Professional Documents
Culture Documents
i _ rezar. Raimundo
tenían demasiados quehaceres como para poae ^ ocu_
de Peñafort se quejó al priorato de Bolonia de que esta ^ totaj_
pado en la corte papal que “apenas puedo rozar o,. para s
mente sincero, ni tan siquiera ver de lejos la tranq a
para la contemplación... De modo que me supone una gran
y ilh enorme alivio saber que cuento con la ayuda de vuestras ora
cionesV Jordán de Sajorna, el sucesor inmediato e ^ °
Domingo, le escribe a su querida Diana: “Rezad por mí, con e
cuencia y con fervor, en el Señor; tengo mucha necesidad de a
oración dadas mis insuficiencias, pero rara vez puedo rezar yo
mismo”.*4Durante mis años como maestro de la orden viajaba hasta
un total de ocho meses al año, por lo general durmiendo en una
cama diferente cada noche. Quedaba poco tiempo para estar tran
quilo, sin más. Al igual que para Jack Aubrey del H M S Surprise,
jamás había un minuto que perder. Recuerdo la vergüenza que
sentí cuando un amigo mío me señaló durante el transcurso de una
conversación en Méjico que era la segunda vez que miraba la hora
en mi reloj de pulsera desde que habíamos comenzado a hablar. El
regalo de este rosario fue un recordatorio de que estas monjas con
templativas de Argentina estaban disfrutando de una paz más pro
funda que yo -así lo esperaba yo al m enos- y de que me tenían
presente en sus oraciones. Constituyó una promesa y un recuerdo
de los necesarios momentos de silencio, si queremos que nuestros
ojos estén lo suficientemente abiertos como para reconocer y amar
la bondad de los demás.