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LOS HECHOS DE PABLO Y TECLA

El MARTIRIO de la Santa y Gloriosa primera Mártir y Apóstol TECLA

[Tertuliano afirma que esta obra fue falsificada por un presbítero de Asia, que estando convicto,
"confesó que lo hizo por consideración a Pablo", y el Papa Gelasio, en su decreto contra los libros
apócrifos, lo incluyó entre ellos. A pesar de esto, los cristianos primitivos creían gran parte de la
historia y la consideraban verídica. Cipriano, Eusebio, Epifanio. Agustín, Gregorio Nacianceno,
Crisóstomo, Severo Sulpicio, todos los cuales vivieron en el siglo cuarto, mencionan a Tecla, o se
refieren a su historia. Basilio de Seleucia escribió sus hechos, sufrimientos y victorias en verso; y
Evagrio Escolástico, historiador y eclesiástico, alrededor del 590, explica que "después de que el
emperador Zenón abdicara de su imperio y Basilisco tomara posesión de él, tuvo una visión de la
santa y excelsa a mártir Tecla, quien le prometió la restauración de su imperio; por lo cual, cuando
esto se produjo, le erigió y dedicó un majestuoso y suntuoso templo a esta famosa mártir. Tecla, en
Seleucia, una ciudad de Isauria, y allí hizo importantes donaciones, que (según el autor) se
conservan hasta hoy en día". HÍst. EccL, lib. 3, CAP, 8- —El cardenal Barnio, Locrino, el arzobispo
Wake, entre otros; y también el docto Grabe, que editó la Septuaginta, y recuperó los Hechos de
Pablo y Tecla, considerando que habían sido escritos en la era apostólica, y que no contenían nada
supersticioso o en desacuerdo con las opiniones y creencias de aquellos tiempos, sino, en resumen,
una historia auténtica y genuina. De nuevo, se dice, que este no es el libro original de los primeros
cristianos; sin embargo, sea cierto o no, se publica del manuscrito griego de la Biblioteca Bodleian
de Oxford, que el Dr. Milis copió y transmitió al Dr. Grabe.]

Cap. I

1 Cuando Pablo llegó a Iconium, desde Antioquía, Demás y Hermógenes se convirtieron en sus
compañeros, entonces llenos de hipocresía.

2 Pero Pablo, mirando sólo la bondad de Dios, no les hizo ningún daño, sino que los quiso mucho.

3 Así intentó enseñarles todos los oráculos y doctrinas de Cristo, y el propósito del Evangelio del
Hijo querido de Dios, instruyéndoles en el conocimiento de Cristo, tal como le había sido revelado.

4 Y cierto hombre llamado Onesiforo. Al saber que Pablo iba a ir a Iconium, salió rápidamente a su
encuentro, junto con su mujer Lectra, y sus hijos Simmia y Zenón, para invitarle a su casa.

5 Tito le había descrito la apariencia de Pablo, a pesar de no conocerlo en persona, sino únicamente
su reputación,

6 Salieron al camino real a Lystra, y permanecieron allí esperándole, comparando a todos los que
pasaban con la descripción que Tito les había dado.

7 Al fin vieron a un hombre que venia (a saber Pablo), de baja estatura, calvo (o afeitado), las
piernas arqueadas, aunque magníficas, con los ojos hundidos; tenía la nariz torcida; lleno de gracia;
pues a veces tenía la apariencia de hombre, y a veces el aspecto de un ángel, Y Pablo vio a
Onesiforo y se alegró.

8 Y Onesíforo dijo: Dios te salve, siervo de Dios bendito. Pablo contestó, Que la gracia de Dios esté
contigo y con tu familia,

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9 Y Demás y Hennógenes, sintieron envidia, y mostrando una gran religiosidad, Demás dijo, ¿Y no
somos nosotros también siervos de Dios bendito? ¿Por qué no nos has saludado?

10 Onesiforo respondió. Porque no he visto en vosotros los frutos de la justicia; no obstante, si lo


sois, seréis también bienvenidos a mi casa.

11 Entonces Pablo entró en casa de Onesiforo, y la familia estalló en júbilo por ello: se afanaron a
rezar, partir pan y oír a Pablo predicar la palabra de Dios respecto a la templanza y la resurrección,
de la siguiente manera:

12 Bienaventurados los puros de corazón; porque verán a Dios.

13 Bienaventurados los que mantienen su carne sin profanación (o pura); porque serán el templo de
Dios.

14 Bienaventurados los moderados (o castos); porque Dios se les revelará.

15 Bienaventurados los que abandonan los placeres seglares; porque serán aceptados por Dios.

16 Bienaventurados los que tienen esposa, como si no la tuvieran; porque serán convertidos en
ángeles de Dios.

16 Bienaventurados los que tiemblan ante la palabra de Dios; porque ellos serán consolados.

18 Bienaventurados los que mantienen puro su bautismo; porque encontrarán la paz con el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo.

19 Bienaventurados los que buscan la sabiduría (o doctrina) de Jesucristo; porque serán


considerados hijos del Altísimo.

20 Bienaventurados los que obedecen las instrucciones de Jesucristo; porque vivirán en la luz
eterna.

21 Bienaventurados los que, por el amor de Cristo, abandonaron las glorias del mundo; porque
serán considerados ángeles, y situados a la derecha de Cristo, y no se verán expuestos a la
inclemencia del juicio final.

22 Bienaventurados los cuerpos y las almas de las vírgenes; porque son gratos para Dios y no
perderán la recompensa a su virginidad; pues la palabra de su Padre (celestial) será efectiva para su
salvación el día de su Hijo, y disfrutarán del descanso eterno.

Cap. II

1 Mientras Pablo pronunciaba su sermón en la iglesia que había en casa de Onesiforo, una virgen,
llamada Tecla (cuya madre se llamaba Teoclia. Y que estaba prometida a un hombre de nombre
Tamiris) estaba sentada junto a una ventana en su casa.

2 Desde donde, gracias a una ventana de la casa donde se encontraba Pablo, escuchaba, día y noche,
los sermones de Pablo respecto a Dios, respecto a la caridad, respecto a la fe en Cristo, y respecto a
la oración;

2
3 Y no se apartó de la ventana, hasta que con extrema alegría se vio sojuzgada a las doctrinas de fe.

4 Al final, al ver muchas mujeres y vírgenes yendo a donde se encontraba Pablo, deseó de todo
corazón ser considerada digna de aparecer en su presencia, y oír la palabra de Cristo; pues aún no
había visto a Pablo en persona, sino que únicamente había oído sus sermones, y nada más.

5 Y al no poder convencerla de que se apartara de la ventana, su madre envió a buscar a Tamiris,


que fue sumamente complacido, esperando casarse con ella. Así, le dijo a Teoclia, ¿Dónde está mi
Tecla?

6 Teoclia respondió, Tamiris, tengo algo muy extraño que contarte; pues Tecla, durante tres días, no
se ha movido de la ventana, ni siquiera para comer o beber, sino que está tan concentrada
escuchando los hábiles y engañosos discursos de un extranjero, que entiendo perfectamente,
Tamiris, que logren convencer a una Joven de su conocida modestia.

7 Pues ese hombre ha perturbado a toda la ciudad de Iconium, e incluso a tu Tecla, entre otras.
Todas las mujeres y hombres Jóvenes acuden a él para recibir su doctrina; y él, además de iodo, les
dice que existe un solo Dios, el único a quien deben adorar, y que debemos vivir en castidad.

8 A pesar de eso, mi hija Tecla, cual tela de araña sujeta a la ventana, está cautivada por los
discursos de Pablo, y los sigue con un interés asombroso y un gran deleite; y así, siguiendo lo que
dice, la joven ha sido seducida. Ahora, ve y habla con ella, pues está prometida a ti,

9 Así, Tamiris fue, y después de saludarla, y cuidando de no asustarla, le dijo. Tecla, esposa mía,
¿por qué estás sentada en esa pose melancólica? ¿Qué extrañas impresiones te han dejado? Vuélvete
a Tamiris y avergüénzate.

10 Su madre también se dirigió a ella de la misma manera y le dijo, Hija, ¿por qué estás tan
melancólica, y, como si estuvieras helada, no respondes?

11 Entonces se lamentaron sobremanera, Tamiris, de que había perdido a su esposa; Teoclia, de que
había perdido a su hija; y sus sirvientas, de que habían perdido a su señora; y hubo luto general en
la familia.

12 Pero todo esto no inmutó a Tecla como para acceder a volverse y mirarlos; pues aún escuchaba
los discursos de Pablo.

13 Entonces Tamiris salió corriendo a la calle para ver quiénes eran los que iban a ver a Pablo, y los
que salían; y vio a dos hombres enfrascados en una acalorada discusión, y les dijo;

14 Señores, ¿qué ocurre aquí? ¿Y quién es ese hombre de ahí, que os pertenece, que engaña las
mentes de la gente, tanto de hombres jóvenes como de vírgenes, convenciéndoles de que no deben
casarse, sino continuar como están?

15 Prometo pagaros una suma considerable, si me dais información verdadera sobre él; pues soy la
persona más importante de esta ciudad,

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16 Demás y Hermógenes respondieron, No podemos decirte quién es exactamente; pero sabemos
que priva a los hombres jóvenes de sus (futuras) esposas, y a las vírgenes de sus (futuros) maridos,
enseñando, Que no resucitarán en el futuro, si no continúan en castidad y profanan la carne.

Cap. III

1 Entonces dijo Tamiris, Acompañadme a mi casa y refrescaos. Y así asistieron a un espléndido


festín, en que había vino en abundancia y cuantiosos víveres.

2 Fueron conducidos a una mesa con un rico banquete, y Tamiris les hizo beber en abundancia, por
el amor que sentía por Tecla y su deseo de casarse por ella.

3 Entonces Tamiris dijo, Deseo que me informéis de cuáles son las doctrinas de ese tal Pablo, para
que las entienda; puesto que siento una gran preocupación por Tecla, al ver que se deleita con los
discursos de ese extranjero, y corro el peligro de perder a mi futura esposa.

4 Entonces Demás y Hermógenes respondieron a la vez, diciendo. Que lo lleven ante el gobernador
Castelio, acusado de intentar convertir al pueblo a su nueva religión de los cristianos, y él,
siguiendo las órdenes de César, lo condenará a muerte, y así obtendrás a tu mujer;

5 Mientras nosotros le explicamos a ella entretanto, que la resurrección de la que habla ya ha


venido, y consiste en tener hijos; y que entonces resucitamos de nuevo, cuando llegamos al
conocimiento de Dios.

6 Tamiris, al oír esta explicación, se llenó de un impetuoso rencor:

7 Y se levantó temprano la mañana siguiente y se dirigió a casa de Onesíforo, acompañado por los
magistrados, el carcelero, y una gran multitud de gente con palos, y le dijo a Pablo;

8 Has corrompido la ciudad de Iconium, y entre otros, a Tecla, que está prometida a mí, y ahora no
se casará conmigo. Por tanto, vendrás con nosotros ante el gobernador Castelio.

9 Y toda la multitud gritó. Fuera el impostor (mago), porque ha corrompido las mentes de nuestras
esposas, y a todas las personas que le escuchan,

Cap. IV

1 Entonces Tamiris, de pie ante la silla de juicio, alzó la voz y dijo lo siguiente.

2 Oh, gobernador, no sé de dónde procede este hombre; pero es el Que enseña que el matrimonio es
ilícito. Ordénale por tanto que declare ante ti por qué razón explica esas doctrinas,

3 Mientras decía esto. Demás y Hermógenes (le susurraron a Tamiris y) le dijeron; Di que es un
cristiano y será condenado a muerte de inmediato.

4 Pero el gobernador era más prudente, llamó a Pablo y le preguntó, ¿Quién eres? ¿Qué enseñas?
Parecen acusarte de graves delitos.

5 Pablo entonces alzó la voz y dijo, Como ahora me pides que dé una explicación de mis doctrinas,
Oh, gobernador, deseo tu audiencia.

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6 Ese Dios, que es un Dios de venganza, y que no necesita nada excepto la salvación de sus
criaturas, me ha enviado para reclamarlas de sus maldades y corrupciones, de todos los placeres
(pecaminosos), y de la muerte; y para convencerlos de que dejen de pecar.

7 Para esto, envió Dios a su Hijo Jesucristo, sobre quien yo predico, y sobre quien instruyo a los
hombres para que pongan en él sus esperanzas igual que aquella persona que sólo tenia esa
compasión en el mundo engañado, para que no sea, oh, gobernador, condenado, sino que tenga fe.
temor de Dios, conocimiento de religión, y el amor de la verdad,

8 Así bien, si enseño únicamente aquellas cosas que he recibido mediante revelación de Dios, ¿cuál
es mi delito?

9 El gobernador, al oír esto, ordenó que Pablo fuera encadenado y encarcelado, hasta que tuviera
tiempo para escuchar más de su relato.

10 Pero durante la noche, Tecla, quitándose los pendientes, se los dio al carcelero de la prisión, que
le abrió las puertas y le dejó entrar;

11 Y le regaló un espejo de plata al guardia, y éste le permitió entrar en la celda donde se


encontraba Pablo; entonces se sentó a sus pies, y escuchó de él las grandes obras de Dios.

12 Y al ver que Pablo no temía el sufrimiento, sino que gracias a la ayuda divina, se comportaba
con valentía, su fe se incrementó de tai manera, que besó las cadenas.

Cap. V

1 Al fin, echan en falta a Tecla y su familia y Tamiris la busca por todas las calles, como si se
hubiera perdido, pero uno de los compañeros del sirviente les dice que había salido durante la
noche.

2 Entonces interrogaron al mozo, quien les dijo que había ido a prisión a ver al hombre extranjero,

3 Allí fueron siguiendo sus indicaciones, y allí la encontraron; y al salir formaron un grupo y fueron
a contarle al gobernador lo que había pasado.

4 Con lo cual, ordenó que llevaran a Pablo ante su silla de juicio.

5 Tecla mientras tanto yacía revolcándose en el suelo de la prisión, en el mismo lugar donde Pablo
se había sentado para enseñarle; por lo que el gobernador ordenó que también ella fuera llevada ante
su silla de juicio, citación que recibió con alegría, y fue,

6 Cuando Pablo fue llevado allí, la multitud gritó con vehemencia, Es un mago, matadlo.

7 Sin embargo el gobernador asistió con agrado a los discursos de Pablo sobre las santas obras de
Cristo; y a instancias del consejo, citó a Tecla, y le preguntó, ¿Por qué, siguiendo la ley de los
Iconienses, no te casas con Tamiris?

8 Ella permaneció allí, con los ojos fijos sobre Pablo; y viendo que no daba ninguna respuesta,
Teoclia, su madre, gritó diciendo. Que la criatura injusta sea quemada; que sea quemada en el

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centro del teatro, por rechazar a Tamiris, para que todas las mujeres aprendan de ella a evitar tal
práctica.

9 Entonces el gobernador, sumamente preocupado, ordenó que Pablo fuera expulsado de la ciudad,
y Tecla quemada,

10 Y el gobernador se levantó y marchó inmediatamente al teatro; y toda la gente fue a asistir a la


lúgubre visión,

11 Pero Tecla, igual que el cordero que en el desierto mira en todas las direcciones para ver a su
pastor, buscaba a Pablo a su alrededor;

12 Y mientras escudriñaba la multitud, vio al Señor Jesús con la apariencia de Pablo, y se dijo.
Pablo ha venido a verme en esta peligrosa situación. Y fijó sus ojos en él; pero al instante ascendió
al cielo, mientras ella lo miraba,

13 Entonces los hombres y mujeres jóvenes llevaron madera y paja para quemar a Tecla; quien,
llevada desnuda a la hoguera, le arrancó lágrimas al gobernador, para su sorpresa al contemplar la
magnitud de su belleza.

14 Y cuando hubieron colocado la madera en su sirio, la gente le ordenó que se subiera, a lo cual
obedeció, haciendo primero la señal de la cruz.

15 Entonces la gente prendió fuego a la pira: y a pesar de que las llamas eran extremadamente altas,
no la tocaron, porque Dios se apiadó de ella, y provocó una gran erupción en el suelo, debajo de
ella, y una nube arriba que descargó una gran cantidad de lluvia y granizo;

16 Debido a la ruptura de la tierra, muchos se hallaron en gran peligro, y algunos murieron, el fuego
se extinguió, y Tecla salió ilesa.

Cap. VI

1 Mientras tanto, Pablo, junto con Onesíforo, su mujer e hijos, ayunaba en una cueva, que se
encontraba en el camino de Iconium a Dame,

2 Y cuando habían ayunado durante varios días, los niños le dijeron a Pablo. Padre, tenemos
hambre, y no tenemos con qué comprar pan; pues Onesíforo ha dejado todos sus bienes para seguir
a Pablo con su familia.

3 Entonces Pablo, quitándose la capa. Le dijo al chico, Ve, hijo, y compra pan, y tráelo aquí dentro.

4 Pero mientras el chico compraba el pan, vio a su vecina Tecla y se sorprendió, y le dijo. Tecla,
¿adonde vas?

5 Ella respondió, Busco a Pablo, me han salvado de las llamas,

6 El chico dijo entonces. Te llevaré hasta él, puesto que está muy preocupado respecto a ti, y ha
estado orando y ayunando estos seis días.

6
7 Cuando Tecla llegó a la cueva, encontró a Pablo de rodillas rezando y diciendo, Oh- santo Padre,
oh, Señor Jesucristo, haz que el fuego no toque a Tecla; ayúdala, pues ella es tu sierva.

8 Tecla entonces, de pie detrás de él, pronunció las siguientes palabras: Oh, Señor soberano.
Creador del cielo y de la tierra. Padre de tu querido y santo Hijo, te alabo por haberme resguardado
del fuego, para ver de nuevo a Pablo.

9 Pablo se levantó entonces, y cuando la vio, exclamó, Oh, Dios, que busca el corazón. Padre de mi
Señor Jesucristo, te alabo por haber respondido a mi plegaria.

10 Y predominaba entre ellos allí en la cueva un afecto completo de uno a otro; Pablo, Onesiforo y
todos los que estaban con ellos estaban llenos de alegría.

11 Tenían cinco panes, algunas hierbas y agua, y se consolaban unos a otros con reflexiones sobre
las sagradas obras de Cristo.

12 Entonces le dijo Tecla a Pablo, si te complace, te seguiré a donde quiera que vayas.

13 Él respondió, Las personas son ahora muy dadas a la fornicación, y siendo tú tan bella, tengo
miedo no sea que te enfrentes a una tentación mayor que las anteriores, y no pudieras resistirte, sino
que fueras vencida por ella.

14 Tecla replicó, Concédeme sólo el sello de Cristo, y ninguna tentación me afectará.

15 Pablo respondió. Tecla, espera pacientemente, y recibirás el don de Cristo.

Cap. VII

1 Entonces Pablo envió a Onesíforo y a su familia de vuelta a su casa, y llevándose a Tecla con él,
se encaminó a Antioquía;

2 Y en cuanto llegaron a la ciudad, cierto sirio, llamado Alejandro, un magistrado de la ciudad, que
había llevado a cabo diversos servicios considerables para la ciudad durante su magistratura, vio a
Tecla y se enamoró de ella, y trató mediante regalos caros de atraer a Pablo para su interés.

3 Sin embargo Pablo le dijo, no conozco a la mujer de la que me hablas, ni me pertenece.

4 Pero al ser una persona con gran poder en Antioquia, la apresó en la calle y la besó; pero Tecla no
lo soportó, y buscando a Pablo con la mirada a su alrededor, gritó en tono afligido. No me fuerces, a
mí que soy extranjera; no me fuerces, a mí que soy sierva de Dios; Soy una de las personas más
importantes de Iconium, y me vi obligada a dejar aquella ciudad por no casarme con Tamiris.

5 Entonces se recostó en Alexander, rasgó sus vestiduras, le quitó la corona de la cabeza, y le dejó
en ridículo delante de toda la gente.

6 Y Alexander, en parte porque la quería, y en parte debido a la vergüenza por lo que había hecho, la
llevó al gobernador, y tras confesar lo que había hecho1 la condenó a las fieras.

7
Cap. VIII

1 A lo cual, cuando el pueblo lo supo, dijeron: Los juicios celebrados en esta ciudad son injustos.
Pero Tecla deseó como favor del gobernador, que su castidad no fuera atacada, sino preservada para
llegar casia a las fieras,

2 El gobernador entonces preguntó, Quién se haría cargo de ella; a lo que una viuda muy rica,
llamada Trifina, cuya hija acababa de morir, afirmó que ella la cuidaría; y comenzó a tratarla en su
casa como a su propia hija.

3 Al fin llegó el día en que sacarían a las fieras para que las vieran; y Tecla fue llevada al anfiteatro
y la metieron en una guarida en la que había una leona extremamente fiera, en presencia de una
multitud de espectadores.

4 Trifina, sin extrañarse, acompañó a Tecla, y la leona le lamió los pies a Tecla. La inscripción que
denotaba su delito era, Sacrilegio. Entonces la mujer gritó, Oh, Dios, los juicios de esta ciudad son
injustos.

5 Después de mostrar a las fieras, Trifina se llevó a Tecla a casa con ella, y se fueron a la cama, y he
aquí que la hija de Trifina, que estaba muerta, se apareció a su madre, y dijo; Madre, considera a la
joven mujer. Tecla, como tu hija en mi lugar; y pide que rece por mí, para que sea transportada a un
estado de felicidad.

6 Tras lo cual Trifina, con un aire de tristeza, dijo. Mi hija Falconilla se me ha aparecido y me ha
ordenado que te reciba en su habitación; por lo cual te pido, Tecla, que reces por mi hija, para que
sea transportada a un estado de felicidad y a la vida eterna.

7 Cuando Tecla oyó esto, inmediatamente rezó al Señor, diciendo: Oh, Señor Dios del cielo y la
tierra, Jesucristo, Hijo del Altísimo, haz que su hija Falconilla viva para siempre. Trifina, al oír esto,
gimió de nuevo, y dijo: ¡Oh, juicios injustos! ¡Oh, maldad irrazonable! ¡Que una criatura como esta
sea (nuevamente) arrojada a las fieras!

8 Al día siguiente, al alba, Alejandro fue a casa de Trifina, y dijo: El gobernador y el pueblo
esperan; trae a la criminal.

9 Pero Trifina arremetió tan violentamente contra él, que se asustó y huyó. Trifina pertenecía a la
familia real; y expresó así su dolor diciendo; ¡Ay de mí! Hay pena en mi casa por dos razones, y de
ninguna de ellas me podré liberar, ya sea la pérdida de mi hija, o el no poder salvar a Tecla. Pero
ahora, Oh, Señor Dios, ayuda tú a Tecla tu sierva.

10 Mientras estaba así hablando, el gobernador envió a uno de sus propios soldados para llevarse a
Tecla. Trifina la tomó de la mano y. yendo con ella, dijo: Yo fui con Falconílla a su tumba, y ahora
debo ir con Tecla a las fieras.

11 Tecla, al oír esto, se arrodilló a rezar, y dijo: Oh. Señor Dios, a quien he hecho mi confianza y
refugio, recompensa a Trifína por su compasión hacia mí y preserva mi castidad.

12 Tras lo cual hubo un gran tumulto en el anfiteatro; las fieras rugían y la gente gritaba, ¡Qué
traigan a la criminal!

8
13 Pero la mujer alzó la voz, y dijo: Que la ciudad entera sufra por esos crímenes; y condénanos a
todos nosotros, oh, gobernador, al mismo castigo. ¡Oh, juicio injusto! ¡Oh, cruel visión!

14 Otros decían. Que la ciudad entera sea destruida por esta vil acción.
Mátanos a todos, oh, gobernador. ¡Oh, cruel visión! Oh, juicio injusto,

Cap. IX

1 Entonces arrancaron a Tecla de la mano de Trifína, la desnudaron y le pusieron un cinturón, y la


echaron al lugar designado para luchar con las fieras: y le soltaron a los leones y los osos.

2 Pero una leona que era de las más fieras, corrió hacia Tecla, y cayó a sus pies. Ante lo cual la
multitud de mujeres comenzó a gritar.

3 Entonces una osa corrió con fiereza hacia ella; pero la leona salió al encuentro de la osa y la hizo
pedazos.

4 De nuevo, un león que había sido entrenado para devorar hombres, y que pertenecía a Alejandro,
corrió hacia ella; pero la leona se enfrentó al león, y se mataron el uno al otro,

5 Entonces las mujeres sintieron una gran preocupación, puesto que la leona que había ayudado a
Tecla había muerto.

6 Después soltaron muchas otras fieras salvajes; pero Tecla permaneció con los brazos extendidos
hacia el cielo, y rezando; y cuando hubo terminado de rezar, se giró y vio un foso con agua, y dijo,
Este es un buen momento para que sea bautizada,

7 Y así se tiró al agua, y dijo. En tu nombre, Oh, mi Señor Jesucristo, soy bautizada en este último
día. Y las mujeres y la gente, al ver esto, gritaron, y dijeron, No te tires al agua- Y el gobernador
mismo gritó, pensando que las focas devorarían tañía belleza.

8 A pesar de todo esto, Tecla se tiró al agua, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.

9 Pero las focas, al ver los rayos y el fuego, murieron, y notaban muertas en la superficie del agua, y
una nube de fuego rodeó a Tecla, para que las fieras no pudieran acercarse a ella, ni la gente pudiera
contemplar su desnudez,

10 Pero aún le echaron otras fieras; ante lo cual hicieron una triste protesta; y algunos de ellos
lanzaron espicanardos, otros casia, otros amomus (una clase de espicanardo, o hierba de Jerusalén, o
(ladies-rose) otro ungüento; De modo que la cantidad de ungüento era grande, en comparación con
la cantidad de gente; y por esto, todas las fieras cayeron como si estuvieran dormidas
profundamente, y no tocaron a Tecla,

11 Viendo lo cual Alejandro le dijo al gobernador, tengo algunos toros terribles; atémosla a ellos. A
lo que el gobernador, con inquietud, respondió, Haz lo que consideres oportuno.

12 Entonces le rodearon a Tecla la cintura con una cuerda, que le sujetaba también los pies, y que la
ataba a los loros, a cuyas partes intimas arrimaron hierros candentes, para que, debido al dolor,
arrastraran a Tecla más violentamente hasta matarla.

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13 Así los toros comenzaron a correr, haciendo un ruido espantoso; pero la llama que acompañaba a
Tecla, quemó las cuerdas que la ataban a los miembros de los toros, y Tecla se quedó en el centro
del anfiteatro, tan indiferente como si no hubiera estado atada,

14 Y mientras tanto, Trifina, sentada en una de las gradas, se desmayó y murió; por lo que la ciudad
entera se sumió en una gran pena.

15 Y el propio Alejandro tuvo miedo, y le pidió al gobernador; Te ruego que te compadezcas de mí


y de la ciudad y liberes a esta mujer, que ha luchado contra las fieras; no sea que tú, yo y la ciudad
entera seamos destruidos.

16 Pues si César fuera informado de lo que ha ocurrido aquí, con certeza destruiría inmediatamente
la ciudad, porque Trifina, una persona de linaje noble, y pariente suya, ha muerto en su asiento.

17 Tras lo cual el gobernador llamó a Tecla de entre las fieras, y le dijo, ¿Quién eres? ¿Y cuál es tu
situación, que ninguna de las fieras te ha tocado?

18 Tecla le respondió; Soy una sierva de Dios viviente; y en cuanto a mi estado, soy creyente en
Jesucristo su Hijo, del que Dios está muy contento; y por esa razón, ninguna de las fieras ha podido
tocarme,

19 Él únicamente es el camino a la salvación eterna, y la base de la vida eterna. Es refugio para


aquellos que están en peligro; apoyo a los afligidos, esperanza y defensa de aquellos que están
desesperados; y, en una palabra, todos los que no creen en él, no vivirán, sino que sufrirán la muerte
eterna.

20 El gobernador, al oír esto, ordenó que trajeran sus ropas, y le dijo, ponte la ropa.

21 Tecla respondió: Que ese Dios que me vistió cuando estaba desnuda entre las fieras, en el día del
juicio vista tu alma con la toga de la salvación.
Entonces tomó su ropa y se la puso; y el gobernador publicó inmediatamente una orden con estas
palabras: Os libero a Tecla, la sierva de Dios.

22 Por lo que las mujeres gritaron juntas levantando la voz, y unidas alabaron a Dios, diciendo; No
hay más que un Dios, que es el Dios de Tecla; el único Dios que ha liberado a Tecla.

23 Tanto levantaron sus voces, que la ciudad entera pareció sacudida; y la propia Trifina oyó las
buenas nuevas, y se levantó de nuevo, y corrió con la multitud a encontrarse con Tecla; y
abrazándola, le dijo: Ahora creo que habrá una resurrección de los muertos; ahora estoy convencida
de que mi hija está viva. Ven por tanto a casa conmigo, mi hija Tecla, y te entregaré todo lo que
tengo.

24 Y Tecla se marchó con Trifina, y se quedó allí unos cuantos días, enseñándole la palabra del
Señor, por lo que muchas jóvenes se convirtieron; y se produjo una gran alegría en la familia de
Trifina,

25 Pero Tecla anhelaba ver a Pablo, y preguntó y envió a todos los lugares a buscarlo; y cuando al
fin le informaron que estaba en Mira, en Licia, se llevó con ella a muchos hombres y mujeres
jóvenes; y poniéndose un cinturón, y vistiéndose como un hombre, se fue a buscarlo a Mira, en
Licia, y allí encontró a Pablo predicando la palabra de Dios: y se puso junto a él entre la multitud,

10
Cap. X

1 Fue una gran sorpresa para Pablo verla a ella y a la gente que la acompañaba; pues imaginaba que
se les venia una nueva prueba:

2 Pero Tecla, al darse cuenta de ello, le dijo: He sido bautizada, oh. Pablo; pues aquél que te ayuda
en tus prédicas, me ha ayudado a mí a bautizarme.

3 Entonces Pablo la cogió y la condujo a casa de Hermes; y Tecla le explicó a Pablo todo lo que le
había acontecido en Antioquia, puesto que Pablo estaba sumamente intrigado, y todos los que la
oyeron confirmaron su fe, y rezaron por la felicidad de Trifina.

4 Después Tecla se levantó, y le dijo a Pablo, Voy a Iconium. Pablo le contestó: Ve, y enseña la
palabra del Señor.

5 Trifína había enviado grandes sumas de dinero a Pablo, y también ropa, a través de Tecla, para
ayudar a los pobres.

6 Y así Tecla se marchó a Iconium. Y cuando llegó a casa de Onesíforo, cayó al suelo, donde Pablo
se había sentado y predicado, y entre lágrimas y oraciones, alabó y glorificó a Dios con las
siguientes palabras;

7 Oh. Señor, el Dios de esta casa, donde me iluminaste por primera vez; Oh, Jesús, hijo de Dios
viviente, que me ayudaste ante el gobernador, me ayudaste en el fuego, y me ayudaste entre las
fieras; Tú únicamente eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

8 Tecla (a su vuelta) encontró que Tamiris había muerto, pero su madre estaba viva. Y llamando a su
madre, dijo: Teoclia, madre, ¿hay alguna posibilidad de que adoptes la creencia de que únicamente
hay un Señor Dios, que vive en los cielos? Si deseas grandes riquezas. Dios te las dará a través de
mí; si quieres a tu hija de nuevo, aquí estoy.

9 Estas y muchas otras cosas le explicó a su madre, para (intentar) convencerla (de su opinión).
Pero su madre Teoclia no dio ningún crédito a las cosas que la mártir Tecla le decía.

10 Y Tecla, al ver que hablaba sin razón, se signó todo el cuerpo con la señal (de la cruz), se marchó
de la casa y se dirigió a Dafine; y cuando llegó allí, fue a la cueva, donde había encontrado a Pablo
con Onesiforo, y cayó al suelo; y lloró ante Dios.

11 Cuando salió de allí, se encaminó a Seleucia, e iluminó a muchos en el conocimiento de Cristo.

12 Y una nube luminosa la guió en su viaje.

13 Y cuando llegó a Seleucia, fue a un lugar a las afueras de la ciudad, a aproximadamente la


distancia de un estadio, pues tenía miedo de los habitantes, porque adoraban a ídolos.

14 Y fue conducida (por la nube) a una montaña llamada Calamón o Rodeón. Allí permaneció
varios años, y se vio sometida a muchas grandes tentaciones del demonio, que aguantó de la manera
apropiada, gracias a la ayuda que recibió de Cristo.

11
15 Al cabo de un tiempo, algunas mujeres nobles, que habían oído hablar de la virgen Tecla, se
dirigieron a ella, que las instruyó en los oráculos de Dios, muchas de las cuales abandonaron su
mundo, y llevaron una vida monástica con ella.

16 De ahí se extendió la buena reputación de Tecla, ella llevó a cabo varias curas (milagrosas), y
toda la ciudad y tierras vecinas llevaban a sus enfermos a aquella montaña, y antes de llegar a la
puerta de la cueva, quedaban curados al instante de cualquier dolencia que padecieran.

17 Los espíritus impuros eran expulsados, con escándalo; todos recibían a sus enfermos sanados, y
glorificaban a Dios, quien había otorgado aquel poder a la virgen Tecla;

18 Hasta el punto que los médicos de Seleucia perdieron toda su importancia y los beneficios de su
oficio, pues nadie los tenia en cuenta; por lo que se llenaron de envidia, y comenzaron a idear qué
métodos adoptar con aquella sierva de Cristo,

Cap. XI

1 El demonio entonces les dio malos consejos a sus pensamientos; y cierto día que se habían
reunido para consultarlo, razonaban lo siguiente los unos a los otros: La virgen es una sacerdotisa
de la gran diosa Diana, y todo lo que le pida, le es concedido, porque es una virgen, y como tal es
querida por lodos los dioses.

2 Entonces busquemos algunos hombres depravados, y después de haberlos hecho beber lo


suficiente, y dado una buena suma de dinero, les ordenaremos que vayan a corromper a la virgen,
prometiéndoles, si lo hacen, una recompensa mayor.

3 (Y llegaron así a la conclusión, que son capaces de corromperla, los dioses va no la tendrían en
consideración, y Diana dejaría de curar a los enfermos por ella),

4 Procedieron según esta decisión, y los hombres fueron a la montaña, fieros como leones, llegaron
a la cueva y llamaron a la puerta.

5 La santa mártir Tecla, confiando en el Dios en que creía, abrió la puerta, aunque había sido
informada de su destino, y les dijo. Jóvenes, ¿qué os trae por aquí?

6 Ellos preguntaron, ¿Hay alguien aquí, cuyo nombre es Tecla? Ella contestó, ¿Qué queréis de ella?
Y dijeron, Tenemos intención de acostarnos con ella.

7 La bendita Tecla respondió: Sin embargo, soy una pobre anciana, la sierva de mi Señor Jesucristo;
y aunque tengáis un malvado plan contra mí, no podréis cumplirlo. Ellos contestaron:
Es imposible, debemos poder hacer lo que pretendemos.

8 Y mientras decían esto, la agarraron por la fuerza, con intención de violarla, Entonces ella, (muy)
afablemente les dijo: Jóvenes, tened paciencia, y ved la gloria del Señor.

9 Y mientras la sujetaban, levantó la vista al cielo y dijo; Oh, Dios reverendo, con quien nadie se
puede comparar; que se hace glorioso sobre sus enemigos: que me libró del fuego, y no me entregó
a Tamiris, ni me entregó a Alejandro; que me liberó de las fieras salvajes; que me protegió en las
aguas profundas; que ha sido mi ayuda en todas parles, y ha glorificado su nombre en mí;

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10 Libérame ahora también de las manos de estos malvados que no atienden a razón, y no permitas
que corrompan mi castidad que he conservado hasta ahora en tu honor; pues te quiero y te anhelo y
te adoro, oh, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por siempre jamás. Amén.

11 Entonces se oyó una voz del cielo, que decía. No temas. Tecla, mi fiel sierva, porque yo estoy
contigo. Mira y fíjate en ese lugar que se ha abierto para ti: esa será tu morada eterna; donde
recibirás la visión beatífica.

12 La bendita Tecla observó y vio la roca abierta lo suficiente para que un hombre pudiera entrar;
hizo lo que se le había ordenado, huyó con valentía de los injustos, y entró en la roca, que al
instante se cerró, de modo que no quedó ninguna grieta que delatara por dónde se había abierto.

13 Los hombres se quedaron totalmente atónitos ante un milagro tan prodigioso, y no pudieron
detener a la sierva de Dios; únicamente, tomando su capa, o capucha, rompieron un trozo;

14 E incluso eso fue con el permiso de Dios, para confirmar la fe de los que vendrían a ver aquel
venerable lugar, y para bendecir a aquellos, en los próximos anos, que creyeran en nuestro Señor
Jesucristo, de puro corazón.

15 Así sufrió aquella primera mártir y apóstol de Dios, y virgen, Tecla; que se marchó de Iconium a
los dieciocho años de edad; después, parte en viajes y desplazamientos, y parte en vida monástica
en la cueva, vivió setenta y dos años; por tanto, tenía noventa años cuando el Señor la transportó.

16 Así acaba su vida.

17 El día sagrado dedicado a su memoria es el veinticuatro de septiembre, por la gloria del Padre, y
del Hijo, y del Espíritu Santo, ahora y hasta la eternidad. Amén,

Notas a Los HECHOS de PABLO y TECLA

1 Falta un fragmento aquí en el antiguo manuscrito griego, que se ha extraído de la antigua versión
latina, que se encuentra en la Biblioteca Büdleían, Cod, Digb. 39, en vez, de la de Simeón
Melafrastes, un escritor del siglo XI.

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