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Contingencia,
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solidaridad
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Título original: Contingency, irony and solidaríty
Publicado en inglés por Cambridge University Press, Nueva York
Traducción de Alfredo Eduardo Sinnot
Revisión técnica de Jorge Yigil
Cubierta de Mario Eskenazi v Pahlo Martín
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ISBN: 84-7509-669-7
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Impreso en Hurope, S.A.,
I Recaredo, 2- 08005 Barcelona
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Impreso en España - Printed in Spain
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SUMARIO
Prefacio l3
Introducción l5
histori.rrtár. propugno
que no intentemos elegir entreillos,
sino, más bien, la exigencia de una .. -
portancia y utilizarlospara diferentes propósitos. darles la misma im_ tentamos con fratar -:!
Autores como Kierke_
gaard, Nietzsche, Baudelaire, proust,
ri"ia"gg"., ñ;b;ü;o., rutioro. dad humana comu :¡-
como ejemplares, como ilustraciones, de co=rio puede mensurables. Traza ,¿
privada: una vida autónoma, que se...u u ,". tu p".r...r¿r, mi definición de librr *.
Mill, Dewey, Habermas y Rawls.o.,.o.r.irdrau"o, arto.". .J-o Marx,
sí misma.
personas que piensan c
Están comprometidos en un esfuerzo compartido,
_¿. [r" hacer. Empleo el re¡:-..
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sociar:Ii-"1'i-,"rro po.
hacer que nuestras institucioner reconocen la contingr:
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menos crueles. sóro conside.u-o. opuestas
prácticas ,.u, *á. justas y
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si pensamos que urra perspectiva filásófica más ".p;;;;. ¿ aurores abandonado la idea .:=
amplia poá.ia pe.miti.- .
manidad, con todas aquellas personas que están convencidas de que tiene sente con el pasado, por
que existir un orden como ése. Pero no es así. La hostilidad hacia una for- Y, lo que es aún más irnp
ma particular de solidaridad, históricamente condicionada y posible- la elaboración de utopia
mente transitoria, no es hostilidad a la solidaridad como tal. Uno de mis realización incesante de
propósitos en este libro es sugerir la posibilidad de una utopía liberal: Verdad ya existente-
una utopía en la cual el ironismo, en el sentido pertinente del término,
sea universal. Una cultura posmetafísica no me parece más imposible
que una cultura posreligiosa, e igualmente deseable.
En'mi utcipía, la solidaridad humana no aparecería como un hecho
por reconocer mediante la eliminación del «prejuicio», o yéndose a es-
conder a profundidades antes ocultas, sino, más bien, como una meta por
alcanzar. No se la ha de alcanzar por medio de la investigación, sino por
medio de la imaginación, por medio de la capacidad imaginativa de ver
a los extraños como compañeros en el sufrimiento. La solidaridad no se
descubre, sino se crea, por medio de la reflexión. Se crea incrementando
nuestra sensibilidad a los detalles particulares del dolor y de la humilla-
ción de seres humanos distintos, desconocidos para nosotros. Una sensi-
bilidad incrementada hace más difícil marginar a personas distintas a
nosotros, pensando: "No lo sienten como lo sentiríamos nosotros», o
*Siempre tendrá que haber sufrimiento, de modo que ¿por qué no dejar
qte ellos sufran? "
Este proceso de llegar a concebir a los demás seres humanos como
uuno de nosotros», y no como «ellos», depende de una descripción deta-
llada de cómo son las personas que desconocemos y de una redescripción
de cómo somos nosotros. Ello no es tarea de una feoría, sino de géneros
tales como la etnografía, el informe periodístico, los libros de historietas,
el drama documental y, especialmente, Ia novela. Ficciones como las de
Dickens, Olive Schreiner, o Richard Wright nos proporcionan detalles
acerca de formas de sufrimiento padecidas por personas en las que ante-
riormente no habíamos reparado. Ficciones como las de Choderlos de La-
clos, Henry James o Nabokov nos dan detalles acerca de las formas de
crueldad de las que somos capaces y, con ello, nos permiten redescribir-
nos a nosotros mismos. Esa es la razón por la cual la novela, el cine y la
televisión poco a poco, pero ininterrumpidamente, han ido reemplazando
al sermón y al tratado como principales vehículos del cambio y del pro-
greso moral.
En mi utopía liberal esa sustitución sería objeto de un reconocimiento
del que aún carece. Ese reconocimiento sería parte de un giro global en
contra de la teoría y hacia la narrativa. Ese giro sería un símbolo de nues-
tra renuncia al intento de reunir todos los aspectos de nuestra vida en
una visión única, de redescribirlos mediante un único léxico. Equivaldría
a un reconocimiento de lo que en el capítulo primero llamo nla contin-
gencia del lenguaie,: el hecho de que no hay forma de salirse de los diver-
sos léxicos que hemos empleado, y hallar un metaléxico que de algún
modo dé cuenta de todos los léxicos p osibles , de todas las formas posibles
de juzgar y de sentir. Una cultura historicista y nominalista como la que
concibo se conformaría, en cambio, con narraciones que conecten el pre-
TNTRODUCCTóN lg
sente con el pasado, por una parte, y, por otra parte, con utopías
futuras.
Y, lo que es aún más importart", corrsideraría ü reaiizacion áe
utopias, y
la elaboración de utopíás ulteriores, como un proceso sin término,
como
realización incesante de la Libertad, y no como convergencia hacia
una
Verdad ya existente.