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Tema: María, modelo de seguimiento y mujer plena

Objetivo:
Que los jóvenes descubramos en las actitudes de María el modelo perfecto de seguimiento a
Cristo, para que, imitándola alcancemos la plenitud a la que hemos sido llamados.

Oración Inicial:
 Colocar una imagen de la Santísima Virgen María adornada con un arreglo floral.
 Iniciar con un canto a María.
 Proclamar el Evangelio de San Lucas 1, 26-38.
 Dejar unos momentos de silencio personal.
 Hacer la siguiente oración del Beato Juan Pablo II:
Ruega por nosotros, Madre de la Iglesia.
Virgen del Adviento, esperanza nuestra,
de Jesús la aurora, del cielo la puerta.

Madre de los hombres, de la mar estrella,


llévanos a Cristo, danos sus promesas.

Eres, Virgen Madre, la de gracia llena,


del Señor la esclava, del mundo la Reina.
Alza nuestros ojos, hacia tu belleza, ¡Amén!

 Proclamar el Ave María y un canto a nuestra Madre.

Introducción:

Se ha reflexionado sobre el proyecto de Dios Padre, el Reino, de cómo seguir a Jesucristo y lo


que implica ser su discípulo en la actualidad. Ahora contemplemos a María Santísima para descubrir
en ella aquellas actitudes que la muestran como el mejor modelo de seguimiento de su hijo amado.
En la Sagrada Escritura el objeto y centro de la revelación es Jesucristo. Hay varios pasajes que
hablan de Jesucristo y de María de manera directa o indirecta: la Encarnación del Verbo, el nacimiento
de Jesús, su presentación y su perdida en el templo a los doce años, su manifestación en Caná de
Galilea, su pasión, muerte y resurrección, el envío del Espíritu Santo. El acontecimiento de Cristo no se
dio sin María. “Mediante el misterio del Hijo se aclara también el misterio de la Madre”.
Contenido:

María, discípula de Jesús


En la Iglesia de nuestros días, enfrentada al desafiante reto del “seguimiento de Cristo” en
medio de nuestro mundo sometido a un profundo cambio cultural, aparece María como “modelo y
prototipo” de un auténtico discipulado.
María no perteneció al grupo de discípulos constituido formalmente por Jesús para que le
siguieran, haciendo vida en común con Él (Cfr. Mc 3, 13-19; Lc 6, 12-16; Jn 15, 16). Ni siquiera formaba
parte del grupo de mujeres “seguidoras” y “discípulas” de las que cuenta Lucas en su evangelio (Cfr.
Lc 8,1-3). Perteneció al grupo de discípulos “domésticos” porque permanecían en su propia casa, en
su pueblo natal: Zaqueo, José de Arimatea, Nicodemo, Marta y sus hermanos Lázaro y María, etc.
Ella fue bienaventurada no tanto por haber llevado en su seno y amamantado de sus pechos
a Jesús, sino por formar parte del grupo de los que, oyendo la Palabra de Dios, y guardándola en su
corazón, se hacen discípulos (Cfr. Lc 11,27-28). Ella es bienaventurada porque, superando los simples
lazos maternales, ha entrado a formar parte de la familia de Cristo, es decir, una familia de “oyentes
de la Palabra” y generosos “realizadores” de la misma. La calidad de su discipulado obtiene el mérito
en la expresión dirigida a los criados en las Bodas de Caná: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5). La
orden de María era la expresión de lo que ella misma vivía y de lo que la primera comunidad había
intuido en la relación de María con Jesús. La imagen global de María que nos ofrece el N. T., es la de
una mujer que, con una coherencia extraordinaria, se puso siempre al servicio del Señor. Fue una
mujer que escuchó la Palabra, la meditó en el silencio y en la oscuridad, superó la tentación de la
incredulidad. Se colocó incondicionalmente al servicio de la causa de su Hijo. Fue perfecta “seguidora”
de Jesús, aunque no siempre lo siguiera físicamente.
Pero, ¿cuál fue la respuesta de María?, ¿cómo acogió este mensaje?, ¿qué actitudes
descubrimos en ella para aceptar el proyecto de Dios en su vida?. Tengamos en cuenta que María era
una joven con un proyecto de vida que ya había asumido, “desposada” significa que ya estaba
comprometida en matrimonio con José. Y ante el saludo del ángel se desconcierta, pues el llamarla
“llena de gracia” significa que es una mujer plena, un elogio que sacude todo su ser. Al escuchar el
mensaje de Dios, cuestiona, pero no es una pregunta en la que involucre sus proyectos o reniegue de
lo que vendrá después, ella cree en el proyecto de Dios, pero humanamente no sabe cómo podrá
realizarse. Y a la respuesta del ángel expresa el “sí” de abandono total a la voluntad del Padre,
dejando que Él obre en ella sus maravillas.
 Escucha la voz de Dios. El “escuchar” para los judíos era de gran importancia en su vida.
“Shemá Israel” era una actitud que no solo disponía a recibir un mensaje sino que disponía
todo el ser de la persona para que ya desde el escuchar, se tuviera el deseo de acoger e ir
realizando el mensaje como una “orden” que cambiaría su vida.
 Por tanto, acepta el plan de Dios, renunciando a sus proyectos: María tiene la certeza de
que, el que “renuncia a sí mismo y hace la voluntad de Dios es el más grande en el reino de
los cielos”.
 Se abandona a Dios para que él haga según su voluntad. En otras palabras deja a Dios ser
Dios. El Omnipotente (el que todo lo puede), el Omnisciente (el que todo lo sabe), el
Omnipresente (el que todo lo posee), va a obrar en ella. Así como el alfarero toma entre sus
manos el barro para modelar un hermoso jarrón, así ella se abandona en las manos del Padre
teniendo la certeza de que no puede estar en mejores manos para que haga en ella sus
maravillas.
 Está dispuesta a cumplir la misión que Dios ha escogido para ella: la certeza de ser
la Madre de Dios con todas sus consecuencias. Primero dejar que se geste en su vientre para
que al nacer le brinde todo su amor, ternura, cuidados, etc. Después educarlo, formarlo,
acompañarlo en toda su vida hasta que se cumpla la obra de Dios en la historia.

Pocas veces aparece María en los evangelios, pero son suficientes, para mostrarnos que Ella es
la primera y más perfecta discípula; así encontramos todas las características del discipulado según el
corazón de Dios: la escucha amorosa y atenta (Lc 1,26-38; 11,27-28), la obediencia sin límites a la
voluntad del Padre (Lc 1,38), la fidelidad hasta la cruz (Jn 19,25-27), ella continuó fielmente junto a la
comunidad de los apóstoles, animando su oración y su unidad, e implorando con esa la venida del
Espíritu Santo (Hech 1,14).
María es el sí para Dios que nos debe de motivar a nosotros los jóvenes, además, no debemos
olvidar que todo ello requirió del querer y de la voluntad de una jovencita, llamada María, es decir,
de la presencia de un ser inmaculado predestinado por Dios, la mujer llena de gracia, quien aceptó
ser la Madre de Dios y guardó todas las cosas en su corazón. La Virgen, que no es soberana, sino
servidora; no es meta, sino camino; no es semidiosa, sino la humilde esclava de Dios; y es, por encima
de todo, la Madre que sigue dando a luz a Jesucristo en nosotros.
María es la mujer llena de gracia, la preferida del Señor. Ella hizo alianza de amor con Dios y
le será fiel durante toda la vida. Es llamada gratuitamente por Dios, pero en su vocación supo
responder fielmente al amor que Dios derramó en su corazón.
Hoy vivimos en una época marcada por cambios profundos y acelerados, con sus
consecuencias de confusión, miedo y desarraigo. Esta situación no es una invitación al desánimo, sino
un llamado vigoroso a una profunda confianza y a la colaboración con el Padre Dios, Señor de la
historia personal y de los pueblos.
María es el modelo de esta actitud filial. Su vida también se desarrolló en un tiempo difícil.
Ella conoció la incertidumbre, la persecución, la pobreza, la lucha, la muerte. A través de todas estas
alternativas de su historia se adhiere a la voluntad del Padre, se abandona confiadamente a su
conducción y colabora activamente con sus planes. El “sí” de María es para todos los cristianos una
lección y un ejemplo para convertir la obediencia a la voluntad del Padre en camino y en medio de
santificación propia.
María, al aceptar con plena disponibilidad las palabras del ángel Gabriel, que le anunciaba
que sería la madre del Mesías, comenzó a tomar parte en su vida siendo protagonista, madre,
maestra y ejemplo de toda virtud, aprendió a vivir en soledad sin sentirse sola, a contemplar en el
silencio, a sentir sin reprochar y se convirtió en amiga y confidente enseñando con su ejemplo a vivir
sin rencores, sin falsas caretas, compartiendo siempre con los demás en un ambiente armónico, sin
miedos ni preocupaciones y manteniendo siempre una vida plena, llena de amor.
Hoy en día se habla mucho de la promoción de la mujer. Y esto es muy importante y muy
justo. El primero que quiso la promoción de la mujer es el mismo Padre Dios. Hizo de María el modelo
y el prototipo de Mujer plena.
Nos dice Benedicto XVI: “María Santísima, la Virgen pura y sin mancha es para nosotros escuela
de fe destinada a guiarnos y a fortalecernos en el camino que lleva al encuentro con el Creador del
cielo y de la tierra. El Papa vino a Aparecida con viva alegría para decirles en primer lugar:
Permanezcan en la escuela de María. Inspírense en sus enseñanzas. Procuren acoger y guardar dentro
del corazón las luces de ella, que por mandato divino, les envía desde lo alto” (Discurso al final del
rezo del Santo Rosario en el Santuario de Nuestra Señora Aparecida, 12 de Mayo de 2007).
La Virgen se convierte así en modelo para quienes acogen la palabra de Cristo. Ella, creyendo
ya desde la Anunciación en el mensaje divino y acogiendo plenamente a la Persona de su Hijo, nos
enseña a ponernos con confianza a la escucha del Salvador, para descubrir en él la Palabra divina
que transforma y renueva nuestra vida. Asimismo, su experiencia nos estimula a aceptar las pruebas
y los sufrimientos que nos vienen por la fidelidad a Cristo, teniendo la mirada fija en la felicidad que
ha prometido Jesús a quienes escuchan y cumplen su palabra. Somos invitados a meditar una vez
más en el misterio de nuestra vida, nos toca a nosotros sentir el fuerte deseo de llegar a esta meta, la
plenitud.

Dinámica:
 Repartir a cada joven un trocito (20 cm. Aprox.) de galón dorado, listón o algo similar.
 Se les dice a los jóvenes que en silencio van a pensar en cinco cosas que quieran agradecerle a
María, y por cada cosa que vayan pensando van a hacer un nudo en el listón o galón dorado.
Al terminar van a unir las dos puntas de tal manera que figure una corona del rosario.
 Se les pide que piensen en un título que les gustaría darle a María y lo mencionen al momento
que ofrecen su corona al cuadro de la Virgen María.

Oración Final:
Concluir en momento de oración diciendo:
Guía: Dios envía al ángel Gabriel con una joven de la ciudad de Nazaret llamada María.
Todos: ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía!
Guía: María estaba desposada con un hombre llamado José de la descendencia de David.
Todos: ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía!
Guía: A María le desconcierta el saludo del ángel, quizá incluso le tuvo miedo.
Todos: ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía!
Guía: El ángel la tranquiliza y le explica cuál es la misión que se le ha encomendado, ser la Madre de
Dios.
Todos: ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía!
Guía: Concebirás por obra del espíritu Santo y darás a luz un hijo al que pondrás por nombre Jesús.
Todos: ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía!
Todos: María, pequeña María. La siempre dócil a la voz del Creador. La discípula fiel y prudente. Tú
eres la estrella de la evangelización. La Madre de todos nosotros. La joven de la esperanza.
Guía: Aseméjanos a ti y enséñanos a caminar por la vida tal como tú lo hiciste: Fuerte, digna, sencilla
y bondadosa, repartiendo amor, paz y alegría. En nosotros, recorre nuestro tiempo, preparándolo
para Cristo Jesús” Amén.

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