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Historia de
América Latina
De la Colonia al siglo XXI
Zanatta, Loris
Historia de América Latina. De la Colonia al siglo XXI.-
1 ª ed.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2012.
288 p.: il.; 16x23 cm.- (Biblioteca básica de historia/ dirigida por
Luis Alberto Romero)
ISBN 978-987-füg-213-9
Inestabilidad y estancación
.
menos en el corto plazo, a través de las nuevas relaciones comerciales
con las potencias en ascenso. A esto siguió una sustancial estancación
-~---
comercial y, con ella, una drástica reducción de las fin~11-~úbl1cas,
en su mayoría fruto de los impuestos cobrados a-ruchas relaciones co-
merciales. Así, los nuevos estados se encontraron privados de los recur-
sos necesarios para construir sus propias estructuras y, por consiguien-
te, para hacer valer su autoridad en el territorio nacional. Con mayor
Las repúblicas sin estado 55
Liberales y conservadores
La historia política de América Latina en el siglo XIX está surcada por el
constante conflicto entre liberales y conservadores. No fue el origen social
lo que separó a unos de otros: en tiempos en los cuales la actividad
política era coto de pocos notables, c;tmbas corrientes naQiernri e~.~L~eno
de las ~l!!~~i?llas, esto es, en el vértice de la pirámide social. Tampoco
puede decirse que fueran relevantes en el enfrentamiento los intereses
económicos o la adhesión mayor o menor a los principios del libre
comercio, en los cuales, grosso modo, todos en el curso del siglo XIX
conservaban una fe que conoció pocos quebrantos. A~.€1~ que fl§:~!c;iqs
propiamente dichos, dichas tendencias fueron qurante mucho tiempo
mera!3 r'ªp~ese:mtaciones de personalidades bien conocidasJ. qlancas,
cultas y económicamente desahogadas. En muchos casos, la adscripción
a uno u otro de los dos bandos no dependió siquiera de la ideología, sino
del territorio o del grupo familiar de pertenencia. Dicho esto, es preciso
56 Historia de América Latina
Las constituciones
A mediados del siglo XIX, y dando por descontadas las obvias diferen-
cias entre un país y otro, el panorama político de América Latina fue
dominado por notorios contrastes. Por una parte, caídos la monarquía
y el tipo de legitimidad antigua que esta confería al orden político, no
quedó a las repúblicas más que fundar una legitimidad nueva, basada
sobre el principio libe.hl por excelencia: la soberanía del pueblo. Un
principio que encontraba en la Constitución su expresión Iógka; de
hecho, no hubo gobierno que no lo invocara como fundamento de su
legitimidad. Por otra parte, sin embargo, estas constituciones fueron
en buena medida meros instrumentos políticos para legitimar pode-
Las repúblicas sin estado 57
Caudillismo
De los caudillos y de sus gestas épicas rebosa la historia de América Lati-
na en la primera mitad del siglo XIX. Desde Antonio López de Santa Anna,
que gobernó México once veces -a veces como liberal, otras como con-
..
servador-, hasta Juan Manuel de Rosas, que dominó la Argentina desde
1829 hasta 1852, con el título de Restaurador de las Leyes, pasando por
el paraguayo José Gaspar Rodríguez de Francia, teólogo admirador de
Robespierre que determinó el destino de su país aislándolo hasta 1840,
hasta el guatemalteco José Rafael Carrera, cancerbero conservador que,
en 1854, se proclamó presidente vitalicio.
Las repúblicas sin estado 59
El siglo británico
Aunque los progresos en transportes y vías de comunicación fueron en
el Atlántico Sur bastante más lentos que los que contemporáneamente
revolucionaron el Atlántico Norte, y aunque las guerras civiles latinoame-
ricanas crónicas limitaron o retrasaron en muchos casos el comercio y
las inversiones en las décadas centrales del siglo XIX, la fuerza liberada
por el creciente poderío económico de Gran Bretaña comenzó pronto
a hacer sentir sus efectos en América Latina. Los historiadores no se
han puesto de acuerdo sobre dichos efectos: algunos observan que las
mercancías británicas que desde entonces llegaron en cantidad relevan-
te a los centros urbanos latinoamericanos expulsaron fuera del mercado
al sector artesanal local, reduciéndolo a la miseria. Entonces, el creci-
miento de los intercambios con Gran Bretaña bloqueó para siempre la
diferenciación de las economías locales y el crecimiento del mercado in-
terno, y favoreció la producción de materias primas requeridas en canti-
dades siempre mayores por el mercado inglés y europeo, demanda que
comenzó a acrecentarse a ritmos vertiginosos hacia mediados de siglo.
En cambio, otros consideran que lo primero que hizo Gran Bretaña en
virtud de la libertad comercial recién introducida fue empezar a sustituir
la asfixia del monopolio español, responsable, a su vez, de haber pena-
lizado con sus exportaciones textiles y de otro género a los artesanos
americanos, y de haber inhibido en América Latina tanto el crecimiento
del mercado interno como la diferenciación productiva. En este sentido,
el capitalismo británico, mucho más vigoroso que el hispánico, habría
abierto perspectivas inéditas para las economías locales, gracias al
lento pero consta~e florecimiento del comercio, al cual, desde la mitad
del siglo, acompañaron con su inmensa fuerza los grandes bancos de
inversión y las empresas ferroviarias. En general, los desarrollos variaron
de zona a zona; allí donde, como en México, existía desde hacía tiempo
un mercado interno, las manufacturas locales sufrieron el impacto de
Las repúblicas sin estado 63
No fue por azar que en torno a la iglesia y a su' papel político, social
y cultural surgieran los conflictos más agudos, a veces contenidos, pero
frecuentemente bastante cruentos, en especial donde la iglesia era más
fuerte y había echado raíces en todos los estratos sociales, como en Mé-
xico. Conflictos que las leyes liberales, dirigidas a secularizar los bienes
eclesiásticos, a laicizar la escuela pública, a reu~icar el registro civil, los
matrimonios y los cementerios en la esfera estatal, habían prenunciado,
y que tanto en América como en Europa estuvieron en el centro de
la vida pública durante gran parte de lo que restaba del siglo. Tanto
es así que fue por causa de estos, antes que de cualquier otro tema,
que la elite social y económica, a pesar de guardar tantas afinidades en
su interior sobre otros aspectos, se dividió en dos partidos -liberales y
conservadores- y que los otros estamentos sociales fueron llamados con
frecuencia a expresarse y a sostener una u otra causa.
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Frontera del TrataooAdams-Onís\1819. raüfk:adaen 1832)
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Oferta. de cesJón por México {6 de septliel'nbrr'e de 184n
Propoestade&imue1Houstoo{28dGfebrerode1848)
Fron!efll del Tratad<> de Guadalupe-Hidalgo (1846)
Front«aactualdeMé.xlco,Oespuésdelaventa.deLaMesi!la
Por lo que toca a la segunda razón -la proximidad a los Estados Uni-
dos-, esta signó desde entonces la historia mexicana más a fondo que
la de cualquier otro país de la región. En 1845, cuando el gobierno
estadounidense buscó an~xar Texas, territorio mexicano que se había
proclamado independiente en desafío al gobierno de la Ciudad de
México, se desencadenó la guerra entre ambos países. El enfrenta-
miento puso de manifiesto el contraste entre la fuerza vibrante de los
jóvenes Estados Unidos y la intrínseca debilidad de un México des-