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Una aproximación a la historia de la profesionalización de la Enfermería,


desde la historia de los conceptos

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Ana Choperena
Universidad de Navarra
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REVISTA
INTERNACIONAL DE
HISTORIA Y
PENSAMIENTO
ENFERMERO
ISSN: 1699-6011
INTERNATIONAL JOURNAL FOR THE HISTORY OF NURSING AND NURSING THINKING
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TEORÍA Y MÉTODO

Una aproximación a la historia de la profesionalización de la


Enfermería, desde la historia de los conceptos
Ana Choperena Armendáriz
Profesor Colaborador, Grado de Enfermería, Universidad de Navarra. Grupo de
investigación Modelo de Relación Interpersonal entre la Enfermera y el Paciente
(mRIEP). Grupo de Investigación en Historia Reciente (GIHRE). Pamplona, España

Correspondencia: Universidad de Navarra, Edf. Los Castaños, C/ Irunlarrea 1, 31008


Pamplona, España

Manuscrito recibido el 7.9.2014


Manuscrito aceptado el 10.6.2015

Temperamentvm 2015; 21

Cómo citar este documento


Choperena Armendáriz, Ana. Una aproximación a la historia de la profesionalización de la Enfermería, desde la historia de los
conceptos. Temperamentvm 2015, 21. Disponible en < http://www.index-f.com/temperamentum/tn21/t10006.php> Consultado
el 26 de Octubre de 2015

Resumen Abstract (A Nursing History Professionalization Approach,


from the History of Concepts)
Independientemente del lugar, la Enfermería es una disciplina
en construcción debido a una serie de escollos históricos por Due to a set of historical difficulties, Nursing is a discipline
los que ha atravesado. Ante esta situación de dificultad, acudir which is still under construction. Taking into account this
a la historia de su profesionalización refuerza su identidad y context, to look to the history of its professionalization,
colabora en la explicitación de su estatus disciplinar. Partiendo reinforces its identity, and makes its disciplinary status explicit.
de lo anterior, el objetivo de este trabajo es realizar una Based on the above, the aim of this work is to make a
aproximación conceptual al proceso de profesionalización de theoretical approach to the professionalization of Anglo-Saxon
la Enfermería en el contexto anglosajón, mediada por la Nursing, mediated by "history of concepts" framework. From a
perspectiva que proporciona la historia de los conceptos, que theoretical point of view, history of concepts addresses the
aborda desde el punto de vista teórico los conceptos que han concepts which have participated in that history. Under that
participado en esa historia. A tenor de dicho acercamiento, se approach, an intricate process materialized in a common
vislumbra un intrincado proceso materializado en una Nursing conscience, and the development of the social female
conciencia común en Enfermería a la hora de entender y role, are perceived. Hence, it can be concluded that the
desarrollar la realidad de los cuidados y la realidad personal, approach to the history of nursing professionalization is
así como un desarrollo paralelo del rol femenino en la considered as a tool that favors identities consolidation and
sociedad. Por lo tanto, se puede concluir que abordar la clinical practice development.
historia de la profesionalización de Enfermería se perfila como Key-words: History of nursing/ Professionalization/ Identity/
una herramienta que favorece la consolidación de identidades, Practice.
así como el desarrollo de su práctica asistencial.
Palabras clave: Historia de la enfermería/ Profesionalización/
Identidad/ Práctica asistencial.

Introducción

La Enfermería es una disciplina que se encuentra en construcción a nivel mundial. Una serie de acontecimientos y trabas
históricas han marcado su definición y su explicitación, a diferencia de otras disciplinas claramente consolidadas, como la
Medicina. Consecuentemente, la realidad de la Enfermería no está plenamente asentada ni para las enfermeras que en ella
participan, ni para el imaginario actual, pues es percibida como una profesión menor (Errasti y col., 2012, p. 281).

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Frente a este panorama, la historia de la Enfermería es una herramienta que puede colaborar en la explicitación y consolidación
de su estatus disciplinar (Meleis, 2006, p. 455). En efecto, mirando al pasado se pueden encontrar las claves necesarias para
llegar a entender la Enfermería que se está desarrollando en la actualidad y, simultáneamente, aquellas que orienten en la
redefinición de la Enfermería que se quiere prestar en el futuro.

Precisamente, y focalizando la atención en el contexto anglosajón, uno de los momentos más complicados en la evolución de
los cuidados de Enfermería ha sido el del cambio de actividad a profesión. Se trata de un proceso intrincado en el que la
dimensión doméstica vinculada a la figura femenina y el contexto social del siglo XIX, condicionaron el curso de los
acontecimientos. El modo de entender a la mujer en el panorama estadounidense del siglo XIX estuvo marcado por la
disociación entre la esfera pública social, atribuida al hombre y la esfera privada doméstica, que recogía la expresión de los
cometidos femeninos. No fue hasta la década de 1840 cuando comenzaron a producirse los cambios sociales que condujeron a
la extensión de las funciones femeninas.

En efecto, en las primeras décadas del siglo XIX y en los hogares pertenecientes a estamentos sociales acomodados, la
actividad del cuidado era considerada como la atención desarrollada por las mujeres hacia sus hijos, esposos y amigos en el
hogar. Se trataba de una actividad que se transmitía entre las mujeres a modo de deber familiar o se aprendía como una parte
más del oficio de servicio doméstico. El cuidado se convirtió en una importante manifestación del amor caritativo de la mujer con
los demás integrada en su identidad, pero sin connotaciones profesionales (Reverby, 1987b, p. 5). La Enfermería se definía
como un trabajo de mujeres y una buena enfermera estaba considerada como una mujer caritativa y de buen carácter, virtudes
íntimamente conectadas a su feminidad (Gamarnikow, 1978, p. 115; Reverby, 1987a, p. 49). Hacia 1840, las presiones
asociadas a la sociedad industrial y al cambio de asunciones culturales provocaron la redefinición de la vida doméstica y el
cuidado empezó a adquirir nuevos significados. La mujer asumió un rol preeminente en el ámbito familiar y su voz ganó en peso,
autonomía y un cierto poder público. La caridad femenina pudo ser trasladada al contexto público y las mujeres comenzaron a
desarrollar los cuidados en instituciones externas al hogar (Reverby, 1987a, p. 13). Por lo tanto, con la llegada de los cambios a
la vida familiar a raíz de la industrialización, el deber de atender a los enfermos fue adquiriendo un nuevo significado. Ya no
primaba el modelo de cuidados vocacionales familiares, por lo que la posibilidad de cuidar trascendió el ámbito doméstico.

Cabe decir que entender esta coyuntura social, que condujo a la profesionalización de los cuidados en este contexto, puede
colaborar en la construcción de la identidad enfermera, pues proporciona sentido y significado propio y de colectividad. En la
historia de su profesionalización, la Enfermería puede encontrar la herramienta adecuada para reforzar una identidad que se
puede emplear para crecer y evolucionar en el seno de la disciplina (Lewenson y Herrmann, 2007, p. 2). Partiendo de la base de
que la evolución de la identidad profesional enfermera debe contemplarse a la luz del desarrollo social de la identidad femenina
(Öhlén y Segesten, 1998, p. 723), los inicios en cuanto a la delimitación y definición de una incipiente profesión de Enfermería
se corresponderían con el desarrollo social de la mujer. Dicho proceso de configuración podría ser considerado como uno de los
primeros esfuerzos por parte de las mujeres para autoafirmarse y demostrar que tenían la habilidad para organizar y pensar por
sí mismas (Bullough, 1993, p. 251). Por consiguiente, la aproximación a los inicios profesionales de la Enfermería puede
redundar en el fortalecimiento de su identidad profesional, así como en su explicitación disciplinar.

Son numerosos los estudios que abordan la profesionalización de la Enfermería anglosajona, desde el punto de vista histórico
de la evolución del rol femenino: Hospitals, Paternalism, and the Role of the Nurse, de Jo Ann Ashley (1976); The Physician's
Hand: Work Culture and Conflict in American Nursing, de Barbara Melosh, (1982); Ordered to Care. The Dilemma of American
Nursing, 1850-1945, de Susan Reverby (1987); Nursing before Nightingale, 1815-1899, de Carol Helmstadter y Judith Godden
(2011). Sin embargo, en este trabajo, propongo una aproximación esencialmente teórica, que incida en la importancia y en los
beneficios de acudir a la historia de la profesionalización de la Enfermería, desde la perspectiva del estudio de los conceptos
que han marcado el devenir de la historia.

La historia de los conceptos

La "historia de los conceptos" es un marco conceptual que subraya la repercusión del manejo pertinente de los términos. El
primero en dedicar un estudio íntegro a tal modalidad fue Reinhart Koselleck. En Futuro pasado: para una semántica de los
tiempos pasados (1993), defiende que, tanto el modo de percibir el pasado de la humanidad como el patrimonio semántico,
evolucionan al ritmo de la historia. Por lo tanto, para poder entender la realidad, es necesario abordar los conceptos desde el
punto de vista del despliegue de sus significados históricos. Sin la perspectiva histórica del concepto no se puede llegar a
comprender la articulación que se da entre los significados que permanecen, que cambian o que son novedosos y que tiene sus
repercusiones en la dimensión social a la que afectan dichos conceptos. Una clarificación histórica de los conceptos que se
emplean en cada momento pude proporcionar información concerniente a los aspectos sociales a los que se refería, más allá de
su dimensión lingüística (Koselleck, 1993, p. 11). Teniendo en cuenta que la "historia social" enfatiza el descubrimiento y la
comprensión de las experiencias de aquellos que han sido más bien invisibles en el recuerdo de la historia (D'Antonio, 2007, p.
17), la historia social y la historia de los conceptos se remiten la una a la otra, ya que ningún acontecimiento social es posible sin
un discurso que lo caracterice. Por lo tanto, para poder entender realidades sociales hay que partir de los conceptos que afectan
o que circunscriben dichas realidades. Consecuentemente, los conceptos que han determinado la evolución de los cuidados de
Enfermería no solo afectan al contexto social en el que se han desarrollado, sino a la propia constitución de los cuidados que,
efectivamente, se han ido prestando en el seno de las sociedades.

El concepto de profesionalización en el ámbito anglosajón y su proceso

Siegrist, que es uno de los críticos que han analizado con detenimiento el término de "profesionalización", señala que esta
voz se refiere, de manera frecuente y primordialmente, al proceso por el que una ocupación adquiere el carácter de profesión
académica. Esta circunstancia se manifiesta con la consecución del requisito de la experticia como elemento concluyente para
el acceso a las instituciones de aprendizaje elevadas, que posibilitan la obtención de un título, que garantiza y exclusiviza el
desarrollo de la práctica profesional. En segundo lugar, para el estudioso alemán, se puede hablar de "profesionalización"
respecto de ciertas políticas, que establecen que las disposiciones de aprendizaje y la división de la mano de obra son
consecuencia de la experiencia profesional superior. Una tercera aproximación hace referencia al proceso de exclusión por el
cual una profesión monopoliza oportunidades ocupacionales con el propósito de adquirir seguridad y estatus social y económico.

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Finalmente, y desde la perspectiva sociológica de las propias organizaciones, Siegrist habla de profesionalización al referirse al
desarrollo de un tipo exclusivo de conciencia colectiva (Siegrist, 1990, p. 177).

En líneas generales, el origen de la profesionalización de la Enfermería anglosajona ha sido atribuido a la figura de Florence
Nightingale, quien constituyó la primera escuela de Enfermería en el año 1860 en el hospital de Santo Tomás en Londres
(McDonald, 2010, p. 722). Su principal objetivo consistía en transformar una ocupación que pertenecía al ámbito doméstico o
religioso, en una actividad reglamentada y profesional. El establecimiento de una profesión para mujeres, cuando ellas estaban
excluidas de los derechos más elementales como la educación o el voto, suponía un importante desafío para esta líder
(McDonald, 2010, p. 722).

Para poder entender la repercusión social de Nightingale, resulta necesario traer a colación la situación que venía atravesando
la Enfermería en el contexto anglosajón desde el momento en el que Martín Lutero había presentado sus noventa y cinco tesis
en la puerta del castillo de Wittenburg en 1517. A partir de este momento, Europa había quedado escindida en dos formas
distintas de interpretar la religión, la vida, la política, la economía y, por supuesto, los cuidados de Enfermería (Siles, 2011, p.
317). La tradición protestante interpretó, a partir de entonces, que la salvación de las almas residía en la fe, la oración y la
devoción, más allá de las labores asistenciales redentoras que habían constituido, hasta ese momento, uno de los principios
fundamentales del cristianismo. Consecuentemente, el vacío asistencial fue evidente y órdenes religiosas e instituciones de
cuidado cristianas fueron suprimidas.

A pesar de que el fenómeno Nightingale contribuyó a la recuperación del sentido digno de los cuidados de Enfermería, la
profesionalización de la Enfermería en este contexto es un proceso complejo, fruto de un largo engranaje histórico y social, en el
que Nightingale es, simplemente, la representante visible. Para algunos autores, los vínculos entre el establecimiento de la
escuela de Santo Tomás y el desarrollo de la Enfermería a nivel mundial fue una cuestión estratégica. Incluso, el historiador
Francis Barrymore Smith, esboza en Nightingale: Reputation and Power (1982), una figura envilecida, personificada como una
máquina efectiva de relaciones públicas. De este modo, y teniendo en cuenta que la biografía autorizada y financiada por su
familia fue publicada en 1913 por Thomas Cook y que las fuentes fueron proporcionadas a Cook por Sir Henry Bonham Carter,
consultor y amigo de Nightingale, se puede intuir que sus glorias pudieron haber sido tenidas en muy alta estima. Monica Baly
descubrió que los trabajos posteriores acerca de la enfermera inglesa habían tomado el trabajo de Cook como punto de partida
y, rara vez, habían acudido a las fuentes originales. Todo este entramado pudiera explicar la consistencia de su leyenda
(Nelson, 2001. P. 28). Baly desarrolla esta idea en Florence Nightingale and The Nursing Legacy (1986). Recientemente, la
profesora Juana Hernández Conesa, en Un estudio de los paradigmas educativos enfermeros durante el siglo XIX (2012), ha
desarrollado la tesis de que el modelo de Enfermería desplegado por Nightingale carecía de intencionalidad propedéutica o
profesionalizante y, por consiguiente, propició un retraso significativo entre el saber enfermero y el conocimiento enfermero
(Hernández Conesa, 2010, p. 80).

Durante el siglo XIX, el carácter masculino inherente al concepto de profesionalización motivó que profesiones inicialmente
masculinas, como la Medicina, tuvieran un acceso más cómodo a la adquisición del estatus profesional (Brumberg y Tomes,
1982, p. 282). Para este caso en particular, hay quien defiende la definición de un estatus social superior respecto de otras
profesiones, construido a partir de motivos políticos y preferencias culturales y no del desarrollo del conocimiento (Ramsey,
1984, p. 225). La profesionalización de la Medicina, de este modo, se habría gestado en un entramado de cambios sociales y
políticos decisivos, con la llegada de las nuevas ideas democráticas y liberales, la revolución industrial o la formación de la clase
obrera. En ese marco social de transformación, la Medicina habría encontrado el medio adecuado en el que asentar su
supremacía y ser así reconocida, legitimada y amparada por las instancias oficiales (Panadero, 2006, p. 37). Por añadidura, a
mediados del siglo XIX, médicos jóvenes y ambiciosos encontraron el modo de aumentar su éxito en la práctica de la Medicina a
través del cultivo de amistades influyentes, eligiendo las mejores oportunidades educacionales y compitiendo por adquirir las
posiciones preeminentes en las jerarquías hospitalarias. De este modo, comenzaron a conformar unas élites en las que el
contexto hospitalario y la dimensión profesional serían los factores determinantes (Rosenberg, 1987, p. 166).

Por el contrario, la masiva presencia femenina en el mundo de la Enfermería derivó en la adquisición de salarios inferiores y la
devaluación de su rol (Brumberg y Tomes, 1982, p. 282). Como muestra, en algunas investigaciones en torno a las profesiones
predominantemente femeninas en el contexto americano, las actividades profesionales de las mujeres aparecen en forma de
"anomalía" o de "desviación" en el panorama profesional (Brumberg y Tomes, 1982p. 276).

Fueron la regularización social de la mujer y su emergencia desde el ámbito doméstico a las esferas públicas de actuación los
catalizadores para un cambio de consideración hacia una Enfermería que comenzaba a adquirir ciertos matices profesionales.
De este modo, para poder entender el desarrollo de esa transformación, resulta necesario acudir al despliegue de las funciones
domésticas femeninas. A partir de 1840 y en el contexto de los Estados Unidos, un conjunto de cambios a largo plazo, que
afectaban a la esfera femenina, empezaron a tomar forma: la consideración hacia la mujer casada o la incorporación de la mujer
a los trabajos manuales fuera del hogar (McMillen, 2008, p. 33).

Uno de los acontecimientos más determinantes a la hora de entender el cambio de rumbo que sufrió la mujer en el contexto
norteamericano a partir de 1845 fue la convención de Seneca Falls. El asunto de los derechos de las mujeres era una cuestión
controvertida, pues se encontraba en la mente de muchas mujeres y desafiaba la premisa básica en la que se fundamentaba la
organización social, que determinaba la separación de la esfera del hombre y la mujer. El objetivo de la reunión consistía en
demandar igualdad de oportunidades en las actividades públicas. De este modo, el movimiento para la defensa del voto
femenino fue la expresión visible del sentido de una identidad colectiva que estaba floreciendo entre las mujeres en torno a su
exclusión (Vacca, 2004, p. 28). Dicha identidad propició sentimientos comunes en cuanto al rol que cada una se encontraba
desempeñando en sus hogares y esa sensación de comunidad se desarrolló de manera paralela a la progresiva ampliación del
espacio social de la mujer.

Uno de los ámbitos públicos a los que tuvieron acceso las mujeres, de manera progresiva, fue el de las instituciones de caridad.
Aquéllas que pertenecían a estratos sociales más acomodados se incorporaron con el fin de proporcionar ayuda, sin recibir
salario alguno. De esta manera, el modo de entender las instituciones caritativas, anteriormente entendidas como espacios de
acogida a los más menesterosos, fue modificándose en función de la presencia femenina y la traslación de sus ideales
domésticos, especialmente a partir de 1850 (Evans, 1997, p. 100). La inclinación natural femenina por atender a los más

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desfavorecidos se consolidó en asociaciones voluntarias de ayuda, que empezaron a extenderse por el territorio de los Estados
Unidos, principalmente en los estados del norte (Scott, 1992, p. 18).

Por añadidura, la idea de que la mujer podía cumplir con sus responsabilidades de Enfermería, no solo hacia su familia, sino a
través de la supervisión de otras mujeres que realizaran dicha función, fue tomando forma. Así, se contrataba a mujeres que
asistían a la señora del hogar y se establecía una balanza entre al amor, el deber y el trabajo, en torno al concepto de cuidado
que, poco a poco, fue alejando su significado del amor para vincularse al del mundo laboral (Reverby, 1987ª, p.13). De este
modo, resultaba relativamente sencillo encontrar a mujeres dispuestas a asumir las labores de Enfermería por dinero.
Habitualmente, eran de raza blanca, naturales de zonas rurales o de entornos trabajadores y solían acceder a estos puestos de
trabajo debido a sus precarias condiciones económicas. La Enfermería, debido a su imagen vocacional y a la progresiva
construcción de una incipiente identidad colectiva femenina, se fue convirtiendo en una alternativa al matrimonio (White, 2002, p.
288). Para estas mujeres o professed nurses, la Enfermería era un comercio que podían "profesar" de manera relativamente
fácil en el mercado (Reverby, 1987b, p. 6). Las fronteras permeables entre las labores remuneradas y no remuneradas permitían
a las enfermeras pasar de un lado al otro cuando fuera necesario. Y por primera vez, se cuidaba por otros motivos que no fuese
el amor a los familiares.

Por lo tanto, con la llegada de los cambios a la vida familiar a raíz de la industrialización y la posibilidad de contratar a professed
nurses, el deber de atender a los enfermos fue adquiriendo un nuevo significado. Ya no primaba el modelo vocacional familiar,
por lo que la posibilidad de cuidar trascendió el ámbito doméstico. En ocasiones, sin embargo, esta evolución no se dio de
manera positiva, ya que la figura de la enfermera contratada apareció asociada a connotaciones negativas. En estos casos, se
mantenía la idea de que cuidar en el hogar respondía a la materialización de la identidad femenina y que cuidar por dinero
respondía a cuestiones de servidumbre (D'Antonio, 2010, p. 14). De este modo, el trabajo no remunerado fuera del hogar se
convertía en modo de alcanzar respeto y un cierto poder en el entorno de la participación en organizaciones caritativas
(Brumberg y Tomes, 1982, p. 285).

Consiguientemente, y teniendo en cuenta que los cuidados fueron trasladados desde el hogar al contexto laboral, las mujeres
fueron adoptando diferentes posiciones (Melosh, 1982, p. 8). Por una parte, se fue configurando un grupo que convirtió la
traslación de los cuidados domésticos al ámbito del trabajo remunerado profesional, en la reivindicación central de sus vidas.
Frente a ellas, se encontraban las que defendían los valores maternales y religiosos como principales constituyentes de sus
cuidados. Por último, había mujeres que escogían una posición intermedia entre la carrera profesional y el deber religioso
vocacional y asimilaban la Enfermería como su trabajo y no como un deber sagrado o la parte central de su identidad (Melosh,
1982, p. 11). En consecuencia, tal y como se aprecia, la profesionalización de la Enfermería ha de contemplarse desde el
prisma de la evolución de la función social de la mujer y de cómo se entendían a sí mismas y a su trabajo.

La historia de la Enfermería como herramienta para la construcción de su identidad profesional

Desde un punto de vista general, la identidad profesional atiende a la dimensión colectiva que hace que la persona adquiera
una serie de características comúnmente asumidas por todos los miembros de su grupo y cuya percepción aumenta la cohesión
del conjunto (Aurell, 2013, p. 4). En cuanto al concepto de identidad profesional en Enfermería, se le atribuyen muy diversos
contenidos que pueden llegar a provocar la confluencia identitaria tanto a nivel individual como a nivel colectivo: desde la
tendencia del profesionalismo, que centra su atención en el contexto social y pasa por la percepción del contenido del rol
enfermero, hasta el autoconcepto, que focaliza su atención en los atributos personales de la enfermera, que afectan al
desarrollo de sus funciones. En otros ámbitos, la identidad profesional de la enfermera se integra en su identidad personal y
consiste en los sentimientos y experiencias de sí misma (parte subjetiva) y aquello que los demás perciben (parte objetiva). La
identidad en Enfermería se desarrolla, entonces, en el contexto sociohistórico a través de procesos intersubjetivos de
crecimiento, maduración y socialización, donde las relaciones interpersonales son importantes y la madurez alcanzada por la
enfermera permite un mayor crecimiento (Öhlén y Segesten, 1998, p. 725). Tal y como señala Warnet, la identidad individual
enfermera corresponde al sentimiento de estar de acuerdo con uno mismo para mantener el rol o la función que la profesión va
imponiendo a través de sus códigos, sus normas y sus valores, así como los términos en los que se definen los
comportamientos y las acciones. Por su parte, la identidad comunitaria reagrupa todo aquello por lo que el individuo se define y
se reconoce en el seno de un grupo o de una comunidad y todo aquello por lo que se siente aceptado y reconocido (Warnet,
2007, p. 29).

Más allá de la dimensión conceptual, la profesión de Enfermería necesita comprender que en su historia se encuentra la
herramienta para la construcción de su identidad, la cual se puede emplear para crecer y evolucionar en el seno de la disciplina.
Esa herramienta puede aportar sentido de continuidad y de unidad. De este modo, la aproximación a las experiencias históricas
ofrece seguridad, ya que la percepción de grupo, en el orden profesional que proporciona la historia de la Enfermería, es
fundamental para confirmar dicho estatus. Así, la identidad abarcaría los valores y las creencias asumidas por la enfermera, que
guiarían sus pensamientos, sus acciones y su interacción con el paciente (Fagermoen, 1997, p. 435).

A tenor de toda esta información, queda claro que la identidad en Enfermería se comprende a la luz de la historia de su
profesionalización, construida prehistóricamente por mujeres cuidadoras (Siles, 2011, p. 130) y, posteriormente, por las propias
enfermeras ya profesionales. Esta noción de identidad cubre un conjunto de sentimientos tales como la unidad, la coherencia, la
pertenencia, el valor, la autonomía o la confianza, organizados todos ellos alrededor de una voluntad de existencia.

Efectivamente, la historia de las mujeres cuidadoras está marcada en su evolución por la imposición de modelos que regularon
el orden social de las profesiones emergentes y las dificultades a las que fueron sometidas a la hora de ampliar y extender sus
conocimientos y sus derechos. Volviendo al contexto anglosajón, el hecho de que los inicios profesionales de la Enfermería se
sitúen en el último tercio del siglo XIX es prueba evidente de que la Enfermería ha carecido de la oportunidad necesaria para
mostrar aquello que le hacía diferente del resto de profesiones y de las herramientas necesarias para hacerse valer y mostrar el
carácter irremplazable de sus cuidados. En efecto, la supeditación social femenina o la falta de formación, son circunstancias
que reflejan el devenir histórico de la Enfermería.

Además de las cuestiones vinculadas al carácter genérico de la Enfermería, parte del problema viene asociado al
desconocimiento del pasado y a la tradicional ausencia de conciencia histórica por parte de la sociedad y de las propias

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enfermeras. La falta de perspectiva histórica puede explicar el dilema actual de redefinición de la Enfermería y de especificación
de sus parámetros profesionales en el sistema de salud. De este modo, me sumo a Church cuando afirma que el sentido
histórico es un prerrequisito de la mentalidad profesional, ya que la ignorancia del pasado contribuye a la incapacidad para
identificar los límites de uno mismo y retrasa el desarrollo de la autonomía, que acompaña a la autodeterminación profesional
(Church, 1987, p. 275). Por alguna razón y durante un periodo de tiempo prolongado, las enfermeras decidieron ignorar su
pasado y asumieron sus decisiones en orden, exclusivamente, al presente. Fue una triste decisión, si se tiene en cuenta la gran
cantidad de razones por las que uno debe estar orgulloso del pasado de la Enfermería, tanto a nivel individual como colectivo
(Crowder, 1985, p. 184).

La historia de la profesionalización de la Enfermería y la práctica profesional

En general, cualquier ciencia debe contemplar su historia con el objetivo de comprender su área de conocimiento y, en el
caso de la Enfermería, su práctica asistencial. No se puede comprender una Enfermería desvinculada de su historia y más
concretamente de la historia de su profesionalización pues es, en cada momento y en cada cultura, el conjunto de reglas, roles,
creencias, prácticas y relaciones que condicionan causalmente su acción y su imagen en la sociedad (Siles, 2011, p. 17). El
desarrollo de la Enfermería supone el fecundo ejercicio de elaborar creativamente el pasado a través de su herencia histórica y,
por otro lado, integrar las novedades del presente (Torralba, 1998, p. 23).

Arratia afirma que el conocimiento de la historia de la profesionalización implica el uso de un pensamiento crítico para entender
la realidad pretérita y de su posterior aplicación a la clínica, para transformar la información recogida en intenciones personales
significativas (Arratia, 2005, p. 569). Se trata de adquirir herramientas que posibiliten a la enfermera el desenvolvimiento dentro
de los sistemas de salud, de manera opuesta a la tradicional búsqueda de explicaciones simplistas y restrictivas que intenten
dar razón del presente obviando el pasado. En concreto, algunos de los asuntos que preocupan en la actualidad enfermera,
como son la financiación o la regulación de la práctica, ya fueron discutidos hace más de cien años (Donahue, 1990, p. 9).
Retomando el contexto de los Estados Unidos, una de las preocupaciones recientes de mayor entidad en relación con el futuro
de la práctica de la Enfermería se centra en las políticas de salud. Según Julie Fairman, en el informe The Future of Nursing:
Leading Change, Advancing Health (2011), elaborado por American Nurses Association, American Academy of Nursing y
American Nurses Foundation Nurse Scholar in Residence in the Institute of Medicine (IOM), se deja entrever que las políticas de
salud han de ser entendidas en función del tiempo y del lugar en los que se fueron germinando. De este modo, la historia
colabora en su contextualización y proporciona la perspectiva necesaria para entender cómo la Enfermería se va adaptando a
los requerimientos de la sociedad (Fairman, 2011, p. 55). Más aún, en "History Counts: How History Can Shape our
Understanding of Health Policy" (2013), esta autora concluye que el análisis histórico de la Enfermería amplía la forma de
pensar que puedan tener los agentes implicados en la elaboración de dichas políticas, respecto de los cuidados clínicos. Por
consiguiente, la historia proporciona dirección en la toma de decisiones y muestra la relevancia del rol de la Enfermería a nivel
mundial (Fairman y D'Antonio, 2013, p. 351).

La historia de la profesionalización no solo proporciona una conciencia profesional común, sino que también dota a las
enfermeras de la capacidad para aproximarse a su práctica, pues incentiva el desarrollo del conocimiento de Enfermería,
muestra los errores del pasado, funciona como fuente de identidad profesional y suministra un sentido espiritual de inspiración,
todo ello a través del fomento por alcanzar objetivos y metas (Sarnecky, 1990, p. 3). Adentrarse en la adquisición del estatus
profesional conduce a la comprensión acerca de las cuestiones que han afectado a sucesos pasados y cómo atañen al presente
de la práctica asistencial. Examinar esa historia permite a las enfermeras apreciar la trascendencia de su rol en el presente y en
el pasado de los sistemas de salud (Ogren, 1994, p. 8). Este hecho puede conferir herramientas para intervenir en los debates
públicos y alcanzar así poderes políticos. La historia sirve como prueba de la importancia y la labor de las enfermeras, para ser
conscientes de su valía y asumir puestos de liderazgo en el mundo sanitario.

Si bien es cierto que frecuentemente, las enfermeras brillan en el primer plano del conocimiento científico, la historia de la
Enfermería, y en concreto, el conjunto de avatares que condujeron a su profesionalización, tiene que ser demostrada más que
asumida. Esta situación conduce a la necesidad de tener que exhibir sus méritos. No se puede perder de vista que aprender del
pasado no es una opción, porque la historia nunca se repite a sí misma (Borsay, 2009, p. 17).

Conclusiones

La Enfermería es una disciplina predominantemente femenina que ha sufrido dificultades históricas a la hora de establecer y
definir su estatus profesional. Uno de sus momentos más complicados se sitúa en el complejo proceso histórico en el que dejó
de ser una actividad o mera ocupación, para alcanzar el rango de profesión. Acudir a la historia de su profesionalización, desde
el enfoque de la historia de los conceptos, proporciona una visión panorámica que facilita la comprensión de la trascendencia
pasada y actual de los conceptos que han marcado el desarrollo histórico de la Enfermería y que, a su vez, tiene su repercusión
en la práctica diaria de las enfermeras. De este modo, la enfermera se siente más capacitada para sus labores asistenciales y la
historia se convierte en una herramienta de enriquecimiento y de consolidación de identidades. Teniendo en cuenta que la
identidad en Enfermería ha sido particularmente vulnerable a los efectos dañinos de los hechos históricos que han afectado a
las cuestiones de género, como la división de esferas o la ausencia de la mujer en los ámbitos públicos, resulta necesario
entender de manera conceptual el entramado histórico concreto que ha afectado a su desarrollo profesional y que, con
posterioridad, ha repercutido y repercute en el desarrollo de su práctica diaria.

En efecto, el cuidado en el hogar se entendía como una manifestación del amor caritativo, integrado en la identidad propia de
las mujeres. A partir de 1840, la redefinición de la vida familiar, así como la evolución del rol femenino en aquel contexto,
favoreció el desarrollo de unos cuidados que, paulatinamente, comenzaron a asumir tintes profesionales. La inclinación natural
de las mujeres al cuidado fue canalizada a través de organizaciones de ayuda y, paralelamente a este desarrollo, se fue
consolidando una sensación de comunidad asociada a la ampliación de sus funciones sociales. A pesar de que el hecho de
contratar a mujeres para la actividad de los cuidados no fuera, en ocasiones una situación socialmente aceptada, el modelo de
cuidados familiares vocacionales fue dejando paso a nuevas particularidades profesionales.

El pasado de la profesión de Enfermería no ha de ser una guía vinculante, pero sí inspiradora, que colabore en la conformación
de su estatus disciplinar y que permita la exhibición de sus méritos. De nuevo, acudir a la historia de la profesionalización nos

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proporciona la información suficiente como para entender su pasado y su presente y proyectar, de este modo, un futuro en el
que se sienta más capacitada para afrontar la práctica asistencial.

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