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Comenzando por el nuevo artículo 6 del CPP, al reafirmar que la acción aún le
corresponde al Ministerio Público, establece que las nóveles prerrogativas del
Particular Damnificado sólo se activan ante el eventual pedido de
sobreseimiento o el desistimiento de la acusación por parte del Agente Fiscal.
Esto convierte al Particular Damnificado en cotitular de la acción penal pero
teniendo su ejercicio en estado latente ya que el ejercicio INICIAL de la acción
es propia e indelegable del Ministerio Público.
En este sentido, el Art. 79 del CPP, que estipula los derechos y facultades del
PD incorporó en su inciso 4to, el "Formular requerimiento de elevación a juicio
con los alcances del Art. 334 bis e intervenir en la etapa de juicio". Esto sólo
será en caso de que el Fiscal de alzada mantenga el sobreseimiento postulado
por el fiscal de instrucción, caso contrario, se remitiría la competencia al fiscal
de grado que debería propugnar un ejercicio automático de la acción.
Es este último caso, la intervención del Agente Fiscal, para algunos, sería de
carácter inercial e irracional en lo que respecta al ejercicio de la acción penal.
Pero bien podría analizarse a la luz del principio de unicidad de la acción, que
no debería verse modificado por una cuestión de estructura orgánica del
Ministerio Público.
¿Y por qué resulta difícil pensar esto? Porque es imposible. Este sujeto no
tiene ningún rasgo de imparcialidad, su deseo no es el esclarecimiento de la
verdad, sino obtener la condena. En general, aunque no exclusivamente, los
móviles determinantes de la intervención del Particular Damnificado son
económicos, más aun teniendo en cuenta que los hechos que se determinan
acaecidos en sede penal no pueden ser controvertidos en sede civil. Y aun
cuando sus razones no sean de índole económica, e intervenga porque se
siente agraviado en sus sentimientos, es riesgoso -y hasta ingenuo- esperar de
su parte un atisbo de objetividad y materializarla, por ejemplo, aportando una
prueba que demuestre la falta de autoría de quién es imputado en el proceso.
Hay que decirlo con todas las letras (y acá se ve la mezcla de modelos) la
justicia del Particular Damnificado como acusador principal no resulta objetiva
ni inspirada en intereses públicos. El interés por la condena es privado. Y esto
no quiere decir que sea malo, pero sí que es bien distinto a la tradición
publicística del derecho penal argentino. Ahora bien, las consecuencias
¿Cuáles serían? Innegable es que "Los valores del proceso" ya no serían los
mismos, se incorporarían otros; privatistas. Dicho esto, deben someterse a
reinterpretación todas aquellas reglas que se evidencien en pugna con el
modelo de la justicia penal argentina y que estructuran la acción. Seguramente
entremos en un proceso de amplia reformulación.
Pero en lo que hace a la discusión final del debate, en caso de que hayan
asistido tanto el fiscal como el Particular Damnificado, se autoriza a este último
a replicar como lo hace la Defensa y el Ministerio Público pero con la
particularidad de que autoriza a "sostener" la acusación en caso de que el
Ministerio Público no lo hiciera. Y notamos que es una particularidad porque en
ambos casos, el Particular Damnificado podría adherirse a la acusación o
sostenerla pero con el alcance con que le hubiera dado el fiscal en el
requerimiento de elevación a juicio. Esta cuestión, de alguna forma, contradice
esta nueva facultad autónoma que propicia el reformado artículo del CPP,
privándolo al Particular Damnificado de formular su propia acusación.
En este mismo orden, si del resultado del debate surge que el hecho es distinto
al descripto en la acusación, el Particular Damnificado también podrá ampliar la
acusación en la forma que lo hace el fiscal.
El producto que arroje lo transitado por este camino, aún las inconsistencias
conceptuales con las cuales eventualmente nos encontremos, deberán ser
abordadas en cada caso concreto con un celoso resguardo de las garantías del
imputado y del derecho del ofendido a perseguir y obtener, un pronunciamiento
útil a su legítimo interés.