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Screpanti E. y Zamagni, S.

(1997), Apartado
2.3. La ortodoxia smithiana; apartado 3.3.2.
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76 PA\:ORA\1A DE HTSTORJ<\ DEL PEl\'SA\HE!'\TO ECO.'\:Ó\flCO LA REVOL~CIÓN DEL LA/SSFZ r~tRE Y LA ECO\I0\1ÍA S\ilTHJA)';A 77

fondos en el mismo ambiente deben ser en su totalidad iguales t d . 2.3. La ortodoxia smithiana
. . ' · ~ o en er cont1-
nuamente
. a, la igualdad. Si en
. un mismo ambiente un empleo f d
uera e manera
evidente mas o menos , . que los otros · serían tan numero.sas ]as personas
ventaJOSO 2.3. ! . Ut>iA ÉPOCA DE OPTIMISMO
que se amontonanan en el pnmer caso o lo abandonarian en el sem d h
, ' . . . c~IIl O, que a-
rlan que mu:i- p1 onto sus
, ventajas , o desventajas volvieran
' al mismo · . 1
DI\·e que para Los cuarenta años transcurridos desde la publicación de la Riqueza de las
los otros cmp 1eos. As1 suceder1a al menos en una sociedad do d ¡ naciones a la de los Principios de Ricardo constituyeron una época de entusiasmo
n e as cosas se
abandonaran a su curso nat~ral, donde existiera perfecta libertad y donde cada y optimismo, tanto para la burguesía inglesa, que se hallaba en la fase más inten-
!zonzbre fuera perfecta1nente lzbre tanto de elegir fa ocupación que · 11 ~ 0 .
. . 1 ~a1
i·en1en1e conzo de ca1nbtarla cada ve.::: que le pareciera oporttaio · El in
-
a Jnas con-
· 1eres• 11 ,
sa de la revolución industrial, como para la continental, en particular la francesa,
evana inmersa en el intento de realizar el sueño de la Ilustración. Seguramente ninguno
a cada hombre a buscar el empleo ventajoso y a abandonar el d . t · de los intelectuales de la época representó mejor esta ola de entusiasmo que Wi-
(pp. 201-202). - es\en a.ioso»
lliam Godwin (1756-1836) y Antaine Nicolas de Condorcet (1743-1794 ): el prime-
Este pasaje parece dar la razón a la interpretación neoclásica· Ef t. ro, con sus tesis sobre la perlectibilidad humana y su programa de reforma radi-
, . . . . ec ivamen-
te, observese la referencia . a las .dec1s1ones indi\·iduales en el texto · d es t acad o por cal de la sociedad, expresadas en la Investigación acerca de la justicia política
nosotros . en curs1\'a,
. . . donde .Smith . habla de «cada hombre)) }. de su 1·b1 erta
d de (1793); el segundo, con la idea, planteada en Bosquejo de un cuadro histórico de
«elegir». La leg1t1rn1dad de dicha interpretación la confirma el he h d
. . . c o e que, para los progresos del espíritu humano (1795), del progreso continuo del conocimiento
Smith, científico y de las bases morales de la convivencia social.
. la pnmera determinante de los diferenciales salariales Ja cons t.t 1 uye a
l
«C~ahd_ad de agradable o d~sagradable>>, o bien la «levedad o dureza>) del trabajo. Es cierto que tampoco faltaron voces pesimistas. Una fue la de Thomas Ro-
As1, a fin de que «las .ventajas o desventajas de los diversos- emple os d e 1 t ra b ajo))· bert Malthus (1766-1834), quien precisamente en 1798, en una polémica frente al
.
sean <<perfectamente iguales)) es necesario que los diferenciales sala · 1 11 · optimismo de Godwin, publicaba el Ensayo sobre el principio de población. Sin
· · d . na es re ejen
las d1ferenc1as e «penahdadl>. Esto sucedería en una situación de 1·b embargo, se trataba de la voz aislada de un pastor conservador, exponente del
. . ., 1 re compe-
tencia, esto es, en una s1tuac1on en la que «existiera perfecta libertad y donde punto de vista de una clase de la que no se podía esperar sino pesimismo en una
cada hombre fu_era perfectamente libre de elegir [ ... ]>). Y a este punto de. vista es época en la que la burguesía, sus mercancías, sus armas y sus ideas, triunfaban
al que nos referiamos al hablar de la teoría del equilibrio con1petitivo hzdividuali'5- en todos los frentes. El «principio malthusiano de población)) es una expresión,
ta como del co1nponente nzicroeconónzico del pensamiento de Smith. ' formulada de manera neta y clara, de aquel antiguo pesimismo religioso referen-
Naturalmente, Ricardo V Marx disentirian de tal interpretac· · te a la naturaleza avariciosa y los efectos de la incontinencia humana, que ya Bo-
. · ion, V no esta- tero, Cantillon, Ortes y otros habían expresado: los medios de subsistencia ofreci-
rían del todo equivocados. En efecto, el segundo determinante de lo d- ·f ·
. . . s i erenc1a- dos por la naturaleza crecían según una progresión aritmética, mientras que las
les está constituido -siempre según Smith- <<por el alto o baJ·o cost d d.
· · d · e e apren 1- bocas que alimentar crecían a un ritmo exponencial. En Malthus encontramos
zaje)); ·veste pue e interpretarse
. . como un determinante obj.eti\'O · Efec t.1vamente
los costes de aprendizaje de un oficio -sugerirá Marx- '\ienen dad ¡ ' además la capacidad de extraer todas las consecuencias políticas de su «princi-
. . . , os por a can- pio)). Puesto que las clases bajas no son capaces, como las altas, de usar el freno
tidad de trabajo. empleado para producir . una determinada capacid d l b
a a ora, y 1
moral para controlar los efectos catastróficos de aquella ley de la naturaleza, en-
pueden _determinarse con :eferenc1a a la «tecnología educativa>> disponible en
tonces debe permitirse al menos que la naturaleza cuide de sí misma. Ergo: la be-
una sociedad ,
dada
.
en una epoca
.
dada,
.
es decir' de nuevo en términ OS O b.~e t.!VOS y
neficencia y la ayuda a los pobres deben ser desalentadas y abolidas.
macroeconom1cos. A este tipo de interpretaciones nos referíamos c uan d o a ¡u d'ia-·
Desde el punto de vista de la teoría económica, el principio de población es
mos a la teoría del excedente como el conzponente nzacroeconónzico d 1
miento de Srnith. e pensa- importante sobre todo por el uso que de él hicieron Ricardo y Torrens en su teo-
ría de los salarios. Sin embargo, hay que recordar también las implicaciones que
.Veremos
., que casi
. todos los seguidores
. de Smi th en la época que va d es d e ¡a
dicho principio tenía para los rendimientos decrecientes en agricultura, tema so-
pubhcacion de ,la Riqueza
. de las naciones hasta el final de las gueiTa s napo 1eoni-
· ·
bre el que ya James Anderson (1739-1808), en An Inquiry into the Nature of the
cas desarrollaran precisamente las ideas vinculadas a la teoria d l ·1·b ·
·· · d. ·d l. l I e eqm 1 no Corn Laws (1777), había formulado importantes tesis. Volveremos a hablar de
co~p~tiovo in 1.vi ua ista; o cua -~ea dicho de paso- explica también por ello en el próximo capítulo.
que Ricardo, para restablecer la autondad de la teoría smithiana del excedente En cualquier caso, y como ya se ha mencionado, Malthus representaba una
habrá de h_acer u,na r~vol~ción tomando prec_isamente a Smith como blanco pre~ excepción respecto al general optimismo de los economistas postsmithianos; pro-
ferente. Solo resta ana~i~ para mayor claridad, que una contribución funda- bablemente «postsmithiana» sea el mejor término para definir una economía polí-
mental al desarrollo teor1co v~ "- la consolidación cu1tural del comp onen t e mi- · tica que finalmente había encontrado sus foundations en la Riqueza de las nacio-
croeconómico. del pensamiento de Smith ' en detrimento del macro ·
econom1co,· nes. Por primera vez, en toda Europa los economistas descubrieron que hablaban
fue la realizada por Bentham, el fundador del utilitarismo. Más adelante volve- el mismo lenguaje y que tenían las mismas ideas de los propósitos, los límites y el
remos sobre ello.
objeto de investigación de la ciencia económica: las que les había asignado Smith.
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Esta homogeneidad teórica, tanto tiempo buscada y finalmente hallada, te- por la utilidad de los bienes. Se había servido del célebre ejemplo del agua Y los
nía su precio, como demuestra'n los escasos progresos realizados por el análisis diamantes (el agua posee un elevado valor de uso y un bajo valor de cambio, al
económico en este período. Pero el aspecto que más merece ser destacado en el contrario que los diamantes) para ilustrar la ausencia de una relación necesaria
panorama de la economía postsmithiana es este: que los pocos economistas que entre utilidad y \'alor. Los economistas neoclásicos explicarán después que no es
realizaron alguna contribución original en esta época se mantuvieron todos en la la utilidad tot~l de un bien la que determina su valor de cambio, sino la utilidad
línea de uno solo de los dos componentes del pensamiento de Smith, el del equili- marginal, o sea el incremento de utilidad que se deriva de un pequeño incremen-
brio competitivo indi\'idualista. to de la disponibilidad del bien. Pero ya Bentham razonaba más o menos de esta
manera: «Los términos riqueza y valor se explican mutuamente. Un artículo pue-
de entrar en la composición de una masa de riqueza sólo si posee un cierto valor.
2.3.2. BE'HHAM Y EL CTILITARISMO y es por el grado de este valor por el que se mide la riqueza. Todo valor se basa
en la utilidad. [ ... ]. Donde no hay uso, no puede haber valor» (An lntroduction ... ,
Una de aquellas contribuciones fue el utilitarismo, la conclusión natural de p. 83). Y sigue: «el valor de uso es la base del valor de cambio.[ ... ]. Tal distinción
una línea de pensamiento que vincula a Jeremy Bentham (1748-1832) con Shaf- deriva de Adam Smith, pero éste no le ha atribuido un significado claro. [ ... ]. La
tesbUI)', pasando por Hume, Hutcheson y Smith. No hay que olvidar, sin embar- razón por la que el agua no tiene un gran valor de cambio es que está igualmente
go, las influencias de Beccaria y de Helvétius, ni las de los «teólogos» Priestly y desprovista de valor de uso. Si toda la cantidad de agua requerida está disponible,
Paley. el excedente no tiene ningún tipo de valor. Lo mismo sucedería en el caso del
Ante todo, hallamos en el utilitarismo una nueva manera de concebir la mo- vino, del trigo y de cualquier otra cosa» (pp. 87-88). Como se puede ver, aquí se
tivación de las acciones humanas. El impulso dado a la especialización del traba- anticipa -aunque de manera confusa y sin cuestionar excesivamente la autori-
jo y, más en general, las características del modo de producción capitalista ha- dad de Smith- el principio de la utilidad marginal y su vinculación a la teoria
bían llevado a considerar a los individuos no como partes integrantes de un todo del valor.
interdependiente, sino como átomos sociales en pugna con las fuerzas imperso-
nales e inmutables del mercado.
Con la difusión de la convicción de que el sujeto económico es un ser egoísta 2.3.3. Los ECONOMISTAS SMITHIA_'IOS y SAY
y competitivo, se abria camino también la idea de que todos los motivos de las
acciones humanas derivaban del deseo de lograr el placer y evitar el su&imiento. Bentham fue el iniciador de una tendencia de los economistas postsmithia-
Dicha creencia constituye el núcleo del utilitaris1no y su formulación canónica se nos que puede parecer sorprendente a quienes están habituados a identificar la
halla en los escritos de Jeremy Bentham, de manera especial en An Jntroduction teoría «clásica» con la ricardiana: la tendencia a buscar la explicación del valor
to the Principies o(Mora/s and Legislation, de 1780. en el valor de uso, en lugar de hacerlo en el coste de producción.
El libro se inicia con la afirmación de que cualquier motivación humana, Esta inclinación fue especialmente clara en los seguidores alemanes de
en cualquier tiempo y lugar, puede explicarse mediante un único principio: el Smith. Por ejemplo, Friedrich Soden (1753-1831), en Die Nationalbkonomie
deseo de maximizar la utilidad. «Por utilidad se entiende aquella propiedad de (1804), transformó la distinción smithiana entre valor de uso y valor de cambio en
un objeto cualquiera de producir beneficio, ventaja, placer, bien o felicidad [ ... ] la de valor «positivo» y valor «comparativo», afirmando que únicamente el prime-
o de impedir el su&imiento, el mal o la infelicidad a aquel de cuyo interés se tra- ro es propiamente valor; éste dependeria de la utilidad que tienen los bienes res-
te» (p. 86). Al reducir todos los motivos humanos a un solo principio, Bentham pecto a la necesidad que deben satisfacer. Johan Friedrich Lotz (1778-1838), en
sentó las premisas para Ja construcción de una ciencia de la felicidad humana; Revision der Grundbegriffe der Nationalwittschafrlehre ( 1811 ), avanzó en esta direc-
una ciencia dotada de precisión matemática como la física. E incluso propuso ción hasta hacer derivar el valor comparativo, que expresaría la comparación en-
un método para la cuantificación de los placeres: «el valor de un placer o de una tre dos valores positivos, de la escasez de los bienes y del sacrificio que se debe
penalidad será mayor o menor en relación a siete circunstancias: su intensidad, realizar para hacerlos disponibles para la satisfacción de las necesidades.
su duración, su certeza o incerteza, su proximidad o lejanía, su fecundidad, su Sin embargo, quien continuó por este camino hasta el punto de ir conscien-
pureza, su extensión}> (p. 97). temente más allá de Smith fue James Maitland Lauderdale (1759-1839), quien, en
Otro de los pilares de la concepción benthamiana es la idea de que los seres la Inquiry into the Nature and Origino( Public Wealth (1804), no sólo rechazó la
humanos, además de hedonistas, son también egoístas: «en condiciones norma- teoría del valor de Smith, sino que incluso percibió las implicaciones que tal re-
les de vida, en cada corazón humano, el interés propio predomina sobre todos los chazo tenía en el plano de la teoría de la producción. Sobre el tema del valor,
demás intereses juntos. [ ... ]. El interés propio tiene sitio en todas partes» (Econo- Lauderdale centró el análisis en las fuerzas de la oferta y la demanda, tratando de
mic Writings, vol. 3, p. 421). explicar las últimas por los factores subjetivos que definen las necesidades huma-
Ambas ideas serán asimiladas por las posteriores teorías del valor-utilidad. nas y las primeras por la escasez de las mercancías necesarias para satisfacer di-
Smith había rechazado Ja concepción según la cual el valor de cambio se explica chas necesidades. En cuanto a la producción, fue de los primeros en plantear la
PA!\"ORA_l\.fA DE HISTORIA DEL PE~SA1\illE'JTO ECO'.\:Ó\UCO LA RE\"OLUCIÓI\: DEL !.AJSSLZ F\fRT. Y LA ECO~Ol\i1ÍA SMITHIA~A 81
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tesis de que, para comprender el papel desempeñado por las máquinas en el pro- ceso de ajuste debería pasar por la aparición y desaparición de ineludibles proce-
ceso productivo y en la prodücción de riqueza, no ha>- que atender tanto a su ca-
1 sos de de.sequilibrios sectoriales. Quedaba abierto el problema de si tales situacio-
pacidad de cooperar con el trabajo como a la de sustituirlo. De ello dedujo lógica- nes de desequilibrio se compensarían entre sí, de manera que, en cualquier caso,
mente una teoría de los tres factores productivos, trabajo, tierra~· capital, y de su se asegurara la igualdad entre la oferta y la demanda en el conjunto, o bien pudie-
combinación en la producción. ran generar una situación de desequilibrio macroeconómico. Parecía que Smith
Tesis similares eran formuladas en Francia por un economista que, a diferen- había intuido vagamente esta segunda posibilidad cuando teorizaba la tendencia
cia de Lauderdale, se consideraba a sí mismo discípulo de Smith: Jean-Baptiste de la tasa de beneficio a caer como consecuencia de un exceso de oferia de capital
Sa:-· (1767-1832), el «optimista». En el Tratado de eco110111ía política (1803), Say en todas las industrias.
mezcló de modo insólito las dos tesis fundamentales de la teoría smithiana del va- Sav, en cambio, trató de demostrar la imposibilidad de un exceso de oferta
lor, la concerniente a la dependencia de las variaciones de los precios de mercado generaÜzado. Es la famosa «ley de Say>>, conocida también como «loi des débou-
de las fuerzas de la demanda y la relativa a la dependencia de los precios naturales ~lzés» o «lev de los mercados)), según Ja cual la oferta crea siempre su propia de-
de las condiciones de producción. A partir de ello formuló una teoria, en realidad manda. En. primer lugar, Say se limitó a obsen'ar que el valor de la producción
más parecida a la de Galiani, cuya influencia era todavía fuerte en Francia, donde global es necesariamente igual al valor global de las rentas distribuidas. S~ trata
había sido consolidada por Condillac. El valor de las mercancías dependería de las de una identidad contable que nadie discutiria. Puesto que las rentas constituyen
fuerzas de la demanda y de los costes de producción. De las primeras dalia cuenta poder de compra, se puede decir asimismo que las mercancías producidas crean
la utilidad de los bienes; de los segundos, las dificultades para ofrecerlos. siempre un poder de compra correspondiente a su valor. De ello a decir que la
Resulta interesante ver qué teotias de la producción y de la distribución se producción crea siempre la propia demanda parece no haber más que un paso;
vincularon a esta teoria del valor. La producción de los bienes requiere el empleo pero en realidad se trata de un paso enorme. Hay que añadir que las rentas son
de tres tipos de «servicios productivos>>: los del trabajo, del capital y de la tierra. completa e inmediatamente gastadas, hipótesis que Say trató de justificar sobre
Puesto que el valor de los bienes depende de la demanda tanto como de los esfuer- todo en el Cours cornplet d'écononzie politique pratique (1828), en un intento de
zos realizados para satisfacerla, y dado que dichos esfuerzos requieren el empleo responder a las diversas críticas que se habían alzado contra su primera formula-
de aquellos tres servicios productivos, el valor no podrá ser enteramente reducido ción de la lev v teniendo en cuenta las controversias que ésta había generado tan-
a trabajo: los tres serv·icios contribuyen a su formación. Además, cada servicio pro- to en el conli~ente como en Inglaterra. En cualquier caso, el enunciado más sim-
ductivo recibe una renta, que está determinada por la demanda de los bienes que ple y claro de la hipótesis de la que depende la \'alidez de la ley se halla en el Tra-
aquél contribuye a producir. El intermediario entre los comerciantes de los pro- tado: «Hay que subrayar que una mercancía cualquiera, apenas es colocada en el
ductos y los de los senricios productivos es el empresario. Éste compara el precio mercado, ofrece una salida a otros productos por el importe total de su valor. En
que los consumidores están dispuestos a pagar por un bien con los gastos necesa- efecto, cuando un productor ha fabricado un bien cualquiera tiene una extrema
rios para producirlo, esto es, con los costes de los sen.icios productivos. De esta necesidad v deseo de venderlo, a fin de que el valor de su producto no se le di-
manera, la demanda de los bienes de consumo se transforma en demanda de suelva ent;e las manos. Pero no tiene menos prisa en deshacerse del dinero que
servicios productivos, y los precios de estos últimos pasarán a depender de su con- obtiene con la venta del bien, precisamente también para que el valor de este di-
tribución indirecta a la satisfacción de las necesidades de los consumidores. nero no se anule al permanecer inactivo. Ahora bien, uno no puede deshacerse de
La tesis de la dependencia de los valores de las mercancías de los precios de su dinero si no es comprando algún producto. Está claro, pues, que la simple pro-
todos los sen.•icios productivos, vaga racionalización de la smithiana teoría aditi- ducción de un bien proporciona inmediatamente una salida a otros productos))
va de los precios, condujo a Say de un modo casi natural -si bien todavía confu- (pp. 141-142). Así, el poder de compra generado por la producción ya no es sólo
so- a una extraña teoría de la distribución, extraña respecto a sus otigenes smi- demanda potencial, sino también denzanda efectiva. Esto lleva a la conclusión de
thianos: cada servicio productivo recibitia un precio proporcional a su contribu- que son imposibles las situaciones de exceso de oferta agregada, incluso cuando
ción productiva. Así. la economía capitalista no sólo sería eficiente en la asigna- cada una de las mercancías se halle en desequilibrio. La ley de Say excluye la po-
ción de los recursos en función de la demanda, como sostenía el teorema de la sibilidad de crisis o superabundancias generales. Queda por ver si también exclu-
mano invisible, sino también justa en la distribución de la renta producida. El ye el desempleo. Volveremos sobre ello en el próximo capítulo, cuando tratemos
vínculo entre Say y Smith es indudable, pero resulta evidente que Marx no anda- del uso ricardiano de la ley de Say.
ba errado respecto a la naturaleza de dicho vínculo cuando afirmaba, en Teo1ias
sobre la plusvalía, que «Say separa las nociones vulgares que aparecen en la obra
de Adam Smith y las desarrolla en una cristalización peculiar)) (vol. 3, p. 501). Referencias bibliográficas
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y causas de la n·quez.a de las naciones, México, 1958); E. G. \Vest, .4da1n Snzith: nte ,Wan and sociales bien definidas que, para simplificar, podemos identificar como las tres
His Work, Nueva York, 1969. clases sociales de Smith: los ten·atenientes, la burguesía y el proletariado.
En una primera fase, aproximadamente de 1815 a 1830 -que constituye la
«época de la restauración)) en sentido estricto-, las fuerzas reaccionarias mantu-
vieron firmemente el poder en ambos países. Contra éstas se formó una alianza
84 PANORA.\1A DE HISTORL.\ DEL PE\ISAJ\.11ENTO ECOJ\Ó\.HCO
DE RICARDO,\ J\.IILL 85

de hecho entre las otras dos fuerzas políticas: ivhigs y radicales en Inglaterra; or- importantes las implicaciones políticas de las teorías discutidas, y violentos los
leanistas v republicanos en Francia. Dicha alianza constituyó la base popular que conflictos de clase que las sostenían.
en 1830 Üevó a la revolución de Julio en Francia y a la victoria electoral v1.1hig en Un primer y fundamental conflicto de clase era el que implicaba a trabaja-
Inglaterra. El resultado de ambas victorias fue la instauración de dos regímenes dores v capitalistas. En el próximo capítulo hablaremos de las elaboraciones teó-
parlamentarios constitucionales, aunque con una base electoral muy restringida. ricas ~ que dio origen. Centraremos aquí nuestra atención en otro gran conflicto
En Francia se amplió el censo electoral y se redujo la edad de voto para llevar el que marcó a la sociedad inglesa en el periodo de su industrialización: el que im-
número de electores a 240.000: ¡nada menos que el uno por ciento de la pobla- plicó a terratenientes y capitalistas. Este conflicto se manifestaba predominante-
ción! En Inglaterra, donde existía desde hacía tiempo un régimen parlamentaiio mente en forma de luchas por el control del Parlamento, pero el verdadero objeto
constitucional, se llevó a cabo una reforma electoral en 1832, que erradicó el sis- de la disputa era si Inglaterra debía mantener una economía agricola o, por el
tema de las <<aldeas podridas» (por el cual las aldeas rurales poco pobladas, con- contrario, había de acelerar el ritmo de su desa1Tollo industrial. Las guerras na-
troladas por terratenientes, tenían una representación parlamentaria mucho más poleónicas, al reducir drásticamente las importaciones de productos alimenta-
amplia que la de los más populosos colegios electorales urbanos, en los que era rios, habían provocado un aumento sustancial de los precios de los cereales, en
mayor el peso de la burguesía ~' del proletariado industrial). Además, el número particular del trigo; en cambio, los precios de los productos manufacturados ha-
de electores aumentó de 500.000 a 813.000. bían aumentado con menos rapidez que los precios agricolas y los salarios. En
Después de que los {<industriales» se considerasen satisfechos, los terratenientes 1816, al final de un largo período de guerras, los terratenientes lograron que el
renunciaron a la hegemonía, y las fuerzas populares hubieron de comenzar de nue- Parlamento aprobara las famosas nei-i· co111 lan·s; las tarifas aduaneras se fijaron a
vo. El partido democrático se radicalizó en sentido socialista, lo cual proporcionó a un nivel tan alto que el trigo, cuyos precios exteriores eran mucho más bajos que
los liberales una razón más para deshacer las alianzas. En Inglaterra, una parte de los interiores, no podía de hecho entrar en el país. El significado económico de la
los radicales confluyó, junto al movimiento sindical, en el partido cartista: una for- operación estaba claro: las barreras proteccionistas permitían mantener elevadas
mación política que reivindicaba la ampliación de los derechos políticos a los traba- las rentas de la tierra, en detrimento de los beneficios, dada la rigidez de los sala-
jadores como condición para la realización de objetivos económicos Y sociales más rios reales. La oposición de los industriales fue grande, no sólo a causa de los
avanzados. En Francia, se constituyó un movimiento socialista que fue diferencián- efectos redistributivos de las barreras proteccionistas, sino también debido al he-
dose cada vez más claramente de las fuerzas liberales, y, como en Inglaterra, trató de cho de que éstas impedían a la industria inglesa beneficiarse, en los mercados
unir reivindicaciones políticas de cariz democrático con objetivos de emancipación mundiales, de su mayor productividad respecto a la competencia europea.
social incompatibles con el orden económico de un sistema capitalista. La batalla duró treinta años; pero, al final, la fuerza de persuasión y de pre-
No hace falta decir que, lejos de atenuarse, la lucha de clases se exacerbó a par- sión que la burguesía logró ejercer a nivel político y cultural condujo a la aboli-
tir de 1830. Sobre todo fue un cambio cualitativo, ya que el conflicto entre terrate- ción total de las leyes sobre el trigo. Este acontecimiento, para cuya realización
nientes e industriales pasó a un segundo término respecto al que enfrentaba a las resultó decisiva la contribución teórica de Ricardo, vino a sancionar la definitiva
clases populares contra las pri\ilegiadas. El resultado final fue la revolución de 1848, hegemonía de la burguesía en la sociedad inglesa.
que en Francia se concluyó con un baño de sangre proletaria y con la consolidación El principal antagonista de Ricardo en esta batalla fue Thomas Robert Mal-
definitiva de la hegemonía burguesa sobre el conjunto de la sociedad. En Inglaterra, thus, que se erigió en defensor del punto de vista de los terratenientes en todas
donde el movimiento obrero era más fuerte que en Francia y todo el mundo había las disputas teóricas que se establecieron en la época. Las obras principales de
esperado una revolución proletaria, 1848 concluyó con una farsa, con la presenta- ambos economistas son casi contemporáneas: los Principios de economía política
ción de una petición cartista en el Parlamento. En ambos países, 1848 cerró una épo- v tributación de Ricardo datan de 1817, mientras que los Principios de economía
ca de luchas e inició otra de paz social; pero más adelante hablaremos de ello. Política de Malthus se publicaron en 1820. En realidad, las teorias económicas de
Ricardo v Malthus se desarrollaron a la vez, en estrecha relación una con otra; te~
nían en ~omún las bases metodológicas necesarias para permitir el diálogo, pero
3.1.2. LAS LEYES SOBRE EL TRIGO
chocaban prácticamente en todas las conclusiones teóricas que tuvieran cierta
importancia política. Por ello, probablemente la mejor manera de comprender
En Inglaterra, el periodo de treinta años que va desde la aprobación de las los rasgos esenciales de ambos enfoques sea estudiarlos juntos.
leyes sobre el trigo (1816) a su abolición (1846) puede definirse muy acertada-
mente --desde el punto de vista de la teoría económica- como «la era de Ricar-
do». Es al comienzo de dicho periodo cuando David Ricardo (1772-1823) propo- 3.1.3. LA TEORÍA DE LA RENTA DE LA TIERRA
ne su teoría económica. Y en tomo a esta teoría --exaltándola, deformándola,
criticándola- polemizarán los economistas de la época; en torno a ella girará En 1815, en el punto culminante de la polémica sobre el trigo, se publicaron
toda la investigación económica británica de aquellos años. No hace falta decir cinco pan1phlets: An lnquiry in to the Nature and Progress of Rent y The Grounds of
que las controversias fueron agrias; al menos, en la misma medida en que eran an Opinion on the Policy of Restricting the lrnportation of Foreign Corn, ambos de-
86 PA~ORAMA DE HISTORIA DEL PEl\SAMTE:'-rTO ECO:'.\ÓMICO DE RICARDO_.\ .\l!LL 87

G
bidos a Malthus; An Essay on .tlze Application of Capital to úmd, de Edward West
(1782-1828); Essav on tlze Externa/ Com Trade, de Robert Torrens ( 1780-1864 ), Y
finalmente An E;sav on the Influence of a Low Price of Corn on the Profits of
G,
Stock, de Ricardo. Lo que tenían en común estos cinco ensayos en el plano analí-
tico, más allá de las divergencias teóricas y políticas, era el uso de la teoría de la
renta de la tierra diferencial; teoría que, según parece, fue formulada inde-
pendientemente por los tres primeros de los mencionados economistas. El propio
Ricardo no dudó en atribuir su paternidad a Malthus. Sin embargo, no hay que
olvidar que los elementos fundamentales de la teoría de la renta de la tierra dife-
rencial habían sido ya enunciados por James Anderson en 1777, a quien aludi-
mos en el capítulo anterior.
Para entender el núcleo del sistema teórico resulta conveniente partir del
sencillísimo modelo de una economía cuya agricultura produce una sola mercan-
cía, pongamos trigo, a partir de sí misma (semillas) y del trabajo. En realidad, no
hacemos excesiva violencia a Ricardo por utilizar un modelo tan sencillo, ya que A B C D E
él mismo recurrió implícitamente a hipótesis similares en el ensayo antes men-
cionado. o e T
En la figura 3.1 se representan, en el eje de ordenadas, los niveles de produc-
fIGCRA 3. J.
ción neta del trigo, GA• G8 , Ge, Gv, GE... , que pueden obtenerse en siete tipos de
tierra, A, B, C, D, E .. ,, ordenados por orden decreciente de fertilidad. Suponga-
mos que para cada hectárea de tierra se utilice una cantidad fija de semillas y una ta. Say criticó a Ricardo en este sentido, aunque éste no halló dificultades para
cantidad fija de trabajo, pongamos un trabajador. Partamos de una situación en defenderse. No obstante, lo hizo sólo en una nota a pie de página de la segunda
la que se cultive únicamente la tierra A. La producción de trigo (neto de semillas) edición de los Principios, y de manera excesivamente sintética y oscura, de modo
será GA· Supongamos que sea necesario aumentar la producción. Si se amplía el que muchos economistas siguieron tratando de resolver el problema recurriendo
cultivo a la tierra B, la producción neta aumentará a GA + G8 ; cultivando también al concepto de <(renta de la tierra absoluta)>.
la tierra C, se producirá GA + G 8 + Ge: y así sucesivamente. Por tanto, un movi- Para entender por qué se pagan rentas diferenciales también sobre la tierra
miento hacia la derecha en el eje de abscisas implica un aumento de la produc- marginal, basta reinterpretar la renta de la tierra como «renta intensiva». Hay
ción y de la extensión de los terrenos cultivados. Supongamos ahora que no se
que leer, entonces, la figura 3.1 del siguiente modo. Toda la tierra disponible en
pague renta alguna por la menos fértil de las tierras de cultivo; y que el salario
un país está ya cultivada. Para simplificar, asumamos que toda la tierra tiene la
real w, sea fijo. Si se cultivan únicamente los terrenos A, B, C, D, E, el capitalista
misma fertilidad. Para obtener incrementos de producción hay que intensificar
que opera en el terreno menos fértil, E, producirá una cantidad de trigo (neto de
las inversiones en capital y trabajo sobre las tierras ya cultivadas. Los histogra-
semillas) igual a GE, y obtendrá beneficios por un importe igual a GE - Wr Los
mas de la figura 3.1 representan ahora los incrementos de producción que se
otros capitalistas, operando en terrenos más fértiles, obtendrían beneficios más
pueden obtener sobre la tierra marginal en la medida en que se aumente la inver-
elevados si no hubieran de pagar rentas. Por ejemplo, en el terreno D los benefi-
sión en capital y trabajo. Asumamos que el coeficiente capital/trabajo sea fijo.
cios serian (Gv - w,) > (GE - \.v,). En el terreno C serían mayores que en D, y así
Ahora el eje de las abscisas ya no mide la extensión de la tierra cultivada (toda la
sucesivamente. Sin embargo, en este caso la competencia entre los capitalistas
tierra disponible está cultivada), sino el nivel del empleo. Un movimiento hacia la
haría aumentar la demanda de los terrenos más fértiles respecto de la de los me-
nos fértiles, lo que permitiría a los propietarios de los primeros arrancar rentas derecha sobre el eje de las abscisas ya no representa una ampliación del cultivo a
más altas, y tanto más altas cuanto más fértiles fuesen los terrenos. En equilibrio igualdad de coeficiente trabajo/capital/tierra, sino una intensificación del cultivo
competitivo, todos los capitalistas deberían obtener la misma tasa de beneficio, con un aumento de los coeficientes trabajo/tierra y capital/tierra. Se supone que,
por lo que el exceso de producto que se puede obtener en las tierras intramargi- al aumentar la producción y la ocupación, la productividad del último trabajador
nales respecto a las marginales deberá consumirse totalmente en rentas. En la fi- disminuye. GA es la productividad del primer trabajador empleado; G8 , la del se-
gura, las rentas están representadas por las áreas sombreadas; los salarios totales, gundo, etc. Entonces, el trabajador empleado con la última cantidad invertida,
por el área Ou..',\.v,e, y los beneficios, por el área ivr1t1t\.Vr Esta es la teoria ricardia- cuya productividad neta es GE, no producirá renta; pero, en cualquier caso, sepa-
na de la renta de la tierra diferencial extensiva. gará una renta que será igual a la diferencia entre la productividad de las cantida-
Esta teoria fue criticada por muchos economistas porque parecía implicar, des intramarginales y la de las cantidades marginales de inversión. Ésta se repre-
contrariamente a la evidencia, que sobre las tierras marginales no se pagaba ren- senta por el área sombreada.
....
88 PANOR4..M .\DE HISTORIA DFL PE.\ISA\1JEI'\TO ECO-'JÓ,\HCO DE RJCARDO A _\.!ILL 89

3.1.4. BEI'\EFICIOS Y SALARIOS En un momento dado, el salario de nzercado, que depende de las fuerzas de la
oferta v la de1nanda de trabajo, puede ser mayor o menor que el salario natural.
Pasemos ahora al beneficio. El razonamiento con el que Ricardo trató de de- En el Primer caso, el aun1ento del bienestar de los trabajadores estimularla las ta-
mostrar la necesidad de abolir las leyes sobre el trigo es sencillo. Dada la limita- sas de natalidad v reduciría las de mortalidad, mientras que en el segundo suce-
ción de las tierras cultivables, si se impide la importación del trigo se obliga a que deria lo contraii¿. Así, la oferta de trabajo tenderia a adaptarse automáticamente
la agricultura nacional aumente la producción, intensificando las inversiones en a la demanda. Cuando la población y la demanda de trabajo crecen en la misma
agricultura y, por tanto, haciendo que aumente la parte de la renta nacional co- proporción, el salario se halla en su nivel natural. que es el que garantiza a los
rrespondiente a rentas de la tierra y que disminuya la parte correspondiente a be- trabajadores, además de la supervivencia, la reproducción al ritmo requerido por
neficios. De este modo se reduce la acumulación, ya que la mayor parie del aho- la acumulación del capital. Hechas las debidas concesiones a la posibilidad de
rro necesario para financiar las inversiones proviene de los beneficios. En efecto, cambios seculares de los habits a11d custonzs de los trabajadores, es decir, de sus
los terratenientes --que también obtienen ingresos muy altos- no ahorran por- hábitos de consumo, el salario natural se define como una renta de subsistencia Y
que la acumulación de la riqueza no forma parte de sus aspiraciones; por su par- en la práctica se trata como una constante exógena.
te, los trabajadores -que obtienen ingresos de subsistencia- tampoco lo hacen
porque no entra en sus posibilidades.
Sin embargo, Ricardo no se detuvo aquí. En un exceso de celo propagandís- 3.1.5. BENEFICIOS Y SOBREPRODCCCJÓN
tico, trató de ampliar este punto de vista a un horizonte de muy largo plazo, for-
mulando una ley de la caída tendencia! de la tasa de beneficio. Con este fin, supu- Volvamos al problema de las leyes sobre el tiigo, y veamos ahora la posición de
so simplemente que el progreso técnico, a la larga, no es capaz de superar las Malthus. Ricardo no había tenido dificultad en reconocer la paternidad malthusiana
consecuencias económicas de los rendimientos decrecientes en agricultura. Ad- de buena parte de las teorias mencionadas, especialmente en lo relativo a la determi-
mitió que las innovaciones técnicas, al hacer aumentar la productividad del tra- nación de la renta de la tierra y del salario. Malthus, a su vez, tampoco tuvo proble-
bajo, podrian provocar incrementos de los beneficios. Pero tales efectos, según él, mas para aceptar lo fundamental de las conclusiones de Ricardo. La divergencia bá-
serian sólo temporales, ya que los propios incrementos de los beneficios fomenta- sica se referia a las implicaciones políticas de tales conclusiones. Mientras que Ricar-
rian después la acumulación, harian aumentar el empleo y, en consecuencia, do temía la caída de la tasa de beneficio, Malthus temía su aumento.
reactivarian los efectos catastróficos de los rendimientos decrecientes. El núcleo de su argumentación es el siguiente. Tanto los trabajadores como
Volvamos a los beneficios. El problema distributivo fue planteado por Ricardo los terratenientes gastan casi íntegramente su renta para adquirir bienes de con-
en términos de la relación decreciente que existe entre los salarios y los beneficios. sumo. Por tanto, los salarios y rentas de la tierra se resuelven íntegramente en de-
Tomemos de nuevo la ecuación del trabajo exigido analizada en e] capítulo anterior: manda efectiva. Los beneficios, en cambio, son casi enteramente ahorrados y
acumulados. Si aumenta la parte beneficios respecto a la parte salarios, aumenta
plw=l +(plw) k(l+r) el trabajo exigido por las mercancías respecto al trabajo exigido por el fondo de
salarios empleado para producirlas. Esto quiere decir que las rentas pagadas a
recordando que l y k son los coeficientes de trabajo y de capital; r, la tasa de bene- los trabajadores (exactamente el fondo de salarios) no pueden proporcionar un
ficio; w / p = U'r• el salario real, y p I u:, el trabajo exigido por el trigo. La ecuación nivel de demanda agregada suficiente para realizar el valor de las mercancías por
se refiere ahora a la producción que se obtiene con la cantidad marginal de inver- ellos producidas. De ahí derivaría, según Malthus, una carencia de demanda
sión. Como consecuencia de una intensificación del cultivo, deberá disminuir la agregada; a menos que la parte rentas de la tierra fuera suficientemente alta
productividad del trabajo empleado al margen, que pasará de 1 / / a 1 i I', con /' > l. como para compensar aquella carencia. En tal caso, la demanda que no proviene
El salario real no cambia. Supongamos que tampoco cambie el coeficiente de ca- de los trabajadores productivos se veria activada por los improductivos. Bienve-
pital. Tendremos: nidas sean, por tanto, las leyes sobre el trigo si sirven para redistribuir renta de
los beneficios a las rentas de la tie1Ta.
p/w = /' + (p / w) k (1 + r') Ricardo no tuvo dificultad alguna en identificar el error del razonamiento de
Malthus. En las Notes on Malthus (escritas en 1820, pero publicadas en 1928), argu-
Se ve enseguida que, dados iv I p y k, la tasa de beneficio disminuye como mentaba lo siguiente: {(puedo emplear a 20 trabajadores para proporcionarme ali-
consecuencia de la disminución de la productividad del trabajo. En términos de mento v bienes de subsistencia necesarios para 25, y luego a estos 25 para proporcio-
Ricardo, se puede decir también que el beneficio disminuye porque, como conse- narme ~limento , . . bienes de subsistencia para 30; y de nuevo a estos 30 para producir
cuencia de la intensificación del cultivo, aumenta la parte del producto necesaria el sustento de u~ número mavor)) (1\'orks a11d Correspondence, vol. II, p. 429). En re-
para pagar los salarios. sumen, el excedente obtenid¿ por los capitalistas no reduce la demanda agregada,
En esta teoria, el nivel de los salarios reales se da por sabido. Para explicar por el simple hecho de que las inversiones también constituyen demanda.
esto, Ricardo, siguiendo a Torrens, utilizó el principio de población malthusiano. Para rebatir esta crítica, Malthus habría debido sostener que los beneficios
90 PA-'ORAi\1A DE HISTORIA DEI. PE,\.;SA_\tlE~TO .ECO.\IÓ\1ICO DE RICARDO A \HlL 91

aho1Tados no son necesariamente gastados. Es decir, habría tenido que cuestio- el concepto de trabajo exigido podía servir perfectamente para demostrar la tesis
nar la validez de la ley de Say, lo que se apresuró a hacer precisan1ente en una de la carencia de demanda efectiva. En efecto, la existencia de un beneficio impli-
carta escrita a Ricardo en l 814, donde afirn1a no creer que «el poder de compra ca que el trabajo exigido por las mercancías que integran el producto nacional es
implique necesariamente una voluntad de comprar proporcional [ ... ]. Una nación superior al exigido por el fondo de sala1ios empleado para producirlas. Como he-
debe tener necesariamente el poder de comprar todo lo que produce, pero puedo mos visto, de ello no se sigue necesariamente que no exista una demanda sufi-
concebir fácilmente que no tenga la voluntad de hacerlo» (en Ricardo, lVorks ... , ciente para vender la producción. Sin embargo, Malthus afirmó precisamente
vol. IV, p. 132). Desgraciadamente, Malthus no supo explotar esta intuición. Su esto; pero al hacerlo se deslizó inconscientemente de una concepción del precio
carta tuvo únicamente el efecto de poner en guardia a Ricardo, quien entendió como {{precio natural)) a una como «precio de mercadon. A menudo utilizaba la
enseguida el papel fundamental que podía desempeñar la ley de Say para rebatir expresión <{precio necesario)), aparentemente como sinónimo de <{precio natu-
la tesis de su adversario. En efecto, la respuesta que dio a aquella carta de Mal- rah>; en realidad, se refetia simplemente al precio necesario para estimular una
thus es clatisima, y se reduce a esto: que si existe el poder de compra, existirá producción adecuada a la demanda. Si la demanda fuera demasiado baja, el pre-
también la voluntad, o que las decisiones de aho1To se deben al deseo de acumu- cio de las mercancías no permitiría pagar los gastos de producción y los benefi-
lación y, en consecuencia, generan demanda efectiva en la misma medida que las cios normales. Por tanto, se desalentatia la producción.
decisiones de consumo. En otras palabras, los aho1ros son inversiones, y las deci- Si no se asume la ley de Say, esta argumentación resulta aplicable a todas
siones de ahorro son decisiones de gasto. Hoy está claro que esta no es una ley las mercancías producidas. Así, una carencia de demanda efectiva podría poner
económica, sino sólo una suposición arbitraria, y dicha suposición constituye el en marcha un proceso deflacionario capaz de afectar tanto a la cantidad produ-
fundamento de la «ley de Say». Esta «leyn, una vez aceptada por Ricardo y refor- cida como a los precios. Está claro, no obstante, que en este caso se trata de pre-
mulada en sus Principios, se convirtió casi en un dogma para la teoría económica cios de mercado, no de precios naturales. Malthus debería haberse limitado a
clásica, e incluso Malthus fue prisionero de ella. En efecto, en los Principios que estudiar fenómenos de dinámica de desequilibrio para demostrar sus tesis sobre
escribió en polémica con los de Ricardo no llegó a poner en duda la validez de las superabundancias generales. Por ello, su utilización del concepto de «trabajo
aquella suposición, de modo que sus tesis sobre la carencia de demanda efectiva exigido», entendido como precio natural, no sinrió más que para aumentar la
finalmente fueron las que salieron peor libradas. confusión.
Para evitar malentendidos hay que añadir, no obstante, que la creencia de Ricardo, que desarrolló su propio análisis en términos de precios naturales,
Ricardo en la imposibilidad de una «abundancia general)) no implicaba la tesis no pudo sino obsenrar dicha confusión. Por otra parte, mientras que Malthus cal-
del pleno empleo. La ley de Say, en el uso que de ella hicieron los clásicos, com- culaba el precio de las mercancías sumando salarios, beneficios y rentas de la tie-
portaba únicamente la igualdad entre demanda y oferta agregadas de las mercan- rra, Ricardo -por el contrario- sostenía que las rentas de la tierra no forman
cías reproducibles. Dicha igualdad puede verificarse con cualquier nivel de em- parte del cálculo de los precios, los cuales se determinan al margen de los culti-
pleo. Ésta implica que se gasta toda la renta producida y ganada, pero no dice vos y, en consecuencia, no contienen el coste del uso de la tierra.
nada sobre el nivel de la renta. Ricardo, como todos los clásicos, estaba convenci- No obstante, en lo que respecta al valor, Ricardo había elegido ya a Smith
do de que en un régimen competitivo no alterado por intervenciones públicas como su blanco preferente. Aparte de la cuestión de si la renta de la tierra era o
-por ejemplo, las poor lait'S, leyes de «auxilio» a los pobres- no podía existir un no un elemento del coste de producción, Ricardo había rechazado la teotia aditi-
desempleo permanente a muy largo plazo; pero no a causa de la ley de Say, sino va del precio porque se hallaba en conflicto con la explicación del beneficio como
porque el principio de población malthusiano a Ja larga impedhía la supe:n. iven- renta residual, tal como ya vimos en el capítulo anterior. Este problema puede
cia de los desempleados permanentes. Sin embargo, Ricardo admitió, en el capí- plantearse y resolverse de manera mu:'-' sencilla mientras se utiliza un modelo de
tulo «Sobre las máquinas» de la tercera edición de los Principios, que a corto pla- un solo bien; en este caso, no obstante, no se plantean problemas de valoración
zo el progreso técnico podtia crear desempleados al sustituir a los trabajadores de las mercancías, dado que la distribución de la renta puede determinarse en
con maquinaria, sin que el ritmo de la acumulación del capital fijo pudiera per- términos ñsicos. Para verlo, bastará tomar de nuevo la ecuación de la página 71,
mitir su reabsorción. Nótese que este {{corto plazo)) debe entenderse sólo como y normalizarla con el precio del trigo en lugar de hacerlo con el del trabajo. Con
un período más corto que el necesario para el funcionamiento del principio de algunos sencillos pasos algebraicos se obtiene:
población: ¡podría, pues, tener una duración de unos veinte años!
1~ w, 1+ k (1 + r)
3.1.6. DISCUSIONES SOBRE EL \•i\LOR 1 k
w, ~¡-¡O+r)

Ricardo y Malthus se hallarán también en posiciones enfrentadas respecto al


valor. Malthus aceptó plenamente la teoria smithiana del precio como suma de Se ve enseguida que un aumento de los salarios reales, iv,, o una disminu-
las rentas y, junto con ésta, la medida del valor en trabajo exigido. Le parecía que ción de la productividad del trabajo, 1/l, se resuelven en una disminución de los
92 PA.r-..ORA.\1A DE HISTORIA DEL PE'.\ISA\11E/\TO ECO\IÓ\HCO DE RlC.<\RDO A _\1ILL 93

beneficios, kr. La existencia de una función decreciente entre salarios :y· benefi- sería la solución al problema de Ricardo. En efecto, la medida en trabajo exigido
cios constituye una tesis fundamental de la teoría económica de Ricardo. no se halla en conflicto con la concepción del beneficio como residuo, ni con la
Los problemas surgieron cuando se trató de demostrar esta tesis en un con- tesis de la existencia de una función decreciente entre beneficios y salarios.
texto analítico en el que los salarios están constituidos por diversas mercancías. Sin embargo, Ricardo no llegó a la solución del problema, aunque sí la intu-
Para Ricardo, la dificultad presentaba \·arias formas. En primer lugar, cuando au- yó. Lo que le impidió dar el paso decisivo es el concepto de <{valor absoluto». Di-
mentan los salarios, han de cambiar los precios de las mercancías. Según Smith, cho concepto define una propiedad intrínseca de las mercancías, a la vez que in-
éstos aumentarían; ¿cómo demostrar, en este caso, que los beneficios disminui- dependiente de sus relaciones de cambio; una propiedad vinculada a sus condi-
rían? En segundo lugar, cuando \'arían los precios de todas las mercancías, pare- ciones de producción, pero no al modo en que se distribuyen las propias mercan-
cerla que también ha de variar el valor de la mercancía elegida como unidad de cías entre las clases sociales. Sin embargo, esta propiedad de las mercancías, si
medida; ¿cómo distinguir las variaciones de los primeros de las de este último? existe, no puede tener nada que ver con el valor. Ricardo, por el contrario, se obs-
Ricardo creyó que podía superar esta dificultad utilizando una medida del valor tinaba en buscar en ella el valor {(reah>, y, aun consciente de las dificultades del
independiente de la distribución de la renta. Por ello, rechazó la medida en traba- concepto de {<valor absoluto», nunca se decidió a abandonarlo. Más bien trató de
jo exigido, que no es independiente de dicha distribución. En la sección primera bordear el problema cuando --como ya hemos mencionado- se dedicó a buscar
del capítulo primero de los Principios adoptó, como primera aproximación, una una «medida invariable)) del valor: una mercancía que, al ser producida en condi-
medida en trabajo contenido, que sí es independiente de la distribución. En efec- ciones {<medias» respecto al conjunto del sistema, poseería la virtud, si se tomaba
to, el trabajo contenido en el producto neto, en tanto que depende únicamente de como numerario, de hacer coincidir el valor del producto neto y de las partes de
las técnicas. productivas en uso, no cambia al variar el modo como se reparte el renta de las diversas clases con las cantidades de trabajo empleadas en su pro-
producto. Desgraciadamente, no obstante, los valores de cambio de las mercan- ducción. Una variación de la distribución de la renta haria variar los precios rela-
cías se modifican con la distribución de la renta. Por lo tanto, no dependen úni- tivos de las mercancías y, en consecuencia, haría variar el valor del producto neto
camente del trabajo contenido en ellas. incluso aunque no cambiara la cantidad de trabajo contenido en éste. Sin embar-
Ricardo advirtió este problema :v luchó contra él durante toda su vida. En go, y según Ricardo, si los precios de las mercancías se midieran en términos de
cualquier caso, llegó a plantear la solución co1Tecta cuando admitió que los valo- una mercancía producida con una técnica en la cual el coeficiente entre <{trabajo
res dependen del trabajo contenido en las mercancías y del tiempo necesario para inmediato» y {<trabajo acumulado)) es igual al del conjunto del sistema económi-
llevarlas al mercado, o -mejor- de las diferentes proporciones en las que, en las co, entonces debería verificarse este fenómeno: que el aumento del precio de al-
diversas mercancías, pueden encontrarse el trabajo y los medios de producción. gunas mercancías se veria compensado por la disminución del de otras, de mane-
La solución consiste en traducir dicho {{tiempo» y dicha «proporción>i en térmi- ra que el valor del producto neto no cambiaria. Ricardo sabía que tal medida no
nos de Ja estructura temporal de la inversión de trabajo. La manera más sencilla existe en la naturaleza, pero se obstinaba en buscar una definición que fuese
de verlo es considerar dos mercancías producidas únicamente mediante trabajo; aceptable al menos teóricamente. Se engañaba: dicha medida es una «quimera»
las técnicas con las que se producen ambas mercancías difieren respecto al tiem- -en palabras de Cannan-, o -para decirlo con Marx- una {{cuadratura del
po en el que se ha invertido el trabajo en la producción. Sean p 1 y p 2 los precios círculo».
monetarios de las dos mercancías, y 11 y l 2, los dos coeficientes de trabajo. l 1 se in-
vierte durante t 1 años; 12 , durante t 2 . Supongamos además, ahora, que el salario
monetario, iv, se pague por anticipado. Entonces, los dos precios, expresados en 3.2. La desintegración de la economía política clásica en la época
trabajo exigido, son: de Ricardo

p 1 /w=/1 (l+r)
1
' 3.2.1. Los RICARDIAJ\OS. EL RICARDISMO y LA TRADICIÓN CLÁSICA
1
Pz I w = 12 (1 + r ) ' Como ya se ha mencionado, en los años 1815-1848 el pensamiento económi-
co inglés estuvo dominado por la figura de Ricardo. Ello no significa que se ins-
El valor relativo de las dos mercancías será: taurase alguna forma de ortodoxia ricardiana, ni que existiera un acuerdo entre
los economistas de la época sobre los fundamentos teóricos de la ciencia económi-
EL=_!¡_ (1 + r)'' -1, ca. Por el contrario, se trató de una era de turbulencia ideológica, de vivas polémi-
P2 12 cas, de oposiciones teóricas y políticas, de conflictos incurables. La importancia
fundamental de Ricardo en este periodo, al menos en Gran Bretaña, consistió úni-
Éste depende de los trabajos exigidos, l 1 I 12 , ~. de los tiempos de su inver- camente en el hecho de que ningún economista pudo ignorar su pensamiento, o,
sión, t 1, t 2 . mejor dicho, que ninguno logró definir su propio pensamiento sin hacer referen-
Nótese que el precio relativo es un coeficiente entre trabajos exigidos. Esta cia al de Ricardo, ya fuera para aceptar su autoridad como para rechazarla o criti-
DE RlCARDO A .'VtlLL 95
94 PA"IORA\1A DE HISTORIA DEL PE~SAl\llF\ TO ECO!\Ó.\11CO

del siglo XIX, ~r geográficamente a Inglaten·a. O quizás sea verdad, co~o .sostie-
carla, ya fuera -finalmente- para tratar de utilizarlo con propósitos que el pro-
nen otros, que representó una desviación, un nuevo brote, del tronco pnnc1pal d~
pio Ricardo habría repudiado. la evolución de las ideas económicas; tronco cuyas raíces se hundirían en la Ri-
En cualquier caso, y con la intención de sistematizar, podríamos agrupar
queza de las naciones o, mejor, en uno de los dos componentes fundamentales del
-en un esfuerzo de síntesis- a los economistas ingleses de este período en tres
pensamiento de Smith: la teoría del equilibrio competitivo. L~ rama~ la que h~­
grandes grupos: el de los ricardianos, el de los socialistas ricardianos y el de la bría dado origen el brote ricardiano, cuyo desarrollo como 1deolog1a se hab~1a
«reacción anti-ricardiana». Hay que aclarar enseguida, no obstante, que no se tra- visto impedido por la acumulación capitalista, florecería más tarde, en cambio,
ta de tres escuelas de pensamiento, sino únicamente de tres actitudes de fondo como teoría económica socialista. Probablemente ambas tesis sean verdaderas,
que agrupaban a economistas de ideas más bien heterogéneas. En el próximo
ya que en realidad no son incompatibles entre sí. ., . , . .
apartado trataremos del tercer grupo, >-'en el próximo capítulo, del segundo. En cambio, no parece razonable una tercera interpretac1on h1stonca del r1-
Hablaremos aquí bre\'emente del primero. Éste comprendía a los auténticos cardismo; una interpretación que lo reduce a una fase normal de la normal evol~­
seguidores de Ricardo, los cuales, aunque no constituían una escuela, trataban ción de la ciencia ortodoxa. No parece sensata porque tiende a reducir la teor1a
----cada uno a su manera- de propagar las ideas de Ricardo y de edificar sobre de Ricardo a la de la renta, interpretada como una primera aplicación del princi-
ellas una especie de ortodoxia científica. Entre estos economistas, recordaremos pio de la productividad marginal de los factores. Por otra pa~e, si esta interpret~­
sobre todo a James Mili (1773-1836), amigo personal y fiel partidario de Ricardo, ción fuera valida, no se entendería por qué los precursores ingleses de la teona
que en Com1nerce Defended ( 1808) propuso su versión de la ley de los mercados, neoclásica -de los que pronto hablaremos- habrían tenido que arremeter con-
mientras que en Ele1nentos de economía política ( 1821) presentó una sencilla y tra las teorías de Ricardo para afirmar las suyas propias.
elegante síntesis de la doctrina ricardiana que contribuyó sobremanera a su con- Sin embargo, entenderemos mejor las cosas si cruzamos el Canal Y vemos
solidación. También merecen ser recordados el manual de John Ramsay McCu- qué está ocurriendo en el continente. También en Francia y Alemania hallarem?s
lloch (1789-1864), Principios de economía política (1825); la contribución meto- a importantes precursores de la teoría neoclásica, pero veremos que no tendran
dológica de Thomas De Quincey (1785-1859), The Logic of Political Economy necesidad de hacer una revolución contra el pensamiento económico dominante
(1844), y finalmente el intento de formulación matemática de las teorías ricardia- en sus respectivos países para afirmar sus propias ideas; bien al contrario, aun-
nas realizado por William Whewell ( 1794-1866) en A Mathematical Exposition of que diferenciándose bastante, pudieron inscribirse en una tradición de pensa-
Some Doctrines of Political Economy ( 1829). miento que les vinculaba a las raíces smithianas. .
Habría que incluir también en el grupo de los ricardianos a Robert Torrens En efecto, los más importantes de tales precursores -Cournot Y Dupu1t en
( 1780-1864), un economista que estaba en desacuerdo con Ricardo sobre diversas Francia Von Thünen v Gossen en Alemania, Ferrara en Italia-, a diferencia de
cuestiones de cierta importancia teórica, pero cuyo planteamiento teórico no era los ingl~ses, no son c¿nsiderados opositores a la economía clásica. La razón de
sustancialmente distinto del ricardiano. La mayor divergencia era la relativa a la ello es que en Inglaterra predominaba en aquella época ----con Ricardo-- el com-
teoría del valor. Torrens criticó la teoría del valor-trabajo inmediatamente des- ponente macroeconómico de la tradición clásica, el basado en la teoría del exce-
pués de publicarse los Principios de Ricardo; y sus críticas desempeñaron un pa- dente, mientras que en el resto de Europa, en cambio, prevalecía --con Sa?', So-
pel nada desdeñable en la orientación del trabajo teórico de este último. Torrens den, Lotz y Gioja- el componente microeconómico, el basado en la teona del
presentó su propia teoría en el Essa.v on the Production ofWealth (1822), en el que equilibrio competitivo individualista. Así, los precursores co?t.inental.es ~~la te.o-
rechazó la teoría del valor ricardiana, señalando la inutilidad de una teoría del ría neoclásica, al desarrollar las premisas empiristas, mecan1c1stas e 1nd1v1duahs-
valor absoluto. El valor -afirma- es esencialmente valor de cambio y depende tas del liberalismo smithiano, no necesitaron situarse fuera de la ortodoxia Y de
de los costes de producción; así como estos últimos no son otra cosa que el capital la tradición.
anticipado para soportar los gastos de producción, incluidos los necesarios para No obstante, hay que recordar que muchos de estos precursores fueron
pagar el trabajo, los valores de las mercancías dependen del capital: se determi- prácticamente ignorados por sus contemporáneos. La razón principal de ello es-
narán de manera que permitan el pago de una tasa de beneficio uniforme sobre triba en el hecho de que éstos, al Ile\'ar hasta sus últimas consecuencias lógicas la
el capital. tradición clásica continental, la depuraron de su <~clasicismo», y, por tanto, no
Una contribución importante de Torrens y McCulloch es la relativa a la teo- fueron reconocidos por quienes se erigían en fieles partidarios de dicha tradición.
ria del fondo de salarios, de la que trataremos más adelante, en el apartado dedi- En realidad, intentaron una operación opuesta a la que había intentado Ricard?:
cado a John Stuart Mili. En el apartado 3.4 nos referiremos a las contribuciones trataron de liberar los componentes inividualistas y microeconómicos de la teona
de Torrens a los debates monetarios; sin embargo, no disponemos de espacio clásica de la teoría del excedente, y los componentes armonicistas de la teoría del
para hablar de la teoría de la sobreproducción, con la que To1Tens también se di- conflicto de intereses; pero se adelantaron a su tiempo. De ellos hablaremos en
ferenció mucho de Ricardo. los apartados 3.2.3 y 3.2.4
Tal vez sea cierto, como afirman algunos, que el ricardismo constituyó sólo
un paréntesis en el normal desarrollo de la ciencia económica ortodoxa, una ex-
cepción, un fenómeno particular delimitado históricamente a la primera mitad
96 PAr..;ORA11A DE HISTORIA DEL PEi'...SA.\.11E'\TO ECO\.OJ\HCO DE RICARDO A .\HLL 97

3.2.2. LA REACCIÓ'J A'JTl-RICARDIAKA bio. El segundo a\'anzó tanto en aquella línea que se le ha atribuido el mérito de
ser el primer inventor del principio de la utilidad marginal. En efecto, el enuncia-
Muy probablemente, fue la utilización socialista de la teoría del valor y de la do que de dicho principio dio en A Leczure 011 the 1\.'otion of 1/alue ( 1834) resulta
distribución de Ricardo, además de las luchas reales que le dieron fuerza política, bastante claro y bien definido: el \'alor depende de "una actitud mental[ ... ] que se
lo que indujo a muchos economistas a rechazarla en bloque. Estos economistas manifiesta al n1argen de la separación entre necesidades satisfechas y necesida-
vinieron a formar un grupo más bien heterogéneo, identificable a lo sumo como des insatisfechas)) (p. 9), de manera que la demanda de los bienes, al depender de
una con·iente de opinión, que no por casualidad sólo se ha logrado definir de una la satisfacción procurada por éstos, \·ariaría al variar la cantidad de bienes de los
n1anera negativa, con el apelativo de «reacción anti-ricardiana». En cualquier que y·a se disponga.
caso, estos economistas realizaron contribuciones teóricas más originales que las Todos estos intentos de explicar el valor en términos subjetivos estaban mo-
debidas a los ricardianos; dichas contribuciones hicieron de ellos los precursores tivados por la exigencia <le rechazar la teoría del valor-trabajo. Esta última se ha-
de las ¡x:>steriores teorías neoclásicas. bía convertido, en manos de los socialistas ricardianos, en un potente instrumen-
En lo que se refiere al valo1~ el concierto anti-1icardiano lo inició Samuel to político, en tanto parl.'"cía in1plicar que el trabajo era la única fuente del valor y,
Bailey (1791-1870), quien, en A Critica! Dissertation on the j\Tature, Measure and en consecuencia, si es cierto que el beneficio es un residuo, parecía demostrar in-
Causes of Value (1825), atacó la misma idea de «Valor absoluto>>. Según Bailey, cluso la explotación del trabajo. Tras el rechazo de la teoría objetiva del valor se
sólo se puede hablar de valor en términos de ({valor relativo)>, un concepto que no escondía, pues, el rechazo de la teoría residual del beneficio. En realidad, tampo-
denota nada de positivo o de intrínseco, sino únicamente la relación cuantitativa co se escondía n1ucho: Samuel Read fue explícito al formular este programa de
en la que dos mercancías se hallan entre sí como objetos de intercambio. Ahora investigación anti-ricardiano en An lnquiry into the 1Vatural Grounds of Right to
bien, si se tratara sólo de esto, no estaríamos ante una crítica decisiva. En el siste- \lendible Propon· o{ Wealth (1829). Igualmente explícito fue George Poulett Scro-
ma teórico ricardiano el valor absoluto, así como la medida invariable del valor, pe (1797-1876) al condenar la teoría del valor-trabajo como base de la teoría de la
no son esenciales, y se puede prescindir de ellos sin que se pierda ninguna de las explotación. Había que entender el beneficio, afirmaba en sus Pn.nciples of Politi-
tesis que Ricardo consideraba particularmente importantes en cuanto a la distri- cal Eco110111y (1833), como una renta legítima, en cuanto era necesario para re-
bución de la renta. No obstante, Bailev aludió también a una idea mucho más pe- munerar al capitalista por el período de tiempo durante el cual ha permitido que
ligrosa que la de que el valor es sólo v~lor de cambio; en efecto, sostuvo que el va- el capital se utilizara.
lor de un bien no es sino la estima que le otorgan los sujetos, y que, como tal, de- Este fue el can1ino que to1nó Senior: tratar de explicar el beneficio como
nota únicamente un efecto producido en la mente. Esto significa que no era el premio al sac1ificio realizado para poner el capital a disposición de la produc-
concepto de valor absoluto el que molestaba, sino más bien la teoría que trataba ción. Es la famosa teoría de la «abstinencia», madre de todas las teorías neoclá-
de explicar el valor en términos objeti\'OS, es decir, a partir del conocin1iento de sicas del capital. Senior partió del reconocimiento de que el trabajo )·' la tierra
las condiciones de producción de las mercancías. Este fue el camino que siguie- son las únicas fuerzas productivas originarias. No obstante, el empleo del capi-
ron otros críticos de Ricardo. tal hace aumentar la productividad de dichos factores primarios, aunque para
Por ejemplo, Nassau William Senior (1790-1864) sostuvo, en An Outline of proporcionar el capital es necesario realizar un sacrificio. Dicho sacrificio ven-
the Science of Political Economy (1836), que el valor depende tanto de las condi- dría a constituir un tercer «piincipio productivo}). Esto es la abstinencia: la {{di-
ciones de la oferta como de las de la demanda. No obstante, interpretó las prime- lación del placeri> causada por un acto de ahorro; y el beneficio seria su remune-
ras en el sentido de la limitación que la oferta plantea a la demanda; las segun- ración. Así, la tasa de beneficio dependería del «período medio de anticipación
das, en cambio, las \inculó a la utilidad de los bienes demandados. Senior se del capitah>.
aproximó también a la idea de utilidad marginal decreciente cuando afinnó que En realidad, nos encontramos aquí con dos explicaciones distintas. Una de
{(no sólo hay límites al placer que las mercancías de cualquier tipo pueden procu- naturaleza psicológica, que hace depender la remuneración del capital del sacrifi-
rar, sino que el placer disminuye a un ritmo cada \'ez más rápido antes de que se cio que realiza quien lo ofrece, y otra de naturaleza tecnológica, que lo hace de-
alcancen dichos límites, [ ... ] dos mercancías del mismo tipo raramente procuran pender de la medida en que la inversión contribuya al aumento de la eficiencia
el doble de placer que una sola» (p. 11 ). productiva de Jos otros factores. Senior se decantó por la primera explicación. En
El principio de la utilidad marginal decreciente flotaba en el ambiente. To- cambio, la segunda fue desaITollada por Samuel Mountifort Longfield (1802-
dos los economistas anti-ricardianos lo estaban madurando. Se aproximó Long- 1884), quien, en las Lectures 011 Political Econon1y ( 1834), sugirió que el empleo
field, al que nos referiremos más adelante, con su análisis de la influencia que de las máquinas «facilita las operaciones del trabajador»; por tanto, el beneficio,
puede tener la <dntensidad de la demanda}) sobre los precios. Y se aproximaron al no ser sino la suma «pagada por el uso de toda máquina», deberá regularse por
sobremanera los dos sucesores de Senior en la cátedra de economía de Oxford: la eficacia con la que las máquinas «faciliten» la actividad productiva, es decir,
Richard Whately (1787-1863) y William Forster Lloyd (1794-1852). El primero, por la «eficacia del capital>).
en las Introductory Lectures on Political Econon1y ( 1831 ), llegó incluso a proponer Habrá que esperar todavía algunos decenios antes de que se llegue a distin-
que la economía se redujera a la (<cataláctica», es decir, a la ciencia del intercam- guir claramente entre estas dos teorías, la psicológica y la tecnológica; y sólo des-
98 PA'\ORA..,\\A DE HISTORlA DEL PE\:SAl\.\IE'\TO ECO\.O,\llCO DE RICARDO~ \1ILJ_ 99
pués de la reYolución marginalista se logrará integrarlas en una \'isión unitaria, s,
encomendando a la teoría psicológica la tarea de explicar la oferta de capital,~- a
la tecnológica, la de explicar la demanda.

o,
3.2.3. COL'R!\OT Y DCPLIT

El representante de la tradición clásica en Francia era Sa:v. quien, como :ya o,


hemos visto, se había liberado tanto de la teoría del valor-trabajo como de la del
trabajo exigido, para sustituirlas por una teoría del valor que confiaba sobrema- KO~-~- ...
K" ---
nera en las fuerzas de la demanda y en la influencia de la utilidad como principa-
K ---
les determinantes de los precios. '
Augustin Coumot (1801-1877) siguió a Sayal rechazar cualquier teoría del
valor entendida como búsqueda de las causas del valor. Además, rechazó incluso o
--en este caso distanciándose de Sav- una teoria del valor-utilidad, rechazo mo-
H' H Q~ a·o s,
tivado sobre todo por las dificultad~s de medida ligadas a la utilidad. En cambio,
FIGURA 3.2.
coincidió con Sav en la importancia atribuida a la demanda en la explicación de
los precios. Cou~ot fue el primer estudioso que se interesó por la empresa como
tal, que estudió su comportamiento en las distintas situaciones de mercado y que Pero entonces A modificará su propia decisión para ofrecer H'. Sin embargo, en
planteó el problema de la determinación de la escala de producción. Por ello, no correspondencia con H', B ofrecerá K'. El proceso continuará hasta que se alcan-
resulta sorprendente que su magistral trabajo no fuera objeto de atención duran- ce el punto C, al que convergerá dicho proceso incluso en el caso de que se inicie
te varios decenios (lo que obligó a Coumot a abandonar la investigación econó- en un punto a su izquierda. Se trata de un equilibrio estable, conocido actual-
mica). En las Investigaciones acerca de los principios n1aten-1áticos de la teon'a de mente con el nombre de «equilibrio de Nash-Cournot)). Es necesario hacer aquí
las riquezas (1838) hallamos una primera formulación rigurosa de una función de dos observaciones importantes. La primera se refiere a la existencia de tal equili-
demanda, función que utilizó para determinar el precio y la cantidad producida brio. En general, las curvas de los costes marginales de los duopolistas y la curva
en régimen de monopolio. de demanda de mercado podrían ser tales que las curvas de reacción no se encon-
Esta es la teoría que todavía ho~- se encuentra en los manuales de microeco- traran en el cuadrante positivo, o que fueran paralelas. Suponiendo unos costes
nomía. El monopolista «observa)) una función de demanda del tipo D = f(p ), don- nulos, Coumot evitó este inconveniente. En efecto, bajo esta hipótesis la condi-
de p es el precio del bien. Multiplicando la demanda por el precio, se obtiene la ción de equilibrio depende únicamente de las cun1as de la ganancia marginal;
ganancia total, R = pf(p ); y de éstos, diferenciando respecto al precio, una función pero éstas son iguales, desde el momento en que la mercancía ofrecida es homo-
de la ganancia marginal, R' = f(p) + pf'(p). Coumot demostró que el beneficio del génea. Las dos curvas de reacción son entonces simétricas, y se intersecan en el
monopolista, dado por la diferencia entre ganancias :y costes, es máximo cuando cuadrante positivo. La segunda observación concierne a la estabilidad del equili-
la ganancia marginal es igual al coste marginal y la derivada segunda de la fun- brio. En equilibrio, las expectativas de cada duopolista sobre el comportamiento
ción de los beneficios es negativa. de su rival se confirman, en el sentido de que, si A espera que B produzca precisa-
Al introducir en el modelo un segundo empresario, Coumot sentó las bases mente K° y B espera que A produzca precisamente H°, el equilibrio de Cournot es
de la teoria del duopolio, si bien los resultados a los que llegó son menos generales lo que surge de este duopolio. Pero si las empresas tienen expectativas que no
que en la teoria del monopolio. Para explicar el comportamiento de los dos agen- coinciden con (FfJ, K!J), entonces hay que pensar en un proceso de ajuste. La ca-
tes, Cournot constnlyó «cun.ras de reacción>). La curva de reacción de un duopolis- racterística esencial del proceso de aproximación al equilibrio contemplada por
ta revela la cantidad ofrecida por él para cada nivel de la cantidad ofrecida por el Cournot es la siguiente: que cada una de las empresas hace una serie de suposi-
otro. Suponiendo que la cun.'a de demanda de mercado sea dada; que cada uno de ciones equivocadas sobre el comportamiento de la otra, pero las magnitudes de
los dos agentes, para cada nivel de precio, tome como dado el nivel de producción estos errores disminuyen poco a poco de intensidad hasta llegar a una situación
del competidor, y que los costes de producción sean nulos, Cournot demostró que en la que las expectativas sobre el comportamiento recíproco se muestran exac-
existe un único equilibrio que haga compatibles las decisiones de los duopolistas. tas. En este punto, el proceso de ajuste se detiene. Es en este sentido en el que el
El modelo de duopolio de Coumot se ilustra en la figura 3.2. En el eje de las equilibrio de Nash-Coumot es estable.
abscisas se representa la oferta del duopolista A, Sa; en el de las ordenadas, la Otro precursor francés de la teoria neoclásica es Jules Dupuit (1804-1866 ),
oferta del duopolista B, Sb. La curva QaQa' es la curva de reacción del primer duo- quien 1 en De l'utilité et de sa mesure ( 1844) y en otros ensayos publicados en revistas,
polista; la curva QbQb', la del segundo. Si A ofrece la cantidad H, B ofrecerá K. afrontó precisamente los problemas de los que había huido Carnot. Se propuso estu-
100 PA!\0RA._\1A DE 111STORL-\ Df L PE'.JSA\1TFJ\:TO ECO."\Ó.\1ICO DE RICARDO:\ .\llLL 101

diar los beneficios sociales de los biene~ públicos. con10 canales, puentes, etc., y so- que el tin del ~uiL'tn cconón1ico era obtener el n1áxin10 placer. Formuló también
bre todo evaluar las ganancias sociales neta~ generadas por las \'ariaciones arancela- dos le~. .-cs que todavía ho:--- constitu.ven el fundamento de la teoría neoclásica del
rias. ~o fue del todo consciente de los problemas qu1..~ planteó rt"".'pecto a la n1ensura- con1portan1iento del consumido1: La pri111era ley establece el principio de la utili-
bilidad de la utilidad y a la dificultad de efectuar corr1paraciones interpersonales de dad marginal decreciente, esto es, que el placer procurado por un bien disminu:ve
utilidad. A pesar de ello, su cont1ibución analítica fue notable. Dupuit construyó una a medida que aumenta su consumo, hasta alcanzar eventualmente la saciedad.
curva de demanda~·; la interpretó en términos de utilidad. Definió la utilidad margi- La segiulda ley es más in1portante. Se trata, en realidad, de un teorema de1ivado
nal distinguiéndola de la total. Asun1ió que el Estado que proporciona un bien redu- de la asunción del con1portamiento maximizador y de la le>' de la utilidad margi-
ce su arancel en la n1edida en que aumenta la cantidad ofrecida, de modo que la uti- nal decreciente. Esta ley establece que el individuo escogerá las cantidades de-
lidad marginal del bien disn1inuye junto a su precio. El beneficio público se mide por mandadas de los diversos bienes de modo tal que los placeres por ellos procura-
la suma de las utilidades intramarginales. La (<utilidad relativa», dada por la diferen- dos sean equivalentes en el momento en el que su consumo se inte1rumpa; o bien
cia entre la utilidad total y la utilidad marginal multiplicada por la cantidad ofrecida que el individuo continuará intercambiando dos mercancías hasta que los valores
del bien, aumentará a medida que dis1ninuya el precio. De esta manera Dupuit de- de las últimas unidades que posea de ellas resulten iguales.
mostró que, si la utilidad marginal es decreciente, el bent~ficio social crece al aumen- A pesar de que su enunciado era un poco impreciso, sigue siendo cierto que
tar la cantidad ofrecida del bien. El razonan1iento era muy similar al que habían usa- Gossen pensaba en lo que hoy se conoce como teorema de la igualdad de las utili-
do West, Malthus y Ricardo para explicar el aumento de la renta de la tierra al au- dades marginales ponderadas. Gossen amplió también esta teoria a la oferta de
mentar la producción agiicola. No es fn1to del azar que algunos decenios más tarde trabajo, que explicó introduciendo el concepto de «desutilidad)).
Marshall se refiriera a la <(utilidad relati\'a» llan1ándola «renta del consumidor». Otro in1portante precursor a]en1án de la teoria neoclásica fue Johann Hein-
Sin embargo, Dupuit concibió también el «Slil]Jlus del productor», es deciI~ 1ich \'on Thünen ( t 783-1850), quien, en la primera parte de Der isolierte Staat
la diferencia, en presencia de una curva de costes creciente, entre las ganancias (1826), forn1uló una teoría <le la localización de las actividades productivas basa-
totales de la empresa que produce el bien y los costes 1narginales de todas las uni- da en el uso implícito del concepto de {(coste de oportunidad». Además, desan-o-
dades producidas. El beneficio social total vendría dado por la suma de ambos lló la teoría de la renta diferencial, demostrando que el nivel de producción de
surplus, el del consumidor:-,,. el del productor. una mercancía, para una den1anda dada, vendrá determinado de manera tal que
el precio se iguale al coste de producción de la empresa en situación más des\'en-
tajosa. El Slll]Jlus obtenido por los productores con costes más bajos constituye la
3.2.4. GOSSEN Y VON Tl!CNEK renta.
En la segunda pa1ie de Der isolierte Staat ( 1850), Von Thünen amplió el razo-
También en Alemania se estaba trabajando, en este período, sobre el proble- nan1iento al trabajo y al capital, formulando por p1imera vez una teoría completa
ma del valor y de su relación con la utilidad. Ya hemos aludido a la tendencia de de la distribución basada en la productividad marginal de los factores. Afirmaba
los primeros seguidores alemanes de Smith, como por ejemplo Soden ">' Lotz, a que un aumento del en1pleo de capital y trabajo hace aumentar tanto la produc-
distinguir el valor <<positivo», ligado a la utilidad de los bienes, del valor «Compa- ción con10 los costes, y que esto continúa hasta que las productividades margina-
rativo», equivalente al smithiano «valor de cambio». Los problemas contra los les de los factores sean superiores a sus precios.
que lucharon los economistas alemanes de la época eran básicamente dos: por Von Thünen consideraba el capital como un factor de producción homogé-
una parte, demostrar cómo puede determinarse el valor de cambio a partir del neo, consistente en la cantidad de trabajo pasado empleada en la producción de
valor «positivo»; por la otra, explicar la formación de este último en términos pu- bienes capitales; y lo medía en <<años de trabajo». Su empleo haría aumentar la
ramente subjetivos. Desde el punto de vista de la historia de las doctrinas, lo que producti\idad del trabajo corriente, si bien a una tasa decreciente. Von Thünen
impedía la solución del problema era el origen smithiano del concepto de «valor calculaba el rendimiento del capital diferenciando una dete1minada función en el
de cambio}>. En efecto, para Smith dicho valor consistía en la relación entre dos punto en el que la derivada se anula. Se trataba de la función de la renta del pro-
cantidades de bienes; era, por tanto, una magnitud objetiva. ductor de capital, renta que resultaba así determinada a su nivel máximo. El re-
Después de varios intentos por parte de llufeland, \Ton Hermann y Rau, fi- sultado en el plano analítico fue notable, si bien su importancia teórica se ve limi-
nalmente Hildebrand dio un paso decisivo hacia la solución del problema al clari- tada por las particulares hipótesis y por la peculiar forma de la función con la
ficar que la vinculación entre el valor subjetivo y el precio presupone que la utili- que \Ton Thünen trabajaba.
dad varie en función de la cantidad de mercancías. Por otra parte, de aquellas particulares hipótesis \Ion Thünen dedujo una
La solución definitiva la encontró Hcrmann IJeinrich Gossen (1810-1858) en fórmula especial para el salario <inaturaL}, \1' 1', a saber: iv*::::: j;;p, en la que a re-
1854. En Entit·icklung der Gesetz.e des 111enschlichen \lerkehrs, und der daraus- presenta el ni\'el de subsistencia de los trabajadores, )' p, su productividad. Tan
fl.iessenden Regeln filr nle1lschliches llandeln, Gossen sostenía que no existe el «va- convencido estaba de la importancia de dicha fórmula que quiso que se inscri-
lor absoluto», que el valor depende de la relación que se instaura entre un sujeto biera sobre su tumba. Aparte de la peculiaridad de la fórmula, el concepto de «sa-
y un objeto, relación que se basa en la utilidad. Gossen partió del presupuesto de la1io natural)) de \Ion Thünen merece ser recordado también por su 01iginalidad:
102 PA.\i0RAJ\1A DE HISTORIA DEL PE'.\SA.\llE.'\. I O ECO:\IÓ\11CO DE RICARDO A _r....11LL 103

el salario no depende de la oferta :v la demanda de trabajo, pero tampoco sólo de capitalismo, sino que trató de construir un sistema teórico, el cual, sobre todo
las necesidades de subsistencia de los trabajadores: éste es una media geométrica por sus implicaciones en el aspecto comercial, había de servir para facilitar el de-
de las necesidades y de la productividad del trabajo, y representa lo que se debe sarrollo capitalista en Alemania. Sin embargo, compartía con los románticos la
pagar al trabajador para dejarlo indiferente ante la disyuntiva de seguir siendo idea de la superioridad de la nación sobre los individuos ~- del predominio de los
trabajador o convertirse en campesino-capitalista (en el supuesto de que tal posi- intereses de aquélla sobre los de cada ciudadano.
bilidad de elección existiera)' que la tierra no fuera escasa). El salario natural de El may or impacto de la filosofía romántica en el ámbito económico tuvo lu-
1

Von Thünen es un concepto <le naturaleza 1Zo11nativa. Es un ~alario «justo», en un 2:ar con la escuela histórica; una escuela que trató de dirigir el ataque directa-
sentido preciso: es el que permitiría al asalariado agrícola obtener el máximo ren- ;;,ente a los fundamentos epistemológicos de la economía política. El vínculo en-
dimiento de sus propios ahorros (iguales a 11·* - a) y, al n1ismo tiempo, el que per- tre la escuela histórica alemana y el romanticismo es innegable, pero no por ello
mitiría al campesino independiente maximizar el rendimiento de sus propias in- hemos de pensar en una coincidencia total entre ambas corrientes de pensamien-
versiones. En otros términos -según Von Thünen-, si rigiera el salario natural to. Por ejemplo, a diferencia de los economistas románticos de la generación an-
iv*, el trabajador sería un asalariado por libre elección. y no obligado por la nece- terior --como Gentz y Müller-, los representantes de la escuela histórica no se
sidad. inclinaron en su totalidad hacia posiciones políticas conservadoras. Algunos, por
el contrario, realizaron una crítica de izquierdas a la economía política :V al pen-
samiento liberal.
3.2.5. Los ROf\.1ÁNTICOS y LA ESCCELA HISTÓRICA ALE11A:"JA El nacimiento de la escuela histórica alemana se remonta al Grundriss zu
Vorlesungen über die Staatswirtschaft nach geschichtlicher Methode (1843) de
El intento más ambicioso de crítica de la economía política clásica no provi- Wilhelm Roscher (1817-1894). Los otros dos fundadores de la escuela son Bruno
no de ninguno de los «herejes}) pre-neoclásicos, sino de la escuela histórica, la Hildebrand (1812-1878) y Karl Knies (1821-1898), quienes. con Die Nationaloko-
cual, metiendo en el mismo saco a Smith, Ricardo, Say y todos sus seguidores, nomie der Gegenwart und Zukunfi (1848) el primero, )ºDie politische Oekonomie
criticó la propia idea de que fuera posible una ciencia económica autónoma. vom Standpunkte der geschichtlichen Methode (1853) el segundo, llevaron la criti-
Para entender el sentido de la oposición historicista a la economía política, ca a la economía política clásica mucho más allá de lo que había osado hacerlo
es necesario partir de sus raíces filosóficas. Mientras que la economía clásica te- Roscher. Estos tres autores son los principales representantes de la llamada «vie-
nía sus orígenes en la Ilustración del siglo X\1II, el histo1icismo alemán descendía ja escuela histórica)>. Hay que distinguirlos de los historicistas de la siguiente ge-
directamente del romanticismo de comienzos del XIX. Precisamente en Alemania neración, que formarán la {(joven escuela histórica)), cuyo principal exponente
el romanticismo se había hecho portador de una ii'eltanschauung irracionalista y fue Gustav Schmoller, del que hablaremos más adelante. Aquí disponemos ape-
organicista. En economía, éste evolucionó en sintonía con las primeras oposicio- nas del espacio suficiente para exponer las tesis fundamentales de la escuela his-
nes aristocráticas y reaccionarias al desarrollo capitalista; y con Fichte, Gentz :v tórica, sin podernos entretener en las diferencias de opinión entre cada uno de
Müller se opuso al laissez {aire económico y al liberalismo político, tanto por las sus representantes (las cuales, sin embargo, fueron notables).
consecuencias políticas que comportaban con10 por las premisas filosóficas de La crítica fundamental de los historicistas a la economía política se refería a
las que partían. De entre tales premisas, se rechazaba el individualismo y el racio- su pretensión de establecer leyes económicas universales. Con referencia específi~
nalismo; se exaltaban, en cambio, los ideales de la unidad orgánica de la nación, ca al planteamiento smithiano, se negaba que las leyes económicas tuviesen las
de la superioridad de los fines colectivos sobre los individuales, de la especifici- mismas propiedades que las «leyes de la naturaleza)). No se negaba la posibilidad
dad histórica y geográfica de las instituciones de cada país. de identificar ciertas regularidades económicas, e incluso se admitía que se lla-
Lo más interesante que nos ha legado este planteamiento teórico ha sido el mara «leyes)) a dichas regularidades, pero -según los historicistas- debía que-
esqueleto de una teoría {<estatal}) del dinero, la cual, depurada de los componen- dar claro que su validez no era universal. es decir, no era independiente de las
tes místicos que la hacían anacrónica, ha resultado ser en ciertos aspectos más condiciones históricas y geográficas en las que las leyes actuaban.
moderna que muchas teorías clásicas, sobre todo en lo que se refiere al reconoci- Los historicistas estaban más interesados en las que llamaban <deyes de de-
miento de la naturaleza convencional e institucional del medio de intercambio. sarro1lo», esto es, a la regula1idad con la que -según ellos- se realizaba la evo-
En esta corriente de pensamiento se inscribe -aunque sin compartir la lución histórica de los pueblos y de las naciones; pero incluso en este caso evita-
orientación política reaccionaria ni las premisas filosóficas irracionalistas- Frie- ban formular leyes universales.
drich List (1789-1846). En Sistema nacional de economía política (1841), List Sobre todo, negaban la posibilidad de formular leyes económicas por vía de-
aceptó gran parte de las premisas analíticas de la teoría clásica. Sin embargo, re- ductiva. Sólo se admitía el método inductivo: las leyes de desarrollo debían cons-
chazó en bloque sus implicaciones librecambistas, que sustituyó con un punto de truirse por inducción y por analogía sobre la base de un conjunto lo más vasto
vista de marcado cariz mercantilista y con una teoría del desarrollo económico posible de datos empíricos e históricos. Está claro que este tipo de criticas no se
en la que se daba gran importancia a la interdependencia funcional y al creci- referían únicamente a los planteamientos teóricos de Smith y Ricardo 1 sino -de
miento uniforme de los sectores agrícola e industrial. List no sólo no rechazó el modo más general- a la simple idea de que la economía fuera una ciencia del
106 PA.t\ORA:\'1A DE HISTORIA DEL PE'.'JSAi\HEJ'\Iü ECONÓ,\1ICO DE RICARDO A \lILL 107

consistía en la reducción del valor de una mercancía al coste incurrido para pro- dición smithiana en economía uniendo dos planteamientos que eran incompati-
ducirla, pero dejaba poco clara una cuestión fundamental: si había que entender bles: el de la teoría macroeconómica del excedente y el del equilibrio competitivo
aquel esfuerzo en términos de sacrificio subjetivo, o más bien --como en la inter- individualista. Gran parte de las polémicas que tuvieron lugar en los treinta años
pretación más creíble- en términos de coste de producción objetivo. anteriores a la publicación de los Principios de Mill habían surgido precisamente
Una contribución interesante que surgió del enfoque de las «armonías eco- de la dificultad de unir estos dos enfoques; de hecho, a partir de la década de
nómicas» fue la de Ferrara. Vale la pena recordarlo, como mínimo porque podía 1870 se separaron completa y definitivamente. La línea ricardiana, por una parte,
haber constituido el vínculo de unión entre Galiani y Pareto. Entre sus obras condujo a la economía marxista; la anti-ricardiana, por la otra, llevó a la econo-
mencionaremos, además de Le.zioni di economia politica (publicadas póstuma- mía neoclásica. Mill, que parecía no haber entendido lo que sucedía, fue acusado
mente en 1934-1935), los prólogos a la Biblioteca del Economista (1850-1866), re- de eclecticismo y superficialidad por los teóricos de ambas líneas de pensamien-
cogidos y publicados en 1889 bajo el título de Esame storico-critico di econo1nisti to, y posteriormente fue olvidado; pero no merece serlo.
e dottrine econontiche. Ferrara desarrolló una teoría de los sucedáneos según la En realidad, la obra de Mili es importante porque se sitúa en una encrucija-
cual el valor de un bien, en relación con el de un sustituto de éste, depende de la da fundamental de la cultura europea del siglo XIX. En ella se entrecruzan co-
comparación que el consumidor establece entre las dos utilidades. El valor que rrientes de pensamiento y problemáticas teóricas que la colocan a mitad de cami-
surge de tal comparación es aquel para el cual el individuo está dispuesto a inter- no en la larga transición del pensamiento económico clásico al neoclásico. De
cambiar los dos bienes. Utilizando esta teoría para corregir la del coste de repro- aquí pro\liene la impresión de eclecticismo. Sin embargo, las indicaciones de la
ducción de Carey, Ferrara trató de explicar también mediante el intercambio la dirección -una dirección bien definida- en la que moverse para hallar las solu-
producción y la distribución de la renta. La producción sería un intercambio en- ciones son siempre bastante claras, aunque a menudo se ven oscurecidas por re-
tre producto y esfuerzos productivos. El coste de las mercancías, que en compe- ferencias teóricas a autores que se mueven en una dirección opuesta. De hecho,
tencia es igual a su valor, vendria determinado por el sacrificio realizado para todas las dificultades de Mili provenían, además de la complejidad de las temáti-
producirlas, evaluado en relación al resultado de la misma producción: esto pre- cas abordadas, del temor a romper con la tradición, al menos formalmente. Su
supone una comparación entre la incomodidad que el sujeto debe soportar para trabajo teórico nació de haber visto lo nuevo, sin haber tenido el valor de romper
ceder una cosa propia y la que debe soportar si renuncia a las demás. Falta en con lo viejo. El propio Mili, en su Autobiografía de 1861, definió su trabajo como
esta argumentación el uso del criterio de las valoraciones marginales, pero queda un esfuerzo constante encaminado a ((construir puentes y despejar calles)) en las
claro el papel de la hipótesis de la «sustituibilidad», tanto en el consumo como en teorías de sus predecesores.
la producción. Y aunque en Ferrara las referencias a la tradición clásica son ex- De joven, Mill se afilió a la «Sociedad Utilitaria» y colaboró con la Westmins-
plícitas y repetidas, se ve enseguida que nos hallamos en el umbral de la revolu- ter Revieiv, órgano del grupo. Se trataba de un grupo de jóvenes radicales que lu-
ción marginalista. chaban por la puesta en práctica -lo más completa posible- de los principios li-
Vale la pena recordar que Pareto consideraba a Ferrara «uno de los mejores berales v democráticos. Las bases filosóficas de este radicalismo estaban consti-
o el mejor de los economistas italianos». Pensaba que con él la teoría del coste de tuidas p~r el utilitarismo benthamiano, con todas las implicaciones que éste tenía
reproducción había alcanzado «SU último grado de perfección». Consideraba que en términos de individualismo, de raciona1ismo, de justificación del laissez faire
únicamente le faltaba una cierta formalización analítica, y veía en ella una antici- en economía v del liberalismo en política.
pación de su propia teoría de la utilidad. Sin emb~rgo Ja influencia de Bentham en Mill se vio atenuada por otra, de
signo opuesto, ;Je~cida por el pensamiento romántico en general y por el de Cole-
ridge en particular. Obviamente, Mill rechazó 1as implicaciones políticas de dicho
3.3.2. JOHK STcART MILL pensamiento, pero de él tomó, por una parte, la exigencia de basar firmemente la
acción y el pensamiento políticos en una filosofía de la historia, y, por otra, el re-
El más importan:e de los economistas de la «era del capital», aquel que do- chazo a la idea de reducir las decisiones y el comportamiento del hombre sólo a
minó la escena intelectual más que ningún otro fue John Stuart Mili (1806-1873), la dimensión económica.
filósofo, político y reformador social, además de economista. En el ensavo El utilitarismo, de 1863, Mili negó dos de los supuestos funda-
En economía, Mili emprendió una tarea inmensa y, en cierto sentido, heroi- mentales de la filosofía benthamiana: el de que todos los motivos de la acción hu-
ca: un nuevo examen de los debates desarrollados en la primera mitad del siglo mana pueden reducirse al interés personal y a la búsqueda egoísta del máximo
con el objeto de unificar sus principales resultados teóricos. Fue sobre todo este placer, y el de que cada individuo es el único juez de sus propios intereses. El pri-
esfuerzo de «armonización» teórica el que determinó el notable éxito, durante los mer argumento le permitió vincularse con los más antiguos filósofos ingleses Y
treinta años siguientes, de su principal obra económica, los Principios de econo- escoceses del «Sentido moral». Mill afirmaba que el aumento del placer personal
mía política, de 1848. podía derivar también de la conciencia de la felicidad ajena. De este modo se jus-
Sin embargo, y por el mismo motivo, una vez concluida ]a época clásica la tificaba, desde una perspectiva utilitarista, la racionalidad de los comportamien-
obra de Mili fue prácticamente olvidada. Mill había tratado de reconstruir la tra- tos motivados por sentimientos de humanidad y solidaridad. El segundo argu-
108 PA.\OORA\.1A DE lllSTOR!.A. DEL PE'\S ...\\llF:\TO FCO'.\:Ó\11CO DF RICARDO A \1TT.L 109

men~o era aún más importante, en tanto permitía destacadas ---aunque no sus- necesario definir el salario de subsistencia en términos fisiológicos; de otro
tanciales- enmiendas al principio del laisse-::, /'aire. En efecto, en algunos casos se modo, no era posible explicar el hecho de que una disminución del salario de
a~mitía la inten·ención estatal en la economía, por ejemplo en Ja instrucción pú- mercado ajustara el creci1niento de la oferta de trabajo a través de las va1iaciones
blica, en la reglamentación del horario laboral o en la asistencia a los pobres; en en las tasas de 111ortalidad. Pero todos los clásicos -Smith y Ricardo incluidos-
estos casos, Mill consideraba que la autoridad pública conocía los intereses de Jos admitían que el salario de ~ubsistencia dependía también de los habits and cus-
individuos mejor que ellos mismos. tonzs de la población trabajadora, es decir, de factores sociales y culturales ade-
En general, el utilitarismo se había interpretado como basado en el criterio n1ás de los biológicos. En segundo luga1, si se admitía -como se venía hacien-
de la maximización del bienestar del may'or número posible de individuos; v el do-- que los habits and cus10111s podían cambiar también a consecuencia de las
reformismo de Mili llegó hasta el punto de considerar que podía perscguirs~ di- variaciones en el nivel de la renta, el salario natural podía variar, a la larga, en
cho objetivo aun a costa de reducir el bienestar de algunos. Esta última tesis la función del de mercado. Por tanto, no podía tomarse como punto de referencia
t~mó del componente iusnaturalista de otra tradición filosófica, tradición que lo de este último.
\'Inculaba a Locke. En efecto, Mill justificaba la propiedad privada con el mismo Sin embargo, aunque se pretendiera ignorar los dos problemas anteriores, el
argumento que Locke, es decir, con el derecho de los indi\·iduos a la posesión del mecanismo de ajuste que permitía al salario natural regular la oscilación del de
producto de su trabajo. Sin embargo, criticaba los abusos de este derecho, v so- mercado requería plazos larguísimos, cuya duración abarcaba varias generacio-
br~ todo la manifiesta desigualdad en la distribución de la propiedad, que s~ ex- nes. De este modo, el salario natural perdía su importancia. ¿Qué sentido tenían
plicaban por las circunstancias históricas e institucionales que los determinaban. los ejercicios de estática comparativa con los que los clásicos estudiaban el cam-
Por tanto, consideraba legítimas las intervenciones encaminadas a la co1Tección bio, si los estados que se podían comparar presuponían distancias temporales de
de tales defectos; por ejemplo, propugnaba la tributación progresiva de las suce- un cuarto de siglo o más? Por otra parte, si tales ejercicios se referian a un perío-
siones.
do de la duración de un ciclo productivo -generalmente considerada de un
Mill no consideraba que estas conclusiones entraran en conflicto con las le- año--, entonces el salario y sus cambios no podían ser sino los que determinaba
yes económicas. En efecto, admitía -con Smith y Ricardo-- el carácter natural el mercado. En el próximo capítulo veremos, con Marx, cuál era la única salida
de las leyes de la producción. Sin embargo, negaba -con los socialistas y los his- coherente de este dilema; coherente, claro está, con el planteamiento clásico.
toricistas (por ejemplo, Richard Jones, un interesante historicista inglé~ del que La solución adoptada por los ricardianos fue la de abandonar de hecho el
hablaremos en el próximo capítulo)- dicho carácter natural a las leves de la dis- concepto de salario natural, relegando el salario de subsistencia al simple papel
tribución. Así, mientras exaltaba la competencia y el mercado, a tr~vés del cual de un límite mínimo para el de mercado. Este camino, iniciado por McCulloch,
las ley:s naturales de la producción actuarían de la mejor manera posible, no por lo siguieron -con diversas variaciones-- Torrens, Cairnes, Mill y otros.
ello dejaba de propugnar los modelos de participación en los beneficios, el traba- Para exponer esta teoria del modo más sencillo, tomaremos como referencia
jo cooperativo, o el desarrollo de pequeñas comunidades agricolas. una economía en la que se produce un bien de consumo y un bien capital me-
Mill se consideraba un amigo de las clases trabajadoras, así como de otras diante trabajo y capital. Sea L la fuerza de trabajo; L*, su nivel de pleno empleo;
~ateg~rias de marginados y oprimidos, y creía que la historia trabajaba para rea- ivr, el salario real; Wr, su nivel mínimo de subsistencia, y K, el capital. Como nu-
lizar Íl~almente una sociedad que él definía como <1Socialista». Sin embargo, no merario, tomaremos el precio del bien de consumo.
se consideraba un socialista; bien al contrario, a su manera combatió el socialis- Puesto que la producción requiere tiempo, es necesario, al final de cada ciclo
mo de su tiempo, hasta tal punto que sintió la necesidad <le demostrar la falacia productivo, «apartar}) una parte del producto para ~ustentar a los trabajadores du-
de las doctrinas socialistas desde el punto de vista de Ja ciencia económica. Para rante el ciclo siguiente: esto es el /011do de salarios, YV = ivr L. Su tamaño depende
comprender estos aspectos de la doctrina de Mill, es necesario penetrar en el nú- de tres circunstancias: el importe de los beneficios, la propensión al ahorro de los
cleo de su teoría económica; en particular, hace falta entender sus teorías del be- capitalistas y las técnicas empleadas. Los clásicos tomaban como dadas, en cada
neficio y del salario.
momento, las dos últimas circunstancias. Entonces, si se conoce la distribución de
la renta, resulta determinado el fondo de sala1ios, pongamos al ni\'el W. Por tan-
to, el salario y el empleo se hallan en relación inversa:
3.3.3. SALARJO Y FOl\DO DE SALARIOS

H"
w
=--
De la teoria del fondo de salarios se hallan indicios _va en Smith, aunque fue r L
desarrollada sobre todo por los seguidores de Ricardo para superar algunas difi-
c~,ltades de la .teoria ricardiana <lel salario natural. El uso del principio de pobla- Esta relación se representa en la figura 3.3 mediante la cunra YV, junto con
c1on para explicar la tendencia del salario de mercado a ajustarse a su nivel natu- una función elemental de oferta de trabajo, i, que corresponde a la que se halla
ral planteó dos problemas cruciales que parecían minar los fundan1entos de la implícita en el razonamiento de los clásicos.
propia idea de un salario natural como punto de referencia. En primer lugar, era Como puede verse en la figura, existe un único salario que garantiza el pleno
DE RICARDO A \'ULL
111
110 PA'.\ORA.~IA DF HJSTOR!A DEL PE:'\SAJ\IIE.\TO ECOKÓ,\UCO

por casualidad, L * : : : Ld y H'e ::::: \Vd. Ahora podemos ver el uso «laborista» que hizo
w. ' Mili de la teoría. A «corto plazo)), los sindicatos no pueden hacer nada para modi-
ficar los salarios, que dependen únicamente de las técnicas empleadas y de las
decisiones de inversión de los capitalistas. En efecto, un aumento del salario por
encima de it'e comportaría una disminución del empleo (y de la utilización del ca-
pital). Pero después, si hay competencia, el exceso de oferta de trabajo llevaría de
Wd'-
'
i
- --
nuevo al salario a su valor de «equilibrio~>. Los trabajadores -según Mill- sólo
podrían influir en el incremento de los salarios a «largo plazo)). En el transcurso
i 1 del tiempo, tanto tt' como I se desplazan hacia la derecha. Los salarios aumen-
We~ - - - - _
tan si 11' se desplaza más que L. Por ello, podria aumentar tanto más rápida-
mente cuanto más alto fuera el ritmo de la acumulación y más baja la tasa de cre-
1
cimiento de la población. Esto explica por qué Mill sugería a sus amigos sindica-
i
listas que no predicaran más la re\·olución que la contracepción.
w,'-' -------l Sin embargo, más tarde Mili cambió de opinión. Las críticas dirigidas hacia
él por parte de William T. Thomton (en On Labour, 1869) y otros economistas le
hicieron comprender el uso que podía hacerse -y que de hecho se hacía- de su
teoría en un sentido antisindical. En cualquier caso, no se retractó del todo: en
una recensión del libro de Thomton, publicada en Fortnightly Revieu.1 en mayo de
1869, se limitó a negar no la propia teoría, sino dos hipótesis que la caracteriza-
FIGLR.\ 3.3. ban. Mill admitió que no era necesario tomar como dadas la distribución de la
renta y la propensión al ahorro de los capitalistas. Por tanto, los salarios podrían
empleo del capital) ' que es w e· Los clásic o s 1en d'1an a inter- aumentar si disminuyeran el consumo de bienes de lujo y/o la parte de beneficios
pretar (y la plena utilización
l ·
de la renta. No obstante, quedaría un «límite real al aumento de los salarios», un
1 fu \.\.-'e como un sa ario de mercado, y a considerarlo como determinado por
as erzas de la of~rta.y_ la demanda de trabajo. Sin embargo, esta inte retación límite representado por el «hecho de que este aumento puede llevarle [al empre-
c~,?ca co~ una se?a dificultad lógica. Si la técnica viene dada, entone~ la rela- sario] a la ruina y obligarle a abandonar su actividad>>.
c1on cap1tal-trabaJO
d . resulta conocida ' K / L · En el mo men t o en que termina · el
proceso pro ucuvo se conoce la estructura y el nivel de output Si se dec ·d
t~r undete~inad_o fon~o de salarios, VV, automáticamente .se decide \ae:~i~~ 3.3.4. CAPlTAL Y F01'D0 DE SALARIOS
como. :epart1r las 1n,vers1ones entre capital técnico y fondo de salarios. Por ello
tamb.1en. se conoc~ra K I W. Resultan así determinados tanto el empleo como eÍ Más que en la explicación del salario, la importancia de la teoría milliana del
~alar10, independientemente de la oferta de trabajo. Si casualmente ésta fuese
fondo de salarios radica en la explicación del beneficio y del papel que desempe-
igual a la «~emanda}>, entonces el salario sería ive, pero no sería un salario de ña el capital en la producción. Desde el punto de vista de la historia del pensa-
~ercado. S1:1 ~mbargo, si la oferta y la demanda de trabajo -pongamos L *
miento económico, este aspecto del sistema teórico de Mill es importante para
Y L¿- ~o co1nc1den, entonces el sal~rio será n·d; pero tampoco este es un salario
entender la función que éste desempeña en la transición del planteamiento clási-
~et:rm1nado por las fuerzas de la oferta y la demanda. En efecto el mercad t _ co al neoclásico.
ena a llevar el salario hacia H'e- No obstante, esto no puede suc,eder puest~ ~~ Ya en los Essa.vs 011 Sonze Unsettled Questions in Political Economy, escritos
dados W Y K I W, también resulta dado K; y dado K / L en el nivel K ¡ Ld res~lt~ entre 1829 y 1831 (aunque publicados en 1844), Mili había abordado algunos
imposle un ~~mento del empleo por encima de Ld debido a la falta de capÍtal. problemas de la teoría ricardiana del valor. Aquí, sin alejarse de Ricardo, soste-
Los¿·fi
teoncos del fondo de salarios ' incluido Mi'll ' se aperc1·b·ieron vagamente nía que el valor no depende únicamente del trabajo, ya que el valor de los me-
d l
~esta I cu tad, Y a menudo trataron de evitarla haciendo variar KI La su como-
dios de producción y de los bienes salariales depende -a su vez-, además de
didad. Se t1_"3.taba de una nueva vía que, si se hubiera llevado hasta sus últimas los salarios anticipados para producirlos, también del beneficio obtenido por
quienes han soportado el anticipo. De ello dedujo una teoría del valor basada en
consecuencias,
h b' dhabría conducido a la teoría neoclásica del salan·0 · p ero 1os pasos el coste de producción, que se diferenciaba de la de Ricardo sobre todo en el he-
que a 1a que ar no eran pequeños; en particular, había que interpretar w com 0
cho de que abandonaba la búsqueda de una medida invariable del valor, en una
dun programa
·, 1 de demanda. .de trabajo · ~v hacerlo depender de una fu nc1on ·, d e pro-
línea semejante a la que había seguido Torrens. Sin embargo, todavía se mante-
~cc1on .en ª.que se adm1t1era la sustituibilidad entre trabajo y capital. Los econo-
mistas ncard1anos no estaban preparados para realizar este salto nía firmemente el rechazo ricardiano de la teoría de los precios; y esto es lo que
Volvamos a Mill; y, para evitar la mencionada dificultad, ~upongamos que, verdaderamente cuenta.
112 PAl\OR..\.\lA DE HISTORIA DEL PE\JSA~1TE'.\10 ECOl\:Ó,\llC O DI-: RICARDO ..\ \.llLL 113

El giro decisi\·o tuvo lugar en los Principios, cuando iV1ill, precisamente para ven precisamente el núcleo de la teoría austiiaca del capital: en primer luga1~ la
rebatir las tesis socialistas de la explotación, se vio obligado a abandonar a Ricar- tüpótesis de que resulta posible con1binar en distintas proporciones trabajo y fon-
do. En efecto, afirn1ó que los trabajadores no tienen derecho al producto íntegro do de salarios; y después la de que la contribución productiva del capital decrece
porque no sólo el trabajo contribuye a la creación del \'alor de las n1crcancías, al aumentar el pe1iodo durante el que ha estado invertido el fondo de salarios.
sino que también lo hace la abstinencia necesaria para que el capital se halle dis- No obstante, se puede considerar a l\'1ill un precursor, no sólo de la escuela
ponible. El trabajo es únicamente uno de los requisitos de la producción, en la neoclásica austriaca, sino -ob\·iamente- lambién de la inglesa. Aparte de la po-
cual éste no puede realizarse sin el auxilio de la niaquinaria y sin el anticipo de sibilidad de ,·incular la teoría del fondo de salarios también con la teoría del capi-
los fondos de sala1ios. El otro requisito de la producción es el capital, y éste es el tal de Jevons, existe otra línea de ascendencia que une a !vlill con la escuela neo-
resultado de la abstinencia del consumo por parte de los capitalistas. «En el aná- clásica, y es la que lo une a J\11arshall. Sobre el problema del papel desempeñado
lisis de los requisitos de la producción [. .. ] hemos encontrado que existe otro ele- por las fuerzas de la demanda ~, de la producción en la determinación de los pre-
mento necesario además del trabajo. Existe también el capital; y puesto que éste cios, Mili partió -como era habitual- de Ricardo, para distinguir dos categorías
es el resultado de la abstinencia, el producto o su valor debe ser suficiente para de mercancías: aquellas cu~·a «oferta es absolutamente limitada», y aquellas cuya
remunerar no sólo todo el trabajo requerido, sino también la abstinencia de to- oferta es i<susceptible de multiplicación indefinida sin aumento de los costes>>, El
dos aquellos que han anticipado la remuneración de las di\'ersas categorías de valor de las mercancías del primer tipo depende únican1ente de las fuerzas de la
trabajadores. La compensación de la abstinencia es el beneficio» (p. 280). Mili se demanda, mientras que el de las mercancías del segundo tipo depende únicamen-
refirió explícitamente a Senior: «Así como los salarios del trabajador constituyen te del coste de producción. Para Mill existiria, sin embargo, un tercer tipo de
la remuneración de su trabajo, los beneficios del capitalista constituyen precisa- mercancía para la que la oferta es «susceptible de multiplicación indefinida, aun-
mente, según la feliz expresión de Senior, la remuneración de la abstinencia. que no sin aumento de los costeSJ>. El valor de estas mercancías dependeria toda-
Constituyen lo que él gana absteniéndose de consumir el capital para su propio vía del coste de producción, pero ahora sólo en las «circunstancias existentes me-
uso y destinándolo al consumo de los trabajadores producti\·os. Necesita una re- nos favorables». Mill pensaba en algo muy parecido a una ((genera1ización» del
compensa por esta abstinencia» (p. 245). papel desempeñado por los rendimientos decrecientes de la tierra, pero no pro-
Nos hallamos aquí frente a una ampliación tal del concepto de «fondo de sa- fundizó en el tema. El paso que faltaba por dar consistía en señalar que las «Cir-
larios», que incluye a todo el capital. Para Mill, el requisito origina1;0 de la pro- cunstancias menos favorablesi> de la producción dependían de la cantidad produ-
ducción sigue siendo el trabajo (aunque a veces tenga en cuenta también la tie- cida. Esto, por una parte, habtia presupuesto la hipótesis de los rendimientos va-
rra). El capital no es sino el fondo de salarios apartado en épocas anteriores para riables de los factores productivos; por la otra, habría implicado que el precio de·
sustentar a los trabajadores y producir medios de producción. Estos anticipos pendería tanto de las fuerzas de la demanda como de las condiciones de produc-
rinden un beneficio. Ricardo no habría estado en desacuerdo con todo esto; pero, ción.
para él, el capital no contribuye a la creación del valor, y, por tanto, el beneficio Quisiéramos concluir esta breve exposición del pensamiento de Mili presen-
no constituye la remuneración de un sen.1icio productivo. El salto teórico de Mili tando su teoría de la caída tendencia} de la tasa de beneficio. Servirá para dar
consistió en el uso de la teoría de la abstinencia para explicar el beneficio. En una idea de en qué medida su reformismo se hallaba ligado a una fuerte y opti-
efecto, éste se subdividía en varios componentes: un salario de dirección, un pre- mista filosofía de la historia, pero también para entender que al menos en una
mio por el riesgo y una remuneración por la abstinencia; esta última coincidiría cosa Mill siguió siendo sustancialmente un economista clásico: en la capacidad
con el interés. Así, Mill todavía podía hablar un lenguaje ricardiano y decir que el de vincular las teorías abstractas a problemas históricos y políticos de gran im-
beneficio, neto de estos tres componentes, es un residuo. Sin embargo, cuando portancia.
afirmaba que el interés sin.re para pagar una contribución productiva decía algo Para Mill -----como para Smith, Ricardo y Marx- la tasa de beneficio estaba
que Ricardo nunca habria admitido. presidida por una inevitable tendencia a caer a muy largo plazo. Pero Mill, a dife-
La teoría es similar a la de Senior. Sin embargo, Mill incluvó en la abstinen- rencia de los otros, valoraba el «fenómeno>) en términos optimistas: tenía su pro-
cia, además del sacrificio ligado a la renuncia al consumo de. un flujo de renta pia y peculiar idea del fin último de la acumulación. «Al contemplar cualquier
dado, también el sacrificio inherente a la renuncia a consumir el stock de capital movimiento progresivo, la mente -escribió en los Principios- no se satisface
ya acumulado. De este modo, el interés no se explica como la remuneración del sólo con rastrear las leyes del movimiento; en efecto, no puede por menos que
ahorro, sino --de manera más precisa- del capital. plantearse otra pregunta: ¿con qué fin? [ ... ] Cuando el progreso llegue a su térmi-
Es inútil decir que la teoría del fondo de salarios, interpretada de esta mane- no, ¿en qué condiciones debemos esperar que deje al género humano?)> (p. 452).
ra, resultaría muy del agrado de los economistas de la escuela austriaca. En efec- La respuesta es: «No puedo [ ... ] considerar el estado estacionario del capital y de
to, algunos de ellos consideraron la teoría neoclásica del capital -al menos en la la riqueza con la evidente aversión generalmente manifestada hacia éste por los
versión basada en el concepto de «periodo de producción>>-, precisamente una economistas de la vieja escuela. r\lás bien me inclino a creer que, en conjunto,
ampliación de la teoria del fondo de salarios. ¿Qué más le faltaba a Mili para lle- éste representaría una considerable n1ejora respecto a nuestras condiciones ac-
var a sus últimas consecuencias dicha teoría? Sobre todo dos idea-;, que constitu- tuales» (p. 4'i3).
114
PAl\ORA,\1A DE HISTORf<\ DEL PEr\S,.\_\.UE\iTO ECO_\:<)_~HCO DE RICARDO A .\1ILL 115

aume~~oc~~s~a p~nci~al de la tendencia al estado estacionario Ja buscaría en el el enfoque de Ricardo, expresado sobre todo en The Price o{ Gold (1809) y The
haría cada vez meqnueza causad] o por la. acumulación capitalista. Dicho aumento High Price o{Bullion, a Proa{ o{ the Depreciation o{Bank Notes ( 1810). La decisión
" os penosa a renuncia al , ¡· d
capital. Por tanto, la remuneración d ~ 1 bc·o~sum~J I~a ~a la acumulación del parece justificada por el hecho de que la rigidez y la sencillez de sus tesis tu\ie-
Finalmente, se llegaria a una s . d· ~ a a st1nenc1~ d1sm1nui1ia gradualmente. ron más éxito que la racionalidad y el realismo de las de Thornton, y vinieron a
dejarian de existir tanto la nec;s~~eadª coen _la (u~ !ª r~queza sería tan ele\'ada que constituir el núcleo de los principios teóricos en los que se inspiró la batalla de
ción de capital. Entonces se \'e , 1· mdo e est1~1u o para una nue\'a acumula- los bullionistas .
. · na rea Iza a la sociedad · 1· I La existencia de un persistente premio del oro, es decir, de una diferencia
igual a cero nadie , . socia 1sta: con e interés
' ganar1a mas que el producto d . b positiva entre el precio de mercado del oro y el de acuñación, constituía la esen-
comportaría la abolición de 1 . .. ~ su ~rop10 tra ajo. Esto no
ción de su distribu . , a pi rop1edad prt\ ada, sino solo la definitiva realiza- cia del problema. Para Ricardo, se trataba de una e\'idencia inmediata de la de-
. c1on <<natura». En efecto la lev n· t 1 . ·r· b 1 preciación de la moneda, y éste, a su vez, era el efecto de un exceso de emisiones
dad con el derecho d 1 . d ... d , . a ura 1ust1 ica a apropie-
ley sólo se podría rea~iz~: ~~~nudooadposeer. e~_prodl ucto de s:i propio trabajo. Dicha de billetes del Banco de Inglaterra, exceso que se debía al régimen de inconverti-
Mill ·1· b 1 esapa1 ec1era a ganancia del capitalista bilidad. Para demostrar esta tesis, adujo que el cambio de la libra esterlina con
no cr1 ica a a propiedad priYad . l , . .
en la que vivía sino sólo su im f . - a, n1 e reg1men capitalista de la época las principales divisas europeas había permanecido durante mucho tiempo por
' per ecc1on v sus abusos Per t debajo de la paridad determinada por el precio de acuñación del oro. También
que tales «imperfecciones» fueran . f d d~ . . . . . o ampoco pensaba
te Se trataba de co · · In un ª as. estaban JUstJÍlcadas históricamen- este fenómeno lo atribuía al exceso de emisiones del Banco de Inglaterra.
. rreg1r, ciertamente aluunos e · · ..
los sistemas capitalistas por él ob d
' e p . xcesos e InJust1c1as patentes de Sin embargo, estas convicciones no se basaban en un cuidadoso análisis de
a que la historia siguiera su curs~<>e~: eos. et o, por lo demás, era mejor esperar los factores específicos subyacentes a los fenómenos monetarios obsenrados: el de-
rado uno de los padres del social". f nb ~'ano John ~tuart Mill ha sido conside- sarrollo económico, la tendencia del comercio exterior, las crisis, las guerras, etc.
porizador>>. . ismo a iano, es <leen~ del socialismo <(contem- Se trataba, por el contrario, de una aplicación rígida y abstracta de la teoria del
mecanismo precios-flujo monetario elaborada en el siglo XVIII por Hume. El tipo
de cambio entre dos monedas convertibles no puede divergir del coeficiente entre
3.4. las paridades áureas salvo en los estrechos limites de los «puntos del oro)), límites
Teorías y debates monetarios en Inglaterra en la ép constituidos por los gastos del transporte y segwidad del oro en\iado al extranje-
de Ja economía clásica oca
ro. Si el cambio de la libra esterlina respecto al dólar se depreciara más allá del
3.4.L punto inferior del oro, a los importadores y a los especuladores les interesarla con-
EL REsrRJc110,v Acr
vertir libras esterlinas en oro y enviar los lingotes a Estados Unidos. Esto reduci-
ria, en el mercado de Londres, la demanda de letras de cambio en dólares y la
En 1797, empujado por la necesidad de afr 1
grave crisis económica el gob1'emo b ·.t, . ontar as consecuencias de una oferta de libras esterlinas, y detendría la depreciación de la libra esterlina. Al mis-
' n an1co promulgó R · · mo tiempo, reduciria la cantidad de libras esterlinas en circulación y haria dismi-
pendía la convertibilidad d 1 1·b . ._ un estnct1on Act que sus-
e a 1 ra esterlina v poni . h . nuir los precios internos. Si la depreciación inicial de la libra esterlina se hubiera
tario en abierto contraste con la . d l . . ª. en ma1 e a un sistema mane-
s oc r1nas monetanas ort d . I d' debido a un exceso de emisiones y al consiguiente exceso de importaciones, el me-
te se desencadenó una espec1'e de bl ., o oxas. nme Iatamen-
.
mistas identificados con el laisse,.,.
muestras de a atarse has
r . . . . .'
su evac1on por parte d 1 · . 1
e os pr1nc1pa es econo-
, ~ a1re, y se 1n1c10 un debate teórico que no dio
canismo precios-flujo monetario la habria ajustado automáticamente. Sin embar-
go, este mecanismo no podría funcionar si la libra esterlina fuera inconvertible.
de ello las discgusiones se ~:¡:2~, cuando se restableció la convertibilidad. Después En este caso, sería posible un cambio permanente depreciado y por debajo del
El . u aron, aunque tomaron un rumbo distinto. punto inferior del oro. Y puesto que tal fenómeno ocuniría junto con la imposibi-
momento cu!m1nante de la polén1ica tuvo lugar alrededor de 181 O f h lidad de reducir la circulación de libras esterlinas mediante su conversión en oro,
en 1a que se presento al Parlamento 1 R - . ' ec a
Price o{Gold Bul/ion El f B ~· eport o/ the Select Committee on the High Ricardo y los buHionistas lo interpretaban como una prueba de la existencia de un
brero de 1810 para i~\'es1ª1·gmaorslo .« u ion Cdoml mittee1) se había constituido en fe- exceso de emisiones.
as razones e a dep ~· .- , d I ¡·b De similar manera se explicaban las relaciones entre un exceso de emisiones
que se había verificado e ¡ . · d, reciacion e a I ra esterlina
' n a primera ecada del · J y y un alto precio del oro. Si la moneda era convertible, no sería posible una diver-
miento del problema como en l , l . , , . s1g o. tanto en el plantea-
toma de posición a favor de una ~ s~ u~on polit1ca suger~da reveló una clara gencia entre precio de mercado y precio de acuñación del oro, puesto que, apenas
que fue la posición que hab1'an e 'das 1os partes contendientes, la bullionista, surgiera tal divergencia, a los comerciantes les interesaría acudir a la ceca y con-
asum1 o a mavor pa 1"t d 1 b vertir libras esterlinas en lingotes para después vender oro en el mercado. De este
nómicos ortodoxos de la , , L d · e e os o servadores eco-
epoca. os os exponent ~, - ·
ción bullionista fueron Henrv Thornton (1.760-181~~ ~;s i_~po:iantes de la posi- modo, la oferta de oro en el mercado se modificaría de manera tal que eliminaría
Del primero, indudable~e l , .\ a\,1d Ricardo. inmediatamente cualquier pren1io. Al mismo tiempo, se eliminaría automática-
ca, hablaremos en el apartado ;~; ;as pe:~tra~te teórico monetario de la épo- mente, a través de su conversión en oro, cualquier exceso de circulación moneta-
. . . n cam Jo, comentaremos aquí bre\'emente ria. En consecuencia -razonaban Ricardo y los bullionistas-, la existencia de
117
DE RIC . \RDO .\ \lll.L
116 P:\.\IOR.\\·L\ DF HlSfORI.-\ DFL Pl-'.'\l.SA\HFi\TO ECO'\Ó\1!(0
. , 1 bierno a limitar el déficit público dando un
un premio permanente del oro en régin1en de incon\'Crtibilidad con.;;tituiría una de la oferta de '.11ºº~.da,obhg~r1a ªm;: Además, las dificultades de la bala~z.a ~e
pn1eba evidente de un exceso de crnisiones. in1pulso deflac1ona110 ..1 la econo d. 1 . . e'nero En efecto el reequ1hbno
, ·os impulsos e mismo g . ' 1 d.
Los bullionistas consideraban el Rest1iction Act una intro1nisión ilícita del pagos provocar1an ~ue\ . ·., reducción de la oferta de rnoneda y a is-
gobierno en los asuntos del sector privado. En efecto, el Banco de Inglaterra era de las cuentas exte11ores reque11ria !~ . . 1 que comportaría un drástico
t s v de los precios internos, o .
una institución privada, aunque dotada legahnente de algunos privilegios mono- rninución d e 1as ren a .· d 1 1 . Ef ct·1,·amente estos fenómenos se veri-
l d ·, v e emp eo e ... • ·
polistas. Deberia gestionarse de acuerdo con los principios de sana adn1inistra- descenso de a pro uccion. , b.'1·0 1a forma de crisis económicas y pro-
ción de una empresa privada. En cualquier caso, la convertibilidad de los billete~ ficaban a menudo, en aquella epo~a, • J 1 el Banco adoptaba políticas
. t en los periodos en os que
de banco por ella e1nitidos la obligaría a compo1tarse correctan1ente. Con el Re5- ducti\·as, prec1san1en e B - las condiciones políticas en las que se
trictio11 Act, el gobierno había inodificado en su propio beneficio las reglas del restrictivas. ¿Podía, pues, Gran retana, e.1: ?.
juego, relajando el rigor adn1inislrativo del Banco, con gran perjuicio de los ciu-
b
encontra a, pe1-n:1 ,use
·r . el lujo .deblla deflac1on. a de la inílación, los antibullionistas a opta-
d
dadanos. En efecto, la incon\·ertibilidad permitía financiar el exceso de gastos e~­ Por lo que iespecta al pto em . t . ·t . para ellos el nexo causal en
· t ci·lrainente ant11none aris a. ' l
tatales, generando fuertes aumentos de dernanda agregada. En términos reales. ron un punto d e vis . a .. ~ . 1
b. · de os precios . . a la ofe1"a l
ele n1oneda, ·V no a re-
los gastos estatales no se añadían a los privados, según los bullionistas, sino que las ecuaciones de intcrcam io \a , d 1 om·1a real de las malas cose-
. fl · ·os ven1an e a econ '
los sustituían. Efectivamente, la inflación redistribuía 1iqueza de los acreedores a vés. Los im~ulsos in. ac1onar~ . ue la oferta de n1oneda se adaptaba pasiva-
los deudores y, en consecuencia, tan1bién del sector privado al Estado si su presu- chas, de las importac1ones, mientras q , . . ·bl que el Banco de ln-
d Afi ban ademas que e1 a impos1 e
puesto era deficitario. Al mismo tien1po, creaba ahorro forzado, reduciendo la mente a la deman a. rma ' '.. . 1 ' ozaban del privilegio de emisión,
cantidad producida de bienes de consumo~' aumentando sus precios. glaterra, junto con los bancos prov1~cia es que~ i~ las necesidades del comercio,
El «Bullion Committee», que -como ya se ha dicho-- estaba dominado por e1nitiera más billetes de los necesarios, pi ara¡ ctu rde c~mbio reales». Esta tesis ha-
los bullionistas, presentó un info1111e netarnente favorable al retorno a la conver-
r .t an a descontar
a no ser que se .1m1 ar .
so o ((e ras
mith Las «letras de cambio reales» son títu os
1
tibilidad. Sin embargo, tendtían que pasar todavía diez años antes de que el go- bía sido defendida ya por Adam S .. d b. es reales Cuando se descuen-
.. d ~ t transacciones e ien ··
bierno se decidiera a escuchar su consejo. El hecho es que en la práctica las cosas comerciales em1t.1 os conJª(billetes o depósitos) que resulta, por ello mi~~o, es-
se desarrollaban de manera bastante distinta de como pretendía la teoría ortodo- tan, el banco emite mone a . 1 E te tipo de creación de cred1to no
1 íl · de transacciones rea es. ..s d
xa; y este constituye uno de los ejemplos más esclarecedores en la historia del timula d a por e UJO 1 stock de moneda, porque al vencimiento . e
pensamiento económico de cómo la sensibilidad política y la amplitud de visión modifica de manera permanente e b 1 .1 oneda correspondiente se retira
d b'o1 Ja deuda se rem osa"\ a m .
de los comerciantes, los banqueros y los hombres del gobierno puede a veces pe- 1
1as etras e cam , . . sól¿ ara financiar nuevas transacciones.
sar más que la rigidez doctrinal de los econon1istas teóricos. de la circulación. El cre?1to se ren~,e\~ p. oneda es muv elástico respecto
Desde 1793 hasta 1815, Inglaterra se vio involucrada en una serie de guen,as Según esta teoría, el flu¡o de creacio~ eln~ed\'ª m do que el st~ck de moneda en
. d deberia hacer c1rcu a1, e mo
contra Francia que requirieron la movilización de todos sus recursos militares, al fluJO e renta qu~ d , l necesidades de las transacciones.
políticos y económicos. El continuo e in1portante suministro de recursos finan- circulación resulta siempre adecua o ad as . d las real bilis)) ~o es una teoría
·a de la famosa « octr1na e · ·- .b
cieros a los aliados, aden1ás de las exigencias derivadas del mantenin1iento del Esta es 1a esenc1 , ' . ¡·e ación ue de ella hicieron los anti u-
ejército, compo11aron periódicos drenajes de oro de las cajas del Banco de Ingla- del todo equivocada; pero s1 lo fuella ª¡ p l de!ostrar la imposibilidad de un
. t. taran de utt izar a para .
terra. Las propias dificu1tades de la guerra y del bloque continental, por otra par- llionistas, quienes 1a · l ·dades •ea/es de las transacciones,
d d respecto a as neces1 '· ·
te, hicieron cada vez más inaccesibles los canales de las expo11aciones y cada vez exceso de oferta e mone a . f1 . . s deb1· dos a la oferta de moneda.
·b·ra d d efectos in ac1onar10.
más costosos los suministros de rnaterias primas y de bienes salario. Si a ello se es decir, la impos1 1 1 .ª e , a principalnlente por tres razones:
añade que precisamente en estos \'eínte años se produjo una excepcional serie de Esta tesis era insostenible en aque 11 a epoc '
malas cosechas, no deberia resultar difícil entender cuáles fueron las verdaderas .· to de la revolución industrial en
, nomía inglesa con e1 \len .
raíces de los problen1as monetarios discutidos por los economistas de la época. a) porque 1a eco . · ' b . , l idad en condiciones casi
popa y en pleno esfuerzo béhco, avanza a a g1an \e oc '
Y precisamente la a1ención minuciosa a los problemas reales fue lo que
constituyó la característica principal de las posiciones teóricas de los antibullio- de pleno empleo; ., b sobre todo en las mercancías, de modo
nistas, desde William Pitt (el joven), niinistro de Hacienda en la época del Restric- b) porque. la .especu\ac1~n oper~.:tinguir las «letras de cambio reales)) de
tion Act, hasta Charles Bosanquet, Robe1i Ton·ens y Robert Malthus. Éstos soste- que resultaba d1fíc1l para os ancos l. .
ciones especulativas,
nían que la depreciación del cambio se debía a una serie de factores exógt~nos ex- las generad as por opera -. t b bli2ado por las leves sobre la usu-
c) porque el Banco de lnglate11 ªo ~s a a o .__' .
cepcionales, como Ja financiación a los aliados, los gastos militares en el extranje-
ro, la disminución de ]as exportaciones, el aun1cnto del valor de los bienes impor- ra a prestar a un interés máximo del 5 /o.
tados o las malas cosechas. Probablemente, el 1nantcnimiento de la convcr- , . d ue la doctrina de las real bilis funcionara
tibi1idad permitiría reequilibrar la balanza de pagos, pero produciría efectos n1ás En este contexto, es facil enten er q. , ibio fracasara del todo en
excelentemente en las fases de estancan11ento ~. en can ,
perjudiciales que el rnal que había de curar. Mientras, el vínculo con la expansión
118 PA'JORA.\·1A DE HISTORIA DEL PE'.\SA\llE:\Jlü ECU,l)_\l!CO DE RICARDO A i\HLL 119

los periodos de boo1n y de especulación. En caso de overtrading, la tasa de benefi- representantes de la primera escuela fueron: Thomas Joplin (1790?-1847), Sa-
cio, el tipo de interés de mercado ~' el índice de rentabilidad de las operaciones muel Iones Lloyd -lord Overstone- (1796-1883) v Robert Torrens, que se había
especulativas eran sin duda mayores que el tipo oficial del 5 c c, v, en consecuen-
1 pasado al enemigo después de haber luchado en las filas antibullionistas en la se-
cia, no existían frenos eficaces a la expansión del crédito. . gunda década del siglo. A su vez, fo1maban parte de la escuela bancaria: Thomas
Los antibullionistas infravaloraron los efectos que, en una situación de ple- Tooke (1774-1858), John Fullarton (1780?-1849) y James William Gilbart (1794-
no empleo, podía tener una oferta de crédito muv elástica en el sentido de ali- 1863), además de John Stuart Mili. Sólo podemos recordar aquí algunos -muy
mentar la inflación; y con ello facilitaron la labor de sus críticos. Interpretando pocos- de los importantes trabajos sobre teoría monetaria publicados en este
las crisis como formas de reacción exagerada a los excesos de la especulación, es- periodo. De la escuela metalista: An Analysis and History of the Currency Question
tos últimos señalaron que la elevada elasticidad de la oferta de moneda constituía (1832) de Joplin, y Tracts and Other Publications on Metallic and Paper Currency
el factor principal de las fluctuaciones cíclicas. Así, apenas se desvanecieron las de Overstone (reunidos y editados por McCulloch en 1857). De la escuela banca-
restricciones económicas impuestas por el estado de guerra. se \'olvió a la conver- ria: An Inquiry in to the Currency Pn.nciple (1844) de Tooke, y On the Regulation of
tibilidad prácticamente sin oposición alguna. Currencies (1844) de Fullarton.
Los gobernadores del Banco de Inglaterra, que previamente se habían incli-
nado por la posición antibullionista, a partir de la década de 1820 empezaron a
3.4.2. EL B.4NK CH.4RIER Acr decantarse por la de la escuela metalista. Así, su política se fue conformando gra-
dualmente a los dictados de esta escuela, hasta llegar a la adopción de la famosa
Inmediatamente después del final de la era napoleónica, la economía inglesa Pa/mer's Rule (del nombre de John Horsley Palmer, a la sazón gobernador del
entró en una larga fase de estancamiento, una fase caracterizada por la sucesión Banco de Inglaterra). La política del Banco consistía en cubrir una tercera parte
de breves períodos de expansión, que culminaron en efímeras explosiones de eu- de su pasivo con las reservas de oro, y el resto con títulos. Pero sólo en condicio-
foria especulativa, y largos períodos de crisis, con fuertes disminuciones del em- nes de «moneda plena», es decir, cuando se consideraba que la cantidad de mone-
pleo, de la producción y de los precios. Las crisis más graves se verificaron en los da en circulación era adecuada a las necesidades de las transacciones. La existen-
años 1816-1822, 1825-1831, 1836, 1839-1842 v 1847-1848. cia de esta situación se verificaba mediante la observación del tipo de cambio, el
Las causas de la primera de tales crisis hay que buscarlas principalmente en cual, en una situación de '<moneda plena», debía ser estable. Cuando el cambio
dos factores: en primer lugar, en la reducción de los gastos públicos derivada del empezaba a empeorar, el Banco abandonaba la regla que establecía el coeficiente
final del esfuerzo bélico; en segundo término -aunque tal vez más importante-, de 1/3 de las reservas de oro, y hacía variar el pasivo en la misma medida que las
en los cambios monetarios causados por la decisión de volver a la conver- propias resen'as. De este modo, un drenaje de oro causarla ----en cualquier caso--
tibilidad. La reducción de las emisiones del Banco de Ine:laterra fue drástica va una contracción de la circulación, pero se podtia contener el impulso deflaciona-
en los años 1817-1819, cuando se iniciaron los preparativos para el retomo .al rio. A pesar de que este tipo de comportamiento se inspiraba en los principios de
oro, pero lo fue más aún en 1819-1821, cuando se puso en práctica la decisión del la escuela metalista, no satisfizo a los economistas partidarios de dichos princi-
Parlamento. pios. Y ello fundamentalmente por dos razones.
Los críticos de Ricardo se apresuraron a atribuir a su teotia monetaria la En primer Jugar, porque el Banco se había reservado la prerrogativa de mo-
responsabilidad de las crisis; y Ricardo tuvo dificultades a la hora de defenderse dificar la composición de su propio pasivo, cuando reducía su tamaño, haciendo
de dichas críticas. Afirmó que la culpa había que atribuirla a la manera excesiva- recaer el peso de la contracción más sobre los depósitos que sobre los billetes.
mente rápida y drástica en que el Banco había llevado a cabo el retomo a la con- Puesto que los metalistas habían adoptado una definición restrictiva de la mone-
vertibilidad, olvidando que él mismo, en años anteriores, había afirmado en el da, que identificaban con el circulante (currency) -es decir, con las monedas me-
Parlamento que la restauración del Gold Standard debería tener lugar en un plazo tálicas y los billetes del Banco de Inglaterra y los bancos provinciales-, conside-
muy breve. En cualquier caso, la crisis de 1825, así como las demás que tu\ieron raban que la regla de Palmer no permitía una perfecta «fluctuación metálica». El
lugar con el transcurso del tiempo, sirvieron para convencer a un número cada principio de la «fluctuación metálica)>, establecido en aquella época por los teóri-
vez mayor de un hecho: que la simple disciplina de la convertibilidad no era con- cos metalistas, pretendía que la masa monetaria en circulación debía oscilar
dición suficiente para el mantenimiento de la estabilidad monetaria. Se plantea- como si estuviera constituida íntegramente por oro. Por tanto, los billetes de ban-
ba así e1 problema de establecer reglas de comportamiento a las que el Banco de- co debían variar en la misma medida en la que variaban las resen;as de oro. Pues
berla ajustarse. bien, esta regla podía ser transgredida si el Banco se resen;aba la prerrogativa de
En la polémica sobre este problema, que se inició inmediatamente después modificar la composición del pasivo, cuando lo reducía, descargando parte de la
de la crisis de 1825 y se prolongó hasta finales de la década de 1840, se formaron contracción sobre los depósitos.
dos escuelas: la metalista (currenc_v school), que se vinculaba a la tradición bullio- El segundo motivo de insatisfacción estaba ligado al hecho de que la propia
nista, Y la bancaria (banking sc/100/), que proseguía básicamente la tradición anti- regla de Palmer, junto con la flexibilidad con la que se aplicaba, hacían difícil
bullionista, aunque aceptando algunas antiguas tesis bullionistas. Los principales asignar a la gestión del Banco aquella función de amortiguación automática de
120
PA~OR,\\I1.. DE Il!STORL\ DEL PE\;SA!\IIE_~lO ECO'\Ó.\HCO
DI. RlCARDO A .\HLL 121
las fluctuaciones econórnicas que ro u n b .
tas, encabe7.ados por Ü\·erston 1 ~'- p ,g a an los metalistas. Estos cconomis- ~ostcni<lo Ricardo v sus seguidores, entonces no podía existir ningún exceso de
permisividad monetaria desc1n~e~a bldn adoptaldo una teoría cíclica en la que la cmisionc;-; en r.S-gimcn <le convert~bilidad. f,n ef~cto, apenas el papel moneda hu-
sión -afirmaban-- el Bon , . nab a ~1n. pape esencial. En las fases de expan- biera cn1pezaJ0 a depr.:ciarsi.: r1.~spccto al oro, aquél (<refluiría)> al Banco para ser
u co ajusta a rapidam 1 1 f
neda, alimentando así 1.-. i'nfl· ~·,. 1 ' ~n e. a o erta a la derr1anda de mo- con\·c1Lido, lo que detendría su <lcpreci~H:ión :-- elin1inaría el exceso <le liquidez. El
"- dc1on, a especulac 1 , -J f ·
sobrevenían la crisis v el pán. , I B· on Y ª eu ona. Cuando más tarde prohle1na de c-;ta argumentación es que el principio de Ricardo --que la depre-
,, · ' ic_o, e ..tnco para proteger ·
ve1a obligado a ton1ar medida" dt"ísti .. . '_ . sus propias reservas, se ciación J,~ la monl·da se mide con precisión por el premio del oro- no tiene vali-
la crisis. . .. . c;is, contribuyendo de este rnodo a agravar
dez general; ~'. si es válido en un régimen de curso torzo-;o, seguramente no puede
Para superar estas dificultades lo, t , .·, . ~crlo en uno de conYertibilidad. En este último. la moneda puede depreciarse con
ción de dos medidas fundan l . ' ! .s e~11cos metalistas propusieron la adop- relación a todos los bienes excepto el oro, t>l cual tien<lc a mantener su propio
1enta es. a primera inspi 1
puesta formulada por Ricardo l'l , . 1 ,_ ' ra( a en parte en una pro- precio de mercado a la par con el de acuñación.
(escrito en 1823 , bl · ~, d'- , en au far t ze Fstablisl
- unen t u¡· a 'Vauonal
· Bank Pero este es un problema secundar Jo. La~. tesis de la escuela bancaria con-
~pu ica 0 posturr1amente en 1824) · , I d'
Banco en dos departarnentos· t1r1 b -· . , cons1'it1a en a !Visión del 5,:rvan elementos de Yerdad aunque no sea ,·álida la doctrina de la imposibilidad
-· o anca110 con func· dº · ·
emisión, con la tarea exclusiva de en1·t' b·11' iones ere It1c1as, y uno de de los efectos inflacionarios <le un aumento de la ofe11a n1onetaria. En efecto, con
oscilaciones de las resenras de oro n; Ir di, etes. De esta manera se crefa que las una definición amplia de n·1oneda, lo qut:- \'..:rdaderamentc cuenta es la oferta de
se traducirian íntegramente en . -· . po r1dan descargarse sobre los depósitos v 1na~a monetaria total. Y los teóricos de la escuela bancaria tenían razón en una
\a11ac1ones e las e · · d b'll -
se aseguraría una perfecta {(fluctuación n1etáli . » misiones e I e~es. Con ello, cosa: en el hecho de que la oferta n1onetaria total era muv elástica respecto a la
ta se referia a la abolición del coefi . fi. ~a . La segunda medida propues- cuantía de las transacciones y estaba fuera del control del Banco. Por otra parte,
ría utilizar una cobertura de t1't 1 . c1~lnte JO e resen'a de oro. El Banco debe- ésta fue la razón principal por la que la ca1nisa de fuerza monetaria constituida
emisiones de billetes habían de 1 . "
n os so o por una cantºd 1 ª d fj'Ja; para e 1 resto, sus
cu Jru .se con oro De est d l r· · por el Bank Charter Act no llegó a ohstaculi1ar en c·xceso los movimientos de la
reserva variaría automáticamente de m - . . , . e n10 o, e coe ic1ente de econo1nía inglesa. Los ajustes de la oferta de dinero a las exigencias de la acumu-
aumentaran las resenras en la ¡· d ane1 a ant1c1chca, aumentando cuando lación tenían lugar a través de variaciones de los depósitos y del crédito, a pesar
' s ases e expansión V di - . d
reservas disminuveran en las fases d ..' . ' - sn11nuyen o cuando las de la rigidez de las reglas a las que debía atenerse el departamento de emisión.
. ' ,_ e cr1s1s.
El Bank Charter Act de 1844 ( , 'd ., Además, siempre quedaba abierta la posibilidad de s.uspender el Bank Act en pe-
bre del ministro de Hacienda q ~onoc1 o tª:11b1en como Pee! Act, por el nom- ríodos de c1isis grave, como efectivamente sucedió en 1847, 1857 y parcialmente
vista meta1ista dividió,_ el B- , ue do promu go) adoptó plenamente el punto de en 1866.
' aneo en os departamento · bl ·,
tura en títulos del pasivo del <le ~ .. , s Y esta ec10 que la cober- Finalmente hay que destacar que, con el transcurso del tiempo, los hechos
de libras esterlinas. parta1ncnto de em1s1on debía ser de 14 millones
hicieron cada vez más C\'idente el carácter predominantemente ideológico de la
Veamos ahora las teorías de la escuela banc . doctrina del Gold Standard; al menos si ésta se entiende como una teoría del me-
escuela aceptaron la tesis metalista f b aria. Los representantes de esta canismo de equilibrio attto111ático y neutral del comercio exterior. Durante los se-
dard en un régimen de ~apcl ni ,_d qt~e a nma. a la superioridad del Gold Stan- t.:onta años siguienles a la pro1nulgación del Bank Act, la economía inglesa pudo
metalistas práctican1ente en to~ne 1ª ~ndcon\~ert1ble. ~ero se diferenciaban de los expandirse sin grandes problemas en la balanza de pagos, a pesar de un pe1ma-
~ · as as emas cuestiones d · rt ·
teonca; en primer lugar en la def1· .. , d 1 d' e c1e a importancia nente déficit de la balanza comercial; en consecuencia, hubo muy pocas dificulta-
'
menos restrictivos y más m 0 d
n1c1on e 1nero que fo 1
'
¡ ,
mu aron en terminas
fi . . emos que sus adversa -· · l d · des para defender las resct1:as de oro del Banco de Inglaterra. Sin embargo, se
n1c1ón, además del circulante también l d , : 11os, inc uyen o en dicha de- 1nantuvo el equilibrio exterior gracias a la adopción de una política cautelosa en
de la óptica de la escuela banc~1ia tanto fs ;po~t~os y las letras de cambio. Des- relación al tipo de descuento, ni automática ni neutral, que tU\'O el efecto de ha-
varían en función de cómo varíen 1' t - os .epos1tos como las letras de cambio cer recaer el peso de los ajustes, en caso necesa1io, sobre los países menos desa-
gena, y el Banco no puede controlaarsl 1dansacc1ones;. la oferta de moneda es endó- rrollados y -sobre todo- sobre los productores de materias primas.
a e manera eficaz Ma's , . ¡ , ·
esta escuela afirmaban que también la ci _ l . , -- . aun. os tcor1cos de Los economistas de la escuela bancaria, conscientes de la potencia industrial
control del Banco argun1cnto b b 1cu ac1on de los billetes está fuera del ~· econón1ica de la economía inglesa, afirmaban que los problemas serios para las
1a que rebautizaron ' como d que .· ,
asa an en la vie1·a do ·t -·
d e l refluJO».
. .
d 1 11 .
c 11na e as rea Jll!s, a
• << oc 111nd resen'as de oro provenían sobre todo de dificultades comerciales de naturaleza
Sin embargo, ahora la c~cuela bancari~ tenía d ' - cxógena y transitoria. Estas causas de drenaje del oro se consideraban {(termina-
der sus tesis, ya que la convc11ibilidac..l se hab' os nue\.as ar~as para defen- bles», es decir, capaces de agotarse por sí mismas. Por lo tanto, todo lo que se re-
1833 se había abolido el lí1nite del 5 (·i l I~ restablecido, mientras que en quería del Banco --según ellos-- era que n1anhniese una gran resen'a de oro, en
al menos en principio se podía fr ,e para e tipo de descuento. De este modo,
torno a los 15-18 millones de libras esterlinas, para afrontar las causas de drenaje
, . , ,_ enar un exceso de demand d 'd'
pos1tos especulativos mediante el d l . a e ere Jto con pro- temporales.
. 1 aumento e tipo de dese t p
s1 e exceso de emisiones se había de m ·d· - - 1 . uen o. or otra pa11c, Otro tenia de discusión importante era el rt:latiYo a los bancos pro\'inciales
t: n poi e premio del oro, como habían
facnltados para en1itir su propio pape] n10ne<la. cubierto parciahnente con el cir-
122 PA\JORA.\1-\ DE HTSTORIA DEL PE.~SA\11ENTO ECO.\IÓ,\it!CO DE RICARDO A \HLL 123

culante del Banco de Inglaterra. En la polémica con los bullionistas, los antibu- moderada, pero luego cada \·ez más decidida. Sus últimos puntos de vista se ex-
llionistas habían afirmado que los bancos provinciales constituían un factor de ponen en un libro de 1811, S11hsf(/llce 011 1he Report of the Bullion ('on11nittee, que
va1iación de la oferta de moneda que escapaba al control de la política del Banco recoge dos importantes inter\'enciones en el Parlamento.
de Inglaterra. En cambio, los bullionistas -en un intento de atribuir toda la cul- Inicialn1ente Thornton no se n1ostró contrario al Restriction Act, que justifi-
pa de los males monetarios ingleses a los gobernadores del Banco- habían soste- có por la necesidad de ah·ontar los drenajes de oro causados por el pánico y la
nido que los bancos provinciales no constituían factores autónomos de variación eui:rra. Pero. para él, debía ser un procedimiento excepcional y transitorio. El ré-
de la oferta. En el debate sobre el Bank Charter Act, muchos metalistas aceptaron ~imen monetario normal tenía que ser el Gold Standard. Thornton fue uno de los
las tesis de los adversarios sobre este punto. Ahora ya había quedado claro para ;eóricos más rigurosos del funcionamiento de este régimen. Desarrolló las tesis
todo el mundo que el sistema del crédito basado en el principio de las reservas de Hume sobre el mecanismo precios-flujo monetario y, sobre la base de éste, la
fraccionarias generaba imporiantes efectos multiplicadores de los impulsos mo- teo1ia de la relación existente entre depreciación del cambio, premio del oro y ex-
netarios centrales. Torrens, en particular, dibujó con bastante precisión el meca- ceso de emisiones en un régimen de inconvertibilidad; teoría que posteriormente
nismo de multiplicación del crédito. Sin embargo, para él --como para algunos sería propugnada por Ricardo y sus seguidores. Ya hemos hablado de ello en los
?tros metalistas-, éste creaba únicamente fenómenos de amplificación de los apartados anteriores, por lo que no insistiremos aquí. Sólo mencionaremos una
i_mpulsos monetarios procedentes del Banco de Inglaterra, pero no impedía que aportación de Thomton a la teoria humeana: la tesis de que la deflación interna,
este controlara la expansión global de la liquidez. La mavor parte de los metalis- mediante la cual se corregiría un déficit de la balanza de pagos, además de actuar
tas, sin embargo, no secundaron a Torrens en este punto,~ aunque ello no significa sobre el nivel de los precios lo haría sobre el de las rentas y, por tanto, directa-
que todos vieran claramente la principal razón de la incapacidad del Banco para mente sobre el de la demanda de importaciones.
controlar la oferta global de moneda; a saber: la variabilidad de los coeficientes Thornton no era un deflacionista desenfrenado como Ricardo. Pensaba
de resen'a adoptados por los bancos. De todos modos, la opinión predominante -asumiendo una posición similar a la antibullionista- que no siempre la depre-
se orientó hacia la demanda de un ma_\'Or control central de las operaciones de ciación del cambio y el premio del oro están causados por un exceso de emisión.
los bancos locales y de la abolición gradual de sus prerrogativas de emisión. Esta En determinados casos, pueden deberse a factores exógenos y transito1ios, corno
opinión fue recogida en el Bank Charter Act. una mala cosecha, una explosión de pánico o los importantes envíos de oro a los
aliados. En estos casos -afirmaba-, una contracción de las emisiones constitui-
ría un error que agravaría los problemas en lugar de resolverlos. Las ideas de
3.4.3. HENRY THORNTON Thornton acerca <le las causas de los «drenajes internos» resultan particularmen-
te importantes; en dichas ideas se hallan prefigurados algunos elementos de la
Los economistas que hemos mencionado en los dos apartados anteriores re- teoria de la preferencia por la liquidez. Los individuos poseen la moneda no sólo
presentan sólo una pequeña parte de todos aquellos -varias decenas- que se como medio de intercambio, sino también como reserva de valor, de modo que la
ocuparon en Gran Bretaña de los problemas monetarios durante este periodo. cantidad deseada depende del estado de confianza.
Las limitaciones que aquí nos hemos impuesto nos han impedido referirnos a to- En el Enquiry se lee: «Un elevado estado de confianza contribuye a que los
dos ellos, así como hacer justicia a las particularidades de los trabajos de cada hombres se provean menos frente a los imprevistos. En tales épocas creen que, si
uno de los autores mencionados. Debemos, sin embargo, precisar un poco más la demanda de pagos dirigida a ellos, que es ahora dudosa e imprevisible, hubiera
en el caso de los dos economistas a los que debemos las contribuciones más im- de realizarse efectivamente, estarían en condiciones de satisfacerla al momento
portantes y originales: Henry Thomton y John Stuart Mill. Y vale la pena decir [ ... ].Por el contra1io, cuando surge un estado de desconfianza, la prudencia acon-
algo de sus teorías monetarias, como mínimo porque en ellas se encuentran las seja que la pérdida de intereses causada por la detención de billetes de banco du-
raíces de aquella gran tradición inglesa de teoría monetaria que, pasando por rante algunos días adicionales no deberia tenerse en cuenta. Es bien sabido que
Marshall Y su escuela, desembocará finalmente en la revolución kevnesiana. en épocas de alarma se atesoran las guineas basándose en este principio [ ... ]. En
T~omton no _era un académico, sino un banquero de éxito q~e se ocupó de tiempos difíciles la propensión a atesorar, o -mejor dicho- a proveerse de gran
la teona monetana por sus implicaciones directas en la política práctica. Fue cantidad de billetes del Banco de Inglaten·a, predominará tal vez de manera apre-
también un influyente miembro del Parlamento, además de ferviente evangeliza- ciable» (p. 46).
dor; Y contribuyó de manera sustancial, junto con Horner y Huskisson, a la re- Este fenómeno explica las variaciones de la velocidad de circulación de los
dacción del Bullion Report de 181 O. Inmediatamente después del Restriction Act diversos instrumentos moneta1ios. Thornton utilizaba una definición amplia de
de 1797, escribió un libro lleno de profundas intuiciones y de importantes inno- moneda, en la que incluía varios medios de cambio con distintas velocidades de
vaciones teóricas; un libro que ha sido considerado, sin exageración, «el mavor circulación, entre ellos las letras de cambio. Por tanto, en los períodos de crisis
trabajo de teoria monetaria del siglo XIX»: An Enquiry into tlze l•./ature and Eff~cts no sólo se reducían las resen1as de oro del Banco, sino que al mismo tiempo dis-
of the Paper Credit of Great Britain, publicado en 1802. Thomton participó en la minuía la cantidad total de dinero en circulación, mientras su velocidad media de
polémica de principios de siglo adoptando una posición bullionista, al principio circulación también se reducía. Constituiría, pues, un error político de graves
12~ P..\\JJR:\.\IA Dr l llSTORIA UEL PF'\'-..\1\IJl" >.1U1-:C 0.1\0\IJC(} DE RICARDO A .\tlLL 125

consecuf'ncia~ la cJ,_,cisi(1n d.::- reducir la~ L"nii~ion,,_':-i del Banco para lrt>nar el dr(~­ ce~o de e1nisiones y no a los gastos extraordinarios del gobierno. Sin embargo, ya en
najc. :Es iI11portante señalar las notables in1plicaciones de esta tesis en la política 1826. al comentr1r la cri.si5i d1..~ 1823 en un artículo publicado en Parlanzentary Revieit',
monetaria. La teoría de la preferencia por la liquidez, unida a la corr1prensión del «Paper Cun·ency and Comn1crcial Distress>i, -.;e había emancipado de la influencia
carácter cíclico de los rno\·imientos económicos, IIC\·Ó a Thornton a anibuir al del moneta1isn10 1icarJiano. So~tenía aquí la tesis de que en un régimen de conver-
Banco, considerado con10 un ente con fines públicos, una función básica de pres- tibilidad no puede verificarse ningún cxcl:"so de emisiones. Pero esbozaba también la
tanllsta en última instancia. idea, postcliorn1t;?nte desarrollada en los Principios, dt: que la especulación era la
Thorntun era bullionista sobre todo en lo que se refiere a los efectos a largo caui;a príncipal <lel incremento de los precio_-;., de la crcacir)n <l1..' crédito y, en conse-
plazo de los movimientos de las \·ariables monetarias; y se inclinaba a creer en la cuencia, del aun1ento de las emisiones de billetes de banco.
ineficacia de la política monetaria a largo plazo. Sin embargo, no por ello dejó de Finahncntc, en 1844, en plena polémica -.;ohre el Ba11k CharterAct, Mill inter-
señalar los posibles efectos reales a corto plazo de las decisiones del Banco. Afir- vino en defensa de las tesis de Tooke ~,, Fullarton con un articulo publicado en la
maba que una expansión crediticia, al hacer au1nentar los precios y -dada la ad- H-'estnzi1tster RevieH', «The Currency Question». En c'>ta intervención negó que el
herencia del sala1io-- también los beneficios, podía estin1ular la producción)' ha- Ballk A.et hubiera tenido efectos desestabilizadores en la economía real)' en el ni-
cer que aumentara el empleo. Asimismo, consideraba que la disminución de los vel de precios, y presentó de nuevo sus tesis de 1826 sobre el carácter endógeno
salarios reales, causada por la inflación, generaba aho1To forzado (defalcation of de la oferta de moneda y sobre el papel dese1npeñado por la especulación en el
revenue) y provocaba modificaciones de la estructura productiva en favor de la sentido de desestabilizar el sistema, tesis que reforzó con la observación de que el
acumulación de stocks de mercancías y de medios de producción. Desde su punto circulante constitu!"·e sólo una pequeña pa1ie del (<poder adquisitivo)> en circula-
de ,.ista, no existe incompatibilidad entre Jos efectos reales de la expansión credi- eión, ya que los depósitos y el crédito representan una parte mayor.. El Bank Act
ticia y los fenómenos de aho1To forzado, ya que el aumento de la demanda no ac- resultaría ineficaz porque no incidiría sobre la especulación, no evitaria fuertes
túa únicamente sobre las cantidades o sólo sobre los precios, sino sobre ambas oscilaciones del tipo de interés :-" por tanto, no eli1ninaría los ciclos de «excita-
clases de variables. ción y depresión».
Para Thornton, el Banco debe1ia practicar una política 1nonetaria discrecio- En cualquier caso, es en los Principios donde se encuentra la teo1ia moneta-
nal orientada al doble objetivo de an1ortiguar el carácter cíclico del desarrollo ria de Mill en su forn1a más completa, especialmente en la edición de 1857, en la
económico, interviniendo sobre todo en los períodos de c1isis, :· asegurar la esta- que realizó importantes modificaciones precisamente en las partes referentes al
bilidad del cambio. El principal instrumento de inten:ención había de consistir te1na monetario. Parecía que Mill aceptaba la teoría cuantitati\'a de la moneda,
en los tipos de interés. que fonnuló de la siguiente manera: «a igualdad de cantidad de nlercancías y de
Thornton realizó importantes contribuciones teóricas a la teoría del interés. nún1ero de transacciones, el valor de la n1oneda es inversamente proporcional a
Observó que las le.ves sobre la usura obligaban al Banco a ampliar el crédito de su cantidad multiplicada por la llamada velocidad de circulación>). Pero inmedia-
manera ilimitada en los períodos en los que la tasa de beneficio era superior al tamente después aüadió: <da cantidad de moneda en circulación es igual al valor
tipo de interés legal del 5 º'ó. l', anticipándose a \Vicksell, e\idenció el carácter monetario de todas las mercancías vendidas, di\idido por el número que expresa
acumulativo y los efectos inflacionarios de este proceso. Más aún: en Substance la \·elocidad de circulación)> (p. 300). Esta segunda formulación resulta notable
of tn'o Speeches señaló también la importancia de los efectos de la inflación en el precisamente por su ambigüedad. Si se interpreta como un enunciado de la teo-
sentido de reducir el valor real del interés. Por ejemplo, afirmaba que, con un in- ría cuantitati\'a, parece una prefiguración de la «ecuación de Cambridge» (véase
terés fijo sobre los préstamos al 5 00, una inflación del 3 0'o reduce el tipo de inte- apartado 7.1.2), sobre todo si se resalta la tesis -que Mili, sin embargo, se limitó
rés real al 2 ºlo. No obstante, en los países en los que no existían leyes sobre la a esbozar-- de que las personas pueden decidir poseer n1oneda en previsión de
usura este fenómeno llevaria a un aun1ento del tipo non1inal. La implicación polí- futuras contingencias. Si, por el contrario -como parece razonable-, se inter-
tica de este razonamiento era sencilla: sólo en ausencia de leyes sobre la usura el preta según la visión de la escuela bancaria, dicha forn1ulación indica la existen-
Banco de Inglaterra podía dotarse de un instrumento de política monetaria eficaz cia de un nexo causal que va del valor de las transacciones a la cantidad de mone-
con los tipos de interés. da. Probablemente sea esta la interpretación hacia la que tendía el propio Mili
cuando aludía a las <(muchas otras calificaciones que se deben añadir a la afirma-
ción de que el valor del medio circulante [ ... ] Yaría en relación inversa a su canti- ,,
3.4.4. MJLL y EL Dl'IERO dad; calificaciones que, en un sistema crediticio con1plejo con10 el que existe en
'I ' '
,,

Inglaten·a, hacen que tal afirmación constitu:·a una interpretación de los hechos
.,
1

1"r•:
Thornton influ_vó de gran manera en Mill, quien rJ.tificó el Jnqu.iry corno «la extren1adamente incorrecta}) (p. 303). '~ -;

más clara exposición, que ~'º conozca, en lengua inglesa del n1odo en que el crédito Por lo que respecta al tipo de interés, para 1\.1ill <lt>pende de la oferta y la de- ~:~:.'
,¡ ¡
opera en una nación mercantil» (Pri11ciples, p. 722). Mill entró en el ámbito de la teo- manda de fondos sujetos a préstamo; dicha ofe1ia está constituida por los aho-
1ia monetaria en 1824, manteniendo una posición bullionista y afinnando que el au- rros más los depósitos bancarios y los billetes de banco (Mill confunde aquí lige-
:I
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mento de los precios en el pe1íodo de las gue1Tas con Francia se había debido al ex- ramente los conceptos de «fondo» y «flujo»), mientras que la demanda la inte- ª'I!'

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126 PANORA._MA DE HISTORIA DEL PE'.\iSA\1JE' TO ECO'JÓMICO DE RfC.-\RDO A .\1ILL 127

gran los gastos para inversiones más los gastos improductivos de los terratenien- da ley in1pt::día que el Banco hiciera lo que habría debido hacer para estabilizar el
tes ~-- los públicos. En las decisiones de inYersión influve la diferencia entre tasa ciclo. L~conón1ico. Esto nos puede dar una idea de las razones que tenía Mill para
de beneficio Y tipo de interés. Este último, al \·ariar e~ función de la oferta v la inostrarse en desacuerdo con el Ba11k A_ct.
demanda de fondos sujetos a préstamo, alcanza su valor normal de equilibrio
cuando llega a ser igual a la remuneración de la abstinencia v al rendimiento es-
perado del capital. ~ Referencias bibliográficas
En Sunze [)nsettled Questions, Mill había adoptado la teoría del ahorro forza-
do. En la primera edición de los Principios no la mencionó, pero en la edición de Sobre la econon1í3 clásica inglesa: C. Beretta, !11rrodu.:::,io11e all'analisi eco11011zica clas-
1865 admitió que la inflación podría alimentar la creación de capital permitiendo sica, ;\lilán, 1983; S. G. Checkland, «The Propagation of Ricardian Economics in England»,
un desplazamiento de las inversiones del sector de los bienes de consumo (de en Eco11onlica. 1949; A. \V. Coats (e<l.), The Classical Econu1nists and Econoniic Policy, Lon-
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lujo) al de los bienes capitales. Además, y también en los Pn"ncipios, Mill había
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mostrado los efectos ejercidos por la inflación en la redistribución de riqueza de
casi.: Teorla del i'alor v de la disrrib11ció11 desde .4da1n Snúth, Buenos Aires, 1975); R. Faucci
los acreedores a los deudores, identificando a estos últimos principalmente con la ..- E. Pc~ciarelli (eds.), L'econo1nia classica: Origini e sviluppo, Milán, 1976: E. J. Hobsba\vn1,
«clase productiva)>.
·The A.ge o( Capital, 1848-1875. Londres, 1975 (trad. cast.: La era del capitalis1no, Barcelona.
Mili tomó de la escuela bancaria, entre otras cosas, la {dey del reflujo»; y tra- 1977): G. Lunghini, «Il pcnsiero econo1nico classicon, en M. Carmagnani y A. Vercelli
tó de reforzar la justificación de los otros teóricos antimetaJistas con la observa- (eds.), Econonlia e storia, 2 \·ols .. Florencia, 1978; D. P. O'Brien, Jhe Classical Eco1101nists,
ción de que un exceso de liquidez podria descargarse también al extranjero a tra- Oxford, 1975; P. L. Pona. Scuola classica e teoria econonúca, Milán, 1984; L. Robbins, The
vés de un déficit de la balanza de pagos. Theory o(Eco11onlic Policv i11 English Classical Political Econo111y, Londres, 1952; P. Roggi,
En cualquier caso, dicho déficit -según él- tendería siempre a reajustarse L'eco11onzia politica classica, 1776-1848, Florencia, 1978; T. So\~'ell, Classical Econoniics Re-
automáticamente. Para explicar esto, Mill acudió a la habitual teoría humeana considen:d, Princeton, 1974; A. C. \Vhitaker. History and Criticis111 of rhe Labor lheory of Va-
l11e in English Political f2"co110111y, .K:ue\'a York, 1904.
del mecanismo precios-flujo monetario, si bien la enriqueció desarrollando una
Sobre Ricardo: \,1. Blaug, Ricardian Eco11on1ics, ~e\\' Haven, 1958 (trad. cast.: Teoría
idea que habían sugerido ya Thornton y Overstone: la idea de que el grueso del
econóniica de Ricardo, Madrid, s.f.); C. Casarosa. «A ~e\v Formulation of the Ricardian
ajuste de un desequilibrio exterior se realizaría por medio de variaciones del tipo System», en Oxford Econonlic Papers, 1978; P. Garcgnani, !l capirale ne/le teorie della disrri-
de interés. En esta óptica, un flujo de entrada de oro causado por un superávit bu:ione. Parte pri111a, \1ilán, 1960; S. Hollander, The Econonlics of David Ricardo, Toronto,
comercial bajaría el tipo de interés y fomentaria las exportaciones de capital, 1979 (trad. cast.: La econo1nía de Dai·id Ricardo, México, 1988); C. Napoleoni, Snlith, Ricar-
mientras que un flujo de salida de oro produciría en efecto contrario. Un evidente do, ;\Jarx, Turín, 1973 (trad. cast.: Fisiocracia, Sn1ith, Ricardo, .~larx, Barcelona, 1974); L. L.
corolario político de esta teoria es que el Banco puede utilizar discrecionalmente Pasinetti, «A Mathcmatical Formulation of the Ricardian System», en The Reviei~· o/"Econo-
el tipo de interés para proteger sus reservas y estabilizar el cambio anticipando y 111ic Sru.dies, 1960; D. Ricardo, 1Vorks and Con·espondence, ed. de P. Sraffa, 11 \'ols., Cam-
reforzando los ajustes automáticos. Esta concepción será posteriormente perfec- bridge, 1950-1952 (trad. cast.: Ohras y con·espondencia, 9 vols., México, 1958-1965); P. Sra-
cionada, en Theory ofthe Foreign Exchange (1861), por George Joachim Goschen ffa, «lntroduclion» a D. Ricardo, H'orks and Co1Tespondence, cit.
Sobre :rvtalthus: J. Bonar. ,\Jalth11s and His 1Vork, ~Ue\'a 'fork, 1966; L. Costabile, A1al~
(1831-1907)-gobemador del Banco de Inglaterra en 1858-, y vendrá a consti-
thus: S'viluppo e risrag110 della produ:__ione capitalistica, Turín, 1980; K. Marx, 1\falthlls, ed.
tuir uno de los pilares teóricos de las políticas del tipo de interés en la época del
de C. Pen·otta, Roma. 1979; R. L. !vlcck, « Physiocrac~' and the Early Theories of Undercon-
Gold Standard.
sumption)>, en The Econo11Jics o{ Physiocracy, Londres, 1962; M. Paglin, .\1althus and Lau-
Finalmente, debemos a J\1ill una interesante teoría del ciclo económico, que derdale: The Anti-Ricardian Tradition, r\ucva York, 1961; L. Robbins, «Malthus asan Econo-
otorga gran importancia a los efectos de la especulación y de las expectativas. Las mist», en The Eco1101nic Joun1al, 1967: T. So\vcll, «Malthus and the Utilitarians», en Cana-
perspectivas de beneficio generadas por las expectativas inflacionarias provocan dia11 Joun1al ofEcononzics and Political Science, 1962.
un aumento de la demanda de crédito y de mercancías. Éste alimenta la inflación Sobre Mili: A. Bain, J. S . .\'1ill: A. Crilicis1n n'ith Personal Recol!ections, Londres, 1882;
Y realiza las expectativas, provocando ~uevos impulsos especulativos y poniendo J. Hamburger, JntellectuaL~ in Politics: .loh11 St11art A1ill and the Philosophic Radicals, Lon-
en marcha un proceso acumulativo de crecimiento de la inflación y de la especu- dres, 1965; A. L. Harris, «John Stuart :rvtill on Monopoly and Socialism: A Note», en Jou.n1al
lación. El ciclo se invertirá cuando los especuladores consideren que la inflación o( Polilical Econoniy, 1959; D. L. Losman, ~~J. S. J\.till and Altcrnative Economic Systems»,
en An1erica11 Journal of Econo1nics and Sociology, 1971; J. S. Mili, Principies of Political
ha avanzado demasiado y que ha llegado el momento de vender. Sin embargo,
Econon1y, Londres, 1892 (trad. cast.: Principios de econo1nía política, México, 1951); M. J.
apenas los precios empiecen a bajar puede producirse el pánico y agravarse la
Packe, The Life of John Stuart .-\1ill, Londres, 1954; P. Sch\\·'artz, The /\le\v Political Economy
crisis. Es en este punto en el que deberia intervenir el Banco para &enar la con- of .l. S. Alill, Londres, 1972; J. \'iner, «Bentham and J. S. Mill: The Utilitarian Background»,
tracción con una expansión del crédito y una reducción del tipo de interés. Pero en A1nen·can Econonlic Re\'iei\', 1949.
las normas establecidas por el Bank Act impedían al Banco llevar a cabo esta po- Sobre los precursones de la revolución marginalista: T. Bagiotti, «lntroduzione» a
lítica, ya que lo obligaban --en época de crisis- a reducir la oferta de moneda H. H. Gossen, Lo sviluppo delle leggi del commercio umano, Padua, 1950; F. Behrens, H. H.
para defender las reservas de los «drenajes internos». En resumen, la menciona- Gossen oder die Geburt der «i-vissenschaftlichen Apologetik» des Kapitalismus, Leipzig, 1949;

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