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Martha Lucia Villa Jaramillo

Cód. 10181036
Universidad de La Salle

COLOMBIA DESDE LAS MEMORIAS DE UNA GENERACIÓN

Colombia un país caracterizado por su diversidad y la alegría de sus habitantes, ha sido víctima
de una guerra que todavía no ha culminado, la Guerra contra el Narcotráfico, y fue una generación
en específico quienes guardan aquellas memorias de un país aturdido por la violencia. Memorias
que marcaron las vidas de aquellos jóvenes, una huella imborrable, cuando la guerra dejo de ser
entre los capos y el Gobierno para involucrar a los civiles.
Durante el auge del negocio de las drogas, muchas familias no solo recibieron el pago por
participar en el proceso productivo y/o de transporte del tan aclamado bien, sino que además
durante los años 70´s. 80´s y 90´s perdieron a sus seres queridos, pues como lo describe Juan
Gabriel Vásquez en “El ruido de las cosas al caer”:
“En esos años fueron legión los que llegaron a Estados Unidos para quedarse…
Los que llegaban, no con cargamentos como mi papá, que también, sino como
simples pasajeros de un avión comercial, un avión de Avianca o de American. Y las
familias que se quedaban esperando en Colombia.” Págs. 223-224.
Pues bien, la generación de los años setenta, que durante esa década eran niños y aun no eran
conscientes de lo que estaba sucediendo en el país, simplemente extrañaban la presencia de sus
padres o demás familiares, se quedaban esperando los regalos de la navidad, los de su cumpleaños
o sencillamente una llamada para poder escuchar sus voces; ante esto las familias decidían matar
a sus familiares, una muerte para ocultar la humillación de que un ser querido este pagando
condena por tráfico de drogas. Es esa la primera memoria de cientos de niños de la generación X
la ausencia de sus padres acompañada por una muerte sin explicación alguna.
Ahora bien, ¿cómo es que aquellas personas decidieron entrar a participar en este nuevo mundo?
Para ello debemos reconocer que el narcotráfico fue el “boom” para muchos colombianos y
extranjeros con el propósito de ganar dinero, sin importar los medios para hacerlo, contaminando
así el campo y la ciudad, además de a varios sectores económicos del país. En un principio se
exportaba la marihuana, hasta que el nuevo producto demando fue la cocaína “un polvito blanco
y luminoso por el cual todo Hollywood, no, todo California, no, todos los Estados Unidos, de Los
Ángeles a New York, de Chicago a Miami, estaban dispuestos a pagar lo que hiciera falta”
(Vásquez Juan Gabriel, 2011, pág. 208). Los métodos para su comercialización se dieron a través
Martha Lucia Villa Jaramillo
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de las mulas y de los aviones. Aquí ya se involucran los civiles, personas con necesidades que
cubrir y tal vez sin las oportunidades para hacerlo donde un viaje al extranjero llevando una
mercancía de la cual recibirían una muy buena paga.
Este fue el principio de todo, aquellos niños de dos, tres, cuatro años fueron creciendo y
llegando a la adolescencia, durante la década de los años ochenta, donde los capos del narcotráfico
se tomaban cada vez más el país. Pero aún pasaba por desapercibido para estos preadolescentes
y/o adolescentes la lucha contra las drogas. Sin embargo, si recuerdan perfectamente el miedo de
sus padres y la determinada prohibición de muchos de sus familiares cuando deseaban conocer el
tan asombroso zoológico de la Hacienda Nápoles, que para entonces ignoraban quien era el
propietario de aquella maravilla y lo que aquel terreno representaba para el negocio del
narcotráfico, “pues en 1982 el nombre de Pablo Escobar todavía no andaba en boca de los niños
de once años” (Vásquez Juan Gabriel, Arriba,Arriba,arriba, 2011, pág. 225). Y es así como
encontramos el segundo recuerdo que quedaría en la memoria de esta generación, el deseo de
conocer el zoológico del Capo del narcotráfico.
Al transcurrir el tiempo cada vez la lucha contra el narcotráfico se volvía más densa, pero ya
no solo era entre el gobierno y los carteles, sino que empezaron a ver más y más víctimas ajenas a
los intereses de ambos bandos. Durante los 80´s los colombianos vivieron una época de terror;
donde los capos y el gobierno se destrozaban entre sí, unos sacaban leyes, decretos y demás normas
para frenar la comercialización de este producto, mientras los otros desarrollaban nuevas maneras
para coronar los viajes de la mercancía, pero también durante esos años se creó una modalidad
para el homicidio, el sicariato en moto, esto también quedo en el chip de la generación X, pues
durante su juventud sus vidas cotidianas estuvieron envueltas en aquellos sucesos que como nos
comenta el escritor Vásquez “definieron o desviaron sin que pudiéramos siquiera darnos cuenta
de lo que nos estaba sucediendo” (Vásquez Juan Gabriel, Arriba,Arriba,arriba, 2011, pág. 229),
es común que entre ellos se pregunten en donde estaban o que estaban haciendo en el momento en
que había un asesinato o la explosión de una bomba.
Pues son recuerdos en común y solo ellos pueden entender el miedo, la vulnerabilidad y demás
consecuencias que tan violentos actos dejaron en sus años de juventud; esa preocupación de salir
de casa y tal vez no volver, porque tal vez cruzando la calle una bomba podría estallar sin previo
aviso, “no saber cuándo le va a tocar a uno, preocuparse si alguien que tenía que llegar no llega.”
Martha Lucia Villa Jaramillo
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(Vásquez Juan Gabriel, Arriba,Arriba,arriba, 2011, pág. 232), ante los ojos de ellos una época
especial y singular, y este es el tercer recuerdo particular en las memorias de esta generación, EL
MIEDO Y LA VULNERABILIDAD, pues se convirtieron en los blancos fáciles en la guerra
contra el narcotráfico.
En la etapa adulta de sus vidas aún estaba la presencia del negocio del narcotráfico, sin embargo,
durante aquellos años en Colombia hubo un hecho que dio la ilusión de que se había ganado la
guerra contra el narcotráfico, gracias a que en 1993 el CAPO, el líder del Cartel de Medellín murió,
pero tristemente esto no significaba que el negocio de las drogas se había quebrado. Porque su
legado permaneció, la modalidad del sicario en moto persistió y otros tomaron el control del
negocio.
Ya para esa década muchos de aquellos huérfanos ficticios habían descubierto la verdad sobre
sus padres, y por otro lado los padres sepultados sin haber muerto, volvieron a la vida. Así como
también muchos jóvenes habían abandonado el país y muchos otros la ciudad de Bogotá, uno de
los epicentros de los actos de terror promocionados por los carteles de la droga. Y este, aunque no
es una memoria, si es una consecuencia de la violencia por la que atravesó nuestro país. Porque
“Colombia produce escapados” (Vásquez Juan Gabriel, Arriba,Arriba,arriba, 2011, pág. 256) y
pese a que no se conoce la cifra total de aquellos que salieron del país o de la ciudad, si podemos
decir que huyeron, que abandonaron el bote, escaparon de aquella ciudad incendiada, buscando
sobrevivir y lograr una vida mejor.
En conclusión, fueron décadas difíciles para el país, tanto políticamente, económicamente y
socialmente; y muchas generaciones pasaron estas décadas de terror las cuales dejaron una huella
indeleble en sus vidas, sin embargo, los niños nacidos en los años setenta vivieron cada etapa de
aquella guerra no convencional, no todos de la misma forma, pero si compartiendo memorias,
hechos, historias, momentos y hasta tristezas, cada uno creció he hizo su vida, pero ninguno ha
olvidado la Colombia vestida de polvito de blanco, con cada día una notica de un atentado, una
bomba, una muerte, donde el objetivo era eliminar al enemigo sin importar quien muriera en el
medio. La generación X son ahora nuestros padres, tíos y hasta abuelos, y si les preguntamos por
la Colombia de hace cinco décadas nos contaran todo como si fuera ayer.
Martha Lucia Villa Jaramillo
Cód. 10181036
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BIBLIOGRAFÍA

Vásquez Juan Gabriel. (2011). El ruido de las cosas al caer Bogotá: Alfaragua.

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