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Como se señaló previamente, todos los pozos son aberturas realizadas por el

hombre, que cuando son perforados en un acuífero confinado, constituyen una vía
preferencial para que, si las condiciones se presentan, cualquier tipo de fluido se
desplace sin necesidad de atravesar directamente los horizontes confinantes. Al igual
que la presencia de fracturas, los pozos que tienen ademe ranurado en la mayor
parte de su extensión constituyen vías preferenciales para la contaminación, por lo
que es necesario identificar su presencia para la delimitación de zonas de protección.
En general, se piensa que el mayor peligro potencial relacionado con los pozos
perforados en acuíferos confinados proviene de la superficie del terreno natural. Sin
embargo, en zonas petroleras, pozos profundos para exploración y/o explotación de
hidrocarburos, pueden conectar yacimientos profundos con acuíferos someros. La
identificación de los pozos abandonados o en operación pero mal construidos
generalmente es muy difícil. Es necesario realizar recopilación de información en
lugares muy diferentes, sobre todo cuando existen pozos que se dedican a
explotación de recursos diversos (agua, petróleo). Un parámetro esencial es la
definición de la profundidad del pozo con relación a la profundidad de la base del
acuitarlo superior. También es necesario realizar visitas de campo para tratar de
identificar pozos abandonados. En este caso, las entrevistas con personas locales es
de gran ayuda, ya que la mayoría de las veces los pozos abandonados pueden estar
ocultos por maleza, lo que impide su identificación expedita.

Técnicas hidrogeológicas. Las técnicas hidrogeológicas para precisar la existencia


y grado de confinamiento, básicamente consisten en: i) la identificación de las cargas
hidráulicas con relación a la ubicación de la cima del acuitarlo y ii) observación de la
respuesta hidráulica (abatimiento vs. tiempo) en un pozo de bombeo y/o en pozos de
observación. Con respecto al primer rubro, la presencia de confinamiento se
determina observando la profundidad al nivel del agua en el pozo que se sospecha
atraviesa un acuífero confinado. Si la elevación del nivel estático en el pozo es mayor
que la elevación de la base del horizonte que se considera funciona como acuitarlo,
entonces efectivamente el acuífero es confinado. Obsérvese la relación que existe en
esta técnica con la geológica previamente descrita. Es necesario evaluar en primera
instancia la presencia de un horizonte que potencialmente funcione como acuitarlo y
posteriormente utilizar la técnica hidrogeológica. Sin embargo, es conveniente anotar
que si la elevación del nivel del agua en el pozo de observación es menor que la
elevación de la base del material que se considera acuitarlo, esta técnica no
considerará al acuífero como confinado, ya que efectivamente funcionará como
acuífero libre. Sin embargo, para propósitos de la delimitación de zonas de
protección de pozos, dicho acuífero se considera como confinado, ya que existe una
capa superior de baja conductividad hidráulica, que lo protege de la contaminación.

Cuando se realiza una interpolación entre la información de medidas de la elevación


del nivel piezométrico en diversos pozos, se obtiene la configuración de la superficie
potenciométrica. A diferencia de la observación en un único pozo, la ventaja de esta
técnica es que permite la visualización de la interrelación entre varios pozos del área
de estudio. Al igual que en el caso anterior, cuando la superficie potenciométrica sea
más baja que la base del acuitardo, no se identificará como acuífero confinado.

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Cuando ocurre la disminución de la carga hidráulica en un acuífero confinado, la
liberación del agua se produce por dos mecanismos principales: i) compactación del
acuífero ocasionado por el incremento del esfuerzo efectivo y ii) expansión del agua
por disminución de la presión. El primer mecanismo está controlado por la
compresibilidad del acuífero y el segundo por la compresibilidad del agua. En un
acuífero libre el efecto de la compactación del acuífero es mínimo comparado con el
volumen de agua drenada por gravedad cuando la carga hidráulica disminuye. La
diferencia en los mecanismos condiciona que los valores del almacenamiento,
cuando se evalúan por medio de pruebas de bombeo, puedan utilizarse para
diferenciar entre acuíferos confinados y acuíferos libres. Los valores de
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almacenamiento en acuíferos confinados generalmente son menores a 10 , mientras
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que el almacenamiento para acuíferos libres será del orden de 10 o mayor. El
análisis tradicional en estado transitorio de pruebas de bombeo con mediciones en
un pozo de observación permite la evaluación del almacenamiento de un acuífero
(Kruseman y de Ridder, 1990). Esta técnica no permite la evaluación directa del
grado de confinamiento del acuífero.

Además del almacenamiento del acuífero, durante una prueba de bombeo se


recolecta información útil para la definición del grado de confinamiento de un
acuitarlo. La presencia de escurrimiento vertical derivado del acuitarlo superior
durante el bombeo de un pozo se evalúa fácilmente cuando se integra la información
geológica con la respuesta del abatimiento con relación al tiempo. Hantush y Jacob
(1955) fueron los primeros que formalmente incluyeron la comunicación entre
estratos confinantes por medio de un “factor de goteo”; que se incorporó en la
ecuación de Theis (1935). Este concepto fue extendido y mejorado por Neuman y
Witherspoon (1971), quienes claramente demostraron que la respuesta hidráulica en
acuíferos en donde se presenta flujo vertical en los acuitardos es dependiente del
tiempo. Efectivamente, en un acuífero semiconfinado el abatimiento para pequeños
periodos de tiempo es muy similar al que se registraría si fuera de tipo confinado.
Conforme avanza el tiempo, se observa que la respuesta en el abatimiento se aparta
de la de un acuífero confinado, hasta que eventualmente para tiempos largos, toda el
agua que se bombea es proporcionada por el acuitarlo. De este modo, es claro que
si durante la prueba el bombeo se detiene en la primera porción de la curva, al
análisis indicará que el acuífero se comporta como confinado.

La interpretación de pruebas de bombeo utilizando un modelo numérico de flujo


radial a un pozo (Rathod y Rushton, 1991) permite identificar cuantitativamente el
grado de confinamiento de un acuífero. El procedimiento normal es el calibrar la
información de una prueba de bombeo, proponiendo parámetros hidráulicos acordes
a la naturaleza litológica tanto del acuífero como del acuitarlo. La utilización de un
modelo numérico, en este caso de flujo radial hacia un pozo, es una buena manera
de probar en forma cuantitativa si el modelo conceptual de funcionamiento propuesto
es adecuado. La interpretación de pruebas de bombeo utilizando un modelo
numérico con la única finalidad de probar si un acuífero es confinado o para evaluar
el grado de confinamiento, puede parecer superfluo. Sin embargo, es una estrategia
adecuada si dicho modelo también se utiliza para la delimitación de la zona de
protección del pozo.
El cálculo de la conductividad hidráulica vertical del acuitarlo es la mejor técnica para
evaluar el potencial de contaminación y diferenciar entre un acuífero confinado y otro
semiconfinado. Sin embargo, deben tenerse en cuenta dos aspectos principales: i)
los métodos tradicionales de interpretación de pruebas de bombeo producen valores
promedio de los parámetros hidráulicos dentro del área de influencia de la prueba y
ii) el agua que libera el acuitardo no necesariamente se deriva de un acuífero libre
que lo sobreyace y que constituye la fuente potencial de la contaminación. En efecto,
tanto Hantush (1959) como Neuman y Witherspoon (1969) demostraron que la fuente
de agua de un acuífero semiconfinado puede ser el almacenamiento del acuitando,
situación válida sobre todo cuando está constituido por una interrelación de lentes
discretos de arenas incluidos en un cuerpo de material arcilloso. Para la identificación
de este mecanismo de flujo es necesario realizar observaciones detalladas de la
evolución de los abatimientos tanto en el acuífero como en el acuitando (Neuman y
Witherspoon, 1972).

Como se mencionó previamente, los acuíferos confinados no son cuerpos rígidos,


sino que se comportan de manera elástica. Por lo tanto, cuando se presentan
fluctuaciones en la presión atmosférica, se producen oscilaciones en la carga
hidráulica medida en pozos perforados en acuíferos confinados. Se debe tomar en
cuenta que los cambios en la presión atmosférica no actúan sólo sobre el esqueleto
de material granular que compone el acuífero, sino también sobre el nivel del agua
subterránea en el pozo de observación en donde se registran las fluctuaciones. En
un acuífero libre las variaciones en la presión atmosférica se transmiten de igual
manera en la columna de agua del pozo de observación, como en el nivel freático, en
este caso por intermedio de la zona vadosa. En un acuífero confinado, cuando la
presión atmosférica se incrementa, la presión en la columna de agua del pozo
aumenta, situación que ocasiona una disminución en la profundidad al nivel del agua.
Cuando la presión atmosférica disminuye, se presenta el fenómeno inverso. De este
modo, el registro de las variaciones diarias en el nivel del agua en pozos y su
relación con la presión atmosférica, permite establecer la presencia de confinamiento
en un acuífero. En la Figura 6.1 se observa la respuesta en el nivel del agua de un
pozo en un acuífero confinado, producida por cambios en la presión atmosférica.

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