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KARL MARX-ERIC J.

HOBSBAWM

FORMACIONES ECONÓMICAS
PRECAPITALISTAS

EDITORIAL C R ÍTIC A
Grupo editorial 'Grijalbo
BARCELONA
hdición preparada por J oaquim Sempere
Traducción castellana:
G regorio O r t iz . Tavier P érez R oyo y W enceslao R oces

1. * 'edición: septiembre de 1979


2. ‘ edición: marzo de 1984

Cubierta: Alberto Corazón


© 1965: Lawrence and Wishart, Londres
© 1979 de la presenté edición para España y América:
Editorial Crítica, S.- A., calle Pedró de la Creu, 58, Barcelona-34.
ISBN: 84-7423-099-3 j
Depósito legal: B. 4.846-1984
Impreso en Españ
1984. — HÜROPE, S. A., Recaredo, 2, Barcelona-5
NO TA EDITORIAL

El presente volumen contiene una selección de textos de Marx


y Engels —fundamentalmente del primero— sobre las formacio­
nes económicas precapitalistas. Esta selección fue hecha y pro­
logada por el historiador británico Eric J.\Hobsbawm, y editada
bajo el título Pre-Capitalist Ecottomic Formations,■Lawrence and
Wishart, Londres, 1965.
El texto principal, «Formas que preceden a lá producción
capitalista», pertenece a los Grundrisse de Marx, 'y la traduc­
ción castellana aquí reproducida es la de Javier ;Pérez Royo
(Líneas fundamentales de la crítica de la economía política (Grun­
drisse) > OME 21-22, Editorial Crítica, Barcelona,’ 1977-1978;
Primera mitad, pp. 427-468). Los fragmentos de La ideología
alemana pertenecen a la traducción de esta obra de Marx y Engels
hecha por Wenceslao Roces y publicada conjuntamente por Edi­
ciones Pueblos Unidos, de Montevideo, y Grjjalbo, de Barcelona,
en 1974, pp. 19-25 y 55-68. Lá traducción del texto introductorio
de E. J. Hobsbawm y la de la correspondencia de Marx y Engels
es la de Gregorio Ortiz, publicada en el volumen titulado For­
maciones económicas precapitalistas, Editorial Ciencia Nueva, Ma­
drid, 1967; esta traducción ha sido revisada.
En los textos de Marx y Engels se utilizan, además de los
paréntesis, los corchetes, corchetes dobles:y corchetes angulares.
Los corchetes simples indican anotaciones 'de la edición alemana
(que en el caso de los Grundrisse es la del Instituto Marx-Engels-
Lenin de Moscú de 1939). Los corchetes dobles ([[ ]]) se usan
en los casos en que Marx usó corchetes simples. Los corchetes
8 NOTA EDITORIAL

angulares (< > ) indican intervenciones de los editores en cas­


tellano.
Las notas señaladas con asterisco son notas de Marx y Engels
o,¡ en el caso de los Grundrisse, textos de Marx que, por tacha­
dos. o por constituir excursos, etc., la edición de Moscú prefirió
dar< a pie de página. Las notas numeradas son, en los textos de
Marx y Engels, notas de edición y, en la introducción de Hobs­
bawm, notas de este autor (o de edición cuando así se indica).
En el texto «Formas que preceden a la producción capi­
talista», los títulos y subtítulos son de los editores y, como
tales, se han puesto entre corchetes angulares. Para facilitar la
lectura se han introducido puntos y aparte que no están en el
original. Para distinguirlos, los que si están en el original se indi­
can con una raya oblicua después del punto (/).

J. S. C.

Barcelona, julio de 1979.


E ric J. H obsbaw m

INTRODUCCIÓN
I

El presente trabajo forma parte de extenso j mánuscrito


elaborado por Marx en los años 1857-1858 como prepara­
ción de sus obras Crítica de la economía política y Capital.
Dicho manuscrito fue publicado con el título de) fcrundrisse
der Kritik der Politiscben Okonomie en Moscú e n l ;9 39-1941,
sí bien pequeños extractos del mismo habían aparecido en
el periódico Neue Zeit en 1903. Tanto el lugar como la fecha
de su publicación determinaron que la obra permaneciese
prácticamente desconocida hasta 1952, en que fue¡ publicada
en Berlín en forma de folleto la parte d é la obra aquí repro­
ducida, y en 1953, en que se editaron de ¡nuevo en la misma
ciudad los Grundñsse completos. Esta edición alemana sigue
siendo la única con que se cuenta. No conozcoj más tra­
ducción de esta obra a lenguas occidentales que la italiana
de 1956.1 Así, pues, los Grundrisse corresponden ja. ese am­
plio grupo de escritos de Marx y Engels que nunca vieron la
luz en vida de sus autores, y que tuvieron que esperar hasta
el año 1930 para quedar a disposición de quien desee estu­
diarlos convenientemente. En su mayoría, como ocurre con

1. Esté texto de Hobsbawm fue escrito en 1964. Desde entonces se han


publicado los Grundrisse en otras lenguas, señaladamente en francés y en
castellano: Líneas fundamentales de la crítica de la economía política,
2 vols., Ed. Crítica (OME 21 y 22), Barcelona, 1977-1978. E l texto aquí
reproducido pertenece a esta edición. (N. de ed.)
12 ERIC J. HOBSBAWM

los Manuscritos de París de 1844, objeto recientemente de


muchas discusiones, pertenecen a la juventud de Marx y del
marxismo. Sin embargo, los Grundrisse fueron elaborados por
Marx ya en la madurez de su vida y de su pensamiento. Son
el resultado de una década de intensos estudios en Inglaterra,
y representan, sin duda, la etapa de su pensamiento previa
a la elaboración de El Capital, allá por los primeros años :de
la década 18G0-1870, del que constituyen una labor prepa­
ratoria, como ya se ha observado. Los Grundrisse son, pu'ps,
los últimos escritos correspondientes a la madurez de Marx
que han alcanzado el gran público.
En tales circunstancias, es sorprendente que estos escritos
hayan sido ignorados, muy en particular las secciones titula­
das Formen die der Kapitalisticben Produktion vorhergeben,
en las que Marx aborda el problema de la evolución histórica
precapitalista y que son las que aquí se traducen. Porque- no
se trata de simples notas casuales o carentes de importancia.
Este trabajo no representa sólo (como el mismo Marx escribió
orgullosamente a Lassalle el 12 de noviembre de 1858)'«el
resultado de quince años de investigaciones, es decir, de los
mejores años de mi vida». No sólo nos pone de manifiesto
a Marx en el aspecto más brillante y profundo de su obra.
Este libro es, además, en muchos sentidos su tentativa más
sistemática de abordar el problema de la evolución histó­
rica, y el complemento indispensable a su maravilloso pre­
facio a. la Crítica de la economía política, escrito inmediata­
mente después y que expone el materialismo histórico del
modo más denso e incisivo. Puede afirmarse sin temor algu­
no que todo estudio marxista realizado sin tener en cuenta
esta obra — es decir, prácticamente, todos los efectuados con
anterioridad a 1941— habrán de ser reconsiderados a la
luz de la misma.
Sin,embargo, existen razones explicativas de este olvido.
Los Grundrisse eran, como escribió Marx a Lassalle, «mono­
INTRODUCCIÓN 13

grafías escritas en períodos muy diversos, conjdjfin dCíiiCty^r'^


mi propio esclarecimiento y no para su publicKÍája»jj
exigen del lector estar muy familiarizado
samiento de Marx — es decir, con todo el pK
lución intelectual y muy en particular con el
sino que al estar escritos sin posterior corrección y¿jó _
polaciones que podían ser muy claras para Matxy pcffj}
tanto para nosotros, se hacen de difícil comprensión* *
quiera que haya intentado traducir el manuscrito,j;o j
mente estudiarlo e interpretarlo, habrá observado jque fi
ces resulta imposible establecer el significado de algunc
sus sibilinos pasajes con exactitud fuera de toda dudaí ^
Aunque Marx se hubiera propuesto dejar claro el a atfej
nido de este texto, no hubiera tampoco resultado fáál, ya
que sujmaJisis se realiza a un alto nivel de generalización, es,,
decir, de abstracción. En primer término, Marx pretende dejar
establecido — al igual que en el prólogo a la Crítica— el
mecanismo general de todos los cambios sociales: la forma­
ción de relaciones sociales de producción que corresponden
a una etapa determinada del desarrollo de las fuerzas pro­
ductivas materiales; él desarrollo periódico de conflictos en­
tre las relaciones de producción y las fuerzas productivas; las
«épocas de revolución social», en que las relaciones se ajustan
de nuevo al nivel de las fuerzas productivas. Este plantea­
miento de carácter general no significa declaración alguna
sobre períodos históricos específicos ni fuerzas productivas o
relaciones de producción concretas. De aquí que la palabra
«clase» no sea ni aun mencionada en el prefacio, ya que las
clases no son otra cosa que manifestaciones especiales de
l a r relaciones sociales de producción en períodos históricos
concretos, por largos que sean^ La única referencia sobre
formaciones y épocas históricas precisas consiste en una bre­
ve y no fundada ni explicada relación de «épocas en el pro­
greso de las formaciones económicas de la sociedad», a saber,
14 E R IC J. H O BSBAW M

la «asiática; antigua, feudal y burguesa moderna», de las cua-


les la citada eri último térn ino constituye la forma «anta­
gónica» final deí proceso de producción social.
Las Formenjson, a la vez, más generales y más específicas
'qué el prefacio,] aunque tampoco sean — y conviene hacerlo
notar desde el principio— «historia» en sentido estricto. En
(cÍerto modo, el; manuscrito intenta descubrir en el análisis
de’ la evolución ¿social las características de toda dialéctica e,
incluso^ de toda* teoría satisfactoria sobre cualquier materia.
Busca poseer, yjlo consigue, aquellas cualidades de economía
intelectual, cualj son la generalización y una lógica interna
ininterrumpida que para los científicos son la base de la «be­
lleza» o «elegancia», mediante el uso del método dialéctico
de Hegel, si bien sobre una base materialista y no idealipta.
Esto nos conduce inmediatamente a un segundo aspecto.
Las Formen pretenden formular el contenido de la histeria
en su aspecto rriás general. Este contenido es el progreso..'Ni
quienes niegan la existencia del progreso histórico, ni aquellos
que (a menudo basándose en los escritos del Marx inmaduro)
ven: el pensamiento de Marx únicamente como una exigencia
ética, encontraran aquí apoyo alguno. Porque el progreso para
Marx es algo objetivamente definible y que al. mismo.tie^go
apunta hacia lo; deseable. El vigor de la creencia marxista
en el triunfo del libre desarrollo de todos los hombres (de­
pende no de la fuerza con que Marx abrigaba esta esperanza,
sino de la supuesta justeza del análisis según el cual el desa­
rrollo histórico 'conduce en definitiva a la humanidad a-esa
meta.
La base objjedva del humanismo de Marx, así como, y
simultáneamente, la de su teoría de la evolución social y eco­
nómica, es1 su estudio del hombre como ¿animal social^ El
hombre — o, méjor (EcKoTl^^iom BH s— realizan trabajo, es
decir^crean y~reproducen su existencia en Ta práctica alaria
al .respirarábuscar alimentó, cófeijo, luhor," etcTTódo estcTlo
INTRODUCCIÓN 15

Uev_an a^efecto actuando en la nát\ifalezar tomandó ide ¡ella (y,


Snalmcnte r t n ^ l q rmándola^dT un i^¿Q _cpnS oH ^) lo nece-
saríq a..este^prop6sito7![EsT^mtérácción entre el hombre y la
naturaleza es -—y, a su~vez7~produce— Ta^evoÍTOÓn^so ci^
Tomar algo de la naturaleza, o determinar el uso"qüeTiay que
dar a una parte de la naturaleza (incluido su propio cuerpo),
puede ser considerado, y así sucede en el lenguaje común,
como una operación de apropiación, la cual, por | tanto, no
pasa de ser una forma concreta de trabajo. Ello, se expresa
con el concepto de propiedad (que no hay que i identificar
en modo alguno con la forma histórica concreta de! propiedad
privada). Al principio, dice M arx,^<el trabajador se relaciona;
con las condiciones objetivas de su trabajo como con !su prg-
pledad; estamós 'ante la^unidad natural del trabajo con sus,
^presupuestos materiales (sacBltcheJ» (p; 83). El bomÜre,
como"anímaTlóaal, desarrolla, a su vez, la cooperación y jjn a
decir, una especiaíización de
las funciones), lo nn cnln pnc^n^^ l^p rndu rrtó rjjj^ J 111
excedente sobre lo necesario para el mantenimiénto^ddi. indi--
yidiío y de la comunidad~a 'que pertenece, sino 'quej además,
inqrementaTFposibílidad He esa producción excedéntaria. La
existencia , de. esf^excedente" unid^ a la división j sopial deí
trabajo, hacen posible, a su vez, el intercambioi Pero,_aLco-
miehzo, tanto la producción cómo el intercambío tienen como
única finalidad£l es decir, conseguir el mantenimiento
de^jsroductor y de la comunidad mediante los objetos pro­
ducidos y obtenidos! Tales son los (elementos fundamentales
sobre que descansan teoría, los cuales constituyen, én reali­
dad, desarrollos o corolarios del concepto original del hombre
como animal social de una naturaleza especial.2

2. Para la explicación de Engels sobre la evolución del hombre a


partir del mono, y, por consiguiente, de la diferencia del hombre con los
demás primates, véase el borrador de 1876 de su trabajo «El papel del
La creciente emancipación del hombre respecto de la na­
turaleza constituye, sin duda, una prueba de progreso, así
como el domipio cada vez mayor que el hombre establece
sobre ella. Está emancipación —respecto a la situación en que
los hombres primitivos tenían que ganarse la vida y respécto
de las relaciones, espontáneas y primitivas, o, como dice M$rx,
naturwücbsig, «en su desarrollo natural», que surgen del pro­
ceso de la evolución de los animales hasta llegar a.los grupos
humanos— afecta no sólo a las(fuerzas productivas/sino tam­
bién a ¡las^reladones de produccióry Precisamente a esteras*
pecto están dedicadas, las ¥ armen. Por una parteólas relacio­
nes en ,que entran los hombres como resultado de la espqpia-
lización del trabajo — especialmente del intercambio— :, se
ven sometidas a un proceso simultáneo de clarificación y; de
complicación, hasta que la'invención del dinero, y con eí la
producción de mercancías y el intercambio proporcionan :la
base para procesos antes inimaginables, incluida la acumu­
lación del capital. Este proceso, aunque mencionado al prin­
cipio de este trabajo, no constituye, sin embargo, su tema
principal. Por otra parte, la doble relación trabajo-propiqdad
se rompe poco a poco, a medida que el hombre se aleja de
la relación naturwücbsig o relación primitiva con la natura­
leza espontáneamente desarrollada. Dicha relación adopta la
fprma de una «separación del trabajo libre de las condiciones
objetivas de su realización, de los instrumentos (Arbeitsmit-
tel) y del material de trabajo. Se trata, por lo tanto, ante
todo de la separación del trabajador de la tierra en cuanto su
laboratorio natural» (p. 83). Esta separación culmina con el
capitalismo, en que el obrero queda reducido a simple fuerza
de trabajo, pudiendo añadirse que, inversamente, la propiedad
queda reducida a un dominio de los medios de producción

trabajo en la transformación del mono en hombre», que forma parte de


la "Dialéctica de la naturaleza, Ed. Crítica, OME 36, Barcelona, 1979.
INTRODUCCIÓN

enteramente divorciado del trabajo, en tanto que en el proce-


sü de‘pToducción"se da una separación total entre el uso (que
por sí mismo, carece de relevancia directa) y el intercambio
y acumulación (que constituyen el objeto directo de la produc­
ción). Este es el proceso cuyo análisis se propuso hacer Marx
en estos escritos, en todos los posibles tipos que presente.
Aunque existen, sin duda, formaciones económico-sociales par-'
ticulares que corresponden a las fases concretas de esta evo­
lución, es, sin embargo, el proceso total, que abarca toda
la tierra durante la existencia del hombre, el que !Marx
aborda. Por lo tanto, su estructura es cronológica sólo en
el amplio sentido de la palabra, y problemas como, por
ejemplo, los planteados por la transición de una a otra eta­
pa, le merecen una atención secundaria, salvo, naturalmen­
te, en la medida en que arrojan alguna luz sobre esa lenta
transformación.
Pero al mismo tiempo este proceso de^emancipación del
hombre respecto de sus condiciones naturales primitivas de
producción es un proceso de individualización humana. «El
hombre se jiísla (vereinzelt sich) sólo a través del proceso his-|
tórico^Originariamente él se presenta comojun serjju e perte­
nece a la especie“humana^ a una ~tribu7 como animaT^egário
... JE1 intercambló mismo es el medio.Jup(6jngntal^3e este
aislamiento. Él convierte en superfluo el sistema jgregario, y
lo disuelve>>7p. ÍÍ7)7Eito~implica automáticamente un cam­
bio en las relaciones del individuo con lo que originariamen­
te era la comunidad en que actuaba. La antigua comunidad
ha quedado transformada, en la fase extrema del capitalismo,
en un mecanismo social deshumanizado, que sí bien hace po­
sible la individualización, es externa y hostil al individuo.
Con todo, este procego encierra posibilidades enormes para
la humanidad. Como decía Marx en un pasaje rebosante de
esperariza'ytrillantez (pp. 103-104):

2. —MARX-H0BS8AWM
18 ERIC J. HOBSBAWM

La concepción antigua, según la cual el hombre, a pesar


de su limitada determinación política, nacional, religiosa, se
presenta siempre como fin de la producción, parece ser mu­
cho más noble que la del mundo moderno, según la cual
la producción se presenta como el fin del hombre, y la ri­
queza como leí fin de la producción. Pero, en realidad, si se
elimina la fprma limitada burguesa, ¿qué otra cosa es la
riqueza, sino la universalidad de las necesidades, capacida­
des, goces, fuerzas productivas, etc., de los individuos en­
gendrada en el cambio universal?; ¿qué es sino el pleno des­
pliegue del dominio del hombre sobre las fuerzas naturales,
tanto sóbrenlas de la llamada naturaleza como sobre las
suyas propias en tanto que ente natural?; ¿qué es sino la ela­
boración absoluta de sus características creadoras, sin más
presupuesto que el desarrollo histórico precedente, que con­
vierte en fin: en sí mismo a esta totalidad del desarrollo, es
decir, del desarrollo de todas las fuerzas humanas en cuanto
tales, no medidas por un criterio ya dado}; ¿qué es sino una
;elaboración que. Ü jiq se^xeproduce en una determina­
ción concreta, sino que produce su totalidad, en la que no
intenta permanecer como algo yadevenidc^ sino que existe
en erínovimiento absolutojlel deyenir?([En la economía
•burguesa —y erf~Ia Tpoca~3eTproducción a la que ella co­
rresponde— resta elaboración total de la naturaleza interna
del hombre se presenta como un completo vaciamiento, esta
objetivación Universal como una enajenación total, y la des­
trucción de todos los fines determinados y unilaterales como
el sacrificio de la finalidad propia a un fin completamente
ajeno.

El ideal humanista del desarrollo individual libre, aun bajo


esta forma sumamente deshumani2ada y aparentemente con­
tradictoria, está ínás próxima que en cualquier otra época
anterior de la historia. Tan sólo aguarda el tránsito de lo que
Marx llama, con i frase lapidaria, el estadio prehistórico de
la sociedad humana — la era de las sociedades de clases, de las
INTRODUCCIÓN 1r

que el capitalismo es la ultima— a la era en que el ser hu­


mano sea dueño de su destino, la era del comunismo.
La visión de Marx es, pues, una fuerza espléndidamente
unificadora. Su modelo de desarrollo social y económico, a
diferencia del de Hfcgél, puede aplicarse a la historia con
resultados fecundos y originales, y no dando lugar a'meras
tautologías; pero a la vez puede presentarse como el des­
pliegue de las posibilidades lógicas latentes en unos ■pocos
asertos elementales y casi axiomáticos sobre la naturaleza del
hombre, es decir, como la elaboración dialéctica de las con­
tradicciones entre trabajo y propiedad y .de la división del
trabajoí^Se trata de un modelo para realidades fácticas, pero
si se mira desde un ángulo ligeramente distinto, el mismo
modelo nos proporciona juicios de valor. Esta jmultidimen-
sionalidad de la teoría de Marx es el motivo por él cual
quienquiera que no esté cegado por la estupidez o ¿1 pre­
juicio respeta y admira a Marx como pensador, aunque no
esté de acuerdo con él. Al mismo tiempo, este rasgo, sobre
todo cuando el propio Marx no hace concesiones, a los reque-
rimientos de un lector ajeno, incrementa indudablemente la
dificultad de este texto.
Debemos mencionar aquí un ejemplo de esa complejidad
del texto de Marx, tanto mayor en aquellos casos en que
este autor m hace concesión de ninguna especie pensando
en lectores c ue no coincidan con su exposición. Nos! referi­
mos a la opc sición de Marx a establecer o reconocer la sepa-

Marx, a diferencia de Hegel, no se dejó llevar por lá posibilidad


—que, en ciertc • estadios del proceso de pensamiento, se convierte en ne­
cesidad— de ur. \ presentación abstracta y a priori de su teoría. ¡Véase la
parte — brillante profunda y estimulante, como casi lodo lo ¡que escribió
Marx en este pi -iodo crucial de su pensamiento— relativa al método de
la economía poli ica, en la introducción (no publicada) a la; Crítica de la
economía polítict (MEW, X III, pp. 631-639), donde examina1 el ¡valor de
este procedimien 3. < C o n las siglas MEW se designa, de aquí jen 'adelame.
la colección Mar* -Hngels, Werke> Berlín, 1961, en 39 + 4 tomos.>
20 ERIC J. HOBSBAWM

"ación entre las distintas disciplinas académicas. Acaso sea


posible hacerlo por otros, examinando sus escritos. Así
J. Schumpeter, uno de los críticos más inteligentes de Marx,
realizó un intento por establecer la distinción entre el
Marx sociólogo y el Marx economista, e, incluso, no sería
difícil deslindar el Marx historiador. Pero estas clasificaciones
mecánicas resultan engañosas y totalmente contrarias al mé­
todo de Marx. Fueron los economistas burgueses académicos
quienes se propusieron trazar la línea divisoria entre el aná­
lisis estático y el dinámico, con la esperanza de transformar
uno en otro por la simple incorporación de algún elemento
«dínamizador» en eTsístemá estático, del mismo modo que se
esfuerzan pot elaborar todavía modelos de «crecimiento eco­
nómico», expresados preferentemente por fórmulas matemáti­
cas, arrojando al campo de los sociólogos todo lo que no en­
caja en las mismas. También los sociólogos académicos se
dedican a distingos similares, a un nivel bastante inferior
de interés científico, así como los historiadores, que se sitúan
en un plano aun más humilde. Pero no es este el camino
de Marx. [Las relaciones sociales de producción, es decir, ,1a
organización social en su más amplio sentido,- y las fuerzas
|^ d u ^ y ¿ ® a tS ^ ^ c ó ^ e s p o n d ie n te s . a un nivel dado.no
pueden divorciarse. «La estructura económica ¿ e la sociedad
esta^Tormada por la totalidad de estas relaciones^ dé" produc­
ción» (Prefacio!TMEW, X IÍÍ, p. 8). El desarrollo económico
no puede verse simplemente reducido a «crecimiento eco­
nómico» y menos aún descomponerse en una serie de factqres
aislados, tales como la productividad o la tasa de acumula­
ción del capital, en el sentido en que lo haría un vulgar
economista moderno que acostumbraba a sostener que;; el
crecimiento se produce cuando, por ejemplo, se invierte más
de un cinco por ciento de la renta nacional.4 Esta clase de

4. Marx era perfectamente consciente de la posibilidad de tales Sun-


INTRODUCCIÓN 21

desarrollo no puede ser estudiado sino respecto a épocas his­


tóricas determinadas y a particulares estructuras sociales. El
examen que de diversos modos de producción precapitalistas
se hace en este ensayo es una prueba brillante de ello,
e ilustra, de paso, cuán enteramente erróneo es considerar que
el materialismo histórico es una interpretación económica
(o si se quiere sociológica) de la historÍa.s
Sin embargo, y a pesar de estar firmemente convencidos
de que Marx no puede ser dividido fragmentariamente, de
acuerdo con las especializaeiones académicas de nuestros tiem­
pos, resulta difícil Raptar la unidad de su pensamiento^Ello
es debido, en parte, a que el simple intento de realizar una
exposición sistemática y lúcida nos arrastra a examinar una
cosa en sus aspectos en forma sucesiva y no simultánea, y en
parte, a que el trabajo de investigación y de comprobación cien­
tíficas nos obliga a hacer lo mismo llegada una cierta etapa.
Esta es una de las razones por las que algunos escritos de
Engels, que gozan de una exposición clara y sencilla, en co­
rrespondencia con el objeto que tratan, parecen adolecer al
lado, por ejemplo, de este ensayo de Marx, de una especie
de simplificación excesiva, o carecer de la profundidad del
pensamiento de Marx. Algunas exposiciones marxistas pos­
teriores, tales como el Materialismo dialéctico y materialismo5

placaciones, a pesar de que no atribuía demasiada importancia a su em­


pleo. D e ahí su idea de qud^estudiar el crecimiento histórico de la produc­
tividad podría ser un medio para conceder cierto significado histórico a las
observaciones de Adam Smith sobre las economías estancadas y progresivas.
(Introducción a la Critica de Id Economía Política).
5. Esto es reconocido por los mejores de los comentaristas que tienen
hacia el marxismo unp actitud crítica. Así, G. Lichtheim señala correcta­
mente que las teorías' sociológicas de Max Weber — sobre religión y capi­
talismo o sociedad oriental— no son excluyentes de Marx. O bien fueron
anticipadas por él, o pueden ser incorporadas a su marco conceptual.
Cf. Marxism, 1961, p. 385; «Marx and the Asiatic mode of production*,
St. Anlony's Pupers, 14 (1963), p. 106.
22 ER1C J. HOBSBAWM

histórico de Stblin, han ido, probablemente, demasiado lejos


en este sentido.!Por el contrario, el deseo de subrayar la unidad
y la interdependencia dialéctica del pensamiento de Marx pue­
de conducir a ¡generalizaciones vagas sobre la dialéctica o a
observaciones ¿ales como la de que la superestructura no que­
da determinada de una manera mecánica ni a corto plazo, sino
que, a su vez, 'actúa sobre la estructura, llegando, a veces, a
dominarla. Estás afirmaciones acaso tengan cierto valor desde
el punto de vista pedagógico y pueden servir como prevencio­
nes contra las (ideas excesivamente simplificadas del marxis­
mo (en tal sentido, por ejemplo, las formuló Engels en su co­
nocida carta a Bloch), pero, realmente, no sirven para mucho
más. Como Engels"decía en esa ocasión,6 h a y una forma exce­
lente de evitar esas dificultades: consiste en «estudiar más
a .fondo la teoría marxist >en sus fuentes y no en escritos de
segunda manoxj. Por esta razón, el presento ensayo, mediante
el cual puede el lector eguir a Marx mhntras éste piensa,
es digno de un 'estudio re límente exhausta o y entusiasta.
La mayoría de los 1<ctores han de interesarse en un as­
pecto de indudable importancia, cual e la exposición que
hace Marx sobre las ép ocas de desarre do histórico, y 'que
constituye el trasfondo <íe la breve reía tión que presenta en
el prefacio de la Crítica. Se trata de un tema realmente com­
plejo que requiere cierto conocimiento c el desarrollo del pen­
samiento de Marx y Engels respecto ce la historia y dé la
¡evolución histórica, así :omo del destino que sufrieron, sus
periodizaciones o divisio íes históricas principales en los estu­
dios marxistas posteriores.
La formulación clási:a de estas pe riodizaciones del pro­
greso humano se encuen :ra en el prefí ció de la Crítica de la
economía política, de la cual, como sabemos, los GrunSrisse

6. Carta a Jo$eph Bloch 21-IX-1890, en Marx-Engels, Corresponden­


cia, Ed. Cartago, Buenos Aire , 1957, p. 309.
INTRODUCCIÓN 23

no son más que un borrador preparatorio. En él¡ Marx su­


giere que «en líneas generales. podemos calificar ¡las; formas
de producción asiática, antigua, feudal y burguesa moderna
cómo otras tantas épocas habidas en el progresó'de; la for­
mación económica de la sociedad». El análisis que le llevó
a esta conclusión y el modelo teórico de evolución económica
que implica, no se contienen en el prefacio, si bien diversos
pasajes de la Crítica y de El Capital (en especial el volu­
men III) corresponden a dicho modelo o sería difícil com­
prenderlos prescindiendo de él. Por otra parte, las fo rm e n
están dedicadas casi enteramente a esta cuestión. De aquí que
su lectura sea imprescindible para poder comprender la forma
de pensar de Marx en general, o su enfoque del problema de
la evolución y de la clasificación histórica en particular.
Esto no quiere decir que estemos obligados a aceptar la
relación de épocas históricas hechas por Marx, tal como figu­
ra en el prefacio o en las Formen. Comp veremos, pocas
partes de la obra de Marx han sido objeto de más profunda
revisión p o ' sus discípulos más adeptos que esta lista — aun­
que no sien* pre se halle justificada esta revisión— , de la cual ni
los mismos 1larx y Engels quedaron plenamente satisfechos du­
rante el resto de sus v i d a s l i s t a en cuestión, así como una
buena parte del análisis que la precede en las Formen} es
fruto no de la teoría, sino de la observación. La teoría ge­
neral del m¡ terialismo histórico requiere únicamente la exis­
tencia de ur a sucesión de modos de producción, pero no que
hayan de sei uno u otro en particular, ni quizá tampoco prede­
terminados ;n el orden de sucesión.7 AI estudiar el pasado
histórico, M trx creyó que se podía distinguir en él cierto
numero de f >rmaciones socioeconómicas que se habían produ­

7. Evident- mente, se dan ciertos límites; no es probable que una for­


mación socio-e( mómica basada, por así decirlo, en un nivel técnico que
requiere máqui «as de vapor, pueda producirse antes que otra ¡que no las
precisa.
24 ERIC J. H OBSBAWM

cido en sucesión determinada. Pero (aunque se hubiera equi­


vocado en sus observaciones, o éstas se hubieran apoyado en
una información parcial y por tanto errónea, la teoría general
del materialismo histórico no quedaría afectada por ellopAc­
tualmente se admite, en general, que las observaciones de
Marx y Engels sobre las épocas precapitalistas se basan en
ún estudio mucho menos minucioso que la descripción y aná­
lisis del sistema capitalista hechos por .Marx. Este concentró
pus energías en el estudio de este sistem ajyafrontó ¿I resto del
pasado histórico con cierto detalle, pero principalme_nte_sólo
en la medida_que guardaba relación con el surgimiento, y. desa-
rrolRTdel capitalismóTyTanto él como Engels eran, por lo que
áTlá'hisforia^respecta, legos con un caudal de lecturas excep­
cionalmente bueno, y la suma de su genio y de su teoría les
permitió hacer de sus lecturas un uso incomparablemente más
fecundo que a cualquiera de sus coetáneos. Pero se basaban
en la literatura que tenían a su alcance, entonces mucho más
escasa que en la actualidad. Es conveniente, pues, recordar
someramente cuáles eran esos conocimientos de que disponían
respecto de la historia y qué es lo que dejaban de saber. Ello
no significa que sus conocimientos fueran insuficientes como
base para la elaboración de sus .teorías sobre las sociedades
precapitalistas. Lo más probable es que hayan sido total­
mente adecuados. Es una deformación profesional de los estu­
diosos estimar que la simple acumulación de libros y artícu­
los sirve para facilitar la comprensión de las cosas, cuando
a veces el único resultado a que conduce es a colmar los es­
tantes de las bibliotecas. Sin embargo, es un deseo legítimo y
aun necesario intentar conocer la base real del análisis histó­
rico de Marx para mejor comprenderlo.
En lo relativo a la historia de la antigüedad clásica (grie­
ga y romana), Marx y Engels se hallaban en posesión de un
bagaje de conocimientos como el que pueda presumir tener
el investigador moderno que se base en fuentes puramente
INTRODUCCIÓN 25

literarias, si bien la gran masa del trabajo arqueológico y la


interpretación y reunión de inscripciones, así como de papi­
ros, que desde entonces han revolucionado el conocimiento
de la antigüedad, no estaban a su disposición cuando fueron
elaboradas las Formen. (Schliemann comenzó sus excavaciones
en Troya en 1870, y el primer tomo del Corpus ínscriptionum
Latinarumy de Mommsen, apareció en 1863.) Como personas
formadas en los estudios clásicos, no tenían dificultad para
comprender el latín y el griego, y sabemos que llegaron a
familiarizarse con fuentes no muy conocidas, tales como los
escritos de Jornandes, Amiano Marcelino, Casiodoro y Oro-
sio* Por otra parte, ni su formación clásica ni el material
de qué disponían hacían posible un conocimiento serio de Egip­
to y el antiguo Oriente Medio, por lo que Marx y Engels
no se refirieron a esta zona del mundo en su estudio de este
período histórico. Incluso las referencias casuales a ella son
relativamente escasas, si bien esto no quiere decir que descui­
daran sus problemas históricos.89
En el terreno de la historia de los países orientales su
situación era bien distinta. No existen pruebas de que trataran
a fondo esta materia aQtes de .18£8* Es probable que no co­
nocieran de la historia de esta zona más que lo que se con­
tiene en las Conferencias sobre la filosofía de la historia, de
Hegel (no muy ilustrativas), así como otras informaciones,
escasas, al alcance del alemán culto de entonces. El exilio en
Inglaterra, los acontecimientos políticos de la década de 1850-
18^fl y, sobre todo, las investigaciones de Marx en el terreno
económico, transformaron rápidamente sus conocimientos.
Parte de los conocimientos que Marx adquirió acerca de la
India a comienzos de esta década fue adquirida mediante la

8. Marx und Engels tur Deutscben Gescbicbte, Berlín, 1953.


9. Cf. Engels a Marx, 18-V-1853, sobre el origen de Babilonia. Engels
a Marx, 6-VI-1853 ( Correspondencia, ed. cit., pp. 51, 52).
26 ERIC J. HOBSBAWM

lectura, o relectura de los economistas clásicos, tales como los


Principios, de JÉ. S. Mili, las obras de Adam Smith, la Confe­
rencia introductoria, de Richard Jones, en 1851.10 Empezó
a publicar artícelos relativos a China el 14 de junio de 1853
en ;el New. York Daily Tribuney y a la India el 25 de los hus­
mos mes y añoi Es claro que por estas fechas tanto él cómo
Engels se hallaban profundamente interesados en los proble­
mas históricos ;de Oriente, hasta el extremo de que Engels
hizo algunos intentos de estudio del persa.1011 Su corresponden­
cia: del verano:de 1853 alude a una Geografía histórica de
Arabia, del reverendo C. Foster, a los Viajes, de Bernier, al
!orientalista sir W illiam Jones y a ciertas publicaciones . par­
lamentarias relativas a la India, así como a la Historia de
{Java, de Stamfórd Raffles.12 Es razonable suponer que las ^opi­
niones de Maríx acerca de la sociedad asiática encontraron
su primera formulación madura durante estos meses. Cómo
puede verse, no era un estudio superficial el que les servía
de base.
Por otra parte, el estudio que Marx y Engels hicieron del
feudalismo europeo occidental p arece haber segu.do un pro­
ceso ¡diferente. vMarx dominaba al día las investigaciones de
la época sobre la historia agraria medieval, con'enida princi­
palmente en las obras de Hassen, Meítzen y Maurer,13 de las
10. Karl Marx, Cbronik seines Lebens, pp. 96, 103, 1 )7, 110, 139.
11. Engels a Marx, 6-VI-1853 (Correspondencia, ed. t i p . 51).
12. Correspondencia, 18-V a 14-VI. Entre otras fu ntes mencionadas
en los escritos de Marx de marzo a diciembre de 1853 s hallan G. Camp­
bell, Modern India ■ 1852; J. Child, Treatise on tbe East . ndia Trade, 1681;
J. ,von Hammer, Gescbicbte des osmanischen Reicbes, 835; James Mili,
History of India, 1826; Thomas Mun, A discourse on Ti ide, from England
into tbe East Indias, 1621; J. Pollexfen, England and Ea. t India..., 1697, y
Saltikov, Lettres sur ITnde, 1848. Leyó y tomó notas, tsimismo, de otras
varias obras e informes parlamentarios.
13. G. Hassen, Die Aujhebung der Leibeigenscbaft ind die Vmgestall-
ung der gutsberrlich-bauerlichen VerhaUnisse überbaupt ’n den Herzogtbü-
rnern Schleswig und Holstein, S. Petersburgo, 1861; Ai gust Meitzen, Der
Boden und die landwirtschajtlichen VerhaUnisse des p eussiscben Staates,
INTRODUCCIÓN 27

que se hace mención ya en el volumen primero de El Capital;


sin embargo, apenas existen indicios de'que por esta época
se encontrase seriamente interesado en el estudio de los pro­
blemas relativos a la evqJu£Í<5a..de la agricultura y de la._serr
vidúmbre medievales. (Las referencias que hace se ;relacio­
nan con la servidumbre entonces existente en Europa oriental,
especialmente en Rumania.) Sólo después de la publicación
del volumen primero de El Capital (es decir, también des­
pués de tener redactado en lo fundamental el texto de los
volúmenes segundo y tercero de esta obra) comienza a inte­
resar este problema manifiestamente a los dos amigos, sobre
todo después de 1868^ en que Marx acometió decididamente
el estudio de Maurer. cuyas obras pasaron a ser, tanto para él
como para Engels, la base de sus conocimientos en este cam-
poíTEl interés de Marx parece haberse centrado más íbien en
la luz que arrojaban Maurer y otros sobre la comunidad cam­
pesina primitiva que en la servidumbre, si bien Engels parece
ser que desde el principio se interesó también por ieste; as­
pecto, según se desprende de su exposición sobre; Ld¡ Marca,
elaborada tomando por base' las obras de Maurer; y jque fue
escrita en 1882. Entre las últimas cartas que ise; dirigieron;
figuran algunas en que se aborda la cuestión de la evolución
histórica de la servidumbre.15 Parece claro que el/ interés
de Marx por esta materia aumentó hacia el final de ;su vida,
en la medida en que creció su preocupación por los; proble­
mas de Rusia. Las secciones del volumen tercero de El Capi­
tal que tratan de las transformaciones de la rerita no presen-

Beriín, 1866; G. von Maurer, hinleitung m r Geschicbte dér Mark, Hof,


Dorf und Stadtverfassung und der offentlichen Gewalt, Mynich, 1854; Ges-
cbicbjedes FronhÓfe, etc., 4 vols., Erlangen, 1862-1863.
14?) Marx a Engels, 14-III-1868; Engels a Marx, 25-III-1SÍ68; Marx
a V eía Sasulich, 8-III-1881; Engels a Bebel, 23-IX-1882.
15. EñgeTs a Marx, 15-XII-1882; Marx a Engels, 16-XII-1882 (Co*
rrespondencia, ed. cit., p. 269).
28 ER1C J. HOBSBAWM

tan señales de que su autor hubiese realizado un estudio dete­


nido sobre la literatura relativa a la agricultura feudal occi­
dental.
Mucho más intensa fue la atención prestada por Marx
al estudio de los orígenes medievales de la burguesía y del
comercio y las finanzas feudales, como lo revela la lectura del
volumen tercero de El Capital. En él se advierte claramente
que se preocupó de estudiar, no sólo las (obras de carácter
general sobre la Edad Media en occidente,! sino, además, en
la medida en que estaba disponible, la literatura especializada
acerca de los precios (Thorold Rogers), la banca, la moneda
y el comercio medievales.16 El estudio de estos temas se en­
contraba en sus comienzos en la época de más intenso trabajo
investigador de Marx, allá por las décadas de 1850 y 1860,
por lo que algunas de las fuentes que utilizó, tanto en el tema
de la historia del comercio como de la agricultura, han de
ser consideradas como anticuadas.17
El interés mostrado por Engels acerca de la Edad Media
en Occidente, y muy en especial por lo que se refiere a Ale­
mania, fue, en general, superior al de Marx. Leyó mucho,
incluso documentos de primero mano y monografías locales;
escribió bocetos sobre historia de .Alemania y de Irlanda en
sus tiempos primitivos; comprendió la gran importancia que
ofrecían las pruebas aportadas por la lingüística y por la ar­
queología (en especial, la obra escandinava, a la que Marx
ya calificó de notable en la década del 60), y penetró, con
tanta profundidad como cualquier estudioso de los tiempos
actuales, en el valor crucial de documentos procedentes de la

16. La de Thorold Rogers es elogiada en El Capital como «la primera


historia auténtica de los precios» de aquel período. K. D . Huelimann,
Stddtewesen des Mittelalters, Bonn, 1826-1829, es citado extensamente en
El Capital, III.
17. Tales como Huelimann; Vincard, Histoirc du Travail... en Fran­
ca, 1845, o Kindlingcr, Geschicbte der deutseben Hórigkcit, 1818.
INTRODUCCIÓN 29

Edad Media, tales como el Poltptico del abate Irmino de


St. Germain. No obstante, de sus escritos uno saca la im­
presión de que su interés se centraba especialmente en el es­
tudio de la comunidad campesina primitiva, más que en el
desarrollo del régimen señorial.
En lo que concierne a la sociedad primitiva comunitaria,
los puntos de vista históricos de Marx y Engels se vieron,
sin <^a,jnodificadgs_por la lectura de la obra de dos auto-
r^sT Georg von M aure$ quien intentó demostrar la existencia
d^^pfópieda3~com unal como una etapa de la historia ale­
mana, y, sobre todq^Eewis Morgan^cuya obra, la Sociedad
primitiva (1877), suministro lámase de su análisis del comu-
nalismo primitivo. La Marca, de Engels (1882), se apoya prin­
cipalmente en la obra de Maurer, mientras que el Origen de
la familia, de la propiedad privada y del estado (1884) es
fuertemente, y reconocidamente, tributario del segundo. Am­
bos autores consideraban la obra de Maurer (que, como hemos
visto, comenzó a dejar sentir su influencia sobre ambos en
1868), en cierto sentido, como una liberación respecto del
liberalismo romántico que surgió como reacción contra la Re­
volución francesa. (Acaso su falta de simpatía por dicho ro­
manticismo explique en parte su relativa falta de interés por
la historia de la época feudal en occidente.) El estudio de las
épocas anteriores a la Edad Media, de las épocas primitivas
de la historia humana, como hacía Maurer, parecía estar en
consonancia con la tendencia socialista, si bien no eran socia­
listas todos los investigadores alemanes que obraban así.18
Lewis Morgan, sin duda, se desarrolló intelectualmente en
medio de la atmósfera creada por los socialistas utópicos, tra­
zando con claridad la relación existente entre el estudio de la
sociedad primitiva y el futuro. Es natural, pues, que Marx,
que descubrió la obra de Morgan muy poco después de ser

18. Engels a Marx, 25*111*1868.


30 ERIC J. HOBSBAWM

publicada, al advertir la similitud de conclusiones con las ela-'


horadas por él, la aceptara y utilizara, manifestando su vivo'
reconocimiento, como era norma en él, derivada de la escrm
pulosa honestidad científica que le caracterizaba como investir
jgador. Una tercera fuente a la que Marx acudió con frecuencia
!en los últimos años de su vida fue la que ofrecía la muy am­
plia literatura de lós investigadores rusos, en especial la obra
de M. M. Kovalevsld.
De todo esto se deduce que lel^ccmoci^
Marx como Engels tenían de la sociedad primitiva cuando
fuerorT ^crim slas^o^^w 'éfa^ sin duda, más bien superficial.,
No^se-apo^ba en ninguna investigación a fondo de las socie­
dades tribales, puésto que la antropología estaba en sus co-
mienzosi y lo mismo sucedía con respecto al conocimiento de
las civilizaciones precolombinas en América, no obstante la
obra de Prescott, que Marx leyó en 1851 y es evidente que
utilizó en la elaboración de sus Formen. Hasta conocer a Mor­
gan, muchas de sus opiniones se fundaban, parcialmente, en
escritos de los autores clásicos, y, en pane, en materiales de
procedencia oriental, si bien la base fundamental de las mis­
mas lo constituían documentos europeos de principios del
medievo y el estudio dé las supervivencias comunales en
Europa. Entre éstas desempeñaron un papel importante las
eslavas y del Este de Europa, ya que la fuerza de estas
supervivencias en Jas mencionadas áreas habían suscitado des­
de bacía tiempo el interés de los investigadores. La división
de su estudio en cuatro tipos básicos ■ — oriental (India), gre­
corromano, germánico y eslavo (cf. p. 116)— corresponde
al estado de sus conocimientos en la década de 1850.
En cuanto a la historia del desarrollo capitalista, Marx
había conseguido una gran especialización a fines de esta déca­
da, no tanto sobre la base de utilizar la literatura de la historia
económica, entonces apenas existente, sino de la amplia li­
teratura relativa á la teoría económica, de la que tenía pro­
INTRODUCCIÓN 31

fundo conocimiento y dominio. En cualquier caso, la patura-


leza de sus conocimientos es suficientemente conocida. Una
ojeada a la bibliografía que se cita en la mayor parte; de las
ediciones de El Capital es buena prueba de esto. Juzgándo la
información de que se disponía en aquellos tiempos dq acuer­
do con la que es normal disponer ahora, es precisó concluir
que era sumamente defectuosa; pero ello no quiere' decir que
careciera de valor, especialmente cuando quien lá utilizaba
era una mente tan poderosa como la de Marx. Así,; por ejem­
plo, se admite que nuestro conocimiento1sobre la elevación
de los precios en el'siglo xvi y el papel representado en este
fenómeno por la llegada del oro procedente de América, sólo
fue colocado sobre bases documentales sólidas hacia'el año
1929 o ai n más tarde. Pero se olvida que antes !de;’la muerte
de Marx ya se hallaba en circulación por ,lo menos una obra
fundamen al sobre el tema,1920así como que, en; épocas muy
anteriores, ya se sabía acerca de ello lo suficiente ipata apo­
yar una ex posición inteligente sobre dicha materia^ tal como
lo hizo Ma -x en la Crítica de la economía política “ Es inne­
cesario deci que Marx y Engels se mantenían sin interrupción
mutuamente informados del trabajo realizado en este campo.
Podemo , pues, resumir como sigue el estado general del
conocimient i histórico de Marx y Engels: en el período en
que fueron elaboradas las Formen eran escasos los trabajos
existentes se ore prehistoria, sociedades comunales primitivas
y América p ecolombina, y prácticamente inexistentes1los re­
lativos a Áf ica. No abundaban demasiado los referentes al
Oriente Mee o, antiguo y medieval, mientras que eran seña­
ladamente rr ;jores los correspondientes a algunas partes de

19. A. Soe beer, Edelmetall-Produktion und Wertverbdllnis zwiscben


Gold u. Silber eit der Entdeckuttg Amerikas..., Gotha, 1879, que conoció
Engels.
20. MEW , X III, pp. 135-139, donde, de paso, se anticipaba a Jas mo­
dernas críticas < í la explicación puramente monetaria de las alzas de precios.
32 ERIC J. H OBSBAWM

Asia,, en especial la India, pero no al Japón. El conocimiento


de la antigüedad clásica y de la Edad Media europea podía
calificarse de bueno,'a'"pesar de qué Marx (y en menor me­
dida Engels) no mostró el mismo nivel de interés respecto del
mismo. Y, tratándose de aquella época, el material disponible
relativo al estudio del capitalismo en ascenso era excepcional­
mente bueno. Tanto Marx como Engels eran, por supues­
to, atentos estudiosos de la historia. Es posible que en el
proceso de investigación de Marx se manifestasen dos perío­
dos en los que mostró más interés por la historia de las socie­
dades preindustriales o no europeas: la década de 1850, es
decir, el período que precede a la redacción de la Crítica de
la economía política, y la de 1870, con posterioridad a la
publicación del primer volumen de El Capital y de la elabo­
ración del manuscrito relativo a los volúmenes segundo y
tercero, en que Marx parece haber vuelto a los estudios his­
tóricos, especialmente sobre la Europa oriental y la sociedad
primitiva, quizás en relación con su interés por las posibi­
lidades de revolución en Rusia.

II

Veamos ahora cuál fue la evolución de los puntos de vis­


ta de Marx y Engels sobre la periodización y la evolución his­
tóricas. Puede verse una primera etapa de este pensamiento
en su obra titulada La ideología alemanai correspondiente a
los años 1845-1846, en donde se acepta ya (sin que fuera
nada totalmente nuevo) que diversas etapas de la división
social del trabajo corresponden a formas diversas de la pro­
piedad. La primera forma de propiedad era comunal, y co­
rrespondía a «una etapa inferior en la producción de los me­
dios de vida: es aquella en que los pueblos viven de la caza,
INTRODUCCIÓN 33

la pesca, el pastorej) o, a lo sumo, de la agricultura».21 En


esta etapa, la estructura social encuentra su fundamento en el
desarrollo y transformación del grupo de parentesco, y en la
división del trabajo en su interior. Este grupo basado en
el parentesco (la «familia») tiende a desarrollar dentro de sí,
no sólo la distinción entre los jefes y los demás miembros,
sino también la esclavitud,(que crece con el incremento de la
población y de las necesidades, y el crecimiento de las rela­
ciones exteriores, representadas por la guerra o el intercambio)
(El primer progreso de importancia.._e_n,la división social del
trabajo consiste en la separación deljrabajo industrial y co­
mercial del agrícola, lo que conduce a la distinción, y oposicipn
entre el c^p p o y Ja cindacL^Esto, a su vez, lleva a la segunda
etapa histórica de las relaciones de propiedad, que es la «pro­
piedad comunal y estatal de la antigüedad». Marx y Engels
encuentran los orígenes de esta forma de propiedad en la for­
mación de ciudades por la unión (ya sea por acuerdo o con­
quista) de grupos tribales distintos, subsistiendo la esclavitud.
La propiedad comunal en la ciudaq (Ííiplüyendo la de los ciu­
dadanos sobre los esclavos) es la forma pr^qcipal de propie­
dad, pero, junto a ella, surge la propiedad privada, si bien, en
principio, subordinada a la anterior. Con la aparición de la
propiedad privada mueble, y, _más taTcle,^com dj^s impor-
tante, de la inmueble, empieza la decadencia de $ste orden
sócíál^ásí como"la’condición de los «ciudadanos libres» "cuya
situación con relación a los esclavos se basaba en líu condi­
ción colectiva de miembros de una tribu originaria.
A este nivel, la división social del trabajo es ya bastante,
complejabNo sólo existgJ a dmsióiL_enlre la ciudad v^el cam­
po, y, andando el tiempo, entre estados que representan in­
tereses urbanos y rurales, propios, sino tambien7 dentro cle la.
ciudad misma, la división entre industria v comercio de nltra-

21. La ideología alemana, Ed. Vida Nueva, Buenos Aires, p. 29.

3. — U ARX-H OBSBAWU
34 ÉRTC J. HOBSBAWM

mar y, lógicamente, la existencia entre hombres libres y es-


clavosTTTa sociedadLrpmana representa el punto acabado de
esta fase^de^olución.2,2 Su base es la ciudad, y jamás logró
superar suslimitacionés.
£ a tercera formaj histórica de propiedad, la propiedad
'«leuda! o posesion^e'stamentar»^3 sigue cronológicamente a~la
anterior,^aunque, en realidad, en La ideología alemana no se
idesprende relación alguna entre ambas, limitándose a seña­
lar la , sucesión y el efecto de la mezcla de instituciones pro­
pias de los romanos Vencidos y de las tribus germánicas con­
quistadoras. ^_.íeudaJi5iiiQ-SU3^ una íotm ^ allentaliva
dejla eyolución^e^pep^del comunaHsriip primltiyo,. tpy,£Qn-
diciqnes. eA .que .no ,ej posible el desarrollo- de: ciudades,-'-de­
bido a la, baja densidad de población en una, región amplia.
La, dimensión de la zcjna parece revestir decisiva importancia,
ya’que como Marx y, Engels sugieren: «el desarrollo feudal
arranca en un, territorio mucho más vasto, preparado por las
conquistas romanas y por la propagación de la agricultura
ligada, a aquéllas».2234 En tales circunstancias, es el campo y no
Jla^cíudad Ja base de ¡partida, de la organización social. Una
vez más, subim iento'se encuentra en la propiedad comunal
(qúe en la realidad sé convierte en la propiedad colectiva de
los señores feudales como grupo, respaldados por la organi­
zación militar de los <bacluist:adores tribales germánicos).
P é te la dase explotada, en oposición a la cual la nobleza es­
tructuró su jerarquía íy organizó sus bandas de criados arma­
dos,^no se com poníale esclavos, sino de siervos. Paralela­
mente, se desarrollaba otra división en las ciudades. En ellas,
la forma principal de, la propiedad era el trabajo privado de

22. Ibid., p. 30.


23. N o existe lina traducción adecuada al castellano del adjetivo
stándisch, correspondiente oí substantivo Stand, ya que el término medieval
«estado» puede dar lugar a confusión.
24. La ideología alemana, p. 33.
in t r o d u c c ió n 35

los individuos, pero factores diversos, tales como ;las. necesi-


d a íé sd e la defensa, de competencia, la influencia de la orga­
nización feudal circundante, dieron lugar a la aparición de una
forma” análoga de organización social :^ o s gremios de maes­
tros artesanos o de mercadere^ que, con el tiempo¿ se enfren­
taron a jornaleros y aprendices. Tanto la propiedad territorial,
basada éñ el trabajo de los siervos, como el trabajo artesanal
en pequeña escala, j:on aprendices y jornaleros, son descritos
e'rTésta etapa cpmo.^la^prjricip^forma de la propiedad» bcjo
ePslsfema feudal.(Haupteigentumj7{La división del .trabajo
alcanza un grado relativamente bajo de desarrollo, que se
expresaba, especialmente, en la profunda separación d e dis­
tintos «estamentos»: príncipes, nobles, clero, campesinos en
el campo; y maestros, oficiales, aprendices y, finalmente, una
plebe de jornaleros en las ciudades,) Este sistema, con base
en una gran extensión territorial, requería núcleos políticos
relativamente grandes, en interés de la nobleza territorial y
de las ciudades, que las monarquías feudales hicieron posibles,
llegando a ser, por ello, un sistema político generalizado.
{La transición del feudalismo al capitalismo es producto
de la evolución del sistemaTeudaí?3 Su origen e sta e n las ciu-
dád£s' pues el elemento fundamental es la' división entre la
ciudad y el campó^imprescindible también, desdé los comien­
zos de la civilización hasta el siglo xix, para la división social
del trabajo y expresión, a su vez, de la misma.jjfen ;el interior
de las ciudades, que surgieron una vez más en la Edad Media,
se desarrolló una diyisión.-deL.txafcajo entre la /produccioft
y’ej^omercíqla'llí donde no existía ya como supervivencia de
la Antigüedad. Esto proporcionó la base para un comercio a
larga distancia, y la consiguiente división del trabajo (especia-
lizacíonjentre las distintas ciudades. !)La defensa de los habi­
tantes de los burgos contra los señores feudales y la interac­

25. \b\á.%p. 91.


36 ERIC J. HOBSDAWM

ción de las ciudades entre sí, dio lugar al nacimiento de una


clase de burgueses a partir de los grupos de burgueses de las
distintas ciudades. «La burguesía se desarrolla gradualmente
a medida que surgen las condiciones para su existencia, se
divide nuevamente en distintas fracciones después de apare­
cer la división del trabajo, y, finalmente, absorbe todas las
demás clases poseedoras, en tanto que, paralelamente, hace
que los individuos desposeídos y una parte de los hasta enton­
ces poseedores se transformen en una nueva clase: el prole­
tariado. Estas transformaciones se producen en la medida
en que las formas de propiedad existentes van pasando a ad­
quirir la de capital industrial o comercial.» Y Marx agrega
en una nota: «En primer lugar quedan absorbidas aquellas
ramas del trabajo que pertenecen directamente al estado y,
posteriormente, todos aquellos valores más o menos ideoló­
gicos».26
En tanto el comercio no ha adquirido amplitud mundial
y no se apoya en una industria ampliamente desarrollada, los
.progre£OS,.tecnológicos siguen siendo inseguros. Al encontrar
^u base en la dudad o en la región, con frecuencia pueden
perderse. a consecuencia de invasiones o guerras, no produ­
ciéndose necesariamente la generalizadón de los avances con­
seguidos localmente. (Observemos, de pasada, que en La ideo­
logía alemana se toca aquí el problema importante de la deca­
dencia y la regresión históricas.) \E1 desarrollo definitivo del
capitalismo^ exige, por lo t_¡mta^d..„desárroJJo_del mercado
mundial.
Ea primera Consecuencia de la división del trabajo en las
ciuaades^es el surgimiento de fabricantes- independientes de
los gremios, sobre la base del comerdo exterior, como suce­
de en las avanzadillas constituidas por las ciudades italianas y
flamencas, o del mercado interno, como es el caso de Ingla-

26. Ibid., p. 98.


INTRODUCCIÓN 37

térra y Francia. Una/(densidad cada vez más elevada de la


población, particularmente en el campo, favorece esta apari­
ción, así como una incesante concentración del capital, dentro
y fuera de los gremios!) De todasjas^o^paciones^manufactu^
reras, la industria textil resultó ser la más importante, al de­
pender Hél usó de maquinaria, aunque fuera''rudimentária.
El desarrollo de las manufacturas proporcionó, a su vez, me­
dios de ocupación a los campesinos que hasta entonces habían
huido a las ciudades, pero que eran rechazados por el exclu­
sivismo de los gremios. La fuente de esta fuerza de trabajo
provenía, en parte, de los antiguos criados y ejércitos feuda­
les; otra parte estaba formada por la población desplazada
debido a las mejoras introducidas en la agricultura y a la trans­
formación en tierras de labor de muchas de las dedicadas al
pastoreo.
Cpn el crecimiento de las manufacturas, comienza la com­
petencia entre las /distintas -naciones:.cojijo. tajes, y surge el
~feñomeno del ’mercantilismó7f con su secuela de guerras co­
merciales, aranceles'^ prohibiciones) a escala nacional. Se
desarrollan las relaciones entre capitalistas y obreros en las
manufacturas. La amplia expansión del comercio que se pro­
duce como consecuencia del descubrimiento de América, la
apertura de la ruta marítima hacia la India, y de la impor­
tación en masa de productos de ultramar, especialmente me­
tales preciosos, conmovió la situación de la propiedad terri­
torial feudal, así como de la clase trabajadora. La transforma­
ción consiguiente de las relaciones de clase, la conquista, la
colonización «y, especialmente, la ampliación de los .mercados,
que llegan a transformarse en mercados mundiales,' ahora po­
sible cada vez en mayor escala»,27 abrieron una nueva fase en
el desarrollo histórico.
Creemos que es innecesario seguir adelante en el análi-

27. Ibid.. p. 103.


38 ERIC J. 11 ORSRA'WM

sis. Nos limitaremos a observar que en La ideología alemana


se| indican otros dos] períodos de desarrollo anteriores a la
consolidación de la industria, uno basta mediado el siglo x v n
y íel otro desde esta ¿fecha hasta fines del x v iii ; y se señala
también que el éxito ¿de Inglaterra en el desarrollo industrial
fué debido a la concentración del comercio y la industria que
sej produjo en el país durante el siglo xvii , lo que contribuyó
a crear gradualmente! «un mercado relativamente mundial en
beneficio de ese país.’ Todos los demás acudían a él en busca
dé los productos de'sus fábricas, al ser incapaces de satis­
facer la propia demanda con los producidos por ellos».28
| Este análisis constituye, sin ningún género de duda, el
fundamento del contenido histórico del Manifiesto comunis­
ta. Su base histórica no es amplia: se limita a la antigüedad
clásica (sobre todo Roma) y la Europa occidental y central.
Reconoce sólo tres formas de la sociedad de clases: la escla­
vista de la antigüedad, la feudal y la burguesa. Parece sugerir
que las dos primeras;han sido vías alternativas que partieron
de la primitiva sociedad comunal, vinculadas sólo por el he­
cho de que el feudalismo se'estableció sobre las ruinas de la
sociedad clásica esclavista. No se indica qué posible mecanis­
mo originó el colapso de ésta, aunque es probable que alguno
se halle implícito erí el análisis. A su vez, la sociedad bur­
guesa es presentada, /podría decirse, como desarrollándose en
los intersticios de la sociedad feudal. Su crecimiento viene
esbozado enteramente — al menos para empezar— como un
crecimiento interno de las ciudades, cuya relación con el feu­
dalismo agrario consiste principalmente en extraer su pobla­
ción originaria y sus; ulteriores refuerzos demográficos de in­
dividuos emancipados de su antigua condición servil. Aún no
se encuentra un intento serio para descubrir los orígenes de
la población excedente, que constituirá la fuerza de trabajo

28. Ibuly p. 108.


INTRODUCCIÓN 39

en ciudades y fábricas; las observaciones que se fyacen son


demasiado superficiales y no perm iten!darles demasiada sig­
nificación analítica. Es preciso considerar esta tentativa más
bien como una hipótesis aproximada y provisional del desa­
rrollo histórico, si bien algunas de las observaciones inciden­
tales que contienen sean sugestivas y, en algunos casos, bri­
llantes.
La etapa del pensamiento de Marx representada por las
Formen constituye una manifestación del mismo mucho más
elaborada y meditada; encuentra su base en estudios históricos
mucho más amplios y variados, no limitados esta vez a Euro­
pa. Se introduce en ellas la innovación importante, én cuanto
a la clasificación de los períodos históricos, de considerar la
existencia del sistema «asiático» u «oriental», el cual queda
incorporado, asimismo, al famoso prefacio de la Crítica de
la economía política.
Hablando en términos generales, se puede estimar, ahora,
la existencia de tres o cuatro vías alternativas de desarrolle
ajpártir del sistema comunal p rim itiv o ,V cad á^p Q ^^^ ^^í1'
Ies representa una forma distinta de división social del trai
bajo ya existente o implícita en la nueva vía; éstas serían:.
W~firientaly la antiguay la germánica (que Marx, por supues-
to, rió limita a un solo pueblo) y ja eslavas. un- poco nebu­
losa ésta, de la cual ya no se habla enTelestudio, pero que
puede estimarse guarda una notoria relación con la oriental
(pp. 108 y 119).^Se establece una distinción importante en-
tre e lla s¿ Jip o ^ n c ^ históricamente cruciaTTtd
dísuñguir entre los sistemas que resistetLV los^ u e ^ v o r ecerj
lá^volución'histórica'/'La clasífica'aón TeaTizada en 18454&TC?
a^nas'-toca^sFá'cties.tión, si bien, como ya se ha visto, nunca
ha sido esquemáticamente rectilíneo el punto de ¡vista de
Marx respecto al desarrollo histórico, al cual jamás consideró
tampoco como una mera plasmación del progreso. Cabe de­
40 E R IC J. HO BSBA W M

cir que en los años 1857-1858 el estudio se encontraba en


fase mucho más avanzada.
A; consecuencia del desconocimiento de las Formen, el
estudio del sistema oriental se apoyó, principalmente, en el
pasado en las primeras cartas cruzadas entre Marx y Engels,
así como en los artículos de Marx sobre la India (escritos
en 1853),29 en donde queda caracterizado — coincidiendo con
el criterio sostenido por los primeros estudiosos del tema—
por «la ausencia de propiedad de la tierra»^ Se creía que este
fenómeno era debido a la concurrencia de especiales condi­
ciones que exigían una centralización excepcional, tales como
la necesidad de obras públicas y planes de irrigación en zonas
que, de otra forma, era imposible cultivar de manera eficiente^
Sin embargo, un análisis más cuidadoso pone de relieve que
^Marx sostuvo que Ja.xaracterís tica principal de este sistema
era.üIíLunídad autosufícíente de manufactura y agricultura>>,
dentro de las mismas aldeas, que, por consiguiente, «contienen
m sí^mismas todas las condiciones de la ..reproducción' y~de
ajproducción excedente» (pp. 86, 101 y 112), resktiendolisí a
!a jdesintegraciórC.y a la evolución económica más tenazmen­
te que cualquier otro sistema (p. 101),! La ausencia teórica de
^propiedad en el «(despotismo orientab» enmascara así la «pror
piedad^ tribsd..Q.£omunaí», qu£^es_su„base (pp. 85-87). Tales
sistemas pueden presentarse como centralizados o descentra­
lizados, como «más despóticos o más democráticos» en su
forma y organizados de distinta m aneraÍEn^donde se dan
pequeños núcleos comunitarios como forn ^do^parte]de~otrQs
mas grandes^ aquellos^pueden dedicar una parte de su pro-
ducciórTexcedeñtária a satisfacer «los costes-de la comunidad
icnjcuanto tal,^T3ecir, para la ^erra^el.cujto^eH gi
asLcomo para realizar^ínversiones económicas necesarias, como29

29. En especial: Marx a Engels, 2-VI-1853; Engels a Marx, 6-VI-1853;


Marx a Engels, 14-VI-1853 ( Correspondencia, pp. 31-54).
INTRODUCCIÓN 41

Ja irrigación, la consery.arión..de las comunicaciones y ^ u am-


pliacióñToperaciones que aparecem nredizadas por la comu-
nidai-supeñor, por él' «gobierno d^^pótico que está por enci-
ma de las pequeñas com unidades^Sin embargo, esta aliena-
-cióndel producto sobrante'condéne los orígenes del «¿omi-
nium señorial en su sentido primitivo», que^constituye la base
papaj^oder desarrollarse, a partir de él, el sistema feudal.^La
naturaleza «cerrada» de los núcleos comunales significa que
las ciudades apenas se hallan integradas en el sistema económi-
co’típlco7apareciendo «junto a aquellas aldeas, que son puntos
especialmente favorables para el comercio exterior; o donde
el jefe del estado y sus sátrapas cambian su renta (producto
excedente) por trabajo, gastándola como fondo de trabajo»
(p. 87). Por lo tanto, el sistema asiático no es aún una so­
ciedad de clases, o, en todo caso, lo sería en su forma más
primitiva. Parece que, en opinión de Marx, las primitivas
sociedades mexicana y peruana pertenecen al mismo tipo, así
como ciertas sociedades celtas, si bien podían haber encon­
trado un grado mayor de complejidad y aun de perfección
a consecuencia de la conquista de unas tribus o comunidades
por otras (pp. 87, 108)j Puede observarse que esto no excluye
la posibilidad de una evolución posterior, p e to ^ ó lo ^ ^ q ^ u n
lujo, por decirlo así; tendría lugar sólo en.Ja.mecMa,en„quq
pudiera desarrollarse sobre .el excedente..entregado por los
núcleos económicos-básicos autQsuficientes d e ja tribu o d e ja
aldeano arrancado a ellos."
El segundo sistema que surge de la sociedad primitiva
— «producto de una vida más histórica, más dinámica»
(p. 88)— hace aparecer la «ciudad» y, a través de.ella, jd
úíodo «antigjwv^ z sociedad, una sociedad más expansionista,
dfh^mjc^1sanbiañtéj(pp. 88-95). «La ciu3a3xon..-suíu tígrras
colindantes CL^w i/^r^^era la ^talidad^económica» Jp . 97)7
En su forma desarrollada — Marx se cuida, no obstante, de
subrayar el prolongado proceso que la precede, así como su
42 BR1C J. IlO B S b A W M

complejidad— se caracteriza por el rasgo de la_esclavitud.


Pero esclavitud,-alsu v ez,,tiene.,.]iipitaciones..de_tigo_eco:
nómico,.io :-que determinó, con el tiempo, su sustitución por
tina forma de explotación más flexible y productiva, la de los
campesinos dependientes de los señores, el feudalismo, que,
después, cede el paso al capitalismo.
Hay un tercer tipo que [no presenta como núcleo básico
la com unidaídeT Í aldea ni de la ciudad,^ino «cada casa, que
constituye para sí misma un centro independiente .'de produc-
cfoiL(la manufactura se'presenta purameñté'comó trabajo do-
místico accesorio, de las mujeres, etc.)» (p. 97). Estas.casas^
Reparadas s e . j Q . j n e n f í , s -laxámente relacionadas
entre" sí (siempre que, pertenezcan a la misma tribu), uniendo-,
^ocasionalm ente sólo<£on motivo.de circunstancias.especia­
les, taleTcomo «la ¿perra, religión, administración de justi-
¡dSretc.Mp- 98), o para el uso, por parte de las familias indi­
vidualmente autosuficíentes, de pastos comunales, territorios
■cfojCíLza, etc. De esto se derivaque.el. núcleo^fundamental es
más débil v^_pQtendalrpente? más «individualista», que la a>
mumdaH^de aldea^ Marx d e n o m in a ^ ^ ^ g ^ o > á este tipo,
,si¡ bien, repetimos, esta denominación lió es en ningún modo
indicativo de que, en su pensamiento, este tipo abarque a un
solo pueblo.30 D ada;la distinción que hace Marx entre los
tipos antiguo y germánico respecto del oriental, puede infe­
rirse que Marx consideraba el tipo germánico como m ásjíi-
námico en potenciá~qúe eI oriental, lo cual no es nada impro-
bable.3r Las observaciones hechas por Marx acerca de este
tipo se caracterizan por su excesiva brevedad, pero sabemos

;>u. La desaparición de esta denominación puede ser debida a que sus


estudios posteriores de literatura especializada llevaron a Marx a dudar de
que su descripción anterior de la sociedad germánica fuera la adecuada.
31. Cf. G. C. Hom'ans, «The rural sociology of medieval England¡>,
Past and Present, 4 (1953.), para las diferentes tendencias de desarrollo de los
poblados comunales y unifamiliares.
INTHODllCCíON 43

que él como también Engels,( dejaron una vía abierta a la


transición directa desde la sociedad primitiva al feudalismo,
como ocurrió entre las tribus germánicas.,
La división entre tíu ^ d ^ ^ n ijp a X o producción! agrícola
y no agrícola), funíamental en ^'arialisis realizadp„pqrMarx
en 1845-1846, sigue teniendo la misma^importanda en las
FÓrjneu,^pero viene formulada sobre una base más amplia
y con mayor elegancia:

La historia clásica antigua es historia de la ciudad, pero


historia de las ciudades, basada sobre la propiedad de la
tierra y sobre la agricultura; la historia asiática es una es­
pecie de unidad indiferenciada de ciudad y campo (las
auténticas grandes ciudades tienen que ser consideradas
simplemente como campamentos del príncipe, como excre­
cencia sobre la auténtica estructura económica);! la edad
media (época germánica) toma al campo como punto de
partida de la historia; su desarrollo posterior tiene lugar en
la oposición ciudad-campo; fia historia, moderna es urbani­
zación del campojno como^entre los antiguos; loralización
de la ciudad ( d . 95).

No obstante, aunque estas diferentes formas! de! división


social del trabajo son, evidentemente, formas alternativas de
la ruptura de la sociedad comunal, tanto en el prefacio a la
Crítica de la economía política, como, aunque no de manera
específica, en las Formen, son presentadas aparentemente
como etapas sucesivas. En sentido literal esto es lisa y llana­
mente falso, puesto que el modo asiático de producción no
solamente coexistió con todos los demás, sino que ni en la
exposición que se hace en las Formen ni en ningún ot/ro pasaje
se encuentra la afirmación de que el tipo antiguo! se haya
desarrollado a partir de él. De aquí que deba entenderse que
Marx no se refiere a_una^sucegión.cronológica, o, a la evolu-
cioírdcTun sistema _a. partir de su predecesor (pese^iTque^Tn 1
44 ERIC J. HOBSBA'W M

es el caso, sin duda, en relación a feudalismo y capitalis­


mo), sino a la evolución en-un-sentido más general. Como ya
ha sidó^exDuFsToT^^l^iomHre^se aísla ívereinzelt sich selbst)
sólp a^ravés del proceso histórico. Originariamente él se pre­
senta como un ser q\ie .pertenece a la especie humana, jijuna
t r i h l l r JgOrf l f t r lifp r p n ^ c tm tZ

¡individualización gradual dgl nombre, que representa la rup­


tura de la u n i^ d original, corresponden, a las dístintas_etapas
tíe ilaJnstoria^Cada una de ellas constituye, por así decirlo,
unTpaso de avance/respecto á <<lá unidad originaria, entre una
forma particular de comunidad (la organización tribal) y la
propiedad conexa con ella de la naturaleza, o la relación con
las condiciones objetivas de producción como existencia na­
tural (Naturdasein)» (p. 115). En otros términos, estas formas
representan pasos en el proceso de evolución de la propiedad
privada^
M ari distingue ^cuatro etapas en el análisis,J si bien no
cronológicas,- de^esia^evolución. La primera corresponde a la
propiedad comunal ^directa* tal como se da en el sistema
briStaT'yrnm tanto modificada, en el eskvo, (no pudiendo
considerarse ninguno de ellos, según parece, como represen­
tación dejípciedades de clase plenamente formadas.;La segun­
da es la^propiedad comunal, que continúa siendo el substrato
He algo que se p resen taja como un sistema «contradictorio»,
es decir, de clase, tal como sucede en las formas antigua y
germánica^ La tercera etapa surge, de acuerdo con la argu­
mentación de Marx, no tanto, a través del^feudalismo, como
a través del auge de la'^ manufactura artesajad; en la que el
artesano independiente (corpÜfaH^ménte organizado en gre­
mios) (representa ya una forma mucho más individual de con­
trol sobre los medios de producción y, por supuesto, sobre
los de consumo, lo que le asegura su vida mientras es capaz
de producir, (ludiera parecer que Marx reconociese aquí una
cierfa~autónomía del sector artesano de la producción, pues
INTRODUCCIÓN 45

excluye deliberadamente las manufacturas del antiguo Orien­


te, aunque sin dar razones de esta exclusión.)La cuarta etapa
es aquella en que surge el /proletariado^, esto es, en donde la
explotación no se realiza directamente en la forma grosera de
la apropiación de los hombres (como esclavos o siervos), sino
mediante la ^propiaclón^~der~grábájo)> ^ «Para el capital, el
trabajador n^es'unáTconHicíón de la producción, sino ex­
clusivamente trabajó. Si éste puede hace£ mediante máquinas,
o mediante agua, aire, etc., tanto mejor.^El capital no se apro­
pia el trabajador, sino su trabajo; no inmediatamente sino a
través del cambio» (p. 120).
Si bien, a la vista de las dificultades del pensamiento de
Marx y al carácter elíptico de sus notas, no pueda afirmarse
esto con seguridad, podría parecer que su análisis corresponde
al siguiente esquema de etapas históricas. Las formas orienta­
les (y eslavas) son históricamente las más próximas ál hom­
bre en sus orígenes, puesto que conservan en actividad la
comunidad primitiva (aldea) en medio de una superestructu­
ra social más complicada, poseyendo un sistema de clases in­
suficientemente desarrollado. (Puede añadirse que Marx per­
cibió cómo estos sistemas, en la época en que él escribía, se
estaban desintegrando al empuje del desarrollo del mercado
mundial, desapareciendo con ello su condición específica.) Los
sistemas antiguo y germánico, aunque también pritngrios, es
decir, no-derivados del oriental, representan una forma algo
más árticulada'éh la evolución a partir del comunalismo pri­
mitivo, si bien el sistema germánico como tal no constituye
una formación socio-económica especial; se trata de la forma­
ción socio-económica del feudalismo en conjunción con la
piudad de los tiempos medievales, lugar donde aparece la
producción artesana autónoma>>Esta combinación, que surge
durante la Edad Media, constituye la tercera fase. La sociedad
burguesa, que emerge de la feudal, es la cuarta forma.[La.
afirmación jísl que^la.§_formaciones asiática, antigua, feudal
46 EKTC J. HOBSBA.WM

y Durguesa representan etapas de_ «progreso»,^ no dignifica,


pues, lupa yísíoñesquemática y.simplista d e ja historia, ni la
sirnple opinión de qqe toda .la historia, es progreso. Quiere
decir/ simplemente, c|ue, cad ajip o ^de^estos.sistemas-se,aleja
cada vezTmás7.eO-aspectos cruci ales;7#e”Tá^sítuación originaria
del hom br?

III

El punto siguiente a considerar consiste en la-dinámica


interna de^estos sistejnas.] ^Cuál es la fuerza que provoca su
auge y su decadencia]^ Por lo queTe~refiefe al'sis'terna prie^taí,
esto es bastante sencillo, pues sus características lo m earon
notablemente resistente a la desintegracióny 'F'lá'évdlücióh
ecinómica,/basta .que! quedó destruido por' lá'&cción externa
aej capitalismo. Marxi no es muy explícito en lo que se refiere
áTjsíslema eslavo, lo ¡cual no permite extenderse en comen-
laijios. Por otra parte, sus puntos de vista relativos a las
contradicciones interrías de los sistemas antiguo y feudal son
complejos y plantean] ciertos problemas difíciles de resolver^
! La esclavitud constituye la característica principal del jik -
tema j ^ ^ ^ o, pero laj opinión de Marx acerca de su contra-
dicclóm4merna básica es más compleja que la consistente en
afirmar que la esclavitud en sí misma pone límites a una ulte­
rior evolución económica, entrañando con ello su propia des­
trucción. ; Se hace preciso observar que la zona que sirvió a
Marx para su análisiji fue la mitad occidental y romana del
Mediterráneo,¡más bifen que la griega. Roma Comenzó por ser
una comunidad de campesinos, pese a que sü sistema de orga­
nización fuera urbanq. fcaJiistoria .antigua es «una historia
dei^iúdade^ -hadada sobre TjT propiedad de la tie rr^ ¿ so b re -
la ágricultura»| (p. 95). No^se trata de comunidades totalmen-
te 'faualTtarias, puesto que los desarrollos de las tribus, com­
INTRODUCCIÓN 47

binados con casamientos cruzados y conquistas, tienden ya, a


producir gmpos de parentesco .sorialmente jpás jelevados^ y
otros_de más bajo nivel, aunque el ciudadanQ^CQmano^.en^
su conjunto, es un terrateniente y «la conririuidadcTe Ia~co^
munidad es ja reprodiií3Sn~de todos los miembros de la m|sr
ma como campesinos autosuficientes, cuyo<jiempO; suplemen­
ta ria pertenece precisamente a la comunidad, al trábajo de la
guerra, etc.» (p. 91). La_guerra es su ocupación primaría,
dado que la única amenaza a su existencia; procede de ¡as otras
comunidades que aspiran a apoderarse deísulierra,-y por otro
lado la única forma de procurar tierra á cada ciudadano, .a
medida que la población crece, es ocuparla ppt;. ^ fuerza
(p. 88). Pero las,mismas-tendencia^_£uerrera&.v_:_dé conquista
d e jas comunidades^campesinas^ban de conducir; á_jla ^esttuc»
c1 5 ? L ^ l0?.--rjsgQ^Cjamp¡esinos.(iq ue constil3jy^l§ij_ciimientq.
La esclavitud, la concentración de la propiedad territorial, el
intercambio, la economía monetaria, las conquistas, etc., son
compatiblestJiasta un cierto punto, con las;condiciones-bási­
cas de esta clase de comunidad. Pasado este punto, estos fac­
tores le arrastrarán a su ruina, haciendo imposible la evolu­
ción de la sociedad o la del individuo (p p ., 1 0 ld 0 2 ). Por
consiguiente, ftun antes de quej a economía esclavista ge desa­
rro lla se ,^ forma antigua de-organizadóp.,jpcial.jest,á^iígida-
mente l i c itada, como lo indica.elJiecho desque en ella^no^ea
preocupación fundamental el desarrollo de Ja productividad.

Nosotros no encontramos entre los antiguos* jarhás una


investigación sobre qué forma de propiedad de la tierra, et¿,
es la más productiva, la que crea la mayor riqueza.' ... La
investigación es siempre sobre qué clase de propiedad crea
Jos mejores ciudadanos. La riqueza sólo se presenta como
fin en sí misma en los escasos pueblos comerciales' —mo­
nopolistas del carrying trade < comercio, itinerante > —,
que viven en los poros del mundo antiguo, como kd judíos
en la sociedad medieval.
48 E R IC J. H O BSBA W M

De aquí se deduce que sean dos los factores gue tienden


a socavarlo de modo principal. El pripiero es la 3í^r¿ac]aclon
social dentro de la comunidad^ contra la que no proporciona
.medi3a .de defensa alguna la antigua forma de propiedad co­
munal y privada de la tierra). Es posible que el ciudadano indi­
vidual pierda su propiedad, esto es, la base de su ciudadanía.
Cuant ornas”’rápido es el desarrollo económico, más factible
resulta esto; de ahí la antigua oposición al comercio_v la
manufactura, que se prefiere dejar en manos de libertos y
extranjeros o clientes, y la creencia en los peligros de esta­
blecer relaciones con los extranjeros, del deseo de intercam­
biar el excedente de productos,1etc.' El segundea. factpr_de
desintegración es, por supuesto, la_ esclavitud. La necesidad
misma~delímítaf ía ciudadaníaJ o . lo que viene a ser lo mis­
mo, la propiedad de la tierra) a los miembros de la comuni­
dad conquistadora/ conducFnecesariamcnte .a la.esclavización ;
o seryidumhre de los-pueHos.conquistadqs.. «La esclavitud
y la servidumbre son, por lo tanto, simples desarrollos poste- i
riores de la propiedad que descansa sobie la organización
tribal» (p. 112). De ahí que «la conservación de la antigua
comunidad incluye la destrucción de las condiciones sobre las
que iésta descansa, y se transforma más bien en lo contra­
rio» (p. 113). La «mancomunidad» a que pertenecen, al prin­
cipio, todos los ciudadanos se ve representada después por los
patricios aristócratas, que permanecen como los únicos terra­
tenientes absolutos frente a los miembros menos importantes
y a los esclavos, y por los ciudadanos frente a los no ciudada­
nos y esclavos. Las contradicciones económicas reales de_una
economía esclavista no son analizadas en absoluto por Marx
en este contexto. En el plano muy general del análisis en que
se mantienen las Formen, estas contradicciones son simplemen­
te un aspectOvparticulap de la contradicción fundamental de la
sociedad antigua. Tampoco se encuentran en ellas una explica­
ción de por qué en la sociedad antigua se desarrollo la escla­
INTRODUCCIÓN 49

vitud y no la servidumbre. Por nuestra parte, no podemos


sino hacer la conjetura de que ello se debió al nivel de las
fuerzas productivas y a la complejidad de las relaciones socia­
les de producción alcanzados ya en el Mediterráneo durante la
Antigüedad.
El derrumbe del modo antiguo está:implícito, por consi;
guíente, en su carácter socio:económjcp7\ Parece rio—existú
motivo 1ógicó~a1gu n q p n r c 1 cual se haya de llevar inevitable-
nteñTT^Í íeudaJIsmoTcomo forma distinta de otros «nuevos
métodos-,'"combinación del trabajo» (p. 113) que hicieran po-
$ible”Tma mayor productividad. Por otra parte, queda ex-
cíuídáda posibilidadTde una transición directa del modo anti­
guo al capitalismo.
Al llegar al feudalismo, sistema del que se desarrolló, sin
duda, el capitalismo, las dificultades son mucho mayores, con­
tribuyendo a ellas acaso el que Marx no se muestre muy
explícito al respecto. En las Formen no se contiene esbozo
alguno de las contradicciones internas del feudalismo, compa­
rable al que hay respecto del mundo antiguo. Tampoco hay
una auténtica exposición sobre la servidumbre, como tampoco
sobre la esclavitud. Estas dos relaciones de producción apa­
recen con frecuencia mencionadas juntas, a veces, como «la
relación de dominio y subordinación», en contraste con la
posición del trabajador libre.32 El elemento de la sociedad
feudal del cual deriva el capitalismo parecííT erralla porTos
años 1857-1858, lo mismo que en 1845-1846, la ciudad \ más
concretamente aún, los mercaderes y artesanos de la ciudad
(pp. 118-122). Fue la emancipación de la propiedad de los
medios de producción__respecxo_de^u-jantoXQ¿.,JbaseZcomUí
naI7 taF como se da entre J o s artesanos medievales, lo que

32. Como, por ejemplo, en las páginas 106, 108, 123. En El Capital, III,
se habla de ellas, en general, con este sentido. Véase, en la ed. de Berlín,
1936, las pp. 357, 665, 684, 873, 885, 886 y 937.

4. — MARX-HOBSBAWM
50 ERÍC J. H O BSBA W M

proporciona eljufldámento- de la separación, del.«trabajador»


c$n reíáción a las «condiciones objetivas ele producción». Es
el mismo desarrollo, ís to es, la aparición del «propietario tra­
bajador» junto a la f propiedad de la tierra y al margen de
ella,:y la evolución urbana y artesanal de la mano de obra
«no ... como accidente de la propiedad de la tierra y sub­
sumida enda misma» (p. 122), lo que proporciona la base de
la¡- evolución capitalista.
It/ No es estudiado :el papel que en este proceso desempeña
el[ sistema feudal agrario^ si bien parece haber sido más bien
negativo. Llegado cierto momento, favorecerá la separación
dél campesino respecto de la tierra, del criado con relación
a ¡su | amo convirtiéndole en un jornalero. Carece de impor­
tancia el hecho de que esto adopte la forma de disolución
de la relación servil (Horigkett), de la propiedad privada
o (tenencia de pequeños terratenientes o campesinos arren­
datarios, o de las distintas formas de clientela; lo que cuenta
esj qqe ninguna de estas formas estructurales habrá de inter-
ppnerse. en el camino de la transformación de los hombres
en mano de obra libre, al menos potencialmente.
í Sin embargo, y aunque esto no sea objeto de examen en
las Formen (sino en el volumen tercero de El Capital), la
servidumbre y otras ■relaciones análogas de depenc encja_di-
fieren de la esclavitud en aspectos económicos importantes. -
Eljierv o , aunque est? bajo^eTTontrol deí am(^e¿_^r Realidad,
un productor independiente; el esclavo, no.33 (Si ; la servi­
dumbre se, le priva de los señores, quedará la pee ueña pro-
diiccion independiente; prescíndase de la plantacic i respecto
a los esclavos y a no [ser que éstos den origen a o to sistema
de trabajo no quedará economía alguna.) «Por tar to, lo que
se-requiere son condiciones de dependencia persoral, de falta
de libertad personal en cualquiera de sus formas,, la sujeción

33. El Capital, III, ed. cit., p. 841.


INTRODUCCIÓN 51

de los hombres a la tierra, la relación servil en el sentido


estricto del término» (Capital, II I, p. ■841).(En condiciones
de servidumbre, el siervo produce no *sólo el excedente de
trabajo del que se apropia su señor en una u otra forma, sino
que también puede apropiarse y acumular una ganancia para
sí. Puesto que, por diversas razones, en los sistemasi económi­
camente primitivos y sin desarrollar, como el; feudalismo,
existe una tendencia a que el excedente permanezca inmutable
como magnitud convencionaly puesto que la «utilización de
la Tuerza de trabajo (la del siervo) no se limita ¡en modo
alguno a la agricultura, sino que incluye manufacturas do­
mésticas rurales, se da la posibilidad de cierta evolución éco-
nómica...» (Capital, II I, pp. 844-845),
Marx no se refiere a estos aspectos de fa! servidumbre,
lo mismo que no trata tampoco las contradicciones internas
de la esclavitud, dado que en las Formen no ¡se‘propuso re­
dactar una «historia económica» de ninguno de’ los dos sis­
temas. En realidad, al igual que en otras ocasiones, si bien en
este caso de una forma más general, no se siente preocupado
por la dinámica.interna de los sistemas de producción preca-
pitalistas, más que ,en la medida en que puede seryir de ex­
plicación de las condiciones previas del, capitalismo^ esta
ocasión se plantea fundamentalmente responderr a éstos dos
interrogantes: ¿por qué «trabajo» y «capital» no [pudieron
surgir de una formación socio-económícá precapitálista que no
fuese la del feudalismo? Y ¿por qué el feudalismo, su for­
ma agraria, permitió que surgieran, por qué no puso obstácu­
los fundamentales a este surgimiento?
Aquí puede hallarse la explicación de las frecuentes lagu­
nas de su (xposición. Al igual que en! 1845-1846, (tampoco34

34. Aun n El Capital, II I, donde se analiza con mayor amplitud la


cuestión de la agricultura feudal, se niega específicamente la intención de
estudiar la p opiedad de la tierra en ninguna: de sus ; diferentes formas
históricas. Cf. cap. 37, p. 662, y también p. 842
52 E R IC J. H O BSBA W M

ahora existe un examen del modus operandi específico de la


agricultura feudal. No lo hay en lo relativo a la relación con­
creta entre la ciudad feudal y el campo, o a la razón por la
cual uno produjese a la otra. Por otra parte contiene la insi­
nuación de que el feudalismo europeo es único, ya que nin­
guna; otra formá~HeT~éste sist¿ma~produjo la sociedad-medie-
val” que-es esencial en la teoría marxiana de la evolución del
cápitalismo^ En la medida en que el feudalismo es un sistema
general de producción existente fuera de Europa (tal vez
también de Japón, que Marx no examina con detalle en nin­
guno, de sus estudios), no hay en Marx nada que nos permita
buscar una «ley general» de desarrollo que explique su ten­
dencia a desarrollarse hacia el capitalismo.
Lo que cr_ob¡eto_de..e_x_amen en las Formen es el.^sjste^
rna germánico»^ es decir, una subvariante particular dél co-
munalismo primitivo que, por consiguiente, tiende a trans­
formarse en un tipo particuIáF d ^ estructura social. Su rasgo
¡principal parece ser, como ya se ha visto, el asentamiento
disperso en núcleos familiares autosuficientes en el plano
ecoñóniico, a diferencia de Ta^ciudad campesina, propia del
sistema antiguo: «La totalidad económica está contenida au
fond en cada casa, que constituye para sí misma un centro
independiente de producción((la manufactura se presenta pu­
ramente como trabajo doméstico accesorio, de las mujeres,
etcétera)) En el mundí^antiguo, la ciudad con sus tierras co­
lindantes era la totalidad económica; en el mundo germánico
la totalidad económica está constituida por la vivienda indi­
vidual» (p. 97). Su existencia está garantizada por su vincu­
lación a otras posesiones similares, pertenecientes a la misma
tribu, expresándose dicho vínculo en la reunión ocasional de
todos los propietarios para asuntos de guerra, religión, arre­
glo de disputas y seguridad mutua (p. 98). En la medida en
que hay propiedad común, por ejemplo en pastos, territorios
de; caza, etc., es utilizada por cada miembro en tanto que indi­
INTRODUCCIÓN

viduo y no, como en la sociedad antigua, en tanto ¡que repre­


sentante de la comunidad. El ideal de la organización social
romana puede ser comparado con la existente en la Univer­
sidad de Oxford o ?n la de Cambridge, cuyos miembros son
copropietarios de los terrenos y edificios sólo en cuanto cons­
tituyen una corporación, no pudiendo decirse en ningún caso
que cada uno de los miembros que la componen «posea»,
como individuo, ninguno de dichos bienes.\E ^i§tem a ger-
mánico^guarda similitud con una cooperativa de vivienda, en
que la ocupación por cada individuo de un .departamento
depende de su unión y actuación conjunta con los demás
miembros, pero en la cual se da, sin embargo,¡una posesión
individual perfectamente identificable.; Esta forma más^Jaxa
dé*^rfiúnidad, que lleva consigo un mayor ppteticial de la
iñdmduálizaeíón económica, convierte al <<siátema¡~germáni-
co» en el antepasado directo (pasando por el. feudalismo) de
la sociedad burguesa
En las Formen no se estudia la vía concreta1de- desarrollo
de este sistema hasta el feudalismo, si bien se presentan posi­
bilidades diversas de diferenciación social exteinale interna,
como pueden ser la guerra y la conquista. Podría pensarse que
M arxj& ri^yó una importancia de primer orden; a la organiza-
rinn _mjÍitaF. a rh a b e rlíd ó la "guerra en ^eTTi'sJcma germánico,
aH guíuque en el sistema antiguo, «uno de los trabajos ori­
ginarios de cada una de estas comunidades naturales (natur-
wücbsig), tanto para la afirmación" déUá"propiedad como pa-
ra la nueva adquisición de la misma» (p. 109). Esta es, por
cierto, la explicación que, posteriormente, dalEngels en El
origen de la familia, según la cual los reinos nacen de la
transformación de la jefatura militar gentil entre las tribus
teutónicas. No existen motivos para suponer que Marx pen­
sase de otro modo.
¿Cuáles eran las contradicciones internas del feudalismo?
¿Cuál fue su línea de evolución hacia el capitalismo? Son pro-
54 ¿ R IC J. H OBSBAWM

blémas éstos que cada; día han preocupado más a los historia­
dores marxistás, comó lo demuestra la discusión que en el
plano internacional surgió en los primeros años de la década
del| 50, tomando comp base los Estudios sobre el desarrollo
del\ capitalismo, de M. H. Dobb, así como el debate pos­
terior lacerca dé la ley «económica fundamental del feudalis­
mo^ en la URSS. Cualesquiera hayan sido los resultados de
una y i otra;; discusión j— si bien los de la primera parecen
aventajar a los de la segunda— , ambas presentan el inconve­
niente .indudable de la' inexistencia de indicaciones acerca de
las opiniones del propjo Marx sobre la cuestión. No hubiera
sidq imposible que se] hubiera manifestado upa coincidencia
ent(e la opinión de éste y la mantenida por J5obmen senti­
do de ¡que k m j5nn.e^pUcativa.de la d ecad étw / feudd.iue
,«la ¡inéficacia del feudalismo como sistema de producción,
sumada a las crecientes necesidades de ingresos sentidas por
lí^ Í:la |§ +;Hdihináhtes a pesar de que Marx se cuida muy
¡ffiW^?Wsubrayár' la relativa inflexibilidad de las exigencias
tle la clase feudal dominante, y su inclinación a establecerlas
convencionalmente.35 También habría podido coincidir con la
opinión sostenida por R. H. Hilton de que «la lucha por la
Tentá-fue el TPn*or primordial d? Ia snríedad1^feudal»7 hipn
pdífnos 'CaKe “duda’de que habría rechazado/TomcTlimplifica-
ción exagerada, la opinión de PÓrshnev de que este motor
primordial fue la lucha simple de las masas explotadas. Ño
^obstante, ío Serio es que (M arino parece ciar en parte alguna
opiniones que anticipen a las de estos autores, y desde luego
donde no lo hace es en las Formen.

35. El Capital, III, cap .’47, secc. II, pp. 843-845. La cita de Dobb es
de Studies in the devélopment of cayitalism, Routledge and Kegan Paul,
Londres, 1946, p. 42 [hay trad. cast.: Estudios sobre el desarrollo del capi­
talismo, Siglo X X I, Madrid,; 1976*]. La posterior cita de Hilton es del
volumen colectivo The transition from feudalism to capitalism, Londres,
s. d., p. 70 [hay trad. cast.: véase injra, nota 67].
INTRODUCCION 55

El único de los partidpantes^en esta discusión que parece


seguir sus huellas es P. M. í^weez}^ quien^ s ^
.sostiene ..que el feudalismo ^¿siinsjstem a. dé producción para
el.(usp^j'y que en formacionesJécóráM
«nenguna ansia^ilímitada.de absorción c e /fu ,e jK a ^ ^ t^ b a j©
excedente surge .por , necesidad!.. misma, d,c4a rp^o^uccj¡ón^, (Ca­
pital' 1. cap. X, secc. 2.a), Por tanto, la causa principal de
desintegración del. feudalismo .hay que,verja^en.j^crepimiento
H er^m ercip, cuyo principal, elemento de t actuación. fue el
conflicto "y*la ínterrelación entre un campó feudal y las ciuda­
des que crecieron junto ajél. Es esté" uaTjazónámiénto muy
simiiarjLque^se .encuentra en las Formen^
Según Marx, se requiereJa.c.Qniunción deCffres| fenómeno?
distintos para que pueda explicarsg^el ^esjr^onq-p^LÍcapitalisT
mo a.partir delfeudalismo ¿primero, domo ya se ¡ha-dicho, una
estructura social rural, que permite «poner...eri flibértad» al
campesino a partir de cierto momentof¥egunddFfel desarrolle
artesanal urbano, que da origen a una producción de mercan*
cías especializada, índgpendiente.^nQ. agyíqpl^.^qa jo ^ ^ estruc­
tura ..gremial;( y *-tercer^, acumulación.. de..||ri¡^ueza-?jnjonetaria.
procedente del comercio y deTTc^ura, punto^ste acerca del
cuaTMarx se expresa categóricamente'(pp. 130-131}. La for
marión de dichas acumulaciones monetarias «pertenece|a"js
prehistoria de la economíá~bufgué'sá»> (p. 137); aún hoAp ^ d e
decirse que seanpapitaL-Su mera existencia, e incluso su apa­
róme’ predominio, lío conducen automáticamente a ¡un desa-J
rrollo capitalista; si así hubiera sido, «la vieja Roma, Bizan-
cio, etc., habrían acabado su historia con trabajo libre y capi­
tal» (p. 132). Sin embargo, son esenciales.
Igualmente necesaria és h r existencia- del elemento arte-

v 36N Esto no se niega, en general, por los marxistes, sí bien; es preciso


no comundirlo con la opinión de que los sistemas de producción! de valores
de uso son también, a veces, sistemas de economía natural.
EKIC J. H O B SB A W M

sanal urbano. Las observaciones de Marx sobre esto son elíp­


ticas y meramente alusivas, si bien resulta evidente la impor­
tancia que confiere para el análisis al estudio de estos ele­
mentos, entre los que subraya además los de habilidad, orgullo
y eficiencia eje la organización artesanal.37(Xa importancia prin-
|cipal de la(organización artesana medievaÍ^p,areccZhal3er sido
Ta de que, ab desarrollar «el, trabajo mismo como habilidad
artesana. d ^ e ím u i^ ^ o m o „p rQ p ied a d ( (no sólo como fuente
,jde Ialmsma)» (p. 126), introduce jisí una separación potencial
¡entre el trabajo^y las demás condiciones de j a producción, lo
cuaLexpresa un grado superior de individualización que el
comunal, y"~permite la aparición ..de la. categoría . del trabajo
libre ._AT mismo tiempo, desarrolla habilidades especiales y
los nuevos instrumentos correspondientes? P éro ^tT lá^etapa
correspondiente al gremio artesanal «el instrumento mismo
est^.lan Jijado^al jrabajo vivo, que se presenta como su. do­
minio y^ no circula realmente» (p. 131). No obstante, y a pesar
de que por ú mismo no puede producir enmercado, de tra-
b a ]q ^ d e s a rr ° ]lq .,d e ja producción basada en el intercam­
b io ^ el dinero es el único factor que puede crear el mercado
de trabajo^ jb a jo . el presupuesto de la actividad industrial
'ciudadana, que no descansa sobre el capital y el trabajo asa­
lariado, sino en la organización, del trabajo en las corporácio-
fí®7etc xTf 36).
Pero todo esto precisa^ asimismo, de. una estructura rural
potencialmente soluble. Porque el capitalismo no puede desa­
rrollarse sin «la inclusión del campo en toda su extensión
en la producción no de valores de uso, sino de valores de
cambio» (p. 140). Este es otro de los motivos por los cuales

37. Términos tales como wiirdigcs Zuiifituesen («la dignidad del sis­
tema gremial»), el «trabajo en parte artístico y, en parte, realizado por
sí mismo», stadtischer Gewerbefleiss («actividad artesanal urbana») son em­
pleados constantemente. Todos ellos tienen matices emocionales y, por cierto
que, en general, de aprobación.
INTRODUCCION 57

los antiguos, que si bien habían producido una versión de


«actividad artesanal urbana», despreciaban esta clase de orga­
nización o la miraban como sospechosa, no fueron capaces de
producir industria en gran escala {ibid.). No se nos dice cuáles
fueron los factores precisos que permitieron la flexibilización
de la estructura rural del. feudalismo, aparte de las caracte­
rísticas del «sistema germánico», que es su substrato. Y cier­
tamente, en el marco del razonamiento de Marx a este pro­
pósito, no es necesario indagar más allá. Se han mencionado
ya, de pasada, cierto número de consecuencias derivadas del
desarrollo de una economía de cambio (por ejemplo, pági­
nas 135-137) y se ha hecho la indicación de que «en parte,
este proceso (de separación entre el trabajo y ilas condiciones
objetivas de producción, tales como alimentos, materias pri­
mas, instrumentos) se produjo sin él (sin la existencia de ri­
queza monetaria)» (p. 136).(JLa interpretación más próxima
de la realidad parece ser que el capital apareció primero_de
forma espoTa¿íc2í> localmente, junto ¿z los”antiguos modos^de
producción, subraya Marx, a los que, finalmente, termina, des­
truyendo..
La manufactura, cuyo objetivo es surtir los mercados ex­
tranjeros, nace, en primer lugar, sobre la base del comercio
a~gran distancia y en los centros en que tiene lugar dicho
comercio, no sobre la de los gremios, excepto en lo que se
refiere a los oficios rurales, sencundarios, menos especializa­
dos y menos controlados por los gremios, tales como el hilado
y el tejido, así como apoyándose en aquellas ramas de la acti­
vidad urbana relacionadas directamente con la navegación y
la construcción de buques. Por otra parte, comienza a surgir
en el campo el campesino arrendatario, y a la vez comienza la
transformación de la población rural en trabajadores libres.
Estas manufacturas requerían la existencia previa de un cierto
volumen de mercado. La desaparición de la servidumbre y
el nacimiento de las manufacturas transformaron gradual-
58 ERIC J. H OBSBAWM

luiente todas las ramas de la producción, dándolas carácter


tíapitalistay^en tanto' que en las ciudades comenzaba a surgir,
áT margen de los gremios, una clase de jornaleros que con­
tribuyó: notablemente a la aparición de un proletariado en
sentido:propio (pp. jl 37-141).“
destrucción Ue los oficios rurales suplementarios dio
eligen-a un mercadi) internopara el capital basado en la sus­
titución del ianterior suministro rural de bienes de consumo
por la producción mdusürial o manufacturera. «Éste , es un
procesó que: resulta automáticamente (von selbst), a través
de la separación del trabajador de la tierra y de la propiedad
(Aunque sea ¡en la forma de servidumbre) de las condiciones
de producción» (p.j 142).[/ La transformación de los gremios
urbanos en industrias tiene lugar más tarde, debido a que
precisaba de un progreso considerable de los métodos de pro­
ducción, a fin de manifestarse capaces de ajustarse al nuevo
tipo de producción fabril. JE1 manuscrito de Marx se inte­
rrumpe al llegar a este punto, sin entrar en el estudio de las
fases del desarrollo capitalista.

IV

Veamos abora cómo el estudio y trabajo posteriores de


Marx y Engels les llevaron a modificar, desarrollar y prose­
guir; los1puntos de vista especiales expuestos en las Formen.
Esto ocurrió particularmente así en el caso del estudio del
comuaaIismó-pr,i m iti vo. Está probado que Marx, después de
la publicación de El Capital (1867), concentró su interés en
el estudio de esta fase del desarrollo social, debido sin duda
a qüe los trabajos de Maurer y Morgan, así como la extensa38

38. Aquí Marx subestima la diferenciación de los gremios urbanos en


patronos virtuales y virtuales jornaleros.
INTRODUCCIÓN 59

literatura rusa que él devoró a partir de 18713, proporciona­


ban una base realmente sólida para ello, en comparación con
la existente y disponible >en 1857-1858. Quizás existieron
dos motivos que determinasen esta! concentración de su in­
terés en esta forma, aparte ¡'del trabajo de carácter agrario que
ya se contiene en su volumen tercero de El Capital. La pri­
mera consistiría en el desarrollo de un movimiento revolu­
cionario eti Rusia, que llevó a Marx y a Engelsla poner sus
esperanzas en este país para una eventual revolución europea.
(No hay falseamiento más: grotesco |de todos jlos; que se han
hecho de la doctrina de Marx que el consistente en atribuirle
el pensamiento de que la única esperanza de realización de la
revolución estaba en los í países iridustriaimenté avanzados
del occidente.)39 Teniendo: en cuenta que la' impbrtanda que
había de concederse a la comunidad campesina; era uno de
los factores fundamentales de desacuerdo teórico entre los
revolucionarios rusos, Marx, que fue consultado por ellos,
consideró conveniente realizar un estudio más extenso sobre
la materia.
üesulta interesante constatar que sus puntos de vista
— en cierto modo inesperadamente— se inclinaron más bien
a favor de los narodniki, quienes sostenían la posición de que
la comunidad campesina rusa podía proporcionarla base para
una transición al socialismo sin necesidad de su previa desin­
tegración realizada por el desarrollo del capitalismo. Esta
opinión no puede decirse sea consecuente del todo con el pre­
cedente desarrollo del pensamiento de Marx, no siendo acep­
tada por los marxistas rusos, en oposición en esté punto a los

39. Engels se refiere a las esperanzas que los dos tenían en una revo­
lución rusa en los últimos años de la década del 70, y, en 1894, prevé, espe­
cíficamente, la posibilidad de que «la revolución rusa dé 1$ señal para la
revolución de los obreros en Occidente, de tal modo que se complementen»,
MEW, X V III, p. 668. Otras referencias: Marx a Sorge, 27-IX-1877; En­
gels a Bernstein, 22-11-1882.
ou ERIC J. H OBSBAWM

narodniki, ni por los marxistas posteriores, y en todo caso


resulto carente de fundamento. La opinión de Marx refleja
cierto grado de inseguridad, derivado tal vez de las dificulta­
des que tuvo en formular su justificación teórica.40 Contrasta
agudamente con el lúcido y brillante retorno de Engels a la
tradición marxista — así como al apoyo a los marxistas rusos—
cuando años más tarde hubo de discutirse otra vez la misma
cuestión.41 No obstante, acaso pueda llevarnos al segundo
motivo de la creciente preocupación de Marx por el estudio
del comunalismo primitivo: su odio y su desprecio, cada vez
mayores, por la sociedad capitalista. (Digamos de pasada que
la opinión de que Marx perdió parte de su ardor revolucio­
nario juvenil es siempre compartida por quienes desean aban­
donar la práctica revolucionaria marxista, siguiendo inclina­
dos a compartir la teoría.) Parece probable que Marx, que
había; anteriormente saludado la aparición del capitalismo,
con su impacto en occidente, como una fuerza progresiva his­
tóricamente, aunque inhumana, respecto de las anteriores eco­
nomías estancadas, se sintiese cada vez más horrorizado de
esta inhumanidad. Sabemos que fue un admirador de los
valores sociales contenidos en la comunidad primitiva, a pe­
sar de su carácter atrasado. En toda ocasión en que trató este
tema, como en el volumen tercero de El Capital42 y con moti­
vo de las polémicas relativas a Rusia a que nos hemos refe­
rido,43 subrayó cada vez más la viabilidad de la comuna primi­
tiva, su poder de resistencia a la desintegración histórica, e
incluso su capacidad para^ desarrollarse en una forma _más
eleva3a~3e~economía sin des t rucció n p rev ia, si bien esta opi­
nión sólo fue expresada con ocasión de la discusión con los

40. D e una carta a Vera Sasulich, 1881. Hay cuatru borradores de esta
carta, tres de ellos impresos en MEW, X IX , pp. 384-406.
41. Postfacio a «Soziales aus Russland» {MEW, X V III, pp. 663-664).
42. El Capital, III, ed. cit., pp. 365-366.
43. Por ejemplo, cartas a Sasulich, loe. cit., pp. 387, 388, 402, 404.
INTRODUCCIÓN 61

narodniki,44 No podemos entrar aquí en hacer una exposi­


ción adecuada del pensamiento de Marx sobre la evolución
primitiva en general, tal como se halla en El origende la
familia, de Engels/15 y sobre la comunidad agraria en par­
ticular. No obstante, si que son relevantes^dos observacio­
nes generales sobre esta clase de trabajos. En primer lugar,
la sociedad preclasista constituye una época histórica aroH
plía y compleja jpor sí misma, con su propia historia y leyes
de desarrollo y con sus propias' varíedades de organización
social y económica, qiie~ Marx* denomina, en sentido gené­
rico, «formación» o «tipo arcaico» * Parece claro que con
ello incluía las cuatro variedades principales „del.comunalis

44. G. Lichtheim (op. cit., p. 98) tiene razón en llamar la atención


sobre esta hostilidad creciente hacia el capitalismo y de ese cariño por las
comunidades primitivas sobrevivientes, pero se equivoca al decir que el
Marx de 1858 las había contemplado con predisposición totalmente negati­
va. Que el comunismo sería una recreación, a nivel superior, de las virtu­
des sociales del comunalismo primitivo, es una idea que corresponde a los
primeros tiempos del socialismo. Fourier afirmó: «El genio debe descubrir
los caminos que llevan a esa felicidad primitiva y adaptarlos a las condi­
ciones de la moderna industria» (citado en J. Talmon, Political Mesjianism,
Londres, 1960, p. 127). Para conocer las opiniones del primer ídarx, cf. «Das
philosophische Manifest der historischen Rechtsschule»; de 1842 (MEW,
I, p. 78): «Una ficción muy extendida en el siglo x v m veía el estado natural
como el verdadero estado de la naturaleza humana. Los: hombres deseaban
conocer la Idea del Hombre con sus propios ojos, y, por consiguiente,
crearon los "hombres naturales", Papagenos, cuya misma piel emplumada
era expresión de su candor. En las últimas décadas deí siglo x v m se sos­
pechó que los pueblos primitivos poseían la sabiduría original, y se podía
oír a los cazadores de aves imitar por todas partes la canción del troques
o del indio, en la creencia de que de esa forma conseguirían capturar las
aves mismas. Todas esas excentricidades tenían por fundamento la idea, sin
embargo, acertada de que las condiciones groseras son retratos ingenuos, a
la manera holandesa, por así decirlo, de las condiciones verdaderas». Cf. tam­
bién Marx a Engels, 25-111-1868, sobre la contribución de Maurer a Ja
historia ( Correspondencia, pp. 162-163).
45. Era esta una obra que Marx deseó escribir, y para h que preparó
voluminosos apuntes, en los que se basó Engels todo lo posible. Cf. el
prefacio a la primera edición, de 1884 {MEW, X X I, p. '27).;
46. Cartas a Vera Sasulich, loe. cit., passim.
62 E R IC J. H O BSBA W M

mo primitivo, tal como quedan establecidas en las Formen.


Es probable que también considerase incluido el «tipo asiá­
tico», que, como ya hemos visto, es el tipo más primitivo
3e las formaciones socio-económicas desarrolladas, lo cual
explicaría por qué se excluye este modo, al menos en apa­
riencia, del estudio sistemático que del tema se hace por
parte de Engels en el Anti-Dühring y en El origen ¿e la fa­
milia.47 Es posible- que tanto Marx como Engels estuvieran
pensando en algún tipo de etapa histórica intermedia de desin­
tegración comunalj de la cual habrían podido surgir los diver­
sos tipos de clases dominantes.
En segundo lugar, el análisis de la evolución social «ar­
caica» resulta coherente en todo caso con el esbozado en La
ideología alemana_ y en las Formen. Lo que sucede es que
se desarrollan las; ideas esbozadas en estos escritos,48 como
cuando, por ejemplo, se amplían en El origen de la familia,
a la luz de las aportaciones de Morgan, las breves referencias
a la importancia crucial de la reproducción humana (sexual)
y de la familia, o como cuando el sucinto análisis de la propie­
dad privada comunal es completado y modificado, valiéndose
de los trabajos de estudiosos como Kovalevski, quien, a su
vez, hemos de decir, fue influido por Marx, con la exposición
de las etapas de desintegración de la comunidad agraria en
las notas de Sasulich.
Un segundo campo en el que los fundadores del marxis­
mo prosiguieron sus investigaciones en forma especial, fue el

«La esclavitud es la primera forma de explotación, la forma propia


del mundo antiguo; a ella suceden la servidumbre en la Edad Media y el
trabajo asalariado en los tiempos modernos. Son estas las tres grandes for­
mas de dependencia que caracterizan a los tres grandes períodos de civili­
zación» {Origen de la familia, en Obras Escogidas de Marx y Engels, Ed.
Lenguas extranjeras, t. II, p. 342). Según este texto, es evidente que aquí
no se pretende incluir ninguno de los tres tipos del «modo asiático». Este
queda omitido como perteneciente a la prehistoria de la «civilización».
48. Ideología alemana, p. 50.
INTRODUCCIÓN 05

del período feudal. El estudio de este sistema gozó del favor


de Engels, más que de Marx.49 Buena parte de su obra, que
trata de los orígenes del feudalismo, se superpone a los tra­
bajos de Marx sobre las formas comunales primitivas. Sin
embargo, los intereses de Engels parecen haber sido ligera­
mente distintos de los de Marx. Probablemente le preocupó
menos la cuestión de la supervivencia o desintegración de la
comunidad primitiva que el desarrollo y decadencia del feu­
dalismo. Su interés por la dinámica de la agricultura en régi-
men de servidumbre fue superior al de Marx; casi todos los
elementos que poseemos sobre el estudio de esta materia en
los últimos años de la vida de Marx se deben a'Engels, en
cuyo trabajo ocupa un lugar importante todo’ lo relativo a
los elementos políticos y militares. Por último, se concentró
casi exclusivamente en el estudio de la Alemania medieval,
salvo una~cT dos tentativas relativas a Irlanda, país al que es-
tába vinculado personalmente, no habiendo duda de que pres­
tó más atención que Marx a la aparición de las Racionalidades
y siTfuncioñ en ¿1 desarrollo histórico. La explicación de estas
diferencias de interés respecto de estos temas puede deberse
al hecho de que el análisis de Engels es menos general que
el de Marx, motivo al que también se debe el hecho de
que este autor resulte más atrayente y fácil paral quienes sé
inician en el conocimiento del marxismo. Otras de estas dife­
rencias ofrecen, naturalmente, distinta explicación. Sin em­
bargo, aun reconociendo que ambos no eran ihermanos sia­
meses y que, como el mismo Engels reconoció, Marx era el
pensador más profundo de los dos, es preciso:rechazar algu­
nas tendencias modernas dirigidas a enfrentar ai Marx con

49. Anti-Dühring, El origen de la familia, el breve1 ensayo sobre La


Marca y La guerra de los campesinos en Alemania son! las principales obras
publicadas, si bien existen borradores y notas (incompletos, por lo general)
acerca de la historia medieval alemana e irlandesa. Cf. MEW, XVI,
pp. 459-500; X IX , pp. 425-521; X X I, pp. 392-401.
64 E R IC J. HO BSBAW M

Engels, en forma desventajosa para el ultimo, por lo general.


Cuando dos hombres colaboran tan íntimamente como Marx
y Engels durante cuarenta años, sin discrepancias teóricas de
importancia, es de suponer que cada uno sabe muy bien lo que
hay en la cabeza del otro. .Sin duda, si Marx hubiera es­
crito el Anti-Dübnng (publicado durante su vida), este tra­
bajo hubiera ofrecido diferencias y quizá contuviese sugeren­
cias nuevas y profundas. Pero no existe razón alguna para
creer que disintiera de su contenido. Lo que acabamos de
decir es válido también para las obras escritas por Engels
después de la muerte de Marx.
El estudio de Engels sobre el desarrollo feudal (con up
alcance exclusivamente europeo) intenta^olm aFIas diversas
lagunas que quedaron en el trabajo tan global de 1857-1858.
En primer lugar busca establecer una conexión lógica entre
;la decadencia def~tipo antiguo y eT nacimiento~3ér~sistema
¡feudal», no obstante la particularidacTde que este^Ie”estable-
íciese por obra de pueblos bárbaros invasores sobre las ruinas
)de a quél.yEn los tiempos antiguos la ünica^forma de aericuL
tura en gran escala era la de losTatifundíos esclavistasaos
cuaíes7sin embargo7résultaban~antieconómicos, rebasado cier­
to nivel, habiendo de dejar paso, una vez más, a la agricul­
tura ,en pequeña escala, como «única forma provechosa»
{lofanende)?* De donde se deduce que'Ja agricultura antigua
se encontraba ya a la mitad del camino de la medieval^El
cultivo en pequeña escala fue la forma dominante en la agri-
c u ltu r^ e u daTy no interesa, por~~ser «operacionalmeríte» írre-
Jev¡ante, el hecho de que parte del campesinado fuera libre,
mientras otra se hallaba sometida a ciertas obligaciones Hacia
los señores. En las ciudades predominaba el mismo tipÓ de
producción en pequeña escala por parte de_pequeños p rcjpie-
tarios que poseían sus propios medios de producción.*1 Sil
50. El origen de la familia, en MEW, X X I, p. 144.
51. Atili-Diibring, en MEW, X X , pp. 164, 220, 618.
INTRODUCCIÓN1 65

bien en estas circunstancias la pequeña producción era más


económica, el atraso general de este género de ívida en el pri­
mer período del feudalisnlo (predominio del aütoabasteci-
miento local, que sólo periñitía la vénta o utilización de un
excedente marginal) impuso sus limitaciones.! Si: bien hacía
posible que cualquier sistema de señorío (necesariamente ba­
sado en el dominio de extensas heredades o de grupos de los
campesinos que las cultivaban) «diese lugar la la aparición
de grandes terratenientes dominantes y pequeños! campesinos
dependientes», impidió, al propio tiempo, explotar dichas
grandes propiedades, ya fuese con los antiguos procedimien­
tos de la esclavitud, ya por los propios de la moderna agri­
cultura basada en el trabajo servil a gran escala, como quedó
probado con el fracaso de las «villas» imperiales de Cario-
magno. La única excepción fueron los monasterios, «cuerpos
sociales anormales», basados en el celibato, por lo que el
éxito que pudieran obtener ha de ser calificado de excep­
cional.52
Si bien puede pensarse que este análisis subestima un
tanto el papel de la agricultura solariega seglar en gran escala
de la alta Edad Media, resulta ser muy penetrante en lo que
hace a la distinción que establece entre la gran propiedad
como núcleo social, político y fiscal, y como núcleo de pro-
Succión, y en el acento que pone en el predominio ^ e k a g r i
cultura campesina, más que en el de,J¿solariegaren .enfeuda-
Jismo, Sín embargo, no consigue dar una expHcarión a todas
luces satisfactoria del origen del villanaje y del señorío feudal.
La propia explicación de Engels al respecto parece ser social,
política y militar más bien que económica/^Lcampesmado
teutónico^ibre q i ^ ó 3 u jP ° % ecl^Q^ ¿ “ l^s constantes^gue-
rras dada la 'E eb ü ld M 'd il poHeFTeal, tuvo que colocarse

52. El origen de la familia, loe. cit., pp. 148-149.

5. —MARX-HOBSUAWM
66 E R IC J. H OBSBAWM

bajo la protección de los nobles o del clero.53vEn el fondo


estp^eTHeBido £ la incapacidad de una fo rm a je organización
social basada eri el parentesco para administrar y someter las
amplias estructuras políticas creadas a consecuencia de sus
conquistas; así," pues, é s ta s im pilcaron automáticamente el
origen de las clpses y derunTTstado.54 En su mera enunciación
esta mpótesis no resulta..jnuv_ satisfactoria, pero resulta im­
portante su deducción del origen de las clases a partir de las
contradicciones [existentes .en la estructura social (y no sim­
plemente a partir de un determinismo económico esquemáti­
co). Con ello se continúa la línea de pensamiento contenida
en los manuscritos de 1857-1858, por ejemplo, en lo relativo
a la esclavitud.
Una vez mas se hace depender la decadencia del feudalis­
mo del desarrollo délos oficios y el coniercio' y- de la división
y conflicto entrevia ciudad~y~el campo”/Desde el punto de
vÍsta"del'desafK5llcT'ag'tarro7’sé'~expresó en un aumento de la
demanda de bienes de consumo por los señores feudales (ade­
más de armas y equipos) que sólo podían obtenerse median­
te compra.55 Hasta cierto punto — dado el estancamiento del
desarrollo técnico de la agricultura— el aumento del exce­
dente extraído a los campesinos sólo podía ser conseguido
por extensión, es decir, cultivando nuevas tierras o fundan­
do nuevas aldeas. Pero esto requería «un acuerdo amistoso
con los colonos, ya fueran villanos o libres». Por consiguiente,
habida cuenta, asimismo, de que la forma primitiva de-se­
ñorío no contenía incentivo alguno para intensificar la explo­
tación, sino que más bien tendía a disminuir las cargas fijas
que pesaban sobre los campesinos con el transcurso del tiém-

53. Ibid., pp. 146-148.


54. Ibid., pp. 146, 164. La Marca (MEW, X IX , pp. 324-325).
55. La Marca, loe. cit., pp. 326-327. Sobre la necesidad de armas, de
fabricación urbana, cf. el borrador de Engels, Uber den Verfall des Feuda-
lismus und das Aufkommen der Bottrgeoisie (MEW, X X I, p. 392).
INTRODUCCIÓN 67

po, tuvo lugar una tendencia al incremento de las libertades


campesinas, en especial, después del siglo xm . (Una vez más,
Engels, debido a su desconocimiento natural respecto del de­
sarrollo de la agricultura solariega de mercado en la alta Edad
Medía y de la «crisis feudal» que se produjo en el siglo xv,
simplifica demasiado la exposición y la deforma.)
A partir del siglo xv predominó la tendencia opuesta:
los señores volvieron a convertir en siervos a muchos de los
hombres libres, sumando las tierras de estos campesinos a las
suyas propias. Por lo menos en Alemania, este fenómeno no
puede explicarse simplemente por las crecientes exigencias
de los señores, exigencias que ya no era posible satisfacer
sino mediante ventas cada vez mayores de productos de sus
tierras propias, sino por el creciente poder de los príncipes,
que privó a la nobleza de fuentes de ingresos de que gozaba
anteriormente, tales como el robo en los caminos y otras
extorsiones similares.56 De ahí que el fin del feudalismo coin­
cida con el resurgimiento de la agricultura en gran escala
sobre la base de la servidumbre y con la expropiación cam­
pesina correspondiente al crecimiento del capitalismo y deri­
vada de él. «La era capitalista era precedida en el campo por
un período de agricultura en gran escala (landwirtscbaftlichen
Grossbetriebs) sobre la base de los servicios prestados por
siervos.»
Esta descripción de la decadencia del feudalismo n o . es
totalmente satisfactoria, si bien indica un avance importante
respecto del primer análisis marxista del feudalismo, o sea, el
intento de tener en cuenta la dinámica de la agricultura feu­
dal y, en especial, las relaciones entre señores y campesinos
dependientes. Este intento se debe, casi con seguridad, a
Engels, puesto que él es quien, en las cartas que sirvieron
de preparación a su trabajo La Marca, pone un acento par-

56. La Marca, loe. cit., pp. 326-327.


68 E R IC J. H O BSBA W M

ticular en los movimientos de las prestaciones de trabajo,


cuidando de hacer la observación de que Marx estaba equi­
vocado sobre este punto al tratar de él con anterioridad.57
Tomando a I^aurer como base de su trabajo, introduce el
análisis de la historia agraria medieval) que desde entonces
ha demostrado ser excepcionalmente fecundo. Se hace pre­
ciso, no obstante, observar de nuevo que parece ser que este
campo de estudio no mereció excesivo interés para Marx y
Engels. Los escritos en que éste aborda el problema son bre­
ves y superficiales comparados con aquellos en que trata el
origen de la sociedad feudal.58 Apenas se desarrolla el razo­
namiento. No se da una explicación adecuada ni directa de
por qué la agricultura- en~gfafí^escalT, que había sido antleco-
nónficTT^rlñapros de la Edad Media^ volvid_a ser rentable
áb final de la~mÍs~rna7torn ando como base^ la^.exvidiirribre u
otra'form a de explotación. Más sorprendente aún, dado el
vivo interés de Engels por los avances técnicos en la etapa
de transición de la edad antigua a la media, tal como la ar­
queología los ponía de relieve,59 es que^ no se estudien Jos
cambios técnicos introducidos en éTcultivo, aparte de otras
mucKásTagunas.?Tampoco se intenta llevar el anflisís fuera de
la Europa occidental y central, a excepción de una muy suges­
tiva- observación acerca dé l a existencia de la comunidad
agraria primitiva en la forma de villanaje (Hdrigkeit) directo
e indirecto, como en Rusia e Irlanda 60 y una observación
— a modo de avance de la exposición que posteriormente se

57. Engels a Marx, 15-XII-1882; 16-XII-1882 (Correspondencia, ed.


cit., pp. 269-270).
58. La Marca — cuyo objetivo es referirse, sólo de pasada, a los movi­
mientos habidos en la agricultura feudal— fue concebido como un apéndice
de ocho o diez páginas para el Anti-Dübring y el inédito Líber den Verfall,
como prefacio para una nueva edición de La guerra de los campesinos en
Alemania.
59. Cf. Zur Urgeschichie der Deutscben, MEWt X IX , esp. pp. 450-460.
60. Anti-Dübring; notas preparatorias {MEW, X X , pp. 587-588).
INTRODUCCIÓN 69

contendrá en La Marca— de que en los países de Europa


oriental lafsegunda servidumbre^ de jos campesinos fue de^
bida_al desarrollo de un mercado de exportación de produc­
tos agrícolas que creció, par^elam en tea ella 7 \ En términos
geñeralesTnoparece que Engels haya tenido él propósito en
ningún caso de modificar el cuadro general que Marx y él
habían formulado muchos años antes acerca de la transición
del feudalismo al capitalismo.
En los últimos años de su vida, ni Marx ni Engels vol­
vieron a realizar ninguna otra incursión de importancia en la
historia de las «formas que preceden a la capitalista», pese
a los progresos efectuados en el conocimiento del período
posterior al siglo xvi y, en especial, sobre historia contempo­
ránea. Por consiguiente, nos resta por analizar, brevemente,
dos aspectos de sus ideas posteriores en cuanto al problema
de las etapas del desarrollo social. Estos aspectos son: ¿Has­
ta qué punto Marx y Engels conservaron la enumeración de
formaciones históricas, tal como la establecieron en el prefacio
de la Crítica de la economía política? ¿Qué otros factores
generales del desarrollo socio-económico consideraron o vol­
vieron a considerar?
Como ya se ha~visto, Marx y Jingeis se inclinaron en Jos
últimos años de sus vidas a establecer distinc io n e s ^ indicar
variedades o fases de segundo orden, así como formas de tran­
sición den trcTdíTsus cFásIficacíones sdcrare^mas am plíáTyes-
pecfaTn^te_xe^ec_to_cle la^.s^iedad^ñterior a la aparición de
las clases. Pero no se da ningún cambio fundamental en esa
enumeración de formaciones, a no ser que se considere como
tal el paso, más bien formal, del «modo asiático»; al «tipo ar­
caico» de sociedad. No existe, al menos por papte de Marx, in­
clinación alguna a abandonar la consideración del modo asiá­
tico (dándose, por el contrario, una tendencia a dar nuevo61

61. Ibid.. p. 588.


70 ERIC J. HOBSBAWM

vigoí ál modo «eslavónico»), rechazando deliberadamente su


consideración cono sistema feudal de la producción (Polem i­
zando ¿on la opir ión de Kovalevski, según la cual en la India
existían tres de los cuatro rasgos distintivos principales del
feudalismo al modo germano-romano y, por tanto, había que
considerar a la India como feudal, Marx^ indica que «Ko-
v.aleVs^olyidaj entre otras cosas, k servidumbre, que no ofre­
ceim portancia,capital e n k l n d k . (Además, tampoco tiene
importancia el papel individual que como protectores desem­
peñan los señore^Jfeudales, no sólo de los campesinos no li­
bres, Uino respgctp de los qué'gózan de libertad,-... a excepción
de los wakuf, o tierras Íe3ícá3asa Enes religiosos.) Asimismo,
no se halla en la (India la “poesía del suelo” , al igual que en
Roma, j^que es, sin embargo,- típica del feudalismo romano-
germánico (cf. Maurer). E n j u n d i a la tierra no es, en ningún
casoy.npbk-; en disentido de„ser irSpgsiblc -su eñájenación a
quienes no son jdiembros de la clase nobiliaria (roturiers)».62
Engels,; más interesado en las poTibles comBInaciones entre
el sistema señorial y las posibles pervivencias de formas de la
comunidad primitiva, parece menos categórico, si bien excluye
expresamente al Oriente del feudalismo,63 no intentando, como
ya se ha visto, llevar su estudio del feudalismo agrario fuera
de los- límites eujropeos.^Nada permite pensar que Marx y
Engels ¡hayan corjsiderado que la combinación específica del
feudalismo agrario y la ciudad medieval no sea algo exclusi­
vamente peculiar de Europa.
Por otro lado,] varios pasajes de los escritos de sus últimos
años contienen una ekboraciónínteresante deT^oncepto de
"relaciones sociales! de producción) Parece~ser que también aquí
l a iniciativa fue efe EñgeIs7ET22 de diciembre de 1882 escri-

: 62. Citado por Jl S. Gamaiunov, R. A. Ulianovsk!, «La obra del so­


ciólogo ruso M. M. Kpvalevski ... y la crítica de su obra por Carlos Marx»,
X X V Congreso Internacional de Orientalistas, Moscú, 1960, p. 8.
63. Anti-Dühring} loe. cit., p. 164.
INTRODUCCIÓN 71

be a Marx sobre la cuestión de la servidumbre y; probable­


mente a sugerencia de éste: «Es seguro que la servidumbre y
el villanaje no son formas específicamente, feudales-medievales;
surgen en casi todos los puntos en que' los conquistadores han
obligado a los habitantes nativos a cultivar, él suelo para
ellos», Y sobre el trabajo asalariado, añade:64 «Los primeros
capitalistas encontraron ya la forma del trabajo ^asalariado.
Pero lo encontraron como algo subsidiario, excepcional o im­
provisado, o como forma de transición». Esta distinción en­
tre modos de producción caracterizados por determinadas reía-'
clones y las «formas» de tales relaciones, cuya existencia pue­
de darse en im.ajvanedadjdi!períodos o de marcos socto-econó-
micos, se halla implícita en el pensamiento anterior de~Marxj
y a veces explícitamente, como sucede en ;su análisis del dinero
y de las actividades mercantiles. Esta distinción\tiene conside­
rable importancia, puesto que no sólo nos ayuda a descartar
argumentos tan primitivos como los que niegan la novedad del
capitalismo, fundándose en el hecho de que ya existieran los
comerciantes en el antiguo Egipto, o porque los señores feu­
dales pagasen, a veces, con dinero la mano de obra necesaria
para la recogida de la cosecha, sino qué, además j llama la aten-
ción sobre el hecho de que las relaciones sociales”J |S c a s,,n e ­
cesariamente limitadas en número, son «descubiertas» y «re-
descubiertas» por elTiombre en diversas ocasiones, así como
que todos Jos^íodos monetarios 3e_próducción^son. comple­
jos, a excepción, acaso, del capitalismo, asentados en toda
c ía s e le combinaciones 3e ellas.

Finalmente, creemos es de utilidad examin’a r brevemente


la discusión habida entre los marxistas después de la muerte

64. Anti-Dübring, loe. cit., p. 252.


72 E R IC J. H OBSBAWM

de Marx y Engels sobre la principal de las formaciones socio­


económicas. Dicha discusión ha sido poco satisfactoria en nu­
merosos aspectos, si bien presenta la ventaja de considerar
qur los textos de Marx y Engels no contienen la verdad de
una forma definitiva. Dichos textos han sido, en efecto, exten­
samente revisados. Sin embargo, el método seguido para esta
revisión adolece de falta de sistema, y la revisión se ha rea­
lizado, en parte, a un nivel teórico realmente desalentador, y
ha producido, en conjunto, más confusión que claridad sobre
la materia.
En esta discusión se advierten dos tendencias. Una de ellas
significa una notable simplificación del pensamiento de Marx
y Engels, reduciendo la enumeración de formaciones socio-eco­
nómicas a una única sucesión de las diversas formas de socie­
dad humana, desarrollándose a ritmos distintos, pero de modo
que, tarde o temprano, todas llegan a la cima.65 Esta simplifi­
cación puede tener ciertas ventajas, desde el punto de vísta
político, y aun diplomático, puesto que elimina la distinción
entre aquellas sociedades según que han mostrado una tenden­
cia inherente a desarrollarse más o menos rápidamente en el
pasado histórico, y porque no permite base alguna para que
ciertos países afirmen constituir excepción a las leyes genera­
les del desarrollo histórico;66 pero apenas ofrece utilidad cien­

65. «Todos los pueblos recorren, en lincas generales, un mismo’ ca­


m ino... La sociedad a\.mza por una sucesión, sujeta a leyes, de las forma­
ciones económico-sociales», O. Kuusinen, ed., Fundamentáis of Marxism-Le-
nittism, Londres, 1961, p. 155.
66. E l temor de alentar el cxccpcionalismo «asiático» y desanimar una
oposición bastante intensa a la influencia imperialista (occidental) fue un
elemento importante, acaso decisivo, en el abandono del modo «asiático»
de Marx por parte del movimiento comunista internacional después de 1950.
Cf. las discusiones de 1951 en Leningrado, descritas (muy tendenciosamente)
en Asialic despolism, de K. A. Wittfogel, 1957, pp. 402-404. Años antes,
el partido comunista chino había adoptado independientemente la misma
actitud. Para conocer sus puntos de vista, muy normativos y esquemáti­
cos, por otra parte, véase Mao Tse-Tung, SelecJed Works, If f , pp. 74-77.
INTRODUCCIÓN 73

tífica, y significa una desviación respecto del pensamiento de


Marx. Además, tal formulación resulta políticamente innece­
saria, dado que, fuesen cualesquiera las diferencias existentes
en el desarrollo del pasado histórico, el marxismo ha sostenido
firmemente en todo momento la opinión de que todos los pue­
blos, cualesquiera fueran su raza y precedentes históricos, son
igualmente capaces de alcanzar todas las conquistas de la mo­
derna civilización, en cuanto se hallan en condiciones de li­
bertad para proponérselo.
Un enfoque esquemático de esta categoría conduce, tam­
bién, a la búsqueda de las «leyes fundamentales» de cada for­
mación, que explican su paso a' la forma siguiente, más eleva­
da. Mecanismos generales de esta especie habían sido ya suge­
ridos por Marx y Engels, de modo especial en El origen de la
familia, para explicar el paso de la etapa comunal primitiva,
admitida como universal, a la sociedad de clases, así como res­
pecto del desarrollo, muy diferente, del capitalismo. En fecha
reciente se han realizado tentativas análogas al objeto de des­
cubrir «leyes generales» semejantes para el feudalismo67 e,
incluso, para la sociedad esclavista.68 Es opinión común que
estos intentos no han sido acompañados por el éxito, y aun de
que las fórmulas sugeridas al final, en un intento de llegar a
un entendimiento, no parece pasen de ser simples definiciones.
Este fracaso respecto a las tentativas de descubrir «leyes fun­

67. Respecto de las discusiones soviéticas de 3950 y años siguientes,


cf. Voprosi lsiorii, 6 (1953); 2 (1954); 2, 4 y 5 (1955). En cuanto a la
discusión occidental sobre la transición del feudalismo, que en parte toca
también temas semejantes, cf. The transition .frorn feudalistn to capitalism,
por P. M. Sweczy, M. H . Dobb, El. K. Takahashi, R. H. Hilton, C. Hill,
Londres, s. d. [hay trad. cnst.: el volumen; La transición del feudalismo
al capitalismo, Ed. Crítica, Barcelona, 1977, recoge este texto inglés junto
con otros materiales]. También G. Lefebvrc, La Pensée, 65 (1956); G. Pro-
cacci, Societa, 1 (1955).
68. Cf. Gucnther y Schrot, «Problemcs théoríqucs de la société escla*
vagiste», en Recherches Intcrnationales d la Lumierc du Marxiswc, París, 2
(mayo-junio 1957).
74 E R IC J. H O BSBA W M

damentales», aceptables en general, y aplicables al sisteiria


feudal y a‘la sociedad esclavista, no deja de ser por sí mismo
significativo.
La^segunda tendencia es en parte una derivación de, Ja
prim^r^,^sirbiexi^presenta, también en parte, punto.&,de coíi-
flicta. cpn ^ella. Dicha segunda tendencia ba llevado a revisar
formalmente, la relación de formaciones socio-económicas elp
bpr^ja^por Marx^ omitiendo el «modo asiático»,,, limitando él
alcance del «anticuo» y ampliando, en consecuencia, el dél
<<feudaj»._La omisión del modo asiático tuvo lugar, aproxima­
damente, en la década de 1930; no se le menciona ya en
Materialismo dialéctico e histórico, de Stalin (1938), aunque
se sigue utilizando con posterioridad por algunos marxistas, es­
pecialmente de hjtbla inglesa.69 Puesto que para Marx la ca­
racterística consistía en la resistencia a la evolución histórica,
la desaparición de esta forma social da lugar a un esquema más
sencillo, que se presta con mayor facilidad a interpretaciones
universales y esquemáticas. Pero contribuye a eliminar el error
consistente en considerar las sociedades orientales como esen­
cialmente «inmutables» o ahistóricas. Se ha observado que
«lo que Marx afirínó respecto de la India no puede tomarse li­
teralmente», si bien se ha hecho notar asimismo que «la base
teórica (de la historia de la India) sigue siendo marxista».70 La
limitación del modo antiguo no ha originado problemas polí­
ticos í de importancia ni ha reflejado, aparentemente, debate
alguno; La razón-de esto se encuentra en el hecho de que los
investigadores no;han podido encontrar en todas partes la exis­
tencia de una fase esclavista, ni tampoco el modelo simple de
economía esclavista que era habitual pensar (mucho más sen­
cillo que el presentado por Marx), que resultase adecuado, in-.

69. Por ejemplo, en E. M. Namboodiripad, The National Question in


Kerala, Bombay, 1952.
70. D . D . Kosaqibi, An introduction to the study of Indiatt history,
Bombay, 1956, pp. 1Í-12,
INTRODUCCIÓN 75

cluso, para las sociedades de la antigüedad clásica.71 Las expo­


siciones científicas oficiales soviéticas hace tiempo que no se
refieren a una etapa universal de la sociedad esclavista.72
El «feudalismo» ha extendido sus límites, en parte, para
llenar el espacio dejado vacío por estos cambios i (ninguna de
las formas sociales afectadas por ellos podía ser clasificada de
capitalista ni como perteneciente al tipo de sociedadjprimitiva
comunal o «arcaica», como es de recordar tendían ¡a hacerlo
Marx y Engels), y, en parte, a expendas de formas sociales
hasta entonces consideradas como comunales primitivas, así
como de las primeras etapas del desarrollo capitalista. Ahora
resulta evidente que la diferenciación de clases ,en algunas so­
ciedades tiempo atrás designadas laxamente cdmo ¡«tribales»
(en amplias zonas de África, por ejemplo) se habían desarro­
llado considerablemente. En el otro extremo de jla clasificación
se impuso relativamente la tendencia a considerar «feudales»
todas las sociedades, mientras no se produjera una revolución
de tipo burgués, tendencia que se impuso, especialmente, en
Inglaterra.73 Pero el «feudalismo» nc nació simplemente como
categoría residual. Desde muy pronto después de la muerte de
Marx y de Engels, no han dejado de hacerse intentos para des­
cubrir una especie de feudalismo primitivo o protofeudalismo
como la primera forma general de la sociedad ideí clases, si
bien no alcanzase un ámbito completamente universal, socie­
dad que habría surgido de la desintegración del comunalismo

71. Rechercbes Internationales, loe. cit., 1957, para una selección de


estudios.
72. E. Zhukov, «The Períodization o f World History», International
Historical Congress, Estocolmo, 1960: Rapports, I, pp. 74-78, esp. p. 77.
73. Cf. «State and Revolution in Tudor and Stuart England», Com-
munist Review (julio 1948). Esta opinión fue siempre: criticada, especial­
mente por J. J. Kuc2 inski (Gescbichte d. Lage d. Arbeiter unter dem Kapi-
talismus, vol. 22, cap. 1-2).
76 E R IC J. H O B SB A W M

primitivo.74 (Esta transición directa del comunalismo primiti­


vo al feudalismo es una idea que Marx y Engels habían formu­
lado ya.) Se ha sostenido que de este protofeudalismo se ha­
brían desarrollado las otras formaciones, incluso el feudalismo
ya avanzado de tipo europeo (y japonés). Por otro lado, siem­
pre se ha admitido una regresión al feudalismo a partir de
formaciones que, aunque potencialmente menos progresistas,
se hallaban, en realidad, mucho más desarrolladas, como en el
caso del paso del imperio romano a los reinos germánicos,
esencialmente tribales. Owen Lattimore llega, incluso, a «su­
gerir que pensemos experimentalmente en un feudalismo evo­
lucionista y en otro regresivo (o involucionista)» y que debe­
mos tener presente la posibilidad de haberse dado la feudali-
zación de sociedades en esencia tribales, en interacción con
otras más avanzadas.75
Como resultado de todas estas tendencias se ha impuesto
una interpretación muy amplia de la categoría de «feudalis­
mo», que abarcaría continentes y milenios, desde los emiratos
del norte de Nigeria hasta la Francia de 1788 y desde las
formas sociales de los reinos aztecas en vísperas de la conquis­
ta por los españoles hasta la Rusia zarista del siglo xix. En
realidad, pudiera suceder que todas estas formaciones fuera
válido comprenderlas en una categoría general de este tipo,
especialmente a efectos de estudio, siendo, al mismo tiempo,
evidente que el concepto general corre el riesgo de resultar po­
co útil sin ir acompañado de una subclasificación minuciosa
que comprenda otros subtipos y fases históricas individualiza­
das. Se han intentado elaborar otras subclasificaciones, por
ejemplo, incorporando el tipo «semifeudal», pero lo cierto

74. Cf. Bogdanov, Sbort course of cconomic Science, 1897, revisado


en 1919 (Londres, 1927), y en forma más sofisticada, K. A. Wittfogel,
Geschicbtc der bürgerlicbcn Gescllscbajt, Viena, 1924.
75. O. I.attimorc, «Feudalism in History», Past and Present, 12 (1957).
INTRODUCCIÓN 77

es que hasta ahora se ha avanzado poco en el esclarecimiento


marxista del feudalismo.
El intento de combinar las dos tendencias que aquí se han
apuntado ha llegado a producir una o dos dificultades de
carácter incidental. Así, el deseo de encuadrar definitivamen­
te cada forma social o período en un casillero fijo dio lugar
a conflictos de límites, que es lo que sucede siempre cuando
existe el empeño de hacer coincidir conceptos dinámicos con
otros estáticos. Debido a ello se produjeron muchas discusio­
nes sobre la fecha de transición de la esclavitud al feudalismo
en China, ya que «la lucha era muy prolongada, abarcando,
incluso, siglos... En el vasto territorio chino han coexistido
en el tiempo modos de vida social y económica diferentes».76
Una dificultad similar condujo en Occidente a discusiones re­
lativas al carácter de los siglos xiv al xviil.77 Estas discusiones
tuvieron, al menos, el mérito de que con ellas se plantearon
problemas acerca de la confusión y coexistencia de las diferen­
tes «formas» de relaciones sociales de producción, si bien su
interés no alcanza el grado que corresponde a otras discusio­
nes marxistas.78 i
Sin embargo, recientemente, la discusión en el campo mar­
xista ha mostrado una saludable tendencia, en parte bajo el
estímulo aportado por las Formen, a replantear y poner en
tela de juicio algunas de las opiniones que habían' sido acep­
tadas en las últimas décadas, replanteamientó que parece ha­
berse producido simultánea e independientemente en diversos
países, tanto socialistas como no socialistas. En un estudio rea­
lizado recientemente se encuentran aportaciones procedentes
de Francia, República Democrática Alemana, Hungría, Ingla-

76. E. Zhukov, loe. cit., p. 78.


77. The transition from jeudalism to capitalism, loe. cit.
78. Cf. Zur Periodisieruttg des Peudalismus uttd Kapitalismus iti der
Geschichtlichen Entwicklung der U.S.S.K., B erlín,. 1952.
78 E R IC J. H O B SB A W M

térra, India, Japón y Egipto.79 Estos estudios se refieren, en


parte, a los problemas generales de la periodización histórica,
tales como los que figuran en el debate publicado en Marxism
Today (1962), en parte a los problemas de formaciones socio­
económicas preícapitalistas determinadas, y en parte a la
cuestión,! tan debatida, y replanteada de nuevo, sobre el tipo
«asiático».80 Todavía no es tiempo para poder hacer otra cosa
que limitarnos á registrar el hecho de la aparición de estas
discusiones.
Podemos concluir diciendo que el estado actual de la
discusión marxista a este propósito dista de ser satisfactoria.
Ello se debe, enhuena medida, al desarrollo histórico del mo­
vimiento internacional marxista en la generación anterior a la
mitad déla década de 1950, que tuvo una indudable influencia
negativa sobre el nivel de esta discusión, tanto en este como
en otros terrenos. Se simplificó y modificó en parte el enfoque
primitivo de Mapc sobre el problema de la evolución histórica,
habiendo dejado, de utilizarse estudios tan valiosos como las
Formen, en la profundidad o complejidad de sus métodos,
que habrían corregido estas tendencias. La clasificación origi­
nal sobre formaciones socio-económicas hecha por Marx fue
alterada, sin haberse conseguido.todavía otra que la sustituya
satisfactoriamente. Se han descubierto y llenado ciertas. de
las lagunas que ¡presentaba la exposición de Marx y Engels,
que, aunque brillante, no dejaba de ser incompleta y proví-

79. AsiaticuSi «II modo di produzione asiático», Rinascita, Roma


(5 octubre 1963).
80. Recherches Internationales, 37 (mayo-junio 1963), que trata del
feudalismo, contiene algunas contribuciones polémicas pertinentes. Acerca
de la sociedad antigua, c£. los debates entre Welskopf (Die Produktion-
sverhaltnisse im Alten Orient und in der griechischrómischen Antike}- Ber­
lín, 1957), Guentber y Schrot ( Ztschr /. Geschichtswissenschaft, 1957, y
Wissensch. Ztschr. Id. Karl-Marx-Univ., Leipzig, 1963); sobre la sociedad
oriental, F. Tokei, Sur le rnode de prodtiction asiatique, París, Centre d’Étu-
des et Recherches Marxistes. 1964, a cidostil.
INTRODUCCIÓN 79

sional, pero también se han dejado caer en el olvido algunas


de las partes más valiosas de su análisis.
Esto resulta tanto más lamentable cuanto que los últimos
treinta años, aproximadamente, han sido, en muchos aspectos,
un período de grandes éxitos para el enfoque -marxista de la
historia. Y una de las pruebas más convincentes de la supe­
rioridad del método marxista la constituye el |hecho de que,
aun en una etapa en la que se permitió con demasiada frecuen­
cia la osificación del marxismo creador, el materialismo histó­
rico inspiró una gran cantidad de trabajos históricos de valor
e influyó más que nunca sobre los historiadores jno Imarxistas.
Con mayor motivo, pues, ha de afrontarse;hoy él tan necesa­
rio esclarecimiento del punto de vista marxista respecto de la
evolución histórica, y, de modo especial, las etapas principales
de su desarrollo. Un estudio minucioso de las ¡Formen — lo
cual no significa una aceptación automática de todas las con­
clusiones de Marx— no puede sino ayudar en ésta tarea, sien­
do, en realidad, una parte indispensable de la miisma.

(1964)
ERIC J. HOBSBAWM
Introducción
KARL MARX
Formaciones económicas precapitalistas
E l p re se n te te x to de M arx fo r m a p a rte de lo s E le ­
m e n to s fu n d a m en ta le s p a r a la c r ític a de la eco ­
n o m ía p o lític a (G ru n d risse der K r itik d er P o li-
tis c h e n O k on om ie) cu y a ed ición en esp a ñ o l h em o s
publicado ín teg r a . D e le ctu r a s in du da d ifíc il, la s
F o r m a c io n e s ilu m in an lo s p u n to s de v is ta de M arx
r e fe r e n te s a l d esa rro llo econ óm ico de la so cied a d
h u m an a com o to ta lid a d , d esd e el com u n ism o p ri­
m itiv o h a s ta el ca p ita lism o y el so cia lism o , y s o ­
bre el p roblem a de la p eriod ización y lo s e sta d io s
e v o lu tiv o s del d esarrollo econ óm ico. A p a r tir de
la con cep ción fu n d a m en ta l de M arx so b re la p ri­
m a cía del d esarrollo econ óm ico, e s to s p u n to s de
v is ta p ru eb an ser b a sta n te m á s a b ie r to s y m en os
d o g m á tic o s o e ste r e o tip a d o s de lo que a v e c e s fu e ­
ron p resen ta d o s. E l co n ju n to de e s to s m a te r ia le s
prop orcion a n u ev a s fu e n te s de la m a y o r im p or­
ta n c ia p ara to d o s aq u ello s in te r e sa d o s en el d e sa ­
rrollo d el p en sa m ien to m a r x is ta y en el problem a
g e n e ra l de la su c esió n h istó r ic a de la s fo rm a cio n es
eco n ó m ico -so cia les.

■i

&
ISBN 968-23-0051-7

pyp
_ magones
:CONOMICASr
RECAPITAUSTA9

KARL MARX Y
E.HOBSB/W
10a edición
A

CUADERNOS
II DE
PASADO Y
PRESENTE

20
pyp
primera edición, 1971
décima edición, 1982
© ediciones de pasado y presente
impreso y distribuido por siglo xxi editores, s. a.
av. cerro del agua 248-01000 méxico, d. f.
is b n 968-23-0051-6

derechos reservados conforme a la ley


impreso y hecho en méxico./printed and made in mexico
Indice

Eric J. Hobsbawm
Introducción 5

Karl Marx
Formas que preceden a la
producción capitalista 49

Notas 99
Karl Marx
Formas que preceden a la
producción capitalista

;4 4 ,
Si un supuesto del trabajo asalariado y una de las condicio­
nes históricas del capital es el trabajo libre y el cambio de este
trabaje^ Ubre . por dinero a_ fin de reproducid y . . v ^ ^ fil
¿ ñ é ro ^ a fin de ser consumido por el dinero como valor de
uso, no para el disfrute sino como valor de uso para el dinero,
3eTmismo modo, otro supuesto es la separapión.jdel. lrabajo
libre con respecto a la.s condiciones objetivas desu.realización
-con respecto al medio de trabajo y al material de trabajo. Por
lo tanto, ante todo, separación del trabajador con respecto a la
tierra como su laboratorio natural- y, por consiguiente, disolu­
ción dé la pequeña propiedad de la tierra, así como también de
la propiedad colectiva de la tierra basada en la comuna oriental.
Bajo estas dos formas el trabajador se comporta con las condi­
ciones objetivas de su trabajo como con su propiedad: estamos
ante la unidad del trabajo con sus supuestos materiales. En
consecuencia, el trabajador tiene una existencia objetiva, inde­
pendientemente del trabajo. El individuo se comporta consigo
mismo como un propietario, como con ¿quien es! señor de las
condiciones de su realidad. Se comporta del mismo modo con
el otro y, según que este supuesto esté puesto como derivado
de la entidad comunitaria o de las familias individuales que
Constituyen la comunidad, se comporta con los otros como con
có-propietarios, como con tantas otras encarnaciones de la
propiedad común, o como con propietarios autónomos, junto a
los cuales la propiedad común misma, que antes todo lo absor­
bía y dominaba, es puesta como un particular ager publicus®
diferenciado, junto a los muchos propietarios privados de la
tierra. y
En ambas formas, los individuos no se.comportan como
trabajadores sino como propietarios —y miembros de una enti­
dad comunitaria, que' al' mismo''tiempo trabajan. El objetivo de
éste trabajo no es la creación de valor-^ aún cuando es posible
' que se gécúfé ^úsírabájó para..intercambiarlo por productos
del exterior, i.e.b por plusproductos —sino que sq nfqetivo es ftl
mantenimiento del propietario individual v de.su familia así
como de ™íá enficlád comunitaria global. El poner al individuo
como Trabador,'éff éstá~desñüdez, es en sí mismo un producto
histórico. ¡i:
En la primera de estas formas de propiedad de la tierra,*

* Tierra pública.- b Abreviatura de id est, esto es.

51
aparece, ante todo, como primer supuesto una entidad comuni­
taria resultante de un proceso natural. La familia o la familia
devenida tribu, por ampliación o por casamientos cruzados
entre familias, o una combinación de tribus. Dado que se puede
admitir que la vida p a sto ra l, o más en general el n o m a d ism o ,
constituyala primera forma de los modos de existencia, en la
cual la tribu no se instala en una sede determinada sino que
aprovecha para el pastaje lo que va encontrando —pues los
hombres no son por naturaleza sedentarios (para ello deberían
encontrarse en un ámbito natural tan especialmente fértil como
para que se establecieran en él al igual que monos en un árbol;
al no ocurrir esto, [andarán] roaming3 como las bestias salva­
jes)^-, en consecuencia, la e n tid a d c o m u n i t a r i a tr ib a l la entidad
comunitaria natural, no aparece como r e su lta d o sino como
^E ií!^^JÍSjSL M W 5dpiacjún.Jialectixa ^temporariafrfe/ su elo y de
su u tiliza c ió n . Cuando finalmente se instalen, el que'está'colec-
tm aad originaria se modifique en mayor o menor grado depen­
derá tanto de diversas condiciones externas, climáticas, geográfi­
cas, físicas, etc., como de su particular disposición natural, etc.:
de su "carácter tribal. La colectividad tribal resultante de un
proceso natural, o, si se quiere, la horda - la comunidad de
sangre, de idioma, de costumbres, etc.-, es el primer supuesto
de la a p ro p ia c ió n d e las c o n d ic io n e s o b je tiv a s de su vida y de la
actividad de auto reproducción y de objetivación de ésta (activi­
dad como pastores, rajadores, agricultores, etc.) La tierra es el
gran laboratorio, el arsenaf, que proporciona tanto el medio de
trabajo como el material de trabajo, como también la sede, la
buse_ de la entidad comunitaria. [ Los hombres] se comportan
con ella ingenuamente, ¡tratándola] como p r o p ie d a d efe la
e n tid a d c o m u n ita ria , de la entidad comunitaria que se produce
y reproduce a través del trabajo viviente. Cada individuo se
comporta com o p i& p ig ta r io ^ o p o s e e d o r sólo en ta n to miembro,
member, de esta comunidad. La a p ro p ia c ió n real a través del
proceso de trabajo ocurre bajo estos supuestos, los cuales no
son ellos mismos p r o d u c to del trabajo, sino que aparecen como
los supuestos naturales o d iv in o s de éste. Contando siempre con
esta misma relación fundamental.como base, esta forma puede
realizarse de maneras muy diversas. P. ej., de ningún modo está
en contradicción con ella el que, tal como en la mayor parte de
las formas fundamentales asiáticas, la u n id a d o m n ic o m p re n siv a ,
que está por encima de todas estas pequeñas entidades comuni­
tarias, aparezca como el p r o p ie ta r io su p e rio r o como el ú n ico

a Vagabundeando.

52
propietario, de tal modo que las comunidades efectivas sólo
aparezcan como poseedores h ered ita rio s. Dado que la unidad es
el propietario efectivo y el supuesto efectivo de la propiedad
colectiva, ésta misma puede aparecer como algo particular por
encima de las muchas entidades comunitarias particulares y
efectivas y, en consecuencia, el individuo resulta en ellas des­
provisto in fací de propiedad, o la propiedad- i.e. el comporta­
miento del individuo con las condiciones n a tu ra les del trabajo y
de la reproducción como con [condiciones]) que le pertenecen,
objetivas, [que son para él ell cuerpo de su subjetividad pre­
existente como naturaleza inorgánica -aparece mediada para él
por una franquicia que la unidad global— unidad que se realiza
en el déspota como padre de las muchas entidades comunitarias
-[otorga]] al individuo por intermedio de la comunidad parti­
cular. El plusproducto -q u e además se ve determinado legal-
mente como consecuencia de la apropiación efectiva a través
del trabajo -pertenece entonces de por sí a esta unidad supre­
ma. Por lo tanto, en medio del despotismo oriental y de la
carencia de propiedad que parece existir jurídicamente en él,
existe de hecho, como fundamento, esta propiedad comunitaria
o tribal, producto sobre todo de una combinación de manu­
factura y agricultura dentro de la pequeña comunidad, que de
ese modo se vuelve enteramente self-sustaining* y contiene en
sí misma todas las condiciones de la reproducción y de la
plusproducción. Una parte de su plustrabajo pertenece a la
colectividad superior, que en última instancia existe como p e r ­
son a, y este plustrabajo se hace efectivo tanto en tributos, etc.,
como en el trabajo común destinado a exaltar a la unidad, en
parte al déspota real, en parte a la entidad tribal imaginada, ai
dios. Este tipo de propiedad comunitaria, en tanto se realiza
realmente en el trabajo, puede a su vez aparecer [de dos
maneras]]: por un lado, las pequeñas comunidades pueden vege­
tar independientemente una al lado de la otra y en ellas el
individuo trabaja independientemente, con su familia, en el lote
que le ha sido asignado (un trabajo determinado para reservas
c o le c tiv a s, por así decirlo para in su ra n ceb , por un lado, y para
c o ste a r lo s g a sto s d e la e n tid a d c o m u n ita ria en cu a n to tal,
también para la guerra, para el servicio divino, etc.; el domi-
niumc señorial en su sentido más originario se encuentra prime­
ramente aquí, p. ej. en las comunidades eslavas, en las rumanas,
etc. Aquí se da la transición a la prestación personal, etc.), o,
por el otro lado, la unidad puede extenderse hasta incluir

* Autosuficiente.- b Seguro.- c Dominio.

53
también el carácter colectivo del trabajo mismo, lo cual puede
constituir un sistema formalizado como en México, en especial
en Perú, entre los antiguos celtas, algunas tribus de la India.
Además, el carácter colectivo puede estar presente en la tribu
de modo que la unidad esté representada por un jefe de la
familia tribal o como la relación recíproca entre los padres de
familia. Según esto, la entidad comunitaria tendrá una forma
más despótica o más democrática. En consecuencia, las condi­
ciones colectivas de la apropiación real a través del trabajo,! p.
ej.j] acueductos, muy importantes entre los pueblos asiáticos,
medios de comunicación, etc., aparecen como obra de la uni­
dad superior, del gobierno despótico que flota por encima de
las pequeñas comunidades. En estos casos, las ciudades propia­
mente dichas surgen junto a estas aldeas sólo en aquel punto
que es particularmente favorable para el comercio con el exte­
rior o allí donde el gobernante y sus sátrapas intercambian sus
ingresos (plusproducto) por trabajo, gastan esos ingresos como
labour-funds. r?a
La segunda forma - la cual, como la primera ha dado lugar a
modificaciones esenciales, localmente, históricamente, qfc.—,
producto de una vida histórica más dinámica, de los avatáres y
de las modificaciones de las tribus originarias, tiene también
como primer supuesto la entidad comunitaria, pero no como en
el primer caso en tanto sustancia, de la cual los individuos son
meros accidentes o con respecto a la cual sólo constituyen
componentes naturales; tampoco supone la tierra como base,
sino la ciudad como sede ya desarrollada (centro3) como de los
campesinos (propietarios de la tierra). La tierra de cultivo
aparece como territorio de la ciudad, no ya la aldea como mero
accesorio de la ¡Hierra. La tierra en sí —y no importa qué
dificultades ofrezca para su laboreo, para su apropiación real-
no ofrece obstáculos para comportarse con ella como con la
naturaleza inorgánica del individuo vivo, como con su taller,
como con el medio de trabajo, objeto de trabajo y medio de
vida del sujeto. Las dificultades que encuentra la comunidad
sólo pueden provenir de otras comunidades, que ya han ocupado
esa tierra o que molestan a la comunidad en su ocupación. La
guerra es entonces la gran tarea común, el gran trabajo colecti­
vo, necesario para ocupar las condiciones objetivas de la exis­
tencia vital o para proteger y eternizar la ocupación de las
mismas. Por lo tanto, la comunidad compuesta de familias se
organiza en primer término para la guerra -com o organización

En el ms., “Zentrum” (“centro”) sin paréntesis y escrito encima de “Sitz” (“sede”)

54
imitar y guerrera—, y ésta es una de las condiciones de su
como propietaria. La concentración de las viviendas
Z g e iste n c ia
Vn Ia ciudad es base de esta organización guerrera. La naturale-
za de la organización tribal lleva por sí misma a la Iconstitu-
ción 1 de linajes superiores e inferiores, diferenciación ésta que
se ¿desarrolla aún más por la mezcla con tribus sojuzgadas, etc.
La propiedad comunitaria -com o propiedad estatal, ager-publi-
cu s- se ve en este caso separada de la propiedad privada. La
«ropiedad de los individuos no es aquí inmediatamente y de
por sí propiedad comunitaria, como en el primer case», donde,
a su vez, tampoco es propiedad del individuo separado de la
Comunidad, pues éste es más bien su poseedor. Cuanto menor
sea el grado en que la propiedad del individuo requiera de
■hecho una valorización a través del trabajo común —como p. ej.
en el Oriente por los acueductos—, cuanto mayor sea el grado
en que a través de migraciones, a través del movimiento histó­
rico, se haya roto el carácter natural de la tribu, cuanto más se
aleje la tribu de su sede original y ocupe tierra extraña y entre,
por tanto, en condiciones de trabajo esencialmente nuevas, con
un mayor desarrollo de la energía del individuo —su carácter
(Común aparece y debe aparecer hacia afuera sobre todo como
tínidad negativa-, tanto más están dadas las condiciones para 0
que el individuo se convierta en propietario privado del suelo,
de parcelas particulares, cuyo laboreo particular le corresponde
a él y a*su familia. La comunidad -com o Estado- es, por un
lado, la relación recíproca entre estos propietarios iguales y
Abres, su vínculo contra el exterior, y es, al mismo tiempo, su
fpfantía. La naturaleza de la entidad comunitaria se basa aquí
en el hecho de que sus miembros son agricultores de parcelas,
propietarios de la tierra que trabajan, y, en igual medida, la
Éutonomía de éstos resulta de su relación recíproca en tanto
miembros de la comunidad, ffde laj salvaguardia del ager publi-
cus para las necesidades colectivas y para la gloria colectiva,
etc. En este caso, sigue siendo presupuesto para la apropiación
del suelo el ser miembro de la comunidad, pero, en tanto
miembro de la comunidad, el individuo es propietario privado.
Se relaciona con su propiedad en tanto ésta es el suelo, pero, al
■mismo tiempo, en tanto ésta es su ser como miembro de la
/Comunidad, y el mantenimiento de sí mismo como miembro es
igualmente el mantenimiento de la comunidad y a la inversa,
etc. La comunidad, si bien ya es aquí un producto histórico no
sólo de fact sino también como algo reconocido como tal y
tí!

a Caso.

55
que por lo tanto tiene un origen, es supuesto de la propiedad
del suelo - e s decir de la relación del sujeto que trabaja con los
presupuestos naturales del trabajo, fdadosj como algo que le
pertenece—, pero esta pertenencia es mediada por su ser miem­
bro del Estado» por el ser del Estado y, por lo tanto, por un
supuesto que es pensado como divino, etc. Concentración en la
ciudad, con el campo como territorio; economía campesina en
pequeña escala, que trabaja para el consumo inmediato; manu­
factura como actividad doméstica accesoria de las mujeres e
hijas (hilar y tejer) o independizada sólo en algunas ramas
específicas (fabri • etc.). El supuesto de la perduración de estab
organización comunitaria es el mantenimiento de la igualdad
entre sus self-sustaining peasants0 libres y el trabajo propio
como condición para la perduración de su propiedad. Los
I individuos] se comportan con las condiciones del trabajo
como propietarios, pero, en realidad, estas condiciones aún
deben ser puestas constantemente por el trabajo personal como
condiciones y elementos objetivos de la personalidad del indivi­
duo. Por otro lado, la orientación de esta pequeña comunidad
guerrera la empuja más allá de estos límites, etc. (Roma,
Grecia, judíos, etc.). “ Una vez que los augurios” , dice Niebuhr,
“ le aseguraron a Numa la aprobación divina de su elección, la
primera preocupación del piadoso rey no fue el servicio del
templo sino el de los hombres. Dividió las tierras que Rómulo
había ganado en la guerra y había dejado para que fueran
ocupadas: instauró el culto de Terminus. Todos los legisladores
antiguos, y sobre todo Moisés, fundaron el éxito de sus pres­
cripciones en favor de la virtud, la rectitud y las buenas
costumbres sobre la propiedad de la tierra o, por lo menos,
sobre la posesión hereditaria segura de la tierra para el mayor
número posible de ciudadanos” . (Vol. I, 245, 2a. ed., Hist.
R o m )231 El individuo es placed in such conditions of gaining
his life as to make not the acauiring of wealth his object but
self-sustainance, its own reproduction as a member of the
community; the reproduction of himself as propietor of the
parcel of ground and, in that quality, as a member of the
communed. La perduración de la commune es la reproducción

a Artesanos, más en particular artesanos que trabajaban con metales.- b “dieses” ,


en edic. 1939, “des” (“de la”).- c Campesinos autosuflcientes.- d Colocados en
condiciones tales para ganar su vida que su objetivo no es la adquisición de riqueza
sino la subsistencia, su propia reproducción como miembro de la comunidad; su
propia reproducción como propietario de la parcela de tierTa y, en tal carácter, como
miembro de la comuna.

56
(je todos los members de la misma como self-sustaining pea-
sants, cuyo plustrabajo, el trabajo de la guerra, etc., pertenece
igualmente a la commune. La propiedad del propio trabajo es
mediada a través de la propiedad de la condición del trabajo
_de la parcela de tierra, a su vez garantizada a través de la
existencia de la comunidad, y ésta a su vez a través del
plustrabajo bajo la forma de servicio guerrero, etc., de los
miembros de la comunidad. El miembro de la comunidad no se
reproduce a través de la cooperación en el trabajo wealth
producing®, sino a través de la cooperación en el trabajo para
tos intereses colectivos (reales o imaginarios) ligados al manteni­
miento del nexo hacia afuera y hacia adentro. La propiedad es
quintaríab, romana, el propietario privado de la tierra sólo lo es
como romano, pero como romano es propietario privado de la
tierra.
Una [tercera]' forma de la- propiedad de las condiciones
naturales de su trabajo por parte de los individuos que trabajan,
selfsustaining members of the communityd, es la germánica. En
este caso no ocurre como en la forma específicamente oriental,
en el que el miembro de la comunidad es como tal copropieta­
rio de la propiedad colectiva (donde la propiedad sólo existe
como propiedad de la tierra, el miembro individual como tal es
sólo poseedor de una parte específica, hereditaria o no, pues a
k ninguno le pertenece de por sí una fracción de propiedad, sino
1 como miembro inmediato de la comunidad, en tanto está en
J unidad directa con ella y no en tanto se diferencia de ella. En
Consecuencia, este individuo* es sólo poseedor. Sólo existe
propiedad colectiva y únicamente posesión privada. Los modos
de esta posesión en relación con la propiedad colectiva pueden
modificarse por completo histórica o localmente, etc., según
que el trabajo mismo ocurra a cargo del poseedor privado
aislado o, a su vez, esté determinado por la comunidad o por la
unidad situada por encima de las comunidades particulares).
Tampoco ocurre como en la forma griega, romana (en suma, en
la forma antigua clásica), en la cual la tierra es ocupada por la
comunidad y es suelo romano: una parte corresponde a la
comunidad como tal, en tanto diferente de sus miembros, ager

* Productor de riqueza.- b En el texto aparece la palabra “Quiritorium” , que no


está registrada, como palabra latina, peto que probablemente sea un error por
“quiritium” : propio de los ciudadanos romanos, quiritario. Más adelante Marx utiliza
la palabra alemana “quiritarische”.- c “Eine [dritte]” ; en edic. 1939 “Eine [andere]”
(“otra”).- d Miembros autosuficientes de la comunidad.- e “ Dieser Einzelne” ; en
ms., “Diese Einheit” (“esta unidad”).

57
publicus en sus diversas formas; la otra parte es dividida y cada
parcela de tierra es romana en tanto es la propiedad privada, e]
dominio, de un romano, la parte que le pertenece del laborato­
rio, pero, a su vez, él sólo es romano en tanto posee derecho
soberano sobre una parte de la tierra romana.
[[En la antigüedad, el comercio y los oficios urbanos eran
poco apreciados, mientras que la agricultura era altamente res­
petada; en la Edad Media, la evaluación opuesta]l 238 |El
derecho a la u tiliza c ió n de la tierra comunitaria a través de su
p o se sió n le correspondía originariamente a los patricios; éstos
luego se lo otorgaron a sus clientes; la tra n sferen cia en p ro p ie ­
d a d [de tierras]) del ager publicus les correspondió exclusiva­
mente a los plebeyos; todas las asignaciones en favor de los
plebeyos y compensación por una parte de la tierra comunita­
ria. P ro p ie d a d te rrito ria l p r o p ia m e n te dicha, a excepción de la
situada al pie dea los muros de la ciudad, originariamente sólo
en manos de los plebeyos (comunidades rurales luego absorbi­
das)]]239 [[Carácter esencial de la plebe romana como un
conjunto de campesinos, tal como se pone de manifiesto en su
propiedad quintaría. Los antiguos consideraban unánimemente el
trabajo de la tierra como la o c u p a c ió n p r o p ia del hombre libre,
la escuela de los soldados. Allí está contenido el antiguo tronco
de la nación, que se modifica en las ciudades, donde se estable­
cen artesanos y comerciantes extranjeros y donde también
llegan los nativos atraídos por la ganancia. Donde existe escla­
vitud, el liberto busca su subsistencia a través de tales ocupacio­
nes, en las cuales a menudo reúne riquezas: de ta l . modo,
también en la antigüedad estos oficios se encontraban sobre
todo en sus manos y, por consiguiente, no eran decorosos para
el ciudadano; de ahí la opinión de que sería peligroso otorgar a
los artesanos la ciudadanía plena (por regla general, entre los
antiguos griegos estaban excluidos de ella).
OoSeñ étftv 'Poopato; oftne xónr¡\ov dure xctfi&réxvvv $¡ov éxeivb.
Los antiguos no tenían ni siquiera vagamente la idea de la
dignidad de la organización corporativa, tal como ésta aparece
en la historia de las ciudades medievales, e incluso en éstas, en
tanto las corporaciones vencieron a los linajes, el espíritu mili­
tar declinó por completo y, por consiguiente, también el res­
peto por la ciudad fuera de ella y su libertad.]]240 [[Las tribus
de los^estados antiguos estaban constituidas de dos maneras:
. .Kirw'í .
- •‘■U J------------------------------------ ____________________ ■
a “unter den”; en la edic. 1939, “um die" (“ alrededor de”), b A ningún
romano le estaba permitido dedicarse al comercio a l menudeo o ser artesano.

58
-obre la base de linajes o sobre la base de lugares. Las tribus
hasadas en linajes superan en antigüedad a las tribus basadas en
ej lugar y en casi todas partes fueron suplantadas por éstas. Su
forma más estricta, más extrema, es la organización de castas,
separadas las unas de las otras, sin derecho a matrimonio mixto
v enteramente diferenciadas en cuanto a su dignidad, corres?-
poniéndole a cada una un oficio exclusivo e incambiable. Las
tribus locales correspondieron originariamente a una división de
la tierra en distritos y aldeas, de tal triodo que, en el Atica bajo
Clístenes, aquél que en el momento de la división se encontra­
ba en una aldea fue registrado como un demotes* de esa aldea,
miembro de la phyleb de la región a la que pertenecía la aldea.
La regla era que, de ahí en adelante, sus descendientes, sin que
importara ,su lugar de residencia, quedaran en la misma phyle y
el fnismo demos, con lo cual también esta división asumió una
apariencia de agrupación de parentesco241 . El linaje romanoc
no lera u n í parentesco de sangre: al nombre colectivo, Cicerón
agrega como indicación: “descendencia de [hom bresf\ li­
bres”242 - Los sacra* comunes de los gentiles® romanos desapa­
recieron más tarde (ya en tiempos de Cicerón). Lo que se
mantuvo más tiempo fue la herencia f conjunta! de los miem-\
bros$jdel linaje muertos sin deudos y sin testamento. En los
tiempos más antiguos, los miembros de la gens teman la obliga-
ción de ayudar a soportar cargas extraordinarias a aquéllos de
los suyos necesitados de asistencia243 . (Entre los alemanes
|esto se d al desde sus orígenes y en todas partes; máxima
persistencia entre los dithmarsos * 244. Las gentes9, corpora­
ciones245 y En el mundo antiguo no existió ninguna organiza­
ción más general que los linajes246 . Así, entre los galos, los
a ris to c rá tic o s Campbells y sus vasallos constituyen un
clanll247 . Dado que el patricio representa en mayor grado la
entidad comunitaria, él es el possessorn del ager publicus y lo
utiliza por intermedio de sus clientes, etc. (y también se lo va
apropiando gradualmente). La comunidad germana no se con­
centra en la ciudad; la mera concentración —la ciudad como
centro de la vida rural, domicilio de los trabajadores de la tierra
e igualmente centro de la conducción de la guerra— otorga
entonces a la comunidad como tal una existencia externa,

a Miembro de un demos, circunscripción territorial básica.- b Tribu.- c "Das


rómische Geschlechter” ; en edic. 1939, “Diese rómischen Geschlechter” (“estos linajes
romanos”).- ^ Santuarios.- ® Miembros de 2a gens o grupo teóricamente consanguí­
neo que constituía la unidad social básica.- * Habitantes de una zona de Holstein, en
tí actual estado de Schleswig Holstein.- 9 Plural de gens.- ^ Poseedor.

59
diferente de la del individuo. La historia antigua clásica es
historia urbana, pero de ciudades basadas sobre la propiedad de
la tierra y la agricultura; la historia asiática es una especie de
unidad indiferente de ciudad y campo (en este caso las ciuda­
des verdaderamente grandes deben ser consideradas meramente
como campamento señorial, como excrescencia superimpuesta a
la estructura propiamente económica); la Edad Media (época
germana) surge de la tierra como sede de la historia, Ihistoria]]
cuyo desarrollo posterior se convierte luego en una\ontraposi-
ción entre ciudad y campo; la [historial moderna es^urbaniza-
ción del campo, no, como entre los antiguos, ruralización de la
ciudad. \
a!Como resultado de la concentración en la ciudad, la comu­
nidad como tal posee una existencia económica; la mera exis­
tencia de la ciudad como tal es diferente de la mera pluralidad
de casas independientes. En este caso, el todo no consiste eri
sus partes. Es una especie de organismo autónomo. Entre los
germanos, entre quienes los cabeza de familia se establecen en
los bosques, separados por grandes distancias, la comunidad
solamente existe, considerada sólo e x te rn a m e n te , en virtud de
cada acto de reunión de sus miembros, aun cuando su unidad
e x is te n te en s i [misma]] está puesta en la ascendencia, la
lengua, el pasado y la historia comunes, etc. En consecuencia,
la c o m u n id a d aparece como una reu n ió n , no como una unión,
como acuerdo éntre sujetos autónomos que son los propietarios
de la tierra, no como unidad. Por ello la comunidad no existe
in fact como E sta d o , como e n tid a d esta ta l, tal como entre los
antiguos, porque no existe como ciu dad. Para que la comuni- 9
dad adquiera una existencia real, los propietarios libres de la
tierra deben reunirse en asam blea, mientras que en Roma, p.
ej., la comunidad e x iste , fuera de estas asambleas, en la presen­
cia de la c iu d a d m ism a y de los funcionarios'que están a su
frente, etc. Sin duda, se da también entre los germanos el ager
publicus, la tierra comunitaria o tierra del pueblo, diferenciada
de la propiedad del individuo. Se trata de la tierra de caza,
praderas, reservorios de leña, de aquella parte de la tierra que
no puede ser dividida si es que ha de prestar servicios como
medio de producción en esta forma determinada. Sin embargo
este ager p u b lic u s no aparece, como entre los romanos, p. ej.,

a El cuaderno siguiente, que aquí comienza, lleva el encabezamiento: “Cuaderno


V (El capitulo del Capital. Continuación)” . En la hoja liminar del cuaderno dice:
“Cuaderno V, enero 1858. London. (Comenzado el 22 de enero)”.

60
como la existencia económica particular del Estado paralela­
mente a los propietarios privados, de tal modo que estos
propietarios privados son tales en cuanto estaban excluidos,
estaban privados, tal como los plebeyos, Ide laj utilización del
ager publicus. Entre los germanos, el ager publicus aparece, más
bien, sólo como una ampliación de la propiedad privada indivi­
dual y sólo figura como propiedad en tanto posesión común de
una tribu por la cual hay que luchar contra tribus enemigas. La
propiedad del individuo no aparece mediada por la comunidad,
sino que la existencia de la comunidad y de la propiedad
comunitaria aparecen como mediadas, es decir como relación
recíproca de los sujetos autónomos. Au fond,a el todo econó­
mico está contenido en cada casa individual, la cual constituye
para sí un centro autónomo de la producción (manufactura
sólo como ocupación doméstica accesoria de las mujeres, etc.)
En el mundo antiguo, la ciudad con sus tierras colindantes es el
todo económico; (en el mundo germánico, el domicilio indivi­
dual, que sólo aparece como, un punto en la tierra que le
pertenece; no una concentración de muchos propietarios, sino
fuña! familia como unidad autónoma. En la forma asiá­
tica (por lo menos en la predominante), no hay propiedad*
Sino sólo posesión por parte del individuo; la comunidad | es!
propiamente el propietario efectivo —en consecuencia, propie­
dad sólo como propiedad colectiva del suelo. Entre los antiguos
(losxromanos como el ejemplo más clásico, la cosa en la forma
más pura, más delineada), Jse da! la forma contrapuesta*de la
propiedad estatal y la propiedad privada, de tal modo qüe ésta
existe mediada por aquélla o la estatal misma existe en esta
forma doble. Por consiguiente, el propietario privado es al
mismo tiempo ciudadano urbano^) Desde el punto de vista
económico, la ciudadanía estatal se reduce a la forma simple
del campesino habitante de una ciudad. En la forma germánica,
el campesino no es ciudadano, del Estado, es decir, no es
habitante de la ciudad, sino qué' el fundamento es la vivienda
familiar autónoma, aislada, garantizada a través de su asociación
con otras viviendas familiares similares, de la misma tribu, y a
través de su reunión ocasional para la guerra, la religión, la
resolución de problemas legales, [de tareas] tales que afiancen
la seguridad mutua. La propiedad individual de la tierra no
aparece aquí como forma contrapuesta a la propiedad comuni­
taria, ni tampoco como medida a través de ésta, sino a la
éí
___________ __ ________________________________ Qfr
a En fel fondo *

61
inversa. La comunidad sólo existe en la relación recíproca entre
estos propietarios individuales de la tia ra , en cuanto tales. La
propiedad comunitaria en cuanto tal sólo aparece como un
complemento comunitario de las redes de linajes individuales y
de las apropiaciones individuales del suelo. La comunidad no es
la sustancia con respecto a la cual el individuo aparece sólo
como accidente, ni tampoco lo general que, en cuanto tal, sea
una u n id a d e x is te n te como representación y a la vez como
presencia de la ciudad y de sus necesidades urbanas diferencia­
das de las del individuo, o como suelo urbano, en tanto
existencia particular de la ciudad, la diferencia de la existencia
económica particular del miembro de la comunidad. \ Por el
contrario, la comunidad en sí, como comunidad en la lengua,
en la sangre, etc., es algo que, por un lado, constituye un
supuesto del propietario individual, pero, por otro lado, como
existencia sólo se da en su reu n ió n e fe c tiv a para objetivos
comunes y, en la medida en que tiene una existencia econó­
mica particular a través del uso en común de zonas de caza,
praderas, etc., éstas son utilizadas por cada propietario indivi­
dual en cuanto tal, no (como en Roma) en cuanto represen­
tante del Estado; propiedad efectivamente común de los propie­
tarios individuales, no de la asociación de estos propietarios,
que poseería en la ciudad misma una existencia separada de la
de cada uno como I propietario]) individual, «y» >

La cuestión es propiamente la siguiente: en todas estas for­
mas en las que la propiedad de la tierra y la agricultura
constituyen la base del orden económico y, por consiguiente, el
objetivo económico es la producción de valores de uso, la
r e p ro d u c c ió n d e l in d iv id u o en aquellas relaciones determinadas
con su comunidad en las que él constituye la base de ésta, I en
todas estas formas! hay: 1) apropiación de la condición natural
del trabajo —de la tierra como instrumento originario de traba­
jo y a la vez como laboratorio, como reservorio de materias
primas— no a través del trabajo, sino como supuesto del traba­
jo. El individuo se comporta con las condiciones objetivas del
trabajo simplemente como con algo suyo, se comporta con ellas
tratándolas como naturaleza inorgánica de su subjetividad, en la
cual ésta ¿se realiza a sí misma; la principal condición objetiva
del trabajo no se presenta como p r o d u c to del trabajo, sino que
se hace presente como n a tu ra leza ; por un lado, [se d aj el
individuo viviente, por el otro, la tierra como condición obje­
tiva de la reproducción de éste; 2) pero este c o m p o r ta m ie n to
con el suelo, con la tierra, [tratándolo! como propiedad del
individuo que trabaja —el cual, en consecuencia, ya desde un
62
principio no aparece, en esta abstracción, como mero individuo
que trabaja, sino que tiene en la propiedad de la tierra un
m o d o o b je tiv o d e e x isten cia , que constituye un su p u e sto de su
actividad, tal como su piel, sus órganos de los sentidos, a los
que sin duda también reproduce en el proceso vital, y los
desarrolla, etc., pero que, por su lado, constituyen un supuesto
de ese proceso de reproducción—, [este comportamiento] está
k igualmente mediado a través de la existencia natural, en mayor
■ o menor grado desarrollada históricamente y modificada, del
1 individuo como m ie m b r o d e una co m u n id a d , o sea fa través
1 dej su existencia natural como miembro de una tribu, etc. Así
* como un individuo aislado no podría tener lenguaje, tampoco
podría tener propiedad del suelo. Cuanto más, podría nutrirse
de él como sustancia, al igual que los animales. El comporta­
miento respecto a la tierra como propiedad es siempre mediado
por la ocupación, amistosa o violenta, de la tierra por la tribu,
por la comunidad en cualquiera de sus formas en mayor o
menor grado naturales o ya resultado del desarrollo histórico.
En este caso, el individuo nunca puede hacerse presente en la
forma puntual con que aparece en tanto mero trabajador libre.
Si las condiciones objetivas de su trabajo están presupuestas
como pertenecientes a él, también él está presupuesto como
miembro de una comunidad, a través de3 la cual es mediada su
relación con el suelo. Su relación con las condiciones objetivas
del trabajo es mediada por su existencia como miembro de la
comunidad; por otro lado, la existencia efectiva de la comuni­
dad está determinada por la forma determinada de su propie­
dad de las condiciones objetivas del trabajo. Que esta propiedad
mediada por la existencia en la comunidad aparezca como
p r o p ie d a d c o le c tiv a , en la cual el individuo sólo sea poseedor y
no se dé propiedad privada alguna del suelo, o que la propiedad
aparezca en la doble forma de propiedad estatal y privada, la
una junto a la otra, de tal modo que esta última se presente
como puesta por la primera, y, en consecuencia sólo el ciuda­
dano del Estado pueda y deba ser propietario privado, pero,
por otro lado, su propiedad como ciudadano del Estado tenga,
al mismo tiempo, una existencia particular, o que, finalmente,
la propiedad comunal aparezca sólo como ampliación de la
propiedad individual, pero ésta se presente como la base y la
comunidad en general no tenga existencia para sí fuera de la
asamblea de los miembros y de su asociación para objetivos

a “durch” en el ms., “ais” (“como”).

63
comunes, estas diversas formas de comportamiento de los
miembros de la comunidad o tribu con respecto al suelo de la
tribu - la tierra en la cual se ha establecido- dependen en parte
de las condiciones económicas bajo las cuales éste se comporta
con el saielo como propietario, es decir, bajo las cuales se
apropia por el trabajo de los frutos de éste, lo cual, a su vez,
dependerá del clima, de las características físicas del suelo, del
modo físicamente condicionado de su explotación, de su trato
con las tribus enemigas o vecinas y de los cambios producidos
por las migraciones, experiencias históricas, etc. Para que la
comunidad siga existiendo según el modo antiguo, como tal, es
necesaria la reproducción de sus miembros bajo las condiciones
objetivas presupuestas.) La producción misma, el progreso de la
población (la cual® támbién pertenece [al ámbito de2 la pro­
ducción) suprimen gradual y necesariamente estas condiciones;
las destruyen en vez de reproducirlas, etc. y de ese modo se
desintegra la entidad comunitaria junto con las relaciones de
propiedad en que estaba basada. La forma asiática es necesaria­
mente la que se mantiene con mayor persistencia y duración.
Esto está implícito en sus supuestos: que el individuo no llega
a ser independiente de lá comunidad, que [hay un] círculo
self-sustaining de la producción, una unidad de la agricultura y
la manufactura, etc. Si el individuo cambia su relación con la
comunidad, cambia de ese modo a la comunidad y actúa en
forma destructiva sobre ella, así como sobre su supuesto econó­
mico; por otro lado, el cambio de este supuesto económico-
provocado por su propia’ dialéctica, empobrecimiento, etc. En
especial la influencia de la organización guerrera y la conquista,
que en Roma, p. ej., es esencialmente parte de las condiciones
económicas de la comunidad misma, destruye el vínculo real
sobre el cual ésta se basa. En todas estas formas, la rep ro d u c­
ció n de las relaciones p re su p u e sta s entre el individuo y su
comunidad —relaciones en mayor o menor grado naturales o
producto de un proceso histórico, pero tradicionales— y de una
existencia o b je tiv a d e te rm in a d a , para él p r e d e te rm in a d a , tanto
con respecto a las condiciones del trabajo como con respecto
a sus compañeros de trabajo y de tribu, es el fundamento del
desarrollo, que, en consecuencia, es en adelante un desarrollo
lim ita d o , pero que, al traer la superación de los límites, repre­
senta decadencia y ruina. El desarrollo de la esclavitud, la
concentración de la propiedad de la tierra, el intercambio, el

a “diese” ; en edic. 1939, “ dieser” (“el cual”).

64
sistema monetario, la conquista, etc. [actuaron]] así entre los
romanos aún cuando todos estos elementos parecieron compati­
bles con el fundamento y parecieron en parte ampliaciones
inofensivas de éste, en parte excesos derivados de él mismo.
Pueden darse aquí grandes desarrollos dentro de un ámbito
determinado. Los individuos pueden aparecer como grandes.
Pero no hay que pensar aquí en un desarrollo libre y pleno, ni
del individuo, ni de la sociedad, pues tal desarrollo está en
contradicción con la relación originaria.
Nunca encontraremos entre los antiguos una investigación
acerca de cuál forma de la propiedad de la tierra, etc., es la
más productiva, crea la mayor riqueza. La riqueza no aparece
como objetivo de la producción, aunque bien puede Catón
investigar qué cultivo del campo es el más lucrativo248 , o
Bruto prestar su dinero al mejor interés249 , La investigación
versa siempre acerca de cuál modo de propiedad crea los
mejores ciudadanos. La riqueza sólo aparece como fin en sí
mismo entre los pocos pueblos comerciantes -monopolistas del
carrying trade3- que viven en los poros del mundo antiguo, tal
como los judíos en la sociedad medieval. La riqueza es aquí,
por un lado, cosa, algo realizado en cosas, en productos mate­
riales, a los cuales se contrapone el hombre como sujeto; por
otra parte, como valor, es mero control sobre trabajo ajeno,
pero no con el objetivo del dominio sino del goce privado, etc.
En todas [estas! formas se hace presente con la configuración
de cosa, trátese de una cosa o de relaciones entre las cosas, que
reside fuera del individuo y accidentalmente junto a él. Por eso,
la concepción antigua según la cual el hombre, cualquiera sea la
limitada determinación nacional, religiosa o política en que se
presente, aparece siempre, igualmente, como objetivo de la
producción, parece muy excelsa frente al mundo moderno
donde la producción aparece como objetivo del hombre y la
riqueza como objetivo de la producción. Pero, in fact, si se
despoja a la riqueza de su limitada forma burguesa, ¿qué es la
riqueza sino la universalidad de las necesidades, capacidades,
goces, fuerzas productivas, etc., de los individuos, creada en el
intercambio universal? ¿[Oué, sino! el desarrollo pleno del
dominio humano sobre las fuerzas naturales, tanto sobre las de
la así llamada naturaleza como sobre su propia naturaleza?
¿[Qué, sino! la elaboración absoluta de sus disposiciones

a Comercio itinerante, que implica transporte de bienes.

65
creadoras sin otro presupuesto que el desarrollo histórico pre­
vio, que con/ierte en objetivo a esta plenitud total del desarro­
llo, es decir al desarrollo de todas las fuerzas humanas en
cuanto tales, no medidas con un patrón p r e e s ta b le c id o ? ¿ |
Qué, sino una elaboración como resultado de || la cual el || hom­
bre! no se reproduce en su carácter determinado sino que
produce su plenitud total? ¿||Como resultado de [| la cual no
busca permanecer como algo devenido sino que está en el
movimiento absoluto del devenir? En la economía burguesa r-y
en la época de la producción que a ella corresponde- esta
elaboración plena de lo interno, aparece como vaciamiento
pleno, esta objetivación universal, como alienación total, y la
destrucción de todos los objetivos unilaterales determinados,
como sacrificio del objetivo propio frente a un objetivo com­
pletamente externo. Por eso el infantil mundo antiguo aparece,
por un lado, como superior. Por otro lado, lo es en todo
aquello en que se busque configuración cerrada, forma y limi­
tación dada. Es satisfacción desde un punto de vista limitado,
mientras que el |m undo! moderno no satisface o allí donde
aparece satisfecho consigo mismo es vulgar.
Lo que el Sr. Proudhon llama la génesis e x tra e c o n ó m ic a de
la propiedad por propiedad entiende precisamente propie­
dad de la tierra250 - es la relación p reb u rg u esa del individuo
con las condiciones objetivas del trabajo y, sobre todo, con las
-condiciones objetivas del trabajo^ n atu rales, pues en tanto el
sujeto que trabaja !esfl individuo natural, existencia natural,
esta primera condición objetiva de su trabajo aparece como
naturaleza, como tierra, como su cuerpo inorgánico3; él mismo
no es sólo cuerpo orgánico sino también esta naturaleza inorgá­
nica en tanto sujeto. Esta condición no es su producto, sino
algo dado previamente: le está presupuesta como existencia
natural fuera de él. Antes de que analicemos esto más en
detalle, agreguemos que el bueno de Proudhon no sólo podía,
sino que debía, acusar tanto al c a p ita l como al tra b a jo asalaria­
d o -e n tanto formas de propiedad- de provenir de una génesis
ex tra ec o n ó m ic a . Pues la preexistencia de las condiciones objeti­
vas del trabajo como algo separado del trabajador, como capi-

3 “pues en tan to.. . inorgánico” ; la redacción originaria de este párrafo era:


“pues, en tanto el individuo que trabaja era un individuo natural, existencia natural,
la primera condición objetiva de su trabajo aparecen (sic el plural) como aquellas
|[vinculadas]| con la naturaleza, la tierra, su cuerpo inorgánico.. . ” Marx eUminó
luego algunas palabras, sin corregir las restantes.

66
tal, y la preexistencia para el capitalista del trabajador como
desprovisto de propiedad, como trabajador abstracto, el inter­
cambio tal como se da entre valor y trabajo vivo, representan
un p r o c e s o h istó ric o —por más que el capital y el trabajo
asalariado mismo reproduzcan esta relación y la elaboren tanto
en su alcance objetivo como en profundidad—, un proceso
histórico que, como hemos visto, constituye la historia de la
génesis del capital y del trabajo asalariado. En otras palabras: la
g én esis e x tr a e c o n ó m ic a de la propiedad no significa sino la
gén esis h istó rica de la economía burguesa, de las formas de
producción que alcanzan su expresión teórica o ideal a través
de las categorías de la economía política. El hecho de que la f
historia preburguesa, y cada una de sus fases, tenga también su
e c o n o m ía y un fu n d a m e n to e c o n ó m ic o de su movimiento, es
au fond la mera tautología de que la vida del hombre, d’une
maniere ou d’une autre3, descansó desde siempre sobre la
producción social, cuyas relaciones llamamos precisamente rela­
ciones económicas.
Las c o n d ic io n e s origin arias d e la p r o d u c c ió n (o, lo que es lo
mismo, de lab reproducción de un número creciente de perso­
nas a través del proceso natural de ambos sexos, pues esta
reproducción, si bien aparece, por un lado, como apropiación
de los objetos por el sujeto, por el otro aparece igualmente
como conformación de los objetos por un fin subjetivo, como
sujeción de los objetos a ese fin; transformación de estos
objetos en resultados y receptáculos de la actividad subjetiva)
originariamente no pueden s e r ellas m ism a s p ro d u cid a s, no
pueden ser resultados de la producción. Lo que necesita expli­
cación, o es resultado de un proceso histórico, no es la u n id a d
del hombre viviente y actuante, |p o r un lado,l con las condi­
ciones inorgánicas, naturales, de su metabolismo con la natura­
leza, [por el otro,J y, por lo tanto, su apropiación de la
naturaleza, sino la sep a ra ció n entre estas condiciones inorgáni­
cas de la existencia humana y esta existencia activa, una separa-
ción’jque por primera vez es puesta plenamente en la relación
etitre trabajo asalariado y capital. En la relación de esclavitud y
servidumbre esta separación no tiene lugar, sino que una parte
de la sociedad es tratada por la otra precisamente como mera
condición inorgán ica y n a tu ra l de la reproducción de esta otra
parte. El esclavo no está en ninguna relación con las condicio-*

* De uná manera u otra.-1> “der” (“ de la”); en edic. 1939, “die” (“la”).

67
nes objetivas de su trabajo, sino que el tra bajo mismo, tanto en
la forma del esclavo como en la del siervo, es colocado como
c o n d ic ió n inorgán ica de la producción dentro de la serie de los
otros seres naturales, junto al ganado o como accesorio de la
tierra. En otras palabras: las condiciones originarias de la pro­
ducción aparecen como presupuestos naturales, como c o n d ic io ­
n es n a tu ra les d e e x iste n c ia d e l p r o d u c to r , exactamente igual
que su cuerpo viviente, el cual, por más que él lo reproduzca y
desarrolle, originariamente no es puesto por él mismo sino que
aparece como el p r e s u p u e s to de sí mismo; su propia existencia
(corporal) es un supuesto natural, que él no ha puesto. Estas
c o n d ic io n e s n a tu ra les d e e x isten cia , con respecto a las cuales
el se comporta como con un cuerpo inorgánico que le pertene­
ce, son ellas mismas dobles: 1) de naturaleza subjetiva, 2) de
naturaleza objetiva. El productor preexiste como miembro de
una familia, de una tribu, de una tribu en el sentido romano,
etc., que luego a través de la mezcla y de la oposición con
otras toma una configuración históricamente diversa, y como
tal miembro se relaciona con una naturaleza determinada (diga­
mos aquí todavía tierra, suelo) como con la existencia inorgá­
nica de sí mismo, como con una condición de su producción y
reproducción. Como miembro natural de la entidad comunitaria
participa de la propiedad colectiva y tiene una parte particular
en posesión, así como, en tanto ciudadano romano de naci­
miento, tiene un derecho ideal (at leastp al ager publicus y un
derecho real a tal o cual número de juggera*5 de tierra, etc. Su
p ro p ie d a d , es decir la relación con los presupuestos naturales de
su producción como pertenecientes a él, como su yo s, es media­
da a través del hecho de ser él miembro natural de una entidad
comunitaria. (La abstracción de una entidad comunitaria en la
cual los miembros no tienen nada en común, a no ser el
lenguaje, etc. y apenas esto, es manifiestamente el producto de
un estado histórico muy posterior.) En relación con el indivi­
duo es p. ej. claro que él mismo se comporta con respecto a la
lengua como con su p r o p ia lengua sólo en tanto miembro
natural de una comunidad humana. La lengua como producto
de un individuo es un absurdo. Pero en la misma medida lo es
fflal propiedad.
La lengua misma es tanto el producto de una entidad comu­
nitaria, como, desde otro punto de vista, es ella misma la3

3 Por lo menos.- b Medida romana de superficie equivalente a 1/4 de hectárea.

68
existencia de ía entidad comunitaria y la existencia de esa
comunidad en cuanto ella misma hablante. [[La producción
colectiva y la propiedad colectiva, tal como se presenta p. ej
en el Perú, es manifiestamente una forma secundaria, introduci­
da y trasmitida por tribus conquistadoras, que conocieron ellas
mismas la propiedad común y la producción colectiva en la
forma antigua y más simple, tal como aparecen en India y
entre los eslavos. Igualmente, la forma que encontramos entre
los celtas en Gales, p. ej., parece ser una forma transmitida
secundaria, introducida por conquistadores en las tribus con­
quistadas, que se encontraban en un nivel mas bajo, bl perfec­
cionamiento y la elaboración sistemática de este sistema a
partir de un centro supremo muestra un origen posterior. De
igual modo que en Inglaterra el feudalismo importado alcanzo
una forma más acabada que en Francia, donde había surgido
naturalmente.]] [[En tribus pastoras nómades - y todos los
pueblos pastores son originariamente nómades- la tierra, ai
igual que las otras condiciones naturales aparece con un carác­
ter ilimitado elemental, p. ej. en las estepas asiáticas y en las
altas mesetas asiáticas. Se la utiliza para pastaje, etc., es consu­
mida por los rebaños, que a su vez son base de la existencia de
los pueblos pastores. Se comportan con la tierra como con su
propiedad, aún cuando nunca fijan esa propiedad. Lo mismo,
en la tierra de caza de las tribus indias salvajes de America, la
tribu considera a una cierta región como su zona de caza y
refirma esto por la violencia frente a otras tribus o trata de
expulsar a otras tribus de la región que ella misma reclama, en
las tribus pastoras nómades, la comunidad está de hecho siem­
pre reunida, como grupo en movimiento, caravana, horda, y as
formas de super-n y subordinación se desarrollan a partir de las
condiciones de este modo de vida. -En este caso, de lo que ay
apropiación y reproducción es de hecho del rebaño y no de la
tierra, la que, no obstante, es siempre utilizada temporariamen­
te en forma colectiva en los puntos en que se hace alto.]] bl
único límite que puede encontrar la entidad comunitaria en su
comportamiento con las condiciones naturales de la producción
- la tierra- (pasando ya directamente a la consideración de los
pueblos sedentarios) como con condiciones suyas, es otra enti­
dad comunitaria que ya las reclame con su cuerpo inorgánico.
Por eso e¡s la guerra uno de los trabajos más origínanos de
todas estas entidades comunitarias naturales, tanto para la afir­
mación de la propiedad como para la nueva adquisición de esta.
(En verdad podemos aquí contentarnos con hablar de pro­
piedad originaria del suelo, pues entreoíos pueblos pastores la
69
propiedad de productos de la tierra naturalmente existentes
-la s ovejas f.i.a— es al mismo tiempo propiedad de las praderas
que transitan. En general, en la propiedad del suelo está com­
prendida la de los productos orgánicos de éste.) [[Si al hombre '
mismo se lo conquista junto con el suelo, como accesorio
orgánico de éste, se lo conquista entonces como una de las
condiciones de la producción y así surge la esclavitud y servi­
dumbre, que pronto falsifica y modifica la forma originaria de
toda entidad comunitaria y llega a convertirse en base de ésta.
De tal modo, la estructura simple resulta negativamente deter­
minada.]]
P ro p ie d a d no significa entonces originariamente sino el com­
portamiento del hombre con sus condiciones naturales de pro­
ducción como con condiciones pertenecientes a él, suyas, p r e ­
su p u e sta s junto con su p r o p ia e x isten cia ; comportamiento con
ellas como con p r e s u p u e s to s n a tu ra les de sí mismo, que, por
así decirlo, sólo constituyen la prolongación de su cuerpo. No
se trata propiamente de un comportamiento respecto a sus
condiciones de producción, sino que él existe doblemente:
tanto subjetivamente en cuanto él mismo, como objetivamente
en estas condiciones inorgánicas naturales de su existencia. Las
formas de estas c o n d ic io n e s n a tu ra les d e la p r o d u c c ió n son
dobles: 1) su existencia como miembro de una entidad comuni­
taria; en consecuencia, la existencia de esta entidad comunita­
ria, que en su forma originaria es o rg a n iza ció n tribal, organ iza­
ció n trib a l modificada en mayor o menor grado; 2) el compor­
tamiento con el su e lo como con algo que es s u y o por interme­
dio de la entidad comunitaria, como frente a una propiedad
territorial colectiva que, al mismo tiempo, es p o se sió n in d ivi­
d u a l para el individuo o de tal modo que sólo se reparten los
frutos, pero el suelo mismo y su labranza permanecen en
común. Si bien las viviendas, etc., aunque se trate de los carros
de los escitas, siempre aparecen, no obstante, en posesión del
individuo. Una condición natural de producción para el indivi­
duo viviente es su pertenencia a una s o c ie d a d natural, tribu,
etc. Esta es ya condición, p. ej. para su lenguaje, etc. Su propia
existencia productiva se da sólo bajo esa condición Su existen­
cia subjetiva en cuanto tal está condicionada por esa condición,
al igual que lo está por su comportamiento con la tierra como
con su laboratorio. (Por cierto, la propiedad es originariamente
m ó vil, pues el hombre se apropia d’abord de los frutos disponi-

a Abreviatura de “for instance” (“por ejemplo”).

70
bles de la tierra, lo que incluye, entre otras cosas, a los
animales y para él, en especial, los domesticables. Aunque
incluso este estado —caza, pesca, pastoreo, recolección de los
frutos de los árboles, e tc .- supone siempre apropiación de la
tierra, sea para una residencia fija, sea para el roaming, sea para
el pastaje de los animales, etc.)
La p r o p ie d a d significa entonces p e r te n e c e r a una trib u (enti­
dad comunitaria) (tener en ella existencia subjetiva-objetiva) y
por intermedio del comportamiento de esta entidad comunita­
ria frente a la tierra, comportamiento del individuo con la
tierra, con la condición originaria de la producción —pues la
tierra es á la vez material en bruto, instrumento, fruto— como
con presupuestos correspondientes a su invididualidad, modos
de existencia de ésta. R e d u c im o s esta p r o p ie d a d a l co m p o rta r
m ie n to f r e n te a las c o n d ic io n e s d e la p ro d u c c ió n . ¿Por qué no
del consumo, ya que originariamente el producir del individuo
se limita al reproducir su propio cuerpo a través de la apropia­
ción de objetos ya listos, preparados para el consumo por la
naturaleza misma? Incluso allí donde sólo hay que en c o n tra r y
d escu brir, esto ya muy pronto requiere esfuerzo, trabajo - ta l
como'* en la caza, la pesca, el pastoreo— y producción (i.e.
desarrollo) de ciertas «capacidadesvpor Aparte del sujeto. Pero
además, los^estados en que puede tomarse lo existente sin
instrumento alguno (por consiguiente incluso sin productos del
trabajo ya destinados a la producción), sin cambio de forma
(que ya tiene lugar incluso en el pastoreo), etc. deben conside­
rarse como estados que muy pronto desaparecen y que de
ningún modo son normales; tampoco como estados originarios
normales. Por lo demás, las condiciones originarias de la pro­
ducción incluyen por sí mismas materias consumibles directa­
mente, sin trabajo, tales como frutos, animales, etc.; en conse­
cuencia, el fondo de consumo mismo aparece como un compo­
nente del f o n d o orig in a rio d e p ro d u c c ió n . *
La condición fundamental de la propiedad basada en la tribu
(a la que originariamente se reduce la entidad comunitaria)
—ser miembro de la tribu— hace a la tribu extranjera conquista­
da por otra tribu, a la tribu sometida, una tribu sin p r o p ie d a d
y la reduce a f serj una c o n d ic ió n inorgán ica de la reproduc­
ción, con la que la entidad comunitaria se comporta como con
una condición propia. Por ello, esclavitud y servidumbre son
sólo desarrollos posteriores de la propiedad basada en la organi­
zación tribal. Modifican necesariamente todas las formas de
ésta. La forma a la que menos pueden afectar es la forma
asiática. En la unidad self-sustaining de manufactura y’ agricul-
71
tura, en la que se basa esta forma, la conquista no es condición
tan necesaria como allí donde la p r o p ie d a d d e la tierra, la
agricu ltu ra, predomina exclusivamente. Por otro lado, dado que
en esta forma el individuo nunca se convierte en propietario
sino sólo en poseedor, él mismo es au fond la propiedad, el
esclavo de aquello en que se hace presente la unidad de la
comunidad y aquí la esclavitud no elimina las condiciones del
trabajo ni modifica la relación esencial.
Está claro hasta aquí que:
La propiedad, en tanto es sólo el comportamiento consciente
*—y puesto para el individuo por la entidad comunitaria y
proclamado y garantizado como ley— con las condiciones de
producción como con condiciones su y a s y en tanto la existen­
cia del productor aparece como una existencia dentro de las
condiciones objetivas a é l p e r te n e c ie n te s , sólo se efectiviza a
través de la producción misma. La apropiación efectiva no
ocurre primeramente en la relación pensada con estas condicio­
nes, sino en la relación activa, real, el poner efectivo de éstas
como las condiciones de su actividad subjetiva.
Pero, en consecuencia, queda al mismo tiempo claro que
esta s c o n d ic io n e s se m o d ific a n . A través de la caza que las
tribus llevan a cabo, una región llega a convertirse en distrito
de caza, a través de la agricultura, la tierra, el suelo, es puesta
por primera vez como prolongación del cuerpo del individuo.
Después que fue construida la c iu d a d d e R o m a y las tierras
circundantes cultivadas por sus ciudadanos, las condiciones de
la comunidad pasaron a ser otras que las anteriores. El objetivo ®
de todas gestas entidades comunitarias es [su] conservación, es
d e c ir la re p ro d u c c ió n c o m o p r o p ie ta r io s d e lo s In d iv id u o s q u e
la c o m p o n e n , es d e c ir su r e p ro d u c c ió n en e l m ism o m o d o d e
e x iste n c ia ,e l cu a l c o n s titu y e a l m ism o tie m p o e l c o m p o r ta m ie n ­
to d e lo s m ie m b r o s e n tr e s í y p o r c o n sig u ie n te c o n s titu y e la
c o m u n id a d m ism a. P ero, a l m ism o tie m p o , esta re p ro d u c c ió n es
n ecesa ria m en te n u eva p r o d u c c ió n y d e stru c c ió n d e la fo rm a
antigua. Por ejemplo, allí donde cada uno de los Individuos
puede poseer un cierto número de acres de tierra, ya el mero
aumento de la población constituye un impedimento. Para
superarlo se hace necesaria la colonización y ésta hace necesaria
la guerra de conquista. Como resultado, esclavos, etc. También
ampliación del ager publicus p. ej. y patricios, que representan
a la comunidad, etc. De tal modo la conservación de la antigua
comunidad implica la destrucción de las condiciones en las que
se basa, se convierte en su opuesto. Si se pensara que la
productividad pudiera aumentarse dentro del mismo territorio,

72
i;
§ etc. a través del desarrollo de las fuerzas productivas (este
[desarrollo] muestra en la agricultura tradicional una lentitud
Í máxima), esto requeriría nuevos modos, combinaciones del tra­
bajo, gran parte de la jornada dedicada a la agricultura, etc. y
de tal modo se eliminarían a su vez las viejas condiciones
| económicas de la entidad comunitaria. En el acto mismo de la
| reproducción no sólo se modifican las condiciones objetivas, p.
f ej. la aldea se vuelve ciudad, la tierra inculta, campo despejado,
etc., sino que también se modifican los productores, en tanto
despliegan nuevas cualidades, se desarrollan a sí mismos a través
de la producción, se transforman, construyen nuevas fuerzas y
nuevas representaciones, nuevos modos de interrelación, nuevas
i necesidades y nuevo lenguaje. Cuanto más tradicional el modo
de producción mismo —y éste perdura largamente en la agri­
cultura, más largamente aún en la combinación oriental de la
agricultura y la manufactura— es decir, cuanto más permanece
igual a sí mismo el proceso efectivo de la apropiación, tanto
más constantes son las antiguas formas de propiedad y con ello
la entidad comunitaria en general. Donde [se da] ya separación
de los miembros de la comunidad como propietarios privados
con respecto a sí mismos como comunidad urbana y como
I propietarios de territorio urbano, se hacen presentes también
* condiciones a través de las cuales el individuo puede perder su
propiedad, es decir se da la doble relación que lo hace ciudada­
no de igual nivel [que los demás], miembro de la entidad
comunitaria, y lo hace propietario. En la forma oriental esta
pérdida de la propiedad casi no es posible, excepto a través de
influencias completamente exteriores, pues el miembro indivi­
dual de la comunidad nunca entra en una relación libre con
ella, tal que pudiera perder su nexo objetivo, económico, con la
'comunidad. Está definitivamente arraigado. Esto se basa tam­
bién en la unión de manufactura y agricultura, de ciudad (la
aldea) y campo. Entre los antiguos, la manufactura aparece
: como una decadencia (ocupación de los libertini*, clientes,
extranjeros), etc. Este desarrollo del trabajo productivo (separa­
do de la subordinación pura a la agricultura como trabajo
! «doméstico de gente libre, manufactura destinada sólo a la
j agricultura y la guerra o para el servicio divino y manufactura
utilizada por la entidad comunitaria —como construcción de
easas, de calles, de templos), que se desarrolló necesariamente
a través del trato con extranjeros, esclavos, del ansia de inter-
srf*"

a Libertos. ■O s k / l & í ,

73
cambiar el plusproducto, etc., disuelve el modo de producción
sobre el cual está basada la entidad comunitaria y [también]]
por lo tanto el individuo objetivo, esto es, el individuo determi­
nado como romano, griego, etc. De igual modo actúa el inter­
cambio, el endeudamiento, etcétera.
La unidad originaria entre una forma determinada de organi­
zación comunal (tribal) y la correspondiente propiedad sobre la
naturaleza o comportamiento para con las condiciones objetivas
de la producción como con una existencia natural, como con la
existencia objetiva del individuo mediada por la comunidad
—esta unidad, que, por un lado, aparece como la particular
forma de propiedad, tiene su realidad viviente en un modo
determinado de la producción misma, un modo que aparece
tanto como comportamiento de los individuos entre sí cuanto
como comportamiento activo determinado de ellos con la natu­
raleza inorgánica, modo de trabajo determinado (el cual es
siempre trabajo familiar, a menudo trabajo comunitario). Como
primera gran fuerza productiva se presenta la comunidad mis­
ma; según el tipo particular de condiciones de producción (p.
ej. ganadería, agricultura) se desarrollan modos de producción
particulares y fuerzas productivas particulares, tanto subjetivas,
que aparecen como propiedades de los individuos, como obje­
tivas.
Un estadio determinado del desarrollo de las fuerzas produc­
tivas de los sujetos que trabajan, al cual corresponden relacio­
nes determinadas de los mismos entre sí y con la naturaleza: a
eso se reduce en última instancia su entidad comunitaria, así
como la propiedad basada sobre ella. Hasta un cierto punto,
reproducción. Luego se trastrueca en disolución.
Propiedad significa entonces originariamente - y lo mismo en
su forma asiática, eslava, antigua, germánica- comportamiento
del sujeto que trabaja (productor) (o que se reproduce) con
las condiciones de su producción o reproducción como con
algo suyo. Tendrá, en consecuencia, distintas formas según las
condiciones^ de esta producción. La producción misma tiene
como objetivo la reproducción del productor en y con estas
sus condiciones objetivas de existencia. Este comportamiento
como propietarios —no en tanto resultado sino en tanto
presupuesto del trabajo, i. e. de la producción -presupone
una existencia determinada del individuo como miembro de
una entidad comunitaria o tribal (de la cual él mismo es
hasta cierto punto propiedad). La esclavitud, la servidumbre,
etc., donde el trabajador mismo aparece entre las condiciones
naturales de la producción para un tercer individuo o entidad

74
comunitaria (éste n o es p. ej. el caso en la esclavitud general
del Oriente; só lo [lo es] desde el point of view» europeo) y,
en consecuencia, la propiedad no es el comportamiento con
las condiciones objetivas del trabajo por parte del individuo
que trabaja él mismo, es siempre un resultado secundario,
nunca originario, aunque necesario y consecuente, de la
propiedad fundada sobre la entidad comunitaria y sobre el
trabajo en el seno de la entidad comunitaria. Es por cierto
muy fácil imaginarse [un individuo] poderoso, físicamente
superior, que primero captura animales y luego captura hom­
bres, para capturar por medio de ellos más animales, que, en
suma se sirve del hombre como de una condición natural
preexistente de su reproducción al igual que se sirve de cual­
quier otro ser natural (con lo cual su propio trabajo se reduce
al mando, etc.) Pero tal imagen es estúpida —por más correcta
que sea desde el punto de vista de entidades comunitarias o
tribales dadas- porque parte del desarrollo de hombres aisla­
dos. El hombre sólo se aísla6 a través del proceso histórico. •
Aparece originariamente como un se r g en érico , un ser tribal, un
an im al gregario, aún cuando de ninguna forma como un
ftooy n o \iiu io v ce n el sentido político. El intercambio mismo es
un medio fundamental para este aislamiento. Vuelve superfluo
el carácter gregario y lo disuelve. No bien la cosa ha llegado a
tal punto que él como individuo aislado ya se relaciona sólo
consigo mismo, resulta sin embargo que los medios para poner­
se a sí mismo como individuo aislado han llegado a consistir en
su volverse ser general y comunal. En esta entidad comunitaria,
la existencia objetiva del individuo como propietario, digamos
p. ej. como propietario de la tierra, está presupuesta y por
cierto bajo ciertas condiciones que lo encadenan a la entidad
comunitaria o que, más aún, lo convierten en un eslabón de esa
cadena. En la sociedad burguesa, el obrero p. ej. está presente
[de una manera] puramente subjetiva, desprovista de carácter
objetivo, pero la cosa, que se le c o n tra p o n e , ha devenido la
verdadera e n tid a d co m u n ita ria , a la que él trata de devorar y
por la cual es devorado.
Todas las formas (en mayor o menor grado naturales, pero
todas al mismo tiempo resultado también del proceso histó­
rico), en las cuales la entidad comunitaria presupone a los
sujetos en una unidad objetiva determinada con sus condiciones

a Punto de vista.- 6 Aquí se pierde en español la relación entre “der Einzelnc”


(“el individuo”) y “sich vereinzeln” (“aislarse”).- c Animal político.

75
de producción, en las cuales se da una existencia subjetiva
determinada que presupone a la entidad comunitaria misma
como condiciones de producción, necesariamente corresponde
sólo a un desarrollo limitado,; limitado por principio, de las
fuerzas productivas. El desarrollo de las fuerzas productivas
disuelve a esas comunidades y tal disolución es ella misma un
desarrollo de las fuerzas productivas humanas. Se trabaja pri­
mero a partir de un cierto fundamento "«primero natural, luego
supuesto histórico. Pero luego este fundamento o supuesto
mismo es eliminado o puesto como un preaipuesto que ha de
desaparecer y que se ha vuelto demasiado estrecho para el
despliegue de la masa humana en progreso.
En tanto la antigua propiedad territorial reaparece en la
propiedad parcelaria, ella debe ser incluida en la economía
política y nos ocupamos, de ella en el fragmento sobre la
propiedad de la tierra.
. ( y ° lv?r a todo esto más en detalle y con mayor pro­
fundidad. )2S7 J *

Aquello que nos ocupa aquí en primer lugar: el comporta­


miento del trabajo con el capital, o con las condiciones objeti-
^ s, , . trabajo [presentes] como capital, presupone un proceso
histórico, que disuelve las diversas formas en las cuales el
trabajo es propietario o el propietario trabaja. Así, ante todo:
1) disolución del comportamiento para con la tierra ^suelo—
como con una condición natural de la producción, con la cual
el trabajador se comporta como con su propia existencia inor­
gánica, como con el laboratorio de sus fuerzas y el dominio de
su voluntad. Todas las formas en las cuales está presente esta
propiedad suponen una e n tid a d co m u n ita ria , cuyos miembros,
cualesquiera que sean las diferencias formales que puedan exis-
tir entre ellos, como miembros de la misma son p ro p ieta rio s.
a forma originaria de esta propiedad es, en consecuencia, ella
misma p r o p ie d a d c o m ú n in m e d ia ta (fo rm a o rien ta l, modificada
en la eslava, desarrollada hasta su antítesis, pero, no obstante,
aun fundamento oculto, aun cuando antitético, en la propiedad
antigua y germana). 2) D iso lu c ió n d e las rela cio n es en las cuales
el aparece como p r o p ie ta r io d e l in stru m en to . Así como la
arriba citada de la propiedad de la tierra supone una
e n tid a d c o m u n ita ria real, de igual modo, esta propiedad del
instrumento por parte del trabajador supone una forma particu­
lar del desarrollo del trabajo manufacturero como trabajo
artesan al; con esto se conecta el sistema de las corporacio­
nes de oficio, etc. (El sistema manufacturero oriental
antiguo puede ser considerado ya bajo 1). Aquí el trabajo
76
r?
mismo es aún mitad artesanía, mitad fin en sí mismo, etc.
Maestría*. El capitalista mismo, aún maestro. La habilidad
particular para un trabajo también asegura la posesión del
instrumento, etc. Luego, carácter hereditario, en cierta medida,
del modo de trabajo, junto con la organización del trabajo y el
instrumento de trabajo. Organización urbana medieval. El tra­
bajo todavía como algo propio; desarrollo determinado auto-
suficiente de capacidades unilaterales, etc. 3) Implícito en
ambos casos; que el trabajo antes de la producción —en conse­
cuencia durante la producción, a n te s de la finalización de la
misma —tiene en su posesión los medios de consumo necesarios
para vivir como productor. Como propietario de la tierra, él
aparece provisto directamente del fondo de consumo necesario.
Como maestro artesano, lo ha heredado, ganado, ahorrado, y,
como joven artesano, es primero a p ren d iz, caso en el cual aun
no aparece como trabajador propiamente dicho, autónomo,
sino que comparte patriarcalmente el costo con el maestro.
Como oficial (efectivo) hay una cierta comunidad del fondo de
consumo que posee el maestro. Si bien ese fondo no es p r o ­
p ie d a d de los oficiales, no obstante, de acuerdo con las leyes de
la corporación, con sus tradiciones, etc., es por lo menos su
posesión común, etc. (Proseguir con este tema.) 4) Por otro
lado, disolución, igualmente, de las relaciones en las cuales los
trab a ja d o res m ism o s, las ca p a c id a d e s vivas d e tra bajo están aun
in m e d ia ta m e n te incluidas entre las c o n d ic io n e s o b je tiv a s d e
tra bajo y como tales son apropiadas y son por lo tanto esclavos
ti o siervos. Para el capital, pl trabajador no es condición alguna
de la producción, sino que sólo lo es el trabajo. Si él puede
cumplirlo por medio de máquinas, o simplemente por medio
del agua o del aire, tant mieux6. Y el capital no se apropia del
trabajador sino de su trabajo, no inmediatamente, sino media­
do por el intercambio. , .
Estos son, entonces, por un lado, presupuestos historíeos
para que encontremos al trabajador como trabajador libre,
como capacidad de trabajo puramente subjetiva, desprovista
de objetividad, enfrentado a las condiciones objetivas de la
producción como a su no p r o p ie d a d , como a p r o p ie d a d ajena,
como va lo r que es para sí mismo. Pero, por otro lado,
preguntamos: ¿qué condiciones son necesarias para que el
trabajador encuentre frente a sí un ca p ita l?

a No está claro si en el sentido de habilidad o de sistema de maestros o de


ambos a la vez.- b Tanto mejor.

77
I En la fórmula del capital, en la cual el trabajo vivo se
comporta con el material en bruto, tanto como con el instru­
mento, como también con los medios de subsistencia requeri­
dos durante el trabajo tratándolos como no—propiedad, de
manera negativa», d’abord e stá im p líc ita la n o -p ro p ie d a d d e la
tierra, es negado aquel estadonen el cual el individuo que
trabaja se comporta con la tierra como con algo propio, esto
es, que trabaja, que produce, como propietario del suelo. La
propiedad del suelo implica potencialmente tanto la propiedad
del material en bruto como la del instrumento originario, la
tierra misma, como también la de los frutos espontáneos de
ésta. Puesto esto en su forma más originaria, significa compor­
tarse con la tierra como propietario, encontrar en ella material
en bruto como algo disponible, también instrumento y medios
de subsistencia no creados por sel trabajo sino por la tierra
misma. Una vez reproducida esta relación, los instrumentos
secundarios y los frutos de la tierra creados por el trabajo
mismo, aparecen como incluidos en la propiedad de la tierra en
sus formas más primitivas. En consecuencia, en la relación del
trabajador con las condiciones de trabajo en tanto capital, este
estado histórico [es] negado d’abord como comportamiento
que implica una relación más plena de propiedad. Este es el
estado histórico No I, el cual en esta relación es negado o es
presupuesto como históricamente disuelto. Pero, en segundo
lugar, allí donde |se da] la p r o p ie d a d d e l in stru m e n to , o el
comportamiento del trabajador con el instrumento como con
algo propio, allí donde el trabajador trabaja como propietario
del instrumento (lo cual a su vez presupone la subsunción del
instrumento bajo su trabajo individual, es decir que presupone
estadios particulares limitados del desarrollo de la productividad
del trabajo), allí donde está puesta esta forma del trabajador
c o m o p r o p ie ta r io o del p r o p ie ta r io tra b a ja d o r como forma
autónoma junto a la p r o p ie d a d d e la tierra y fuera de ésta
(testo es, donde se da] el desarrollo artesanal y urbano del
trabajo), no como en el primer caso en tanto accidente de la
propiedad de la tierra y subsumida bajo ésta (|[y¡| en conse­
cuencia también el material en bruto y los medios de subsis­
tencia son ahora m e d ia d o s en tanto propiedad del artesano,
mediados por su trabajo artesanal, por su propiedad del instru­
mento),? fallí, entonces,] ya está presupuesto un segundo
estadio histórico junto y a la vez fuera del primero y el

8 El referente de “negativo” está oscuro en el original.

78
primero mismo, a su vez, ya debe aparecer significativamente
modificado a través de la a u to n o m iz a c ió n d e e s te tip o d e
p r o p ie d a d o d e p r o p ie ta r io trabajador. Dado que el instrumento
mismo es ya producto del trabajo y, en consecuencia, el ele­
mento que constituye la propiedad ya es puesto como resul­
tado del trabajo, la entidad comunitaria ya no puede aparecer
aquí en la forma natural, como en el primer caso —la entidad
comunitaria, sobre la que está fundado este tipo de propie­
dad—, sino como entidad comunitaria que ya es ella misma
producida, generada, secundaria, producida» por el trabajo
mismo. Resulta claro que allí donde la propiedad del instru­
mento es el comportamiento con las condiciones de producción,
del trabajo como con una propiedad, el instrumento só lo apare­
ce en el trabajo efectivo c o m o m e d io para el trabajo individual;
el arte de apropiarse efectivamente del instrumento, de mane­
jarlo como medio de trabajo, aparece como una habilidad
particular del trabajador, la cual lo pone como propietario del
instrumento. En suma, el carácter esencial de la organización
corporativa gremial, del trabajo artesanal como sujeto de éste
en tanto» constituyente de propietarios, ha de reducirse al
comportamiento con el instrumento de producción —instru­
mento de trabajo como propiedad— a diferencia del comporta­
miento con la tierra, con el suelo (con la materia prima en
cuanto tal) como con algo propio. El que el comportamiento
con este momento singular de las condiciones de producción
constituya al sujeto trabajador como propietario, que lo haga
un propietario que trabaja, [o seaj este estado histórico Non
-q u e , de acuerdo con su naturaleza, sólo puede existir como
opuesto del primero o, si se quiere, al mismo tiempo como
ampliación del primero modificado— es algo que también es
negado en la primera fórmula del capital. La tercera fo rm a
p o sib le , o sea comportarse como propietario sólo con los
medios de subsistencia, encontrarlos a éstos, dados como condi­
ción natural del sujeto que trabaja, sin comportarse con el
suelo ni con el instrumento ni tampoco con el trabajo mismo
como con algo propio, es su au fond la fórmula de la esclavitud
y servidumbre, que también es negada, que está puesta como
estado históricamente disuelto en la relación del trabajador con
las condiciones de producción como capital. Las formas origina­
rias de la propiedad se reducen necesariamente a la relación con

a “Produziertes” ; en edic. 1939, “schon produziertes” (“producida ya”).- » En


edic. 1939 figuraba una coma que modificaba el sentido de esta frase.

79
los distintos momentos objetivos como propios; constituyen el
fundamento económico de formas distintas de entidades comu­
nitarias y, de igual modo, tienen como supuesto, por su parte,
formas determinadas de entidad comunitaria. (Estás formas
[ son]] esencialmente modificadas al ser colocado el trabajo
entre las c o n d ic io n e s o b je tiv a s d e la p r o d u c c ió n (servidumbre y
esclavitud) con lo cual se modifica y se pierde el carácter
afirmativo simple de todas las formas de propiedad incluibles
en el No I. Todas ellas contienen en sí la esclavitud como
posibilidad y, por ello, como su propia abolición. En lo que se
refiere a la No II, donde el tipo particular del trabajo —la
maestría en tal trabajo y correspondientemente la propiedad
del instrumento de trabajo = propiedad de las condiciones de
producción-, excluye por cierto esclavitud y servidumbre, pero
bajo la forma de la organización de castas puede contener un
desaiTollo análogo negativo.]] [[La tercera forma |la ] de la
propiedad de los medios de subsistencia, —cuando no se reduce
a la esclavitud y la servidumbre— no puede contener [[una]]
relación del individuo q u e trabaja con las condiciones de exis­
tencia; sólo puede, en consecuencia, ser la relación del miembro
de la entidad comunitaria originaria, fundada en la propiedad
de la tierra, pero que ha perdido la propiedad de la tierra y
todavía no ha pasado al tipo II, tal como en el caso de la plebe
romana en la época del panes et circenses» [[La relación del
retainerb con su señor territorial, o la prestación personal, es
esencialmente diferente. Pues au fond, ella representa, sólo un
modo de existencia del propietario mismo de la tierrá, el cual
ya no trabaja, pero cuya propiedad incluye entre las condicio­
nes de la producción a los trabajadores mismos como siervos,
etc. Aquí, la rela ció n señ o ria l como relación esencial de la
apropiación. Con el animal, con el suelo, etc. no puede tener
lugar au fond relación señorial alguna a través de la apropiación
aun cuando el animal pueda servir. La apropiación de una
v o lu n ta d ajena es supuesto de la relación señorial. Por cierto, lo
desprovisto de voluntad, como el animal p. ej., puede entonces
servir, pero no hace a su propietario señor. De lo visto resulta
que la rela ció n señ o ria l y la rela ció n d e s e rv id u m b re corres­
ponden igualmente a esta fórmula de la apropiación de los
instrumentos de producción y constituyen un fermento necesa­
rio del desarrollo y de la decadencia de todas las relaciones de
propiedad y de producción originarias, a la vez que expresan*

* Pan y circo.- D Servidores ligados a la casa del señor.

80
también el carácter limitado de éstas. Sin duda se reproducen
-e n forma mediada- en el capital y, de tal modo, constituyen
también un fermento para su disolución y son emblema del
carácter limitado de éste.]]
t “ La potestad de venderse a sí mismo y a los suyos por
necesidad fue un derecho penoso y general: tuvo vigencia en el
norte así como entre los griegos y en Asia; casi igualmente
difundido estaba el derecho del acreedor a tomar como su
siervo a aquél que se atrasara en el pago y a hacerle pagar hasta
donde pudiera con su trabajo o con la venta de su persona.”
{Niebuhr, I, p. 6 0 0 )]252
[[Niebuhr dice en algún lugar que, para los escritores griegos
que escribían en la época de Augusto, la dificultad y la falsa
comprensión de la relación entre patricios y plebeyos y su
confusión de esta relación con la relación entre patrones y
clientes253 provenía de que ellos “ escribían en una época en la
cual ricos y pobres eran las únicas clases verdaderas de ciuda­
danos, en la cual el menesteroso, por más noble que pudiera ser
su origen, necesitaba un protector y el millonario, aun cuando
fuera un liberto, era buscado como protector. Difícilmente
pudieran ya reconocer siquiera rastros de relaciones hereditarias
de lealtad” . (I, 620)]]254 [[“ Los artesanos se encontraban en
ambas clases” -m etecos y libertos y sus descendientes- “ y el
plebeyo que abandonaba la agricultura pasaba [al tipo de]
ciudadanía a que aquéllos estaban limitados. Ni siquera estaban
privados de pertenecer a los gremios legales y sus corporaciones
eran tan altamente respetadas que su fundación fue atribuida a
(jMuma; eran 9: tocadores de pífano, orfebres, carpinteros, tinto­
reros, talabarteros, curtidores, caldereros, alfareros y la novena
corporación, que reunía al resto de los otros oficios. .J) Algunos
de ellos eran ciudadanos autónomos, isopólitas*, que no depen­
dían de ningún patrón (cuando tal derecho existía), y descen­
dientes de siervos, cuyo lazo se había disuelto a través de la
extinción del linaje de sus patrones: todos ellos eran tan ajenos
a las disputas de los viejos ciudadanos y de la comunidad como
las corporaciones florentinas a las querellas entre linajes, tales
como [las de] los guélfos y gibelinos; probablemente los sier­
vos estuvieran en su totalidad a disposición de los patricios.” (I,
623)]]255
Por un lado se presuponen procesos históricos que han
colocado a una masa de.individuos de una nación, etc., en una
M
a Ciudadanos con iguales derechos.

81
situación que, si bien en un primer momento no es la de
verdaderos trabajadores libres, es, no obstante, la de quienes lo
son bvvápei*, cuya única propiedad es su capacidad de trabajo
y la posibilidad de intercambiarlo por valores preexistentes,
individuos a los que todas las condiciones objetivas de la
producción se les contraponen como propiedad ajena, como su
no-propiedad, pero al mismo tiempo como intercambiables en
cuanto valores y por lo tanto hasta un certain degree» apropia-
bles a través de trabajo vivo. Tales procesos históricos de
disolución implican a la vez la disolución de las relaciones de
servidumbre que fijan al trabajador al suelo y al señor de la
tierra, pero presuponen fácticamente propiedad de medios de
subsistencia por parte del siervo: éste es, en verdad, su proceso
de separación de la tierra, disolución de las relaciones de
propiedad territorial que lo constituían como yeomanc, pe­
queño propietario de la tierra, libre y que trabaja, o como
arrendatario (colonus), como campesino libre*; disolución de
las relaciones de corporación, que presuponen su propiedad del
instrumento de trabajo y el trabajo mismo como habilidad
artesanal determinada, como propiedad (no como fuente de
ésta); igualmente, disolución de las relaciones de clientela en las
diversas formas en que no-propietarios aparecen en el séquito
de su señor como consumidores conjuntos del surplusproduced ,
y que como equivalente llevan la librea de su señor, toman
parte en sus querellas, realizan prestaciones de servicios perso­
nales, imaginarios o reales, etc. Un examen más detallado
mostrará que en todos estos procesos de disolución se disuelven
las relaciones de producción en que predomina el valor de uso,
la producción para el usce inmediato; el valor de cambio y la
producción del mismo tiene comot presupuesto el predominio
por parte de la otra forma: por consiguiente, en todas estas
relaciones predominan* las contribuciones en especie y los
servicios en especie sobre los pagos en dinero y las prestaciones
en dinero. Pero esto sólo lo mencionamos al pasar. Con una
consideración más circunstanciada se encontrará igualmente que
todas las relaciones disueltas sólo eran posibles dado un grado

* La disolución de las form as aún más antiguas de propiedad colectiva


y 'd e com unidad real es algo obvio.

a Potencialmente.- D Cierto grado.- c Campesino inglés, pequeño propietario.-


d Plusproducto.- e “Gebrauch”; en el ms. “Gebrauchswert” (“valor de uso”).-
1 “vorherrschen”; en edic. 1939 “vorherrscht” (“predomina”).

82
determinado de desarrollo de las fuerzas productivas materiales
(y, en consecuencia, también de las espirituales).
Lo que nos interesa aquí en primer lugar es esto: el proceso
de disolución que transforma a una masa de individuos de una
nación, etc., en trabajadores asalariados b v v á p e i (en individuos
obligados al trabajo y a la venta de trabajo sólo a través de su
carencia de propiedad), supone, por el otro lado, no que las
fuentes de ingreso y, en parte, las condiciones de propiedad de
estos individuos existentes hasta ese momento han d esa p a re­
c id o , sino, a la inversa, que s ó lo su utilización ha cambiado,
que la índole de SU;>existencia se ha transformado, que han
pasado a otras manos como f o n d o lib re o también que han
quedado en parte en las m ism a s manos. Pero esto es claro: el
mismo proceso que ha separado a una multitud de individuos
de sus relaciones preexistentes afirmativas - d ’une maniere o
d’une au tre- con las c o n d ic io n e s o b je tiv a s d e l trabajo, proceso
que ha negado estas relaciones y de ese modo ha transformado
a estos individuos en tra b a ja d o res libres, este mismo proceso ha
liberado b v v á p e i a estas c o n d ic io n e s o b je tiv a s d e l trabajo
-suelo, material en bruto, medios de subsistencia, instrumento
de trabajo, dinero o todo esto Jen conjuntoJJ- de su ligazón
v ig en te hasta en to n ces^ con los individuos ahora separados de
ellas. Ellas aún e x iste n bajo otra forma: como f o n d o libre, en
el cual se han extinguido todas las viejas relaciones políticas,
etc., y que aún están contrapuestas a ese individuo desprovisto
de propiedad sólo bajo la forma de valores, de valores con base
firme en sí mismos. El mismo proceso que contrapone la masa,
como trabajadores libres, a las c o n d ic io n e s o b je tiv a s d e p r o d u c ­
ció n , ha contrapuesto estas condiciones, como capital, a los
trabajadores libres. El proceso histórico, consistió en la separa­
ción de elementos hasta entonces ligados: por consiguiente, su
resultado no consiste en que uno de los elementos desaparezca,
sino en que cada uno de ellos aparezca en una relación negativa
con el otro, el trabajador libre (en cuanto posibilidad), por un
lado, el capital (en cuanto posibilidad), por el otro. La separa­
ción con respecto a las condiciones objetivas de las clases que
se ven transformadas en trabajadores libres, debe igualmente
aparecer en el polo contrapuesto como una autonomización de
estas mismas condiciones. . r
Si la relación de capital y trabajo asalariado no es considerada
como la relación ya de por sí determinante y que predomina
sobre el todo de la producción*, sino como una relación que se

* Pues en este caso el capital presupuesto com o condición del trabajo

83
genera históricamente, es decir, si se considera la transforma­
ción originaria de dinero en capital, el proceso de intercambio
entre el capital existente sólo Svváfiei, por un lado, con el
trabajador libre existente sólo Svvánei por el otro, se’impone
naturalmente la simple observación, a la que los economistas
otorgan tanto peso, de que el lado que se presenta como
capital debe estar en posesión de materias primas, instrumentos
de trabajo y medios de subsistencia para que el trabajador
pueda vivir durante la producción, antes de que la producción
llegue a su término. Además, esto provoca la impresión de que
debe haber ocurrido previamente una acumulación -u n a acu­
mulación previa al trabajo y no surgida de éste— por parte del
capitalista, la cual lo capacita para poner a trabajar a los
obreros y para mantenerlos efectivamente, para mantenerlos
como capacidad viviente de trabajo* . Este acto del capital no
puesto por el trabajo e independiente de él es trasladado luego
desde esa historia de su génesis hasta "el presente, se los trans­
forma en un momento de su realidad y su efectividad, en un
momento de su autoformación. Luego, se deriva finalmente de
allí el derecho del capital a los frutos del trabajo ajeno o, más
bien, se deriva su modo de adquisición a partir de las leyes
simples y “justas” del intercambio de equivalentes.
La riqueza existente bajo la forma de dinero sólo puede
cambiarse por las condiciones objetivas del trabajo porque y
cuando éstas están separadas del trabajo mismo. Hemos visto
que en parte se puede acumular dinero a través del puro y
simple camino del intercambio de equivalentes.' sin embargo,
esto constituye una fuente tan poco significativa que, desde un

asalariado es pro d u cto del trabajo asalariado m ismo y, com o condición de


éste, se presupone a sí mismo, es creado po r el trabajo com o presupuesto
para el trabajo mismo.
* N o bien el capital y el trabajo asalariado so n puestos com o
p resupuesto de sí mism os, com o base presupuesta de la producción
mism a, la cosa se presenta en un principio así: que el capitalista crea los
m edios necesarios de subsistencia adem ás del fondo de m aterial en b ru to
y m edios de trabajo necesarios para que el trabajador se reproduzca, o
sea, realiza el t r a b a j o n e c e s a r i o , posee un fondo de m aterial en b ru to e
in stru m en tos de trabajo en los cuales el trabajador efectiviza su plustra-
bajo, esto es, el beneficio del capitalista. Un análisis más p ro fu n d o pone
de relieve que el trabajador crea constantem ente un doble fo n d o para el
capitalista o que bajo la form a del capital crea un doble fondo, del cual
un a p arte satisface de co n tin u o las condiciones de su propia existencia y
la o tra las condiciones de existencia del capital. Com o hem os visto, en el
pluscapital —y pluscapital en relación con su relación antediluviana con el

84
f punto de vista histórico, si se presupone que el dinero se ha
■ ganado a través del intercambio de trabajo propio, ni siquiera
merece ser mencionada. Esto ocurre más bien a través de la
usura —en particular ejercitada también con respecto a la pro­
piedad de la tierra- y a través de un patrimonio móvil acumu­
lado mediante las ganancias comerciales, patrimonio-dinero que
se transforma en capital en sentido estricto, en capital indus­
trial. Más adelante tendremos oportunidad de hablar más larga­
mente de ambas formas, en tanto ellas no aparecen como
formas propiamente dichas del capital, sino como formas más
i tempranas de patrimonio, como supuestos para el capital.
I; Tal como hemos visto, está presente en el concepto del
capital, en su génesis, el que surja del dinero y, por lo tanto,
del patrimonio que existe bajo la forma de dinero. Está allí
igualmente presente el que suija de la circulación, que aparezca
como producto de la circulación. La formación del capital no
proviene de la propiedad de la tierra (aquí [puede surgir! sobre
todo del arrendatario en tanto éste es comerciante en produc-
# tos agrícolas); tampoco de la corporación (aunque en este
último punto [hay] una posibilidad), sino del patrimonio mer­
cantil y usurario. Pero sólo encuentra las condiciones para
comprar trabajo libre una vez que éste es separado de sus
í condiciones objetivas de existencia por el proceso histórico.
I Sólo entonces encuentra también la posibilidad de comprar
estas condiciones mismas. Bajo las condiciones de organización
corporativa, p. ej., el mero dinero, que no es él mismo corpora-
| tivo, que es de los maestros, no puede comprar telares para
‘ hacerlos trabajar, está prescripto cuántos puede trabajar un
maestro, etc. En suma, el instrumento mismo está aún tan
adherido al trabajo vivo mismo, aparece como su dominio hasta
tal punto, que verdaderamente no circula. Lo que capacita al
patrimonio-dinero para devenir capital es la presencia, por un
lado de los trabajadores libres; segundo, la presencia como igual­
mente libres y vendibles de los medios de subsistencia y mate­
riales, etc., que antes eran d’une maniere ou d’une autre pro­
piedad de las masas, que ahora han quedado desprovistas de lo
objetivo. Pero, en este período previo o primer período del
capital, la otra condición del trabajo —una cierta habilidad,
instrumento como medio de trabajo, etc.— está ya presente
para ese patrimonio, en parte como resultado de la organiza-

tr a b a jo - está to d o el capital real, actual, y to d o elem ento del m ism o es


uniform em ente t r a b a j o a j e n o objetivado y apropiado p o r el capital, a p r o ­
p i a d o sin intercam bio, sin entrega de equivalente para él.

85
ción corporativa urbana, en parte como resultado de la indus­
tria doméstica o ligada a la agricultura como actividad acceso­
ria. El proceso histórico no es el resultado del capital, sino el
presupuesto del mismo. A través de este proceso, el capitalista
se inserta como intermediario (histórico) entre la propiedad de
la tierra, o entre la propiedad en general, y el trabajo. La
historia nada sabe de las ilusiones sentimentales según las cuales
el capitalista y el trabajador establecen una asociación, etc.: de
ello no se encuentra rastro alguno en el desarrollo del capital
como concepto. Esporádicamente puede desarrollarse local­
mente la m a n u fa c tu ra en un marco que corresponda aun a un
período completamente distinto, como p. ej. en las ciudades
italianas, ju n to a las corporaciones. Pero como forma generali­
zada, predominante, de una época, las condiciones para el
capital deben estar desarrolladas no sólo localmente, sino en
gran escala. (No se opone a esto el hecho de que al ocurrir la
disolución de las corporaciones, algunos maestros se transfor­
men en capitalistas industriales; no obstante, el caso es raro y
lo es de acuerdo con la naturaleza de la cosa. En conjunto, la
organización corporativa se arruina, el maestro y el oficial se
arruinan, allí donde surge el capitalista y el obrero.)
Es obvio —y esto se ve *examinando más circunstanciada­
mente las épocas históricas de que aquí se habla- que, en
efecto, la é p o c a d e la d iso lu c ió n de loso modos previos de
producción y de los modos previos de comportamiento del
trabajador con las condiciones objetivas del trabajo es al
m ism o tie m p o una é p o c a en la que, por un lado, el p a tri­
m o n io -d in e ro se ha desarrollado hasta alcanzar una cierta
amplitud y que, por otro lado, éste crece y se extiende en
virtud de las mismas circunstancias que aceleran esa disolu­
ción. El mismo es también uno de los agentes de esa
disolución, así como esa disolución es una condición de la
transformación de ese patrimonio en capital. Pero la mera
existencia del patrimonio-dinero, e incluso el que éste gane
por su parte una especie de supremacy», no basta de nin­
gún modo para que esa d iso lu c ió n resulte en capital. Si no,
la antigua Roma, Bizancio, etc., hubieran concluido su
historia con trabajo libre y capital o, más bien, hubieran
comenzado una nueva historia. También allí la disolución de
las viejas relaciones de propiedad estaba ligada con el des­
arrollo del patrimonio-dinero -d e l comercio, etc. Pero en
vez de conducir a la industria, esta disolución condujo in
a Supremacía.

86
facto al predominio del campo sobre la ciudad. La fo rm a
originaria d e l c a p ita l no ocurre, como se piensa, porque el
capital a cu m u le medios de subsistencia e instrumentos de
trabajo y materias primas o, en suma, porque acumule las
condiciones o b je tiv a s de la producción separadas del suelo y
ya fundidas con el trabajo humano? El capital no crea las
condiciones objetivas del trabajo. Sino que su fo rm a c ió n origi­
naria ocurre simplemente en tanto, a través del proceso histó­
rico de disolución del antiguo modo de producción, el valor
existente como p a trim o n io -d in e ro adquiere, por un lado, la
capacidad de c o m p ra r las condiciones objetivas del trabajo, por
el otro, la de cambiarles a los trabajadores liberados el trabajo
vivo por dinero. Todos estos momentos se dan, su diferencia­
ción misma es un proceso histórico, un proceso de disolución y
es é s te el que hace al dinero capaz de transformarse en capital.
El dinero mismo, en tanto participa activamente en este pro­
ceso histórico, sólo es activo en cuanto él mismo interviene
como un medio de separación extremadamente enérgico y en
cuanto colabora en la producción de los tra b a ja d o res libres
desprovistos de lo objetivo, d e sp o ja d o s, pero, seguramente, no
porque crea para ellos las condiciones objetivas de su existen­
cia, sino porque ayuda a acelerar su separación de éstas -s u
carencia de propiedad. Cuando, p. ej., los grandes propietarios
territoriales ingleses licenciaron a sus retainers, que consumían
junto con ellos el surplusproduce de la tierra, y, además, sus
arrendatarios expulsaron a sus pequeños campesinos sin tierra,
etc., arrojaron así, en primer lugar, una masa de fuerzas de
trabajo al m e rc a d o d e trabajo, una masa que era libre en un
doble sentido, libre de las antiguas relaciones de clientela o de¡
servidumbre y de las relaciones de prestación y, en segundo*

* Resulta claro a prim era vista qué círculo absurdo se daría si, p o r un
lado los t r a b a j a d o r e s que el capital debe p oner en acción para ponerse a
sí mismo com o capital debieran prim ero ser c r e a d o s , debieran ser llam a­
dos a la vida, a través de la acum ulación del c a p i t a l , debieran esperar de
éste su ¡ que el trabajo sea! , m ientras, po r otra parte, el capital m ism o no
fuera capaz de a c u m u l a r s e sin trabajo ajeno; lo m áxim o que p o d ría hacer
sería acum ular s u p r o p i o t r a b a j o , es decir, existir entonces él mismo com o
n o - c a p i t a l y n o - d i n e r o , pues el trabajo antes de la existencia del capital
sólo puede valorizarse a sí mismo en form as tales com o la del trabajo
artesanal, la agricultura en pequeña escala, etc., en sum a, sólo en form as
que n o perm iten a c u m u l a r o sólo lo pem u ten • en escasa m edida, en
form as que sólo dejan un pequeño surplusproduce, al cual c o n s u m e n en
su m ayor parte. Finalm ente tendrem os que investigar m ás detenidam ente
esta imagen de la a c u m u l a c i ó n .

87
lugar, libre de toda posesión y de toda forma de existencia
como cosa, de toda forma de existencia objetiva, libre de toda
propiedad, a la que se le presentaba como única fuente de
recursos la venta de su capacidad de trabajo o la mendicidad, el
vagabundeo y el robo. Está históricamente comprobado que esa
masa intentó al principio esto último, pero que fue empujada
fuera de esa vía y hacia el estrecho camino por medio de la
horca, la picota, el látigo —de tal modo que los gobiernos f.i.
Henry VII, VIII, etc. aparecen como condiciones del proceso
histórico de disolución y como creadores de las condiciones
para la existencia del capital256 . Por otro lado, los medios de
subsistencia, etc., que los propietarios de la tierra antes consu­
mían junto con los retainers, estuvieron ahora a disposición del
dinero que quisiera comprarlos para comprar trabajo through
their instrumentality». El dinero no había creado estos medios
de subsistencia, ni los había acumulado: tales medios estaban
allí, eran consumidos y reproducidos antes de que se los consu­
miera y reprodujera por intermedio del dinero. Lo que había
cambiado no era otra cosa que el hecho de que ahora estos
medios de subsistencia eran arrojados al mercado de cambio,
eran separados de su conexión inmediata con las bocas de los
retainers, etc., y eran transformados de valores de uso en
valores de cambio, por lo cual caían bajo la supremacía del
patrimonio-dinero. Lo mismo ocurrió con los instrumentos de
trabajo. El patrimonio-dinero no descubrió ni fabricó la rueda
de hilar ni el telar. Pero, separados de sub tierra, los hilanderos
y tejedores con sus telares y ruedas cayeron bajo el imperio del
patrimonio-dinero, etc. Lo propio del capital no es otra cosa
que el acoplamiento de las masas de manos e instrumentos que
él encuentra preexistentes. Los aglomera bajo su imperio. Esa
es su verdadera acumulación: la acumulación de trabajadores en
ficiertos] puntos junto con sus instrumentos. De esto hemos de
tratar mas detenidamente al ocuparnos de la llamada acumula­
ción del capital. El patrimonio-dinero —como patrimonio mer­
cantil— ayudó sin duda a acelerar y disolver las antiguas rela-
cines de producción y le hizo posible al propietario de la tierra
p. ej., tal como tan bien lo mostró Adam Smith257 , cambiar
sus cereales, ganados, etc., por valores de uso traídos del extran­
jero en vez de derrochar con retainers los valores de uso
producidos por él mismo y de encontrar0 en su mayor parte su
riqueza en la masa de retainers que consumían junto con él. Le
--------------------------------------— -—.................... .......................
* Por su intermedio.- 5 l-n el ms. figura otro pronombre posesivo.- '"linden”
Su significado es “encontrar”, que aquí no resulta muy claro.-

88
* ¿jo una mayor significación al valor de cambio del ingreso del
propietario de la tierra. Esto tuvo también lugar en lo que toca

¡
a sus arrendatarios, los cuales ya eran medio-capitalistas, pero
lo eran, no obstante, de una manera aún muy cubierta de
ornamentos. El desarrollo del valor de cambio -m erced al
d in e ro existente bajo la forma de una capa social de merca­
deres— disuelve la producción más orientada hacia el valor de
uso inmediato y las formas de propiedad a ella correspon­
dientes -relaciones del trabajo con respecto a sus condiciones
objetivas— y empuja así a la creación del m e rc a d o d e trabajo
(que no debe confundirse con el mercado de esclavos).
Sin embargo, incluso esta acción del dinero sólo era posible
bajo el supuesto, de la a c tiv id a d artesa n a l urbana, la cual no

I
estaba basada sobre el capital y el trabajo asalariado, sino sobre
la organización del trabajo en corporaciones, etc. El trabajo
urbano mismo había« creado medios de producción, para los
cuales las corporaciones eran tan génant3 como las antiguas
relaciones de propiedad de la tierra para una agricultura mejo­
rada, que en parte era ella misma, a su vez, consecuencia de la
gran yenta de los productos agrícolas en las ciudades, etc. Las
otras circunstancias que, por ejemplo en el siglo XVI acrecen­
taron la masa de las mercancías circulantes así como también la
del dinero, crearon nuevas necesidades y elevaron asi el valor
de cambio de los productos locales, subieron los precios, etc.,
todo lo cual estimuló, por un lado, la disolución de las antiguas
relaciones de producción, aceleró la separación del trabajador, o
del no trabajador pero capaz de trabajar, con respecto a las

I
condiciones objetivas de su reproducción y estimulo así la
transformación del dinero en capital. Nada más estúpido enton­
ces que concebir esta fo r m a c ió n orginaria del capital como si
éste hubiera acumulado y creado las c o n d ic io n e s o b je tiv a s d e la
p r o d u c c ió n —medios de subsistencia, material en bruto, instru­
mentos— y las hubiera brindado a los trabajadores d e sp o ja d o s
de ellas. Más bien, el patrimonio-dinero ayudó* en parte a
despojar de estas condiciones a las fuerzas de trabajo de los
| individuos capaces de trabajar y en parte este proceso avanzo
I sin él. Una vez que esta formación originaria hubo alcanzado
i un cierto nivel, el patrimonio-dinero pudo colocarse como
I intermediario entre las condiciones objetivas de la vida asi
f liberadas y las fuerzas de trabajo vivas, liberadas, pero también
I aisladas y vacan tes, y pudo así comprar la una con las otras.
I Pero yendo ahora a lo que hace a la formación del patnmomo-
£ _____________ odv_________ ______________________ ; —-------
K a Molestas (aunque figura en singular en el texto).-

89
dinero mismo, antes de su transformación en capital, ella per­
tenece a la prehistoria de la economía burguesa. La usura, el
comercio, el régimen urbano y el fisco que surge con él desem­
peñan papeles centrales en este proceso. También el a teso ra ­
m ie n to por parte de los arrendatarios, campesinos, etc.; aunque
en menor grado. —Se ve aquí al mismo tiempo cómo el desa­
rrollo del intercambio y del valor de cambio, que en todas
partes es mediado por el comercio, o cuya intermediación
puede ser llamada comercio (el dinero mantiene una existencia
autónoma en la capa mercantil, así como la circulación la tiene
en el comercio), trae consigo tanto la disolución de las relacio­
n es d e p r o p ie d a d d e l tra b a jo s o b r e su s condiciones de existen­
cia, como la disolución del tra b a jo m is m o tr a ta d o c o m o ■una de
las c o n d ic io n e s o b je tiv a s d e la p r o d u c c ió n *; sólo relaciones que
expresan un predominio tanto del valor de uso y de la produc­
ción orientada al uso inmediato como de una entidad comuni­
taria real, existente aún de manera inmediata como presupuesto
de la producción. La producción basada sobre el valor de
cambio y la entidad comunitaria basada sobre el intercambio de
estos valores de cambio supone y produce la separación del
trabajo con respecto a sus condiciones objetivas, (por más que
los valores de cambio tal como vimos en el capítulo acerca del
dinero, parezcan poner la propiedad puramente como resultado
del trabajo, parezcan ponerb como condición la propiedad
privada del producto del trabajo propio— y el trabajo como
condición general de la riquezac). Este intercambio de equiva­
lentes tiene lugar, [si bienj es sólo la capa superficial de una
producción que descansa sobre la apropiación de trabajo ajeno
sin in te rc a m b io , pero bajo la aparien cia d e l in terca m b io . Este
sistema del intercambio descansa sobre el c a p ita l como su
fundamento y si se lo considera separado de él, si se lo
considera tal como se muestra en la superficie, como sistema
a u tó n o m o , lo que se da es una mera aparien cia, pero una
aparien cia necesaria. Por eso no debemos ya asombrarnos de
que el sistema de los valores de cambio —intercambio de
equivalentes medidos por el trabajo- se transmute o más bien
muestre como su trasfondo oculto la a p ro p ia ció n d e trabajo
a je n o sin in te rc a m b io , separación plena de trabajo y propiedad.
Precisamente el dominio del valor de cambio mismo y de la

a En Id edic. 1939, el cambio de caso del articulo de terminano que acompaña a


“trabajo” modifica completamente el sentido.- b La edic. 1939 convierte una con­
junción en prefijo y modifica así el sentido de este verbo.- c Signo de cierre de
paréntesis ausente en la edic. 1939.

90
1 producción que produce valor de cambio s u p o n e capacidad
í ajena de trabajo como valor de cambio - e s decir, separación de
la« capacidad viva de trabajo con respecto a sus condiciones
objetivas; comportamiento con éstas, o con su propia objetivi­
dad, como con propiedad ajena; comportamiento con esas con-
■ diciones, en una palabra, f tratándolasJ y como, capital. Sólo
en los tiempos del ocaso de la organización feudal, donde no
obstante aún se lucha dentro de ésta - ta l como en Inglaterra
en el siglo XIV y en la primera mitad del X V -, se da la época
de oro del trabajo en proceso de emancipación. Para que el
trabajo otra vez vuelva a comportarse con sus condiciones
objetivas como con su propiedad debe aparecer otro sistema en
lugar del sistema del intercambio privado, el cual, como hemos
visto, pone el intercambio de trabajo objetivado por capacidad
; de trabajo y, en consecuencia, la apropiación del trabajo vivo
sin intercambio. La manera en que el dinero se transforma en
capital, se hace visible a menudo históricamente en forma por
completo simple y manifiesta como cuando el mercader, p. ej.,
hace trabajar para sí más tejedores e hilanderos los cuales hasta
ese momento trabajaban en el tejido y el hilado como actividad
accesoria de la agricultura, de tal modo que convierte su aeti-
! vidad accesoria en profesión central; pero de ahí en adelante
está más seguro de ellos y lo ha convertido en trabajadores
asalariados bajo su imperio. Mudarlos luego de sus lugares de
origen y reunirlos en una casa de trabajo es un paso posterior.
En este simple proceso se ve claramente que el capitalista no ha
preparado material en bruto, ni instrumento, ni medios de

I
subsistencia para los tejedores e hilanderos. Todo lo que él ha
hecho es limitarlos cada vez más a un tipo de trabajo, en el
cual se vuelven dependientes de la venta, del c o m p ra d o r, del
c o m e rc ia n te y finalmente sólo produce p a ra y p o r in te rm e d io
d e él. Originariamente éste sólo compraba trabajo a través de la
i compra del producto: no bien los trabajadores se han limitado
I a la producción de este valor de cambio y, por consiguiente,
deben producir valor de cambio inmediato, deben intercambiar

¡
todo su trabajo por dinero para poder seguir existiendo, caen
bajo el imperio del comerciante y finalmente desaparece tam­
bién la apariencia de que ellos le ven dan a él sus productos. El
compra su trabajo y les quita primero la propiedad del produc­
to, enseguida también la del instrumento o se la deja como
p r o p ie d a d a p a ren te, para disminuir sus propios costos de pro­
ducción. -L as formas históricas originarias, en las cuales el
capital aparece al comienzo esporádica o lo c a lm e n te , ju n to a
los antiguos modos de producción, pero destruyéndolos cada
vez más por todas partes, incluyen por un lado, la verdadera
(aún no fábrica); ésta surge allí donde se produce
m a n u fa c tu ra
en masa para la exportación, para el mercado externo- o sea,
sobre la base d e l gran c o m e r c io m a r ítim o y terrestre, en los
emporios de éste, tales como las ciudades italianas, Constanti-
nopla, las ciudades de Flandes, las holandesas, algunas españo­
las, como Barcelona, etc. En un comienzo, la manufactura no
somete a la llamada in d u stria u rbana, sino a la in d u stria ca m ­
p esin a accesoria, hilandería, tejido, al trabajo que requiere en
menor grado habilidad artesanal corporativa, formación artística
artesanal. Fuera de aquellos grandes emporios, donde la produc­
ción existe ya basada en un mercado e x te r n o y está, en conse­
cuencia, orientada n a tu ra lm en te , por así decirlo, hacia el valor
de cam bio- [[hay allí]) entonces manufacturas conectadas direc­
tamente con el transporte por barco, la construcción misma de
barcos, e tc.-, ésta se instala primeramente no en las ciudades
sino en el campo, en las aldeas no corporativas, etc. La indus­
tria campesina accesoria contiene la amplia base de la manufac­
tura, mientras que la industria urbana requiere un mayor pro­
greso de la producción para poder ser llevada a cabo dentro de
una organización fabril. Lo mismo ocurre con ramas tales de la
producción como las fábricas de vidrio, de metal, aserraderos,
etc., que desde un principio requieren mayor concentración de
fuerzas de trabajo, que desde un! principio utilizan más fuerzas
naturales, requieren producción en masa e, igualmente, concen­
tración de los medios de trabajo, etc. Lo mismo, con las
fábricas de papel, etc. Por otro lado, el surgimiento del arren­
datario y la transformación de la población agrícola en jornale­
ros libres. Aunque esta transformación sólo más tardíamente se
impone en el campo hasta sus últimas consecuencias y en su
forma más pura, comienza allí más tempranamente. Los anti­
guos, que nunca salieron de la industria propiamente urbana,
nunca pudieron por ello llegar a la gran industria. El primer
presupuesto de ésta es la inserción del campo en toda su
amplitud en la producción no de valores de uso, sino de valores
de cambio. Las fábricas de vidrio, las fábricas de papel, la
elaboración del hierro, etc. no pueden organizarse en forma
corporativa. Requieren la producción en masa, la venta en un
mercado general, p a tr im o n io -d in e r o por parte del empresario
- n o porque él cree las condiciones subjetivas u objetivas, sino
porque bajo las antiguas relaciones de propiedad y relaciones de
producción esas condiciones no pueden ser combinadas. La
disolución de las relaciones de servidumbre, así como el surgi­
miento de la manufactura, transforman luego cada vez más
92
todas las ramas del trabajo en ramas movidas por el capital. Por
cierto, en sus peones y jornaleros ajenos a las corporaciones, las
ciudades mismas también contienen un elemento para la forma­
ción del trabajo asalariado propiamente dicho.
Si, como hemos visto, la transformación del dinero en capital
supone un proceso histórico, que ha separado las condiciones
objetivas del trabajo, que las ha autonomizado contra los traba­
jadores, por otra parte, el efecto del capital, una vez que él ya
ha surgido, y su proceso consiste en someter toda la produc­
ción y en desarrollar y extender por todas partes la separación
entre trabajo y propiedad, entre el trabajo y las condiciones
objetivas del trabajo. Se verá en el desarrollo posterior cómo el
capital aniquila al trabajo artesanal, a la pequeña propiedad de
la tierra [en lal que [el propietario] trabaja, etc., y a sí mismo
en aquellas formas en que no aparece en oposición al trabajo,
en el p e q u e ñ o c a p ita l y en las especies intermedias híbridas,
situadas entre los modos de producción antiguos (o las formas
que éstos asuman como resultado de su renovación sobre la
base del capital) y el modo de producción clásico, adecuado,
del capital mismo.258
La única acumulación presupuesta en la génesis del capital es
la del p a trim o n io -d in e ro , que considerado en y por sí mismo es
enteramente improductivo, en tanto sólo surge de la circulación
y sólo a ella pertenece. El capital se forma rápidamente un
mercado interno a través de la aniquilación de toda la industria
campesina accesoria y así hila y teje para todos, a todos viste,
etc., en suma, otorga la forma de valores de cambio a todas las
mercancías antes creadas como valores de uso inmediato, un
proceso que se deriva por sí mismo de la separación de los
trabajadores con respecto al suelo y a la propiedad (aun cuando
sea bajo la forma servil) de las condiciones de producción. M‘-
En el caso de la artesanía urbana, por más que esté esencial­
mente basada sobre el intercambio y la creación de valores de
cambio, el objetivo fundamental inmediato de esta producción
es la su b siste n c ia como a rtesa n o , c o m o m a e stro artesan o, en
consecuencia el valor de uso, no el e n riq u e c im ie n to , no el valor
d e c a m b io c o m o valor d e ca m b io . Por ello, en todas partes la
producción está subordinada a un consumo presupuesto, la
oferta está subordinada a la demanda y se amplía sólo lenta­
mente.
L a p ro d u c c ió n d e c a p ita lista s y tra b a ja d o re s asalariados es
e n to n c e s u n p r o d u c to fu n d a m e n ta l d e l p r o c e s o d e va lo riza ció n
d e l capital. La economía usual, que sólo tiene en vista las cosas
producidas, se olvida de esto por completo. En cuanto en este
93
proceso el trabajo objetivado es puesto al mismo tiempo como
no-objetividad del trabajador, como objetividad de una subjeti­
vidad contrapuesta al trabajador, como propiedad de una volun­
tad ajena a él, el capital es al mismo tiempo necesariamente el
capitalista y la idea de algunos socialistas de que necesitamos el
capital, pero no los capitalistas, es enteramente falsa. En el
concepto del capital está puesto que las condiciones objetivas
del trabajo - y éstas son el propio producto del capital- asu­
man frente a éste una personalidad o, lo que es lo mismo, que
sean puestas como propiedad de una personalidad ajena. En el
concepto del capital está contenido el capitalista. No obstante,
este error no es de ningún modo mayor que el de todos los
lnologos, p. g., que hablan de capital en la antigüedad, de
capitalistas romanos, griegos. Eso es sólo otro modo de decir
que en Roma y Grecia el trabajo era libre, lo que difícilmente
estos señores estarían dispuestos a afirmar. El que a los dueños
de plantaciones en América no sólo los llamemos ahora capita­
listas, sino que lo sean, se basa en el hecho de que ellos existen
como una anomalía dentro de un mercado mundial basado en
el trabajo libre. Si se tratara de la palabra capital, que no
aparece entre los antiguos*, las hordas que aún vagan con sus
manadas por las estepas del Asia septentrional serían los mayo­
res capitalistas, pues originariamente capital significa ganado
por lo cual el contrato de mediería que, por efecto de la falta’
de capital, es aún frecuentemente celebrado en el Sur de
hrancia se llama precisa y excepcionalmente» Bail de bestes a
T i av"nturüramos en un mal latín, nuestros
capitalistas o Capitales Homines serían aquellos “qui debent
censum de cap i te c 260 H
,Ja . ^eterm*nación del concepto de capital se presentan
dificultades que no existen en el caso del dinero; el capital es

iu * A unque entre los griegos las principalis sum m a rei creditae a


corresponde tppxeTip»¿61

_ 'V,u *
, u " * ntÍdo d,c cs,e adverbio cs oscuro en el original.- b Arriendo de ganado. La
palabra eheptel de) latín “capitale", designa tanto el contrato consistente en
encargar el cuidado del ganado a cambio de una parte en los beneficios, como el
Pjnado mismo.- c Hombres que pagan una contribución por cabeza, una capitación.
.1 adjetivo capitales no puede traducirse de otro modo, sino sólo como “aquéllos
que pagan la contribución por cabeza".-d 11 monto principal de lo prestado, o sea
n g-

parte principal de una deuda, el capital prestado, sin incluir (os intereses.-
1atece haber aquí un error hasta ahora no corregid» dado que la palabra griega
que tiene el significado de “fondo de capital" es O t p ')(Q C \Q V

94
esencialmente el c a p ita lista , pero, al mismo tiempo, es, a su
vez c a p ita l en tanto elemento diferente del capitalista o i sea
en tanto 1 producción en general. Así, encontraremos mas
adelante que bajo el c a p ita l se subsumen muchos l elementos J1
que de acuerdo con su concepto, no parecen entrar dentro de
él. Él capital se presta, p. ej. Se lo acumula, etc. En todas estas
descripciones parece ser una mera cosa y coincidir completa­
mente con la materia en que consiste. Pero esto y otras cosas
se aclararán en el curso del desarrollo ![ del tema 1. (Notemos
al pasar y por diversión lo que sigue: el buen Adam Muller,
quien toma muy míticamente todas las maneras figuradas de
hablar, ha oído [ mencionar J en la vida corriente el ca p ita l
v iv ie n te en contraposición con el capital m u e r to y cubre esto
de atavíos teosóficos262 . El rey Ethelstan263 le podía haber
enseñado al respecto: Reddam de meo propno décimas Deo
tam in Vívente Capitali (ganado vivo), quam m mortuis fructi-
buT urrae- (frutos muertos de la tierra) *> ) El dinero perma-
nece siempre como la misma forma en el mismo sustrato y por
eso es fácil que se lo conciba como mera cosa. Pero una misma
cosa mercancía, dinero, etc. puede representar capital o ingre­
so etc. De tal modo, resulta claro incluso para los economistas
que el dinero no es algo tangible, sino que la misma cosa puede
ser subsumida ya bajo la determinación del capital, ya bajo
otra determinación contrapuesta y que de acuerdo con esto es
o n o es capital. Es, entonces, manifiestamente una relación y
s ó lo p u e d e ser u na relación d e p ro d u cció n .
Hemos visto cómo la verdadera naturaleza del capital sólo se
hace presente al final del seg u n d o ciclo . Lo que ahora tenemos
que considerar es el c ic lo mismo o la r o ta c ió n d e l c a p ita l
Originariamente la producción parecía estar mas alia de la
circulación y la circulación más allá de la producción. El ciclo
del capital —la circulación puesta como circulación del capital
abarca ambos momentos. En él, la producción aparece como
punto final e inicial de la circulación y viceversa. La autonomía
de la circulación se ha rebajado a una mera apariencia, al igual
que el estar- más-allá de la producción.

a De mis recursos devolveré la décima parte a Dios, tanto en ganado vivo como

95
[El intercambio de trabajo por trabajo descansa sobre la caren­
cia de propiedad por parte del trabajador.]
[[A lo anterior agregar aún una observación: el intercambio
de equivalentes, que parece suponer la propiedad del producto
del propio trabajo y, por lo tanto, parece poner como idénticas
la a p ro p ia ció n a través d e l trabajo, el efectivo proceso econó­
mico del hacer-propio, con la p r o p ie d a d del trabajo o b je tiv a d o ;
lo que antes aparecía como proceso real, aquí, reconocido
como relación jurídica, es decir, reconocido como condición
g en era l de la producción y, por lo tanto, reconocido legal­
mente, puesto como expresión de la voluntad general, se trans­
muta, se muestra a través de una dialéctica necesaria como
separación absoluta de trabajo y propiedad y apropiación de
trabajo ajeno sin intercambio, sin equivalente. La producción
basada sobre el valor de cambio, en cuya superficie ocurre ese
cambio libre e igual de equivalentes es, en su base, intercambio
de tra b a jo o b je tiv a d o como valor de cambio por el trabajo vivo,
como valor de uso o, expresando esto de otra manera, compor­
tamiento del trabajo con sus condiciones objetivas —y, en
consecuencia, con su objetividad creada por él mismo— como
con una propiedad ajena: a lien a ció n d e l trabajo. Por otro lado,
la condición.«del valor de cambio es su medición por medio del
tiempo de trabajo y, por ello, el trabajo vivo —no su valor—
como medida de los valores. El que la producción y en conse­
cuencia la sociedad, en todos los estados de la producción,
descansa sobre el in te rc a m b io d e m e ro tra b ajo p o r trabajo es
una ¡ delusion3. En las diversas formas en que el trabajo se
comporta con sus condiciones de producción como con su
propiedad, la reproducción del trabajador no es puesta de
ningún i-modo a través del m e ro tra b a jo , pues su relación de
propiedad no es el resultado, sino el presupuesto de su trabajo.
En la propiedad de3 la tierra esto es claro; en la organización
corporativa también debe resultar claro que el tipo particular
de propiedad que constituye el trabajo, no se basa sobre el
mero trabajo o el intercambio de trabajo, sino sobre una cone­
xión objetiva del trabajador con una entidad comunitaria y con
condiciones que él encuentra y de las cuales él parte como de
su base. Ellas son también producto de un trabajo, de un
trabajo histórico universal, el trabajo de la entidad comunitaria,
de su desarrollo histórico, que no parte del trabajo del indivi­
duo ni del intercambio de su trabajo. Por ello el mero trabajo
no es tampoco presupuesto de la valorización. Un estado en el
a Ilusión.

96
cual se cambia mero trabajo por trabajo sea bajo la forma
directamente viva, sea como producto -supone la separación
del trabajo con respecto a su amalgama originaria con sus
condiciones objetivas, por lo cual, por un lado, aparece como
mero trabajo, por el otro, su producto, en tanto trabajo objeti­
vado, logra frente a él una existencia enteramente autónoma. E l
in te rc a m b io d e tra b a jo p o r tra b a jo - a p a r e n te m e n te la c o n d i­
c ió n d e la p r o p ie d a d d e l tr a b a ja d o r - d escan sa s o b re la carencia
d e p r o p ie d a d p o r p a r te d e l tra b a ja d o r en c u a n to base d e l

^A n alizarem os más adelante cómo la fo r m a m ás e x tre m a d e


la a lien ació n , en la cual el trabajo, la actividad productiva,
aparece respecto a sus propias condiciones y su propio produc­
to en la relación del capital con el trabajo asalariado, es un
punto de pasaje necesario y por ello contiene en si, aun cuando
en forma invertida, apoyada sobre la cabeza, la disolución de
todos los p r e s u p u e s to & lim ita d o s d e la p r o d u c c ió n y, mas bien,
produce y crea los presupuestos no condicionados de la pro­
ducción y, por ello, las condiciones materiales plenas para el
desarrollo universal, total, de las fuerzas productivas de los
individuos.)

97
NOTAS

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{*,<

f
1 Para la explicación de Engels acerca de la evolución d d hombre a partir
del mono, y por tanto de la diferencia entre el hombre y los demás
primates, véase su borrador de 1876 titulado E l p a p e l t l e l t r a b a j o e n e l
p r o c e s o d e t r a n s f o r m a c i ó n d e l m o n o e n h o m b r e [en D i a l é c t i c a d e l a n a t u r a ­
l e z a , Ed. Grijalbo, México, 1961, pp. 142-154].
2 A diferencia de Hegel, Marx no se deja atraer por la posibilidad y, en
ciertas etapas de su pensamiento, por la necesidad de una presentación
abstracta y apriorista de su teoría. Cf. la parte rélativa al método de la
economía política-brillante, profunda y conmovedora como casi todo lo que
Marx escribió en ese período crucial de su pensamiento en la I n t r o d u c c i ó n a
C o n t r i b u c i ó n a l a c r i t i c a d e ¡ a e c o n o m í a p o l í t i c a , donde analiza la validez
de este procedimiento.
3 Marx tenía plena conciencia de la posibilidad de tales simplificaciones
y, aunque no les atribuía demasiada importancia, de su utilización. De ahí
su sugestión de que estudiar el crecimiento histórico de la productividad
podría ser un medio de otorgar cierto significado histórico a las obser­
vaciones de Adam Smith relativas a las economía estancadas y progresivas.
(Véase su I n t r o d u c c i ó n a C o n t r i b u c i ó n a l a c r i t i c a d e l a e c o n o m í a p o l í t i c a . ) .
4 Esto es reconocido por los más capaces críticos del marxismo. Así, G.
Lichteim señala correctamente que las teorías sociológicas de Max Weber
(sobre religión y capitalismo o sociedad oriental) no se contraponen a las de
Marx. Fueron previstas por él, o pueden encajar sin dificultad en su estruc­
tura. ( M a r x i s m , 1961; “Marx and the Asiatic mode of Production”, S t .
A n t o n y ’s P a p e r s , 1963.)
5 Carta a Joseph Bloch, 21/IX/l 890, [en Marx-Engels, C o r r e s p o n d e n c ia ,
ed. Cartago, Bs. Aires, 1957, p. 309].
6 Es evidente que existen ciertos límites: es improbable que una forma­
ción económico-social basada, digamos, en un nivel tecnológico que exige
máquinas de vapor, pueda darse a n t e s de una que no las necesita.
7 M a r x u n d E n g e ls s u r D e u t s e h e n G e s c h i c h t e (Berlín, 1953).
8 Cf. Engels a Marx, 18 de mayo de 1853, acerca del origen de
Babilonia; Engels a Marx, 6 de junio de 1853. [ C o r r e s p o n d e n c i a , ed. cit. pp.
51, 52].
9 K a r l M a r x , C h r o n i k S e in e s L e b e n s .
10 Engels a Marx, 6 de junio de 1853. [ C o r r e s p o n d e n c i a , e d . cit., p. 51.]
11 Correspondencia del 18 de mayo y del 14 de junio. Entre otras
fuentes orientales mencionadas en los escritos de Marx entre marzo y
diciembre de 1853, están G. Campbell, M o d e m I n d i a (1852), i . Child,
T r e a t is e o n t h e E a s t I n d i a T r a d e (1681), J. von Hammer, G e s c h i c h t e d e s
o s m a n is c h e n R e i c h e s (1835), James Mili, H i s t o r y o f I n d i a (1826), Thomas
Mun, A D i s c o u r s o n T r a d e , f r o m E n g l a n d i n t o t h e E a s t I r i d i e s (1621), L.
*

Pollexfen, England and East India (1697), y Saltikov, Lettres sur l'Inde
(1848). También leyó y anotó varias otras obras e informes parlamentarios.
12 G. Hassen, Die Aufhebund der Leibeingschaft und die Umgestaltung
der gutsherrrlich-báuerlichen Verhaltnisse überhaupt inden Henogthümem
Schleswig und Hohtein (San Petersburgo, 1861); Augusto Meitzen, Der
Boden und die landwirstchaflichen Verhaltnisse des preussischen Staates
(Berlín 1866); G. von Maurer, Einleitung zur Geschichte der Mark, Hof,
Dorf und Stadverfassung und der Offentlichen Gewalt (Munich, 1854):
Geschichte der Fronhófe, etc., 4 vols. (Erlangen, 1862-63).
13 Marx a Engels, 14/IH/1868; Engels a Marx, 25/111/1868; Marx a Vera
Zasuiich, 8/111/1881; Engels a Bebe!, 23/XII/1882.
14 Engels a Marx, 15/XI1/1882; Marx a Engels, 16/XII/1882.
15 Thorold Rogers es elogiado en El capital como “la primera historia
auténtica de los precios” de aquel período. K. D. Huellmann, Stadtwessen
des Mittelalters (Bonn, 1826-29), es citado extensamente en El capital, III.
16 Tales como Huellmann; Vincard, Histoire du Travail... en Flanee
(1845) o Kindlinger, Geschichte der deutschen Hórigkeit (1818).
17 Engels a Marx, 25/111/1868.
18 A. Soetbeer, Edelmetall-Produktion und Werverhaltnis zwishen
Goldu, Silber seit der Entdeckung Amerikas... (Gotha, 1879), que Engels
conoció.
19 Marx-Engels, Werke, XIII [ Contribución a la critica de ¡a economía
política J, que, de paso, anticipa las críticas modernas de la explicación
puramente monetaria de las alzas de precios.
20 Ideología alemana [cf. edición EPU, Montevideo, 1868, p. 2 l l
21 Ibid., p. 22. y
22 No existe adecuada traducción inglesa del adjetivo standisch, porque
el termino medieval ' estáte” [heredad] puede introducir confusión. [En esp.
traducimos “por estamentos” pues nos parece la expresión más adecuada],
23 Ideología alemana [ed. cit., p. 23].
24 Ibid., p. 55.
25 Ibid, p. 60.
26 Ibid, p. 64.
27 Ibid, p. 68.
i >lincipalmente’ Maix a En6®ls> 2/VI/1853; Engels a Marx,
6/VI/1853; Marx a Engels, 14/VI/1853.
29 La desaparición de este nombre puede deberse al hecho de que sus
estudios posteriores de la literatura especializada condujeron a Marx a dudar
de que strdescripción anterior de la sociedad germánica fuera adecuada.
30 Cf. G. C. Hormans, “The Rural Sociology of Medieval England” , Past
and Present, 1953, para las diferentes tendencias de desarrollo de los pobla­
dos comunales y de una sola familia.
31 En El capital t. III, se habla de ellas, en general, de esa manera
32 El capital, t. III.
33 Aun en El capital, III, donde se refiere con mayor extensión al tema
de la agneultura feudal, niega específicamente la intención de analizar la
propiedad de la tierra en ninguna de sus diferentes formas históricas
34 El capital, III (cap. 47, secc. II).
35 Esto no es negado en general por los marxistas, aunque no hay que
contundirlo con la opinión según la cual los sistemas de producción de
valores de uso son también, a veces, sistemas de economía natural.
36 Palabras como Würdiges Zunftwessen (“la dignidad del sistema de tos
gremios ), el trabajo como artístico en parte, y en parte ejecutado por el
trabajo mismo’ , Staditscher Gewerbefleiss (“actividad artesanal urbana”),

100
son usadas constantemente. Todas ellas tienen matices emocionales y por
cierto que, en general, aprobatorios.
37 Aquí Marx subestima la diferenciación de las artesanías urbanas en
virtuales patrones y virtuales jornaleros.
38 Engels mención?, las esperanzas de ambos en una revolución rusa en
los últimos años de la década del 70, y en 1894 prevé específicamente la
posibilidad de que “la revolución rusa dé la señal para la revolución de los
obreros en Occidente, de modo que ambas se complementen”. W erke,
XVIII. Otras referencias: Marx a Sorge, 27/IX/1877; Engels a Bemstein,
22/11/1882. .
,3 9 En una carta a Vera Zasulich, 1881. Sobreviven cuatro borradores de
esta carta, tres de ellos impresos en W erke, XIX, pp. 384-406.
40 N a e h w o r t (1894) zu “ Soziales aus Russland” (W erke, XVIII, pp.
663-4).
41 E l capital, III.
42 P. ej., cartas a Zasulich, op. c it., pp. 387, 388, 402, 404.
43 G. Lichteim (loe. c it.) tiene razón al llamar la atención respecto de
esta creciente hostilidad hacia el capitalismo y de ese cariño por las comuni­
dades primitivas sobrevivientes, pero se equivoca al sugerir que el Marx de
1858 las había visto bajo una luz completamente negativa. Que el comunis­
mo sería una recreación, en un nivel superior, de las vñrtudes sociales del
comunalismo primitivo, es una idea que pertenece a la primera herencia del
socialismo. Dijo Fourier: “El genio debe descubrir los caminos de esa
felicidad primitiva y adaptarlos a las condiciones de la industria moderna”
(citado por J. Talmon, Politicai Messianism Londres, 1960, p. 127 [hay
edic. en esp.: M esia n ism o p o lític o , Aguilar, México, 1969]). Para las opinio­
nes del primer Marx, cf. D a s p h ilo s o p h is c h e M a n ife st d e r histo risch en
re ch tssch u le (1842) en W erke, I, p. 78: “Una ficción corriente del agio
XVIII veía el estado natural como el verdadero estado de la naturaleza
humana. Los hombres deseaban ver la idea del hombre-con sus propios
ojos, y por lo tanto crearon los “hombres naturales”, Papagenos, cuya
misma piel emplumada expresaba su candor. En las últimas décadas del siglo
XVIII se sospechó que los pueblos primitivos poseían la sabiduría original, y
se podía oír a los cazadores de aves imitar por todas partes la canción del
iroqués o del indio, en la creencia de que por esos medios sería posible
capturar a las aves mismas. Todas estas excentricidades se basaban en la idea
correcta de que las condiciones groseras son retratos ingenuos, por asi
decirlo a la manera holandesa, de condiciones verdaderas. ” Cf. también Marx
a Engels 25/III/1868, acerca de la contribución de Maurer a la historia.
44 Esta era una obra que Marx quería escribir y para la cual preparó
voluminosos apuntes, en los que se basó Engels. Cf. Prefacio a la primera
edición de su libro (1884) en W erke, XXI, p. 207. [En esp. O bras escogidas,
Moscú, s/f.. t. II, p. 177.1
45 Cartas a Vera Zasulich, loe. c it., passim .
46 “La esclavitud es la p rim era (subrayada por mí-E.J.H.) forma de la
explotación, la forma propia del mundo antiguo; le suceden la servidumbre,
en la Edad Media, y el trabajo asalariado en los tiempos modernos. Estas
son las tres grandes formas del avasallamiento que caracterizan las tres
grandes épocas de la civilización” (Origen, en W erke, XXI, p. 170 [en esp.
loe. c it., p. 342]). Según este texto es evidente que no se intenta incluir
aquí, en ninguno de los tres rubros, lo que Marx denominó el modo
“asiático”. Se lo omite como perteneciente a la prehistoria de la “civiliza­
ción”.

101
47 W e rk e , III, pp . 29-30 [en esp. lo e . c it ., p. 27].
48 A n t i- D ü h r in g , O rig e n d e la f a m ilia , el breve ensayo
sobre L a m a r c a , y
L a s g u e rra s c a m p e s in a s e n A le m a n ia , son las principales
obras publicadas,
pero existen borradores y notas (por lo general incompletas) acerca d e la
historia medieval alemana e irlandesa. Cf. W e rk e , XVI, pp. 459-500- XIX
pp. 425-521; XXI, pp. 392-401.
49 O rig e n d e ¡ a f a m ilia , W e rk e , XXI, p. 144, [en esp. p. 316].
50 A n t i- D ü h r in g , W e rk e , XX, pp. 164, 220, 618.
51 O rig e n d e ¡a fa m ü ia , W e rk e , XX, pp. 148-9 [en esp. pp. 3/8].

53 Ib id ., pp. 146, 164 [en esp. pp. 318-319] L a m a r c a (Werke, XIX, pp.
324-5). [En esp. varías ediciones. Cf. en E l m o d o d e p r o d u c c ió n e s tá tic o cit.
pp. 153-178]
54 L a m a r c a , lo e . c it ., p p . 326-327. Sobre la necesidad de armas de
fabricación urbana, el borrador de Engels, U b e r d e n V e r fa U d e s F e u d a lis m u s
u n d d a s A u fk o m m e n d e r B o u r g e o is ie (W e r k e , XXI, p. 392).
55 L a m a rc a , lo e . c i t , pp. 326-7.
56 Engels a Marx, 15/H/1882; 16/XII/1882.
57 L a m a r c a —cuyo objetivo es referirse sólo de paso a los movimientos
de la agricultura feudal- fue planeado como un apéndice de 8 ó 10 páginas
para el A n t i- D ü h r in g , y el inedito U b e r d e n V e r f a ll como prefacio para una
nueva edición de L a s g u e rra s c a m p e s in a s e n A le m a n ia .
58 Cf. Z u r U rg e s c h ic h te d e r D e u ts c h e n , W e rk e , esp. pp. 450-60.
59 A n t i- D ü h r in g : notas preparatorias (W e r k e , XX, pp. 357-8)
60 ib id ., p . 5 8 8 .
61 Otado por L. S. Gamaiúnov, R. A. Ulianovski: “La obra del soció­
logo ruso M. N. Kovalevski... y la crítica de su obra por K. Marx” , X X V
C o n g re s o In te r n a c io n a l d e O r ie n ta lis ta s , Moscú, 1960, p. 8.
62 A n t i- D ü h r in g , lo e . c it ., p. 164 [en esp. p. 1701.
63 Ib id ., p. 252 [en esp. p. 268].
^ 64 La totalidad de los pueblos recorren, en líneas generales, un mismo
camino... La sociedad avanza mediante una sucesión consecutiva, sujeta a
leves, de las formaciones económico-sociales”. O. Kuusinen, F u n d a m e n tá is
o f M a r x is m -L e n m is m (London, 1961), p. 153 [en esp. M a n u a l d e m a r x is m o -
le n in is m o , ed. Fundamentos, p. 122].
65 El temor de alentar el “excepdonalismo asiático”'y desalentar una
oposición lo bastante firme a la influencia imperialista (occidental) fue un
elemento fuerte, y tal vez decisivo, en el abandonó del “modo asiático” de
Marx por parte del movimiento comunista internacional, después de 1930.
Cf. las discusiones de 1931 en Leningrado, como se las describe muy
tendenciosamente) en A s ia t ic D e s p o tis m , de K. A. Wittfogel, 1957, pp.
l“ay edic. en esp.: D e s p o tis m o a s iá tic o , Guadarrama, Madrid, 1966
45 2-4J. Años atras, el Partido Comunista Chino ya había adoptado indepen­
dientemente la misma actitud. Para sus puntos de vista, que parecen muy
normativos y esquemáticos, véanse las o b r a s e s c o g id a s de Mao Tse-tung.
66 Respecto de las discusiones soviéticas de 1950 y años siguientes cf
V o p r o s t I s t o r i i, 6 , 1953; 2, 1954; 2, 4, y 5,1955. En cuando a la discurión
occidental, acerca de la transición del feudalismo, que en parte toca temas
anulares, cf. T h e T r a n s itio n /r o m F e u d a lis m t o C a p ita lis m , por P M
Sweezy, M. H. Dobb, H. K. Takahashi, R. H. Hüton, C. Hill (Londres) fhay
edic. en español: ¿o tr a n s ic ió n d e l fe u d a lis m o a l c a p ita lis m o . Ciencia Nueva
Barcelona, 1967]. Cf.. ta m b ié n , G. Lefebvre, L a P e n s é e , 65, 1956- G
Procacci, S o c ie tá , I, 1955.

102
67 Cf. Guenther y Schrot, Problema théoriques de ¡a rociiti esclavo-
giste, en Recherche Internationale! a la lumiere du marxisme, Par*. 2,
p !*c¡! m i E. M- s - Namboodiripad, The National Question in Kerala
(BO$ * £ D5 Kosambi. An Introducen to the Study o f Indian History.
®° 70 VJ^Üs Internationale!, loe. cit. (1957), p ú a un» selección de
*“ n ° E . Zhukov, “The Periodization of Wold History”. Internatíond Histtr
rical Cóngress, Stockholm 1960. Rapport! I, pp. 74-88, esp. P;„77~ ■f
72 Cf “State and Revolution in Tudor and Stuart England , ,
Reviw, Julio de 1948. Sin embargo, esta opinión
especialmente J. J. Kuczynski (Geschichte <L Lage <L Arbeiter unter kem
^ n 'a ^ B o g d L o l', Short Coune o f Economic Setena, 1897, "visadoen
1919 (London, 1927) [hay edic. en esp.: Principios de
Ed. Pavlov, México, s/f.], y en forma iras sofisticada, K. A. Wittfoge,
Geschichte der bürgerlichen Gesellschaft (Viena, \ 9^ 195?
74 O. Lattimore, “Feudalism in History , Past and Present, 1Z, u tst.
75 E. Zhukov, loe. cit., 78. . .
^ 76 The Trensition from FeucklismtoCapitalism, Ioct, “‘; d
'* 7 7 Cf. Zur Periodisierung des Feudalismus und Kapitaaums un tur
Geschkhtíichen Entwicklung dar U.S.S.R., Berlín, 1952.
78 Aáaticus, “II modo de ptoduzione Asiático {Rinascita, Roma, oct.

5’ T Í Raherches Intemationle! 37 (mayojuiüo 1963), que ta ta del feudje


lismo contiene algunas contribuciones polémicas pertmentes. Acerca de la
S d a d a n ^ a rf. los debates entre Welskop W cP rc* ikn o m reHutalt-
nisse im Alten Orient und in óer^ech/cftromjscóen A n ri/^ Berün y
Guenther ans Schrot (Ztschr f. Geschtchtswissenschaft, \W ,jW m e n s c K
Ztschr. d. Kart-Marx-Unir., Leipzig, 1963); acerca de ^ L
Tokei, Sur le mode de production asiatique, París, Centre dEtudes et de
Recherches-Marxistes, 1964, mimeografiado.

Karl Marx
Formas <¡ue preceden a ta producción capitalista

,K ' 236 Las notas incorporadas a esta sección de las “formas que

preceden a la producción capitalista” no agotan, ni mucho menos,


t o s e n t e s directas e indirectas que utiliza Marx. La Redacción
IMEL advierte que Marx había fichado más de 50 enJ J J
cuadernos de lectura y de extractos, en el cuno de los años

^^*237 *Cf. B. G. Niebuhr, R om ische G eschichte, cit., Erster Theil,


p. 245.
238 Cf. Niebuhr, ibidem , p. 418.
239 Cf. ibidem , pp. 435-436.
240 Cf. ibidem , pp. 435-436
241 « . ibidem , pp. 614-615 y las notas 1224 y 1225.
242 Cf. ibidem , p. 326.
103
243 Cf. ibidem, pp. 328-329.
244 Cf. ibidem p. 330.
245 Cf. ibidem, p. 331,.
246 Cf. ibidem, p. 333.
247 Cf. ibidem, p. 335.
248 Cf. M. Porcii Catonis, De re rustica.
249 Cf. M. Tullii Ciceronis, Epistolarum ad Atticum V, 21,
10-13; VI, 1, 3-7; 2, 7-10; 3, 5-7.
250 P. J. Proudhon, Systéme etc., cit., tomo II, p. 265; cf.
también K. Marx, Miseria de la filosofía, cit., p. 139.
251 Marx volverá sobre este tema en el manuscrito Zur Kritik
der politischen Qekonomie del 1861-1863.
252 Cf. Niebuhr, ibidem, p. 600
253 Cf. ibidem, pp. 606-620.
254 Cf. ibidem, p. 620.
255 Cf. ibidem, p. 623.
256 Cf. F. M. Edén, The State o f the Poor; or, an History o f
the Labouring Classes in England, from the Conquest to the
Present Period, London, 1797, vol. I, pp. 75-76, 79, 82-83, 87,
94-121. Extractos de esta obra se encuentran en un cuaderno de
Engels que Marx pudo utilizar en Manchester aproximadamente en
julio de 1845, vinculando estos extractos a los suyos de la History
o f the Middle and Working Classes etc. de John Wade, del cual cf.
las pp. 22-54.
257 A. Smith, An Inquiry etc., cit., vol. III, I. III, c. IV; y
MEGA 1/3; pp. 482-483.
258 Tales desarrollos, que Como es lógico deberían haber sido
incorporados en la sección sobre la concurrencia y la concentra­
ción de los capitales, no figuran en este m anuscrito del 1857-58.
259 Cf. Glossarium Mediae et Infimae Latinitatis conditum a
Carolo Dufresne Domino Du Cange cum supplementis integris
Monachorum Ordinis S. Benedicti D. T. Carpenterii, Adelungii,
aliorum, suisque difessit G.A.L. Henschel Parisiis, 1842, Tomus
secundas, p. 139 vide supra: “2, Capitale, Debitae pecuniae
caput”. Extractos en el mismo cuaderno no datado ni numerado,
cuya redacción es de aproximadamente febrero-marzo de 1858 en
Londres, y que contiene los extractos de Aristóteles, De república
etc., y Ethica Nicomachea.
260 Cf. ibidem, p. 139
261 Cf. ibidem, pp. 141-142.
262 Cf. A. Müller, Die Elemente der Staatskunst, cit., parte I,
pp. 226-241.
263 Cf. Glossarium etc., Tomus secundas, p. 140, donde se lee
“Capitale vivens, in legibus Aethelstani: Reddam de meo proprio
decimas Deo, tam in vívente capítali, quam in mortuis fructíbus
te m e ”

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imnresión: editorial meló, s. a. . •
r i ñ o de juárez 226-local d-granjassan antomo
delegación iztapalapa-09070 mexico, d. .
cuatro mil ejemplares y sobrantes
24 de septiembre de 1982

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