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La Biblia y la Sexualidad:
Principios Bíblicos que gobiernan el Sexo

Dios creó a hombres y mujeres como criaturas sexuales. Por lo tanto, el sexo debería
considerarse un regalo divino de parte de un Dios bueno. Él diseño el sexo para que un hombre
y una mujer lo disfruten dentro del pacto matrimonial, y Su intención es que sea bueno,
excitante, embriagador, poderoso y unificador.

Esta relación por la que nos hacemos «una carne» (Gn. 2:24) constituye la intimidad física más
intensa y la unidad espiritual más profunda posibles entre un hombre y una mujer; y debería
traer a la memoria de los cónyuges la extraordinaria unidad que el espíritu humano puede
experimentar con Dios en el nuevo nacimiento espiritual mediante la fe en Jesucristo (Jn. 3).
Dios solamente aprueba las relaciones sexuales dentro del matrimonio, donde marido y mujer
deben servirse el uno al otro y satisfacer las necesidades físicas mutuas mediante el acto sexual
(Pr. 5:15-21). Pablo señala que los problemas sexuales en el matrimonio pueden obstaculizar la
vida cristiana especialmente la de oración (1 Co. 7:5). Tanto marido como mujer tienen las
mismas necesidades sexuales que deben satisfacerse en el matrimonio (1 Co. 7:3), y ambos
deben intentar atender las necesidades del cónyuge y no las propias (Fil. 2:3-5).

Aunque la Biblia no es un libro de sexo, contiene una teología completa de la sexualidad, la cual
incluye los propósitos del sexo, las advertencias contra su mal uso y un bello retrato de la
intimidad física ideal (ver especialmente el Cantar de los Cantares). A continuación,
presentamos algunas de las enseñanzas más importantes de la Biblia en cuanto a la sexualidad
humana. Veremos primero propósitos y mandamientos y más adelante -8 principios bíblicos
que gobiernan el sexo. Del sexo

6 Propósitos de Dios para concedernos el regalo del sexo

Conocimiento (Gn. 4:1)


Unidad intima (Gn. 2:24)
Consuelo (Gn. 24:67)
Procreación (Gn. 1:28)
Gozo y placer (Cnt. 2:8-17, 4:1-16)
Prevención de tentaciones extramatrimoniales (1 Co. 7:2-5)

3 Mandamientos de Dios para el marido

Debe encontrar la satisfacción en su mujer (Pr. 5:19)


Debe encontrar el gozo en su mujer (Ecl. 9:9)
Debe preocuparse de satisfacer las necesidades específicas de su mujer (Dt. 24:5; 1 P 3:7)
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4 Mandamientos de Dios para la mujer

Debe estar sexualmente disponible para su marido (1 Co. 7:3-5)


Debe prepararse para cautivar el corazón de su marido (Cnt. 4:9-15)
Debe Mostrar interés sexual en su marido Cat. 4:16, 5:2)
Debe ser sensible a las necesidades específicamente masculinas (Gn. 24:67)

8 Principios Bíblicos que Gobiernan el Sexo

Las relaciones sexuales dentro del matrimonio son santas y buenas. Dios las alienta y advierte
del peligro de su cese (1Co. 7:5).

El placer en las relaciones sexuales es saludable y lo que debe esperarse. El cuerpo de cada
cónyuge le pertenece al otro (Pr.5:15- 19; 1 Co. 7:4).

El placer sexual debe ser guiado por el principio de que la sexualidad de cada uno debe
orientarse hacia el otro. En el entregamos a nuestra pareja matrimonio, los “derechos” sobre
nuestro cuerpo (Fil. 2:3-4).

Las relaciones sexuales deben ser normales y habituales. No se prescribe ningún número
concreto de veces a la semana, pero el principio bíblico es que ambas partes provean
satisfacción sexual del otro para la adecuada satisfacción sexual del otro, de modo que se
eviten tanto el «quemarse» (deseo sexual) como la tentación de encontrar satisfacción fuera
del matrimonio (1 Co. 7:9).

El principio de satisfacción significa que cada parte tiene que proveer el gozo sexual (que se le
«debe» al otro en el matrimonio) tan frecuentemente como la otra parte lo requiera. otros
principios bíblicos (la moderación, buscar agradar al otro en vez de a uno mismo, etc.) también
deben jugar su papel. Nuestra solicitud de relaciones sexuales siempre debería tener en
consideración el bienestar del cónyuge.

Conforme al principio según el cual entregamos nuestros “derechos», las relaciones no pueden
ser objeto de regateo entre personas casadas («No tendré relaciones contigo a no ser que…»).
Ninguna de las dos partes tiene derecho a imponer condiciones. Esta es una forma de
«prostitución marital» y, por lo tanto, debe evitarse.

Las relaciones sexuales deben ser equitativas y reciprocas. La Biblia no otorga a los hombres
más derechos sobre la mujer, ni a las mujeres un mayor derecho sobre el hombre. El objetivo es
el servicio mutuo.
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Todo lo que sea seguro, agradable, placentero y satisfactorio para ambos es aceptable. El
cuerpo de cada uno le pertenece al otro (1 Co. 7:4), pero no debemos demandar a nuestra
pareja nada que le resulte doloroso, dañino, degradante o desagradable.

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