You are on page 1of 7

NO MIRES ATRÁS

Existe este fenómeno en el cual cada uno de nosotros nos encontramos estancados
en algún momento de nuestra vida. Puede ser que ya hayas pasado por eso, que
te esté pasando o que aun te este por pasar. Quién sabe. A mí me pasa siempre.

Es difícil cuando por más que lo intentamos nos encontramos de nuevo en ese lugar,
en ese alguien, en esa situación; pensando todo el tiempo lo que pudo ser, lo que
fue y lo que nunca será. No lo sé. No sé qué piensen ustedes.

¿Será que desperdicié mi oportunidad de irme del país? ¿Será que esa persona si
era para mí? ¿Será que debí decirle a Fulanito que no se copiara porque la
profesora le iba a quitar el examen? A lo mejor así no lo hubiesen hecho tremenda
X en la hoja. ¿Será que debí haber estudiado una carrera? ¿Será que no debí perder
el tiempo en esto? ¿Será que esto era lo correcto? ¿Será…?

Muchas veces nos dejamos guiar por las dudas y las inseguridades que nublan
nuestra mente, nos centramos tanto en el pasado que no podemos ver con claridad
el camino que recorremos. Lo hacemos en automático, llevando a cuesta las cargas
que nos dificultan el camino.

El día de hoy quiero revisar a la luz de la biblia que opina Jesús sobre mirar atrás.
¿Nos edifica? ¿Hay alguna recompensa? O, por el contrario, ¿es un obstáculo?

(… o r a c i ó n …)

Muchos personajes de la biblia pueden prestarse como ejemplo para este tema, sin
embargo, he escogido tres historias que pueden servir como reflexión:

En primer lugar, Moisés. Moisés fue un siervo escogido por Dios para guiar al
pueblo de Israel, el pueblo de Jehová a la tierra que este les había prometido. Una
tierra donde no tendrían ninguna necesidad y no serían tratados como esclavos. Un
gran valor que vemos en Moisés es que, durante los cuarenta años de camino por
el desierto, nunca pensó en volver a Egipto, nunca pensó en volver atrás, nunca
dijo: “volvámonos a la esclavitud, porque éste camino es muy duro”, él en momentos
difíciles lo que hizo fue buscar a Dios, en las crisis se fue a orar.
Esto es lo que debemos hacer los hijos de Dios, no quejarnos ni murmurar sino
clamar a Dios y él nos dará la guía y fuerza para perseverar, pues adelante hay una
tierra que conquistar.

En segundo lugar, vemos a Jesús explicándoles a sus discípulos acerca de su


segunda venida. Durante su discurso advirtió: “Acordaos de la mujer de Lot”. Esta
seria advertencia, dada por Jesucristo hace casi dos mil años, es hoy más
importante que nunca. ¿A qué se refería?

Para los judíos que lo escuchaban, la lección estaba clara como el agua. Ellos
conocían muy bien el relato: Sodoma y Gomorra dos ciudades destinadas a ser
destruidas por su gran perversidad y corrupción; allí vivía Lot, un hombre temeroso
de Dios, este le dio la oportunidad de salvarse, con una sola condición: mientras se
alejaban, no podían volver la mirada hacia atrás. Mientras huía de Sodoma con su
familia, la esposa de Lot desobedeció la orden de no mirar atrás y se transformó en
una estatua de sal.

Pueden existir diferentes razones por las cuales esta mujer volvió la mirada. Quizá
tenía curiosidad, puede que falta de fe o tal vez extrañaba lo que dejaba en aquella
ciudad. Sea cual sea la razón, pagó su desobediencia con la vida.

Por esta razón Jesús da esta advertencia, no debemos volver nuestra mirada a las
cosas del pasado, no vaya a ser que como consecuencia perdamos nuestra vida y
la posibilidad de Salvación que Él brinda.

Y, en tercer lugar, en Lucas podemos encontrar a Jesús cuando cierto día un


hombre le dijo: “Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que
están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira
hacia atrás, es apto para el reino de Dios”.

¿Acaso fue Jesús demasiado brusco o exigente con él? No. Él sabía que su petición
no era más que una excusa para eludir su responsabilidad, y por eso lo comparó a
un labrador que “mira a las cosas que deja atrás”. No importa si solo echa un vistazo
rápido o si suelta el arado y se gira para mirar; en ambos casos está desatendiendo
su obligación y puede dañar su trabajo.
No es posible seguir a Jesús mirando hacia atrás; no es posible abrir caminos al
reino de Dios quedándonos en el pasado. Trabajar en el proyecto del Padre pide
dedicación total, confianza en el futuro de Dios y audacia para caminar tras los
pasos de Jesús. Es de suma importancia que, en lugar de fijar la atención en el
pasado, nos concentremos en lo que tenemos delante. El rey más sabio de todos
los tiempos, Salomón, dijo: “En cuanto a tus ojos, directamente adelante deben
mirar, sí, tus propios ojos radiantes deben mirar con fijeza directamente enfrente de
ti”.

Ahora bien, como resumen, y tomando a estos personajes bíblicos como ejemplo,
¿qué consecuencias se derivan de mirar hacia atrás?

- Cuando miramos hacia atrás llegamos a perder nuestro rumbo.


- Cuando miramos hacia atrás tendemos a dudar de Dios.
- Cuando miramos hacia atrás tendemos a retroceder.

Considerando todo esto, ¿qué debemos hacer para no caer en el mismo error
que la esposa de Lot?

Creo que lo fundamental es identificar qué cosas de nuestro pasado pueden hacer
que volvamos la vista hacia atrás, entre ellas: los viejos tiempos, los sacrificios del
pasado y las malas experiencias.

LOS VIEJOS TIEMPOS:

Uno de los principales peligros es que idealicemos los viejos tiempos. Al pensar en
cómo era nuestra vida antes, la memoria puede traicionarnos llevándonos a
exagerar los buenos recuerdos y minimizar los problemas del pasado. Esta visión
distorsionada del ayer puede hacer que nos invada la nostalgia. Pero la Biblia
advierte: “Nunca preguntes por qué todo tiempo pasado fue mejor. No es de sabios
hacer tales preguntas”. Pero, ¿por qué es tan peligroso añorar los viejos tiempos?

Pensemos en lo que le sucedió al pueblo de Israel en tiempos de Moisés. Al


comienzo los egipcios los trataban como invitados, pero luego pusieron sobre ellos
jefes de trabajos forzados con el propósito de oprimirlos mientras llevaban sus
cargas. De hecho, el faraón ordenó una forma de genocidio (una horrible matanza
de niños) para impedir que el pueblo de Dios siguiera aumentando. Tan grave era
su situación que Jehová le dijo a Moisés: “He visto la aflicción de mi pueblo que está
en Egipto, y he oído el clamor de ellos a causa de los que los obligan a trabajar;
porque conozco bien los dolores que sufren”.

¡Qué inmensa alegría debieron de sentir al ser liberados de su esclavitud!


Pensemos en todas las manifestaciones del poder de Jehová de que fueron
testigos. Sin duda, observar de primera mano todo lo que Dios había hecho por
ellos, fortaleció mucho su fe. Por eso es tan sorprendente que, poco después de su
milagrosa liberación, los israelitas comenzaran a murmurar contra su creador. ¿De
qué? ¡De la comida! Descontentos con lo que Jehová les proporcionaba,
exclamaron en son de queja: “¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos
de balde en Egipto, de los pepinos y las sandías y los puerros y las cebollas y el ajo!
Pero ahora nuestra alma se halla seca. Nuestros ojos no se posan en cosa alguna
sino en el maná”. Se habían vuelto tan miopes que pretendían volver al mismo lugar
donde antes habían sido esclavos. Su obsesión por las cosas que habían dejado
atrás los llevó a perder la aprobación de Jehová.

¿Qué nos enseña todo esto? Cuando afrontamos problemas, no debemos idealizar
el pasado pensando que la vida que llevábamos, incluso antes de conocer la verdad,
era mejor. Claro, no hay nada de malo en que meditemos en nuestros actos para
aprender de ellos o que reflexionemos con cariño en los buenos recuerdos. Pero es
importante que mantengamos una perspectiva realista. Si perdiéramos el equilibrio,
podríamos llegar a sentirnos tan descontentos con nuestras circunstancias que
deseáramos volver a nuestra vida anterior. Debemos tener siempre presente que
las circunstancias a las que hemos sobrevivido, todo por lo que hemos pasado nos
hace ser quienes somos ahora.

LOS SACRIFICIOS DEL PASADO:

Lamentablemente, muchos de nosotros tendemos a ver nuestros sacrificios como


oportunidades desaprovechadas. Tal vez renunciamos a estudiar una carrera, a
salir del país, tener un buen trabajo, a algún amor o algún amigo. Pero vemos que
ha pasado el tiempo, y el fin todavía no ha llegado. Entonces puede que
fantaseemos y nos preguntemos: “¿Adónde habría llegado yo si no hubiera hecho
aquellos sacrificios?”.

El apóstol Pablo dejó atrás muchas oportunidades cuando se hizo cristiano. ¿Alguna
vez se arrepintió de haberlo hecho? Él mismo responde: “Cuantas cosas eran para
mí ganancias, estas las he considerado pérdida a causa del Cristo. Pues [...]
considero también que todas las cosas son pérdida a causa del sobresaliente valor
del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor. Por motivo de él he sufrido la pérdida
de todas las cosas y las considero como un montón de basura, a fin de ganar a
Cristo”. Tal como nadie añora una bolsa de basura que ha tirado al contenedor,
Pablo nunca se arrepintió de haber desechado lo que el mundo le ofrecía. Para él,
ya no tenía ningún valor.

Si notamos que estamos empezando a pensar demasiado en oportunidades


“desaprovechadas”, haríamos bien en imitar a Pablo. ¿Cómo? Apreciando lo que
ahora tenemos. Ciertamente, nuestra relación con Jehová y nuestro historial de
fidelidad tienen un valor incalculable. Además, lo que este mundo pueda ofrecernos
no tiene ni punto de comparación con el inmenso valor de las bendiciones
espirituales de que disfrutamos hoy y las que llegarán en el futuro.

¿Cómo podemos seguir fielmente adelante? ¿Cómo podemos seguir firme e medio
de todo esto? El propio Pablo explicó cómo lo lograba él: “Olvidando las cosas que
quedan atrás, y extendiéndome hacia adelante a las cosas más allá”. El apóstol
destacó dos pasos que son imprescindibles. Primero, olvidar las cosas que dejamos
atrás, en lugar de malgastar nuestro valioso tiempo y energías preocupándonos
en exceso por el pasado. Y segundo, “extendernos” hacia adelante para alcanzar
nuestro objetivo, como si fuéramos atletas que están cruzando la línea de llegada.

LAS MALAS EXPERIENCIAS:

Por supuesto, no todas las experiencias de la vida nos dejan un buen recuerdo. Tal
vez nuestra conciencia aún sienta el terrible peso de pecados o errores del pasado.
También puede ser que estemos resentidos porque alguien nos ha corregido. O
quizá consideremos que fuimos víctimas de alguna injusticia y no dejemos de
pensar en ello. Sea cual sea nuestro caso, ¿cómo impedir que los sucesos del
pasado acaparen toda nuestra atención?

La biblia claramente expresa que Dios olvida nuestros pecados si pedimos perdón
por ellos con un arrepentimiento genuino de corazón, ¿por qué no hacemos
nosotros lo mismo? Si nos concentramos en la misericordia que Jehová nos ha
mostrado y no dejamos que nos consuman los remordimientos por errores que ya
no hay forma de cambiar, podremos concentrar todas nuestras fuerzas en la obra
que Jehová nos ha encomendado.

Si hemos sufrido una injusticia —o al menos así nos lo parece — tengamos plena
fe en que Jehová, el Dios de la justicia, pondrá todo en su sitio en el momento
debido.

Vivimos en tiempos muy emocionantes. Están ocurriendo acontecimientos


históricos, y aún nos esperan muchos más. Es vital que nos mantengamos al paso
de la organización de Jehová. ¿Cómo? Obedeciendo el consejo bíblico de siempre
mantener la vista fija hacia adelante, nunca hacia las cosas que dejamos atrás. Así
seguiremos el consejo de Jesús: “Acuérdense de la esposa de Lot”.

¿Como podemos avanzar?

Para poder avanzar debemos tener una relación con Dios, donde podamos hablar
con el y pedir su guía y dirección. Si queremos saber por cual es el camino en el
que demos andar debemos estar sensible siempre a su voz. Debemos tener los
oídos espirituales abiertos para oír su voz y los ojos espirituales abiertos para ver
su camino.
No sé si tu estas a punto de retroceder en lo que ya has logrado, o de darte por vencido
después de todo lo que has luchado, o estas pensando que no vale la pena seguir o
luchar más porque sientes que no tiene sentido. Vamos, no des una paso atrás, ni
siquiera para pensar o respirar o mirar, al contrario, “keep going” “press on” mantente
en el camino, mantente en la meta, no te des por vencido, sigue adelante, la batalla es
dura, pero tú eres un ganador, las ofertas del mundo son tentadoras, pero son ilusorias,
no valen nada, pronto terminan, pero las que Dios te ofrece son permanentes, duran
por toda la eternidad, nadie nos las puede robar ni destruir. Cree en Dios, cree en su
Palabra, cree en sus promesas, cree en la vitoria, en el triunfo que Dios ya te dio cuando
Cristo murió en la cruz. El te dijo “Ya eres un vencedor porque yo ya vencí”.

You might also like