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De repente se destapó todo un mundo que estaba, digámoslo así, oculto, implícito en
la sociedad. Un momento subversivo y la subversión se extendió a toda la sociedad.
Aquí ya no hay distinción entre el intelectual y el común de la gente, entre el que tiene
dinero, que además tiene otros problemas, y el pueblo. Realmente, no hay una
verdadera distinción. Todos están subvertidos. Y esto, es bien importante, porque la
subversión que ha surgido viene del fondo, del pueblo, fundamentalmente. Lo que ha
surgido es el deseo de preservar la autonomía, la independencia de las personas y la
propia personalidad. Estoy utilizando la palabra subversión porque no se me ocurre
otra. En el fondo existen las diferencias de clase, las diferencias de intereses y muchas
otras, pero por debajo, todas ellas, están generando este movimiento, en el que,
finalmente, nos hemos descubierto como un pueblo. Lo que dijo Cabrujas (y en esa
línea otros intelectuales), que esto no es un país, sino un campamento minero, que
aquí no tenemos ningún tipo de integración, no es cierto. De este movimiento ha
surgido una unidad de intereses, de aspiraciones, de ansias, de algo en lo cual todos
estamos de acuerdo y todos confluimos. Algo que es netamente positivo. Este deseo,
estas ansias, de tener si no un país nuevo, un país. Creo que esto es lo más
importante. Nos reconocemos como nación, en la cual los ricos, los pobres, coinciden.
Nos estamos rebelando contra quienes quieren imponernos su propia forma de ver el
mundo y la vida. Además, siendo unos pocos, y basándose exclusivamente en el poder,
en la fuerza, quieren imponernos. Nosotros nos rebelamos contra esa pretensión y no
habrá fuerza, de ningún tipo, que pueda opacar esta rebelión que existe. Podrán
acallarla, supongamos que se imponga la famosa constituyente, pero será una capa,
un barniz, por encima de esta necesidad de rebelión.
Lo que pasa es que rompieron la botella y el genio salió por su propia cuenta.
Entonces, ha surgido en contra de ellos, al margen de ellos, e inesperadamente. Sólo
tienen un medio para volverlo a encerrar, que es la violencia. Ahora, ¿hasta dónde va
a llegar esa violencia? Eso está por verse, pero puede ser la violencia más increíble
del mundo. Una violencia terrible, que puede llegar a extremos que no hemos
sospechado nunca y que estamos viendo: esos extremos, que si bien pudieran ser
individuales, son verdaderamente horribles, verdaderamente espantosos.
Pareciera que no tiene límites y pareciera que el discurso que le envían los dirigentes
es falso. Por un lado, que se contengan, que se limiten y por el otro, hagan lo que les
dé la gana y recurran a cualquier tipo de violencia para ver cómo controlan y detienen
todo este movimiento. Pero no lo van a detener. ¿Qué es lo que pasa? La gente no
tiene a dónde recurrir. Este es el asunto. No tiene salida. De ninguna manera. Y más
allá de la violencia del gobierno, se enfrenta a ella, porque es lo único que le queda
también.
Esto es el legado de Chávez, pero en el fondo había, siempre lo hubo, esta gran
necesidad, este gran deseo de libertad, que no se puede impedir, que no se puede
controlar. Que sigue vivo, que estaba vivo, que no se había manifestado hasta que
llegó este señor por querer imponer otra cosa.
No falta quien advierte que los sectores populares desconfían del liderazgo
opositor, que no hay claridad de hacia dónde vamos, que esperan por una
alternativa.
¿20%? No, eso no es verdad. Las encuestas más recientes hablan de un 5%. No puedes
creer en lo que dicen varias encuestas y lo que dicen otras. Hay encuestas que
refieren un apoyo del 5%, del 8%, si acaso. Entonces, si es el 5% son ellos mismos, es
el mismo gobierno. Pero supongamos que el porcentaje que señalas es cierto (20%).
Bueno, del otro lado está el 80%. ¿Nos fijamos en el 20%, pero no en el 80%? Yo no
creo que vaya a haber una guerra civil, pero es un peligro, indudablemente. No lo creo
porque los militares tendrían que librar una guerra contra el pueblo; y eso no lo van a
hacer, no lo creo.
Lo primero, por supuesto, es lo que todo el mundo espera, que podamos salir de este
gobierno o más bien de este sistema. De todo el sistema, que tampoco es tanto, pero
es fuerte. A partir de ahí, lo que tiene que venir es una democracia, un período de
transición, como lo ha dicho Ugalde. Un gobierno de transición, que sea reconocido
por todos. Yo creo que la gente está dispuesta, una vez que salga de esto, a aceptar
cierta racionalidad, a aceptar cierta forma de orden y quizás más rápido de lo que uno
espera, pueda llegar la inversión extranjera, puedan abrirse los canales de ayuda
humanitaria (medicinas y alimentos) y el pueblo pueda ir adquiriendo un poco más de
seguridad y de fortaleza en sí mismo.
En este momento no hay nada de eso y es impredecible. Pero una vez que salgamos de
este gobierno, o más bien de este sistema, la gente podrá encontrar cierta
racionalidad.
Sí. La calle, la rebelión en todos los aspectos. Ha habido ciertos países que se han
dividido, que han formado su propia forma de gobierno y después se han reunido o no.
Bueno, aquí pudiera pasar algo parecido. De repente el Táchira se declara
independiente y forma un gobierno aparte y de ahí se va extendiendo al resto del país.
En este momento pueden pasar las cosas más extrañas, digamos, sí, lo impensable.
Puede pasar eso, como puede pasar simplemente, que todo un sector completo se
ponga en una rebelión brutal y pueda haber toda clase de violencias. Esperamos que
no. Esperamos que ese tipo de cosas no sucedan, así como tampoco suceda la división
del país. Pero cualquier cosa puede suceder, estamos en un momento de crisis, en el
momento de los actos extremos.
Yo me imagino que sí. Más de uno ha dicho que el sector militar es una caja negra. No
lo sé, porque nunca he tenido información de lo que sucede allí. No ha sido una de mis
preocupaciones. Toda mi vida ha ido por otra vía, por otro camino. Pero yo me imagino
que ellos están conscientes. Algunos no. Algunos están pendientes del narcotráfico y
están malandreados completamente, ¿No? Pero la gran mayoría de las Fuerzas
Armadas, me imagino, quiero creer, está consciente de que le toca mantener la unidad
del país. Pero todavía no se han manifestado.
¿Eso lo dice por una cuestión de fe o por el conocimiento que tiene del país?
Por el conocimiento que tengo del país. Yo creo que, al fin y al cabo, encontraremos la
manera de convivir, no digo la racionalidad, porque más allá está el entendimiento, la
convivencia, que es estructural al venezolano. Venezuela en ese sentido es muy
distinta a otros países. Venezuela es, fundamentalmente, convivial. Hay momentos
como el que estamos viviendo, en el cual surgen toda clase de obstáculos que impiden
que la convivialidad se dé. Pero ese mundo está en el fondo y a la larga predominará.
Mis estudios me han llevado a esa conclusión, tanto que yo digo que el venezolano no
es un homo habilis, ni un homo económico, el venezolano es un homo convivalis,
estructuralmente.
Usted advierte que las ansias de libertad estaban sumergidas, incluso, antes
del chavismo. Pongamos una fecha: 1998. Hoy han resurgido. Si las fuerzas
políticas que propugnan el cambio no atienden esa demanda, esa necesidad,
¿Qué podría pasar?
Lo que va a pasar es que esas ansias de libertad se van a mantener, como sea. Haya la
represión que haya. Un país no puede ser gobernado en contra de él mismo. Esos
intentos, que han tenido lugar en otros países y en otras épocas, están condenados a
fracasar.
A los venezolanos, creo yo, nos gustaría ver un proyecto político que exponga
la forma en que se va a materializar ese deseo de libertad. ¿Usted qué cree?
Hay muchos proyectos políticos, que son los de cada partido. Y esa es la democracia.
¿Quieres ver un proyecto político? La democracia. Sin epítetos. Por lo tanto, el respeto
a los Derechos Humanos, el respeto a la libertad del otro.
Eso sí sería revolucionario. Claro, la Constitución del 99, que tenemos que defender,
no va en esa línea. Yo no la voté, precisamente por eso, porque me dio la impresión de
que reforzaba el poder del presidente. Era más presidencialista que la del 61, pero
tenemos que defenderla, por supuesto, porque es la que nos queda. Pero una vez que
hayamos salido de esto, tenemos que plantearnos, seriamente, la posibilidad de algún
tipo de régimen parlamentario, de una estructura política donde el poder del
presidente y, en general, de los poderes fácticos, estén muy limitados.
¿Qué les diría, en estos momentos, a los deudos de las personas que han sido
asesinadas?