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En Cuaresma María y su dolor

Cada día, María nos saludas.


Tu palabra no da voces, tu presencia es discreta.
En cada encrucijada del camino nos esperas.
Nos saludas con la sonrisa, tiendes los brazos para decirnos
tu ternura.

¡Ojalá tengamos el corazón despierto y los ojos


asombrados
para encontrarte y escucharte!
Cada día contigo es como una nueva anunciación.

No hay más que mirarte para entender que quieres


quedarte en nuestra casa, que deseas hacer tuyos los
dolores y gozos de esta humanidad. De mil maneras nos
haces sentir tu cercanía y cariño.

Con el beso y la mirada, con la canción y la poesía, con la


flor y la sonrisa, te expresamos el gozo y la alabanza que
despierta tu presencia entre nosotros.

Animados por el Espíritu emprenderemos el camino del


evangelio de Jesús. Sabemos que esto es lo que de verdad
te alegra el corazón.
Que tu luz nos alcance nos alcance cada mañana.

Guía nuestra barquilla en las adversidades.


Con todas las familias de la tierra te aclamamos.
Con todos los hombres y mujeres te aclamamos.
Con todos los humillados de la tierra te aclamamos.
Con todos los amigos de Jesús te aclamamos.

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