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Obra de la genialidad y valentía del papa León XIII, con RN se inicia la sucesiva línea
de mensajes de paz y solidaridad en las relaciones productivas, que hoy conocemos
como Doctrina Social de la Iglesia (DSI) y que, junto a ella, también festeja sus 120
años ([2]).-
Esas cosas nuevas son las que han ido cambiando en las diferentes encíclicas que
conforman el Corpus social de la Iglesia Católica y se hallaron inspiradas en las
necesidades y características sociales propias de la época en que fueron dictadas,
cotejadas siempre con las cosas viejas del Evangelio, en la búsqueda de propuestas de
solución que, en todos los casos, pasaron por la dignidad del hombre, la solidaridad de
las relaciones interpersonales y defensa a la propiedad, entendida en el contexto propio
del destino universal de los bienes.-
Rerum Novarum marcó, sin dudas, el inicio de la reforma social cristiana por parte de
una Iglesia preocupada por solucionar la "cuestión social" que aquejaba y laceraba a los
seres humanos más desvalidos: los pobres, los trabajadores, los campesinos, los
indígenas, los niños, las mujeres y los obreros. Se inserta en el contexto sumamente
prolífero de estudios que llevara a cabo León XIII y volcara en célebres encíclicas. A
ella le preceden Quod apostolici muneris de 1878 sobre los errores del socialismo; In
Mortale Dei de 1884, donde expone la doctrina de la Iglesia referente a los deberes del
Estado; Libertas Praestantissimum (sobre la libertad y el liberalismo) de 1888, donde
analiza el problema trascendente de la libertad humana y Sapientiae Cristianae de 1890,
donde traza los deberes de los ciudadanos. Entre las posteriores, que fueron numerosas
hasta la finalización de su pontificado en 1903 (cuando muere a la edad de 93 años),
merece destacarse Inter Inumeras (1898) sobre la adhesión de los católicos franceses a
la república.-
Llamado el "Papa de los Obreros", León XIII se caracterizó por planteos que fueron
verdaderamente revolucionarios para su época, pronunciándose en favor de la
asociación laboral, el descanso dominical, la limitación del trabajo diario, la prohibición
del trabajo infantil, la especial protección de la mujer trabajadora, la fijación de un
salario mínimo justo y la necesidad de encarar obras de previsión social. Antes del
mismo inicio de la legislación laboral, fue el precursor del principio de irrenunciabilidad
de los derechos conferidos al trabajador y el necesario control del Estado, interviniendo
las relaciones particulares para garantizarlo ([14]).-
Esto último, significaba tomar partido en el tema siempre actual, del derecho de
propiedad. El contexto ideológico del momento, exigía una doctrina alternativa, entre el
liberalismo económico y el socialismo. León XIII la encuentra, al plantear la necesaria
inserción del derecho de propiedad en la ley natural, o bien, proclamar la función social
de la propiedad.-
Del 15 de mayo, pero de 1931, fue la carta encíclica Quadragesimo Anno del papa Pío
XI. Constituyó el primer homenaje a la labor de León XIII, que en Rerum Novarum
supo dar "al género humano, en el momento de máxima oportunidad e incluso de
necesidad, normas las más seguras para resolver adecuadamente ese difícil problema de
humana convivencia que se conoce bajo el nombre de cuestión social" ([16]). También
el reconocimiento, que gracias a ese mensaje y con posterioridad, "los gobernantes, con
una más clara conciencia de su cometido, pusieron el pensamiento y el corazón en
promover una política social más fecunda" ([17]). Reflexión no menor, si se atiende a
los hechos de alto impacto social ocurridos en esos cuarenta años, como ser los Tratados
de Paz de Versalles, la creación de la OIT y la generalización de normas laborales
limitando la jornada laboral, imponiendo contenidos mínimos al salario, etc.-
Sin embargo, estos hechos no fueron suficientes para reiterar un mensaje destinado a
concretar la retribución justa. Critica que "Durante mucho tiempo, en efecto, las
riquezas o "capital" se atribuyeron demasiado a sí mismos. El capital reivindicaba para
sí todo el rendimiento, la totalidad del producto, dejando al trabajador apenas lo
necesario para reparar y restituir sus fuerzas" ([18]). "A cada cual, por consiguiente,
debe dársele lo suyo en la distribución de los bienes, siendo necesario que la partición
de los bienes creados se revoque y se ajuste a las normas del bien común o de la justicia
social, pues cualquier persona sensata ve cuán gravísimo trastorno acarrea consigo esta
enorme diferencia actual entre unos pocos cargados de fabulosas riquezas y la
incontable multitud de los necesitados" ([19])
Del 15 de mayo, pero de 1961, es la memorable carta encíclica Mater et Magistra del
papa Juan XXIII. En su mensaje, resalta el lugar de vanguardia, como Madre y Maestra,
que debe ocupar la Iglesia, para mostrar su preocupación por los trabajadores y sus
aflicciones, que agobian a las multitudes y subyugan a pueblos y naciones.-
Casi dos años después, Juan XXIII reeditará esas reflexiones en Pacem in terris del 11
de abril de 1963. El salario digno, la libertad de asociación, serán nuevamente objeto de
atención, en el contexto global crítico signado por la llamada guerra fría.-
Continuará el papa Paulo VI esta línea, con su encíclica Populorum progressio del 26 de
marzo de 1967. La temática tradicional de la DSI, será objeto de especial formulación
en el incipiente contexto global de la desigualdad de desarrollo entre los pueblos y la
necesidad de impulsar como objetivo común, el desarrollo integral del hombre,
globalizando la solidaridad.-
El temor del retorno a los principios de la economía de libre mercado, impulsará a Juan
Pablo II en Laborem Exercens, del 14 de setiembre de 1981, para evocar desde el título
de su encíclica, a ese continuo ejercicio del trabajo, con el cual conseguimos no solo el
pan de cada día, también el desarrollo de las ciencias, de la técnica, de la cultura, el
perfeccionamiento del ser humano que trabaja, la unión de personas en una comunidad
productiva, articulada en la unidad mayor, que es la sociedad.-
Sollicitudo rei socialis, también de Juan Pablo II, del 30 de diciembre de 1987,
enfatizará la "cuestión social" propia del momento, que estaba dada por la disparidad
del desarrollo global: "El verdadero desarrollo no puede consistir en una mera
acumulación de riquezas o en la mayor disponibilidad de los bienes y de los servicios, si
esto se obtiene a costa del subdesarrollo de muchos, y sin la debida consideración por la
dimensión social, cultural y espiritual del ser humano" ([20]). Enfatiza, como novedad
que propone para la DSI, que "el desarrollo, es el nombre nuevo de la paz" ([21])
3.- Reflexiones sobre el trabajo humano, en cuatro dimensiones o cosas nuevas actuales:
el lenguaje, el derecho, el conflicto y la participación de beneficios, utilidades o
ganancias.-
El tema del trabajo es antiguo como el hombre, pero su situación general, social,
económica y hasta geográfica, hace que de tanto en tanto, sea necesario descubrir sus
nuevos significados, sobre todo en cuanto a la humanidad se refiere. Aparecen, sin
cesar, las "cosas nuevas" o rerum novarum, tal como señala Juan Pablo II en su
introducción a LE.-
En este 120° aniversario de rerum novarum, considero oportuno desarrollar unas breves
reflexiones, acerca del significado del trabajo humano, en cuatro aspectos actuales y
sensibles, que están dados por el lugar que debe ocupar el mismo en el lenguaje, el
derecho, el conflicto y en lo referido a la participación de utilidades en la empresa.-
Henchid la tierra; sometedla ([22]). Es una vieja verdad, tanto como el trabajo.
Analizado el trabajo bajo ese prisma, hay por lo menos dos conclusiones de importancia
siempre actual. La primera, es que el trabajo no es un castigo, ya que éste vino después.
La segunda, es que el ser humano que trabaja, nunca puede ser un "recurso" o integrar
en paridad (aún conceptual o lingüística) aquellos componentes que son sometidos por
la acción humana mediante el trabajo.-
En palabras de LE: "el error del capitalismo primitivo puede repetirse dondequiera que
el hombre sea tratado de alguna manera a la par de todo el complejo de los medios
materiales de producción, como un instrumento y no según la verdadera dignidad de su
trabajo, o sea como sujeto y autor, y, por consiguiente, como verdadero fin de todo el
proceso productivo" ([23]).-
Los "recursos" son cosas o medios, condición de la cual no participan los seres
humanos.-
Por allí pasan las acepciones de dicha expresión en nuestro diccionario: "bienes, medios
de subsistencia", también "conjunto de elementos disponibles para resolver una
necesidad o llevar a cabo una empresa".-
Cualquier razonamiento que apoyemos utilizando dicha expresión como premisa, solo
nos llevará a conclusiones equivocadas, como serían las resultantes de invertir el orden
natural de prioridades en los aspectos económicos del trabajo. Ello daría lugar a una
concepción materialista de la relación de empleo, con predominio de las cosas (medios,
organización de la empresa, economía) sobre los seres humanos. A su vez, esa
concepción materialista, sólo puede derivar en reacciones de igual tenor y violencia, de
las que hemos tenido en la historia.-
No ayuda a la paz social en cualquier empresa, denominar la oficina que se ocupa de las
relaciones de trabajo, con el título "recursos humanos". Cuando así se hace, se está
enviando un mensaje de poder a las personas que trabajan, tan desafortunado e
innecesario, como la expresión utilizada. Ninguna persona razonable, puede esperar que
si sus empleados son tratados como recursos o cosas, produzcan como seres humanos.-
Por lo tanto, el lugar del trabajo humano tanto en el lenguaje corriente como en el
proceso productivo, no es el de un "recurso" más, sino su protagonista principal.-
Este segundo significado que corresponde al trabajo humano, visto como hecho o acto
que se inserta en las consecuencias previstas por el ordenamiento jurídico, se encuentra
estrechamente vinculado al anterior: el lugar del trabajo humano en el derecho,
cambiará si se considera al mismo como "sustantivo" o el simple adjetivo asociado al
"recurso".-
Derechos humanos para el trabajador sí, siempre y cuando no interfieran con los
derechos de propiedad del empleador.-
Más actual aún, ha sido el reciente debate en el mismo seno de la Corte, acerca de si las
personas que trabajan, tienen derechos humanos, en particular, el derecho a ser
reparados "in natura" cuando son víctimas del despido discriminatorio ([26]). La visión
materialista de la persona que trabaja, como un "recurso" más de propiedad del
empleador, surge claramente defendida por el voto minoritario de la Corte.-
Y lo vemos a diario, cuando desde hace más de cien años rige la prohibición de trabajo
en día domingo y las excepciones se han transformado en regla. Los horarios de
actividades en el comercio no se ajustan a los límites de la jornada de trabajo que sean
acordes a la salud de la población y le permitan a las personas que trabajan cumplir con
otras actividades necesarias, sea familiares, sociales, culturales, religiosas o cualquiera
inherente a una vida digna y a la cual también tienen derecho ([27]).-
No parece que este punto de vista, sea compatible con la DSI y el contenido expreso del
Apartado N° 16 de LE, que luego del título En el amplio contexto de los derechos
humanos, podemos leer que "Los derechos humanos que brotan del trabajo, entran
precisamente dentro del más amplio contexto de los derechos fundamentales de la
persona".-
El mensaje, parece ser claro. El lugar del trabajo, en el ordenamiento jurídico, no puede
pasar por un mero apéndice en las restricciones al dominio, propio de los derechos
reales del Código Civil, sino hallarse inserto en el contexto más amplio de los derechos
humanos fundamentales.-
En CA, Juan Pablo II insiste en que la Iglesia reconoce también la legitimidad de "los
esfuerzos de los trabajadores por conseguir el pleno respeto de su dignidad y espacios
más amplios de participación en la vida de la empresa, de manera que, aun trabajando
juntamente con otros y bajo la dirección de otros, puedan considerar en cierto sentido
que «trabajan en algo propio», al ejercitar su inteligencia y libertad" ([30]).-
Son propuestas que tienen a pacificar las relaciones entre el capital y el trabajo, las
cuales, en su faz objetiva o meramente económica, entran a menudo en conflicto o
situaciones antagónicas, precisamente por la falta de participación de los trabajadores en
la gestión y beneficios resultantes de su trabajo.-
En la prioridad de los componentes subjetivos, tanto del trabajo como del capital, debe
buscarse la solución de los conflictos que a menudo surgen del antagonismo en sus
componentes objetivos.-
Es evidente que, cuando se habla de la antinomia entre trabajo y capital, no se trata sólo
de conceptos abstractos o de «fuerzas anónimas», que actúan en la producción
económica. Detrás de uno y otro concepto están los hombres, los hombres vivos,
concretos; por una parte aquellos que realizan el trabajo sin ser propietarios de los
medios de producción, y por otra aquellos que hacen de empresarios y son los
propietarios de estos medios, o bien representan a los propietarios ([31]).-
La virtud superadora del conflicto, debe hallarse en la fuerza constructiva propia del
trabajo, como instrumento de unión de personas y no de lucha de clases.-
Los sindicatos … son un exponente de la lucha por la justicia social … Sin embargo,
esta "lucha" … no es una lucha "contra" los demás. El trabajo tiene como característica
propia que, antes que nada, une a los hombres y en esto consiste su fuerza social: la
fuerza de construir una comunidad ([32]).-
Aún cuando la huelga, definida en LE como "bloqueo del trabajo" (N° 20), es
reconocida como instrumento legítimo a favor de los justos derechos de los
trabajadores, no se puede abusar de él. Se trata de un instrumento legitimado como
último recurso.-
Debemos tener presente que la huelga, si es huelga, molesta y produce daño. La primera
solución es evitarla y corresponde a la autonomía de las partes del conflicto colectivo
([33]).-
El lugar del trabajo en el conflicto, debe ser precisamente el subjetivo. Allí debe
encontrarse su virtud superadora, en la unión de personas, en el refuerzo de los canales
de comunicación entre el capital y el trabajo, en la gestión compartida.-
3.4.- La consecuencia del trabajo como causa eficiente del proceso productivo y destino
universal de los bienes: el derecho a participar de las utilidades.-
El trabajo, como medio destinado a la inserción social del hombre que le posibilitará la
actualización de sus potencias, es calificado como un deber – derecho. El progreso
personal requiere del trabajo, que es tanto un deber como un derecho del hombre ([39]),
reafirmando su dignidad ([40]). De la vinculación del trabajo con la necesidad de
progreso personal se deriva el derecho a participar de la producción de su trabajo ([41])
y a percibir una remuneración justa por el trabajo la cual, tratándose de un trabajador
adulto, debe ser suficiente para fundar y mantener dignamente a una familia ([42]).-
La propiedad es un derecho natural del hombre que, como todo derecho, se halla inserto
en un orden común y que es el destino común de la tierra. De allí que la propiedad tenga
un fin social o de utilidad común: "Dios dio la tierra en común al género humano, …
dejando la delimitación de las posesiones privadas a la industria de los individuos y a
las instituciones de los pueblos. Por lo demás, a pesar de que se halle repartida entre los
particulares, no deja por ello de servir a la común utilidad de todos, ya que no hay
mortal alguno que no se alimente con lo que los campos producen" ([43]).-
4.- Conclusiones.-
A 120 años de Rerum novarum, las cosas nuevas siguen apareciendo en los nuevos
significados del trabajo humano, que en las "cosas viejas" encuentra su recto camino.-
Los significados actuales que hemos escogido para estas líneas, tienen que ver con el
lugar protagónico que deben ocupar las personas que trabajan, en el proceso productivo
y en el lenguaje, como medio de expresión de ideas. Estas personas que trabajan, no son
un "recurso" inserto junto a los demás medios materiales de propiedad del empleador.
Constituyen, a no dudarlo, la verdadera causa eficiente de cualquier riqueza, en el
ámbito de la actividad lucrativa o bien de los fines que cualquier otra organización de
medios o "empresa" (en el sentido del art. 5 de la LCT) pretenda lograr.-
Al no revestir la condición de "recurso", las personas que trabajan y se insertan como
tales en cualquier organización, no pierden su condición de seres humanos ni
representan, en el mundo jurídico, un mero apéndice limitativo de los derechos de
propiedad de los medios de producción, en el sentido de hallarse excluidos de los
derechos humanos fundamentales, que conservan en plenitud y más allá de la condición
circunstancial de trabajador.-
Por el primero de ellos, se fortalecen los componentes subjetivos en las relaciones entre
el capital y trabajo. Priorizando la virtud del trabajo como elemento de unión de
personas, se agilizan los canales de comunicación, comprensión, solidaridad, evitando el
conflicto, generalmente focalizado en los aspectos secundarios o meramente objetivos
de la relación.-
([1]) Doctor en ciencias jurídicas. Profesor Titular Ordinario de Derecho del Trabajo y
la Seguridad Social , Pontificia Universidad Católica Argentina
([15]) R.N., 4.
([16]) Q.A., 2.
([23]) L.E., 7.
([24]) Ackerman, Mario E., Si son humanos, no son recursos; editorial Hammurabi,
Buenos Aires 1996, pág. 29. Comparto con dicho autor, el disgusto que causa esta
expresión, a la que también considero funesta, ominosa, horrible, terrible, cruel y
desafortunada.
([27]) Aún "relativo", porque solo puede ser medido de un punto a otro, el "tiempo" es
limitado, sumamente estricto y excluyente. Los tiempos dedicados al trabajo o a la
recuperación de la fatiga (descanso), no pueden ser utilizados para cumplir con otras
actividades que hacen a derechos y deberes de las personas. Un novedoso enfoque
referido a la diagramación de la jornada de trabajo, en su integración con los demás
derechos y deberes que deben ser cubiertos en el mismo espacio de "tiempo", puede
encontrarse en la reciente obra de Francisco José Trillo Párraga, La construcción social
y normativa del tiempo de trabajo: identidades y trayectorias laborales; editorial Lex
Nova, Valladolid, España, 2010.
([33]) Ver nuestro Los límites de la huelga, en elDial, edición electrónica del
07/04/2011; (elDial.com - DC1574)
([34]) La tierra y sus beneficios fueron dados por Dios a la totalidad del género humano:
"a pesar de que se halle repartida entre los particulares, no deja por ello de servir a la
común utilidad de todos, ya que no hay mortal alguno que no se alimente con lo que los
campos producen. Los que carecen de propiedad, lo suplen con el trabajo; de modo que
cabe afirmar con verdad que el medio universal de procurarse la comida y el vestido
está en el trabajo, el cual, rendido en el fundo propio o en un oficio mecánico, recibe,
finalmente, como merced no otra cosa que los múltiples frutos de la tierra o algo que se
cambia por ellos" (R.N., 6) y más adelante: "cuando el hombre aplica su habilidad
intelectual y sus fuerzas corporales a procurarse los bienes de la naturaleza, por este
mismo hecho se adjudica a sí aquella parte de la naturaleza corpórea que él mismo
cultivó, en la que su persona dejó impresa una a modo de huella, de modo que sea
absolutamente justo que use de esa parte como suya y que de ningún modo sea lícito
que venga nadie a violar ese derecho de él mismo" (R.N., 7).
([35]) "A cada cual, por consiguiente, debe dársele lo suyo en la distribución de los
bienes, siendo necesario que la partición de los bienes creados se revoque y se ajuste a
las normas del bien común o de la justicia social" (Q.A., 58)
([36]) Con remisión a la encíclica Sertum laetitiae, el papa Pío XII aborda el tema
referido a la distribución de la riqueza, como "punto fundamental" que consiste "en la
afirmación de la ineludible exigencia de que los bienes, creados por Dios para todos los
hombres, afluyan equitativamente a todos, según los principios de la justicia y de la
caridad" (L.S., 7).
([37]) "en las presentes circunstancias es oportuno suavizar el contrato de trabajo con
elementos tomados del contrato de sociedad, de tal manera que los obreros lleguen a
participar, ya en la propiedad, ya en la administración, ya en una cierta proporción de
las ganancias logradas" (M.M., 32). Y más adelante, propone medidas que consistan "en
hacer que los obreros, en las formas y en los grados más oportunos, puedan llegar a
participar en la propiedad de las mismas empresas, puesto que hoy, lo mismo y aún más
que en los tiempos de Nuestro Predecesor, con todo empeño y todo esfuerzo se ha de
procurar que, al menos para lo futuro, las riquezas adquiridas se acumulen con medida
equitativa en manos de los ricos, y se distribuyan con bastante profusión entre los
obreros" (M.M., 77).
([43]) R.N., 4.
([45]) C.A., 6.