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V í c t o r M.

Fernández

El Evangelio
de cada día
Comentario
y oración

SAN PABLO
VÍCTOR MANUEL FERNÁNDEZ

El evangelio de cada día

Comentario y oración

SAN PABLO
Distribuyen:

S A N PABLO
• Riobamba 230, C 1 0 2 5 A B F B U E N O S AIRES, Argentina.
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Paulinas
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PABLO, Riobamba 230, C1025ABF B U E N O S AIRES, Argentina. E-mail: director.editonal@san-
p a b l o . c o m . a r / Impreso en la Argentina en el mes de noviembre de 2000 / Industria argenti­
na.

I.S.B.N. 9 5 0 - 8 6 1 - 5 1 1 1 - 7
PRESENTACIÓN

La obra que presentamos es un comentario al evangelio que se lee


cada día en la Santa Misa. Cubre todos los días del año y los tres ciclos
dominicales.
El comentario pretende ser sencillo en su lenguaje, para que pueda ser
rápidamente comprendido por cualquiera y pueda ayudarle a orar con el
texto bíblico y a aplicarlo a su propia vida.
Pero esa sencillez no le quita seriedad y profundidad, ya que el autor
es especialista en Sagrada Escritura. Estudió en Roma y luego ha seguido
profundizando la Sagrada Escritura. Además, ya ha escrito varios artícu-
los y libros comentando la Biblia. Por eso este comentario simple es al
mismo tiempo sólido, y puede ser utilizado también por los sacerdotes
como auxiliar para su predicación.

Las personas no habituadas a leer el evangelio de cada día pueden guiar-


se con un Calendario litúrgico para saber cuál es el texto que corresponde
a cada día; o al menos para saber, por ejemplo, qué día comienza el Ad-
viento, qué número de semana continúa luego de Pentecostés, etc. El Ca-
1
lendario litúrgico puede adquirirse en cualquier librería católica, pero tam-
bién se puede consultar en las parroquias.
De todos modos, al final de este libro se ofrece una tabla válida hasta
el año 2010, para que el lector pueda ubicar fácilmente las fechas de las
grandes fiestas y tiempos litúrgicos y así pueda seguir el orden correspon-
diente. Y ya que el evangelio del domingo varía cada año, porque hay tres
ciclos (A, B y C), también encontrará una tabla para saber qué ciclo co-
rresponde a cada año.
Además, si el lector tiene interés en un texto del evangelio que no
corresponda a ese día, al final de este libro encontrará en el índice general
la referencia de todos los textos evangélicos que se comentan, indicando
en qué página del libro está el comentario a cada texto.

1
Puede utilizarse también la agenda 365 días con Cristo , Año del Señor o La Palabra
día a día de editorial San Pablo.
TIEMPO DE ADVIENTO

5
Domingo 1° de Adviento

AÑO A : MT 2 4 , 3 7 - 4 4

Este texto es una fuerte invitación a la vigilancia, es una exhortación a


vivir intensamente, a no perder inútilmente el tiempo y las posibilidades
de amar que nos brinda cada día.
El ideal que se nos presenta aquí es el de dejar de sobrevivir, soportar
las obligaciones y tratar de gozar algo a costa de lo que sea. Más que de
sobrevivir como se pueda, se trata de vivir cada día a pleno, como si fuera
el último, aun cuando tengamos que luchar. No es vivir en la superficiali-
dad de un placer pasajero o de una costumbre, sino en la entrega libre y
gozosa de nuestra vida en el servicio a Dios y a los demás. Es darle a cada
día su peso y su valor.
Porque esta vida no es un tiempo que hay que pasar como se pueda,
luchando para evitar los problemas y buscando sólo satisfacer las necesi-
dades primarias; esta vida es una gran oportunidad. Y ese es en realidad el
sentido fundamental del texto de hoy, ya que no se detiene a dar descrip-
ciones catastróficas, no le interesa anunciar cómo será el fin del mundo.
Sólo nos recuerda que verdaderamente este día puede ser el último, por-
que el fin llegará en la hora menos pensada, así como en la época de Noé,
cuando la gente vivía como si su vida nunca fuera a terminar.
Y de hecho este texto nos muestra que la voluntad de Dios es precisa-
mente que no sepamos cuándo será el fin, para invitarnos así a estar aten-
tos a cada día. ¡Cómo se simplificaría nuestra existencia, cómo nos pre-
ocuparíamos por las cosas realmente importantes si viviéramos cada día
como si fuera el último! Porque es una posibilidad real; este día puede ser
el final de tu vida.

Oración:

"Señor, ayúdame a descubrir el inmenso valor de este día, dame


la gracia de descubrirlo como una inmensa oportunidad que me
estás regalando para llegar a la profundidad de la vida, para
entregarme a tu amor".

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Domingo 1° de Adviento

AÑO B: MC 1 3 , 3 3 - 3 7

"Ustedes no saben cuándo será el momento... ¡Velen!".


Muchas veces nos equivocamos cuando creemos que las cosas impor-
tantes pueden esperar. Muchos han resuelto esperar un poco más para en-
tregarse a Dios, para reconciliarse con los demás, para vivir como herma-
nos. Sobreviven como pueden, arrastrándose detrás de pequeños placeres
que los dejan vacíos, viviendo en la superficie. Y así piensan que cuando
dejen de trabajar, o cuando llegue la vejez, entonces se decidirán a vivir a
otro nivel, con más profundidad. Pero olvidan que las cosas grandes no se
improvisan, que después de toda una vida de mediocridad sólo nos queda
un corazón anquilosado, cerrado, cómodo, egoísta, lleno de vicios enfer-
mizos. Con ese estilo de vida sólo se va preparando un futuro peor, más
triste y más enfermo. Por eso el evangelio nos insiste: no posterguen lo
importante; este momento no se repite. Entonces no se duerman, vivan
este día despiertos, vívanlo a pleno, encuentren al Señor ahora, amen hoy
mismo. Este es el día de la salvación, precioso, único, irrepetible.
Al decir "cuando vuelva el dueño de la casa" (v. 35) el evangelio nos
invita a no sentirnos dueños absolutos de nuestro tiempo, de nuestra vida
en la tierra, de nuestra misión, de lo que se nos encomienda, sino como
administradores de algo que recibimos de su auténtico dueño, el Señor.
Este texto nos recuerda también que la Iglesia no debe dejar de ser la
comunidad de los que esperan. Debe estar consciente de que no es perfecta
ni se basta a sí misma, y por eso debe esperar, siempre más, la llegada de
su Señor.

Oración:

"Aquí estoy en tu presencia, Señor. Tú eres el principio y el fin,


tuyos son el tiempo y la eternidad. Tú eres el Señor de la histo-
ria. Por eso sé que no puedo tener en mis manos todo el control
de mi vida, y quiero confiar en tus manos mi futuro. Dame la
gracia de estar despierto hoy, de entregarme a ti hoy, de amar
hoy como si fuera el único día de mi vida".

7
Domingo 1° de Adviento

AÑO C : LC 2 1 , 2 5 - 2 8 . 3 4 - 3 6

Cuando Lucas describe la segunda venida de Jesús, su objetivo no es


satisfacer nuestra curiosidad haciéndonos conocer los detalles del fin del
mundo, sino destacar la figura de Jesús, el Hijo del hombre, que vendrá
glorioso. La descripción de los fenómenos llamativos sólo sirve para des-
tacar la gloria de su venida. Esa venida será causa de temor para los que no
le han dado un sentido a sus vidas, y por eso "desfallecerán de miedo".
Pero para los verdaderos cristianos será un alivio y un regalo: "Ustedes
levanten la cabeza, porque se acerca su liberación".
Y el evangelio nos habla a todos nosotros para que estemos atentos,
vigilantes. No atentos para ver los fenómenos aterradores, sino para no
dejarnos esclavizar por los vicios y las preocupaciones de la vida. Estas
cosas nos pueden atar de tal manera que nuestra mente y nuestro corazón
pueden llegar a embotarse, a "embriagarse", a atontarse por el consumismo
o las preocupaciones, a hacerse indiferentes ante el amor de Dios, olvidan-
do su presencia, dejando morir el ideal del amor que debería iluminar to-
dos nuestros actos.
La Palabra de Dios no nos invita a despreciar las alegrías y todos los
placeres de la vida que son un don del amor de Dios, ya que Dios "hizo
todas las cosas para que las disfrutemos" (1 Tim 6, 17). Pero esta invita-
ción a estar atentos nos recuerda que no son esos placeres el sentido de
esta vida caduca, y que no tenemos que permitir que el consumismo triste
e insatisfecho nos domine el corazón.
El corazón humano debería estar ante todo en las cosas que no se aca-
ban, que no se gastan, que no se terminan. Pensar en el fin nos ayuda a
descubrir que algunas opciones de nuestra vida presente no tienen sentido,
nos ayuda a ver que a veces le damos demasiado valor a cosas que final-
mente tendremos que abandonar.

Oración:
"Señor, ayúdame a recordar que todo se acaba, que debo gozar
de las cosas sabiendo que no son eternas y que no son ellas el
centro de mi corazón, porque fui creado para ti, y mi corazón
sólo estará satisfecho cuando descanse en ti".

8
a
Semana 1 de Adviento

LUNES: MT 8, 5 - 1 1

La misión de Jesús, que parecía reservada a los judíos, se abre a los


paganos. De hecho el centurión que aparece en este relato es sólo un sím-
bolo del mundo pagano en general, porque en el v . l l dice que "muchos
vendrán de oriente y occidente" a sentarse al banquete del Reino.
En este texto se destaca la actitud del centurión romano, que es de
profunda humildad, pero al mismo tiempo de gran confianza: "Señor, no
soy digno de que entres en mi casa. Basta que digas una palabra".
Jesús se admiró de la fe del centurión. Un pagano, que no tenía ningu-
na formación religiosa, que no conocía las Santas Escrituras, es capaz de
suplicarle con una inmensa confianza, con una profunda y sincera humil-
dad. Y Jesús, con su exquisita sensibilidad, se admira de la docilidad de
ese corazón, así como se admiraba de la generosidad de la viuda pobre
(Mc 12, 41-44) o de la atención que le prestaba su amiga María, cuando se
sentaba a sus pies a escucharlo (Lc 10, 38-42).
¡Qué bueno es tener un Señor que ama a la gente, que mira con ternura
esos pequeños gestos llenos de confianza de su pueblo simple, que valora
hasta un vaso de agua que demos a otro!
¡Qué bueno saber que él ve en lo secreto y que no se le escapa ni el más
pequeño gesto de bondad y de fe que pueda haber en nuestro corazón! Él,
que es el Santo, es también capaz de admirarse de nosotros.

Oración:

"Quiero darte gracias Señor mío, por tu mirada buena; nadie


sabe mirarme así. Porque ante tu mirada sólo puedo encontrar
un estímulo para ser mejor. Gracias porque todo lo que se esca-
pa a la mirada del mundo está claro ante tus ojos compasivos,
ante esos ojos que pueden descubrir una flor en medio de mis
miserias. Mírame Señor con esos ojos".

9
a
Semana 1 de Adviento

MARTES: LC 1 0 , 2 1 - 2 4

La alegría es un tema típico del evangelio de Lucas, desde la anuncia-


ción hasta la Pascua, pasando por una especie de caravana de gente gozo-
sa, entre los que se destaca María, que "se estremecía de gozo en Dios su
salvador" (cf. Lc 2, 47).
Pero aquí es Jesús el que se llena de alegría; no una alegría mundana, o
una euforia psicológica, sino el gozo que procede del Espíritu Santo.
Por eso nuestros corazones tristes necesitan invocar cada día al Espíri-
tu Santo. Él es un verdadero manantial de alegría, que puede convertir en
gozo nuestras amarguras más profundas.
Pero el motivo de la alegría de Jesús es muy particular. Jesús se alegra-
ba contemplando cómo los más pequeños y sencillos recibían la Buena
Noticia y captaban los misterios más profundos del amor de Dios.
Y Jesús se goza porque es su Padre amado el que manifiesta a los sen-
cillos esas cosas profundas que permanecen ocultas para los sabios de este
mundo.
Jesús es quien nos lo revela, porque sólo él conoce íntimamente al
Padre y puede revelar sus misterios.
Todo el evangelio de Lucas es también un testimonio permanente de
esta predilección del Padre y de Jesús por los pequeños, los olvidados, los
despreciados de la sociedad, pero que albergan en medio de la sencillez de
sus vidas un tesoro divino. Ellos están llenos de una riqueza misteriosa
que procede de la acción de la gracia divina en sus corazones abiertos.

Oración:

"Señor Jesús, que te alegrabas con los pobres, dame la gracia


de contarme entre los simples de corazón, para que pueda reci-
bir tu Palabra con docilidad y con gozo, para que no me resista
a tu acción salvadora, aferrándome a las seguridades del mun-
do".

10
a
Semana 1 de Adviento

MIÉRCOLES: MT 1 5 , 2 9 - 3 7

En este relato se destaca el corazón lleno de compasión de Jesús, que


no podía dejar de apiadarse de las miserias humanas.
En realidad el relato de la multiplicación de los panes ya había apare-
cido en Mt 14, pero en esta versión del capítulo 15 se destaca la tenacidad
de la gente que permanece tres días con Jesús, convencida de que ha en-
contrado en él la respuesta que necesitaba. La gente de la época de Jesús
es un verdadero símbolo de la búsqueda permanente del ser humano, siem-
pre atento para tratar de reconocer a los verdaderos profetas, a los que
traen mensajes de vida, de justicia y de esperanza.
Y sobre todo el pueblo sencillo, cuando siente que ha encontrado a un
verdadero profeta, abre su corazón lleno de confianza, y lo sigue espontá-
neamente. Esta docilidad contrasta con la actitud de los poderosos, que
envidiaban a Jesús y por eso buscaron por todos los medios alejarlo del
pueblo que lo amaba.
El detalle de la compasión aparece también en Mt 14, 14, y hace que
estos textos, junto con Juan 11, 33-38 sean los que mejor destacan los
sentimientos humanos de solidaridad y ternura de Jesús ante el drama del
hombre.
Pero no hay que ignorar los detalles de los versículos 34-36 (los discí-
pulos ofrecieron siete panes y luego, a través de ellos, se hace la distribu-
ción a la gente), porque nos muestran que ordinariamente Jesús responde a
las necesidades humanas a través de instrumentos humanos.
¿Nosotros estaremos aceptando y cumpliendo nuestra función de ins-
trumentos para que Dios pueda liberar a los demás de sus males y angus-
tias?

Oración:

"Te doy gracias Jesús, por tu corazón compasivo, capaz de com-


prender nuestro dolor y nuestras necesidades. Ayúdame a descu-
brir esos sentimientos tuyos en la hora de mi angustia. Pero te
ruego también que toques mi corazón con tu gracia y lo hagas
compasivo como el tuyo, para que pueda ser instrumento eficaz
de tu misericordia".

11
a
Semana 1 de Adviento

JUEVES: MT 7 , 2 1 . 2 4 - 2 7

El evangelio de Mateo es el que más insiste en el tipo de vida que


debemos llevar para agradar a Dios, en la necesidad cumplir la Ley de
Dios. El que se encuentra con el Señor no puede seguir actuando de la
misma manera, porque el impacto de ese encuentro termina transformando
las opciones concretas, las acciones, las reacciones externas, el estilo de
vida del creyente.
Aquí se nos invita a edificar la propia vida sobre la roca firme. En
realidad es un deseo que habita en la profundidad del ser humano: el deseo
de sentirse seguro, fuerte. Porque una de las sensaciones más molestas y
dañinas es la de experimentar la fragilidad, la inseguridad.
Pero cuando este texto explica cómo hacer para que la propia vida esté
bien asentada sobre la roca, firme y segura, nos dice que no basta la devo-
ción, nos recuerda que es insuficiente la oración, que ni siquiera es sufi-
ciente dejar las propias preocupaciones en las manos de Dios.
Nos dice que es necesario también dejar que Dios transforme el propio
estilo de vida, nuestra forma de obrar. Nos enseña que para que nuestra
vida esté firme es necesario practicar su Palabra: amar, servir, compartir,
ser fiel, intentar vivir como él vivió, Y así nos llama a crecer, de manera
que alcancemos esa fortaleza y esa seguridad que deseamos para nuestra
existencia.
El que está firme es entonces "todo el que escucha la Palabra y la pone
en práctica" (v.24). Pero quizás, antes de preguntarnos si la estamos po-
niendo en práctica, tendríamos que preguntarnos si no nos hemos salteado
el primer paso, es decir, si realmente la escuchamos con atención e interés.

Oración:

"Dame tu gracia Señor, para que pueda vivir tu Palabra, trans-


forma mis actitudes, mis reacciones, mi forma de vivir, mi mane-
ra de actuar. Orienta mi vida por tu camino, para que toda mi
existencia esté firme, asentada sobre tu roca".

12
a
Semana 1 de Adviento

VIERNES: MT 9 , 2 7 - 3 1

"Que se haga según la fe de ustedes". Eso significa que de alguna ma-


nera lo que nosotros llevamos dentro coopera con la obra del Señor. Es
interesante advertir este modo cómo Jesús hace sus prodigios y reconocer
su gran delicadeza con el ser humano. Jesús no quiere despertar admira-
ción, e incluso pide secreto, porque no quiere ayudar al hombre de tal
manera que el hombre sea sólo un admirador completamente pasivo, in-
útil, un simple espectador miserable e incapaz.
Es cierto que sólo con su poder divino es posible el prodigio, pero él
requiere que el hombre al menos ofrezca su confianza, una confianza que
va creciendo por la acción de la gracia y la docilidad del hombre a su
impulso.
Jesús nos hace notar con claridad que él valora esas disposiciones hu-
manas cuando pregunta: "¿Creen que puedo hacerlo?", y cuando sostiene
que el prodigio se hará "según la medida de esa fe".
Esto nos ayuda a explicarnos porqué muchas veces pedimos a Dios
cosas que no conseguimos. Por eso quizá deberíamos comenzar siempre
nuestra oración pidiendo al Señor que aumente nuestra fe.
Esta fe que nos abre a la acción de Jesús no es en primer lugar la acep-
tación de las verdades de fe, no es ante todo un conocimiento de la doctri-
na de la Iglesia ni una capacidad intelectual; se trata sobre todo de la con-
fianza en su amor y en su poder. Pero también es verdad que no se trata de
una confianza ciega o irracional, como cuando alguien se confía en cual-
quiera, con tal que lo ayuden de alguna manera. La fe cristiana es más bien
la que expresan estas palabras: "Yo sé en quién he puesto mi confianza" (2
Tim 1, 12).

Oración:
"Señor, creo en tu poder y en tu amor, pero aumenta mi fe. Mi
confianza es débil, porque muchas veces pongo mi apoyo sólo en
los poderes naturales y humanos; pero me estás invitando a con-
fiar sobre todo en tu fuerza. Pongo mi vida en tus manos, te pre-
sento mis enfermedades físicas y los males de mi corazón, Médi-
co Divino".

13
a
Semana 1 de Adviento

SÁBADO: MT 9 , 3 5 - 1 0 , 1 . 6-8

"Vengan conmigo". Aquí está la primera invitación que Dios te hace,


lo primero que te pide. Te invita a caminar con él, a estar con él. Te invita
a salir del encierro de tu pequeño mundo para que no estés más solo, para
que a su lado sientas cómo todo se te hace más interesante, más bello,
menos duro.
Esta invitación al seguimiento estaba muy presente en el antiguo libro
del Deuteronomio (5, 33; 8, 6; 10, 12), que había alimentado toda una
espiritualidad del seguimiento de Dios expresada en el cumplimiento de la
Ley. Aquí el seguimiento no es tanto cumplir una ley; es más bien una
relación personal, un "estar con él", pero invitándote a cumplir una misión
que él te confía.
En este texto Jesús convoca a sus discípulos y los envía a curar dolen-
cias y a expulsar los demonios de la gente. Y en esta expresión se resumen
todos los males del pueblo. La expresión "demonios" en aquella época
resumía todo tipo de alteraciones que no tenían explicación natural en la
medicina poco desarrollada de entonces, y abarcaba histerias, depresio-
nes, epilepsias, iras enfermizas, etcétera.
Al llamar "demonios" a esos males, se está indicando que no se envía
a los discípulos como médicos, sino en la medida en que esas perturbacio-
nes psicofísicas podían tener alguna raíz en los problemas del corazón:
odios, desengaños, etc. Invitando a la conversión, los discípulos se pre-
ocupaban por el hombre entero, sabiendo que la apertura sincera a Dios
nos abre el camino para resolver mejor las dificultades de nuestra vida en
la tierra.

Oración:

"Señor, dame tu fuerza y tu luz para poder ayudar a los demás a


resolver sus problemas, sus angustias, sus perturbaciones. Dame
la palabra justa y la actitud correcta para que mi vida sea fecun-
da en los hermanos, para que a través de mí pueda actuar mejor
tu poder divino".

14
Domingo 2° de Adviento

AÑO A : MT 3, 1 - 1 2

Juan el Bautista se presenta en el desierto, y es la voz que clama en el


desierto. Su vestidura de piel de camello y las langostas como alimento,
indican que su vida transcurría en la austeridad del desierto, liberado de
los atractivos de la ciudad, del consumismo, de la apariencia.
En la Biblia el desierto simboliza el encuentro con Dios del corazón
humano, que reconoce la vanidad de todo y descubre que sólo en Dios
encuentra un sentido para su existencia. Por eso toda la Biblia está marca-
da por este símbolo del desierto.
El pueblo judío viajó por el desierto para alcanzar una nueva vida, los
profetas pasaban un período de purificación en el desierto antes de una
misión, y algunos textos de profundo lirismo nos hablan de la necesidad
de entrar en el desierto para seguir a Dios con un corazón liberado: "De ti
recuerdo tu cariño juvenil... cuando me seguías por el desierto" (Jer 2, 2).
"La llevaré al desierto y le hablaré al corazón" (Os 2, 16).
Por eso mismo Juan el Bautista, que tiene que abrir paso a la llegada
del Mesías, también se identifica con el desierto, y la gente acudía al de-
sierto a recibir su sabiduría.
No olvidemos que el mismo Jesús pasó cuarenta días en la soledad y la
austeridad del desierto antes de salir a predicar.
Por eso deberíamos pensar que cada uno de nosotros necesita del de-
sierto, de un tiempo de liberación, de despojo interior, de soledad, para
poner la propia vida bajo la luz de Dios y estar disponible sólo para él.
Este tiempo de desierto libera el corazón, abre nuevos caminos, despeja la
mirada, renueva la existencia.

A veces es necesario entrar en el desierto para poder renacer.

Oración:
"Señor, dame el deseo de pasar por el desierto, y de encontrar
ese desierto en mi vida cotidiana, esos espacios de liberación
que purifican mi vida manchada, que dan lugar a tu presencia
luminosa, para que tú puedas invadir mi existencia".

15
Domingo 2° de Adviento

AÑO B: Mc 1 , 1-8

El evangelio de Marcos no se detiene en la infancia del Señor, sino que


comienza directamente con el inicio de su vida pública. Pero Marcos no
quiere que Jesús aparezca desligado de la historia anterior, como si fuera
un ser caído de otros planetas. Por eso presenta en primer lugar la figura
de Juan el Bautista, que representa en su persona a todos los profetas del
Antiguo Testamento que anunciaron la llegada del Mesías.
Juan cumple los antiguos anuncios presentándose como el que "prepa-
ra" los caminos del Señor.
Podríamos decir que Dios no necesitaba esta preparación para hacer su
obra, que con su poder podía hacer lo que quisiera. Pero toda la Biblia nos
muestra este modo divino tan respetuoso de los procesos humanos, esta
pedagogía paciente y delicada que Dios ha usado siempre con sus criatu-
ras.
Y a Juan el Bautista se lo describe con las características típicas de los
profetas del Antiguo Testamento: invitaba a la conversión, era un asceta
(en oposición al consumismo de la sociedad), y evitaba que los demás se
centraran en su propia persona: "Detrás de mí viene otro que es más fuerte
que yo, y yo no soy digno de inclinarme a desatar sus cordones".
Podríamos preguntarnos si nosotros tenemos también esas caracterís-
ticas de verdaderos profetas cuando queremos ayudar a otros, cuando in-
tentamos acercar a otros a Dios, cuando hacemos el papel de Juan el Bau-
tista y deseamos ser instrumentos del Señor para prepararle el camino.
Porque muchas veces sucede que nuestras palabras dicen una cosa,
pero nuestra vida concreta y nuestras actitudes están gritando todo lo con-
trario.

Oración:

"Aquí estoy Señor, me ofrezco para ser tu humilde instrumento.


Quisiera preparar tus caminos para que llegues a todos los co-
razones. Dame tu gracia para ser como Juan el Bautista en me-
dio de mi gente".

16
Domingo 2° de Adviento

AÑO C : LC 3 , 1-6

Toda la introducción que hace Lucas nos quiere indicar que estamos
verdaderamente ante un hecho histórico; no se trata sólo de un símbolo
sino de algo que realmente sucedió en la historia (en líneas generales).
Jesús no fue un ser aislado de lo que sucedía en el mundo, sino que por
ser verdaderamente hombre a él también le afectaba lo que le sucedía a su
pueblo bajo el pesado dominio del imperio romano.
Pero este texto comienza presentando la figura de el Bautista en el de-
sierto, y esa misión aparece ante todo como una invitación al arrepentimien-
to, como un llamado a reconocer que la propia vida necesita un cambio.
El cambio que pide Juan no es puramente externo, no es sólo un cam-
bio de costumbres, sino una conversión del corazón que se expresa en el
arrepentimiento sincero. Porque es en la intimidad del corazón donde debe
prepararse el camino del Señor; sobre todo allí deben rellenarse los ba-
rrancos, enderezarse lo torcido y abajar los montes y las colinas.
El hombre debe reconocer entonces lo que está vacío, lo que está nece-
sitado, las carencias de su interior (barrancos); pero también lo que está de
más, los sentimientos de orgullo, la vanidad y el odio (montañas), y los
distintos comportamientos pecaminosos (caminos torcidos).
Así quedará abierto el paso para el Mesías, de manera que "todo mor-
tal verá la salvación de Dios".
Cada uno de nosotros necesita invocar la gracia de Dios para poder
despejar bien el camino a la acción de Dios, sabiendo que ni siquiera nues-
tra preparación interior es algo que podemos hacer con nuestras propias
fuerzas humanas. Es necesario el auxilio del Espíritu Santo.
Pero también es cierto lo que enseñaba San Agustín: "El Dios que te
creó sin ti no te salvará sin ti".

Oración:

"Señor, destruye las montañas de mi orgullo, llena con la luz y la


vida de tu gracia todos los vacíos de mi interior y endereza el
camino de mis proyectos y de mis acciones para que viva tu vo-
luntad y camine por donde a ti te agrada".

17
a
Semana 2 de Adviento

LUNES: LC 5, 1 7 - 2 6

En este texto aparecen los fariseos y los escribas o doctores de la ley,


que eran laicos de buena posición, con mucha autoridad en la sociedad
judía. Gozaban del poder que tenían sobre el pueblo y les gustaba aparecer
como santos y cumplidores de la Ley.
No significa que todos hayan sido así en aquella época; el evangelio se
refiere a algunos de ellos que más permanentemente se dedicaban a reco-
rrer los lugares públicos indicando lo que no se debía hacer, humillando a
los que cometían algún error y presentándose como los especialistas en la
ley de Dios. Sólo ellos podían decir lo que está bien y lo que está mal.
Pero Jesús era particularmente odioso para los fariseos porque comen-
zaba a tener autoridad moral y prestigio en el pueblo, y podía desplazarlos
del centro de la atención pública. Entonces buscaban descubrirlo en algún
incumplimiento de la Ley para humillarlo públicamente.
Le reprochaban, por ejemplo, que hiciera curaciones el día de descan-
so. Pero en este evangelio se los ve especialmente horrorizados, porque
Jesús aparece perdonando pecados, y eso era exclusivo de Yavé.
De hecho, San Mateo dice que la multitud estaba asombrada "de que
Dios hubiera dado semejante poder a un ser humano" (Mt 9, 7). Porque
realmente es así; Dios ha querido dar el perdón a cada ser humano a través
de otro ser humano, y por eso mismo Jesús dijo a sus apóstoles: "A quie-
nes ustedes perdonen los pecados, les quedan perdonados" (Jn 20, 22).
Sin embargo, como en aquella época se daba mucha importancia a los
milagros, Jesús tapa la boca a los fariseos realizando la curación del para-
lítico. Ante la admiración de la gente, los fariseos prefieren callar, pero
seguirán intentando eliminar a Jesús. Sería bueno preguntarnos si a veces
la envidia no nos lleva a actuar de una manera semejante, tratando de qui-
tar a otros su buena fama, su prestigio, su lugar en el corazón de los demás.

Oración:

"Señor, concédeme un corazón humilde y compasivo, y líbrame


del deseo de condenar a otros o de indicar permanentemente los
errores ajenos. Dame un corazón sencillo que sepa dialogar y
esté abierto a descubrirte en los demás, para que nunca busque
eliminar a los que puedan dañar mis propios planes".

18
a
Semana 2 de Adviento

MARTES: MT 1 8 , 1 2 - 1 4

Esta parábola de la oveja perdida aparece aquí y en el evangelio de


Lucas. En Lucas se la encuentra entre las parábolas de la misericordia, y
nos habla en primer lugar de la misericordia del Padre Dios que se refleja
en la actitud de Jesús ante los pecadores. En el evangelio de Mateo, en
cambio, está ubicada dentro del discurso comunitario, e invita a los cris-
tianos a estar particularmente atentos ante el hermano descarriado.
Por eso inmediatamente después de esta parábola se habla de la co-
rrección fraterna. Porque corregir con amor al hermano que se desvía del
buen camino es una forma de buscar la oveja perdida.
Se destaca en esta parábola el aspecto personal del amor, que no se
deposita genéricamente en la humanidad, sino en cada individuo, particu-
larmente en el descarriado, en el que más necesita redención.
Esa misma dedicación personal es la que se espera de los discípulos
ante los hermanos que se alejan del buen camino; y también se espera de
ellos un corazón capaz de alegrarse sinceramente por el hermano que re-
torna al rebaño del Señor.
Este mensaje apunta contra la cómoda indiferencia de algunos cristia-
nos, que miran impasibles cómo otros se hunden en la miseria.
Pero también quiere hacernos ver que no bastan los lamentos y los
buenos deseos. Se trata de abandonar la propia comodidad y de ponerse en
camino hasta llegar a la oveja perdida para rescatarla.

Oración:

"Dame tu gracia Señor, para no despreciar al hermano que se


desvía del camino; ayúdame a dedicarle mi tiempo, mi delicade-
za, mi ayuda fraterna para que vuelva al buen camino; y lléname
del gozo celestial de ver al hermano en tus brazos".

19
a
Semana 2 de Adviento

MIÉRCOLES: MT 1 1 , 2 8 - 3 0

Jesús invita con ternura y compasión: "Vengan a mí". Pero su invita-


ción se dirige sobre todo a los cansados y agobiados, a los que ya no saben
qué hacer con el peso de sus vidas, a los que no pueden encontrarle el
sabor a la existencia porque tienen demasiadas preocupaciones.
Y Jesús, desde la infinita misericordia de su corazón ofrece descanso,
ofrece alivio al agobiado. Él puede dar verdadero abrigo, calor, reposo,
alivio y esperanza en medio de las duras pruebas de la vida. Pero para eso
nos indica dos caminos: uno es el de tomar con él el peso, compartirlo con
él, descubriendo su presencia de amor en medio de nuestros cansancios.
Se trata de darle sentido a las preocupaciones y dolores de la vida unién-
donos místicamente a Jesús.
El segundo camino es el de contemplarlo a él cargando su propia cruz
sin lamentos ni quejas, ofreciendo su propia vida hasta el fin.
Contemplándolo a él, que carga pacientemente su cruz sin odios ni
rebeldías, podemos unirnos más íntimamente a él en el dolor, experimen-
tando cómo místicamente nuestras propias llagas se unen a las suyas en la
cruz. Es lo que experimentaba San Pablo al decir "estoy crucificado con
Cristo, ya no soy yo el que vive" (Gál 2, 19-20), o al decir "llevo sobre mi
cuerpo las señales de Jesús" (Gál 6, 17).
Cuando Jesús dice que su carga es llevadera y liviana nos está hacien-
do ver que Dios no nos pide nada imposible. Pero si nos parece imposible,
como decía San Agustín, entonces pidamos a Dios su gracia para que sea
posible.

Oración:

"Jesús, dame la gracia de unirme a ti en el dolor y en el cansan-


cio; concédeme que pueda encontrar alivio en tu presencia, sin-
tiendo cómo mis angustias se unen a tu pasión. Porque aunque
estás resucitado, me concedes unirme a tu entrega suprema en la
cruz".

20
a
Semana 2 de Adviento

JUEVES: MT 1 1 , 1 1 - 1 5

Aparece el Bautista como el que resume todo el Antiguo Testamento y


lo orienta a Cristo. Porque "hasta Juan todos los profetas y la ley eran un
anuncio" (v.13), estaban diciendo que había que esperar un Salvador.
Juan el Bautista está prestando la voz a todo el Antiguo Testamento
para señalar a Jesús y decir: "¡Aquí está, éste es el esperado! ¡En él se
cumplen las expectativas más profundas de tantos siglos y siglos de espe-
ra; por eso ahora ya no hay que esperar, sólo hay que aceptarlo!". Desde
Juan el Bautista ya no se trata de una esperanza remota o de un anuncio
lejano. Juan está anunciando un Reino que ya se hace presente con toda su
fuerza, con toda su "violencia" (vv. 12-13), porque el Mesías ya está aquí.
Este Reino está hecho para los valientes, los "violentos" (Lc 16, 16), no
para los cobardes como el joven rico (Mt 19, 22), las autoridades miedosas
(Jn 12, 42), o los fariseos instalados.
Sin embargo, hay que reconocer que el Mesías que ya llegó, todavía no
ha podido renovar plenamente este mundo en la justicia y la paz. Por eso
seguimos esperando una nueva venida donde todo será llevado a su pleni-
tud. Por eso, aunque él ya vino, podemos seguir diciendo: "¡Ven Señor!".
Nuestra propia historia también podría mostrarnos cómo el Espíritu
Santo nos fue preparando para el encuentro con Cristo, para reconocer que
sólo en él está nuestra salvación. Pero además, una vez que lo encontra-
mos descubrimos mejor el sentido de todo lo que vivimos antes.
Sólo en el cielo tendremos una visión clara y una comprensión acaba-
da del sentido de todo lo que nos ha sucedido, sólo en la gloria veremos el
bien que Dios ha ido sacando también de nuestros males.
Pero a la luz de nuestro encuentro con Cristo podemos vislumbrar algo
de eso ya desde ahora. Por eso es bueno a veces detenerse serenamente a
mirar para atrás y reconocer bajo la nueva luz de nuestro encuentro con
Cristo el sentido de todo lo que nos ha sucedido en la vida, así como Juan
el Bautista mostraba que el sentido del Antiguo Testamento y sus prome-
sas se aclaraba mejor con la llegada de Jesús.
Oración:
"Señor, dame un corazón abierto para descubrir cada día a Cristo
que viene a mi vida, para reconocer que todo lo que he vivido es
como una preparación para encontrarme con él que cada día
viene a mi encuentro de una manera nueva".

21
a
Semana 2 de Adviento

VIERNES: MT 1 1 , 1 6 - 1 9

Aquí tenemos otro texto que nos muestra una característica importante
de la vida terrena de Jesús. Él no era un asceta sacrificado, un modelo
lejano de perfección, un profeta absorto en la presencia divina, como Juan
el Bautista.
Jesús era criticado más bien por ser un comilón y un borracho, y ami-
go de la gente despreciable. La figura de Jesús que nos muestra este texto
es la de un Dios que no sólo se hace hombre, sino que se mete completa-
mente en el mundo, que no tiene miedo de juntarse con cualquiera, que
camina por los callejones de los pecadores, que trata con las prostitutas
ante la mirada acusadora de los moralistas, que sale a comer y a beber con
los rechazados por la sociedad.
Es fascinante descubrir que el Hijo de Dios, que estaba por encima de
todo, decidiera con amor hacerse uno más de nosotros, uno del montón, un
hijo de nuestra tierra mezclado con cualquiera de nosotros.
Para él todos somos importantes, no hay ninguno excluido de su visita;
para él todos son dignos de que él se acerque a su casa y comparta su
intimidad.
Verdaderamente Jesús compartió y comparte nuestra vida pequeña en
todo, menos en el pecado. No era una suerte de puritano que quería apare-
cer en la sociedad como modelo de pura sobriedad, de áspera renuncia y
de perfección, sino un enamorado del ser humano, que quería vivir hasta
el fondo la existencia del hombre y acercarse como nadie al hermano caído.
Por eso no tiene sentido escapar de él cuando nos hemos sumergido en
la miseria, precisamente cuando él más nos está buscando.

Oración:

"Que admirable y qué maravilloso es ver que te acusaban de


mezclarte con los despreciables. Qué golpe para nuestra preocu-
pación enfermiza por la imagen y por el qué dirán. Dame Jesús,
ese comprometido amor al pobre y al pecador que te llevaba a
compartir sus vidas hasta el fondo para poder darles amor y acer-
carlos a la luz".

22
a
Semana 2 de Adviento

SÁBADO: MT 1 7 , 1 0 - 1 3

Juan el Bautista aparece como el nuevo profeta Elias, el gran profeta


que invitaba a la conversión. Porque estaba anunciado que aquel gran pro-
feta regresaría (Mal 3, 23; Eclo 48, 10); pero Jesús indica que era Juan el
Bautista el que hacía las veces de Elias para preparar su camino.
Jesús hace ver que así como las autoridades terminaron eliminando a
Juan el Bautista por las exigencias que planteaba en su predicación, del
mismo modo él iba a ser rechazado por las autoridades, que se negaban a
todo cambio.
El texto indica las resistencias que hay en el mundo frente a toda pala-
bra profética que invita a modificar las cosas establecidas y a cambiar el
estilo de vida; nos muestra cómo el hombre normalmente prefiere dejar las
cosas como están y evita lanzarse a lo que todavía no sabe controlar.
Por eso este texto nos invita también a que nos preguntemos perma-
nentemente si nuestro deseo de tener todo bajo control no nos está cerran-
do el corazón a los nuevos caminos de Dios.
Los maestros de la vida espiritual enseñan precisamente que una de las
claves para crecer en el camino del Espíritu es ir abandonando la necesi-
dad de tenerlo todo previsto, todo bajo control, para dejarnos conducir
más dócilmente por el Espíritu Santo; hasta que estemos dispuestos a cual-
quier novedad y sea ante todo él quien lleve las riendas de nuestra vida. Al
mismo tiempo, confiando más en los planes de Dios, el creyente renuncia
a tener bajo su control la vida de los demás y permite que sea Dios el
Señor de sus vidas.

Oración:

"Señor, tu Palabra y tu ejemplo me invitan a una novedad per-


manente, a un cambio en mi forma de pensar y de vivir. Dame la
gracia de no aferrarme a mis hábitos y a mi vida acomodada y
concédeme escuchar el llamado a la conversión que me llega a
través de los demás".

23
Domingo 3° de Adviento

AÑO A : MT 1 1 , 2 - 1 1

Juan el Bautista está en la cárcel y se entera de los prodigios que Jesús


hacía. Y esa imagen de Jesús curando enfermos no parece responder a la
que Juan se había hecho del Mesías. Si leemos Mt 3, 10-12 podemos cons-
tatar que Juan esperaba un Mesías vengador, que apareciera triunfante y
dominador. En realidad, Juan tenía en su mente la figura del Mesías en su
llegada al fin de los tiempos, un Mesías glorioso como el que presenta el
Apocalipsis. Pero el Mesías de la primera venida se hizo presente más
bien en la humildad, limitado y pobre, y finalmente cayó en manos de los
pecadores y murió crucificado. En todo caso, él manifiestaba su poder
haciendo el bien a los pobres, llevándoles la buena noticia de que eran
amados por Dios. Ese Mesías desconcierta a Juan, y por eso manda a pre-
guntar si él es realmente el Mesías o si hay que esperar a otro. El signo que
Jesús da a Juan es precisamente lo que Juan había escuchado: el Mesías
anda por las calles haciendo el bien a la gente, especialmente a los pobres.
Jesús acude aquí al anuncio de Is 29, 18-19 que presentaba la llegada
del que haría oír a los sordos, traería la vista a los ciegos y la alegría a los
más pobres.
Finalmente Jesús hace un elogio de Juan el Bautista, de los valores de
ascesis y pobreza que eran muy apreciados y admirados por la gente; ade-
más Jesús muestra que Juan supera a todos los profetas porque su misión
es la preparación inmediata para la llegada del Mesías. Sin embargo, Jesús
también quiere relativizar el valor de Juan. Porque Juan no trae a la huma-
nidad el Reino de los Cielos, él no es el Salvador, sino que necesita del
Mesías para poder entrar en el Reino de los Cielos, y por eso dice Jesús
que el menor en el Reino de los Cielos es superior a él.

Oración:

"Señor mío, dame la gracia de reconocerte cada día como el


Mesías que pasó su vida terrena haciendo el bien y sigue hacien-
do el bien a los pobres. Me reconozco necesitado ante ti Señor,
porque tú eres el Salvador".

24
Domingo 3° de Adviento

AÑO B: JN 1 , 6 - 8 . 1 9 - 2 8

Una vez más nos encontramos con Juan el Bautista, que se nos presen-
ta como testigo de la luz. Él era como el centinela que espera la salida del
sol para anunciarlo a los demás (Jer 3 1 , 6 ) . Pero así se nos indica quién es
el importante, quién es la luz, quién es la verdadera esperanza del hombre.
Por más que tengamos que acudir muchas veces a instrumentos huma-
nos que Dios utiliza para ayudarnos, el sentido de nuestra vida no se en-
cuentra en ellos, sino en el trato personal con Cristo. Alcanzamos el senti-
do de nuestra existencia cuando aceptamos que de él viene nuestra salvación,
que él es el camino, que él es vida para nosotros.
Y ya que él es el único salvador, ninguna otra criatura es digna ni si-
quiera de reclinarse ante él, por más noble, santa y ejemplar que sea su
vida.
Por eso es conveniente revisar cada tanto nuestra vida y nuestro cora-
zón, para ver si no estamos endiosando personas o cosas, si no estamos
colocando en el lugar de Dios a una criatura limitada, que no puede ser el
sentido de nuestra vida ni nuestra salvación.
Sólo en Dios podemos apoyar nuestra existencia. Y afirmándonos en
él se hace posible vivir con gozo y paz el amor a los demás, porque pode-
mos amarlos con libertad, sin querer poseerlos, sin necesidad de perse-
guirlos constantemente o de aferramos enfermizamente a ellos.
Juan era un hombre santo y atractivo, pero era sólo el lucero que anun-
cia el nacimiento del día, la llegada del sol; y frente al sol desaparece. El
mismo, precisamente porque era santo, tenía el deseo de desaparecer para
que pudiera brillar Jesús. Él se alegraba de saber que su pequeña luz des-
aparecía ante la llegada del verdadero sol (Jn 3, 29-30).

Oración:

"Concédeme aceptarte como luz de mi vida, Señor Jesús, y reco-


nocer que sólo en ti está mi salvación. Por eso quiero proclamar
que tú eres el Señor de mi vida; y aunque no soy digno de tu
presencia, te ruego que tomes posesión de todo mi ser con tu luz
desbordante".

25
Domingo 3° de Adviento

AÑO C : LC 3 , 1 0 - 1 8

La gente que se acercaba a Juan el Bautista preguntaba qué debía ha-


cer, porque ellos sentían que debían ofrecer algo a Dios en el camino de
purificación que proponía Juan en su predicación.
Y Juan podría haberles respondido que cumplieran la Ley de Dios, que
respetaran los mandamientos, que hicieran ayunos y sacrificios. Pero la
respuesta de Juan más bien resumía las exigencias de Dios en los deberes
para con el prójimo: en la misericordia y la justicia.
Al pueblo en general le hace una invitación a compartir los bienes con
el pobre. Pero a los que tienen alguna autoridad en la sociedad les pide
además honestidad y justicia en el desempeño de sus funciones públicas.
El testimonio de vida y la enseñanza simple de Juan cautivaban a la
gente, y el pueblo estaba esperando que Juan manifestara que él mismo era
el Mesías. Por eso Juan aclara que el Mesías es mucho más poderoso que
él, que su bautismo es sólo una preparación, pero el Bautismo que traerá el
Mesías será una verdadera purificación, porque derramará el Espíritu San-
to como fuego.
El Mesías cumplirá aquel anuncio del profeta Ezequiel: "Los purifica-
ré de toda inmundicia y de toda basura, y les daré un corazón nuevo...
Infundiré mi Espíritu en ustedes y haré que caminen según mis preceptos"
(Ez. 36, 25-27). Esto significa que la manifestación del poder del Mesías
se realizará sobre todo en los corazones. Y esa obra interior del Mesías
hará que los hombres puedan cumplir de verdad los sabios consejos del
Bautista. Porque una predicación atractiva no es suficiente; es necesaria la
acción secreta de la gracia de Dios en el interior del hombre.

Oración:

"Derrama tu Espíritu en mi interior Jesús, derrámalo como fue-


go purificador que me limpie de toda inmundicia y de todos mis
falsos ídolos. Derrámalo para que me dé un corazón generoso,
capaz de compartir con el pobre y de vivir en la justicia".

26
a
Semana 3 de Adviento

LUNES: MT 2 1 , 2 3 - 2 7

Aquí aparece Jesús enseñando en el templo. Y todo profeta que co-


menzaba a enseñar en el templo sabía que eso podía traerle problemas, ya
que el templo era un espacio donde dominaban los sacerdotes, y ellos con-
trolaban a todo el que entrara a predicar allí. Por eso, a partir de ese mo-
mento comienza una especie de interrogatorio oficial para que Jesús de-
mostrara que era un auténtico profeta, enviado por Dios.
Pero como Jesús sabía que en realidad no lo toleraban porque su fama
era grande en el pueblo, y que nada que les dijera podría convencerlos,
entonces daba respuestas que desorientaban y le permitían, al menos por
un tiempo, seguir enseñando.
Se manifiesta así uno de los aspectos de la misión de Jesús: el de maes-
tro, profeta y catequista. Y por eso es bueno que nos preguntemos cómo
nos colocamos nosotros frente al Jesús que enseña, con qué actitud lo es-
cuchamos, con qué deseos buscamos su enseñanza, con qué sinceridad tra-
tamos de cumplir su Palabra.
Para dejarnos enseñar por él en primer lugar tenemos que reconocer
que no tenemos toda la verdad, que todavía tenemos algo que aprender,
que el camino que ya hemos hecho en la vida cristiana todavía no es sufi-
ciente.
Él, que es el Maestro, no tolera discípulos que ya no quieran hacer un
camino, o que sienten que ya lo saben todo.
Nadie que quiera seguir a Jesús puede creer que solamente tiene que
enseñar a los demás, que ya no necesita recibir, porque ante él todos so-
mos discípulos.

Oración:

"Dame la gracia de reconocerte como Maestro, Señor, para que


mi vida se transforme con tu Palabra. Moviliza mi corazón y todo
mi ser con tu enseñanza, y no permitas que mis preguntas sean
excusas para hacerte desaparecer de mi vida".

27
a
Semana 3 de Adviento

MARTES: MT 2 1 , 2 8 - 3 2

En este texto Jesús muestra de una manera breve y directa las dos acti-
tudes que puede haber ante la voluntad de Dios: la del que hace alarde de
su entrega, de su perfección y de su generosidad, pero que cuando llega el
momento no sabe reconocer ni cumplir lo que Dios concretamente le pide;
y la del que reconoce su incapacidad, su fragilidad y su imperfección, pero
que finalmente abre su corazón y se entrega.
Dios siempre prefiere al que dice no, pero después va, antes que al que
dice sí, pero luego no va.
Pero Jesús muestra también cómo se concretizaban en su época esas
dos actitudes, y se detiene a ejemplificarlo precisamente con los pecado-
res y prostitutas; porque ellos con sólo escuchar el anuncio de Juan el
Bautista se habían convertido, mientras las personas consagradas a Dios
que veían y escuchaban nada menos que al Mesías, eran incapaces de abrir
el corazón; se creían profundamente religiosos y servían a Dios, pero al
Dios que se adaptaba a sus ideas y tradiciones, un Dios creado por ellos a
la medida de sus propias estructuras y costumbres.
Muchas veces nos detenemos más a contemplar las estructuras y tradi-
ciones que la acción de Dios en la vida de las personas.
Por eso a veces nos conviene tratar de descubrir sinceramente cuáles
son las cosas que nos apasionan para ver si nuestras opciones son las de
Dios. A Jesús le apasiona sobre todo el corazón humano, mucho más que
todo lo que pueda rodear al hombre, mucho más que las apariencias mun-
danas y religiosas.

Oración:

"Ayúdame Señor, para que valore lo maravilloso que es conocer-


te, escuchar tu Palabra, recibirte en la Eucaristía, de manera
que no me sienta tan perfecto en mi respuesta, que experimente
mi pequeñez ante un don tan grande. Dame tu gracia, para que
no te responda con promesas, sino que tu mismo poder oriente
mi vida a una respuesta generosa y a una conversión real".

28
a
Semana 3 de Adviento

MIÉRCOLES: LC 7, 1 9 - 2 3

"¿Eres tú el que tenía que venir?" Jesús se nos presenta aquí como el
que tenía que venir, el esperado, el que necesitábamos. Él mismo quiso
preparar a su pueblo para que su llegada fuera la, respuesta a una larga
espera.
Porque Dios no quiere responderle al hombre preguntas que el hombre
no se hace, y por eso trata primero de entrar en la vida del hombre desper-
tando en su corazón las preguntas más profundas, para poder así llegar a lo
hondo de su corazón con la respuesta.
Eso nos explica por qué existió el largo Antiguo Testamento, tiempo
de preparación para el pueblo que iba a recibir a Jesús, el Mesías.
Pero también en el corazón de los seres humanos de nuestra época hay
una esperanza oculta, un sueño, una necesidad a la que sólo Jesús puede
dar una respuesta. El futuro es una dimensión de nuestra vida a la que no
podemos renunciar, y en todo ser humano hay una secreta esperanza de un
futuro mejor y un cierto temor a lo que pueda pasar. Y también hoy el
Mesías, Jesús, es nuestra mayor esperanza.
Pero si bien en aquella época se esperaba que el Mesías se manifestara
con prodigios y curaciones, Jesús indica que esos no son más que signos
de otra misión más importante: "llevar a los pobres la buena noticia". Su
misión es ante todo acercar el anuncio de la salvación a los que se sienten
necesitados del Dios que puede salvarlos.

Oración:

"Señor, dame un corazón pobre, para que pueda reconocer mi


necesidad de ti, para aceptar que con mis fuerzas no puedo sal-
varme a mí mismo, que necesito depender de tu presencia, de tu
fuerza, de tu amistad, como un pobre mendigo de ti".

29
a
Semana 3 de Adviento

JUEVES: LC 7, 2 4 - 3 0

Otra vez aparece la figura fuerte de Juan el Bautista. Llama mucho la


atención el espacio importante que él ocupa en los evangelios. Y sabemos
que en aquella época era un personaje admirado y respetado. Jesús destaca
su austeridad, su sencillez y la grandeza de su misión. Juan no es una caña
débil, agitada por el viento de un lugar para el otro (v. 24), sino un hombre
grande y firme, un mensajero fiel; no es un amante de la opulencia, pre-
ocupado por los bienes, porque su vida está enteramente consagrada a su
misión de mensajero (v. 25), ya que está dispuesto a desaparecer para que
brille Jesús (Jn 3, 30).
Y Juan era más que cualquier profeta del Antiguo Testamento, porque
no anunciaba de lejos la llegada del Mesías, sino que debía presentarlo al
mundo como el mensajero que pasa antes de su señor para indicar que ya
está llegando.
Sin embargo, justamente porque Juan era muy admirado, podía pen-
sarse que él mismo era el Mesías esperado. De hecho, en el siglo primero
surgió un grupo de seguidores de Juan el Bautista que lo consideraban más
perfecto que Jesús.
Por eso es importante que en este texto aparezca Jesús aclarando que
en el Reino que él trae, el más pequeño es superior a Juan el Bautista. Sólo
Jesús, con el Reino que él trae, nos permite pasar a otro nivel, al Reino
prometido. Juan el Bautista es sólo el que indica una nueva dimensión a la
que debemos pasar, un mundo de vida nueva donde él también desea en-
trar para alcanzar la vida verdadera.
Y también hoy ningún instrumento, por más importante que sea, tiene
el poder que sólo Cristo tiene: el poder de darnos la salvación.

Oración:

"Mi Señor, concédeme valentía y entrega para saber indicar a


los demás que tú estás presente, que tú traes otra vida, que tú nos
ofreces un Reino que lo supera todo. Y dame la gracia de ser un
simple mensajero, que renuncie a ocupar el centro para que seas
tú el que se destaque, el que reine glorioso en este mundo".

30
a
Semana 3 de Adviento

VIERNES: JN 5, 3 3 - 3 6

En este texto Jesús hace notar que él no se apoya en testimonios que


puedan dar de él los seres humanos; su única seguridad, su carta de pre­
sentación, está en el Padre que lo envía, de manera que el testimonio más
perfecto que él tiene para mostrar la autenticidad de su misión serán sim­
plemente las obras que él haga con el mandato y el poder que viene del
Padre amado.
Al ver cumplida la misión de Jesús, esa misión que ha recibido del
Padre, los hombres deberían reconocer con fe que él es realmente el Hijo
de Dios; porque todas sus palabras, todas sus obras, y el conjunto de su
preciosa vida en la tierra fueron una maravillosa manifestación de gloria y
de hermosura, una belleza que sólo puede entenderse si lo que él decía de
sí mismo era verdadero.
En Jesús, más que en nadie, la verdad se ofrece respetuosa y delicada­
mente, tratando de convencernos por su propia belleza, como quien sirve
un buen banquete donde nadie está obligado a participar, pero donde todos
experimentan el deseo de acercarse a una mesa tan bien preparada. Por­
que, como suele decir Umberto Eco, aunque toda la historia de Jesús fuera
falsa, un personaje de otros planetas quedaría extasiado ante los hombres
de esta tierra por el solo hecho de haber creído en esa verdad tan maravi­
llosa, por el solo hecho de haber pensado que algo tan precioso, una entre­
ga tan grande de Dios hecho hombre, fuera realmente posible.
A veces es necesario que nos detengamos simplemente a contemplar a
Jesús, a mirar su vida, su entrega, su misión; porque mirándolo con los
ojos bien abiertos nos nace el deseo de estar con él, de tener su amistad; y
nuestra fe se fortalece, se agranda, se plenifica.

Oración:

"Jesús, tú no dependías de la mirada ni de la aprobación de na­


die, no necesitabas buscar testigos que hablaran bien de tu perso­
na, sino que tenías tu segu­
ridad puesta en la mirada del Padre, y hacías siempre lo que a él
le agrada. Contemplando tu vida, viendo tu forma de actuar, con­
siderando tu obra que culmina en la cruz, quiero confesar que tú
eres el Hijo de Dios y mi salvador".

31
Ferias de Adviento

DÍA 1 7 / 1 2 : MT 1 , 1 - 1 7

Algunas personas creen que es inútil leer estas genealogías, que no son
más que listas de nombres. Quizá nosotros mismos alguna vez hemos teni-
do esa impresión negativa, cuando nos hemos angustiado escuchando esa
monótona lista de generaciones y generaciones.
En este caso, se trata de la lista de los antepasados de Jesús. Pero en
realidad es la culminación de las genealogías que aparecen en el antiguo
libro del Génesis, donde se nos narra la creación de todo el universo y del
ser humano.
¿Qué puede enseñarnos esta genealogía?
Nos muestra que Jesús no es alguien aislado de toda la historia ante-
rior, sino que en él se cumplen las promesas de Dios, y que en Jesús logra
su fruto más perfecto la bendición de Dios a la humanidad.
En esta genealogía de Mateo, Jesús es el que viene a cumplir las pro-
mesas de Dios a su pueblo amado, a pesar de los pecados que hubo en la
historia de ese pueblo (la prostitución de Tamar en v. 3 y el pecado de
David en el v. 6); mientras que en la genealogía de Lucas, que se remonta
a Adán, Jesús es el resultado más bello de la fecunda bendición que Dios
dio al hombre cuando lo creó.
Aquella bendición originaria de Dios, en los comienzos de la humani-
dad, alcanza su máxima expresión en Jesús, que es el fruto más precioso
que Dios quiso producir cuando bendijo a la humanidad al principio de los
tiempos.
También con nuestra historia, llena de pecados e infidelidades, Dios
puede terminar haciendo algo bello, si somos capaces de dejarlo entrar en
nuestra vida con su luz y su poder.

Oración:

"Señor, quisiera presentarte mi propia historia, la de mi familia,


la de mi pueblo sufrido, y también los pecados que han mancha-
do esa historia; para que te hagas presente, reines en esa histo-
ria y saques de allí frutos preciosos".

32
Ferias de Adviento

DÍA 1 8 / 1 2 : MT 1 , 1 8 - 2 4

Este texto destaca la figura de José, su nobleza y su generosidad, ya


que él, sin saber todavía cuáles eran los planes de Dios, al enterarse del
embarazo de María, decide abandonarla en secreto.
Este gesto de José significaba que, ante los ojos de la sociedad, él
aparecería como un hombre deshonesto, que abandonaba a una mujer em-
barazada; pero así salvaría la vida y la imagen de María. Porque en aquella
época, cuando un hombre no reconocía a un hijo y repudiaba a una mujer
declarándose engañado, ella lo pagaba con la muerte, debía morir apedrea-
da.
José estaba desposado con María; y si bien los desposorios no eran
todavía el matrimonio, eran ya un compromiso firme de pertenecerse uno
a otro; por eso se le dice a José: "María, tu mujer" (v. 20).
Sin embargo, el objetivo fundamental de este texto no es destacar la
figura de José, sino más bien mostrar claramente que la maternidad de
María era obra del Espíritu Santo y no de José.
De hecho, se cita el texto de Isaías 7, 14 según la versión griega, donde
aparecía la palabra "virgen". Esta concepción virginal era un signo de que
Jesús era mucho más que un profeta, y mucho más que cualquier otro per-
sonaje, porque ninguno de los grandes profetas ha nacido de esa manera.
Por eso mismo el texto explica también el sentido del nombre de Jesús
("Dios salva"), que expresa la misión de Salvador que él venía a cumplir,
y nos indica cómo toda su existencia estaba marcada por esa misión.

Oración:

"Señor, frente a esta imagen de María protegida por un hombre


generoso y bueno, quiero pensar en todas las mujeres maltrata-
das, víctimas de la violencia, la injusticia, la maldad; y te ruego
que derrames en los hogares un espíritu de respeto, de paz y de
bondad".

33
Ferias de Adviento

19/12: Lc 1, 5-25

Aquí nos encontramos con el anuncio del nacimiento de Juan el Bau-


tista, y con este texto el evangelio de Lucas comienza a presentarnos la
figura del precursor.
En realidad este texto es parte de un gran paralelismo entre Juan y
Jesús presente en todo el evangelio, donde Juan aparece como resumiendo
todo el Antiguo Testamento para dar lugar al Mesías esperado, que es la
verdadera luz y la salvación.
Vemos así que la misión de Juan el Bautista, como la misión que cual-
quiera de nosotros pueda recibir, sólo se entiende desde la misión de Je-
sús. Él es el importante, él es el que ilumina el sentido de nuestro paso por
esta tierra.
Pero por otra parte, Juan el Bautista tiene un peso especial en los evan-
gelios, porque su figura era cautivante para el pueblo; por eso mismo, su
testimonio a favor de Jesús tenía un valor particular.
También hoy, si nuestra vida brinda un testimonio real de entrega y de
fidelidad, lo que digamos sobre Jesús será más fácilmente aceptado y ama-
do por los demás.
Decía Pablo VI que nuestro mundo necesita más testigos que maes-
tros, que escucha más a los que dan testimonio que a los que enseñan. Por
eso, si nuestra propia vida es un reflejo de la vida de Jesús, todo lo que
digamos estará bellamente confirmado por nuestra existencia concreta. Así
allanaremos el camino para que los demás puedan encontrarse con Jesús y
hallar en él alegría y salvación.

Oración:

"Señor, ayúdame a ver mi vida a la luz de la tuya, ayúdame a


reconocer que mi misión en esta tierra tiene sentido si todo lo
que hago se convierte en un testimonio de tu presencia".

34
Ferias de Adviento

20/12: Lc 1, 26-38

Hoy leemos este texto para entrar en lo profundo del misterio de la


Encarnación del Hijo de Dios, para que nos detengamos serenamente a
contemplar ese momento sobrecogedor, y agradezcamos también el sí de
María del cual dependió la venida del Redentor.
Este es uno de los textos donde no interesa tanto comprender los deta-
lles, ni preguntarnos si nos exige alguna respuesta, sino más bien detener-
nos sencillamente a contemplar la hermosura del misterio que se nos pre-
senta para gozar en la adoración serena y silenciosa: se trata del instante
en que el Hijo infinito de Dios tomó carne humana, se hizo hombre en el
seno de María; lo divino se unió con lo humano de una manera insólita e
inesperada.
En esa contemplación desinteresada y sin prisas, toda nuestra vida se
va sumergiendo en las profundidades de Jesús y toda nuestra existencia se
va bañando de su luz.
Es cierto que cuando nos entusiasmamos con alguna tarea, o cuando
tenemos que correr alocadamente para poder cumplir con nuestras obliga-
ciones, es difícil detenerse a contemplar la belleza de lo que creemos. Pero
quizá no sean necesarios largos momentos, sino desarrollar la capacidad
de levantar la mirada del corazón en medio de la actividad, o de hacer
pequeñas pausas que nos ayuden a recordar que en medio de las cosas
urgentes no hay que olvidar las cosas importantes. Nuestro corazón nece-
sita de esa contemplación, tiene sed de adoración silenciosa; por eso, cuando
faltan estos momentos, es muy posible que tarde o temprano se deje sentir
esa angustia interior que nos reclama algo más.

Oración:

"Intercede por nosotros María, para que nuestro corazón se


admire ante el misterio del Hijo de Dios hecho hombre en tu seno
santo, y se prepare para decir "sí" a los planes de Dios".

35
Ferias de Adviento

21/12: Lc 1, 39-45

En la visita de María a Isabel la actitud de Isabel pasa a ser el modelo


de la actitud de todo cristiano ante Jesús y ante su madre, ya que Isabel,
llena del Espíritu Santo, se presenta como indigna de recibir esa visita:
"¿Quién soy yo?".
Pero es de destacar que Isabel se siente indigna también de la presen-
cia de María, "la madre de mi Señor", y así nos invita a una actitud de
profunda veneración, de gran admiración ante María.
En este saludo encontramos también las palabras del Avemaria que
brotaron de los labios de Isabel movida por el Espíritu Santo: "Bendita tú
eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre".
Es hermoso contemplar este encuentro entre María e Isabel, un en-
cuentro lleno de vida y de amor. María, que llega presurosa a servir a su
prima y no se queda encerrada en la contemplación de sus privilegios;
Isabel, que agradece sinceramente la visita y expresa su admiración; la
vida que se va gestando en el seno fecundo de las dos. Y es el Espíritu
Santo el que ilumina el encuentro.
También aparece en este texto un tema típico del evangelio de Lucas,
la alegría desbordante que trae el Mesías; en este caso, es Juan el Bautista
el que salta de alegría ante la presencia de Jesús y así nos invita a dejar por
ún momento nuestras tristezas para compartir el gozo de la presencia de
Jesús en nuestras vidas.

Oración:

"Te doy gracias Jesús, porque contigo también está tu madre


presente en mi vida. Dame la gracia de vivir con alegría esa pre-
sencia materna y de venerarla con ternura y humildad, con res-
peto y gratitud".

36
Ferias de Adviento

22/12: Lc 1, 46-56
Este evangelio nos ofrece el sublime canto de María, que expresa su
admiración y gratitud por la obra de Dios en su vida. Adora a Dios, pero
reconoce también la presencia y la obra de Dios en su propia existencia de
pequeña servidora. Todo su ser parece elevarse en este canto para mani-
festar su gratitud al Señor.
Es un himno lleno de citas del Antiguo Testamento donde María apa-
rece representando al pueblo piadoso que fue fiel a Dios y que confía en
él, más que en sus propias fuerzas o en glorias humanas.
Aquí se nos invita a liberar nuestro corazón en la oración de alabanza.
Porque no sólo nos acercamos a Dios para satisfacer nuestras necesidades,
ni para rendirle cuentas sobre nuestra vida, sino también, y sobre todo,
para adorarlo con todo nuestro amor, para reconocer su belleza, su santi-
dad, su gloria. Se trata de salir un poco de nosotros mismos y de nuestro
mundo cerrado, para dejarnos admirar por la grandeza de Dios. Y eso mi-
tiga maravillosamente nuestras angustias, nuestros miedos, nuestras
insatisfacciones, porque nos recuerda que él es grande, que él es el impor-
tante.
Una característica destacada de María en este texto es la felicidad, el
gozo, el júbilo. A ella se aplica la figura de la hija de Jerusalén que des-
borda de gozo y grita de alegría en Sofonías 3, 14.17: "Lanza gritos de
gozo, hija de Jerusalén... Alégrate y exulta de todo corazón... Yavé, tu
Dios, está en medio de ti como un poderoso salvador".
De hecho María dice: "Mi espíritu se estremece de alegría" (v. 47), y
afirma: "todas las generaciones me llamarán feliz" (v. 48). Y si tenemos
en cuenta que la felicidad en el evangelio de Lucas es también signo de
santidad, de posesión del Reino (ver las bienaventuranzas de Lc 6, 20ss.),
María se nos presenta aquí como el gran modelo de los hijos del Reino,
llamados a conocer ese gozo que sólo Dios puede regalar al triste corazón
humano.

Oración:

"Ayúdanos María para que vivamos el gozo del Reino de Dios en


nuestras vidas; para que adoremos con sencillez y gratitud al Dios
que nos salva y realiza sus planes de amor en nuestras vidas".

37
Ferias de Adviento

23/12: Lc 1, 57-66

La concepción y el nacimiento de Juan el Bautista rebosan de maravi-


llas. Todo aparece como un acontecimiento extraordinario, como signo
elocuente de una obra única de Dios que Juan tendrá que anunciar.
El anciano Zacarías muestra el valor de la palabra y la finalidad última
de nuestras palabras, que es alabar a Dios. Porque cuando Zacarías dijo
palabras de incredulidad: "¿Qué garantía me das?", perdió la capacidad de
hablar (Lc 1, 18-20); pero la recuperó cuando está en condiciones de usar
esa capacidad para alabar a Dios (1, 64).
El canto de alabanza de Zacarías tiene dos grandes partes: en la prime-
ra glorifica a Dios por su permanente presencia salvadora en medio de su
pueblo. Él, que muchas veces ha visitado a su pueblo liberándolo de sus
enemigos, ahora lo visita enviando a su propio Hijo, que ya se ha hecho
carne en el seno de María.
En la segunda parte del canto se refiere a la misión de su hijo Juan, de
ser testigo de la luz verdadera, anunciando la salvación que está llegando.
Así Zacarías muestra que su propio hijo, Juan, no es el sol verdadero; es
sólo un simple reflejo que anuncia, como la alborada anuncia la llegada
del sol.
Sólo Jesús trae la salvación, sólo él trae el perdón y la vida nueva que
el hombre necesita.

Oración:

"Te pido Señor que toques mi boca para que aprenda a alabarte
por tu obra en mi vida, para que en medio de las cosas que no
comprendo, pueda adorar tu presencia que termina iluminando
todo".

38
Domingo 4° de Adviento

AÑO A : MT 1 , 1 8 - 2 4

Este texto nos habla de la concepción virginal de Jesús, pero a través


de la figura de José. Es interesante advertir que en esta descripción José es
presentado como un hombre "justo", que en términos bíblicos es como
decir "santo".
Pero lo que caracteriza a esa "justicia" de José no es la venganza, no es
el castigo de los pecadores. Si así fuera, José habría optado por descubrir
y apedrear a una mujer que lo había engañado con otro hombre. Al contra-
rio, la justicia de José era misericordiosa, y por eso, creyendo que María
lo había engañado, prefiere abandonarla en secreto para salvarle la vida.
José todavía no sabía que el niño había sido concebido por obra del
Espíritu Santo, y por lo tanto sólo le cabía pensar que María había tenido
relaciones con otro hombre. Pero por ser un hombre "justo", prefiere per-
judicarse él antes que dañar a la mujer amada.
Sin embargo, la finalidad principal de este texto no es destacar esta
misericordia de José, ni su docilidad ante la voz de Dios. José, igual que
Juan el Bautista, desaparece y se oculta para que brille la gloria de Dios.
Por eso, la finalidad de este texto es presentar a la Mujer virgen que conci-
be un hijo sin perder la virginidad, ya que esa virginidad era un signo de
que ese niño era el Mesías, porque así se cumplía el antiguo anuncio del
profeta Isaías: "La virgen concebirá y dará a luz un hijo" (Is 7, 14).
El nombre "Emmanuel" que aparece en el anuncio de Isaías significa
"Dios con nosotros", para mostrar que el niño será la presencia de Dios en
medio de su pueblo. Pero el nombre Jesús expresa mejor todavía el sentido
del nacimiento de ese niño, porque significa "Dios salva". El niño será la
presencia de Dios en medio de su pueblo, pero para traerle la salvación
esperada.

Oración:

"Jesús, tú eres también Dios en medio de mi vida, Dios salvando


mi vida. Tú también respondes a todo lo que puede esperar el
deseo más profundo de mi corazón humano. Tómame como ins-
trumento Señor, para hacerte presente en medio de tu pueblo a
través de mi vida".

39
o
Domingo 4 de Adviento

AÑO B: Lc 1, 26-38

Nada es imposible para Dios. Y este texto nos habla del poder de Dios
que se manifestó en el seno de María cuando concibió a Jesús. Momento
sublime en que el Hijo de Dios tomó un minúsculo pedacito de este mundo
y se hizo verdaderamente hombre. Nosotros, que celebramos con fe el na-
cimiento de Jesús, tenemos que detenernos a celebrar también el momento
en que el Hijo infinito de Dios entró en este mundo humano haciéndose
carne en el seno de María, el instante en que lo divino se unió más que
nunca con lo humano.
Y en este texto bíblico se destaca la figura de la mujer, ya que el Padre
Dios no quiso prescindir de su maternidad para realizar su plan de salva-
ción, y en el diálogo del ángel con María se muestra la delicadeza de Dios
con María, su criatura elegida para hacer presente en este mundo al Hijo
amado. Dios quiso necesitar del "sí" de una mujer.
En la primera respuesta de María se advierte que había en ella una
opción por la virginidad (v. 34). En la segunda respuesta (v. 38), donde
María no dice "cumpliré" sino "que se cumpla", se ve la convicción de que
todo depende de la iniciativa divina, de su plan y de su poder, ya que el
niño que nacerá estará por excelencia "consagrado" a los planes del Padre.
Cuando el ángel saluda a María llamándola "llena de gracia" (kejari-
tomene), se trata de una palabra griega que no aparece en ninguna parte, lo
cual significa que la gracia de Dios se hizo presente en María de un modo
particular, único. Porque si leemos Hechos 6, 8, allí se dice que el diácono
Esteban estaba "lleno de gracia", pero para eso se usa una expresión grie-
ga más común (pléres járitos). Cuando decimos que María estaba llena de
gracia nos referimos a algo superior, y por eso se usa una expresión exclu-
siva que podríamos traducir más bien "la que está poseída por la gracia".
La que tenía el privilegio único y exclusivo de engendrar a Jesús había
sido tomada por la gracia para ser una morada digna de tanta grandeza.

Oración:

"Señor, déjame admirar el momento de tu encarnación, el ins-


tante en que tú elevaste este mundo cuando tomaste nuestra car-
ne humana. Y permite Señor, que mi corazón te adore por esa
admirable pequeñez que hiciste tuya".

40
Domingo 4° de Adviento

AÑO C: Lc 1, 39-45

La Virgen María aparece muy poco en los evangelios; su figura es muy


discreta.
De hecho, este es uno de los pocos textos donde podemos encontrar
una motivación clara para la devoción a María. Porque aquí no se destaca
sólo la servicialidad de María, que se acerca presurosa a socorrer a su
prima Isabel. Lo que más se destaca es la actitud de Isabel ante María, una
actitud de profunda veneración: "¿Quién soy yo para que la madre de mi
Señor venga a visitarme?" (v. 43).
Y esta actitud de humilde veneración se expresa también dirigiendo a
la madre el mismo elogio que se dirige a su hijo Jesús: "Bendita tú... y
bendito él" (v. 42). Finalmente, lo que Isabel destaca de María no es sólo el
hecho de su maternidad, sino su fe: "Feliz de ti porque has creído" (v. 45).
Pero hay que destacar que esta actitud y estos elogios no proceden sólo
de la sensibilidad de Isabel, no son reacciones meramente "humanas", sino
que proceden de la inspiración del Espíritu Santo en ella, ya que Isabel
dijo esas palabras "llena del Espíritu Santo" (v. 41). Por lo tanto, es la
acción del Espíritu Santo la que provoca la devoción a María en la Iglesia.
Y destaquemos también la alegría, el inmenso gozo que reina en esta
escena. El niño de Isabel salta de alegría en el seno de su madre percibien-
do la proximidad del Mesías, y María es declarada "feliz". Ella, represen-
tando a todo el pueblo fiel, es la virgen alegre que había vislumbrado el
profeta Sofonías: "Lanza gritos de alegría hija de Sión, alégrate y clama
de gozo hija de Jerusalén... Yavé tu Dios está en medio de ti" (Sof. 3,
14.17).
En ella empiezan a cumplirse los antiguos anuncios de un júbilo in-
menso.

Oración:

"Espíritu Santo, ilumina mi mente y toca mi corazón para que


pueda venerar a la madre de mi Señor y amarla con el amor que
Jesús le tiene. Y hazme experimentar ese gozo que llena su cora-
zón santo y feliz".

41
TIEMPO DE NAVIDAD

43
Navidad

NOCHEBUENA: LC 2 , 1 - 1 4

El texto de Lucas nos muestra al Hijo de Dios envuelto en pañales y


acostado en un establo. Cuando los ángeles anuncian a los pobres pastores
la buena Noticia del nacimiento del Salvador, indican como única señal a
ese niño acostado en el establo. Si en el evangelio de Marcos Jesús apare-
ce asumiendo la pobreza, y soportando los límites que le imponen los in-
crédulos de su época, en el evangelio de Mateo, y sobre todo en Lucas, se
nos quiere mostrar cómo el Hijo de Dios asumió la sencillez, la pequeñez
y la pobreza de nuestra vida terrena cuando fue un niño pequeño, recosta-
do en un pobre establo de Belén. Ese es "el signo" por excelencia, más que
sus prodigios y milagros.
Por eso los pobres pastores de Belén no tuvieron temor de acercarse.
¿Cómo podían sentir temor o vergüenza si el que venía a salvarlos se pre-
sentaba pobre como ellos, y era un niño que acababa de nacer en uno de
esos establos que eran parte de sus vidas?
Así aparece el amor que Dios tiene a los pobres y simples, porque ante
todo a ellos se dirige el anuncio de la salvación, y ellos son los que mejor
pueden valorar los signos pobres y sencillos, la ternura del asombroso amor
divino que se abaja hasta la mayor simplicidad posible.
El canto de los ángeles indica que ese niño, ignorado por el mundo,
hace que Dios reciba gloria en las alturas y que llegue a los hombres la
verdadera paz. El es el príncipe de la paz, esa dulce y amable paz que se
anuncia y se ofrece callada y discreta en el establo de Belén.

Oración:

"Abre mis ojos Señor, para contemplar con serena alegría el


misterio de la noche de Belén, el espectáculo admirable del Dios
infinito hecho niño, del poderoso hecho frágil, del que es
inmensamente rico y glorioso, hecho pobre y escondido en el pe-
sebre".

44
Navidad

DÍA DE NAVIDAD: JN 1 , 1 - 1 8

El Hijo de Dios es presentado como una palabra, la Palabra que mani-


fiesta la gloria del Padre Dios y que se hace hombre para manifestarnos la
gloria y el amor divino del Padre -porque la palabra es expresión, mani-
festación de la intimidad de una persona.
Este Hijo, que existía antes de la creación del mundo, ha estado real-
mente en la tierra como uno de nosotros, aunque ignorado por el mundo
que no quiso recibirlo. Pero a los que lo reciben los hace participar de su
dignidad y los convierte en hijos amados del Padre; los eleva así de una
manera que los hombres ni siquiera podrían haber esperado.
Él trae al mundo lo que ni Moisés ni los profetas antiguos podían dar-
nos porque eran simples criaturas, mientras él es el Hijo único que está en
el seno del Padre amado. Por eso el lleva el Antiguo Testamento a su ple-
nitud.
A la ternura de la escena del pesebre debe unirse entonces la admira-
ción por el misterio infinito que se encierra en la simplicidad de Belén.
Ese niño es el Hijo eterno del Padre, que viene a elevar lo terreno a un
nivel divino, que hace entrar en este mundo la gloria sobrenatural de Dios.
Él es la luz verdadera que viene a este mundo, no es sólo apariencia de
luminosidad y de gloria, sino que en la sencillez y en la falta de brillo
mundano nos permite encontrar la única claridad que puede disipar real-
mente las tinieblas de nuestra vida limitada.
Jesús, que por ser el Hijo del Padre Dios es su reflejo perfecto, al ha-
cerse hombre nos ha mostrado el verdadero rostro del Padre, un rostro de
amor y donación, de cercanía y de verdadera paternidad.

Oración:

"Señor Jesús, concédeme descubrir tu gloria de Hijo de Dios en


tu humanidad santísima, dame la gracia de reconocerte como
verdadero Dios, pero también como verdadero hombre que qui-
siste compartir en todo nuestra vida humana, poniendo tu carpa
entre nosotros".

45
La Sagrada Familia

AÑO A : MT 2 , 1 3 - 1 5 . 1 9 - 2 3

En este texto aparece la solicitud de José, su sensibilidad atenta a la


voz de Dios, su prontitud para seguir las indicaciones divinas. Pero su
figura está al servicio del misterio de Jesús.
En este texto, Jesús se nos muestra, ya desde niño, perseguido y recha-
zado por los poderosos, parte de una familia pobre y sufrida que debe
emigrar para escapar de la violencia y la persecución.
José, que "tomó de noche al niño y a su madre y huyó a Egipto" no
muestra ciertamente una familia poderosa, respetada por la sociedad, sino
una familia que simboliza a todas las familias despreciadas y relegadas
por el mundo del dinero y la apariencia, a todas las familias desamparadas
y abandonadas.
De hecho, este Jesús que debe huir a Egipto, exiliado ya desde niño, y
desde allí vuelve a su tierra, está representando la suerte de todo su pueblo
pobre, sufriente y peregrinante. Por eso Mateo aplica a Jesús la cita de
Oseas 11,1 que se refería al pueblo judío: "De Egipto llamé a mi hijo".
Jesús y su familia no se nos presentan entonces como un pequeño gru-
po de privilegiados que se aislan de la multitud para llevar una vida más
serena y más fácil,'liberada de las perturbaciones del mundo, sino como
una familia plenamente integrada en su pueblo, solidaria con los sufri-
mientos de los más pobres, corriendo la misma suerte angustiosa de ese
pueblo oprimido.
La vida familiar de Jesús ilumina nuestra vida en familia.

Oración:

"Concede Señor a las familias cristianas un espíritu solidario,


para compartir la vida y las angustias de las demás familias,
para romper los cercos de su pequeño mundo y abrirse a la vida
del pueblo, para caminar con los demás por esta historia".

46
La Sagrada Familia

AÑO B: LC 2 , 2 2 - 4 0

Aquí se nos presenta a la familia más sagrada de la historia. María y


José, judíos piadosos y fieles, se acercan al templo a ofrecer a Jesús, a
entregárselo al Dios que ellos adoraban, a consagrarlo al Padre.
Jesús no quiere presentarse a nosotros como un modelo aislado, sino
que quiso darnos también un modelo familiar. Esa familia piadosa nos in-
vita a preguntarnos si nosotros tratamos de vivir nuestra fe en familia, si
tratamos de darle un sentido religioso a los momentos importantes que
compartimos como familia.
La ofrenda que ellos entregan junto con el niño, un par de palomitas,
era la ofrenda de los más pobres, que no podían presentar una ofrenda
mayor (Lev. 12, 8), y así se ve cómo Jesús quiso que también su familia
viviera como las familias más pobres de su pueblo.
Y se descubre en ellos la actitud de profunda docilidad (v. 27) y la
capacidad de admiración (v. 33) propias de los pobres de Yavé. Ellos son
los que presentan al niño a los hombres y mujeres de su pueblo para que el
pueblo pueda descubrir su presencia. Y los piadosos del pueblo reaccio-
nan con una alabanza donde muestran que ese niño venía a realizar las
esperanzas del pueblo fiel. Con Jesús ya no había nada que esperar y las
promesas alcanzaban su cumplimiento.
Simeón proclama a Jesús como la luz que su pueblo estaba esperando,
pero que también debe derramarse sobre los demás pueblos de la tierra.
Pero anuncia que será rechazado por muchos en su mismo pueblo.
Ese rechazo de su pueblo amado será como una espada traspasando el
corazón de María, que contemplará a su hijo destrozado y muerto en la
cruz por las autoridades de su propio pueblo querido.

Oración:

"Señor Jesús, que quisiste pasar la mayor parte de tu vida en la


intimidad de una familia pobre, pero embellecida con la piedad
de tu pueblo, bendice a todas las familias para que en ellas pue-
da reinar también la fe, la paz y el amor".

47
La Sagrada Familia

AÑO C : LC 2 , 4 1 - 5 2

La familia de Jesús era ciertamente una familia piadosa, eran símbolo de


los pobres de Yavé, ese resto fiel que Dios usa como instrumento para hacer
llegar la salvación a su pueblo. Ellos iban todos los años a Jerusalén a la
fiesta de la Pascua. Pero este texto nos presenta una situación conflictiva.
Después de un día de camino de regreso se dan cuenta de que Jesús no
estaba en la caravana, entre los parientes y conocidos. Este detalle nos
muestra a una familia plenamente integrada, en la cual el niño podía pa-
sarse un día entero entre la multitud de la caravana, paseando entre los
parientes y conocidos. Así se nos invita a preguntarnos si nuestra vida en
familia está abierta a la sociedad, o es sólo una pequeña isla que nos aleja
y nos separa del mundo.
Pero después de un día sin verlo, sus padres comienzan a buscarlo, y a
los tres días lo encuentran en el templo, dialogando con los maestros ju-
díos. De esta manera se manifiesta la sabiduría que Jesús recibía de su
Padre celestial.
María dirige a Jesús su reproche y le expresa su angustia, donde se reve-
la como una mujer completamente normal, lo cual no contradice el profundo
espíritu de fe que se manifiesta en 1, 39-55. Ella no necesita reprimir sus
preguntas para ser una mujer de fe, de adoración y de obediencia.
La respuesta de Jesús: "yo debía estar en la casa de mi Padre", muestra
que Jesús debe cumplir una misión del Padre, con el cual tiene una rela-
ción única, aunque María todavía no pueda comprender-todo lo que impli-
ca esa misión. Por eso mismo "una espada atravesará su corazón" (2, 35).
Sin embargo, hecha esta aclaración, Jesús no reniega de sus deberes de
hijo, de miembro de una familia, de manera que "volvió a Nazaret y vivía
sujeto a ellos" (2, 51).
Y su madre, lejos de vivir superficialmente todo lo que iba sucedien-
do, "conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón".

Oración:

"Enséñame Jesús a vivir en profundidad mi vida familiar, a guar-


dar cuidadosamente en el corazón los acontecimientos de mi fa-
milia como lo hacía María. Ayúdame a darles un significado y un
valor trascendente a las cosas que nos sucedan".

48
Día segundo de Navidad (san Esteban)

2 6 / 1 2 : MT 1 0 , 1 7 - 2 2

Jesús anuncia los conflictos que deberán sufrir los discípulos porque el
mensaje del evangelio no siempre es bien recibido, provoca resistencia en
los corazones aferrados al mal y a sus propios proyectos egoístas.
En el v.16 usa símbolos de animales para indicar la actitud de los cris-
tianos en medio del mundo hostil. Deben reconocer que son como ovejas
en medio de lobos, por lo cual deben estar atentos, pero no reaccionar
respondiendo al mal con mal. Él no les pide que, frente a los lobos, actúen
también ellos como lobos y se arriesguen a ser destruidos. Algo semejante
se quiere expresar en la invitación a ser astutos como las serpientes pero
sencillos como las palomas.
El creyente que está convencido profundamente del mensaje del evan-
gelio debe jugarse por él, debe estar dispuesto a reconocerlo públicamente
aun en medio de burlas, oposiciones y reacciones negativas. Pero eso no
significa que deba colocarse frente a los demás con la actitud de un gue-
rrero, ni que deba buscar la manera de adquirir poder para destruir a los
enemigos de la fe. Debe vivir en medio del mundo adverso con la sencillez
de una paloma y la mansedumbre de una oveja, sin aferrarse a poderes
terrenos.
De todos modos, la sencillez y la mansedumbre no implican que deba
exponerse innecesariamente. Debe ser astuto, estar atento, debe usar su
inteligencia y la luz que Dios le da para saber dónde y cuándo no es conve-
niente perder el tiempo para no "echar perlas a los cerdos" y arriesgarse
sin necesidad.
Sin embargo, la astucia nunca debe convertirse en falsedad o en ocul-
tamiento. San Esteban, el primer mártir, se presenta como modelo de los
que deben llegar hasta dar la sangre a causa de la oposición del mundo
(Hech 7, 51-60).

Oración:

"Señor, que quisiste que diera testimonio de ti en medio de un


mundo que a veces rechaza tu mensaje y prefiere que todos vivan
según sus criterios. Concédeme la astucia necesaria para no caer
en las redes del mundo, pero también un corazón sereno que no
responda con violencia".

49
Día tercero de Navidad (san Juan)

2 7 / 1 2 : JN 2 0 , 2 - 8

En este día dedicado al evangelista San Juan, el evangelio presenta la


figura de Juan, el apóstol joven que pudo hablar de Jesús con gran profun-
didad porque había vivido muy de cerca los momentos más importantes
del Maestro. Se recostaba sobre su pecho y le preguntaba sus dudas, y
estuvo al pie de la cruz cuando todos se habían ido. Por eso es el modelo
del discípulo fiel hasta las últimas consecuencias, con una fidelidad que
brota de un amor invencible.
Si bien algunos ponen en duda que el discípulo amado que escribió el
cuarto evangelio sea el mismo apóstol Juan, la Iglesia tradicionalmente lo
ha interpretado así. Y hay varios indicios que nos permiten pensar de esta
manera: porque era uno de los íntimos de Jesús, que siempre lo acompaña-
ban (Mc 5, 37; 9, 2; 14, 33; Lc 8, 51; Jn 13, 23-25; 2 1 , 20); porque acom-
pañaba de cerca a Pedro (Hech 3, 1.11; 4, 13.19; 8, 14: Jn 13, 24; 20, 2; 2 1 ,
20-23); porque tenía interés por los samaritanos (Hech 8, 14; Jn 4, 1-13; 8,
48), etc.
En este texto Juan aparece como testigo privilegiado de la resurrec-
ción del Señor, porque no sólo fue el primer discípulo que vio el sepulcro
vacío, sino que al verlo interpretó la Palabra de Dios (20, 9) y creyó en la
resurrección de Jesús. Así nos enseña cómo los acontecimientos que apa-
rentemente no dicen nada, si son iluminados por la Palabra de Dios pue-
den comunicarnos los mensajes más profundos. Todo lo que nos pasa pue-
de enseñarnos algo grande si aprendemos a iluminarlo con la Palabra del
Señor que lo aclara y lo explica.
La Iglesia primitiva, sobre todo la comunidad de Juan, valoraba espe-
cialmente sus enseñanzas, porque estaban fundadas en su experiencia par-
ticular junto a Jesús, como "el discípulo al que Jesús amaba" de un modo
especial, el que lo acompañó en todo momento.

Oración:

"Señor, hazme crecer en la fe, para que pueda mirar las cosas
que suceden a la luz de tu Palabra y pueda encontrar el sentido
profundo de las cosas. Dame un corazón dócil como el de Juan
para descubrirte resucitado en mi vida".

50
Día cuarto de Navidad(santos Inocentes)

2 8 / 1 2 : MT 2 , 1 3 - 1 8

Una vez más aparece la figura de José, que tiene que arriesgarse por
María y por el niño. Vemos en él como una continuación de la figura noble
de los grandes patriarcas del Antiguo Testamento.
Pero en este texto aparece también el drama de la matanza de los ni-
ños, que se explica por el temor de Herodes, de que el niño terminara
eclipsando su fama y quitándole poder. Efectivamente, el poder de Herodes
era cuestionado por no ser descendiente de David, y el niño recién nacido,
que sí lo era, aparecía como destinatario de los anuncios proféticos, según
la interpretación de los magos venidos de Oriente. Herodes decide así li-
berarse de todo el que pudiera desplazarlo y manda matar a todos los me-
nores de dos años. En ese contexto se ubica esta narración de la huida a
Egipto, y así el niño reproduce la historia sufrida de su propio pueblo.
Los niños inocentes, que mueren injustamente, son como un símbolo
de todos los que son perseguidos y destruidos por la maldad de los que
tienen el poder del dinero y de las armas.
Jesús y su familia representan a todos los pobres que deben ir de un
lugar a otro para poder salvar sus vidas, exiliados, rechazados. Por eso,
este texto es también una invitación a orar por esas situaciones angustio-
sas.
Pero también podemos preguntarnos si nosotros no hemos usado de
alguna manera nuestro pequeño poder, nuestra lengua, nuestras influen-
cias, para eliminar de nuestras vidas a las personas buenas que nos hacen
sombra, que nos quitan autoridad y prestigio, que nos molestan o desagra-
dan.

Oración:

"Hoy quiero pedirte Señor, por todos los inocentes que sufren a
causa de la desmedida sed de poder de los injustos. Toca con tu
gracia los corazones crueles y despiadados, para que reconoz-
can su propia oscuridad y se abran a tu luz".

51
Día quinto de Navidad

29/12: Lc 2, 22-35

La figura del anciano Simeón simboliza las esperanzas y los deseos


más profundos del hombre que se realizan en el encuentro con la salva-
ción. No se trata sólo del honor de ver la salvación que llega, sino del
encuentro con alguien, que es el Salvador. Y no es sólo verlo, presenciar
su llegada, sino también disfrutarlo, tenerlo entre los brazos, tocarlo.
Simeón esperaba el "consuelo" para su pueblo, y en su encuentro con
Jesús alcanza el consuelo más profundo de su corazón. Y así como "nadie
puede ver a Dios y seguir viviendo", Simeón afirma que luego de haber
visto la luz del Salvador, reflejo de la gloria divina, ya no tiene nada que
esperar y puede morir en paz.
El anciano Simeón nos hace recordar que el paso de los años no es
necesariamente un puro desgaste, porque puede darnos una sabiduría y
una luz que nos permiten ver lo que otros no advierten. Con el paso del
tiempo Simeón se fue dejando poseer por el Espíritu Santo "que estaba en
él" (v. 25), y así el Espíritu Santo le dio el privilegio de ver lo que muchos
quisieron ver y no pudieron.
Simeón se alegra por el niño, pero advierte que será "signo de
contradiccción", y anuncia a María que "una espada atravesará su cora-
zón" (2, 35). Porque ella, una mujer amante de su pueblo ( 1 , 54-55), ten-
drá que sufrir el tremendo dolor de ver a su hijo querido asesinado, y no
precisamente por los extranjeros, sino por ese mismo pueblo. Ella, una
mujer piadosa y cumplidora de la ley (2,22), deberá ver a su hijo persegui-
do por los sacerdotes y los jefes religiosos que ella respetaba religiosa-
mente.

Oración:

"Señor, dame la gracia de gozar en tu presencia, de reconocer


que estás, pero también de experimentar el consuelo y el gozo de
tenerte. Concede a todos los cristianos reconocer que la salva-
ción tan esperada ya ha llegado, está verdaderamente entre no-
sotros".

52
Día sexto de Navidad

30/12: Lc 2, 36-40

Luego de la presentación de Jesús en el templo, el evangelio nos dice


que "el niño crecía y se fortalecía, llenándose de saber". Es un texto que
nos confirma que el Hijo de Dios se hizo semejante a nosotros en todo,
menos en el pecado (Heb 2, 17; 4, 15).
Porque si bien él tenía un conocimiento y una fortaleza especiales, no
dejaba de ser un ser humano como nosotros, y también experimentaba lo
que es ir descubriendo cosas nuevas, aprendiendo, creciendo, llenándose
de sabiduría. Él, siendo infinito y perfecto, quiso también experimentar lo
que es hacer un camino como el que vamos haciendo nosotros en la histo-
ria de nuestra vida.
Él asumió una vida humana, pero como toda vida humana en esta tie-
rra, no nació plenamente acabado, sino que también tuvo que "hacerse"
con el paso del tiempo. Si no fuera así, tendríamos que decir que Jesús es
el Hijo de Dios que se hizo hombre, pero hombre celestial, y no un hombre
terreno como nosotros. Pero la Palabra de Dios nos dice que "aunque era
Hijo de Dios, aprendió por sus propios sufrimientos qué significa obede-
cer; de este modo, él alcanzó la perfección" (Heb 5, 8-9).
Si bien su sabiduría superaba a la de cualquier otro ser humano, sin
embargo podemos decir que cuando era un niño tenía la sabiduría que pue-
de alcanzar un niño, sin llegar a tener, antes de tiempo, una psicología de
adulto; cuando fue adolescente tuvo la plenitud de sabiduría que puede
tener un adolescente, pero sin dejar de serlo. Hizo un camino, porque fue
un hombre de esta tierra.

ORACIÓN:

"Señor Jesús, tú asumiste el desafío de tener que crecer, no te


clausuraste en una perfección acabada. Dame la gracia de re-
conocer y aceptar que mi vida no está acabada, que no tengo
toda la verdad, que necesito crecer en fortaleza y en gracia. No
permitas que me encierre en lo que ya he alcanzado o que niegue
el dinamismo de la vida".

53
Día séptimo de Navidad

3 1 / 1 2 : JN 1 , 1 - 1 8

Este sublime himno a la Palabra hecha carne nos introduce en lo más


profundo del misterio de la Navidad, para que podamos mirar más allá de
la sencillez del pesebre, y es una solemne introducción a todo el cuarto
evangelio.
Si el Génesis decía que "al principio creó Dios el cielo y la tierra", este
himno sostiene que la Palabra, el Hijo de Dios, existía antes de ese princi-
pio (v. 1); y sin embargo nosotros hemos podido contemplar su gloria por-
que se hizo carne como nosotros y quiso vivir en medio de nosotros (v.
14). Ese es Jesús, el que caminó por nuestra tierra y fue presentado por
Juan el Bautista (v. 15).
El nombre de "Palabra" indica que Jesús es el reflejo del Padre Dios,
el que ha venido a manifestarlo, a mostrarlo tal cual es, el que vino a decir-
le al mundo la inmensidad de su amor (v. 18). Gracias a él podemos llegar
a conocer los íntimos y preciosos secretos que hay en la intimidad de Dios,
cosas que nuestra pequeña mente humana jamás podría alcanzar con sus
propias luces, si Jesús, la Palabra, no se las dijera.
Jesús nos hace descubrir a un Dios que "nadie ha visto j a m á s " (v. 18).
Mirando a Jesús, escuchándolo, se nos manifiesta cómo es realmente el
Dios en quien creemos: un Padre que ama y lo da todo, un Padre que bus-
ca, que dialoga con sus criaturas, que quiere decirles lo que más necesitan
escuchar.
Si él es la Palabra, afinemos el oído interior para escuchar lo que tiene
para decirnos, quizás sin palabras; hagamos silencio interior y liberémo-
nos de las palabras inútiles que distraen nuestro corazón para que él reine
con toda su potencia.

Oración:

"Jesús, te pido que me concedas admirarme y alabarte por el


misterio de tu Persona, remontarme más allá del tiempo para
reconocerte como Hijo eterno del Padre, pero adorarte al mismo
tiempo en tu verdadera humanidad, que fue frágil como la mía,
pero que reflejó en su pequeñez el amor y la gloria del Padre".

54
Santa María, Madre de Dios

DÍA 1 DE ENERO: LC 2 , 1 6 - 2 1

Este trozo del evangelio, en el día mundial de la paz, presenta una


escena que es como un modelo de paz.
En la noche de Belén se respira el anhelo de un mundo en armonía: el
niño pequeño en el pesebre, su madre serena meditando todo en su cora-
zón, los pobres y humildes pastores admirando la escena.
Parece un mundo donde la violencia y el odio no pueden tener lugar, es
como un ideal del mundo soñado y anunciado por los profetas. Pero en
realidad refleja también el sueño profundo de toda la humanidad, cansada
de contrariedades, guerras, oposiciones, competencia, mentira e injusti-
cia.
Allí, en el pesebre, se hace realidad lo que Dios vio cuando creó al ser
humano: que era "muy bueno" (Gén 1, 21). Allí, en una pequeña familia
resguardada en una pobre cueva, se hacía realidad la humanidad que soñó
el Padre Dios, un mundo en paz.
Sería bueno también que pudiéramos detenernos un instante, que pu-
diéramos liberarnos por un momento de la fiebre de las distracciones, de
la velocidad de nuestros pensamientos, del aturdimiento de nuestros pro-
yectos, para detenernos a contemplar esta escena como si estuviéramos
allí.
Dejemos que la contemplación de esta escena pacifique nuestro inte-
rior y le devuelva a nuestro ser la serenidad perdida.
Este día también se celebra a María como Madre de Dios, porque el
niño que nació de su seno es Dios igual que el Padre.

Oración:

"Señor, despierta en los corazones humanos el deseo de la ver-


dadera paz, habita en esos corazones como en un pesebre para
que veamos nacer el mundo nuevo que soñamos, el Reino de paz
que nos prometiste".

55
Segundo domingo después de Navidad

JN 1 , 1 - 1 8

El Hijo de Dios es presentado como una palabra, la Palabra que mani-


fiesta la gloria del Padre Dios y que se hace hombre para mostrarnos el
amor del Padre.
Este Hijo, que existía antes de la creación del mundo, ha estado real-
mente en la tierra como uno de nosotros, aunque ignorado por el mundo
que no quiso recibirlo.
El "vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron". Pero a los que lo
reciben los convierte en hijos amados del Padre Dios, los hace participar
de la dignidad infinita que él tiene como Hijo del Padre. Por eso, cuando
alguien es bautizado alcanza la dignidad más grande que puede tener un
ser humano. Él, Jesús, trae al mundo lo que ni Moisés ni los profetas anti-
guos podían darnos, porque eran simples criaturas.
A la ternura de la escena del pesebre debe unirse entonces la admira-
ción por el misterio infinito que se encierra en la simplicidad de Belén.
Ese niño es el Hijo eterno del Padre, que viene a elevar lo terreno a un
nivel divino, que hace entrar en este mundo la gloria sobrenatural de Dios.
En el pesebre de Belén, en las callejuelas de Nazaret, en los caminos
de su tierra querida, era el mismo Hijo de Dios el que se hacía presente,
era el Eterno, que quiso manifestar su gloria en la misma sencillez de nuestra
pequeña vida.
Este himno nos invita a ver más allá, para reconocer que quien "puso
su carpa entre nosotros" es el mismo Hijo de Dios. Pero también nos ayu-
da a recordar que esa Palabra que nos ha revelado la intimidad del Padre
no es sólo una luz invisible que ilumina nuestro interior, sino que es al-
guien que se hizo verdaderamente uno de nosotros, uno de nuestra propia
"carne" humana.

Oración:

"Te doy gracias, Señor Jesús, por el inmenso amor que tienes a
tu Pueblo, porque siendo el Hijo de Dios eternamente feliz, tu
amor te llevó a compartir nuestra vida humana, a caminar por
nuestros senderos, a sufrir nuestras angustias, a entregarte por
nosotros hasta el fin".

56
Día 2 de enero

JN 1 , 1 9 - 2 8

Nuevamente nos encontramos con la figura de Juan el Bautista, el pre-


cursor que invita a preparar el camino del Señor. Y esta insistencia en la
preparación nos hace ver cómo actúa Dios. Si bien él tiene la iniciativa,
también quiere motivar al hombre para que se disponga a recibir sus do-
nes. Pero hay un detalle en este texto que merece ser rescatado, el de "des-
atar los cordones de las sandalias", porque éste es un símbolo matrimonial
que indica que el Mesías es el esposo del Pueblo, el enamorado que mira
con ternura y pasión a su Pueblo. Así lo muestran también otras expresio-
nes del evangelio de Juan, como la del "novio" en Jn 3, 29 y el encuentro
con la samaritana en el pozo.
"La voz que clama en el desierto". Del desierto sale Juan el Bautista;
allí había vivido su total entrega a Dios, su tiempo de profunda comunica-
ción con el Señor.
El desierto en la Biblia es el lugar del encuentro con Dios, porque no
hay otras cosas que puedan distraer o encantar al hombre, y entonces pue-
de escucharse la voz del Señor que habla al corazón. De hecho, el profeta
Oseas presenta el desierto como el lugar de la seducción divina, donde
Dios lleva a su pueblo para encontrarse con él a solas y así cautivarle el
corazón (Os 2, 16).
En el desierto Juan había estado atento a Dios, se había alimentado y
enriquecido en el encuentro con él, había bebido palabras de sabiduría, y
por eso al salir del desierto podía comunicar lo que había recibido, el anun-
cio de la salvación. Por eso puede ser testigo de algo que los demás no
pueden alcanzar a descubrir: "En medio de ustedes hay alguien que uste-
des no conocen" (v. 26).

Oración:

"Dame la gracia, Señor, de aprender a entrar en el desierto; qui-


siera dedicarte algo de mi tiempo que sea sólo para ti, ser capaz
de abandonarlo todo por un instante para escuchar tu voz con el
corazón liberado".

57
Día 3 de enero

JN 1 , 2 9 - 3 4

Este texto da testimonio de la intensa experiencia espiritual de Juan


Bautista, porque lo muestra completamente extasiado ante la figura de Je-
sús.
Toda su existencia tiene sólo un sentido: anunciar al Mesías, dar lugar
al Salvador, señalarlo para que las miradas se dirijan al único Señor: el
Cordero que quita el pecado del mundo, el que existía desde antes, el que
tiene el Espíritu Santo y lo comunica.
Los judíos podían entender qué significaba eso de ser el "cordero", ya
que ellos ofrecían corderos en sacrificio para implorar el perdón de Dios
por sus pecados. Jesús, el Cordero, venía a entregarse a sí mismo por no-
sotros, para que ya no fuera necesario ofrecer animales en sacrificio, sino
simplemente recibir el perdón que él trae generosamente, porque se entre-
gó a sí mismo por nosotros.
Y su sacrificio tiene valor, porque no es un cualquiera. Si bien Juan el
Bautista fue engendrado antes que Jesús, sin embargo Juan dice que Jesús
existía antes que él (v. 30); Juan da testimonio de que "él es el Hijo de
Dios" (v. 34).
Al mismo tiempo, se muestra que, a diferencia del bautismo de Juan, el
bautismo de Jesús no derrama sólo agua, sino el mismo Espíritu Santo. El
bautismo de Juan es sólo signo y preparación, pero el de Jesús es fuente de
vida eterna. Jesús es el que bautiza con el Espíritu Santo, nos sumerge en
la vida nueva, en la luz, en el poder del Espíritu Santo para que entremos
en otra dimensión y nuestra vida se transforme completamente.

Oración:

"Concédeme Señor que mis gestos, mis palabras y mis actitudes


puedan dar testimonio de tu presencia; que todo mi ser sea como
un anuncio para que los demás puedan reconocerte y encontrar-
te".

58
Día 4 de enero

JN 1 , 3 5 - 4 2

Este texto muestra cómo la misión de Juan el Bautista va cumpliendo


su finalidad, porque Juan logra que sus propios discípulos lo abandonen y
sigan a Jesús. Y mientras Juan simplemente indicaba el camino, Jesús apa-
rece ofreciendo su intimidad, invita a "estar con él".
Seguramente el autor del evangelio era uno de esos discípulos, porque
no quiere dejar de indicar la hora de aquel sublime y dulce encuentro:
"eran las cuatro de la tarde". Imposible olvidarlo.
Pero al mismo tiempo este texto nos muestra la dinámica del encuentro
con Jesús, que siempre nos impulsa a comunicarlo a otros, a compartirlo, a
llevarlo a los demás. Uno de ellos encontró a su hermano "y lo condujo a
Jesús" (v. 42).
Es hermoso escuchar a Andrés diciendo: "¡Hemos encontrado al
Mesías!". El Mesías, esperado por su pueblo durante siglos, ansiado por
los pobres sufridos y desorientados, reclamado por los que necesitaban
fuerza y consuelo. El Mesías prometido, el que traería la verdadera luz, el
agua pura, el que podía cumplir las esperanzas más profundas, ése mismo
había llegado, estaba caminando por ahí, y lo hemos encontrado.
Podemos unirnos al apóstol Andrés para decir a los demás que también
nosotros lo hemos encontrado, que es simple y bello, que es fuerte y fiel,
que es bueno estar con él, que vale la pena dejarse encontrar por él.

Oración:

"Te doy gracias Jesús por los momentos en que te manifestaste a


mi vida, por las veces que me ofreciste un encuentro de amor.
Dame también la gracia de acercar a otros a tu vida, a tu luz, al
encuentro con tu Palabra".

59
Día 5 de enero

JN 1 , 4 3 - 5 1

Este texto, que en realidad comienza en el versículo 35, narra bella-


mente el primer encuentro de Jesús con sus discípulos, encuentro que
trasunta intimidad, alegría, entusiasmo, novedad.
Pero en realidad estos encuentros son una excusa para hablar de Jesús
y mostrar quién es él. El único importante en este texto es Jesús, que así
como se encontró con sus primeros discípulos, hoy quiere encontrarse con
nosotros.
Porque de la boca de los discípulos van surgiendo distintos apelativos
que describen la misión del Señor y van engrandeciendo su figura: Prime-
ro Juan lo llama "Cordero de Dios" (v. 36), luego lo llaman "Maestro" (v.
38), Andrés dice que es el Mesías (v. 41), Felipe lo presenta como el anun-
ciado por Moisés y los profetas (v. 45), y finalmente Natanael lo confiesa
como "Hijo de Dios, rey de Israel" (v. 49).
Podríamos preguntarnos si nosotros lo reconocemos como "Cordero
de Dios", si realmente nos interesa que él nos haya salvado con su propia
sangre; podríamos mirar nuestro corazón para reconocer si lo hemos acep-
tado como Maestro, o si creemos que no tenemos nada que aprender; po-
dríamos plantearnos si verdaderamente lo aceptamos como Mesías, por-
que advertimos que él es aquel a quien estaba esperando nuestro corazón
necesitado; o si reconocemos que todo lo que hemos vivido nos ha estado
hablando de él, si creemos de verdad que él no es uno más, sino el Hijo de
Dios y el rey soberano de nuestras vidas.

Oración:

"Te doy gracias Señor, porque has querido manifestarte a noso-


tros, y delicadamente te adaptas a cada uno para mostrarle algo
de tu precioso misterio. Te doy gracias por la intimidad que me
ofreces, con la cual me haces descubrir tu belleza y tu gloria".

60
Día 6 de enero

EPIFANÍA DEL SEÑOR: MT 2 , 1 - 1 2

Los magos de Oriente eran astrólogos, poseedores de una ciencia que


enorgullecía a los habitantes de la zona del río Eufrates. Dios ha hablado
su lenguaje y a través de un signo celestial les ha anunciado el nacimiento
de un nuevo rey, un gran soberano que debía ser homenajeado.
Mientras Herodes era un rey ilegítimo, Jesús aparecía así como el ver-
dadero rey de Israel, descendiente de David.
Pero la figura de los magos de Oriente en realidad simboliza a los pue-
blos paganos que acercan su homenaje al Mesías, y por eso en ellos esta-
mos representados todos los creyentes, de todos los pueblos de la tierra,
que conocimos a Jesús y lo adoramos.
Cuando el texto nos dice que los magos "se llenaron de inmenso gozo",
nos invita a preguntarnos si estamos viviendo con alegría nuestro encuen-
tro personal y cotidiano con el Señor Jesús.
De ahí la importancia de esta fiesta, donde cada uno de nosotros cele-
bra que Cristo se ha manifestado a su propia vida. Él podría haberme sal-
vado sin que yo lo conociera, sin que yo disfrutara de su amistad, pero
además de eso ha querido revelarme su hermosura, ha querido regalarme
su amistad, ha querido manifestarse a mi vida y ofrecerme un trato íntimo
y personal.
Celebremos íntimamente nuestro propio encuentro con él, descubra-
mos una vez más que es bueno haberlo conocido; pero pidámosle también
que nuestra vida sea una luz para los demás, de manera que otros puedan
encontrarse con él.

Oración:

"Te doy gracias Jesús, porque no solamente me das tu fuerza en


mi interior y me ayudas en el camino de la vida, sino que tam-
bién me has regalado el honor de poder conocerte, de adorarte,
de contemplar tu misterio. Gracias por esa mirada de predilec-
ción de la cual no puedo ser digno. Y doy gloria a tu nombre
porque te has manifestado a todos los pueblos de la tierra".

61
Día 7 de enero

MT 4, 1 2 - 1 7 . 2 3 - 2 5

Después del episodio de las tentaciones en el desierto, Jesús deja Nazaret


y se establece en Cafarnaúm. Los estudios arqueológicos nos muestran que
Cafarnaúm era una población muy pequeña, de unos trescientos metros de
largo, ubicada al norte del lago de Galilea, entre el lago y una ruta romana.
Pero a pesar de su pequeñez, Cafarnaúm tiene la importancia de ser el
lugar donde Jesús vivía, seguramente en la casa de Pedro, durante su vida
pública. A su pequeñez se debe que la gente y las autoridades se enteraban
rápidamente de lo que Jesús hacía y decía.
Este traslado a Cafarnaúm que marca el comienzo de la predicación de
Jesús, es visto como el surgimiento de una gran luz para el pueblo. La
palabra y la presencia de Jesús que se ofrece a todos, es para la desprecia-
da región de Galilea como un bello amanecer. Así lo había anunciado Isaías
9,l ss: "El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una inmensa luz". Allí
en Galilea Jesús comienza a llamar a sus discípulos; y los primeros elegi-
dos son pobres y humildes pescadores del lago. Los relatos de llamado son
muy simples y escuetos, pero en ellos se destaca la sencillez del llamado,
la prontitud de la respuesta, y también que hay que dejar algo, porque se
trata del llamado a una vida nueva, que no puede dejarnos igual.
Ellos son llamados para un servicio, porque deben ser pescadores de
hombres, que acompañarán a este Jesús que se dedicaba a "curar toda do-
lencia en el pueblo" (cf. v. 23). No son llamados para formar un pequeño
grupo de selectos, aislados del mundo, sino para el servicio de los demás.

Oración:

"Señor, abre mi oído interior para que pueda escuchar cada día
tu llamado. Sácame de mi comodidad para que yo esté donde
deba estar, donde mi presencia y mi palabra sean necesarias para
hacer el bien".

62
Día 8 de enero

Mc 6, 34-44

Una vez más nos encontramos con Jesús que multiplica los panes y
manifiesta la compasión de su corazón ante el hombre necesitado, pero
respondiendo a esas necesidades a través de sus discípulos.
Además, este texto nos muestra que el pan de Jesús es para todos, no
sólo para algunos privilegiados. Es pan abundante, pan que sobra, y así
nos preanuncia la abundancia del cielo, donde el egoísmo humano ya no
podrá interferir en los planes de Dios, que creó bienes de sobra para ali­
mentar a sus hijos amados.
Esta realidad aparece anticipada en la Eucaristía, donde Jesús reparte
un pan que no es para una clase social o para los poderosos, sino pan para
todos, sobreabundancia de una mesa divina.
Mirando a Jesús que reparte alimento, se nos invita a reconocer a Jesús
como el que viene a saciar nuestra vida necesitada. Pero él mismo se ha
convertido en un pan para nosotros.
Mirando nuestro corazón podemos advertir que esta lleno de ídolos,
tristezas, recuerdos, proyectos, lleno de cosas que hemos guardado dentro
para intentar saciar nuestras necesidades más hondas, pero nada de eso
nos hace sentir verdaderamente satisfechos. Es hora de aceptar que sea él
nuestro alimento, para que ninguna otra cosa sea capaz de quitarnos su
alegría.

Oración:

"Gracias Jesús por tu mirada que no discrimina, que no niega a


nadie los auxilios del amor y la gracia. Gracias por tu mirada
que se compadece de las miserias humanas, pero que ha querido
socorrer esas miserias a través de nosotros. Libera del egoísmo
a los que se resisten a la misión de compartir que tú nos das a
todos, para que a nadie falte el pan de cada día".

63
Domingo del Bautismo del Señor

AÑO A : MT 3, 13-17; AÑO B: MC 1, 7-11; AÑO C :


Lc 3, 15-16.21-22

La celebración del bautismo del Señor completa la celebración de la


Epifanía, porque en el bautismo, que da inicio a su misión, Jesús es mani-
festado como el Hijo querido por el Padre, el amado con predilección.
Jesús tuvo siempre la conciencia de ser el Hijo amado del Padre, y ese
mismo amor es el que lo sostuvo en la cruz y le permitió morir encomen-
dando su vida en las manos divinas del Padre.
El Espíritu que desciende sobre él, no está significando que Jesús no
poseyera el Espíritu antes del bautismo, sino que Jesús lo recibe de un
modo nuevo, en orden a la misión que tiene que comenzar. El Espíritu que
Jesús ya poseía, ahora se manifiesta capacitándolo para salir a predicar y
hacer presente el Reino de Dios.
En ese sentido se entienden las distintas "venidas del Espíritu" en la
Escritura. Cuando los apóstoles recibieron el Espíritu Santo en Pentecos-
tés (Hech 2, 1-11), eso no significa que antes no lo tuvieran, sino que lo
recibían para salir a evangelizar al mundo, capacitándolos para cumplir
una misión. Lo mismo vale para el bautismo de Jesús, que desde su con-
cepción ya estaba lleno del Espíritu Santo.
Efectivamente, habiendo recibido una vez más el Espíritu Santo, y lue-
go de cuarenta días de preparación en el desierto -típica de todo gran pro-
feta-Jesús se dirige a Galilea a proclamar la buena noticia, porque "se ha
cumplido el plazo" (Mc 1, 15). Así, en este relato del bautismo de Jesús
aparece el cumplimiento de Is 1, 11; 64, 1.
Podríamos preguntarnos si cada vez que tenemos que comenzar una
nueva misión, o una tarea delicada, nos detenemos con fe a invocar el
auxilio del Espíritu Santo. Pero también podríamos preguntarnos si somos
c o n s c i e n t e s de q u e el b a u t i s m o que r e c i b i m o s , nos e x i g e ser
evangelizadores, llevar a los demás el mensaje y el amor del Señor.

Oración:
"Jesús, lleno del Espíritu Santo, te pido que me renueves con la
fuerza de ese Espíritu y me capacites para cumplir mejor la mi-
sión que me has dado en esta tierra. Tú que te dejaste llevar a la
entrega total por el impulso del Espíritu, concédeme que tam-
bién yo pueda ser dócil a su dinamismo".

64
TIEMPO DURANTE EL AÑO

65
a
Semana 1 durante el año

LUNES: MC 1 , 1 4 - 2 0

Comenzamos el tiempo durante el año que nos propone una lectura


continua del evangelio de Marcos, el primer evangelio escrito para que las
nuevas comunidades pudieran conocer mejor a Jesús.
Este evangelio todavía no contiene las narraciones sobre la infancia
del Señor que aparecen en Mateo y Lucas, y comienza directamente con la
vida pública de Jesús, anunciada por Juan el Bautista e iniciada solemne-
mente con el bautismo, cuya narración leímos ayer. Marcos quiere mostrar
a Jesús actuando, manifestando su gloria, haciendo presente la potencia
del Reino de Dios.
El texto de hoy menciona escuetamente el arresto de Juan, y describe
el comienzo de la predicación de Jesús en Galilea. Su predicación se resu-
me en el anuncio de la cercanía del Reino de Dios y en una invitación al
arrepentimiento y a recibir la novedad que Jesús trae, la "buena noticia".
Cada uno de nosotros, al leer este texto, debería dejarse interpelar por
esta invitación, e invocar la gracia de Dios para avanzar en el camino de
conversión.
Pero inmediatamente Jesús convoca a sus primeros discípulos. Desde
el comienzo Jesús quiere crear una comunidad en torno a él.
Los primeros llamados son pobres pescadores de Galilea, convocados
para una misión superior: convertirse en "pescadores de hombres".
El texto no deja de indicar que la aceptación de este llamado y de esta
misión suponía renuncias: dejar las redes, dejar un tipo de vida al que uno
se ha habituado, para entrar en la novedad que Jesús propone.

Oración:

"Señor, quiero escuchar una vez más tu llamado a la conversión,


y volver a aceptar tu presencia como una buena noticia para mí,
siempre nueva. Dame la gracia de dejarme cautivar una vez más
por tu persona, de reconocer la belleza de caminar contigo, para
que pueda aceptar las renuncias que tengo que aceptar para se-
guirte cada día".

66
a
Semana 1 durante el año

MARTES: MC 1 , 2 1 - 2 8

Normalmente el evangelio de Marcos presenta relatos breves, sintéti-


cos, muy ágiles. En esta narración, en cambio, Marcos se detiene un poco
más, lo cual parece indicar que le da a este relato una importancia espe-
cial.
Lo que sucede es que este texto quiere mostrar a Jesús actuando, para
hacer ver que su predicación no consiste sólo en transmitir nociones, sino
que él esta siempre lleno del poder de Dios, y de esa manera tiene la victo-
ria sobre el mal que oprime y esclaviza a los hombres.
Los espíritus impuros se le someten y lo proclaman como "consagra-
do". Llama la atención ver esta especie de alabanza en labios de los demo-
nios. No hay que olvidar que los espíritus del mal no necesariamente nie-
gan las verdades de fe (Stgo. 2, 19), pero evidentemente en ese caso no se
trata de la fe salvífíca, que se hace activa por el amor (Gál 5, 6).
Además, ya decía San Pablo que a veces "Satanás se disfraza de ángel
luminoso" (2 Cor 11, 14). Por eso muchas veces las cosas religiosas nos
engañan. Alguien puede ser aparentemente muy religioso pero estar lu-
chando a favor del odio, la injusticia y los poderes del mal; su religiosidad
puede ser vacía (Stgo. 1, 2 6 ) .
Este relato nos muestra que los espíritus impuros no tienen poder algu-
no ante Jesús, no pueden resistirse a su presencia poderosa. Por eso la
gente decía que Jesús "enseñaba con autoridad".

Oración:

"Señor, yo reconozco que tienes poder para liberarnos de los


males que nos oprimen, y que sobre todo quieres liberarnos de
los males que atormentan el corazón, a veces trastornado. Por
eso te ruego que manifiestes tu poder en mis seres queridos y
reinen en sus vidas con tu fuerza liberadora".

67
a
Semana 1 durante el año

MIÉRCOLES: MC 1 , 2 9 - 3 9

La curación de la suegra de Simón (Pedro) destaca un detalle no des-


preciable; que apenas fue curada se puso a servir a los demás, con lo cual
se indica que la obra de Jesús en nuestras vidas pide como respuesta una
actitud de servicio.
También es importante el detalle de la mano de Jesús que la toca para
curarla, ya que hace referencia a "la mano fuerte de Dios" tan mencionada
en el Antiguo Testamento (Sal 62, 9; 73, 23).
Pero la narración de las curaciones es interrumpida para decir que Je-
sús se apartaba para orar. Esta mención de Jesús levantándose muy tem-
prano para asegurarse ese tiempo de oración, destaca la necesidad de ali-
mentarnos en el encuentro íntimo con el Padre en medio de la actividad y
de las preocupaciones de la vida.
Luego se indica que Jesús no quería clausurarse en un lugar porque
tenía que llegar a todos. Del encuentro del Padre sacaba una libertad inte-
rior que le permitía no aferrarse a nada y lanzarse a lo que el Padre le
indicara.
Inmediatamente se aclara que la misión consistía también en "expulsar
demonios", lo cual no se entiende de la manera restringida como suele
interpretarse (como si fueran seres malignos), sino que esa expulsión está
simbolizando la liberación de todo tipo de males, sobre todo de los males
más profundos del corazón humano, a través de su palabra que es viva y
eficaz.

Oración:

"Señor, tócame con tu mano fuerte y libérame de los males más


profundos de mi vida; libérame sobre todo del egoísmo, que no
me permite servir a los demás, y de la indiferencia, que no me
deja llevar tu Palabra con alegría".

68
a
Semana 1 durante el año

JUEVES: MC 1 , 4 0 - 4 5

El leproso no era un enfermo más, sino alguien completamente margi-


nado de la vida social; su presencia era rechazada, producía asco y desper-
taba tremendos temores. El leproso era alguien de quien todos escapaban.
La expresión "si quieres puedes curarme", muestra la profunda con-
vicción sobre el poder de Jesús que había en el leproso, la misma actitud
que Jesús espera de todos los que se acerquen a suplicar su auxilio.
Y Jesús lo tocó, cosa que nadie se atrevía a hacer, porque todos tenían
temor de contagiarse; y ese toque de Jesús no sólo sanaba al leproso de la
perturbación física, sino que le hacía redescubrir su dignidad.
Aquí aparece también un tema frecuente en el evangelio de Marcos:
Jesús hace un prodigio deslumbrante, pero pide que se mantenga en secre-
to, porque no quiere que lo vean como una especie de curandero más, sino
que se abran a su palabra y lo acepten como el Mesías que viene a salvar-
nos presentándose como un servidor humilde; el es el Siervo que termina-
rá entregándose en la cruz.
Sin embargo, si bien era rechazado por las autoridades, en el pueblo
sencillo Jesús despertaba una irresistible admiración y tenía una un presti-
gio popular que se difundía cada vez más.

Oración:

"Señor, ayúdame a buscarte ante todo como mi redentor, y no


tanto para que soluciones todos los problemas de mi vida. Que
sea sobre todo tu Persona, más que tus favores, lo que me atrai-
ga de ti".

69
a
Semana 1 durante el año

VIERNES: MC 2, 1-12

En todo este capítulo Jesús se enfrenta a los fariseos y maestros de la


ley, laicos fanáticos de las leyes judías, que controlaban permanentemente
a la gente para ver si las cumplían o no. Los fariseos eran más políticos y
los maestros de la ley más estudiosos, pero ambos se sentían perfectos,
sabios, separados del resto de la gente.
Boy sabemos que no todos los fariseos de aquella época eran así, sino
que había un grupo fanatizado y muy poderoso que buscaba humillar a
Jesús para que la gente no lo admirara tanto.
En este texto los maestros de la Ley critican a Jesús porque perdonó
los pecados al paralítico, y recordaban que el perdón sólo puede venir de
Dios. Pero Jesús se presenta con el poder de dar el perdón del Padre, y
cura al paralítico para dar un signo de la autenticidad de su misión. Porque
en aquella época se consideraba que Dios no podía darle poder para hacer
milagros a un hombre pecador. Por eso mismo, para evitar que la gente
creyera en Jesús, algunos terminaban diciendo que el poder de Jesús venía
del demonio (Lc 11, 14-15).
En el paralítico podemos reconocer nuestras propias parálisis, causa-
das por sentimientos de inferioridad, por cansancios, por egoísmos, por
viejas estructuras de nuestra propia vida. Jesús tiene el poder para dinamizar
nuestra vida entumecida.
Pero cuando Jesús dice: "Levántate y anda", está pidiendo al paralítico
una decisión personal; ya ha sido tocado por el poder de Dios, que tuvo la
iniciativa, pero debe responder con la decisión de iniciar una vida nueva.

Oración:

"Señor, aunque muchas veces busco signos de tu poder, quiero


reconocer desde la fe que tú perdonas mis pecados, que tú eres el
liberador de las peores esclavitudes de mi vida, que vienen del
pecado".

70
a
Semana 1 durante el año

SÁBADO: MC 2 , 1 3 - 1 7

Leví (Mateo) era un recaudador de impuestos cuando Jesús lo llamó.


Los recaudadores de impuestos eran muy mal vistos porque cobraban im-
puestos para el imperio romano y tenían mucho trato con los romanos, que
eran paganos y pecadores.
En la época de Jesús las autoridades religiosas habían acentuado mu-
cho el desprecio por todo lo que no fuera judío, y se consideraba impuro y
detestable todo lo que fuera pagano o tuviera contacto cercano con los
paganos.
Sin embargo, Leví, que trabajaba para los paganos, y por lo tanto era
considerado un hombre impuro y despreciable, fue capaz de dejar ese tipo
de vida escuchando el "sigúeme" de Jesús.
Los fariseos protestaban, profundamente indignados porque Jesús com-
partía la mesa con ese tipo de gente, pero Jesús aprovecha para presentarse
como el médico que no ha venido a buscar a los sanos sino a los enfermos
por el pecado; son los pecadores los que lo necesitan y con ellos, quiere
compartir su vida.
Luego Jesús se cansará de los reproches permanentes de los fariseos
envidiosos, de la cerrazón de sus corazones egoístas, y terminará mostran-
do que los pecados de soberbia y de crueldad sin misericordia de los fari-
seos, son los más detestables a los ojos de Dios (Mt 23, 13-35), mucho
más que los pecados que ellos denunciaban sin piedad.

Oración:

"Señor, ayúdame a mirar a los demás con tus ojos de misericor-


dia y compasión, a estar cerca de todos, o como San Pablo, ha-
cerme débil con los débiles para ganar a los débiles (cf. 1 Cor 9,
22). Y concédeme reconocer mis propios pecados para no sentir-
me más santo que nadie".

71
Domingo 2° durante el año

AÑO A : JN 1 , 2 9 - 3 4

Este texto da testimonio de la intensa experiencia espiritual de Juan


Bautista, porque lo muestra completamente extasiado ante la figura de Je-
sús.
Toda su existencia tiene sólo un sentido: anunciar al Mesías, dar lugar
al Salvador, señalarlo para que las miradas se dirijan al único Señor.
Y Juan presenta a Jesús como el Cordero que quita el pecado del mun-
do, el que existía desde antes, el que tiene el Espíritu Santo y lo comunica.
Los judíos podían entender qué significaba eso de ser el "Cordero", ya
que ellos ofrecían corderos en sacrificio para implorar el perdón de Dios
por sus pecados. Jesús, el Cordero, venía a entregarse a sí mismo por no-
sotros, para que ya no fuera necesario ofrecer animales en sacrificio, sino
simplemente recibir el perdón que él trae generosamente; porque se entre-
gó a sí mismo por nosotros, él fue el cordero que se inmoló en el altar de la
cruz por los pecados de todos.
Y su sacrificio tiene valor infinito, porque él no es un cualquiera. Si
bien Juan el Bautista fue engendrado antes que Jesús, sin embargo Juan
dice que Jesús existía antes que él (v. 30); Juan da testimonio de que "él es
el Hijo de Dios" (v. 34).
Al mismo tiempo, se muestra que, a diferencia del bautismo de Juan, el
bautismo de Jesús no derrama sólo agua, sino el mismo Espíritu Santo. El
bautismo de Juan es sólo signo y preparación, pero el de Jesús es fuente de
vida eterna.
Jesús es el que bautiza con el Espíritu Santo, nos sumerge en la vida
nueva, en la luz, en el poder del Espíritu Santo para que entremos en otra
dimensión y nuestra vida llegue a transformarse completamente.

Oración:

"Concédeme Señor que mis gestos, mis palabras y mis actitudes


puedan dar testimonio de tu presencia; que todo mi ser sea como
un anuncio para que los demás puedan reconocerte y encontrar-
te".

72
Domingo 2° durante el año

AÑO B: JN 1 , 3 5 - 4 2

Este precioso texto nos narra el encuentro de Jesús con sus primeros
discípulos. Pero, a diferencia del llamado que aparece en los demás evan-
gelios, presenta a unos discípulos que ya estaban preparados para escu-
char el llamado. Habían sido ya instruidos por Juan el Bautista, o eran
judíos piadosos, formados por sus padres con un corazón sensible a la
espera del Mesías.
El encuentro de Jesús con ellos tiene características personales, ínti-
mas, destacando la mirada de Jesús que conoce a los que llama, les ofrece
un trato directo, les regala la intimidad de su habitación, los seduce con su
figura.
Pero al mismo tiempo este texto nos muestra la dinámica del encuentro
con Jesús, que siempre nos impulsa a comunicarlo a otros, a compartirlo, a
llevarlo a los demás. Uno de ellos encontró a su hermano "y lo condujo a
Jesús" (v. 42).
Es hermoso escuchar a Andrés diciendo: "¡Hemos encontrado al
Mesías!". El Mesías, esperado por su pueblo durante siglos, ansiado por
los pobres sufridos y desorientados, reclamado por los que necesitaban
fuerza y consuelo. El Mesías prometido, el que traería la verdadera luz, el
agua pura, el que podía cumplir las esperanzas más profundas, ése mismo
había llegado, estaba caminando por ahí, y lo hemos encontrado.
Podemos unirnos al apóstol Andrés para decir a los demás que también
nosotros lo hemos encontrado, que es simple y bello, que es fuerte y fiel,
que es bueno estar con él, que vale la pena dejarse encontrar por él.
La lectura de este texto siempre será una invitación para agradecer y
reavivar el propio encuentro personal con el Señor.

Oración:

"Te doy gracias Señor, por haberte dejado encontrar, porque un


día te pusiste en mi camino, te metiste en mi historia y me des-
lumhraste con tu mirada. Te doy gracias porque no soy un extra-
ño a tus ojos y porque quisiste compartir conmigo tu preciosa
intimidad".

73
Domingo 2° durante el año

AÑO C : JN 2 , 1 - 1 1

Este episodio de la boda de Caná abre una sección del evangelio donde
Se narran los signos más maravillosos que Jesús realizó. Esta sección ter-
minará en el capítulo 12, donde se muestra la incredulidad de aquellos que
viendo tantas señales rechazaron a Jesús (12, 37).
Se destaca aquí la intervención de la Madre del Señor que intercede
indicando a Jesús que se acabó el vino. A pesar del aparente reproche de
Jesús, él escuchó la súplica de María, resolvió el problema de los novios
que se habían quedado sin vino para ofrecer, y así "manifestó su gloria y
creyeron en él sus discípulos". Esto indica que la intervención de María
tuvo finalmente un efecto positivo.
Cuando Jesús explica a María que todavía no ha llegado su hora, se
refiere a la cruz, donde María deberá ejercer una función destacada (Jn 19,
25-27), mucho más importante que interceder por los novios que no tienen
vino. Junto a la cruz ella será la Madre de una nueva humanidad, redimida
por Jesús; junto a la cruz ella aportará el aspecto femenino de la nueva
creación, porque del costado abierto de Jesús nace una humanidad purifi-
cada, fortalecida, allí brotan las fuentes que nos pueden hacer renacer para
una vida eterna.
Y en todo nacimiento hay una madre. Ella no es la redentora, pero es la
que Jesús, el único salvador, ha querido regalarnos como madre, para que
nos acompañe con su fuerza materna y se compadezca de cada uno de
nosotros como mostró su compasión en las bodas de Caná.
Ella es la primera redimida por su propio hijo, porque él la preparó con
su poder divino para acompañarlo siempre en su obra redentora, desde que
fue engendrado hasta que entregó su sangre por nosotros.

Oración:

"Te doy gracias María por tu presencia de Madre, atenta a mis


necesidades y problemas. Te ruego hoy que hagas presente ante
Jesús lo que más me preocupa, y consigas de su misericordia lo
que más necesita mi corazón".

74
a
Semana 2 durante el año

LUNES: MC 2 , 1 8 - 2 2

En la época de Jesús se daba mucha importancia a determinadas prác-


ticas religiosas, y los jefes religiosos controlaban que la gente las cum-
pliera. Los fariseos, por ejemplo, controlaban que la gente ayunara, y ellos
mismos ayunaban dos veces por semana porque creían que así se acelera-
ba la llegada del Mesías; pero distraídos con esas prácticas que los hacían
sentir superiores, no estuvieron atentos para descubrir que el Mesías esta-
ba entre ellos.
Por eso Jesús dice: "a vino nuevo, odres nuevos". Jesús quiere mostrar
que el estilo de vida y la riqueza que él viene a traer es superior a las
prácticas judías tradicionales, sin despreciarlas. El quiere mostrar que lo
importante no es controlar que la gente cumpla con esas prácticas sino que
reciba la nueva vida que trae el Mesías.
Esto no significa que Jesús descalificara o anulara todas esas prácti-
cas. Responde así porque los fariseos, que se sentían más importantes que
el resto porque cumplían al pie de la letra el ayuno y otras prácticas, que-
rían hacer aparecer a los discípulos de Jesús como imperfectos porque no
ayunaban.
Jesús se presenta como el novio que está celebrando sus bodas, de
manera que no correspondía que sus amigos ayunaran en medio de esa
fiesta, sino que gozaran de su presencia. Por eso para nosotros, que goza-
mos de la presencia de Jesús resucitado, el ayuno siempre será una prácti-
ca muy secundaria.

Oración:

"Señor Jesús, dame la gracia de recordar que tu Persona es más


importante que todas mis prácticas religiosas, que es tu presen-
cia lo que le da sentido a todas esas prácticas, que tenerte como
amigo es una fiesta en medio de todas las dificultades de la vida".

75
a
Semana 2 durante el año

MARTES: MC 2 , 2 3 - 2 8

"El sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado". Jesús


recuerda en esta frase que cuando Dios pide algo al hombre es en realidad
para bien del hombre, no porque Él necesite imponer leyes. Todo lo que
Dios pueda pedirnos responde a una necesidad que él mismo puso en el
corazón humano cuando lo creó, y por lo tanto el cumplimiento de la vo-
luntad de Dios siempre encamina al hombre a su realización, a su madurez
y a su felicidad.
Pero cuando esas leyes se absolutizan y las utilizamos para dominar a
los demás y hacerlos sufrir, ya no cumplen la voluntad de Dios. Dios ama
al hombre y desea su felicidad, su gozo, su plenitud.
Por eso tendríamos que procurar que nuestras costumbres y prácticas
religiosas no sean una obligación que debemos cumplir, sino un medio
para encontrarnos con Dios, para recibir su gracia, para encontrar la paz y
su presencia, y de esa manera prepararnos para buscar el bien de los her-
manos.
El día de descanso tenía el sentido de poder dedicar tiempo a Dios,
descansando con él, pero no tenía el sentido de un sacrificio que angustia-
ra al hombre, no debía ser un peso sino una verdadera liberación. Pero eso
que debía significar un alivio para el hombre cansado se convirtió en un
peso más, en una preocupación que se agregaba a todas las angustias que
la gente ya sufría.

Oración:

"Señor, te doy gracias por tu amor que sólo busca mi bien. Ayú-
dame a descubrir tu verdadera voluntad para mi vida en medio
de todas mis costumbres, prácticas y leyes. Dame el gozo de des-
cansar en tu presencia".

76
a
Semana 2 durante el año

MIÉRCOLES: Mc 3, 1-6

La mano, que simboliza el trabajo, la creatividad, la iniciativa, está


atrofiada. Por eso Jesús, al curar a este enfermo, lo impulsa a moverse, a
dar un paso a la vista de todos, y a extender su mano, y así no solamente
sana la parálisis de su mano, sino su desconfianza ante la vida, su ensimis-
mamiento, su inseguridad interior y sus miedos.
Jesús indica que hacer el bien al hermano necesitado está por encima
de las demás leyes, y se presenta como un amante de la vida, dador de vida
para el hombre. Pero los fariseos, que debían buscar el bien del pueblo,
son incapaces de alegrarse por el bien de la persona curada, como pide san
Pablo: "alégrense con los que están alegres, lloren con los que lloran"
(Rom 12, 15).
Esta insensibilidad indigna a Jesús, que los mira lleno de dolor por la
obstinación de sus corazones, encerrados en las propias ideas y permanen-
temente preocupados por su poder en la sociedad.
Los fariseos advirtieron el cuestionamiento de la mirada de Jesús, y a
partir de ese momento decidieron que esa mirada cuestionadora debía ser
eliminada. No toleraban que alguien se atreviera a enseñarles algo.
El hombre enfermo reconocía su necesidad de ser curado, y Jesús pudo
liberarlo; pero los fariseos, enfermos de envidia y de egoísmo, que no se
sentían necesitados de nadie, no pudieron ser curados. Jesús no obligaba a
nadie a recibir su oferta de salvación.

Oración:

"Señor, dame la gracia de dejarme cuestionar por tu mirada,


sobre todo cuando mi corazón se vuelva indiferente ante el dolor
de los hermanos, cuando ya no sea capaz de alegrarme por el
bien ajeno, cuando la envidia me carcoma el alma. Mírame Se-
ñor".

77
a
Semana 2 durante el año

JUEVES: MC 3, 7 - 1 2

Después de mostrarnos la ceguera y la obstinación de los fariseos, el


evangelio nos muestra un pueblo que se deja seducir por la irresistible
atracción de Jesús. Los pobres no tenían motivos para envidiar a Jesús o
tenerle miedo. Sólo sabían que lo necesitaban, y se le echaban encima
llenos de confianza.
Este texto muestra que no eran los miembros del pueblo sencillo, sino
las autoridades celosas de su poder y de sus costumbres, los que buscaban
la muerte de Cristo y rechazaban su misión. Eran fanáticos religiosos que
en realidad usaban la religión para sus fines, como un instrumento de do-
minio social, y no querían abrir el corazón a la novedad de Dios.
Este texto, rebosante de fervor popular y de confianza en Jesús, puede
leerse junto con Juan 7, 44-49. Allí vemos que las autoridades religiosas
mandan a sus guardias para que tomen preso a Jesús. Pero los guardias no
lo toman preso y en cambio vuelven fascinados, y cuentan que la gente
está maravillada con Jesús. Las autoridades responden entonces que esa
multitud ignorante es la que cree en Jesús, pero que ninguna de las autori-
dades religiosas ha creído en él.
Si bien en la Pasión estas autoridades utilizaron a un grupo de gente
para pedir la muerte de Jesús, el pueblo indefenso no acompañaba esta
decisión, y sentía que perdía una vez más, a alguien podía devolverle la
esperanza.

Oración:

"Dios mío, dame un corazón sencillo, abierto a tus planes siem-


pre nuevos y muchas veces desconcertantes. No quiero aferrar-
me a mis planes, a mis costumbres, a mis decisiones, sino que Tú
me ilumines y me guíes por tu camino con las manos abiertas a
los hermanos. Libérame de encerrarme en mis esquemas, Espíri-
tu Santo".

78
a
Semana 2 durante el año

VIERNES: MC 3, 1 3 - 1 9

Esta escena del llamado a los doce apóstoles nos muestra que la inicia-
tiva es de él, ya que "llamó a los que él quiso". Nadie puede sentirse digno
de este llamado, ni creer que es llamado porque ha cautivado a Dios con
sus dotes personales, con su santidad o con sus obras.
En ese pequeño grupo de elegidos podemos descubrir una gran varie-
dad: conservadores y progresistas, vasallos de los romanos y revoluciona-
rios. De esas historias variadas Jesús quiso hacer una comunidad que trans-
formara el mundo, y a pesar de las diferencias logró unirlos en una misma
misión.
El sentido del llamado era enviarlos a predicar, pero también con po-
der para liberar a la gente de sus males. No se trataba sólo de predicar,
sino de ser instrumentos de un poder divino que libera a la gente de sus
angustias.
Sin embargo, el texto dice en primer lugar que los llamó "para que
estuvieran con él". Es la intimidad con él lo que da sentido y vigor a la
tarea que les encomienda, intimidad que luego de su partida se convertirá
en una presencia poderosa que seguirá actuando a través de ellos (Mc 16,
20). No se trata entonces de una relación afectuosa que se queda en la
conciencia de los discípulos, sino de un encuentro de amor que impulsa a
la misión, que debe ser comunicado a los demás.
Podemos preguntarnos si en nuestras vidas están presentes estas dos
dimensiones sin oponerlas entre sí: la contemplación íntima y la actividad.
Más aún, tendríamos que intentar que el encuentro íntimo con Jesús nos
ayude a descubrirlo presente en la actividad, a darle una "mística" a la
actividad, a vivir una "espiritualidad en la acción".

Oración:

"Quiero escuchar una vez más tu llamado Señor, y volver a entu-


siasmarme llevando tu Palabra y haciendo el bien con tu poder,
viviendo tu presencia sublime en medio del trabajo y la lucha
cotidiana, sabiendo que estás, que siempre estás".

79
a
Semana 2 durante el año

SÁBADO: MC 3, 2 0 - 2 1

Este es uno de los textos donde aparece la riqueza de la personalidad


de Jesús.
Por un lado era tan atractivo que se amontonaban multitudes a su alre-
dedor. Pero por otra parte, su modo de hablar y de actuar era desconcertan-
te, y algunas personas, incluso dentro de su familia, lo consideraban fuera
de sí, exaltado, loco. Sus familiares llegaban al punto de querer "sujetar-
lo".
De este modo vemos al Hijo de Dios hecho semejante a nosotros en
todo, hasta el punto de convertirse en blanco de todo tipo de acusaciones y
de sospechas. Porque él no entraba en los cánones de la "normalidad" de
la sociedad, y tampoco será normal la entrega total de su vida en la cruz,
esa entrega que lo convertirá en "escándalo y locura" (1 Cor 1, 23).
Quizás hoy nuestra fe no nos convierta en objeto de sangrientas perse-
cuciones, aunque en algunos lugares del mundo todavía hay mártires. Lo
más común entre nosotros es que tengamos que soportar otro tipo de per-
secuciones, que son como aguijones frecuentes para nuestro orgullo. Se
trata de las burlas de los que intentan ridiculizar nuestra fe y hacerla pasar
por tonta, irracional, atrasada, fuera de lugar.
Pero si Cristo mismo tuvo que sufrir ese tipo de agresiones verbales,
de comentarios y sospechas, si a él mismo lo consideraban un "loco", nin-
guno de sus discípulos puede pretender una vida más tranquila y un reco-
nocimiento social.

Oración:

"Señor Jesús, que siempre vas más allá de mis cálculos, de mis
planes, de mi capacidad de comprensión, dame la gracia de no
querer sujetarte, de no querer adaptarte a los límites de mi men-
talidad, y tómame con tu loco amor".

80
Domingo 3° durante el año

AÑO A : MT 4 , 1 2 - 2 3

Después del episodio de las tentaciones en el desierto, Jesús deja Nazaret


y se establece en Cafarnaúm.
Los estudios arqueológicos nos muestran que Cafarnaúm era una po-
blación muy pequeña, de unos trescientos metros de largo, ubicada al nor-
te del lago de Galilea, entre el lago y una ruta romana.
Pero a pesar de su pequeñez, Cafarnaúm tiene la importancia de ser el
lugar donde Jesús vivía, seguramente en la casa de Pedro, durante su vida
pública. A su pequeñez se debe que la gente y las autoridades se enteraban
rápidamente de lo que Jesús hacía y decía, nada podía quedar oculto.
Este traslado a Cafarnaúm, que marca el comienzo de la predicación
de Jesús, es visto como el surgimiento de una gran luz para el pueblo. La
palabra y la presencia de Jesús que se ofrece a todos es para la despreciada
región de Galilea como un bello amanecer. Así lo había anunciado Isaías
9,lss: "El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una inmensa luz".
Allí en Galilea Jesús comienza a llamar a sus discípulos; y los prime-
ros elegidos son pobres y humildes pescadores del lago.
Los relatos de llamado son muy simples y escuetos, pero en ellos se
destaca la sencillez del llamado, la prontitud de la respuesta, y también
que hay que dejar algo, porque se trata del llamado a una vida nueva, que
no puede dejarnos igual.
Ellos son llamados para un servicio, porque deben ser pescadores de
hombres, que acompañarán a este Jesús que se dedicaba a "curar toda do-
lencia en el pueblo" (v. 23). Eso significa que no son llamados para formar
un pequeño grupo de selectos, aislados del mundo, sino para el servicio
del pueblo.

Oración:

"Señor, abre mi oído interior para que pueda escuchar cada día
tu llamado. Sácame de mi comodidad para que yo esté donde
deba estar, donde mi presencia y mi palabra sean necesarias para
hacer el bien".

81
Domingo 3° durante el año

AÑO B: Mc 1, 14-20

Jesús comienza su predicación, brilla la luz de su palabra. Y en esa


predicación se destaca el anuncio del reinado de Dios que está cerca. Este
reinado significa que Dios viene a ejercer su poder en nuestro mundo;
pero no a la manera de los poderes políticos o militares, sino a través de
Jesús manso y humilde.
Se trata de un modo de reinar que es completamente distinto de los
reinados de este mundo, porque se fundamenta en la acción de Dios que
transforma los corazones pero sin violentarlos ni forzarlos. De hecho Je-
sús pidió a sus discípulos que no se relacionaran entre ellos a la manera de
los poderosos, que hacen sentir el peso de su autoridad (Mt 20, 25-28).
Si se acepta ese reinado de Dios, entonces allí donde había oscuridad
comienza a hacerse presente la luz; donde el odio y los rencores perturba-
ban y dividían comienza a reinar la paz, el diálogo, la comunión; allí don-
de las tristezas, angustias y temores ejercían su dominio comienza a domi-
nar la esperanza y el gozo.
Jesús viene a hacer presente la salvación de Dios sobre todo en su
entrega en la cruz, donde el poder no es imposición de la autoridad sino
servicio humilde y despojado.
Pero además, él elige unos pobres pescadores para que lo acompañen
en esta misión de transformar el mundo con la presencia de Dios. Él no
necesita seres poderosos, famosos, importantes, porque será su poder el
que se manifestará a través de ellos.
En Jesús viene a hacerse presente la vida, la fuerza, la paz de Dios en
las personas y en la sociedad, pero para eso requiere también de un sí de
los corazones humanos en el arrepentimiento y en la confianza: "Arre-
piéntanse y crean".

Oración:

"Señor Jesús, ayúdame a ser instrumento tuyo para que el Reino


de Dios se haga más presente en esta tierra. Toca mi corazón con
tu gracia, y enséñame a vivir de tal manera que pueda contagiar
el deseo de tu presencia, la sed de fraternidad y de justicia, la
paz que tu presencia entre nosotros nos puede regalar".

82
Domingo 3° durante el año

AÑO C : Lc 1, 1-4; 4, 14-21

Al comenzar el evangelio, Lucas quiere dejar en claro que él no impro-


visa, que él ha sido un instrumento responsable en las manos de Dios y se
ha dedicado a investigar diligentemente para escribir una narración orde-
nada sobre Jesús, basándose en el testimonio de los testigos. Así Lucas
muestra que estas narraciones no son producto de la fantasía o de la mito-
logía, sino que se refieren a hechos que verdaderamente han ocurrido en la
historia. La segunda parte de este texto nos muestra a Jesús predicando en
la sinagoga. Allí Jesús, luego de leer el texto de Isaías 6 1 , 1-2 afirma "esta
Escritura, que acaban de oír se ha cumplido hoy". Jesús se presenta así
como el ungido del señor, el Mesías que viene a anunciar la buena noticia
a los pobres, a devolver la vista a los ciegos, a liberar a los cautivos.
Pero es sumamente interesante advertir que en este texto la cita del
profeta Isaías está modificada. Porque el texto original dice al final "a
proclamar un año de gracia del Señor, día de venganza de nuestro Dios",
pero el evangelio sólo dice "un año de gracia del Señor" y omite "día de
venganza". Jesús nos libera de la ira de Dios, de su justa venganza, nos
libera de lo que mereceríamos en justicia por nuestro pecado, nuestra me-
diocridad, nuestro olvido de Dios, y viene a proclamar que Dios siempre
nos da una nueva oportunidad. Con la venida de Jesús se inaugura un tiem-
po de gracia, de misericordia, y se nos ofrece una buena noticia que es luz
para nuestros ojos y liberación de nuestras esclavitudes. Pero cabe recor-
dar que este triunfo de la misericordia ya aparecía anunciado en varios
textos proféticos, como el de Oseas 11, 1-9 donde en la lucha entre la
misericordia y la justicia que se libra en el corazón de Dios, termina triun-
fando la misericordia: "Porque soy Dios, no un hombre; contigo soy el
Santo, y no vendré con ira" (11,9). Jesús es la manifestación de ese triun-
fo de la misericordia en el corazón de Dios.

Oración:

"Te doy gracias Jesús, que anunciaste la buena noticia a los po-
bres, que nos trajiste la verdadera libertad. Gracias porque en ti
se manifiesta el rostro misericordioso del Padre, que ofrece gra-
cia y perdón, que da una nueva oportunidad".

83
a
Semana 3 durante el año

LUNES: MC 3, 2 2 - 3 0

Como Jesús despertaba admiración con sus prodigios, los maestros de


la Ley encontraron una forma de desacreditarlo: diciendo que lo que él
hacía era obra del mismo Satanás.
Aquí la blasfemia contra el Espíritu Santo es la actitud del que se cie-
rra a la acción del Espíritu poniendo como excusa que esa acción viene de
Satanás; es ver los signos que Dios le regala para que crea, pero terminar
haciendo callar a Dios con excusas blasfemas con tal de no cambiar los
propios planes.
Este pecado contra el Espíritu Santo designa entonces al corazón ce-
rrado que rechaza la Palabra de Dios, rechaza los signos de su amor, y en
definitiva rechaza el perdón de Dios, y por eso no puede ser perdonado
mientras persevere en esa actitud, ya que Dios no actúa en contra de las
decisiones de la libertad humana. Libertad enferma, pero que nos permite
hacer una historia, caer y volver a levantarnos, y también nos permite de-
cir que, si seguimos el camino de Dios no es porque él nos haya forzado.
La iniciativa siempre es suya, y él nos da su gracia para que podamos
responderle; pero hay una respuesta que debe brotar de nuestra libre acep-
tación.
Digamos también que este texto nos alerta contra el peligro de la divi-
sión, porque Jesús asume un proverbio popular que decía que un lugar
donde hay división no puede subsistir, que para la subsistencia de algo es
necesaria la unidad. Así nos motiva a descubrir que es mejor luchar juntos
para poder resistir a las tentaciones y seducciones del mal, como diciéndo-
nos que si nos quedamos solos y nos aislamos somos mucho más vulnera-
bles que si vivimos el ideal de la unidad.

Oración:

"Espíritu Santo, toca los corazones que se han cerrado a tu gra-


cia, que no pueden ver los signos de tu amor, y rechazan tu per-
dón; sedúcelos con la atracción de tu gracia, sigue invitándolos
a tu amistad, no dejes de mostrarle la belleza de Jesús".

84
a
Semana 3 durante el año

MARTES: MC 3, 3 1 - 3 5

Jesús no desprecia a su familia, pero quiere mostrar que la fe crea tam-


bién lazos familiares, que se rompen las paredes del círculo familiar para
abrir el corazón también a otros que pasan a ser verdaderamente herma-
nos.
El texto de Lucas 2, 41-51 muestra que Jesús respetaba a María y a
José, pero que también debía abandonar esa intimidad de su pequeña fami-
lia para abrir su misión a todo el pueblo, porque esa era la voluntad de
Padre, que él venía a cumplir. El no vino a este mundo para encerrarse un
pequeño mundo de afectos, sino para llegar a todos con el poder de Dios.
La expresión "hermanos" designaba en el lenguaje de aquella época a
cualquier pariente próximo: tíos, primos, etc. Por eso la expresión "tu madre
y tus hermanos" indicaba al conjunto de su círculo familiar más cercano.
Por eso esta expresión no basta para decir que María tuvo otros hijos.
El evangelio de Juan indicará que su madre, que siempre lo buscaba,
en realidad debía cumplir una misión suprema junto a él en la cruz. Allí sí
Jesús volvería a la intimidad con su madre para realizar juntos la suprema
voluntad del Padre. Junto a la cruz él y su madre fiel serían el modelo
supremo para todo hombre y mujer y abrirían el camino de una nueva hu-
manidad: él como Dios y redentor, ella como criatura humilde y como
madre perseverante.

Oración:

"Señor, ayúdame a descubrir y valorar la nueva familia que me


regalas, y concédeme que pueda vivir en familia mi relación con-
tigo, que no me evada en una fe individualista, sino que reconoz-
ca a los hermanos que me has regalado".

85
a
Semana 3 durante el año

MIÉRCOLES: MC 4, 1 - 2 0

La parábola del sembrador quiere mostrar las distintas actitudes de los


corazones humanos ante la Palabra de Dios.
El camino, donde los pájaros se comen rápidamente la semilla, es una
tierra que no deja entrar la Palabra, es un corazón que ya está ocupado en
muchas cosas y no tiene espacio, de manera que la Palabra escuchada es
inmediatamente olvidada, o sencillamente no es escuchada con interés.
El terreno pedregoso, que tiene una capa fina de tierra, recibe la semi-
lla, y la deja germinar, pero por la poca profundidad no retiene la humedad
y el sol seca esa plantita que acaba de surgir a la vida. Representa los
corazones que reciben la Palabra con gozo, pero que siempre están dema-
siado pendientes de las dificultades, y no aceptan tener que sufrir algo por
amor a Dios; el dolor y los problemas hacen que la Palabra recibida con
gozo no les alcance para tener paz, y puede más su necesidad de vivir
tranquilos.
La Palabra entre espinas no se refiere tanto a las dificultades, sino a
los deseos; porque las espinas ahogan a la planta que está creciendo, y del
mismo modo, cuando el mundo comienza a atraer el corazón con los bie-
nes y los placeres, el corazón se preocupa por alcanzar estas cosas y la
Palabra pierde su atractivo, deja de entusiasmar; el corazón parece aceptar
todo lo que dice esa Palabra, pero la Palabra no puede dar frutos de gene-
rosidad, de servicio, de entrega.
Vemos entonces que en estos tres ejemplos se da la progresión: escu-
char, perseverar, dar fruto. En el corazón que es como la tierra fértil se
cumplen las tres cosas.

Oración:

"Toma Señor la tierra de mi vida, rómpela, desmenúzala, ábrela


con tu gracia, para que en ella pueda germinar, crecer y dar
fruto, tu Palabra de vida. Dame alegría, perseverancia y genero-
sidad para vivir tu Palabra".

86
a
Semana 3 durante el año

JUEVES: MC 4, 2 1 - 2 5

Todo el capítulo 4 de Marcos sigue hablando de la semilla de la Pala-


bra, pero ahora esa Palabra que los discípulos han recibido se presenta
como una luz que no puede ser guardada en la intimidad del corazón sino
que debe ser compartida, comunicada, ya que de otra manera pierde su
sentido de luz; ninguna lámpara se enciende para ser guardada sino para
irradiar, para comunicar su luz. Por eso se invita al discípulo a no medir su
entrega a esa Palabra.
La Palabra merece ser amada, vivida y compartida sin cálculos, para
que de la misma manera, sin medida, Dios llene la vida de su luz y de su
poder. De otro modo sucederá lo mismo que pasa con una semilla que se
guarda: termina perdiendo la vida, termina podrida o estéril.
Así se nos indica una ley de la vida espiritual: para crecer en lo que se
posee, e incluso para no perderlo, es necesario comunicarlo. Lo que no se
comunica deja de ser auténtico y se muere, aunque aparentemente siga
estando presente. Por eso podemos hablar de una fe viva y de una fe muer-
ta. La fe viva es la que "se hace activa por el amor" (Gál 5, 6). Del mismo
modo, la única luz que tiene sentido y sirve para algo es la que ilumina, la
que se comunica a los demás. Dando y comunicando no nos gastamos, no
nos agotamos, no nos debilitamos, no nos empobrecemos, sino que nos
enriquecemos y nos fortalecemos más todavía, porque Dios siempre nos
gana en generosidad: "Den y se les dará, una medida buena... desbordan-
te" (Lc 6, 38).

Oración:

"Señor, dame la alegría de compartir la vida que me das, de lle-


var a otros esa Palabra que ha iluminado mi existencia. No per-
mitas que muera dentro de mí esa luz preciosa que encendiste en
mi interior".

87
a
Semana 3 durante el año

VIERNES: MC 4, 2 6 - 3 4

Seguimos con las semillas. Aquí se nos ofrecen dos parábolas más, que
tienen que ver con el mundo vegetal, y que por eso son aptas para explicar
de qué manera va creciendo el Reino de Dios.
El Reino de Dios, igual que una semilla, crece por el poder que el mis-
mo Dios le infunde, más que por los planes y realizaciones del hombre.
Por eso aun en medio del sueño del hombre, el Reino sigue creciendo.
Esa acción invisible, que a veces comienza con la apariencia simple de
una semilla de mostaza, termina produciendo algo grande, una realidad
llena de vida que puede acoger a todos los hombres, así como una multitud
de pájaros van a anidar entre las ramas que surgieron de la pequeña semi-
lla de mostaza.
Este texto es una invitación a la espiritualidad de la confianza, una
confianza que nos lleva a suplicar al Señor que actúe con su gracia en lo
secreto de nuestra vida, más allá de lo que nosotros podamos comprender
o planificar.
Su gracia divina nos sostiene y se anticipa a nuestras decisiones y es-
fuerzos. Y donde podamos encontrar algo bueno, bello y auténtico, si
agudizamos nuestra mirada, podremos descubrir que allí está actuando la
gracia de Dios. "Busca algo bueno y encontrarás gracia".

Oración:

"Señor, ayúdame a confiar en el poder de tu gracia, a invocar tu


ayuda que puede transformar secretamente mi vida, a reconocer
los signos de la obra silenciosa que tú realizas por todas par-
tes".

88
a
Semana 3 durante el año

SÁBADO: MC 4, 3 5 - 4 1

Jesús calma una tormenta en el mar ante la mirada asombrada de los


discípulos. El mar simbolizaba las fuerzas ocultas del mal, ante las cuales
el hombre se siente impotente, porque superan su capacidad de compren-
sión y de acción.
Pero en toda la Biblia Dios aparece dominante por encima del mar.
Aquí Jesús duerme plácido en medio de la tormenta marina, y los dis-
cípulos lo despiertan indignados y llenos de temor. Y Jesús con su sola
palabra, dando una orden, se manifiesta como dominador de las fuerzas
misteriosas.
Sobrevino una calma perfecta, total, símbolo de la paz divina que sólo
puede traer el Mesías.
El temor de los discípulos luego del prodigio es el temor que se siente
ante lo sagrado, ese Misterio divino que despierta en nosotros respeto,
admiración, y produce en nuestros corazones la sensación de pequeñez e
indignidad.
Así Jesús, tanto en el sueño como en la acción aparece como el verda-
dero Señor, el único dueño de la situación, lo cual contrasta con la angus-
tiosa impotencia y el tremendo miedo de los discípulos.
También en medio de nuestras tormentas puede manifestarse su gloria,
pero tenemos que estar convencidos de que él tiene poder sobre las fuerzas
del mal, para que creamos de verdad que con él todo terminará bien.

Oración:

"Señor, pongo mi vida en tus manos, porque yo solo con mi fra-


gilidad no puedo enfrentar los misterios de la vida ni puedo do-
minar los males que me amenazan, pero contigo tengo la seguri-
dad que me permite enfrentarlo todo".

89
Domingo 4° durante el año

AÑO A : MT 5, 1 - 1 2

Aquí se nos presenta a Jesús subiendo al monte para dar su enseñanza


sobre el estilo de vida que deben llevar los cristianos. Nos recuerda a Moisés
subiendo al monte para recibir la Ley que Dios quería dar a su pueblo.
Pero aquí es Jesús mismo el que entrega la ley del evangelio.
Jesús se sienta para enseñar, como todo maestro judío, pero lo hace
luego de dirigir su mirada a la gente, mirada que indica su interés por las
personas, su misericordia, su atención puesta en las necesidades de su pue-
blo.
Aunque los discípulos se pusieron cerca de él, Jesús se dirige a toda la
multitud que lo seguía, porque se puso a enseñar, luego de haber dirigido
su mirada a esa multitud, y no directamente a los discípulos.
Y el estilo de vida que Jesús enseña a la multitud es el de la sencillez,
la mansedumbre, la lucha por la paz y la justicia; es la renuncia a los hono-
res mundanos. Queda claro entonces que la felicidad que Jesús propone no
es la misma que ofrece el mundo, es de otro nivel.
A diferencia de Lucas, el evangelio de Mateo no se detiene a presentar
la queja de Jesús contra los ricos, porque Mateo se dirige a gente pobre,
que no tiene bienes a los que podría aferrarse, y entonces los exhorta a la
pobreza "de espíritu", la actitud interior de apoyarse sólo en Dios.
Además, por dirigirse a judíos, el evangelio de Mateo prefiere usar
imágenes muy gratas a los judíos. Por eso la propuesta del Reino celestial
se presenta como una promesa de poseer la tierra, y esto agradaba mucho a
los judíos, que tanto habían sufrido para poder conquistar la tierra prome-
tida.

Oración:

"Jesús, quisiera desear esa felicidad que me ofreces, la felicidad


de un corazón pobre, simple, manso, pero capaz de luchar por un
mundo de paz y de justicia. Quisiera poder liberarme de mis de-
seos mundanos, de mis vanidades. Dame tu gracia para lograr-
lo".

90
Domingo 4° durante el año

AÑO B: MC 1 , 2 1 - 2 8

Cafarnaúm era el pueblo adoptivo de Jesús. Allí se instaló cuando co-


menzó a predicar, y desde allí se movía hasta que llegó la hora de morir en
Jerusalén.
Según los estudios arqueológicos, Cafarnaúm era un pequeño pueblo
de poco más de 300 metros de largo, y por eso todo lo que Jesús hacía o
decía inmediatamente era sabido por todos, nada podía quedar en el secre-
to. A eso se debe que Jesús pagara el impuesto al templo y evitara todo lo
que pudiera escandalizar o confundir a la gente de esa población.
Este episodio nos narra la expulsión de un espíritu inmundo que suce-
dió en una de las visitas de Jesús a la sinagoga de Cafarnaúm. En este
hombre poseído, dominado por el mal, se simbolizan todos los males que
arruinan y degradan la vida del hombre, y Jesús aparece con poder frente a
esos males, liberando y renovando al hombre.
Difícilmente cualquiera de nosotros podrá pensar que sus males son
peores que los de este hombre destruido. Por eso cada uno de nosotros
puede presentarle a Jesús, con confianza, sus propios males. Pidiéndole a
Jesús que nos auxilie y nos restaure con su gracia, podemos hacer un ca-
mino que nos permita superarlos.
Dos veces en este texto se dice que Jesús enseñaba con autoridad, por-
que él no sólo decía las cosas con su Palabra, sino que con sus acciones
mostraba que poseía el dominio y la autoridad para expulsar todo lo que
pueda poseer al hombre y hacerle daño. Pero eso mismo nos hace ver que
su Palabra es viva y eficaz, que si la dejamos actuar tiene el poder para
producir frutos de paz y libertad en nuestras vidas.

Oración:

"Señor, ayúdame a descubrir que mi vida sin ti se convierte en


miseria, que sin tu presencia se apoderan de mí muchos males
que escapan a mi control, pero contigo vuelve la armonía y la
calma".

91
Domingo 4° durante el año

AÑO C : LC 4 , 2 1 - 3 0

Aquí se nos muestra toda la sencillez de Jesús, que por una parte es
admirado, pero por otra parte es rechazado. La gente de Nazaret, la ciudad
donde creció, estaba admirada por la belleza de su predicación, pero no
podía aceptarlo como maestro, y mucho menos como el Mesías, porque
era uno del montón, era el hijo del pobre José, pertenecía a una familia
humilde del pueblo, no era un personaje prestigioso ni uno de los podero-
sos de la alta sociedad.
Jesús compartió hasta tal punto la vida de los pobres que fue despre-
ciado igual que ellos, que se lo relegaba igual que a ellos, que se le negaba
un lugar en la sociedad igual que a ellos. Por más atractiva que fuera su
persona y por más bellas que fueran sus palabras, eso no bastaba para que
lo aceptaran. Y Jesús renunciaba a deslumbrarlos con su poder, porque
sabía que si no creían en su palabra "no creerán aunque resucite un muer-
to" (Lc 16,31).
Jesús imagina un reproche por esa ausencia de prodigios, suponiendo
que le dicen el refrán "médico, cúrate a ti mismo", y les responde con otro
refrán conocido en su pueblo "nadie es profeta en su tierra".
A través de este refrán Jesús no está diciendo que los profetas siempre
son rechazados en su tierra, como si fuera una ley inamovible; simplemen-
te pretende mostrarles lo que de hecho estaba sucediendo con él a partir de
ese refrán que ellos usaban frecuentemente en las conversaciones cotidia-
nas. Pero en el fondo ese refrán está mostrando la dificultad que tenemos
para descubrir la presencia de Dios en las cosas simples y normales de
nuestra vida.

Oración:

"Señor Jesús, libérame del orgullo y de la vanidad, de pretender


convencer a los demás con manifestaciones de poder. Ayúdame a
aceptar con sencillez mi lugar en el mundo buscando más el ser-
vicio humilde que las grandezas y el prestigio de la imagen".

92
a
Semana 4 durante el año

LUNES: MC 5, 1 - 2 0

Otra vez aparece un hombre dominado por el mal. Pero en este caso se
hace más patética todavía la figura de un hombre deteriorado, destruido,
devaluado.
Habitaba entre los sepulcros, lo cual lo muestra como un muerto en
vida, y el aislamiento a que estaba sometido se representa en las cadenas
que lo atan. Además se dañaba a sí mismo golpeándose con piedras, y
expresaba el dolor de su interior dando tremendos gritos. No puede estar
mejor representado el hombre bajo el dominio del mal.
La narración de los cerdos en realidad tiene un valor simbólico, por-
que los cerdos eran animales impuros para los judíos; pero el poder del
mal que aqueja al hombre es superior a la temida impureza de esos anima-
les, de tal manera que los cerdos impuros no pueden contener ese mal y
por eso se precipitan desesperadamente al lago.
Pero los habitantes del lugar se concentraron sólo en el episodio de los
cerdos, incapaces de valorar la obra restauradora que Jesús había hecho en
el hombre, y por eso le piden a Jesús que se vaya.
Otro detalle interesante de la narración es que Jesús no acepta que el
hombre liberado se una al grupo de sus discípulos. Jesús prefiere que vuel-
va con los suyos y dé testimonio en su propia casa. No todos son llamados
a dejar la vida familiar para consagrarse a la predicación del evangelio.
Algunos, después de encontrarse con Jesús, deben seguir en el lugar y en
las ocupaciones que tenían, pero dando testimonio de lo que Jesús hizo en
ellos para que esos lugares sean renovados con la presencia del Señor. Así
lo expresa el Concilio Vaticano II: "Todos los cristianos, de cualquier es-
tado y vocación, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la per-
fección. Por esa santidad se promueve también en la sociedad un modo de
vivir más humano" (LG 40).

Oración:

"Dios mío, adoro tu poder capaz de reformar al hombre enfermo


y abatido, tu gloria que rompe las cadenas y libera de toda es-
clavitud; adoro tu mirada de amor que sana, que purifica, que
devuelve la paz".

93
a
Semana 4 durante el año

MARTES: MC 5, 2 1 - 4 3

Este texto nos presenta dos preciosos testimonios de fe, entendida como
una confianza firme y espontánea que algunos tienen en Jesús y en su
poder, mientras otros se ríen, se burlan de él.
Esa fe tiene también la característica de una actitud humilde: el jefe de
la sinagoga se echa a los pies de Jesús y también lo hace la mujer. Es
destacable el interés de Jesús por mirar a la mujer que con su fe había
atraído su fuerza sanadora.
Jesús no se contenta con sanar a la mujer, también quiere tener un
encuentro con ella frente a frente y elogiar su fe.
Además, se percibe la delicadeza del Señor en el detalle de tomar a la
niña de la mano y estimular su respuesta con las entrañables palabras
arameas, y cuando pide inmediatamente a sus parientes que le den de co-
mer.
Todos estos detalles que Marcos no quiso dejar de mencionar nos ayu-
dan a percibir la calidez humana del Señor, el modo delicado como cuida-
ba los detalles de amor en su relación con los demás.
Se destaca también que la mujer con hemorragias, hacía doce años que
luchaba por liberarse de ese mal, había sufrido mucho en manos de mu-
chos médicos y había gastado todo inútilmente; sin embargo, no había per-
dido la confianza, y finalmente llegó la curación.
Esto nos invita a pensar que nunca puede declararse irremediablemen-
te perdida una persona, siempre queda alguna posibilidad, y cuando hay
en el corazón una profunda confianza y en el momento oportuno esa con-
fianza se encuentra con el poder del Señor, sucede lo que para muchos era
ya imposible.

Oración:

"Señor, toma mis ojos, mis manos, mi forma de actuar, y dame tu


delicadeza, tu bondad, tu manera de tratar a los demás. Que a
través de mis gestos puedan descubrirte a ti y reconozcan la ter-
nura y el vigor de tu corazón".

94
a
Semana 4 durante el año

MIÉRCOLES: Mc 6, 1-6

Este texto muestra a Jesús como una verdadera paradoja; por una parte
se manifestaban en sus prodigios y en sus palabras el poder y la sabiduría
de Dios, pero por otra parte no tenía un reconocimiento en la sociedad, no
ocupaba ningún puesto importante y pertenecía a una familia pobre y sen-
cilla. ¿Podía ser el Mesías alguien que desde niño había caminado por sus
calles y había compartido sus vidas simples, ocultas, ignoradas por todos?
¿Podía ser el Rey esperado alguien que era también uno más, uno cual-
quiera? Finalmente, estas preguntas se convierten en incredulidad, y Je-
sús ve limitado su poder a causa de esa falta de fe que no le permite hacer
prodigios en su propia tierra. Es fascinante ver al mismo Hijo de Dios que
"se extrañaba de la incredulidad de ellos".
Cuando Jesús dice que un profeta es despreciado solamente en su tie-
rra ("nadie es profeta en su tierra"), en realidad no estaba afirmando algo
que sucede siempre de esa manera, sino que tomó un refrán popular para
que se dieran cuenta de lo que estaba sucediendo en ese momento: que lo
despreciaban porque no eran capaces de descubrir las cosas grandes que a
veces se presentan en medio de la sencillez de la vida y a través de las
personas que uno se encuentra en el camino cotidiano.
Igualmente, algunas personas no crecen en la vida espiritual porque
están esperando ocasiones extraordinarias o llamativas para entregarse a
Dios, como si él no se hiciera presente en lo sencillo y cotidiano. Vale la
pena recordar esta exhortación de San Francisco de Sales: "Las grandes
ocasiones de servir a Dios se presentan raramente, pero las pequeñas son
de cada día. Si haces las cosas cotidianas en nombre de Dios todo estará
bien. Sea que comas o duermas, te diviertas o trabajes, todo en unión con
Dios está bien".

Oración:

"Mi Salvador, quiero contemplar tu santa humanidad, admirar-


me por la sencillez que guardaba tu infinita gloria; reconocer
que realmente te hiciste igual a mí, con los límites de mi pequeña
existencia terrena".

95
a
Semana 4 durante el año

JUEVES: MC 6, 7 - 1 3

Jesús vuelve a llamar a los apóstoles y los envía de dos en dos, con lo
cual se remarca el aspecto comunitario de la misión.
En esta tarea Jesús capacita a los que envía confiriéndoles poder no
sólo para predicar, sino también para liberar a los hombres de sus males
más profundos, esos que no se resuelven con habilidades humanas.
Pero este texto nos indica que Jesús quería algo más en sus discípulos:
una vida desprendida y desinteresada; para que así como en Jesús se unie-
ron la gloria y la pequeñez, eso mismo se reflejara en sus discípulos.
Ellos estaban revestidos de su poder, pero no apoyados en riquezas ni
seguridades de este mundo; él los quería libres frente a los bienes y a la
apariencia, dependiendo humildemente de la generosidad de los demás.
Debían dirigirse a todos los ambientes, pero evitando que los contagia-
ran las malas costumbres y la indiferencia de algunos lugares. Por eso
Jesús los invitaba a sacudirse hasta el polvo que les quedara en las sanda-
lias cuando en algún lugar la Palabra fuera despreciada.
Pero este gesto de sacudir las sandalias no es sólo una metáfora. De
hecho, Pablo lo realizaba para recordar mejor la exhortación del Señor y
no perder el entusiasmo evangelizador por las contrariedades del mundo
(Hch. 13, 51).

Oración:

"Señor, toma mi vida y realiza en ella esa paradoja de tu gloria y


tu poder unidos a la humildad y a la pequeñez. Te entrego Señor,
todos mis deseos de poder, de prestigio y de dinero, para apoyar-
me sólo en tu poder y en tu amor".

96
a
Semana 4 durante el año

VIERNES: MC 6, 1 4 - 2 9

Este texto muestra que Jesús era verdaderamente admirado, y busca-


ban explicaciones para entender porqué hacía tantos prodigios. Por eso
creían que era algún gran profeta que había resucitado o "un profeta como
los grandes". Esta última explicación, que parece tan extraña, se debe a
que los judíos estaban esperando la llegada de un gran profeta, anunciada
en Deut 18, 15.
Pero luego el texto se detiene a narrar la muerte de Juan el Bautista,
donde se muestra que el poder de la apariencia social y de la vanidad es
tal, que puede torcer las mejores intenciones.
Herodes admiraba a Juan, lo protegía, lo consultaba y 1Q escuchaba,
pero no podía negarse a entregar la cabeza de Juan para no quedar mal
delante de los convidados. Y si en el Antiguo Testamento la figura de Judit
llevando la cabeza de Holofernes simbolizaba el triunfo de Dios y sus ele-
gidos, esta joven llevando la cabeza de Juan simboliza el triunfo de los
ardides del mal.
Hasta ese momento, Herodes respetaba a Juan. Quedaba perplejo cuando
Juan le reprochaba que conviviera con la mujer de su hermano, pero a
pesar de eso lo apreciaba y se sentía atraído por su predicación. Sin em-
bargo, la palabra del profeta no había logrado llegar al corazón, donde se
toman las decisiones más profundas. Allí tenían más poder las habilidades
de una mujer, que conociendo las debilidades del rey, encontró la ocasión
adecuada para acorralarlo, de manera que tuviera que optar entre su propia
fama y la vida del hombre que admiraba. Ella sabía bien cuál era la escala
de valores del hombre que compartía su lecho.

Oración:

"Señor, concédeme la gracia de ser fiel a tu amor No permitas


que las seducciones del mundo me arrastren y puedan más que
la atracción del bien y de los bellos ideales. Quiero dar testimo-
nio de mi fe en el mundo; no dejes que el respeto social y la
apariencia puedan más que tú".

97
a
Semana 4 durante el año

SÁBADO: MC 6, 3 0 - 3 4

Los apóstoles cuentan a Jesús lo que han hecho, porque tienen clara
conciencia de que están cumpliendo una misión recibida de él. Queda cla-
ro que el protagonista es Jesús y que de alguna manera hay que rendirle
cuentas y dialogar con él sobre la obra evangelizadora.
Luego Jesús hace notar la necesidad de que descansen con él, la im-
portancia de apartarse juntos a un lugar solitario; porque al maestro le
preocupa que sus discípulos no tengan el reposo necesario.
Sin embargo, la compasión ante los reclamos de la gente puede más
que la necesidad de relax y soledad. Jesús había llevado a los discípulos a
descansar, pero termina pidiéndoles que repartan el pan a la gente. Jesús
les hace descubrir así que ellos son sus instrumentos para el Reino de Dios,
y que muchas veces deberán renunciar a sus propios planes, a la comodi-
dad y al descanso planificado, si las urgencias de los demás así lo exigen.
Jesús no niega la necesidad del descanso, pero quiere recordarnos que
el amor al hermano siempre puede más que nuestras necesidades inmedia-
tas. Testimonio de ello es la vida entregada de la Madre Teresa de Calcuta
y de tantos otros que optaron por realizarse en el servicio generoso más
que en el cuidado de sí mismos, y en el mismo gozo de servir hallaron su
descanso.
Esto nos invita a todos a tratar de no separar demasiado el trabajo del
descanso y de la espiritualidad. Lo mejor será siempre intentar estar a gus-
to en el trabajo y en el servicio, y allí mismo encontrar el gozo, el amor y
la fuerza de Dios

Oración:

"Señor, concédeme el descanso necesario en medio de la activi-


dad que a veces me supera, pero no permitas que mire demasia-
do mis necesidades y no sea capaz de compadecerme de los de-
más. Regálame un corazón como el tuyo, incapaz de cansarse de
amar y de servir".

98
Domingo 5° durante el año

AÑO A : MT 5, 1 3 - 1 6

Luego de las bienaventuranzas, San Mateo nos presenta estas palabras


de Jesús sobre la sal y la luz, y así vemos que la sal y la luz que los discí-
pulos deben ofrecer al mundo son ese testimonio de un estilo de vida dife-
rente, el estilo de las bienaventuranzas.
Al invitarnos a ser sal para el mundo y a no perder el sabor, Jesús nos
muestra que debemos ofrecerle algo al mundo, que debe preocuparnos
aportarle un poco de sabor a esta tierra, que no nos puede ser indiferente la
sociedad.
Los talentos que recibimos de Dios son para que dejemos este mundo
mejor que como lo encontramos.
Al invitarnos a ser una luz que brille para todos, una luz que no preten-
da ocultarse, una luz que sea visible como una ciudad sobre una montaña,
nos está diciendo que nuestra vida cristiana no puede reducirse a un pe-
queño grupo escondido y aislado del mundo; nos exhorta a no avergonzar-
nos de nuestra fe.
De hecho, los que están sumergidos en el pecado, en la injusticia y en
el odio, prefieren que los creyentes no los cuestionen con su estilo de vida,
prefieren un cristianismo encerrado en los templos, que no moleste; y una
manera de perseguir la fe es pretender relegarla a la oscuridad, al encierro,
es impedir que tenga influencia en la sociedad.
Pero ese testimonio de vida y de fe en medio de la sociedad no tiene
como finalidad alcanzar poder, ganarle una batalla a los opositores, de-
mostrar que somos más; la finalidad es darle gloria al Padre, permitir que
su gracia y su luz se difundan en el mundo, lo iluminen y lo transformen.

Oración:

"Señor, no dejes que pierda el sabor de tu evangelio, no dejes


que esconda la luz que me regalas. Tú has salvado mi vida, tú me
has iluminado, pero te ruego que me impulses para que pueda
comunicar a los demás tu amor y tu luz".

9 9
Domingo 5° durante el año

AÑO B: Mc 1 , 2 9 - 3 9

Este texto resalta de distintas maneras el poder de Jesús que viene a


hacer presente el Reino de Dios y a liberar al hombre del poder del mal. La
mano de Jesús que sostiene y cura a la suegra de Pedro recuerda la figura
de la mano fuerte de Dios, tan presente en el Antiguo Testamento. Esa
mano divina da seguridad: "Tu mano me sostiene" (Sal 63, 9; 73, 23).
Con ese mismo poder de su mano Jesús pasa por todas partes curando
enfermos y expulsando demonios; el poder del mal se rinde ante su mano
fuerte.
Esa misma mano fuerte de Jesús es la que puede fortalecernos y
liberarnos de nuestros males más profundos, esa misma mano que acaricia
con ternura pero que tiene potencia divina puede sostenernos en la dificul-
tad y arrancar de nuestras vidas los poderes del mal que a veces nos escla-
vizan.
Pero en el encuentro con el Padre, muy de madrugada, Jesús bebía del
poder que se manifestaba durante la jornada. De la intimidad con su Padre
Jesús obtenía todo lo que comunicaba a los demás, la fuerza que transmi-
tía.
En la curación de la suegra de Pedro se destaca un detalle importante:
que la mujer, inmediatamente después de ser curada, se pone a servir a los
presentes.
Esto indica que cuando buscamos a Dios con el deseo de ser curados
de nuestras enfermedades, angustias y perturbaciones, debemos hacerlo
con la intención de servir mejor a los demás y no solamente para gozar del
bienestar, encerrados en nuestros propios intereses.

Oración:

"Señor, pasa por mi vida con tu mano firme, no me dejes caer


Señor, arráncame del abismo de la tristeza, de la indiferencia,
del pecado, y cura mis enfermedades. Fortalece mi cuerpo, pero
sobre todo dame la fuerza insuperable del amor".

100
Domingo 5° durante el año

AÑO C : LC 5, 1 - 1 1

Pedro con sus compañeros estaba limpiando las redes, triste porque no
había logrado pescar nada en toda la noche, él que era un gran pescador,
orgulloso de su humilde oficio y confiado en sus habilidades. Él conocía
el lago como la palma de su mano y sabía lo que había que hacer para
poder pescar. Y en ese momento pasa por la orilla un maestro, Jesús. Pe-
dro era un judío piadoso, y respetaba a los maestros, los trataba con vene-
ración. Por eso, cuando Jesús le dice que navegue mar adentro para pescar,
Pedro le obedece sólo por respeto, pero no deja de hacerle notar que es
inútil porque ya lo había intentado toda la noche. Pero acepta volver mar
adentro, allí donde él se creía rey y señor y había fracasado. Pero obede-
ciendo al maestro pescó más que nunca, y entonces vuelve reconociendo
su desconfianza y declarando a Jesús como "Señor".
Pero Jesús no quiere que Pedro lo siga por temor, y le pide que abando-
ne el miedo; él lo busca para confiarle la misión de pescar hombres para el
Reino. Pedro y sus compañeros descubren que con un Señor tan poderoso
a su lado no necesitan apoyarse en nada, no necesitan otras seguridades, y
por eso lo dejan todo.
Hay que destacar que si bien estaban también Santiago y Juan, sin
embargo las palabras de Jesús se dirigen particularmente a Pedro, con lo
cual ya se comienza a ver el lugar particular que él tendrá en la Iglesia.

Oración:

"Señor, lléname de confianza en tu palabra para que me lance


mar adentro. Ya no quiero confiar en mis seguridades humanas
sino en tu poder que me guía y me sostiene. Y perdóname Señor
por mis desconfianzas, porque soy un pobre pecador".

101
a
Semana 5 durante el año

LUNES: MC 6, 5 3 - 5 6

Viendo a Jesús curando tantos enfermos, los que creemos que Jesús
está vivo nos preguntamos porqué no puede hacer hoy esos prodigios. La
realidad es que también hoy puede hacerlos, y de hecho muchas personas
se curan a través de la oración o creciendo en la vida espiritual.
Pero así como Jesús no curó a todos los enfermos de su época tampoco
hoy lo hace; porque lo más importante de su misión no es curar enferme-
dades físicas, sino salvar el corazón del hombre.
En aquella época eran necesarios los muchos prodigios porque la gen-
te exigía que un profeta confirmara su misión con milagros; pero su mi-
sión no era la de hacer milagros, sino la de salvar al hombre del pecado y
liberarlo en la cruz, de sus males más hondos. Por eso mismo, el evangelio
de Marcos nos cuenta insistentemente que Jesús pedía secreto luego de
hacer un milagro (3, 12; 5, 43, etc.).
Todos, tarde o temprano, por más que se curen muchas veces, terminan
muriendo, porque no están hechos para este mundo. Pero pueden morir
vacíos y enfermos por dentro, o pueden morir llenos del amor y la fuerza
de Dios que serán su tesoro para toda la eternidad.
De todos modos, Jesús resucitado sigue teniendo poder también para
curar nuestras enfermedades físicas, sobre todo cuando se derivan de pro-
blemas interiores, de odios, de rencores, de enfermedades "del alma". Por
eso nosotros podemos pedir con fe a Jesús que nos cure o que cure a nues-
tros seres queridos.

Oración:

"Señor Jesús, te entrego mi cuerpo débil; sánalo y protégelo de


la enfermedad. Pero sobre todo entra en mi corazón con tu gra-
cia y libérame del rencor, de la tristeza, del egoísmo, y de todos
los males profundos que no me permiten vivir cada día en paz,
alegría y amor".

102
a
Semana 5 durante el año

MARTES: MC 7, 1 - 1 3

Este texto se detiene a explicar cuál era el problema de Jesús con los
maestros de la ley y los fariseos. Ellos se dedicaban a estudiar la Ley de
Dios, a enseñarla y a promover su práctica. Pero el problema es que habían
agregado a esa Ley una cantidad innumerable de prácticas y normas que la
hacían complicada y que producían un efecto negativo, ya que se olvidaba
lo esencial por perderse en muchas cosas secundarias.
Además, estos jefes religiosos se dedicaban a espiar y controlar a la
gente para ver si cumplía o no esas tradiciones. Aquí acusan a los discípu-
los de Jesús por no lavarse las manos antes de comer.
Jesús rechaza ese tipo de religión y quiere devolverle la simplicidad.
Como ejemplo, acusa a los fariseos de ser poco atentos con sus padres y de
no cumplir con el mandamiento divino que manda honrarlos, porque se
han inventado una tradición que dice que las personas consagradas ya no
tienen obligación de preocuparse por sus padres. Pero los mandamientos
de Dios están antes que nuestras tradiciones.
Por eso cada tanto es conveniente detenerse a mirar la propia vida,
para ver si no la hemos complicado con demasiadas normas que nosotros
mismos inventamos. No es necesario ofrecer a Dios esfuerzos innecesa-
rios, sino aceptar y vivir generosamente las incomodidades y exigencias
que la vida misma nos presenta: "Soporta con dulzura las pequeñas inco-
modidades de cada día. Ese dolor de cabeza o de muelas, la otra molestia
de tu cuerpo, la palabra inoportuna de tu marido, un cristal que se rompe,
un pañuelo que se te perdió, la molestia de tener que levantarse temprano
para poder orar. Todo sufrimiento cotidiano recibido y aceptado con amor
agrada mucho al amor divino" (Francisco de Sales).

Oración:

"Mi Señor, tú quisiste resumir todas las leyes en el amor, para


que no compliquemos nuestra vida con miles de exigencias y nos
olvidemos de lo esencial Concédeme vivir en el amor, dame un
corazón generoso. No permitas que busque falsas excusas en tra-
diciones humanas, ni que controle sin compasión los defectos de
los hermanos".

103
a
Semana 5 durante el año

MIÉRCOLES: MC 7, 1 4 - 2 3

Jesús no se contenta con criticar las tradiciones y normas inventadas


por los fariseos, sino que va mucho más allá, porque también quiere sim-
plificar la Ley que estaba escrita en el Antiguo Testamento. En este texto,
por ejemplo, Jesús declara sin valor las prohibiciones de comer algunos
alimentos y declara que todos los alimentos se pueden comer, ya que no
proviene de ellos el mal del hombre.
Para Jesús el mal está en el corazón, en las intenciones ocultas que
llevan al pecado. No hay que culpar a lo que está fuera de nosotros sino
preguntar qué hay en nosotros que debe ser sanado. Cuando algo me per-
turba, no me detendré a mirar la negatividad de lo que me rodea, sino que
me preguntaré qué hay dentro de mí que provoca esa perturbación. Cuan-
do no se tiene la fortaleza de Dios todo lo externo se convierte en un ene-
migo.
Hacernos buenos por dentro es liberarnos de los males que nos escla-
vizan desde el fondo, es aprender a amar con sinceridad, es descubrir con
paz interior y dulzura la compañía de un Dios amante que nos hace fuertes,
es arrancar los miedos y tristezas inútiles, las vanidades que nos enfer-
man. Pero eso sólo es posible por el poder sanador del Espíritu Santo. Con
ese poder divino podemos ir santificándonos en esa lucha cotidiana por
matar el orgullo, el rencor, el egoísmo, la indiferencia.
En la lista de pecados que Jesús presenta, no se pretenden resumir to-
dos los pecados más graves; pero cabe advertir que la mayoría de los peca-
dos que se mencionan se refieren a las relaciones con el prójimo, a peca-
dos que atentan contra el amor al hermano.

Oración:

"Jesús, te doy gracias por haber simplificado mi vida, porque


me indicaste un camino claro y directo en tu mensaje de amor;
pero tú sabes que mi corazón se deja dominar muchas veces por
otros impulsos. Por eso te ruego que lo purifiques, lo sanes, lo
liberes".

104
a
Semana 5 durante el año

JUEVES: MC 7, 2 4 - 3 0

Jesús sigue molestando a los fariseos fanáticos, porque además de querer


modificar sus normas, se atreve a entrar en un territorio pagano. Y este
trato con paganos era considerado como una contaminación.
Jesús pone a prueba la confianza de la mujer cananea, pero se deja
vencer por su humilde convicción y sana a su hija. Porque ella es capaz de
ver más allá de las palabras aparentemente indiferentes de Jesús, y expre-
sa una gran confianza en su misericordia. Jesús se deja cautivar por esa
confianza y parece no poder resistirse a los deseos de los que se acercan a
él con esa actitud.
Es bella esta actitud del que sabe colocarse en su lugar cuando está
frente a Dios, con una humildad que no lo anula, sino que lo llena de con-
fianza. Vale el ejemplo de Santa Catalina de Siena. Ella había tenido un
encuentro místico con Jesús que le decía: "Yo soy el que soy, tú eres la que
no es". Pero esto, lejos de rebajarla o detenerla, la convirtió en una de las
mujeres más fuertes, valientes y decididas de la historia.
La expresión "perros" era comúnmente usada por los judíos para refe-
rirse a los paganos. Jesús la suaviza diciendo "perritos", pero no deja de
mostrar la predilección por el pueblo judío; sin embargo, ya queda claro
que el poder de Jesús comienza a romper las fronteras y su misión se abre
al mundo pagano, a pesar del rechazo que esto provocaba en los poderosos
judíos más fanáticos.

Oración:

"Señor, no permitas que la soberbia y la vanidad se apoderen de


mí; no quiero sentirme digno de tus dones, sino acercarme a ti
con la simple confianza de la mujer cananea, con un corazón
humilde y pequeño ante tu grandeza".

105
a
Semana 5 durante el año

VIERNES: MC 7 , 3 1 - 3 7

Esta curación del sordomudo, donde se ve a Jesús dando varios pasos


para poder curarlo, presenta visos de ser una narración histórica, ya que
este procedimiento no sirve para resaltar el poder de Jesús, que se mani-
festaría mejor si lo hubiera curado sólo con una palabra o con un gesto.
Pero estos detalles indican que Jesús prefería curar contando con la
cooperación y la aceptación de la persona. Como el sordo no podía escu-
char sus palabras, Jesús se comunica con él a través del tacto, tocando sus
oídos y su lengua. Los dedos de Jesús expresaban la cercanía del amor que
se hace íntimo.
La saliva es expresión de gran ternura. Normalmente limpiamos con
nuestra propia saliva las cosas que amamos con ternura y las personas (los
niños) que son parte de nuestra vida y de nuestro corazón.
Al levantar los ojos al cielo Jesús expresa que su poder viene del Pa-
dre.
La expresión de la gente "todo lo hizo bien" muestra que en Jesús se
manifiesta el poder creador de Dios, que al crear el mundo veía que "era
bueno". Así se muestra que la obra de Jesús restauraba la bondad de la
creación.

Oración:

"Toca mis oídos, Señor, para que pueda escucharte; toca mi len-
gua para que pueda hablar de ti y comunicar tu amor a los de-
más; porque todo mi ser está hecho para el encuentro contigo y
para reflejar tu amor".

106
a
Semana 5 durante el año

SÁBADO: MC 8, 1 - 1 0

Otra vez nos encontramos con la narración de la multiplicación de los


panes, porque este relato aparece dos veces en Mateo y dos veces en Mar-
cos.
Al multiplicar los panes Jesús aparece realizando la figura del Dios
que "da de comer al hambriento" (Sal 107, 9; 146, 7), que tiene una parti-
cular mirada de amor hacia los pobres necesitados y los sacia de sus bie-
nes.
Pero al repartir los panes a través de los discípulos está indicando que
la preocupación por las necesidades de la gente es también parte de la
misión de ellos; los discípulos, igual que Jesús, no pueden dejar de com-
padecerse de la gente, y esa compasión debe ser activa y eficaz. Así se
continúa la exigencia bíblica de escuchar el clamor de los pobres (Éx 22,
20-22.25-26; Deut 15, 7-9; Eclo 4, 4-6). Si leemos estos textos podremos
descubrir que quien se hace instrumento de Dios para escuchar el clamor
del pobre, se coloca así en el canal de la bendición divina, su vida se llena
de la bendición de Dios; pero el que rechaza esa misión y se encierra en su
comodidad y en sus propios intereses, se coloca fuera de la bendición divi-
na y su vida queda fuera de la protección de Dios, de manera que nada de
lo que haga tendrá verdadero sentido.

Oración:

"Señor, dame un poco de tu inmensa compasión ante la miseria


ajena, ayúdame a mirar a los pobres con tus ojos de misericor-
dia, tómame como instrumento para ayudarlos en sus necesida-
des y no permitas que cierre mis oídos a su clamor".

107
Domingo 6° durante el año

AÑO A : MT 5, 1 7 - 3 7

Ya sabemos que Jesús se oponía a los fariseos que controlaban la con-


ducta de la gente exigiéndole una multitud de prácticas, imponiendo todo
tipo de normas y costumbres. Por eso algunos pensaban que Jesús estaba
despreciando los escritos del Antiguo Testamento, que se solían llamar "la
Ley y los Profetas".
El evangelio de Mateo muestra que Jesús no rechaza las normas mora-
les del Antiguo Testamento, que se resumen en los mandamientos, y que
no propone una fe sin moral. Mateo muestra con claridad que Jesús exigía
a sus discípulos un determinado comportamiento, un estilo de vida que era
más simple, pero no menos exigente que el de los fariseos.
Al contrario, el estilo de vida que Jesús espera de sus discípulos es
más exigente que el de los fariseos: "Si la justicia de ustedes no es mayor
que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los cielos" (v.
19). ¿En qué sentido Jesús es más exigente que los fariseos legalistas?
Porque Jesús espera que nuestro comportamiento no sea un cumplimiento
exterior, sino que brote del corazón; no espera que hagamos el bien porque
está mandado, sino porque brota de un amor sincero al hermano, de un
afecto interior y real, y eso es más exigente que cumplir mil normas exter-
nas, porque en realidad es imposible si Dios no nos llena de su propio
amor.
Por eso, este texto nos dice que no es suficiente "no matar" para entrar
en el Reino de Dios, porque cuando tratamos mal a un hermano ya estamos
expresando la falta de amor de nuestro corazón. Por eso mismo, el acto
exterior de llevar una ofrenda al altar es inútil si no estamos en paz con los
demás.

Oración:

"Señor, concédeme adorarte desde lo más profundo de mi ser,


para que mis acciones sean expresión de un corazón bueno, libe-
rado, sanado. Ayúdame a ver cuando mis acciones sean sola-
mente un cumplimiento exterior, que no expresa un amor since-
ro".

108
Domingo 6° durante el año

AÑO B: Mc 1 , 4 0 - 4 5

Los leprosos en la época de Jesús estaban completamente relegados,


excluidos de la vida social, no sólo por temor al contagio, sino porque se
los consideraba impuros, de manera que quien tomaba contacto con un
leproso no podía participar del culto. Por eso se les colocaba una campanita,
de manera que los demás advirtieran su cercanía.
Pero Jesús supera todo prejuicio, se compadece del leproso, y hasta se
atreve a tocarlo. Así el leproso no solamente se cura, sino que vuelve a
experimentar la dignidad que Dios le da, una dignidad que Jesús le devuel-
ve con su mano, diciéndole con ese toque que él sigue siendo digno de un
contacto humano, de un amor generoso.
Ante la interpelación del leproso "si quieres", Jesús responde "lo quie-
ro". Las palabras del leproso expresan su gran confianza, porque cree que
a Jesús le basta quererlo para poder curarlo.
Sería precioso que nuestra oración cotidiana fuera también la expre-
sión de una confianza sincera, de un convencimiento firme y humilde que
nos haga capaces de estar en su presencia sabiendo que con él todo puede
ser resuelto.
Las palabras de Jesús expresan la atención de su amor a la persona del
leproso, su acercamiento íntimo y delicado.
Frente a este texto no podemos olvidar aquel relato sobre San Francis-
co de Asís, cuando él, imitando al Maestro, superó su asco y regresó a
besar al leproso que había encontrado en el camino.
¿No podríamos pensar que Jesús nos está invitando a reflejar su amor
a través de alguna actitud semejante, acercándonos a alguna persona que
nos repugna, que nos produce rechazo, a alguien que sea despreciado o
ignorado por los demás?

Oración:
"Señor, te doy gracias por tu amor, que es verdadero, cercano,
que no se espanta de mis miserias, que no me mira con los ojos
del mundo. Te doy gracias porque para ti soy realmente impor-
tante, y ante ti puedo expresar todo lo que me inquieta. Yo tam-
bién te digo, Señor, que si quieres puedes curarme".

109
Domingo 6° durante el año

AÑO C : LC 6, 1 7 . 2 0 - 2 6

A diferencia de Mateo, Lucas coloca este discurso en una llanura. Pero


sabemos que Mateo habla de la montaña por el valor simbólico que tiene
como lugar de encuentro con Dios.
Lucas nos insiste en la gran cantidad de discípulos y en la multitud del
pueblo que venía de todas partes buscando a Jesús, no sólo judíos, sino
también los paganos de la zona de Tiro y Sidón (ver 10, 13-14).
Las bienaventuranzas que nos presenta Lucas no se caracterizan tanto
por actitudes interiores, como la mansedumbre, la pobreza de espíritu o la
pureza de corazón, como en Mateo 5. Lucas se dirige más bien a los po-
bres a secas, los que pasan hambre y lloran en su miseria y su angustia, los
desterrados y despreciados por la sociedad. A ellos se les promete un pre-
mio celestial abundante, se les ofrece una esperanza que puede darles ale-
gría en medio de la angustia y los desprecios, porque pueden saberse espe-
cialmente amados.
Al mismo tiempo, para que no queden dudas sobre esta preferencia de
Dios por los pobres, Lucas menciona también los reproches a los ricos,
satisfechos y aplaudidos por la sociedad, y se les dice que no pueden po-
ner esperanza alguna en ese poder mundano, porque esas glorias humanas
no valen nada a los ojos de Dios.
De hecho todo el evangelio de Lucas insiste en esta predilección de
Dios por los que no tienen dónde apoyarse y por los que tan sólo pueden
recostarse en él.

Oración:

"Ayúdame Señor, para que pueda mirar con tus ojos a los po-
bres, hambrientos y despreciados. No permitas que mi corazón
se endurezca ante el dolor ajeno, no me dejes caer en la medio-
cridad del egoísmo, de la vanidad y la indiferencia".

110
a
Semana 6 durante el año

LUNES: Mc 8, 1 1 - 1 3

Jesús se niega a dar una señal a los fariseos, porque en realidad él no


hacía prodigios donde no había confianza en su persona.
Además, a los incrédulos ninguna señal les basta para llegar a deposi-
tar su confianza en el Señor. En el evangelio de Lucas dice que si no escu-
chaban la Palabra de Dios no creerían "aunque resucite un muerto" (Lc 16,
31). Por eso Jesús no quiere "tirar perlas a los cerdos" y se niega a darles
señales.
El suspiro de Jesús muestra la profunda indignación que no podía ocultar
ante la hipocresía de los fariseos, que en realidad estaban pidiendo algo
que no deseaban. Porque la fama de Jesús los irritaba, despertaba en ellos
envidias y celos, ya que la gente dejaba de tenerlos en cuenta a ellos por la
admiración que despertaba Jesús.
Estos fariseos nos llevan a preguntarnos cómo es posible que existan
personas con una fe firme en Dios, pero incapaces de amar en serio a los
demás. Y esto mismo nos invita a unir un poco más nuestra fe y nuestro
amor a Dios con el amor al prójimo, a no separar ambas cosas, porque "el
que dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso" (1 Jn 4,
20). Si así lo dice la Palabra de Dios, entonces todo el que desee ser fiel a
Dios debería poner especial cuidado en amar sincera y efectivamente a los
hermanos.

Oración:

"Señor, dame la gracia de confiar en ti, de creer en tu Palabra.


No quisiera pedirte signos, exigirte cosas y reprocharte lo que
no me das. Pero mi corazón es débil. Por eso te digo que creo en
ti, pero te pido que aumentes mi poca fe".

111
a
Semana 6 durante el año

MARTES: MC 8, 1 4 - 2 1

Los discípulos se han quedado sin pan para ellos, se olvidaron de apro-
visionarse para el viaje. Esto nos muestra que la misión de saciar el ham-
bre de la gente que Jesús les había dado los había tomado por entero, hasta
el punto que al menos por un momento no pensaron en sí mismos y en sus
propias necesidades.
Pero ahora Jesús quiere hacerles ver que después de haber presenciado
la multiplicación de los panes no deberían preocuparse por la falta de pan,
ya que el maestro generoso y lleno de poder que los llamó a estar con él,
no podría dejarlos sin el sustento necesario para sobrevivir.
En el trasfondo, Jesús usa el lenguaje simbólico de la levadura del pan
para referirse a los poderosos de su época: los fariseos y Herodes. La leva-
dura de ellos es la incredulidad y el afán desmedido de poder que se con-
vierte en envidia y en necesidad de controlarlo todo. Le llama "levadura"
porque esa actitud oculta fermenta toda la masa, arruina la vida entera,
mancha con su malicia y quita todo valor a lo que hagan.
Jesús pide a sus discípulos que se cuiden de esa levadura venenosa
que puede hacer fermentar una masa de pecado que termine dominándolo
todo con su influjo nefasto. Vemos así cómo en este texto se dan dos nive-
les (el pan puede ser el pan bueno que da Jesús o el pan malo de los fari-
seos), recurso que está muy presente en todo el evangelio de Juan.

Oración:

"Señor, concédeme que no olvide los signos de tu amor y de tu


poder que he experimentado a lo largo de mi vida; dame la gra-
cia de recordarlos en los momentos oscuros para que no pierda
la confianza en ti".

112
a
Semana 6 durante el año

MIÉRCOLES: Mc 8, 2 2 - 2 6

Otra vez nos encontramos con una narración donde se muestra el estilo
propio de Jesús para tratar a las personas y liberarlas de sus males.
A diferencia de los relatos griegos que narraban milagros llenos de
detalles extraordinarios y llamativos, donde el sanador aparecía majestuo-
so y deslumbrante, vemos aquí a Jesús curando poco a poco, llevando al
ciego fuera de la aldea, a la intimidad; lo vemos dialogando con él, tomán-
dolo de la mano, tocando sus ojos, untándolos con su propia saliva.
Nada en este texto muestra la intención de deslumhrar o admirar; sólo
se quiere mostrar a Jesús haciendo el bien con su peculiar delicadeza, con
toda la ternura y el cálido respeto de su amor.
Jesús va creando lentamente un clima de confianza y cercanía para
mostrar que el prodigio procede de su amor, que el amor sana.
Quizás el ciego en el fondo no quería recuperar la vista, porque tenía
miedo de encontrarse con la hostilidad del mundo; por eso Jesús respeta
sus tiempos, y con su amor le va haciendo descubrir poco a poco que vale
la pena abrir los ojos, porque hay otros ojos que vale la pena mirar.

Oración:

"Señor, quiero darte gracias por tu modo de tratarnos. En un


mundo de prisas, competencia y descontrol, donde no nos reco-
nocemos fácilmente como hermanos, tú nos muestras otra mane-
ra de tratarnos. Dame la gracia de imitar tus gestos".

113
a
Semana 6 durante el año

JUEVES: MC 8, 2 7 - 3 3

Este es un texto clave. Podemos decir que es el centro del evangelio de


Marcos, el eje donde gira toda la obra y marca el paso a la segunda parte
del evangelio. Así como al comienzo del evangelio aparecía Juan el Bau-
tista anunciando al que iba a venir, aquí es Pedro el que presenta a Cristo
como el Mesías, y así da pie a Jesús para explicar que él iba a realizar su
obra salvadora a través de la muerte.
Hasta aquí Jesús se nos iba mostrando a través de sus gestos, y poco a
poco nos ha ido manifestando su maravillosa persona; pero a partir de
ahora Jesús se nos muestra encaminándose a la Muerte y a la Resurrec-
ción, y por eso anuncia repetidamente la Pasión.
Así se entiende también el duro reproche que Jesús hace a Pedro. Pe-
dro sólo deseaba la gloria para su maestro, y se negaba a aceptar que lo
rechazaran y lo mataran. Pero Jesús quiere destacar que su obra debe pasar
por la Pasión.
A través de este texto, Jesús nos mira a los ojos y se dirige a cada uno
de nosotros para preguntarnos: "Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?". Cada
uno de nosotros debería sentirse interpelado por esta interrogación y pre-
guntarse a sí mismo cuál es el lugar real que Jesús está ocupando en su
vida, si sigue siendo el rey y el Señor, si todavía es fuente de alegría y de
paz, si todavía nos está impulsando a entregar nuestras vidas, a amar, a
servir con generosidad.

Oración:

"Jesús, dame la gracia de no reconocerte sólo en la gloria, sino


también en la pasión, y de compartir contigo lo que haya de pa-
sión en mi propia vida. Y hoy que me preguntas quién eres para
mí, quiero decirte una vez más que eres mi salvador y que me
redimiste en la cruz".

114
a
Semana 6 durante el año

VIERNES: MC 8, 3 4 - 9 , 1

Jesús pasa ahora de su persona a la vida de los discípulos. Como siem-


pre, el evangelio de Marcos presenta un juego misterioso entre la vida de
Jesús y la nuestra; al mismo tiempo que nos dice quién es Jesús, nos dice
también quién es o debe ser el discípulo.
Por eso, una vez que ha mostrado claramente que él debe pasar por la
pasión, indica a los discípulos que ellos deben aceptar su parte de pasión,
también ellos deben cargar la cruz. Pretendiendo una vida sin problemas
en realidad se pierde la vida, pero aceptando perder la vida, en realidad se
la está salvando, ya que son los valores más profundos los que le dan sen-
tido, valores que a veces hay que defender con sangre y lágrimas.
Pero al invitar a no avergonzarse de él, Jesús da a entender precisa-
mente a qué sufrimientos, a qué cruz se refiere: la incomprensión, los re-
chazos, las burlas, los desprecios sociales. Identificarse con Cristo impli-
ca también aceptar esa incomprensión.
En 9, 1 Jesús anuncia una inminente venida del Reino con poder. Es lo
que presenciaron y vivieron los discípulos a partir de la Resurrección de
Jesús. Pero digamos también que los primeros discípulos habían interpre-
tado este anuncio como la llegada inminente de la Parusía. Luego, con el
paso de los años, esa espera se fue atenuando, y se convirtió en el empeño
por vivir a pleno cada día como si fuera el último.

Oración:

"Jesús, dame la gracia de no avergonzarme de ti y de tu evange-


lio cuando llegue la incomprensión o el desprecio del mundo.
Quiero unirme a tu pasión y cargar contigo mi cruz, viviendo
cada día como si fuera el último de mi vida".

115
a
Semana 6 durante el año

SÁBADO: MC 9 , 2 - 1 3

Al comienzo de la primera parte del evangelio de Marcos tenemos el


episodio del bautismo de Jesús, donde el Padre lo presenta como su Hijo
querido, su predilecto, amado con un amor único y exclusivo ( 1 , 11).
Del mismo modo aquí, al comienzo de la segunda parte del evangelio,
tenemos el episodio de la Transfiguración de Jesús, donde el Padre confir-
ma la misión que le ha dado presentándolo como su Hijo querido e invi-
tando a escucharlo.
Por un instante los tres apóstoles alcanzan a vislumbrar el misterio
trascendente de Jesús, por un instante se abre el cielo, y se nos recuerda la
gloria de la primera alianza en el Sinaí (Éx 24, 9-18). Pero aquí Moisés,
junto con el profeta Elias, está simplemente acompañando a Jesús, el Hijo
querido, el único.
Los apóstoles quieren prolongar esa maravillosa experiencia, pero de-
ben bajar de la montaña porque todavía falta hacer un camino en la tierra.
También a nosotros, muchas veces, nos gustaría quedarnos en la montaña,
en un lugar sereno y feliz, pero tenemos que bajar y seguir con las tareas
cotidianas, y a veces tenemos que enfrentar momentos difíciles. Cuando
bajamos a la fiebre de la ciudad, nos basta recordar que también existe la
paz de la cima de los montes.
Pero además, esa rutina cotidiana, y los sufrimientos propios de la vida
también pueden ser ofrecidos, entregados con amor, y así se llenan de sen-
tido. El solo hecho de levantarnos por la mañana y ofrecer a Dios con
amor todo lo que vamos a vivir, es una manera de hacer que ese día se
llene de gloria, aunque no estemos en la montaña.

Oración:

"Te doy gracias Señor por los signos de tu gloria que me regalas
en medio de las asperezas de esta vida. Pero no dejes que me
evada en las experiencias bellas y dame la fortaleza y la luz para
bajar de la montaña con el deseo de entregar mi vida".

116
Domingo 7° durante el año

AÑO A : MT 5, 3 8 - 4 8

Prosiguiendo con el discurso del domingo pasado, que nos invitaba a


responder al Señor con un estilo de vida que brote de un corazón transfor-
mado, este texto nos presenta las mayores exigencias del evangelio, que
tienen que ver con nuestra relación con los hermanos. De hecho, después
de presentarnos estas exigencias, Jesús pide que seamos perfectos "como
es perfecto el Padre celestial" (cf. v. 48). Así nos indica que estas exigen-
cias marcan un camino de perfección, son un ideal que nunca alcanzamos
del todo, como no podemos alcanzar la perfección del Padre, aunque in-
tentemos imitarla lejanamente en nuestras acciones.
Jesús quiere completar el "ojo por ojo, diente por diente" que enseña-
ba el Antiguo Testamento (Éx 2 1 , 24), porque en realidad con esa expre-
sión se había querido limitar la costumbre de vengarse con creces, que
existía en el mundo antiguo. Es decir, se le pedía a alguien a quien se le
había quitado un ojo, que no reaccionara asesinando a la esposa y a los
hijos del que lo había agredido. Lo que hace Jesús es profundizar ese paso
que había dado el Antiguo Testamento y pide que ni siquiera se acuda a la
venganza, que ni siquiera se acuda a la violencia para cobrarse el ojo per-
dido, sino que seamos capaces de reaccionar ante el mal con una respuesta
generosa; no sólo nos pide que no entremos en la misma dinámica del que
actúa con odio, sino que mostremos el comportamiento opuesto, que ofrez-
camos al mundo el testimonio de otra manera de actuar. Pero eso no signi-
fica que no se pongan límites a los que actúan mal, ya que en el mismo
evangelio de Mateo aparece la posibilidad de sancionar con dureza cuan-
do es necesario (Mt 18, 15-17).
Finalmente, este texto presenta el ideal del amor a los enemigos, como
imitación perfecta de la forma de actuar de Dios, que llena de bienes tam-
bién a los que lo rechazan.

Oración:

"Padre Dios, rico en misericordia, infunde en mí tu Espíritu Santo


para que ya no reaccione de manera puramente humana, sino
que ponga amor donde hay odio, ponga perdón donde hay ofen-
sas. Ayúdame a reaccionar amando, como Jesús".

117
Domingo 7° durante el año

AÑO B: MC 2, 1-12

En todo este capítulo Jesús se enfrenta a los fariseos y maestros de la


Ley, laicos fanáticos de las leyes judías que controlaban permanentemente
a la gente para ver si las cumplían o no. Los fariseos eran más políticos y
los maestros de la ley más estudiosos, pero ambos se sentían perfectos,
sabios, separados del resto de la gente.
En este texto los maestros de la Ley critican a Jesús porque perdonó
los pecados al paralítico, y el perdón sólo puede venir de Dios. Pero Jesús
se presenta como aquel que puede dar el perdón del Padre, y cura al para-
lítico para dar un signo de la autenticidad de su misión, porque en aquella
época se consideraba que Dios no podía darle poder para hacer milagros a
un hombre pecador. Por eso mismo, algunos terminan diciendo que el po-
der de Jesús venía del demonio (Lc 11, 14-15).
En la parálisis del hombre curado podemos ver un símbolo de nuestras
propias parálisis, de todo aquello que nos detiene, que nos frena, y no nos
permite caminar para servir a los demás, para seguir el camino que el Se-
ñor nos indica, para avanzar. De esas parálisis él puede curarnos; pero nos
pide que realmente lo deseemos, que no nos apeguemos al mal que nos
detiene. Muchas veces las personas se apegan a sus enfermedades y lími-
tes porque sienten que así son tenidos en cuenta, o porque pueden llevar
una vida cómoda, o porque se han acostumbrado a vivir así y sienten que
no podrían vivir de otra manera. En esos casos Jesús no puede liberarlos
de sus males, porque en el fondo ellos no quieren ser liberados. Por eso,
cuando descubrimos que nuestra oración no es escuchada porque en reali-
dad no queremos que Dios la escuche, deberíamos comenzar pidiendo a
Dios que nos regale el deseo de ser liberados.

Oración:

"Jesús, tú que pasaste la vida caminando para hacer el bien, no


permitas que me encierre en mis males y me detenga paralizado.
Dame el impulso de tu gracia para que pueda caminar decidido
hacia el bien".

118
Domingo 7 ° durante el año

AÑO C : LC 6, 2 7 - 3 8

Con mucha insistencia y con palabras muy convincentes, Jesús presen-


ta un ideal cristiano que no puede ser comprendido con criterios meramen-
te humanos. El amor a los enemigos sólo se entiende desde la fe y sólo se
vive con el amor que el Señor nos regala. Ese amor a los enemigos, a los
que nos hacen daño y nos odian, se expresa fundamentalmente en tres ac-
titudes: tratarlos bien, desearles el bien y rezar por ellos. Por lo tanto la
actitud más opuesta al evangelio sería la de desearles el mal, la sed de
venganza. En el fondo, este ideal consiste en tratarlos a ellos como desea-
ríamos ser tratados por ellos. San Pablo expresaba este pedido de Jesús
diciendo: "No te dejes vencer por el mal, mejor vence el mal con el bien"
(Rom 12, 21). Cuando las pasiones nos sugieren venganza, los criterios
del Reino nos dicen que responder con la misma moneda es crear una espi-
ral de violencia que termina dañándonos a todos. Pero además, Jesús nos
hace ver que este amor a los enemigos es el signo de que estamos viviendo
a otro nivel, es lo que verdaderamente distingue a los cristianos de los que
se mueven por criterios meramente humanos. En el fondo, se trata de "dar
gratis", de no tratar a alguien basándonos en lo que recibimos de él, sino
de dar sin esperar. Aquí se supera la mera justicia, se va más allá, más
lejos y más profundo, y se comienza verdaderamente a ser hijos del Padre
celestial, que es bueno también con los ingratos. Finalmente, este texto
nos resume la imitación de Dios en la misericordia, que se expresa cuando
no juzgamos y cuando hacemos el bien. Esa misericordia es lo que hace
que nuestras acciones agraden al Padre, de manera que él usará con noso-
tros la misma medida que usemos nosotros con los demás (para juzgarlos y
para dar). Y esta misericordia es la que hace posible una vida en comuni-
dad. Decía el Padre Lucio Gera: "¿Qué es la vida comunitaria sino un
entramado de recíprocas ofrendas?".

ORACIÓN:

"Padre Dios, inmensamente misericordioso, que siempre das gra-


tuitamente a buenos y malos, sin esperar nada, solamente que
actuemos nosotros de la misma manera con los demás, toca mi
corazón y llénalo de tu generosidad y de tu compasión".

119
a
Semana 7 durante el año

LUNES: MC 9 , 1 4 - 2 9

Esta narración está llena de riqueza, de variados detalles que nos hacen
ver todo lo que Jesús movilizaba a su paso, cómo su persona brinda res-
puestas pero también obliga a plantearse nuevas preguntas.
Jesús manifiesta su gloria y su autoridad liberando al niño con una
orden soberana. Pero se lamenta por la falta de fe que no permitió que sus
discípulos lo liberaran. Por eso se entiende que cuando Jesús habla de la
necesidad de la oración para poder expulsar los males de la gente, eso
supone que los que piden algo tengan una fe verdadera, una confianza
firme. Porque pedir algo a Dios sin una verdadera confianza es una mane-
ra de rebajar a Dios, de pretender utilizarlo como un amuleto o como un
objeto a nuestro servicio; y la súplica no debe ser sólo la expresión de una
necesidad, sino un culto al poder de Dios, un reconocimiento de su amor,
una confesión de fe.
Por eso mismo Jesús reprocha al padre del niño que le dijo: "si pue-
des". Esta expresión contrasta con la del leproso de Mc 1,40: "Si tú quie-
res, puedes".
Pero la fe débil del padre se compensa con su humildad, que le permite
suplicar a Jesús que socorra su falta de fe. Esa súplica humilde bastó para
que Jesús pudiera escuchar sus angustiados ruegos.

Oración:

"Señor Jesús, yo creo en ti, pero muchas veces no confío firme-


mente en que tú puedes guiar mi vida y concederme lo que más
necesito. Por eso te ruego que socorras la debilidad de mi fe".

120
a
Semana 7 durante el año

MARTES: MC 9 , 3 0 - 3 7

Jesús había advertido a sus discípulos que se cuidaran de la levadura


de los fariseos y de Herodes, celosos de su poder a costa de todo.
Sin embargo, la tentación del poder y la gloria se cierne también sobre
la comunidad de los discípulos, y Jesús le sale al paso. De la misma mane-
ra que él renunció a un poder terreno y a una gloria mundana, los discípu-
los deben desprenderse de pretensiones de dominio.
Todo deseo de alguna autoridad sobre los demás debe transformarse en
un deseo de servir a todos desde el último lugar.
Resulta grosero que, luego que Jesús anunciara una vez más su muerte
y su resurrección, los discípulos, que no lograban entrar en esa lógica de
entrega, se pusieran a discutir quién de ellos era el más grande.
Pero Jesús les muestra que en la lógica del Reino el más grande es el
que se hace el último, el que sirve. Por eso el niño representa a los preferi-
dos, a los primeros.
El discípulo, si realmente quiere ser agradable a los ojos de Jesús, de-
berá hacerse pequeño y humilde como un niño y aparecer ante los demás
con la sencillez de un pequeño, porque no tendría sentido que él defendie-
ra permanentemente su imagen cuando su Maestro renunció a la fama y al
poder terreno.

Oración:

"Cambia mi corazón Señor; sólo tú puedes liberarlo de sus de-


seos de gloria y de poder, sólo tú puedes sanar su orgullo y ha-
cerlo simple y desprendido como el tuyo. Dame la gracia de amar
el último lugar, ese que nadie desearía quitarme".

121
a
Semana 7 durante el año

MIÉRCOLES: Mc 9 , 3 8 - 4 0

Junto con la tentación del poder estaba la tentación propia de los fari-
seos, que buscaban controlarlo todo, tener bajo su mirada dominante todo
lo que tuviera que ver con la religión y las costumbres.
No podían tolerar que alguien hablara de Dios públicamente o hiciera
algo en nombre de Dios sin estar bajo el control de ellos.
Jesús había pedido a los discípulos que se cuidaran de no contagiarse.
Pero este texto muestra que también los discípulos caían en la tentación de
querer controlarlo todo. Por eso no podían aceptar que alguien expulsara
demonios en nombre de Cristo sin pertenecer a su grupo de "selectos".
Pero Jesús reacciona de otra manera, con una actitud amplia y toleran-
te; responde que es suficiente que esa persona no esté contra ellos.
La misma actitud positiva y tolerante puede verse en Pablo, cuando
dice en Flp 1,18: "¿Qué importa si predican a Cristo con falsedad o con
autenticidad? Si predican a Cristo eso me alegra y me seguirá alegrando".
Porque es verdad que "la Palabra de Dios es viva y eficaz, más cortan-
te que una espada de doble filo; ella penetra hasta la raíz del alma y del
espíritu, de las articulaciones y de la médula" (Heb 4, 12).

Oración:

"Jesús, no quisiera sentirme dueño de la verdad ni creerme dig-


no de controlar a otros. Dame la gracia de descubrir y valorar tu
acción en los demás, aunque no pertenezcan a mi grupo. Concé-
deme tu tolerancia y tu libertad de espíritu".

122
a
Semana 7 durante el año

JUEVES: MC 9 , 4 1 - 5 0

Jesús nos invita a revisar nuestra escala de valores y a descubrir que el


Reino tiene tanto valor que justifica renuncias y sacrificios. El que busca
la vida mejor que Jesús propone no puede dar rienda suelta a todas sus
inclinaciones, sobre todo cuando las propias acciones hacen daño a los
demás (v. 42). El evangelio exige un nuevo estilo de vida marcado sobre
todo por una sincera preocupación por el bien del otro, por un delicado
temor que nos lleva a revisar nuestras acciones para evitar que hagan daño
a los demás. Vale la pena leer 1 Cor 8,8-13 para descubrir una vez más que
nuestra libertad está al servicio del amor al hermano y de su bien.
El mismo sentido aparece en el tema de la sal. La sal representa todo
ese conjunto de características que distinguen a los cristianos y que deben
contagiarse cada vez más al mundo (Mt 5, 13).
Pero la sal también era usada en las alianzas como señal de amistad.
Por eso el texto dice "tengan sal y estén en paz con todos". Esto implica
que esas características distintivas de los cristianos son ante todo las acti-
tudes buenas para con el prójimo.
El amor al prójimo da sabor a la vida, hace que la existencia tenga un
sentido luminoso y que valga la pena vivirla: "Con un poco de amor sobre-
vivo... Con un poco de amor yo me salvo. Sólo un poco de amor, y soy
algo" (Silvio Rodríguez).

Oración:

"Señor, no quiero que mi vida pierda su sabor; quiero una vida


que valga la pena, un corazón abierto al hermano, cuidadoso
para no dañar a nadie, deseoso de hacer el bien, amante de la
paz y la unidad, generoso y paciente".

123
a
Semana 7 durante el año

VIERNES: Mc 10, 1-12

Jesús afirma que la práctica del divorcio no era una ley de Moisés (man-
dó), sino una permisión (permitió), como una tolerancia frente a una cos-
tumbre y una debilidad. Pero para Jesús eso no corresponde al plan origi-
nal de Dios, que une a los esposos como una sola carne para que nunca se
separen.
Por eso Jesús reafirma el rechazo al adulterio, pero con una caracterís-
tica destacable: el varón no tiene derecho a repudiar a la mujer, y si lo hace
no tiene derecho a una nueva unión.
El texto antiguo (Deut 24, 1-3) daba amplios poderes al varón para
liberarse de la mujer si luego de casado descubría en ella algo que no le
agradaba, y así dejaba a la mujer a merced de los caprichos del varón.
Jesús elimina esa superioridad despótica y arbitraria del varón y colo-
ca las cosas en su lugar. Las exigencias son las mismas para los dos.
Hoy en día, al mismo tiempo que se desarrollan tendencias feministas
que quitan a la mujer las preciosas características que la distinguen para
hacerla parecida al varón, también siguen en pie muchas formas de ma-
chismo, donde el varón pretende tener un dominio despótico sobre la mu-
jer y se siente con el derecho de hacer cosas que de ninguna manera permi-
tiría a su mujer. Especialmente a nivel sexual, el varón suele relativizar la
importancia de sus infidelidades, mientras es absolutamente intolerante y
celoso con la mujer en este ámbito.
Muchos siglos atrás Jesús declaraba inválidas estas pretensiones in-
justas, pero todavía hoy, como en tantas otras cosas, el estilo de vida que
Jesús propone está lejos de muchas costumbres sociales.

Oración:

"Señor, da la gracia de la fidelidad a los que se han unido en


matrimonio; concédeles que se sientan realmente una sola car-
ne, que vivan el gozo de pertenecerse el uno al otro a pesar de
todo y sepan superar las dificultades que amenazan al amor".

124
Semana 7 - durante el año

SÁBADO: MC 1 0 , 1 3 - 1 6

Este texto sobre los niños nos indica dos cosas; por un lado la mirada
de amor que Dios dirige a los niños.
No olvidemos que en aquella época se decía "tantas personas, sin con-
tar las mujeres y los niños"; parecía como si mujeres y niños no fueran
plenamente seres humanos. No era así para Jesús, que no sólo se detenía a
acariciarlos y a bendecirlos, sino que además decía que el Reino de Dios
pertenece a los que son como ellos.
Pero por otra parte el evangelio nos invita a recuperar la actitud de
humilde confianza que caracteriza a los niños (Sal 131); el Reino de Dios
debe ser recibido con esa confianza, propia del que sabe que solo no pue-
de, que necesita del poder de Dios, que sin el Señor no tiene fuerza ni
seguridad.
Esta actitud de confianza plena, que puede llamarse "infancia espiri-
tual" no es un infantilismo, y tampoco es una añoranza melancólica de la
niñez. Es más bien una actitud adulta del que sabe colocarse frente a Dios
como corresponde, con las manos vacías, sabiendo que ante su infinita
grandeza y ante su amor de Padre sólo cabe una actitud de dependencia
humilde y de sincera gratitud. Así lo expresaba Santa Teresa de Lisieux:
"En el atardecer de esta vida me presentaré ante ti con las manos vacías
Señor, porque no te pido que cuentes mis obras... Quiero recibir de tu
amor la posesión eterna de ti".

Oración:

"Señor, ayúdame a depender de ti como un niño, liberado de la


soberbia y de las falsas seguridades; ayúdame a descubrir que
sólo en ti está mi fortaleza, que sin ti no puedo, que sólo en tu
poder mi vida se hace firme".

125
Domingo 8° durante el año

AÑO A : MT 6, 2 4 - 3 4

"Nadie puede servir a Dios y al dinero". Evidentemente la Palabra de


Dios no nos está pidiendo que vivamos sin dinero, o que nos no nos ocupe-
mos en trabajar para sostener nuestra vida y la de los seres queridos. Ni
siquiera nos pide que tengamos poco dinero. De hecho en Lc 19, 8 se elo-
gia a Zaqueo porque repartió la mitad de sus bienes, no todos. Y en He-
chos 5, 4 podemos descubrir que no se exigía a todos vender todos sus
bienes y ponerlos en común, sino que era una decisión libre. Por otra par-
te, en 1 Tim 6, 17 no se prohibe la posesión de riquezas ni el goce de los
bienes terrenos, sino que se ponga la seguridad en ellos. Ese es exacta-
mente el sentido de este texto de Mateo, porque no nos prohibe "poseer"
sino "servir", hacernos esclavos del dinero.
El dinero se coloca en el lugar de Dios cuando se convierte en un señor
que domina los deseos, las inquietudes y los proyectos del hombre, cuan-
do se convierte en rey de la propia vida y nos transforma en seres depen-
dientes, en servidores suyos.
En otros términos, el dinero no puede ser objeto de amor, y mucho
menos del primer amor. Cuando es así se convierte en "la raíz de todos los
males" (1 Tim 6, 10). Sólo Dios y el prójimo pueden ser objeto de amor,
pero no los bienes materiales, que simplemente deben ser "usados" para el
bien.
Y al invitarnos al abandono en la providencia de Dios, a no "pre-ocu-
parnos" por el mañana, el evangelio nos invita más bien a "ocuparnos" de
los problemas de cada día sin vivir pendientes de acumular para el futuro.
No significa esto que no debamos tener alguna previsión para el futuro,
sino que ante todo nos ocupemos del presente con la confianza puesta en
Dios.

Oración:

"Dios mío, ayúdame a liberarme de la idolatría del dinero y de


las posesiones, para que seas tú mi único Señor Concédeme que
pueda vivir plenamente cada día, ocupado en lo que deba hacer,
y que no me obsesione por asegurar mi futuro".

126
Domingo 8 ° durante el año

AÑO B: MC 2 , 1 8 - 2 2

En la época de Jesús se daba mucha importancia a determinadas prác-


ticas religiosas, y los jefes religiosos controlaban que la gente las cum-
pliera. Los fariseos, por ejemplo, controlaban que la gente ayunara, y ellos
mismos ayunaban dos veces por semana porque creían que así se acelera-
ba la llegada del Mesías; pero distraídos con esas prácticas que los hacían
sentir superiores, no estuvieron atentos para descubrir que el Mesías esta-
ba entre ellos.
Por eso Jesús dice: "a vino nuevo, odres nuevos". Jesús quiere mostrar
que el estilo de vida y la riqueza que él viene a traer es superior a las
prácticas judías tradicionales, sin despreciarlas.
El quiere mostrar que lo importante no es dedicarse a controlar que la
gente cumpla con esas prácticas, sino ayudarla a que abra su corazón para
recibir la nueva vida que él trae como Mesías.
Esto no significa que Jesús descalificara o anulara todas esas prácti-
cas. Responde así porque los fariseos, que se sentían más importantes que
el resto porque cumplían al pie de la letra el ayuno y otras prácticas, que-
rían hacer aparecer a los discípulos de Jesús como imperfectos porque no
ayunaban.
Jesús se presenta como el novio que está celebrando sus bodas, de
manera que no correspondía que sus amigos ayunaran en medio de esa
fiesta, sino que gozaran de su presencia. Por eso para nosotros, que goza-
mos de la presencia de Jesús resucitado, el ayuno siempre será una prácti-
ca muy secundaria. Pero conviene revisar la propia vida para ver si es
realmente una vida nueva, llena del gozo de la presencia de Cristo, o se ha
convertido sólo en el triste y rutinario cumplimiento de prácticas que tran-
quilizan nuestra conciencia y así nos brindan una falsa seguridad.

Oración:

"Señor, dame la gracia de vivir cada día una vida nueva, donde
tu presencia sea siempre una novedad, y donde el deseo de agra-
darte sea una respuesta a tu fascinante presencia, más que el
empeño por cumplir normas y leyes".

127
Domingo 8 ° durante el año

AÑO C : LC 6, 3 9 - 4 5

En estos versículos Lucas aplica a los discípulos lo que en el evangelio


de Mateo se aplica a los fariseos: la posibilidad de ser guías ciegos y árbo-
les malos (Mt 15, 14, 7, 16-17). De esta manera se nos advierte que tam-
bién nosotros podemos caer en la hipocresía que Jesús criticaba a los fari-
seos, también nosotros, a pesar de haber escuchado el mensaje del Señor y
de haber gustado su Palabra, podemos caer en el culto de la apariencia, en
el deseo de dominar a los demás, en el permanente control de los pecados
y errores ajenos.
Por eso aquí se nos invita a estar atentos para no convertirnos en jue-
ces de los demás, pero incapaces de descubrir y reconocer los propios erro-
res. Cabe destacar que estas palabras están a continuación de la invitación
a ser compasivos, porque con la medida que usemos para medir a los de-
más seremos medidos nosotros (v. 38)
Pero, por otra parte, se nos muestra también que esta capacidad de ser
compasivos en el juicio sólo puede brotar de un corazón bueno, porque
"de lo que rebosa el corazón habla la boca". Sólo de un corazón repleto de
misericordia pueden salir palabras de compasión, sólo un corazón trans-
formado por la misericordia de Dios puede evitar juzgar a los demás.
El corazón en la Biblia es la sede de las decisiones más profundas, más
auténticas, las verdaderas opciones y no las aparentes. Eso nos indica en-
tonces que sólo puede evitarse el juicio sin misericordia cuando, con la
gracia de Dios, y reconociendo la misericordia que Dios ha tenido con
nosotros, tomamos una decisión clara, auténtica y sincera de ser compasi-
vos con los demás, y no cuando sólo hacemos intentos voluntariosos sin
estar realmente convencidos de que el prójimo debe ser mirado con los
ojos compasivos de Dios.

Oración:

"Sana Señor mi corazón duro, oscuro y negativo frente al her-


mano; libérame de ese impulso interior de señalar, comentar y
resaltar todo lo negativo de la vida ajena. Enséñame a mirar a
los demás como hermanos, hijos de tu amor, para ser comprensi-
vo y paciente ante sus caídas".

128
a
Semana 8 durante el año

LUNES: MC 1 0 , 1 7 - 2 7

En este texto Jesús distingue lo necesario para heredar la vida eterna,


que son los mandamientos, de lo que tiene como premio un tesoro especial
en el cielo: la renuncia a todos los bienes, típica de los discípulos que se
consagran al anuncio del evangelio.
Esta invitación es más que una ascesis o un ideal de dominio de los
deseos; es sobre todo la respuesta a una mirada de cariño que invita a
entregarlo todo, dando felicidad a los pobres.
El cariño de Jesús, su mirada que es cercana, íntima y generosa, busca
promover a la persona amada, hacerle dar un paso más, y por eso, sin obli-
garla, le propone una entrega mayor.
Pero a raíz de este episodio Jesús hace una reflexión sobre las riquezas
que es válida para todo cristiano, porque a todo creyente se le pide "que no
ponga su confianza en lo inseguro de las riquezas" (1 Tim 6, 17).
Es difícil que el rico entre en el Reino de los cielos no porque posea
bienes, sino porque al ser abundantes, los bienes llevan a poner en ellos la
seguridad del corazón.
La respuesta de los discípulos -¿quién podrá salvarse?- muestra que
este apego a las riquezas no está sólo en los que poseen abundancia de
bienes.

Oración:

"Señor, dame un corazón generoso como el tuyo, concédeme la


gracia de no vivir apegado a los bienes, de no depender tanto de
ellos para estar en paz. Dame la gracia de compartir lo que ten-
go con un corazón liberado".

129
a
Semana 8 durante el año

MARTES: Mc 1 0 , 2 8 - 3 1

Pedro ha escuchado la invitación de Jesús a dejarlo todo y a no deposi-


tar la confianza en las riquezas. Entonces pregunta a Jesús cuál será su
recompensa. Jesús se adapta a la mentalidad interesada de Pedro indican-
do que su entrega no quedará sin recompensa.
La idea del ciento por uno evidentemente no puede tomarse al pie de la
letra, como una cuestión matemática. Sólo quiere indicar que las necesida-
des del creyente quedarán satisfechas de un modo mucho más perfecto que
si se apegara a las cosas del mundo alejándose de Dios.
Sin embargo, Jesús no deja de poner límites a esta visión interesada de
Pedro, diciéndole en primer lugar que el premio es la vida eterna, y que el
premio en esta vida no consiste en poder, gloria humana o posición social.
Esto se expresa en el anuncio de las persecuciones y en la invitación a
hacerse el último.
Sin embargo, aunque creamos que tenemos muchas obras buenas y sa-
crificios para ofrecerle a Dios, nunca podemos pensar que con nuestras
obras compramos la amistad con Dios, que sólo puede ser un regalo gra-
tuito, porque "esto no proviene de ustedes, sino que es don de Dios, y no
es resultado de las obras, para que nadie se enorgullezca" (Ef 2, 8-9). Por
la amistad que Dios nos regala gratuitamente y por la iniciativa de su gra-
cia, nosotros podemos poner todo de nuestra parte para crecer y para agra-
dar a Dios, y eso ciertamente produce efectos positivos en nuestra vida, y
nos ayuda a vivir mejor, a ser más felices, a enfrentar mejor las dificulta-
des de la existencia.

Oración:

"Señor, dame fuerzas y generosidad para entregarte mi vida, sa-


biendo que entregarla a ti no es perderla ni desperdiciarla, por-
que en tu amor sabes premiar con abundante bondad, con una
vida mejor, aunque muchas veces no consista en lo que nosotros
planeamos. Gracias Señor".

130
a
Semana 8 durante el año

MIÉRCOLES: MC 1 0 , 3 2 - 4 5

Los discípulos comienzan a tomar conciencia de que Jesús está mar-


chando hacia el final de su vida terrena. Perciben ya que la oposición a
Jesús se va recrudeciendo, y por eso se sorprenden ante la decisión y el
coraje de Jesús que marcha a la cabeza, y comienzan a sentir miedo.
Jesús anuncia por tercera vez su pasión, confirmando la preocupación
de los discípulos. Pero los discípulos piensan sobre todo en la gloria que
Jesús alcanzará y la entienden como un reinado glorioso en la tierra. Por
eso Santiago y Juan piden un lugar destacado en ese nuevo Reino.
Jesús, con admirable paciencia, quiere hacerles notar que compartir su
Reino implica también compartir los sufrimientos propios de la pasión,
pero ellos responden que están dispuestos a acompañarlo en todo. Sin
embargo, Jesús indica que eso no basta, porque el que asigna los puestos
es el Padre.
Además, en la nueva comunidad, la autoridad será más servicio que
gloria, donde no se tratará de imponer la autoridad sino de usarla para
servir como esclavo de los demás. Y al mismo tiempo que Jesús destaca
ese nuevo estilo, lo contrapone a los poderes políticos, sobre todo impe-
riales, que dominan despóticamente y hacen sentir el rigor de la autoridad.

Oración:

"Jesús, ayúdame a convencerme de que mi grandeza está en el


servicio humilde y desinteresado; libérame de estar pendiente de
puestos y lugares de gloria, para entregarme con un corazón des-
pojado a servirte en los hermanos".

131
a
Semana 8 durante el año

JUEVES: MC 1 0 , 4 6 - 5 2

Bartimeo, el mendigo ciego, estaba sentado junto al camino, sin espe-


ranzas en la vida, despojado, humillado; ni siquiera podía pedir ayuda por-
que lo hacían callar. Era un excluido sin voz en la sociedad.
Pero Jesús escucha el grito, y a aquellos mismos que lo hacían callar
les ordena que lo llamen, como invitándolos a revertir su actitud despecti-
va e indiferente.
La actitud de los discípulos, que contrasta con la de Jesús, no deja de
ser una advertencia para nosotros. Porque cuando nos habituamos a una
vida cómoda, o nos obsesionamos con los planes que queremos realizar,
preferimos hacer callar a los que nos molestan, hacer desaparecer la voz
de los que perturban nuestra falsa paz, eliminar el reclamo de los que pue-
den privarnos de la comodidad y de las estructuras que nos hemos creado
para sobrevivir.
El reclamo del ciego es una verdadera confesión de fe que reconoce a
Jesús como el Mesías esperado, el descendiente de David que venía a rei-
nar con justicia. Es más, todo el relato indica que el ciego estaba esperan-
do a Jesús con el corazón confiado; y Jesús se acercó a él en actitud dialo-
gante, a preguntarle qué quería de él. Además, Jesús declara que la fe del
ciego ha tenido mucho que ver con su curación.
Pero la fe del ciego se expresó luego de la curación, siguiendo a Jesús
por el camino. Ese ciego que ansió tanto recobrar la vista, habría podido
dedicarse a tantas cosas que podría haber soñado en su larga ceguera, y sin
embargo su reacción es simplemente seguir a Jesús por el camino. Sabía
que no había nadie ni nada más importante para sus ojos, que no valía la
pena empeñarse en ver otras cosas cuando había encontrado al que le de-
volvía un sentido a su vida.

Oración:

"Señor, yo también estoy un poco al borde del camino, ciego y


solitario, necesitado y a oscuras. Yo también tengo mis cegueras
y me cuesta ver la luz de tu verdad y el sentido de mi vida. Por
eso te ruego que abras mis ojos y me hagas ver la luz".

132
a
Semana 8 durante el año

VIERNES: MC 1 1 , 1 1 - 2 6

No era la estación de los higos, pero sí la estación de las brevas (que


aparecen antes que los higos propiamente dichos). Sin embargo, la higuera
era sólo follaje, apariencia estéril. La higuera representaba al pueblo (Jer
8, 13; Os 9, 10), y una expresión de esa situación del pueblo es la que
aparece a continuación: un templo donde nadie ora y donde todos se dedi-
can al comercio, una casa de Dios donde no hay frutos de piedad sino sólo
apariencia religiosa, porque en realidad era una cueva de ladrones preocu-
pados por el dinero y transportando mercancías por el templo.
Los sumos sacerdotes seguramente se beneficiaban con este comercio,
porque cuando Jesús expresa su rechazo comienzan a buscar cómo acabar
con él. Aquí también se advierte que el verdadero enemigo de Jesús no era
tanto el pueblo sencillo, que se admiraba de su enseñanza, sino las autori-
dades religiosas que explotaban al pueblo a través de la devoción.
Los discípulos se admiran al ver que la higuera que Jesús había
maldecido estaba seca. Pero Jesús les dice que ellos mismos, si tienen fe,
pueden hacer cosas mucho más admirables todavía. Para eso deben cum-
plirse dos condiciones: orar con confianza y asegurarse de haber perdona-
do a los demás antes de comenzar a orar.

Oración:

"Señor, no permitas que mi devoción sea sólo apariencia, y mués-


trame mis intenciones reales, las que verdaderamente reinan en
mi corazón. Sana mis proyectos torcidos, mis proyectos vanos, y
purifica mi corazón para que te regale frutos de amor sincero".

133
a
Semana 8 durante el año

SÁBADO: Mc 1 1 , 2 7 - 3 3

Las autoridades manifiestan su indignación y su preocupación por las


cosas que Jesús ha hecho, y le indican que él no tiene ninguna autoridad
para hacerlo.
Por eso la pregunta de ellos en realidad no busca una respuesta, no es
más que un reproche. De ahí que Jesús tampoco les responda. También
nosotros a veces preguntamos cosas a Dios, planteamos nuestras quejas y
dudas, pero en realidad no queremos recibir una respuesta que no esté de
acuerdo con nuestros planes y esquemas.
Pero Jesús acude a la figura de Juan el Bautista, una figura muy popu-
lar para el pueblo, que tampoco había recibido su misión de las autorida-
des oficiales. Ellos no podían desechar la autoridad de Juan porque el pue-
blo lo consideraba un profeta, pero tampoco podían decir que había recibido
su autoridad directamente de Dios, porque si así fuera ellos deberían acep-
tar su testimonio sobre Jesús.
De este modo se quedan sin palabras, y queda claro que los planes de
Dios trascienden lo que ellos puedan pensar y controlar.
Muy a menudo aparecen en los evangelios esos personajes que desea-
rían tener a Jesús bajo su control. Será porque la tentación de pretender
controlarlo todo es muy frecuente en los seres humanos. Se trata, en el
fondo, de la tentación de "ser como dioses".

Oración:

"Señor, muchas veces te hago preguntas, pero en realidad no


quiero escuchar tus respuestas; yo tengo las mías y no acepto
que me las modifiques. Libera mi corazón Señor, para que acepte
tus desafíos".

134
Domingo 9° durante el año

AÑO A : MT 7 , 2 1 - 2 7

Como ya dijimos, el evangelio de Mateo nos insiste en el estilo de vida


que el Señor quiere para nosotros. La entrega al Señor debe plasmarse en
un determinado comportamiento, en una manera de actuar, porque no son
en primer lugar las palabras las que dan gloria a Dios sino la manera de
vivir que imita a Jesús.
El cristianismo debe ser también un estilo de vida.
Este texto nos muestra además que no son los carismas ni las obras
extraordinarias lo que manifiesta nuestra entrega y nuestra adoración a
Dios: ni las profecías, ni la expulsión de demonios, ni los milagros expre-
san nuestra adoración sincera a Dios, sino el poner en práctica las ense-
ñanzas del Maestro.
El que cumple esas enseñanzas es como el que construye su casa sobre
la roca, y así está firme y seguro ante las dificultades de la vida y las
tentaciones. Y eso nos indica que nuestra vida cristiana debe ser afirmada,
fortalecida, asentada, arraigada, para lo cual son necesarias nuestras bue-
nas acciones.
La Iglesia siempre enseñó que nosotros debemos cooperar con la gra-
cia de Dios para poder profundizar la vida en gracia. Dios tiene la iniciati-
va, pero para que el don de su amor se arraigue en nuestra vida y nos haga
firmes, es necesario que le respondamos con obras de amor. Por eso, junto
a las insistencias de San Pablo, que enseña que no nos justificamos por las
obras, hay que recordar también que, una vez justificados, debemos res-
ponder con nuestras obras de amor a la iniciativa del amor de Dios. Y ese
mensaje sobre el valor de las buenas obras y de la fidelidad a Dios está
especialmente presente en el evangelio de Mateo.

Oración:

"Quisiera responder mejor a tu amor, Señor, con una vida que te


agrade; quisiera ofrecerte un comportamiento menos indigno de
tu amor y de tu amistad. Impúlsame con tu gracia, para que mi
vida interior se fortalezca en las buenas obras".

135
Domingo 9° durante el año

AÑO B: MC 2 , 2 3 - 3 8

"El sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado". Jesús


recuerda en esta frase que cuando Dios pide algo al hombre es en realidad
para bien del hombre, no porque él necesite imponer leyes. Pero cuando
esas leyes se absolutizan y las utilizamos para dominar a los demás y ha-
cerlos sufrir, ya no cumplen la voluntad de Dios.
Dios ama al hombre y desea su felicidad, su gozo, su plenitud. Por eso
deberíamos buscar que nuestras costumbres y prácticas religiosas no sean
una obligación que debemos cumplir, sino un medio para encontrarnos
con Dios, para recibir su gracia, para encontrar la paz y su presencia. Las
costumbres que no nos dejan vivir con alegría la fe y nos impiden servir a
los demás con generosidad no son más que esclavitudes que en realidad
nos alejan del camino de la libertad cristiana. Por eso decía San Pablo que
Jesús nos ha liberado de la ley (Rom 7, 4). Cuando él toma nuestra vida, su
gracia nos impulsa a realizar libremente lo que a él le agrada, nos impulsa
a la alabanza gozosa y al servicio generoso. De esa manera, la voluntad de
Dios no es un peso que nos agobia, no es una maraña de leyes que nos
asfixian, sino una ayuda para saber por dónde tenemos que caminar para
no desgastarnos inútilmente.
En el fondo se trata de tener un deseo sincero de hacer su voluntad, y
cuando lo vivimos en la entrega cotidiana ya no son las leyes lo que nos
moviliza, sino su amor. Por eso decía San Agustín "ama y haz lo que quie-
ras". Si alguien hace algo con el deseo sincero de amar a Dios y a los
demás, sabe en su conciencia que está cumpliendo la voluntad de Dios
para su vida. Por eso enseñaba Santo Tomás de Aquino que tanto el juez
que sentencia a un criminal como la madre que busca salvarlo, ambos es-
tán en paz con la voluntad de Dios, porque están siendo fieles a la misión
que Dios les ha dado.

Oración:

"Señor, te doy gracias porque has puesto en el centro de todo la


vida la felicidad del hombre, y no la ley. Gracias porque has
simplificado nuestro camino resumiendo toda ley en el amor".

136
Domingo 9° durante el año

AÑO C : LC 7 , 1 - 1 0

El evangelio de Lucas, llamado "el evangelio de la misericordia", me-


rece sobradamente este calificativo, porque en él son abundantes las esce-
nas de pecadores perdonados, la referencia al amor de Dios que perdona, a
la predilección de Dios por los pobres, las exhortaciones a ser compasivos
y generosos. Pero en general hay una mirada abierta a todo el que sea
diferente, y por eso Lucas también tiene palabras positivas para los paga-
nos, como en Lc 4, 25-27; 11,31 -32.
En ese contexto tenemos que situar este relato sobre la curación del
siervo del centurión romano. Se trata de un pagano, un representante del
imperio romano que estaba oprimiendo al pueblo judío, y sin embargo se
destaca aquí la exquisita bondad del centurión, que amaba al pueblo judío
y hasta había construido una sinagoga en el pequeño pueblito de Cafarnaúm,
y además se indica que quería mucho a su siervo, que había caído enfermo.
Por otra parte, su actitud ante Jesús es de profunda humildad; en lugar
de hacer valer su autoridad, se declara indigno de recibir la visita de Jesús;
finalmente, hace un acto de profunda fe en el poder de Jesús, que le vale
un elogio de Jesús: "Ni en Israel he encontrado una fe tan grande".
Podemos decir entonces que el interés de Lucas, más que en relatar un
milagro que apenas aparece mencionado, está en mostrar cómo un pagano
podía tener un corazón bueno y abierto, más bueno que el corazón de los
judíos "piadosos", orgullosos de su religión y de sus tradiciones. Y así se
nos hace notar que no es bueno juzgar a los demás en bloque, porque en
este caso el hecho de ser un centurión romano no implicaba que fuera una
mala persona, y su confianza en Jesús fue más grande que la de los judíos
que poseían la Palabra de Dios y eran el pueblo elegido.

Oración:

"Señor Jesús, dame la gracia de mirar con buenos ojos al que es


diferente; concédeme estar atento como tú a las cosas buenas
que pueda descubrir en los otros. Libérame de los prejuicios ton-
tos que me enceguecen y me vuelven oscuro y negativo".

137
a
Semana 9 durante el año

LUNES: Mc 12, 1-12

La viña, como de costumbre, simboliza al pueblo, y los cuidadores re-


presentan a las autoridades políticas y sobre todo religiosas. Los envia-
dos son los distintos profetas que Dios ha suscitado en el pueblo para invi-
tar a la conversión, pero que fueron despreciados.
Finalmente, el propio hijo representa al mismo Jesús, que de este modo
anuncia su propio fin.
Las autoridades, al escuchar a Jesús, se dan cuenta que esta compara-
ción iba dirigida a ellos, que estaban planeando la muerte de Jesús, pero
no pueden arrestarlo por temor a la gente.
Una vez más se ve que el problema de Jesús no era con el pueblo, sino
con las autoridades. Y así vemos que el corazón de la gente sencilla suele
estar más abierto a las novedades de Dios, pero los que tienen poder eco-
nómico, intelectual o político suelen poner su seguridad en ese poder y se
aferran tanto a esa seguridad falsa que no aceptan un cambio de planes
aunque el mismo Dios lo esté proponiendo.
Recordamos así que quien no tiene nada humano o terreno donde apo-
yarse, aprende más fácilmente a sostenerse en Dios, a sentirse firme en él,
y sienten profunda y espontáneamente lo que en realidad vale para todos:
que lo único firme que tenemos es el amor de Dios.

Oración:

"Señor, libérame de mis falsas seguridades, no dejes que me quede


envuelto y asfixiado en mis propios proyectos que no me dejan
ver tu luz, que no me permiten escuchar esa palabra que me lla-
ma a la entrega, al cambio, a la vida nueva. No permitas que te
elimine de mi vida para que no perturbes mis estructuras y mis
planes".

138
a
Semana 9 durante el año

MARTES: MC 1 2 , 1 3 - 1 7

Las autoridades siguen buscando la manera de eliminar a Jesús, e in-


tentan ponerlo en una encrucijada. Aquí le preguntan si hay que pagar o no
el impuesto al emperador romano. Si contestaba que sí, lo acusaban de
estar aliado con el poder extranjero que los oprimía, y así le ponían al
pueblo en contra; pero si decía que no, lo acusaban de oponerse al empe-
rador y los mismos romanos se encargarían de eliminarlo. Con su respues-
ta Jesús ponía en riesgo la continuidad de su ministerio, y no quería con-
fundir a la gente. Debía quedar claro que la misión de Jesús iba más allá de
los grupos políticos de aquel momento. Los mismos que aparentemente se
oponían al poder romano, buscaban sus propios intereses y eran capaces
de pactar con los romanos si eso era de su conveniencia.
Por eso la respuesta de Jesús se limita a decir que las monedas acuña-
das por el emperador romano debían volver a él. De hecho los judíos re-
chazaban ese rostro que parecía invitar a la idolatría, a endiosar a un ser
humano. Sin embargo, la respuesta de Jesús es algo ambigua; lo libera del
problema que se le plantea pero no es una invitación a no pagar el tributo.
¿Por qué?
Jesús ha rechazado claramente todo dominio despótico (Mc 10, 42),
pero está en la línea realista de los profetas del exilio, que invitaban a
someterse momentáneamente porque una rebelión no podría lograr nada y
traería males mayores para el pueblo. ¿Qué se podía hacer humanamente
frente al tremendo poder del imperio romano? De hecho, la posterior rebe-
lión de los zelotas provocó la tremenda crisis del incendio de Jerusalén y
la dispersión de los judíos, una espantosa catástrofe para el pueblo. Jesús,
para evitar males mayores a su pueblo, veía conveniente no motivar una
rebelión, y si bien se oponía a los dominios despóticos, no quería promo-
ver una oposición irracional.

Oración:

"Te adoramos Señor Jesús, porque estuviste siempre junto a tu


pueblo y no quisiste darle respuestas falsas ni promesas vanas.
Concede a los que gobiernan nuestra patria que sepan descubrir
y realizar lo que nuestro pueblo necesita en este momento".

139
a
Semana 9 durante el año

MIÉRCOLES: MC 1 2 , 1 8 - 2 7

Los saduceos eran uno de los grupos del judaismo de la época de Jesús,
permanentemente enfrentados con los fariseos. Ellos se atenían sólo a lo
que enseñaban los primeros cinco libros de la Biblia y rechazaban todos
los demás. Además, despreciaban todas las tradiciones populares que se
comunicaban de manera oral. Por eso, ellos rechazaban muchas creencias
populares defendidas por los fariseos. Por ejemplo, negaban que hubiera
una vida después de la muerte, que hubiera una resurrección. Ellos se-
guían con una doctrina muy antigua que sostenía que el hombre era pre-
miado o castigado en esta vida, y por eso los ricos eran los bendecidos por
Dios. Ellos mismos pertenecían a las familias más ricas.
En este texto ellos intentan ridiculizar la fe en una vida después de la
muerte poniendo el caso de una mujer que se casó siete veces, y se imagi-
naban a los siete esposos en la vida eterna peleando por la mujer.
Pero Jesús, que era tan duro con los defectos de los fariseos, esta vez
se pone de su parte y defiende la fe en la vida eterna. Hace ver a los saduceos
que en la vida eterna nadie necesita poseer nada ni tener una mujer como
propia, porque allí vivimos liberados de todo dominio, ya que por el poder
de Dios recibimos todo lo que necesitamos para ser felices.
Y Jesús defiende la fe en la vida eterna a partir de la verdadera imagen
de Dios: él es un Dios de vivos que comunica la vida permanentemente, y
por eso él puede regalar a sus hijos amados una vida que nunca se acaba.

Oración:

"Te adoro a ti Señor, tu que eres un Dios de vivos, lleno de vita-


lidad y poder, que te gozas comunicando la vida a tus hijos y no
los abandonas en poder de la muerte. Concédenos que sepamos
valorar ese llamado a la vida eterna".

140
a
Semana 9 durante el año

JUEVES: MC 1 2 , 2 8 - 3 4

Un maestro de la Ley judía pregunta a Jesús cuál es el mandamiento


más importante. Porque las costumbres religiosas se habían complicado
excesivamente a causa de la multitud de normas que exigían las tradicio-
nes, y ni siquiera era posible recordar todas esas normas (los rabinos te-
nían 613 preceptos).
La pregunta le sirve a Jesús para mostrar dónde debe estar nuestro
principal empeño: en el amor, que es al mismo tiempo amor a Dios con
todo el ser y amor al prójimo como a uno mismo. Jesús resalta esta síntesis
al decir que "no hay mandamiento mayor que éstos", y el maestro de la
Ley le da la razón diciendo que el amor "vale más que todos los holocaustos
y sacrificios".
Por lo tanto, no debemos poner nuestras mejores fuerzas y nuestras
principales preocupaciones en ninguna otra cosa que no sea el amor. En el
amor es donde principalmente cumplimos la voluntad de Dios y le agrada-
mos. Este texto nos lleva a replantearnos cómo estamos orientando nues-
tro empeño para convertirnos y para crecer, dónde estamos poniendo el
acento en nuestro plan de vida y en nuestras opciones cotidianas.
La persona que no ama está como dividida en muchas partes, las dis-
tintas cosas que hace no le permiten sentir que está viviendo en serio. En
cambio, la persona que siempre actúa por amor, o lo intenta, tiene una
misma motivación en todo lo que hace, y eso le da una profunda unidad a
su vida, porque todo apunta para el mismo lado, toda las energías se con-
centra en lo mismo: tratar de amar. De ese modo, aunque no todas las
cosas resulten como uno las ha planeado, le queda en el corazón la satis-
facción de saber una cosa: que en ese empeño puso un poco de amor, y eso
es eterno (1 Cor 13, 8).

Oración:

"Señor, infunde en mi corazón el ideal del amor, que mi sueño y


mi anhelo principal sea amarte y expresar ese amor en el amor a
los demás como me amo a mí mismo. Ayúdame a colocar todos
mis proyectos por debajo de este ideal y dame tu gracia para
vivirlo cada día más".

141
a
Semana 9 durante el año

VIERNES: MC 1 2 , 35-37

En este texto Jesús utiliza a su favor la tradición judía según la cual los
salmos habían sido compuestos por David, bajo el impulso del Espíritu
Santo.
En el salmo 110 David llama al Mesías "mi Señor", y eso significa que
el Mesías es más que un descendiente de David; no es alguien que simple-
mente heredaría las prerrogativas de David y sería un gran rey, porque si
así fuera David no le llamaría "mi Señor". Jesús quiere indicar así que él
es mucho más que un nuevo David.
El título de "Señor", aplicado tanto a Dios como al Mesías, indica que
el Mesías tiene una cercanía particular a Dios Padre, sentado a su derecha
para dominarlo todo junto con él. El Mesías participa del dominio que
tiene el Padre por sobre todas las cosas.
Es importante esta aclaración, porque el título de "Mesías" (ungido)
destacaba más bien la humanidad de Jesús, sus lazos con la dinastía de
David, con su linaje real. Jesús, con este uso del salmo, muestra que el
Mesías es algo más, algo que rompe con los moldes y esquemas de la mo-
narquía y los supera. El Mesías es también "el Señor".
Es importante preguntarse entonces si es él quien está dominando nues-
tra vida, si es él quien tiene el poder en nuestros corazones, si él es real-
mente el Señor en nuestra existencia concreta.

Oración:

"Jesús, tú eres el elegido, pero no para reinar en un territorio,


sino para ser el Señor de todo lo que existe y tener dominio en
nuestros corazones. Domina Señor, para que reinen el amor, el
gozo, la verdad".

142
a
Semana 9 durante el año

SÁBADO: MC 1 2 , 38-44

Los escribas buscaban aparentar frente a los demás, apareciendo como


sabios y santos, pero al mismo tiempo se enriquecían apoderándose de los
bienes de las viudas. Jesús despreciaba profundamente esa religiosidad
que escondía egoísmos e injusticias.
Por el contrario, Jesús se admiraba y se gozaba frente a la generosidad
de los pobres, y lo subyugaba la religiosidad de los sencillos que se expre-
saba en gestos de desprendimiento. Por eso en este texto, luego de hablar
de las injusticias que los falsos piadosos cometían con las viudas, se nos
presenta el modelo de una de esas viudas pobres y explotadas.
Cuando Jesús vio a la viuda pobre echando en la alcancía del templo
las únicas monedas que tenía para sobrevivir, llamó a los discípulos para
que valoraran ese gesto generoso. Y Jesús indica que el valor de una ofrenda
no está en la cantidad sino en lo que significa de ofrenda generosa y de
renuncia a sí mismo por amor. Las pocas monedas de aquella viuda no
eran poco, porque para ella eran todo.
Tendríamos que dejarnos motivar por la belleza de esta escena. El co-
mentario de Jesús nos muestra que los gestos de generosidad cautivan sus
ojos amantes. Sería bueno entonces que nos preguntáramos cuánto hace
que no lo cautivamos con nuestras ofrendas.

Oración:

"Mira Señor mi corazón egoísta, apegado a los bienes, y sánalo.


Coloca en él algo de tu generosidad desbordante que te llevó a
entregarlo todo en la cruz. Tú que sabes lo que es darse a sí
mismo, enséñame Señor".

143
Domingo 10° durante el año

AÑO A : MT 9 , 9 - 1 3

Jesús llama a Mateo. Por ser recaudador de impuestos era un personaje


desagradable y odiado. También hoy los recaudadores de impuestos son
mal vistos. Pero Mateo era especialmente odiado porque cobraba impues-
tos para el imperio romano que oprimía al pueblo y se llevaba una buena
parte de lo poco que podían ganar los humildes pescadores de Galilea.
Mateo era uno de esos pecadores que Jesús quería convertir, y por eso
se acercaba a él y lo invitaba a seguirlo. Pero Jesús iba más allá, porque
compartía la mesa con los amigos pecadores, y eso era una manera de
incorporarse al círculo de esa gente de mala fama.
De hecho en este texto nos encontramos con la escena de Jesús co-
miendo en la casa de Mateo, junto con los pecadores públicos.
Los fariseos reprochaban esta actitud de Jesús de mezclarse con la gente
"baja", y Jesús intentaba hacerles ver que, si pretendían ser religiosos y
observantes de la voluntad de Dios, no debían olvidar que Dios quiere
misericordia más que sacrificios. El mejor modo de rendirle culto es abrir
el corazón al hermano, acercarse a él e intentar acercarlo a la vida de la fe.
Hay que decir que el objetivo de Jesús no era simplemente mezclarse
con los pecadores, compartir con ellos, sino también sanarlos de su peca-
do: él es el médico que se acerca a ellos para curar su enfermedad.
Pero ellos, los pecadores que comían con Jesús, aceptaban su miseria y
escuchaban a Jesús, mientras los fariseos padecían un mal mayor, porque
no reconocían la necesidad de un médico para su propio mal. El breve
relato del llamado de Mateo destaca la prontitud y la sencillez con que
Mateo, ante el llamado de Jesús, dejó su mesa de trabajo y lo siguió.
Ante los contrastes que nos presenta este texto podríamos preguntar-
nos si gastamos nuestras energías y nuestro tiempo en criticar los defectos
y pecados ajenos, o si más bien, como Jesús, usamos ese tiempo y esas
energías para acercarnos a ellos y hacer presente al Señor en sus vidas.

Oración:
"Señor Jesús, tú que eres el médico, manifiesta más todavía tu
poder sanador para liberar a este mundo del pecado; pero sobre
todo toca los corazones de los que no reconocen su miseria y su
necesidad de ser curados".

144
Domingo 1 0 ° durante el año

AÑO B: MC 3 , 3 0 - 3 5

La madre y los hermanos de Jesús lo estaban buscando. Sabemos que


en la Biblia la expresión "hermanos" no significa que fuesen hijos de la
misma madre, ya que se usaba para designar a cualquier pariente cercano:
primos, tíos, etc. Por eso Abraham llamaba "hermano" a Lot, que era hijo
de su hermano (Gn 12, 5 y 13, 8).
Este episodio le permite a Jesús hablar sobre los lazos de familiaridad
espiritual que se crean entre los creyentes.
Pero aquí se habla especialmente de los creyentes que buscan ser fie-
les a la voluntad de Dios. Y así se acentúan los lazos profundos que se
producen entre los que cumplen la voluntad de Dios y el mismo Jesús.
Esto indica que nuestra relación con Dios como Padre y con Jesús como
hermano se van haciendo más fuertes cuando nuestras acciones se van ase-
mejando a las de Jesús.
Porque Jesús vino a cumplir la voluntad del Padre y ese era su mayor
deseo: ver cumplida la voluntad de su Padre celestial. Por eso mismo nos
enseñó a decir: "Padre nuestro... Santificado sea tu nombre... Hágase tu
voluntad".
Jesús quiere que compartamos con él ese deseo de que el Padre sea
santificado y se cumpla su voluntad en esta tierra; y de este modo nos
asociamos a Jesús en los deseos más hondos de su corazón, y así nos con-
vertimos en "parientes" suyos, en seres cercanos a él.
El deseo de ser mejores, de ser más fieles a Dios, es también una ma-
nera de unirnos a Jesús, porque es una expresión clara de nuestro amor
sincero al Padre de Jesús, que es también nuestro Padre querido.
Las palabras de Jesús en este texto no deberían tomarse como un des-
precio de Jesús hacia su madre, ya que la intención era mostrar que Jesús
ampliaba el círculo de sus íntimos para que en esa intimidad entraran to-
dos los que buscaban hacer la voluntad del Padre en sus vidas.

Oración:
"Jesús, tú conoces mi vida y sabes que me falta mucho para cum-
plir la voluntad del Padre en todo lo que hago, en todo lo que
pienso, en todo lo que busco. Pero te ruego que derrames tu Es-
píritu para que él transforme todo mi ser y lo haga a la medida
del proyecto del Padre".

145
Domingo 10° durante el año

AÑO C : LC 7, 1 1 - 1 7

La escena que nos presenta este texto es profundamente triste y doloro-


sa. El lector no puede dejar de solidarizarse con la situación de esta mujer
viuda, sobre todo si recordamos el desamparo y la pobreza en la que nor-
malmente se encontraba una mujer viuda en aquella época.
Pero lo más doloroso y cruel es que la viuda llevaba a enterrar a un joven
que era su hijo único. Era la situación de alguien que no solamente estaba
desprotegida, sino que perdía lo único que le quedaba en este mundo, el
único fruto de sus entrañas, el único que podía darle consuelo y ayuda.
Por eso podemos decir que esta viuda representa todo lo que puede
sufrir un ser humano, el peor dolor, la angustia más honda de quien se
queda sin ninguna ilusión en esta vida.
Allí se hace presente Jesús. Allí siempre, de una manera o de otra, se
hace presente el Señor para dar una respuesta.
Y el prodigio que Jesús realiza no sólo manifiesta su poder, sino que lo
muestra como la presencia bondadosa y liberadora de Dios en medio de su
pueblo querido: "Dios ha visitado a su pueblo".
Esta última frase indica que en esa viuda el pueblo mismo se veía re-
flejado, y en la viuda que recuperaba a su hijo, el pueblo despojado expe-
rimentaba consuelo, el pueblo mismo reconocía la visita de Dios. Y Jesús
muestra así que él viene como instrumento del Padre Dios a buscar el bien
de su pueblo.
El temor de la gente es una reacción de admiración ante lo sagrado que
se hace presente en este mundo limitado.
La alabanza del pueblo ante lo que Jesús hace es una reacción destaca-
da por Lucas en todo su evangelio, como invitándonos a reaccionar con la
alabanza cada vez que podemos superar una dificultad, cada vez que reco-
nocemos el auxilio de Dios.

Oración:
"Señor, hazte presente también hoy en medio de las angustias de
tu pueblo; ven a consolar a tus pobres. Tú que eres el Emmanuel,
Dios con nosotros, manifiesta tu presencia llena de poder y mi-
sericordia".

146
a
Semana 10 durante el año

LUNES: MT 5, 1 - 1 2

Jesús sube a la montaña, lugar que simboliza el encuentro con Dios y


donde Dios habla al hombre. Allí, en la montaña, Jesús nos explicó cuál es
el estilo de vida que debe caracterizar a los cristianos.
Las bienaventuranzas, al decir "felices", quieren indicarnos el camino
de la verdadera felicidad, que no consiste en tener todo resuelto en el pre-
sente, sino en un estilo de vida que ya comienza a anticipar la felicidad del
cielo.
En primer lugar se declara felices a los pobres de espíritu, los que
viven la pobreza no solamente como una situación social o exterior, sino
que son pobres en su corazón, capaces de depender sólo de Dios, sin afe-
rrarse a ninguna otra cosa para encontrar seguridad y apoyo.
Pero no se trata simplemente de una pobreza elegida, de una ascesis,
de una renuncia voluntaria al dinero o a los bienes. Porque esa ascesis
puede estar motivada por la vanidad, el orgullo espiritual, el deseo de una
especie de superioridad y distinción. Se trata más bien de un interior po-
bre, humilde; es la actitud sincera del que se reconoce necesitado de Dios
y de los demás; es una pobreza auténtica, real, no aparente, porque reside
en lo escondido del hombre donde sólo Dios puede ver.
Pero es cierto que los que han nacido en la pobreza están mejor dis-
puestos para tener esa actitud, porque siempre han tenido pocas cosas a
que aferrarse, porque aprendieron que sólo tenían a Dios para sentirse fir-
mes y seguros.

Oración:

"Señor, tu conoces todos los mecanismos de mi corazón que me


llevan a buscar falsas seguridades, porque muchas veces me afe-
rró a las cosas, a los logros humanos, a las vanidades del mun-
do. Dame un corazón pobre Señor, para que mi seguridad esté
puesta sólo en ti".

147
a
Semana 1 0 durante el año

MARTES: MT 5, 1 3 - 1 6

Luego de las bienaventuranzas, San Mateo nos presenta estas palabras


de Jesús sobre la sal y la luz, y así vemos que la sal y la luz que los discí-
pulos deben ofrecer al mundo son ese testimonio de un estilo de vida dife-
rente, el estilo de las bienaventuranzas.
Al invitarnos a ser sal para el mundo, Jesús nos muestra que debemos
ofrecerle algo al mundo, que debe preocuparnos aportarle un poco de sa-
bor a esta tierra, que no nos puede ser indiferente la sociedad, que la fe no
puede vivirse en el aislamiento, el resentimiento y la huida del mundo.
Al invitarnos a ser una luz que brille para todos, una luz que no preten-
da ocultarse, una luz que sea visible como una ciudad sobre una montaña,
nos está diciendo que nuestra vida cristiana no puede reducirse a un pe-
queño grupo escondido y aislado del mundo y nos exhorta a no avergon-
zarnos de nuestra fe.
De hecho, los que están sumergidos en el pecado, en la injusticia y en
el odio, prefieren que los creyentes no los cuestionen con su estilo de vida,
prefieren un cristianismo encerrado en los templos, que no moleste ni in-
terpele; y una manera de perseguir la fe es pretender relegarla a la oscuri-
dad, al encierro. Porque impedir que la fe tenga influencia en la sociedad
es la mejor manera de debilitarla. Pero la sal y la luz no se inventan, se
reciben del encuentro con Cristo.
Por eso mismo, el testimonio de vida y de fe en medio de la sociedad
no tiene como finalidad alcanzar poder, ganarle una batalla a los oposito-
res, demostrar que somos más; la finalidad es darle gloria al Padre, permi-
tir que su gracia y su luz se difundan en el mundo, lo iluminen y lo trans-
formen. Decía también Tomas. Merton: "No se trata de ganar el mundo,
sino de sumirnos en las profundidades de nuestra humildad con el fin de
hallar a Cristo en todas partes y amarlo en todas las criaturas".

Oración:
"Señor, no dejes que pierda el sabor de tu evangelio, no dejes
que esconda la luz que me regalas. Tú has salvado mi vida, tú me
has iluminado, pero te ruego que me impulses para que pueda
comunicar a los demás tu amor y tu luz".

148
a
Semana 10 durante el año

MIÉRCOLES: MT 5, 1 7 - 1 9

Este evangelio nos muestra a Jesús aclarando una posible confusión.


Si bien él no continúa con los sacrificios de la religión judía y con otras
costumbres que fueron agregadas por las tradiciones de los fariseos, sin
embargo de ninguna manera anula las exigencias de la Ley de Dios.
Las cosas que Dios nos pide, sean pequeñas o grandes, deben ser cum-
plidas con delicadeza y amor; nada de lo que Dios nos pide es irrelevante
o despreciable. Si bien Jesús rechaza la apariencia externa de perfección
que ostentaban los fariseos, eso no significa que no le interese que nues-
tras acciones respondan a la voluntad del Padre, o que él anule los manda-
mientos.
Pero Jesús no sólo pide que cada uno se empeñe en ser fiel a la Ley de
Dios, sino que también enseñe esa Ley, que se identifique públicamente
con ella y la transmita a los demás. Quien lo haga "será considerado gran-
de en el Reino de Dios".
Jesús mismo vino a cumplir esa Ley en su persona, y toda su vida es el
testimonio personal y y el signo más bello de lo que significa amar la Ley
de Dios y ser fiel a su sentido más profundo.
Al referirse al "mayor" en el Reino de los Cielos lo que se busca es
motivarnos a desear el crecimiento, a no pensar jamás que ya hemos logra-
do todo lo que Dios espera de nosotros. Mientras vivamos en esta tierra
estamos siempre llamados a más, nunca se nos permite conformarnos en lo
que ya hemos alcanzado como si ya hubiéramos entrado en la gloria celes-
tial.

Oración:

"Señor, coloca en mi corazón un profundo amor por tu Ley, un


santo deseo de cumplir tu voluntad en las grandes y en las pe-
queñas cosas, la ilusión de agradarte con mi vida siguiendo el
modelo perfecto de Jesús".

149
a
Semana 10 durante el año

JUEVES: MT 5, 2 0 - 2 6

El evangelio de Mateo-muestra con claridad que Jesús exigía a sus dis-


cípulos un determinado comportamiento, un estilo de vida que era más
simple, pero no menos exigente que el de los fariseos. Al contrario, el
estilo de vida que Jesús espera de sus discípulos es más exigente que el de
los fariseos: "Si la justicia de ustedes no es mayor que la de los escribas y
fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos" (v. 19). ¿En qué sentido
Jesús es más exigente que los fariseos legalistas? Porque Jesús espera que
nuestro comportamiento no sea un cumplimiento exterior, sino que brote
del corazón
Aunque Jesús anula muchas normas del Antiguo Testamento, no elimi-
na las exigencias esenciales; y esta simplificación tampoco implica que el
seguimiento de Jesús sea menos comprometedor, ya que invita a poner
todo nuestro ser, a empeñar todas nuestras fuerzas para vivir como a él le
agrada. Cuando Jesús critica el legalismo de los fariseos, no está diciendo
que sus discípulos se despreocupen de las exigencias del evangelio. Y par-
ticularmente en las exigencias con respecto al prójimo, Jesús espera que
sus discípulos se destaquen más que los fariseos, y no se contenten sólo
con no matar. Tratar a otro con ira, llamarlo inútil o loco (5, 22), bastaría
para dejar sin sentido la propia existencia (para ser quemados). Porque
insultar y maldecir a otro en realidad es una manera de querer anular su
existencia y eliminarlo de nuestras vidas, contradiciendo así al Dios que
lo ama y lo hace existir por amor. Y siguiendo la línea de los grandes
profetas del Antiguo Testamento, Jesús indica que el culto a Dios pierde
todo valor cuando el creyente está enemistado con un hermano, cuando ha
hecho daño a un hijo de Dios ("si tu hermano tiene algo contra ti").

Oración:

"Te entrego mi vida Señor, tú puedes renovarla con tu gracia


para que te agrade más. Impúlsame con tu poder Señor, y no
dejes que caiga en la mediocridad, que me conforme sólo con no
matar y no sea capaz de vivir como hermano de todos".

150
a
Semana 10 durante el año

VIERNES: MT 5, 2 7 - 3 2

Ya sabemos que Jesús se oponía a los fariseos que controlaban la con-


ducta de la gente exigiéndole una multitud de prácticas, imponiendo todo
tipo de normas y costumbres. Por eso algunos pensaban que Jesús estaba
despreciando los escritos del Antiguo Testamento, que se solían llamar "la
Ley y los Profetas".
El evangelio de Mateo muestra que Jesús no rechaza las normas mora-
les del Antiguo Testamento, que se resumen en los mandamientos, y que
no propone una fe sin moral ni exigencias.
Pero sabemos que nuestro cumplimiento de la Ley de Dios debe ser
más perfecto que el de los que sólo cuidan la apariencia externa. Por eso
no se trata sólo de evitar el adulterio, sino de sanar el corazón para que no
esté dominado por la intención de cometerlo. El corazón que hace planes,
en realidad ya está cometiendo lo que planea, porque Dios mira el cora-
zón.
De esta manera, Jesús nos invita a preguntarnos qué es lo que realmen-
te estamos buscando en la vida, aunque exteriormente nos cueste lograrlo.
Esa intención profunda es lo que él quiere sanar y purificar.
Pero al mismo tiempo nos invita a no juzgar con severidad a los
adúlteros, porque podemos cometer lo mismo que criticamos, aunque no
lo hagamos de manera visible sino con la intención oculta del corazón.

Oración:

"Señor, yo quisiera tener un corazón libre de proyectos que te


desagraden y experimentar la verdadera pureza interior, el gozo
de buscar tu voluntad. Pero tú conoces mi debilidad. Sáname
Señor".

151
a
Semana 10 durante el año

SÁBADO: MT 5, 33-37

Cuando Jesús quiere llevarnos a un cumplimiento perfecto de la volun-


tad de Dios no sólo nos pide un cambio del corazón o una "interiorización"
de la ley. Pide también una forma de vivir y una manifestación exterior de
lo que queremos y somos por dentro. Esa es una de las características del
evangelio de Mateo.
No se trata de oponer lo interior a lo exterior o de quedarnos solamente
con las buenas intenciones de nuestro interior, se trata de lograr una armo-
nía entre nuestra intimidad y nuestra forma de actuar.
Este texto nos muestra que cuando Jesús nos invita a buscar la perfec-
ción, también nos propone un cambio en lo que hacemos y en lo que deci-
mos. Por eso nos indica que no basta con evitar los juramentos falsos, sino
que es necesario vivir de tal manera que no sea necesario jurar.
Si cuando decimos "sí" luego es realmente sí, entonces los demás no
necesitarán exigirnos juramentos para creer en nuestra palabra. Las perso-
nas que necesitan acudir a muchos testigos y jurar ampulosamente para
lograr que crean en su palabra, tienen que preguntarse si no es necesario
un cambio de fondo en su forma de actuar para que su palabra sea más
digna de crédito.
Y recordemos que hay un hermoso modelo de un "sí" que fue siempre
sí, un sí verdaderamente fiel hasta permanecer de pie junto a la cruz de su
hijo: el sí de María. Ella no necesitaba jurar.

Oración:

"Señor, libérame de la falsedad y de las palabras mentirosas;


concédeme la coherencia entre mis palabras y mi vida para que
los demás puedan creer en mí y no necesite demostrar la verdad
de lo que diga".

152
Domingo 11° durante el año

AÑO A : MT 9 , 3 6 - 1 0 , 8

Jesús amaba a su pueblo, lo contemplaba con la mirada de un verdade-


ro salvador, dispuesto a dar la vida por amor. Y ante la multitud sentía
compasión, porque reconocía profundamente las angustias, cansancios y
dificultades de los demás.
La multitud estaba sin pastor porque las mismas autoridades religiosas
de aquella época explotaban a los pobres, se entretenían denunciando sus
errores y se preocupaban sólo por su poder y su bienestar.
En este texto Jesús da poder a sus discípulos, pero no es poder para
dominar a la gente, sino para hacer el bien, para servir. Los envía a curar
dolencias y a expulsar los demonios de la gente. Y en esta expresión se
resumen todos los males del Pueblo. La expresión "demonios" en aquella
época indicaba todo tipo de alteraciones que no tenían explicación natural
en la medicina poco desarrollada de entonces, y abarcaba histerias, depre-
siones, epilepsias, iras enfermizas, etc.
Al llamarle "demonios" se está indicando que no se los envía como
médicos del cuerpo, sino en la medida en que esas perturbaciones psico-
físicas podían tener alguna raíz en los problemas del corazón: odios, des-
engaños, etc.
Invitando a la conversión, los discípulos se preocupaban por el hom-
bre entero, sabiendo que la apertura a Dios abre el camino para resolver
mejor las dificultades de la vida en la tierra. De esta manera ellos se con-
vierten en instrumentos de Dios para aliviar a los fatigados y abatidos que
no tienen pastor.
Es bueno que cada uno, ante este evangelio, se pregunte si está cum-
pliendo su propia misión para aliviar de alguna manera a los demás, por-
que también hoy Jesús tiene compasión de la multitud y quiere ayudarla a
través de nosotros.

Oración:

"Señor, dame tu fuerza y tu luz para poder ayudar a los demás a


resolver sus problemas, sus angustias, sus perturbaciones. Dame
la palabra justa y la actitud correcta para que mi vida sea fecun-
da en los hermanos, para que a través de mí pueda actuar mejor
tu poder divino".

153
Domingo 11° durante el año

AÑO B: MC 4, 2 6 - 3 4

Jesús habla del Reino de Dios, que es la presencia divina reinando en-
tre los hombres, derramando la fuerza de la justicia, el amor y la paz. Por-
que donde reina Dios no hay lugar para el mal. Ese Reino ya se hizo pre-
sente con la venida de Jesús, y sobre todo ahora, que él está resucitado, el
Reino de Dios es una realidad presente.
Pero el Reino de Dios también es algo futuro, algo que estamos espe-
rando, porque este mundo todavía no alcanzó su plenitud, y eso sucederá
sólo cuando Jesús regrese glorioso.
Mientras tanto, el Reino está creciendo. Y las parábolas de las semi-
llas, que leemos en este texto, hablan precisamente de ese Reino en creci-
miento.
La primera parábola se refiere al poder de la semilla que germina y
crece por su propio poder, aun cuando el hombre duerma; porque el Reino
de Dios tiene un poder divino que va actuando misteriosamente, más allá
de las acciones del hombre, y nadie debe sentir que el Reino de Dios, para
poder manifestarse, depende de su actividad.
Cada uno de nosotros pasa, y sin embargo el Reino de Dios sigue des-
plegando su potencia y su luz.
La segunda parábola destaca el crecimiento del Reino que comienza a
manifestarse en cosas simples y pequeñas, pero que por el poder de Dios
van creciendo hasta alcanzar grandes dimensiones. Nosotros creemos sa-
ber cómo se consiguen las cosas grandes, pero el evangelio nos invita a
reconocer que no bastan nuestros esfuerzos, que también se trata de no
ponerle obstáculos al Reino y de permitirle que él se desarrolle por su
propio poder.

Oración:

"Señor Jesús, quiero adorarte contemplando el poder divino que


reina en tu humanidad glorificada, porque has resucitado lleno
de fuerza y gloria celestial. Reina en este mundo Señor, transfór-
malo y hazlo crecer con tu presencia".

154
Domingo 11° durante el año

AÑO C : LC 7 , 3 6 - 8, 3

Una mujer pecadora expresaba su amor a Jesús de una manera apasio-


nada, con gestos de tremenda ternura y delicadeza. Mientras tanto, un fari-
seo se colocaba en la típica actitud de aquellos fanáticos que despertaban
el rechazo de Jesús. Era uno de aquellos que se detenían a reprochar los
pecados de los demás y a despreciar permanentemente a los que no eran
"perfectos" como ellos.
Jesús, reconociendo los pensamientos del fariseo, quiere hacerle des-
cubrir que los gestos de amor de la mujer eran el resultado del perdón que
ella había recibido por sus pecados. Pero ese perdón la había elevado a un
grado de amor que el fariseo no tenía. Su aparente perfección en realidad
ocultaba una falta de amor: era incapaz de amar a los pecadores y al mis-
mo tiempo había sido incapaz de recibir a Cristo con ternura sincera.
El ejemplo de Jesús muestra que el perdón era la causa del amor de la
mujer, y no al revés. Porque la persona que tiene una gran deuda se siente
más agradecida cuando es perdonada, que la persona que debe unas pocas
monedas. Del mismo modo, la mujer expresó un agradecimiento amoroso
tan intenso, porque se le habían perdonado muchos y graves pecados.
Sin embargo, a veces los creyentes no aceptamos que el perdón de
Dios elimine toda culpa del pasado. Dios perdona, pero muchas veces los
hermanos no somos capaces de perdonar de corazón, y nos entretenemos
comentando el pasado de los demás, como si fuera una mancha imborrable
que pesará sobre los demás durante toda su vida.
Pero la misericordia y el amor de Dios pueden más que nosotros, y aún
cuando nosotros no somos capaces de aceptar el perdón de Dios, ese per-
dón es real, ese perdón borra toda culpa y nos devuelve la inmensa digni-
dad de ser amigos de Dios.

Oración:

"Señor, te ruego que manifiestes tu amor en mi vida para que


pueda amarte cada día más, y que no me detenga a mirar a los
demás con juicios acusadores, sino que los ame con tu miseri-
cordia".

155
a
Semana 1 1 durante el año

LUNES: MT 5, 3 8 - 4 2

Este texto nos presenta las mayores exigencias del evangelio, que tie-
nen que ver con nuestra relación con los hermanos. De hecho, después de
presentarnos estas exigencias, Jesús pide que seamos perfectos "como es
perfecto el Padre celestial" (v. 48).
Así nos indica que estas exigencias marcan un camino de perfección,
son un ideal que nunca alcanzamos del todo, como no podemos alcanzar la
perfección del Padre, aunque intentemos imitarla lejanamente en nuestras
acciones.
Jesús quiere completar el "ojo por ojo, diente por diente" que enseña-
ba el Antiguo Testamento (Éx 2 1 , 24), porque en realidad con esa expre-
sión se había querido limitar la costumbre de vengarse con creces que existía
en el mundo antiguo. Es decir, se le pedía a alguien a quien se le había
quitado un ojo, que no reaccionara asesinando a la esposa y a los hijos del
que lo había agredido.
Lo que hace Jesús es profundizar ese paso que había dado el Antiguo
Testamento y pide que ni siquiera se acuda a la venganza, que ni siquiera
se acuda a la violencia para cobrarse el ojo perdido, sino que seamos capa-
ces de reaccionar ante el mal con una respuesta generosa. No sólo nos pide
que no entremos en la misma dinámica del que actúa con odio, sino que
además mostremos al que nos ofendió el comportamiento opuesto, que
ofrezcamos al mundo el testimonio de otra manera de actuar.
Pero eso no significa que no se pongan límites a los que actúan mal,
que no se procure erradicar los malos ejemplos que dañan a la comunidad,
ya que en el mismo evangelio de Mateo aparece la posibilidad de sancio-
nar con dureza al que obra mal cuando es necesario hacerlo (Mt 18, 15-
17).

Oración:

"Padre Dios, rico en misericordia, infunde en mí tu Espíritu Santo


para que ya no reaccione de manera puramente humana, sino
que ponga amor donde hay odio, ponga perdón donde hay ofen-
sas. Ayúdame a reaccionar amando, como Jesús".

156
a
Semana 11 durante el año

MARTES: MT 5, 4 3 - 4 8

Jesús completa su profundización de la Ley de Dios con el precepto


del amor a los enemigos. Si Dios hace salir su sol sobre todos, el cristiano
no debe negar su amor a nadie.
Amar sólo a un grupo selecto de amigos y de personas cercanas y no
amar a los que nos desagradan o nos hacen daño es reducir el estilo de vida
cristiano a la "normalidad", y quitarle lo que más debe distinguirlo: la
capacidad de amar por encima de todo y más allá de todo, superando las
normas de la conveniencia personal y mirando a todos con los ojos del
Padre Dios.
El texto concluye con la invitación a ser perfectos como el Padre ce-
lestial, mostrando así que la perfección está, sobre todo, en el amor al
otro. San Lucas lo expresa modificando la expresión y diciendo sencilla-
mente "sean compasivos como el Padre celestial es compasivo" (Lc 6, 36).
Vale el testimonio de Martin Luther King. El, cuando llegó a su casa y
la encontró destruida por los que lo odiaban, sólo reaccionó diciendo:
"Vamos a amarlos de tal manera que les dé vergüenza habernos hecho
esto".
En los que reaccionan de esa manera está la profunda convicción de
que sólo las luchas que se emprenden con amor - a m o r a pesar de todo y
amor en contra de t o d o - son las que dan frutos profundos y duraderos;
porque sólo esas luchas amantes están de acuerdo con lo que Dios espera
de nosotros, están de acuerdo con la realidad de Dios, que " e s " amor (1 Jn
4, 8).

Oración:

"Jesús, tú que eres modelo perfecto de amor que se entrega a


todos y que perdona, dame la gracia de desear la perfección del
amor para ser capaz de superar los rencores y los conflictos po-
niendo amor en contra de todo, respondiendo al mal con el bien".

157
a
Semana 1 1 durante el año

MIÉRCOLES: MT 6, 1-6, 1 6 - 1 8

Este texto da por supuesta la validez de esta triple práctica de la limos-


na, el ayuno y la oración, y no niega su valor; pero invita a purificar la
intención con que se realizan estas prácticas.
Hechas con el deseo de ser bien vistos por la sociedad, estas prácticas
no tienen valor alguno a los ojos de Dios, y la única paga que merecen es
el vano reconocimiento social, la alabanza vacía y efímera del mundo.
En el caso de la limosna, el pedido de que no sepa la mano izquierda lo
que hace la derecha es una invitación a la gratuidad total, a hacer el bien
porque sí, sin detenerse siquiera en la autocomplacencia.
En el caso del ayuno invita a hacer todo lo posible por disimularlo,
perfumando la cabeza, de manera que se ofrezca una imagen de bienestar
y no de privación, lo cual implica una completa renuncia a la apariencia,
de manera que la renuncia a la vanidad, da al ayuno su auténtico valor.
Y en el caso de la oración, invita a ofrecer un espacio interior exclusi-
vo para Dios, sólo para su gloria, que pierde completamente su sentido si
se busca ese tiempo de oración para ser bien visto.
A esta renuncia total a la apariencia, el texto le atribuye un valor pecu-
liar, y es esa renuncia lo que hace que se prometa una hermosa recompensa
divina a la limosna, la oración o el ayuno.

Oración:

"Señor, dame la gracia de renunciar al cuidado de la imagen, a


la preocupación por la apariencia, y concédeme que pueda ha-
cer obras buenas sólo para ti; purifícame de la vanidad y libérame
de desgastar mis energías pensando en la mirada de los demás".

158
a
Semana 11 durante el año

JUEVES: MT 6, 7 - 1 5

Aquí se condena el modo de orar de los paganos que creían que debían
dar mil explicaciones a los dioses para convencerlos de que tenían que
escucharlos; porque en realidad consideraban que esos dioses limitados
no eran capaces de conocer sus necesidades, y entonces había que elaborar
un discurso atractivo y lleno de argumentos para convencerlos.
Jesús nos dice que nuestro Padre Dios no necesita que lo convenzamos
con argumentos, explicaciones detalladas y palabras seductoras, porque él
conoce bien todas nuestras necesidades.
Pero este texto no rechaza que oremos frecuentemente, ni que seamos
insistentes en la súplica (Lc 11, 5-8; 18, 1).
Luego Jesús enseña un modelo de oración, el Padrenuestro, donde se
comienza adorando al Padre y pidiéndole lo principal, que es la venida de
su Reino y el cumplimiento de su voluntad. Sólo después le suplicamos
por nuestras necesidades. Pero en la súplica del Padrenuestro, esas necesi-
dades se reducen a lo esencial, a lo indispensable, al pan de cada día.
Además, hay que destacar que luego del Padrenuestro, donde pedimos
ser perdonados así como nosotros perdonamos a los demás, se resalta esta
necesidad de perdonar sinceramente a otros para poder suplicar el perdón
de Dios.

Oración:

"Señor, dame la gracia de ser simple en mi diálogo contigo, de


suplicarte como un niño, dejando todo en tus manos con plena
confianza. Pero concédeme que además de pedirte sea capaz de
santificar tu nombre sobre todo en la misericordia y el perdón".

159
a
Semana 1 1 durante el año

VIERNES: MT 6, 1 9 - 2 3

Este trozo del evangelio nos invita a vivir el presente sin preocuparnos
tanto por acumular para el futuro. La preocupación debe ser más bien acu-
mular otros tesoros, formados por bienes celestiales. Por esos tesoros vale
la pena luchar.
Si leemos 1 Cor 13 veremos que el tesoro que no se acaba es el amor
que damos a los demás. Cada acto de paciencia, de generosidad, de servi-
cio, es un tesoro celestial que vale la pena acumular.
Entregándose sobre todo al amor, y no tanto a la acumulación de bie-
nes materiales, el discípulo confía en la providencia amorosa del Padre,
que no le dejará faltar lo indispensable para sobrevivir.
Recordemos que en 1 Tim 6, 17 no se prohibe la posesión de riquezas
ni el gozo de los bienes terrenos, sino que se ponga la seguridad en ellos.
En otros términos, el dinero no puede ser objeto de amor, y mucho menos
del primer amor. Cuando es así se convierte en "la raíz de todos los males"
(1 Tim 6, 10).
Sólo Dios y el prójimo pueden ser objeto de amor, pero no los bienes
materiales, que simplemente deben ser "usados" para el bien.
Cuando los versículos 22-23 hablan del ojo enfermo y del ojo sano se
refieren a la persona tacaña y a la persona generosa. Así lo confirmamos si
leemos Deut 15, 9; Prov 22, 9; Eclo 14, 3.10; 3 1 , 13.23-24; 37, 11. Esto
nos indica entonces que el egoísmo y la avaricia arrojan a la persona en la
oscuridad total. Por el contrario, la Palabra de Dios promete muchas ben-
diciones a la persona generosa (Mt 25, 31-46; Lc 6, 38, etc.).
Si todos tuvieran una mirada generosa, nadie tendría necesidad de an-
gustiarse por la falta de pan.

Oración:

"Libérame Señor de la preocupación por acumular dinero y co-


sas de este mundo. Dame el gozo de ganarme el pan sin angustia
para poder compartirlo con generosidad. Regálame esa mirada
generosa que todo lo ilumina".

160
a
Semana 1 1 durante el año

SÁBADO: MT 6, 2 4 - 3 4

Evidentemente la Palabra de Dios no nos pide que vivamos sin dinero,


o que nos no nos ocupemos en trabajar para sostener nuestra vida y la de
los seres queridos.
De hecho en Lc 19, 8 se elogia a Zaqueo porque repartió la mitad de
sus bienes, aunque no repartió todos sus bienes. Y en Hechos 5, 4 pode-
mos descubrir que no se exigía a todos vender todos sus bienes y ponerlos
en común, sino que era una decisión libre.
San Pablo, por otra parte, exigía que los creyentes trabajaran con sus
manos para ganarse el pan (2 Tes 3, 12).
Lo que este texto nos pide es que no vivamos al servicio del dinero,
como si fuera un señor en nuestra vida, un dominador que acapara nuestro
tiempo, lo mejor de nuestros pensamientos y lo más valioso de nuestros
afectos. Cuando el dinero ocupa el lugar del Señor, todo lo demás se some-
te a él, y así cada vez que haya que tomar una opción, se optará por él. La
amistad, la familia, la honestidad, y hasta Dios deben colocarse bajo el
poder supremo del dinero.
Por eso es evidente que no se puede servir a Dios y al dinero. Nadie
puede pretender que hasta Dios se someta a sus proyectos económicos.
Por otra parte, a los que se someten al Reino de Dios, deseando que
Dios sea el único Señor, se les asegura que el Padre los cuidará mejor que
a las aves del cielo y a los lirios del campo. En cambio, al que se somete
angustiado ante el señorío del dinero, se le hace ver que así le está dando
más valor a las cosas que a su propia vida.
Por eso se nos invita finalmente a vivir el presente, sin arruinar este
presente por estar pendientes de acumular para el futuro: "a cada día le
basta su propia ocupación" (6, 34). Se trata entonces de ocuparse, no de
pre-ocuparse.

Oración:

"Señor, libérame para que no esté pendiente de los bienes y para


que mi corazón no adore al dinero. Concédeme un corazón lleno
de confianza en tu amor, capaz de vivir cada momento sin estar
pendiente del futuro".

161
Domingo 12° durante el año

AÑO A : MT 1 0 , 2 6 - 3 3

Estas palabras son parte de un largo discurso donde Jesús anuncia a sus
discípulos que deberán sufrir persecuciones y contrariedades, intentando
prepararlos para que no dejen de anunciar la Palabra de Dios por miedo.
Así se entiende la afirmación de que no hay nada oculto que no se
descubra o se divulgue. Jesús quiere hacer descubrir a los discípulos que
su mensaje no puede ser escondido, sino que necesariamente sale a la luz,
de manera que si ellos quieren ser sus discípulos no les queda otra posibi-
lidad más que anunciar ese mensaje, identificándose públicamente con él
aunque haya que soportar desprecios.
El verdadero discípulo de Jesús no puede ocultarse, no puede escon-
derse por mucho tiempo; de alguna manera se manifiesta. Y si no es así es
sencillamente porque ha dejado de creer en el mensaje del Señor, porque
ha perdido la gracia de amarlo con todo el corazón.
Jesús recomienda a sus amigos que se cuiden de caer en el intento de
disfrazar la propia realidad, porque "no hay nada escondido que no se des-
cubra". Lo que ellos han recibido en la intimidad con Jesús no debe quedar
en el privilegio de saber lo que otros no saben, sino que debe ser comuni-
cado a todos.
Y luego, para que los discípulos no caigan en el mecanismo de la apa-
riencia como táctica para evitar persecuciones o burlas, Jesús los invita a
confiar plenamente en el Padre Dios que no olvida ni siquiera a los pajari-
tos, y a mirar más el bien de la salvación que el de la vida misma.
Pero aquí podríamos leer también una invitación a valorar la propia
dignidad para que no caigamos en la indignidad de esconder las propias
convicciones: "Ustedes valen más que muchos pájaros".

Oración:

"Gracias Padre, porque ante tus ojos valgo más que muchos pá-
jaros; mi vida y mi felicidad están en tus manos. Dame la gracia
de confiar en ti cuando se burlen de mi fe o la desprecien, porque
tú te ocupas de mí, Padre bueno".

162
Domingo 12° durante el año

AÑO B: MC 4 , 3 5 - 4 1

Jesús calma una tormenta en el mar ante la mirada asombrada de los


discípulos. El mar simbolizaba las fuerzas ocultas del mal, ante las cuales
el hombre se siente impotente, porque superan su capacidad de compren-
sión y de acción.
Pero en toda la Biblia Dios siempre aparece dominante por encima del
mar (Is 17, 13; Sal 18, 16; 104, 6-7), sobre todo en la experiencia del paso
del Mar Rojo (Sal 106, 9; Is 63, 12).
Aquí Jesús duerme plácido en medio de la tormenta marina, y los dis-
cípulos lo despiertan indignados y llenos de temor.
Pero Jesús con su sola palabra, dando una orden, se manifiesta como
dominador de las fuerzas misteriosas.
Sobrevino una calma perfecta, símbolo de la paz que trae el Mesías. El
temor de los discípulos luego del prodigio ya no es el miedo a la tormenta;
es el temor que se siente ante lo sagrado, que despierta respeto, admira-
ción, y produce en el hombre la sensación de pequeñez e indignidad.
Aquí Jesús, tanto en el sueño como en la acción, aparece como el Se-
ñor, dueño de la situación, lo cual contrasta con la angustiosa impotencia y
el tremendo miedo de los discípulos.
A veces, cuando estamos angustiados, nos parece que Jesús duerme,
que no presta atención a nuestras angustias; pero él está. Y dejando todo
en sus manos, confiando en su poder y en su amor, a su tiempo llegará la
luz. Basta creer que él está allí, en la misma barca, junto a nosotros.

Oración:

"Señor, pongo mi vida en tus manos, porque yo solo con mi fra-


gilidad no puedo enfrentar los misterios de la vida ni puedo do-
minar los males que me amenazan, pero contigo tengo la seguri-
dad que me permite enfrentarlo todo".

163
Domingo 12° durante el año

AÑO C : LC 9 , 1 8 - 2 4

Después de mucho tiempo de convivencia y de enseñanza, Pedro reco-


noce que Jesús no es un profeta más, ni una especie de sucesor de Juan el
Bautista, sino el Mesías esperado durante tantos siglos.
Lucas nos narra muy brevemente este episodio y lo coloca en un con-
texto de oración. Es una forma de indicarnos que Jesús preparaba con su
oración la confesión de Pedro. De hecho, en Lc 22, 31 Jesús dice a Pedro:
"Yo he orado por ti para que tu fe no desfallezca".
Pero Jesús quiere llevar a sus discípulos a descubrir que el Mesías
necesariamente debe pasar por la cruz, y que ellos deberán estar dispues-
tos a imitarlo. Por eso, luego de anunciar su pasión y su resurrección, Je-
sús pide a los discípulos que acepten reproducir ese misterio en las pro-
pias vidas, cargando con la cruz.
En las molestias, cansancios y renuncias de la vida se está compartien-
do la pasión del Señor, pero de ese modo la vida no se arruina, sino que se
salva, se la vive con mayor profundidad, con un gozo y un sentido más
hondo.
Jesús se refiere sobre todo a la cruz de la incomprensión y de las burlas
del mundo; por eso pide a los discípulos que no se avergüencen de él y de
sus palabras (v. 26), sino que se identifiquen públicamente con él y con su
mensaje a pesar del desprecio y del rechazo del mundo.
Pero en el evangelio de Lucas este texto tiene una característica pecu-
liar, porque habla de cargar con la cruz "cada día", y eso significa que no
se trata de buscar cruces llamativas o extraordinarias, sino de aceptar y
cargar las cruces cotidianas, esas que nunca faltan.
Se trata de vivir cada día esa unión mística con Cristo en su pasión,
asumiendo cotidianamente las renuncias al propio yo.

Oración:

"Señor, concédeme la gracia de aceptar la entrega que me pides


cada día. No quiero ser esclavo de la comodidad y de la vanidad.
Libérame Señor, para que pueda unirme a ti en las asperezas de
cada día y no pretenda una vida sin límites o sin dificultades".

164
a
Semana 1 2 durante el año

LUNES: MT 7, 1-5

Cuando el evangelio nos dice que si no juzgamos no seremos juzga-


mos, está otorgando un inmenso valor a la compasión con el hermano.
Cuando luego leemos que la misma medida que usemos para medir a
otro se usará por nosotros, parece como si Dios quisiera tocar nuestro inte-
rés personal para que miremos al hermano con ojos misericordiosos.
Un santo monje que conocí solía decir: "Si no somos santos, al menos
seamos astutos", como invitando a cubrir el fuego de los propios pecados
con la lluvia de la misericordia. Perdonando y comprendiendo generosa-
mente los defectos y errores ajenos, lo mismo hará Dios con nuestra pro-
pia miseria. No desperdiciemos este remedio que Dios mismo nos ofrece.
Sin embargo, no se trata aquí de motivarnos a una actitud negociadora.
Simplemente se nos quiere mostrar el inmenso valor que tiene a los ojos
del Señor la misericordia para juzgar al hermano. Y así, al que desea agra-
dar a Dios, se lo invita a no buscar tanto la perfección en otros ámbitos de
su ser y de su vida, sino sobre todo en la compasión y en la misericordia.
Estas actitudes compasivas son la belleza que más cautiva a Dios y parece
disimular un poco las sombras y defectos de nuestra vida.
Luego el texto evangélico nos invita a tratar de descubrir nuestra pro-
pia miseria, esa que tantas veces nos escondemos a nosotros mismos, para
que así podamos valorar esta exhortación a usar con el hermano la medida
compasiva que esperamos que los demás usen con nosotros.

Oración:

"Ilumíname Señor, tócame con el poder de tu gracia, para que


reconozca mi propia miseria, la miseria de donde me has sacado
y la miseria que muchas veces me escondo a mí mismo, para que
así pueda mirar con ternura y compasión los defectos ajenos".

165
a
Semana 1 2 durante el año

MARTES: MT 7, 6. 1 2 - 1 4

El camino que lleva a la verdadera vida es estrecho, porque no respon-


de a los parámetros del mundo, a lo que uno haría espontáneamente si
Dios no lo ayudara. Pero el evangelio nos dice también qué es eso que no
responde a los criterios del mundo: hacer a los demás lo que nos gustaría
que nos hagan. Es romper ese círculo donde nos hemos encerrado, que
sólo nos permite mirar nuestros propios intereses; es comenzar a pensar en
el bien de los demás así como pensamos en nosotros mismos. Esta ley de
oro, hacer al hermano lo que quiero que hagan conmigo, estaba presente
en otras culturas pero sólo en negativo: no hacer a los demás lo que no
quiero que me hagan. El evangelio nos pide ir más allá y tomar iniciativas
para hacer feliz al hermano.
Todos los grandes autores bíblicos tienen la convicción de que en la
ley del amor al hermano se cumple y se plenifica toda la Ley de Dios (Mt
25, 31-46; Lc 6, 35-38; 1 Jn 2, 9-11; 3, 16-19; Sant 2, 8-9) que se expresa
en la ley de oro. Pablo habla sólo del amor al prójimo como criterio para
discernir si estamos en el camino de salvación, y no menciona las expre-
siones de amor a Dios en este resumen (Rom 13, 8-10; Gál 5, 14), como si
hubiese olvidado el primer mandamiento. Porque Pablo, como todo el
Nuevo Testamento, entiende que el amor interior a Dios se expresa inme-
diatamente y en primer lugar en los actos de amor al hermano, sin los
cuales toda otra obra pierde sentido cristiano. Por esta misma convicción,
santo Tomás de Aquino sostenía que la máxima de las virtudes en cuanto a
las obras exteriores que dirige, es la misericordia (STh., II-IIae., 30, 4),
superior incluso a los actos de culto de la religión (Ibid., ad 1). Lo mismo
sostenía san Buenaventura, para quien «el que quiera ser perfecto amante
de Dios primero debe ejercitarse en el amor al prójimo» (In III Sent., d. 27,
a. 2, q. 4).

Oración:

"Cambia Señor mi mentalidad, para que deje de dar vueltas al-


rededor de mí mismo, para que rompa mi castillo de egoísmo y
comodidad y busque la felicidad del hermano así como deseo mi
propio bien".

166
a
Semana 1 2 durante el año

MIÉRCOLES: MT 7 , 1 5 - 2 0

Los falsos profetas no son una novedad. Ya habían hablado de ellos


Jeremías 23 y Ezequiel 13. Eran los que decían a los demás solamente lo
que ellos deseaban escuchar y así adquirían fama y aplausos. No les pre-
ocupaba escuchar a Dios para descubrir lo que él quería decir a su pueblo.
Por ejemplo, en la época de Jeremías, los falsos profetas entretenían a
la gente anunciándole que pronto iban a regresas a su tierra. Jeremías en
cambio, anunciaba que el exilio iba a ser largo, y por lo tanto había que
adaptarse a la nueva situación. Este mensaje no agradaba, pero era la rea-
lidad.
Con su anuncio, Jeremías renunciaba a convertirse en un personaje
aplaudido, pero cumplía con su misión y ayudaba a su pueblo a que no
viviera de ilusiones. Por otra parte, el exilio era también un instrumento
que Dios usaba para purificar a su pueblo y llevarlo a una religiosidad más
profunda; mientras los falsos profetas, entreteniendo al pueblo con anun-
cios mentirosos, lo distraían y lo sacaban de ese camino.
Por eso Jesús pedía a los discípulos que se cuidaran de los falsos pro-
fetas. Parecen ovejas, pero en realidad son lobos que sólo buscan su pro-
pio interés. Por eso su predicación no produce frutos de conversión, de
entrega a Dios, de amor, de generosidad.
Quizás nosotros también preferimos escuchar a los falsos profetas, a
los que nos permiten aferramos a nuestros intereses y a nuestros planes y
escapar del proyecto de Dios para nuestra vida; pero buscando falsos pro-
fetas, que sólo nos dicen lo que queremos escuchar, no habrá buenos fru-
tos en nuestra vida.

Oración:

"Concédeme Señor, un corazón abierto a tu Palabra, aun cuan-


do tu Palabra me lleve por caminos que yo no ha planeado, aun
cuando me diga lo que no quiero escuchar. Hazme dócil Señor,
para que mi vida produzca buenos frutos".

167
a
Semana 12 durante el año

JUEVES: MT 7 , 2 1 - 2 8

Como ya dijimos, el evangelio de Mateo nos insiste en el estilo de vida


que el Señor quiere para nosotros. La entrega al Señor debe plasmarse en
un determinado comportamiento, en una manera de actuar, porque no son
en primer lugar las palabras las que dan gloria a Dios, sino una manera de
vivir imitando a Jesús.
Este texto nos muestra también que no son los carismas ni las obras
extraordinarias lo que manifiesta nuestra entrega y nuestra adoración a
Dios: ni las profecías, ni la expulsión de demonios, ni los milagros expre-
san nuestra adoración sincera a Dios, sino el poner en práctica las ense-
ñanzas del Maestro.
El que cumple esas enseñanzas es como el que construye su casa sobre
la roca, y así está firme y seguro ante las dificultades de la vida y las
tentaciones. Y eso nos indica que nuestra vida cristiana debe ser afirmada,
fortalecida, asentada, arraigada, para lo cual son necesarias nuestras bue-
nas acciones.
Entonces no basta la oración para que nuestra vida se afirme en Dios,
para sentirnos fuertes; es necesario que el encuentro con Dios nos movili-
ce a un cambio de vida. Así, cuando nuestro encuentro con Dios termina
produciendo buenas obras, entonces sí comenzamos a sentirnos verdade-
ramente fortalecidos por la gracia de Dios.
La Iglesia siempre enseñó que nosotros debemos cooperar con la gra-
cia de Dios para poder profundizar la vida en gracia. Dios tiene la iniciati-
va, pero para que el don de su amor se arraigue en nuestra vida y nos haga
firmes, es necesario que le respondamos con obras de amor.

Oración:

"Quisiera responder mejor a tu amor, Señor, con una vida que te


agrade; quisiera ofrecerte un comportamiento menos indigno de
tu amor y de tu amistad. Impúlsame con tu gracia, para que mi
vida interior se fortalezca en las buenas obras".

168
a
Semana 1 2 durante el año

VIERNES: MT 8, 1 - 1 3

La misión de Jesús, que parecía reservada a los judíos, se abre a los


paganos. De hecho, el centurión es sólo un símbolo del mundo pagano en
general, porque en el v. 11 dice que "muchos vendrán de oriente y occi-
dente" a sentarse al banquete del Reino.
Pero en este texto se destaca la actitud del centurión romano, que no es
sólo de humildad, sino también de confianza: "Señor, no soy digno de que
entres en mi casa. Basta que digas una palabra".
Jesús se admiró de la fe del centurión. Un pagano, que no tenía ningu-
na formación religiosa, que no conocía las Santas Escrituras, es capaz de
suplicarle a Cristo con una inmensa confianza, con una profunda y sincera
humildad. Y Jesús, con su exquisita sensibilidad, se admira por la docili-
dad de ese corazón, como también se admiraba de la generosidad de la
viuda pobre (Mc 12, 41-44) o de la atención que le prestaba su amiga
María, cuando se sentaba a sus pies a escucharlo (Lc 10, 38-42).
¡Qué bueno es tener un Señor que ama a la gente, que mira con ternura
esos pequeños gestos llenos de confianza de su pueblo simple, que valora
hasta un vaso de agua que demos a otro!
¡Qué bueno saber que él ve en lo secreto y que no se le escapa ni el más
pequeño gesto de bondad y de fe que pueda haber en nuestro corazón! Él,
que es el Santo, se admira de nosotros.

Oración:

"Quiero darte gracias Señor mío, por tu mirada buena; nadie


sabe mirarme así. Porque ante tu mirada sólo puedo encontrar
un estímulo para ser mejor. Gracias porque todo lo que se esca-
pa a la mirada del mundo está claro ante tus ojos compasivos,
ante ésos ojos que pueden descubrir una flor en medio de mis
miserias. Mírame Señor con esos ojos".

169
a
Semana 1 2 durante el año

SÁBADO: MT 8, 1 4 - 1 7

Este texto resalta de distintas maneras el poder de Jesús que viene a


hacer presente el Reino de Dios y a liberar al hombre del poder del mal. La
mano de Jesús que sostiene y cura a la suegra de Pedro recuerda la figura
de la mano fuerte de Dios tan presente en el Antiguo Testamento. Esa
mano da seguridad: "Tu mano me sostiene" (Sal 63, 9; 73, 23). Con ese
mismo poder de su mano Jesús pasa por todas partes curando enfermos y
expulsando demonios; el poder del mal se rinde ante su mano fuerte. En el
encuentro con el Padre, muy de madrugada, Jesús bebía del poder que se
manifestaba luego durante la jornada.
Esa misma mano fuerte de Jesús es la que puede fortalecernos y
liberarnos de nuestros males más profundos, esa misma mano que acaricia
con ternura pero que tiene potencia divina, puede sostenernos en la difi-
cultad y arrancar de nuestras vidas los poderes del mal que a veces nos
esclavizan: también hoy él toma nuestras debilidades y carga nuestras do-
lencias en sus hombros.
En la curación de la suegra de Pedro se destaca un detalle importante:
que la mujer, inmediatamente después de ser curada, se pone a servir a los
presentes. Esto indica que cuando buscamos a Dios con el deseo de ser
curados de nuestras enfermedades, angustias y perturbaciones, debemos
hacerlo con la intención de servir mejor a los demás y no solamente para
gozar del bienestar, encerrados en nuestros propios intereses.

Oración:

"Señor, pasa por mi vida con tu mano firme, no me dejes caer


Señor, arráncame del abismo de la tristeza, de la indiferencia,
del pecado, y cura mis enfermedades. Fortalece mi cuerpo, pero
sobre todo dame la fuerza insuperable del amor".

170
Domingo 1 3 ° durante el año

AÑO A : MT 1 0 , 3 7 - 4 2

Amar a Jesús es entregar lo más profundo del corazón al que derramó


su sangre para purificarlo, al que puede darle sentido y luz, al que tiene el
derecho de ser Señor de ese corazón.
Ningún otro ser humano puede ejercer ese dominio santo, porque sólo
Jesús es Dios. Por eso, ni siquiera nuestros padres pueden ocupar ese lu-
gar. Ellos han sido instrumentos que el Señor ha usado para darnos la vida
y deben ser amados y honrados, pero no pueden ocupar el lugar de Cristo,
porque no pueden darnos lo que sólo él puede comunicar a nuestras vidas.
Tampoco los hijos pueden ocupar ese lugar; no son ellos los que pue-
den darle a nuestra vida su último sentido, aun cuando podamos dar nues-
tra vida por amor a ellos.
Jesús invita a tomar la cruz, como él la tomó. No se trata de buscar
cruces, sino de aceptar la que haya que llevar por el Reino.
Luego Jesús sintetiza todo lo que no es él en la expresión "vida". Todo
lo que forma parte de la vida, todo lo que amamos, todo lo que nos entu-
siasma, todo lo que no es Dios, todo eso puede terminar, puede alejarse de
nosotros dejándonos solos y vacíos. Todo eso, aunque sea muy valioso,
cuando se lo endiosa se convierte en un veneno.
Finalmente, aunque nos ha hablado del valor del encuentro con él, que
es superior a cualquier cosa y a cualquier persona, nos dice también que a
él podemos recibirlo cuando recibimos a los demás, a los que él envía para
que expresemos a través de ellos nuestro amor y nuestra confianza en él:
un profeta, alguien que nos habla de parte de él; un justo, alguien que
simplemente refleja al Señor con su vida; los pequeños, esos que no se
destacan en nada, pero son un reflejo simple de la presencia maravillosa
de Jesús, porque son sus discípulos.

Oración:
"Toma, Señor, el lugar que sólo a ti te corresponde en mi vida.
Tú eres el único Señor; apodérate del espacio más íntimo y per-
sonal de mi corazón, para que así pueda amar a los demás con tu
amor y reconocerte en los hermanos".

171
Domingo 13° durante el año

AÑO B: MC 5, 2 1 - 4 3

Este texto nos presenta dos preciosos testimonios de fe, pero de la fe


entendida como una confianza firme y espontánea que algunos tienen en
Jesús y en su poder. Esa confianza sencilla contrasta con la actitud de
otros que se ríen de él.
Y esa fe tiene también la característica de la humildad: el jefe de la
sinagoga se echa a los pies de Jesús y también lo hace la mujer.
Es destacable el interés de Jesús por mirar a la mujer que con su fe
había atraído su fuerza sanadora. Eso significa que Jesús no se contenta
con sanarla, quiere tener un encuentro con ella frente a frente, y además
quiere detenerse a elogiar su fe. Porque esa fe, que es un regalo de Dios,
supone también el sí, la acogida de la criatura.
También se percibe la delicadeza de Jesús en el detalle de tomar a la
niña de la mano y estimular su respuesta con las entrañables palabras
arameas, y en su preocupación por ella al pedir inmediatamente a sus pa-
rientes que le den de comer.
Todos estos detalles que Marcos no quiso dejar de mencionar nos ayu-
dan a percibir la calidez humana del Señor, el modo delicado como cuida-
ba los detalles de amor en su relación con los demás.
El Dios todopoderoso que manifiesta su gloria y su poder es también el
que ama a sus criaturas, se acerca a ellas con respeto y ternura, y se pre-
ocupa también por los pequeños detalles. Es bueno tratar de descubrir y
agradecer los pequeños detalles que Dios ha tenido con nosotros, e inten-
tar actuar de la misma manera en nuestra relación con los que se acercan a
pedirnos ayuda.

Oración:

"Señor, toma mis ojos, mis manos, mi forma de actuar, y dame tu


delicadeza, tu bondad, tu manera de tratar a los demás. Que a
través de mis gestos puedan descubrirte a ti y reconozcan la ter-
nura y el vigor de tu corazón".

172
Domingo 13° durante el año

AÑO C : LC 9 , 5 1 - 6 2

Jesús se encamina "decididamente" a Jerusalén. Recordemos que Lucas


nos presenta toda la vida de Jesús como una subida a Jerusalén para entre-
garse en la cruz. Pero este detalle sobre la "decisión" de Cristo nos ayuda
a redescubrir que él no era un esclavo de las circunstancias, arrastrado por
la maldad de los hombres. Tampoco debía aceptar en contra de su voluntad
un plan del Padre. Él mismo había decidido, en armonía con la voluntad
del Padre, la entrega de su vida hasta las últimas consecuencias.
Los discípulos tenían la tentación de desear otra cosa, de buscar un
dominio violento, y que todos se sometieran a Jesús por la fuerza; querían
apresurar el triunfo de Cristo en la tierra a través de manifestaciones
destructivas del poder divino. Ellos creían que eso era posible porque ha-
bían experimentado el verdadero poder que Cristo les había concedido al
enviarlos a predicar, ya que a través de ellos se habían realizado prodigios
(9, 1). Y creían entonces que Dios también podría utilizarlos a ellos para
destruir a los enemigos de Jesús.
Pero Jesús rechaza firmemente esa actitud y los reprende. Él viene a
reinar de otra manera, y el Padre no ha planeado para él un dominio vio-
lento, sino el que pasa por la entrega generosa en la cruz.
Al mismo tiempo, Jesús quiere liberar a sus discípulos de toda preten-
sión de gloria humana: si quieren seguirlo deben renunciar a toda seguri-
dad y lanzarse hacia delante, donde lo imprevisto del Reino de Dios quiera
llevarlos.
No hay donde reclinar la cabeza, no hay seguridades familiares. Se
trata de poner la mano en el arado y no mirar más para atrás. Las urgencias
del Reino de Dios que estaba llegando exigía discípulos dispuestos a la
novedad y decididos a lanzarse hacia delante, así como Cristo se encami-
naba "decididamente" hacia Jerusalén, porque había que dedicarse "a los
asuntos del Padre" (Lc 2, 49).

Oración:
"Señor, tu puedes liberarme de todas las ataduras que me retie-
nen, que me frenan, que me complican. No permitas que me en-
tretenga buscando glorias y seguridades que no me dejan entre-
garme, dispuesto a todo, a la aventura de tu Reino".

173
a
Semana 13 durante el año

LUNES: MT 8, 1 8 - 2 2

Un estudioso de la Ley de Dios había quedado impactado con la figura


de Jesús y quería seguirlo a todas partes. Pero estos letrados estaban habi-
tuados a una vida muy estructurada y llena de comodidades, y Jesús le
hace notar que para seguirlo es necesario desinstalarse y renunciar a cier-
tas seguridades.
Otro discípulo quería seguirlo, pero no termina de decidirse; se trata
de esos que siempre tienen alguna excusa, algo urgente e impostergable.
Jesús lo alienta a seguirlo haciéndole descubrir que para las demás cosas
nadie es indispensable, hay otros que pueden enterrar muertos.
Pero cabe también entender aquí al padre muerto como el símbolo de
todas las cosas que forman parte del pasado y que no terminamos de entre-
gar a Dios para comenzar una vida nueva, de manera que nos morimos con
ellas.
Jesús quiere liberar a sus discípulos de toda esclavitud mundana: si
quieren seguirlo deben renunciar a toda seguridad de este mundo. No hay
donde reclinar la cabeza, no hay excusas válidas para demorarse y poster-
gar la entrega.
El Reino de Dios es cosa seria y lo exige todo; requiere discípulos
decididos y dispuestos a la novedad. Porque cuando las cosas importantes
apremian, no se puede perder el tiempo con los indecisos e inseguros.
El que quiera entrar por el camino del Reino de Dios y desee entregar-
se a su servicio debe renunciar a tener todo asegurado, todo previsto, todo
ordenado y bajo control. El timón lo lleva el Espíritu Santo.

Oración:

"Arranca tu. Señor, esas falsas seguridades que me quitan deci-


sión y dinamismo, esas excusas que no me dejan servirte con
alegría y entrega. Con tu amor ayúdame a aceptar las renuncias
necesarias para vivir una vida nueva".

174
a
Semana 13 durante el año

MARTES: MT 8, 2 3 - 2 7

Se nos ofrece aquí una de las escenas donde aparece la debilidad de los
discípulos. Esos mismos discípulos serán los que luego se empeñarán va-
lientemente en la predicación del evangelio, hasta dar la vida por Jesús.
Pero aquí se los ve abrumados por el miedo, asustados, incrédulos.
En el lago de Galilea no eran poco frecuentes estas tormentas violentas
y repentinas. Y algunos de los discípulos eran pescadores, ya habituados a
lidiar con esos imprevistos. Sin embargo, esta tormenta era diferente, y los
había vencido.
Jesús calma la tormenta en el mar ante la mirada asombrada de los
discípulos. El mar simbolizaba las fuerzas ocultas del mal, ante las cuales
el hombre se siente impotente, porque superan su capacidad de compren-
sión y de acción. Pero en toda la Biblia Dios aparece dominante por enci-
ma del mar. No hay poder que no pueda rendirse ante la majestuosa pre-
sencia de Dios.
Aquí Jesús duerme plácido en medio de la tormenta marina, y los dis-
cípulos lo despiertan llenos de temor. Pero Jesús con su sola palabra, dan-
do una orden, se manifiesta como dominador de las fuerzas misteriosas.
Sobrevino una calma perfecta, símbolo de la paz que trae el Mesías.
Jesús, tanto en el sueño como en la acción, aparece como el Señor,
dueño de la situación, lo cual contrasta con la angustiosa impotencia y el
tremendo miedo que experimentan los discípulos.
La reacción de admiración de los discípulos no perduró cuando, en la
pasión, abandonaron a Cristo por temor. Pero en este texto la admiración
los lleva a reconocer a Jesús como Señor, digno de obediencia, porque a él
se someten hasta las fuerzas misteriosas e incontrolables de la naturaleza.

Oración:

"Señor, pongo mi vida en tus manos, porque yo solo con mi fra-


gilidad no puedo enfrentar los misterios de la vida ni puedo do-
minar los males que me amenazan, pero contigo tengo la seguri-
dad que me permite enfrentarlo todo".

175
a
Semana 13 durante el año

MIÉRCOLES: MT 8, 2 8 - 3 4

Dos hombres dominados por el mal, deteriorados y enfermos de vio-


lencia.
Habitaban entre los sepulcros, lo cual los muestra como muertos en
vida, y aislados del mundo. Todos escapaban de ellos porque tenían temor
a la violencia que los dominaba. Representan así la muerte y la soledad de
los que caen bajo el dominio del mal.
La narración de los cerdos en realidad tiene un valor simbólico, por-
que los cerdos eran animales impuros para los judíos, considerados como
peligrosos e inmundos. Los judíos no los comían porque estaba prohibido
por la Ley, pero además sentían una espontánea aversión porque se temía
que el contacto con los cerdos arruinara la propia vida.
Pero en esta escena se quiere expresar que el poder del mal que aqueja
al hombre es superior a la temida impureza de esos animales, de tal mane-
ra que los cerdos, siendo impuros, no pueden contener ese horrible mal y
por eso se precipitan desesperadamente al lago. Ni siquiera su impureza
puede tolerar el horrendo mal que se apodera del corazón humano.
Jesús lo había expresado de otra manera al decir que no son las cosas
externas las peligrosas, sino que lo que mancha al hombre es lo que él
mismo lleva en su interior más profundo (Mt 15, 17-19).
Pero los habitantes del lugar se concentraron en el episodio de los cer-
dos, incapaces de valorar la preciosa obra restauradora y pacificadora que
Jesús había hecho en los hombres violentos. Esa misma obra de arte puede
hacer en nuestros corazones, que a veces se dejan esclavizar y atormentar
por tantas cosas.

Oración:

"Señor, mira el mal y la violencia que llevo dentro de mí, mira


todo lo que me separa de los hermanos y me hace desagradable
para ellos. Y destruye ese mal de mi interior con tu poder sanador.
Restáurame Señor, y a través de mí derrama tu paz en el mun-
do".

176
a
Semana 13 durante el año

JUEVES: MT 9 , 1-8

En este texto un escriba, especialista en la Ley de Dios, un teólogo de


aquella época, critica a Jesús porque perdonó los pecados al paralítico, y
el perdón sólo puede venir de Dios.
Pero Jesús se presenta como instrumento del perdón del Padre, y cura
al paralítico para dar un signo de la autenticidad de su misión, porque en
aquella época se consideraba que Dios no podía darle poder para hacer
milagros a un hombre pecador.
Este prodigio de alguna manera confirmaba que la misión de Jesús
venía de Dios. Por eso mismo, algunos terminaron diciendo que el poder
de Jesús venía del demonio (Lc 11, 14-15).
Aquí queda claro que, si bien es Dios el que perdona, él puede derra-
mar su perdón a través de un instrumento humano, en este caso la humani-
dad de Jesús. Por eso, la gente daba gloria a Dios que había dado un poder
tan grande a los hombres (v. 7).
En la parálisis del hombre curado podemos ver un símbolo de nuestras
propias parálisis y estancamientos, de todo aquello que nos detiene, que
nos frena, y no nos permite caminar para servir a los demás, para seguir el
camino que el Señor indica, para avanzar. De esas parálisis él puede curar-
nos, sobre todo porque tiene el poder para liberarnos de su raíz: el pecado.

Oración:

"Jesús, tú que pasaste la vida caminando para hacer el bien, no


permitas que me encierre en mis males y me detenga paralizado.
Dame el impulso de tu gracia para que pueda caminar decidido
hacia el bien".

177
a
Semana 13 durante el año

VIERNES: MT 9 , 9 - 1 3

Jesús llama a Mateo. Por ser recaudador de impuestos era un personaje


desagradable y odiado. También hoy los recaudadores de impuestos son
mal vistos. Pero Mateo era especialmente odiado porque cobraba impues-
tos para el imperio romano que oprimía al pueblo y se llevaba una buena
parte de lo poco que podían ganar los humildes pescadores de Galilea.
Vemos entonces que Jesús no eligió solamente gente humilde y opri-
mida para formar el grupo de sus apóstoles, sino que también llamó a uno
que los explotaba en nombre de los romanos.
Pero lo que tenían en común Mateo, el recaudador de impuestos, y
Pedro, el pescador, es que ambos eran mal vistos por algunos fariseos, que
los consideraban seres despreciables, ignorantes, bajos, mientras ellos se
consideraban a sí mismos "separados" de la masa de imperfectos.
Mateo era uno de esos pecadores que Jesús quería convertir, y por eso
se acercaba a él y compartía la mesa con sus amigos pecadores. Por eso
nos encontramos con la escena de Jesús comiendo en la casa de Mateo,
junto con los pecadores públicos. Los fariseos reprochaban esta actitud de
Jesús de mezclarse con la gente "baja", y Jesús intentaba hacerles ver que,
si pretendían ser religiosos y observantes de la voluntad de Dios, no de-
bían olvidar que Dios quiere misericordia más que sacrificios.
Sin embargo, hay que decir también que el objetivo de Jesús no era
simplemente mezclarse con los pecadores, compartir con ellos, sino tam-
bién sanarlos de su pecado: él es el médico que se acerca a ellos para curar
su enfermedad. Sin embargo ellos aceptaban su miseria, mientras los fari-
seos padecían un mal mayor, porque no reconocían la necesidad de un
médico para su propio mal: la hipocresía.

Oración:

"Señor Jesús, tú que eres el médico, manifiesta más todavía tu


poder sanador para liberar a este mundo del pecado; pero sobre
todo toca los corazones de los que no reconocen su miseria y su
necesidad de ser curados".

178
a
Semana 1 3 durante el año

SÁBADO: MT 9 , 1 4 - 1 7

Los discípulos de Juan todavía estaban centrados en costumbres y prác-


ticas ascéticas que para Jesús no son lo verdaderamente importante, por-
que habiendo llegado el Mesías, se trata de vivir una verdadera fiesta de
amor, más que de buscar sacrificios.
En todo caso basta con llevar la cruz de cada día, que se nos presenta
sin que la busquemos, se trata de aceptar lo que nos toque soportar, de
tolerar con serenidad y amor las molestias que forman parte de nuestra
misión en esta tierra. Si aceptamos todo eso con amor, renunciando a cier-
tos placeres y comodidades, el Señor nos devolverá el ciento por uno; es
decir, nos dará una plenitud interior, una sensación de realización humana
que no tendríamos si solamente buscáramos nuestra comodidad.
En este texto Jesús aparece como el novio que se casa con su pueblo, y
que invita a sus amigos a vivir esa fiesta sublime. En medio de las priva-
ciones normales de la vida, sin buscar sacrificios artificiales, tenemos que
reconocer con gozo la presencia de Jesús.
Sin embargo, Jesús no le quita valor a la práctica del ayuno ni la anula,
pero la relega a los momentos de especial dificultad, ya que según una
tradición judía hay ciertas dificultades que se superan gracias a la oración
y el ayuno; pero leyendo los versículos que siguen (16-17) queda claro que
en la nueva vida que trae Jesús lo más importante no son los ayunos, sino
vivir la presencia del Señor reinando en nuestras vidas y compartir ese
gozo con los demás. Gozo profundo y sereno, no euforia psicológica.

Oración:

"Jesús, ayúdame a descubrirte como el amigo siempre presente


en mi existencia; y que mi vida espiritual consista sobre todo en
estar contigo y reconocerte en mi vida, más que en buscar sacri-
ficios para sentir que me entrego a ti. Haz que mi corazón esté en
ti más que en mi propia perfección".

179
Domingo 14° durante el año

AÑO A : MT 1 1 , 2 5 - 3 0

Jesús invita con ternura y compasión, con respeto y con fuerza: "Ven-
gan a mí". Pero su invitación se dirige sobre todo a los cansados y agobia-
dos, a los que ya no saben qué hacer con el tremendo peso de sus vidas, a
los que no pueden encontarle el sabor a la existencia cotidiana porque
tienen demasiadas preocupaciones, muchas dificultades que enfrentar.
Y Jesús ofrece descanso, ofrece alivio al agobiado. Pero para eso nos
indica dos caminos: uno es el de tomar con él el peso, el de compartirlo
con él, descubriendo su presencia de amor en medio de nuestros cansan-
cios. Se trata de darle sentido a las preocupaciones y dolores de la vida
uniéndonos místicamente a Jesús.
El segundo camino es el de contemplarlo a él cargando su propia cruz
sin lamentos ni quejas, ofreciendo su propia vida hasta el fin. Si ni siquie-
ra él, siendo el Hijo de Dios, se liberó de los límites y angustias de la vida
humana.
Contemplándolo a él que carga pacientemente su cruz sin odios ni re-
beldías, podemos unirnos más íntimamente a él en el dolor, experimentan-
do cómo, místicamente, nuestras propias llagas se unen a las suyas en la
cruz. Es lo que experimentaba San Pablo al decir: "estoy crucificado con
Cristo, ya no soy yo el que vive" (Gál 2, 19-20), o al decir: "llevo sobre mi
cuerpo las señales de Jesús" (Gál 6, 17).
De esta manera damos un sentido al peso que nos toca llevar cada día,
pero ocupándonos de los problemas sin pre-ocuparnos; es decir, haciendo
lo que está en nuestras manos para resolverlos, pero no angustiándonos
antes de tiempo tratando de preverlo todo. Por eso el evangelio nos exhor-
ta a estar más en el hoy que en el mañana: "No se inquieten por el día de
mañana; el mañana tendrá sus propias preocupaciones. A cada día le basta
su propia aflicción" (Mt 6, 33).

Oración:

"Jesús, dame la gracia de unirme a ti en el dolor y en el cansancio;


concédeme que pueda encontrar alivio en tu presencia, sintiendo
cómo mis angustias se unen a tu pasión. Porque aunque estás resu-
citado, me concedes unirme a tu entrega suprema en la cruz".

180
Domingo 14° durante el año

AÑO B: MC 6, 1-6

Este texto muestra a Jesús como una verdadera paradoja; por una parte
se manifestaban en sus prodigios y en sus palabras el poder y la sabiduría
de Dios, pero por otra parte no tenía un reconocimiento en la sociedad, no
ocupaba ningún puesto importante y pertenecía a una familia pobre y sen-
cilla. ¿Podía ser el Mesías alguien que desde niño había caminado por sus
calles y había compartido sus vidas simples, ocultas, ignoradas por todos?
¿Podía ser el Rey esperado alguien que era también uno más, uno cual-
quiera? Finalmente, estas preguntas se convierten en incredulidad, y Je-
sús ve limitado su poder a causa de esa falta de fe que no le permite hacer
prodigios en su propia tierra. Es fascinante ver al mismo Hijo de Dios que
"se extrañaba de la incredulidad de ellos".
Cuando Jesús dice que un profeta es despreciado solamente en su tie-
rra ("nadie es profeta en su tierra"), en realidad no estaba afirmando algo
que sucede siempre de esa manera, sino que tomó un refrán popular para
que se dieran cuenta de lo que estaba sucediendo en ese momento: que lo
despreciaban porque no eran capaces de descubrir las cosas grandes que a
veces se presentan en medio de la sencillez de la vida y a través de las
personas que uno se encuentra en el camino cotidiano. También en nues-
tras vidas el Señor puede manifestarse en signos simples, tan sencillos que
nos cuesta reconocer que vienen de él. Agudicemos la sensibilidad del
alma para mirar mejor las distintas formas con las que Dios se hace pre-
sente en nuestras vidas sin pretender encasillarlo en nuestra pobre pers-
pectiva. Algunas personas no crecen en la vida espiritual porque están
esperando ocasiones extraordinarias o llamativas para entregarse a Dios,
como si él no se hiciera presente en lo sencillo y cotidiano. Decía San
Francisco de Sales: "Las grandes ocasiones de servir a Dios se presentan
raramente, pero las pequeñas son de cada día. Si haces las cosas cotidianas
en nombre de Dios todo estará bien. Sea que comas o duermas, te diviertas
o trabajes, todo en unión con Dios está bien".

Oración:
"Mi Salvador, quiero contemplar tu santa humanidad, admirar-
me por la sencillez que guardaba tu infinita gloria; reconocer
que realmente te hiciste igual a mí, con los límites de mi pequeña
existencia terrena".

181
Domingo 1 4 ° durante el año

AÑO C : Lc 10, 1-12. 17-20

La misión que Jesús había dado a los doce apóstoles en Galilea (9, 1-6)
ahora se amplía a los setenta discípulos; pero tampoco ellos son suficien-
tes y hay que pedir al Padre que envíe más trabajadores a la cosecha. La
mención de la cosecha y no de la siembra recuerda que en realidad el que
siembra es Dios mismo. La Palabra que se transmite es suya y es suyo el
poder que da crecimiento a esa semilla. Los trabajadores sólo deben cose-
char con gozo, agradecidos y felices por la obra de Dios en el corazón de
su pueblo. Y sin embargo, Dios quiso necesitar de esos cosechadores, qui-
so actuar a través de ellos.
Para que sean instrumentos adecuados es necesario que sean pobres,
desprendidos, que no se apoyen en la falsa seguridad que otorgan las cosas
de este mundo, para que su verdadera fortaleza sea el amor del Padre.
Ellos deben anunciar que el Reino de Dios ya está presente; sólo hay que
dejarlo actuar sin oponerle resistencia, para que pueda dar sus frutos.
Cuando se dice a los discípulos que se liberen hasta del polvo de los
pies que se les haya pegado en la casa de los incrédulos, Jesús quiere decir
que eviten contagiarse, que no permitan que esa incredulidad los afecte y
los debilite. A pesar de ese rechazo, el Reino de Dios está presente y no
puede ser destruido por la incredulidad de los corazones cerrados. De he-
cho, mientras los discípulos andaban por ahí anunciando el Reino, Jesús
veía que Satanás se desplomaba como un rayo; es decir: se difundían las
fuerzas de la fe, la paz, la justicia, y eran vencidas con el poder de Dios las
fuerzas del odio, el egoísmo, la incredulidad.
Pero ellos no deben estar pendientes de frutos visibles y maravillosos,
sino gozarse sabiendo que están cumpliendo el deseo del Padre, y sus nom-
bres están escritos en el cielo. Jesús los invita así a revisar las intenciones
profundas de lo que hacen, el "para qué" de sus esfuerzos; y nos invita a
nosotros, que a veces tenemos una sensación de vacío, a encontrarle un
"para qué" a nuestras vidas, de manera que valga la pena seguir viviendo.

Oración:
"Protégeme Señor, para que no me contagien la incredulidad, la
indiferencia, la mediocridad. Permíteme estar en el mundo sin
ser del mundo, y no dejes que me avergüence de tu evangelio".

182
a
Semana 14 durante el año

LUNES: MT 9 , 1 8 - 2 6

Los dos personajes que nos presenta este texto son testimonios de fe,
entendida como una confianza firme y espontánea que algunos tienen en
Jesús y en su poder. Esa fe tiene la característica de una actitud humilde:
el funcionario se echa a los pies de Jesús y también lo hace la mujer.
Según este texto de Mateo la niña estaba muerta cuando el funcionario
se acerca a Jesús, mientras en Marcos 5, 23 se dice simplemente que la
niña "se estaba muriendo". Mateo, al preferir la versión de la muerte pre-
via a la súplica del funcionario, quiere destacar la inmensa confianza de
este hombre.
Este texto también destaca la delicadeza de Jesús en el detalle de to-
mar a la niña de la mano. Si bien Mateo abrevió bastante el relato, porque
en el evangelio de Marcos es mucho más extenso (Mc 5, 21-43), sin em-
bargo Mateo no quiso obviar este detalle que nos ayuda a percibir la cali-
dez humana del Señor, el modo delicado como cuidaba los detalles de amor
en su relación con los demás. El Dios todopoderoso que manifiesta su
gloria y su poder es también el que ama a sus criaturas, se acerca a ellas
con respeto y ternura, y se preocupa también por los pequeños detalles.
Por eso mismo es destacable el interés de Jesús por mirar a la mujer
que lo tocó buscando su fuerza sanadora. Jesús no se contenta con sanarla,
quiere tener un encuentro con ella frente a frente, darle ánimo con sus
palabras y elogiar su fe. Ese mismo estilo, respetuoso, delicado, cercano,
es el que Jesús tiene con nosotros. Pero por eso mismo no le interesa tanto
deslumbrarnos con prodigios sino cautivarnos con su persona, con el ex-
quisito ofrecimiento de su amistad, con el regalo inestimable de su intimi-
dad. Entonces sería bueno que tratáramos de descubrir y agradecer los
pequeños detalles que el Señor ha tenido con nosotros, y también intentar
actuar de la misma manera en nuestra relación con los demás.

Oración:

"Señor, en medio de mis problemas, insatisfacciones y preocu-


paciones, muchas veces no puedo ver tus pequeños detalles de
amor. Ayúdame a reconocerlos Señor, para que pueda darte gra-
cias con alegría".

183
a
Semana 14 durante el año

MARTES: MT 9 , 3 2 - 3 8

Los que envidiaban a Jesús y querían manchar su imagen para evitar la


admiración de la gente, ya no sabían qué decir frente a los prodigios que
Jesús realizaba, sobre todo porque liberaba a la gente de sus males más
profundos, que para los judíos eran "demonios", por el poder del mismo
jefe de esos demonios: Satanás.
Pero Jesús indica que si él mismo fuera el jefe de los demonios, enton-
ces ellos estarían en guerra unos con otros, y así se destruirían, ya que
ningún reino puede subsistir en la división.
Es el poder de Dios el que actúa en Jesús para liberar a la gente de sus
demonios, es la gloria de Dios la que se manifiesta en todos sus prodigios.
Y Jesús explica que hacen falta instrumentos de Dios, personas dis-
puestas a dejarse llevar por Dios para ayudar a la gente a liberarse de sus
angustias.
Pero para eso, los instrumentos elegidos tienen que aprender a mirar a
los demás con la mirada de Jesús, que es capaz de compadecerse de cora-
zón al ver a los que sufren sin tener quien los auxilie.
Por eso, cuando alguien está padeciendo, sin poder resolver sus nece-
sidades más urgentes, no es porque Dios no desee liberarlo, sino porque
alguno de los instrumentos humanos que podrían ayudarlo no está escu-
chando el llamado de Dios o no está cumpliendo con su función, o porque
la misma persona angustiada no quiere utilizar los medios necesarios que
Dios le da para salir adelante.

Oración:

"Señor, tú conoces el egoísmo que reina muchas veces en este


mundo, donde cada uno parece buscar sólo su propio interés.
Ven Señor a reinar un poco más en esta tierra, para que cada
uno haga lo que esté en sus manos para aliviar los males ajenos
y así pueda nacer un mundo de justicia y de paz".

184
a
Semana 14 durante el año

MIÉRCOLES: MT 1 0 , 1-7

El grupo de los doce apóstoles, que Jesús formó para enviarlos llenos
de poder espiritual, era una comunidad muy variada.
Llama la atención ver reunidos a los que fueron pobres pescadores,
con uno de los que les cobraban impuestos, explotándolos en nombre del
imperio romano.
Pero allí también había uno que había sido zelota, un revolucionario
contrario al poder romano.
Jesús fue capaz de hacer una comunidad con gente tan variada, porque
él podía curar las heridas de un pasado que los enemistaba y los reunió con
la misión de construir el Reino de Dios.
Cada uno entregó algo, cada uno ofreció algo, cada uno renunció a
algo por la gracia de Dios, y así se formó aquella pequeña comunidad, la
primera comunidad con la que nació la Iglesia.
Pero produce cierto dolor leer al final de la lista que allí también esta-
ba Judas, el traidor. Un elegido, y capacitado con poder sobrenatural para
expulsar los males de la gente y para curar y liberar, y sin embargo prefirió
ser el traidor que llevó a la muerte al que con inmenso amor lo había lla-
mado.
Jesús envía a sus apóstoles solamente al pueblo judío, no a los paga-
nos. El pueblo judío seguía siendo objeto de una elección especial a los
ojos de Dios, porque Dios había hecho con él una alianza de amor y Dios
no se retracta. Pero luego la misión se abre a todos los pueblos de la tierra.
Los hombres de todas las razas y naciones son invitados a formar parte de
la familia de Dios.

Oración:

"Señor, tu que pudiste crear una comunidad con personas dife-


rentes, derrama tu Espíritu en nosotros y ayúdanos a superar las
diferencias que hay entre nosotros, para que podamos vivir una
comunidad de amor".

185
a
Semana 14 durante el año

JUEVES: MT 1 0 , 7 - 1 5

Jesús envía a sus apóstoles a proclamar que el Reino de Dios está cer-
ca, y a manifestar el poder de Dios curando enfermos y expulsando demo-
nios. Ellos han recibido gratuitamente ese don, no se lo habían comprado a
Dios, que los eligió sólo porque él quiso. Por lo tanto, con ese don deben
servir a los demás gratuitamente, sin esperar nada a cambio.
Cuando les pide que lleven poco equipaje para el camino, les recuerda
que el obrero tiene derecho a su salario. En aquella época no había men-
sualidad, sino que el sueldo se iba pagando cada día. Ese salario cotidiano
es el alimento que recibirían de la gente en cada lugar que visitaran.
Los apóstoles, consagrados a la predicación, deben vivir al día, sin
acumular para el futuro. Por eso mismo, Jesús enseñó a pedir el pan de
cada día. Con eso basta para poder dedicarse de lleno al Reino de Dios.
Si entendiéramos todo lo que significaba que había llegado el Mesías,
y que era el mismo Hijo de Dios hecho hombre que venía a salvar a la
humanidad, comprenderíamos porqué él pedía a sus discípulos vivir des-
prendidos de toda ambición y entregarse sin reservas a anunciar su llega-
da.
Si bien es cierto que hoy el Señor no nos pide a todos ese tipo de vida,
es cierto que espera de nosotros una mayor generosidad, una mayor con-
fianza en Dios, una mayor libertad con respecto a los bienes y a las pose-
siones.

Oración:

"Señor, ayúdame a reconocer que he recibido la vida gratuita-


mente, que todo es regalo de tu amor, para que aprenda también
a dar gratuitamente, por el solo gozo de dar, sin esperar tanto a
cambio".

186
a
Semana 14 durante el año

VIERNES: MT 1 0 , 1 6 - 2 3

Jesús anuncia los conflictos que deberán sufrir los discípulos porque el
mensaje del evangelio no siempre es bien recibido, provoca resistencia en
los corazones aferrados al mal y a sus propios proyectos egoístas.
En el v.16 usa símbolos de animales para indicar la actitud de los cris-
tianos en medio del mundo hostil. Deben reconocer que son como ovejas
en medio de lobos, por lo cual deben estar atentos pero no responder al
mal con mal; algo semejante se quiere expresar en la invitación a ser astu-
tos como las serpientes pero sencillos como las palomas.
Hay que estar dispuestos a llegar hasta dar la sangre a causa de la opo-
sición del mundo; pero eso no significa que haya que ofrecerse como víc-
tima sin necesidad.
El Señor no anula las capacidades de sus discípulos, que deben usar su
astucia para intentar liberarse del poder del enemigo, y que deben saber
huir a tiempo, de quien pueda destruirlos de distintas maneras.
Dios acepta con amor la ofrenda de sus hijos que entregaron su vida
con amor en el martirio por no negar su fe; pero no se goza en la destruc-
ción inútil de sus hijos amados cuando podría ser evitado.
Por eso los grandes maestros espirituales siempre han enseñado que el
martirio es un don que Dios da, pero nunca un sacrificio que deba ser
buscado o provocado. Ni siquiera debe ser pedido temerariamente. La vida
es un regalo divino que debe ser cuidado y nunca expuesto inútilmente.
Esto, que vale para la entrega total, vale también para otras entregas
que Dios puede pedir a sus hijos, pero que sólo tienen sentido si es él
quien las pide. Porque si él las pide, entonces él mismo da la gracia nece-
saria para cumplirlas.

Oración:

"Señor, que quisiste que diera testimonio de ti, en medio de un


mundo que a veces rechaza tu mensaje y prefiere que todos vivan
según sus criterios. Concédeme la astucia necesaria para no caer
en las redes del mundo, pero también un corazón sereno que no
responda con violencia".

187
a
Semana 14 durante el año

SÁBADO: MT 1 0 , 2 4 - 3 3

Jesús advierte a sus discípulos que deberán sufrir persecuciones y con-


trariedades, intentando prepararlos para que no dejen de anunciar la Pala-
bra de Dios por causa del miedo.
Así se entiende la afirmación de que no hay nada oculto que no se
descubra o se divulgue. Jesús quiere hacer descubrir a los discípulos que
su mensaje no puede ser escondido, sino que necesariamente sale a la luz,
de manera que si ellos quieren ser sus discípulos no les queda otra posibi-
lidad más que anunciar ese mensaje.
El verdadero discípulo de Jesús no puede ocultarlo, no puede esconder
el tesoro que alberga en su pecho. Su riqueza interior de alguna manera se
manifiesta; y si no es así, es sencillamente porque ha dejado de creer en el
mensaje del Señor.
Jesús recomienda a sus amigos que se cuiden de caer en el intento de
disfrazar la propia realidad, porque "no hay nada escondido que no se des-
cubra". Y luego, para que no caigan en el mecanismo de la apariencia
como táctica para evitar persecuciones o burlas, Jesús los invita a confiar
en el Padre Dios que no olvida ni siquiera a los pajaritos, y a mirar el bien
de la salvación más que el de la vida misma.
Pero aquí podríamos leer también una invitación a valorar la propia
dignidad para no caer en la indignidad de esconder las propias conviccio-
nes: "Ustedes valen más que muchos pájaros".

Oración:

"Señor Jesús, si a ti te persiguieron yo no tengo derecho a pre-


tender aplausos, reconocimientos y tranquilidad. Dame la gra-
cia de descubrir mi dignidad como hijo del Padre Dios para no
caer en la indignidad del que oculta sus convicciones en la men-
tira y la falsedad".

188
Domingo 15° durante el año

AÑO A : MT 1 3 , 1 - 2 3

En la época de Jesús era común que los maestros enseñaran utilizando


ejemplos, comparaciones, narraciones. En un primer momento los que es-
cuchaban no sabían qué era lo que el maestro quería decir, pero eso des-
pertaba su curiosidad y los llevaba a querer descubrir el mensaje que esta-
ba detrás de la narración. El problema es que en aquella época se usaban
ejemplos tomados de la agricultura, de los animales, de la vida en la natu-
raleza, y hoy la mayoría de nosotros no estamos habituados a ese ambien-
te; por eso quizás los ejemplos que aparecen en el evangelio no nos atraen
tanto. Pero también tenemos que reconocer que nuestra mente y nuestro
corazón no están muy disponibles para escuchar la Palabra de Dios, por-
que estamos repletos de preocupaciones, de angustias y de pensamientos,
de necesidades y deseos que nos absorben y nos distraen. Por eso quizás ni
siquiera podemos estar atentos para escuchar con devoción los tres o cua-
tro minutos que dura la lectura del evangelio en una misa. Menos todavía
podemos detenernos serenamente y con amor a dejar que esa Palabra de
Dios penetre en nosotros y cambie algo en nuestras vidas.
Eso quería decir Jesús con el ejemplo de la semilla. A veces somos
como un camino duro, donde la semilla es arrebatada enseguida por los
pájaros. Ni siquiera nos detenemos a escuchar a Dios. Otras veces somos
como el terreno pedregoso, con poca profundidad. Allí puede entrar la
Palabra de Dios, pero la persona no quiere tener problemas, prefiere llevar
una vida tranquila, no quiere entregar nada por la Palabra, y entonces no la
deja crecer. Otras veces somos como las espinas, porque permitimos que
la Palabra crezca y comience a cambiar nuestras vidas, pero luego no le
dedicamos ni tiempo ni espacio en nuestro interior, porque nos dejamos
agobiar por muchas cosas y todo nos parece urgente. Jesús nos invita a ser
tierra buena, blanda y generosa, abierta y dócil, para que la Palabra de
Dios pueda transformarnos de verdad y llevarnos a un nivel de vida más
alto, a una vida que valga la pena, a las cosas realmente importantes.

Oración:
"Dame vida, Señor, con tu Palabra. Rompe esta tierra dura que
es mi interior cerrado, penetra en medio de mis resistencias y
mis distracciones, tómame con el poder de tu Palabra y renueva
mi vida".

189
Domingo 15° durante el año

AÑO B: MC 6, 7 - 1 3

Jesús vuelve a llamar a los apóstoles y los envía de dos en dos, con lo
cual se remarca el aspecto comunitario de la misión. En esta tarea Jesús
capacita a los que envía confiriéndoles poder para liberar a los hombres de
sus males más profundos.
Pero este texto nos indica que Jesús quería algo más en sus discípulos:
una vida desprendida y desinteresada; para que así como en Jesús se unie-
ron la gloria y la pequeñez, eso mismo se reflejara en sus discípulos: re-
vestidos de su poder, pero no apoyados en riquezas ni seguridades de este
mundo; libres frente a los bienes y a la apariencia, dependiendo humilde-
mente de la providencia de Dios.
Si bien Dios no pide este estilo de vida de una misma manera para
todos, porque un padre de familia debe asegurar el sustento para sus hijos
y ganarlo con su trabajo (2 Tes 3, 6-12), se nos pide a todos que no ponga-
mos la confianza en los bienes sino en Dios, para entregarnos libremente a
la misión que él nos confía.
A veces sucede que una persona buena y responsable siente una espe-
cie de nudo en la garganta cuando no le falta nada para ser feliz, o que
siente una sensación de vacío cuando está disfrutando de cosas lícitas. Lo
que sucede es que a veces, también en medio del confort y los legítimos
gozos, surge la pregunta: ¿para qué?. Es decir, el corazón se plantea para
qué se está gastando la propia vida.
Es entonces cuando cabe preguntarse si no sería mucho más bello y
gozoso renunciar a algunos de esos gozos lícitos por amor, para hacer feliz
a otro, para entregar algo más a Dios, para no vivir tan centrado en el
propio bienestar.
Esa angustia, esa crisis interior, es un llamado a entregar algo más, es
el dinamismo de la vida misma que necesita liberarse. Porque, como decía
San Francisco de Asís, "es dando como se recibe".

Oración:
"Señor, toma mi vida y realiza en ella esa paradoja de tu gloria y
tu poder unidos a la humildad y a la pequeñez. Te entrego Señor,
todos mis deseos de poder, de prestigio y de dinero, para apoyar-
me sólo en tu poder y en tu amor".

190
Domingo 1 5 ° durante el año

AÑO C : LC 1 0 , 2 5 - 3 7

Un doctor de la Ley preguntó a Jesús qué debía hacer para alcanzar la


vida eterna. Pero en realidad él sabía cuál era la respuesta porque había
estudiado la Palabra de Dios y las tradiciones judías, y no ignoraba que
todo se resume en el amor a Dios y al prójimo. Pero para no quedar en
ridículo por haber pedido una respuesta que era obvia, el doctor solicita
una precisión: ¿quién es mi prójimo? Y lo que estaba preguntando era si
había que considerar prójimo a cualquiera o sobre todo a los miembros del
pueblo judío. Si leemos Prov 25, 17; 27, 14, veremos que allí el prójimo es
el vecino; en Eclo 37, 1-6 o Prov 17, 17 es el amigo. Ese es el sentido que
tiene la palabra en todo este texto: amigo. Por eso Jesús, después de poner
el ejemplo del hombre herido y abandonado, pregunta: ¿quién se portó
como prójimo de ese hombre?, o sea ¿quién se comportó como amigo de
ese hombre? El doctor debió reconocer que fue un samaritano (que para un
judío era un ser despreciable). Él fue el único que "se conmovió en sus
entrañas" ante un judío apaleado, abandonado, destrozado. Y para rematar
todo, Jesús le pide al doctor de la Ley que siga el ejemplo de ese samarita-
no y haga lo mismo. Era como si le dijera: "No te preguntes tanto por la
interpretación de la Ley de Dios. Lo que Dios te pide es que actúes como
amigo de cualquier ser humano, también con los que son de otra raza, y
con los que te resultan despreciables. Reaccionar ante el dolor de cual-
quier ser humano como si fuera el dolor de un amigo. Eso es lo que tu Dios
espera de ti". El doctor tiene que escuchar a Jesús que le dice: "Actúa,
ama, reacciona como ese samaritano, que fue capaz de servir al otro es-
pontáneamente sin preguntar nada".
Jesús nos pide que no nos hagamos indiferentes e insensibles y que
aportemos algo, que al menos acerquemos al hermano a un lugar donde
pueda ser socorrido.

Oración:
"Señor, yo que estoy pendiente de mí mismo, preocupado por tan-
tas cosas de mi propia vida, no soy capaz de reaccionar espontá-
neamente cuando alguien necesita mi ayuda. Necesito el impulso
de tu amor que me arranque de mi mundo de egoísmo. No permi-
tas que me haga tantas preguntas Señor, ayúdame a reaccionar
con amor".

191
a
Semana 15 durante el año

LUNES: MT 1 0 , 3 4 - 1 1 , 1 .

Amar a Jesús es entregar lo más profundo del corazón al que derramó


su sangre para purificarlo, al que puede darle sentido y luz, al único que
tiene el derecho de ser Señor de ese corazón. Ningún otro ser humano
puede ejercer ese dominio santo, porque sólo Jesús es Dios.
Por eso, ni siquiera el padre o la madre pueden ocupar ese lugar. Ellos
han sido instrumentos del Señor para darnos la vida y deben ser amados y
honrados, pero no pueden ocupar el lugar de Cristo, porque no pueden
darnos lo que sólo él puede comunicar a nuestras vidas.
Tampoco los hijos pueden ocupar ese lugar; no son ellos los que pue-
den darle a nuestra vida su último sentido, aun cuando podamos dar nues-
tra vida por amor a ellos. Además, cuando ellos pretenden alejarnos del
Señor, no podemos ceder a sus pretensiones para vivir en paz con ellos. Él
vale más que esa falsa paz.
Pero luego Jesús sintetiza todo lo que no es él en la expresión "vida".
Todo lo que forma parte de la vida, todo lo que amamos, todo lo que nos
entusiasma, todo lo que no es Dios, todo eso puede terminar, puede alejar-
se de nosotros dejándonos solos y vacíos. Por eso, aferrándonos a todo lo
que la vida nos regala de algún modo estamos perdiendo la vida misma,
que sólo en él encuentra firmeza, seguridad, estabilidad.
Finalmente, aunque nos ha hablado de ese valor del encuentro con él,
que es superior a cualquier cosa y a cualquier persona, nos dice también
que a él podemos recibirlo cuando recibimos a los demás, a los que él
envía para que expresemos a través de ellos nuestro amor y nuestra con-
fianza en él: un profeta, un justo, o simplemente un pequeño discípulo.
Amarlo a él más que a los demás no quiere decir que nos aislemos y que
eliminemos a los demás de nuestra vida. En los demás podemos amarlo a
él mismo.

Oración:

"Toma, Señor, el lugar que sólo a ti te corresponde en mi vida.


Tú eres el único Señor; apodérate del espacio más íntimo y per-
sonal de mi corazón, para que así pueda amar a los demás con tu
amor y reconocerte en los hermanos".

192
a
Semana 15 durante el año

MARTES: MT 1 1 , 2 0 - 2 4

Jesús, que había crecido en Galilea, se lamenta amargamente de la in-


credulidad de algunas poblaciones de esa región. Él había intentado abrir
el corazón de esa gente no sólo con su predicación, sino también con mu-
chos milagros, ya que en esas poblaciones "había hecho la mayoría de sus
milagros, pero no se arrepintieron" (v. 20).
Y Jesús quiere hacerles notar que su incredulidad e indiferencia es
peor que la de Tiro, Sidón y Sodoma. ¿A qué se debe esta comparación?
Tiro y Sidón eran centros de comercio. Desde allí salían naves que
surcaban todo el Mediterráneo y allí llegaba gran cantidad de productos
que se comerciaban en Oriente. Representaban un poder comercial y, con
él, la adoración a los bienes materiales. Se entendía entonces que Tiro y
Sidón no eran el ambiente adecuado para el florecimiento de profundas
actitudes religiosas, para la conversión del corazón.
Sodoma era una ciudad que simbolizaba el pecado, una depravación
moral que finalmente la llevó a la ruina (Gn 19). Sin embargo, Jesús se
dirige a las poblaciones de Galilea que no se convertían para hacerles no-
tar que no tienen nada que criticar a Tiro, Sidón o Sodoma, porque la dure-
za del corazón de ellos era superior a la de esas ciudades. Si esas ciudades
hubieran presenciado los prodigios de Jesús, se habrían convertido rápida-
mente.
La mención de la penitencia con sayal y ceniza recuerda la conversión
de Nínive por la predicación de Jonás.
Ante este texto cabe que nos preguntemos si todo lo que hemos recibi-
do del Señor, todo lo que él nos ha manifestado, todos los regalos de su
amor, no exigirían una mayor entrega de nuestras vidas, una conversión
más profunda de nuestro corazón. En todo caso, no deberíamos escandali-
zarnos ante la incredulidad de otros, que quizás no han recibido del Señor
tantos regalos como los que Dios y la vida nos han regalado a nosotros.

Oración:
"Ayúdame Señor, con toques de tu gracia, con auxilios de tu Es-
píritu, para que pueda reconocer tus dones con un corazón agra-
decido, y así desee responder a tu amor con una conversión más
profunda, con una vida y un corazón que sean de tu agrado".

193
a
Semana 15 durante el año

MIÉRCOLES: MT 1 1 , 2 5 - 2 7

El motivo del agradecimiento de Jesús es muy particular.


Jesús se alegraba contemplando cómo los más pequeños y sencillos
recibían la buena noticia y captaban los misterios más profundos del amor
de Dios.
Y Jesús se goza porque es su Padre amado el que manifiesta a los sen-
cillos las cosas que permanecen ocultas para los sabios de este mundo.
Toda la Palabra de Dios es también un testimonio permanente de esta
predilección del Padre y de Jesús por los pequeños, los olvidados, los des-
preciados de la sociedad, pero que albergan en su sencillez un tesoro divi-
no de sabiduría que el Padre les revela.
Jesús es el instrumento de esta revelación, porque sólo él conoce ínti-
mamente al Padre y puede revelar sus misterios. Este texto nos habla de la
maravillosa intimidad que había, y hay, entre Jesús y el Padre. Por esa
relación única que hay entre ellos, sólo Jesús nos puede revelar al Padre,
para que nosotros podamos conocer su verdadero rostro y participar de esa
intimidad preciosa.
De hecho, si estamos atentos a la predicación de Jesús, veremos que su
preocupación era que el Padre fuera amado y obedecido. Y por eso mismo,
cuando quiso enseñarnos a orar nos dijo que debemos decir "Padre nues-
tro..."

Oración:

"Seas adorado, Padre, por tu obra en los pequeños y simples,


porque has manifestado los misterios más profundos de la vida a
esos corazones bien dispuestos, que no están aferrados a nada, y
que en su pequeñez saben confiar en tu amor y en tu poder. Ayú-
dame, Señor, para que me libere de mi autosuficiencia y también
yo pueda recibir la verdadera sabiduría".

194
a
Semana 15 durante el año

JUEVES: MT 1 1 , 2 8 - 3 0

Jesús invita con ternura y compasión: "Vengan a mí". Pero su invita-


ción se dirige sobre todo a los cansados y agobiados, a los que ya no saben
qué hacer con el peso de sus vidas, a los que no pueden encontrarle el
sabor a la existencia porque tienen demasiadas preocupaciones.
Y Jesús ofrece descanso, ofrece alivio al agobiado. Pero para eso nos
indica dos caminos: uno es el de tomar con él el peso, el de compartirlo
con él, descubriendo su presencia de amor en medio de nuestros cansan-
cios. Se trata de darle sentido a las preocupaciones y dolores de la vida
uniéndonos místicamente a Jesús.
El segundo camino es el de contemplarlo a él cargando su propia cruz
sin lamentos ni quejas, ofreciendo su propia vida hasta el fin.
Contemplándolo a él que carga pacientemente su cruz sin odios ni re-
beldías, podemos unirnos más íntimamente a él en el dolor, experimentan-
do cómo, místicamente, nuestras propias llagas se unen a las suyas en la
cruz. Es lo que experimentaba San Pablo al decir: "Estoy crucificado con
Cristo, ya no soy yo el que vive" (Gál 2, 19-20), o al decir "llevo sobre mi
cuerpo las señales de Jesús" (Gál 6, 17).

Oración:

"Jesús, dame la gracia de unirme a ti en el dolor y en el cansan-


cio; concédeme que pueda encontrar alivio en tu presencia, sin-
tiendo cómo mis angustias se unen a tu pasión. Porque aunque
estás resucitado, me concedes unirme a tu entrega suprema en la
cruz".

195
a
Semana 15 durante el año

VIERNES: MT 1 2 , 1-8

Como siempre, algunos fariseos fanáticos se dedicaban a controlar a


los demás para descubrirlos en alguna falta. Los discípulos de Jesús esta-
ban arrancando espigas un sábado, que era día de descanso mandado por
la Ley de Dios. Es cierto que encontramos en la Palabra de Dios este man-
dato, y que para la Ley de Dios violar el sábado era una falta gravísima
(Núm 15, 32-36). Pero la Ley de Dios nunca había llegado a decir que
arrancar algunas espigas para comer violaba este descanso sagrado; esas
exageraciones eran agregados de las tradiciones que los fariseos defen-
dían como si fuesen también Palabra de Dios. En realidad, la obligación
de descansar era una forma de asegurar que el hombre viviera con digni-
dad, que no se convirtiera en esclavo del trabajo, y tuviera un tiempo de
serenidad para encontrarse con Dios; pero eso no dejaba de cumplirse si se
arrancaban unas espigas para poder alimentarse.
Jesús acude a la misma Palabra de Dios para defender a sus discípulos
y mostrar su inocencia. De hecho los sacerdotes ofrecen sacrificios el día
sábado, y con esa actividad no quebrantan el descanso sagrado. Eso signi-
fica que no se trataba de una norma absoluta. Pero Jesús va más allá y
muestra que ninguna norma es absoluta. Porque también estaba terminan-
temente prohibido comer los panes sagrados que se ofrecían a Dios en el
templo (Lev 24, 5-9), y sin embargo David lo había hecho en un momento
de necesidad (1 Sam 2 1 , 2-7). En Mc 2, 23-28 leemos que las leyes están al
servicio del bien del hombre, y si no cumplen esa función pierden su sen-
tido: "El sábado está hecho para el hombre".
Finalmente, a los que criticaban a los discípulos por haber arrancado
unas espigas para saciar su hambre, Jesús les recuerda un mandato bíblico
más importante, que ellos no estaban cumpliendo: "Quiero misericordia y
no sacrificios" (Os 6, 6).

Oración:

"Señor, te doy gracias por tu amor que sólo busca mi bien. Ayúda-
me a descubrir tu verdadera voluntad para mi vida en medio de
todas mis costumbres, prácticas y leyes, sin imponerlas cruelmen-
te a los demás. Y dame el gozo de descansar en tu presencia".

196
a
Semana 15 durante el año

SÁBADO: MT 1 2 , 1 4 - 2 1

Mateo aplica a Jesús lo que se anunciaba en Isaías 42, 1-4, llamado


"primer cántico del Siervo". Allí Isaías hablaba de un siervo elegido por
Dios, mirado con un amor de predilección y enviado con una misión espe-
cial. Mateo muestra a Jesús curando los males de la gente y le aplica lo
que Isaías decía sobre aquel siervo. Jesús aparece entonces como el elegi-
do por Dios que viene a buscar el bien para el hombre. Además, el siervo
que nos presentaba Isaías tenía características de humildad, paciencia, ca-
pacidad de soportar sufrimientos y persecuciones. Y así aparece también
Jesús, soportando el acoso y la persecución de los poderosos de su pueblo.
Cabe advertir que en el texto de Isaías se dice que ese siervo debía
llegar a los paganos. ¿Qué sentido tiene eso en este texto del evangelio?
Que a partir de esta perícopa Jesús aparecerá en una dura polémica con las
autoridades judías, diciendo que están completamente cerrados a la Buena
Noticia, y comenzará un acercamiento a los paganos. Ya en 12, 38-42 se
habla de la mejor disposición de los paganos, en comparación con la cerra-
zón empecinada de las autoridades judías (13, 11-15). En 15, 21-28 co-
mienza a concretarse el acercamiento a los paganos; en 2 1 , 33-43 se con-
firma esta apertura, y finalmente, en 28, 19 Jesús abrirá definitivamente el
anuncio del evangelio a todos los pueblos. Hasta el capítulo 11 vemos a
Jesús intentando abrirse camino en su tierra, pero ante la negativa de las
autoridades religiosas, Jesús dejará de dar prioridad al anuncio en Israel
para iniciar una apertura cada vez mayor a los pueblos paganos.
Es bueno estar atentos al mensaje de este texto para preguntarnos si no
estamos desperdiciando los dones que Dios nos está haciendo, con una
mirada especial de amor, o si por encerrarnos en nuestros esquemas no nos
estamos privando de una especial relación de amistad que él nos está ofre-
ciendo.

Oración:
"Señor, te doy gracias por tu amistad, por tu presencia en mi
vida; porque tuve la oportunidad de conocerte y vivir en tu pre-
sencia. Pero dame la gracia de no instalarme en lo que ya he
conseguido, para que no desaproveche las nuevas iniciativas de
tu gracia, que quiere ofrecerme algo todavía más grande".

197
Domingo 16° durante el año

AÑO A : MT 1 3 , 2 4 - 4 3

Si Jesús ha venido a traernos el Reino de Dios, si ha sembrado la buena


semilla, ¿por qué en el mundo hay maldad, corrupción, injusticia? ¿Signi-
fica que es muy débil la potencia del Reino, la fuerza de la buena semilla?
En la parábola del sembrador, en el mismo capítulo 13, Jesús ha expli-
cado que la semilla tiene poder, pero que su acción es mayor o menor de
acuerdo a las disposiciones del que la recibe. Eso significa que normal-
mente el Señor respeta la libertad del hombre, que puede rechazar su Pala-
bra o encerrarse en sus proyectos.
Pero en esta parábola del trigo y de la mala hierba Jesús agrega algo
más. Hay hombres, tomados por las fuerzas del mal, enfermos por la mal-
dad, el egoísmo, el odio, que están sembrando mala semilla en el mundo.
Quiere decir que, además de nuestra debilidad, nuestras inclinaciones y
nuestras costumbres, hay personas interesadas en sembrar el mal, y a ve-
ces se produce un contagio dañino.
Así, el Señor nos invita a ser realistas y astutos, a estar atentos para
reconocer cuando en medio de la buena semilla de Dios se hace presente la
mala semilla de los que no quieren el reinado de Cristo y de su Palabra.
Jesús pide a sus discípulos que tengan paciencia con los que están to-
mados por la mala semilla, porque el discernimiento no es fácil, y querien-
do arrancar las cosas malas se corre el riesgo de arrancar también lo bue-
no. No todo es completamente negro o blanco, muchas veces podemos
encontrarnos con una mezcla donde no podemos distinguir con claridad.
Jesús prefiere la tolerancia. Nos enseña que en lugar de empeñarnos en
arrancar de golpe todo lo malo, es mejor seguir sembrando el bien, porque
la semilla de Dios es poderosa. Aunque parezca pequeña, poco a poco
puede convertirse en algo grande, como la pequeña cantidad de levadura
que termina fermentando toda la masa.

Oración:
"Concédeme Señor, un espíritu positivo, más empeñado en sem-
brar que en hacer la guerra. Dame el entusiasmo por llevar tu
Palabra y una gran confianza en el poder del bien, para que no
me llene de deseos de destrucción y para que sepa luchar con las
armas del amor".

198
Domingo 16° durante el año

AÑO B: MC 6, 3 0 - 3 4

Los apóstoles cuentan a Jesús lo que han hecho, porque tienen clara
conciencia de que están cumpliendo una misión recibida de él. Queda cla-
ro que el protagonista es Jesús y que de alguna manera hay que rendirle
cuentas y dialogar con él sobre la misión que él ha encomendado.
Luego Jesús hace notar la necesidad de que descansen con él, la im-
portancia de apartarse juntos a un lugar solitario; le preocupa que sus dis-
cípulos no tengan el reposo necesario. Podemos reconocer esa mirada
amorosa del Señor en medio de los cansancios de nuestra propia vida; allí,
en nuestras tensiones y fatigas, Jesús nos ofrece un momento de compañía
para aliviar nuestro agobio.
Sin embargo, la compasión ante los reclamos de la gente puede más
que la necesidad de relax y soledad. Jesús había llevado a los discípulos a
descansar, pero, si avanzamos un poco más en la lectura de este texto,
vemos que termina pidiéndoles que repartan el pan a la gente, porque de-
ben reproducir en sus vidas la entrega de Cristo, que no vino a ser servido
sino a servir.
Esto nos invita a pensar que el servicio generoso a los demás y la tarea
evangelizadora nunca deberían ser algo agobiante o insoportable, y menos
aún podemos pensar que es algo que nos impide el encuentro con el Señor.
Porque viviendo el servicio al hermano con amor y en presencia de Jesús,
ese mismo servicio nos brinda satisfacción interior y se convierte en un
encuentro con el Señor. Es lo que podríamos llamar una "espiritualidad en
la acción", que nos impide separar demasiado la oración del servicio.
Cuando nos indigna la injusticia y la corrupción, cuando nos duele la
angustia de la gente sometida, marginada, excluida, mientras otros hacen
fiesta y acumulan, cuando nos cansa la violencia y el egoísmo del ambien-
te, Dios nos invita a ofrecer lo poco que tenemos, nuestros cinco panes,
nuestro tiempo, nuestro afecto, nuestras iniciativas. Con ese poco, entre-
gado generosamente, Jesús puede comenzar a hacer algo grande.

Oración:
"Señor, concédeme el descanso necesario en medio de la actividad que
a veces me supera, pero no permitas que mire demasiado mis necesida-
des y no sea capaz de compadecerme de los demás. Regálame un cora-
zón como el tuyo, incapaz de cansarse de amar y de servir".

199
Domingo 16° durante el año

AÑO C : LC 1 0 , 3 8 - 4 2

"Marta, Marta". Reproche firme, pero cariñoso y paciente a la vez.


Algunos han pensado que aquí se le da preferencia a la oración, repre-
sentada por María, por encima de la acción, representada por Marta. Pero
en realidad no es así, porque en todo el evangelio de Lucas encontramos
una permanente invitación a las obras de misericordia, a la generosidad
con el hermano, y son las buenas actitudes ante el hermano las que más
agradan a Dios.
En realidad, en este texto Jesús era un peregrino que se hacía presente
en un hogar, y ponía a prueba la hospitalidad de las dos hermanas. María
hizo lo más importante que hay que hacer ante un hermano que se hace
presente: prestarle atención a su persona, escucharlo con atención.
Marta, en cambio, con buena intención, estaba preocupada por servir a
Jesús, pero haciendo muchas cosas para atenderlo bien. Entonces Jesús
intenta hacer ver a Marta que lo que él quería era un momento de buena
compañía, como diciendo: "Marta, yo no necesito tantas cosas, lo que quiero
es que vengas un momento a estar conmigo, como tu hermana". Es como si
Jesús dijera: "Podrán faltar muchas cosas, pero lo importante es que no
faltes tú misma".
No es tan necesario hacer cosas en torno a las personas para prestar un
servicio, sino que lo más importante es estar atentos a las personas mis-
mas, dedicarles nuestro interés, nuestro tiempo para estar con ellas amán-
dolas y escuchando sus cosas. Eso es lo primero que se'espera de alguien
que sabe amar. A partir de esa actitud podremos hacer muchas cosas para
servir al hermano, sin olvidar lo más importante: su persona.
Pero lo mismo podríamos decir de nuestra relación con Dios; podemos
hacer muchas cosas por él, pero lo más importante será que le prestemos
nuestra atención.

Oración:
"Mira Señor mi mente acelerada, mi corazón distraído, y ayúda-
me para que pueda estar más atento a ti y a los hermanos. No
dejes que me arrastre la actividad desbordaba, o que me entreten-
ga haciendo cosas, sin detenerme a mirar a las personas, a escu-
charlas, a estar con ellas, que son más importantes que las obras".

200
a
Semana 16 durante el año

LUNES: MT 1 2 , 3 8 - 4 2

Los fariseos reclamaban señales a Jesús, pero en realidad no querían


creer en él. Y Jesús dijo que los que no quieren creer en la palabra de Dios
"tampoco creerán aunque resucite un muerto" (Lc 16, 31).
Por eso en definitiva la única señal necesaria es la de Jonás.
¿Qué significa esto? Que los ninivitas, que eran un pueblo pagano, no
le pidieron ninguna señal al profeta Jonás para aceptar su palabra; simple-
mente le creyeron y se convirtieron, se arrepintieron y pidieron perdón
con un corazón dolorido; y esto a pesar de que Jonás predicaba sin deseos
y sintiéndose forzado por Dios. En cambio, muchos judíos que se sentían
orgullosos de su religiosidad, no eran capaces de escuchar a Jesús, que los
invitaba a la conversión.
Jesús se dirige aquí a esos judíos que se consideraban más que los
paganos, porque se creían piadosos, muy creyentes y fieles a Dios, e inten-
ta hacerles ver que sus corazones en realidad estaban cerrados a la Pala-
bra, de manera que ninguna señal sería suficiente si ellos no cambiaban de
actitud.
La vida de Jesús, consagrada plenamente a la Palabra, su entrega total
y sus numerosos prodigios no eran suficientes para abrir los corazones
cerrados. Pero el gran signo era él mismo. Por eso, a los que cierran su
corazón ante su palabra y su ejemplo, Jesús prefiere no cautivarlos con
prodigios que desvíen la atención de lo que es realmente importante: él
mismo, su persona, su amor.
También les pone el ejemplo de la reina del sur, que siendo pagana
tuvo la docilidad necesaria para escuchar la sabiduría del rey Salomón,
docilidad que está descripta de un modo muy colorido en 1 Reyes 10, 1-
10.

Oración:

"Señor, toca mi corazón con tu gracia y no permitas que sea in-


diferente a tu Palabra. Concédeme que acepte tu amor sin exi-
girte más signos que tu misma presencia, santa y cautivante".

201
a
Semana 16 durante el año

MARTES: MT 1 2 , 4 6 - 5 0

Jesús no desprecia a su familia, pero quiere mostrar que la fe crea tam-


bién lazos familiares, que se rompen las paredes del círculo familiar para
abrir el corazón también a otros que pasan a ser verdaderamente herma-
nos.
El texto de Lucas 2, 41-51 muestra que Jesús respetaba a su madre
María y a José, pero que también debía abandonar esa bella intimidad de
su pequeña familia para abrirse en una misión a todo el pueblo, porque
esa era la voluntad de su Padre celestial que él venía a cumplir.
La expresión "hermanos" designaba en el lenguaje de aquella época a
cualquier pariente próximo: tíos, primos, etc. Por eso la expresión "tu madre
y tus hermanos" indicaba al conjunto de su círculo familiar más cercano.
El evangelio de Juan indicará que su madre, que siempre lo buscaba,
en realidad debía cumplir una misión suprema junto a él en la cruz. Allí sí
Jesús volvería a la intimidad con su madre para realizar juntos la suprema
voluntad del Padre. El entregándose hasta el fin, y ella ofreciéndolo como
mujer y como madre.
Este texto, que nos hace descubrir que todos los que tratamos de cum-
plir la voluntad de Dios somos verdaderamente hermanos, nos invita a
preguntarnos si no vivimos nuestra fe de una manera demasiado indivi-
dualista, si no necesitamos crecer un poco más en esa convicción interior
de ser parte de una gran familia; porque la fe y el deseo de cumplir la
voluntad del Padre crean verdaderos lazos que son más importantes que
nuestros intereses personales.

Oración:

"Señor, ayúdame a descubrir y valorar la nueva familia que me


regalas, y concédeme que pueda vivir en familia mi relación con-
tigo, que no me evada en una fe individualista, sino que reconoz-
ca a los hermanos que me has regalado".

202
a
Semana 16 durante el año

MIÉRCOLES: MT 1 3 , 1-9

La parábola del sembrador quiere mostrar las distintas actitudes de los


corazones humanos ante la Palabra de Dios.
El borde del camino, donde los pájaros se comen rápidamente la semi-
lla, es una tierra que no deja entrar la Palabra, es un corazón que ya está
ocupado en muchas cosas (endurecido) y no tiene espacio, de manera que
la Palabra escuchada es inmediatamente olvidada, o sencillamente no es
escuchada con interés.
El terreno pedregoso, que tiene una capa fina de tierra, recibe la semi-
lla, y la deja germinar, pero por la poca profundidad no retiene la humedad
y el sol (agresiones) seca esa plantita que acaba de surgir a la vida. Repre-
senta los corazones que reciben la Palabra con gozo, pero que siempre
están demasiado pendientes de las dificultades, y no aceptan tener que
sufrir algo por amor a Dios; el dolor y los problemas hacen que la Palabra
recibida con gozo no les alcance para tener paz, y puede más su necesidad
de vivir tranquilos.
La Palabra entre cardos no se refiere tanto a las dificultades, sino a los
deseos, porque las espinas (distracciones) ahogan a la planta que está cre-
ciendo. Del mismo modo, cuando el mundo comienza a atraer el corazón
con los bienes y los placeres, el corazón se preocupa por alcanzar estas
cosas y la Palabra pierde su atractivo, deja de entusiasmar; el corazón pa-
rece aceptar todo lo que dice esa Palabra, pero la Palabra no puede dar
frutos de generosidad, de servicio, de entrega.

Oración:

"Toma Señor la tierra de mi vida, rómpela, desmenúzala, ábrela


con tu gracia, para que en ella pueda germinar, crecer y dar
fruto tu Palabra de vida. Dame alegría, perseverancia y genero-
sidad para vivir tu Palabra".

203
a
Semana 16 durante el año

JUEVES: MT 1 3 , 1 0 - 1 7

Jesús hace notar a sus discípulos el inmenso valor de lo que está suce-
diendo en ellos, porque pueden conocer los secretos del Reino.
Se trata de un privilegio que deben reconocer con gratitud y gozo.
Durante muchos siglos los profetas y los justos ansiaron llegar a encon-
trarse con el Mesías y recibir la llegada del Reino de Dios, pero aunque
sus corazones estaban dispuestos, no llegaron a verlo ni a escucharlo. Ahora,
que llegaba el Reino esperado, muchos no eran capaces de reconocerlo.
Por eso declara felices a los discípulos, que podían ver con sus ojos y
escuchar con sus oídos. En sus vidas se unían maravillosamente la hermo-
sura del Reino que llegaba y un corazón dispuesto para recibirlo. En sus
corazones se realizaba lo que durante tantos siglos se estaba preparando.
Porque el Reino de Dios se ofrece a todos, a todos se presenta el espec-
táculo del amor divino, de su luz, todos son convidados a beber del agua
de paz que Cristo trae, a todos se les brinda el acceso a un poder divino
que ayude a cambiar el mundo de injusticia y violencia. A todos se les
propone un camino de vida nueva. Pero no todos lo aceptan.
El texto de Is 6, 9-10 indica que la palabra del profeta puede producir
un efecto contrario al que se espera, porque esa palabra fastidia a los que
están apegados a un tipo de vida y no soportan nuevas propuestas. Esos
corazones, ante la palabra del profeta, se molestan y se cierran más toda-
vía. Las parábolas, que usan un lenguaje figurado, invitan a tratar de en-
contrar su significado; por lo tanto sólo pueden ser interpretadas por los
corazones inquietos, que están abiertos a la novedad que Dios ofrece y así
pueden detenerse a buscar el sentido de lo que Dios les dice en una compa-
ración.

Oración:

"Gracias Señor, por haberme invitado al banquete, la fiesta, la


vida nueva de tu Reino que se hace presente. Y gracias también
porque tu amor ha tocado mi corazón para que pudiera abrirse a
tu invitación, y pude ver y escuchar Vence Señor, con tu poder,
las resistencias que todavía hay dentro de mí".

204
a
Semana 16 durante el año

VIERNES: MT 1 3 , 1 8 - 2 3

Vemos que en los tres ejemplos se da la progresión: escuchar, enten-


der, perseverar, dar fruto. En el corazón que es como la tierra fértil se
cumplen las cuatro cosas.
La semilla al borde del camino, inmediatamente comida por los pája-
ros, son los que escuchan la Palabra, pero ni siquiera la entienden. Tenga-
mos en cuenta que "entender" en la Biblia no es simplemente una cuestión
mental, sino una cuestión del corazón; es captar lo que algo significa, pero
es también amarlo, aceptarlo, gustarlo. Del que es como la tierra pedrego-
sa tampoco se dice que "entiende" la Palabra, sólo se dice que "la recibe
con alegría", porque no es más que un entusiasmo superficial que no llega
al corazón, que no termina de entrar al lugar de las decisiones profundas.
Lo mismo podemos decir de la semilla que cae entre cardos. Allí tam-
poco se "entiende" de verdad la Palabra, porque los deseos y la atracción
del mundo pueden más, y el crecimiento es abortado. Eso significa que la
Palabra no ha llegado al corazón, ya que cuando algo se deja entrar verda-
deramente en el corazón, eso se convierte en una profunda convicción in-
terior, en una cuestión personal que vale más que cualquier otra cosa que
puedan ofrecernos.
Cuando algo llega realmente al corazón, ninguna otra cosa puede más
que esa convicción amorosa.
Sólo la tierra buena "entiende" la Palabra, porque es una tierra dis-
puesta, sin obstáculos, que deja que la semilla eche raíces y las haga pene-
trar en lo profundo. Es el corazón que no opone resistencias, que deja
lugar a esas raíces que llegan a lo hondo; es un corazón que se deja cam-
biar, que se deja tomar, aunque la Palabra le diga o le pida cosas que no
estaban en sus planes.

Oración:
"Señor, tu tienes poder. Rompe mis durezas, destroza mis pie-
dras, quema con tu fuego los cardos que ahogan tu Palabra; des-
menuza mi corazón y conviértelo en tierra buena, para que tu
Palabra pueda hacer su obra renovadora, y así experimente el
gozo profundo de tu presencia".

205
a
Semana 16 durante el año

SÁBADO: MT 1 3 , 2 4 - 3 0

Si Jesús ha venido a traernos el Reino de Dios, si él ha sembrado la


buena semilla, ¿por qué en el mundo hay maldad, corrupción, injusticia,
crueldad? ¿Significa que es muy débil la potencia del Reino, que la fuerza
de esa buena semilla es muy pequeña?
En la parábola del sembrador, en el mismo capítulo 13, Jesús ha expli-
cado que la semilla tiene poder, pero que su acción es mayor o menor de
acuerdo a las disposiciones del que la recibe.
Eso significa que normalmente el Señor respeta la libertad del hombre,
que puede rechazar su Palabra o encerrarse en sus propios proyectos.
Pero en esta parábola del trigo y de la mala hierba Jesús agrega algo
más. Hay hombres, tomados por las fuerzas del mal, enfermos por la mal-
dad, el egoísmo, el odio, que están sembrando mala semilla en el mundo.
Eso significa que, además de nuestra debilidad, nuestras malas incli-
naciones y nuestras malas costumbres, hay personas interesadas en sem-
brar el mal, y a veces se produce un contagio dañino.
Así, el Señor nos invita a ser realistas y astutos, a estar atentos para
reconocer cuando en medio de la buena semilla de Dios se hace presente la
mala semilla de los que no quieren el reinado de Cristo y de su Palabra.
Jesús pide a sus discípulos que tengan paciencia con los que están to-
mados por la mala semilla, porque el discernimiento no es fácil, y querien-
do arrancar las cosas malas se corre el riesgo de arrancar también lo bue-
no. Jesús nos pide que seamos tolerantes, para que en lugar de empeñarnos
en arrancar de golpe todo lo malo, sigamos sembrando el bien. Porque la
semilla de Dios tiene verdadero poder, y actuará más allá de lo que poda-
mos ver o comprobar.

Oración:

"Concédeme Señor, un espíritu positivo, más empeñado en sem-


brar que en hacer la guerra. Dame el entusiasmo por llevar tu
Palabra y una gran confianza en el poder del bien, para que no
me llene de deseos de destrucción y para que sepa luchar con las
armas del amor".

206
Domingo 17° durante el año

AÑO A : MT 1 3 , 4 4 - 5 2

Aquí se nos ofrecen dos pequeñas parábolas unidas: la del tesoro' y la


de la perla fina. Parecen iguales, y a simple vista el mensaje de las dos es
el mismo, pero en realidad no es así, porque cada una muestra un aspecto
diferente de nuestra relación con Dios.
Miremos con atención. Se está hablando del Reino de Dios, que en
realidad es Dios mismo reinando con su presencia en este mundo.
La primera parábola dice que Dios es como algo muy valioso que no-
sotros podemos encontrar. Haberlo encontrado a él, por pura gracia, por-
que él se dejó encontrar, es hallar un tesoro; y si verdaderamente lo hemos
encontrado, eso nos llena de gozo, y nos damos cuenta que vale la pena
entregarlo todo por ese tesoro. Está escondido, pero escondido en medio
de las cosas de nuestra vida. Parece oculto, pero está a mano.
La segunda parábola, en cambio, dice que Dios es como un comercian-
te. Él no es la perla fina, sino un comerciante que anda buscando perlas
finas. Pero ¿cuáles son las perlas finas? Evidentemente somos nosotros,
que para sus ojos de Padre tenemos un inmenso valor. Por eso nos busca.
Nos queda otra pregunta. ¿Qué es lo que él puede vender para com-
prarnos? La respuesta está en varios textos de la Biblia que lo expresan
con claridad (Hch 20, 28; 1 Cor 6, 20; 1 Pedro 1, 18-19). El Padre Dios nos
ha comprado con un alto precio, la sangre preciosa de su propio Hijo. Y
eso debe hacernos descubrir que no podemos vendernos a cualquier cosa.
Vemos entonces que las dos parábolas unidas nos invitan a dos actitu-
des diferentes: por una parte, a reconocer a Dios como el mayor tesoro y a
amarlo con gozo y con todo el ser, y por otra parte, a dejarnos amar por él,
a dejarnos encontrar, a experimentar con gozo su mirada de amor que nos
valora tanto, que entregó a su propio Hijo amado por nosotros.

Oración:

"Padre Dios, ayúdame a sacar mis ojos de las cosas que me ab-
sorben y dominan, para que pueda reconocerte a ti como el ma-
yor tesoro; y enséñame a reconocer el valor que tiene mi vida,
mirada y valorada con tanto amor".

207
Domingo 17° durante el año

AÑO B: JN 6, 1 - 1 5

Este texto sobre la multiplicación de los panes nos muestra la verdade-


ra voluntad de Dios: que no falte el pan para todos.
Los apóstoles ofrecieron a Jesús los panes de un niño, y esa fue la base
del prodigio. Así se nos enseña que cuando nos dejamos usar por la fuerza
del amor y le ofrecemos lo poco que tenemos, hay pan para todos, y sobra.
Pero cuando algunos se dejan llevar por el egoísmo, el pan se acumula en
pocas manos y no hay pan para todos.
Porque Dios actúa en nuestra historia a través de instrumentos huma-
nos, y cuando esos instrumentos se resisten a cumplir su función y se en-
cierran en la ambición y la comodidad, no se cumple la voluntad de Dios
en nuestra tierra.
Hasta ese punto se ha sometido Dios a nuestra libertad muchas veces
mezquina, hasta el punto de aparecer impotente y débil frente a nuestros
males. Tenemos que reconocer que los problemas económicos, sobre todo
cuando hay marcadas diferencias sociales, son en realidad problemas de
amor, son el reflejo de una gran incapacidad de amar y de compartir.
Pero cuando el pan se comparte y se reparte, se convierte en una forma
de encuentro que es un anticipo del cielo, y hay pan para todos.
Además, estos panes son un símbolo de la Eucaristía, del pan espiri-
tual del cual va a hablar Jesús más adelante. Y la Eucaristía siempre es pan
para todos; nadie se ve privado de ella por falta de dinero; es pan
sobreabundante tanto para ricos como para pobres, es pan que no hace
distinción de personas.
La relación entre el pan que se comparte y el pan de la Eucaristía apa-
rece con mucha claridad en 1 Cor 11, 20-22.

Oración:

"Señor, que eres generoso, que regalas tus dones en abundancia,


toca los corazones humanos para que el egoísmo no deje a mu-
chos de tus pobres sin el pan que necesitan para vivir Transfor-
ma este mundo de ambición e indiferencia, de manera que haya
pan para todos".

208
Domingo 17° durante el año

AÑO C : Lc 11, 1-13

El evangelio nos cuenta que Jesús "oraba a solas" (Lc 9, 18), se aparta-
ba en el silencio para encontrarse con el Padre. Y él ha querido que tam-
bién nosotros tengamos esa intimidad y le llamemos "Padre".
El mismo Espíritu Santo clama en nuestros corazones llamándole de
esa manera (Gál 4, 6; Rom 8, 15). Decimos entonces que, por la obra y el
impulso del Espíritu Santo, nosotros nos unimos a Jesús, y junto con él
podemos clamar llenos de gozo y de confianza: "¡Padre!".
Luego Jesús nos invita a expresar nuestro deseo de que el Nombre del
Padre sea santificado. En el fondo era el gran deseo que llenaba el corazón
de Jesús, porque él deseaba la adoración y la gloria de su Padre amado.
Después nos invita a pedir la llegada del Reino, para despertar en no-
sotros el deseo sincero de esa llegada. Se trata de la plenitud que este
mundo no nos puede dar, y que sólo llegará cuando el Reino de Dios se
apodere de nosotros en toda su plenitud. Luego pedimos el pan, pero sólo
el pan indispensable para seguir viviendo y entregándonos por el Reino de
Dios: el pan cotidiano.
A continuación pedimos perdón, pero sólo en la medida en que noso-
tros perdonamos, y así Jesús nos invita a recordar permanentemente la
necesidad imperiosa de perdonar a los hermanos para poder estar en paz
con el Padre de todos.
Finalmente, rogamos al Padre que nos deje caer en la tentación, que no
deje que el mal nos domine, y así reconocemos humildemente que solos
no tenemos fuerzas para vencer el poder y el atractivo del mal.
Luego de enseñarnos esta manera de orar, el evangelio de Lucas nos
indica que la súplica debe ser insistente y confiada, pero que lo primero
que tenemos que pedir, lo que más necesitamos, es el Espíritu Santo.

Oración:

"Jesús, úneme a ti, tómame con tu gracia, para que pueda diri-
girme a tu Padre amado con un corazón de hijo. Coloca en mi
boca tus palabras, para que pueda adorarlo y dejar todas mis
preocupaciones en sus manos divinas".

209
a
Semana 17 durante el año

LUNES: MT 1 3 , 3 1 - 3 5

El Reino de Dios está creciendo; no podemos exigir que todo sea per-
fecto, sino que tenemos que esperar con paciencia que ese crecimiento
lento vaya alcanzando la plenitud. El Reino crece con los tiempos de Dios,
que no son los nuestros.
Además, a los que se desencantan si no ven resultados vistosos, y sólo
se sienten importantes si pueden tener cargos de alto nivel o si reciben
misiones llamativas, Jesús les indica que las cosas grandes comienzan con
cosas insignificantes. El Reino es como una pequeña semilla que termina
convirtiéndose en un árbol inmenso, o como una pequeña porción de leva-
dura, que lentamente pero sin pausa, termina haciendo fermentar y produ-
ciendo una gran masa.
Hay que confiar en el misterio de Dios que trabaja también cuando
nosotros no lo vemos, y aprender a reconocer esa fuerza sobrenatural del
Reino de Dios que crece en las cosas pequeñas.
En el ejemplo del árbol es bello advertir que "los pájaros del cielo van
a cobijarse en sus ramas". Tendríamos que preguntarnos entonces si nues-
tras comunidades están convirtiéndose en ese espacio donde los demás
puedan acercarse con gusto a recibir sombra y abrigo, protección y calor
fraterno.
Este Reino, cuando se hace realidad en las cosas cotidianas, es de una
belleza tan grande que el hombre no puede captarla, supera los registros
de su mente y de su corazón; pero el asombro se produce cuando esa mente
y ese corazón son elevados por el Espíritu Santo. Las personas que se
dejan transformar aprenden a mirar con los ojos de Dios y así pueden per-
cibir gozosamente cómo el Reino de Dios realmente va creciendo, aunque
los demás no lo reconozcan.

Oración:

"Señor, bendíceme y bendice mi comunidad, para que dejemos


penetrar en nosotros ese Reino que crece en los pequeños gestos,
en las simples renuncias cotidianas por el otro, para que nos
convirtamos en un árbol generoso y lleno de vida".

210
a
Semana 17 durante el año

MARTES: MT 1 3 , 3 6 - 4 3

Hay hombres, tomados por las fuerzas del mal, enfermos por la mal-
dad, el egoísmo, el odio, que están sembrando mala semilla en el mundo.
Eso significa que, además de nuestra debilidad, nuestras malas incli-
naciones y nuestras malas costumbres, hay personas interesadas en sem-
brar el mal, y a veces se produce un contagio dañino.
Así, el Señor nos invita a ser realistas y astutos, a estar atentos para
reconocer cuándo, en medio de la buena semilla de Dios, se hace presente
la mala semilla de los que no quieren el reinado de Cristo y de su Palabra,
o también cuándo en nuestro propio corazón, en medio de muchas cosas
buenas y bellas, se hace presente algo que nos inclina al desaliento, a bajar
los brazos.
Además, Jesús pide a sus discípulos que tengan paciencia con los que
están tomados por la mala semilla, porque el discernimiento no es fácil, y
queriendo arrancar las cosas malas se corre el riesgo de arrancar también
lo bueno. No todo es completamente negro o completamente blanco, mu-
chas veces podemos encontrarnos con una mezcla donde no podemos dis-
tinguir con suficiente claridad.
Jesús prefiere que seamos tolerantes, para que en lugar de empeñarnos
en arrancar de golpe todo lo malo, en nosotros mismos o en los demás,
sigamos sembrando el bien. Porque la semilla de Dios es poderosa; y aun-
que parezca pequeña, poco a poco puede convertirse en algo grande, como
la pequeña cantidad de levadura que termina fermentando toda la masa.

Oración:

"Concédeme Señor, un espíritu positivo, más empeñado en sem-


brar que en hacer la guerra. Dame el entusiasmo por llevar tu
Palabra y una gran confianza en el poder del bien, para que no
me llene de deseos de destrucción y para que sepa luchar con las
armas del amor".

211
Semana 17- durante el año

MIÉRCOLES: MT 1 3 , 4 4 - 4 6

Al igual que el domingo anterior, año A, se nos ofrecen dos pequeñas


parábolas unidas: la del tesoro y la de la perla fina. Parecen iguales, y a
simple vista el mensaje de las dos es el mismo, pero en realidad no es así,
porque cada una muestra un aspecto diferente de nuestra relación con Dios.
Miremos con atención. Se está hablando del Reino de Dios, que en
realidad es Dios mismo reinando con su presencia en este mundo.
La primera parábola dice que Dios es como algo muy valioso que no-
sotros podemos encontrar. Haberlo encontrado a él, por pura gracia, por-
que él se dejó encontrar, es hallar un tesoro; y si verdaderamente lo hemos
encontrado, eso nos llena de gozo, y nos damos cuenta que vale la pena
entregarlo todo por ese tesoro. Está escondido, pero escondido en medio
de las cosas de nuestra vida. Parece oculto, pero está a mano.
La segunda parábola, en cambio, dice que Dios es como un comercian-
te. Él no es la perla fina, sino un comerciante que anda buscando perlas
finas. Pero ¿cuáles son las perlas finas? Evidentemente somos nosotros,
que para sus ojos de Padre tenemos un inmenso valor. Por eso nos busca.
Nos queda otra pregunta. ¿Qué es lo que él puede vender para com-
prarnos? La respuesta está en varios textos de la Biblia que lo expresan
con claridad (Hch 2 0 , 2 8 ; 1 Cor 6, 20; 1 Pedro 1, 18-19). El Padre Dios nos
ha comprado con un alto precio, la sangre preciosa de su propio Hijo. Y
eso debe hacernos descubrir que no podemos vendernos a cualquier cosa.
Vemos entonces que las dos parábolas unidas nos invitan a dos actitu-
des diferentes: por una parte, a reconocer a Dios como el mayor tesoro y a
amarlo con gozo y con todo el ser, y por otra parte, a dejarnos amar por él,
a dejarnos encontrar, a experimentar con gozo su mirada de amor que nos
valora tanto, que entregó a su propio Hijo amado por nosotros.

Oración:

"Padre Dios, ayúdame a sacar mis ojos de las cosas que me ab-
sorben y dominan, para que pueda reconocerte a ti como el ma-
yor tesoro; y enséñame a reconocer el valor que tiene mi vida,
mirada y valorada con tanto amor".

212
a
Semana 17 durante el año

JUEVES: MT 1 3 , 4 7 - 5 3

El Reino de los cielos es como una red que se arroja al mar para la
pesca. La red no selecciona, y el que pesca con red no tiene pretensiones;
sabe que a la red puede caer cualquier cosa, pero asume esa realidad.
Sin embargo, luego hace la selección, y sólo se queda con lo que vale
la pena.
Así sucede con el Reino de Dios. El no quiere excluir a nadie, a todos
dirige su invitación, pero el hecho de haber caído en la red no significa
que de hecho tengamos asegurada la vida eterna.
Se tendrá paciencia hasta el fin, pero a la presencia de Dios no llega
nada impuro, nada que opaque la belleza y el amor que reinan en la gloria
celestial.
Del mismo modo, el hecho de pertenecer a la Iglesia no asegura nada,
el hecho de contarse entre los discípulos de Cristo no asegura nada. Sólo
el que ama ha comenzado a vivir lo que es eterno (1 Cor 13).
Por eso, la mejor actitud es la de implorar la misericordia del Señor,
pedir el don de la perseverancia, y decir con San Pablo: "Yo no pretendo
haberlo alcanzado. Sólo digo que me olvido del camino recorrido y me
lanzo hacia delante, y corro en dirección a la meta, para alcanzar el premio
del llamado celestial..." (Flp 3, 13-14).
El versículo 52 es típico del evangelio de Mateo, que invita a valorar la
riqueza de las tradiciones judías, que no son anuladas por Jesús en lo que
tienen de válido. Del mismo modo, nos invita a no admirarnos solamente
con lo que es novedoso, sino a valorar también las riquezas del pasado. La
Iglesia tiene un caudal de dos mil años, además de la riqueza recibida del
Antiguo Testamento. Ese tesoro no puede ser despreciado.

Oración:

"Señor, que ñas tirado la red y me has atrapado, que me has


invitado a la aventura de tu Reino, dame la gracia de agradarte
con mi forma de vivir y de perseverar hasta el fin en tu camino".

213
a
Semana 17 durante el año

VIERNES: MT 1 3 , 5 4 - 5 8

Este texto muestra a Jesús como una verdadera paradoja.


Por una parte se manifestaban en sus prodigios y en sus palabras el
poder y la sabiduría de Dios, pero por otra parte no tenía un reconocimien-
to en la sociedad, no ocupaba ningún puesto importante y pertenecía a una
familia pobre y sencilla.
¿Podía ser el Mesías alguien que desde niño había caminado por sus
calles y había compartido sus vidas simples, ocultas, ignoradas por todos?
¿Podía ser el Rey esperado alguien que era también uno más del pue-
blo, uno cualquiera del montón?
Finalmente, estas preguntas se convierten en incredulidad. Jesús ve
limitado su poder a causa de esa falta de confianza que no le permite hacer
prodigios en su propia tierra, en el lugar que lo vio crecer.
Cuando Jesús dice que un profeta es despreciado solamente en su tie-
rra ("nadie es profeta en su tierra"), en realidad no estaba afirmando algo
que sucede siempre de esa manera, sino que tomó un refrán popular para
que se dieran cuenta de lo que estaba sucediendo en ese momento con su
propia persona: que lo despreciaban porque no eran capaces de descubrir
las cosas grandes que a veces se presentan en medio de la sencillez de la
vida y a través de las personas que uno se encuentra en el camino cotidia-
no.
Este texto debería estimularnos para agudizar nuestro oído y estar más
atentos. Quizás Dios nos quiere hablar a través de personas que están cer-
ca de nosotros, esos que vemos y escuchamos todos los días. Pero puede
suceder que nos cueste escuchar a Dios a través de ellos.

Oración:

"Mi Salvador, quiero contemplar tu santa humanidad, admirar-


me por la sencillez que guardaba tu infinita gloria; reconocer
que realmente te hiciste igual a mí, con los límites de mi pequeña
existencia terrena"

214
a
Semana 17 durante el año

SÁBADO: MT 1 4 , 1 - 1 2

La conciencia de Herodes le reprochaba lo que había hecho con Juan


el Bautista; por eso, cuando oía hablar de Jesús, no podía dejar de asociarlo
con Juan.
Herodes admiraba a Juan, lo protegía, lo consultaba y lo escuchaba,
pero no podía negarse a entregar la cabeza de Juan para no quedar mal
delante de los convidados. Y si en el Antiguo Testamento la figura de Judit
llevando la cabeza de Holofernes simbolizaba el triunfo de Dios y sus ele-
gidos, esta joven llevando la cabeza de Juan simboliza el triunfo de los
ardides del mal.
Hasta ese momento, Herodes respetaba a Juan. Es cierto que quedaba
perplejo cuando Juan le reprochaba que conviviera con la mujer de su
hermano, pero a pesar de eso, igualmente lo apreciaba y se sentía atraído
por su predicación.
Sin embargo, la palabra del profeta no había logrado llegar al corazón,
donde se toman las decisiones más profundas. Porque en los verdaderos
intereses de Herodes, tenían mucho más poder las habilidades de una mu-
jer astuta. Ella, conociendo las debilidades del rey, supo encontrar la oca-
sión adecuada para acorralarlo. Y el rey tuvo que optar entre su prestigio
social, su fama tan acariciada, y la vida del amigo que admiraba.
Aquella mujer sabía bien cuál era la escala de valores del hombre que
compartía su lecho cada noche, y supo servirse de su miseria para destruir
al profeta molesto.
Quizás este texto nos esté invitando a descubrir si no nos dejamos usar
por los que conocen nuestras miserias y debilidades, si no estamos permi-
tiendo que nuestras esclavitudes interiores nos hagan presa de los que nos
dominan y controlan para sus propios fines.

Oración:
"Señor, concédeme la gracia de ser fiel a tu amor. No permitas
que las seducciones del mundo me arrastren y puedan más que
la atracción del bien y de los bellos ideales. Quiero dar testimo-
nio de mi fe en el mundo; no dejes que el respeto social y la
apariencia puedan más que tú".

215
Domingo 18° durante el año

AÑO A : MT 1 4 , 1 3 - 2 1

Luego de sepultar a Juan el Bautista, Jesús se aleja en una barca para ir


a un lugar solitario. El corazón de Jesús era verdaderamente humano, y
por eso no podía dejar de conmoverse ante la muerte injusta de un profeta
maravilloso, que además era de su propia familia.
Sin embargo, la necesidad de la gente puede más. Las necesidades in-
teriores de Jesús son perfectamente humanas, pero son las de una humani-
dad sana y liberada; por eso no lo limitan en su servicio a los demás. Cuan-
do llega a la orilla en busca de su lugar solitario, allí lo espera una multitud.
En esa multitud, que por escuchar a Jesús no advirtió que llegaba la noche
y no tenían alimento, podemos reconocer la sed de Dios que hay en nues-
tro corazón. Pero Jesús se compadece también de sus cuerpos necesitados
de alimento, y generosamente multiplica los panes para darles de comer.
Podríamos preguntarnos porqué no actúa así también hoy, frente a las
variadas necesidades de la gente. Un detalle de este texto nos da la res-
puesta: Jesús reparte los panes a través de sus discípulos. Dios normal-
mente actúa a través de los seres humanos, que deben ser instrumentos de
justicia y de servicio. La injusticia, el hambre, la pobreza, sólo se expli-
can por el pecado, por el egoísmo o la comodidad de muchos que no cum-
plen con su misión de distribuir, de compartir, de servir al hermano.
El discípulo que quiere ser instrumento de Cristo debe tener la actitud
de humildad que le permite reconocer la pequeñez de sus medios ("tene-
mos sólo cinco panes"); pero a la vez se espera de él la generosidad para
entregar lo poco que tiene. Con ese poco Jesús hace maravillas. Por eso,
cuando nos agobia la injusticia y nos hiere ver la pobreza de muchos, mien-
tras algunos se pierden en el desenfreno de placeres, acumulación y robo;
cuando nos parece que por causa de unos pocos infames y poderosos el
mundo se hunde en la miseria, la violencia y la muerte, entonces se hace
oír delicadamente en nuestra conciencia la pregunta de Jesús: ¿Dónde está
tu ofrenda: tus bienes, tus actitudes, tu entrega generosa?

Oración:
"Señor, aquí están mis cinco panes, lo poco que tengo frente a
los problemas del mundo; aquí están las capacidades, los bie-
nes, el tiempo que tú me das. Regálame un corazón generoso para
entregarme y buscar con sinceridad el bien de los demás".

216
Domingo 18° durante el año

AÑO B: JN 6, 24-35

Luego de multiplicar los panes para alimentar a la gente, aquí comien-


zan los discursos de Jesús sobre el tema del pan de vida para dar un men-
saje más profundo.
Y para llevar a la gente a otro nivel Jesús les dice: "Ustedes me buscan
porque han comido los panes y se han saciado. No trabajen sólo por el
alimento que se acaba, sino por el sustento que dura y da vida eterna".
Jesús muestra así nuestra crasa realidad: somos necesitados, y busca-
mos permanentemente saciar nuestras necesidades, y corremos detrás de
los que puedan satisfacer nuestros deseos, nuestras carencias.
Esos hombres que buscaban a Cristo no se habían dejado cautivar por
su enseñanza; simplemente habían descubierto que Jesús se preocupaba
por ellos, los cuidaba y no les dejaba pasar necesidad; se compadecía real-
mente de sus angustias.
Pero en esos gestos de Jesús llegaba a ellos el mensaje del amor de
Dios. Más allá de las palabras, más allá de las doctrinas, la forma que
Jesús tenía de tratarlos, les hablaba del amor de Dios.
Jesús no desprecia esa confianza necesitada, pero aprovecha la oca-
sión para invitar a esos hombres agradecidos a pasar a un nivel más pro-
fundo.
Hay otro pan, hay otro alimento, porque también hay otro hambre en el
corazón humano, hay otra insatisfacción más honda que busca ser colma-
da.
Y si bien hay que trabajar para ganarse el pan, para alcanzar este ali-
mento superior no es necesario otro trabajo más que creer, más que abrir el
corazón con confianza: "La obra del Padre es que ustedes crean (v. 29)".

Oración:

"Señor, no dejes que me olvide de esas necesidades más profun-


das que sólo con la fe puedo saciar. No permitas que las angus-
tias de cada día y las cosas urgentes me lleven a olvidar las co-
sas más importantes que sólo tú puedes dar".

217
Domingo 18° durante el año

AÑO C : LC 1 2 , 1 3 - 2 1

Uno de los que se amontonaban cerca de Jesús para buscar solución a


sus propios problemas, le pide al Señor que haga recapacitar a su hermano
para que reparta con él la herencia. Jesús aclara que su misión no consiste
en hacer de árbitro entre las personas que tienen conflictos económicos.
Pero aprovecha la ocasión para ir a la raíz de todas los conflictos entre las
personas, a la causa de todos los problemas económicos que se plantean
muchas veces entre personas de una misma familia.
De hecho, las discusiones por la herencia o los distanciamientos entre
hermanos a causa de una herencia suelen ser frecuentes. A veces, cuando
se trata de los bienes materiales, parece como si se colocara entre parénte-
sis el cariño, como si dejaran de existir por un instante los lazos de la
sangre y de la historia compartida.
Y para indicar dónde está la raíz de tantas dificultades, amarguras,
rencores y divisiones entre las personas, Jesús pone el ejemplo del rico
que había acumulado toda la vida, y sólo se siente satisfecho cuando ya no
le queda tiempo para disfrutar de sus bienes. El texto no dice que se trate
de una persona injusta, y tampoco reprocha que el hombre desee disfrutar
de la vida. La advertencia de Jesús es precisamente: "Cuídense de toda
avaricia" (v. 15).
Esa desenfrenada preocupación por amontonar para el futuro no le per-
mitía disfrutar de la vida (Prov 13, 12), y mucho menos detenerse a com-
partir con los demás. La invitación de Jesús es que tratemos de vivir el
presente compartiendo la vida y los bienes con los hermanos, en lugar de
estar pendientes de acumular para el futuro.
El final del texto indica lo que sucede al que acumula riquezas para sí
"y no es rico para Dios". Muchas veces la Biblia indica que compartir
generosamente es la mejor manera de enriquecerse, lo cual implica estar
en paz con Dios y recibir todo tipo de bendiciones (Prov 11, 25; 19, 17; 28,
27; Dn 4, 24; Tobías 12, 8-9; Eclo 3, 3 1 ; 7, 32; 29, 12).

Oración:
"Derrama en mi interior tu generosidad divina, Señor, para que
me goce en dar y en compartir, y de esa manera pueda vivir plena-
mente cada día sin estar pendiente de amontonar para el futuro".

218
a
Semana 18 durante el año

LUNES: MT 1 4 , 1 3 - 2 1

El Señor se compadece de la multitud también hoy, y también hoy re-


parte el pan de su Palabra, que a veces llega a los corazones por los cami-
nos más insospechados derramando su luz. También reparte el pan de la
Eucaristía, donde él mismo se convierte en alimento para los corazones
cansados, inseguros y enfermos.
Pero Jesús también se compadece de los pobres que pasan hambre y de
todo hermano suyo que pueda sufrir alguna necesidad. Su mirada no deja
de depositarse en los pobres, con misericordia y ternura.
Por eso se hace más grave todavía la negligencia de los cristianos que
podrían hacer algo más por los demás y no lo hacen, ya que Jesús ordina-
riamente actúa y hace el bien a través de nosotros.
Ese es el camino que él ha querido para esta tierra, donde todavía no
existe la justicia perfecta y la plenitud que hay en el cielo. Su misericordia
se hace activa a través de los que deben ser sus instrumentos para resolver
los problemas de la gente. Por eso en este texto Jesús dice a sus discípulos:
"denles ustedes de comer" (14, 16), "tráiganme sus panes" (v. 18), "repar-
tan" (v. 19). Si todos escucháramos ese llamado de Jesús la humanidad no
tendría tantos problemas, y habría pan para todos, y de sobra.
Cada uno de nosotros podrá al menos cambiar su pequeño mundo, si se
hace instrumento de Cristo, y el bien que siembre siempre tendrá una fuer-
za contagiosa. Pero además, tendrá la paz interior de no haber reaccionado
con egoísmo, indiferencia o comodidad, ya que ese es un modo más de ser
cómplice de los corruptos e injustos. Por eso los obispos argentinos, en el
documento "Jesucristo Señor de la historia" (mayo 2000), exhortaban a
cada cristiano a revisar su corazón, sus opciones concretas y su forma de
actuar "para preguntarse si no está participando también él, en mayor o
menor grado, en la construcción de esa red de inmoralidad que conduce a
la pobreza y favorece tantas formas de violencia y egoísmo".

Oración:
"Señor, no dejes que caiga en lo mismo que critico encerrándo-
me en mis propios intereses, en mi comodidad, en mis pequeños
deseos. Ayúdame a tener una generosidad activa para aportar un
poco de amor sincero frente al egoísmo y la injusticia".

219
a
Semana 18 durante el año

MARTES: MT 1 4 , 2 2 - 3 6

Después de la multiplicación de los panes, donde Jesús hizo descubrir


a sus discípulos que ellos tenían que cooperar con su confianza y con su
aporte para resolver los dramas de la gente, ahora Jesús quiere fortalecerlos
en la confianza, quiere hacerles experimentar que en medio de las tormen-
tas él se hace presente. Los envía solos, aparentemente solos, en medio del
mar. Él les aseguraba con su envío que era posible llegar a la otra orilla,
pero no les prometía una travesía fácil, serena o sencilla. Lanzarse mar
adentro es siempre un desafío, donde puede hacerse presente lo inespera-
do, hasta encontrarse con Jesús caminando sobre las aguas embravecidas.
Pero Pedro era un caso especial. A él le gustaban los desafíos si allí
estaba presente la gloria, el poder, el triunfo. Ese Jesús dominante en me-
dio de la furia de las olas era el líder que había soñado, y él quería compar-
tir esa gloria: "Señor, si eres tú mándame ir a tu encuentro sobre el agua".
Pero no bastaba el llamado de Jesús ni el poder que él podía darle; había
que aceptar depender de él con una confianza que él todavía no tenía. Y
por eso, ante la violencia de las olas, comenzó a hundirse. Allí, más que
nunca, sólo le quedaba depender de la mano fuerte de Jesús que lo levan-
tara.
Luego, en la otra orilla, los discípulos vuelven a ver a Jesús entre la
gente, haciendo el bien, respondiendo a la angustia del pueblo sufriente.
Seguramente, después de haber pasado por la impotencia y el temor, y
después de haber sido liberados, habrán podido contemplar con una mira-
da más profunda la obra liberadora de Jesús, y habrán comprendido mejor
la angustia de la gente que acudía a Jesús.

Oración:

"Yo también siento que me hundo muchas veces, que las tormen-
tas de mi vida son más fuertes que yo, que no hay una salida
clara en medio de la angustia. Por eso te pido que ahora y siem-
pre extiendas tu mano y me salves".

220
a
Semana 18 durante el año

MIÉRCOLES: MT 1 5 , 2 1 - 2 8

Jesús sigue molestando a los fariseos fanáticos, porque además de que-


rer modificar sus normas, se atreve a entrar en un territorio pagano. Este
trato con paganos era considerado como una contaminación.
Jesús pone a prueba la confianza de la mujer cananea, pero se deja
vencer por su humilde convicción y la sana. Y no solamente la sana, sino
que además elogia a la mujer por su gran fe, porque ella es capaz de ver
más allá de las palabras aparentemente indiferentes de Jesús, y expresa
una inmensa confianza en su misericordia.
Jesús se deja cautivar por esa confianza y parece como si no pudiera
resistirse a los deseos de los que se acercan a él con esa actitud. Es la
actitud de los que, por la gracia de Dios, pueden descubrir serenamente su
verdadero lugar ante Dios, ya que si tenemos al menos una lejana intuición
de su infinita grandeza, no podemos más que sentirnos pequeños e indig-
nos delante de él. Sin embargo, esa profunda humildad no disminuye la
fortaleza ni el empeño de la persona, sino que le dan un coraje y un espíri-
tu de iniciativa superior, como puede advertirse en la mujer cananea.
La expresión "perros" era comúnmente usada por los judíos para refe-
rirse a los paganos. Jesús la suaviza diciendo "perritos", pero no deja de
mostrar la predilección por el pueblo judío; sin embargo, ya queda claro
que el poder de Jesús comienza a romper las fronteras y su misión se abre
al mundo pagano, a pesar del rechazo que esto provocaba en los poderosos
judíos más fanáticos.

Oración:

"Señor, no permitas que la soberbia y la vanidad se apoderen de


mí; no quiero sentirme digno de tus dones, sino acercarme a ti
con la simple confianza de la mujer cananea, con un corazón
humilde y pequeño ante tu grandeza".

221
a
Semana 18 durante el año

JUEVES: MT 1 6 , 1 3 - 2 3

Jesús hace un alto en su actividad entre la gente para dirigirse a los


discípulos y hacerles descubrir algo más sobre los planes del Padre. Co-
mienza preguntando qué decía la gente sobre él, quién era él para la gente.
Ellos responden indicando que la gente en general estaba admirada con su
persona, que lo consideraban un gran profeta. Pero el interés de Jesús esta-
ba en la siguiente pregunta: "Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?". Es la
misma pregunta que vuelve a dirigir a cada uno de nosotros muchas veces,
para que advirtamos qué lugar está ocupando en nuestras vidas.
Pedro toma la iniciativa, y es lo que Jesús estaba esperando. Y Pedro,
iluminado por el Padre celestial, responde con una hermosa y profundísi-
ma confesión de fe: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Jesús elogia
a Pedro por haberse dejado iluminar de esa manera y le hace notar que su
respuesta no viene de su inteligencia humana o de sus luces naturales.
Pero al mismo tiempo, el Señor anuncia el lugar particular que ocupará
Pedro en su Iglesia. El nombre de Pedro en griego (Pétros) significa una
piedra que se usa para arrojar, pero Jesús lo convierte en "petra", que es
una roca donde puede construirse un edificio firmemente asentado. Y para
que quede claro que Jesús quiere que haya alguien en su Iglesia con ese
lugar especial que los demás apóstoles no tienen, continúa diciéndole: "Yo
te daré las llaves del Reino de los Cielos, lo que ates en la tierra quedará
atado en el cielo". Los judíos usaban esta figura de las llaves en varios
sentidos, pero significaba sobre todo la autoridad para juzgar y conceder
perdón, y para aclarar discusiones en torno a la Ley de Dios.
Pero a continuación Pedro actúa de una manera reprochable, porque se
deja llevar por sus criterios humanos. Y así se muestra con claridad que
Pedro no cumplirá esa función porque sea perfecto, sino porque tendrá
una asistencia especial de Dios para conducir a la Iglesia.

Oración:

"Señor, que fundaste la Iglesia y pusiste en ella pastores, porque


quieres obrar a través de instrumentos humanos, pobres y limi-
tados, ayúdame a confiar en tu acción a través de ellos y
bendícelos para que sean dóciles a la acción de tu Espíritu".

222
a
Semana 18 durante el año

VIERNES: MT 1 6 , 2 4 - 2 8

Después que Jesús ha mostrado claramente que él debe pasar por la


pasión, indica a los discípulos que también ellos deben aceptar su parte de
pasión, también ellos deben cargar la cruz.
Pretendiendo una vida sin problemas en realidad se pierde la vida, pero
aceptando perder la vida en realidad se la está salvando. Para poder vivir
esto es necesario aceptar que son los valores más profundos los que le dan
sentido a nuestra vida, valores que a veces hay que defender con sangre y
lágrimas. Sin esos valores ya no hay vida que valga realmente la pena.
No se trata de cargar la cruz por amor al dolor o como si el sufrimiento
fuera lo más importante. Se trata de cargar con la cruz que nos toca, la
propia cruz, la que ya tenemos, pero para seguir a Cristo.
Porque alguien que vive renegando de los problemas, de las dificulta-
des y de las exigencias de la vida no puede seguir a Cristo, ya que gasta
todas sus energías rechazando y despreciando la cruz que le toca llevar.
En 16, 28 Jesús anuncia una inminente venida del Reino. Es lo que
presenciaron y vivieron los discípulos a partir de la resurrección de Jesús.
Pero digamos también que los primeros discípulos habían interpretado este
anuncio como la llegada inminente de la Parusía, porque Jesús hablaba
también del premio que recibiría cada uno por sus obras al fin de los tiem-
pos (v. 27). Luego, con el paso de los años, esa espera del fin de los tiem-
pos, como si fuera algo inminente se fue atenuando, y se convirtió en el
empeño por vivir a pleno cada día como si fuera el último.

Oración:

"Tomo mi cruz Señor; esa molestia que nunca falta, esas cosas
que me cuesta aceptar en mis seres queridos, ese cansancio en
medio del trabajo cotidiano, esa burla que recibo por ser tu dis-
cípulo. Acepto esa cruz Señor, te la ofrezco y la llevo contigo".

223
a
Semana 18 durante el año

SÁBADO: MT 1 7 , 1 4 - 2 0

Los discípulos no pudieron liberar a un epiléptico, y Jesús lo atribuye a


la falta de fe. Esa fe es tan pequeña que un granito de mostaza podría con-
siderarse más grande que ella. Una fe del tamaño de ese granito basta-
ría para mover montañas.
Evidentemente se trata de una metáfora, pues ni Jesús ni sus discípu-
los luego de su resurrección movieron montañas. Jesús evitaba esos signos
llamativos que no tuvieran relación con el bien del hombre y sólo realiza-
ba prodigios para liberar a la gente de sus males o para dejar alguna ense-
ñanza. Por lo tanto, Jesús no está invitando a sus discípulos a mover mon-
tañas, sino a buscar un crecimiento de su fe; ya que otros textos nos dicen
que los discípulos habían expulsado demonios (Mc 6, 13; Lc 10, 17). En el
caso del epiléptico podemos descubrir una nueva y especial dificultad,
que requería una fe «mayor» e invitaba al crecimiento (cf. Mt 17, 14-20).
La fe puede desarrollarse hasta alcanzar un poder extraordinario, así
como del grano de mostaza puede originarse una planta de grandes dimen-
siones (Mt 13, 31-32).
El texto expresa de modo didáctico la posibilidad, para el que cree, de
realizar lo que humanamente parece imposible. Para el que cree nada es
imposible (Mt 17, 20), así como nada es imposible para Dios (Lc 1, 37;
Mc 10, 27), porque el creyente tiene una fuerza y una seguridad que le
vienen de una especial participación en el poder divino.
No olvidemos además que la imagen de la destrucción de las montañas
para dejar camino libre (Is 40, 4; 49, 11; Zac 14, 10) se usaba para anun-
ciar la llegada de los tiempos mesiánicos. Por eso es importante advertir
que la referencia a «mover montañas» de Mt 17, está ligada a la imposibi-
lidad de haber realizado la expulsión de un demonio, no un milagro cual-
quiera; y en esto hay una clara referencia al dominio sobre el mal, propio
de la plenitud escatológica, propio del Reino que irrumpe (Lc 11, 20).

Oración:
"Mira Señor mi fe pequeña, la debilidad de mi confianza, porque
quizás me he conformado con la mediocridad y no me atrevo a
dejarme llevar por ti. Aumenta mi fe, Señor, para que te permita
que actúes en mí con todo tu poder".

224
Domingo 19° durante el año

AÑO A : MT 1 4 , 2 2 - 3 3

Jesús manda a los discípulos a la otra orilla, y luego de despedir a la


gente, sube a la montaña para orar. Mientras tanto, una tormenta sorpren-
dió a los discípulos en medio del mar, la barca era batida por las olas, y el
viento contrario hacía difícil avanzar. Pero Jesús en ese momento estaba
en íntimo diálogo con el Padre, y sus discípulos estaban protegidos. El
mar, sobre todo el mar encrespado, es símbolo de las fuerzas amenazantes
del mal. Por eso el Apocalipsis dice que en la Jerusalén celestial "el mar
ya no existe" (Apoc 2 1 , 1). Luego Jesús se acerca a ellos caminando sobre
el lago, pero no pueden reconocerlo y se llenan de temor. Cuando Jesús
dice "Yo soy", nos recuerda el Nombre glorioso de Dios (Éx 3, 14).
Pero en medio de esta escena vemos a Pedro con una reacción extraña.
Él también quiere caminar sobre las aguas, experimentar esa libertad ma-
ravillosa en medio de la tormenta amenazadora. Y ante el espectáculo de
Jesús sobre las aguas parece perder todo temor. Pero esta experiencia so T

bre las aguas le hace experimentar la misma fragilidad que luego lo llevará
a negar cobardemente a Jesús.
Mientras Pedro miraba a Jesús y confiaba en él, podía caminar sobre
las aguas, pero al poner su atención en la tormenta que lo rodeaba, co-
mienza a hundirse. Jesús lo acusa de desconfiado para que descubra que su
fuerza no está en sí mismo, sino en el poder y la obra de Jesús a través de
él. Pero a pesar de la falta de docilidad de Pedro, Jesús escucha su grito,
extiende su mano llena del poder divino, lo toma, y lo levanta.
También nosotros podemos pedir auxilio en momentos de extrema ne-
cesidad, exigiéndole a Dios una solución, pero puede suceder que nuestro
corazón no esté lleno de confianza en él, que no permitamos que él lleve
nuestra vida. Aún cuando le pedimos socorro, nuestra mirada está puesta
en las dificultades, en las tormentas, pero no en él, en sus ojos, en su amor.

Oración:

"Quisiera mirarte a ti, Señor, en medio de mis tormentas, quisie-


ra que fueras realmente el centro de mi atención, de mi búsque-
da, de mis sueños. Levanta mi mirada cuando me ahoguen las
angustias y las tristezas, atráeme con tu presencia Dios mío".

225
Domingo 19° durante el año

AÑO B: JN 6, 4 1 - 5 1

Quien come de este pan no muere, sino que vivirá siempre. Evidente-
mente Jesús no se refiere a la vida biológica, porque todos los que han
escuchado su Palabra y han creído en él han muerto. ¿Qué significa enton-
ces?
Significa que hay otra vida diferente de la vida biológica, y esa vida no
se sostiene con cosas materiales, sino que necesita un alimento sobrenatu-
ral. Porque hay una dimensión de nuestra vida que se mantiene y crece con
comida, medicamentos, respiración; hay otra dimensión de nuestra vida
que se alimenta y se desarrolla gracias a los libros, el estudio, las clases.
Pero hay una dimensión de nuestra vida, la más profunda, la sobrena-
tural, que depende directamente de la gracia de Dios, que sin esa gracia
desaparece, porque es la misma vida de Dios en lo hondo de nuestros cora-
zones cuando son transformados por él. En esa dimensión de nuestro ser el
verdadero alimento es la presencia de Jesús, su poder, su Palabra, su pre-
sencia en la Eucaristía.
Cuando el evangelio nos dice que quien cree en Cristo no tendrá jamás
hambre, o que quien lo recibe no muere, significa que unidos a él supera-
mos nuestros límites humanos, saciamos nuestros deseos más profundos y
nos liberamos de nuestros temores más terribles; significa que hallamos
una plenitud de vida que nadie nos puede quitar, ni siquiera la muerte. El
que vive de la gracia de Dios experimenta la muerte como una transforma-
ción, y no como una destrucción o un final. Pero eso supone que acepte-
mos depender de Jesús que nos alimenta por dentro.
Podríamos preguntarnos si no estamos alimentando bien nuestro cuer-
po y nuestra mente, pero olvidándonos de lo más profundo de nuestro ser,
que también necesita alimentos. La falta de esos alimentos espirituales es
lo que a veces nos lleva a sentir un vacío interior, una profunda angustia,
un dolor interior.

Oración:
"Señor, reconozco que tú eres mi vida, que tú eres el alimento que
me da la vida verdadera, que sin ti mi existencia se enferma en la
mediocridad, los miedos, la insatisfacción. Confío en ti Señor, Pan
de Vida, voy a ti para escucharte y recibir tu alimento".

226
Domingo 19° durante el año

AÑO C : Lc 1 2 , 3 2 - 4 8

Jesús mira al grupo pequeño y pobre de sus discípulos. Y parece como


si al mirarlos depositara en ellos una luz de ternura, que envuelve todas
sus palabras. Los invita a no tener miedo, los llama "rebañito pequeño",
les dice que Dios es el padre de ellos y que ha querido darles su Reino.
Pero después de estas palabras tan cálidas y consoladoras, Jesús les
recuerda que el corazón de ellos puede apegarse a las cosas de la tierra,
que el tesoro de ellos puede dejar de ser Dios. Por eso los exhorta a ser
desprendidos y a dar limosna, para que el tesoro de ellos esté realmente en
las cosas del Cielo. Porque cuando entramos en la lógica del Reino de
Dios sucede que, mientras más damos, más nos enriquecemos de bienes
celestiales.
En el Antiguo Testamento encontramos muchas promesas de bendi-
ción para los generosos (Prov 11, 25; 19, 17; 28, 27; Dn 4, 24; Tobías 12,
8-9; Eclo 3, 3 1 ; 7, 32; 29, 12), pero esas promesas acentuaban una bendi-
ción en esta tierra, sobre todo en bienes materiales. Ahora, cuando Jesús
habla de un tesoro en el cielo, pone el acento en otra riqueza: la paz de
Dios, su amor, su poder. Sin embargo, esto no niega que sigue en pie la
otra promesa: al que se entregue a Dios por el Reino no le faltará nada, no
tiene que preocuparse por su futuro (12, 27-30), porque estará protegido y
tendrá el auxilio de su Padre.
Luego Jesús vuelve a pedir a sus discípulos que estén atentos, que no
se duerman; el Señor puede volver en cualquier momento y encontrarnos
viviendo como viven los incrédulos y malvados. Y en esa venida, el Señor
exigirá una respuesta mayor a los que han recibido más.
Los discípulos, que han sido privilegiados con la compañía de Jesús,
con su Palabra, con su cariño cercano, tendrán que responder por el tesoro
que se les ha confiado; por eso de ellos se espera una respuesta de amor
mayor que la que se exige a los que no tienen el don de la fe.

Oración:
"Inúndame con tu amor y tu poder, Señor, para que viva firme en
tu camino, sabiendo que soy infinitamente amado, pero que tu
mirada espera de mí una vida digna, bella, entregada con since-
ridad al amor y a la justicia".

227
a
Semana 19 durante el año

LUNES: MT 1 7 , 2 2 - 2 7

Este episodio del impuesto para el templo nos ayuda a ver mejor la
manera de actuar de Jesús y cómo él, siendo el Hijo de Dios, se adaptó a
nosotros en todo, menos en el pecado.
Estamos en Cafarnaúm que era un pueblo muy pequeño. Los descubri-
mientos arqueológicos nos indican que tenía poco más de trescientos me-
tros de largo, de manera que todo lo que Jesús hacía era sabido inmediata-
mente por todos. Allí se acercaron a Pedro, que era un habitante de esa
población, los que cobraban el impuesto para sostener el templo de Jerusa-
lén. Querían saber si Jesús iba a pagar ese impuesto.
No pagar ese impuesto era como rebelarse contra las tradiciones del
pueblo y ser visto como una especie de ateo. Los habitantes de Cafarnaúm
no verían esa actitud con agrado y les resultaría difícil aceptar a Jesús
como maestro si se negaba a aportar una ayuda para el templo. Por otra
parte, Jesús era el Hijo de Dios, y el templo la casa de su Padre, que lo
había enviado; no estaba obligado a pagar. Además, allí se celebraba el
culto judío, de sacrificios de animales, que él venía a declarar innecesario,
ya que Jesús mismo entregará su propia vida en sacrificio (Heb 10, 4-10).
Sin embargo, para no ser una causa de escándalo para la gente, Jesús
pide a Pedro que pague el impuesto. Así Jesús somete su libertad al bien
del pueblo, y piensa más en evitar hacerles daño que en imponerles una
verdad que ellos todavía no podrían entender. Esa misma delicadeza se
espera de nosotros en nuestro trato con los demás.
Pueden ilustrar esta misma actitud las consideraciones de San Pablo
en Rom 14 y en 1 Cor 8, donde Pablo concluye diciendo: "Si un alimento
es ocasión de caída para mi hermano, nunca más lo comeré para evitar su
caída" (1 Cor 8, 13).

Oración:

"Señor Jesús, te adoro en tu delicadeza, en tu amable considera-


ción ante el pueblo amado; contemplo tu misericordia, tu com-
pasión y tu paciencia, tu capacidad de adaptarte a la pequeñez y
a los límites humanos. Gracias Señor".

228
a
Semana 19 durante el año

MARTES: MT 1 8 , 1-5. 1 0 . 1 2 - 1 4

Además de expresar su amor por los pequeños, Jesús nos invita a ha-
cernos como niños; es decir, a reconocernos necesitados y a confiar en el
amor y en el poder del Padre más que en nosotros mismos. Pero al mismo
tiempo Jesús responde así a una pregunta de los discípulos, que querían
saber quién era el más importante.
Ellos todavía creían que estaban haciendo una especie de carrera junto
al maestro, y por lo tanto comenzaban a preguntarse cómo iba a repartir
los puestos Jesús (ver Mt 20, 21-23; Lc 22, 24). Pero Jesús les hace ver
que ellos no han sido elegidos para buscar poder, sino que tienen que reci-
bir, aprender, ser dóciles como niños.
La parábola de la oveja perdida aparece aquí y en el evangelio de Lucas.
En Lucas se la encuentra entre las parábolas de la misericordia, y habla en
primer lugar de la misericordia del Padre Dios que se refleja en la actitud
de Jesús ante los pecadores. En el evangelio de Mateo, en cambio, la mis-
ma parábola está ubicada dentro del discurso comunitario, e invita a los
cristianos a estar particularmente atentos ante el hermano descarriado. Es
un discurso donde Jesús se detiene a explicar cómo debe ser la vida comu-
nitaria de sus discípulos, y da ciertas normas para la convivencia. Por eso
inmediatamente después de este texto habla de la corrección fraterna. Corre-
gir al hermano que se está hundiendo en el pecado, si de verdad lo senti-
mos como un hermano, es una forma de actuar como el pastor que busca la
oveja perdida.
Se destaca en esta parábola el aspecto personal del amor, que no se
deposita genéricamente en la humanidad, sino en cada individuo, particu-
larmente en el descarriado, en el que más necesita redención. Esa misma
dedicación personal, esa atención delicada puesta en cada uno, es la que se
espera de los discípulos ante los hermanos que se alejan del camino.

Oración:

"Dame tu gracia Señor, para no despreciar al hermano que se


desvía del camino; ayúdame a dedicarle mi tiempo, mi delicade-
za, mi ayuda fraterna para que vuelva al buen camino; y lléname
del gozo celestial de ver al hermano en tus brazos".

229
a
Semana 19 durante el año

MIÉRCOLES: MT 1 8 , 1 5 - 2 0

Jesús invita a expresar nuestro amor al hermano corrigiéndolo. Pero no


se trata aquí de corregirlo por un error o por una falta ocasional; se trata de
un pecado persistente y público, cuando el hermano está cayendo reitera-
damente en una falta grave y visible. Por eso, si es necesario, se pueden
buscar testigos que hayan visto esos pecados y nos ayuden a convencer al
hermano descarriado. Pero el primer paso es siempre una corrección en
privado, íntima, personal y directa, cara a cara.
Es importante leer esta invitación a la corrección en el contexto de lo
que sigue. Por ejemplo, en los versículos 21-22 se invita a perdonar al
hermano todas las veces que sea necesario. Por lo tanto, la corrección no
se refiere a ofensas personales. Luego, en los versículos 23-35 se invita a
una actitud de compasión, la misma que desearíamos que el Padre Dios
tuviera ante nuestros pecados.
Si el hermano pecador, luego de hablarlo entre dos o tres, y después de
haber orado por él (18, 19-20), tampoco quiere reconocer su pecado y se
obstina en ese mal comportamiento público, se puede hacer un planteo en
la comunidad más amplia, para tratar de ayudarlo entre todos; pero si aún
así se empecina en mantener su opción por el mal, la comunidad no puede
identificarse con él y debe dejar en claro cuál es el estilo de vida que en
ella se propone.
La comunidad, en ese caso, al considerarlo como un pagano o un peca-
dor público, no lo desprecia ni lo declara muerto, sino que comienza a
verlo como alguien que debe ser nuevamente evangelizado, alguien a quien
se debe hacer llegar una vez más el anuncio del Señor que lo invita a la
conversión. Pero si al corregirlo advertimos que lo hacemos sin amor sin-
cero, y más bien estamos descargando nuestro rencor e incomprensión,
tendríamos que seguir el consejo de San Agustín: "reconocer nuestra pro-
pia miseria, abrazarnos a él, y llorar juntos la miseria de los dos".

Oración:
"Señor, ayúdame a tomar en serio la vida de mi hermano, a no
desentenderme cuando veo que se hunde en el mal y arruina su
vida. Dame el amor necesario y la palabra justa para poder ayu-
darlo, pero ayúdame a hacerlo con humildad, reconociendo mi
propia miseria".

230
a
Semana 19 durante el año

JUEVES: MT 1 8 , 2 1 - 1 9 , 1

La grandeza y el poder de Dios se manifiestan especialmente en su


paciencia y en su compasión (Sab 12, 16-22), pero eso nos exige ser com-
pasivos con los demás como el Padre celestial es compasivo con nosotros
(Lc 6, 36-38).
Es lo que expresamos cuando decimos en el Padrenuestro: "perdona
nuestras ofensas como también nosotros perdonamos".
Pero esto plantea una exigencia muy seria a todo cristiano, ya que si no
estamos dispuestos a perdonar, tampoco podemos esperar el perdón de
Dios. Así lo muestra el ejemplo del evangelio de hoy, y es un modo de
indicar el lugar preponderante que tienen la compasión y el perdón entre
las actitudes que Dios espera de sus hijos.
Quien quiera agradar a Dios o discernir si está en el camino del evan-
gelio tendrá que preguntarse si no guarda rencores enfermizos en su cora-
zón, si no hay una falta de perdón que esté perturbando la paz interior, o si
no está buscando sutiles mecanismos para lograr alguna venganza.
En todo caso, si el corazón está muy tomado por los malos recuerdos,
al menos habrá que invocar la gracia de Dios para alcanzar el deseo de
perdonar al otro y así iniciar un camino de liberación.
La respuesta a Pedro, por otra parte, indica que no se trata de una acti-
tud ocasional o esporádica, sino permanente. Setenta veces siete quiere
decir siempre, en todas las ocasiones y todas las veces que se nos pida,
porque Dios mismo perdona y da una nueva oportunidad "setenta veces
siete", siempre.

Oración:

"Señor, tú que eres compasivo y misericordioso, siempre dispuesto


a perdonar, dame la gracia de comprender las miserias ajenas y
perdonar con tu amor Sana las heridas que guardo en mi inte-
rior y que no me permiten perdonar. Libérame Señor".

231
a
Semana 19 durante el año

VIERNES: MT 1 9 , 3 - 1 2

Jesús afirma que la práctica del divorcio no era una ley de Moisés, sino
una permisión (permitió), como una tolerancia frente a una costumbre y
una debilidad. Pero para Jesús eso no corresponde al plan original de Dios,
que une a los esposos como una sola carne para que nunca se separen.
Por eso Jesús reafirma el rechazo al adulterio, pero con una caracterís-
tica destacable: el varón no tiene derecho a repudiar a la mujer, y si lo hace
no tiene derecho a una nueva unión. El texto antiguo (Deut 24, 1-3) daba
amplios poderes al varón para liberarse de la mujer si luego de casado
descubría en ella algo que no le agradara, y así dejaba a la mujer a merced
de los caprichos del varón. De hecho, la pregunta que le hacen a Jesús es si
el varón puede repudiar a la mujer "por cualquier cosa" (v. 3). Jesús elimi-
na esa superioridad despótica y arbitraria del varón y coloca las cosas en
su lugar. Las exigencias son las mismas para los dos.
El matrimonio para Jesús no es un simple acuerdo de dos que alegre-
mente deciden convivir por una conveniencia egoísta y para satisfacer sus
necesidades primarias; es mucho más que eso, porque es hacerse "una sola
carne", y en el matrimonio es Dios mismo el que sella la unión.
Al percibir en las palabras de Jesús la tremenda seriedad del matrimo-
nio los discípulos se asombran, habituados como estaban a la realidad so-
cial de su época, donde el varón tenía amplias libertades para cambiar de
mujer. Y llegan a decir que, si es así, es mejor no casarse. Pero Jesús res-
ponde que eso, que humanamente es difícil de comprender - u n a fidelidad
para toda la v i d a - puede vivirse gracias a un "don de Dios" (v. 11). Y
completa su explicación mostrando que esa fidelidad es posible puesto
que también es posible que algunos renuncien a la sexualidad por el Reino
de Dios, aunque también eso parezca difícil de aceptar (v. 12).

Oración:

"Señor, otorga la gracia de la fidelidad a los que se han unido en


matrimonio; concédeles que se sientan realmente una sola car-
ne, que vivan el gozo de pertenecerse el uno al otro a pesar de
todo y sepan superar las dificultades que amenazan al amor".

232
a
Semana 19 durante el año

SÁBADO: MT 1 9 , 1 3 - 1 5

Este texto sobre los niños nos indica dos cosas; por un lado la mirada
de amor que Dios dirige a los niños. No olvidemos que en aquella época se
decía "tantas personas, sin contar las mujeres y los niños"; parecía como
si no fueran plenamente seres humanos. No era así para Jesús, que no sólo
se detenía a acariciarlos y a bendecirlos, sino que además decía que el
Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.
Esta actitud de Jesús es importante, ya que lo diferencia de las autori-
dades religiosas de su época, preocupadas por su poder y su prestigio so-
cial. A ellos no podían interesarles los niños, porque ellos no contaban a
nivel social, no opinaban, no tenían dinero, no eran consultados, no tenían
peso político. Detenerse ante un niño era perder el tiempo. Pero Jesús pre-
fería precisamente a los que no cuentan.
En el evangelio de Marcos dice que se los llevaban a Jesús "para que
los tocara" (Mc 10, 13); y como eso suena a magia o superstición, aquí
Mateo prefiere aclarar que se los llevaban "para que les impusiera las manos
e hiciera una oración por ellos" (v. 13), es decir, para que los bendijera. Y
Jesús los bendijo con sus manos (v. 15). Pero por otra parte el evangelio
nos invita a recuperar la actitud de humilde confianza que caracteriza a los
niños (Sal 131); el Reino de Dios debe ser recibido con esa confianza,
propia del que sabe que solo no puede.
Así como un niño que en los momentos de temor reclama sinceramente
la presencia de su padre, porque sin su padre no se siente seguro, de la
misma manera el corazón tocado por Dios ha renunciado a su autonomía,
sabe que necesita del poder de Dios, experimenta que sin el Señor no tiene
fuerza ni seguridad. Pero los que han aprendido a acumular cosas, bienes,
reconocimientos sociales, aplausos, logros mundanos, tienen una gran di-
ficultad para apoyarse en Dios, porque ya han encontrado muchas falsas
rocas donde sostenerse.

Oración:
"Señor, ayúdame a depender de ti como un niño, liberado de la
soberbia y de las falsas seguridades; ayúdame a descubrir que
sólo en ti está mi fortaleza, que sin ti no puedo, que sólo en tu
poder mi vida se hace firme".

233
Domingo 20° durante el año

AÑO A : MT 1 5 , 2 1 - 2 8

Jesús sigue molestando a los fariseos fanáticos, porque además de que-


rer modificar sus normas, se atreve a entrar en un territorio pagano. Los
judíos más estrictos creían que este trato con paganos producía una conta-
minación.
Jesús pone a prueba la confianza de la mujer cananea, pero se deja
vencer por su humilde convicción y la sana. Y no solamente sana a la
mujer, sino que además la elogia por su gran fe, porque ella es capaz de
ver más allá de las palabras aparentemente indiferentes de Jesús, y expre-
sa una inmensa confianza en su misericordia.
Jesús se deja cautivar por esa confianza y parece como si no pudiera
resistirse a los deseos de los que se acercan a él con esa actitud humilde.
La expresión "perros" era comúnmente usada por los judíos para refe-
rirse a los paganos. Jesús la suaviza diciendo "perritos", pero no deja de
mostrar la predilección por el pueblo judío; sin embargo, ya queda claro
que el poder de Jesús comienza a romper las fronteras y su misión se abre
al mundo pagano, a pesar del rechazo que esto provocaba en los poderosos
judíos más fanáticos.
Así como él no rechaza a los pecadores, a los pobres, a los niños y a
ninguno de los despreciados, tampoco tiene temor de contaminarse con
los paganos ni deja de hacerles el bien.
Pero además el texto busca mostrar cómo en los paganos podían desa-
rrollarse también actitudes de profunda humildad, de respeto y de fe, y así
nos invita también a nosotros a reconocer mejor las maravillas que Dios
hace en los corazones humanos que a veces no están en el camino que la
Iglesia propone. El trabaja secretamente en todas partes, "por caminos que
sólo él conoce" (Gaudium et Spes 22).

Oración:

"Señor, no permitas que la soberbia y la vanidad se apoderen de


mí; no quiero sentirme digno de tus dones, sino acercarme a ti
con la simple confianza de la mujer cananea, con un corazón
humilde y pequeño ante tu grandeza".

234
Domingo 20° durante el año

AÑO B: JN 6, 51-59

Esta parte del discurso del pan de vida habla de comer y beber a Jesús;
y el pan es reemplazado por la carne. Por lo tanto ya no se refiere a la
Palabra que es recibida con la fe, sino a algo más, a un verdadero "comer"
a Jesús. Es lo que sucede en la Eucaristía, donde Jesús se ofrece para ser
comido.
Los judíos se daban cuenta que ya no se refería al pan de la Palabra,
que verdaderamente se trataba de "comerlo"; y por eso se impresionaban
al escucharlo (6, 60). La expresión "comer la carne" se usaba para hablar
de violencia y destrucción (Sal 27, 2; Job 19, 22). Además, beber sangre
estaba terminantemente prohibido por las leyes judías.
Ellos no advertían que no se trataba de una comida cruenta, de un cani-
balismo, sino que Jesús había inventado una forma maravillosa de comer-
lo, de recibirlo también con nuestra boca.
A través de ese gesto sensible de comer, el Cristo entero entra en nues-
tra vida, porque en realidad "carne y sangre" indican al hombre entero.
Los evangelios sinópticos, al narrar la institución de la Eucaristía, usan la
palabra "cuerpo" (Mt 26, 26-28), que siempre designa al hombre entero
que se abre a la comunicación y a la comunión. Entonces la Eucaristía no
es sólo el cuerpo resucitado de Cristo, sino todo su ser: su mente, sus afec-
tos, su divinidad. Al recibirlo entra en nosotros el Cristo entero y se reali-
za la unión más íntima que podamos esperar en esta vida.
Pero esto supone que se lo coma con fe, que se lo reciba con un cora-
zón bien dispuesto, que uno tenga la convicción de que realmente está
recibiendo a su edentor y Señor que se entrega como alimento espiritual.
La sangre, que en la Eucaristía se consagra por separado, nos recuerda
cuánto le costó a Jesús nuestra redención cuando llegó hasta el derrama-
miento de sangre por nosotros (Heb 2, 14; 9, 22).

Oración:

"Señor, toca mis ojos con la luz de tu Espíritu para que pueda
reconocer tu presencia en la Eucaristía, para que cada vez que
te coma me deje poseer por tu vida, por tu plenitud, por tu amor
inmenso, por todo tu ser resucitado

235
Domingo 2 0 ° durante el año

AÑO C : LC 1 2 , 4 9 - 5 3

Los evangelios suelen presentarnos un Jesús paciente, que habla de


amor, que invita al perdón y a la comprensión. El mismo evangelio de
Lucas, al que pertenece este texto, pone el acento en las delicadezas de
Jesús y en su mensaje de misericordia.
Pero esa sería una visión parcial, que podría llevarnos a imaginar a
Cristo como un ser desprovisto de firmeza, como alguien sin decisión ni
convicciones sólidas, y hasta poco masculino. Esa imagen no motiva cier-
tamente a una conversión seria, a tomar el camino de Dios como una op-
ción que se apodera de toda la vida y que merece una decisión valiente y
apasionada.
Por eso este texto es sumamente importante. Jesús quiere derramar un
fuego que purifique: él no resiste los egoísmos, las mediocridades, la fal-
sedad, la falsa paz. El encuentro con Dios cuando es verdadero quema (Is
1, 25; 4, 4; 9, 17; Zac 13, 9), quiere quitarnos esa comodidad a la que nos
aferramos cuando nos apegamos a nuestras imperfecciones.
Pero una fe que rechaza las purificaciones y los desafíos no es más que
un barniz de religiosidad, una apariencia piadosa que no alcanza ni siquie-
ra para ocultar el vacío de una vida sin sentido.
Y Jesús ansia recibir su bautismo, que es la Pasión (Mc 10, 38-39);
porque la Pasión del Señor será causa de división. Unos no la tolerarán y
tomarán a Cristo como un fracasado, y otros deberán aceptar al Cristo
crucificado con todas las consecuencias que eso implique.
En el evangelio de Lucas encontramos ese anuncio de Cristo como
causa de contradicción (2, 34-35). Y habrá que optar por él aun cuando los
lazos familiares exijan otra cosa. Él está por encima de una falsa paz fami-
liar, y ningún discípulo puede avergonzarse de él y negarlo aun cuando los
mismos parientes se opongan a su fe. La opción por Cristo es cosa seria.

Oración:
"Derrama tu fuego Señor, quema los ídolos que dominan mi vida
y la hunden en el vacío, y le quitan el gozo, y paralizan el dina-
mismo de la entrega. Infunde en los creyentes la decisión y el
coraje para tomar en serio el mensaje del evangelio con todas
sus consecuencias".

236
a
Semana 2 0 durante el año

LUNES: MT 1 9 , 1 6 - 2 2

Llega ante Jesús un hombre con actitud de discípulo, dispuesto a reci-


bir la enseñanza, porque trata a Jesús de "maestro", y le plantea la inquie-
tud que lo atormenta: "¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?"
La pregunta del hombre es en realidad una consulta tradicional que se
dirigía a los maestros, y expresaba el deseo sincero de saber cuál es la
mejor manera para crecer en el camino de Dios.
La respuesta de Jesús apunta a los deberes de amor para con el próji-
mo, que ya se conocían en el Antiguo Testamento. Es más, en el postexilio
se habían acentuado las exigencias fraternas y se había acuñado la ley de
oro: "No hagas a nadie lo que no quieres que te hagan" (Tobías 4, 15).
Sin embargo, el hombre quiere algo más, quiere un nuevo desafío para
continuar avanzando en el camino de la ley de Dios y adquirir así una
importante herencia de Dios. Pero como el joven quiere "hacer" más para
alcanzar algo superior, Jesús accede a su pedido y le pide exactamente lo
que él no es capaz de hacer: repartir todo lo que tiene entre los pobres. Al
pedirle lo que no estaba dispuesto a dar Jesús desnuda el corazón del hom-
bre mostrándole que sus intenciones de entrega total no son auténticas, y
lo coloca en su justo y verdadero lugar.
Por otra parte, Jesús no acepta repetir la expresión del hombre: "alcan-
zar la vida eterna"; simplemente le habla de un tesoro en el cielo para los
que den ese paso, "si quieren alcanzar una perfección mayor".
Nadie está obligado a dar ese paso despojándose de sus bienes; es sólo
una propuesta para los que quieran una ayuda que facilita el crecimiento
en el camino espiritual. Tampoco se trata de una propuesta para unos po-
cos elegidos, para una élite de "consagrados". La propuesta es para todos,
porque Jesús apunta alto. No olvidemos que de hecho nos pide a todos
algo que también parece imposible: que seamos perfectos "como el Padre
celestial es perfecto" (Mt 5, 48), aunque el camino sea largo.

Oración:
"Señor, tu sabes que mi corazón se apega y se aferra a cosas y per-
sonas como si fueran su Dios y salvador. Dame tu gracia para des-
pojarme ante ti, para tener un corazón disponible para tu Reino".

237
a
Semana 2 0 durante el año

MARTES: MT 1 9 , 2 3 - 3 0

Para completar la narración del encuentro de Jesús con el hombre rico,


Jesús resume la enseñanza de ese episodio diciendo que los ricos entran
con mucha dificultad en el Reino de los Cielos; a los ricos fácilmente los
domina el apego a los bienes y su confianza se deposita demasiado en los
bienes que poseen, en el prestigio y el poder que brindan las riquezas.
Por eso los que poseen muchos bienes difícilmente pueden tener un
corazón desprendido, que confíe profundamente en Dios, que dependa
completamente de él, y que sea capaz de pensar sinceramente en la felici-
dad de los demás.
Y sólo cuando tenemos esas actitudes de dependencia y de generosi-
dad podemos experimentar lo que significa estar dentro del Reino de Dios.
Porque Dios no reina en la idolatría de las riquezas y en los corazones que
sólo piensan en sí mismos.
Los discípulos reaccionan diciendo: "Entonces ¿quién puede salvar-
se?" (v. 25). Queda claro que no se referían al abandono de las riquezas,
porque ellos eran pobres y lo habían dejado todo, sino a la dificultad de
despojarse por completo ante Dios. Jesús responde que eso es posible, no
por las fuerzas humanas, sino gracias a la acción de Dios en los corazones.
Al que acepte ese desafío, que incluye no sólo la renuncia a los bienes,
sino a toda relación humana vivida como dominio y posesión, no se le
promete únicamente la recompensa celestial, sino también una plenitud
terrena; pero esa plenitud no es del orden del dominio, sino de la felicidad,
de la realización humana.

Oración:

"Señor, no es posible para mí, pero sí es posible cuando tú inva-


des mi corazón con tu gracia. Libérame, Señor, del apego a los
bienes; toca mi intimidad para que deje de estar pendiente de mí
y de las cosas que necesito, para que pueda depender de ti y
buscar el bien de los demás".

238
a
Semana 2 0 durante el año

MIÉRCOLES: MT 2 0 , 1 - 1 6

Este texto debe leerse a partir de 19, 30, porque así queda enmarcado
en una frase que se repite al comienzo y al final: "los últimos serán los
primeros y los primeros serán los últimos". Es una advertencia para los
que ya han hecho un camino en la vida cristiana y pretenden ser los prime-
ros; es una amonestación para los que sienten que tienen más derechos que
los demás, como si en el Reino de Dios las cosas funcionaran a la manera de
una empresa, como si el amor divino tuviera que someterse a la matemática.
En esta parábola, los trabajadores convocados a la mañana recibieron
la promesa de un pago determinado y estuvieron de acuerdo. Terminada la
jornada, el dueño de la viña les pagó lo prometido. Pero el dueño de la
viña quiso pagarles la misma suma a los que sólo habían estado una hora
trabajando. Al hacerlo no fue injusto con los primeros, ya que les pagó lo
que correspondía. Pero eran corazones egoístas, incapaces de alegrarse
con el bien ajeno.
Los que se han acercado a Dios y han trabajado para él, y se han esfor-
zado por ser fíeles, reciben de Dios muchos bienes espirituales, y muchos
dones de todo tipo; reciben de Dios la fuerza que necesitan para ser felices
y para enfrentar las dificultades, y recibirán un premio de vida y de felici-
dad eternas. Pero Dios podría conceder lo mismo a los que se han acercado
a él después de muchos años de pecado y de maldad, y podría ser generoso
con ellos también si se acercarán a él en el último instante de sus vidas. En
este caso, los servidores de Dios que de verdad tienen el corazón abierto,
capaces de amar al hermano y de desear su felicidad, se alegrarían profun-
damente contemplando la generosidad de Dios, que se derrama gratuita-
mente. Pero no siempre sucede así. El egoísmo suele oscurecer tanto la
mirada, que les lleva a pretender un Dios a la medida pequeña de esa inca-
pacidad de amar.

Oración:

"Ayúdame Señor, sana mi egoísmo, para que tenga siempre una


mirada buena, capaz de desear el bien de los demás, capaz de
alegrarme con su felicidad, deseoso de compartir gratuitamente
con ellos lo que pude alcanzar en mi vida".

239
a
Semana 20 durante el año

JUEVES: MT 2 2 , 1 - 1 4

Jesús compara el Reino de los cielos con una fiesta, con un banquete de
bodas; es el Reino de la alegría compartida. Es cierto que esta fiesta del
Señor supone una experiencia personal, el encuentro con Cristo que "vive
en mí" (Gál 2, 20); pero esa identificación espiritual con Cristo nos lleva a
identificarnos con su sueño, que es el de reinar en toda la humanidad.
Esta parábola se sitúa en el contexto del rechazo de los judíos, que
eran los invitados especiales y rechazaron la invitación, y por eso la invi-
tación se abre a todos los pueblos. Y si recordamos Mt 2 1 , 28-32, vemos
que también se aplica a los fariseos y sumos sacerdotes de la época de
Jesús, que teniendo toda la riqueza de su religiosidad no supieron aceptar
al Redentor, y en cambio lo aceptaron los pecadores y las prostitutas.
Pero la parábola aporta un detalle importante. Si bien todos son invita-
dos y recibidos, se espera que cada uno se adapte a la importancia del
banquete y se prepare adecuadamente. Es necesario al menos colocarse un
traje de boda. Leyendo el Nuevo Testamento sabemos que ese traje de
bodas, la condición indispensable para entrar al Reino, es el amor al próji-
mo (Mt 25, 34-36; Gál 5, 14; 1 Juan 2, 9; 3, 14). El que rechaza esta invi-
tación al amor no tiene lugar en el banquete, porque el que tiene el corazón
cerrado al hermano ni siquiera puede disfrutar de una fiesta comunitaria,
simplemente no es su lugar, no tiene nada que hacer allí.
De hecho, casi todos los textos bíblicos que hablan de una vida des-
pués de la muerte, la describen de una manera comunitaria: una fiesta, un
banquete, una multitud feliz. Por eso, tenemos que pensar en una eterni-
dad comunitaria, y nuestra esperanza debería ser siempre comunitaria, no
individual. Pero por eso mismo, ya que nuestra vida cristiana es un antici-
po del cielo, también ahora deberíamos vivir nuestro encuentro con el Se-
ñor, la fiesta de su amistad, de una manera comunitaria. A su banquete,
tanto ahora como en la eternidad, no puede entrar el que no ame a los
hermanos. Allí no hay lugar para el que quiera aislarse del resto.

Oración:
"Señor, te doy gracias porque me invitas a vivir mi camino cris-
tiano como una fiesta comunitaria, y porque la vida eterna será
esa fiesta en plenitud. Pero te pido la gracia de aprender a amar,
para que mi corazón sea capaz de abrirse a un gozo tan grande".

240
a
Semana 2 0 durante el año

VIERNES: MT 2 2 , 3 4 - 4 0

Era pesada la multitud de normas y preceptos que tenían los judíos, no


sólo en la Sagrada Escritura, sino también en las tradiciones que habían
impuesto los fariseos. Por eso se hacía sentir el deseo de una síntesis, las
personas piadosas querían saber qué era lo más importante, qué era lo que
no se podía descuidar.
Pero en realidad también nosotros, en nuestra vida cotidiana, necesita-
mos una síntesis. Muchas veces nos perdemos en medio de una multitud
de obligaciones morales que pesan en nuestra conciencia, y nos llenamos
de escrúpulos, de autoreproches, de sentimientos de culpa.
Y Jesús es muy claro: Lo primero que espera Dios de nosotros es que
lo amemos. Puede suceder, de hecho, que una persona no cometa pecados
evidentes, que su vida sea correcta y elogiable, pero que en realidad sólo
se ame a sí misma y su propia perfección. Jesús nos dice que no es eso lo
que Dios espera de nosotros, sino que en primer lugar espera que lo ame-
mos, con un amor verdadero que brote de lo más profundo, del "corazón",
con un amor que sea también deseo de su amor y de su presencia, es decir,
con toda el "alma", y con un amor donde se integre también todo el dina-
mismo de nuestra vida, nuestros impulsos, nuestro trabajo, nuestras accio-
nes, porque eso es el "espíritu" (pneuma: dinamismo); no porque tenga-
mos que ser perfectos en todo lo que hagamos, sino porque lo hacemos
presente a él en medio de todo lo que hacemos.
Pero este amor debe manifestarse también en una forma de actuar se-
mejante a la de Dios, es decir, en una vida compasiva con el hermano, para
amarlo a él como Dios me ama, para perdonarlo como Dios me perdona,
para desear su bien. Y amarlo como a mí mismo significa romper las pare-
des de mi propio yo, para que así como deseo mi felicidad pueda desear
también la felicidad del hermano, para que así como me preocupo por mis
problemas, también me preocupe por los problemas del hermano.

Oración:
"Mi Señor, sin tu gracia yo no puedo salir de mis propios intere-
ses, sin tu amor no puedo liberarme del egoísmo. Transfórmame
Señor, para que pueda amarte con todo mi corazón, con toda mi
mente y con todo mi espíritu, y para que pueda amar a los demás
como me amo a mí mismo".

241
a
Semana 2 0 durante el año

SÁBADO: MT 2 3 , 1 - 1 2

La búsqueda de la apariencia, del reconocimiento social, el deseo del


aplauso, de la alabanza. Jesús en este texto toca una de las debilidades más
groseras del ser humano, un vicio muy presente en algunos fariseos.
Y en quienes no pueden lograr tener un reconocimiento social, esta
tendencia puede convertirse en resentimiento, en aislamiento y egoísmo.
La actitud contraria es el servicio motivado por el deseo de responder
al amor de Dios, o al menos por el anhelo de que la propia vida sea fecun-
da, útil, beneficiosa para los demás.
Esta actitud del que hace las cosas sólo por amor es lo que llamamos
"gratuidad"; es la actitud del que es capaz de entregarse "gratis", porque
no puede hacerlo de otra manera, porque simplemente necesita hacer el
bien, porque ama espontáneamente el bien y lo desea.
Pero para lograrlo es necesario que nos sane y nos libere la "gracia" de
Dios, el amor gratuito de Dios. Para que podamos obrar gratis, su fuerte
ternura se derrama en nosotros sin necesitar nada de nosotros, porque él es
plenitud de vida, de gozo y de felicidad. Solamente saciados por el amor
de Dios podemos hacer el bien sin esperar recompensas, reconocimientos,
aplausos o agradecimientos.
Esta experiencia de no necesitar una aprobación permanente de los
demás, esta vida puesta en las manos de Dios y no en la fuerza efímera de
los elogios, brinda una sensación de profunda libertad.
En cambio, la vida del que hace las cosas sólo "para ser bien visto" o
para recibir reconocimientos, produce una sensación de tremenda esclavi-
tud que es una verdadera humillación interior.

Oración:

"Señor, libérame con la libertad de tu amor, para que sólo de-


penda de tu mirada que me comprende, me alienta y me estimula,
y no viva pendiente de la mirada de los demás, del aplauso o de
la aprobación".

242
Domingo 21° durante el año

AÑO A : MT 1 6 , 1 3 - 2 0

Jesús hace un alto en su actividad entre la gente para dirigirse a los


discípulos y hacerles descubrir algo más sobre los planes del Padre. Co-
mienza preguntándoles qué decía la gente sobre él, quién era él para la
gente. Ellos responden indicando que la gente en general estaba admirada
con su persona, que lo consideraban un gran profeta vuelto a la vida.
Pero el interés de Jesús estaba sobre todo en la siguiente pregunta: "Y
ustedes ¿quién dicen que soy yo?". En realidad esta es la misma pregunta
que vuelve a dirigir el Señor a cada uno de nosotros, para que revisemos
qué lugar está ocupando él en este momento de nuestras vidas.
Pedro toma la iniciativa, y es lo que Jesús estaba esperando. Y Pedro,
iluminado por el Padre celestial, responde con una hermosa y profundísi-
ma confesión de fe: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Jesús elogia
a Pedro por haberse dejado iluminar de esa manera y le hace notar que su
respuesta no viene de su inteligencia humana o de sus luces naturales. Su
respuesta viene de Dios que lo ha iluminado. Pero al mismo tiempo, el
Señor anuncia el lugar particular que ocupará Pedro en su Iglesia.
El nombre de Pedro en griego (Pétros) significa una piedra que se usa
para arrojar, pero Jesús lo convierte en "petra", que es una roca donde
puede construirse un edificio firmemente asentado. Y para que quede cla-
ro que Jesús quiere que haya alguien en su Iglesia con ese lugar especial,
continúa diciéndole: "Yo te daré las llaves del Reino de los cielos, lo que
ates en la tierra quedará atado en el cielo". Los judíos usaban la figura de
las llaves en varios sentidos, pero significaba sobre todo la autoridad para
juzgar y conceder perdón, y para aclarar discusiones en torno a la Ley.
Ante este texto podemos cuestionarnos si miramos la autoridad de la
Iglesia con ojos de fe, reconociendo que Jesús mismo ha querido actuar a
través de seres humanos con autoridad, pero también podemos escuchar a
Jesús que vuelve a preguntarnos: "¿quién soy yo para ustedes?"

Oración:
"Señor, que fundaste la Iglesia y pusiste en ella pastores, porque
quieres obrar a través de instrumentos humanos, pobres y limi-
tados, ayúdame a confiar en tu acción a través de ellos y
bendícelos para que sean dóciles a la acción de tu Espíritu".

243
Domingo 21° durante el año

AÑO B: JN 6, 6 0 - 6 9

Muchos de los que oyeron el discurso de Jesús sobre el Pan de Vida se


escandalizaron, quedaron desconcertados: "¡Qué forma desagradable de
hablar!" (6, 60). Es más, como no entendían lo que Jesús quería decir, no
soportaban escuchar esas palabras extrañas, y no se les ocurría pensar que
esas palabras podían significar algo nuevo, algo que ellos todavía ni ha-
bían imaginado; no se les ocurría pensar que Dios podía ir más allá de lo
que ellos conocían y que era capaz de inventar algo desconcertante.
Jesús estaba diciendo que había que comerlo, y eso para los judíos era
insoportable. Ellos sólo podían hablar de comer la carne de un enemigo o
de alguien odiado (Sal 27, 2; Job 19, 22). Comer a Jesús era convertirlo en
un objeto, humillarlo, y ellos lo querían poderoso y deslumbrante.
Pero para Jesús comerlo a él era unirse profundamente a su vida reci-
biéndolo en la boca, era hacerlo entrar en sus corazones en la apariencia
de un pedazo de pan, pero que en realidad él ha tomado y lo ha convertido
en su maravillosa presencia.
Pero también muchos de sus discípulos comprendieron mal sus pala-
bras, se horrorizaron y abandonaron a Jesús (6, 66). Entonces, en una es-
cena de intensa ternura, Jesús se dirige al pequeño puñado de apóstoles
que todavía lo acompañaba: "¿También ustedes quieren irse?" Y aparece
Pedro respondiendo con aparente seguridad: "¿Y dónde vamos a ir? Si en
tus palabras hay vida eterna, y nosotros hemos creído en ti" (6, 68-69).
Sin embargo, Pedro no será fiel a esta confesión de fe y de amor, y
terminará negando a Cristo. Esto nos muestra cómo las seguridades huma-
nas, también las seguridades religiosas, son frágiles, y por sí solas nunca
son estables. Tenemos que pedir cada día el don de la perseverancia.
Y así se acentúa también la soledad, el abandono, la desilusión que
Jesús vivió en la cruz. Ni siquiera los más íntimos, salvo el discípulo ama-
do, fueron fieles hasta el fin. Todos se fueron.

Oración:
"Señor, enséñame a descubrir que puede haber una verdad pro-
funda en aquellas cosas que yo no alcanzo a entender, en tus
palabras que a veces me desconciertan. Quiero confiar en tu luz
Señor, también cuando mi fe se llena de tinieblas".

244
Domingo 21° durante el año

AÑO C : LC 1 3 , 2 2 - 3 0

Alguien le hace a Jesús una pregunta que hoy raramente se plantea:


"¿Son pocos los que se salvan?". Lo que pueda suceder después de la muerte
es algo que no parece interesar sinceramente ni siquiera a muchos cristia-
nos. En la época de Jesús, en cambio, el tema de la salvación era muy
importante y frecuente. A la persona religiosa le interesaba saber cómo
alcanzar la salvación, cómo asegurar su entrada al cielo después de la muer-
te. Por eso en los evangelios se habla muchas veces sobre la salvación.
Hoy llevamos una vida acelerada, pendientes de muchas cosas, llenos
de distracciones, y habituados al cambio permanente; vivimos de lo inme-
diato. Nos interesa vivir bien ahora y evitamos las preguntas sobre lo que
pueda suceder después, cuando llegue nuestra muerte.
Por eso la pregunta más frecuente que se hacen creyentes y no creyen-
tes suele ser: ¿Cómo puedo hacer para vivir bien? ¿Qué tengo que hacer
para estar mejor? Pero no nos damos cuenta de que la respuesta para la
vieja pregunta y la respuesta para las preguntas de hoy es la misma. Por-
que lo que Dios nos pide para que alcancemos la salvación es lo mismo
que nos puede hacer sentir bien ahora, es lo único que puede darnos verda-
dera paz, lo único que puede hacernos sentir firmes, seguros, vivos (Deut
6, 24). Y lo que Dios pide es siempre que pongamos nuestra confianza en
él y que tratemos de amar. Jesús dijo con tremenda claridad que para al-
canzar la vida eterna lo que hace falta es amar a Dios y al hermano (Lc 10,
25-28).
Pero la pregunta precisa que aparece en este texto es "¿son pocos los
que se salvan?" Jesús prefiere no responder; más bien nos exhorta a no
sentirnos tan seguros de que nuestra vida va por el camino correcto, y nos
indica lo que podría suceder: que una multitud de patriarcas, profetas y
gente de todas partes llegue a la mesa del Reino mientras nosotros no po-
damos entrar. Por eso, nos conviene tratar de entrar por la puerta estrecha
y no elegir el camino fácil de la gloria humana.

Oración:
"Señor, yo sé que en el fondo de mi corazón está presente esa
vieja pregunta por la salvación, pero mi vida está demasiado
acelerada como para detenerme en ese planteo. Ayúdame a en-
trar por la puerta estrecha, para que en el fondo de mi corazón
pueda sentirme seguro y viva en tu paz".
245
a
Semana 2 1 durante el año

LUNES: MT 2 3 , 1 3 - 2 2

Este texto es la continuación de un largo reproche de Jesús contra los


fariseos, que comienza en el primer versículo de este capítulo.
Jesús dice a la gente que hagan lo que los fariseos enseñan, pero que
no imiten su estilo de vida. Porque ellos en realidad no buscan hacer la
voluntad de Dios; su interés es solamente aparentar, ofrecer una aparien-
cia externa de perfección para ser admirados. Se gozan en enseñar a los
demás lo que hay que hacer y les encanta oír que los demás los llamen
"maestro".
Y en este texto tenemos un ejemplo algo irónico que muestra cómo los
fariseos complicaban la vida de los fíeles para hacer pensar que eran sa-
bios y para que los demás dependieran de sus explicaciones y consejos.
Los fariseos enseñaban insistentemente a la gente que no había que
jurar por el templo sino por el oro del templo, que no había que jurar por el
altar sino por la ofrenda que se colocaba sobre el altar.
Jesús ridiculiza esta falsa enseñanza para invitar a la gente a no depen-
der de esas explicaciones que hacen más complicada su devoción. Por eso
leemos en el v. 15 que los fariseos, que pretenden ser evangelizadores,
cuando logran encontrar prosélitos (discípulos que entren en el camino de
Dios) los ponen en un camino tan complicado que luego no les facilitan la
salvación, sino que la dificultan más todavía.
Por eso mismo, a veces conviene detenerse a considerar cuál es la pro-
pia actitud ante los demás, sobre todo cuando son personas que dependen
de nosotros. Porque a veces nosotros mismos, con las cosas que impone-
mos a los demás, les complicamos la vida en lugar de ayudarlos a vivir
mejor.

Oración:

"Señor, ayúdame a presentar a los demás un camino que no es


fácil, pero es claro y simple. No permitas que yo complique la
vida de los demás o que los haga depender de mi persona. Ensé-
ñame a acercarlos a ti, porque Tú eres el Maestro".

246
a
Semana 2 1 durante el año

MARTES: MT 2 3 , 2 3 - 2 6

Los versículos anteriores reprochaban la pretensión que tenían los fa-


riseos de ser maestros, cuando en realidad la falsa sabiduría que enseña-
ban complicaba la vida de la gente, en lugar de ayudarle a seguir el camino
de Dios. Estos versículos, en cambio, ponen el acento en el cuidado de la
apariencia a través del cumplimiento de pequeñas normas, escondiendo
detrás de esa fachada toda una vida de pecado.
Por ejemplo, una de las leyes judías era pagar la décima parte de lo que
uno ganaba (el diezmo). Jesús comenta, con cierta ironía, que los fariseos,
para aparecer como perfectos cumplidores de la Ley, pagaban la décima
parte hasta de las especies y hierbas: la menta, el anís y el comino.
Pero Jesús muestra también que esa minuciosidad no significaba que
ellos fueran fieles a Dios, porque en realidad les faltaba cumplir lo esen-
cial: no eran justos, porque se quedaban con bienes ajenos, y tampoco
eran misericordiosos, porque vivían burlándose de los errores ajenos.
Por eso Jesús los compara con las personas que limpian muy bien las
copas por fuera, para cuidar la apariencia, pero se olvidan de limpiarlas
por dentro, donde las copas deberían estar impecables para su uso, donde
es realmente importante que estén bien limpias.
Frente a estos reproches de Jesús convendría que cada uno se pregun-
tara si no le sucede algo parecido. A veces gastamos muchas energías para
cuidar nuestra imagen ante los demás, pero dedicamos poco tiempo y es-
fuerzo para cuidar lo verdaderamente importante, lo que realmente somos,
nuestra verdad interior. Eso que sólo Dios ve, pero que es lo que realmente
somos, se llama "corazón" (Sal 119, 11; 1 Sam 16,7; Eclo 42, 18; 1 Cor 4,
5; Rom 8, 27). Y la Biblia dice que es lo que más debe cuidar el hombre:
"Por encima de todo cuida tu corazón, porque de él brotan las fuentes de la
vida" (Prov 4, 23).

Oración:

"Tu sabes, Señor, cómo me desgasto por cuidar mi apariencia, y


cómo me preocupa cuando soy mal visto por los demás; libérame
Señor, porque lo que interesa es tu mirada, y tú no miras la apa-
riencia sino el corazón".

247
a
Semana 21 durante el año

MIÉRCOLES: MT 2 3 , 2 7 - 3 2

Aquí Jesús muestra con claridad cuánto le indignaba la falsedad. Si a


alguien le interesa saber qué es lo que más rechaza el corazón del Señor,
puede leer este texto.
Difícilmente podremos encontrar una imagen más clara y contundente
que la que usa Jesús para expresar la superficialidad de los que cuidan
sólo la apariencia y el prestigio social. Porque un sepulcro blanqueado
sólo es bello en la superficie; por dentro son sólo cadáveres que se pudren.
Luego Jesús muestra otra forma de la hipocresía de algunos fariseos:
ellos se escandalizan por lo que hicieron sus antepasados y reconocen esos
errores y pecados, pero no saben reconocer que ellos están haciendo lo
mismo, aunque de otra manera. Los antepasados habían perseguido y ma-
tado a los profetas, pero ellos ahora tratan de eliminar a cualquiera que
hable de parte de Dios para que no les quite poder sobre la gente, para no
tener que modificar nada en sus vidas bien armadas.
Es bueno estar atentos para descubrir cómo muchas veces cometemos
lo mismo que criticamos. Es cierto que nuestros errores no son exactamen-
te iguales a los que criticamos; porque el mal se disfraza para que creamos
que es algo diferente, cuando en realidad estamos cometiendo lo mismo,
aunque de otra manera.
Nosotros mismos, para tener la conciencia tranquila, tratamos de con-
vencernos de que somos diferentes, pero el mal está en todos, porque to-
dos tenemos la misma humanidad herida por el pecado e inclinada al egoís-
mo. Todos de alguna manera somos sepulcros blanqueados. Ojalá no lo
seamos de tal manera que tengamos que aplicarnos a nosotros mismos esta
amarga queja de Jesús.

Oración:

"Limpíame por dentro Señor, entra allí donde sólo tú puedes en-
trar. Devuélveles la vida a mis huesos muertos, embelléceme por
dentro Señor, para que tu mirada pueda gozarse en lo que tú
mismo has hecho Señor, en lo que sólo tú puedes hacer".

248
a
Semana 2 1 durante el año

JUEVES: MT 2 4 , 4 2 - 5 1

Este texto invita a la vigilancia, es una exhortación a vivir intensamen-


te, a no perder inútilmente el tiempo y las posibilidades de amar que nos
brinda cada día. Más que sobrevivir como se pueda, se trata de vivir cada
día a pleno, porque esta vida en la tierra no es eterna. Pero no es vivir en la
superficialidad de un placer pasajero o de una costumbre, sino en la entre-
ga libre y gozosa de nuestra vida en el servicio a Dios y a los demás.
Así se nos invita a descubrir el valor del tiempo. Estamos llamados a
vivir una eternidad feliz, pero se nos regalan unos años en esta historia,
donde el tiempo va pasando y se acaba. La oportunidad de entregarnos a
Dios y de hacer un camino de crecimiento es un regalo que Dios nos hace
en esta vida, pero el tiempo de esta vida es limitado. Podemos dejar pasar
los minutos adormecidos, distraídos, o inmersos en una actividad desen-
frenada y sin sentido; pero también podemos darle toda su importancia a
cada momento, encontrarle un sentido profundo, y vivirlo a pleno, con
todo nuestro ser y nuestro corazón en cada cosa que hagamos.
Se nos invita entonces a ver si nuestras actividades cotidianas tienen
un sentido de eternidad que nos permita vivirlas con hondura e intensidad,
y no simplemente soportarlas. Porque todas las tareas, hasta las más insig-
nificantes, pueden estar movidas por el egoísmo, y así están destinadas al
fracaso, a perderse en el vacío. Si el Señor llegara en este momento, esas
obras no servirían de nada. Pero aún cuando el Señor no viniera, esas obras
carecen de significado, no brindan felicidad y sólo alimentan la enferme-
dad y el vacío interior.
Por eso el texto de hoy no se detiene a dar descripciones catastróficas,
no le interesa anunciar cómo será el fin del mundo. Sólo nos recuerda que
el fin llegará en la hora menos pensada, y eso le da a este día una tremenda
seriedad. La voluntad de Dios es que no sepamos cuándo será el fin, para
invitarnos a estar atentos a cada día, que es una oportunidad única.

Oración:
"Señor, ayúdame a descubrir el inmenso valor de este día, dame
la gracia de descubrirlo como una inmensa oportunidad que me
estás regalando para llegar a la profundidad de la vida, para
entregarme a tu amor".

249
a
Semana 2 1 durante el año

VIERNES: MT 2 5 , 1 - 1 3

La parábola de las diez vírgenes que esperan al esposo nos recuerda


toda la espiritualidad de la alianza, ya que en el Antiguo Testamento los
profetas presentaban la relación del Pueblo con Dios como una alianza
matrimonial, donde Dios era siempre fiel, pero el Pueblo se comportaba
como una mujer infiel, incluso como una prostituta.
Por ejemplo, todo el hermoso libro del profeta Oseas estaba marcado
por esa imagen del amor defraudado, pero que no se deja vencer por todas
las infidelidades de la mujer amada.
Aquí se nos presenta el Reino de los Cielos como un banquete nupcial,
donde el Señor es el novio y la esposa es la Iglesia amada (ver Apoc 2 1 , 2 ) ,
pero se nos invita a estar atentos para poder participar de esa fiesta.
Es importante recordar que, al final de nuestra vida en la tierra, nos
espera una fiesta, porque eso le da otro color a nuestra vida. No es lo
mismo esta vida si al final está el vacío, la oscuridad, la nada, o si, en
cambio, nos espera un abrazo, un encuentro de amor, una fiesta eterna.
Las vírgenes prudentes representan a los que siempre están preparados
para esa fiesta, de manera que nunca podrá tomarlos de sorpresa la llegada
del novio. Las vírgenes necias son los que viven como si su vida fuera
eterna, como si nunca se fuera a terminar, y entonces dejan siempre para
después su conversión y su entrega.
El aceite que mantiene la lámpara encendida es aquello que siempre
hay que cuidar y que nunca puede faltar en la vida cristiana: el amor. Así
lo vemos también en este mismo capítulo 25, cuando Jesús nos indica qué
es lo que tendrá en cuenta para juzgar o evaluar nuestra vida: lo que hici-
mos o no hicimos por los hermanos (Mt 25, 31-46).

Oración:

"Te pido Señor que derrames tu gracia en mi corazón para que


mi lámpara no se apague, para que siga ardiendo el fuego del
amor. Coloca en mí la fuerza de tu propio amor para que yo pue-
da derramarlo en los demás, porque en el atardecer de mi vida
me preguntarás por el amor".

250
a
Semana 2 1 durante el año

SÁBADO: MT 2 5 , 1 4 - 3 0

El talento (tálanton) era una unidad de peso y una moneda. Pero hoy
significa un don o una habilidad especial. En este texto del evangelio se
unen esos dos significados.
Alguien, que simboliza a Dios, reparte monedas entre sus servidores,
pero no repartió a todos por igual; a unos dio cinco talentos, a otros dos, a
otro solamente uno, pero a nadie dejó sin algún talento. Al regresar pide
que sus servidores rindan cuentas por los talentos recibidos. El elogio que
dirige al servidor que logró producir otros cinco talentos es particularmen-
te bello: "Ven, servidor fiel y cumplidor; has sido fiel en lo pequeño, ahora
te entregaré mucho más; entra en la alegría de tu Señor".
Luego aparece el que tenía dos talentos y muestra otros dos que había
ganado. Para éste el elogio no es tan bello, pero también se le dice que,
aunque se le había encomendado poco, ahora se le entregará lo grande e
importante. Finalmente, el que había recibido sólo un talento, expresa todo
su resentimiento y cuenta que ha enterrado su talento. Es el servidor inútil
que no supo advertir que con ese poquito podía producir mucho, y que así
podía llegar a poseer los bienes más grandes, porque el Señor nunca se
queda corto para premiar.
En realidad la parábola va dirigida precisamente a los que creen haber
recibido poco, a los que fácilmente se dejan llevar por la envidia o las
comparaciones y así se hacen estériles, infecundos como una tierra reseca.
El que renuncia a entregarle algo a Dios y a la vida, termina quedándose
sin nada, termina vacío, incapaz de ser feliz. Porque todo lo que tenemos
es para hacerlo producir frutos en bien de los demás para la gloria de Dios.
Nadie tiene derecho a enterrar lo que ha recibido, porque, aunque aparen-
temente sea poco, no es suyo. Nuestra realidad es la de ser administrado-
res, para que, a nuestro paso, dejemos algo mejor que lo que hemos encon-
trado, entreguemos más de lo que hemos recibido.

Oración:
"Ayúdame a descubrir los dones que me has dado, Señor, y a
recordar que no son míos, sino tuyos. Lléname de tu fuerza para
que pueda hacerlos fructificar con alegría para servir a los de-
más y darte gloria".

251
Domingo 22° durante el año

AÑO A : MT 1 6 , 2 1 - 2 7

En los versículos anteriores a este texto (16, 17-19) vimos que Jesús da
a Pedro una autoridad especialísima en su Iglesia. Pero ahora vemos que
Pedro actúa de una manera reprochable, porque se deja llevar por sus crite-
rios humanos, queriendo apartar a Jesús del camino de la Pasión. Y así se
muestra con claridad que Pedro no cumplirá esa función particular en la
Iglesia porque sea perfecto, sino porque tendrá una asistencia especial de
Dios para conducirla.
Pero luego se recuerda a los discípulos que ellos tampoco deben buscar
solamente la gloria, porque están llamados a participar de la misma suerte
que le tocó a Cristo: es necesario aceptar la cruz.
Los cristianos no estamos llamados a una vida cómoda, donde sólo
busquemos una cierta paz interior pretendiendo vivir sin renuncias. Mu-
chas veces hay que cansarse por los demás, renunciar al propio tiempo, ser
generosos con el propio dinero, aceptar con paciencia que se burlen de
nosotros por nuestra fe; y eso duele, eso es cruz, eso es participar de la
Pasión del Señor para compartir con él la Resurrección.
A esa participación en la Pasión no podemos renunciar si queremos
vivir el evangelio con todas sus consecuencias. Toda la existencia es una
mezcla misteriosa de cruz y de resurrección; en cada día se hacen presen-
tes el dolor, el cansancio, la desilusión, y al mismo tiempo la esperanza, el
gozo, el amor. Pretender vivir solamente en la resurrección es renunciar al
único camino cristiano, que siempre pasa por la cruz.
Si el mismo Hijo de Dios, al hacerse hombre, no se privó de los lími-
tes, los cansancios, las renuncias y el dolor, ningún discípulo suyo puede
pretender un camino diferente. No hay verdadera imitación de Jesús sin
estar dispuesto a todo, como él.

Oración:

"Señor, concédeme que no me olvide de tu cruz, que no rechace


tu Pasión que se hace presente también en mi vida, porque no
estoy hecho para una gloria eterna en esta tierra, sino para en-
tregar mi vida cada día, en la alegría y en el dolor, para alcan-
zar la felicidad perfecta en tu eternidad".

252
Domingo 2 2 ° durante el año

AÑO B: MC 7, 1-8. 1 4 - 1 5 . 2 1 - 2 3

Este texto se detiene a explicar cuál era el problema de Jesús con los
maestros de la ley y los fariseos. Ellos se dedicaban a estudiar la Ley de
Dios, a enseñarla y a promover su práctica. Pero el problema es que habían
agregado a esa Ley una cantidad innumerable de prácticas y normas que la
hacían complicada y que producían un efecto negativo, ya que se olvidaba
lo esencial por perderse en muchas cosas secundarias.
Además, algunos fariseos se dedicaban a espiar y controlar a la gente
para ver si cumplían o no esas tradiciones. Aquí vemos que acusan a los
discípulos de Jesús por no lavarse las manos antes de comer. Pero Jesús
rechaza ese tipo de religión y quiere devolverle la simplicidad.
Y Jesús no se contenta con criticar las tradiciones y normas inventadas
por los fariseos, sino que va mucho más allá, porque también quiere sim-
plificar la Ley que estaba escrita en el Antiguo Testamento. En este texto,
por ejemplo, Jesús declara sin valor las prohibiciones de comer algunos
alimentos y declara que todos los alimentos se pueden comer, ya que no
proviene de ellos el mal del hombre.
Para Jesús el mal está en el corazón, en las intenciones ocultas que
llevan al pecado. No hay que culpar a lo que está fuera de nosotros sino
preguntar qué hay en nosotros que debe ser sanado.
Cuando algo me perturba, no me detendré a mirar la negatividad de lo
que me rodea, sino que me preguntaré qué hay dentro de mí que provoca
esa perturbación. Porque cuando no se tiene la fortaleza de Dios todo lo
externo se convierte en un enemigo, en un peligro para nuestra fragilidad.
En la lista de pecados que Jesús presenta al final, no se pretenden resu-
mir todos los pecados, sólo se mencionan algunos como ejemplo. Y cabe
advertir que la mayoría de los que se mencionan se refieren a las relacio-
nes con el prójimo, a pecados que atenían contra el amor al hermano.

Oración:
"Señor Jesús, tú no quieres que me detenga en cosas secunda-
rias, en un cumplimiento externo que puede ser pura apariencia.
Tu quieres obras buenas que surjan de un corazón bueno, de un
interior verdaderamente sano y liberado. Cambíame tú Señor,
entra en mi interior y purifícalo con tu gracia".

253
Domingo 22° durante el año

AÑO C : Lc 14, 1 . 7 - 1 4

Jesús fue invitado a un banquete que organizaba un jefe de los fariseos.


Si recordamos que entre los fariseos era frecuente la costumbre de cuidar
la apariencia social y de buscar ser admirados y reconocidos, se nos hace
evidente que el ambiente de ese banquete, lleno de fariseos preocupados
por estar cerca del jefe, no era precisamente de humildad y sencillez. De
hecho el evangelio dice claramente que "los invitados buscaban los prime-
ros puestos" (v. 7).
A ellos Jesús dirige una enseñanza: cuando uno busca el último lugar
se evita problemas y tensiones; evita una carrera desgastante de vanida-
des, temores, competencias y humillaciones. En cambio el que busca el
primer lugar se expone a fracasos dolorosos, situaciones humillantes, des-
engaños. Por eso decía Carlos de Foucauld: "Señor, te pido que me des el
último lugar, ese lugar que nadie querrá quitarme".
Pero luego Jesús se dirige al jefe que había organizado la cena, pidién-
dole que rompa ese círculo de vanidades e intereses mundanos. Porque los
que tienen intereses políticos, económicos, o ligados a la vanidad social,
se invitan mutuamente, creando un mundillo donde no hay un deseo gene-
roso de homenajear al amigo o de hacerlo feliz, sino solamente de alimen-
tar el propio prestigio y los propios intereses.
Por eso Jesús invita a dar un paso verdaderamente celestial: invitar a
los pobres, a los ciegos, a los lisiados, a esos que son mirados con despre-
cio, que no tienen prestigio, que no pueden brindarnos ninguna retribu-
ción, ni económica, ni estética, ni sensual. Esa invitación sólo se puede
hacer por amor. Obrando así, quien lo haga recibirá una recompensa eter-
na, de un valor y una belleza superiores a los reconocimientos mundanos;
y de esa manera representará en su vida la forma de obrar de Jesús, que se
entregó por nosotros sin necesitar de nosotros, por pura generosidad.

Oración:
"Coloca en mí tus sentimientos y tu generosidad, Señor, para
que aprenda a compartir mi vida con los pobres, y sobre todo a
vivir con ellos la fiesta de la amistad. Libérame de actuar bus-
cando siempre mis propios intereses, haciendo de las relaciones
humanas un permanente comercio".

254
Semana 22- durante el año

LUNES: LC 4, 1 6 - 3 0

Este texto nos muestra a Jesús predicando en la sinagoga. Allí Jesús,


luego de leer el texto de Isaías 61, 1-2 afirma "esta Escritura que acabo de
leer se ha cumplido hoy". Jesús se presenta así como el ungido del Señor,
el Mesías que viene a anunciar la Buena Noticia a los pobres, a devolver la
vista a los ciegos, a liberar a los cautivos. Y para nosotros, que tenemos a
Jesús resucitado, esto es una realidad cotidiana, esto siempre se cumple
"hoy"; él está presente con su amor y su poder para fortalecernos y alen-
tarnos: "¡Ahora es el momento favorable, añora es el día de la salvación!"
(2 Cor 6, 2). No sigamos dilatando y postergando lo que vale la pena.
Pero es interesante advertir que en este texto la cita del profeta Isaías
está modificada. El texto original dice al final "a proclamar un año de
gracia del Señor, día de venganza de nuestro Dios", pero el evangelio sólo
dice "un año de gracia del Señor" y omite "día de venganza". Jesús nos
libera de la ira de Dios, de su justa venganza, nos libera de lo que merece-
ríamos en justicia por nuestro pecado, mediocridad, olvido de Dios, y vie-
ne a proclamar que Dios siempre nos da una nueva oportunidad.
Con la venida de Jesús se inaugura un tiempo de gracia, de misericor-
dia, y se nos ofrece una buena noticia que es luz para nuestros ojos y libe-
ración de nuestras esclavitudes. Pero cabe recordar que este triunfo de la
misericordia ya aparecía anunciado en varios textos proféticos, como el de
Oseas 11, 1-9, donde en la lucha entre la misericordia y la justicia, termina
triunfando la misericordia: "Porque soy Dios, no un hombre; contigo soy
el Santo, y no vendré con ira" (11, 9). Jesús es la manifestación de ese
triunfo de la misericordia en el corazón de Dios.
Cuando Jesús dice que "nadie es profeta en su tierra" no pretende afir-
mar que todos los profetas son despreciados en su propio pueblo; simple-
mente acude a un refrán popular para expresar lo que estaba sucediendo
con él en ese momento, cuando en su propia tierra no era bien recibido.

Oración:
"Te doy gracias Jesús, que anunciaste la Buena Noticia a los
pobres, que nos trajiste la verdadera libertad. Gracias porque en
ti se manifiesta el rostro misericordioso del Padre, que ofrece
gracia y perdón, que da una nueva oportunidad".

255
a
Semana 2 2 durante el año

MARTES: LC 4 , 3 1 - 3 7

Este texto quiere mostrar a Jesús actuando, para hacer ver que su predi-
cación no consiste sólo en transmitir nociones, sino que él está lleno del
poder de Dios. Su palabra poderosa tiene la victoria sobre el mal que opri-
me a los hombres. Por eso se dice que hablaba "con autoridad" (vv 32. 36).
Los espíritus impuros se le someten y lo proclaman "consagrado". Lla-
ma la atención ver esta especie de alabanza en labios de los demonios. No
hay que olvidar que los espíritus del mal no necesariamente niegan las
verdades de fe (Sant 2, 19), pero evidentemente no se trata de la fe salvífica,
que se hace activa por el amor (Gál 5, 6). Además, ya decía San Pablo que
a veces "Satanás se disfraza de ángel luminoso" (2 Cor 11, 14). Por eso
muchas veces las cosas religiosas nos engañan. Alguien puede ser aparen-
temente muy religioso pero estar luchando a favor del odio, la injusticia y
los poderes del mal; su religiosidad puede ser vacía (Sant 1, 26).
Sin embargo, esto no significa un desprecio a la oración de alabanza,
ya que todo el evangelio de Lucas destaca la reacción de la gente piadosa,
que alababa a Dios viendo lo que Jesús hacía. La alabanza es una reacción
espontánea del que se deja amar por Dios y tiene un corazón sencillo,
capaz de admirarse por las maravillas de Dios. El que alaba con sinceridad
es el que sale de sí mismo por un instante para contemplar embelesado al
Dios que lo supera, al Señor que está colmado de hermosura y de bondad.
Un modelo de esta maravillosa experiencia es María, que reaccionó ante
la iniciativa de Dios diciendo: "¡Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi
espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la
humildad de su esclava!" (Lc 1, 46-48).
Pero este relato nos muestra también que los espíritus impuros no tie-
nen poder alguno ante Jesús, no pueden resistirse a su presencia poderosa,
a su "autoridad".

Oración:
"Señor, yo reconozco que tienes poder para liberarnos de los
males que nos oprimen, y que sobre todo quieres liberamos de
los males que atormentan el corazón, a veces trastornado. Por
eso te ruego que manifiestes tu poder en mis seres queridos y
reines en sus vidas con tu fuerza liberadora".

256
a
Semana 22 durante el año

MIÉRCOLES: Lc 4, 3 8 - 4 4

La curación de la suegra de Simón (Pedro) destaca un detalle no des-


preciable: que apenas fue curada se puso a servir a los demás, con lo cual
se indica que la obra de Jesús en nuestras vidas pide como respuesta una
actitud de servicio.
También es importante el detalle de la mano de Jesús que la toca para
curarla, ya que hace referencia a "la mano fuerte de Dios" tan mencionada
en el Antiguo Testamento (Sal 62, 9; 73, 23).
Este texto resalta de distintas maneras el poder de Jesús que viene a
hacer presente el Reino de Dios y a liberar al hombre del poder del mal. La
mano de Jesús que sostiene y cura a la suegra de Pedro recuerda la figura
de la mano fuerte de Dios tan presente en el Antiguo Testamento. Esa
mano da seguridad: "Tu mano me sostiene" (Sal 63, 9; 73, 23). Con ese
mismo poder de su mano Jesús pasa por todas partes curando enfermos y
expulsando demonios; el poder del mal se rinde ante su mano fuerte.
En el encuentro con el Padre, muy de madrugada, Jesús bebía del po-
der que se manifestaba durante la jornada.
Esa misma mano fuerte de Jesús es la que puede fortalecernos y
liberarnos de nuestros males más profundos, esa misma mano que acaricia
con ternura pero que tiene potencia divina, puede sostenernos en la difi-
cultad y arrancar de nuestras vidas los poderes del mal que a veces nos
esclavizan.
Este texto indica también que Jesús no quería clausurarse en un lugar
porque tenía que llegar a todos. Del encuentro del Padre sacaba una liber-
tad interior que le permitía no aferrarse a nada y lanzarse a lo que el Padre
le indicara.

Oración:

"Sáname Señor, para que pueda servir mejor a los hermanos;


libérame Señor, para que pueda ayudar a los demás en su cami-
no de liberación; pacifica mi vida Señor, para que pueda llevar a
los demás un poco de felicidad y de paz".

257
a
Semana 2 2 durante el año

JUEVES: LC 5, 1-11

Pedro con sus compañeros estaba limpiando las redes, triste porque no
había logrado pescar nada en toda la noche; él, que era un gran pescador,
orgulloso de su humilde oficio y confiado en sus habilidades. Él conocía
el lago como la palma de su mano y sabía lo que había que hacer para
poder pescar.
Y en ese momento de frustración y de orgullo herido pasa por la orilla
un maestro llamado Jesús.
Pedro era un judío piadoso, y respetaba a los maestros, los trataba con
veneración. Por eso, cuando Jesús le dice que navegue mar adentro para
pescar, Pedro le obedece sólo por ese respeto, pero no deja de hacerle
notar que es inútil porque ya lo había intentado toda la noche. Sin embargo
acepta volver a navegar mar adentro, allí donde él se creía experto, rey y
señor, pero había fracasado. Y así, obedeciendo al nuevo maestro, pescó
más que nunca, y entonces volvió embelesado, reconociendo su descon-
fianza y declarando a Jesús como "Señor".
Pero Jesús no quiere que Pedro lo siga por temor, y le pide que abando-
ne el miedo; él lo busca para confiarle la misión de pescar hombres para el
Reino, y esa misión no será sólo un peso y un esfuerzo, sino una verdadera
aventura que le dará sentido y fuerza a su existencia. Pedro y sus compa-
ñeros descubren que con un Señor tan poderoso a su lado, ya no necesitan
apoyarse en nada, no necesitan otras seguridades, y por eso pueden dejarlo
todo.
Hay que destacar que si bien estaban también Santiago y Juan, sin
embargo las palabras de Jesús se dirigen particularmente a Pedro, con lo
cual ya se comienza a ver el lugar particular que él tendrá en la Iglesia.

Oración:

"Señor, lléname de confianza en tu palabra para que me lance


mar adentro. Ya no quiero confiar en mis seguridades humanas
sino en tu poder que me guía y me sostiene. Y perdóname Señor
por mis desconfianzas, porque soy un pobre pecador".

258
a
Semana 2 2 durante el año

VIERNES: LC 5, 33-39

Los discípulos de Juan todavía estaban centrados en costumbres y prác-


ticas ascéticas que para Jesús no son lo verdaderamente importante, por-
que habiendo llegado el Mesías se trata de vivir una verdadera fiesta de
amor, más que de buscar sacrificios. En todo caso basta con llevar la cruz
de cada día, que se nos presenta sin que la busquemos.
En este texto Jesús aparece como el novio que se casa con su pueblo, y
que invita a sus amigos a vivir esa fiesta sublime.
Cuando Jesús dice "a vino nuevo, odres nuevos", quiere mostrar que el
estilo de vida y la riqueza que él viene a traer es superior a las prácticas
judías tradicionales, y que lo importante no es dedicarse a controlar que la
gente cumpla con esas prácticas, sino desear que todos reciban la nueva
vida, la gracia salvadora que trae el Mesías.
Esto no significa que Jesús descalificara o anulara todas esas prácti-
cas. Responde así porque los fariseos, que se sentían más importantes que
el resto por cumplir al pie de la letra el ayuno y otras prácticas, querían
hacer aparecer a los discípulos de Jesús como imperfectos porque no ayu-
naban.
Aquí tampoco se le quita valor a la práctica del ayuno ni se la anula,
pero se la relega a los momentos de especial dificultad, ya que según una
tradición judía hay ciertas dificultades que se superan gracias a la oración
y el ayuno. En realidad los discípulos tendrán que soportar persecuciones
y angustias que serán sacrificios más intensos y valiosos que el ayuno.
Leyendo los versículos 16-17 queda claro que en la nueva vida que
trae Jesús lo más importante no son los ayunos, sino vivir la presencia del
Señor en nuestras vidas, reconocer gozosamente que él está entre noso-
tros.

Oración:

"Señor, ayúdame para que las cosas secundarias me lleven a las


cosas verdaderamente importantes, y que mi vida no se constru-
ya sobre lo que no es esencial. Enséñame a vivir con gozo en tu
presencia".

259
a
Semana 2 2 durante el año

SÁBADO: LC 6, 1-5

Cuando Dios pide algo al hombre es en realidad para bien del hombre,
no porque él necesite imponer leyes. La Ley de Dios es liberadora, porque
nos indica un camino para romper nuestras cadenas de esclavitud interior.
Pero cuando esas leyes se absolutizan y las utilizamos para dominar a los
demás y hacerlos sufrir, ya no cumplen la voluntad de Dios. Dios ama al
hombre y desea su felicidad, su gozo, su plenitud. Por eso deberíamos
buscar que nuestras costumbres y prácticas religiosas no sean una obliga-
ción que debemos cumplir, sino un medio para encontrarnos con Dios,
para recibir su gracia, para encontrar la paz y su presencia. Las costum-
bres que no nos dejan vivir con alegría la fe y nos impiden servir a los
demás con generosidad, no son más que esclavitudes que alejan del cami-
no de la libertad.
Es cierto que encontramos en la Palabra de Dios el mandato de respe-
tar el sábado, y que para la Ley de Dios violar el día de descanso era una
falta gravísima (Núm 15, 32-36). También hoy respetamos un día de des-
canso consagrado al Señor resucitado, que es el domingo.
Pero la Ley de Dios nunca había llegado a decir que arrancar algunas
espigas para comer violaba este descanso sagrado; esas exageraciones eran
agregados de las tradiciones que los fariseos defendían como si fuesen
también Palabra de Dios. La obligación de descansar era una forma de
asegurar que el hombre viviera con dignidad, no se convirtiera en esclavo
del trabajo, y tuviera un tiempo de serenidad para encontrarse con Dios en
familia.
Jesús acude a la misma Palabra de Dios para defender a sus discípulos
y mostrar su inocencia, haciendo ver que ninguna norma es absoluta. Por-
que también estaba terminantemente prohibido comer los panes sagrados
que se ofrecían a Dios en el templo (Lev 24, 5-9), y sin embargo David lo
había hecho en un momento de necesidad (1 Sam 2 1 , 2-7).

Oración:
"Señor, que me pediste que buscara el descanso para adorarte a
ti y para reencontrar el sentido de mi trabajo, enséñame a traba-
jar con gozo en tu presencia y a quedarme descansando en tus
brazos".

260
Domingo 23° durante el año

AÑO A : MT 1 8 , 1 5 - 2 0

Jesús invita a expresar nuestro amor al hermano corrigiéndolo. Pero


aquí no se trata solamente de un error; se trata de un pecado persistente,
cuando el hermano está cayendo reiteradamente en una falta grave. Ade-
más, se trata de un pecado público, y por eso, si es necesario, se pueden
buscar testigos que nos ayuden a convencer al hermano descarriado. Pero
el primer paso es siempre una corrección en privado.
Es importante leer esta invitación a la corrección en el contexto de lo
que sigue. Por ejemplo, en los versículos 21-22 se invita a perdonar al
hermano todas las veces que sea necesario. Por lo tanto, la corrección no
se refiere a ofensas personales. Luego, en los versículos 23-35 se invita a
una actitud de compasión, la misma que desearíamos que el Padre Dios
tuviera ante nuestros propios pecados.
Si el hermano pecador, luego de hablarlo entre dos o tres, y de haber
orado por él (18, 19-20), tampoco quiere reconocer su pecado y se obstina
en ese comportamiento público, se puede hacer un planteo en la comuni-
dad más amplia, para tratar de ayudarlo entre todos.
Pero si aún así se empecina en mantener su opción por el mal, la comu-
nidad no puede identificarse con él y debe dejar en claro cuál es el estilo
de vida que propone. La comunidad, en ese caso, no lo desprecia ni lo
declara muerto, sino que comienza a considerarlo como alguien que debe
ser nuevamente evangelizado, alguien a quien se debe hacer llegar una vez
más el anuncio del Señor que lo invita a la conversión.
Pero si al corregirlo advertimos que lo hacemos sin un amor sincero, y
más bien estamos descargando nuestro rencor y nuestra incomprensión,
tendríamos que seguir el consejo de San Agustín: "reconocer nuestras pro-
pias debilidades, abrazarnos a él, y llorar juntos la miseria de los dos".

Oración:

"Señor, ayúdame a tomar en serio la vida de mi hermano, a no


desentenderme cuando veo que se hunde en el mal y arruina su
vida. Dame el amor necesario y la palabra justa para poder ayu-
darlo, pero ayúdame a hacerlo con humildad, reconociendo mi
propia miseria".

261
Domingo 23° durante el año

AÑO B: MC 7 , 3 1 - 3 7

Esta curación del sordomudo, donde se ve a Jesús dando varios pasos


para poder curarlo, presenta visos de ser una narración histórica, ya que
este procedimiento no sirve para resaltar el poder de Jesús, que se mani-
festaría mejor si lo hubiera curado sólo con una palabra.
Pero estos detalles indican que Jesús prefería curar contando con la
cooperación y la aceptación de la persona. Por su gran amor y delicadeza,
él prefiere siempre obrar con nosotros, y no sin nosotros.
Como el sordo no podía escuchar sus palabras, Jesús se comunica con
él a través del tacto, tocando sus oídos y su lengua. Los dedos de Jesús
expresaban la cercanía del amor que se hace íntimo. La saliva es expresión
de gran ternura, porque normalmente limpiamos con nuestra saliva las co-
sas que amamos, las personas (los niños) que son parte de nuestra vida.
Al levantar los ojos al cielo Jesús expresa que su poder viene del Pa-
dre.
La expresión de la gente "todo lo hizo bien" muestra que en Jesús se
manifiesta el poder creador de Dios, que al crear el mundo veía que "era
bueno". Así se quería indicar que la obra de Jesús restauraba la bondad de
la creación. Dios creó con mucha generosidad y creatividad un mundo
bello para que el hombre habitara en él, le preparó al hombre un hogar
fascinante. Pero es el hombre lo que a él más le interesa. Eso se manifesta-
ba en todo lo que Jesús hacía, sanando y liberando al ser humano.
También hoy Jesús puede restaurar nuestras vidas con su gracia, espe-
cialmente nuestra capacidad para escuchar, de manera que sepamos abrir
nuestros oídos a su Palabra, y también nuestra capacidad de expresarnos,
para que podamos decir palabras de amor, de aliento, de verdad.

Oración:

"Toca mis oídos, Señor, para que pueda escucharte; toca mi len-
gua para que pueda hablar de ti y comunicar tu amor a los de-
más; porque todo mi ser está hecho para el encuentro contigo y
para reflejar tu amor".

262
Domingo 23° durante el año

AÑO C : LC 1 4 , 2 5 - 3 3

Amar a Jesús es entregar lo más profundo del corazón al que derramó


su sangre para purificarlo, al que puede darle sentido y luz, al que tiene el
derecho de ser Señor de ese corazón.
Ningún otro ser humano puede ejercer ese dominio santo, porque sólo
Jesús es Dios. Por eso, ni siquiera el padre o la madre pueden ocupar ese
lugar. Ellos han sido instrumentos del Señor para darnos la vida y deben
ser amados y honrados, pero no pueden ocupar el lugar de Cristo, porque
no pueden darnos lo que sólo él puede comunicar a nuestras vidas. Tampo-
co los hijos pueden ocupar ese lugar; no son ellos los que pueden darle a
nuestra vida su último sentido, ni otorgarnos la salvación, aun cuando po-
damos dar nuestra vida por amor a ellos.
Y Jesús invita a tomar la cruz, como él la tomó. No se trata de buscar
cruces, sino de aceptar la que haya que llevar por el Reino. Pero es tomar
la cruz para seguirlo. Porque no es la cruz el centro de todo, sino el segui-
miento de Cristo, su persona y la atracción de su amor.
Luego este texto parece cambiar de tema, y nos presenta el ejemplo del
que no calculó bien y no pudo terminar la torre, y del que calcula la canti-
dad de hombres que tiene, antes de ir a la guerra. Parece una invitación a
ser previsores, pero la conclusión de estos dos ejemplos es: "de la misma
manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a sus bienes no puede ser
mi discípulo". Eso significa que antes de colocarnos en el camino para
seguir a Jesús, tenemos que tener la decisión clara de renunciar a nuestros
bienes; antes de decirle a Jesús que queremos seguirlo, tenemos que hacer
el cálculo y descubrir si verdaderamente estamos dispuestos a renunciar a
todo. Porque si no es así, nuestra vida cristiana está enferma desde el prin-
cipio, y no podrá desarrollarse; la torre no podrá ser completada y la bata-
lla no podrá ser vencida.

Oración:
"Señor, enséñame a no tomar con negligencia y superficialidad
el camino que me propones; ayúdame a descubrir que ese cami-
no no es una parte de mi vida, sino todo, y que para tomarlo en
serio tengo que estar dispuesto a entregártelo todo".

263
a
Semana 2 3 durante el año

LUNES: LC 6, 6 - 1 1

La mano, que simboliza el trabajo, la creatividad, la iniciativa, está


atrofiada. Por eso Jesús, al curar a este enfermo, lo impulsa a moverse, a
dar un paso a la vista de todos, y a extender su mano, y así no solamente
sana la parálisis de su mano, sino su desconfianza ante la vida, su ensimis-
mamiento, su inseguridad interior y sus miedos.
Jesús indica que hacer el bien al hermano necesitado está por encima
de las demás leyes, como la ley del descanso, y se presenta como un aman-
te de la vida, dador de vida para el hombre. Pero los fariseos, que debían
buscar el bien del pueblo, son incapaces de alegrarse por el bien de la
persona curada. Para no caer en la misma insensibilidad, escuchemos la
exhortación de San Pablo: "¡Alégrense con los que están alegres, lloren
con los que lloran!" (Rom 12, 15).
Haciendo esta curación dentro de la sinagoga, que era un lugar de en-
señanza, Jesús quiere dejar un mensaje importante para que todos lo apren-
dan: el ser humano vale más que las costumbres y las leyes.
Jesús mira a su alrededor a los fariseos, observa la obstinación de sus
corazones, encerrados en las propias ideas y permanentemente preocupa-
dos por su poder en la sociedad.
Los fariseos advirtieron el cuestionamiento de la mirada de Jesús, y a
partir de ese momento decidieron que esa mirada cuestionadora debía ser
eliminada. No toleraban que alguien se atreviera a enseñarles algo.

Oración:

"Señor, sana mis parálisis, mis vergüenzas, mis miedos, todo lo


que me limita en la acción y en el servicio, para que mi vida sea
fecunda; y tómame como instrumento para liberar a los demás
de sus parálisis".

264
a
Semana 2 3 durante el año

MARTES: LC 6, 1 2 - 1 9

Jesús pasó la noche orando. No es raro que Lucas nos cuente esto, por-
que el tema de la contemplación es uno de los más presentes en todo su
evangelio. A Lucas le gusta presentar a la madre de Jesús como una mujer
contemplativa, le agrada destacar que la gente alababa a Dios por los pro-
digios de Jesús, etc.
Es interesante este detalle, porque Lucas es al mismo tiempo el evan-
gelio de la misericordia. Y así vemos que la contemplación y la acción no
se oponen entre sí, sino que deben estar íntimamente unidas. La misericor-
dia con el hermano no es puro activismo sin espíritu, y la oración no debe
ser una forma de escaparse de los compromisos con el hermano.
Y aquí es Jesús mismo el que ora, y se pasa toda la noche en diálogo
íntimo con Dios Padre. Jesús mismo, en su corazón humano, necesitaba
buscar ese tiempo de intimidad orante, y no le bastaba una hora. Toda la
noche.
Pero la importancia de esa noche de oración se advierte en lo que suce-
de después. Jesús "llamó a sus discípulos, y eligió entre ellos a doce". Los
eligió. No los llamó al azar, no designó a doce porque sí; su llamado era el
fruto de una elección que había sido madurada en toda una noche de en-
cuentro con su Padre.
Pero no eligió a los doce apóstoles para entretenerse con ellos, o para
crear una élite privilegiada, porque inmediatamente Jesús baja con ellos a
encontrarse con los demás discípulos y con una gran multitud, para ense-
ñarles y curarlos de sus males. Es importante advertir que la gente no lo
buscaba solamente para ser curados, sino también para escuchar su ense-
ñanza.

Oración:

"Jesús, enséñame a orar, enséñame a encontrarme con el Padre


Dios, a dedicarle mi tiempo, a consultar con él mis decisiones
importantes. Para que mi vida no transcurra en la superficiali-
dad, sino en la profundidad".

265
a
Semana 2 3 durante el año

MIÉRCOLES: Lc 6, 2 0 - 2 6

Las bienaventuranzas que nos presenta Lucas no se caracterizan tanto


por actitudes interiores, como la mansedumbre, la pobreza de espíritu o la
purera de corazón, que aparecen en la versión de Mateo 5. Lucas se dirige
más bien a los pobres a secas, los que pasan hambre y lloran en su miseria
y su angustia, los desterrados y despreciados por la sociedad. A ellos se
les promete un premio celestial abundante, se les ofrece una esperanza que
puede darles alegría en medio de la angustia y los desprecios, porque pue-
den saberse especialmente amados.
Pero esto es también una exhortación a los destinatarios del evangelio
de Lucas, que eran comunidades ricas del mundo griego; a esos ricos Lucas
quiere hacerles descubrir que su conversión debe llevarlos necesariamen-
te a cambiar también su actitud ante el dinero, a dejar de adorar al dinero,
a compartir con los pobres sus riquezas, si quieren ser mirados con esa
ternura especial que Dios tiene para los pobres. La conversión no puede
quedarse en la intimidad de la persona, sino que tiene que producir un
cambio en todas las dimensiones de la persona, también en su economía.
Por eso San Pablo se preocupó tanto por organizar colectas para los po-
bres, y se dedicó con pasión a motivar esas colectas (ver 2 Cor 8-9).
Luego de declarar bienaventurados a los pobres, para que no queden
dudas sobre esta preferencia de Dios por ellos, Lucas menciona también
los reproches a los ricos, satisfechos y aplaudidos por la sociedad, y se les
dice que no pueden poner esperanza alguna en ese poder mundano, porque
esas glorias humanas no valen nada a los ojos de Dios. De hecho todo el
evangelio de Lucas insiste en esta predilección de Dios por los que no
tienen dónde apoyarse y por lo tanto sólo pueden recostarse en él.

Oración:

"Ayúdame Señor, para que pueda mirar con tus ojos a los po-
bres, hambrientos y despreciados. No permitas que mi corazón
se endurezca ante el dolor ajeno, no me dejes caer en la medio-
cridad del egoísmo, de la vanidad y la indiferencia".

266
a
Semana 2 3 durante el año

JUEVES: LC 6, 2 7 - 3 8

Con mucha insistencia y con palabras muy convincentes, Jesús presen-


ta un ideal cristiano que no puede ser comprendido con criterios meramen-
te humanos. El amor a los enemigos sólo se entiende desde la fe y sólo se
vive con el amor que el Señor nos regala. Ese amor a los enemigos, a los
que nos hacen daño y nos odian, se expresa fundamentalmente en tres ac-
titudes: tratarlos bien, desearles el bien y rezar por ellos. Por lo tanto la
actitud más opuesta al evangelio sería la de desearles el mal, la sed de
venganza. En el fondo, este ideal consiste en tratarlos a ellos como desea-
ríamos ser tratados por ellos.
San Pablo expresaba este pedido de Jesús diciendo: "No te dejes ven-
cer por el mal, mejor vence el mal con el bien" (Rom 12, 21). Cuando las
pasiones nos sugieren venganza, los criterios del Reino nos dicen que res-
ponder con la misma moneda es crear una espiral de violencia que termina
dañándonos a todos.
Pero además, Jesús nos hace ver que este amor a los enemigos es el
signo de que estamos viviendo a otro nivel, es lo que verdaderamente dis-
tingue a los cristianos, de los que se mueven por criterios meramente hu-
manos. En el fondo, se trata de "dar gratis", de no tratar a alguien basándo-
nos en lo que recibimos de él, sino de dar sin esperar. Aquí se supera la
mera justicia, se va más allá, más lejos y más profundo, y se comienza
verdaderamente a ser hijos del Padre celestial, que es bueno también con
los ingratos. Finalmente, este texto nos resume la imitación de Dios en la
misericordia, que se expresa cuando no juzgamos y cuando hacemos el
bien. Esa misericordia es lo que hace que nuestras acciones agraden al
Padre, de manera que él usará con nosotros la misma medida que usemos
nosotros con los demás (para juzgarlos y para dar).

Oración:

"Padre Dios, inmensamente misericordioso, que siempre das gra-


tuitamente a buenos y malos, sin esperar nada, solamente que
actuemos nosotros de la misma manera con los demás, toca mi
corazón y llénalo de tu generosidad y de tu compasión".

267
Semana 23- durante el año

VIERNES: LC 6, 3 9 - 4 2

Al que desea agradar a Dios, el evangelio lo invita a no buscar tanto la


perfección en otros ámbitos de su ser y de su vida, sino sobre todo en la
compasión y en la misericordia; ésa es la belleza que más cautiva a Dios y
parece disimular un poco las sombras y defectos de nuestras acciones.
Este texto evangélico nos invita a tratar de descubrir nuestra propia
miseria, esa que tantas veces nos escondemos a nosotros mismos, para que
así podamos valorar la exhortación a usar con el hermano la medida com-
pasiva que esperamos que usen con nosotros. De este modo se nos indica
que, cada vez que intentemos ayudar a otro, tratemos primero de tomar
conciencia de nuestros propios pecados, de manera que nos acerquemos al
hermano con una profunda humildad y con un deseo sincero de su bien, no
como maestros o salvadores que se sienten dignos de señalar los defectos
ajenos. Sólo reconociendo sinceramente nuestra propia pequeñez pode-
mos mirar a los demás con la mirada limpia de Dios, que siempre es de
misericordia.
Dios no ha llamado a sus hijos a ser jueces implacables que miran a los
demás con la medida de la ley y se fanatizan en un permanente moralismo.
Porque de esa manera, violan lo más importante de la ley de Dios, la mise-
ricordia, cayendo en un pecado peor que los que critican. Impacientes con
los defectos y errores ajenos, mirándolos con malos ojos y corazón amar-
go, deseando que se ajusten a los propios esquemas, de alguna manera se
está declarando a los demás indignos de ser amados. Dios en cambio, es
compasivo, infinitamente paciente, y es el creador de la diversidad, es el
autor de esa variedad que tanto nos cuesta tolerar. Como exhorta San Pa-
blo en Rom 14: "Sean comprensivos con el que es débil en la fe" (v. 1).
"¿Con qué derecho juzgas a tu hermano y lo desprecias? Todos estaremos
ante el tribunal de Dios" (v. 10).

Oración:
"Ilumíname Señor, tócame con el poder de tu gracia, para que
reconozca mi propia miseria, la miseria de donde me has sacado
y la miseria que muchas veces me escondo a mí mismo; para que
reconociéndola, pueda mirar con ternura y compasión los defec-
tos ajenos".

268
a
Semana 2 3 durante el año

SÁBADO: LC 6, 43-49

El corazón tiene gran importancia en la Biblia, porque es la sede de las


decisiones más profundas del hombre. En el corazón están las verdaderas
intenciones, no lo que uno aparenta. Las acciones y palabras que son ver-
daderamente buenas y agradables a Dios son las que brotan de un corazón
bueno, que realmente guarda amor, generosidad y es bien intencionado. El
bien nace de adentro, cuando el interior fue renovado por la gracia de Dios.
Sin embargo, el texto paralelo de Mt 12, 33-37 nos dice que tendremos
que rendir cuentas no solamente de las intenciones del corazón, sino tam-
bién de nuestras palabras. Si leemos Santiago 3, 1-12 podemos advertir el
valor que tiene el cuidado de la lengua y el mal que se puede hacer con la
lengua.
El texto de Lucas no se refiere al valor de las palabras, pero tampoco
se queda solamente en las intenciones del corazón, ya que indica que "cada
árbol se reconoce por su fruto". Si bien lo más importante es el corazón,
las obras exteriores ayudan a discernir lo que hay realmente en el corazón,
porque las intenciones que no se traducen en obras buenas tampoco son
auténticas. Por eso, a continuación, el texto nos recuerda que la Palabra de
Dios debe ser puesta en práctica.
En la Biblia aparece una profunda relación entre el corazón y la len-
gua, o entre el corazón y la mano; no hay un corazón bueno si no llega a
expresar esa bondad en las palabras (lengua) y en las obras (mano). Aun-
que es cierto que puede haber palabras y obras aparentemente buenas, pero
cuando el corazón es malo no nos sirven de nada. La relación que debe
haber entre ambas cosas está bellamente expresada en el himno de 1 Cor
13; allí dice San Pablo que todo lo que hagamos no tiene valor, por más
grande que sea, si no hay amor (13, 1-3), pero luego afirma que ese amor
debe expresarse hacia fuera: debe ser paciente, servicial, etc. (13, 4-7).

Oración:
"Señor, transforma mi corazón con tu gracia para que se llene
de bondad y broten de él obras bellas que sean de tu agrado. No
permitas que caiga en la falsedad ni que me quede sólo con las
buenas intenciones, sino que te adore con toda mi vida

269
Domingo 2 4 ° durante el año

AÑO A : MT 1 8 , 2 1 - 3 5

La grandeza y el poder de Dios se manifiestan especialmente en su


paciencia y en su compasión (Sab 12, 16-22), pero eso nos exige ser com-
pasivos con los demás como el padre celestial es compasivo con nosotros
(Lc 6, 36-38). Es lo que expresamos al decir "perdónanos como nosotros
perdonamos".
Pero esto plantea una exigencia muy seria a todo cristiano, ya que si no
estamos dispuestos a perdonar tampoco podemos esperar el perdón de Dios.
Así lo muestra el ejemplo del evangelio de hoy, y es un modo de indicar el
lugar preponderante que tienen la compasión y el perdón entre las actitu-
des que Dios espera de sus hijos.
Además de motivarnos considerando el perdón que Dios nos ha ofreci-
do siempre, podríamos leer los argumentos para perdonar que nos ofrece
Eclesiástico 28, 1-7, y el mismo ejemplo de Jesús que buscaba una excusa,
una explicación benévola, a los que le estaban haciendo daño (Lc 23, 34).
La respuesta a Pedro, por otra parte, indica que no se trata de una acti-
tud ocasional o esporádica, sino permanente. Setenta veces siete quiere
decir siempre, en todas las ocasiones y todas las veces que se nos pida,
porque Dios mismo perdona y da una nueva oportunidad "setenta veces
siete".
Decía San Pablo: "No devuelvan a nadie mal por mal" (Rom 12, 17).
"Acéptense mutuamente como Dios los ha aceptado en Cristo" (15, 7).
"No hagas justicia con tus propias manos... No te dejes vencer por el mal,
mejor vence el mal haciendo el bien" (15, 19.21). Y nos recordaba que
"cada uno tendrá que rendir cuentas de sus propios actos" (15, 12).

Oración:

"Señor, tú que eres compasivo y misericordioso, siempre dispuesto


a perdonar, dame la gracia de comprender las miserias ajenas y
perdonar con tu amor. Sana las heridas que guardo en mi inte-
rior y que no me permiten perdonar. Libérame Señor".

270
Domingo 24° durante el año

AÑO B: MC 8, 2 7 - 3 5

Este es un texto clave. Podemos decir que es el centro del evangelio de


Marcos, el eje donde gira toda la obra y marca el paso a la segunda parte
del evangelio. Así como al comienzo del evangelio aparecía Juan el Bau-
tista anunciando al que iba a venir, aquí es Pedro el que presenta a Cristo
como el Mesías, y así da pie al Señor para explicar que él debía realizar su
obra salvadora a través de la muerte.
Hasta aquí Jesús se nos iba mostrando a través de sus gestos, y poco a
poco nos ha ido manifestando su maravillosa persona; pero a partir de
ahora Jesús se nos presenta encaminándose a la muerte y a la resurrección,
y por eso anuncia repetidamente la pasión. Así se entiende también el duro
reproche que Jesús hace a Pedro, porque el apasionado Pedro sólo deseaba
la gloria y los aplausos para su maestro, y se negaba a aceptar que lo re-
chazaran y lo mataran.
Pero Jesús quiere destacar que su obra debe pasar por la pasión. Y este
misterio no sólo es para ser contemplado o admirado, sino también para
reproducirlo en nuestras propias vidas, aceptando la pasión y la cruz que
nos toque vivir, porque si el maestro cargó con la cruz, el discípulo no
puede pretender un camino sin cruz.
Pero la forma como está estructurado este texto nos indica que el discí-
pulo no aceptará de corazón llevar su propia cruz si primero no acepta
contemplar a su Señor crucificado. Sólo mirándolo a él es posible imitarlo
y seguirlo hasta el final.
Porque cuando el discípulo carga la cruz, de una manera misteriosa es
el mismo Cristo crucificado que se hace presente en su dolor, en su can-
sancio, en su fracaso. De esta manera, la cruz que tanto tememos se con-
vierte en una experiencia de amor, el amor más grande que puede vivir un
ser humano.

Oración:
"Jesús, dame la gracia de no reconocerte sólo en la gloria, sino
también en la pasión, y de compartir contigo lo que haya de pa-
sión en mi propia vida. Y hoy que me preguntas quién eres para
mí, quiero decirte una vez más que eres mi salvador y que me
redimiste en la cruz".

271
Domingo 2 4 ° durante el año

AÑO C : LC 1 5 , 1 - 3 2

Este capítulo presenta las tres parábolas de la misericordia: la oveja


perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo. Pero las tres van dirigidas a
los fariseos, que eran incapaces de alegrarse por los pecadores que se acer-
caban a Jesús.
Por eso, la parábola del hijo pródigo es ante todo la parábola del Padre
misericordioso, pero también la del hermano envidioso e insensible, inca-
paz de comprender a su hermano y de alegrarse por su regreso.
En las parábolas de la oveja y de la dracma perdida, se muestra que
Dios busca todas las maneras posibles para hablarnos de su amor y de su
misericordia. Además, las dos parábolas indican que el amor de Dios no es
general, como si nos quisiera a todos en multitud, o de lejos, sino que su
amor es particular, porque su afecto sin límites y su inteligencia infinita le
permiten estar plenamente atento a todos y a cada uno en particular.
El hijo, que había optado por la independencia, vuelve renunciando a
sus derechos de hijo y pidiendo ser un empleado dependiente. Pero el Pa-
dre conmovido no es capaz de aceptar ese trato. La inmensidad de su amor
no puede estrecharse dentro de límites mezquinos. El responde sobreabun-
dantemente, ennoblece al hijo arrepentido y hace fiesta.
Los detalles de esta parábola brindan una gran riqueza al relato: el
deseo de independencia y lejanía, el derroche, la humillación y las priva-
ciones, el recuerdo de la casa paterna y todo lo bueno que era, el arrepen-
timiento, el retorno, la espera del Padre, su compasión y su alegría, el
festejo, la recuperación de la dignidad perdida y la vida nueva del hijo.
El hijo que descansa en el pecho de su padre luego de haberse desgas-
tado en el desenfreno y en el desorden, es una invitación a volver al Padre
con confianza para sanar en él nuestras propias heridas y comenzar otra
vez como nuevas criaturas.

Oración:
"Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras. Lo que
hagas de mí te lo agradezco. Estoy dispuesto a todo, lo acepto
todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí... Me entrego en
tus manos sin medida, con una infinita confianza, porque tú eres
mi Padre".

272
a
Semana 24 durante el año

LUNES: LC 7 , 1 - 1 0

El evangelio de Lucas, llamado "el evangelio de la misericordia", me-


rece sobradamente este calificativo, porque en él son abundantes las esce-
nas de pecadores perdonados, la referencia al amor de Dios que perdona y
tiene predilección de Dios por los pobres, las exhortaciones a ser compasi-
vos y generosos. Pero en general hay una mirada abierta a todo el que sea
diferente, y por eso Lucas también tiene palabras positivas para los paga-
nos, como en Lc 4, 25-27; 11, 31-32.
En ese contexto tenemos que situar este relato sobre la curación del
siervo del centurión romano. Se trata de un pagano, un representante del
imperio romano que estaba oprimiendo al pueblo judío, y sin embargo se
destaca aquí la bondad y la generosidad del centurión, que amaba al pue-
blo judío y hasta había construido una sinagoga en el pequeño pueblito de
Cafarnaúm, y además se indica que quería mucho a su siervo, que había
caído enfermo.
Por otra parte, su actitud ante Jesús es de profunda humildad; en lugar
de hacer valer su autoridad, se declara indigno de recibir la visita de Jesús.
Finalmente, hace un acto de profunda fe en el poder de Jesús, que le vale
un elogio de Jesús: "Ni en Israel he encontrado una fe tan grande".
Podemos decir entonces que el interés de Lucas, más que en relatar un
milagro que apenas aparece mencionado, está en mostrar cómo un pagano
podía tener un corazón bueno y abierto, más que el corazón de los judíos,
orgullosos de su religión y de sus tradiciones.
Así se nos hace notar que no es bueno juzgar a los demás en bloque,
porque en este caso el hecho de ser un centurión romano no implicaba que
fuera una mala persona; y su confianza en Jesús fue más grande que la de
los judíos que poseían la Palabra de Dios y eran el pueblo elegido.

Oración:

"Señor Jesús, dame la gracia de mirar con buenos ojos al que es


diferente; concédeme estar atento como tú a las cosas buenas
que pueda descubrir en los otros. Libérame de los prejuicios ton-
tos que me enceguecen y me vuelven oscuro y negativo".

273
a
Semana 24 durante el año

MARTES: Lc 7 , 1 1 - 1 7

La escena que nos presenta este texto es profundamente triste y doloro-


sa. El lector no puede dejar de solidarizarse con la situación de esta mujer
viuda, sobre todo si recordamos el desamparo y la pobreza en la que nor-
malmente se encontraba una mujer viuda en aquella época.
Pero lo más doloroso es que la pobre viuda llevaba a enterrar a un
joven, que era su hijo único. Entonces se nos describe aquí la situación de
alguien que no solamente estaba desprotegida, sino que perdía lo único
que le quedaba, el único fruto de sus entrañas, que podía darle consuelo y
ayuda.
Por eso podemos decir que esta viuda con su hijo muerto representa
todo lo que puede sufrir un ser humano, el peor dolor, la angustia más
honda de quien se queda sin ninguna ilusión en la vida.
Pero allí se hace presente Jesús. Y el prodigio que él realiza no sólo
manifiesta el poder del Señor, sino que lo muestra como la presencia bon-
dadosa y liberadora de Dios en medio de su pueblo: "Dios ha visitado a su
pueblo".
Esta última frase indica que en esa viuda el pueblo mismo se veía re-
flejado, y en la viuda que recuperaba a su hijo el pueblo despojado experi-
mentaba consuelo. Jesús muestra así que él viene enviado por el Padre
Dios a buscar el bien de su pueblo.
El temor de la gente es la reacción de admiración que se produce ante
lo sagrado, cuando el poder de Dios se hace presente. Esta alabanza del
pueblo ante las acciones de Jesús es una reacción destacada por Lucas en
todo su evangelio.

Oración:

"Señor, hazte presente también hoy en medio de las angustias de


tu pueblo; ven a consolar a tus pobres. Tú que eres el Emmanuel,
Dios con nosotros, manifiesta tu presencia llena de poder y mi-
sericordia".

274
a
Semana 2 4 durante el año

MIÉRCOLES: LC 7 , 3 1 - 3 5

Aquí tenemos otro texto que nos muestra una característica importante
de la vida terrena de Jesús. El no era un asceta sacrificado, un modelo
lejano de perfección, un profeta absorto en la presencia divina, como Juan
el Bautista. Jesús era criticado por ser un comilón y un borracho, y un
amigo de la gente despreciable. Siempre hay alguna excusa para no entre-
garse a Dios.
La figura de Jesús que nos muestra el texto es la de un Dios que no
sólo se hace hombre, sino que se introduce completamente en el mundo,
que no tiene miedo de juntarse con cualquiera, que camina por los callejo-
nes de los pecadores, que trata con las prostitutas ante la mirada acusadora
de los moralistas, que come y bebe con los rechazados por la sociedad.
Verdaderamente compartió y comparte nuestra vida en todo, menos en
el pecado. No era un puritano que quería aparecer en la sociedad como
modelo de sobriedad, de renuncia y de perfección. Él era un enamorado
del ser humano, que jamás caía en el pecado, pero quería vivir hasta el
fondo la existencia del hombre y acercarse como nadie al hermano caído.
Por esto mismo, su vida es una exhortación a los cristianos para que se
atrevan a insertarse en todos los ambientes, para que amen a la gente y no
pretendan aislarse en grupos de "elegidos". Sin consentir el pecado ni jus-
tificarlo, todo lo que le preocupa a la gente es parte de sus preocupacio-
nes, todos los anhelos de los corazones humanos son parte de sus anhelos.
Si sólo por ser humanos, nada que sea humano nos es indiferente, con
mayor razón será así si creemos realmente en un Dios hecho hombre, que
quiso compartir en todo nuestra vida y nuestra historia. Por eso decía San
Pablo: "Todo lo que es verdadero y noble, todo lo que es justo y puro, todo
lo que es amable y digno de honra... todo eso ténganlo en cuenta (Flp 4, 8).

Oración:
"Qué admirable y qué maravilloso es ver que te acusaban de
mezclarte con los despreciables. Qué golpe para nuestra preocu-
pación enfermiza por la imagen y por el qué dirán. Dame Jesús,
ese comprometido amor al pobre y al pecador que te llevaba a
compartir sus vidas hasta elfondo para poder darles amor y acer-
carlos a la luz".

275
a
Semana 24 durante el año

JUEVES: LC 7, 3 6 - 5 0

Una mujer pecadora expresaba su amor a Jesús de manera apasionada,


con gestos de tremenda ternura y delicadeza. Mientras tanto, un fariseo se
colocaba en la típica actitud de aquellos fanáticos que despertaban el re-
chazo de Jesús. Era uno de aquellos que se detenían a reprochar los peca-
dos de los demás y a despreciar a los que no eran "perfectos" como ellos.
Jesús, reconociendo los pensamientos del fariseo, quiere hacerle des-
cubrir que los gestos de amor de la mujer eran el resultado del perdón que
ella había recibido por sus pecados. Pero ese perdón la había elevado a un
grado de amor que el fariseo no tenía. Su aparente perfección ocultaba una
falta de amor; por eso era incapaz de amar a los pecadores y había sido
incapaz de recibir a Cristo con ternura sincera, con gestos de cariño.
El ejemplo que Jesús expone muestra que el perdón era la causa del
amor de la mujer, y no al revés. La mujer expresó un agradecimiento amo-
roso tan intenso porque se le habían perdonado muchos y graves pecados.
Sin embargo, a veces los creyentes no aceptamos que el perdón de
Dios elimine toda culpa del pasado. Dios perdona, pero muchas veces los
hermanos no somos capaces de perdonar de corazón, y nos entretenemos
comentando el pasado de los demás, como si fuera una mancha imborrable
que pesará durante toda su vida. Por eso, cuando nos equivocamos o peca-
mos, no nos perdonamos a nosotros mismos, y sentimos que nuestros pe-
cados pasados nunca serán borrados del todo.
La misericordia y el amor de Dios pueden más que nosotros, y aún
cuando no somos capaces de aceptar el perdón de Dios, ese perdón es real
y borra toda culpa y nos devuelve la dignidad de ser amigos de Dios. No
solamente borra los pecados, sino que infunde el dinamismo del amor en
el corazón del que ha sido perdonado (ver Rom 5, 1.5), lo hace renacer:
"El que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo.
Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo..." (2 Cor 5, 17-18).

Oración:
"Señor, yo no puedo hacer crecer mi amor solamente con mis
fuerzas humanas si tú no me impulsas con tu gracia. Por eso te
ruego, Señor, que manifiestes tu amor en mi vida para que pueda
amarte cada día más, y así responda mejor a la misericordia con-
que tantas veces me has perdonado".

276
a
Semana 2 4 durante el año

VIERNES: LC 8, 1-3

Este texto comienza hablando de las mujeres que seguían a Jesús y lo


ayudaban con sus bienes. En Mc 15, 41 se menciona que algunas mujeres
"lo habían seguido y lo habían servido". En aquella época era un poco
escandaloso que Jesús anduviera predicando por allí con un grupo de mu-
jeres, sobre todo porque algunas de ellas habían estado poseídas por "ma-
los espíritus". Pero esas mujeres habían recibido con fe la Palabra del Se-
ñor y querían seguir su camino. La parábola del sembrador, que se narra a
continuación, nos lleva a pensar que esas mujeres generosas eran como la
tierra fértil, que recibe la Palabra y la deja crecer y fructificar.
San Pablo se refiere en sus cartas a las mujeres que colaboraban con
él, no sólo con bienes materiales, sino como verdaderos apóstoles. Febe
(Rom 16, 1), por ejemplo, era diaconisa de la iglesia de Cencreas. Y esto
indica que en las primeras comunidades se daban ministerios importantes
también a las mujeres. Posteriormente, el texto de 1 Tim 5, 3.9 indica que
había un catálogo para registrar a las que hacían una consagración particu-
lar. Con respecto a Febe, cabe aclarar que el apelativo de "diaconisa" no
tenía poca importancia. Pablo se llamaba a sí mismo "diácono" cuando
defendía su autoridad (2 Cor 3, 6; 6, 4) y cuando mencionaba sus títulos de
honor (2 Cor 11, 21-23). Además, Pablo se detiene a recomendar que reci-
ban a Febe dignamente y que la asistan en todo, y se muestra agradecido
de haber sido "protegido" por ella (Rom 16, 2). Pero Pablo también manda
saludos a otras mujeres, elogiadas por sus fatigas: María, Trifena, Trifosa,
Pérside (16, 2), la madre de Rufo (16, 13), Julia y la hermana de Nereo
(16, 15).
Inmersos en un mundo hostil, los cristianos de las primeras comunida-
des valoraban el apoyo de la fe compartida y el sentimiento de la mutua
pertenencia. Cualquier obra buena, cualquier entrega era valorada y agra-
decida. Y las mujeres, lejos de ser discriminadas, en la práctica tenían
amplias posibilidades de servir y de intervenir en la Iglesia; eran reconoci-
das en sus empeños y fatigas, y eran recordadas con afecto.

Oración:
"Señor, concédenos que en todas las comunidades cristianas las
mujeres sean respetadas, y que puedan ejercer libre y gozosamente
los carismas que les regalaste para servir a la Iglesia".

277
a
Semana 24 durante el año

SÁBADO: LC 8, 4 - 1 5

En la época de Jesús los maestros usaban muchos ejemplos tomados de


la agricultura, de los animales, de la vida en la naturaleza, y no hay mejor
ejemplo que el de la tierra y la semilla para ejemplificar lo que sucede
cuando la Palabra de Dios intenta penetrar en nuestros corazones. Es una
Palabra que no penetra ni hace su obra por la fuerza.
Porque a veces nosotros somos como el borde de un camino, donde la
semilla es arrebatada enseguida por los pájaros. Ni siquiera nos detene-
mos a escuchar a Dios. Otras veces somos como el terreno pedregoso, con
poca profundidad. Allí puede entrar la Palabra de Dios, pero la persona no
quiere tener problemas, prefiere llevar una vida tranquila, no quiere entre-
gar nada por la Palabra, y entonces no la deja crecer. Otras veces somos
como las espinas, porque permitimos que la Palabra crezca y comience a
cambiar nuestras vidas, pero luego no le dedicamos ni tiempo ni espacio
en nuestro interior, porque nos dejamos agobiar por muchas cosas, todo
nos distrae y nos seduce, y todo nos parece urgente. Jesús nos invita a ser
tierra buena, blanda y generosa, abierta y dócil, para que la Palabra de
Dios pueda transformarnos de verdad y llevarnos a un nivel de vida más
alto, a una vida que valga la pena, a las cosas realmente importantes.
Pero si nuestro corazón ni siquiera tiene el deseo de recibir la Palabra,
tendremos que comenzar pidiendo al Espíritu Santo que despierte ese de-
seo. El deseo va rompiendo el corazón impenetrable para que por algún
resquicio pueda entrar la semilla de la Palabra y producir su fruto. Sólo
hace falta una tierra deseosa, dispuesta a recibirla en su profundidad. Y la
oración alimenta el deseo, pero a su vez, cuando el deseo comienza a bro-
tar, se convierte en una relación continua con Dios que permite que la
Palabra escuchada siga creciendo y llegue a producir frutos. Y así, atra-
yéndola con nuestro deseo, la Palabra de Dios hace su obra.

Oración:

"Espíritu Santo, infunde en mi corazón el deseo de la Palabra;


rompe en mil pedazos mi tierra dura, mi autosuficiencia, mi des-
confianza, mi indiferencia, y conviérteme en una tierra abierta,
deseosa, bien dispuesta".

278
Domingo 25° durante el año

AÑO A : MT 2 0 , 1 - 1 6

En esta parábola, los trabajadores convocados a la mañana recibieron


la promesa de un pago determinado y ellos estuvieron de acuerdo. Termi-
nada la jornada, el dueño de la viña les pagó lo que les había prometido.
Pero el dueño de la viña quiso pagarles la misma suma a los que sólo
habían estado una hora trabajando en la viña. Al hacerlo no fue injusto con
los primeros, ya que a éstos les había pagado lo que correspondía. Pero
eran corazones egoístas, incapaces de alegrarse con el bien ajeno. Cuando
se escribió este texto, se dirigía sobre todo a los judíos que se habían he-
cho cristianos, y seguían sintiéndose orgullosos de sus viejas tradiciones,
pero les costaba aceptar que a sus comunidades cristianas se agregaran
paganos convertidos y de golpe tuvieran los mismos derechos que ellos.
Pero ahora esta parábola tiene una enseñanza también para nosotros.
Los que se han acercado a Dios y han trabajado para él, y se han esfor-
zado por ser fíeles, reciben de Dios muchos bienes espirituales, y muchos
dones de todo tipo; reciben de Dios la fuerza que necesitan para ser felices
y para enfrentar las dificultades, y recibirán un premio de vida y de felici-
dad eternas. Pero Dios podría conceder lo mismo a los que se han acercado
a él después de muchos años de pecado y de maldad, y podría ser generoso
con ellos también si se acercarán a él en el último instante de sus vidas. En
este caso, los servidores de Dios que de verdad tienen el corazón abierto,
capaces de amar al hermano y de desear su felicidad, se alegrarían profun-
damente contemplando la generosidad de Dios, que se derrama gratuita-
mente. Pero no siempre sucede así. El egoísmo suele oscurecer tanto la
mirada, que les lleva a pretender un Dios a la medida pequeña de esa inca-
pacidad de amar. El reproche final de Dios pone el dedo en la llaga: "¿Por
qué miras mi bondad con un ojo tan malo?" Esa mirada egoísta mancha de
maldad y echa por tierra todo el camino que se ha hecho antes, porque
"aunque repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si
no tengo amor no me sirve de nada" (1 Cor 13, 3).

Oración:
"Ayúdame Señor, sana mi egoísmo, para que tenga siempre una
mirada buena, capaz de desear el bien de los demás, capaz de
alegrarme con su felicidad, deseoso de compartir gratuitamente
con ellos lo que pude alcanzar en mi vida".

279
Domingo 25° durante el año

AÑO B: Mc 9, 30-37

Jesús había advertido claramente a sus discípulos que se cuidaran de la


levadura de los fariseos y de Herodes, celosos de su poder y capaces de
defender ese poder a costa de todo. Sin embargo, la tentación del poder y
la gloria se cierne también sobre la comunidad de los discípulos, y Jesús le
sale al paso. Les enseña que así como él renunció a un poder terreno y a
una gloria mundana, los discípulos deben también desprenderse de las pre-
tensiones de dominio. Todo deseo de alguna autoridad sobre los demás,
debe transformarse en un deseo de servir a todos desde el último lugar.
Resulta grosero que, luego que Jesús anunciara una vez más su muerte
y su resurrección, los discípulos, que no lograban entrar en esa lógica de
entrega, se pusieran a discutir quién de ellos era el más grande.
Pero Jesús les muestra que en la lógica del Reino el más grande es el
que se hace el último, el que sirve. Por eso el niño representa a los preferi-
dos, a los primeros. El discípulo, si quiere ser agradable a los ojos de Je-
sús, deberá hacerse pequeño como un niño y aparecer ante los demás con
la sencillez de un pequeño.
Esta actitud de Jesús es importante, ya que lo diferencia de las autori-
dades religiosas de su época, preocupadas por su poder y su prestigio so-
cial. A ellos no podían interesarles los niños, porque ellos no contaban a
nivel social, no opinaban, no tenían dinero, no eran consultados, no tenían
peso político. Detenerse ante un niño era perder el tiempo. Pero Jesús pre-
fería precisamente a los que no cuentan.
El Señor quiere que sus discípulos entren en otro estilo de vida, en otra
forma de relacionarse. Jesús quiere liberarlos de esa dinámica social don-
de lo que más interesa es adquirir poder y los políticos buscan simplemen-
te alcanzar el poder o mantenerlo, de manera que la principal preocupa-
ción deja de ser la búsqueda del bien común y el servicio a los demás.

Oración:

"Cambia mi corazón Señor; sólo tú puedes liberarlo de sus de-


seos de gloria y de poder, sólo tú puedes sanar su orgullo y ha-
cerlo simple y desprendido como el tuyo. Dame la gracia de amar
el último lugar, ese que nadie desearía quitarme".

280
Domingo 25° durante el año

AÑO C : LC 1 6 , 1 - 1 3

Este texto nos habla de un administrador deshonesto, que al saber que


está por perder su puesto, se enfrenta a una situación angustiante que le
exige decisiones astutas y urgentes. Está por quedarse en la calle, y nece-
sita asegurar su futuro. Por eso, reduce parte de la deuda a los deudores de
su jefe; de esa manera se gana su amistad para que luego lo reciban y lo
auxilien cuando quede en la calle.
El texto parece indicar que lo que hizo este administrador no era ho-
nesto. Muchos comentadores han hallado una salida: decir que el porcen-
taje de la deuda que el administrador perdonó a los deudores era en reali-
dad lo que le correspondía a él como ganancia por lograr cobrar las deudas.
También hoy, cuando algunas deudas parecen incobrables, se le ofrece al
cobrador un porcentaje alto para estimularlo a buscar la manera de cobrar
esas deudas, y a veces se concede hasta el 50 % de la deuda. En ese caso,
este administrador no habría sido deshonesto, porque estaba disponiendo
del porcentaje que le correspondía por el cobro.
Tanto en esta parábola como en otras, no se trata de explicar los deta-
lles, sino de captar la enseñanza de fondo. Aquí se nos invita a usar el
dinero con inteligencia, haciendo el bien, compartiendo, dando limosna,
porque de esa manera acumulamos un tesoro en el cielo: "El que se apiada
del pobre presta dinero al Señor" (Prov 19, 17). Acumulando dinero no
estamos obrando astutamente, porque el dinero acumulado, que nos encie-
rra en nuestros propios intereses, no nos brinda ninguna riqueza sobrena-
tural y nos aleja del camino de la fraternidad. Es mejor usar el dinero para
ganar amigos que nos recibirán en el cielo. Sólo así nuestro futuro está
asegurado. Cabe recordar una anécdota. Dicen que cuando los herederos
de Alejandro Magno, ante su muerte inminente, le preguntaban dónde ha-
bía escondido sus tesoros, él respondía: "en los bolsillos de mis amigos".

Oración:

"Señor, ilumíname para que no me engañe a mí mismo creyendo


que es la acumulación de bienes lo que asegura mi futuro. Lo que
tú me pagarás abundantemente es lo que yo haga entregado con
generosidad. Por eso, Señor, enséñame a ver que lo que me que-
da para el futuro son mis obras de amor al hermano".

281
a
Semana 2 5 durante el año

LUNES: LC 8, 1 6 - 1 8

Luego de la parábola del sembrador se nos dice que esa Palabra que los
discípulos han recibido se presenta como una luz que no puede ser guarda-
da en la intimidad del corazón sino que debe ser compartida, comunicada,
ya que de otra manera pierde su sentido de luz; ninguna lámpara se encien-
de para ser guardada. Por eso se invita al discípulo a no medir su entrega a
esa Palabra.
La Palabra merece ser amada, vivida y compartida sin cálculos, para
que de la misma manera, sin medida, Dios llene la propia vida de su luz y
de su poder. De otro modo sucederá lo mismo que pasa con una semilla
que se guarda: termina perdiendo la vida, termina podrida o estéril.
Así se nos indica una ley de la vida espiritual: para crecer en lo que se
posee, e incluso para no perderlo, es necesario comunicarlo. Lo que no se
comunica deja de ser auténtico y se muere, aunque aparentemente siga
estando presente. Por eso podemos hablar de una fe viva y de una fe muer-
ta. La fe viva es la que "se hace activa por el amor" (Gál 5, 6).
Así se entiende lo que dice el final de este texto: "al que no tiene se le
quitará aun lo que parece tener" (Lc 8, 18).
Esta es la paradoja de las cosas de Dios, que no se aseguran retenién-
dolas, sino regalándolas. Del mismo modo, la libertad cristiana es conver-
tirse en esclavos de los demás (Gál 5, 13), porque el Espíritu Santo nos
libera de nosotros mismos para hacernos uno con el hermano y ganarlo
para Cristo: "Siendo libre, me hice esclavo de todos" (1 Cor 9, 19). Y así,
en lugar de perderla, ganamos la más preciosa libertad, la liberación que
produce el amor.

Oración:

"Señor, dame la alegría de compartir la vida que me das, de lle-


var a otros esa Palabra que ha iluminado mi existencia. No per-
mitas que muera dentro de mí esa luz preciosa que encendiste en
mi interior".

282
Semana 25- durante el año

MARTES: LC 8, 1 9 - 2 1

Jesús no desprecia a su familia, e invita a los demás a no olvidarse de


honrar a los padres (Mc 7, 1-13); pero no quiere dejar de mostrar que la fe
crea también lazos familiares entre nosotros, que cuando encontramos a
Dios como Padre se rompen las paredes del círculo familiar para abrir el
corazón también a otros que pasan a ser verdaderamente hermanos.
El texto de Lucas 2, 41-51 muestra que Jesús respetaba a María y a
José, pero que también debía abandonar esa intimidad de su pequeña fami-
lia para abrir su misión a todo el pueblo, porque esa era la voluntad del
Padre que él venía a cumplir.
La expresión "hermanos" designaba en el lenguaje de aquella época a
cualquier pariente próximo: tíos, primos, etc. Por eso la expresión "tu madre
y tus hermanos" indicaba al conjunto de su círculo familiar más cercano.
El evangelio de Juan enseña que la madre de Jesús, que siempre lo
buscaba, en realidad debía cumplir una misión suprema junto a él en la
cruz. Allí sí, Jesús volvería a la intimidad con su madre para realizar jun-
tos la suprema voluntad del Padre (Jn 2, 4; 19, 25-27). En la cruz María
alcanza su mayor fecundidad, porque uniéndose a Cristo en su pasión, con
una espada atravesando su corazón (Lc 2, 35), ella se convirtió en madre
de todos los discípulos. Jesús, en el momento más importante de su vida,
cuando nos estaba redimiendo con su sangre, se detuvo a mirar a María
para decirle: "Mujer, ahí tienes a tu hijo" (Jn 19, 26). Juan, que nos repre-
sentaba a todos, la aceptó como madre.
De este modo, los que tenemos un mismo Padre por la fe, y así forma-
mos parte de una única familia, hemos recibido también una madre co-
mún, la madre que Jesús quiso compartir con nosotros.

Oración:

"Señor, ayúdame a descubrir y valorar la nueva familia que me


regalas, y concédeme que pueda vivir en familia mi relación con-
tigo, que no me evada en una fe individualista, sino que reconoz-
ca a los hermanos que me has regalado".

283
a
Semana 25 durante el año

MIÉRCOLES: LC 9 , 1-6

Jesús vuelve a llamar a los apóstoles y los envía de dos en dos, con lo
cual se remarca el aspecto comunitario de la misión. En esta tarea Jesús
capacita a los que envía confiriéndoles poder no sólo para predicar, sino
también para liberar a los hombres de sus males más profundos.
Jesús quería algo más en sus discípulos: una vida desprendida y desin-
teresada; para que así como en Jesús se unieron la gloria y la pequeñez,
eso mismo se reflejara en sus discípulos: revestidos de su poder, pero no
apoyados en riquezas ni seguridades de este mundo, libres frente a los
bienes y a la apariencia, dependiendo de la generosidad de los demás, vi-
viendo en plena solidaridad con los más pobres y abandonados.
Debían dirigirse a todos los ambientes, pero evitando que los contagia-
ran las malas costumbres y la indiferencia de algunos lugares. Por eso
Jesús los invitaba a sacudirse hasta el polvo que les quedara en las sanda-
lias cuando en algún lugar la Palabra fuera despreciada. Pero este gesto no
es sólo una metáfora. De hecho, Pablo lo realizaba para recordar mejor la
exhortación del Señor y no perder el entusiasmo evangelizador por las
contrariedades del mundo (Hch 13, 51).
El encuentro con Cristo tiene que plasmarse en el cumplimiento de una
misión; y no existe un creyente que no tenga una misión que cumplir. Por
eso es bueno que cada mañana nos preguntemos el "para qué" del día que
comienza, que recordemos cuál es la misión que el Señor espera que cum-
plamos a lo largo del día. Las peores angustias e insatisfacciones se produ-
cen cuando uno no tiene un motivo para entregarse, para trabajar, para
luchar, y entonces hay que recordar, que también a través de las pequeñas
cosas, podemos vivir la profunda satisfacción de estar cumpliendo una
misión. Pero eso no se inventa de golpe, no se improvisa; se va preparando
con la oración y con las pequeñas opciones de cada día.

Oración:
"Señor, toma mi vida y realiza en ella esa paradoja de tu gloria y
tu poder unidos a la humildad y a la pequeñez. Dame tu gracia,
Señor, para entregarte todos mis deseos de poder, de prestigio y
de dinero, para apoyarme sólo en tu poder y en tu amor, y así
cumplir la misión que tú me confias".

284
a
Semana 2 5 durante el año

JUEVES: LC 9, 7-9

En el relato de su evangelio, Lucas hace una interrupción para hablar


de Herodes. No se trata de Herodes el grande, que aparece en la época del
nacimiento de Jesús y en la matanza de los niños, sino de su hijo Herodes
Antipas.
Este Herodes Antipas era amigo de Juan el Bautista y lo escuchaba
admirado; pero eso no impidió que lo encarcelara cuando la presencia del
Bautista comenzaba a afectar sus intereses personales (Lc 3, 19-20).
Ahora, por lo que escuchaba decir acerca de Jesús, Herodes no podía
evitar asociarlo con Juan el Bautista, y quería verlo. Pero esto no significa
que hubiera nacido en él algún arrepentimiento o que su corazón se estu-
viera abriendo a la invitación a la conversión, de Juan y de Jesús. De he-
cho Lucas nos cuenta que buscaba a Jesús para matarlo (13, 31-32); y
luego nos narra (23, 8) que Herodes se alegró mucho cuando le llevaron a
Jesús, pero el motivo de su alegría se debe a que "esperaba verlo hacer
algún milagro". Como Jesús no accedió a sus deseos y ni siquiera contestó
sus preguntas, comenzó a tratarlo con desprecio y burlas (23, 11). Así se
manifiesta que su interés por Juan el Bautista y por Jesús sólo consistía en
su afán de conocer gente interesante y presenciar prodigios, pero sólo en
la medida en que no contrariaran sus intereses personales y no cuestiona-
ran su vida.
Lucas evita narrar detalladamente la historia de la muerte de Juan el
Bautista, pero no quiere dejar de mencionar a Herodes en estos textos.
Esta presencia de Herodes nos invita a pensar si nuestro corazón está ver-
daderamente abierto a Jesús, permitiéndole que cuestione nuestra vida, o
si nuestra fe consiste sólo en un deseo de ver maravillas, pretendiendo que
Jesús esté al servicio de los propios caprichos.

Oración:

"Jesús, no quisiera que tú, mi Señor y mi Salvador, seas sólo un


apéndice en mi vida, una figura llamativa, un profeta milagroso
al servicio de mis caprichos. Ayúdame a abrir mi corazón a tu
Palabra para que me deje interpelar por ella y acepte cambiar
mi vida".

285
a
Semana 2 5 durante el año

VIERNES: LC 9 , 1 8 - 2 2

Después de mucho tiempo de convivencia y de enseñanza, Pedro reco-


noce que Jesús no es un profeta más, ni una especie de sucesor del Bautis-
ta, sino el Mesías esperado. Pero Jesús quiere llevar a sus discípulos a
descubrir que el Mesías debe pasar por la cruz. Luego de anunciar su pa-
sión, en el versículo siguiente se pide a los discípulos que acepten repro-
ducir ese misterio en las propias vidas, cargando con la cruz. En las moles-
tias y renuncias de la vida se está compartiendo la pasión del Señor.
Sin embargo, Jesús tampoco quiere presentar a sus discípulos una pers-
pectiva negra, donde lo único que se ve en el horizonte es dolor y renun-
cia. Porque al anunciar la pasión Jesús anuncia también su resurrección.
La cruz no es la última palabra.
No sólo eso, sino que si leemos también el versículo 27, vemos que allí
se anuncia a los discípulos que alcanzarían a ver la coronación de sus tri-
bulaciones antes de su muerte, porque llegarían a ver el Reino de Dios.
Aquí no se refiere al fin del mundo sino precisamente a la resurrección de
Cristo, que se acaba de anunciar, y al derramamiento del Espíritu en la
Iglesia, que los discípulos pudieron experimentar personalmente. Con Cristo
resucitado y presente en la Iglesia por el poder del Espíritu ya ha comen-
zado realmente el fin de los tiempos, la última etapa de la historia. Por eso
para nosotros no hay ninguna cruz que no tenga ya alguna luz de la resu-
rrección.
Así como Pedro pudo reconocer en Jesús el cumplimiento de las anti-
guas promesas, también nosotros estamos llamados a reconocer a Jesús
que está presente entre nosotros. Sobre todo en la Eucaristía él se hace
presente en nuestras vidas, y allí se cumplen las promesas de los profetas.
Cada vez que celebramos la Eucaristía podemos decir que para nosotros el
anuncio de la Palabra de Dios "se ha cumplido hoy" (Lc 4, 2 1 ; 2 Cor 6, 2).

Oración:
"Señor, al contemplarte resucitado puedo ver todavía las seña-
les de tu Pasión. Eres el Mesías que ha venido a reinar pasando
por la cruz, compartiendo con la humanidad el dolor y la angus-
tia de su crucifixión. Hazte presente Señor, con tu gloria y tu luz,
en medio de mis tribulaciones".

286
a
Semana 2 5 durante el año

SÁBADO: LC 9, 43-45

Todos se admiraban de lo que Jesús hacía. Pero Jesús quiere hacer una
advertencia a sus discípulos y les anuncia que él será entregado "en manos
de los hombres". Eso significa que la admiración que él despertaba por los
prodigios que hacía, la gloria que se manifestaba en sus acciones, no bas-
taría para evitar su muerte "en manos de los hombres".
Esta expresión "en manos de los hombres" nos hace descubrir hasta
qué punto el Hijo de Dios hecho hombre estuvo sometido a los límites
humanos, hasta qué punto él quiso depender de la libertad humana, herida
y enferma. Porque fue la libertad de los hombres, tomada por el poder del
mal, lo que llevó a Jesús a la cruz.
Pero también hoy, aunque Jesús está resucitado, él quiere someterse a
los límites de nuestra libertad débil y pecadora. Porque, aunque él tiene la
iniciativa y nos ofrece su gracia, nosotros siempre podemos decirle que
no.
Hoy Jesús podría manifestar el poder de su resurrección liberando a
los pobres del hambre y la miseria, y sin embargo no lo hace, porque quie-
re lograrlo a través de nosotros, y mientras nosotros no le demos nuestro sí
y aceptemos ser generosos, y nos entreguemos a la lucha por la justicia, él
no podrá liberar al hambriento.
Si en el mundo hay tantos problemas y angustias es porque todavía son
demasiado pocos los que se ofrecen como instrumentos, generosa y since-
ramente, para aliviar las angustias de los demás.
Él tiene poder para liberar nuestros corazones del egoísmo, de la co-
modidad y de la indiferencia, pero no quiere hacerlo sin nuestro sí. Por
eso, también hoy es realidad que el mismo Hijo de Dios quiso caer "en
manos de los hombres".

Oración:

"Señor Jesús, que has puesto en mis manos cosas tan grandes e
importantes, que has querido usar mis manos para resolver los
problemas del mundo, tómame Señor, vence mi egoísmo con tu
gracia, irrumpe en mi vida con el poder del amor".

287
Domingo 26° durante el año

AÑO A : MT 2 1 , 2 8 - 3 2

Jesús muestra de una manera breve y directa las dos actitudes que pue-
de haber ante la voluntad de Dios: la del que hace alarde de su entrega, de
su perfección y de su generosidad, pero que cuando llega el momento no
sabe reconocer ni cumplir lo que Dios concretamente le pide. Y por otro
lado, la actitud del que reconoce su incapacidad, su fragilidad y su imper-
fección, pero que finalmente abre su corazón y se entrega generosamente.
Pero Jesús lo ejemplifica con los pecadores y prostitutas que con sólo
escuchar el anuncio de Juan el Bautista se habían convertido, mientras las
personas consagradas a Dios que veían y escuchaban nada menos que al
Mesías, no eran capaces de abrir el corazón. Algunas personas servían a
Dios, pero al Dios que se adaptaba a sus ideas y tradiciones, un Dios crea-
do por ellos a la medida de sus estructuras.
Podríamos relacionar este texto con la parábola del hijo pródigo y con
todo el capítulo 15 de Lucas. Allí vemos que los fariseos no eran capaces
de alegrarse con la conversión de los pecadores. También vemos que Jesús
pone el ejemplo del hermano que se había quedado en la casa pero no supo
alegrarse cuando su padre recibió al hermano extraviado de regreso.
El hijo que se había quedado en la casa muestra que en realidad no
amaba la voluntad de su padre, porque cuando el padre actuaba con mise-
ricordia él era incapaz de aceptarlo con gozo. Porque estaba en la casa del
Padre, pero no vivía el espíritu de amor de la casa del Padre.
Esto puede suceder también hoy, cuando las personas que creen haber
entregado a Dios el corazón, en realidad están lejos de él, porque sólo
buscan aprobación y adulaciones, pero no gozan buscando desintere-
sadamente el bien de los demás.

Oración:
"Ayúdame Señor, para que valore lo maravilloso que es conocer-
te, escuchar tu Palabra, recibirte en la Eucaristía, de manera
que no me sienta tan perfecto en mi respuesta y experimente mi
pequeñez ante un don tan grande. Dame tu gracia, para que no
te responda con promesas, sino que tu mismo poder oriente mi
vida a una respuesta generosa y a una conversión real".

288
Domingo 26° durante el año

AÑO B: MC 9 , 3 8 - 4 3 . 4 5 . 4 7 - 4 8

Junto con la tentación del poder estaba la tentación propia de los fari-
seos, que buscaban controlarlo todo, tener bajo su mirada dominante todo
lo que tuviera que ver con la religión y las costumbres. Jesús había pedido
a los discípulos que se cuidaran de contagiarse.
Pero este texto muestra que también los discípulos caían en la tenta-
ción de querer controlarlo todo. Por eso no podían aceptar que alguien
expulsara demonios en nombre de Cristo sin pertenecer a su grupo de "se-
lectos". Sin embargo Jesús prefiere ser tolerante, y responde que es sufi-
ciente que esa persona no esté contra ellos.
La misma actitud positiva y tolerante puede verse en Pablo, cuando en
Flp 1, 18 dice: "¿Qué importa si predican a Cristo con falsedad o con
autenticidad? Si predican a Cristo eso me alegra y me alegrará".
Luego Jesús invita a revisar nuestra escala de valores y a descubrir que
el Reino tiene tanto valor que justifica renuncias y sacrificios. El que bus-
ca la vida mejor que Jesús propone no puede dar rienda suelta a todas sus
inclinaciones, sobre todo cuando las propias acciones hacen daño a los
demás.
El evangelio exige un nuevo estilo de vida marcado sobre todo por una
sincera preocupación por el bien del otro. El mismo sentido aparece en el
tema de la sal. La sal simboliza esas características que distinguen a los
cristianos y que deben contagiarse al mundo (Mt 5, 13). Pero también era
usada en las alianzas como señal de amistad. Por eso el texto dice "tengan
sal y estén en paz con todos". Esto implica que esas características distin-
tivas de los cristianos son ante todo las buenas actitudes ante el prójimo.
Una persona "con sal" es alguien que puede hacer felices a los demás, que
les ayuda a llevar el peso de la vida, que crea a su alrededor un ambiente
de amistad.

Oración:

"Ilumíname Señor, sana mi mirada más profunda para que pue-


da descubrir el inmenso valor de tu Reino, de tu presencia, de tu
camino; y fortaléceme para que sea capaz de entregarlo todo
por ese Reino de vida verdadera"

289
Domingo 26° durante el año

AÑO C : LC 1 6 , 1 9 - 3 1

Este episodio del rico y el pobre Lázaro es uno de los textos típicos del
evangelio de Lucas, con un fuerte acento en la misericordia, donde apare-
ce también la predilección de Dios por los pobres. De hecho, el único motivo
que se da para que Lázaro sea llevado por los ángeles a un lugar de con-
suelo son los males que soportó durante su pobre vida, es decir, simple-
mente su pobreza.
El evangelio invita a prestar atención a esas personas sumidas en la
miseria y la angustia mientras estamos felices en nuestras comodidades y
tratamos de no dejarnos cuestionar por su presencia. Y este texto nos mues-
tra el lugar peculiar de la ayuda al hermano pobre en el camino de purifi-
cación y crecimiento. Aunque todo parezca estar bien, la indiferencia ante
las necesidades del pobre nos coloca en un camino que lleva a la oscuridad
y a la ruina.
También es destacable en este texto la importancia que se da a la Pala-
bra de Dios, ya que si no le prestamos atención a sus exigencias, ni siquie-
ra la resurrección de un muerto nos hará renunciar a nuestros apegos y a
nuestra indiferencia. No se trata entonces de esperar que Dios haga algo
prodigioso para que cambiemos de vida. Se trata de detenerse a ver la
realidad: la propia vida, el sentido de lo que estamos haciendo, las necesi-
dades que hay a nuestro alrededor. De ese modo podremos reconocer que
la vida cómoda y egoísta que llevamos es verdaderamente desagradable.
De hecho, hay personas que luego de disfrutar varios días de comodidad y
de confort, comienzan a recordar el sufrimiento de los demás y entonces
surge en sus corazones la pregunta: "¿Para qué estoy viviendo? ¿Qué es-
toy haciendo con mi vida?"
Pero la persona que se evade en las distracciones y escapa de las pre-
guntas de su propio corazón, no cambia de vida aunque vea resucitar a un
muerto.

Oración:
"Ilumíname Señor y toca mi corazón, para que pueda descubrir-
te en aquellos que pasan a mi lado y sólo se encuentran con mi
indiferencia. Purifícame del egoísmo y de la comodidad que me
encierran en mi pequeño mundo, insensible y ciego".

290
a
Semana 2 6 durante el año

LUNES: LC 9 , 4 6 - 5 0

Este texto sobre los niños debe leerse en continuidad con lo que venía
narrando el capítulo 9. En el versículo 43 vemos a la gente maravillada
ante la "grandeza" de Dios que se manifestaba en los prodigios de Jesús.
Luego Jesús anuncia que esa grandeza va a ser aparentemente opacada,
porque se manifestará de otra manera en su muerte en manos de los hom-
bres.
Jesús tenía la potencia de Dios, y sin embargo se hizo impotente en la
pasión. Del mismo modo ahora, en este texto, nos invita a descubrir la
grandeza de Dios en los más pequeños, los niños, para que lleguemos a la
grandeza de Dios haciéndonos pequeños como un niño.
El evangelio nos invita así a recuperar la actitud de humilde confianza
que caracteriza a los niños (Sal 131); el Reino de Dios debe ser recibido
con esa confianza, propia del que sabe que solo no puede. Así como un
niño que en los momentos de temor reclama sinceramente la presencia de
su Padre, el corazón tocado por Dios ha renunciado a su autonomía, sabe
que necesita del poder de Dios, que sin el Señor no tiene fuerza ni seguri-
dad, que en él está la única verdadera fortaleza.
El discípulo, si quiere ser agradable a los ojos de Jesús, deberá hacerse
pequeño como un niño y aparecer ante los demás con la sencillez de un
pequeño. Presentándose a Dios con las manos vacías se dispone a ser lle-
nado con la misericordia infinita del Padre que lo ama de verdad. Presen-
tándose ante los demás con la sencillez de un niño, queda claro que el
poder que se manifiesta en su vida pequeña no es suyo, sino del Padre que
lo sostiene permanentemente.

Oración:

"Señor, ayúdame a depender de ti como un niño, liberado de la


soberbia y de las falsas seguridades; ayúdame a descubrir que
sólo en ti está mi fortaleza, que sin ti no puedo, que sólo en tu
poder encuentro seguridad, que el primer lugar es tuyo y mi lu-
gar está en tus brazos".

291
a
Semana 2 6 durante el año

MARTES: LC 9 , 5 1 - 5 6

Jesús se encamina "decididamente" a Jerusalén. Recordemos que Lucas


nos presenta toda la vida de Jesús como una subida a Jerusalén para entre-
garse en la cruz. Pero este detalle sobre la "decisión" de Cristo nos ayuda
a redescubrir que él no era un esclavo de las circunstancias, arrastrado por
la maldad de los hombres. Tampoco debía aceptar en contra de su propia
voluntad un plan del Padre, ya que él mismo había decidido libremente, en
armonía con la voluntad del Padre, la entrega de su vida hasta las últimas
consecuencias.
Los discípulos tenían la tentación de desear otra cosa, de buscar un
dominio violento, que todos se sometieran a Jesús por la fuerza; querían
apresurar el triunfo de Cristo en la tierra a través de manifestaciones
destructivas del poder divino. Ellos creían que eso era posible porque ha-
bían experimentado el verdadero poder que Cristo les había concedido al
enviarlos a predicar, ya que a través de ellos se habían realizado prodigios
(9, 1). Creían entonces que Dios también podría utilizarlos para destruir a
los enemigos de Jesús.
Pero Jesús rechaza firmemente esa actitud y los reprende. El viene a
reinar de otra manera, y el Padre no ha planeado para él un dominio vio-
lento, sino el que pasa por la entrega generosa en la cruz.
En el versículo 55, donde Jesús reprende a sus discípulos, algunos
manuscritos colocan unas palabras del Señor donde dice que él no ha veni-
do a destruir a los hombres sino a salvarlos. La mayoría de las traduccio-
nes no coloca estas palabras por considerarlas un agregado; pero de todos
modos, reflejan que Jesús se oponía a la violencia y a la venganza, y prefe-
ría "vencer el mal con el bien" (Rom 12, 21). El vivía plenamente la tole-
rancia que pedía a sus discípulos.

Oración:

"Señor Jesús, quiero adorarte admirando tu voluntad que se so-


metía a los planes del Padre con toda libertad y decisión. Concé-
deme Señor un poco más de generosidad, para entregarme deci-
didamente al proyecto del Padre para mi vida".

292
a
Semana 2 6 durante el año

MIÉRCOLES: Lc 9 , 5 7 - 6 2

Después de rechazar las pretensiones de los discípulos, que habían pro-


puesto destruir a los enemigos haciendo caer fuego del cielo, Jesús quiere
liberar a sus discípulos de toda pretensión de gloria humana: si quieren
seguirlo deben renunciar a toda seguridad de este mundo y lanzarse hacia
delante, donde lo imprevisto del Reino de Dios quiera llevarlos. No hay
dónde reclinar la cabeza, no hay seguridades familiares. Se trata de poner
la mano en el arado y no mirar más para atrás.
La urgencia del Reino de Dios que estaba llegando exigía discípulos
dispuestos a la novedad y decididos a lanzarse hacia donde el Padre qui-
siera llevarlos, así como Cristo se encaminaba "decididamente" hacia Je-
rusalén, porque había que dedicarse "a los asuntos del Padre" (Lc 2, 49).
Para arar el campo es necesaria esa decisión y se requiere mirar siem-
pre hacia delante, aun cuando uno haya dejado atrás la comodidad de la
estancia.
Mirar para atrás es no estar en ninguna parte, es no vivir el presente, es
aceptar a medias los nuevos desafíos y las nuevas posibilidades que Dios
ofrece, es optar por la melancolía, es pretender tenerlo todo asegurado
antes de tomar una decisión por el Reino de Dios.
Como ejemplo de la fuerza destructiva que tiene esa nostalgia que nos
tira para atrás, tenemos el relato sobre la mujer de Lot, que al mirar para
atrás se convierte en un cúmulo de sal, sin vida ni esperanza (Gn 19, 26).
Y como paradigma positivo tenemos la actitud que describe Pablo en Flp
3, 7-16. Pablo prefiere olvidarse del camino recorrido y lanzarse hacia
delante, considerando que todo lo que queda atrás es una desventaja al
lado de lo que es caminar con Cristo.

Oración:

"Señor, tu Espíritu es viento que empuja, que lanza hacia ade-


lante; derrámalo en mi vida para que no me quede anclado en el
pasado y la comodidad, y acepte el desafío de cada misión que tú
quieres confiarme".

293
a
Semana 2 6 durante el año

JUEVES: Lc 10, 1-12

Jesús envía a sus discípulos de dos en dos. Eso significa que la activi-
dad misionera es comunitaria, y, en general, que nuestro servicio a Dios no
puede ser individualista, no debe vivirse como una cuestión entre Dios y
uno. El que quiere servir a Dios con el espíritu del evangelio, siempre
tendrá que compartir con otro, consultar, rendir cuentas a alguien, respetar
el estilo, los gustos y las inclinaciones de los compañeros de camino que
Dios quiera poner a su lado. Además, los discípulos son enviados a prepa-
rar la llegada de Jesús, porque él es quien debe reinar en los corazones, y
no los instrumentos que lo anuncian.
El discípulo debe anunciar a Cristo sabiendo que deberá sufrir recha-
zos, burlas y persecuciones. No puede pretender una vida cómoda, sin con-
tradicciones ni tensiones. Él es como una oveja en medio de lobos (v. 3).
Pero no está solo, por dos motivos: porque Jesús lo envió con otro, que
compartirá sus dificultades, y porque el que los envía es más fuerte que
cualquier amenaza.
Cuando lleguen a un lugar deben instalarse en una casa, sin cambiar de
lugar, y allí pueden comer y beber con libertad todo lo que se les ofrezca
(v. 8: todo lo de allí). Esto significa que los predicadores deben tener las
comodidades mínimas para vivir dignamente. Jesús les pide libertad y des-
prendimiento, no miseria ni ascesis inhumanas.
En los lugares hostiles, donde sean rechazados, deben evitar que ese
rechazo los entristezca, los detenga o les quite entusiasmo. Sacudirse las
sandalias para eliminar hasta el polvo de ese lugar es una manera simbóli-
ca de dejar todo atrás y seguir adelante con confianza y alegría.
El discípulo es instrumento para comunicar esa paz que el mundo no
puede dar, y por eso puede hacer suya la oración de San Francisco: "Señor,
haz de mí un instrumento de tu paz. Que donde haya odio yo ponga el
amor, donde haya ofensas yo ponga el perdón...".

Oración:
"Señor, ayúdame a descubrir que también yo debo anunciar el
evangelio, con coraje y alegría. Y te ruego que bendigas a los
misioneros que llevan tu Palabra. Llénalos del poder de tu Espí-
ritu para que experimenten tu presencia en sus vidas".

294
a
Semana 2 6 durante el año

VIERNES: LC 1 0 , 1 3 - 1 6

Jesús, que había crecido en Galilea, se lamenta amargamente de la in-


credulidad de algunas poblaciones de esa región. Él había intentado abrir
el corazón de esa gente no sólo con su predicación, sino también con mu-
chos milagros, pero ellos no se convirtieron.Y Jesús quiere hacerles notar
que su incredulidad e indiferencia es peor que la de Tiro, Sidón y Sodoma.
¿A qué se debe esta comparación?
Tiro y Sidón eran centros de comercio. Desde allí salían naves que
surcaban el Mediterráneo y allí llegaban productos que se comerciaban en
Oriente. Representaban un poder comercial y, con él, la adoración a los
bienes materiales. Se entendía entonces que Tiro y Sidón no eran el am-
biente adecuado para el florecimiento de profundas actitudes religiosas,
para la conversión del corazón. Sodoma era una ciudad que simbolizaba el
pecado, una depravación moral que finalmente la llevó a la ruina (Gn 19).
Sin embargo, Jesús se dirige a las poblaciones de Galilea que no se
convertían para hacerles notar que no tienen nada que criticar a Tiro, Sidón
o Sodoma, porque la dureza del corazón de ellos era superior a la de esas
ciudades. Si esas ciudades hubieran presenciado los prodigios de Jesús se
habrían convertido rápidamente.
Ante este texto cabe que nos preguntemos si todo lo que hemos recibi-
do del Señor, todo lo que él nos ha manifestado, todos los regalos de su
amor, no exigirían una mayor entrega de nuestras vidas, una conversión
más profunda de nuestro corazón. En todo caso, no deberíamos escandali-
zarnos ante la incredulidad de otros, que quizás no han recibido del Señor
tantos regalos como los que nosotros hemos experimentado.
Cada uno debe sentirse interpelado por esta invitación a la conversión,
porque el evangelio siempre nos pide más, siempre quiere llevarnos más
alto. El evangelio nos dice: "Sean perfectos como el Padre celestial es
perfecto" (Mt 5, 48).

Oración:
"Ayúdame Señor, con toques de tu gracia, con auxilios de tu Es-
píritu, para que pueda reconocer tus dones con un corazón agra-
decido, y así desee responder a tu amor con una conversión más
profunda, con una vida y un corazón que sean de tu agrado".

295
a
Semana 2 6 durante el año

SÁBADO: LC 1 0 , 1 7 - 2 4

Los discípulos se alegran porque los espíritus del mal se someten cuan-
do invocan el nombre del Maestro. Se sienten poderosos. Pero Jesús les
advierte que no pongan su mayor alegría en ese poder que han recibido,
sino en las realidades celestiales que se les han prometido.
La alegría es un tema típico del evangelio de Lucas, desde la anuncia-
ción hasta la Pascua, pasando por una especie de caravana de gente gozo-
sa, entre los que se destaca María, que "se estremecía de gozo en Dios su
salvador".
Pero aquí es Jesús el que se llena de alegría; no una alegría mundana, o
una euforia psicológica, sino el gozo que procede del Espíritu Santo.
El motivo de la alegría de Jesús es muy particular. Jesús se alegraba
contemplando cómo los más pequeños y sencillos recibían la buena noti-
cia y captaban los misterios más profundos del amor de Dios.
Y Jesús se goza porque es su Padre amado el que manifiesta a los sen-
cillos las cosas que permanecen ocultas para los sabios de este mundo.
Todo el evangelio de Lucas es también un testimonio permanente de
esta predilección del Padre y de Jesús por los pequeños, los olvidados, los
despreciados de la sociedad, pero que albergan en su sencillez un tesoro
divino.
Jesús es el que manifiesta esa misteriosa revelación, porque sólo él
conoce íntimamente al Padre y puede revelar sus misterios.

Oración:

"Señor Jesús, que te alegrabas con los pobres, dame la gracia


de contarme entre los simples de corazón, para que pueda reci-
bir tu Palabra con docilidad y con gozo, para que no me resista
a tu acción salvadora, aferrándome a las seguridades del mun-
do".

296
Domingo 27° durante el año

AÑO A : MT 2 1 , 3 3 - 4 3

La viña, como de costumbre, simboliza al pueblo, y los cuidadores


representan a las autoridades políticas y sobre todo religiosas. Los envia-
dos son los distintos profetas que Dios ha suscitado en el pueblo para invi-
tar a la conversión, pero que fueron despreciados.
Finalmente, el propio hijo representa al mismo Jesús, que de este modo
anuncia su propio fin. Es conmovedor reconocer que Dios regaló al hom-
bre rebelde lo más precioso, su propio Hijo. El mismo Dios que detuvo a
Abraham cuando estaba por sacrificar a su hijo Isaac, entregó a su propio
Hijo en nuestras manos homicidas.
El Hijo de Dios venía a buscar los frutos de la viña del Padre, ese
pueblo que había sido preparado durante tantos siglos. Pero las autorida-
des, que se sentían dueñas del pueblo, no permiten al Hijo de Dios recoger
los frutos de la fe de su pueblo.
Las autoridades, al escuchar a Jesús, se dan cuenta que esta compara-
ción iba dirigida precisamente a ellas, que estaban planeando la muerte de
Jesús, pero no pueden arrestarlo por temor a la gente. Una vez más se ve
que el problema de Jesús no era con el pueblo, sino con las autoridades.
Y así vemos que el corazón de la gente sencilla suele estar más abierto
a las novedades de Dios, pero los que tienen poder económico, intelectual
o político suelen poner su seguridad en ese poder y se aferran tanto a esa
seguridad falsa que no aceptan un cambio de planes, aunque el mismo
Dios lo esté proponiendo.
También nosotros, de alguna manera, podemos eliminar a Cristo de
nuestras vidas, cuando percibimos que él se opone a nuestros planes, cuando
tenemos alguna cosa humana a qué aferramos y no estamos dispuestos a
perder esa seguridad para aferramos sólo a Dios.

Oración:

"Señor, libérame de mis falsas seguridades, no dejes que me que-


de envuelto y asfixiado en mis propios proyectos que no me dejan
ver tu luz, que no permiten escuchar esa palabra que me llama a
la entrega, al cambio, a la vida nueva. No permitas que te elimine
de mi vida para que no perturbes mis estructuras y mis planes".

297
Domingo 2 7 ° durante el año

AÑO B: MC 1 0 , 2 - 1 6

Jesús afirma que la práctica del divorcio era sólo una permisión (per-
mitió), como una tolerancia frente a una costumbre y a una debilidad. Pero
para Jesús eso no corresponde al plan original de Dios, que une a los espo-
sos como una sola carne para que nunca se separen. Que hoy sean tan
comunes las rupturas no debe llevarnos a que nos burlemos de este deseo
de Dios.
Por eso Jesús reafirma el rechazo al adulterio, pero con una caracterís-
tica destacable: el varón no tiene derecho a repudiar a la mujer, y si lo hace
no tiene derecho a una nueva unión. El texto antiguo (Deut 24, 1-3) daba
amplios poderes al varón para liberarse de la mujer si luego de casado
descubría en ella algo que no le agradaba, y así dejaba a la mujer a merced
de los caprichos del varón.
Jesús elimina esa superioridad despótica y arbitraria del varón y colo-
ca las cosas en su lugar. Las exigencias son las mismas para los dos.
El texto sobre los niños nos indica dos cosas; por un lado la mirada de
amor que Dios dirige a los niños. No olvidemos que en aquella época se
decía "tantas personas, sin contar las mujeres y los niños", parecía como si
no fueran plenamente seres humanos. No era así para Jesús, que no sólo se
detenía a acariciarlos y a bendecirlos, sino que además decía que el Reino
de Dios pertenece a los que son como ellos.
Pero por otra parte el evangelio nos invita a recuperar la actitud de
humilde confianza que caracteriza a los niños (Sal 131); el Reino de Dios
debe ser recibido con esa confianza, propia del que sabe que solo no pue-
de. Así, el corazón tocado por Dios ha renunciado a su autonomía, tiene la
profunda convicción de que necesita de Dios y acepta espontáneamente
depender de él.

Oración:

"Señor, da la gracia de la fidelidad a los que se han unido en


matrimonio; concédeles que se sientan realmente una sola car-
ne, que vivan el gozo de pertenecerse el uno al otro a pesar de
todo y sepan superar las dificultades que amenazan al amor".

298
Domingo 27° durante el año

AÑO C : LC 1 7 , 5 - 1 0

Jesús dice a los discípulos que si tuvieran fe como un grano de mosta-


za, podrían trasladar un árbol sólo con darle una orden. Evidentemente se
trata de una metáfora, porque ni Jesús ni sus discípulos, ni siquiera luego
de la Resurrección, movieron árboles con una palabra.
Jesús evitaba esos signos llamativos que no tuvieran relación con el
bien del hombre y sólo realizaba prodigios para liberar a la gente de sus
males o para dejar alguna enseñanza.
Por lo tanto, Jesús no está invitando a sus discípulos a mover árboles
con el pensamiento, sino a buscar un crecimiento de su fe. De hecho ellos
mismos le habían pedido que les aumentara la fe.
La fe puede desarrollarse poco a poco hasta alcanzar un poder extraor-
dinario, así como del pequeño grano de mostaza puede originarse una planta
de grandes dimensiones (Mt 13, 31-32).
Este texto expresa de un modo didáctico la posibilidad para el que
cree, de realizar lo que humanamente parece imposible. Para el que cree
nada sería imposible (Mt 17, 20), así como nada es imposible para Dios
(Lc 1, 37; Mc 10, 27), porque el creyente tiene una fuerza y una seguridad
que le vienen de una especial participación en el poder divino.
Pero este poder que Dios puede concederles no debe hacerles sentir
que son grandes o admirables, ya que su poder viene de Dios para servirlo
a él como siervos humildes que sólo cumplen con el deber de ser sus ins-
trumentos.
Es lo que el apóstol San Pablo expresaba al decir: "¿Qué tienes que no
hayas recibido? Y si lo has recibido, por qué te glorías como si no lo hu-
bieras recibido?" (1 Cor 4, 7). "Esta es la confianza que tenemos delante
de Dios por Cristo. No somos capaces de atribuirnos cosa alguna, como
propia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios" (2 Cor 3, 4-5).

Oración:

"Fortalece mi fe, Dios mío, para que confíe en tu poder y crea


verdaderamente que tú puedes intervenir en este mundo; y lléna-
me de una confianza humilde, que sabe que el poder es tuyo, y
que nosotros dependemos de ti".

299
a
Semana 2 7 durante el año

LUNES: LC 1 0 , 2 5 - 3 7

Un doctor de la Ley preguntó a Jesús qué debía hacer para alcanzar la


vida eterna. Pero en realidad no era una pregunta sincera, ya que los doc-
tores de la Ley y los fariseos sólo hacían preguntas para descubrir a Jesús
en algún error o para poder acusarlo de algo. Por eso Jesús le devuelve la
pregunta. El doctor de la Ley sabía cuál era la respuesta porque había estu-
diado la Palabra de Dios y las tradiciones judías, y no ignoraba que todo se
resume en el amor a Dios y al prójimo. Pero para no quedar en ridículo por
haber pedido una respuesta que era obvia, el doctor le pide a Jesús una
precisión: ¿quién es mi prójimo? Y lo que estaba preguntando era si había
que considerar prójimo a cualquiera o sólo a los miembros de pueblo ju-
dío. Jesús, después de poner el ejemplo del hombre herido y abandonado,
pregunta: ¿quién se portó como prójimo de ese hombre?, o sea ¿quién se
comportó como amigo de ese hombre? El doctor debió reconocer que el
que se portó como un amigo del judío herido fue un samaritano, que para
un judío era un ser despreciable. Y para rematar todo, Jesús le pide al
doctor de la Ley que siga el ejemplo de ese samaritano y haga lo mismo.
De esta manera, Jesús desarma la mente, las seguridades y las conviccio-
nes del doctor. Era como si le dijera: No te preguntes tanto por la interpre-
tación de la Ley de Dios. Lo que Dios te pide es que actúes como amigo de
cualquier ser humano, también con los que son de otra raza, y también con
los samaritanos que te resultan despreciables. Reaccionar ante el dolor de
cualquier ser humano como cuando uno reacciona ante el dolor de un ami-
go. Eso es lo que tu Dios espera de ti.
El doctor de la Ley, que explicaba la Ley de Dios a los demás, y se
preocupaba por la teoría, tiene que escuchar a Jesús que le dice: "Actúa,
ama, reacciona como ese samaritano, que fue capaz de servir al otro es-
pontáneamente sin pregunta nada. Eso es lo que tu necesitas para alcanzar
la vida eterna".

Oración:
"Señor, yo que estoy pendiente de mí mismo, preocupado por tan-
tas cosas de mi propia vida, no soy capaz de reaccionar espontá-
neamente cuando alguien necesita mi ayuda. Necesito el impulso
de tu amor que me arranque de mi egoísmo. No permitas que me
haga tantas preguntas Señor, ayúdame a reaccionar con amor".

300
a
Semana 2 7 durante el año

MARTES: LC 1 0 , 3 8 - 4 2

"Marta, Marta". Reproche firme, pero cariñoso y paciente a la vez.


Algunos han pensado que aquí se le da preferencia a la oración, represen-
tada por María, por encima de la acción, representada por Marta. Pero no
es así, porque en todo el evangelio de Lucas encontramos una permanente
invitación a las obras de misericordia, a la generosidad con el hermano, y
son las buenas actitudes ante el hermano las que más agradan a Dios.
Jesús era un peregrino que se hacía presente en un hogar, y ponía a
prueba la hospitalidad de las dos hermanas. María hizo lo más importante
que hay que hacer ante un hermano que se hace presente: prestarle aten-
ción a su persona, escucharlo. Marta, en cambio, con buena intención, es-
taba preocupada por servir a Jesús, pero haciendo muchas cosas para aten-
derlo bien. Entonces Jesús intenta hacer ver a Marta que lo que él quería
era un momento de buena compañía, como diciendo: "Marta, yo no nece-
sito tantas cosas, lo que quiero es que vengas un momento a estar conmi-
go, como tu hermana".
Lo que en realidad nos quiere indicar este texto es que no es tan nece-
sario hacer cosas en torno a las personas para prestar un servicio, sino que
lo más importante es estar atentos a las personas mismas, dedicarles nues-
tro interés, nuestro tiempo para estar con ellas amándolas y escuchando
sus cosas. Eso es lo primero que se espera de alguien que sabe amar.
Pero lo mismo podríamos decir de nuestra relación con Dios; podemos
hacer muchas cosas por él, pero lo más importante sería que le prestemos
nuestra atención. A veces hasta los momentos de oración se convierten en
un tiempo en que revisamos nuestra vida, planificamos cosas para servir a
Dios, nos hacemos propósitos buenos para su gloria, pero no nos encontra-
mos con él ni lo escuchamos.

Oración:

"Mira Señor mi mente acelerada, mi corazón distraído, y ayúda-


me para que pueda estar más atento a ti y a los hermanos. No
dejes que me arrastre la actividad desbordaba, o que me entreten-
ga haciendo cosas, sin detenerme a mirar a las personas, a escu-
charlos, a estar con ellos, que son más importantes que las obras".

301
a
Semana 2 7 durante ei año

MIÉRCOLES: Lc 1 1 , 1-4

Cuando Jesús enseña a orar nos invita a tener ante Dios una actitud de
ternura, de confianza, y al mismo tiempo de reconocimiento, aceptando
que todo lo hemos recibido de él. Por eso nos pide que le llamemos sim-
plemente "Padre". Así Jesús quiere compartir con nosotros el encuentro
íntimo que él tiene con el Padre. De hecho, el evangelio nos cuenta que
Jesús "oraba a solas" (Lc 9, 18), se apartaba en el silencio para encontrar-
se con el Padre. Para él era una necesidad de amor.
Jesús ha querido que también nosotros tengamos esa intimidad con
nuestro creador y que le llamemos "Padre". El mismo Espíritu Santo cla-
ma en nuestros corazones llamándole así (Gál 4, 6; Rom 8, 15). Decimos
entonces que, por la obra y el impulso del Espíritu Santo, nosotros nos
unimos a Jesús, y junto con él podemos clamar llenos de gozo y de con-
fianza: "¡Padre!".
Luego Jesús nos invita a expresar nuestro deseo de que el Nombre del
Padre sea santificado. En el fondo era el gran deseo que llenaba el corazón
de Jesús, porque él deseaba la adoración y la gloria de su Padre amado.
Después nos invita a pedir la llegada del Reino, para despertar en no-
sotros el deseo sincero de esa llegada. Se trata de la plenitud que este
mundo no nos puede dar, y que sólo llegará cuando el Reino de Dios se
apodere de nosotros en toda su plenitud. Luego pedimos el pan, pero sólo
el pan indispensable para seguir viviendo y entregándonos por el Reino de
Dios; el pan cotidiano. A continuación pedimos perdón, pero sólo en la
medida en que nosotros perdonamos, y así Jesús nos invita a recordar per-
manentemente la necesidad imperiosa de perdonar a los hermanos para
poder estar en paz con el Padre de todos. Finalmente, rogamos al Padre
que no nos deje caer en la tentación, que no deje que el mal nos domine, y
así reconocemos humildemente que solos no tenemos fuerzas para vencer
el poder y el atractivo del mal.

Oración:

"Señor Jesús, enséñame a reconocer el amor del Padre Dios, a


adorarlo, a presentarle con confianza mis necesidades. Ayúdame
a decir la oración que tú nos enseñaste con profunda confianza y
sinceridad".

302
a
Semana 2 7 durante el año

JUEVES: Lc 1 1 , 5 - 1 3

Es verdaderamente consolador escuchar estas promesas luminosas:


"Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá", sobre
todo porque estas promesas están fundadas en el amor del Padre Dios, que
no puede desear el mal para sus hijos. Si un padre de esta tierra tiene
compasión de sus hijos, no se puede pensar que el Padre Dios tenga menos
capacidad de amor y de ternura.
Otros textos bíblicos invitan también a esta súplica liberadora (1 Ped
5, 7; Stgo 5, 13; Flp 4, 6) y sin dudar (Mc 11, 24; Sant 1, 7-8). La oración
de súplica no es sólo la expresión de nuestras necesidades, no es sólo una
oración interesada; es también un culto a Dios. Porque cuando nos detene-
mos a pedir estamos expresando que solos no podemos, que necesitamos
de Dios, y así reconocemos que el puede actuar, que él puede auxiliarnos
con su poder y su amor.
¿Por qué entonces muchas veces nuestras súplicas no son escuchadas y
Dios parece dejarnos solos con nuestras angustias? La Palabra de Dios nos
indica que puede haber motivos que hacen que no consigamos lo que pedi-
mos en la oración: cuando el que pide está obsesionado por sus necesida-
des pasionales (Sant 4, 2-3), o porque tiene un corazón cerrado a las nece-
sidades ajenas (Is 1, 15-17; 58, 9-10), o porque Dios, el Padre bueno, tiene
un plan mejor para él (2 Cor 12, 8-9). Leyendo este texto podríamos agre-
gar otro motivo: a veces la súplica no es escuchada porque pedimos sin
fuerza, sin ganas, sin verdaderos deseos; porque si recibiéramos eso que
pedimos nuestra vida cambiaría y no estamos dispuestos al cambio, por-
que si Dios nos escuchara eso nos desinstalaría. Muchas veces pedimos,
pero sin insistencia, sin poner nuestro corazón entero en la súplica. Cuan-
do alguien está convencido de lo que necesita, golpea y golpea hasta que
la puerta se abre. Lo más importante que tenemos que pedir al Padre, el
don que nunca es negado, es el Espíritu Santo. Con él todo es posible.

Oración:
"Padre Dios, quiero presentarme ante ti lleno de confianza, sa-
biendo que deseas mi bien como un padre bueno. Pongo en tus
manos, Padre, todas mis preocupaciones, mis inquietudes, mis
necesidades más profundas; pero te ruego sobre todo que no me
dejes faltar la fuerza y la luz de tu Espíritu Santo".

303
a
Semana 2 7 durante el año

VIERNES: Lc 1 1 , 1 5 - 2 6

Jesús provocaba admiración en la gente no sólo por sus palabras, sino


también por sus prodigios, porque su presencia sanaba, liberaba, restable-
cía a los seres humanos enfermos y dominados por todo tipo de males.
Los fariseos, envidiosos por el poder y el prestigio que Jesús tenía
entre la gente, ya no sabían qué hacer para desacreditarlo; entonces se les
ocurre decir que Jesús hacía prodigios porque tenía el poder de Satanás, y
que expulsaba demonios con el mismo poder. Jesús responde que Satanás
no puede expulsar a sus propios discípulos. Porque si en un reino hay divi-
sión ese reino se viene abajo. Pero en realidad este texto quiere destacar
que Jesús hace el bien y libera a los hombres con un poder divino, no
demoníaco. El poder de Dios hace el bien, las fuerzas del mal sólo destru-
yen y enferman al hombre.
Más adelante Jesús advierte a los que han sido liberados de algún mal
que estén atentos para no volver a caer en lo mismo, porque es más difícil
levantarse luego de una recaída. Alguien que acaba de ser liberado, al-
guien que acaba de convertirse o de cambiar de vida, tiene un entusiasmo
que le ayuda a perseverar, pero cuando uno vuelve a caer, ya no siente el
atractivo hacia el bien, que se le ha hecho rutinario. Otros textos de la
Biblia advierten severamente a los que se sienten tentados de volver atrás.
Vale la pena leer Heb 6, 4-6: "Es muy difícil que cuantos fueron una vez
iluminados, gustaron el don celestial y fueron hechos partícipes del Espí-
ritu Santo, saborearon las buenas nuevas de Dios y los prodigios del mun-
do futuro, y sin embargo cayeron, se renueven otra vez por la penitencia,
porque crucifican de nuevo al Hijo de Dios". También puede leerse: Heb
10, 26; 12, 17. Pero no podemos ignorar las palabras claras y directas de 2
Ped 2, 21-22: "Hubiera sido mejor que no conocieran el camino de la jus-
ticia, antes que, después de conocerlo, volverse atrás del santo precepto
que les fue transmitido. Les ha sucedido lo de aquel proverbio: el perro
vuelve a su vómito y la cerda recién lavada vuelve a revolcarse en el barro'

Oración:

"Señor, que conoces mi fragilidad y sabes cuánto me atrae el


mal, dame la gracia de perseverar en tu camino, fortaléceme y
muéstrame siempre la belleza y la atracción del bien para que no
vuelva a revolearme en el barro".

304
a
Semana 2 7 durante el año

SÁBADO: Lc 1 1 , 2 7 - 2 8

Una mujer, feliz de escuchar las enseñanzas de Jesús, le grita: "Feliz el


vientre que te llevó". Jesús responde que son más felices los que escuchan
a Dios y viven su Palabra. ¿Hay que ver en esta respuesta una especie de
desprecio a María, la madre de Jesús, una invitación a ignorarla?
Si leemos Lucas 1, 48 veremos que María misma anuncia en su canto
que todas las generaciones la llamarían "feliz", e Isabel, inspirada por el
Espíritu Santo, también la llama "feliz" (1, 45).
Así, el evangelio de Lucas nos está indicando que para Jesús la gran-
deza de su madre no está tanto en haberlo llevado en su vientre, sino en su
santidad y en su fe; porque en el evangelio de Lucas los felices son los
santos, los que viven como a Dios le agrada, los que ya poseen el Reino de
Dios (6, 20). Por eso, si leemos bien las palabras de su prima Isabel, ella le
dice: "Feliz de ti porque has creído" ( 1 , 45). Y Lucas nos cuenta también
que María no vivía las cosas de Dios con superficialidad, sino que "con-
servaba estas cosas y las meditaba en su corazón" (2, 19.51).
Eso significa que María fue preparada por Dios para que no fuera una
madre cualquiera, para que no ofreciera sólo su cuerpo, sino también su
corazón entero.
Entonces todos estamos llamados a compartir la felicidad de María;
porque nosotros no podremos engendrar a Jesús en nuestro cuerpo, pero sí
podemos engendrarlo en el corazón por la fe, imitando a María. La mujer
que le gritó a Jesús estaba elogiando a su madre, pero ella no podía gozar
de esa maternidad biológica, ya que "madre hay una sola". Lo que sí podía
compartir esa mujer con María era el gozo que da la Palabra de Dios cuan-
do es guardada y vivida.

Oración:

"Señor Jesús, también yo quiero elogiar a tu madre querida, no


sólo porque tuvo el privilegio de llevarte en su vientre, sino por-
que ella te recibió con una fe y una confianza inmensas, y por
eso ella es modelo de los creyentes".

305
Domingo 28° durante el año

AÑO A : MT 2 2 , 1 - 1 4

Jesús compara el Reino de los cielos con una fiesta, con un banquete de
bodas; es el Reino de la alegría compartida. Es cierto que esto supone una
experiencia personal, el encuentro con Cristo que "vive en mí" (Gál 2 , 2 0 ) ;
pero esa identificación espiritual con Cristo me lleva a identificarme con
su sueño, que es el de reinar en toda la humanidad. Él quiere ser Señor en
mi corazón, pero quiere verme unido a los demás en la alegría de la fiesta.
Amando a Cristo comparto su sueño comunitario, y me uno a los de-
más para comenzar a vivir con gozo y gratitud la fiesta del Reino.
Esta parábola del banquete se sitúa en el contexto del rechazo de los
judíos, que eran los invitados especiales y rechazaron la invitación, y por
eso la invitación se abre a todos los pueblos.
Y si recordamos Mt 2 1 , 28-32, vemos que también se aplica a los fari-
seos y sumos sacerdotes de la época de Jesús, que teniendo toda la riqueza
de su religiosidad no supieron aceptar al Redentor, y en cambio lo acepta-
ron los pecadores públicos y las prostitutas.
Pero la parábola aporta un detalle importante. Si bien todos son invita-
dos y recibidos, se espera que cada uno se adapte a la importancia del
banquete y se prepare adecuadamente. Es necesario al menos colocarse un
traje de boda.
Leyendo el Nuevo Testamento podemos descubrir que ese traje de bo-
das, la condición indispensable para entrar al Reino, es el amor al prójimo
(Mt 25, 34-36; Gál 5, 14; 1 Juan 2, 9; 3, 14). El que rechaza esta invitación
al amor, el que se resiste al encuentro con el otro, no tiene lugar en el
banquete, porque el que está cerrado al hermano ni siquiera puede disfru-
tar de una fiesta comunitaria, no tiene nada que hacer en esa celebración
de amor y de unidad.

Oración:

"Señor, te doy gracias porque me invitas a vivir mi camino cris-


tiano como una fiesta comunitaria, y porque la vida eterna será
esa fiesta en plenitud. Pero te pido la gracia de aprender a amar
para poder participar de ese maravilloso banquete".

306
Domingo 28° durante el año

AÑO B: MC 1 0 , 1 7 - 3 0

Llega ante Jesús un hombre entusiasmado, llega corriendo, porque pre-


siente que en Jesús puede encontrar la respuesta a sus cuestionamientos
más profundos. Además, se acerca con actitud de discípulo, dispuesto a
recibir la enseñanza, porque trata a Jesús de "maestro bueno", y le plantea
la inquietud que lo atormenta: "¿Qué tengo que hacer para heredar la vida
eterna?" La pregunta del hombre es en realidad una pregunta tradicional
que se dirigía al maestro, que implicaba el deseo de saber cuál es la mejor
manera para crecer en el camino de Dios. La respuesta de Jesús apunta a
los deberes de amor para con el prójimo que ya se conocían en el Antiguo
Testamento. Es más, en el postexilio se habían acentuado las exigencias
fraternas y se había acuñado la ley de oro: "no hagas a nadie lo que no
quieres que te hagan" (Tobías 4, 15). Sin embargo, el hombre quiere algo
más, quiere un nuevo desafío para continuar avanzando en el camino de la
ley de Dios y adquirir así una importante herencia de Dios.
Pero como el joven quiere "hacer" más para adquirir más, Jesús acce-
de a su pedido y le pide exactamente lo que él no es capaz de hacer: repar-
tir todo lo que tiene entre los pobres. Al pedirle lo que no estaba dispuesto
a dar, Jesús desnuda el corazón del hombre mostrándole que sus intencio-
nes de entrega total no son auténticas, y lo coloca en su justo y verdadero
lugar. Por otra parte, Jesús no acepta repetir la expresión del hombre: "ad-
quirir la vida eterna"; simplemente le habla de un tesoro en el cielo para
los que den ese paso.
Los discípulos reaccionan diciendo: "Entonces ¿quién puede salvar-
se?" (v. 26). Queda claro que no se referían al abandono de las riquezas,
porque ellos eran pobres y lo habían dejado todo, sino a la dificultad de
despojarse por completo ante Dios. Jesús responde que eso es posible por
la acción de Dios. Al que acepte ese desafío, que incluye no sólo los bie-
nes, sino toda relación humana vivida como dominio y posesión, se le pro-
mete no sólo la recompensa celestial, sino una plenitud terrena donde no
falta nada de lo que se necesita para ser verdaderamente feliz.

Oración:

"Señor, sabes que mi corazón se apega y se aferra a cosas y perso-


nas como si fueran su Dios y salvador. Dame tu gracia para despo-
jarme ante ti, para tener un corazón disponible para tu Reino".

307
Domingo 28° durante el año

AÑO C : LC 1 7 , 1 1 - 1 9

Sabemos que los leprosos en la antigüedad eran muertos en vida, desti-


nados simplemente a esperar la muerte. El Levítico les impedía participar
del culto y de la vida social, pero en realidad esto se entiende simplemente
para proteger a los demás del contagio masivo, ya que se trataba de una
enfermedad de difícil curación y muy desagradable. Por los mismos moti-
vos, cuando alguno se consideraba curado, debía presentarse a los sacer-
dotes para que certificaran su curación y fuera admitido al culto, lo cual
implicaba al mismo tiempo su reinserción en la sociedad.
Por eso, la curación de la lepra era un poderoso signo de liberación y
restauración del hombre, y cuando Jesús curaba leprosos simbolizaba de
una manera luminosa que él venía a buscar el bien del hombre.
Sin embargo, no se trata de curaciones mágicas. Para ser liberado por
Jesús se requiere la fe (v. 19).
Pero en este texto hay un detalle que nos ofrece otra pista de reflexión.
Sólo uno de los diez leprosos que Jesús curó, volvió a glorificar a Dios por
su curación. De modo muy plástico el texto muestra la actitud del hombre
centrado solamente en sus propias necesidades, encerrado en la inmanen-
cia y buscando una solución a sus dramas, pero sin advertir que hay algo
más que su situación personal: un Dios que merece ser glorificado.
Este texto nos invita así a revisar nuestro corazón para ver si es un
corazón agradecido, que reconoce que todo lo recibe de Dios, que de él
viene todo lo bueno, que la vida misma es un don gratuito.
Las personas que creen que los demás están obligados a darles todo,
son incapaces de agradecer; sienten que todo debe girar a su alrededor, y
por eso les parece que nadie merece su gratitud, ni siquiera Dios. Enton-
ces, nunca se detienen a orar para dar gracias.

Oración:

"Dame, Dios mío, un corazón agradecido, capaz de salir de sí


mismo para reconocer tu gloria y tu amor No permitas Señor,
que viva sin sentido, pensando únicamente en mis necesidades y
problemas. Dame la gracia de adorarte".

308
a
Semana 2 8 durante el año

LUNES: Lc 1 1 , 2 9 - 3 2

Los fariseos reclamaban señales a Jesús, pero en realidad no querían


creer en él. Y Jesús dijo que los que no quieren creer en la palabra de Dios
"no creerán aunque resucite un muerto" (Lc 16, 31). Por eso Jesús dice
que en definitiva la única señal necesaria es la de Jonás.
¿Qué significa esto? Que los ninivitas, que eran un pueblo pagano, no
le pidieron ninguna señal al profeta Jonás para aceptar su palabra; simple-
mente le creyeron y se convirtieron, se arrepintieron y pidieron perdón
con un corazón dolorido, a pesar de que Jonás predicaba sin deseos y sin-
tiéndose forzado por Dios.
Jesús se dirigía aquí a judíos que se consideraban más que paganos,
porque se creían piadosos, muy creyentes y fíeles a Dios, intentando ha-
cerles ver que sus corazones en realidad estaban cerrados a la Palabra, de
manera que ninguna señal sería suficiente si ellos no cambiaban de acti-
tud.
Jesús mismo era el gran signo. Su manera de actuar, su entrega, la
belleza de su mensaje, son la mejor señal. Por eso predicar el evangelio es
ofrecer una belleza, es servir una mesa, es presentar un espectáculo mara-
villoso. Hacer presente a Jesús es la gran señal, más que cualquier mila-
gro.
Pero es una señal que sólo se descubre y se valora desde la fe, y por eso
no puede imponerse. La vida de Jesús, consagrada plenamente a la Pala-
bra, su entrega total y sus numerosos prodigios nunca serán suficientes
para abrir los corazones cerrados, porque ellos siempre tienen la posibili-
dad de rechazar la iniciativa de Dios.

Oración:

"Señor, toca mi corazón con tu gracia y no permitas que sea in-


diferente a tu Palabra. Concédeme que acepte tu amor sin exi-
girte más signos que tu misma presencia, santa y cautivante".

309
a
Semana 2 8 durante el año

MARTES: Lc 1 1 , 3 7 - 4 1

Algunos fariseos, que amaban la ley de Dios y las tradiciones judías,


aunque no siempre eran fíeles, olvidaban que las exigencias de la ley se
resumían en las actitudes de amor a los hermanos. Por eso acostumbraban
mirar permanentemente los defectos ajenos, y estaban atentos a lo que
hacían los demás para descubrir cualquier error o cualquier violación de
las tradiciones.
Por eso mismo, este fariseo no podía pasar por alto que Jesús no se
lavara antes de comer y comenzó a mirar con malos ojos a su huésped
solamente por ese detalle insignificante.
Jesús responde con fuerza, invitando a mirar un poco más las intencio-
nes profundas del interior, que también es una obra de Dios que debe ser
cuidada. El cuidado excesivo de los cumplimientos exteriores puede cu-
brir una horrible malicia en el corazón. Las obras externas, por más co-
rrectas que sean, pueden estar ocultando, en un detallismo superficial, el
vacío del corazón, pueden ser también una forma de distraerse y atontarse
con la aparente intención de cumplir la voluntad de Dios.
Sin embargo, esto no significa que sólo haya que cuidar las intencio-
nes interiores, sin preocuparse por traducirlas en buenas obras. Pero en la
última frase Jesús hace notar que esas obras exteriores deben ser ante todo
las que expresen el amor al hermano: la limosna es la expresión de un
corazón liberado de la inmundicia, porque implica renunciar a uno mismo
para hacer feliz al hermano.

Oración:

"Purifica mi interior, Dios mío, tú que puedes actuar en lo pro-


fundo del corazón. Destruye todos mis egoísmos y malas inten-
ciones y enséñame a mirar a los demás con amor y respeto".

310
a
Semana 2 8 durante el año

MIÉRCOLES: Lc 1 1 , 4 2 - 4 6

Jesús sigue recriminando a los fariseos su cuidado de las normas exte-


riores sin estar atentos a lo esencial. Esa apariencia interior podía hacer
que la gente se confundiera y los creyera santos hombres de Dios, y así
terminara cayendo en sus redes y entrando en esa misma actitud hipócrita.
Por eso Jesús los define como esos sepulcros que no se ven, y uno pasa por
encima sin darse cuenta que está pisando huesos de un muerto (Lc 42, 44).
No es que Jesús rechazara las costumbres, las tradiciones o el cuidado
de los cumplimientos externos. Si leemos bien el texto, dice "sin descui-
dar lo otro" (v. 42). Eso significa, por ejemplo, que no está mal preocu-
parse por pagar el diezmo de todo sin olvidar nada. El problema para Jesús
consistía en que algunos fariseos se obsesionaban y se enredaban tanto en
el cumplimiento de preceptos secundarios que olvidaban lo principal, lo
que más le agrada a Dios: que lo amen y que practiquen la justicia.
Ya los profetas se habían preocupado por sintetizar la ley de Dios re-
cordando lo esencial: Por una parte, amar y adorar a Dios, sin poner la
confianza en otros p o d e r e s e ídolos. Por otra p a r t e , ser j u s t o s y
misericordiosos con el prójimo. Esta doble síntesis aparece, por ejemplo,
en Miqueas 6, 8; Oseas 2, 21-22. Pero también es interesante leer Is 58, 1-
12 para descubrir cómo la misericordia con el prójimo vale más que cual-
quier cumplimiento o sacrificio externo.
Aquí Jesús se dirige a un maestro de la ley (v. 46), dedicado al estudio
de la ley para enseñar lo que hay que hacer y lo que hay que evitar, y le
hace notar que en realidad ni él mismo cumplía todo lo que sus detalladas
normas le dictaban, y entonces pretendía hacer cumplir a los demás lo que
tampoco para él era posible. Porque sabemos que las tradiciones de los
maestros de la ley y fariseos se habían multiplicado y complicado tanto
que ya ni siquiera era posible recordarlas a todas.

Oración:
"Señor Jesús, ayúdame a simplificar mi vida. No dejes que me
complique con mis propias tradiciones y costumbres y ayúdame
a estar más atento al bien de los demás. No permitas que desgas-
te mis energías en las cosas secundarias y ayúdame a recordar
siempre lo que más te agrada".

311
a
Semana 2 8 durante el año

JUEVES: Lc 1 1 , 4 7 - 5 4

Jesús continúa con sus duros reproches a los fariseos y a los que ense-
ñaban la Ley, y los declara herederos de los que asesinaron a los grandes
profetas. Porque así como en otras épocas el mensaje de los profetas
desestabilizaba, molestaba, exigía cambios que no estaban dispuestos a
hacer, y por eso decidían eliminarlos, lo mismo querían hacer los fariseos
y maestros con Cristo. Su mensaje les exigía un cambio de mentalidad, y
ellos estaban cómodos enseñando siempre lo mismo, sintiéndose superio-
res a los demás, y controlando la vida de la gente con el pretexto de un
falso celo por la Ley. No querían perder esa seguridad vanidosa y el poder,
y por eso miraban a Jesús con recelo, su mensaje les parecía peligroso.
Y para ser todavía más directo, Jesús los compara con Caín, que mató
a su propio hermano por envidia.
Pero lo peor de estos corazones cerrados es que su mal no queda ence-
rrado dentro de su pequeño círculo, sino que termina afectando al pueblo.
El poder que ellos tenían hacía que la gente temiera acercarse a Cristo. El
evangelio de Juan describe esta situación diciendo que muchos no confe-
saban abiertamente su fe en Cristo por temor de que los fariseos los expul-
saran de la sinagoga (Jn 12, 42; 9, 22). Por eso Jesús dice en este texto:
"No entraron ustedes y a los que están entrando se lo impiden".
El efecto de estas palabras fue tremendo, porque los escribas y fari-
seos se sintieron descubiertos y humillados, y su reacción fue la de acosar-
lo para encontrar alguna manera decorosa de eliminarlo definitivamente.
Pero, si Jesús dice que la historia, desde Caín y Abel, se sigue repitien-
do, convendría que nos preguntemos si no la estamos repitiendo también
nosotros de alguna manera. Quizás hayamos encontrado el modo de elimi-
nar a Cristo de nuestras vidas cuando su Palabra nos cuestiona, o quizás
intentemos eliminar de nuestras vidas a los hermanos que nos desestabilizan
o con su sola existencia nos indican la necesidad de un cambio.

Oración:
"Señor, tu Palabra nunca me deja igual, siempre me invita a re-
novar mi existencia, me llama a una conversión permanente.
Dame la gracia de no frenar el poder de esa Palabra, de no eli-
minarla de mi existencia con falsos argumentos".

312
a
Semana 2 8 durante el año

VIERNES: LC 1 2 , 1-7

Jesús era acosado por una multitud que lo perseguía. Sin embargo, por
un instante quiere dirigirse a sus discípulos y alertarlos contra la hipocre-
sía. El sentido de esta palabra es el de representar un papel, actuar debajo
de una máscara, aparentar lo que no se es. Los fariseos eran para Jesús el
caso típico de la simulación, de la apariencia, de la gloria vacía de conte-
nido; más aún, eran "sepulcros blanqueados" que bajo la apariencia de la
pintura blanca escondían podredumbre (Mt 23, 27), porque sólo "parecen
justos" (Mt 23, 28), pero no lo son; y hasta usan las cosas sagradas, como
la oración, para aparentar y cubrir sus maldades: "Devoran los bienes de
las viudas y fingen hacer largas oraciones" (Lc 20, 46). El hipócrita se
oculta a sí mismo su propia verdad y pretende ser consejero de los demás
(Lc 6, 42).
Jesús recomienda a sus amigos que se cuiden de caer en esa obsesión
por disfrazar la propia realidad, porque "no hay nada escondido que no se
descubra" (12, 2). Y luego, para que no caigan en el mecanismo de la
apariencia como táctica para evitar persecuciones, Jesús los invita a con-
fiar en Dios que no olvida ni siquiera a los pajaritos, y a mirar más el bien
de la salvación que el de la vida misma.
Pero aquí podríamos leer también una invitación a valorar la propia
dignidad para no caer en la indignidad de cuidar la apariencia y de seducir
a los demás con engaños: "Ustedes valen más que muchos pájaros".
Esta invitación de Jesús a dejar de lado el temor es también una invita-
ción a convencernos del amor que Dios nos tiene y a confiarnos en ese
amor, porque "en el amor no hay lugar para el temor; el amor perfecto
elimina el temor" (1 Jn 4, 18). Sólo hay lugar para el "santo temor de
Dios", que es el profundo respeto ante su santidad, y el temor de ofenderlo
con nuestras acciones (Prov 14, 26-27).

Oración:

"Señor Jesús, tú que sientes horror ante la hipocresía y no quie-


res que me engañe a mí mismo aparentando lo que no soy, ayú-
dame a ser transparente ante ti para que pueda reconocer mi
propia verdad".

313
a
Semana 2 8 durante el año

SÁBADO: LC 1 2 , 8 - 1 2

Jesús está pidiendo valentía para confesarlo sin echarse atrás, como
anunciando las tremendas persecuciones que sufrirían luego los primeros
cristianos. Pero para no echarse atrás primero hay que liberarse del temor,
dando más importancia a lo que no puede ser eliminado por la espada y
poniéndose en las manos de Dios que quiere lo mejor para nosotros (12, 4-
7). En los versículos 8 y 9 hace una promesa: el que tenga la valentía de
confesar que es discípulo de Cristo, sin pretender ocultarlo, será confesa-
do ante los ángeles de Dios, lo cual significa la seguridad de alcanzar la
vida eterna. Pero para eso no bastan las fuerzas humanas, es necesario
dejarse llevar por el Espíritu Santo, y permitirle también que él haga nues-
tra defensa ante los perseguidores.
Y puesto que es el Espíritu Santo el que transforma nuestros corazones
y nos permite cumplir la voluntad divina (Ez 36, 26-27), cuando rechaza-
mos su acción interior nos autoexcluimos del perdón de Dios. Por eso este
texto dice que quien blasfeme contra el Espíritu Santo no puede ser perdp-
nado; esto significa que no podemos recibir el perdón mientras nosotros
mismos lo rechacemos.
En Mc 3, 30 se nos indica claramente que, al mencionar este pecado
contra el Espíritu Santo, Jesús "se refería a los que decían que estaba en-
demoniado". Así podemos precisar que la blasfemia contra el Espíritu Santo
es la actitud del que se cierra a la acción del Espíritu poniendo como excu-
sa que esa acción viene de Satanás; haciendo callar a Dios con excusas,
con tal de no cambiar los propios planes. Este pecado contra el Espíritu
Santo designa entonces al corazón cerrado que rechaza la Palabra de Dios,
rechaza los signos de su amor, y en definitiva rechaza el perdón de Dios, y
por eso no puede ser perdonado mientras persevere en esa actitud, ya que
Dios no actúa en contra de las decisiones de la libertad humana. La inicia-
tiva siempre es suya, y él nos da su gracia para que podamos responderle;
pero hay una respuesta que debe brotar de nuestra libre aceptación.

Oración:

"Señor, no permitas que me avergüence de ti cuando me sienta


amenazado por mi fe, impúlsame con tu Espíritu para que reco-
nozca a Jesús ante los demás y pueda dar testimonio de su amor".

314
Domingo 29° durante el año

AÑO A : MT 2 2 , 1 5 - 2 1

Las autoridades siguen buscando la manera de eliminar a Jesús, e in-


tentan ponerlo en una encrucijada. Aquí le piden que responda si hay que
pagar o no el impuesto al emperador romano.
Si Jesús contestaba que sí, lo acusaban de estar aliado con el poder
extranjero que los oprimía, y así le ponían al pueblo en contra; pero si
decía que no, lo acusaban de oponerse al emperador y los mismos romanos
se encargarían de eliminarlo.
Con su respuesta Jesús ponía en riesgo la continuidad de su ministerio,
y no quería confundir a la gente. Debía quedar claro que su misión iba más
allá de los grupos políticos de aquel momento. Porque los mismos que
aparentemente se oponían al poder romano, buscaban sus propios intere-
ses y eran capaces de pactar con los romanos si eso era de su convenien-
cia.
Jesús se limita a decir que las monedas acuñadas por el emperador
romano debían volver a él. De hecho los judíos rechazaban ese rostro que
parecía invitar a la idolatría, a endiosar a un ser humano. Sin embargo,
responde ambiguamente; lo libera del problema que se le plantea pero no
es una clara invitación a rechazar la opresión romana. ¿Por qué?
En realidad Jesús ha rechazado claramente todo dominio despótico (Mc
10, 42), pero su respuesta en este texto está en la línea realista de los pro-
fetas del exilio, que invitaban a someterse momentáneamente, porque una
rebelión no lograría nada y traería males mayores para el pueblo. ¿Qué se
podía hacer humanamente frente al poder del imperio? De hecho, la poste-
rior rebelión de los zelotas provocó la tremenda crisis del incendio de Je-
rusalén y la dispersión de los judíos, una gran catástrofe para el pueblo.
Jesús, para evitar males mayores a su pueblo, veía conveniente no
motivar una rebelión, y si bien se oponía a los dominios despóticos, no
quería promover una oposición irracional, un derramamiento inútil de la
sangre de su pueblo.

Oración:
"Te adoramos Señor Jesús, porque estuviste siempre junto a tu
pueblo y no quisiste darle respuestas falsas ni promesas vanas.
Concede a los que gobiernan nuestra patria que sepan descubrir
y realizar lo que nuestro pueblo necesita en este momento
315
Domingo 29° durante el año

AÑO B: MC 1 0 , 3 5 - 4 5

Jesús quiere que sus discípulos sean conscientes de que está marchan-
do hacia el final de su vida terrena. Pero los discípulos piensan sobre todo
en la gloria que Jesús alcanzará y la entienden como un reinado glorioso
en la tierra. Por eso Santiago y Juan (los Zebedeos) piden un lugar desta-
cado en ese nuevo Reino.
Jesús, con admirable paciencia, quiere hacerles notar que compartir su
Reino implica también compartir los sufrimientos propios de la pasión,
pero ellos responden que están dispuestos a acompañarlo en todo. Sin
embargo, Jesús indica que eso no basta, porque el que asigna los puestos
es el Padre, de manera que el creyente debe renunciar a reconocimientos
públicos o lugares de dominio. Además, en la nueva comunidad la autori-
dad será más servicio que gloria. Y al mismo tiempo que destaca ese nue-
vo estilo, Jesús lo contrapone a los poderes políticos paganos, donde la
autoridad se imponía de maneras indeseables. Además ofrece como mode-
lo de autoridad su propia vida entregada hasta el fin por los demás.
El texto también nos invita a escuchar la pregunta que Jesús nos hace:
"¿Estás dispuesto a beber el cáliz que yo beberé?" Pregunta molesta, por-
que nosotros desearíamos excluir de nuestra vida todo sufrimiento, todo
contratiempo, todo límite. El cáliz simboliza la sangre derramada, la en-
trega de la pasión, el dolor de la cruz, y la sola palabra "dolor" es como un
aguijón en nuestro interior. Pero si no enfrentamos esos miedos oscuros y
no miramos nuestra vida limitada tal cual es, viviremos engañándonos a
nosotros mismos y rechazando la misión que Dios nos da, misión que siem-
pre exigirá renuncias, cansancios y momentos difíciles. Santiago y Juan
contestaron que sí, que podían beber su cáliz, aunque todavía no entendían
lo que eso significaba y estaban apegados al deseo de poder. Sin embargo,
el amor a Jesús los sostuvo, los purificó, y ellos fueron capaces de renun-
ciar a sus proyectos.

Oración:
"Jesús, ayúdame a convencerme de que mi grandeza está en el
servicio humilde y desinteresado; libérame de estar pendiente de
puestos, reconocimientos humanos y lugares de gloria, para en-
tregarme con un corazón despojado a servirte en los hermanos".

316
Domingo 29° durante el año

AÑO C : LC 1 8 , 1-8

Ya en 11, 5-13 este evangelio de Lucas nos invitaba a orar con insis-
tencia poniéndonos el ejemplo del hombre que va a pedir ayuda de noche
y que es atendido por haber insistido tanto. En este texto se nos ofrece un
ejemplo semejante: el de la viuda que ruega al juez que le haga justicia.
Los detalles de este ejemplo nos ayudan a precisar su mensaje. Es im-
portante que se trate de una viuda, porque en la época de Jesús las viudas,
igual que los huérfanos, eran personas desprotegidas, eran el modelo de lo
que significa estar completamente desamparado en el mundo. Por eso en
la Biblia se insiste especialmente en la gravedad del pecado de aprove-
charse de los huérfanos y de las viudas (Éx 22, 21-22; Jer 22, 3).
También aparece en este texto un juez corrupto, incapaz de pensar en
el bien de los demás. Dice que no solamente no temía a Dios, sino que
además "no respetaba a los seres humanos" (v. 4). Ya el profeta Isaías
hablaba de estos jueces que "aman el soborno y van tras regalos... el plei-
to de la viuda no llega hasta ellos" (Is 1, 23). Las pobres viudas, que no
tenían nada para regalarles, no tenían ninguna importancia para ese tipo
de jueces, que dejaban para más adelante a las viudas oprimidas y despo-
jadas, de manera que las viudas indefensas morían sin ver la justicia.
Jesús pone el ejemplo de una viuda que tiene que pedirle justicia a uno
de esos jueces corruptos. Parece imposible que ese juez la escuche y la
defienda. Sin embargo, la viuda insiste tanto que finalmente logra que el
juez, por cansancio, le haga justicia. Jesús nos enseña que así debe ser
nuestra oración: segura, insistente, perseverante, reiterada, apremiante. No
se trata de repetir largas oraciones de la boca para afuera, como hacían los
fariseos, sino de pedir con sencillez, pero sin cansarse, sin dudar. Una
súplica débil es señal de una fe débil, que no cree profundamente en el
poder y en el amor de Dios; pedir es una forma de confesar nuestra fe, de
rendir culto a Dios. Además, una súplica poco frecuente muestra que en
realidad lo que pedimos no es demasiado valioso para nosotros.

Oración:
"Señor, regálame la fe inquebrantable y la confianza insistente
de la viuda desamparada. Ayúdame a reconocer con humildad
que eres tú el todopoderoso, que dependo de ti, que sin ti nada
puedo, que lejos de ti soy débil y no tengo protección".

317
a
Semana 2 9 durante el año

LUNES: LC 1 2 , 1 3 - 2 1

Uno de los que se amontonaban cerca de Jesús para buscar solución a


sus problemas le pide a Jesús que haga recapacitar a su hermano para que
reparta con él la herencia. Jesús aclara que su misión no consiste en hacer
de árbitro entre las personas que tienen conflictos económicos. Pero apro-
vecha la ocasión para ir a la raíz de todas los conflictos entre las personas,
de todos los problemas económicos que se plantean muchas veces entre
personas de una misma familia. De hecho, las discusiones por la herencia
o los distanciamientos entre hermanos a causa de una herencia suelen ser
frecuentes. Recuerdo que una familia, al día siguiente de la muerte de la
abuela, estaba partiendo en varios trozos un antiquísimo collar de oro para
poder repartirlo. Todos controlaban con suma atención para confirmar que
las partes fueran exactamente iguales. Y se trataba de una familia donde
ninguno pasaba hambre.
Para indicar dónde está la raíz de tantas amarguras, rencores y divisio-
nes entre las personas, Jesús pone el ejemplo del rico que había acumula-
do toda la vida, y sólo se siente satisfecho cuando ya no le queda tiempo
para disfrutar de sus bienes. El texto no dice que se trata de una persona
injusta, y tampoco reprocha que el hombre desee disfrutar de la vida. La
advertencia de Jesús es precisamente: "Cuídense de toda avaricia" (v. 15).
Y lo que caracteriza a este hombre es la preocupación por acumular y
almacenar, sin descanso. Esa desenfrenada preocupación por amontonar
para el futuro no le permitía disfrutar de la vida (Prov 13, 12), y mucho
menos detenerse a compartir con los demás. La invitación de Jesús es que
tratemos de vivir el presente compartiendo la vida y los bienes con los
hermanos, en lugar de estar pendientes de acumular para el futuro. El final
del texto indica lo que sucede al que acumula riquezas para sí "y no es rico
para Dios". Muchas veces la Biblia indica que compartir generosamente
es la mejor manera de enriquecerse, lo cual implica estar en paz con Dios
y recibir todo tipo de bendiciones (Prov 11, 25; 19, 17; 28, 27; Dn 4, 24;
Tobías 12, 8-9; Eclo 3, 3 1 ; 7, 32; 29, 12).

Oración:
"Derrama en mi interior tu generosidad divina, Señor, para que
me goce en dar y en compartir, y de esa manera pueda vivir plena-
mente cada día sin estar pendiente de amontonar para el futuro".

318
a
Semana 2 9 durante el año

MARTES: LC 1 2 , 3 5 - 3 8

Este texto es una fuerte invitación a la vigilancia, es una exhortación a


vivir intensamente, a no perder inútilmente el tiempo y las posibilidades
de amar que nos brinda cada día. El ideal que se nos presenta aquí es el de
dejar de sobrevivir, soportando las obligaciones y tratando sólo de gozar.
Más que sobrevivir como se pueda se trata de vivir cada día a pleno, como
si fuera el último, aun cuando tengamos que luchar y cansarnos. No es
vivir en la superficialidad del placer pasajero o de la costumbre, sino en la
entrega libre y gozosa de nuestra vida en el servicio a Dios y a los demás.
Este es en realidad el sentido fundamental del texto, ya que no se de-
tiene a dar descripciones catastróficas, no le interesa anunciar cómo será
el fin del mundo. Sólo nos recuerda que verdaderamente este día puede ser
el último, porque el fin llegará a la hora menos pensada.
¡Cómo se simplificaría nuestra existencia, cómo nos preocuparíamos
por las cosas realmente importantes si viviéramos cada día como si fuera
el último! Porque es una posibilidad real; este día puede ser el último.
Viviendo bien cada día el corazón se hace fuerte para enfrentar lo que
sea, aunque se trate del fin del mundo, porque no hay mejor manera de
preparar el futuro, que vivir bien el presente, y no hay mejor manera de
debilitarse y de arruinar el futuro, que vivir pendientes de él.
Sin embargo, hay que reconocer que este texto nos invita a la vigilan-
cia, a la espera, a la vigilia con las lámparas encendidas. Pero se trata del
amor que está siempre atento para reconocer al amado, para descubrir los
signos de su presencia, para no dejar de ver los nuevos caminos que él va
abriendo de manera que se produzca un nuevo encuentro. Porque el que
ama siempre desea más y más del encuentro con el amado; el presente
nunca es suficiente, hay sed de más: "Yo dormía, pero era mi corazón el
que velaba" (Cantares 5, 2). Así será hasta que él aparezca clamando: "¡Le-
vántate amada mía, y ven, hermosa mía" (2, 10).

Oración:

"Señor, ayúdame a descubrir el inmenso valor de este día, dame


la gracia de descubrirlo como una inmensa oportunidad que me
estás regalando para llegar a la profundidad de la vida, para
entregarme a tu amor".

319
a
Semana 2 9 durante el año

MIÉRCOLES: Lc 1 2 , 3 9 - 4 8

Este texto es una continuación de los versículos anteriores, donde Je-


sús invita a sus discípulos a estar atentos, porque no saben cuándo llegará
el fin. Y este texto nos muestra que la voluntad de Dios es precisamente
que no sepamos cuándo será el fin, para invitarnos a estar atentos cada día.
La posibilidad de que este día sea el último le da más seriedad y con-
sistencia a las horas que vivimos. Y es una ingenuidad vivir superficial-
mente como si esta vida en la tierra fuera eterna. Esta vida no es un tiempo
que hay que pasar lo mejor que se pueda, buscando sólo satisfacer las
necesidades primarias; esta vida es una gran oportunidad.
Pero estos versículos nos aclaran un poco mejor en qué debería ser
utilizado el tiempo que Dios nos regala: "el siervo bueno y fiel está puesto
al frente de la servidumbre para distribuir las raciones a su tiempo" (v.
42). Esta vida se vive plenamente y es un anticipo del cielo cuando la
usamos para servir a los demás y nos preocupamos por sus necesidades.
En el cielo, donde todos seremos felices, no habrá oportunidad para soco-
rrer al necesitado. Esa oportunidad es la que sólo esta vida nos brinda. Por
el contrario, lo peor que puede sucederle a alguien es que el fin lo sorpren-
da tratando mal a los demás y pensando sólo en su propio placer (v. 45).
Los que han recibido muchos dones para servir a los demás tendrán
que rendir cuentas a Dios por esos regalos, porque del buen o mal uso de
ellos depende algo serio: la felicidad de los demás; y con eso no se juega.
"Al que más se le confió más se le reclamará". Esto no nos invita a mirar a
Dios como a un patrón controlador, porque esta advertencia es un signo de
que su amor nos toma en serio y nos impulsa a más, nos lanza hacia la
madurez, nos invita a la fecundidad. El que ama en serio quiere promover
al ser amado, desea verlo lleno de vida, fecundo, pleno. Y así ama Dios.

Oración:

"Señor, muéstrame la ruina que yo mismo me voy preparando


cuando pienso solamente en mí, cuando me encierro en mis pro-
pias necesidades y soy incapaz de mirar al costado. Dame tu
gracia para que aprenda a socorrer al hermano y a compartir
con él lo que me has regalado".

320
a
Semana 2 9 durante el año

JUEVES: LC 1 2 , 4 9 - 5 3

Los evangelios suelen presentarnos un Jesús paciente, que habla de


amor, que invita al perdón y a la comprensión. El mismo evangelio de
Lucas, al que pertenece este texto, pone el acento en las delicadezas de
Jesús y en su mensaje de misericordia. Pero esa sería una visión parcial
que podría llevarnos a imaginar a Cristo como un ser desprovisto de firme-
za, de decisión, de convicciones sólidas, y hasta poco masculino.
Esa imagen no motiva ciertamente a una conversión seria, a tomar fir-
memente el camino de Dios como una opción que toma toda la vida y que
merece una decisión valiente y apasionada.
Por eso este texto es sumamente importante. Jesús quiere derramar un
fuego que purifique: él no resiste los egoísmos, las mediocridades, la fal-
sedad, la falsa paz. El encuentro con Dios cuando es verdadero quema (Is
1, 25; 4, 4; 9, 17; Zac 13, 9), quiere quitarnos esa comodidad a la que nos
aferramos cuando nos apegamos a nuestras imperfecciones. Una fe que
rechaza las purificaciones y los desafíos no es más que un barniz de reli-
giosidad que no alcanza ni para ocultar el vacío de una vida sin sentido.
Y Jesús ansia recibir su bautismo, que es la Pasión (Mc 10, 38-39);
porque la Pasión será causa de división. Unos no la tolerarán y tomarán a
Cristo como un fracasado, y otros deberán aceptar al Cristo crucificado
con todas las consecuencias que eso implique. En el mismo evangelio de
Lucas encontramos ese anuncio de Cristo como causa de contradicción (2,
34-35). Y habrá que optar por él aun cuando los lazos familiares exijan
otra cosa. Él está por encima de una falsa paz familiar, y ningún discípulo
puede avergonzarse de él y negarlo cuando los mismos parientes se opon-
gan a su fe. Las expresiones están tomadas de Miq 7, 6 e indican que la
opción por Cristo es cosa seria.

Oración:

"Derrama tu fuego Señor, quema los ídolos que dominan mi vida


y la hunden en el vacío, y le quitan el gozo, y paralizan el dina-
mismo de la entrega. Infunde en los creyentes la decisión y el
coraje para tomar en serio el mensaje del evangelio con todas
sus consecuencias".

321
a
Semana 2 9 durante el año

VIERNES: LC 1 2 , 5 4 - 5 9

Jesús invita a los creyentes a descubrir los signos de Dios en las cosas
que pasan, en la historia concreta que les toque vivir, porque Dios habla
también a través de los acontecimientos, de las novedades que nos interpe-
lan, de los nuevos desafíos que nos presenta la vida. Por medio de lo que
nos va sucediendo el Señor nos pide que demos un paso más, que avance-
mos, que no nos quedemos anclados en el pasado.
Los judíos estaban acostumbrados a escuchar la voz de Dios a través
de la Biblia, y la gente acostumbrada a descubrir los signos de la naturale-
za para anticipar los cambios de clima. Pero Jesús les pide que de la mis-
ma manera estén atentos a descubrir lo que Dios dice por medio de las
cosas nuevas que suceden. El Padre Dios quería hablarles a través de su
propio Hijo hecho hombre, que había entrado en esta historia humana. Y
su presencia estaba acompañada por muchos y variados signos.
También hoy Jesús se hace presente en nuestra propia historia para
invitarnos a la conversión a través de muchos signos, pero cuando nos
hemos aferrado a una forma de vivir y a determinadas costumbres, preferi-
mos no mirar esos signos de Jesús que nos invitan a una vida nueva.
También una crisis es una manera que tiene Dios para hacernos descu-
brir que lo que hemos hecho y vivido hasta ahora no es suficiente, que
somos llamados a algo más. Las depresiones, desilusiones, fracasos, las
cosas que se acaban, son como un grito de Dios que nos llama a crecer.
Pero particularmente se trata de escuchar a Dios a través de los demás,
ya que sus instrumentos preferidos son los seres humanos, la gente. Por
eso decía Mons. Angelleli: "un oído en el pueblo y otro en el evangelio".
Finalmente, con el ejemplo de un juicio, Jesús nos recuerda que son los
años de esta vida los que nos permiten resolver lo que no está bien. La vida
es un camino que hay que saber aprovechar, antes que sea demasiado tarde.

Oración:
"Señor, ilumina mis ojos para que pueda ver lo que tú me dices a
través de las cosas que me pasan, porque de todo lo que me suce-
da tú puedes sacar algo bueno, si yo acepto cada desafío que me
presenta la vida. No permitas que mi corazón esté ciego e ignore
los signos que tú le das".

322
a
Semana 2 9 durante el año

SÁBADO: LC 1 3 , 1-9

Los hombres asesinados, o muertos en catástrofes, no sufrieron esas


situaciones terribles a causa de sus pecados, por el hecho de haber sido
más pecadores que los que se libraron de esos sufrimientos. Así Jesús quiere
explicar que Dios no está controlando los pecados de cada hombre para
hacérselos pagar con sufrimientos proporcionados a la gravedad de esos
pecados. Jesús niega la idea de un Dios que se dedique a medir lo que el
hombre hace para castigarlo.
Ya en el libro de Job advertimos que los amigos de Job, que querían
convencerlo de que él sufría por los pecados que había cometido (4, 7-8;
5, 17) no hablaron correctamente, mientras Job, que negaba ese mecanis-
mo de castigo terreno (13, 7-9; 2 1 , 30-31), dejaba a salvo la verdadera
imagen de Dios. De hecho, Dios mismo dice a Elifaz y a los otros amigos
acusadores: "Mi ira se ha encendido contra ti y contra tus dos amigos,
porque no han dicho la verdad sobre mí, como mi siervo Job" (Job 42, 7).
Sin embargo, esa no es toda la verdad; Jesús también dice que el peca-
do no es inofensivo: "Si no se arrepienten acabarán como ellos". El peca-
do daña nuestra vida y hace que nuestra existencia termine mal, no porque
Dios se dedique a castigarnos, sino por la propia fuerza destructiva y ve-
nenosa que tiene el pecado.
Cualquiera sabe que el que odia termina enfermándose y arruinando su
vida de una forma o de otra, siempre termina siendo víctima de su propio
veneno. Igualmente, el que se encierra en la búsqueda del placer termina
probando la miseria de su propio egoísmo, arruina su vida no porque Dios
le envía castigos, sino porque el mismo pecado debilita su corazón y toda
su vida, lo hace vulnerable a todo tipo de males.
Sin embargo, con el ejemplo de la higuera Jesús indica que Dios ofre-
ce una oportunidad para rehacer la vida enferma por el pecado.

Oración:

"Señor, protégeme para que el pecado no me domine, no dejes


que caiga en las redes del mal y que mi vida se destruya por la
fuerza seductora del pecado. Ayúdame a renacer Señor, con el
poder de tu gracia, hazme fuerte frente a las tentaciones".

323
Domingo 30° durante el año

AÑO A : MT 2 2 , 3 4 - 4 0

Era pesada la multitud de normas y preceptos que tenían los judíos, no


sólo en la Sagrada Escritura, sino también en las tradiciones que habían
impuesto los fariseos. Por eso se hacía sentir el deseo de una síntesis, las
personas piadosas querían saber qué era lo más importante, qué era lo que
no se podía descuidar. Pero en realidad también nosotros, en nuestra vida
cotidiana, necesitamos una síntesis. Muchas veces nos perdemos en medio
de una multitud de obligaciones morales que pesan en nuestra conciencia,
y nos llenamos de escrúpulos, de autoreproches, de sentimientos de culpa.
Por eso es sumamente importante escuchar a Jesús que nos dice qué es lo
más importante, dónde tenemos que poner el acento para tener la tranqui-
lidad de estar en el camino del Señor a pesar de nuestras debilidades.
Lo primero que espera Dios de nosotros es que lo amemos. Puede su-
ceder, de hecho, que una persona no cometa pecados evidentes, que su
vida sea correcta y elogiable, pero que en realidad sólo se ame a sí misma
y su propia perfección. Jesús nos dice que no es eso lo que Dios quiere,
sino que en primer lugar espera que lo amemos con un amor verdadero que
brote de lo más profundo, del "corazón", con un amor que sea también
deseo de su amor y de su presencia, es decir, con toda el "alma", y con un
amor donde se integre también todo el dinamismo de nuestra vida, nues-
tros impulsos, nuestro trabajo, nuestras acciones.
Pero este amor debe manifestarse también en una forma de actuar se-
mejante a la de Dios, es decir, en una vida compasiva con el hermano, para
amarlo a él como Dios me ama, para perdonarlo como Dios me perdona,
para desear su bien. Y amarlo como a mí mismo significa romper las pare-
des de mi propio yo, para que así como deseo mi felicidad pueda desear
también la felicidad del hermano, para que así como me preocupo por mis
problemas, también me preocupe por los problemas del hermano.

Oración:

"Mi Señor, sin tu gracia yo no puedo salir de mis propios intere-


ses, sin tu amor no puedo liberarme del egoísmo. Transfórmame
Señor, para que pueda amarte con todo mi corazón, con toda mi
mente y con todo mi espíritu, y para que pueda amar a los demás
como me amo a mí mismo".

324
Domingo 30° durante el año

AÑO B: MC 1 0 , 4 6 - 5 2

Bartimeo, el mendigo ciego, estaba sentado junto al camino, sin espe-


ranzas en la vida, despojado, humillado; ni siquiera podía pedir ayuda por-
que lo hacían callar. Era un excluido sin voz en la sociedad.
También hoy, quizás nosotros mismos, actuamos como los discípulos
de Jesús, que intentaban hacer callar a los molestos. Pero Jesús escucha el
grito, y a aquellos mismos que lo hacían callar les ordena que lo llamen,
como invitándolos a revertir su actitud despectiva e indiferente.
La actitud de los discípulos, que contrasta con la de Jesús, no deja de
ser una advertencia para nosotros. Porque cuando nos habituamos a una
vida cómoda, o nos obsesionamos con los planes que queremos realizar,
preferimos hacer callar a los que interfieren en nuestra programación, in-
tentamos hacer desaparecer la voz de los que perturban nuestra falsa paz,
tratamos de eliminar el reclamo de los que pueden privarnos de la comodi-
dad y de las estructuras que nos hemos creado para sobrevivir.
El reclamo del ciego es una verdadera confesión de fe que reconoce a
Jesús como el Mesías esperado, el descendiente de David que venía a rei-
nar con justicia. Es más, todo el relato indica que el ciego estaba esperan-
do a Jesús con el corazón confiado. Y Jesús, el único capaz de tenerlo en
cuenta, se acerca a él en actitud dialogante, a preguntarle: "¿qué quieres
que haga por ti?"
Jesús declara luego que la fe del ciego ha tenido mucho que ver con su
curación; y esa fe se expresó después del milagro siguiendo a Jesús por el
camino.
El ciego que había ansiado tanto recobrar la vista, habría podido dedi-
carse a muchas cosas hermosas que podría haber soñado en medio de su
ceguera, y sin embargo su reacción fue simplemente seguir a Jesús. Su
corazón le decía que no había nadie ni nada más importante para sus ojos.

Oración:
"Señor, yo también estoy un poco al borde del camino, ciego y
solitario, necesitado y a oscuras. Yo también tengo mis cegueras
y me cuesta ver la luz de tu verdad y el sentido de mi vida. Por
eso te ruego que abras mis ojos y me hagas ver la luz".

325
Domingo 30° durante el año

AÑO C : LC 1 8 , 9 - 1 4

El evangelio no solamente habla de amor, sino que nos muestra las


formas muy concretas como se expresa el amor, para que podamos discer-
nir si nuestro corazón está realmente en Dios. En este texto se reprocha "a
los que confían en su propia perfección y desprecian a los demás", de
manera que contradicen el verdadero amor a Dios, que se expresa confian-
do más en él que en uno mismo, y contradice el amor al prójimo, que se
expresa teniendo compasión y mirando al hermano con buenos ojos.
El publicano, que reconocía su miseria humildemente ante Dios, vol-
vió a su casa en paz con Dios a pesar de sus pecados. Su actitud humilde
agradó a Dios por encima de sus pecados. San Juan Crisóstomo ponía el
ejemplo de los dos carros: "Denme dos carros, uno tirado por un hombre
perfecto, pero sin humildad, y otro tirado por un hombre pecador, pero
humilde. Verán que el carro tirado por el hombre orgulloso termina atas-
cándose y frenándose a causa del orgullo, mientras el carro del hombre
humilde, aligerado por la humildad, comienza a avanzar y pasa adelante".
Cuando el publicano pide perdón, reconoce sinceramente la misericor-
dia de Dios; el centro de su plegaria no es tanto él mismo y su pecado, sino
la súplica de misericordia: "Ten piedad de mí". Esta oración implica arre-
pentimiento, que es el dolor por no haber sido fiel al amor de Dios y el
deseo de responderle mejor. Arrepentimiento que impulsa al cambio.
Pero el fariseo, que sólo contemplaba su propia perfección, y se goza-
ba mirando con desprecio al pecador, no volvió a su casa en paz con Dios,
aunque no hubiera cometido pecados externos, aunque cumpliera toda la
ley de Dios, aunque ayunara y pagara el diezmo. Es lo que expresó San
Pablo en el himno al amor: "aunque repartiera todos mis bienes y entrega-
ra mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve (1 Cor 13, 3).
Así, en la humildad y en el amor compasivo con el hermano podemos
descubrir las dos grandes claves para crecer en la vida de la gracia o para
disponernos a esa vida.

Oración:
"Libérame Señor de esa tonta vanidad que me lleva a poner mi
seguridad en las obras externas y a despreciar a los demás por
sus imperfecciones. Ayúdame a reconocer mi propia miseria y la
grosera fealdad del orgullo".

326
a
Semana 3 0 durante el año

LUNES: LC 1 3 , 1 0 - 1 7

Una espalda encorvada simboliza el agobio de una persona que siente


la vida como una carga. Ha sido tal el peso que ha llevado que no puede
mantenerse erguido. En esos casos, la obra sanadora de Dios consiste en
ayudar a la persona a mirar hacia adelante, a descubrir que no basta con
soportar un peso inevitable, sino que estamos invitados a ampliar nuestro
horizonte, a entusiasmarnos con el futuro. La mirada del Señor "siembra
futuro".
Los que caminamos erguidos tendríamos que preguntarnos si así tam-
bién está nuestro espíritu, si nuestra mirada realmente está atenta a la am-
plitud del horizonte, o si hemos reducido nuestra vida al pequeño espacio
que pisan nuestros pies porque no queremos tener más cargas. Jesús, con
su evangelio, quiere ampliarnos el horizonte y fortalecer nuestra espalda.
Y cuando se amplía la mirada, la reacción adecuada es la alabanza, porque
podemos percibir mejor la gloria de Dios que supera ampliamente el ámbi-
to reducido de nuestras preocupaciones.
Cuando Jesús cura a la mujer aparece el típico reproche de los legalistas
fanáticos: no se puede curar en día de descanso. Pero Jesús intenta que el
cruel controlador de la vida ajena se compadezca de la mujer curada, que
tenía la dignidad de ser una "hija de Abraham". Jesús la compara con un
buey atado para mostrar que la mujer era digna de ser curada aunque fuera
el día de descanso, ya que hasta un buey es liberado de sus cadenas para
permitirle beber, no importa qué día sea. La compasión puede más que
cualquier norma o tradición. El jefe de la sinagoga se indignaba con la
gente: "Tienen seis días para curarse, pero tienen que venir a hacerse curar
justamente hoy, que es el día de descanso" (v. 14). Jesús, en cambio, com-
prende el dolor de la gente que busca curarse, y trata de hipócritas a los
legalistas, ya que también ellos buscan y defienden su propio bien. Así
queda claro que debe ponerse más pasión en buscar el bien de los herma-
nos que en defender las leyes y las tradiciones, por más santas que sean.

Oración:
"Señor, tu que miras el universo, que puedes verlo todo y com-
prender la inmensidad que nosotros no podemos siquiera imagi-
nar, no permitas que mi mirada se encierre en un mundo pequeño
y ayúdame a mirar los horizontes que tú quieres mostrarme".

327
a
Semana 3 0 durante el año

MARTES: LC 1 3 , 1 8 - 2 1

El Reino de Dios está creciendo. Y las parábolas que leemos en este


texto, hablan precisamente de ese Reino en crecimiento, que comienza a
manifestarse en cosas simples y pequeñas, pero que por el poder de Dios
van creciendo hasta alcanzar grandes dimensiones. A los que se desencan-
tan si no ven resultados vistosos, y sólo se sienten importantes si pueden
tener cargos de alto nivel o si reciben misiones llamativas, Jesús les indica
que las cosas grandes comienzan con cosas insignificantes. El Reino es
como una pequeña semilla que termina convirtiéndose en un árbol inmen-
so, o como una pequeña porción de levadura, que lentamente pero sin pausa
termina haciendo fermentar y produciendo una gran masa. Hay que con-
fiar en el secreto de Dios, en su misteriosa acción que trabaja también
cuando nosotros no lo vemos, y reconocer esa fuerza sobrenatural del Rei-
no de Dios que va creciendo a través de lo que parece insignificante.
En el ejemplo del árbol es bello advertir que "los pájaros del cielo van
a cobijarse en sus ramas". Tendríamos que preguntarnos entonces si nues-
tras comunidades están convirtiéndose en ese espacio donde los demás
puedan acercarse con gusto a recibir sombra y abrigo, protección y calor
fraterno; si nuestras comunidades son un ámbito de unidad y de amor, cons-
truido con gestos pequeños pero cotidianos que han ido creando ese espa-
cio comunitario donde cualquiera que llega se siente acogido. Esos gestos
de amor, de compasión y de paciencia, cada pequeña iniciativa para hacer
feliz a otro, son como esa pequeña semilla que con el tiempo produce un
árbol precioso y acogedor. Por eso conviene renunciar a veces a la fiebre
de los grandes proyectos que no nos dejan tiempo para vivir y tratarnos
como hermanos, recordando que Dios hace más con un gesto sincero de
amor generoso que con mil proyectos aparentemente espectaculares. Así
lo entendió San Maximiliano Kolbe cuando renunció a todos sus proyec-
tos y ofreció su vida para salvar a un hermano.

Oración:

"Señor Jesús, quiero adorarte contemplando el poder divino que


reina en tu humanidad glorificada, porque has resucitado lleno
de fuerza y gloria celestial. Reina en este mundo Señor, transfór-
malo y hazlo crecer con tu presencia".

328
a
Semana 30 durante el año

MIÉRCOLES: LC 1 3 , 2 2 - 3 0

Alguien le hace a Jesús una pregunta que hoy no es muy frecuente:


"¿son pocos los que se salvan? En la época de Jesús, en cambio, esta pre-
gunta sobre la salvación era muy importante y frecuente. A cualquier per-
sona religiosa le interesaba saber cómo alcanzar la salvación, como asegu-
rar su entrada al cielo después de la muerte. Por eso en los evangelios se
habla muchas veces sobre la salvación.
Hoy llevamos una vida acelerada, pendientes de muchas cosas, llenos
de distracciones, y habituados al cambio permanente. Nos interesa vivir
bien ahora y evitamos las preguntas sobre lo que pueda suceder cuando
llegue nuestra muerte. Por eso la pregunta más frecuente que se hacen las
personas suele ser: ¿Cómo puedo hacer para vivir bien? ¿Qué tengo que
hacer para estar mejor? Pero no nos damos cuenta que es la misma la res-
puesta para la vieja pregunta, porque lo que Dios nos pide para que alcan-
cemos la salvación es lo mismo que nos puede hacer sentir bien, lo único
que puede darnos verdadera paz, lo único que puede hacernos sentir fir-
mes, seguros, vivos (Deut 6, 24). Y lo que Dios pide es siempre que pon-
gamos nuestra confianza en él y que tratemos de amar.
Pero la pregunta precisa que aparece en este texto es "¿son pocos los
que se salvan?" Jesús prefiere no responder esa pregunta; más bien nos
exhorta a no sentirnos tan seguros de que nuestra vida va por el camino
correcto, y nos indica lo que podría suceder: que una multitud de patriar-
cas, profetas y gente de todas partes llegue a la mesa del Reino de Dios
mientras nosotros no podamos entrar. Antes que estar haciéndonos esas
preguntas nos conviene tratar de entrar por la puerta estrecha, no elegir el
camino fácil de la gloria humana, del egoísmo, de la vanidad, creyendo
que por esos caminos puede alcanzarse la verdadera vida.

Oración:

"Señor, yo sé que en el fondo de mi corazón está presente esa


vieja pregunta por la salvación, pero mi vida está demasiado
acelerada como para detenerme en ese planteo. Ayúdame a en-
trar por la puerta estrecha, para que en el fondo de mi corazón
pueda sentirme seguro y viva en tu paz".

329
a
Semana 3 0 durante el año

JUEVES: LC 1 3 , 3 1 - 3 5

Jesús se lamenta por Jerusalén, la ciudad amada. En su corazón de


judío Jerusalén no podía dejar de ocupar un lugar importante, porque Je-
sús es heredero de una larga tradición que le cantaba a Jerusalén y a su
templo: "¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de
nuestro Dios, su monte santo, su altura preciosa, la alegría de toda la tie-
rra!" (Sal 48, 2-3). "Tus ojos verán a Jerusalén... Allí Yavé será magnífico
para nosotros!" (Is 33, 20.21). "¡Vístete tus ropas de gala Jerusalén, ciu-
dad santa!" (Is 52, 1). "¡Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa de
Yavé! Nuestros pies ya tocan tus umbrales, Jerusalén!" (Sal 122, 1-2).
Jerusalén era la ciudad amada (Sal 87, 2), la elegida por Dios (Sal 78,
68). Por eso Jesús defendió apasionadamente la santidad del templo de
Jerusalén (Mc 11, 15-17; Jn 2, 17), y en este texto dice que "no correspon-
de que un profeta muera fuera de Jerusalén" (Lc 13, 33).
Precisamente por ser la ciudad amada, Jesús experimentaba un profun-
do dolor por su rechazo. Era la ciudad que desde niño él amaba con ternu-
ra, la que ahora lo despreciaba y lo llevaría a la muerte. Por eso, Jesús
lloró contemplándola (Lc 19, 41), y aquí se presenta como una gallina que
siente la irresistible necesidad de reunir a los polluelos bajo sus alas y
sufre tremendamente cuando no logra hacerlo. Todo el corazón humano de
Jesús vibra con fuerza apasionada en este lamento y en estas lágrimas de
amor herido.
Esto debería invitarnos a amar también nosotros con ternura los luga-
res que son importantes para nuestra vida, la propia patria, que también es
un don de Dios que no puede dejar de preocuparnos, un don de Dios que
estamos llamados a cuidar y a mejorar, un regalo de su amor por el cual a
veces deberíamos sufrir y llorar. La indiferencia no era la actitud de Jesús.
Sin embargo, aunque se lamenta por Jerusalén, Jesús parece anunciar
que la ciudad amada no cerrará su corazón para siempre (13, 35).

Oración:

"Señor, quiero contemplar tu corazón humano, enamorado de tu


tierra y de tu pueblo, enternecido y conmovido por la ciudad
amada. Quiero contemplar esas lágrimas y ese lamento que nos
revelan tu verdadera humanidad, capaz de sufrir por amor".

330
a
Semana 30 durante el año

VIERNES: LC 1 4 , 1-6

Una persona enferma se pone delante de Jesús. Sería bueno que el lec-
tor se preguntara cuál es su actitud cuando se le presenta una persona en-
ferma. El mundo de hoy, tan vitalista y consumista, busca el placer, la
intensidad, ama la juventud y la fuerza, pero no tolera todo lo que le hable
de debilidad, todo lo que le haga recordar los límites de esta vida.
Por eso es normal que a un hombre de hoy le resulte profundamente
desagradable que una persona débil y enferma se le ponga delante.
Jesús en cambio, con un corazón sano y generoso, no podía sentir
repulsión por las personas débiles, sólo podía amarlos; es más, eran sus
preferidos, porque él quiere de verdad socorrer nuestra miseria.
Por eso el evangelio no nos dice solamente curó al enfermo; nos dice
también que Jesús "lo tomó". No basta decir que toleró su presencia, o que
no intentó sacárselo de encima, sino que lo agarró, lo abrazó, así le hizo
sentir que era importante para él, y sólo después lo curó.
Jesús indica que hacer el bien al hermano necesitado está por encima
de las demás leyes, como la ley del descanso, y se presenta como un aman-
te de la vida, dador de vida para el ser humano.
Pero los fariseos, que debían buscar el bien del pueblo, son incapaces
de alegrarse por el bien de la persona curada. Ellos simplemente "lo vigi-
laban". Pero Jesús les hace saber que, así como un padre no puede dejar a
su hijo dentro de un pozo, él no puede dejar solo al hermano enfermo sin
aliviarlo.
El celo por la ley de Dios debería expresarse ante todo en el celo por la
felicidad del hermano, porque la primera ley es el amor.

Oración:

"Señor, ayúdame a descubrir tu mano fuerte que me toma cuan-


do estoy débil y abatido, pero regálame también fortaleza y ge-
nerosidad para aliviar los angustias de los demás, para soste-
nerlos con mi amor Ama y fortalece tú a los demás a través de
mis gestos".

331
a
Semana 3 0 durante el año

SÁBADO: Lc 1 4 , 1 . 7 - 1 1

Jesús fue invitado por un banquete que organizaba un jefe de los fari-
seos. Si recordamos que entre los fariseos era frecuente la costumbre de
cuidar la apariencia social y de buscar ser admirados y reconocidos, se nos
hace evidente que el ambiente de ese banquete, lleno de fariseos preocu-
pados por estar cerca del jefe mayor, no era precisamente de humildad y
sencillez. De hecho el evangelio narra que "los invitados andaban buscan-
do los primeros puestos" (v. 7).
A ellos Jesús dirige una enseñanza: cuando uno busca el último lugar
se evita problemas y tensiones; evita una carrera desgastante de vanida-
des, temores, competencias y humillaciones. En cambio, el que busca el
primer lugar se expone a fracasos dolorosos, situaciones humillantes, des-
engaños.
Por eso decía Carlos de Foucauld: "Señor, te pido que me des el últi-
mo lugar, ese lugar que nadie querrá quitarme".
Pero para los que llevan años, o quizás toda la vida, pendientes de la
mirada de los demás, es muy difícil liberarse de este verdadero vicio y
reconocer que "somos lo que somos ante la mirada de Dios, y nada más".
Es necesario pedir la luz de Dios para reconocer que la preocupación
por ser bien vistos nos lleva a representar un personaje, de manera que
finalmente ni nosotros mismos sabemos quiénes somos en realidad, y así
perdemos la identidad que Dios quiso regalarnos.
De esa manera, tampoco tenemos nada auténtico para ofrecer a los
demás y no podremos amar a nadie en serio.

Oración:

"Coloca en mí tus sentimientos y tu generosidad, Señor, para


que aprenda a compartir mi vida con los pobres, y sobre todo a
vivir con ellos la fiesta de la amistad. Libérame de actuar bus-
cando siempre mis propios intereses, haciendo de las relaciones
humanas un permanente comercio".

332
Domingo 31° durante el año

AÑO A : MT 2 3 , 1 - 1 2

La búsqueda de la apariencia, del reconocimiento social, el deseo del


aplauso, de la alabanza. Jesús en este texto toca una de las debilidades más
groseras del ser humano. Y en quienes no pueden tener ese reconocimien-
to, esta tendencia puede convertirse en resentimiento, aislamiento, egoís-
mo. La actitud contraria es el servicio motivado por el deseo de responder
al amor de Dios, o al menos por el anhelo de que la propia vida sea fecun-
da, útil, beneficiosa para los demás.
Jesús, tan tolerante, respeta la autoridad de los fariseos, y aunque re-
procha sus actitudes, no pide a la gente que les desobedezcan; sólo les
pide que no imiten su forma de vivir y de actuar.
A diferencia del corazón interesado de los fariseos, que buscaban la
gloria humana, la actitud del que hace las cosas sólo por amor es lo que
llamamos "gratuidad"; es la actitud del que es capaz de entregarse "gra-
tis", porque no puede hacerlo de otra manera, porque simplemente necesi-
ta hacer el bien, porque ama espontáneamente el bien. Pero para lograrlo
es necesario que nos sane y nos libere la "gracia" de Dios, el amor gratuito
de Dios que se derrama en nosotros sin necesitar nada de nosotros, porque
él es plenitud de vida y de felicidad. Solamente saciados por el amor de
Dios podemos hacer el bien sin esperar recompensas, reconocimientos,
aplausos o agradecimientos.
Esta experiencia de no necesitar una aprobación permanente de los
demás, esta vida puesta en las manos de Dios y no en la fuerza efímera de
los elogios, brinda una sensación de profunda libertad. En cambio, la vida
del que hace las cosas sólo "para ser bien visto" produce una sensación de
tremenda esclavitud que es una verdadera humillación interior.

Oración:

"Señor, libérame con la libertad de tu amor, para que sólo de-


penda de tu mirada que me comprende, me alienta y me estimula,
y no viva pendiente de la mirada de los demás, del aplauso o de
la aprobación".

333
Domingo 31° durante el año

AÑO B: MC 1 2 , 2 8 - 3 4

Era pesada la multitud de normas y preceptos que tenían los judíos, no


sólo en la Sagrada Escritura, sino sobre todo en las tradiciones que habían
impuesto los fariseos.
Nosotros también, muchas veces nos perdemos en medio de una mul-
titud de obligaciones morales que pesan en nuestra conciencia, y nos lle-
namos de escrúpulos, de autoreproches, de sentimientos de culpa. Necesi-
tamos que Jesús nos diga dónde tenemos que tratar de poner el acento para
tener la tranquilidad de estar en su camino a pesar de nuestras debilidades.
Y Jesús es muy claro; lo primero que espera Dios de nosotros es que lo
amemos. Puede suceder, de hecho, que una persona no cometa pecados
evidentes, que su vida sea correcta y elogiable, pero que en realidad sólo
se ame a sí misma y su propia perfección. Jesús nos dice que no es eso lo
que Dios espera de nosotros, sino que en primer lugar espera que lo ame-
mos, con un amor verdadero que brote de lo más profundo, del "corazón",
con un amor que sea también deseo de su amor y de su presencia, es decir,
con toda el "alma", y con un amor donde se integre también todo el dina-
mismo de nuestra vida, nuestros impulsos, nuestro trabajo, nuestras accio-
nes; no porque tengamos que ser perfectos en todo lo que hagamos, sino
porque lo hacemos presente a él en medio de todo lo que hacemos.
Pero este amor debe manifestarse también en una forma de actuar se-
mejante a la de Dios, es decir, en una vida compasiva con el hermano, para
amarlo a él como Dios me ama, para perdonarlo como Dios me perdona,
para desear su bien. Y amarlo como a mí mismo significa romper las pare-
des de mi propio yo, para que así como deseo mi felicidad pueda desear
también la felicidad del hermano, para que así como me preocupo por mis
problemas, también me preocupe por los problemas del hermano.

Oración:

"Mi Señor, sin tu gracia yo no puedo salir de mis propios intere-


ses, sin tu amor no puedo liberarme del egoísmo. Transfórmame
Señor, para que pueda amarte con todo mi corazón, con toda mi
mente y con todo mi espíritu, y para que pueda amar a los demás
como me amo a mí mismo".

334
Domingo 31° durante el año

AÑO C : LC 1 9 , 1 - 1 0

Zaqueo era jefe de recaudadores de impuestos, que se enriquecían co-


brando impuestos para el imperio romano. Su gran riqueza se debía a que
los romanos permitían que los recaudadores cobraran un plus, con tal que
entregaran para el imperio la suma que ellos les reclamaban. Y al ser jefe
de recaudadores, Zaqueo tenía más posibilidades de acumular dinero.
Llama la atención ver a un hombre rico trepado a un árbol. Pero la baja
estatura se lo exigía. Y quizás esa misma estatura pequeña lo había lleva-
do a acumular bienes para compensar su complejo de inferioridad.
Zaqueo quería ver a Jesús, y su interés lo lleva a treparse al árbol sin
vergüenza. Hay que advertir que su actitud contrasta con la de los fariseos,
que no tenían interés en ver a Jesús o en escucharlo, sino simplemente en
hacerlo desaparecer. Y la apertura de Zaqueo, que había sido tocado en su
parte buena por el atractivo de Jesús, le permitió encontrar a Jesús no
como un enemigo peligroso, sino como un verdadero liberador.
Jesús se dirige a Zaqueo reconociendo su candidez interior, ese resqui-
cio receptivo de su corazón, e invitándolo a bajar rápidamente. Y la reac-
ción de Zaqueo fue inmediata y feliz, espontánea y alegre.
Que Jesús lo mirara, se acercara exclusivamente a él y se hospedara en
su casa, fue para Zaqueo lo que él necesitaba para superar su apego al
dinero. El modo como Jesús lo trató, bastó para hacerle descubrir su pro-
pio valor y no dejarse ya dominar por el afán desenfrenado de dinero.
La respuesta de Zaqueo al amor de Jesús fue devolver cuatro veces
más de lo robado (2 Sam 12, 6) e ir más allá de lo exigido por la Ley
repartiendo la mitad de sus bienes. Jesús no le pide nada más, no le exige
el desprendimiento total que era propio de un llamado especial. La res-
puesta de Zaqueo bastaba para mostrar que a su corazón había llegado la
salvación.

Oración:
"Señor Jesús, tú conoces mi miseria y mi dificultad para cam-
biar Pero te ruego que toques esa parte buena que hay en mí
para que pueda vencer mis desconfianzas y mis apegos, para que
me atreva a ponerme ante ti y puedas terminar la obra que empe-
zaste en mi vida".

335
a
Semana 3 1 durante el año

LUNES: LC 1 4 , 1 2 - 1 4

Jesús se dirige al jefe de los fariseos, que había organizado la cena,


invitando sólo a personas de su "nivel" social y económico. Y Jesús le
pide que rompa ese círculo de vanidades e intereses mundanos. Porque los
que tienen intereses políticos, económicos, o ligados a la vanidad social,
se invitan mutuamente, creando un mundillo donde no hay un deseo gene-
roso de homenajear al amigo o de hacerlo feliz, sino solamente de alimen-
tar el propio prestigio y los propios intereses.
Por eso Jesús exhorta a dar un paso verdaderamente celestial: invitar a
los pobres, a los ciegos, a los lisiados, a esos que son mirados con despre-
cio, que no tienen prestigio, que no pueden brindarnos ninguna retribu-
ción, ni económica, ni estética, ni sensual. Esto supone un corazón trans-
formado por la gracia de Dios de tal manera que se ha hecho como el de
Jesús, que siendo el Hijo de Dios quiso compartir su vida con los más
pequeños, con los despreciados, con los olvidados, pero no por algún inte-
rés, sino por un amor verdaderamente gratuito. Esta "gratuidad" no le re-
sulta fácil al corazón egoísta, y sólo invade al corazón que se deja trans-
formar por el Espíritu Santo que Jesús nos regala.
Obrando así, con gratuita generosidad, uno recibirá una recompensa
eterna, de un valor y una belleza muy superiores, y representará en su vida
la manera de obrar de Jesús, que se entregó por nosotros sin necesitar de
nosotros, por pura generosidad.
En este texto, Jesús nos muestra la verdadera actitud cristiana ante los
pobres. No se trata sólo de dar limosna, de repartir los bienes, como quien,
sintiéndose superior da una muestra de su grandeza ascética repartiendo
cosas a los miserables. Por eso dice San Pablo: "Aunque yo repartiera
todos mis bienes... si no tengo amor no me sirve de nada" (1 Cor 13, 3). Se
trata más bien de compartir la vida con ellos, de sentarlos a la propia mesa,
de compartir con ellos la propia fiesta; se trata de hacerse amigo de ellos
sin avergonzarse de ser identificado con ellos.

Oración:
"Señor, que aprenda a compartir mi vida con los pobres, y sobre
todo a vivir con ellos la fiesta de la amistad. Libérame de actuar
buscando siempre mis propios intereses, haciendo de las relacio-
nes humanas un permanente comercio".

336
a
Semana 3 1 durante el año

MARTES: LC 1 4 , 1 5 - 2 4

Jesús compara el Reino de los Cielos con una fiesta, con un banquete
de bodas; es el Reino de la alegría compartida. Es cierto que esto supone
una experiencia personal, el encuentro con Cristo que "vive en mí" (Gál 2,
20); pero esa identificación espiritual con Cristo me lleva a identificarme
también con su sueño, que es el de reinar en toda la humanidad. Amando a
Cristo comparto su sueño comunitario, y me uno a los demás para comen-
zar a vivir con gozo y gratitud la fiesta del Reino.
Esta parábola del banquete se sitúa en el contexto del rechazo de las
autoridades religiosas del pueblo judío, que eran los invitados especiales
y rechazaron la invitación, y por eso la fiesta se abre a todos los pueblos.
A diferencia de Mateo 22, 1-10, esta narración de Lucas tiene una divi-
sión en tres partes: primero se invita a los que están en el camino de la fe
y practican la Ley de Dios. Estos, detrás de la apariencia de su religiosi-
dad, tienen el corazón cerrado, no están preparados para vivir el Reino de
Dios como una fiesta.
Entonces se les da prioridad a los últimos, a los despreciados de la
sociedad, a los que no tienen nada: los pobres, lisiados, ciegos y cojos.
Ellos, detrás del espectáculo aparentemente grotesco de sus enfermedades
y límites, pasan a ser los preferidos para vivir la alegría del Reino, que es
superior a las seguridades de este mundo.
Es interesante notar que en 14, 13 aparecen también los "pobres, lisia-
dos, ciegos y cojos". A ellos tenemos que invitarlos a nuestras fiestas por-
que Dios los prefiere, y sus corazones aceptan fácilmente la invitación.
Pero como en el Reino de Dios hay mucho espacio para todos, enton-
ces se invita a todos los que andan por las calles y caminos, sin excepción.
Los únicos que quedan excluidos son aquellos que, por considerarse más
perfectos que todos, no se sienten necesitados de Dios y no se dejan trans-
formar por él.

Oración:

"Señor, te doy gracias porque me invitas a vivir mi camino cris-


tiano como una fiesta comunitaria, y porque la vida eterna será
esa fiesta en plenitud. Pero te pido la gracia de aprender a abrir
el corazón para poder participar de ese maravilloso banquete".

337
a
Semana 3 1 durante el año

MIÉRCOLES: LC 1 4 , 2 5 - 3 3

Amar a Jesús es entregar lo más profundo del corazón al que derramó


su sangre para purificarlo, al que puede darle sentido y luz, al que tiene el
derecho de ser Señor de ese corazón. Ningún otro ser humano puede ejer-
cer ese dominio santo, porque sólo Jesús es Dios.
Jesús invita a tomar la cruz, como él la tomó. No se trata de buscar
cruces, sino de aceptar la que haya que llevar por el Reino. Ante todo la
cruz de la convivencia cotidiana, con todos los actos de paciencia y de
generosidad que nos exige; también la cruz de las molestias propias de
esta vida limitada, los cansancios, las inseguridades, las purificaciones
que nos van madurando poco a poco. Así, en lo cotidiano puede vivirse
con amor un martirio oculto, que es también el éxtasis de entregar la vida
con humildad.
Pero es tomar la cruz para seguirlo; no es la cruz el centro de todo,
sino el seguimiento de Cristo, su persona y la atracción de su amor. Luego
este texto parece cambiar de tema, y nos presenta el ejemplo del que no
calculó bien y no puedo terminar la torre, y del que calcula la cantidad de
hombres que tiene antes de ir a la guerra. Parece una invitación a ser pre-
visores, pero la conclusión de estos dos ejemplos es: "de la misma manera,
cualquiera de ustedes que no renuncie a sus bienes no puede ser mi discí-
pulo". Eso significa que antes de colocarnos en el camino para seguir a
Jesús, tenemos que tener la decisión clara de renunciar a nuestros bienes;
antes de decirle a Jesús que queremos seguirlo, tenemos que hacer el cál-
culo y descubrir si verdaderamente estamos dispuestos a renunciar a todo.
Porque si no es así, nuestra vida cristiana está enferma desde el principio,
y no podrá desarrollarse; la torre no podrá ser completada y la batalla no
podrá ser vencida. Necesariamente, el que se pone en el camino de Jesús
tiene que estar dispuesto a entregarlo todo por él, si es necesario. No nos
conviene, entonces, ocultar o disimular las exigencias del Reino de Dios.
No pide algo; lo pide todo, o no vale la pena.

Oración:
"Señor, enséñame a no tomar con negligencia y superficialidad
el camino que me propones; ayúdame a descubrir que ese cami-
no no es una parte de mi vida, sino todo, y que para tomarlo en
serio tengo que estar dispuesto a entregártelo todo".

338
a
Semana 3 1 durante el año

JUEVES: Lc 1 5 , 1 - 1 0

Este capítulo presenta las tres parábolas de la misericordia: la oveja


perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo. Pero las tres van dirigidas a
los fariseos que eran incapaces de alegrarse por los pecadores que se acer-
caban a Jesús.
Por eso, la parábola del hijo pródigo es ante todo la parábola del Padre
misericordioso, pero también la del hermano envidioso e insensible, inca-
paz de comprender a su hermano y de alegrarse por su regreso.
En este texto tenemos las parábolas de la oveja y de la moneda perdi-
da, donde se muestra que Dios busca todas las maneras posibles para ha-
blarnos de su amor y de su misericordia. Además, las dos parábolas indi-
can que el amor de Dios no es general, como si nos quisiera a todos en
multitud, sino que su amor es particular, porque su amor y su inteligencia
infinita le permiten estar plenamente atento a todos al mismo tiempo y a
cada uno en particular. Por eso, da la impresión que al buscar la oveja
perdida no hubiera en el mundo otra cosa más que ella.
Por otra parte, las dos parábolas destacan la sinceridad de esta preocu-
pación del Señor, porque nos hablan de la alegría, de la fiesta que hay en el
corazón de Dios cuando recupera a un perdido. El pastor que recupera la
oveja la pone sobre sus hombros "contento", y la mujer que recupera la
moneda (que era como un anillo de casamiento) invita a sus vecinas para
festejar.
Algunos autores espirituales (Gregorio de Nisa, Taulero), al leer la
parábola de la moneda, interpretan que esa moneda amada es lo más valio-
so del corazón del hombre, su centro más profundo y bello, muchas veces
cubierto por el polvo de las preocupaciones y vanidades. La mujer es Dios,
que limpia la casa, el interior del hombre, hasta que vuelve a relucir ese
centro dorado que se había perdido bajo el polvo.

Oración:

"Señor, te adoro por tu gran misericordia y te doy gracias por-


que me buscas con amor cuando ando perdido. Dame la gracia
de mirar a los demás con tus ojos misericordiosos para que me
alegre por su bien".

339
a
Semana 3 1 durante el año

VIERNES: LC 1 6 , 1-8

Este texto nos habla de un administrador deshonesto, que al saber que


está por perder su puesto, se enfrenta a una situación angustiosa. Es hora
de tomar decisiones astutas y urgentes para poder sobrevivir.
Está por quedarse en la calle, y necesita asegurar su futuro. Por eso,
reduce parte de la deuda a los deudores de su jefe; de esa manera se gana
su amistad para que luego lo reciban y lo auxilien cuando quede en la
calle.
El texto parece indicar que lo que hizo este administrador no era ho-
nesto. Muchos comentadores han hallado una salida: decir que el porcen-
taje de la deuda que el administrador perdonó a los deudores era en reali-
dad lo que le correspondía a él como ganancia por lograr cobrar las deudas.
También hoy, cuando algunas deudas parecen incobrables, se le ofrece
al cobrador un porcentaje alto para estimularlo a buscar la manera de co-
brar esas deudas, y a veces se concede hasta el 50 % de la deuda. En ese
caso, este administrador no habría sido deshonesto, porque estaba dispo-
niendo del porcentaje que le correspondía a él por el cobro de las deudas.
En ese caso, la astucia estaba en optar por acumular amigos, en lugar de
acumular dinero.
De cualquier manera, tanto en esta parábola como en cualquier otra,
no se trata de explicar los detalles, sino de captar la enseñanza de fondo.
Aquí simplemente se nos invita a usar el dinero con inteligencia, haciendo
el bien, compartiendo, dando limosna, porque de esa manera acumulamos
un tesoro en el cielo: "El que se apiada del pobre presta dinero al Señor"
(Prov 19, 17).

Oración:

"Señor, ilumíname para que no me engañe a mí mismo creyendo


que es la acumulación de bienes lo que asegura mi futuro. Lo que
tú me pagarás abundantemente es lo que yo haya entregado con
generosidad. Por eso, Señor, enséñame a ver que lo que me que-
da para el futuro son las obras de amor que haya realizado".

340
a
Semana 3 1 durante el año

SÁBADO: LC 1 6 , 9 - 1 5

Acumulando dinero no estamos obrando astutamente, porque el dinero


acumulado, que nos encierra en nuestros propios intereses, nos enferma el
corazón, no nos brinda ninguna riqueza sobrenatural y nos aleja del cami-
no de la fraternidad. El que se dedica a acumular posiblemente termine
colocando al dinero en el lugar de Dios y por encima del estilo de vida que
propone el evangelio: "No pueden estar al servicio de Dios y del dinero"
(v. 13). Es mejor usar el dinero para ganar amigos que nos recibirán en el
cielo. Sólo así nuestro futuro está asegurado.
Pero este texto tampoco nos invita a usar alegremente el dinero y a
despreocuparnos por el uso que damos a los bienes. Al contrario, el evan-
gelio nos llama a ser fieles en el uso del dinero, a preocuparnos por usarlo
bien. Y usarlo bien es compartirlo, es utilizarlo para brindar felicidad a
otros. Si leemos el versículo 11 allí podemos descubrir la seriedad de esta
misión: "Si en el uso del dinero sucio no saben ser fíeles ¿Quién les con-
fiará los bienes verdaderos?" Dios quiere poner en nuestras manos cosas
mucho más valiosas que el dinero, pero para eso tenemos que mostrar que
podemos usar generosamente el dinero que se nos confía.
Y así como la invitación a la castidad puede despertar la burla de los
que viven pensando en el placer, esta exhortación de Jesús despertaba la
burla de los que vivían pendientes del dinero. Tan obsesionados estaban
por obtener ganancias, que les parecía tonto y utópico hablar de despren-
dimiento: "Oyeron estas cosas unos fariseos amantes del dinero, y se bur-
laban de él" (v. 14). También hoy suelen escucharse con una sonrisa iróni-
ca las enseñanzas de la Iglesia en su doctrina social, como si se tratara de
algo poco realista, iluso y desconectado de la vida real. Pero es justamente
ese olvido de la justicia, de la solidaridad y de la generosidad lo que pro-
voca tanta miseria, tanto dolor y tanta desigualdad. La angustia del que
vive sumergido en la desesperación, excluido de toda posibilidad de desa-
rrollo humano, no puede ser mirada con una sonrisa irónica.

Oración:
"Señor, que pusiste bienes en mis manos para que los adminis-
tre generosamente, para que con ellos pueda brindar algo de fe-
licidad a los hermanos, coloca en mi interior un poco de tu gene-
rosidad divina, para que me goce en la alegría de los demás".

341
Domingo 32° durante el año

AÑO A : MT 2 5 , 1 - 1 3

La parábola de las diez vírgenes que esperan al esposo nos recuerda


toda la espiritualidad de la alianza, ya que en el Antiguo Testamento los
profetas presentaban la relación del pueblo con Dios como una alianza
matrimonial, donde Dios era siempre fiel, pero el pueblo se comportaba
como una mujer infiel, incluso como una prostituta. Todo el libro del pro-
feta Oseas está marcado por esa imagen del amor defraudado, pero que no
se deja vencer por las infidelidades de la mujer amada.
Aquí se nos presenta el Reino de los Cielos como un banquete nupcial,
donde el Señor es el novio y la esposa es la Iglesia amada (Apoc 2 1 , 2), y
se nos invita a todos a estar atentos para poder participar de esa fiesta.
La fiesta es una realidad comunitaria; es más que un encuentro perso-
nal con el amado, porque es un encuentro de hermanos que comparten la
alegría. Por eso decía San Buenaventura que el amor a los hermanos au-
mentará nuestra capacidad de gozo, ya que los que aman no se alegran por
su propio bien, sino también por la felicidad de los demás, y así cada her-
mano que tengan a su lado duplicará su propia alegría.
Al final de nuestra vida en la tierra, nos espera una fiesta. No es lo
mismo esta vida si al final está el vacío, la oscuridad, la nada, o si, en
cambio, nos espera un abrazo, un encuentro de amor, una fiesta eterna.
Las vírgenes prudentes representan a los que siempre están preparados
para esa fiesta, de manera que nunca podrá tomarlos de sorpresa la llegada
del novio. Las vírgenes necias son los que viven como si su vida fuera
eterna, como si nunca se fuera a terminar, y entonces dejan siempre para
después su conversión. El aceite que mantiene la lámpara encendida es
aquello que siempre hay que cuidar y que nunca puede faltar en la vida
cristiana: el amor. Así se ve en este mismo capítulo 25 cuando Jesús indica
qué se tendrá en cuenta en el juicio sobre nuestra vida: lo que hicimos o no
hicimos por los hermanos (Mt 25, 31-46).

Oración:
"Te pido Señor que derrames tu gracia en mi corazón para que
mi lámpara no se apague, para que siga ardiendo el fuego del
amor. Coloca en mí la fuerza de tu propio amor para que yo pue-
da derramarlo en los demás, porque en el atardecer de mi vida
me preguntarás por el amor".

342
Domingo 32° durante el año

AÑO B: MC 1 2 , 3 8 - 4 4

Los escribas, que estudiaban la Ley de Dios, buscaban aparentar frente


a los demás, apareciendo como sabios y santos, pero al mismo tiempo se
enriquecían apoderándose de los bienes de las viudas. Jesús despreciaba
profundamente esa religiosidad que escondía egoísmos e injusticias.
Por el contrario, Jesús se admiraba y se gozaba frente a la generosidad
de los pobres, y lo subyugaba la religiosidad de los sencillos que se expre-
saba en gestos de desprendimiento. Por eso en este texto, luego de hablar
de las injusticias que los falsos piadosos cometían con las viudas, se nos
presenta el modelo de una de esas viudas pobres y explotadas.
Cuando Jesús vio a la viuda pobre echando en la alcancía del templo
las únicas monedas que tenía para sobrevivir, llamó a los discípulos para
que valoraran ese gesto generoso. Y Jesús indica que el valor de una ofrenda
no está en la cantidad sino en lo que significa de ofrenda generosa y de
renuncia a sí mismo. Las pocas monedas de aquella viuda no eran poco,
porque para ella eran todo.
Tendríamos que dejarnos motivar por la belleza de esta escena. El co-
mentario de Jesús nos muestra que los gestos de generosidad cautivan sus
ojos amantes.
Sería bueno entonces que nos preguntáramos cuánto hace que no cau-
tivamos al Señor con nuestras ofrendas. Y si en realidad esos gestos se nos
hacen imposibles, porque en el fondo sólo somos capaces de pensar en
nosotros mismos, tendremos que pedir la gracia de una generosidad since-
ra, para que podamos experimentar el éxtasis de salir de nosotros mismos,
de vivir a otro nivel, para que podamos entrar en ese mundo maravilloso
que se hace presente en nuestra vida cotidiana cuando logramos prolongar
en nuestras vidas la entrega de Jesús, que no dio algo, sino que lo dio todo.

Oración:

"Mira Señor mi corazón egoísta, apegado a los bienes, y sánalo.


Coloca en él algo de tu generosidad desbordante que te llevó a
entregarlo todo en la cruz. Tú que sabes lo que es darse a sí
mismo, enséñame Señor".

343
Domingo 3 2 ° durante el año

AÑO C : LC 2 0 , 2 7 - 3 8

Los saduceos eran uno de los grupos del judaismo de la época de Jesús,
permanentemente enfrentados con los fariseos. Ellos se atenían sólo a lo
que enseñaban los primeros cinco libros de la Biblia y rechazaban todos
los demás. Además, despreciaban todas las tradiciones populares que se
comunicaban de manera oral, que iban pasando de padres a hijos, de gene-
ración en generación.
Por eso, ellos rechazaban muchas creencias populares defendidas por
los fariseos. Por ejemplo, negaban que hubiera una vida después de la
muerte, que hubiera una resurrección.
Ellos seguían con una doctrina muy antigua que sostenía que el hom-
bre era premiado o castigado en esta vida, y por eso los ricos eran los
bendecidos por Dios. Y su interés por esta doctrina se explica porque ellos
mismos pertenecían a las familias más ricas de Jerusalén.
En este texto ellos intentan ridiculizar la fe en una vida después de la
muerte poniendo el caso de una mujer que se casó siete veces, y se imagi-
naban a los siete esposos en la vida eterna peleando por la mujer. De allí
concluían diciendo que no hay una vida después de la muerte.
Pero Jesús, que era tan duro con los defectos de los fariseos, esta vez
se pone de parte de ellos y defiende la fe en la vida eterna que ellos predi-
caban. Hace ver a los saduceos que en la vida eterna nadie necesita poseer
nada ni tener una mujer como propia, porque allí vivimos completamente
liberados de todo dominio, ya que por el poder de Dios recibimos todo lo
que necesitamos para ser felices. La vida eterna no solamente es gozo,
también es plena libertad.
Y Jesús defiende la fe en la vida eterna a partir de la verdadera imagen
de Dios: él es un Dios de vivos que comunica la vida permanentemente, y
por eso él puede regalar a sus hijos amados una vida que nunca se acaba.

Oración:

"Te adoro a ti Señor, tú que eres un Dios de vivos, lleno de vita-


lidad y poder, que te gozas comunicando la vida a tus hijos y no
los abandonas en poder de la muerte. Concédenos que sepamos
valorar ese llamado a la vida eterna".

344
a
Semana 3 2 durante el año

LUNES: LC 1 7 , 1-6

Este texto encierra varias instrucciones a los discípulos para que sus
vidas cumplan la voluntad del Padre. En primer lugar les pide que eviten
todo escándalo, es decir, todo lo que pueda hacer tropezar a los demás.
Pero pide un cuidado especial por los pequeños, los que no tienen conoci-
mientos, ni poder, ni algo a qué aferrarse, y sólo tienen su fe para que los
sostenga.
La grandeza y el poder de Dios se manifiestan especialmente en su
paciencia y en su compasión (Sab 12, 16-22), pero eso nos exige ser com-
pasivos con los demás como el Padre celestial es compasivo con nosotros
(Lc 6, 36-38). Es lo que expresamos al decir "perdónanos como nosotros
perdonamos". No hay que cansarse de perdonar, no hay un límite, porque
el hermano siempre merece una nueva oportunidad: si vuelve siete veces
al día, las siete veces debe ser perdonado. También San Pablo exhortaba:
"No nos cansemos de hacer el bien, que a su tiempo tendremos una cose-
cha si no desfallecemos" (Gál 6, 9). Y vale la pena leer las motivaciones al
perdón que nos ofrece el Eclesiástico en 28, 1-12: Dios aplicará con noso-
tros la misma medida de perdón que usemos con los demás (l-2); el que
perdona se dispone mejor a ser curado por Dios (3); si nos acordamos del
fin de nuestra vida no perderíamos energías en rencores (6); el perdón es
un pedido que Dios nos hace (7); la venganza y las agresiones provocan
daños peores (8-12). Pero sobre todo habría que mirar el modelo de Jesús,
que cuando le cargaban la cruz buscaba una excusa para disculpar a los
que le hacían daño: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen"
(Lc 23, 34).
Finalmente, se nos invita a desear que nuestra fe crezca, porque todo
lo que parece difícil y complejo puede ser alcanzado si se tiene fe. Basta-
ría una fe pequeñita como una semilla para que podamos hacer grandes
prodigios. Por lo tanto, esa fe, esa confianza humilde en el poder de Dios,
puede darnos fuerzas para perdonar, aun cuando parezca muy difícil.

Oración:
"Señor, tu me mostraste un camino, me enseñaste un estilo de
vida, pero necesito tu gracia para poder lograrlo. Tu propia vida
es el mejor testimonio, tú eres el modelo, pero sin tu poder nada
puede cambiar en mi existencia concreta. Ayúdame Señor".

345
a
Semana 3 2 durante el año

MARTES: LC 1 7 , 7 - 1 0

Los seres humanos, con nuestra visión limitada, muchas veces nos con-
fundimos, nos desubicamos, porque perdemos la verdadera dimensión de
las cosas. Somos criaturas pequeñas, limitadas, hemos recibido la vida
como un regalo. Por eso nuestra actitud debe ser ante Dios la de un servi-
dor generoso, humilde, siempre agradecido. La vida y todo lo que es parte
de la vida es un don permanente; si Dios dejara de actuar en nosotros con
su infinito poder, nos desvaneceríamos en la nada.
Somos servidores, y está completamente fuera de lugar pretender que
Dios esté a nuestro servicio por lo poco que nosotros podamos ofrecerle;
como sería tonto pretender que, por nuestro trabajo, un patrón se pusiera a
servirnos como si fuéramos su amo. Es simplemente sentido común, el
cual a veces perdemos por centrarnos en nuestro propio yo. Sin embargo,
Jesús mismo se arrodilló ante sus discípulos y les lavó los pies (Jn 13, 4-
5), pero fue para que advirtieran que la misión que recibían era para servir,
no para dominar (Jn 13, 15-16). El mismo nos dijo: "aprendan de mí que
soy manso y humilde de corazón" (Mt 11, 29), porque él, siendo Dios, "se
anonadó a sí mismo y tomó la condición del servidor" (Flp 2, 7).
A nosotros, que dependemos permanentemente del auxilio de Dios,
nos conviene recordar la reflexión de San Pablo: "¿Qué tienes que no ha-
yas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te glorías como si no lo hubie-
ras recibido?" (1 Cor 4, 7). "Esta es la confianza que tenemos delante de
Dios por Cristo. No somos capaces de atribuirnos cosa alguna, como pro-
pia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios" (2 Cor 3, 4-5).
Así lo explica el Catecismo de la Iglesia Católica: "Frente a Dios no
hay, en el sentido de un derecho estricto, mérito alguno por parte del hom-
bre. Entre él y nosotros la desigualdad no tiene medida, porque nosotros lo
hemos recibido todo de él, nuestro creador... Los méritos de las obras
buenas deben atribuirse a la gracia de Dios en primer lugar y al fiel segui-
damente" (CATIC 2007-2008).

Oración:
"Tu, Señor, que siendo infinito, quisiste hacerte un servidor humil-
de, sin reclamar glorias ni reconocimientos, renueva mi vida con
tu luz, para que descubra mi realidad, para que no olvide que no
soy más que tú, y que mi verdad es la de ser un simple servidor".

346
a
Semana 3 2 durante el año

MIÉRCOLES: Lc 1 7 , 1 1 - 1 9

Sabemos que los leprosos en la antigüedad eran muertos en vida, des-


tinados simplemente a esperar la muerte. El Levítico les impedía partici-
par del culto y de la vida social, pero en realidad esto se entiende simple-
mente para proteger a los demás del contagio masivo, ya que se trataba de
una enfermedad de difícil curación y muy desagradable. Por los mismos
motivos, cuando alguno se consideraba curado, debía presentarse a los
sacerdotes para que certificaran su curación y fuera admitido al culto, lo
cual implicaba al mismo tiempo su reinserción en la sociedad.
Por eso, la curación de la lepra era un poderoso signo de liberación y
restauración del hombre, y cuando Jesús curaba leprosos simbolizaba de
una manera luminosa que él venía a buscar el bien del hombre. Para ser
liberado por él se requiere fe (v. 19).
En este texto hay un detalle que nos ofrece otra pista de reflexión. Sólo
uno de los diez leprosos curados volvió a glorificar a Dios por su curación.
De una manera muy plástica el texto muestra la actitud del hombre centra-
do solamente en sus propias necesidades, encerrado en sus intereses y bus-
cando una solución a sus dramas personales, pero sin advertir que hay algo
más que su situación personal: un Dios que merece ser glorificado.
La oración de acción de gracias, así como la gratitud al hermano, supo-
nen que uno no se crea el dueño del universo, como si los demás tuvieran
la obligación de estar a nuestro servicio. Pero el que reconoce que el solo
hecho de existir ya es un regalo gratuito, que uno no ha merecido, es capaz
de ver detrás de todo lo bueno la mano de Dios y su amor de Padre, y
entonces cualquier pequeña cosa se convierte en motivo para dar gracias:
"Continuamente y por todo den gracias a Dios" (Ef 5, 20). Pero para acos-
tumbrarse a ser agradecido con Dios hay un sano ejercicio: acostumbrarse
a ser agradecido con los demás, acostumbrarse a decirle al hermano: "Te
agradezco mucho".

Oración:
"Dame, Dios mío, un corazón agradecido, capaz de salir de sí
mismo para reconocer tu gloria y tu amor. No permitas Señor,
que viva sin sentido, pensando únicamente en mis necesidades y
problemas. Dame la gracia de adorarte".

347
a
Semana 3 2 durante el año

JUEVES: LC 1 7 , 2 0 - 2 5

Este texto nos exhorta a vivir intensamente, a no perder inútilmente el


tiempo y las posibilidades de amar que nos brinda cada día. El ideal que se
nos presenta aquí es el de dejar de sobrevivir, soportando las obligaciones
y tratando de gozar algo a costa de lo que sea. Más que sobrevivir como se
pueda, se trata de vivir cada día a pleno, como si fuera el último, aun
cuando tengamos que luchar. La invitación a estar vigilantes en realidad
es una exhortación a estar despiertos, a entrar en lo profundo de la vida, a
vivir con intensidad. Es lo contrario de vivir adormecidos, cansados, des-
ganados.
Por eso este texto no es una invitación a buscar sufrimientos o a des-
preciar las pequeñas alegrías de la vida cotidiana, porque Dios, que nos
ama, no es enemigo de nuestra felicidad. Se trata sí, de no vivir permanen-
temente en la superficialidad de un placer pasajero o de una costumbre,
sino en la entrega libre y gozosa de nuestra vida en el servicio a Dios y a
los demás, una entrega que sea una verdadera decisión de cada día, porque
sabemos que no podremos retener eternamente nuestra vida en esta tierra,
sino que la hemos recibido para entregarla.
Cuando Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios, en realidad se re-
fiere aquí a la resurrección. Así lo interpreta Lucas, porque de hecho nos
hace notar que sucederá luego de la Pasión del Señor (v. 25). En otra parte
de este evangelio se dice que "el fin no llegará tan pronto" (21, 9). De
hecho, en la época en que Lucas escribía ya no se esperaba una venida
inminente del fin del mundo como en la época de Marcos, y por eso Lucas
muestra que la venida del Reino de Dios se produjo sobre todo en la resu-
rrección de Jesús.

Oración:

"Señor, ayúdame a descubrir el inmenso valor de este día, dame


la gracia de descubrirlo como una inmensa oportunidad que me
estás regalando para llegar a la profundidad de la vida, para
entregarme a tu amor".

348
a
Semana 3 2 durante el año

VIERNES: LC 1 7 , 2 6 - 3 7

Esta vida no es un tiempo que hay que pasar como se pueda, luchando
para evitar los problemas y buscando sólo satisfacer las necesidades pri-
marias; esta vida es una gran oportunidad. Y ese es en realidad el sentido
fundamental del texto de hoy, ya que no se detiene a dar descripciones
catastróficas, no le interesa anunciar cómo será el fin del mundo. Sólo nos
recuerda que verdaderamente este día puede ser el último, porque el fin
llegará a la hora menos pensada.
Será como en la época de Noé, cuando la gente vivía como si su vida
nunca fuera a terminar, y sin embargo, el fin llegó, y todo lo que ellos
creían eterno tuvo su final inesperado. Así, cuando llegue el fin, todo de-
berá ser abandonado para encontrar los tesoros del Reino celestial. Sólo el
amor que llevemos dentro "no se acabará jamás" (1 Cor 13, 8), todo lo
demás pasará, porque será "un mundo nuevo" (Apoc 2 1 , 1.5).
No tiene sentido pretender establecer fechas o hacer cálculos, porque
de hecho este texto nos muestra que la voluntad de Dios es precisamente
que no sepamos cuándo será el fin, para invitarnos así a estar atentos a
cada día. Así se simplifica nuestra existencia, y comenzamos a preocupar-
nos por las cosas realmente importantes, las que no se acaban.
Llama la atención en este texto que se diga que de dos personas que
están haciendo la misma tarea, una será llevada y la otra dejada. Eso signi-
fica que no son sólo las cosas externas las que definen nuestra situación
ante Dios, sino la actitud con que las hacemos. Esa actitud puede hacer
que una obra sea buena en el que actúa por amor, y mala en el que actúa
por vanagloria o deseos de poder. Por eso, una misma cosa puede ser un
bien para una persona buena y un mal para una persona mala (Eclo 39, 21).
Hasta una aparente desgracia, para el bueno es un nuevo estímulo, una
nueva oportunidad, una fuente de bendición, pero para el egoísta y cerrado
sólo es una amargura y una angustia sin sentido.

Oración:

"Dios mío, que quieres hacer un mundo nuevo, ayúdame a vivir


cada cosa sin aferrarme a nada, sin engañarme creyendo que
podré retenerla para siempre. Dame una mirada realista, para
amar cada momento aceptando serenamente que llegue su final".

349
a
Semana 3 2 durante el año

SÁBADO: LC 1 8 , 1-8

Ya en 11, 5-13 este evangelio de Lucas nos invitaba a orar con insis-
tencia poniéndonos el ejemplo del hombre que va a pedir ayuda de noche
y que es atendido por haber insistido tanto. En este texto se nos ofrece un
ejemplo semejante: el de la viuda que ruega al juez que le haga justicia.
Es importante que se trate de una viuda, porque en la época de Jesús las
viudas, igual que los huérfanos, eran personas desprotegidas, eran el mo-
delo de lo que significa estar completamente desamparado en el mundo.
Por eso en la Biblia se insiste especialmente en la gravedad del pecado de
aprovecharse de los huérfanos y de las viudas (Éx 22, 21-22; Jer 22, 3).
También aparece en este texto un juez corrupto, incapaz de pensar en el
bien de los demás. Dice que no solamente no temía a Dios, sino que ade-
más "no respetaba a los seres humanos" (v. 4). Las pobres viudas, que no
tenían nada para regalarles, no tenían ninguna importancia para ese tipo
de jueces, que dejaban para más adelante a las viudas oprimidas y despo-
jadas, de manera que las viudas indefensas morían sin ver la justicia.
Jesús presenta el caso de una viuda que tiene que pedirle justicia a uno
de esos jueces corruptos. Parece imposible que ese juez la escuche y la
defienda. Sin embargo, la viuda insiste tanto que finalmente logra que el
juez, por cansancio, le haga justicia. Jesús nos enseña que así debe ser
nuestra oración: segura, insistente, perseverante, reiterada, apremiante. No
se trata de repetir largas oraciones de la boca para afuera, sino de pedir
con sencillez, pero sin cansarse, sin dudar. También en la súplica hay que
ser generosos y poner todo el corazón. Una súplica débil es señal de una fe
débil, que no cree profundamente en el poder y en el amor de Dios; pedir
es una forma de confesar nuestra fe, de rendir culto a Dios.
Finalmente, este texto nos recuerda que pidamos lo más importante: el
Espíritu Santo. Su presencia no siempre resolverá nuestros problemas
mundanos, pero siempre podrá darnos fortaleza, luz, amor, ganas de lu-
char y creatividad para enfrentarlo todo.

Oración:
"Señor, regálame la fe inquebrantable y la confianza insistente
de la viuda desamparada. Ayúdame a reconocer con humildad
que eres tú el todopoderoso, que dependo de ti, que sin ti nada
puedo, que lejos de ti soy débil y no tengo protección".

350
Domingo 33° durante el año

AÑO A : M T 2 5 , 1 4 - 3 0

El talento (tálanton) era una unidad de peso y una moneda. Pero hoy
significa un don o una habilidad especial. En este texto del evangelio se
unen esos dos significados.
Alguien, que simboliza a Dios, reparte monedas entre sus servidores,
pero no repartió a todos por igual; a unos dio cinco talentos, a otros dos, a
otro solamente uno, pero a nadie dejó sin algún talento. Al regresar pide
que sus servidores rindan cuentas por los talentos recibidos.
El elogio que dirige al servidor que logró producir otros cinco talentos
es particularmente bello: "Ven, servidor fiel y cumplidor; has sido fiel en
lo pequeño, ahora te entregaré mucho más; entra en la alegría de tu Se-
ñor". Luego aparece el que tenía dos talentos y muestra otros dos que ha-
bía ganado. Para éste el elogio no es tan bello, pero también se le dice que,
aunque se le había encomendado poco, ahora se le entregará lo grande e
importante.
Finalmente, el que había recibido sólo un talento, expresa todo su re-
sentimiento y cuenta que ha enterrado su talento. Es el servidor inútil que
no supo advertir que con ese poquito podía producir mucho, y que así
podía llegar a poseer los bienes más grandes, porque el Señor nunca se
queda corto para premiar.
La parábola va dirigida precisamente a los que creen haber recibido
poco, a los que fácilmente se dejan llevar por la envidia o las comparacio-
nes y así se hacen estériles, infecundos como una tierra reseca. El que
renuncia a entregarle algo a Dios y a la vida, termina quedándose sin nada,
termina vacío, incapaz de ser feliz. Porque todo lo que tenemos es para
hacerlo producir frutos en bien de los demás para la gloria de Dios, y en-
tonces nuestra aparente precariedad será sólo pasajera, porque estamos
llamados a entrar en la plenitud del Señor. Nadie tiene derecho a enterrar
lo que ha recibido, porque, aunque aparentemente sea poco, no es suyo.

Oración:

"Ayúdame a descubrir los dones que me has dado, Señor, y a


recordar que no son míos, sino tuyos. Lléname de tu fuerza para
que pueda hacerlos fructificar con alegría para servir a los de-
más y darte gloria".

351
Domingo 33° durante el año

AÑO B: MC 1 3 , 2 4 - 3 2

La "Parusía" es al mismo tiempo el fin de este mundo y la venida de


Jesús lleno de gloria. No vendrá como cuando nació en Belén, en la senci-
llez, la pobreza y el ocultamiento, sino que volverá deslumbrante, reinan-
do con todo su poder y su gloria. Y ante tal maravilla el mundo no puede
quedar igual, será transformado, perfeccionado, plenificado, y se conver-
tirá en un puro reflejo de la gloria de Dios.
Este texto suele despertar temor, pero si nos detenemos serenamente a
percibir sus detalles podemos advertir que es bello y atractivo. Las estre-
llas que caen, los astros que tiemblan, el sol y la luna que cuyo brillo es
opacado, no son fenómenos posteriores a la venida gloriosa de Jesús, sino
anteriores. Es como si las criaturas, percibiendo esa llegada, no pudieran
resistir y fueran abriéndole paso para que sólo él brille. Los astros mencio-
nados se caracterizan por su irradiación de luz, pero ante tal gloria lumi-
nosa acercándose, ellos pierden todo sentido.
Antes de la venida gloriosa de Jesús habrá necesariamente algunos sig-
nos que los creyentes podrán descubrir si miran las cosas desde la fe. Aho-
ra mismo las criaturas nos están anunciando que todo se termina, que esta
historia tiene un final. Luego se nos invita a descubrir esos signos, así
como uno descubre la llegada de la primavera cuando se ve que las higue-
ras comienzan a brotar. Advirtamos que el símbolo de la higuera no es
negativo ni terrorífico. Así como los brotes anuncian la explosión de vida
de la primavera, de la misma manera tenemos que imaginar la venida glo-
riosa de Jesús como una explosión de vida nueva y de luz (Is 18, 5), como
un canto de esperanza. Pero por más que podamos ver signos, no conoce-
mos el día ni la hora. Los signos nos sirven para prepararnos, para no vivir
como si este mundo nunca fuera a terminar, pero no podemos tener certeza
sobre el momento exacto de la venida del Señor. Todo anuncio que preten-
da fijar fechas contradice al evangelio.

Oración:

"Señor Jesús resucitado, maravilloso, deslumbrante, rodeado de


luz y de gloria celestial, todas las criaturas anuncian tu regreso.
Yo sé que estás presente en cada cosa, discretamente, delicada-
mente, pero espero que te manifiestes en toda tu hermosura".

352
Domingo 33° durante el año

AÑO C : LC 2 1 , 5 - 1 9

Algunos judíos, sobre todo los sacerdotes, estaban apegados al tem-


plo, a su belleza y a sus adornos. Y por estar en el templo creían que esta-
ban cerca de Dios, cuando sus corazones quizás estaban muy lejos de él,
no lo amaban, no lo adoraban sinceramente.
Jesús anunciaba que el templo sería destruido, que no quedaría piedra
sobre piedra. El mayor orgullo de los habitantes de Jerusalén no iba a ser
eterno, sino que su fin estaba cercano. Y a esos que contemplaban admira-
dos el templo, les dice que finalmente todo se termina. No interesa saber
cuándo. Lo importante es vivir con esa conciencia para no aferrarse a nada.
Luego Jesús anuncia a sus discípulos que a ellos los espera un desafío
particular: la incomprensión, los rechazos, las burlas, los desprecios so-
ciales. Identificarse con Cristo implica también aceptar esa incompren-
sión. Porque la fe es creer en algo que no responde a la mentalidad del
mundo, y por eso a veces el mundo reacciona tratando de eliminar o aca-
llar la voz de los creyentes; a veces persiguiéndolos de las maneras más
sutiles, a veces ridiculizando sus convicciones.
Pero Jesús invita a los creyentes a descubrir que esas situaciones de
oposición son ocasiones, son verdaderas oportunidades para anunciar la
belleza de su fe, para exponer a otros lo que verdaderamente creen. Esa
confesión de la propia fe en los momentos particularmente difíciles es ante
todo obra de Dios; él sólo necesita un discípulo dispuesto y valiente.
En estas persecuciones, a veces hay que estar preparado para soportar
burlas que no vienen de extraños, sino del propio lugar que uno ama, de la
propia familia, de los amigos que uno lleva en el corazón. En esas ocasio-
nes hay que tener claro qué es lo que le da el sentido profundo a la propia
vida. Manifestarles lo que creemos aunque ellos lo rechacen será una ma-
nera de amarlos en serio, sin ocultarles la verdad de nuestro corazón.

Oración:
"Señor, Dios mío, no permitas que me aferré a las cosas del mundo
como si tuvieran tu poder y como si de ellas viniera mi salva-
ción. Quisiera que fueras tú el verdadero sentido de lo que hago
y que nada ocupara tu lugar. Pero si tu poder no me auxilia yo
soy débil frente a las contrariedades de la vida y mi fe parece
flaquear. Fortaléceme Señor".

353
a
Semana 3 3 durante el año

LUNES: LC 1 8 , 3 5 - 4 3

Bartimeo, el mendigo ciego, estaba sentado junto al camino, sin espe-


ranzas en la vida, despojado, humillado; ni siquiera podía pedir ayuda por-
que lo hacían callar. Era un excluido sin voz en la sociedad. Pero Jesús
escucha el grito, y a aquellos mismos que lo hacían callar les ordena que lo
llamen, como invitándolos a revertir su actitud despectiva e indiferente.
El reclamo del ciego es una verdadera confesión de fe que reconoce a
Jesús como el Mesías esperado, el descendiente de David que venía a rei-
nar con justicia. Es más, todo el relato indica que el ciego estaba esperan-
do a Jesús con el corazón confiado; y Jesús se acerca a él en actitud dialo-
gante, a preguntarle qué quería de él. Jesús declara que la fe del ciego ha
tenido mucho que ver con su curación, y esa fe se expresó luego siguiendo
a Jesús por el camino. Ese ciego que ansió tanto recobrar la vista, habría
podido dedicarse a tantas cosas que podría haber soñado en su ceguera, y
sin embargo su reacción es simplemente seguir a Jesús. Su corazón sabía
que no había nadie ni nada más importante para sus ojos.
También hoy Jesús pasa por nuestras vidas y dirige a cada uno de no-
sotros esa pregunta cargada de amor y de esperanza: "¿Qué quieres que
haga por ti?" Y cada uno de nosotros puede derramar en su presencia las
preocupaciones más profundas de su vida.
Aunque los demás a veces sean un obstáculo, porque, igual que los
discípulos de Jesús, pretenden restarle importancia a nuestro encuentro
con el Señor, o nos dan la imagen de un Señor lejano e inaccesible, este
texto nos invita a gritarle con plena confianza, a buscar su auxilio con
insistencia, para que podamos escuchar su hermosa pregunta: "¿Qué quie-
res que haga por ti?"

Oración:

"Señor, yo también estoy un poco al borde del camino, ciego y


solitario, necesitado y a oscuras. Yo también tengo mis cegueras
y me cuesta ver la luz de tu verdad y el sentido de mi vida. Por
eso te ruego que abras mis ojos y me hagas ver la luz".

354
a
Semana 3 3 durante el año

MARTES: Lc 1 9 , 1 - 1 0

Zaqueo, un hombre rico, quería ver a Jesús, y su interés lo lleva a tre-


parse al árbol sin vergüenza. Hay que advertir que su actitud contrasta con
la de los fariseos, que no tenían interés en ver a Jesús o en escucharlo, sino
simplemente en hacerlo desaparecer. La apertura de Zaqueo, que había
sido tocado en su parte buena por el atractivo de Jesús, le permitió encon-
trar a Jesús no como un enemigo peligroso, sino como un liberador.
Jesús se dirige a Zaqueo reconociendo su candidez interior, ese resqui-
cio receptivo de su corazón, e invitándolo a bajar rápidamente. Y la reac-
ción de Zaqueo fue inmediata y feliz.
Que Jesús lo mirara, se acercara exclusivamente a él y se hospedara en
su casa, fue para Zaqueo lo que él necesitaba para superar su apego al
dinero. El modo como Jesús lo trató bastó para hacerle descubrir su propio
valor y no dejarse ya dominar por el afán desenfrenado de dinero. Al ser
mirado de esa manera Zaqueo podía descubrir que él valía por sí mismo,
no por su dinero.
La respuesta de Zaqueo al amor de Jesús fue en primer lugar la justi-
cia: devolver cuatro veces más de lo robado (2 Sam 12, 6). Pero también
supo ir más allá de lo exigido por la Ley repartiendo la mitad de sus bie-
nes. Jesús no le pide nada más, no le exige el desprendimiento que era
propio de un llamado especial. Con la respuesta que Zaqueo libre y espon-
táneamente quiso dar ya bastaba para mostrar que a su corazón había
llegado la salvación.
La compasión del Señor y la respuesta de Zaqueo nos muestra de qué
manera Jesús "vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido" (v. 10).
Porque para el Señor no hay nadie que esté irremisiblemente perdido.

Oración:

"Señor, muéstrame con tu presencia de amor lo que no está en


orden en mi vida, para que me deje cautivar y acepte cambiar lo
que te desagrade. Arranca mi egoísmo y dame un corazón capaz
de compartir generosamente".

355
a
Semana 3 3 durante el año

MIÉRCOLES: LC 1 9 , 1 1 - 2 8

Las monedas de plata simbolizan los bienes y cualquier don o habili-


dad especial que Dios nos regala para que desarrollemos en bien de los
demás.
El relato nos muestra a alguien que, simbolizando a Dios, reparte mo-
nedas entre sus servidores. Aquí, a diferencia de Mt 25, 14-30, reparte a
todos por igual. Al regresar pide que sus servidores rindan cuentas por los
talentos recibidos. El servidor que logró multiplicar lo que había recibido
recibe un bello elogio y una recompensa. Se le confían cosas mucho más
grandes que las monedas de plata.
Finalmente, se presenta uno expresando todo su resentimiento, y cuen-
ta que ha guardado las monedas en un pañuelo porque no tenía interés en
multiplicarlas. Es el servidor inútil que no supo advertir que con lo que
había recibido podía producir mucho, y que así podía llegar a poseer los
bienes más grandes, porque el Señor nunca se queda corto para premiar.
En realidad la parábola va dirigida a los que fácilmente se dejan llevar
por la desconfianza y los cálculos, y así se hacen estériles, inútiles, infe-
cundos e insatisfechos como una tierra reseca.
Porque el que renuncia a entregarle algo a Dios y a la vida, termina
quedándose sin nada, termina vacío, incapaz de ser feliz. Porque todo lo
que tenemos es para hacerlo producir frutos en bien de los demás para la
gloria de Dios. De esa manera podremos recibir un regalo muy superior,
porque estamos llamados a entrar en la plenitud del Señor. Nadie tiene
derecho a enterrar lo que ha recibido, porque, aunque aparentemente sea
poco, no es suyo; lo ha recibido para los demás.

Oración:

"Ayúdame a descubrir los dones que me has dado, Señor, y a


recordar que no son míos, sino tuyos. Lléname de tu fuerza para
que pueda hacerlos fructificar con alegría para servir a los de-
más y darte gloria".

356
a
Semana 3 3 durante el año

JUEVES: LC 1 9 , 4 1 - 4 4

El mismo evangelio de Lucas, en 13, 31-35, nos mostraba cómo Jesús


se lamenta por Jerusalén, la ciudad amada. En su corazón de judío Jerusa-
lén no podía dejar de ocupar un lugar importante, porque Jesús es herede-
ro de una larga tradición que le cantaba a Jerusalén y a su templo (Sal 48,
2-3 ; Is 33, 20.21; 52, 1; Sal 122, 1-2). Jerusalén era la ciudad amada (Sal
87, 2), la elegida por Dios (Sal 78, 68).
Por eso Jesús defendió apasionadamente la santidad del templo de Je-
rusalén (Mc 11, 15-17; Jn 2, 17), y dijo que "no corresponde que un profe-
ta muera fuera de Jerusalén" (Lc 13, 33).
Precisamente por ser la ciudad amada, Jesús experimentaba un profun-
do dolor por el rechazo de sus habitantes. Era la ciudad que desde niño él
amaba con ternura la que ahora lo despreciaba y lo llevaría a la muerte.
Por eso, Jesús lloró contemplándola (Lc 19, 41), y este es uno de los textos
donde mejor descubrimos el corazón humano de Jesús, capaz de enamo-
rarse apasionadamente de un lugar y de sufrir amargamente por su caída y
destrucción.
Cuando Jesús anuncia la desgracia de Jerusalén no está anunciando un
castigo que él ha decidido. Él no podía desear la ruina de la ciudad amada.
Simplemente está indicando que rechazar la visita de Dios es privarse de
su poder, de su protección, de su presencia liberadora. Las autoridades de
Jerusalén probarán las consecuencias de sus propias decisiones.
La exhortación de Jesús "¡si comprendieras en este día lo que puede
traerte paz!", nos ayuda a comprender el sentido profundo de la paz de
Jesús, que es fruto de su reinado de amor en nuestras vidas. Pero esa paz
supone que aceptemos las novedades, los desafíos, el dinamismo que él
quiere dar a nuestra vida. Su paz no es quietud, comodidad, inmovilismo.
Su paz es vida.

Oración:

"Señor, quiero contemplar tu corazón humano, enamorado de tu


tierra y de tu pueblo, enternecido y conmovido por la ciudad
amada. Quiero contemplar esas lágrimas y ese lamento que nos
revelan tu verdadera humanidad, capaz de sufrir por amor".

357
a
Semana 3 3 durante el año

VIERNES: LC 1 9 , 4 5 - 4 8

El evangelio de Lucas resume esta narración sobre la expulsión de los


vendedores del templo; evita los detalles violentos pero no mitiga las ex-
presiones fuertes de Jesús, indignado por lo que sucedía en la casa de su
Padre. Jesús era el rey de Jerusalén (19, 38), y por eso le correspondía
cuidar del templo (2 Cron. 29, 1-11; 34, 8). Es más, aquí aparece Jesús
diciendo "mi casa", con la cita de Is 56, 7: "Los alegraré en mi casa de
oración".
Pero lo que Jesús veía en su casa no era la alegría de la fe y del encuen-
tro con Dios, porque el templo se había convertido en un lugar de comer-
cio. Pero, por qué Jesús dice "cueva de ladrones"? Porque los Sumos Sa-
cerdotes y las autoridades religiosas de Jerusalén utilizaban el templo como
una fuente de ingresos personales, y explotaban a la gente a través de las
costumbres religiosas. Cumplir con los sacrificios que mandaba la Ley de
Dios era sumamente costoso para los fieles, que en cada visita al templo
debían dejar buena parte de lo poco que tenían.
Este duro reproche de Jesús tocó a fondo el orgullo y los intereses de
los Sumos Sacerdotes y de todos los que se beneficiaban con ese comer-
cio. Por eso Lucas nos cuenta inmediatamente que "buscaban la forma de
matarlo" (v. 47).
Cada uno de nosotros podría preguntarse también si no convierte su fe
en un comercio; porque a veces sucede que las personas buscan a Dios
sólo para alcanzar algún beneficio, y sólo adoran a Dios cuando consiguen
algo que les interesa. Van al templo, pero no viven la alegría de encontrar-
se con él, de alabarlo gratuitamente, sin esperar nada. Quizás Jesús, así
como purificó el templo, tendría que entrar en nuestras vidas y limpiarlas
de tantos intereses egoístas, para que no usemos a Dios según nuestros
caprichos.

Oración:

"Señor, derrama en mi corazón un espíritu de verdadera devo-


ción, para que cada visita a tu casa de oración sea un momento
de verdadero gozo interior, de encuentro con el Padre Dios, de
alabanza y gratitud".

358
a
Semana 3 3 durante el año

SÁBADO: LC 2 0 , 2 7 - 4 0

Los saduceos eran un grupo de la época de Jesús que despreciaba todas


las tradiciones populares y mantenían la fe judía más antigua. Por ejem-
plo, negaban que hubiera una vida después de la muerte, que hubiera una
resurrección, porque eso no estaba desde el comienzo en la fe judía. De
hecho, no aparece claramente en los primeros libros de la Biblia sino en
los que fueron escritos más tarde. Ellos seguían con una doctrina muy
antigua que sostenía que el hombre era premiado o castigado en esta vida,
y por eso los ricos eran los bendecidos por Dios. Su interés por esta doctri-
na se explica porque ellos mismos pertenecían a las familias más ricas de
Jerusalén.
En este texto ellos intentan ridiculizar la fe en una vida después de la
muerte poniendo el caso de una mujer que se casó siete veces, y se imagi-
naban a los siete esposos en la vida eterna peleando por la mujer. De allí
concluían que no hay una vida después de la muerte.
Pero Jesús defiende la fe en la vida eterna y hace ver a los saduceos
que en la vida eterna nadie necesita poseer nada ni tener una mujer como
propia, porque allí vivimos liberados de todo dominio, ya que por el poder
de Dios recibimos todo lo que necesitamos para ser felices. La vida eterna
no solamente es gozo, también es plena libertad.
Y Jesús defiende la fe en la vida eterna a partir de la verdadera imagen
de Dios: él es un Dios de vivos que comunica la vida permanentemente, y
por eso él puede regalar a sus hijos amados una vida que nunca se acaba.
Nosotros, que sabemos que en esta vida nada es perfecto, anhelamos una
plenitud que Dios nos regalará cuando esta vida se nos termine, porque "si
sólo para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, somos los
más dignos de compasión" (1 Cor 15, 19).

Oración:

"Te adoro a ti Señor, tu que eres un Dios de vivos, lleno de vita-


lidad y poder, que te gozas comunicando la vida a tus hijos y no
los abandonas en poder de la muerte. Concédenos que sepamos
valorar ese llamado a la vida eterna".

359
Domingo 34° durante el año

CRISTO, REY DEL UNIVERSO: AÑO A : MT 2 5 , 3 1 - 4 6

Nuestras acciones no quedan ocultas en la oscuridad, nuestras opcio-


nes no son intrascendentes; todo es importante ante la mirada de Dios, que
rechaza nuestro egoísmo y quiere premiar toda obra de generosidad que
podamos hacer.
Esta seriedad que tienen nuestras acciones cotidianas aparece refleja-
da con suma claridad en el relato sobre el juicio final, donde las únicas
preguntas que se mencionan son las que tienen que ver con lo que hicimos
o dejamos de hacer por los demás.
Seremos juzgados en el amor.
Y en estas acciones no se requiere que las hagamos pensando en el
Señor, sino simplemente que las hagamos con el deseo sincero de hacer el
bien. De hecho, los que son elogiados por sus obras de misericordia se
asombran por ese elogio, porque ellos no las hicieron con una intención
religiosa, sino que esas obran brotaron espontáneamente de su corazón
generoso; no las habían hecho descubriendo a Cristo en los demás: ¿"Cuán-
do te vimos hambriento y te dimos de comer?"
Esto nos invita a tratar de reaccionar más espontáneamente frente a las
necesidades ajenas, sin buscar tantas motivaciones, sabiendo que el Señor
mira con agrado todo lo que hagamos con amor por las necesidades de los
hermanos.
Pero no se nos invita aquí a obrar por miedo, por temor a un juicio.
Sólo se nos recuerda que la mejor manera de preparar un buen futuro es
vivir bien el presente, en el amor. Viviendo en el amor nuestra vida tiene
un sentido eterno, se hace agradable a los ojos de Dios y vale la pena
vivirla hasta el fin.

Oración:

"Señor, que cuando llegue a ti me vas a preguntar por el amor,


dame la gracia de reaccionar con amor y generosidad ante las
necesidades ajenas; abre mi corazón a los demás y no permitas
que sea insensible ante sus angustias"

360
Domingo 34° durante el año

CRISTO, REY DEL UNIVERSO: AÑO B: JN 1 8 , 3 3 - 3 7

Después del diálogo con el sumo sacerdote, llevan a Jesús al pretorio,


que era el tribunal de los romanos en Jerusalén. Allí estaba Pilato, que era
el representante oficial del emperador romano.
Este traslado se explica porque las autoridades religiosas judías en esa
época no podían condenar a muerte a Cristo; los romanos lo prohibían
para evitar problemas. Ellos permitían a los judíos tener su culto y practi-
car sus leyes religiosas, pero nunca condenar a muerte. Eso sólo podía ser
decidido por el representante del emperador romano, que en aquel mo-
mento era Pilato.
Las autoridades judías y sus seguidores buscan la condena de Jesús
acusándolo de ser un revolucionario político contrario al emperador roma-
no, que quería expulsar a los romanos haciéndose rey.
Y Jesús se declara rey, pero no de este mundo, sino de ese mundo so-
brenatural que se mete entre nosotros y reina invisiblemente en nuestros
corazones. Así Jesús aparece como un rey que no gobierna con armas y
soldados, sino con un poder distinto, de otro nivel (18, 36).
Su poder es la verdad que él trae, la revelación (18, 37). Él reina en la
humanidad haciendo entrar en el corazón del hombre la luz divina, mani-
festando al hombre el verdadero rostro de Dios y su auténtico destino.
Pero Pilato, que no es capaz de descubrir el alcance de las palabras de
Jesús, pregunta: ¿Qué es la verdad? (18, 38).
También nosotros estamos invitados a aceptar el señorío de Jesús, su
reinado en nuestras vidas; pero muchos de nosotros, que aceptamos a Je-
sús como amigo, lo rechazamos como rey; es decir, preferimos que sean
otras cosas las que dominen nuestra vida, preferimos darle el cetro a otros
poderes: el dinero, el prestigio, la apariencia social, etc. Olvidamos que
sólo cuando reina Jesús en nuestras vidas, entonces sí pueden reinar la
paz, la verdadera esperanza, la auténtica alegría.

Oración:

"Señor Jesús, te proclamo rey, te acepto como Señor de mi vida y


te abro mi mente y mi corazón para que ejerzas tu poder libera-
dor. Reina en mi vida para que pueda conocer y amar la verdad
que sólo tú puedes enseñarme".

361
Domingo 34° durante el año

CRISTO, REY DEL UNIVERSO: AÑO C : LC 2 3 , 3 5 - 4 3

Los jefes del pueblo se burlan de Jesús crucificado. Finalmente han


podido liberarse del hombre que los cuestionaba y les robaba la admira-
ción y el respeto de la gente. Y le piden irónicamente que demuestre que
es el Mesías salvándose a sí mismo, liberándose de su propia muerte.
Uno de los criminales, que estaba crucificado a su lado, no aparece
burlándose ni expresando revancha, pero sí reclamando desesperadamente
una intervención, como una especie de ilusión que no brota de la fe y de la
confianza sino de la angustia. Es el caso de los que no creen en nada, pero
cuando les llega al agua al cuello son capaces de acudir a lo que sea con tal
de liberarse de la angustia.
Pero había otro crucificado a su lado, que no sólo reconoce la inocen-
cia de Jesús, sino que reconoce la realeza de Jesús, lo acepta como Mesías,
y le pide humildemente: "Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino". Él
no se considera digno de ser liberado de la muerte y reconoce sus culpas
(v. 41), pero confía en Jesús percibiendo en él no solamente la bondad y la
misericordia, sino también el poder para rescatarlo después de la muerte.
Y Jesús responde diciéndole que no falta mucho para ese rescate: "Hoy
estarás conmigo en el paraíso" (v. 43).
Es importante advertir que la promesa de Jesús no es sólo la de rega-
larle una felicidad celestial, sino "estar con él" (Flp 1, 23). Porque entre
Jesús y el criminal, en medio del dolor y la angustia, ha nacido un encuen-
tro de amor llamado a perpetuarse por toda la eternidad.
Cuando él pidió a Jesús "acuérdate de mí", ya había sido tocado por el
amor del Señor. Por eso "estar con él" es la promesa más hermosa que
podía escuchar el criminal perdonado; y en el peor momento de su vida
recibía lo que más necesitaba, lo que siempre había necesitado y no había
encontrado jamás en su vida desorientada y pecadora: alguien que acepta-
ra estar a su lado con amor.

Oración:

"También yo, en medio de mis angustias y de mis pecados, quie-


ro pedirte que te acuerdes de mí, porque reconozco que estoy
hecho para ti, y que mi felicidad consiste en estar contigo, siem-
pre contigo".
362
a
Semana 3 4 durante el año

LUNES: LC 2 1 , 1 - 4

Jesús se admiraba y se gozaba frente a la generosidad de los pobres, y


lo subyugaba la religiosidad de los sencillos que se expresaba en gestos de
desprendimiento. Por eso en este texto, luego de hablar de las injusticias
que los falsos piadosos cometían con las viudas, se nos presenta el modelo
de una de esas viudas pobres y explotadas por los "maestros" de su pue-
blo.
Cuando Jesús vio a la viuda pobre echando en la alcancía del templo
las únicas monedas que tenía para sobrevivir, llamó a los discípulos para
que valoraran ese gesto generoso. Y así como invitó a sus discípulos a
estar atentos ante esa acción, espera también que nosotros seamos capaces
de valorar profundamente los valiosos gestos de devoción que hay en los
pobres.
Además Jesús nos indica aquí que el valor de una ofrenda no está en la
cantidad sino en lo que significa de ofrenda generosa y de renuncia a sí
mismo por amor. Las pocas monedas de aquella viuda no eran poco, por-
que para ella eran todo.
Es fascinante ver al Hijo de Dios infinito admirado frente a la acción
de una de sus propias criaturas, contemplando hasta dónde puede llegar un
corazón humano que se deja tocar por el amor divino.
Tendríamos que dejarnos motivar por la belleza de esta escena. El co-
mentario de Jesús ante la ofrenda de la viuda pobre nos muestra que los
gestos de generosidad cautivan sus ojos amantes.
Entonces sería bueno que nos preguntáramos cuánto hace que no lo
cautivamos con nuestras ofrendas generosas y sinceras.

Oración:

"Mira Señor mi corazón egoísta, apegado a los bienes, y sánalo.


Coloca en él algo de tu generosidad desbordante que te llevó a
entregarlo todo en la cruz. Tú que sabes lo que es darse a sí
mismo, enséñame Señor".

363
a
Semana 34 durante el año

MARTES: LC 2 1 , 5 - 1 1

Uno puede apegarse a cosas que terminan esclavizándolo. Eso se en-


tiende fácilmente si hablamos del alcohol, de los bienes materiales, del
sexo. Pero tenemos que decir también que a veces las cosas sagradas nos
pueden esclavizar.
De hecho, algunos judíos de la época de Jesús estaban atados a las
leyes, y creían que por cumplir ciertas leyes ya eran agradables a Dios,
pero olvidaban el amor, el servicio humilde a los demás y la justicia.
De la misma manera, algunos, sobre todo los sacerdotes, estaban ape-
gados al templo, a su belleza y a sus adornos. Y por estar en el templo
creían que estaban cerca de Dios, cuando sus corazones quizás estaban
muy lejos de él, no lo amaban, no lo adoraban sinceramente.
Jesús anunciaba que el templo sería destruido, que no quedaría piedra
sobre piedra. El mayor orgullo de los habitantes de Jerusalén no iba a ser
eterno, sino que su fin estaba cercano. ¿Dónde se apoyaría entonces el
corazón de los que olvidaban a Dios y sólo pensaban en el templo?
Pero Jesús va más allá, y a esos que contemplaban admirados el tem-
plo, les dice que finalmente todo se termina, todo se acaba, nada de este
mundo es eterno.
No interesa saber cuándo. Lo importante es vivir con esa conciencia
para no aferrarse a las cosas como si fueran el Dios infinito y eterno. El es
el único que no pasa, que no se termina, que no se acaba, que no se desgas-
ta con el paso del tiempo. El es el fin último del hombre, el sentido defini-
tivo de su vida; y todo lo demás, por más importante que sea, debe orien-
tarnos al encuentro definitivo con él.

Oración:

"Señor, en mi vida hay muchas cosas bellas y santas que tú me


regalas para que me encuentre contigo. Pero ayúdame para que
no las confunda contigo, para que mi corazón no se quede en
ellas, sino que llegue a ti, te ame y te adore por encima de todo".

364
a
Semana 3 4 durante el año

MIÉRCOLES: Lc 2 1 , 1 2 - 1 9

Jesús indica a los discípulos que ellos no deben prepararse tanto para
sufrir pestes, guerras o terremotos. A ellos los espera sobre todo otro tipo
de sufrimientos: la incomprensión, los rechazos, las burlas, los desprecios
sociales. Identificarse con Cristo implica también aceptar esa incompren-
sión. Porque la fe es creer en algo que no responde a la mentalidad del
mundo, y por eso a veces el mundo reacciona tratando de eliminar o aca-
llar la voz de los creyentes; a veces persiguiéndolos de las maneras más
sutiles, a veces ridiculizando sus convicciones.
Pero Jesús invita a los creyentes a descubrir que esas situaciones de
oposición son ocasiones, son verdaderas oportunidades para anunciar la
belleza de su fe, para exponer a otros lo que verdaderamente creen.
Esa confesión de la propia fe en los momentos particularmente difíci-
les es ante todo obra de Dios; él sólo necesita un discípulo dispuesto y
valiente.
En estas persecuciones, a veces hay que estar preparado para soportar
burlas que no vienen de extraños, sino del propio lugar que uno ama, de la
propia familia, de los amigos que uno lleva en el corazón. En esas ocasio-
nes hay que tener claro qué es lo más importante, qué es lo que le da el
sentido más profundo a la propia vida. Manifestarles lo que creemos aun-
que ellos lo rechacen será una manera de amarlos en serio, sin ocultarles la
verdad de nuestro corazón.
Y Jesús nos dice finalmente que en esas tormentas que debe soportar,
el discípulo no debe temer que su vida sea destruida. A veces la propia
vida se enferma y se destruye más bien cuando vivimos una falsa calma,
escapando de la verdad y rechazando la entrega que se nos pide.

Oración:

"Señor, dame un espíritu firme, regálame fortaleza y solidez in-


terior, para que no me domine el miedo a las contrariedades,
para que no me eche atrás cuando me contradigan, para que no
niegue lo que creo cuando mis propios seres queridos desprecien
mi fe y mi amor por ti".

365
a
Semana 3 4 durante el año

JUEVES: LC 2 1 , 2 0 - 2 8

Jesús anuncia la ruina de Jerusalén, intentando tocar así los corazones


de los judíos, orgullosos de su capital y aferrados a las instituciones reli-
giosas que residían en la ciudad capital. Allí estaba el templo y una orga-
nización religiosa que les daba seguridad. Al anunciar que todo eso puede
ser destruido Jesús invita a los judíos a abrir el corazón a la novedad que
él trae y a volver a lo esencial.
Pero luego se nos habla de la venida gloriosa de Jesús que concierne
no sólo a Jerusalén, sino a todos los pueblos. Y cuando Lucas describe la
Parusía, su objetivo no es satisfacer nuestra curiosidad haciéndonos cono-
cer los detalles del fin del mundo, sino destacar la figura de Jesús, el Hijo
del hombre, que vendrá glorioso en medio de esos fenómenos llamativos,
que sólo sirven para destacar su venida. Esa venida será causa de temor
para los que no le han dado un sentido a sus vidas, y por eso "desfallecerán
de miedo". Pero para los verdaderos cristianos será un alivio y un regalo:
"levanten la cabeza, porque se acerca su liberación".
Lo que parece destrucción y fin en realidad es liberación y crecimien-
to, como cuando la crisálida se convierte en mariposa, como cuando el
feto sale del seno de su madre, como cuando se abandona la infancia o la
adolescencia. Para el que cree, todo final es el comienzo de algo mejor.
Pero hay que saber discernir, con la luz de Dios, cuándo algo debe termi-
nar, cuándo algo debe morir para permitir un nuevo nacimiento.
Las estrellas que caen, los astros que tiemblan, el sol y la luna que
cuyo brillo es opacado, no son fenómenos posteriores a la venida gloriosa
de Jesús, sino anteriores. Es como si las criaturas, percibiendo esa llegada,
no pudieran resistir y fueran abriéndole paso para que sólo él brille. Los
astros mencionados se caracterizan por su irradiación de luz, pero ante tal
gloria luminosa acercándose ellos pierden todo sentido. El Apocalipsis
dice que en el cielo "el mar ya no existe" (Apoc 2 1 , 1), donde el mar es
tomado simbólicamente - c o m o símbolo del m a l - y no materialmente.

Oración:
"Señor, ayúdame a recordar que todo es transitorio, todo termi-
na, todo tendrá un final, para que no me aferré a nada como si
fuera definitivo. Sólo tú mi Dios eres definitivo y eterno, tú eres
el sentido inagotable de mi vida".

366
a
Semana 3 4 durante el año

VIERNES: LC 2 1 , 2 9 - 3 3

Este texto nos indica simplemente que antes de la venida gloriosa de


Jesús habrá necesariamente algunos signos que los creyentes podrán des-
cubrir si miran las cosas desde la fe. Ahora mismo las criaturas nos están
anunciando que todo se termina, que esta historia tiene un final.
Luego se nos invita a descubrir esos signos, así como uno descubre la
llegada de la primavera cuando se ve que las higueras comienzan a brotar.
Advirtamos que el símbolo de la higuera no es negativo ni terrorífico. Así
como los brotes anuncian la explosión de vida de la primavera, de la mis-
ma manera tenemos que imaginar la venida gloriosa de Jesús como una
explosión de vida nueva y de luz (Is 18, 5), como un canto de esperanza.
Pero por más que podamos ver signos, no conocemos el día ni la hora. Los
signos nos sirven para prepararnos, para no vivir como si este mundo nun-
ca fuera a terminar, pero a través de ellos no podemos tener certeza sobre
el momento exacto de la venida del Señor.
Cuando Jesús dice que "no pasará esta generación (v. 32) no se refiere
al fin del mundo, sino a la llegada del Reino de Dios con p o d e r que se
produjo en su resurrección. Vemos así que en este capítulo 21 de Lucas se
anuncia el triunfo de Jesús en su resurrección, la caída de Jerusalén, y la
segunda venida de Jesús al fin de los tiempos. Las tres cosas entremezcla-
das. Esta unión de temas puede dar lugar a confusiones, porque estas tres
cosas no se cumplen al mismo tiempo. De hecho Jerusalén cayó antes de
que terminara el siglo primero, y sin embargo el mundo no se terminó. Y
este texto nos dice que luego de la caída de Jerusalén la ciudad viviría un
tiempo de dominación por los paganos (v. 24). Pero en general todo este
capítulo 21 de Lucas nos quiere indicar que los sufrimientos son pasaje-
ros, porque de alguna manera el bien siempre termina triunfando sobre el
poder del mal. Dios siempre es más poderoso.

Oración:

"Señor, ayúdame a recordar que todo se acaba, que debo gozar


de las cosas sabiendo que no son eternas y que no son ellas el
centro de mi corazón, porque fui creado para ti, y mi corazón
sólo estará satisfecho cuando descanse en ti".

367
a
Semana 34 durante el año

SÁBADO: Lc 2 1 , 3 4 - 3 6

El evangelio nos habla a todos nosotros diciéndonos que la llegada del


último día es una posibilidad real. Por eso debemos estar atentos, vigilan-
tes.
No se trata de estar atentos para ver los fenómenos aterradores, sino
para no dejarnos esclavizar por los vicios y las preocupaciones de la vida.
Estas cosas nos pueden atar de tal manera que nuestra mente y nuestro
corazón pueden llegar a embotarse, a "embriagarse", a atontarse por el
consumismo o las preocupaciones, indiferentes ante el amor de Dios, olvi-
dando su presencia y el ideal del amor que debería iluminar todos nuestros
actos.
La Palabra de Dios no nos invita a despreciar las alegrías y todos los
placeres de la vida que son un don del amor de Dios, ya que Dios "hizo
todas las cosas para que las disfrutemos" (1 Tim 6, 17).
Pero esta invitación a estar atentos nos recuerda que no son esos place-
res el sentido de esta vida caduca, y que no tenemos que permitir que el
consumismo triste e insatisfecho nos domine el corazón.
Todo lo que enseña el capítulo 21 de Lucas nos invita a mirar el futuro,
para recordar que todo se acaba, pero que estamos llamados a una vida sin
fin junto a un Señor que nos ama. Esa convicción debería iluminar nuestro
presente. Porque no es lo mismo el presente si pensamos que nada se va a
terminar, o si creemos que al final no hay nada, o si creemos que todo se
termina para que al final nos encontremos con Alguien que nos espera y
nos ama.

Oración:

"Señor, ayúdame a recordar que todo se acaba, que debo gozar


de las cosas sabiendo que no son eternas y que no son ellas el
centro de mi corazón, porque fui creado para ti, y mi corazón
sólo estará satisfecho cuando descanse en ti".

368
TIEMPO DE CUARESMA

369
Miércoles de Ceniza

M T 6, 1-6. 1 6 - 1 8

El texto da por supuesta la validez de esta triple práctica de la limosna,


el ayuno y la oración, y no niega su valor; pero invita a purificar la inten-
ción con que se realizan estas prácticas. Hechas con el deseo de ser bien
vistos por la sociedad no tienen valor a los ojos de Dios, y la única paga
que merecen es el vano reconocimiento social, la alabanza del mundo.
A esta renuncia a la apariencia el texto le atribuye un valor peculiar, y
es esa renuncia lo que hace que se prometa una recompensa divina a la
limosna, la oración o el ayuno. La insistencia de este texto nos indica que
la actitud de querer complacer a los demás es muy fuerte y muy difícil de
desarraigar. De hecho, muchas de las tristezas, insatisfacciones y angus-
tias de la vida del hombre provienen de estar pendientes de las miradas
ajenas, de necesitar ser aceptados y reconocidos, de no recibir de los de-
más la atención que necesitamos. Por eso, la propuesta que nos hace el
evangelio de hacer algunas cosas sólo para ofrecerlas ante la mirada de
Dios, es un llamado a la liberación.
En el caso de la limosna, el pedido de que no sepa la mano izquierda lo
que hace la derecha es una invitación a la gratuidad total, a hacer el bien
porque sí, sin detenerse siquiera en la autocomplacencia.
En el caso del ayuno invita incluso a hacer todo lo posible por disimu-
larlo, perfumando la cabeza, de manera que se ofrezca una imagen de bien-
estar y no de privación, para que los demás no nos elogien por nuestro
sacrificio. Esto implica una completa renuncia a la apariencia, de manera
que la renuncia a la vanidad da al ayuno su auténtico valor.
Y en el caso de la oración invita a ofrecer un espacio exclusivo para
Dios, que pierde completamente su sentido si se lo busca para ser bien
visto. Tiene que haber una oración donde sólo cuente Dios, donde sea su
presencia la que inunde todo, sanando así toda necesidad de ser reconoci-
dos, mimados, tenidos en cuenta. En esta oración liberadora sucede lo que
decía Thomas Merton: "Cuando estoy a solas, dejo de ser un solitario".

Oración:
"Señor, dame la gracia de renunciar al cuidado de la imagen, a
la preocupación por la apariencia, y concédeme que pueda ha-
cer obras buenas sólo para ti; purifícame de la vanidad y libérame
de desgastar mis energías pensando en la mirada de los demás".

370
Después de Ceniza

JUEVES: LC 9 , 2 2 - 2 5

Luego de anunciar su pasión y su resurrección Jesús pide a los discípu-


los que acepten reproducir ese misterio en las propias vidas, cargando con
la cruz. En las molestias, cansancios y renuncias de la vida se está compar-
tiendo la pasión del Señor, pero de ese modo la vida no se arruina, sino que
se salva, se la vive con mayor profundidad, con un gozo y un sentido más
hondo.
Aquí no se trata de buscar el dolor por el dolor mismo, como si Dios se
complaciera en vernos sufrir. Se trata de aceptar la misión que nos toque
cumplir en la vida aceptando las incomodidades que la acompañan; y se
trata también de dar testimonio de nuestra fe aunque nos traiga problemas.
De hecho, Jesús se refiere sobre todo a la cruz de la incomprensión y
de las burlas del mundo; por eso pide a los discípulos que no se avergüen-
cen de él y de sus palabras, sino que se identifiquen públicamente con él y
con su mensaje a pesar del desprecio y del rechazo del mundo.
Esta actitud de desprendimiento que viven los que se han dejado cauti-
var por Jesús, es lo que hermosamente expresaba San Pablo: "Todo me
parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de
Cristo Jesús, mi Señor. Por él he sacrificado todas las cosas, a las que
considero como un desperdicio, con tal de ganar a Cristo y estar unido a
él" (Flp 3, 8-9).
Pero en el evangelio de Lucas este texto tiene una característica pecu-
liar que no aparece en Mateo, porque aquí se habla de cargar con la cruz
"cada día", y eso significa que no se trata de buscar cruces llamativas o
extraordinarias, sino de aceptar y cargar las cruces cotidianas, esas que
nunca faltan; se trata de vivir cada día esa unión mística con Cristo en su
pasión asumiendo cotidianamente las renuncias al propio yo.

Oración:

"Señor, concédeme la gracia de aceptar la entrega que me pides


cada día. No quiero ser esclavo de la comodidad y de la vanidad.
Libérame Señor, para que pueda unirme a ti en las asperezas de
cada día y no pretenda una vida sin límites o sin dificultades".

371
Después de Ceniza

VIERNES: MT 9 , 1 4 - 1 5

Los discípulos de Juan todavía estaban centrados en costumbres y prác-


ticas ascéticas que para Jesús no son lo verdaderamente importante, por-
que habiendo llegado el Mesías se trata de vivir una verdadera fiesta de
amor, más que de buscar sacrificios.
En todo caso basta con llevar la cruz de cada día, que se nos presenta
sin que la busquemos, se trata de aceptar lo que nos toque soportar, de
tolerar con serenidad y amor las molestias que forman parte de nuestra
misión en esta tierra. Si aceptamos todo eso con amor, renunciando a cier-
tos placeres y comodidades, el Señor nos devolverá el ciento por uno; es
decir, nos dará una plenitud interior, una sensación de realización humana
que no tendríamos si solamente buscáramos nuestra comodidad.
En este texto Jesús aparece como el novio que se casa con su pueblo, y
que invita a sus amigos a vivir esa fiesta sublime. Jesús resucitado está
realmente entre nosotros, porque él lo prometió: "Yo estaré siempre con
ustedes, hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20). Por eso la Iglesia Católica da
poco espacio al ayuno en sus prácticas oficiales, reduciéndolo a dos días
al año: el miércoles de ceniza y el viernes santo.
Sin embargo, este texto no le quita valor a la práctica del ayuno ni la
anula, pero la relega a los momentos de especial dificultad, ya que según
una tradición judía hay ciertas dificultades que se superan gracias a la
oración y el ayuno; pero leyendo los versículos que siguen (16-17) queda
claro que en la nueva vida que trae Jesús lo más importante no son los
ayunos, sino vivir la presencia del Señor en nuestras vidas.

Oración:

"Jesús, ayúdame a descubrirte como el amigo siempre presente


en mi existencia; y que mi vida espiritual consista sobre todo en
estar contigo y reconocerte en mi vida, más que en buscar sacri-
ficios para sentir que me entrego a ti. Haz que mi corazón esté en
ti más que en mi propia perfección".

372
Después de Ceniza

SÁBADO: LC 5, 2 7 - 3 2

Leví (Mateo) era recaudador de impuestos, y se trataba de un cargo


verdaderamente despreciable porque el recaudador estaba al servicio de
los romanos, y se enriquecía cobrando impuestos para los explotadores.
Eran gente de mundo, sin escrúpulos, dada a todo tipo de placeres.
Sin embargo, Leví fue capaz de escuchar el llamado de Jesús y de aban-
donar ese mundo de intereses al que estaba apegado. La disponibilidad de
su corazón pudo más que la atracción de las riquezas.
Pero los fariseos y maestros de la Ley son incapaces de valorar esa
renuncia, son incrédulos frente a las posibilidades de cambio que hay en el
corazón del hombre. Leví hace una fiesta para despedirse de sus viejos
colegas y dar testimonio de su nueva opción, pero los fariseos critican que
Jesús se reúna a comer con esas personas públicamente conocidas como
corruptos y pecadores.
Jesús hace ver entonces que él no excluye a nadie de su preocupación
de pastor, de su solicitud amorosa; muestra que él es capaz de inclinarse
hacia la miseria para purificarla, para curarla y para elevarla.
La actitud de Jesús no implica consentir esas miserias, sobre todo por-
que implican una situación de injusticia social; él se acerca a estos peca-
dores públicos "para que se conviertan". El que ama de verdad no puede
renunciar al deseo de elevar más al ser amado, de llevarlo a un mejor nivel
de vida, no sólo material, sino también moralmente. Buscarlo sólo para
identificarse con él y recibir un reconocimiento cariñoso sería buscarlo
pensando más en sí mismo que en el bien del otro. Buscarlo para compartir
su vida y así promoverlo es amarlo. Pero hay que tener en cuenta que no-
sotros no somos Jesús, y por lo tanto no estamos ocupando su lugar. No se
trata entonces de elevar al otro creyéndonos y sintiéndonos superiores a
él, o creyéndonos los santos salvadores. Se trata de crear un espacio para
el encuentro con el Santo, con el verdadero Redentor.

Oración:
"Señor, enséñame a confiar en las posibilidades de cambio que
hay en los corazones humanos, ayúdame a creer que con el po-
der de tu gracia puedes curar las miserias de los corazones más
enfermos".

373
Domingo 1° de Cuaresma

AÑO A : MT 4 , 1 - 1 1

Este relato de las tentaciones de Jesús muestra otro aspecto de la huma-


nidad de Jesús, el Hijo de Dios que se hizo semejante a nosotros en todo,
menos en el pecado. Porque, si bien Jesús no podía caer en la tentación, sin
embargo experimentó lo que experimentamos nosotros cuando somos ten-
tados, y por eso sabe bien lo que nos sucede por dentro cuando sufrimos la
tentación.
La primera tentación, de convertir las piedras en pan, expresa nuestra
inclinación a querer liberarnos de todo límite (el obstáculo de las piedras),
y de pretender vivir el paraíso en la tierra. Las piedras convertidas en pan
nos brindan una imagen paradisíaca, donde tenemos a disposición inme-
diata lo que necesitamos y donde nada nos frena en el camino. La actitud
contraria es la de aceptar y soportar serenamente los límites propios de
nuestra existencia terrena y enfrentar los desafíos de la vida sorteando los
obstáculos y asumiendo que siempre hay dificultades y carencias.
La segunda tentación está relacionada con la anterior, y consiste en el
fideísmo: pretender exigir a Dios un milagro permanente, que él solucione
los problemas sin nuestro esfuerzo y cooperación. Eso se llama "tentar a
Dios", ya que él puso en nosotros las capacidades que nos permiten encon-
trar soluciones, y él respeta esa capacidad que nos dio; por eso no intervie-
ne milagrosamente cuando somos nosotros los que podemos hallar una
salida, aunque eso suponga a veces un camino duro y sacrificado. La ter-
cera consiste en la búsqueda del poder y la gloria a costa de lo que sea. Y
Jesús responde que hay un límite, porque sólo Dios puede ser adorado.
Las tres son una inclinación a rechazar los límites de nuestra vida pe-
queña y pretender ser divinos, capaces de realizar lo que queremos con
solo desearlo. En definitiva son una forma de expresar la antigua tentación
de Satanás: "seréis como dioses" (Gn 3, 5). Jesús, siendo verdadero hom-
bre, aceptó humildemente los límites y compartió las incomodidades y
contrariedades que debe sufrir todo hombre en este mundo.

Oración:
"Señor Jesús, que experimentaste lo que yo mismo siento cuando
soy tentado, hazte presente en mi vida cuando me acosa la tenta-
ción y hazme fuerte con tu presencia, para que pueda mantener-
me firme en tu camino".

374
Domingo 1° de Cuaresma

AÑO B: Mc 1, 12-15

Este texto de Marcos, escueto como siempre, menciona muy breve-


mente el paso de Jesús por el desierto donde sufrió la tentación de Sata-
nás, cuarenta días que lo prepararon para comenzar a predicar. De allí toma
la Iglesia la práctica anual de la cuaresma, un tiempo sagrado en que todos
nos unimos en una especie de "desierto", porque tratamos de compartir las
incomodidades que Jesús vivió en esa soledad, y tratamos de apartarnos
un poco más para orar, de renunciar a ciertos placeres, y de compartir
nuestros bienes con los necesitados. Así también intentamos prepararnos
para unirnos más a Jesús resucitado y así, con su poder, cumplir mejor con
nuestra misión en esta tierra.
Luego el texto menciona escuetamente el arresto de Juan, y describe el
comienzo de la predicación de Jesús en Galilea.
La predicación del Señor se resume en el anuncio de la cercanía del
Reino de Dios y en una invitación al arrepentimiento y a recibir la nove-
dad que Jesús trae, la "buena noticia". Pero la buena noticia es precisa-
mente que Dios viene a reinar, pero no como un monarca despótico, sino
como una presencia salvadora, porque donde reina Dios hay amor, justi-
cia, paz, alegría, fecundidad; el hombre es liberado de sus males y la vida
se vive como debe ser vivida. Jesús, el Mesías, viene a traer al hombre la
verdadera posibilidad de vivir de esa manera.
Cada vez que intentamos purificar nuestra vida y entregarle algo más a
Dios, no lo hacemos simplemente para alcanzar un estado espiritual que
nos haga sentirnos bien. Así lo hacen quienes practican ejercicios esotéri-
cos, técnicas de relajación, yoga, etc. Nosotros nos apartamos, oramos, y
ofrecemos ciertas renuncias, como si entráramos con Jesús en el desierto,
pero para tratar de ser instrumentos más dóciles en las manos de Jesús y
cooperar para que el Reino de Dios se haga cada día más presente en esta
tierra y el mundo alcance su perfección.

Oración:

"Señor Jesús, quiero entrar contigo en el desierto, dejar un poco


de lado mis distracciones y regalarte algo más de mi tiempo y de
mi vida. Purifícame, Jesús, libérame de todo lo que me estorba,
para que pueda trabajar contigo en la construcción de tu Reino".

375
Domingo 1° de Cuaresma

AÑO C : LC 4 , 1 - 1 3

Es el mismo texto que el año A. Jesús muestra otro aspecto de su hu-


manidad. Si bien Jesús no podía caer en la tentación, sin embargo experi-
mentó lo que experimentamos nosotros cuando somos tentados, y por eso
sabe bien lo que nos sucede por dentro cuando sufrimos la tentación.
La primera tentación, de convertir las piedras en pan, expresa nuestra
inclinación a querer liberarnos de todo límite y de pretender vivir el paraí-
so en la tierra. Las piedras convertidas en pan nos brindan una imagen
paradisíaca, donde tenemos a disposición inmediata lo que necesitamos y
donde nada nos frena en el camino. La actitud contraria es la de aceptar y
soportar serenamente los límites propios de nuestra existencia terrena y
enfrentar los desafíos de la vida sorteando los obstáculos y asumiendo que
siempre hay dificultades y carencias.
La segunda tentación consiste en el fideísmo: pretender exigir a Dios
un milagro permanente, que él solucione los problemas sin nuestro esfuer-
zo y cooperación. Eso se llama "tentar a Dios", ya que él puso en nosotros
las capacidades que nos permiten encontrar soluciones, y él respeta esa
capacidad que nos dio; por eso no interviene milagrosamente cuando so-
mos nosotros los que podemos hallar una salida, aunque eso suponga a
veces un camino duro y sacrificado. La tercera consiste en la búsqueda del
poder y la gloria a costa de lo que sea. Y Jesús responde que hay un límite,
porque sólo Dios puede ser adorado.
Las tres son una inclinación a rechazar los límites de nuestra vida pe-
queña y pretender ser divinos, capaces de realizar lo que queremos con
solo desearlo. Jesús, siendo verdadero hombre, aceptó humildemente los
límites y compartió las incomodidades y contrariedades que debe sufrir
todo hombre en este mundo. Aquí Lucas agrega el detalle de que el Diablo
se alejó de él hasta otra ocasión, refiriéndose seguramente a la gran tenta-
ción que Jesús sufrirá en la pasión.

Oración:
"Señor Jesús, que experimentaste lo que yo mismo siento cuando
soy tentado, hazte presente en mi vida cuando me acosa la tenta-
ción y hazme fuerte con tu presencia, para que pueda mantener-
me firme en tu camino".

376
a
Semana 1 de Cuaresma

LUNES: MT 2 5 , 3 1 - 4 6

Nuestras acciones no quedan ocultas en la oscuridad, nuestras opcio-


nes no son intrascendentes; todo es importante ante la mirada de Dios, que
rechaza nuestro egoísmo y quiere premiar toda obra de generosidad que
podamos hacer. Esto aparece reflejado con suma claridad en el relato so-
bre el juicio final, donde las únicas preguntas que se mencionan son aque-
llas que tienen que ver con lo que hicimos o dejamos de hacer por los
demás.
Y en estas acciones no se requiere que las hagamos pensando en el
Señor, sino simplemente que las hagamos con el deseo sincero de hacer el
bien. Los que son elogiados por sus obras de misericordia se asombran por
ese elogio, porque ellos no las hicieron con una intención religiosa, sino
que esas obran brotaron espontáneamente de su corazón generoso, y no las
habían hecho descubriendo a Cristo en los demás. Advirtamos que cuando
Jesús felicitó a los buenos porque le habían dado de comer, ellos pregunta-
ron "¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer?". Eso significa
que ellos no hacían las obras buenas pensando que lo hacían por el Señor.
Tampoco las hacían por obligación. Simplemente las hacían porque su
corazón bueno, viendo a un hermano necesitado, no podía dejar de ayudar-
lo.
Un corazón transformado por el Señor hace espontáneamente el bien,
cumple sin que se lo pidan lo que sugería San Pablo: "Ayúdense unos a
otros a llevar sus cargas" (Gál 6, 2). Por eso, si tenemos que motivarnos o
esforzarnos demasiado para lograr hacer una obra buena, preguntémonos
si no tenemos que rogar al Señor cada día que cambie, que transforme
nuestro corazón egoísta y cómodo con su gracia divina; porque que no hay
verdadera fe sin misericordia.

Oración:

"Señor, que cuando llegue a ti me vas a preguntar por el amor,


dame la gracia de reaccionar con amor y generosidad ante las
necesidades ajenas; abre mi corazón a los demás y no permitas
que sea insensible ante sus angustias".

377
a
Semana 1 de Cuaresma

MARTES: MT 6, 7 - 1 5

Este texto rechaza el modo de orar de algunos paganos. Ellos creían


que debían dar mil explicaciones a los dioses para convencerlos de que
tenían que escucharlos, porque consideraban que esos dioses no eran ca-
paces de conocer sus necesidades y entonces había que elaborar un discur-
so atractivo y lleno de argumentos para convencerlos. Jesús nos dice que
nuestro Padre Dios no necesita que lo convenzamos con argumentos y pa-
labras seductoras, porque conoce bien nuestras necesidades. Pero esto no
significa que no oremos frecuentemente, ni que no debamos ser insistentes
en la súplica (Lc 11, 5-8; 18, 1). Luego Jesús enseña un modelo de ora-
ción, el Padrenuestro, donde se comienza adorando al Padre y pidiéndole
lo principal, que es la venida de su Reino y el cumplimiento de su volun-
tad. Sólo después le suplicamos por nuestras necesidades; pero en la súpli-
ca del Padrenuestro, esas necesidades se reducen a lo esencial, a lo indis-
pensable, al pan de cada día. Además, hay que destacar que luego del
Padrenuestro, donde pedimos ser perdonados así como nosotros perdona-
mos a los demás, se resalta esta necesidad de perdonar a otros para poder
suplicar el perdón de Dios.
Pero lo más importante es que Jesús nos invita a decir "Padre"; y eso
significa que nos invita a unirnos a él en su relación con el Padre. También
el Espíritu Santo, cuando habita en nuestros corazones, nos invita a clamar
"Padre". De esta manera, se nos invita a expresar el anhelo más profundo
de nuestro corazón necesitado, porque nosotros estamos hechos para ir al
Padre. Por el bautismo, esa inclinación se convierte en la atracción de
Jesús hacia su Padre amado, porque pasamos a ser "hijos en el Hijo". Por
eso San Ignacio de Antioquía, cuando lo llevaban para ser comido por los
leones, sentía en su interior un profundo gozo, que él expresaba diciendo:
"Hay dentro de mí un manantial que clama y grita: ¡Ven al Padre!".

Oración:

"Señor, dame la gracia de ser simple en mi diálogo contigo, de


suplicarte como un niño, dejando todo en tus manos con plena
confianza. Pero concédeme que además de pedirte sea capaz de
santificar tu nombre sobre todo en la misericordia y el perdón".

378
a
Semana 1 de Cuaresma

MIÉRCOLES: Lc 1 1 , 2 9 - 3 2

Los fariseos reclamaban señales a Jesús, pero en realidad no querían


creer en él. Y Jesús dijo que los que no quieren creer en la palabra de Dios
"no creerán aunque resucite un muerto" (Lc 16, 31).
Por eso Jesús dice que en definitiva la única señal necesaria es la de
Jonás. ¿Qué significa esto? Que los ninivitas, que eran un pueblo pagano,
no le pidieron ninguna señal al profeta Jonás para aceptar su palabra; sim-
plemente le creyeron y se convirtieron, se arrepintieron y pidieron perdón
con un corazón dolorido, a pesar de que Jonás predicaba sin deseos y sin-
tiéndose forzado por Dios. Jesús se dirige aquí a judíos que se considera-
ban más que paganos, porque se creían piadosos, muy creyentes y fieles a
Dios, para hacerles ver que sus corazones en realidad estaban cerrados a la
Palabra, de manera que ninguna señal sería suficiente si ellos no cambia-
ban de actitud.
La vida de Jesús, consagrada plenamente a la Palabra, su entrega total
y sus numerosos prodigios no eran suficientes para abrir los corazones
cerrados. Pero luego de su pasión, el mayor signo de su amor es él crucifi-
cado. Por eso decía San Pablo que "mientras los judíos piden señales...
nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los j u d í o s . . . "
(1 Cor 1,22).
Este signo maravilloso de su propia vida era la señal que a Jesús le
interesaba ofrecer. Y los milagros, que brotaban de su deseo de hacer el
bien, no eran más que indicios de su amor generoso. Pero la multiplica-
ción de prodigios podía desviar la atención de lo que Jesús quería mostrar.
Por eso, a los corazones que se cierran a su palabra y a su ejemplo, Jesús
prefiere no imponerse a fuerza de milagros.

Oración:

"Señor, toca mi corazón con tu gracia y no permitas que sea in-


diferente a tu Palabra. Concédeme que acepte tu amor sin exi-
girte más signos que la misma hermosura de tu presencia santa y
cautivante".

379
a
Semana 1 de Cuaresma

JUEVES: MT 7, 7 - 1 2

Este texto invita a orar con plena confianza, descargando las preocupa-
ciones en la presencia del Padre. Otros textos bíblicos invitan también a
esta súplica liberadora (1 Ped 5, 7; Sant 5, 13; Flp 4, 6) y sin dudar (Mc 11,
24; Sant 1, 7-8). Cuando suplico con un corazón sincero soy capaz de de-
jar mis preocupaciones en las manos de Dios, y así comienzo a sentir que
ya no estoy solo con mis problemas, porque han comenzado a ser también
una ocupación del Padre. Por lo tanto, ya no me interesa obsesionarme
para que esa situación termine como yo lo he planeado. Lo importante es
que terminará como al Padre le parezca mejor, y así estará bien, y así será
mejor para mí, realmente mejor.
Pero la Palabra de Dios también nos indica que puede haber motivos
que hacen que no consigamos lo que pedimos en la oración: cuando el que
pide está obsesionado por sus necesidades pasionales (Sant 4, 2-3), o por-
que tiene un corazón cerrado a las necesidades ajenas (Is 1, 15-17; 58, 9-
10, o porque Dios tiene un plan mejor para él (2 Cor 12, 8-9).
En el v. 12 aparece la ley de oro: que cada uno trate a los demás como
quiere que lo traten a él. Esta expresión aparece en textos antiguos de
otras religiones, pero de un modo negativo, invitando sólo a no hacer daño;
aquí se invita a dar un paso más, buscando para los demás el bien que uno
espera de ellos. Esto sólo puede ser obra de la gracia de Dios, porque se
trata de un corazón que rompe sus propias paredes y amplía su pequeño
mundo para dar cabida a los intereses de los demás, hasta el punto que uno
comienza a buscar el bien de los demás de la misma manera que busca su
propio bien, capaz de alegrarse con sus alegrías y de preocuparse con sus
angustias.

Oración:

"Señor mío, pongo ante ti todas mis preocupaciones, dejo en tus


manos todo lo que me inquieta, y también todos mis sueños y
anhelos, porque lo que está en tus manos termina bien. Confío en
ti Señor, creo en tu amor y en tu poder. Y te pido también la gra-
cia de actuar con los demás como desearía que actuaran conmi-
go".

380
a
Semana 1 de Cuaresma

VIERNES: MT 5, 2 0 - 2 6

Aunque Jesús anula muchas exigencias del Antiguo Testamento, no


elimina las exigencias esenciales; y esta simplificación tampoco implica
que el seguimiento de Jesús sea menos exigente, ya que invita a poner
todo nuestro ser, a empeñar todas nuestras fuerzas para vivir como a él le
agrada. Cuando Jesús critica el legalismo de los fariseos, no está diciendo
que sus discípulos se despreocupen de las exigencias del evangelio. Y par-
ticularmente en las exigencias con respecto al prójimo, Jesús espera que
sus discípulos se destaquen más que los fariseos, y no se contenten con no
matar. Tratar a otro con ira, llamarlo inútil o loco, bastaría para dejar sin
sentido la propia existencia (para ser quemados).
Y siguiendo la línea de los grandes profetas del Antiguo Testamento,
Jesús indica que el culto a Dios pierde todo valor cuando el creyente está
enemistado con un hermano, especialmente cuando él ha hecho daño a
alguien ("si tu hermano tiene algo contra ti"). Ya en Isaías 1,15 Dios nos
decía: "Cuando ustedes levantan sus manos, me tapo los ojos para no ver-
los. Aunque multipliquen sus plegarias, yo no los oigo, porque sus manos
están llenas de sangre". Y a esas oraciones de las personas que han hecho
daño a un hermano Dios las considera "una pateadura en mis atrios" ( 1 ,
12). El amor al hermano está antes que el culto, y el culto está al servicio
de ese amor al hermano.
Esto vale también para cualquier acto de culto, incluso para la celebra-
ción de la Eucaristía. De hecho, a los corintios ricos, que despreciaban a
sus hermanos pobres y se reunían para celebrar la Eucaristía, San Pablo
les decía: "Eso ya no es comer la cena del Señor" (1 Cor 11, 20). La Euca-
ristía es culmen y fuente de toda una vida cristiana; debe ser la culmina-
ción de una vida de amor, y al mismo tiempo la fuente donde vamos a
buscar fuerzas para amar mejor a los hermanos.

Oración:
"Te entrego mi vida Señor, tú puedes renovarla con tu gracia
para que te agrade más. Impúlsame con tu poder Señor, y no
dejes que caiga en la mediocridad, que me conforme sólo con no
matar y no sea capaz de vivir como hermano de todos".

381
a
Semana 1 de Cuaresma

SÁBADO: MT 5, 4 3 - 4 8

Jesús completa su profundización de la Ley de Dios con el precepto


del amor a los enemigos. Si Dios hace salir su sol sobre todos, sin excep-
ción, el cristiano no debería negar su amor a nadie. Amar sólo a un grupo
selecto de amigos y de personas cercanas, y no amar a los que nos desagra-
dan o nos hacen daño es reducir el estilo de vida cristiano a la "normali-
dad", y quitarle lo que más debe distinguirlo: la capacidad de amar por
encima de todo y más allá de todo, superando las normas de la convenien-
cia personal y mirando a todos con los ojos del Padre Dios.
El texto concluye con la invitación a ser perfectos como el Padre ce-
lestial, mostrando así que la perfección está sobre todo en el amor al otro.
San Lucas lo expresa modificando la expresión y diciendo sencillamente
"sean compasivos como el Padre celestial es compasivo" (Lc 6, 36).
No sería extraño encontrar personas capaces de ofrecer a Dios grandes
sacrificios, soportando hambre, frío y todo tipo de renuncias y privacio-
nes, pero al mismo tiempo llenas de rencor. Por algo decía san Pablo: "Si
yo entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor no me sirve de nada"
(1 Cor 13, 3). Y luego explica que ese amor es paciente, no tiene en cuenta
el mal recibido, todo lo disculpa (v. 4). Los sacrificios corporales quedan
sólo a un nivel superficial, y sólo pueden ser la demostración de una gran
fuerza de voluntad, que a Dios no le interesa demasiado. Pero el perdón es
algo mucho más grande, mucho más profundo, que no se logra con el es-
fuerzo de la voluntad, sino con la gracia de Dios, con mucha oración, y
con profundas y repetidas motivaciones que apuntan al corazón. Llegar a
amar a un enemigo, superando los deseos de venganza, y aceptando que
también él tiene derecho a ser feliz, es una obra que supera todo esfuerzo
y toda capacidad humana. Ser perfectos como el Padre Dios también es
imposible para una criatura, pero se trata del llamado del Señor a partici-
par de su vida divina, a entrar en la profundidad de su misterio, a dejarse
llevar siempre más allá de los pequeños límites del propio corazón.

Oración:
"Jesús, tú que eres modelo perfecto de amor que se entrega a
todos y que perdona, dame la gracia de desear la perfección del
amor para ser capaz de superar los rencores y los conflictos po-
niendo el amor sobre todo, respondiendo al mal con el bien".

382
Domingo 2° de Cuaresma

AÑO A : MT 1 7 , 1-9; AÑO B: MC 9 , 2 - 1 0 ; AÑO C : Lc 9 , 2 8 - 3 6

En este episodio de la Transfiguración de Jesús, el Padre confirma su


misión presentándolo como su Hijo querido e invitando a escucharlo. Por
un instante los tres apóstoles alcanzan a vislumbrar el misterio trascen-
dente de Jesús, por un instante se abre el cielo, y se nos recuerda la gloria
de la primera alianza en el Sinaí (Éx 24, 9-18). Pero aquí Moisés, junto
con el profeta Elias, está simplemente acompañando a Jesús, el Hijo que-
rido. Ellos sólo están representando al Antiguo Testamento que da paso al
misterio del Mesías, la gloria del que viene a cumplir las expectativas del
pueblo de la primera Alianza.
Los apóstoles quieren prolongar esa maravillosa experiencia, pero de-
ben bajar de la montaña y caminar con Jesús hacia la pasión, porque lo
más importante todavía no ha sucedido. Seguramente, a partir de esa expe-
riencia mirarían a Jesús con otros ojos, percibiendo que detrás de la senci-
llez de su humanidad terrena, se escondía la majestuosidad de la gloria, la
hermosura radiante que ellos por un instante alcanzaron a vislumbrar.
Cuando tenemos una experiencia maravillosa en la cima del monte nos
cuesta bajar a la fiebre de la ciudad; pero allí, en medio de las preocupa-
ciones y tensiones de la vida cotidiana, nos basta recordar que existe la
paz de la cima de los montes; esa paz existe, aunque ahora nosotros este-
mos inmersos en las preocupaciones y angustias de la vida cotidiana.
Nosotros muchas veces tenemos experiencias maravillosas de encuen-
tro con el Señor, y quisiéramos prolongarlas, pero él nos llama a bajar de
esa m o n t a ñ a p a r a h a c e r un c a m i n o de s e r v i c i o y de e n t r e g a
generosa.También es cierto que muchas veces, en medio de las pruebas, el
solo recuerdo de esas hermosas experiencias de belleza y de amor nos da
fuerzas para seguir adelante.
Es importante tener en cuenta que el Padre Dios nos pide en este texto
que escuchemos a Jesús. Jesús, que nos ha revelado la verdad, necesita un
oído atento, un corazón abierto para escucharlo.

Oración:
"Te doy gracias Señor por los signos de tu gloria que me regalas
en medio de las asperezas de esta vida. Pero no dejes que me
evada en las experiencias bellas y dame la fortaleza y la luz para
bajar de la montaña con el deseo de entregar mi vida".

383
Semana 2 - de Cuaresma

LUNES: LC 6, 3 6 - 3 8

Aquí Lucas resume claramente la perfección moral del cristiano en la


misericordia, puesto que suple la expresión tradicional "sean perfectos",
que utiliza Mateo, por "sean compasivos", y Dios mismo es caracterizado
en primer lugar por esta compasión. De ahí que Santo Tomás diga que la
máxima de las virtudes divinas es la misericordia.
Y éste es en realidad un tema que surca todo el evangelio de Lucas,
que suele llamarse "el evangelio de la misericordia". En el capítulo 15
Lucas nos ofrece las preciosas parábolas de la misericordia de Dios, y en
el capítulo 10 la parábola del buen samaritano, que tuvo compasión del
hombre caído.
En este texto nos explica cuáles son las dos manifestaciones de esta
misericordia: una es la bondad en el juicio, la comprensión de los errores
ajenos, el perdón. La otra es la generosidad, la capacidad de dar, de com-
partir lo que tenemos. En los dos casos, la medida que usemos con los
demás es la que usará Dios con nosotros para juzgarnos o para regalarnos
la felicidad eterna.
Cuando nosotros miramos al hermano con compasión, y tomamos con
ternura y paciencia sus defectos y caídas, cuando tratamos de poner en la
balanza sobre todo las cosas buenas que hemos tratado de descubrir en él,
y le agregamos unas cuantas excusas que nos ayudan a comprenderlo, Dios
hace lo mismo con nosotros. Cuando en lugar de pasar indiferentes ante un
hermano, poniendo excusas para no ayudarlo, nos proponemos más bien
tratar de hacerlo feliz y hacerle todo más llevadero, Dios también deja de
mirar nuestras imperfecciones y pecados, y nos prepara una gran alegría.
No significa que Dios esté midiendo matemáticamente cada una de
nuestras acciones, sino que el perdón, la compasión y la generosidad abren
el corazón, amplían su espacio, y lo disponen para recibir más abundante-
mente la alegría, la paz y la vida que Dios gratuitamente quiere regalar.

Oración:
"Abre mi corazón cerrado Señor, sánalo de sus miserias, para
que no mire a los demás con ojos crueles o indiferentes, sino
comprensivos, generosos; así como tú me miras comprendiendo
mi debilidad y llenándome de tus dones".

384
a
Semana 2 de Cuaresma

MARTES: MT 2 3 , 1 - 1 2

Todo este capítulo 23 de Mateo es un largo reproche a los fariseos, que


quitaban la calma al manso Jesús. Nosotros, viendo lo que a Jesús tanto le
molestaba de estos personajes, podemos descubrir también las actitudes
negativas de las que más tendríamos que cuidarnos para no ser desagrada-
bles a sus ojos.
Los fariseos estaban permanentemente pendientes de sus propias per-
sonas, particularmente de su fama, de la gloria humana, de su lugar en la
sociedad. Y en esta obsesión por exhibirse usaban también la religión para
aparentar piedad. Por eso mismo también les agradaba tener todos los títu-
los posibles: que los llamaran maestros, patriarcas, doctores.
Pero una manera cruel de aparecer como los mejores de la sociedad era
señalar permanentemente los defectos y los errores ajenos. Ellos, aunque
estuvieran llenos de pecados ocultos, cuidaban mucho lo externo para apa-
recer como perfectos y hacer sentir pecadores a los que no seguían a la
perfección las leyes y tradiciones que ellos inventaban y absolutizaban.
En su fuerte rechazo de estas actitudes Jesús hace ver el poco valor
que tiene esa perfección externa que alimenta la vanidad; y él prefiere
invitarnos sobre todo a la humildad y al servicio.
El texto no puede tomarse al pie de la letra para rechazar los apelativos
afectuosos dirigidos a las autoridades, y para ser poco considerados y poco
amables con ellos, o para creer que no debemos obediencia a nadie. De
hecho, san Pablo pide que en sus comunidades lo consideren como padre
(2 Cor 6, 11-13; 12, 14-15; 1 Tes 2, 11-12), y como el único padre de la co-
munidad (1 Cor 4, 14-16), y defiende ese lugar en la comunidad con uñas
y dientes (2 Cor 7, 2-4; 10, 7-8; 11, 1-6. 16-19), aunque no buscaba la ala-
banza o la gloria humana, y por eso no le interesaba el juicio que los de-
más pudieran emitir sobre su persona, sino el juicio de Dios (1 Cor 4, 3-5).

Oración:
"Libérame Señor del enfermizo cuidado de la apariencia, de la
triste búsqueda de la gloria mundana, y coloca en mi corazón el
profundo deseo de la humildad y la sencillez. Arranca de mí todo
apego a los elogios y reconocimientos".

385
a
Semana 2 de Cuaresma

MIÉRCOLES: MT 2 0 , 1 7 - 2 8

Jesús quiere llevar a sus discípulos a tomar conciencia de que está


marchando hacia el final de su vida terrena. Pero los discípulos piensan
sobre todo en la gloria que Jesús alcanzará y la entienden como un reinado
glorioso en la tierra. Por eso Santiago y Juan (los Zebedeos) piden un lu-
gar destacado en ese nuevo Reino.
Jesús, con admirable paciencia, quiere hacerles notar que compartir su
Reino implica también compartir los sufrimientos propios de la pasión,
pero ellos responden que están dispuestos a acompañarlo en todo. Sin
embargo, Jesús indica que eso no basta, porque el que asigna los puestos
es el Padre, de manera que el creyente debe renunciar a reconocimientos
públicos o lugares de dominio. Además, en la nueva comunidad la autori-
dad será más servicio que gloria, donde no se tratará de exigir obediencia,
sino de usar la autoridad para servir, como un esclavo de los demás. Y al
mismo tiempo que destaca ese nuevo estilo, Jesús lo contrapone a los po-
deres políticos paganos, donde la autoridad se imponía de maneras inde-
seables. Pero además ofrece como modelo de la verdadera autoridad su
propia vida entregada hasta el fin por los demás.
Y este texto también nos invita a escuchar la pregunta que Jesús nos
hace: "¿Estás dispuesto a beber el cáliz que yo beberé?" Pregunta molesta,
porque nosotros desearíamos excluir de nuestra vida todo sufrimiento. El
cáliz simboliza la sangre derramada, la entrega de la pasión, el dolor de la
cruz, y la sola palabra "dolor" es como un aguijón en nuestro interior. Pero
si no enfrentamos esos miedos oscuros y no miramos nuestra vida limitada
tal cual es, viviremos engañándonos a nosotros mismos y rechazando la
misión que Dios nos da, misión que siempre exigirá renuncias, cansancios
y momentos difíciles. Santiago y Juan contestaron que sí, que podían be-
ber su cáliz, aunque todavía no entendían lo que eso significaba y estaban
apegados al deseo de poder. Sin embargo, el amor a Jesús los sostuvo, los
purificó, y ellos fueron capaces de renunciar a sus proyectos.

Oración:
"Jesús, ayúdame a convencerme de que mi grandeza está en el
servicio humilde y desinteresado; libérame de estar pendiente de
puestos y lugares de gloria, para entregarme con un corazón
despojado a servirte en los hermanos".

386
a
Semana 2 de Cuaresma

JUEVES: LC 1 6 , 1 9 - 3 1

Este episodio del rico y el pobre Lázaro es uno de los textos típicos del
evangelio de Lucas, con un fuerte acento en la misericordia, donde apare-
ce también la predilección de Dios por los pobres.
De hecho, el único motivo que se da para que Lázaro sea llevado por
los ángeles a un lugar de consuelo son los males que soportó durante su
pobre vida, es decir, simplemente su pobreza.
El evangelio invita a prestar atención a esas personas sumidas en la
miseria y la angustia mientras estamos felices en nuestras comodidades y
tratamos de no dejarnos cuestionar por su presencia. Y este texto nos mues-
tra el lugar peculiar de la ayuda al hermano pobre en el camino de purifi-
cación y crecimiento. Aunque todo parezca estar bien, la indiferencia ante
las necesidades del pobre nos coloca en un camino que lleva a la oscuridad
y a la ruina.
También es destacable en este texto la importancia que se da a la Pala-
bra de Dios, ya que si no le prestamos atención a sus exigencias, ni siquie-
ra la resurrección de un muerto nos hará renunciar a nuestros apegos y a
nuestra indiferencia. No se trata entonces de esperar que Dios haga algo
prodigioso para que cambiemos de vida. Se trata de detenerse a ver la
realidad: la propia vida, el sentido de lo que estamos haciendo, las necesi-
dades que hay a nuestro alrededor. De ese modo podremos reconocer que
la vida cómoda y egoísta que llevamos es verdaderamente desagradable.
De hecho, hay personas que luego de disfrutar varios días de comodidad y
de confort, comienzan a recordar el sufrimiento de los demás y entonces
surge en sus corazones la pregunta: "¿Para qué estoy viviendo? ¿Qué es-
toy haciendo con mi vida?" De esa manera, el corazón se abre a la Palabra
de Dios que le pide un compromiso de amor. Pero la persona que se evade
en las distracciones y escapa de las preguntas de su propio corazón, no
cambia de vida aunque vea resucitar a un muerto.

Oración:
"Ilumíname Señor y toca mi corazón para que pueda descubrirte
en aquellos que pasan a mi lado y sólo se encuentran con mi
indiferencia. Purifícame del egoísmo y de la comodidad que me
encierran en mi pequeño mundo".

387
a
Semana 2 de Cuaresma

VIERNES: MT 2 1 , 3 3 - 4 3 . 4 5 - 4 6

La viña, como de costumbre, simboliza al pueblo (Is 5, 1-7), y los


cuidadores representan a las autoridades políticas y sobre todo religiosas.
Los enviados son los distintos profetas que Dios ha suscitado en el pueblo
para invitar a la conversión, pero que fueron despreciados. Finalmente, el
propio hijo representa al mismo Jesús, que de este modo anuncia su fin.
Los fariseos, al escuchar a Jesús, se dan cuenta de que esta compara-
ción iba dirigida a ellos, que planeaban su muerte, pero no pueden arres-
tarlo por temor a la gente. Una vez más se ve que el problema de Jesús no
era con el pueblo, sino con las autoridades. El corazón de la gente sencilla
suele estar más abierto a las novedades de Dios, pero los que tienen poder
económico, intelectual o político se aferran tanto a esa seguridad falsa que
no aceptan un cambio de planes aunque el mismo Dios lo esté proponiendo.
El propio Hijo, es lo más valioso que el Padre puede enviar para recla-
mar lo que es suyo, para pedirnos el amor que nuestros corazones huma-
nos le deben. Pero en realidad, él mismo da lo que pide, porque Jesús
quiere derramar en nuestros corazones su Espíritu Santo para que seamos
capaces de amar al Padre, de darle la gloria que a él le corresponde. En la
muerte de Cristo en la cruz, se realizó lo que describe la primera carta de
Pedro: "Fueron rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no
con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa
de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto" (1, 19-19). Nosotros que
no aceptamos darle al Padre nuestros frutos de amor, recibimos de su pro-
pio Hijo muerto y resucitado la savia de vida que necesitamos para ser
fecundos y darle gloria con nuestro corazón sanado y liberado.
Pero no hay que olvidar que este texto no se dirige tanto a la viña, el
pueblo amado que produce sus frutos, sino a los cuidadores, los que tienen
otras personas a su cargo y prefieren ocupar el lugar del Redentor, y no
aceptan que nadie sea amado más que ellos.

Oración:
"Señor, libérame de mis falsas seguridades, no dejes que me quede
envuelto y asfixiado en mis propios proyectos que no me dejan ver
tu luz, que no me permiten escuchar esa palabra que me llama a la
entrega, al cambio, a la vida nueva. No permitas que te elimine de
mi vida para que no perturbes mis estructuras y mis planes".

388
a
Semana 2 de Cuaresma

SÁBADO: LC 1 5 , 1-3. 1 1 - 3 2

Los detalles de la parábola del hijo pródigo brindan una gran riqueza
al relato: el deseo de independencia y lejanía, el derroche, la humillación
y las privaciones, el recuerdo de la casa paterna y todo lo bueno que era, el
arrepentimiento, el retorno, la espera del Padre, su compasión y su alegría,
el festejo, la recuperación de la dignidad perdida y la vida nueva del hijo.
El hijo que había optado por la independencia, descubre que esa falsa
autopomía es miseria, vacío y esterilidad; por eso vuelve renunciando a
sus derechos de hijo y pidiendo ser un empleado dependiente. Cualquier
cosa será mejor que el desarraigo que lo hunde en la soledad y la indigen-
cia. Ahora sabe con una convicción plena que depender del Padre es vivir
en la libertad de su amor.
Pero el Padre conmovido responde sobreabundantemente. Sus entra-
ñas misericordiosas sólo pueden responder ennobleciendo al hijo arrepen-
tido y haciendo fiesta.
Cada vez que somos perdonados, cada vez que volvemos al amor de
Dios luego de habernos alejado un poco, cada vez que le damos el primer
lugar luego de haberlo desplazado, somos invitados gratuitamente a parti-
cipar de esa fiesta en el cielo, y a vivirla en nuestro corazón de hijos.
Pero si somos de los que nunca se han ido de la casa, de esos que nunca
tienen conciencia de ofender gravemente al Padre, y entonces se sienten
dignos de rechazar la presencia de los pecadores, entonces tendremos que
acoger la amable exhortación que nos dirige el Padre, invitándonos a de-
sear el regreso de los perdidos, a alegrarnos con su presencia, a participar
de la misericordia que llena su corazón divino. Porque se puede permane-
cer en la casa del Padre y no alejarse nunca de ella con actitudes externas,
con pecados visibles Pero el corazón de los envidiosos y egoístas está le-
jos del espíritu que reina en la casa del Padre, lejos del calor de la miseri-
cordia, lejos de la alegría del reencuentro, lejos de la fiesta del perdón.

Oración:
"Te adoro Padre mío, por tu corazón abierto, dispuesto siempre
a la misericordia y al perdón, tu corazón que me desea libre del
pecado, pero que me espera con admirable paciencia; dame la
gracia de tener un corazón compasivo con mis hermanos".

389
Domingo 3 ° de Cuaresma

AÑO A : JN 4 , 5 - 4 2

Jesús, cansado del camino, apremiado por el calor del mediodía, se


sienta en el pozo de los samaritanos y pide agua a la mujer. En la Biblia los
encuentros junto a un pozo tienen un fuerte significado amoroso. Los mis-
mos discípulos se asombran al ver a Jesús con la mujer.
Leyendo los versículos 36-38 en relación con 3, 29 podemos ver una
invitación a que los discípulos se alegren por la siembra que Jesús realiza
en el corazón de la samaritana, siembra que termina en una feliz cosecha,
con la conversión de los samaritanos. Jesús va cautivando lentamente el
corazón de la mujer haciéndole tomar conciencia de la sed profunda de su
corazón, sed que no se sacia con el agua del pozo y que sólo él como
Mesías podía aplacar.
Cuando Jesús se refiere a los maridos que tuvo la mujer, ella reacciona
positivamente, porque Jesús toca de esa manera la herida y la necesidad
profunda de amor que hay en el corazón de la samaritana; sed de afecto y
de respeto que no había encontrado en ninguno de los hombres que tuvo.
Cuando Jesús le dice que "la salvación viene de los judíos" está invi-
tando a la samaritana a no despreciarlo a él como Salvador por el hecho de
ser judío; pero luego le hace notar que tanto las instituciones judías como
las samaritanas debían ser relativizadas, porque lo importante era el en-
cuentro con Dios que se realiza en el corazón por el impulso del Espíritu
divino. No sólo el monte santo de Samaría debía ser relativizado, también
el templo de Jerusalén dejaba de ser lo más importante. Ella debía encon-
trarse con el Dios vivo que venía a salvarla y a saciar su sed más profunda.
Adorarlo "en Espíritu" no se refiere a una adoración meramente inte-
rior, sin signos externos, sino a una adoración que brota de un corazón
dócil al Espíritu Santo, Espíritu que nos impulsa a clamar "Padre" (Rom 8,
15). Adorar a Dios "en verdad" significa adorar al verdadero Dios, que es
el Padre amante y misericordioso que nos ha revelado Jesucristo.

Oración:
"Señor, habla a mi corazón, siéntate junto a mi pozo y sedúceme
con tu Palabra. Tengo sed de ti Señor, y sólo tu agua viva puede
saciar la intensa sed que hay en mi interior. Dame a beber de ti,
para que nunca más tenga sed".

390
Domingo 3° de Cuaresma

AÑO B: JN 2 , 1 3 - 2 5

Llama la atención que Jesús, tan sereno, lleno de ternura y paciencia,


aparezca aquí cargado de violencia contra los vendedores del templo. ¿Aca-
so no se trataba de gente que se ganaba la vida, que con ese trabajo llevaba
a la mesa el pan para sus hijos? ¿Por qué una reacción tan agresiva?
El rechazo de Jesús no se dirigía tanto a los vendedores, que eran sim-
ples empleados, sino a los sumos sacerdotes, que explotaban a la gente a
través del culto. Porque cuando la gente iba al templo a ofrecer un animal
como ofrenda, los sumos sacerdotes lo rechazaban diciendo que no cum-
plía con todos los requisitos que ellos exigían. De esta manera la gente se
veía obligada a comprar los animales, incluso las palomas, que vendían
ellos a la entrada del templo. La devoción de la gente era utilizada enton-
ces por estos falsos pastores para enriquecerse a costa del sacrificio de los
pobres, que se sometían a sus exigencias. La reacción de Jesús se explica
entonces como una santa indignación contra los poderosos que se enrique-
cían a costa de la fe del pueblo sencillo y piadoso.
El evangelio de Juan da mucha importancia a esta escena, y la coloca
al comienzo, ya en el capítulo 2. Esto llama la atención, porque los demás
evangelios, que se habían escrito antes, la ponen hacia el final de la vida
pública de Jesús. Pero el evangelio de Juan la coloca al comienzo porque
el texto indica que Jesús está quitándole importancia a los sacrificios anti-
guos y está indicando que el encuentro con Dios no depende tanto de la
visita al templo judío, sino de su persona, que es más importante que el
templo material. Uniéndonos a Jesús resucitado damos más gloria a Dios
que entrando en una construcción de piedras.
Sin embargo, al llamar al templo "la casa de mi Padre", indica que
tampoco se trata de un desprecio del templo como lugar de oración. Jesús
precisamente reacciona "purificando" el templo, pidiendo que se lo respe-
te, y buscando que vuelva a ser un lugar donde el pueblo pueda adorar a
Dios con libertad.

Oración:
"Ayúdame Señor para que mis visitas al templo sean un verdade-
ro encuentro contigo, que mis sacrificios tengan valor porque al
ofrecerlos me estoy encontrando contigo, porque sólo tú puedes
salvar mi vida".

391
Domingo 3° de Cuaresma

AÑO C : LC 1 3 , 1-9

Los hombres asesinados, o muertos en catástrofes, no debieron sufrir


esas situaciones terribles a causa de sus pecados, por el hecho de haber
sido más pecadores. Y los que se libraron de esos sufrimientos no se salva-
ron de la muerte porque hayan sido más santos que los demás. Así Jesús
quiere explicar que Dios no está controlando los pecados de cada hombre
para hacérselos pagar con sufrimientos proporcionados a la gravedad de
esos pecados. Jesús niega la idea de un Dios que se dedique a castigar.
Sin embargo, Jesús también dice que el pecado no es inofensivo: "Si
no se arrepienten acabarán cómo ellos". El pecado daña nuestra vida y
hace que nuestra existencia termine mal, no porque Dios se dedique a cas-
tigarnos, sino por la propia fuerza destructiva y venenosa que tiene el pe-
cado. El que odia, por ejemplo, termina enfermándose y arruinando su
vida de una forma o de otra, termina siendo víctima de su propio veneno;
el que se encierra en la búsqueda del placer termina probando la miseria
de su propio egoísmo, arruina su vida no porque Dios le envía castigos,
sino porque el mismo pecado debilita su corazón y toda su vida, lo hace
vulnerable a todo tipo de males.
Por eso podemos decir que la mejor manera de amar la propia vida es
evitar el pecado, y que la mejor manera de atentar contra la propia digni-
dad es entregarse ingenuamente en las garras del pecado que envenena y
enferma. Dejarse llevar por las inclinaciones egoístas, violentas, sensua-
les, creyendo que de ellas puede surgir la verdadera vida, es una forma de
vivir fuera de la realidad; es hacerse esclavo de los propios monstruos
interiores y del propio egoísmo, que nunca estará satisfecho mientras bus-
que satisfacción fuera del camino de Dios. Es, en definitiva, dejar de ali-
mentar la verdadera vida, enfermarse poco a poco por dentro, y dejar mo-
rir las mejores capacidades que Dios puso en el corazón.
Sin embargo, con el ejemplo de la higuera Jesús indica que Dios ofre-
ce una oportunidad para rehacer la vida enferma por el pecado.

Oración:
"Señor, protégeme para que el pecado no me domine, no dejes
que caiga en las redes del mal y que mi vida se destruya por la
fuerza seductora del pecado. Ayúdame a renacer Señor, con el
poder de tu gracia, hazme fuerte frente a las tentaciones".

392
a
Semana 3 de Cuaresma

LUNES: LC 4, 2 4 - 3 0

Jesús recrimina la falta de fe de los habitantes de Nazaret, la ciudad


donde creció, y muestra cómo nuestros ojos a veces se vuelven ciegos
cuando tenemos la salvación entre nosotros, cómo nos cuesta descubrir la
presencia de Dios que se esconde en la sencillez de las personas que tene-
mos cerca, en la vida cotidiana, en el lugar donde nos toca vivir. Por eso a
veces se hace necesario que nos preguntemos para qué estamos viviendo,
cómo estamos viviendo, pero también es importante preguntarnos dónde
estamos viviendo. Porque a veces gastamos nuestra vida en un mundo irreal,
o en un futuro que nunca llega, o en la nostalgia de un pasado dorado, o en
la imaginación de un lugar especial. Pero el lugar donde Dios nos ha pues-
to también necesita alguien que ame, que se entregue, que crea, que bus-
que la paz. Este lugar donde estoy es también una ocasión para crear algo
nuevo, para descubrir la presencia de Dios, para recibir su luz y su poder.
Y en este lugar hay personas concretas a través de las cuales Dios quiere
decirme algo. Difícilmente Dios enviará un ángel para expresarme lo que
él espera de mí; normalmente usará a las personas que me rodean para
hacerme descubrir lo que él quiere pedirme.
Por no aceptar que Dios podía hablarles a través de uno más, uno de
ellos, los habitantes de Nazaret no quisieron escuchar a Jesús, no lo valora-
ron, y así no pudieron aceptar la maravillosa novedad que Dios les ofrecía.
Y para mostrar esa insensatez Jesús compara la incredulidad de su ciu-
dad con otras situaciones de la historia bíblica. Elias, por ejemplo, fue
bien recibido por una viuda extranjera, y Elíseo pudo curar a un leproso
sirio que demostró más fe que los judíos.
Oyendo estos ejemplos, los oyentes se enfurecieron, ya que Jesús les
estaba diciendo que los paganos podían tener el corazón más abierto que
ellos, y tal fue la indignación que quisieron matarlo, pero no pudieron con
Jesús, que fácilmente se liberó de ellos. No era todavía su hora.

Oración:
"Señor, muchas veces el orgullo me impide descubrirte en mi pro-
pia vida, no me deja reconocer los signos de tu presencia y de tu
amor, y espero pruebas extraordinarias de tu poder para abrirte
mi interior Toca mis ojos Señor, para que te descubra, para que
mi vida cotidiana se inunde de tu luz y se llene de tu misterio".

393
a
Semana 3 de Cuaresma

MARTES: MT 1 8 , 2 1 - 3 5

La grandeza y el poder de Dios se manifiestan especialmente en su


paciencia y en su compasión (Sab 12, 16-22), ello nos exige ser compasi-
vos con los demás como el Padre es compasivo con nosotros (Lc 6, 36-38).
Es lo que expresamos al decir "perdónanos como nosotros perdonamos".
Es una exigencia muy seria para todo cristiano, ya que si no estamos dis-
puestos a perdonar tampoco podemos esperar el perdón de Dios. Así lo
muestra el ejemplo del evangelio de hoy, y es un modo de indicar el lugar
preponderante que tienen la compasión y el perdón entre las actitudes que
Dios espera de sus hijos.
La respuesta a Pedro, indica que no se trata de una actitud ocasional o
esporádica, sino permanente. Perdonar setenta veces siete quiere decir siem-
pre, en todas las ocasiones y todas las veces que se nos pida, porque Dios
mismo perdona y da una nueva oportunidad siempre. No se trata de espe-
rar que el tiempo nos haga olvidar los malos recuerdos, ni de ignorar a la
persona que nos ha hecho daño, haciéndola desaparecer de la memoria.
Eso no es perdonar, sino enterrar, y es tener dentro de nosotros una especie
de cadáver que ocupa espacio y perturba. Se trata de perdonar, de poder
recordar a esa persona con compasión, sin odio ni deseos de venganza.
La presencia de este texto en la Cuaresma indica la prioridad que tiene
el perdón a los hermanos por encima de otros sacrificios que podamos
ofrecer a Dios. Por eso, cuando no podamos perdonar, todos los sacrifi-
cios, ayunos, momentos de oración, deben ser un camino hacia el perdón,
un intento de disponer nuestro interior para poder dar el paso del perdón.
Pero, por encima de todas las prácticas piadosas, tendremos que cla-
mar a Dios pidiendo su gracia, porque el perdón sincero y profundo sólo
es posible con el impulso de la gracia de Dios. La voluntad de Dios es
clara: hay que estar dispuesto al perdón "setenta veces siete". Y cuando
Dios pide algo es porque él sabe que una falta de perdón nunca es buena
para el corazón del hombre.

Oración:
"Señor, tú que eres compasivo y misericordioso, siempre dispuesto
a perdonar, dame la gracia de comprender las miserias ajenas y
perdonar con tu amor. Sana las heridas que guardo en mi inte-
rior y que no me permiten perdonar. Libérame Señor".

394
a
Semana 3 de Cuaresma

MIÉRCOLES: MT 5, 1 7 - 1 9

Este evangelio nos muestra a Jesús aclarando una posible confusión.


Si bien él no continúa con los sacrificios de la religión judía y con otras
costumbres que fueron agregadas por las tradiciones de los fariseos, sin
embargo de ninguna manera anula las exigencias de la Ley de Dios.
Las cosas que Dios nos pide, sean pequeñas o grandes, deben ser cum-
plidas con delicadeza y amor; nada de lo que Dios nos pide es irrelevante
o despreciable.
Pero Jesús no sólo pide que cada uno se empeñe en ser fiel a la Ley de
Dios, sino que también enseñe esa Ley, que se identifique públicamente
con ella y la transmita a los demás. Quien lo haga "será considerado gran-
de en el Reino de Dios".
Jesús mismo vino a cumplir esa Ley en su persona, y su vida es el
testimonio personal y bello de lo que significa ser fiel a la Ley de Dios.
Porque es cierto que el cristianismo es también un camino, es también
un estilo de vida. No es una moral que uno vive gracias a los esfuerzos de
su voluntad, sino un crecimiento, una maduración de nuestra vida por la
acción del Espíritu Santo que suscita nuestra libre respuesta y nuestra co-
operación. Y en definitiva es un trabajo delicado del Espíritu Santo que
nos va modelando según la imagen de Jesús, que va logrando poco a poco
que empecemos a vivir como Jesús vivió, que podamos reaccionar como
él, que reproduzcamos en nuestras acciones el estilo de vida de Jesús.
Por eso la Ley de Dios, como Jesús la vivió, sigue siendo una exigen-
cia para nosotros. Porque nadie puede amarlo de verdad sin llenarse de
deseos de vivir como él vivió. No porque es una Ley externa que hay que
cumplir por obligación, sino porque llega a convertirse en una necesidad,
en ese anhelo interior que nace cuando alguien nos cautiva, cuando nos
dejamos deslumbrar por la belleza del amado.

Oración:
"Señor, coloca en mi corazón un profundo amor por tu Ley, un
santo deseo de cumplir tu voluntad en las grandes y en las pe-
queñas cosas, la ilusión de agradarte con mi vida siguiendo el
modelo perfecto de Jesús".

395
a
Semana 3 de Cuaresma

JUEVES: Lc 1 1 , 1 4 - 2 3

Los que envidiaban a Jesús y querían manchar su imagen para evitar la


admiración de la gente, ya no sabían qué decir frente a los prodigios que
Jesús realizaba, sobre todo porque liberaba de los males más profundos,
que para los judíos eran "demonios". Llegaban a decir que Jesús expulsa-
ba esos demonios con el poder del jefe de todos los demonios. Pero Jesús
indica que si fuera así, entonces los demonios estarían en guerra unos con
otros, y ningún reino puede subsistir en la división. Es el poder de Dios el
que actúa en Jesús para liberar a la gente de sus demonios.
Luego Jesús hace una advertencia a los que han sido liberados del mal,
y los invita a estar atentos y vigilantes, porque cuando el hombre es libera-
do de un mal puede poco a poco ser nuevamente dominado por ese mal, y
de una manera peor todavía. En Hebreos 6, 4-8 hay una dura advertencia
sobre este punto, diciendo que cuando alguien se ha liberado y ha gustado
la buena nueva de Dios, pero se deja seducir nuevamente, difícilmente
podrá volver a levantarse, porque el mal lo toma con mayor fuerza y ha
perdido el entusiasmo de los primeros tiempos. Por eso mismo en el Apo-
calipsis hay un reproche para los que han perdido el "primer amor" (2, 4),
el amor fervoroso, alegre y feliz de los comienzos, del noviazgo, del pri-
mer enamoramiento; porque cuando se deja enfriar ese fervor, estamos
más expuestos a dejarnos dominar por el atractivo del mal.
Esto significa que, cuando hemos sido liberados, nuestra actitud no
debe ser la de dejarnos estar, con una confianza ingenua. Una vez libera-
dos por el Señor, tenemos que alimentar el fuego con nuestra entrega, con
nuestra oración, con el apoyo de los hermanos, con las obras de amor. El
corazón ocioso se expone a volver a caer, y tiene que estar siempre en
camino, siempre mirando hacia delante, siempre buscando más. Porque en
la vida espiritual no hay un punto muerto; o se avanza o se retrocede.

Oración:
"Señor, no dejes de cautivarme con tu Palabra, con la fuerza de
tu amor, con la hermosura de tu gracia, no permitas que el mal
vuelva a dominar mi vida, que me confunda creyendo que des-
pués de conocerte a ti encontraré vida en las cosas que abando-
né".

396
a
Semana 3 de Cuaresma

VIERNES: MC 1 2 , 2 8 - 3 4

Un especialista en la Ley judía pregunta a Jesús cuál es el mandamien-


to más importante. Porque las costumbres religiosas se habían complicado
excesivamente a causa de la multitud de normas que exigían las tradicio-
nes, y ni siquiera era posible recordar todas esas normas (los rabinos te-
nían 613 preceptos).
Era una pregunta sincera, porque muchos maestros de la Ley de Dios
estaban preocupados por simplificar sus vidas, y querían agradar a Dios;
por eso eran capaces de consultar a todo nuevo maestro que aparecía. Que-
rían llegar a descubrir qué era verdaderamente lo más importante, para no
perderse en la multitud de preceptos y obligaciones descuidando lo más
valioso. También nosotros, cuando estamos abrumados por muchas obli-
gaciones y sentimos que las fuerzas no nos dan para cumplir bien con todo,
en algún momento nos detenemos a preguntarnos si estamos haciendo las
cosas correctamente y qué es lo que no tendríamos que descuidar.
La pregunta le sirve a Jesús para mostrar dónde debe estar nuestro
principal empeño; y su respuesta es clara y directa: en el amor, que es al
mismo tiempo amor a Dios con todo el ser y amor al prójimo como a uno
mismo. Jesús resalta esta síntesis al decir que "no hay mandamiento ma-
yor que éstos", y el maestro de la Ley le da la razón diciendo que así lo
confirma la Palabra de Dios, porque el amor "vale más que todos los
holocaustos y sacrificios" (Cf. Is 1, 10-20; Eclo 34, 18-35, 12; Os 6, 6).
Por lo tanto, donde más deberíamos poner nuestras fuerzas y nuestras
preocupaciones es en el permanente intento de amar. En el amor es donde
principalmente cumplimos la voluntad de Dios y le agradamos. En esta
Cuaresma, el texto nos lleva a replantearnos cómo estamos orientando el
empeño para convertirnos y para crecer, dónde estamos poniendo el acen-
to. Es mejor ponerlo donde Dios nos indica, porque él no se equivoca.

Oración:
"Señor, infunde en mi corazón el ideal del amor, que mi sueño y
mi anhelo principal sea amarte y expresar ese amor en el amor a
los demás como me amo a mí mismo. Ayúdame a colocar todos
mis proyectos por debajo de este ideal y dame tu gracia para
vivirlo cada día más".

397
a
Semana 3 de Cuaresma

SÁBADO: LC 1 8 , 9 - 1 4

El evangelio no solamente habla de amor, sino que nos muestra las


formas muy concretas como se expresa el amor para que podamos discer-
nir si nuestro corazón está realmente en Dios.
En este texto se reprocha "a los que confían en su propia perfección y
desprecian a los demás", de manera que contradicen el amor a Dios, que se
expresa confiando más en él que en uno mismo. Cometían el tremendo
error de creer que puede comprarse la amistad con Dios; habían perdido la
conciencia de la infinita grandeza de Dios, la trascendencia de su amor. Y
también contradicen el amor al prójimo, que se expresa teniendo compa-
sión y mirándolo con buenos ojos (desprecian a los demás).
El publicano, que reconocía su miseria humildemente ante Dios, vol-
vió a su casa en paz con Dios a pesar de sus pecados, porque en realidad se
había acercado al templo sabiendo que Dios ama y es capaz de perdonar.
Lo que él miraba con los ojos del corazón es la misericordia de Dios. Por
eso podemos decir que el centro de su plegaria no era tanto él mismo y su
pecado, sino la súplica sincera de misericordia: "Ten piedad de mí".
Esta oración del publicano se distingue del mero remordimiento que
inmoviliza, porque el remordimiento es sólo una agresión contra uno mis-
mo por no haber sido perfecto; es sólo una mirada a uno mismo. En cam-
bio, esta oración sentida del pecador implica más bien el arrepentimiento,
que es el dolor por no haber sido fiel al amor de Dios, y el deseo profundo
de responderle mejor. Este arrepentimiento impulsa al cambio.
Pero el fariseo, que contemplaba su propia perfección y miraba con
desprecio al pecador, no volvió a su casa en paz con Dios, aunque no hu-
biera cometido pecados externos, aunque ayunara y pagara el diezmo. Es
lo que expresó San Pablo en el maravilloso himno al amor: "aunque repar-
tiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor
de nada me sirve (1 Cor 13, 3).

Oración:
"Libérame Señor de esa tonta vanidad que me lleva a poner mi
seguridad en las obras externas y a despreciar a los demás por
sus imperfecciones. Ayúdame a reconocer mi propia miseria y la
grosera fealdad del orgullo".

398
Domingo 4° de Cuaresma

AÑO A : JN 9 , 1-41

Estamos ante uno de los milagros más llamativos de Jesús porque se


trata de la curación de un ciego de nacimiento, alguien que nunca pudo ver
la luz y los colores, alguien que ni siquiera sabía qué significa "ver".
A los que preguntaban a qué pecado se debía esa ceguera Jesús les
responde que no hay que buscar siempre la causa de un mal en los pecados
de la persona; detrás de una enfermedad puede haber también un misterio-
so plan de Dios que los hombres no alcanzamos a descubrir.
Desde el comienzo del capítulo se indica que este prodigio tiene un va-
lor simbólico, es un signo que quiere mostrar a Jesús como luz del mundo.
Jesús da algo de sí (saliva) y lo une al polvo de nuestra tierra para
producir el milagro de la luz; el ciego también pone algo de su parte cuan-
do va a lavarse.
Pero la curación del ciego produce un gran revuelo, como todo lo que
Jesús hacía. El nunca deja las cosas igual, siempre quiere trastocar nuestra
comodidad y todas nuestras viejas seguridades.
Son particularmente bellas las escenas de intimidad que Jesús tiene
con el ciego, y el ciego parece descubrir su dignidad y su lugar en la socie-
dad (daba lecciones a los fariseos) gracias a este encuentro con el Señor.
Y cuando el ciego insiste en que Jesús le abrió los ojos es fácil descu-
brir que no se refiere sólo a los ojos del cuerpo, sino a los ojos del cora-
zón. Por eso, mientras el ciego se postra ante Jesús, los verdaderos ciegos
son los fariseos, ofuscados por el orgullo y la envidia.
Leyendo este texto, podemos escuchar interiormente la invitación que
Jesús nos hace a reconocer nuestras oscuridades, nuestras cegueras, y a
invocarlo a él como luz que viene a disipar nuestras sombras: las sombras
de la tristeza, del temor, del odio, de la mediocridad.

Oración:
"Señor, tu que eres la luz de mi vida, el que puede disipar mis
peores oscuridades, toca mi mirada interior y devuélveme la luz.
Haz que te vea Señor, y que vea lo que quieres para mí. Ilumina
mi camino y sana mis cegueras".

399
Domingo 4 ° de Cuaresma

AÑO B: JN 3, 1 4 - 2 1

Tenemos aquí una de las más grandes declaraciones de amor de la Pa-


labra de Dios: amor del Padre a su Hijo, y sobre todo una declaración de
amor a nosotros, ya que tanto nos amó que por nosotros entregó a su Hijo.
Ese Hijo entregado es salvación, no es juicio. Ese Hijo entregado hasta
el fin es un insuperable espectáculo de amor, es la gloria del amor divino
que se manifiesta en la entrega total y definitiva.
Basta mirarlo para ser salvado, así como Moisés levantaba la serpiente
en el desierto para que con sólo mirarla se alcanzara la liberación.
Mirarlo, sacar los ojos por un instante de nuestra maraña de cansan-
cios, resentimientos, orgullos lastimados, insatisfacciones. Mirarlo, levan-
tando los ojos más allá de la miseria sabiendo que hay algo más, que existe
la luz de sus ojos que quiere bañar y transformar las tinieblas donde esta-
mos sumergidos. Sólo levantar los ojos, para descubrir que no todo es ne-
gro y oscuro, que existe la luz.
Pero nuestros ojos no se levantan por su propio poder. Es mucha la
fuerza del pecado que nos ha ido lastimando y debilitando, como para pen-
sar que con nuestro esfuerzo podemos levantar los ojos. Además, es tan
grande la luz del amor de Dios, que los ojos del corazón humano no pue-
den percibirla si ese corazón no es elevado por la gracia de Dios.
Por eso, en medio de la oscuridad, podemos reconocer el secreto im-
pulso del Espíritu que nos invita a clamar: "Señor, ayúdame con tu gracia,
para que pueda levantar mis ojos y verte".
Podemos preferir la oscuridad antes que su luz, cuando queremos ser
los únicos señores de nuestra vida, cuando confiamos absolutamente en
nuestra propia claridad y creemos conocer solos, sin ayuda de nadie, el
camino que nos conviene para ser felices. Entonces sentimos que no nece-
sitamos un salvador, y ni siquiera queremos levantar los ojos verlo. Por
eso no podemos ser liberados por la fuerza sanadora de su inmenso amor.

Oración:
"Señor Jesús, levanto mis ojos a ti para adorarte en tu entrega
total, para contemplar el misterio deslumbrante de tu amor que
se da hasta el fin. Y mirándote Señor, puedo saber que estoy ante
un Dios que no juzga, sino que salva".

400
Domingo 4° de Cuaresma

AÑO C : Lc 1 5 , 1-3. 1 1 - 3 2

El hijo que había optado por la independencia, vuelve renunciando a


sus derechos de hijo y pidiendo ser un empleado dependiente. Renuncia a
la autonomía que tanto había acariciado cuando abandonó la casa paterna.
Pero el Padre conmovido responde sobreabundantemente, reacciona
desde sus entrañas de misericordia. Por eso ennoblece al hijo arrepentido
y hace fiesta.
Los detalles de esta parábola brindan una gran riqueza al relato: el
deseo de independencia y lejanía, el derroche, la humillación y las priva-
ciones, el recuerdo de la casa paterna y todo lo bueno que era, el arrepen-
timiento, el retorno, la espera del Padre, su compasión y su alegría, el
festejo, la recuperación de la dignidad perdida y la vida nueva del hijo.
Frente a este texto deberían nacer en nuestros corazones estas pregun-
tas: ¿En qué Dios estoy creyendo? ¿El Dios de mi vida y de mi corazón es
realmente este Padre que espera, que comprende, que perdona, que hace
fiesta? ¿O el Dios de mi corazón es el del hijo mayor, controlador, duro,
inflexible, justiciero?
Este texto nos invita a corregir aquellos aspectos de nuestra imagen de
Dios que empañan la figura del Padre lleno de amor y compasión, el Dios
que "es amor" (1 Juan 4, 8), y nos obliga a revisar nuestra actitud ante los
errores ajenos. Podemos reaccionar ante los demás como el hermano que
se había quedado en la casa, pero no se había contagiado del espíritu mise-
ricordioso de su padre, y entonces era incapaz de alegrarse por el hermano
recuperado y se negaba a la fiesta del amor y el perdón.
El hijo que descansa en el pecho de su padre luego de haberse desgas-
tado en el desenfreno y en el desorden, es una invitación a volver al Padre
con confianza para sanar en él nuestras propias heridas y comenzar siem-
pre otra vez, como nuevas criaturas.

Oración:
"Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras. Lo que
hagas de mí te lo agradezco. Estoy dispuesto a todo, lo acepto
todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí... Me entrego en
tus manos sin medida, con una infinita confianza, porque tú eres
mi Padre".

401
a
Semana 4 de Cuaresma

LUNES: JN 4, 43-54

Este relato es muy parecido a la narración de la curación del siervo del


centurión romano (Mt 8, 5-13), pero aquí no se trata de un romano sino de
un funcionario del rey Herodes, y no se trata de un siervo sino de un hijo.
Lo interesante en este relato de Juan es que en las actitudes del funcio-
nario ante Jesús podemos descubrir todo un proceso que nos muestra cómo
va creciendo la fe, o cómo se va manifestando cada vez de un modo más
perfecto.
Primero se trata simplemente de una confianza en el poder especial
que tenía Cristo, porque le habían llegado comentarios sobre sus prodi-
gios, especialmente sobre la transformación del agua en vino en las bodas
de Caná.
Pero cuando Jesús reprocha que le reclamen milagros, el centurión re-
acciona con una confianza firme, porque insiste en su súplica.
Luego cree en la palabra de Jesús que le dice que su hijo está vivo, y va
a su casa sabiendo que lo encontrará sano.
Y cuando comprueba el milagro de Jesús "creyó en él con toda su fa-
milia". Eso significa que de la confianza en el poder de Cristo se ha pasa-
do a creer "en él", a una adhesión interior a su persona. Ya no se trata sólo
de una gran confianza en su poder que puede solucionar nuestros proble-
mas.
Esto nos invita a reflexionar sobre el estado de nuestra propia fe y
sobre los motivos por los que buscamos a Jesús. ¿Se trata solamente de
una confianza imperfecta, que nos lleva a buscar a Jesús para resolver
nuestros problemas y a rechazarlo cuando no nos escucha? ¿O se trata de
una fe profunda, que nos lleva a adherirnos a la persona de Jesús, a buscar-
lo a él más que a su poder, a buscar su amistad más que sus dones, a desear
el encuentro con él más que sus ayudas?

Oración:
"Señor, también yo quiero presentarte a mis seres queridos para
pedirte que manifiestes tu poder en ellos y los liberes de sus en-
fermedades, que te hagas presente con tu poder en sus momentos
de muerte y de dolor y los levantes con tu gracia".

402
a
Semana 4 de Cuaresma

MARTES: JN 5, 1 - 1 6

"Una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos", un espectácu-


lo triste y desolador: en esta escena está representado el hombre débil,
disminuido, necesitado, está reflejada la fragilidad de la condición huma-
na. Frente a ellos Jesús aparece en este texto como el que da vida, el que
levanta el nivel de nuestras existencias sumergidas en el límite y el dolor.
Pero como contrapartida aparecen los fariseos, celosos defensores de
las leyes, más preocupados por el cumplimiento de la ley que por el bien
del hermano. Por eso, cuando el paralítico dice a Jesús: "Señor, no tengo a
nadie", se puede descubrir lo poco que se interesaban por los enfermos los
creyentes de esa época. Sólo Jesús se acerca, se hace presente en esa dolo-
rosa y amarga soledad.
Cuando Jesús pide al paralítico que no vuelva a pecar para que no le
suceda algo peor, está haciendo notar que hay otros males peores que la
enfermedad del cuerpo y que son producidos por el pecado. Así lo invita a
que no se conforme con poder caminar, sino que busque también los bie-
nes más profundos.
A veces puede sucedemos que, en medio de mucha gente, nos senti-
mos solos, y es como si el corazón dijera "Señor, no tengo a nadie". Parece
que en el fondo cada uno buscara su propio interés y nadie fuera capaz de
ofrecer una amistad sincera y generosa. Pero eso sucede porque les exigi-
mos a las criaturas algo que no nos pueden dar. Sólo el Señor puede estar
siempre presente, sólo él tiene la capacidad de estar permanentemente atento
a nuestras palabras, escuchando nuestros reclamos más profundos; sólo él
es compañía segura, que puede liberarnos de la soledad sin cansarse de
nosotros, sin sentirse absorbido, y sin que nosotros podamos dominarlo.
Por eso, cada vez que el corazón grita "Señor, no tengo a nadie", él está,
invitándonos a descubrir que es el único que nunca se va, el único fiel,
cuando parece que todo el mundo nos ha abandonado.

Oración:
"Señor, hazte presente en mi profunda soledad interior, allí don-
de nadie puede llegar, y con tu poder cura todo lo que me detie-
ne, lo que no me deja avanzar, todo lo que no me deja andar por
tu camino de salvación".

403
a
Semana 4 de Cuaresma

MIÉRCOLES: JN 5, 1 7 - 3 0

En este discurso, que parece complejo y difícil, Jesús aparece como


dador de vida, y en esto se presenta como igual al Padre. Tanto él como el
Padre están permanentemente dando vida, sin pausa ni descanso.
En todo el evangelio de Juan está presente el tema de la vida, y Jesús
aparece como fuente de vida sobrenatural. Él puede dar el "agua viva"
(cap. 4), es el "pan de vida" (cap. 6), es la "luz de la vida" (8, 15.51), es "el
buen pastor" que da la vida en abundancia (10, 10.28).
Pero aquí Jesús muestra que la fuente última de esa vida superior es el
Padre, ya que él recibe del Padre ese poder de comunicar vida; y así "lo
que hace el Padre lo hace igualmente el Hijo"(v. 19). Al decir esto, Jesús
está presentándose como igual al Padre, y de hecho así lo entendieron las
autoridades judías, que querían matarlo porque "se hacía a sí mismo igual
a Dios" (v. 18).
Cuando Jesús habla de "obras mayores" se refiere, al igual que en 14,
12, a la obra de Cristo después de su resurrección, que será mucho más
importante que curar enfermedades físicas. Será la comunicación de la
vida íntima de Dios a los corazones humanos, entrando en ellos con la
gloria de su resurrección.
A nosotros, que amamos la vida, aquí se nos invita a recordar que hay
muchos niveles de vida. Es un engaño creer que sólo vive intensamente el
que se entrega a los placeres sensuales o al consumismo. Eso es quedarse
en un nivel muy superficial de la vida. El ser humano puede ser elevado a
una vida superior, puede experimentar una vitalidad maravillosa de un or-
den más alto. Pero sólo Dios puede comunicarle esa intensidad maravillo-
sa, porque es la misma vida íntima de Dios que se derrama en el corazón
humano y lo hace capaz de amar como Jesús, hasta el vértigo supremo de
entregar la vida en una cruz.

Oración:
"Señor, derrama tu vida en todo mi ser, devuélvele la vida a todo
lo bueno que sembraste en mi existencia y que yo dejé morir por
mis miserias y pecados; arráncame del camino de la muerte y
dame la gracia de sentirme vivo por tu presencia en mí".

404
a
Semana 4 de Cuaresma

JUEVES: JN 5, 3 1 - 4 7

Jesús quiere mostrar que él no es un loco perdido, uno que exige que
todos lo escuchen y lo sigan sin motivo. Por eso dice: "Si yo diera testimo-
nio de mí mismo mi testimonio no sería válido" (v. 31). Y entonces explica
cuáles son los testimonios que muestran que su misión es auténtica, para
que vean que no es irracional aceptar su Palabra y creer en él.
El "testimonio" es un tema muy presente en todo el evangelio de Juan.
El primer testimonio que presenta Jesús a su favor es el de Juan el
Bautista, que había sido un profeta reconocido y admirado por todo el
pueblo. El segundo testimonio son sus obras, los prodigios que realiza y
que son signos de la obra más grande que él viene a cumplir. Y el tercer
testimonio es lo que el Padre ha enseñado en las Sagradas Escrituras, por-
que todo lo que había sido anunciado se estaba cumpliendo en su persona.
Sin embargo, estos testimonios no son suficientes para los incrédulos,
porque el testimonio no obliga a creer, no avasalla, no exige; es sólo una
invitación respetuosa y delicada. Los corazones cerrados sólo aceptaban
alabanzas y reconocimientos, pero no desafíos: "¿Cómo pueden creer si
están rindiéndose honores unos a otros y ya no buscan la gloria que sólo
viene de Dios?" (v. 44).
En esos corazones, enfermos de vanidad, ningún testimonio era sufi-
ciente, porque en el fondo no les interesaba lo que Dios pudiera decir, sino
lo que sirviera para acariciar esa vanidad enfermiza. Por eso Jesús repro-
cha: "ustedes no tienen el amor de Dios" (v. 42).
Este texto nos invita a preguntarnos qué es lo que estamos buscando en
la vida, qué es lo que queremos conseguir, qué es lo que nos preocupa
desde que nos levantamos por la mañana hasta que nos vamos a dormir,
cuáles son nuestros verdaderos intereses. ¿Nos mueve el amor de Dios o
nos mueve el orgullo, la vanidad o el egoísmo?

Oración:
"Dios mío, toca mi corazón con tu amor para que deje de pre-
ocuparme por cosas vanas y superficiales; sácame de los intere-
ses torcidos, de las vanidades que me llevan a estar pendiente
sólo de mí mismo. Habita en mí con la fuerza de tu amor, y ensé-
ñame a vivir por ese amor".

405
a
Semana 4 de Cuaresma

VIERNES: JN 7, 1 - 2 - 1 0 . 2 5 - 3 0

Los judíos creían saber de dónde venía Jesús, porque sabían que proce-
día de Galilea. Pero según sus tradiciones el Mesías vendría de un lugar
secreto, nadie conocería su origen. Y con este argumento negaban que
Jesús fuera el Mesías.
En realidad el origen de Jesús está más allá de Galilea, porque está
más allá de este mundo. Jesús procede del Padre Dios, él es su Hijo único
que desde toda la eternidad recibe su vida del Padre, que comparte todo
con el Padre amado.
Por eso es Jesús el único que conoce al Padre, él único que capta toda
la riqueza infinita del Padre Dios, el único que ha entrado en lo más pro-
fundo del Padre. Y por eso mismo, sólo Jesús puede revelarnos al Padre.
Nosotros podemos conocer al Padre en la medida en que Cristo, el Hijo
único, lo revela.
Pero hay que tener en cuenta también que en la Biblia la palabra "co-
nocer" no indica sólo un conocimiento intelectual, sino una experiencia
personal, un encuentro profundo, una intimidad. Jesús no quiere revelar-
nos datos sobre el Padre para satisfacer nuestra curiosidad, sino para lle-
varnos a un encuentro personal con el Padre amado, para que nos dejemos
atraer por él y entremos en su abismo de misericordia y poder.
Y Jesús no nos revela al Padre solamente con sus palabras. Toda la
vida de Jesús, todos sus gestos, todas sus acciones son un reflejo del amor
del Padre, ese Padre que amó tanto al mundo que le entregó a su propio
Hijo.
Es bueno recordar esta santa obsesión de Jesús: mostrarnos al Padre,
llevarnos al Padre, compartir con nosotros la intimidad que él tiene con el
Padre. Y es bello advertir que somos invitados a eso, a un encuentro ínti-
mo y profundo, a entrar en las profundidades de Dios.

Oración:
"Señor Jesús, que vienes de la intimidad con el Padre, tú que lo
conoces profundamente, llévanos al Padre. Enséñanos a cono-
cerlo, muéstranos su amor, llévanos contigo a su presencia para
que podamos descansar en sus brazos de amor".

406
a
Semana 4 de Cuaresma

SÁBADO: JN 7 , 4 0 - 5 3

En este texto vemos hasta dónde pueden llegar los prejuicios sociales.
Algunos no podían aceptar que Jesús fuera el Mesías, y otros ni siquiera lo
aceptaban como un profeta sólo porque venía de Galilea.
Pero esto también nos muestra cómo Dios se identifica con los despre-
ciados de la tierra, con los ignorados y excluidos.
Por otra parte, este texto nos hace ver que eran los sumos sacerdotes y
los fariseos, las autoridades religiosas, los que rechazaban a Jesús. No era
el pueblo el que despreciaba la enseñanza de Jesús, porque ese pueblo
sencillo se quedaba admirado escuchándolo. Por eso las autoridades ju-
días tratan a la gente sencilla de ignorantes y malditos, y hacen notar que
ninguno de los notables creía en Jesús.
Esto nos invita también hoy a valorar la fe del pueblo sencillo, que está
aferrado a pocas cosas de este mundo y por eso puede abrir el corazón
espontáneamente a Dios y saber que necesita de su fuerza salvadora.
Más allá de su formación doctrinal, el pueblo simple confía más en
Dios que en los poderes humanos, en los títulos, en los honores sociales, y
en medio de sus angustias levanta los ojos en silencio.
Porque cuando alguien tiene dónde sostenerse, tiene algún poder hu-
mano que lo hace sentir seguro y apoyado, su relación con Dios tiende a
ser sólo una parte secundaria de su vida, al corazón le cuesta apoyarse
sinceramente en Dios y sólo en él, le cuesta más descubrir que lo necesita
y que sin él no es nada. Pero el pueblo simple y pobre, con menos conoci-
mientos, con un pobre lenguaje teológico, con muchas carencias, no nece-
sita ser motivado para buscar a Dios, porque sabe profundamente que lo
necesita. Más allá de su escasa participación en el culto dominical, toda su
vida está marcada por una búsqueda de Dios que no es forzada ni superfi-
cial, sino que brota de un corazón abierto.

Oración:

"Señor, dame la gracia de ser parte de esos corazones sencillos


que alegran tu corazón, porque el Padre oculta las cosas más
profundas a los sabios y entendidos y las revela a los pequeños".

407
Domingo 5° de Cuaresma

AÑO A : JN 1 1 , 1-45

Aquí se nos presenta el último signo de Jesús, el más admirable, el


más llamativo. ¿Qué puede ser más maravilloso que ver a un muerto recu-
perando la vida, saliendo vivo del sepulcro? Por eso este relato es la cul-
minación de los signos que se narran en la primera mitad del evangelio de
Juan (la sección de los signos). Pero al mismo tiempo, en este texto se nos
manifiesta la auténtica humanidad de Jesús, sus afectos y emociones, su
capacidad humana de ternura y de amistad.
Cuando Lázaro se enferma mandan a decirle a Jesús: "Señor, el que tú
amas está enfermo", y de hecho en los versículos 33-36 vemos la emoción
del corazón de Jesús que sufre ante el amigo muerto. Sabemos que su llan-
to no era aparente, porque el evangelio dice que Jesús contenía su emo-
ción hasta que estalló y se expresó en el llanto.
Pero cuando Jesús devuelve la vida a Lázaro está manifestando que él
ha venido a traer vida, y está anticipando su propia resurrección. Sin em-
bargo, hay que distinguir la resurrección de Lázaro de la resurrección de
Jesús. Lázaro simplemente volvió a la vida, pero luego volvió a morir.
Además, la resurrección de Cristo es la transformación total de su hu-
manidad, y a partir de su resurrección Jesús puede estar presente en lo más
íntimo de nuestras vidas derramando la vida de su gracia, regalándonos
una vida nueva. Nada de eso sucedió en la resurrección de Lázaro que era
sólo un signo de algo mucho más importante.
Cuando Jesús dice: "el que vive y cree en mí no morirá para siempre"
(11, 26), y "aunque muera vivirá" (v. 25) no se refiere a la vida del cuerpo
sino a la vida más profunda del corazón humano. El que tiene en su cora-
zón el amor y la luz de Jesús, no pierde nada de eso cuando muere, sino
que sigue viviendo para siempre ese maravilloso encuentro que es la vida
del corazón humano. Seguirá unido a Jesús en el gozo y la paz del encuen-
tro permanente con él.

Oración:
"Señor, tu que eres la resurrección y la vida, lléname de la vida
nueva de tu gracia, renueva mi ser, mata al hombre viejo que
llevo dentro e inúndame con la vida del hombre nuevo que eres
tú, Jesús resucitado".

408
Domingo 5° de Cuaresma

AÑO B: JN 1 2 , 2 0 - 3 3

Jesús anuncia su muerte y explica el sentido de su pasión; él es como


el grano de trigo que muere para dar nueva vida. La muerte de Jesús será
fecunda porque él vino a comunicarnos vida abundante a través de su en-
trega hasta el fin.
Pero en el evangelio de Juan la crucifixión de Jesús no aparece tanto
como una debilidad, sino como un reinado en el trono de la cruz, como una
elevación: "Cuando sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí".
El evangelio mismo aclara que cuando habla de elevación se está refirien-
do en primer lugar a la cruz: "Decía esto para indicar cómo iba a morir".
Jesús es el rey, siempre dueño de la situación, incluso durante la pa-
sión y la muerte, donde es glorificado. La cruz en el evangelio de Juan
aparece como una especie de trono donde Jesús es Señor, lleno de gloria,
expresando la grandeza de su amor al Padre y a la humanidad.
La entrega libre de Jesús, que da la vida porque él lo decide así, nos
invita a tomar también nosotros una decisión libre de no aferramos tanto a
nuestra vida y a nuestros intereses personales, y de entregarnos para co-
municar vida a los demás, porque "el que quiere salvar su vida la pierde".
A veces no se trata de buscar alguna misión extraordinaria que nos
haga sentir héroes o mártires, ni consiste en esperar que nos llegue alguna
ocasión de sufrir algo grande que podamos ofrecer al Señor. Normalmente
se trata de aceptar libremente la misión que nos toca cumplir, y de aceptar
todas las molestias, cansancios e incomodidades que acompañan a esa
misión. Algunos, por ejemplo, han soñado con tener hijos, pero cuando los
han tenido no han aceptado los inconvenientes y renuncias que exige la
paternidad, y así han perdido el gozo de ser padres. Jesús, con su ejemplo,
invita a asumir esas fatigas y dificultades para que nos entreguemos de
lleno a nuestra misión en esta tierra, con todas sus consecuencias. El nos
invita a seguirlo también en ese camino de la entrega, a estar con él imi-
tándolo también en la donación de sí hasta el fin.

Oración:
"Ilumíname Señor, para que pueda descubrir la grandeza y la
hermosura de tu reinado y tu glorificación en la cruz, para que
pueda admirar tu entrega sublime; y dame la gracia de unirme a
ti en la entrega de mi propia vida".

409
Domingo 5° de Cuaresma

AÑO C : JN 8 , 1 - 1 1

Aparece ante nuestros ojos una mujer que tuvo la desgracia de ser sor-
prendida por los religiosos recalcitrantes cuando estaba cometiendo adul-
terio.
Los escribas y fariseos, fanáticos del cumplimiento de las leyes, tenían
bien presente que la Ley de Moisés ordenaba que se le quitara la vida (Lev
20, 10); pero como conocían la compasión de Jesús, quisieron aprovechar
la ocasión para hacerle decir algo en contra de la Ley: "Lo decían para
tentarlo, para tener de qué acusarlo" (v. 6).
Sin embargo, podemos ver que no tenían la conciencia totalmente os-
curecida, porque eran capaces de reconocer que ellos mismos, aunque no
hubieran cometido ese pecado, no podían ser totalmente fieles a Dios.
Por eso, comenzando por los más viejos, todos reconocieron que no
habían sido capaces de cumplir totalmente esa ley que tanto defendían.
Nadie tiró la primera piedra. Todos se fueron con la cabeza gacha.
Finalmente, en una preciosa escena, quedan los dos solos. Jesús y la
pecadora frente a frente. La miseria y la misericordia mirándose a los ojos.
Solos, como si todo el mundo hubiera desaparecido para no interrumpir
aquella intimidad sobrecogedora.
Es el momento secreto en que cada corazón humano deja de poner
obstáculos y permite que Dios lo descubra tal cual es, con toda su miseria
humillante, con todo su dolor y su fracaso. Es el momento en que no tene-
mos nada a qué aferramos, y entonces bajamos los brazos, dejamos de
defendernos del amor de Dios, renunciamos a seguir escapando, y nos de-
jamos mirar por él tal como somos.
Y Jesús, que salvó a la mujer de la muerte y de una humillación peor,
le muestra sus entrañas de misericordia; pero por ese mismo amor la invita
a cambiar de vida, a vivir con mayor dignidad: "No peques más".

Oración:
"Señor, libérame de controlar la vida ajena, deseando el castigo
y la humillación para los que pecan y se equivocan, olvidando
mi propia miseria. Transforma la dureza de mi corazón para com-
prender la debilidad ajena, que es también la mía".

410
Semana 5- de Cuaresma

LUNES: JN 8, 1 2 - 2 0

Todo el evangelio de Juan usa mucho los simbolismos de la fiesta ju-


día de las chozas. Un símbolo muy importante era el agua, otro era la luz.
Porque durante la fiesta se encendían muchos candelabros en el templo.
Por eso Jesús se presenta como luz del mundo y como luz de la vida.
Los fariseos, en cambio, se privan de la luz, porque rechazan la salva-
ción que Dios les envía y "no conocen al Padre". Ellos estaban tan aferra-
dos a las costumbres y a las leyes, que ya no veían el amor del Padre. Dios
era para ellos el que les daba las leyes para controlar la vida de la socie-
dad, ya no era el Padre que amaba y buscaba salvar al hombre, ya no era el
que llamaba a una relación personal de amor y comunicaba esperanza y
alegría al ser humano.
Por eso Jesús viene a traer la verdadera luz, viene a revelar la verdad,
para que los hombres vuelvan a reconocer el verdadero rostro del Padre
que "tanto amó al mundo que le envió a su propio Hijo", el Padre amante
que envió su propio Hijo al mundo no para condenarlo sino para salvarlo.
También nosotros podemos preguntarnos si verdaderamente vivimos
en la luz, si nuestra vida está iluminada por ese amor del Padre que da
esperanza y gozo en medio de las dificultades, o si en realidad estamos
sumergidos en las tinieblas de la incredulidad, el rencor, la tristeza, el
miedo. Puede sucedemos que nuestra vida no tenga defectos ni pecados
graves, que estemos cumpliendo la ley de Dios y nos sintamos correctos y
fíeles, pero que ya no sepamos mirar al Padre con ternura y adoración,
porque ya no vivimos envueltos en su amor. Hoy podemos pedirle a Jesús
que él sea nuestra luz, que ilumine nuestros ojos para que volvamos a
reconocer con alegría el amor del Padre bueno y poderoso que sostiene
nuestra vida.
(Hoy puede leerse también Jn 8, 1-11 si no se leyó el domingo. En ese
caso, tomar el comentario del domingo, año C)

Oración:
"Quiero poner toda mi vida bajo tu luz Señor, que no haya nada
oculto ante ti, nada a oscuras. Con tu luz puedo descubrir mi
verdadero camino y saber lo que más me conviene. No quiero
confiar en mis luces sino en tu luz, Señor".

411
Semana 5- de Cuaresma

MARTES: JN 8, 2 1 - 3 0

Poco a poco Jesús va mostrando quién es él, va revelando lo más pro-


fundo de su ser, aunque en los oyentes reinaba la confusión, la incompren-
sión y el rechazo. Jesús nos invita a descubrir que él no es un simple ser
humano; que, sin dejar de ser verdadero hombre, él es "de arriba", él no es
"de este mundo".
Pero las palabras más importantes de este texto son las del versículo
28: "Cuando levanten al Hijo del Hombre, comprenderán que Yo soy".
Porque esta expresión "Yo soy", a secas, era el nombre de Dios en el An-
tiguo Testamento (Éx 3, 14; Is 43, 10-12), y al expresarse así Jesús está
hablando de su divinidad.
En este capítulo Jesús usa tres veces este nombre divino ("Yo soy"), y
cuando lo usa por tercera vez las autoridades judías toman conciencia de
la seriedad de lo que estaba diciendo. Por eso reaccionan bruscamente
tratando de apedrearlo (v. 59). Lo mismo sucede en 5, 18, donde se dice
que querían matarlo porque "se hacía a sí mismo igual a Dios". Y si vamos
a 20, 28, vemos que Tomás reconoce la divinidad de Jesús diciéndole:
"Señor mío y Dios mío".
Estos textos del evangelio de Juan nos muestran que Jesús no se pre-
sentaba sólo como una criatura celestial, como un "ser divino" creado por
Dios. Así lo entendían los herejes llamados "arríanos", y así lo entienden
hoy los "Testigos de Jehová", por ejemplo. Estos textos nos muestran que
Jesús se presentaba como Dios igual que el Padre, como el Hijo que recibe
del Padre su misma perfección divina. Así lo entendían claramente los
judíos que querían matarlo por blasfemia, porque se hacía a sí mismo "igual"
a Dios. Y así lo reconoce Tomás al decirle "Dios mío". Es más, el texto
griego original del evangelio dice exactamente "el Dios mío", y al usar el
artículo "el" está aplicando a Jesús la expresión que se usaba para hablar
del Padre Dios en Juan 1,1.

Oración:
"Adoro tu divinidad Jesús, te reconozco como verdadero hom-
bre, pero también como mi Dios perfecto, Hijo único del Padre
que compartes su misma gloria y su perfección divina. Gloria y
alabanza a ti, Jesús, Dios verdadero".

412
a
Semana 5 de Cuaresma

MIÉRCOLES: JN 8, 3 1 - 4 2

La libertad no consiste en liberarse de toda obligación, de toda carga,


de toda exigencia, no es poder hacer todo lo que se nos ocurra, o no tener
que rendir cuentas a nadie. La libertad es obra de Cristo en nuestras vidas,
porque es ante todo liberarse del pecado, de la esclavitud del mal, para
poder llevar una vida nueva, con el poder de Dios reinando en nuestra
existencia.
Sin embargo, los que escuchaban a Jesús estaban tan aferrados a sus
seguridades, a sus conocimientos, a sus leyes, que no descubrían la escla-
vitud de sus corazones. Orgullosos de ser hijos de Abraham, no recono-
cían que eso no bastaba para alcanzar la verdadera libertad, y por eso Je-
sús les dice con toda crudeza que en realidad se han convertido en hijos
del diablo (v. 44). La Ley santa que Dios les había dado como camino de
vida era usada por las fuerzas del mal para esclavizarlos y alejarlos del
verdadero espíritu de esa Ley. Ellos, usando la Ley como máscara que
ocultaba su maldad, y como instrumento para dominar a los demás,
desvirtuaban el sentido profundo que Dios le había dado. Dios les había
entregado esa Ley en el monte Sinaí cuando los había hecho libres de la
esclavitud de Egipto, y a través de esa Ley quería liberarlos de las esclavi-
tudes más profundas, que son las del odio, la mentira, la ambición. Pero
ahora esa misma Ley los estaba esclavizando, porque se había convertido
en un instrumento del odio y de la sed de poder.
Podemos preguntarnos si a veces no nos sucede algo parecido. Porque
puede suceder que empecemos, con buena intención, buscando algo santo
y honesto, luchando por algo grande con amor e ilusión; pero luego nos
dejamos tomar por la vanidad, la competencia, los rencores, y aquella her-
mosa lucha se convierte en una guerra de odios y envidias. Por eso hay que
ponerse cada día bajo la luz de Dios y revisar sinceramente las verdaderas
intenciones del corazón, para no permitir que los bellos propósitos se con-
viertan en excusas para el rencor y la división.

Oración:
"Señor, quiero liberarme de mis esclavitudes y alcanzar la ver-
dadera libertad, la que sólo tú me puedas dar. Libérame Señor
con el poder de tu gracia para que pueda vivir como a ti te agra-
da, sin el peso de las cadenas del pecado".

413
a
Semana 5 de Cuaresma

JUEVES: JN 8, 5 1 - 5 9

Jesús quiere mostrar a las autoridades judías que todo el Antiguo Tes-
tamento era una preparación para su venida. Todos los personajes del An-
tiguo Testamento son pequeños al lado del Salvador, que es el mismísimo
Hijo de Dios que existe desde siempre, antes que Abraham.
El mismo Abraham, que los judíos consideran su padre, no fue más
que un momento en esa larga historia que tiene como centro a Jesucristo.
Por eso este texto nos presenta al antiguo Abraham que se alegraba pen-
sando en el tiempo de la llegada de Jesús, y así Abraham aparece también
como anunciando a Jesús, subordinado a Jesús, el único salvador.
En realidad lo que Jesús dice sobre la alegría de Abraham no aparece
en ningún texto del Antiguo Testamento. Es una interpretación judía de
Génesis 17, 17, donde dice que Abraham se puso a reír cuando se le anun-
ció que su esposa iba a tener un hijo. Abraham se reía porque consideraba
que era una broma decir que su esposa anciana iba a tener un niño; pero las
tradiciones judías lo interpretaron como la alegría de saber que de su des-
cendencia iba a llegar el Mesías. Jesús recoge esas tradiciones para decir
que Abraham se alegraba pensando en su venida.
A nosotros este texto nos invita a la alegría, a gozar porque el Mesías
ya ha venido, y es Jesús, nuestro Señor, nuestro amigo, nuestra fortaleza.
Teniéndolo a él nuestra vida está a salvo, y siempre hay una esperanza. Por
eso no podemos vivir en la tristeza y el desaliento, sino en la alegría espi-
ritual. Es cierto que nuestro mundo está lleno de corrupción y de angus-
tias, es cierto que no estamos en el cielo, porque este mundo sólo será
plenamente transformado cuando el Mesías vuelva, cuando Jesús venga a
crear una tierra nueva. Pero eso no significa que este mundo esté domina-
do por el mal. Jesús está verdaderamente presente para que los buenos
puedan luchar y vencer con el poder y el amor que él les comunica; y eso
es fuente de gozo y de esperanza.

Oración:
"Señor, coloca en mi corazón una santa alegría, porque ya no
tenemos que esperarte. Ya has venido, ya te has hecho presente
en nuestro mundo, nos has salvado, y estás resucitado en nues-
tras vidas".

414
a
Semana 5 de Cuaresma

VIERNES: JN 1 0 , 3 1 - 4 2

Intentan apedrearlo, intentan arrestarlo, pero no pueden detenerlo, se


les escapa de las manos. Lo acosan con acusaciones, pero Jesús los domi-
na con su palabra. Porque él no es uno más, él es el Señor.
Finalmente Jesús se aleja de Jerusalén, donde volverá más adelante
para hacer su última entrada y entregarse a la pasión.
Ahora vuelve al otro lado del Jordán, allí donde Juan bautizaba. Allí
mismo había comenzado la misión pública de Jesús cuando, gracias al tes-
timonio de Juan el Bautista, muchos creyeron en él.
El texto muestra que, mientras muchos abren el corazón a Jesús, los
fariseos ciegos están endurecidos y empecinados en destruirlo, decididos
a eliminarlo de la escena. Así se ve hasta dónde puede llegar el endureci-
miento del hombre cuando no quiere ver la luz, cuando prefiere salvar a
toda costa sus propios proyectos y rechaza que otro, aunque sea Dios, se
interponga en su camino y modifique sus planes.
Es cierto que nosotros no podemos eliminar a Dios, ni podemos des-
truir a Jesús resucitado, pero sí podemos cauterizar nuestra conciencia para
no escuchar su voz, porque hay algo que no queremos modificar en nues-
tras vidas, aunque sabemos que eso nos está quitando la alegría, nos está
envenenando, nos está destruyendo.
A veces se trata de un vicio, otras veces se trata de un rencor o de un
plan que nos obsesiona. Y cuando esto sucede, tratamos de hacer desapa-
recer a las personas y a las cosas que nos hacen tomar conciencia de nues-
tro error. Ese también es un modo de eliminar a Dios de nuestras vidas, ya
que él nos va hablando a través de los demás y a través de las cosas.

Oración:

"Señor, no permitas que cierre mi mente y mi vida a las noveda-


des que tú tienes para mí, que rechace la aventura de la vida
donde siempre aparecen nuevos desafíos que me ayudan a cre-
cer. No dejes que me endurezca y cierre mis oídos a tu Palabra".

415
a
Semana 5 de Cuaresma

SÁBADO: JN 1 1 , 4 5 - 5 7

Mientras las autoridades judías creen que es conveniente poner un fre-


no a Jesús para evitar problemas, uno de ellos, que era sumo sacerdote,
dice que Jesús tiene que morir por todos. El evangelio aclara que esas
palabras proféticas no las dijo "por cuenta propia", sino que el Señor lo
había inspirado para decir esas palabras porque era el sumo sacerdote.
Esto nos hace pensar cómo Dios puede utilizar como instrumento a la
autoridad de la comunidad más allá de sus capacidades humanas, más allá
de su sabiduría o de su santidad, e incluso más allá de sus intenciones,
buenas o malas.
Y esto no debería llamar la atención si vemos que un apóstol, el suce-
sor de Judas, fue elegido echando suertes (Hech 1, 26). Dios tiene sus
caminos, actúa como él quiere, siempre puede sorprendernos y hablarnos
de maneras insólitas.
Nosotros preferiríamos que los sacerdotes y todos los instrumentos que
Dios utiliza sean santos o ángeles, personas que reflejen en todos sus actos
la santidad de Dios. Pero Dios actúa utilizando los instrumentos que él
quiere, a veces imperfectos, débiles y poco atractivos. De esa manera se
muestra que la luz y la gracia proceden de Dios y no tanto de las capacida-
des del instrumento humano. Por eso cuanta san Pablo que él tenía una
especie de "espina", algo que lo humillaba, y que pidió tres veces al Señor
que lo liberara; pero el Señor le respondió: "Te basta mi gracia, porque mi
poder se manifiesta en la debilidad" (2 Cor 12, 8). Y concluye diciendo
que él se complace en sus debilidades, "porque cuando soy débil, entonces
soy fuerte" (12, 10). Y Pablo también nos habla de algunos que predican a
Cristo con malas intenciones; y sin embargo dice que él igualmente se
alegra porque predican a Cristo (Flp 1, 18). Más allá de las intenciones de
estos instrumentos deshonestos, Dios igualmente puede hacer el bien a
través de su predicación. Porque Dios es libre y poderoso, siempre nos
desconcierta, y tiene mil caminos para manifestar su gloria y su amor.

Oración:
"Señor, ayúdame a valorar los instrumentos humanos que tú eli-
ges, más allá de las capacidades humanas que puedan tener; ayú-
dame a descubrir tu voz que también me habla a través de ellos".

416
Domingo de Ramos

AÑO A : MT 21, 1-11: AÑO B: MC 11, 1-10;


AÑO C : Lc 19, 28-40

Jesús entra en Jerusalén, la ciudad amada, montado en un burrito, y así


cumple la profecía de Isaías: "Mira a tu rey que está llegando, humilde,
montado en un burrito" (Is 62, 11).
Jesús es presentado como rey; por eso alfombraban el camino con sus
mantos para que él pasara. Mateo y Marcos nos dicen también que lo reci-
bieron aclamándolo con ramos, y ese era el modo tradicional de recibir a
un rey en su entrada triunfal a una ciudad.
Al llamarle hijo de David se ve que lo consideraban el rey Mesías, el
esperado; y al llamarle profeta (según Mateo) se lo recibía como el gran
profeta anunciado antiguamente (Deut 18, 15).
El grito "hosanna" era una aclamación del Salmo 118, un salmo muy
popular que se cantaba en la fiesta de las chozas. El evangelio de Lucas
destaca esta alabanza alegre y entusiasta que Jesús debía recibir; por eso
Jesús dice: "Si éstos callan gritarán las piedras" (Lc 19, 40).
Pero el detalle de Mt 2 1 , 10 muestra que no era toda la ciudad la que lo
esperaba y lo aclamaba, ya que muchos lo desconocían.
El sentido profundo de estos textos en la celebración del domingo de
Ramos es abrirnos espiritualmente a la Semana santa que comienza reco-
nociendo a Jesús como el rey salvador que necesitamos, reconocer que es
él quien debe tener dominio sobre nuestras vidas para que podamos sentir-
nos seguros, firmes, felices, serenos, para que nuestra vida esté verdadera-
mente a salvo.
Debe reinar él, debe ejercer él su señorío, para que no nos domine el
poder del pecado, el odio, el miedo, la injusticia, la tristeza. Los ramos,
que son el símbolo de este día, deben recordarnos que Jesús es el rey de
nuestras vidas, de nuestro hogar, de todo lo que somos y tenemos.

Oración:
"Señor, también yo quiero bendecirte y proclamarte rey y señor.
Y te acepto como rey de mis pensamientos, de mis afectos, de mis
planes, de mi familia, de mis trabajos, de todo lo que soy, de todo
lo que tengo, de toda mi vida y de todo mi ser".

417
Semana Santa

LUNES SANTO: JN 12, 1-11

Volvemos a encontrarnos con los amigos de Jesús que en el capítulo 11


estaban envueltos en la tragedia y el dolor, pero que ahora están en paz,
reunidos con Jesús en torno a la mesa. Marta sirviendo, Lázaro vivo, y
María perfumando los pies del Señor. Jesús no quiso privarse de la fiesta
de la amistad.
Pero aparece la mirada de un falso amigo, Judas, que miraba todo a
través del cristal de su egoísmo y de su interés. Fingía estar indignado por
el derroche, pero el evangelio dice que en realidad "no le interesaban los
pobres" (v. 6).
Y Jesús defiende el gesto de María como expresión de amor a su per-
sona.
Cuando Jesús dice "a los pobres los tendrán siempre entre ustedes" no
está quitando importancia a la misericordia con los pobres; está diciendo
precisamente que las cosas que dedicamos a la gloria de Dios nos exigen
preocuparnos también por los pobres. De hecho Jesús está citando Deut
15, 11 que dice: "Nunca faltarán pobres en esta tierra; por eso deberás
abrir tu mano al hermano".
Jesús indicaba entonces que, estando él físicamente entre ellos, co-
rrespondía que tuvieran con él esos gestos de delicadeza y cariño; pero
cuando él ya no estuviera presente físicamente, esos gestos generosos de-
bían ser para los pobres. Así lo enseña con toda claridad Mt 25, 40: "Lo
que hicieron a estos hermanos míos más pequeños me lo hicieron a mí". Y
también lo confirma la primera carta de Juan: "¿Cómo puede amar a Dios,
a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?" (4, 20). Nosotros
no vemos a Jesús resucitado, no tenemos su presencia física entre noso-
tros, y por eso debemos dirigir a nuestros hermanos pobres los gestos que
tendríamos con él si pudiéramos tenerlo físicamente, como lo tuvo su ami-
ga María cuando perfumaba sus pies.

Oración:
"Señor Jesús, ayúdame a llenar mi vida de actos de amor a ti y
de actos de amor a los hermanos pobres. Ayúdame a descubrirte
en la oración y también en los rostros de los hermanos necesita-
dos".

418
Semana Santa

MARTES SANTO: JN 1 3 , 2 1 - 3 3 . 3 6 - 3 8

En este texto ya nos encontramos con la pasión interior de Jesús, por-


que el Señor "se estremeció por dentro" al hablar de la traición de Judas.
Eso significa que antes de sufrir la pasión en su cuerpo ya comenzaba a
vivir íntimamente la angustia de la traición y el abandono de sus discípu-
los. Por eso el v. 31 dice que Jesús ya comienza a ser glorificado. Por eso
nosotros no nos unimos a la pasión de Cristo sólo cuando tenemos dolores
físicos, sino también cuando sufrimos todo tipo de angustias interiores,
desilusiones, fracasos, etc.
El texto también nos cuenta que Pedro, que hace alarde de dar la vida
por el Señor, terminará negándolo, agregando un nuevo dolor al corazón
de Jesús.
Sólo mitiga la oscuridad de estas infidelidades la presencia del discí-
pulo amado, que estará firme con Jesús hasta el fin, también acompañán-
dolo junto a la cruz, sostenido por la fuerza del amor.
Cuando Jesús pide a Judas que haga pronto lo que tiene planeado, lo
invita a decidirse claramente, ya que no se puede estar "con Dios y con el
diablo". Judas entonces cierra su corazón y decide firmemente traicionar
al Señor. Así, comienza a reinar la noche en su vida derrochada.
Y a partir del v. 31 comienzan los discursos de despedida de Jesús, que
llegan hasta el capítulo 17. Son palabras llenas de expresiones de aliento y
de motivos consoladores para hacer ver a los discípulos que la ausencia
sería sólo pasajera, porque volverían a encontrarse con él de un modo nue-
vo: "No puedes seguirme por ahora, pero me seguirás más tarde"(v. 36).
Eso se cumplirá después de la resurrección, cuando Pedro ya estará purifi-
cado y se someterá humildemente al Señor resucitado (21, 17).

Oración:

"Perdona Señor mis propias traiciones, mi incapacidad de serte


fiel y seguirte siempre, las veces que me avergüenzo de tu Pala-
bra y no soy capaz de jugarme por mi fe. Fortaléceme Señor,
para que pueda estar firme junto a la cruz como tu discípulo
amado".

419
Semana Santa

MIÉRCOLES SANTO: MT 2 6 , 1 4 - 2 5

Otra vez nos encontramos con la traición de Judas; pero en este texto
vemos que es Judas quien tiene la iniciativa de traicionar a Jesús y que su
móvil es fundamentalmente el dinero: ¿Qué me dan si lo entrego en sus
manos? (v. 15). La oferta de los sumos sacerdotes, treinta monedas de pla-
ta, le parece suficiente, y comienza a buscar la ocasión para entregarlo.
Podemos recordar aquí que "el amor al dinero es una raíz de todos los
males" (1 Tim 6, 10), y vemos que en este caso el amor al dinero puede ser
también la raíz de un mal tremendo, de la traición al mismo Redentor.
Ese mismo móvil estaba presente en los aliados de Judas, los sumos
sacerdotes. Pensemos que la expulsión de los vendedores del templo, que
eran empleados de ellos, significaba una perturbación para la economía de
los sumos sacerdotes, y entonces podemos ver que el deseo que ellos te-
nían de eliminar a Jesús también tenía que ver con su seguridad económi-
ca. De hecho, en Mc 11,18 vemos que a partir de ese episodio los sumos
sacerdotes buscaban acabar con él. Sin embargo, vemos que a este motivo
se unen también los celos, la envidia, los miedos, la obsesión por salvar
sus estructuras intocables, etc.
Pero en este texto sobre Judas llama la atención la falsedad, la hipo-
cresía. Judas, con la decisión de entregar a Jesús, se hace presente en la
mesa compartida, que es el lugar de la intimidad, de la amistad, del cariño.
Por eso Jesús no deja de decir que el que lo entregará es precisamente uno
de los que se sirven de su misma fuente.
Este texto no deja de ser una advertencia para los creyentes, para los
que se alimentan en la mesa de Jesús. Porque esa posibilidad tan grosera
de negar a Jesús, siendo sus discípulos, suele estar más presente de lo que
quisiéramos reconocer.

Oración:

"Señor, ayúdame a descubrir cuáles son mis obsesiones, esas es-


clavitudes que me enceguecen y me llevan a cometer errores.
Libérame para que no me deje absorber por el afán del dinero,
por las cosas, por las seguridades mundanas".

420
Semana Santa

JUEVES SANTO: JN 1 3 , 1 - 1 5

Este capítulo 13 del cuarto evangelio, que comienza a narrar la pasión,


se abre con una maravillosa declaración de amor: "habiendo amado a los
suyos, los amó hasta el fin". Y esta declaración de amor colorea con el
reflejo de ese amor todo lo que se narra a continuación: la última cena, la
sagrada despedida del Señor, pero destacando el episodio del lavatorio de
los pies. El evangelio da una especial importancia a este hecho como ex-
presión simbólica del amor del Señor.
A Pedro le cuesta dejarse lavar los pies, dejarse amar por un Mesías
humillado. El lo quería glorioso, soberano y poderoso, no quería ser discí-
pulo de un hombre humillado y rebajado. Y este mesianismo mundano lo
llevó a negar a Cristo. El lavado de pies simboliza algo muy hondo que
Pedro no llega a descubrir: que Dios hecho hombre quiere abajarse humil-
demente, anonadarse al servicio del hombre, ponerse a los pies de su cria-
tura para lavarla. Y es lo que cumplió plenamente cuando estuvo clavado
en la cruz: "la sangre de Jesús nos purifica" (1 Jn 1,7). Pero a partir del v.
12 Jesús invita a sus discípulos a lavarse los pies unos a otros, a no ser
líderes celosos de su poder y su gloria, sino humildes servidores, y en el v.
17 indicará que este servicio humilde es fuente de la verdadera felicidad.
Los sinópticos narran en esta cena la institución de la Eucaristía,' don-
de Jesús da otro signo de su anonadamiento al hacerse presente en las
apariencias simples del pan. El amor de Jesús hasta el fin se manifiesta
también en el don de la Eucaristía. Así lo reconocía el Cura Brochero: "No
importa todo esto, porque justamente entonces es cuando su amor se acrece,
se vigoriza, se agiganta, se rebalsa por todas partes y se revienta, si puedo
expresarme así, y hace entonces un milagro de amor que puso en admira-
ción y espanto a los mismos ángeles. Y ese milagro fue instituir el sacra-
mento de la Eucaristía. Porque la Eucaristía es un milagro de amor, es una
maravilla de amor...".

Oración:
"Recuérdame, Señor, el ejemplo de tu grandeza puesta de rodi-
llas, y de tu simple presencia en la Eucaristía, para yo también
me convierta en un servidor humilde que no esté pendiente de
puestos y reconocimientos mundanos".

421
Semana Santa

VIERNES SANTO: JN 1 8 , 1 - 1 9 , 4 2

Leer la Pasión del Señor es una experiencia de tremenda intensidad.


Porque en esa lectura se despiertan nuestros dramas más profundos, nues-
tras resistencias al amor, nuestra dificultad para aceptar los límites de la
vida, nuestro rechazo ante el sufrimiento, el recuerdo de nuestros pecados
e infidelidades. Pero también, si lo hacemos en oración e invocando la
ayuda del Espíritu Santo, puede ser una experiencia de purificación y de
liberación interior.
Pero leer la Pasión del Señor debe ser ante todo una experiencia de
contemplación, porque él es el importante, él es el digno de ser contempla-
do, adorado, exaltado. La reflexión sobre nuestra vida y nuestra respuesta
no debe opacar lo principal, que es el espectáculo de amor desbordante
que él nos ofrece; y por eso la mirada debe estar más en él que en nosotros
mismos. Esto vale especialmente si se trata del evangelio de Juan, donde
es la gloria de Dios la que paradójicamente se manifiesta en la humilla-
ción de la pasión. Es en la entrega total donde el Señor muestra su señorío
y su hermosura. El cuarto evangelio nos muestra a un Jesús fuerte y firme
en la pasión. Y nos indica que él no quiere reinar en nuestras vidas porque
es débil y necesitado de poder, sino para transmitir a nuestra vida algo de
su gloria y hermosura.
También aparece, al final del relato, la figura de la Madre, que en la
gran hora de su hijo cumple lo más importante de su misión: ser madre de
los discípulos, dar a luz a la nueva humanidad uniendo su dolor de madre
a la entrega del Hijo en la cruz.
A la luz de los relatos de la pasión podemos decir que Jesús soportó en
la cruz no solamente el dolor físico, sino toda la variedad de angustias que
suelen pasar por nuestro corazón humano: tristeza, miedo, desilusión, can-
sancio, abandono, etc. Pero para que en la cruz estuviera también el dolor
de las madres cuando ven sufrir a sus hijos, para eso estaba María junto al
crucificado con una espada traspasando su corazón materno.

Oración:
"Lléname de tu gracia Señor, afiánzame con tu poder, para que
también yo pueda estar a tu lado en la pasión y acompañarte
también permaneciendo fiel junto a la cruz, contemplándote jun-
to a la Madre".

422
TIEMPO DE PASCUA

423
Octava de Pascua

DOMINGO DE PASCUA: JN 2 0 , 1-9

(El Sábado Santo no tiene otra celebración litúrgica fuera de la Vigi-


lia pascual. Por eso, no hay textos litúrgicos sobre el misterio de Jesús
reposando en el sepulcro, sino sobre Jesús ya resucitado. La mañana del
sábado ya está anunciando la resurrección. La tormenta ya ha pasado,
Jesús ha muerto confiado en los brazos del Padre, y el Padre está por
cumplir sus promesas).
Los relatos de la Resurrección son bastante sobrios. El misterio glorio-
so trasciende todas las palabras que puedan contarlo. De hecho, el mo-
mento y la manera de la resurrección no aparecen en ninguno de los rela-
tos evangélicos; nadie lo vio, nadie es testigo de ese instante glorioso.
Jesús resucitado se va manifestando poco a poco y con distintos signos,
para que puedan reconocerlo vivo.
Lo importante es que la muerte no ha sido la última palabra y que su
triunfo y su vida nueva le dan sentido a nuestra vida y a nuestra esperanza:
"Si Cristo no resucitó vana es la fe de ustedes" (1 Cor 15, 17). Porque
nuestra fe cristiana no depende tanto de una doctrina, de un código moral,
de unas costumbres, sino de una Persona que nos comunica su vida.
Se destaca la fe del primer discípulo que cree en la resurrección. Pedro
vio que no estaba el cadáver, vio los lienzos y el sudario, pero no le bastó
para creer. El otro discípulo, en cambio, dejó que esa escena fuera ilumi-
nada por la Palabra de Dios, por los anuncios que decían que el Redentor
iba a triunfar (Is 52, 13; 53, 11) y por los anuncios de Jesús que hablaban
de su resurrección. Por eso reconoció que el Señor había resucitado.
Esto nos ayuda a descubrir que también los hechos aparentemente os-
curos de nuestra vida, si los iluminamos con la Palabra del Señor, adquie-
ren un significado de vida nueva, de resurrección, de esperanza; así como
el sepulcro vacío, iluminado por la Palabra de Dios, anunciaba a gritos
que Cristo venció a la muerte.

Oración:
"Te adoro a ti, mi Señor resucitado, lleno de vida y de hermosu-
ra, vestido de luz y de gloria infinita. Derrama en todo mi ser esa
vida resucitada, ese poder y esa luz de tu resurrección para que
toda mi existencia se transfigure con tu presencia".

424
Octava de Pascua

LUNES: MT 2 8 , 8 - 1 5

María Magdalena y otras mujeres son las primeras en ver a Jesús resu-
citado. Jesús sigue con su empeño de privilegiar a los pobres y desprecia-
dos, ya que en esa época el testimonio de una mujer no se consideraba
válido. La mezcla de miedo y de gozo que embargaba a las mujeres es la
experiencia del que se encuentra deslumhrado frente a lo sagrado; porque
ellas descubrían la belleza y la gloria de lo divino y al mismo tiempo expe-
rimentaban más que nunca su pequeñez y su indignidad. En toda experien-
cia auténtica de la presencia de Dios la persona siente que está recibiendo
un regalo gratuito, y de ninguna manera cree que lo haya merecido o que
lo haya conquistado con sus esfuerzos.
Esa presencia supera los límites de la propia pequeñez, que se siente
colmada y desbordada. Eso es lo que el evangelio expresa con la palabra
"temor". Pero también el temor debe ser vencido: "No teman". La propia
pequeñez está más segura que nunca si se deja tomar por el amor y el
poder de Dios.
A las que han tenido el privilegio de encontrar al Señor resucitado, que
se puso en su camino y las liberó del miedo, se les encomienda la misión
de anunciar lo que han visto: "Lo que hemos oído, lo que hemos visto con
nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han palpado nuestras manos..."
(1 Jn 1, 1). Todo el que se encuentra con el resucitado está llamado a
comunicarlo, a compartirlo con los demás para que también ellos puedan
encontrarlo.
Los judíos inventan un pretexto para justificar su incredulidad frente a
la resurrección de Jesús. También nosotros buscamos pretextos para no
vivir la vida de resucitados, para seguir aferrados a la muerte. Porque cuando
no nos atrevemos a la alegría y le tenemos miedo a la vida preferimos
aferramos al Cristo muerto. Y siempre habrá alguna excusa para rechazar
la resurrección.

Oración:
"Impúlsame, Señor Jesús, con tu poder, para que me llene de
deseos de llevarte a los demás, para que sienta el anhelo incon-
tenible de compartirte con los hermanos, para que mi alegría
sea transmitir esa vida nueva que ha llegado a mi existencia, de
manera que tú seas todo en todos".

425
Octava de Pascua

MARTES: JN 2 0 , 1 1 - 1 8

Así como se encontró a solas con la samaritana, Jesús, ahora resucita-


do, se encuentra a solas con otra mujer, María Magdalena.
Ella no reconoce inmediatamente al Señor resucitado, que la eligió
para ser la primera en verlo resucitado. Él está transfigurado y ella está
perdida en su dolor. Hasta que él la llama por su nombre, con la manera y
el tono que ha usado siempre para llamarla. La Magdalena no podía dejar
de reconocer ese llamado personal y lo descubre una vez más como su
buen pastor, que sabe llamar a las ovejas por su nombre, personalmente,
directamente, íntimamente.
Vemos así que para poder reconocer la presencia del Señor en nuestro
trato con él, primero tenemos que descubrir que él nos reconoce a noso-
tros, nos mira, nos identifica, nos llama por nuestro nombre, porque nos
conoce íntimamente tal como somos.
La vida cristiana es un encuentro permanente con el Señor resucitado,
es un trato cotidiano con alguien que vive y ha superado los límites del
espacio, y por eso puede visitar con su luz la pobre existencia de cualquier
ser humano, esté donde esté, no importa dónde; para que nadie pueda de-
cir que no es tenido en cuenta, o que ha sido olvidado por Jesús.
Luego Jesús rechaza que María lo abrace. El sentido de sus palabras
es: "No me quieras retener, porque tengo que completar mi obra". María
quiere retener su presencia física, pero Jesús quiere partir para hacerle
descubrir la nueva forma de presencia que él prefiere tener dentro de ella,
en lo más profundo de su ser.
Además, ella debe ser testigo de su resurrección, debe transmitirlo, y
por eso no debe apegarse a su encuentro íntimo con Jesús y pretender rete-
nerlo sólo para ella.

Oración:
"Señor, tu eres una permanente novedad y yo no puedo aferrar-
te. Dame la gracia de no encerrarme en las cosas muertas, sabo-
reando la amargura de mi llanto, sino de abrirme permanente-
mente a los nuevos caminos, a las nuevas formas en que tu quieras
manifestarte en mi vida".

426
Octava de Pascua

MIÉRCOLES: LC 2 4 , 1 3 - 3 5

Otro relato cargado de emotividad, de intimidad, de amor y de deseo.


Otro encuentro coloreado por la ternura, donde la luz del Resucitado poco
a poco va disipando las tinieblas del dolor y la tristeza. Los dos discípulos
caminaban, tristes, afligidos, desilusionados. Sentían que el final de Jesús
era su propio fracaso, porque ellos esperaban que él fuera el liberador de
Israel. Parece que todas las enseñanzas que habían recibido de Jesús no
habían logrado quitarles sus falsas ideas sobre la obra que Cristo debía
realizar.
Y seguían tan enfrascados en esta sensación de fracaso que ni siquiera
pudieron reconocer que el que se acercó a ellos y los acompañaba en el
camino era el mismo Jesús. Ni siquiera el testimonio de las mujeres y de
los otros discípulos que habían visto el sepulcro vacío les permitió reco-
nocer que las Escrituras anunciaban su triunfo después del sufrimiento.
Jesús pacientemente les explica las Escrituras, como lo había hecho ya
muchas veces. Pero ahora, lleno del poder de su resurrección, podía llegar
a sus corazones y hacerlos arder con su palabra: "¿No se quemaba nuestro
corazón mientras nos hablaba por el camino?" Por eso, sin entender dema-
siado, le piden que se quede con ellos a pasar la noche. Y allí Jesús repite
lo que había hecho en la última cena. Entonces sí se abren sus ojos.
En este proceso de la Palabra a la Eucaristía podemos ver la estructura
de nuestra celebración de la Misa, que debería llevarnos, igual que a ellos,
a anunciar a otros lo que celebramos. Pero todo el relato nos invita a des-
cubrir a Jesús resucitado que se hace presente en nuestro propio camino,
para disipar la oscuridad de nuestros miedos, de nuestras dudas, de nues-
tras tristezas.

Oración:

"Quédate Jesús en la noche de mi vida, ilumíname con tu pala-


bra y aliméntame con tu presencia. Abre mis ojos para recono-
certe, para que también mi corazón arda con tu fuego y se ilumi-
ne con la luz de tu resurrección".

427
Octava de Pascua

JUEVES: LC 2 4 , 3 5 - 4 8

A pesar de todos los anuncios recibidos, de las experiencias y el testi-


monio de varios de ellos, cuando Jesús se aparece en medio del grupo de
los discípulos son incapaces todavía de reconocer a Jesús resucitado. Más
bien sospechan que se trate de una especie de fantasma, se espantan y
tiemblan de miedo. Porque la resurrección de Jesús no es una simple
revivificación, no se trata de un cuerpo muerto que recuperó su vida natu-
ral. Es mucho más que eso, porque la vida gloriosa de Dios ha llenado su
humanidad. Jesús resucitado está transformado, desbordante de vida nue-
va.
Jesús los tranquiliza con su palabra y los invita a tocarlo para que se
convenzan y pierdan el miedo. Entonces, viendo sus manos y sus pies (que
conservaban las llagas) el miedo se convierte en gozo y asombro.
Cuando el texto dice que no acababan de creer está indicando que les
parecía demasiado hermoso, demasiado grande, demasiado consolador. La
poca fe consiste en la incapacidad de reconocer todavía de qué maravillas
es capaz Dios cuando cumple sus promesas.
Pero para terminar de convencerlos de que era un ser de carne y hueso,
aunque estuviera transfigurado, come un pedazo de pescado. Finalmente,
quiere mostrarles la armonía maravillosa del plan de Dios, porque las co-
sas no habían sucedido por casualidad, y les recuerda lo que él mismo les
había anunciado y lo que las Escrituras habían anunciado desde antiguo.
Pero el texto aclara que además de explicarles "les abrió la inteligen-
cia", porque el Señor resucitado ahora puede actuar en el interior del hom-
bre. Su resurrección le permite llegar a donde no podía llegar en su vida
terrena, a lo profundo de las mentes y los corazones.

Oración:

"Creo Señor, pero aumenta mi fe. Toca mi interior con tu luz


para que pueda creerle más a tu Palabra y te reconozca resucita-
do en medio de mi vida. Dame el gozo de descubrirte glorioso y
radiante, triunfante y feliz".

428
Octava de Pascua

VIERNES: JN 2 1 , 1 - 1 4

Los discípulos vuelven a tomar las redes. Si recordamos que muchos


de ellos habían sido pescadores y habían dejado las redes para seguir a
Cristo, esta vuelta a las redes es el símbolo de un volver atrás, del discípu-
lo que quiere recuperar lo que le había entregado al Señor.
Ya no vivían la presencia de Cristo en sus vidas, aunque sabían que
estaba resucitado; al tirar las redes no lo invocan, y no son capaces todavía
de reconocerlo. También en nosotros puede suceder esto. Hemos experi-
mentado la presencia de Cristo, lleno de poder y de amor en nuestras vi-
das, hemos visto su gloria, pero pasa el tiempo, se debilita el entusiasmo,
y se nos hace rutinario y pesado eso de creer sin ver. Entonces poco a poco
empezamos a apoyarnos en otras seguridades, retomamos lentamente las
cosas que habíamos abandonado para seguir a Cristo. Ya no soportamos
vivir de lo invisible, y nos convertimos en esos tibios que Dios prefiere
vomitar de su boca (Apoc 3, 16), o en esos que han perdido "su primer
amor" (Apoc 2, 4).
Pero él está presente en nuestra vida; aunque no advirtamos su presen-
cia él está contemplándonos con amor y bendiciendo nuestra existencia
cotidiana, siempre dispuesto a ofrecernos un renacimiento espiritual.
En este relato, el primero que reconoce a Jesús resucitado es el discí-
pulo amado (21, 7), que tenía un delicado instinto para descubrir la pre-
sencia del Señor, debido a la intimidad especialísima que lo había unido a
Jesús.
La pesca abundante simboliza la abundancia espiritual que trae el
Mesías a su Iglesia; y así enseña a los discípulos que el éxito en su tarea
evangelizadora dependerá de su docilidad al Resucitado más que de las
habilidades humanas.

Oración:

"Jesús, estás presente en mi vida contemplando mis esfuerzos,


mis cansancios, mis preocupaciones, pero a veces olvido invocarte
y dejarme iluminar por ti en mis tareas. No dejes que viva igno-
rando tu presencia amable, deslúmbrame con tu gracia".

429
Octava de Pascua

SÁBADO: Mc 1 6 , 9 - 1 5

Después de presentar un resumen de las apariciones de Jesús, desta-


cando la incredulidad de los discípulos ante los que les anunciaban su
resurrección, Jesús envía a los discípulos a todo el mundo a anunciar la
buena noticia.
Aquí llaman la atención las señales que Jesús promete: agarrar ser-
pientes, tomar veneno sin sufrir daño, etc. En realidad son signos tomados
del Antiguo Testamento para mostrar que ya ha llegado el tiempo mesiánico.
No se quiere decir que esos signos serían una realidad cotidiana para todo
creyente, ni que siempre deban estar presentes precisamente esos signos
concretos y no otros.
De todos modos, tampoco podemos negar que Jesús regala a su Iglesia
algunos signos peculiares de su poder y de su presencia. El evangelio dice
que cuando los discípulos "salieron a predicar por todas partes, el Señor
cooperaba y confirmaba el mensaje con las señales que los acompañaban".
Si realmente Cristo ha resucitado y es siempre el mismo, con el mismo
poder y la misma gloria, no podemos negar la posibilidad de que también
hoy se manifieste algunas veces con signos peculiares que reavivan nues-
tra confianza.
San Pablo relativizará la importancia de estos signos, recordando que
el signo más grande, más bello y más importante es que Jesús haya dado su
vida por nosotros, es su amor que llegó hasta el fin: "Mientras los judíos
buscan signos... nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo
para los judíos" (1 Cor 1, 22-23). Esto significa que, aun después de la
resurrección de Jesús, su entrega en la cruz no es un hecho del pasado que
haya que olvidar, porque su vida clavada en la cruz sigue siendo el gran
signo de su amor, el signo precioso de nuestra fe. Yo creo en alguien que
"me amó y se entregó por mí" (Gál 2, 20).

Oración:

"Señor Jesús, ayúdame a reconocer los signos de tu amor que


también están presentes en mi vida. No quiero desconfiar de tu
poder y de tu presencia; por eso pongo en tus manos lo que me
preocupa y te pido que te manifiestes en mi vida".

430
Domingo 2° de Pascua

AÑO A Y AÑO C : JN 2 0 , 1 9 - 3 1

A pesar de la resurrección los discípulos se encierran, llenos de miedo.


Porque todavía debían recibir la fuerza del Espíritu Santo. No significa
esto que el Espíritu Santo no estuviera presente, ya que según el evangelio
de Juan, Jesús derrama el Espíritu cuando muere en la cruz. Pero Jesús
tenía reservada para el día de Pentecostés una efusión más plena y liberadora
que produciría la explosión evangelizadora de la Iglesia naciente. Sólo
con la llegada del Espíritu Santo en Pentecostés la evangelización se con-
vertiría en una necesidad de los discípulos, en un fuego imposible de aho-
gar o reprimir. Por eso, todo el que diga haber recibido el Espíritu Santo
debería poder exclamar como San Pablo: "Es para mí una necesidad impe-
riosa. ¡Ay de mí si no anunciara el evangelio!" (1 Cor 9, 16).
Pero en este párrafo se destaca la incredulidad de Tomás, que se con-
vierte en un elogio para los creyentes de hoy, que creen sin tener esa visión
de Jesús resucitado: "Felices los que crean sin haber visto". Sin embargo,
también hoy muchos de nosotros queremos ver para creer, le exigimos a
Dios signos y prodigios como condición para creer, y entonces no tenemos
nada que reprocharle al incrédulo Tomás.
Hay que destacar que Tomás pudo abrir su corazón en el encuentro con
el Resucitado gracias a que permaneció en la comunidad, no dejó de en-
contrarse con los hermanos. Así se nos recuerda la importancia de la vida
comunitaria para perseverar en el bien, para ser contenidos, para dejar un
espacio abierto que en el aislamiento se cierra más fácilmente.
Finalmente, este texto nos dice que el evangelio no narra todo lo que
Jesús hizo; hay "otras muchas señales" que no fueron escritas, pero que la
Iglesia ha ido transmitiendo de boca en boca y de generación en genera-
ción; es la Tradición oral, de la cual también habla claramente san Pablo
en 2 Tes 2, 15: "Conserven fielmente las tradiciones que recibieron de
nosotros, oralmente o por carta".

Oración:
"Dame Señor, la gracia de vencer mi desconfianza, de reconocer
que permanentemente te haces presente en la vida de los demás,
en el mundo, en la historia, aunque yo no lo vea con mis propios
ojos. Ayúdame a confiar en el testimonio de los hermanos".

431
Domingo 2° de Pascua

AÑO B: JN 5, 1 - 1 6

"Una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos", un espectácu-


lo triste y desolador: el hombre débil, disminuido, necesitado. Frente a
ellos Jesús aparece en el texto como el que da vida, el que levanta el nivel
de nuestras existencias sumergidas en el límite y el dolor. Pero como con-
trapartida aparecen los fariseos, celosos defensores de las leyes, más pre-
ocupados por el cumplimiento de la ley que por el bien del hermano. Cuando
el paralítico dice a Jesús "Señor, no tengo a nadie" se puede descubrir lo
poco que se interesaban por los enfermos los creyentes de esa época. Sólo
Jesús se acerca, sólo él se hace presente en esa dolorosa soledad.
La mayor belleza de esta escena consiste en ver la delicadeza y la ter-
nura que Jesús ofrece al enfermo y la libertad que gana el paralítico a
partir del encuentro con Cristo. Evidentemente, no son sólo sus piernas las
que se han liberado.
Cuando Jesús pide al paralítico que no vuelva a pecar para que no le
suceda algo peor, está haciendo notar que hay otros males peores que la
enfermedad del cuerpo y que son producidos por el pecado, para que no se
conforme con poder caminar, sino que busque los bienes más profundos.
Puede sucedemos que, en medio de mucha gente, nos sintamos solos,
y es como si el corazón dijera "Señor, no tengo a nadie". Pareciera que
cada uno busca su propio interés y nadie es capaz de ofrecer una amistad
sincera y generosa. Y es así porque le exigimos a las criaturas algo que no
nos pueden dar. Sólo el Señor puede estar siempre presente, sólo él tiene
la capacidad de estar siempre atento a nuestras palabras, escuchando nues-
tros reclamos; sólo él es compañía segura, que puede liberarnos de la sole-
dad sin cansarse de nosotros, sin sentirse absorbido, y sin que nosotros
podamos dominarlo. Por eso, cada vez que el corazón grita "Señor, no
tengo a nadie", él está, invitándonos a descubrir que es el único que nunca
se va, el único fiel cuando parece que todo el mundo nos ha abandonado.

Oración:
"Señor, hazte presente en mi profunda soledad interior, allí don-
de nadie puede llegar, y con tu poder cura todo lo que me detie-
ne, lo que no me deja avanzar, todo lo que no me deja andar por
tu camino de salvación".

432
a
Semana 2 de Pascua

LUNES: JN 3, 1-8

Ahora nos encontramos con un importante fariseo, una autoridad de


Jerusalén, que también se sintió cautivado por Jesús y no quiso perder el
gusto de tratarlo personalmente. Quizás Jesús tendría una respuesta para
sus preguntas más profundas, quizás le revelaría el sentido más profundo
de su vida.
Pero, por otra parte, Nicodemo no quiso que lo identificaran con ese
grupo de gente extraña. Lo vemos entonces escurriéndose en la oscuridad
de la noche, que simboliza la desorientación, el pecado, el mal. Aquí están
simbolizados entonces todos aquellos que, aferrados a sus tradiciones, tie-
nen temor de abandonar esa seguridad y de lanzarse abiertamente detrás
de Cristo.
Nicodemo reconoce a Jesús como "maestro", pero en realidad lo que
hace es aceptarlo como uno de su mismo rango, un colega. Por eso poco
después Jesús le va a mostrar de un modo algo irónico que todavía tiene
mucho que aprender: "¡Tú eres maestro en Israel y no sabes estas cosas!"
(v. 10).
Cuando Jesús dice a Nicodemo que debe renacer de lo alto, Nicodemo
no entiende, o parece interpretarlo de un modo físico: "¿Cómo se puede
nacer de nuevo cuando uno ya es viejo? ¿Hay que entrar otra vez dentro de
la madre?" Pero en realidad el problema de Nicodemo es que él no acepta-
ba renacer, porque eso significaba renunciar a una vida ya armada, ya aco-
modada; siendo viejo, él creía que ya había logrado lo que necesitaba para
vivir tranquilo, y no estaba dispuesto a dejar sus seguridades. Jesús le in-
dica que para eso es necesario renacer plenamente por la obra del Espíritu
Santo. Sin ese paso, es imposible que nos liberemos de las insatisfacciones
y de las enfermedades más profundas del corazón.

Oración:

"Señor, no quisiera instalarme cómodo en lo que ya he consegui-


do y olvidar que el Espíritu Santo con su dinamismo quiere per-
manentemente renovar mi vida y hacerme renacer cada día.
Hazme dócil a tu Espíritu, Señor".

433
a
Semana 2 de Pascua

MARTES: JN 3, 7 - 1 5

Así como el viento sopla donde quiere, así es el que nace del Espíritu.
Está dispuesto a dejarse llevar, a dejarse movilizar sin pretender tenerlo
todo bajo control, sin querer encasillarlo todo dentro de planes y esque-
mas rígidos que le den seguridad. Para el que nace del Espíritu la seguri-
dad está simplemente en la confianza puesta en él.
Este nacimiento no se refiere sólo al bautismo, porque el bautismo es
un germen, un comienzo; se refiere al renacimiento que el Espíritu va rea-
lizando permanentemente en nosotros, hasta el último momento de nues-
tra vida, renacimiento que sólo será pleno y definitivo en la gloria celes-
tial. Por eso, en 1 Juan 3, 9 leemos que "el que nació de Dios ya no peca".
Evidentemente no se refiere simplemente al que ha sido bautizado, sino al
que ha renacido plenamente por la acción del Espíritu. Así, este texto es
una invitación a no conformarnos con haber recibido el bautismo, como si
eso bastara, sino a dejarnos tomar por el Espíritu en un renacimiento per-
manente.
Nicodemo sigue sin entender, porque mira a Jesús como si fuera uno
más, que está dando una opinión como un maestro cualquiera. Por eso,
antes de responderle, Jesús quiere hacerle notar que él no es un maestro
cualquiera, sino el único que puede enseñar con verdadera autoridad, por-
que él viene del cielo y dice lo que "ha visto" en el cielo, en la presencia
del Padre. Nadie más viene del cielo, porque nadie ha podido llegar allí
para traer la verdad.
Pero la serpiente elevada, a través de la cual se recuperaba la salud, es
Cristo elevado en la cruz que trae la salvación al hombre. El que vino del
cielo termina siendo elevado en una cruz para que lo contemplemos y ten-
gamos vida.

Oración:

"Señor, no quisiera considerarte un maestro más, o creer que tu


Palabra es sólo una opinión. Dame la gracia de aceptarte como
el único maestro perfecto, que conoces más que nadie la verdad
de la vida".

434
a
Semana 2 de Pascua

MIÉRCOLES: JN 3, 1 6 - 2 1

Nos encontramos ahora con la enseñanza más preciosa de toda la Sa-


grada Escritura, con el anuncio que nos devuelve la alegría y la paz: "¡Tanto
amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único!"
El Dios en quien creemos es un Dios que ama al mundo que él creó, y
sobre todo que ama al ser humano, en quien él puso una capacidad para
conocer y amar, una capacidad de entrar en un diálogo, en un encuentro de
amistad.
En la primera carta de Juan esta imagen de un Dios que ama se reafir-
ma hasta llegar a decir simplemente que "Dios es amor", y por lo tanto
sólo puede ser conocido por alguien que ame (1 Juan 4, 8).
Y ese amor se manifestó plenamente cuando envió a su Hijo, que nos
trae "vida eterna". Mirando a Cristo no morimos, es decir, nuestra vida no
termina en fracaso y oscuridad, nuestra vida se salva. En medio de aparen-
tes fracasos y de profundos dolores, estamos rescatados, y todo va a termi-
nar en la plenitud de Dios.
Y Cristo no vino para juzgar sino para salvar. Cuando el evangelio
dice "el que no cree no es juzgado", se refiere al que verdaderamente ha
puesto su confianza en el que lo salva, Cristo. Esa fe no es sólo aceptar la
existencia de Dios o los dogmas, porque también el demonio tiene ese tipo
de fe (Sant 2, 19).
Este evangelio, al igual que San Pablo, se refiere a la fe viva, la fe que
transforma toda la vida y se hace activa en el amor (Gál 5, 6). Es la apertu-
ra sincera y confiada al amor divino que le permite a Dios transformar
nuestra vida concreta; y eso es lo que nos libera del juicio, porque gracias
a esa fe toda nuestra vida se coloca bajo la luz de Dios y su luz va expul-
sando todas las tinieblas, todo lo que no le agrada.

Oración:

"Te doy gracias, Padre, por tu inmenso amor; porque entregaste


a tu propio Hijo para darnos la vida. Quiero confiar en la salva-
ción que me trae Jesús, dejarme tomar por su vida, y permitirle
que ilumine todo mi ser y toda mi existencia para liberarla de la
oscuridad y de la muerte".

435
a
Semana 2 de Pascua

JUEVES: JN 3, 3 1 - 3 6

Este texto nos muestra cómo nuestra fe cristiana está completamente


centrada en la Persona de Jesús. El Padre lo ama y ha puesto todo en sus
manos, y su humanidad está repleta del Espíritu Santo, porque el Padre "le
da el Espíritu sin medida" (v. 34). De esa humanidad del Hijo de Dios,
llena del Espíritu, desborda para nosotros la fuerza de la vida divina.
Por eso podemos decir que su Corazón Sagrado es la fuente del Espíri-
tu Santo para nosotros, la fuente del amor divino, la fuente de la gracia. Y
por eso mismo, "quien cree en el Hijo tiene vida eterna". El es el corazón
de la Iglesia, él vive en el interior de la comunidad cristiana para llenarla
del poder del Espíritu, de la fuerza del amor. Pero también en el interior de
la vida de cada cristiano él es el corazón, él es la fuente de la vida nueva,
de la verdadera vida.
Así podemos entender por qué nuestra fe es vana si Cristo no ha resu-
citado, ya que el Padre ha querido que todos los dones de su gracia broten
para nosotros de esa humanidad gloriosa de Cristo resucitado. Porque Dios
ha querido salvar a la humanidad "desde adentro", haciéndose presente
con su poder salvador en la entraña misma de nuestra vida humana, y de-
rramar su Espíritu desde un corazón humano.
Esto es tan bello que algunos doctores de la Iglesia, especialmente de
la escuela franciscana, han sostenido que aunque el hombre no hubiera
pecado, el Hijo de Dios igualmente se habría encarnado. Ya que no es sólo
nuestro pecado lo que lo movió a encarnarse, sino su amor, que ha buscado
acercarse a nosotros hasta el colmo de hacerse uno de nosotros.

Oración:

"Señor Jesús, que estás repleto de la vida, del amor y de la luz


del Espíritu Santo, abre tu Corazón Sagrado y derrama en mí el
poder de tu Espíritu, llena a mi familia de tu Espíritu, transfor-
ma este mundo con la fuerza de amor del Espíritu Santo".

436
a
Semana 2 de Pascua

VIERNES: JN 6, 1 - 1 5

Este texto sobre la multiplicación de los panes nos muestra la verdade-


ra voluntad de Dios: que no falte el pan para todos. Los apóstoles ofrecie-
ron a Jesús los panes de un niño, que parecían poca cosa, pero fueron una
ofrenda que le bastó a Jesús para hacer su prodigio.
Porque cada vez que nosotros nos dejamos usar por la fuerza de su
amor y le ofrecemos lo poco que tenemos, hay pan para todos, y sobra.
Pero cuando algunos se dejan llevar por el egoísmo, el pan se acumula en
pocas manos y no hay pan para todos. Porque Dios actúa en nuestra histo-
ria a través de instrumentos humanos, y cuando esos instrumentos se resis-
ten a cumplir su función y se encierran en la ambición y la comodidad, no
se cumple la voluntad de Dios en nuestra tierra.
Hasta ese punto se ha sometido Dios a nuestra libertad, hasta el punto
de aparecer impotente y débil frente a nuestros males.
Frente a la seriedad de esta verdad no podemos dejar de preguntarnos
qué estamos haciendo con los dones que Dios nos ha dado, en qué gasta-
mos nuestras energías, en qué ocupamos nuestra mente, nuestro tiempo y
nuestras capacidades. Porque está en juego algo sagrado: la felicidad de
los demás. Por nuestra falta de entrega alguien puede quedarse sin el pan
que necesita, sin un momento de alegría, sin una palabra que lo consuele.
Pero además, estos panes son un símbolo de la Eucaristía, del pan espi-
ritual del cual va a hablar Jesús más adelante. Y la Eucaristía siempre es
pan para todos; nadie se ve privado de ella por falta de dinero; es pan
sobreabundante tanto para ricos como para pobres, es pan que no hace
distinción de personas.

Oración:

"Señor, que eres generoso, que regalas tus dones en abundancia,


toca los corazones humanos para que el egoísmo no deje a mu-
chos de tus pobres sin el pan que necesitan para vivir. Transfor-
ma este mundo de ambición e indiferencia de manera que haya
pan para todos".

437
a
Semana 2 de Pascua

SÁBADO: JN 6, 1 6 - 2 1

Al prodigio de la multiplicación de los panes se une el prodigio del


caminar de Jesús sobre las aguas. El hecho de que los dos prodigios estén
juntos tiene un significado especial. Porque si repasamos el Antiguo Tes-
tamento, podemos ver que la obra prodigiosa de Yavé, cuando liberó a su
pueblo de la opresión egipcia, se resume en dos portentos: el "poder de
Yavé sobre las aguas", que se manifestó cuando hizo pasar a su pueblo por
el Mar Rojo, y el regalo del maná con el que alimentó a su pueblo a lo
largo del desierto. Así lo vemos en Éx 12, 12; Sal 77, 20; 78, 24; 107, 4-
5.23.25.27-30, etc.
Por otra parte, al finalizar estas narraciones (6, 20), Jesús se presenta
diciendo "Yo soy", lo que nos recuerda el nombre divino con el cual Yavé
se presentaba y manifestaba su majestad.
De este modo, el evangelio nos dice que así como Yavé manifestó su
presencia poderosa en medio de su pueblo, así también Jesús manifestó su
poder dominando el mar y alimentando a su pueblo. Jesús no es sólo el
gran profeta anunciado (6, 14), el nuevo Moisés, sino Dios mismo en me-
dio de su pueblo, alimentándolo y manifestándose poderoso.
Cuando los discípulos estaban navegando, preocupados por la agita-
ción del mar, no supieron descubrir la presencia de Jesús que se acercaba
a ellos, dominante sobre las aguas, y al miedo por la tormenta se unió el
miedo a Jesús.
También a nosotros puede sucedemos que, teniendo a Jesús cerca de
nosotros para liberarnos, nos dejamos llevar por el miedo a su presencia, a
su poder; y preferimos seguir en nuestra vida miserable y enferma en lugar
de darle a él las riendas de nuestra vida para ser liberados y salvados, para
recuperar la calma.

Oración:

"Señor, que te manifestaste poderoso, dominador y señor sobre


las aguas, ayúdame a reconocer que en el fondo de tu corazón
humano reina también la gloria infinita de tu divinidad, que tú,
Jesús, eres el Hijo de Dios perfecto igual que el Padre".

438
Domingo 3° de Pascua

AÑO A : Lc 24, 13-35

Otro relato cargado de emotividad, de intimidad, de amor y de deseo.


Otro encuentro coloreado por la ternura, donde la luz del Resucitado poco
a poco va disipando las tinieblas del dolor y la tristeza. Los dos discípulos
caminaban, tristes, afligidos, desilusionados. Sentían que el final de Jesús
era su propio fracaso, porque ellos habían soñado que él sería el liberador
de Israel. No se habían convencido de que Jesús no había venido para ser
un jefe político, sino para algo mucho más grande.
Y seguían tan enfrascados en esta sensación de fracaso que ni siquiera
pudieron reconocer que el que se acercó a ellos y los acompañaba en el
camino era el mismo Jesús. Ni siquiera el testimonio de las mujeres y de
los otros discípulos que habían visto el sepulcro vacío les permitió reco-
nocer que las Escrituras anunciaban su triunfo después del sufrimiento.
Jesús pacientemente les explica las Escrituras, como lo había hecho ya
muchas veces. Pero ahora, lleno del poder de su resurrección, podía llegar
a sus corazones y hacerlos arder con su palabra: "¿No se quemaba nuestro
corazón mientras nos hablaba por el camino?" Por eso, sin entender dema-
siado, le piden que se quede con ellos a pasar la noche.
Allí Jesús repite lo que había hecho en la última cena, y entonces se
abren sus ojos. En este proceso de la Palabra a la Eucaristía podemos ver
nuestra celebración de la Misa, que debería llevarnos, igual que a ellos, a
anunciar a otros lo que celebramos.
Pero todo el relato nos invita a descubrir a Jesús resucitado que se
hace presente en nuestro propio camino, también cuando nos sentimos fra-
casados y desilusionados, para que comencemos con él una nueva etapa.
El se hace presente ayudándonos a mirar también los momentos pasados
bajo una nueva luz, de manera que podamos entender mejor el sentido de
lo que hemos vivido y podamos ver cómo nuestro pasado nos ha ido prepa-
rando para el encuentro feliz con el Señor.

Oración:
"Quédate Jesús en la noche de mi vida, ilumíname con tu palabra
y aliméntame con tu presencia. Abre mis ojos para reconocerte,
para que mi corazón arda con tu fuego y se ilumine con la luz de
tu resurrección. Porque yo también tengo hambre de tu pan".

439
O
Domingo 3 de Pascua

AÑO B: LC 2 4 , 3 5 - 4 8

A pesar de todos los anuncios recibidos, de las experiencias y el testi-


monio de varios de ellos, cuando Jesús se aparece en medio del grupo de
los discípulos, son incapaces todavía de reconocerlo resucitado. Más bien
sospechan que se trata de una especie de fantasma, se espantan y tiemblan
de miedo.
Jesús los tranquiliza con su palabra y los invita a que lo toquen para
que se convenzan y pierdan el temor. Porque "el amor perfecto echa fuera
el temor" (1 Juan 4, 18). Entonces, viendo sus manos y sus pies (que
conservaban las llagas) el miedo se convierte en gozo y asombro.
Cuando el texto dice que no acababan de creer está indicando que les
parecía demasiado hermoso, demasiado grande, demasiado consolador. La
poca fe consiste en la incapacidad de reconocer todavía de qué maravillas
es capaz Dios cuando cumple sus promesas.
Pero para terminar de convencerlos de que era un ser de carne y hueso,
aunque estuviera transfigurado, Jesús come un pedazo de pescado.
Finalmente, quiere mostrarles la armonía maravillosa del plan de Dios,
porque las cosas no habían sucedido por casualidad, y les recuerda todo lo
que él les había anunciado y lo que las Escrituras habían predicho. Pero el
texto aclara que además de explicarles "les abrió la inteligencia". No bas-
ta leer la Palabra de Dios si no le rogamos que nos abra la inteligencia para
comprenderla. El Señor resucitado, que ya no está limitado a un tiempo y
a un espacio, ahora puede actuar en el interior del hombre. El puede hacer-
se presente en la intimidad de cada ser humano para iluminarlo con su
presencia, para llenarlo de su gozo y de su paz. Por eso, en el peor abando-
no, podemos liberarnos del miedo y de la soledad. El está.

Oración:

"Creo Señor, pero aumenta mi fe. Toca mi interior con tu luz


para que pueda creer más en tu Palabra y te reconozca resucita-
do en medio de mi vida. Dame el gozo de descubrirte glorioso y
radiante, triunfante y feliz".

440
Domingo 3° de Pascua

AÑO C : JN 2 1 , 1 - 1 9

Los discípulos vuelven a tomar las redes. Si recordamos que muchos


de ellos habían sido pescadores y habían dejado las redes para seguir a
Cristo, esta vuelta a las redes es volver atrás.
Ya no vivían la presencia de Cristo en sus vidas, aunque sabían que
estaba resucitado; al tirar las redes no lo invocan, y no son capaces todavía
de reconocerlo.
También en nuestras vidas puede suceder esto. Hemos experimentado
la presencia de Cristo, lleno de poder y de amor, hemos visto su gloria,
pero pasa el tiempo, se debilita el entusiasmo, y se nos hace rutinario y
pesado eso de creer sin ver. Entonces poco a poco empezamos a apoyarnos
en otras seguridades, retomamos lentamente las cosas que habíamos aban-
donado para seguir a Cristo. Ya no soportamos vivir de lo invisible, y nos
convertimos en esos tibios que Dios prefiere vomitar de su boca (Apoc 3,
16), o en esos que han perdido "su primer amor" (Apoc 2, 4). Pero él está
presente en nuestra vida; aunque no advirtamos su presencia él está con-
templándonos con amor y bendiciendo nuestra existencia.
Pero después de haberle mostrado a Pedro que con sus solas capacida-
des humanas, sin invocarlo a él, ya no puede ni siquiera pescar, Jesús deja
a Pedro la suprema misión de guiar a la Iglesia, de apacentar sus corderos.
La triple pregunta recuerda la triple negación (13, 38), y eso explica la
tristeza de Pedro luego de la tercera pregunta. Pero Pedro aprendió la lec-
ción y no hace alarde; sólo se somete a lo que Jesús conoce de su corazón.
Después Jesús, a un Pedro ya purificado, le repite su primer "sígueme".

Oración:

"Señor Jesús, te doy gracias por tu presencia en la Iglesia, por-


que tú la guiasen su debilidad, tú actúas a través de los hombres
frágiles que la componen, tu mismo cuidas a tus ovejas por me-
dio de los pastores limitados que quisiste elegir".

441
a
Semana 3 de Pascua

LUNES: JN 6, 2 2 - 2 9

Aquí comienzan los discursos de Jesús sobre el tema del pan, para dar
un mensaje más profundo. Y para llevar a la gente a otro nivel les dice:
"Ustedes me buscan porque han comido los panes y se han saciado. No
trabajen sólo por el alimento que se acaba, sino por el sustento que dura y
da vida eterna".
Jesús muestra así nuestra crasa realidad: somos necesitados, y busca-
mos permanentemente saciar nuestras necesidades, nuestros deseos, nues-
tras carencias.
Esos hombres que buscaban a Cristo todavía no se habían dejado cau-
tivar por su enseñanza; simplemente habían descubierto que Jesús se pre-
ocupaba sinceramente por ellos, los cuidaba y no les dejaba pasar necesi-
dad, se compadecía realmente de sus angustias.
Y Jesús no desprecia esa confianza simple, aprovecha la ocasión para
invitar a esos hombres agradecidos a pasar a un nivel más profundo. Hay
otro pan, hay otro alimento, porque también hay otro hambre en el corazón
humano, hay otra insatisfacción más honda que busca ser colmada.
Y si bien hay que trabajar para ganarse el pan, para alcanzar este ali-
mento no es necesario otro trabajo más que creer, abrir el corazón: "La
obra del Padre es que ustedes crean".
Todos, con el paso del tiempo, podemos ir encerrándonos en nuestras
necesidades, y buscar a Dios sólo en la medida en que él pueda resolver
nuestras carencias interiores. Así Dios se convierte en un objeto más de
consumo. Él comprende esa debilidad nuestra, pero quiere más de noso-
tros, quiere más para nuestra vida. Quiere alimentar nuestros corazones
con su Palabra que nos invita a la intimidad con él, a su paz, al amor frater-
no, al servicio, a la generosidad, a la libertad interior.

Oración:

"Señor, no dejes que me olvide de esas necesidades más profun-


das que sólo con la fe puedo saciar No permitas que las angus-
tias de cada día y las cosas urgentes me lleven a olvidar las co-
sas más importantes que sólo tú puedes dar".

442
a
Semana 3 de Pascua

MARTES: JN 6, 3 0 - 3 5

Jesús aquí aparece como un nuevo Moisés, porque alimenta al pueblo


con la palabra y con el pan. De hecho, los judíos esperaban que llegara un
nuevo Moisés, un profeta grande como Moisés, y luego del milagro de la
multiplicación de los panes la gente decía: "Este es el profeta que debía
venir al mundo" (6, 14).
Pero Jesús quiere aclarar que se trata de algo muy diferente a Moisés.
Primero muestra que no había sido Moisés, sino Dios el que los había
alimentado en el desierto. Y además, el maná no era un verdadero pan
celestial, sino una realidad terrena.
Dios quiere dar ahora un pan verdaderamente celestial que da vida. Y
ante la súplica espontánea de la gente que reclama ese pan de vida celes-
tial Jesús responde: "Yo soy el pan de la vida".
En Jesús mismo, en su persona, se recibe el alimento de vida celestial.
El que recibe ese alimento ya nunca sufrirá de hambre y de sed; es decir,
sus necesidades más profundas estarán siempre satisfechas, y en la perso-
na de Jesús encontrará siempre la respuesta a sus insatisfacciones más
hondas, sin temor a que se desgaste o se acabe. Muchas cosas se desgastan
con el paso del tiempo, porque descubrimos sus imperfecciones y sus lími-
tes, pero la presencia de Jesús y su amistad nunca pueden desgastarse,
porque él es fuente inagotable de vida y de novedad, a él no podemos
encasillarlo ni abarcarlo, él siempre es más, siempre nos invita a más, siem-
pre nos ofrece más.
Por eso, no se trata de escuchar su Palabra para instruirnos, para apren-
der "religión", para entender nuestra fe. Su Palabra es alimento para toda
nuestra vida, es alimento para nuestra capacidad de amar, es alimento para
nuestra hambre de paz y de justicia, es alimento para nuestros sueños más
genuinos y bellos, es alimento para seguir caminando por los senderos del
bien.

Oración:

"Señor, no dejes que me olvide de esas necesidades más profun-


das que sólo con la fe puedo saciar. No permitas que las angus-
tias de cada día y las cosas urgentes me lleven a olvidar las co-
sas más importantes que sólo tú puedes dar".

443
a
Semana 3 de Pascua

MIÉRCOLES: JN 6, 3 5 - 4 0

Ahora Jesús comienza el largo discurso sobre el pan de vida indicándo-


nos cómo recibimos ese pan espiritual.
Este largo discurso tiene dos partes. La primera parte llega hasta el
versículo 51 y la segunda comienza allí y llega hasta el final del discurso.
En la primera parte el pan es sobre todo la Palabra, la enseñanza de
Jesús que nos muestra la voluntad del Padre y que nosotros recibimos con
la fe, aceptando esa Palabra y contemplando a Jesús a través de esa Pala-
bra. Ya en el Antiguo Testamento se presentaba la Palabra como un ali-
mento: "Yo mandaré hambre a la tierra... hambre de escuchar la Palabra de
Yavé" (Am 8, 11).
Por eso lo que se destaca en esta primera parte es la invitación a creer,
aceptando su Palabra desde la fe, con esa fe que sabe descubrir lo que no
se ve con los ojos del cuerpo: "Aunque me han visto, ustedes no creen" (v.
36).
Y al que crea en él, Jesús le promete no echarlo fuera, le promete pro-
tegerlo para que no se pierda, le promete vida eterna y resucitarlo en el
último día.
Pero se habla aquí de una fe que es adhesión profunda a la persona de
Jesús, no sólo una aceptación intelectual de verdades y doctrinas. Por eso
muchas veces Jesús en lugar de decir "creer en mí" dice "venir a mí". El
que va a Jesús es alimentado por él y alcanza vida celestial, vida que no se
acaba.

Oración:

"Concédeme Jesús la gracia de aprender a dialogar contigo,


abriendo mi corazón a tu Palabra para recibir la vida que me
ofreces. Quiero ir a ti Señor contemplar tu persona y tu verdad
para poder vivir de verdad".

444
a
Semana 3 de Pascua

JUEVES: JN 6, 4 4 - 5 1

Quien come de este pan no muere, sino que vivirá siempre. Evidente-
mente Jesús no se refiere a la vida biológica, porque todos los que han
escuchado su Palabra y han creído en él han muerto. ¿Qué significa enton-
ces?
Significa que hay otra vida, diferente de la vida biológica, que necesita
un alimento sobrenatural.
Hay una dimensión de nuestra vida que se mantiene con comida, medi-
camentos, respiración, gimnasia; hay otra dimensión de nuestra vida que
se alimenta con los libros, el estudio, las clases. Pero hay una dimensión
de nuestra vida, la más profunda, la sobrenatural, que depende directa-
mente de la gracia de Dios, que sin esa gracia desaparece.
Decir que quien cree en Cristo no tendrá jamás hambre, o que quien lo
recibe no muere, significa que unidos a él superamos nuestros límites hu-
manos, saciamos nuestros deseos más profundos y nos liberamos de nues-
tros temores más terribles; hallamos una plenitud de vida que nadie nos
puede quitar, ni siquiera la muerte, con tal que aceptemos depender siem-
pre de Jesús que nos alimenta por dentro.
Reconozcamos que en lo más hondo de nuestro ser somos seres ham-
brientos, insatisfechos, necesitados; que allí no podemos llegar nosotros
solos, sino Jesús; que sólo él tiene el alimento que puede fortalecer ese
centro profundo de nuestra vida que puede estar raquítico, enfermo, frágil.
Ese vacío y esa debilidad es lo que a veces nos hace sentir tristes también
cuando no nos falta nada, esa falta de alimento en el fondo del corazón es
lo que a veces nos hace sentir que nuestra vida no tiene sentido, cuando en
realidad no tenemos graves problemas, cuando otros, en nuestra misma
situación, pueden vivir alegres. Busquemos el alimento de eternidad.

Oración:

"Señor, reconozco que tú eres mi vida, que tú eres el alimento


que me da la vida verdadera, que sin ti mi vida se enferma en la
mediocridad, los miedos, la insatisfacción. Confío en ti Señor,
Pan de Vida, voy a ti para escucharte y recibir tu alimento".

445
a
Semana 3 de Pascua

VIERNES: JN 6, 5 2 - 5 9

Esta parte del discurso del pan de vida habla de comer y beber a Jesús;
y el pan es reemplazado por la carne. Por lo tanto ya no se refiere a la
Palabra que es recibida con la fe, sino a algo más, a un verdadero "comer"
a Jesús.
Es lo que sucede en la Eucaristía. Los judíos se daban cuenta de que ya
no se refería al pan de la Palabra, y por eso se impresionan al escucharlo
(6, 60). La expresión "comer la carne" se usaba para hablar de violencia y
destrucción (Sal 27, 2; Job 19, 22). Además, beber sangre estaba termi-
nantemente prohibido por las leyes judías. Ellos no advertían que no se
trataba de una comida cruenta, de un canibalismo, sino que Jesús había
inventado una forma maravillosa de comerlo, de recibirlo con nuestra boca.
Es más que escucharlo, es más que recordarlo, es más que hablarle.
A través de ese gesto sensible de comer, el Cristo entero entra en nues-
tra vida, porque en realidad "carne y sangre" indican al hombre entero.
Los evangelios sinópticos, al narrar la institución de la Eucaristía, usan la
palabra "cuerpo" (Mt 26, 26-28), que siempre designa al hombre entero
que se abre a la comunicación y a la comunión.
Entonces la Eucaristía no es sólo los miembros resucitados de Cristo,
sino todo su ser: su mente, sus afectos, su divinidad. Al recibirlo entra en
nosotros el Cristo entero y se realiza la unión más íntima que podamos
esperar en esta vida.
Pero esto supone que se lo coma con fe.
La sangre, que en la celebración de la Eucaristía se consagra por sepa-
rado, nos recuerda cuánto le costó a Jesús nuestra redención, cuando llegó
hasta el derramamiento de sangre por nosotros (Heb 2, 14; 9, 22).

Oración:

"Señor, toca mis ojos con la luz de tu Espíritu para que pueda
reconocer tu presencia en la Eucaristía, para que cada vez que
te coma me deje poseer por tu vida, por tu plenitud, por tu amor
inmenso, por todo tu ser resucitado".

446
a
Semana 3 de Pascua

SÁBADO: JN 6, 6 0 - 6 9

Muchos de los que oyeron el discurso de Jesús sobre el pan de vida se


escandalizaron, quedaron desconcertados: "¡Qué forma desagradable de
hablar!" (6, 60).
Es más, como no entendían claramente lo que Jesús quería decir, no
soportaban escuchar esas palabras que herían su sensibilidad, y no se les
ocurría pensar que esas palabras podían significar algo nuevo, algo que
ellos todavía ni habían podido imaginar; no se les ocurría pensar que Dios
podía ir más allá de lo que ellos conocían, y que era capaz de inventar algo
desconcertante.
Pero también muchos de sus discípulos se sintieron horrorizados y de-
cidieron abandonarlo (6, 66). Entonces, en una escena de intensa ternura,
Jesús se dirige al pequeño puñado de apóstoles que todavía lo acompaña-
ban, habla al corazón de los que se habían quedado a su lado y les pregun-
ta: "¿También ustedes quieren irse?" Entonces aparece Pedro respondien-
do con seguridad: "¿Y dónde vamos a ir? Si en tus palabras hay vida eterna,
y nosotros hemos creído en ti" (6, 68-69).
Sin embargo, Pedro no será fiel a esta confesión de fe y de amor, y
terminará negando a Cristo. Esto nos muestra cómo las seguridades huma-
nas, también las seguridades religiosas, siempre son frágiles, y por sí solas
nunca son estables. Y así se acentúa también la soledad, el abandono, la
desilusión que Jesús vivió en la cruz.
Ni siquiera los más íntimos fueron fieles hasta el fin. Sólo el discípulo
amado permaneció con María junto a la cruz.

Oración:

"Señor, enséñame a descubrir que puede haber una verdad pro-


funda en aquellas cosas que yo no alcanzo a entender, en tus
palabras que a veces me desconciertan. Quiero confiar en tu luz
Señor, también cuando mi fe se llena de tinieblas".

447
Domingo 4° de Pascua

AÑO A : JN 10, 1-10

En este texto Jesús se presenta con dos imágenes que se entremezclan:


En los versículos 1 y 2 aparece como la puerta, y del 3 al 5 como el pastor.
Pero como los oyentes no comprendían estos ejemplos (v. 6), explica se-
paradamente las dos parábolas.
Del versículo 7 al 10 se presenta como la puerta, que no indica simple-
mente un lugar por donde se pasa, un lugar que se atraviesa y se abandona.
Para los antiguos la puerta de una ciudad era un lugar importantísimo, un
lugar de reunión, de encuentro, de compra y venta, de mucha vida; estar en
la puerta era una verdadera fiesta, y ya era estar en la ciudad. Por eso,
decir que Jesús es la puerta indica que en él, en su persona, hallamos los
bienes de la salvación, la luz, el alimento, la vida abundante.
Es como el abrazo de un amigo que mediante sus brazos nos comunica
toda la riqueza de su amor, y no sólo sus brazos. Por eso Jesús no dice
dónde vamos a parar cuando pasamos por él, ya que entramos en él mismo,
y en él encontramos al Padre. De hecho, Jesús concluye estas palabras
sobre la puerta diciendo que él vino para darnos vida en abundancia (v.
10).
Nosotros muchas veces estamos buscando un lugar acogedor, un espa-
cio donde podamos sentirnos cómodos, contenidos. Pero nunca vamos a
encontrar un espacio físico o un grupo de amigos que nos deje del todo
satisfechos. Necesitamos otro espacio de amor que sólo podemos encon-
trar en el Señor. Ese espacio son sus brazos, ese espacio es él mismo. Y a
él lo encontramos en cualquier parte, porque podemos vivir en su presen-
cia. En medio del trabajo, de la actividad más intensa, en medio de las
preocupaciones y la lucha de cada día, podemos estar en su presencia,
sumergidos en él; y así todo se hace más fácil, más llevadero.

Oración:

"Señor Jesús, quiero entrar en ti, y ser feliz en ese maravilloso


lugar, en esa puerta que es un lugar de vida y de alegría, de
encuentro y de fiesta; quiero entrar en ti para beber de tu agua
de vida, para recibir la vida abundante que me ofreces".

448
Domingo 4° de Pascua

AÑO B: JN 1 0 , 1 1 - 1 8

Ahora Jesús se presenta como el buen pastor, y da dos motivos por los
cuales él es el buen pastor: porque da la vida por sus ovejas (11-13), y
porque las conoce íntimamente y se da a conocer, se une a ellas en una
íntima comunión (14-16).
Es interesante advertir que este capítulo habla repetidamente de los
falsos y malos pastores. De hecho, Jesús pronuncia este discurso en la
fiesta de la dedicación del templo (v. 22), donde se recordaba también a
las malas autoridades judías que, por sus intereses personales, habían pro-
vocado la profanación del templo (2 Mac 4, 7). Esas autoridades judías se
habían convertido en un símbolo de los jefes que no saben cuidar a las
ovejas, que traicionan a su pueblo. En la época de Jesús esos falsos pasto-
res eran sobre todo algunos fariseos, a los que Jesús llamaba ciegos (9, 39-
41). Ellos pretendían defender la Ley de Dios, pero en realidad sólo que-
rían cuidar su poder y usar a la gente al servicio de sus necesidades. Jesús
en cambio es el buen pastor, él no tiene más interés que dar la vida por las
ovejas; él no las mira como una masa que puede dominar para saciar su
ego, sino que conoce a cada una en particular, la llama por su nombre,
tiene intimidad con cada una de ellas, porque todas son importantes y sa-
gradas para él.
Ningún ser humano podrá cuidarnos en todo sentido, en todo momen-
to, en todo lo que nos toque vivir, ninguno puede llegar a nuestra vida
interior para cuidarnos allí donde también se introducen tantas cosas que
nos hacen daño. Por eso sólo Jesús puede ser el buen pastor de nuestras
vidas siempre amenazadas. Y recordemos que la peor amenaza para nues-
tras vidas no viene de la inseguridad externa, de la violencia de las armas,
sino de los rencores y envidias que nos dominan, de las tristezas, de los
egoísmos, de los miedos, de los recuerdos que nos obsesionan, de los pen-
samientos vanos que nos atontan.

Oración:

"Señor Jesús, tú eres mi buen pastor; tú me miras con verdadero


aprecio, me conoces personalmente y me tratas con respeto y
delicadeza. Para ti soy realmente importante, y no me buscas
por interés, por codicia o por vanidad. Gracias Señor".

449
Domingo 4° de Pascua

AÑO C : JN 1 0 , 2 7 - 3 0

Cuando Jesús dice que él da la vida, a veces indica que él entrega su


vida en la cruz por nosotros, pero otras veces se refiere a la vida sobrena-
tural, a la vida de la gracia que él derrama en nuestros corazones para
purificarnos, para santificarnos, para liberarnos, para hacernos alcanzar el
verdadero gozo, la verdadera paz, la verdadera vida que él quiere que vi-
vamos.
Pero a partir del v. 30 Jesús muestra que él no es simplemente un pas-
tor más, un pastor humano, sino que es Dios, uno con el Padre. En reali-
dad, si leemos Ezequiel 34, 11-12, allí Dios había anunciado que él mismo
sería el buen pastor de su pueblo. Jesús es ese Dios que viene a cumplir su
promesa para ser el buen pastor de su pueblo maltratado, para darle vida
abundante.
Esto no niega que pueda haber pastores humanos que Jesús utiliza como
instrumentos para llegar a sus ovejas. Así lo leemos en 1 Ped 5, 2-4, donde
se invita a los dirigentes de las comunidades a comportarse como verdade-
ros pastores, sometidos al supremo pastor, que es el verdadero dueño de
las ovejas. También en Hechos 20, 28 se llama "pastores" a los que guían
la comunidad, pero se les recuerda que la Iglesia es propiedad de Dios,
que la compró con la sangre de Cristo.
Todos en alguna medida somos pastores de los demás; un padre es
pastor de sus hijos, un maestro es pastor de sus alumnos, y también de
alguna manera somos pastores de nuestros amigos y parientes. Estamos
llamados a cuidarnos unos a otros. Pero siempre recordando que el Pastor
es sobre todo Jesús; él es el dueño de los corazones, él es el único Señor.

Oración:

"Jesús, mi Señor y mi Dios, te adoro a ti, que me pastoreas con


amor humano, con la ternura de tu corazón de carne, pero tam-
bién con tu infinito amor divino. Te adoro a ti, mi pastor divino,
que me sostienes con tu infinito poder y le das sentido a mi vida".

450
a
Semana 4 de Pascua

LUNES: JN 1 0 , 1 - 1 0 (AÑOS A ) , o JN 1 0 , 1 1 - 1 8 (AÑO B )


o
Ver domingo 4 de Pascua.

MARTES: JN 1 0 , 2 2 - 3 0

En esta discusión con las autoridades judías Jesús se presenta como


Mesías y como Hijo de Dios. En realidad Jesús estaba diciendo que él es el
buen pastor, pero eso no preocupaba a las autoridades judías, porque todo
maestro que tuviera un grupito de discípulos podía ser considerado un pas-
tor.
Lo que ellos no podían aceptar es que Jesús se considerara el Mesías, y
sabían que si Jesús lo decía públicamente eso preocuparía a las autorida-
des romanas, despertaría el temor a la revolución, y terminarían con él.
Pero Jesús no sólo reconoce que es el Mesías, sino que además se pre-
senta como Hijo del Padre Dios, y finalmente afirma "el Padre y yo somos
uno". Esto era intolerable para los judíos, porque ellos no conocían el mis-
terio de la Trinidad, un solo Dios en tres Personas, y entonces la afirma-
ción de Jesús sonaba a politeísmo, era un insulto a su fe en un solo Dios, y
el peor atrevimiento que podían escuchar es que un hombre se considerara
Yavé.
Por eso lo tratan de blasfemo e intentan apedrearlo. Sin embargo, a
pesar de esta tremenda oposición de la mentalidad judía, que no podía
tolerar una idea semejante, la fe en la divinidad de Jesús se fue extendien-
do, y es la fe de la Iglesia extendida por toda la tierra.
Nosotros no nos apoyamos en Jesús porque es un ser humano maravi-
lloso, sino porque es el mismo Dios hecho hombre, y por eso puede ser el
Señor de nuestras vidas y sostenernos con su gracia.

Oración:

"Señor Jesús, que en tu corazón humano ofreces también tesoros


infinitos de tu amor divino, quiero glorificarte, adorarte y
enaltecerte como Hijo de Dios, perfecto igual que el Padre. Me
postro ante ti mi Señor y mi Dios, mi Pastor divino".

451
a
Semana 4 de Pascua

MIÉRCOLES: JN 1 2 , 4 4 - 5 0

El evangelio de Juan está dividido en dos grandes partes. Con estos


versículos concluye la primera parte del evangelio que se llama "sección
de los signos", donde Jesús hace prodigios maravillosos.
Pero esta conclusión de la primera parte es más bien negativa: a pesar
de signos tan grandes, como dar la vista a un ciego de nacimiento y resuci-
tar un muerto, no terminaban de aceptarlo y preferían quedarse en la oscu-
ridad.
Pero Jesús aclara que él no juzga a nadie, sino que los incrédulos son
juzgados por las propias palabras de Jesús que son las que el Padre le
indicó. Es decir: esas palabras tienen una profundidad, una verdad y una
belleza tan grandes, son tan auténticas y profundas, que no hay excusa
para rechazarlas. El que las rechaza se priva de la luz de Dios, de su vida
divina, elige la oscuridad y la muerte, se autocondena privándose de tanta
hermosura, y por eso no es necesario que Cristo lo juzgue.
Porque el que se aparta de la luz no necesita ser enviado a las tinieblas
como un castigo, ya que él mismo opta por privarse de la luz y sumergirse
en las tinieblas.
Sin embargo, cuando termina la segunda parte del evangelio (20, 30-
31 ) se dice que los signos que Jesús realizó habían despertado la fe, habían
dado frutos. Y eso significa que es necesaria la fuerza de la resurrección
de Jesús, su presencia resucitada en el corazón del hombre, para que el
hombre pueda abrirse a la fe. No bastan las cosas externas, aunque sea la
lectura de la Palabra de Dios, aunque sea una predicación bella y
motivadora, porque es indispensable la acción del Señor en nuestros cora-
zones. Por eso no basta hacer cosas para tratar de cambiar; también hay
que invocar al Señor para que nos toque en nuestro interior con su divina
gracia.

Oración:

"Señor, toca mi corazón con la luz y el poder de tu resurrección


para que yo pueda reconocer los signos de tu presencia en mi
vida, para que pueda creer cada vez más en ti y llenar mi vida de
tu resplandor".

452
a
Semana 4 de Pascua

JUEVES: JN 1 3 , 1 6 - 2 0

Jesús ha lavado los pies de sus Apóstoles, se ha inclinado humilde-


mente ante sus servidores, se puso a los pies de sus criaturas para lavarlas.
Él, que se dejó lavar los pies por su amiga María (12, 3), que se dejó amar
y servir por sus amigos, no aparece como un rey que busca honores y co-
modidades, porque él mismo realizó el gesto de ponerse de rodillas ante
los demás. El es un rey que reina sirviendo.
Al terminar este gesto, Jesús les hace notar que si ellos son sus discí-
pulos no pueden obrar de otra manera, no pueden pretender honores, glo-
ria, puestos y lugares destacados. Su misión es la misma que la del Maes-
tro, inclinarse a servir a los demás con humildad y sencillez. Lo dice
claramente: "Les di ejemplo para que hagan lo mismo que yo hice con
ustedes" (13, 15). Pero también enseña que esta humildad no produce tris-
teza, debilidad, no es anularse a sí mismo, sino que produce la verdadera
felicidad, es una liberación, es gozo y vida nueva: "Si lo saben y lo cum-
plen, serán felices" (v. 17).
Sin embargo uno de los apóstoles no acepta esa humillación, quiere un
Mesías dominante, y quiere reinar al lado de un triunfador mundano, y por
eso renuncia a ese camino de felicidad que Cristo propone.
No basta admirar a Jesús, no basta ser sus discípulos; es necesario
permitirle también que transforme nuestras opciones y nuestra forma de
actuar, que sane nuestro deseo de dominio y de apariencia y nos infunda
deseos de servir humildemente, que nos haga vivir esa alegría del servicio
desinteresado que nunca podremos encontrar buscándonos a nosotros mis-
mos. Por eso decía un pensador: "Si no tomamos la responsabilidad de
servir a los demás, el sufrimiento será ilimitado. Pero cuando desarrolla-
mos una mente amplia y sentimos compasión por los otros, eso es altamen-
te beneficioso para nosotros mismos... Cuanto más nos ocupemos de la
felicidad de los demás, mayor será nuestra sensación de bienestar".

Oración:
"Jesús, te doy gracias por tu ejemplo de humildad y de servicio,
porque no buscaste la gloria mundana, y me propones un camino
de libertad interior y de alegría, sin las ataduras de la vanidad,
la apariencia y la sed de poder".

453
a
Semana 4 de Pascua

VIERNES: JN 1 4 , 1-6

Este capítulo 14 está lleno de promesas consoladoras, es un verdadero


discurso de despedida de Jesús que quiere dar ánimo a sus discípulos.
El primer consuelo que les da es decirles que él se va, pero que volverá
y los tomará para que estén con él en el lugar que él preparará. Para este
evangelio, nuestra relación con Cristo es "estar con él", porque él es "Dios
con nosotros".
Pero este estar con Jesús no sucederá después de nuestra muerte; co-
mienza ahora, en la vida de la comunidad que lo ha descubierto resucita-
do. La partida de Jesús ha sido desaparecer de un modo visible para entrar
de un modo más profundo en lo íntimo de nuestras vidas.
Los apóstoles sufrieron con la muerte de Jesús, pero luego de su resu-
rrección tuvieron un encuentro mucho más bello e intenso con Jesús, por-
que comenzaron a experimentar su presencia en lo íntimo de sus corazo-
nes y en medio de la comunidad. Por eso, el anuncio de volver a tomarlos
con él para estar juntos, no se refería a la muerte de los Apóstoles, sino a
la nueva relación que iban a tener luego de la resurrección.
Cuando los discípulos le preguntan dónde va y cómo harán para se-
guirlo, Jesús responde que él mismo es el camino, la verdad, y la vida; es
decir, que simplemente deben dejarse tomar por él y que con él encontra-
rán todo. Creyendo en él encontrarán la verdad y la vida que anhelan.
También nosotros deberíamos dejarnos consolar por estas palabras.
Muchas cosas nos ha negado la vida, muchas cosas hemos perdido o nos
han quitado, pero hay en nuestras vidas una presencia que nos permite
superar toda ausencia, hay un gozo diferente que nos permite superar todo
dolor y toda pérdida.

Oración:

"Señor, quiero dejarme tomar por ti, que estás resucitado, que
estás buscando entrar en mi vida para llenarla de tu vida y de tu
verdad. Tómame Señor, tómame contigo, para que me libere de
la soledad interior".

454
a
Semana 4 de Pascua

SÁBADO: JN 1 4 , 7 - 1 4

Jesús nos refleja la gloria del Padre, en él encontramos todo el amor y


la luz del Padre Dios. Pero Jesús nos promete aquí algo desconcertante.
Dice que los creyentes harán obras mayores que las que hizo él. ¿Cómo
podemos entender esta promesa? ¿Acaso todos los creyentes podemos ha-
cer algo más grande que resucitar muertos y curar ciegos?
En realidad no, porque cuando el evangelio de Juan usa la palabra
"mayores" se refiere a cosas de un nivel superior. ¿Pero qué sería un nivel
superior que resucitar a un muerto? Hay algo superior a eso: comunicar a
los demás algo sobrenatural.
Porque la resurrección de Lázaro fue devolverle la vida física, natural;
pero cuando una persona abre su corazón a Dios y recibe su gracia y su
luz, entonces entra en otra dimensión, en la vida sobrenatural, en una vida
que vale mucho más que la vida física y natural.
De hecho, veamos que Jesús antes de su resurrección logró muy poco,
porque pocos creyeron realmente en él, y lo abandonaron en la cruz. En
cambio, luego de su resurrección la fe cristiana creció de una manera ad-
mirable, una multitud abrió el corazón a Jesús en poco tiempo.
Por lo tanto, cuando Jesús antes de morir promete que los creyentes
harán obras mayores que las que él hizo, está diciendo que los creyentes
unidos a él, a partir de su resurrección lograrían difundir la fe y el amor de
una manera admirable, pero no por su propio poder, sino por el poder de
Cristo resucitado actuando a través de ellos.
¿Somos capaces de dejarnos tomar por Jesús resucitado para hacer esas
obras superiores, o nos conformamos con poco?

Oración:

"Señor, no quisiera encerrarme en una vida mediocre, sin fecun-


didad. Quisiera lograr algo maravilloso, algo grande con las
fuerzas que me diste. Y tú me enseñaste que lo más grande que
puedo hacer es llevarte a los demás, para que ellos te conozcan y
te amen. Tómame con tu poder para cambiar el corazón de los
que te rechazan".

455
Domingo 5° de Pascua

AÑO A : JN 1 4 , 1 - 1 2

Ver viernes y sábado anteriores.

AÑO B: JN 1 5 , 1-8

Jesús se compara a una vid, una parra, y los discípulos son las ramas;
ellos son los sarmientos, que reciben de él la savia, la vida, el alimento que
los sostiene. Por eso Jesús nos invita a permanecer en él, de manera que no
terminemos secos y muertos.
De él viene la vida espiritual, la vida sobrenatural. Pero en realidad la
insistencia de este texto está en la invitación a dar frutos, a producir algo
que valga la pena, y nos dice que sólo unidos al Señor podemos dar frutos.
Jesús toca con estas palabras una de las necesidades más profundas del
ser humano, que es el deseo de sentirse fecundo, de ser útil, el anhelo de
desarrollar las propias capacidades para producir algo bueno en este mun-
do, para que nuestros años no vayan pasando sin que podamos regalarle
algo bueno a este mundo. Esta fecundidad da gloria al Padre (15, 8), por-
que él ama que la vida se difunda, se multiplique, se derrame cada vez
más. Él nos quiere vivos produciendo fruto, no muertos y estériles.
Y este Padre que recibe gloria cuando damos frutos, es el viñador, el
que poda las ramas para que produzcan más fruto. Y esa limpieza de las
ramas se realiza a través de la palabra de Jesús (15, 3). Se trata de las
purificaciones que debe recibir nuestro corazón cuando se está esclavizan-
do, cuando se está apegando demasiado a las cosas y vanidades del mun-
do, y cuando al escuchar la palabra de Jesús descubre su miseria. Entonces
puede entregar, dolorosamente, las cosas y los proyectos que lo esclaviza-
ban. Pero ese dolor es liberador, y permitirá que la rama pueda ser fecun-
da, que pueda ofrecer fruto abundante de vida, de amor, de alegría para
Dios y para los demás.

Oración:
"Señor, dame la gracia de dejarme purificar con tu Palabra, de
permitir que tú me purifiques y me limpies para que mi vida sea
fecunda, para que no me encierre en una búsqueda egoísta de
placer y comodidad que no me permite dar fruto".

456
Domingo 5 ° de Pascua

AÑO C : JN 1 3 , 3 1 - 3 5

Aquí comienzan los discursos de despedida de Jesús. Llama la aten-


ción que Jesús diga que ya ha sido glorificado, porque tendríamos que
decir que la glorificación de Jesús se produjo en su muerte y en su resu-
rrección.
Pero esto se explica porque la decisión firme de Judas de traicionarlo
es como el comienzo de la pasión de Jesús, como si comenzara a cargar la
cruz con su dolor interior. En la angustia de la traición de Judas, Jesús
comienza a dar la vida para salvarnos.
De hecho, en el versículo 32 se aclara que esta primera glorificación
que se realiza por la traición de Judas es sólo una parte. Falta que se reali-
ce la glorificación plena, cuando el Padre lleve a Jesús con él después de
su muerte, cuando finalmente pase "de este mundo al Padre" (13, 1).
En el v. 33 Jesús anuncia su partida para ir allí donde nadie más puede
ir: al Padre (14, 12). Sin embargo, dice a Pedro que podrá seguirlo más
tarde (13, 36), porque Pedro también entregará su vida.
Y en 13, 34-35 deja su mandamiento, el que nos identifica como discí-
pulos suyos, la verdadera "señal de los cristianos". Sin embargo, como ese
mandamiento ya aparecía en el Antiguo Testamento (Lev 19, 18), nos pre-
guntamos por qué dice Jesús que es "nuevo". Y es nuevo por dos motivos:
porque sólo gracias a Cristo, a su entrega total, podemos saber todo lo que
significa amar al hermano, amarlo hasta las últimas consecuencias; y tam-
bién es nuevo porque gracias a la vida interior que él nos comunica pode-
mos tener la fuerza para cumplirlo sinceramente y de verdad.

Oración:

"Señor, yo sé que sólo puedo amar a los demás como tú lo hiciste


si tu amor sobrenatural se hace presente en mi vida, si me trans-
formas y me movilizas con la fuerza de tu amor. Por eso te ruego,
enséñame a cumplir tu mandamiento de amor".

457
a
Semana 5 de Pascua

LUNES: JN 1 4 , 2 1 - 2 6

Estas preciosas promesas nos hablan de la intimidad de Dios en nues-


tros corazones. Los que aman a Dios se convierten en verdaderos templos
de la presencia del Padre y de Jesús amándolos.
Sólo esa presencia de amor hace posible cumplir de verdad los manda-
mientos, vivir lo que el Señor nos pide.
Pero luego aparece alguien más haciéndose presente en la intimidad de
los creyentes: el Padre enviará el Espíritu Santo. El es el que enseñará
todo a los discípulos para que puedan comprender las enseñanzas de Je-
sús.
Y en realidad el Espíritu Santo no enseñará cosas que Jesús no haya
dicho, sino que "recordará" y hará comprender en profundidad las pala-
bras de Jesús.
El nombre "Paráclito" es una expresión griega que significa "llamado
junto a", es decir, el que uno invoca para que esté a su lado. Como cuando
uno grita a un amigo para que lo ayude y acompañe.
Llamarle "consolador" puede reducir su función, ya que el Espíritu
Santo viene a estar con nosotros no sólo para consolarnos en la aflicción,
sino también para fortalecernos, enseñarnos, acompañarnos, renovarnos,
y especialmente para hacer presente a Jesús y recordarnos el verdadero
sentido de sus palabras.
El Paráclito es entonces el que viene a estar con nosotros para darnos
lo que más necesitamos.

Oración:

' T e n Espíritu Santo, porque necesito recordar las palabras de


Jesús para iluminar mi vida de cada día. Ven a estar conmigo
porque sin esa luz mi vida pierde sentido, y se apaga la verdade-
ra alegría".

458
a
Semana 5 de Pascua

MARTES: JN 1 4 , 2 7 - 3 1

Jesús ofrece su paz, y más adelante prometerá también la alegría (16,


22). La paz y la alegría son dos necesidades profundas del corazón huma-
no: la seguridad y la intensidad, la serenidad y el entusiasmo.
Pero no hay que confundir esta paz con un estado de ánimo en que
nada nos inquieta, cuando en realidad no nos interesa nada de nadie, por-
que estamos cómodos en nuestro propio egoísmo. Esa es en realidad la paz
de los cementerios, es la paz de los que han dejado morir su capacidad de
amor, lo más valioso que llevaban dentro.
No podemos pensar, por ejemplo, que una mujer angustiada por su hijo
enfermo no tenga la paz de Jesús sólo porque le falta la serenidad psicoló-
gica. La paz de Jesús es otra cosa, es la seguridad que dan su presencia y
su amor en medio de las angustias y preocupaciones.
De hecho, el mismo Jesús experimentó angustia y alteraciones interio-
res (11, 33; 13, 21). Por eso Jesús aclara cómo nos da su paz: "No la doy
como la da el mundo" (14, 27). Su paz es de otro nivel, más profundo y
valioso, no brota de las seguridades del mundo, sino del amor: "Si me
amaran..." (14, 28).
El que se deja amar por Jesús y reacciona amándolo y sirviendo al
prójimo, encuentra la verdadera paz de su corazón, la paz que los intereses
del mundo no nos pueden dar, la paz del que siente que su vida vale la
pena.

Oración:

"Busco tu paz Señor, necesito tu paz, porque este mundo no me


permite alcanzar armonía y fortaleza, sino temores, angustias,
insatisfacción. Dame tu paz, Señor, la paz que brota de tu amor".

459
a
Semana 5 de Pascua

MIÉRCOLES: JN 1 5 , 1-8
o
Ver domingo 5 de Pascua. Año B.

JUEVES: JN 1 5 , 9 - 1 1

Al igual que la paz, la alegría que Jesús ofrece brota del amor, del
amor que llega a transformar la vida, que produce obras de amor, que hace
nacer una vida de acuerdo a los mandamientos.
Aquí queda claro que la fecundidad que obtiene el hombre si permane-
ce unido a Cristo no se busca con un interés utilitarista o vanidoso. Es una
realidad de diálogo y de amor, y los frutos son una respuesta de amor.
De hecho, pocas veces Jesús declara su amor con tanta ternura como
en este capítulo: "Como el Padre me amó, yo también los amé" (15, 9). El
amor de Jesús hacia sus discípulos es inmenso, como el amor que el Padre
le tiene a él. El amor de Jesús hacia nosotros es una prolongación del amor
divino que viene del Padre Dios; por lo tanto es plenitud total de amor,
desbordante, inimaginable.
Y este amor de Jesús que se hace fecundo, que llega a producir fruto en
nuestra vida, es la fuente de la verdadera alegría, una alegría que por ser
espiritual no es menos intensa, porque es participar de la alegría de Jesús.
Y él quiere que esa alegría sea plena, completa: "Les he dicho esto para
que participen de mi alegría, y la alegría de ustedes sea colmada" (15, 11).
¡Qué hermoso es saber que estamos llamados a una alegría siempre
más grande, a una alegría que no se desgasta sino que se agranda con los
años, hasta que nos inundemos en la alegría celestial que nos desbordará
por todas partes. El Concilio Vaticano II dijo que "La Iglesia es la verda-
dera juventud del mundo; posee lo que hace la fuerza y el encanto de la
juventud: la capacidad de alegrarse con lo que comienza, de darse sin re-
compensa, de renovarse y de partir de nuevo hacia nuevas conquistas...".

Oración:
"Dame tu alegría Señor, porque en ti está la alegría más perfec-
ta del corazón humano, ese corazón que creaste para ti. Lléname
de tu amor, para que ese amor se convierta en vida desbordante,
en fecundidad, en gozo".

460
a
Semana 5 de Pascua

VIERNES: JN 1 5 , 1 2 - 1 7

El amor de Jesús además de ser grande, es realmente íntimo, como el


amor del amigo que quiere compartirlo todo con el amigo del alma: "A
ustedes los llamé amigos, porque todo lo que oí a mi Padre se lo comuni-
qué a ustedes".
Jesús ya no quiere aparecer como el rey que exige sometimiento y obe-
diencia, sino como el amigo del corazón que espera una respuesta de amor.
Es cierto que Jesús pide algo a sus discípulos, les reclama una entrega,
pero sus pedidos están unidos al dulce regalo de su intimidad.
Y en realidad lo que él nos exige para seguir regalándonos su intimi-
dad y su amistad no son mandamientos duros ni cargas pesadas. Sólo nos
pide lo que puede hacernos felices, lo que nos conviene: que nos amemos.
Ese es el fruto que él espera, esa es la fecundidad que produce su vida en
nuestra vida.
Nos pide que no dejemos clausurado su amor en nuestra intimidad, que
dejemos en libertad el dinamismo de su amor y lo compartamos con los
demás sin ponernos límites, hasta el punto de dar la vida por los amigos:
"No hay amor más grande que dar la vida por los amigos" (15, 13).
Pero el origen de nuestra capacidad de amar no está en nosotros, en
nuestras iniciativas o en nuestras fuerzas naturales; está en su amor, que
siempre tiene la iniciativa: "No me eligieron ustedes a mí, sino que yo los
elegí a ustedes" (15, 16).
No ignoremos la belleza de esta verdad: hemos sido amados antes de
que pudiéramos hacer algo; hemos sido mirados con amor, hemos sido
elegidos sin que nosotros hayamos tenido que comprar esa mirada de ter-
nura. No lo conquistamos al Señor con algo bello que sea nuestro, sino que
él mismo ha puesto en nosotros la hermosura que lo cautiva. No nos buscó
porque necesitaba algo, simplemente nos eligió porque sí, porque quiso;
nos eligió por puro amor.

Oración:
"Coloca en mi corazón Señor, ese ideal supremo de dar la vida,
de reproducir en mi existencia tu suprema entrega de amor. Te
doy gracias, Señor, por el tesoro de tu amistad y te pido que des-
truyas todas las resistencias que pongo a ese amor inmenso".

461
A
Semana 5 de Pascua

SÁBADO: JN 1 5 , 1 8 - 2 1

Después de hablar de su amor y de su amistad, Jesús quiere decir toda


la verdad a sus discípulos. Él no les promete una vida paradisíaca, sin
dificultades, sin angustias, sin persecuciones; no promete éxitos, aplau-
sos, reconocimientos sociales.
La vida que él propone no se puede hacer coincidir con los ideales
mundanos marcados por la vanidad, la apariencia, la fama. Jesús muestra
con claridad que su ideal de amor debe estar ligado a la humildad, la sen-
cillez, la ausencia de pretensiones mundanas. Por eso sus discípulos deben
estar dispuestos más bien a la incomprensión, al desprecio, al rechazo; no
pueden pretender que el mundo los consulte o les ofrezca poder y gloria,
porque la presencia de Dios en sus vidas es el mejor premio, la mejor
seguridad, la única fuerza que necesitan.
El mundo no los va a aplaudir por su fe y por sus convicciones, porque
la fe y las convicciones de un cristiano auténtico son un desafío a su co-
modidad, a su egoísmo, a su estrecho horizonte.
Y las dificultades de los discípulos ante el mundo, el rechazo, la perse-
cución, el desprecio, son un reflejo de la pasión del maestro, son una par-
ticipación en la suerte de Jesús que el discípulo no puede evitar ni recha-
zar: "El siervo no es más que su señor; si a mí me han perseguido los
perseguirán a ustedes" (15, 20).
Por lo tanto no se puede renunciar a las burlas, los desprecios, los re-
chazos del mundo. Y entonces el ideal del cristiano no puede ser adaptarse
a los demás de tal manera que a ellos no les moleste lo que Jesús nos pide.
El evangelio es una buena noticia, pero también es una espina, es un lla-
mado a la conversión, y ese llamado no siempre es recibido con apertura y
gratitud.

Oración:

"Señor, que elegiste la vida de los pobres, que no tienen un lugar


en la sociedad, que son excluidos y olvidados, despreciados y
abandonados. Ayúdame a aceptar que no me aplaudan por creer
en ti, y concédeme que no me avergüence de tu amistad ante el
desprecio del mundo".

462
Domingo 6° de Pascua

AÑO A : JN 1 4 , 1 5 - 2 1

Vale la pena detenerse a meditar las hermosas palabras de despedida


de Jesús que nos ofrece el evangelio de Juan. Aquí aparece Jesús reunido
con sus discípulos para hablarles de amor antes de su partida. Él quiere
que no se angustien demasiado por su muerte y sepan descubrir que tiene
un plan maravilloso para ellos: "No los dejo huérfanos, volveré" (v. 18).
Jesús anuncia que estará presente de una manera distinta, que sólo podrán
descubrir con los ojos de la fe; por eso el mundo no lo podrá descubrir,
pero ellos sí podrán reconocerlo: "ustedes sí me verán" (v. 19).
¿t
Y ese encuentro con Jesús será como una nueva vida para ellos: Yo
vivo y ustedes vivirán" (v. 19).
Aquel día no tendrán que llorar su ausencia; todo lo contrario, porque
"comprenderán que yo estoy en el Padre, y ustedes en mí y yo en ustedes".
Jesús anuncia que la intimidad divina se hará presente en el interior de los
discípulos, que sabrán como nunca cómo los ama Jesús, y lo verán mejor
que nunca: "Yo lo amaré y me manifestaré a él" (v. 21). Todo esto será
posible por la acción del Espíritu Santo (v. 16-17).
Pero para eso hay que estar dispuesto a cumplir el mandamiento de
amor que Jesús deja a sus discípulos, porque nadie puede vivir la expe-
riencia de su presencia si se aisla de los demás.
Esa situación sublime que Jesús anuncia a sus discípulos es lo que
sucedió después de su resurrección; por lo tanto es la situación que noso-
tros deberíamos vivir, reconociendo con gratitud y alegría la presencia
amante de Jesús en nuestras vidas, y reaccionando ante ese amor con ges-
tos de amor hacia los hermanos.

Oración:

"Ilumíname Señor, para que pueda descubrir lo que no descu-


bren los ojos mundanos, para que pueda ver que estás realmente
presente en mi vida, manifestándote en mi vida y amándome.
Derrama tu Espíritu para que él me haga reconocer tu presen-
cia".

463
Domingo 6° de Pascua

AÑO B: JN 1 5 , 9 - 1 7

Aquí se nos habla de la fecundidad que obtiene el hombre si permane-


ce unido a Cristo. Pero no es una invitación a buscarlo con un interés uti-
litarista o vanidoso. Es una realidad de diálogo y de amor, y los frutos son
una respuesta de amor.
De hecho, pocas veces Jesús declara su amor con tanta ternura como
en este capítulo: "Como el Padre me amó, yo también los amé" (15, 9). El
amor de Jesús hacia sus discípulos es inmenso, como el amor que el Padre
le tiene a él, es una prolongación del amor divino que viene del Padre
Dios; por lo tanto es plenitud total de amor, desbordante, inimaginable
fuente de una alegría que colma el corazón.
El amor de Jesús además de ser grande, es íntimo, como el amor del
amigo que quiere compartirlo todo con el amigo del alma: "A ustedes los
llamé amigos, porque todo lo que oí a mi Padre se los comuniqué".
Y lo que él nos exige para seguir regalándonos su intimidad y su amis-
tad no son mandamientos duros ni cargas pesadas. Nos pide simplemente
lo que puede hacernos felices, lo que nos conviene: que nos amemos. Ese
es el fruto que él espera, esa es la fecundidad que produce su vida en nues-
tra vida.
Nos pide que no dejemos clausurado su amor en nuestra intimidad, que
dejemos en libertad el dinamismo de su amor y lo compartamos con los
demás sin ponernos límites, hasta el punto de dar la vida por los amigos:
"No hay amor más grande que dar la vida por los amigos" (15, 13).
El origen de nuestra capacidad de amar está en su amor, que siempre
tiene la iniciativa: "No me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a
ustedes" (15, 16). El es el que nos llama, el que nos busca cuando lo igno-
ramos y lo olvidamos, el que toca nuestros corazones con su amor cuando
sólo nos estamos contemplando a nosotros mismos, el que da el primer
paso antes de que nosotros hagamos algo. Él siempre ama primero.

Oración:
"Coloca en mi corazón Señor, ese ideal supremo de dar la vida,
de reproducir en mi existencia tu suprema entrega de amor. Te
doy gracias Señor por el tesoro de tu amistad y te pido que des-
truyas todas las resistencias que pongo a ese amor inmenso".

464
Domingo 6° de Pascua

AÑO C : JN 1 4 , 2 3 - 2 9

Jesús ofrece su paz, y más adelante prometerá también la alegría (16,


22). La paz y la alegría son dos necesidades profundas del corazón huma-
no: la seguridad y la intensidad, la serenidad y el entusiasmo.
Pero no hay que confundir esta paz con un estado de ánimo en que
nada nos inquieta, porque en realidad no nos interesa nada de nadie, por-
que estamos cómodos en nuestro propio egoísmo. Esa es en realidad la paz
de los cementerios, esa es la falsa paz de los que han dejado morir la capa-
cidad de amor que Dios puso en sus corazones, los que mataron lo más
valioso que llevaban dentro.
La paz de Jesús no es la serenidad psicológica del que vive cómodo en
su mundo y no se preocupa por nadie. La paz de Jesús es otra cosa, es la
seguridad que dan su presencia y su amor en medio de las angustias y
preocupaciones.
De hecho, el mismo Jesús experimentó angustia y alteraciones interio-
res (11, 33; 13, 21). Por eso Jesús aclara cómo nos regala su paz divina:
"No la doy como la da el mundo" (14, 27). La paz y la alegría que Jesús da
son de otro nivel, más profundo y valioso; no brotan de las seguridades del
mundo, sino del amor: "Si me amaran..." (14, 28).
El que se deja amar por Jesús y reacciona amándolo y sirviendo al
prójimo, encuentra la verdadera paz de su corazón, la paz que los intereses
del mundo no nos pueden dar.
Y esa paz que nosotros podemos vivir es superior a la que podían vivir
los apóstoles antes de la muerte de Jesús; porque ahora nosotros podemos
gozar de la presencia de Jesús resucitado en nuestra intimidad, derraman-
do su gracia y la fuerza de su amor. Por eso Jesús decía a sus discípulos:
"Si me amaran se alegrarían de que yo me fuera al Padre" (v. 28).

Oración:

"Busco tu paz Señor, necesito tu paz, porque este mundo no me


permite alcanzar armonía y fortaleza, sino temores, angustias,
insatisfacción. Dame tu paz, Señor, la paz que brota de tu amor".

465
a
Semana 6 de Pascua

LUNES: JN, 1 5 , 2 6 - 1 6 , 4

Jesús promete a sus discípulos que cuando llegue a la presencia del


Padre enviará al Paráclito, el Espíritu Santo: "El Paráclito que yo les en-
viaré de parte del Padre dará testimonio de mí" (15, 26). ¿Qué significado
tiene este "testimonio"?
El Espíritu Santo da testimonio de Cristo en nuestro interior, porque
los discípulos deben soportar la persecución, el rechazo del mundo, y para
mantenerse firmes en la prueba necesitan de la fortaleza interior que sólo
el Espíritu Santo puede dar. El Espíritu hace presente el amor de Jesús y el
recuerdo de sus palabras en el corazón de los discípulos, cuando todo el
mundo está proclamando un mensaje diferente.
Cuando la fe sea puesta a prueba, el Espíritu Santo defenderá a Cristo,
luchará a su favor dentro de nuestro propio corazón, para que nos aferre-
mos a su amor y no nos dejemos seducir por los atractivos del mundo que
quieren ocupar el primer lugar en nuestros deseos y en nuestros planes.
Pero más que pensar que el Espíritu Santo da argumentos en favor de
Cristo, hay que pensar en la vida sobrenatural que él comunica a los cre-
yentes, vida que es paz y alegría, fortaleza y valentía; y esa vida es Cristo
mismo resucitado viviendo en el creyente.
Con esa vida interior, el creyente puede atreverse a dar testimonio de
Cristo en medio del mundo adverso, sin avergonzarse de su fe en Jesús:
"Ustedes también darán testimonio de mí" (15, 27).

Oración:

"Espíritu Santo, dame el gozo de reconocer a Cristo en mi inte-


rior, para que su amor y su hermosura me deslumhren, y pueda
comprender de verdad que las ofertas del mundo son nada a su
lado, para que pueda serle fiel en medio de la tentación".

466
a
Semana 6 de Pascua

MARTES: JN 1 6 , 5 - 1 1

Jesús quiere hacer ver a sus discípulos que no deben entristecerse por
su partida, porque en realidad esa partida será un bien para ellos: "Les
conviene que yo me vaya" (16, 7). Porque es necesario que Jesús sea glo-
rificado, que pase por la cruz para liberarnos del pecado y resucite llegan-
do glorioso a la presencia del Padre, para poder enviarnos así al Espíritu
Santo: "Si no me voy no vendrá a ustedes el Paráclito" (16, 7).
Y la presencia interior del Espíritu Santo es una riqueza y un tesoro
que los discípulos no podían ni siquiera imaginar; porque es el Espíritu el
que derrama la gracia divina en los corazones y hace presente la vida de
Jesús en lo íntimo de los creyentes. Pero este texto describe la obra del
Espíritu Santo de un modo extraño; dice que el Espíritu Santo convence a
los creyentes "de un pecado, de una justicia, de una sentencia" (16, 8). En
definitiva esto significa que el Espíritu saca a luz el error del mundo que
no da a Cristo su lugar y que se mueve con falsos valores que no son su
mensaje de amor. Y toda la miseria que el mundo trata de ocultar y disfra-
zar sale a la luz en toda su negrura gracias a la acción del Espíritu en
nuestros corazones.
El Espíritu hace ver el pecado de incredulidad del mundo, y así mues-
tra cómo el camino que ofrece el mundo es ceguera, oscuridad, sinsentido.
Hace ver la justicia, porque muestra que la verdadera justicia, la de Dios,
está del lado de Cristo y no de las mentiras del mundo, y hace ver también
una sentencia, porque Dios ya ha sentenciado a los poderes del mal, ya los
ha condenado, aunque aparentemente ellos lleven las de ganar, aunque
parezcan victoriosos.

Oración:

"Convénceme Espíritu Santo, hazme ver la miseria de las vani-


dades del mundo, hazme ver el vacío de una vida sin Cristo, no
permitas que olvide que la verdad está en el, aunque a veces el
mundo me deslumbre con su apariencia".

467
a
Semana 6 de Pascua

MIÉRCOLES: JN 1 6 , 1 2 - 1 5

Jesús sabe que los discípulos no pueden comprender todas sus pala-
bras, pero les promete que cuando llegue el Espíritu Santo él los hará al-
canzar la verdad completa (16, 13). En realidad este texto dice "los condu-
cirá en la Verdad completa".
Y como en el evangelio de Juan la "Verdad" es el mismo Jesús, esto
significa que el Espíritu Santo nos conduce dentro del misterio de Jesús
para que podamos comprenderlo plenamente. No significa entonces que el
Espíritu Santo nos da algo que Jesús no nos puede dar, o que nos enseña
cosas que Jesús no nos enseñó. En realidad lo que él hace es recordarnos
las enseñanzas de Jesús e introducirnos dentro del misterio de Jesús para
que podamos comprender mejor sus palabras y amarlo más.
El Espíritu Santo nos lleva a Jesús, nos acerca más a él, nos hace entrar
en él. Y en cada momento de nuestra vida él nos recuerda las palabras de
Jesús para que iluminen nuestra existencia y nos permitan seguir el buen
camino. Por eso Jesús dice que el Espíritu Santo "no hablará por su cuen-
ta" (16, 13).
Y en todo lo que el Espíritu Santo hace está dando gloria a Jesús, ya
que lo que él comunica es lo que recibe de Jesús (v. 14), así como Jesús
comparte todo con el Padre amado (v. 15).
Vemos así que en este texto está presente el Misterio de la Trinidad,
donde las tres Personas divinas lo comparten todo, recibiendo una de la
otra, pero compartiendo la misma y única divinidad.

Oración:

"Condúceme, Espíritu Santo, dentro del misterio de Jesús, guía-


me en esa riqueza inabarcable de sus palabras, para que descu-
bra en mi interior el sentido profundo de su enseñanza".

468
a
Semana 6 de Pascua

JUEVES: JN 1 6 , 1 6 - 2 0

Jesús dice "dentro de poco no me verán pero después me verán". Los


discípulos no comprenden esas palabras. Pero en realidad si leemos todo
el evangelio de Juan podemos advertir que permanentemente aparece esa
incomprensión de los discípulos frente a las palabras de Jesús. Eso signifi-
ca que los discípulos, que todavía no habían recibido toda la luz del Espí-
ritu, no estaban capacitados para comprender las palabras del Señor; y así
podemos descubrir la necesidad de invocar al Espíritu Santo para poder
comprender la Sagrada Escritura que él ha inspirado. La Palabra de Dios
no es un libro más, son palabras divinas que con las luces de nuestra mente
no se captan en toda su profundidad. Es indispensable la luz del Espíritu
Santo.
Y Jesús anuncia que después de un breve período de dolor y oscuridad
volverán a verlo y su tristeza se convertirá en alegría. Pero esa promesa no
es tanto la de verlo con los ojos del cuerpo o con la inteligencia, sino con
la mirada del amor que nos permite reconocer su presencia aun cuando
todo parece estar oscuro.
Eso es lo que podemos descubrir en el relato de la resurrección, porque
al ver a Jesús resucitado "los discípulos se llenaron de alegría" (20, 20).
Nosotros, que hemos conocido al Señor resucitado, que creemos que él
está vivo entre nosotros, podríamos preguntarnos si de verdad estamos
viviendo esa maravillosa alegría de Jesús, o si estamos tan sumergidos en
nuestro pequeño mundo y en nuestros proyectos y problemas, que ya no
tenemos un espacio en el corazón para esa alegría de la resurrección.

Oración:

"Espíritu Santo, tú que inspiraste la Sagrada Escritura, abre


mis ojos para que pueda comprenderla y gozarla, para que se
haga carne en mi vida y pueda reflejarla en todas mis obras y
actitudes".

469
a
Semana 6 de Pascua

VIERNES: JN 1 6 , 2 0 - 2 3

Jesús quiere vencer la tristeza de los discípulos, que saben que su final
está cerca, que presienten el término de su vida compartida.
En realidad no les niega el derecho a llorar cuando el mundo se alegre
por su dolor y su aparente fracaso (v. 20). Pero Jesús anuncia que esa
tristeza podrá convertirse en alegría. Como cuando la mujer, después del
dolor, da a luz un hijo (v. 21), esa alegría inundará el corazón de los discí-
pulos al descubrir que Cristo ha triunfado, ha regresado, y ha penetrado
invisible y maravillosamente en su interior: "Volveré a verlos y se les ale-
grará el corazón. Y nadie les podrá quitar esa alegría" (v. 22).
Pero el ejemplo del parto hace pensar que ese dolor tiene un valor
especial. No sólo es algo que hay que tolerar, no es simplemente algo mo-
lesto, que no tiene sentido, que no sirve para nada, sino una especie de
nuevo nacimiento.
Así como el dolor del parto es necesario para que pueda nacer una vida
nueva, del mismo modo el dolor de los discípulos es como una intensa y
necesaria purificación que los capacita profundamente para poder descu-
brir mejor y gozar la presencia interior de Jesús resucitado.
Es un dolor fecundo, que es transfigurado por la acción del Espíritu
Santo, y que abre paso a la vida nueva de la resurrección. Por eso el con-
suelo de Jesús no es decir: "Aguanten, que ya pasa". Su consuelo más bien
es decir: "Acepten ese dolor, porque producirá algo bello que los llenará
de alegría".
Toda purificación, cuando es aceptada, cuando se le vive en unión con
el Señor, cuando se convierte en una ofrenda de amor, seguramente dará
frutos, producirá una vida nueva y mejor. De hecho, después de pasar por
un momento difícil, si uno lo ha vivido en la fe y en el amor, la vida se
goza y se valora más que antes.

Oración:

"Señor Jesús, enséñame a aceptar el dolor interior cuando me


parece que estás ausente, cuando no siento tu fuerza y tu gozo y
me agobian las dificultades y fracasos. Ayúdame a descubrir que,
si lo uno a ti, ese dolor producirá vida y alegría".

470
a
Semana 6 de Pascua

SÁBADO: JN 1 6 , 2 3 - 2 8

Los discípulos podrán descubrir una vez más el poder y el amor de


Dios cuando pidan en el nombre de Jesús y reciban lo que necesitan. En­
tonces, la alegría colmará totalmente su corazón, porque reconocerán que
Jesús está vivo actuando en sus vidas: "Pidan y recibirán, para que la ale­
gría de ustedes sea colmada" (v. 24).
Pero Jesús quiere despertar mejor la conciencia del amor del Padre
diciéndoles que no es necesario que él interceda por ellos ante el Padre.
Por el sólo hecho de creer en Cristo y amarlo, los discípulos son especial­
mente amados por el Padre y el Padre está delicadamente atento a sus
súplicas. El solo hecho de presentarle al Padre el nombre de Cristo, su
Hijo amado, hace que el Padre no pueda resistirse a nuestras súplicas: "No
digo que yo pediré por ustedes, porque el Padre mismo los ama, ya que
ustedes me han amado y han creído" (v. 27).
Este texto nos muestra la relación de amor que hay entre el Padre y el
Hijo, y que cuando nosotros nos dejamos amar por Dios y lo amamos, es
como si nos insertáramos en esa mirada amorosa que hay del Padre al Hijo
y del Hijo al Padre.
La vida espiritual es entrar en ese movimiento de amor que hay en la
Trinidad, donde el Espíritu Santo es el lazo de amor. Ese mismo Espíritu
de amor se derrama en nosotros y nos une a la intimidad que hay entre
Jesús y el Padre Dios: "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rom 5, 5). Porque
el Espíritu Santo es el que recibe del Padre y del Hijo y hace entrar en
nosotros esa preciosa vida divina (Jn 16, 14-15).

Oración:

"Te doy gracias Padre por tu inmenso amor; porque entregaste a


tu propio Hijo para darnos la vida. Quiero confiar en la salva­
ción que me trae Jesús, dejarme tomar por su vida, y permitirle
que ilumine todo mi ser y toda mi existencia para liberarla de la
oscuridad y de la muerte con el poder del Espíritu Santo".

471
Ascensión del Señor

AÑO A : MT 2 8 , 1 6 - 2 0

Jesús, después de su resurrección, citó a sus apóstoles en un monte y


allí se hizo presente. Ellos lo adoraron, porque reconocían en Jesús toda la
presencia de la divinidad. Pero Jesús los ha reunido para encomendarles
una misión.
Él se acerca más a los apóstoles para mostrarles que no sólo quiere que
lo adoren, sino que se unan a él en la intimidad; pero también quiere ha-
cerles notar que esa experiencia no debe quedar encerrada en ese pequeño
grupo, sino que debe ser comunicada a todos. Por eso los envía para que
todos los hombres lleguen a ser sus discípulos a partir del bautismo y la
enseñanza de su Palabra.
Jesús no hace ninguna promesa, no ofrece ningún premio o recompen-
sa por el cumplimiento de esa misión, porque en realidad el mejor premio,
el mejor regalo, es su presencia entre ellos.
Los apóstoles deben descubrir que ya no será necesario citarlos en ese
monte para que puedan encontrarse con él; deben aprender a descubrir la
misteriosa presencia de Jesús con ellos que es permanente e ininterrumpi-
da.
Jesús los invita así a realizar la misión que él les encomienda viviéndola
en su presencia: "Yo estaré siempre con ustedes, hasta el fin del mundo".
La promesa es "siempre". Ya no habrá momentos vacíos o abandona-
dos, porque él es fiel, él nunca está ausente, nunca deja de ofrecerse como
amigo y fortaleza de nuestras vidas. Y "hasta el fin del mundo", porque
tampoco habrá una época en la cual Jesús no esté presente. El es el Señor
del tiempo y de la historia, y no nos salva sacándonos de nuestro mundo y
de la historia que nos toca vivir, sino entrando en nuestra historia para
purificarla, para iluminarla, para salvarla.

Oración:

"Señor, toca mi mente y mi corazón para que yo pueda recono-


cer tu presencia en mi vida. Enséñame a mirar con los ojos inte-
riores para descubrir tu luz en la sencillez cotidiana, y que tu
presencia me libere de encerrarme en mí mismo y me lance a
llevar tu Palabra".

472
Ascensión del Señor

AÑO B: MC 1 6 , 1 5 - 2 0

En el evangelio de Marcos el anuncio de la buena noticia va dirigido a


toda la creación, porque la presencia de Jesús resucitado tiene dimensio-
nes cósmicas. Todo el universo goza de su presencia luminosa. De hecho,
el texto quiere mostrar que la resurrección de Jesús debe transfigurar todo
lo creado, pero sobre todo debe llevarnos a nosotros a un nuevo modo de
relacionarnos con la creación.
Los detalles del texto, que parecen demasiado maravillosos al lado de
la cruda realidad que vivimos, están tomados de profecías antiguas que
anunciaban la llegada del tiempo mesiánico como una época maravillosa
de armonía y de paz.
Y nosotros creemos que estamos en esa época maravillosa aunque to-
davía la humanidad y su relación con el mundo no hayan llegado a esa
armonía. Jesús resucitado no se ha ido, no subió al cielo para desaparecer,
sino para hacerse presente en lo más íntimo de la realidad y para darnos la
posibilidad de lograr un mundo nuevo con su poder de resucitado.
En la medida en que podamos desterrar el pecado de la humanidad y
demos más espacio a la acción del Señor, el mundo irá alcanzando una
mayor armonía, y entonces sí podremos tomar serpientes en nuestras ma-
nos, beber veneno y liberarnos de la enfermedad y del dolor.
Pero como el rechazo del hombre limita la acción de Dios, el poder de
Cristo presente en el mundo no puede desplegarse plenamente y sufrimos
en medio de la desarmonía y las angustias.
Podemos entender la pregunta que hacen los judíos: "Si el Mesías ya
llegó ¿en qué se nota? ¿qué ha cambiado en el mundo? Y nosotros respon-
demos que Jesús está; está ofreciéndonos su amistad, su fuerza, su luz,
para que podamos mejorar este mundo. ¿Lo estamos haciendo? Pero la
renovación total de este mundo sólo se realizará cuando él vuelva. Y por
eso podemos decir que nosotros también estamos esperando al Mesías.

Oración:
"Convierte nuestros corazones Señor, para que podamos ser ins-
trumentos de ese maravilloso poder que haces presente en nues-
tras vidas, y así el mundo pueda alcanzar la libertad y la verda-
dera paz".

473
Ascensión del Señor

AÑO C: Lc 24, 46-53

En esta narración de la Ascensión del Señor llama la atención que pre-


cisamente cuando Jesús se va los apóstoles vuelven "llenos de un gran
gozo", y como consecuencia iban permanentemente al templo a alabar a
Dios. ¿A qué se debe que la partida de Jesús sea causa de tanto gozo y
alabanza? ¿Cómo puede provocar tanta felicidad su partida, si realmente
los apóstoles lo amaban?.
Está claro que la Ascensión del Señor en realidad no es una partida,
sino el comienzo de una nueva forma de presencia. Jesús deja de estar
presente de un modo visible para hacerse presente de un modo invisible en
lo íntimo de los corazones de sus discípulos. Por eso el evangelio dice que
subía al cielo "mientras los bendecía". Su partida es una verdadera bendi-
ción para los discípulos porque les permite un encuentro mucho más hon-
do, mucho más íntimo con Jesús.
Pero sin embargo falta algo. Falta que ese encuentro íntimo se convier-
ta en fuente de vida para el mundo. Falta que los apóstoles salgan del
encierro y contagien a los demás, y comuniquen al mundo el gozo de ese
fantástico encuentro. Por eso Jesús les dice que deben esperar la promesa
del Padre. El libro de los Hechos, que continúa el evangelio de Lucas, nos
relatará el cumplimiento de esa promesa, cuando el Espíritu Santo se de-
rramó sobre los apóstoles, cuando fueron revestidos del poder de lo alto
que los lanzó a la evangelización.
Entonces el encuentro con Jesús se hizo pleno, porque sólo cuando nos
decidimos a llevar a Jesús a los demás terminamos de entrar en la amistad
con él. Pero para dar ese paso necesitamos el impulso del Espíritu Santo,
tenemos que invocarlo, tenemos que rogarle que nos saque de la comodi-
dad y nos regale el gozo de llevar a Jesús a los demás.

Oración:

"Señor, necesito del poder de tu Espíritu, toda la Iglesia necesi-


ta más y más de su impulso, del entusiasmo y la generosidad que
sólo el Espíritu Santo puede provocar. Penetra mi vida con ese
poder que me libere del egoísmo y la comodidad"

474
a
Semana 7 de Pascua

LUNES: JN 1 6 , 2 9 - 3 3

Con estas palabras Jesús termina sus discursos de despedida y consue-


lo y da lugar a la oración del capítulo 17. Pero aquí se nos dice que los
discípulos comenzaban a entender con más claridad las palabras del maes-
tro: "Ahora sí que hablas claro" (v. 29). Jesús acababa de anunciar que
llegaría el día en que ya no le preguntarían nada (16, 23), pero parece que
ese día ha llegado: "Ahora sabemos que lo sabes todo y no necesitas que
nadie te pregunte" (v. 30).
Esto indica que la Palabra del Señor ha ido haciendo su obra lentamen-
te en el interior de sus corazones, y el Espíritu Santo ya ha comenzado a
actuar aunque todavía no llegó la hora de su efusión más plena. Por eso
Jesús ya había dicho a sus apóstoles que el Espíritu Santo habitaba en
ellos (14, 17).
No obstante, para que la obra del Espíritu alcanzara su plenitud e hi-
ciera nacer la Iglesia, para que pudiera actuar de una manera más plena y
universal, era necesario que "todo se cumpliera" en la cruz (19, 30). Por
eso Jesús hace notar a sus discípulos que la fe de ellos todavía no tiene
fuerza como para mantenerse firme en la tentación, y anuncia que todos lo
abandonarán (16, 32).
Jesús ha logrado introducir algo de luz en sus discípulos, pero hace
falta que se derrame más plenamente el Espíritu, ese Espíritu de vida que
brotará de su corazón abierto en la cruz. Recibiéndolo, ellos puedan alcan-
zar la verdad completa: "el Espíritu de la verdad los llevará hasta la ver-
dad completa" (16, 13).

Oración:

"Señor, tu conoces las oscuridades de mi mente y de mi corazón,


tú sabes que mi fe muchas veces es demasiado débil frente a la
tentación. Por eso te ruego que una vez más derrames tu Santo
Espíritu en mi vida para iluminarme y fortalecerme con su pre-
sencia".

475
a
Semana 7 de Pascua

MARTES: JN 1 7 , 1 - 1 1

Al terminar sus discursos de despedida Jesús eleva sus ojos al cielo.


El cielo, más que un lugar físico o una "habitación" de Dios, es el
símbolo de la presencia de Dios que supera todo lo terreno, que está por
encima de todo. Nos ayuda a ampliar nuestra mirada para no creer que
todo se reduce a nuestro pequeño mundo.
Pero eso no significa que Dios esté lejos. De hecho Jesús promete a
sus discípulos llevarlos al Padre (14, 3; 17, 24), pero también les anuncia
que el Padre vendrá a vivir en ellos (14, 23). El cielo es entonces esa pre-
sencia de Dios que nos supera, pero que se hace presente en lo más íntimo
de nosotros, elevándonos.
Por eso Jesús dice aquí que él quiere glorificar al Padre comunicando
vida eterna a los hombres (v. 2), pero luego explica que esa vida eterna es
conocer al Padre (v.3).
No se trata entonces de dejar este mundo para alcanzar la vida eterna;
sólo se nos invita a descubrir que esa vida ya se hace presente cuando
conocemos al Padre gracias a Jesús. Y Jesús dice que él lo ha dado a cono-
cer a los discípulos (v. 6), y por eso ha sido glorificado en ellos (v. 10).
Cuando escuchamos a Jesús, y le permitimos que él nos muestre el verda-
dero rostro del Padre y la fuerza de su amor paterno, entonces el cielo se
hace presente en la tierra.
Sin embargo, hay que aclarar que cuando el evangelio habla de "cono-
cer" al Padre no se refiere sólo a un conocimiento intelectual, sino sobre
todo a un encuentro íntimo, profundo, feliz, afectuoso. Eso es el cielo en
la tierra, o mejor, el cielo en el corazón de los creyentes.

Oración:

"Señor Jesús, enséñame a conocer al Padre. Derrama tu Espíri-


tu para que mis ojos se eleven para reconocerlo por encima de
mis cosas y en lo más íntimo de mi vida. Dame la gracia de vivir
cada día trascendiendo cada cosa para reconocer en ella la pre-
sencia de Padre, el cielo que se anticipa".

476
a
Semana 7 de Pascua

MIÉRCOLES: JN 1 7 , 1 1 - 1 9

La palabra "mundo" suele tener un sentido negativo. Se refiere al mun-


do que no conoce a Cristo, que lo rechaza, o está sumergido en el poder del
mal y de las tinieblas. En este sentido, los discípulos "no son del mundo,
como Jesús no es del mundo" (v. 16).
Sin embargo, eso no implica un aislamiento o una huida del mundo.
Advirtamos que Jesús dice con claridad al Padre que él no quiere pedirle
que los retire del mundo, sino que los cuide del Maligno (v. 15); y además
los envía al mundo (v. 18), para que el mundo crea (v. 21).
Está claro entonces que el deseo de Jesús no era crear un grupo de
selectos, aislados del mundo para evitar todo tipo de contagio.
Es cierto que Jesús quiere a sus discípulos libres del mal, y por eso
ruega al Padre, pero su deseo es que estén insertos en el mundo, sumergi-
dos en él para iluminarlo y rescatarlo.
Porque Jesús no se detiene a contemplar el mal del hombre sino sus
posibilidades de bien, para poder llenar al hombre de su poder de salva-
ción a través de la acción de sus discípulos.
Cuando Jesús dice "por ellos me santifico a mí mismo" (v. 19), no se
refiere a una santidad moral, como si él necesitara ser santificado; se re-
fiere a una consagración. Jesús consagra su vida para ofrecerla en sacrifi-
cio, para santificarnos a nosotros (Heb 10, 10.14). La comunidad podrá
contagiar al mundo y comunicarle el bien divino por el poder de esa con-
sagración de Cristo que se difunde.

Oración:

"Señor, tu me enviaste al mundo, al mundo lleno de ofertas y


atractivos que a veces parecen opacar el atractivo de tu luz. Pero
confío en ti Señor, me lanzo a ese mundo donde quieres
derramarte, sabiendo que has orado por mí al Padre".

477
a
Semana 7 de Pascua

JUEVES: JN 1 7 , 2 0 - 2 6

Jesús aclara que él no ruega sólo por sus discípulos, sino por todos los
que lleguen a creer en él. Por eso podemos decir que todos los creyentes
estábamos presentes en ese amor y en esa preocupación de Jesús. El tam­
bién oró por mí.
Pero en esta oración se destaca especialmente una súplica. Jesús ruega
que sus discípulos sean uno. Jesús dice que para eso les ha comunicado su
gloria. Eso significa que la unidad de los creyentes se explica por la ac­
ción misteriosa de Jesús que se hace presente en ellos.
Y ya que Jesús está siempre unido al Padre, cuando la comunidad vive
en el amor, entra en el ámbito divino de la Trinidad, se inserta en la comu­
nión de las Personas divinas, en la intimidad trinitaria.
Pero como el modelo de la unidad comunitaria es la unidad perfecta de
la Trinidad, la comunidad está llamada a una unidad siempre más plena,
ya que nunca alcanza esa inimitable unidad que hay entre el Padre y el
Hijo.
A esa unidad se le atribuye un efecto sobrenatural: "para que el mundo
crea". La comunidad unida es el mejor signo para el mundo, una fuerza de
atracción que invita a entrar en esa unidad sublime.
En los momentos en que peligra la unidad de la comunidad, cuando
comienzan a asomar divisiones que obstaculizan la tarea evangelizadora,
más que buscar la unidad con los propios esfuerzos y proyectos, habría
que confiar en la oración de Jesús y decir al Padre: "Escucha la oración de
tu propio Hijo, que se consagró por nuestra unidad. Padre, que seamos
uno".

Oración:

"Jesús, que amaste nuestra unidad cuando se la pediste al Pa­


dre, que quieres complacerte cuando nos ves unidos, derrama el
Espíritu de la unidad para que él nos haga uno como tú y el Pa­
dre son uno".

478
a
Semana 7 de Pascua

VIERNES: JN 2 1 , 1 5 - 1 9

Después de haberle mostrado a Pedro que con sus solas capacidades


humanas, sin invocarlo a él, ya no puede ni siquiera pescar, Jesús lo lleva
aparte y le deja la suprema misión de guiar a la Iglesia, de apacentar sus
corderos.
La triple pregunta recuerda la triple negación (13, 38), y eso explica la
tristeza de Pedro luego de la tercera pregunta.
Pero Pedro aprendió la lección y ya no hace alardes; sólo se somete a
lo que Jesús conoce de su corazón.
La pregunta "¿me amas?" indica que Jesús no necesita tanto de sus ha-
bilidades, de sus promesas y de sus energías, sino que le pide amor, adhe-
sión a su Persona con todo el corazón; Jesús reclama la confianza íntima
de Pedro puesta totalmente en él, y no en sus proyectos y glorias humanas.
Porque Jesús sabe que un amor auténtico y apasionado es capaz de
generar todo lo demás: el enamorado habla con valentía del ser amado, lo
defiende; el enamorado es creativo, generoso, trata espontáneamente de
agradar al ser amado, lo comunica a los demás. A partir del amor se crean
las condiciones para ser un buen apóstol.
Finalmente, Jesús advierte a Pedro que en este dejarse llevar por Cris-
to, deberá llegar hasta la entrega total, deberá caer en manos de los hom-
bres y experimentar el aparente fracaso humano, igual que su maestro.
Después del primer "sigúeme", y luego de pasar por la tentación, la
angustia y la infidelidad, Pedro, humilde y purificado, vuelve a escuchar
el "sigúeme" de Jesús. Y ahora dice que sí, como en el primer día, pero
ahora ya no es un entusiasmo superficial o una palabra vacía; ahora su
"sí" brota de un corazón convencido, que sabe que sin Jesús él no es nada,
no vale nada, no puede nada.

Oración:

"Señor Jesús, te doy gracias por tu presencia en la Iglesia, por-


que tú la guías en su debilidad, tú actúas a través de los hombres
frágiles que la componen, tú mismo cuidas a tus ovejas por me-
dio de los pastores limitados que quisiste elegir".

479
a
Semana 7 de Pascua

SÁBADO: JN 2 1 , 2 0 - 2 5

Pedro se asombra de que Jesús no eligiera al discípulo amado para guiar


a su Iglesia. Juan era el más íntimo, el fiel, el que descubría rápidamente la
presencia de Cristo. Él, en cambio, era más torpe, y había sido infiel.
El discípulo amado tiene otra función en la Iglesia. En estos versículos
se habla de una promesa de Jesús con respecto a Juan, donde se afirma que
Juan permanecería hasta el regreso del Señor. Muchos pensaron que eso
significaba que Juan no iba a morir, pero el evangelio mismo aclara que
esa era una falsa interpretación de las palabras de Jesús a Pedro.
Juan permaneció porque nos ha dejado su enseñanza, su testimonio de
lo que él ha experimentado en su encuentro con el Señor. Él tuvo una inti-
midad única con Jesús y en 2 1 , 20 se insiste en esa intimidad exclusiva. Y
precisamente el cuarto evangelio es el testimonio precioso de todo lo que
Juan vio, escuchó y experimentó junto a Jesús (1 Jn 1, 1-3).
Por eso, si Pedro queda como principal Pastor de la Iglesia, Juan queda
con su evangelio como el testigo por excelencia (21, 24), aunque "no bas-
taría el mundo" para contener lo que se podría escribir sobre Jesús.
Vemos entonces que no solamente la autoridad sostiene a la Iglesia;
también la sostienen los místicos y los contemplativos. La sostienen los
que evangelizan y también los que consagran su vida a la oración. La sos-
tienen los que trabajan, pero también los que expresan su amor en la ado-
ración. Sin embargo, cabe recordar que también los que se consagran a la
oración viven su intimidad con Jesús con un fuerte deseo evangelizados
Por eso Santa Teresa de Lisieux, que era contemplativa, es patrona de los
misioneros. Ella sentía que, en el corazón de la Iglesia, debía alimentar el
fuego del amor, para que ese fuego inflamara el corazón de los misioneros
y los impulsara a evangelizar con entusiasmo.

Oración:

"Ayúdame Jesús con la luz del Espíritu para que pueda com-
prender el evangelio, para que a través de las palabras de Juan y
de los demás evangelistas pueda encontrar yo también una ma-
yor intimidad contigo, pueda crecer en tu preciosa amistad".

480
Pentecostés

AÑO A : JN 2 0 , 1 9 - 2 3

A pesar de la resurrección los discípulos se encierran, llenos de miedo.


Porque todavía debían recibir la fuerza del Espíritu Santo que los impulsa-
ra a la misión liberándolos del temor y la cobardía.
No significa esto que el Espíritu Santo no estuviera presente de ningu-
na manera, ya que según el evangelio de Juan, Jesús derrama el Espíritu
cuando muere en la cruz. Pero Jesús iba produciendo poco a poco una
efusión cada vez más plena y liberadora en sus discípulos, que finalmente
les haría vivir la explosión evangelizadora de la Iglesia naciente en Pente-
costés.
El Espíritu Santo nos saca del encierro, del aislamiento, y nos impulsa
hacia fuera. Por eso tenemos que convencernos de que el Espíritu Santo
nos quiere hacer vivir una espiritualidad en la acción. No tenemos que
pensar que sólo tenemos espiritualidad cuando nos encerramos a orar, por-
que cuando estamos evangelizando, o cuando estamos prestando un servi-
cio bajo el impulso del Espíritu Santo, eso es espiritualidad. Y esto vale
sobre todo para los laicos, que están llamados a impregnar el mundo con la
presencia del Espíritu.
En este texto Jesús infunde en sus discípulos el poder de perdonar,
derramando en ellos el Espíritu Santo. Porque si bien en la cruz Jesús nos
obtuvo el perdón, es el Espíritu Santo el que derrama la fuerza de ese
perdón en los corazones, liberándonos del pecado.
Todo lo bueno que Jesús produce en nuestras vidas se realiza por la
acción íntima y profunda del Espíritu Santo que él envía. Todo consuelo,
toda luz interior, todo regalo de la gracia, todo carisma y todo impulso de
amor, nos llegan por la acción interior del Espíritu Santo.
Por eso, si queremos liberar y embellecer nuestras vidas, tenemos que
pedirle a Jesús resucitado que derrame en nuestras vidas un poco más del
poder del Espíritu Santo que llena su humanidad gloriosa.

Oración:
"Señor Jesús, abre tu corazón resucitado, lleno del fuego de amor
del Espíritu Santo, y derrámalo en mi vida, para que todo mi ser
sea transformado con su presencia santa y puede vivir como a ti
te agrada".

481
Pentecostés

AÑO B: JN 1 5 , 2 6 - 2 7 ; 1 6 , 1 2 - 1 5

Jesús sabe que los discípulos no pueden comprender todas sus pala-
bras, pero les promete que cuando llegue el Espíritu Santo él los hará al-
canzar la verdad completa (16, 13). En realidad este texto dice "los condu-
cirá en la Verdad completa". Y como en el evangelio de Juan la "Verdad"
es el mismo Jesús, esto significa que el Espíritu Santo nos conduce dentro
del misterio de Jesús para que podamos comprenderlo plenamente.
No significa entonces que el Espíritu Santo nos da algo que Jesús no
nos puede dar, o que nos enseña cosas que Jesús no nos enseñó, sino que
nos recuerda las enseñanzas de Jesús y nos introduce dentro del misterio
de Jesús para que podamos comprender mejor sus palabras y amarlo más.
El Espíritu Santo nos lleva a Jesús, nos acerca más a él, nos hace entrar
en él. Y en cada momento de nuestra vida él nos recuerda las palabras de
Jesús para que iluminen nuestra existencia y nos permitan seguir el buen
camino. Por eso Jesús dice que el Espíritu Santo "no hablará por su cuen-
ta" (16, 13).
Y en todo lo que el Espíritu Santo hace está dando gloria a Jesús, ya
que lo que él comunica es lo que recibe de Jesús (v. 14), así como Jesús
comparte todo con el Padre amado (v. 15).
En 15, 26-27 se nos indica que la presencia del Espíritu Santo en la
propia vida, dando testimonio a favor de Jesús, impulsa al creyente a dar
testimonio de Cristo, a reconocer su fe ante los demás, a jugarse pública-
mente por el Señor resucitado. De hecho, eso es precisamente lo que pu-
dieron lograr los apóstoles cuando en Pentecostés recibieron el Espíritu
Santo. Salieron por todas partes a anunciar con coraje que Jesús está vivo
y que él es el salvador.

Oración:

"Condúceme, Espíritu Santo, dentro del misterio de Jesús, guía-


me en esa riqueza inabarcable de sus palabras, para que descu-
bra en mi interior el sentido profundo de su enseñanza y no me
avergüence de él ante los demás".

482
Pentecostés

AÑO C : JN 1 4 , 1 5 - 1 6 . 2 3 - 2 6

Estas preciosas promesas nos hablan de la intimidad de Dios en nues-


tros corazones. El evangelio nos enseña que los que aman a Dios se con-
vierten en verdaderos templos de la presencia del Padre y de Jesús.
Sólo esa presencia de amor poderoso hace posible cumplir de verdad
los mandamientos de Dios.
Pero luego aparece alguien más haciéndose presente en la intimidad de
los creyentes: el Padre enviará el Espíritu Santo. Él es el que enseñará
todo a los discípulos para que puedan comprender las enseñanzas de Je-
sús. Y en realidad él no enseñará cosas que Jesús no haya dicho, sino que
"recordará" y hará comprender en profundidad las palabras de Jesús.
El nombre "Paráclito" es una expresión griega que significa "llamado
junto a", es decir, el que uno invoca para que esté a su lado. Como cuando
uno grita a un amigo para que lo ayude y acompañe.
Llamarle "consolador" puede reducir su función, ya que el Espíritu
Santo viene a estar con nosotros no sólo para consolarnos en la aflicción,
sino para fortalecernos, enseñarnos, acompañarnos, renovarnos, y espe-
cialmente para hacer presente a Jesús y recordarnos el verdadero sentido
de su evangelio.
Sin este fuego y esta luz del Espíritu Santo "no hay nada bueno en el
hombre, nada que sea inocente". Sin su luz todo está manchado por la
mentira, sin el impulso de su amor todo se enferma de egoísmo, sin su
poder el hombre se aparta del verdadero camino y su corazón queda vacío.

Oración:

"Ven Espíritu Santo, porque necesito recordar las palabras de


Jesús para iluminar mi vida de cada día. Ven a estar conmigo
porque sin esa luz mi vida pierde sentido, y se apaga la verdade-
ra alegría".

483
ALGUNAS SOLEMNIDADES Y
FIESTAS
DEL TIEMPO ORDINARIO

Los demás días que toque una celebración especial que tenga un texto
propio (algún santo, los ángeles, otras celebraciones de María, etc.) puede
buscarse el comentario a ese texto usando el índice al final del libro.

484
Presentación del Señor (2 de febrero)

Lc 2, 22-40

María y José, judíos piadosos y fieles, se acercan al templo a ofrecer a


Jesús. La ofrenda que ellos entregan junto con el niño, un par de palomi-
tas, era la ofrenda de los más pobres, que no podían presentar una ofrenda
mayor. Y se descubre en ellos la actitud de profunda docilidad (v. 27) y la
capacidad de admiración (v. 33) propias de los pobres de Yavé.
Ellos son los que presentan al niño a los hombres y mujeres de su
pueblo, y en su alabanza muestran que ese niño venía a realizar las espe-
ranzas del pueblo piadoso. Con él ya no había nada que esperar y las pro-
mesas antiguas alcanzaban su cumplimiento. En su persona ya está cum-
plido lo esencial de los anuncios del Antiguo Testamento. Por eso podemos
decir que ya estamos en "la plenitud de los tiempos".
Simeón proclama a Jesús como la luz que su pueblo estaba esperando,
pero que también debe derramarse sobre los demás pueblos de la tierra.
Pero anuncia que será rechazado por muchos en su mismo pueblo. Ese
rechazo de su pueblo amado será como una espada traspasando el corazón
de María, que contemplará a su hijo traspasado por las autoridades de su
propio pueblo.
La figura del anciano Simeón simboliza las esperanzas y los deseos
más profundos del hombre, que se realizan en el encuentro con la salva-
ción. No se trata sólo del honor de ver la salvación que llega, sino del
encuentro con alguien, que es el Salvador. Y no es sólo verlo, presenciar
su llegada, sino también disfrutarlo, tenerlo entre los brazos, tocarlo.
Simeón esperaba el "consuelo" para su pueblo, y en su encuentro con Je-
sús alcanza el consuelo más profundo de su corazón. Y así como "nadie
puede ver a Dios y seguir viviendo", Simeón afirma que luego de haber
visto la luz del Salvador, reflejo de la gloria divina, ya no tiene nada que
esperar y puede morir en paz.

Oración:
"Señor, dame la gracia de gozar en tu presencia, de reconocer
que estás, pero también de experimentar el consuelo y el gozo de
tenerte. Concede a todos los cristianos reconocer que la salva-
ción tan esperada ya ha llegado, está verdaderamente entre no-
sotros".

485
La Anunciación del Señor (25 de marzo)

Lc 1, 26-38

Nada es imposible para Dios. Y este texto nos habla del poder de Dios
que se manifestó en el seno de María cuando concibió a Jesús. Momento
sublime en que el Hijo de Dios tomó un minúsculo pedacito de este mundo
y se hizo verdaderamente hombre.
Es cautivante detenerse a contemplar este misterio del amor divino
que llega a la misteriosa decisión de unirse al hombre, pero con un deseo
tan grande que termina entrando en esta historia como verdadero hombre,
haciéndose pequeño en el seno de una mujer de esta tierra.
El anuncio del ángel muestra la delicadeza de Dios con María, como la
tiene con todos sus hijos, ya que quiso prepararla para su maternidad y
quiso contar con su respuesta libre.
En este texto bíblico se destaca la figura de la mujer, ya que Dios no
quiso prescindir de su maternidad para realizar su plan de salvación, y en
el diálogo del ángel con María se muestra la delicadeza de Dios con su
criatura elegida.
En la primera respuesta de María se advierte que había en ella una
opción por la virginidad (v. 34).
En la segunda respuesta (v. 38), donde María no dice "cumpliré" sino
"que se cumpla", se ve la convicción de que aquí todo depende de la ini-
ciativa divina, de su plan y de su poder, ya que el niño que nacerá estará
por excelencia "consagrado" a los planes del Padre Dios.

Oración:

"Señor, déjame admirar el momento de tu encarnación, el ins-


tante en que tú elevaste este mundo cuando tomaste nuestra car-
ne humana. Y permite Señor, que mi corazón te adore por esa
admirable pequeñez que hiciste tuya".

486
La Santísima Trinidad

AÑO A : JN 3, 1 6 - 1 8

Nos encontramos ahora con la enseñanza más preciosa de toda la Sa-


grada Escritura, con el anuncio que nos devuelve la alegría y la paz: "¡Tanto
amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único!" Y ese Hijo nos trae "vida
eterna". Mirando a Cristo no morimos, es decir, nuestra vida no termina en
fracaso y oscuridad, nuestra vida se salva. En medio de aparentes fracasos
y de profundos dolores, estamos rescatados, y todo va a terminar en la
plenitud de Dios.
Cristo no vino para juzgar sino para salvar. Cuando el evangelio dice
"el que no cree no es juzgado", se refiere al que verdaderamente ha puesto
su confianza en el que lo salva, Cristo. Esa fe no es sólo aceptar la existen-
cia de Dios o los dogmas, porque también el demonio tiene ese tipo de fe
(Sant 2, 19). Este evangelio, al igual que San Pablo, se refiere a la fe viva,
la fe que transforma toda la vida y se hace activa en el amor (Gál 5, 6).
Nuestra apertura sincera y confiada al amor divino le permite a Dios
transformar nuestra vida concreta, y eso es lo que nos libera del juicio,
porque así toda nuestra vida está bajo la luz de Dios y su luz va expulsan-
do toda tiniebla, todo lo que no le agrade.
El texto nos habla también de la vida íntima de Dios, de su misterio de
amor infinito en el que el Padre comparte su vida con su Hijo único, pero
en su amor a la humanidad lo entrega como fuente de salvación.
Si bien no aparece en este texto el Espíritu Santo, tenemos que recor-
dar que en Jn 16, 13 se nos muestra que la misión de Cristo se completa
con la misión del Espíritu. El Espíritu nos hace penetrar plenamente en el
misterio de Cristo.
El inmenso amor del Padre que envió a su Hijo, se expresa también al
enviarnos el Espíritu Santo, que nos lleva a la plenitud de Cristo.

Oración:
" T e doy gracias Padre por tu inmenso amor; porque entregaste a
tu propio Hijo para damos la vida. Quiero confiar en la salva-
ción que me trae Jesús, dejarme tomar por su vida, y permitirle
que ilumine todo mi ser y toda mi existencia para liberarla de la
oscuridad y de la muerte con el poder del Espíritu Santo".

487
La Santísima Trinidad

AÑO B: MT 2 8 , 1 6 - 2 0

Jesús resucitado cita a sus apóstoles en un monte y allí se hace presen-


te. Ellos lo adoraron, porque reconocían en Jesús toda la presencia de la
divinidad. Pero Jesús los ha reunido para encomendarles una misión.
Jesús se acerca más a los apóstoles para mostrarles que no sólo quiere
que lo adoren, sino que se unan a él en la intimidad. Pero también quiere
hacerles notar que esa experiencia no debe quedar encerrada en ese peque-
ño grupo, sino que debe ser comunicada a todos. Por eso los envía para
que todos los hombres lleguen a ser sus discípulos a partir del bautismo y
la enseñanza de su Palabra.
Jesús no hace ninguna promesa, no ofrece ningún premio o recompen-
sa por el cumplimiento de esa misión, porque en realidad el mejor premio,
el mejor regalo, es su presencia entre ellos. Los apóstoles deben descubrir
que ya no será necesario citarlos en ese monte para que puedan encontrar-
se con él; deben aprender a descubrir la misteriosa presencia de Jesús con
ellos que es permanente e ininterrumpida. Jesús los invita así a realizar la
misión que él les encomienda viviéndola en su presencia: "Yo estaré siem-
pre con ustedes, hasta el fin del mundo".
Pero al enviarlos a bautizar, dice a sus discípulos que lo hagan en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que aparecen así con la
misma perfección divina, las tres Personas al mismo nivel. Y esta mención
de las tres Personas indica que el Misterio de Jesús debe llevarnos a otro
Misterio que lo sostiene, que es el de la Trinidad divina, donde las tres
Personas actúan en íntima y perfecta unidad.

Oración:

"Te adoro a ti, Dios mío, que vives en una perfecta unidad de
tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. A ti sea la gloria
eternamente, a ti te adoren todas las criaturas y todos los cora-
zones donde habitas".

488
La Santísima Trinidad

AÑO C : JN 1 6 , 1 2 - 1 5

Jesús sabe que los discípulos no pueden comprender todas sus pala-
bras, y que están un poco confundidos, pero les promete que cuando llegue
el Espíritu Santo él los hará alcanzar la verdad completa (16, 13). En rea-
lidad este texto dice "los conducirá en la Verdad completa". Y como en el
evangelio de Juan la "Verdad" es el mismo Jesús, esto significa que el
Espíritu Santo nos conduce dentro del misterio de Jesús para que podamos
comprenderlo plenamente.
No significa entonces que el Espíritu Santo nos da algo que Jesús no
nos puede dar, o que nos enseña cosas que Jesús no nos enseñó, sino que
nos recuerda las enseñanzas de Jesús y nos introduce dentro del misterio
de Jesús para que podamos comprender mejor sus palabras y amarlo más.
El Espíritu Santo nos lleva a Jesús, nos acerca más a él, nos hace entrar
en él. Y en cada momento de nuestra vida él nos recuerda las palabras de
Jesús para que iluminen nuestra existencia y nos permitan seguir el buen
camino. Por eso Jesús dice que el Espíritu Santo "no hablará por su cuen-
ta" (16, 13).
Y en todo lo que el Espíritu Santo hace está dando gloria a Jesús, ya
que lo que él comunica es en realidad lo que él recibe de Jesús (v. 14), así
como Jesús comparte todo con el Padre (v. 15).
Vemos así que en este texto está presente el Misterio de la Trinidad,
donde las tres Personas divinas lo comparten todo, recibiendo una de la
otra, pero compartiendo la misma y única divinidad.

Oración:

"Condúceme, Espíritu Santo, dentro del misterio de Jesús, guía-


me en esa riqueza inabarcable de sus palabras, para que descu-
bra en mi interior el sentido profundo de su enseñanza".

489
Cuerpo y Sangre de Cristo

AÑO A : JN 6, 5 1 - 5 8

Esta parte del discurso del pan de vida habla de comer y beber a Jesús;
y el pan es reemplazado por la carne. Por lo tanto ya no se refiere a la
Palabra que es recibida con la fe, sino a algo más, a un verdadero "comer"
a Jesús. Es lo que sucede en la Eucaristía. Los judíos se daban cuenta que
ya no se refería al pan de la Palabra, y por eso se impresionan al escuchar-
lo (6, 60). La expresión "comer la carne" se usaba para hablar de violencia
y destrucción (Sal 27, 2; Job 19, 22). Además, beber sangre estaba termi-
nantemente prohibido por las leyes judías. Ellos no advertían que no se
trataba de una comida cruenta, de un canibalismo, sino que Jesús había
inventado una forma maravillosa de comerlo, de recibirlo con nuestra boca.
A través de ese gesto sensible el Cristo entero entra en nuestra vida,
porque en realidad "carne y sangre" indican al hombre entero. Los evan-
gelios sinópticos, al narrar la institución de la Eucaristía, usan la palabra
"cuerpo" (Mt 26, 26-28), que siempre designa al hombre entero que se
abre a la comunicación y a la comunión. Entonces en la Eucaristía no sólo
se hace presente el cuerpo resucitado de Cristo, sino todo su ser: su mente,
sus afectos, su divinidad. Al recibirlo entra en nosotros Cristo entero y se
realiza la unión más íntima que podamos esperar en esta vida. Pero ello
supone que se lo coma con fe.
Así lo expresaba el Cura Brochero: "He aquí la prueba infinita del
infinito amor hacia el hombre: ¡Darse a sí mismo! ¡Identificarse con el
hombre, hacerse una sola cosa con el hombre! Unirse para siempre con el
hombre como se unen dos trozos de cera cuando ambos se derriten al fue-
go, o como se identifican y confunden dos pedazos de metal cuando se
funden en el horno. Así dicen los Santos Padres cuando quieren explicar la
unión íntima que hay entre Jesucristo y el que recibe dignamente la hostia
consagrada".

Oración:

"Seño/: toca mis ojos con la luz de tu Espíritu para que pueda
reconocer tu presencia en la Eucaristía, para que cada vez que
te coma me deje poseer por tu vida, por tu plenitud, por tu amor
inmenso, por todo tu ser resucitado".

490
Cuerpo y Sangre de Cristo

AÑO B: MC 1 4 , 1 2 - 1 6 , 2 2 - 2 6

Comer a Jesús, comerlo como se come cualquier alimento. Tragarlo,


consumirlo, porque él mismo lo pidió: "Tomen y coman, esto es mi cuer-
po". En la Biblia la palabra "cuerpo" no significa sólo los órganos físicos.
Cuerpo es toda la persona cuando se comunica, cuando se entrega a los
demás, cuando se relaciona con otros. Por eso, cuando Jesús nos pide que
comamos su cuerpo, es una invitación a recibirlo a él todo entero, con sus
sentimientos, su intimidad, sus pensamientos, su divinidad. No es sólo re-
cibirlo de una manera espiritual, como cuando recordamos a un ser queri-
do; y tampoco se trata de reconocer su presencia íntima en nuestro inte-
rior. Es verdaderamente comerlo.
Este texto también nos dice que la copa que bebemos en la Eucaristía
"es la sangre de la Alianza" (14, 24). Ya en el Antiguo Testamento Dios
había prometido una renovación de su Alianza con el pueblo, establecien-
do una alianza nueva y eterna: "Yo me acordaré de mi alianza contigo en
los días de tu juventud y estableceré en tu favor una alianza eterna" (Ez
16, 60-62). Dios es fiel a su amor y vuelve a tomar la iniciativa, por enci-
ma y más allá de todos los desprecios y olvidos, pero esta vez encargándo-
se él mismo de trabajar en el corazón para transformar su indiferencia en
fidelidad amorosa: "Sobre sus corazones escribiré mi Ley. Yo seré su Dios
y ellos serán mi Pueblo (Jer 31, 33). "Les daré un corazón nuevo, infundi-
ré en ustedes un espíritu nuevo" (Ez 36, 26).
Esa obra sublime de la Nueva Alianza es la que realizó Jesús en la
cruz, sellando con su propia sangre el pacto eterno. Y esa Nueva Alianza
se hace presente en la celebración de la Eucaristía, donde se actualiza la
acción redentora de Cristo y él entra en el corazón de su pueblo para reno-
varlo y hacerlo capaz de una amorosa fidelidad. Participar de la Eucaristía
es como subir al monte de la Alianza, que es la cima a la que llegamos
luego de haber caminado por la vida, pero es también la fuente de la vida
cristiana, porque allí recibimos a Jesús como alimento, medicina y alivio.

Oración:
"Señor, sana mi fe débil y fortalécela, para que pueda venerar
con profundo amor esa cena que se realiza en cada Misa, donde te
ofreces como alimento y renuevas tu alianza de amor conmigo".

491
Cuerpo y Sangre de Cristo

AÑO C : LC 9 , 1 1 - 1 7

Este relato sobre la multiplicación de los panes nos muestra la verda-


dera voluntad de Dios: que no falte el pan para todos. Los apóstoles ofre-
cieron a Jesús cinco panes. Así vemos que cuando nos dejamos usar por la
fuerza de su amor y le ofrecemos lo poco que tenemos, hay pan para todos,
y sobra. Pero cuando algunos se dejan llevar por el egoísmo, el pan se
acumula en pocas manos y no hay pan para todos. Porque Dios actúa en
nuestra historia a través de instrumentos humanos, y cuando esos instru-
mentos se resisten a cumplir su función y se encierran en la ambición y la
comodidad, no se cumple la voluntad de Dios en nuestra tierra. Por eso
tenemos que reconocer que los problemas económicos, sobre todo cuando
hay marcadas diferencias sociales, son problemas de amor, son el reflejo
de una gran incapacidad de amar y de compartir. Pero cuando el pan se
comparte y se reparte, se convierte en una forma de encuentro que es un
anticipo del cielo, y hay pan para todos.
Pero además, estos panes son un símbolo de la Eucaristía, el pan espi-
ritual del cual va a hablar Jesús más adelante. Y la Eucaristía siempre es
pan para todos; nadie se ve privado de ella por falta de dinero; es pan
sobreabundante tanto para ricos como para pobres, es pan que no hace
distinción de personas.
La relación entre el pan que se comparte y el pan de la Eucaristía apa-
rece con mucha claridad en 1 Cor 11, 20-22. Pero es importante que en
este texto del evangelio de Lucas, que es el evangelio de la misericordia,
reconozcamos cómo el pan que Jesús nos reparte en la Eucaristía nos exi-
ge también compartir el pan de nuestras mesas para mostrar a los pobres el
rostro de Jesús que los ama y los cuida a través de nosotros. La Eucaristía
es el Sacramento del amor fraterno, de la unidad y de la generosidad. Por
eso mismo decía San Juan Crisóstomo: "¿Quieren en verdad honrar el cuer-
po de Cristo? No consientan que esté desnudo. No lo honren en el templo
con manteles de seda mientras afuera lo dejan pasar frío y desnudez".

Oración:
"Señor, que te acercas a mí con todo tu amor en cada Eucaristía,
concédeme que la comunión haga crecer mis deseos de amar y
aumente mi generosidad, para que pueda reconocer tu presencia
en el hermano necesitado".

4 9 2
Sagrado Corazón de Jesús

AÑO A : MT 1 1 , 2 5 - 3 0

Jesús invita con ternura y compasión: "Vengan a mí". Pero su invita-


ción se dirige sobre todo a los cansados y agobiados, a los que ya no saben
qué hacer con el peso de sus vidas, a los que no pueden encontarle el sabor
a la existencia porque tienen demasiadas preocupaciones.
Y Jesús ofrece descanso, ofrece alivio al agobiado con el amor que
brota de su corazón. Pero para eso nos indica dos caminos: uno es el de
tomar con él el peso, el de compartirlo con él, descubriendo su presencia
de amor en medio de nuestros cansancios. Se trata de darle sentido a las
preocupaciones y dolores de la vida uniéndonos místicamente a Jesús.
El segundo camino es el de contemplarlo a él cargando su propia cruz
sin lamentos ni quejas, ofreciendo su propia vida hasta el fin.
Contemplándolo a él que carga pacientemente su cruz sin odios ni re-
beldías, podemos unirnos más íntimamente a él en el dolor, experimentan-
do cómo místicamente nuestras propias llagas se unen a las suyas en la
cruz. Es lo que experimentaba San Pablo al decir "estoy crucificado con
Cristo, ya no soy yo el que vive" (Gál 2, 19-20), o al decir "llevo sobre mi
cuerpo las señales de Jesús" (Gál 6, 17).
En este Jesús que nos mira con compasión y nos ofrece alivio, pode-
mos ver reflejadas las palabras de amor que surcan toda la Biblia: "Yo te
amé con un amor eterno" (Jer 3 1 , 3); "eres precioso a mis ojos, y yo te
amo" (Is 43, 4); "mi amor no se apartará de tu lado" (Is 54, 10); "quise
atraerte con sogas humanas, con lazos de amor... ¿cómo voy a olvidarte?"
(Os 11,4.8).

Oración:

"Jesús, dame la gracia de unirme a ti en el dolor y en el cansan-


cio; concédeme que pueda encontrar alivio en tu presencia, sin-
tiendo cómo mis angustias se unen a tu pasión. Porque aunque
estás resucitado, me concedes unirme a tu entrega suprema en la
cruz".

493
Sagrado Corazón de Jesús

AÑO B: JN 19, 31-37

El costado traspasado es el corazón abierto del Señor, que nos muestra


su Pasión como una entrega de amor. En este texto, igual que en Apoc 1, 7,
se aplica a Cristo el texto de Zac. 12, 10.14: "Mirarán al que traspasaron".
Mirándolo traspasado podemos descubrir cuánto nos amó, porque el
costado abierto significa que Cristo nos abre el corazón, que es lo más
íntimo, lo más personal que uno tiene. Cristo crucificado no se queda con
nada propio, lo da todo, hasta el corazón, amante y lastimado.
Cuando cada uno de nosotros lo contempla traspasado, y puede decir
como Pablo: "Me amó y se entregó por mí" (Gál 2, 20).
La sangre y el agua que brotan del corazón abierto tienen un precioso
simbolismo. Sabemos que en el evangelio de Juan el agua es el Espíritu
Santo (7, 37-39). La sangre simbolizaba la vida, y aquí indica que Jesús
estaba cumpliendo la promesa de dar la vida (10, 11. 15) y de derramar
vida en abundancia (10, 10).
De su corazón abierto, entregado hasta la muerte, que quiere recibir-
nos en su intimidad, brota la vida nueva del Espíritu.
El evangelio de Juan nos muestra así a un Cristo crucificado, pero al
mismo tiempo lleno de poder, de gloria y de vida. Así él es un insulto para
nuestras pretensiones de grandeza, y más bien quiere hacernos reconocer
que detrás de nuestro orgullo se esconde una tremenda debilidad. Cristo,
en cambio, reina y resplandece en la fragilidad de la cruz; y cuando no
toleramos nuestra debilidad, nuestros miedos y nuestros límites, es como
si él nos dijera desde la cruz: "No tengas miedo, pequeño gusano, yo te
ayudo, yo soy tu salvador" (Is 4 1 , 14).

Oración:

"Señor Jesús, que me muestras tu costado traspasado, ayúdame


a reconocer en esa herida toda la grandeza y la fuerza de tu
amor Dame el gozo de entrar en tu corazón santo para alcanzar
allí las fuerzas y el aliento de tu Espíritu, que tanto necesito para
vivir".

494
Sagrado Corazón de Jesús

AÑO C : LC 1 5 , 3 - 7

Este capítulo 15 de San Lucas nos muestra que Dios busca todas las
maneras posibles para hablarnos de su amor y de su misericordia. Las tres
parábolas de la misericordia (la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo
pródigo) indican que el amor de Dios no es general, como si nos quisiera a
todos en multitud, sino que su amor es particular, porque su amor y su
inteligencia infinita le permiten estar plenamente atento a todos al mismo
tiempo y a cada uno en particular. Por eso, da la impresión de que al bus-
car la oveja perdida no hubiera en el mundo otra cosa más que ella.
Por otra parte, esta parábola, igual que las otras dos, destaca la sinceri-
dad de esta preocupación del Señor, porque nos habla de la alegría, de la
fiesta que hay en el corazón de Dios cuando recupera a un perdido. El
pastor que recupera la oveja la pone sobre sus hombros "contento", y la
mujer que recupera la moneda (que era como un anillo de casamiento)
invita a sus vecinas para festejar.
Es la alegría de Dios la que se nos manifiesta de esta manera, una
alegría de amor. Y así se nos habla de un amor divino lleno de dinamismo,
de vida y de ternura. Ya lo había anunciado el profeta Sofonías cuando
decía: "Tu Dios está en medio de ti, un poderoso salvador. El grita de
alegría por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de júbilo,
como en los días de fiesta" (Sof 3, 17-18).
Este amor es el que llena el corazón de Cristo, donde al infinito amor
divino se unen la ternura y la pasión de un amor humano sano y maduro.

Oración:

"Señor, tu que conoces las tristezas ocultas de mi vida, mis se-


cretas melancolías y mis angustias escondidas, entra en mí con
el gozo de tu amor, devuélveme la tremenda alegría de tu salva-
ción, para que pueda manifestar cómo somos amados por ti".

495
Solemnidad de Todos los Santos (1 de noviembre)

M T 5, 1 - 1 2

El estilo de vida que Jesús enseña a la multitud es el de la sencillez, la


mansedumbre, la lucha por la paz y la justicia; es la renuncia a los honores
mundanos. Queda claro entonces que la felicidad que Jesús propone no es
la misma que ofrece el mundo, es de otro nivel.
A diferencia de Lucas, el evangelio de Mateo no se detiene a presentar
la queja de Jesús contra los ricos, porque Mateo se dirige a gente pobre,
que no tiene bienes a los que podría aferrarse, y entonces los exhorta a la
pobreza "de espíritu", la actitud interior de apoyarse sólo en Dios.
Además, por dirigirse a judíos, el evangelio de Mateo prefiere usar
imágenes muy gratas a los judíos. Por eso la promesa del Reino celestial
se presenta como una promesa de poseer la tierra, y esto agradaba mucho a
los judíos, que tanto habían sufrido para poder conquistar la tierra prome-
tida.
Jesús declara felices a los pacientes, a los afligidos, a los que buscan la
justicia, a los misericordiosos, a los que luchan por la paz, a los que son
perseguidos por hacer el bien.
A todos ellos les dice que sus angustias, cansancios y renuncias no son
inútiles, sino que son bien tenidas en cuenta por el Padre, y que implican
una recompensa que supera todo lo terreno. Esta invitación quiere produ-
cir entonces la alegría de saber que la vida entregada por el Reino de Dios
tiene un profundo sentido.
Este texto es también una invitación a contemplar con cariño a los que,
a lo largo de la historia, han vivido el espíritu de las bienaventuranzas,
porque lo que en ellos se refleja es la misma vida de Cristo, y su entrega
generosa es una alabanza a la gracia de Dios que los ha hecho semejantes
al Señor.

Oración:
"Jesús, quisiera desear esa felicidad que me ofreces, la felicidad
de un corazón pobre, simple, manso, pero capaz de luchar por un
mundo de paz y de justicia. Quisiera poder liberarme de mis de-
seos mundanos, de mis vanidades. Dame tu gracia para lograr-
lo".

496
Inmaculada Concepción (8 de diciembre)

Lc 1, 26-38

Nada es imposible para Dios. Y este texto nos habla del poder de Dios
que se manifestó en el seno de María cuando concibió a Jesús. Momento
sublime en que el Hijo de Dios tomó un minúsculo pedacito de este mundo
y se hizo verdaderamente hombre.
En este texto bíblico se destaca la figura de la mujer, ya que Dios no
quiso prescindir de su maternidad para realizar su plan de salvación, y en
el diálogo del ángel con María se muestra la delicadeza de Dios con su
criatura elegida.
En la primera respuesta de María se advierte que había en ella una
opción por la virginidad (v. 34). En la segunda respuesta (v. 38), donde
María no dice "cumpliré" sino "que se cumpla", se puede apreciar la con-
vicción de que aquí todo depende de la iniciativa divina, de su plan y de su
poder, ya que el niño que nacerá estará por excelencia "consagrado" a los
planes del Padre.
María es la mejor alabanza femenina a la gracia de Dios, es el signo
más perfecto de lo que puede hacer el Espíritu de Dios en el corazón de
una mujer que se deja tomar con docilidad.
Celebrar en esta fecha la Inmaculada Concepción de María significa
reconocer la mirada de predilección de Dios hacia ella, que al elegirla
como Madre de su Hijo la prepara con su gracia como una morada digna.
Esa obra de su gracia la hizo plenamente disponible a Dios, liberada de las
resistencias del orgullo humano y del deseo de autonomía frente a Dios. El
evangelio de Lucas describe esta santidad de María presentándola como la
"feliz" por excelencia (Lc 1, 45.47-48), es decir, la que vivió como nadie
el espíritu de las bienaventuranzas, el estilo de vida que Jesús enseñó a sus
discípulos.

Oración:
"Señor, déjame admirar la belleza de María, liberada de todo
pecado, déjame imaginar el instante en que tú elevaste este mun-
do cuando hiciste esa criatura maravillosa. Y permite Señor que
mi corazón te adore por esa admirable pequeñez que preparaste
para ti".

4 9 7
TABLA TEMPORAL DE LAS PRINCIPALES CELEBRACIONES DEL ANO LITÚRGICO

498
| Semanas del tiempo durante el año | Domingo
Letra Ciclo Miércoles
antes de Cuaresma | después del T.P | primero
Año dominical dominical de Pascua Ascensión Pentecostés
Ceniza hasta sem. desde sem. de Adviento
el día el día

1999 c A 17 feb. 4 abr. 13 may. 23 may. 16 feb. 6 24 may. 8 28 nov.


2000 bA B 8 mar. 23 abr. 1 jun. 11 jun. 7 mar. 12jun. 10 3 dic.
2001 c 28 feb. 15 abr. 24 may. 3 jun. 27 feb. 8 4jun. 9 2 DIC.
g

2002 f A 13 feb. 31 mar. 9 may. 19 may. 12 feb. 5 20 may. 7 1 dic.


2003 e B 5 mar. 20 abr. 29 may. 8 jun. 4 mar. 8 9jun. 10 3ünov.
2004 de c 25 feb. 11 abr. 20 may. 30 may. 24 feb. 7 31 may. 9 28 nov.

2005 b A 9 feb. 27 mar. 5 may. 15 may. 8 feb. 5 16 may. 7 27 nov.


2006 A B 1 mar. 16 abr. 25 may. 4 jun. 28 feb. 8 5 jun. 9 3 dic.
2007 g c 21 feb. 8 abr. 17 may. 27 may. 20 feb. 7 28 may. 8 2 dic.

2008 fe A 6 feb. 23 mar. 1 may. 11 may. 5 feb. 4 12 may. 6 30 nov.


2009 d B 25 feb. 12 abr. 21 may. 31 may. 24 feb. 7 1 jun. 9 29 nov.
2010 c c 17 feb. 4 abr. 13 may. 23 may. 16 feb. 24 may. 8 28 nov.
índice general

Presentación 3
TIEMPO DE ADVIENTO 5
o
Domingo 1 de Adviento 6
A Ñ O A: M T 2 4 , 3 7 - 4 4 6

A Ñ O B : Mc 1 3 , 3 3 - 3 7 7

A Ñ O C:Lc 2 1 , 2 5 - 2 8 . 3 4 - 3 6 8
a
Semana 1 de Adviento 9
Lunes: Mt 8 , 5 - 1 1 9
Martes: Lc 1 0 , 2 1 - 2 4 1 0

Miércoles: Mt 1 5 , 2 9 - 3 7 11

Jueves: Mt 7 , 2 1 . 2 4 - 2 7 1 2

Viernes: Mt 9 , 2 7 - 3 1 1 3
Sábado: Mt 9 , 3 5 - 1 0 , 1 . 6 - 8 1 4
o
Domingo 2 de Adviento 1 5
A Ñ O A : M T 3 , 1 - 1 2 1 5

A Ñ O B : Mc 1, 1-8 1 6

A Ñ O C : LC 3, 1-6 1 7
a
Semana 2 de Adviento 1 8
Lunes: Lc 5 , 1 7 - 2 6 1 8
Martes: Mt 1 8 , 1 2 - 1 4 1 9
Miércoles: Mt 1 1 , 2 8 - 3 0 2 0

Jueves: Mt 11, 1 1 - 1 5 2 1
Viernes: Mt 11, 1 6 - 1 9 2 2
Sábado: Mt 1 7 , 1 0 - 1 3 2 3
o
Domingo 3 de Adviento: 2 4
A Ñ O A: M T 1 1 , 2 - 1 1 2 4

A Ñ O B : JN 1 , 6 - 8 . 1 9 - 2 8 2 5

A Ñ O C : L C 3, 1 0 - 1 8 2 6
a
Semana 3 de Adviento 2 7
Lunes: Mt 2 1 , 2 3 - 2 7 2 7

Martes: Mt 2 1 , 2 8 - 3 2 2 8

Miércoles: Lc 7 , 1 9 - 2 3 2 9
Jueves: Lc 7 , 2 4 - 3 0 3 0

Viernes: Jn 5 , 3 3 - 3 6 3 1

Ferias de Adviento 3 2
Día 1 7 / 1 2 : Mr 1, 1 - 1 7 3 2

Día 1 8 / 1 2 : M T 1, 1 8 - 2 4 3 3

Día 1 9 / 1 2 : Lc 1 , 5 - 2 5 3 4

Día 2 0 / 1 2 : Lc 1 , 2 6 - 3 8 3 5

Día 2 1 / 1 2 : Lc 1 , 3 9 - 4 5 3 6

Día 2 2 / 1 2 : Lc 1 , 4 6 - 5 6 3 7

Día 2 3 / 1 2 : Lc 1 , 5 7 - 6 6 3 8

4 9 9
Domingo 4° de Adviento 39
A Ñ O A: M T 1, 18-24 39
A Ñ O B : L C 1,26-38 40
A Ñ O C: L C 1,39-45 41
TIEMPO DE NAVIDAD 43
Nochebuena: Lc 2, 1-14 44
Día de Navidad: Jn 1, 1 -18 45
La Sagrada Familia 46
A Ñ O A: M T 2, 13-15. 19-23 46
A Ñ O B: L C 2, 22-40 47
A Ñ O C : Lc 2,41-52 48
Día segundo de Navidad 26/12 (san Esteban): Mt 10, 17-22 49
Día tercero de Navidad 27/12 (san Juan): Jn 20, 2-8 50
Día cuarto de Navidad 28/12 (Santos Inocentes): Mt 2, 13-18 51
Día quinto de Navidad 29/12: Lc 2, 22-35 52
Día sexto de Navidad 30/12: Lc 2, 36-40 53
Día séptimo de Navidad 31/12: Jn 1, 1-18 54
Santa María, Madre de Dios (1 de enero): Lc 2, 16-21 55
Segundo domingo después de Navidad: Jn 1, 1-18 56
Día 2 de enero: Jn 1, 19-28 57
Día 3 de enero: Jn 1, 29-34 58
Día 4 de enero: Jn 1, 35-42 59
Día 5 de enero: Jn 1, 43-51 60
Epifanía del Señor (Día 6 de enero): Mt 2, 1-12 61
Día 7 de enero: Mt 4, 12-17. 23-25 62
Día 8 de enero: Mc 6, 34-44 63
Domingo del Bautismo del Señor 64
A Ñ O A : M T 3, 13-17; A Ñ O B : M C 1,7-11; A Ñ O C : Lc3, 15-16.21-22 64
TIEMPO DURANTE EL A Ñ O 65
a
Semana 1 durante el año 66
Lunes: Mc 1, 14-20 66
Martes: Mc 1,21-28 67
Miércoles: Mc 1,29-39 68
Jueves: Mc 1,40-45 69
Viernes: Mc 2, 1-12 70
Sábado: Mc 2, 13-17 71
o
Domingo 2 durante el año 72
A Ñ O A: J N 1,29-34 72
A Ñ O B : J N 1, 35-42 73
A Ñ O C : J N 2, 1-11 74
a
Semana 2 durante el año 75
Lunes: Mc 2, 18-22 75
Martes: Mc 2, 23-28 76

500
Miércoles: Mc 3, 1-6 77
Jueves: Mc 3, 7-12 78
Viernes: Mc 3, 13-19 79
Sábado: Mc 3, 20-21 80
o
Domingo 3 durante el año 81
A Ñ O A : M T 4, 12-23 81
A Ñ O B: M C 1, 14-20 82
A Ñ O C: L C 1, 1-4; 4, 14-21 83
a
Semana 3 durante el año 84
Lunes: Mc 3, 22-30 84
Martes: Mc 3, 31-35 85
Miércoles: Mc 4, 1-20 86
Jueves: Mc 4, 21-25 87
Viernes: Mc 4, 26-34 88
Sábado: Mc 4, 35-41 89
o
Domingo 4 durante el año 90
A Ñ O A : M T 5, 1-12 90
A Ñ O B : Mc 1,21-28 91
A Ñ O C : L C 4,21-30 92
a
Semana 4 durante el año 93
Lunes: Mc 5, 1-20 93
Martes: Mc 5, 21-43 94
Miércoles: Mc 6, 1-6 95
Jueves: Mc 6, 7-13 96
Viernes: Mc 6, 14-29 97
Sábado: Mc 6, 30-34 98
o
Domingo 5 durante el año 99
A Ñ O A : M T 5, 13-16 99
A Ñ O B : Mc 1,29-39 100
A Ñ O C : Lc 5, 1-11 101
a
Semana 5 durante el año 102
Lunes: Mc 6,53-56 102
Martes: Mc 7, 1-13 103
Miércoles: Mc 7, 14-23 104
Jueves: Mc 7, 24-30 105
Viernes: Mc 7, 31-37 106
Sábado: Mc 8, 1-10 107
o
Domingo 6 durante el año 108
A Ñ O A : M T 5, 17-37 108
A Ñ O B : M C 1,40-45 109
A Ñ O C : Lc 6, 17.20-26 110
a
Semana 6 durante el año 111
Lunes: Mc 8, 11-13 111
Martes: Mc 8, 14-21 112
Miércoles: Mc 8, 22-26 113

501
Jueves: Mc 8, 27-33 114
Viernes: Mc 8, 34 - 9, 1 115
Sábado: Mc 9, 2-13 116
o
Domingo 7 durante el año 117
A Ñ O A : M T 5, 38-48 117
A Ñ O B : Mc 2, 1-12 118
A Ñ O C : Lc 6, 27-38 119
a
Semana 7 durante el año 120
Lunes: Mc 9, 14-29 120
Martes: Mc 9, 30-37 121
Miércoles: Mc 9,38-40 122
Jueves: Mc 9, 41-50 123
Viernes: Mc 10, 1-12 124
Sábado: Mc 10, 13-16 125
o
Domingo 8 durante el año 126
A Ñ O A : M T 6, 24-34 126
A Ñ O B : Mc 2, 18-22 127
A Ñ O C : L C 6,39-45 128
a
Semana 8 durante el año 129
Lunes: Mc 10, 17-27 129
Martes: Mc 10,28-31 130
Miércoles: Mc 10, 32-45 131
Jueves: Mc 10, 46-52 132
Viernes: Mc 11, 11-26 133
Sábado: Mc 11,27-33 134
Domingo 9° durante el año 135
A Ñ O A : M T 7,21-27 135
A Ñ O B : Mc 2, 23-38 136
A Ñ O C : L C 7, 1-10 137
a
Semana 9 durante el año 138
Lunes: Mc 12, 1-12 138
Martes: Mc 12, 13-17 139
Miércoles: Mc 12, 18-27 140
Jueves: Mc 12,28-34 141
Viernes: Mc 12, 35-37 142
Sábado: Mc 12, 38-44 143
Domingo 10° durante el año 144
A Ñ O A : M T 9, 9-13 144
A Ñ O B : M C 3, 30-35 145
A Ñ O C : Lc 7, 11-17 146
a
Semana 10 durante el año 147
Lunes: Mt 5, 1-12 147
Martes: Mt 5, 13-16 148
Miércoles: Mt 5, 17-19 149
Jueves: Mt 5, 20-26 150

502
Viernes: Mt 5, 27-32 151
Sábado: Mt 5, 33-37 152
Domingo 11° durante el año 153
A Ñ O A : M T 9,36-10,8 153
A Ñ O B : Mc 4, 26-34 154
A Ñ O C : LC 7,36-8,3 155
a
Semana 11 durante el año 156
Lunes: Mt 5, 38-42 156
Martes: Mt 5, 43-48 157
Miércoles: Mt 6, 1-6. 16-18 158
Jueves: Mt 6, 7-15 159
Viernes: Mt 6, 19-23 160
Sábado: Mt 6, 24-34 161
Domingo 12° durante el año 162
A Ñ O A : M T 10, 26-33 162
A Ñ O B : Mc 4, 35-41 163
A Ñ O C : L C 9, 18-24 164
a
Semana 12 durante el año 165
Lunes: Mt 7, 1-5 165
Martes: Mt 7, 6. 12-14 166
Miércoles: Mt 7, 15-20 167
Jueves: Mt 7,21-28 168
Viernes: Mt 8, 1-13 169
Sábado: Mt 8, 14-17 170
Domingo 13° durante el año 171
A Ñ O A : M T 10,37-42 171
A Ñ O B : Mc 5, 21-43 172
A Ñ O C : L C 9,51-62 173
a
Semana 13 durante el año 174
Lunes: Mt 8, 18-22 174
Martes: Mt 8, 23-27 175
Miércoles: Mt 8, 28-34 176
Jueves: Mt 9, 1-8 177
Viernes: Mt 9,9-13 178
Sábado: Mt 9, 14-17 179
Domingo 14° durante el año 180
A Ñ O A : M T 11,25-30 180
A Ñ O B : M C 6, 1-6 181
A Ñ O C : L C 10, 1-12. 17-20 182
a
Semana 14 durante el año 183
Lunes: Mt 9, 18-26 183
Martes: Mt 9, 32-38 184
Miércoles: Mt 10, 1-7 185
Jueves: Mt 10, 7-15 186
Viernes: Mt 10, 16-23 187

503
Sábado: Mt 10, 24-33 188
Domingo 15° durante el año 189
A Ñ O A: M T 13, 1-23 189
A Ñ O B : M C 6, 7-13 190
A Ñ O C : L C 10, 25-37 191
Semana 15° durante el año 192
Lunes: Mt 10, 3 4 - 1 1 , 1 192
Martes: Mt 11,20-24 193
Miércoles: Mt 11,25-27 194
Jueves: Mt 11, 28-30 195
Viernes: Mt 12, 1-8 196
Sábado: Mt 12, 14-21 197
Domingo 16° durante el año 198
Año A: Mt 13,24-43 198
Año B : Mc 6, 30-34 199
Año C: Lc 10,38-42 200
Semana 16° durante el año 201
Lunes: Mt 12,38-42 201
Martes: Mt 12, 46-50 202
Miércoles: Mt 13, 1-9 203
Jueves: Mt 13, 10-17 204
Viernes: Mt 13, 18-23 205
Sábado: Mt 13,24-30 206
Domingo 17° durante el año 207
Año A: Mt 13,44-52 207
Año B: Jn 6, 1-15 208
Año C: Lc 11, 1-13 209
a
Semana 17 durante el año 210
Lunes: Mt 13, 31-35 210
Martes: Mt 13, 36-43 211
Miércoles: Mt 13, 44-46 212
Jueves: Mt 13,47-53 213
Viernes: Mt 13, 54-58 214
Sábado: Mt 14, 1-12 215
Domingo 18° durante el año 216
Año A: Mt 14, 13-21 216
Año B: Jn 6, 24-35 217
Año C: Lc 12, 13-21 218
a
Semana 18 durante el año 219
Lunes: Mt 14, 13-21 219
Martes: Mt 14, 22-36 220
Miércoles: Mt 15, 21-28 221
Jueves: Mt 16, 13-23 222
Viernes: Mt 16, 24-28 223
Sábado: Mt 17, 14-20 224

504
Domingo 19° durante el año 225
A Ñ O A : Mr 14, 22-33 225
A Ñ O B : J N 6, 41-51 226
A Ñ O C : L C 12, 32-48 227
a
Semana 19 durante el año 228
Lunes: Mt 17, 22-27 228
Martes: Mt 18, 1-5. 10. 12-14 229
Miércoles: Mt 18, 15-20 230
Jueves: Mt 18,21 - 19, 1 231
Viernes: Mt 19, 3-12 232
Sábado: Mt 19, 13-15 233
Domingo 20° durante el año 234
A Ñ O A : M T 15,21-28 234
A Ñ O B : J N 6,51-59 235
A Ñ O C : L C 12, 49-53 236
a
Semana 20 durante el año 237
Lunes: Mt 19, 16-22 237
Martes: Mt 19, 23-30 238
Miércoles: Mt 20, 1-16 239
Jueves: Mt 22, 1-14 240
Viernes: Mt 22, 34-40 241
Sábado: Mt 23, 1-12 242
Domingo 21° durante el año 243
A Ñ O A : M T 16, 13-20 243
A Ñ O B : J N 6, 60-69 244
A Ñ O C : Lc 13, 22-30 245
a
Semana 21 durante el año 246
Lunes: Mt 23, 13-22 246
Martes: Mt 23,23-26 247
Miércoles: Mt 23, 27-32 248
Jueves: Mt 24, 42-51 249
Viernes: Mt 25, 1-13 250
Sábado: Mt 25, 14-30 251
Domingo 22° durante el año 252
A Ñ O A : M T 16,21-27 252
A Ñ O B : M C 7, 1-8. 14-15. 21-23 253
A Ñ O C : L C 14, 1.7-14 254
a
Semana 22 durante el año 255
Lunes: Lc 4, 16-30 255
Martes: Lc 4,31-37 256
Miércoles: Lc 4,38-44 257
Jueves: Lc 5, 1-11 258
Viernes: Lc 5, 33-39 259
Sábado: Lc 6, 1-5 260

505
Domingo 23° durante el año 261
A Ñ O A : M T 18, 15-20 261
A Ñ O B : Mc 7, 31-37 262
A Ñ O C : Lc 14, 25-33 263
a
Semana 23 durante el año 264
Lunes: Lc 6, 6-11 264
Martes: Lc 6, 12-19 265
Miércoles: Lc 6, 20-26 266
Jueves: Lc 6, 27-38 267
Viernes: Lc 6, 39-42 268
Sábado: Lc 6, 43-49 269
Domingo 24° durante el año 270
A Ñ O A : M T 18,21-35 270
A Ñ O B : Mc 8,27-35 271
A Ñ O C : Lc 15, 1-32 272
a
Semana 24 durante el año 273
Lunes: Lc 7, 1-10 274
Martes: Lc 7, 11-17 274
Miércoles: Lc 7, 31-35 275
Jueves: Lc 7, 36-50 276
Viernes: Lc 8, 1-3 277
Sábado: Lc 8,4-15 278
Domingo 25° durante el año 279
A Ñ O A : M T 20, 1-16 279
A Ñ O B : Mc 9, 30-37 280
A Ñ O C : Lc 16, 1-13 281
a
Semana 25 durante el año 282
Lunes: Lc 8, 16-18 282
Martes: Lc 8, 19-21 283
Miércoles: Lc 9, 1-6 284
Jueves: Lc 9, 7-9 285
Viernes: Lc 9, 18-22 286
Sábado: Lc 9, 43-45 287
Domingo 26° durante el año 288
A Ñ O A : M T 21, 28-32 288
A Ñ O B : M C 9, 38-43. 45. 47-48 289
A Ñ O C : L C 16, 19-31 290
a
Semana 26 durante el año 291
Lunes: Lc 9, 46-50 291
Martes: Lc 9,51-56 292
Miércoles: Lc 9, 57-62 293
Jueves: Lc 10, 1-12 294
Viernes: Lc 10, 13-16 295
Sábado: Lc 10, 17-24 296

506
Domingo 27° durante el año 2 9 7
A Ñ O A : Mt 2 1 , 3 3 - 4 3 2 9 7

A Ñ O B : M C 1 0 , 2 - 1 6 2 9 8

A Ñ O C : L C 17, 5 - 1 0 2 9 9
a
Semana 27 durante el año 3 0 0
Lunes: Lc 1 0 , 2 5 - 3 7 3 0 0

Martes: Lc 1 0 , 3 8 - 4 2 3 0 1

Miércoles: Lc 1 1 , 1 - 4 3 0 2
Jueves: Lc 1 1 , 5 - 1 3 3 0 3

Viernes: Lc 1 1 , 1 5 - 2 6 3 0 4
Sábado: Lc 1 1 , 2 7 - 2 8 3 0 5

Domingo 28° durante el año 3 0 6


A Ñ O A : M T 2 2 , 1 - 1 4 3 0 6

A Ñ O B : M C 10, 1 7 - 3 0 3 0 7

A Ñ O C : L C 17, 1 1 - 1 9 3 0 8
a
Semana 28 durante el año 3 0 8
Lunes: Lc 1 1 , 2 9 - 3 2 3 0 9

Martes: Lc 1 1 , 3 7 - 4 1 3 1 0

Miércoles: Lc 1 1 , 4 2 - 4 6 3 1 1

Jueves: Lc 1 1 , 4 7 - 5 4 3 1 2

Viernes: Lc 1 2 , 1 - 7 3 1 3
Sábado: Lc 1 2 , 8 - 1 2 3 1 4
Domingo 29° durante el año 3 1 5
A Ñ O A : Mt 2 2 , 1 5 - 2 1 3 1 5

A Ñ O B : M C 1 0 , 3 5 - 4 5 3 1 6

A Ñ O C : LC 18, 1-8 3 1 7
a
Semana 29 durante el año 3 1 8
Lunes: Lc 1 2 , 1 3 - 2 1 3 1 8
Martes: Lc 1 2 , 3 5 - 3 8 3 1 9

Miércoles: Lc 1 2 , 3 9 - 4 8 3 2 0

Jueves: Lc 1 2 , 4 9 - 5 3 3 2 1

Viernes: Lc 1 2 , 5 4 - 5 9 3 2 2

Sábado: Lc 1 3 , 1 - 9 3 2 3
Domingo 30° durante el año 3 2 4
A Ñ O A : M T 2 2 , 3 4 - 4 0 3 2 4

A Ñ O B: M C 10, 4 6 - 5 2 3 2 5

A Ñ O C : L C 1 8 , 9 - 1 4 3 2 6
a
Semana 30 durante el año 3 2 7
Lunes: Lc 1 3 , 1 0 - 1 7 3 2 7
Martes: Lc 1 3 , 1 8 - 2 1 3 2 8
Miércoles: Lc 1 3 , 2 2 - 3 0 3 2 9

Jueves: Lc 1 3 , 3 1 - 3 5 3 3 0

Viernes: Lc 1 4 , 1 - 6 3 3 1
Sábado: Lc 1 4 , 1 . 7 - 1 1 3 3 2

507
Domingo 31° durante el año 333
A Ñ O A : M T 23, 1-12 333
A Ñ O B: M C 12, 28-34 334
A Ñ O C : L C 19, 1-10 335
a
Semana 31 durante el año 336
Lunes: Lc 14, 12-14 336
Martes: Lc 14, 15-24 337
Miércoles: Lc 14, 25-33 338
Jueves: Lc 15, 1-10 339
Viernes: Lc 16, 1-8 340
Sábado: Lc 16, 9-15 341
Domingo 32° durante el año 342
A Ñ O A : M T 25, 1-13 342
A Ñ O B : M C 12,38-44 343
A Ñ O C : Lc 20, 27-38 344
a
Semana 32 durante el año 345
Lunes: Lc 17, 1-6 346
Martes: Lc 17, 7-10 346
Miércoles: Lc 17, 11-19 347
Jueves: Lc 17, 20-25 348
Viernes: Lc 17,26-37 349
Sábado: Lc 18, 1-8 350
Domingo 33° durante el año 351
A Ñ O A : M T 25, 14-30 351
A Ñ O B : M C 13,24-32 352
A Ñ O C : Lc 21, 5-19 353
a
Semana 33 durante el año 354
L U N E S : L C 18,35-43 354
MARTES: LC 19, 1-10 355

Miércoles: Lc 19, 11-28 356


Jueves: Lc 19,41-44 357
Viernes: Lc 19, 45-48 358
Sábado: Lc 20, 27-40 359
Domingo 34° durante el año: Cristo, Rey del Universo 360
A Ñ O A : M T 25,31-46 360
A Ñ O B : J N 18,33-37 361
A Ñ O C : L C 23,35-43 362
a
Semana 34 durante el año 363
Lunes: Lc 21, 1-4 363
Martes: Lc 21, 5-11 364
Miércoles: Lc 21, 12-19 365
Jueves: Lc 21, 20-28 366
Viernes: Lc 21, 29-33 367
Sábado: Lc 21, 34-36 368

508
TIEMPO DE CUARESMA 369
Miércoles de Ceniza: Mt 6, 1-6. 16-18 370
Jueves: Lc 9, 22-25 371
Viernes: Mt 9, 14-15 372
Sábado: Lc 5, 27-32 373
o
Domingo 1 de Cuaresma 374
A Ñ O A: M T 4, 1-11 374
A Ñ O B : M C 1, 12-15 375
A Ñ O C : L C 4, 1-13 376
a
Semana 1 de Cuaresma 377
Lunes: Mt 25,31-46 377
Martes: Mt 6, 7-15 378
Miércoles: Lc 11,29-32 379
Jueves: Mt 7, 7-12 380
Viernes: Mt 5, 20-26 381
Sábado: Mt 5, 43-48 382
Domingo 2° de Cuaresma 383
A Ñ O A: M T 17, 1-9; A Ñ O B : M C 9, 2-10; A Ñ O C: L C 9, 28-36 383
a
Semana 2 de Cuaresma 384
Lunes: Lc 6,36-38 384
Martes: Mt 23, 1-12 385
Miércoles: Mt 20, 17-28 386
Jueves: Lc 16, 19-31 387
Viernes: Mt 21, 33-43. 45-46 388
Sábado: Lc 1-3. 11-32 389
Domingo 3°de Cuaresma 390
A Ñ O A: J N 4, 5-42 390
A Ñ O B : J N 2, 13-25 391
A Ñ O C : L C 13, 1-9 392
a
Semana 3 de Cuaresma 393
Lunes: Lc 4, 24-30 393
Martes: Mt 18,21-35 394
Miércoles: Mt 5, 17-19 395
Jueves: Lc 11, 14-23 396
Viernes: Mc 12, 28-34 397
Sábado: Lc 18,9-14 398
o
Domingo 4 de Cuaresma 399
A Ñ O A: J N 9, 1-41 399
A Ñ O B : J N 3, 14-21 400
A Ñ O C : Lc 15, 1-3.11-32 401
a
Semana 4 de Cuaresma 402
Lunes: Jn 4, 43-54 402
Martes: Jn 5, 1-16 403
Miércoles: Jn 5, 17-30 404

509
Jueves: Jn 5, 31-47 405
Viernes: Jn 7, 1-2.10.25-30 406
Sábado: Jn 7, 40-53 407
o
Domingo 5 de Cuaresma 408
A Ñ O A: J N 11, 1-45 408
A Ñ O B : J N 12, 20-33 409
A Ñ O C : J N 8, 1-11 410
a
Semana 5 de Cuaresma 411
Lunes: Jn 8, 12-20 411
Martes: Jn 8,21-30 412
Miércoles: Jn 8, 31-42 413
Jueves: Jn 8, 51-59 414
Viernes: Jn 10,31-42 415
Sábado: Jn 11,45-57 416
Domingo de Ramos 417
A Ñ O A: M T 21, 1-11: A Ñ O B : M C 11, 1-10; A Ñ O C: L C 19, 28-40 417
Semana Santa 418
Lunes santo: Jn 12, 1-11 418
Martes santo: Jn 13, 21-33.36-38 419
Miércoles santo: Mt 26, 14-25 420
Jueves Santo: Jn 13, 1-15 421
Viernes Santo: Jn 18, 1 - 19, 42 422
TIEMPO PASCUAL 423
Domingo de Pascua: Jn 20, 1-9 424
Octava de Pascua 425
Lunes: Mt 28, 8-15 425
Martes: Jn 20, 11-18 426
Miércoles: Lc 24, 13-35 427
Jueves: Lc 24, 35-48 428
Viernes: Jn 21, 1-14 429
Sábado: Mc 16, 9-15 430
o
Domingo 2 de Pascua 431
A Ñ O A Y A Ñ O C: J N 20, 19-31 431
A Ñ O B : J N 5, 1-16 432
a
Semana 2 de Pascua 433
Lunes: Jn 3, 1-8 433
Martes: Jn 3, 7b-15 434
Miércoles: Jn 3, 16-21 435
Jueves: Jn 3, 31-36 436
Viernes: Jn 6, 1-15 437
Sábado: Jn 6, 16-21 438
o
Domingo 3 de Pascua 439
A Ñ O A: Lc 24, 13-35 439
A Ñ O B : L C 24, 35-48 440

510
A Ñ O C : J N 21, 1-19 441
a
Semana 3 de Pascua 442
Lunes: Jn 6, 22-29 442
Martes: Jn 6, 30-35 443
Miércoles: Jn 6, 35-40 444
Jueves: Jn 6, 44-51 445
Viernes: Jn 6, 52-59 446
Sábado: Jn 6, 60-69 447
Domingo 4° de Pascua 448
A Ñ O A : J N 10, 1-10 448
A Ñ O B : J N 10, 11-18 449
A Ñ O C : J N 10, 27-30 450
a
Semana 4 de Pascua 451
Lunes: Jn 10, 11-10 (año A ) , o Jn 10, 11-18 (año B ) 451
Martes: Jn 10, 22-30 451
Miércoles: Jn 12,44-50 452
Jueves: Jn 13, 16-20 453
Viernes: Jn 14, 1-6 454
Sábado: Jn 14, 7-14 455
o
Domingo 5 de Pascua 456
A Ñ O A : J N 14, 1-12; A Ñ O B : J N 15, 1-8 456
A Ñ O C : J N 13,31-35 457
a
Semana 5 de Pascua 458
Lunes: Jn 14,21-26 458
Martes: Jn 14, 27-3la 459
Miércoles: Jn 15, 1-8 460
Jueves: Jn 15,9-11 460
Viernes: Jn 15, 12-17 461
Sábado: Jn 15, 18-21 462
Domingo 6° de Pascua 463
A Ñ O A : J N 14, 15-21 463
A Ñ O B : J N 15,9-17 464
A Ñ O C : J N 14, 23-29 465
a
Semana 6 de Pascua 466
Lunes: Jn, 15,26 - 16,4 466
Martes: Jn 16, 5-11 467
Miércoles: Jn 16, 12-15 468
Jueves: Jn 16, 16-20 469
Viernes: Jn 16, 20-23a 470
Sábado: Jn 16, 23b - 28 471
Ascensión del Señor 472
A Ñ O A : M T 28, 16-20 472
A Ñ O B : M C 16, 15-20 473
A Ñ O C : Lc 24, 46-53 474
a
Semana 7 de Pascua 475

511
Lunes: Jn 16, 29-33 475
Martes: Jn 17, 1-11 476
Miércoles: Jn 17, 11-19 477
Jueves: Jn 17, 20-26 478
Viernes: Jn 21, 15-19 479
Sábado: Jn 21,20-25 480
Pentecostés 481
A Ñ O A: J N 20, 19-23 481
A Ñ O B : J N 15,26-27; 16, 12-15 482
A Ñ O C : J N 14, 15-16. 23-26 483
ALGUNAS SOLEMNIDADES Y FIESTAS DEL TIEMPO ORDINARIO: ... 484
Presentación del Señor (2 de febrero): Lc 2, 22-40 485
La Anunciación del Señor (25 de marzo): Lc 1, 26-38 486
La Santísima Trinidad: 487
A Ñ O A: J N 3, 16-18 487
A Ñ O B : M T 28, 16-20 488
A Ñ O C : J N 16, 12-15 489
Cuerpo y Sangre de Cristo: 490
A Ñ O A : J N 6, 51-58 490
A Ñ O B : Mc 14, 12-16. 22-26 491
A Ñ O C : L C 9, 11-17 492
Sagrado Corazón de Jesús 493
A Ñ O A: M T 11,25-30 493
A Ñ O B : J N 19,31-37 494
A Ñ O C : L C 15,3-7 495
Solemnidad de todos los santos: Mt 5, 1-12 496
Inmaculada Concepción de María: Lc 1, 26-38 497
Tabla de las principales celebraciones del Año Litúrgico 480

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512
Víctor M. Fernández

El Evangelio
de cada día
Comentario y oración

E l evangelio de cada día es un libro para orar y meditar la


Palabra de Dios. Propone un comentario al texto evan-
gélico que se lee diariamente en la Santa Misa cubrien-
do todos los días del año y los tres ciclos dominicales.

El comentario es sencillo en su lenguaje, para que sea compren-


dido por cualquiera y pueda ayudarlo a orar con el texto bíblico
y a aplicarlo a su propia vida. Como el título lo sugiere, el lector
está invitado a orar y penetrar en el texto evangélico y a descu-
brir el amor de Dios manifestado en su Palabra.

Víctor Manuel Fernández nació en 1962. Se ordenó sacerdote


en 1986. Es doctor en Teología. Licenciado en Sagrada
Escritura en la Pontificia Universidad de Roma. Actualmente,
es párroco y director de catequesis y asesor de la Renovación
Carismática de Río Cuarto. Profesor de Teología de la UCA.

SAN PABLO 9 789508 6 1 5 1 1 4

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