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EL QUE ES VERDADERO Y PADRE DE AMOR SINCERO

“diles. Soy el que soy”: soy el Dios verdadero, el Dios que les creó, el Dios que los quiere
libres de egoísmo, de miedo, sin impaciencia. El Dios que ustedes pueden vivirlo y sentirlo
cercano cada vez que lo busquen; soy el Dios que está dispuesto a que lo encuentre, siempre
que sienta sed de: compasión y de misericordia. Soy el Dios que actúa con justicia y defiende
a todos los oprimidos.

S. Pablo, hablo nos exhorta a tener presente que cuando el mal anida en nuestro corazón nos
mata, nos destruye. Debemos estar vigilantes, nunca nos sintamos seguros de haber
alcanzado las fuerzas suficientes para no necesitar de Dios. Siempre debemos invitarlo a que
haga parte de nuestro itinerario.

EV. “Jesús sabe bien que Dios no puede cambiar el mundo sin que nosotros cambiemos. Por
eso se esfuerza en despertar en la gente la conversión: "Convertíos y creed en esta Buena
Noticia". Ese empeño de Dios en hacer un mundo más humano será posible si respondemos
acogiendo su proyecto” (Pagola A.)

El texto nos presenta la parábola de la higuera y con palabras nuestras, tendremos que decir
que el campo es el mundo, el dueño Dios, el administrador que cuida Jesús. Ante tanta
maldad que se ha gestado y sin ningún fruto de conversión parece que Dios quisiera sembrar
otra planta que dé frutos, pero Jesús como el que nos ha visto crecer le dice que es bueno
dejar otro tiempo para abonarnos con sus testimonio y Palabra para dar algo bueno.

Jesús es quien podemos ver en el texto como el Gran viñador, en quien se hace vida lo de “He
venido para salvar, rescatar lo que estaba perdido” (Cf. Lc 9,10). ¡Qué bueno es Jesús, con
tanto amor y sabiduría administra la viña de su Padre!

¿Qué necesitamos hoy como cuerpo eclesial? “Necesitamos una conversión a nivel más
profundo, un "corazón nuevo", una respuesta responsable y decidida a la llamada de Jesús a
entrar en la dinámica del reino de Dios.

Necesitamos, reaccionar antes que sea tarde. Jesús está vivo en medio de nosotros. Como el
encargado de la viña, él cuida de nuestras comunidades cristianas, cada vez más frágiles y
vulnerables. Él nos alimenta con su Evangelio, nos motiva con su ejemplo de buenas obras,
nos sostiene con su Espíritu” (Cf. Pagola A.).

Necesitamos tener presente que como a Moisés, Dios se nos va revelando en medio de las
labores, en nuestro caminar. Quitémonos las sandalias que nos impiden entrar en el lugar
sagrado y nonos quedemos buscando cosas extraordinarias, pero si encontrémosle en lo
ordinario del día a día. Es allí donde le podemos comprender mejor, desde una paciencia
perseverante y confiada.

Descalcemonos de nuestra propia voluntad y démosle a Él, Dios la oportunidad de que nos
hable. No nos creamos los perfectos con creer que “como no matamos, no robamos, o somos
buenos, no necesitamos cambiar; tengamos cuidado, porque necesitamos revisar los
pequeños detalles, además de los defectos que deterioran nuestro ser, imagen y semejanza
de Dios, los cuales podemos corregir dejando que la bondad de Dios sea abono de nosotros
como higuera que tiene una nueva oportunidad” (Cf. M.A.).

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