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Objetivo:
Que los jóvenes descubramos en las actitudes de María el modelo perfecto de seguimiento a
Cristo, para que, imitándola alcancemos la plenitud a la que hemos sido llamados.
Oración Inicial:
Colocar una imagen de la Santísima Virgen María adornada con un arreglo floral.
Iniciar con un canto a María.
Proclamar el Evangelio de San Lucas 1, 26-38.
Dejar unos momentos de silencio personal.
Hacer la siguiente oración del Beato Juan Pablo II:
Ruega por nosotros, Madre de la Iglesia.
Virgen del Adviento, esperanza nuestra,
de Jesús la aurora, del cielo la puerta.
Introducción:
Pocas veces aparece María en los evangelios, pero son suficientes, para mostrarnos que Ella es
la primera y más perfecta discípula; así encontramos todas las características del discipulado según el
corazón de Dios: la escucha amorosa y atenta (Lc 1,26-38; 11,27-28), la obediencia sin límites a la
voluntad del Padre (Lc 1,38), la fidelidad hasta la cruz (Jn 19,25-27), ella continuó fielmente junto a la
comunidad de los apóstoles, animando su oración y su unidad, e implorando con esa la venida del
Espíritu Santo (Hech 1,14).
María es el sí para Dios que nos debe de motivar a nosotros los jóvenes, además, no debemos
olvidar que todo ello requirió del querer y de la voluntad de una jovencita, llamada María, es decir,
de la presencia de un ser inmaculado predestinado por Dios, la mujer llena de gracia, quien aceptó
ser la Madre de Dios y guardó todas las cosas en su corazón. La Virgen, que no es soberana, sino
servidora; no es meta, sino camino; no es semidiosa, sino la humilde esclava de Dios; y es, por encima
de todo, la Madre que sigue dando a luz a Jesucristo en nosotros.
María es la mujer llena de gracia, la preferida del Señor. Ella hizo alianza de amor con Dios y
le será fiel durante toda la vida. Es llamada gratuitamente por Dios, pero en su vocación supo
responder fielmente al amor que Dios derramó en su corazón.
Hoy vivimos en una época marcada por cambios profundos y acelerados, con sus
consecuencias de confusión, miedo y desarraigo. Esta situación no es una invitación al desánimo, sino
un llamado vigoroso a una profunda confianza y a la colaboración con el Padre Dios, Señor de la
historia personal y de los pueblos.
María es el modelo de esta actitud filial. Su vida también se desarrolló en un tiempo difícil.
Ella conoció la incertidumbre, la persecución, la pobreza, la lucha, la muerte. A través de todas estas
alternativas de su historia se adhiere a la voluntad del Padre, se abandona confiadamente a su
conducción y colabora activamente con sus planes. El “sí” de María es para todos los cristianos una
lección y un ejemplo para convertir la obediencia a la voluntad del Padre en camino y en medio de
santificación propia.
María, al aceptar con plena disponibilidad las palabras del ángel Gabriel, que le anunciaba
que sería la madre del Mesías, comenzó a tomar parte en su vida siendo protagonista, madre,
maestra y ejemplo de toda virtud, aprendió a vivir en soledad sin sentirse sola, a contemplar en el
silencio, a sentir sin reprochar y se convirtió en amiga y confidente enseñando con su ejemplo a vivir
sin rencores, sin falsas caretas, compartiendo siempre con los demás en un ambiente armónico, sin
miedos ni preocupaciones y manteniendo siempre una vida plena, llena de amor.
Hoy en día se habla mucho de la promoción de la mujer. Y esto es muy importante y muy
justo. El primero que quiso la promoción de la mujer es el mismo Padre Dios. Hizo de María el modelo
y el prototipo de Mujer plena.
Nos dice Benedicto XVI: “María Santísima, la Virgen pura y sin mancha es para nosotros escuela
de fe destinada a guiarnos y a fortalecernos en el camino que lleva al encuentro con el Creador del
cielo y de la tierra. El Papa vino a Aparecida con viva alegría para decirles en primer lugar:
Permanezcan en la escuela de María. Inspírense en sus enseñanzas. Procuren acoger y guardar dentro
del corazón las luces de ella, que por mandato divino, les envía desde lo alto” (Discurso al final del
rezo del Santo Rosario en el Santuario de Nuestra Señora Aparecida, 12 de Mayo de 2007).
La Virgen se convierte así en modelo para quienes acogen la palabra de Cristo. Ella, creyendo
ya desde la Anunciación en el mensaje divino y acogiendo plenamente a la Persona de su Hijo, nos
enseña a ponernos con confianza a la escucha del Salvador, para descubrir en él la Palabra divina
que transforma y renueva nuestra vida. Asimismo, su experiencia nos estimula a aceptar las pruebas
y los sufrimientos que nos vienen por la fidelidad a Cristo, teniendo la mirada fija en la felicidad que
ha prometido Jesús a quienes escuchan y cumplen su palabra. Somos invitados a meditar una vez
más en el misterio de nuestra vida, nos toca a nosotros sentir el fuerte deseo de llegar a esta meta, la
plenitud.
Dinámica:
Repartir a cada joven un trocito (20 cm. Aprox.) de galón dorado, listón o algo similar.
Se les dice a los jóvenes que en silencio van a pensar en cinco cosas que quieran agradecerle a
María, y por cada cosa que vayan pensando van a hacer un nudo en el listón o galón dorado.
Al terminar van a unir las dos puntas de tal manera que figure una corona del rosario.
Se les pide que piensen en un título que les gustaría darle a María y lo mencionen al momento
que ofrecen su corona al cuadro de la Virgen María.
Oración Final:
Concluir en momento de oración diciendo:
Guía: Dios envía al ángel Gabriel con una joven de la ciudad de Nazaret llamada María.
Todos: ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía!
Guía: María estaba desposada con un hombre llamado José de la descendencia de David.
Todos: ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía!
Guía: A María le desconcierta el saludo del ángel, quizá incluso le tuvo miedo.
Todos: ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía!
Guía: El ángel la tranquiliza y le explica cuál es la misión que se le ha encomendado, ser la Madre de
Dios.
Todos: ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía!
Guía: Concebirás por obra del espíritu Santo y darás a luz un hijo al que pondrás por nombre Jesús.
Todos: ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía!
Todos: María, pequeña María. La siempre dócil a la voz del Creador. La discípula fiel y prudente. Tú
eres la estrella de la evangelización. La Madre de todos nosotros. La joven de la esperanza.
Guía: Aseméjanos a ti y enséñanos a caminar por la vida tal como tú lo hiciste: Fuerte, digna, sencilla
y bondadosa, repartiendo amor, paz y alegría. En nosotros, recorre nuestro tiempo, preparándolo
para Cristo Jesús” Amén.