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Uno de los efectos de la acrecida potencia de Roma fue que de todas las
partes del mundo y de todos los mercados llovieron en gran número en la magna
ciudad esclavos de ambos sexos de todas las nacionalidades y con las aptitudes
más variadas: eran (lecticarii) gigantescos escogidos cuidadosamente de una
misma estatura y de las mismas proporciones y vendidos en serie; jovencillos
bellos y graciosos destinados a servir de caperos cocineros habilísimos (graeculi)
(doctísi-mos), músicos, arquitectos camareros bailarinas enanos etc. Bajo la
vigilancia de los ediles, los comerciantes de esclavos mangones o venalicii), gente
como puede suponerse astuta y poco escrupulosa famosa además en lo de
embaucar al prójimo (mangonicare) en latín significa hacer que una cosa parezca
mejor de lo que es), ejercían públicamente su comercio, o al aire libre en el Foro o
en las tiendas. Los esclavos para vender estaban sobre un tablado giratorio
catasta); los llegados recientemente de ultramar eran puestos con un pie
blanqueado con yeso (gypsati). Del cuello de cada uno colgaba un cartel (titulus)
Los precios variaban según la edad y las cualidades del esclavo. Los
documentos hablan de cantidades fabulosas y de precios mínimos. Un gramático
por ejemplo fue pagado con 700.000 sestercios, que es como decir un patrimonio.
Si hoy se vendieran los profesores como entonces se vendían los gramáticos sus
antiguos y legítimos colegas, no sé si habría quien los comprase a precios tan
caros. Hay que pensar además en todos los cuidados de que debían estar
rodeados estos esclavos comprados a tan alto precio, ante el peligro de que un
vulgarísimo resfriado hiciese bajar al sepulcro a un hombre que valía más que una
heredad. Y es verdaderamente una cosa que hace esperar mucho de la
humanidad el ver que las dotes que hacían subir más los precios del esclavo eran
su inteligencia y su doctrina. Luego venían la belleza, la aptitud para determinados
oficios, y aun ciertas cualidades extrañas y singulares como el ser imbécil, o
enano o torpemente descarado. Pero un precio demasiado alto es siempre una
excepción determinada por particulares exigencias de vida o de cultura o del
capricho del comprador. Por término medio, un buen esclavo valía cerca de doce
veces más que un esclavo inepto.
El Derecho romano catalogaba a los esclavos entre las cosas res); como
cosas estaban sujetos sin posibilidad de censura ni defensa al ilimitado arbitrio de
los dueños. Pero no hay rigor de ordenación jurídica ni prepotencia patronal que
pueda hacer de un hombre una cosa sui generis, que siente que piensa que
quiere. Ante todo tiene virtualmente la posibilidad de ser libertado convertirse de
cosa en persona esto es de objeto en sujeto de derecho; además el trabajo del
esclavo se obtiene con la cooperación de su voluntad: no hay amenaza ni pena
que pueda obligar contra su voluntad a un cavador a cavar la tierra al cocinero a
preparar un guisado al citarista a tocar la lira al grammaticus a dar una buena
lección de griego. El esclavo es un ser inteligente no se le puede mandar sino por
medio de su inteligencia. Finalmente hay en los pueblos civilizados un insuprimible
V. Penas Serviles
Por regla general el esclavo era crucificado; con los brazos abiertos y atados a un
palo que le pasaba más arriba del cuello, era llevado a latigazos al lugar de
ejecución, donde era izado clavado a una viga fijada perpendicularmente en el
suelo. Y lo dejaban morir así, con lenta agonía. Otras maneras de ejecución
consistían en exponer al esclavo a las fieras del circo, en quemarlo vivo,
vistiéndolo de una túnica untada de pez túnica molesta), a la que se prendía
fuego, o en otros suplicios no menos atroces. Tales eran las penas que el patrón
podía infligir al esclavo sin que tuviese que dar razón de ello a nadie. Pero en la
época imperial se procuró restringir este ilimitado arbitrio del dominus,· entre las
varias disposiciones que garantizaban al esclavo la integridad de su persona,
recordemos que Adriano quitó al patrón el derecho de vida y de muerte sobre el
esclavo, Constantino consideró como homicidio la muerte del criado. Nos
complaceríamos en creer que en épocas más remotas las antiguas costumbres
(mores), que eran fundamento de la sociedad romana, oponían al trato cruel
contra el esclavo las restricciones que en la época imperial fueron aseguradas por
sanciones jurídicas.
Tales formas, en uso en las provincias griegas, fueron más tarde adoptadas
por el Derecho romano: manumissio inter amicos declaración, hecha en presencia
Como dato final el esclavo más famoso de Roma fue sin lugar a dudas
Espartaco, del que nunca se conoció su rostro ni se identificó su cadáver, pero
que es el personaje representativo de la revuelta de los años 73 al 71 a.C. que
siguió a otras dos en las que se buscaba no una equidad social sino un giro para
que sus amos acabaran como sometidos. Pero es materia de otro informe
universitario debido su gran carácter histórico.