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III DOMINGO DE ADVIENTO AÑO C (GAUDETE)

Sofonías 3,14-18
Isaías 12,2-6
Filipenses 4,4-7
Lucas 3,10-18

Este tercer domingo de Adviento es llamado también domingo de ​Gaudete​, es decir,


domingo de la alegría. Las lecturas de hoy siguen anunciando la pronta liberación que traerá
el Mesías prometido, en la liturgia resuena repetidas veces la invitación a gozar, a alegrarse.
¿Por qué? Porque el Señor está cerca. La Navidad está cercana. El mensaje cristiano se llama
«Evangelio», es decir, «buena noticia», un anuncio de alegría para todo el pueblo; la Iglesia
no es un refugio para gente triste, la Iglesia es la casa de la alegría. Y quienes están tristes
encuentran en ella la alegría, encuentran en ella la verdadera alegría. ​(cf. Papa Francisco
15/12/2013)

En este tiempo de Adviento, tiempo de preparación, preguntamos al igual que el pueblo a


Juan el Bautista: ¿qué debemos hacer? La respuesta que da es: comparte tus bienes y no
seas injusto con los demás. En una homilia San Basilio exhortaba diciendo que ​“El pan que te
sobra pertenece al hambriento. La ropa que guardas en tu ropero pertenece al desnudo. Los
zapatos que se pudren en tu casa son del descalzo. El dinero que tienes enterrado pertenece
al necesitado. Estás haciendo injusticia a todos los que puedes ayudar". Es preciso
convertirse, es necesario cambiar dirección de marcha y tomar el camino de la justicia, la
solidaridad, la sobriedad: son los valores imprescindibles de una existencia plenamente
humana y auténticamente cristiana. ¡Convertíos! Es la síntesis del mensaje del Bautista.

Pero hermanos que esto no cause tristeza en ti, como dijo el Señor Jesús, hay más alegría en
dar que en recibir. Las lecturas de este tercer domingo de Adviento nos recuerdan esta
dimensión particular de la conversión: la alegría. Quien se convierte y se acerca al Señor
experimenta la alegría. El profeta Sofonías nos dice hoy: ​"¡Lanza gritos de gozo, hija de Sión,
lanza clamores, Israel, alégrate y exulta de todo corazón, hija de Jerusalén!" (Sof 3, 14); y el
apóstol Pablo exhorta así a los cristianos filipenses: ​«Estad siempre alegres en el Señor; os lo
repito, estad alegres» (Fil 4, 4). Necesitamos valentía para asumir esta alegría, pero sobre
todo necesitamos fe, porque puedes verte en estos momentos lleno de muchos problemas,
con miedos, incapacidades, debilidades y con muchas cosas que tal vez no entiendas. Pero
el Señor te dice confía y te invita a alegrarte, y te repite ¡Alégrate! ​(dile a tu hermano de la
derecha y de la izquierda: Alégrate)​, y no en una alegría superficial y efímera, sino que es
una alegría profunda y estable, quiere darte una paz que supera todo, incluso lo que no
entiendes, ni conoces, porque esta alegría y paz son un don del Señor, no vienen de ti, pero
¿de dónde nos viene esta alegría? Nuestra alegría deriva de una certeza, la certeza de que
«el Señor está cerca» (Fil 4, 5). Está cerca con su ternura, su misericordia, su perdón y su
amor. Confiamos en su Palabra: ​¡No tengas miedo… no desmayen tus manos! ...Yo quitaré
de tu lado la desgracia, el oprobio que pesa sobre ti ​(Sof 3,16.18). ​Él lo hará. Esta es la
promesa de la Navidad, sí, el Señor viene, viene Emmanuel, Dios con nosotros, “Dad gritos
de gozo y de júbilo, moradores de Sión, que grande es en medio de ti el Santo de Israel.” ​(Is
12,6).
Preparemos el camino del Señor, en esta Navidad más que pedirte algo es el Señor quien
quiere darse completamente a ti, pero ¿estamos preparados para recibirle? de eso se trata
este gran tiempo de gracia. ​“No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión,
presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la
acción de gracias” (Fil 4,6) Hoy pidamos con fe nuestra conversión, que dejemos nuestros
egoísmos para poder acogerle y ser plenamente felices en Él.

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