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San Francisco de Asís

Saludos, soy Francisco, Francisco de Asís, pero pueden llamarme Frank, porque soy un viejo
amigo y un nuevo amigo y compañero constante.

Y sí, amados amigos, es verdad que hay mucho trabajo que hacer con el colectivo y con la
sanación de ese colectivo, porque ustedes lo saben. Porque mucho de lo que hacen y de lo que
han hecho a lo largo de toda esta vida, ha sido la limpieza, la sanación, el esclarecimiento del
dolor, de la pena, de la carencia, de la limitación, por la humanidad y para expandirlos en el
conocimiento no sólo de su ser sino de su potencial.

Uno de los mayores regalos a la humanidad de la Madre y del Padre es el regalo de los
animales. No me refiero simplemente a lo que muchos pensarán que son animales
“domesticados”, sino a todos los animales, porque ellos llevan el amor, llevan el equilibrio y
enseñan cómo vivir en armonía con ustedes mismos, con sus compañeros, cómo establecer
límites viables, cómo respirar y comer y alimentarse y cómo acostarse en el sol, e hibernar.

Uno de los mayores regalos que la Madre-Padre hizo a la humanidad son los animales.

Pero es especialmente cierto en el caso de los animales que los acompañan en el viaje de la
vida, porque lo que sostienen es el amor incondicional, es la esencia de ese equilibrio de dar y
recibir.

Y así, esos dulces compañeros, sí, nuestras mascotas, nos recuerdan que el alma esencial es
una de gracia, de paz, de compasión y de equilibrio. Esta, muy parecida a la de sus amados
amigos del reino animal, los han llamado atravesando millas, atravesando el aire, atravesando
el medio ambiente para que vengan y se reúnan, no sólo para la iluminación, sino también para
que nazcan y fructifiquen sus propios dulces seres superiores, ya que la dulzura de estos seres
que son nuestra compañía es, y será, extraordinariamente nutritiva para sus corazones.

Nos recuerdan que el alma esencial es una de gracia, de paz, de compasión y de equilibrio.

Y la capacidad que tienen para alimentar sus corazones y para que ustedes alimenten el de
ellos es un don mutuo. Cuando lo hacen, sí, por supuesto, están creando familia, pero lo que
también están haciendo es construir y edificar y reforzar y apoyar el puente entre los reinos. Y
ustedes tres – sí, el caballo pequeño, el caballo grande y su propio dragón – están formando
una tríada y es parte del portal y es parte de ustedes y es parte de ellos y es parte del regalo
tanto para ustedes, como a través de ustedes y de ustedes a este colectivo que llamamos
humanos y gaianos.
Con demasiada frecuencia, lo que ha ocurrido con la humanidad es que ha perdido la confianza
y ha perdido la confianza en su propia capacidad de dar y recibir amor. Es una situación
extraordinariamente triste que una persona no se fíe de sí misma para amar o recibir amor,
que anticipe ser herida o traicionada, ignorada o pasada por alto, infravalorada.

Es muy triste que una persona no se fíe de sí misma para amar o recibir amor.

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hermandadblanca.org

En esta transición de lo que significa ser literalmente un humano, los humanos están
aprendiendo de nuevo a confiar y a tener esperanza. Este es el regalo de la Madre.

Pero hay una pieza de implementación muy práctica, y parte de esa implementación es con los
animales porque, con frecuencia, los humanos se permiten confiar y ser amados por un animal,
y extienden la plenitud de su corazón y de su ser a un animal, y particularmente a un perro. Así
que se abren a la gran experiencia. Comienza a enseñarles, a recordarles, a renovarles lo que es
verdaderamente posible.

Y cuando se piensa en ello, amados, los equinos -sí, incluso los más aislados, excluidos, desde
los caballos de carreras de pura sangre a los ponis salvajes- en muchos sentidos, los caballos
son también los intermediarios entre lo que ustedes consideran como lo “salvaje” y lo
“domesticado”.

Ellos son los tótems, son los mensajeros, son los portadores de las energías entre esos reinos. Y
lo que también están haciendo, también están enseñando a los elementales – lo que la gente
ha pensado que son los “invisibles”, que claramente habitan el planeta – a confiar de nuevo en
los humanos.

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Por lo tanto, no sólo se está llevando a cabo una enorme tarea, sino que también se está
produciendo una transición entre los reinos. Y dulces ángeles de luz, ¡están contribuyendo
magníficamente!

Ahora también saben que esto no elimina el muy importante portal que se encuentra en su
propiedad, y del cual ustedes son guardianes y fideicomisarios: sus hermanos y hermanas de
las estrellas.

Recuerden también a sus hermanos estelares.


Así que lo que están haciendo no es poca cosa, es actuar como emisarios, como embajadores,
como ayudantes, como colaboradores, como intermediarios, como puentes entre muchos,
porque todos están destinados en el Plan de la Madre y en la inmediatez de ese
desenvolvimiento, de esta parte del Plan, a compartir este hermoso planeta, a vivir en amor, a
vivir en alegría.

A menudo, cuando la gente piensa en mí, piensa que dejé la civilización atrás, que de alguna
manera desestimé o deseé salir de la civilización. Esa no es la verdad. Lo que hice como
Francisco – y lo que tú haces, mi querido amigo, de una manera actual y moderna – dejé atrás
la sociedad avara para encontrar realmente no sólo la comunidad sino a mí mismo. No podía
estar en armonía con nadie, incluyendo a mi amada familia, hasta que llegué a estar en
armonía con mi yo sagrado.

La única forma de vivir en armonía con los demás es estar en armonía interior.

Cuando fui al campo, fue el reino animal -y también los elementales, especialmente las hadas-
el que me enseñó de qué se trataba la armonía. Y al ver ese equilibrio, el dar y recibir, y al ser
testigo de que a veces había discordia y violencia, pero no por su propio bien, llegué a
entender cómo vivir en armonía en primer lugar con mi comunidad de animales, de cuatros
patas y de alados.

Esto es lo que la humanidad está aprendiendo de nuevo. Es el equilibrio. Y lo que eso les
enseña es cómo amarse a sí mismos – y ese es el equilibrio por excelencia que todos los seres
requieren, sin importar de qué reino o especie emanen.

San Francisco de Asís

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