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Fundamentación de la Catequesis en y desde las Periferias existenciales

La opción por los pobres en la teología del pueblo

La Teología argentina del pueblo: nacimiento y características

A su vuelta del Concilio Vaticano II, el episcopado argentino creó, en 1966, la COEPAL (Comisión episcopal de pastoral)
con el fin de impulsar un plan nacional de pastoral. Estaba formada por obispos, teólogos, expertos en pastoral,
religiosos y religiosas, entre ellos los mencionados Gera y Tello, sacerdotes diocesanos profesores en la Facultad de
Teología de Buenos Aires. Había también otros diocesanos, como Justino O’Farrell y Gerardo Farrell, el jesuita Fernando
Boasso y otros. Esta comisión fue el terreno en el que nació la Teología del pueblo, cuya impronta se notó ya en la
Declaración del episcopado argentino de San Miguel (1969), especialmente el documento VI sobre la pastoral popular.

Su teología fue más de palabra que escrita. Para la COEPAL no estaba en juego solo “la emergencia del laicado en la
Iglesia, sino también la inserción de la Iglesia en el decurso histórico del pueblo”, en cuanto sujeto de la historia y de la
cultura, y como destinatario y agente de evangelización. El pueblo y la opción por los pobres La categoría “pueblo”
puede indicar la nación, como en la expresión “pueblo argentino”, y también la clase y el sector social popular. La
COEPAL la entiende , a partir de la unidad plural de una cultura común, enraizada en una historia común y proyectada
hacia un bien común compartido. En América Latina son los pobres los que mantienen, como elemento estructural de la
propia vida y convivencia, la cultura propia del pueblo al que pertenecen (Documento de Puebla n. 414). Sus intereses
coinciden con un progreso histórico común de justicia y de paz, porque viven oprimidos por una situación de injusticia
estructural y de violencia institucionalizada. Por esto, al menos de facto, coinciden la opción por los pobres y por la
cultura

- El Papa Francisco y la teología del pueblo: ¿Por qué pone la mirada en el Pueblo?, porque son ellos, privados del
privilegio del poder, del tener o del saber, quienes manifiestan la cultura común del pueblo. La Teología del pueblo no
desatiende los conflictos sociales que vive América Latina, aunque privilegia la unidad sobre el conflicto (prioridad que
Bergoglio afirma repetidas veces). No asumiendo la lucha de clases como “principio hermenéutico determinante” de la
sociedad y de la historia, confiere todavía un puesto al conflicto -incluso de clase-, entendiéndolo a partir de la unidad
previa del pueblo. Así, la injusticia institucional se entiende como traición al pueblo de una parte del mismo pueblo, que
se transforma en anti-pueblo. La religión del pueblo Cuanto hemos dicho incide sobre la valoración de la religiosidad
popular. Por una parte, se considera la religión o la actitud negativa frente a lo religioso (según Paul Tillich) como el
núcleo de la cultura de un pueblo y, por otra, se hace referencia a la piedad “de los pobres y sencillos” (Evangelii
nuntiandi, n. 48). La contraposición es solo aparente, si consideramos que en América Latina estos últimos son los que
mejor salvaguardan la cultura común, sus valores y sus símbolos, que en nuestro país pueden ser el germen de una
conversión al pobre, para obtener la liberación de éste y la de todos. Por esto la religión del pueblo, lejos de ser un opio,
posee un potencial de liberación humana, como se ha demostrado en la lectura popular de la Biblia. De ahí que Puebla
se considere como continuación de Medellín, aunque haya sacado de la Exhortación Evangelii nuntiandi (1975) nuevas
contribuciones sobre la evangelización de la cultura y de la piedad popular.

El Sínodo de 1974 la ha considerado, ya sea bajo el influjo de la Teología del pueblo, ya sea gracias a los obispos
latinoamericanos, ya sea por medio de quien enseguida sería nombrado cardenal Eduardo Pironio. Y así Pablo VI recoge
esta contribución en su Exhortación postsinodal, que a su vez Puebla aplicó a América Latina, enriquecida con nuevas
aportaciones. Es una novedad importante la relevancia dada por Puebla a la “sabiduría popular” (Documento de Puebla,
nn. 413 y 448), relacionando la religión del pueblo con el conocimiento sapiencial. La Teología del pueblo la considera
clave de mediación entre la fe del pueblo y una teología inculturada. El Papa Francisco (como también el Documento de
Puebla y Gera) le reconoce la importancia debida al hablar del conocimiento por connaturalidad, siguiendo a Tomás de
Aquino. Aparecida supo discernir en la piedad popular latinoamericana momentos de auténtica espiritualidad y mística
popular (nn. 258- 265, especialmente 262). Ya lo había subrayado Jorge Seibold, teólogo pastoralista de la Teología del
pueblo, introduciendo la categoría de “mística popular” a la que el Papa se refiere dos veces en Evangelii gaudium. ¿Una
corriente dentro de la Teología de la liberación? En 1982 se distinguen cuatro corrientes en la Teología de la liberación
latinoamericana.

. El punto de vista pastoral del Papa Francisco y la Teología del pueblo Desde su aparición en la logia de San Pedro, el
Papa Francisco ha tenido gestos simbólicos, ha concedido entrevistas, ha hablado como cabeza de la Iglesia y ha
publicado una especie de vademécum en la Exhortación postsinodal Evangelii gaudium (EG), que recuerda la argentina
Teología del pueblo.

El pueblo fiel Ha llamado la atención el gesto del Papa de hacerse bendecir por el pueblo al ser presentado en público.
Nosotros que conocíamos su aprecio por el “pueblo fiel” de Dios -que comporta un modo de concebir la Iglesia, el
reconocimiento del “sentido de la fe” del pueblo- no nos hemos maravillado. De ahí su predilección por la expresión
“pueblo fiel” que se repite también en EG (cf., nn. 95 y 96), que reconoce como “misterio que hunde sus raíces en la
Trinidad, pero que tiene su concreción histórica en un pueblo peregrino y evangelizador, que trasciende toda necesaria
expresión institucional” (EG 111; cfr. 95). Es este pueblo quien anuncia el Evangelio. Dios “ha escogido convocarlo como
pueblo y no como seres aislados […]; nos atrae teniendo en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que
comporta la vida en una comunidad humana” (EG 113).“Este Pueblo de Dios se encarna en los pueblos de la Tierra, cada
uno tiene su propia cultura […]. Se trata del estilo de vida de una determinada sociedad, del modo peculiar que tienen
sus miembros de relacionarse entre ellos, con las otras criaturas y con Dios […].

La gracia supone la cultura y el don de Dios se encarna en la cultura del que lo recibe” (EG 115) Hay que notar que
Francisco adopta la relectura del Documento de Puebla, siguiendo la Teología del pueblo, de los dos primeros párrafos
de la Gaudium et spes 53. Cuando Bergoglio era rector de la Facultad de San Miguel, organizó el primer Congreso sobre
la evangelización de la cultura y la inculturación del Evangelio en América latina (1985), y lo programó invitando a
teólogos de todas partes, y en la conferencia inaugural habló de inculturación, citando al padre Arrupe, pionero en el
uso de este neologismo. Cuando el Papa Francisco habla del pueblo de Dios, se refiere a su rostro multiforme (EG 116) y
a su “multiforme harmonía” (EG 117), gracias a la diversidad de culturas que lo enriquecen. Cuando habla del pueblo,
usa la imagen del poliedro para subrayar la unidad plural de la irreductible diferencia en su interior. Además subraya una
doctrina tradicional, cuando reconoce que “Dios da a la totalidad de los fieles un instinto de la fe –el sensus fidei- que le
ayuda a discernir lo que viene realmente de Dios. La presencia del Espíritu da a los cristianos una cierta connaturalidad
El Papa Francisco y la teología del pueblo 45 con la realidad divina y una sabiduría que les permite captarlas
intuitivamente, aunque no disponga de los instrumentos adecuados para expresarla con precisión” (EG 119). “El rebaño
tiene un olfato para encontrar nuevos caminos” (EG31) de evangelización. Las cuatro prioridades en la construcción y en
la guía del pueblo El episcopado argentino adoptó la argumentación de la Comisión Justicia y Paz argentina sobre el paso
de “habitantes a ciudadanos”.

Es lo que el Papa Francisco escribe en EG 220 respecto al pueblo-nación: “En toda nación, los habitantes desarrollan la
dimensión social de su vida configurándose como ciudadanos responsables en el seno de un pueblo, no como una masa
arrastrada por las fuerzas dominantes […]. Pero convertirse en un pueblo es algo más, y requiere un constante proceso
en el cual está involucrada cada nueva generación. Es un trabajo lento y arduo que exige quererse integrar y aprender a
hacerlo hasta desarrollar una cultura del encuentro en una multiforme harmonía”. Notemos aquí la expresión típica de
Bergoglio: “cultura del encuentro”. Como provincial de los jesuitas ya enunció, y como arzobispo de Buenos Aires
desarrolló, las prioridades del gobierno que conducen al bien común, a saber: 1) la superioridad del todo sobre la parte;
2) de la realidad sobre la idea; 3) de la unidad sobre el conflicto; 4) del tiempo sobre el espacio.

Sentido teológico-pastoral
El tiempo Prioridad del tiempo sobre el espacio

. Se trata de empezar “procesos que construyan un pueblo en la historia” (EG 224; 223), más que de ocupar espacio de
poder y/o posesión (de territorio o riqueza).. Con todo, no deja fuera el espacio sino que lo considera a partir del
tiempo. Concluye sus consideraciones diciendo: “El tiempo ordena los espacios, mina y los transforma en anillos de una
cadena en constante crecimiento sin marcha atrás” (EG 223).

Unidad plural y conflicto

La Teología del pueblo refleja el mérito a partir de la unidad, pero reconoce la realidad del antipueblo, del conflicto, y de
la lucha por la justicia. También en este punto el pensamiento del Papa tiene un profundo sentido evangélico y
teológico. Sostiene que los conflictos no se pueden ignorar, pero que tampoco hay que permanecer encerrados en ellos
o transformarlos en la clave del progreso. Se trata de “aceptar, de soportar el conflicto, resolverlo y transformarlo en el
anillo de un nuevo proceso. ‘Bienaventurados los que trabajan por la paz’ (Mt 5, 9)” (EG 227). Es la paz de la “comunión
en la diferencia”, “un ámbito vital donde los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden unir una multiforme unidad
que genera nueva vida” (EG 228).

Realidad e Idea

El último fundamento de la “cultura del encuentro”, está en la no negación de la realidad del conflicto. La realidad
superior a la idea También entre realidad e idea hay una tensión bipolar (cfr.EG 231), pues la segunda está en función de
la primera. De lo contrario, existe el peligro de manipularla. “Conviene pasar del nominalismo formal a la objetivación
harmoniosa” (EG 232), afirma el Papa. Según él, este “criterio está unido a la encarnación de la palabra y a su puesta en
práctica”. “No ponerla en práctica, no llevar la palabra a la realidad, significa construir sobre la arena, permanecer en la
pura idea y degenerar en intimismo y gnosticismo que no dan fruto, que hacen estéril su dinamismo” (EG 233).

No se ve una conexión inmediata entre esta prioridad y la Teología del pueblo, sino en la crítica que ésta hace de toda
ideología, y en la búsqueda de categorías hermenéuticas a partir de la realidad histórica latinoamericana, sobre todo de
los pobres.

La superioridad del todo sobre las partes y la suma de las partes

El Papa relaciona este principio con la tensión entre globalización y localización (cfr. EG 234). Respecto a esta última,
converge con el arraigo histórico-cultural de la Teología del pueblo, situada en América Latina y en Argentina, y puesta
en evidencia en la encarnación.También en este punto Bergoglio procede hacia una síntesis superior que no elimina la
tensión, sino que la comprende, la vivifica, la hace fecunda y la abre al futuro. “El modelo no es la esfera, donde todos
los puntos equidistan del centro y no hay diferencia de un punto a otro. El modelo es el poliedro, que refleja la
confluencia de todas las parcialidades que mantienen su originalidad”. Y añade: “Es la unión de los pueblos que, en el
orden universal, mantienen su originalidad; es la totalidad de las personas en una sociedad que busca un bien común
que verdaderamente lo incorpora todo” (EG 236).

Sin usar la palabra, el Papa tiene en mente la relación intercultural. Anteriormente había ofrecido el fundamento
trinitario de cuanto ha dicho: “El mismo Espíritu Santo es la harmonía, así como el vínculo del amor entre el Padre y el
Hijo. Suscita una múltiple y variada riqueza de dones y al mismo tiempo construye la unidad que nunca es uniformidad,
sino multiforme harmonía que atrae” (EG 117. La piedad popular Una característica de la Teología del pueblo es la
revaloración teológica y pastoral de la religión del pueblo, hasta reconocer una “mística popular”, como hizo el
Documento de Aparecida (n. 262).

En dos ocasiones EG se refiere a ella. Cuando ejemplifica la superioridad del todo sobre la parte afirma: “La ‘mística
popular’ acoge el Evangelio entero y lo encarna en manifestaciones de oración, fraternidad, justicia, lucha y fiesta” (EG
237; cfr. 124). EG también converge con la Teología del pueblo al poner el tema de la piedad popular en relación con la
inculturación del Evangelio (EG 68-70), con los “más necesitados” y con su “promoción social” (EG 70). Ambos se
distinguen del “cristianismo hecho de devociones, propio de un modo individual y sentimental de vivir la fe” (ibid.), sin
negar la necesidad de una “purificación y maduración” de esta religiosidad. “La misma piedad popular es el mejor punto
de partida” (EG 69). Cuando la Exhortación se refiere a las “nuevas relaciones engendradas por Jesucristo” las relaciona
con la religiosidad popular reconociendo que sus “formas propias […] están encarnadas porque han brotado de la
encarnación de la fe cristiana en una cultura popular.

Por esto incluyen una relación personal […] con Dios, con Jesucristo, con María, con un santo. Tienen carne, tienen
rostro” (EG 90). Una de las aproximaciones más ricas del Papa sobre la religión del pueblo la pronunció en Río de Janeiro
ante el CELAM, cuando la presentó como “creatividad, sana autonomía y libertad laical” en el contexto de su crítica a la
tentación de clericalismo en la Iglesia. La reconoce como una manifestación del “católico como pueblo”, en su carácter
comunitario y adulto en la fe, y recomendaba al mismo tiempo organismos característicos de América Latina, como los
grupos bíblicos y las comunidades eclesiales de base. Un ejemplo de convergencia con la Teología del pueblo lo ofrece la
EG cuando, citando el Documento de Puebla (n. 450) y el Documento de Aparecida (n. 264), concluye que “el pueblo se
evangeliza continuamente a sí mismo”, si se trata de pueblos “en los que se ha inculturado el Evangelio” (EG 122; cfr 68).
Ninguno “es el creador de la propia cultura y el protagonista de la propia historia. La cultura es algo dinámico, que un
pueblo recrea constantemente, y cada generación transmite a la siguiente actitudes […] que debe reelaborar frente a
sus propios desafíos” (EG 122).

En su proceso de transmisión cultural transmite también la fe de un modo siempre nuevo; de ahí la importancia de la
evangelización entendida como inculturación. Cada porción del Pueblo de Dios traduciendo en la propia vida el don de
Dios, según su propio genio, ofrece un testimonio de la fe recibida y la enriquece con nuevas expresiones que son
elocuentes” (EG 122). El Papa no habla de una transmisión cultural externa, sino de un vivo testimonio colectivo. “Se
trata de una realidad en permanente evolución, en la que el Espíritu Santo es el protagonista” (EG 122). El Papa habla
por segunda vez de “mística popular” como de “espiritualidad encarnada en la cultura de los sencillos” y que aunque
acentúa más el “credere in Deum” (creer en Dios, entregándose a Él) que el “credere Deum” (creer, simplemente, que
Dios existe), sin embargo “no está vacía de contenidos, sino que los descubre y expresa más por la vía simbólica que con
la razón” y “lleva la gracia misionera, de salir de sí mismo y de ser peregrinos” (EG 124).

Más adelante, el Papa enseña que “solo a partir de la connaturalidad afectiva que da el amor podemos apreciar la vida
teologal presente en la piedad del pueblo cristiano, especialmente de los pobres” (EG 125). La Exhortación corona el
tema de la religiosidad popular aceptando su relevancia teológica: “Las El Papa Francisco y la teología del pueblo 49
expresiones de la piedad popular, para quien es capaz de leerlas, son un lugar teológico al que debemos prestar
atención, cuando pensamos en la nueva evangelización” (EG 126). El Espíritu sopla cuando y donde quiere. Hoy en los
países secularizados, en los que “Dios brilla por su ausencia”, el Sur ofrece el testimonio de la piedad sentida “por los
pobres y los sencillos” y de su “mística popular” como aportación a la nueva evangelización (cfr. EG 126). Pero el Papa
no es un ingenuo y no ignora que “en las últimas décadas se ha dado una ruptura en la transmisión generacional de la fe
cristiana en el pueblo católico” a la que se refiere en EG 122. Examina las causas (EG 70) y apuesta por la pastoral urbana
(EG 71-75), “porque Dios vive en la ciudad” (Documento de Aparecida, n 514), aunque su presencia se ha de “descubrir,
desvelar” (EG 71) “a los ciudadanos”, a los “ciudadanos a medias” y a los “sobrantes urbanos” (EG 74), los pobres y los
excluidos, que “luchan por sobrevivir, y en esta lucha se esconde un profundo sentido de la existencia que implica
también un sentido religioso” (EG 72).

La opción preferencial por los pobres La Iglesia ha hecho una opción preferencial por los pobres, íntimamente
relacionada con la piedad popular como se vive en América Latina y con la Teología de la Liberación que pone en ella su
punto de partida y el propio lugar hermenéutico. Ahora, el Papa, ha puesto el acento en el amor preferencial por los
pobres, los marginados, los sin trabajo, los enfermos, los discapacitados, el “descartado”, el “superfluo”. El Papa
Francisco declara que “la solidaridad es una reacción espontánea de quien reconoce la función social de la propiedad y
el destino universal de los bienes como realidad anterior a la propiedad privada” (EG 189), de acuerdo con la doctrina
católica, y un poco antes afirma: “Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica anterior a la cultural,
sociológica, política o filosófica” (EG 198). “Por esto deseo una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que
enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, con el propio sufrimiento conocen el Cristo sufriente. Es necesario
que todos nos dejemos evangelizar por ellos (ibid.). Francisco critica “una economía que mata” (EG 53), el fetichismo del
dinero (EG 55), y un sistema social y económico […] radicalmente injusto (EG 59), debido a “ideologías que defienden la
autonomía absoluta del mercado y la especulación financiera” (EG 56, 202).

Afirma que “Dios, en Cristo, no redime solo las personas, sino también las relaciones entre los hombres” (EG 178), así
que los cristianos debemos luchar, sin violencia pero con eficacia, por la “inclusión social de los pobres” (EG 185) y
contra “una economía de la exclusión y de la iniquidad” (EG 53) y contra “el mal cristalizado en las estructuras sociales
injustas” (EG 59). El tema de los pobres es un punto de convergencia entre el magisterio del Papa Francisco, la doctrina
social de la Iglesia y la Teología del pueblo. No se trata de pura teoría sino de su encarnación en prácticas existenciales y
sociales que hacen realidad “la encarnación del Evangelio” y la “revolución de la ternura” (EG 88). Conclusión Karl
Rahner ya señaló, como contribución importante de la Iglesia y de la teología latinoamericana a la Iglesia y a la teología
universal, dos puntos importantes: la teología liberadora y la religión del pueblo; y publicó sendos libros sobre ellos.
Ambos puntos caracterizan la Teología del pueblo y son parte del aire fresco del Sur, que ha irrumpido en la Iglesia
gracias al Papa venido “del fin del mundo”.

1)¿Cuál es el origen de la Teologia del Pueblo?

2)¿Por qué el Papa Francisco pone la mirada en el Pueblo?

3)¿Cómo se relaciona la Teología de la Encarnación con la Religiosidad Popular?

4) Dos de los sentidos pastorales enuncian:” La unidad es superior al conflico” y la “Realidad es superior a la Idea”:
¿podrías explicarlos?

5)Relacionar todo lo reflexionado con las catequesis en las periferias existenciales.

LA OPCIÓN PREFERENCIAL POR LOS POBRES Y EXCLUIDOS- Documento de Aparecida

391. Dentro de esta amplia preocupación por la dignidad humana, se sitúa nuestra angustia por los millones de
latinoamericanos y latinoamericanas que no pueden llevar una vida que responda a esa dignidad. La opción preferencial
por los pobres es uno de los rasgos que marca la fisonomía de la Iglesia latinoamericana y caribeña. De hecho, Juan
Pablo II, dirigiéndose a nuestro continente, sostuvo que

“convertirse al Evangelio para el pueblo cristiano que vive en América, significa revisar todos los ambientes y
dimensiones de su vida, especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común”217.

392. Nuestra fe proclama que “Jesucristo es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre”218. Por eso “la
opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros,
para enriquecernos con su pobreza219. Esta opción nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios hecho hombre, que se ha
hecho nuestro hermano (Cf. Hb 2, 11-12). Ella, sin embargo, no es ni exclusiva, ni excluyente.
393. Si esta opción está implícita en la fe cristológica, los cristianos, como discípulos y misioneros, estamos llamados a
contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos: “Los
rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo”220. Ellos interpelan el núcleo del obrar de la Iglesia, de
la pastoral y de nuestras actitudes cristianas. Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo
lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo: “Cuanto lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños,
conmigo lo hicieron” (Mt 25, 40). Juan Pablo II destacó que este texto bíblico “ilumina el misterio de Cristo”221. Porque
en Cristo el grande se hizo pequeño, el fuerte se hizo frágil, el rico se hizo pobre.

394. De nuestra fe en Cristo, brota también la solidaridad como actitud permanente de encuentro, hermandad y
servicio, que ha de manifestarse en opciones y gestos visibles, principalmente en la defensa de la vida y de los derechos
de los más vulnerables y excluidos, y en el permanente acompañamiento en sus esfuerzos por ser sujetos de cambio y
transformación de su situación. El servicio de caridad de la Iglesia entre los pobres “es un ámbito que caracteriza de
manera decisiva la vida cristiana, el estilo eclesial y la programación pastoral”222.

395. El Santo Padre nos ha recordado que la Iglesia está convocada a ser “abogada de la justicia y defensora de los
pobres”223 ante “intolerables desigualdades sociales y económicas”224, que “claman al cielo”225. Tenemos mucho que
ofrecer, ya que

“no cabe duda de que la Doctrina Social de la Iglesia es capaz de suscitar esperanza en medio de las situaciones más
difíciles, porque, si no hay esperanza para los pobres, no la habrá para nadie, ni siquiera para los llamados ricos”226.

La opción preferencial por los pobres exige que prestemos especial atención a aquellos profesionales católicos que son
responsables de las finanzas de las naciones, a quienes fomentan el empleo, los políticos que deben crear las
condiciones para el desarrollo económico de los países, a fin de darles orientaciones éticas coherentes con su fe.

396. Nos comprometemos a trabajar para que nuestra Iglesia Latinoamericana y Caribeña siga siendo, con mayor
ahínco, compañera de camino de nuestros hermanos más pobres, incluso hasta el martirio. Hoy queremos ratificar y
potenciar la opción del amor preferencial por los pobres hecha en las Conferencias anteriores227. Que sea preferencial
implica que debe atravesar todas nuestras estructuras y prioridades pastorales. La Iglesia latinoamericana está llamada a
ser sacramento de amor, solidaridad y justicia entre nuestros pueblos.

397. En esta época, suele suceder que defendemos demasiado nuestros espacios de privacidad y disfrute, y nos dejamos
contagiar fácilmente por el consumismo individualista. Por eso, nuestra opción por los pobres corre el riesgo de
quedarse en un plano teórico o meramente emotivo, sin verdadera incidencia en nuestros comportamientos y en
nuestras decisiones. Es necesaria una actitud permanente que se manifieste en opciones y gestos concretos228, y evite
toda actitud paternalista. Se nos pide dedicar tiempo a los pobres, prestarles una amable atención, escucharlos con
interés, acompañarlos en los momentos más difíciles, eligiéndolos para compartir horas, semanas o años de nuestra
vida, y buscando, desde ellos, la transformación de su situación. No podemos olvidar que el mismo Jesús lo propuso con
su modo de actuar y con sus palabras: “Cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los
ciegos” (Lc 14, 13).

398. Sólo la cercanía que nos hace amigos nos permite apreciar profundamente los valores de los pobres de hoy, sus
legítimos anhelos y su modo propio de vivir la fe. La opción por los pobres debe conducirnos a la amistad con los pobres.
Día a día, los pobres se hacen sujetos de la evangelización y de la promoción humana integral: educan a sus hijos en la
fe, viven una constante solidaridad entre parientes y vecinos, buscan constantemente a Dios y dan vida al peregrinar de
la Iglesia. A la luz del Evangelio reconocemos su inmensa dignidad y su valor sagrado a los ojos de Cristo, pobre como
ellos y excluido entre ellos. Desde esta experiencia creyente, compartiremos con ellos la defensa de sus derechos.
“El discipulado misionero es vocación: llamado e invitación. Se da en un “hoy” pero “en tensión”. No existe el
discipulado misionero estático. El discípulo misionero no puede poseerse a sí mismo, su inmanencia está en tensión
hacia la trascendencia del discipulado y hacia la trascendencia de la misión. No admite la autorreferencialidad: o se
refiere a Jesucristo o se refiere al pueblo a quien se debe anunciar. Sujeto que se trasciende. Sujeto proyectado hacia el
encuentro: el encuentro con el Maestro (que nos unge discípulos) y el encuentro con los hombres que esperan el
anuncio. Por eso, me gusta decir que la posición del discípulo misionero no es una posición de centro sino de periferias:
vive tensionado hacia las periferias… incluso las de la eternidad en el encuentro con Jesucristo. En el anuncio evangélico,
hablar de “periferias existenciales” des-centra, y habitualmente tenemos miedo a salir del centro. El discípulomisionero
es un des-centrado: el centro es Jesucristo, que convoca y envía. El discípulo es enviado a las periferias existenciales.”
Papa Francisco, Encuentro con el Comité de Coordinación del CELAM28/07/2013

“El anuncio del Evangelio es parte del ser discípulos de Cristo y es un compromiso constante que anima toda la vida de la
Iglesia. «El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial»20. Toda comunidad es
“adulta”, cuando profesa la fe, la celebra con alegría en la liturgia, vive la caridad y proclama la Palabra de Dios sin
descanso, saliendo del propio ambiente para llevarla también a las “periferias”, especialmente a aquellas que aún no
han tenido la oportunidad de conocer a Cristo. La fuerza de nuestra fe, a nivel personal y comunitario, también se mide
por la capacidad de comunicarla a los demás, de difundirla, de vivirla en la caridad, de dar testimonio a las personas que
encontramos y que comparten con nosotros el camino de la vida.” Papa Francisco, Mensaje para Jornada Mundial de las
Misiones 2013

“Con los ojos puestos en sus hijos y en sus necesidades, como en Caná de Galilea, María ayuda a mantener vivas las
actitudes de atención, de servicio, de entrega y de gratuidad que deben distinguir a los discípulos de su Hijo. Indica,
además, cuál es la pedagogía para que los pobres, en cada comunidad cristiana, “se sientan como en su casa”9 . Crea
comunión y educa a un estilo de vida compartida y solidaria, en fraternidad, en atención y acogida del otro,
especialmente si es pobre o necesitado. En nuestras comunidades, su fuerte presencia ha enriquecido y seguirá
enriqueciendo la dimensión materna de la Iglesia y su actitud acogedora, que la convierte en “casa y escuela de la
comunión10, y en espacio espiritual que prepara para la misión.” Documento de Aparecida 272

1 ¿Qué son las periferias? ¿Cuáles son las pistas más importantes que aporta este documento para salir a las periferias?
¿Qué características tiene este discípulo -misionero que sale a las periferias?

2. Expresen lo reflexionado con una canción.

Evangelii Gaudium 19-24:

TRANSFORMACIÓN MISIONERA DE LA IGLESIA

19. La evangelización obedece al mandato misionero de Jesús: «Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos,
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he
mandado» (Mt 28,19-20). En estos versículos se presenta el momento en el cual el Resucitado envía a los suyos a
predicar el Evangelio en todo tiempo y por todas partes, de manera que la fe en Él se difunda en cada rincón de la tierra.

I. Una Iglesia en salida

20. En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de «salida» que Dios quiere provocar en los
creyentes. Abraham aceptó el llamado a salir hacia una tierra nueva (cf. Gn 12,1-3). Moisés escuchó el llamado de Dios:
«Ve, yo te envío» (Ex3,10), e hizo salir al pueblo hacia la tierra de la promesa (cf. Ex 3,17). A Jeremías le dijo:
«Adondequiera que yo te envíe irás» (Jr 1,7). Hoy, en este «id» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos
siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera. Cada
cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este
llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.

21. La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera. La experimentan
los setenta y dos discípulos, que regresan de la misión llenos de gozo (cf. Lc 10,17). La vive Jesús, que se estremece de
gozo en el Espíritu Santo y alaba al Padre porque su revelación alcanza a los pobres y pequeñitos (cf. Lc 10,21). La
sienten llenos de admiración los primeros que se convierten al escuchar predicar a los Apóstoles «cada uno en su propia
lengua» (Hch 2,6) en Pentecostés. Esa alegría es un signo de que el Evangelio ha sido anunciado y está dando fruto. Pero
siempre tiene la dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá.
El Señor dice: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido» (Mc
1,38). Cuando está sembrada la semilla en un lugar, ya no se detiene para explicar mejor o para hacer más signos allí,
sino que el Espíritu lo mueve a salir hacia otros pueblos.

22. La Palabra tiene en sí una potencialidad que no podemos predecir. El Evangelio habla de una semilla que, una vez
sembrada, crece por sí sola también cuando el agricultor duerme (cf. Mc 4,26-29). La Iglesia debe aceptar esa libertad
inaferrable de la Palabra, que es eficaz a su manera, y de formas muy diversas que suelen superar nuestras previsiones y
romper nuestros esquemas.

23. La intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión «esencialmente se configura como
comunión misionera».[20] Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en
todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el
pueblo, no puede excluir a nadie. Así se lo anuncia el ángel a los pastores de Belén: «No temáis, porque os traigo una
Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo» (Lc 2,10). El Apocalipsis se refiere a «una Buena Noticia, la eterna,
la que él debía anunciar a los habitantes de la tierra, a toda nación, familia, lengua y pueblo» (Ap 14,6).

Primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar

24. La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que
fructifican y festejan. «Primerear»: sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el
Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa
sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un
deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza
difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear! Como consecuencia, la Iglesia sabe «involucrarse». Jesús lavó los pies
a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero
luego dice a los discípulos: «Seréis felices si hacéis esto» (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y
gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida
humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas
escuchan su voz. Luego, la comunidad evangelizadora se dispone a «acompañar». Acompaña a la humanidad en todos
sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico. La evangelización
tiene mucho de paciencia, y evita maltratar límites. Fiel al don del Señor, también sabe «fructificar». La comunidad
evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por
la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas.
Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en
apariencia sean imperfectos o inacabados. El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como
testimonio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su
potencia liberadora y renovadora. Por último, la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y
festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la
liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza
de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo.

1. Algunos términos claves para entender al Papa Francisco y buscar pistas para una catequesis en las periferias: “Iglesia
en salida”, primeriar, acompañar, fructificar y festejar. Definirlos.

2. ¿Cómo se pueden relacionar con la catequesis en las periferias?

3. Expresar lo reflexionado con algún material audiovisual que lo represente.

Evangelii Gaudium
CAPÍTULO CUARTO

LA DIMENSIÓN SOCIAL DE LA EVANGELIZACIÓN

176. Evangelizar es hacer presente en el mundo el Reino de Dios. Pero «ninguna definición parcial o fragmentaria refleja
la realidad rica, compleja y dinámica que comporta la evangelización, si no es con el riesgo de empobrecerla e incluso
mutilarla»[140]. Ahora quisiera compartir mis inquietudes acerca de la dimensión social de la evangelización
precisamente porque, si esta dimensión no está debidamente explicitada, siempre se corre el riesgo de desfigurar el
sentido auténtico e integral que tiene la misión evangelizadora.

I. Las repercusiones comunitarias y sociales del kerygma

177. El kerygma tiene un contenido ineludiblemente social: en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y
el compromiso con los otros. El contenido del primer anuncio tiene una inmediata repercusión moral cuyo centro es la
caridad.

Confesión de la fe y compromiso social

178. Confesar a un Padre que ama infinitamente a cada ser humano implica descubrir que «con ello le confiere una
dignidad infinita»[141]. Confesar que el Hijo de Dios asumió nuestra carne humana significa que cada persona humana
ha sido elevada al corazón mismo de Dios. Confesar que Jesús dio su sangre por nosotros nos impide conservar alguna
duda acerca del amor sin límites que ennoblece a todo ser humano. Su redención tiene un sentido social porque «Dios,
en Cristo, no redime solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los hombres»[142].
Confesar que el Espíritu Santo actúa en todos implica reconocer que Él procura penetrar toda situación humana y todos
los vínculos sociales: «El Espíritu Santo posee una inventiva infinita, propia de una mente divina, que provee a desatar
los nudos de los sucesos humanos, incluso los más complejos e impenetrables»[143]. La evangelización procura
cooperar también con esa acción liberadora del Espíritu. El misterio mismo de la Trinidad nos recuerda que fuimos
hechos a imagen de esa comunión divina, por lo cual no podemos realizarnos ni salvarnos solos. Desde el corazón del
Evangelio reconocemos la íntima conexión que existe entre evangelización y promoción humana, que necesariamente
debe expresarse y desarrollarse en toda acción evangelizadora. La aceptación del primer anuncio, que invita a dejarse
amar por Dios y a amarlo con el amor que Él mismo nos comunica, provoca en la vida de la persona y en sus acciones
una primera y fundamental reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los demás.

179. Esta inseparable conexión entre la recepción del anuncio salvífico y un efectivo amor fraterno está expresada en
algunos textos de las Escrituras que conviene considerar y meditar detenidamente para extraer de ellos todas sus
consecuencias. Es un mensaje al cual frecuentemente nos acostumbramos, lo repetimos casi mecánicamente, pero no
nos aseguramos de que tenga una real incidencia en nuestras vidas y en nuestras comunidades. ¡Qué peligroso y qué
dañino es este acostumbramiento que nos lleva a perder el asombro, la cautivación, el entusiasmo por vivir el Evangelio
de la fraternidad y la justicia! La Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente prolongación de la
Encarnación para cada uno de nosotros: «Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicisteis a
mí» (Mt 25,40). Lo que hagamos con los demás tiene una dimensión trascendente: «Con la medida con que midáis, se os
medirá» (Mt 7,2); y responde a la misericordia divina con nosotros: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo.
No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará
[…] Con la medida con que midáis, se os medirá» (Lc 6,36-38). Lo que expresan estos textos es la absoluta prioridad de la
«salida de sí hacia el hermano» como uno de los dos mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el
signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual en respuesta a la donación absolutamente
gratuita de Dios. Por eso mismo «el servicio de la caridad es también una dimensión constitutiva de la misión de la
Iglesia y expresión irrenunciable de su propia esencia».[144] Así como la Iglesia es misionera por naturaleza, también
brota ineludiblemente de esa naturaleza la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y
promueve.

El Reino que nos reclama

180. Leyendo las Escrituras queda por demás claro que la propuesta del Evangelio no es sólo la de una relación personal
con Dios. Nuestra respuesta de amor tampoco debería entenderse como una mera suma de pequeños gestos personales
dirigidos a algunos individuos necesitados, lo cual podría constituir una «caridad a la carta», una serie de acciones
tendentes sólo a tranquilizar la propia conciencia. La propuesta es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43); se trata de amar a Dios
que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de
justicia, de paz, de dignidad para todos. Entonces, tanto el anuncio como la experiencia cristiana tienden a provocar
consecuencias sociales. Buscamos su Reino: «Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por
añadidura» (Mt 6,33). El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre; Él pide a sus discípulos: «¡Proclamad que
está llegando el Reino de los cielos!» (Mt 10,7).

181. El Reino que se anticipa y crece entre nosotros lo toca todo y nos recuerda aquel principio de discernimiento que
Pablo VI proponía con relación al verdadero desarrollo: «Todos los hombres y todo el hombre»[145]. Sabemos que «la
evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se
establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre»[146]. Se trata del criterio de universalidad,
propio de la dinámica del Evangelio, ya que el Padre desea que todos los hombres se salven y su plan de salvación
consiste en «recapitular todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe, que es Cristo» (Ef 1,10). El
mandato es: «Id por todo el mundo, anunciad la Buena Noticia a toda la creación» (Mc 16,15), porque «toda la creación
espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios» (Rm 8,19). Toda la creación quiere decir también todos los
aspectos de la vida humana, de manera que «la misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene una
destinación universal. Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos
los ambientes de la convivencia y todos los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extraño»[147]. La verdadera
esperanza cristiana, que busca el Reino escatológico, siempre genera historia.

La enseñanza de la Iglesia sobre cuestiones sociales

182. Las enseñanzas de la Iglesia sobre situaciones contingentes están sujetas a mayores o nuevos desarrollos y pueden
ser objeto de discusión, pero no podemos evitar ser concretos —sin pretender entrar en detalles— para que los grandes
principios sociales no se queden en meras generalidades que no interpelan a nadie. Hace falta sacar sus consecuencias
prácticas para que «puedan incidir eficazmente también en las complejas situaciones actuales»[148]. Los Pastores,
acogiendo los aportes de las distintas ciencias, tienen derecho a emitir opiniones sobre todo aquello que afecte a la vida
de las personas, ya que la tarea evangelizadora implica y exige una promoción integral de cada ser humano. Ya no se
puede decir que la religión debe recluirse en el ámbito privado y que está sólo para preparar las almas para el cielo.
Sabemos que Dios quiere la felicidad de sus hijos también en esta tierra, aunque estén llamados a la plenitud eterna,
porque Él creó todas las cosas «para que las disfrutemos» (1 Tm 6,17), para que todos puedan disfrutarlas. De ahí que la
conversión cristiana exija revisar «especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien
común»[149].183. Por consiguiente, nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las
personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la
sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. ¿Quién pretendería encerrar en un
templo y acallar el mensaje de san Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta? Ellos no podrían aceptarlo. Una
auténtica fe —que nunca es cómoda e individualista— siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de
transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra. Amamos este magnífico planeta donde Dios
nos ha puesto, y amamos a la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y
esperanzas, con sus valores y fragilidades. La tierra es nuestra casa común y todos somos hermanos. Si bien «el orden
justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política», la Iglesia «no puede ni debe quedarse al margen
en la lucha por la justicia»[150]. Todos los cristianos, también los Pastores, están llamados a preocuparse por la
construcción de un mundo mejor. De eso se trata, porque el pensamiento social de la Iglesia es ante todo positivo y
propositivo, orienta una acción transformadora, y en ese sentido no deja de ser un signo de esperanza que brota del
corazón amante de Jesucristo. Al mismo tiempo, une «el propio compromiso al que ya llevan a cabo en el campo social
las demás Iglesias y Comunidades eclesiales, tanto en el ámbito de la reflexión doctrinal como en el ámbito
práctico»[151].184. No es el momento para desarrollar aquí todas las graves cuestiones sociales que afectan al mundo
actual, algunas de las cuales comenté en el capítulo segundo. Éste no es un documento social, y para reflexionar acerca
de esos diversos temas tenemos un instrumento muy adecuado en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, cuyo
uso y estudio recomiendo vivamente. Además, ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio en la interpretación de la
realidad social o en la propuesta de soluciones para los problemas contemporáneos. Puedo repetir aquí lo que
lúcidamente indicaba Pablo VI: «Frente a situaciones tan diversas, nos es difícil pronunciar una palabra única, como
también proponer una solución con valor universal. No es éste nuestro propósito ni tampoco nuestra misión. Incumbe a
las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país»[152].

1) ¿En qué fundamenta el Documento del Papa Francisco, el compromiso social del cristiano?

2)¿Cuáles son los fundamentos bíblicos de ese compromiso social?

3) Relacionar esto, con la catequesis en las periferias existenciales.

4)Expresar los contenidos reflexionados en un grafitti

“Proyecto seminario de especialización en catequesis en las periferias”

Pero ¿qué decimos cuando hablamos de periferias existenciales? Cuando hablamos de periferias, es imposible no pensar
en las fragilidades a las que están expuestos tantos hermanos que viven en la calle, en las cárceles, los que tienen un
trabajo precario, los niños institucionalizados, los que viven en pequeñas o grandes ranchadas en las estaciones de los
trenes, aquellos que están expuestos al maltrato, delincuencia, abusos de todo tipo. Otros que son expuestos al
asesinato por el tráfico de órganos, las villas de emergencia donde la violencia y tantos otros males el primero en sufrirla
es el vecino. Se vive el desarraigo de venir de otros países y de otras culturas, buscando un futuro mejor para sí mismo y
para sus hijos; se sufre la falta de dignidad en el trabajo, trabajo en negro por no tener documentos y por no tener
dirección, ocultando la verdadera: Manzana… Casa. De lo contrario no acceden a los trabajos, nadie le quiere dar trabajo
al que tiene la estigmatización social de ser delincuente por vivir en una villa, otra de las grandes fragilidades de estos
lugares es el crecimiento escandaloso de la venta de drogas, especialmente el paco, ¡Cuántas vidas jóvenes! Se pierden a
diario. La mujer vive a diario exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores
posibilidades de defender sus derechos. Sin embargo, también entre ellas encontramos constantemente los más
admirables gestos de heroísmo cotidiano en la defensa y el cuidado de la fragilidad de sus familias, salen todos los días a
trabajar, para darles de comer a sus hijos. Muchas veces construyen sus casas con sus propias manos, sin importarle el
sacrificio que tengan que hacer. Ya la misma historia ha reconocido, por ejemplo, a la “gloriosa mujer paraguaya”. y así
podríamos seguir con una lista interminable de tantas y tantas periferias existenciales donde el dolor, el mal trato, la
injusticia son moneda corriente. Recordemos que el Papa nos pide que cuidemos la fragilidad. Para poder evangelizar, es
de suma importancia, la Pedagogía de la presencia, el evangelizar con ellos y desde ellos. Para eso es muy importante la
escucha atenta, descubrir a Cristo en ellos y desde ellos con su cultura. Poder interpretar con su ayuda la misteriosa
sabiduría que Dios nos comunica, hermanarnos, hacernos amigos. Nuestra tarea no es un activismo con programas de
promociones sociales, sino crear junto con ellos espacios en los que la casa de Dios sea su casa, y desde ahí
acompañarlos adecuadamente en su camino de liberación. La auténtica opción por los pobres es amarlos y desde ahí
devolverles la dignidad que el mismo Dios les dio. El desafío es formar comunidad con ellos, porque la peor
discriminación que podemos tener con los pobres desde la Iglesia es su falta de atención espiritual. Debería ser una
atención espiritual prioritaria (no tienen biblias, grupos de catequesis de 30 o más chicos, falta de apoyo a los
catequistas, agentes de evangelización externos que no conocen la realidad, ni la cultura y desde un etnocentrismo
evangelizan) Nadie debería sentirse fuera de esta opción; ya que es la opción de la Iglesia, es la opción de Jesús. La
nueva evangelización, como dice el N.º 23 de “Líneas pastorales para una nueva Evangelización. “Debe tener en cuenta:

Centrarse en el Misterio de Cristo.

Alimentarse en la devoción mariana.

Orientar hacia un sentido de pertenencia a la Iglesia.

Dejarse urgir por la opción preferencial por los pobres.

Escuchar con mucha atención todo lo que nos cuentan.

Aprender a observar, a mirar con la mirada de Jesús

Tener mucho amor, expresado en el trato. Mucha paciencia, PERO AL MISMO TIEMPO SABER MARCAR LOS
LIMITES (no nos olvidemos que la nuestra también es una acción educativa). Saber estar, acompañar y contener
cuando es necesario. Conocer sobre su cultura, las múltiples manifestaciones religiosas. La religiosidad popular: «refleja
una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer» y que «hace capaz de generosidad y sacrificio
hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe». Se trata de una verdadera «espiritualidad encarnada en la
cultura de los sencillos». Para entender esta realidad hace falta acercarse a ella con la mirada del Buen Pastor, que no
busca juzgar sino amar.

+ ACERCARSE AL OTRO TAL COMO SOMOS: No hay que pretender caer simpático, no hay que “maquillarse” de
marginal. Necesitan, gente auténtica; que se presente ante ellos sin ningún tipo de miedo o prevención.

+ CREER SIEMPRE EN CADA persona Y EN SU POSIBILIDAD DE CAMBIO: Somos testigos del Resucitado y por tanto
creemos que, en cualquier situación, en cada persona hay mucha más vida que muerte. Hay que “resucitarla”.

+ INTERESARSE POR TODA SU VIDA: Conocer la totalidad de sus vidas, no sólo por el rato que pasan con
nosotros.

+ ASUMIR EL CONFLICTO COMO ALGO NECESARIAMENTE NORMAL: Nos acercamos a personas con vidas rotas,
eso lleva a entrar en situaciones incómodas. Enfocar adecuadamente esos conflictos para que eduquen.
+ ANIMAR A LA REFLEXION SOBRE UNO MISMO: Al educar, no tratamos de “meter” ideas, sino tratamos de
sacar hacia fuera lo que hay de bueno, en cada uno.

+ VIVIR EN ACTITUD DE APRENDER DE ELLOS: Debemos confiar, esperar y creer en ellos, brindarles nuestro
verdadero cariño. + PROCURAR SER LO QUE DEBEMOS SER, personas que no los critican, sino que los tratan con
respeto y cariño.

+ TRABAJAR A PARTIR DE LOS GUSTOS, POSIBILIDADES Y REALIDADES, no desde nosotros, desde nuestra meta,
sino que desde ellos. + VIVIR DESDE LA ESPERANZA Y CREAR ESPERANZA, en toda situación. Será fuerza que favorece a
la creatividad en la entrega. Para concluir recordemos la frase de Monseñor Angelelli”: CON UN OIDO EN EL PUEBLO Y EL
OTRO EN EL EVANGELIO”

1. ¿Qué son las periferias existenciales según este texto? ¿Qué pistas se pueden tomar como centrales?

2. Expresar lo reflexionado con algún dibujo, frase o signo muy concreto.

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