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Los derechos morales de las obras contenidas en la presente antología pertenecen a los
autores, herederos, causahabientes y/o cesionarios, según sea el caso.
4.000 ejemplares
dl: 4 - 1 - 2699 - 14
isbn: 978 - 99974 - 847 - 5 - 8
Presentación [9]
Estudio introductorio [15]
I. Pioneros de la literatura infantil y juvenil
(1920 - 1979) [47]
[5]
6 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Anexos [431]
Bibliografía [477]
Biografías [483]
U
no de los principales problemas en la formación educativa
de los estudiantes tanto de nivel secundario como uni-
versitario es, por decirlo de alguna manera, su relaciona-
miento conflictivo con los libros; es decir, la dificultad que tienen
para apropiarse de la información y el conocimiento universal
depositado en el soporte material de los textos impresos.
A lo largo de mi trabajo académico universitario, he podido
detectar diversos componentes de esta relación conflictiva. Uno de
ellos, el débil hábito de la lectura o, en otras palabras, el rechazo,
la negativa o resistencia del estudiante para dedicarle tiempo, es-
fuerzo, horas y disciplina a su acercamiento con el conocimiento de
manera sistemática, rigurosa y planificada. La tendencia a buscar el
resumen rápido en vez de esforzarse por sumergirse en la narrativa
del texto, a copiar del compañero en vez de escudriñar la estructura
lógica o los detalles de la argumentación de la obra, es mayoritaria.
Se trata de una ausencia de paciencia y disciplina mental, y, a la
larga, de una falta de aprecio por el trabajo intelectual, que hace que
el estudiante se aproxime al conocimiento universal en distintas
áreas –ciencias naturales, ciencias exactas y ciencias sociales– de
manera superficial, mediocre y poco rigurosa.
Un segundo problema es la falta de comprensión de lo que se
lee, la carencia de métodos para una lectura que posibilite encon-
[9]
10 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
E
s importante para la literatura infantil boliviana contar con
una antología que permita tener un panorama general de
escritores, obras, corrientes y géneros dirigidos al público
infantil y juvenil. Si bien existen en el país algunas antologías de
literatura infantil, la mayoría se avoca a un solo género: el cuen-
to. Por lo tanto, se hace necesaria una recopilación que ofrezca
una variedad de géneros literarios en el marco de una propuesta
nacional, en la que escritores de distintas partes de Bolivia estén
presentes con obras de calidad, trascendencia e impacto en el
público lector.
Es cierto que una antología es siempre subjetiva y que plantea
el punto de vista del antologador; por lo tanto, es probable que
se dejen afuera algunos autores y de pronto también algunos es-
critos. Sin embargo, de lo que se trata es de mostrar aquello que
ejemplifica, lo que ha marcado un hito, lo que ha trascendido, lo
que en su individualidad es de gran calidad pero que, como pieza
que forma parte de un enorme rompecabezas, sea capaz de aportar
a aquel corpus que nos habla del inicio, de las tendencias, de las
influencias, de los estancamientos y de los cambios en la literatura
infantil y juvenil boliviana.
Esta selección de obras tiene como primer criterio valorar la
calidad literaria de cada uno de los escritos. En segundo lugar, se
ha considerado el impacto que cada obra tuvo en los lectores y, por
[15]
16 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Organización de la obra
Tomando en cuenta los criterios anteriores, la antología se ha di-
vidido de manera cronológica en tres partes, en las que se pueden
distinguir una primera generación de pioneros, que en primera
instancia se destacó en poesía y teatro (1920 - 1979); una segunda
generación que desarrolla el cuento regionalizado, costumbrista
y tradicional (1980 - 1999); y una tercera generación que rompe
con los esquemas tradicionales, que se abre a temáticas distintas a
lo exclusivamente nacional, pero que también mira la diversidad
cultural como una riqueza y un aporte al país (2000 - 2015).
La antología se complementa con algunos anexos. El primero
se refiere exclusivamente a la novela, quizás el género más im-
portante en la literatura infantil de las últimas décadas, por su
aporte en cuanto a novedad temática y estructura literaria. Esta
parte se compone de 12 reseñas sobre las novelas más importan-
tes de la literatura infantil y juvenil boliviana; aquellas que, por
su calidad literaria, impacto en los lectores, trascendencia en el
tiempo y difusión cultural, marcan un hito fundamental en la
narrativa infantil (1962 - 2015).
Si bien forman parte de esta antología 29 autores, se adjunta
también, en un segundo anexo, un cuadro esquemático con una
exhaustiva información de referencia sobre otras obras de estos
autores y, además, con textos de otros escritores que no son parte
de esta selección.
Siendo esta una antología en la que las obras son el refe-
rente más importante, se ha seguido un orden cronológico que
respeta la fecha de publicación de cada una de ellas. Cuando el
autor tiene mas de un escrito seleccionado, ambos se han puesto
juntos respetando la fecha de publicación del más antiguo; de esa
manera, el lector puede relacionar ambas obras con el mismo
escritor. Cada uno de los autores que forman parte de este libro
cuenta, además, con una pequeña biografía de referencia que
Estudio introductorio 17
1 Joaquín Gantier escribió Teatro. Piezas breves (1940) y Teatro Boliviano para
Escuelas, Colegios y Conjuntos de Aficionados (1962)
Estudio introductorio 21
del indígena, así como hace énfasis en las desventajas que tienen
al vivir en el ambiente rural de las haciendas, pues sus vidas están
en manos de los patrones. Es el caso de la obra Retamita (1939) que
se desarrolla en un paisaje altiplánico donde está la hacienda del
patrón. Allí vive Retamita, una pastora de ovejas, con su hermano
Pascual que ha quedado ciego, pero que ha sabido desarrollar un
gran talento musical y poético. El patrón decide llevarse a Retamita
a la ciudad para que trabaje como niñera de sus hijas y Pascual sabe
que tiene que quedarse a cuidar de sí mismo. La obra hace énfasis
en la posición de los indígenas ante la figura de los hacendados
cuya palabra se debe obedecer.
De la misma época es Muñecas de bazar (1940) que el autor des-
cribe como una fantasía escénica musical. Es una obra ambientada
en una tienda de juguetes de la ciudad en la que las muñecas tienen
trajes de distintos países y las protagonistas son de raza distinta: la
muñeca morena, la negra y la blanca de cabello rubio. Las muñecas
no quieren separarse, pues son muy amigas y sufren cuando algún
cliente se acerca y compra a una de ellas; sin embargo, Muñeca
Morena, les recuerda que ese es precisamente su destino “ir al
palacio o al tugurio a distraer a los niños. Para recibir, un rato sus
caricias y sus alborozados besos y, más tarde, sufrir su ingratitud
y sus veleidades” (Díaz Villamil, 1997: 25). La obra es una crítica
a la alta sociedad y marca estereotipos muy propios de una época
en la que existía una fuerte diferencia entre los estratos sociales.
Por eso, en el diálogo entre las muñecas el lector se encuentra con
afirmaciones tan severas como ésta: “las niñas ricas son la que
tratan con mayor crueldad a sus juguetes. ¡Como tienen tantos!
No les importa destruirlos puesto que saben que sus papás, para
mimarlas, les comprarán otros enseguida”.
Curiosamente, un episodio desgarrador de nuestra historia
como la Guerra del Chaco (1932 - 1935), que enfrentó Bolivia con
Paraguay, no tuvo ninguna repercusión en la literatura infantil
boliviana con la excepción de El pequeño estafeta del Chaco y Crisol,
de Antonio Díaz Villamil, quien en su calidad de maestro siente la
necesidad de inculcar el patriotismo y civismo en los bolivianos.
Ambas obras fueron escritas en plena campaña y escenificadas de
manera paralela a la guerra.
Entre la década de los 40 y 60, Bolivia vive una época convul-
sionada en lo histórico político y social. Los esfuerzos aislados de
Estudio introductorio 23
ciado por la Revolución del 52, Óscar Alfaro escribirá otra serie
de poemas que hacen referencia a esa integración del indígena a
la educación, ya sea como el alumno de piel cobriza que tiene el
ansia de aprender, o como la nueva maestra de trenzas y pollera
que por primera vez es parte del plantel escolar.
Pero Alfaro no es solo un poeta de denuncia, pues también
tiene poemas llenos de una gran belleza literaria en los que recrea
situaciones cotidianas importantes para los niños; poemas que de-
trás de los objetos inanimados conciben al juego como elemento
fundamental de la infancia. Es el caso de Las bolitas de cristal (1955)
entre otros muchos.
Además de su aporte poético, el autor deja una cantidad sig-
nificativa de cuentos, sin duda de los primeros escritos narrativos
de la literatura infantil boliviana; tres de ellos habían ganado
un concurso infantil el año 1956 (Vallejo Canedo, 2000: 34). Su
narrativa no coincide en todo con los cánones que caracterizan a
la literatura infantil tradicional y de esa manera se convierte, en
algunos aspectos, en una literatura de avanzada con relación a su
época. El autor sigue los patrones de la fábula, muy en boga por
esos años, con la particularidad de que la moraleja está sutilmente
implícita. Uno de sus mejores cuentos es El pájaro de fuego (1962).
En esta historia, el pájaro aparenta de lejos ser una llamarada de
fuego y, al verlo, todos huyen de él; por eso, el protagonista no se
acepta en su naturaleza de pájaro y decide que es más hermoso
ser una flor. Pero en su afán por intentar parecerse a una flor, es
descubierto y casi linchado por varios insectos que saben que los
pájaros son sus depredadores. Sin embargo, gracias a su perseve-
rancia, le da vida al árbol seco donde se posa. En una época en la
que no existe opción alguna a ser de una naturaleza distinta a la
propia, Alfaro se lanza con un cuento revolucionario que tiene
un final feliz de poder ser lo que uno quiere ser, pero sobre todo
aceptado, no en su aspecto físico que revela su esencia verdadera,
si no en la bondad interior.
Muchos de los cuentos de Alfaro fueron recopilados y publi-
cados por la familia después de la muerte del autor. Es el caso de
El cuento del hilo de agua (1978), una obra de corte tradicional en el
que un hilo de agua decide llegar hasta el mar. Pese a que algunos
animales con los que se encuentra se burlan de él, consigue su
propósito e invita a otros hilos de agua a unírsele. Es un cuento
Estudio introductorio 25
3 Rastrojos es una novela que tiene tres partes: Rastrojos, Otros ámbitos y Callejones.
Estas tres partes se publicaron en 2009 bajo el título Pilares en la niebla con Ed.
Santillana, bajo el sello Alfaguara.
Estudio introductorio 35
la mirada hacia los demás, ponen al ser humano tan cerca de las
estrellas que estas se ofrecen para comerlas.
Los botones (1998), cuento juvenil de Claudia Adriázola está
inserto en la corriente del realismo mágico. Es una historia que
nos transporta a la época de las abuelas de principios del siglo
xx, años de las vitrinas de miniaturas en porcelana, de encajes y
manteles bordados, de viejos baúles y olor a pan recién horneado.
La abuela Mara acaba de morir y su nieta Alba Mora encuentra
una caja de botones cada uno de los cuales revive la historia de su
dueña. Botón por botón, recorre las historias de su madre y las de
sus tías, historias de amor, escuela y rebeldía que la impregnan
con un sentido de identidad. Ella también quiere permanecer en
el tiempo para que un día su nieta encuentre un botón suyo que
le cuente su propia historia.
propio que lleva a los autores a indagar aún más sobre nuestra
diversidad como país.
El teatro y la poesía prácticamente han desaparecido de la ofer-
ta literaria infantil y juvenil, con contadas excepciones. El cuento
y los libros de mitos y leyendas perseveran, pero, en definitiva,
es la novela la que surge con gran fuerza y manifiesta un giro en
cuanto a la temática y estructura literaria.
Liliana De la Quintana, conocedora del mundo mítico de
nuestros pueblos, inicia una hermosa colección de mitología cuyo
valor cultural está en haber visitado en persona las comunidades
indígenas y extraído los textos orales de los mismos comunarios.
De la Quintana ha viajado por gran parte del país recopilando
historias de la tradición oral y ha creado cuentos en base a estos
conocimientos. Uno de estos cuentos relata la historia de la dueña
del agua, mitad humana y mitad animal, que vive con los ayoreos.
La abuela grillo (2000) es expulsada de su pueblo porque al producir
tanta agua ocasiona muchas inundaciones, pero los habitantes
del lugar se arrepienten y van a buscarla. Sin embargo, ella no
se siente bien hasta que encuentra el lugar perfecto desde donde
enviar agua a su pueblo. Este es un recorrido por las creencias de
la comunidad ayorea que de alguna manera explican la existencia
de los fenómenos naturales.
Un rescate muy peculiar de varias costumbres andinas es el que
realiza Mariana Ruiz en su novela corta Uma y el tren a las estrellas
(2012). Con un toque surrealista y una forma distinta de contar las
cosas, el lector viaja en un tren del nonsense hacia donde lo lleve. Al
igual que el conejo de Alicia, un quirquincho con casco de minero
pasa delante de Uma, un muchacho que es ayudante de un chofer,
y se introduce en un tren, Uma lo sigue y también lo aborda. Es
un tren extraño, los pasajeros son todos animales andinos y el
pasaje se paga con lo que uno tiene en el bolsillo: canicas, tapa-
coronas, piedras… Cada uno de los vagones de este tren encierra
una fiesta, una superstición o una costumbre como un rescate del
comportamiento y pensamiento del mundo andino. El Carnaval,
Todos Santos y el aphtaphi están en cada uno de los vagones que
se distinguen por el color del coche y los personajes que lo ocu-
pan. Así aparece el pepino bromista e insolente del carnaval o los
dolientes de Todos Santos. Los yatiris, amuletos y dioses también
están involucrados en esta aventura y se presentan en cada una
Estudio introductorio 39
Obras citadas:
Agradecimientos
Agradecimientos especiales a Liliana de la Quintana, Verónica Li-
nares, Jeannette Medrano y Mariana Ruiz, miembros de número
de la Academia Boliviana de Literatura Infantil y Juvenil, por las
ideas y sugerencias en la recopilación de los textos. De la misma
manera, a Raquel Montenegro por todos sus aportes en el ámbito
literario y a mi hermano Carlos D. Mesa por el tiempo que dedicó
a la lectura de este libro para la revisión de la parte histórica.
Sobre esta edición
Personajes
Retamita (14 años. Muchacha indígena hermana de Pascual)
Pascual (15 años. Cieguito indígena)
Alejo (15 años. Pastorcillo indígena, amigo de los anterio-
res)
Cuadro primero
La escena presenta una chocita indígena con rústico techo de paja, que se
alza en el centro, en medio de un desolado paisaje.
A la puerta de la choza se halla sentado un indiecito ciego, Pascualito,
quien al levantarse el telón, ensaya en su quena una melancólica melodía
indígena.
Escena I
Pascual y después Alejo
Después de unos momentos en que toca Pascual su pinquillo, se le
aproxima Alejo.
[49]
50 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Escena II
Pascual y Retamita
Telón rápido
54 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Cuadro segundo
Retamita, Retamita,
flor de oro como el sol
Retamita, Retamita,
dame un poco de tu olor.
Retamita, Retamita,
no te llenes de rubor
Retamita, Retamita,
dame un poco de tu amor.
Retamita, Retamita,
es tan dulce tu canción
Retamita, Retamita,
que me baila el corazón.
Pioneros de la literatura infantil y juvenil (1920 - 1979) 55
Cae lentamente el
Telón
Pioneros de la literatura infantil y juvenil (1920 - 1979) 57
Cuadro tercero
Escena I
Pascual y Alejo
Telón
60 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
muñecas de bazar
Personajes
Muñequita Morena
Muñequita Rubia
Muñequita Negra
Marilú
Niña
Otras niñas que hacen de distintas muñecas (piel
roja, japone sa, tirolesa, turca, rusa, esquimal, cruz
roja, etc.
Todas las niñas que interpretan los roles de muñecas deben estar vestidas
como si fuesen realmente muñecas con el traje caracterísitico de cada país
y con la cara maquillada de forma adecuada.
Además sus movimientos, tanto de mímica como de baile, deben
caracterizarse por la dureza de movimientos que tienen las muñecas dada
la imperfección de sus articulaciones.
Cuadro primero
Todas las muñecas saltan y agitan las manos exclamando: —¡Sí!¡Sí! ¡El
cuento!
Ronda de muñecas
Muñequitas somos
de aserrín y palo
que esperando estamos
un día muy malo
en que de la tienda
nos vayan sacando
por distinta senda.
Muñequitas somos
de aserrín y trapo
pero, el fabricante
guiado por los gnomos
nos hizo con alma
que sufra y que cante
en secreta calma.
Telón
Cuadro segundo
Cuadro tercero
Muñ. Negra: (Levantándose con lentitud) ¡Qué noches y días tan lar-
gos y tan tristes! (enciende la luz dando vuelta a un interruptor. Mira en
torno con aire triste y contempla a las muñecas inmóviles). Levántense
compañeras.
Muñ. Rubia: (Desde su sitio). Déjanos, Negrita. ¿A qué hacer la ficción
de vivir? ¿Si ello no ha de ser más que para recordar con dolor a
nuestra pobre Muñequita Morena?
Muñ. Negra: Pero, hablando, al menos se hace menos insoportable
nuestra desdicha.
Marilú: Mejor es seguir siendo palo y aserrín. Así sentimos menos
su ausencia.
68 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Todas las muñecas hacen círculo y bailan al mismo tiempo que cantan
la primera estrofa de la Ronda de las Muñecas. Al terminar, Muñequita
Morena, se adelante al público, mientras las demás forman detrás de ella
un semicírculo.
Telón
Óscar Alfaro5
Vendedora de kantutas
En su florida pollera
color de cielo estrellado
lleva a vender al mercado
kantutas de primavera.
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72 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Cuentos
Fascículo núm. 1
Colección Alfaro (1962)6
El pájaro de fuego
Era un pájaro bellísimo, de color tan rojo que parecía una llama-
rada volando por el aire. Si se paraba en un alero, el dueño de la
morada inmediatamente salía gritando:
—¡Auxilio! ¡Hay fuego en el techo de mi casa...! –Y al punto le
arrojaban chorros de agua, con lo cual aquella llama viva se lanzaba
otra vez al cielo.
Si se paraba sobre un granero, los ratones se llevaban el susto
más grande de su vida.
—¡Sálvese quien pueda! ¡Ha caído una brasa en el granero!
¡Pronto comenzará el incendio...! –Y escapaban despavoridos.
Una vez se lo vio bajar hasta el borde del río, tocar el agua y
levantarse de nuevo. Entonces se lo creyó una brasa encantada,
pues tocaba el agua y no se apagaba, además de tener la virtud
de volar.
Pero aquel pájaro maravilloso no creía ni remotamente estar
hecho de fuego y más bien él soñaba con parecerse a una flor, que
él conceptuaba como la encarnación de la belleza.
—Yo soy la flor del aire. Mi tallo es tan largo como el hilo de
un volador y me permite ir adonde quiero –decía alegremente.
Pero los demás pájaros no creían en su tallo imaginario, ade-
más de que sus formas no tenían nada de común con la flor.
—¿Dónde se ha visto una flor con pico? –decían.
—¿Y una flor que cante...?
El pájaro encendido escapaba entonces de tantos incrédulos y
se daba a vagar, ardiendo, por los aires.
Un día se dijo:
“Me posaré sobre un árbol seco y lo alegraré con mis colores.
Él sí creerá que soy una flor”. Y se sentó sobre un ceibo partido
por un rayo.
Allí, rojo y vistoso, parecía una extraordinaria flor encarnada.
Abrió las dos alas radiantes y las elevó a los cielos semejando en-
tonces una flor bipétala.
Su identidad era perfecta, pero le faltaba una cosa: el perfume.
Se dejó caer entonces sobre unas flores silvestres que crecían al pie
del árbol y aleteó sobre ellas un largo rato. Cuando se consideró
suficientemente perfumado, voló de nuevo a la punta del ceibo y
adoptó la posición anterior, mejorándola todavía, pues se paró sobre
una sola patita, que semejaba muy bien el tallo de una flor.
Estuvo así muchas horas seguidas y empezó a sentir hambre.
En esto se presentó una mariposa, dispuesta a libar la miel de
la supuesta flor. El pájaro se la tragó en un santiamén y volvió a
quedar inmóvil.
—¿Qué flor tan extraña es ésa, que se traga a nuestra hermana?
–dijeron las demás mariposas, asombradas.
Vamos a averiguar lo que pasa. –Una tras otra volaron hacia
el pájaro y corrieron la misma suerte.
Todos los insectos se alarmaron ante aquella flor carnicera
que se alimentaba de mariposas, pero el pájaro estaba radiante.
Y después de saciar su apetito cogió a una mariposa azul y se la
colocó al cuello de collar. Luego se puso a cantar alegremente,
olvidándose de su oficio de flor.
—¡Pero qué raro! ¡Es una flor musical! –dijo una avispa.
—No es ella la que canta. Tiene un grillo en el corazón –con-
testó la libélula.
—Eso es absurdo –dijo la langosta.
—¡Y qué perfume tan exquisito...! –siguió diciendo la
libélula.
—¡Y qué color...! ¡Si parece un lucero...!
—Bueno, esta flor se parece a muchas cosas. Iremos a exami-
narla… –dijeron las avispas desconfiadas.
Volaron sobre “la flor” y la rodearon.
—Libaremos su miel, que debe ser deliciosa…
Pero apenas se acercó la primera avispa, el pájaro levantó el
pico y ésta retrocedió asombrada.
Pioneros de la literatura infantil y juvenil (1920 - 1979) 77
Colección Alfaro
Cuentos para niños tomo núm. 2
(1982)
Nostalgia marina
[83]
84 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Disidencia
¡Ese pajarito
que está en el ramaje
se ve muy bonito
con su claro traje!
Y esa mariposa
de tono amarillo
también es hermosa
como el pajarillo.
—¿Viste pajarillo
mi vestido nuevo?
Hoy es amarillo
¡Yo siempre renuevo!
Al sol le robé
tres hebras de oro,
con ellas bordé
mi ajuar, mi tesoro…
86 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
—Verdad mariposa,
estás un encanto,
estás primorosa,
mas… no es para tanto.
Este mi atavío
también es muy bello,
es cual el rocío,
es como un destello.
Y mientras prosiguen
en su discusión
porque no consiguen
entrar en razón,
un deforme sapo
que más se asemeja
a un negruzco harapo,
de escuchar no deja
mas yo no conozco
que es la presuncióm
con mi sayal tosco
vivo de ilusión.
Pioneros de la literatura infantil y juvenil (1920 - 1979) 87
Además trabajo
para mis hermanos,
de huertos y atajos
soy el hortelano,
yo limpio de insectos
los frutos, las flores,
amigo dilecto
soy de esos señores…
Mi vida modesta
yo no cambiaría
por esas que ostentan
vana pedrería.
Y así la pareja
discutiendo sigue
y el sapo sin quejas
soñando prosigue…
88 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
La princesita Calipso
del palacio se fugó
¡Cuánta tristeza en el reino
ay! ¡Cuánta desolación!
En su oreja pequeñita
–sonrosado caracol–
le desgranó despacito
su más sentida canción;
De inmediato a la princesa
aguijoneó la ambición
y deshojando un suspiro
al ruiseñor respondió:
Impresionada y vencida
por el metal de tu voz
y por las hondas palabras
que tu saber te dictó,
quiero, amigo, que me lleves
a esos mundos de esplendor.
Al acercarse la noche
de ese día de dolor,
hicieron duendes y brujas
su triunfal aparición.
Verdaderas maravillas
a su llegada encontró
que turbaron sus sentidos,
pero solo recobró,
en el amado regazo
de sus padres, el corazón!
***
Vicuncela10 (1977)
Canción para una vicuña
(Novela juvenil)
I
El cielo derramó las últimas lágrimas del verano.
El cazador furtivo disparó el arma hiriendo el silencio de la
pampa, la silueta de la vicuña, que decoraba el horizonte, reci-
bió el impacto fratricida, herida de muerte la camélida imploró
perdón para el malvado, que arrebató su maternal ensueño.
El cuerpo martirizado se desangró con los pinceles del cre-
púsculo, aquel impío cazador la despojó de su túnica marrón.
La vicuña lanzó un estertor lacerante, y expiró bajo el celaje
de la tarde.
La piedad huyó de los predios del sol.
La sangre mártir preguntaba al cielo:
—¿Por qué mueren las madres, Señor?
II
En la solfa del viento, kollavina, recorrió la soledad de la puna para
abrevar su sed de ausencia en las pupilas gélidas de la difunta.
El alma de la ñusta se estremeció con los arpegios de un canto fu-
neral, que penetró en el misterioso reino de las penumbras, mientras
el piano de los nevados irrumpió en una sinfonía de torrentes.
III
La luna llena asomó besando su perfil de ñusta cautiva, cerca
de ella una bestezuela se incorporó, y consternada, miraba la
sangre congelada. La criatura se acurrucó junto al cuerpo inerte
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94 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
IV
La vicuñita enmudecida de pavor huyó por entre los pajonales
sin norte ni guía, miraba la azul inmensidad interrogando por su
madre ausente; dos lágrimas gotearon del cielo, confundiéndose
en las ondas de un manantial, aquellos reflejos fueron los últimos
hálitos de estrella de la vicuña desaparecida. Las fibras de su ser
se estremecieron de dolor.
Huérfana, y de hinojos se arrodilló ante un mundo en tinie-
blas, que no supo de misericordia. Apenas, si caminaba la soledad
la consumía.
V
Era un copo de luna tembloroso. Tenía la barriguilla acariciada
por una nívea pelusa. El dorso parecía iluminado por un lampo
de luz, casi amarillento.
El hociquillo tornábase de crema, a marrón claro. Sus ojillos,
húmedos de tristeza, revelaban el encanto de su pequeñez. Tambo-
rileaba con las débiles varillas de sus patas, y cuando quería afian-
zarse, zapateaba sobre los tacos plomos de sus pezuñas. Entonces,
se insinuaba breve la colita, como mínimo vellón dorado.
¡Era una nubecilla acariciada por alas de un celaje!
VI
La vicuñita temblaba como un lucero.
El sueño de sus primeros días, era un dormitar muy leve.
Un moscardón cruzó zumbando, luego, se posó sobre el hoci-
quillo, despertó sobresaltada, se levantó temblorosa, dirigiéndose
detrás del vuelo del roncador. Tropezó y cayó contra la yareta,
trató de ensayar el alfabeto esmeralda de los camélidos, ejercitaba
a rumiar y solo hacía castañetear los dientes, a veces solamente,
masticaba en el vacío.
Pioneros de la literatura infantil y juvenil (1920 - 1979) 95
VII
Dando brincos de un lado a otro, dibujó cabriolas de luz en el
aire. Cansada de adiestrase en sus primeras acrobacias se recostó,
apoyando la cabeza sobre el suelo.
De pronto, una mariposa iba y venía de su cola a su cabeza,
llamando su atención. La mariposa se detuvo en la cola y aleteaba
como una rosa de luz. Sus hermosas pupilas la miraban, y no sabía
si tenía dos colas; otra vez la mariposa revoloteó y se fue en pos
de una flor. Admirada la vicuñita creía que una de sus colas se fue
volando al cielo, como vellón de luz.
VIII
Vicuñita, contemplaba el arco iris con una mirada tierna e interro-
gante, como si intuyera, que sería el refugio de su orfandad.
En aquél regazo de luces, Cuurmi bordaba un ajuar de guedejas
transparentes para cubrir de ternura a la indefensa bestezuela, que
mustia vagaba entre la desolación y la intemperie.
Cuurmi, lanzó la honda maravillosa, como un orvallo húme-
do de colores por donde bajó a la pampa infinita, se hincó ante la
solitaria bellota, besó devotamente, a la criatura abandonada. La
levantó entre sus brazos de luz, recorrió el horizonte, llegando hasta
el lago lustral, en cuyas orillas, la kantuta pintaba una diadema
tricolor y arrullaba una canción de cuna.
Las kantutas, parecían adivinar la intención de Cuurmi. Abrie-
ron sus ramas para recibir a Vicuñita, la acariciaron con todos los
colores de su esencia vegetal: besándola como a una niña recién
nacida.
Mínimo vellón de nostalgia, mecido entre las ñustas de im-
perial heredad.
IX
Fue su primer juguete el viento, movió la cabeza hacia atrás, en
las orejas enveladas sintió unas cosquillas.
Se deleitaba con la brisas y el relente. Lanzó una carcajada,
como juguetona chiquilla.
Sobre la mínima hierba que la rodeaba, buscaba el rocío, tro-
pezó y cayó de bruces, la escarcha se prendió en su hocico, como
un helado de cristales.
Pioneros de la literatura infantil y juvenil (1920 - 1979) 97
X
Nube rosa, roza tu cerviz.
Es la nube de flamencos sobre el lago.
Volandera nube rosa bajo el cielo fuego y rosa de la tarde.
Es la vía de alas rosa que señalaban el camino encendido de
claveles.
Y tus ojos se deleitaban con la nube volandera de quimeras.
Nube rosa de flamencos. Y en el cielo de celajes se reflejan
sonrientes dalias célicas y ondas rosa en el lago.
Vicuncela, tus pupilas candorosas son camelias florecidas en
el mundo encendido de arrebol.
XI
Vicuñita se acercó a las orillas del lago, cuando vio en las ondas
una imagen idéntica a ella. Levantó la cabeza, y del hocico derra-
mó varias gotas de agua.
Estaba frente a frente otro animalito, que tenía el color leona-
do y rojizo, en el cuello llevaba una especie de bufanda blanca. Era
un guanaco, luego los dos inclinándose hasta el suelo arrancaron
la hierba, que ambos compartían como delicioso bocado.
Eran dos criaturas preciadas de un mismo manjar; de pronto
escucharon un estampido, corrieron, velozmente, no tenían patas;
sino alas, volaban en rauda competencia.
Cuurmi, sonriente los protegió con su mirada de luz.
XII
Tarde melancólica con barajas de otoño, el vendaval azota con
su tos cavernosa.
Desde el cristal de la infancia contemplo a Vicuncela, sus ojos
elevan al cielo una plegaria de trébol por la trémula paja brava,
que hirsuta permanece entre las piedras y decora la palidez de
pampa.
¡Esta soledad y este miedo!
¡Mi corazón deshoja sus ausencias!
Una plegaria agobiada de tormentas y una criatura frente a
la soledad y el silencio.
98 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
XIII
Vicuñita caminó descubriendo sendas de estrellas que la acercarán
al cielo, como si en las alturas intuyera la presencia de Cuurmi,
su diáfano protector, como si las nubes fueran las manos, que la
protegerían de la crueldad.
En noches de luna, la vicuñita elevaba los ojos al cielo e inda-
gaba las estrellas una a una, como si buscase los ojos de su madre
ausente.
XIV
Era una mañana singular. Hubo más rocío de madrugada.
El cielo sonreía en los caminos evanescentes. La ilusión flo-
taba entre las kantutas, que brillaban coronadas de diamantes
líquidos.
Vicuñita despertó muy temprano, estaba rodeada de kantutas.
Se acercaron a saludarla dos vivaces criaturas. La una tenía una
hermosa cola. Era la chinchilla; la otra inquieta y presurosa. Era
una vizcacha.
La chinchilla atusándose los bigotes, dijo:
—¿Quién es la criatura que amaneció entre las kantutas?
La otra que hacía gala de su conocimiento respondió:
—¡Es una flor de kantuta!
La chinchilla, inquirió nuevamente:
—¿Una flor de kantuta? ¿Con ojos de rocío?
Vicuñita al escuchar la charla de las vivarachas visitantes,
dijo:
—¿Yo, una flor de kantutas? ¡Soy una kantuta!
Las inquietas amigas movían la cola como péndulo de reloj y
pensaban.
—¿Cómo llamarla, ahora? –preguntó la chinchilla.
—¿Cómo reconocerla entre corolas de su floral sendero? –dijo
la chinchilla.
“¡Qué nombre de mariposa acariciará su hociquillo para que
ella nos responda!”, pensaban las kantutas.
XV
El lago de cristal dialogaba con el cielo y la ilusión se iba, se iba
con el celaje humedecido, como hoja amarillenta desprendida del
otoño.
Pioneros de la literatura infantil y juvenil (1920 - 1979) 99
“Cuando la tarde se va
algo gime sin voz,
un hondo adiós de lo que no volverá
cual la ilusión, ilusión”.
XVI
Vicuñita amaba la kantuta, evocaba arrullos y caricias, cuando en
su desolada orfandad escuchó el susurro que la invitaba al sueño.
En íntima confidencia le brindaba su ternura, y le sonreía con la
gracia de sus rubores. Del corazón de la kantuta voló la mariposa
cual abanico de luces.
Mágica flor del aire.
Oro, fuego, y esperanza.
La vicuñita contemplaba su vuelo, sus pupilas copiaban los
colores del iris en la tarde dormida. Era el instante en que la paz
reinaba en los corazones.
Vicuñita sabe que el alma de la kantuta es una mariposa de
color.
XVII
Yo leía Sol y Horizontes. Abriendo la página de la flor sentí el
alma del poeta enamorado de la flor, y florecía en el poema del
amor:
“Cuando uno tiene besos en el alma y palabras en el corazón,
puede unirse a la armonía, a la estrella o a la flor”.
¡Qué diáfana nostalgia!
¡Qué floreal confidencia!
Hay almas que aman a la flor, como aquel hortelano de suspi-
ros, Man Césped, el bardo.
—¿A ti, quien te ama, Vicuncela?
—Me miras, como si acaso supiera tu secreto.
—Sí, Vicuncela, yo sé de tus confidencias con Cuurmi.
—Mi corazón de niño quiere humedecerse en el candor de tus
pupilas de niña esquiva.
100 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
XVIII
El cielo diáfano, ni el alma de la nube asoma.
La perdiz redoma en el pajonal y el sol acaricia el dorado
horizonte.
La hermosa cría, pasaba sus días rumiando silencios y colec-
cionando auroras.
Una libélula interrumpió la meditación de la pampa, sus élitros
eran vidrios de colores.
Vicuñita que escrutaba el vuelo de cristal, trató de seguirla, ga-
lopaba como iluminada en pos de aquel derroche de reflejos.
Sus ojos estaban colmados con los destellos del rubor, pirueta
y más pirueta, la libélula se perdió en un temblor de luces.
XIX
El lenguaje de los dioses de la montaña reveló nostálgicas confi-
dencias. Los nevados saben que un día retornará el cóndor Inca,
que por los arcabuces se fue al sueño del olvido.
Un cóndor surcó el cielo. El viento rasgaba el violín en las
fibras aserradas de la paja brava.
En el horizonte apareció vicuñita como signo de interroga-
ción, que escribió con sus cabriolas una pregunta al infinito. La
interrogante, flota en el silencio.
—¡Qué preguntará vicuña!
—¿El cóndor pasa?
—¿El cóndor vuelve?
En el cielo un punto alado describió parábolas concéntri-
cas.
—¡Es Mallku, el cóndor blanco! –murmuró la kantuta.
El cóndor blanco que volaba cerca de vicuñita la miró con
terneza, y rozándola con sus alas, entre sus graznidos parecía
repetir un nombre:
—Vicuña célica.
Y el eco de la montaña, al verla con la gracia y la heredad de
la flor imperial respondía con un apócope:
—Vicun… célica.
—Vicuncela… Vicuncela… desde aquel día se la conoció con
ese nombre.
Pioneros de la literatura infantil y juvenil (1920 - 1979) 101
XX
La pampa percibió la caricia de un sueño. Un claro de luna quedó
petrificado por la helada, como una isla de cristal sobre el pardo
horizonte.
Vicuñita se acercó, miró dos luceros en el espejo del salar.
Eran su inocencia y su candor, que copiaban en la tarde glacial
su sorprendida imagen.
XXI
En noches de plata, las dunas son inmensas liras que pulsan el
rapto dorado de los sueños. Extendidas hacia el infinito, parecen
arrodillados: gigantes camellos y gibosos dromedarios.
Vicuñita contemplaba extasiada, las formas doradas que reco-
rrían un horizonte perdido cerca de las estrellas, como:
XXII
Cóndor blanco, con alas al viento. Solitario heraldo de las tempes-
tades. Vigila la sombra, la niebla y el milenio. Su hálito de altura
suspira al Mar del Sur tu cetro de monarca eterno, convirtiendo en
trenza de agua cantarina, que corre salpicando un manto blanco
para llegar a la humildad de la yareta.
Vicuncela, se acercó, y en el agua clara de su cetro de cristal
humedeció su hociquillo que olía a hierbas, a jichu y a sillu sillu.
El cóndor blanco acarició su imagen con sus alas nevadas.
XXIII
Nubes negras se arremolinaban en torno a la cumbre, parece que
el mundo se acercaba a las tinieblas.
11 Este fragmento está tomado del poema Los camellos de Guillermo Valencia.
102 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
XXIV
Las manos del cielo bordaban un manto de pétalos.
Vicuñita saltaba de un lado a otro para coger un copo de
nieve en su hociquillo.
Copos en el aire.
Copos en la tierra.
Vicuñita, recibió la caricia de Kjunu con mansedumbre, de-
votamente blanca como un vellón de luna en los páramos.
Entonces, la sonrisa transparente de Cuurmi encendió un
halo de luz en el hociquillo de la criatura, que brillaba de frío.
La nieve sollozó en el barro como un copo moribundo.
XXV
Los pinos yacían heridos de muerte, sus ramas destrozadas. Eran
cruces abiertas que imploraban piedad a un Cristo vegetal que
no escucha.
¡No ha bajado el rocío! ¡Cómo iba a bajar! Todo tenía el alma
marchita, transida de escarcha y de carámbanos.
Aquellos pinos no hicieron daño a ningún pajarito ni espan-
taron a mariposas; no sabían el por qué de tanto martirio.
Vicuncela vio aquel cuadro y de sus ojos parecían brotar
lágrimas de desolación y desconsuelo.
Pioneros de la literatura infantil y juvenil (1920 - 1979) 103
XXVI
En la hora de la desolación, los senderos de tu vida están desga-
rrados de impiedad.
El poeta implora piedad para tus predios; y enciende luciér-
nagas en tus juegos de niña inquieta. Su voz desvelada eleva al
cielo el verso:
XXVII
La canción del estío asomaba al pastizal.
La vicuña acariciaba el musgo húmedo de una gruta.
El cazador la perseguía, sigilosamente, escrutaba sus huellas
y seguía la senda por donde ella se dirigía a las alturas. Su olfato
era tan fino, que la brisa le reveló la presencia de la crueldad. Se
encaminó presurosa hacia los riscos de los escarpados parajes.
Temblaba de miedo el airampo, las oladas sollozaban; hasta las
piedras crujían de miedo, como si los dioses tutelares repitieran el
agorero de sus oráculos. Como si llegara la noche glacial de la muer-
te, el resuello de la vicuña se helaba ante la codicia del hombre.
Un vientecillo enjugó el llanto de la kantuta, que invocaba a
Cuurmi por la salvación de la vicuña.
XVIII
Vicuncela a medida que subió por las laderas, sintió miedo en el
corazón, era un presagio de duelo, al llegar al barranco, se en-
contraba frente al furtivo cazador. Saltar al barranco significaba
su muerte. Quedar frente al cazador era, también, la muerte y el
despojo de su túnica marrón.
¡Qué dolorosa muerte esperaba a Vicuncela! De hinojos invocó
a Cuurmi, piedad y misericordia.
XXIX
Entre la hierba temblaban las lágrimas del verano, el sol abría una
pequeña rendija entre las nubes para mirar lo que ocurría allí en
la cumbre.
La humedad del cielo extendió un poncho de colores bordado
de luces. Era la sonrisa de Cuurmi.
El cazador disparó el fusil al aire y una bala se perdió en el
infinito. Aquella furtiva escopeta se transformó en una espiga de
luz.
El cazador quedó deslumbrado ante la magnificencia de los
colores, corría despavorido.
Vicuncela, ascendió por la estela de colores de Cuurmi, custo-
diada por ñustas transparentes.
Esbelta como una espiga diseñaba en la altura el perfil de la
flor inca.
Princesa núbil como sorprendida de un lienzo de Guzmán de
Rojas.
XXX
El amor acarició la kantuta de su corazón que latía en alas del en-
sueño. Habían florecido los diamantes de su inquietud, se encaminó
hacia los cielos de libertad.
El Sarejo, señor y guía de la manada, la esperaba en la noche
alumbrada por la luna de estaño, para vivir en el reino de esme-
ralda, donde el cielo adivinaba un eglógico idilio.
XXXI
Era el tiempo de la ternura, cuando conjugó el ensueño maternal
y nació otra vicuñita, como un ángel de greda amanecido entre las
manos blancas del Illimani. Su cuna era una estampa de luces en
un cielo de amor y poesía.
Capullo pintado por un pincel de espuma.
Tenía el pelaje sedeño y la mirada sorprendida, ante las mari-
posas de las pupilas de su madre. Era una lágrima trémula de los
nevados nutrida con la savia de la flor imperial.
Pioneros de la literatura infantil y juvenil (1920 - 1979) 105
Cristal diáfano.
Perfil de sombra.
Creación de un sueño.
Mariposa marrón en el alero de nevada cumbre.
Vicuña mía.
Glosario
Cuurmi Arco Iris
Jichu Paja
Kantuta Flor simbólica nacional
Kjunu Nieve
Mallcu Cóndor
Ñusta Doncella
Sarejo Guía de la manada
Sillu sillu Hierba
Yareta Género de plantas umbilíferas
José Camarlinghi13
I
Cuando era más pequeño, hace ya mucho tiempo, fui un trencito
de verdad, como el que tengo en un libro; papá dice que es modelo
de 1890. Lo guardo como un recuerdo muy preciado porque él me
dio las alegrías más grandes de esa época. El trencito tenía todo:
su locomotora pequeña, donde casi no entraba el maquinista don
Santiago y su ayudante Onofrio.
¡Uff…! Hacía mucho calor y apenas se podían mover para echar
carbón al fogón que parecía un infierno. Tenía coches de primera
y segunda, un coche comedor hermoso y, a veces, llevaba coches
dormitorios. Nunca más seré tan feliz como en aquellos días.
II
Un día dije a papá que quería ser un trencito. Se burló con muchas
carcajadas porque le parecía que tenía gracia. Muy chistoso. Me
dolió bastante. No le dije nada, porque un hijo no debe lastimar
nunca a papá. Molesté todos los días; muchas veces lloré porque
era injusto, sin embargo yo traté de ser lo más bueno posible.
Cuando llegaba de su trabajo, mi tema era el tren. Los niños somos
molestosos si no nos satisfacen, y somos tenaces para conseguir
lo que deseamos, sobre todo, cuando nuestros deseos son justos,
pero también los padres son como nosotros, ellos quieren que
hagamos cosas que a nosotros no nos gustan. Cada vez volvía a
solicitar con más decisión, entonces, papá se molestaba y me
dirigía unas miradas, que cualquiera se iba directo a la cama a
llorar su desencanto. Pasaba días y días entristecido, hasta que
me enfermé y toda la culpa la tenía papá por no conceder mi
deseo de ser un tren.
[107]
108 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
III
Un día mamá se puso de mi parte, y muy molesta dijo a papá:
—¡Ya! ¡Concédele su deseo! No se puede disgustar a un niño
con esta terquedad tan absurda.
—¡Sí! Es un absurdo –contestó papá, porque es hacerle perder
la realidad de la vida.
Me miró y regañándome, dijo:
—Un tren está hecho de fierro, de engranajes y pernos; un tren
no tiene ojos ni boca, no tiene inteligencia ni corazón; tampoco va
a la escuela ni al cine; un tren no tiene ni su papá ni su mamá.
Luego de un silencio largo…
—¡Ya! ¡Vuélvete un tren si quieres!
Sentí alrededor de mi cabeza las campanadas de San Francisco;
risas y gritos de los recreos. Como una mañana de carnaval con el
corso de niños disfrazados de pepinos y kusillos, que brincaban,
como si fueran de goma, al son de los pinquillos chillones. Qué sería
de los niños si no tuvieran mamá; la mía es muy, muy buena.
IV
Me gusta vivir en la estación. Oír el sonido de los pitos, el traque-
teo, el bullicio, las despedidas, la alegría de la gente que viaja.
Corríamos sobre rieles muy brillantes y ¡qué sé yo! por qué
caminos desconocidos que se pierden en el horizonte del altipla-
no; subíamos cerros con muchas curvas, bordeando precipicios
profundos, hasta llegar a las montañas cubiertas de nieve y el
pito como una pelota roja rebotando de un cerro a otro. Y chas…
chas… chassss, la locomotora cansada y apenas chass… chasss…
chasss hasta llegar a la cumbre. El descenso era hasta llegar a la
otra pampa y correr y correr siempre.
Como yo era un tren, ya no podía ir a casa. Papá y mamá se
quedaron muy tristes; las veces que venían a visitarme a la estación
se les saltaban las lágrimas. Mamá no podía contener su llanto. Me
Pioneros de la literatura infantil y juvenil (1920 - 1979) 109
V
Una noche viajábamos por la pampa a mucha velocidad; la noche
estaba tan oscura que parecía un terciopelo y solo se oía el ruido
del traqueteo monótono. Estuvimos con retraso en nuestro ho-
rario y teníamos que ganar el tiempo perdido. Un tren tiene que
ser cumplido con su itinerario sino la gente se molesta, por eso
corríamos mucho.
Repentinamente vi –a los lejos–, en la oscuridad, una luz del
tamaño de una cabeza de alfiler que crecía aceleradamente sin
darnos tiempo a pensar lo que podría ser.
—Es un platillo volador –dijo Onofrio.
—Déjate de boberías –le contestó el maestro Santiago–, no
creo en esas fantasías.
A cada instante era más grande, hasta que parecía que nos
hubieran echado el sol sobre la cara. ¡Su luz encandilaba...!
—¡Es un pla…!
—¡Cuidado nos metimos en el carril del tren grande...!
—¡Es el expreso que se nos viene encima!
Sentimos el pitazo agudo y ensordecedor. Todo sucedió en
segundos. Un ruido atronador. Todo crujía, parecía el fin del mun-
do; nos sentimos expulsados a un lado de la vía y pasó la enorme
locomotora diesel y sus coches que parecían de nunca terminar con
su pito largo y agudo. Cuando nos recuperamos de la confusión,
Pioneros de la literatura infantil y juvenil (1920 - 1979) 111
VI
Nos quedamos vacilantes, con un largo silencio; nadie nos dijo nada.
Yo solo sentí que, por mis mejillas, corrían lágrimas y tenía ganas
de llorar a gritos. Recién comprendí que todo había terminado.
No me quedaba más que volver a casa. Cuando toqué la puerta,
mamá me abrió, y sorprendida no pudo aguantarse y dio un grito
de alegría, hasta asustar a papá el cual salió y me levantó en sus
brazos, haciéndome dar varias vueltas en el aire. Lo importante
para ellos era que yo hubiera vuelto a casa.
Ahora, todas las tardes, cuando vuelvo de la escuela, me siento
en las gradas de la estación a mirar pasar los trenes, recordando
los buenos tiempos. ¡El corazón se me encoge!
Dicen que soy un niño triste. No. Yo pienso que no. Lo que
pasa es que quiero ser un tren.
Yolanda Bedregal14
[113]
114 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
La joven araña
díjole esta queja
a su madre un día:
—¿Por qué soy tan fea,
dime, madrecita?
Hilando la rueca
tu pareces de oro
sobre fina seda.
Mi padre es moreno,
mas si te contempla,
lo cubre la gracia
que el nardo quisiera.
Y cuando el ovillo,
más grande que ella,
creció como el símbolo
de su vida austera,
hizo con los hilos
una bata fúlgida
con vuelos y encajes
fingiendo la espuma.
La joven araña
con su nueva túnica
era una movible
gotita de luna.
Y llegó el domingo.
A misa de fiesta
se fueron los padres
y la araña nuestra.
Flota el cuerpecito
de la araña fea
con vaga ternura
de apagada estrella.
Pioneros de la literatura infantil y juvenil (1920 - 1979) 119
La luna
está amasada
con leche y harina,
un poco de azúcar
y pizca de sal
y un huevo
sin romper.
¡Eso no es verdad!
La luna
no es de leche
ni de harina
ni de azúcar
ni de sal
ni de huevo, ni de nada.
La luna es de luna
y es luna la luna.
120 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
La polilla
Al otro día
volvió a la casa muy orgullosa.
Rosa y niña
Rosa de la ventana,
ayer nomás te vi
capullo en camisón.
tu vida se va abriendo
y creces...¡desde adentro!
Vestida de hermosura,
tan sola, tan callada,
estás como esperándome.
Yo te saludo, rosa.
Tú me respondes solo
con tu forma y fragancia.
(Si se mira una rosa se la tiene por siempre).
En sueños, tu silencio
me contará el milagro
de haber sido de sombra
y, subiendo de adentro,
abrirse fuera en luz.
124 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Imilla
Bailando la imilla
carita de arcilla
kantuta parece
que, al aire, se mece.
Su mantita linda
color de la guinda,
su faja amarilla
como el sol que brilla.
Su pollera verde
bailando se pierde...
Libros
(Escrito por la hermana de Juanito)
La verdad… no sé.
No debe ser tan difícil. Si, haciendo las tareas cada día, a fin de
año se llega con un montón de cuadernos. Poniéndoles una tapa
dura y bonita, ¡listo!
Suerte que no se escriben a mano. ¡Y con mi mala letra! Me
he fijado bien en los misterios de la Royal16 de papá. Cuando no
haya gente, subo al escritorio, saco la máquina y, cuando termine,
la vuelvo a su sitio… ¡Voy a escribir un libro!
Todavía no sé qué decir. Hasta mientras puedo ir copiando lo
que dicen otros chicos o, por último, saco de las libretas en que
mis padres anotan nuestros “progresos”, esas cosas y dichos que,
no entiendo por qué, les parecen interesantes.
Ya no tengo miedo. Casi todos en la familia han escrito libros,
el padre de mi madre, mi padre y madre, unos tíos y primos por
monos, por imitar y, aunque no crean, la mamá de mi papá llamada
Ena. Ese de ella, sí, es con buena letra, forrado en tela verde con
florcitas. Son para recitar en los cumpleaños y días feriados.
Esa abuela nos da cosas ricas y regalitos cuando vamos a vi-
sitarla en su lindo departamento, frente a la universidad, que es
cerquita de esta casa.
Me imagino que las personas tienen que ser miradas también por
dentro. Sería necesario colgarlas contra el sol, como cuando que-
remos mirar lo que hay dentro de un sobre. Pero ¡horrible!, verle
las costillas, la calavera, los intestinos y todo eso a un chico que
estaba bien forradito en su piel… ¡Uf!
Lo que quiero decir es que muchas veces la gente no es igual
por fuera que por dentro… Difícil de explicar… Por ejemplo:
cuando yo era chica había en casa una sirviente arrugada como
pepa de durazno, Mamá Petra, tan milenaria que había criado a
mi abuelo. Allí, en la gradita del jardín, la pasaba sentada al sol
envuelta en una manta de vicuña. Sobre su falda solía estar un
pollito que después se volvió gallina. Los hermanos de mi mamá
le alcanzaban sus comidas, le llevaban la fruta pelada, café con
Parecías la imagen
de la Mamita de Copacabana…
Debajo de tu manta de vicuña
siempre traías
frutas, empanadas o rosquetes.
Si preguntamos por qué tanto amor, contestan que ella valía mucho
por dentro. Su hermosura no estaba en su cara cobriza, sino en su
corazón y no hay que buscar lo bueno por encima.
Ahora entiendo que la vieja Mamá era como si la pepita y
la cáscara de un durazno estuvieran fuera y el jugo y la pulpa
rica, adentro.
Es seguro que hay personas que son al revés: lo bonito por
fuera y vacías adentro, como es Beatriz que aborrece a las per-
sonas que le hacen un favor.
Decir que los niños no entendemos nada es falso. Sabemos
muchas cosas mejor que los grandes. Conocemos a la gente y deci-
mos cómo son, aunque nos llamen maleducados, malcriados.
¿Cómo es Juanito por dentro? ¿Lo sé yo? ¿Lo sabrá mamá?
No es que quiera hacerme la “gran”, pero si yo he estado en el
estómago o por ahí, dentro de mi madre, tengo más derecho a
saber cómo es ella, que ella a saber cómo soy yo. Ella no podía
mirarme. Yo sí. Y desde adentro.
Pioneros de la literatura infantil y juvenil (1920 - 1979) 129
Lo mejor será que siga escribiendo qué hace, qué dice Juani-
to. Quizá unos piensen: “Yo también soy así”. Y otros: “¡Yo nunca
haría eso!
Nombre
(Escrito por la hermana de Juanito)
Personajes
Jorge
Antonio
Pablo
César
Árbol 1
Árbol 2
Señor Búho
Otros niños que hacen de luciérnagas
Acto primero
Escena I
(Jorge, Antonio y Pablo conversan en el jardín vestidos de luciérnagas)
Jorge: Otra noche oscura que nos espera. No hay luna ni estrellas.
La noche está tan negra como nosotras. ¿A dónde iremos huyendo
de esta triste soledad?
Pablo: Volaremos sin rumbo de aquí para allá sin que nadie note
nuestra presencia. ¿No es ese nuestro destino?
Antonio: Es nuestro destino, sí, ¿pero acaso no podríamos cam-
biarlo de algún modo?
[133]
134 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Pablo: ¡Cambiarlo! Eso sería lo ideal, ¿pero cómo? Hace tanto tiempo
que vivimos así. Fantasmas negros deambulando entre las sombras
sin que podamos hacer sentir nuestra presencia. De día, sin atractivo
alguno, y de noche, invisibles.
Jorge: Cada uno ha nacido como es. ¿Qué sacan ustedes con lamen-
tarse?
Antonio: Hay algunos conformistas como tú, que se contentan con
lo que son, y que no tratan de buscar soluciones. ¿Qué les parece si
llamáramos a una reunión de luciérnagas y hablásemos del asunto
que nos aflige? Tal vez alguien tenga una idea sobre lo que se puede
hacer para conseguir un cambio en nuestras vidas.
Jorge: ¡Eso es! ¡Una reunión de alto nivel! Yo me comprometo a
convocarla. Para esta noche, ¿les parece bien?
Antonio: Pero, ¡claro! Para esta noche misma, sin pérdida de
tiempo.
Pablo: (Con desgano) Como ustedes quieran.
(Salen los tres de escena)
Escena II
(Tras de los rompimientos de árboles, se han escondido dos niños que hablan
por los árboles)
Escena III
(Van llegando luciérnagas con Jorge y Antonio. Saludos informales entre
todas las luciérnagas que vienen a la reunión)
Pioneros de la literatura infantil y juvenil (1920 - 1979) 135
Acto segundo
Escena i
(Entra la comisión de luciérnagas, tímidamente a esperar al Búho)
Escena ii
(Entra en el recinto imponente el señor Búho. Viste un traje de alas
doradas, una careta de búho impresionante, y causa pavor al entrar)
César: Todo eso que usted dice es verdad, señor Búho, pero quien
entra en el misterio de la noche, escucha de usted un graznido
que anuncia su presencia. Un graznido que estremece a quien lo
escucha. Todos saben de su existencia en las torres y campanarios
y también de la existencia de grillos que cantan con su voz com-
pañera de soledades. En cambio, nadie sospecha siquiera de la
existencia nuestra que se pierde en la oscuridad. Si por lo menos
pudiésemos alumbrar el espacio donde volamos aunque fuese solo
por un segundo para que quien ama la noche diga: “ahí está una
luciérnaga que alumbra nuestra soledad”.
Búho: Tienen ustedes razón pequeños insectos y yo, como protec-
tor de las sombras, debo resolver esto. ¡Escuchen! Volarán espacio
arriba hasta llegar a una estrella…
Luciérnagas: ¡Imposible hacerlo! Nuestras pequeñas alas no po-
drían resistir un vuelo tan largo…
Búho: ¡Esperen! ¡No interrumpan! Tengo en este campanario un cofre
donde guardo un pedazo de cebo de la vela que la Virgen María usó
para buscar a Jesús la noche de las tinieblas. Frotarán con ese cebo
sus alas y ellas se pondrán tan fuertes que podrán resistir volando
hasta alcanzar la última estrella.
Una vez en la estrella, robarán ustedes un trozo de luz y bajarán
aprisionándolo contra su pecho junto al primer rayo de luz que
llegue a la tierra. Al caer a la tierra, el trozo de luz se les romperá
en mil pedazos relucientes y cada uno de ustedes lo recogerá y lo
guardará consigo para toda su vida.
En las noches lóbregas como ésta, volarán entre las sombras encen-
diendo y apagando en forma intermitente su diamante de luz.
Quien haya entrado en el misterio de la noche, dirá: “¿Has visto
esa estrella?” Y le respoderán “Es una luciérnaga que acompaña
nuestra soledad”.
Luciérnagas: Gracias señor Sabio de las Sombras.
(Salen)
Pioneros de la literatura infantil y juvenil (1920 - 1979) 139
ACTO TERCERO
(Los niños vestidos de malla negra y con una capucha negra en la cabeza
deben tener preparada una pequeña linterna que forrarán con papel
celofán azul o verde en la parte de la luz. En el entreacto, se habrán
estado colocando diseminados en uno y otro lugar de la platea, detrás
de los árboles y detrás de bambalinas. Se escuchará solamente una voz
y hablarán desde donde se encuentran. Este acto es con efectos escénicos
que deberán estar muy sin sincronizados. Se abrirá el telón, y habrá una
pausa de silencio en la cual el escenario irá amortiguando su luz hasta
apagarse y quedar oscuro. La platea y todo el teatro donde está el público
se apagará también. Entonces, un niño, desde un lugar estratégico de la
platea, encenderá su linterna haciéndola alumbrar por uno y otro lado.
Otro niño dirá con voz de alarma: “Mamá, ¡mira una luciérnaga! ¡Llegó
desde la estrella! Todos los niños escondidos en la platea encenderán sus
luces por uno y otro lado. Niños desde la platea: “¡Ahí va otra luciérnaga!
¡Y otra…! ¡Y otra…! ¡Y otra…!)
TELÓN
Elda Alarcón de Cárdenas18
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142 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
20 Flores de haba.
II
Nueva literatura infantil y juvenil
(1980 - 1999)
Carlos Vera Vargas21
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148 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
sus hermosos ojos. Gracias a ellos pude ver el sendero que, como
un río caudaloso, bajaba hasta Tolata.
Pero hoy mi querido cuidasurcos Carmelo está muy tiste y
aunque él trata de disimular su pena tapando su cara con su an-
cho y blanco sombrero, no puede engañarnos porque su cola se
ha quedado muy quietita. ¡Claro!, cómo no va estar melancólico si
hoy, justo el día que le hago tan lindo regalo, yo tengo que irme a
la ciudad… Sí, a Cochabamba. Tú no conoces la ciudad, ¿verdad?,
¡pues Carmelo tampoco!
El otro día cuando sacábamos agua del pozo, me preguntó
dónde quedaba la ciudad, si allí había árboles y huertos, acequias y
lagunas, si había burritos como él, niños como yo y espantapájaros
como tú. Le dije que yo tampoco conocía la ciudad y que solo sabía
que allí se iba en camión.
Al entender que yo debía viajar en algo muy distinto a su
amable lomo, Carmelo abrió su bocaza y el balde que subía lleno
de agua, ¡plaasssss!, ¡cayó nuevamente al fondo del pozo! ¡Ay, mi
Carmelo!, tuve que acariciarlo largo rato para que otra vez me
hablara y me ayudara a sacar agua.
En serio que yo hubiese querido llevarlos conmigo, ¡claro, a
Carmelo y a ti!, pero mi papá Rosendo me ha dicho que es mejor
que ustedes se queden aquí en Tolata porque la gente de la ciudad
se extrañaría de ver un burrito en las calles y que, además, ellos sí
que te espantarían a ti, mi querido y lindo espantapajaritos. ¡Qué
triste debe ser un lugar donde no hay Carmelos!, ¿verdad? ¡Con
quiénes charlarán si allí no hay espantapájaros como tú!
Yo me pregunto cómo serán los niños de ese sitio tan lejano,
porque cuando vienen por estos lugares apenas se quedan un ra-
tito y después se van como golondrinas, ¡nunca se quedan a vivir
aquí! En cambio, cuántas ovejitas y cuántas vaquitas ya no tienen
llocallas que las pasteen porque ellos se han ido para siempre a la
ciudad. Como horneritos se habrán hecho sus casitas porque nunca
más han regresado.
¡Ahhh!, pero aunque mi mamá Emilia dice que la ciudad está
lejos, yo sí he de volver, ¡justito para la fiesta de San Juan! El día
de mi regreso he de pintarle a Carmelo una laaaaaarga raya roja,
¡desde su cabeza hasta su cola! Y he de adornar sus orejas con esos
caitos que mi mamá sabe teñir con los colores tan lindos que a mí
me gustan porque se le quedan en sus manos y no se le pierden
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 149
COTIDIANIDADES
CONVERSANDO CON UN FRUGÍVORO
POR RAMONROY
Xavier, el saxofonista
En cuanto me vio, Xavier se aproximó hasta donde estaba yo,
repartiendo los papeles de la publicidad. Colgando de uno de sus
hombros, llevaba el estuche rojo del saxofón y con una mano
sostenía la carpeta de las partituras. Como siempre, me alegré
de verlo.
¿Qué dice mi gran amigo?, me preguntó y me saludó con ese
golpe de manos que él me había enseñado. Hola Xavi, seguro que
vienes de la academia, afirmé muy seguro. Realmente eres todo un
adivino, me contestó irónico. Por tu tono, me parece que alguien
te molestó, le dije. ¡Bah!, a mí nadie me enoja; te cuento que cada
día estoy tocando mejor, no existe una sola nota musical que se
atreva a humillarme. Si me vieras tocar no creerías cómo muevo los
dedos, soy un maestro de la digitación y te juro que soy más diestro
con los ojos vendados. Y si escucharas lo que toco, te quedarías
con la boca abierta porque toco como los dioses y retoco como los
redioses. Realmente tienes mucha habilidad, le dije animándole
con una palmada en la espalda. Habilidad y buen oído me sobran,
Mauri, lo que ahora me falta son diez pesos para recoger las seis
fotos que necesito para tramitar el pasaporte. Pues yo te los presto,
le dije y en ese mismo momento saqué de mi bolsillo el dinero que
necesitaba. Para eso uno tiene amigos, me dijo e hizo un gracioso
gesto de agradecimiento. Como queríamos seguir conversando
fuimos a sentarnos en uno de los bancos de la plaza. Xavi sacó el
saxo del estuche y entre los dos empezamos a sacarle brillo con
una franela que él partió en dos. Tan reluciente quedó el saxo que
parecía que los destellos incomodaban a quienes estaban sentados
en los bancos de la plaza.
¿Dime, la viste a Ernestina?, me preguntó. Yo le dije que sí,
que el día anterior me encontré con ella justo cuando salía de la
tienda del señor Singerman. ¿Está muy linda, verdad?, me preguntó
mirándome fijamente. La verdad es que sí, respondí tímidamente.
Bueno, ya te dije que Ernestina es un chupete que se derrite por ti
y, si no le dices nada, pronto pues podrías llevarte una sorpresota,
de esas que te tiran a la cama por todo un año. ¿Cuál podría ser esa
sorpresa?, le pregunté. Que los dos murciélagos que le correspon-
den se los regale a algún muchacho que ella conoce, me dijo y yo
solo me atrevía a sonreír. ¿Entendiste lo que quise decirte, verdad?,
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 161
Xavi de Xamelin
Xavi, venía apresurado y estaba acompañado de Tacho Limón. Silbé
como él me había enseñado y rápidamente supo dónde me encon-
traba. Mientras venían a mi encuentro yo continuaba repartiendo
los papeles de la publicitaria.
Sabía que tú estabas por aquí, me dijo una vez que nos encon-
tramos. Tú sabes que a esta hora yo siempre estoy aquí, le recordé.
Y bueno, tal como me había comprometido, querido Mauri, ahora
te devuelvo los diez pesos y delante de un testigo, dijo mientras
sacaba de un bolsillo un billete nuevo. Tacho Limón, hacía girar una
cadena entre sus dedos y no dejaba advertir en su rostro ningún
gesto que permitiera adivinar qué pensaba.
Qué tal si me acompañas al correo, debo mandar este sobre,
me dijo y yo acepté. Los tres fuimos caminando rumbo al edificio
de correos que estaba cerca de la telefónica. Tacho Limón, inmu-
table dentro su chamarra negra, parecía votar un vapor sulfuroso
bajo el sol intenso. ¿Cuándo volverás por las cabinas?, me preguntó
Tacho. Pasado mañana, le dije y en ese mismo momento me arre-
pentí de darle el dato. Qué bueno, entonces te reservo la cabina,
dijo. Después de caminar tres cuadras, Tacho Limón se despidió de
nosotros y yo me sentí más tranquilo.
El papá de Tacho Limón es detective, le dije. Sí, es una per-
sona muy seria, más seria que tú y yo juntos, me dijo Xavi. Tú no
eres serio, le dije. Entonces más serio que tú y Ernestina juntos,
respondió mirándome de reojo. ¿Tú crees que Tacho escucha lo
que la gente habla en las cabinas?, le pregunté. Yo creo que escu-
cha algo de las conversaciones porque es difícil no oír cuando la
gente grita para que le oigan al otro lado y como él sabe quiénes
frecuentan por allí, entonces conoce muchas historias. No en vano
es el hijo de un detective, dijo concluyente. Entonces escucha,
afirmé. Yo no haría tal afirmación, dije. Lo que pasa es que tú todo
lo tomas a broma, yo te pregunto en serio y tú me dices cualquier
cosa, le reclamé. Es que no sé si él escucha, pero no exagero si
te digo que él sabe quiénes envían besos y quiénes solo mandan
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 171
COTIDIANIDADES
A PROPÓSITO DE UNA CARTA
POR RAMONROY
Palabras de diccionario
Parece que va a llover, dijo Adriana. No creo, le dije y terminé de
cerrar la puerta. Guardé la llave en mi bolsillo y tomé a Adriana
de la mano. Cuando empezamos a caminar, una suave llovizna
empezó a caer desde lo alto del cielo.
¿Cuánto te pagan por repartir los volantes de la publicidad?,
me preguntó ella. Cada día me dan diez pesos, le respondí. Y
eso es mucho o es poco, dijo. Pues eso es lo que me pagan en la
publicitaria, comenté levantando los hombros. Deberían pagarte
más, ya oíste lo que dicen en la televisión, que a los chicos no se los
puede explotar. Ya no soy un chico, le aclaré a Adriana. Eso andas
diciendo a todos y sin embargo solo te pagan diez pesos; si fueras
mayor seguro que te pagarían mucho más, como a papá, que seguro
gana mucho dinero, comentó ella. ¿Cuánto crees que le pagan a
Tacho Limón por atender las cabinas?, preguntó muy interesada.
Cómo podría saber yo cuánto le pagan a él, le respondí. Tal vez
podrías preguntárselo. Para qué. Para saber si gana más que tú.
Además tú también podrías trabajar allí, dijo. Es que yo no quiero
trabajar allí. Y ahora apurémonos porque no tardará en llegar el
bus a la esquina, le dije. Lo que pasa es que caminas más rápido que
yo, y yo no quiero correr, respondió enfadada. No estoy corriendo,
estoy caminando como siempre. Es que tú quieres caminar como
caminan los mayores, dijo y se detuvo. Cruzó los brazos y me miró
enojada. Me paré a su lado y tomé su mochila para ayudarla.
No quiero ir al colegio, dijo. ¿Por qué no quieres ir?, le pre-
gunté. Porque siempre me llevas tú y yo quisiera que papá me
llevara hasta allí para que Verónica, Andrés y Fabiola vean que
yo también tengo papá, me explicó. Bueno, tal vez papá regrese
pronto y entonces estoy seguro que él te llevará todos los días, dije
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 177
La señorita Vertrudiz
Estaba yo en la sala, ordenando las cosas que había puesto sobre
la mesa, cuando alguien llamó a la puerta. Dejé todo como estaba
y me apresuré en abrirla. Era la señorita Vertrudiz quien al verme
sonrió con mucho esfuerzo.
180 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
El criador de caracoles
Mejor te devuelvo la foto, me dijo Adriana y, sosteniéndola apenas
con la punta de los dedos, me la puso en el bolsillo de la camisa.
Yo no le hice ningún comentario y seguí sin distraerme. ¿Tú crees
que la señorita Vertrudiz se enfermó porque le hablé de los mur-
ciélagos?, me preguntó. No, seguro que no, le dije. ¿Me lo dices en
serio?, volvió a preguntarme. Claro que sí, afirmé. Adriana se puso
contenta y me abrazó por la cintura.
Yo creo que Ernestina está enamorada de ti, comentó. ¿Por
qué dices eso?, le pregunté. Porque te dio una foto en la que está
ella y porque además en la foto dice: para Mauricio. Ella solamente
es mi amiga, le dije. ¿Piensas contarle a papá que Ernestina está
enamorada de ti? No, y creo que tampoco tú le dirás algo de eso,
le dije mirándole fijamente a los ojos. No, yo solamente te pre-
guntaba, dijo ella. Cruzamos en silencio la plaza que a esa hora
todavía estaba vacía. Cuando llegamos a la telefónica vimos que
las cabinas estaban ocupadas y Tacho Limón estaba limpiando los
vidrios de las cabinas.
¿Quieres hablar tú primero?, me preguntó Adriana. Por qué,
le dije. Quiero pensar en qué le diré a papá. Tú hablas con toda
184 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
vía las manos de tal manera que parecía que estaba tejiendo una
mantilla de color celeste, dijo. ¿Por qué pensaste que la mantilla
era de ese color?, le pregunté. Tal vez porque tu mamá siempre
tejía mantillas de ese color, me explicó. Después ya nos relajamos
y entonces empezamos a conversar, toda la plaza era un solo vo-
cerío. Yo me puse a conversar con los que estaban cerca de mí y
entonces, en pocos minutos estaba pronunciando los nombres de
María, Bernardo, Esnilda, Harry, Karen, Mahmet, Leopoldo, Max,
Albrahim, Otué, Yorsof, Samuel, Juana y tantos otros nombres
que seguro llenarían muchas guías telefónicas. Después ya nos
tomaron las fotos, salimos tendidos en la plaza, tomados de las
manos, con la mirada hacia el cielo. Alguien desde el altavoz decía
a momentos que todos éramos iguales, que la diferencia no era un
obstáculo sino una oportunidad. Lo interesante era que la foto no
era únicamente mía, yo era esa multitud, ese gentío que gritaba:
mírennos, todos somos iguales. Te digo que saltaba de alegría y
creo que me emocioné más que nunca y quería correr por la pla-
za y gritar como lo hacía cuando era chico, pero pidieron que me
calmara y que siguiera las instrucciones. Pero, gracias a mis gritos
de euforia, Felipe me reconoció y así, desnuditos y casi llorando,
nos abrazamos felices de encontrarnos nuevamente. ¿Sabes?, fue
un momento inolvidable. Algún día comprenderás todo esto, dijo
en un tono melancólico.
Oye papá, le dije. Dime Mauri, me contestó. ¿Tú tienes alguna
foto nuestra?, le pregunté. Tengo una en la que estamos todos
juntos. ¿Siempre piensas en nosotros?, pregunté. Todos los días,
respondió. ¿Sigues queriéndonos como antes?, pregunté. Más que
antes, los extraño mucho, dijo. ¿Nunca te olvidarás de nosotros?
Nunca hijo, nunca, insistió. ¿Estás triste?, me preguntó. No estoy
triste. Adriana ya quiere hablar contigo, le expliqué. Está bien,
quiero escucharle. Antes de despedirnos, quiero decirte que Xavi
viaja mañana; así que pronto estará buscándote, le dije. Está bien,
no te olvides darle la dirección. Te mando un beso, le dije. Y yo
otro, me respondió.
Cuando salí de la cabina le dije a Adriana que papá estaba
esperándola.
¿Puedo hablarle de la foto?, me preguntó ella. Sí, respondí.
Entonces tienes que volver a prestármela para decirle quiénes están,
me dijo y sin esperar tomó la foto que ella misma había puesto en
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 187
Tío Camilo
Bueno mi querido amigo Mauri, ahora debo ir a recoger mi maleta
y después me voy hasta el aeropuerto, me dijo Xavi. Que te vaya
bien, te cuidas Xavi, le dije. Apenas llegue allí, iré a buscar a tu
papá y le diré que tú le mandas los murciélagos, dijo. Gracias Xavi.
Dile que todos los días lo recordamos, le encargué. Está bien, dijo
y me puso el gorro azul que llevaba puesto. Esto es para ti, quiero
dejártelo como un recuerdo. Le estreché con todas mis fuerzas y
pude sentir que mi corazón latía apresuradamente. Ya verás que
pronto también estarás hablando conmigo por el teléfono, dijo
riendo. Seguro que sí, dije. Xavi hizo parar un taxi y subió. Y de mi
parte dale un beso a Ernestina, me dijo desde la ventanilla. Luego se
fue. Cuando el taxi dio vuelta la esquina, fui caminando en silencio
hasta la Plaza de los Álamos. Quería estar solo.
Me senté en el banco que estaba cerca del árbol más alto, quería
que su sombra me protegiera del viento que empezaba a soplar.
Estaba sin ánimos para distribuir los papeles que entregaba todos
los días a quienes transitaban por allí. Pensaba en Xavi. Lo iba a
extrañar. Indudablemente iba a sentir su ausencia. Pero eso lo sabía
solamente yo, porque nadie más podía entender que él había sido
un amigo entrañable para mí. Puse los papeles sobre el asiento y me
quité la chompa para sentir el fresco de la mañana. Desde donde
estaba veía a mucha gente que caminaba apresurada para llegar a
algún lugar. Ernestina pasó por la galería más alejada de la plaza,
cubriéndose los cabellos para que el viento no la despeinara. Un
fuerte ventarrón levantó los papeles y yo me quedé mirándolos
sin la menor intención de recuperarlos. Se elevaron formando un
remolino y se perdieron el lo alto del cielo. Otros simplemente se
quedaron en el piso y también entre las plantas de los jardines.
Alguien que venía desde la otra esquina detuvo su bicicleta
amarilla y levantó uno de los papeles de la publicidad y se quedó
leyendo con toda atención. Luego continuó avanzando y llegó hasta
la esquina donde se levantaban las palmeras de los dátiles. Allí se
bajó de la bicicleta y el ciclista empezó a recoger algunos frutos
que habían caído durante la mañana. Después reanudó la marcha y
188 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
COTIDIANIDADES
ULISES SIGUE VIAJANDO
POR RAMONROY
Metátesis
Cuando mamá dijo que iríamos a casa de la señorita Vertrudiz,
Adriana se puso nerviosa. ¿Tú crees que ella se enfermó porque yo
le hablé de los murciélagos?, me preguntó inquieta. No creo que
sea eso, lo que pasa es que ya empezó con los achaques, la consolé.
Bueno, me dijo y dio un suspiro. ¿Tú crees que ella todavía quiera
ser mi madrina?, dijo. Seguro que sí, ella te quiere mucho y con
seguridad que se puso mal por otros motivos y no por lo que tú le
dijiste, le expliqué y recobró el ánimo.
Mamá nos llamó y entonces fuimos hasta la casa de la señorita
Vertrudiz. En el camino compramos un paquete de galletas de agua
y le dijo a Adriana que se lo entregara en cuanto llegáramos. ¿Cómo
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 193
COTIDIANIDADES
UN LIBRO SOBRE MURCIÉLAGOS
POR RAMONROY
Wara tenía los ojos fijos en una piedra dorada que relucía entre las
aguas de la orilla. El Lago Sagrado estaba tan azul y transparente
que la piedra parecía estar muy cerca, al alcance de su mano. Pero
cuando su pequeña mano rompió el cristal y penetró en el agua
helada, Wara comprendió que se había engañado. La piedra estaba
lejos todavía. Entonces una morena sonrisa floreció en su cara. Se
quedó agitando el agua con su mano. Miles de espejitos de agua
formaban ruedas de brillos y se volvían a formar. Un agradable ca-
lorcillo entibiaba su espalda. Miró hacia el Sol, estaba alto todavía
y sus ovejas comían tranquilas en los pastizales de la orilla.
De pronto sintió que se resbalaba de la orilla y se hundía
entre las aguas. Siguió sumergiéndose sin poder detenerse. Y con
sorpresa comprendió que nadaba como un pez. No se ahogaba.
El transparente azul-verdoso de las aguas le ofrecía miles de
caminos a seguir. Los peces y las verdes ranas no se asustaban
al encontrarla allí. Más bien, parecían indicarle por dónde tenía
que ir, formando uno tras otro, una hilera, como guía. Y por allí
se deslizó su pequeño cuerpo. Era como estar en un laberinto y
como en un juego, ya bajaba, ya subía. A la izquierda, una gran
vuelta; a la derecha, una picada.
Hasta que… al fondo del Lago Sagrado, muy al fondo, vio al
hombre. Estaba sentado sobre un pequeño promontorio. Era viejo,
moreno, con blancos pelos en la cabeza. Su cuerpo estaba cubierto
de un manto de algas. Tenía mirada triste.
—Por fin alguien llega –dijo el hombre en aymara.
—Entonces Wara, que comprendió las palabras, se quedó
sorprendida, sin saber qué contestar.
—He esperado siglos que alguien viniera. Yo soy el guardián
de los tesoros del Inca Atahuallpa y de lo que mandó a recoger del
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202 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
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206 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
En los últimos tiempos casi nadie las había visto salir. Jacinta consu-
mía sus años entre la cocina y la oscura habitación donde descansa-
ba su madre. Muchos las criticaban por haberse encerrado y alejado
como si ya no fueran del pueblo. Pero más hablaban de la joven,
tan callada, tan hermosa, la hembra que no sería para nadie.
Una tarde lluviosa, un vaquero llegó a Tierras Amarillas en
busca de trabajo y fue a parar a la tranca de esa casa que parecía
abandonada. Llamó una y otra vez, cuando estaba por retirarse vio
que al fin alguien abría la puerta, sin animarse a salir al corredor.
Sujetando las riendas de su caballo, siguió llamando. La mujer es-
piaba al hombre de poncho rojo y alforja, pareció volver la cabeza
como si consultara en la oscuridad, miró otra vez al hombre y le
hizo señas para que esperara.
La puerta se abrió al fin cuando dejó de llover; el vaquero entró
al patio y una voz cantarina dijo:
—¿Por qué no entraba si tanto lo estaba llamando?
—Disculpe usté, señorita –repuso él como si le hubieran dado
un golpe en la cara–. La tormenta no me dejó escuchar. Yo pensé
que antes usté le preguntaba a su mamita...
La joven contuvo un respingo y dijo:
—Sí, claro. Mi mami dijo que lo haga pasar.
—¿Podría hablar con ella? Me llamo Ovidio Luna y ando bus-
cando trabajo.
La joven respondió con una sonrisa. El vaquero sintió el barro
en sus pies, aflojando la cincha del caballo siguió:
—Digo, si tal vez les interesara un peón pa que siembre o
desyerbe las chacras. La tierra está en su punto.
—Mi mami está pues medio delicada –dijo ella–. Tal vez si
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214 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
—¿Enferma? Ella está pero pues grave –se puso a sorber rui-
dosamente del plato asentado sobre sus rodillas.
¿Qué habrá querido decir?, pensó Ovidio. ¿Que su madre está
loca?, ¿o será una opa? Pobre Jacinta, y comenzó a quererla.
—Le aumentaré –dijo ella, él le alcanzó el plato vacío–. Hace
hartillos años tuvo una enfermedad –dijo–. Desde entonces me
tiene… Si ella pudiera, hasta me amarraría con cadenas –dio un
largo suspiro y se acabó la tranquilidad.
—¿Y su papá?
—Ni lo conocí. Dizque era comerciante, arriero, hacía largos
viajes. Yo tenía también dos hermanos, murieron ahogados al querer
cruzar el Río Grande. Entonces mi papá se fue a la guerra y no volvió.
—Y su mami se quedó solita con usté.
—Así es, pero desde su enfermedad, ya no hay descanso pa
mí. Quiere que esté todo el tiempo a su lado.
Ovidio notó que lloraba y temió hablar o moverse. Los minutos
pasaban sin apuro. Se acercó a ella para avivar las brasas. Tal vez
ya sería medianoche, quién sabe si se acercaba el amanecer, tan
rápido se van los momentos felices.
—Jacinta –dijo poniéndose derecho–, quién iba a pensar que...
Jacintita... Yo… Yo me casara con usté.
—¿Casarse? –gritó ella–, y luego, como si recordara a su madre
y temiera despertarla, dijo a media voz–: Usté está loco. Mi mami
no quiere. Mire el patio, ya va a ser de día y usté ni siquiera me
ha dejado dormir –ladeó el cuerpo cubriéndose con su manta y
apoyó la cabeza en la pared. Ovidio hizo que se acomodara entre
los adobes y la ceniza.
Ande habré venido a parar, pensó, descubriendo la tenue si-
lueta de las montañas. No era el amanecer, sino la luna en el cielo
despejado. Volvió al dulce sueño de Jacinta. A ratos parecía una
niña… ¿Qué vida llevaría, encerrada con una vieja loca? ¿Cuántas
veces la pegaría, qué costumbres le enseñaría? Toda una vida de
luto, como encerradas en un cajón, como muertas. Pero esta noche
ha llorado delante de mí. Cuando amanezca me enfrentaré a la
loca, a la enferma o lo que sea, y me iré con su hija.
El temblor del cuerpo dormido le sobresaltó. Jacinta siguió
agitándose y gimiendo en sueños. ¿Soñaba con su madre? ¡La está
llamando!, se ha escuchado una voz adentro. ¿La despierto? No, se
vuelve a tranquilizar. Que descanse.
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 217
Laguna Seca
Laguna Seca es un pequeño rancherío donde no hay lagunas
secas ni mojadas. Pero sí tiene su río, su cerro, su pampa, su
sol, sus huertas. En ese tibio revoltijo, nació y creció Domingo
Segundo.
Al principio, cuando estaba en el vientre de su madre, ya daba
qué hablar a sus padres. Y su hermana Enriqueta estaba loca por
conocerlo. De pronto, la semilla se desprendió de su vaina y... el
niño nació.
Ni bien se enteró de la novedad, se puso a llorar. Y como vieron
que tenía huevos y pajarito, le pusieron nombre de varón: Domingo
Segundo, como su padre.
***
Mírenlo, ya de año: no es más que un bicho oscuro y lloroso,
gateando encima de la cuja... Los ponchos ásperos tienen siete
colores, visibles en la penumbra. Se acerca a la orilla y ¡pum!, al
suelo.
No importa caerse, la cosa es saber levantarse. ¿Pero por qué
está todo oscuro? Se vuelve gateando hasta chocar con la pata de
la cuja. Viento afuera, se queja la puerta, entra luz y el niño puede
mirar su cuerpo: está lleno de manchas rosadas. Quiere asirse del
aire y ¡pum!, el suelo se acerca a su frente. Entonces dice: “Leche,
leche. Mami, mami”, y sale gateando al patio.
Orines, tierra, hojas secas bailando. Logra pararse, pero pronto
vuelve a apoyarse en el suelo. Hasta que viene su hermana Enri-
queta y lo levanta.
Al ver las manchas en el cuerpo de la guagua, dice:
—¿Qué tendrá éste? ¿Será el tabardillo? ¿Picau de pulgas?
¿Susto? ¡Vamos, a tu cajón!
No, ella no le entiende. Domingo Segundo solo quería tomar
leche de la teta de su madre. Escucharla, sentir sus manos. Abajo
paja y trapos mojados, arriba las cañahuecas del techo. Quería
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 221
gatear por el patio, quería ser libre y volar como los patos de la
huerta... Vuelve su hermana y le dice:
—Nos vamos pal pueblo, nos vamos pal pueblo
—¡Puebo! ¡Puebo! –repite él mientras ella lo levanta y lo en-
vuelve en su manta.
Enriqueta lanza una carcajada; esta vez parece que le entendió.
—Sí, vamos a encontrarla.
De manera que su madre ha ido al pueblo. Olor de hojas secas,
viento en los árboles y ella no aparece. “Chucho, mami”.
—Ya, ya, por allá viene, ya, ya –le consuela su hermana.
Pero no era su madre sino una prima con guagua chiquita.
—Yo tengo harta leche, ¿le doy?
—Qué va a querer.
—A ver ma prestámelo.
Domingo Segundo siente otros brazos y otro olor, se abalanza
a las tetas y toma leche con risas, hasta quedar dormido.
***
Muchas veces se quedaba solo. En la cama, en el corredor, en el
patio. Un día, como borracho avanzaba sin saber adónde, miraba a
todos lados y no veía pies ni piernas. Ya estaba por llorar, se volvió,
tomó otra dirección, ¿quién lo llamaba?, ya no podía más, ¿adónde
ir?, estaba por caer... Entonces vio, olió a pocos pasos, las rodillas de
su papá. Llegó a sus brazos y saltaron dos lágrimas como chispas de
luz. Cubierto por el saco que él levantó a manera de cueva, movía
la cabeza y refregaba su rostro en el chaleco.
—¿Nos vamos? –preguntaba el padre.
—¡Nos vamos!
—¿A caballo?
—¡A caballo!
Y se levantaba y lo colocaba a horcajadas en una de sus rodillas.
Adiós frío, adiós silencio, adiós penas.
***
—Mami, ¿dónde estoy? ¿Quién soy yo, mami?, ¿cómo me lla-
mo?
—Domingo Segundo.
—¿Y mi hermana cómo se llama?
—Enriqueta.
222 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
papá dice que es como tomar leche espesa, y además de ser alimento,
es buena pal reumatismo... ¿Qué pasó, oiga? ¿No le gustó mi charla...?
Un día era poco para que el trigo seque del todo. Al día siguiente
había que seguir en la pampa desde temprano. ¡Qué hermoso era
el sol sobre el pasto aún con rocío! ¡Y las flores diminutas que solo
los niños veían por estar más cerca de la tierra! Pero ahí estaba
otra vez el trigo y Domingo Segundo subía, bien arremangado, a
medio poncho para desparramarlo con brazos y pies, parejo, parejo
como una chacra bien aireada y fresca. Se paraba, se refregaba las
rodillas y miraba las señales de los granos, y sus pies volvían a las
abarcas aún sin el polvo de los callejones.
Cada año, en tiempo seco, había un San Juan con diez cargas
de trigo por lavar y cada año la misma ceremonia del agua.
Un día en la vida
El gallo canta, las gallinas se alborotan, el sol pronto asomará por
las lomas negras. Ruido de leñas al quebrarse y del agua en los
baldes y las ollas. El humo corretea de la cocina a la huerta.
—Buen día, buen día.
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 239
***
Por los callejones anda la gente.
—Imainallaá.
—Wallejlla, ¿y a usté cómo le baila?
—Buen día, che, ¿cuyo hijo sos?
—Soy hijo de mi tata.
—¿Cómo te llamás?
240 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
—Llama-llama.
—¿Y tu apellido?
—Sapo encogido.
—¿Ande vivís?
—Lejos de aquí, cerca de allá.
Y se van saltando y pateando como burros, cargados de sus
costales. En un recodo se encuentran con otros muchachos.
—¿Jugamos a los chuises?
—Yo tengo habillas y tengo un coral.
—José.
—¿Qué?
—Alzá la cola y tosé.
—Y una rueda de goma con su manejador de palo.
—K’asa, vende grasa, en la esquina de la plaza, con su cuchara
k’asa llenita de grasa.
—¡Cuidau con esa pirca. ¿No ves que las piedras están bailan-
do? “Mirame, no me atoqués”, dice. “Si me atocás, te k’utús”.
—La víbora dice: “Si me encuentro con picha-picha, no tengo
miedo; si me encuentro con p’alka-p’alka, me escapo”.
Picha-picha es la mujer, porque tiene falda; p’alka-p’alka es el
hombre, porque tiene pantalones.
—Por allá viene mi tata que pela.
—Chau, culo empachau.
—Que te vaya bien, que te pise el tren.
Llegan a la casa y tiran sus costales en el corredor.
—¿Ya está la comida?
—Ya está, falta parar la olla.
—¿Qué horas son?
—Las mismas de ayer.
—Ya es hora, que la guagua llora.
—A comer y a misa, a nadie se avisa.
—Sírvanse, sírvanse, antes que se hele.
—¿Más mote?
—No soy loro pa comer mote.
—¿Más papa?
—No soy waik’o pa comer papa.
—¿Arrocito?
—No soy camba pa comer arroz.
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 241
Habilidades de un azadón
Una vez don Domingo Segundo le regaló un azadón a su hijo
Domingo Segundo. Era marca “loro”, una maravilla para carpir.
Cuando los azadones están nuevos, son grandes y pesados; con el
uso se van achicando, pierden las aristas y se vuelven livianos y
brillantes. Uno de éstos, arrinconado y sin cabo, recuperó el padre
para su hijo.
Primero buscó un palo recto y seco, lo labró con la azuela, lo
raspó con el machete y ya estuvo el cabo. Metió el pequeño azadón
por el extremo más delgado y lo ajustó con una cuña en el otro
extremo. ¡Listo! Se lo dio y le dijo que vaya a probarlo a la chacra.
Cuando volvió de la prueba, el padre le preguntó:
—¿Qué tal, guapo tu azadón?
—¡Guapísimo! —le respondió Domingo Segundo.
Al otro día el padre y todos los hijos fueron a carpir. El herma-
no mayor iba adelante y Domingo Segundo al último, detrás de su
padre. Su azadón avanzaba por el surco sin dejar yerbas ni terro-
nes, sacaba chispas a las piedras, levantaba polvo y de pronto, ¡ay!,
cortó un arbolito de maíz. ¡Se pasó de guapo el azadón! Se agachó
disimuladamente, lo paró y lo fijó en la tierra.
Avanzaba el sol, aumentaba el calor y llegó el hambre. Su pa-
dre y sus hermanos se alejaron cada uno por su surco y Domingo
Segundo se apartó y se sentó a la sombra de un duraznero. Las
yerbas le rodeaban, ¡cuánta mala yerba! Hojas grandes y pequeñas,
flores de distintos colores, tallos duros, tallos blandos, raíces cortas
y débiles, raíces duras y profundas. “¿Por qué tengo que matar
244 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
***
Primeros días de diciembre, tiempo de aguas. Las chacras ya esta-
ban de carpir, no como el año pasado que por ahora recién estaban
sembrando, y esas siembras fueron, como decía el mayor de los
hermanos, “pa comer humintas por atrasito”. Pero llueva o no
llueva, los menores tenían que alistar los nacimientos.
En primer lugar había que buscar –en la huerta o en los rinco-
nes del patio– latas viejas de sardina, ollas y fuentes agujereadas...
Doña Marina sacaba las macetas del Niño, más pequeñas que los
vasos de tomar café. Recogían y cernían tierra, la rociaban con
agua del pozo, la echaban a las latas y a las macetas de barro coci-
do. Luego a sembrar: en unas maíz, en otras cebada o trigo, en las
más grandes arveja. Una regadita y chau. (Días antes habían puesto
esas semillas en agua para que broten más pronto). A la semana
comenzaban a verdear sus chacras, cebadales, arvejales...
El día antes de Navidad las siembras ya estaban de cuatro de-
dos de altura y preparaban los nacimientos. Por la mañana iban al
mogote con un machete y cortaban una o varias ramas de pino de
castilla y las llevaban a la casa, tratando de no arrastrarlas por los
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 247
[251]
252 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
La revobulliprotesta (1991)
I
¡Estánapresandoalosanimaaaales! ¡Estánapresandoalosanimaaaales
¡Cuidaaaaaaado! ¡Huyan! –gritó la cotorra parlotera y se armó un
revuelo en las montañas, en los valles, en la selva. El eco asustado
no se cansaba de repetir el mensaje y así voló por todas partes.
—¿Apresar? –se preguntó el rey de la selva–. ¡Qué locura! A mí
nadie me pone un solo dedo encima, yo soy el rey.
—¡Jua jua jua jua jua! –se rió la hiena con ese su acento tan
particular. Eso es lo que tú crees, espera a que vengan los hombres
y verás quien es rey.
—¡Haz algo, rey! –suplicó una ardillita.
—¡Bah! –el león hizo brillar sus garras a la luz del sol. Conmigo
nadie se atreve.
—Contigo –dijo la ardilla– pero... ¿Y con nosotros?
—¡Ya llegan! ¡Ya llegan! –nuevamente el grito de la cotorra y...
¡Brummm!
Cayó una red encima del león, en la cual quedaron enredadas
sus filas garras y apareció colgado patas arriba.
Rugió, lloró, pidió ayuda, se enfureció, pero no pudo hacer
nada. Lo metieron dentro de una jaula y se lo llevaron para la
ciudad en un ruidoso camión.
Por la noche se reunieron los animales.
—¿Por qué se llevaron preso al león? –se preguntaron.
—Debe ser por haberse comido tantos conejos –dijo el conejo
más viejo, ocultando una sonrisa de satisfacción.
—¡No! No fue por eso –dijo el zorro–, él come conejos porque
de algo hay que vivir. Fue porque es el jefe de todos nosotros, nues-
tro rey. Los humanos suelen hacer esas cosas para desmoralizar a
cualquier grupo.
[255]
256 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
II
Mientras tanto el león llegó a una horrible ciudad de calles pavimen-
tadas, altos edificios y uno que otro arbolito creciendo como hongo
solitario en medio del ruido: pitos, luces prendiéndose y apagándose
y gente deliciosa pero fuera de su alcance. Solo le aumentaba el
apetito que creció en su estómago debido a la ansiedad.
Lo cierto es que lo llevaron a un lugar donde se leía: ZOOLÓGICO.
El león era bastante instruido y pensó “Zoo viene del griego
zoos que significa animal. ¡Animales! ¡Qué bien! ¡Voy a estar con
amigos!”
Pero ni bien atravesaron la puerta se quedó pálido, la melena se
le alació del todo y le cayó sobre los ojos. En un hilo de voz, dijo:
—Lógico, quiere decir lógico y esto no tiene nada de lógico.
¡Horror! Cóndores encerrados en jaulas, con las alas cortadas;
monos atrapados en árboles raquíticos, también dentro de jaulas;
patos encerrados en lagos artificiales, aislados, tristes, solitarios,
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 257
III
Día a día, a partir de entonces, le llevaban a la jaula su comida.
No faltaban niños que iban a molestar y le tiraban tostado, maní
y otras cosas que le ocasionaban dolores de barriga y gente que lo
acosaba para obligarlo a rugir.
El tiempo fue pasando. Aprendió a comer maní y p’asankallas29;
a mirar el cielo cuadriculado a través de su reja; a recibir cachitos
de sol sobre su pelaje opaco y triste.
Algo horrible pasaba en aquel lugar. “¿Por qué? ¿Por qué me
apresaron?” se preguntaba.
Un día escuchó una conversación y en la noche la comentó
con sus amigos.
—Oye, gato montés, me enteré de que los hombres no solo
tienen cárcel para los animales. Imagínate que tienen un hombre-
lógico donde encierran a las personas que no se portan bien.
—¡Qué hombres! –dijo el gato montes–. Para vivir haciendo
esas cosas solo se puede ser un perfecto hombre.
—Verdad –dijo el cóndor– no hay ser más peligroso sobre el
planeta que el hombre. Se los digo yo que veo las cosas desde arriba.
Ellos son capaces de dañar a sus semejantes y a otros seres de la
naturaleza; por eso crearon cárceles y rejas.
—¡Qué grave! –dijo la lechuza–. ¡Dónde hemos venido a parar!
–y eso que a ella recién la llevaron hacía menos de una semana.
—Hay que hacer algo –dijo el mono café– tenemos que salir
de aquí, romper nuestras cadenas, lo que sea.
—Pero cómo. ¡Cómo! –se desesperó el león y volvió a ponérsele
lacia la melena y a caer sobre sus ojos llorosos.
—¡Tengo una idea brillante! –dijo la lechuza, que además
siempre tenía ideas brillantes.
—¡Hagamos una revobulliprotesta!
—¿Una quéee? –le preguntaron todos los animales desde sus
celdas.
29 Tostado de maiz.
258 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
IV
A la hora fijada comenzaron a golpear sus rejas y a rugir, gritar,
llorar, graznar, aullar, chillar, maullar. Era tan grande la bulla que
toda la gente de la ciudad se despertó. Empezaron a prenderse las
luces cuadradas de los altos edificios. La gente salió de sus casas
para pedir que por favor hagan algo con el zoológico.
Los canales de televisión fueron a filmar, pero les fue imposi-
ble hacer la más mínima entrevista porque ni los loros quisieron
hablar, solo chillaban enloquecidos y decían en coro:
—¡Vivalarevobulliprotesta, vivalarevobulliprotesta, vivalare-
vobulliprotesta!
Los niños salieron también y fueron al zoológico. Casi se mue-
ren de susto porque los gritos y la bulla eran escalofriantes.
Los psicólogos se reunieron y diagnosticaron “Psicosis Co-
lectiva”. Según el profesor Sergio, astrólogo profesional, aquel
fenómeno se debía a la influencia de la luna y al predominio de
las constelaciones de Leo y Escorpión.
Los miembros del Colegio Médico también se reunieron y
según las especialidades, analizaron el caso: El gastroenterólogo
dijo que era un problema de pesadilla por indigestión. El oto-
rrinolaringólogo opinó que posiblemente estaban con angina y
al no poder respirar gritaban de desesperación. El geriatra dijo
que los animales más viejos estaban chochos. El pediatra veía
que los animalitos chicos a lo mejor tenían cólico. Pero nadie
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 259
V
El jefe, entonces, entró al zoológico con una vara y castigó muy
duramente a todos los animales. Ese día no se repartió comida ni
se limpiaron las jaulas. Las puertas del zoológico permanecieron
cerradas para todo público.
—Es inútil –dijo el león al anochecer–. No han entendido
nuestro mensaje.
—¡Pero cómo es posible! ¡Cómo es posible! –se enfadó la lechu-
za que, como ustedes ya saben, era la más inteligente–. Es ahora
cuando comienza nuestra lucha compañeros.
—¡Verdad! –dijo decidido el mono café–, finalmente es prefe-
rible morir antes que presos vivir.
Pero ya no más gritos por favor –dijo una lora a la cual apenas
se le oía.
Estamos roncos, hambrientos, sordos, sucios y muertos de
sueño.
—Es que no existe otra manera –dijo el mono café–, si ahora
no reforzamos nuestra protesta, estamos perdidos.
—¡Tengo otra idea! –dijo la lechuza y sus ojos grandes y re-
dondos volvieron a brillar como dos estrellas–. Qué tal si ahora
hacemos una revomutisprotesta.
—¿Una revomumame............ quéeee? –preguntó el cóndor.
—Les explicó –dijo la lechuza, y bajo la luz de la luna les ex-
plicó su magnífico plan.
VI
Aquella noche hubo paz y durmieron todos tranquilitos. A la
mañana siguiente, el jefe del zoológico pasó jaula por jaula, para
260 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
VII
Al día siguiente las autoridades se reunieron a pensar en alguna
medida. Sin duda los animales les estaban queriendo decir algo.
—¡Están bien alimentados, están limpios, tienen todo! –explica-
ba el jefe del zoológico jalándose los pelos con la desesperación.
—Entonces habrá que redoblar el castigo o tomar cualquier
otra medida mayor –dijo el Alcalde–. De alguna manera tendrán que
aprender a comportarse –e ipso facto despidió al jefe del zoológico.
Luego de pensarlo mucho, dio con la mejor solución. Puso en lugar
del jefe del zoológico, al exdomador del circo. Era un hombre grande,
fornido, de gesto agrio y ojos malvados, a quien le faltaba el brazo
derecho puesto que un león se lo había comido, y la pierna izquierda
que se la había zampado una pantera. Después de escuchar todo el
relato del Alcalde, el hombre con una malévola sonrisa dijo:
—Déjemelos a mí, señor Alcalde, yo me encargo. ¡Jo jo jo!
VIII
Cuando los animales lo vieron llegar, un escalofrío colectivo les
recorrió todo el cuerpo. Estaba claro que no habían logrado su
objetivo y que los hombres que se creían tan inteligentes eran
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 261
IX
Tal como habían acordado, el cóndor y los demás animales pidieron
ayuda a los pájaros, a los insectos, a las ranitas, a los sapos para que
fueran sus emisarios y les dieran su mensaje a los animales de las
montañas, los valles y los llanos.
A media noche, justo en el momento en que el domador es-
taba a punto de torcer el cuello de la lechuza, empezaron a ladrar
todos los perros de la ciudad, a maullar todos los gatos; a cantar
todos los grillos; a croar todas las ranas y los sapos. Desde las más
remotas distancias se escuchó el aullido de los lobos, el rugido de
los tigres, el grito de los pájaros y hasta las hormigas, todas juntas,
hicieron oír sus voces de protesta. Parecía que estuvieran a punto
de invadir la ciudad.
Sobrecogidos los habitantes acudieron al zoológico que era el
único lugar de silencio, donde los animales aguardaban en el más
absoluto mutismo. Pero esta vez, despiertos, alertas, con los ojos
bien abiertos.
Con el susto el domador dejó escapar a la lechuza que era muy
ágil y pudo volar al lado de sus amigos.
Al día siguiente el Alcalde, muy temprano hizo sacar a los ani-
males de sus jaulas y los devolvió a sus selvas, a sus montes, a sus
cielos, a sus lugares de origen, mientras que miles de pájaros mul-
ticolores surcaron el infinito festejando así el día de la libertad.
Desde entonces el león no quiere saber nada de ser el rey de
nadie y aprendió a cuidarse mejor, gracias a los sabios consejos
que no deja de darle su amiga, la lechuza.
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 263
Capítulo I
Un Lindolfo
Ella, metida entre los libros, tiene la manía de sentir el olor de las
hojas, impregnándose del aroma a tinta y papel. Así es Julia; por
eso está siempre contando historias y citando autores. Ella sabe de
todos los sabores. Los de enciclopedia, los de Biblia, los de cuento
infantil, los de diccionario y hasta los de revista de mala calidad
que tiene un gusto excelente. Lo único que le molesta es que en las
ferias de libros que se hacen en la escuela a las que por supuesto
ella no falta, existen torpes personas que desconsideradamente le
pisan la cola. Pero no solo eso pasa, sino que además al verla se
ponen a gritar las muy estúpidas.
—¡Un ratóoooon!, ¡un ratóooooonnnnnn!
—Tienen el cinismo de asustarse en lugar de que me asuste
yo –protesta Julia mientras corre como una loca por todas partes
sin ton ni son.
Lo que más le irrita no es el miedo que le tiene esa gente tan
grande a ella que es tan chiquita, sino que griten ¡un ratóoooon!
como si no estuviese claro para todo el mundo que ella es una
RATONA y no un ratón. ¡Qué gente inculta!
Felizmente no todo el mundo hace alboroto y se asusta con su
presencia. “No todo el mundo” es Ernestina, la bibliotecaria de la
escuela que es una chica linda: bajita, gordita, de cabellos crespos
y pelirrojos, siempre despeinados, lentes cuadrados que le cubren
la mitad de la cara y frenillos en los dientes.
Ella conoce a Julia e incluso le invita migajas de las galletas
dulces que come a media mañana. Se agacha mirándole por debajo
de uno de los gruesos estantes y le dice:
—No de vaz a moved, ni de vaz a dejad ved con ed zeñod
Domínguez podque zi te dezcubde tdae a Dindodfo que ez feo y
mado. Quédate nomaz ahí quietita, datonita.
Dice así porque con los frenillos se habla de esa manera, pero Ju-
lia le comprende perfectamente. ¿Cómo no comprender a alguien que
con solo mirarte sabe que no eres un ratón, sino una “ratonita”?
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 265
Es buena onda, Ernestina. Solo que cuando habla del tal Lin-
dolfo provoca un vuelco en el corazón de Julia.
—¿Quién o qué será el tal Lindolfo? –se pregunta.
Ningún dios del Olimpo, ningún personaje de tragedia griega,
ningún órgano importante del cuerpo animal y menos del cuerpo
humano se llama Lindolfo. Jamás había leído algo así como:
“Los Lindolfos son órganos excretores de los vertebrados. En
el ser humano cada Lindolfo tiene, aproximadamente, el tamaño
de un puño cerrado”.
Los riñones son riñones y su nombre suena bien. Lindolfos no
le vendría al caso.
Podría tratarse de algún objeto y entonces podríamos decir:
“Un lindolfo, también llamado lindolfo óptico, es un dispositivo
capaz de medir la temperatura de una sustancia, sin necesidad de
estar en contacto con ella”.
Pero eso es el pirómetro y suena mejor así que de cualquier
otra manera.
Lindolfo podría ser entonces un planeta:
“Lindolfo es el sexto planeta del Sistema Solar; es el segundo en
tamaño después de Júpiter y es el único con un sistema de anillos
visible desde nuestro planeta”.
—Suena bonito –pensó Julia, pero Saturno suena mejor que
Lindolfo.
Tal vez una fruta exótica podría llamarse Lindolfo, pen-
só mientras se comía la esquina de la hoja de papel couché
de la Enciclopedia Espasa Calpe.30
“El Lindolfo habita alrededor de la región mediterránea y en
la parte oeste de Europa. Produce frutos globosos rojos que son
bayas31. Tarda un año en madurar, es dulce y comestible, pero en
grandes cantidades es indigesto”.
No sonaba bien porque esa fruta se llama madroño, y madroño
suena bonito para una fruta con tantas botellitas de jugo. Lindolfo
era para otra cosa.
un ratón. Quizá era malo para comer, y malo para comer no era
tan malo, porque los ratones que comen mucho, huelen mal y son
torpes de pensamiento. Finalmente, logró quedarse dormida en el
rincón de los libros de historia soñando ya saben con quién.
Capítulo II
La hija del padre de familia
Una voz distinta la despertó. Alguien hablaba con Ernestina. Asomó
el hocico y sintió un olor a chocolate quemado que le provocó un
escozor en la garganta y ardor en los ojos. Ese señor que hablaba
con Ernestina sujetando con los dientes una pipa.
—Ernestina –le decía– ya te dije que debes revisar bien la
biblioteca. Un padre de familia hizo una denuncia en la dirección.
El director está preocupado y me dijo que me ocupara del asunto
hablando contigo. Si tú no haces algo al respecto, lo haré yo.
—¿Denunzia, zeñod Domínguez? ¡Qué denunzia habdá sido
eza, zeñod! –preguntó Ernestina abriendo los ojos que se veían
inmensamente grandes detrás de sus lentes gruesos como dos
lupas.
El señor Domínguez hablaba caminando de acá para allá bo-
tando grandes bocanadas de humo chocolatado.
—Diiiiiice el señorrr director que aquí vino a leer un cuento la
hija del padre de famiiiiiiiiilia y que en medio de los liiiiibros de li-
te-ra-tuuuuuuuura in-fan-tiiiiiiil, vio… ¿Imagiiiiinas lo que una niña
tuvo que ver en la bi-blio-teeeeeeca de su escueeeeeela, Ernestina?
A Ernestina no se le ocurría nada, así que se puso a pensar.
—¿Un ddagón vede? –preguntó.
—No. Qué dragón verde ni qué ocho cuartos.
—¿Ad jinete zin cabeza?
—Por favor. Ernestina, por favoooooooor –se molestó el señor
Domínguez.
Por cierto, el señor Domínguez era el regente de la escuela y el
dueño del tal Lindolfo. Un hombre de aproximadamente cincuenta
años, con bigotes gruesos, ojos verdes, grandes y redondos, un poco
petiso y panzón.
—¿Ed minotaudo? –preguntó Ernestina.
—¿De qué minotauro hablas? –respondió más enojado el señor
Domínguez.
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 269
—Ed que eda mitad humano mitad beztia. Tad vez da hija ded
padde de famidia penzó que ze da iba a comed ed mintoaudo... Azí
zon doz niñoz, zeñod Domínguez, leen cozaz y ze azuztan. –Quiso
convencerlo Ernestina.
—Noooo Ernestiiiiiina, no. –Respondió el Señor Domínguez
que cuando quería advertir a alguien sobre las posibles consecuen-
cias de sus errores, estiraba las palabras como para remarcarlas.
—La niña nooooo vio una figura de cuento, ni leyó algo sobre
mitología grieeeega, la hija del padre de familia vio con sus prooo-
pios ojos… –y los ojos verdes del señor Domínguez brillaron como
dos antorchas –¡VIÓOOO UN RATÓN!
—Un dattt… –a la pobre Ernestina se le trabó la lengua y se le
rajó la voz. Tarde o temprano sabía que llegaría el chisme a oídos
del señor Domínguez.
—Sí, un RATÓN.
A Ernestina no le gustaba mentir así que respondió seria y
muy firmemente.
—No zeñod Domínguez, debió zed adgún dibujo del dibdo
que deía da hijita ded padde de famiddia, podque aquí no hay
¡ningún datón!
Claro, en la biblioteca de la escuela solo estaba Julia, y ella era una
ratona, no había ningún ratón; ni siquiera su Lindolfo soñando.
—Ya vereeeemos, Ernestina, ya vereeemos –dijo el señor Do-
mínguez mientras salían aritos de humo de su pipa. A Julia le dio
un acceso de tos, pero se aguantó para no llamar la atención.
Cuando se fue el señor Domínguez, la linda Ernestina levantó
el libro de tragedias griegas detrás del cual estaba Julia y le dijo.
—¿Vez, datonita? Uno no ze puede confiad con eza gente. Zi te
ve ed didectod me pone patitaz a da cadde. Y ahí zí que te zacan de
aquí a ti también a ezcobazos. Tenemoz que tened muto cuidado.
—Mucho cuidado –repitió Julia– mucho cuidado. ¿Qué sería
de mí si me sacaran de la biblioteca? Me moriría de tristeza; y más
que seguro que de tristeza, me moriría de aburrimiento. Además
no me gustaría cambiar de dieta. La biblioteca es mi medio de
subsistencia. No hay otra, tengo que tener mucho cuidado.
De pronto se escuchó la voz de la niña; ésa: la hija del padre
de familia; la que la había visto en medio de los libros de literatura
infantil.
—Quiero un libro sobre… ese de ahí.
270 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Capítulo III
Una noche de terror
Ya es sabido por nosotros y nosotras, que los ratones y las rato-
nas de biblioteca tienen habilidad para mantenerse despiertos y
despiertas por la noche, pero aquél día había sido muy agitado y
Julia, al anochecer, ya se sentía cansada; fuera del susto que no se
le terminaba de pasar.
Ernestina se fue a casa, cerró con llave la biblioteca y enton-
ces, cuando la ratonita se quedó sola fue al estante de libros de
zoología. No quería saber más nada del libro de tragedias griegas
puesto que al fin y al cabo lo que estaba viviendo era algo parecido
a una tragedia griega.
Cerca de los libros de felinos se acurrucó, sintió el olor de las
hojas y de la tinta, y entonces ocurrió lo inesperado. Escuchó un
quejido como de niño un:
—Aaaaaaaayyyyyyyyy, aaaayayayayayayayayayyyyy.
Se atrevió a abrirlo. ¿Quizás era un niño recién nacido que su
madre había abandonado entre los libros? ¿Algo así como lo que
hizo la mamá de Moisés salvado de las aguas?
—Esa es una historia muy bonita que está nada más y nada
menos que en la Biblia –pensó Julia, mientras hojeaba el libro.
Qué tontería, un niño no cabría entre las páginas de un libro por
más pequeño que fuera; además quedaría aplanado como una hoja
disecada, y entonces ya no lloraría.
Sumergida en estos pensamientos abrió una de las páginas.
Allí vio la fotografía de un gatito muy pequeño que se volvió para
mirarla llorando como un bebé.
—Ayyyyyyy aaaaaaayyyy aaaayy aay ay ay aaayyy miauuu.
¡Qué susto para Julia! La fotografía viviente era por lo menos
tres veces más grande que ella. Pese a que el bebé de gato era bebé,
Julia sintió miedo.
No supo qué hacer. No le pareció cerrar el libro nuevamente. Fi-
nalmente ella era una ratona grande y el otro era un gatito bebé.
Pensó qué hacer y se fue en busca de los libros de recetas
para conseguir un vaso de leche. Entonces se percató por prime-
ra vez que por la noche las figuras y las fotografías de los libros
cobraban vida.
274 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
por los conquistadores que eran los que ganaban y sometían a los
no amigos.
—Algo así debe suceder con los gatos que se comen a sus no ami-
gos ratones. Nada personal, pero se los comen –pensó la ratona.
No le pareció para nada que eso justificara abusar del otro más
débil, más miedoso y con menos recursos para defenderse.
Mucho menos le pareció bien a Julia que quitarle su territorio
a un no amigo y encima esclavizarlo se llamara “conquistar”.
Conquistar para ella era una palabra bonita que tenía que ver
con el amor. Así como ella había conquistado el corazón del gato
negro salvándole la vida y así como el gato negro la había conquis-
tado cuando la bañó entera con su lamida y su ronroneo. De ese
modo se habían convertido de in amicus en amicus porque los amigos
no son desconocidos. Tienen un rostro, una historia compartida
que te hace saber que puedes contar con ellos y ellos contigo.
Julia pensó que un amigo es aquel que te respeta, que no se
aprovecha de tu debilidad, que en vez de maltratarte y quitarte lo
que tienes, comparte y te ayuda. Entonces comprendió que el gato
negro, sí podía ser su amigo. Pues ella tuvo el poder de soltarlo al
vacío o de salvarlo, y ella lo salvó como hacen los amigos verda-
deros, en este caso las amigas verdaderas. El gato negro tampoco
olvidaría este encuentro.
Capítulo IV
Visita del señor Director
—Buenos días los dé Dios.
El Director entró muy temprano en la mañana a la biblioteca.
El corazón de Ernestina dio un vuelco. En ese preciso momento se
encontraba desempolvando los estantes con el plumero de colores.
No le dio un vuelco el corazón porque el director entrara en la
biblioteca. De hecho muchas veces lo hacía y conversaba con ella
sobre cosas como que faltaban almohadones donde los chicos se
pudiesen sentar en el suelo a leer, o sobre cómo adquirir los últimos
libros de literatura infantil publicados en Bolivia, América Latina
y en el mundo, o sobre la necesidad de poner marcos a los nuevos
cuadros que había comprado, o comprar otro plumero de colores
porque éste ya estaba viejito. Le dio un vuelco el corazón al ver lo
que llevaba consigo el Director.
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 279
Capítulo V
El escuadrón de limpieza
Al llegar a su despacho, el Director llamó al escuadrón de limpieza
compuesto por un joven alto y muy delgado de cabellos parados
al centro de su cabeza, manos huesudas de finos y largos dedos,
llamado el Chicle. Otro de mayor edad, pequeño, gordito cachetón
y de mejillas rosadas, llamado el Chato. Una mujer de aproximada-
mente treinta años, muy nerviosa e inquieta, flaca, de ojos, orejas
y boca grandes que todo el tiempo estaba haciendo gestos, llamada
la Flaquis y una muchacha más joven, muy corpulenta, de fuertes
músculos, mandíbula cuadrada, un poco bigotuda, ojos redondos
y vivaces, y dientes desiguales, llamada la Malona.
Los cuatro acudieron al despacho del señor director provistos de
escobillones, baldes, guantes de goma, aspiradoras, lustradoras, cera
para el piso, trapos para desempolvar para trapear y para limpiar
vidrios, esponjas, plumeros de todos los tamaños y sprays ambien-
tadores, mata pulgas, piojos, chinches, moscas y mosquitos.
—A sorden shempre señor drector –se plantó el Chato ponien-
do la mano en la sien como hacen los soldados en el cuartel frente
a su comandante.
—Se… se… señor drector… aquí estamos, ¿qué quiere que
ha… ha… hagamos?, vamos a… a… hacerlo biencito –dijo la Fla-
quis, a quién a veces se le daba por tartamudear.
—Jellou, missster manayer –dijo el chicle, que desde que se
compró un CD para aprender inglés se andaba jactando de hablar
en esa lengua.
—¿Qué? –preguntó algo molesto el Director.
—Perdón, buenos días señor Drector…, en español. ¿no? –dijo
el Chicle. El Director se le quedó mirando, entonces el Chicle quiso
aclarar – “jellou missster manayer” quiere decir…
—Ya ya ya –se impacientó el Director. Ya sé lo que quiere decir,
solo que se dice hellow y no jellou, mister y no mister, manager y
no manager. Bueno, pero no los llamé para hablar tonteras ni para
corregir su inglés… Los llamé para darles una misión.
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 283
32 Quiso decir: Bien, señor, yo soy muy eficiente con mis dedos largos. En inglés
está dicho todo mal.
284 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Capítulo VI
Misión cumplida
Ernestina, enterada de los planes del Director, pidió al mismo que
se hiciera el trabajo de limpieza de su biblioteca muy temprano
al día siguiente que era sábado, para no perjudicar a los niños que
esa tarde habían ido a leer cuentos, o investigar en los libros para
hacer sus tareas.
Al Director le pareció un buen argumento.
Cuando Ernestina se quedó sola, sacó de la parte baja del gran
macetero una cajita de tierra que servía de inodoro de Julia, y vació
286 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
33 Oquey en ingles quiere decir Okay, y en castellano significa algo así como
“aprobado”, “sí”, “así es”.
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 287
34 Brakets son esos frenillos o fierritos molestosos que te ponen en los dientes
cuando te hacen ortodoncia.
288 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
35 En castellano: “Mi Dios”, ahora sí que todo está muy pero muy limpio. En
ingles todo está mal escrito.
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 289
Capítulo VII
Las enseñanzas de Pina Bausch
A la hija del padre de familia no le gustó nada perder. Mucho más
cuando sabía que lo del ratón en la biblioteca no era un invento
suyo. De ese modo se propuso salvar su honor y demostrarle al
director que había cometido una injusticia imperdonable con
ella que era la hija del padre de familia más importante de la
escuela.
Estaba dispuesta a hacerle tragar su tarjeta amarilla y a que su
papi lo eche de la escuela por dejarse engañar con sus empleados
y empleadas, y por ser tan estúpido en no haberle creído desde la
primera vez.
De ese modo se apareció en la biblioteca con su mismo peinado
de cola estirada para atrás.
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 293
Capítulo VIII
Consejos para no morir
Después de aquel encuentro, Julia supo que las cosas no se iban a
quedar así, de tal modo que por la noche, a la hora en que los dibujos
cobraban vida, fue al libro de los felinos y le contó a su amigo, el gato
negro, lo que estaba ocurriendo. Este le dijo que tuviera cuidado ya
que la hija del padre de familia ya no era una no amiga.
—¿No? –preguntó extrañada Julia.
—Ya no –respondió el gato– ahora sí, es tu enemiga. Siendo
tan chiquita y estando en desventaja con ella la has mirado cara
a cara, la has desafiado, la has asustado, la has hecho sentir una
tonta y la has vencido. Ella va querer vengarse de ti y de Ernestina.
Ya no eres cualquier ratona, Julia; eres tú. Aunque ella no sepa tu
nombre, sabe que es a ti a quién quiere hacer desaparecer.
—¿Cómo? –preguntó Julia.
El gato negro sabía que los ratones eran los animales más in-
teligentes y capaces de sacar conclusiones sobre lo que iría a pasar.
Por eso es que cuando a los ratones se les pone trampas con quesos,
ellos saben cómo comerse los quesitos sin dejarse atrapar. Eso le
dijo el gato negro y Julia cobró valor y confianza en sí misma. Era
verdad que además de inteligente sabía leer y aplicar las sabias
enseñanzas de los libros a su vida.
—Piensa –le dijo el gato negro. La hija del padre de familia
ya no puede contar con el Director porque no le hace caso y está
casi convencido de que aquí no hay ratones; no puede contar con
Ernestina porque así como a ti, a ella la considera su enemiga.
También Ernestina la hizo quedar en ridículo frente al director
y la niña, seguramente cree que por culpa suya él la castigó. Piensa
qué haría una niña como ella para liquidarte.
Entonces Julia tuvo la evidencia de lo que estaba por pasar.
—Si los humanos no le hacen caso, quizás la niña busque un
¡animal! –dijo Julia con los ojos muy abiertos y llenos de pánico.
—Es posible –dijo el gato negro relamiéndose los bigotes.
—Claro –dijo Julia. Y ese animal por supuesto, podría ser un
gato.
—Y un gato de verdad –dijo el gato negro– no de papel como
soy yo.
—Y lo peor de todo, un gato no amigo –dijo Julia.
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 297
El gato negro mostró a Julia las largas garras que salían de sus
almohadonadas patitas.
ella había puesto una pareja de cada especie de todos los animales
para que cuando las aguas bajaran y la tierra reapareciera, estos se
multiplicaran y volvieran a poblarla.
La leyenda decía que en aquel tiempo no existían gatos, pero
sí ratones y el ratón y la ratona entraron en el arca, juntamente
con la alondra y el alondro, la leona y el león, la zorra y el zorro, el
cocodrilo y la cocodrila, la jirafa y el jirafo, el elefante y la elefanta,
la garrapata y el garrapato, entre otros.
Llegó el diluvio y las aguas crecieron tanto que casi llegaban
al cielo. El arca de Noé permanecía sobre ellas y los animales es-
taban a salvo.
Solo que tuvieron un inconveniente. Noé, al entrar les había
hecho firmar a los animales un compromiso de abstinencia. Eso
quería decir que se comprometían a no aparearse hasta que no
estuviesen nuevamente en tierra. No aparearse quiere decir re-
nunciar a tener hijitos mientras estuviesen dentro del arca. Eso
por razones obvias ya que el arca era cabalita para las parejas,
pero sin hijitos.
Como hacía mucho frío afuera y caía la lluvia incesantemen-
te, los animales estaban medio aburridos y bastante tranquilos,
sin ganas de traer hijos al arca, y de ese modo evitar que se
hundiera.
Pero, cuando al fin dejó de llover, el ratón y la ratona olvidaron
su compromiso de abstinencia, y como estaban muy enamorados
decidieron esa noche de luna llena, aparearse bajo la luz de las es-
trellas. Pensaron que un ratoncito tan chiquito que sería su hijito,
no llenaría mucho espacio.
Eso pensaron; pero no sospecharon jamás que de la barriguita
de la ratona que al instante quedó embarazada, saldrían un tiempo
después 30 ratoncitos y 30 ratonitas que además se aparearían
rápidamente dando lugar a 60 ratoncitos y 60 ratonitas que da-
rían lugar a 90 ratoncitos y 90 ratonitas y así sucesivamente. De
ese modo era imposible sostenerse y el arca estaba a apunto de
hundirse.
Desesperado Noé pidió ayuda a Dios y Dios le dijo que ha-
blara con el león. Noé lo hizo, y de las orejeas del león salieron
unas criaturas que le solucionaron el problema. Eran cuatro
gatos y cuatro gatas que fueron detrás de los ratones y dieron
fin con ellos.
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 299
me ayudes a pensar qué hacer. Estoy casi segura de que ella traerá
un gato a la biblioteca para que me devore. Entonces, Bruja Brie,
necesito que me ayudes a hacer algo.
—¿Algo como qué? Dijo la Bruja Brie observándola a la luz de
una fogata sobre la cual hervía un inmenso caldero del que salía
un extraño humo color azul olor a menta y romero.
—Algo como una magia. Algo que me de poder para desapare-
cer de la vista del gato. Algo que me haga transparente y silenciosa;
algo que me permita moverme de aquí para allá sin que él sienta
mis pisadas.
—Eso ya sabes hacer –le dijo la Bruja Brie y Julia tomó con-
ciencia de que en verdad con la danza, lo podría lograr perfecta-
mente.
—Sí –respondió– pero necesito algo que haga que la nariz del
gato no sienta el olor a ratona que debo tener. Dame algún poder
para convertir al gato en piedra, o en algodón, o en esponja. Dame
el poder de volverlo un gatito de peluche.
—Eso no va a servir –dijo la Bruja Brie.
—Entonces, hazme tan poderosa, pero tan poderosa que cuan-
do venga a mi encuentro le pueda morder del cuello, dejarlo sin
una gota de sangre y pueda agarrarlo de la cola y lanzarlo hasta el
techo 30 veces y pueda exprimirlo rompiéndole todos los huesos
y las costillas hasta que se quede como un saco o pueda sacarle
todos los bigotes uno por uno, y los dientes… y…
Julia se quedó callada ya que el gran caldero comenzó a hervir
y el humo azul y transparente se volvió denso y rojo además de
hediondo, como el de un volcán a punto de entrar en erupción.
Olía a huevo podrido mezclado con vómito de araña.
—Eso no va a servir –dijo la Bruja Brie, mezclando el caldero
para que se calmara.
En la medida en que Julia apaciguó el odio en su corazón, el
humo volvió a hacerse claro, azul y fragante.
—No llenes tu corazón de odio, ni de miedo –le dijo
—Entonces, ¡qué hago! –suplicó Julia. Si no me ayudas, Bruja
Brie, el gato me va a comer. Yo no tengo magia propia.
—Eso sí te va a servir –dijo la Bruja Brie y el humo del caldero
se hizo luminoso y dulce.
—¿Cómo…? –preguntó la ratonita sin entender.
—Sí, claro que tienes magia propia, la magia está en ti, Julia,
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 301
Capítulo XI
La visita del señor Domínguez
Olor a chocolate quemado. Solo podía ser el señor Domínguez
pensó Ernestina y así fue, con sus gruesos bigotes y su pipa de
delicioso humo apareció el señor Domínguez juntamente con la
hija del padre de familia, para decir que se iba una semanita de
viaje y que no tenía con quién dejar a Lindolfo.
—Así que mi querida Ernestina, vine a decirte que esta pe-
queña, me dio la buenísima idea de dejarlo contigo para que te
acompañe en la biblioteca.
—Sí, Ernestina –dijo la niña con tono de inocencia–, yo le dije
al Señor Domínguez lo que tú me dijiste.
—¿Do que yo de… de… dije? –preguntó Ernestina sintiendo
que se le secaba la garganta.
—Sí –dijo la niña con tono inocente. ¿No es verdad que me
dijiste que querías un gatito para que te acompañe acá en la
biblioteca, Er-nes-ti-ni-ta? Quizás hasta te ayude a cazar ratones,
¿no? Mejor tener un gatito cerca, por sí las moscas, o mejor dicho,
por sí los ratones… jajajaja.
302 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
—Te explico –siguió Julia– pero siéntate ahí para que me es-
cuches sin hacerme correr por toda la biblioteca, y pon atención
a lo que te digo.
A Lindolfo no le terminaba de convencer esta situación, pero
tenía tanta curiosidad de saber si realmente era cierto lo que le
decía la ratonita, que él que era un gato como todos los gatos, con
un alto sentido de la dignidad gatuna, quiso saber si en verdad
estaba siendo usado como parte de un macabro plan en el cual no
había participado.
—Soy Julia, –se presentó ella– una ratona de biblioteca que
tiene como amiga a una bibliotecaria que se llama Ernestina, y
como enemiga a una niña que es la hija del presidente del directorio
de padres de familia. ¿La ubicas? La de la cola estirada. Esa que te
trajo en brazos para que te quedaras aquí.
—¡Ah! –dijo Lindolfo –esa niña.
—Esa niña, convenció al señor Domínguez para que te trajera
aquí, para que tú, que eres un gato civilizado, un gato doméstico,
hiciera la barbaridad que hacían tus antepasados salvajes: comer
ratones.
Lindolfo se quedó un tanto desconfiado escuchando a Julia.
—Oye, Julia –le dijo– no me vengas a decir tonterías. Los gatos
comen ratones, yo vi eso en la tele con el señor Domínguez ene
veces. Así que no creas que te vas a librar. Eres tú la que me quiere
engañar y no esa simpática niña.
—¿Ah síiiiiii? –preguntó autosuficiente la ratonita– eso que
viste son dibujos animados. No son gatos verdaderos ni ratones
verdaderos. ¿Y te diste cuenta, además que esos gatos y esos ratones
de dibujo nunca se hacen daño? ¿Nunca mueren? ¿No te fijaste que
al final siempre terminan juntos?
—No sé, no sé –dijo Lindolfo, molesto. Quizás esos sean dibu-
jos como tú dices, pero tú eres una ratona de verdad y yo soy un
gato de verdad.
Y Lindolfo hizo brillar sus garras, sus ojos y sus dientes filudos.
—Yo te voy a demostrar cómo los gatos se comen a los ratones,
y de manera especial a las ratonas habladoras y farsantes como tú.
Y se volvió a incorporar.
—No, no lo hagas –le dijo Julia cambiando de tono. Mejor qué-
date tranquilo porque aunque me veas tan chiquita, tengo quién
me defienda. Mi mejor amigo es un gato negro.
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 307
Capítulo XII
Bastet, la diosa de los gatos domesticados
Por la mañana llegó muy temprano la dulce Ernestina llena de
angustia con el corazón apretado. Muy temprano también llegó la
hija del padre de familia y entró curiosa a ver lo que había pasado
en la biblioteca la noche anterior.
El cajón del escritorio estaba en el suelo y desparramadas las
cuatro galletas.
Ernestina recorrió los pasillos revisando los lugares donde
Julia solía esperarla, pero no estaba. Disimuló un poco para que la
niña que le seguía los pasos no se diera cuenta de su aflicción.
¿Qué estás buscando, Ernestina? –preguntó la hija del padre
de familia.
—Ad dato –respondió Ernestina secamente.
Allí en el rincón donde Lindolfo se había quedado, en ese
mismo lugar estaba estirándose y relamiéndose los bigotes.
—¿Estás satisfecho con tu cena, Lindolfito? –dijo la niña mi-
rando de reojo a Ernestina que no respondió a la provocación.
Luego la hija del padre de familia tomó a Lindolfo entre sus
brazos y acariciándole le dijo:
310 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
dolfoentonceselseñorDomingueznuncanuncanuncaselovaaperdo-
narseñordirectorporfadígaleaErenestinaquedejeaLindolfitoenlabi
blioteca.¿Porquéellanolorespetaseñordirector?Siempreestáhacien
doloqueledalaganaasusespaldasyseguroseloquierellevaraLindolfo-
porqueenlabibliotecahayunratón.
Muy molesto el señor Director que en ese momento estaba
ocupado, llamó inmediatamente al primer empleado que pasaba
por su puerta para que fuera a detener a Ernestina en nombre suyo,
y la obligara a llevar a Lindolfo de vuelta a la biblioteca. El primer
empleado que pasaba por su puerta era nada más y nada menos
que el Chicle.
—¡Chicle! –lo llamó el señor director.
—Yes, mister drectorrrr –dijo el chicle plantándose frente a
él como un soldado.
—Vaya INMEDIATAMENTE a la parada del bus y DETENGA A
LA BIBLIOTECARIA. Dígale de parte mía que devuelva al gato a la
biblioteca inmediatamente y que NO SE LO PUEDE LLEVAR A SU
CASA, ¿entendió?
—¿A la bibliotecarita? ¿A Ernestinita? Que no se puede… El cat?39
—¡Sí!
—Enseguida señor drectorr!, asorden –dijo el Chicle.
—ENTONCESANDADEUNAVEZ ¡YAAAA! –ordenó el señor
director hablando casi igual que la hija del padre de familia.
Veloz como una flecha el Chicle fue al encuentro de Ernestina,
que ya había puesto el pie en la grada del bus para subir. Se estiró
como un verdadero chicle y la jaló para que se quedara. Ernesti-
na lo miró espantada, pero él le dijo mirándola con los ojos más
brillantes que los de Lindolfo y con esa sonrisa que al verla no se
le podía borrar.
—Ernestinita, no te lleves al gato, no lo hagas mai darlin.40
Ernestina bajó del bus y le rogó al Chicle:
—Pod favod dejame id con Dindodfo. Zi do dejo en da Bibdio-
teca ¡adgo ezpantozo puede zuceded!
—No seas bobo, Lindolfo –le dijo Julia– iremos donde un zorro
domesticado por un principito. Yo jamás te pondría en peligro.
Eres mi amigo.
—Está bien –dijo Lindolfo. De ese modo voy a darte una prueba
de mi confianza. Espero que no me decepciones.
—Sin decir más Julia lo llevó al estante de los libros de cuen-
tos y poesías. Allí estaba el libro El Principito de Antoine de Saint
Exupery.
Abrió la página en la que estaba el zorro y el zorro estaba allí
esperándolos. Le dijo entonces:
—Zorro, él es Lindolfo. ¿Puedes explicarle lo que es la amistad?
—Claro que sí –dijo el zorro. La amistad es dejarse domesticar.
—¿Cómo es eso? –preguntó Lindolfo.
—Te dejas domesticar cuando no te resistes a crear vínculos.
Es decir a tender lazos de cariño, de reconocimiento, de afecto.
Dejarse domesticar y dejarse conquistar, es lo mismo.
—¿Ves? –dijo Julia– es lo que acabo de decirte.
—Cuando tú te dejas domesticar o domesticas como lo haces
con el señor Domínguez –continuó el zorro– entonces nadie más
es igual a quién se ha convertido en tu amigo. A mí me domesticó
un principito. Vino a jugar conmigo día a día, me llamó por mi
nombre y yo también lo llamé por su nombre y desde entonces
ya no estoy solo.
Después de unos minutos de silencio, conmovido por lo que
había escuchado, Lindolfo se acabó de convencer de que su natura-
leza de gato domesticado no daba para despanzurrar ratonas.
—Voy a tener que renunciar a comerte definitivamente –le
dijo a Julia.
—Así está mejor –respondió ella– entonces, ya puedes visi-
tar conmigo cada noche un libro, y juntos podremos disfrutarlo.
Cuando nos separemos yo te contaré las cosas que lea y tú las que
tú hayas leído. ¿Qué te parece?
A Lindolfo le gustó la idea y aunque le costó un buen rato
convencerse de que ese era su verdadero deseo, se comprometió
con Julia a cumplir su palabra de no agresión y le pidió que le en-
señara todos los libros en los cuales pudiese aprender cosas nuevas,
divertidas y diferentes.
Ya no más las telenovelas que veía el señor Domínguez, ni los
dibujos animados del gato correteando eternamente al ratón.
316 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Capítulo XIII
Un Gato de Biblioteca
Por la mañana, otra vez la atormentada Ernestina fue en busca de
su ratonita. Al ver la canasta abierta y botada por el suelo, se pegó
un gran susto, pero al acercarse al rincón donde noche antes había
encontrado a Lindolfo, grande fue su sorpresa al verlo plácidamente
durmiendo.
Sobre su barriga dorada durmiendo también plácidamente
estaba Julia. Los dos bostezaron se estiraron y se pusieron de pie al
ver a Ernestina, Lindolfo se le acercó y rozó su lomo en el pantalón
celeste que traía, mientras que Julia de un salto trepó hasta llegar
a la palma de su mano.
Mas tarde los dos tomaban leche tibia del mismo platito que
el señor Domínguez había dejado, ya saben para quién.
La semana transcurrió sin mayor novedad. Cada que la hija del
padre de familia entraba a la biblioteca, Lindolfo se erizaba sacando
a la luz sus filosas uñas, encorvando el lomo y parando sus pelos
como si estuviese recibiendo una descarga de electricidad. De ese
modo la niña no se atrevió más a levantarlo ni a decirle intrigas
horrorosas contra Julia como antes lo había echo con su boca de
Apofis, es decir, de serpiente del mal.
Ernestina aumentó su ración de galletas de manera conside-
rable. Ahora tenía que invitar además de Julia, a Lindolfo y por
supuesto a su amigo Chicle que no perdía oportunidad para darse
una vueltita por la biblioteca y desempolvar los mesones; especial-
mente los que estaban frente al escritorio de Ernestina.
El Chicle fue el primero en enterarse de que Julia había logrado
conquistar al gato del señor Domínguez. Y como ya saben todos
ustedes el único capaz de ser miembro del escuadrón de limpieza
y sin embargo guardar ese secreto como hacen los amigos verda-
deros, era el Chicle.
Desde que el Chicle se hizo tan amigo de Ernestina, esta se
vestía más bonito y cambiaba de peinados y de colores de cintas
Nueva literatura infantil y juvenil (1980 - 1999) 317
FIN
Phushka (1994)
Phushka
La luna redonda
se quedó en sus manos
a dormir la ronda
de sueños dorados.
[323]
David Acebey46
[325]
326 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
[339]
340 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
50 Bato: Ave de la familia de las cigüeñas, alta, esbelta y de pico bastante desa-
rrollado. Abunda en las lagunas.
Literatura infantil y juvenil contemporánea (2000 - 2015) 341
***
Sentada en un sillón de mimbre de un dormitorio rosado, cuya
ventana amplia da al patio y al jardín de la casa, Camila conversa
con Bubú, su muñeca de porcelana. Entre ellas el diálogo parece
ser muy íntimo pues, a momentos, ella aprieta a Bubú contra su
pecho como si quisiera protegerla del miedo que cree que siente
su pequeña. Le habla, la convence, casi le murmura al oído que
no tenga miedo, que los cocos, mientras esté a su lado, no le ha-
rán daño, no se la llevarán. En su fuero interno Camila sabe que
[345]
346 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
***
Hermosos ojos verdes en un rostro moreno llamaban la atención
en el aspecto físico de Paolo. Quince años habían transcurrido
en ese cuerpo y en esa mente. Callado, casi tímido, amaba la
naturaleza. Era el jardinero de la casa de Camila. Ella piensa que
en dos años más será independiente como él para poder mo-
verse sola sin que nadie la vigile ni regañe. En las alas de estos
pensamientos vuelan sus fantasías, se van lejos del color azul de
las pupilas de porcelana. Y todo vuelve a ser real. El cuarto es de
veras, los muebles y todo lo que hay dentro. También Bubú es
una muñeca de ojos azules y cara de porcelana. Sin embargo su
familia le habla como si ella siguiera siendo la pequeña que aún
juega a la casita, casita. Le preguntan si no se ha resfriado su pe-
queña Bubú, si tiene apetito y si ella le está dando sus comidas
a la hora debida. Esto la motiva y espontáneamente entra en el
juego y nuevamente asume su mundo de fantasía. Entonces corre
y alza a la muñeca y en un ademán maternal la acuna en su seno
mientras canturrea despacito: Duérmete mi nena, duérmete mi sol,
duérmete pedazo de mi corazón.
En tanto cae la noche sobre el patio de la casa. El gomero, el
hermoso árbol, se hace gigante y su sombra lo abarca todo, hasta
los sueños infantiles de Camila.
Literatura infantil y juvenil contemporánea (2000 - 2015) 349
***
Desde el jardín sopla un viento que asciende por la ventana y entra
al cuarto de Camila, le revuelve el cabello y le recuerda momentos
de alegría. Ella, que ha crecido y está aún pálida, piensa en voz
bajita: “si vuelve a venir algún día trataré de no ser tan tonta, en
lugar de suspiros y silencios; reiremos juntos y hablaremos mucho.
Será interesante”. Trata de convencerse, mientras no puede evitar
que ese famoso nudo que aprisiona la garganta en las grandes
emociones de la vida deje libre una lágrima que acompaña a un
susurro que repite: “Él se ha ido. No volveré a verlo nunca más”.
Aunque Camila se sabe cansada, siente la necesidad de acer-
carse a su muñeca Bubú para decirle al oído que por nada más que
esa noche le preste sus ojos azules que no saben llorar.
Isabel Mesa Gisbert52
[353]
354 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
[359]
360 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
En la imagen de su amada
un gran fénix se posó,
y levantando las alas
de esta manera le habló:
En barquitos de totora
que ya te están esperando”.
El príncipe le preguntó:
“¿De qué color es la flor?”
El príncipe preparó
un par de zancos muy altos,
pasó con mucho cuidado
y así no las molestó.
El príncipe desesperado
pensaba cómo salir.
En el fondo del túnel
brillaba una luz azul.
Él se sintió remolcado
por una corriente hostil
con un olor nauseabundo
que no podía resistir.
Al tomarla de la mano
el príncipe se estremeció,
porque en ese mismo instante
en boa se convirtió.
El príncipe y la princesa
encontraron el amor,
y así queridos amigos
este cuento se acabó.
Verónica Linares Perou54
Zacarías (2007)
Lunes
Aquel día, cuando se sentaron a comer la merienda en la gran
cancha de pasto del colegio, Zacarías le preguntó a Lucas:
—¿Quieres que te cuente lo que hice el domingo?
—Bueno –respondió Lucas comiendo una galleta de chocolate
y avena que le había enviado mamá.
Zacarías se paró, miró el cielo, respiró profundamente y dijo:
—Pues bien, ayer que era domingo, fuimos con mis papás
al lago Loga Loga. ¡No te puedes imaginar lo enorme y turquesa
que es ese lago! ¡Es más grande que esta cancha, y que el colegio,
y que todo el barrio, y más turquesa que el cielo, que las ranas
verdes del Amazonas y que el collar de turquesas de mi mami y
que la...!
—¿Y qué hicieron en el lago, Zaqui? –preguntó Lucas con cu-
riosidad y migas de galletas por toda su cara.
—Pescamos –respondió Zacarías.
—¿Sí? ¿Muchos peces? –se interesó Lucas.
—No, un cocodrilo –dijo Zaqui. Un cocodrilo de ojos rojizos
y dientes filosos.
—¿Y cómo lo pescaron? ¿Quién lo hizo, tu papi o tu mami?
¿No se los comió?
—No, y ahora el cocodrilo está en mi casa.
—¿De veras amigo? ¡Yo quiero ir a verlo! –exclamó Lucas con
gran entusiasmo.
—Claro que puedes venir a casa, el cocodrilo está en mi jardín.
Ven cuando quieras. ¡Uy! ¡Ya tenemos que ir a la clase! –dijo Zacarías
ordenando su mochila.
[367]
368 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Martes
Media hora antes de que suene el tiembre, mientras estaban en la
biblioteca del curso, Zacarías se acercó a Matilde y le preguntó:
—Matilde ¿quieres que te cuente lo que hice anoche?
—Bueno –respondió la niña, hojeando unos libros de cuentos.
Zacarías se paró, miró el cielo a través de la ventana, respiró
tres veces y dijo:
—Anoche, cuando estaba por dormirme, escuché unos ruidos
raros, me levanté, y... ¡Ahí estaba!
—¿Y qué estaba ahí, Zaqui? –quiso saber Matilde, dejando los
libros de un lado.
—Bueno, realmente al comienzo no supe, yo estaba asustadísi-
mo. ¡Era tan destellante, tan resplandeciente, tan blanca, tan...!
—¿Qué fue lo que viste Zacarías? –preguntó Matilde ansiosa,
con sus ojos redondos como dos lunas llenas.
Era la mismísima luna –dijo Zacarías sacando un libro.
Eso no es posible ¡La luna no puede venir hasta aquí!
Era la luna, Matilde y si quieres venir a verla a mi casa, puedes
hacerlo. Incluso pude guardarla en el armario.
¡Qué impresionante! ¡Yo quiero ver tu luna! –exclamó Matilde–.
¿Será que es fría? ¿Tendrá sabor a coco o a chocolate blanco?
Mira, ven cuando quieras, y la puedes tocar y probar. Bueno,
ya es hora de ir al recreo, ¡adiós! –se despidió Zacarías.
Miércoles
En la segunda hora después del recreo, mientras hacían pintura
en la clase de arte, Zacarías le dijo a Mili:
—¿Quieres que te cuente un secreto?
—Bueno –respondió Mili mezclando varios colores.
Zacarías se paró, miró el cielo que se veía por un tragaluz,
respiró profundo y dijo:
—El otro día, mientras yo estaba sentado en un banco miran-
do el horizonte, me pasó algo extraño: me di cuenta que no muy
lejos se movían unas flores muy, muy grandes. Claro, yo pensé
que se movían por el viento, pero luego cuando me fijé mejor, me
di cuenta que las flores eran girasoles y que se iban moviendo al
compás del sol. Me quedé impresionado, mirando un buen rato
Literatura infantil y juvenil contemporánea (2000 - 2015) 369
Jueves
Durante el primer recreo, mientras jugaban fútbol en el patio de
la escuela, Zacarías le dijo a Juancho:
—¿Sabes Juancho? Esta pelota me hace recordar lo que hallé
el otro día en el parque.
—¿Y qué hallaste en el parque? –preguntó Juancho pateando
la pelota.
Zacarías dejó de jugar, miró hacia el horizonte, respiró como
de costumbre y dijo:
—¡Uy Juancho! Ni te imaginas lo que encontré. ¡Era inmensa!
¡No! ¡Era gigante!, muy redonda, color naranja, y...
—¡Dímelo de una vez! –gritó Juancho.
—Pues bien, era una naranja gigante –respondió Zacarías
tranquilamente.
—¡Qué increíble! ¿Crees que se caería de algún árbol gigante?
–preguntó Juancho.
—No tengo idea Juancho, pero allí estaba, brillante y con un
olor a naranja que ni te imaginas.
370 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Viernes
A la hora de salida, en el bus de regreso a casa, Zacarías le dijo a Viviana:
—¿Sabes con quién jugaré ahora que llegue a mi casa?
— ¿Con tus hermanos? –preguntó Viviana.
—No, no tengo hermanos.
—¿Con tu perro?
—No, no tengo perro.
—Mmm, ¿con algún amigo? –volvió a preguntar la niña.
—Bueno, sí, es un amigo, pero uno muy diferente, ¡Es tan
divertido, tan chistoso, tan gelatinoso, tan…
—¡Dime con quién jugarás Zacarías! –exclamó Viviana.
Zacarías se dio la vuelta para ver por la ventana del bus, tomó
bastante aire y luego de un momento dijo:
—Pues bien, jugaré con mi Azulapio.
—¿Con tu Azulapio? ¿Y qué es eso? –preguntó Viviana con
curiosidad–. ¿Es algo azul?
—Claro, es azul, tiene antenas, es pegajoso, se arrastra y va
dejando restos de un líquido viscoso y azulino por todas partes. ¡El
otro día me dejó todo el pelo azul! ¡Nos divertimos mucho juntos!
–dijo Zaqui riendo.
—¡Yo quiero ver ese Azulapio! ¡Yo también quisiera jugar con
ustedes y teñir mi pelo de azul! –rogó Viviana.
—Pues ven a casa amiga, mi Azulapio está escondido en el
baño, te encantará conocerlo, bueno ahora tengo que bajarme
justo aquí, ¡adiós Viviana! –se despidió Zacarías.
Sábado
Muy temprano, al amanecer, Zacarías se levantó eufórico, y decidió
quedarse encerrado en su habitación.
Literatura infantil y juvenil contemporánea (2000 - 2015) 371
Domingo
Al día siguiente, desde muy temprano, empezaron a llegar muchas
personas a la casa de Zacarías.
Y los primeros en llegar alborotados y curiosos fueron sus
amigos: Lucas insistió en ver al cocodrilo, Matilde preguntó por la
luna, Mili, algo tímida, quiso saber si estaban los girasoles cantores,
Juancho llegó apresurado buscando la naranja gigante y Viviana
corrió para ver al azul Azulapio.
También llegaron la tía Fresia y el tío Jacinto, la abuela María,
dos vecinos y un perro callejero, que aumentaron el grupo de
curiosos.
—Queremos ver los humos de colores! –exclamaron a coro.
—¡No entendemos nada! –gritaron los alarmados y confundidos
papás de Zacarías.
En eso, finalmente salió Zacarías de su cuarto, todavía con
su pijama de dinosaurios, arrugado y manchado de colores.
—¡Hola a todos! –saludó amablemente. Yo sé por qué están
aquí. Ha habido algunos cambios. No sé si mis experimentos han
funcionado… Vengan conmigo –dijo, dirigiéndose nuevamente a
su habitación.
Todos lo siguieron haciendo una larga fila.
Literatura infantil y juvenil contemporánea (2000 - 2015) 373
El escondite
Y así partieron los tres niños, cargados de palos, latas, mantas,
escobas y trapos.
Marcharon dos cuadras, tres y hasta cuatro. Marcharon sil-
bando y silbaron marchando.
Salomé iba primera con su cinta violeta, su falda, una escoba
y un aguayo; Sabina, la segunda, miraba al cielo con una bandera
hecha de retazos de tela y pintado en ella un escudo incompren-
sible, ¿un pez?, ¿un caballo?, ¿un sapo? Finalmente, Simón, con
un viejo gorro que parecía de soldado, un tambor de lata y un
enorme palo que lo hacía parar cada diez pasos.
Después de subir y bajar, de correr y trotar, de marchar ha-
cia atrás y hacia adelante, Salomé se detuvo en seco y gritó:
—¡Alto! Ya nos acercamos al Escondite. Esta vez tenemos que
encontrar más cosas para la Princesa, o sea para mí. Ya tengo un
cuento, una cinta y una falda. Sabina, ¿qué podrías encontrar
esta vez? –preguntó entusiasmada.
Sabina, que estaba un poco distraída desenredando los trapos
de su palo, puso cara de seriedad, reflexionó unos instantes y con
una sonrisa de media luna respondió:
—¡Ya sé! Voy a buscar una muñeca que no esté rota.
—¡No, Sabi! ¿De qué le sirve una muñeca a una princesa? ¡Tú
también escucha Simón! Pueden buscar una corona, carteras, za-
patos, pulseras, collares, cosas doradas…
El cuento
En cuanto Salomé abrió la puerta de su casa, sintió un vaho a fruta
dulce y una sonrisa le llenó la cara.
—¡Mamita! ¡Ya estás aquí!
—¿Salomé, qué es esto? ¡Están mugrientos! ¡Mira tu falda re-
cién lavadita! Ahora tendrás que bañar a tus hermanos mientras
cocino el almuerzo.
—¡Sí, mamá, es que no sé dónde se metieron estos niños
cochinos!
382 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
a escoger y a lavar las frutas y luego les podré leer algunas partes
del cuento.
Salomé, Sabina y Simón se apresuraron a ayudar a su mamá
quien entre mandarinas, uvas de Luribay, plátanos a lunares, to-
ronjas rosadas y chirimoyas de Yungas parecía un hada, el Hada de
las Frutas.
Los tres niños se durmieron mirando varias páginas del cuento.
Salomé narraba con voz profunda sus partes favoritas y sus herma-
nos observaban atónitos cada dibujo: cuando la princesa se puso
su corona por primera vez, cuando aprendió a galopar, cuando iba
de paseo por azules montañas, cuando se ponía su cinta y su falda,
cuando se vistió de sol en el desierto del Sahara…
Aquella noche, Salomé soñó con el Hada de las Frutas. Soñó
que ella, con aroma a manzanas y voz de piel de durazno, le su-
surraba al oído:
“Salomé, tienes que encontrar el caballo de mar, el minúsculo,
el de los siete colores, el que te hace pensar en tu papá. No tengas
miedo: atraviesa campos, búscalo por la ciudad, intérnate en gran-
des lagos o incluso en el mar… Solo así podrás ser una princesa,
una de verdad”.
La coronación de la Princesa
Por supuesto, en cuanto amaneció, Salomé se vistió de princesa,
despertó, aseó a sus hermanos y bastante agitada les dijo:
—Iremos al Escondite, como siempre, y buscaremos mi caba-
llito de mar, aunque no creo que lo encontremos ahí… Pero antes
tenemos que hacer algo muy importante.
Y como siempre, Sabina y Simón estuvieron dispuestos a seguir
las ideas de su hermana mayor.
—¿Qué tenemos que hacer, Salomé? –preguntó el pequeño
Simón bostezando
—Bueno –respondió Salomé con una brillante sonrisa–, como
ustedes ya saben yo soy una princesa, la Princesa. ¡Pero me falta
algo re importante!
—¿Qué, ese caballito de mar? –quiso saber Sabina.
—Sí, sí, pero antes, a nadie se le ha ocurrido que las princesas
tienen que coronarse, ¿o no sabían eso? –preguntó Salomé con las
manos en la cintura.
Literatura infantil y juvenil contemporánea (2000 - 2015) 385
es que lo hacía con tal gracia y aplomo, que no solo los jardineros
del Parque se sentaron a aplaudirlo, sino que los otros visitantes
comenzaron a sacarle fotos y a imitarlo.
Obviamente, en el interín, Sabina cortó más flores de lo previs-
to. En realidad tenía un atado tan grande que ni ella podía sujetarlo.
Mientras tanto, el soldado Simón se había convertido en payaso
y ahora hacía unos volteos y unos giros que hacían reír a todos. Sin
embargo, en un momento de descuido, Sabina también empezó
a reír y a aplaudir a su hermano y se dejó ver con todo el botín
floral. Los jardineros se dieron cuenta y comenzaron a perseguirla.
La casi Princesa que se había desconcentrado y también se había
dado cuenta de todo el embrollo, se paró como un bólido, agarró
a su hermanito por un brazo y comenzó a correr detrás de Sabina.
Corrieron como locos, perdieron algunas flores, pero lograron salir
del Parque Botánico, escondiéndose en un callejón.
Cuando vieron que ya nadie los perseguía, Salomé, con suma
precaución se dirigió a sus hermanos:
—¡Lo que hicieron me pareció buenísimo! Lástima que los des-
cubrieron al final. Ni modo, lo importante es que consiguieron las
flores para mi corona. Los felicito a los dos. Pueden seguir siendo
mis soldados. ¡Es más, ahora van a ser mis mariscales! –dijo, con
un tono de solemnidad absoluto.
Sabina y Simón sonrieron orgullosos, y como la palabra “ma-
riscal” les sonó a lo máximo, se sintieron honrados y a la altura
de una princesa…
Entonces con gran habilidad, Salomé ayudada por sus recientes
mariscales, realizó una bellísima corona floral.
—Sabina, tú me pondrás la corona, y tú Simón me colocarás
estos collares de semillas –instruyó, parándose en una caja vieja.
¡Qué pena que nadie pueda sacarme una foto y que todo esto tenga
que suceder en un sucio callejón! –exclamó con sincero pesar. Pero
es ahora o nunca, así que comencemos.
Los hermanos menores, totalmente contagiados por la solem-
nidad del acto, realizaron sus consignas a cabalidad.
Salomé emocionada, entonó su himno con fervor y, seguida
por sus hermanos, dio un paseo por todo el callejón, saludando
y haciendo reverencias a algunos mendigos que allí estaban.
Y así, en ese oscuro y sucio callejón fue coronada la Princesa
Salomé, con una corona de flores, un día viernes del mes de sep-
Literatura infantil y juvenil contemporánea (2000 - 2015) 387
Los Yungas
Por la mañanita, Salomé ya había organizado una nueva expedición
hacia el Escondite y sus hermanos la esperaban con mantas, trapos
y palos para partir. De pronto, gritó:
—¡A ver soldados, todos en fila india, detrás de la Princesa de
la Luna!
Sus hermanos la miraron con cara de no entender eso de “la
Luna”. Pero de pronto, la mamá de los niños hizo una repentina
aparición dejando a todos congelados de la impresión.
—¡Mamá! –exclamaron los tres niños a coro.
—¡Niños! ¿Qué hacen? –preguntó la mamá sorprendida.
—¡Solo jugábamos! –respondió rápidamente Salomé.
—¡Mjm! –asintió Sabina–, no íbamos a ninguna parte.
—¡Claro! –dijo mamá– ustedes no pueden salir sin mi permiso.
—¡Por supuesto, mami! –exclamó Salomé–. Pero ¿Por qué has
regresado a la casa? ¿Te has olvidado de algo?
—¡No, algo peor! ¡No ha llegado el camión de las frutas! Y
mis caseras ya me están esperando en el mercado. No nos queda
otra, tengo que ir a los Yungas yo misma a traer la fruta. Y ustedes
vienen conmigo. Ahora.
—¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! –¡Vámonos a Yungas! ¡Queremos ir! –gritaban los
hermanos sin saber exactamente qué o dónde eran los Yungas.
394 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Un plan perfecto
Pasaron varios días después de la ida a los Yungas, y claro, Salomé
volvió a recordar a su caballito marino, con más fuerza aún.
—Caballo de mar, de mar, del mar… ¡no me queda otra! –se
dijo Salomé–. Si el caballo de mar no viene a la Princesa, la Princesa
irá a buscar a su caballito ¡al mar!
Cuando Salomé les contó su plan a sus hermanitos, estos que-
daron fascinados. Siempre habían oído del mar: que su misterioso
color, que su olor penetrante, que su ruido potente, que sus olas
salvajes, que su increíble inmensidad, que sus algas y corales, sus
ballenas, pulpos… y ahora sus caballos.
—Partiremos el jueves temprano, justo después de que mamá
se vaya a vender las frutas –informó Salomé.
—¡Sí! ¡Bravo! ¡Conoceremos el mar! –gritaron Sabina y Simón
dando saltos y volteos de la alegría.
—El problema es que no tengo idea ni cómo, ni por dónde se
va –reflexionó Salomé frenando súbitamente su entusiasmo.
—Eso es lo de menos –opinó Sabina–. Lo que importa es que
las Princesas vayan al mar…
—¡Querrás decir La Princesa! –aclaró Salomé un poco molesta.
—¡Sí, sí, tú, Princesa! Pero nosotros, tus soldados, te acompa-
ñaremos –corrigió Sabina disimulando nerviosa.
—Bueno, ahora tengo que pensar, y para eso tengo que estar
sola. Así que váyanse un ratito por ahí a jugar. Después, si la mamá
se tarda, les calentaré la sopa –dijo Salomé con cara de ya estar
pensando en el mar, el de su caballito.
Por la tarde Salomé partió a la escuela, completamente con-
centrada en su próximo viaje al lejano mar.
Aparentemente la maestra de historia había hablado de unas
pirámides gigantescas en un país muy lejano, pues, justo cuando Salo-
mé estaba pensando en la barca que iba a construir, esta le dijo:
—Salomé, tú que te ves tan atenta, explica a tus compañeros
cómo se construyeron las pirámides de Egipto.
—Mmm, ¡Con mucho esfuerzo! –replicó Salomé con voz firme
y fuerte.
Todos los niños rieron, pero la maestra que era buena y sabia dijo:
—Salomé tiene razón, se necesitó mucho esfuerzo para cons-
truir esas pirámides, y eso es lo que les falta a muchos de ustedes:
400 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
—Yo creo que te deberías ir en alguna flota que diga “AL MAR”
–sugirió sinceramente Lidia.
Salomé quedó más aturdida todavía y prefirió seguir su pri-
mera intuición: el mar tenía que estar detrás del Illimani y punto.
Además, caminaría y punto.
Al día siguiente, desde que la mamá de los niños partió con
su carrito de frutas dulces, estos comenzaron a fabricar la barca
y a empacar lo necesario: mucha comida seca, algo de ropa, el
cuento y una antigua foto de mamá, la preferida de Salomé,
aquella en la que parecía el Hada de las Frutas: Sentada en el
tambo60, con su pelo partido en dos larguísimas trenzas, su pollera
de terciopelo, su manta de seda y un vistoso broche que parecía
su varita mágica.
La barca, que más parecía un aeroplano, estuvo lista en la tarde
y claro, Salomé tuvo que faltar a su escuela, de hecho, ¡ni siquiera
se acordó de que tenía que ir!
Por suerte, esa tarde su mamá tuvo que ir al centro de la
ciudad y cuando llegó, estaba tan cansada que ni preguntó por la
escuela.
Los niños habían escondido todo y nada indicaba que al día
siguiente, estos partirían a la odisea de sus vidas…
A la hora de cenar, nadie dijo nada, todos estaban agotados.
Solo al acostarse, Salomé abrazó a su mamá con todas sus fuerzas,
con toda su alma y le clavó una mirada profunda, tanto como su
soñado mar.
—Siempre me sueño contigo, mami –le dijo Salomé con dul-
zura.
—Eso es porque me quieres –le sonrió su mamá y la besó
en cada uno de sus ojos de chocolate. Y yo siempre pienso en ti,
Princesa.
—Eso es porque soy tu hijita –respondió Salomé y abrazó a
su mami con toda la fuerza de sus brazos, de sus manos y de sus
dedos, como queriendo anexarla a su ser.
—Bueno, bueno, ahora a dormir, Princesa, ya sabes, mañana
hay que madrugar y ahora tengo lavar los mangos y los higos.
Expedición al mar
—¡Todo listo! –exclamó Salomé– me falta escribir una notita a la
mamá para que no se preocupe mucho y ya.
Y así partieron la Princesa y sus soldados, rumbo al Illimani,
rumbo al mar, entonando su himno a todo pulmón. Cargaban
bolsas, mantas y aguayos, y con bastante esfuerzo arrastraban la
barca.
Ese día el cielo era de un azul tan intenso que parecía rozar
el suelo con su color, envolviendo los tres niños en una azul lu-
minosidad.
Caminaron mucho, caminaron y caminaron. Salomé cargó a
Simón y Sabina arrastró la barca. Luego, Salomé arrastró la barca
con Sabina y Simón encima, y hasta Simón ayudó a arrastrar la
barca.
Luego de muchas horas de caminata, por fin los niños lle-
garon a una meseta. Ya casi no se veían casas y la calle se había
terminado.
—¡Creo que veo el Illimani más cerca! –se emocionó Sabina.
—¡Yo tengo hambre! –dijo Simón sentándose súbitamente en
el suelo.
—Sí, ya sé. Es hora de almorzar. Miren, aquí hay chuño, ocas
dulces, habas y un poco de carne seca para los dos. Espérenme
sentaditos aquí, veré por dónde tenemos que seguir –instruyó la
Princesa, algo cansada y preocupada, pues en realidad, no habían
avanzado casi nada. El Illimani estaba lejísimos, ¿y el mar?
Salomé caminó un poco más y se paró en una lomita que do-
minaba aquella desértica meseta. ¡Cuán princesa parecía! Con su
cinta, su corona y su falda al viento, la cara hacia el sol cobrizo de
la tarde y el sol sobre su pelo.
La Princesa miró hacia el norte y solo pudo percibir la in-
mensidad del altiplano, y la verdad es que parecía un mar con sus
pequeñas colinas, sus pajas bravas y sus espejismos. Luego miró
al sur y vio su ciudad. ¡Ah! ¡Qué insólita! Parecía inserta en un
cuento… colgando de la cordillera. Las casas, casonas, casuchas y
edificios, acumulados en las hondonadas se abrían espacio en los
cerros, colinas y laderas, y sus luces, que ya empezaban a encen-
derse, se confundían con las primeras estrellas de un cielo nítido
y profundo.
404 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Princesa:
Me tengo que ir.
Una fuerza tremenda en mi corazón me pide que vaya a cono-
cer nuevas tierras, mares y océanos…
Y cuando llegue a esos mares turquesas, te buscaré estrellas,
corales y algas marinas; te buscaré peces exóticos y medusas.
Pero sobre todo, Princesa mía, te buscaré un caballito de mar,
uno minúsculo, de siete colores, y te lo llevaré para que te lo
cuelgues en el cuello y nunca, nunca te olvides de mí…
Siempre estarás en mi corazón y cada vez que vea la luna
llena y blanca pensaré en ti…
Con todo el amor de la Tierra y de la Luna,
Tu papá
Una Princesa
Salomé releyó la carta siquiera unas cinco veces y luego salió co-
rriendo como un rayo con dirección a su Escondite, llevando por
supuesto, el cuento, y su carta.
Allí estuvo sentada por mucho tiempo, llorando y suspirando
sin saber exactamente por qué. Hojeó pausadamente su cuento,
acarició cada dibujo. Volvió a leer su carta y volvió a llorar.
Ella recordó esa carta. Hace muchísimos años, alguien, tal vez
su propio papá se la había leído. Por eso ese caballito de mar la
perseguía de noche y de día.
Finalmente la Princesa se serenó, estoicamente secó sus lágri-
mas, volvió a suspirar, se levantó, respiró ese aire frío y penetrante,
miró el Illimani que en ese instante reflejaba el ocre del atardecer,
y sonrió.
Por fin había encontrado lo que tanto, tanto había estado bus-
cando, y supo, desde lo más profundo de su ser que ahora sí había
encontrado a su caballo de mar, y que ahora sí era una verdadera
Princesa.
412 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Epílogo
Los tres hermanos y Lagua de Qinua siguieron realizando excursio-
nes, expediciones y paseos a lugares exóticos y no tan exóticos.
Salomé ya no pudo cargar a Simón en su aguayo pero él ya
pudo seguir el ritmo de su hermana mayor e incluso aprendió el
himno mejor que ninguno. Definitivamente se convirtió en su
más fiel soldado.
Sabina intentó convertirse en Princesa en varias ocasiones pero
no lo logró. Por suerte Salomé la perdonó y le permitió continuar
jugando en el Escondite. En contadas ocasiones le prestó su cinta y
su corona de flores, aunque al final se arrepentía y las escondía.
Ahora Salomé vende frutas en el mercado junto a su mamá,
y vende como ninguna las naranjas jugosas de Yungas o las dulces
uvas del Luribay… tal vez es porque tiene fama de Princesa.
Hace no mucho, en un día luminoso de invierno, Salomé por
fin conoció el mar… y ahora la Princesa tiene colgado en el cuello
un minúsculo y colorido caballito de mar.
Mariana Ruiz Romero63
Oruro
Uma estaba aburrido, acababan de llegar a la estación del tren, en
Oruro, y no tenía nada que hacer. La carga estaba despachada y el
chofer lo había dejado un rato para ir a ver a unos parientes. Uma
solo tenía que sentarse y esperar, viendo pasar a la gente en la esta-
ción. Habían pasado unos meses desde su fantástica experiencia en
el bloqueo de los campesinos, y Uma estaba ansioso por tener más
aventuras. ¡Estar aburrido es peor cuando sabes que hay mundos
maravillosos a la vuelta de la esquina!
En esos pensamientos estaba cuando vio pasar al quirquincho.
Los quirquinchos son unos animalitos típicos de las arenas calientes
de Oruro, pero lo que sorprendió a Uma fue ver que corría apresu-
radamente, con una linterna de minero y un casco amarillo en la
cabeza. Curioso como es, Uma se puso inmediatamente de pie y
echó a correr detrás de él, para observar qué hacía. Alcanzó a ver
que se adentraba por la parte vieja de la estación, y que se colaba
en un tren abandonado. Sin pensarlo dos veces, Uma se introdujo
en el tren detrás de él, y se llevó una sorpresa.
El tren
El tren era viejo, pero no estaba abandonado, estaba limpio, las ma-
deras del piso brillaban y las paredes parecían recién pintadas. Los
asientos mostraban aberturas en el cuero –por donde sobresalía la
lana del relleno– y algunos de ellos consistían en simples tablas.
A Uma no le importaba el estado del tren, sus pasajeros ocu-
paban toda su atención: en la primera fila, con una carterita sujeta
[413]
414 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
El vagón blanco
El siguiente vagón estaba pintado entero de color blanco, y, en él, todo
le hacía recuerdo al carnaval. Había diablos, morenos y china supays,
con las pestañas enormes y la sonrisa torcida, kusillos con máscaras
de tela y osos polares de yeso, relucientes, jucumaris con una araña
bordada a la espalda. Lo extraño era que ningún bailarín se sacaba
las máscaras, pero todos parecían seguir los movimientos de Uma,
con ojos redondos y brillantes, por el pasillo. A Uma le daba un poco
de miedo, ¡pero los trajes eran tan her-mo-sos!, pensaba Uma.
Los morenos tenían la cabeza gigante y pelada, su calva negra
relucía tanto como su barba, su cachimba echaba un humo violeta,
de olor ligeramente picante. Estaban en una sola fila, con vistosas
matracas en las manos.
Los ojos y las cabezas de dragón en los diablos se movían sin
cesar, como con música propia, y los kusillos parecían reír con
su media sonrisa. Aquello era una fiesta a punto de comenzar en
cualquier momento.
—No pasará nada –se dijo Uma– si me animo a mirar un po-
quito, con tal que no me siente; eso me dijo el inspector Llama
que no podía hacer.
416 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Faldas, capas y botas brillaban con la luz del sol, que entraba
por las ventanas. Uma estaba mirando las lunas y las estrellas
bordadas en la falda de una china supay –hubiese jurado que se
movían–, cuando el extraño humo violeta empezó a elevarse de
las cachimbas de los morenos y a dispersarse por en medio de los
asientos. Todas las máscaras voltearon a la vez y la música carna-
valera, compuesta por pinquillos, bombos y trompetas, comenzó a
sonar. Incorporándose, cada bailarín empezó su danza, parándose
encima de los asientos.
Un pepino soltó cohetillos, y la algarabía fue subiendo de volu-
men hasta hacerse ensordecedora. Uma ya no sabía dónde estaba,
se sentía tan perdido como en el último Carnaval de Oruro, cuando
nadie se fijaba en él, por ser tan pequeño, y debía esquivar los saltos
y piruetas de los bailarines, para no ser pisado.
—Si me quedo aquí –pensó Uma, asustado– tendré que sen-
tarme, y no podré salir.
Nervioso, comenzó a esquivar las botas y las piernas de los
danzantes, hasta encontrar la puerta del vagón. Un Pepino estaba
sentado delante de la puerta, y no parecía muy dispuesto a moverse.
Su traje de dos piezas, naranja y amarillo, contrastaba con su cara
llena de lentejuelas.
—Pepino, pepino, déjame salir, por favor –imploró Uma.
El pepino comenzó a reírse –todos saben lo traviesos que son–
y negó con la cabeza.
—Solo si me das algo a cambio –le espetó.
—No tengo nada para dar, todo lo de mis bolsillos fue para
mi pasaje –contestó preocupado Uma. ¿Hay algo que pueda hacer
por ti?
Lo malo de la sonrisa de los pepinos es que no se puede adi-
vinar qué están pensando detrás de la máscara. Uma se puso muy
nervioso mientras el pepino pensaba en su petición.
—Ja, ja ja, a ver si sabes cómo es que soy, si me respondes bien,
te abro la puerta –propuso el pepino.
Uma, conociendo su fama de mentiroso, le preguntó:
—¿Y cómo sé que cumplirás tu parte del trato?
—¿Acaso no confías en mí, un pepino tan lindo como yo? –El
Pepino sonaba realmente ofendido.
—Claro que confío en ti –le contestó Uma, prudente–, es solo
que para mí tu palabra vale mucho.
Literatura infantil y juvenil contemporánea (2000 - 2015) 417
El vagón negro
El aire del vagón estaba pesado por el aroma de las flores, también
había fruta semi-podrida por el suelo, lo que dejaba un olor pene-
trante que a Uma se le hizo inmediatamente familiar. Olía como
en el velorio de su madre.
418 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
El aphtaphi
Un delicioso olor a charque, queso frito y mote inundaba el ambien-
te. Varios animales estaban en círculo frente a un aguayo, donde
se apilaban huevos duros, mote y papas, todo de un aspecto de lo
más apetecible. A Uma se le hacía agua la boca.
—¿Muntati? ¿Quieres? –Oyó decir Uma; era el Minero Quirquin-
cho, que le ofrecía un huevo duro con la pata–. Es hora del aphtaphi,
vamos a comer todos juntos, ven y servite con los demás.
Agradecido, Uma se sentó frente al aguayo, y, muerto de hambre,
empezó a comer de todo, ante la mirada medio reprobadora de dos
señoras Llamas que lo miraban con ojos redondos y enormes.
—¿Kawkits Jutta? ¿De dónde vienes? –preguntó una de las se-
ñoras Llamas.
—De la estación de Oruro –contestó Uma, sin dejar de co-
mer.
—¿Kawkirusa Saraskta? ¿A dónde vas? –preguntó otra de las
señoras Llamas.
—¿A dónde va este tren? –preguntó Uma.
—¿Cómo, te has subido a un tren sin saber a dónde va? –in-
quirió una de las señoras. Eran tan iguales que parecían gemelas,
Uma no sabía bien a cuál mirar al responder.
—Dejen comer al chico –interrumpió el Minero Quirquincho–
¿no ven que tiene hambre?
Las señoras Llamas, ofendidas, se hicieron a un lado y empe-
zaron a mascar coca y a hablar entre ellas, lo hacían en aymara
y muy rápido, pero algunas palabras pescadas al vuelo, dichas en
español, llamaron la atención de Uma, así que le preguntó al Minero
Quirquincho, que comía huevos, feliz a su lado:
—¿Qué es eso de la Estación de las Lluvias?, pensé que está-
bamos en época seca.
420 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
—Es ahí donde las señoras se van a bajar, están llevando tejidos
de lana a ese lugar.
—Y los señores del vagón negro, ¿dónde van?
—Ellos se vuelven a Amayan Marqapa, el pueblo de los difuntos,
después de haber visitado a sus familiares vivos para Todos Santos.
No hablaste con ninguno, ¿verdad?
Uma negó con la cabeza. El Minero Quirquincho se le quedó
mirando con ojitos inquisitivos y luego cambió de tema.
—La próxima estación es la de ellos, luego viene la estación de
Las Lluvias, la estación del Arcoíris y la de Las Estrellas, luego es media
vuelta. Yo me bajo en la última, tengo que comprar piedras-rayo.
—¿Tú hasta dónde vas?
—También a la última –algo que había dicho el Minero Quir-
quincho intrigó a Uma. ¿Qué son las piedras-rayo?
—Son piedras de metal que bajan del cielo, excelentes para
hacer picotas de Minero –al Minero Quirquincho los ojos le brilla-
ban–, son un poco caras, pero valen la pena.
—Y los del carnaval, ¿hasta dónde van?
—¿Esos fiesteros…? Se van a la estación Arcoíris, allá continúan
la fiesta hasta que les toque volver. No confíes en ninguno de esos,
solo quieren divertirse –Uma se preguntó divertido si algún Pepino
le habría jugado una mala pasada a Minero Quirquincho.
La luz se estaba perdiendo por las ventanas que estaban a
la izquierda de Uma, el sol parecía bostezar detrás de las mon-
tañas. A Uma le estaba dando un poco de sueño después de la
comilona.
—Ven, recuéstate en mi aguayo –le invitó el Minero Quirquin-
cho–, yo no dormiré todavía.
Uma se acomodó, y en un instante, se quedó dormido. Entre
sueños, le pareció sentir que el tren se detenía, y escuchar a gente
que salía. Un ruido de agua, como de olas, sonaba lejano, pero era
tan pesado el sueño de Uma que ni su curiosidad para ver de qué
se trataba alcanzó a despertarlo.
La estación Arcoíris
Casi todos se bajaron en la siguiente estación; esta quedaba en un
lugar impreciso que le dio a Uma la sensación de estar cambiando
constantemente de forma y de color. Uma se sentía mareado, como
si le faltara el aire, la cabeza le retumbaba.
—Has de tener cuidado aquí –le advirtió el Minero Quirquin-
cho–, la estación Arcoíris está construida encima de la piel de la
serpiente de agua, la Kurmi, que es también Arcoíris, o la hermana
gemela de la serpiente de estrellas, que se llama Warawarjawira,
la Vía Láctea. Kurmi marca la época de lluvias y decide si habrá
granizo o truenos en la tierra, los campesinos le tienen mucho
miedo y respeto.
—¿Estamos encima de una serpiente? –Uma no lo podía creer.
¿Hay algún lugar desde donde se pueda ver bien la estación?
—Hay un lugar cerca de la cabeza de Kurmi, pero vas a tener
mucho cuidado –el Minero Quirquincho realmente se veía preo-
cupado–, la verdad, apenitas te va a dar el tiempo, vamos a partir
de nuevo en un ratito.
—No te preocupes, voy y vuelvo, solo quiero ver –lo tranquilizó
Uma, poniéndose a caminar por la estación. El Minero Quirquincho
se le quedó mirando desde el andén, con sus patitas entrelazadas
en señal de preocupación.
Uma bajó del andén y puso los pies en lo que creía era la tie-
rra, algo firme y gomoso por donde comenzó a caminar. No podía
entender si lo que veía eran árboles, rocas, palos o si no había nada
que ver. Caminar era como atravesar una niebla colorida, como un
túnel de nubes; seguía el camino con los pies, ya casi sin prestar
atención alrededor. Sentía que subía lentamente y, de pronto, se
tropezó con un bulto amarrado. El bulto estaba abandonado entre la
Literatura infantil y juvenil contemporánea (2000 - 2015) 425
La cabeza de Kurmi
Lo que Uma vio desde la cabeza se le quedaría grabado por mucho
tiempo en su memoria. Cada noche estrellada, cada tarde de lluvia
con sol, Uma recordaría, como en un sueño, las imágenes de la
estación Arcoíris.
Esto es lo que vio: una serpiente, que también era un río,
moverse y ondularse desde el fondo de la tierra hasta lo más alto
del cielo; partes de su cuerpo brillaban como escamas, y otras,
como relámpagos; algunas estaban cubiertas de alas de mariposa,
y otras se ondulaban, pesadas y grises, como nubes de tormenta. La
serpiente no estaba sola, frente a ella, otra serpiente –tan enorme
que Uma sintió que era imposible verla toda–, se extendía y roza-
ba su lengua bífida con la de la cabeza de Kurmi. Era su hermana,
Warawarjawira, la Vía Láctea, la serpiente de luz, de sombras y de
estrellas. Uma sintió que las dos serpientes cubrían toda la tierra,
la protegían, la conectaban con las estrellas. Uma observó que las
serpientes no eran ni buenas ni malas, pero que si se les prestaba
atención podían ser benévolas, y si se las ignoraba podían ser mal-
vadas. Uma se sintió muy pequeño, y a la vez, muy importante,
porque las serpientes también lo protegían a él. Uma percibió todo
eso, y quizás se hubiera quedado en ese lugar, mirando todo ello,
olvidándose para siempre de regresar para contarlo, cuando algo
le tironeó de la manga. Un hilo de colores tiraba de él, y ahí recién
Uma recordó quién era, dónde estaba, y que debía volver.
426 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
La ofrenda
En la estación de Las Lluvias los esperaba el Ekeko, con una sonrisa
satisfecha en la cara y un cigarrito negro entre los dientes.
—Veo que has traído lo que te pedí –le dijo a Uma en cuanto
los vio bajar cargados con el aguayo de colores–, vamos, he pre-
parado una fogatita cerca de aquí, esto será bueno para toda la
estación.
Efectivamente, todos los viajeros y residentes de la estación
estaban allí, alrededor de la fogata, que ardía y chisporroteaba a
pesar de las gotas de agua que siempre caían del cielo. Estaban
reunidos los sapos vendedores, llamitas y guanacos comerciantes,
lagartos cargadores y loritos visitantes, ekekos satisfechos..., real-
mente, se había congregado la comunidad entera.
Todos reían y parloteaban de modo alegre, hasta que un
solemne Brujo-Llama se colocó ante el fuego, comenzando con
sus oraciones y agradecimientos –agradecía al Sol, a la Luna, a las
estrellas, a la lluvia, al granizo y a la Madre Tierra. Mientras daba
las gracias, colocaba con su pezuña hojas de coca sobre la fogata,
para que se fueran quemando, el gentío observaba la ceremonia
con un murmullo de excitación.
Finalmente, el Brujo-Llama les hizo una señal, y Uma con el
Minero Quirquincho se acercaron al fuego portando la ofrenda,
que a Uma le parecía muy grande y pesada para la fogata. Para su
sorpresa, a medida que se acercaban, la ofrenda se hacía liviana
y fácil de cargar, hasta que pareció elevarse de las manos de Uma
y arrojarse sola al fuego, donde empezó a soltar una agradable
humareda de colores.
La ofrenda ardió un buen tiempo, y a su alrededor, los diver-
sos animales tocaban instrumentos y cantaban, agradeciendo a la
Pachamama. Entre todos se iban pasando tutumas con chicha. La
fiesta iba alegrándose cada vez más.
—Hay que agradecer, Waynuchu –explicaba, ya medio mareado,
el Minero Quirquincho, sus ojitos brillaban debajo del casco–, real-
mente la tierra nos cubre y alimenta, y se preocupa por nosotros.
De pronto, el pitido del tren los llamó a la realidad. Uma tenía
miedo de perder el viaje, algo le decía que el siguiente tren tardaría
mucho en pasar por la estación, y, tal vez, como le había indicado
el Inspector-Llama, no regresaría por donde había venido. Jalando
Literatura infantil y juvenil contemporánea (2000 - 2015) 429
El regreso
Uma volvió a dormirse al pasar por la estación donde habían bajado
los muertitos. Le quedó un recuerdo, entre sueños, del rumor del mar
y un olor a sal prendido a su nariz. Intentó quedarse despierto para,
al menos, ver cómo era la estación, pero el sueño que lo envolvió cu-
brió sus ojos como con una manta, y nada pudo ver del camino.
Cuando despertó, hacía sol y el tren no se movía. El vagón
donde se hallaba Uma había perdido ese color café, se veía más
sucio, más abandonado que antes. El polvo se acumulaba entre las
maderas rotas y no había rastros de los otros animales.
Frotándose los ojos, Uma descendió del vagón. Estaba en la
sección de los trenes abandonados, por donde se había metido a
perseguir al Minero Quirquincho, pero ahora no había nadie.
Confundido, Uma se dirigió a la estación central. Y antes de haber
terminado de despertar sintió un fuerte cocacho en la cabeza.
—¡Te dejo un ratito y te pierdes!
Uma se dio la vuelta pensando que era otra vez el Minero
Quirquincho, pero no, era el chofer que lo había contratado.
—Hace una hora que he vuelto de donde mis parientes y vos
no aparecías por ningún lado, ¿no te dije que me esperaras en la
estación?
—He estado de viaje… –empezó a explicar Uma.
—¡No hay tiempo de que me expliques qué has estado hacien-
do! ¡Hay trabajo pendiente! ¡Toda la tarde te he buscado, y ahora
toca cargar el camión para la vuelta!
430 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
José Camarlinghi
Cara sucia (1962)
En 1962, José Camarlinghi publica la primera
novela corta de la literatura infantil boliviana,
Cara sucia. En ella expone el problema social de
los niños abandonados y su forma de sobrevi-
vencia. Es también la primera de una serie de
novelas infantiles dedicadas específicamente al tema de los niños
de la calle que se escribieron posteriormente en nuestro país.
La historia trata de un niño que, siendo muy pequeño, pierde
a su madre a causa de una larga enfermedad. Una de las vecinas
se hace cargo de él, pero la vida dentro de este nuevo hogar se
hace insostenible ya que el padre llegaba borracho y empezaba
a los golpes en la casa. El pequeño decide huir y pronto conoce
a un hombre viejo, que vive debajo de un puente, y que lo invita
a quedarse con él. Para sobrevivir, el niño frecuenta el botadero
de basura donde busca algo de comer. Un día encuentra un libro
viejo y como siempre había soñado con asistir a la escuela, decide
llevárselo. De camino a su refugio le entra sueño y queda profun-
damente dormido, entonces el alma del libro comienza a hablar
y a contar su historia a Cara sucia, que es el nombre con el que el
libro apoda al niño.
Este viejo libro ha tenido también una historia triste. Escrito
por un maestro, es publicado en una editorial y, gracias a un pedido
del interior del país, es enviado a una librería en la que permanece
durante años, ya que la persona que lo había encargado nunca lo
recoge. Después de mucho tiempo, el libro es comprado por un
revendedor que lo vende a un coleccionista. El coleccionista es
un reconocido bibliotecario muy extraño que acumula libros que
nunca ha leído. Cuando el coleccionista muere, los libros se quedan
en aquel recinto que solo el viejo bibliotecario conoce, hasta que
sus nietos lo descubren y empiezan a maltratar y despanzurrar
los libros.
La historia, escrita en once capítulos, está ambientada en
una provincia remota, “en un lugar casi olvidado de la curiosidad
mundana por el difícil acceso de su enorme distancia… más allá
de la última estación ferroviaria”. Se trata de un lugar en el que
436 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Gastón Suárez
Mallko (1974)
(Novela juvenil)
nos que conviven con los niños de la calle en la gran ciudad, los
maltratan, los dejan sin paga y hasta los tildan de ladrones.
La protagonista aparece en una situación de total discrimina-
ción por parte de sus compañeras de colegio y padres de familia,
y se ve envuelta en una serie de historias falsas por haber com-
prometido su amistad con muchachos de la calle que significan
una mala compañía para su clase social. Por otro lado, un toque
sentimental le da otro giro a la novela cuando de la relación amis-
tosa con los cuidadores de autos, nace un romance entre la niña y
uno de los lustrabotas, relación genuina que cuenta con la férrea
oposición de la madre que no puede permitir que su hija se junte
con “niños de la calle” que, desde su punto de vista, implican un
gran peligro para su bienestar. Aunque Ururi intenta por uno y
otro lado reflexionarla sobre la situación precaria en la que viven
sus amigos, la madre no cede en su posición.
Los chicos sienten que el cigarrillo es algo que les ayuda a soportar
el frío y el hambre y entonces lo hacen, pero no con mala intención.
¡Qué cosas dices! ¿Que no lo hacen con mala intención? Pero por
Dios, niña mía, ¡qué ingenua eres! Yo creo que ellos saben muy bien
lo que hacen. ¡Son unos viciosos... Esos no pueden ser tus amigos!
(Dávalos, 1998: 36)
Stefan Gurtner
El grano verde (2004)
(Novela juvenil)
Brayan Mamani
Academia Europa (2010)
(Novela juvenil)
En años que tengo de leer literatura juvenil, sé que son pocos los au-
tores bolivianos capaces de atrapar a un público con demandas tan
exigentes, me refiero a los jóvenes, nada fáciles de complacer.
Lucas, un estudiante de colegio, recibe en su casa a Clovis,
un muchacho feo que le pide que le haga una carta de amor para
una compañera de curso que le gusta mucho. “Tú eres el poeta”, le
dice Clovis. Efectivamente Lucas asiente y le dice que hasta hacía
unos meses él hacia cartas de amor por encargo. Y para explicarle
a Clovis por qué ya no escribirá más cartas de amor, Lucas decide
contarle su historia.
Lucas es un amante de la poesía, entonces empieza a escribir
cartas de amor anónimas a las chicas feas y las deja en el jardín de
sus casas simplemente para hacerlas sentir bien. Lucas se da cuenta
de la humillación que sufren las feas en el ámbito amoroso; sobre
todo cuando el elegido es el muchacho lindo o el más popular del
colegio. Para hacer las cartas, Lucas va todos los días a la biblioteca
buscando libros de poesía que lo inspiren. Y a la par de un psicólogo
amoroso estudia a las chicas que él cree que necesitan un incentivo
para cambiar su vida:
Reconocido mi talento… desarrollé el ojo clínico en base a una exhaus-
tiva observación de las chicas del colegio. Empecé a acercarme más a
las mujeres de mi curso, a escuchar sus exigencias, intenté descubrir
cómo se apaciguaban sus apremios y se eludían sus mandatos, intenté
comprender sus razonamientos, desenmarañar su mundo interno en
busca de nuevas pistas que me descifraran el lenguaje común de sus
corazones… ocupé más tiempo en la lectura de poemas y ensayos
que trataran al respecto. Ahora mi oficio consistía en determinar qué
textos eran idóneos para las posibles personalidades de mis pacientes.
(Otero, 2011: 53)
César Herrera
El día mas triste de la soberana más
bella (2013)
(Novela juvenil)
La joven se pone el vestido y sale por las calles del pueblo como
soberana del carnaval. El día es perfecto. Julián la sigue con la mi-
rada. Es el día más feliz de su vida. Julián y la joven están juntos
toda la noche. ¿Qué más puede pedirle a la vida?
En la mañana te despiertas temprano y lo primero que deseas hacer
es ir a la iglesia, rezar y prender una vela en agradecimiento por lo
mucho que ha cambiado tu vida. Tal vez hablar un rato con el padre
y contarle que lo has conocido. Te das un baño y te poner un vestido
que de seguro tu tío mando dejar en una silla de tu cuarto. El sol
apenas ha salido. De pronto el jardín parece renacido… Llegas hasta
la parroquia, la puerta está abierta. Pasas y entras a la oficina del
padre. No hay nadie (Herrera, 2013: 67)
Tatuaje mayor es una excelente novela juvenil que toca los temas
del amor, la muerte, la adolescencia y las pandillas juveniles.
La historia se inicia con la muerte de la abuela de Ylonka. En-
tre las pertenencias de la abuela, la muchacha encuentra su diario
personal que desde las primeras líneas pasa a formar parte de su
vida, la que tiene que ver con su propia adolescencia. Las páginas
del diario se van intercalando con la vida de Ylonka, quien a su vez
las va comentando. Entonces surge una gran unión entre abuela y
nieta, y es leyendo este diario que se dan dos vidas paralelas entre
el amor prohibido y angustioso que vivió la abuela y el amor que
Ylonka tiene con Andrés. Si bien la muchacha tiene la referencia de
los amores intensos vividos por la abuela, estos contrastan con el
mundo que a ella se le presenta, un mundo agresivo y violento.
El encuentro entre nieta y abuela también constituye un
encuentro de dos generaciones, de dos culturas juveniles, de dos
formas de pensar y actuar marcadas cada una por su época. La
trama se desarrolla en una ciudad sin la modernidad de hoy en
la que se podía caminar tranquilamente por la noche, donde la
obediencia a la familia era fundamental y la escolaridad no tenía
las amenazas que preocupan a los padres de hoy. En ese mundo de
los años cincuenta la abuela espera el primer beso, como lo más
audaz de una relación y se presta al juego de la seducción y la con-
quista sin otra acción mayor a la de esperar. Para Ylonka, las cosas
son distintas, las relaciones amorosas de hoy son más atrevidas y
arriesgadas; sin embargo, con diferentes formas y estilos, el amor
de antes y el de hoy, se da de la misma manera: a veces se vuelve
prohibido, peligroso y cruel.
Ylonka termina siendo una joven rebelde que se enamora
perdidamente de Andrés, integrante de una pandilla y dedicado a
hacer tatuajes. A través de esa relación, Ylonka entra en el mundo
oscuro y riesgoso de las pandillas. Un mundo en el que el vacío y la
468 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
71 Esta es una lista que contiene 64 autores y 280 obras de literatura infantil y
juvenil. Esta lista no incluye a todos aquellos escritores que se dedicaron o se
dedican a la literatura infantil, y solamente contiene las obras más represen-
tativas de cada uno de los autores citados.
Bedregal, Yolanda
La Paz, 1913-1999 El cántaro del angelito (1979)
Historia del Arte para niños (2009)
El libro de Juanito (2009)
Benedict de Bellot, Paula
El elefante de jardín (2012)
La guerra de Fabián (2012)
Dánae y el duende Matías (2014)
El mundo de los bucefalitos (2014)
Berdegué, Carla María
La Paz, 1963 El cuento que tenía miedo (2011)
El girasol y la noche (2013)
Caero, María Isabel
Cochabamba, 1950 Lira lira Marinita (1998)
¡Sorpresa! (2003)
La magia de las mariposas (2005)
¡Mira qué maravilla! (2009)
Hola Primavera (2010)
La miski warita (2011)
Calvimontes, Velia
Cochabamba, 1935 Abejita Perecita (1996)
Wallunka (1996)
El palito mágico (1996)
Cuentos de los duendes de la luna (1996)
En busca de hogar (2002)
Babirusa y el zapato de Tía Eulogia (2005)
Babirusa la Babel de letras y otros cuentos
(2007)
El niño de la pérgola (2007)
Buenos días Isabel (2011)
Camarlinghi, José
La Paz, 1928-2013 Cara Sucia (1962)
Cuando yo era trencito (1978)
Cárdenas de Alarcón, Elda
La Paz, 1928 Despertar. Poemario para niños (1982)
Barquitos de papel (1997)
Calesita (1999)
Pinceladas (2000)
Leyendas del Ande (2000)
Manuelito de la Candelaria (2002)
Cárdenas, Ruth
Sucre, 1950 Telegramas a Fermín (1996)
Castrillo de Varas, Nilda
Tarija, 1927 Don Cristóbal, héroe de las rosas (1994)
La leyenda del volador s.f.
El joyero s.f.
El renacuajo de luz s.f.
El tren del alba s.f.
Cejas de Aracena, Luz
Vallegrande El tesoro de Pablito (2000)
La ranita Camila (2001)
La gruta embrujada (2006)
El niño Yuqui (2008)
Buscando una estrella (2011)
La princesa Micaela (2012)
[471]
472 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Gurtner, Stefan
Berna, Suiza, 1962 Pata chueca. Si los perros hablaran… (1998)
El grano verde (2004)
Guzmán Reque, Angélica
Cochabamba Alas azules (2004)
Doña cuello y su jirafitis (2004)
La ratita diligente (2008)
El niño de miel (2008)
Nuevas leyendas cruceñas (2010)
Aventuras mágicas de Etelvina, la brujita viajera
(2010)
Voces de la naturaleza (2013)
Guzmán Soriano, Rosalba
Cochabamba, 1957 La revobulliprotesta (1991)
La bruja de los cuentos (1997)
El planeta multilenguado (2005)
Conquistando a Lindolfo (2008)
Una niña (2010)
Y colorín colorado… (2011)
Cuentipoemas (2014)
Herrera García, César
Samaipata El tesoro inventado (2007)
El día más triste de la soberana más bella
(2013)
Ichaso Elcuaz, Ana
La Plata, Argentina,1963 Los ojos de las estrellas (2005)
Un cuento para dormir (2006)
Jofré, Guillermina
Cochabamba, 1949 Una abuela muy pero muy especial (1996)
Lita y los cinco minutos (1998)
Tintín en monopatín (2005)
Cachito (2009)
T’una papita (2ª Ed. 2012)
Anexos 473
Obras consultadas
Guzmán, Augusto
1982 Biografías de la Nueva Literatura Boliviana. Cochabamba-La Paz.
Editorial Amigos del Libro.
Muñoz, Willy
2013 Diccionario crítico de novelistas bolivianas. La Paz. Plural Editores.
[477]
478 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Artículos
De la Quintana, Liliana
2007 “A propósito de Mallko”, en: Suplemento Fondo Negro, La Prensa
del 3 de junio de 2007.
Páginas web
Dautant, Maite
2013 “La narrativa para niños y jóvenes hoy”, en: II Congreso Ibe-
roamericano de Literatura Infantil y Juvenil. Bogotá, 5- 9 marzo.
Fundación SM.
Hinojosa, Daniel
2014 “El Chaski renace en la web y busca reporteros infantiles”, en:
Página Siete. http://www.paginasiete.bo/sociedad/2014/8/6/chaski-
renace-busca-reporteros-infantiles-28662.html
Montoya, Víctor
2014 “Humanismo y prosa poética en la obra de Gastón Suárez”.
http://victormontoyaescritor.blogspot.com/2014/07/humanismo-
y-prosa-poetica-en-la-obra-de.html
Obras citadas
Acebey, David
1997 Romances de Tobiano y Florlinda. Santa Cruz.
Alfaro, Oscar
1969 Cuentos. Fascículo 1. Barcelona. Colección Alfaro.
1982 Cuentos para niños. Tomo No. 2. La Paz. Colección Alfaro.
480 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
Bedregal, Yolanda
1979 El cántaro del Angelito. La Paz.
2009 Obra Completa. Narrativa. La Paz. Plural Ediciones.
Camarlinghi, José
1962 Cara Sucia. La Paz.Ediciones Balsuaro.
1978 Cuando yo era trencito. Ediciones Populares Camarlingui.
Cárdenas, Elda de
2002 Manuelito de la Candelaria. Historias y Educaciones. Cordillera.
De la Quintana, Liliana
2000 La abuela grillo. La Paz. Mitología Indígena Boliviana No. 6. Nicobis.
Gantier, Joaquín
1940 Teatro. Piezas Breves. Sucre. Editorial Charcas.
1962 Teatro Boliviano para Escuelas, Colegios y Conjuntos de Aficionados.
Sucre.
Gurtner, Stefan
1998 Pata chueca. Si los perros hablaran... Cochabamba. Los Amigos del
Libro.
2004 El grano verde. Cochabamba. Los Amigos del Libro.
Quiroga, Giancarla de
1996 “Se llamará Cristóbal”. Cuentos de mi país: Bolivia. Betty de Alba-
rracín (comp.). La Paz. Santillana/Alfaguara Infantil.
Suárez, Gastón
1974 Mallko. La Paz.
Talarico, Gigia
1999 Un puñado de sueños. Santillana/Alfaguara Infantil. La Paz.
2008 La sonrisa cortada. Buenos Aires. Grupo Editorial La Hoguera/Pu-
raletra Literatura Juvenil.
[483]
484 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
José Camarlinghi
Nació en La Paz el 27 de agosto de 1928 y murió en la misma ciudad
el año 2013. Fue autodidacta y su pasión fue la poesía, el teatro y la
música. Amante de los libros, tuvo a su cargo durante muchos años
la Editorial Camarlingui, a través de la cual se dedicó a difundir y
publicar literatura boliviana por cuenta propia, convirtiéndose en
un gran impulsor de la literatura nacional. Gracias a él, muchos
libros para niños pudieron ser publicados y difundidos en una época
en la que ninguna editorial apostaba por la literatura infantil. Por
ese trabajo, la Universidad Mayor de San Simón de Cochabamba
le rindió un homenaje (1979).
Yolanda Bedregal
Nació en La Paz el 21 de septiembre de 1913 y murió el 21 de
mayo de 1999. Estudió en la Academia de Bellas Artes de La Paz y
luego hizo la carrera de Estética e Historia del Arte en la Univer-
sidad de Columbia (Nueva York). Al regresar se dedicó a enseñar,
primero en el Conservatorio de Música, en la Academia Benavi-
des de Sucre, luego en la Escuela Superior de Bellas Artes y en la
Universidad Mayor de San Andrés. Fundó la Unión Nacional de
Poetas y el Comité de Literatura Infantil del que fue presidente
y asesora (1964). Fue la primera mujer en ingresar a la Academia
Boliviana de la Lengua (1973) y fue miembro de la Academia
Argentina de Letras. La segunda generación de Gesta Bárbara la
nombró “Yolanda de Bolivia” (1948).
Biografías 485
Manuel Vargas
Nació en Huasacañada (provincia Vallegrande, Santa Cruz de la
Sierra), el año 1952. Vive en La Paz desde su época de universitario.
Vivió exiliado en Suecia entre 1982 y 1983. Durante cinco años
fue redactor de la revista infantil Chaski. Es director de la revista
de cuentos Correveidile y de la editorial del mismo nombre. Ganó
el primer Premio Nacional de Novela con Rastrojos y el Premio
Nacional de Cuento con su obra Cuentos tristes. Escribe artículos
de opinión en diferentes periódicos del país.
Giancarla de Quiroga
Nació en Roma, Italia, en 1940. De madre italiana y padre boliviano,
vivió hasta los diecisiete años en Italia y después se estableció en
Cochabamba. Graduada en filosofía, se ha dedicado a la enseñanza
universitaria. Ha sido docente en la Universidad Privada del Valle
y colaboradora del matutino Presencia (La Paz), Nosotras y Economía
y Sociedad, suplementos del diario Opinión (Cochabamba).
David Acebey
Nació en 1945 en Sipoperenda (Chuquisaca), territorio Ava-
guaraní del Chaco. Fue periodista y catedrático; entre otras cosas
fue fotógrafo, artesano del cuero, ayudante de albañil y guionista.
Fue también zafrero, carpintero, chofer de taxi y mil oficios, pero
siempre un cuentero que se ha mantenido entre las sombras.
Tiene varios libros publicados, once premios en concursos lite-
rarios, fotográficos y audiovisuales.
Liliana De la Quintana
Nació en Sucre en 1959. Comunicadora, videasta, guionista y escrito-
ra de literatura infantil. Licenciada en Ciencias de la Comunicación,
tiene un diplomado superior en Estudios Andinos, un diplomado en
Derechos de los Pueblos Indígenas, un diplomado en Crítica de Arte
Contemporáneo y un diplomado en Museología y Gestión Cultural.
Co-fundadora de Producciones Nicobis (1981) donde trabaja durante
más de 30 años como directora de proyectos, en la producción de
videos y libros para el público infantil, y videos documentales sobre
pueblos indígenas, movimientos de mujeres, animaciones y videos
de ficción.
488 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia
[489]
La antologadora y el Comité de Asesor quieren dejar constan-
cia de que actuaron en todo momento con absoluta autonomía e
independencia en sus deliberaciones y decisiones.
En conformidad a lo estipulado la antologadora, los miembros
del Comité Asesor y los representantes de la Coordinación General
de la bbb suscriben el presente documento.
[490]
En el marco de la celebración de los 200 años de la Independencia de Bolivia, en 2025, la Vicepresidencia
del Estado Plurinacional, a través de su Centro de Investigaciones Sociales (CIS), determinó la creación de la
Biblioteca del Bicentenario de Bolivia (BBB) cuyo propósito principal es seleccionar, publicar y difundir 200
de las más representativas obras del pensamiento y conocimiento de nuestro país, para promover la lectura,
el estudio y la investigación de lo boliviano, fortalecer el sistema educativo y la reflexión sobre la identidad
plural de Bolivia.
La BBB es un proyecto editorial que toma en cuenta aspectos cronológicos, históricos, geográficos,
étnicos, culturales, lingüísticos, etc. con la intención de conformar una colección de obras representativas
de y para la historia de nuestro país en cuatro colecciones: historias y geografías; sociedades; letras y artes;
diccionarios y compendios.
[491]
26. Dunkerley, James: Rebelión en las venas 52. Soux, María Luisa: El complejo proceso hacia
27. Escobari, Jorge: Historia diplomática de la independencia de Charcas
Bolivia 53. Suárez, Nicolás: Anotaciones y documentos
28. Finot, Enrique y García Recio, José María: sobre la campaña del Alto Acre
Historia de la conquista del oriente boliviano 54. Thomson, Sinclair: Cuando sólo reinasen
+ Análisis de una sociedad de frontera: Santa los indios. La política aymara en la era de la
Cruz de la Sierra en los siglos XVI – XVII (Libro insurgencia
fusionado) 55. Trigo, Eduardo: Tarija en la independencia del
29. Gamarra, Pilar: Amazonia norte de Bolivia: Virreinato del Río de la Plata
economía gomera (1870-1940) 56. Vargas, José Santos: Diario de un soldado de
30. Guevara, Ernesto: Diario del Che en Bolivia la independencia
31. Irurozqui, Marta: A bala, piedra y palo: la 57. Vásquez Machicado, Humberto: Obra reunida
construcción de la ciudadanía política 58. Wachtel, Nathan: El regreso de los antepasa-
32. Klein, Herbert: Orígenes de la revolución dos. Los indios urus de Bolivia del siglo XX al
nacional boliviana XVI. Ensayo de historia regresiva
33. Larson, Brooke: Colonialismo y transfor- 59. Antología de arqueología (2 volúmenes)
mación agraria en Bolivia: Cochabamba 1550- 60. Antología de biografías
1990 61. Antología de ciencias de la tierra
34. Lofstrom, William: El Mariscal Sucre en Bolivia 62. Antología de cronistas coloniales de Charcas
35. Lora, Guillermo: Historia del movimiento 63. Antología de diarios de viajes y expediciones
obrero 64. Antología de documentos fundamentales de
36. Mendoza, Gunnar: Obra reunida la historia de Bolivia
37. Mendoza, Jaime: Obra reunida (El macizo 65. Antología de estudios regionales
boliviano + El factor geográfico de la nación 66. Antología de folletos
boliviana) 67. Antología de la problemática marítima
38. Mercado, Melchor María: Álbum de paisajes, 68. Atlas general e histórico de Bolivia
tipos humanos y costumbres de Bolivia 69. Nueva historia general de Bolivia
(1841-1869)
39. Montes de Oca, Ismael: Geografía y recursos Letras y artes
naturales de Bolivia
40. Moreno, Gabriel René: Últimos días coloniales 70. Aguirre, Nataniel: Juan de la Rosa
del Alto Perú 71. Alfaro, Oscar: Obra reunida
41. Parkerson, Phillip: Andrés de Santa Cruz y la 72. Antezana, Luis: Ensayos escogidos
Confederación Perú-Boliviana 73. Arguedas, Alcides: Raza de bronce
42. Parsinnen, Martti: Tawantinsuyo 74. Bascopé Aspiazu, René: Obra reunida
43. Platt, Tristan: Estado boliviano y ayllu andino: 75. Bedregal, Yolanda: Obra reunida
tierra y tributo en el Norte de Potosí 76. Borda, Arturo: El Loco
44. Platt, Tristan; Harris, Olivia y BouysseTherese: 77. Camargo, Edmundo: Obra reunida
Qaraqaracharka 78. Cárdenas, Adolfo: Periférica Blvd.
45. Poma de Ayala, Guamán: Nueva crónica y 79. Cerruto, Oscar: Obra reunida (2 volúmenes)
buen gobierno 80. Céspedes, Augusto: Sangre de mestizos
46. Querejazu, Roberto: Guano, salitre y sangre 81. Chirveches, Armando: Obra reunida
47. Querejazu, Roberto: Masamaclay 82. Costa du Rels, Adolfo: El embrujo del oro
48. Roca, José Luis: Ni con Lima ni con Buenos 83. De la Vega, Julio: Matías, el apóstol suplente
Aires 84. Echazú, Roberto: Obra reunida
49. Rodríguez, Gustavo: Teoponte, la otra guerri- 85. Gerstmann, Roberto: Bolivia: 150 grabados
lla guevarista en cobre
50. Sanabria, Hernando: Obra reunida (En busca 86. Gisbert, Teresa y Mesa José: Historia del arte
de El Dorado + Apiaguaiqui Tumpa. Biografía en Bolivia
del pueblo chiriguano y su último caudillo + 87. Gisbert, Teresa: Iconografía y mitos indígenas
Breve historia de Santa Cruz) en el arte
51. Serulnikov, Sergio: Revolución en los Andes 88. Gumucio, Alfonso: Historia del cine boliviano
[492]
89. Guzmán, Augusto: Obra reunida 128. Antología de crónica literaria y periodística
90. Jaimes Freyre, Ricardo: Obra reunida 129. Antología del cuento en Bolivia
91. Lara, Jesús: Yanacuna (o Yawarninchij) 130. Antología de ensayo/crítica literaria en Bolivia
92. Medinaceli, Carlos: La Chaskañawi 131. Antología de fotografía boliviana
93. Medinaceli, Carlos: Obra reunida 132. Antología de gastronomía boliviana
94. Mitre, Eduardo: Obra reunida 133. Antología de literatura aymara
95. Montes, Wolfango: Jonás y la ballena rosada 134. Antología de literatura colonial
96. Moreno, Gabriel René: Obra reunida 135. Antología de literatura infantil y juvenil de
97. Mundy, Hilda: Obra reunida Bolivia
98. Otero Reich, Raúl: Obra reunida 136. Antología de literatura quechua
99. Paz Soldán, Edmundo: Río fugitivo 137. Antología de literatura de tierras bajas
100. Pentimali, Michella; Gisbert, Teresa; Paz, 138. Antología sobre la música en Bolivia
Valeria; Calatayud, Jacqueline: Bolivia: los 139. Antología de poesía boliviana
caminos de la escultura 140. Antología de tradición oral en Bolivia
101. Piñeiro, Juan Pablo: Cuando Sara Chura 141. Antología de teatro boliviano
despierte
102. Poppe, René: Interior mina Sociedades
103. Quiroga Santa Cruz, Marcelo: Los deshabita-
dos 142. Albarracín, Juan: Sociología boliviana
104. Querejazu, Pedro: Las misiones jesuíticas de contemporánea
Chiquitos 143. Albó, Xavier: Obra reunida
105. Querejazu, Pedro: Pintura boliviana en el siglo 144. Almaraz, Sergio: Obra reunida
XX 145. Anónimo: El manuscrito Huarochirí
106. Reynolds, Gregorio: Obra reunida 146. Arguedas, Alcides: Pueblo enfermo
107. Rocha Monroy, Ramón: El run run de la 147. Arze, José Antonio: Obra reunida
calavera 148. Baptista Caserta, Mariano: Páginas escogidas
108. Saenz, Jaime: Felipe Delgado 149. Bouysse, Therese; Harris, Olivia; Platt, Tristan
109. Saenz, Jaime: Obra reunida y Cereceda, Verónica: Tres reflexiones sobre el
110. Salazar Mostajo, Carlos: La pintura contempo- pensamiento andino
ránea en Bolivia 150. Díez Astete, Álvaro: Compendio de etnias
111. Sanjinés, Javier: Literatura contemporánea y indígenas y ecorregiones Amazonia, oriente y
grotesco social en Bolivia Chaco
112. Shimose, Pedro: Obra reunida 151. Francovich, Guillermo: Obra reunida
113. Sotomayor, Ismael: Añejerías paceñas 152. García Jordán, Pilar: Unas fotografías para
114. Spedding, Alison: De cuando en cuando dar a conocer al mundo la civilización de la
Saturnina república guaraya
115. Suárez, Jorge: Obra reunida 153. García Linera, Álvaro: Obra reunida
116. Suárez Araúz, Nicomedes: Obra reunida 154. Gianecchini, Doroteo: Historia natural,
117. Tamayo, Franz: Obra reunida (2 volúmenes) etnográfica y geográfica del Chaco boliviano
118. Terán Cabero, Antonio: Obra reunida 155. Guillén-Peñaranda y Pérez, Elizardo: Utama +
119. Urzagasti, Jesús: Obra reunida (2 volúmenes) Warisata, la escuela Ayllu (Libro fusionado)
120. Vaca Guzmán, Santiago: Obra reunida 156. Holmberg, Allan y Stearman, Ayllin: Nómadas
121. Viaña, José Enrique: Cuando vibraba la del arco largo: los sirionó del oriente boliviano
entraña de plata + No más nómadas (Libro fusionado)
122. Wicky, Jean Claude: Bolivia: Mineros 157. Hurtado, Javier: El katarismo
123. Wiethüchter, Blanca y Paz Soldán, Alba María: 158. López Menéndez, Felipe y Barnadas, Josep:
Hacia una historia crítica de la literatura Compendio de historia eclesiástica de Bolivia +
boliviana La Iglesia Católica en Bolivia (Libro fusionado)
124. Wiethüchter, Blanca: Obra reunida 159. Marof, Tristan: Obra reunida
125. Zamudio, Adela: Obra reunida 160. Montenegro, Carlos: Nacionalismo y coloniaje
126. Antología de la arquitectura en Bolivia 161. Murra, John: Formaciones económicas y
127. Antología de la caricatura en Bolivia políticas en el mundo andino
[493]
162. Ovando, Jorge: Sobre el problema nacional y 185. Antología sobre la hoja de coca
colonial de Bolivia 186. Antología sobre el minero y la minería en
163. Quiroga Santa Cruz, Marcelo: Obra reunida Bolivia
164. Reinaga, Fausto: La revolución india 187. Antología del periodismo y estudios de
165. Reyeros, Rafael: El pongueaje: historia social comunicación
del indio boliviano 188. Antología de sociología boliviana
166. Riester, Jürgen: Obra reunida 189. Antología de tradiciones, folklore y mitos
167. Rivera, Silvia: Oprimidos pero no vencidos 190. Antología sobre textiles
168. Romero Pittari, Salvador: Obra reunida
169. Saignes, Thierry: Obra reunida Diccionarios
170. Urquidi, Arturo: Obra reunida
171. Van Den Berg, Hans: Obra reunida 191. Barnadas, Josep: Diccionario histórico de
172. Villamil de Rada, Emeterio: La lengua de Bolivia
Adán 192. Bertonio, Ludovico: Vocabulario de la lengua
173. Zavaleta Mercado, René: Obra reunida aymara
174. Antología de antropología de tierras altas 193. Coello, Carlos: Diccionario de bolivianismos
175. Antología de antropología de tierras bajas 194. Gianecchini, Doroteo: Diccionario chiriguano-
176:- Antología de ciencias políticas bolivianas español, español-chiriguano
177. Antología de ciencias de la vida 195. Gonzales Holguín, Diego: Vocabulario de la
178. Antología sobre ciudad, mestizaje y economía lengua general de todo el Perú
popular 196. Herrero, Joaquín y Sánchez, Federico: Diccio-
179. Antología del deporte boliviano nario quechua
180. Antología de economía en Bolivia 197. Layme, Félix: Diccionario aymara
181. Antología de educación en Bolivia 198. Marbán, Pedro: Diccionario de lengua mojeña
182. Antología de farmacopea indígena 199. Ortiz, Elio y Caurey, Elías: Diccionario etimo-
183. Antología de filosofía boliviana lógico y etnográfico de la lengua guaraní
184. Antología sobre las Fuerzas Armadas y la hablada en Bolivia
Policía 200. Vocabulario de los pueblos indígenas
[494]
Álvaro García Linera
Vicepresidente del Estado
COORDINACIÓN GENERAL
Marco Montellano Gutiérrez Coordinador General
Martín Zelaya Sánchez Responsable de Gestión Editorial
Francisco Bueno Ayala Asesor Jurídico
José Manuel Zuleta Responsable de Diseño e Imprenta
Andrés Claros Chavarría Asistente General
[495]
Este libro,
volumen 135 de la Biblioteca
del Bicentenario de Bolivia (BBB),
se terminó de imprimir en noviembre
de 2015 en los talleres de Artes
Gráficas Sagitario S.A. en el barrio de
Tembladerani, ciudad de La Paz, Bolivia.
En su diseño se emplearon las fuentes
tipográficas Swift, Myriad Pro, Filosofía y
Fedra en sus distintas variantes y tamaños.
La edición consta de 4.000 ejemplares
–3.500 en rústica y 500 en tapa dura–,
el emblocado se realizó en cuadernillos
costurados, las páginas interiores
están impresas en papel
Suzzano de 70 gr.