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GENERALIDADES
Este hecho implica la pérdida de suelo útil para otros fines ya que, en la mayor
parte de los casos, el crecimiento de las áreas urbanas se produce a expensas
del suelo agrícola y forestal.
3.1.2. Compactación:
La materia orgánica es vital para que el suelo pueda realizar sus funciones clave
por lo que resulta un factor determinante de la fertilidad del suelo y de resistencia
frente a la erosión. Las propiedades del suelo sobre las que más influencia tiene
la materia orgánica son la estabilidad, el tamaño y la distribución de los
agregados, la densidad, la economía del agua, y el régimen térmico. Asimismo,
garantiza la capacidad de cohesión y amortiguación del suelo, lo que contribuye
a limitar que la contaminación difusa del suelo llegue al agua.
La acumulación de materia orgánica en el suelo es un proceso lento, mucho mas
lento que la mineralización de la misma. Este proceso de acumulación se ve
favorecido por el empleo de técnicas y practicas adecuadas de gestión, la
mayoría de las cuales son eficaces también a la hora de prevenir la erosión,
aumentar la fertilidad y potenciar la biodiversidad del suelo.
La disminución de materia orgánica es especialmente preocupante en las
regiones mediterráneas. En torno al 75% de la superficie total analizada en el
Sur de Europa tiene un contenido bajo (3,4%) o muy bajo (1,7%) en materia
orgánica. Los agrónomos consideran que los suelos con menos de 1,7% de
materia orgánica están en fase de “pre-desertificación”. No obstante, este
problema no se limita al Mediterráneo ya que en países del Norte y Centro
Europa, aunque de forma menos, marcada también se esta produciendo una
disminución progresiva del contenido en materia orgánica en parte de sus
suelos.
En este caso hay que distinguir entre los diferentes tipos de suelos salinos.
En el caso de los Solonchak, la mayor toxicidad la ejercen las sales
magnésicas junto con el cloruro sódico.
En los Solonetz, es el carbonato sódico el que ejerce el mayor efecto. A
su toxicidad hay que añadirle su efecto sobre el pH del suelo que puede
crear carencias adicionales de algunos micronutrientes, pero esto lo
veremos en detalle al tratar del efecto que sobre las plantas tiene la
salinidad en su conjunto. Cuando la alcalinidad disminuye se atenúa la
toxicidad porque se produce un predominio del bicarbonato sobre el
carbonato. Como podemos ver vuelve la interdependencia entre los
diferentes tipos de degradación del suelo.
Cuando se mejora la permeabilidad se provoca una degradación de los
Solonetz, como ya apuntamos, lo que hace que baje el pH y disminuya la
concentración en sodio, tomando el predominio las sales magnésicas con
una toxicidad algo menor que la del carbonato sódico. La presencia de
sulfatos atenúa la solubilidad lo que conlleva la disminución del efecto
tóxico.
Por otra parte se produce un cierto bloqueo del magnesio por precipitación
en forma de carbonato mucho menos soluble. (3)
2.3. CAUSAS DE SALINIDAD:
El proceso de acumulación de sales en los suelos con predominio del Ca y el Mg
se le denomina salinización. Cuando es el Na el que predomina netamente el
suelo evoluciona de muy distinta manera, desarrollándose un proceso, con
resultados completamente distintos, que es el llamado alcalinización.
Dos son las condiciones necesarias para que se produzca la acumulación de
sales en los suelos: aporte de sales y su posible eliminación ha de estar
impedida. (3)
Las sales, tanto las de Ca, Mg, K como las de Na, proceden de muy diferentes
orígenes. En líneas generales, pueden ser de origen natural o proceder de
contaminaciones antrópicas. (3)
Usualmente las sales de los suelos naturales proceden del material original
aunque en su acumulación excesiva participen otros mecanismos que, en la
mayor parte de las veces, están relacionados con el transporte de sustancias lo
que equivale a decir con los movimientos del agua.
La salinidad de los suelos desarrollados sobre margas yesíferas, de molasas
ricas en cloruros y sulfatos, o de evaporitas, es algo previsibles y fácilmente
explicable en las zonas áridas o semiáridas. No obstante, en ocasiones puede
aparecer salinidad en pequeños valles con pobre avenamiento situados sobre
materiales nada sospechosos de poder generar salinidad.
Supongamos una roca ígnea rica en plagiclasas sódicas, como puede ser una
diorita. La albita, presente en la misma, puede sufrir un proceso hidrolítico, y si
el lavado es suficiente como para provocar la pérdida de sodio y de parte de la
sílice generada, el mineral preferentemente neoformado será la caolinita.
Este proceso tendrá lugar en las zonas altas donde el lavado es posible, por lo
que el sodio sobrante, junto con parte de la sílice se irá acumulando en la zona
baja del valle. En esa zona, la alteración será similar a la anterior si bien en este
caso aparecerá como mineral resultante la ilita en lugar de la caolinita anterior.
No obstante existirá un exceso de sodio que puede terminar en carbonato sódico,
el cual generará un pH alcalino que favorecerá la dispersión de la arcilla y la
materia orgánica, con el efecto de disminución de la permeabilidad que ya
conocemos. Si además en el valle existe algún otro material original con mayor
propensión a la formación de suelos salinos, el fenómeno será más rápido
aunque poco explicable, pues el material presente no será suficiente motivo para
la salinización del suelo si no se produjese la acumulación citada.
Un efecto semejante al anterior aunque más rápido y a veces muy difícil de
determinar, es la presencia de rocas sedimentarias de tipo margoso o arcilloso
que engloben diques de sustancias como yeso u otras sales, que a veces pueden
encontrarse a gran profundidad y, por ello, no detectables.
La penetración del agua de lluvia en esos materiales provoca la solubilización
paulatina de las sales que, por escorrentías subsuperficiales, son transportadas
hasta los valles en los que aparecen suelos salinos sin explicación aparente.
En ocasiones en que los mantos freáticos son muy profundos, estas sales
pueden transportarse hasta zonas bastante alejadas, pero este manto freático
salino aflorará, o se acercará a la superficie cuando encuentre un valle más
profundo o cuando se eleve la capa impermeable que lo mantiene.
En el momento en que la profundidad del manto decrece hasta metro y medio o
dos metros de la superficie, la ascensión
capilar lleva el agua cargada de sales
hasta niveles cercanos a la superficie del
suelo allí existente y la va depositando tras
la evaporación del agua.
En todos los casos es necesario que el
clima contribuya a la salinización, que no
tendrá lugar más que bajo condiciones de
un clima seco subhúmedo o más árido que él. Siempre es necesario que el
lavado provocado por la lluvia sea menor que el aporte de sales por el agua
subálvea.
Bajo estas condiciones y en las cercanías de la desembocadura de los ríos, tiene
lugar otro fenómeno relacionado con los ciclos deltaicos. En estas áreas el manto
freático depende mucho de los movimientos marinos, en la bajamar es
predominantemente fluvial y poco salino, mientras que en la pleamar es marino
y con fuerte salinidad.
Los mantos cargados de sales enriquecen al suelo en estas, mientras que la
lluvia las va eliminando; mas cuando la permeabilidad del suelo es reducida, solo
se produce el lavado de la parte más alta del suelo, pues el movimiento
descendente pronto se troca un movimiento tangencial.
Además la escasa permeabilidad hace que la
mayor parte de los huecos del suelo pertenezcan
al dominio de la micro porosidad, ello facilita los
movimientos ascendentes del agua con una
carga salina variable. Por si ello fuese poco, el río
en su desembocadura es cuando lleva una
mayor carga de sales lo que atenúa la diferencia
entre los dos tipos de manto considerados.
No solo el agua es el medio de transporte de las
sales sino que también el viento contribuye a la
salinización. En las zonas de interior cercanas a
zonas salinas con presencia de eflorescencias
superficiales, el viento es el encargado de
distribuirlas hasta las zonas cercanas con lo que
se va extendiendo el área afectada.
En las zonas costeras, el transporte de las sales
se hace por nebulización. Este modo afecta de
forma más importante a zonas bajas cercanas a
costas rocosas que provocan intensas
salpicaduras, más intensas en las costas
oceánicas de mares más bravíos. (6)
Las actividades
que pueden
generar una
salinización del
suelo son
Finalmente debemos considerar los efectos que ejercen las áreas industriales
como inductoras de salinización. Salvo situaciones muy especiales, son pocas
las industrias que vierten sus desechos directamente a los suelos vecinos, si bien
es frecuente que se acumulen en zonas cercanas y que su lavado por las lluvias
incremente la salinidad de los acuíferos de la zona y de los cursos de agua.
El incremento de la salinidad de los acuíferos tiene el efecto que ya hemos visto
al considerar la salinización natural.
Esta aparente inocuidad de las zonas industriales es bastante peligrosa pues sus
efectos pueden hacerse notar en áreas muy lejanas a las mismas con lo que la
relación causa efecto es muy difícil de establecer. (6)
2.5.1. Salinidad:
El efecto de la salinidad sobre las plantas es diverso y variable. Existe una
clasificación generalizada que agrupa las plantas en halófitas y no halófitas. Las
primeras se refieren a aquellas plantas que poseen mecanismos de resistencia
a la salinidad, aunque su grado de tolerancia es muy variable. La mayor parte de
las plantas cultivadas, se consideran como no halófitas, siendo las más
tolerantes la mayoría de los cereales.
En general, los paisajes de los suelos salinos se caracterizan por desarrollar una
vegetación escasa, con frecuentes claros.
.
Los efectos de la salinidad se podrían agrupar bajo tres aspectos diferentes:
relaciones hídricas, balance de energía y nutrición (Martínez Raya, 1996).
2.5.2. Sodicidad:
La sodicidad o alcalinización se desarrolla cuando en la solución del suelo existe
una concentración elevada de sales sódicas capaces de sufrir hidrólisis alcalina,
de tipo carbonato y bicarbonato de sodio. Junto a estas sales de base fuerte
NaOH y ácido débil (H2CO3), existen importantes cantidades de sales sódicas
neutras carentes de propiedades alcalinizantes (principalmente cloruros y
sulfatos) y sales de calcio y magnesio.
Un elevado contenido en Na+ en la solución del suelo, en relación con el Ca2+ y
Mg2+, da lugar al incremento de este ión en el complejo de cambio, lo que
provocaría, dada su baja densidad de carga (elevado radio de hidratación y baja
carga), el aumento del espesor de la doble capa difusa, los efectos de repulsión
entre los coloides y, con ellos, la dispersión de la arcilla y la solubilización de la
materia orgánica. Según varios autores la concentración de Na+ frente al Ca++ y
Mg++ en la solución del suelo ha de ser superior al valor límite del 70% para que
el Na+ pueda desplazar al Ca++ y Mg++ en el complejo de cambio, dada la menor
energía de adsorción del sodio. Es generalmente admitido que para que el sodio
juegue un importante papel en la evolución del suelo, es decir, para que se
produzca la alcalinización, la concentración de sodio adsorbido frente a los otros
cationes ha de superar el valor crítico del 15%, o sea Na /S > 15% (S = suma de
otros cationes adsorbidos).
Las arcillas saturadas en Na tienen propiedades particulares, en presencia de
agua de lluvia por tanto con CO2 disuelto, se hidrolizan, liberando Na + y OH-
según la siguiente ecuación:
Arcilla-Na + H2O + CO2 <===> Arcilla-H + Na2CO3
Na2CO3 + H2O <===> 2Na+ + 2OH- + H2CO3
Como consecuencia el medio se alcaliniza rápidamente, alcanzándose valores
de pH progresivamente cada vez más altos; 9, 10 o incluso más.
Las ecuaciones anteriores se pueden simplificar en una:
Arcilla-Na + H2O <===> Arcilla-H + Na+ + OH-
La alcalinización del perfil produce una serie de consecuencias desfavorables
para las propiedades fisicoquímicas del suelo. Así tanto las arcillas sódicas como
el humus se dispersan, los agregados estructurales se destruyen. Las arcillas y
los ácidos húmicos se iluvian, acumulándose en el horizonte B, formándose un
horizonte de acumulación de arcillas sódicas, es decir, que se origina un
horizonte nátrico (si la intensidad de la iluviación es suficiente). Los cambios
estacionales producen el hinchamiento y contracción de las arcillas sódicas
(montmorillonita) formándose una estructura prismática fuertemente
desarrollada. Finalmente, como el medio se ha vuelto fuertemente alcalino, la
cristalinidad de las arcillas disminuye, se vuelven inestables, parte de ellas se
descomponen, se destruyen los vértices y aristas superiores de los prismas
originándose una estructura muy peculiar llamada columnar que presenta la cara
superior de los prismas redondeada. En ocasiones, los humatos sódicos
iluviados se acumulan en estas superficies revistiéndolas de colores muy
oscuros.
Este proceso se puede dar directamente en el suelo o puede aparecer a
continuación del proceso de salinización, cuando se produce el lavado de las
sales más solubles y se acumulan los carbonatos y bicarbonatos sódicos.
En los suelos sódicos, es el sodio el que causa la toxicidad, que podemos centrar
en tres vias distintas: efecto nocivo del sodio activo para el metabolismo y
nutrición de las plantas; toxicidad debida a los bicarbonatos y otros iones;
elevación del pH a valores extremos por acción del carbonato y bicarbonato
sódicos (Simón, 1996).
De las sales solubles son los sulfatos los que menos toxicidad presentan. Las
sales cloruradas son altamente tóxicas. Las sales sódicas presentan una
toxicidad muy alta y además su efecto adverso se ve aumentado por el elevado
pH que originan (9,5 a 10,5).
Solubilidad máxima
CE, dS/m gr/l meq/l
Todas las sales solubles pueden constituir soluciones con altísimos valores de
CE. Sin embargo el yeso tan solo puede dar soluciones con un máximo de 2,5
dS/m. Cuando en un suelo, el yeso es muy abundante, solo se encontrara
disuelto 2,04 gr/l y el resto se encontrara precipitado, por lo que la solución nunca
superará el valor de 2,5 dS/m.
2.7.1. Salinidad y producción:
A la hora de evaluar la posible productividad de un suelo salino hay que tener en
cuenta que los criterios de evaluación aquí señalados pueden tener un
comportamiento diferente en función de una serie de factores que suelen alterar
significativamente los resultados de las tablas de reducción de cosecha de las
distintas especies. Esto es una consecuencia de varios factores, entre los que
se encuentran la variabilidad que puede presentar la muestra de suelo
seleccionada para realizar la diagnosis de salinidad, las técnicas de cultivo
aplicadas, las diferentes condiciones de humedad del perfil del suelo, los
comportamientos variables según clases de sales existentes, o la selección de
especies y variedades adaptadas a las condiciones de salinidad e incluso la
relación entre la concentración de las sales durante las distintas fases del
desarrollo de los cultivos (Martínez Raya 1996).
Las técnicas de cultivo influyen positiva o negativamente sobre las condiciones
salinas. La incorporación de fertilizantes pueden elevar el contenido de ciertas
sales, como sucede con las derivadas del potasio o nitratos o facilitar el lavado,
al favorecer los procesos de intercambio. Las técnicas de riego utilizadas así
como, los caudales aplicados, van a incidir sobre el lavado y afectarán al
equilibrio salino de la solución del suelo, especialmente cuando se emplea la
técnica de fertirrigación. Las labores de preparación del terreno, la localización y
dosis de la semilla y posteriores labores de escarda tienen especial importancia
en condiciones de salinidad.
La utilización de materiales que afecten a las condiciones de humedad del perfil
del suelo, hace que puedan obtenerse rendimientos significativamente más
elevados de los señalados en la bibliografía. Con el empleo de las técnicas del
enarenado se han conseguido rendimientos económicamente rentables, en
plantas tan sensibles como la judía, con conductividades de 4 dSm-1 y con
reducciones de cosecha muy inferiores a las esperadas. Resultados parecidos
pueden obtenerse con el empleo de plásticos, paja, bagazo, etc (Martínez Raya,
1996).
Mass & Hoffman (1977) encuentran que existe una relación lineal entre la
salinidad del suelo y la disminución en la producción de los cultivos:
Y = 100 - b (CEs -a)
donde "Y" es la producción del cultivo en % con respecto al máximo, "CEs" es la
conductividad eléctrica del extracto de saturación en dS m-1 y "a" y "b" son dos
parámetros cuyos valores son constantes para cada cultivo. Esta ecuación
puede representarse gráficamente.
El valor "a" representa el máximo de conductividad para la cual la producción es
del 100 %, pudiéndose definir como el umbral de salinidad para cada cultivo. A
continuación viene un tramo inclinado que forma con la horizontal un ángulo
"alfa" cuya tangente es el parámetro "b", y que se puede considerar como el %
de disminución de rendimiento por unidad de CEs que supere el valor de "a"
(expresa la sensibilidad del cultivo a los aumentos de salinindad). Los
parámetros "a" y "b" para diferentes cultivos, así como los valores de "Y" para
diferentes CEs están expresados en la tabla, en la que también se incluyen las
salinidades del agua de riego para la misma disminución del rendimiento. En ella
se muestra la disminución de los cultivos a la salinidad expresada por distintos
valores de salinidad del suelo (CEs) y del agua de riego (CEar), refiriendolas a
disminuciones del rendimiento correspondientes al 0, 10, 25 y 50%. Para
disminuciones del cultivo superiores al 50% ya no se mantiene la linealidad en la
relación entre Y y CEs.
La relación entre Y y CEs se puede representar gráficamente obteniéndose 5
grupos de cultivos de diferente sensibilidad frente a la conductividad eléctrica.
Aceves (1979) propone otra ecuación para estimar Y, en la que se tienen en
cuenta la conductividad eléctrica del extracto de saturación (CEs), la
conductividad a la cual el rendimiento es cero (CEo) y la conductividad a la que
el rendimiento es del 100% (CE100):
Y = (CEo-CEs) / (CEo-CE100) x 100
las ecuaciones para estimar el rendimiento relativo de diversos cultivos se
pueden ver en la correspondiente tabla.
Suelo f
arenoso 0,9 - 1,0
2.7.3. Manejo:
De lo expuesto hasta ahora se desprende la importancia que tiene el agua de
riego en todos los problemas relacionados tanto con la salinización como con la
sodización.
Ante condiciones de salinidad, se puede decidir el no cultivo en estos suelos o
su utilización, con las limitaciones propias de su condición.
Para un manejo adecuado de éstos suelos, no sólo se ha de tener en cuenta las
condiciones específicas que nos encontramos, sino que es necesario hacer un
seguimiento de los mismos, con el fin de controlar su evolución.
El control periódico, exige unos métodos de medida de la salinidad fiables y que
sean operativos a nivel de campo. Los más utilizados han sido, la toma de
muestra de suelo y su análisis en laboratorio, que permita conocer todos los
parámetros que definen la salinidad. Existen, actualmente, otros métodos de
medida en el campo que son más operativos, rápidos y no destructivos y que
facilitan el conocimiento de la evolución de la salinidad, aunque la mayoría de
ellos sólo permitan conocer la conductividad. Entre éstos, podemos destacar: el
sensor de cuatro electrodos y sensor de salinidad, sensibles a las variaciones de
humedad del suelo, sensor electromagnético que relaciona la conductividad
eléctrica con la recepción de una señal electromagnética inducida por una bobina
colocada en la superficie del suelo, y la sonda de succión que permite obtener
muestras de solución del suelo y determinar en ella conductividad y composición
iónica (Simón, 1996).
En parcelas de seguimiento y para determinados cultivos, existen otros métodos,
como el empleo de lisímetros elementales de drenaje que permiten obtener
lixiviados y determinar en ellos los iones del agua de drenaje, posibilitando hacer
un balance salino del perfil del suelo.
Con ciertos niveles de salinidad, se pueden obtener rendimientos aceptables, si
se eligen aquellas plantas tolerantes a estos niveles. Para ello utilizaremos las
tablas correspondientes, que nos sirven como base para la selección de cultivos
y predecir los posibles rendimientos. Pero los valores dados en las tablas,
pueden quedar alterados tanto por las condiciones específicas de cada parcela,
como hemos citado anteriormente, como por la aplicación de técnicas de cultivo
adecuadas. Nos referiremos a aquellas técnicas que pueden alterar
significativamente dichos valores.
En la preparación del suelo, se debe conseguir que el movimiento del agua, tanto
en profundidad como en superficie, sea lo más uniforme posible, facilitando el
drenaje y el desagüe, con labores que eliminen la suela de arado y actúen sobre
los límites abruptos entre horizontes. Con un riego de presiembra, capaz de lavar
las sales precipitadas en la estación seca, se dispondrá de un perfil de partida
menos salino. Se evitará la formación de costra superficial, frecuente en estos
suelos de elevada concentración de sales y con efectos negativos sobre la
nascencia de las plantas. La práctica de la siembra directa disminuye o evita la
formación de costra y conserva un cierto grado de humedad en la superficie del
suelo. Con esta misma finalidad, se puede emplear cualquier material sobre el
terreno, que tenga un efecto de &laqno;mulching» manteniendo la humedad de
los horizontes superficiales y los niveles de concentración de las sales, dentro
de valores aceptables por las plantas seleccionadas. Tal sucede con los
enarenados, que consiguen bajar los porcentajes de reducción de cosecha, que
figuran en la bibliografía, para cultivos sensibles a determinados niveles de
conductividades del extracto de saturación, o del agua empleada en el riego.
La siembra debe de realizarse de tal manera que se consiga una buena
germinación y nascencia. Para ello la semilla debe estar localizada en zonas
donde la concentración de sales sea lo más baja posible y disponga de la
humedad suficiente. Si el riego se hace por surcos, el lugar recomendable de
colocación de la semilla (o plantones) es en la mitad del lomo. La previsible
disminución del porcentaje de germinación que ocasiona la concentración de
sales, se puede paliar aumentando la dosis de siembra.
El riego afecta directamente a las condiciones salinas y no solamente por la
calidad del agua. La técnica de riego empleada influye en la variación del
potencial hídrico del suelo, encontrándose las fluctuaciones más amplias en los
sistemas de gravedad (por inundación) y de aspersión y manteniéndose casi
constante este potencial en los riegos de alta frecuencia (aspersión y goteo).
Igualmente estos sistemas inciden en los contenidos de humedad del suelo y
como consecuencia en la variación de la concentración de sales, de la solución
del mismo. Los riegos de alta frecuencia y localizados, mantendrán esta
concentración casi uniforme dentro de la zona mojada, pero será elevada en los
límites de ésta. La distribución de sales será más uniforme en los de gravedad y
aspersión, pero a medida que los intervalos entre riegos aumentan, las
variaciones en el contenido de humedad lo harán también y como resultado la
concentración de sales, encontrándose las conductividades menores,
inmediatamente después del riego y las mayores al final de cada intervalo. El
lavado de sales será mayor con los riegos de gravedad y aspersión y menor en
los localizados. A medida que la eficacia del riego calculada para compensar
solamente la evapotranspiración, sea más alta, los lavados de sales serán
menores, lo cual, tendrá su incidencia en los rendimientos. Esta consideración
ha de tenerse en cuenta cuando se utilice la técnica de riegos deficitarios
(Martinez Raya, 1996).
La fertilización ha de realizarse adecuadamente, especialmente en cuanto a la
selección y localización de los abonos. Han de aplicarse abonos que no eleven
los contenidos iónicos causantes de la salinidad. Por el contrario, han de
emplearse aquellos que puedan mejorar estos contenidos y faciliten el
intercambio iónico desde el punto de vista de su lavado. Existen en la bibliografía,
diversas tablas que nos permiten seleccionar aquellos abonos con menor índice
de salinidad y aconsejables para cada caso concreto.
La aplicación de los fertilizantes a través del agua de riego, altera la composición
de sales de ésta y como consecuencia de la solución del suelo. Se deben
seleccionar clases y cantidades máximas de abono por volumen de agua de
riego aplicada, para no incidir negativamente en la presión osmótica de la
solución del suelo. Esta técnica, normalmente es empleada en riegos localizados
y como consecuencia actúa con rapidez y directamente sobre el volumen de
suelo explorado por las raíces, por lo cual, puede tener consecuencias negativas,
o beneficiosas si se utilizan productos que mejoren las condiciones químicas del
agua del suelo. Finalmente todos aquellos fertilizantes que mejoran las
propiedades físicas del suelo facilitarán el movimiento de agua del perfil. La
incorporación de materia orgánica actúa sobre estas propiedades e incrementa
su fertilidad.(4)
Pero si en el suelo son abundantes las sales sódicas de reacción alcalina como
los carbonatos y bicarbonatos sódicos, el lavado artificial del suelo provoca
efectos contraproducentes, ya que al añadir más agua lo que se consigue es que
el suelo sea cada vez más alcalino, pues como ya hemos visto.
Arcilla-Na + H2O + CO2 <===> Arcilla-H + Na2CO3
Na2CO3 + H2O <===> 2Na+ + H2O + H2CO3
En estos casos, el problema puede solventarse (aunque con graves dificultades
prácticas) utilizando mejoradores que consiguen cambiar el anión de la sal
sódica. Estos mejoradores pueden ser de varios tipos, aunque los más
frecuentemente empleados son de tres clases: otras sales solubles de calcio,
como el yeso, ácidos o formadores de ácido, azufre, ácido sulfúrico, sulfatos de
hierro o aluminio y sales de calcio de baja solubilidad, como la caliza molida o
subproductos de la industria azucarera. Actualmente se encuentran en el
mercado productos, denominados desalinizadores que actúan especialmente
sobre la humedad del suelo.
BIBLIOGRAFIA:
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Reproducción autorizada, con indicación de la fuente bibliográfica.
Mayo 2009.
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Academia de Ciencias de Cuba, 1985.
(7) www.Edafologia\Suelo salino - Wikipedia, la enciclopedia libre.htm