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1.01. El nombre
1.02. Características del hebreo - I
1.03. Características del hebreo - II
1.04. La inflexión verbal hebrea
1.05. Diferencias lingüísticas
1.06. La Reforma revivió el estudio del idioma hebreo
El nombre
La mayor parte del Antiguo Testamento se escribió en hebreo, generalmente
llamado hebreo antiguo para distinguirlo del hebreo mishnaico y del hebreo
moderno.
1. Lengua de Canaán
"En aquel tiempo habrá cinco ciudades en la tierra de Egipto que hablen la
lengua de Canaán, y que juren por Jehová de los ejércitos; una será llamada
la ciudad de Herez" (Isaías 19: 18).
2. Lengua de Judá
"Entonces dijo Eliaquim hijo de Hilcías, y Sebna y Joa, al Rabsaces: Te rogamos
que hables a tus siervos en arameo, porque nosotros lo entendemos, y no
hables con nosotros en lengua de Judá a oídos del pueblo que está sobre el
muro.Entonces el Rabsaces se puso en pie y clamó a gran voz en lengua de
Judá, y habló diciendo: Oíd la palabra del gran rey, el rey de Asiria". (2 Reyes
18: 26, 28).
3. Judaico
"Y la mitad de sus hijos hablaban la lengua de Asdod, porque no sabían hablar
judaico, sino que hablaban conforme a la lengua de cada pueblo" (Nehemías
13: 24).
El idioma hablado por los naturales de Canaán apenas si se diferenciaba del hebreo
bíblico. Una característica interesante que el hebreo comparte con todos los idiomas
semíticos es que la mayoría de sus palabras básicas contienen tres consonantes.
El hebreo escrito de los tiempos bíblicos consistía sólo en consonantes. Las vocales se
añadieron cuando el hebreo ya se había convertido en lengua muerta, varios siglos
después de Cristo, en un esfuerzo para preservar el conocimiento de cómo se había
hablado el idioma. Esas vocales, conocidas como puntos vocálicos, eran puntos y
signos añadidos sobre las letras consonantes, debajo y en el centro de las mismas. Las
variaciones en las formas verbales son producidas generalmente por un cambio en la
vocalización, es decir en el sonido de las vocales.
Por ejemplo, en español el tiempo presente del verbo cantar, canto, se puede
transformar en el pasado canté y en el imperativo canta, meramente por el cambio de
la vocalización.
Los ejemplos que siguen mostrarán cómo se generan diversas formas verbales
mediante el uso de vocales, sin necesidad de alterar las tres consonantes básicas:
Estas formas gramaticales cortas son la razón para que las oraciones hebreas sean
breves, compactas y expresivas.
Por ejemplo, el séptimo mandamiento, "No cometerás adulterio" (Éxodo 20: 14),
consiste en tres palabras en castellano, pero sólo dos en hebreo: lo' tin'af.
En la mayoría de los casos, el texto hebreo emplea la mitad de las palabras usadas en
la traducción inglesa. Por ejemplo, el Salmo 23 tiene 57 palabras en la Biblia hebrea,
pero tiene 103 en español (versión Valera revisada) y 122 en inglés (versión King
James); Job 30: 22 tiene sólo seis palabras en hebreo, pero tiene 14 en la versión en
español y 18 en inglés.
El idioma hebreo también es pobre en adjetivos y casi no tiene adverbios, lo cual era
un inconveniente para los escritores antiguos cuando expresaban pensamientos
abstractos.
El idioma hebreo tiene en común con otros idiomas semíticos, una cantidad de sonidos
que no existen en las lenguas indoeuropeas.
Tiene dos sonidos de h [aspirada] los que se representan con dos caracteres,
generalmente transliterados como h y j. También tiene varios sonidos derivados de s,
como s, z, sh, (ts) y s (s suave). Los dos sonidos hebreos 'alef (transliterado ') y 'ayin
(transliterado ') no tienen equivalentes en español ni en inglés. El idioma hebreo
originalmente tenía otros sonidos más que posiblemente fueron abandonados antes de
la invención de la escritura alfabética hebrea.
Uno de ellos era un segundo 'ayin, llamado ghayin, que todavía existe en árabe. La
existencia de este último sonido en hebreo se puede reconocer porque los nombres
"Gaza" y "Gomorra" comienzan ambos con la misma consonante 'ayin, como también el
nombre de Elí, el sumo sacerdote.
Sólo mediante las antiguas traducciones de la Biblia (la Septuaginta griega y la Vulgata
latina) sabemos que el nombre de la ciudad condenada donde vivió Lot se pronunciaba
"Gomorra" y no "Omorra", y que el nombre del sumo sacerdote del tiempo de Samuel
era "Elí" y no "Guelí".
Como para complicar más el asunto, la construcción con vau consecutiva, que conecta
las partes que componen una narración, algo así como lo hace nuestro sistema de
dividir en párrafos, con frecuencia requiere que un "imperfecto" se entienda como
"perfecto" y viceversa.
Cuando se hicieron las primeras traducciones de la Biblia al inglés, se entendía
imperfectamente esta peculiaridad de los verbos hebreos, lo que resultó en frecuentes
diferencias entre el inglés y el hebreo.
Esto se debe a que con frecuencia una decisión en cuanto al enfoque del autor,
particularmente en la predicción profético, depende del concepto de la inspiración
que tenga el lector.
El que cree en el don de profecía, da por sentado que el profeta proyecta su mente
hacia el futuro, con frecuencia el futuro remoto. Pero el que niega el valor productivo
de la profecía, dirá que el profeta sencillamente está describiendo sucesos pasados.
Por lo dicho es obvio que, a fin de determinar con cierto grado de exactitud el
elemento temporal preciso en una declaración profético dada, el lector debe:
(1) tener un concepto válido de la inspiración;
(2) descubrir el enfoque temporal del autor en términos del concepto que el propio
lector tiene acerca de la inspiración;
(3) interpretar los tiempos de los verbos en armonía con los requisitos de la gramática
hebrea y con el enfoque temporal del autor.
En parte considerando que Isaías habla de los sufrimientos de los judíos durante el
cautiverio en Babilonia como si estuvieran en el pasado (Isa. 40:1,2, etc.), esos
críticos concluyen que los caps. 40 a 66 fueron escritos por otro autor, o autores,
después del cautiverio. Sin embargo, el hecho de que las formas verbales denoten
acción completada, no implica necesariamente, ni mucho menos, que los sucesos
descritos allí ya habían ocurrido en el tiempo cuando escribió el profeta.
Evidentemente, a Isaías se le habían mostrado el cautiverio y la restauración mediante
inspiración profética, y habiendo ya visto esos sucesos, habló de ellos como si
hubieran estado en el pasado.
Con todo, hay señaladas diferencias entre la prosa y la poesía del Antiguo Testamento.
A esta última pertenecen no sólo los Salmos y Job sino también muchas partes de los
libros proféticos, como Isaías. La poesía hebrea difiere de la prosa por su uso de un
vocabulario poético y de paralelismos. Los lectores de la versión Reina -Valera - antes
de la revisión del 60 - no siempre advertían ese paralelismo puesto que esa versión
estaba impresa como si toda la Biblia hubiera estado escrita en prosa. Pero si uno abre
una traducción moderna, como la Biblia de Jerusalén, inmediatamente advierte el
paralelismo, porque las secciones poéticas del Antiguo Testamento están impresas
como poesía. Esto se puede apreciar en el siguiente ejemplo tomado de los Salmos:
Los libros poéticos abundan en sinónimos, los que casi constituyen un vocabulario
poético especial del hebreo antiguo. Job 4:10,11 puede servir como una ilustración de
esto. En estos dos versículos se encuentran cinco términos diferentes para "león", que
por falta de un equivalente mejor se han traducido en la VVR con términos tan
prosaicos como "león", "rugiente", "leoncillos", "león viejo" y "leona". Se puede
entender fácilmente que la riqueza de expresiones en los libros poéticos del Antiguo
Testamento haya sido con frecuencia un motivo de desesperación para el novicio en
hebreo.
Puesto que el hebreo antiguo ha sido una lengua muerta por muchos siglos, pocas
personas lo aprenden como para que puedan usarlo tan fluidamente como un idioma
moderno. Sin embargo, los que se empeñan en dominar completamente el hebreo
antiguo, descubren en él inesperadas bellezas. El idioma hebreo, debido a su fuerza, a
su intensidad de expresión y a su belleza, es un medio incomparable como vehículo de
la poesía religiosa.
1.06. LA REFORMA REVIVIÓ EL ESTUDIO DEL IDIOMA HEBREO
Los cristianos, durante muchos siglos, no tuvieron interés en el Antiguo Testamento en
hebreo, ni hicieron muchas tentativas para dominar ese idioma. Sólo dos de los padres
de la iglesia, Orígenes y Jerónimo, se empeñaron en aprender hebreo. Desde la era
apostólica hasta la Reforma protestante, los eruditos judíos fueron casi los únicos
guardianes del idioma arcaico en que se escribió el Antiguo Testamento.
Durante los últimos ciento treinta años se han descubierto numerosas inscripciones
hebreas, cananeas y en otros idiomas semíticos antiguos. Su contenido ha iluminado
muchos pasajes del Antiguo Testamento, ha esclarecido incontables expresiones
hebreas oscuras y ha proporcionado ejemplos que han ayudado a comprender mejor la
gramática del idioma del Antiguo Testamento.
Con todo, debiera afirmarse que el conocimiento del hebreo antiguo de ninguna
manera garantiza una comprensión correcta de las Sagradas Escrituras. Algunos de los
mayores hebraístas de las últimas décadas han sido los críticos más destructores de la
Biblia; en cambio, numerosos hombres y mujeres de Dios han explicado con solidez y
vigor las páginas sagradas del Antiguo Testamento, sin saber hebreo, y han conducido
a la gente al conocimiento de la verdad. Por supuesto, para el ministro de la Palabra
el conocimiento del hebreo es deseable y útil. Sin embargo, las traducciones modernas
generalmente están bien hechas y transmiten con bastante exactitud los pensamientos
de los escritos originales. De ahí que el mejor expositor de las Escrituras no es
necesariamente el hebraísta erudito, sino el hombre que tiene la medida mayor del
Espíritu Santo, mediante el cual escudriña "lo profundo de Dios" (1 Cor. 2:10).