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Virtudes Curativas DEL MAGNESIO

Compilación de Estudios de eminencias médicas, zootécnicas y agronómicas sobre los beneficiosos efectos del
magnesio en el hombre, en los animales y en las plantas por
Ignacio Puig, S. I.
La Manera práctica de tomar el Magnesio se encuentra en el Apéndice I de este libro
PRÓLOGO
La presente obra recoge varios artículos de diferentes autores, consagrados a divulgar el importante papel
que desempeña el magnesio en los organismos vivientes, como sus efectos curativos en el hombre y en los
animales, los prodigiosos resultados del mismo aplicado a las plantas y, en general, su poderosa intervención en el
metabolismo vital.
Sobre todo, los diez artículos de Francisco Manzanal, S. I., han tenido la virtud de interesar a gran número
de personas que han practicado, con excelente resultado, la cura del magnesio en ellos recomendada y que
luego, espontáneamente, se han constituido en los grandes propagadores de las virtudes curativas del magnesio.
No se crea, sin embargo, que con estos artículos se descubre algo totalmente nuevo o ignorado respecto
al magnesio. Desde hace años se conocía su intervención en el metabolismo orgánico y no pocas de sus virtudes
curativas, según lo dan a entender los excelentes preparados hechos a base de sales de magnesio, tales como
DELBIASE (en forma de comprimidos y de crema), LIDACRÓN (en forma sólida), LIDATINE (en forma líquida),
MAGNOGENE (en grajeas), HALMAGNOL (en ampollas), y más recientemente HALÓGENOS JULIÁ-4 (en forma
líquida), etc.
Sin embargo, hablando en general, se había prestado escasa atención a la importancia que el elemento
tiene en el mundo orgánico, hasta que recientes experiencias, llevadas a cabo principalmente en Francia y en los
Estados Unidos y recopiladas con gran maestría por el Padre Manzanal, han tenido la virtud de llamar la atención
del público sobre lo mucho que puede esperarse del elemento magnesio, ingerido, no en forma metálica
naturalmente, sino en sales, particularmente de cloruro y carbonato. Que, por lo menos en Barcelona, son
muchas las personas que, se sirven de las sales de magnesio para alivio de sus males y aun como alimento
(pues auto-ridades médicas aseguran que el magnesio debería figurar en la dieta ordinaria), lo demuestra la
admiración de algunas droguerías de dicha ciudad que en un mes venden más sales de magnesio que antes
vendían en diez años.
No vamos a extendernos, en este prólogo, haciendo la apología del magnesio, puesto que ésta ya se
hace —y por cierto bien cumplida, según creemos— en el decurso del presente libro. Solamente queremos
precisar, antes de terminar, el carácter del mismo, que es más bien una complicación o refundición de lo que
especialistas en las respectivas materias (médicos, ganaderos y agricultores) han observado y experimentado con
respecto al papel biológico del magnesio. Aunque el fondo básico de este libro, sobre todo en lo que respecta al
hombre, son los aludidos artículos del Padre Manzanal, quien a su vez se ha servido principalmente de la obra
del. doctor Delbet, hemos de hacer constar, que en él figuran extractos de otros varios autores. Asimismo, hemos
utilizado los informes que nos han proporcionado cuantos se han servido darnos a conocer los efectos
beneficiosos del magnesio que en sí han experimentado.
En esta complicación de datos o, si se quiere, refundición de trabajos de otros autores, hemos procurado
la mayor unidad y orden, reuniendo en capítulos separados lo referente al hombre, a los animales y a las plantas,
lo que no siempre se encuentra bien delimitado en otros autores.
Esperamos que la presente obra servirá para ampliar el campo de acción del magnesio.

CAPÍTULO PRIMERO
¿POSEE EL MAGNESIO VIRTUDES CURATIVAS?
Entendemos que, en todo libro, revista y, en general, en cualquier escrito, lo primero que debería hacerse
—y no siempre se hace— es justificar el título que se le ha puesto, a no ser que él mismo se caiga por su peso o
que, en el decurso de la exposición, aparezca claramente justificado. Al encabezar esta compilación de escritos
sobre el magnesio le hemos puesto por título «Virtudes Curativas del Magnesio», con lo cual parece queremos dar
a entender que el magnesio posee virtudes curativas, como así es en efecto.

A) MARAVILLOSOS EFECTOS DEL MAGNESIO

A no pocas personas que tan sólo habrán oído hablar del magnesio al designar los polvos de que se sirven
los fotógrafos para producir chispazos de luz blanca deslumbradora, o al tratar del purgante denominado
magnesia, les ha de parecer raro que se pueda escribir un libro que trate exclusivamente de las virtudes curativas
del magnesio. Por esto hemos creído del caso comenzar esta compilación justificando el título que le hemos
puesto, a fin de que nadie nos pueda tildar de que no ponemos en práctica lo que creemos debe hacerse en
todo libro y de que en él caemos en el mismo defecto que reprochamos en otros.
Dice el refrán que la mejor manera de demostrar el movimiento es andando; pues esto es lo que ahora
vamos a hacer en este capítulo introducción: describiremos una serie de maravillosos efectos curativos, obrados
con el magnesio, no precisamente bajo la forma metálica, sino de sales, como el cloruro, sulfato o carbonato en
lectores de esta obra, los cuales además de experimentar en sí sus saludables efectos, nos lo han escrito o
comunicado de palabra. En la imposibilidad de aducirlos todos, nos limitaremos a dar a conocer en este lugar
algunos pocos.
1. Cura la artrosis debida al ácido úrico. (De una carta fechada el 28 de octubre de 1956): Un amigo
mío me recomendó el libro las «Virtudes Curativas del Magnesio», el que, una vez leído, me decidió a poner en
práctica el tratamiento a base de cloruro de magnesio.
»Los resultados no han podido ser más sorprendentes ni más halagüeños, ya que, al poco más de un mes
de tomarlo todas las mañanas en ayunas, me vi casi totalmente restablecido (hoy completamente) de las dolencias
que me aquejaban. Me encontraba excesivamente sobrecargado de ácido úrico y, como consecuencia de ello,
sufría una grave artrosis en ambos rodillas, particularmente en la izquierda, y estaba decidido a dejarme operar,
sabiendo que me tenía que quedar la articulación rígida, o sea, cojo para toda la vida; pero es que hacía cerca de
cinco meses que me tenía imposibilitado y con unos dolores terribles. Afortunadamente este peligro desapareció
tomando el cloruro de magnesio y hoy me encuentro mucho mejor que diez años antes.
»También sufría de dilatación de la aorta (tengo cincuenta y dos años) y hoy puedo decir que ya no me
inspira ninguna preocupación; pues, en opinión del doctor que me ha mirado últimamente en la pantalla, me
encuentro perfectamente.
«Aparte de lo que antecede, se siente uno a los pocos días de tomar el cloruro, con una gran energía y
vitalidad, que hace que hasta el carácter se transforme, ya que le proporciona una euforia y optimismo sin igual.
»Me complazco en proporcionarle los detalles de este mi caso, para que sirva de estímulo y de ejemplo a
aquellos que sufren, no solamente de las dolencias reseñadas, sino de todas aquellas que son propias de las
personas de edad.»
2. Hace desaparecer el temblor senil. (De una carta fechada el 2 de marzo de 1956): «Desde que
terminaron de publicarse los artículos del P. Francisco Manzanal sobre «Virtudes Curativas del Magnesio», he sido
un propagandista del cloruro de magnesio.
»Yo lo tomo desde entonces y sus efectos han sido más y mejores de lo que yo esperaba. Empecé por
tomarlo para aliviarme del temblor senil que me impedía escribir y hascta poner mi firma, si no era sujetándome la
mano derecha con la izquierda, y me temblaba la mano al beber, y demás usos. A los cuatro días de tomar una
dosis bastante floja, ya noté sus efectos, pero no quise dar crédito, hasta a los trece días en que, sin querer, di un
grito de entusiasmo al ver la facilidad y constancia en poder manejar la pluma y demás enseres.
«Padecía desde muchos años hemorroides constantes y se me han curado totalmente, y esto que ya
trataban de operarme. Ahora, a pesar de los tiem-tos reinantes, esto era en febrero de 1956, sin usar bufanda y
saliendo de casa varias veces al día, no he cogido ningún resfriado. Otra ventaja he observado en mi ya achacoso
cuerpo; optimismo, alegría de vivir, agilidad de mis piernas y rodillas a mis 62 años.
»Son muchas las personas que me agradecen les haya aconsejado el cloruro de magnesio. Es un laxante
eficaz y el más económico.»
3. Desvanece el agotamiento intelectual. (De una carta fechada el 17 de junio de 1957): «Me dirijo a
usted para solicitarle el libro «Virtudes Curativas del Magnesio». Tengo interés en tenerlo; pues conozco el
resultado satisfactorio que ha obtenido con el tratamiento del magnesio un señor que sufría desgaste y
agotamiento intelectual y ahora sigue trabajando incansable. Como soy enfermera y también otros me han hablado
de los efectos del magnesio, es por eso que deseo tener este libro.»
4. Otros notables efectos beneficiosos del magnesio. — A. Un hombre de carrera, de unos 60 años de
edad, padecía de cierta infección intestinal crónica. Un amigo le proporcionó «Virtudes curativas del magnesio».
Después de dos meses, escribió estas textuales palabras: «Hace un mes que tomo magnesio y me he librado de
un achaque que hacía 35 años lo llevaba conmigo».
B. Hace algún tiempo se presentó un individuo diciendo que, poco antes, apenas podía valerse por el
reúma; incluso le habían de vestir. A los pocos días de tomar magnesio, le desapareció el mal y «ahora —dijo—
me siento como un atleta», y comenzó a gesticular como tal. Todavía dijo más: «Mi madre —añadió— que ya pasa
de los 80 años, desde que toma magnesio se encuentra como una joven».
C. Un lector que toma magnesio y que está entusiasmado con él por los buenos efectos que le ha
producido, fue a visitar a un amigo suyo que sabía estaba enfermo. Se lo encontró en cama aquejado de fuertes
dolores, pues padecía de la próstata y le habían de operar. Le recomendó tomara magnesio, como efectivamente
lo hizo. A los pocos días, se lo encontró en la calle, tranquilo, sin haber sido operado y como si nada hubiese
tenido.

B) ¿EN LOS CASOS REFERIDOS NO SE TRATARA DE SUGESTIÓN?


Antes de contestar directamente a esta pregunta, hay que saber qué es sugestión, lo cual vamos a hacer
aduciendo dos casos: uno provocado por el profesor Slosson y el otro referido por el psicólogo Gillet.
Primer caso: Un día el profesor Slosson llega a clase con un frasco de un líquido transparente. Sus
alumnos, al entrar, concentran sus miradas intrigantes en el frasco. El profesor, a su vez, fija sus ojos centelleantes
en los discípulos y les dirige unas breves palabras de aclaración para justificar su modo de proceder. Se trata de
un experimento sumamente delicado para el que reclama la cooperación de los jóvenes del aula.
El doctor Slosson infunde a sus alumnos el convencimiento de que jamás han percibido un olor tan fuerte
como el del líquido que conserva en el frasco; con todo, les advierte que, durante la experiencia que piensa
realizar, no se sentirán excesivamente molestados por el olor del líquido. Les ruega encarecidamente que, una Vez
haya destapado el frasco, le vayan indicando cuándo empiezan a percibir la acción odorífica del líquido, para que
él pueda precisar la velocidad de propagación de las partículas existentes.
El profesor quita cuidadosamente el tapón del pequeño frasco, echa unas gotas del líquido sobre un
pedazo de algodón y se retira convenientemente para no dejarse inficionar tan de cerca por el influjo del líquido.
¿Qué sucede?
A los quince minutos, los alumnos de la primera hilera de los bancos levantan la mano: han notado ya el escozor
del líquido. Unos intervalos más, los de la segunda serie dan también señales de haber respirado el aire
contaminado por las partículas del líquido. Apenas ha transcurrido un minuto, las tres cuartas partes de la clase se
sienten impresionados por el olor, hasta el punto de que muchos pretenden abandonar el aula.
La voz del profesor resuena de nuevo, entremezclada con una sonrisa. «No han de temer los jóvenes
universitarios: el líquido del frasco que ha producido efectos tan alarmantes, no es sino agua pura, de clara
transparencia, cuyas moléculas gozan íntegramente de las propiedades esenciales del agua.»
Los alumnos de aquella clase han sido víctimas, no de la peligrosa contaminación de un líquido mefítico,
sino de un fenómeno psicológico, conocido vulgar y científicamente con el nombre de sugestión. «Este hecho —
anota José O. Martínez, S. L., al reproducirlo en su libro ¿Cómo curar la neurastenia?— que, tal como acaba de
ser escrito, parece extraordinario e increíble, en sus caracteres generales es muy frecuente.»
Este primer caso es un ejemplo palpable de heterosugestión, es decir, de sugestión provocada por otro. El que
a continuación ofrecemos, presentado por Gillet, es de autosugestión, de sugestión provocada por uno mismo.
A un hotel de ínfima calidad llega un hombre de mediana edad. Las tinieblas densísimas de la noche se
avecinan. El forastero, después de haber cenado se retira al aposento.
A altas horas de la noche, el huésped se despierta por el acceso de tos. Es asmático y el ahogo le oprime.
Anda a tientas por la habitación, hasta que al fin llega a los cristales. La asfixia aumenta. No puede hallar la falleba
de la ventana. Impaciente, acosado por el dolor, destroza con sus puños los cristales. ¡Ah! ¡Qué diferencia! ¡Qué
mejoría! —exclama—. Devora el aire puro de la noche... La tos va desapareciendo. El forastero se calma. Se
acuesta de nuevo. Pasa lo restante de la noche con normalidad absoluta.

Al día siguiente, al despertarse, advierte con horror que ha aporreado el cristal del reloj de pared..., ¡cuyo
aire apolillado había estado respirando la noche anterior, y en el que había encontrado el remedio para el asma
que le asfixiaba!
«Ejemplo notable de autosugestión» —exclama José O. Martínez, S. I. al reproducirlo en el libro antes
citado. —«Si bien es verdad —añade— que la sugestión es muy frecuente en todos los órdenes de la vida, hay
que tener, con todo, presente la posición de los que, imbuidos en ideas psicológicas nada científicas y a las veces
supersticiosas, ensanchan desmesuradamente el campo de este hecho y atribuyen a sugestión lo que, en
realidad, no lo es. Ya que hablamos de sugestión y tenemos ante la vista ese número de falsos psicólogos... Se
trata de los milagros de Lourdes.»
Al llegar a sus oídos las relaciones de esas curaciones, los influidos de doctrinas perniciosas, sin
detenerse a examinar, sólo tienen unas palabras. «¿Todo eso...? ¡Superchería...!, ¡no es sino sugestión!» Lean los
tales, lo que escribe el doctor Boine-rie acerca de este particular: «En Lourdes no hay sugestión, pues las
curaciones que allí suceden no corresponden a ningún tipo de sugestión, pues las curaciones son súbitas, como
las curaciones funcionales, pero estables como las curaciones orgánicas.»
Y a todo esto se dirá: ¿qué es sugestión? Se han dado muchos definiciones de sugestión, las más de las
veces incompletas o inexactas. Una de las que más satisface es sin duda la que propone el psicólogo Fernando
María Palmes, S. I., en un artículo aparecido en la revista madrileña «Razón y Fe»: «Sugestión —dice— es un
proceso psíquico que se verifica con cierto grado de automatismo por parte de las actividades inferiores, es a
saber: de la razón y del libre albedrío.»
He aquí delineados, según esta definición, los dos elementos esenciales a toda sugestión. En primer lugar se
requiere: a) un proceso psíquico inferior, que se reduce a un fenómeno más o menos complicado de asociación, por el
cual un fenómeno suscita a otro, hasta llegar a un movimiento corporal interior o exterior, o a una tendencia, a un
sentimiento, a un conocimiento o a cualquier otro fenómeno mental, sin exceptuar actividad mental alguna; y, además, b)
un grado más o menos pronunciado en el psiquis-mo superior, respecto de dicho proceso. Ni el primer
elemento separado del segundo, ni éste separado del primero son sugestión. Esta se halla constituida
esencialmente del complejo o junta de los dos.
A la vista de esta definición de sugestión y de los casos particulares antes referidos, vean nuestros lec-
tores, si las curaciones anteriormente expuestas, obtenidas con el tratamiento de sales de magnesio, pueden
explicarse puramente pof sugestión.

C) SE DESCARTA QUE EL MAGNESIO OBRE SOLO POR SUGESTIÓN

Por si alguno de nuestros lectores no queda, con lo hasta aquí expuesto, enteramente convencido de que
el magnesio obra física y químicamente en el organismo humano y no puramente por sugestión, le ofrecemos a
continuación un caso notable, referido verbalmente por el mismo interesado.
El aludido relator enfermó de tifus cuando tenía unos 33 años de edad. Salió bien de la enfermedad; pero
el médico le advirtió que, después de algún tiempo, experimentaría a media tarde fuertes dolores intestinales
debidos a fermentaciones provocadas por algún alimento, que él entonces no podría prever cuál sería. Y así fue en
efecto: Algún tiempo después, le vinieron dichos dolores. Acudió a otro médico, pues entonces residía en otra
población, y éste le dijo que debía averiguarse el alimento que se los ocasionaba; cosa no siempre fácil, añadió.
Le preguntó si solía tomar leche, y, al responderle afirmativamente, le sugirió que pasase tres días sin tomar otro
alimento más que leche. Como no se le reprodujeron los dolores, la conclusión fue que el responsable del mal no
era la leche. Entonces el médico le dijo que añadiese pan a la leche, y al primer día de hacer esto, le repitieron los
dolores. El médico ya no dudó de que el causante del mal era el pan y, en consecuencia, que debía abstenerse de
tomarlo.
Con esta abstención fueron pasando los meses y aun los años, sin que nuestro informante fuera
molestado de los dolores; con la particularidad de que podía comer macarrones, fideos y sémola, sin que le
sobrevinieran los dolores intestinales, a pesar de estar hechos de harina dichos alimentos: es que esta harina no
ha sufrido fermentación previamente como la del pan.
Después de transcurrido mucho tiempo, un buen día le repiten los dolores, no obstante estar persuadido
de que no había comido pan. Acudió de nuevo al médico. Éste le sugirió le fuese nombrando los manjares que
había comido y, al saber que uno de ellos eran albóndigas, exclamó el médico: «No diga más; es que una buena
parte de albóndigas están hechas de pan.»
Años más tarde, un cocinero, que sabía que nuestro individuo no podía comer pan, quiso probar si esto era
pura aprensión, dándole a comer pan sin que el interesado se diese cuenta. A este fin calentó en el horno miga de
pan sin que llegara a tomar el color tostado, y la trituró de manera que pareciese sémola. Naturalmente, el
individuo en cuestión, ignorante de la treta, comió de aquella sémola como lo venía haciendo con la sémola
legítima, y esta vez le volvieron los dolores. El cocinero, pues, pudo convencerse de que los malos efectos del pan
eran realmente debidos al pan y no fruto de la imaginación.
En tiempo rojo y durante los primeros años de la postguerra, nuestro comunicante podía comer pan sin
dolor alguno: es que aquel pan negruzco todo lo era menos pan legítimo. Volvió el tiempo del pan blanco y ya no
podía comer de él. En 1954, al enterarse de las maravillas que obraba el magnesio, comenzó a tomar cada día
alguna de sus sales, y desde entonces puede comer todo el pan que quiera y sin que se le reproduzca la
pasada dolencia, después de más de 40 años que debía abstenerse de él: ahora tiene ya 77 años.
Que el magnesio tiene virtud intrínseca para actuar favorablemente en el organismo humano y que no obra
por pura sugestión, se deduce también por los testimonios médicos de gran competencia que lo aseguran y por los
muchos casos que se refieren en el segundo capítulo de este libro, como también científicamente estudiando las
propiedades inherentes a este elemento introducido en el organismo bajo la forma de alguna de sus sales, es
decir, no bajo la forma metálica, sino iónica.
Y todavía queda descartado cualquier resquicio de sugestión sabiendo que las sales de magnesio no sólo
previenen y curan muchas enfermedades en los animales como largamente se explica en el capítulo 3.° de este
libro, sino también en los vegetales, en los que por testimonio de agricultores han obrado verdaderas maravillas.
¿Va a hacer sugestión en los animales que ingieren sin saberlo, o en las plantas que carecen de todo
conocimiento?

CAPITULO II
EL MAGNESIO EN EL ORGANISMO HUMANO
Las carencias y desequilibrios en la parte orgánica de los alimentos del hombre causan terribles estragos.
Conocidas de todos son las carencias de vitaminas, las cuales han atraído de tal manera la atención de los sabios,
que han emprendido contra esas carencias una lucha seguida de victorias. No así con respecto al desequilibrio
mineral del hombre que continúa haciendo estragos, sin encontrar oposición. Pues, por una parte, este
desequilibrio ha sido menos estudiado por los sabios, y por otra, sucede que los poderes públicos lo fomentan
inconscientemente y la opinión pública continúa ignorándolo.

A) LA SALUD Y EL EQUILIBRIO MINERAL EN EL HOMBRE

Como hace notar Francisco Manzanal, S. I., la atención de todo el mundo se dirige a conseguir el don natural
que juzga más precioso: su salud. Es que la conservación de la salud, la preservación y cura de las enfermedades
infecciosas, admite una solución diversa y más eficaz que la que se sigue ordinariamente, es decir, la de la lucha
contra los microbios por medio de antisépticos, vacunas y sueros. Éstos van creciendo continuamente y no pocas
veces dan lugar a efectos perniciosos y aun contraproducentes, que ya no tratan de ocultar los galenos que
quieren ser sinceros.
Hoy día, desde hace algún tiempo, empieza a dirigirse más la atención sobre el terreno donde se desarrolla el
microbio, que sobre el microbio mismo; en una palabra: atiende más a la disposición del organismo que al microbio
que lo invade continuamente. Y con razón. Es que la fuerza del microbio, según se ha comprobado, radica en la
pobreza del terreno, cuya resistencia natural queda frecuentemente paralizada por causas diversas. Por esto,
Pasteur pudo decir a este respecto: «El microbio no es nada, el terreno es todo.»
Pues bien, una de las causas más importantes de la mala disposición del terreno del organismo humano en su
lucha contra los microbios es el desequilibrio mineral. He aquí un pasaje del doctor Alexis Ca-rrel, que da luz sobre
el particular: «Los microbios y los virus se encuentran por doquier: en el aire, en el agua, en nuestro alimento. Se
hallan siempre presentes en la superficie de la piel y en las mucosas digestivas y respiratorias. Sin embargo, en
mucha gente permanecen inofensivos. Entre los seres humanos, unos están sujetos a ciertas enfermedades y
otros son inmunes a las mismas. Este estado de resistencia proviene de una constitución especial de los tejidos y
de los humores, que impide la penetración de los agentes patógenos o los destruye cuando han penetrado. Esta
es la «inmunidad natural».
»Ella preserva a ciertos individuos de casi todas las enfermedades —prosigue diciendo el doctor Ca-rrel—. Es una
de las cualidades más preciosas que el hombre puede desear. Ignoramos su naturaleza. Parece depender, a la vez, de
cualidades provenientes de los progenitores y de otras adquiridas en el curso del desarrollo. Hay razas sensibles o
resistentes a ciertas enfermedades. Se observan familias predispuestas a la tuberculosis, apendicitis, cáncer,
enfermedades mentales. Otras, en cambio, resisten a todas las enfermedades excepto a las degenerativas que
sobrevienen a la vejez. Pero la inmunidad natural no se debe solamente a la constitución hereditaria; proviene también
del género de vida y de la alimentación, como lo ha demostrado Reid Hundt hace tiempo.
«Nosotros no sabemos todavía qué modo de vida podrá producir en el hombre la resistencia natural a las
infecciones. La prevención de cada enfermedad por inyección de vacunas o sueros específicos, los exámenes
médicos repetidos en la población, la construcción de gigantescos hospitales y sanatorios son medios costosos y
poco eficaces para desarrollar la salud de una nación. La salud debe ser una cosa natural de la que no hay que
preocuparse. Además, la resistencia innata a los individuos un vigor y una intrepidez de la que carecen los que
deben su vida a la medicina y a la higiene. Las ciencias médicas, en adelante, deberían orientarse a la búsqueda
de esos factores de la inmunidad natural.» Tales son los nuevos puntos de vista del doctor Carrel, respecto de la
salud y la manera de conservarla o de recuperarla cuando se ha perdido, que a más de uno podrán parecer
revolucionarios.
De dos fuentes principales hace provenir el citado médico la inmunidad natural espontánea: de las propiedades
hereditarias del organismo y de las conseguidas en el curso de su desarrollo continuo por el régimen de vida y de
la alimentación. El terreno de nuestro organismo, cualquiera que éste sea, se puede disponer mejor o peor contra
los agentes que le van a atacar por medio de las segundas propiedades. Respecto de las primeras propiedades,
las ciencias no pueden nada: cada uno deberá contentarse con las que le han caído en gracia. Las otras, sin
embargo, son susceptibles de perfección y mejoramiento, y los hombres de ciencia han dado pasos, con sus
estudios y experiencias, para encontrar esos factores de la inmunidad natural.
Múltiples estudios y experiencias han llevado a la conclusión de que, en la inmunidad natural, tiene una parte
principalísima lo que muy ajustadamente se ha dado en llamar equilibrio mineral. En este capítulo nos
esforzamos en divulgar, según lo hace el P. Manzanal, los modos concretos de conseguirlo y fomentarlo.
En el organismo humano hay dos clases de elementos químicos, llamados respectivamente orgáni-. eos y
minerales. Los elementos orgánicos son el carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, por ser los que principalmente
constituyen los compuestos orgánicos. Los elementos minerales, que en conjunto forman del 4'3 y 4'4 por 100 del
peso del cuerpo humano adulto, son, por orden decreciente en cantidad, el calcio, fósforo, potasio, azufre, cloro,
sodio y magnesio. Todavía deben señalarse los llamados oligoelementos, por hallarse en cantidades insignifi-
cantes, los cuales, por orden decreciente en cantidad son: el yodo, flúor, hierro, bromo, aluminio, cobre,
manganeso, cinc, arsénico, silicio y boro.
Los elementos minerales, considerados en conjunto, desempeñan un triple papel: unos sirven a la formación
del esqueleto y tejido; otros intervienen en la formación de fermentos y diversos catalizadores bioquímicos; otros
forman disoluciones iónicas e intervienen en sus condiciones de equilibrio, tan importantes en los fenómenos
vitales.
Frecuentemente, cuando la proporción de los elementos minerales no tienen el valor deseado en el cuerpo
humano, las perturbaciones que de ello se siguen puédense atribuir indiferentemente, ya al exceso de uno de los
elementos, ya a la carencia del antagónico, que no está en cantidad suficiente para equilibrar al otro que es,
relativamente, demasiado abundante.
Pongamos por ejemplo la proporción que hay en un terreno entre el potasio y el magnesio (K/Mg), que es de
especial importancia para los vegetales. Si abunda mucho el potasio con relación al magnesio, podemos decir que
las plantas son envenenadas por un exceso de potasio, o también que son envenenadas a causa de la carencia
de magnesio, que no contrarresta en las plantas la absorción de potasio o sus efectos.
Es una ley universal la necesidad de un equilibrio mineral determinado para asegurar el desarrollo y
funcionamiento armónicos, tanto del hombre, como de los animales acuáticos y terrestres y de las plantas. Si éste
falta, vendrán trastornos del organismo. Un desequilibrio pronunciado hace sentir prontamente sus efectos, pero
también un desequilibrio pequeño puede causar trastornos considerables, si continúa durante mucho tiempo.
Puede servir de ejemplo el caso de aquellas regiones pobres en yodo; algunos de sus habitantes, al faltarles este
alimento insignificante, sufrirán trastornos de la glándula tiroidea y tendrán el llamado vulgarmente mal de «pa-
peras» o bocio.

B) DESEQUILIBRIO MINERAL EN EL HOMBRE POR FALTA DE MAGNESIO

Entre los elementos minerales del organismo humano hay tres que constituyen un interesante trío de mutua
dependencia, a saber: el magnesio, calcio y sodio. Estos tres elementos para formar equilibrio deben encontrarse
en el hombre, según se cree, tal como se encuentran en la naturaleza, por ejemplo, en las cascaras de los huevos
de pájaros salvajes. Repetidas experiencias, de las que más adelante se hablará, han llevado a la afirmación de
que el magnesio juega un papel importante en la vida de las plantas, de los animales y, por extensión, del hombre,
con el mismo derecho que otros tres elementos más conocidos: el nitrógeno, el fósforo y el potasio.
En el hombre los huesos son el principal depósito de magnesio, aunque contienen ocho veces más calcio que
magnesio; también existe en los tejidos muscular y nervioso y en la sangre. Copisarov señala en el hombre la
siguiente proporción de magnesio: huesos, 31'7 a 46'6 por 1000; hígado, 22'5 por 1000; bazo, 6'2 a 7'5 por 1000;
pelo, de 9'2 a 127 por 100. El plasma del hombre adulto contiene de 2'4 a 3 miligramos de magnesio por 100
centímetros cúbicos; los glóbulos rojos, de 61 a 7'1 miligramos por 100 y la sangre completa, 4'5 miligramos por
100 centímetros cúbicos.
Es un hecho innegable que una gran parte de las personas se hallan bajo los efectos del desequilibrio mineral,
particularmente por falta de magnesio en su organismo. Naturalmente que esta escasez proviene de una
alimentación deficiente en este elemento mineral. El agricultor francés H. Vilain señala tres causas principales del
desequilibrio mineral en el organismo humano, en una conferencia pronunciada en Lachapelle (Francia), donde
posee y cultiva una gran finca.
1.a Una ley mal hecha, que no conoce como abonos más que tres elementos: nitrógeno, potasio y fósforo. Un
abono que los contenga es legalmente completo, de suerte que el cultivador es impulsado a creer que a las plantas
no les faltará substancia útil, si han recibido estos tres elementos. Somos un rebaño —dice— dirigido por un
pastor, bueno o malo, a quien seguimos con sus consecuencias. La ley sobre los abonos —continúa el mismo
autor refiriéndose a la ley francesa— nos obliga a contentarnos con tres elementos, siempre los mismos, para
todos los terrenos, para todas las especies y variedades de plantas. Esto es sencillamente absurdo. Vosotros —
dirigiéndose a sus conciudadanos— habéis contatado conmigo este error y yo soy feliz al mostraros que la aldea
de Lachapelle revive, aunque sea fuera de la ley.
2.a El abono de la potasa y el empleo de sales de potasio puras: Por todas partes se repite: «Cuanto más
potasa empleéis, tanto más abundantes serán vuestras cosechas». Y el resultado es que el exceso de potasa ha
creado un envenenamiento potásico crónico, sobre todo allí donde, en lugar de silvini-ta, que aporta con la
potasa otros muchos elementos útiles, se han empleado sales puras: cloruro, sulfato, nitrato.
El análisis ha revelado que los abonos ordinarios, con mucha potasa o poco o nada de magnesio y de sodio,
acarrean modificaciones importantes en el equilibrio mineral de los vegetales, aumentando el porcentaje del
potasio con relación al del magnesio. Se han obtenido, sin abonos, remolachas que contienen cinco veces más
potasa que magnesia. Con la aplicación de distintos abonos, las remolachas de la misma variedad contenían 150
veces más de potasa que de magnesia.
3.a El abuso del superfosfato como fuente de ácido fosfórico: El superfosfato contiene un 50 por 100 de yeso.
Donde el superfosfato es empleado con exceso, las plantas absorben demasiada potasa del suelo; de ahí la
perturbación del equilibrio mineral y el riesgo de intoxicación del ganado. El «kuhima-phos» o «escorias Thomas»,
que es superfosfato sin yeso, no tiene estos peligros últimos.
Descubierta la raíz de los males, ya se ve dónde debe aplicarse la segur: evitar el exceso de potasa, yeso y
amoníaco en los terrenos, y suministrarles magnesio en forma de fosfato, nitrato, carbono y sal marina no
purificada. De este modo se asegura el equilibrio mineral en los vegetales y animales y, consecuentemente, en el
hombre que se alimenta de ellos.
La prodigiosa influencia que se atribuye al cambio de aires para la salud, no puede explicarse por un mero
cambio de éstos. Pero, teniendo en cuenta que cambiar de aires es cambiar también de agua, suelo y de alimentos
de composición mineral distintas, entonces se explica fácilmente este influjo tan extraordinario sobre la salud. La
eficacia indiscutida de las estaciones termales es debida primeramente a la mineralización característica de las
aguas, y también a los alimentos producidos sobre el suelo, que lleva consigo algunos de los elementos tan raros
que escapan a veces al análisis corriente.
Por su parte el médico francés Pedro Delbet aduce las siguientes razones para demostrar que la alimentación
de los pueblos civilizados es actualmente menos rica en magnesio que en otros tiempos.
La primera es el refinamiento de la sal. Antes se usaba en la mesa y en la cocina la sal gruesa y gris, es decir,
la sal sin especial refinamiento. En tiempo húmedo se licuaba, en tiempo seco y caluroso se convertía en masa
un poco dura. Esta delicuescencia de la sal se debía a la presencia del cloruro magnésico. El análisis de dicha sal
gruesa y gris mostró que contenía por kilogramo 1,7 gramos de magnesio. Para evitar la incomodidad que repre-
senta el humedecimiento de la sal, se comenzó a eliminar una gran parte del cloruro magnésico, de suerte que
ahora la sal refinada sólo contiene de 0'35 a 0'45 gramos de magnesio, en vez de 17 que tenía antes, o sea una
cuarta parte. De sólo este hecho resulta que la ración magnesiana ha disminuido unos 50 gramos cada año por
persona.
La segunda causa de la disminución del magnesio es el cernido de las harinas, siguiéndose de ello un pan
desmineralizado. Sobre este punto leamos, en primer lugar, estas líneas de Alexis Carrel: «Nuestra vida está
influenciada en muy grande escala, por los diarios. La publicidad está hecha únicamente en interés de los
productores y nunca de los consumidores. Por ejemplo, se ha hecho creer al público que el pan blanco es superior
al moreno. La harina ha sido cernida de un modo cada vez más completo, y así ha sido privada de los principios
más útiles. Se conserva mejor y el pan se hace más fácilmente. Los molineros y panaderos ganan más dinero. Los
consumidores comen sin duda un producto inferior. Y en todos los países donde el pan es la parte principal de la
alimentación, las poblaciones degeneran. Sumas enormes se invierten en la publicidad comercial. Gran cantidad
de productos alimenticios y farmacéuticos, inútiles y frecuentemente nocivos, han venido a ser una necesidad del
hombre civilizado.»
Alexis Carrel está perfectamente de acuerdo con Pedro Delbot, quien nos dice: «El pan era antiguamente el
alimento más rico en magnesio. Era la principal fuente de él para la humanidad occidental que se alimentaba de
pan. El pan y la sal solamente eran el símbolo de la hospitalidad, eran los elementos fundamentales de ella. Ahora
bien, se ha llegado a eliminar del pan la mayor parte del magnesio contenido en el trigo. Esta falta grave contra la
higiene alimenticia no tiene otra explicación que la satisfacción de la vista. La única razón de preferir el pan blanco
es el agrado que su blancura produce a la vista. Se paga esta elegancia con una disminución de la energía y de la
salud. El magnesio se acumula en las envolturas del grano, envolturas a las que se aplica la molinería
perfeccionada, y las logra descartar.»
Se han analizado las distintas harinas y salvados. Los resultados, por cada 100 gramos, en miligramos de
magnesio, son.

Harina de galleta 8
» de panadería 11

» basta 25
» baja 62
Salvado menudo 70
» grueso 116

La aberración sobre esta cuestión es tal, que la harina que contiene una notable cantidad de magnesio (62
miligramos por 100 gramos) recibe el calificativo de baja. Y por este error insospechado, la mayor parte del
magnesio está destinado a los animales en la harina de baja calidad y en el salvado. Por consiguiente, con razón
se puede decir que los perfeccionamientos de la molinería son una causa importante de la degeneración, que es
causada por la mala mineralización de los alimentos.
Pedro Delbet viene de nuevo sobre este punto capital: «En este asunto la molinería tiene la primacía, pues en
nuestro país el pan es el alimento principal. Por un error inimaginable, el cernido de las harinas ha sido apurado
tanto, que el precioso magnesio del trigo ha sido eliminado del pan blanco. Yo he demostrado que el pan blanco es
cancerígeno.»
Por su parte, Schrumpf-Pierron nos notifica que, en el país donde se come mucho pan, éste, si es bueno,
suministra la mayor parte del magnesio alimenticio. Pero, he aquí que nuestro pan contiene siete veces y media
menos de magnesio (MgO) que el que toman los campesinos de Egipto. Si nuestro pan europeo tuviese la
conveniente mineralización magnesiana, un individuo que consumiese 500 gra mos de pan ingeriría 830
miligramos de magnesio, mientras que ahora sólo ingiere 320 miligramos.
La tercera causa de la pobreza del magnesio en la vida moderna proviene de la agricultura. P. Delbet
experimentaba que las patatas degeneraban en cierta región al cabo de tres años que se habían plantado en
ella. Era preciso importarlas de los Países Bajos, Flandes y Monte San Miguel, es decir, de terrenos
particularmente ricos en magnesio.
Es cosa enteramente averiguada que las plantas fijan el magnesio en tiempo de su maduración; que unas
especies lo fijarán más que otras, supuesta siempre una relación proporcional entre el contenido de la planta
en magnesio y el del suelo.

C) MANERA DE OBTENER EL EQUILIBRIO MINERAL EN EL HOMBRE

Acabamos de ver que el organismo humano se halla en desequilibrio mineral particularmente por la falta de
magnesio. Ahora bien, este desequilibrio mineral produce estragos sin cuento en los seres humanos, por no
encontrar apenas oposición, es decir, reacción para alcanzar el debido equilibrio. Hombres de ciencia que se han
preocupado de este grave problema y lo han estudiado a fondo han estampado frases como éstas: «Los microbios
patógenos son muy temibles en los organismos desequilibrados; pero en el mundo equilibrado, no serían quizá
más que una curiosidad de laboratorio.» Pero es el caso que estos microbios llevan tras sí la mayor atención de los
médicos e impiden así —y por eso sobre todo son temibles— descubrir la verdadera causa de las enfermedades
que aquejan al género humano: el desequilibrio mineral, y de poner ahí el remedio.
Mientras que la lucha contra los microbios acapara una mayor actividad de los sabios y la diligencia de los
servicios sanitarios, se asegura la multiplicación de estos mismos microbios a quienes se pretende combatir, se
aumenta su virulencia, ofreciendo por todas partes una excelente disposición para su desarrollo: los organismos
desequilibrados del hombre, animales y plantas. Y los abonos minerales que pueden restablecer, al menos en
parte, un equilibrio mineral más perfecto, se emplean frecuentemente de tal manera que son responsables de
un desequilibrio mineral que no cesa de aumentar.
Y bajemos a casos concretos. El doctor Hurfez-Sacleux ha constatado cada año casos de enteritis graves en
los niños, y ha establecido una relación proporcional entre los casos de esta enfermedad y la cantidad de leche
de vaca que toman los niños.
H. Vilain hace notar que precisamente se dan estas enfermedades cuando el alimento de las vacas es a base de
remolachas, cuya composición mineral es muy poco variada, sobre todo si en los abonos predominan las sales de
potasio, como se aconseja desatinadamente a los cultivadores. En consecuencia, que el desequilibrio mineral de la
leche de dichas vacas es la causa de las enfermedades graves de estos niños que se alimentan de ella.
Una buena y equilibrada alimentación mineral será la base de nuestra salud y de la recuperación de excelentes
cualidades en la sociedad.
Para evitar la deficiencia alimenticia de magnesio, es preciso intensificar el cultivo de las especies y variedades
más aptas para fijarlo, y poner a disposición de la planta todo el magnesio que ella pueda fijar útilmente. Éste es el
camino que se debiera seguir. Pero se ha elegido otro camino, con la subsiguiente perturbación del equilibrio
mineral. Se siembran trigos híbridos que se desenvuelven en terrenos pobres en magnesio, en vez de enriquecer
los terrenos con abonos de magnesio. Se siembran variedades incapaces de fijar el magnesio del suelo en
proporciones convenientes.
Los ingenieros agrónomos han de determinar qué variedades son las de mejor constitución para la salud.
Cuando éstas estén bien determinadas, quedará el trabajo de hacerlas adoptar. Las variedades, incapaces de fijar
el magnesio en las proporciones debidas, deberían ser proscritas.
Un punto muy importante para llegar a la obtención del equilibrio mineral estriba en el conocimiento de su
relación con las glándulas endocrinas. Sabido es que estas glándulas rigen, en su mayor parte, la salud y el
desarrollo vital del organismo. En este punto podemos asentar como cierto este principio: a todo desequilibrio
mineral prolongado corresponde un desequilibrio endocrino, que repercutirá notablemente en los individuos
sometidos a él. De ahí no nos extrañará que los individuos de una región presenten especiales características
respecto de los de otras regiones, que tienen un influjo mineral distinto en las glándulas endocrinas, rectoras de la
vida y del desenvolvimiento del organismo.
Los nuevos planes a realizar son numerosos: Determinar cuál es la mineralización ideal, característica del
alimento perfectamente sano; determinar cuáles son las plantas que pueden adquirir una mineralización mejor;
precisar el modo de cultivo de las distintas plantas y las fórmulas de abonos más aptas. La producción de tales
alimentos se generalizaría, haciendo ver a los cultivadores que ellos pueden producir tales alimentos, que ellos
deben producirlos y que esto es en su provecho propio, consiguiendo frutos no sólo de excelente calidad, sino
también en mayor cantidad.
El pan, por ser primero de los alimentos, ha ocupado la atención de H. Vilain. Insiste en que se siembren las
mejores variedades de trigo para la salud del consumidor. A estos trigos se les debe dar un cultivo que mejore
todavía las cualidades de su excelente composición mineral, pues ésta puede variar entre límites no pequeños. Y,
por fin, hay que utilizar debidamente estos trigos. Elimínese el salvado, que no es digerible; pero, sobre todo, de
ningún modo se quiten el germen y las envolturas internas, tan ricas en vitaminas y minerales útiles, a fin de
obtener un pan más blanco.
La panificación directa es un excelente medio y muy poco conocido por aprovechar perfectamente el trigo de
buena calidad. El trigo no se muele, sino que se pone en agua a temperatura conveniente durante cierto tiempo.
Los granos de trigo absorben agua, se hinchan, se reblandecen, el germen pasa de la vida de letargo a la vida
activa, se enriquece en vitamina, segrega diastasas, que le permiten digerir las reservas nutritivas del albumen.
Entonces se machaca y se transforma directamente en pasta de pan. Se elimina el salvado, pero las sales solubles
del salvado quedan en la pasta. No queda más que echarle sal, hacerlo fermentar y cocerlo. Este pan es muy fácil
de digerir, por contener las diastasas del germen y las solubles del salvado. Este pan es además, más económico.
De todo lo dicho hasta aquí ya no puede dudarse de que nuestra salud exige una alimentación más abundante
en magnesio, sobre todo si se tiene en cuenta los efectos saludables y el gran número de enfermedades que
previene o remedia las ingestión de las sales magnésicas, según hemos de ver más adelante. Parece, pues, que
para evitar donde se pueda las enfermedades sin número, que son la consecuencia directa o indirecta de la
carencia o desequilibrio mineral, es preciso y urgente asegurarnos una alimentación más rica en magnesio. ¿Cómo
obtenerla? Los medios son dos: uno artificial, natural el otro.
Sin duda, cada uno puede añadir, en forma de sales, a su alimentación los minerales deficientes. Este
procedimiento tiene su eficacia, como lo demuestran los enfermos curados que lo han tomado siguiendo los
consejos del doctor Delbet. Pero por dos razones este método no es plenamente satisfactorio; pues así los
beneficiarios serían una minoría, y es un medio anormal, porque se tomarían como medicamentos pedidos en
la farmacia, ingredientes que deberían estar en nuestra alimentación ordinaria.
El medio que mejor conviene seguir es el natural. Dado que los desequilibrios, o al menos su aumento cada
día más acusado, son consecuencia de algunos errores señalados por P. Delbet, el medio mejor es corregir estos
errores, de la siguiente manera:
1.° Es preciso, en primer lugar, asegurarse un pan convenientemente mineralizado. Un pan de esta clase sería
suficiente para aumentar nuestra ración magnesiana en proporciones considerables.
Para llegar a esto, se deberían tomar las siguientes medidas: A. No usar para la panificación más que trigos
ricos en magnesio (2 gramos al menos por kilo) y relativamente pobres en potasio. — B. Prohibir por una ley el
cernido de las harinas por debajo del 80 por 100. — C. Volver a los procedimientos de panificación integral de
antes. Las personas robustas que deben hacer un trabajo fatigante, preferirían el pan íntegramente completo. La
generalidad de la gente adoptaría el pan moreno. El pan blanco sería reservado para los dispépticos. — D. Se
debiera tener presente y estudiar la panificación directa, sin harinas, de que hemos hablado antes.
2.° Esta modificación del pan debería hacerse posible y ser completada por una reforma de la agricultura. La
agricultura debe producir buen trigo, sin el cual no se puede hacer buen pan, y procurar que las demás plantas, y
consecuentemente los animales, tengan la mineralización conveniente, el equilibrio deseado.
Hemos indicado antes que los abonos químicos pueden traer perturbaciones perniciosas en la composición de
los vegetales; pero también se pueden obtener con otras fórmulas de abonos minerales de una alta calidad
mineral. Los señores Vilain y Kuck, curando a sus animales con simple modificación de la fórmula de sus abonos,
han puesto de manifiesto la importancia de esta cuestión y lo que se puede lograr en este punto.
Parece urgente dar a este problema el lugar que se merece. Podría tener lugar la institución de un control para
el análisis de los productos de la tierra. Aquellos cuya composición fuese juzgada malsana, deberían ser apartados
del consumo.
3.° La vuelta a la buena sal, gruesa y gris, a pesar de su ligero inconveniente de la higroscopia, no debiera
ser descuidada.
Pedro Delbet ha sido el heraldo de estas ideas. El ha tomado el trabajo de publicar libros, para dar a conocer
estas verdades, semillas de resurrección. El no está contento con la sola administración de las sales halógenas del
magnesio, en forma de comprimidos o de solución en agua. Este es un medio individual, no la solución de este
problema serio y universal de la sociedad moderna, a que siempre ha aspirado. A ésta conducirán los medios
últimamente expuestos.
Otro médico francés, el Dr. Víctor Pauchet, de la Facultad de Medicina de París, se esfuerza como su
connacional, el Dr. Pedro Delbet, en dar la receta para la incorporación de magnesio en el organismo: el pan
integral y la sal sin refinar. Y así en su obra «Permaneced jóvenes», escribe (págs. 56 y 57): «El magnesio se
introduce normalmente en el organismo consumiendo pan integral o salmuera, que lo contienen en abundancia. El
pan blanco y la sal blanca no contienen magnesio y, por lo tanto, el individuo se halla privado de ese precioso
auxiliar. Esta laguna puede colmarse absorbiendo sales de magnesio, preparadas en los laboratorios; pero, ¿para
qué recurrir a este medio artificial, cuando el uso del pan integral y de la salmuera constituyen medios tan simples
y naturales?»
Y para que nadie se llame a engaño acerca del verdadero pan integral, el mismo Dr. Pauchet explica
claramente de qué pan integral habla, cuando dice: «Una palabra sobre el pan integral. Se le desacredita mucho;
se le echa en cara que es indigesto. A esto respondo que hay pan integral de muchas maneras. El pan que se
vende generalmente bajo el nombre de pan integral no tiene de éste más que la etiqueta. Lo hacen con harina
blanca a la que añaden un poco de centeno y de salvado. Esta horrible e indigesta mezcla no tiene nada de común
con el pan integral, cuya fabricación es muy difícil, si el panadero no posee una instalación especial. La molienda
de «Graham» necesita una manipulación especial y una serie de tamizajes para obtener una harina fina.
»Los molinos actuales —continúa diciendo el doctor Pauchet —no están montados, por lo general, para poder
llevar a efecto esta molienda. Hace algunos años, bajo la influencia del Dr. Montennis, se creó en París, en la calle
Las Casas, una panadería moderna, pero quebró, pues el filántropo que sostenía aquella obra se desalentó ante la
indiferencia de los parisienses. Más tarde Heudebert, e] gran fabricante de productos alimenticios higiénicos, ha
emprendido la fabricación de un pan integral que corresponde a la fórmula perfecta. Hace poco le preguntaba yo
cuál era el resultado comercial de sus ensayos. «Sí, sí, ya se vende el pan integral, pero..., sobre todo, a los
extranjeros. Es lástima que, ante el esfuerzo de un compatriota, los franceses no se preocupen de sostenerle y de
aprovecharse de este alimento natural. El verdadero pan integral recuerda, por el gusto y el aroma, el exquisito pan
moreno o campestre de otro tiempo. Todos cuantos padecen de estreñimiento han de consumir pan integral.»

D) EL MAGNESIO Y SU PAPEL EN TERAPÉUTICA HUMANA

Por lo dicho, ya no es de maravillar que el magnesio haya adquirido, desde hace algunos años, una importancia
terapéutica cada vez más considerable. Elemento de transición entre metales y metaloides, presenta gran actividad
como agente catalítico o de fijación para los metales alcalinotérreos, especialmente para el calcio y el fósforo.
La fijación del calcio sólo puede realizarse por intermedio de ciertos agentes orgánicos, ayudados por agentes
químicos en los que se han fijado los fisiólogos en estos últimos años y han estudiado su papel. En todos los
trabajos, los autores, se han dedicado a establecer el papel de fijador representado por el magnesio, y a precisar,
en los estudios sobre el raquitismo experimental, que el magnesio ayuda enérgicamente a fijar el calcio sobre los
huesos de los animales hechos raquíticos. El magnesio, cuya acción sobre las secreciones de las glándulas
endocrinas es muy importante, parece actuar como intermediario de las glándulas paratiroides, cuyo papel sobre
el metabolismo del calcio es primordial. Las glándulas paratiroides contienen 5'8 por 100 de magnesio y la
ingestión experimental del magnesio aumenta claramente la actividad de las glándulas paratiroides. Hoy día está
bien establecido que, entre las substancias que poseen la secreción más fijativa sobre el calcio orgánico, la que
mejor papel desempeña, es la hormona paratirói-dica en primer plano.
La hipoparatiroidía conduce a una serie de trastornos entre los cuales los principales caracterizan la tetania, y,
a consecuencia de la diferencia de la fijación del calcio orgánico y por aumento de la excreción del calcio
resultante, se ha observado la aparición de una serie de estados patológicos caracterizados por estados
convulsivos en los niños, así como en los deprimidos, cualquiera que sea la causa de la depresión general.
El magnesio juega un papel considerable en el equilibrio de la fijación paratiroídica y se puede
igualmente considerar como el verdadero regulador de esta secreción. Las experiencias han mostrado que
las sales magnésicas actúan en sentido inverso que las sales de calcio. La hiperparatiroidía aumenta la
excreción del magnesio, mientras que disminuye la del calcio. La ingestión de las sales magnésicas excita la
secreción paratiroídica oponiéndose a la descalcificación paratiroídica, derivada de la hiperparatiroidía, y los
trastornos convulsivos que se presentan.
Los trabajos de Tibberts y Arch muestran claramente que la asociación del magnesio y del calcio favorece la
eliminación del calcio orgánico en- exceso, y puede concluirse de sus experiencias que el magnesio y sus sales
constituyen agentes terapéuticos de primer orden contra los trastornos de la ateroma, favoreciendo diferentes
órganos, particularmente sobre las arterias y tejidos articulares. Se ha podido comprobar, en el servicio
hospitalario, el aclaramiento sobre pantalla de las aortas oscuras y la desaparición de los ostiofitos, como
consecuencia de un tratamiento de yoduro magnésico.
La acción del magnesio sobre la asimilación del fósforo no es menos importante. La experimentación ha
demostrado que el magnesio representa un papel considerable en la formación de los fosfatos. Es necesario en
la hidrólisis de las lecitinas, que dan el ácido glicerofosfórico, y el ácido ortofosfórico. La mezcla de sales cálcicas
y de estos dos ácidos da origen al glicerofosfato de cal, compuesto particularmente asimilable, tanto en cuanto al
fósforo como al calcio, utilizado para regular el equilibrio en fósforo y calcio del organismo.
No deja de ofrecer interés indicar aquí los resultados de algunas experiencias. Mientras que la ingestión de
fosfato tricálcico no determinó ninguna absorción del calcio, la del fosfato cálcico-magnésico permitió comprobar
una disminución de un 50 por 100 de la cantidad de calcio eliminado por las orinas, demostrando que la
presencia del magnesio ayuda a la retención de la cal, tanto alimenticia como medicamentosa. Por tanto, aquí
para ayudar a la medicación cálcica, es oportuno una indicación importantísima que permita comprobar la
necesidad de una asociación de sales magnésicas con las de fósforo y de calcio para facilitar la absorción. Estas
experiencias, rigurosamente ejecutadas, permiten su comprobación y establecimiento.
Por otra parte, el magnesio asociado al bromo o al yodo da origen a dos productos halogenados (bromados y
yodados) de magnesio, cuya utilidad terapéutica es de las más importante. En el bromuro magnésico, el magnesio
aumento su buena tolerancia y refuerza su actividad por su acción antiespas-módica. En lo concerniente al yoduro
de magnesio, la absorción es aún más prometedora. Su actividad terapéutica es mucho más poderosa y también
más durable que la de los productos yodados utilizados por la acción hipotensora del magnesio que refuerza la
acción hipotensa del yodo. Así se han podido expresar los resultados quimioterapéuticos obtenidos en las sales
yodadas de magnesio.
Inspirándose en esta importante documentación y en el tratamiento quimioterápico del cáncer, por H.
Hartmaan, se ha estudiado y redactado la fórmula de un complejo yodoyodurado magnésico, en el cual el
magnesio debe ejercer una acción terapéutica. Este complejo fue experimentado primero sobre animales en
aplicaciones locales para el tratamiento de diversas afecciones cutáneas, llagas infecciosas, ulceraciones, etc. P.
Groulade, veterinario, dio a conocer en una comunicación los resultados experimentales constitutivos de una
prometedora labor que pueda conseguir su aplicación a la medicina humana.
También el doctor Graciansky, dermatólogo, ha experimentado ampliamente la acción del yodoyodu-ro
magnésico sobre las diversas variedades de úlceras infecciosas de los miembros. Esta medicación fue utilizada,
sea en tintura diaria o bien en un día sí y otro no, resultando indiscutible que el tratamiento determinó una
cicatrización de las úlceras. Según la citada comunicación del doctor Graciansky, esta cicatrización fue a veces
notablemente rápida. La úlcera, hasta este momento abierta, se cerró rapidísi-mamente. Al cabo de un día o dos,
la serosidad se concretó en forma de costras, que se curaron rápidamente, dejando aparecer una piel delgada,
pero que desde el primer momento fue suficiente para que la lesión pudiera considerarse como curada. Más fre-
cuentemente la curación fue más lenta. La costra se formó como antes, pero más o menos rápidamente. La
conclusión que se sacó fue que, en general, se requieren tres semanas para conseguir la curación de una úlcera
de importancia media.
Recientes estudios han demostrado, en detalle, cómo el magnesio interviene en acciones bactericidas y
virucidas del organismo humano. Lo daremos a conocer, según lo refiere el director del Hospital de la Cruz Roja,
de Madrid, doctor D. Carlos Blanc-Soler. «El organismo humano —dice— dispone de una serie de recursos para
luchar contra el paso de bacterias y virus al torrente circulatorio a partir del intestino o de cualquier otro órgano, no
sólo por la acción macrófaga y destructora de los leucocitos, sino principalmente por la acción bactericida de de-
terminadas substancias, como la lisozina, la espermina, etc. Una de las últimas substancias descritas con poder
bactericida y virucida, que existe normalmente en la sangre, es la «properdina». Es ésta una globulina que se une
al «complemento» y al «ion magnesio», dando lugar así a un sistema enzimático. Es suficiente la falta de una
parte del «complemento» o del «ion magnesio», para que el sistema enzimático de la «properdina» deje de tener
acción virucida, según se ha demostrado recientemente por el virus de la enfermedad de Newcastle».

E) DELBET, PALADÍN DE LA TERAPÉUTICA MAGNESIANA

No cabe duda que el médico francés doctor Pedro Delbet ha contribuido como nadie a valorizar la terapéutica
del magnesio. En los apartados siguientes hemos de hacer desfilar una serie impresionate de efectos curativos,
obrados por medio de las sales de magnesio. Por esto agradecerán sin duda nuestros lectores que les demos a
conocer al héroe de tantas hazañas curativas, al paladín de la terapéutica magnesiana; lo que vamos a hacer
presentándolo tal como nos lo ofrece el doctor F. A. Cid. Al leer esta descripción, no podemos menos de re-
presentarnos al doctor Delbet, no ya como en una foto estática, sino como en un película cinematográfica sacada
a lo largo de sus muchos años de vida (más de 90).
El famoso profesor Delbet, discípulo de Dastre, mantuvo tenazmente —a pesar de sus noventa y tantos años—
un férreo índice en dirección al polo de la ciencia inexpugnable: la que trasciende al conocimiento humano, la que
cada día, en mayor cuantía, suma sus misterios con más muertes.
Las particularidades del cloruro de magnesio no podían menos que fascinar, desde el primer instante, al
abigarrado grupo de sus contemporáneos. Y como el espíritu humano tiende constantemente a buscar analogías,
no es de extrañar que en un principio le pretendieran asignar casi un papel, si se nos permite la palabra, telepático.
Pero, allí donde surgen regiones sombrías, comparece en seguida el espíritu investigador de Delbet con su
penetrante mirada, saturada de curiosidad. Su voluble fantasía científica, ya frivola, ya genial, pero siempre
inquieta, transformó inflexiblemente esta confusa hipótesis de sus contemporáneos en una patética afirmación: las
virtudes curativas de las sales halógenas de magnesio.
Muchas cosas, si el espacio nos lo permitiera, podríamos decir de este paladín de la ciencia, coronado, ahora,
por una vejez gloriosa. Mas, preferimos recordar aquel hombre de ancha frente y bien formado, que ya
exteriormente llamaba la atención por su elevada estatura y porte imponente, que se establece —a fines de siglo
—en el laboratorio de su maestro, en la calle d'Ulm.
Sus rasgos reflejan un rostro armonioso y bien dibujado, labios finos, mentón lleno y carnoso y fren te
magníficamente abombada sobre unos indefinibles ojos de mirada de acero. Cuando por las mañanas atraviesa,
con su andar amplio y decidido, la puerta de la trastienda de su laboratorio, irradia una seguridad bienhechora;
todos sus contemporáneos le reconocen una paciencia infinita, incansable.
De temperamento más melancólico que impetuoso, más tenaz que impulsivo, el animoso Delbet —entonces
joven sabio Delbet— observaba cuidadosamente los fenómenos, y, de la misma manera que cruza por sus
habitaciones con grandes pasos firmes y rudos, así camina con pausa y decisión en sus investigaciones, pasando
de una observación a otra, lenta, pero inflexiblemente. No procede por arranques fulminantes y arrebatadores, sino
por conclusiones prudentes y, por lo mismo, irrecusables, y no hay impugnación ni encarnizamiento capaces de al-
terar su profunda calma.
Esta tranquilidad, este tesón, esta grandiosa y perseverante paciencia, esta entrega de la vida para la vida
de la ciencia, este ex profeso olvido del pensamiento en la penumbra del misterio, tenían que resurgir. En 1891
demuestra que el lavaje del peritoneo con antisépticos favorece la infección. La antisepsia, basada en los
descubrimiento de Pasteur, había revolucionado el campo de la cirugía. Pero, si la esterilización de los
instrumentos y de las manos permanecía igual, la acción de los antisépticos sobre las llagas era puesta en duda.
El licor de Labarraque, el ácido fénico y un sin fin de productos atacan los microbios y destruyen las células.
Para el pensamiento científico de su época, la segunda conclusión no reza la mayoría de las veces. Pero Delbet va
más lejos; sabe, desde Metch-nikoff, el papel de los glóbulos blancos en la lucha contra la infección, y constata que
una solución de cloruro de magnesio aumenta su poder fagocitario. En un momento, las obscuras horas de
soledad en el laboratorio y los días enterrado en sus estudios prorrumpen en un estallido que hace volver todas las
miradas hacia él.
Y es entonces cuando Delbet concreta parsimoniosamente un método que bautiza de «citofiláctico». Su objeto:
exaltar la vitalidad de las células; un medio de acción: una síntesis de compuestos órgano-magnésicos, que sus
enfermos del Hospital Necker llaman su «droga» y a la cual denomina «Delbiase».
A partir de este momento, queda aparentemente obscuro dentro de su gloria. Y de la misma manera que la
vida de su juventud linda casi en lo desconocido, los quince años que transcurrirán hasta la nueva comunicación,
serán de un íntimo recogimiento que le permitirá ir desmenuzando la trascendencia de su eslabón.
Y así en la Academia de Medicina expone que en el mundo civilizado la ración magnesiana va disminuyendo:
el pan es demasiado pobre de magnesio, la sal refinada, las conservas se consumen con exceso. Y habla de la
desmineralización fisiológica magnesiana del hombre hacia los cuarenta años, desmineralización agravada todavía
por la alimentación deficiente en magnesio. Llega a afirmar que el agricultor debe incorporar el magnesio en sus
abonos para mejorar las cualidades higiénicas de los vegetales alimenticios y restituir al suelo el magnesio sacado
por sus cosechas. Esto debe ser política del Estado: «Del Ministerio de Agricultura depende la salud pública» —
dice.
Y mientras sus estudios —sobre la enfermedad que agota más a la humanidad: el cáncer— prosiguen
infatigablemente consumiendo sus horas, van surgiendo nuevas comunicaciones: «Acción frenado-ra del cloruro
de magnesio en la multiplicación de las células atípicas en el desarrollo anárquico (Academia de Medicina, 1.° de
mayo de 1932). «El cloruro de magnesio favorece la evacuación biliar y mejora la digestión» (Academia de
Medicina, 1.º de mayo de 1936). «De la resistencia general conferida al organismo por las sales de magnesio»
(Academia de Medicina, con el Dr. Palios, 1.° de julio de 1939). «Delbiase y prostatismo. Disminución de pH urina-
rio» (Academia de Ciencias, 25 de mayo de 1940). Y citando obras y más trabajos, trazaríamos la vida del profesor
Delbet.
Como todos los hombres de ciencia, su existencia está alejada del mundo y oscura entre su luminoso
pensamiento. La humanidad sólo premiará al descubridor del medicamento efectivo del cáncer, y es muy posible
que olvide en él uno de sus precursores. No querríamos que ocurriera al profesor Delbet, el primero de los médicos
modernos que ha debido tomar sobre sí la suerte ingrata eternamente reservada a los que llegan antes de tiempo,
aquello de que en todas las épocas los precursores han de ser sacrificados. Este ha sido el motivo de que habláse-
mos de él, a través de sus obras.

F) MÚLTIPLES EFECTOS CURATIVOS DEL MAGNESIO

Ante la multitud de efectos curativos atribuidos al magnesio, que nuestros lectores podrán luego apreciar, si
continúan leyendo este libro, no ha faltado quien le haya llamado despectivamente «panacea». Podemos, sin
embargo, llamarle panacea — como advierte el Padre Manzanal— en el verdadero sentido de la palabra, con una
pequeña acotación explicativa.
Si se consideran las sales de magnesio como medicamentos, entonces con razón se las puede llamar en
sentido peyorativo panacea; pero, si se las considera como alimentos necesarios, a cuya falta se deben muchas
enfermedades, que desaparecen con la toma de cloruro de magnesio o de otra sal magnésica, entonces la
experiencia ha demostrado que son una verdadera panacea, por la multitud de enfermedades que curan. Esta son
tantas, que si no las viésemos confirmadas por los hombres de ciencia, nos parecerían sospechosas. Pero he aquí
que son casos realmente sucedidos y comprobados por la experiencia. Nos bastará para nuestro intento revisar los
comunicados que el doctor Delbet ha dirigido a la Academia de Medicina francesa. P. Delbet, de la Academia de
Medicina, nombrado Presidente de la Asociación Francesa para el Estudio del Cáncer.
Por un camino distinto ha llegado a las mismas conclusiones que H. Vilain. Los dos proclaman la necesidad del
magnesio en la economía mineral del mundo actual. Esta necesidad proviene, en parte al menos, del refinamiento
meramente caprichoso y poco racional de los alimentos, que han sufrido menoscabo de su equilibrio mineral,
especialmente por la deficiencia del magnesio. Vamos a exponer brevemente cómo P. Delbet ha comprobado
experimental-mente que el cloruro de magnesio obra en multitud de curaciones, dejando para más adelante tratar
con detenimiento de las enfermedades infecciosas, tales como la difteria y el cáncer, que también son curados o,
cuando menos prevenidas, por el cloruro de magnesio.
1. El cloruro de magnesio y la fagocitosis: En el año 1914, el doctor Delbet se admira de los daños de la
antisepsia (conjunto de procedimiento destinados a eliminar, alejar y destruir los microbios patógenos). «Esta —
nos dice— dirige sus tiros a los microbios y mata las células». Por eso, en vez de ir directamente a la destrucción
del microbio, se prefiere aumentar la resistencia y actividad de las células, para que ellas triunfen de los microbios.
A esta acción protectora y exaltación de la actividad celular la ha llamado citofilaxia; concepto que debe añadirse,
si es que no substituir, al de antisepsia.
En el tratamiento de las llagas con diversas soluciones investiga el doctor Delbet cuál de ellas exalta más las
propiedades citofilácticas de los glóbulos blancos, tan importantes en la lucha contra la infección. Hasta entonces
se creía que la solución del cloruro de sodio al 8 por 100 era lo mejor. Las nuevas experiencias del doctor Delbet
han demostrado que el cloruro de magnesio cristalizado en solución acuosa el 22 por 1.000, ejerce una acción tal
sobr¿ los glóbulos blancos, que duplica la acción de éstos en la destrucción de los microbios.
La solución de cloruro de magnesio ejerce benéfica influencia sobre las llagas, y conserva esta influencia
cuando es inyectada en el sistema circulatorio. La experiencia se hizo en un perro. Se le inyectaron en una vena
150 centímetros cúbicos de esta solución. Se tomaron muestras de sangre antes y después de la inyección. A los
glóbulos blancos de estas muestras se les inyectaron microbios de un mismo cultivo. De esta manera, los glóblulos
blancos bajo la influencia del cloruro de magnesio destruyeron triple número de microbios que se habían tomado
antes de inyectar la solución al perro.
Con las debidas precauciones el doctor Delbet ha hecho pruebas en el organismo humano, y ha expe-
rimentado los mismos efectos: los glóbulos de la sangre reaccionan más activamente contra los microbios,
invasores del organismo humano, si les ha sido inyectada la solución del cloruro de magnesio.
2. Euforia y resistencia a la fatiga: Además de estimular la acción fagocitaria de los glóbulos blancos, tanto
externa como internamente, se podría pensar si el cloruro de magnesio favorece a otras células de distinta
actividad. Fué en el Hospital de Necker cuando se usó, por primera vez, por vía bucal. Había un soldado
gravemente herido que rehusaba la inyecciones. El doctor Delbet dijo una mañana a las enfermeras: «Probemos
de darle la solución por vía bucal». A estas palabras las enfermeras insinuaron una sonrisa. «¿Por qué se ríen
ustedes?», les pregunta el doctor. «Todas lo tomamos», respondieron ellas». «¿Por qué lo toman?» Es que nos da
ánimo en el trabajo. Hemos notado que los enfermos mostraban cierto bienestar, y a nosotras nos ha producido el
mismo efecto.
Por este suceso, que podríamos llamar casual, el doctor Delbet administraba esta solución a todos los heridos
de su servicio. Las enfermeras, satisfechas por la sensación de euforia, de energía y de resistencia a la fatiga,
hicieron propaganda de la solución. Muy a menudo, un gran número de personas tomaban regularmente esta
solución. Este paso debía traer otros consigo. Sucedió que muchas personas que buscaban el efecto tonificante
del cloruro de magnesio, sufrían distintos padecimientos que desaparecían. Se produjeron curaciones en extremo
variadas, que fueron relatadas al doctor Delbet.
El doctor Víctor Pauchet, de la Facultad de Medicina de París, en su obra «Permaneced jóvenes», exalta de
varias maneras el poder del magnesio para el bienestar corporal. Así, por ejemplo, para gozar de salud recomienda
«consumir cloruro de magnesio» (pág. 51). Esta recomendación es consecuencia de lo que antes había dicho (pág.
37): «Los que consumen regularmente cloruro de magnesio excitan las tiroides y experimentan una impresión
legítima de rejuvenecimiento y de vida. No consumáis sal blanca ni pan blanco, que no contienen magnesio;
consumid pan moreno y salmuera que lo contienen».
3. Desórdenes digestivos: Un médico envió al doctor Delbet su propia observación. Tenía perturbaciones
intestinales penosas y persistentes. A pesar de un severo régimen y un tratamiento de agentes físicos (diatermia,
rayos infrarrojos), su estado no había cambiado apenas. Se somete, por fin, a la acción del cloruro de magnesio
con una dosis de 2 gramos por día, suprimiendo todo medicamento. Los resultados fueron excelentes:
desaparecen los dolores de la región epigástrica y las perturbaciones intestinales. Aumenta 10 kilos de peso, su
aspecto exterior se transforma y puede llevar las ocupaciones ordinarias sin fatiga.
El cloruro de magnesio, tomado de una manera continua, reduce las evacuaciones en los diarreicos. En otros,
aunque al principio traiga algunas perturbaciones, el resultado de su acción habitual es una regulación. Hace
también que las materias fecales pierdan su olor desagradable.
El doctor Rodríguez Méndez, en su obra titulada «Apuntes sobre Medicamentos», dice ponderando las
ventajas de los bizcochos de peróxido de magnesio (págs. 133 y 479), conocidos con los nombres de «hopogán» y
«perhidrol magnésico», que están destinados a combatir muchos padecimientos gastrointestinales, y, al mismo
tiempo, hace constar expresamente que el peróxido «no irrita ni causa accidente alguno».
En una obra de los doctores S. Milne Edwards y P. Vacasseuh, publicada nada menos que en 1835, con el
título de «Manual de Materia médica», al referirse al carbonato de magnesio calcinado, se dice textualmente (pág.
289): «Es muy ventajoso su uso, en casos de acidez de las primeras vías, que se observa mayormente de esta
manera como antiácido y absorbente para neutralizar los ácidos que se desenvuelven con demasiada frecuencia
en el estómago en ciertas circunstancias. Ofrece igualmente grandes recursos, en casos de envenenamiento por
los ácidos, en razón de la facilidad con que se combina con estos cuerpos y de no ser nocivas las sales que
resultan de esta combinación». Un poco más adelante (pág. 299), tratando del subcarbonato de magnesio,
asegura que «sus usos son los mismos que los de la magnesia calcinada y se emplea mucho en los mismos
casos». Y termina diciendo: «En fin, se emplea con mucha ventaja en casos de mal de piedra, que dependen de la
superabundancia de ácido úrico».
4. Acción sobre la piel: Es interesante la acción del cloruro de magnesio sobre picores que quizá se deban a
alteraciones de la piel o a lesiones nerviosas. Una criada no podía lavar sin sentir después picazones en las
manos, que no la dejaban dormir, acompañados a menudo de eczema. Había sufrido muchos tratamientos sin
resultado satisfactorio. Tomando 2 gramos de cloruro de magnesio diarios, le desapareció la molestia. Puede lavar
sin inconveniente ni molestia.
La señora de un médico sufría mucho de sabañones. Después de la ineficacia de los tratamientos
preventivos y curativos, renuncia a ellos, comenzando a tomar un poco de cloruro de magnesio en el mes de
septiembre. Con este tratamiento se pasó el invierno sin sabañones. Otras personas han constatado la eficacia
del cloruro de magnesio como preventivo de los sabañones.
Hablando concretamente de una enfermedad de la piel curada por las sales de magnesio, el doctor Delbet
expone a qué se deben estos efectos curativos, dentro de su teoría general de la citofilaxia. Se expresa en estos
términos: «Una dosis de 2 gramos de cloruro de magnesio, tomada por vía digestiva, no puede tener ninguna
acción antiséptica sobre los microbios de las glándulas sebáceas. A causa, pues, de una modificación de las
células, las glándulas triunfan de los agentes patógenos. Puede considerarse esto como acrecentamiento de la
actividad celular. Yo repito que el magnesio debe considerarse como alimento, no como medicina».
5. Operaciones quirúrgicas e intoxicaciones de cloroformo: Varios efectos del cloruro de magnesio indicaban
el uso de los enfermos antes de sufrir una operación: una reacción más rápida y eficaz contra las infecciones,
desodorificación de las materias fecales y, sobre todo, su acción sobre el sistema nervioso.
Se evita, ante una operación de esta clase, una emoción desordenada y el agotamiento que ella trae, mediante
el uso regulador del cloruro de magnesio que, al cabo de unos cuantos días, proporciona una especie de equilibrio
del sistema nervioso. También modera las sensaciones superexcitadas y, a la vez, da más energía.
Un punto quedaba oscuro: su acción sobre el narcótico. Delbet hizo la experiencia sobre el cloroformo, realizando
la prueba con conejos. En ella llegó a la conclusión de que varias dosis de inyecciones de cloruro de magnesio,
administradas en los días anteriores a la operación, reducen la toxicidad del cloruro, por lo cual Delbet recomienda se
practiquen inyecciones de cloruro de magnesio, como preparación a las operaciones quirúrgicas.
El antes citado doctor Rodríguez Méndez, en su libro «Apuntes sobre Medicamentos», dice, a propósito de las
sales de magnesio (pág. 404): «Los estudios de Mcltzer prueban que sus sales (cloruro y sulfato) poseen gran
poder inhibitorio y anestésico. Bajo su acción ha efectuado (Meltzer) intervenciones quirúrgicas».
6. Los achaques de la vejez: Los avanzados en edad, por debilitación del sistema nervioso, tienen cierta
rigidez muscular que se manifiesta en diversas acciones: la marcha es un poco sacudida, al bajar de una
escalera necesitan apoyo... Personas de esta clase han recuperado, bajo la influencia del cloruro magnésico, la
marcha flexible y elástica de su juventud.
La primera manifestación de esta rigidez es una modificación de la escritura, que se hace irregular. En un
grado más avanzado está el temblor senil. Todos estos inconvenientes, pequeños o grandes, desaparecen bajo la
acción del cloruro de magnesio.
En un hombre de sesenta y nueve años, el temblor comienza a disminuir a las tres semanas de tomar todos los
días 2 gramos de cloruro de magnesio. Al cabo de cinco semanas, la escritura, que le era imposible desde hacía
dos años, se hace normal.
Una anciana de sesenta y siete años tenía, además de otros temblores más pequeños, temblor de los
miembros superiores, con grandes oscilaciones, de manera que no podía llevar nada a la boca. Toma una dosis de
3 gramos por día. El temblor disminuye rápidamente. Cesa la dosis de cloruro magnésico, sobreviene a los pocos
días el temblor. El cloruro de magnesio se lo hace desaparecer de nuevo y definitivamente.
Las sales de magnesio obran también sobre algunos temblores patológicos y hacen desaparecer
las sensaciones de calambres.
Entre las enfermedades más propias de la vejez figuran las perturbaciones en la próstata, que se manifiestan
en desórdenes molestos, frecuentemente penosos, a veces graves. Pues bien, en todos los desórdenes de
micción, graves o leves, el uso regular de comprimidos de magnesio ha hecho desaparecer o disminuir el mal. Un
anciano retentista completo se disponía a una operación de próstata. Como preparación para ella toma cloruro de
magnesio. Y he aquí que comienza la mejoría, y sale curado del hospital, sin haber sido operado, por el benéfico
influjo del cloruro de magnesio.
El aumento de la ración de magnesio detiene la evolución de la hipertrofia prostática, que es una plaga de la
humanidad, y a veces la hace desaparecer. Además, parece ser un preservativo de los desórdenes prostáticos,
pues los que lo usan comúnmente, no los han tenido.
Las investigaciones que se han hecho sobre órganos muy importantes de los ancianos, nos dicen que las
características de estos órganos afectados por la edad son la disminución del magnesio y el aumento del calcio; y,
por consiguiente, la proporción, el equilibrio debido, disminuye entre estos dos importantes elementos. En los
adultos el valor de esta proporción es doble que el valor de esta misma proporción en los ancianos. Esta
disminución del magnesio no es un hecho secundario, ya que el aumento del calcio; y, por consiguiente, la propor-
accidentes y caídas de la vejez. Por eso es necesario que el contenido en sales magnésicas de los alimentos sea
tanto más rico, cuando la edad es más avanzada.
El magnesio favorece la fijación del calcio allí donde su presencia juega un papel fisiológico normal, por
ejemplo, en los huesos; mientras que lo elimina de las partes donde su presencia es patológica. Ejerce, pues, una
acción reguladora. Al eliminar el calcio patológico, el cloruro de magnesio es un excelente preventivo de la
hipertensión. Los depósitos de calcio, que hacen perder su elasticidad a las arterias, desempeñan un papel
importante en ciertas hipertensiones y en los accidentes que de ellas provienen. La eliminación de estos depósitos
calcáreos tiene, pues, una importancia grande en la práctica, que es favorecida por el cloruro de magnesio. Según
esto, el magnesio resulta un medicamento muy indicado para evitar la arterioesclerosis.
No hay contradicción en que el magnesio fije en unas partes del calcio y lo elimine de otras, pues el calcio se
encuentra formando distintos compuestos en las diversas partes del cuerpo.
La acción del cloruro magnésico también se manifiesta en la actividad cerebral. Un escritor agradecía al
doctor Delbet el efecto de las sales de magnesio; pues, gracias a ellas, escribió su última obra con suma facilidad.
El reuma también desaparece mediante la toma de la solución del cloruro de magnesio. Se deberá tomar en
pequeñas dosis (una copita), mañana y tarde, hasta que se note la curación, con alguna breve interrupción.
En el organismo débil de los ancianos los efectos del magnesio son magníficos; sin embargo, en el organismo
lleno de vida de los jóvenes puede aún acelerar el ritmo vital produciendo efectos no saludables. Por eso,
advertimos —dice Delbet—, por bien de los jóvenes, que no es conveniente que ellos abusen de ello, sino que lo
usen con moderación.
En las mismas ideas abunda el Dr. Pauchet antes aducido en su obra «Permaneced jóvenes» (página 57),
cuando escribe: «Y para acabar este capítulo, dos palabras sobre el magnesio. Actualmente los médicos se
ocupan mucho de la cuestión del magnesio introducido en el organismo como medio terapéutico. Se ha
demostrado que, en todo individuo, la presencia del magnesio está en relación directa con el grado de vigor. Rico
en magnesio al principio de la existencia, el organismo posee cada vez menos a medida que el individuo envejece
y se torna senil. Parece ser que, para prolongar el período de vigor en el adulto, para combatir las diferencias
orgánicas, la absorción de sales de magnesio prestaría grandes servicios».

G) TERAPÉUTICA MAGNESIANA DE LAS ENFERMEDADES INFECCIOSAS

Los efectos curativos del magnesio se extienden, en general, a todas las enfermedades infecciosas. Po-
dríamos narrar minuciosamente casos de curación en distintas enfermedades, pero nos limitaremos a las líneas
generales de esta materia. Iremos extractando, según lo hace el P. Manzanal, las observaciones y notas del doctor
Neveu en las principales enfermedades que ha tratado.
1. Gripe y afecciones de las vías respiratorias: El doctor Neveu atendía desde 1923 a 1939 a los enfermos
de las Hermanitas de los Pobres en Roche-fort-sur Mer. La cuarta parte de los ancianos, físicamente agotados,
moría cada año de bronconeumo-nía, siendo tratados por los medicamentos usuales. El año 1934 comienza el
doctor Neveu el tratamiento magnesiano en el asilo. Daba a todos los enfermos con fiebre la solución de cloruro de
magnesio, en dosis de 125 centímetros cúbicos cada seis horas. Los efectos fueron excelentes: los enfermos
curaban rápidamente.
En el invierno de 1934-1935 vino una fuerte epidemia de gripe, que atacó a todos los ancianos. Todos salieron
incólumes de ella por la solución de cloruro de magnesio. Ésta les cortaba la fiebre. Los que fueron atacados de
bronconeumonía gripal, recibieron el mismo tratamiento, además se les inyectaba aceite alcanforado. Curaban
todos en el espacio de tres a cinco días.
En el mes de mayo, pasada la epidemia, había muerto en el asilo un solo enfermo de bronconeumonía gripal,
mientras que la mortalidad en la ciudad había sido muy elevada. Este contraste inesperado fue señalado en el
Ayuntamiento de la ciudad. En lo sucesivo los ancianos adoptaron este método curativo, y cuando se sentían
indispuestos o con fiebre, iban a pedir a la Hermana Enfermera la solución de cloruro de magnesio a la que habían
puesto el nombre de «la bebida que corta la fiebre».
El doctor Neveu nos narra su propia curación. Sintiéndose insomne y con malestar general, aparecieron los
síntomas claros de la neumonía. Acostado en el lecho, se hizo llevar la solución. Era un viernes cuando empezó a
tomar la solución. Al domingo siguiente, aunque no perfectamente curado, se levantaba para visitar a un amigo
suyo que estaba enfermo. A partir de este momento, se puede decir que su neumonía había sido cortada por el
cloruro de magnesio.
Dice el doctor Neveu que ha tratado en su clientela desde 1934, no pocos casos de gripe, neumonía y
bronconeumonía por el cloruro de magnesio, con un éxito constante: «He tratado en particular —son sus
palabras— niños, en bronconeumonías consecutivas a la gripe o a la tosferina, que sin duda no hubieran curado
por un tratamiento distinto del magnesio.
Estas palabras del doctor Neveu se ven perfectamente confirmadas por las distintas observaciones que de
cada enfermedad nos transmite. No es nuestro intento reproducirlas. Baste decir que la curación, en general, es
rápida; si se ha dado al paciente una dosis suficientemente fuerte de la solución al principio de la enfermedad,
habrá que aumentar esta dosis en cantidad o en número, hasta conseguir una mineralización magnesiana
suficiente.
Estas observaciones muestran el poder citofiláctico de la mineralización magnesiana en las afecciones
pulmonares agudas, ya sean de gripe o bronconeumonía, pleuroneumonía o bronconeumonía. La solución
magnesiana cura, en efecto, las enfermedades agudas de las vías respiratorias.
La tosferina también ha sido tratada por la solución de cloruro magnésico. La experiencia fue hecha en un
orfelinato en 1935. Es preciso comenzar el tratamiento muy a los comienzos, al notar la primera tos. De esta
manera el tratamiento magnesia-no corta la tosferina. Comenzando un poco tarde, modera los accesos de tos y
corta la enfermedad.
Estos resultados en la tos ferina se pueden tener por ciertos, dado el suficiente número de casos tratados por el
doctor Neveu. En un caso desesperado cuando la penicilina y la estreptomicina se mostraban impotentes para combatir
la enfermedad, la. solución de cloruro de magnesio salvó del inminente peligro a una niña de siete meses.
El tratamiento magnesiano posee igualmente una notable acción contra el asma, bronquitis crónica y el
enfisema. El doctor Neveu nos dice: «He obtenido resultados admirables en enfermos que habían agotado todos
los recursos de la terapéutica clínica, y que varias veces habían tenido tratamientos de aguas medicinales». A
estos enfermos hacíales tomar por la mañana y por la tarde 125 centímetros cúbicos de la solución durante veinte
días. Este tratamiento era renovado cuantas veces su estado de salud lo hacía necesario. En caso de crisis aguda,
de congestión o de fiebre, les hacía tomar la misma dosis cada seis horas.
Para el doctor Neveu el mejor tratamiento contra el asma y la bronquitis crónica es éste de la solución de
cloruro magnésico.
2. Afecciones de otros aparatos: Restan todavía muchas enfermedades cuya curación puede realizarse por
la solución de cloruro de magnesio. Es suficiente para nuestro intento mencionar las más principales.
Comenzaremos por el forúnculo. El tratamiento magnesiano se opone a la evolución de un forúnculo, al principio
de su formación. (Forúnculo, en lenguaje vulgar, «divieso».)
Varios enfermos atacados de forúnculos y que habían ensayado todos los remedios, se han curado con el
siguiente tratamiento: 125 centímetros cúbicos de la solución de cloruro de magnesio, mañana y tarde, durante
veinte días. Los forúnculos que tenían tendencia a renovarse, reventaban después de un corto período
inflamatorio; luego desaparecían definitivamente. El tratamiento magnesiano es, a juicio del doctor Neveu, el mejor
tratamiento de la forunculosis.
El doctor Neveu también ha curado por este tratamiento varios ántrax.
La intoxicación alimenticia también ha desaparecido por la solución de cloruro magnésico. Asimismo la
enfermedad de eczema desaparece mediante el tratamiento magnesiano. La dosis es de 125 centímetros cúbicos,
mañana y tarde.
Se registran varios casos de poliomielitis curada por el mismo tratamiento. La poliomielitis se distingue
clínicamente como una atrofia muscular. Dos observaciones nos muestran la eficacia del cloruro de magnesio en el
período agudo de la poliomielitis. Una tercera observación nos muestra que, administrado dos meses después de
los primeros síntomas, ha hecho desaparecer una atrofia muscular y una parálisis que, sin duda, hubieran sido
definitivas.
El doctor Neveu ha aplicado el tratamiento magnesiano a todos los enfermos atacados de erisipela,
ostiomielitis, escarlatina, sarampión y adenitis, para los cuales ha sido consultado. Bajo ¡a influencia de este
tratamiento, las curaciones son siempre rápidas. En particular ha experimentado curaciones muy interesantes en
erisipela y ostiomielitis. Ningún enfermo de ostiomielitis ha tenido que sufrir intervención quirúrgica; todos se han
curado perfectamente por el cloruro de magnesio. Los atacados de estas cinco enfermedades últimas no tienen
complicaciones con otras enfermedades infecciosas, tratados por la solución del cloruro de magnesio.

H) TERAPÉUTICA MAGNESIANA DE LA DIFTERIA

En las primeras horas de un jueves, el doctor Neveu es llamado junto a una niña de nueve años atacada de
una angina sospechosa. La niña presenta señales claras de una difteria grave. El análisis de los bacilos de sus
amígdalas confirmó el diagnóstico. Para atacar la enfermedad, había que inyectar a la niña suero a grandes dosis,
como lo había hecho el doctor Neveu en muchos casos con feliz resultado. Con el fin de evitar las perturbaciones
debidas al suero que pensaban inyectar, el doctor Neveu prescribió la solución siguiente: Cloruro de magnesio
cristalizado, 28 gramos; agua natural, como disolvente, medio litro. Esta solución debía ser tomada en tazas de
café, cada cuatro horas.
El sábado por la mañana pasa por la casa de su enferma y comprueba con admiración que está en vías de
curación. A las cinco de la tarde vuelve junto a la enferma. Había acabado de tomar la solución, y ya estaba
curada. Es preciso reconocer que el cloruro de magnesio había curado una difteria, como lo hubiera hecho el
suero, si se hubiera administrado. Esto lo veremos confirmado a medida que se multipliquen las experiencias del
doctor Neveu y sus compañeros de profesión.
El cloruro de magnesio no ha obrado como antibiótico o como un suero, los cuales, o bien atacan
directamente la vitalidad de los microbios, o bien neutralizan sus toxinas. No ha podido causar la curación más
que por una acción favorable ejercida sobre el mismo organismo. Esta es la citofilaxia del cloruro de magnesio de
que hemos hablado antes, es decir, el aumento de vitalidad de las células que las hace triunfar por sí solas de los
microbios, según la doctrina del doctor Delbet confirmada por mu- chas experiencias.
Y si éste es el método de obrar del cloruro de magnesio, es claro que no es un remedio particular
y específico de la difteria, como lo es el suero antidiftético, y que la inmunidad que proporciona no debe ser
limitada a la sola difteria, ya que, fortaleciendo el organismo, lo dispone para superar ésta y otra infección
cualquiera que sea su clase.
El doctor Neveu ha tratado con este método otros cinco casos con los síntomas y exámenes positivos de
los bacilos de la difteria (bacilos de Loeffler). Todos se han curado rápidamente, después de haber tenido gran
cuidado de probar que se trataba de casos de difteria. Neveu, seguro de la eficacia de su método, ha
suspendido los exámenes bacteriológicos y la redacción de las observaciones clínicas, que ya no tenían interés
para él, y en los años siguientes trató por la solución de cloruro de magnesio al 20 por 1.000 más de 60 casos de
anginas diftéricas, siempre con feliz resultado.
Notemos solamente que el doctor Neveu, en un caso difícil de difteria, en el que después de siete días de
tratamiento por la solución de cloruro de magnesio no aparecía franca mejoría, usó una inyección antidiftérica de
10.000 unidades, continuando el tratamiento por la solución de cloruro de magnesio con una sola dosis. Este
tratamiento dio por resultado la curación del paciente. Las 10.000 unidades de suero, dosis mínima y tardía, no
bastan según el doctor Rouche, para justificar la curación de este caso. La dificultad provino de haber
comenzado tarde el tratamiento, que fue al cuarto día de la enfermedad, viniendo a aumentar la dificultad el frío y
la falta de higiene.
En 1943 el doctor Neveu se conmovió, al saber que sus colegas estaban insuficientemente armados contra
la difteria por la escasez de sueros, y que ésta hacía estragos lamentables. Entonces creyó deber suyo dar a
conocer un tratamiento cuya eficacia había experimentado.
Reveló, pues, las observaciones clínicas de cuatro nuevos casos de difteria, tres de los cuales eran ex-
tremadamente graves, confirmados todos por el laboratorio, y dirigió estas observaciones juntamente con las
precedentes al doctor Duvic, Inspector-Médico de la Charente-Marítima. Este comunicó los documentos al
director regional de la Salud y Asistencia de Poitiers. Ellos me impulsaron —escribe Neveu— a publicar sin
retraso un artículo en la prensa profesional. El primero de enero de 1944, el diario de medicina «Concours
Medical», me incluía una nota sobre el tratamiento de la difteria por el cloruro de magnesio...»
El quince de abril del mismo año publicaba otro artículo el «Concours Medical». He aquí una síntesis de
sus ideas: Desde hace diez años he tratado con éxito más de sesenta casos de difteria por la solución siguiente:
Cloruro de magnesio cristalizado, 33 gramos; agua ordinaria, como disolvente, 1 litro. Empleo esta solución en
dosis de 125 centímetros cúbicos que se toman de una vez o en el espacio de cinco minutos. Después de dos
horas, viene una segunda dosis de 125 centímetros cúbicos. Esta dosis se renueva cada seis, ocho o doce horas,
según la gravedad del caso.
Las dos primeras dosis, bastante próximas, permiten obtener rápidamente una concentración sanguínea
suficiente. El intervalo de las dosis siguientes tiene por fin mantener o disminuir progresivamente esta
concentración, según el estado del enfermo. Este tratamiento es sumamente sencillo y rápido. Frecuentemente el
análisis del cultivo de los bacilos llega del laboratorio, cuando el enfermo está casi ya curado, pues el examen del
cultivo se hace después de diecisiete horas.
No he tratado niños menores de cinco años. La dosis para éstos debería reducirse a 100, 80 ó 60 cen-
tímetros cúbicos. Hasta aquí la exposición del doctor Neveu.
Con este artículo comienza a extenderse, con feliz augurio, el procedimiento del doctor Neveu. Llega a
muchos médicos y será presentada a la Academia de Medicina una comunicación sobre él. Vamos, pues, ahora a
decir algo sobre la acogida y resultados del nuevo método expuesto en este artículo. Los mismos doctores nos
cuentan cómo lo recibieron y con qué resultados lo aplicaron.
Naturalmente, la primera reacción no fue de franca acogida. Se mostraban indecisos ante el tratamiento;
pero, después que experimentaron los mismos efectos que el doctor Neveu, la acogida fue incondicional. René Fortin
lo empleó, por primera vez, con un poco de escepticismo. El resultado fue rápido y feliz. Cree que la
desaparición de las adenitis es más rápida que con el suero. («Adenitis» se llama a la inflamación de las glándulas
y de los ganglios linfáticos.)
F. Bouyssi empleó con desconfianza el tratamiento en un joven. La falta de suero le movió a emplearlo. Su
impresión posterior, al visitar al día siguiente al joven, la describe así en carta al doctor Neveu: «Yo me permito
manifestarle mi gran satisfacción por el método de la angina diftérica que Vd. ha preconizado. He quedado muy
satisfecho y, al mismo tiempo, sorprendido» (ante el efecto curativo).
El doctor Roussi, inspector adjunto de la Salud, se expresa así: «Hemos conocido con vivo interés su
artículo sobre el tratamiento de la difteria por el cloruro de magnesio... Después de pequeñas epidemias que han
castigado nuestro sector, y cuando comenzaban a faltar los sueros, hemos avisado a los médicos y les hemos
aconsejado el tratamiento preconizado. Hasta ahora este tratamiento parece haber obtenido muy buenos
resultados en los adultos, los muy pequeños absorben con dificultad la bebida.»
Otros doctores han experimentado el método del doctor Neveu en la curación de la difteria, y han enviado
también sus observaciones de feliz resultado. Entresacamos de ellas, siguiendo al P. Manzanal, algunas ideas de
especial interés e importancia. Este tratamiento es en extremo interesante para aquellas personas a quienes es
perjudicial el suero, en general, por su complexión hipersensible.
El tratamiento magnésico no hay que cortarlo, tan pronto como el paciente se encuentre bien; hay que
prolongarlo algún día. Pues pueden quedar todavía bacilos que, multiplicándose rápidamente y encontrando al
organismo sin la defensa que le proporcionaba el cloruro de magnesio, puedan prevalecer y producir de nuevo
la enfermedad. Por eso conviene seguir el tratamiento, hasta que el primer examen del cultivo de la flora
bacteriológica sea negativo de los bacilos de la enfermedad. Un segundo examen se hará siete días después.
Esta última observación de tomar, por ejemplo, un litro de la solución de cloruro de magnesio en la
convalecencia de la difteria, es aplicable a toda difteria, sea cualquiera el tratamiento empleado.
Sólo el doctor Couturier escribió al doctor Neveu diciéndole que su tratamiento no había producido efectos
satisfactorios en tres casos de difteria. El doctor Neveu le escribió dudando de que hubiese seguido sus
prescripciones y comunicándole un consejo práctico para tales casos. Dice así: «Yo le agradecería que hiciese el
favor de responderme a lo siguiente. Como el medicamento suministrado debe ser cloruro de magnesio desecado,
si se emplea el cloruro de magnesio cristalizado, es preciso emplear la fórmula de 43 gramos de cloruro magnésico
por un litro de agua. Así que, véase de nuevo con el farmacéutico que ha hecho la preparación y pregúntele cuál
era la naturaleza del cloruro de magnesio empleado.
«Por otra parte —añade— le agradecería que, en el próximo caso de difteria que haya de tratar, siga los
consejos del doctor Metzquer, es decir, prescribir el tratamiento de cloruro magnésico en la primera visita, al mismo
tiempo que hace una toma de la flora bacteriológica, esperando el resultado del análisis para comenzar o no la
seroterapia, según el estado del enfermo. Esto no compromete en nada su responsabilidad. Y comuníqueme sus
resultados.»
Al día siguiente el doctor Couturier respondió a Neveu: «Acabo de ver al farmacéutico. Las tres veces ha
empleado cloruro de magnesio cristalizado. Quiero, pues, comenzar en la primera ocasión con 43 gramos de
cloruro magnésico cristalizado, tanto más cuanto que he tenido en octubre último una muerte cinco minutos
después de 1.000 unidades de suero.»
En el mismo mes Couturier comunicaba a Neveu cuatro casos de difteria curados rápidamente con el
tratamiento del cloruro de magnesio debidamente empleado. A un niño que por los vómitos arrojó el cloruro de
magnesio, agravándose su estado, fue preciso inyectar 40.000 unidades de suero para conseguir su curación. El
doctor Couturier llama la atención sobre las perturbaciones gastrointestinales: vómitos, intolerancia del cloruro de
magnesio en el tubo digestivo.
Dos causas principales explican estas frecuentes perturbaciones en los enfermos del doctor Couturier: 1.
a
No atenerse al horario de la dosis señalado por el doctor Neveu. 2.ª Un error de cálculo en los gramos de
cloruro de magnesio, según reconoció el doctor Neveu. Con la solución de cloruro de magnesio cristalizado (33
gramos por un litro de agua), conformándose el horario con las directrices del doctor Neveu, las reacciones
digestivas no son frecuentes y se reducen a poca cosa.
El doctor Neveu ha suministrado el cloruro de magnesio por medio de comprimidos de 0'6 gramos de
cloruro de magnesio desecado. La dosis es de cuatro comprimidos con el mismo horario que la solución. Los
efectos son tan excelentes como los de la solución. Se cuentan multitud de curaciones aportadas por
muchos doctores que han adoptado el método terapéutico del doctor Neveu.
Vamos a concluir este punto dando la estadística de los casos de difteria tratados por el método del doctor
Neveu. El mismo la dio en una comunicación a las «Jornadas Terapéuticas de París». Dice así: «He aquí, por
orden cronológico, los nombres de los compañeros, que con conocimiento mío, han ensayado el tratamiento de la
difteria por el cloruro de magnesio y la estadística:

1. Dr. Fortin 1 1
2. Dr. Bouyssi 15 15
3. Dr. Lebout 3 3
4. Dr. Noguères 2 2
5. Dr. Careau 3 3
6. Dr. Couturier 7 5
7. Dr. Gavel 1 1
8. Dr. Piquin 1 1
9. Dr. Mazet 1 1
10. Dr. X 2 2
11. Dr. Lecat 4 4
12. Dr. Poujol 5 5
13. Dr. Neveu 17 16
62 59

«En resumidas cuentas, 59 curaciones en 62 casos tratados (por el cloruro de magnesio sólo); un 95 por
100 de resultados favorables en el procedimiento ci-tofiláctico del tratamiento de la difteria por el cloruro de
magnesio. Los tres diftéricos que han recibido suero, además de cloruro de magnesio, se han curado, lo que
supone un 100 por 100 en los dos procedimientos asociados: citofilaxia y seroterapia.» Hasta aquí el doctor Neveu
en su comunicación.
Digamos dos palabras sobre la asociación de estos dos métodos. El doctor Funeron tuvo siete casos de
difteria en una familia. Tratado el primero por la seroterapia en el hospital, el resultado fue desfavorable y el niño
murió. A los demás enfermos aplicó el método del doctor Neveu, curándolos todos.
«Después de esta experiencia —nos dice— adopté definitivamente el método propuesto por el doctor
Neveu para el tratamiento de la difteria, añadiendo con todo, en los casos más graves, 10.000 unidades de suero.»
Todos los enfermos así tratados, que fueron unos treinta, han curado. «¿Qué puedo sacar de esta experiencia?
Que, en la difteria, el tratamiento que actualmente (julio de 1950) parece dar el máxi-mun de garantías es el
siguiente: Cloruro de magnesio cristalizado, 33 gramos; agua común como disolvente, 1 litro. En los casos más
graves añádase 10.000 unidades de suero» (Doctor F. Funeron).
Estos dos métodos, en esta forma empleados, no se oponen, sino que se ayudan y complementan. La
citofilaxia aumenta la resistencia y vitalidad del organismo en general; la seroterapia tiene una acción más propia y
específica contra las toxinas de determinados bacilos y microbios.

I) EL MAGNESIO, PREVENTIVO DEL CANCER

Como es sabido, el cáncer es un tumor maligno de células anárquicas, que no se someten a la subor-
dinación y correlación del organismo. Se multiplican excesivamente y segregan substancias tóxicas para las
células normales. Hay dos clases importantes de cáncer; unos que proceden del tejido epitelial; otros, del tejido
conjuntivo. Estas dos clases de tumores son muy diferentes, y son mucho más abundantes los del tejido epitelial, a
los cuales nos referimos exclusivamente en todo lo que vayamos diciendo.
Además de los tumores claramente cancerosos, hay lesiones o vegetaciones de carácter precancero-so;
hiperplasia epitelial, leucoplasia, etc. Las lesiones precancerosas no son ciertamente la causa del cáncer que se
desarrolla sobre ellas; ellas tienen la misma causa que el cáncer.
El estado interno del individuo se manifiesta primero en las lesiones de este género; si el estado del
individuo sigue empeorando, al no poner remedio, aparecerá con signo trágico el tumor maligno del cáncer; pero,
si se pone remedio al aparecer las primeras lesiones posibles de curar, se habrá detenido en muchos casos el
curso de un futuro cáncer.
En primer lugar fijaremos nuestra atención en los efectos del cloruro de magnesio sobre estas manifes-
taciones precancerosas, siendo nuestro guía el competente médico doctor Delbet en todo lo que vayamos
diciendo. Después, entraremos de lleno en el estudio del magnesio con relación al mismo cáncer. Nuestra
conclusión será: un mayor contenido de magnesio en nuestra alimentación disminuiría notablemente el número de
cánceres.

A. Curación de afecciones precancerosas: Una auto-observación del doctor Delbet nos hace pensar.
Algunos de sus antepasados habían muerto de cáncer por línea materna y paterna. Lo que, supuestas las leyes
mendelianas, implica una probabilidad de caer en esta misma enfermedad o, al menos, tener una predisposición.
Delbet tenía vegetaciones epidérmicas en las orejas, que venían a ser lesiones de carácter precanceroso. Se
hizo operar tres veces, pero al cabo de las operaciones reaparecían las mismas lesiones.
Ante tal resultado se resigna a sufrirlas, sin aplicar intencionadamente ningún remedio curativo. Por otras
razones comienza a tomar continuamente cloruro de magnesio. Y el resultado fue que, al cabo de veinte meses,
desaparecen las vegetaciones epidérmicas, que no hicieron desaparecer las operaciones quirúrgicas.
Un hombre de 45 años se presenta al doctor Delbet para agradecerle la curación de una leucoplasia afección
netamente precancerosa, gracias a las salas halógenas de magnesio. Vuelve a aparecer la enfermedad al
cesar el tratamiento de magnesio; pero reanudado éste, desaparece enteramente. Sigue una observación de
leucoplasia lingüo-papilar completamente curada. En seis meses y medio las sales de magnesio la hicieron
desaparecer a una' dosis cotidiana de 2'40 gramos.
Las mamitis crónicas han atraído la atención de P. Delbet. Es una cuestión de importancia, pues, a su
juicio, nadie puede ignorar que haciéndolas desaparecer, disminuiría el número de cánceres. Ninguno, de quince
casos, se ha agravado al ser tratado con sales halógenas de magnesio. De ellos se han curado doce y tres han
mejorado.
Estos hechos clínicos permiten atribuir a las sales halógenas de magnesio una acción preventiva contra el
cáncer. Hechos experimentales demuestran también una acción centra la célula cancerosa. Animales tratados con
magnesio han tendido hacia la prevención contra sustancias cancerígenas y, al serles injertados cánceres, éstos
se han desarrollado más lentamente que en animales ordinarios.
No se vaya a creer que los compuestos halógenos del magnesio son venenosos para las células
cancerosas. Su acción es distinta, aunque ciertamente va contra ellas. Su acción consiste en impedir que se
formen tales células o hacer que su proceso sea más lento. Su acción es preventiva, aumentando la resistencia y
actividad de las células sanas. Sean éstas suficientemente aumentadas, y veremos un enderezamiento de la
dirección patológicamente viciada de las células. Cerremos este apartado con las palabras de J. Lasage, profesor
honorario de la Universidad de Buenos Aires. Dice así: «A título de medicamento anticanceroso el magnesio goza
actualmente de gran aceptación.»
B. A menos magnesio en la alimentación, mayor número de cánceres. Una afirmación tan atrevida, aun
apoyándose en pruebas clínicas y experimentales, pide ser confirmada. ¿Dónde encontraremos esta confirmación?
Si es posible probar: 1.° Que el aumento de número de cánceres en todos los países civilizados marcha a la par
con la disminución de la ración magnesiana en estos mismos países. 2.º Que, en los países civilizados, las
regiones más probadas por el cáncer son precisamente aquellas donde el magnesio alimenticio es más deficiente,
y que, inversamente, allí donde la alimentación lleva más magnesio, los cánceres causan menos estragos. 3.° Que
las colectividades no civilizadas, en las que no ha entrado el refinamiento de la civilización y en las que el cáncer
es prácticamente desconocido, tienen una alimentación rica en magnesio.
Será prueba de que esta inmunidad es consecuencia de la alimentación, no de la raza, si se puede probar que
los individuos de estas mismas zonas son atacados como los blancos, cuando adoptan su régimen alimenticio. De todo
ello parece que se podrá legítimamente concluir que, actualmente, una carencia de magnesio es, de hecho, no una
causa cualquiera entre otras muchas, sino la causa principal del cáncer, y que bastará asegurar una alimentación más
rica en magnesio para reducir, tarde o temprano, notablemente el número de cánceres.
1.° El aumento de cánceres marcha a la par con una disminución de la ración magnesiana: El hecho del
aumento del número de cánceres en las regiones civilizadas no lo pone en duda ningún médico. En 1939 escribía
el doctor Chirié: «No es preciso que nos enteremos por los médicos, sobre todo de los que se acercan a los
sesenta años, que el número de tuberculosos y cancerosos aumenta cada año, que el cáncer hiere cada vez más
a los individuos jóvenes.»
En los años anteriores a 1944, nos advierte P. Del-bet que la media anual de muertos por el cáncer en
Francia era de 40.000. En 1948, según el doctor De-noix, Director de la Sección del Cáncer en el «Instituto
Nacional de Higiene», morían 73.000 personas de cáncer en Francia, mientras que de tuberculosis morían
30.000 personas.
2.º Las regiones más probadas por el cáncer son aquellas donde la alimentación es más pobre en mag-
nesio: En los países civilizados hay unas regiones severamente atacadas por el cáncer, otras donde esta
enfermedad es relativamente rara. ¿Esta diferencia estará en proporción con la diferencia de estas regiones en la
riqueza magnesiana? Dice el doctor Delbet: «Se oye decir, de vez en cuando, acerca de un municipio, de un
cantón, de una provincia: es un país donde hay muchos cánceres, o, al contrario, donde los cánceres son raros.
Estas impresiones corresponden a la realidad. Las investigaciones que se han hecho desde hace algunos años
sobre la repartición geográfica del cáncer, han mostrado que vastas regiones del globo son casi inmunes a esta
plaga, mientras que otras son gravemente castigadas. Las diferencias de proporción son tales que no podríamos ni
sospecharlas: van de 1 a 10, 12 y aun a 14.
M. Robinet ha establecido para Francia dos mapas: el uno geográfico, el otro cancerológico. En el primero
ha señalado en amarillo las regiones ricas en magnesio, en azul las regiones pobres. En el segundo ha señalado
de amarillo las regiones donde la mortandad por cáncer es baja; en azul, aquellos donde la mortandad es elevada.
La comparación de estos dos mapas es sorprendente. Se les puede confrontar. Los colores amarillos y azules de
cada mapa superpuestos coinciden casi exactamente. Lo que equivale a que, donde el magnesio es abundante, el
cáncer es raro; allí donde el magnesio es raro, el cáncer es abundante.
Tengamos presente que los vegetales alimenticios contienen más o menos magnesio, según que el terreno
donde se asientan sea más o menos rico en este elemento. Y por consiguiente, también los animales que se alimentan
de los vegetales tendrán mayor o menor proporción de magnesio, y como estas dos fuentes suministran el alimento del
hombre, la influencia del terreno en la salud o enfermedad del hombre es muy posible y aun natural.
Si el terreno está debidamente equilibrado, el hombre gozará de salud; de lo contrario, sufrirá debilidades o
quebrantos en ella.
M. Robinet ha hecho el mismo trabajo en Inglaterra y en otras partes. En todos los sitios el resultado es el
mismo: las regiones ricas en magnesio son pobre en cáncer, e inversamente.
En Egipto, el suelo laborable, que es el limo del Nilo, es muy rico en magnesio. A todos los médicos
europeos que han ejercido en este país, ha llamado la atención los raros que son los cánceres en los
campesinos egipcios.
Tchermy muestra, por medio de una tesis, que en Argelia las regiones más ricas en magnesio son las más
pobres en cáncer. Bablet y Bader, apenas comenzada una investigación de Indochina, ya sacaron esta conclusión:
«Los primeros resultados de nuestra encuesta en las zonas délticas de Cochinchina y de Tonkín parecen
favorables a la concepción de Delbet», que es la que vamos exponiendo. Esta última conclusión es tanto más
importante, cuanto que la población examinada pertenece a una raza distinta, que es la amarilla. Apoyándonos en
este conjunto de hechos, hemos de pensar que una alimentación rica en magnesio reduciría el número de
cánceres.
3.° La alimentación de las colectividades poco atacadas por el cáncer es rica en magnesio. La encuesta de
Schrunph-Pierron nos muestra que en Egipto mueren 10 veces menos de cáncer en el estómago que en los países
supercivilizados de Europa y América. Por otra parte, acabamos de ver que los campesinos egipcios, que
constituyen para nuestro intento el 90 por ciento de la población, tiene una alimentación cuatro o cinco veces más
magnesiana que la media de las poblaciones de Europa y América. Y el hecho de que estas razas son también tan
atacadas como nosotros, cuando aceptan nuestra alimentación, es suficiente para demostrar que la inmunidad de
que ellos gozan, no debe atribuirse a su raza, sino a su régimen alimenticio.
Los negros que viven en la sabana africana, en vida llamada salvaje, son poco más o menos inmunes al
cáncer. Sin embargo, los negros que viven en la vida llamada civilizada, ya sea en África o en América, tienen
tantos cánceres como los blancos. Esto ha conducido a Tripper a afirmar que el cáncer es una enfermedad de la
civilización.
Médicos europeos que han ido a colonias africanas y no han encontrado cánceres, han examinado los
alimentos que forman la base de la alimentación de sus habitantes, y los han hallado notablemente ricos en
magnesio. La conclusión se impone: si la alimentación de los blancos fuese tan rica en magnesio como la de los
negros que viven de los productos de sus suelos, el cáncer sería tan raro en los blancos como en los negros.
C. Relación entre el cáncer y el exceso de potasio en los alimentos: El abuso que se hace de abonos
potásicos en los cultivos acarrea en los alimentos un notable aumento de potasio con relación al magnesio, que en
las remolachas se ha encontrado ser de hasta 250 veces. Ahora bien, el exceso de potasio en la alimentación
predispone al cáncer, como se deduce de los hechos siguientes:
Se han analizado los productos procedentes de huertos abonados con exceso de potasio, cuyos pro-
pietarios se alimentaban de ellos, y murieron de cáncer. Todos los análisis revelaron un gran exceso de potasio en
relación al magnesio. Tenían hasta 18, 20 y 26 veces más de potasio, y la causa estaba en que los abonos eran a
base de este mineral. Las patatas, ordinariamente, tiene poco magnesio con relación al potasio. Usando desde
hacía mucho tiempo abonos potásicos, se producían patatas que contenían 146 y 174 veces más de potasio que
de magnesio. Los propietarios que se alimentaban de tales productos murieron de cáncer.
En resumen: el uso de abonos químicos en agricultura ha tenido por consecuencia una notable disminución
del magnesio en la alimentación. Esta causa, sumándose al refinamiento de la sal y, sobre todo, el cernido de las
harinas, nos ha conducido a un empobrecimiento magnesiano, cuya importancia no se sospecha generalmente.
En Egipto es fácil determinar la composición mineral de los alimentos que, desde hace varios siglos,
vienen consumiendo unos trece millones de individuos, pues su régimen alimenticio no ha variado. La alimentación
suministra cada día a estos habitantes de Egipto de dos a tres gramos de magnesio. La ración magnesiana en los
pueblos europeos, antes de los abonos químicos y del cernido de las harinas, era inferior a la de los egipcios, pero
la diferencia no debía ser considerable, pues la composición mineral de los vegetales no difería mucho de la que
tienen las mismas plantas cultivadas hoy en Egipto.
Notemos solamente que el pan europeo contiene siete veces menos de magnesio que el pan de estos
habitantes de Egipto. Mientras que los campesinos de Egipto consumen de 2'5 a 3 gramos de magnesio por día,
contra 3 gramos a lo sumo de potasio, la alimentación de los ciudadanos de Europa y América contiene a lo sumo
0'5 gramos de magnesio contra 3 ó 4 gramos de potasio. Nuestra ración magnesiana es unas cinco veces más
débil que la de los campesinos de Egipto y unas tres veces más débil que la nuestra de otro tiempo.
Estas últimas referencias son datos positivos de la Ciencia, que ponen de manifiesto que el aumento del
número de cánceres marcha a la par con una disminución de la ración magnesiana. Queda bien claro, con lo
dicho, que la disminución del magnesio no es despreciable por tres causas principales, y que a esta disminución
corresponde un mayor número de cánceres.
CAPÍTULO III
EL MAGNESIO EN ZOOTECNIA
La salud del hombre depende, en gran parte, del equilibrio mineral de su alimentación. Ahora bien, como
este equilibrio mineral falta con frecuencia por deficiencia del magnesio en el organismo humano, de aquí que este
elemento, desde el punto de vista de la química biológica, sea considerado como un elemento fundamental y del
que no se puede prescindir en la alimentación. Esto que hasta ahora suele referirse al hombre tiene también su
aplicación a los animales, y por consiguiente, no puede menos que afectar al ganado y, en general, a todos los
animales domésticos según se podrá apreciar en la exposición que sigue.

A) PORCENTAJE DE MAGNESIO EN LOS ANIMALES

Al tratar del porcentaje del magnesio en los animales, débese hacer una distinción que no tiene razón de
ser en el hombre, y es la referente a los animales terrestres, a los acuáticos. Con respecto a los animales
terrestres, las variaciones de magnesio dependerán de la especie zoológica de que se trate, y, dentro de la misma
especie, de que tengan más o menos magnesio los alimentos de que se sustentan.
Copisarov señala en el perro las siguientes proporciones de magnesio: suero de su sangre, 27 a 2'3
por 1000; hígado de 3'6 a 3'9 por 1000, este último en proporción muy inferior a la del hombre, que es de 22'5
por 1000, según el mismo doctor.
El doctor V. L. Ferrándiz, en su publicación «Armonías alimenticias», señala para 100 gramos: en las
carnes frescas 277 mg. de óxido de magnesio o magnesia (MgO); en la leche sin azúcar, 13 mg:; en la nata, 4'5
mg; en la mantequilla, l'0 mg.; en el queso fresco, 132 mg.; en el queso fermentado, 141 mg.; en el huevo
completo, 6'1 mg.; y en la yema de huevo, 8'5 mg.
La carne de pescado tiene un contenido mineral comprendido entre el 1 y el 2 por 100. En este porcentaje
van incluidos, no sólo el magnesio, sino también los otros elementos minerales, tales como el calcio, fósforo,
potasa, azufre, cloro y sodio; además de los oligoelementos yodo, flúor, hierro, bromo, aluminio, cobre,
manganeso, cinc, arsénico, silicio y boro; con la particularidad de que, en los animales marinos, dentro de cada
especie, suele haber mayor uniformidad que tratándose de los animales terrestres en los porcentajes de los
diversos elementos minerales. Esto se debe a que el mar es el receptáculo en que van acumulándose todos los
elementos minerales conocidos, y, por tanto, los seres marinos, a diferencia de los terrestres, tienen siempre a su
disposición todos los elementos necesarios para la constitución normal de los principios inmediatos, sin el peligro
de hallarse sometidos a carencia o escasez de algunos de ellos, como les sucede a veces a los animales
terrestres.
Entre otros, el máximo interés de la parte mineral del pescado, de los moluscos y mariscos, estriba en
proporcionar a los seres humanos magnesio, yodo, arsénico, manganeso, cinc, cobre y otros «elementos
trazas», en forma de combinación orgánica natural; todos ellos reconocidos como esenciales a la vida, desde los
trabajos de Armando Gautier y Gabriel Bertrand; elementos que los alimentos de origen terrestre no siempre
proporcionan en cantidad suficiente.
Diversos autores, entre ellos Lowern, MacCance, Winddewson y Atwater, han determinado y hecho público
el contenido de magnesio de algunos pescados, moluscos y crustáceos. Así, según Lowern, el bacalao tiene 20
miligramos de magnesio por 100 gramos; la pescadilla, 30; la merluza, 35; el róbalo, 25, y la platija, 25. Según
MacCane y Widdown, el rodaballo tiene 32 miligramos de magnesio por 100 gramos; según Atwater, el esturión
tiene 150 mg.; la anguila, 48, y la robaliza, 86 mg.
Con respecto a los moluscos, Lowern señala 20 mg. de magnesio por 100 gramos en la almeja, 40 en la
ostra, 50 en la coquina, 40 en la venera, 160 en el bucino y 385 en el caracol. Por lo que hace a los crustáceos, el
mismo autor señala 50 miligramos de magnesio por 100 gramos en el cangrejo, 35 en la langosta, 40 en el
camarón y 105 en la quisquilla.
Los animales domésticos son víctimas, en los actuales tiempos, lo mismo que el hombre, de falta de
magnesio en su organismo. Los suelos, con el cultivo, intensivo tienen poco menos que agotadas sus reservas de
magnesio y la generalidad de los agricultores no las incrementan con adiciones de compuestos magnésicos.
Natural es que los animales domésticos (ganado, aves de corral y conejos), que se nutren casi exclusivamente de
vegetales, estén también faltos de magnesio y, en consecuencia, que experimenten los mismos o parecidos
efectos dañinos que esta misma falta ocasiona en el hombre.

B) EL EQUILIBRIO MINERAL EN LOS ANIMALES

La salud de los animales, al igual que en los seres humanos, no se debe solamente a la constitución
hereditaria; proviene también del género de vida y de la alimentación, como lo ha demostrado Reid Hunt hace
tiempo. Así, se ha comprobado que cierta alimentación aumenta la receptibilidad de los ratones a la fiebre tifoidea
experimental. Asimismo, la frecuencia de la pulmonía es también modificable por el alimento, como lo demuestra la
siguiente experiencia verificada en el Instituto de Rockefeller. En el criadero de ratones de este Instituto para fines
experimentales, vivían ratones de raza pura que, sometidos a un régimen habitual, eran atacados de pulmonía en
la proporción de un 52 por 100. Un grupo considerable de estos animales recibió una alimentación más variada. La
mortalidad bajó al 32 por 100, al 14 por 100 y hasta al cero por 100, después de añadir a la alimentación ciertas
substancias químicas.
Los fisiólogos sostienen que uno de los factores más importantes de la resistencia natural de los animales
a los agentes patógenos, es el llamado equilibrio mineral; y, cuando hablamos de equilibrio mineral, no nos
referimos directamente a los animales, sino más bien a los alimentos y medios por los cuales éstos logran
conservar su existencia, lánguida o pletórica de fuerzas. Si los alimentos y medios de vida suministran a los
animales la variada gama de elementos naturales que necesitan, diremos que en tales alimentos y medios, hay
equilibrio mineral para aquel determinado animal, que desarrollará con ellos su existencia perfectamente. Sin
embargo, estos mismos alimentos y medios de vida fácilmente no suministrarán a otro animal los elementos
necesarios y convenientes para vivir, y entonces habrá desequilibrio mayor o menor para ese otro animal, que
morirá o tendrá menos salud.
Como se ve, hay que comprobar cada caso determinado, tratándose de animales domésticos, si hay
suficiente y completa alimentación mineral; si la hay, habrá el equilibrio, si no, el desequilibrio. El hombre,
conocedor de estos desequilibrios minerales, los empleará según le convenga: en los vivientes dañosos a los
animales domésticos empleará el desequilibrio, para hacerlos desaparecer; en cambio, para los que les son útiles,
procurará un buen equilibrio para favorecer sus intereses.
Se han llevado a cabo varias experiencias relacionadas con el magnesio en la materia e ideas que
acabamos de exponer. Las que a continuación vamos a narrar, muestran, bien a las claras, la influencia que tiene
el cambio en la alimentación y medio de vida.
El Gammerux pulex, o pulga de agua, vive en las aguas corrientes de los ríos; pero su adaptación a ellas
es reciente, viviendo unas especies semejantes a él en el agua del mar. Por esto, la pulga de agua puede vivir en
una mezcla de agua de mar y agua dulce, y también en agua de mar artificial que contenga las principales sales
marinas: cloruro de sodio, cloruro de potasio, cloruro de magnesio, sulfato de magnesio y cloruro cálcico, en las
mismas proporciones que se encuentran en el agua del mar.
Si a esta agua de mar artificial se le quita el cloruro de magnesio, el medio se hace para este animal
tóxico. Seguimos suprimiendo el sulfato de magnesio, el cloruro cálcico y el cloruro de potasio, dejando sólo el
cloruro de sodio. A cada nueva supresión aumenta la toxicidad del medio, que adquiere su máximo con el cloruro
de sodio solo.
Hechas nuevas experiencias y en orden inverso, J. Loeb ha anunciado algunas leyes concretas: 1. a Todas
las soluciones de una sal única son tóxicas. 2.a Toda solución de una mezcla de sales de catión monovalente y
toda solución de una mezcla de sales de catión bivalente es tóxica. 3. a Si a una de estas soluciones tóxicas, las
de sales de catión monovalente, por ejemplo, se añade una solución de sales de catión bivalente, se atenúa su
toxicidad, y baja a cero para una proporción determinada. En este caso la solución está equilibrada. Todo dese-
quilibrio equivale a una toxicidad.
En las experiencias que acabamos de referir, la notoxicidad, es decir, el equilibrio se realiza para el
Gammarus cuando la proporción entre cationes monovalentes y bivalentes, tiene el mismo valor que en el agua del
mar. Con cualquier otro valor, el medio está más o menos desequilibrado y, por lo mismo, es también más o menos
venenoso.
Los elementos minerales que entran formando un medio, no tienen valor meramente aditivo o absoluto,
sino relativo. Éste depende de la proporción, mayor o menor, en que estén con relación a otros elementos que se
oponen o favorecen a su acción.
Clarke también hizo sus experiencias. Con diversas sales regaba rosales plantados en arena, que llevaban
hembras partenogenéticas y sin alas del pulgón Aphis rosae. Con sales de magnesio obtuvo pulgones con alas. De
nuevo hizo estas experiencias Shinji, obteniendo semejantes resultados: regando con sales de magnesio,
antimonio y níquel, obtuvopulgones con alas; con sales de calcio, potasio y estroncio, sin alas.
Para obtener estos resultados fue suficiente una variación en la composición mineral de la savia de que se
alimentaban los pulgones. La variación mineral del alimento, bastó para modificar la disposición del organismo de
estos insectos. De donde se deduce cuán grande es el influjo de una distinta composición mineral de los alimentos.

C) EL EQUILIBRIO MINERAL VISTO POR UN GANADERO NORTEAMERICANO

Mr. Kuck es el propietario de las granjas Bro-okside, en New Knoxville (Ohío). Esta es una vasta explotación
de producción de leche y de cría de ganado, de un rendimiento considerable. Más que esto, M. Kuck es un granjero
de espíritu investigador y deseoso de saber, de imaginación siempre despierta. Es uno de esos
hombres que, a lo largo de la historia de las ciencias, han ejercido una acción estimulante, renovando los temas
de discusión y abriendo el camino a nuevas investigaciones científicas.
En cuanto Mr. Kuck ve surgir problemas en su explotación lechera, quiere saber de dónde vienen estos
problemas y cuál es su solución. Muy a menudo ha triunfado por sus propios medios y fuerzas. Con interés y
entusiasmo ha montado su laboratorio y hecho experiencias, sacando gran provecho de las observaciones y
conocimientos antes adquiridos. En la historia de Mr. Kuck hay un episodio íntimamente unido con el tema que
vamos tratando del equilibrio mineral. Expondrémosle a continuación, según ampliamente lo refiere el P. Manzanal.
En 1933 fueron adquiridas las granjas Brookside y se inauguró un plan que comprendía la explotación de
vacas de leche de pura raza Guernesey, de puercos y de gallinas. Primeramente la explotación comprendía dos
granjas de 72 hectáreas, a las que más tarde se unieron otras tres granjas de 97 hectáreas. La mayor parte de los
terrenos se comenzaba a cultivar por primera vez, desde hacía cien años.
Teniendo su debida formación agrícola y naturalmente interesado en los estudios científicos, introdujo en el
tratamiento del terreno y en la cría del ganado los métodos y las ideas más modernas que habían llegado a su
conocimiento. Se llevaba escrupulosamente nota de cuanto se emprendía y de sus resultados.
A pesar de la aplicación de los principos científicos más recientes, concernientes a las aves, cerdos y
vacas lecheras, los resultados no fueron mejores que los ordinarios de los vecinos. Un porcentaje elevado de
mortalidad en los pollitos obligó en 1939 a renunciar al plan de las aves. La mortalidad elevada también hizo
abandonar la cría de cerdos en 1940.
Después, las granjas Brookside se consagraron enteramente a la cría de vacas lecheras, y en esta
empresa se han probado sinsabores de todas clases: mortalidad elevada de terneros, enfermedades mamarias en
las vacas lecheras, y, naturalmente, el problema siempre actual de la esterilidad. Había en Brookside unas 100
vacas lecheras, 50 novillos, 70 terneras y 49 terneros. Cada año nacían unos 120 terneros, de los cuales algún
año murieron 49, lo cual no sólo era motivo de desaliento, sino una verdadera pérdida.
Este porcentaje elevado de mortalidad hizo concebir y llevar a cabo el plan de un establo moderno para los
terneros y sus madres. Este establo, de grandes dimensiones (8 metros de alto, 50 de largo y 22 de ancho), tiene
asegurada la luz por grandes ventanales y una ventilación perfecta por el techo. Además, está debidamente
dispuesto para la esterilización y fumigación. En abril de 1945 se había terminado la construcción. Las paredes de
16 apartados individuales para los terneros habían recibido una capa gruesa de revocado. En seis de ellos este
revocado estaba recubierto de capa más fina. Todos estos apartados fueron ocupados rápidamente.
Se tenía especial cuidado en alimentar debidamente al ganado. En todo tiempo se daba grano a los
animales, añadiendo el complemento conveniente, de manera que se aseguraba una ración con el 16 por 100 de
prótidos. El complemento utilizado era suministrado por una empresa nacional fabricadora de alimentos. Estos
contenían, según garantía, todos los elementos necesarios para una gran producción de leche. Añadiendo,
además, 18 kilos por tonelada de una mezcla de creta pura, huesos y sal.
A pesar de los esfuerzos por tener una habitación y alimentos excelentes para las vacas y terneros, las
desgracias continuaron siendo las mismas: los terneros seguían muriéndose con los mismos síntomas. Nacían
débiles, sus actos reflejos eran lentos, no tenían apetito; la descomposición era general, con un 50 por 100 de una
especie de neumonía que hacía toser mucho a los terneros. Convulsiones fuertes eran el prestigio de la próxima
muerte. Se gastaron miles de dólares en buscar un tratamiento eficaz. Remedios de tales clases: sulfamidas,
vitaminas, sueros, vacunas, etc. Todo fue inútil; no se consiguió ningún cambio en los resultados generales.
Advertimos antes cómo seis de los apartados para los terneros habían sido recubiertos de un fino re-
vestimiento. No se tardó en notar que los terneros deterioraban con sus bocas estas paredes. Al principio no
hicieron ningún caso de esto. Más bien pensaron no terminar los restantes; pues sería un gasto inútil. Hasta que un
día Mr. Kuck se hizo esta pregunta: —¿Por qué a los terneros les gusta comer el revestimiento más fino de la
pared, mientras el más grueso permanece intacto?
Había quedado en un saco parte del material utilizado para el revestimiento fino. En seguida pidió al
fabricante que le mandase el análisis de las substancias del material. Éste se componía de carbonato de calcio y
de carbonato de magnesio principalmente. Por otra parte, la sociedad fabricadora de este material envió a las
granjas de Mr. Kuck un químico que, durante varios días, hizo exámenes completos de la composición mineral de
los campos. Prescindiendo de otros elementos menos importantes, aparecía claro que había buena proporción de
nitrógeno y fósforo, muy excesiva de potasio y muy baja de magnesio.
Teniendo presente que en la alimentación mineral no entraba el magnesio, la conclusión fluía por sí sola: la
falta de magnesio en la alimentación del ganado, que no lo recibía de las plantas ni de las semillas, al no tenerlo el
suelo, ni tampoco la alimentación mineral. El alimento estaba desequilibrado en su composición mineral: ésta es la
raíz del mal.
Sin más tardar, Mr. Kuck hizo un pedido grande de dolomita (compuesto de magnesio): 4 toneladas molidas
y cribadas como complemento mineral alimenticio y 40 toneladas para abonar los campos y pastizales.
En seguida cambió la mezcla alimenticia mineral. Sustituyó el carbonato cálcico puro por la dolomita,
añadiendo 18 kilos por tonelada, de modo que, quedando prácticamente el mismo calcio, aumentase notablemente
el magnesio.
Los terneros eran alimentados por las vacas que habían recibido el buen alimento. Al cabo de dos se-
manas, se atenuó el olor fétido del establo de los terneros y se notó un cambio notable en la mortalidad. Los
terneros parecían más despiertos. Se terminaron de revocar los apartados de los terneros con el mismo
revestimiento que los anteriores. Los terneros no tocaron ahora este revestimiento, pues no tenían necesidad
del magnesio que les venía por otra parte.
Desde entonces se comenzó a hacer una larga serie de experiencias, algunas de las cuales mostraban con
evidencia clarísima, la importancia de un equilibrio conveniente entre ciertos alimentos y de la acción de unos
respecto de los otros.
Con los nuevos elementos desaparecieron las mamitis de las vacas. Trece vacas estaban en cuarentena
por mamitis: al cabo de 20 días, las trece estaban curadas sin ningún tratamiento especial. En un examen de todo
el ganado sólo aparecieron dos vacas con un pequeño toque en sus mamas, mientras que antes un 50 por ciento
estaban con mamitis en un tiempo u otro de su lactación.
Desapareció la infecundidad. Un año entero dieron leche veintitrés vacas, sin que se pudiera asegurar su
fecundación. Fueron conducidas a pastizales abonados con dolomita, que con oportunas lluvias dieron excelente
vegetación. Este fue el alimento de las vacas. Además, tenían acceso libre en su establo a cajones de dolomita. Al
tiempo debido, veinte tuvieron su ternero pudiéndose comprobar que su fecundación había sido inmediata al
cambio de alimentación distintamente mineralizada.
Los nuevos terneros eran fuertes, normales, sin síntomas de descomposición. Sin embargo, las vacas que
para prueba no tomaron la nueva alimentación, dieron terneros débiles, que presentaban los mismos síntomas y
evolución que antes. La prueba era bien clara: el equilibrio mineral hacía prodigios en los animales.

D) EL MAGNESIO COMO MEDICAMENTO DE LOS ANIMALES

El magnesio desempeña en los animales vertebrados un papel bioquímico de importancia parecida a la


señalada en el hombre como cofermento en varias reacciones de óxidorreducción y de fosforilación de glúcidos.
McCollum, experimentando con ratas encontró que una dieta deficiente en magnesio engendra la llamada «tetania por
carencia de magnesio», caracterizada por fuerte vasodilatación tan intensa que los animales adquirían color rosado,
taquicardia, convulsiones tetánicas y muerte. En esta tetania, el contenido de magnesio en la sangre desciende a un
décimo del normal. El ganado vacuno padece también una tetania llamada del «heno», debida, igualmente, a deficiencia
de magnesio en la alimentación. Ambas tetanias se curan con sales de magnesio.
El sulfato de magnesio, como todas las sales de magnesio, ejerce una acción abiertamente sedante en el
sistema nervioso en inyección intravenosa, subcutánea o intrarraquídea, o en aplicación local sobre un tronco
nervioso. Por todo ello se ha empleado en solución al 10 por 100 en el tratamiento del tétanos del caballo, hasta la
dosis de 30 gramos por día en inyecciones intravenosas. También se administra en brevaje y mezclado con la
leche caliente en el perro.
El agricultor francés H. Vilain, quien ha conseguido notabilísimos éxitos agrícolas con el empleo de sales
de magnesio, refiere él mismo, en una conferencia dada a los habitantes de Lachapelle (Francia), donde radica su
granja, cómo ha curado enfermedades de animales domésticos gracias a la utilización de compuestos
magnesianos.
Para mí —dice— el secreto de la salud de los animales es el equilibrio mineral de sus alimentos. Noté
que el veterinario recetaba a mi ganado enfermo sales de sodio: sulfato sódico, bicarbonato sódico, cloruro
sódico. Y me vino a la idea de hacer pasar estas sales por las remolachas destinadas a la alimentación. Así,
además del nitrato de magnesio y calcio y de fosfato de magnesio, eché 400 kilogramos de carbonato sódico;
300, de cloruro de sodio (sal marina sin purificar), y 20, de borato sódico. La calidad de estos alimentos
preparados con estos minerales curó enfermedades graves sin ningún medicamento.
Se curó radicalmente un caballo de enteritis crónica muy grave; un buey, de enteritis paratuberculosa; una
yegua, de mal de cruz declarado incurable; una yegua, anémica-tifoidea, dada por perdida. Un caballo sano estuvo
junto a ella y comió de su mismo pesebre. Así queda también demostrado que la enfermedad declarada contagiosa
no lo es, si se puede comunicar al animal una resistencia natural a los microbios.
La anemia tifoidea no es para mí más que un envenenamiento potásico que podría ser remediado por un
poco de sosa y magnesia en los abonos. Vosotros decís —dirigiéndose a sus oyentes de Lachapelle— que las
plantas tiernas vienen bien a vuestros animales. Y la causa de ello es que las plantas tiernas son más ricas en
sodio y en magnesio, minerales que influyen benéficamente en la salud.
Hice una encuesta entre los poseedores de vacas lecheras y observé que no tenían fiebre aftosa las de los
que habían puesto en sus abonos sodio, cloro y magnesio. Es que no se había olvidado de los elementos
necesarios para la producción de leche, que contiene una proporción no despreciable de cloro, sodio y magnesio.
Por el descuido de estos minerales y excesivo empleo del superfosfato, se produce en el ganado vacuno
un desarrollo rápido del volumen del vientre por la acumulación de gases, enfermedad conocida con el nombre de
meteorismo. El superfosfato contiene un 50 por 100 de yeso y éste es malo para la calidad de los forrajes, que,
entre otras especialidades, producen el meteorismo. La acción del yeso es contrarrestada por la sal natural no
purificada, que, siendo del mar, contiene magnesio. Así, en los terrenos salados no se da el meteorismo.
He creído como muchos o como todo el mundo, en el contagio. Hoy ya no creo en él; y cuando al cabo de
algún tiempo, recibo una aviso urgente: «Venid en seguida, epidemia en el rebaño», mi disgusto es nulo. Voy a
verlo; cambio el régimen alimenticio y la epidemia se para.
Como se ve, por esta conferencia, para Vilain el equilibrio mineral es la base de la buena salud de los
animales. Todo el desequilibrio mineral crea un estado de menor resistencia, que deja al organismo casi sin
defensas contra los microbios y parásitos; y, cuando la epidemia o la enfermedad hace estragos, no es lo más
urgente andar a la caza del microbio o del parásito y luchar contra él; lucha ruinosa y decepcionante, sino
encontrar el desequilibrio mineral que ha abierto la puerta el mal y poner allí el remedio. Microbios y otros parásitos
desaparecen como por encanto, sin que se haya empleado ningún otra remedio.
Antes de terminan este punto, queremos subrayar el papel del magnesio como oligoelemento, por la
acción específica que manifiesta sobre la materia viva. Como advierte el doctor F. A. Cid, nuestros conocimientos
bioquímicos no son suficientes para permitir una explicación adecuada de sus acciones referidas a propiedades
fundamentales; por esto, los hechos que el citado autor refiere deben ser considerados como observaciones cuyo
mecanismo no ha sido todavía esclarecido, a pesar de haberse aventurado algunas hipótesis para explicarlo.
Entre los varios oligoelementos que se han hecho acreedores a ser estudiados de una manera especial,
figura, según el doctor Cid, el magnesio y el potasio, por cuanto existen un buen número de hechos que permiten
afirmar la singularidad de su comportamiento, sobre todo cuando se trata de sales haloideas, como son las que
se contienen en el producto farmacéutico conocido con el nombre de «Delbiase».
La carencia de magnesio influye sobre la membrana superficial de la célula o actúa alternando la
reacción actual del interior de la misma. Experimentando sobre el corazón de la rana, si se suprime expe-
rimentalmente el magnesio del líquido de perfusión, se producen de un modo inmediato los típicos efectos
debidos a la falta de aquél, debilitándose la intensidad de las contracciones.
Más notable son todavía a este respecto los efectos que se producen por la acción del magnesio sobre
el músculo del intestino del conejo. Al añadir este oligoelemento, se produce un aumento de tono, y, tan pronto el
músculo se lava con solución salina corriente, tiene lugar un segundo aumento de todo. Esto se explica diciendo
que su efecto farmacológico se manifiesta mientras pasa a través de la membrana, siendo el primer aumento de
tono, debido al paso del magnesio hacia el interior de la célula, y el segundo aumento de tono que se produce al
lavar el músculo con solución fisiológica, exenta de magnesio, a consecuencia del paso de la droga detenida
dentro de las células musculares del exterior.
La solución pura de cloruro potásico (que aumenta paralelamente a la disminución de magnesio) ejerce
invariablemente una acción paralizante sobre los tejidos contráctiles o conductores. En el caso del músculo
cardíaco, por ejemplo, la contracción cesa tan pronto como se sustituye el líquido de perfusión normal con
soluciones de cloruro potásico químicamente puro.
Todas estas disquisiciones han permitido aclarar que el magnesio, al igual que otros oligoelementos,
desempeña el papel de catalizador de las funciones vitales de los organismos animales. Cuatro son los procesos,
de importancia fundamental para la vida, que se ven influenciados por el magnesio: 1.° La síntesis y destrucción
de los elementos de los tejidos, particularmente de las proteínas; 2° Los procesos energéticos cuales son las
oxirreducciones; 3.° La desintoxicación de venenos de origen endógeno; 4.° La transmisión de los estimulantes
nerviosos. Estos hechos, como advierte el doctor F. A. Cid, abren perspectivas nuevas en lo que se refiere a la
alimentación, tratamiento de las enfermedades en los animales y en lo que concierne al problema del cáncer, es
decir, el problema del trastorno de la formación y variaciones hasta ahora oscuras del epitelio y tejido conjuntivo.
No deja de ofrecer interés el conocimiento de la acción del magnesio sobre los narcóticos aplicados a los
animales. El médico francés Delbet quiso aclarar un punto oscuro con respecto al magnesio: su acción sobre los
narcóticos en animales, para luego deducir la que podrían ejercer sobre el hombre. Para ello se sirvió del
cloroformo que suministró a dos conejos: a uno de los cuales había inyectado previamente cloruro magnésico y al
otro no, y fue repitiendo la operación de dar al mismo tiempo igual dosis de cloroformo a los dos conejos hasta que
uno de ellos murió, lo que sucedió a las siete veces. Otro tanto hizo con otras binas de conejos. El resultado de
tales experiencias fue que murió doble número de conejos de los que no habían tomado la solución magnesiana,
que de los que la habían tomado.
Estas experiencias han permitido concluir que el aumento de magnesio en el organismo hace a los conejos
más resistentes a la toxicidad del cloroformo. Se ha probado que una sola inyección antes de la operación no tiene
ningún efecto. Son necesarias varias dosis en los días anteriores. Otras experiencias han mostrado que el cloruro
de magnesio no aumenta la hemorragia de la operación.
Antes de dar por terminado este punto vamos a señalar algunos de los efectos sorprendentes que el tratamiento
con sales de magnesio produce en las principales enfermedades de los distintos animales domésticos. Por de
pronto la solución más corrientemente usada para estos casos es la de 33 gramos de cloruro
magnésico cristalizado en un litro de agua. Esta solución se puede preparar con la antelación que se quiera, pues
se conserva indefinidamente. A continuación proponemos en forma esquemática la dosificación veterinaria, según
los distintos tipos de animales domésticos.
GATOS: La enfermedad principal que suele afectar a los gatitos es la gastroenteritis infecciosa y tifus; ésta
se cura con dos cucharaditas de las de café, de la citada solución, cada tres horas.
AVES DE CORRAL: 1. Tratándose del cólera, tifus, difteria y pesie aviar, el tratamiento para diez animales
será de un litro de solución por día, mezclado con el alimento. — 2. En el caso de la pepita, habrá que extirpar la
parte córnea de la lengua y dar dos o tres cucharaditas de la solución, de las de café, por ave.
CERDOS: Si se trata de bronconeumonía o neumoenteritis, en animales de 50 kilogramos, la dosis será de
medio litro cada seis u ocho horas, durante cuatro días; en animales de 100 kilogramos, un litro en las mismas
condiciones.
CABRAS Y CONEJOS: El tratamiento que habrá de dárseles será poco más o menos como el indicado
para los cerdos, o sea de 50 kilogramos de peso.
CABALLO Y JUMENTO: 1. Si se trata de la erupción pustulosa denominada usagre y el animal tiene un
peso del orden de los 500 kilogramos, el tratamiento es un litro cada seis u ocho horas, durante cuatro días, según
la gravedad del caso y las reacciones del animal enfermo. — 2. En el aborto se les dará un litro mañana y tarde,
durante cinco días. Con todo, en animales de peso bastante superior a 500 kilos, la dosis habrá de ser de litro y
medio.
BOVINOS: 1. Tratándose de fiebre aftosa y de vacas adultas de 400 a 500 kilos de peso, la dosis ha de ser
de un litro cada seis u ocho horas, según la gravedad del caso, durante cuatro días; para becerros de 200 kilos, las
mismas dosis; para terneros de leche, medio litro cada seis u ocho horas, durante dos días. — 2. La mamitis
requiere el mismo tratamiento que para la fiebre aftosa. — 3. La enteritis exige idéntico tratamiento al de la fiebre
aftosa, renovándolo una o dos veces. — 4. En el aborto, bajo la influencia de este tratamiento, la vaca expulsa las
envolturas fetales ella sola, sin cólico y, hecho notable, sin olor, a los pocos días que siguen el tratamiento, y la
lactación será normal. El tratamiento curativo consistirá en un litro de solución magnesia-na mañana y tarde,
durante cinco días. El tratamiento preventivo consistirá, durante la gestación, en un litro cada dos días, si la vaca
presenta señales de aborto, y en un litro por día durante cinco días.
Unas atinadas advertencias del doctor Neveu servirán de colofón a cuanto acabamos de exponer acerca
del empleo de las salas de magnesio por la cura y prevención de enfermedades de los animales.
1. El doctor Neveu ha observado la inocuidad absoluta de las dosis altas del cloruro de magnesio,
siempre que ha creído deber prescribirlo. Por eso no es de temer traspasar las dosis que parezcan suficientes
para curar algunas enfermedades.
2. Para movilizar, tan rápidamente como se pueda las reacciones de defensa del organismo, la regla es,
en los casos graves, comenzar con dosis próximas, por ejemplo, cada seis horas. En los casos excepcionalmente
graves, las dosis iniciales serán prescritas con dos horas de intervalo.
3. Cuando una mejoría clara del enfermo muestre que éste reacciona eficazmente, se pueden aplazar las
dosis, al principio cada ocho horas, después cada doce prolongando el tratamiento algún día después de la
curación aparente o quizá real, para consolidar los resultados obtenidos. Estos ofrecen el máximum de garantías
con las dosis que se han prescrito.
4. Dado el modo de obrar de la solución de magnesio, que consiste en activar las reservas del organismo
con el fin de disponerlo y vigorizarlo para la lucha contra los microbios que lo invaden, fácilmente se entiende que
su acción es extensiva a otras muchas enfermedades no mencionadas aquí. Por consiguiente, también lo
recomendamos para ellas, con las debidas proporciones y prudencia.

CAPITULO IV
EL MAGNESIO EN LA AGRICULTURA
El magnesio, en la vida de las plantas, desempeña un papel importantísimo, que no siempre ha sido
debidamente valorado. Por de pronto, en las cenizas de todos los vegetales, y especialmente en las de sus
semillas, el análisis encuentra magnesio. Este hecho dio una pista a los agrónomos sobre el papel que en la
vegetación debe desempeñar dicho metal. Fue en los comienzos del siglo cuando se observó su presencia y de
ella se dedujo que debía ser indispensable en la vida vegetal, si bien entonces no se llegó a aclarar su función
específica. Se le solía confundir con el calcio y se creía que su acción ignorada podría realizarse en presencia
de otras sales metálicas.
Experimentos realizados en estos últimos años en diferentes ensayos, han comprobado de una manera
evidente la gran eficacia del magnesio, así como también el calcio, como fertilizantes de extraordinaria importancia.
Esta confirmación experimental de sus valiosas propiedades alimenticias para las plantas ha contribuido bastante a
su empleo, que se ha ido generalizando a medida que se han divulgado los ensayos e investigaciones de
destacados agrónomos. De sus trabajos se deduce que el magnesio y el calcio no sólo deben considerarse como
los elementos que facilitan la asimilación del amoníaco y del ácido fosfórico a las plantas, sino que, además,
repre-sentan valiosos elementos para la vegetación.
E. Canals, en su tesis para el doctorado en ciencias físicas, presentado en la Facultad de Ciencias de
París, resume sus investigaciones acerca del papel fisiológico del magnesio en los vegetales diciendo que este
metal, generalmente extendido en todas las plantas, les es tan indispensable como los elementos
fundamentales carbono, hidrógeno, oxígeno, etc. Más aún, según este autor, el magnesio está dotado, además,
de aptitudes especiales comparables a las de los infinitamente pequeños elementos químicos, conocidos con el
nombre de «oligoelementos», gracias a su acción catalítica establecida antes que nadie por G. Bertrand.
En nuestra exposición daremos cuenta, algún tanto detallada, de cuanto se acaba de apuntar acerca de
la importancia del magnesio en la agricultura.

A) EL MAGNESIO EN LAS TIERRAS DE CULTIVO

Como es natural, el origen del magnesio de las tierras de cultivo debe buscarse en los minerales y rocas de
donde aquéllas provienen. Los principales minerales magnesianos son: la magnesita, el talco, la serpentina, ciertas
micas, los piroxenos y los anfíboles. Todos estos minerales son silicatos de diversos metales (aluminio, hierro,
calcio, sodio, potasio, etc.), entre los que figura el magnesio, los cuales forman parte de las llamadas rocas ígneas
o eruptivas. Entre las rocas magnésicas de origen neptúnico cabe señalar el carbonato magnésico o dolomita, que
en algunos puntos del globo constituye enormes montañas, como en los Alpes del Tirol. La formación de esta roca
se debe a la acción del anhídrido carbónico sobre el calcio y el magnesio de los silicatos antes mencionados.
También hay magnesio en el agua del mar y de algunos lagos, en aguas minerales y en yacimientos
salinos. En estos casos, generalmente lo está bajo la forma de sulfatos y cloruros, y constituyendo también sales
dobles o triples con las de otros metales, en particular de potasio y sodio.
El magnesio se encuentra en la tierra en proporción relativamente baja, pues sólo se halla en la proporción
de 2 al 2'5 por 100 de la masa de la corteza terrestre; proporción ésta análoga a la asignada al sodio y potasio y
ligeramente mayor que la del calcio. Pero, a pesar de esta relativamente pequeña cantidad del magnesio, debido a
su gran actividad mineralizante respecto al silicio y anhídrido carbónico, su difusión es tan extraordinaria que con
mayor o menor abundancia se encuentra en la mayoría de los terrenos.

Sin embargo, esto no quiere decir que todos los terrenos de cultivo tengan suficiente magnesio para las
necesidades biológicas de las plantas: En primer lugar, por la escasa solubilidad de la dolomita, cuyos
componentes calcio y magnesio tienen tan fuerte unión que difícilmente se rompe por agentes naturales. Todo esto
hace que los terrenos cultivados, a pesar de contener compuestos magnésicos en relativa abundancia, no puedan
ser éstos utilizados por los vegetales en proporciones necesarias.
En segundo lugar, la insuficiencia de magnesio se da en tierras que primitivamente contenían este ele-
mento en cantidad suficiente para que las plantas se pudieran desarrollar normalmente en ellas. Recientes
investigaciones agronómicas han comprobado una constante reducción del magnesio en los terrenos arenosos y
en aquellos otros donde las lluvias suelen ser torrenciales, cuyas pérdidas se han manifestado en los trastornos
experimentados por las cosechas. Otra causa de la reducción del magnesio en las tierras se debe a las mismas
plantas que lo toman y, si no se restituye, puede, tras una o varias cosechas, agotarse en detrimento de la
fertilidad.
Todavía el investigador F. B. Johnston señala como factores que contribuyen a la deficiencia de los suelos
en magnesio, además de los ya señalados, la elevada acidez del terreno (pH = 4'5 a 5'2), la aplicación intensiva
de fertilizantes acídicos (super) y el escaso contenido en materia orgánica.
Con todo, es de notar que la carencia total de magnesio en los suelos es desconocida; pero la deficiencia
en magnesio asimilable —como atinadamente observa el doctor L. Blas— es más frecuente de lo que podría
suponerse, después de examinar los análisis químicos de su composición. Es que no basta que el suelo contenga
suficiente cantidad de magnesio para la vida de las plantas; sino que es necesario que éste sea asimilable; pero
dicha asimilación es un fenómeno bastante complicado, en el que intervienen factores físicos, físicoquímicos y
biológicos. Basta un exceso de cationes más fuertes, cuales son los de potasio, sodio, calcio, etc., para determinar
una enorme disminución en la absorción de magnesio.
Garman y Markle han ideado un método para determinar la riqueza de los suelos en magnesio, el cual se
basa en la extracción de una muestra de tierra por solución de acetato sódico 0'25 normal de pH = 5 y valoración
del magnesio en el extracto. Este método tiene indudablemente un valor positivo para altos niveles de magnesio.
Así, por ejemplo, riquezas del orden de 80 a 100 kilogramos de magnesio por hectárea indican la no deficiencia de
magnesio y experimentalmente se comprueba la exactitud de ello; pero, cuando los niveles son bajos, no puede
este método definir carencia. Por esto, al método de Garman-Markle sólo se atribuye un carácter aproximado y un
cierto valor informativo.
Algunos autores han dado, como cifra de deficiencia de magnesio en los suelos, el valor de 50 kilogramos
por hectárea; pero la experiencia demuestra que mucha plantas pueden vivir con normalidad en suelos con menor
cantidad de magnesio determinado por el método de los autores antes citados. Como conclusión de lo que se
acaba de exponer se deduce que el magnesio extraíble por la solución de acetato es ciertamente un índice de
seguridad; pero el recíproco no es exacto siempre.
Hablando en general, puede sospecharse la deficiencia de magnesio en el suelo en todas las regiones
sometidas a intensos riesgos o de gran pluviosidad; particularmente las tierras arenoso-arcillosas en regiones
húmedas son las que muestran más destacados los fenómenos de esta carencia. Esta disminución en
rendimientos puede agravarse aún más por el inadecuado empleo de ciertos abonos, tales como el cloruro
potásico, nitrato cálcico o sulfato amónico, cuyos aniones solubilizan rápidamente las escasas reservas de
magnesio existentes en el suelo, hasta el punto de poder llegar a producir la carencia casi total del mismo.
Los agricultores desean, para poder obrar en consecuencia, que se les señalen cifras o valores medios
del contenido en magnesio de los suelos, desde el punto de vista de su importancia con las necesidades de las
plantas. Pero deben hacerse cargo de que es difícil, o poco menos que imposible, como se deduce de lo
anteriormente expuesto. Una información, que no pasa de aproximada, se puede obtener por el método ya
indicado de extracción con acetato, para lo que pudiéramos llamar magnesio fácilmente asimilable; pero el dato
«magnesio total» deducido del análisis posee un valor que, sin previa experimentación biológica, carece de interés
desde el punto de vista de su utilización y empleo por la planta.

B) PAPEL DEL MAGNESIO EN LA BIOQUÍMICA VEGETAL

El magnesio y el calcio son indispensables para la vida vegetal, si bien su papel fisiológico es diferente,
según lo pone de manifiesto el distinto predominio de uno y otro en las varias partes de los vegetales. En
general, las semillas, bulbos y tubérculos contienen el magnesio bajo las formas de carbonato y fosfato, y esto en
proporción generalmente mayor al calcio, salvo algunas excepciones. El magnesio y el calcio de los vegetales se
determinan en las cenizas bajo la forma de óxidos, llamados magnesia (MgO) y cal (CaO), respectivamente, en
miligramos por 100 gramos :

MgO CaO
Linaza 13/14 8/9
Trigo 11/13 2/3
Centeno 10/12 ¾
Avena 10/11 7/8
Remolacha 7/8 6/7
Guisantes 7/8 6/7
Habichuelas 5/6 6/7
Adormidera 9/10 35/36
Cañamones 1/2 25/26
Cebolla 5/6 22/23
Zanahoria 3/4 11/12

Una de las partes de la planta donde más abunda el magnesio son las hojas, por razón del pigmento verde,
llamado clorofila, que impregna la materia protoplasmática incolora de los cloroleucocitos. La riqueza de la clorofila
es del 27 por 100. Una gran deficiencia de magnesio en el suelo provoca necesariamente el amarilleamiento de las
hojas, llamado clorosis, y —lo que es más importante— una disminución de la fotosíntesis clorofílica. Según
Rabino-with, pueden presentarse deficiencias en el fenómeno clorofilo-fotosintético, antes de que aparezca la
clorosis en las hojas, si la cantidad de magnesio asimilable en el suelo no es suficiente para las necesidades de la
planta.
Para comprender el proceso biológico que en las hojas tiene lugar, es de saber que, en el protoplasma de
la célula vegetal, existen los leucocitos, que son unos corpúsculos destinados a elaborar principios esenciales
necesarios para la vida vegetal. A los leucocitos coloreados se les designa con el nombre de cromoleucitos que,
con distintas materias colorantes, producen la rica gama cromática de flores y frutos. Los leucocitos incoloros,
llamados cloroleu-citos, son a los que colorea de verde la clorofila, substancia de vital interés para las plantas, por
cuanto mediante esa substancia los vegetales asimilan el carbono del anhídrico carbónico contenido en la at-
mósfera.
La clorofila «trabaja» cuando se halla expuesta a la luz solar, pero su actividad desaparece al desecarse
las plantas. Está mezclada con otras dos materias colorantes: la xantofila amarilla y la carotina roja. Comparando la
clorofila con la hemoglobina, que es el pigmento colorante de la sangre, se observa que el núcleo fundamental de
aquélla es idéntico al de ésta, con la diferencia de que, así como en la hemoglobina el metal principal y típico es el
hierro, en la clorofila el metal característico es el magnesio que forma parte de un «derivado órgano-magnésico».
Ahora bien, como hay dos tipos de clorofila (a y b), resulta que el total de los pigmentos de las hojas
verdes son cuatro: clorofila a, clorofila b, carotina y xantofila. La clorofila a se obtiene sometiendo el polvo de las
hojas secas a la acción de la acetona al 80 por 100 y al fraccionamiento sistemático en frío con el alcohol metílico y
un éter de petróleo, del que se separa en forma de un polvo azul oscuro. La clorofila b se encuentra en el alcohol
metílico del tratamiento anterior; es menos abundante que la clorofila a y se presenta como un polvo verde oscuro.
El conjunto de los dos productos de la clorofila es soluble en alcohol absoluto, en éter, bencina, cloroformo
y sulfuro de carbono, a los que tiñe de color verde. El rendimiento total del tratamiento que se acaba de exponer es
de 6 a 8 gramos por kilogramo de hojas secas.
Ahora bien, se ha comprobado que los compuestos órgano-magnésicos tienen afinidad de absorción del
anhídrico carbónico, y la función clorofílica se ha esquematizado de la siguiente manera en dos reacciones de
equilibrio: 1.a El gas carbónico es atraído por la clorofila a que, por la energía lumínica absorbida, se transforma en
clorofila b y da lugar a la formación de productos hidrocarbonados. 2.ª La clorofila b, formada, desprende oxígeno y
pasa a clorofila a, repitiéndose el ciclo, en el que el magnesio actúa de agente catalítico. La absorción del anhídrico
carbónico llega a su límite, cuando el magnesio se separa del núcleo clorofílico, porque entonces termina la
reación. Sin embargo, se produce una reacción intermedia, por la que se regenera de nuevo la clorofila.
Pero el magnesio clorofílico no es el único indispensable para la planta; en las mismas hojas, en los tallos,
frutos, etc., existen otras cantidades de magnesio no clorofílico, que son también esenciales para el normal
desarrollo del vegetal. La relación magnesio total (magnesio clorofílico en las hojas, por ejemplo) puede alcanzar
hasta el valor 26 y, según Garret y colaboradores, la deficiencia magnésica sólo se evita cuando esta razón es
superior a 6 ó 10 como mínimo: es decir, normalmente en la hoja verde de una planta debe haber, por lo menos,
diez veces más magnesio no clorofílico que el incorporado a esta molécula. Esta es la cifra dada por Carolus. Pero
en las plantas de tabaco se ha demostrado, que sólo el 0'03 por 100 del contenido total de magnesio de la planta
(hojas y tallos) era el necesario para satisfacer las necesidades de magnesio clorofílico.
Para Jacks y Schesbatoff, toda deficiencia de magnesio en los suelos se traduce inmediatamente en
deficiencia de clorofila y disminución, por tanto, de la importante función fotosintética, disminución de glóbulos,
almidón, etc. Más aún, se ha llegado a la conclusión de que el hierro, a pesar de no encontrarse en las cenizas de
la clorofila, es indispensable para la formación de este producto, cuando en la economía vegetal no haya pirrol. De
aquí que la ausencia de este último compuesto obligue a añadir una sal de hierro para activar la acción clorolítica
combatir la clorosis. La conclusión de que todo este proceso sacan los biólogos es que en formación de la clorofila
se requiere el magnesio y el pirrol, o, en defecto, de éste, el hierro.
En la obra titulada «En los próximos 100 años, de C. C. Furnes, profesor de ingeniería química de la
Universidad de Yale (EE. UU.), al tratar de la granja perfecta, señala el magnesio entre los alimentos indispensables
para las plantas (pág. 369). Anteriormente (pág. 45) había dicho: «Unos pocos metales, como el hierro, cobre y
magnesio, intervienen en los procesos y prestan su ayuda a la tarea constructiva de las plantas.»

C) EL MAGNESIO AGENTE ASIMILADOR DEL FÓSFORO

Desde hacía tiempo existía la presunción de que una de las funciones adscritas al magnesio en la fer-
tilización de los vegetales es la de ser agente que favorece la asimilación del fósforo, por cuanto es indispensable
para el normal metabolismo fosforado en los procesos de síntesis de fosfolípidos, nucleínas, etc. de los vegetales.
De ser esto así se puede esperar una correlación entre el fósforo y el magnesio contenidos en las plantas. Pero los
investigadores E. Trong, Goates y K. C. Berger, en una revisión de la literatura acerca del magnesio, no lograron
ver demostrada de manera concluyente la existencia de esta relación. Esto les lleva a realizar una serie de
experiencias, que vamos a exponer en este lugar.
Por de pronto, los citados autores se dieron cuenta de que, para hacerse un exacto criterio sobre el
particular, no es suficiente el análisis químico de los tejidos de las plantas, sino que es necesario el análisis de la
semilla. Para comprobar estos extremos, verificaron experimentos en un terreno que contenía el porcentaje
requerido en magnesio, o sea 30 kilogramos por hectárea, y cultivaron en él melocotones y maíz. El abonado
consistió en los fertilizantes clásicos de nitrógeno, fosfatos, potasa. Pues bien, los resultados de los análisis
llevados a cabo en las semillas, mostraron un aumento de 10 a 18 por 100 en el contenido del magnesio cuando
se utiliza como abono fosfatado. Esta constatación confirma la suposición de que el magnesio es el agente
asimilador del fósforo.
Pero, a pesar de esta comprobación experimental, la teoría del proceso permanece aún inexplicada.
Esto sí, dicha comprobación experimental ha sido siempre confirmada brillantemente, y de ella se muestra que,
al aumentar la cantidad de magnesio asimilable del suelo, se produce simultáneamente un aumento de fósforo
asimilado por la planta, como lo han experimentado Bartolomew y otros investigadores.
K. C. Berger, por ejemplo, ha cultivado guisantes en suelos abonados con distintas proporciones de
fosfatos y magnesio, y ha comprobado de un modo irrefutable que, al incrementar el suministra de magnesio, la
respuesta del cultivo ha sido siempre un enriquecimiento de fósforo en la semilla, superior al obtenido por sólo
incrementar el abono fosfatado. Estas definitivas experiencias, realizadas con toda clase de cuidados y controles,
han llevado al autor a la conclusión, quizá no absoluta, de que la mayoría de los fallos, que a veces se observan
después del abonado con fosfatos, pueda obedecer a faltas de magnesio asimilable en los suelos.
El doctor L. Blas sospecha que, con este fenómeno, tenga relación otro hecho observado, cual es la mayor
riqueza en magnesio no clorofílico en los tejidos jóvenes, raíces y frutos; es decir, en aquellos lugares donde el
dinamismo bioquímico es más intenso.
De no menos importancia práctica son los trabajos realizados sobre semillas de judías en la Universidad
de Wisconsin (EE. UU.). Diversos investigadores han cultivado dicha planta, en un suelo en el que la relación
magnesio-fósforo era variable, y también comprobaron que, a mayor cantidad de magnesio asimilable en el suelo,
correspondía un incremento en fósforo absorbido por la semilla. De estas experiencias se dedujo que la
disminución del valor nutritivo del fósforo en muchas cosechas, obedece simplemente a no haber incorporado al
abono fosfatado magnesio asimilable por la planta. Es decir: con esto ha quedado demostrado prácticamente que
el elemento magnesio es un transportador o movilizador del fósforo y, por tanto, imprescindible para el éxito de los
abonos fosforados.
Al conocer los rusos los trabajos que se acaban de relatar, se pusieron a emplear en aquel país mezclas
de superfosfatos con silicatos de magnesio y los resultados han sido verdaderamente satisfactorios. Las primeras
experiencias hechas en Rusia consistieron en adicionar al superfosfato ordinario un 8 a 9'5 por 100 del mineral
«dunita», rico en olivino; luego, también lo aplicaron al superfosfato triple. Esta adición, además de incorporar sales
de magnesio al abono, neutraliza el exceso de acidez del superfosfato, absorbe la humedad y proporciona un
abono que, según estadísticas rusas, es superior al superfosfato aislado, no obstante, la disminución efectiva de
fósforo que supone su mezcla con un 10 por 100 del mineral no fosforado.
Pruebas semejantes a las rusas se llevaron a cabo en Norteamérica y Nueva Zelanda. En este último país
el mineral magnesiano era serpentina, la cual, finamente pulverizada, se mezclaba con el superfosfato ordinario en
la proporción del 10 por 100. La mezcla tardaba de dos semanas a cuatro días, según la humedad, en fraguar y
quedar seca y homogénea. El producto así obtenido no ataca a los sacos de yute, no se pega a las manos y se
derrama con facilidad en las máquinas distribuidoras de abonos, únicamente el análisis químico revela una ligera
disminución de la cifra del fósforo soluble al agua, pero no al citrato. Los resultados experimentales han de-
mostrado que el abono llamado «serpentina-super» tiene igual valor como abono fosfatado que el superfosfato
ordinario, y a veces algo superior. En 1942 se emplearon en Nueva Zelanda 31.000 toneladas de «serpentina-
super», y en 1943, más de 62.000 toneladas.
Este descubrimiento, reputado como de trascendental importancia en la química de los abonos, explica
hechos que hasta ahora eran incomprensibles. Por ejemplo, en Alemania se había observado que escorias básicas
del desfosforado del acero daban mejores resultados, como abono fosforado, que el superfosfato ordinario a
igualdad de riqueza en fósforo. Análisis cuidadosos han demostrado que las citadas escorias contenían un 6 por
100, aproximadamente, de óxido de magnesio.
Nuevas experiencias verificadas por la Universidad de Wisconsin, posteriormente a las antes citadas, en
hidrocultivos y tierras, han comprobado una vez más, la enorme importancia de la adición de las sales de
magnesio, ya que la respuesta ha sido siempre un incremento en el fósforo de la cosecha.

D) EL MAGNESIO EN LAS SEMILLAS Y FRUTOS

El magnesio que absorben las plantas por las raíces se redistribuye de los tejidos viejos a las partes
jóvenes, concentrándose preferentemente en las semillas y en las hojas. De aquí que la cantidad que de dicho
elemento contiene cada uno de los órganos de la planta, difiera mucho de uno a otro. Así, por ejemplo, en el maíz
el 34 por 100 se encuentra en el grano, el 32 por ciento en las hojas, el 21 por ciento en el tallo y el resto en las
raíces. Willsttater halló que el trigo contiene en sus cenizas más magnesio que calcio, y Czapek amplió esta
conclusión a casi todas las semillas, lo cual hizo pensar a los fisiólogos en la posible importancia del elemento
magnesio como elemento modificador de la cuantía de las cosechas.
Este hecho, de que el magnesio se acumule en las semillas y frutos de las plantas, es considerado como el
corolario de su papel antes expuesto de elemento conductor del fósforo. Loew encuentra, como un hecho general,
que las semillas aceitosas contienen de ordinario menos magnesio que las ricas en glúcidos, almidón, etc.; en una
palabra, en hidratos de carbono, e incluso señala el valor de 2'5 como relación normal.
Durante la maduración de los frutos y semillas, se observa siempre un incremento en la riqueza de
magnesio y fósforo; más aún, parece demostrado que este incremento se debe a una translocalización del
magnesio contenido en las hojas hacia el fruto. La clorosis de muchas hojas y su caída, coincidente con la
maduración de la semilla y del fruto, obedece, según Reed y Haar, a este fenómeno. Para otros autores, que
consideran este hecho desde un punto de vista demasiado simplista es evidente que el fruto o semilla, que
necesariamente precisa magnesio para su maduración, lo toma de las reservas de dicho elemento existente en las
hojas próximas.
Este proceso parece fuera de duda al iniciarse la fructificación, según comprobaciones de Fudge. Este autor
ha analizado hojas verdes próximas a los frutos y hojas algo alejadas de los mismos, y ha demostrado para
las primeras valoraciones del 0'013 por 100 y en las segundas hasta el 0'20 por 100 de magnesio. De aquí es
dado concluir que, haya o no clorosis y caída de hojas, las reservas de magnesio de las hojas son las
abastecedoras de dicho elemento para el fruto.
Algunos fisiólogos, basados en estos hechos, han querido ver, precisamente en esta modalidad del
magnesio, la explicación del fenómeno de las cosechas alternativas de ciertas plantas y árboles: por ejemplo, el
caso del olivo. Como es sabido, la floración de nuestros frutales y del olivo mismo se realiza preferentemente en
las ramas jóvenes del año anterior, y el magnesio se ha demostrado que puede fácilmente transferirse de una
rama joven sin fruto a otro adyacente con él, pero no de una rama vieja sin fruto a otra que lo tenga. Por ello es
frecuente ver en los árboles ramas con frutos y hojas amarillas junto a vigorosas ramas con hojas intensamente
verdes, pero sin fruto.
En el caso particular del olivo se sugiere que las necesidades en magnesio sean posibles responsables de
la cosecha alternativa, Su carencia, como se ha demostrado, produce la no fructificación. El doctor L. Blas aduce,
como ejemplo de esto, los olivos de algunas regiones, que de jóvenes dieron abundante cosecha; pero que, al
transcurrir los años, la frecuencia alternativa de su fructificación fue ampliándose de período, hasta que el labrador,
cansado de ver la inutilidad de sus esfuerzos, optó por la radical medida de su talado. En algunas tierras donde
esto sucede, el análisis demuestra carencia de magnesio asimilable.
«Si esta hipótesis se confirma —son palabras del referido autor—; si, en efecto, las cosechas alternativas
del olivo en muchas regiones españolas obedecen a la escasez de magnesio o a la falta de movilidad del mismo
en el suelo, y se consigue, por métodos químicos de abonado, la disminución del período de no fructificación, el
resultado práctico de esta mejora representaría para los olivares de España un incremento fantástico en su
importancia económica. Pero —añade— no nos dejemos sugestionar por ideas o teorías más o menos atrayentes;
el análisis, la experimentación sistemática y los estudios técnicos cuidadosos son los únicos procedimientos de
estudio, y sobre sus resultados es solamente sobre los que se pueden formular hipótesis e ideas.»
Pero lo que sí ya está probado experimentalmente en muchos árboles frutales es la importancia del
magnesio como elemento modificador de la calidad del fruto. Harley, trabajando en perales, ha llegado a la
conclusión de que el mal desarrollo y calidad de ciertas especies era sólo debido a las deficiencias de magnesio,
acompañadas de exceso de potasio en el suelo. Damond Bounton, de la Cornell University, publicó hace algunos
años un extenso trabajo acerca de la importancia del magnesio en los manzanos. Las primeras noticias acerca de
esta deficiencia aparecieron el año 1939, siendo Hill y Wallace los primeros que estudiaron y diagnosticaron la
presunta enfermedad como carencia de magnesio, basándose en la semejanza de síntomas con otros árboles
cul-tivados en huertos arenosos y de bajo contenido en magnesio.
Los investigadores de Nueva Zelanda corregían dicha deficiencia con inyecciones de sulfato magnésico en
el propio árbol. Pero, cuando intentaban combatir la carencia por la adición de sales magnésicas del suelo, los
resultados eran totalmente negativos. Iguales hechos ocurrieron en los Estados Unidos, y esta ineptitud del suelo
para suministrar magnesio asimilable está siendo en la actualidad estudiada, ya que el sistema de corrección por
inyecciones no es práctico ni económico.
Los síntomas visibles de la deficiencia magnesiana en los manzanos son: palidez de las hojas entre las
nervaduras de las hojas viejas y de algunos brotes, y amarilleamiento subsiguiente, manchas morenas de necrosis
entre las venas que asemejan islas; las hojas se arrugan y caen prematuramente, y los frutos de las ramas donde
la deficiencia aparece son pequeños, de pobre calidad y con frecuencia caen prematuramente.
Químicamente por su análisis, se puede diagnosticar y prevenir la enfermedad de carencia, pues para ello
basta analizar las hojas. Si su riqueza en óxido de magnesio, es superior al 0'40 por 100 con respecto a la
substancia seca, el árbol raramente muestra fenómeno alguno de carencia y el fruto es normal. Riquezas
comprendidas entre 0'25 y 0'40 por 100 de óxido de magnesio eran indicios de posible aparición de la enfermedad,
y, cuando el contenido en óxido de magnesio era inferior a 0'25 por 100, entonces, sin excepción el árbol acusaba
claramente los síntomas de deficiencia anteriormente indicados.
Ante hechos tan evidentes, se procedió al análisis sistemático de los suelos donde el proceso de carencia
apareció. Wallace, por ejemplo, encontró la enfermedad en suelos ricos y pobres de calcio, con lo cual eliminó este
factor. Otros investigadores achacaron la enfermedad a los suelos de baja acidez. Finalmente, se llegó a la
conclusión más probable de que lo que influye definitivamente en la asimilación del magnesio por los manzanos es
la relación potasio-magnesio. Se comprobó, además, que siempre que hay deficiencia de magnesio en dichos ár-
boles se advierte, por el análisis de sus hojas, enriquecimiento simultáneo en potasio y que, fertilizando con exceso
de sales potásicas, se producen deficiencias de magnesio.
A. F. Camp, en un notable trabajo acerca de la importancia del magnesio en el cultivo de los limoneros, hace
resaltar el decisivo papel que tiene este elemento en las cosechas de dicho fruto. Según él, la causa de cosechas
deficientes en algunas regiones de Florida, Brasil, Argentina, etc., es sólo debida a deficiencias de magnesio en el suelo
donde se cultivan. El follaje del limonero tiene normalmente dos tercios más de fósforo que magnesio, mientras que el
fruto es tres cuartas partes más rico en magnesio que en fósforo. Por esto dice el citado autor que resulta
incomprensible el dar tanta importancia al abono fosfatado solamente, cuando del magnesio
depende el éxito de la cosecha. Los síntomas de deficiencia magnesiana del limonero son: amarillo de las hojas,
frutos de menor tamaño y baja calidad, facilidad de invasión de las ramas por hongos.

E) EL MAGNESIO EN LA PRODUCCIÓN DE CARBOHIDRATOS Y VITAMINAS

Una vez demostrado que toda deficiencia de magnesio se traduce por inmediata disminución del
proceso fotosintético determinado por la clorofila, se comprende que la falta de magnesio asimilable ha de
producir menores rendimientos.
Raume fue el primero que relacionó el transporte del almidón de las hojas al tallo y, como para este
proceso se necesita el fósforo como coenzima, de aquí que el magnesio transportador del fósforo, según antes se
ha explicado largamente, sea teóricamente un elemento indispensable para este fenómeno.
Esto se ha comprobado prácticamente en cultivos de patata, por ejemplo, ya que en esta planta la
acumulación del almidón en los tubérculos se realiza de una forma bien ostensible. Para esta comprobación Chuck
realizó múltiples cultivos en diversas condiciones de abonado y observó que, en las plantas deficientes en
magnesio, con hojas ya cloróticas, una adición de sales solubles de magnesio, y hasta de dolomita, provocaba a
los pocos días (cinco o seis), una respuesta favorable. Las hojas cloróticas no recuperaban ciertamente su color
verde, pero el proceso de amarilleamiento cesaba de producirse y todos los nuevos brotes presentaban un
aspecto normal. Además, en las plantaciones testigo no tratadas, la muerte de la planta ocurría siempre. El mismo
in-vestigador llegó a la conclusión de que el abono magnesiano producía, en todas las experiencias, un notable
incremento en los rendimientos de las cosechas de patatas.
No menos importante, sobre todo para la agricultura española, es la intervención del magnesio en la
producción de lípidos o aceites: mejorar y aumentar la producción y rendimiento del aceite de oliva, por ejemplo,
supondría una adquisición de extraordinario interés para la economía nacional.
Se da como comprobado que el magnesio estimula algunos procesos reductores. De aquí que se hayan
realizado múltiples experiencias para averiguar si las respuestas del cultivo de plantas oleaginosas a adiciones de
magnesio se traducían o no en aumentos de lípidos en las semillas. Poca es la información experimental obtenida
hasta ahora al respecto, y ésta referida únicamente a un reducido número de plantas oleaginosas. Con todo, en el
caso particular del girasol, por ejemplo, se ha demostrado experimentalmente y de un modo indudable que la
canti-dad de aceite en los cultivos abonados con sales de magnesio era superior a la cosecha testigo.
En estos últimos tiempos se han comenzado a realizar ensayos en olivares españoles acerca de la
influencia del abonado magnesiano en la calidad y cantidad del aceite obtenido. Pero aún es pronto para decir
nada concreto, ya que las citadas experiencias precisan varios años para su comprobación.
Con respecto a la influencia del magnesio en la producción de vitaminas, debemos manifestar que los
resultados experimentales hasta ahora obtenidos son incompletos, a pesar de hacer bastante tiempo que han sido
iniciados. Es que los trabajos de este género —como no puede ser menos— se realizan en series y son largos y
laboriosos; además, se trata, no de una o pocas vitaminas, sino de múltiples de ellas.
Por de pronto, está ya comprobado que, por ejemplo, la adición de magnesio al suelo aumenta la
riqueza en ácido ascórbico en las naranjas, cereales, espinacas, repollos, etc., en cambio, apenas tiene
influencia su riqueza en la patata, tomate y remolacha.
Sobre otras vitaminas, los resultados no son aún definitivos; pero, desde el punto de vista bromatológico e
industrial, estos ensayos revisten la mayor importancia en ganadería, y su mejora o corrección significaría un gran
progreso en la economía ganadera.

F) CONSECUENCIAS DE LA FALTA DE MAGNESIO EN LOS VEGETALES

Para apreciar las consecuencias perniciosas que la falta de magnesio produce en los vegetales hay que
saber los efectos beneficiosos a que su presencia da lugar. Ante todo, se ha comprobado la virtud que reúne de
dotar a los vegetales de una extraordinaria resistencia a las invasiones criptogámicas, y esto en mayor escala
que el calcio, sin duda alguna a causa de la más pronunciada basicidad del magnesio.
En segundo lugar, este elemento facilita la asimilación del amoníaco y del ácido fosfórico a las plantas.
Asimismo, como el magnesio transforma los silicatos de calcio, al ponerlos en libertad, permite que las plantas
aprovechen importantes cantidades de potasio que, de otro modo, quedarían inutilizadas. Pero, para que el
magnesio surta todos estos efectos en grado máximo, debe ir asociado al calcio, pues la incorporación
combinada de ambos elementos favorece las reacciones químicas, sin las cuales la asimilación de los abonos
minerales deja de producirse.
El magnesio se encuentra en las plantas bajo tres formas diferentes: constituyendo parte de la molécula de
clorofila, según vimos anteriormente; combinado o absorbido en el protoplasma celular, y en forma iónica en la
savia y jugos vegetales. En líneas generales, las plantas más ricas en magnesio son las leguminosas, ya que su
contenido medio es del 0'3 por 100. Pero existen otras plantas en que el contenido de magnesio es hasta cien
veces menor.
Es de notar que, en estos análisis del total del magnesio contenido en la planta, los resultados de distintos
investigadores son muy diversos, puesto que el proceso de absorción y emigración del magnesio es muy variable y
depende, además, de la vejez de la planta. Hawkin, en su experiencia con tomates, ha demostrado que esta planta
absorbe del suelo el 3 por 100 de su riqueza total de magnesio durante el primer mes, el 20 por 100 durante el se-gundo
y el 77 por 100 en el último mes. Las hojas marchitas, antes de caer, transfieren su contenido de magnesio, hacia las
semillas u otras partes de la planta. Así se explica que, según sea la edad de la planta, la cantidad de hojas caídas, etc.,
los resultados analíticos referidos a la totalidad del peso de la planta puedan ser variables.
Tambien es menester distinguir entre necesidades de magnesio para la germinación y fase primera de la
vida de la planta y necesidades para la fructificación y desarrollo. En un interesante trabajo de Walters, sobre las
necesidades de magnesio para el desarrollo normal de las semillas, se llega a la conclusión de que las plantas
inferiores (líquenes, musgos, etc.) son más sensibles a la carencia magnesiana que no las plantas superiores.
Esto viene confirmado por los análisis de magnesio de los gérmenes o semillas de ambas, y, como advierte el
investigador citado, la deficiencia de magnesio se deja sentir en las cosechas de cereales cuando el medio
germinativo adolece de escacez de magnesio.
La pobreza de magnesio determina en las plantas una decoloración anormal, consistente en un tinte verde
claro y hasta casi blanco, que toman algunas zonas cloróticas y que terminan por invadir toda superficie foliar.
Como es natural, no todas las plantas sufren con igual intensidad los efectos de la deficiencia del magnesio. Entre
las más perjudicadas figuran el maíz, el tabaco y la espinaca. Las gramíneas y las patatas presentan mayor
resistencia, si bien esto no quiere decir que se encuentren del todo libres de estos perniciosos efectos, y así
algunos investigadores agronómicos han comprobado que la falta de magnesio en los terrenos de cultivo de
patatas ha dado por resultado numerosos casos de clorosis.
En la mayoría de los casos, el agricultor puede conocer por sí mismo la falta de magnesio en los suelos que
explota. Sin embargo, el publicista agronómico don Luis Catalina advierte que el tal no debe fiarse de una manera
absoluta en sus propias apreciaciones, por lo cual aconseja que se acuda a los laboratorios para cerciorarse,
mediante serios análisis, del porcentaje verdadero de magnesio existente en las tierras de cultivo.
La dificultad en atribuir precisamente a la deficiencia de magnesio determinadas anomalías observadas
en los cultivos se debe a que, en algunos casos, no es posible diagnosticar si los trastornos se deben a la falta de
unos o al exceso de otros, como bien dice Mc. Murtey.
Asimismo importa recordar que muchos elementos son tóxicos cuando falta otro de los necesarios; pero,
en presencia de algunos que contrarrestan los efectos nocivos, desaparecen los síntomas, como sucede con el
magnesio y el calcio, pues el primero elimina las influencias tóxicas del segundo. Además, se da la particularidad,
tratándose del magnesio, de que no sólo es el defecto del mismo lo que produce efectos perniciosos en las
plantas, sino también su exceso, que llega a ser tóxico.
Pero todavía hay más; y es la comprobación de síntomas de deficiencia de magnesio en los cultivos de
determinados terrenos, a pesar de que el análisis químico revela cantidades de dicho elemento más que
suficientes para satisfacer las necesidades del vegetal, lo cual puede deberse a condiciones desfavorables para
que pueda ser aprovechado por las plantas, como sucedería si la tierra contuviese el magnesio en combinaciones
químicas que no permitiesen a las plantas el asimilarlo. Los síntomas visuales de la falta de magnesio pueden
aparecer en las raíces, tallos, hojas, flores, frutos y semillas.
El ingeniero agrónomo colombiano Mesa-Bernal dice haber comprobado que la deficiencia del magnesio
no afecta sensiblemente al crecimiento de la raíz, como lo hace la pobreza de calcio; sin embargo, otros
investigadores opinan más bien lo contrario, cuando afirman que el crecimiento queda interrumpido y que aparecen
nuevas ramificaciones.
En las tomateras de tierras pobres de magnesio, el crecimiento de la raíz principal es normal, si bien con
pocas ramificaciones; en cambio, la corteza muere rápidamente y adquiere color de café. En todas las especies
los tallos son relativamente flexibles y débiles, pobres en materia leñosa, y los nuevos brotes mueren muy pronto.
En algunas plantas de jardín la falta de magnesio perjudica sensiblemente la belleza natural de las flores,
que les hace perder sus vivos colores, a la vez que son más pequeñas. La deficiencia de magnesio resulta
asimismo nociva para los árboles frutales, cuyos botones florales ofrecen reducido volumen y, si en algunos llegan
a formarse los frutos, la mayoría de ellos se desprenden antes de llegar a su madurez, como le sucede al
manzano.
La carencia o pobreza de magnesio se revela principalmente en las hojas. Ya hemos dicho algo de ello,
pero ahora lo vamos a hacer con más detalle, por tratarse del defecto más general y más fácilmente reconocible.
La tonalidad amarilla de las hojas comienza a manifestarse por manchas verdes claras, que van extendiéndose
hasta cubrir toda la superficie foliar. Estas anomalías se inician en las hojas más viejas, al paso que el tejido
intranervioso se vuelve amarillo o blanquecino, bronceado, rojo púrpura, hasta que, finalmente, sobreviene la
necrosis o muerte de los tejidos. La clorosis se presenta en el ápice de las hojas y avanza con mayor o menor
rapidez, según los casos, hasta la base de las mismas, mientras que a veces se curvan. Otro pernicioso efecto es
que las hojas se tornan quebradizas, diferenciándose de las cloróticas más resistentes.
G) RESTITUCIÓN DEL MAGNESIO EN LAS TIERRAS.

Pocos son los agricultores que se preocupan del magnesio de sus tierras de labor, lo que contrasta con la
práctica adoptada por la generalidad de los mismos de abonarlas con compuestos nitrogenados, potásicos,
fosforados y cálcicos. Es que no ha entrado todavía en la generalidad de los agricultores la conciencia de la
necesidad de los abonos magnésicos. El mal no es de ahora, viene de hace muchos años, pues se debe en gran
parte a las manifestaciones del agrónomo francés Jorge Ville. Este investigador realizó, a mediados del siglo XIX,
amplios ensayos culturales, prescindiendo del empleo de sustancias minerales. De ellos dedujo: 1.° sin fosfatos las
plantas mueren; 2.° sin potasa, los tallos carecen de rigidez; 3.° la supresión del magnesio determina una
vegetación pobre, hasta el punto de llegar a reducir las cosechas en un 75 por 100. Pero también afirmó que, con
los compuestos magnésicos existentes naturalmente en el suelo, había suficiente magnesio para nutrir la
vegetación, sin necesidad de nuevas adiciones. Esto indujo a los agricultores a que hicieran caso omiso de la
fertilización magnesiana.
Al hacer la afirmación que se acaba de recordar, Jorge Ville no tuvo en cuenta que no todas las tierras tienen
suficiente magnesio nativo utilizable, bien sea porque se halla formando parte de compuestos no asimilables para las
plantas, bien porque principalmente nunca lo tuvo en cantidad conveniente, bien porque, aun cuando en otro tiempo lo
tuvo, paulatinamente ha ido desapareciendo por los agentes atmosféricos o por los mismos cultivos.
Pues, en efecto, de la tierra cultivada, se extrae, por cosecha y hectárea, un promedio de 6 a 8 kilogramos
de magnesio, en los cereales, que llega a 10 kilogramos en las leguminosas, de 12 a 15 en las patatas, de 15 a 20
en los viñedos y de 30 a 35 en la remolacha azucarera. Esta última, muy ávida de la potasa, se la suministra el
agricultor incluso con exceso; pero suele prescindir del magnesio; que debe intervenir para dar al producto agrícola
más abundancia y riqueza, que naturalmente repercute en el rendimiento industrial. Debido a esta paulatina abla-
ción de magnesio, sobre todo por determinados cultivos intensivos, se produce escasez de magnesio que se
advierte en sucesivas cosechas por un descenso de las mismas, al principio imperceptible, pero que puede
superar el 50 por 100.
Sin embargo, la propaganda sólo trata, y esto con insistencia, de fertilizantes nitrogenados, fosfatados y
potásicos y también cálcicos (aunque de éstos mucho menos), pero no menciona los magnesianos. No cabe duda
de que los tres primeros son los que en mayor proporción asimilan los vegetales y que los magnesianos y
cálcicos se necesitan proporcionalmente en menores cantidades. Estos dos últimos, además de constituir un
alimento indispensable para las plantas, influyen ambos (magnesio y calcio) aumentando la eficacia de los
aportes de estiércoles y de los abonos minerales de uso corriente, que son los tres primeros antes citados.
Existe en agronomía la ley de restitución del suelo de los elementos que extraen de él sucesivas cosechas.
Esta restitución se practica de dos maneras: por enmiendas y por abonos. Las enmiendas modifican las
propiedades físicas de los campos, haciéndoles aptos para los cultivos, mediante adición de tierras adecuadas que
cumplan con la finalidad deseada. Los abonos restituyen a los terrenos de cultivo los principios nutritivos que de
ellos extraen las cosechas. Ahora bien, tratándose del magnesio, no es suficiente efectuarlo con enmiendas; ha de
hacerse empleando abonos magnesianos, al igual que se hace con los potásicos, nitrogenados y fosfatados.
¿Qué clase de compuestos de magnesio pueden o deben emplearse? El publicista de temas agrícolas, don
Luis Catalina, dice a este propósito: «Se recomienda la agregación de los compuestos de magnesio en cantidades
variables y en relación con las necesidades de los diferentes cultivos. Los más utilizados son los hidróxidos,
carbonatas, cloruros, nitratos, fosfatos y algunos silicatos».
Por las razones antes expuestas existía, hasta hace pocos años, una gran resistencia por parte de los
agricultores norteamericanos y de casi todo el mundo al empleo de sales o compuestos magnésicos con abono.
No obstante, sin darse cuenta, en muchas de las mezclas que empleaban, o bien añadían magnesio en el suelo
(sales potásicas impuras, encalado con cales dolomíticas, etc.), o incorporaban correctivos que unas veces
contenían magnesio (cenizas de plantas, yeso impuro), y otras inmovilizaban parte del magnesio insoluble del
suelo (sulfatos, cloruros, nitratos, etc.). Es decir, aunque no se reconocía como tal, el hecho es que abonaban con
magnesio y como los síntomas de las deficiencias magnesianas no son lo espectaculares que otras carencias, el
labrador suponía que nada más que los tres clásicos fertilizantes conocidos (fósforo, nitrógeno y potasio) eran los
necesarios para el normal desarrollo de sus lantaciones v cosechas.
Según Mc Murtrey, el tabaco fue la primera planta en que de un modo experimental se reconoció la gran
importancia del magnesio como abono. Los síntomas de deficiencia magnésica en ella se llamaban «sand drown»,
antes que el origen del mal fuera conocido, y consistía en la pérdida del color verde en las hojas bajas,
comenzando por las puntas y luego extendiéndose en todas las fases del desarrollo de las plantas, desde la
semilla hasta la completa madurez. Se presenta de preferencia en suelos muy permeables, después de períodos
de grandes lluvias.
La consecuencia pronto se sacó, al comprobar los efectos perniciosos observados en las plantas por efecto
de la carencia o escasez de magnesio aprovechable en el suelo, y fue la necesidad de añadir magnesio al terreno
laborable. Lo que aún no está muy claro es la forma como se ha de añadir este magnesio.
Precisamente para llegar a una información práctica al respecto, los investigadores Mc Intire, Shaw y
Joung han llevado a cabo experiencias, que han durado cuatro años, con dos minerales: la serpentina y el olivino,
como fuentes de magnesio. Entre las ventajas que desde un principio vieron los citados investigadores en estos
silicatos son: ser abundantes y baratos y prestarse a utilizarlos mezclados con los abonos clásicos. Sin embargo,
no pudieron precisar el grado de compatibilidad con el potasio, nitrógeno y fósforo, utilizados como abono. Más
bien sacaron la conclusión de que ambos silicatos (serpentina y olivino) originan un desequilibrio de los elementos
propios del suelo y no garantizan una aportación efectiva de magnesio en los terrenos desencalados.
Al principio, en los Estados Unidos, se adicionaba magnesio al suelo en forma de enmiendas calcáreas,
es decir, empleando calizas dolomíticas, o sea de carbonato cálcico-magnésico. Pero pronto se vio que tales
calizas solamente debían aplicarse a suelos ácidos, de un pH comprendido entre 4'5 y 5, pues sólo entonces
producen efectivamente un enriquecimiento del magnesio utilizable.
After y Hartwel, estudiando experimentalmente el efecto de la dolomita como abono en terrenos are-no-
arcillosos, deficientes en magnesio, han comprobado que esta forma de abono suple las necesidades de magnesio
a la tierra durante varios años, lo cual ha hecho que pudiera llamarse tipo «standard» de abono magnésico. Dicha
adición dolomítica está particularmente indicada para cosechas de gran período de desarrollo. Se considera que la
adición de dos toneladas de dolomita pulverizada por hectárea es suficiente abono magnésico durante tres años.
En el caso de cosechas de período corto, como tabaco, patatas, etc., no es aconsejable alterar el pH del
suelo por adición de carbonatos de calcio y magnesio; es mucho mejor entonces, o bien el supermagnesiano, con
un 8 a 10 por 100 de silicato de magnesio, o las sales solubles, tales como el sulfato de magnesio, la kieserita, etc.
De 20 a 30 kilogramos por hectárea son suficientes una vez al año, aunque estas cifras, según otros autores,
pueden reducirse hasta 10 a 12 kilogramos solamente, cuando se emplean el sulfato o el cloruro de magnesio,
siendo además importante el advertir que en estos casos de cosecha de período corto, la dolomita, a unas dosis
diez veces mayores, no responde satisfactoriamente.
Ciertas materias orgánicas, como raíces, residuos de industriales forestales, algodón, etc., cuando se
aplican en grandes cantidades, pueden considerarse como abonos magnesianos y prevenir las deficiencias de
magnesio en el suclo. Pero la calcita sola, los turtos de purificación del azúcar, por ejemplo, no sólo carecen de
magnesio, sino que actúan como insolubilizantes del magnesio existente, por lo que su empleo debe ser proscrito
en los suelos deficientes del citado elemento.
En suelos ácidos, un abonado excesivo con sales potásicas puede provocar la carencia del magnesio
sobre todo en los árboles frutales; en estos casos se reducirá al mínimo el abonado potásico y se aplicará la
dolomita y el sulfato magnésico. No hay que olvidar que el empleo del sulfato amónico en cantidad excesiva
produce marcada acidificación del suelo, y que el exceso de potasio impide la absorción del magnesio por las
raíces y hace decrecer las cantidades de magnesio reemplazable del suelo.
Según Croper, el abono magnesiano resulta singularmente efectivo en las tierras margoso-arenosas; pero
siempre, después de comprobar por el análisis la deficiencia del magnesio asimilable y acidez o no del suelo.
Suelos calizos y de baja acidez no deben ser abonados con óxido ni carbonato magnésico, pero sí con sulfatas
amónico y magnésico. El rociado con sal de Epson (epsomita, que es sulfato magnésico) e incluso las inyecciones
sólo deben realizarse cuando los demás métodos fallan.
El ingeniero español don Luis Adelantado recuerda que, ya a fines del pasado siglo, se aconsejaba mezclar
con los abonos compuestos sulfato magnésico, que se encontraba nativo cristalizado o se obtenía de las aguas
madres de las salinas marítimas o en el beneficio de los yacimientos potásicos. Sucesivamente se elaboró el
nitrato cálcico-magnésico partiendo de dolomías, con lo que se disponía de un fertilizante nitrogenado y magnésico
a la par. También se utilizó el fosfato bimagnésico que, por su insolubilidad en el agua y fácil reacción con ácidos
débiles, proporciona a los vegetales fósforo y magnesio en las mejores condiciones de asimilación.
El cloruro magnésico llegó a ensayarse, pero no se generalizó su uso a causa de la higroscopicidad y ser
peligroso el ion cloro en determinados cultivos. El producto que mayor éxito consiguió fue el fosfato doble
amónico-magnésico que, aparte de las características esenciales de solubilidad, proporciona a las plantas tres
elementos muy apreciados en la fertilización, como son: fósforo, nitrógeno y magnesio, en la proporción respectiva
de 28/29 de P2O5, 6/7 de NH 3 y 15/16 de MgO, soluble en agua cargada de anhídrido carbónico y en
disoluciones al 2 por 100 de ácido cítrico, que equivale a decir que es utilizable por los ácidos vegetales del suelo.
El fosfato amónico-magnésico, por ser insoluble en el agua, no es arrastrable a las capas inferiores del
suelo por las aguas de lluvia y de riego. Esto hace que su aprovechamiento sea casi integral, a medida que se
solubiliza, con un rendimiento fertilizante de utilización mayor que el de los otros fosfatos y demás abonos solubles
en el agua. Su proporción normal de empleo es de 100 a 200 kilogramos por hectárea, pudiéndose elevar entre
los límites de 250 a 500 kilogramos cuando los terrenos son muy pobres y las plantas que se trata de cultivar ricas
en hidratos de carbono. Apenas habría necesidad de decir que, si se emplea fosfato amónico-magnésico, su
contenido fosfórico y nitrogenado reduce la cantidad que haya que emplear de dichos fertilizantes.
Como fórmula más adecuada para acelerar el crecimiento de las plantas jóvenes y los rendimientos herbáceos,
se recomienda la siguiente composición: 150 gramos de nitrato de sodio, 200 gramos de superfosfato mineral, 100
gramos de cloruro potásico y 10 de sulfato de magnesio. Se distribuirá primero en dosis de 20 gramos
por metro cuadrado y, posteriormente, en forma de riego en una solución de 200 gramos por cada hectolitro de
agua, alternando un riego con fertilizantes con otro de agua pura.
Para favorecer y desarrollar la floración, al mismo tiempo que obtener un mayor rendimiento fruc-tícola, la
fórmula debe consistir en 50 gramos de nitrato sódico, 300 gramos de superfosfato mineral, 150 gramos de cloruro
potásico y 25 de sulfato de magnesio. La distribución se practicará, en igual forma que la anterior y en las dos
etapas mencionadas.
Para aquellos lectores que pretendan adquirir abonos magnésicos, les indicamos a continuación al-gunas
casas que les podrán facilitar carbonato, cloruro o sulfato. El carbonato al por mayor puede adquirirse en
«Industrias Químicas del Carbonato magnésico y sus Derivados», Aragón, 89, PALMA DE MALLORCA; «S. E. de
Productos Dolomíticos, S. A.», General Mola, número 24, SANTANDER. El cloruro puede adquirirse al por mayor
en «Aprovechamientos Salineros, S. A.», Rambla Estudios, 109, BARCELONA; «Productos Toht, Sociedad
Limitada», Huertas de la Villa, 9, BILBAO. El sulfato, en «Aprovechamientos Salineros»; en «Cándido García
Vaquero» VILLACAÑAS (Toledo); en «Agencia General de Productos Químicos», Paseo de Gracia, 11,
BARCELONA.
Los productos magnésicos de esta última casa merecen los precisemos más, ya que sobre ellos tenemos
una mayor información. El cloruro magnésico cristalizado se entrega envasado en bidones tipo CAMPSA, pues se
trata de un producto muy delicuescente (higroscópico), el precio es de 270 pesetas el kilogramo; el envase cuesta
225 pesetas la unidad y su cabida es de 170 a 190 kilogramos. El sulfato magnésico se ofrece en tres tipos: 1.º
industrial, con 3 a 4 por ciento de cloro (a 115 pesetas 100 Kg.); 2.°, refinado, con un máximo de 0'5 por 100 de
cloro (a 200 pesetas los 100 Kg.). 3.°, refinado, con un máximo de 0'2 por 100 de cloro ( a 250 pesetas los 100
Kg.). Las tres categorías van ensacadas y el precio de cada saco es de 14 pesetas.

H) ÉXITOS AGRÍCOLAS GRACIAS A LAS SALES DE MAGNESIO

Para apreciar en su justo valor la importancia del magnesio en la agricultura, más que ponderaciones,
nada hay tan alecionador como los éxitos obtenidos como su aplicación a los cultivos agrícolas; por esto
señalaremos algunos.
Einsenmenger no circunscribe la necesidad de magnesio solamente a determinados tipos de cultivos,
sino a todas aquellas tierras de este elemento. Este autor ha podido comprobar que no hay ninguna planta de
entre las malváceas, geraniáceas, papaveráceas y otras, que no reaccione favorablemente a la aplicación del
magnesio, sobre todo en lo que respecta a los síntomas de clorosis. Este efecto —añade— es muy marcado en
las gramíneas.
En los Estados Unidos existen terrenos muy eficientes en magnesio, precisamente aquellos donde se
hallan las pomeradas más importantes del Este de la Nación. Poco menos que agotados de magnesio aquellos
suelos, después de muchos años de sucesivas cosechas de manzanas, comenzaron a presentarse en los frutales
síntomas evidentes de deficiencia de magnesio. Pero, gracias a los trabajos llevados a cabo por Boyton y Cain, se
ha logrado la completa normalización de aquellas tierras, mediante la aplicación constante de sales magnésicas en
sus diversas formas (epsomita, kieserita, magnesia o calizas dolomíticas). Especialmente la pulverización en
verano de disoluciones de sulfato magnésico ha hecho desaparecer los síntomas perniciosos, incluso en la
cosecha del año siguiente.
F. B. Johnston ha emprendido un estudio de las deficiencias en magnesio de las provincias marítimas del
Canadá, y por él ha comprobado la importancia de este metal en las plantaciones de patatas, tabaco, manzanas y
otros frutales. Con respecto a las patatas, ha demostrado ser indispensable el magnesio para lograr buenos
rendimientos; pues, aplicando de 75 a 750 kilogramos por hectárea de caliza dolomítica, ó 60 a 120 kilogramos de
sulfato magnésico, ha conseguido incrementos insospechados.
Con respecto a la aplicación de sulfato magnésico, señala dicho autor la posibilidad de «sulfatar» las
cosechas con un caldo bordelés que contenga un kilogramo de aquel sulfato por cada 6'5 litros. Los resultados
logrados —al decir de Johnston— han sido sorprendentes.
El mismo investigador ha logrado combatir la clorosis del tabaco, mediante la adición de una cantidad
prudencial de dolomita, mezclada con los abonos ordinarios; pero advierte —al decir esto— que no se agregue
demasiado producto magnésico, porque entonces se perjudicaría a la combustibilidad del tabaco recolectado.
Tratándose del manzano, en suelos fuertemente ácidos, Johnston ha logrado excelentes rendimientos con la
aplicación de 50 a 70 kilogramos de caliza dolomítica por hectárea; pero, al mismo tiempo, señala la posibilidad de
practicar pulverizaciones de una disolución de sulfato magnésico al 2 por 100 sobre las hojas de los árboles.
No podemos omitir en este lugar los éxitos agrícolas obtenidos con el empleo de compuestos magnesianos
por Mr. Kuck, propietario de las granjas Brookside, en New Knoxville (Ohío, EE. UU.). Las cosechas obtenidas en
sus campos abonados con dolomita dieron la prueba más manifiesta de la acción del magnesio. Con una
primavera extraordinariamente húmeda, seguida de la sequía más rigurosa, los resultados se podían apreciar a
simple vista.
Los campos de maíz, por el exceso de lluvia en la época de su plantación presentaban toda una gama de
colores variados, desde el amarillo al verde intenso. Las plantas amarillas estaban en los terrenos elevados y en
las depresiones. Sin embargo, en los campos abonados con dolomita, el maíz guardaba un mismo color verde,
excepto en algunos puntos aislados que habían estado tres o cuatro días debajo de agua, con dolomita no tardaron
en recobrar su color verde.
Y así, mientras casi todos los campos de la vecindad estaban muy exhaustos, las 42 hectáreas de Mr.
Kuck permanecieron verdes y dieron una cosecha muy superior a la media de la región. Los tallos de la alfalfa
no abonada con dolomita estaban amarillos después del tercer corte, mientras que la abonada con dicho mineral
tenían, a la entrada del invierno, un bonito color verde oscuro.
Sin embargo, los éxitos agrícolas más espectaculares de cuantos se conocen, logrados con el empleo de
sales de magnesio, son los del agricultor francés H. Vilain. Se trata de un hombre que ha trabajado, experimentado
y leído mucho. Su activismo le ha llevado a cultivar unas 40 heredades de 15 departamentos franceses diferentes,
durante unos 50 años. Habiendo hecho sus primeras experiencias agrícolas en terrenos muy pobres de Plachet,
pasó más tarde a Lachapelle.
En 1918 Lachapelle era una región desolada entre todas. Sobre el suelo, pobre y arcilloso, las plantas
crecían difícilmente y eran presa de los más variados parásitos. Los animales, mal alimentados, eran arrebatados
por las epidemias. Los campesinos, arruinados y desalentados, abandonaron el terreno. H. Vilain se enteró de que
por 3.500 francos le vendían 31 hectáreas de terenos y los edificios de habitación. Así se lo anunció su amigo el
abate Renand, antiguo párroco de Lachapelle. En seguida aceptó la oferta y se puso en camino del nuevo
domicilio.
En 1928 reinaba en Lachapelle la misma desolación en todas partes, exceptuados los terrenos que
cultivaba H. Vilain a «su manera». Allí todo había cambiado: las cosechas eran magníficas, las plantas y las
bestias gozaban de una salud perfecta, y sin remedios, sin pulverizaciones y sin vacunas, se defendían
victoriosamente contra la invasión de parásitos y contra el contagio de las enfermedades que hacían estragos en
todo el rededor. Más aún: si sobrevenía una helada en el momento de la floración de los centenos, los de H. Vilain
quedaban intactos. Los campesinos, llenos de admiración, se preguntaban cómo explicar este prodigio y H. Vilain
les respondía: «Yo no tengo más que un secreto, un buen equilibrio mineral. Esto es todo.»
El 24 de abril de 1938 todos los campesinos de Lachapelle se reunieron en las casas consistoriales para
escuchar una conferencia de H. Vilain, que comenzó así: «Hace varios años que estoy con vosotros. Habéis
seguido con interés mis experiencias, y hoy es el día en que he llegado a tales resultados, que se puede hablar de
un verdadero resurgir de la tierra de Lachapelle y, por extensión, de todas las tierras semejantes».
Expondremos a continuación las principales ideas de la conferencia de H. Vilain, según la ha dado a co-
nocer el P. Manzanal a los lectores de lengua española: «Comencé —dice— empleando los abonos comunes y
clásicos: superfosfato, nitrato de sodio, etc., llegando a echar 1.200 kilogramos de superfosfato por hectárea. Las
cosechas fueron bien escasas. Después de muchas experiencias y fracasos, me dije: la falta absoluta de magnesio
soluble es perjudicial, y así hice fabricar nitrato de magnesio y calcio. Con este abono mineral hubo una gran me-
joría en la vegetación, pero el rendimiento de semilla no era proporcional a la paja.
»Fue preciso suministrar nuevos abonos al terreno. Hice fabricar fosfato y superfosfato de magnesio, que
se echó a la tierra a razón de 200 Kg. por hectárea. El peligro de las heladas que amenaza a la cebada
desaparece si echan 100 ó 200 kilos de carnalita o cainita por hectárea. La sal marina bruta, es también uno de
los excelentes abonos empleados. De esta forma los resultados fueron excelentes: las cosechas muy abundantes,
recogiendo, según años, 3.000 Kg. de trigo, 50.000 Kg. de remolacha forrajera 2.400 kg. de guisantes y 20.000 kg.
de patatas por hectárea.
»Con la buena alimentación mineral yo evito los parásitos y las epidemias. El brujo, por ejemplo, ese
insecto que agujerea las semillas, no hace en mis sembrados daño alguno. La misma teoría —la alimentación
mineral— hace frente a la enfermedad del corazón de la remolacha. Para ello se echan 5 kg. de ácido bórico por
hectárea. De esta manera tampoco son temibles las enfermedades que, según dicen, vienen por invasión: la
caries, la roña, etc.
»En el Canadá se trabajó durante muchísimos años en la destrucción del espino agracejo, en el que se
suponía vivía el parásito de la roña. Al cabo de algunos años, cuando creían que habían desaparecido, tuvieron
más roña que antes. También en Francia tenemos bastante roña. Yo os doy un remedio: la buena y adecuada
alimentación mineral. En caso de invasión, yo no temo más que las invasiones guerreras, que no dejan nada tras
de sí, pues he podido comprobar en mis propios cultivos la verdad de aquellas palabras de Pasteur: El microbio
es nada, el terreno es todo.»
Como se ve por su conferencia, para H. Vilain el equilibrio mineral es la base de la buena salud en los
vegetales. Todo desequilibrio crea un estado de menor resistencia que deja al organismo casi sin defensas contra
los microbios y parásitos; y cuando la epidemia o la enfermedad hace estragos, no es lo más urgente andar a la
caza del microbio o parásito y luchar contra él, la lucha ruinosa y decepcionante, sino encontrar el desequilibrio
mineral que ha abierto la puerta al mal y poner allí remedio. Microbios y otros parásitos desaparecen como por en-
canto, sin que se haya empleado ningún otro remedio.
Terminaremos esta exposición con unas atinadas recomendaciones de don Luis Catalina, que vienen muy
a propósito para el tema que hemos tratado. «Los agricultores —dice— interesados en los rendimientos de las
cosechas deben cerciorarse si las deficiencias vegetativas obedecen a falta de magnesio o a otras causas
meteorológicas, para en el primer caso efectuar las correspondientes correcciones. Se trata de una cuestión de
enorme trascendencia económica para la economía agraria, que es preciso prestarle la debida atención, a fin de
que las fructificaciones sean remuneradoras para el cultivador. Finalmente, no podemos olvidar que la explotación
continuada e intensiva de los tierras de labor provoca un acentuado y progresivo agotamiento, que únicamente
podrá ser contrarrestado con abundantes aportaciones de adecuados abonos minerales.»

EPÍLOGO
Vamos a terminar esta compilación de trabajos acerca de las virtudes curativas del magnesio, re-
produciendo —pues nos las hacemos nuestras— las palabras con que el P. Manzanal dio término a la serie de sus
artículos.
En el transcurso de este estudio hemos relatado numerosos hechos que muestran que la salud de las
plantas, de los animales y del hombre depende, en gran parte del equilibrio mineral de su alimentación. Hemos
visto asimismo cómo H. Vilian y Mr. Kuck obtuvieron buenas cosechas y curaron a sus animales enfermos por
medio de un mejor equilibrio mineral, aportando particularmente magnesio. Este elemento, pues, desde el punto
de vista de la química biológica es un elemento fundamental. En la producción vegetal no se puede prescindir de
la alimentación magnesiana de la planta. Lo mismo hay que decir respecto de los animales y del hombre.
No vayamos a creer, que cualquier tenor de magnesio en el organismo es bueno. También la proporción de
magnesio tiene sus límites. Este elemento parece estar en excelente proporción en la alimentación de los
campesinos egipcios, por los efectos de buena salud que en ellos produce.
El campesino egipcio, insuficientemente vestido tirita cuando hace frío; pero no se constipa, ni enferma de
gripe, neumonía ni pleuresía. Sus dientes no se carian. Se sabe que las caries eran antes desconocidas en los
esquimales. Ha aparecido en ellos solamente cuando ha penetrado en sus tierras el pan blanco y los alimentos
refinados de nuestra alimentación, que, por otra parte, están más o menos desequilibrados. El campesina egipcio
resiste muy bien a las enfermedades europeas. Sus mujeres dan a luz con mucha facilidad, sin la fiebre
subsiguiente, y alimentan a sus hijos durante dos años o más. Los que escapan a las enfermedades parasitarias,
viven hasta una edad muy avanzada, conservando una salud perfecta, física y psíquica.
Estos mismos efectos podemos nosotros conseguir mediante el buen equilibrio mineral, que hemos
propugnado en todas las páginas de este estudio. Y, bajo este punto de vista, se han de considerar todas las
curaciones que hemos relatado. Este equilibrio estará en el terreno de nuestro organismo.
No olvidemos que la enfermedad es un verdadero drama en el cual intervienen dos actores: el agresor
(microbio o agente patógeno) y el organismo del viviente (terreno), que el agresor intenta invadir; pero que se
apresta, con todas sus reservas, a la defensa. Si su defensa es débil, el agresor la vencerá, que, en circunstancias
normales, el agresor no puede penetrar en él.
Siendo esto así, tenemos dos modos de intervenir en este drama, para prevenir la enfermedad o para
curarla; o bien atacar al asaltante, sea fuera o dentro del terreno, para debilitarlo o destruirlo, si es posible, o bien
reforzar la defensa del organismo, mejorar el terreno, para que él, por sí mismo, supere fácilmente al asaltante.
Fuera del terreno la lucha contra el agresor presenta notables ventajas; pero dentro del terreno esta misma táctica,
si el terreno es deficiente, por ejemplo, en su equilibrio mineral, no puede dar más que resultados fragmentarios y
rara vez definitivos, después de un período más o menos largo.
Pero el agresor no puede dejar de perder mucha de su importancia, si nos acordamos menos de él, para
dar una mayor importancia al perfeccionamiento del terreno. Y este es el segundo modo de combatir al agresor.
¿No es, en efecto, la débil resistencia del terreno, de la cual el desequilibrio mineral es actualmente, una de las
principales causas, que, no activando su defensa, transforma enemigos ocasionales e inofensivos en parásitos
peligrosos o en microbios virulentos? Y, por el contrario, en un terreno resistente los microbios pierden poco a poco
su virulencia agresiva.
Recientemente, la importancia del terreno ha sido puesta a plena luz por los trabajos de médicos que
estudian enfermedades misteriosas hasta entonces incurables, y por los trabajos de sabios biológicos que han
estudiado el problema de la alimentación. Éstos trabajos han revelado que muchas enfermedades —y de las más
graves— tienen por causa «no la presencia de un elemento nocivo que el organismo ha dejado penetrar en su
seno, sino la ausencia en la alimentación de una o varias substancias indispensables a la vida o a una de las
manifestaciones de la vida». (Randoin.)
La trascendencia de mirar la defensa del organismo desde el punto de vista de su perfecto estado de
resistencia y de explotar las energías latentes que puede desarrollar, más que perseguir o destruir el microbio con
medios venidos de fuera, una vez introducido en el organismo, es de unos límites insospechados. Un organismo en
tal disposición triunfa solo y fácilmente de sus enemigos.
Un cultivador francés, un ganadero norteamericano, un eminente cirujano y biólogo, un médico de mucha
práctica hacen pasar a segundo plano la lucha directa contra el agresor, para tener delante y en primer término el
perfecto estado del terreno y explotar sus energías. Y precisamente el equilibrio mineral es uno de los factores de
ese perfecto estado.
A esto se han dirigido nuestras líneas, a presentar este punto de vista menos atendido, no precisamente a
despreciar y rebajar en su importancia otros medios que, estudiados por los sabios, dan lugar a muy apreciables
éxitos, pero sí a decir que éstos no son exclusivos de ellos, porque hay otros medios que proceden de otra
dirección y que también dan excelentes resultados.
Creemos haber puesto en claro la importancia de que los organismos tengan en sí la excelente defensa de
un equilibrio mineral perfecto, que los defienda de muchos ataques por sí mismos, sin requerir ninguna defensa
extraña, que a veces, entrando en conflicto con el organismo, le puede perjudicar.

APÉNDICE PRIMERO
¿COMO DEBE TOMARSE EL MAGNESIO?
En los varios trabajos extractados para componer este libro, hemos podido advertir tres cosas: 1. a que se
preconiza casi exclusivamente la ingestión de cloruro de magnesio; 2. a, que las más de las veces no se indican
las dosis; 3.a, que, cuando la señalan, no coinciden los diversos autores en la cantidad. Para orientar en este
punto a nuestros lectores, vamos a presentar unas normas de orientación.
Efectivamente, la sal magnesiana más comúnmente aconsejada es el cloruro de magnesio; y ésta es, por
consiguiente, la que deberían tomar las personas que tratan de practicar la cura del magnesio y que la pueden
tolerar, ya que para algunos les resulta muy laxante. Otras sales magnesianas, que en ciertos casos se aconsejan
en la cura del magnesio, son: el sulfato y el carbonato de magnesio. Vamos, pues, a explicar en qué consisten
estas tres sales, cómo se deben tomar y dónde se pueden adquirir.
En el comercio se presenta el cloruro de magnesio bajo tres formas: cristalizado, desecado y anhidro. El
cloruro de magnesio cristalizado contiene seis moléculas de agua llamada de cristalización y tiene por fórmula
Cl2Mg.6H20; el cloruro de magnesio desecado tiene sólo dos moléculas de agua, por haber perdido gran parte de
ella al ser sometido a la temperatura comprendida entre 200° y 300°, y su fórmula es Cl 2Mg.H20; el cloruro de
magnesio anhidro carece de agua, por haberla perdido totalmente al ser calcinado a una temperatura superior a
700°, y su fórmula química es simplemente Cl 2Mg. De estas tres formas de cloruro la más corriente es la crista-
lizada y ésta es la que ordinariamente deberá usarse. Puede adquirirse en farmacias o en droguerías algo bien
surtidas, como suelen serlo las de poblaciones importantes. Se expende en frascos de 100 ó 250 gramos muy bien
tapados, y en la misma forma se han de conservar, por tratarse de un producto delicuescente (higroscópico), es
decir, que toma la humedad del aire y se licua. Es inodoro y de sabor amargo.
La otra sal magnésica es el sulfato de magnesio, que cristaliza con siete moléculas de agua y tiene
por fórmula S04Mg.7H20. Expuesta al aire enflorece, perdiendo agua. Es inodora y de sabor muy amargo.
Puede adquirirse también en farmacias o en droguerías.
La tercera sal magnésica es el carbonato de magnesio, C0 3Mg. Se presenta bajo la forma de un polvo
blanco, insípido, inodoro, inalterable al aire y sumamente ligero. Al igual que las otras sales de magnesio, puede
adquirirse en farmacias o en droguerías.
Todavía debemos mencionar los comprimidos DELBIASE, que contienen las cuatro sales halogenadas del
magnesio (cuales son el fluoruro, el cloruro, el bromuro y el yoduro de Mg), y la crema DELBIASE, de composición
parecida a la de los comprimidos del cloruro, para ser aplicada a la piel, como regeneradora de los tejidos y
frenadora del desarrollo anárquico de las células. Estos preparados se venden exclusivamente en las farmacias.
Lo mismo puede decirse del MAGNOGENE, del HAL-MAGNOL y de los HALÓGENOS JULIA-4H.
En el empleo de sales de magnesio, débese distinguir, según se trate de curar alguna enfermedad o
achaque ya contraído, y entonces reviste carácter medicinal, o sólo como preventivo, y en este caso debe
considerarse, no como medicamento, sino simplemente como alimento poco menos que necesario. Por regla
general, cuando se trata de curar alguna enfermedad, se recomienda tomar doble dosis al día.
Una de las maneras prácticas de tomar el cloruro magnésico es sirviéndose de una solución dispuesta
previamente al efecto, que puede prepararse disolviendo 33 gramos de cloruro magnésico cristalizado en un litro
de agua. Si se tratase de sulfato magnésico, la solución se habría de preparar con 50 gramos de esta sal en un
litro de agua. Si no se desea preparar previamente la solución de sales, entonces se toma una cucharita de café,
no muy colmada, de cloruro sódico o una cucharita de café, esta vez bien colmada, de sulfato magnésico. En
ambos casos se disuelve cualquiera de estas sales en un poco de agua, lo que se obtiene muy rápidamente,
por tratarse de sustancias muy solubles.
Si la sal que se toma es carbonato, se ha de desleír una cucharada sopera, colmada, en un poco de agua
en un vaso (como dos dedos) o bien en la leche del desayuno, pues no le comunica ningún sabor. Cada toma de
comprimidos DELBIASE consiste en dos comprimidos en medio vaso de agua. La aplicación de la crema
DELBIASE a la piel comporta un masaje, a fin de hacerla penetrar bien en la epidermis.
Téngase presente que las cantidades indicadas se refieren a una dosis; por tanto, en los casos de utilizar
las sales de magnesio como medicinas, se habrían de tomar dos dosis al día: una por la mañana y otra por la
tarde. Con todo, por razón de la edad, las dosis para obtener los efectos curativos deberán atenerse a otras
cantidades, según lo ha expuesto el doctor Neveu y nosotros reproducimos a continuación. Las cantidades que a
continuación se expresan se refieren a la solución de 33 gramos de cloruro de magnesio cristalizado en un litro
de agua.
1. Adultos y niños hasta 5 años: 125 centímetros cúbicos de la solución de cloruro antes indicada para
seis horas. En casos muy graves: dos dosis iniciales, con dos horas de intervalo; las siguientes dosis, con seis
horas de intervalo.
2. Inferiores a 5 años: 100 centímetros cúbicos para los de 4 años, 80 para los de 3,60 para los de 2, y 40
para los de 1 año. El horario es el mismo que para los anteriores.
3. Inferiores a un año: Dos cucharadas (30 centímetros cúbicos) a los de más de seis meses, una
cucharada muy llena (20 cm cúbicos) a los seis meses, una cucharada (16 cm. cúbicos) a los de menos de seis
meses. La separación de estas dosis es de tres horas.
Las dosis que acabamos de mencionar se refieren a las fases agudas de la enfermedad. Se les irá des-
plazando progresivamente, cada 8 horas, más tarde cada doce, a medida que el enfermo mejore. Después de la
curación aparente, es necesario continuar el tratamiento algunos días, para que el enfermo no se exponga a
recaídas.
Tratándose de los HALÓGENOS JULIÁ-4H, se señala como dosis preventiva o de conservación una cu-
charadita de las de café (5 c.c.) cada día, mezclada con dos dedos de agua natural, mineral, sifón o gaseosa, que
se tomará antes o después de una comida, sea la que sea. Pero, cuando se trata de atacar en su fase aguda, los
adultos y niños de más de 5 años deberán tomar dos cucharaditas cada 6 horas; en casos muy graves, 2
cucharaditas iniciales, y a las dos horas otras 2; las siguientes dosis, con seis horas de intervalo.
Repetimos que la sal magnésica más recomendada de los médicos es el cloruro. Sin embargo, a algunos
les resultará molesta de tomar. En primer lugar por ser amarga; con todo, a la larga uno se acostumbra y ya nota
menos el amargor. Otra propiedad del cloruro magnésico es la de ser bastante laxante y, para algunos, poco
menos que purgante. Con todo, este efecto suele ser más pronunciado en los primeros días; después, el cuerpo ya
se habitúa y se regularizan las evacuaciones. A los tales, les convendrá ingerir el cloruro magnésico, no en ayunas,
sino poco después de la comida, pues entonces el efecto laxante es menos pronunciado. En cambio, en las perso-
nas que padecen de restreñimiento, el cloruro de magnesio resulta un excelente regularizador de las
evacuaciones. A las personas que no pueden tomar cloruro magnésico por resultarles demasiado laxante, les
convendrá ingerir el magnesio en forma de carbonato, de la manera que luego se explica.
El carbonato de magnesio, por ser insoluble en el agua, no es directamente asimilable por el organismo;
pero sí lo es indirectamente, por convertirse en cloruro dentro del estómago, gracias al ácido clorhídrico que de
ordinario contiene el jugo gástrico. Para las personas, pues, que por padecer de hiperclorhidria (exceso de ácido)
suelen tomar bicarbonato de sodio, el carbonato de magnesio resulta ser un excelente neutralizador de la acidez
para calmar el dolor de estómago, sin los inconvenientes del bicarbonato, que suele ser desaconsejado por los
médicos; porque, si bien de momento quita el dolor, fomenta la causa de la acidez y, por consiguiente, el que se
vaya reproduciendo con más intensidad en adelante. En cambio, a las personas que padecen de hipoclorhidria
(falta de acidez) no es aconsejable que diariamente ingieran este neutralizador, que es el carbonato de magnesio.
El sulfato de magnesio conviene más a las personas que padecen del hígado, dado que precisamente los
sulfates suelen recetarse para este género de dolencia.
Se dirá, ¿no ha salido últimamente otro producto que hace en el organismo humano lo mismo y tal vez
más que las sales de magnesio, la jalea real? Así, por lo menos, se anuncia, si bien no parece que tenga carácter
de tanta universalidad como las sales de magnesio. Una diferencia grande hay entre ambos productos y es lo
referente al precio: Cada cajita de jalea real viene a costar unas 500 pesetas, y cada toma, de 30 a 35 pesetas; en
cambio, el precio del cloruro de magnesio, cuando menos en Barcelona, es de 10 pesetas el frasco de 100
gramos, comprado en droguería; el precio del sulfato es por el estilo, y un kilo de carbonato de magnesio a granel
cuesta sólo 25 pesetas comprado en droguerías.
Todavía debemos hacer resaltar entre los preparados magnesianos, citados en el decurso de esta obra
(DELBIASE, HAL-MAGNOL, MAGNOGENE, LIDATINE...), los llamados HALÓGENOS JULIA-4H, de Villanueva y
Geltrú (Barcelona), definidos como «estimulante biológico general, a la vez que sustancia plástica, base de toda
célula». En el prospecto de este preparado farmacéutico se señalan unas orientaciones, con respecto a su uso,
que conviene tengan presentes cuantos toman sales de magnesio, sea en forma de cloruro, de carbonato o
de sulfato, sea en cualquiera de los preparados farmacéuticos que se acaban de citar.
1.a Después de los 40 años, este alimento o medicina es conveniente tomarlo todos los días sin inte-
rrupción, a pesar de que parezca hallarse el individuo orgánicamente perfecto. De esta necesidad se habrá
dado cuenta el lector por lo que precedentemente se ha expuesto.
2.a Naturalmente que su uso no crea hábito; puede dejarse en cualquier momento, sin perjuicio
orgánico; pero, al abandonarla, queda el sujeto sin la protección hasta entonces conseguida.
3.a Esta medicación es compatible con cualquier otra que se pueda hacer, y no hay que suspenderla,
aunque se vayan a tomar otros medicamentos.
4.a No crea el que tome sales magnésicas que quedará exento de dolencias y contratiempos; habrá
enfermedades y trastornos entre los consumidores; pero buena parte de ellas, y no despreciable, serán atenuadas
y muchas eliminadas.

APÉNDICE II
CONTENIDO DE MAGNESIO Y DE CALCIO EN LOS PRINCIPALES
ALIMENTOS
A continuación presentamos una lista, bastante completa, del contenido de magnesio de un gran número
de alimentos, de origen animal y, sobre todo, de origen vegetal, y para que esta información sea más completa,
hemos añadido el contenido de calcio de los mismos alimentos, ya que este elemento es necesario también para el
organismo humano, tanto o más que el magnesio. La diferencia que hay entre el uno y el otro estriba en que,
modernamente, los vegetales suelen contener el calcio requerido para su buen desarrollo, porque si las tierras no
lo tienen se les añade en forma de abonos o de enmiendas, al paso que los vegetales y también los animales que
se alimentan de aquéllos, suelen ser deficitarios de magnesio, puesto que las tierras lo tienen en gran parte
agotado por los cultivos sucesivos, y entre los agricultores no ha entrado hasta ahora, si no es con raras
excepciones, el abonado con compuestos magnesianos, como se hace con los de fósforo, nitrógeno y potasio.
El contenido de magnesio que se señala en la lista que a continuación presentamos se refiere al que
suelen tener los vegetales que se han desarrollado en tierras dotadas de suficiente magnesio. Pero debemos
advertir que, de hecho, muchas veces no se aprovecha este magnesio de los alimentos, por cuanto, al prepararlos,
se deja perder miserablemente. En efecto: la mayor parte de las materias minerales y también de las vitaminas de
los vegetales se hallan en las frutas y, muy particularmente, en las verduras; por lo cual es una mala costumbre,
reprobada con razón por los higienistas y dietéticos, desechar el agua de cocción de las mismas, porque en ellas
están disueltas las materias minerales y las vitaminas, y así se desperdicia lo que más conviene para evitar la
desmineralización del organismo. Por lo tanto —y así lo recomienda el doctor V. L. Ferrándiz—, se ha de
aprovechar, para confeccionar sopas, el caldo resultante de la cocción de las verduras, y no tirarlo al fregadero,
como frecuentemente se hace. Esta inveterada y mala costumbre tiene en algunos casos su justificación, y es
cuando el caldo resultante ofrece gusto desagradable, como sucede al cocer garbanzos secos y judías tiernas;
pero, en otros casos, no hay nada que lo justifique, si no es la rutina, como, por ejemplo, tratándose del caldo
resultante de hervir las patatas y las judías secas, pues ambos caldos, además de ser muy sustanciosos, porque
contienen la mayor parte de las materias minerales y las vitaminas de los respectivos vegetales, dan lugar a sopas
de gusto delicioso para la mayoría de paladares.
Los valores de magnesio y calcio se dan en miligramos de óxido, es decir, de magnesia (MgO) y de cal
(CaO) por 100 gramos de sustancia. El orden escogido es el de porcentaje de magnesia.

1. ALIMENTOS DE ORIGEN ANIMAL:


MgO CaO MgO CaO
Queso fermentado 141 430 Leche 13 115
Requesón 132 625 Yemas de huevo 8'5 35'9
Queso fresco 132 525 Huevos completos 6'1 28'5
Carne magra 29 10'3 Nata 4'5 59
Carne grasa 27'7 14'3 Mantequilla 1 15
Pescado blanco 26'7 15'9
2. ALIMENTOS DE ORIGEN VEGETAL:
MgO CaO MgO CaO
Dátiles 585 67'9 Chirivías 21'4 12'6
Guisantes secos 303 24'4 Lentejas 20'7 10'5
Almendras 257 247 Maíz (puré) 20'6 3'2
Chocolate 191 51 Batatas 20'5 3'0
Cacao 191 51 Garbanzos 19'3 12'4
Soja 190 70 Patatas 19'6 5'0
Cacahuetes 181 61 Mangos 17'8 15'0
Avellanas 140 287 Habas secas 17'4 15'3
Nueces 131 61 Setas 16 3'5
Piñones 123 80 Berengenas 16 3'5
Avena molida 112 55'6 Boniatos 15'3 2'0
Avena en copos 110'4 45'8 Nísperos 14'4 38'9
Calabaza 198 20'5 Madroños 14'4 38'9
Higos secos 92'3 284 Grosellas 14'4 38'9
Espinacas 59'2 59'5 Melones 13'3 13'8
Berros 59'2 59'5 Albaricoques 13'3 13'8
Coco 52 13 Arroz 13 3'8
Habichuelas verdes 44'5 64'5 Piña americana 12'9 41'3
Plátanos 41,9 6'8 Naranjas 12'9 41'3
Pasas 41'7 60'6 Tomates crudos 12'8 15'4
Pan dextrinado 36 25 Galletas 12'5 10'5
Castaña 33 46 Zanahoria cruda 12 48
Habas 27'2 43'5 Cardos 12 27
Alcachofas 27'2 43'5 Acelgas (pencas) 12 27
Trigo molido 23 18 Peras 11'7 22
Pan de glutén 23 28 Granadas 11'7 22
Pan de trigo 22'5 21 Fresas 11'7 22
Fideos 22'5 21 Limones 11'6 107
Aceitunas 21'8 61'2 Rábanos 11'44 43'7
Guisantes frescos 21'4 12'6 Puerros 11'44 43'7
Nabos 11'44 43'7 Judías secas 7'4 9'2
Ciruelas 10'9 142 Puerros 7 31'2
Coles de Bruselas 10'6 27'1 Cebollas 7 31'2
Acelgas (hojas) 10'6 27'1 Cebada (puré) 7 20
Sandías 10'4 8 Ajos 7 31'2
Higos frescos 10'4 8 Zanahorias 6'6 23
Coles 10'3 27 Uvas 6'6 19'1
Broculi 10'3 27 Kakis 6'6 19'1
Lechuga 9'7 25'9 Coliflor 6'6 23
Escarola 9'7 25'9 Membrillo 6'0 13'9
Melocotones 9'6 15'9 Tapioca 2'1 8'1
Cerezas 9'6 15'9 Azúcar 0'22 4,12
Apio 8'6 18'5 Miel 0'21 5'28
APÉNDICE III
PRINCIPALES DOLENCIAS PARA LAS QUE SE
RECOMIENDA EL EMPLEO DE SALES DE MAGNESIO
Con objeto de que, cuantos se sienten aquejados de alguna dolencia puedan saber inmediatamente si en
este libro se citan autoridades médicas que recomiendan las sales de magnesio para alivio de su mal o si
efectivamente se han dado casos que lo han prevenido, aliviado o curado, nos ha parecido poner en este apéndice
un catálogo de las dolencias que en él se citan. Y al hacer esto, mucho nos tememos que alguno de los lectores
tilde, despectivamente, de Panacea a las sales de magnesio. Si hubiese alguno que así procediese, le diríamos
que efectivamente las sales de magnesio pueden llamarse panacea —y no en sentido despectivo—, por cuanto es
un hecho bien comprobado que a su falta se deben muchas enfermedades que desaparecen con la ingestión de
cloruro de magnesio o de otra sal magnésica. Precisamente en farmacia, desde tiempo antiguo, se llama
«panacea inglesa» —y no ciertamente en tono despectivo— el carbonato de magnesio mezclado con carbonato de
calcio.

He aquí, pues, la serie de dolencias que se citan en el libro, con indicación de la página o páginas en que
esto se hace:
Aborto de los caballos y bovinos (El Mg previene el), 96.
Adenitis (El Mg cura la), 61, 64.
Aftosa (El Mg cura la fiebre), 96.
Agotamiento intelectual (El Mg desvanece el), 12.
Alimento (El Mg es considerado como), 53.
Anginas diftéricas (El Mg cura las), 62, 64.
Antrax (El Mg cura el), 60.
Arterias (El Mg da elasticidad a las), 56.
Arterioesclerosis (El Mg evita la), 56.
Artrosis (El Mg cura la), 10.
Asma (El Mg suaviza el), 59.
Atrofia muscular (El Mg hace desaparecer la), 60.

Bactericida del magnesio (Acción), 43.


Biliar (El Mg favorece la evacuación), 46.
Bioquímica vegetal (Papel del Mg en la), 104-108.
Bronconeumonía (El Mg evita y cura la), 57, 58.
Bronquitis (El Mg reduce la), 59.

Calcio patológico (El Mg elimina el), 56.


Cáncer (El Mg preventivo del), 46, 69-77.
Cicatrización de úlceras por el Mg, 42.
Citofiláctico (Método), 45, 49.
Citofilaxia del magnesio, 62, 68.
Cloroformo (El Mg cura las intoxicaciones del), 53,

Desequilibrio mineral (El Mg remedia el), 22.


Desodorante (El Mg como), 52.
Difteria (El Mg cura la), 60-68.
Digestivos (El Mg modera los desórdenes), 50.

Enfisema (El Mg reduce el), 58.


Enteritis del ganado (El Mg cura la), 91, 96.
Equilibrio mineral (El Mg contribuye al), 30-38.
Erisipela (El Mg cura rápidamente la), 60.
Escarlatina (El Mg cura rápidamente la), 60.
Euforia (El Mg produce), 49.
Eczema (El Mg cura el), 60.

Fagocitario (El Mg aumenta el poder), 43, 48, 49.


Fatiga (El Mg alivia la), 49.
Fiebre aftosa (El Mg cura la), 95.
Forúnculo (El Mg se opone a la evolución del), 60.
Fósforo en las plantas (El Mg asimilador del), 108-111.

Gastroenteritis de los gatos (El Mg cura la), 95.


Gripe (El Mg previene la), 57, 58.

Hemorroides (El Mg cura las), 11.


Hiperclorhidria (El C03Mg modera la), 50.
Hipertensión (El Mg previene y rebaja la), 55.
Hipertrofia prostática (El Mg detiene la), 54.

Infección intestinal crónica (El Mg cura una), 12.


Infecciosas (El Mg cura las enfermedades), 56.
Inmunidad natural (El Mg confiere), 23.
Intestinales (El Mg suprime perturbaciones), 50.
Intoxicación alimenticia (El Mg cura la), 59.

Juventud (El Mg alarga la), 50.

Laxante (El Mg es un excelente), 12.


Leucoplasias (El Mg cura las), 69-70.

Magnesio virtudes curativas (Posee el), 9-20.


Mal de piedra (El Mg alivia el), 51.
Mamitis crónicas (El Mg. cura las), 70, 88.
Meteorismo del ganado (El Mg evita el), 91.

Narcóticos en los animales (El Mg da resistencia a los), 93, 94.


Neumonía (El Mg cura la), 58.

Olivo (El Mg suprime la cosecha alternativa del), 113.


Ostiomielitis (El Mg cura rápidamente la), 61.

Panacea de todos los males? (¿Es el Mg), 47.


Parálisis (El Mg hace desaparecer una), 60.
Paratiroidea (El Mg determina la fijación de la), 39.
Peste aviar (El Mg da resistencia contra la), 94.
Piel (El Mg cura los picores de la), 51.
Poliomielitis (El Mg cura la), 60.
Próstata (El Mg previene y cura la), 13, 54.

Rejuvenecimiento por el magnesio, 50.


Reuma (El Mg hace desaparecer el), 12, 55.

Sabañones (El Mg cura y previene los), 52.


Sarampión (El Mg cura rápidamente el), 61.
Sugestión? (¿El Mg obra por), 13-20.

Temblor senil (El Mg cura el), 11, 54, 55.


Terapéutica humana (El Mg en la), 38, 42.
Tifus de las aves (El Mg previene el), 95.
Tonifica (El Mg), 50.
Tosferina (El Mg cura y previene la), 59.

Usagre de los caballos (El Mg cura la), 96.

Vejez (El Mg aleja la), 50.


Virucida del magnesio (Acción), 43.
APÉNDICE IV
BIBLIOGRAFÍA
Para cuantos quieran estudiar algo más a fondo las virtudes curativas del magnesio y su acción sobre los
animales y las plantas, nos ha parecido bien añadir un cuarto apéndice dedicado a bibliografía sobre estas
cuestiones. Sin pretender, ni mucho menos, haber agotado la materia, podemos ofrecer a nuestros lectores una
lista de libros y artículos de revista acerca de los efectos salutíferos del magnesio.

ADELANTADO (L.) : Fertilizantes magnesianos. («Revista Industrial y Fabril, abril 1953, pág. 210, Madrid).
ANÓNIMO: El magnesio en la producción de cosechas. («Ion», marzo 1950, pág. 172, Madrid).
ANÓNIMO: El magnesio regulador del calcio, fósforo y halógenos en el organismo de ciertas especies de plantas.
(«Ion», noviembre 1946, Madrid.
ANÓNIMO: El magnesio y el calcio. («El Monitor de la Farmacia, 20 mayo 1947, pág. 193, Madrid.)
ANÓNIMO: Sales de magnesio y manganeso en el crecimiento del trigo. («El Cultivador Moderno», agosto
1954, pág. 302, Barcelona.)
ANÓNIMO: Virtudes curativas del magnesio. («Ibérica», volumen, 20, 1954-II, pág. 252, Barcelona.)
BLAS (L.): El magnesio como abono. («Ion», marzo 1949, pág. 137, Madrid.)
BOYTON Y CAÍN: El magnesio en la manzana. («Ion», febrero 1941, pág. 106, Madrid.
CAMP (A. F.): El magnesio en la fertilización del limón en Florida. («Ion», marzo 1947, pág. 193, Madrid.)
CANALS (E.): Du role physiologique du magnesium chez les végétaux. 134 págs. Montpellier, Roumegous et
Déhan, 1920.
CID (F. A.): Una página sobre el profesor Delbet, investigador del cáncer. («Ibérica», vol. 21, 1955-I, pág. 26,
Barcelona.)
CID (F. A.: Los oligoelementos son catalizadores de nuestras funciones vitales. («Ibérica», vol. 21, 1955-I, pág.
104, Barcelona.)
COOPER (E. H.): Factores que modifican la asimilabilidad del magnesio en el suelo.
DELBET (P.): Acción frenadora del cloruro de magnesio en la multiplicación de las células alípicas, en el desarrollo
anárquico. («Academia Francesa de Medicina», París, 1.° de mayo de 1932.
DELBET (P.): El cloruro de magnesio favorece la evacuación biliar y mejora la digestión. («Academia Francesa de
Medicina, París, 1.° de mayo de 1936.)
EISENMENGER (W. S.): Relación entre el desarrollo las plantas y la necesidad de magnesio. («Ion», noviembre
1946, pág. 619, Madrid.)
EISENMENGER (W. S.): Relación entre el desarrollo de de las plantas en los cultivos de sementera y la necesidad
del magnesio. («Ion», febrero 1947, pág. 105, Madrid.)
FAVIVE (J.): Equilibre mineral et Santé. 403 págs. París, Librairie «Le François» (Boulevard Saint-Germain, 91),
1951.
GOYTISOLO (José M.a): El magnesio fulminante vital. «Ibérica», vol. 11, 1950-I, pág. 100, Barcelona.)
GOYTISOLO (José M.a): El magnesio y el calcio en el metabolismo vital. (Ibérica», vol. 14, 1951-II, pág. 32,
Barcelona.)
JOHNSTON (F. B.): El magnesio en la producción de cosechas. («Ion», marzo 1950, pág. 172, Madrid.) KRAUSE
(M.): Magnesio para el diagnóstico diferencial de las enfermedades agudas. (Arzt. Weschr.», 9, 283, 1954.) En
este trabajo se habla de la sedación de los espasmos viscerales abdominales, pero no de los procesos
inflamatorios, con respecto al tiosulfato de magnesio.
MANZANAL, S. I. (Francisco): ¿Qué se entiende por equilibrio mineral? («Ibérica, vol. 19, 1954-I, pág. 302,
Bar-celona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): El equilibrio mineral visto por un agricultor. («Ibérica», vol. 19, 1954, pág. 314,
Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): El equilibrio mineral del hombre. («Ibérica», vol. 19, 1954-I, pág. 387,
Barcelona.) MANZANAL, S. I. (Francisco): El equilibrio mineral visto por un granjero norteamericano. («Ibérica,
vol. 19, pág. 425, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): Multitud de efectos curativos del cloruro de magnesio. («Ibérica», vol. 19 pág. 462,
Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): El magnesio y el cáncer. («Ibérica», vol. 20, 1954-I, pág. 28, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): Deficiencia de magnesio en la alimentación actual de los pueblos. («Ibérica»,
vol. 20, 1954-II, página 68, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): Terapéutica magnesiana de la difteria. («Ibérica», vol. 20, 1954, pág. 105, Bar-
celona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): Terapéutica magnesiana de las enfermedades infecciosas. («Ibérica», vol. 20, 1954-
II, pág. 146, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco: Las enfermedades infecciosas de los animales domésticos. («Ibérica», vol. 20, 1954-
II, pág. 187, Barcelona.)
MC INTIRE, SHAW y YOUNG: Empleo de silicatos magnésicos en el abonado de tierras. («Ion, mayo 1953, pág.
280, Madrid.)
MC MURTREY: Efectos del magnesio sobre el crecimiento y composición del tabaco. («Ion, marzo 1947, página
193, Madrid.)
MATONS (A.) y ROSELL-VITA (M.): Magnesio. («Diccionario de Agricultura, Zootecnia y Veterinaria», vol. II, pág.
506, Salvat Editores, Barcelona.)
NEVEU (Dr.: El tratamiento de la poliomielitis por el cloruro de magnesio. (Revista «L'Ouest medical»,
Francia, 10 noviembre 1951.)
PALIOS (Dr.) De la resistencia general conferida al organismo por las sales de magnesio. («Academia Francesa de
Medicina», París, 25 de mayo de 1940.)
PEVEN (Dr.): Traitement cytophylactique des moladles infectieuses par le chlorure de magnésium. A propósito de
este libro ha escrito el Dr. A. L.: «Se puede afirmar que este mineral (el magnesio) protege contra toda infección y
ciertamente abrevia siempre la convalecencia reduciendo la astenia tan molesta.»
PRIECH (J.) y CONSTANT (J. P.), dan cuenta de los resultados favorables obtenidos por el glutanato de
magnesio en sujetos afectados de «petit mal» epiléptico y en niños deficientes mentales. Con este tratamiento —
añaden— disminuye la frecuencia de las crisis mentales, se normaliza el comportamiento, se eleva el coeficiente
intelectual y se mejora el estado somático. («Medicamenta», número 265, pág. 45, 15 mayo 1955.) PUIG, S. I.
(L): 'Posee el magnesio virtudes curativas? («Ibérica», vol. 26, 1957-II, pág. 95, Barcelona.)
PUIG, S. I. (I.): El magnesio en zootecnia. («Ibérica», vol. 26, 1957-II, pág. 135, Barcelona.)
RIBAS MARQUES (I.): Los bioelementos del pescado. («Ion», octubre 1944, pág. 603, Madrid.)
ROCASOLANO (C): La cal y la magnesia en fruticultura. («El Cultivador Moderno», noviembre 1956, página 118,
Barcelona.)
SCHLIEPHAKE (E.): Empleo de preparados de magnesio en trastornos circulatorios. («Deustch. Med. Wschr.», 77,
1508, 1952). En este artículo se dice estar indicadas las combinaciones de tiosulfato y nicotina-to de magnesio en
inyecciones intramusculares o intravenosas en varias afecciones y trastornos circulatorios. SUÁREZ-GARCÍA (B.):
El magnesio en agricultura («Ibérica, volumen 25, 1957-I, pág. 343, Barcelona.)
SYMPOSIUM OF THE AMERICAN CHEMICAL SOCIETY: El contenido en magnesio de los fertilizantes. «Ion»,
febrero 1947, página 105, Madrid.) TRIGO MEZQUITA (A.): Importancia del magnesio en la vida de las plantas.
(«Ibérica», vol. 3, 1946-I, pág. 39, Barcelona.)
TROUG (E.), GOATES Y BERGER (K. C): Relación magnesio/fósforo en la nutrición de las plantas. («Ion», marzo
1947, página 193, Madrid.)
VIDAL FREIRE (A.): Catión magnesio en la terapéutica. (La Prensa médica argentina, XLII, 3.075, 1955.) En este
trabajo se dice ser el magnesio muy importante para la vida, por cuanto desempeña en ella un decisivo papel en los
procesos de síntesis y oxidación del organismo, y da cuenta de los alentadores resultados de su empleo.
VITORIA, S. I. (E.): Los elementos químicos y su olio-godinamia en los seres vivos. («Memorias de la Real
Academia de Ciencias y Artes de Barcelona», vol., XVIII, núm. 4, 1946.)
INDICE
PROLOGO........... 5

Capítulo I. —¿POSEE EL MAGNESIO VIRTUDES CURATIVAS?

a) Maravillosos efectos del magnesio . 9


b) ¿En los casos referidos, no se tratará de sugestión?...... 13
c) Se descarta que el magnesio obre sólo por sugestión..... 17
Capítulo II. —EL MAGNESIO EN EL ORGANISMO HUMANO

a) La salud y el equilibrio mineral en el hombre ........ 21


b) El desequilibrio mineral en el hombre por falta de magnesio ... 25
c) Manera de obtener el equilibrio mineral en el hombre..... 31
d) El magnesio y su papel en terapéutica humana........ 38
e) Delbet paladín de la terapéutica magnesiana....... 43
f) Múltiples efectos curativos del magnesio ......... 47
g) Terapéutica magnesiana de las enfermedades infecciosas .... 57
h) Terapéutica magnesiana de la difteria ......... 61
i) El magnesio preventivo del cáncer . 69
Capítulo III. —EL MAGNESIO EN ZOOTECNIA

a) Porcentaje de magnesio en los animales ..... .... 79


b) El equilibrio mineral en los animales......... 82
c) El equilibrio mineral visto por un ganadero norteamericano ... 85
d) El magnesio como medicamento de los animales....... 90

Capítulo IV. —EL MAGNESIO EN AGRICULTURA


a) El magnesio en la tierra de cultivo . 100
b) El magnesio en la bioquímica vegetal..........104
c) El magnesio agente asimilador del fósforo................108
d) El magnesio en las semillas y frutos. 111
e) El magnesio en la producción de carbohidratos y vitaminas . . . 116
f) Consecuencias de la falta de magnesio en los vegetales.....118
g) Restitución del magnesio en las tierras .........123
h) Exitos agrícolas gracias a las sales de magnesio........131
EPILOGO...........137
Apéndice I: ¿COMO DEBE TOMARSE EL MAGNESIO?......137
Apéndice II: CONTENIDO DE MAGNESIO Y DE CALCIO EN LOS PRINCIPALES ELEMENTOS . . . 147
Apéndice III: PRINCIPALES DOLENCIAS PARA LAS QUE SE RECOMIENDA EL EMPLEO DE LAS SALES
DE MAGNESIO . . . 149
Apéndice IV: BIBLIOGRAFIA.....150

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