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ÍNDICE
0. INTRODUCCIÓN
1. SITUACIÓN DE LAS COLONIAS ESPAÑOLAS DE ULTRAMAR
2. CAUSAS DE LA GUERRA COLONIAL.
3. ANTECEDENTES DEL CONFLICTO.
4. DESARROLLO DE LA GUERRA.
5. PRINCIPALES CONSECUENCIAS DE LA GUERRA COLONIAL. CRISIS DE 1898.
0. INTRODUCCIÓN
La guerra colonial y el desastre del 98 se produce bajo la regencia de Mª Cristina de
Habsburgo, cargo que mantuvo desde la muerte del Alfonso XII en 1885 hasta la mayoría de
edad de Alfonso XIII, en 1902.
Durante este período, se mantuvo el turno de partidos iniciado con el reinado de
Alfonso XII. Así, se suceden en el poder el partido liberal de Sagasta y el conservador de
Cánovas de Castillo.
La guerra colonial será el hecho que marque este período: desde 1895 hasta 1898,
España se enfrenta a un doble frente de guerras, que terminaría con la derrota de los
españoles (El Desastre del 98).
Tras la pérdida de la América continental a principios del siglo XIX, los restos del
imperio colonial español consistían en las dos grandes islas del Caribe (Cuba y Puerto Rico), las
islas Filipinas en el Pacífico y un conjunto de islotes y archipiélagos dispersos en este océano.
Puerto Rico fue descubierto por Cristóbal Colón en su segundo viaje (1493). También allí se
crean grandes plantaciones de caña de azúcar trabajadas por esclavos negros.
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II– conquistadas también por Legazpi (1565–1571). Filipinas fue el intermediario
comercial entre Asia y América. La ocupación militar de las islas contaba con escasas
tropas y tampoco era muy alta la hispanización de estas islas.
Causas económicas
Cuba y Puerto Rico presentaban rasgos coloniales similares. España se nutría del
tabaco y azúcar de estas islas caribeñas y, al mismo tiempo, les vendía el trigo castellano y
los textiles catalanes.
Hasta la regencia de Mª Cristina, ambas islas disfrutaban de una gran prosperidad,
como se puede ver en el hecho de que el primer ferrocarril que funcionó en España no fue,
contra lo que se suele creerse, el de Barcelona-Mataró, sino el de La Habana-Güines. Este
desarrollo económico se veía frenado por la metrópoli, que imponía altos aranceles a la
exportación de sus productos e impedía el comercio libre de dicha producción. Además, la
economía cubana había entrado progresivamente en la órbita de EEUU. El desarrollo del
mercado norteamericano, la proximidad a la isla de Cuba y la capacidad de la economía
norteamericana para absorber la producción cubana hacían de los Estados Unidos el mercado
natural de la isla.
Causas ideológicas
Las corrientes ideológicas liberales estaban presentes en la Europa de la época y
eran conocidas en el continente americano, donde se convirtieron en el germen de las
ideas independentistas. Los acontecimientos ocurridos en España en el siglo XIX
proporcionarían nuevos argumentos ideológicos a los independentistas.
Causas políticas
La inestabilidad y la debilidad del gobierno español a lo largo del siglo XIX favoreció los
intereses independentistas. Además, las élites criollas estaban muy descontentas con el
sistema de gobierno que mantenía la metrópolis: desde 1837 Cuba y Puerto Rico estaban
gobernadas por leyes que otorgaban un control absoluto al capitán general de cada isla. Tras
la Paz de Zanjón se planteó la posibilidad de otorgar concesiones autonomistas, pero el
rechazo de las oligarquías españolistas, agrupadas en la Liga Nacional, frustró estas
propuestas.
Causas sociales
En Cuba, la guerra independentista era un fenómeno popular entre las clases
inferiores, especialmente entre los campesinos. La lucha de los mambises (guerrilleros) contra
España se hacía para mejorar su situación económica y social. Además, el recuerdo de la
esclavitud y la persistencia del esclavismo en la isla hasta tiempos muy tardíos fue un factor
decisivo para que la mayoría de la población, especialmente los campesinos negros o mulatos,
se sumaran a la rebelión.
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En España, la popularidad de la guerra era también prácticamente unánime. Y es que en
Cuba confluían muchos sentimientos y demasiados intereses económicos, especialmente
catalanes. Muchas familias cubanas y españolas se encontraban repartidas entre ambos
territorios y no deseaban en modo alguno perder su identidad española, sus vínculos
nacionales con España. Y de ahí que el problema cubano se sintiera en la Península como
propio y como próximo.
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Filipinas
En 1890, se produjeron insurrecciones entre los indígenas por el descontento con los
administradores españoles, pero también con los religiosos misioneros. El sentimiento
independentista llevó a la formación de la Liga Filipina, creada por José Rizal en 1892.
También existía una organización clandestina dirigida por Andrés Bonifacio y Doroteo
Arellano, que provocaron el levantamiento de 1896. El movimiento se extendió por la
provincia de Manila, y el capitán general Polavieja condenó a muerte a Rizal. El
levantamiento continuó dirigido por Emilio Aguinaldo.
La Guerra Colonial se inicia cuando en 1895 los cubanos independentistas protagonizaron “el
Grito de Baire”. Cánovas volvió a enviar al general Martínez Campos, quien esta vez se
mostró incapaz de controlar la situación, ya que los rebeldes ocupaban toda la parte oriental
de la isla. Martínez Campos fue sustituido por el general Weyler, quien llegó a la isla al frente
de 200.000 soldados, utilizó tácticas antiguerrilleras y fue aislando los territorios liberados.
Aplicó una política de gran dureza con resultados favorables para España. Pero en 1897 hubo
en España cambio de gobierno: llegaron al poder los progresistas, al frente de Sagasta, que
quiso reconciliarse con los cubanos y envió al general Blanco,- más moderado que Weyler,- y
propuso la concesión de una amplia amnistía y de un régimen autonómico. Los
independentistas tomaron estas medidas como una señal de debilidad del Estado español y
continuaron realizando acciones militares.
En febrero de 1898 se hundió en el puerto de La Habana el acorazado norteamericano
Maine. Los EEUU acusaron a España de haber provocado la explosión que hundió el barco; el
gobierno español rechazó esta acusación, culpando a los americanos de provocar la tragedia
para tener una excusa con la que poder declarar la guerra a España.
El 18 de abril de 1898 el presidente norteamericano MacKinley obtuvo el permiso del
Senado y de la Cámara de Representantes de los EEUU para lanzar un ultimátum a España en
el que se apoyaba la independencia de Cuba y se autorizaba al presidente para organizar las
fuerzas necesarias que obligaran a España a abandonar la isla. Este conflicto se extendió a
Filipinas y en mayo de 1898 el Fuerte de Cavite fue destruido y posteriormente las tropas
españolas se rindieron en Filipinas.
En julio de 1898, la flota española, al mando del almirante Cervera, fue destruida
frente a la costa de Santiago de Cuba y posteriormente la ciudad se rindió frente a los
norteamericanos. La destrucción de la flota hizo imposible la resistencia de las tropas de tierra.
Cuba se perdió definitivamente. La guerra apenas había durado tres meses.
En agosto de 1898 se firmó el protocolo de Washington que decretaba el armisticio y en
diciembre del 98 se firma la Paz de París, por la que España reconocía la independencia de
Cuba y cedía a los EEUU: Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam. La ocupación de Filipinas por
los norteamericanos se mantuvo hasta 1946. Por otro lado, los EEUU convirtieron a Cuba en
un protectorado y hasta 1902, la isla no fue independiente. Pero desde su independencia los
norteamericanos controlaron la economía cubana (hasta su revolución en 1959 de Fidel
Castro) y mantienen en la isla la base militar de Guantánamo.
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En febrero de 1899 España renunció a sus últimas colonias, vendiendo a Alemania las Islas
Marianas, las Carolinas y Palaos. Con la pérdida de su antiguo imperio colonial, España se
convertía definitivamente en una potencia de segundo orden, que fue la posición que tuvo
en la política europea durante la mayor parte del siglo XX.
El gobierno y, sobre todo, la clase política, intentaron recuperar parte del prestigio perdido.
Por esta razón se involucró en el reparto colonial de África (Marruecos, Guinea Ecuatorial,
Sahara Occidental). Así lograban también contentar a la clase militar, que se hallaba
enfrentada con la clase política tras la derrota.
Para las clases populares el fin de la guerra fue un duro golpe, un auténtico trauma nacional
que trajo un sentimiento de debilidad y de haber realizado un sacrificio inútil. Pero por otro
lado, el fin del conflicto fue un alivio, ya que la mayor parte de los soldados eran de origen
humilde.
Desde el punto de vista económico, la derrota supuso la pérdida de los ingresos procedentes
de las colonias, así como los mercados privilegiados que éstas suponían y de las mercancías
que, como el azúcar, el cacao o el café deberían comprarse en adelante a precios
internacionales. Estas pérdidas no fueron tan elevadas por la repatriación de capitales de la
burguesía que regresó a España. Por otro lado, la pérdida de Cuba afectó gravemente a la
industria textil catalana, que perdió un gran mercado e indirectamente influyó en el
descontento de la burguesía catalana con respecto a Madrid y en el incremento de la
corriente catalanista.
Entre los intelectuales surgió la reflexión sobre la situación del país y ellos fueron los que
calificaron de “desastre” la pérdida de las colonias. A este movimiento de reflexión de los
intelectuales y los políticos españoles se le conoce con el nombre de Regeneracionismo:
representaba una actitud profundamente crítica ante la realidad de España, que abarcaba los
aspectos políticos y sociales y denunciaba a los gobiernos de la Restauración por falsear el
sistema democrático.
Dentro de los regeneracionistas, hay diferentes ideas. Miguel de Unamuno y Ángel Ganivet
reflexionaron sobre la identidad de España y pensaban que había que encontrar una clave
espiritual que impulsara la regeneración del país. En 1885, Valentí Almirall,- reconocido como
importante figura del catalanismo,- había publicado “España tal como es”, centrándose en la
necesidad de corregir los problemas del funcionamiento político (mantenía afirmaciones
tales como que España sólo era superior en deuda pública y en número de generales). Otros
regeneracionistas fueron el político conservador Francisco Silvela que publicó el artículo
“España sin pulso” y Macías Picavea, que escribió “El Problema Nacional”, en el que señalaba
al caciquismo como el causante de los males de España. También destacaron los escritores
de la generación del 98 (Unamuno, Valle-Inclán, Antonio Machado, Pío Baroja…).
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Pero la figura más importante del Regeneracionismo fue Joaquín Costa. En 1902, publicó “La
Oligarquía y el Caciquismo”. Señalaba que los males de España necesitaban de “despensa y
escuela” para curarse, porque dos de los más graves eran la pobreza y la incultura. Para
extirpar los males políticos hablaba de la necesidad de encontrar a un “cirujano de hierro”,
que algunos confundieron, en 1923, con la dictadura de Primo de Rivera.
El Regeneracionismo también influyó en el gobierno del país. En 1898, el partido conservador
forma gobierno con Silvela como presidente y Polavieja como ministro de la Guerra; estos
políticos pretendían llevar reformas siguiendo las ideas regeneracionistas. Los miso intentarían
hacer el gobierno liberal de Sagasta y el sucesivo gobierno conservador de Maura y el gobierno
liberal de Canalejas.
Sin embargo, la mayoría de estos proyectos se estrellaron en las Cortes cuando eran
discutidos, ya que había muchos intereses de la oligarquía y muchas facciones dentro de los
partidos que estaban enfrentadas entre sí.