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El que la "primera opción" que le da la LTV al tenedor del título sea la "ejecutiva"
no es casual, pues forma parte de nuestra tradición considerar que los títulos
valores deban necesariamente ser títulos ejecutivos, quizá pensándose que su
función (económica) de hacer circular fácilmente los derechos en ellos
incorporados estaría mucho más asegurada si se les dota de ejecutividad
procesal, vale decir, reconociéndoles "mérito ejecutivo"1.
Es así, que la LTV en su artículo 18.1 le confiere "mérito ejecutivo" a todos los
títulos valores. De la misma manera el inc. 1 del artículo 697 CPC -de la redacción
resultante de las modificaciones aportadas por la propia LTV, establece que "Se
puede promover proceso ejecutivo en mérito de los siguientes títulos: 1. Títulos
valores que confieren acción cambiaria, debidamente protestados o con la
constancia de la formalidad sustitutoria del protesto respectiva, o en su caso, con
prescindencia de dicho protesto o constancia, conforme a lo previsto en la ley de
la materia".
Sin embargo, cabe preguntamos: ¿es necesario e ineludible que los títulos
valores sean títulos ejecutivos? En mi concepto no, pues el que algún título valor
cumpla su función (económica) de hacer circular eficaz y seguramente la
riqueza2, depende de la habilidad de cada legislador para configurarlo como un
"documento constitutivo cuyo propietario sea titular autónomo del derecho literal
que está en él mencionado" y no ciertamente que sea o no título ejecutivo.
En tal sentido, los títulos valores los hemos "inventado" para hacer circular
fácilmente un derecho, recurriendo a:
1
La expresión "mérito ejecutivo" equivale, en nuestra terminología a decir '1ítulo ejecutivo". Igual significado
tiene la tradicional locución castellana "título que apareja ejecución" (traducción del latín medieval executio
parata). Cabe señalar que según el Diccionario de la Lengua Española "mérito" (en el sentido que nos interesa)
significa "lo que hace que tenga valor", vale decir, que cuando se hace referencia al "mérito ejecutivo", se quiere
decir tanto como: ''valor, alcance, calidad".
2
Con toda precisión señala ASCARELLI, ''Teoría General de los Títulos de Crédito", Editorial Jus, México,
1947. Pág. 413, que: ''Título de crédito y circulación, son términos equivalentes".
b) La creación de una ley de circulación especial del derecho cartular frente
a las del derecho común;
c) Que la calidad y extensión del derecho dependa del tenor literal del
documento; y que,
d) El adquirente del documento tenga una posición autónoma frente de sus
precedentes poseedores que se traduce en una inoponibilidad a tal
tenedor de las excepciones que podría plantear el deudor ex título a los
anteriores poseedores.
Si luego, el título valor, tras haber agotado su función circulatoria (su momento
fisiológico), una vez llegado el momento del cumplimiento, el obligado cartular
incumple la prestación a su cargo (momento patológico), es decir, cuando se
produce la crisis de la obligación, el que al final de su ciclo vital resulte siendo el
acreedor cartular, podrá echar mano a todos aquellos instrumentos que el
ordenamiento procesal le otorga para lograr la tutela y la satisfacción de su
derecho. Uno de ellos puede ser el tener acceso directo a la ejecución, es decir,
que el título valor sea, a su vez, título ejecutivo.
En efecto, son realmente pocos los ordenamientos que le reconocen a los títulos
valores la calidad de títulos ejecutivos. No lo son ni en Alemania, ni en Austria, ni
en Francia y sus satélites. En Latinoamérica son tan "títulos ejecutivos" como los
nuestros y permiten ingresar al denominado "proceso ejecutivo" que -como
veremos más adelante- un muy anómalo proceso de ejecución. Es más hoy en
España, en virtud de la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil del 2000, los títulos
valores (en realidad solo las letras de cambio y cheques) han dejado de ser
"títulos que aparejan ejecución", como estaba previsto en la LEC de 1881 3,
3
(9) Como lo recuerda MONTERO AROCA, "El nuevo proceso civil", Tirant lo Blanch, Valencia, 2000.
Pág. 855, en España "la letra de cambio se convirtió en título ejecutivo en virtud de la pragmática sanción de
Carlos 111, dada el2 de junio de 1782, según la cual 'toda letra aceptada sea executiva' (Novísima
porque para ellos se ha introducido un proceso especial sumario llamado "juicio
cambiario" .
En tal sentido, y teniendo en cuenta que no es posible -por inútil- dar una noción
abstracta de título ejecutivo4, sino que los títulos ejecutivos son única y
exclusivamente aquellos que la ley considera como tales, vale decir que ellos son
una auténtica creación normativa librada a la total discrecionalidad del legislador
(y solo del legislador) fundada en razones de mera oportunidad, bien se puede
decir que el que la LTV le haya reiterado el "mérito ejecutivo" a los títulos valores
no se deriva de su esencia, sino que constituye una suerte de "plus" que la ley
misma ha considerado agregarles para el supuesto en el que, una vez agotada
su fisiológica función circulatoria, frente al incumplimiento por parte del o los
obligados cartulares, el que resulte siendo al final del ciclo vital del título valor su
tenedor tenga abierta la "vía" ejecutiva para obtener la satisfacción material de
su situación creditoria".
Pero, quede claro que, si la LTV no hubiera reiterado el "mérito ejecutivo" de los
títulos valores (como lo hizo el legislador español en la LEC 2000), nada hubiera
pasado con la esencia de los mismos, pues un título valor no deja, ciertamente,
de ser tal si no es reconocido por la ley como título ejecutivo.
Recopilación XI,III, 7') y desde entonces así ha sido considerada, por último en el artículo 1429, 4de la LEC/
1881. La LEC/2000 acaba con esa tradición de más de dos siglos y es razonable que así sea. Naturalmente
también dejan de ser títulos ejecutivos el cheque y el pagaré, que lo han sido solo desde la Ley 19/ 1985, de
16 de julio, Cambiaria y del Cheque".
4
Tal es, tras mil (conceptualísticas) disputas, la escéptica conclusión a la que ha llegado la doctrina moderna.
Así señala MONTERO AROCA, "El nuevo proceso civil", ci!. Pág. 596: "el título ejecutivo no es una categoría.
Documentos titulo ejecutivo son los que el legislador quiere que sean; atendiendo a razones de oportunidad
política, el legislador atribuye a determinados documentos la cualidad de título ejecutivo y nada más. Un
concepto atípico o general carece de utilidad. Se debe hacer una enumeración (siempre numerus clausus), pero
no buscar una noción". Cfr. Mazzarella, "Contributo allo studio del titolo esecutivo", Giuffré, Milano, 1965;
ANDOLINA, "Contributo alla dottrina del titolo esecutivo", Giuffré, Milano, 1982; GRASSO, voz Titolo
esecutivo, en Enciclopedia del diritto, XLIV, Giuffré, Milano, 1992. Págs. 685 y sgtes.; VACCARELLA,
"Diffusione e controllo dei titoli esecutivi non giudiziali", ci!. Págs. 47 y sgtes.; V ACCARELLA, voz Titolo
esecutivo, en la Enciclopedia giuridica Treccani, XXXI, Roma, 1994. Págs. 1 y sgtes.; BONSIGNORI,
"L'esecuzione forzata", 3' ed., Giappicelli, Torino, 1996. Págs. 55 y sgtes.
III. LA DENOMINADA "VÍA" EJECUTIVA - LA FUNCIÓN QUE (NO) CUMPLE
De allí que el proceso de ejecución dineraria no debería ser otra cosa que el
conjunto de actos de materialización (concreta y efectiva) del principio de
responsabilidad patrimonial, en virtud del cual frente a la crisis de la obligación
provocada por el incumplimiento de la prestación debida, serán los bienes del
deudor (y en algunos casos de terceros) los que servirán de instrumentos para el
logro de la satisfacción del acreedor.
Siendo que la demanda ejecutiva, como toda demanda, determina el objeto del
proceso, cuando lo debido ex título es dinero, esa demanda debería ser petición
del acreedor de "agresión" de los bienes (concretos) del deudor por parte del
órgano judicial, o sea petición del, por lo general, arduo y complejo procedimiento
de transformación de bienes distintos del dinero en dinero, o sea del
procedimiento de obtención del bien debido (que no es otro sino determinada
cantidad de dinero), pero no por obra del propio deudor sino a través de la
actividad (sustitutiva) del órgano judicial. De allí que lo primero que debería
contener la demanda ejecutiva es la petición de embargo, como acto de
individualización y selección del bien (o bienes) que perteneciendo al deudor
servirá de instrumento para la (ulterior) satisfacción del acreedor. El embargo -
decía CARRERAS- "es el primero de los actos que integran la actividad ejecutiva,
y presupuesto necesario de los actos posteriores".
5
(16) CARRERAS, "El embargo de bienes", J.M. Bosch, Barcelona, 1957. Pág. 99.
Veamos pues más de cerca este anómalo procedimiento que llamamos "proceso
ejecutivo", conforme resulta regulado por nuestro CPC, obviamente con
referencia a los títulos valores.
IV. COMPETENCIA
La competencia para "conocer" del ejecutivo basado en títulos valores no tiene
reglas especiales distintas de las que valen para cualquiera de los otros títulos
del artículo 693 CPC, de allí que vale lo dispuesto en el artículo 34 CPC que
establece que "los procesos de ejecución se someten a las reglas generales
sobre competencia, salvo disposición distinta de este Código".
En tal sentido, los criterios a tener en cuenta para la determinación del juez
competente son el objetivo y el territorial.
Siendo la competencia por cuantía absoluta e inderogable por acuerdo entre las
partes, puede ser apreciada de oficio por el juez (artículo 35 CPC), el cual,
además, conforme al Inc. 2 del artículo 10 CPC, puede efectuar la respectiva
corrección respecto a la cuantía indicada por el actor (siempre a los efectos de
determinar su propia competencia).
V. LEGITIMACIÓN EJECUTIVA:
Trasladada esta regla a los títulos valores diríamos que el legitimado activo (que
por comodidad indicaré en lo sucesivo como "ejecutante", aunque solo con
mucha fantasía pueda ser así considerado) es el tenedor legítimo del título valor.
Mientras que legitimado pasivo será todo aquél que aparece en el título como
obligado (que, también por comodidad, indicaré como "ejecutado").
Quién deba ser considerado el tenedor legítimo de un título valor depende de la
categoría de título de que se trate y, como consecuencia, del respeto de su
respectiva ley de circulación.
a) Títulos con la cláusula "al portador" (2O): el mero poseedor del documento
que lleva inserta esta cláusula es considerado el legítimo tenedor. El título al
portador presenta la nota esencial que no indica al beneficiario del mismo. El
"portador" es el beneficiario y la posesión del documento constituye el
requisito esencial para el ejercicio de los derechos incorporados al
documento.
Ahora bien, ¿qué pasa si los derechos incorporados al título valor han sido
adquiridos mediante acto extracambiario? El tema tiene particular relevancia en
materia de títulos a la orden.
Sobre ello el artículo 27.1 L TV dispone que "El título valor a la orden transmitido
por cesión u otro medio distinto al endoso, transfiere al cesionario o adquirente
todos los derechos que represente; pero lo sujeta a todas las excepciones
personales y medios de defensa que el obligado habría podido oponer al cedente
o transfiriente antes de la transmisión". Ergo, cuando falta la declaración
cambiaria de endoso el adquirente del título, adquiere todos los derechos
incorporados a él, pero no adquiere una posición autónomao sea que estamos
ante una adquisición a título derivativo- por lo cual le serían oponibles todas las
excepciones que deriven de las relaciones personales entre el deudor cambiario
y su transferente.
Sobre ello nuestra ley procesal, en general, silencia. Debe considerarse que, en
estos casos, a los efectos de la legitimación ejecutiva, se podrá prescindir del
procedimiento establecido en el artículo 28 L TV si es que la cesión (o el acto que
fuere) constare en un documento que a su vez tiene reconocida por ley la calidad
de título ejecutivo (p.e., testimonio de escritura pública, artículo 697, Inc. 7 CPC
o, si constando en documento privado, se ha logrado el reconocimiento -expreso
o ficto- en el procedimiento de "prueba anticipada" ex artículo 284 y ss. CPC).
Caso contrario, me parece inevitable que previamente al ejercicio del derecho
cartular (aunque adquirido mediante mecanismos del derecho común), el
cesionario (o adquirente) deba recurrir al procedimiento ex artículo 28 LTV a los
efectos de obtener la anotación en el título valor mismo.
6
Cfr. MONTERO AROCA, "Acumulación de procesos y proceso único con pluralidad de partes", en Estudios
de Derecho Procesal, Librerra Bosch, Barcelona, 1981. Pág. 227: "Estamos ante un supuesto de acumulación
inicial objetivo-subjetiva en aquellos casos que tradicionalmente se denominan de litisconsorcio voluntario,
simple o facultativo. En ellos, o bien el actor ejercita varias pretensiones contra varios demandados
(acumulación pasiva), o bien varios demandantes ejercitan varias pretensiones contra un mismo demandado
(acumulación activa), o bien varios demandantes interponen varias pretensiones contra varios demandados
(acumulación mixta), iniciando en todo caso otros tantos procesos que serán conocidos en un único
procedimiento".
demanda ejecutiva fuera realmente una demanda de ejecución, aquella libera
electio del deudor al cual exigir el cumplimiento (que es la nota distintiva de la
obligación solidaria) en sede ejecutiva se sustanciaría en una libera electio de
cuál de los deudores responderá con sus bienes por la deuda. En tal sentido, si
son varios los deudores "elegidos" (o lo son todos) la consecuencia sería la
extensión de la (efectivización) de la responsabilidad patrimonial en los bienes de
todos ellos (a especificarse con el respectivo embargo).
Así todos los fenómenos sucesorios arriba indicados (sucesión hereditaria, fusión
y escisión de sociedades) relativos a algún obligado cartular, determinará la
legitimación pasiva (derivada) del sucesor (herederos) (28), sociedad resultante
de la fusión o escisión), aun cuando tal legitimación no se desprenda del título
sino del evento sucesorio.
Pues bien, por lo que atañe al "título ejecutivo" que debe "acompañarse" a la
demanda ejecutiva, tratándose de títulos valores no hay duda alguna: debe ser
el documento mismo, o sea el original (o el duplicado expedido conforme a los
artículos 101, 102, 106.2 L TV) y no copia de aquél, salvo en los siguientes
supuestos:
7
En los casos de existir prenda o hipoteca en garantía de créditos cartulares es muy probable que el acreedor
en lugar de acudir a la vía ejecutiva, acuda a la de "ejecución de garantías" (artículos 720 y ss. CPC), en donde,
además, tendrá una serie de "privilegios": in primis, desligar la garantía del título valor (y sus probables
irregularidades), pues nuestra jurisprudencia (alentada por la vaguedad legislativa en la determinación del
"título" en este proceso de ejecución especial) ha considerado que el '1ítulo" es el que contiene la garantía
"copulativamente" con el denominado "estado de cuenta de saldo deudor" (acto liquidativo unilateral
desformalizado) y no el 'Título valor" (llegándose incluso a sostener que el hecho de que el título valor esté
"perjudicado" no es un obstáculo para la procedencia de esta ejecución: ctr., entre muchas, la Sentencia de
Casación N° 212-96/ Piura, El Peruano, 21 de abril de 1998, Sentencias de Casación. Pág. 731). Cfr., además,
el caso analizado en mi "Error de hecho y ejecución de garantías", en Diálogo con la Jurisprudencia, N° 39,
diciembre 2001. Págs. 37 y sgtes. (ahora en Problemas del proceso civil, Jurista Editores, Lima, 2003. Págs.
433 y sgtes.).
8
A diferencia de la LEC 2000 que ha dictado una detalladísima disciplina de la demanda ejecutiva (artículo
549), en la que el ejecutante debe indicar: 1) El título en el que se funda; 2) La tutela ejecutiva que pretende, en
relación al título ejecutivo que se aduce, precisando, en su caso la cantidad que se reclame; 3) Los bienes del
ejecutado susceptibles del embargo de los que tuviere conocimiento y, en su caso, si los considera suficientes
para el fin de la ejecución; 4) En su caso, las medidas de localización e investigación de bienes conforme al
artículo 590; 5) La persona o personas frente a las que se pretende el despacho de ejecución.
a) Cuando haya habido un pago parcial. En efecto, el artículo 65 LTV
establece que además de otorgarse recibo y anotarse en el título el pago
parcial, el tenedor deberá hacer entrega a quien hizo tal pago de copia
certificada notarial o judicial con la constancia de haber sido pagado
parcialmente "en cuyo mérito podrá, quien hizo tal pago, ejercitar las acciones
cambiarias que le correspondan", teniendo tal copia "mérito ejecutivo".
b) Cuando por deterioro total, extravío o sustracción del título valor original
se haya seguido el procedimiento de declaración de ineficacia (artículos 1 02
Y ss. LTV), en cuyo caso la resolución judicial firme (rectius, copia certificada)
cumplirá el papel equivalente al del documento original ya declarado ineficaz.
Dado que según el artículo 92 L TV "el tenedor puede reclamar del obligado
contra quien ejercita la acción cambiaria" tanto el importe y/o los derechos
patrimoniales "representados" por el título valor a la fecha del vencimiento, como
sus accesorios (intereses compensatorios más moratorios sí "pactados" o, en su
caso, intereses legales, gastos de protesto o de la formalidad sustitutoria y otros
gastos), deberán "anexarse" los documentos relativos a aquellos conceptos. Lo
que significa que para los conceptos accesorios no se requiere que consten en
un título ejecutivo, bastando que ellos estén "debidamente sustentados" (tal es la
fórmula del artículo 92.1.c LTV).
VII. MANDATO "EJECUTIVO"
Presentada la demanda con sus relativos "anexos", según el artículo 697 CPC,
el juez debe, inaudita altera parte, "calificar" el título ejecutivo "verificando la
concurrencia de los requisitos formales". En realidad lo que debe hacerse en este
momento es mucho más que la mera "calificación" del título en sus aspectos
formales, pues lo que debe hacer el juez (actuando como juez, es decir,
juzgando), es "enjuiciar" la procedencia misma de la ejecución, es decir
determinar en base a la demanda y sus "anexos" si se dan todos los
presupuestos para que se pueda proceder in executivis.
9
Bien decían FERNÁNDEZ BALLESTEROS-RIFA SOLER-VALS GOMBAU, Juicio Ejecutivo, La Ley-
Actualidad, Madrid, 1997. Págs. 15 Y ss., respecto al juicio ejecutivo de la fenecida LEC de 1881: "Si la LEC
prevé un requerimiento de pago antes de proceder al embargo, es porque desea dar a ejecutante y ejecutado la
oportunidad de 'ahorrarse' las molestias y los gastos de la ejecución (...); si la LEC ordena declarar en rebeldía
al ejecutado que no se apersona (no que no se opone), es porque adolece de técnica o de complejos; si ordena
al Juez dictar sentencia de remate (en rebeldía), es porque no ha sabido liberarse del mimetismo". En rigor,
cuando se inicia una verdadera ejecución no se necesita para nada que el juez requiera el pago y menos que
nunca para que ese pago se realice se dé un plazo. Iniciar la ejecución es disponer actos de ejecución (o sea de
agresión del patrimonio del ejecutado).
el embargo ya estaba dispuesto en el "auto de pago") en los bienes que (por
escrito o verbalmente, artículo 616 CPC de 1912) señalara el acreedor (artículo
612 CPC de 1912).
El CPC de 1993 al haber suprimido toda indicación del plazo para cumplir y
señalar qué significa aquello de "iniciarse la ejecución forzada" (que puede
significar cualquier cosa menos trabar embargo, como veremos infra n. 15), le ha
quitado al denominado "mandato ejecutivo" no solo su esencia ejecutiva sino
también toda fuerza coercitiva.
Sin embargo, esta resolución que debería ser simplemente la "bisagra" entre las
dos fases de un único proceso, se resuelve en una verdadera "fractura".
En efecto, a excepción del plazo especial que el artículo 691 CPC señala para
apelarla (5 días), rigen para esta resolución todas las reglas de la apelación de
sentencias (artículos 372, 373 CPC), o sea que es una apelación "con efecto
suspensivo", con todo lo que ello puede significar para una resolución que
simplemente debería ordenar que se "lleve adelante la ejecución". Para agravar
la situación, llamándose sentencia, la que expida la Corte Superior en sede de
apelación es impugnable en casación (artículo 385 inc. 1 CPC), impugnación que
igualmente tiene un impropio efecto suspensivo (artículo 393 CPC).
Pero, lo más alarmante es que en la praxis los jueces tienden a darle a esta
sentencia un contenido muy distinto al precisado en la ley. En efecto, si la ley
prescribe que el juez debe limitarse a ordenar que se lleve adelante la ejecución,
sin embargo, por lo general, se tiene la tendencia a "enriquecerla" condenando
al ejecutado a pagar, vale decir, dándole el contenido de una sentencia de
condena, como si estuviéramos en un proceso declarativo10.
Con ello se produce la auténtica "fractura" entre las dos fases del único proceso.
En efecto, si su impugnabilidad como sentencia produce una fractura meramente
temporal, dándole el contenido de una sentencia de condena, se quiebra la
unidad del proceso, pues se considera que aquella es la resolución que "pone fin
al proceso ejecutivo" y que lo que sigue (que debería ser, según la ley, el remate
judicial) no forma parte de él, sino de uno nuevo, que no sería otro que el de
"ejecución de resoluciones judiciales" (artículos 713 y ss. CPC), que debe
arrancar con la respectiva "petición de ejecución" y subsecuente "mandato de
ejecución" ex artículo 715 CPC, con nuevo requerimiento de pago (esta vez de
lo "ordenado" en la sentencia) y nuevo apercibimiento de "iniciarse la ejecución
forzada" (que obviamente a esas alturas no se considera para nada iniciada)11.
10
Quizá la razón por la cual se considera que el ejecutivo termina con la sentencia que prescriben los artículos
701-702 CPC se pueda encontrar en esos "grafiquillos" que se publicaron en El Peruano el 30 de marzo de 1992
y que se publican junto con el texto del CPC. En efecto, en el Gráfico D- Modelo H, el proceso ejecutivo va
desde la demanda a la sentencia y obviamente no aparece (ni en sombras) el embargo, remate y pago. Cfr.
igualmente el cuadro de MONROY GÁLVEZ, "Procesos Judiciales", en La formación del proceso civil
peruano, ci!. Pág. 676. Si hoy se lee el índice del CPC (original) de 1912 se percatará que se regulaba (con el
nombre de juicio ejecutivo) una ejecución dineraria que iba de la demanda a la satisfacción del ejecutante. Asf:
en el Titulo VII (Juicio Ejecutivo) de la Sección Segunda (Juicios): Capítulo I (Disposiciones Generales);
Capítulo 11 (Pago de deudas de dinero) 1. - Auto de pago; 2. - Embargo; 3.- Oposición y sentencia; 4.- Venta;
5.- Pago y adjudicación. Quizá el mayor error de los autores del CPC de 1912 fue el de no haber eliminado la
sentencia cuando no hubiera mediado oposición, que hubiera hecho aún más claro el iter-procesal ejecutivo (y
evitado muchas desviaciones prácticas).
11
Cfr. el caso analizado en mi "Conmemorando diez años de proceso ¿ejecutivo?", en Diálogo con la
Jurisprudencia, N° 53, febrero 2003. Págs. 127 y sgtes. (ahora en "Problemas del proceso civil", ci!. Págs. 527
y sgtes.).
Pero, el que en la "sentencia" del segundo párrafo del artículo 701 CPC se deba
limitar a ordenar que "lleve adelante la ejecución" surge otra consecuencia: en
ella el juez no puede volver a pronunciarse sobre lo que ya se pronunció al emitir
el mandato ejecutivo, o sea sobre la procedencia de la ejecución.
12
Así se resolvió, sin mayor fundamentación que la propia invocación del segundo párrafo del artículo 701
CPC, en la Sentencia de Casación N° 1605-99/LA LIBERTAD, del 26 de noviembre de 1999 (v. en
HINOSTROZA MINGUEZ, "Procesos de ejecución. Doctrina y Jurisprudencia", Librería y Ediciones
Jurídicas, Lima, 2001. Págs. 441 y sgtes.), que declaró fundado el recurso de casación y nula la de vista, la que,
pese a no haber mediado contradicción, había declarado, confirmando la apelada, improcedente la ejecución.
Mutatis mutandis, lo que señalamos en el texto equivale a lo que en la doctrina y jurisprudencia italiana se llama
XI. LA DENOMINADA "CONTRADICCIÓN" EX ARTÍCULO 700 CPC Y LA
SENTENCIA EX ARTÍCULO 702 CPC
Ahora bien, nuestro CPC "permite" que el ejecutado pueda promover, como ya
señalamos, dentro de quinto día de notificado el "mandato ejecutivo" la
denominada "contradicción" (artículo 700 CPC).
Promovida la contradicción (que es una demanda incidental y que como tal debe
sujetarse a las previsiones de los artículos 424 y 425 CPC) se corre traslado al
ejecutante, para que en el plazo de tres días se pronuncie sobre ella (primer
párrafo del artículo 701 CPC). Vencido tal plazo el juez cita a audiencia (que se
rige por las reglas de la audiencia "única" del sumarísimo, artículo 555 CPC),
dentro del plazo de 10 días. Realizada la audiencia, el juez debe dictar sentencia
dentro del plazo de cinco días (artículo 702 CPC).
"cosa juzgada interna". En efecto, cuando un juez se ha pronunciado sobre una cuestión, sustancial o procesal,
preliminar o prejudicial, luego ya no puede emitir una resolución contraria a la precedente. Asf dice
MONTELEONE, "Diritto processuale civile", ci!. Pág. 537, "Cuando el juez haya al interior del proceso
examinado y decidido con sentencia algunas cuestiones, o puntos, o demandas, él ha sobre ellos consumado su
poder; si en la ulterior prosecución de la causa regresa a examinarlas y a decidirlas de modo divergente, él aun
más que violar la cosa juzgada, comete un distinto abuso por cuanto juzga una segunda vez en el mismo
procedimiento en defecto de poder. Tal ulterior decisión es como consecuencia nula, y su nulidad es declarable
incluso de oficio en cualquier estado y grado del juicio, casación comprendida".
La sentencia, en este caso, es muy distinta a la que debe dictarse en base al
segundo párrafo del artículo 701 CPC, pues ahora sí hay sobre qué pronunciarse:
la (demanda incidental de) contradicción.
En tal sentido, aun cuando el CPC haya omitido señalarlo, la sentencia deberá
declarar fundada o infundada la (demanda incidental de) contradicción. Si la
declara fundada, por lo general, debe declararse improcedente la ejecución. Si
se declara infundada (o, también, cómo no, improcedente), se debería
simplemente ordenar "llevar adelante la ejecución", porque desestimándose la
"contradicción" se ha liberado el campo del obstáculo a proseguir que levantó el
ejecutado al "contradecir". Naturalmente, en la praxis, ocurre lo que ya señalamos
respecto a la sentencia ex segundo párrafo del artículo 701 CPC: los jueces tras
desestimar la contradicción tienden a condenar al "ejecutado" a cumplir, lo que
es del todo errado por las razones ya dichas.
Ahora bien, lo que contribuye a que tras la "sentencia" ex artículos 701702 CPC
no se considere aún iniciada (o que no se sepa como iniciar) la ejecución es la
ausencia de ese acto que en todas partes del mundo inicia la ejecución dineraria:
el embargo.
13
Cfr. sobre esta problemática mi "Ejecución injusta, proceso penal Y enriquecimiento sin causa", en Diálogo
con la Jurisprudencia N° 58, julio 2003. Págs. 63 Y sgtes. (ahora en Problemas del proceso civil, cit. Págs. 565
Y sgtes.).
14
Mi sospecha es que se trató de una confusión "científica". En efecto, en el CPC de 1912 ten ramos regulado
el embargo preventivo (o sea el embargo cautelar) y el embargo (a secas) en el juicio ejecutivo. Sobre estos dos
"embargos", ante CPC de 1993, MONROY GÁLVEZ, "Introducción al estudio de la medida cautelar", en
Temas de Proceso Civil, Lima, 1987. Págs. 48 y sgtes. escribía: "no hemos encontrado suficiente sustento en la
doctrina contemporánea a esta clasificación de los embargos que en el panorama nacional se maneja con
absoluta familiaridad. Como se sabe, nosotros admitimos la existencia de un embargo preventivo y un embargo
definitivo. La exposición de motivos del Código vigente explica las normas propuestas sobre el embargo
preventivo (pág. 35) Y más adelante (pág.105), al tratar sobre el juicio ejecutivo, describe lo que en mi opinión
es el mismo embargo preventivo, a pesar que lo denomina definitivo', llegando a la conclusión que "el llamado
el mandato ejecutivo (a diferencia del "auto de pago" de la legislación derogada)
ni lo menciona.
embargo definitivo en estricto no existe" (cursivos malos, negritas en el original). Ergo, el CPC de 1993 eliminó
el embargo "definitivo" (o sea el ejecutivo) y quedó solo el cautelar.
considera que se dan los presupuestos para ello (artículo 611 CPC, en particular
el "periculum in mora'?, y que, por ello, bien podría no ser "concedido", porque a
fin de cuentas de lo que se trata es solo de "asegurar" una "futura" (y "no
presente") ejecución y no de seleccionar (con el embargo) el bien a rematar ex
artículos 728 y sgtes. CPC, poniendo ya en movimiento aquel mecanismo
sustitutivo en que la ejecución consiste.
En estos casos el tenedor del título estará ejercitando el mismo derecho cartular
que puede hacer valer en el ejecutivo. La diferencia estará en el objeto del
proceso: obtener una sentencia que a la par de establecer la certeza sobre la
existencia del crédito condene al deudor (deudores) al cumplimiento de la
prestación cartular. Sentencia que una vez firme (artículo 379 CPC) le permitirá
al acreedor iniciar la ejecución conforme a los artículos 713 y ss. CPC. Es decir,
iniciar la ejecución ya no en base al ''título valor-título ejecutivo", sino a la
"sentencia-título de ejecución", ante el propio juez que conoció del proceso
declarativo en primer grado (artículo 714 CPC).
Hay que decir que esta acumulación (si ambas "pretensiones" se dirigen contra
el mismo demandado) no tiene ventaja alguna para el demandante porque
cuando existe esa identidad señalada en el artículo 94.1 LTV (o en la señalada
en el artículo 94.2 LTV) , el demandado siempre podrá oponer las excepciones
derivadas de sus relaciones personales con el demandante (artículo 19.2 L TV)
aun cuando se esté haciendo valer el derecho cartular.
Pues bien, el acudir a la vía declarativa no creo que ofrezca ninguna ventaja
cualitativa al tenedor del título frente a que le ofrece la vía ejecutiva. Lo que se
busca en un proceso declarativo es, en sustancia, obtener un título judicial (la
sentencia de condena), pero para llegar a ello el demandante estará expuesto a
que el demandado, en la contestación de la demanda, le oponga todas las
excepciones que la LTV le franquea en su artículo 19, con la ventaja ulterior (para
el demandado) de no tener limitación de medios probatorios a ofrecer, salvo el
caso, por cierto, el precisado en la propia LTV en su artículo 19.1 inc. e), o sea
del llenado contra pacto del título nacido incompleto que solo puede ser probado
"con el respectivo documento".
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En efecto, sostenía ASCARELLI, ''Teoría General de los Títulos de Crédito", cil. Pág. 101, que "(I)a
ejecutividad constituye una peculiaridad del Derecho italiano". BOLAFFIO, Le cambiali come título ejecutivo,
en Temi Veneta, 1883, n.15. Págs. 161 y sgtes., cil. por SCARSELLI, ob.cit. Pág. 269, frente a la polémica
surgida en Italia con el artículo 323 del Código de Comercio de 1882, aseveraba que "la letra de cambio, por
las funciones económicas que está destinada a cumplir, debe ofrecer la máxima seguridad de ser satisfecha al
vencimiento, para poder ser recibida en los intercambios sin ningún temor como subrogado de la moneda. En
consecuencia, un procedimiento que ofrezca mayores garantías s al poseedor de la letra de cambio por la rápida
y fácil realización del título, no puede sino obtener la aprobación de la doctrina y de la práctica". Téngase en
cuenta que en Italia los títulos cambiarios son verdaderos títulos ejecutivos que permiten ingresar al mismo
proceso al que se accede en virtud de sentencia de condena o de los actos notariales. Distinto es en nuestro
sistema. Ciertamente, por la estructura de nuestro actual proceso "de ejecución de resoluciones judiciales" en
el cual el ejecutado solo puede alegar como motivo de "contradicción" (léase oposición) la extinción de la
obligación (artículo 718 del CPC) el colocar a los títulos valores entre los títulos que el CPC llama "de
ejecución" -sin las debidas adaptaciones- seria condenar al deudor ejecutado a una casi total indefensión (como
quisieran algunos: cfr. MONROY GÁLVEZ, "El medioevo del Derecho y la nueva Ley de Títulos Valores",
cil. Págs. 706 y sgtes., que llegó a "rogar" que la expresión "medios de defensa personales" fuera eliminada "de
todos los lugares del Proyecto en el cual aparece").
de híbridos que, al menos por lo que atañe a los actos que van desde la demanda
hasta la llamada sentencia nada tienen de "ejecutivos".
Pero sea cual fuere el camino que se tome (y que es imperativo que se tome) lo
que sí no se puede hacer es persistir en la creencia de que una más "efectiva"
tutela judicial del crédito cartular implique la limitación de los derechos
constitucionales de defensa del demandado, cosa que, quede claro, hoy no es
imputable a la Ley de Títulos Valores, más sí a la (lamentable) regulación del
Código Procesal Civil.