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Lo que nunca escogí

“lo único, no te pierdas a sí mismo”


L. Wittgenstein

“Considerar el objeto como elemento de


investigación, es una tarea que muchas
disciplinas científicas, al momento de escribir,
posibilitan la observación mediante un método
determinado. Lo complejo esta, cuando ese
objeto sobre el cual se trata de escribir, es uno
mismo.” Bernardo Padilla González.

Las ciencias humanas, durante siglos, han realizado y buscado


incansablemente, una definición que logre estandarizar el concepto del ser
humano en términos del lenguaje, para acto seguido, definirlo desde sus
posibles perspectivas epistemológicas.

Por esta razón, cuando se le interviene a la antropología, la filosofía, la


psicología, y demás ciencias humanas, en sus grandes consideraciones,
siempre tienen un concepto de “que es el ser humano”. De modo que, las
definiciones otorgadas por las ciencias humanas sobre el hombre, se agotan en
el mismo concepto, pues determinar las acciones, sentimientos y demás
realizaciones humanas, son elementos que están compuestos de
consideraciones y/o opiniones indecibles, donde lenguaje, no tiene la capacidad
y los recursos lingüísticos para definir el ser humano.

En este orden, cabe considerar que ninguna de las ciencias humanas, pueda
definir el sujeto como una fracción matemática, pero de lo que si pueden decir,
la epistemología del hombre como objeto de estudio, es acerca de las amplias
relaciones que se establecen en su mundo contingente.
De ahí que, durante años he venido trabajando, una ruta que me ha posibilitado
el conocimiento de “sí mismo,” para lograr construir ese concepto abstracto,
que los teóricos han llamado personalidad.

De esta forma, la ruta en términos del conocimiento de “sí mismo o de mi


mismidad,” se ha desarrollado desde cuatro perspectivas en relación al ser
humano que soy: el yo, el otro, el cosmos, y la trascendencia. Oponiéndome a la
idea de definirme como el concepto de un objeto.

EL YO

Es importante dejar por sentado, que el “yo” es la consideración más abstracta y


misteriosa que me interpela. Pues en este completo y frecuente desconocimiento
de mi ser. En mi “yo”, es donde logro definir lo que soy.

“El yo entra en el mundo por el hecho de que el mundo es mi mundo”


(Wittgenstein, 2009, p. 107)

El “yo” es límite de mi lenguaje, y de mi mundo. En esta instancia, realiza un


aporte significativo entre sujeto y el yo, donde se constituye el límite del lenguaje
y la aprehensión del mundo de los hechos como mi mundo, por ser yo quien
observa en el gran campo visual. Es por esta razón, que mi “yo” me define como
sujeto en relación al otro, al cosmos, y la trascendencia.

Mi “yo”, es esa condición no pictórica, inimaginable, e intangible. Pero es lo que


me permite la acción existente de mi mismidad.

EL OTRO

En el otro, es donde mi identidad se reafirma y existe, pues es en el otro,


donde confirmo mi realidad y la del otro, la relación con el mundo de los
hechos, mi supervivencia, y la percepción de que yo éxito en espacio y tiempo.
COSMOS

Es posible considerar que los seres humanos no nacemos, y que por el contrario
solo “aparecemos” como una acto contingente de la vida, y en este aparecer,
chocamos con los objetos que existen en el mundo, haciéndonos repetidas
preguntas del “por qué existimos”. Sin embargo, y aunque no logro responderme,
es de considerar que la estética del cosmos me asombra constantemente, y acto
seguido, me exhorta a mediar y contemplar lo extraño, lo raro, lo bello y genial
que es el cosmos.

TRANSCENDENCIA

Los misterios sublimes de la naturaleza, generalmente, me han provocado la


pregunta sobre creador. Luego, cansado a tantas preguntas. Desde hace poco
años, decidí no volver hacerlas, pues el realizarlas no implicada nada en las
respuesta, de ahí que he venido tomado la perspectiva sobre la contemplación
de las cosas, como aquella construcción indecible que el lenguaje no puede
codificar. Y donde solo queda cabida a una condición mística.

En suma, este soy yo, un ente indefinible y de pensamiento abstracto, raro y


extraño, dotado de un cuerpo sensible, condicionado para vivir lo que nunca
escogí.

Referencias

Wittgenstein, L. (2009). Diario Filosófico. Madrid: Gredos.

Bernardo Padilla González


Maestría en educación
UCM

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