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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

CURSO DE LITURGIA

CAPITULO 27
SEMANA SANTA

Si se puede hablar a lo largo del Año litúrgico de un tiempo de gran


riqueza litúrgica ese tiempo es sin duda la Semana Santa. Domingo
de Ramos, Oficios del Jueves y Viernes Santos y la Vigilia Pascual
son momentos cumbres del año litúrgico.

La actual Liturgia de la Semana Santa se inicia a partir de los años


1951 y 1955 siendo papa Pío XII que reforma primero la Vigila
Pascual y posteriormente toda la Semana Santa. El Concilio Vaticano
II, en la Sacrosantum Concilium la culmina con la posterior publicación
del Misal romano de 1969. Ya quedaron atrás el uso del Tenebrario
para iluminar tenuemente el templo e ir apagando todas sus velas
excepto una en el suprimido Oficio de Tiniebas y en el cual los fieles
tocaban sus carracas, o el enorme desarrollo de los llamados
“monumentos”, arquitecturas efímeras para albergar la reserva del
Santísimo que hoy sigue su costumbre pero de forma más discreta.

Hasta las reformas citadas se consideraba al Sábado Santo como día


de Gloria (sábado de Gloria) ya que la Vigilia pascual se celebraba
por la mañana.

Comienza la Semana Santa con el Domingo de Ramos en la Pasión


del Señor (que ese es su actual nombre aunque errónea e
indebidamente se le siga llamado Domingo de Pasión al anterior al de
Ramos). El Domingo de Ramos, en todas las Misas, es obligatorio
hacer conmemoración de la Entrada del Señor en Jerusalén, que
puede realizarse con una procesión, con entrada solemne o con
entrada simple, según las circunstancias de cada momento y lugar.

Las palmas y los ramos, que son signos populares de victoria,


manifiestan que la muerte en la Cruz es signo de victoria. Los fieles
han de tener los ramos en las manos antes de la celebración ya que
la distribución de los ramos ha sido suprimida. Ese día los celebrantes
usan el color rojo que apunta a la muerte del Mártir y a su posterior
Victoria uniendo así la Entrada de Jesús con su muerte y
resurrección.

Acabada la procesión se dice inmediatamente la oración colecta,


suprimiéndose pues los ritos iniciales. Asimismo se debe leer la
Pasión, por lo menos en su forma abreviada. Se leerá el relato de la
Pasión según el evangelista del año que toque (Mateo, Marcos o
Lucas ya que el relato de Juan se reserva siempre para el Viernes
Santo) y ya desde antiguo se adoptó la costumbre de actuar tres
lectores distintos: el que hace de Jesús (reservado al celebrante), otro
narrador y un tercero que personifica al resto de los demás
interlocutores, costumbre que debe mantenerse cuando sea posible.

En la mañana del Jueves Santo se celebra por el obispo la llamada


“Misa Crismal” en la cual se bendicen los Santos Oleos que se usarán
durante el año. Es una Misa a la cual están especialmente llamados
los sacerdotes, que en la misma renovaran sus promesas
sacerdotales.

El Triduo Pascual, que comienza con la Misa “in coena Domine” y


termina en la Vigilia Pascual, es el ápice de la Liturgia que estallará en
la celebración del domingo pascual.

El Triduo Pascual comienza con la misa vespertina del Jueves Santo


en la Cena del Señor (dando por finalizado el período cuaresmal
precedente) tiene como característico el rito del Lavatorio de los pies
tras la Liturgia de la Palabra y la reserva del Santísimo para la
comunión del día siguiente ya que el Viernes Santo no se celebra la
Misa ni se consagra. Al final de la Misa se omite el rito de despedida y
la bendición y se hace el traslado del Santísimo Sacramento. Se
despoja el Altar sin ninguna ceremonia y si es posible se retiran las
cruces de la iglesia o en su defecto se velan.

El Viernes Santo, primer día del Triduo Pascual, Pascua de Cristo


crucificado es un día alitúrgico puesto que es un día en que la Iglesia
no celebra la Eucaristía (al igual que el Sábado Santo) aunque si se
reparte el Cuerpo de Cristo (novedad introducida con la reforma), se
lee la Pasión de Jesús según el evangelio de Juan, a ser posible
dialogada, y se hace la adoración de la Cruz. La oración de los fieles
tiene ese día una especial importancia. El color litúrgico que
corresponde es el rojo.

El Sábado Santo, segundo día del Triduo, Cristo en el sepulcro, es


también un día alitúrgico en el cual no hay ninguna celebración
sacramental prevista.

En la Vigilia Pascual, que comienza con la Liturgia del Lucernario,


bendición del fuego y posterior Pregón pascual prosigue con la
Liturgia de la Palabra con nueve lecturas incluyendo los salmos, en
las cuales al acabar las pertenecientes al Antiguo Testamento se
canta el Gloria, se encienden las luces del templo que hasta ese
momento ha permanecido a oscuras y se adorna el Altar con luces y
flores para seguir con la Liturgia bautismal en la que se pueden
bautizar a los catecúmenos y renovar las promesas bautismales. En la
procesión hacia el baptisterio se entonan las letanías de los santos.
Terminada la Liturgia bautismal se continúa con la liturgia eucarística
en la forma acostumbrada. Las vestiduras son blancas.

Históricamente se comenzó celebrando solamente la Vigilia Pascual y


de ahí se pasa en el S. IV a celebrar el Triduo Pascual, y como
consecuencia, la Semana Santa completa.

Como normas litúrgicas hay que tener en cuenta que durante el


Triduo pascual no se tocan campanas (suena la popular matraca), el
Altar permanece despojado sin Cruz ni mantel desde la terminación
de la Misa en la Cena del Señor del Jueves Santo y sin flores o muy
escasas y el Sagrario permanece abierto y vacío. No suena la música
y el coro, si interviene, lo hace "a capella".

El Viernes Santo y el Sábado según la oportunidad se guarda el


sagrado ayuno de la Pascua que no tiene ya carácter penitencial. En
la Vigila Pascual, por el contrario, todo debe rezumar alegría: se
deben poner flores, alfombras, y a partir del Gloria suenan las
campanas y los instrumentos musicales. Debe contrastar claramente
la austeridad cuaresmal con la alegría de la Resurrección.

Desde el final de la Misa vespertina del Jueves Santo hasta la


medianoche se considera reserva solemne. El Viernes Santo se da el
culto habitual a la reserva eucarística y tras los Oficios se debe retirar
la reserva de la veneración de los fieles y colocarla en un lugar
privado. También se hace genuflexión a la Cruz desde los Oficios del
Viernes Santo hasta la Vigilia pascual.

Desde estas líneas invitamos a todos los católicos a participar en los


actos litúrgicos de la Semana Santa, cada uno en su parroquia
respectiva, Iglesia Penitencial o en la catedral. Ningún cristiano debe
perder la ocasión de participar en los actos litúrgicos de esos días
pues no hay mejor manera de celebrar el Misterio de nuestra
salvación. Y al salir de los Oficios ¡A ver Cofradías

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


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