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Centro de Investigación Jurídica

Iuris per Tottem

(Ensayo/Artículo Jurídico)
SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO

AUTOR-INVESTIGADOR

Juan Carlos Díaz Colchado


Secretario del CIJ
Miembro Activo Omega del CIJ
Egresado por la UPSP
Asistente Legal de la Asesoría Externa de la ULADECH
Ex-Presidente del CIJ
Ex-Representante Estudiantil Facultad de Derecho y CC.PP. UPSP.
Ex-Miembro del Consejo Universitario.

Agosto, 2004
Institución:
Centro de Investigación Jurídica
IURIS PER TOTTEM
Asociación de Estudiantes de la Facultad de
Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad
Privada San Pedro, la cuál se encuentra orientada a
promover la investigación en el campo de las
Ciencias Jurídicas, y difundir el pensamiento de
alumnos y profesionales de Derecho, respecto a las INSTITUCIÓN
materias que conforman nuestra disciplina. Ésta
que se encuentra inscrita en la Partida Electrónica
www.iurispertottem.uni.cc
Nº11012915 en el Asiento A00001 del Registro de
Personas Jurídicas - Oficina Registral Chimbote.

Diseño - Realización de Cubierta, y Centro de Investigación Jurídica


Iuris per Tottem
Diseño de Contenido:
Andree César A. Tudela Tello
©Centro de Investigación Jurídica Iuris Andree César A. Tudela Tello
per Tottem - CIJ - Asociación sin fines de PRESIDENTE
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lucro. Partida Registral N° 11012915 en el
Asiento A00001, 2002, Chimbote - Perú
iurispertottem@hotmail.com
iurispertottem@gmail.com
www.iurispertottem.uni.cc SU PUBLICACIÓN
(Autor-Investigador)
©Juan Carlos Díaz Colchado.
Respecto al CIJ: Socio Activo Omega,
Secretario, Ex-Presidente, Autor de SAPIENTIA ET PAX
Distintos Artículos Jurídicos, Ponente y REVISTA
REVISTA DE
DE DERECHO
DERECHO
Promotor de Eventos Jurídicos.
Otros: Egresado por la UPSP, Post Título
en Derecho Procesal Constitucional por la
PUCP, Ex-Representante Estudiantil de la Jhon Antony Quineche Miranda
DIRECCIÓN GENERAL
Facultad de Derecho y CC.PP. de la UPSP, jhonquineche@hotmail.com
Ex-Miembro del Consejo Universitario de
la UPSP. Y asistente Legal en la Asesoría
Externa de la ULADECH. DEL INVESTIGADOR

MISIÓN JD
El presente es una publicación del C.I.J.,
que en esta oportunidad tiene la finalidad
[ 51-43 ] 997-8319
de difundir y propagar el saber jurídico de
las personas afines al Centro de
Investigación Jurídica , esto con el propósito
de incrementar la cultura jurídica a todas las Juan Carlos Diaz Colchado
Asistente Legal
personas que tengan en sus manos este jdiazcol@hotmail.com
material.
SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO 1[1]
Juan Carlos Díaz Colchado 2[2]

Anoche tuve un extraño sueño. Soñé que me había muerto y que, llegado a
las puertas del cielo (pues había sido un buen chico durante los pocos años que
estuve vivo), San Pedro me dijo que había un compartimiento del cielo reservado
especialmente para todos aquellos que se dedicaban a estudiar Derecho. Asimismo,
me indicó que tendría un “asesor jurídico celestial”, quién seria una especie de
“guía”, en ese paraíso reservado especialmente para aquellos estudiosos del
Derecho. Grande fue mi sorpresa al conocer a mi “asesor jurídico celestial” quien
era, nada más y nada menos que, Friedich Karl von Savigny 3[3].

Así pues, después de unos minutos de larga caminata a través del paraíso
“común”, llegamos a un cuarto cuyos linderos no me era posible divisar; en su
interior me encontré con muchas personas, algunas mucho más viejas que otras,
quienes -según mi muy estimado y atento guía- eran juristas de todas las épocas de la
historia humana, ciertamente ahí estaban presentes todos los grandes juristas
romanos de la época clásica e incluso me encontré con el Emperador Justiniano con
quien, unas horas después, tuve una interesante charla en torno a su famosísimo
“Corpus Iuris Civile”, igualmente entre los juristas alemanes pude dialogar -aunque
brevemente- con Hans Kelsen 4[4], padre del positivismo jurídico, quien se hallaba
inmerso en una muy interesante y entretenida batalla dialéctica conceptual con Carl
Smicht acerca de la naturaleza jurídica del “Estado de Derecho” 5[5], así también
encontré a muchos juristas franceses de la talla de Domat, Pothier, Boulanger,
Josserand, Ripert, Demolombe, Capitant, Tunc, Savatier y a dos de los hermanos
Mazeud. En cuanto a latinoamericanos, me encontré con los famosísimos Dalmacio
Vélez Sarfield 6[6] (argentino), Andrés Bello 7[7] (venezolano) y Texeira de Freitas 8[8]

1[1] La presente narración es una adaptación del “sueño” que tuvo Rudolph von Ihering, jurista
alemán del siglo XIX (1818-1892), quien es citado por COHEN, Félix. El Método Funcional en el
Derecho. 1º Ed. Editorial Abeledo Perrot. Buenos aires. 1962. Pág. 9
2[2] Alumno del Décimo Primer Ciclo de la Facultad de Derecho de la Universidad Privada San

Pedro. Representante Estudiantil. Miembro del Consejo Universitario de la Universidad Privada


San Pedro. Artículo escrito en Agosto de 2004.
3[3] Friedrich Karl von Savigny, jurista alemán del siglo XIX (1779-1861), es el máximo

representante de la Escuela Histórica del Derecho, es mundialmente conocido por su obra: Sistema
de Derecho Romano Actual.
4[4] Autor de la “Teoría Pura del Derecho” y creador del primer Tribunal Constitucional, me refiero, al

Tribunal Constitucional austriaco de 1919.


5[5] Los mencionados autores alemanes, sostuvieron un encendido debate académico en la década de

1920, sobre quién debería ser el guardián de la Constitución, así para Kelsen debía serlo un
organismo jurisdiccional independiente del Poder Judicial, lo que ahora conocemos como Tribunal
Constitucional, mientras que para Smicht (quien era miembro del Partido Nacional Socialista
Alemán –Nazi–) debía serlo el máximo representante del poder político, estos es, el Jefe de Estado,
que en Alemania se encarnó en el Fürer, Adolph Hitler.
6[6] Autor del decimonónico y aún vigente Código Civil Argentino.
7[7] Autor del decimonónico y aún vigente Código Civil Chileno.
8[8] Autor del Esboço, base del Código Civil Brasileño, recientemente derogado y sustituido por un

nuevo Código Civil.

1
(brasileño); grande fue mi sorpresa al hallar a algunos juristas peruanos, entre los
cuales se encontraban Juan José Calle 9[9], Manuel Augusto Olaechea 10[10] y por
supuesto el máximo comentarista del Código Civil de 1936, me refiero a José León
Barandiarán 11[11], quien se encontraba charlando con su más conspicuo discípulo -
quien también para mi sorpresa era un recién llegado como yo-, Max Arias-
Schreiber Pezet 12[12].

Asimismo, recorriendo aquel fascinante paraíso, me encontré cara a cara con


los conceptos incorpóreos de los gemelos -genéticamente idénticos- de la “buena fe
objetiva” y de la “buena fe subjetiva” y, por supuesto con su primo cercano, “la mala fe”;
así como con el concepto de “contrato” y la “obligación”, el “derecho real” y su carácter
de oponibilidad erga omnes, con la “propiedad” mas no pude hallar a la “posesión” ya
que, según mi guía, la “posesión” no era propiamente un concepto sino más bien un
hecho real que no gozaba del privilegio de ser un concepto eminentemente
abstracto, y que por tal “imperfección” no podía estar en aquel paraíso,
seguidamente me halle frente al “acto jurídico”, luego estaba ya con el “dolo” y la
“culpa”; así mismo, pude descubrir el mayor enigma de los juristas terrenales, quienes
-aún hoy en día- dedican miles y miles de horas a su estudio para delimitar sus
contornos y poder hallar su verdadera “naturaleza jurídica”, me refiero al concepto
de “interés social”. Siguiendo mi recorrido, me hallé frente a una enorme laguna azul
dónde, cerca al río que lo alimentaba, se encontraban descansando muy
apaciblemente el “Estado de Derecho”, el “Estado Constitucional de Derecho” y el “Estado
Social de Derecho”. Asimismo pude divisar a menos de cien metros de donde me
encontraba a la “autonomía privada” charlando con la “norma jurídica” y con el “abuso
del derecho”, quien profundamente mortificada se quejaba ante ellos porque al “Estado
de Derecho” le gustaba mucho limitarla y reducirla a su mínima expresión, cuando los
hombres terrenales la ejercían para celebrar contratos.

También halle presente -y de forma perceptible por mis sentidos- a


conceptos tan abstractos como el “interés jurídicamente protegido” y el “derecho subjetivo”,
al “derecho de autor”, la “patente” y el “copyright”, y ni que hablar del “daño
extracontractual”, con sus múltiples máscaras, puesto que en un momento
determinado jugaba a ser “daño patrimonial”, y en otro se ponía la máscara de “daño
moral” (aunque a veces parecía un “daño al proyecto de vida” y otras un “daño a la
persona”) o jugaba a ser un “lucro cesante” o ya también un “daño emergente”; horas más
tarde durante un entretenido “coloquio académico celestial” entre los hermanos
Mazeaud y Joserand, utilizó sus máscaras más recientes, es decir, por ratos era un
“daño genético” y también se convertía, cambiando de máscara, en un “daño al medio
ambiente” o ya un “daño biológico”, durante dicha reunión me comentó -a modo de
confesión y complicidad jurídica- que la máscara que más le gustaba utilizar era la

9[9]Miembro de la Comisión Oficial que elaboró el Código Civil de 1936.


10[10] Miembro y Presidente de la comisión Oficial que elaboró el Código Civil de 1936.
11[11] Célebres son sus Comentarios al Código Civil, recientemente editados por la Gaceta Jurídica

bajo el epígrafe de “Tratado de Derecho Civil”.


12[12] Jurista nacional recientemente fallecido, lamentamos muy profundamente el que hoy ya no nos

acompañe en este mundo. Del ilustre doctor Arias-Schreiber es conocida su obra Exégesis, la cual en
varios tomos (diez, para ser exactos) desarrolla útiles comentarios a los dispositivos del Código Civil
de 1984.

2
que le habían regalado unos juristas italianos, aquella llamada “daño existencial” (en
donde cabían todo tipo de “tutelas resarcitorias”).

Pero, tal vez lo que más me sorprendió, fue hallar una máquina
especialmente compleja de maniobrar y que sólo algunos cuántos podían manipular,
a pesar de la complejidad de su mecanismo, quienes estaban aptos a manipularlo lo
hacían con una destreza y habilidad sin igual, tal máquina podía -y de hecho lo hacia-
dividir una hebra de cabello en novecientas noventa y nueve mil partes iguales
(999,999), y para mi sorpresa los juristas más hábiles -aquellos que habían perdido
toda memoria de su vida terrenal- podían dividir cada una de esas divisiones en otras
¡novecientas noventa y nueve mil (999,999) partes iguales más!, según mi “asesor
jurídico celestial”, quien era uno de los que más disfrutaba utilizando aquella
máquina, todos quienes se hallaban presentes en dicho paraíso podían maniobrar
dicha máquina, pero debían previamente cumplir una única condición, de la cual no
había marcha atrás, esto era, debían olvidar todo recuerdo que lo atara a su vida
terrenal.

Desde luego que no acepté e inmediatamente después fui expulsado de aquel


fascinante paraíso celestial… momentos después me hallaba tendido en mi cama, ya
había amanecido y era un nuevo día, con un hermoso y brillante sol de verano.

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a ñ o d e l d e b e r c i u d a d a n o

c e n t r o d e i n v e s t i g a c i ó n j u r í d i c a

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