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La publicidad del SERNAM muestra a dos personajes, un árbitro de fútbol (Pablo Pozo)
y el conocido comentarista de espectáculos y fotógrafo abiertamente homosexual Jordi
Castell, asegurando que “un maricón es el que maltrata a una mujer”. El sentido de la
campaña parece ser el de mostrar a dos personas que habitualmente son objeto del
insulto (“árbitro maricón” y “homosexual maricón”), utilizando ellos mismos la palabra
con la que se los ha ofendido, para –esta vez- reafirmar una acepción del término
referida a los “hombres que maltratan a las mujeres”.
¿Resignificación?
Aún más, no sólo es posible poner en duda el hecho que la palabra “maricón” tenga en
Chile un sentido homofóbico leve, sino que aún cuando el objetivo y operación de la
campaña sea el de potenciar el significado no homofóbico (utilizando estratégicamente
por ejemplo a Jordi Castell), las diferentes acepciones de una palabra no pueden
entenderse jamás como aisladas e indiferentes unas de otras. Lo que parece otorgar la
fuerza y violencia eficaz a insultos como “maricón”, es precisamente el hecho que sus
diferentes acepciones establezcan relaciones de contaminación y “ruido” entre sí,
provocando dentro de su polisemia, efectos de potenciación del significado impreciso.
Personajes como Pablo Simonetti, escritor homosexual fuera del clóset, han sido tal vez
de las figuras públicas que más coherentemente han conformado una batería
argumentativa en contra de la campaña de gobierno, poniendo énfasis en la necesidad de
limitar la circulación pública del discurso del odio.
Según él, “la palabra maricón es una palabra que tiene una carga de discriminación y
dolor que no debiera ser permitida en el ámbito público. Debiera desaparecer de la
esfera pública. La campaña se alimenta de la carga de odio que esa palabra ha tenido y
la transfiere a otro lugar de odio y violencia. A partir de la violencia que esa palabra ha
significado, connota otro lugar de violencia. Es como apagar el fuego con bencina.
Debiera ser desterrada”[4].
La posición de Simonetti parece nutrirse de ciertas teorías progresistas que han tratado
de promover la creación de propuestas legales que restrinjan, limiten o sancionen el
“discurso del odio”, y que han elaborado argumentaciones en donde las palabras
tendrían no sólo el poder de herir, sino además la fuerza performativa de fortalecer –y
así de institucionalizar- discursivamente las situaciones de desigualdad social, racial o
sexual con carácter sistemático, histórico o estructural.
Así, mientras el MOVILH ve una resignificación donde no la hay, para personas como
Simonetti no existe posibilidad alguna de resignificación. Ideas como las que afirman
que el lugar y el contexto no alteran el sentido del lenguaje, naturalizan la relación
arbitraria entre significante y significado, al tiempo que pasan por alto las estrategias de
sectores (pos)feministas, de los movimientos raciales críticos y de la disidencia sexual
que han utilizado las tácticas de reapropiación del lenguaje injurioso como modo de
autodenominación, provocando rupturas de sentido en esas relaciones de poder. Utilizar
palabras como “maricón”, “camionera”, “puta”, “indio”, como palabras reivindicativas
en primera persona y en esos contextos, ha servido como forma de expresión de una
radicalidad política que se resiste a ajustar esas posiciones subalternas a procesos de
normalización culturales, estéticos y de mercado[5].
Violencia de Género
Pero aún más, campañas publicitarias como las del SERNAM deben ser sometidas a
cuestionamiento no sólo por su adecuación a esos modelos de género esencialistas. En
el marco actual en que se realizan a nivel mundial demandas de despatologización de las
identidades trans, habrá que sospechar también de cualquier iniciativa que –como ésta-
recurra a los temores culturales de una posible incoherencia de sexo-género como forma
de lograr el resultado publicitario esperado. Si el miedo a llegar a ser un “poco hombre”
es un temor que puede movilizar cambios de conducta en ciertos sujetos, es sólo debido
a que esa incompletitud del sexo y el género –que antes fue ocupada por la
homosexualidad y hoy por las identidades trans-, configura una amenaza de
incoherencia sexual que marca en forma radical los lugares hoy inhabitables e ilegítimos
y que debe estar dentro de los intereses primordiales de las políticas actuales de
Disidencia Sexual.
[1] Las frases corresponden a los dichos de la ministra del SERNAM Carolina Schmidt
entrevistada sobre el sentido de la campaña. En Diario La Nación (periódico oficialista
de gobierno): http://www.lanacion.cl/sernam- lanza-campana-dirigida-a- hombres-
agresores/noticias/ 2010-10-27/191302.html