Professional Documents
Culture Documents
Una niña indígena, analfabeta y pobre, está sufriendo una segunda violación
tumultuaria. La primera vez fue en abril de este año, cuando cuatro sujetos abusaron
sexualmente de ella durante toda una noche. La segunda violación masiva es la que ha
venido padeciendo por parte de personal de la Procuraduría General de Justicia del
Estado de Hidalgo (PGJH) en su intento por castigar a los culpables.
Pero ni todos los insultos y cuestionamientos que la psicóloga gritaba tan cerca de su
cara, le hicieron dudar sobre lo ocurrido la peor noche que ha vivido en sus catorce años
de existencia.
Él la invitó a pasar. Ella rehusó, pero él la introdujo de un jalón en el negocio que para
esas horas ya no daba servicio al público. La puerta de la cortina del comerció se cerró y
esa noche sólo volvió a abrirse dos veces más. La primera de ellas para que, vigilada por
sus violadores, la niña saliera tambaleándose a orinar, y fuera regresada por la fuerza al
interior del negocio. La segunda ocasión, para que dos de los cuatro hombres la llevaran
en vilo a lo que ella creía que nuevamente era necesidad de orinar, pero que resultó ser
la sensación de quien tiene la vagina y el ano brutalmente desgarrados.
La puerta de la cortina no volvió a abrirse hasta las seis de la mañana del día siguiente,
cuando los violadores por fin decidieron que era suficiente y dejaron ir a la niña, luego
de amenazarla para que no denunciara el hecho, bajo promesas de dañarla a ella y a su
familia, así como de mostrar el video que le habían tomado durante la violación
tumultuaria.
Hija de indígenas serranos que hace varios años migraron hacia Cuautepec, y que a lo
largo de su vida han recibido toda clase de violencia, la niña hizo lo que hasta entonces
estaba acostumbrada a hacer: cerrar la boca y obedecer, tal como mandata su condición
de mujer, pobre e indígena.
Con el transcurrir de los días, pese a la escasa instrucción y limitado manejo del idioma
español de los padres, la familia de la niña decidió acudir a Tulancingo, en donde el
Ministerio Público levantó la denuncia 18/HG/CAVI/142/2009 pero, sospechosamente,
nada sucedía hasta que un periodista preguntó a José Alberto Rodríguez Calderón,
procurador del estado, qué pasaba con la investigación. De Pachuca llamaron a
Tulancingo y el caso comenzó a moverse.
Mientras tanto, en Cuatepec el clima se enrarecía. La niña sufría violencia verbal en las
calles, al enfrentarse a los familiares de los violadores que la ofendían constantemente.
Los locatarios del mercado donde ocurrió la violación, y donde también trabajan los
padres de la niña, mantenían posturas confrontadas sobre el caso, aunque la mayoría se
solidarizaba con la hija del los vendedores de hierbas. Algunos dudaban, pero durante
una asamblea extraordinaria realizada para abordar el tema, una locataria hizo unificar
los criterios:
Hasta ahora, esta pequeña ha cosechado la solidaridad de casi todas y todos los
locatarios del mercado de Cuautepec, salvo de aquellos que son familiares de los
violadores, quienes desde sus puestos le gritan “puta”, “piruja” y demás linduras.
Los padres del violador que se dice más “influyente”, inclusive han ofrecido a los papás
de la niña cien mil pesos a cambio de retirar la demanda. Los humildes indígenas
serranos, con ocho de sus catorce hijos que mantener, han resistido valientemente por el
anhelo de obtener justicia. “No voy a vender a mi hija”, ha dicho el padre.
Uno de los primeros avances del caso fue el citatorio para comparecer de los cuatro
acusados, a quienes han intentado hacer pasar por menores de edad, cuando dos de ellos
aparentemente no lo son. Además, la niña fue llamada a declarar ante el personal
psicológico y de química forense en Tulancingo, pero estas personas manifestaron su
incredulidad ante las declaraciones de la menor, porque dicen que ella no derrama
suficientes lágrimas cuando narra los hechos.
En el caso de esta niña, tanto la primera como la segunda violación tumultuaria han
ocurrido porque ella sufre la triple marginación que le da ser mujer, pobre e indígena (a
parte de ser niña y, al igual que la mayoría de sus hermanos, nunca haber pisado una
escuela y no contar con acta de nacimiento).
Ante tal escenario, lo menos que los tres niveles de gobierno en Hidalgo pueden ofrecer
a esta menor indígena es el compromiso de que su caso será llevado limpiamente, y que
el tráfico de influencias que hasta ahora se mira, cesará para llevar a los culpables a la
cárcel. Pero nada de esto se vislumbra próximo.
El poder ejecutivo le ha fallado a una niña que, a los catorce años, debe trabajar en vez
de estudiar. El poder legislativo le debe a esta pequeña el todavía no haber armonizado
correctamente la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia en
Hidalgo, con la cual se le garantizarían plenamente todos sus derechos sexuales y
reproductivos.
Hace un año, el ex relator especial para los derechos humanos de los pueblos indígenas
de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Rodolfo Stavenhagen estuvo en
Pachuca y dijo que las problemáticas de los pueblos indígenas del mundo, en especial
de México, siguen sin ser resueltas, pues éstos son víctimas “de la violación sistemática
de sus derechos humanos”, y que viven situaciones de discriminación, injusticia y
enfrentan deficiencias en educación y menosprecio de su identidad cultural.
Parecería que Stavenhagen hablaba de este caso en específico, porque sus palabras
corresponden tal cual a esta historia. Hace un año, las autoridades del estado lo invitaron
a que impartiera la conferencia magistral Declaración Universal de los Derechos de los
Pueblos Indígenas, dentro de las actividades del Día Internacional de los Pueblos
Indígenas, organizadas por la Secretaría de Educación Pública de Hidalgo. Ya estamos
viendo el caso que las autoridades hidalguenses hicieron a las palabras del ex relator.
La Ley Estatal de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, dice que en
Hidalgo la violencia institucional son los actos u omisiones de las y los servidores
públicos de cualquier orden de gobierno que discriminen o tengan como fin dilatar,
obstaculizar o impedir el goce y ejercicio de los derechos humanos de las mujeres, así
como su acceso al disfrute de políticas públicas destinadas a prevenir, atender,
investigar, sancionar y erradicar los diferentes tipos de violencia. Cualquier parecido
con la actuación del poder judicial hidalguense en el caso de esta niña, es mera
casualidad.
Con sus acciones, el poder judicial del estado nos demuestra que no vale la pena hacer
tanto escándalo por una “María”. Aun así, sería muy bueno que por lo menos la
Secretaría de Educación Pública de Hidalgo considerara la posibilidad de atender el
analfabetismo de esta niña indígena, quien a sus catorce años sólo ha conocido la
violencia, misma que no sólo la ha seguido desde el día de su violación, sino que ha
acompañado su crecimiento a través de la pobreza.
Esta pequeña vive con sus progenitores y ocho de sus catorce hermanos en un chiquero.
No es figura retórica (ojalá lo fuera), literalmente esta familia vive en un cuarto que
antes era un chiquero. Cuando el propietario sacó a los puercos, la niña y sus familiares
llegaron a vivir ahí.
A principios de este mes nació su hermano más pequeño, un bebé que no alcanzó a que
su madre llegara al hospital. Arribó a este mundo en un taxi que los vecinos se
cooperaron para pagar. Del taxi al chiquero, este bebé ignora que se integra a una
paupérrima familia en el momento en que su hermana de catorce años es violada
tumultuariamente por partida doble.
Luego de que el personal psicológico y de química forense en Tulancingo dijera que
dudaba de la niña porque no lloraba lo suficiente, la menor fue remitida a la capital del
estado, para que la inspeccionaran psicólogas de la Subprocuraduría de Atención a la
Familia y a la Víctima (SAFV) de la Procuraduría estatal.
La cabeza de la niña daba vueltas. No había comido nada en todo el día y no estaba
preparada para esta nueva violación. La psicóloga no dejaba de cuestionarla, agredirla y
amenazarla.
Ahora no sólo los dictámenes periciales de la Procuraduría dicen que no le pasó nada
(contrario al dictamen médico inicial que determinaba lesiones graves en vagina y ano),
sino que la psicóloga de la SAFV se empecina en convencerla de que tiene compulsión
por las mentiras.
Pensó que la sesión legal en que se había presentado el video que los violadores le
tomaron aquella desgarradora noche sería lo peor de todo, pero se equivocó. En este
momento parecía lejano el dolor que le produjo ver las imágenes de celular que
mostraban a cuatro tipos desnudos y con el pene erecto, burlándose de una niña que
lloraba pidiendo misericordia.
¡Mentirosa!
Trató de llevar su mente hacia momentos más gratos, pero lo único que vino a su cabeza
fueron las palabras humillantes que recibe constantemente en las calles de Cuautepec,
por parte de las familias de sus violadores, y que se suman a las ofensas que le han
proferido algunos miembros de la procuraduría hidalguense:
- “Mejor ya ni le sigas”
- “Los cien mil pesos que le ofrecieron a tu papá y que rechazó, ya los fueron a entregar
a gente de la procu”
- “India mugrosa”
- “Nadie te va a creer”
- “Mentirosa”
- “Mentirosa”
- “¡¡¡MENTIROSA!!!” -
-----------------------------------