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3° año

El cuento realista

“Una novela es un es-


pejo que se pasea por
un ancho camino. Tan
pronto refleja el azul
del cielo como el ba-
rro de los barrizales
que hay en el ca-
mino.”

Stendhall

Profesor: E. David Alberti


3° año
“En principio, la literatura —del mismo modo que las demás artes— no puede ni tiene por función darnos una co-
pia fotográfica de la realidad. El lenguaje mismo, por su naturaleza, no puede reproducir los objetos como tales […]

Profesor: E. David Alberti


Si en cierta forma la obra puede considerarse un espejo de la realidad, se trata siempre de un espejo roto, tanto
por la deformación como por la fragmentación de las imágenes que en él aparecen. La relación de la literatura con
la realidad es siempre parcial: el texto abarca un fragmento de esta última, opera una elección, selecciona, y nunca
refleja la totalidad que se le ofrece” Mirta Sterns. ¿Qué significa la realidad? Estudio preliminar a a Marianela, de
Benito Pérez Galdós. Buenos Aires, Colihüe, 2005.

Sin pan y sin trabajo


El cuento realista 3° año

Página 1
• Ernes to de la Cárcova, 1894
El cuento realista 3° año

EL CUENTO REALISTA

1 Observen la reproducción del pintor iraní Imán Maleki

(1976) y resuelvan las siguientes consignas:

 Describan brevemente la imagen

Profesor: E. David Alberti Página 2


El cuento realista 3° año

 La imagen ¿se parece más a un dibujo a una fotografía? Justifica

 La clasificarías como una imagen fantástica o realista? Justifica

 ¿Qué estado anímico transmite el personaje?

LA NARRATIVA REALISTA
En la literatura realista no encontramos la realidad sino una reconstrucción de la realidad de acuerdo con las le-
yes de un código. Esto significa que el género se ajusta a una serie de reglas para cumplir con su propósito: presentar
al lector un relato verosímil, hacerle creer que lo que se narra podría haber ocurrido en el mundo tal como lo cono-
cemos, es decir, que lo que se cuenta es en principio posible. En este sentido, el género realista es más amplio que
otros géneros muy codificados, como el fantástico, el maravilloso o el policial, que recurren a estructuras, motivos y
figuras muy específicos.

AMBIENTE, PERSONAJES REALISTAS


El relato realista está imbricado en un contexto histórico-social que lo aclara y determina, y que a su vez es ilumi-
nado por el relato en cuestión. De allí que a menudo contenga alusiones explícitas o implícitas a la época y al lugar
geográfico en que transcurre, así como al ambiente social en que actúan los personajes.
Los personajes, por su parte, suelen estar dotados de una identidad, un aspecto físico (en algunos casos, minucio-
samente descripto) y una profundidad psicológica que motiva su accionar.
A diferencia de los movimientos anteriores, en el realismo los personajes no son ni príncipes, reyes o héroes. Por
el contrario, son personajes comunes: estudiantes, amas de casa, empleados, etc.
Quienes sostienen que el realismo debería decir algo sobre la estructura social de la época representada han
propuesto que los personajes sean típicos, esto es: que posean rasgos individuales (cualidades únicas que los vuel-
van “memorables”) y que al mismo tiempo sean representativos de un grupo más amplio (un sector, una clase so-
cial).

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El cuento realista 3° año

LENGUAJE REALISTA
La literatura realista asume que el lenguaje puede decir algo sobre el mundo. Por eso el relato incluye descripcio-
nes y detalles que, o bien cumplen la función de caracterizar personajes y ambientes, o bien, si son “inútiles” desde
el punto de vista de las necesidades del relato, están allí para significar simplemente la intrusión de lo real y reforzar
el efecto realista.

2 Realiza un mapa conceptual del tema “Narrativa realista”

VEROSIMILITUD.

1. adj. Que tiene apariencia de ver


dadero.

2. adj. Creíble por no ofrecer carác


ter alguno de falsedad.

Todos los relatos crean un mundo


sujeto a sus propias reglas, según
las cuales algunos elementos, ac-
ciones o situaciones son posibles o
creíbles; es decir, resultan vero-
símiles en ese mundo. Por ejemplo
en un cuento maravilloso se acep-
ta la presencia de dragones y ma-
gos, por ejemplo. En el realismo la
verosimilitud de la obra coincide
con aquello resulta posible en la
vida cotidiana del lector.

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El cuento realista 3° año

Agudas

Graves

Esdrújulas

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El cuento realista 3° año

3 Realiza los siguientes pasos

a. Separa en sílabas en el segundo cuadro


b. Señala debajo la sílaba tónica en el segundo cuadro
c. Determina si es aguda, grave o esdrújula en el tercer cuadro
d. Coloca la palabra con tilde en el cuarto cuadro
Palabra Sílabas Aguda, grave o es- Tildes
drújula
Comoda Co – mo – da Esdrújula Cómoda

Cancion

Facil

Proposito

Amor

Cientifico

arbol

Telefono

Colibri

Caracter

Ladron

rapido

relampago

pelicula

Carcel

ademas

Util

Sofa

Cesped

mintio

papel
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El cuento realista 3° año

EL CIELO ENTRE LOS DURMIENTES


Humberto Constantini

N i un alma por la calle. Como si el sol de la siesta cayendo a pique y después derramándose por
todos lados, hubiera empujado a bichos y gente a
quién sabe qué escondidos refugios, adonde el sol
no puede penetrar, pero ante los cuales se queda montando
guardia, rabioso y vigilante como un perro en acecho.
Por la calle vamos Ernesto y yo. Hace cinco minutos, un sil-
Humberto
bido me arrancó de la sombra de la glicina y me mostró entre
Constantini
dos pilares de la balaustrada un rostro enrojecido y contento.
(1924-
No hubiera sido necesario que me dijera "¿salís?" con un grito
1987)
breve y exacto como un pelotazo. Yo lo estaba esperando, o
mejor dicho yo estaba esperando un pretexto cualquiera para
dejar aquella modorra del patio adonde me llegaban ruidos lejanos e incitantes entreverados con el aleteo
de algún mangangá.
Por eso no le contesté nada y en seguida estuve con él en la puerta. Se sabe que saldríamos a caminar. Er-
nesto es así y nuestros doce años no soportan otras tratativas que ese "¿salís?" liso y directo viniendo de un
mechón caído sobre los ojos, de una transpirada camiseta amarilla y de unas ganas de hacer muchas cosas
que le brillan en la mirada.
Un saludo "¿qué hacés?" y caminamos. El agua de la zanja, un agua barrosa, oscura, caliente, cubierta de
protuberancias verdes como el lomo de un sapo, se agita por momentos a impulso de invisibles zambullidas
o respira a través de unos globos lentos, pesados, que levantan nuevas ampollas en su pellejo y hacen un
extraño ruido de glogloteo como si ya estuviera por soltar el hervor.
Caminamos. La tierra quema en los pies y es lindo sentir ese mordisco cariñoso, de cachorro, con que la
tierra nos juguetea por las pantorrillas. Pero más lindo es no sentir nada de eso, sino esas ganas locas de me-
terse en la tarde como en una selva. ¿No es cierto, Ernesto?
Caminamos. Un aguacil grande y rojo viene a despedirnos, pasa zumbando a nuestro lado y siguiendo la
línea de yuyos que bordea la zanja llega hasta el puente de la esquina y vuelve volando a toda máquina
amagando un encontrón. —¡A que no lo agarrás!
Caminamos. Las cuadras del barrio quedan atrás. Los paraísos se cambian en plátanos y después otra vez
en paraísos. Flechillas, lenguas de vaca, huevitos de gallo. Esta es otra zanja, no la nuestra. ¿Habrá ranones
por aquí?
Caminamos. ¡Aquella montaña! ¡A saltarla! La sangre nos golpea en el pecho y en el rostro. La vida es una
alegría retenida en los músculos y es ese olor a sol, a sudor y a piel caliente que viene de la ropa de Ernesto.
Caminamos. Ernesto sabe de muchas cosas. De trabajos, de aventuras, de casas abandonadas y de extra-
ños nombres de calles. Mientras caminamos me habla. Me cuenta un disparate y yo me río. Me río como un
loco. Me río tanto que Ernesto se contagia de mi propia risa y empieza a reírse él también. Le salen lágrimas
de los ojos, se aprieta el costado, no puede parar. Yo lo miro y me da más risa todavía verlo reír. Camina-
mos tambaleantes, empujándonos, atorándonos de risa. La risa se nos atropella en la boca, nos crece incon-
tenible por todos lados, nos acompaña por cuadras y cuadras esa risa sin por qué, como si una bandada de
gorriones enloquecidos nos estuviera siguiendo.

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La esquina. Otra cuadra. La risa. Ladridos detrás de un alambre. Otra cuadra. Magnolias, jardines, postes
del teléfono. Otra cuadra. Las alpargatas de Ernesto levantando el polvo en las veredas. Otra cuadra. El cie-
lo, la soledad de la siesta, el silbido de una urraca. Otra cuadra, otra cuadra...
Apoyo de pronto mi mano en el hombro de Ernesto y señalo el terraplén del ferrocarril. —¡A ver quién
llega primero!
Salimos como balas. Una ametralladora de pasos y el crujido de los terrones resecos. Oigo el jadeo de Er-
nesto y apenas veo su camiseta amarilla pegada a mi costado. Me pongo enormemente contento cuando
dejo de verla y cuando siento que el jadeo va quedando atrás. Apenas por un par de metros, pero llego
primero arriba. Y desde arriba lo miro triunfante.
Ernesto tiene la cara negra de tierra y un sudor barroso le forma ríos en la nuca y la espalda. Yo debo es-
tar igual porque en la manga que me pasé por la frente
queda una gran mancha negra y húmeda.
A Ernesto se le ocurre caminar por la vía y vamos pi-
sando los durmientes o haciendo equilibrio sobre los
rieles. Lo más lindo son los puentes. Cuando allá abajo
vemos la calle entre los durmientes deslizándose como
un río. Algunos son muy altos y hay que pisar bien para
no caerse. Yo camino despacio, aparentando indiferen-
cia, pero sintiendo en todo momento un ligero vértigo
que me obliga a clavar la vista en mis pies, a calcular
cada pisada, hipnotizado por ese lomo de tierra que se
mueve sin cesar debajo mío.
Ernesto, en cambio, se mueve con maravillosa soltura.
Me habla, grita, se da vuelta, corre... Es imposible seguirlo. Anda por ese andamiaje de hierro, madera, vien-
to y cielo como por el patio de su casa. No digo nada, pero pienso que estamos a mano con lo de la carrera.
Llegamos a un puente de poca altura y como viene un tren decidimos verlo pasar desde abajo. Descen-
demos la pequeña cuesta y nos ubicamos a un costado del puente. Oímos el bramido del tren que se acerca
y luego un ruido infernal que hace trepidar toda la tablazón. Las vías parecen curvarse bajo las ruedas. Un
pandemonio de vapor, chispas, truenos y aullidos que nos sacude hasta las entrañas. La verdad, sentimos un
poco de miedo y deseamos que venga otro tren para reivindicarnos.
Las vías pasan a menos de tres metros sobre la calle. Con un buen salto es posible alcanzar los durmientes
y colgarse de allí como de un pasamanos. La idea surge como una pedrada y casi de los dos a un tiempo.
Quedarnos colgados cuando pase el tren.
La tarde es un desierto de sol y tierra enardecida.
El cascabeleo de algún lejano carro de lechero y el canto metálico de la cigarra no cortan el silencio, sino
que lo hacen más denso aún, más expectante.
Esperamos el rumor que nos anuncie la llegada de un tren. Los minutos transcurren lentos en el calor so-
focante del reparo que forman las paredes del puente. Se mastica un yuyo o se sube de vez en cuando a mi-
rar el reverbero distante de las vías.
—A no soltarse, ¿eh?
—No, a no soltarse.
De pronto llega. Es apenas un murmullo perdido entre cien murmullos iguales, pero para nosotros impo-
sible de confundir.
Con cierta parsimonia nos preparamos. Frotamos las manos en la tierra, ensayamos un salto, otro salto.
Subimos a verlo, ya está cerca.
Tomamos posiciones.

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—¡Cuando yo diga saltamos!
El silencio, avasallado ahora por aquel torrente
que se agranda y se agranda. Nos miramos y mira-
mos los durmientes allá arriba.
—A no solt...
—¡Ahora!
Me falla un salto. Al segundo estoy arriba balan-
ceándome todavía por el impulso. Ernesto ya está
allí, firmemente prendido. Me guiña el ojo. Quiere
decir algo, pero no lo escucho porque un ruido en-
sordecedor me oculta sus palabras. —¿No quemará
la locomotora?—. Ya viene. Allí está. Hierros, fuego ,
vapor y un ruido de pesadilla.
No sabemos cómo fue. Cuando queremos acordarnos los dos estamos a diez metros del puente, mirando
cómo los últimos vagones se deslizan haciendo oscilar las vías.
La tarde se nos acuesta entera encima de los hombros. Nos acercamos al puente, cabizbajos, avergonza-
dos.
—¡Vos te soltaste primero!
—¡Tenías una cara de miedo vos!
Otra vez el silencio. La sierra sinfín de la cigarra nos chista y se ríe de nosotros. Estamos agitados, desfigu-
rados por el calor y la excitación pasada.
—Si vos te quedabas, yo me quedaba...
—Yo también, si vos te quedabas, yo me quedaba.
Nos tiramos al suelo para esperar otro tren. La tierra pegándose a la piel mojada. El reverbero de la calle
o quizás las gruesas gotas de sudor que me empañan la vista. Ernesto hace garabatos con una ramita.
Y el tiempo que se desliza silencioso sobre las vías como un tren infinito formado por el latido de nuestros
corazones.
La cigarra. Un gorrión con el pico entreabierto y las alas separadas. Los ladrillos del puente y allá a lo le-
jos una pared blanca que nos saluda como un pañuelo.
—Un, dos, tres... (antes de que cuente veinte aparece), cuatro, cinco...
Silencio. Las voces de la siesta.
Ahora sí. Es un tren este. El rumor lejano pero inconfundible. Nos ponemos de pie. Ninguno dice una pa-
labra. El temor de soltarse y la decisión de permanecer hasta el fin. El contacto de la tierra caliente en las
palmas de las manos.
—¡Cuando yo diga!
El ruido que crece segundo a segundo. Ernesto se agazapa para saltar. —¡Ahora!, digo, y salto con todas
mis fuerzas.
El ennegrecido durmiente queda aprisionado entre mis manos. A un metro de mí, Ernesto se columpia en
el suyo.
El ruido ensordecedor. La cara roja de Ernesto entre sus dos brazos en alto. Su camiseta amarilla y su pelo
caído sobre la frente.
Terremoto de hierro, vapor y chispas. El ruido infernal. El puente que se hunde con el peso del tren. Un
miedo espantoso. Pero estamos colgados todavía.
Me doy cuenta de que estoy gritando a todo lo que doy. Ernesto también grita y patalea y me mira gri-
tando y pataleando como un loco.
El tren no termina nunca de pasar. Las ruedas a medio metro de las manos. Una montaña encima de mi
cabeza. El calor, el ruido, Todavía no sé si voy a quedarme hasta que pase todo. Y grito para darme coraje y
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también porque es necesario gritar. Lo veo a Ernesto congestionado, enloquecido, con las venas del pescue-
zo hinchadas por los gritos y por el esfuerzo.
Gotas de sudor se me meten en la boca. –No doy más, me quedo hasta que se quede Ernesto. –No doy
más, me quedo hasta que se quede Cacho..
¿Cuánto faltará todavía? La cara de Ernesto gesticulando y escupiendo sudor. Sus piernas tirándome pata-
das. ¿Cuánto faltará todavía? Grito y lo pateo para hacerlo bajar. ¿Cuándo faltará todavía? El ruido. La vi-
bración del puente metiéndose hasta los tuétanos. ¿Cuánto faltará to-
davía? Los sesos a punto de estallar. Borrachera de ruido, calor, alari-
● ● ●
dos y miedo. ¿Cuánto faltará todavía?
El término ficción deriva del
*** verbo fingir (del latín fingere,
que significa “representar,
Algo dulce que nos acaricia los brazos. El tren que se aleja y el cielo
imaginar, suponer, inventar”).
azul a pedazos entre los durmientes.
La RAE define fingir de la si-
El silencio que crece de la tierra. El silbido lejano de la locomotora.
guiente manera: 1. Dar a en-
Seguimos colgados y nos miramos sonriendo.
tender lo que no es cierto. 2.
La tarde canta en la voz de las cigarras.
¿Te acordás Ernesto, cómo cantaba? Dar existencia ideal a lo que
realmente no lo tiene.

¿A cuál de las dos acepciones


te parece se relaciona el con-
cepto de ficción aplicado a la
literatura?

● ● ●

LA NARRACION

Definición:

Situaciones núcleos:

Situaciones accesorias:

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El cuento realista 3° año

Llamaremos trama narrativa a la secuencia articulada y organizada


de todas las situaciones que integran la acción del relato

LA ALTERNATIVA EN LOS NÚCLEOS NARRATIVOS:

Permencer en la
casa
Llegada de
Ernesto
Invitación a salir

Rechazo

Invitación a salir

Aceptación

Tomar un
camino
Aceptación y cualquiera
partida
Ir hacia el
terraplen

4 Encuentra los restantes núcleos narrativos y señala las al-

ternativas

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El cuento realista 3° año

Profesor: E. David Alberti Página 12


El cuento realista 3° año

TP N 1 . Relatos acentuados
1. Busca 10 palabras que cambien de significado de acuerdo a su acentuación
2. Con esas diez palabras, crea un relato utilizando cada una de ellas (en total
utilizar 20 palabras)
3. Ten en cuenta las situaciones núcleo y las accesorias

4. Luego identifica las alternativas

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2 7

3 8

4 9

5 10

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El cuento realista 3° año

Los nexos coordinantes relacionan elementos del mismo valor sintáctico

Copulativa

Disyuntiva

Adversativa

Consecutiva

Indica en las siguientes oracions y/o construcciones el tipo de nexos coordinantes, e


indica que señalan cada una de ellas.

La escalera es de pino amarillo y asciende en forma de caracol

Hojas blancas o negras estaban a mi disposición

Obra importante pero confusa

Llueve, por tanto no vamos al cine

Escribe otras cuatro oraciones con los nexos coordinante e indica su función

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El informe de lectura
El informe de lectura es un nuevo texto creado por el estudiante que surge del
proceso de su comprensión lectora sobre un texto determinado por el do-
cente. Una de sus características principales es su carácter independien-
te, puesto que un tercer lector puede leerlo e interpretarlo sin la necesi-
dad de haber leído la obra fuente.

En el caso de los informes de lectura de los cuentos leídos en clase, los


mismos deberán poseer la siguiente estructura

1. Datos del estudiante, asignatura y fecha


2. Título
3. Introducción
a. Breve biografía del autor
b. Adelantar la idea central del trabajo
c. Explicar el título
d. Plantear preguntas
4. Desarrollo
a. Breve resumen del cuento
b. Relación del cuento con el género al que pertenece
5. Conclusión
a. Crítica y/o valoración personal

LA GALLINA DEGOLLADA
Horacio quiroga

T odo el día, sentados en el patio, en un banco estaban los


cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían
la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y volvían la
cabeza con la boca abierta.
El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladri-
llos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se
mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol Horacio Quiroga
se ocultaba tras el cerco, al declinar los idiotas tenían fiesta. La • 1878-1937
luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a po-
co sus ojos se animaban; se reían al fin estrepitosamente, con-
gestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con
alegría bestial, como si fuera comida.

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El cuento realista 3° año
Otra veces, alineados en el banco, zumbaban horas
enteras, imitando al tranvía eléctrico. Los ruidos fuer-
tes sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces,
mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del
patio. Pero casi siempre estaban apagados en un som-
brío letargo de idiotismo, y pasaban todo el día senta-
dos en su banco, con las piernas colgantes y quietas,
empapando de glutinosa saliva el pantalón.
El mayor tenía doce años y el menor, ocho. En to-
do su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta abso-
luta de un poco de cuidado maternal.
Esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un día
el encanto de sus padres. A los tres meses de casados, Mazzini y Berta orientaron su estrecho amor de mari-
do y mujer, y mujer y marido, hacia un porvenir mucho más vital: un hijo. ¿Qué mayor dicha para dos
enamorados que esa honrada consagración de su cariño, libertado ya del vil egoísmo de un mutuo amor sin
fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo, sin esperanzas posibles de renovación?
Así lo sintieron Mazzini y Berta, y cuando el hijo llegó, a los catorce meses de matrimonio, creyeron cum-
plida su felicidad. La criatura creció bella y radiante, hasta que tuvo año y medio. Pero en el vigésimo mes
sacudiéronlo una noche convulsiones terribles, y a la mañana siguiente no conocía más a sus padres. El médi-
co lo examinó con esa atención profesional que está visiblemente buscando las causas del mal en las enfer-
medades de los padres.
Después de algunos días los miembros paralizados recobraron el movimiento; pero la inteligencia, el al-
ma, aun el instinto, se habían ido del todo; había quedado profundamente idiota, baboso, colgante, muerto
para siempre sobre las rodillas de su madre.
—¡Hijo, mi hijo querido! —sollozaba ésta, sobre aquella espantosa ruina de su primogénito.
El padre, desolado, acompañó al médico afuera.
—A usted se le puede decir: creo que es un caso perdido. Podrá mejorar, educarse en todo lo que le per-
mita su idiotismo, pero no más allá.
—¡Sí!… ¡Sí! —asentía Mazzini—. Pero dígame: ¿Usted cree que es herencia, que…?
—En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo que creía cuando vi a su hijo. Respecto a la madre, hay allí
un pulmón que no sopla bien. No veo nada más, pero hay un soplo un poco rudo. Hágala examinar deteni-
damente.
Con el alma destrozada de remordimiento, Mazzini redobló el amor a su hijo, el pequeño idiota que pa-
gaba los excesos del abuelo. Tuvo asimismo que consolar, sostener sin tregua a Berta, herida en lo más pro-
fundo por aquel fracaso de su joven maternidad.
Como es natural, el matrimonio puso todo su amor en la esperanza de otro hijo. Nació éste, y su salud y
limpidez de risa reencendieron el porvenir extinguido. Pero a los dieciocho meses las convulsiones del pri-
mogénito se repetían, y al día siguiente el segundo hijo amanecía idiota.
Esta vez los padres cayeron en honda desesperación. ¡Luego su sangre, su amor estaban malditos! ¡Su
amor, sobre todo! Veintiocho años él, veintidós ella, y toda su apasionada ternura no alcanzaba a crear un
átomo de vida normal. Ya no pedían más belleza e inteligencia como en el primogénito; ¡pero un hijo, un
hijo como todos!
Del nuevo desastre brotaron nuevas llamaradas del dolorido amor, un loco anhelo de redimir de una vez
para siempre la santidad de su ternura. Sobrevinieron mellizos, y punto por punto repitióse el proceso de los
dos mayores.
Mas por encima de su inmensa amargura quedaba a Mazzini y Berta gran compasión por sus cuatro hijos.
Hubo que arrancar del limbo de la más honda animalidad, no ya sus almas, sino el instinto mismo, abolido.
No sabían deglutir, cambiar de sitio, ni aun sentarse. Aprendieron al fin a caminar, pero chocaban contra
todo, por no darse cuenta de los obstáculos. Cuando los lavaban mugían hasta inyectarse de sangre el rostro.
Animábanse sólo al comer, o cuando veían colores brillantes u oían truenos. Se reían entonces, echando
afuera lengua y ríos de baba, radiantes de frenesí bestial. Tenían, en cambio, cierta facultad imitativa; pero
no se pudo obtener nada más.

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Con los mellizos pareció haber concluido la aterradora descendencia. Pero pasados tres años desearon de
nuevo ardientemente otro hijo, confiando en que el largo tiempo transcurrido hubiera aplacado a la fatali-
dad.
No satisfacían sus esperanzas. Y en ese ardiente anhelo que se exasperaba en razón de su infructuosidad,
se agriaron. Hasta ese momento cada cual había tomado sobre sí la parte que le correspondía en la miseria
de sus hijos; pero la desesperanza de redención ante las cuatro bestias que habían nacido de ellos echó afuera
esa imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio específico de los corazones inferiores.
Iniciáronse con el cambio de pronombre: tus hijos. Y como a más del insulto había la insidia, la atmósfe-
ra se cargaba.
—Me parece —díjole una noche Mazzini, que acababa de entrar y se lavaba las manos—que podrías te-
ner más limpios a los muchachos.
Berta continuó leyendo como si no hubiera oído.
—Es la primera vez —repuso al rato— que te veo inquietarte por el estado de tus hijos.
Mazzini volvió un poco la cara a ella con una sonrisa forzada:
—De nuestros hijos, ¿me parece?
—Bueno, de nuestros hijos. ¿Te gusta así? —alzó ella los ojos.
Esta vez Mazzini se expresó claramente:
—¿Creo que no vas a decir que yo tenga la culpa, no?
—¡Ah, no! —se sonrió Berta, muy pálida— ¡pero yo tampoco, supongo!… ¡No faltaba más!… —
murmuró.
—¿Qué no faltaba más?
—¡Que si alguien tiene la culpa, no soy yo, entiéndelo bien! Eso es lo que te quería decir.
Su marido la miró un momento, con brutal deseo de insultarla.
—¡Dejemos! —articuló, secándose por fin las manos.
—Como quieras; pero si quieres decir…
—¡Berta!
—¡Como quieras!
Éste fue el primer choque y le sucedieron otros. Pero en las inevitables reconciliaciones, sus almas se unían
con doble arrebato y locura por otro hijo.
Nació así una niña. Vivieron dos años con la angustia a flor de alma, esperando siempre otro desastre.
Nada acaeció, sin embargo, y los padres pusieron en ella toda su complaciencia, que la pequeña llevaba a los
más extremos límites del mimo y la mala crianza.
Si aún en los últimos tiempos Berta cuidaba siempre de sus hijos, al nacer Bertita olvidóse casi del todo de
los otros. Su solo recuerdo la horrorizaba, como algo atroz que la hubieran obligado a cometer. A Mazzini,
bien que en menor grado, pasábale lo mismo. No por eso la paz había llegado a sus almas. La menor indis-
posición de su hija echaba ahora afuera, con el terror de perderla, los rencores de su descendencia podrida.
Habían acumulado hiel sobrado tiempo para que el vaso no quedara distendido, y al menor contacto el
veneno se vertía afuera. Desde el primer disgusto emponzoñado habíanse perdido el respeto; y si hay algo a
que el hombre se siente arrastrado con cruel fruición es, cuando ya se comenzó, a humillar del todo a una
persona. Antes se contenían por la mutua falta de éxito; ahora que éste había llegado, cada cual, atribuyén-
dolo a sí mismo, sentía mayor la infamia de los cuatro engendros que el otro habíale forzado a crear.
Con estos sentimientos, no hubo ya para los cuatro hijos mayores afecto posible. La sirvienta los vestía, les
daba de comer, los acostaba, con visible brutalidad. No los lavaban casi nunca. Pasaban todo el día sentados
frente al cerco, abandonados de toda remota caricia. De este modo Bertita cumplió cuatro años, y esa no-
che, resultado de las golosinas que era a los padres absolutamente imposible negarle, la criatura tuvo algún
escalofrío y fiebre. Y el temor a verla morir o quedar idiota, tornó a reabrir la eterna llaga.
Hacía tres horas que no hablaban, y el motivo fue, como casi siempre, los fuertes pasos de Mazzini.
—¡Mi Dios! ¿No puedes caminar más despacio? ¿Cuántas veces…?
—Bueno, es que me olvido; ¡se acabó! No lo hago a propósito.
Ella se sonrió, desdeñosa: —¡No, no te creo tanto!
—Ni yo jamás te hubiera creído tanto a ti… ¡tisiquilla!
—¡Qué! ¿Qué dijiste?…
—¡Nada!

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El cuento realista 3° año
—¡Sí, te oí algo! Mira: ¡no sé lo que dijiste; pero te juro que prefiero cualquier cosa a tener un padre co-
mo el que has tenido tú!
Mazzini se puso pálido.
—¡Al fin! —murmuró con los dientes apretados—. ¡Al fin, víbora, has dicho lo que querías!
—¡Sí, víbora, sí! Pero yo he tenido padres sanos, ¿oyes?, ¡sanos! ¡Mi padre no ha muerto de delirio! ¡Yo
hubiera tenido hijos como los de todo el mundo! ¡Esos son hijos tuyos, los cuatro tuyos!
Mazzini explotó a su vez.
—¡Víbora tísica! ¡eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! ¡Pregúntale, pregúntale al médico quién tie-
ne la mayor culpa de la meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmón picado, víbora!
Continuaron cada vez con mayor violencia, hasta que un gemido de Bertita selló instantáneamente sus
bocas. A la una de la mañana la ligera indigestión había desaparecido, y como pasa fatalmente con todos los
matrimonios jóvenes que se han amado intensamente una vez siquiera, la reconciliación llegó, tanto más
efusiva cuanto infames fueran los agravios.
Amaneció un espléndido día, y mientras Berta se levantaba escupió sangre. Las emociones y mala noche
pasada tenían, sin duda, gran culpa. Mazzini la retuvo abrazada largo rato, y ella lloró desesperadamente,
pero sin que ninguno se atreviera a decir una palabra.
A las diez decidieron salir, después de almorzar. Como apenas tenían tiempo, ordenaron a la sirvienta
que matara una gallina.
El día radiante había arrancado a los idiotas de su
banco. De modo que mientras la sirvienta degollaba en
la cocina al animal, desangrándolo con parsimonia (Ber-
ta había aprendido de su madre este buen modo de
conservar la frescura de la carne), creyó sentir algo co-
mo respiración tras ella. Volvióse, y vio a los cuatro
idiotas, con los hombros pegados uno a otro, mirando
estupefactos la operación… Rojo… rojo…
—¡Señora! Los niños están aquí, en la cocina.
Berta llegó; no quería que jamás pisaran allí. ¡Y ni
aun en esas horas de pleno perdón, olvido y felicidad
reconquistada, podía evitarse esa horrible visión! Por-
que, naturalmente, cuando más intensos eran los raptos
de amor a su marido e hija, más irritado era su humor
con los monstruos.
—¡Que salgan, María! ¡Échelos! ¡Échelos, le digo!
Las cuatro pobres bestias, sacudidas, brutalmente
empujadas, fueron a dar a su banco.
Después de almorzar salieron todos. La sirvienta fue a Buenos Aires y el matrimonio a pasear por las quin-
tas. Al bajar el sol volvieron; pero Berta quiso saludar un momento a sus vecinas de enfrente. Su hija escapó-
se enseguida a casa.
Entretanto los idiotas no se habían movido en todo el día de su banco. El sol había traspuesto ya el cerco,
comenzaba a hundirse, y ellos continuaban mirando los ladrillos, más inertes que nunca.
De pronto algo se interpuso entre su mirada y el cerco. Su hermana, cansada de cinco horas paternales,
quería observar por su cuenta. Detenida al pie del cerco, miraba pensativa la cresta. Quería trepar, eso no
ofrecía duda. Al fin decidióse por una silla desfondada, pero aun no alcanzaba. Recurrió entonces a un cajón
de kerosene, y su instinto topográfico hízole colocar vertical el mueble, con lo cual triunfó.
Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron cómo su hermana lograba pacientemente dominar el
equilibrio, y cómo en puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco, entre sus manos tirantes.
Viéronla mirar a todos lados, y buscar apoyo con el pie para alzarse más.
Pero la mirada de los idiotas se había animado; una misma luz insistente estaba fija en sus pupilas. No
apartaban los ojos de su hermana mientras creciente sensación de gula bestial iba cambiando cada línea de
sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el cerco. La pequeña, que habiendo logrado calzar el pie iba ya a
montar a horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente sintióse cogida de la pierna. Debajo de ella, los
ocho ojos clavados en los suyos le dieron miedo.
—¡Soltáme! ¡Déjame! —gritó sacudiendo la pierna. Pero fue atraída.
Profesor: E. David Alberti Página 18
El cuento realista 3° año
—¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! —lloró imperiosamente. Trató aún de sujetarse del borde, pero sin-
tióse arrancada y cayó.
—Mamá, ¡ay! Ma. . . —No pudo gritar más. Uno de ellos le apretó el cuello, apartando los bucles como
si fueran plumas, y los otros la arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa mañana se había
desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancándole la vida segundo por segundo.
Mazzini, en la casa de enfrente, creyó oír la voz de su hija.
—Me parece que te llama—le dijo a Berta.
Prestaron oído, inquietos, pero no oyeron más. Con todo, un momento después se despidieron, y mien-
tras Berta iba dejar su sombrero, Mazzini avanzó en el patio.
—¡Bertita!
Nadie respondió.
—¡Bertita! —alzó más la voz, ya alterada.
Y el silencio fue tan fúnebre para su corazón siempre aterrado, que la espalda se le heló de horrible pre-
sentimiento.
—¡Mi hija, mi hija! —corrió ya desesperado hacia el fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en el piso
un mar de sangre. Empujó violentamente la puerta entornada, y lanzó un grito de horror.
Berta, que ya se había lanzado corriendo a su vez al oír el angustioso llamado del padre, oyó el grito y
respondió con otro. Pero al precipitarse en la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se interpuso, conte-
niéndola:
—¡No entres! ¡No entres!
Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre. Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse a
lo largo de él con un ronco suspiro.

INFORME DE LECTURA 1

Realiza un informe de lectura del cuento La gallina degollada. Las siguientes preguntas te
pueden servir como guía

 ¿Qué discapacidad y qué habilidad tenían los 4 hijos mayores, que permite suponer el final insi-
nuado del cuento? Justificar con un fragmento del texto
 ¿Por qué motivo piensan que los 4 hijos mayores hicieron eso a su hermana menor? Justificar con
un fragmento del texto.
 Se da un intercambio de pronombres "tus hijos" en la discusión. ¿En qué le afecta a Berta si son
sus hijos? ¿Qué valor cobra el pronombre posesivo "tus"?
 ¿Cuáles son los motivos que se dan para que el matrimonio discuta?
 ¿Cuál es el verdadero tema por el que pelean, en realidad?

Profesor: E. David Alberti Página 19


El cuento realista 3° año

Profesor: E. David Alberti Página 20


El cuento realista 3° año

5 Colocar las tildes de los monosílabos según corresponda

 creo que si
 cuando venga el, avísame
 dile a Juan que te de el libro
 dile lo que quieras, mas no le digas lo que te he dicho
 elígeme a mi
 es el momento
 es mi pelota
 la bicicleta de tu hermana es de color verde
 me tomé un te
 se lo que se siente
 se que fuiste tu
 si ella lo dice, será verdad
 siempre quiere mas y mas
 te lo dije
 ¿Prefieres café o te?
 Tu coche necesita una puesta a punto
 Ella nunca está segura de si misma
 El nunca dice la verdad
Profesor: E. David Alberti Página 21
El cuento realista 3° año

 Yo se lo que me quieres decir


 Dile a Pedro que le de el balón a su hermano
 Mi amigo sólo confiaba en mi
 El profesor llegó a clase con retraso
 La clase de matemáticas fue incomprensible
 Si la invitas ella si aceptará
 Intento por todos los medios controlar mi peso, mas no lo consigo
 A él todo le iría mejor si fuera más responsable
 Estoy convencido que él si querrá venir a la playa
 Todo el día en la playa, al final se quemó la piel
 La barquita amarilla es de mi primo
 ¿Quién te lo dijo?
 Alicia es la compañera que mas trabaja de la clase
 Por favor, dile a Verónica que le de este sobre a su madre
 Ella debería guardarse ese secreto para si
 No te puedo contestar porque no lo se

LA DESCRIPCION

Instrucciones para subir la escalera1

N
adie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte
sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este
plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que
se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables.
Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y
la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentá-
nea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como
se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el ante-
rior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combina-
ción producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de tras-
ladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La acti-
tud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no
tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y
regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha aba-
jo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta

1
Cortázar, Julio. Historia de Cronopios y de Famas. Buenos Aires, Ediciones Alfaguara, 2000, p. 55
Profesor: E. David Alberti Página 22
El cuento realista 3° año
en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la
izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la
altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y
en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coor-
dinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese espe-
cialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encon-
trarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de
talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

TP N 2 La observacion
1. Elige tres de los siguientes lugares: La estación Don Torcuato, la plaza Estrada, una estación
de servicio.
2. Sitúate imaginariamente en algún punto fijo del lugar, y desde allí descríbelo.
3. El plano de tu habitación: Traza las cuatro paredes y señala puertas y ventanas. Luego gira
mentalmente de izquierda a derecha y dibuja los muebles
4. Dibuja una de las calles de tu barrio.
5. Haz un plano del patio de la escuela.
6. Dibuja de memoria algún árbol que recuerdes: palmera, palo borracho, pino, sauce, jacarandá,
álamo, otro
7. Dibuja de memoria una hoja de árbol que recuerdes
8. Busca un cartel de publicidad y descríbelo
9. De los siguientes objetos, elige tres y caracterìzalos. Mate, jarra con agua, tenedor, libro, escri-
torio, una radio, una naranja, una flauta, un paquete de garrapiñadas

Con todos los elementos anteriores piensa en un personaje, un lugar y un momento del día, y crea un
relato

Profesor: E. David Alberti Página 23


El cuento realista 3° año

EL NARRADOR

Protagonista
Primera
persona
Testigo
Narrador
Omnisciente
Tercera
persona No
omnisciente

Profesor: E. David Alberti Página 24


El cuento realista 3° año

HERNÁN
Abelardo Castillo

e atrevo a contarlo ahora porque ha pasado el tiem-

M po y porque Hernán, lo sé, aunque haya hecho muchas


cosas repulsivas en su vida, nunca podrá olvidarse de
ella: la ridícula señorita Eugenia, que un día, con la mano en el
pecho, abrió grandes los ojos y salió de clase llevándose para Abelardo
siempre su figura lamentable de profesora de literatura que reci- Castillo
taba largamente a Bécquer y, turbada, omitía ciertos párrafos de (1935-
los clásicos y en los últimos tiempos miraba de soslayo a Hernán. 2017)
Quiero contarlo ahora, de pronto me dio miedo olvidar esta
historia. Pero si yo la olvido nadie podrá recordarla, y es necesa-
rio que alguien la recuerde, Hernán, que entre el montón de porquerías hechas en tu vida haya siempre un
sitio para ésta de hace mucho, de cuando tenías dieciocho años y eras el alumno más brillante de tu división,
el que podía demostrar el Teorema de Pitágoras sin haber mirado el libro o ridiculizar a los pobres diablos
como el señor Teodoro o hacerle una canallada brutal a la señorita Eugenia que guardaba violetas aplastadas
en las páginas de Rimas y leyendas y olía a alcanfor.
Ella llegó al Colegio Nacional en el último año de mi bachillerato. Entró a clase y desde el principio ad-
vertimos aquella cosa extravagante, equívoca, que parecía trascender de sus maneras, de su voz, lo mismo
que ese tenue aroma a laurel cuyo origen, fácil de adivinar, era una bolsita colgada sobre su pecho de señori-
ta Eugenia, bajo la blusa. Ella entró en el aula tratando de ocultar, con ademanes extraños, la impresión que
le causábamos, cuarenta muchachones rígidos, burlonamente rígidos junto a los bancos, y cualquiera de los
cuarenta debía mirar a la altura del hombro para encontrar sus ojos de animalito espantado. Habló. Dijo
algo acerca de que buscaba ser una amiga para nosotros, una amiga mayor, y que la llamáramos señorita
Eugenia, simplemente. Alguien, entonces, en voz alta –lo bastante alta como para que ella bajara los ojos,
con un gesto que después me dio lástima–, se asombró mucho de que todavía fuera señorita, yo me asombré
mucho de que todavía fuera señorita y los demás rieron, y ella, arreglando nerviosamente los pliegues de su
pollera, fue hacia el escritorio. Al levantar los ojos se encontró con todos parados, mirándola. No atinó sino
a parpadear y a juntar las manos, como quien espera que le expliquen algo, y cuando torpemente creyó que
debía insinuarnos "pueden sentarse", nosotros ya estábamos sentados y ella reparó por primera vez en Her-
nán. Él se había quedado de pie, tieso, se había quedado de pie él solo. Y en medio del silencio de la clase,
dijo:
–Yo –dijo pausadamente– soy Hernán.
Esto fue el primer día. Después pasaron muchos días, y no sé, no recuerdo cómo hizo él para darse cuen-
ta: acaso fue por aquellas miradas furtivas que, al llegar a ciertos párrafos de los clásicos, la señorita Eugenia
dirigía hacia su banco, o acaso fue otra cosa. De todos modos, cuando se lo dijeron ya lo sabía. "Me parece
que la vieja...", le dijeron, y Hernán debió fingir un asombro que jamás sintió, puesto que él lo había adivi-
nado desde el comienzo, desde que la vio entrar con sus maneras de pájaro y su cara triste de mujer sola;
porque Hernán sabía que ella se inquietaba cuando él, acercándose sin motivo, recitaba la lección en voz
baja, íntima, como si la recitara para ella.
–Este Hernán es un degenerado.
Te admiraban, Hernán.

Profesor: E. David Alberti Página 25


El cuento realista 3° año
–Pobre vieja, te fijaste: ahora se le da por pintarse.
Porque, de pronto, la señorita Eugenia que leía a Bécquer empezó a pintarse absurdamente los ojos, de
un color azulado, y la boca, de pronto comenzó a decir cosas increíbles, cosas vulgares y tremendas acerca
de la edad, la edad que cada uno tiene, la de su espíritu, y que ella en el fondo era mucho más juvenil que
esas muchachas que andan por ahí, tontamente, con la cabeza loca y lo que es peor –esto lo dijo mirando a
Hernán de un modo tan extraño que me dio asco–, lo que es peor, con el corazón vacío.
–A que sí.
Ya no recuerdo con quién fue la apuesta, recuerdo en cambio que pocos días antes del 21 de septiembre
surgió, repentina y gratuita, como un lamparón de crueldad. Y fue aceptada de inmediato, en medio de ese
regocijo feroz de los que necesitan embrutecer sus sentimientos a cualquier costo porque después, más ade-
lante, está la vida, que selecciona sólo a los más aptos, a los más fuertes, a los tipos como él, como Hernán,
aquel Hernán brillante de dieciocho años que podía demostrar teoremas sin mirar el libro o componer estro-
fas a la manera de Asunción Silva o apostar que sí, que se atrevería –como realmente se atrevió la tarde en
que, apretando como un trofeo aquella cosa, esa especie de escapulario entre los dedos, pasó delante de
todos y fue lentamente hacia el pizarrón–, porque los que son como vos, Hernán, nacieron para dañar a los
otros, a los que son como la señorita Eugenia.
–A que no.
–Qué apostamos –dijo Hernán, y aseguró que pasaría delante de todos, de los cuarenta, e iría, lentamen-
te, hacia el pizarrón–. Para que aprenda a no ser vieja loca –dijo.
Pero antes de la apuesta habían pasado muchas cosas, y yo ahora necesito recordarlas para que Hernán
no las olvide. Hubo, por ejemplo, lo de las cartas.
Siempre supo escribir bien. Desde primer año había venido siendo una suerte de Fénix escolar, fácil, capaz
de hacer versos o acumular hipérboles deslumbradoras en un escrito de Historia. Pero aquella primera carta
(a la que seguirían otras, ambiguas al principio, luego más precisas, exigentes, hasta que una tarde en el libro
que te alcanzó la señorita Eugenia apareció por fin la primera respuesta, escrita con su letra pequeña, redon-
da, adornada con estrafalarias colitas y círculos sobre la i) fue una obra maestra de maldad. Yo sé de qué
modo, Hernán, con qué prolijo ensañamiento escribiste durante toda una noche aquella primera carta, que
yo mismo dejé entre las páginas de las Lecciones de Literatura Americana un segundo antes de que el inequí-
voco perfume entrase en el aula, ese vaho a laurel cuyo origen era una bolsita blanca, de alcanfor, colgada al
cuello de la señorita Eugenia, junto al crucifijo con el que sólo una vez tropezaron unos dedos que no fuesen
los de ella.
No respirábamos. Hernán tenía miedo ahora, lo sé, y hasta trató de que ella no tomase el libro. La mujer,
extrañada, levantó el papel que había caído sobre el escritorio, un papel que comenzaba por favor, lea usted
esto, y después de unos segundos se llevó temblando la mano a la cara; pero en los días que siguieron,
cuando encontraba sobre el escritorio los papeles doblados en cuatro pliegues, ya no se turbaba, y entonces
empezó a decir aquellas insensateces vulgares acerca de la edad, y del amor, hasta que el propio Hernán se
asustó un poco. Sí, porque al principio fue como un juego, tortuoso, procaz, pero en algún momento todo
se volvió real y, una tarde, estaba hecha la apuesta:
–Delante de todos, en el pizarrón –dijo Hernán.
El Día de los Estudiantes, en el Club Náutico, todos pudieron verlo bailando con la señorita Eugenia. Ella
lo miraba. Lo miraba de tal manera que Hernán, aunque por encima de su hombro hizo una mueca significa-
tiva a los otros, se sintió molesto. Tuvo el presentimiento de que todo podía complicarse o, acaso, al oír que
ella hablaba de las cosas imposibles ("hay cosas imposibles, Hernán, usted es tan joven que no se da cuenta")
pensó que se despreciaba. Pero ese día la apuesta había sido aceptada y uno no podía echarse atrás, aunque
tuviera que hacerle una canallada brutal a la señorita Eugenia, que aquella tarde llevaba puesto un inaudito
vestido, un jumper, sobre su blusa infaltable de seda blanca. Por eso, sin pensarlo más, él la invitó a dar un

Profesor: E. David Alberti Página 26


El cuento realista 3° año
paseo por los astilleros, y los otros, codeándose, vieron cómo la infeliz aquella salía disimuladamente, segui-
da por su ridículo perfume a alcanfor y seguida por mí, que antes de salir le dije a alguno:
–Préstame las llaves del coche.
Y me fueron prestadas, con sonrisa cómplice, y cuando yo estaba saliendo, con el estómago revuelto, oí
que alguien pronunciaba mi nombre:
–Hernán.
–Qué quieren –pregunté.
Y me dijeron la apuesta, ojo con la apuesta, y yo dije que sí, que me acordaba.
Como me acuerdo de todo lo que ocurrió esa tarde, en los galpones, contra un casco a medio calafatear,
y de todo lo que ocurrió al otro día, en el Nacional, cuando ante la admirada perplejidad de cuarenta mu-
chachones yo caminé lentamente hacia el pizarrón apretando entre los dedos esa cosa, esa especie de escapu-
lario, como un trofeo. Y me acuerdo de la mirada de la señorita
Eugenia al entrar en la clase, de sus ojos pintados ridículamente de azul que se abrieron espantados, dolo-
rosos, como de loca, y se clavaron en mí sin comprender, porque ahí, en la pizarra, había quedado colgada,
balanceándose todavía, una bolsita blanca de alcanfor

INFORME DE LECTURA 2

Realiza un informe de lectura del cuento Hernàn. Ten en cuenta las siguientes preguntas y
comentarios que te pueden servir como guía

El narrador es la voz elegida por el escritor para contarnos una historia. Interpretar las característi-
cas de esta voz no sólo permite que los lectores comprendamos los sucesos sino también el modo en que
estos sucesos están contados. ¿Quién los cuenta? ¿A quién se los cuenta? ¿Qué sabe acerca de di-
chos sucesos? ¿Qué desconoce? ¿Qué sensaciones atraviesa al contarlos?, entre otras preguntas.
Cuando leemos “Hernán” de Abelardo Castillo, ¿qué persona gramatical predomina?
El narrador, en este relato, demuestra sentimientos frente a los episodios del pasado ¿cuál es el sen-
timiento que predomina a lo largo del relato?
El narrador describe el episodio de la primera carta y explica: “Yo sé de qué modo, Hernán, con qué
prolijo ensañamiento escribiste durante toda una noche aquella primera carta, que yo mismo dejé entre
las páginas de las Lecciones de Literatura Americana un segundo antes de que el inequívoco perfume
entrase en el aula, ese vaho a laurel cuyo origen era una bolsita blanca, de alcanfor, colgada al cuello de
la señorita Eugenia, junto al crucifijo con el que sólo una vez tropezaron unos dedos que no fuesen los
de ella” ¿a qué hace referencia la frase subrayada?

Profesor: E. David Alberti Página 27


El cuento realista 3° año

ESTRUCTURA DEL CUENTO

Situación Iniciall

Conflicto/Nudo

Clímax

Desenlace

HISTORIAS EXTRAORDINARIAS
De Sam Shepard

R
ecuerdo cuando intentaba imitar la sonrisa de Burt Lancaster después de haberlo visto con Gary
Cooper en Veracruz. Durante muchos días estuve ensayando en el patio de atrás. Serpenteando por
entre las tomateras. Riendo con todos los dientes al desnudo. Riéndome de esa risa. Alzando el labio
superior para descubrir los dientes. Después de practicar esa sonrisa durante unos cuantos días, intente utili-
zarla ante las chicas de la escuela. Ellas no parecían ni enterarse. Forcé mi interpretación hasta que empeza-
ron a producirse extrañas reacciones entre mis compañeros. Miraban fijamente mis dientes, y asomaba a sus
ojos una expresión asustada. Ya no me acordaba de lo feos que eran mis dientes. De que uno de ellos lo
tenía podrido, de color pardo y montado encima del diente roto que estaba a su lado. De hecho, había lle-
gado a estar convencido de que era poseedor de una hilera de perfectos dientes como los de Burt Lancaster.
Como no quería asustar a nadie, dejé de reír en cuanto me di cuenta de lo que pasaba. Solo lo hacía cuando
estaba solo. Poco después deje de hacerlo incluso a solas. Volví a mi cara vacía.

Profesor: E. David Alberti Página 28


El cuento realista 3° año

DESENTRAÑAR EL TEXTO
Ahí tenemos el planteamiento, el deseo del personaje expuesto y clarísimo. Pero eso no hace una historia, como
hemos dicho antes necesitamos que al personaje su deseo no le sea sencillo de alcanzar. Al final descubrimos que la
sonrisa del protagonista no es, ni mucho menos, la de Burt Lancaster. Es decir, aparece el conflicto, y el primer punto
de giro cuando el protagonista entra en acción y las compañeras del colegio no parecen enterarse, es decir, no reac-
cionan como esperaba el protagonista.
¿Y cómo cierra la historia? Porque tenemos un primer punto de giro, pero para que cierre la historia necesitamos
un segundo punto de giro, son como los lazos que anudan la estructura: un lazo al inicio, otro lazo al final, como un
caramelo: “Volví a mi cara vacía”. El niño, visto el fracaso, fuerza la sonrisa, hasta que asusta a los demás. Y en en-
tonces cuando se da cuenta de que sus dientes son horribles. Ahí está el conflicto, es su máximo apogeo. Lo peor, de
hecho, es que él había estado convencido de tener los dientes perfectos, pero no, se choca completamente con la
realidad, de bruces. ¿Y qué hace? Dejar de sonreír en público para no asustar a la gente: segundo punto de giro. Eso
conduce irremediablemente al desenlace, poco después también deja de haberlo a solas. Ahora que sabe que no
tiene esos dientes, no practica la sonrisa ni siquiera consigo mismo. Ahí tenemos el cambio, el cambio que le produ-
ce ese choque con la realidad: volver a su cara vacía.

6 Realiza la estructura de cada uno de los tres cuentos leídos

Profesor: E. David Alberti Página 29


El cuento realista 3° año

EL RAJE
E. David Alberti

E
se día tendría que haberme quedado en casa.
Cuando llegué a la fábrica, Vicky ya estaba en su escritorio, sonriéndome. Mientras yo dejaba los
auriculares del celu en el escritorio, me saludó:
—¿Cómo estás, Fer?
—Bien —le contesté disimulando el desgano.
—Lamento decirte, pero Petersen te está esperando en su despacho.
Me lo imaginaba, la puta madre. Seguro que era por el tema Samaniego.
—Y yo que pretendía desayunar tranqui —dije, y le acerqué un pan con chicharrones que había
comprado en el Belgrano―. Tomá, Vicky, agarrá. Está bárbaro. Perdón, pero ya le di un saque por el
camino.
—Mirá si me voy a hacer problema por eso, compañero.
—Es increíble cómo ciertas personas se las rebuscan en este país. Se meten en el vagón, en medio de la
gente, con una canasta llena de panes. No sé cuánto pesaría. Todo el día cargándola, pobre tipo…
—…Fer.
—¿Qué?
—Dale, metele —me apuro Vicky—. Andá con Petersen, que yo enseguida les llevo café.
Petersen había llegado a la firma hacía unos meses. Parecía más un sicario que un gerente financiero. Se
rumoreaba que la empresa estaba por venderse, y había que cepillar a los empleados más antiguos. Por tener
poca antigüedad, la gran mayoría seguiríamos en la nueva firma. Pero había que rajar a tres o cuatro. Y esa
sería mi tarea, ordenada por Petersen. Busqué el legajo de Samaniego y me fui a verlo.
Me esperaba de pie, vestido con uno de sus finos trajes grises. Unos pocos pelos rasurados en las sienes,
que algunos años antes habrían sido colorados, le cargaban más años de los que tenía. Al verme se sacó los
Ralph Lauren y me saludó amigablemente con su típica risita:
—¿Cómo estás, Rodríguez? Pasá, sentate.
Obedecí. Y enseguida entró Vicky con una bandeja y dos pocillos. Los dejó en el escritorio y fue hacia la
puerta. Con cara de baboso, Petersen la acompañó, innecesariamente. Después de mirarle el culo, cerró la
puerta y dijo:
—¡Qué buena está esta mina! Esa carita simpaticona, inocente. Vos… —dijo jugando con sus anteojos—,
ya te la tranzaste, ¿no? —Volvió a reír con esa mueca de quien busca complicidad. Ya sentado, puso los
lentes en el escritorio y, dejando al descubierto su dentadura amarilla, como una hiena que se relame me
preguntó—. ¿Ya tenés pensado lo de Samaniego?
Yo vacilaba entre encajarle una buena patada en la cabeza o tirarle el café en la cara. Pero no estaba en
posición de hacerme el héroe.
—Le comento, señor Petersen. En realidad, no encuentro motivo alguno que justifique despedirlo con
causa y evitar así la indemnización.
—¡Vos sos un leguleyo, Rodríguez! Si vos sabés bien cómo lo podemos hacer.
—Samaniego siempre ha sido un tipo eficiente. Altamente eficiente. Estos diez días que faltó fue porque
la mujer estaba bastante enferma y…
—… pero no trajo certificado.
—Sí, trajo, Petersen.
—No trajo, Rodríguez. ¿Acaso vos le firmaste una copia?
—No.
—Bueno, ahí tenés: si vos no le firmaste, no trajo nada. Vos sabés más que yo cómo hacer para que no
le paguemos un mango.

Profesor: E. David Alberti Página 30


El cuento realista 3° año
—Sí, pero no le firmé por una cuestión de confianza que me tiene y, además, tiene veinticinco años de
antigüedad y todavía…
—¡Veinticinco años las pelotas, Rodríguez! ―Petersen descargó un puñetazo contra el escritorio. Se
inclinó hacia delante, y la cara se le puso más colorada de lo habitual—: ¡Son casi setecientas lucas, me
entendés! Vos sabés que los socios mayoritarios están preocupados por esta situación, ya que los empleados
viejos le joden la venta. Yo les dije que al tema Samaniego lo tenemos abrochado entre nosotros dos.
—Lo que pasa es que…
—… dejame hablar. —Y volvió otra vez a su risita, me acercó un poco más la cara—: A ver…
“Nosotros dos”, ¿me entendés? ―Se recostó sobre su amplio sillón, y se puso a sobarse la corbata—: Si le
ahorramos a la empresa seiscientas cincuenta lucas…, un diego o un veinte nos puede quedar a nosotros. Y
no creas que lo hago de hijo de puta, pibe. Yo soy el gerente financiero y te lo puedo decir. Bueno, vos
sabés: la empresa está para la mierda.
“Vos sabés esto, vos sabés lo otro”. El “vos sabés” me tenía las pelotas por el piso. Hacía tres años que
los dueños nos venían a todos con ese verso: “Hay que colaborar. Las cosas no están bien”. ¡Caraduras! Bien
que se daban la gran vida.
—A ver… ―Petersen me miró fijo―, escuchame. Este Samaniego, ¿cuántos años tiene el jovato?
—Cincuenta y ocho ―dije enseguida: el dato me venía comiendo el bocho desde que había empezado
aquel baile―. Se jubila en siete años.
—Por eso, pibe. Me hacés un telegrama con una buena causa de despido que nos posicione bien en una
mediación. Seguro que este pelotudo nos hace juicio. Pero, con la edad que tiene, el viejo no va a conseguir
laburo en ningún lado. Y ponele la firma, que yo me la sé lunga: en seis meses, va a venir al pie, cagado de
hambre, y arregla por lo que sea, ¿me entendés? Para algo te garpan, ¿no? Así que me le mandás el
telegrama. Armame algo lindo. Dale, pibe. Andá.
—Tal vez podríamos hacer un arreglo en el Ministerio…
—Dejate de joder, Rodríguez, querés. En el Ministerio siempre hay que ponerse y además él tiene que
poner un boga. Dale, mandale el telegrama. Vos sabés, pibe.
—Okey.
—¿Tiene que firmarlo el Presidente?
—No, no hace falta. Yo tengo firma autorizada en el correo; como abogado, la empresa me dio un
poder especial para todas las negociaciones laborales.
—Listo —chasqueó la lengua y me recordó a un lagarto—. Resolvé esto. Quedamos como duques, y
encima nos ganamos buena guita.
Ya me quería ir. Cerré el legajo de Samaniego. Mi pocillo seguía al tope, debía de estar helado. Iba a
llevármelo, cuando Petersen puso una de sus manos sobre las tacitas, y haciendo un guiño me dijo por lo
bajo:
—Dejá, así lo viene a buscar Vicky.
Huí de su guarida, esforzándome para no reventar la puerta de un golpe. Atrás, Petersen levantaba su
teléfono:
—Señorita Victoria: ¿podrá venir a retirar los pocillos?
En el pasillo me crucé con ella, pero ni la miré.
Cuando me senté al escritorio, Gabriela me pasó el parte de ausencias: sólo había faltado Morales. Abrí
las planillas con las diferentes liquidaciones del año y calculé en un borrador la indemnización que le
correspondería a Samaniego en el caso de despedirlo sin causa:

2 meses de preaviso
25 meses por antigüedad
35 días de vacaciones no gozadas

Anoté: $ 682.000. Petersen no estaba tan lejos en sus cálculos.


Circulé la cifra con la birome. Un poco menos que la mitad de lo que sale el Audi Q7 de Banegas, el
socio mayoritario de la empresa. Busqué en la biblioteca la Ley de Contrato de Trabajo y otro libro más con
jurisprudencia, y me puse a redactar el telegrama.
—No me pases llamadas, Gaby. Que no me jodan.

Profesor: E. David Alberti Página 31


El cuento realista 3° año
Estuve un par de horas consultando y redactando mentiras, buscando una buena causa que justifique el
raje para no pagar un mango. Le pedí a Vicky que controlara las horas extras de la segunda quincena:
debíamos cerrar la liquidación.
Después del mediodía, Petersen se rajó. Pasó al lado mío saludándome ganador y altisonante, y yo me
distraje sólo para mirar cómo se iba. Así, con su caminar canchero. Hice algunas cosas de rutina y me fui al
correo a cumplir mi tarea.
El día seguía húmedo y nublado. El empleado del correo me recibió el telegrama, lo leyó, contó las
palabras, me miró serio. Verificó la firma, lo despachó y me entregó la copia. Salí, me aflojé la corbata,
pateé en la vereda una lata de cerveza Faxe ―irónicamente de Dinamarca, observé, como Petersen― y la
estrolé sin asco contra el piso. También me reproché haberme olvidado los auriculares en el escritorio.
A pesar del día, caminé un rato, despacio y con las manos en los bolsillos: no tenía ganas de volver a la
fábrica tan pronto.

Por suerte se habían ido todos los de administración, pero se oía el ruido de las máquinas. Por el
ventanal vi a los laburantes en sus puestos. Algunos jodían entre ellos. Al fondo lo divisé a Samaniego:
barajaba un rollo de aluminio. Agarré la copia del telegrama, le enganché una nota mía y la dejé en el
escritorio de Petersen, debajo de la abrochadora. Sentenciaba:

SAMANIEGO, Antonio. Comunicamosle que por razones de reestructuración


prescindimos de sus servicios a partir del 31/07. Preaviso, indemnización por
antigüedad, haberes y certificados de ley a su disposición. Colaciónese.

Atrás, mi nota:

Petersen,
¿Sabés una cosa?
El ahorro a la empresa se lo hacemos nosotros.
Rodríguez.

En ese escritorio, mañana, habría otros dos telegramas de despido bien abrochados: uno para mí, otro
para Petersen. Garparle tanta guita a Samaniego no iba a ser gratis.
Antes de irme, agarré los auriculares de mi escritorio.

INFORME DE LECTURA 3
Incluye en el informe de lectura la estructura del cuento

Profesor: E. David Alberti Página 32


El cuento realista 3° año

Profesor: E. David Alberti Página 33


El cuento realista 3° año

7 Realiza un mapa conceptual utilizando como fuente los tex-

tos sobre el realismo de la página anterior

Profesor: E. David Alberti Página 34


El cuento realista 3° año

 La preposición “a” se escribe sin “h”


 La inflexión del verbo haber, “ha”, se escribe con “h”
 La interjección “¡Ah!” se escribe con “h”
Completa los espacios con a-ha, según corresponda

 Iban …………. Pasear


 ……. la mañana ………. llevado …………….. su hermano al zoológico.
 Nos vamos ……….. la salida
 ¿No ……………… visto ………. Juan?
¿Cómo no confundir “a” y “ha”? La preposición “a” es invariable, aunque cambiemos número y persona del
verbo de la oración.

Marta fue …….. estudiar . Ellos fueron ……….. estudiar

En cambio la inflexión del verbo haber, varía si cambiamos el número y persona del verbo

Mi hermano …… leído mucho Mis hermanos ……… leído mucho.

Completa las siguientes oraciones

 Mi prima ……… salido esta mañana


 Ese hombre no …….. llegado…. tiempo …. la reunión
 ……. visto un cuadro magnífico
 No se atreve …….. volver , porque …… quedado impresionado
 ….. llegado …… mi casa y me ……saludado y…… gritado: ¡………!
 ¿Qué le ……pasado….. la niña?
 Aún no se …… ido el
tren, sin embargo todos
comienzan ……. retirarse
del andén
 Escribe la siguiente
oración en 1° persona del plural: ¿Qué has podido compro-
bar?
 Redacta tres oraciones empleando “a” y “ha”

Profesor: E. David Alberti Página 35


El cuento realista 3° año

FOCALIZACION NARRATIVA 2

A la hora de estudiar el narrador de un texto literario, con frecuencia se hace referen-


cia a la focalización narrativa. La focalización es el punto de vista que adopta el narra-
dor, el punto de vista desde la que va a contar su historia.
En todo relato o novela, el narrador se coloca en una posición o perspectiva para con-
tar los hechos. Esta perspectiva lleva implícita una limitación en la información que mane-
ja el narrador acerca de lo que está contando, es decir, el narrador puede tener un conocimiento total o limitado de
lo sucedido y eso dependerá de la perspectiva escogida. Básicamente existen tres tipos de focalización narrativa:
focalización cero, focalización interna y focalización externa.
El punto de vista escogido para contar nuestra historia, entre otras cosas, es algo fundamental para lograr intere-
sar al lector, y por eso conviene estar seguro de que es el adecuado. En nuestros talleres de escritura es algo a lo que
prestamos mucha atención. Un ejercicio interesante que se propone en los cursos de novela consiste en reescribir
algunos fragmentos utilizando diferentes focalizaciones.
Pero vamos a estudiar con detalle los tres tipos de focalización narrativa que hemos mencionado.

FOCALIZACION CERO
Es la ausencia de focalización. En este caso no hay restricciones para el narrador, quien posee toda la informa-
ción. Conoce los pensamientos de los personajes (puede introducirse en sus mentes) y todos los acontecimientos de
la historia. Este tipo de focalización es la que corresponde al narrador conocido como narrador omnisciente. Un
ejemplo es el narrador de “El cuento de la isla desconocida”, de José Saramago, puedes leer aquí un fragmento:
Un hombre llamó a la puerta del rey y le dijo, Dame un barco. La casa del rey tenía muchas más puer-
tas, pero aquélla era la de las peticiones. Como el rey se pasaba todo el tiempo sentado ante la puerta de
los obsequios (entiéndase, los obsequios que le entregaban a él), cada vez que oía que alguien llamaba a la
puerta de las peticiones se hacía el desentendido, y sólo cuando el continuo repiquetear de la aldaba de
bronce subía a un tono, más que notorio, escandaloso, impidiendo el sosiego de los vecinos (las personas
comenzaban a murmurar, Qué rey tenemos, que no atiende), daba orden al primer secretario para que
fuera a ver lo que quería el impetrante, que no había manera de que se callara. Entonces, el primer secre-
tario llamaba al segundo secretario, éste llamaba al tercero, que mandaba al primer ayudante, que a su vez
mandaba al segundo, y así hasta llegar a la mujer de la limpieza que, no teniendo en quién mandar, entre-
abría la puerta de las peticiones y preguntaba por el resquicio, Y tú qué quieres. El suplicante decía a lo que
venía, o sea, pedía lo que tenía que pedir, después se instalaba en un canto de la puerta, a la espera de que
el requerimiento hiciese, de uno en uno, el camino contrario, hasta llegar al rey.

FOCALIZACION INTERNA
La historia se cuenta desde el punto de vista de un personaje. La perspectiva está pues dentro de un personaje, de
ahí lo de focalización interna. El conocimiento de los narradores con este tipo de focalización es parcial, subjetivo, no
es completo. No conoce toda la información de la historia y lo que sabe, lo sabe influenciado, evidentemente por su
propia visión, por su propia experiencia de lo sucedido. Este tipo de focalización al narrador protagonista y
al narrador testigo.
Un ejemplo de focalización interna puedes verlos en el comienzo de Los enamoramientos, la novela de Javier Marías.
La última vez que vi a Miguel Desvern o Deverne fue también la última que lo vio su mujer, Luisa, lo
cual no dejó de ser extraño y quizá injusto, ya que ella era eso, su mujer, y yo era en cambio una desco-
nocida y jamás había cruzado con él una palabra. Ni siquiera sabía su nombre, lo supe sólo cuando ya era
tarde, cuando apareció su foto en el periódico, apuñalado y medio descamisado y a punto de convertirse
en un muerto, si es que no lo era ya para su propia conciencia ausente que nunca volvió a presentarse: lo
último de lo que se debió de dar cuenta fue de que lo acuchillaban por confusión y sin causa, es decir, im-
bécilmente, y además una y otra vez, sin salvación, no una sola, con voluntad de suprimirlo del mundo y
echarlo sin dilación de la tierra, allí y entonces.

2
https://www.escueladeescrituracreativa.com/teoria-literaria/focalizacion-narrativa/
Profesor: E. David Alberti Página 36
El cuento realista 3° año

FOCALIZACION EXTERNA
El narrador cuenta la historia desde fuera de ella, es decir, desde una perspectiva exterior. Este narrador no co-
noce todos los hechos, no puede acceder a la conciencia de los personajes, (es el caso del narrador cuasi omniscien-
te o también denominado narrador cámara) o en todo caso puede acceder a los pensamientos de solo uno de ellos,
habitualmente el protagonista (es el caso del narrador equisciente). También puede considerarse focalización exter-
na al narrador editor (aquel que publica la historia o encuentra un manuscrito). El grado de información que maneja
es inferior al del narrador omnisciente. En líneas generales es un narrador objetivo, pues relata solo lo que ve sin
comprometerse, si bien el grado de objetividad puede variar en el caso de tratarse de un narrador equisciente. Este
último narrador puedes leerlo en el comienzo de El proceso, la novela de Franz Kafka.
Alguien tenía que haber calumniado a Josef K, pues fue detenido una mañana sin haber hecho nada
malo. La cocinera de la señora Grubach, su casera, que le llevaba todos los días a eso de las ocho de la
mañana el desayuno a su habitación, no había aparecido. Era la primera vez que ocurría algo semejante. K
esperó un rato más. Apoyado en la almohada, se quedó mirando a la anciana que vivía frente a su casa y
que le observaba con una curiosidad inusitada. Poco después, extrañado y hambriento, tocó el timbre.
Nada más hacerlo, se oyó cómo llamaban a la puerta y un hombre al que no había visto nunca entró en su
habitación. Era delgado, aunque fuerte de constitución, llevaba un traje negro ajustado, que, como cierta
indumentaria de viaje, disponía de varios pliegues, bolsillos, hebillas, botones, y de un cinturón; todo pa-
recía muy práctico, aunque no se supiese muy bien para qué podía servir.
—¿Quién es usted? —preguntó Josef K, y se sentó de inmediato en la cama.
El hombre, sin embargo, ignoró la pregunta, como si se tuviera que aceptar tácitamente su presencia,
y se limitó a decir:
—¿Ha llamado?
—Anna me tiene que traer el desayuno —dijo K, e intentó averiguar en silencio, concentrándose y re-
flexionando, quién podría ser realmente aquel hombre. Pero éste no se expuso por mucho tiempo a sus
miradas, sino que se dirigió a la puerta, la abrió un poco y le dijo a alguien que presumiblemente se halla-
ba detrás:
—Quiere que Anna le traiga el desayuno.
Se escuchó una risa en la habitación contigua, aunque por el tono no se podía decir si la risa provenía
de una o de varias personas. Aunque el desconocido no podía haberse enterado de nada que no supiera
con anterioridad, le dijo a K con una entonación oficial:
—Es imposible.

Trabajo practico N° 3
Relata los mismos acontecimientos del cuento “El raje”, hasta que
Petersen se sienta en el escritorio luego de que se va Vicky; pero, en
este caso, el narrador será Petersen, quien contará lo sucedido en primera persona
y desde su punto de vista. Haz lo mismo con la focalización en Vicky

Profesor: E. David Alberti Página 37


El cuento realista 3° año

Completa las siguientes oraciones

¡………qué bien! Si……… partido el domingo

¿……. Alguna foto del abuelo de cuando era joven?

¡………, qué lástima! No ……. Más helado de chocolate

¡………., qué golpe me diste!

……….. no nos podemos sentar, porque no lugar

Quiero que dejes la bicicleta ……., detrás de la puerta

Si no . . . .. más remedio, saldremos por ……… a dar una vuelta

……… que tener mucho cuidado al bajar del colectivo

No pases por …………. Que te vas a embarrar

¡……., qué susto nos has dado al entrar!

¡………., qué problema! No …….. modo de resolverlo

Profesor: E. David Alberti Página 38


El cuento realista 3° año

8 Haz una lista con otras palabras homófonas y redacta

oraciones que las incluya

Profesor: E. David Alberti Página 39


El cuento realista 3° año

ESQUEMA ACTANCIAL

Profesor: E. David Alberti Página 40


El cuento realista 3° año

PERSONAJES 3
1. Los personajes tienen que evolucionar a lo largo de la historia. Un personaje no puede terminar la historia
igual que como comenzó
2. Un personaje es muchas cosas. Es lo que hace, lo que decide, lo que piensa, lo que dice, cómo lo dice, las
peculiaridades de su personalidad, los detalles físicos y lo que opinan otros personajes de él. Sobre todo, si
todo lo anterior es contradictorio y hace cosas que no piensa o consigue que los demás tengan una imagen
de él distinta de la realidad.
3. Para que el lector pueda ver a nuestro personaje y conecte con la historia debe verlo. Lo físico, la descrip-
ción del retrato robot, es menos importante que los detalles. Podemos usar la norma de los tres objetos.
Por ejemplo. Harry Potter se define por unas gafas redondas, una varita y una cicatriz en forma de rayo.
Indiana Jones puede ser un sombrero, un látigo y una cicatriz en la barbilla.
Un personaje es también un nombre. George Simenon usaba la guía de teléfonos para los nombres y hay
quien recicla los de sus amigos o enemigos. Además de un nombre, es importante darle personalidad,
aunque no la vayamos a usar en la historia. ¿Cómo se llaman sus padres?, ¿le gusta el fútbol?, ¿de qué
equipo es?, ¿toma vino o cerveza en las comidas? Existen un montón de cuestionarios de este tipo, el más
famoso es el de Proust, y nos sirven para ver a nuestro personaje, para conocerlo y saber cómo es.

TP 4. Proyecto Anual: Cuento


Etapa 1

Partiendo del cuadro actancial, realiza la estructura de un


cuento realista.

a) Haz el cuadro actancial


b) Describe cada uno de los actantes
c) Sitúalos en tiempo y espacio
d) Determina tipo de narrador y focalización. Justifica
e) Escribe una oración para cada de las partes de la estructura del cuento.

3
Escuela de escritores. En la ventana del verano. P. 14
Profesor: E. David Alberti Página 41
El cuento realista 3° año

Profesor: E. David Alberti Página 42


El cuento realista 3° año

Los nexos subordinantes subordinan elementos de diferente


valor sintáctico
 No son independendientes, si no que dependen de otra oración o construcción
 No poseen la misma jerarquía
Las preposiciones funcionan como nexos subordinantes

Las preposiciones tienen como función sintáctica unir palabras o


frases dentro de un enunciado. También cumplen la función se-
mántica de concretar el significado de la palabra siguiente con
relación a la anterior y sirven para indicar lugar, tiempo, destino,
causa, etc.

En el análisis sintáctico van a recibir el nombre de NEXOS


SUBORDINANTES

El hermano y Pedro vineron a casa

El hermano de Pedro vino a casa

a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, durante, en, entre, hacia, hasta,
mediante, para, por, según, sin, so, sobre, tras, versus y vía

9 En las siguientes oraciones señala: a) nexos b) subor-

dinación de las construcciones

El árbol de la casa de Carlos crece hasta el cielo

El río del valle desciende desde la cima entre las piedras hacia el camino

Juan y su perro vinieron a casa por la mañana

El amigo de mi hermano trajo un regalo para mi madre

El profesor dejó sobre el escritorio de preceptoría un portafolio sin papeles

Profesor: E. David Alberti Página 43


El cuento realista 3° año

Todas las mañanas, en invierno, cae nieve contra la ventana

EL MARICA
Abelardo Castillo

E
scuchame, César: yo no sé por dónde andarás ahora, pero cómo me gustaría que
leyeras esto. Sí. Porque hay cosas, palabras, que uno lleva mordidas adentro, y las lleva toda la vi-
da. Pero una noche siente que debe escribirlas, decírselas a alguien porque si no las dice van a seguir
ahí, doliendo, clavadas para siempre en la vergüenza. Y entonces yo siento que tengo que decírtelo. Escu-
chame.
Vos eras raro. Uno de esos pibes que no pueden orinar si hay otro en el baño. En la laguna, me acuerdo,
nunca te desnudabas delante de nosotros. A ellos les daba risa, y a mí también, claro; pero yo decía que te
dejaran, que cada uno es como es. Y vos eras raro. Cuando entraste a primer año, venías de un colegio de
curas; San Pedro debió de parecerte, no sé, algo así como Brobdignac. No te gustaba trepar a los árboles, ni
romper faroles a cascotazos, ni correr carreras hacia abajo entre los matorrales de la barranca. Ya no recuer-
do cómo fue. Cuando uno es chico, encuentra cualquier motivo para querer a la gente. Solo recuerdo que de
pronto éramos amigos y que siempre andábamos juntos. Una mañana hasta me llevaste a misa. Al pasar
frente al café, el colorado Martínez dijo con voz de flauta: “Adiós, los novios”. A vos se te puso la cara co-
mo fuego. Y yo me di vuelta, puteándolo, y le pegué tan tremendo sopapo, de revés, en los dientes, que me
lastimé la mano. Después, vos me la querías vendar. Me mirabas.
–Te lastimaste por mí, Abelardo.
Cuando hablaste sentí frío en la espalda: yo tenía mi mano entre las tuyas y tus manos eran blancas, del-
gadas. No sé. Demasiado blancas, demasiado delgadas.
–Soltame –dije.
A lo mejor no eran tus manos, a lo mejor era todo: tus manos y tus gestos y tu manera de moverte, de
hablar. Yo ahora pienso que antes también lo entendía, y alguna vez lo dije: dije que todo eso no significaba
nada, que son cuestiones de educación, de andar siempre entre mujeres, entre curas. Pero ellos se reían y
uno también, César, acaba riéndose. Acaba por reírse de macho que es.
Y pasa el tiempo y una noche cualquiera es necesario recordar, decirlo todo.
Fuimos inseparables. Hasta el día en que pasó aquello yo te quise de verdad. Oscura e inexplicablemente
como quieren los que todavía están limpios. Me gustaba ayudarte. A la salida del colegio íbamos a tu casa y
yo te enseñaba las cosas que no comprendías. Hablábamos. Entonces era fácil contarte, escuchar todo lo que
a los otros se les calla. A veces me mirabas con una especie de perplejidad, con una mirada rara; la misma
mirada, acaso, con la que yo no me atrevía a mirarte. Una tarde me dijiste:
–Sabés, te admiro.
No pude aguantar tus ojos; mirabas de frente, como los chicos y decías las cosas del mismo modo. Eso
era.
–Es un marica.
–Déjense de macanas. Qué va a ser marica.
–Por algo lo cuidás tanto…

Profesor: E. David Alberti Página 44


El cuento realista 3° año
Y se reían. Y entonces daban ganas de decir que todos nosotros, juntos, no valíamos la mitad de lo que
valía él, de lo que valías, pero en aquel tiempo la palabra era difícil, y la risa fácil. Y uno también acepta -
uno también elige-, acaba por enroñarse, quiere la brutalidad de esa noche, cuando vino el negro y dijo me
pasaron un dato. Me pasaron un dato, dijo, que por las quintas hay una gorda que cobra cinco pesos, vamos
y de paso lo hacemos debutar al machón, al César. Y yo dije macanudo.
–César, esta noche vamos a dar una vuelta con los muchachos. Quiero que vengas.
–¿Con los muchachos?…
–Sí. Qué tiene.
–Y bueno, vamos.
Porque no solo dije macanudo, sino que te llevé engañado. Y fuimos. Y vos te diste cuenta de todo cuan-
do llegamos al rancho. La luna enorme, me acuerdo: alta entre los árboles.
–Abelardo, vos lo sabías.
–Callate y entrá.
–¡Lo sabías!
–Entrá, te digo.
El marido de la gorda, grandote como la puerta, nos miraba socarronamente. Dijo que eran cinco pesos.
Cinco pesos por cabeza, pibes: siete por cinco treinta y cinco. Verle la cara a Dios, había dicho el negro. De
la pieza salió un chico, tendría cuatro o cinco años. Moqueando, se pasaba el revés de la mano por la boca.
Nunca me voy a olvidar de aquel gesto. Sus piecitos desnudos eran del mismo color que el piso de tierra.
El negro hizo punta. Yo sentía una cosa, una pelota en el estómago. No me atrevía a mirarte. Los demás
hacían chistes brutales. Desacostumbradamente brutales, en voz de secreto. Estaban, todos estábamos asusta-
dos como locos. A Roberto le tembló el fósforo cuando me dio fuego.
–Debe estar sucia.
Después, el negro salió de la pieza y venía sonriendo. Triunfador. Abrochándose.
Nos guiñó un ojo.
–Pasa vos, Cacho.
–No, yo no. Yo, después.
Entró el colorado, después Roberto. Y cuando salían, salían distintos. Salían no sé, salían hombres. Sí, esa
era la impresión que yo tenía.
Después entré yo. Y cuando salí, vos no estabas.
–¿Dónde está César?
No recuerdo si grité, pero quise gritar. Alguien me había contestado: disparó. Y el ademán -un ademán
que pudo ser idéntico al del negro- se me heló en la punta de los dedos, en la cara, me lo borró el viento del
patio, porque de pronto yo estaba fuera del rancho.
–Vos también te asustaste, pibe.
Tomando mate contra un árbol vi al marido de la gorda; el chico jugaba entre sus piernas.
–Qué me voy a asustar. Busco al otro, al que se fue.
–Agarró pa ayá –con la misma mano que sostenía la pava, señaló el sitio. Y el chico sonreía. El chico tam-
bién dijo pa ayá.
Te alcancé frente al Matadero Viejo; quedaste arrinconado contra un cerco. Me mirabas. Siempre me mi-
rabas.
–Lo sabías.
–Volvé.
–No puedo, Abelardo, te juro que no puedo.
–Volvé, ¡animal!
–Por Dios que no puedo.
–Volvé o te llevo a patadas en el culo.
Profesor: E. David Alberti Página 45
El cuento realista 3° año
La luna grande, no me olvido, blanquísima luna de verano entre los árboles y tu cara de tristeza o de ver-
güenza, tu cara de pedirme perdón, a mí, tu hermosa cara iluminada, desfigurándose de pronto. Me ardía la
mano. Pero había que golpear, lastimar, ensuciarte para olvidarme de aquella cosa, como una arcada, que
me estaba atragantando.
–Bruto –dijiste–. Bruto de porquería. Te odio. Sos igual, sos peor que los otros.
Te llevaste la mano a la boca, igual que el chico cuando salía de la pieza. No te defendiste.
Cuando te ibas, todavía alcancé a decir:
–Maricón. Maricón de mierda.
Y después lo grité.
Escuchame, César. Es necesario que leas esto. Porque hay cosas que uno lleva mordidas, trampeadas en la
vergüenza toda la vida, hay cosas por las que uno, a solas, se escupe la cara en el espejo. Pero de golpe, un
día, necesita decirlas, confesárselas a alguien. Escuchame.
Aquella noche, al salir de la pieza de la gorda, yo le pedí, por favor, que no se lo vaya a contar
a los otros.
Porque aquella noche yo no pude. Yo tampoco pude.

INFORME DE LECTURA 4
Incluye en el informe de lectura la estructura del cuento

Profesor: E. David Alberti Página 46


El cuento realista 3° año

Un hombre a orillas del mar. Frente a la inmensidad.


De pronto, un cangrejo en la arena

10 Reescriban el fragmento utilizando los siguientes verbos:

Caminar – reflexionar – saltar

Cambien los verbos del texto creado por ustedes, por los siguientes:
Estar – emocionar – ver

¿Qué sucedió con el primer texto a partir del cambio de los verbos? ¿Qué im-
plica esto en relación con los verbos

CARACTERÍSTICAS GENERALES
Los verbos indican un evento, es decir, un suceso o acontecimiento que ocurre en el tiempo. Generalmente a los
verbos se los asocia a acciones; sin embrago, no deberíamos pensar las acciones como equivalentes a movimientos.
Por ejemplo: Juan duerme.

Profesor: E. David Alberti Página 47


El cuento realista 3° año

 Movimiento: caminar
 Estado: aburrir
 Proceso: crecer El verbo es la única palabra (salvo
 Cambio de estado: despertar algunos adverbios) que contiene en
 Sentimiento: amar sí misma la idea de proceso tempo-
 Percepciones: ver ral.

Busca dos verbos por cada una de los tipos


acciones.

El nombre de cada verbo recibe la denominación de infinitivo.

Es la forma verbal por la cual los verbos figuran en el diccionario: comer – escribir – odiar. Como se puede observar
esta forma del verbo no se encuentra conjugada. Hay tres formas verbales de acuerdo a su terminación:

Indica cuál es el infinitivo de los siguientes verbos: corría – salgo – venía –


subirá –como – piso – contó – partiese – queremos – acostumbraba -

Profesor: E. David Alberti Página 48


El cuento realista 3° año

Esto nos indica que los verbos “flexionan”; es decir, cambian. Los verbos están compuestos por dos partes raíz (la base que otor-
ga significación al evento y es invariable) y la desinencia que le agrega la indicación de tiempo.

 Marta cocinó una torta – antes de ahora

 Marta cocina una torta - ahora

 Marta cocinará una torta – después de ahora

Señala la raíz de cada uno de estos verbos: cantábamos – beberemos – escri-


bo – pasamos – partieron – comerán – terminan – tenéis – romperás – vivieron

Profesor: E. David Alberti Página 49


El cuento realista 3° año

UNA REINA PERFECTA


Ines Garland

Sentirás una ausencia, pronto


Que crece a tu lado como un árbol
SYLVIA PLATH

Busco a mamá aunque sé que nunca está cuando llego del colegio. Hay flores en la mesa de la entrada; en el
baño de visitas veo la toalla de hilo recién planchada con un montón de tablas, como mi uniforme del cole-
gio, y jabones nuevos, violetas, con perfume a violetas. Esta noche vienen invitados. Voy a la cocina y abro
la heladera. En el estante del medio hay una mousse de chocolate, espumosa y perfecta. Me imagino que me
siento en la alfombra del cuarto azul y me la como toda. Despacio. Con el dedo. Pero sé que la mousse no
es para mí. Cuando escriba este recuerdo, querré saber por qué someto mi deseo, porqué ni siquiera la prue-
bo y me preparo una roseta con manteca para comer sentada en el piso del cuarto azul.
Al cuarto azul todos le dicen el escritorio menos yo. No es un escritorio, es un cuarto azul. Hay fotos en
blanco y negro por todos lados. También hay un bar, dos puertas que se abren a una caja de espejos llena de
botellas de líquidos dorados y transparentes y copas muy finas que mi
1960 - Buenos Aires hermana más chica se dedica a morder de vez en cuando, cuando nadie
la está mirando.
Mamá y papá entonces corren hacia ella, papá le mete los dedos en la
boca para sacarle los vidrios aunque mi hermana sigue lo más bien como
Ines si fuera normal tener la boca llena de vidrios de una copa que le han
Garland dicho muchas veces que es cara y regalo de casamiento, y que si ella si-
gue con esa manía no va a quedar ninguna. A veces me gustaría volver-
me Pulgarcita y meterme en el bar que tiene olor a madera con otra cosa
que, algún día lo sabré, es whisky. Sería como vivir en una ciudad de
edificios de vidrio: me vería reflejada en el cielo y en la tierra, multipli-
cada detrás de las botellas, en fila para los costados junto con los palos para revolver los tragos. También iría
al cajón de la mesa de luz de mamá y me acostaría en una toalla chiquita y verde que tiene sobre un uñero
de cuero con sus iniciales.
Mis hermanas deben de estar en algún lado, pero cuando escriba esto no podré acordarme de ellas y me
parecerá que estoy sola en la casa y que lo único que hago es esperarla a mamá para pedirle un plato de
mousse. Recordaré que en algún momento ella llega, entra en la casa apurada con el pelo largo y rubio y su
nube de perfume que en esta época es de gardenia aunque yo no lo sepa hasta años más tarde.
Apenas la veo le pregunto si puedo comer un poco de mousse, un poquito de mousse, le digo, para que
parezca menos.
—Es para los invitados —dice mamá y ahora que ella volvió sí puedo ver a mis hermanas sentadas frente
a la televisión en los bancos de madera y a Berta que cocina para la noche.
Mamá levanta la tapa de la olla y prueba.
—Póngale una nishca más de sal —dice.
El brazo de Berta busca el plato de sal. Pienso que nishca debe ser cuando la sal se agarra así con la punta
de los dedos y se deja caer sobre la comida como una nieve finita. Nevishca.
Mamá se va para su cuarto y la sigo. No insisto con lo de la mousse. Los no de mamá no se mueven jaás
de su lugar. Son como piedras enormes y negras. Los dice así, muy quietos, aunque no parece pensarlos mu-
cho. Le salen fácil y las cosas se terminan ahí, en la piedra; si no, seguirían. Pero eso tampoco lo pienso aho-
ra. La sigo por el pasillo y se mete en el baño, abre la ducha, antes de cerrar la puerta mira la hora, la veo
acercarse la muñeca a los ojos, el pelo le cae por la espalda y debe ser un bosque suave lleno de perfume, un
buen lugar para mí-Pulgarcita. En su cuarto, colgando sobre la puerta abierta del ropero hay un pantalón de
Profesor: E. David Alberti Página 50
El cuento realista 3° año
terciopelo negro envuelto en un plástico. Encima de la cama, un sweater de cuello alto con hilos de plata. En
el piso, un par de botas negras, de taco, altísimas. Me saco los zapatos, me pongo las botas y abro la puerta
del ropero para mirarme en el espejo. El corazón se me debe de haber subido a la cabeza porque lo siento
golpear ahí, como loco. Desde el espejo me mira mi cuerpo con el uniforme arrugado, veo mis piernas flacas
dentro de esas botas de mujer. Después, de repente, es tarde. Mamá está parada en la puerta con la salida de
toalla y la gorra de baño y yo me saco las botas muy rápido pero me caigo sentada y las medias se me que-
daron ahí dentro y de la puerta se cae el pantalón y mamá lo levanta. Qué hacés acá, los dedos, las botas
recién lustradas, andá a lavarte las manos inmundas.
Algún día habré olvidado estas palabras. Las recordaré mientras escriba y pensaré que no debería repetir-
las.
Mamá cierra la puerta y detrás de la puerta se debe de estar soltando el pelo, dejándolo caer de golpe,
todo junto. Como Rapuntzel, pero no lo suelta para que yo suba a la torre por la trenza y la rescate, lo suel-
ta para esperarlo a papá.
Papá no es el mismo de la foto que está en el cuarto azul, una foto en blanco y negro donde aparece
pensando, con la camisa muy blanca y corbata y algo muy serio o limpio que sale de él. El de la foto es el de
la mañana. Ahora papá tiene la corbata floja y está arrugado. Se va planchado a la mañana y vuelve arruga-
do a la tarde. Pasa por la cocina a darles un beso a mis hermanas.
—¿Por qué no vas a ver la tele, vos? —me pregunta cuando se encuentra conmigo en el cuarto azul.
Le preguntaría a él si puedo comer mousse, pero él nunca dice nada de esas cosas.
—Preguntale a tu madre —me contestaría.
Me toca la cabeza. Lo sigo por el pasillo hasta que se mete en el cuarto. La veo a mamá de espaldas en la
penumbra. Se da vuelta de golpe cuando entra papá. Tiene el cuerpo echado hacia atrás. Algún día notaré
que siempre aleja el cuerpo, como si tuviera que soportar contra su voluntad la cercanía de los demás, pero
ahora me parece que está tomando envión para saltar hacia adelante como una gata enojada.
—Cada día llegás más tarde —dice.
Papá me mira y cierra la puerta. Me acuesto en el piso. No escucho las palabras de las voces atrapadas en
el cuarto. Me duele la barriga. Por debajo de la puerta un aire frío y con olor a tierra de la alfombra me so-
pla en la cara. Seguramente me baño y como fideos o arroz, mientras Berta va y viene del comedor con el
mantel, las servilletas blancas con olor a plancha; copas, miles de copas en una bandeja que después pone en
fila al lado de cada plato; los cubiertos, también en fila, tenedor chico afuera, tenedor grande adentro, cuchi-
llo chico afuera, grande adentro y hay que frotar todo con un repasador limpio para que brille después,
cuando mamá venga y prenda las luces y las cosas se llenen de estrellas como si el cielo se hubiera caído en la
mesa.
Mamá toca el timbre de su cuarto. Berta va.
Viene. Busca un vaso de agua. Va. Viene. Trae las botas.
—¿Qué tenías que ir a tocar? —me dice.
Se va al lavadero. Vuelve con las botas y va.
Viene. Llena dos jarras de plata con agua de la heladera y mucho hielo.
En el baño mamá se está pintando con la puerta abierta. Al salir me sonríe y algún día pensaré que es co-
mo verla en la televisión.
—¿Ya comieron? —pregunta.
La sigo al living donde pone música. Dream a little dream of me. La sigo a la cocina. Habla con Berta.
Mis hermanas la miran. Sabré cuando escriba esto que a mis hermanas también les parece una reina lejana
esta mujer de pantalones de terciopelo y sweater de brillitos y pelo largo y rubio que le cae por la espalda.
La reina dice que podemos saludar a los invita dos cuando lleguen. Mi hermana más chica tiene que pro-
meter que no va a morder ninguna copa.
Un rato más tarde estamos bogando entre los invitados. Escribiré bogando cuando haya ido a muchas
fiestas parecidas a ésta.
Qué grandes que están. Qué amor. Están cada día más iguales a vos. A Esteban. Aire de familia.
Mamá me apoya una mano en el hombro, su brazo lleno de pulseras tintinea cerca de mi oreja.
—Qué mona estás —le dice un señor perfumado y ella saca la mano de mi hombro, dice gracias pero ba-
rre el aire como si lo que acaba de decirle el señor fuera una mosca.
—Está idéntica a su abuela —dice una de las amigas con voz muy fuerte. Y habla de mí.
No me es fácil imaginarme con la cara de mi abuela.
Profesor: E. David Alberti Página 51
El cuento realista 3° año
Papá le alcanza un vaso de vino a una amiga de mamá.
—Qué amor —le dice ella y le toca la cara. Su mano de uñas pintadas se queda un instante en la cara de
papá.
Mi hermana trata de morder una copa pero la ven y nos mandan a la cama por eso. El señor perfumado
mira por primera vez en dirección a mí pero no me ve. Mamá me empuja un poco por la espalda.
Allez. Papá es el que nos lleva al cuarto.
Hablamos en voz baja en la oscuridad, mis hermanas y yo. Lo escribiré porque lo habremos hecho en to-
das las fiestas. No recordaré ninguna de nuestras conversaciones. Desde el living llegan voces, la música, al-
gún grito, una risa muy fuerte de un amigo de papá que se ríe así siempre, como si quisiera que todos sepan
que algo le hizo gracia. Mis hermanas se duermen. Yo escucho la puerta corrediza del comedor cuando ma-
má la abre para que pasen a comer. Me quedo dormida.
Me despierto sobresaltada. Hay alguien en el pasillo. Se oyen las voces del otro lado de mi puerta cerra-
da. Alguien se ríe y toma mucho aire como si se ahogara. Una voz —la conozco aunque ahora no quiera
reconocerla— se enrosca en el aire y baja y sube, una voz de víbora que se arrastra por debajo de mi puerta
y vuelve al pasillo y parece subirle por el cuerpo a la otra voz, de mujer, que hace ruidos cortos, suspira, se
queja muy despacio como si no quisiera que la escucharan. —Estás loco —dice la voz de mujer—, por favor,
basta.
La voz de víbora se mueve por el aire, baila.
La voz de mujer vuelve a decir, “loco”, pero se ríe cuando lo dice.
De repente mamá está llamando a papá. Su voz viene nadando por el pasillo donde alguien volcó de
golpe los ruidos de la fiesta.
—Esteban —está diciendo.
La puerta de mi cuarto se abre y alguien entra y la cierra con rapidez.
—Esteban —vuelve a decir mamá—. Ya no sabía dónde buscarte.
—Me moría por una aspirina —dice papá del otro lado de la puerta.
Oigo respirar a la persona que se metió en mi cuarto.
Me quedo muy quieta.
—Hay en el botiquín.
La persona que se metió en mi cuarto se aplasta contra la pared. Estoy segura de que va a oír mi corazón
en la oscuridad. Una de mis hermanas habla dormida. Siento el aire que entra de golpe en la boca de la per-
sona que está contra la pared.
Mucho después de que las voces de papá y mamá ya no se oigan, abre la puerta y se va. Deja su perfume
estancado en el aire del cuarto.
Para un cumpleaños alguien me regalará ese perfume. Ese día abriré la tapa del frasco para olerlo y recor-
daré esta noche escondida en mi memoria.
Me vuelvo a quedar dormida. Unos gritos exaltados de papá me despiertan. Ya no hay música ni otras
voces.
Me levanto. El living huele a cigarrillo. La puerta corrediza que da al balcón está abierta y papá y mamá
están afuera. Papá se agarra de la baranda con el cuerpo asomado hacia abajo y habla a los gritos co mo si
les escupiera palabras a sus amigos que están en la calle. Mamá saluda con el brazo en alto.
—Qué manga de borrachos —dice papá y los dos se dan vuelta para entrar.
Antes de que se den cuenta de que estoy ahí los miro un momento. Mamá está seria y tiene la cara muy
blanca. La boca despintada queda desnuda y triste y la hace parecer enferma. Cuando escriba tendré que
admitir que es como una victoria verla así. Y que me da mucho miedo.
—¿Dónde estabas cuando desapareciste? —le dice a papá.
En ese momento me ven.
—¿Puedo comer un plato de mousse? —digo.
—No hay más —dice mamá.
En el mismo instante en que lo dice, veo la mousse. En el piso, al lado de un parlante. Queda un poco
menos de la mitad pero no la voy a poder comer. Está llena de colillas de cigarrillo aplastadas en la espuma
o flotando en un líquido grisáceo.
—Andá a tu cama —dice mamá, pasando por delante de mí.
La sigo hasta el baño, la veo de perfil frente al espejo. Se recoge el pelo y se lo ata detrás de la nuca.
Sabe que estoy ahí, mirándola. Entonces, sin sacar la vista del espejo, cierra la puerta.
Profesor: E. David Alberti Página 52
El cuento realista 3° año
INFORME DE LECTURA 4
Incluye en el informe de lectura la estructura del cuento. Ten en cuenta las siguientes suge-
rencias

Reflexioná sobre el título del cuento. A partir de las únicas dos apariciones de la palabra “reina” en to-
do el cuento –sin contar el título- construí una explicación posible para el título.

“Sabré cuando escriba esto que a mis hermanas también les parece una reina lejana es-
ta mujer de pantalones de terciopelo y sweater de brillitos y pelo largo y rubio que le
cae por la espalda”.
“La reina dice que podemos saludar a los invitados cuando lleguen”.

El informe debería describir cómo es la relación de madre-hija que se plasma en este cuento?

Los tiempos verbales predominantes en el cuento son el presente y el futuro. Ambos, sin embargo, son
fingidos: la narradora no es una niña ya –esto lo sabemos porque nos habla de lo que sucederá después.
¿Por qué creés que la autora realiza esta elección de tiempos verbales?

MOSTRAR, NO DECIR
Henry James decía muy a menudo que en un relato no hay que decir, no mostrar. En el cuento La reina perfecta, la
protagonista no “dice” que su padre es infiel ¿qué es lo que “muestra”

Puedo decir: Roberto está nervioso. O puedo mostrar: Roberto golpea con el bolígrafo los papeles de la mesa mien-
tras niega con la cabeza.

11 El bolígrafo de Roberto

Vamos a pensar en un relato en el que el protagonista esté nervioso, triste o enfurecido y


tenga un bolígrafo. Su estado de ánimo nos da igual, pero el bolígrafo no es negociable.
¿Qué pasa con ese bolígrafo?

LA DESCRIPCION II EL MUNDO A TRAVES DE NUESTROS


SENTIDOS “El límite de mi mundo es el lími-
te de mi lenguaje.”
Luwig Wittgenstei

Profesor: E. David Alberti Página 53


El cuento realista 3° año
Es de mucha importancia adquirir la capa-
cidad de nombrar los distintos matices de
sensaciones a la hora de observar un
objeto. Si conoces el nombre de un matiz
Esta noche, la luna, redonda y
sensorial, lo estás separando de una masa
brillante, está, de una manera casi
matemática, encima del pozo, de indistinta de impresiones mezcladas y
modo que se refleja precisamente fugaces y lo estás percibiendo de manera Juana de
en el centro de la oblea negra del clara y precisa. No olvides que al conocer
agua. Aprovechando su claridad el el nombre de un elemento logras, en gran Ibarbourou
jardinero prefiere regar las plan-
medida, poseerlo, incorporarlo a tu vida
tas a esta hora. Y ese espectáculo
no lo perdemos nunca nosotros, interior como una realidad de contornos
4
porque el jardín y el huerto son nítidos y diferenciados .
hermosísimos en estas claras no-
ches de enero, y la frescura del Indica las tres escenas sucesivas de la narración. Luego observa
agua da a las flores una belleza
limpia y alegre que nos llena de todos los elementos que la autora ha empleado para expresar el
paz el alma. Mi hijo fue el primero bello efecto lumínico creado por la luna al ubicarse encima del po-
en descubrir la luna en el pozo. Y
sobre el brocal cubierto de musgos zo: Anota los adjetivos, verbos y sustantivos que describen los
y culandrillos nos inclinamos los
dos, con ganas de estirar la mano colores de la escena (Ejemplo: “luna brillante")
hasta el oro fugaz de esa imposible
moneda de luz.
Pero al ruido áspero de los zuecos
del jardinero nos retiramos un
poco.
Adjetivos
- Juan va a regar...
El viejo desata la cuerda, alza
pausadamente el balde y lo arroja,
luego, al agua. Inconscientemente,
en un impulso simultáneo, nos
inclinamos de nuevo sobre el bro-
cal. El balde sube ya, rebosando, Sustantivos
brillante, fresquísimo, con una
multitud de ondulaciones doradas
entre el agua oscura, estriada de
blanco. En el pozo la luna ha desa-
parecido y sólo queda de ella una
multitud de hilos de luz. El jardine-
ro ha deshilachado la luna. Y tran- Verbos
quilo, como un tosco dios incons-
ciente, se va por el caminito mus-
goso con su balde lleno de luna y
de agua, mientras en el fondo del
pozo, de una negrura temblorosa,
vuelve a cuajar lentamente, la
moneda blanca.

Juana de Ibarbourou

Acostúmbrate a buscar la palabra que exprese el matiz


exacto y preciso de lo que quieres decir. No te conformes
con un término general o aproximado. De este modo, te
convertirás en el dueño de tu pensamiento.
4
Risso de Sperber, E y García, T. Cuaderno de redacción, sintaxis y ortografía I. Buenos Aires, Editorial Estrada, 1995, p.13
Profesor: E. David Alberti Página 54
El cuento realista 3° año

Sustantivos para
designa la intensidad •Brillo - fulgor - resplandor - relumbre

mayor de la luz

Sustantivos que
designan la duración •Chispa - centella - relámpago - rayo - destello- fulguración

de la luz

Sustantivos que
•Reverbero - reflejo - fosforecencia- lustre- luminiscencia - espejismo -
expresan matices de refracción - tornasol
la luz

Adjetivos que •llameante - rutilante - flamígero - deslumbrante - titilante - opaco -


empañado - deslucido - velado - oscuro - sombrío - umbroso- tenebroso -
mejoran nuestra brumoso -
impresión Elije 5 o más susatntivos de las listas anteriores y transfórmelos en adjetivos

Verbos que expresan •Llamear - relucir - refulgir - fulgurar - chisporrotear - alumbrar - clarear
la acción de •Elije 5 o más sustantivos o adjetivos de la lista anterior y transfórmalos en
verbos
iluminar

Elije entre los adjetivos de la lista anterior u otros que conozcas y caracteriza los siguientes elementos. Ejemplo: un relámpago
fulgurante

 Un relámpago
 El reflejo del sol en un espejo
 La luz del amanecer
 La luna llena sobre el mar
 La llama de una soldadora
 Un parque de diversiones en la noche
 Una fogata nocturna en un campamento
 Un fogonazo de flash
 Fuegos artificiales
 La luz de una vela

Luego elije un verbo para cada uno de los elementos anteriores y forma una oración que contenga sujeto y predicado (los adje-
tivos del punto anterior funcionarán como modificadores del núcleo del sujeto). Ejemplo: Un relámpago fulgurante parpaad-
deaba en el ocaso

Profesor: E. David Alberti Página 55


El cuento realista 3° año

Los verbos predican acerca de un objeto o persona que recibe el nombre de


sujeto. Los verbos cambian de terminan de acuerdo con su sujeto (eso se
llama concordancia).

 Yo opino
 Tu opinas
 Ellos opinan
Los verbos variaron su terminación de acuerdo a las siguientes personas gramaticales:

1. Un sujeto que emite el enunciado (yo/nosotros)


2. Un sujeto al cual se le dirige el enunciado (tú, vos, ustedes, vosotros, usted)
3. Un sujeto al cual el discurso se refiere (él, ella/o, ellas/os)

De este modo, también notamos que asociado al concepto de persona está el concepto de número.

 Amen al prójimo como a ustedes mismos


 Yo amo a Lucia
 ¡Ojalá Lucía me amara!
 Lucía me ama

En estas tres oraciones, el verbo nombra un hecho que se realiza de un modo distinto. En el primer caso, “amen” se
expresa como un mandato o un pedido. En la segunda oración, el hecho del evento se menciona como algo real. Y en
el tercer caso, el verbo anuncia un evento en forma de deseo.

Estos tres tipos de modos en que un hecho puede realizarse se los llama: modo imperativo, modo indicativo, modo
subjuntivo.

MODO IMPERATIVO:
El verbo imperativo se usa para los mandatos y los mandatos solo pueden estar dirigidos a la segunda persona gra-
matical.

MODO SUBJUNTIVO:
El modo subjuntivo se utiliza para expresiones de deseo o de duda y se utiliza de dos maneras:

a. Dependiendo de otro verbo principal y por lo tanto subordinado, sujeto, sometido al verbo principal:
a. Me dijo que me callara

Profesor: E. David Alberti Página 56


El cuento realista 3° año
b. Es imposible que yo ame a Lucía
b. Después de “quizá”, “ojalá”, “tal vez”, “probablemente” y aquí es verbo
principal
a. Ojalá no llueva maña
b. Tal vez me lo haya olvidado en casa
c. Probablemente lo anuncien mañana.

MODO INDICATIVO
Es para indicar eventos reales o que se consideren reales. Los relatos de ficción usan el modo indicativo porque los
hechos se hacen aparecer como reales al lector.

12 Extrae del siguiente fragmento los verbos e indica tiem-


po y modo:
—¡Traiga su hoja! — le dijo el profesor
Juana tomó la hoja de sobre su escritorio. Estaba en blanco, la hoja, y su mente. SI hubiera es-
tudiado. Pero ahora era tarde. Tal vez, en ese instante, la ayudase alguna de sus ocurrencias.
—No me mate, profe — dijo, con una sonrisa. Fue en ese momento, cuando el profesor abrió
su portafoliof y sacó un revólver 38

Escribe los siguientes verbos en los tres modos verbales:

Ordenar – estudiar – comer – correr - escribir


Haz un cuadro con los siguientes verbos e indica: infinitivo, persona, tiempo y
modo

Tuvieras – obtendrás – ten – sea ´- hablé – recorríamos – vea – oyó – traé – cante – hubiera tenido – quisieran

Crea un relato con los verbos anteriores. El relato debe incluir los tres modos
verbales.

LA DESCRIPCION III - APRENDAMOS A CARACTERIZAR LOS COLORES

1. Haz una lista de los nombres de los diferentes colores


2. Busca sustantivos que indiquen un color: Café, miel, oro, arena, etc.
Profesor: E. David Alberti Página 57
El cuento realista 3° año

3. Busca adjetivos que exprésenla tendencia o matiz del color: rojizo, blancuzco
4. Busca adjetivos que expresen la intensidad del color: tenue, cálido, oscuro

A. Piensa en un lugar que te resulte muy familiar. Cierra los ojos por un momento y trasládate a ese
sitio. Piensa en un momento del día y como se refleja la luz en cada uno de los objetos o lugares.
Toma conciencia de los colores que se presenta. Describe los objetos y lugares con los colores
utilizando los elementos que hallaste en los puntos anteriores
B. Una vez que hayas inventariado el lugar y sus objetos procede a una descripción del lugar. No te
olvides de mencionar por qué te agrada y por qué lo elegiste.

MODO INDICATIVO
PRETÉRITO IMPER- PRETÉRITO
PRESENTE
FECTO PERFECTO
YO AMO/TEMO/PARTO AMABA/TEMIA/PARTIA AME/TEMÍ/PARTÍ
TU
EL
NOS
USTEDES
ELLOS

Profesor: E. David Alberti Página 58


El cuento realista 3° año

(…
)
Un hombre iba viajando por un camino cuando divisó un pueblo que se
encontraba en su horizonte. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a
la derecha del sendero le llamó la atención.
Estaba tapizada de hierba de un verde maravilloso y había un montón
de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una
especie de valla pequeña de madera lustrada… Una portezuela de bronce
lo invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba su camino y sucumbió ante la tentación de descansar por
un momento en ese lugar.
El hombre traspaso el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distri-
buidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos las recorrieran y descubrió, sobre una de las pie-
dras, aquella inscripción… “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se sobrecogió un poco
al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que
un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar… Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta
de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acercó a leerla decía: “Llamar Kalib, vivió 5
años, 8 meses y 3 semanas”.
El hombre se sintió terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar, era un cementerio y cada piedra
una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero lo
que le impactó con espanto fue comprobar que el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11
años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le
preguntó si lloraba por algún familiar.
– No, ningún familiar – dijo el hombre
– ¿Qué pasa en este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos
enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo ha obligado a cons-
truir un cementerio de chicos?
El anciano sonrió y dijo: -Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí tenemos
una vieja costumbre. Le contaré: cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como
ésta que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez que uno
disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda que fue lo disfrutado…, a la de-
recha, cuanto tiempo duró ese gozo. ¿Conoció a su novia y se enamoró de ella?
¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?… ¿Una semana?, ¿dos?, ¿tres semanas
y media?… Y después… la emoción del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿El minuto y medio del beso?, ¿Dos
días?, ¿Una semana?… ¿y el embarazo o el nacimiento del primer hijo?, ¿y el casamiento de los amigos?…,
¿y el viaje más deseado?…, ¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano?… ¿Cuánto duró el
disfrutar de estas situaciones?… ¿horas?,¿días?… Así vamos anotando en la libreta cada momento, cuando
alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo
sobre su tumba…”Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.”

Profesor: E. David Alberti Página 59


El cuento realista 3° año

EL PERFECTO
El tiempo de las acciones expresadas en pasado se lo denomina pretérito. Estos eventos
pueden ser perfectos o imperfectos. El pretérito perfecto simple indica que las acciones
ocurrieron y concluyeron en el pasado, es decir se ha perfeccionado: Ayer jugué al te-
nis/Caminé por la playa.

EL IMPERFECTO
El pretérito imperfecto expresa eventos habituales en el pasado o acciones que duran en el tiempo: Hace cinco años
jugaba al tenis/Todos los días caminaba por la playa

14 “Se detuvo el tren y yo (aprovechar) . ……. El momento oportuno y

me (asomar) …….. por la ventanilla como la espera de alguien, me (precipitar), (bajar) y (ca-

minar) un rato por el andén. El calor de la tarde (estar) en su apogeo. (sentir) el calor ar-

diente. En un rincón, en la sombra, cuatro o cinco hombres (esperar) como hipnotizados.

Un gato blanco (dormir) en un banco. (Subir) al

vagón, (volver) a mi asiento”.


En las narraciones, el pretérito perfecto simple
marca los hechos principales y puntuales,
El imperfecto se utiliza para describir objetos, personas y lugares en mientras que las acciones secundarias, las
tiempo pasado: “Tenía lágrimas en su cara. Llevaba una cartera explicaciones y las descripciones aparecen en
pretérito imperfecto:
sobre su hombro cuando la bala atravesó su espalda”

Agreguen tres descripciones de los hombres Los brazos de Juan se torcieron por el dolor
constante, pero los gritos de la enferma lo
del andén. obligaban a remar. Llovía y el viento soplaba
sin cesar

Profesor: E. David Alberti Página 60


El cuento realista 3° año

PERFECTO COMPUESTO
El pretérito perfecto compuesto: Indica que un evento ha tenido lugar en el pasado y ha terminado en ese pasado,
pero sus efectos aparecen en el momento de la enunciación:

La tormenta de ayer ha dejado árboles caídos por toda la ciudad. 

PLUSCUAMPERFECTO Otra combinación muy


El pretérito pluscuamperfecto indica una acción anterior a la anterior. Cuan- frecuente entre estos
do llegué al cine, la película ya había empezado” tiempos es la narración de
un hecho punctual mien-
Conviertan las siguientes pares de oraciones en tras sucedía otra acción
una sola utilizando el pluscuamperfecto: durativa

Mientras regaba el jardín,


 No pude abrir la puerta de mi casa. Olvidé las llaves adentro
llegaron los nietos
 Cortázar publico Rayuela en 1963. En 1951, salió a la venta
su libro bestiario 

 Llegamos a la estación a las 9. El tren partió a las 8.30


 Empezó el festival. Antes los músicos ensayaron durante dos horas.

Profesor: E. David Alberti Página 61


El cuento realista 3° año

MODO INDICATIVO
PRETÉRI-
FUTURO IMPERFEC- PRETÉRITO PLUS-
TO ANTE-
TO SIMPLE CUAMPERFECTO
RIOR
AMA- HABÍA AMA- HUBE AMA-
YO
RÉ/TEMERÉ/PARTIRÉ DO/TEMIDO/PARTIDO DO
TU
EL
NOS
USTE-
DES
ELLOS

Escriban tres oraciones en tiempo pasado en las que ocurrió una acción pun-
tual mientras estaba sucediendo otra acción durativa (utilizar sólo una vez el
adverbio “mientras”)

Profesor: E. David Alberti Página 62


El cuento realista 3° año

Hechos anteriores El momento en


Hechos pasados
al pasado que se escribe

Pretérito Pretérito
Pretérito perfecto Presente
pluscuamperfecto imperfecto

Reconoce en las siguientes oraciones tiempo, modo,


persona y número de los verbos:

1. Mi padre cantó hoy en el teatro, antes había ensayado mu-


cho.
2. José está apesadumbrado
3. Todos llorábamos por la descalificación.
4. Debo entrenar mejor si quiero clasificar.
5. A Juan le gustó la novela de aventuras que había encontrado en la biblioteca.
6. Su vecina cocinaba todas las tardes.
7. El cumpleaños de ayer ha sido el más divertido de mi vida
8. Temía por la seguridad de su familia.
9. El invierno ha dejado al jardín sin flores.

Escriban un micro relato policial donde utilicen el pretérito perfecto, el imper-


fecto y el pluscuamperfecto.

Profesor: E. David Alberti Página 63


El cuento realista 3° año

El condicional simple de indicativo se emplea en español sobre todo para expresar acciones o situaciones hipo-
téticas, así como preguntas en tono de cortesía o deseos. (amaría, temería, partiría)

USO

El condicional simple en español puede emplearse para:

 hacer una invitación en todo de cortesía;


¿Querríais venir a las diez y media a cenar?.
 pedir algo de forma educada;
¿Podrías hacer una tarta para el postre?.
 expresar un deseo;
¡Me encantaría conocerlo!

 hacer una sugerencia;


Aunque entonces deberías ir ahora a comprar los ingredientes, ¿no?
 expresar una hipótesis o suposición;
Sí, claro. Pero a lo mejor llegaríamos un poco tarde.

 expresar una duda o momento de incertidumbre del pasado;


Pensé que no estarías aún en casa.

 expresar una suposición sobre el futuro situando el momento de partida de la acción en el pasado.
Sandra dijo que llegaría sobre las diez de la noche de trabajar.

MODO INDICATIVO
FUTURO PERFEC- CONDICIONAL CONDICIONAL
TO COMPUESTO SIMPLE COMPUESTO
HABRÉ AMA- AMA- HABRÍA AMA-
YO DO/TEMIDO/PARTID RÍA/TEMERÍA/PARTIRÍ DO/TEMIDO/PARTID
O A O
TU
EL
NOS
USTE-
DES
ELLOS

Profesor: E. David Alberti Página 64


El cuento realista 3° año

15 A continuación se presentan dis-

tintas imágenes estáticas. Crea una oración para cada


una de ellas, dándoles el movimiento preciso a través de
los verbos de ascenso y descenso que aparecen en la lis-
ta:
VERBOS DE
De ascenso:
MOVIMIENTOS
 El auto y cuesta: el auto trepa la cuesta
 El tigre y la selva: DE ASCENSO
 Las gaviotas y el mar:
 El funicular y la montaña
 El oleaje y la tormenta: Trepar, levantar, elevar, empinar,
 El avión en la pista: flotar, ascender, izar, enarbolar,
 El ascensor
 El niño y la mesa: escalar, remontar, escalar, enca-
 El alpinista y las rocas:
 El alumno y la bandera: ramar, yerguir, desaparecer, subir,
 La canoa y la corriente:
alzar
 El vencedor y el trofeo:
 La luna en el horizonte:

De descenso:
MOVIMIENTOS
 Las ramas y las manzanas DE DESCENSO
 El hombre en el lago
 El roble y el viento Arquear, caer, doblar, correr, fluir,
 El río y las rocas
 El submarino y el océano deslizar, manar, descender, aterri-
 La bailarina y el telón
 El niño y el tobogán: zar, desmoronar, derrumbar, de-
 El auto y la rampa:
moler, derribar, desplomar, des-
 Las paredes y el techo:
 El sol y el ocaso: colgar, hundir, apear, agachar,
 El niño y los juguetes:
 La fuente y la plaza inclinar, bajar, sumergir, zambullir,
 El albañil y la vieja casona
 El alpinista y la soga bucear
 El avión y la pista
 El borracho y la calle
 El auto y el caballete
 El jinete y el caballo

Profesor: E. David Alberti Página 65


El cuento realista 3° año

16 Coloca la coma donde corresponda


para que la oración cambie su significado

Puede mandarte al Purgatorio o al Cielo

 «Verdaderamente te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso»


 «Verdaderamente te digo hoy estarás conmigo en el paraíso».
Puede salvarte de la condena a muerte

 Perdón imposible, que cumpla su condena.


 Perdón imposible que cumpla su condena.
Una cuestión de feminismo

 “Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría en cuatro patas en su búsqueda”. Si us-
ted es mujer, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra mujer. Si usted es varón, con toda
seguridad colocaría la coma después de la palabra
Define la ansiedad

 No espere
 No espere
Te puede hacer optimista o pesimista

 Vamos a perder poco, se resolvió


 Vamos a perder poco se resolvió
Puede volverte un caníbal

 Vamos a comer niños


 Vamos a comer niños

ENUMERACIÓN
Para separar los miembros de una enumeración (pueden ser palabras o construcciones)
 Es un chico muy reservado, estudioso y de buena familia.
 Acudió toda la familia: abuelos, padres, hijos, cuñados, etc.
 ¿Quieres café, té o un refresco?

Coloca las comas para separar los elementos de la enumeración

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El cuento realista 3° año

 Desde muy temprano limpió la casa regó las plantas preparó la comida organizó los juegos dejó todo listo para recibir a

los invitados.

 En la valija coloqué ropa calzado libros un cuaderno naipes juegos de mesa

 Siempre recuerdo el mar la playa los bosques las caminatas las diversiones de aquel verano

 Al entrar en el barco hundido descubrieron cofres metálicos herramientas oxidadas antiguos instrumentos de navega-

ción y un diario de viaje.

EXPLICACIÓN

 En ese momento Adrián, el marido de mi hermana, dijo que nos ayudaría.


 Los vientos del Sur, que en aquellas abrazadas regiones son muy frecuentes, incomodan a los viajeros.
 Toda mi familia, incluido mi hermano, estaba de acuerdo.

Coloca las comas para encerrar las explicaciones

 Desde hace tiempos remotos hace miles de años el hombre intentó explicar el origen de la vida

 Esperábamos ansiosos con gran expectativa el final de la película

 El protagonista un niño de ocho años se transformó en un ser extraterrestre. Los amigos creía que Nora y Martín sus

padres eran los responsables de ese cambio

 Entonces el juez un prestigioso abogado decidió postergar la sentencia

 Me miró sorprendida quizá esperaba otra respuesta cuando lo dije que no la acompañaría

 Con ese antiguo método según nos explicaron se consiguen mejores cosechas

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El cuento realista 3° año

TIPS A TENER EN CUENTA A LA HORA DE ESCRIBIR

1. Oraciones
a. La extensión de la misma no debe superar treinta (30) palabras
b. Evitar la rima.
2. Uso de signos de puntuación.
a. ¡LEER EN VOZ ALTA!
b. Grabarse.
c. Observar donde uno se detiene, hace pausas y compararlas con el texto.
d. Agregar los signos correspondientes.
3. Usar el recurso del sujeto tácito.
4. Palabras a evitar
a. Verbos
i. No utilizar comenzar, parecer, sentir (generalmente se puede evitar toda la construcción).
ii. Precisión léxica: Buscar los siguientes verbos y reemplazarlos por verbos más precisos: Tener, hacer,
poner, haber.
b. Palabras repetición de palabras.
c. Sustantivos abstractos (describir la situación, al personaje) y que el lector saque la conclusión
5. Utilizar el diálogo como método narrativo (de las acciones) y descriptivo (de los personajes). Ejemplo: en lu-
gar de narrar que discutían, proponer un diálogo con una discusión. En vez de describir al personaje como
alguien miedoso, escribir un diálogo donde muestre su temor.
6. Utiliza el tiempo verbal pretérito. El resto de los tiempos utilízalos de acuerdo al efecto que quieras conse-
guir.

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El cuento realista 3° año

NORMAS PARA PRESENTACIÓN DE TRABAJOS

 Presentación general del trabajo


o Tipo de letra: Times new roman 12
o Interlineado: 1.5
o Márgenes: jutificados
o Pie de página: datos del alumno/número de página del trabajo
o Encabezado de página: nombre del trabajo
o Sangría en primera línea
 Datos del encabezado del trabajo: (no es necesaria la carátula, salvo indicación del profesor
o Número de trabajo
o Título del trabajo
o Fecha de entrega
o Datos del alumno
o Materia y profesor
 Referencias bibliográficas
o La cita textual, se deberá poner entre comillas cuando dicha cita no exceda dos renglones.
o Cuando la cita supere los dos renglones se hará en párrafo aparte, con letra “arial 10” y con un margen supe-
rior al utilizado en el trabajo (ver cita página 37)
o Si sacas la información de la WEB, utiliza el siguiente formato: Apellido, A. A. (Fecha). Título de la página. Lugar
de publicación: Nombre de la página web. dirección de donde se extrajo el documento (URL).
 Ejemplo: Argosy Medical Animation. (2007-2009). Visible body: Discover human anatomy. New York, EU.:
Argosy Publishing. http://www.visiblebody.com

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El cuento realista 3° año

ACTIVIDAD Firma del profesor

Actividad 1

Actividad 2

Actividad 3

Actividad 4

Actividad 5

Actividad 6

Actividad 7

Actividad 8

Actividad 9

Actividad 10

Actividad 11

Actividad 12

Actividad 13

Actividad 14

Actividad 15

Actividad 16

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