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GUERRA FRIA: Telegrama Kennan, año 1947.

Selección

George Kennan, bajo el seudónimo de X, escribió en 1947 el "extenso telegrama", que se consideró la Biblia de la
Guerra Fría. (Foreign Affairs, Volumen 24, Número 4, julio de 1947)
George Kennan. Analista político, asesor y diplomático, bajo las órdenes de George Marshall, entonces secretario de
Estado, estuvo a cargo de la planeación política a gran escala del Departamento de Estado después de la Segunda Guerra
Mundial. Entre sus trabajos más importantes se encuentra, precisamente, el diseño del Plan Marshall para la
reconstrucción europea, en el que desarrolló el concepto de "contención" –cuyos principios son la ayuda técnica y
económica– como estrategia para detener la expansión soviética y defender el statu quo. Influyó en gran medida en el
pensamiento político del presidente Harry S. Truman, los secretarios de Estado George Marshall y John Foster Dulles,
y otros siete presidentes estadounidenses hasta 1989.

La personalidad política del poder soviético según lo conocemos hoy es producto de la ideología y las circunstancias:
la ideología heredada por los actuales líderes soviéticos del movimiento en que tuvieron su origen político y las
circunstancias del poder que han ejercido durante ya casi tres décadas en Rusia. Pocas tareas de análisis psicológico son
más difíciles que intentar trazar la interacción de estas dos fuerzas y el papel relativo de cada una de ellas en la
determinación de la conducta oficial soviética, pero debe hacerse el intento por comprenderla y por oponérsele con
eficacia. Resulta difícil resumir el conjunto de conceptos ideológicos de los dirigentes soviéticos a su llegada al poder.
La ideología marxista, en su proyección ruso-comunista, siempre ha sido un proceso en sutil evolución. Los materiales
en que se basa son amplios y complejos, pero las características principales del pensamiento comunista según existía en
1916 pueden resumirse tal vez del modo siguiente: a) que el factor central de la vida del hombre, el factor que determina
el carácter de la vida pública y la "fisonomía de la sociedad" es el sistema mediante el cual se producen e intercambian
los bienes materiales; b) que el sistema capitalista de producción es nefasto y conduce inevitablemente a la explotación
de la clase obrera por la clase propietaria del capital y es incapaz de desarrollar de modo adecuado los recursos
económicos de la sociedad o de distribuir con justicia los bienes materiales producidos por el trabajo humano; c) que el
capitalismo contiene las semillas de su propia destrucción y que, dada la incapacidad de la clase poseedora del capital
de ajustarse al cambio económico, debe a la larga e ineludiblemente resultar en la transferencia revolucionaria del poder
a la clase obrera, y d) que el imperialismo, la fase final del capitalismo, conduce directamente a la guerra y la revolución.
El resto puede explicarse resumidamente en palabras del propio Lenin: "La desigualdad del desarrollo económico y
político es la ley inflexible del capitalismo. De esto se deduce que la victoria del socialismo puede producirse
originalmente en unos pocos países capitalistas o incluso en un solo país capitalista. El proletariado victorioso de ese
país, habiendo expropiado a los capitalistas y organizado la producción socialista en casa, se alzará contra el mundo
capitalista restante atrayendo hacia sí en el proceso a las clases oprimidas de otros países". ["Concerning the Slogans of
the United States of Europe", edición oficial soviética de las obras de Lenin, agosto de 1915.]
………
Las circunstancias del periodo posrevolucionario inmediato –la existencia en Rusia de una guerra civil y una
intervención extranjera, junto con el hecho evidente de que los comunistas representaban sólo una pequeña minoría del
pueblo ruso– hizo necesario establecer un poder dictatorial. El experimento con el "comunismo de guerra" y el abrupto
intento de eliminar la producción y el comercio privados tuvieron lamentables consecuencias económicas y provocaron
mayor resentimiento contra el nuevo régimen revolucionario. Aunque el relajamiento temporal del intento de comunizar
a Rusia, representado por la Nueva Política Económica, alivió parte de esta aflicción económica y de ese modo sirvió a
su propósito, también hizo evidente que el "sector capitalista de la sociedad" seguía preparado para aprovechar enseguida
cualquier debilitamiento de la presión oficial y, si se le permitía continuar existiendo, constituiría siempre un poderoso
elemento de oposición al régimen soviético y un serio rival por la influencia en el país. Una situación parecida prevaleció
en relación con los campesinos individuales que, a su manera más limitada, eran también productores privados.
De haber vivido, Lenin hubiera tal vez demostrado ser un hombre lo suficientemente grande como para reconciliar estas
fuerzas en conflicto en beneficio final de la sociedad rusa, aunque esto es discutible. Sea como fuere, Stalin, y aquellos
a quienes guió en la lucha por suceder a Lenin en la posición dirigente, no eran hombres que toleraran fuerzas políticas
rivales en la esfera del poder que anhelaban. Su sentido de inseguridad era demasiado grande. Su tipo especial de
fanatismo, no moderado por ninguna de las tradiciones anglosajonas de transigencia, era demasiado fiero y celoso para
concebir cualquier posibilidad de compartir el poder en forma permanente. Del mundo ruso-asiático de que habían salido
traían el escepticismo con respecto a las posibilidades de la coexistencia permanente y pacífica de fuerzas rivales.
Persuadidos fácilmente de su propia "corrección" doctrinaria, insistían en la sumisión o destrucción de todo poder que
les representara competencia. Fuera del Partido Comunista, la sociedad rusa no tendría rigidez. No habría formas de
actividad humana colectiva o asociación que no estuviera dominada por el Partido. No se permitiría a ninguna otra
fuerza de la sociedad rusa alcanzar vitalidad o integridad. Sólo el Partido tendría estructura. Lo demás sería una masa
amorfa.
….
Pero hemos visto que el Kremlin no está bajo compulsión ideológica alguna por lograr con premura sus propósitos. Al
igual que la Iglesia, aborda conceptos ideológicos que son válidos a largo plazo y puede permitirse ser paciente. No
tiene derecho a arriesgar los logros actuales de la revolución por vanas fantasías del futuro. Las enseñanzas del propio
Lenin exigen gran cautela y flexibilidad en la búsqueda de los propósitos comunistas. De nuevo, estos preceptos se ven
fortalecidos por las lecciones de la historia rusa, de siglos de batallas oscuras entre fuerzas nómadas en vastas llanuras
no fortificadas. Aquí la cautela, la circunspección, la flexibilidad y el engaño son las cualidades que valen y su valor
encuentra una comprensión natural en la mentalidad rusa u oriental. Por ende, al Kremlin no le pesa replegarse ante una
fuerza superior. Y al no sentirse presionado por plazos predeterminados, no se deja llevar por el pánico ante la necesidad
de este repliegue. Su acción política es una corriente fluida que se mueve de modo constante adondequiera que se le
permita moverse hacia un objetivo dado. Su preocupación básica es garantizar que ha llenado cada resquicio existente
en la cuenca de poder mundial. Pero si encuentra barreras inexpugnables a su paso, las acepta filosóficamente y se
acomoda a ellas. Lo principal es que siempre haya presión, una presión constante e incesante, hacia el objetivo que se
desea. En la psicología soviética no hay indicios de que se piense que este objetivo deba alcanzarse en momento dado
alguno. Estas consideraciones hacen que el trato con la diplomacia soviética sea a la vez más difícil y más fácil que con
la diplomacia de agresivos dirigentes individuales, como por ejemplo Napoleón o Hitler. Por una parte, es más sensible
a las fuerzas contrarias, está más dispuesta a ceder en sectores individuales del frente diplomático cuando considera que
esta fuerza es demasiado potente y, por ende, es más racional en la lógica o retórica del poder. Por otra parte, una victoria
única de sus oponentes no puede derrotarla o desanimarla fácilmente. Y la persistencia paciente que la anima significa
que no es posible oponérsele con eficacia con actos esporádicos que representan los caprichos momentáneos de la
opinión democrática, sino sólo por medio de políticas inteligentes de largo alcance por parte de los adversarios de Rusia,
políticas no menos estables en sus propósitos, y no menos variadas e ingeniosas en su aplicación, que las de la propia
Unión Soviética.
…..
Es evidente que en un futuro cercano Estados Unidos no puede esperar disfrutar de intimidad política con el régimen
soviético. Debe continuar considerando a la Unión Soviética como un rival, y no un socio, en la arena política. Debe
continuar esperando que las políticas soviéticas no reflejen amor abstracto a la paz y la estabilidad, fe verdadera en la
posibilidad de una feliz coexistencia permanente de los mundos socialista y capitalista, sino más bien una presión
cautelosa, permanente, hacia la perturbación y el debilitamiento de toda influencia y poder rival. Esto se sopesa con los
hechos de que Rusia, a diferencia del mundo occidental en general, sigue siendo con mucho la parte más débil, que la
política soviética es muy flexible y que la sociedad soviética puede muy bien contener deficiencias que a la larga
debilitarán sus propias posibilidades totales. Esto en sí justificaría que Estados Unidos iniciara con confianza razonable
una política de contención firme, destinada a enfrentar a los rusos con un contrapeso inalterable en todos los puntos en
que muestren indicios de pisotear los intereses de un mundo pacífico y estable.
Sería una exageración decir que la conducta estadounidense por sí sola y sin ayuda podría ejercer un poder de vida y
muerte sobre el movimiento comunista y llevar a la caída temprana del poder soviético en Rusia. Pero Estados Unidos
tiene la posibilidad de aumentar enormemente las tensiones bajo las cuales debe operar la política soviética, obligar al
Kremlin a un grado mucho mayor de moderación y circunspección del que ha tenido que observar en años recientes y,
de este modo, promover tendencias que deben en última instancia encontrar salida en el rompimiento o la moderación
gradual del poder soviético, porque ningún movimiento místico, mesiánico –y en particular, ningún movimiento del
Kremlin– puede encarar infinitamente la frustración sin llegar a ajustarse en una forma u otra a la lógica de ese estado
de cosas. Por ende, la decisión dependerá en realidad en gran medida de este país. El tema de las relaciones entre la
Unión Soviética y Estados Unidos es en esencia una prueba del valor general de este último país como nación entre
naciones. Para evitar la destrucción, Estados Unidos sólo debe ponerse a la altura de sus mejores tradiciones y
demostrarse merecedor de preservarse como gran nación.
…..
Sin duda, jamás ha habido una mejor prueba de calidad nacional que ésta. A la luz de estas circunstancias, el observador
reflexivo de las relaciones entre Rusia y Estados Unidos no encontrará motivo de queja en el desafío del Kremlin a la
sociedad estadounidense. Más bien experimentará cierto agradecimiento hacia la Providencia porque, al brindar al
pueblo estadounidense este implacable desafío, ha hecho que su seguridad completa como nación dependa de aunar
fuerzas y aceptar las responsabilidades del liderazgo moral y político que la historia claramente pretendía que asumiera.

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