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OBSOLESCENCIA PROGRAMADA
COSIMA DANNORITZER
En los años 50 es evidente como la obsolescencia programada ejerció su poder con mayor
capacidad en la sociedad, cautivando e induciendo cada vez a aquel deseo innecesario por
tener más y más, lo que le facilitó a las grandes industrias saciar su ambición y cada vez
posicionar su absolutismo.
Así pues, es desde allí que se evidencia como empezamos a ser víctimas de la Obsolescencia
programada y ser esa sociedad de consumo que aquellos carteles del pasado tanto anhelaron;
esa en la que nos acostumbramos a comprar no sólo por necesidad sino por gusto; y es ese
gusto influenciado muchas veces por las mismas empresas que buscan a través de campañas
publicitarias gigantescas aumentar la demanda de productos que consecuentemente
aumentará sus ingresos, buscando por medio de modelos y estrategias, educar para ello, pues
por medio de la publicidad se lograr influir una necesidad vaga de aquello que no es tan
“necesario” en la mayoría de las veces, y es este propósito logrado.
En consecuencia, tal y como establece el economista Serge Latouche: “Es necesario reducir
nuestra huella ecológica del despilfarro y consumismo”, pues como sociedad consumista, es
necesario que seamos conscientes de los efectos, que tanto económicos como ambientales se
están generando; pues debido a la sobreproducción, países como Ghana están siendo víctimas
irreparables de estos productos obsoletos, debido al impacto ambiental que se está generando,
el cual en un futuro podemos evidenciar fuertemente.