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CHARANGO

1946

ALFREDO R. BUFANO
ÍNDICE
ALFREDO R. BUFANO .......................................................................................... 3
I ............................................................................................................................... 5
II ............................................................................................................................ 11
III .......................................................................................................................... 17
IV .......................................................................................................................... 28
V ............................................................................................................................30
VI .......................................................................................................................... 31
VII ......................................................................................................................... 33
VIII ....................................................................................................................... 35

1067
ALFREDO R. BUFANO
Alfredo R. Búfano es uno dé los poetas argentinos de más saliente obra, tanto
en signo personal cuanto en número. Desde 1917,
hora justa de “El viajero indeciso”, hasta hoy, ha dicho su emoción
con tan ejemplarísima sinceridad de artista, que su labor —por los
treinta libros ya— le tiene asegurado perdurable sitio en la historia
de las letras hispanoamericanas, a tanto buen extremo que registran
su presencia los modernos diccionarios y las mejores antologías, como
la de Federico de Onís, donde sólo están los grandes consagrados.
Con aquélla profunda sencillez de los verdaderos creadores de belleza,
Alfredo R. Búfano ha vivido cantando los milagros de la tierra
y el digno quehacer de los hombres, siempre con elevada temperatura
lírica.
Aunque notoriamente plural en la forma y en temática, son comunes a su obra
la tristeza y la soledad, vértice donde nace y vive
la melancolía. Búfano es, pues, poeta melancólico, vale decir, poeta
del dolor que se advierte y no se nombra.
Como en Antonio Machado, su producción tiene el privilegio de
dar la compañía; por eso se le frecuenta con retornos de lectura.
Y la mejor prueba es que ya está en la boca de su pueblo, bien a
salvo de nombradla transitoria.
Tantas veces maestro en la canción, en el romance y el soneto,
ha probado también su voz, con la misma suerte, en el grande y pequeño espacio
de la copla, límite de trabajo para cerrar jornada, nunca para empezarla, y donde
no caben ni la distracción ni el pasatiempo.
En este libro que hoy presenta la Editorial Mensaje está reunido
ese otro modo de su largo acaecer artístico. Triunfo de la síntesis:
lo pensado y lo sentido apenas en cuatro versos, arquitectura y milagro de poeta.
A. C.
A la venerada memoria de Adelina
Pavía Rocher de Búfano, madre de mi
adorado Alfredo Mario, muerta a raíz
del terremoto que asoló a San Juan la
noche del 15 de enero de 1944.

1067
I
I

La copla es copla si nace


de los hondones deí alma,
como de la peña brota
el hilillo de agua clara.

II XIX
¡Dale a mi copla, Dios mío,
la gracia de estos almendros;
la pureza de estas aguas;
la tibia luz de mi cielo!

III
Algún día haré una copla
con pétalos de cristal;
le daré fulgor de estrella
y así la echaré a volar.

IV
El verso ha de ser agüita
que todos puedan beber.
El mar de nada le sirve
a un pueblo muerto de sed.

V
Al dar al viento mi canto
me embarga una dicha pura,
y siempre queda en mi boca
un poco de su dulzura.
VI
Tu verso, que hoy es solaz,
si le llegara el momento
también ha de ser capaz
de hacerle un barbijo al viento.
VII
Hay cantores que se afanan
en parecer retortuños.
5
A mí me gusta ser pino
solo bajo el plenilunio.
VIII
Los pajaritos del monte
alegran la vida mía.
Si no fuera por su canto
no sé si yo cantaría.
IX
Mí copla, con claro gozo,
brota de mi sentimiento;
fresca música de pozo
que sube y se lleva el viento.
X
Coplas verdes, coplas rojas
me están naciendo del alma.
Laberinto de colores;
pirotecnia de palabras.
XXXII
XI
La poesía ha de ser
tan vieja como la luna,
mas sin dejar de ser una
flor ebria de amanecer.
XII
En revuelo de palomas
se van mis coplas cantando
por sobre alegres linares
y negros campos arados.
XV
La copla, para ser copla,
debe llegar en silencio;
debe marcharse volando,
i Y si te vi no me acuerdo!
XIV
Dale a tu verso, poeta,
con reciedumbre y ternura
la austera gracia de un árbol
inmóvil bajo la luna.
XV
Oigo en las noches sin astros
lúgubre llanto espectral.
¡ Hacer versos es un modo
de llorar por los demás!
XVI
Soy argentino y poeta
porque así lo quiso Dios,
i No cambio tales mercedes
6 ni por el reino mejor!
XVII
Mi copla se ha ido al campo
y ya no puede volver.
Echó raíz en la tierra
y se ha puesto a florecer.
XVIII
De muy misteriosos modos
la copla sube a mis labios,
como esas flores que se abren
no sé cómo y no sé cuándo.
XIX
Cuando la copla nos llama
con su premiosa dulzura,
es ya manzana madura
que está por dejar la rama
XXVI XX
No te preocupen, cantor,
tu aridez y tu agonía.
{Ya vendrá la flor tardía
que premiará tu dolor!
XXI
Bordoneos son mis coplas,
bordoneos de guitarra
que tiene en el clavijero
una cinta azul y blanca.
XXII
Frescor de los renovales
y miel de las zarzamoras,
os estoy necesitando
para refrescar mis coplas.
XXIII
Al alba canta la diuca;
canta a la siesta la urpila;
mi copla canta a una hora
en que ninguno la mira.
XXIV
Hay que hacer una guitarra
que tenga un poco de tierra,
y echar en ella semilla
que al puntear brote y florezca.
XXV
Dulce es el agua si canta,
dulce es el agua si llora.
Saque tu verso ventaja 7
del agua caminadora.
XXVI
El gallo de la veleta
se mueve según el viento.
El viento es mi sentimiento;
mi copla el gallo, poeta.
XXVII
Para que tenga algo tuyo
ponle a tu copla, cantor,
en cada rama una flor
y en cada verso un cocuyo.
XXVIII
Cuando el retamo florece,
cuando florece el chañar,
amarillito de gusto
nace también mi cantar.
XXIX
XXXII
Deja inútiles lamentos
y sé jocundo, cantor,
como un duraznero en flor
entre olivos cenicientos.
XXX
Poeta, cual arco tenso
ha de ser tu corazón:
ojo alerta y flecha aguda.
El resto es cosa de Dios.
XXXI
Llora la agüita del cerro;
llora el viento entre el Chacay.
Yo canto, pero es mi canto
mi manera de llorar.
XXXII
Ha de bastarte un guijarro
o la luz de una luciérnaga
para que nazca la copla
como en el cielo la estrella.
XXXIII
Dulce, fragante, ligera
lluviecita de verano:
moja las plumas de tordo
de las coplillas que canto.
XXXIV
Sin percatarme siquiera
estoy diciendo una copla.
¿En dónde está el duendeeillo,
Dios mío, que me la sopla?
8
XXXV
Poco me importan los años,
que gire o no gire el sol,
mientras un trompo de música
resuene en mi corazón.
XXXVI
Cuando se muevan, poeta,
para la canción tus labios,
tu corazón ha de verse
como una flor de granado.
XXXVII
De los cantares que digo
algunito ha de quedar
en los labios de mi pueblo
gozoso de eternidad.
XXXVIII
Yo noXXVI
canto para futres
ni canto para doctores;
canto porque soy hermano
de los pájaros cantores.
XXXIX
Tu canto debe ser lluvia
sobre hosca pampa sedienta.
Mejor que tierra regada
sé, cantor, agua que riega.
XL
Allá vosotros, poetas,
con escuelas y retóricas!
Yo me manejo a mi gusto
en mi “soledad sonora”.
XLI
Mi copla, a la anochecida,
se va cantando a los cerros
para traerme gozosa
el amancay del lucero.
XLII
Copla mía que te alejas
para nunca más volver,
quiera Dios que halles tu nido
en corazón de mujer.
XLIII
Para decir mi esperanza
de verde pinto esta copla,
y la echo a volar lo mismo
que una esmeralda sonora.
XLIV 9

Mi guitarra tiene cuerdas


de luna, mástil de lágrimas,
seis claveles por clavijas
y mi corazón por caja.
XLV
Mi canto es vivencia en mí,
pero es también tu vivencia,
del mismo modo que el río
es agua en él y en la tierra.
XLVI
Dame tus manos, labriego;
abrázame con fervor,
para que tengan mis coplas
un poco de tu sudor.
XLVII
Los buenos vinos
XXXII mejoran
dejándolos reposar.
Repose en tu alma tu canto
antes de echarlo a volar.
XLVIII
La copla que dije ayer
hoy ya la tengo olvidada;
y éstas que estoy componiendo
cenizas serán mañana.
XLIX
Suelen preguntarme cómo
nacen en mi alma los versos.
¿Sé yo por qué canta el ave
y por qué brilla el lucero?
L
Mientras me mires arar
no es justo, declamador,
que te burles del sabor
del vino de mi lagar.
LI
Desecho tu vida, sí,
poeta de la ciudad.
Yo canto en mi soledad
para Dios y para mí.

10
II
I
Nací en Mendoza, la tierra .
que me da savia y raíz.
¡ No me arranquen de mis pagos
porque me voy a morir!
II
Cuando digo Guaymallén
se perfuma
XXVI mi memoria
con mi niñez de agua y tierra
dormida entre agrestes rosas.
III
No hay un camino más dulce
ni más liviano de andar
que el recogido y gozoso
de nuestra propia heredad.
IV
Entre mis coplas labriegas
se abre cantando mi Patria,
engalanada de bosques,
de mar, de cerros y pampas.
V
En mi pingo, poncho al hombro,
con un clavel en la oreja,
y tú, mi Patria, en el anca,
i Qué gloria para un poeta!
VI
Laguna de la Picaza,
tendida entre pampa y cielo,
claras memorias te traigo
de tu hermana Llancanelo.
VII
Cuando bajo a la llanura
yo no sé lo que me pasa:
empiezo a ver entre sueños
viñas, quiebras y montañas.
VIII
Nací entre valles y cerros;
alta tierra es mi heredad.
11
¡El mar, el mar, marineros!
¡Decidme cómo es el mar!
IX
Mendoza, cuando olvidado
repose^ en tu verde seno,
también lo tendré por bueno
como el haberte cantado.
X
Son dos cuyanos de ley
el Zonda y el Chorrillero.
¡Dios hasta vientos nos da
para no andarlos pidiendo!
XI
Cuando yo digo los nombres
de esta mi tierra cuyana
queda un sabor en mi boca
de fruta recién cortada.
XXXII
XII
Hice de la Patria mía
surco para mi cantar,
y del amor que le tengo
trigo para los demás.
XIII
Por los campos de la Patria
vete cantando, poeta.
Sólo así tendrá tu verso
la eternidad de la tierra.
XIV
¡Oh campos de lino en flor!
¡ Oh prados de girasoles!
¡Qué dulces cosas, mi tierra,
para alegrar corazones!
XV
Maizales de Buenos Aires;
trigales de Santa Fe.
¡Da gusto ser argentino
con las cosas que uno ve! • * -
XVI
¡Paraísos, paraísos
en medio de la llanura!
¡Con sólo veros, los ojos
se me llenan de frescura!
XVII
¡Oh inigualable fortuna
de vivir maravillado!
12
¡ Estoy en un verde prado
y está saliendo la luna!
XVIII
Huelan a patria tus manos;
a patria huela tu cuerpo;
y a patria viva y desnuda
huelan, poeta, tus versos.
XIX
Con vallistas y arribeños,
en mesones y caminos,
me gusta beber la Patria
como anchos sorbos de vino.
XX
Dicen que el viento Zonda
lo inventó el diablo,
y se lo envió a su suegra
como regalo.
XXVI
XXI
En Cuyo nací, señores,
donde según mi entender,
en los comienzos del mundo
vivió Adán con su mujer.
XXII
Cuando vuelvo a mis pagos
tras larga ausencia
oigo cantar en mi alma
cielos y tierras.
¡ Con qué ternura
me repiten: “No hay Patria
como la tuya!”
XXIII
Lluvia con olor a hinojo,
¡cómo te conozco yo!
Tanto como si salieras
de mi propio corazón.
XXIV
Hacedme dormir en este
cementerio abandonado,
con sombra de terebintos
y clara amistad de pájaros.
XXV
Cielo azul con golondrinas,
alelíes, verdes chopos,
agüita de nieves altas.
¿Que más para ser dichoso?
XXVI
Aunque parezca mentira 13
Dios dijo a sus servidores:
Cuando me canse del Cielo
me iré a Mendoza, señores!”
XXVII
San José perdió a la Virgen.
¡Bienhaya qué turbación!
Salió a buscarla en su burro,
y aquí en Cuyo la encontró.
XXVIII
“Tráeme vino y arrope”,
le dijo Dios a San Pablo.
San Pablo montó en un chuzo
y se largó a nuestros pagos.
XXIX
San Pedro salió del Cielo
y aquí a Mendoza llegó.
Ató su pingo a un palenque,
y en MendozaXXXII
se quedó. , . .
XXX
Dirán algunos que miento.
¡Pues qué le vamos a hacer!
Dicen que Dios es cuyano.
i Y así nomás ha de ser!
XXXI
Gaviotas, garzas, flamencos,
hacienda de ancas al sol.
¡Y un claro río que canta
dentro de mi corazón!
XXXII
Mendoza, Atuel, Tunuyán,
Diamante, Horcones, Malargüe.
¡Si quiere ver estos ríos
venga a mi tierra, compadre!
XXXIII
Mi Patria para vivir;
mi Patria para cantar;
mi Patria para sembrar;
mi Patria para morir.
XXI
En Cuyo nací, señores,
donde según mi entender,
en los comienzos del mundo
vivió Adán con su mujer.
XXII
Cuando vuelvo a mis pagos
tras larga ausencia
14 oigo cantar en mi alma
cielos y tierras.
¡ Con qué ternura
me repiten: “No hay Patria
como la tuya!”
XXIII
Lluvia con olor a hinojo,
¡cómo te conozco yo!
Tanto como si salieras
de mi propio corazón.
XXIV
Hacedme dormir en este
cementerio abandonado,
con sombra de terebintos
y clara amistad de pájaros.
XXV
Cielo azul con golondrinas,
alelíes, verdes chopos,
agüitaXXVI
de nieves altas.
¿Que más para ser dichoso?
XXVI
Aunque parezca mentira
Dios dijo a sus servidores:
“¡Cuando me canse del Cielo
me iré a Mendoza, señores!”
XXVII
San José perdió a la Virgen.
jBienhaya qué turbación!
Salió a buscarla en su burro,
y aquí en Cuyo la encontró.
XXVIII
“Tráeme vino y arrope”,
le dijo Dios a San Pablo.
San Pablo montó en un chuzo
y se largó a nuestros pagos.
XXIX
San Pedro salió del Cielo
y aquí a Mendoza llegó.
Ató su pingo a un palenque,
y en Mendoza se quedó. . • -
XXX
Dirán algunos que miento.
¡Pues qué le vamos a hacer!
Dicen que Dios es cuyano.
¡ Y así nomás ha de ser!
XXXI
Gaviotas, garzas, flamencos,
hacienda de ancas al sol. 15
¡Y un claro río que canta
dentro de mi corazón!
XXXII
Mendoza, Atuel, Tunuyán,
Diamante, Horcones, Malargüe.
¡Si quiere ver estos ríos
venga a mi tierra, compadre!
XXXIII
Mi Patria para vivir;
mi Patria para cantar;
mi Patria para sembrar;
mi Patria para morir.

XXXII

16
III
I
De acicate para el alma
sírvante infamia y traición,
del modo que la boñiga
hace más bella a la flor.
II
Si amas,XXVI
mujer, a un poeta,
no lo quieras enjaular.
Los poetas’y los pájaros
nacieron para volar.
III
Si sufres dolor de amor
haz que Dios te lo ilumine,
para que nadie adivine
tras de la luz tu dolor.
IV
El silencio es de varones;
armas quiebra el mucho hablar.
Torre señera y cerrada
es difícil de tomar.
V
Yo no quiero riquezas,
ni quiero honores.
Me basta con ser dueño
de astros y flores.
Nadie podría
dejar en mis arcones
joyas más finas.

VI
No reproches a los hombres
que viven en soledad,
porque ellos tienen tormentas
más grandes que las del mar.
VII
Dijo un poeta una vez 17
que los blasones se heredan.
Pues yo prefiero ganarlos
para mi canto y mi tierra.
VIII
Poder, juventud, fortuna,
todo pasa sin cesar.
Pero en un rayo de luna
se esconde la eternidad.
IX
“No cazan moscas las águilas”,
Séneca antaño escribió.
¡ Sí, pero cazan corderos,
que es mucho, mucho peor!
X
Mira con ojos de niño,
y hasta la misma
XXXII fealdad
ha de tener un cobijo
para tu felicidad.
XI
Yo no olvido que Sem Tob
me dice que los gusanos
anidarán un buen día
en mi rostro y en mis manos.
XII
¿En dónde está la ventura?
¿En dónde la dicha está?
¡Son dos palomas errantes
que no se posan jamás!
XIII
Oro, púrpura, diamantes,
no tienen, no, la dulzura
de estos vilanos que miro
volar en la tarde pura.
XIV
No partas para sentir
la alegría de volver;
parte porque hay que aprender
del mejor modo a morir. - ■ -
XV'
Es venturoso varón
el que cumple su destino,
aun dejando en el camino
sangre de su corazón.
XVI
18
Hacer el cuero a las armas
y no las armas al cuero
es el modo de alcanzar
lo que soñó nuestro sueño.
XVII
Sí hay buen vino en tus lagares
no bebas nunca por tres.
Más que beber buenos vinos
vale saberlos beber.
XVIII
No trates de adivinar
lo que hay detrás de la nube.
Ponte unas alas y sube,
que así no hay modo de errar.
XIX
¿Viste brillar el lucero
en Julio al anochecer?
XXVI
¡Date prisa, compañero,
que no hay tiempo que perder!
XX
Flete, guitarra y cuchillo
nunca se deben prestar.
La guitarra, vaya y pase;
pero al que sepa tocar.
XXI
También a ti que alardeas
de tu fuerza y tu esbeltez
han de dejarte los años
con lonjas de yaguané.
XXII
Tu riqueza y poderío
duran menos, gran señor,
que esta florcita del campo
que me está hablando de Dios.
XXIII
Amigo en tiempo de angustias
es tan difícil de hallar
como entre cerros enjutos
la flor del mburucuyá.
XXIV
Hablan lenguaje de amor
la estrella, el lirio y el lobo.
Tan sólo el hombre maneja
las duras voces del odio.
XXV
19
No hay amor más duradero
que el de la tierra labrada;
ni hay nada más milagroso
que el rostro eterno del agua.
XXVI
Si plantas rosas y nacen
malas hierbas, no te quejes.
I También plantamos cicuta
y recogemos claveles!
XXXVII
En esta tierra del llanto
no hay trueque, amigos, mejor
que dar amor por infamia
e hidalguía por traición.
XXVIII
Dad el pan de vuestra mesa,
dad lo que mejor guardáis,
porque si dais lo que os sobra
XXXII
es lo mismo que no dar. • ' '
XXIX
I Hunde tus dientes, garduña,
en mi vida y en mi honor,
pues mientras más me los clavas
mejor me sale la voz!
XXX
Ninguno alivia su duelo
con cuatro machas lloronas.
¡ Para eso están las bordonas ...
si Dios nos niega consuelo!
XXXI
Si es amigo verdadero,
el amigo debe ser
chifle con agua y yesquero,
tabaco y pan de mujer.
XXXII
Dios le dé buen galardón
a quien no teniendo nada
ofrenda la desgarrada
rosa de su corazón.
XXXIII
Sacad ejemplo del río
que alegre baja cantando.
Nunca nos pregunta cómo;
nunca nos murmura cuándo.
XXXIV
Serás feliz cuando sepas
20 mudar por obra de amor
la escolopendra en lucero
y el fiero crótalo en flor.
XXXV
Aquel que se sienta solo
mire la noche estrellada.
Aquel que se sienta triste
levántese con el alba.
XXXVI
Ante una flor de los campos
me pongo a considerar
que hay muchos hombres que nunca
han aprendido a mirar.
XXXVII
Cuando yo evoco a la dicha
en esta tierra del llanto,
veo la imagen de un niño
XXVI
con un lucero en la mano.
XXXVIII
Hay que andar estos caminos
con parsimonia, aparcero;
y no confundir la Luna
con un pernil de carnero.
XXXIX
El vino, como el amor,
hay que beberlo de a sorbos,
porque los dos empalagan
si los bebes de otro modo.
XL
“Nunca estarás menos solo
—dijo Escipión Africano—
que cuando te encuentres solo.”
¡Creedlo a ojos cerrados!
XLI
Si en este mundo eres alguien
no han de faltar invenciones
que te larguen como hienas
hideputas y cabrones.
XLII
Don Juan Lorenzo de Astorga
canta en su viejo cantar:
“No plantes nunca majuelo
si no es en propio lugar”.
XLI II
Menos soberbia, aparcero,
porque el camino es muy largo 21
y puedes verte algún día
como resero sin lazo.
XLIV
Si diez almendros plantaras
y nueve de ellos se secan,
da gracias a Dios, amigo,
por el árbol que te queda.
XLV
No te apresures, viajero;
no aprietes tu caminar,
que por más lejos que vayas
hay tiempo para llegar.
XLVI
No elijas camino fácil
ni eludas los entreveros.
El que es tropero de ley
no hace puntaXXXII
en los arreos.
XLVII
Un escuerzo horripilante
mirando a su hijo cantaba:
“¡Ni la rosa ni la estrella
en hermosura te igualan!”
XLVII
Apetece sólo aquello
que puedas pedirle a Dios
de un modo que si te oyeran
no provoque tu rubor.
XLIX
Charabón, nada de atajos,
sino camino derecho.
Por los reales más largos
se llega siempre más lejos.
L
¡No tan alto, ñiquiñaque,
que allá al final del camino,
tú, príncipe, y yo, poeta,
seremos pobres mendigos!
LI
¡Ay, orgulloso señor!
¿De qué vale tu poder
si nunca podrás hacer
ni un pájaro ni una flor?
LII
Si eres algo, compañero,
¿a qué tanto cacarear?
¡Basta el modo de silbar
22 para juzgar al arriero!
LUI
¡ Qué larga es la vida a veces!
¡ Qué largo el día, ay de mí!
¡ Sólo las noches son cortas
para aprender a morir!
LIV
No es rico el que tiene mucho,
sino el que ambiciona menos.
¡ Tierra, ceniza y olvido!
Esto es todo, compañero.
LV
“Partir es morir un poco”.
¡Maravilloso decir!
Sin embargo, ¡ cuántas veces
llegar también es morir!

XXVI

23
IV
I
A pesar de lo sufrido,
si yo volviera a nacer,
Dios mío, quisiera ser
lo que soy y lo que he sido.
II
Hay pajaritos que cantan
lo que a uno le oyen silbar.
Yo tengo un cacuy que llora...
XXXII
3 y no es por casualidad!
III
No sé si soñando vivo;
no sé si soñando muero.
De tanto soñar ignoro
si estoy dormido o despierto.
IV
Debió ocurrírsele a Dios
hacer un mar de jazmines,
sonoros ríos de rosas
y montañas de alelíes.
V
Me voy a pillar cocuyos
entre los algarrobales,
para iluminar con ellos
la noche de mis pesares.
VI
No perdí mi tiempo, no;
lo que no me dio la vida,
con fe, trabajo y herida
en la vida lo he hecho yo.
V
¡Permíteme, oh Dios, que sea
como este añoso manzano
lleno de rosadas flores
y resonante de pájaros!
VIII
Cuando te miro dormido,
ángel de trigo y de sol,
siento que nace la luna
24 dentro de mi corazón.
IX
—¿Adonde vas, palomita,
con ese tal alto vuelo?
—¡Voy a buscar tu esperanza
por los caminos del cielo!
X
Si me han gustado las rosas,
no las pedí, las planté.
Y al lograrlas regalé
las más bellas y olorosas.
XI
Poco me importan la gloria,
el oro y su relumbrón,
mientras coman en mi mano
los pajaritos de Dios.
XII
XXVI
Cuatro rudos labradores
abren gozosos la gleba.
¡ Miradlos, que están los hombres
plantando la primavera!
XIII
Como esta llovizna helada
es la tristeza que tengo:
apenas si se la ve
y ya me alcanza los huesos.
XIV
Tres voces hay en mi lengua
que por nada cambio yo.
Tres voces que son mi vida:
campo, cielo y corazón.
XV
Alta Paloma de estrellas
que brillas allá en el cielo,
dile a mi madre al oído
que aún no encuentro consuelo.
XVI
Cuando salgo con mi niño
por esos campos de Dios,
nadie puede decir cuál
es más niño de los dos.
XVII
Busquen otros la fortuna,
busquen otros la esperanza,
que a mí, por suerte, me alcanza
mi soledad y la luna. 25
XVIII
Si no sabes lo que es pena,
busca la forma y el modo
de oír silbar las perdices
de tarde en los campos solos.
XIX
Suelen decir que el desprecio
tiene amarillo el color.
Los que dicen tales cosas
no han visto un retamo en flor.
XX
Torcaza de pecho herido
y alitas de resedá,
dile a mi madre en el cielo
que aún no dejo de llorar.
XXXI
De Dios me viene
XXXII la dicha;
de Dios me llega el dolor;
a Dios se eleve mi canto
porque también es de Dios.
XXII
Ay, caminito del cerro,
alárgate alguna vez
para llegar a la estrella
que brilla al anochecer!
XXIII
¡Generala, Generala,
Virgen del Carmen de Cuyo,
sé mi abogada en el Cielo
si erré el camino en el mundo!
XXIV
Pardas calles polvorientas,
vieja plaza con urpilas,
tropel de afiebrados sueños.
¡Esto fuiste, infancia mía!
XXV
¡Ay pena sobre mi llanto;
dolor sobre mi penar;
pena y dolor confundidos
como lluvia sobre el mar!
XXVI
Es mi canción hontaneda,
son mis palabras jagüel,
mis sueños ríos sonoros.
¡Y yo me muero de sed!
26
XXVII
Mis penas no se abren nunca
en clara tierra con sol.
Mis penas sólo florecen
bajo la noche de Dios.
XXVIII
Azucenita del prado,
dame tus dobles estrellas;
una para mi guitarra
y la otra para mi pena.
XXIX
Miro todo lo que miro
cual si ya nunca jamás
mis pobres ojos fugaces
han de volverlo a mirar. . •
XXX
No añores, corazón mío,
XXVI
lo que ya no ha de volver.
Bebe el minuto que llega,
que es larga y dura la sed.
XXXI
Vago por montes y cerros,
por valles, pampas y bosques,
pero no encuentro el cobijo
en que la dicha se esconde.
XXXII
No sé en qué mundos remotos
dije estas mismas palabras
en un instante como éste
en que oigo el sueño del alba.
XXXIII
Até mi dicha a una estrella;
con lazos de amor la até.
La estrella se fue tan lejos
que nunca la he vuelto a ver.
XXXIV
Aún no sé cómo llegaste
y menos cómo te fuiste;
mas si buen amor perdiste
mejor olvido ganaste
XXXV

27
IV
I
Coplas de marinería
en boca de un montañés.
¡Ampárame, Virgen mía,
para que las cante bien!
II
A mi copla le acomoda
esta nocheXXXII
divulgar
que es la luna sobre el mar
una pez en traje de boda.
III
Al aclarar, pescadores,
he visto a la mar rosada.
Dadme una red perfumada
para ir a pescar sus flores.

IV
Gaviotas sobre los campos;
sobre las aguas, gaviotas.
¡Ah, si pudiera prenderles
en cada pico una copla!

V
Cuando vuelva a mis montañas
he de andar valles y cuestas
echando al viento cumbrano
estas coplas marineras.
VI
Entre la arena enterrada
dejaré una copla mía
para que florezca un día
cerca de la mar salada.
VII
De nubes haré un navio,
le pondré velas de cielo,
y empavesada de luna
lo haré a la mar con mis sueños.
28
VIII
La Cruz del Sur, marineros,
—es bueno que lo sepáis—
es ancla resplandeciente
que está por caerse al mar.
IX
Me paso el día mirando,
¡oh mar!, tus aguas y crestas.
Nadie sospecha que soy
araña en hondas tareas.

Cementerio marinero,
cementerio junto al mar.
Pinos, cipreses y rosas.
XXVI
¡Qué ganas de reposar!

XI
Ancha tierra labrantía
y el mar ahicito nomás.
No hay patria como la mía
para el que sabe mirar.
XII
Cuando yo me vaya, amigos,
mis coplas se quedarán
brillando aquí como verdes
luciérnagas sobre el mar.
XIII
De un niño es este cantar:
¡Hazte a la mar, marinero,
y tráeme aquel lucero
que está saliendo del mar!
XIV
¡Vengo del mar, montañeses!
¡Creedme, vengo del mar!
Algas verdes son mis manos;
lunado pez mi cantar.
XV
Gracias por tu cielo pampa;
gracias por tu mar azul.
Te doy en pago estas coplas,
San Clemente del Tuyú.

XVI
Defiende con sangre y verso, , ’♦ 29
poeta, tu libertad;
sea mujer o tirano
quien te la quiera robar.
V
I
Si a Dios plugo hacerme libre,
no me encierres, cazador.
No olvides que aun entre hierros
seré pájaro cantor.
III
La libertadXXXII
es hoguera
de eterna y divina llama,
y le echáis leña vosotros,
los que queréis apagarla.
IV
Tu libertad y tu honra
nunca deben claudicar,
pues cuando las dos se pierden
son arduas de recobrar.
V
No por viejo y conocido
dejaremos de cantar:
¡No hay dicha sin Patria libre,
ni hay Patria sin libertad!

30
VI
I
¡Quédate, oh rey, con tu púrpura! , ",
¡Déjame a mí con mi canto!
La muerte llega y no elige.
Tan sólo murmura: “¡Vamos!”
II
El campo tiene unas cosas
XXVI
que llenan de turbación:
hoy ha pasado la muerte
por entre almendros en flor.
III
A veces veo a la muerte
que un día Dios me ha de dar,
como una rama florida
reflejada en un cristal.
IV
Anda la muerte entre flores;
con luz de estrellas se guía;
dos rosas tiene por ojos;
por boca un río de vida.
V
Cuando la muerte te llame
respóndele presto, amigo.
¡No sea que emprenda viaje
sin ti por donde ha venido!
VII
No has de hallar, Muerte, al buscarme
ni tranquera ni alambrado.
Mal pude temerle al puma
el que no tiene ganado.

Cipreses del camposanto


en la mañana florida,
si dierais rosas de pronto,
¡cuánto mejor quedaríais! 31

VIII
Para el último rodeo
ya tengo pingo ensillado.
Me iré cantando bajito
cual si volviera a mis pagos.
IX
Mientras la nieve cae
pienso en mi muerte.
Así de calladita
quiero que llegue.
X
Viví soñando vivir;
soñé soñar y soñar.
¡Hoy que anhelo despertar
debo aprender a morir!

XXXII

32
VII
I
A Chile llegué cantando;
cantando me vuelvo a Cuyo. s
i Ojos ciegos solamente
podrían tornarme mudo!
II
Blanca laguna del Inca
escondidaXXVI
entre altas nieves,
en ti reposa la luna
para que yo la contemple.
III
Geranios en los balcones,
geranios en las colinas.
Y geranios en las bocas
de las dulces santiaguinas.
IV
En el cerro San Cristóbal
estuve una tarde entera,
para sahumar mi nostalgia
de peumos y primavera.
V
A orillas del río Mapocho
vago en las noches de luna,
para mirarla en las aguas
abriendo flores de tuna
VI
Del barrio de Providencia
sentí el embrujo una tarde
azul de cielos remotos,
dorada de dulces árboles.
VII
Me pondré calzas de seda,
golilla, espada y jubón,
para entrar en la antañona
Casa del Corregidor.
33
VIII
Al pie del Santa Lucía
topé una hermosa chilena.
Quise hablarle, pero al tiro
se transformó en azucena.
IX
¡ Qué linda es la calle Ahumada
el sábado a medio día!
\ Por sólo verla a esta hora
en Chile me quedaría!
X
¡Vengan dos carabineros,
vengan pronto, por favor,
porque una niña chilena
me,ha herido en el corazón!
X
Tres letras tiene tu nómbren-
XXXII
la muerte son para mí.
Pero también son estrellas
que me ayudan a vivir.

34
VIII
En menesteres de amor
debes medir las palabras,
porque una cosa es hablar...
¡y otra cosa es con guitarra!

III
No hay una pena más pena
que la XXVI
pena del querer,
porque uno no sabe nunca
si es de cicuta o de miel.

IV
i Qué dulce el cielo en los pinos!
¡ Qué dulce el cielo en el mar!
¡Qué dulce el cielo en tus ojos
y en mi verde soledad!

V
Canta, zurita, tus penas;
canta, zurita, por Dios.
Quiero aprender en tu canto
cómo se llora de amor.
VI
—Gusto pasarme las horas
mirando el agua correr.
—¡Malo, malo, amigo míoJ
i No es agua, sino mujer!
VII
A deshoras por los campos
voy componiendo mis coplas.
¡Claveles para tu pelo;
cerezas para tu boca!
VIII
El corazón me robaste.
¡ Bienhaya mi condición!
Por vez primera el robado
da gracias al que robó. 35

IX
Tus ojos, malargüina,
no sé qué tienen,
que los abres y es como
si amaneciese,
Y si los cierras,
sobre los míos cae
la noche negra.
X
Eres agüita del cerro
que veo alegre correr.
¡Podría beber un poco,
pero prefiero mi sed!
XI
Padezco de unXXXII
mal tan dulce
y tan extraño, serrana,
que al instante moriría
si alguno me lo curara.
XII
Clara urpila de mis valles,
dulce urpila de mi amor:
¿no ves que tienes el pico
clavado en mi corazón?
XIII
Se dora el trigo en tu pelo;
sueña en tus ojos el mar. - ,.
Eres agua, tierra y cielo
y angustia de eternidad.
XIV
Está tu sangre en la mía
y tu alma está en mi alma
como el fulgor en la estrella
y el color en la esmeralda.

XV
Para tu boca entreabierta
tengo, serrana, una copla.
Mas sólo puede decirlo
mi boca sobre tu boca.
XVI
Eres campo de trébol
recién nacido
para que chozpe el hato
36
de mi cariño.
XVII
Mi silencio ha de envolverte
como túnica estelar.
Saber callar es un modo
de vivir sin olvidar.
XVIII
Pintan verde a la esperanza;
lo pintan negro al dolor;
pero no hay pincel que pinte
los colores del amor.
XIX
Yo soy la orilla de un río
y la otra orilla tú eres.
Entre los dos corre el agua
silenciosa de la muerte.
XX
MientrasXXVIsean nuestras almas
dulce hoguera de amor vivo,
poco importa que la nieve
brille en tu pelo o el mío.
XXI
Cuando en silencio me veas
quédate quieta escuchando.
Ya descubrirás un día
que estoy, señora, cantando.
XXII
Si has de llorar por mi culpa,
Añurita, Añuritay,
será por amarte mucho,
no por dejarte de amar.
XXIII
Esto que voy a decir
Raimundo Lulio lo dijo:
“El desamor es la muerte;
amar es vivir, oh amigo!’'
XXIV
Como la chispa escondida
que hace saltar el yesquero,
estás en mi alma, señora,
hecha suspiro y recuerdo.
XXV
Brilla el lucero del alba
sobre los pinos enhiestos
del mismo modo, señora,
que tu amor sobre mis sueños.
37
XXVII
¡Qué lindo si fueras rio
y yo martín pescador,
y los peces de tus aguas
rojos luceros en flor!
XXVII
En capullos de estrellas
mojo mis coplas,
para después dejarlas
sobre tu boca.
Mujer, por esto
veo cielos floridos
cuando te beso.
XXVIII
Soñé que estaba soñando,
soñé que en tu amor soñaba,
y como todo era un sueño
XXXII
soñé que en sueños lloraba.
XXIX
Canta el ave porque es ave,
canta el viento porque es viento;
algunos cantan de gusto,
yo canto porque te quiero.
XXX
En las aguas de un arroyo
quisimos pescar la luna,
y halló mi pena a tu pena
bajo la corriente pura.
XXXI
¡Desventurado de mí!
Muero de dicha y dolor,
porque este amor es amor
como nunca conocí.
XXXIV
Aquella noche remota
pausadamente llovía.
Mis besos sobre tu cara
como la lluvia se abrían.
XXXIII
A orillas de un claro arroyo
me puse a llorar tu ausencia.
Detuvo el agua su curso
para llorar con mi pena.
XXXIV
38
Como alta prenda de amor
te entrego mi sufrimiento
del modo que lleva el viento
fragancias del campo en flor.
XXXV
Puedes volar cuando quieras,
que nadie te ha de atajar.
No quiero tener palomas
que no amen mi palomar.
XXXVI
Estaba escrito que al cabo
iba a encontrar tu querer,
así como corre el río
porque tiene que correr.
XXXVII
¡Señora y, tú bien lo sabes!
Con alfileres
XXVI de amor
tengo tus ojos prendidos
en mi amante corazón.
XXXVIII
En ti se perfuma el viento,
en ti se pintan las uvas,
en ti se bañan mis coplas
como muchachas desnudas.
Fin de “Charango”.

39

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