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Síntoma y Sinthome: Una articulación

María del Carmen Meroni

(*) Buenos Aires - Abril 2000.

Sutura y empalme entre Imaginario y Simbólico (es decir, sobre el saber Inc.) para
extraer de allí la ficción verosímil de un sentido ignorado, es lo que un analista hace
con el síntoma, ya que el síntoma produce al mismo tiempo un sentido y su ignorancia,
por eso a pesar de ser el síntoma mismo un intérprete, no es superflua su
interpretación.

Pero también un analista hace empalme entre el verosímil del saber Inc. (un poco de
verdad con cuidado hacia su representabilidad) y lo Real, parásito, dice Lacan, que
resulta de que hay en todo goce humano algo imposible de ubicar enteramente bajo
cualquier sentido.

Sutura y empalme entre Imaginario y Simbólico; empalme entre el síntoma y lo Real


que en él se pone de relieve.

Sin embargo, la estructura misma del sujeto hablante se ha encargado ya de cumplir


de algún modo la función de hacerle vivible la existencia, de burlar su radical
inadecuación. Existencia vivible no quiere decir "aceptable", es decir que lo inaceptable
de la insatisfacción producirá el desborde de esa estructura, obligando de alguna
manera a su renovación. El sufrimiento singular que aqueja al Sujeto de la neurosis, al
menos cuando esa inadecuación se le revela a través de su síntoma, le resulta
aprehensible sólo debido a que él se ha construído de algún modo el marco de un
nombre vivible, que desde luego él ignora. Y de ese nombre, aun si no continuara
ignorándolo, su paso por un análisis, de resultar exitoso, no podrá desalojarlo, ni serían
deseables las consecuencias de que tal cosa pudiera ocurrir. Leemos de ese modo el
tiempo presente con que está escrito que "del Nombre del Padre se puede también
prescindir, a condición de servirse de él" (no de "haberse servido"). Las dos acciones
son simultáneas, "servirse" es algo que continúa ocurriendo, la "condición" quiere decir
que sin eso en presente, no hay "prescindir".

Disponemos de una bisagra dada por Lacan que articula el "caso Joyce" con el de
cualquiera de nosotros. ..."es su arte lo que ha suplido a su sostén fálico (leemos) ... y
siempre es así". Más adelante: "Es por hacerse un nombre que Joyce ha hecho una
compensación de la carencia paterna" (allí agregaríamos entonces: y siempre es así).
Pero también : "que todo eso más o menos se sostenga, no hace menos necesario el
síntoma".

Síntoma y Sinthome tienen una característica en común: ambos son creaciones, que al
mismo tiempo denuncian y operan sobre el hecho de que hay un "error", nombre que
recibe en Lacan el objeto "a". Y siempre es así. Ambos testimonios (también el
fantasma) de ese "error" en la estructura, no operan sin embargo de la misma manera.
Ligado al caso Joyce, Lacan dice que el Sinthome opera allí donde hay lapsus del
nudo. Pero en el caso de cualquiera, con un nudo hecho de tres redondeles inconexos
a los que sólo vincula el cuarto, el cuarto no opera sobre ese mismo tipo de error (el de
Joyce). Esos tres de cualquiera, no es que estén mal, no es que estén rotos, no se
interpenetran; es que son distintos, no participan el uno del otro de por sí para nada,
nada los vincularía fuera de ese suplemento.

Con esos tres inconexos, se trata de compensar la carencia paterna, que no es lo


mismo que un "padre flojo". Carencia paterna, si hay cuarto nudo para cualquiera, es
goce en lo Real (la cara clínica de su presencia en el campo del Otro es la angustia),
defecto en lo Imaginario (se nos aparece como la inhibición), y falta en lo Simbólico (es
la discordancia dicha en las formaciones del Inc.). Algún predominio de esos tres, es
por lo general parcial y alternante. Padre flojo suele aludir al padre Imaginario,
personaje frecuentemente tan recargado de trabajo, de quien se esperan tan
extraordinarios rendimientos, que no podría sino caer frente a ellos del lado del
defecto, como el impotente sin recursos, o como el tirano sin límites.

Llamamos "carencia paterna" a lo que siempre es así, y "suplencia" a ese agregado


que no puede menos que producirse en dicho marco, sobre tres registros a los que
ningún destino natural vincula entre sí. Se trata allí, en un caso cualquiera, de sostener
articulada una estructura que sin eso no la habría (ni carente, ni de otro modo), de
manera tal que pueda albergar (Lacan dice también "que pueda burlar") el error, pero
no siempre el mismo error que en el caso de Joyce, y que provea a dicha inadecuación
de una morada habitable. Carencia paterna no quiere decir aquí sino que el error y su
remiendo vivible son siempre en singular, y no que dicha carencia, podría no haberla.

El error, el objeto inadecuado de cualquiera, se imprime con fuerza incesante en el


campo de la pulsión y es tomado como "plus" de un goce insuficiente, del lado del
Sujeto, en el fantasma. El "error" es una feliz metáfora del pedazo de Real que hay que
enlazar a través de algún artificio de remiendo. La versión "matemática" de Lacan
sobre el error de Joyce, que dice que el artificio de remiendo se instala donde hay un
llamado "lapsus" del nudo, puede servirnos para poner en alguna relación (no para
igualar), ese artificio de remiendo que es el Sinthome como nombre propio, con el
campo de la discordancia en el objeto, discordancia que aparece articulada en las
formaciones del Inc. (lapsus). Esta cuestión, ubicada "en el caso de cualquiera", sitúa
al "lapsus" y al "remiendo", en una relación de recíproca tensión. Lapsus quiere decir
en esa lectura del "error" válida para el caso de cualquiera, que el anudamiento
produce en el campo de la discordancia radical en la que un Sujeto debe advenir, un
tropiezo (que el Inc. pronuncia, y es equivalente al lapsus) y el remiendo remedia o
contrapesa la manifestación del tropiezo.

El saber Inc., en tanto ficción verosímil de una representación, cuya figurabilidad


transporta cifrado un pedazo de Real , pone de manifiesto un accidente siempre
singular en el marco de la imposibilidad de lo Simbólico para recubrir lo Real. Un
pedazo de Real se manifiesta como tropiezo singular , en el marco y debido al marco
de ese ensamble de remiendo que es el Sinthome como nombre. El tropiezo puede ser
tratado en los mejores casos (no en el de Joyce) como un sentido ficcional que al ser
producido no se ignora, pero ignora de sí mismo el fragmento de Real que transporta.
Es necesario que un cuerpo se haga presente, ya que si el campo pulsional no se
presentara (con el sexo y con la muerte) como el terreno que empuja el cifrado Inc. del
imposible singular de cada quien, la combinatoria simbólica podría seguir sin parar en
ninguna parte, indefinidamente. (Lo que nos impresiona intentando seguir las líneas,
por ejemplo, del Finnegan´ s Wake). En "Los Cuatro Conceptos Fundamentales",
Lacan sale al cruce de esta posible deriva infinita: extraemos de allí que en el intervalo
entre la represión originaria, y el movimiento del deseo que es ya una interpretación,
se halla la sexualidad bajo la forma de las pulsiones parciales, es decir las tendencias
que dan testimonio del modo en el que se hace presente el único cuerpo posible allí,
hasta el momento. Si en ese "intervalo" no se presentara el desarreglo del sentido con
el que la pulsión sostiene en ese cuerpo la falta de un significante, la actividad analítica
se limitaría a una mántica, es decir una teoría de la interpretación por equivalencias
preestablecidas de acción automática, donde todo se encuentra ya traducido.

Un pedazo de Real se manifiesta en el tropiezo que puede ser tratado como un saber,
a través de un cuerpo. Tropiezo en el ensamble, y artificio de remiendo no van en la
misma dirección.

Podría ser una brizna de ese tropiezo cifrable, albergado en un cuerpo, en el marco de
un artificio de remiendo, la razón por la cual Joyce se las arregló a pesar de todo para
producir, en unas libretitas personales (que se han rescatado a su muerte y publicado
sin su voluntad), unos pequeños textos que él llamaba "Epifanías", breves fulgores sin
contexto, fragmentos apenas, pequeños diálogos, escenas sin relato, donde los
cuerpos dicen, los gestos, miradas y ropajes se animan y brillan con el brillo de la
articulación conservada cuando forma parte del relato (pero allí no lo hay, como sí lo
había en "Dublinenses", sus primeros cuentos). Anotaba sus Epifanías, al parecer en
cualquier momento, cuando le llegaban, retirándose apenas a un costado en una
reunión social, o en una visita, y volviendo minutos después a reunirse con los demás.
Por el nombre que les dio, queda evocado allí el súbito brillo con el que los Reyes
Magos captaron de pronto, a través de una estrella, en una Revelación, que en el
pesebre de ese mísero establo habitaba el inicio balbuceante de Dios. Eso se llama ,
cada 6 de enero, la Epifanía o Festividad de los Reyes Magos, en la tradición cristiana
(jesuita) en la que Joyce fue educado.

La Epifanía indica que un pedazo de Real, extra – ordinario, se ha hecho presente, a


través del tratamiento que recibe por lo Simbólico un circuito pulsional de cuerpo
hablante. Los tres Magos, rendidos ante la evidencia, sin comprender bien, se dejan
guiar por lo que se les aparece, sin angustia y sin fastidio, y lo cuentan como pueden a
sus semejantes.

A Joyce no le era posible, debido a la índole del remiendo que pudo producir y a pesar
de que lo pudo producir, sostener articulados entre sí el fulgor Real de la oculta y
fragmentaria puesta en escena del Inc que intentan las Epifanías de sus libretitas, y el
curso de sus escritos publicados , artificio para lectores eruditos, progresivamente en
el límite mismo de lo legible por un lector. Algunas Epifanías, pocas según hacen
constar los eruditos, fueron transformadas e incorporadas en sus libros, pero en el
transcurso de los mismos la escena, cuyo grano de Real podría cobrar cuerpo
escenográfico en un relato sostenido, se diluye, y el sentido se desintegra cada vez
más, hasta casi no poder ya sus escritos dados al público alojar la función de un lector,
que no es lo mismo que un lector erudito.

En las antípodas del sujeto Joyce, aunque no de la estructura cuya ley produjo a
Joyce, ubicaríamos a un pintor, Wassily Kandinsky. Su infancia había sido marcada
por el misterio de la temprana disolución de una figura única en el campo del Otro
Primordial. La hermosa madre se alejó muy pronto del hogar y del matrimonio con el
padre, si bien amaba y visitaba a diario al niño sin que su divorcio lo impidiera; la tía
materna que convivía y cuidaba de él con amor, y que también había criado a la madre
del niño (su hermana menor), nunca fue la esposa del padre divorciado que no volvió a
casarse; y el bondadoso y respetado padre admirador de pintores y artistas en la Rusia
del siglo XIX, dejó al niño frente al enigma sin eludirlo ni cancelarlo, sin violentarlo ni
resolverlo. Desviado del camino de la Economía Agraria por la pasión del dibujo en la
que lo introdujeron las enseñanzas de la tía y los ideales artísticos del padre, las
figuras que se negaban a fijarse con precisión, fueron causa de su tormento neurótico
en los años de aprendizaje como pintor, dúctil con el color y malo para el dibujo. Se
casó con una prima de la que se divorció al poco tiempo, y sólo mucho más tarde,
convertido en pintor en Alemania y ya no un aprendiz, conocería a la joven y hermosa
Nina, a la que amó con pasión y ternura por el resto de su vida.

Finalizada con gran lucha interior su primera formación (ineludible) como dibujante en
Alemania, y ya instalado allí en forma independiente, cuenta en su autobiografía que
fue sorprendido un día en su estudio por un cuadro de gran belleza y ardor interior, del
cual sólo veía trazos y colores, cuyo tema le resultaba incomprensible y cuyo origen no
atinó a reconocer. Era uno de sus propios cuadros apoyado contra la pared , sólo que
dado vuelta del revés. La desconcertante impresión momentánea le resultó
irreproducible. En la fugacidad de ese instante, sólo la fina luz de un crepúsculo lo
había captado en el "cuadro" a él mismo. Pero en el marco de ese hallazgo, su error
en la puesta en escena de ese equívoco, fue su estrella de Belén. Aceptó sin protesta
dejarse guiar por ella, y ese momento de extrañamiento (eso que llamaríamos des-
ser), lejos del ocultamiento, el rechazo fastidiado, o la desintegración de todo sentido,
empezó a ganar espacio en la elaboración de su obra, según él mismo lo cuenta, hasta
protagonizarla y transformarse en un estilo. Lo guió a producir, a partir de 1910, los
cuadros donde predomina el color, inspirados en los nombres y sonidos de la música,
sin figura unitaria, sin "tema" visible tal como hasta entonces se lo entendía (tal como
él mismo hasta entonces lo entendía).

Había nacido la pintura abstracta, de la que Kandinsky es reconocido como inventor.


Se ubicó sabiendo – hacer – ahí un estilo que hizo escuela (un perfil transmisible de
una configuración singularísima de las especies del objeto pulsional), con lo que había
sido el padecimiento y la lucha interior del mal dibujante de figuras, cuya madre no fue
Una, ni tampoco Dos. El hecho de que la pintura abstracta que creó, teorizó y enseñó,
(que articula matemática, música, escenografía , teorías arquitectónicas del espacio,
etc), sea un "estilo" reconocido por una corriente de maestros, interlocutores y
discípulos, nos informa que no se trata allí solamente del impacto de un hallazgo en el
montaje de los circuitos pulsionales para el Sujeto de esa experiencia, sino de la
articulación de ese hallazgo (en sí mismo inefable, como siempre), de ese punto de
Real, en un discurso que lo cifra y lo transmite sólo a medias, como toda transmisión.
En eso, Kandinsky y Joyce no dan testimonio del mismo efecto de la estructura.
Síntoma, epifanía de lo Real indomable en un cuerpo pulsional trabajado por lo
Simbólico, y Sinthome, artificio que remienda la ajenidad de esos tres, alojando de un
modo soportable el error estructural del goce humano, es verdad que aun cuando
soporten alguna articulación entre ambos, no son nunca la misma cosa, tampoco para
Joyce. Si bien el síntoma y su articulación posible con el nombre, es subsidiario del
estilo de artificio que se haya logrado construir, también para Joyce.

A diferencia de Joyce, la Epifanía sintomática que no quede expulsada a la ignorancia


y condescienda a su vez a la figurabilidad, puede informarle al Sujeto que porta ese
artificio que es su nombre, alguna cosa que le cambie el rumbo, que lo haga no
siempre idéntico a sí mismo, sin quedar esa revelación como un fulgor perdido, y sin
romper en pedazos al artificio que nombra al Sujeto. Eso llama, o al menos hace el
lugar, para algún pequeño invento.

Las Epifanías en el campo de la pulsión cuando tienen cobertura sintomática,


producen siempre algún equívoco en la escena. Albergadas sin rechazo o desmentida,
le informan al Sujeto que las encuentra que el modo artificioso que se ha conseguido
para burlar (o alojar) soportablemente el error de su goce, no es nunca estable, y sí
siempre insuficiente e inacabado. Algo habrá que inventar a raíz del encuentro que
acaba de ocurrir, entre otras cosas porque se le ha brindado un alojamiento. El nombre
propio no se reduce sino que se imperfecciona, y el Inc. no es por eso menos
necesario. .

No hay sucesión sino simultaneidad entre "prescindir" y "servirse" del Nombre del
Padre, a condición del inacabamiento en acto del nombre propio, el artificio de
remiendo llamado "Sinthome" (es decir, saber hacer con eso), inacabamiento que tiene
en el buen alojamiento de la estructura sintomática de lo Inc a su guía y su auxiliar. Por
eso, concluído un análisis, el carácter es menos empecinado y al mismo tiempo más
decidido, las fijezas se atenúan, las Epifanías no son ya mal miradas, el goce se
diversifica y no atormenta. Servirse del Nombre del Padre (en presente) y "hacerse" un
nombre, son la misma cosa, pero en un punto virtual que la matemática llamaría
"infinito".

Freud dice que el análisis del analista deberá, ni más ni menos, que producirle la
convicción indeleble de la existencia del Inc. Es decir, de la estructura reveladora e
interpretante que tienen el síntoma, el lapsus y el sueño, respecto del nombre singular
de cada quien. Las Epifanías de lo Real que el Inc. transporta, interpretan al nombre,
ese sostén que cada uno se ha conseguido, y no sin el fondo de ese sostén. Lo
interpelan de un modo que, de ser recibidas sin que sea forzosa su desestimación, y
sin tampoco diluir ese nombre o borrarlo del campo del Sujeto, sí lo hacen menos
petrificado. Prescindir es servirse, porque no es lo mismo la porosidad del Sujeto ante
la Epifanía, que interpela al nombre, que la inconmovible roca viva del Edipo, que "no
quiere saber nada de eso", o el "haberse servido" que sugiere un goce desamarrado,
sin un nombre para seguirlo imperfeccionando.

Alojar de buena gana el grano de Real que transportan las Epifanías de lo Inc., no las
hace menos necesarias, ni las hace desaparecer, pero sí altera la insistencia
parasitaria del mensaje que transportan, ya que de ser alojadas, podrían dejar de
golpear exasperadas, siempre con el mismo golpe, a la puerta cerrada del nombre
como enigma, bien custodiado por el signo opaco del fantasma, que es en lo que
consiste el clamor y el sufrimiento de una neurosis. En esa dirección nos conduce lo
que extraemos de Lacan: del síntoma, tomar nota; del fantasma, construír su
pérdida; con el nombre, propiciar otra acción.

En el sentido propio de la propiedad, no hay nombre "propio", como el mero


documento civil le informa a cada uno. Propiedad es servirse o apropiarse, hacer
propio (en el sentido freudiano de "deberás conquistar la herencia que recibiste para
poder usarla"). Que el Otro no existe quiere decir simplemente que no define ningún
"ser", y no que no sea el único campo del que el Sujeto puede y debe servirse, de
algún modo, para conquistar lo que ha heredado . El campo del Otro no se esfuma al
final del análisis, más que en la medida en que se esfuma su carácter totalizante, que
es la contracara de la ilusión de que la libertad consistiría en poder no tomar en cuenta
su existencia.

Podríamos decir aún hoy, con Freud, que cuando la experiencia indeleble de la función
interpretante del Inc (que transporta un trozo pulsional del sexo y de la muerte que le
hace objeción al fantasma) se ha producido suficientemente, cuando esa experiencia
no puede ser olvidada ni son rechazadas sus consecuencias, presentes en los actos,
cuando el artificio logrado del Sinthome no eyecta al terreno de la ignorancia las
noticias heterogéneas, aunque producidas bajo su marco, que el Inc pone en forma,
podríamos decir también hoy, con Freud, que un análisis ya ha cumplido su labor.

En el mismo sentido: la opinión de Freud, de que alguien cuyos actos ya no


desestiman el fulgor Real de las revelaciones cifradas en lo Inc, no deba sin embargo
por eso dejar de pasar por la experiencia renovada de alojar lo que el Inc aún le revela,
(Freud lo decía a su modo: retomar el análisis cada tantos años), es una opinión que
podría ser tomada en su valor, que si no queda degradado a mero consejo técnico por
eso mismo podría no ser considerada una pieza arqueológica de épocas felizmente
superadas. Su sentido podría ser parecido al de una frase que se le atribuye a Lacan,
ya bien entrado en sus años y en su enseñanza: "(aún hoy) me la paso todo el tiempo
pasando el pase" ...

El final del análisis no reduce la castración, los finales de análisis resuelven en singular
la interminable querella presentada en el campo del Otro a raíz de la presencia de la
castración. La llamada "roca viva" freudiana no es la castración; es el litigio, queja,
protesta, angustia, maldición, planteada al Otro porque existe la castración.

"Saber-hacer-ahí-con-su-Sinthome", definición misma del inacabamiento, (ya que ¿por


qué sería necesario saber hacer algo más con lo ya adquirido definitivamente?),
"saber-hacer-ahí" podría ser leído, "frente" a las formaciones de estructura sintomática
, como "alojar de buena gana las Epifanías de lo Inc." (provocadas por el Real que se
aloja en los recorridos de la pulsión), lo que altera radicalmente su insistencia y su
fijeza, estigmas de la neurosis. También podría ser leído (no nos extenderemos aquí)
"frente" al fantasma una vez construído, como aquella posición subjetiva ante el goce,
que surge de no ignorar que las tendencias del montaje pulsional que cada uno llama
"su cuerpo" provenían tan sólo, pero nada menos, que de una demanda
incondicionada de amor, a la que un único fantasma le hacía las veces de dique y de
señuelo , para conservarla a buen resguardo como el "signo opaco" que configuraba
su mundo posible.
s

Del síntoma al “sinthome”


10/06/2015- Por Juan Carlos Cosaka - Realizar Consulta
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El autor se ocupa de repensar el síntoma, en tanto elemental y fundante del edificio conceptual del psicoanálisis, y
como producto de la escucha inaugural que dio luz a la teoría, que desde la pluma freudiana señala el camino de
una clínica en transferencia. Propone un recorrido conceptual por la obra de Freud y las postulaciones de Lacan
acerca de la escritura nodal, y su intento dar razón y posición a una formalización que permita una transmisión.

“Somos el síntoma, revestidos por un Imaginario, definidos por


El Simbólico y que lo Real pulsa por fuera y nos causa”
J. Lacan

“Buscamos la poesía, buscamos la vida. Y la vida está, estoy


seguro
llena de poesía. Cada uno de nosotros hablantes otorgamos un
retoque y hay en ello una creación poética.”
J. L. Borges

S1, Del Síntoma.

En aquellos tiempos en donde Freud asistía a las puestas en escena de la Clínica de Charcot, época
de carruajes y quevedos y en medio del escenario, una Bella sensible a sus puntos histerógenos se
presentaba con el consiguiente desmayo para ilustración del síntoma y el beneplácito de la
concurrencia. El encuentro del neurólogo con esa modalidad del síntoma tuvo lugar en dicho momento.
De ahí en adelante, por medio de la hipnosis y el concurso de ellas, las histéricas inaugurales, Freud
tomó de ese fenómeno las migas con las que armó un derrotero de toda su vida y un edificio
conceptual que dio vuelta un paradigma, a saber el del síntoma y la enfermedad.
Así escribe en “Los caminos de la formación del síntoma”:
“Estar enfermo es en esencia un concepto práctico. Pero desde el punto de vista teórico podría decir
perfectamente que todos estamos enfermos, o sea que todos somos neuróticos puesto que las
condiciones para la formación de síntomas pueden pesquisarse también en las personas
normales.” (Freud, S. 1916)
El término “pesquisa” no es ocioso; marca un método que preside la labor en transferencia: Ginzburg
lo formaliza como indiciario, y la lupa del personaje de Conan Doyle es en el analista una escucha de
los indicios por los que el sujeto del inconsciente exprese los modos en que se deducen sus
formaciones.
Desde la renuncia a la hipnosis y al a pasar a la escucha del relato singular del síntoma, surgió la
posibilidad de las formulaciones de la teoría. El resultado es la concepción de un aparato psíquico que
debe vérselas con la intensidad de la excitación que viene del exterior (Q en el proyecto) y una energía
que circula por complejización de la descarga, libido que bascula entre la satisfacción sustraída al Yo y
la resistencia: de resultas de tal conflicto, el síntoma como otro camino de la satisfacción.
El síntoma se engendra de un resto, el retoño de un cumplimiento de deseo libidinoso inconsciente
desfigurado de múltiples maneras, rodeo de una satisfacción que sería real. De ahí que el síntoma sea
postulado por Freud como la satisfacción sexual del neurótico.
La neurosis a esta altura de la teorización sería el resultado de la coalescencia de lo constitucional
sexual, (devenida de predisposición por fijación de la libido) y el factor histórico de la vivencia infantil
que daría el marco a un episodio traumático en el adulto. El síntoma daría expresión a este entramado
causal. Un elemento infaltable es la fantasía en donde las aspiraciones subjetivas alcanzan la forma de
una representación de cumplimiento. De ahí se rescatan la postulación de Foucault: “La ficción es la
nervadura verbal de lo que no existe tal como es”.
Ahora bien, se ha dicho que el aparato psíquico funciona recibiendo y en respuesta a una intensidad
de excitación desde fuera del mismo. Este afuera será concebido más adelante como un dentro-fuera,
a saber el Ello y su gramática, empuje pulsional. Lo que Freud nomina como lo que acicatea
indomeñable, ensamble que supone un recorrido del drang en su embate constante sobre el aparato,
cuyo resultado será el “destino”: el de inscripción simbólica, producto de su deriva por un circuito y un
objeto contingente.
Ya no es por la basculación conflictiva entre representación y la libido rechazada sino por los embates
de la pulsión que el síntoma adviene. Vale decir que en los tiempos de la producción freudiana, el
síntoma pasa a ser considerado por el sesgo de la pulsión. Ahora bien, la pulsión sólo se manifiesta por
vía del deseo y del fantasma, es en sí muda. Un silencio compacto insistente repetitivo y causal.
En “Inhibición, Síntoma y Angustia” escribe Freud: “La lucha contra la pulsión se continúa con la
lucha contra el síntoma… la energía pulsional ya no es un peligro en sí sino porque supone la
castración” (Freud, 1925). Castración del Otro en su intento de domeñar por vía del significante, en
peligro de quedarse sin su concurso, solo inscribiendo de la percepción algo insuficiente, de orden de la
existencia en el aparato (identidad no de percepción sino de existencia en el pensamiento.)

S.2

La lectura que se desgrana en la obra de lacan respecto del síntoma supone la óptica desde los
registros RSI y lo que podría decirse que remeda los tiempos de un análisis, desde su entrada y la
consideración del síntoma en tanto significante reprimido hasta los finales y la novedad del sinthome
como resultado de una travesía.
En “Función y Campo de la Palabra” se lee: “El síntoma es el significante reprimido de la conciencia
del sujeto… Es una cifra y un sentido reprimido a ser revelado por el análisis y asumido por el sujeto
que ha quedado por fuera… Se lo encuentra como un trazo borrado”. (Lacan J. l953)
El síntoma es el núcleo de la represión, un desprendimiento simbólico y la coalescencia de dos series:
Sexual y Simbólico. Dicho significante reprimido es la condensación de múltiples sentidos. Es una
sintaxis (serie de signos orientados) por lo que se propone una escucha como un mensaje que debe
tomarse a dicho nivel
En “El psicoanálisis y su enseñanza” formula “El síntoma psicoanalizable (normal o patológico) se
diferencia porque su estructura es idéntica al lenguaje” por lo que se forja en un proceso de escritura.
El límite de lo escrito es entre Real y Simbólico.
Los pasos de la formación en este momento de la teoría podemos graficarlo:

TRAUMA x
x Marca---Lectura----------efecto (satisfacción sustitutiva)—Metáfora
x Deseo-metonimia Sintoma.

S1-----S2

El trauma es un acontecimiento que transcurre por fuera de la estructura, de su percepción se


inscribe una marca (al modo del signo perceptual de la carta 52) La lectura de la marca supone el nivel
significante: significante primero que es de por sí indecible, solo con la concurrencia del conjunto de
significantes que constituye el saberse produce el ensamble entre estos dos significantes. Ensamble
pero no traducción (No hay forma de decir la Cosa, esto es la no relación sexual), y de ahí el efecto de
satisfacción sustitutiva de la metáfora sintomática.
El sujeto es efecto de esta mínima concurrencia S1-S2. La posibilidad de articular al trauma con el
símbolo da cuenta de la eficacia de psicoanálisis. Al interpretar el síntoma el logro del deslizamiento
significante, éste es liberado del cuerpo tomado como rehén en ausencia del sujeto.
En el seminario de la Ética, Lacan propone una satisfacción paradojal del síntoma: entendida por la
satisfacción reprimida de la Pulsión: núcleo del goce, su estructura formal es la sustitución significante.
Esta mención al goce nos introduce en un tema central en la producción lacaniana. El síntoma al ser
hablado y dirigido al analista, el que en su interpretación hará aparecer un efecto de verdad, hará
resonar el goce encerrado.
Este estatuto del síntoma como un modo del goce que adviene a partir del goce y más allá del saber
y de la verdad, sirve al goce y se impone como un Real por su repetición. A este Real no puede dársele
un sentido último.
Por tanto el síntoma ya no es una formación del inconsciente sino que es el medio de satisfacción
pulsional, dicho de otro modo es así como entendemos que el síntoma es respuesta de lo Real, y el
inconsciente funciona para el goce:
Articular inconsciente y pulsión dan el pulso de tiempos del análisis, (tiempos lógicos, se entiende).
Respecto del síntoma supone:
Del lado del síntoma la consideración del cifrado significante de donde se desprenden la escucha del
discurso como mensaje y como sentido, estatuto del síntoma que da lugar a un descifrado. Del lado de
la pulsión se indaga su finalidad de goce y la aparición del cuerpo; el trabajo analítico para que el
sujeto “ceda” sus goces a la palabra en transferencia. Aquí se trata de dar una forma cifrable, ya que
el síntoma está más ligado a la Letra y su goce, lo que es no descifrable, es más bien traza, marca y
repetición.
Este modo de tramitar lo Real por lo Simbólico, lugar de acontecimientos en la cura, (en Freud
descritos como RTN o masoquismo moral), y el enfrentar la insistencia de un goce insensato y
descarnado, cuando la pulsión no se ensambla y sigue su “prosecución directa”
Una interesante propuesta de G.Pomier en su recorrido por autores de la neurociencia nos acerca a
un sustrato neurobiológico al que –a nuestro entender- el psicoanálisis concurre a ese lugar: “El
empuje destructivo de la pulsión inscripta en el cerebro a la derecha se negativiza en frases del lado
opuesto gracias al vaciamiento del sonido- su valor pulsional- asociándola con otras para simbolizar”.
Es decir que el valor sonoro de la pulsión se altera con el sentido: el hablar da lugar a la represión del
goce pulsional. El exceso que proviene de la sensación que se refleja en el cuerpo se inscribe en
palabra y de ese modo la sensación se traduce en pensamiento.
La simbolización en términos estructurales consiste en que un sonido se defina por otro sonido. En
tanto que una sensación se nombra, la posición subjetiva pasa de la pasividad a la actividad, nace por
tanto el sujeto de la nominación. De ahí que la palabra se entiende como acto performativo.
De hecho, la clínica de la psicosis viene a mostrar que las alucinaciones verbales producen más horror
en cuanto son puro sonido. Tal el decir de Kafka: “El horror de las sirenas no está en su canto sino en
su silencio”. Silencio que a veces es una absoluta presencia en su compacidad que lleva al
arrasamiento del sujeto arrastrado a su anonadamiento. Si el tronar insistente deriva en voces, se
pueden escuchar y hasta pensar.
Una viñeta sucinta como para ilustrar: Un joven muy inteligente que me decía que no podía parar las
voces y un ruido que resonaba en él ,tenía una lista de antipsicóticos que iba cambiando para que
cesasen las voces que lo irritaban; en algún momento una calma novedosa se pudo producir cuando
pudimos establecer en nuestros encuentros que las voces tal vez eran una forma singular de
acompañarse para poder pensar.

Freud dice en el Recuerdo infantil de Leonardo da Vinci que las teorías sexuales infantiles caen por
decepción. Sin embargo, acceder al desarrollo de los conceptos del sinthome nos da la pauta de que
cada quien a su turno, tiene su propia construcción delirante como repuesta del saber de lo sexual.

S 3, El Sinthome.

Estos tiempos no son aquellos del nacimiento de la Clínica, donde se escuchaban sujetos atiborrados
por la represión de sus impulsos. Cabe para el momento en que se vive el aserto de Shakespeare: time
is out of joint. Es tiempo fuera de quicio, y lo que sobresale en el modo cultural es una liviana
obscenidad. Al respecto J. A. Miller nos dice: “Hoy no gozar placenteramente no tiene excusas. Ya no
se vela, se charalatanea, hay perversión como hecho social” (J. A. Miller 2012)
Este cuadro de situación se corresponde en la clínica con la frecuencia de estilos en la consulta
diferentes, a saber de sujetos en estado de angustia o conflicto con aquellas cuestiones que desconoce
de sí. Dicho de otro modo una posición neurótica –digamos clásica– en la búsqueda de un significante
que, proveniente del Otro lo representa y motiva su pregunta. Y por otro lado sujetos que de entrada
aparecen con la convicción de ser eso que más bien es su modo de goce (soy gay, alcohólico,
anoréxica, etc.) donde no cabe pregunta alguna; es decir que más bien se trata de una presentación
antes que la búsqueda de un significante que lo represente. Esto es consustancial con terapias afines a
la época que de inicio supone que el sujeto debe admitir quién “es” por lo que la posición ante su goce
es inamovible.
La clínica psicoanalítica entonces no puede dejar de considerar las cuestiones del goce y el destino
singular de cada quien, es decir al posicionamiento del sujeto al respecto, lo que supone muchas veces
una labor preliminar: la de dar cuenta que eso que describe el sujeto le pasa y no lo define en su ser.
Decíamos al principio que la obra de Lacan permite en tanto sus desarrollos con la cadena Borromea
dar una escritura formal de la estructura en el intento de posibilitar la transmisión: El paso de la
descripción de las estructuras clínicas al nudo como presentación de la estructura. El nudo Borromeo
consiste en tres cuerdas anudadas de forma tal que al soltar una se sueltan todas. El nudo de tres,
Real, Simbólico e Imaginario no es estable ni se puede diferenciar, hace falta el concurso de un cuarto
nudo que sostenga el anudamiento y su ley que logre los cruces que permitan sostenerse anudados
(ley que dice por encima y por debajo alternando las cuerdas) Esa es la función del sínthoma, cuarto
nudo en la neurosis.
La importancia de la escritura está dada por el manejo de las vicisitudes de lo imposible de decir, a
saber ahí donde el significante está impedido de dar cuenta de la gramática. Si la “roca” que postula
Freud como límite imposible, Lacan ve ahí la otra posibilidad: imposible que se puede escribir.
El sinthoma consiste en la identificación a un goce que se puede traducir como letra. A diferencia del
significante que siempre se diferencia de sí mismo ya que no es posible la identidad, la letra es
siempre idéntica. Por lo que la identificación al sinthoma no es interpretable.
Identificar el sínthoma a la letra y no al inconsciente (sería a los significantes del Otro) puede leerse
también en Freud como incorporación del síntoma al Yo: el sujeto lo toma como parte de sí, ya no es
extraño, y continúa la satisfacción (decimos ahora goce) pulsional.
El Sínthoma es un significante sin sentido, (es más correcto llamarlo signo porque se diferencia de lo
simbólico) que se sostiene por lo imaginario.
En el nudo el objeto “a” se ubica en la encrucijada de los otros tres que constituyen el Uno que cubre
un vacío (aquí agujero) manteniendo su unidad por el cuarto término que redobla lo simbólico.
Hay maneras de entender este cuarto, “el sujeto en su realidad psíquica” sería una de sus formas. El
Complejo de Edipo como tal es un síntoma porque en su configuración está el Nombre del Padre. En
tanto sus variantes singulares, el síntoma estará en el lugar del fallo del nudo, fallo del padre en su
función que da lugar a la silenciosa emergencia de lo pulsional: el nudo entonces no hace tope a lo
Real pulsional y el síntoma se configura para suplir la función simbólica y sostener el anudamiento.
Al respecto dice Lacan que el logro de un análisis es ir más allá del padre, a condición de haberse
servido de él. Si el síntoma que deviene de los avatares del inconsciente debe caer, (de ahí que Lacan
utilice su raíz griega simpthome, lo que coincide y cae) es decir de su sentido unívoco; el sinthome es
lo que no cae, lo que permanece inefable e idéntico.
Para emprender la consideración de la cura, Lacan se dirige al estudio de la vida y obra de Joyce, en
donde el síntoma que mantiene el nudo es amenazado por el retorno desde lo Real debido a la
forclusión. La respuesta de Joyce a la invasión de las voces, (también se dice del glaucoma cuando
dejaba de escribir) consiste en el uso de palabras de lenguajes múltiples y neologismos que destrozan
las voces. En términos del nudo, sinthome como sutura y empalme, tejido del artesano que sabe hacer
con la letra del síntoma.
Pero no es necesario escribir a lo Joyce por supuesto. Lo que Lacan postula para la cura es que a esa
letra ininterpretable, hacerla equivocar. Una respuesta posible para entender una frase así es que una
vez advenida en el análisis la permanencia del sinthome como imposición inefable, el sujeto debe estar
advertido de tal presencia y busque hacer otra cosa con lo mismo. A esto se lo denomina función
poemática. Es decir que un poema siempre dice algo en más y no termina de decir del todo. Como
decía Borges, cada hablante le agregará algo en más y entenderá en menos con lo que redobla y
desliza la poesía
Esta función poemática instala como posibilidad entonces, una nominación suplementaria, un
significante nuevo más allá del nombre del padre y la significación heredada. Que garantizará una
función paterna para que sea posible goce y deseo en virtud del dique a lo Real.

Bibliografía

Foucault, M. “De lenguaje y literatura” Paidós Ibérica. España 1966


Freud. S, “Pulsiones y destinos de pulsión” 1915. Obras completas tomo 14, Amorrortu Editores. 1983
Freud, S. “Conferencias de introducción al psicoanálisis (23) l916. Obras Completastomo
16. Amorrortu Editores, Buenos Aires l983
Freud. S, “Más allá del principio de placer” 1920. Obras completas Tomo 18. Amorrortu Editores,
Buenos Aires 1983
Freue. S, “El Yo y el Ello” 1923. Obras completas tomo 19. Amorrortu Editores 1983
Freud. S. “Inhibición Sintoma y Angustia” 1925. Obras Completas tomo 20 Amorrortu Editores. Buenos
Aires, 1983
Lacan, J., “El Sinthome” El Seminario 23., 1975 Paidós Buenos Aires. 2006
Miller, J. A. “La fuga del sentido” en los Cursos Psicoanalíticos. Paidós Buenos Aires 2012
Pommier. G. “Cómo las neurociencias demuestran el psicoanálisis” Letra viva Ed. Buenos Aires 2010
Diversidad del síntoma

Síntoma y nombre del padre


Por Geneviéve Morel

A partir de R.S.I Lacan cambia la definición del síntoma. De metáfora en "La instancia de la letra en el inconsciente",
deviene función en R.S.I como sinthome, cuarto redondel de un nudo, borromeo o no. Esto concierne a las
consecuencias clínicas de la última parte de la enseñanza de Lacan, particularmente en el campo de las psicosis.

El síntoma como metáfora contenía en sí mismo su posibilidad de curación. La metáfora, en efecto, como se hizo
puede deshacerse.[1]Dora es un ejemplo de ello; que surja la palabra de su síntoma de conversión, la afonía -
unvermögend, impotencia del padre que hace equívoco con su fortuna-, y una mejoría decisiva se produce. Poco
importa aquí que sea respetado el sentido del síntoma. Freud puede engañarse todo lo que quiera ubicando a Dora
en el lugar de la mujer en la relación sexual que efectúa su síntoma entre el padre y la Sra. K., en lugar de reconocer
allí como Lacan- su identificación al padre impotente; el síntoma no se desanuda menos por ello. Lo que cuenta es
que el significante de la metáfora, la palabra clave sea soltada. Lo simbólico aquí prevalece sobre lo imaginario del
sentido y lo real sigue.

Un error de partida
En R.S.I. las definiciones del síntoma comportan consecuencias bien diferentes; el síntoma como "...signo de lo que
no marcha en lo real. [2] Ya no podemos limitar el síntoma de Dora a sus conversiones; los signos que da de lo que
para ella no marcha en lo real son múltiples.

Lacan en El Reverso del Psicoanálisis, incluye todo lo que divide al sujeto y hace de ello un "complejo histérico"
multiforme, no resuelto, a través de la sola enunciación de lo unvermögend, como se ve en la observación freudiana.

"Defino el síntoma por la manera en la que cada uno goza del inconsciente en tanto que el inconsciente lo
determina."' Una segunda definición del síntoma en R.S.I. nos muestra su doble lazo con el goce y con el
inconsciente. Escribirlo con un f(x) corresponde a esta definición; [4] "f" es la función de goce, real entonces, del
síntoma; "x" es... "lo que del inconsciente, puede traducirse con una letra", es decir un S1 aislado en el inconsciente
que pudo representar al sujeto; pero que, aislado de todo S2, funciona sólo como "Uno", argumento de la función de
goce del síntoma. Este es el efecto de determinación de esta "x" del inconsciente, simbólico entonces, sobre lo real
del goce que se encuentra por ello especificado, singularizado.

El psicoanálisis toca al síntoma en la medida en que éste es homogéneo y que también opera desde lo simbólico
hacia lo real, gracias a la interpretación. Al equívoco del síntoma donde permanece prisionero el goce del sujeto,
responde el equívoco de la interpretación que lo apunta y produce efectos de sentido. Operar no es suprimír -vemos
la diferencia con el síntoma como metáfora-, y si el síntoma en el fin del análisis no es más "conmovido" por la
interpretación, no por ello permanece menos; a partir de entonces armadura inamovible y real del sujeto.

A este desplazamiento hacia lo real del concepto de síntoma que sólo una débil "x" engancha aún al inconsciente,
corresponde -en la enseñanza de Lacan- una modificación paralela del concepto de Nombre del Padre. No
estudiaremos aquí su naturaleza inicial de significante inconsciente en la neurosis y la perversión, ni como forcluido
en la psicosis, ni su eficacia sobre la realidad por el sesgo de la metáfora paterna. No seguiremos tampoco la
compleja evolución de este concepto. Observemos sin embargo, que en su escritura a través de las fórmulas de la
sexuación Ex Ox, en las cuales él es el único punto de existencia, no es sólo simbólico ya que está ligado a un acto,
un "decir que no", exactamente a un real.

Volvamos entonces al seminario R.S.I. Lacan insiste allí en un desdoblamiento del concepto de Nombre del Padre,
entre el padre como nombre es decir, el significante del Nombre del Padre que no pone en causa- y otra función, la
del padre que nombra, que n'hombra, escribe llegado el caso. Ahora bien, Lacan se interroga acerca de esta
segunda función ligada al Nombre del Padre, la nominación, que proviene de un acto. ¿Es puramente simbólica como
aquella que continúa a la creación en La Biblia, en donde un nombre común es dado a cada cosa?, ¿o pertenece a lo
real?

El Nombre del Padre, ¿debe ser interrogado, además de lo simbólico, a nivel de lo real? "No es sólo lo simbólico
quien tiene el privilegio de los nombres del padre", escribe, "(... ) Lo interrogaré el próximo año, [5] que será el año
sobre Joyce. Y la cuestión con que concluye R.S.I. apunta a: "...lo que conviene dar como sustancia al Nombre del
Padre".[6] No sin que ciertos elementos de respuesta no hayan precedido a la pregunta: "los" nombres del padre
como pluralidad, suplen a partir de entonces al Nombre del Padre en singular. [7]

Freud, dice Lacan, anudaba los tres redondeles con una "función de sueño", la realidad psíquica que era su Nombre
del Padre. Lacan considera que es posible pasarse de él anudándolos borromeanamente de a tres, o anudándolos a
un cuarto que no sería forzosamente el padre; la función del síntoma ya está ahí en germen, y a partir del final
de R.S.I. la nominación es escrita por Lacan como un cuarto redondel que anudaría lo real, lo simbólico y lo
imaginario, separados. Ya ahí se ven las relaciones que establecerá al año siguiente entre nombres del padre,
síntoma y nominación.

La pista que representa el seminario sobre Joyce va a llevar a nuevas precisiones. Lacan, por un lado va a dar una
definición formal del sinthome , y por otra va a demostrar, va a escribir el sinthome particular de Joyce. Esta definición
formal[9] consiste, luego de tanteos sobre diversos nudos, en considerar los tres redondeles R, S, I, como
desanudados entre ellos, independientes y anudados borromeanamente por un cuarto nudo al sinthome . Es el "Uno"
que sostiene la estructura, (situado en el aplanamiento entre real y simbólico). [10] ¿No se encontraría allí la estructura
del síntoma neurótico?[11]

Pero Lacan extiende el sinthome más allá del campo de la neurosis hasta anudar R, S, I, por un cuarto, aun cuando
habrá uno o dos errores y el nudo de cuatro no será nunca borromeo, tal el caso del nudo de Joyce.[12] Este cuarto
redondel, el sinthome, podrá ser el padre: "...el padre no es en suma más que un síntoma o un sinthome.[13]

Recíprocamente, el caso Joyce muestra que un sinthome que no es el padre tiene la función de Nombre del Padre en
su vertiente de nominación y, por este hecho, sostiene la estructura.

Lo que Lacan nos muestra en el caso de Joyce es un error de partida, una falta primera en la estructura de Joyce
que, por este hecho, no es borromea. Para él, los redondeles de lo simbólico y de lo real están irremediablemente
anudados. Clínicamente, las epifanías son la prueba de ello, en tanto se presentan como enigmas excluyendo todo
objetivo de sentido para Joyce; excluyendo entonces lo imaginario. Ellas son la enunciación elevada a la potencia de
lo real; en efecto, reproducen a menudo un diálogo enigmático y fuera de sentido en su banalidad. El hecho de que el
anudamiento real-simbólico excluya lo imaginario es confirmado por la anécdota de la paliza referida por Lacan, en la
que el joven Joyce siente su cuerpo soltarse como una cáscara, en una suerte de "dejar caer". [14] Lacan lo interpreta
como el deslizamiento del redondel de lo imaginario, permaneciendo anudados el de lo real y el de lo simbólico.

Es interesante señalar por un lado, que no hay aún sinthome para Joyce en esta época, si no lo iniaginario del cuerpo
no se habría deslizado fuera de él. Si este fenómeno de soltamiento del cuerpo no se hubiera producido, podríamos
haberlo atribuido ya sea a la naturaleza excepcional de la anécdota, ya sea al hecho de que hay un segundo
"preanudamiento" de lo real y de lo simbólico, o al menos un sostén simbólico del cuerpo constituido por la religión,
de la cual Lacan dice que es: "la armadura de sus pensamientos", que él no rechaza a pesar de su increencia.

El nombre propio
En fin, una pregunta se plantea: Esta estructura particular (R y S anudados, I libre), es la consecuencia de la
forclusión del Nombre del Padre? Lacan no lo afirma pero hace de ello la hipótesis y la argumenta diversamente. Lo
que en todo caso puede certificarse, es que no hay sinthome neurótico en esta época en el sentido de un cuarto
anudando los otros tres, ya que en ese caso lo imaginario no se habría deslizado.
De hecho, ya ahí se podría deducir que Joyce no es un neurótico. Por otra parte, si se configura la hipótesis de la
psicosis, la estructura de partida de Joyce explica que no haya desencadenamiento, ya que lo imaginario bien puede
deslizarse que real y simbólico permanecen de todos modos anudados. Ahora bien, en el momento del
desencadenamiento de Schreber se puede localizar el desanudamiento de estas tres dimensiones. Joyce va a
corregir, a reparar su nudo sólo gracias a su sinthome que "sustancializa" el Nombre del Padre. [15]

¿Responde Lacan a su propia pregunta al final de R.S.I.? Formalmente, desde el punto de vista del nudo, ¿el
síntoma redobla el error primero?, es decir, ¿lo repite, volviendo a anudar una segunda vez lo real y lo simbólico, de
manera que lo imaginario quede aprisionado, arrinconado entre ellos y no pueda ya deslizarse? [16]

Insistamos en dos puntos que pueden ser importantes para la clínica: El sinthome no suprime el error, lo que habría
consistido en desanudar real y simbólico -esto podría ser un objetivo terapéutico, deshacer el error-, al contrario,
yendo en el sentido de este error, empeorándolo y redoblándolo, es que la solución sinthomathique opera.

El segundo punto es que el sinthome no es instantáneo. Hay una historia, aquella de la escritura de Joyce. Hay un
antes, pero no un después; es work in progress , es decir que es una práctica perpetua, incluso si es evolutiva. No es
entonces comparable a una interpretación analítica que tendría un efecto de mutación estructural en sí misma. En
este punto el sinthome de Joyce se aproxima a la metáfora delirante, asintótica, contrariamente a la metáfora poética,
instantánea. Síntoma y metáfora delirante no son siempre fáciles de diferenciar clínicamente.

Terminaré con algunas observaciones sobre el arte de Joyce:

1- Si Lacan dice que anuda lo real y lo simbólico, es que al apoyarse en las epifanías -prueba clínica, según Lacan,
del error primero-, Joyec va a ir eliminando cada vez más de su escritura lo imaginario del sentido, como se ve
en Finnegans Wake, volviéndose enigma para los otros y jugando con el armazón translingüístico de la lengua.

2- El arte de Joyce responde a la cuestión del ser para Joyce: "hacerse ser un libro", 16 escribe Lacan quien
encuentra que esta es una idea extraña.

3- El ser nos lleva al ego. ¿Por qué este arte es su ego? Un ego que, justamente, ¿estaría más ligado a lo real y a lo
simbólico que a lo imaginario, contrariamente al del neurótico o al de Schreber? No nos contentamos con una
respuesta formal que consistiría en decir que lo es porque retiene lo imaginario, aquello a lo cual no ha logrado dar un
sentido preciso, salvo que ¿le evita quizás ese sentimiento del cuerpo-cáscara? Pero su arte es el soporte de un
deseo, el de "ser un artista que ocuparía a todo el mundo", lo que es un sustituto del i(a) narcisista, un
reconocimiento, no de la imagen del cuerpo por el Otro, sino de la obra que es. Al mismo tiempo es un lazo con el
Otro que puede compensar un lazo social difícil., como expuso E. Laurent en las jornadas de la E.C.F. sobre la
psicosis. El término de "escabel" utilizado por Lacan en sus conferencias sobre Joyce, el arte-escabel de Joyec
metaforiza este ego.

4- Este escabel nos lleva a la función de nominación y así a la de Nombre del Padre, del sinthome, "quererse un
nombre", dice Lacan de Joyce, [18] "...doy a Joycc, al formular este título,Joyce el síntoma, nada menos que su
nombre propio...... escribe [19]. Esto no tiene nada que ver con el hecho de que él mismo habría cambiado de nombre
en la realidad. Esto significa que el nombre de Joyce, gracias a su arte, ha devenido para todos aquél de un inventor
en literatura. Ha "valorizado el nombre que le es propio a expensas del padre", [20] dice aun Lacan. Su nombre propio
es entonces, "Joyce el síntoma", nombre de su obra, de su ser, y no es más Joyce hijo, hijo de Joyce padre. Y I.acan
constata que, justamente, el nombre que le viene de su padre en los personajes que lo encarnan en sus novelas vira
al nombre común, cargado incluso de sentido metafórico -lo que se ve a menudo en la psicosis-[21], esto ocurre
con Stephen Dedalus.

¿No es la primera una nominación simbólica y real, opuesta a una nominación sinibólica e imaginaria, metafórico,
como lo sería la última? De este modo, ser, ego, nominación, tales son las funciones de lo que Lacan llama el
sinthome de Joyce, con un punto que se puede calificar de invención absoluta, singular: El es el artista, el único en no
solamente haber inventado una nueva forma de literatura, sino también el primero en haber ilustrado, para Lacan, la
fórmula del sinthome: no f(x), sino f sólo, función de goce, desabonada de la x del inconsciente, aboliendo el símbolo
que permanece como brújula del neurótico.

Versión no revisada por el autor | Traducción: Nieves Soria | Original en francés en Revue de I'E C.F., N, 21. 1992.

Notas
1- Lacan J.. "Radiophonie", Scilicet . 2/3, Seuil. 1970.
2- Lacan J. Ornicar?. n.2 Séminaire R.S.I., séance du 10 déceinbre 1974. p. 96.
3- Ibíd. Ornicar?- n. 4, séance du 18 février 1975. p. 106.
4- Ibíd. Ornicar ? n.5. séance du 21 janvier 1975. p.66.
5- Ibíd. Ornicar? n.5, séance du 15 avril 1975, p.56.
6- Ibíd. Ornicar? N .5. séance du 13 mai 1975. p.66.
7- Ibíd. Ornicar? n.4, séance du 1 1 février 1975, p. 91- 100.
8- Ibíd. Ornicar? n.5. séance du 13 mai 1975 (fig. 7.), p. 57-66.
9- Lacan J., Séminaire Le Sinthorne, séance du 18 novembre 1975. Ornicar-?n.6. pag.3-11, et du 17 février 1976. Ornicar?-.n8, p. 14-20.
10- Ibíd .Joyce avec Lacan . séance du 18 novembre 1975 (fig. 8). Paris. Navarin éditeur.
11- Ibíd. Ornicar-? n.7. séance du 16 décembre 1975. p. 3-9.
12- Ibíd. Ornicar? n. 1 1, séance du 1 1 mai 1976, p. 3-9.
13- Ibíd. Ornicar?.n 6. séance du 18 novembre 1975, p. 9.
14- Ibíd. Ornicar?- n. 1 1. séance du 1 1 mai 1976, p. 7.
15- Ibíd. Ornicar?-. n.6, séance du 9 décembre 1975. p.12-20.
16- Ibíd. Ornicar? n.7, seance du 13 jativier 1976. p. 15.
17- Ibid. Ornicar? n.8. séaiice du 10 fevrier 1976. p. 5-13.
18- Ibíd. Ornicar? n.8. séance du 17 février 1976. p. 5-13.
19- Lacan J.. Joyce avec Lacan, "Joyce le symptome 1'', op. cit., p.22.
20- Lacan J.. Ornicar? n.S8 Séminaire Le Sinthome, séance du 10 février, p. 13.
Aproximación teórica al concepto de pulsión
Fuensanta Morales Moya

Barcelona, Junio de 2010

Este trabajo ha sido realizado en el marco del Taller de lectura e investigación: Pulsiones y destinos de pulsión.
ACCEP, 2009-10

1. INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene como objetivo alcanzar una visión global sobre la forma en que se concibe el concepto
de pulsión en la teoría psicoanalítica. Para ello nos centraremos en el análisis del texto freudiano Pulsiones y
destinos de pulsión (1915) y la revisión e interpretación del mismo que realiza J. Lacan en el Seminario XI. Los
cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964).

El estudio del texto central de Freud sobre el concepto de pulsión nos muestra como se desarrolla el proceso de
construcción del mismo. En ocasiones las aportaciones de Lacan completan el desarrollo freudiano, en otras se
observan divergencias entre ambos autores. De ellas nos ocuparemos en la última parte del trabajo,
basándonos en el análisis que C. Soler realiza en su texto Los ensamblajes del cuerpo (2006).

El texto Pulsiones y destinos de pulsión (1915) forma parte de una serie de trabajos que Freud proyectó
publicar bajo el nombre de Trabajos preliminares para una Metapsicología, con la intención de proporcionar un
fundamento teórico estable para el psicoanálisis a partir de los fenómenos recogidos y clasificados en la clínica,
así como de dotar al mismo de un estatus científico, reflejando asimismo el esfuerzo de Freud por hacer
científico su descubrimiento del inconsciente.

Para construir esta Metapsicología le es preciso localizar y definir los conceptos fundamentales del
psicoanálisis, ya que considera que una ciencia debe construirse sobre conceptos básicos claros y definidos
con precisión…Un concepto básico convencional de esa índole, por ahora bastante oscuro, pero del cual no
podemos prescindir en psicología es el de pulsión. (Freud, 1915)

Finalmente varios de estos trabajos no se publicaron, otros no llegaron a escribirse y el proyecto quedó
truncado por el estallido de la Primera Guerra Mundial.

Uno de estos primeros artículos fue el dedicado al estudio de la pulsión, concepto totalmente novedoso
aportado por Freud que da cuenta de la importancia que éste le concedía dentro de la doctrina psicoanalítica.

En Más allá del principio del placer (1920) Freud dirá: La teoría de las pulsiones es, por así decirlo, nuestra
mitología. Las pulsiones son seres míticos, grandiosos en su indeterminación. (Freud, 1920)

Lacan coincidirá años después en su texto Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964) en que
se trata de un concepto central de la teoría psicoanalítica y se referirá a él en términos de una ficción, lo que
parece entrañar la referencia a un dato primigenio, a algo arcaico y primordial” (Lacan, 1964)

Ambos autores resaltan así el carácter inasible, difícil de aprehender, de la noción de pulsión, en tanto concepto
límite que intenta dar cuenta de la forma en que se articula lo físico y lo psíquico en el ser humano, lo que
implica contemplar la dimensión biológica de la vida anímica.

Esto es posible gracias al cambio en la concepción del cuerpo que Freud introduce a partir del estudio de las
parálisis histéricas, un cuerpo que se expresa con la forma singular de lo que ha sido para cada uno su
encuentro con la pulsión y que determina la particularidad de cada sujeto en cuanto a su forma de obtener
satisfacción.

2. S. FREUD: “PULSIONES Y DESTINOS DE PULSIÓN”


Introducción.
Para dar contenido al concepto de pulsión Freud parte de la fisiología y del concepto de estímulo, estableciendo
una diferencia entre los estímulos fisiológicos y los pulsionales.

Los primeros proceden del exterior, actúan como una fuerza de choque momentánea y el organismo puede
evitarlos mediante una acción, mientras que los estímulos pulsionales provienen del interior del organismo,
constituyen un estímulo para lo psíquico y actúan como una fuerza constante, que no concluye, y a la cual el
organismo no puede sustraerse.

Freud en una primera definición concibe la pulsión como un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático,
como un representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma,
como una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con
lo corporal. (Freud, 1915)

Los cuatro términos de la pulsión.

1. Esfuerzo o empuje: constituye el estado de excitación interna que es vivido como una tensión displacentera y
que fuerza a la realización de un trabajo. Se trata de un estímulo interno diferente de la presión de la necesidad
y que por tanto va más allá de lo puramente orgánico.

La pulsión tiene un representante psíquico y esto es lo que la distingue del instinto de los animales, en tanto no
tiene un objeto predeterminado ni esta sometida a ciclos como éstos.

2. Meta: el fin de toda pulsión es la satisfacción, que implica suprimir el estado de tensión. Esto se puede
alcanzar de diferentes formas, y así puede haber una satisfacción inhibida en su fin, como es el caso de la
sublimación, o bien darse la satisfacción paradójica, mostrando como la satisfacción se puede alcanzar por la
vía del displacer.

3. Objeto: es el término pulsional que admite más variación y es el medio a través del cual la pulsión consigue
alcanzar su meta. Puede tratarse de un objeto ajeno o bien de una parte del cuerpo propio. Un lazo
particularmente íntimo de la pulsión con el objeto se acusa como fijación de aquella. Suele consumarse en
periodos muy tempranos del desarrollo pulsional y pone término a la movilidad de la pulsión. (Freud, 1915)

4. Fuente: constituye la base orgánica de la pulsión y es el órgano o parte del cuerpo donde ésta se origina. Las
diversas pulsiones provienen de lo corporal y operan sobre lo anímico. (Freud, 1915)

El binario pulsional.
La teoría de las pulsiones en Freud siempre es dualista, aunque la clasificación de las mismas irá variando a lo
largo de su obra.

Freud alude por primera vez al término de pulsión en Tres ensayos para una teoría sexual (1905). En
Introducción al narcisismo (1914) distinguirá entre libido objetal y libido del yo y posteriormente en Pulsiones y
destinos de pulsión (1915) realiza una primera clasificación en pulsiones sexuales y pulsiones del yo.
Finalmente en Más allá del principio del placer (1920) propone la que será su clasificación definitiva en
pulsiones de vida y pulsiones de muerte.

En Pulsiones y destinos de pulsión (1915) realiza una primera clasificación en pulsiones yoicas o de
autoconservación, ligadas a las funciones corporales para la conservación de la vida del individuo, y pulsiones
sexuales, diferenciando así la sexualidad del resto de funciones en tanto trasciende al individuo por su finalidad
de conservación de la especie.

Caracterización general de las pulsiones sexuales: son numerosas, brotan de múltiples fuentes orgánicas, al
comienzo actúan con independencia unas de otras y solo después se reúnen en una síntesis más o menos
acabada. La meta a que aspira cada una de ellas es el logro del placer del órgano; solo tras haber alcanzado
una síntesis cumplida entran al servicio de la función de reproducción, en cuyo carácter se las conoce
comúnmente como pulsiones sexuales. En su primera aparición se apuntalan en las pulsiones de conservación,
de las que solo poco a poco se desasen. (Freud, 1915)

Destinos de pulsión. Sadismo y masoquismo. Voyeurismo y exhibicionismo.

Los destinos que la pulsión puede alcanzar a lo largo de su desarrollo son: la represión, la sublimación, la vuelta
hacia la propia persona y la transformación en lo contrario. Freud analiza estos dos últimos destinos de pulsión,
dejando la represión y la sublimación para estudios posteriores.

1. Transformación en lo contrario, tiene lugar en dos procesos:


a) Transformación de una pulsión de la actividad a la pasividad: analiza los ejemplos de los pares sadismo-
masoquismo y voyeurismo-exhibicionismo.

b) Transformación en cuanto al contenido: del amor en odio.

2. Vuelta hacia la propia persona: El masoquismo es sin duda un sadismo vuelto hacia el yo propio, y la
exhibición lleva incluido el mirarse el cuerpo propio. (Freud, 1915) .

En el análisis del par sadismo-masoquismo divide el proceso de la pulsión en tres etapas:

a) Acción violenta dirigida a otra persona como objeto (pegar-sadismo).

b) Este objeto es sustituido por la persona propia, con lo que se transforma la meta activa en pasiva (pegarme).

c) Se busca de nuevo como objeto a una persona ajena, que a consecuencia de la transformación de la meta
toma el papel de sujeto (soy pegado-masoquismo).

En el análisis de las pulsiones que tienen como meta el ver y el mostrarse añade una etapa previa:

a) Tiempo 0: fase previa autoerótica.

b) Tiempo 1: meta activa (mirar un objeto externo).

c) Tiempo 2: mirar uno mismo un objeto del propio cuerpo, es decir, mirarse a sí mismo como objeto (mirarse).

d) Tiempo 3: meta pasiva. Inserción de un nuevo sujeto al que uno se muestra a fin de ser mirado por él (ser
mirado).

Todas las etapas de desarrollo de la pulsión (tanto la etapa previa autoerótica cuanto las conformaciones finales
activa y pasiva) subsisten unas junto a las otras. (Freud, 1915)

Las tres polaridades que gobiernan la vida psíquica.

Los destinos de las pulsiones están sometidos a las tres polaridades que rigen la vida psíquica:

a) Sujeto (yo, mundo interior)-objeto (mundo exterior): es la primera oposición a la que se enfrenta el
individuo cuando siente que puede huir o protegerse de los estímulos externos mediante la acción muscular,
mientras que se encuentra indefenso ante los estímulos pulsionales. Freud afirma que esta primera oposición
es la que domina en la actividad intelectual.
b) Placer-displacer: la vida anímica está regida por el principio del placer, que intenta continuamente eliminar
el nivel de excitación a que se haya sometido el organismo, vivido como sensación de displacer, para asegurar
así cierta homeostasis de las tensiones internas.
c) Activo-pasivo: el sujeto registra lo que viene del mundo exterior de forma pasiva, su actividad proviene solo
de sus propias pulsiones. Con esta polaridad Freud alude también a la diferencia sexual, asociando los pares
activo-masculino y pasivo-femenino como un hecho biológico.

Yo real, yo placer y yo total.

Para Freud en un primer momento el recién nacido no manifiesta interés hacia el mundo exterior y las pulsiones
se satisfacen de manera autoerótica. El hecho de que para su supervivencia dependa de los cuidados de otro
favorece la instauración del principio del placer, según el cual el yo incorpora los objetos buenos que son fuente
de placer, que pasan así a formar parte del yo (mecanismo de la introyección) y expulsa aquellos que le causan
displacer (mecanismo de la proyección), los cuales pasan a ser objetos. De esta forma se produce el paso del
yo real al yo placer.

La oposición amor-odio reproduciría la polaridad placer-displacer. En este momento el narcisismo es relevado


por la etapa del objeto, y así cuando éste es fuente de placer se tiende a incorporarlo y se dice que se le ama,
mientras que cuando provoca displacer se le aleja y se dice que se odia.
Complejidad de la relación amor-odio.

Freud analiza el caso del amor y el odio, intentando establecer el vínculo de ambos sentimientos con la vida
sexual, aunque se muestra reacio a concebir el amar como si fuera una pulsión parcial de la sexualidad. (Freud,
1915)

Amor y odio tienen orígenes diferentes. El odio es, en lo que respecta a la relación con el objeto, más antiguo
que el amor y surge de la repulsa primordial que el yo opone a los estímulos del mundo exterior.

El amor proviene de la capacidad del yo para satisfacer las pulsiones de manera autoerótica. Es
originariamente narcisista y después pasa a los objetos que se incorporaron al yo, donde se enlaza con las
pulsiones sexuales. Esto se produce en el momento en que según Freud tiene lugar una síntesis de las
pulsiones parciales de la sexualidad bajo la primacía de lo genital y al servicio de la función de reproducción.

Estas pulsiones parciales son concebidas como etapas del desarrollo de las pulsiones sexuales. La primera de
ellas, la etapa oral, está caracterizada por el incorporar o devorar, que implica una modalidad del amor
compatible con la supresión de la existencia del objeto como algo separado, y que por tanto está caracterizada
por la ambivalencia.

En la etapa que sigue, la de la organización pregenital sádico-anal, el intento de alcanzar el objeto se presenta
bajo la forma del deseo de apoderamiento o dominación. Con el establecimiento de la organización genital el
amor deviene el opuesto del odio, aparece el cuidado por el otro y con él el ideal del amor.

Los vínculos de amor y de odio no son aplicables a las relaciones de las pulsiones con sus objetos, sino que
están reservados a la relación del yo-total con los suyos. (Freud, 1915)

3. CONCEPCIÓN DE LA PULSIÓN EN LA OBRA DE J. LACAN

Las aportaciones centrales de Lacan sobre el concepto de pulsión las encontramos en el Seminario XI. Los
cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (cap. XIII, XIV y XV). Lacan se apoya inicialmente en el texto
freudiano para definir la estructura de la pulsión pero se va diferenciando progresivamente de Freud en lo que
respecta a la concepción de la actividad pulsional propiamente dicha.

Para Lacan el texto Pulsiones y destinos de pulsión (1915) está dividido en dos vertientes, de un lado estaría lo
que él denomina el desmontaje de la pulsión y de otro el análisis del acto del amor, remarcando lo que Freud ya
apunta en su texto y es que las pulsiones parciales se han de contemplar en un plano diferente al del amor, el
cual se situaría en el campo del narcisismo.

En el capítulo sobre el desmontaje de la pulsión examina los cuatro términos de la misma propuestos por Freud.
En relación al objeto introduce la distinción entre el objeto de la necesidad y la exigencia de la pulsión y afirma
que ningún objeto de ninguna necesidad puede satisfacer la pulsión (Lacan, 1964) . Analiza la función del
pecho como objeto y el lugar que ocupa en la satisfacción de la pulsión oral, atribuyéndole la función de objeto
a causa del deseo.

Para Lacan hay un corte entre el ser hablante y los no hablantes. El lenguaje, lo simbólico incorporado en el
cuerpo, produce en el mismo un vaciamiento de goce y por tanto una pérdida. El objeto a sería un
representante de aquello a lo que tuvo que renunciar el ser humano para acceder al lenguaje.

En la teoría lacaniana los objetos de la pulsión responden a cuatro estructuras básicas: la oralidad (el pecho), la
analidad (las heces), lo escópico (la mirada) y lo invocante (la voz). Cada sujeto tiene una relación con sus
objetos respectivos, con unas modalidades de goce pulsional preferentes y propias.

En lo que respecta a la fuente, entiende que sería el término más relacionado con la regulación vital en la
función de la pulsión. Establece que las zonas erógenas se reconocen por su estructura de agujero en una
especie de borde (los labios, el esfínter anal, la oreja y los párpados), orificios que a su vez se encuentran
vinculados con el inconsciente.

En estas zonas del cuerpo marcadas por la pérdida de objetos es donde la pulsión parcial encuentra su fuente.
Se trata de bordes donde la intervención del Otro con sus primeros cuidados produce una erogeneización,
introduciendo así al sujeto en la dialéctica de la satisfacción, del goce sexual, más allá de la mera satisfacción
de la necesidad.
Lacan entiende la pulsión como el montaje a través del cual la sexualidad participa en la vida psíquica y que
puede satisfacerse sin alcanzar un fin reproductivo precisamente por su condición de parcialidad. Para Lacan la
pulsión es única, sexual y parcial.

Esta articulación nos lleva a considerar la manifestación de la pulsión al modo de un sujeto acéfalo, pues todo
en ella se articula en términos de tensión, y su relación con el sujeto es tan solo de comunidad topológica.
(Lacan, 1964)

En lo que respecta a la actividad de la pulsión, Lacan la concibe a modo de un circuito al que denomina tour
pulsional y que define como el movimiento circular del empuje que emana del borde erógeno para retornar a él
después de haber girado en torno a algo que yo llamo el objeto a. Yo asevero que así es como el sujeto llega a
alcanzar la dimensión, propiamente dicha, del Otro con mayúscula. (Lacan, 1964)

Hay que hacer la distinción entre el regreso en circuito de la pulsión y lo que aparece en un tercer tiempo. Para
Lacan no hay simetría ni reciprocidad en el retorno, sino que hay una modificación y entonces se produce la
aparición de un sujeto. Este sujeto, que es propiamente el Otro, aparece si la pulsión llega a cerrar su trayecto
circular.

3.1 Análisis de C. Soler sobre el concepto de pulsión en la obra de J. Lacan.

C. Soler analiza en su texto Los ensamblajes del cuerpo (2006) la relación entre cuerpo y lenguaje en la obra de
Lacan, donde se concibe el lenguaje como un operador que ejerce un doble efecto sobre el sujeto, a nivel de
significación y de transformación del cuerpo. Esta aprehensión del lenguaje sobre el cuerpo, cuyo eco serían las
pulsiones, se produce con la entrada del bebé en la demanda articulada.

Es preciso que a la necesidad que sostiene esta diferenciación primaria se añada la demanda, para que el
sujeto (antes de toda estructura cognoscitiva) haga su entrada en lo Real, mientras que la necesidad se hace
pulsión. (Lacan, 1961, citado por C. Soler, 2006)

Así la pulsión manifiesta un corte sobre el cuerpo que opera primero entre el objeto en juego en la pulsión y la
función orgánica y que inscribe una fragmentación erógena, localizando la función erótica solo en algunas
zonas del cuerpo.

Se trata de un cuerpo que ha perdido una parte de goce y que va a buscar, por medio de las pulsiones, su
complemento del lado del Otro cuerpo, esperando encontrar así un goce que supla la pérdida que ha sufrido.
Pero se trata de un objeto del que no se puede apropiar, tan solo lo bordea, hace el giro y al mismo tiempo
restaura su pérdida, lo que ocasiona la repetición y la insistencia pulsional.

Y así en Posición del inconsciente Lacan define la pulsión como esa actividad en la cual el sujeto intenta
recuperar la parte de vida perdida y en sí misma restaura la pérdida. (Lacan, 1964, citado por C. Soler, 2006)

Para C. Soler, Lacan siempre ha dado una función subjetiva a la pulsión. A través de la misma no solo se
obtiene un beneficio erótico, sino también de identidad, en tanto la fórmula de la actividad pulsional consistente
en hacerse hacer, donde para Lacan reside la actividad propiamente dicha de la pulsión, señala el retorno sobre
el sujeto, ejerciendo así una función separadora respecto al Otro. También alude a la función identitaria del
narcisismo.

La pulsión tendría, según esta visión, una función social y otra sexual y contemplaría la utilización del cuerpo en
un sentido erótico, por la vía del objeto de la pulsión (oral, anal, escópico e invoante) y también con un efecto de
identidad.

C. Soler analiza asimismo el papel socializante de la pulsión en la medida en que toda actividad social y toda
producción se sostienen sobre la actividad pulsional ligada a la identidad de sus agentes. Por otra parte el
término identidad supone siempre a Otro que acepta, que nombra, la identidad nunca es autista (Soler, 2006) ,
a diferencia del goce que en sí mismo es siempre solitario.

La pulsión es la única configuración libidinal que permite un acceso al Otro, en el sentido del otro sexo o del otro
cuerpo. (Lacan, 1973, citado por C. Soler, 2006)

Finalmente señala como esta función de la pulsión, la que consiste en ir a buscar algo del lado del Otro, lo que
obtiene no es el acceso al Otro propiamente dicho, sino al objeto parcial con el retorno sobre el sujeto mismo, y
en este sentido la pulsión permite hacer lazo pero no unión.
4. LA PULSIÓN: CONCEPTO LÍMITE ENTRE LO ORGÁNICO Y LO PSÍQUICO

5. DIVERGENCIAS ENTRE FREUD Y LACAN

5.1 Clasificación de las pulsiones.

Lacan no concibe el binario pulsional al que hace referencia Freud a lo largo de sus diferentes clasificaciones
de la pulsión. En la visión teórica de Lacan la pulsión es única y sexual, admitiendo que puede tener una cara
de vida, que hace presente la sexualidad en el inconsciente y otra que, en su esencia, representa a la muerte.

Tampoco se refiere en ningún momento a las pulsiones de autoconservación, como sí lo hace Freud en su
primera clasificación, ya que el intento de sobrevivir del organismo viviente Lacan no lo concibe como pulsión.
Tampoco reconoce la existencia de pulsiones yoicas en tanto considera que el yo está del lado del narcisismo.
Por último cuestiona el hecho de que Freud formule el binario pulsional en términos puramente biológicos.
5.2 Parcialidad.

Freud postula la existencia de diferentes etapas del desarrollo de las pulsiones sexuales que culminan con la
unificación en la genitalidad. Lacan no contempla estas etapas evolutivas y entiende que las pulsiones persisten
siempre de una forma parcial. El modelo de la sexualidad humana es un modelo parcial y el cuerpo pulsional
solo conoce el goce parcial ligado a la pulsión, aunque cada sujeto de prioridad a una parcialidad u otra.

Para Lacan sí que se produce una articulación de las pulsiones en lo genital con el paso por el complejo de
Edipo y con el lenguaje. Puede admitir la existencia de la pulsión genital a condición de tener en cuenta que no
está articulada como las demás pulsiones sino que tiene que ir a que la conformen en el campo del Otro.

5.3 Satisfacción pulsional versus autoerotismo.

Lacan establece una diferencia entre la pulsión y el amor, al cual sitúa del lado del narcisismo, y también entre
pulsión y autoerotismo. Afirma que no todo goce obtenido del cuerpo propio es un goce pulsional. Si bien la
pulsión se satisface por el goce, no todo goce es pulsional.

La pulsión va a buscar un objeto que está fuera del sujeto, en el campo del Otro, lo cual implica un cierto grado
de socialización, mientras que el autoerotismo supone gozar del cuerpo propio, mediante la estimulación de la
zona erógena sin pasar por un objeto. En este sentido C. Soler afirma que la pulsión es una salida del autismo
del autoerotismo. (Soler, 2006)

5.4 Estructura versus desarrollo.


Lacan integra los tiempos de desarrollo de la pulsión de Freud en lo que denomina circuito pulsional. Lacan no
diferencia entre fase activa y pasiva, sino que considera que la pulsión es una y siempre da la vuelta. El circuito
pulsional de Lacan tiene que ver más con la estructura que con el desarrollo de Freud.

Así mientras Freud establece las etapas evolutivas que marcarían las diferentes organizaciones pulsionales,
para Lacan no hay ninguna relación de engendramiento entre una pulsión parcial y la siguiente. El paso de la
pulsión oral a la pulsión anal no es el producto de un proceso de maduración, es el producto de la intervención
de algo que no pertenece al campo de la pulsión –la intervención, la inversión de la demanda del Otro. (Lacan,
1964)

BIBLIOGRAFÍA
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Aires, 1979.
FREUD, S (1920). Más allá del principio del placer. Obras completas. Vol. XVIII. Amorrortu Editores. Buenos
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STRAKEY, J. Trabajos sobre metapsicología (1915). En obras completas S. Freud. Vol. XIV. Amorrortu
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LACAN, J. (1964) Seminario XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Editorial Paidós. Buenos
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SOLER,C. (2006) Los ensamblajes del cuerpo. Asociación foro del campo lacaniano de Medellín. Medellín,
2006.
ASSOCIACIÓ CATALANA PER A LA CLÍNICA I L’ENSENYAMENT DE LA PSICOANÀLISI (ACCEP). Taller de
lectura e investigación: Pulsiones y destinos de pulsión. Barcelona, curso 2009-10.
FERRARI, M. Seminario “La dirección de la cura en el análisis con niños. La pulsión y el objeto” (3ª clase).
Visualizado en www.Psicomundo.org.
LAPLANCHE, J.-PONTALIS, J. Diccionario de psicoanálisis. Editorial Paidós. Barcelona, 1996.

Notas:
Freud, S. (1915) Pulsiones y destinos de pulsión. Amorrortu Editores. Vol. XIV, p. 113

Freud, S. (1920) Más allá del principio del placer. Amorrortu Editores. Vol. XVIII.

Lacan, J. (1964) Seminario XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ed. Paidós, p.169

Freud, S. (1915). Pulsiones y destinos de pulsión. Amorrortu Editores. Vol. XIV, p. 117

Freud, S. (1915). Pulsiones y destinos de pulsión. Amorrortu Editores. Vol. XIV, p. 118

Freud, S. (1915). Pulsiones y destinos de pulsión. Amorrortu Editores. Vol. XIV, p. 119

Freud, S. (1915). Pulsiones y destinos de pulsión. Amorrortu Editores. Vol. XIV, p. 121

Freud, S. (1915). Pulsiones y destinos de pulsión. Amorrortu Editores. Vol. XIV, p. 122

Freud, S. (1915). Pulsiones y destinos de pulsión. Amorrortu Editores. Vol. XIV, p. 125

Freud, S. (1915). Pulsiones y destinos de pulsión. Amorrortu Editores. Vol. XIV, p. 128

Freud, S. (1915). Pulsiones y destinos de pulsión. Amorrortu Editores. Vol. XIV, p. 132

Lacan, J.(1964) Seminario XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ed. Paidós, p.175

Lacan, J.(1964) Seminario XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ed. Paidós, p.188

Lacan, J.(1964) Seminario XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ed. Paidós, p.201

Soler, C. (2006). Los ensamblajes del cuerpo. Asociación foro del campo lacaniano de Medellín, p. 17

Soler, C. (2006). Los ensamblajes del cuerpo. Asociación foro del campo lacaniano de Medellín, p. 32
Soler, C. (2006). Los ensamblajes del cuerpo. Asociación foro del campo lacaniano de Medellín.

Soler, C. (2006). Los ensamblajes del cuerpo. Asociación foro del campo lacaniano de Medellín.

Soler, C. (2006). Los ensamblajes del cuerpo. Asociación foro del campo lacaniano de Medellín, p.

Lacan, J.(1964) Seminario XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ed. Paidós, p.18

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