opinión que interactúa, dialoga con la opinión hasta tenían la obligación de seguir en permanente contacto con la opinión
sancionarla y convertirla en ley, momento en el que se expresa como vo- pública puertas afuera de las cámaras y el deber de ser su fiel expresión.
luntad nacional. El poder ejecutivo, Gobierno, por el contrario, queda en Fue en este sentido político como la opinión pública desempeñaba un
una relación unidireccional y pasiva frente a esa voluntad expresada en la papel central en el gobierno representativo del periodo liberal, como se
opinión pública. Sobre todos estos matices que ahora se abren prevale- entendió y usó el concepto durante toda la primera mitad del siglo xix
cerá permanentemente una tensión entre una opinión pública entendida en los principales países de Europa. Una expresión, opinión pública, que
como expresión directa de la sociedad, como fuerza social avalada por adquirió en España tal importancia en el discurso político de la época
el discurso más radical o jacobino, de claro tinte revolucionario, y otra que podemos encontrarlo por doquier en la prensa, los diarios de sesio-
que concede primacía a la forma institucionalizada o mediatizada de ca­ nes de las Cortes, los folletos de prácticamente todos los autores, fueran
nalizar la opinión pública, a través de las Cortes y la ley. En definitiva, éstos de la ideología que fueran. Los liberales habían descubierto una
la opinión pública se forjó en aquella coyuntura como un elemento clave nueva fuerza legitimadora del poder político, secularizada, pero que in-
para regular las relaciones entre sociedad y Estado, más o menos tensas vocaban con la misma frecuencia y reverencia que al anterior principio
según las coyunturas. Y lo hizo de una manera polémica. Primero porque religioso de la Providencia divina. De hecho, en el caso español un po-
suponía desplazar la soberanía hasta entonces encarnada únicamente en lítico tan relevante como Sagasta, presidente del gobierno en repetidas
la figura del monarca hacia otro cuerpo denominado en unos contextos ocasiones entre 1881 y 1902, se convirtió en ejemplo de lo que muy agu-
nación y en otros pueblo (soberanía nacional o popular)31. damente observó Bauer en su artículo «Public Opinion» de la Enciclo-
pedia de ciencias sociales a la altura de 1930: que «la opinión pública fue
Desplazamiento que se materializó lingüísticamente con la puesta en circulación de la
31 invocada de un modo indiscriminado por el político astuto»32. Un uso
metáfora «reina del mundo». Sobre su origen véase John A. W. Gunn, Queen of the World: retórico del concepto que en el contexto de la monarquía constitucional
Opinion in the Public Life of France from the Renaissance to the Revolution, Oxford, The
Voltaire Foundation, 1995. Para la importancia de las metáforas en el lenguaje filosófico,
véase Hans Blumemberg, Paradigmas para una metaforología, Madrid, Trotta, 2003 (es- 32
Encyclopaedia of the Social Sciences (E. R. A. Seligman y A. S. Johnson [eds.]), Nueva York,
pecialmente pp. 41 y ss. «La metafórica de la “poderosa” verdad»). Macmillan, 1930-1967, tomo I, p. 669.
222 Gonzalo Capellán de Miguel Los «momentos conceptuales» 223

y parlamentaria española enzarzó a los líderes liberales y conservadores Y, entonces, un autor pionero en esta nueva mutación del concepto, como
en duros debates sobre quién contaba con el respaldo la opinión pública el italiano Gabba, se quejaba en una conferencia fundacional pronunciada
y sobre si el Congreso de los Diputados representaba la opinión pública en Florencia en 1876 de que hasta la fecha todos los autores se habían
que residía fuera de los muros del Parlamento. Una opinión que aún limitado a invocar la autoridad de la opinión pública sin detenerse a ana-
no podía ser sondeada ni medida, lo cual hacía más fácil apropiársela lizar de dónde procede, en qué consiste, cómo actúa en la sociedad, amén
e invocarla como una fuerza legitimadora superior incluso a la propia de otras cuestiones que implicaba tan importante fenómeno. Con él y
monarquía, a la que empezaba a disputar la soberanía. otros autores como –de forma casi simultánea– ­Holzendorff en Alemania
Tal fue la sacralidad que adquirió la opinión pública que no en vano o luego Bryce en Gran Bretaña o los institucionistas espa­ñoles (Gumer­
autores como Alberto Lista 33, retomando una vieja expresión italiana sindo de Azcárate, Adolfo Posada, entre otros) se inicia un estudio aca-
aplicada sólo a la opinión, la coronaron como «reina del mundo». Por esa démico de la opinión ­pública que resultará en la aparición de múltiples
misma razón no tardarían tampoco en aparecer autores que cuestiona- trabajos monográficos, así como en un debate de ámbito internacional
ran tan poderosa e incuestionable autoridad. Pensadores tan destacados sobre el que se produjeron numerosos escritos menores también.
como John Stuart Mill, y precisamente al analizar el gobierno represen- Este momento científico de la opinión pública que conducirá lógica-
tativo, denunciaron que la idea de unanimidad que yacía en el corazón mente a un conocimiento mucho mejor de su naturaleza hay que enmar-
mismo de la noción de opinión pública estaba asfixiando al individuo y carlo en el surgimiento y desarrollo de las ciencias sociales en las décadas
sus opiniones. Por eso insistió en su obra clásica On Liberty en la ne- finales del siglo xix y, al menos, las dos primeras del xx. Se trata de un
cesidad de establecer «límites» a «la interferencia legítima de la opinión enfoque científico de carácter cualitativo, centrado en conocer en toda su
colectiva con la independencia individual»34. Esa resistencia a aceptar la extensión la opinión pública y que para ello se adentra en nuevos terrenos
existencia de un público homogéneo, un ser colectivo que siente y piensa como la psique social. No debe olvidarse que, aunque de momento sean
al unísono, socavará la autoridad de una opinión pública que será objeto principalmente juristas quienes teorizan desde esta nueva perspectiva
de un análisis más detenido y profundo en adelante. sobre la opinión pública, el denominador común será que ven en la socie-
dad el nuevo sujeto de la opinión. Una sociedad que adquiere a la luz de
3.3.   Momento sociológico y demoscópico la sociología un carácter propio como entidad viva que hay que analizar.
De hecho, será hacia los años setenta del siglo xix cuando algunos autores Los avances realizados por la psicología y su aplicación al estudio
en Europa comiencen una redefinición de la opinión pública en un sentido de los fenómenos sociales dieron lugar a una innovadora perspectiva
científico (entendido este calificativo en un sentido muy amplio, que ense- en torno a la opinión pública, frente a los estudios hasta entonces do-
guida matizaré). Empezaría de ese modo un tercer momento de la opinión minantemente jurídico-políticos, que incorporará plenamente la faceta
pública cuya vigencia se adentrará en toda la primera mitad del siglo xx. irracional del hombre. En ese marco, varios autores intentan explicar
el comportamiento de un individuo que ha disuelto su identidad en el
33
Autor de un pionero e influyente «Ensayo sobre la opinión pública» publicado en Sevilla en grupo, en la masa. Los nuevos «psicólogos de las multitudes» presentan
El Espectador Sevillano en 1809. Para su difusión por Iberoamérica, vid. Noemí Goldman, a un individuo que habría pasado de formar parte del público opinante
«Opinión pública», en Javier Fernández Sebastián (dir.), Diccionario político y social del
mundo iberoamericano, Madrid, Fundación Carolina, SECC, CEPC, 2009, pp. 985 y ss. decimonónico a diluirse en una masa amorfa, homogénea y fácilmente
34
John Stuart Mill, Sobre la libertad, Madrid, Alianza, 1988, p. 14. influenciable. Un nuevo individuo absorbido en el anonimato del grupo.
224 Gonzalo Capellán de Miguel Los «momentos conceptuales» 225

Muy influida también por las teorías instintivistas, la literatura psicoso- medios se hacía más peligrosa si cabe en el contexto de unas masas cuyo
ciológica populariza términos como imitación, sugestión, instinto, mente comportamiento, según había advertido Gabriel Tarde en La opinión
de grupo o alma colectiva. pública y la multitud (1901), se rige por la simpatía, la sugestión, el conta-
En ese contexto, Gustave Le Bon (1895) en su Psicología de las masas gio mental o la imitación. Observaciones que pronto se probarán ciertas
habla de un Alma de las muchedumbres, destacando la formación de un y aprovechadas por el propio Estado, como se evidenció en Estados Uni-
nuevo ser supraindividual o alma colectiva que trasciende los intereses dos con motivo de la Primera Guerra Mundial y la capacidad que tuvo
e ideas de los miembros que la forman. Estas masas son sugestionables, para cambiar la voluntad de los norteamericanos a favor de implicarse
crédulas y fácilmente irritables, carecen de toda moralidad y sus emocio- en el conflicto bélico a través de una campaña de propaganda sin prece-
nes son simples, instantáneas, extremas y cambiantes. Ortega y Gasset dentes. Lippman y Bernays fueron dos de los hombres clave de aquella
es un buen ejemplo en el ámbito hispano del malestar que provocaba el experiencia histórica que trasladaron posteriormente a sus análisis de
avance inexorable de las masas entre muchos intelectuales de la época. la opinión pública y que condujeron a las teorías maximalistas sobre la
En ese sentido, en La rebelión de las masas (1930) Ortega define como capacidad de manipulación de los individuos y los grupos a través de
masa a todo individuo que «no se valora a sí mismo». Por ello se muestra los medios de comunicación 37. Era el prólogo al momento mediático
temeroso ante la amenaza de la tiranía de unas masas que «no deben ni de la opinión pública, cuando había aumentado exponencialmente
pueden dirigir su propia existencia, y menos regentar» una sociedad que el público letrado, lector o, en términos ya de mercado, «consumidor».
evidencia así su propia crisis35. Y en esa reformulación del gobierno representativo en democracia de
nuevo el papel del público, sujeto de la opinión, se va a trastocar escin-
También debemos contextualizar este momento en el nacimiento de
diéndose entre la masa y la elite, sin olvidar, eso sí, una intermedia «masa
la sociedad de masas con todas sus implicaciones. En el orden político,
neutra», cuya acción o inacción pudiera resultar clave en ese contexto.
el viejo diseño del liberalismo para un gobierno representativo donde los
Tema este último de especial preocupación para sociólogos y políti-
partidos competían por un público exiguo, con ya arcanas fórmulas de
cos, que reflexionarán sobre la opinión pública bajo este nuevo prisma
propaganda y movilización social, deberá adaptarse a la nueva política
de masas. Una política donde incluso los periódicos, utilizados como en el que masas y elites, multitudes e intelectuales conformaban elemen­
principal órgano de expresión y guía de la opinión, se estaban trans- tos centrales38.
formando en verdaderas empresas mercantiles –no de partido, o no La otra transformación de la realidad tiene que ver con una creciente
sólo eso– con tiradas que los nuevos medios técnicos habían permitido sociedad de masas, que será también la del mercado y consumo de masas
incrementar de manera exponencial. De esa realidad daba claro testimo- que antes que en ningún otro sitio se hace presente en Estados Unidos,
nio Luis Araquistáin cuando afirmaba que «[c]onvertido un periódico muy claramente ya desde principios del siglo xx. Una realidad que obligará
en industria, el espíritu de los que lo componen se reduce a materia ela­
borable a capricho del empresario, y la opinión pública se transforma 37
De Walter Lippman, véanse sus dos textos clásicos, La opinión pública [1922], Madrid,
en un mercado que hay que conquistar»36 . Esa transformación de los Cuadernos de Langre, 2003 y El público fantasma [1925], Santander, Ediciones de la
Universidad de Cantabria, 2011. Y de Edward Bernays, Propaganda [1930], Madrid, Me-
lusina, 2008.
35
Vid. Gonzalo Capellán y Mª Victoria Campos, «Opinión pública», en Enciclopedia de la 38
En ese sentido sigue siendo una lectura muy recomendable el clásico de Elias Canetti, Masa
Comunicación, Madrid, CEU, 2011, pp. 561-585. y poder. Vol. 1 de su Obra Completa, Barcelona, Debolsillo, 2009 (traducción y edición de
36
España (24-II-1916), p. 57. J. J. del Solar).
226 Gonzalo Capellán de Miguel Los «momentos conceptuales» 227

a dar otro giro de tuerca al momento científico de la opinión pública en un norteamericana, Floyd H. Allport39. Este hecho ponía de manifiesto al
sentido más sociológico y cuantitativo, pasando del ansia por saber qué, menos tres aspectos singulares. Primero, el interés que las investigaciones
cómo y por qué opera la opinión pública, a saber en qué medida lo hace; en torno a la opinión pública habían adquirido en el mundo académico en
esto es, por cuantificar el público y sus opiniones. De nuevo, los cambios las primeras décadas del siglo xx. En segundo lugar, el desplazamiento del
en las técnicas aplicadas, que convirtieron rápidamente las antiguas y centro de las investigaciones sobre este campo a Estados Unidos, frente
poco sofisticadas «encuestas de paja» que había empezado a realizar la al dominio europeo precedente, bien ejemplificado precisamente en los
prensa –bajo el modo de simples cuestionarios sobre cualquier tema, en trabajos de autores franceses, como Le Bon o Tarde, o germanoparlantes
muchas ocasiones banales– en refinados medios de sondeo para auscul- como Bauer o Tönnies. Finalmente, evidenciaba el nuevo predominio de
tar la opinión pública, devendrían en una absorción de la idea misma de la aproximación a la opinión pública desde una perspectiva científico-
opinión pública por la de encuestas de opinión. Esos avances de la estadís- social, marcadamente sociológica40.
tica y los métodos de sondeo hicieron posible que la medición de la opi-
nión pública permitiera al ma­temático George Gallup en los años treinta A partir de esos años las encuestas de opinión se convirtieron en
predecir con un mínimo margen de error los resultados en las eleccio- un instrumento cotidiano de medición de la opinión pública, así como
nes presidenciales de EEUU, uno de los terrenos donde las encuestas de en una herramienta utilizada por los responsables políticos a la hora de
opinión iban a mostrar ya un interés permanente. Su técnica de sondeo tomar decisiones en su gestión. El propio temor a las masas y su acción
por muestreo resultó más efectiva que las decenas de miles de papeletas colectiva contribuyó a que el tipo de encuesta individual fuera preferido
que reunían los periódicos norteamericanos, y su acierto en predecir la y tomado como representativo de la opinión pública, hasta el punto de
elección de Roosevelt a la presidencia en 1936 le consolidaron como un identificar esa opinión con los resultados de los sondeos. Con todo, desde
referente en las encuestas, extendiendo luego sus técnicas a la medición el propio ámbito de la sociología irían surgiendo voces críticas con esta
de audiencias en radio y televisión. identificación, tanto por las deficiencias técnicas de la medición, como
por los «falsos» presupuestos que implican las encuestas.
Desde ese momento el proceso de decision making no podría funcio-
nar de un modo independiente o al margen de la opinion measurement. En un texto clásico de referencia, el sociólogo francés Pierre Bourdieu
Medida de la opinión que no dejaría de intentar perfeccionarse hasta afirmaba que la opinión pública, entendida como el resultado de las en-
conocer con precisión decimal la opinión –y con ello la conducta previ- cuestas, en realidad «no existe». Sustentaba su provocativa afirmación en
sible– de los individuos aisladamente considerados, y luego sumados y una serie de razones; a saber: las encuestas consideran que todo el mundo
promediados como simples factores de una contabilidad matemática. Ello puede tener una opinión, parten del «sentimiento ingenuamente demo-
acababa, inevitablemente, aniquilando cualquier concepción holística u crático» de que todas las opiniones tienen el mismo peso e implican que
organicista de una sociedad que originariamente había dado razón de ser hay un consenso sobre los problemas, es decir, un acuerdo sobre las pre-
a la sociología misma. El culmen de este proceso vendrá marcado por un guntas planteadas. Éstas con frecuencia se presentan en los formularios
hito clave: en enero de 1937 se publicaba el primer número de una revista
llamada a convertirse en el principal referente de los estudios sobre la 39
Nº 1 (enero de 1937), pp. 7-23. La revista se publicaba al amparo de la American
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Associa-
opinión pública, Public Opinion Quarterly. El significativo título de tion of Public Opinion Research (AAPOR), hoy transformada en asociación de dimensión
mundial, como World Association of Public Opinion Research (WAPOR).
su primer artículo fue «Hacia una ciencia de la opinión pública», fir- 40
Juan Ignacio Rospir ha estudiado con gran detalle el origen y evolución de este marco en
mado por el ya para entonces prestigioso padre de la psicología social Opinión pública. La tradición americana, 1908-1965, Madrid, Biblioteca Nueva, 2010.
228 Gonzalo Capellán de Miguel Los «momentos conceptuales» 229

de encuesta de manera sesgada y condicionando de forma significativa definir el nuevo marco sociopolítico que sirve de escenario al presente
las respuestas. Además, las preguntas planteadas suelen responder a las momento de la opinión pública43. Momento, por otro lado, que con la
preocupaciones de los políticos o las empresas que encargan la encuesta, celeridad de los cambios tecnológicos se está viendo hoy superado por
antes que a una demanda social sobre los verdaderos problemas. Además, los nuevos marcos de comunicación derivados de la Red, de manera que
resulta evidente la capacidad que las propias encuestas tienen para afectar podemos afirmar con un autor actual que ya hemos pasado de la tele­
o cambiar la opinión pública, para crear opinión, razón por la que muchas democracia a la ciberdemocracia 44 .
veces se publican en los medios sus resultados con el interés de generar Un escenario que exige definir muy bien los nuevos roles éticos de
una respuesta en el público. Por último, se ha achacado también a las los medios, y dentro de ellos del periodismo profesional. Y es que en
encuestas el hecho de que se realizan sobre una base individual, mientras esa obsesiva persecución del individuo espectador la opinión pública
que la opinión pública, más que una suma de elementos desagregados y se ha asfixiado, cuando no suplantado por los propios medios que son
aislados, se presenta en la sociedad articulada a través de grupos y sus quienes en realidad, como un gran lobby mezclado con otros grupos de
relaciones. Grupos cuya relación además es dinámica y relacionada con poder como el económico y político, acaban marcando la agenda de la
intereses, creencias o prácticas compartidas por sus miembros41. opinión pública. Una cuestión esta última que, en la estela de la teoría
de agenda setting de Maxwell MacCombs, no por casualidad ha llamado
3.4.   El momento mediático de la opinión pública poderosamente la atención de los más recientes estudios sobre la opinión
pública45. Curiosamente es el público quien no parece ya capaz de marcar
Esta segunda fase del momento científico, que desembocará en una autén­
su propia agenda, de centrar los temas de interés para la opinión, hasta
tica «sondeocracia», va a dominar buena parte del siglo xx, y aunque no
el punto de que podríamos afirmar hoy, con Bourdieu, que no existe la
desaparecerá –más bien sigue desarrollándose con creciente vigor en la
opinión pública.
actualidad–, pronto debería afrontar un nuevo reto, que volverá a mo-
dificar la esencia de la opinión pública: la aparición de los medios de Y al formular semejante juicio no hacemos nada nuevo en absoluto. Sin
comunicación de masas. Unos mass media que desde los años ochenta embargo, puede servirnos como test final para comprobar qué significado
y noventa del pasado siglo adquieren una dimensión global y un papel tan distinto puede tener esa misma afirmación en diferentes contextos
central en la sociedad, siendo el agente más capaz de llegar al público y o en cada uno de los momentos de la opinión pública aquí apuntados.
moldear sus opiniones. Es el momento mediático de la opinión, un pe- Cuando Gabba en los años setenta del siglo xix en Italia o L
­ ippman
riodo en el que el público puede equipararse al «espectador teledirigido» en los años veinte del siglo xx afirmaron que la opinión pública no exis-
de Giovanni Sartori42 y que sigue midiéndose, ahora en términos de los te, porque en realidad no existe el público –es un fantasma–, hay que
índices de audiencia que tanto obsesionan a los dueños de esos imperios entenderlo dentro del concepto político de opinión pública. Si entende-
mediáticos y que podemos saber minuto a minuto merced a los cotidia-
nos estudios generales de medios. En ese sentido, parece apropiado el 43
Grossi, La opinión pública…, op. cit.
calificativo de «videocracia» que ha propuesto algún autor actual para 44
Vid. Javier del Rey Morato, Comunicación política, internet y campañas electorales. De la
tele­democracia a la ciberdemocracia, Madrid, Tecnos, 2007.
45
Adelantó su influyente tesis, junto a Donald L. Shaw en Public Opinion Quarterly en
41
Pierre Bourdieu [1972], «La opinión pública no existe», en Cuestiones de sociología, Istmo, 1972 (vol. 36, pp. 176-187). Sobre este punto véase Maxwell MacCombs, Estableciendo la
2000. agenda: el impacto de los medios en la opinión pública y en el conocimiento, Barcelona,
42
Cf. Homo videns. La sociedad teledirigida, Madrid, Taurus, 1998. Paidós, 2006.
230 Gonzalo Capellán de Miguel Los «momentos conceptuales» 231

mos, como ellos, o aceptamos su definición de opinión pública como la salirse de los parámetros que el resto de la sociedad reputaba normales.
que se forma el público sobre las cuestiones de interés general y sobre Aunque ella llegó a su teoría de la espiral del silencio desde los estudios
las que es capaz de emitir, tras un proceso de libre deliberación y discu- demoscópicos centrados en el comportamiento de los ciudadanos duran-
sión, un juicio racional, entonces, obviamente, no existía una opinión te las campañas electorales, en el fondo su tesis retomaba aquel sentido
pública efectiva porque a la mayor parte de ese público se le escapaba premoderno de la opinión pública donde el yugo moral de la comunidad
la posibilidad y el conocimiento necesario para expresar una opinión determinaba en cierta medida la conducta de los individuos. Así, el co-
de esa naturaleza. Por eso una de las bases fundamentales sobre las que nocido «efecto del carro vencedor» (Bandwagon effect) capaz de arras-
debía reposar el modelo ideal de opinión pública del liberalismo era una trar a las mayorías por la senda de la opinión pública dominante sería el
ciudadanía educada, culta. Claro que todos esos presupuestos del mo- resultado de esa fuerza que operaba en la sociedad desde antiguo46. En
delo elitista liberal quedarían socavados cuando en ese tránsito entre términos actuales diríamos que los individuos ejercemos una autocensura
dos siglos el irracionalismo, exaltado por Nietzsche, o la pasión y los inducida por la fuerza de la opinión pública que nos lleva a no salirnos
sentimientos se consideren características vitales de las personas (y de del discurso políticamente correcto, sea por un cálculo utilitarista de los
la masa). Ideas que además ya no podrán seguir operando en un mundo riesgos que ello comporta, sea porque resulte más práctico permanecer
espacialmente polarizado entre el campo, donde unos individuos viven resguardado de la opinión en el silencio.
al margen del mundanal ruido (y de la opinión pública), caso del medio Desde otra perspectiva, cuando el sociólogo francés Pierre ­Bourdieu
rural, y otros en pleno fragor urbano, en cuyo día a día las opiniones formuló su conocida denuncia «L’opinion publique n’existe pas», estaba
van y vienen sin cesar. operando desde el otro gran paradigma conceptual de la opinión pú-
Cuando Habermas a finales de los años cincuenta reacciona contra blica: el identificado con los sondeos científicos. De manera que para
el tipo de opinión pública científico-cuantitativo dominante y pide una él las ­deficiencias en los métodos empleados para realizar las encues-
vuelta al concepto «clásico» de opinión pública, al de los liberales ya re- tas son motivo suficiente para considerar que lo que se vende como opi-
ferido, está poniendo de manifiesto esos cambios experimentados en la nión pública a la sociedad no lo es, porque no responde a una correcta
noción misma de opinión pública, la existencia de varios y contrapuestos –científicamente– auscultación de la misma. Lo cual no ha sido óbice
modelos de opinión pública. Para él en realidad lo que había desaparecido para que se siguiera incidiendo en esa línea de investigación que denota
no era tanto el público como la esfera pública, el marco donde formarse una convicción de que la ciencia y sus avances son la vía para el mejor
la opinión bajo esos parámetros de discursividad, racionalidad, interés conocimiento de la opinión pública. Una prolongación de la vieja idea
general, etc. Al menos, la denuncia habermasiana, con tanto eco en las de que la opinión pública es objeto de estudio científico, que ha en­
décadas finales del siglo xx, sirvió para ahondar en el sentido político de contrado nuevas expresiones recientes en los estudios ya no de científi-
la opinión pública, buscando nuevas fórmulas para que existiera un ver- cos sociales sino de científicos puros en esa dirección. Es el caso de los
dadero público, una ciudadanía activa y participativa, que hallara las vías estudios elaborados desde la física como el de Mark Buchanan que llega
de expresar su voz. a hablar de «la física de la opinión» en la que compara el efecto del imán
sobre las partículas de hierro con el de la opinión sobre el comporta-
Una voz que Elizabeth Noelle-Neuman, otra de las teóricas más in-
fluyentes de las últimas décadas, consideraba silenciada por una espiral 46
Elizabeth Noelle-Neuman, La espiral del silencio: opinión pública, nuestra piel social [1984],
en la que el individuo no era capaz de –o no se atrevía o no le convenía– Barcelona, Paidós, 1995.
232 Gonzalo Capellán de Miguel Los «momentos conceptuales» 233

miento de los individuos47, o el reciente artículo de Klimek, Lambiotte comunicación, en los contextos de la sociedad red, la ciberdemocracia
y Thurner en el que a partir de un «modelo físico-estadístico» estudian y la que ya se denomina «nueva esfera pública», internet. La aceleración
el proceso de formación y la dinámica de la opinión pública en cierta de los cambios parece apuntar hacia el inicio de un nuevo momento que
sociedad actual48. transforme el significado de la opinión pública, pero aún es pronto para
tener una perspectiva histórica en ese sentido.
Finalmente, cuando afirmamos que hoy en realidad no existe una
opinión pública, lo que queremos expresar es que curiosamente, cuando En cualquier caso, este ejemplo de la opinión pública ha tratado de
más medios hay para la libre expresión, para una información adecuada poner de manifiesto la utilidad de los «momentos conceptuales» como
sobre las diferentes cuestiones de interés público, etc., se produce algo herramienta de análisis de la historia de un concepto en la longue durée.
similar a lo que Massimo Chiais denomina «un estrangulamiento de la Una categoría analítica cuya capacidad heurística deberá ahora ponerse
realidad a través de los medios»49. En un mundo en el que la publicidad y a prueba mediante su aplicación a otros conceptos.
el marketing nos bombardean de un modo infernal con símbolos y esló-
ganes que sorteando la razón llegan hasta el territorio del inconsciente
con sus mensajes para dirigir las conductas, los medios, además de infor-
mar, se han convertido, en manos de grupos de intereses e instituciones,
en armas de «desinformación de masas». En ese contexto la «ritualización
colectiva del consenso» no deja de ser una especie de gas adormecedor que
impide la afloración de una verdadera opinión pública. Y en ese sentido
se elevan hoy voces críticas desde diferentes instancias que caracterizan
el actual sistema político de las democracias occidentales como «pseudo-
democracias». Hace pocos años en Francia se abrió un interesante debate,
académico y mediático, sobre lo que los politólogos denominan «demo-
cracia de opinión». Las caras visibles de la polémica fueron el historiador
Jacques Julliard50 y un conocido escritor e introductor de la mediología,
Régis Debray, cuyos debates en el «Institut Pierre-Mendès-France» lle-
garon hasta las páginas de Le Monde (­31-V-2008). El otro gran debate
abierto en torno al concepto es el referido a la revolución experimenta-
da por la irrupción de las nuevas tecnologías de la información y de la

47
Mark Buchanan, The Social Atom, Nueva York, Bloomsbury, 2007.
48
Peter Klimek, Renaud Lambiotte y Stefan Thurner, «Opinion formation in laggard societies»,
EPLA A Letters Journal Exploring the Frontiers of Physics, nº 82, 2008 (www.epljourna.org).
49
Massimo Chiais, Menzogna e propaganda. Armi di disinformazione do massa, Milán, Editori
di Comunicazione, 2008.
50
Jacques Julliard, La Reine du monde. Essai sur la démocratie d’opinion, París, Flammarion,
2008.
Reinhart Koselleck Historia de los conceptos y conceptos de historia
Ayer 53/2004 (1): 27-45 ISSN: 1137-2227

cipal temporary mechanisms of the conceptual change (and on his com-


Historia de los conceptos plex relation with the polítical and factual changes), as well as to expose
some of the main methodologicallínes of the conceptual history (Begriffi-
y conceptos de historia 1 geschichte).
Key words: history of the concepts; historical semantics; State; history;
language; historical methodology.
Reinhart Koselleck
Universiüit Bielefeld
No puede negarse que existe una relación entre conceptos (lin-
güísticos) e historia (extra-lingüística). Intentaremos clarificar esta
relación en dos fases: primero, trataremos sobre la historia de los
conceptos; después, sobre los conceptos de historia. Conceptualmen-
te, lo uno depende estrechamente de lo otro, y nos aventuraremos
a formular sólo algunas proposiciones tendentes a esclarecer el efecto
recíproco entre ambas perspectivas.

Resumen: Un examen sucinto de la semántica histórica de algunos conceptos 1. Historia de los conceptos
fundamentales -en particular de los conceptos de Estado (StaatJ e
Historia (Geschichte) de cuya evolución en lengua alemana se esboza Todas las vidas se constituyen a partir de experiencias particulares,
una rápida retrospectiva- sirve al profesor Koselleck para reflexionar
tanto de experiencias nuevas y sorprendentes, como de la repetición
sobre los principales mecanismos temporales del cambio conceptual (y
sobre su relación -compleja- con las transformaciones que tienen
rutinaria de experiencias anteriores. Para efectuar o acumular expe-
lugar en el plano factual), así como para exponer algunas de las grandes riencias, es decir, para integrarlas en la vida de cada uno, se necesitan
líneas metodológicas de la historia conceptual (Begriffigeschichte). conceptos, pues los conceptos permiten guardar y retener las expe-
Palabras clave: historia de los conceptos; semántica histórica; Estado; riencias incluso cuando éstas ya se han desvanecido. Uno necesita
historia; lenguaje; metodología histórica. conceptos para saber lo que sucedió, para almacenar el pasado en
el lenguaje y para integrar las experiencias vividas en sus capacidades
Abstract.· A succinct examination of the historical semantics of some fun-
lingüísticas y en su comportamiento. Gracias a ello podemos entender
damental concepts -especially of the concepts of State (Staat) and
History (Geschichte) of whose evolution in German language outlines lo que ha sucedido y estar en condiciones de adaptarnos a los desafíos
a rapid retrospective- serves Professor Koselleck to deal with the prin- del pasado. Y de este modo podemos prepararnos para los sucesos
venideros, o incluso anticiparnos y evitar que tengan lugar. Ulte-
1 Traducción de Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel. riormente, podríamos ser capaces de relatar lo sucedido o de contar
El último borrador de la versión inglesa de este artículo (cuyo título original en la historia de las propias experiencias. Como afirma Kant, no hay
alemán es Begriffigeschichte und Geschichtsbegriffe) lo concluyó el autor durante una experiencias sin conceptos y, por supuesto, no hay conceptos sin
estancia como invitado en el Netherlands Institute for Advanced Study (NIAS),
en Wassenaar (Países Bajos), Al no poder acudir finalmente a Bilbao para participar experiencias.
en el V Congreso Internacional de Historia de los Conceptos, el profesor Koselleck Podríamos considerar esta aserción kantiana como una afirmación
nos envió este trabajo para que -suprimida la parte introductoria- lo leyéramos básica de carácter antropológico. Formalmente, puede aplicarse a
en su nombre en la sesión inaugural y posteriormente publicáramos una versión todos los seres humanos de todas las lenguas, edades y tiempos.
en español. En nuestra traducción hemos conservado las referencias en lengua alemana
intercaladas en la versión inglesa, y hemos añadido otras precisiones que nos han No nos dice de qué clase de experiencias se trata, ni cuáles fueron
parecido, asimismo, imprescindibles (N. de los T.), los conceptos que sirvieron para producir y rememorar el cúmulo

28 Ayer 53/2004 (1): 27-45


Reinhart Koselleck Historia de los conceptos y conceptos de historia Reinhart Koselleck Historia de los conceptos y conceptos de historia

de experiencias pasadas, y también para reflexionar sobre posibles geológicas para describir el cambio histórico a nivel teórico, pero
experiencias futuras. Concebir o comprender algo muestra que el es la propia «invisibilidad» del tiempo la que nos obliga a recurrir
ser humano, por su propia naturaleza, necesita el lenguaje para mover- a tales metáforas.
se, para mirar, para escuchar, para recordar o para desear o esperar Extendamos ahora nuestra problemática desde las estructuras
algo, y, por tanto, para actuar y para pensar. temporales de la historia a la conexión entre los conceptos y las
Desde el momento en que pasamos de esta disposición genérica circunstancias (Sachverhalten) aprehendidas por esos conceptos.
de los seres humanos al contenido concreto de los conceptos, a las Dicho de otra manera, ¿cuál es la naturaleza de la relación temporal
experiencias reales que, al adaptarse los conceptos a las circunstancias, entre conceptos y situaciones o circunstancias? Sin duda, aquí está
aquéllos son capaces de producir, nos encontramos inmediatamente la clave para la historia de los conceptos, porque cualquier cosa que
con el problema del cambio. pueda y deba ser conceptualizada se encuentra fuera de los conceptos.
Si alguien puede empezar a contar historias es porque algo ha Toda semántica apunta más allá de sí misma, aunque sea igualmente
cambiado, pero el cambio, a su vez, sólo es concebible si se siguen cierto que nada perteneciente al ámbito objetivo puede aprehenderse
dando las condiciones generales o estructurales de tal cambio. Los o experimentarse sin alguna clase de contribución semántica desde
cambios únicamente pueden reconocerse sobre la tela de fondo de el lenguaje. Las teorías actualmente en boga que reducen la realidad
esas condiciones que se repiten. Existen, por supuesto, grandes dife- al lenguaje olvidan que todo lenguaje tiene siempre dos caras. Por
rencias históricas entre las experiencias de un cazador y las de un un lado, el lenguaje es receptivo y registra lo que sucede fuera de
conductor de automóviles, pero eso no impide que frecuentemente sí mismo, descubriendo aquello que se le impone sin ser en sí mismo
tengan algo en común. lingüístico, a saber: el mundo, tal y como se nos presenta pre-lin-
En historia, es un lugar común afirmar que algunas cosas cambian güísticamente (y no-lingüísticamente). Por otro lado, el lenguaje, en
rápidamente, mientras que otras se transforman más despacio y su función activa, asimila (einverwandelt sich) todos estos contenidos
muchas cosas permanecen inalterables. Esta última es la estructura y estados de cosas (Gegebenheiten) extra-lingüísticos. Cualquier cosa
repetitiva de la denominada longue durée de Fernand Braudel. Pero, extra-lingüística que haya de experimentarse, conocerse y compren-
temporalmente hablando, la longue durée no se refiere a una línea derse debe ser previamente conceptualizada. Como decíamos más
estática de acontecimientos idénticos, sino a la permanencia de las arriba, sin conceptos no hay experiencia y sin experiencia no hay
mismas condiciones referidas a acontecimientos diferentes 2. Los conceptos.
acontecimientos difieren unos de otros, pero las condiciones y estruc- Así pues, todo lenguaje es a la vez activo y receptivo; toma nota
turas de tales sucesos se repiten de forma más o menos continuada. del mundo, pero al mismo tiempo es un factor activo en la percepción
Si consideramos los factores temporales de tales acontecimientos y (Wahrnehmung)) en la cognición (Erkenntnis) y en el conocimiento
estructuras, resulta que nos encontramos con aceleraciones y retrasos
(Wissen) de las cosas. La propia realidad no se deja reducir a su
que producen diferentes velocidades del cambio. Si examinamos a
significado y forma lingüística (Gestaltung)) pero sin tales contribu-
continuación esas diferentes velocidades del cambio, que por supuesto
ciones lingüísticas probablemente no habría realidad, al menos para
se influyen mutuamente y pueden llegar a producir trastornos catas-
nosotros. Esta determinación diferencial (Differenzbestimmung) impli-
tróficos, nos encontramos, por así decir, con fricciones, fallas o rup-
ca, además, que cada concepto tiene una historia. Precisamente por-
turas entre los estratos del tiempo correspondientes a los aconte-
que cada palabra puede tener una multiplicidad de significados que
cimientos únicos y aquellos otros estratos que se refieren a las estruc-
se van adecuando a la realidad mudable, hay una ciencia de la semán-
turas repetitivas. Pido disculpas por utilizar este tipo de imágenes
tica (die Semantzk als wissenscha/tliche Methode). y porque la propia
2 KOSELLECK, R: Zeitschichten. Studien zur Histortk, Francfort del Main, 2000,
realidad no se deja atrapar bajo un mismo concepto todo el tiempo,
pp. 12 Y ss. (versión española de INNERARITI, D.: Los estratos del tiempo: estudios sino que invita a una multiplicidad de nombres y de denominaciones
sobre la historia, Barcelona, Paidós, 2001). susceptibles de aplicación a un mundo cambiante, existe también

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una ciencia de la onomástica. Se requieren ambas metodologías, En general, esto es válido sobre todo en aquellas áreas de la actividad
semántica y onomástica (o sea, la perspectiva semasiológica y la ono- humana que están sujetas a una continua repetición; pero también
masiológica), para analizar y describir el cambio histórico de los con- en estas áreas las cosas cambian y quedan obsoletas cuando se produce
ceptos, así como la realidad aprehendida por ellos. una ruptura política, social o mental, o un descubrimiento decisivo.
Como ha señalado mi colega Heiner Schultz, desde la pura lógica Respecto del segundo caso, hemos vivido en las pasadas décadas
solamente hay cuatro posibilidades para analizar el cambio recíproco un ejemplo apasionante de lo que sucede cuando los conceptos per-
de los conceptos y las circunstancias 3: manecen invariables mientras que la realidad cambia rápidamente.
Para el marxismo soviético, el capitalismo en su fase más avanzada
1. El significado de la palabra, así como el de las circunstancias era la última etapa antes de la ruptura revolucionaria final, que traería
aprehendidas en ella permanecen sincrónica y diacrónicamente cons- la libertad y la autodeterminación para toda la humanidad. Pues
tantes. bien, de repente irrumpieron en escena el fascismo y el nacional-
2. El significado de la palabra permanece constante, pero las socialismo -imprevistos antes de la Primera Guerra Mundial-.
circunstancias cambian, distanciándose del antiguo significado. La Entonces, para salvar las expectativas revolucionarias, el fascismo
realidad así transformada debe ser nuevamente conceptualizada. fue redefinido conceptualmente, de manera poco conforme con la
3. El significado de la palabra cambia, pero la realidad pre- realidad, como la fase más avanzada del capitalismo. Después de
viamente aprehendida por ella permanece constante. Por lo tanto, 1945, la ortodoxia soviética consideraba que los Estados Unidos y,
la semántica debe encontrar una nueva forma de expresión con el sobre todo, la República Federal de Alemania eran países pertene-
fin de ajustarse de nuevo fielmente a dicha realidad. cientes al capitalismo monopolista, agresivos, militaristas, es decir,
4. Las circunstancias y el significado de las palabras se desarro- países típicamente fascistas. Y todo ello con vistas a conservar los
llan separadamente, cada una por su lado, de manera que la corres- viejos significados de los conceptos de una filosofía de la historia
pondencia inicial no puede mantenerse por más tiempo. Sólo a través utópica. A la postre, esa representación inexacta de la realidad se
de los métodos de la historia conceptual es posible entonces recons- llevó tan lejos que un buen día el dogmatismo tradicional se desplomó
truir qué realidades solían corresponderse con qué conceptos. de la noche a la mañana.
Desde el punto de vista de la pura lógica lingüística (sprachlogisch) En tercer lugar, la historia del concepto de «revolución» nos
no pueden concebirse más alternativas, fuera de estas cuatro, para sirve para ilustrar el tipo de cambio opuesto. El concepto cambia,
escribir una historia conceptual. En el plano empírico, por supuesto, pero la secuencia de las revoluciones, en tanto que acontecimientos
podríamos encontrar incontables variaciones de estos cuatro modelos históricos, sigue sucediéndose de la misma o similar manera. Hasta
ideales, y efectivamente esas variaciones se dan en la historia. mediados del siglo XVIII, «revolución» significaba una convulsión que
Con el fin de clarificar esta cuestión presentaré a continuación se repetía periódicamente en el curso de la historia constitucional.
una serie de ejemplos. Primero, resulta excepcionalmente raro que Relacionada con las manifestaciones características de la guerra civil,
el significado de las palabras y las circunstancias se correspondan que incluyen alzamiento, rebelión, traición, violencia e innumerables
mutuamente de forma duradera, y más raro todavía es que cambien crímenes, la revolución produce un cambio constitucional que no
en paralelo y en el mismo sentido. Ciertamente, existe un amplio va más allá de las formas de gobierno tradicionales que se consideran
grupo de palabras y de situaciones o circunstancias que las acompañan humanamente posibles, es decir: democracia, aristocracia, monarquía
que han permanecido constantes durante siglos, como sucede con o cualquiera de sus formas degeneradas. Así, «revolución» se refería
muchos conceptos relacionados con el conocimiento de la naturaleza a la recurrencia de lo mismo (Wiederkehr des Gleichen) en el largo
(Naturer/assung) y con la vida de los campesinos y los artesanos. plazo, sin que fuera posible cambiar nada relativo a las fases san-
grientas de las guerras civiles.
3 SCHULTZ, H.: «Begriffsgeschichte und Argumentationsgeschichte», en KOSE- En el siglo XVIII este concepto adquirió una dimensión radical-
LLECK, R. (ed.): Historische Semantzk und Begrif/sgeschichte, Stuttgart, 1979, pp. 43-74. mente nueva. A partir de la ilustración y la Revolución Francesa

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al príncipe soberano, quien reunía en su mano el poder de gobierno.
pasó a referirse a un proceso único, particular, capaz de deparar
Dondequiera que el príncipe fue capaz de ejercer sus derechos con
de una vez por todas, con un nivel decreciente de violencia (ab-
eficacia por medio de instituciones como el ejército permanente,
nehmender Gewalt) un futuro completamente distinto, consistente
el fisco, la jurisdicción, y quizá, con el tiempo, la Iglesia, surgió
en la pacífica autoorganización de los pueblos. Este nuevo concepto
un Estado administrativo moderno (Verwaltungsstaat). El impulso de
de revolución omitió el hecho de que estas revoluciones progresivas
tal Estado administrativo, que disolvía, nivelaba o abolía todos los
conducirían necesariamente a una sangrienta guerra civil, tal y como
privilegios y transformaba la sociedad feudal-estamental en una socie-
sucedió en la mayoría de los casos. Fue así como se redefinió un
dad de clases como la del siglo XIX, fue acompañado de un proceso
concepto utópico de revolución que restó énfasis a los elementos
crecientemente aceptado de igualdad ante la ley.
de guerra civil que suelen aparecer reiteradamente en la historia,
Pido disculpas por el esquema extremadamente sintético del
repitiéndose en todas las épocas. Surgió una concepción optimista
desarrollo del Estado territorial alemán que acabo de presentar, pero
y lineal del futuro que ignoraba en gran parte, o al menos ponía
me parece que el modelo podría servir como breve sinopsis de una
entre paréntesis desde el punto de vista conceptual, las brutales y
complejísima historia, pues sin duda merece la pena resaltar la historia
sangrientas prácticas de la guerra civil. Sin embargo, más allá de
conceptual de «status» y «Staat». En realidad, la historia de la for-
las palabras, la realidad de la guerra civil no dejó de hacerse presente.
mación del Estado no se ajusta, ni es siquiera paralela, a la historia
De este modo, el concepto había cambiado desde finales del siglo XVIII,
conceptual a él referida. A continuación se presentan, por orden
mientras que la realidad a que tal concepto se refería permaneció
cronológico, algunas pruebas de esa asincronía:
comparativamente inmutable: el asesinato, la violencia y la guerra
siguieron apareciendo recurrentemente, a despecho de todos los pro- 1. En los siglos XVII, XVIII Y comienzos del siglo XIX, estado (Staat)
gramas utópicos. seguía siendo equivalente a «posición social» o «estamento» (Stand):
En cuarto lugar, tenemos un caso particularmente apasionante así, la posición social del príncipe era su estado. Sin embargo, hacia
relativo a la difusión y contraste de la historia de una palabra y 1800, en unas pocas décadas se produjo un cambio de dirección
de la historia factual (Sachgeschichte). Me refiero a la tensión entre radical en el lenguaje jurídico, que hizo suya la teoría del derecho
el concepto y la realidad (Sachverhalt) del «Estado» (Staat) para natural. El estamento (Stand) se convirtió en un obstáculo para la
cuya exposición me centraré en la historia del concepto en lengua formación del Estado. «Estado» y «estado» (en el sentido de esta-
alemana, que sigue los pasos de la historia conceptual y factual fran- mento) 4, inicialmente dotados de idéntico significado, cristalizaron
cesa con un retraso de aproximadamente un siglo, para finalmente en conceptos opuestos frontalmente (se trata de un caso similar a
separarse (ablosen) de ella. lo que sucedía también en esa época con revolución y guerra civil).
Hasta mediados del siglo XIX, en latín (la primera tradición común 2. «Status») un concepto que hasta entonces indicaba una socie-
europea) «status» significaba posición social o estamento (Stand) en dad pluralista, corporativa, se transformó en un concepto fundamental
el sentido de rango, honor, cargo, orden/clase o, como en el francés (Grundbegriffe): el Estado reclamó en adelante para sí mismo la exclu-
«état») uno de los tres estados (Stá"nden). «Status») que en alemán sividad relativa a una cierta combinación de significados. En lugar
y en holandés se denomina Staat, era, por tanto, un concepto que del príncipe, el propio Estado se convirtió en «soberano». El Estado
apuntaba a una sociedad jurídicamente heterogénea, esencialmente hizo suyos todos los derechos tradicionalmente asociados a la majestad
pluralista, y política y socialmente desigual. «Status» en el sentido del príncipe, incluyendo la ley, las finanzas, los impuestos, la escuela,
de estamento significaba en esta época un subgrupo jurídicamente
4 La utilización en castellano del mismo término para los dos sentidos refuerza
identificable, que presuponía otros subgrupos igualmente distingui-
la paradoja de su ulterior escisión semántica. El original alemán reza así: «Staat
bles dentro de la misma sociedad. La única característica común und Stand, zuniichst mit identischen Bedeuntungsgehalten versehen, gerinnen zu harten
(Gemeinsamkeit) de estos estamentos o categorías sociales residía Oppositionsbegriffen». Y la versión inglesa: «State and estate, initially provided with
exclusivamente en que todos ellos se hallaban igualmente sometidos identical meanings-contents, solidified into hardened oppositional concepts» (N. de los T).

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Es, por supuesto, discutible si esta historia específicamente ale-
la Iglesia y el ejército, redefiniendo a todos los antiguos súbditos mana indicaría que el concepto de Estado se habría limitado sim-
del príncipe o de la nobleza (standische Untertanen) como ciudadanos
plemente a reaccionar a posteriori ante la realidad dada, o si fue
del Estado, dentro de unas fronteras precisas y bien definidas. Desde
más bien la nueva concepción del Estado -entendida como el resul-
ese punto de vista, «Estado» se convierte en uno de los muchos tado de una historia conceptual idealista- la que había dejado ya
singulares colectivos (Kollektivsingulare) que incorporan moderna-
con antelación su impronta sobre la realidad. Podríamos decir que
mente numerosos significados en un solo nombre abstracto.
la mutabilidad de la historia factual se revela ciertamente de manera
3. Organizado de esta manera, el Estado unificado excluyó todos muy imperfecta a través de este concepto fijo de Estado. Por otro
los demás significados de «estado» vigentes hasta entonces. Esta lado, sin embargo, en la sociedad burocráticamente administrada hay
particularidad léxico-semántica alemana contrasta con lo que sucede estructuras repetitivas que sólo pueden ser correctamente subsumidas
en las lenguas vecinas de Occidente, donde aún hoyes posible hablar bajo un concepto fundamental global y fijo como el de «Estado».
de un «estado de cosas» (<<state of affairs», «état des choses», etc.),
De este modo, llegamos a nuestra primera conclusión provisional:
mientras que estos usos informales se desecharon en Alemania. Pero,
el significado y el uso de una palabra nunca establece una relación
al elevar «Estado» a concepto fundamental con una pretensión de de correspondencia exacta con lo que llamamos la realidad. Ambos,
exclusividad diametralmente opuesta a la sociedad pluralis-
conceptos y realidades, tienen sus propias historias que, aunque rela-
ta-corporativa, el concepto se convirtió en discutible y conflictivo
cionadas entre sí, se transforman de diversas maneras. Ante todo,
en sí mismo.
los conceptos y la realidad cambian a diferentes ritmos, de modo
Llegados a este punto podemos plantear un criterio general de que a veces nuestra capacidad de conceptualizar la realidad (die Begrzf
lo que entendemos por un concepto histórico fundamental (die Kategorie flichkeit der Wirklichkeit) deja atrás a la realidad conceptualizable
eines geschichtlichen Grundbegriffi): se trata de un concepto que, en (die Wirklichkeit der Begrifflichkeit)) o al contrario. Mostraré esto
combinación con varias docenas de otros conceptos de similar impor- brevemente mediante una serie de ejemplos.
tancia, dirige e informa por entero el contenido político y social Como acabamos de ver para el caso de Estado, todos los conceptos
de una lengua. tienen varios niveles de profundidad diacrónica. En el siglo XVIII,
Así, «Estado» se convirtió en un concepto indispensable, sin el status [i.e.) estamento o condición social (Stand)] poseía ya una serie
cual ya no podría en adelante percibirse la realidad política, ni otor- de significados superpuestos a lo largo de varias centurias. La mul-
garle sentido alguno. Precisamente por eso fue cada vez más com- tiplicidad de derechos, honores, privilegios, libertades, cargas y debe-
batido, ya que las personas pertenecientes a los estamentos-estados res feudales (stdndische) comprendida en este concepto procedía de
precedentes (Standen) aspiraban a conseguir su propio Estado y a la Alta y Baja Edad Media. Así pues, el concepto arrastraba consigo
llevar a cabo sus propios programas. De este modo, el concepto una gran carga de experiencias acumuladas a lo largo del tiempo,
pluralista de estado se expandió de nuevo, pero sin renunciar a la incluso si las circunstancias a él asociadas eran cada vez más criticadas
pretensión institucional de exclusividad que esta palabra había ganado y puestas en entredicho. En cualquier caso, se trata de un ejemplo
entre tanto. Fue así como se convirtió en Estado monárquico, Estado de concepto de registro de experiencias (Erjahrungsregistraturbegrifj) ,
socialista, Estado cristiano, Estado de derecho, Estado nacional, Esta- el tipo de concepto que predomina en el lenguaje político, social
do de bienestar, Estado popular, Estado federaL., y todas las demás y jurídico desde la Alta Edad Media hasta la época de las Luces.
fórmulas que han podido pensarse en el pasado y son concebibles En el siglo XVIII, el número de nuevos conceptos se incrementó
todavía. Todas estas combinaciones de palabras, históricamente múl- en gran medida, contribuyendo a la transformación radical de la
tiples y empíricamente conflictivas, se construyen siempre sobre las vieja realidad. Además, entre ellos había una clase de conceptos que
constantes semánticas del «Estado como tal» [i.e., del Estado en hemos mencionado más arriba: los singulares colectivos. De las viejas
general, del Estado tout court (Staates überhaupt)]. «libertades» se pasó a la libertad; el viejo Imperio (alten Kaiserreich)

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se convirtió en república federal (Bundesrepublik o république fédérale, ficados pasados, así como expectativas de futuro de diferente calado.
como conceptualizaron de manera innovadora Montesquieu y Johan- De modo que estos conceptos, además de su contenido experiencial
nes van Müller); los «progresos» se transformaron en el progreso, (Realitatsgehalt)) contienen un potencial dinámico y de transforma-
y las «historias» (Geschichten)) en la historia en singular (Geschichte). ción, temporalmente generado, por así decirlo, dentro del lenguaje.
Todos estos nuevos conceptos fundamentales, y otros muchos aná- Los conceptos que llevan el sufijo -ismo) a los cuales se ha referido
logos, tienen en común que, temporalmente hablando, ya no se apoyan Richard Koebner 5, constituyen un ejemplo representativo de tales
únicamente en las experiencias que reflejan. Por el contrario, más nociones ricas en capacidad de innovación.
bien pretenden alguna clase de cambios en sentido social, político La relación de -ismos relevantes es bastante larga. Comienza a
o incluso religioso. Nuestro concepto «estado» también participa de principios del siglo XVIII con «patriotismo», un concepto que se refiere
esta nueva orientación hacia el futuro. Se convirtió así en un concepto programáticamente a un nuevo tipo cosmopolita de amor a la patria,
orientado a generar nuevas experiencias (Erfahrungsstiftungsbegrifj). que va más allá de las monarquías de la época. Le siguen repu-
El Estado en general, el Estado en sí y para sí, el Estado como
blicanismo, democratismo y liberalismo, socialismo y comunismo, y,
tal (der Staat überhaupt)) entendido a la manera en que se puso de finalmente, nacionalismo, fascismo y nacional-socialismo.
Todos estos conceptos de movimiento y acción (Bewegungs-
moda usar este término en tiempos de la Revolución Francesa y
und Aktionsbegriffen) tienen en común que no poseían, en el momento
tal cual fue teorizado por los filósofos idealistas, desarrolló aspira-
ciones normativas de tipo jurídico y moral (sittliche) que sólo podrían
de su acuñación, un contenido propiamente experiencial, aparte de
realizarse en el futuro. El verdadero Estado era, pues, un futurible: la disposición psíquica de sus usuarios. Se trataba más bien de una
el Estado del futuro (der Zukunftstaat). serie de programas que habrían de ser realizados con éxito dispar
sólo en el transcurso de las luchas políticas futuras. Y en esta lista
Aparece luego una tercera variante. Después de que nuestro con-
había sólo un concepto en el que tanto sus fundadores como sus
cepto hubiera registrado y retenido durante largo tiempo experiencias
usuarios coincidían en que nunca había sido realizado: comunismo.
acumuladas anteriores, y después de que supuestamente revelase un
En este sentido, sigue siendo estrictamente un concepto de anti-
nuevo futuro, eventualmente llegó a separarse por completo del con-
cipación (Erwartungsbegrijf).
texto de la experiencia presente. El concepto se enriqueció entonces
Apoyándonos en estos ejemplos de conceptos relativos a movi-
con un contenido utópico, convirtiéndose así en un puro concepto
mientos políticos contemporáneos podríamos establecer una regla
de expectativa (Erwartungsbegrifj). Según Fichte, el verdadero Estado
semántica: a menor contenido experiencial, mayor carga de expec-
es el Estado venidero que educaría (erzieht) a los ciudadanos en
tativas. A partir de la Revolución Francesa, esta regla de «compen-
el cultivo de su propia independencia (Selbstandigkeit). Una vez que
sación» semántica se ha infiltrado en todo el vocabulario político
hayan tomado en sus manos enteramente las riendas de la admi-
incluso a escala internacional. Vista históricamente, esta regla parece
nistración, estos ciudadanos serían capaces idealmente de dejar a
presentar ciertas reminiscencias teológicas: recuerda la bien conocida
un lado cualquier clase de Estado y, por ende, la fuerza y la coerción.
capacidad para la reiteración de las profecías incumplidas, las cuales
El objetivo paradójico de ese Estado sería, pues, eliminarse a sí mismo.
van aumentando su alcance en la medida en que siguen sin cumplirse
Un pensamiento que podría haber inspirado más adelante a Marx
en la realidad. Y, si la volvemos hacia el futuro, nuestra regla de
y Engels el dogma de una futura «abolición del Estado».
Llegamos así a un segundo resultado de nuestro análisis: todos 5 Richard Koebner, reconocido medievalista e historiador de los conceptos
los conceptos fundamentales no sólo son inalterables (en el sentido judío-alemán obligado a emigrar a Palestina en 1934 a causa de la persecución nazi,
de que su formulación lingüística se mantiene inmutable durante dedicó varios de sus trabajos al estudio de las relaciones entre semántica e his-
largo tiempo), y, por tanto, discutibles y controvertidos, sino que toriografía, y específicamente al estudio pionero de algunos -ismos políticos (escribió,
por ejemplo, una historia semántica de la voz «Imperialismo»). En 1980 se fundó
poseen a la vez una estructura temporal interna. Cada concepto fun- en la Universidad Hebrea de Jerusalén el Richard-Koebner-Institut für Deutsche
damental contiene varios estratos profundos procedentes de signi- Geschichte (Instituto de Historia Alemana) (N. de los T.).

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compensación semántica contiene un potencial extra de utopismo, güísticamente. Así, la cuestión de los conceptos de historia surge
puesto que ha sido y es capaz de promover e impulsar constantemente forzosamente de la reflexión sobre la historia de los conceptos.
nuevas acciones.
Ahora bien, deberíamos tener cuidado para no reducir la historia
real efectiva (tatsachliche) meramente a la eficacia (Wirksamkeit) de 2. Conceptos de historia
tales conceptos fundamentales. Además, convendría tener en cuenta
la multiplicidad de conceptos y de «sociolectos» o niveles del lenguaje
Comenzamos por constatar el hecho de que, como hemos venido
hablado, tal y como son realmente usados por los distintos estratos,
observando, la tensión existente entre las circunstancias históricas
grupos, partidos o clases sociales. Las clases bajas, preocupadas por
y su captación o registro lingüístico (geschichtlichen Sachverhalten und
los impuestos, la enseñanza y el servicio militar, tienden a percibir
sprachlichen Er/assung) estalla repetidamente en la historia. Esta ten-
el Estado menos como un Estado orientado hacia el futuro que
sión inevitable nos obliga a afrontar un reto intelectual: cualquier
como un déspota o capataz completamente volcado en el presente.
historia, incluso después de establecida y registrada, ha de ser per-
Pero visto desde el otro lado, el Estado podría ser considerado por
petuamente reescrita. La cuestión de los conceptos guías que cons-
los burócratas educados del siglo XIX o por el partido en el siglo xx
como déspota o como vanguardia (Vorhut) del proletariado, o también
tituyen una historia como tal ha de ser, por tanto, planteada y res-
como un tutor (Vormund) omnipresente e intervencionista que intenta pondida una y otra vez a lo largo de la historia. Esta observación
no ha de hacernos caer en la trampa de un relativismo sin límites.
regular todos los asuntos.
Más bien nos sugiere que los nuevos conceptos son permanentemente
De este modo, los grupos de hablantes invocan (abru/en) y movi-
desafiados y evocados por las cambiantes experiencias históricas, y
lizan coloquialmente los distintos niveles de significado de un con-
que estos nuevos conceptos exigen a su vez que la vieja historia
cepto fundamental sin ser capaces por ello de evitar el uso del con-
sea reescrita de nuevo retroactivamente 6. Esta reescritura no se efec-
cepto mismo, que permanece invariable desde el punto de vista léxico.
Sólo si una palabra ya no es capaz por más tiempo de reunir las túa caprichosamente y sin propósito, sino de acuerdo con ciertas
experiencias acumuladas en un concepto común pierde su vigor como pautas científicas, o, lo que es lo mismo, toda reescritura histórica
concepto fundamental y poco a poco va cayendo en desuso. Así ha de someterse al poder de veto de las fuentes. Ciertamente, las
fue como Ade! (nobleza) fue sustituido por Elite; Bauer (campesino), fuentes nunca nos indican lo que hay que decir, pero nos impiden
por Ókonom (labrador); Arbeiter (obrero) por Werktatiger (trabajador), arriesgar afirmaciones que la documentación histórica no nos autoriza,
y Staat por Gesellscha/t (sociedad). Como es obvio, cuando esto sucede o excluye claramente como falsas.
los problemas planteados por esos conceptos no están resueltos, sino Antes de ocuparnos de algunos conceptos de historias posibles,
que simplemente son reformulados y redefinidos para los nuevos permítanme hacer una observación previa acerca del método. Como
tiempos. Y no lo es menos que detrás de estas redefiniciones o for- es bien sabido, existen numerosos y controvertidos enfoques (Zuord-
mación de nuevos conceptos subyacen siempre diversos problemas nungen) o criterios de transformación de un curso de acontecimientos
extralingüísticos. (Geschichte) en un historia (Geschichte). Para las llamadas aproxi-
Tales desajustes (Differenz) entre los conceptos y las circunstancias maciones (Vorgriffe) materialistas, el lenguaje carece de significación
inducen nuevamente transformaciones históricas y reclaman una por sí mismo, siendo considerado un puro instrumento de intereses
orientación para los cambios futuros. N os acercamos de este modo preexistentes, generalmente de origen económico. Se convierte así
al final de nuestra pesquisa en historia de los conceptos. Lo que en un epifenómeno de realidades no lingüísticas: «El ser determina
se expresa lingüísticamente es siempre más o menos que aquello 6 KOSELLECK, R: «Erfahrungswandel und Methodenwechsel», en Zeitschichten )
que está o estuvo presente en la historia real. Y lo que la historia op. cit. (<<Cambio de experiencia y cambio de método», en Los estratos del tiempo )
contiene es siempre más o menos que lo que puede ser dicho lín- op. cit.) pp. 43-92).

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la conciencia (Das Sein bestimmte das Bewuj5tsein)>> 7. Tal aproximación todo caso la alternativa metodológica adoptada será en sí misma
o vía de acceso (Zugriffe) puede ser plenamente razonable; el análisis una decisión de orden lingüístico. No hay predecisión posible que
de un texto usando el método de la sociología del conocimiento excluya todas las demás pautas de explicación. La opción de dar
puede aportarnos claves que van más allá de lo que el texto nos prioridad, ya sea a los factores lingüísticos o a los no lingüísticos,
dice por sí mismo. seguirá siendo, en cualquier caso, una decisión puramente lingüística.
En el otro extremo se situaría el llamado enfoque (Vorgriffe) idea- La cuestión heurística relativa a si una serie de acontecimientos (eine
lista, que interpreta todos los textos, ya se trate de documentos o Geschichte) puede ser mejor comprendida desde la perspectiva de
interpretaciones históricas, como formas de expresión del espíritu los intereses económicos o en tanto que comportamientos mentales
humano (Geist). Esta actitud metodológica, igualmente razonable, o lingüísticos, ha de ser previamente clarificada en el plano teórico,
nos permite afirmar -como diría Hayden White- 8 que toda la esto es, en el dominio del lenguaje. Ciertamente, los historiadores
historia está indisolublemente ligada a sus representaciones histo- siempre pueden optar por soluciones de compromiso o tentativas
riográficas. Desde este punto de vista, cada texto historiográfico alcan- eclécticas, pero desde el punto de vista epistemológico la disyuntiva
zaría, junto a los demás géneros literarios, su correspondiente cuota de si una historia ha de ser analizada esencialmente desde un punto
en el sistema de comunicación cultural. Y, por supuesto, el lenguaje de vista lingüístico o extralingüístico es insoslayable.
ya no sería en este caso un mero instrumento, sino más bien el La prioridad lingüística en la determinación de lo que es ver-
factor activo capaz de determinar la realidad que se convertirá en daderamente importante como historia es, pues, el resultado de una
una historia. La historia estaría así envuelta por entero en su forma reflexión metodológica que en modo alguno implica una predecisión
lingüística. factual o de contenido (sachlich-inhaltliche). La determinación del
Me inclino a reconocer que las dos posiciones extremas que aca- contenido (Inhalt) de los procedimientos de investigación podría cen-
bamos de esquematizar poseen valor heurístico: la historiografía trarse exclusivamente en factores no lingüísticos, tales como los ins-
socioeconómica y la historiografía crítico-literaria en modo alguno tintos y los deseos humanos; las necesidades y la escasez de recursos
se excluyen mutuamente. Por el contrario, pueden estimularse la que las satisfacen; los intereses económicos o el afán de poder político;
una a la otra. Naturalmente, nuestra cuestión inicial acerca de la ciertos comportamientos profundamente arraigados, racionales o irre-
diferencia permanente entre la realidad histórica y su forma lingüística flexivos; condiciones geográficas de acción que preexisten a cualquier
no puede ser resuelta por ninguna de estas dos aproximaciones (ma- forma lingüística, por ejemplo, tierra o mar, ríos, desiertos o montañas,
terialista e idealista). Si hemos insistido en esta oposición es para nieve, hielo, tormentas, desastres naturales, calor, aridez y otras limi-
subrayar que el lenguaje está presente en ambas. La pregunta con- taciones de la existencia humana, tales como epidemias, que pueden
ceptual acerca de qué tipo de realidad (eigentlich) podría constituir ocasionar la muerte temprana.
una historia habría de formularse, pues, de otra manera. La decisión Pero un método de investigación puede igualmente poner énfasis
de que una historia esté determinada ante todo por el factor eco- en las condiciones puramente lingüísticas de la acción y las reali-
nómico, político, religioso, mental, social u otro cualquiera podría zaciones humanas; así, ciertos conflictos jurídicos (Rechtshdndel) que
decantarse en uno u otro sentido según las preferencias y las expe- podrían abocar a la guerra podrán ser arreglados lingüísticamente
riencias del autor, y dependiendo también de su situación de hecho antes de que ésta estalle. Pertenecen a este ámbito documentos y
(vermuteter Sachlage) y de sus expectativas. Pero es seguro que en libros jurídicos, así como textos teológicos que son indispensables
para una historia religiosa o eclesiástica, aunque no quepa atribuir
7 La fórmula, como es sabido, remite a una célebre frase de Karl Marx (N.
necesariamente la última palabra de manera incondicional a tales
de los T.).
8 WHITE, H.: Metahistory. The Historical Imagination in Nineteenth-Century Europe,
textos. De la misma manera, una historia política o constitucional
Baltimore, TheJohns Hopkins University, 1973 (versión española de MASTRANGELO, S.: no podrá renunciar al examen de las declaraciones lingüísticas de
Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, México, FCE, 1992). los actores participantes y de sus textos normativos con el fin de

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reconocer y representar los cambios que no cesan de producirse con completamente nuevo de historia. En primer lugar, «Die Geschichte»
mayor celeridad o lentitud. se transformó en un singular colectivo que reunió todas las historias
Tucídides, padre fundador de nuestra historiografía política y pasadas y futuras en un único concepto. Hasta entonces, «Die Ges-
antropológica, planteó ya en su modelo básico de relato la alternativa chichte» era un concepto pluralista que hacía alusión a la suma de
de una historia condicionada por factores lingüísticos o extralingüís- historias singulares referentes a sujetos particulares, ya se tratase de
ticos. Todo lo que ocurrió en la guerra civil, asesinatos, horrores, un príncipe, una iglesia, un país o cualquier otra cosa. Y esas historias
enfermedades, esclavitud, y todo lo que les sucede a los seres huma- eran el objeto específico de una narrativa o representación por parte
nos, se recoge en sus capítulos narrativos, mientras que, por otra del historiador, quien escribía sus relatos (Historien) de tales acon-
parte, todo aquello que la gente pensaba y estructuraba mentalmente tecimientos particulares (Geschichten).
sus experiencias de sufrimiento y sus esperanzas constantemente reno- A partir de ese momento, el nuevo singular colectivo se desarrolló
vadas, hay que buscarlo en los diálogos y en los discursos que recoge pujantemente hasta convertirse en su propio sujeto. La historia (Ges-
en otras partes de su obra. chichte) comenzó a actuar por sí misma como Dios, autorealizándose
Los discursos y diálogos conceptualizan aquello que sucedió, pudo por medio de los agentes individuales. Como resultado de todo ello,
haber sucedido o podría suceder en el futuro. Lo que hoy preferimos el nuevo concepto de historia (Geschichte) logró un estatuto teórico
subsumir bajo la dicotomía de teoría y práctica es reducido por Tucí- que bajo la forma plural de «las historias» (Geschichten) nunca había
dides de un modo mucho más claro, directo y concreto a la siguiente
alcanzado. El flamante concepto era definido certeramente por K6ster
alternativa: por una parte, consideraciones y manifestaciones o comu-
nicaciones (Botschaft) lingüísticas (monológicas o dialógicas); por otra, (uno de los filósofos de Giessen) de esta manera: «"die Geschichte"
hechos y fracasos, acciones y sufrimientos. Esta insoslayable deter- significa lo mismo que "teoría de la historia", "filosofía de la historia"
minación diferencial (Differenzbestimmungs) entre lenguaje y sucesos o "lógica de la historia"» 9. Dicho de otra manera, este nuevo concepto
(Geschehen), entre habla y secuencia de acontemientos, nos conduce no sólo abarca los acontecimientos que continuamente suceden empí-
a la conclusión de estas reflexiones. ricamente, sino que principalmente tematiza las condiciones para
Pasamos a continuación a interrogarnos sobre las predecisiones la posibilidad de historias. Desde este punto de vista, esta historia
lingüísticas: bajo qué premisas conceptuales se supone que las historias (Geschichte) llegó a ser su propio sujeto. «Geschichte» se convirtió
han de ser investigadas, comprendidas y descritas. Con el fin de así en un concepto metaempírico.
evitar cualquier distorsión o abuso ideológico, una vez más debemos Pero, en segundo lugar, esta misma historia (Geschichte) se con-
recordar que, precisamente porque esta predecisión se dirime en virtió a la vez en su propio objeto, pues el tradicional concepto de
el terreno lingüístico, descartamos cualquier prejuicio en favor de una «Historie» es, por así decirlo, asimilado por el nuevo singular
una historia lingüísticamente determinada. Primeramente quisiéramos colectivo. Desde aproximadamente 1780, «Geschichte» podía signi-
hacer una advertencia difícil de trasladar a las lenguas occidentales ficar también simplemente «Historie». El curso de los acontecimientos
fuertemente influenciadas por el latín. Me refiero a la diferencia (Geschichte) y la naturaleza de su investigación y representación fueron
entre Historie (histoire, historia) y Geschichte (las situaciones y sucesos de esa manera englobados en un concepto común. Las condiciones
reales). Dicho más claramente, esto se refiere a un contraste obvio de la acción histórica y las condiciones de su conocimiento o, en
entre las res gestae o pragmata, las acciones y acontecimientos, por
otras palabras, las presuposiciones lingüísticas y extralingüísticas de
una parte, y los relatos sobre ellos, las narrativas históricas (Erzdh-
toda clases de historias fueron pensadas bajo el mismo concepto.
lungen), las historias, por otra. Esta oposición, que nosotros seguimos
Por así decirlo, el giro trascendental había sido anticipado por el
usando, era bien patente hasta mediados del siglo XVIII. Las cosas,
sin embargo, cambiaron a partir de ese momento. 9 K05TER, H. M. G.: «Historie», en Deutsche Encyklopadie, oder Allgemeines
Si nos fijamos en el uso de la lengua alemana a finales del siglo Real- Worterbuch aller Künste und Wissenschaften, t. XII, Francfort del Main, 1778-1804,
XVIII descubriremos un sorprendente giro que condujo a un concepto p.660.

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Reinhart Koselleck Historia de los conceptos y conceptos de historia

lenguaje conceptual: las condiciones de la realidad son al mismo


tiempo las de su propio conocimiento.
Fue Wilhelm von Humboldt quien mejor penetró en las razones
profundas de esta convergencia. En sus propias palabras, «porque
todo aquello que es efectivo en la historia del mundo agita igualmente
el espíritu humano», «el escritor de historia, quienquiera que merezca
este nombre, debe describir cada suceso como parte de un todo
o, lo que es lo mismo, debe representar en cada parte la forma
de la historia como tal (Form der Geschichte überhaupt)>> 10. En esta
tesis de la convergencia observamos un argumento estético circular:
cada historiador podría «encontrar» objetivo en historia precisamente
aquello que él subjetivamente apreciase como tal. De ser así, las
ideologías podrían infiltrarse y circular libremente en el interior de
las representaciones históricas, puesto que en el plano teórico cada
cual reconoce sin cortapisa alguna esa supuesta totalidad en su par-
ticular área de investigación.
Ahorraremos ejemplos de una historiografía ideológicamente cor-
tocircuitada de esta manera, que pueden encontrarse frecuentemente
tanto en la llamada fase precientífica como en la fase científica de
nuestra disciplina. El investigador que admita que su investigación
está guiada por intereses ha de asumir que el propio conocimiento
que produce podría ser bloqueado por esos mismos intereses. Úni-
camente señalaré que la prestigiosa historiografía crítica alemana del
siglo XIX se propuso investigar nada menos que una historia (Ges-
chichte) milenaria del pueblo alemán, un pueblo que acababa de
constituirse en ese mismo siglo. La ciencia no nos protege contra
el error. Con todo, la ciencia sí nos permite al menos construir barreras
metodológicas (methodische Hemmschwellen) que impiden los juicios
precipitados. Ese umbral de contención (Hemmschwelle) es la deter-
minación diferencial (Differenzbestimmung) entre lenguaje y aconte-
cimiento (Geschichte)' ninguna de las dos caras de esta diferencia
puede ser subsumida en la otra. La historia real (Geschichte) contiene
siempre más o menos que aquello que se dice acerca de ella por
medio del lenguaje, así como el lenguaje expresa siempre más o
menos cosas de las que contiene la historia real.

10 VON HUMBOLDT, W.: Über die Aufgabe des Geschichtsschreibers (1821), en


Schrzften zur Anthropologie und Geschichte, Darmstadt, 1980, pp. 585-606, especial-
mente p. 590.

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456 Melvin Richter

Mis razones a favor de la historia conceptual son que se trata de


una forma única de conocimiento que proporciona relatos y explicacio-
ASIGNANDO A LA BEGRIFFSGESCHICHTE nes detalladas tanto de las continuidades como de los cambios claves
SU LUGAR EN LA HISTORIOGRAFÍA en los vocabularios conceptuales (normativos y descriptivos) de la po-
lítica, el gobierno y la sociedad. La forma en que esto se realiza se verá
DEL PENSAMIENTO POLÍTICO*
precisamente, espero, a partir del relato más detallado de la Begriffs-
geschichte que presento a continuación.
Melvin Richter Este género fue creado por académicos alemanes después de la
New York City University
II Guerra Mundial. Trataré la cuestión primeramente en términos de
dos versiones, cada una ejemplificada en un vasta obra de referencia
(realizada por varios autores) fruto de muchos autores: Geschichtliche
Grundbegriffe (GG), Historisches Wörterbuch der Philosophie (HPW).
Existe una tercera obra al mismo elevado nivel de logros, Handbuch
En este artículo, me ocupo en primer lugar de aquellos trabajos que politisch-sozialer Grundbegriffe in Frankreich, 1680-1820. Pero este
han establecido la Begriffsgeschichte (historia de los conceptos) como se centra en cuestiones y temas frecuentemente alejadas de la filosofía
método de trabajo con el que contribuir a cualquier futura historia del política2. Sin embargo, a causa de sus muchas otras contribuciones a la
pensamiento político1. Luego procedo a debatir con mayor detalle qué Begriffsgeschichte, especialmente su metateoría y su metodología, me-
es lo que hace a este método valioso para los historiadores. Finalmente rece ser mencionado aquí el Handbuch. Gran contribución a la historia
ofrezco algunas sugerencias sobre cómo pueden ser incorporados los de las mentalidades en Francia, se ha sumado también a la diversidad
métodos empleados en la historia de los conceptos políticos y sociales de enfoques en historia conceptual. Cada una de estas tres grandes
en las narraciones existentes sobre el daesarrollo del pensamiento polí- obras posee su propia forma de escribir esa historia; cada una posee un
tico, así como añadirse a las técnicas para analizar textos de que dispo- enfoque teórico distintivo; y cubre un espacio temporal diferente. Lo
nemos actualmente, ubicándolos en sus contextos y traduciéndolos a que es común a estas formas alternativas es su análisis del pensamiento
otras lenguas. político y social del pasado trazando la historia de los conceptos antes
Mi propósito no es argumentar que la Begriffsgeschichte deba re- que unidades de análisis alternativas (autores o textos individuales, es-
emplazar a otros métodos, sino más bien mostrar cómo complementa a cuelas, tradiciones, formas de argumento, ideas por unidad, estilos de
muchos de ellos. El interés e importancia de la filosofía política au- pensamiento, modos de discurso). Otras obras en curso que hacen uso
mentan cuando se la considera desde distintos ángulos de visión y se la
estudia a través de más de un modo de análisis.
2 Geschichtliche Grundbegriffe. Historisches Lexicon zur politisch-sozialen Sprache in
Deutschland (GG) eds. Otto Brunner, Werner Conze y Reinhart Koselleck (7 vols. de tex-
to; 2 vols. de índices), Stuttgart, Klett-Cotta, 1972-1990, en adelante citado como GG. His-
* Traducción: Gonzalo Capellán de Miguel. torisches Wörterbuch der Philosophie (HWP), eds. Joachim Ritter y Karlfried Gründer
1 Como ha señalado Henning Ottmann, no existe consenso sobre lo que distingue a la (9 vols. hasta la fecha; Basel / Stuttgart, Schwabe & Co., 1971-). Handbuch politisch-so-
historia de la filosofía política de las historias de sus clásicos, o de las historias de la teoría zialer Grundbegriffe in Frankreich, 1680-1820 (Handbuch), eds. Rolf Reichardt Hans-Jür-
política, de las ideas políticas o del pensamiento político. Él ha elegido la historia del pen- gen Lüsebrink, Eberhard Schmitt, en colaboración con Ger van der Heuvel y Annette Ho-
samiento político como título para su impresionante nuevo trabajo, porque este término es fer (20 vols. hasta la fecha; Munich, R. Oldenbourg Verlag, 1985-). De estas tres obras
inmediatamente más extensivo que sus alternativas y le permite ocuparse de ambos, de los solamente se ha completado la GG. Para un análisis detallado de estas obras, puede verse
textos y de sus contextos políticos. Véase la introducción a su Geschichte des Politischen mi libro The History of Political and Social Concepts. A Critical Introduction (New York,
Denkens: von den Anfängen bei den Griechen bis auf unsere Zeir (4 Bände; Stuttgart, Oxford University Press, 1995); History of Concepts: Comparative Perspectives, Iain
Metzler, 2001), I, 1, 1-6. Hampsher-Monk, Karin Tilmans y Frank van Vree, eds. (Amsterdam, 1998); y Begriffs-
geschichte, Diskursgeschichte, Metapherngeschichte, Hans Erich Bödeker, ed. (Göttingen,
Historia Contemporánea 27, 2003, 455-463 2003).
Asignando a la Begriffsgeschichte su lugar en la historiografía... 457 458 Melvin Richter

de la Begriffsgeschichte incluyen: Historisches Wörterbuch der Rheto- como para beneficiarse si se les observa en contraste con distintos hori-
rik; Lexikon aesthetischer Grundbegriffe; y Reallexikon der deutschen zontes dentro de la historia de la filosofía.
Literaturwissenschaft3. Precisamente porque la versión de Begriffsgeschichte de la HWP es
Mientras el HWP es no-contextual en su tratamiento de los térmi- no-contextual, su valor puede parecer disminuido por las críticas con-
nos filosóficos, el GG y el Handbuch buscan conectar la historia con- textualistas de Pocock y Skinner que discutiremos más adelante. Sin
ceptual a la historia social. El GG lo hace relacionando los cambios en embargo, proporciona una información significativa acerca de cómo
el significado y las funciones de los conceptos con los cambios en las han utilizado un concepto las diferentes escuelas y pensadores. Con
estructuras de gobierno, de la sociedad y de la economía; el Handbuch, frecuencia ofrece listados de los diferentes sentidos que un concepto ha
explorando las alteraciones en las mentalidades de la sociedad. Ambos, revestido en el transcurso de su existencia. Tales hallazgos sobre el ran-
el GG y el Handbuch buscan determinar qué conceptos fueron utiliza- go de significados filosóficos que en el pasado ha portado un concepto
dos por partidos en competencia, grupos, estratos, órdenes o clases, añaden mucho a su historia. Cuando menos, los artículos de la HWP
particularmente durante períodos de crisis aguda y revolución. Los teó- identifican los autores más relevantes que han tratado un concepto o un
ricos de ambas obras insisten en que los conceptos políticos y sociales término. La HWP resume los usos que se ha hecho de los conceptos en
fundamentales son, y siempre lo han sido, disputados. la argumentación filosófica; proporciona una guía de las mejores edi-
ciones de los textos; y cita la bibliografía secundaria sobre ellos en dis-
tintas lenguas. De hecho, la HWP presta un gran servicio al proporcio-
Historisches Wörterbuch der Philosophie (HPW) nar semejante información completa acerca de casi cada concepto
abstracto y término filosófico concebible desde la metafísica a la políti-
Mientras que el GG y el Handbuch se ocupan exclusivamente de la ca y desde la filosofía ética hasta la lógica formal.
historia de los conceptos políticos y sociales, el HWP centra su aten-
ción en la historia de los conceptos filosóficos considerados como parte
de la historia interna de la filosofía y de las disciplinas afines, es decir, Geschichtliche Grundbegriffe. Historisches Lexicon zur
su terminología y sus problemas perennes. Cuando consideramos la fi- politisch-sozialen Sprache in Deutschland (GG)
losofía política, habitualmente lo hacemos sin referencia a la filiación
política y social ni de los pensadores ni de sus audiencias, o sin re- El GG, el único lexicón de los tres diccionarios a los que venimos
ferencia a los cambios estructurales en sus contextos políticos, sociales refiriéndonos que ha sido terminado, explora los conceptos que cons-
o económicos. Al igual que el GG y el Handbuch, el HWP no contiene tituyen vocabularios especializados, campos semánticos o dominios
artículos referidos a pensadores individuales o a interpretaciones dis- lingüísticos del lenguaje político y social empleado en la Europa de
cordantes sobre ellos y sus teorías. habla alemana, con particular referencia al período de aproximada-
Aunque estas tres obras utilizan la Begriffsgeschichte, cada una lo mente entre 1750 y 1850, la llamada Sattelzeit o Schwellenzeit. Trata
hace de un modo que difiere en razón de sus respectivos programas y a este lapso cronológico como el período decisivo de transición al
métodos. El HWP se interesa en primer término por las historias de los pensamiento político y social moderno en la Europa de habla alema-
problemas, argumentos y términos técnicos de la filosofía. A diferencia na. El GG propone un conjunto de hipótesis acerca de cómo, durante
de la GG y del Handbuch a este respecto, la HWP no trata de especifi- este período, el vocabulario político y social alemán se transformó
car los contextos de los usos pasados de los conceptos filosóficos. En la aceleradamente y adquirió una serie de nuevas características aproxi-
HWP, la Begriffsgeschichte se aplica únicamente a aquellos conceptos madamente en la época en que la estructura del gobierno, la sociedad
que o bien han cambiado poco a través del tiempo o bien lo suficiente y la economía estaban experimentando cambios sin precedentes. El
GG estudia los conceptos empleados para describir, evaluar y dirigir
estas transformaciones. En el análisis de tales conceptos se hallan in-
3 Para una visión de conjunto y crítica de estos proyectos más recientes véase Die In- cluidas las identificaciones de aquellos en uso o en competencia con
terdisziplinarität der Begriffsgeschichte, ed. Gunter SCHOLZT (Hamburg, 2000). ellos.
Asignando a la Begriffsgeschichte su lugar en la historiografía... 459 460 Melvin Richter

El programa del GG encargó a sus colaboradores (ocasionalmente Merece la pena señalar tres cuestiones sobre esta afirmación y otras re-
individuos y con más frecuencia equipos) mirar retrospectivamente tan lacionadas con ella:
atrás como hasta los clásicos de la antigüedad y tan adelante como has-
1) la definición en términos históricos de lo que es un concepto po-
ta los usos de nuestro propio tiempo. Semejante análisis estaba dirigido
lítico básico;
a identificar tres tipos de conceptos sociales y políticos, cada uno de
2) las implicaciones de identificar la disputa como característica de
ellos definido en relación a su uso actual en alemán:
los conceptos políticos básicos, y las consecuentes ventajas para
1) conceptos con un uso prolongado en el tiempo, como «democra- la investigación en historia del pensamiento político, su histo-
cia», cuyo significado puede ser entendido todavía por un ha- riografía y su periodización;
blante del lenguaje actual. 3) las contribuciones de la Begriffsgeschichte a una problemática
2) Conceptos como «sociedad civil», cuyo significado inicial ha aún escasamente reconocida: cómo funcionan los conceptos en
sido borrado de tal forma que solamente pueden ser entendido la traducción y recepción de textos que se han originado en otra
después de una erudita reconstrucción de sus significados prece- lengua.
dentes.
1. ¿Qué es un concepto político básico? En respuesta a una crítica a
3) Neologismos, como «cesarismo», «fascismo» o «marxismo-le-
la historia conceptual de Pocock, Koselleck definió las unidades de
ninismo», acuñados en el curso de cambios revolucionarios que
análisis y el proyecto global del GG. Pocock había realizado dos aseve-
ellos mismos ayudaron a moldear o interpretar. Se sostendrá
raciones: primero, que la historia de los conceptos es dependiente y au-
que estas clasificaciones pueden proporcionar una vía de inte-
xiliar de la historia de los discursos; segundo, que el análisis diacrónico
gración de la Begriffsgeschichte en la historia de la filosofía
debe estar subordinado al tratamiento sincrónico. En tanto que concede
política.
que los conceptos siempre operan dentro de un discurso, Koselleck dis-
El GG ha proporcionado por primera vez información fidedigna so- crepa de que la historia de los conceptos y la historia de los discursos
bre los usos pasados de los conceptos políticos y sociales en Alemania. sean incompatibles y opuestas. Cada una depende de la otra. Un discur-
De este modo ha dejado claro cómo el lenguaje modela y registra los so necesita conceptos básicos para expresar aquello de lo que está ha-
procesos de cambio que transformaron cada área de la vida política y blando. Y el análisis de los conceptos necesita la guía de ambos con-
social alemana desde aproximadamente la mitad del siglo XVIII hasta el textos, lingüístico y extra-lingüístico.
siglo XX. Aunque los conceptos siempre operan dentro de un discurso, son
¿Qué características de la Begriffsgeschichte confieren a este méto- pivotes alrededor de los cuales giran todos los argumentos. De ahí la
do su valor para la historia del pensamiento político? Para tratar esta definición de Koselleck: «conceptos básicos (Grundbegriffe) son partes
cuestión haré referencia sobre todo al trabajo de Reinhart Koselleck, el irremplazables, inevitables del vocabulario político y social»5. Es decir,
principal teórico del GG, quien fue responsable también de su realiza- que cualquiera que desee convencer a una audiencia o público al que se
ción. Al tratar la trayectoria de la democracia como concepto, Koselleck dirija debe ocuparse de ellos positiva o negativamente.
ha especificado en lo que su método puede contribuir a esta discusión: Solamente después de que los conceptos han adquirido este estatus
«la tarea de la Begriffsgeschichte es preguntarse qué partes de significa- llegan a cristalizar en una simple palabra o término como «revolución»,
do persisten, son traducibles y qué nuevas partes se han añadido»4. «Estado», «sociedad civil» o «democracia». De este modo, los concep-
tos básicos son muy complejos; siempre resultan controvertidos y dis-
putados. Esto es lo que les hace históricamente significativos y les con-
4 Reinhart KOSELLECK, «A Response to Comments on the Geschichtliche Grundbe- trapone a los términos puramente técnicos o profesionales6.
griffe», en Hartmut LEHMANN y Melvin RICHTER (eds.), The Meaning of Historical Terms
and Concepts. New Studies in Begriffsgeschichte. Washington, D.C., German Historical
Institute, 1996, p. 68. Gran parte del trabajo de Koselleck sobre la Begriffsgeschichte se
cita y comenta críticamente en dos contribuciones de Hans Erich BÖDEKER, Begriffsges- 5 KOSELLECK, «A Response to Comments…», p. 64.
chichte, Diskursgeschichte, Metapherngeschichte, pp. 7-28, 73-122. 6 Ibíd., p. 64.
Asignando a la Begriffsgeschichte su lugar en la historiografía... 461 462 Melvin Richter

Por lo que se refiere a la relación entre el análisis diacrónico y sin- diacrónico. Cualquiera que pretenda crear un nuevo grupo de concep-
crónico del lenguaje empleado en el pensamiento político, Koselleck tos o transformar el significado de los que están en uso, debe diseñar
sostiene que ambos son indispensables y que no se puede privilegiar lo una estrategia para contrarrestar y superar la presión ejercida por el uso
sincrónico. Porque en cualquier exégesis sincrónica de un texto, el ana- pasado.
lista debe tener presentes aquellos criterios de selección que conducen 2. ¿Cuáles son las implicaciones de tratar tales conceptos básicos
a un escritor a usar conceptos en un sentido y no de otra forma y a ha- como complejos, controvertidos y disputados para la historia del pensa-
cerlo así mediante una nueva formulación, antes que mediante una anti- miento político? ¿Qué se quiere decir con la «contestabilidad» de los
gua. Cada autor innovador debe contrastar la relación entre los signifi- conceptos políticos?8
cados previos de una palabra o términos y los propósitos que alberga el Primero, el término indica que las discusiones políticas acerca de
autor. conceptos como «democracia» afectan a sus significados centrales, más
Ningún escritor puede crear algo nuevo sin servirse de un corpus bien que a los marginales. En resumen, ¿es un sistema directo y parti-
lingüístico establecido, remontándose hasta aquellos recursos lingüísti- cipativo como el de la antigua Atenas el paradigma de la democracia, o
cos creados diacrónicamente en el pasado próximo o remoto, y compar- el modelo deberían ser más bien los modernos gobiernos constituciona-
tidos por todos los hablantes y oyentes. Entender o ser entendido presu- les y representativos como los Estados Unidos o Gran Bretaña?
pone tal conocimiento previo de cómo ha sido empleado el lenguaje. Segundo, en los conceptos «conflictivos» los desacuerdos forman
Cada palabra, término y concepto tiene, por tanto, una fuerza de inercia una parte indispensable de su significado. Quien no alcance a darse
diacrónica contra la que debe operar cualquiera que busque añadirle un cuenta de este hecho no entenderá el modo en que el término se em-
nuevo significado7. plea. Sería el caso de alguien que sostuviera, por ejemplo, que el signi-
Aquí Koselleck nos ha proporcionado una formulación pragmática ficado de «libertad» es tan claro que resulta difícil entender por qué
de los «conceptos básicos». Esta nos capacita para decidir empírica- tantas personas y gobiernos los usan erróneamente. «Libertad» es un
mente, es decir mediante la investigación histórica hasta el uso actual, tipo de concepto que no puede ser portador de un significado incontro-
qué conceptos llegan a ser inevitables en un momento dado para aque- vertible.
llos que participan en la argumentación política. Los conceptos básicos Tercero, esto supone sugerir que el significado de algunos concep-
de un vocabulario político o social son aquellos que se han convertido tos deriva más bien de la controversia, antes que del consenso sobre su
en indispensables como eslogan u objetivo para quienes compiten por significado. Ciertos conceptos son valiosos no a pesar de las disputas
el poder político o por la preponderancia intelectual. sobre su significado, sino precisamente debido a tales discrepancias.
Tales conceptos enmarcan y restringen, aumentan y limitan el voca- De este modo, los debates sobre el significado de «democracia» o «li-
bulario disponible para su propia generación y para las posteriores. De- bertad de expresión» o derecho a asilo político, podrían enriquecer la
bido a que pueden reciclarse, los conceptos básicos portan significados comprensión pública de las cuestiones implicadas sin que nunca se pro-
de larga duración aplicables a nuevas circunstancias y estructuras, a las porcione un concepto simple y «correcto» o consensuado para cual-
que podrían afectar de manera decisiva. La historia de la traducción y quiera de ellos9.
recepción de los conceptos también muestra las dificultades a las que
se enfrentaron aquellos autores que como Platón, Hobbes o Bentham
8 Mi resumen de esta tesis sigue a Jeremy WALDRON, «Vagueness in Law and Language:
pretendieron acuñar un nuevo lenguaje para expresar lo que ellos con-
Some Philosophical Issues», en California Law Review, núm. 82, 1994, pp. 509-540. Esta
sideraron como nuevas ideas. Los teóricos no pueden desatender el postura fue sostenida originariamente por W. B. GALLIE, en «Essentially Contested Concepts»,
corpus establecido de su lenguaje, los recursos lingüísticos creados en Proceedings Aristotelian Society, núm. 167 (1955-56), p. 56. Mi discusión sobre la «conflicti-
el pasado y compartidos por todos aquellos que los usan. De este vidad» se halla abreviada en mi «Conceptualizing the Contestable: Begriffsgeschichte and Po-
modo, cada concepto básico es portador de una fuerza inercial de tipo litical Concepts», en Die Interdisziplinarität der Begriffsgeschichte, pp. 135-143.
9 Véase también: W. E. CONNOLLY, The Terms of Political Discourse. Pinceton, 1983

(2.ª ed.); John GRAY, «Liberty, Liberalism, and Essential Contestability», British Journal
of Political Science, núm. 8, 1978, pp. 385-402; Alasdair MACINTYRE, «The Essential Con-
7 Ibíd., p. 63. testability of Some Social Concepts», en Ethics, núm. 84, 1973.
Asignando a la Begriffsgeschichte su lugar en la historiografía... 463

¿Por qué son los conceptos políticos conflictivos? Hobbes dio una
memorable respuesta en términos de intereses, individuales o de grupo.
Debido a tales intereses, los conceptos políticos deben distinguirse de
los puramente lógicos, matemáticos o filosóficos. Hobbes sostenía que
los conceptos se tratan de forma muy diferente en presencia o ausencia
de pasiones tales como la ambición, la codicia y la persecución del po-
der, la dominación y la riqueza:

Esta es la causa de que la doctrina de lo bueno y lo malo sea perpe-


tuamente disputada con la pluma y con la espada, y que no sea así con
la doctrina de las líneas y las figuras; pues, en este último asunto, a los
hombres les preocupa saber un tipo de verdad que no afecta para nada a
sus ambiciones personales, su ganancia o su ansia de poder. Porque no
me cabe la menor duda de que si la doctrina que dice que los tres ángu-
los de un triángulo son iguales a dos ángulos rectos hubiera sido con-
traria al derecho de algún hombre para ejercer dominio sobre otros, o a
los intereses de quienes ya lo ejercen, dicha doctrina, sin ser disputada,
habría sido suprimida mediante la quema de todos los libros de geome-
tría, suprimida, si a quien le afectase hubiera sido capaz de hacerlo10.

10 Thomas HOBBES, Leviathan, cap. XI, citado por Waldron, «Vagueness in Law and
Language...», p. 514. Citamos por la versión española de Carlos Mellizo, Madrid, Alianza,
1999, p. 98.

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