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Guido Ondarts
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Poesía para el Paraná Miní. Poema escrito por el autor de este artículo, Guido Ondarts, en uno de los
viajes emprendidos en lancha a la escuela Nº 22 durante las prácticas de la enseñanza de la historia.
Son dos preguntas que me alegro poder decir que logré estuvieran
presentes como un mar de fondo en las cuatro clases de contenido que
di sobre la Revolución mejicana. Siempre volvían a la superficie y se hacían
manifiestas tanto en forma de pregunta de cierre de una temática como en
forma de pregunta sintetizadora de los contenidos abordados en una clase. La
relevancia que ambas preguntas tuvieron para los alumnos se vió especialmente
reflejada en el descubrimiento de un nuevo rol ejercido por el Estado, no
solo como dador de prebendas económicas a través del asistencialismo
social, sino, también, como un espacio de disputa por la hegemonía política
sobre una sociedad. En este sentido, es fundamental retomar los planteos de
Gonzalo de Amézola (2015) acerca de la importancia que adquirió la historia
latinoamericana en los últimos treinta años en los programas curriculares
de la escuela argentina. A partir de la finalización de la etapa neoliberal en la
Argentina en el año 2001, el autor señala el nuevo impulso que hubo al análisis
de las problemáticas históricas regionales en los cambios introducidos en la
Educación Polimodal con la sanción de la nueva Ley de Educación Nacional
en el año 2006, en la cual se proponía una visión sincrónica de la “Historia
argentina y latinoamericana en el contexto mundial”. El fortalecimiento de una
perspectiva histórica regional en las escuelas de la Provincia de Buenos Aires
estaba asociada a la constitución del Mercosur en la década de los 90 y a la
“construcción de una identidad nacional abierta, respetuosa de la diversidad”
(DE AMÉZOLA, 2015). Sin embargo, el autor reconoce ciertas continuidades
de una tradición escolar de descuido e ignorancia de los problemas regionales
pase por encima, por una cuestión de falta de tiempo, para poder cumplir con
todos los contenidos de la secuencia didáctica. En la devolución, mi tutora
me marcó que es fundamental que los chicos aprendan desde el comienzo
que hay distintas voces en la Historia, y que se disputan los sentidos en pugna
de los procesos sociales, que es necesario comunicárselas a los alumnos para
que dejen de ver la historia como un proceso lineal y sin fisuras. Coincido
plenamente con la sugerencia que me hizo.
Otra devolución interesante que me señaló y que generó una discusión
con ella fue acerca de las palabras que utilizan los alumnos a la hora de
abordar la producción de una consigna escrita en clase. Una de las alumnas
me preguntó si debían escribir las respuestas copiando las palabras del texto o
con sus propias palabras. A lo cual yo le respondí: “Intentá utilizar tus propias
palabras para que de a poco puedas ir desarrollando una reflexión propia”.
Cuando le conté este episodio a mi tutora, ella me señaló algo interesante: me
hizo recordar que las palabras se conquistan, que no estuvieron siempre en
nuestra mente desde los inicios de los tiempos. Y ahí aprendí también que el
oficio del profesor de Historia es lograr que los alumnos salgan de su “zona de
confort”, de su geografía lingüística y semántica conocida, y que se animen a
explorar nuevos territorios inhóspitos donde las palabras se utilizan de formas
que ellos no conocen de antemano.
Un último punto que me resultó interesante con respecto a la devolución
que me hizo Gabriela cuando fue a observarme está relacionado con la
dinámica corporal que se despliega entre los alumnos y los profesores al
interior del espacio áulico. Ella me dijo que es muy importante que uno se
acerque físicamente a los alumnos durante el transcurso de la clase, que los
haga apoyar la carpeta en el banco y los incentive a trabajar en las actividades
del día. Yo me di cuenta que las dos primeras clases no me acercaba tanto a
los bancos de los alumnos. A partir de la tercera clase, lo empecé a hacer, y la
dinámica interna del aula cambió: ellos activaron otro ritmo de trabajo al ver
que había un docente interesado en observar cómo iban evolucionando con
la consigna en el aula. A su vez, la tutora resaltó la importancia de la carpeta
al interior del aula: es la memoria escrita que tienen los alumnos de lo que
hicieron en el día en cada materia; fuente fundamental a la cual volver para
repasar para alguna prueba, para responder a alguna actividad o para revisar lo
que se vió la clase anterior.
Mi manera de intervenir en las clases sucedáneas para incorporar los
aportes que mi referente me había hecho estuvo orientada en varias líneas.
Primero, me atreví mucho más a incorporar vocabulario nuevo y de una
dificultad técnica mayor para que los alumnos lo vayan apropiando. Fue una
gran alegría para mí como docente cuando les pude explicar los conceptos
aspira todo presente precario. Al comprender que toda época histórica está
condenada a transformarse y a pasar a ser otra cosa, los estudiantes salen de
la órbita de simples observadores arqueológicos de un pasado museológico
para pasar a ser los protagonistas de un presente que les pertenece tanto a sus
antecesores como a ellos mismos.
Bibliografía
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