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LICEO MUNICIPAL DE MAIPÚ

“ALCALDE GONZALO PEREZ LLONA” 1


DEPARTAMENTO DE LENGUAJE
Prof. Ingrid Concha S. – Carolina Avendaño V.

GUÍA N° 1 DE LENGUAJE Y COMUNICACIÓN 4° MEDIOS


UNIDAD I: Tradición y cambio

ESTUDIANTE: _________________________________________ CURSO: 4° medio ____ FECHA: _________


PUNTAJE TOTAL: ______ puntos. PUNTAJE OBTENIDO: ____ puntos.

OBJETIVOS
OA7. -Aplicación de estrategias de comprensión antes, durante y después de la lectura, apoyándose en las marcas textuales, para evaluar
la validez de los argumentos o planteamientos presentes en los textos: puntos de vista, efectos y recursos utilizados, que potencian el
sentido general de la obra.
OA6. -Lectura comprensiva frecuente de variados textos, en los que se encuentren, predominantemente, argumentaciones formadas por
tesis y argumentos, en situaciones públicas o privadas, para identificar propósitos, puntos de vista, efectos y recursos utilizados,
apoyándose en las marcas textuales correspondientes.

I. EL ENSAYO COMO GÉNERO ARGUMENTATIVO.


El ensayo es un tipo de texto que encuentra su origen en el siglo XVI. Fue el
escritor francés Michel de Montaigne (1533 -1592) quien por primera vez dio a sus
escritos ese nombre, "ensayo". Hasta entonces se llamaba "discursos" a aquellos
trabajos que abordaban un asunto reflexivamente, pero sin pretensiones
científicas.
Hoy, el ensayo es considerado un discurso personal que expone una secuencia
de argumentos. Su mirada sobre los problemas no es fija, sino cambiante, como la
misma persona. De ahí que Montaigne decidiera utilizar la palabra "ensayo" para
definir su escritura. Etimológicamente, la palabra exagium significa el acto de
"pesar algo", de someterlo a prueba. Actualmente, se le vincula con la búsqueda
de una verdad que no necesariamente debe ser la única. También se reconoce en
él su valor estético, es decir, es importante no solo lo que se dice, sino cómo se
dice; por lo mismo, la mayoría de los teóricos lo consideran un texto literario.
El ensayo generalmente plantea los problemas desde una perspectiva inusitada. La forma, más que la verdad,
ha sido siempre esencial a todo escrito concebido y ejecutado como ensayo: es la forma la que permite que
leamos una y otra vez los ensayos antiguos, incluso aquellos que nos parecen desfasados, pues el fundamento
de esta lectura no depende del valor histórico o científico, sino de su valor formal, de la originalidad de su autor.
A diferencia del cuento, el ensayo no presenta una serie de sucesos o acontecimientos, sino un conjunto de
juicios, reflexiones y opiniones. Ahora bien, la secuencia argumentativa de estos textos suele ser fragmentaria,
ya que no presenta una argumentación de modo completo, e incluso puede tener secuencias narrativas (el
ensayista es libre de contar una historia, siempre que ilustre una idea). Una de sus características esenciales,
como texto argumentativo, es que no es concluyente: el ensayista puede dejar una problemática abierta, incluso
cerrar su texto con una pregunta dirigida al lector, quien es otro actor importante en este tipo de discurso.
Muchas veces el escritor interpela a sus destinatarios.

OTRAS CONSIDERACIONES SOBRE EL ENSAYO


Probar, reconocer, examinar son rasgos que caracterizan y diferencian al ensayo de otros textos literarios.
El ensayo puede expresar entonces meditaciones propias del ensayista, apoyadas en argumentos consistentes; o
resultados de una investigación -documental, histórica, sociológica, literaria, etc.-, inferencias de observaciones,
de experiencias o entrevistas o una combinación de estos tipos.
 Presenta una situación problemática: todo ensayo parte de un problema, es decir, una situación que aún
no tiene una respuesta definitiva. Esta situación problemática se puede manifestar a través de una
pregunta que posee más de una respuesta. Por ejemplo: ¿Qué es la libertad, ¿Qué es la justicia?
 Tiene como todo texto argumentativo, una tesis y argumentos.
 Su temática es variada y su estilo cuidadoso y elegante.
 Su tono puede ser profundo, poético, didáctico o satírico, entre otros, y corresponde a la manera
particular con que el autor interpreta al mundo.

EL RIGOR EN EL ENSAYO
Uno de los requisitos de un buen ensayo es su rigor escritural. Este rigor consiste en que el autor sustente
la validez de su opinión; puede hacerlo confrontando su texto con otros sobre el mismo tema; aportando un
análisis fundamentado de la hipótesis central que expone en el ensayo; explicando las causas que motivaron el
fenómeno que se analiza, por ejemplo, si el ensayo habla acerca de los niños de la calle, sin importar la opinión
que el autor tenga al respecto, tendrá que explicar en qué consiste la problemática y que posibles razones la han 2
provocado. Por lo tanto, tendrá que investigar, recopilar datos y reunir diferentes opiniones referidas al tema.
En síntesis, las características esenciales del ensayo son:
 Trata diferentes temas, desde perspectivas novedosas, y refleja el humor y la personalidad de su autor.
 Busca convencer al lector acerca de una determinada perspectiva.
 Posee gran libertad formal, ya que no requiere, necesariamente, de notas a pie de página, bibliografía
obligatoria, etc.
 Pese a esta libertad, el escritor debe presentar rigurosidad y severidad en su argumentación, pues de ello
depende el éxito persuasivo de su trabajo.
 Plantea un diálogo entre el autor y su lector, a través de un lenguaje apropiado y de ser riguroso.
 Presenta una hipótesis, pero sin cerrar el tema. Plantea interrogantes, pero sin llegar necesariamente a
una solución.
 Busca la belleza y el estilo, por lo que usa figuras retóricas, como la metáfora y la ironía.
 Llama la atención sobre cómo está escrito el texto -función poética del lenguaje-, a diferencia del lenguaje
científico, el cual se centra principalmente en su objeto de estudio -función referencial-. Esto es, el
mensaje tiene importancia en sí mismo, no sólo por su relación con la realidad.
 Toma un objeto y descubre en él una faceta opaca, algo que no ha sido tomado en cuenta, que los otros
no habían pensado. Ilumina algo que permanecía en la oscuridad.
 Es ocasional, pues se vincula con alguna observación cotidiana o con una noticia, con algún hecho
contingente. Normalmente se escribe con motivo de alguna cuestión de ese tipo, o para una celebración,
presentación, etc.
 Invita a la reflexión, es capaz de despertar intuiciones e ideas nuevas en el lector.

ELEMENTOS FUNDAMENTALES:
a. Escepticismo: Una forma de humildad frente a aquello que efectivamente podemos llegar a saber. ¿Qué
puedo llegar a saber? El conocer es un camino que se debe recorrer paso a paso, sin apresurarse y
dudando de lo que se ha pensado antes sobre el asunto.
b. Epicureísmo: Poder llegar a comprender la distinción entre lo verdadero y lo falso. Se plantea la duda.
¿Cómo llegar a la verdad desde la razón? Sufrir todos los apremios por encontrarla.
c. Metodología: El ensayista no posee la verdad, no tiene el camino, por lo menos finge no tenerlo. El
ensayista se hace camino al andar y junto con sus lectores llega a la verdad.

TIPOS DE ENSAYOS:
a. Literarios: esta clase de ensayo se caracteriza por la libertad y amplitud de temas tratados. Si bien parten
de obras literarias o citas, no se limitan a abordarlas con exclusividad, sino que se las combina con
observaciones, costumbres y experiencias. El ensayo literario se caracteriza por ser subjetivo, directo y
sencillo, buscando plasmar con claridad la visión y reflexiones del propio autor y puede abordar distintas
disciplinas como historia, filosofía, política, moral, entre otros.
Ejemplo: “El arco y la lira”, de Octavio Paz.
La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar al mundo, la
actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior.
La poesía revela este mundo; crea otro. Pan de los elegidos; alimento maldito. Aísla; une. Invitación al
viaje; regreso a la tierra natal. Inspiración, respiración, ejercicio muscular. Plegaria al vacío, diálogo con
la ausencia: el tedio, la angustia y la desesperación la alimentan. Oración, letanía, epifanía, presencia.
Exorcismo, conjuro, magia. Sublimación, compensación, condensación del inconsciente. Expresión
histórica de razas, naciones, clases.
b. Científicos: este se caracteriza por combinar la imaginación artística con el razonamiento científico. Se
puede decir que por un lado toma de la ciencia el objetivo de explorar la realidad, en búsqueda de
verdades, mientras que toma del arte la belleza expresiva, la originalidad y creatividad. A pesar de recurrir
a cuestiones artísticas, el ensayo científico debe dejar bien en claro aquello que quiere expresar.
Ejemplo: Ensayo Sobre el calentamiento global
Podemos entender al calentamiento global como el aumento de la temperatura que presenta la tierra a
lo largo del tiempo, este fenómeno ha sido muy cuestionado a lo largo y es debido a que otros científicos
lo descartan debido a que plantean el argumento de que la tierra puede auto regularse. El aumento de la
temperatura ocurre principalmente por la creciente demanda alrededor del mundo lo que obliga a las
industrias a aumentar de manera exponencial su producción con el fin de poder cubrir las demandas de
sus productos, podemos también tomar en cuenta la creciente demanda de energía lo que obliga a las
plantas a producir más y más para poder costear todos los recursos que día a día consume el ser humano.
Toda esta alta demanda causa la concentración de gases en la atmósfera terrestre esto trae como
consecuencia un fenómeno denominado “Efecto Invernadero” y busca regular la temperatura de la tierra
trayendo consigo una serie de cambios en ella, el problema de todo esto es que el bióxido de carbono
permite que entre aún más calor el cual proviene del sol por lo tanto aumenta de manera exponencial el
calor que se presenta en la tierra ya que el calor que entra no se disipa completamente hacia el espacio
exterior, este calor se mantiene en la tierra y se va acumulando lo cual causa una serie de cambios
climáticos que afectan de manera grave a la vida en nuestro planeta. 3

c. Argumentativos: este tipo de ensayo tiene como objetivo defender una tesis propuesta y busca
convencer al lector de dicha postura. Se vale de un lenguaje sencillo, formal y culto, en el que predomina
un estilo natural. Las ideas deben ser planteadas de forma clara y debe existir una relación lógica entre
ellas. También debe evitar la tendenciosidad, es decir, dar a conocer sólo aquello que favorezca la postura
del autor, dejando de lado información relevante que la contradiga.
Ejemplo: "La rebelión de las masas", de José Ortega y Gasset:
Los componentes de esas muchedumbres no han surgido de la nada. Aproximadamente, el mismo número
de personas existía hace quince años. Después de la guerra parecería natural que ese número fuese menor.
Aquí topamos, sin embargo, con la primera nota importante. Los individuos que integran estas
muchedumbres preexistían, pero no como muchedumbre. Repartidos por el mundo en pequeños grupos,
o solitarios, llevaban una vida, por lo visto, divergente, disociada, distante. Cada cual — individuo o
pequeño grupo— ocupaba un sitio, tal vez el suyo, en el campo, en la aldea, en la villa, en el barrio de la
gran ciudad.
Ahora, de pronto, aparecen bajo la especie de aglomeración, y nuestros ojos ven dondequiera
muchedumbres.
¿Dondequiera? No, no; precisamente en los lugares mejores, creación relativamente refinada de la cultura
humana, reservados antes a grupos menores, en definitiva, a minorías. La muchedumbre, de pronto, se
ha hecho visible, se ha instalado en los lugares preferentes de la sociedad. Antes, si existía, pasaba
inadvertida, ocupaba el fondo del escenario social; ahora se ha adelantado a las baterías, es ella el
personaje principal.

SECUENCIAS TEXTUALES EN EL ENSAYO:


Una secuencia textual corresponde a una unidad constituyente del texto, de un nivel menor a este. Las
secuencias están constituidas por proposiciones con una organización interna propia. Ellas aluden al esquema
de organización interna del contenido; se ubican entre la frase y el texto.
El concepto de secuencia nace con E. Werlich. Sin embargo, es J. M. Adam quien lo retoma. Él postula que es
incorrecto hablar de tipos de texto, pues no existen discursos puros, por lo cual solo podemos establecer la
existencia de secuencias prototípicas. Para ello, Adam descubre que existen secuencias constituidas por
enunciados con una organización de su estructura reconocible y estable. Es por todo lo anterior que Adam
considera que es más adecuado hablar de “secuencias textuales” por sobre “tipos de textos”, porque la secuencia
es un modo de segmentación para articular el texto.
J. M. Adam distingue cinco secuencias textuales prototípicas: la secuencia argumentativa, la secuencia
descriptiva, la secuencia dialógica–conversacional, la secuencia explicativa y la secuencia narrativa.
Como es casi imposible encontrar textos puros, lo más común es encontrar diversas secuencias dentro de un
texto. A modo de explicación de dicho fenómeno, Adam plantea la distinción entre secuencia dominante y
secuencia secundaria. La primera alude a la que manifiesta mayor presencia en el texto. La segunda corresponde
a la(s) secuencia(s) presente(s) en el texto sin ser dominante(s). Si una secuencia enmarca otra secuencia, se le
llama secuencia envolvente.
Las secuencias se caracterizan por ser autónomas con respecto al texto, pese a que pueden mantener una
relación de dependencia o independencia con él. Además, poseen una organización interna propia que se puede
descomponer en diferentes partes. Finalmente, se combinan jerárquicamente con otras secuencias textuales
dentro del texto.

SECUENCIA CARACTERÍSTICAS

DESCRIPTIVA Permite representar con palabras el mundo real, dando características del objeto. En cuanto a
su estructura, se caracteriza porque sigue las etapas:
• Tema: objeto que se describe.
• Aspectualización: se distinguen las partes del objeto que se describe; también sus
cualidades y propiedades.
• Puesta en relación con el mundo exterior: se refiere al lugar y al tiempo en que se inserta y
qué objetos próximos permiten definirlos, así como también a las variadas relaciones que
puede establecer lo descrito con otros objetos y mundos, sobre la base de semejanzas.
• Tematización: esto significa que cualquiera de las partes de la descripción puede
constituirse por sí misma en un nuevo tema.
EXPLICATIVA Consiste en hacer comprender al interlocutor una idea o concepto que le resulta confuso (a
juicio del emisor). Implica un contexto común entre ambos, sobre el cual es necesario hacer
alguna aclaración. Se caracteriza por la existencia de las siguientes fases:
• Fase inicial: se genera a partir de un cuestionamiento en torno a un objeto complejo, difícil
de entender y sobre el cual cabe una explicación: ¿por qué?
• Fase de respuesta: se procura dar claridad y respuesta a lo anterior. Se resume en un
“porque”.
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• Fase resolutiva: el objeto queda claro y entendido.
NARRATIVA Cuenta cómo se van encadenando hechos para constituir una historia. Las características
principales de su estructura son las siguientes:
• Situación inicial: se presenta o describe a un personaje o situación en un momento de
equilibrio o estabilidad.
• Complicación o quiebre: un hecho inesperado interrumpe el equilibrio inicial del personaje
o de la situación.
• Desenlace o resolución: momento en que se vuelve a instaurar el equilibrio.
ARGUMENTATIVA En ella se exponen puntos de vista y se rebaten con el fin de convencer, persuadir o hacer
cosas. Los elementos estructurales son: argumentos y punto de vista.
DIALÓGICA- En este tipo de secuencia, la finalidad es preguntar, prometer, agradecer y excusarse, entre
CONVERSACIONAL otras. En ella se manifiesta una serie de intervenciones de dos o más interlocutores.

I. ENSAYOS DEL SIGLO XX


En el siglo XX se han escrito ensayos que han cambiado la forma de ver el tema que han tratado y producido
transformaciones inmensas en nuestro siglo XXI. Uno de ellos es el famoso y polémico ensayo de Simone de
Beavuoir “EL SEGUNDO SEXO”, libro que profundiza sobre el tema de la mujer y su sitio en la sociedad. Es de tal
importancia este ensayo que se organizaron movimientos feministas importantes en la década del ‘50 en los
Estados Unidos, preparados para la lucha de lo que ellas consideraban estructuras opresoras.

ACTIVIDAD: lee los siguientes ensayos y descubre las características propias de este género literario.

ENSAYO SOBRE EL AMOR

Parece ser que el jugar al “me quiere mucho, poquito o nada” esta out. Parece que el amor ha cambiado de forma
y tal vez de definición. Esta clásica frase con la que mi generación jugaba casi a lo que hoy sería equivalente a la
aplicación del tarot, donde tratábamos de “adivinar” si ese amado nos correspondía o no, sería vista cómo un
acto de juego y de ingenuidad total. El amor ha ido cambiando de forma o mejor dicho le hemos ido exigiendo
mucho al concepto, quizás dejando de lado los componentes que hacen de este sentimiento, la fuerza que mueve
al mundo. De amor se ha hablado mucho y estudiado en demasía. Desde los filósofos más antiguos hasta los más
contemporáneos siempre terminan escribiendo sobre este sentimiento que nos encanta sentir, pero al mismo
tiempo nos asusta cuando llega y que nos puede meter en más de algún problema. Aquí no vamos a hablar en
forma específica del amor universal, sino que me voy a referir al amor de pareja, el que sin duda es una expresión
más de esta fuerza movilizadora, pero que tiene sus propias características.
Y este sentimiento sí que ha cambiado, da la sensación que se ha vuelto más práctico, más racional, más concreto,
en el cual se privilegian primero los objetivos personales y no los de pareja. Porque hablar del amor de pareja
incluye quizás dos tipos de amor que tienen que convivir y mantenerse en el tiempo, porque hablar del amor es
sin duda, hablar de compromiso. Los dos tipos de amor que se sumergen en la pareja son los llamados “amor
erótico” que es ese exquisito sentimiento que me hace sentir la buscada “química” y el amor “ternura” que hace
que el otro me despierte los mejores sentimientos de confianza, de amistad y la necesidad de entregarle lo mejor
de mí. Pero algo sin duda pasa con este tema independiente de estos tipos de amor que tienden a fundirse en el
tiempo; cuesta comprometerse, cuesta el clásico “para siempre” aunque en el fondo de nuestras almas lo
seguimos buscando y que según mi experiencia clínica la gente sigue haciendo todo lo posible por mantener.
Sin duda la ruptura del amor, por la razón que sea debe ser uno de los dolores más intensos y quizás los que dejan
más heridas en el ser humano. Entonces es válido preguntarse, que nos pasa, porque si es algo que todos
buscamos y deseamos y que incluso por experimentarlo y “vivirlo” somos capaces de hacer cualquier cosa y de
complicarnos en muchas ocasiones mucho más de lo razonable; ¿nos dura tan poco, se acaba aparentemente tan
rápido y es tan frecuente ver a tanta pareja joven separándose antes de los cinco años de convivencia o
matrimonio? Es que saben lo que pasa, yo creo que como sociedad estamos anestesiados, cada día nos cuesta
más sentir, nuestros umbrales se han ido alterando y cada día necesitamos sensaciones más fuertes para poder
despertar emociones dentro de nosotros mismos y por supuesto también para los demás. Estamos como adictos
a la adrenalina y por lo tanto todo lo que nos conecte con el estar vivos, empezamos a quererlo y a buscarlo. Lo
malo es que estas sensaciones son transitorias, se van y hay que buscar otras y por lo tanto como creo que hemos
ido asociando el amor a la búsqueda de estas sensaciones, cuando estas se van entonces la relación se termina.
Si a esto le agregamos que estamos inmersos en una sociedad en la que la búsqueda del placer es la máxima,
donde los niveles de tolerancia y de paciencia dejan mucho que desear y donde hemos ido evadiendo todas las
situaciones que nos pueden generar dolor, entonces empieza a quedar claro por qué este sentimiento pareciera
ser el causante de nuestros dolores.
En realidad, hemos hecho mezclas raras, por un lado, estamos asociando la angustia al amor, esto se ve mucho
en las generaciones jóvenes dónde sobre todo las mujeres “eligen” hombres “malos” para poder “rehabilitar”,
“cambiar” pero que en ese proceso se sufre en demasía. Es como si existiera la premisa inconsciente que mientras
más soy capaz de sufrir por ti, más te amo. Salir de este proceso, el cual yo también viví, cuesta mucho pero
necesariamente pasa por cambiar esa definición y entender que quién te ama no te puede hacer sufrir, por
supuesto, que me refiero a permanentemente. Otra asociación negativa que tenemos del amor, es que este es 5
un sentimiento que “encarcela”, que “quita libertad”.
Claramente cuando un amor es sano tiene límites como todas las cosas sanas de la vida, pero un amor sano genera
libertad, entendida esta como la fuerza que me permite vencerme a mí misma(o) y que se coloca al servicio de mi
proyecto de vida y de mi autoestima, sin que esto signifique estar “mirándome el ombligo”. Quizás uno de los
problemas de las parejas jóvenes de hoy es que tienen proyectos paralelos y no han construido un “proyecto de
pareja”, un NOSOTROS y no como hasta ahora solo un yo o un tú en paralelo. Veo con nostalgia cómo las parejas
de antes se casaban casi “sin nada” y juntos diseñaban un proyecto para ir adquiriendo todo lo que necesitaban
y cuando uno les pregunta por la etapa de mayor felicidad, sin duda mencionan esta como la más importante,
junto con la llegada de los hijos. Hoy en cambio se ven parejas que no se comprometen, que utilizan términos
como el andar, el amigo con ventaja y que al formalizar finalmente no se casan si es que no han logrado un
departamento o tantas otras cosas que se anteponen al compromiso y al proyecto de vida en construcción, casi
sin percibir que desde afuera nunca se está listo para nada, que la preparación es interna y que tiene que ver con
el cuanto me quiero y desde ahí deducir cuanto voy a hacer capaz de querer al otro, sin pasarle la cuenta al otro
y sin pensar que ese otro va a venir a cubrir un vacío mió o va a aparecer como decía recién para ser salvada(o)
por mí.
Creo que es fundamental entender y para mí, lo reconozco, fue un proceso largo, que el amor verdadero, poco
tiene que ver en el tiempo, con las cosquillitas de la guata, con la adrenalina, con esa etapa que muchos autores
dicen que es una especie de “locura temporal”, con una pasión desenfrenada y con la dependencia maravillosa
que hace que uno sienta que no puede hacer nada sin que el otro no está. Todas estas condiciones y sensaciones
son necesarias de sentir, pero no son suficientes, porque la cotidianidad, la rutina y las dificultades de la vida y las
que nos inventamos para no poder ser realmente felices, van a hacer desaparecer ese sentimiento que parecía
indestructible y tan mágico. El tema es que hacemos ahí, ahí es cuando aparecen “otros” que nos dicen que ahora
sí, que, con ella, o con él, encontré otra vez esa sensación y que a larga se transforman en espejismos que vuelven
muchas veces a repetir el modelo. Ahí es cuando se deterioran las relaciones y uno empieza a sentir que me
equivoque, que no era ella, que no era él y comienzan a aparecer sensaciones de querer terminar la relación. Es
fundamental aclarar que en esto no hay parámetros, que no se puede generalizar, existen tantas formas de vida
y personas como formas de amar y por lo tanto sólo estoy reflexionando sobre ciertas tendencias que puedo
observar en mi experiencia clínica y en mis investigaciones y que no parecen ser aisladas. El amor es sin duda, si
quiero que sea para siempre, una decisión, y este es un componente fundamental en la estructura de cualquier
relación de pareja.
El sentimiento es la condición primera, pero desde ahí tenemos que entender que necesitamos poder “elegir
conscientemente” al otro. Yo decido amarte y eso me permitirá poder perdonar, tolerar, y aprender de ti y tu de
mi a lo largo de toda la vida. Siempre he dicho que las rentabilidades se obtienen donde uno invierte. Creo que
cada día invertimos menos en nuestras vidas “puertas adentro”, todas nuestras inversiones parecen ir hacia fuera
y por lo tanto nuestras rentabilidades ahí están, que lamentablemente es donde están las buscadas “lucas” y no
estamos invirtiendo en nuestras fuentes de amor. Es probado por ejemplo que el erotismo no disminuye con los
años, lo que disminuye son los eventos que la pareja hace para despertarlo y todos los esfuerzos que la pareja
antes hacía para estar solos, a obscuras etc., los dejan de hacer cuando se ven sumergidos en la cotidianidad.
Debemos recuperar el misterio, la galantería y el arte de cuidarnos y seducirnos sin objetivos, sólo para estar y
compartir, es como dice Arjona, acompáñame a estar solo(a).
El amor es una planta, debe ser cuidado todos los días y para eso no puedo dejar de mencionar que las mujeres
estamos llamadas por nuestra naturaleza retentiva a cuidar nuestros mundos emocionales dentro de la pareja,
estamos más llamadas a colocar el encanto y la magia dentro de la relación, y lo masculino está llamado a avanzar
en la relación, a ayudarnos a las mujeres a no quedarnos “pegadas” con la vida y a enseñarnos a disfrutar lo que
tenemos y no lo que nos falta. En esta fecha “marketera” o inventada para hablar del amor de pareja, los invito a
reflexionar sobre sus decisiones. Si yo hubiera tenido hace años atrás esto claro, probablemente mi vida
emocional hubiera tomado otro curso, a lo mejor les ayudo un poquito a re-encantarse con sus parejas, a decidir
amarlas y a buscar todas las instancias para resucitar la magia y conectarse con la profundidad de ese sentimiento
que es lo que más según mis creencias, nos conecta con la esencia de la vida, con el misterio del ser humano, con
nuestras luces y nuestras oscuridades, con nuestro potencial de crecimiento, y al final con DIOS.

EL SEGUNDO SEXO
Durante mucho tiempo dudé en escribir un libro sobre la mujer. El tema es irritante, sobre todo para las
mujeres; pero no es nuevo. La discusión sobre el feminismo ha hecho correr bastante tinta; actualmente
está poco menos que cerrada: no hablemos más de ello. Sin embargo, todavía se habla. Y no parece que las
voluminosas estupideces vertidas en el curso de este último siglo hayan aclarado mucho el problema. Por otra
parte, ¿es que existe un problema? ¿En qué consiste? ¿Hay siquiera mujeres? Cierto que la teoría del eterno
femenino cuenta todavía con adeptos; estos adeptos cuchichean: “Incluso en Rusia, ellas siguen siendo mujeres”.
Pero otras gentes bien informadas –incluso las mismas algunas veces- suspiran: “La mujer se pierde, la
mujer está perdida”. Ya no se sabe a ciencia cierta si aún existen mujeres, si existirán siempre, si hay que desearlo
o no, qué lugar ocupan en el mundo, qué lugar deberían ocupar. “¿Dónde están las mujeres?”, preguntaba
recientemente una revista no periódica. Pero, en primer lugar, ¿qué es una mujer? “Tota mulier in utero: es
una matriz”, dice uno. Sin embargo, hablando de ciertas mujeres, los conocedores decretan: “No son mujeres”,
pese a que tengan útero como las otras. Todo el mundo está de acuerdo en reconocer que en la especie 6
humana hay hembras; constituyen hoy, como antaño, la mitad, aproximadamente, de la Humanidad; y, sin
embargo, se nos dice que la “feminidad está en peligro”; se nos exhorta: “Sed mujeres, seguid siendo
mujeres, convertíos en mujeres.” Así, pues, todo ser humano hembra no es necesariamente una mujer; tiene que
participar de esa realidad misteriosa y amenazada que es la feminidad. Esta feminidad ¿la secretan los ovarios?
¿O está en el fondo de un cielo platónico? ¿Basta el frou-frou de una falda para hacer que descienda a
la Tierra? Aunque ciertas mujeres se esfuerzan celosamente por encarnarla, jamás se ha encontrado el modelo.
Se la describe de buen grado en términos vagos y espejeantes que parecen tomados del vocabulario de los
videntes. En tiempos de Santo Tomás, aparecía como una esencia tan firmemente definida como la virtud
adormecedora de la adormidera. Pero el conceptualismo ha perdido terreno: las ciencias biológicas y sociales
ya no creen en la existencia de entidades inmutables fijas que definirían caracteres determinados, tales
como los de la mujer, el judío o el negro; consideran el carácter como una reacción secundaria ante una situación.
Si ya no hay hoy feminidad, es que no la ha habido nunca. ¿Significa esto que la palabra “mujer” carece
de todo contenido? Es lo que afirman enérgicamente los partidarios de la filosofía de las luces, del racionalismo,
del nominalismo: las mujeres serían solamente entre los seres humanos aquellos a los que arbitrariamente
se designa con la palabra “mujer”; las americanas en particular piensan que la mujer, como tal, ya no tiene
lugar; si alguna, con ideas anticuadas, se tiene todavía por mujer, sus amigas le aconsejan que consulte con un
psicoanalista, para que se libre de semejante obsesión. A propósito de una obra, por lo demás irritante, titulada
Modern woman: a lost sex, Dorothy Parker ha escrito: “No puedo ser justa con los libros que tratan de la mujer
en tanto que tal...Pienso que todos nosotros, tanto hombres como mujeres, quienes quiera que seamos,
debemos ser considerados como seres humanos.”
Pero el nominalismo es una doctrina un poco corta; y a los antifeministas les es muy fácil demostrar que
las mujeres no son hombres. Desde luego, la mujer es, como el hombre, un ser humano; pero tal afirmación es
abstracta; el hecho es que todo ser humano concreto está siempre singularmente situado. Rechazar las nociones
del eterno femenino, de alma negra, de carácter judío, no es negar que haya hoy judíos, ni negros, mujeres; esa
negación no representa para los interesados una liberación, sino una huida inauténtica. Está claro que ninguna
mujer puede pretender sin mala fe situarse por encima de su sexo. Una conocida escritora rehusó hace unos años
permitir que su retrato apareciese en una serie de fotografías consagradas precisamente a las mujeres escritoras:
quería que se la situase entre los hombres; mas, para obtener ese privilegio, tuvo que recurrir a la influencia de
su marido. Las mujeres que afirman que son hombres, no reclaman por ello menos miramientos y homenajes
masculinos. Me acuerdo también de aquella joven trotskista de pie en una tumba, en medio de un mitin
borrascoso, que se aprestaba a dar un puñetazo sobre el tablero, a pesar de su evidente fragilidad; ella negaba
su debilidad femenina, pero lo hacía por amor a un militante del cual se quería igual. La actitud de desafío en que
se crispan las americanas demuestra que están obsesionadas por el sentimiento de su feminidad. Y en verdad
basta pasearse con los ojos abiertos para probar que la humanidad se divide en dos categorías de individuos que
la Humanidad se divide en dos categorías de individuos cutos vestido, rostro, cuerpo, sonrisa, porte, intereses,
ocupaciones son manifiestamente diferentes. Acaso tales diferencias sean superficiales; tal vez estén destinadas
a desaparecer. Lo que sí es seguro es que, por el momento, existen con deslumbrante evidencia.
Si su función de hembra no basta para definir a la mujer, si rehusamos también explicarla por “el eterno
femenino” y si, no obstante, admitimos que, aunque sea a título provisional, hay mujeres en la Tierra, tendremos
que plantearnos la pregunta: ¿qué es una mujer?
La mujer tiene ovarios, un útero; he ahí condiciones singulares que la encierran en su subjetividad, se dice
tranquilamente que piensa con sus glándulas. El hombre se olvida olímpicamente de que su anatomía comporta
también hormonas, testículos. Considera que su cuerpo como una relación directa y normal con el mundo que él
cree aprehender en su objetividad, mientras considera el cuerpo de la mujer como apesadumbrado por todo
cuanto lo especifica: un obstáculo, una cárcel. “La mujer es mujer en virtud de cierta falta de cualidades –decía
Aristóteles-. Y debemos considerar el carácter de las mujeres como adoleciente de una imperfección natural”.
Y a continuación, Santo Tomás decreta que la mujer es un “hombre fallido”, un ser “ocasional”. Eso es lo que
simboliza la historia del Génesis, donde Eva aparece como extraída, según la frase de Bossuet, de un “hueso
supernumerario” de Adán. La Humanidad es macho, y el hombre define a la mujer no en sí misma, sino con
relación a él, no la considera como un ser autónomo. “La mujer, el ser relativo...”, escribe Michelet. Y así
lo afirma Benda en el Rapport d’Uriel: “El cuerpo del hombre tiene sentido por sí mismo, abstracción hecha
del de la mujer, mientras este último parece desprovisto de todo sentido si no se evoca al macho...El
hombre se piensa sin la mujer. Ella no se piensa sin el hombre.” Y ella no es otra cosa que lo que el hombre
decida que sea; así la denomina “el sexo”, queriendo decir con ello que a los ojos del macho aparece
esencialmente como un ser sexuado: para él, ella es un sexo; por consiguiente, lo es absolutamente. La mujer se
determina y se diferencia con relación al hombre, y no éste con relación a ella; la mujer es lo inesencial frente a
lo esencial. Él es el Sujeto, él es lo Absoluto; ella es lo Otro. [...] Ahora bien, la mujer siempre ha sido,
si no la esclava del hombre, al menos su vasalla; los dos sexos jamás han compartido el mundo en pie
de igualdad; y todavía hoy, aunque la situación está evolucionando, la mujer tropieza con graves desventajas.
En casi ningún país es idéntico su estatuto legal al del hombre; y, con frecuencia, su desventaja con respecto
a aquél es muy considerable. Incluso cuando se le reconocen en abstracto algunos derechos, una larga
costumbre impide que encuentre en la vida cotidiana su expresión concreta. Económicamente, hombres y
mujeres casi constituyen dos castas distintas; en igualdad de condiciones, los primeros disfrutan situaciones
más ventajosas, salarios más elevados, tienen más oportunidades de éxito que sus competidoras de fecha 7
reciente: en la industria, la política, etc., ocupan un número mucho mayor de puestos, y son ellos quienes ocupan
los más importantes. Además de los poderes concretos que poseen, están revestidos de un prestigio cuya
tradición mantiene toda la educación del niño: el presente envuelve al pasado, y en el pasado toda la Historia
la han hecho los varones. En el momento en que las mujeres empiezan a participar en la elaboración del
mundo, ese mundo es todavía un mundo que pertenece a los hombres: ellos no lo dudan, ellas lo dudan
apenas. Negarse a ser lo otro, rehusar la complicidad con el hombre, sería para ellas renunciar a toda las ventajas
que puede procurarles la alianza con la casta superior.
“Todo cuanto sobre las mujeres han escrito los hombres debe tenerse por sospechoso, puesto son juez
y parte a la vez”, dijo en el siglo XVII Poulain de la Barre, feminista poco conocido. Por doquier, en todo
tiempo, el varón ha ostentado la satisfacción que le producía sentirse rey de la creación. “Bendito sea Dios
nuestro Señor y Señor de todos los mundo, por no haberme hecho mujer”, dicen los judíos en sus oraciones
matinales; mientras sus esposas murmuran con resignación: “Bendito sea el Señor, que me ha creado según su
voluntad.”
Las religiones inventadas por los hombres reflejan esa voluntad de dominación: han sacado armas de las
leyendas de Eva, de Pandora; han puesto la filosofía y la teología a su servicio, como se ha visto por las frases de
Aristóteles y de Santo Tomás de Aquino que hemos citado. Desde la Antigüedad, satíricos y moralistas se
han complacido en trazar el cuadro de las flaquezas femeninas. [...] Montaigne comprendió perfectamente
lo arbitrario e injusto de la suerte asignada a la mujer: “Las mujeres no dejan de tener razón en absoluto
cuando rechazan las normas que se han introducido en el mundo, tanto más cuanto han sido los hombres
quienes las han hecho sin ellas. Naturalmente, entre ellas y nosotros hay intrigas y querellas.” Pero
Montaigne no llega hasta el extremo de erigirse en su campeón. Solamente en el siglo XVIII hombres
profundamente demócratas encaran la cuestión con objetividad. Diderot, entre otros, se propone demostrar que
la mujer es un ser humano igual que el hombre. Un poco más tarde Stuart Mill la defiende con ardor. [...] Otros
siguen con sus ataques para no cambiar a la mujer. Muchos hombres así o desean: no todos han arrojado todavía
las armas. La burguesía conservadora sigue viendo en la emancipación de la mujer un peligro que amenaza su
moral y sus intereses.
Es así como muchas mujeres afirman con una cuasi buena fe que las mujeres son las iguales del hombre
y que no tienen nada que reivindicar; pero al mismo tiempo sostienen que las mujeres jamás podrán ser
las iguales del hombre y que sus reivindicaciones son vanas. [...] El hombre que sienta la mayor simpatía por
la mujer, jamás conoce bien su situación concreta. Por eso no ha lugar a creer a los varones cuando se esfuerzan
por defender privilegios cuya extensión no logran calibrar en sus totalidad. Por tanto, no nos dejaremos
intimidar por el número y la violencia de los ataques dirigidos contra las mujeres; ni tampoco nos dejaremos
embaucar por los elogios interesados que se prodigan a la “verdadera mujer”; ni permitiremos que nos gane el
entusiasmo que suscita su destino entre los hombres, que por nada del mundo querrían compartirlo.
Lo que han tratado de hacer los feministas es tratar de demostrar que la mujer es superior; es evidente,
dicen algunos, que Adán no era sino un boceto, y Dios logró el ser humano en toda su perfección cuando creó a
Eva; su cerebro es más pequeño, pero relativamente es más grande; Cristo se hizo hombre, tal vez por su
humildad. Cada argumento atrae inmediatamente al contrario, y con frecuencia los dos llevan a la sinrazón. Si se
quiere intentar ver claro en el problema, hay que abandonar esos caminos trillados; hay que rechazar las vagas
nociones de superioridad, inferioridad o igualdad que han alterado todas las discusiones, y empezar de
nuevo.
Otros preguntan ¿no es más feliz la mujer del harén que las electoras? El ama de casa ¿no es más feliz que la
obrera? No se sabe demasiado bien lo que significa la palabra dicha, y aún menos qué valores auténticos
recubre; no hay ninguna posibilidad de medir la dicha de otro, y siempre resulta fácil declarar dichosa la situación
que se le quiere imponer.
¿Cómo puede realizarse un ser humano en la situación de la mujer? ¿Qué caminos le están abiertos?
¿Cuáles desembocan en callejones sin salida? ¿Cómo encontrar la independencia en el seno de la
dependencia? ¿Qué circunstancias limitan la libertad de la mujer? ¿Puede ésta superarlas? He aquí las
cuestiones fundamentales que desearíamos dilucidar. Es decir que, interesándonos por las oportunidades del
individuo, no definiremos tales oportunidades en términos de felicidad, sino en términos de libertad.
Simone de Beavuoir (Fragmento)

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