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La marginalización de los pobres: una propuesta de ética crítica a

la praxis de la Iglesia cristiana evangélica en El Salvador.

Introducción

La Iglesia nunca ha renunciado a decir la palabra que le corresponde acerca de las

cuestiones de la vida social. Es una voz dirigida a las comunidades cristianas y

especialmente a los laicos y laicas, llamados como recuerda el Concilio Vaticano II

a ocuparse de las realidades temporales según Dios (Lumen Gentium, 31).

Conocer a fondo y saber cómo actuar y comprometerse en la vida pública es una

tarea tanto imprescindible como compleja. La doctrina social de la Iglesia nos

permite juzgar los cambios de nuestra sociedad a la luz de la fe y de la sensibilidad

cristiana en temas tan complejos como la militancia política, el servicio al bien

común, la participación en la sociedad y en la cultura, el compromiso en el mundo

del trabajo y de la empresa, la acción contra la pobreza y la marginación.

Así es como el pueblo cristiano encuentra ayuda para discernir valores

auténticamente cristianos en medio de una sociedad abierta y plural. Saber guiarse

en medio de ese "mar" de opciones y compromisos es un aporte que podemos y

debería recibirse de la doctrina social de la Iglesia cristiana Evangélica de El

Salvador. Así lo recordaba Severinno Croatto: "El cometido fundamental de la

Iglesia en todas las épocas y particularmente en la nuestra es "dirigir la mirada del


hombre, orientar la conciencia y la experiencia de toda la humanidad hacia el

misterio de Cristo".

Pero el reto más grande de la Iglesia en la actualidad es de carácter

antropológico, dignificar la esencia humana, lo cual supone llevar ese

descubrimiento a las relaciones humanas, a "la relación con el otro", en medio de

una cultura individualista, desorbitadamente neoliberal y poco comprometida. El

"ocuparse del otro" desde este horizonte es una tarea de profundo interés cristiano,

no sólo social.

La herencia católica y su iniciativa social

De los ámbitos imprescindibles para asumir la doctrina social de la Iglesia es en

vistas a vivir una educación en la verdad y en la caridad se observa a la Iglesia

católica con una postura increíblemente acertada en torno al beneficio del otro,

como razón de ser en la praxis cotidiana. Como bien dice Benedicto XVI tenemos

que enfrentarnos en las cuestiones sociales a la siguiente pregunta: ¿qué significa

«ser más»? Para ello la doctrina social nos dice que la verdad del desarrollo consiste

en su totalidad: si no es de todo el hombre y de todos los hombres, no es el

verdadero desarrollo, reto fundamental ante una sociedad cada vez más globalizada

que nos hace más cercanos, pero no más hermanos. (Kung, Hans)

La doctrina social de la Iglesia católica es relevante para implantar la lógica del don

en las relaciones económicas y sociales a la lógica del mercado, a la lógica del

Estado, a la lógica de la propaganda y de la manipulación, hay que añadir según la

propuesta de Benedicto XVI, otro modo decisivo de razonar y comportarse: la lógica


del don. Y en la medida en que no lo hagamos así, nuestro mundo no se va a

recuperar del todo mientras no cambiemos nuestro modo de pensar y nuestro estilo

de vida, es decir, mientras no pasemos del esquema del egocentrismo a un

planteamiento decididamente ético, hecho de generosidad.

La Iglesia Cristiana Evangélica en el Salvador, entre otras cosas, posee una

herencia bastante humana ya que hunde sus raíces teológicas y algunas

pragmáticas desde el pensamiento católico para proponer un pensamiento de fe

mucho más apegado a la Biblia; por tal razón la práctica de esta deberá ser

analizada al no presentar un accionar congruente hacia aquellos desprotegidos y

marginados de la sociedad.

La necesidad de una conciencia social

Formar la conciencia social, para los cristianos evangélicos y para la sociedad en

general, es imprescindible para comprometerse especialmente con las personas

empobrecidas, con los que no cuentan, los "descartados de la sociedad",

desempleados, emigrantes, etc. Mediante opciones concretas de solidaridad, a

partir de una valoración negativa del enriquecimiento a costa de los pobres,

renunciando explícitamente al camino del confort y del consumismo en favor de

decisiones que provoquen la fraternidad.

El crecimiento en la fraternidad entre los miembros de una sociedad es así un

aspecto esencial del desarrollo integral de la misma. Es fácil ver que, en cambio, tal

crecimiento se ve dificultado cuando se quiere calibrar solo en términos materiales,


ya sea del aumento del solo consumo, como dentro de estrategias de poder y

enfrentamiento entre intereses contrapuestos. (Tamayo, José)

El cristiano encuentra en la doctrina social de la Iglesia principios de reflexión,

criterios de juicio y directrices de acción que son la base para un humanismo integral

y solidario. El Compendio de Doctrina social de la Iglesia Católica (nº 73) cita tres

niveles y aportaciones de la doctrina social de la Iglesia:

1.- La doctrina social da fundamento a las motivaciones.

2.- La doctrina social aporta de forma directiva normas del vivir social.

3.- La doctrina social ayuda a la conciencia a deliberar, a mediar las normas

objetivas y generales en las concretas y particulares situaciones sociales.

La experiencia nos muestra como este recurso para tener una formación cristiana

completa ha estado ausente, en general, y no se enseña ni se conoce

adecuadamente. Sin embargo, la Iglesia Cristiana Evangélica tiene el deber de

ofrecer su contribución específica, para que las exigencias de la justicia sean

comprensibles y políticamente realizables. Esta tarea de evangelización y del

anuncio del Evangelio debe ser protagonizada fundamentalmente por los líderes

que componen a la misma. Ello implica adquirir una mentalidad de fe, o sea, un

modo de ver, juzgar, elegir, amar que se apoye en los valores del evangelio y ayude

a otros en la necesidad de revitalizar esa conciencia hacia las necesidades del otro.
La apocalíptica como expresión de los oprimidos

La Lectura Popular de la Biblia hoy día en América Latina está rescatando

positivamente la literatura apocalíptica y re-interpretándola desde una perspectiva

histórica y liberadora. La teología apocalíptica es apropiada como teología política,

como teología de esperanza, como teología de la historia. La apocalíptica surge en

períodos de persecución para animar la esperanza del pueblo de Dios; la

apocalíptica anuncia el juicio de Dios que pone fin a la crisis que sufre el pueblo y

anuncia la llegada inminente del Reino de Dios en la historia; la apocalíptica

descubre la realidad de Dios en la historia que es la realidad del pueblo pobre de

Dios; la apocalíptica es el momento de la verdad y de la justicia. En ese sentido la

apocalíptica es la esperanza de los oprimidos.

La apocalíptica es sobre todo una “reconstrucción del cielo” (Pablo Richard).

Cuando la tierra aparece destruida y amenazada de muerte, cuando las mayorías

pobres y oprimidas son cada día más excluidas de las posibilidades de vida,

entonces se hace necesario reconstruir en la conciencia el proyecto de Dios, ese

misterio de Dios, oculto a los poderosos, pero revelado a los humildes (Mt 11,25-

26).

La apocalíptica es la conquista de la conciencia, para la transformación de la tierra.

Cuando la destrucción de la vida es tan intensa, el pueblo de Dios necesita de

apocalipsis, de revelación, para tener claro dónde está Dios y dónde está el demonio

en esta nuestra historia. La revelación va en contra del ocultamiento; la apocalíptica


es lo contrario de la ideología. Lo que el Imperio oculta, la apocalíptica lo revela,

pero lo revela a los pobres, a los oprimidos por el Imperio. (Severinno Croatto)

La Iglesia Cristiana Evangélica y los retos a enfrentar

Retos más urgentes a los que debe responder el cristianismo evangélico insertado

en la sociedad actual:

A. La apertura a la vida

Su planteamiento y defensa deben formar parte de una auténtica conciencia social

cristiana evangélica, especialmente en estas circunstancias como indica Caritas in

veritate (nº 15): «no puede tener bases sólidas, una sociedad que mientras afirma

valores como la dignidad de la persona, la justicia y la paz se contradice

radicalmente aceptando y tolerando las más variadas formas de menosprecio y

violación de la vida humana, sobre todo si es débil y marginada».

Uno de los aspectos más definitivos para juzgar la calificación moral de una

sociedad es la valoración que se hace de la vida humana. Esta se desprecia cuando

el juicio acerca del prójimo se realiza a partir de criterios extraños a la verdadera

dignidad de la persona, esto es, a partir de una utilidad social o de si alcanza el nivel

de "calidad de vida" socialmente admisible.


B. Testimoniar la fe en la vida pública

Se trata de sanar las instituciones, las estructuras y las condiciones de vida

contrarias a la dignidad humana. El cristiano evangélico no se limita a la mera

trasformación de las estructuras, sino que la originalidad de su acción está, sobre

todo, en el impulso de una cultura inspirada en el Evangelio. Se trata de dar prioridad

y profundidad a la conversión y trasformación de las conciencias antes que al

cambio de estructuras sociales y políticas.

Hay que evitar cualquier disociación entre la vida religiosa y los deberes terrenos.

"La ruptura entre la fe que profesan y la vida ordinaria de muchos debe ser contada

como uno de los más graves errores de nuestro tiempo " (Hans Kung). La fuga hacia

la privacidad genera un modo de espiritualidad evasiva. El proyecto formativo

supera el problema de cada uno, fiel reflejo de la sociedad fragmentada y de la falta

de motivación para la vida colectiva .

Quizás alguna culpabilidad tenemos como comunidad cristiana por dar a entender

a veces que la misión de la Iglesia había que situarla en el ámbito de los espíritus y

de la vida privada. Por eso se debe rechazar la tentación de una espiritualidad

intimista e individualista.

c. Una conciencia social que trasforme la cultura y la sociedad

Una tarea de fondo que debe asumir el cristiano es la aportación ética a la cultura.

Seguramente una de las quejas más comunes que vemos a nuestro alrededor es la

opinión casi unánime de la decadencia de la cultura que nos invade. Se necesita

urgentemente una cultura "capaz de enriquecer al hombre". (Dussel, Enrique)


Una cultura humana y civil que tenga como contenido el desarrollo de la dignidad

humana, que esté bien fundamentada en una correcta antropología; que no reduzca

al ser humano a las visiones ideológicas y formas culturales que lo empobrecen

incluso más allá de lo económico.

Bibliografía

 Croatto, Severino (1995). Apocalíptica: esperanza de los pobres. Revista de


interpretación bíblica latinoamericana.

 Tamayo, José (2003). Nuevo paradigma teológico. (1ra. Ed.). Madrid:


Editorial Trotta.

 Dussel, Enrique (1983). Praxis latinoamericana y filosofía de la religión (1ra.


Ed.). Bogotá: Editorial Nueva América.

 Kung, Hans (2006). El cristianismo esencia e historia (4ta. Ed.). Madrid:


Editorial Trotta.

 Caritas in veritate (nº 15)

 Compendio de Doctrina social de la Iglesia (nº 73)

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