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ARTE MINIMAL. OBJETO Y SENTIDO

An r- Machado
Libros
www.machadolibros.com

Arte mini
Objeto y sen
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De la m isma au tora Francisca Pérez Carreño
en La balsa de la Medusa:

12. Los placeres del parecido. Icono y representación


Arte mínima/. Objeto y sentido
34. Estudios sobre la «Crítica del juicio»
[J . L. Villacañas, V. Bozal, Fea. Pérez Carreño, E. Trías, Charo
Crego y F. Martínez Ma rzoa)
81 y 82. AA. VV. Historia de las ideas estéticas y de las teorías
artísticas contemporáneas, 1y 11
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La balsa de la Medusa, 127

Colección dirigida por


Valeriano Bozal

© Francisca Pérez Carreño, 2003


© De las reproducciones autorizadas, VEGAP. Madrid, 2003
Art © Donald Judd Estate. VEGAP. Madrid, 2003
© Estate of Robert Smithson. VEGAP. Madrid, 2003
© de la presente edición, Machado Grupo de Distribución,
S.L
C/ Labradores, 5. Parque Empresarial Prado del Espino
28660 Boadilla del Monte (Madrid)

edito ria I@> machado 1i bros .com


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Índice A mis padres

Introducción

El arte minimal como campo de fuerzas

El origen

Conceptos fundamentales sobre arte minimal

Objeto y teatro en el arte minimal

Bibliografía

Ilustraciones
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Introducción accio nes. Todo s ellos partic ipaba n en los happe nings que te-
nían lugar en las galer ías neoyorkina s desd e finales de los
El arte minim al se ha conve rtido en un movi mien to clave
cincu enta y coinc idían con dada ístas como el propi o Du-
para enten der el arte de las últim as décad as. De un modo u
cham p, artist as pop como Olde nburg o Raus chenb erg, y tam-
otro se le consi dera antec eden te de las últim as tend encias
bién con los pinto res expre sioni stas y poste xpres ionis tas. El
artíst icas, del arte conce ptual , proce sual, de la tierra, pre-
ambi ente artíst ico neoyo rkino era enton ces muy abo rdable y
curso r de la instalación y del arte de acció n. Lo cierto es, sin
los artist as de vang uardi a y sus galerías form aban un grupo
emba rgo, que al meno s en estos casos se trata más bien de
relati vame nte pequei'lo de personas~.
movi mien tos, actitu des o práct icas que coinc idiero n duran te
A pesar de la evidencia de que enton ces el pano rama era
los años sesen ta y que poste riorm ente se han orden ado y
basta nte más confu so, la noció n de arte min imal ha servido
coloc ado bajo etiqu etas distin tas. Dura nte aquel los ai'los, el
en parte para orden ar el territ orio y organ izar temp oralm ente
pano rama artíst ico era much o más indife renciado de lo que
el arte de los sesen ta, y tam bié n pa ra crear un argum ento
apare ce hoy en nuest ros manu ales y los artist as dedic aban su
nuevo del que partiera una renov ada histo ria del arte. El arte
tiemp o por igual a la fabricación de objet os minim al que a la
minim al se consi dera el punto de inflexión entre el arte de la
acció n dadá o conce ptual ista. Hans Haac ke, norm alme nte
vang ua rdia, de la mode rnida d, y el de la postv ang uardi a, la
consi derad o un artist a conce ptual , reali zaba objet os como
postm odern idad. Sus obras pued en aprec iarse, bien como el
Cubo de condensación, 1963- Richard Smit hson , más cono cido
fin de la narra cción van guard ista, bien como el comienzo de
por sus obras de tierra, creab a una de las más significativas
una narra ción difere nte, con principios explicativos , inten-
ob ras minim al, Alogon, 1966 . Judy Chicago, cono cida luego cione s o rasgo s relev antes difere ntes. Aquellos que lo consi -
por la pione ra obra femin ista, The Dinner Party, 1979, rea li- deran un final perciben la obra minim al dentr o de la tradi ción
zaba obras plena ment e minim alista s, como Rainbow Pickets, de creac ión de objet os, resul tado de una actividad autón oma,
1965, o Cubos y cilindros (recolocab/es), 1967. En senti do con- sin funci onali dad socia l, apolítica, y cuya finalidad es la crea-
trario, uno de los prota gonis tas del min ima l, Robert Morris,
ción de una exper iencia estéti ca - en senti do ampl io-. Los
colab oraba como performer con el Judso n Theater, un grupo objet os minim alista s sería n el últim o eslab ón en una caden a
de danz a e impro visac ión, y sus obras minim alista s conv i-
de depu ració n y de búsq ueda de la esenc ia de lo artístico pro-
vían con otras de carác ter conc eptua l, o dada ísta y con
pia del vang uardi smo. Quie nes perci ben el arte minim al
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como un comienzo ins isten en la pérdida del valor materia l problemas que e l arte m in ima l presenta pa ra la estética mo-
del objeto y del trabajo artíst ico en los min ima listas, y en la derna y vanguardista. En particula r, las noc iones de lite ra-
desmitificac ión del va lor cu ltua l de l arte en la vanguardia. En lidad y teatra lidad, que ap licaban peyorativamente a la escul-
particular se ha creado un argumento, el de la desmateria- tura min ima l, fueron adoptadas por defenso res y detractores
lización de la obra de arte, que parte de los artistas min ima- como señas de identidad del nuevo movim iento. Para la teo-
listas para evolucionar en los conceptuales, en favor del va lor ría moderna de l arte la fa lta de man ipulación artíst ica de l
teórico, político e intelectual del arte frente al puramente esté- mate ri al, de sintáxis, la carencia de conten ido y el efecti-
t ico o e l estrictamente artístico. vismo, percibidas en el m inima l, atacan al centro m ismo de
El arte m inima l se ha convertido en el primer clásico de las la obra de arte y convierten a sus obras en mero pseudo arte.
postvangua rdias. Al menos en el sentido de que algunos de En el m ismo sentido, la re levancia creciente de las condi-
sus rasgos forma les más evidentes, como la simp li cidad for- ciones de exposición, de la instalac ión, «la puesta en es-
mal, la factura industria l o la repetición se repiten en otras cena», su dependencia del espacio y de la institución, se per-
tendencias, incluso en movim ientos figurativos como los ciben como pruebas evidentes de la exterioridad del arte
herederos de l pop. Además, e l m inima lismo con sus exten- m inima l, del carácter apa rente de su artist icidad.
siones en otros géneros, como la mús ica, el cine, la arqui- En los años ochenta, Ha l Foster vino a re ivind icar de
tectura o la moda ha ven ido a ser una ma rca de austeridad y nuevo el va lor de l arte m inimal, acusado esta vez desde posi-
de frialdad expresivas, que se considera heredera de las van- ciones postmodernas de frío, intelectua lo ide y aburrido. Fos-
guardias ll amadas anal ít icas o geomét ri cas. Finalmente, ter, frente a la andanada de l nuevo expresion ismo, de la vue l-
como un clásico, su influencia se supone incluso cuando ta a la pintura y de la alabanza kitsch del nuevo pop, re ivin-
está siendo criticado. d icaba la seriedad vanguard ista de l arte m inima l. A pesar de
El arte m inimal ha s ido objeto de polémicas desde el mo- su institucional izac ión, e l m inima l representaría todavía la
mento m ismo de su nacim iento, en el ámb ito teórico como res istencia en el seno de la institución artística a la fet ichi-
en el práct ico. En primer lugar, la que enfrentó a sus defen - zación del objeto y la ideo logización de la cultura. Junto a Ro-
sores y los representantes más influyentes de la crítica ameri- salind Krauss, Foster defiende el arte min ima l como el ve rda-
cana de la postguerra, Clement Greenberg y Michael Fried. dero continuador de los principios radica les de la vangua rdia.
Sus esc ritos fi jaron los términos de la d iscusión sob re los En 1987, durante una discusión de la Dia Art Foundation entre
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críticos e historiadores sob re la pervivencia del Min ima lis mo, fi losófica a los presu puestos fi losóficos que subyacen a la
Buch loch señalaba que los críticos reunidos en aque lla oca- teoría de l arte que ha defendido con más ri go r al arte mini-
sión, a favor o contra el arte m inimal, compartían «una con- mal. Me refiero, a las posiciones postestructuralistas. El
t inua devoc ión a tal orden y al canon {histórico)» y tamb ién punto de partida es e l descontento fi losófico con los supues-
«una casi completa devoción a la a lta cu ltu ra»: . Es dec ir, fo r- tos fi losóficos de los defensores de l minimal y una cercanía
maban parte de la trad ición teó ri ca mode rna. Respecto al po r el contra ri o con sus detractores, en particular con Fried.
mencionado des interés po r la cultura popular, es deci r, de Ya en 1977, Krauss sentó en Pasajes en la escultura
masas, no se trata ría tanto de una defensa alternativa de la moderna3 las bases de la historia y la teoría de la escultu ra
a lta cultura, esto es, del arte vangua rd ista, cuanto de un re- vanguardista a partir de casos como Rod in, e l objeto su rrea-
conocimiento de la coherencia histó ri ca de la vanguard ia y lista, y la escultura minimal y postmin ima lista. Como en
del arte moderno como inherentemente críticos. Para sus otros de sus escritos ded icados al arte y los artistas min ima l
defensores, el arte minima l forma ya parte de ese canon de la y postm inima listas, en Pasajes se presentan los presupuestos
historia y de la crít ica de arte. teóricos desde los cuales la obra m inimal se hace compren-
Pues bien, es este doble carácter de l arte minima l, como sible. Comparto con Krauss la idea de que los artistas m ini-
crítico de l canon mode rno y como perteneciente a ese canon, mal rechazan noc iones básicas de la estética idea lista y de la
lo que este ensayo pretende elucidar. En este momento las concepción moderna del s ign ificado y e l conocim iento: el
d iscusiones están lo suficientemente centradas para que se carácter aconceptua l de la experiencia estética, la naturaleza
pueda avanzar en su comprensión . Existe un cierto consenso, puramente óptica de la experiencia de la ob ra de arte plást ica
un uso común de las nociones claves, de lo correcto o inco- y la noción intern ista del s ign ificado y la intenc ión. Sin em-
rrecto dentro de un territorio bastante ampl io, y existen ya un bargo, me a lejan de su posición, característica del pensa-
cierto núme ro de monografías que han ordenado y clas i- miento estético postestructuralista, dos cuestiones de dife-
ficado el te rritorio de l arte de los sesenta, todo lo cual hace rente cariz. Una, de carácter metodo lógico y general, se re-
posible una reflexión sobre la teoría del arte que contemple fiere a la re lación entre la fi losofía y cada obra de arte en con-
los cambios introducidos en particu lar por el arte m inimal. creto. La otra, más concreta, se refie re a la concreta concep-
Las pretensiones de este li bro son más modestas, s in em- ción de s ign ificado que Krauss mantiene y ve promovida en el
bargo. Se inscriben dentro de una resistencia personal y minima lismo.
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Krauss mantiene que la obra m inimal representa una crít ica síntoma del rechazo de la idea de que la interpretación de la
de la noción cartesiana de mente y de la noción de sign i- escultura se basa en el reconocimiento, en dete rminadas
ficado entendido como contenido interno y privado que un posiciones corporales, de la exp resión de experiencias inter-
art ista expresa en su obra~. Según esa concepción, el yo del nas. Al contrario, defiende Krauss, es en la expe riencia de la
art ista, sus experiencias, intuic iones, deseos, creencias, que propia escu ltu ra, de su materia li dad, en las huellas que el
son privados y acces ibles di rectamente sólo para él, son proceso productivo ha dejado en la superficie del objeto, en
expresadas y comun icadas a los demás a través del gesto e l objeto, donde surge el sentido. El arte m inimal supone un
art ístico. El conten ido de l arte, su sentido, es pues la expe- hito en e l rechazo de l cartesian ismo porque presenta e l pro-
riencia del artista. Es dec ir, la dirección en la creación de l len- blema de l significado de un modo mucho más abstracto,
guaje y del sentido iría de la mente creadora del artista, a tra- e li minando el antropomorfismo propio de la escu ltura mo-
vés de su obra, al lenguaje artístico. El art ista sería capaz de derna, incluso la no figurativa. La diferenc ia entre Rodin, el
transm it ir su experiencia, privada e innaces ible a los demás, a constructivismo o el surrealismo y el min ima l, es que, frente
través de un mecanismo expresivo que no es lingüístico, a aque llos, la experiencia que t rata de provocar y en la que
puesto que no se basa en reglas o lenguajes, s ino en la natu- consiste su interpretación es muy teórica. Incluso cuando,
ra l manifestación de lo interior, por el arte. Po r el contrario, como es el caso, la interpretación reflex ione sobre la fenome-
d ice Krauss, « (l)a significación de l arte que emergió en este no logía de la experi encia perceptiva de sus objetos.
país en los primeros i960 es que apostó todo a la adecuación Es cierto que los artistas min ima listas mostraban gran inte-
de un mode lo de s ign ificado que se separó de las exigencias rés por cuestiones filosóficas y que el conten ido de alguna de
legitimadoras de un significado privado»~. Frente al carte- sus obras era la re lación entre e l cuerpo y la mente o el s igno
sianismo, entender la naturaleza públ ica del s ign ificado im- y su s ign ificado. Más aún, creo que la fami li aridad con la
plica considerar que el significado se construye en la inte- d iscusión filosófica de estos problemas fac ilita su compren-
racción comun icativa, y que sólo damos sentido a la propia sión. Ahora bien, no es adecuado creer que las obras consti-
expe ri encia cuando es reconoc ida en los demás y por los tuyan en sí m ismas una crítica a la filosofía mode rna. Son
demás en nosotros. una crítica al arte moderno y en particu lar al exp resionismo
La ilegibilidad de los gestos en la escultura de Rod in (por abstracto y al uso que el exp resion ismo abstracto hacía de la
ejemplo de su Adán, 1880, o en Balzac, i897) es ya un fi losofía moderna. En particular de la idea de que la cuali dad
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estética de la obra de arte es expresión de una experiencia de l ap rehensible como man ifestación espontánea y natura l de
productor. Las tes is sobre el s ign ificado o las crít icas a la esos estados o de su exteriorización -como s i se tratara de
concepción inte rnista de l sign ificado son s in embargo dema- una gráfica de su actividad cerebral, po r ejemplo-, sino como
siado fuertes para ser supuestas en la comprensión de estas símbolo dentro de un contexto de comunicación en el que se
obras de arte (y de cualesqu iera otras, me atrevería a decir) . interpretan así. La d iferencia básica es que en el segundo
La obra de arte minimal según Krauss pondría en primer caso puede habla rse de incorrección y de fa lta de sinceridad,
térm ino la natura leza púb li ca del significado. El problema mientras que en el primero, la pintu ra sería por definic ión co-
consiste en cómo establecer los puentes entre esta idea y la rrecta y sincera.
práctica artística. Puesto que efectivamente el s ign ificado de Una obra de arte puede ser tremendamente vangua rdista y
cualqu ier obra de arte, como de cualqu ier s igno, es público, su autor mantener una concepción cartesiana de la mente, o
lo es tanto s i su autor mantiene un modelo de sign ificado mejor dicho, tener intuic iones internistas sobre la sign ifi-
como otro (del mismo modo que Rod in no conocía la filo- cación de su ob ra. Es más, supongo que esto sucede en la
sofía de Husserl, e l conocim iento de Wittgenstein, la filosofía mayoría de los casos. Krauss no pod ía deja r de adm it irlo y de
ana lítica o Merleau- Ponty po r parte de los minima listas era, ahí su crítica de l arte conceptual y las d istinciones que esta-
cuando existía, superficia l). Es cierto que un objeto min ima l, blece entre este y el arte m i n i ma l~. Algunos de los artistas
como las estructuras de LeWitt, po r ejemplo, no parecen conceptuales que critica pertenecían a la vanguard ia y sin em-
tener como conten ido una experiencia de su autor. De hecho bargo sus intenc iones respecto a sus obras eran totalmente
no se inte rpretan así. Parece que, al contrario, la pintura de incoherentes con una noc ión de la naturaleza pública de l
acción suele intepreta rse desde este punto de vista: las pin- significado. Creo que uno de los problemas de la crítica pos-
turas de Pol lok como expresión de su propia energía, volun - testructuralista es que presenta todo el desacue rdo sobre
tad, subjetividad. Sin embargo, incluso pa ra entende rl as de cuestiones estéticas como un desacuerdo fi losófico. Pero
este modo, es necesario considerar una serie de presu- este no es el caso cuando hablamos de Fried, por ejemplo,
puestos convencionales, que hacen que tomemos los bro- un wittgensteiniano que tampoco creía en los lenguajes pri-
chazos, su d irección, las marcas de pigmento sobre el so- vados. Para Fried la gestualidad de la escultura de Caro, por
porte, como representación de ciertos estados menta les. El ejemplo, no se interpretaba como expresión de una supuesta
significado de la pintura de Pollock no es d irectamente expe ri encia de parte del productor, sino como creado ra de
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sentido en la experiencia corporal de reconocim iento de la ar- imagen vacía de lo humano. Esas acusaciones son pos ibles y
t iculación del objeto. no s iempre desencam inadas, precisamente porque el signi-
La d iscusión sobre el antropomorfismo del arte m in ima l ficado es público, es dec ir, porque el sentido de las ob ras
puede ser esclarecedora respecto a su capacidad de proponer m inima l, vue ltas hacia el exteri or, opacas e inexpresivas, no
teorías filosóficas . Es cierto que el rechazo de la escu ltura ilu- es necesariamente el de la pretendida crít ica del m ito de lo
sion ista por parte de los m inimal istas se material izaba en interior, sino que se puede pe rcibir como la opacidad y la
objetos en los que no se pod ía rea liza r la ecuación, mejor falta de rostro del poder.
d icho, percibir la equ ivalencia, entre «piedra» y «ca rne» ~, en Los artistas m inimal no compartían una postura fi losófica
la cual se basaba la escu ltu ra antropomórfica moderna. Una común, ni una concepción de l mundo, ni del arte o el s ign i-
obra escultórica no esconde necesariamente un sign ificado ficado . Es cierto, sin embargo, que al rechaza r parte de las
en su inte ri or a l modo en que la carne está an imada por un convenciones artísticas y de género ponían en cuestión equ i-
espíritu en el mode lo cartesiano, pero puede servi r como valencias, formas de creación e inte rpretación trad icionales.
expresión de estos sign ificados. No porque el espectador in- S in embargo, manten ían (¿cómo podría ser de otro modo?)
fiera la presencia de un espíritu, una presencia, sino porque a lgunas convenciones básicas: la de un artista, o va ri os, que
e l objeto provoca una experiencia en la que se reconoce e l propon ía un objeto a la interpretac ión. Más aún: la idea de
contenido que se pretende transm it ir. Por un lado, una escul- que su acc ión era sign ificativa y de que era comprensible para
tura de t ipo antropomórfico no está por e llo basada en un e l intérprete, in cl uso cuando el absurdo, el azar o la fa lta de
mode lo de significado arca ico. Podemos, y de hecho lo hace- forma formaran parte del sentido de la obra. Los m inima l
mos, hab lar y produci r arte con sentido sobre estados inter- manten ían además la convención de que la obra de arte plás-
nos, aunque no deban imaginarse como fundamentos del t ica es un objeto (no una acc ión) y, por último, la idea de que
significado. En rea lidad, que nos comuniquemos y que com- la comprensión consiste en mantener una experiencia deter-
prendamos a través del arte es la demost rac ión m isma de m inada, adecuada, de este objeto.
que e l sign ificado es público, aunque trate de asuntos pri- Las obras m inimal no son demostrativas o mostrativas de
vados. Po r otro lado, e l arte m inimal ha segu ido uti lizando la superio ri dad de un modelo de s ign ificado sobre otro por-
imágenes antropomórficas (quizá ocultamente), lo que le ha que son compatibles con d iversas concepciones del signi-
va lido la acusación de autoritarismo o de proponer una ficado . Es cierto que se inscriben en un contexto cultura l de
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discusión y de cuestionam iento de ciertos problemas art ís- espectador (adecuado) depende que se de o no e l sentido. El
t icos y filosóficos y que, depend iendo del artista de l que se postestructuralismo, s in embargo, sugiere que e l s ign ificado
trate, la obra (y, por tanto, su percepción) cobra sentido bajo se aloja en un código o estructu ra, en lugar de en la mente de
esa luz. Creo, por ejemplo, que el orden m inimalista no t iene un autor. La muerte del autor, se afirma, es el nac im iento del
un sentido neoclás ico o racionalista, que la claridad y la dis- lecto r. Sin embargo, no se trata de re ivindicar un subje-
t inción en el nive l sensible no deben entenderse, por tanto, t ivismo de l lado de la experiencia receptiva, sino de que esta
como reflejo o síntoma de una racional idad superior de expe ri encia se represente, o que reenv íe a, todas las oposi-
carácter intelectual. Ahora bien, a qué sirva el orden en cada ciones que e l unive rso cultural o el campo semántico,
obra concreta depende de cada autor. Por ejemplo, la repe- prevee: . As í se entiende el carácter públ ico del s ign ificado,
t ición no es s iempre y necesariamente la ilustrac ión de la como la existencia de convenciones o códigos culturales. Sin
iterabilidad del significado, como mant iene Krauss que es el emba rgo, de la suposición de que e l autor no impone arb itra-
caso en Sol LeWitt. Considerada en abstracto podría s ign i- riamente el sentido, no se s igue que las experiencias creadas
ficar justamente lo contra ri o: que la repetición nunca es idén- por su obra no sean las pretendidas por él. El campo de alter-
t ica, porque su percepción depende de las cond iciones del nativas o de oposiciones semánticas no puede fi jar el sentido
contexto, como muestra Vigas en L, i965, de Mo rri s. de una obra, s ino es bajo la suposición de una intenc io-
Al dec ir que e l sentido de la obra depende de l uso que el na lidad. Determ inar qué sentido t iene un orden, la e lección
autor hace de los elementos forma les o técn icos, me enfrento de un material, de una forma, la colocación de un objeto,
a una de las ideas básicas de los postestructuralistas. Según exige suponer con qué fin se real iza, qué experiencia pro-
Foster, e l arte minimal muestra que «el autor ha muerto»~, pone. Las oposiciones sign ificativas son muchas y dependen
por más que la histo ri ografía sobre el m inimal se base en la del contexto, de modo que la ambigüedad s ign ificativa sólo
investigac ión de ind ividuos cuya producción nos parece puede deshacerse ape lando a la intenc ión de un autor, enten-
merecedora de atención. Creo que no puede ser de ot ro d ida no como un acontec imiento privado que impone arb itra-
modo: el sentido de la obra m inimal depende, como s iempre, riamente un sentido, sino como la causa efectiva de que el
del modo en que e l artista ha dotado a un objeto de la capa- objeto posea la apariencia que efectivamente posee y pro-
cidad de crear una experiencia significante. De su éxito, es duzca la experiencia que efectiva y adecuadamente produce.
dec ir, de l reconoc im iento de esa experiencia po r parte del La corrección o incorrección de la as ignación de una
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intención no depende de otra evidencia que las propias d ictado cursos, pronunciado charlas y d iscutido sobre el
obras, su contraste con otras, las explicaciones de l autor, la tema en muchos lugares y con muchas personas. Algunos de
coherencia de su comportam iento expresivo y, en gene ral, de sus comentarios han rondado mi cabeza durante años, han
la propia experiencia perceptiva e interpretativa cotidiana del guiado mis anális is, me han hecho cambiar de argumentos o
mundo, tanto de l productor como del receptor. me han planteado inte rrogantes que he tratado de reso lver.
Mi anál is is de l arte m inimal no evita las cuestiones filosó- Recuerdo conversaciones con Gerard Vilar, Jord i lbañez, Félix
ficas referentes al sign ificado o a la percepción, pero ha tra- de Azúa, Carlos Piera, Roberta Quance, Al icia Poza, Miguel
tado de seguir una máxima de prudencia: utilizar la hipótesis Ange l Hernández, Maria José Alcaraz y Manue l Hernández.
explicativa más débil posible. Creo que la hiperteorización del De todos ellos hay a lgo en este libro. Con Va leriano Bozal la
arte contemporáneo conduce justamente a lo contrario que conve rsación se ha manten ido con pocas interrupc iones du -
se pretende. Por un lado, se qu iere subrayar el componente ran te todo este tiempo; fue él qu ien me an imó a escribir por
teórico y no meramente sensible de la ob ra, para afirma r e l primera vez sobre el asunto y es el último que ha revisado el
valor de l arte y no su carácter subsidiario respecto a la filo- manusc rito. Sus sugerencias y críticas han mejorado sustan-
sofía, pero esto en ocasiones conduce a la justificac ión de l cialmente e l texto, cuyos errores son, a pesar de todo, de mi
arte por la fi losofía, es decir, a la asunción de su superio- entera responsab ilidad.
ridad. No sólo sucede con la fi losofía, también con la ciencia
y hasta con las llamadas ciencias sociales. Pero, aunque para
e l art ista todas ellas constituyan fuentes de inspirac ión, solo
está sujeto por las leyes de l arte. Por su parte, e l teórico debe
ser prudente y dist ingu ir entre la teo ría y el modo en que la
teoría influye, se utiliza, en la obra. Él, además, no está exento
de considerar de modo crítico las teorías en cuestión.

Mi inte rés por el arte min ima l nac ió bajo la impresión de la


exposición de la colección Panza en e l Museo Naciona l Cen-
tro de Arte Reina Sofía en i989. Desde entonces he escrito,
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NOTAS AL PIE comunicación real con los otros.» (/bid., p. 27.)
~ Krauss , ibid., 266.
~ «los tiempos eran caóticos y nuestras vidas tamb ién»,
~ Estoy de acuerdo con su interpretación del arte concep-
recuerda L. lippard en «Escape attempts», la introducción a
tual. Cfr. «Teoría y experiencia estética en el Arte Concep-
una nueva edición de Six Years: The dematerialization of the
tual», La balsa de la Medusa, 1999, 48, 131-154.
arte object from 1966 to 1972, Berkeley, University of Cali-
~ Krauss , ibid ., p. 266.
fornia, 1996.
! Foster, H. «The Crux of Minimalism» , 1986 (trad. cast.
~ Foster, H. (ed.) , «Theories of Art after Minimalism and
«lo esencial del Minimalismo», en W. AA., op. cit., pp. 109 y
Pop», Discussions in Contemporary Culture, Día Art Foun-
ss.).
dation, 1987, Nueva York, New Press, 1998, p. 66.
~ De ahí su defensa de que la interpretación es tempo-
~ Krauss, R., Passages in Modern Sculpture, Cambridge ralmente extensa y no consiste en la creación de una imagen
Mass., The M IT Press, 19991 l
instantánea o una experiencia atemporal. En el límite, de la
~ El cartesianismo consiste en el dualismo de espíritu y infinita transferencia de l seginificado se sigue que la interpre-
materia, de mente y cuerpo. Según éste, los contenidos men-
tación es imposible.
tales, nuestra experiencia del mundo y de nosotros mismos,
constituye el significado de nuestros términos. Porque tene-
mos un acceso directo a nuestras experiencias, podemos
entender el contenido de las exp resiones de los demás. Por
ejemplo, porque conocemos por intuición de nosotros mis-
mos qué gesto es expresión de qué sentimiento o emoción,
entendemos los gestos de los demás como expresiones de
los mismos estados. Según Krauss la escultura a partir de
Rodin pondría en cuestión esta pintura del yo «que conjura
una serie completa de s ign ificados derivados de una serie de
experiencias privadas a las cuales tenemos acceso subjetivo;
significados que existen con anterioridad a nuestra
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1 cubo reali zado s con un míni mo de man ipula ción incidental o
compositiva» ~- La refer encia al lugar y al tiem po pose e tanto
El arte mín ima / com o cam po de fuer zas valo r infor mati vo com o la desc ripci ón form al, en la cual ca-
bría incluir muc has obra s no estri ctam ente min ima l. Este co-
«Est á claro que se ha anun ciad o una nueva sens ibilid ad,
mien zo de Mini mal Art. The Critica/ Perspective, de Colpitt, es
aunq ue no esté claro en qué consiste.» ~
un punt o de parti da que se com pleta con una referencia al
1.1. Una definición expr esion ismo abstr acto , que sería su orige n estilí stico , y otra
al arte pop, su cont emp orán eo, y del que dive rge por su
«Art e mini ma l» suele desig nar un tipo de obra s abstr actas ,
«hui da de cualq uier form a de com enta rio, repre senta ción o
norm alme nte escu ltura s, de estru ctura geom étric a regular,
referencia»~- La geom etría senc illa, el cará cter abstr acto y an-
rea lizad as con mate riale s indu stria les, sin cont enid o rep re-
tiexpresivo y el orige n expr esion ista se han conv ertid o de
senta cion al y poco expr esiva s. El térm ino emp ezó a ser utili-
hech o en los elem ento s desc ripti vos fund amen tales del arte
zado en alusi ón a la obra de escu ltore s amer ican os de los
min imal.
años sese nta com o Carl Andr e, Robert Bladen, Dan Flavin,
Esta som era carac teriz ación sólo es infor mati va cuan do,
Dona Id Judd , Sol LeWitt, John MacCracken, Robe rt M ango ld,
com o es habi tua l, se cono cen las obra s pa radig máti cas del
Agne s Martin, Robert Morris, Tony Smit h o Anne Truitt. Son
mov imie nto y cuan do se entie nde que la senc illez y la abs-
artis tas de proc eden cias dive rsas que evol ucio naro n de mod o
tracc ión de las form as lo son en un grad o muy eleva do. Aún
difer ente y cuya s obra s, inclu so en los años sese nta, en los
así, toda vía no cons tituy e una definición adec uada del arte
que coin cidie ron, a pesa r de ser toda s geom étric as y senci-
míni ma!, sino un mod o de desc ribir el traba jo de ciert os
llas carec en de un estilo com ún, no com parte n los mism os
• artis tas que, en los años sese nta y en Esta dos U nido s, pare-
proc edim iento s, mate riale s, ni tema s. Una de las prim eras
cían estar reali zand o un tipo de arte con un aire com ún, un
mon ogra fías dedi cada s al mov imie nto mínima! lo defin e de
espír itu com parti do. Es prec isam ente la identificación de ese
un mod o tan laxo com o el sigui ente: «Art e mini mal desc ribe
espír itu com ún lo que podr ía perm itirn os habl ar de arte mini-
la escu ltura y la pintu ra abst racta s reali zada s en los Esta dos
ma l en un sent ido más preci so. La crític a Barb ara Rose co-
Unid os en la déca da de i960 . Sus princ ipios de orga nizac ión
men zó a habl ar de una nuev a «Sen sibil idad », com parti da por
pred omin ante s incluyen el ángu lo recto , el cuad rado y el
ciert os artis tas y que se expr esarí a de mod os tan difer entes
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como en las obras de tubos de neón de Dan Flavin, las pin- d iálogos abortados o circulares en el drama o la ficc ión) .
turas de Agnes Martín, los estructuras de madera de Sol Tiende a la carencia de a lusiones y a descontextual izarse res-
LeW itt y los poliedros de Morris o Sm ith. La existencia de pecto a la trad ición, al tono impersona l, al all anamiento de la
una sensibilidad propiamente m inimal ista se entiende enton- perspectiva a través de l énfasis en la superficie (la neutra-
ces como la búsqueda y la preferencia por la sencillez formal lización de las claves de profundidad en la pintura o las dico-
y el d istanciamiento afect ivo, surgidos en el rechazo de la tom ías espacio/sustancia, imagen/reflex ión en los ambientes
sensibilidad propia del expresion ismo abstracto, en especial lum inosos}, la rest ri cción de l movim iento d inám ico y armó-
de la action- painting. nico en la mús ica, los bodegones humanos en las pel ículas y
Una defin ición mucho más ampl ia recoge esta caracte- la desc ri pción un ívoca de personas y objetos en la poesía y
rización general y la entiende, efectivamente, como una sensi- en la ficc i ón»~.
bilidad epocal, pero que se mantiene hasta la actua lidad y en Este ensayo se sitúa en el ámb ito de las artes plásticas y,
todos los géneros artíst icos. En este sentido Strickland uti liza más concretamente, en el de la escu ltu ra. Mi primera tes is es
esta extensa definic ión: «Min ima lismo se usa aquí para deno- que el arte minimal debe d iferencia rse de l min ima lismo
tar un movim iento, con princip io en la postguerra americana, entendido en sentido ampl io . La pervivenc ia hoy de una
a favor de un arte -visual, mus ical, literario o cualqu ier otro- sensibilidad m inimal ista heredera precisamente de l mov i-
que produce sus enunciados con recursos lim itados, si no miento que en los años sesenta se denom inara minima l es
los menos posibles; un arte que elude la abundanc ia de deta- muy discutible. En todo caso, parece ser puramente formal y
lles compositivos, la opu lencia de textura y la complejidad es- apunta a uno de los problemas de la recepción de l arte m ini-
tructura l. El arte m inimal ista t iende al estatismo (como se mal, el decorativismo. En cierto sentido, e l punto de partida
man ifiesta en los s ilencios y los drones musica les, la danza será una definición abiertamente estipulativa. En primer
inmóvi l, los interminables planos congelados en cine, la lugar, se considerará arte min ima l a un t ipo de escultura, en
na rrativa sin a rgumento y la líri ca inexpresiva, la escu ltura s in e l sentido amp lio de producción de objetos, de obras de arte
rasgos, los cuadros monocromos}, y se resiste al desarrol lo tridimensiona les y re lat ivamente inmóviles y estables. En la
(retículas o cualqu ier forma de pintura y escu ltura diagra- mayoría de las ocasiones hab lar de objetos m inimal es sufi-
máticas, módu los repetidos y a rmonías manten idas en mú- ciente para identifica r un objeto no pictórico. Ex isten casos lí-
sica, movim ientos s imples y reiterados en danza y en cine, mite entre la pintura y la escultura, como Anne Tru itt y
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a lgunos pintores trad icionalmente considerados como artis- personal con los artistas minimal y ciertas afin idades for-
tas m inima l, que no pueden servir sin embargo como para- males lo convierten en min ima lista también para muchos.
d igmáticos. El arte minimal es escu ltórico en el sentido am- Las obras de arte m inimal consisten, bien en un ún ico ob-
plio de que consiste en la producción de objetos tridimen- jeto, de tamaño cercano al humano y que ocupa un lugar no
sionales. Considerarlo así me perm it irá afirma r su carácter marcado en el suelo de la hab itación, bien en una serie que
mate ri al ista, objetualista y ant ipictórico, o lo que es lo rep ite el módu lo o lo desarrol la de un modo sencillo. Los
mismo, la intencionalidad material ista, objetualista y ant i- objetos muestran una apa ri encia industria l y norma lmente
pictoria lista de la mayoría de los autores antes citados. están de hecho fabricados industria lmente. Pueden mostra r
Algunos artistas norma lmente considerados m in ima l son, un acabado pulcro y rea li zac ión impersonal, pero en oca-
sin emba rgo, pintores: me refiero a Agnes Martin, Robert siones, por e l contra ri o, su apa ri encia es pob re o descu idada.
Mango ld, Robert Ryman o Jo Bauer. Ent re ellos, Mangold pa- En cuanto a su contenido, el arte minima l rechaza cualqu ier
rece ser qu ien más cla ramente considera la pintura como un a lusión figurativa y emocional en el nivel representaciona l, es
objeto, por su trabajo sobre el borde y el formato, pe ro no dec ir, no crea imágenes de objetos, estados de cosas o con-
abandona nunca una convención pictórica básica: la creación ceptos, pero no elude el conten ido más abstracto. Por último,
de una experiencia visual mediante la apl icación de un pig- respecto a sus efectos, busca crear una expe ri encia estética,
mento sobre una superficie colocada vertica lmente y frente al pero no a través de asociaciones figu rativas o med iante la
espectador. Ryman hace de la investigac ión sobre el color connotación de estados emocionales, básicamente persigue
blanco e l mot ivo básico de su pintura y Martin es min ima l la creación de una experiencia visual o cinestés ica real, es
por proximidad biográfica y empatía con algunos de los pro- dec ir, cara a cara y no imaginativa. Cuando se trata de objetos
tagon istas de l movim iento. Sin embargo, la expresión de l pictóricos, la obra tiende a ser sencilla en su composición o
sentim iento de la natura leza característico de su obra, conse- carente de ella, no es representaciona l y en ocasiones se pre-
guida a través de una cuidadosa real ización manual y la pre- senta como una serie. Po r último, la belleza como e l resto de
tens ión de crear una experiencia contemplat iva en el espec- categorías estéticas no se le apl ican con faci lidad.
tador, pero teñ ida de int im ismo, la aleja considerab lemente Una obra de estas características se impuso en la escena
de la manera materia lista de sus colegas m in ima l. Mucho art ística norteame ri cana y casi ún icamente en Nueva York du-
más próximo se sitúa Frank Stell a, cuya estrecha relac ión rante menos de una década. Se suele considerar la
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exposición de Anne Tru itt en la galería de Andre Emmerich en influyen en este campo, pero tamb ién el resto de los artistas y
1963 como la primera de un artista m inimal en sol itario, y la de los críticos favorables o en contra. Son fuerzas en oca-
exposición Anti-ilusión: procedimientos y materiales, de 1968, siones incluso opuestas, otras, convergentes, y que dotaban
marcaría e l punto explícito de inflexión de la mayor parte de de sentido a las obras según su s ituación en el contexto
los artistas m inimal hacia la anti-forma, también llamada abs- genera l. Este modo de considerar la cuestión hace justicia
tracc ión excént ri ca o postminima lismo. Es dec ir, se trata sólo tanto a la ind ividual idad de los artistas como a su iden tidad
de cinco o seis años en los que se expone un t ipo de obra como grupo, fren te a otros, qu izá también, campos de fuerza
que entonces se conocía de dife rentes modos: « Pintura o más amplios.
Arte s istémico», «ABC Art», «Arte Seria l», « Estructuras En poco tiempo las obras de arte m inima l consiguieron
primarias», «Cool Art» ... En 1966, el filósofo inglés Richa rd convertirse en el foco de atención de l público y de los crí-
Wollhe im escribe « Min ima l Art», que se refiere a una serie de t icos, los ga leristas y los teóricos. Su éxito no puede expli-
obras que incluye las propiamente m inimal istas pero tamb ién carse únicamente ni por la cali dad de obras que eran difíc il-
las de Ad Reindhart o de artistas pop como Rauschenbe rg~ u mente comprensibles para e l público, tampoco por el har-
O ldenbu rg. Este es el nombre que finalmente se impuso, tazgo de ex pres ionismo o de la vanguard ia, ni por e l apoyo de
qu izá gracias a la antología de Battock, Minimal Art, pub li- críticos y ga lerías influyentes. Se debe en parte a facto res
cada ya en 1968 y que recoge las o pi niones, receptivas o crí- externos - aunque no tanto- a los propiamente artíst icos, a la
t icas, los ensayos teóricos y los textos man ifiesto que confor- fuerte personalidad de artistas como Morri s o Judd, o tam -
maron el «caso m in ima l». bién de Stella, LeW itt o Reindhart, y a su influencia en algu-
Ni qué artistas eran propiamente min ima l, n i qué obras po- nas instituciones académ icas y críticas. En general, durante
dían considera rse tal, eran cuestiones claras durante aque llos aque llos años se produce un auge de l mundo del arte en
años. Meyer se ha refe ri do al arte min ima l «no como un Estados Unidos, un aumento en el número de ga lerías y una
mov im iento coherente, sino como un campo práctico»~. Pero ampl iación de l público cu ltu ra l a través de los grandes mu-
no un campo allanado y neutra l, sino un campo de fuerzas, seos de arte contemporáneo, de las publ icaciones pe ri ódicas
cuya configu rac ión varía debido a la presencia y la inter- y de la publicidad. El arte m inima l se vio también beneficiado
vención de personalidades y conce pciones artísticas muy por la convivencia con e l arte pop y el arte conce ptua l y
variadas. Judd y Morris qu izá sean los artistas que más evolucionó rap idamente hacia la corriente anti-formal que le
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abrió inmensas pos ibi li dades expresivas, alejándo lo de las es cierto que la caracte ri zac ión genera l de un movim iento
acusac iones de fria ldad y autoritarismo que la geometrización -no sólo formal, s ino tamb ién de sus principios, orígenes y
favorec ía. En la distancia tempora l, su importancia crece fren- concepciones- no basta para comprender un autor en parti-
te a otros movim ientos como el arte óptico o e l arte cinético. cular o una obra en concreto, lo es más en lo que se refiere al
Hoy parece claro que todo e l albo rozo neoyorkino hubie ra arte m inima l. Cada uno de sus autores real izó o s igue real i-
sido o lvidado si el arte min ima l, es decir, los artistas que co- zando una obra que ha evolucionado de muy d iversas mane-
inc idieron trabajando en aque l campo de fue rzas, no hub iera ras, debido en parte a que nunca compartieron un ideario, un
de ve rdad favo recido el descubrim iento de modos nuevos de estilo, ni s iqu iera un genero con trad ición prop ia. Po r esta
expresión, de utilizac ión de materia les y de espacios, y no hu- razón y por la debilidad de la caracterización anteri or de arte
biera ayudado a consolidar una concepción nueva de la obra m inima l, debemos detenernos en algunas de esas obras en
de arte y de las prop iedades estéticas. En particu lar e l nac i- particular o en e l t ipo de obras más representativas de los
m iento del arte de la tie rra, e l arte procesual, ambiental y la autores que parecen crear los vectores de fuerza de l campo.
instalación están estrechamente ligados a la práctica y la con-
cepción artísticas m inima l.
1.2. Las obras

Así pues, la defin ición que utilicemos ha de ser una que en-
Son ob ras m inimal pa rad igmáticas las obras de suelo de
globe la actividad de art istas como Sm ith, Morri s, Judd, Anne Andre, las estructuras abiertas cúbicas de Sol LeWitt, los
Truitt, Andre, Sol LeW itt y Dan Flavin entre los años i962 y cue rpos geométricos regu la res de Morris, T. Sm ith, y Smi-
i 968. Sus obras comparten algunas de las características thson, los objetos específicos de Judd y los neones de Flavin.
señaladas: el carácte r abstracto, geométrico, la sencillez y la
El aná lis is de algunos ejemplos nos proporcionará los rasgos
seri al idad composit iva, pero son perfectamente discernibles. más característicos de l arte m inimal.
A este núcleo de autores han de sumarse aque llos que coinci-
d ieron en algún momento con e llos, en particu lar Frank Stell a
y los pintores, Jo Bauer, Ryman y Mango ld, M. Bladen, y otros
art istas más comp rensibles en relac ión con otras fuerzas,
aunque protagon istas tamb ién en este campo: es el caso de
R. Serra, Eva Hesse, Sm ithson, W. De Maria o B. Nauman. Si
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aproximado de 50 cm2, que se colocan en un cuad rado o en
un rectá ngu lo, a modo de pasillo. los materiales pueden
usarse en solitario, como en Cuadrado de cobre, 1967 (11. 2), o
combinarse entre sí. Por ejemplo, Cuadrado de aluminio y
cobre combinados, 1969 (11. color 1), utiliza los dos metales
combinados en forma de damero, mientras que aluminio,
cobre, acero, zinc, magnes io y plomo conforman 37 piezas de
trabajo, 1969, don de se configura también un cuad rado cuyo
lado tiene trein ta y siete piezas de alguno de estos metales.
Sus objetos están pues rea lizados a partir de elementos de
fabricación industrial, de apariencia fría, pulida y brillante o
de carácter humilde como los ladrillos. la realización de la
obra a partir de elementos sueltos, que se monta y desmonta
en cada instalación, tiene como primera consecuencia e l
ca rácter inestable de la obra y de su unidad. Como tal obra,
no existe cuando no está expuesta. Además su unidad no re-
sulta de un tra bajo artístico entendido al modo t radiciona l,
como el oficio que consiste en dar a cada elemento un lugar
1. C. Andre, Lever, 1966. Toron to, National Gallery of Can ad a.
en el todo, y no por acumu lación, sino por manipu lación
las obras de suelo de Andre consisten en la disposición constructiva. Es más, este oficio manual se reduce al mí-
sobre el suelo de elementos combinados, como ladrillos en nimo. Frente a la escultura tradicional, en estas obras de
Lever (Palanca), 1966 (11. 1), que consistía en ciento treinta y Andre se enfatiza al máximo la horizontalidad y la visión
siete ladrillos colocados en línea recta. Otras obras «alfom- desde arriba. Se trata de obras para ser vistas, pero tambien
bra» están compuestas por láminas metálicas cuadran- pisadas, que invitan a pasar y a pisar, como si de verdaderas
gulares, de acero, zinc, aluminio, cobre, etc. -con lo que pier- alfombras se tratara, señalando un lugar o indicando un ca-
den el aspecto dadá de las obras con ladrillos-, de un tamaño mino. Es decir, poseen cierto carácter arquitectón ico y
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estimu lan una cierta acción del espectador o, al menos, la escalera muestra una serie simétrica de huecos real izados en
denotan. En otro sentido, obviando su carácter arqu itectón ico una pieza de madera tamb ién cortada en cuadrángulo. El
y objetual, pueden percibirse como pinturas sobre e l suelo. corte cobra protagonismo gracias a la limp ieza y la igualdad
de todas las inc isiones y el carácter arbitrario de su forma, es
dec ir, sin conten ido s imból ico o decorativo. Son cortes lim-
pios, practicados mecánicamente que muestran las irregula-
ridades de la madera o que en otras obras son realizados en
meta l. Pirámide y Pozo exh iben además la forma min ima l de
composición, colocar una cosa idéntica junto a otra.

2. C. Andre, Cuadrado de cobre, 1967. Guggenheim.

A pesar de la rad ical novedad de estas obras horizonta les a


nivel de suelo, Andre hab ía real izado antes obras tan m in ima l
como Pozo, 1964 (11. 3), un poliedro rectangular const ru ido
con troncos regularmente cortados. Su adm iración por Bran-
cusi y la escultura vanguardista se hab ía puesto de man ifiesto
en obras vertica les como Pirámide, 1959, o Última escalera,
1959 (11. 4), que remiten a la Columna sin fin, 1938 (11. 5) . La
influenc ia más evidente de Brancusi en este caso es la e limi-
nac ión del pedestal, hasta el punto de convertir el pedestal
m ismo en una obra, pero también su carácter totém ico, o e l 3- C. Andre, Pozo, 1964, destru ido. Rehecho 1970 Colon ia,
énfasis en e l proced im iento escultórico: el corte. Última Ludwig Museum .
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4 . C. Andre, Última escalera, 1959. Londres, Tate Ga llery.

5. C. Brancusi, Columna sin fin, 1938.

Aunque las obras de Andre son compuestas, están for-


madas por elementos, la forma resultante es un itaria aunque
inestable. Constituyen un caso intermedio entre aque ll as
obras que consisten en un ún ico objeto y las que son seria-
les. Entre los objetos m inimal, constituyan una obra o sean
módulos de una serie, ocupan un lugar princ ipal aque llos de
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fo rma cúbica. Hay muchos cubos, en la obra de aquellos
años, y no sólo minimalistas: abiertos, como cajas, o cerra-
dos, transpa rentes u opacos, de metal, de madera, plexiglas,
etc. Ninguno como Die (Dado y morir) de Tony Smith, 1962
(11. 6), de 185 centímetros de lado, que impone su opacidad
en el centro de la habitación. Su geometría impide el juego de
volúmenes y espacios que es el motivo habitual de la escul-
tura, así como las diferencias en la experiencia perceptiva que
causa el objeto percibido desde un punto de vista o de otro.
Podemos rodearlo, como se suele hacer en las exposicones,
como para cerciorarnos de que está entero, de su tamaño
real, de su tamaño en relación a nosotros, pero en realidad lo
hemos visto de una vez. Ciertos objetos minimal, como éste, 6. T. Smith, Die, i 962. Exposición en Paula Cooper Gallery,
Nueva York.
son pensados básicamente para mi rar, pero, como éste, se
aprehenden rápidamente, sin recobecos, sin so rpresas, sobre
Tony Smith es un reputado arqu itecto que sin embargo en
el suelo, sin figurar nada. La unidad se afirma por encima de
esta obra no señala un lugar, ni muestra alguna utilidad, s ino,
ninguna d iversidad.
al contrario, la obtusa objetualidad de la cosa. Según el pro-
pio Smith, en una conversación con Wagstaff: « Estoy inte-
resado en la inescrutabilidad y el misterio de la cosa. Algo
obvio delante (una máquina de lavar o una bomba) no t iene
mayor interés. (...) Estoy interesado en la cosa, no en los
efectos»!. Un cubo invita a un examen más duradero qu e un
electrodoméstico. La razón es su falta de sentido, de funcio-
nalidad en el contexto. Ni ver a través del cubo, ni en él, ni
verlo como, ni verlo para, son acciones o percepciones posi-
bles frente al «dado». Un objeto que no es ni bello, ni feo, ni
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frío, ni caliente, sino cerrado, silencioso, opaco, en relación a
nosotros, es misterioso. Su inaccesibilidad conceptual, que
no perceptiva, lo hace resistente a nuestra comprensión. En
inglés Die significa dado, pero es también la forma del verbo
monr. las propiedades citadas hacen referencia a este sen-
t ido.
Smith mostraba interés por las cualidades de la cosa como
cosa. Buscaba en estas obras obras una apariencia que no
fuera ni arquitectónica, ni la de un útil, para subrayar la auto-
nomía respecto al sujeto. Pretendía además que estas alu-
dieran a un contenido determinado. Es decir, Die no es un
ejemplo de arte vacío. Tampoco se trata de que el espectador
entorno rea lice una serie de acciones físicas concretas. Se tra-
taría más bien de sei'ialar aquellas cualidades, digamos intrín-
secas, del objeto re lacionadas y asociadas irónicamente con
la carencia y con la muerte. X, 1967 (11. 7). de Bladen, es otra
obra notoria que alude al rechazo. Esta inmensa aspa se per-
cibe obviamente como una tachadura, una negación. Una
obra menos enfática de Smith de aquellos años es Caja negra,
de 1963-64, rea lizada en contrachapado pintado y de sólo
medio metro de lado. Más que el color o el material, señala el
interés del autor por la forma y el contorno, como la pro-
piedad estética fundamental, como se aprecia en Noche, 1963,
7. R. Bladen, La X, 1967. Exposición en Corcoran Gallery of
y su obra posterior, de característicos poliedros más com-
Art, Whashington D.C.*
plejos, aunque siempre con predominio del ángulo recto.
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Robert Mo rri s real izó diferentes tipos de «cajas», a veces
ce rradas con forma de cubo, como Cubos de espejo, 1965 (11.
8), cuat ro cubos con espejos de plexiglas cuya supe rficie de-
vuelve imágenes reflejadas y que parecen rechazar la posibi-
lidad de conside rar un interior. En lugar de la opacidad de la
muerte y de la reconcentración de Die, rechazan la m irada, la
reflejan. El es pectado r ocu pa un lugar completamente d ife-
rente. Pasa a ser requerido por la ob ra, por sus d istintos ele-
mentos que rechazan una visión unívoca, porque en cada
ocasión devuelven una imagen distinta. Ex isten otros cu bos
8. R. Morris, Cubos de espejo, 1965. que son, por el contrario, transpare ntes y que muestran un
inte ri or vacío co m o los de Larry Bell, Cubo de Crista l, de 1965
(11. 9), que apoyan a su vez en pedestales de plexiglas t rans-
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---------- pa rentes.

10. R. Morris, Sin Título, 1966. {Polied ro rectangular


9 . L. Bell, Cubo de cristal, 1965. contrachapado) .
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estéticas como el color o la forma. Buscaba una a pa ri encia
neutra. Podían se r simples cajas, rea lizadas en contra-
chapado sin pintar o pintado de gris, como Sin Título, 1966
{11. 10). Sin Título. Slab (Plancha), 19 62, que se sostiene unos
centímetros sobre e l suelo, es un cuad rángu lo como una
especie de lecho, m ientras que Sin Título (Nube), tamb ién de
1962 {11. n ), de las m ismas características, cuelga del techo.
Caja para estar de pie, 1961 {11. 12), es una caja vacía, dent ro
de la cual se fotografió e n un gesto que co m enta ré más tarde.
Las expe ri encias perceptivas de estos objetos no t iene que

11. R. Morris, Sin Título {Nube), 1962. ver con la percepción de una Gestalt o una buena forma, ni
con las diferencias debidas a los cambios de perspectivas,
sino con una percepción significativa, gu iada por el títu lo y
po r la colocación de la ob ra en e l espacio y en relación al
espectado r ; es deci r, asoc iada a objetos o acc iones coti-
d ianas. A mediados de los años sesenta rea liza sus obras de
preocupac iones más feno m enológicas. Los Cubos aplastados,
1965 {JI. 13), son cuatro poliedros trapezoida les, que s in em-
bargo, por su colocación s imétrica refu erzan una percepción
que t iene como trasfondo la image n de l cubo regu lar. La
forma idea l se hace presente en la experiencia al tiem po que
la forma real de los objetos. En ot ras ocasiones la d iferencia
12. R. Mo rri s, Standing Box (Caja para estar de pie), destru ido. entre la forma aparente y la real es atribu ible al punto de vista
del espectador.
Fren te al formal ismo objetivista de Sm ith , Morris prestaba
atención a la experiencia de la obra, más que a sus cuali dades
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relación con las cajas de Morris. Frente a ellas resaltan las
cualidades de los materiales y el carácter visual de la expe-
riencia que reclaman.

lJ R. Morris, Sin Título, Cubos aplastados, 1966.

Otras figuras geométricas sobre el suelo son las de Judd, 14. D. Judd, Sin Título, 1964, plexiglass naranja y acero
por ejemplo Sin Título, 1964 (11. 14), un poliedro de plexiglas laminado. Estate of D.F.
naranja y acero, que descansa sobre el suelo. El va lor del
color y el material es ca ract erístico del artista. Judd llamaba a Otras obras, como Sin Título, 1969 (11. color 11 1), constan
sus obras «objetos específicos», insistiendo en que no eran de eleme ntos alineados en vertical. Sin Título está realizada
ni esculturas ni pintu ras y en que tam poco sus propiedades en cobre pulido y t iene diez elementos. El número de ele-

estéticas o relacionales les conferían el estatuto de artísticos. mentos depende de la altura del lugar de exposición, pero

Otro grupo de obras de Judd, más característico, lo consi- tiende a diez. De frente se perciben como cajas, cuya tri-

tuyen aquellas que no reposan en el suelo, sino que se colo- dimensionalidad nunca se oculta, pues siempre se ve n al

can y sobresalen de la pared. Aunque aluden al género pictó- menos dos de sus lados. Los elementos están espaciados de

rico no son obviamente pinturas. Sin título, 1965 (11. color 11), modo que la pared se percibe como el fondo, aunque no llega

consta de cuatro cubos de acero inoxi dab le y plexiglas colo- a formar parte de la obra. Las superficies de Judd son, bien

cados en línea horizontal contra la pared. Deben verse en metálicas, bien de madera, plásticas de colo res sólidos o de
alumin io pintado. Los módu los son eleme ntos de un todo en
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e l que no hay composición jerárqu ica. Judd huye del organ i- puramente visual, tampoco inte lect ua l. El recuerdo de la rela-
cismo y busca consegu ir la com pletud de la ob ra s in que ción práctica, corporal, en t re objetos y sujetos forma parte de
cada uno de los elementos pierda su carácter ind ivid ua l, s in la experiencia artística.
que se conviertan en partes de un todo. Es preciso señala r todavía otro tipo de objetos geométricos
La comparación de las obras de Ju dd y Morris nos muestra a islados: los mono litos, e xentos como Última escalera, de
la dos tendencias dentro de la objet ual idad m inimal. Al pri- An d re, o Platte, 1962 {11. 15), de Truitt, o apoyados contra la
me ro le interesa el acabado perfecto, pulcro e impersonal de pa red como Sin Título, 1970 {11. colo r IV), de McCracken. Los
la rea lización ind ustri al. Cu ida el c romatismo, la text ura y, en primeros han dado que hablar por su carácte r fá lico y tam -
genera l, las propiedades del material. Según su concepción bién por su an t ropomorfismo. Los mono litos recuerdan la
de lo artístico, «e l arte es a lgo que se m i ra»~. Pers igue llamar Columna sin fin de Brancus i, po rque como ella parecen el
la atenc ión por las pro piedades visuales de l objeto y sus desarrollo en vertical del pedestal convertido en la estatua. O,
obras son au ténticos poemas visuales. Mira r, ver y com- vis to en el otro sen t ido, la escu lt ura es, tiene e l sen t ido de,
prender son las acciones que se pretenden del espectador. una estatua ; en estos casos, la est ilización máxima de la
«Tienes que hace rlo todo a la vez . Mirar y entende r, ambas»: . estatua. Si Columna sin fin señala hacia el cie lo, es un vector
Se t itu lan «S in tít ulo» pa ra elim inar cualqu ier t ipo de asocia- vert ical que apun ta más all á de su fin rea l, los mono litos
ción figurat iva o de otro t ipo. Por el con t ra ri o, los objetos de m inima l denotan la altura que realmente poseen. Son un ob-
Morri s suelen ser de un anod ino color gris y la cualid ad de l jeto, una cosa. Son una presencia que, como la de los huma-
mate ri al no es val iosa en s í m isma. La te rm inac ión y e l as - nos, se yergue sobre el suelo, pero que muestra la ri gid ez de
pecto de las obras no es la mayor de sus preocupaciones y los muertos - como e l Die de Sm ith- , como los monol itos.
les suele dar un toque descu idado. Títu los como Lecho o De ahí su auto ri dad, el auto rita ri smo del que hab lan ChavelO
Nube t ienen referencias muy banales, y las asoc iaciones no y Fri ed~. Los mono litos sub rayan la verticalidad y el antro po-
son evitadas, s ino promovid as. Son asoc1ac1ones s 1nes- morfismo de toda escu ltura y la devuelven aunque sea con un
tés icas que aluden al va lor que t ienen para nuestra percep- d isfraz de plástico y artificialidad a un estad io prim it ivo.
ción los movim ientos del cuerpo y las re lac iones espaciales
con los objetos. Tamb ién aluden a cómo los conceptos,
«lecho» o «nube», dete rm inan una experiencia que no es la
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los efectos que producen, en medio de una plaza, señalando
un lugar, sin utilidad práctica, de una altura superior a la de
una persona normal, imponiéndose también en su silencio y
en su falta de movimiento, de cambio, inducen a reaccionar
ante ellos como ante una persona o un totem.
El carácter de objeto a mano, como listo para un uso, es
recuperado cuando la tab la se apoya contra la pared como en
Sin Título, 1970, de McCraken. Como s i hubie ra s ido olvidada
por un carpintero, el cont rachapado de colo r ind ustria l pa-
rece esperar una colocación más útil. Este tipo de obras
manifiesta una de las intenciones más presente en los artis-
tas de aquellos años: realizar arte que no pareciera arte, pro-
ducir objetos artísticos con la apariencia de objetos normales
y corrientes. La dificultad del asunto estriba en que, sin em-
bargo, el objeto había de ser artístico, tener valor en sí
mismo, llamar al menos la atención sobre sí m ismo, sin
recurrir a propiedades trad icionalmente artísticas, su forma
origina l, el mati z de su color, la representación, el juego de
luces y sombras, etc. El objeto tampoco podía ser útil, por-
que sería un objeto cotidiano, ni fabricado artesanalmente o
15. A. Truitt, Platte. 1962, John y Pat Gidwitz, Baltimore.
con maestría, propiedades peligrosamente ligadas a lo artís-
Algunas de estas obras minimal han sido colocadas en tico. La obra de arte es un objeto con apariencia industrial,
lugares públicos subrayando su significado ritual. El tamaño, pero que no sirve para nada.
la verticalidad, la geometría, el color, son las propiedades rea- Las obras de McCracken tienen un aspecto pulido que
les del objeto pertinentes como obra de arte, que por ello deben a la terminac ión en lacado de colores. Anne Truitt, por
enfatiza su carácter matérico, fís ico, objetual. Sin em ba rgo, el contrario, prefería el acabado manual para su obra. En
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a lgunas, como La herencia del Caballero, 1963 {11. color V}, modos posibles, es decir, de pie, volcados y sosteniéndose
Truitt está recuperando la pintura de Newman, otras, como con los dos extremos. A pesar de eso, en las series m inima l
Elegy sureña, 1962 o Platte, 1962, muestran la influencia de no es preciso que los elementos estén ordenados, y e l nú-
los monocromos negros de Reindhart, y tamb ién su acabado mero de módu los es arb itrario. Es dec ir, los elementos pue-
pictórico. Descolgados de la pared, sin emba rgo, son los den esta r a li neados como los de Smithson en Alogon, o las
matices dentro del negro, el contraste cromático, lo que dota obras de pared de Judd, s imétricos como los Cubos de espejo,
de contenido a la obra. Las franjas de Newman, por su parte, colocados en la misma posición o no, como Vigas en L . El
son liberadas del rectángulo pa ra convertirse también en tab i- hecho de que la obra muestre un orden o no, que la serie
ques o en columnas, siempre ut ilizando como med io expre- tenga o no fin es arb itrario, aunque evidentemente t iene sen-
sivo e l colo r. Como ya ocu rriera con los pintores citados, el t ido en cada caso. La obra de Morris cambió cuando se
color es uti lizado po r su va lo r local y no lumín ico, pero toda- añad ió una tercera L, pero no es pertinente decir que antes
vía el pigmento que cubre la madera posee sus propias cuali- estaba incompleta. Muy probablemente a Morri s le pareció
dades materiales s in hacerse uno con e l soporte, como ocu- una buena idea colocar e l módulo de todos los modos posi-
rre con las lacas o las res inas empleadas por McCracken y bles, pero podría no haberlo hecho. En Nueve Mangas de
otros autores m inimal. Fibra de Vidrio, 1967 {1 1. 19), ordena los elementos de tres en
tres, pero el resultado no es más o menos espectacu lar, la fi-
1.3. Las series
gura resu ltante más o menos perfecta o necesaria que otra

La serie o la repetición de módulos geométricos es uti li- posible. El tres nominal de Flavin, consiste en tres grupos de
tubos de neón, el pri mero, de un sólo tubo, el segundo de
zada en obras parad igmáticas como Vigas en L, 1965 {1 1. 16),
dos y el tercero de tres. Es una serie que podría ser conti-
o Cubos de espejo de Morris, 10 Elementos, 1980, de T. Sm ith,
nuada, «nom inal cuatro», « nomina l cinco» ..., como e l propio
expuestos a l aire libre, El tres nominal de Flavin, 1964 {1 1. 17),
Flavin sugirió.
las ob ras antes señaladas de Judd, o Alogon, 1966 {1 1. 18), de
Smithson. Las famosas Vigas en L son tres y necesariamente
tres, pe ro sólo a posteriori . En un principio, Morri s expuso su
obra con sólo dos e lementos, pero se d io cuenta de que era
precisa otra L, s i quería colocar los elementos de todos los
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16. R. Morris, Vigas en L, 1967.

18. R. Smithson, Alogon, 1966.

17. D. Flavin, El tres nominal (A Guillermo de Ockham), 1964.


Th e Nationa l Gal le ry of Canada.
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19. R. Morris, Nueve Mangas de Fibra de Vidrio, 1967. tanto como de l desorden, de la simetría como de la asimetría,
la consonancia como la disonancia.
En 10elementos, de Smith, no hay un orden geométrico ni
una figura resultante de l conjunto de las pirámides que re-
sulte relevante. Ese es el gran contraste con la naturaleza que
rodea la obra: explicamos los movimientos y las formas de la
naturaleza como sujetos a un orden, que, sin embargo, no es
evidente; la belleza que percibimos en ella es la intuición de
un orden que se intuye. Y, por el contrario, la obvia geometría
del arte no explica nada y es gratuita. Volveremos al orden y
el desorden. Baste decir por ahora que la serialidad del mini-
mal, como la de gran parte del arte conceptual, es básica-
mente absurda. Los artistas postminimalistas enfatizaron la
indeterminación en la colocación de los elementos de la 20. E. Hesse, Repetición 19 111, 1968. Nueva York, MOMA.
obra, por ejemplo, Eva Hesse en Repetición 19 111, 1968 (11.
Las estructuras cúbicas de Sol LeWitt son tambien series
20), o en Acreccion, 1968, 50 tubos de fibra de vidrio apo -
de cubos. Pero LeWitt no trabaja en el tamaño grande, sobre
yados verticalmente contra la pared. Según Hesse, «acrec-
el natural, ni en la creación de volúmenes. Sus redes parecen
cion» significa «el crecimiento de cosas separadas hacia
maquetas de alguna estructura. Proyecto serial n. 0 1 (1966) (11.
una,,12, también para mostrar el absurdo, la falta de lógica de
21), consta de estructuras de madera pintada en las que se
la cosa como objeto. La obra postminimalista contribuyó a
desarrol la una serie a partir de una red de nueve cuadros, tres
mostrar la fa lta de necesidad de las ordenaciones geomé-
por tres, para producir todas las variaciones posibles de crea-
tricas o a ritméticas. En un sentido, sin embargo, el orden
ción de vo lúmenes cúbicos y huecos. La repetición del cua-
cuando, como en el caso del arte minimal, muestra su gra-
drado y del cubo se rige por un orden sencillo, aunque per-
tuidad todavía es más absurdo. Esta es una idea presente en
ceptualmente es difícil de aprehender de una vez en las es-
los artistas de tendencia más dadaísta, en Morris y Hesse,
tructuras mayores. En LeWitt la materialidad del objeto, que
sobre todo: la gratuidad de su acción y el absurdo del orden
veíamos enfatizada en los autores anteriores a través del
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tama ño, del volum en, del color o de la opaci dad, cede el paso 21. S. LeWitt, Proyecto serial n. 0
1, 1966 . Colección privada.
a la ligereza de las relac iones mate mát icas. LeWitt escribió
Entre los artist as conce ptual es más próxi mos al minim a-
sus ideas sobre el arte en Párrafos sobre arte conceptual, dond e
lismo se encu entra tamb ién Mel Bochner. Por ejem plo, Prin-
señal a el valor de la conce pción sobre la realización en la
obra de arte, y pasó a ser consi derad o un artista proto con-
cipio de distanciamiento, de 1972 (11. 22). es una obra en la
cual la distan cia entre los elem entos guard a una relación que,
ceptu al. LeWitt enfat izaba la impo rtanc ia del proye cto y la
cono cida, perm iti ría realizar el objet o artíst ico a cualq uiera .
inten ción sobre la realización material de la obra. Por esta
Los eleme ntos mater iales, las piedr as y sus propi edad es son
razó n encar ga la realización de las suyas en much as oca-
tamb ién inelu dible s, como por otra parte la realiz ación mate -
sione s como en Pirámide asimétrica con colores asimétricos'
rial, del proye cto o del objet o, en las obras conce ptual es,
1985. El propi o proye cto serial se prese nta como obra, aun-
sean del tipo que sean. Con el paso de los años , LeWitt ha se-
que se dice proyecto. Las ideas sobre el arte de LeWitt fueron
guido realiz ando redes , norm alme nte con grafi to sobre
ut ilizadas por los artist as conce ptuales. Pero LeWitt no es un
artist a propi amen te conce ptual . No es lo mism o perci bir la pared , como Línea s y puntos sobre una red, 1966 (11. 23), que
respo ndían a un orden preco ncebi do pero cuya realiz ación
relación mate mátic a que existe entre los módu los de la es-
mater ial recla ma cada vez mayo r ate nción, resul tando inclu so
truct ura, que enten de r esa mism a relación mate mátic a expre-
en confi gurac iones con un va lor puram ente crom ático y espa-
sada aritm ética ment e. Ni ver una fórmu la es lo mism o que
cial.
ver sus const rucci ones.
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fís icamente, en sus materia les y en sus efectos, de las ante-
riores. Están constru idas a partir de tubos de neón, norma l-
mente del m ismo tamaño, pero a veces de d iversos colores.
Hacia fina les de los cincuenta Flavin t rabajaba en pintura
abstracta expresionista. En i961 empezó a utilizar luz e léc-
trica en su insta laciones y en i963 ya utilizaba los caracte-
... ... L_ ~ ríst icos tubos s in n ingún otro tipo de soporte. El tema prin-

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" ¡;, cipal de sus esculturas es la creación de espacios lumín icos y
' significativos med iante la instalación de estos tubos fluores-
centes en las paredes, sobre e l suelo, atravesando una hab i-
22. M. Bochner, Principio de distanciamiento, i 972. Nueva tación o señalando el ángulo de una esquina, apoyada en las
Yo rk, Reading. dos pa redes. Las paredes, la esquina, e l suelo, el techo se
convierten en elementos de la obra o, al menos, se hacen
necesarios para una co rrecta percepción de la obra. Un ún ico
tubo cambia el aspecto de una pared, como Diagonal de 25 de
mayo (a Brancusi), i963 (11. color VI) .
Flavin denom inaba «Íconos» a sus obras, para subrayar e l
carácter de fet iche contemporáneo de la luz e léctrica. De ahí
su ded icatoria a Brancusi: « La Columna sin fin era como un
imponente totem arca ico m itológico e levándose d irectamente
hac ia el cielo. La Diagonal, en la posible extensión de su d i-
seminac ión como un luz vu lgar repetida a través de la pared
23- S. LeWitt, Líneas y puntos sobre una red, i 966.
de cualqu iera, ten ía potencial para llegar a ser un fet iche
Por último, las obras de Dan Flavin son consideradas hab i- tecnológico moderno» B . Aunque Flavin afirmaba que el color
tualmente como m inima l y nos ayudarán a fijar sus caracte- no era relevante, para esta obra el igió un amari ll o «oro», que
ríst icas. No obstante, su obra es la que más se d iferencia, subraya las pretensiones cu ltua les. La luz es exp lotada en lo
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que tiene de material y de artifi cial. Es más, la artificialidad 24. D. Flavin, Monumento a V Tatlin, 1963. Los Angeles,
subraya su carácter material, puesto que la natural pasa a m e- Museum of Contemporary Art.
nudo desapercibida. Además, al igual que las propiedades
1.4. El espacio es el límite
materiales de otros objetos minimal, la luz se utiliza y se per-
cibe normalmente sin pretensiones ilusionistas: ilumina una
Partiendo de la descripción anterior de obras que son
esquina o forma una serie, como Rosa y oro alternados, 1967- comunmente aceptadas como minimal, podemos concluir
68. Sin embargo, en ocasiones es utilizada de modo ilusio- que el arte minimal se caracteriza por la producción, uti li-
nista para crear la imagen de un objeto, otra vez un memo-
zando materiales ind ustriales, de objetos abstractos de for-
rial, como en Monumento a Tatlin, 1963 (11. 24), que alude al mas regulares, sencillos o compuestos de elementos iguales
Proyecto para un monumento a la Tercera Internacional, 1919- o del mismo va lor com positivo, y aislados o repetidos en una
1920. serie ordenada o sin orden. Los principios estilísticos que
rigen su construcción son los de simplicidad, geometri-
zación, austeridad en los medios formales, y serialidad en
lugar de relación compositiva jerárquica u orgánica. En las
descripciones anteriores he señalado además el énfasis en la
objetualidad de la obra y el espíritu materialista de los au to-
res. Es preciso además considerar la relación de la obra con
el espacio tamb ién desde el principio.
Ha llegado a ser un lugar común que la escultura minimal
cambió el modo de relación del espectador con la obra y que
en parte ello se debía a la utilización del espacio circundante.
En ocasiones se incluyen dentro del movimiento minimal
aquellos artistas cuya obra consiste, de hecho, en la creación
de un espacio, de una atmósfera. La evolución del arte mini-
ma l hacia el ambien tal era subrayada en la Exposición Chan-
ging Perceptions que ocupó el Museo Gugen he im de Bilbao en
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los años 2000- 200 1. En esta exposición, se expon ían junto a que la escultura no hab ía dado hasta e l momento. También la
obras como Sin Título. Laberinto, i 974, de Mo rris, que efecti- escultura tradic ional modificaba perceptiva o incluso fís ica-
vamente creaba un espacio laberíntico y una sensación espa- mente el espacio, sobre todo la de carácter monumental. La
cial en el espectador, otras como Pasaje nocturno, i985 (11. escu ltura crea a su alrededo r un campo de influenc ia que e l
25), de Turrell. En el espacio oscuro de una sala se crea en el espectador experimenta como creado por el objeto, que va-
espectador la ilus ión de estar frente a un gran ventana l abier- lora en este sentido. Su tamaño, su frontal idad o su d ina-
to a la luz de la noche. No se trata de una pintu ra, sino de luz mismo, se perciben, no en e l objeto a islado, s ino espacial-
art ific ial que recrea convincentemente la experiencia de un mente colocado. No obstante, la escultura vanguardista había
cielo luminoso de noche. No sólo la ausenc ia de un objeto tratado de, s in ser un monumento, constru ir un objeto autó-
sino el caracter ilus ion ista de la experiencia se aleja de las nomo, más o menos des ligado de su colocación, creando
pretensiones m inimal istas. El títu lo de la exposición, Percep- una imagen un itaria. En ocasiones había convertido a l espa-
ciones en transformación, era lo bastante amp li o como para in- cio en parte de la obra, no sólo cambiando la pe rcepción en
cluir ob ras de los dos tipos. Pues bien, según la concepción torno de sí, s ino construyendo la imagen con ayuda de l espa-
que vengo expl icando sólo el primero puede incl uirse bajo la cio o e l hueco. Moore o Chi llida son casos bastante d ife-
etiqueta de arte m inimal, so pena de abrir la categoría tanto rentes de esta clase.
como pa ra ser inuti li zable. Al menos dos autores m inima l, LeWitt y Judd, tratan de e li-
minar e l efecto mágico de la escu ltura en el espacio. Si pen-
samos en las «est ructu ras ab iertas», por ejemplo, Estructura
de pie abierta, i964 (11. 26), de LeW itt, es evidente qué poco
sentido t iene ya hablar de huecos y vo lúmenes. Ni el espacio
entre las barras, ni alrededor de las barras forma parte de la
obra. Es espacio real, desacra lizado, no artístico. Parece
obvio que no podemos segu ir hablando de vo lúmenes y va-
25. J. Turrell, Pasaje Nocturno, i987. Guggenheim.
cíos, al menos en toda la obra que t iene carácter estructural,
Los objetos min ima l cambiaron, evidentemente, el valor de reticular de LeWitt. Por su parte, Judd, el autor que más in-
la re lación de la obra con el espacio. Al menos dieron pasos sistió en que su obra no debía ser considerada como
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escultura, luchó con fue rza co nt ra los efectos espaciales de la 26. S. LeWitt, Estructura de pie abierta, Negra, 1964, LeWitt
escultura y cont ra lo que se llamó su antropomorfismo. El Collection.
objeto no debía, según su opinión, ni por su tamaño, ni po r
Al menos frente a la ob ra de Judd, la partici pac ió n de l
su colocación, o, por supuesto, su d ina mismo o figurac ió n,
es pectado r no co nsiste en experi men tar revere ncialmente un
impo ner un efecto dom inador sobre el espacio circu ndante.
objeto, pero tam poco, en experimentarlo corporalmente, por
En una discusión co n Ma rk d i Suvero, Judd afirmaba: « ... no
ejemplo, atravesa rlo, bo rdearlo o aso marse a él, etc. Su par-
me inte resa ese es pac io que es mani pulado o activado de un
t icipac ión es básicamente visual y conceptual. Ocurre lo
modo u otro (...) Od io esa clase de es pac io y lo e limino a
mismo con Sol LeWitt, de tende ncias más pi tagóricas, y con
pro pósito, porque es una clase de espacio
a lgunas obras de And re, o de Morri s (Nueve mangas de fibra
an tropocé nt ri co» 14.
de vidrio, por ejem plo) , pe ro no con todas. Sin embargo, la
amenaza de mimetismo an tropomó rfico es cierta en a lgunos
monol itos y figuras exentas m inimal, que fueron por ello
du rame nte criticadas, pero int roduce un modo dife rente de
co nsiderar la obra de arte en el espacio .
Pa ra algunos, la influencia fundamental de l min ima l se
deja ver en el arte de la Instalac ión, de la que se ría precurso r.
Si tomamos la definic ión de Larrañaga, lo que caracteriza la
instalación, a partir del sentido cotidiano de «hacer una insta-
lación», es precisamente la creación de un es pac io y la par-
t icipación física del espectador: « (la instalación) confie re a l
es pac io una dign idad especial, lo situa en e l centro de la pro-
puesta plástica ... , pero a su vez inviste tamb ién al espectador
co mo eje y fundamento de la expe ri encia artística»~. Como
veremos, la ut ilización de objetos en la escultura min ima l no
impl ica necesariamente este paso. Lo hacen po r prime ra vez
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los laberintos de Morris, los pasillos de Bruce Nauman y des- minimal. Se entiende que se trata de una experiencia pe rcep-
pués las escu lturas de Serra, pero no las obras que hemos t iva y no imaginativa del espacio, o rea l y no ilusoria, en
e legido como paradigmáticas. contraposición a la experiencia del espacio en la escultura
Los objetos en serie plantean e l tema de l espacio en otro trad icional. En concreto, la experiencia espacial del objeto
sentido. Los objetos min ima l como toda obra escultórica mini ma l es óptica, cinética y táct il o háptica, como dec ía Wol-
son, en mayor o menor med ida, una figu ra en un espacio. ffl in. En cierto sentido, reproduce la experiencia sensible coti-
Cuando los módu los son colocados a cierta d istancia unos d iana de los objetos: no es puramente sensible o no es redu-
de otros, el espacio entre ellos ni pertenece a la obra, ni qu izá cible a la estimulación de los sentidos visual, táctil o cines-
se pe rciba influyendo en su percepción, y sin emba rgo, cons- tés ico. Los objetos son en buena med ida considerados como
t ituye e l fondo de las figuras . Este espacio es espacio rea l, no út iles, es dec ir, como medios para consegu ir algo, o para
es rep resentado, como no lo es la pa red donde se apoyan las facilitar alguna acción o posición, muebles o elementos
cajas de Judd o cuelgan las luces de Flavin. No obstante, la a rqu itectón icos, por ejemplo, y, por lo tanto, su percepción
d istancia a la que están colocados los objetos y la neutra lidad está teñida de expectativas, conceptos, cuando no deseos,
del espacio son esenciales, porque debe ser posible percibir emociones, e inco rpora por ello una dispos ición a actuar de
todos los elementos como partes de la obra, de la unidad. Es cierto modo. Por un lado, la escultura mode rna hereda del
dec ir, el uso del espacio consiste precisamente en conseguir monumento o de la estatua de culto una predisposición a la
que pase desapercibido, que no se cargue valorativamente. El reverenc ia, al culto; po r otro lado, trata de evita r las connota-
qu id está precisamente en que manten iendo neutra l la apa- ciones más cotid ianas de l trato con los objetos s in caer en el
riencia del módu lo y la percepción de l espacio, la obra se respeto re ligioso. Es decir, evita su consideración como
ap rehenda, de todos modos, como una ún ica obra. Esto ocu- út iles, como instrumentos. Lo hace, pri mero, privilegiando la
rre muy especialmente en las obras de pared de Judd, cuya «optical idad », la experiencia puramente visua l del objeto, que
ins istencia en no perder de vista la tota lidad es explícita: «lo se entiende de reconoc im iento de objetos y de percepción de
que resu lta verdaderamente interesante es la cosa consi- formas, colores y luces, as í como de su dinam ismo y, en se-
derada como un todo, su calidad como un todo» 16, gundo lugar, dotando a la expe ri encia visual de significados
En ot ro sentido, que suele se r enfatizado, la experiencia del de ot ro ti po~.
espacio en torno a la obra tamb ién es importante en el arte Ahora bien, en e l arte m inima l no parece haber ninguna
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intención de abandonar la d iferencia entre percepción coti- en la pe rcepción de l objeto y e l espacio. La obra no llama la
d iana y artística de los objetos y, en este sentido, continúa atención solo sobre sí m isma sino sobre el espacio en el que
siendo moderno, vangua rd ista. El objeto artístico no es figu- está insta lada. El espacio influye en la forma de la obra y esta
rat ivo y por tanto no recupera expe riencias de reconocim iento determ ina la percepción del espacio en el que se inscribe, de
y fami liaridad, como hace e l pop. Tampoco es un út il y no modo que el espectador toma conciencia de la presencia no
facilita por tanto ninguna experiencia que tenga que ver con sólo de la obra sino de l espacio y de su propia act ividad
su uso. Pero s í es cierto que frente a la vanguardia, intenta espectadora en el espacio y frente a la obra. Las obras son
investigar en las experiencias espaciales, y no puramente específicas para un lugar en e l sentido en que no func ionan
visua les de los objetos y en concreto de las relac iones de ta- del m ismo modo en cualqu ier otro, como supuestamente
maño y cinestésicas con el espectador. Los objetos m in ima l hacen las esculturas mode rnas.
siguen siendo artísticos pero investigan la objetualidad
m isma, es dec ir, la experiencia literal de los objetos y no
puramente imaginativa, vale decir, estética.
Según lo anterior, los artistas min ima l perseguirían la expe-
riencia de la obra y no la de sus efectos en el espacio o, en
palabras de Crimp, no hab rían llevado a cabo sus intenciones
críticas materia listas y «aceptando los espacios de circu-
lación del arte como dados, el arte min ima lista no pudo
res istir ni exponer las condiciones materiales del arte
moderno» 1ª. De este modo Cri mp considera que la ún ica
rereconsideración materia lista del espacio en lo artístico con-
sistiría en abandonar el espacio de la galería y el mu seo, neu-
tra li zados de antemano para su ut ilización crítica. No obs-
tante, las obras de Flavin, por ejemplo, plantean la re lac ión
27. R. Serra, Strike. Para Roberto y Rudy, i969-7i. Nueva York,
con e l espacio de un modo diferente a como lo hace un ob-
Guggenhe im.
jeto trid imens ional, sin más, y son ind icativas de un cambio
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efecto parecido mu lt ipl icado en sus efectos. Según sus des-
tructores romp ía la perspectiva de la plaza en la que se ins-
ta ló y dificu ltaba el paso a través de el la. Según sus defen -
sores, modificaba la perspectiva de la plaza como estaba pre-
visto en una obra concebida específicamente para el l ugar~.
Pero el arte amb iental excede ciertamente los límites de l arte
mini mal.

28. R. Serra, Tilted Are, 1987. Dest ru ido.

Tanto en espacios cerrados como abiertos es Serra, en


línea con el espíritu m inimal, quien ha invest igado más pro-
fundamente la relación del espacio y e l objeto escu ltóricos,
tanto en un sentido como en otro. Strike, Para Roberta y Rudy,
1969-1971 (1 1. 27), es una pesada pared de acero laminado de
244x732x2,54 cm, que traza una diagona l vertica l desde la es-
qu ina de la ga leria. Su altura impide la pe rcepción del espacio
total de la sala y obliga a l espectador a bordear la lám ina pa ra
hacerse una idea de l espacio y del tamaño y la forma de la pe-
sada lancha. El destru ido Tilted are, 1987 (1 1. 28), producía un
.',
.'
''
NOT AS A L PIE Reviews, Chic ago y Lond res, The Chic ago University Pres s,
1988 (Trad. esp. Anto nio Mac hado , en prensa).
~ Rose, B., «ABC Art», 1965. En Battock, G. (ed.) , Mínima/
12 Citad o en Lippard, L, Heva Hesse, 1976, Nuev a York, Da
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Capo Pres s, 1996, p. 124.
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~ Colpitt, F., Mínima/ Art. The Critica/ Perspective, Seatt le,
Meyer, J., Minimalism , Londres, Pahi don, 2000 , p. 206.
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~ Se trata de una discu sión en el marc o del symp osio
3 /bid. «The New Scul pture » orga niza do por Barbara Rose, en 1966 .
~ Strickland, E., Minimalism: Origins, Bloo ming ton e lndia-
Intervenía com o artis ta Robert Morris.
napo lis, India na University Pres s, 1993, p. 7.
1s Larrañaga, J., Instalaciones, Fuen terra bía, Nere a, 2001 , p.
s Wollheim se refi ere a él en su aspe cto más Pop y en
32.
obra s en las que utiliza obje tos enco ntrad o. Pero Raus-
~ judd , «Ob jetos espe cífic os», en Mínima/ Art, p. 19.
chen berg habí a rea lizad o obra s proto mini mal entre los años
17 Hast a los obje tos surre alist as no hay una inten cio-
1951 y 1952, Pinturas negras y Pinturas blancas. Cfr. Wollheim,
nalid ad clara de pone r en jueg o expe rienc ias reale s no visua -
«M inimal Art», 1965, en Battock, op. cit. les. Por ejem plo, los Obje tos Desa grad ables de Mere t
~ Meyer, J. Minimalism. Art and Polemics in the Sixties, Yale
Opp enhe im.
University Pres s, 2001, p. 6.
1s Crim p, «Red efini ng Site Specificity», en Foste r y Hu ghes
~ Reco gido en Battock, op. cit., pp. 384-385. (eds) , op. cit, p. 151.
! Glaser, «Cue stion es a Stella y Judd », en Battock, op. cit., 19 Cfr. Foster, H. Y Hug hes, G. (eds. ) Richard Serra
, The
p. 164 . M it Press , 2000 . El volu men incluye el artíc ulo de Crim p
~ R. Shiff, Dona/ judd . Citad o en R. Shiff, Dona ld Judd . Fast
«Red ifinin g Site- Specificity».
Thinking, en O. Judd Late Work, cat. ex, Nuev a York , Pace Wi l-
deste in, 2000 , p. 8.
10 «Min imal ism and the Reth oric of Powe r», Arts Mag
azine,
1990 , 64 (5), 44-63-
~ «Art and Obje ctho od», en Art and Objecthood: Essays and
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2 obra , su posic ión artís tica y tamb ién vital com o un rech azo
de los gran des y ya ento nces famo sos expr esion istas ame ri-
cano s. Este senti do, hege liana men te más débil, tiene a su

«Es muy difícil enco ntra r el principio. Mejor dich o, es difíci l favor, sin em bargo, que perm ite apo rtar com o dato s emp íri-
cos, las opin ione s de los artis tas y su com port amie nto gru-
emp ezar por el princ ipio y no trata r de volver a emp ezar otra
pal, que explican y que prop orcio nan razo nes para la com -
vez.» ~
pren sión de su prod ucció n. Ente nder el arte mini mal com o
2.1. La oposici6n simple/complejo su rgien do de un rech azo gene racio na l, de un cans anci o antis -
nob, de una envidia, si se quie re, y de ciert a ansie dad de in-
La cont rapo sició n con el expr esion ismo abstr acto , Y en
Auencia, prop orcio na un buen núm ero de argu men tos. Los
particular con la pintu ra gestu al, ha servido dura nte déca das
exp resio nista s abstr acto s se reun ían en el Ceda r Bar, man te-
para explicar al mism o tiem po el orige n, la inten cion alida d
nían larga s discu sion es sobr e el arte y su nece sidad , bus-
form a l, metafísica y política, y, fina lmen te, el cont enid o y el
caba n conve rsación con los filósofo s y se se ntían perte nen-
senti do del arte mini mal. El arte mini mal se carac teriz a en tér-
cien tes a un selec to grup o, baut izad o com o The Club; los mi-
mino s de reacc ión al expr esion ismo abstr acto , de tal man era
nimal istas no eran tan exclu sivos. Se enco ntrab an y eran con-
que la explicación de su o rigen se conv ierte tamb ién en la de
fund idos con los artis tas pop y no se sent ían perte neci ente s
su senti do. Lo que no deja de ser una definición o una ca-
al mun do de la alta cultu ra, del arte eleva do. No se deja ban
racte rizac ión en negativo tiene a su favor el hech o de ser his-
impa ctar por su grav edad y pres unta serie dad y desp recia ban
tóric ame nte plau sible y form alme nte fácil e intuitiva. Lo es al
la alta cultu ra, repre senta da por los expr esion istas , por eli-
men os en dos sent idos de lo histórico: en el prim ero, en el
tista y snob . Repr esen ta, sin emb argo , una diferencia m uy
senti do fuert e del térm ino y segú n el histo ricis mo hege liano ,
evid ente con el arte pop, pero de gran trasc ende ncia , que no
porq ue el arte mini mal supo ndría el recha zo del expre-
aban dona ran nunc a la abst racción, lo que perm itirá ente n-
sion ismo abstr acto en su tiem po de deca denc ia; entre otras
derlo s junto a la tradi ción vang uard ista, en el mun do de la
cosa s, sus prete nsio nes meta físic as, el expr esion ismo com o
alta cultu ra y en la crítica de la cultu ra de masa s.
teoría artís tica y la pintu ra com o géne ro. En un sent ido más
Polít icam ente, el artis ta mini mal acus a a sus may ores de
débil, biográfico, porq ue los artis tas mini mal conc ebirí an su
amer ican ismo impe rialis ta y denu ncia su conn iven cia con el
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poder político. En térm inos de ideología, acusan a los expre- complejidad cultural, es dec ir, de su transfondo fi losófico y
sion istas de proporcionar una coartada cultural al imperia- metafísico, de l expresion ismo abst racto le corresponde una
lismo americano, haciendo de l arte americano la expresión complejidad fo rmal. El objeto expresion ista, paradigmá-
más conseguida de los logros del individual ismo liberal. En t icamente, una pintura, es superficialmente complejo. Es d ifí-
concreto, la action painting sería expresión de la concepción ci l aprehender a lguna fo rma reconocible en las más típ icas
ind ividual ista según la cual la expresión de las fuerzas pro- pinturas de Pollock, en las cuales la mirada se des liza po r
pias, privadas e incluso irrac ionales son la base de toda ac- una gran superficie sin encontrar focos de atenc ión que per-
ción auténtica y libre. Por otro lado, s in embargo, su preten- mitan al espectado r reconocer, recorda r, es dec ir, identificar
sión de partir de cero, de no refererirse a l establishment van- una forma o una re lac ión cromática que ordenen la obra, que
guardista cu ltu ra l y a la cultura europea, convierte a los m ini- permita afrontarla con alguna expectativa de s ign ificado. Es
mal también en representantes de un espíritu ca racterís- sabido que la action painting descansa en el supuesto de que
t icamente americano. En el mismo sentido, forma parte de no es la forma resultante, el producto, s ino la acción como
ese espíritu democrat izante y anti elitista muy americano el exteriorizac ión de un movim iento interior, la forma como
no considerar la apariencia de sabiduría, el exceso de intelec- huell a de un gesto de l artista, lo que da sentido a la pintura.
tual ismo que percibían en los expresionistas, como un va lor. Pero incluso as í, ¿un gesto de qué?, ¿qué acc ión?, son pre-
Sus referencias suelen (aunque no s iempre y no sólo) ser de guntas que no se obvian en la comprensión de los gestos y
art istas y crít icos norteamericanos y tamb ién al pensamiento las acciones cotidianas y que no se obvian tampoco en un in-
americano, en particular a la tradic ión pragmatista. La estética tento serio de comprensión artística.
de James y de Dewey les propo rcionaba una clave antikan- La apariencia o la presencia de las grandes pinturas expre-
t iana, antitranscendentalista, de entender la experi encia en sion istas constituye una dificu ltad ya desde e l nivel percep-
general y la estética en particular. En particular, la experiencia t ivo. También cuando no se trata como en la action painting
estética no es de un t ipo especial, s ino una expe ri encia pe r- de complej idad, casi caos en el nive l configuracional, s ino
ceptiva, corporal o intelectual completa y plena de sentido. cuando, como en e l caso de Rothko y los pintores de l
Por otro lado, forma l y estilísticamente, la contraposición colour-fie/d, la superficie se presenta d iferenciada sólo en am-
entre expresionismo abst racto y arte m inimal también es atra- plias zonas de un solo color. También la pintura de Rothko
yente, al menos en una pri mera aproximación. A la se nos presenta como un reto para la inte rpretación, incluso
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en el nivel perceptivo. Los colores poseen sobre todo una idea de que e l arte m inimal es simp le, superficial, carente de
cualidad expresiva; tiemblan , producen un efecto espacial complejidad y hasta vacuo.
que excede su cualidad fís ica y púramente óptica. Como di ría Decía al princ ipio de la sección que la defin ición histo-
judd, alud iendo a el los, la pintura es espacia l: « ...el espacio ric ista o por contraste del arte min ima l es la más extendida
de Rothko tiene poca profundidad y sus rectángu los suavi- po rque la oposición entre complejidad y sencillez se man i-
zados son paralelos al plano, pero el espacio es ilus ion ista fiesta además en todos los nive les explicativos. Al modo
casi por tradic i ón»~. Pero, de qué sean expresivos, de qué ilu- hegel iano, una diferencia fo rmal se conside ra la man ifes-
sión, es, otra vez, una cuestión que no t iene una fácil res- tación exte rna de una dife rencia espiritual: de una d iferencia
puesta, y que domina nuestra actividad interpretativa desde el de talante, más que ind ividua l, generacional; más que gene ra-
princ ipio. La gravedad de la pintura de Rothko se pe rcibe de cional, nac ional; más que nacional, epocal, histórica. La
modo tan impactante como la energía gestual de la de Po- historiadora que primero y con más fue rza criticó las ex plica-
llock. Es más, puede en tende rse incl uso que respecto a la ciones historicistas de los movimentos de los años sesenta, y
expres ión de estados internos pone de re lieve más la profun- del minimal en particular, fue Krauss ~. Baste dec ir por ahora
d idad del estado que la energía de su exterio ri zac ión. que defini r un mov im iento en negativo, no perm ite explica r la
En contra posición a la com plejidad exp resionista, el objeto d iferencia entre los t ipos de rechazo posible, que s iempre los
minima lista se presenta como de una sencillez aplastante: un hay, ni e l valor que en s í mismas puedan tener las obras. La
cubo es un cubo es un cubo es un cubo. Man ten iéndonos en cont rapos ición con el expresion ismo abst racto puede expli-
e l nivel sensible, qué ver es una cuestión de inte rés an te la car el contexto en el que surge el arte min ima l y algunos de
pintura gestual y e l espacio cromático de Rothko, pero no sus rasgos más generales, pero no nos propo rcionará el sen-
ante Die de Smith, Slab, de Morris, o Diagonal del 25 de mayo, t ido con que los artistas se apropiaban o rechazaban de ele-
de Flavin . Qué experimenta r más al lá del reconoc im iento de l mentos exp resion istas. A no se r que se crea en la sign ifi-
objeto, qu izá de modo emocional, qu izá s inestés ico, puede cación de la oposición por sí m isma ...
que vivencia lmente, es ante e llas una pregunta absurda. En primer luga r, lo que resu lta más d ifíci l de aceptar de la
«Colores planos, superficies reflectantes, materia les plást icos explicación po r contraste es una conclusión favorable pa ra e l
o vu lgares, formas s im ples» : la me ra descripción del objeto arte m inima l. Pero natu ra lmente las hubo. La sencillez in-
mini ma l está cargada de va lor, o mejor descargada. Implica la cluso la carencia son los rasgos más señalados y, sin
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embargo, la complejidad, la profundidad, la d ificultad o, al rechazo del mercantilismo art ístico, de la crítica enfática, del
menos, la fa lta de obviedad, cuando no son gratu itas, se sentimenta lismo, del exhibicionismo expresionista y del
consideran va lores artísticos. El uso de simple y complejo misticismo de l art ista.
está ya connotado desde el principio. A pesar de la valori- Así pues, en un primer nivel de interpretación y de inten-
zación de lo primitivo y de l rechazo moderno de la sofisti- cional idad, la austeridad formal, la pobreza cromática, la falta
cación, la superficial idad y la simplicidad {piénsese en sim- de nob leza del material y la fa lta de variedad convertirían la
pleza s i se quiere) no son va liosas en el arte contemporáneo. simpl icidad del arte m inima l en expresión plástica y artística
La m isma etiqueta de «min ima l» que acabó imponiéndose del rechazo de la complejidad del expresionismo abstracto.
favorec ió su recepción como una cura de los excesos (maxi- Aho ra bien, la interpretación historicista percibe estas caren-
mal) del expresionismo, en e l mejor de los casos, pero a l cias no como ausenc ias absolutas, sino como negaciones de
mismo t iempo como una reducción de las propiedades artís- lo anterior, que todavía está presente, como negado, y que es
t icas. Ya fueran propiedades representacionales, expresivas o supe rado en la negac ión. As í, la oposición entre complejo y
meramente configurativas se ve ían reduc idas a l mín imo exi- simple se en ri quece si se inte rpreta d iacrón icamente, de
gible para que un objeto cualqu iera se convirtiera en una obra modo que lo simple no es ta l, sino el reconoc im iento y el re-
de arte. El m inimal sería comprend ido como un arte m ínimo, chazo de lo complejo y, por lo tanto, supone un nivel más
es deci r, en grado mín imo. Arte, pero poco. e levado de autoconciencia. Subyace como supuesto legiti-
De sus críticos podría espe rarse este aná lis is, pero entre mador la vis ión hegel iana según la cual, por un lado, lo for-
sus defensores también se percibe esta estrategia. La utilizan mal sería expresión del conten ido y, por otro, lo posterio r
en lazando con el a rgumento reduct ivista vanguard ista según se ría negación superadora de lo anterior. En el fondo, el crí-
e l cual el arte debe busca r la pureza, lo esencial, elim inando t ico min ima lista está convencido de la superioridad del m ini-
todo lo que le es acc identa l. Además de la reducc ión forma l, mal, basándose en e l supuesto de que su sencillez formal es
e l arte minimal, por un lado, habría tropezado en esa evolu- la man ifestac ión de una complejidad de conten ido (espi-
ción hacía lo esencial con e l concepto y, por ot ro, habría ritual) mayor. Está convencido de su supe ri oridad episte-
sometido a la crít ica reduct ivista también a la institución mo lógica (conoce el expresionismo mejor que el propio
art ística. De esta mane ra, frente a los excesos de l expre- expresionista) y ética (grac ias al conocimiento que tiene del
sion ismo abstracto se entiende que e l min ima l representa el expresionismo como nocivo desde el punto de vista
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ideológico, su rechazo se convierte en una actitud mora l). impl icación personal con los artistas la hace fiab le en lo que
La primera consecuencia indeseab le de esta estrategia respecta a su actitud y su intencionalidad: es decir, porque
interpretativa hege liana es la teo ri zac ión excesiva. Lo que e ll a m isma pertenece a lo que llama la «nueva sensibi lidad»
Rosenberg percibió inmediatamente al sentencia r respecto a l y, en todo caso, al campo de fue rzas del minima l. Es además
arte m inimal: «Cuanto menos hay que ver, más hay que un ejemplo de que en esa nueva sensibilidad cabían pintura
dec i r»~. Qu izá por primera vez, en el min ima l se man ifiesta escultura, danza, literatura, perfo rmance, dada ísmo, pop,
muy d irectamente e l problema general del arte contem- geomet ri zac ión, antiforma, conceptual...
poráneo de la relac ión entre la teoría y la experiencia percep- Rose es pues un ejemplo de la interpretación en negativo,
t iva, al que vo lveremos. pero va lo rativamente positiva de los m inimal istas. Como
Otra consecuencia no deseab le de esa interpretación hege- punto de pa rtida y respecto al aspecto forma l, afi rma: « ...su
liana de l arte min ima l como esti lo espiritua lmente superior obra es crítica de la manera de pintar del expresion ista abs-
se ha ido fraguando durante años: consiste en convertir el tracto y rechaza e l brochazo como huel la de un gesto y e l d i-
minima l en «m inimal ismo» y hace rlo expresión de un esti lo bujo y la pictoricidad descu i dados»~. En re lación a l conte-
de vida. Lo que dudo mucho pueda considerarse un «esti lo» nido, vuelve a apelar al origen: «rechaza no sólo las prem isas
art ístico en algún sentido útil de l té rmino, se convierte otra sino el conten ido emocional del expresion ismo abstracto»~ .

vez, en la expresión de un «estilo de vida». Barbara Rose re- Por último, considera que e l m ini mal: «es obviamente un arte
nunció a considerar e l arte m inimal como un estilo art ístico negativo, de rechazo y renunc ia» ?, aunque, tomado en su
pero lo identificaba con una sensibilidad, con un estilo de conjunto, concluye que se trata de «un arte no tan simple
vida. Quizá fuera ella qu ien primero hizo una caracteri zac ión como parece»~. Rose no encontraba apropiado considerar el
negativa de l arte min ima l y encontró una justificac ión ascé- mínima l como un estilo, es dec ir, un modo, una técn ica de
t ica y m ística pa ra elevarlo por encima de aque llo que estaba trabajo artíst ico, s ino como una sensibilidad, que tamb ién ca-
siendo rechazado: el expresion ismo abstracto, y e l consu- racterizaba en términos de rechazo: « ... la nueva sensibilidad
mismo y la ideología americanos. Rose, pertenece junto a de la generación post-expresion ista- abstracta»_:.
Lucy Lippard, Annette Michelson, Glaser, a l grupo de críticos Hay que dec ir que Rose no se refiere al minimalismo, s ino
que más defendió, y con mejores argumentos, a los artistas a l arte min ima l, que e lla denom inó ABC Art, y más en general
minima l. Sus aprec1ac1ones son va liosas porque su a l post-exp resionismo. S in embargo, con el paso de los años,
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la sensibi lidad descrita por Rose que tiene un tanto de act itud hasta exposiciones como la pasada Minimalismos. El signo de
política rebe lde, se hará irreconocible y llegará a abandonar la los tiempos~ se hacen eco de este uso. Para a lejarme de é l,
actitud crít ica para convertirse en un mode lo de distinción, mantengo la expresión «arte m inima l» y no «m inima lismo»,
de gusto. «¿Qué es la nueva cocina sino una reacc ión m i- aunque utilice como adjetivo « min ima lista». En este esti lo de
nima lista contra la ornamentación victoriana de la alta cocina vida m inimal ista presidido por el « Menos es más» de Mies
francesa?», se pregunta Strickland 1º, que tamb ién considera Van der Rohe, el uso predominante del blanco y el negro, de
e l m inimal ismo un movim iento global en el campo de las la línea y el ángulo rectos, la falta de o rnamento, se ven com-
artes y de las costumbres, un cambio de estilo hacia lo es- pensados po r la esquisitez del material y la pulcritud del aca-
cueto, lo senci llo, lo impersonal o lo distanc iado. Entre Rose bado. Ampa rado en cierto misticismo forma l y cierto aura
y Strickland se ha producido, sin embargo, también la aca- espiritua l -también ajenos al arte m ínima! de los sesenta-, lo
demización del mínima! y, lo que en la prime ra no tenía nada que autént icamente se persigue es distinción mediante el re-
que ver con una cuestión de gusto o puramente formal, ha chazo de lo común, que es de hecho el exceso característico
pasado a ser un lugar común sinón imo de l serial ismo. de nuestro entorno urbano y de la cultura de masas. En este
sentido no se trata de una auténtica pretensión de austeridad,
2.2. Menos es más
sino de una marca de distinción . Se exhiben como antece-
dentes las vanguardias arquitectón icas y plást icas, pero se las
La supuesta supe ri oridad del arte mínima! en los años ses-
enta se ha convertido en algún caso en la superioridad del libera de uno de sus rasgos más s ign ificat ivos: la intencio-

minimal ismo, como gusto y estilo e legante y distanciado. Mi- na lidad política, democrat izadora e incluso socializadora, por
más que utópica. En todo caso, se trata de un ejemplo, entre
nima lista es un adjetivo que etiqueta mov im ientos y estilos
otros, de utilizac ión y ap ropiación del arte por la publicidad y
que, desde las vanguard ias geomét ri cas suprematistas y
constructivistas en pintu ra o funcionalistas en a rqu itectura, e l d iseño. Un ejemplo, entre otros, de que la estetización de
la vida contemporánea no está gu iada por el «arte culto» sino
se ap lica al diseño de mueb les, la jard inería, al interiorismo y
a la moda. El m inimal ismo es una marca de la elegancia de lo por el diseño, que toma a menudo como referencia al arte
vanguardista.
sobrio, la belleza de lo austero, e l alejamiento de la estri-
denc ia, la pureza de lo sencillo, la natu ralidad de lo {aparen- Hay que adm it ir, de todos modos, que durante aquellos

temente) no sofisticado. Desde las revistas de decoración maravillosos años sesenta se produjo la mayo r simbiosis
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entre la pren sa gráfica y el arte, y que los artis tas mini mal 2.J. Arte y polttica en los sesenta
parti cipar on tam bién de la fiesta. Ahora bien, nada más ale-
Los años cinc uent a supo nen en Estad os Unid os los años
jado de la inten ción mini mal (y cons truct ivist a, y supr e-
de la dom estic ació n del expr esion ismo abstr acto. La pintu ra
mati sta ...) que esta nece sidad de distinción, prop ia del m i-
de Pollock, De Kooning o Kline, entre otros , es utili zada po-
nima lism o de nues tros tiem pos, con sus prete nsio nes de
lítica ment e, y a pesa r de ellos mism os, com o ejem plo de Ja
supe riori dad resp ecto al arte de mas as y las luces de neón . La
libertad y el indiv idua lism o que la dem oc racia amer ican a
emp resa de los artis tas mini mal de los años sese nta no está
hace posib le. Ideo lógic amen te la Action Pain ting pasa a inter-
aleja da, sino que convive con la otra anda nada cont ra el esta-
preta rse com o la man ifest ación artís tica del indiv idua lism o y
tus artís tico repre senta do por e l expr esion ismo abstr acto , es
la liber tad de expr esión indiv idual es. Son tiem pos de Guer ra
decir, el arte pop, con su asim ilaci ón de la baja cultu ra. Pero
Fría y las obra s expre sion istas ilustran las posib ilida des de la
si las imág enes y los obje tos de la cultu ra popu lar pene tran
cultu ra amer icana , que desp ués de la Segu nda Guer ra Mun -
en la obra de John s, Rose nqui st, Lichtenstein, Wes selm an o
dial ha desp lazad o del cent ro del pano rama mun dial a Eu-
Warho l com o ejem plos de anti-a rte (elevado) , y adqu ieren de
ropa . Guil baut lo ha expr esad o con clari dad en su famoso
inme diato el favor del públ ico y el desp recio de los crític os,
lib ro De cómo Nueva York robó la idea de arte moderno~ . Sin
es más difícil ente nder el tamb ién rápid o asce nso mínima!,
em bargo, la estra tegia de difer encia ción resp ecto de lo eu ro-
que se man tiene en el terre no de la abstr acció n. Quiz á, com o
peo y la prete nsió n, en buen a med ida cons egui da, de con-
el pop, el mini mal liber aba al espe ctad or de las exige ncias
vertir la esce na artís tica norte amer icana en el cen tro de la
inter preta tivas de la vang uard ia y le ofrec ía clari dad, al men os
autén tica vang uard ia, coincidía con lo que de hech o era la
en el nivel perc eptiv o. Com o el pop, se ha bene ficia do de la
acad emiz ació n de un estilo. La apar ente men te alta origi-
apar ente sencillez de sus obje tos en cuan to a la recep ción de l
nalid ad de las obra s de los artis tas gestu ales se habí a conver-
público. De la mism a manera, del lado de la crític a ha supe -
tido en un lengu aje adop tado por un núm ero eleva do de
rado la ame naza de simp leza recu rrien do a la teorí a, co mo
artis tas. Las inqu ietud es univ ersal istas del prim er expre-
haría por los mism os años el arte conc eptu al. Simp leza y
sion ismo abstr acto , su inter és por la expr esión de fuerz as
teori zación excesiva son las Escilla y Cari bdis del arte míni -
univ ersal es, prim arias , atem pora les, su inten ción meta físic a,
ma! y a ellas dedi caré parte de este ensa yo. Al expr esion ismo
dese mbo caba en una gestu alida d que para muc hos
abstr acto y su luga r en esta histo ria las sigu iente s secc ione s.
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empezaba a sonar a hueco. En la Escuela de Nueva York, el reacción contra este estado de cosas:
gestualismo se convierte en el lenguaje a mano de expresión
« ... se pretende que e l museo es una organización
de un existencialismo individualista, que no era esencial al
apolítica. Y sin embargo los miembros del patronato son
primer expresionismo, en el que primaban, por influencia su-
exactamente los m ismos que dirigen la política exterior
rrealista, la investigación de los procesos de generación y co-
americana desde hace veinticinco años. ... estaban a
rrupción, el organicismo y la búsqueda de las fuerzas origi-
favor de la guerra, organizaron la guerra y quieren que
nales primarias y universales (más por comunes que por
continúe indefinidamente. La guerra del Vietnam no es
compartidas) en el seno del individuo. El «melodrama» en
una guerra por recursos, es una demostración al mundo
que se convierte, por parte de seres perfectamente inte-
entero de que no deseen un cambio radica l, porque, si lo
grados, la búsqueda de identidad individua l, de orientación
hacen, Estados Unidos mandará una fuerza de ocupa-
en el marco de la caótica vida urbana, histórica o un iversal
ción y de castigo ... Y quieren dirigir esas tranqu ilas ins-
empieza a criticarse desde diferentes ángulos.
tituciones apolíticas como los museos y las univer-
Los años sesenta son años de fuerte crisis política y de tre-
sidades suprimiendo la política entre los artistas, los
menda violencia en Norteamérica. Los asesinatos de Ken -
estudiantes, los profesores ... estamos matando gente
nedy, de Luter King y la Guerra del Vietnam marcan la década
' para mantener el ideal de la libertad artística» 13 .
politizan la vida pública y provocan manifestaciones de pro-
testa en todos los ámbitos y muy principalmente en el artís- Artistas m inimal como Andre, entre los que se encuentran
tico. La protesta se dirige en este caso también contra el esta- Robert Morris, Donald )udd, Robert Sm ithson abandonan la
blishment de l mundo del arte, ocupado por los artistas, los
pintura expresionista y se enfrentan más que a ella a lo que
críticos, los museos y galerías defensores del expresionismo creen que representa políticamente. Naturalmente los artistas
abstracto. Esa era al menos la percepción de los artistas jóve-
minimal no eran los únicos que se declaraban izquierdistas,
nes. Cuando la escena política nacional y mundial era sacu-
ni los únicos que consideraban que callar era asentir y que la
dida por conflictos raciales y guerras, el artista expresionista autonomía era sencillamente el modo capitalista de utili-
habitaba el mundo de la angustia existencial y la expresión in-
zación del arte14 • Sus principales autores fueron artistas com-
condicionada de su interioridad. Las opiniones del artista prometidos, al menos en sus opiniones, en las protestas
mínimal Carl Andre son representativas de una forma de contra la guerra del Vietnam y habían señalado la evidente
.',
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utilización política del expresionismo abstracto. Consi- defensor teórico del expresionismo abstracto, el crítico Cle-
deraban que el arte vanguardista en Estados Unidos adoptaba ment Greenberg, partiendo ideológicamente del trotskismo
la pose de la autonomía artística y se dejaba utilizar políti- antiestalinista, habría desembocado en la defensa del indivi-
camente en nombre del modo de vida americano. Como para dualismo liberal, e narbolando la bandera burguesa de la
los artistas pop y los conceptualistas, su rechazo tenía una autonomía del arte.
significación política. No obstante, y también como el arte
2.4. La autonomía artística como libertad real
pop, el min ima l fue considerado desde algunos sectores
reaccionario y típicamente americano.!:. Reaccionario porque Greenbe rg había dotado a la vanguardia americana de la
acabaría con la fi losofía humanista y anticonvencionalista qu e justificación crítica y teórica qu e necesitaba, poniéndola en
impregnaba la vanguardia, aceptando implicitamente (es
relación con las vanguardias clásicas europeas. Según su re-
decir, formalmente, y respecto al modo de producción) los
construcción histórica, el expresionismo abstracto repre-
principios y la lógica del capitalismo. Así pues, con el tiempo sentaba el último avance dentro de la tradición y del concepto
los principios que teóricamente eran defendidos por el exp re-
de arte moderno, la última expresión de la Modernidad en
sionismo abstracto, el humanismo, el sentimentalismo, la arte. Con el expresionismo abstracto, el arte moderno habría
expresividad servirían para tachar de reaccionarios y típica- alcanzado el mayor grado de autonomía, perseguida por la
mente americanos tan to al arte minimal como al pop.
vanguard ia al menos desde su comienzo oficial con la pin-
El arte minimal ha s ido considerado bien como ideo lógi- tura de Manet. La pintu ra, convertida en el arte sobre el que
camente progresista bien como rea ccionario. Los motivos gira predominanteme nte el discu rso estético moderno, hab ría
pa ra considerarlo del primer modo han sido ya sugeridos.
alcanzado un grado de pureza y de conocimiento de sí
Sus principales autores fueron artistas comprometidos, al misma hasta entonces desconocidos. De este modo, la van-
menos en sus opiniones, en las protestas contra la guerra del
guardia había realizado históricamente la tarea crítica que
Vietnam y habían señalado la evidente utilización política y
comenzaba a finales del XVI l len la obra estética de Kant.
mediática del expresionismo abstracto. Lo que criticaban era La autonomía artística, fundada en la autonomía de la
que el arte vanguardista adoptaba en Estados Unidos la pose
experiencia estética, está estrechamente li gada a la noción de
de la autonomía artística y se dejaba utilizar políticamente en crítica. Greenbe rg entendía el arte moderno como una acti-
nombre del modo de vida estadounidense. El principal vidad crítica, en el sentido kantiano del térm ino. Para Kan t, la
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fi losofía es una actividad crítica y no dogmática, es dec ir, su t iene su principio en el las. El sentim iento de placer o dolo r en
pro pósito no es establecer una doctri na sobre ciert o objeto e l eje rcicio estético puro es autónomo po rque su principio, el
de la ex periencia, sino escla recer los principios y las condi- de la fina lidad forma l de la natu raleza, no sirve ni al conoci-
ciones de posibilidad de la expe riencia humana. La fi losofía miento ni a la acc ión li bre. Las represe ntaciones (i mágenes)
debería invest igar los lím ites y las co nd iciones de posibilidad de la natu raleza que son objeto de nuestro place r estético no
del conocim iento, de la acción moral y de l juicio estético, y m uestran la natu ra leza sujeta a las leyes de la neces idad , las
su ob ra lo hace en cada una de sus tres gra ndes Crít icas. leyes científicas, s ino como si fue ran arte, es decir, producto
Estos tres ámb itos de la ex periencia huma na, el conoci- de la libertad.
miento, la moral y la estética, encuentra n sus lím ites y sus Dura nte el siglo XIX, las reflex iones kantia nas sobre la
posibi lidades e n las facu ltades de conocer, de desear y de expe ri encia estética (primeramente de la natura leza) fue ron
sentir. La Crítica de la Razón Pura, e n pri mer lugar, analiza ap licadas al campo de l arte. De ta l modo q ue el arte se co n-
có mo es posible y cúales so n los lím ites del conocim iento. vierte en el lugar donde la libertad de la imaginación en su
La expe ri encia cognitiva del m undo, que se expresa en la rep resentación de la natu ra leza se hace objetiva, y la co nse-
ciencia, posee los límites que le im pone nuestra propia ma- cución de una experi encia estética a t ravés de la obra se con-
ne ra de percibir objetos, de crea r conce ptos y de hacer ju i- vierte en la fi nal idad de toda actividad art ística. Ind irec-
cios. En la Crítica de la Razón Práctica, e n segu ndo lugar, se tamente, la autonom ía de l juic io estético puro (sob re la natu-
ana lizan los lím ites y las condiciones que le impone nu estra ra leza) se proyect a sobre la actividad artística, cuyo producto
ca pac idad de desear y de pensa r a la acción mo ral, y su prin- se entie nde ahora co mo resultado de una actividad autó-
ci pio es la libertad. Por último, La Crítica del juicio establece noma. Kant in troduce la noc ión de genio para exp li car el paso
e l principio transcende nta l del Jui cio de gusto o estético, que de una experiencia receptiva a una productora y e l Roma n-
no nos proporciona conocimiento de l mundo, sino que ex- t icismo desarrolla esta estética del gen io. Sin emba rgo, en
presa el sentim ie nto de place r o dis place r frente a dete r- Greenberg encontra mos un predomin io de la noción de
minadas rep resentaciones de la natu raleza, en cuya reflex ión gusto y una foca lización de la reflex ión estética e n los pro-
encuentra el s uj eto libertad y no neces idad. La experiencia blemas de la recepc ión y la apreciación de la ob ra de arte. No
estética está s ujeta al placer y al displace r producido por el es de extrañar que fuera as í en un crítico.
eje rcicio de las ot ras dos facul tades, pero el se ntim iento no Así pues, la autonom ía de lo artístico proviene de la
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autonomía de la experiencia estética. La final idad estética de d irectamente a través del ojo sensible. Las críticas de inefa-
la obra es su propia esencia y el éxito o e l fracaso en ese em- bilidad y misticismo contra Greenberg se d irigen en este sen-
peño es lo que se juzga en la evaluación artíst ica. La obra de t ido. No es posible una explicación científica de l sentim iento,
arte debe ser capaz de proporcionar una experiencia estética, porque no hay una legalidad en la relación entre un objeto y
una experiencia de belleza o subl im idad, equiva lente a la que sus propiedades, y sus efectos. La cualidad de la obra ha de
encontramos ante la naturaleza. Por lo tanto, las represen - se r ún ica, no subsum ible bajo ninguna categoría general. El
taciones de la imaginac ión libre no pueden limitarse a im itar kantismo greenbergiano asume que la experiencia estética
los objetos de la natura leza por cuanto que su final idad no es autónoma es espontánea, di recta, aconceptua l y consiste en
e l reconocim iento de objetos, ni e l conocim iento, pero tam- e l sentimiento de la forma con independencia de su va lor
poco consiste en la ilustración de ideas o e l adoctrinam iento ético o cognit ivo. Se trata de l sentim iento de esa cualidad y
moral. La autonom ía artística tiene sus criterios de demar- no de la mera percepción de la forma del objeto, por cuanto
cación tanto respecto a la ciencia como a la ética. Así pues, e l las relac iones forma les por s í mismas, como juego geomé-
fin de la obra de arte es la consecución de la experiencia esté- trico o seria l ca recen de lo que es propio de la cualidad esté-
t ica y el órgano del gusto el ún ico legitimado para experi- t ica, llámese sentimiento de vida, libertad en la apariencia,
menta rlo . De este modo, la experi encia estética será pura y el voluntad forma l, etc.
arte autónomo. Esta que se ha llamado la defin ición estética De lo ante ri or se s igue que la neces idad geométrica o for-
del arte no es privativa de la obra de G reenberg, s ino que, a l mal no puede sentirse como libertad. Que no es la percep-
contra ri o, está enraizada en el modo de percepción y de apre- ción de un orden forma l, armon ía, proporción, s ino e l senti-
ciación de lo artístico y en su producción en la edad contem- miento que el objeto artístico globalmente procure. Las ca-
poránea. racterísticas fís icas, las leyes forma les deben hacer posible
La experiencia estética entend ida al modo kantiano es bá- una experiencia estética que las supera. La forma se percibe,
sica en la teoría de l arte de Greenbe rg y apa rece bajo diversos la cualidad se s iente: «el arte, en cualquier medium (... ) se
ropajes. Según él, la obra de arte, cada uno de los objetos crea a través de re lac iones, proporciones. Su cualidad de-
art ísticos, posee una «cualidad» ún ica, que surje en la per- pende de relaciones o proporciones sentidas, insp iradas,
cepción g lobal y que es producto de las re laciones entre sus como en ninguna otra cosa» 16 . Es imposible hablar de arte
e lementos; una cualidad icónica, puesto que es acces ible sin hablar de cualidad, y la «corrección» forma l no debe
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entenderse como la sujección a otras leyes, geométricas, métodos característicos de una d isciplina, para criticarse a sí
natura les o mora les, que las de l gusto. Pe ro el gusto ca rece misma, no para su bvertirla, sino para forta lece rl a más firme-
de ta les. El gusto autónomo y libre se ejerce en cada una de mente en su área de competencia»20. La idea de que el arte
las ocasiones, sin que sea posible una genera lización sob re contem po ráneo tiene s iemp re carácter autorreflexivo ha
los facto res materia les o formales que favorecen una expe- pervivido en los críticos de Greenbe rg y e l vanguardismo,
riencia lograda. tanto en los artistas, como Kosuth, como en los teó ri cos,
Pues bien, la ob ra de a rte vanguard ista constituye la rea li- Danto, por ejemplo . Es la opción comunmente aceptada, que
zación de los pri nc ipios modernos de li bertad y autonomía ins iste en e l carácter teórico y fi losófico de l arte y la teoría de
en el arte. En concreto, Greenberg entiende la autonomía for- la postvanguard ia.
mal como el desa rro llo de las propiedades expresivas de los Cada géne ro, cada actividad artística investigaría sob re sus
lenguaje, artíst icos más al lá de su ca pac idad para representar pro pios límites y sobre las condiciones de su lingü isticidad,
objetos o hechos, o ilustra r teo rías. Es por eso que la abstrac- esto es, de su capacidad expresiva, representativa y comuni-
ción constituye según Greenbe rg la expresión más avanzada cativa. Dentro de los límites de cada género, de la pintura, en
de la Modern idad pictó ri ca: « ... lo mejor de nuestros d ías tien- part icular, la invest igación en e l lenguaje y en los med ios
de, cada vez más, a ser abstracto»!2. Por un lado, la abstrac- pictóricos, habría llevado med iante la el im inación de la
ción evita la dependenc ia de conceptos empíricos en la repre- perspectiva, primero, de la figuración , después, a través de la
sentación de objetos is y de ideas de la razón en su abstracc ión, a la afirmac ión del carácter plano de l cuad ro, a
ilustrac ión 19 . Po r ot ro, la abstracción pe rmite dentro de l arte su autonomía más allá de la rep resentación de objetos de l
que la propia actividad artística sea reflexiva, en el sentido de mundo físico y de la ilusión de profund idad . La experiencia
que uno de sus temas sea el propio arte. De ahí que Green- estética consisti ría finalmente en la pe rce pción de la cualidad
berg entienda e l arte vanguardista no sólo como act ividad pro pia de la ob ra como tal, cualidad pu ramente art ística,
autónoma o emancipada, es dec ir, artíst ica en sentido pleno, conjurada a través del lenguaje específico . Med iante los
sino tamb ién como act ividad crítica y, en ese sentido teórica, recursos propios de cada med io la abstracción perm iti ría
fi losófica. As í pues, la autonomía se entiende como investi- alcanzar la pu ra experiencia estética. Lo esencia l pictó ri co no
gación dentro de y sobre los lím ites m ismos de lo artístico: es aquello fís icamente m ínimo para consegu ir un objeto
«la esencia de l Modernismo res ide (...) en el uso de los ident ificable como pintu ra, s ino una cualidad estética
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específica creada por esa pintura. Es preciso insist ir en este emancipación de la iglesia, s ino tamb ién del poder político y
extremo porque lo que parece ser la posibilidad más extrema del ascenso social de la burguesía. A finales del XIX con e l
en la evolución del expresionismo abstracto, que es la mono- comienzo del Modern ismo, el arte se entiende como desl i-
crom ía o la tendenc ia a la monocrom ía, se suele conside rar gado de cualqu ier funcional idad socia l e incluso como una
tamb ién e l comienzo del arte minima l. Para e llo, s in em- instancia crítica o al ma rgen . Lo fundamenta l es que el artista
bargo, se obvia que la monocromía no es sólo una cuestión no está sujeto necesariamente a ninguna cortapisa de su
cromática, fís ica, sino que puede emplearse a l modo van- voluntad creadora, al menos teó ri camente y según una justifi-
guardista, es decir, como Greenberg quería, para crear una cación kantiano-romántica del arte. Es entonces, cuando la
expe ri encia estética, una cualidad espacial. autonom ía social es un hecho, cuando la autonomía forma l
Buena parte de la teoría de la postmodernidad, comen- empieza a entenderse en sentido modern ista, como rechazo
zando incluso por los ataques de los min ima listas a los de la convención, por un lado, y como autorreflex ión, por el
expresionistas abstractos, están basados en una confusión otro. Pero no se s igue necesariamente.
entre dos sentidos de autonom ía21 • La autonomía de l arte, La autonom ía social no significa que e l artista no pueda, y
concebida en térm inos kantianos a parti r de la experiencia de hecho lo hace, trabajar para los dive rsos centros de poder,
estética, es una autonomía formal, de la que veníamos ha- pero su actividad en cuanto tal no está sujeta a ninguna traba
blando. En un segundo sentido, la autonomía artística es, externa22. La secularización del mundo mode rno hizo posible
d igamos, social. Hablamos de autonom ía social de l arte cierto grado e levado de autonom ía (social) científica y artís-
cuando, en primer lugar, los artistas se emancipan de los gre- t ica, pero no garantizó su autonom ía forma l. Las sociedades
mios de artesanos y surge la conciencia de una actividad d ife- libres no ga rantizan que la producción de sus científicos o
renc iada de los oficios manua les de los que surge. Se habla art istas lo sea, ni, a l contrario, es teóricamente impos ible que
de autonom ía, en segundo lugar, cuando el arte se emancipa en regímenes tota litarios se produzcan ciencia y arte autó-
de su carácter ritua l y rel ig ioso, en sentido antropo lógico y nomos. Hay ejemplos y contraejemplos para todos los gus-
forma l, y cambia su funcional idad social. A partir del s iglo tos, lo que quiere dec ir que la autonomía pol ítica o social no
XVIII, el mercado y el público artísticos se ampl ían y las con- dete rm ina la autonomía forma l. Esta se refie re a la concep-
venciones académ icas respecto a los géne ros y la jerarquía de ción misma de la actividad art ística, a su fina lidad como d ife-
las artes se re lajan, no sólo como resu ltado de su renc iada del conocimiento y la mora l, a la facultad
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productiva, la imaginación, y receptiva, e l gusto, como dife- po r una parte de la c rítica, que pensaba en la pintu ra ante
rentes de las facu kltades superiores, del concepto y las ideas. todo co m o una actividad esencial al ser humano. La actividad
Po r m últiples razones, el artista puede se r socia lmente creativa, la acción pictórica, era considerada va liosa en s í
depend iente m ie nt ras que sus productos son formalmente m isma, con independencia del resu ltado. El va lor del arte
«autónomos». En los años sesenta, cuando la de m oc rac ia res idiría entonces en su fue rza expresiva, en la s inceridad del
política pod ía se r acusada de «formal », la autonomía del autor y en su potencia creadora. De ah í que perseguir única-
expres ionismo abst racto era tamb ién acusada de ser ideo lógi- m ente las cua li dades estéticas de la obra no ha ría s ino aho-
camente perve rsa, co m o hemos visto . En poco t ie m po, s in gar el ve rdadero im pulso artístico. Estas ideas están muy
emba rgo, el arte polít icamen te comp rometido, m inima lista, cerca de las o pi niones que los pro pios ex presionistas abs-
conceptual ista, fe m inista, etc., fue tamb ién as im ilado por los t ractos tenían de s í mismos.
centros de pode r artístico y pol ít ico: es decir, por museos, El arte m inima l es una reacción d irecta a estas dos inte r-
un ivers idades, la crítica y, por supuesto, la industria pretaciones canón icas del expresionismo bstracto y a su su-
cultura l23. puesto básico el de la identificación de autonom ía formal y
Ahora bien, a la par de la interp retación autonom ista y crí- po lítica. Como hemos visto, la em ancipac ión puramente for-
t ica de l expresion ismo abstracto rea li zada por Greenberg, mal era pe rcibida como legitimac ión de la fa lta de libertad
o tros autores, como Rosenberg, po r ejemplo, concebían e l rea l24 . En térm inos de sus propias obras se o pon ían a la
m ovim iento haciendo una inte rpretación menos fo rm al ista y co m prensión forma lista, que va loraba por encim a de todo la
m ás metafísica. Una vez liberado de aquel lo que ataba la pi n- cualidad ún ica y sentida de la obra de arte pictórica, y a la
tu ra a la representación de la profund idad espacial y las cosas concepción expresion ista, que va loraba la original idad y la
vis ibles, e l art ista era li bre de, guiado únicame nte por la natu- expres ividad de l ind ividuo gen ial. A pesa r de ello, los a rtistas
ra leza de sus m ed ios y s in traic ionar el ca rácter pictórico de m inima l reivind ican algunos rasgos expresion istas, como la
su ob ra, ex presar los sentim ientos más abstractos y más un i- tendencia hac ía el efecto global en la pintu ra de Pollock. Pero,
ve rsales. La pincelada suelta, el salpicado, el churrete, la pi n- en particu lar, Barnet Newman y Ad Re indhart tienen una in-
tu ra con mano, la mate ri al idad del pigmento, todo se torna fluencia dec is iva.
expres ivo de estados individua les con prete nsiones de un i-
2.5. Barnet Newman y la pintura como idea
versalidad. El carácter humanista y em ocional era enfatizado
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La interpretación canónica d istingue dentro del expre- Pero en este «onement» y los que le siguen Newman inau-
sion ismo abstracto entre los representantes de la action pain- gura un modo de pintura por la que se identificará poste-
ting y los de l colour-fie/d25, Dentro de la última categoría, Bar- riormente. Me refiero a la creación de grandes cuadros abs-
nett Newman, junto a Clifford Still y Rothko, investigarían tractos prácticamente monocromos atravesados verti-
sobre la capacidad exp resiva del color. Pretendían crear a t ra- calmente po r una fran ja vertical de otro color, sus famosos
vés de la pintura una pura impres ión cromática tendiendo a zips, que dotaban de contenido a la obra. Como en Onement,
e li minar los matices y las sombras, que favorecerían el re- las zonas de color son introducidas de tal modo que la sen-
conocimiento de formas, y creando una superficie amp lia de sación de un idad y de total idad no se pierde, s in que sean
color de la m isma intens idad, en la que el espectador pudiera d iferenciables, s in embargo, figura y fondo o cualqu ie r otra
bien penetrar visualmente y experimenta r la cualidad cromá- relación jerárqu ica entre los d iferentes e lementos de l cuadro.
t ica como creadora de una atmósfera y cierta sensación de La lectura holista se mantiene a pesar de que la franja intro-
espacio, bien favorec iendo la superficia lidad de la pintura y la duce notoriamente la ruptu ra, la d iferencia y la des igualdad
interpretación bid imens ional. Este es el caso de Newman, en el Uno del títu lo . No se trata por tanto de describir una
que abandona la idea de crear un espacio imagina ri o o una simpl ificac ión composit iva de la pintura, sino, por el con-
atmósfera de luz en la pintura, a favor de la percepción del tra ri o de la d ificultad de consegui r una un idad no jerar-
color de superficie y de la pintura como una unidad represen- qu izada y mantener la capacidad semántica donde no hay
tativa, un objeto que presenta plást icamente una idea. New- re laciones configu rativas complejas.
man había expuesto po r primera vez en la ga lería de Parsons Formalmente, se perseguía la impres ión inmediata del
en i947, en una expos ición t itulada Pintura ideográfica, indi- color, de los contrastes sólo de tono, nunca de intens idad o
cativo de sus intenciones: cada li enzo es un discurso pictó- de mat iz, como su modo fundamenta l de exp resión. No se
rico, la representac ión de una idea. trataba de una invest igación puramente forma l, po rque su
En i948, Onement I es ya expresión del tema que ocupa su obra ten ía pretensiones de s ign ificac ión muy elevada. De
obra de madurez. Onement I es la primera de una serie de gran formato, sus ob ras qu ieren suge ri r un contenido que, al
obras de sim ilares características (11. color VI 1). Onement es contra ri o de las gestuales, t ranscienda la ind ividua lidad, la
un neologismo que se crea sobre «one»(uno) y el sufijo que idiosincras ia expresiva o la coyuntura sentimenta l de l art ista.
significa abstracc ión, «ment». Lo uno, e l todo, es su objeto. El sentim iento que se transm ite excede a toda anécdota, de
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ahí que se el im ine todo rastro de figuración en el lienzo, toda la pregunta, el asombro, la falta de comprensión, o ri ginal. La
tendencia ilus ionista, in cl uso la de un es pac io o una atmós- vert icalidad a lude aquí a lo humano, lo que se pregunta en
fe ra imaginaria: el espectador se enfrenta a una su perficie im - medio de lo ind iferenciado un iversal. Hacia 1967, Newman se
penetrable, cuyo ca rácter pictó ri co y mate ri al no se esconde, encontraba real izando t rípticos, en los que la simetría juega
a pesar de la cualidad poco maté ri ca del pigmento. El énfasis un papel protagon ista, de modo que la fran ja se hab ía conver-
en el ca rácter pictórico se encuentra más bien en los bordes t ido en un elemento compositivamente distinto. ¿Quien teme
salpicados o en la term inación man ifiestamen te manual de al rojo, azul y amarillo? I es de 1966, Voz de fuego, del 67, en la
las franjas. In cl uso estos restos de t rabajo físico no deben que la franja central es rojo oscu ro, y La reina de la noche, de
entenderse como un últ imo refugio de la ind ividua lidad art ís- 1967, en que la noche del tema mozart iano es interp retado en
t ica, s ino en este sentido de afirmación de l carácte r pictórico. un profundo azul ultrama ri no. Perfil de luz, 1967 (JI. 29), t iene
Newman busca expresar un sentimiento un iversa l, el de su lugar tras La reina de la noche y es otra pintu ra pa rad ig-
absoluto, que caracteriza el más profundo impu lso espiritual mática de contenido opuesto . Es la absoluta d iscontinu idad
del hombre. La sensación que se persigue c rear a través del en el mundo de la oscuridad. Los colores se e ligen en fun-
color es aná loga o favorece una expe riencia básicamente inte- ción de la emoción, de la idea que pretenden transmitir, que
lectual y el lienzo, más que c rear una experiencia imaginativa, no es bella o perfecta, s ino sublime. El sentim iento de lo infi-
pers igue una experiencia intelectual, filosófica . nito desde la humana finitud, de la opacidad de la muerte y
Las pin turas de Newman forman una se ri e y cobran su del misterio de la vida no son bel los, carecen de forma y la
sentido dentro de ella. Es una se ri e que se prolonga du rante rechazan. La conciencia en el unive rso. No la conciencia ind i-
todos sus años de madu rez, desde su primer Onement. Las vidua l, id iosinc rás ica, sino e l mundo de la conciencia, de la
franjas va rían de color, de pos ición o de anchura, pero, siem- libertad, en e l un iverso de la neces idad y las leyes fís icas. La
pre ve rt icales, aluden a un conten ido representac ional que se franja se ha ido ensanchando desde las primeras estilizadas y
rep ite bajo d iferentes aspectos. Por ejemplo, en la seri e Las de bo rdes imprecisos que recuerdan las figuras de G iaco-
estaciones de la cruz, (1958-1966), en blanco sobre o frente a metti. En Perfil de luz, blanca y de la m isma anchu ra y con un
negro, representan a la propia cruz de Cristo, pero estilizada protagonismo cla ro ent re las azu les, no es comparable a la de
hasta su esencia. La franja es la figura, su delgadez, su pre- estas ob ras pri meras en las que se rep resenta el tema de la
sencia dent ro (a l lado) de la abarcante sensación de color, es conciencia en e l mundo. La fran ja blanca, cent rada y de la
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misma anchura que las laterales, impide la consideración del nuestra realidad cotidiana: «S I v1v1mos en una época sin
color azu l como fondo o como espacio fundamental en el leyendas y mitos que puedan llamarse sublimes; si recha-
que se levanta la franja discordante. zamos toda exaltación en las relaciones puras; si rechazamos
vivir en lo abstracto, ¿cómo podemos crear un arte
sublime?»~. la categoría de sublimidad aparece en Newman
desprovista de carácter literario, de sensación física de miedo
o de terror, de somb ra de lo horroroso. Básicamente se t rata
de una cuestión intelectual.
Newman justificaba sus esfuerzos como una respuesta al
arte europeo, de vanguardia, cuya finalidad identificaba con la
persecución de la belleza, el equilibrio, o las relaciones esté-
ticas de formas y colores o la representación de objetos.
Según su opinión, el arte americano, por el contrario, debía
buscar el originario se ntimiento de lo que transciende; no lo
bello, sino lo sublime. Frente a la tendencia existencialista de
los pintores del gesto, la experiencia que se persigue es bá-
sicamente contemplat iva, y surge precisamente de la conten-
ción del gesto y de lo meramente individual. La abstracción
es el modo de expresar lo abstracto, pero no con la vista
29. B. Newman, Perfil de luz, 1967. Madrid, M NCARS. puesta en la consecución de alguna experiencia de belleza
(como se percibe en Mondrian; por ejemplo): «(a l artista) no
Para Newman el arte debe despertar y ayudar a pensa r las
le preocupan las formas geométricas sino la creación de for-
ideas de absoluto, de nacimiento, de muerte, de principio y
mas que por su propia naturaleza abstracta conlleven algún
de fin, de sufrimiento o de lucidez; a través de ellas el conte-
nido último, más abstracto, de la obra sería la Idea, abstracta, contenido abstracto intelectua1,,21. Respecto al tema que nos

un iversal, insens ible. Es decir, el arte debe procurar una expe- ocupa, Newman influye en los artistas posteriores al menos
en tres sentidos: primero, en su afirmación de americanismo
riencia sublime procu rada a pesar de la secularización de
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y su neces idad de diferenc iación de la vanguard ia europea; admirac ión min ima lista por Newman. Es cierto que los m 1-
sus compañeros expresion istas tamb ién compartían esa vi- nimalistas dejaron de lado las exp li caciones más míst icas y
sión. Al cont ra ri o que ellos, en segundo lugar, Newman re- primitivistas del expresionismo, o que su american ismo no
chaza e l gestualismo y e l existencialismo ind ividual ista; por neces itaba justificarse recurriendo al arte de los ind ios nat i-
último, Newman influye en la concepción no estética, s ino vos norteamericanos, sino que podían d irigir la m irada a su
conceptual de l arte, insistiendo en e l carácter abstracto, versus propia cultura moderna. Pero e l significado de la obra de
sensible, de l conten ido de l arte y en la interp retación, diga- Newman (como el de Rothko o Still, po r otra parte) ten ía un
mos, fi losófica de la obra. El arte se concibe como una acti- carácter mucho más general. Lo que los m inimal istas no
vidad intelectual, teórica, de investigac ión sobre los temas aceptaban eran las explicaciones externas de sus ob ras, las
fundamenta les: la vida, la muerte, e l absoluto. justificaciones fi losóficas. En el caso en particu la r de New-
man, su contención composit iva y, sin embargo, su capa-
2.5.1. Newman y las pintoras m inimal istas
cidad exp resiva era va lo rada por todos ellos. Se t rataba de su
apariencia austera, s í, pero de la fuerza art ística de esa apa-
En buena medida, y a pesar de G reenberg, e l amen-
can ismo, la intenc ión fi losófica y antiesteticista del arte esta- nenc1a.

ban ya presentes en los expresion istas abstractos. Por tanto, En cada artista la influenc ia de Newman se deja ver de una
manera más vaga o más concreta, pero hay una serie de
la apariencia de la obra de Newman debió ser determ inante
en su aceptación por parte de los m inima listas. La s igu iente obras escultóricas que se entienden mejor contra su hori-

afirmac ión, tomada de un manual sobre abstracc ión en el zonte. Me refiero a las que tienen ca rácter pictórico o incluso
aque llas que consisten en una columna o un panel en el
arte contempo ráneo, puede servir de ejemplo de lo que se
considera ampl iamente como la influenc ia de Newman po r suelo como las de Tru itt. En cierto modo, es como s i la pin-

los artistas de espíritu minimal ista a los que se a lude: « ...e l tura de Newman se hub iera materializado, por ejemplo, en La

contenido integral de las pinturas de Newman se pasó po r herencia del Caballero, de 196} Su tamaño, 152cm x 152cm x

a lto en la década de 1960, y en segu ida d io origen a un grupo 30,5cm, y su forma de estar en el espacio la ap roxima a los
objetos m inimal. Pe ro el carácter pictórico y su concepto la
de seguidores que admira ron el aspecto de su obra, en tanto
ap roximan al conten ido básico de la obra de Newman. Parece
que dejaron de lado su intento de transmitir sign ificado» 28.
carecer de cualquier sentido, no de cualquier sentido
S in embargo, no es preciso, ni acertado, interpretar así la
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importante, sino en absoluto. Se levanta como una muestra expe ri mentemos con vo lumen y, po r tanto, como puros obje-
de la intenc ionalidad, del sentido, cuando parece más pres- tos y no como soportes de una imagen, como superficies.
cind ible que cualquier otra cosa. Al contrario que las preten- Las ob ras de Tru itt se perciben, bien como escu lturas, bien
siones abstractas de Newman, Tru itt pretendía dar a sus como pintu ras, pero no parece posible producir una fus ión
obras referenc ias privadas. Lo hacía aludiendo med iante su de ambas experiencias. Tampoco se parecen a la escultura
títu lo a lugares o a personas que eran s ign ificat ivos para e ll a, policromada, porque no hay una re lación figurat iva en sen-
como en La luz de Mary, 1962, pero en ocasiones como en t ido ampl io entre la forma y e l color. Podemos pensar en pin-
Verano o Brisa, 1980, a fenómenos natura les compartidos por tura sobre soportes no planos, como en frescos en los que se
todos. El lenguaje de insp iración newman iana le perm itía ap rovechan re lieves de la arqu itectura o cambios de planos,
expresar, dar color, a la expe ri encia de esos objetos o esta- pero permanecemos en el ámb ito de la pintura. Las obras de
dos. Truitt no son una cosa o la otra, son escu ltu ra y pintu ra, y por
Los objetos de Anne Truitt son un caso peculia r. G reen- eso no es posible hacerse una imagen un itaria de ellas, a no
berg escribía a propósito de su obra: « Es difíc il dec ir (... ) se r que se privi legie un aspecto sob re e l otro. A menudo Tru i-
donde empieza y acaba lo pictórico y lo escultórico», es más, tt desapa rece de las en numeraciones de artistas m inima l po r-
« (s)us cajas escalonadas,variando en tamaño de un cajón al que se percibe en ella cierto ilus ionismo, deb ido claro está al
de un chiffon ier, plantean inmed iatamente la cuestión sob re carácter parcia lmente pictórico de su obra, pero rea lmente al
si son arte, sólo para se r resuelta un instante después, con introduci rl o produce una ruptura rad ical en la percepción un i-
las superficies pintadas, que actúan, y s in embargo no actúan taria de l objeto.
como pinturas» 29_ Estamos frente al Greenberg pictorialista La influenc ia de Newman es perceptible tamb ién en la pin-
que, en la duda, percibe las obras de Tru itt como pinturas y, tura de Agnes Martín. Pero no es estil ística s ino que alcanza a
as í, como arte. La artista utilizó en algunas obras materia l la concepción misma de la pintura como idea visual. En
industria l de colores, pero prefería apl icar de modo manua l la obras como Río lácteo o Azul Candente, ambas de 19 63 (11.
pintura, porque daba un aspecto más artesanal a sus objetos. color VIII), la horizontalidad, la repetición infinita de una
Creo que además se produce otro efecto. Apl icar el pigmento línea de grafito sobre el lienzo, la creación de una sensación
sobre el objeto facilita que percibamos sus caras como cromática aérea, son rasgos forma les opuestos a la manera
superfic ies, como pintu ras. Dificultan que los de hacer de Newman . Para Martín no es la conciencia en e l
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mundo, sino la percepción de la infinitud cósmica, o la be- transmite esa idea de perfección y tranquilidad de la mente, la
lleza del mundo el motivo de su obra. La pintura trata de felicidad y la belleza que no se encuentran en la re lación entre
expresar la interminable línea del horizonte, hundi rse en el formas, sino más bien en la carencia de ellas, y en esto al-
sentimiento de lo inacabable del tiempo y de l espacio. No la canza su grandeza. La profunda emoción que transmite es
imposibilidad humana y sublime de abarcarlo, sino, al con- impersonal. La sublimidad está, en todo caso, absolutamente
trario, la posibilidad de hacerse una experiencia de ello. En alejada del sublime dramático de Newman. Sin embargo,
ocasiones la humildad de los materiales, la levedad de los Martin presuponía la misma concepción de la pintura que
colores, su inconsistencia, expresan la intención del yo de ha- Newman; para ambos, la abstracción es un modo de expresar
cerse invisible, intangible, disuelto en la contemplación de la ideas de infinito: « ... la geometría podía ponerse al servicio de
naturaleza. El misticismo de Martin, en línea con el transcen- la contemplación espiritual,,30.
dentalismo de Emerson y Thorean, era muy diferente del de
2.6. El argumento reductivista y la negación
Newman. No sentía necesidad de la conversación urbana con
los colegas y, aunque era amiga de algunos artistas min imal,
La influencia de Barnett Newman sobre el minimal se ejer-
vivía alejada de la ciudad y respiraba la inmensidad de la ce también indirectamente a través de un grupo de pintores
natura leza americana. La serenidad de ánimo, la percepción que, hacia fina les de los años cincuenta se man ifiesta más
de la natura leza que transmiten sus obras están más cercanas
claramente en contra del expresionismo abstracto. Sobre
del transcendenta lismo americano que del existencialis mo todo contra el contenido teatral y melodramático de los artis-
europeo del que beben los expresionistas. Se trata de una tas gestuales, pero también contra sus ambiciones metafí-
naturaleza que no amenaza con el caos, pero que tampoco
sicas y justificaciones teóricas. Frank Stella, Ellsworth Kelly o
está sometida a los rigores del orden, y cuya grandeza puede Ad Reindhart se encuentran entre los llamados pintores
senti rse en la contemplación. La parsimonia del procedi-
«hard-edge» (del borde- duro, de la línea dura). Este nombre
miento pictórico logra crear una imagen de serenidad e infi-
servía para clasificar pinturas de composición sencilla y
nitud. La sencillez conceptual exige control en la ejecución. geométrica, de superficies claras, y alude al protagonismo
Agnes Martin explicaba que sólo cuando vo lvió desde Nueva
que adquieren en la pintura el marco y los límites físicos del
York a las amplias llanuras de Nuevo México encontró un cuadro. Sus obras consistían generalmente en grandes super-
lugar donde su vista y su mente descansaran. La hori zontal ficies monocromas de pintura extendida mecánicamente y
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con la m isma intens idad. El resultado son obras en las que el
principio compositivo tiende a desaparecer, en las que la es-
tructura interna no es interesante en sí m isma, ni guía la per-
cepción o la interpretación de la pintura. Por e l contrario, es
lo que podríamos llamar la estructura externa o la apariencia
global del objeto lo que inc ita a la interpretación. Esto ocurre
básicamente de dos modos: o bien es el marco el que orga-
niza la composición (mín ima) interna, como ocurre en los
marcos no cuadrangu lares o irregu lares de Kelly, por ejemplo
e l triangu lar Curva amarilla roja, 1972, y en los de Stella, Luis
Miguel Dominguín, i960 o la Serie de Retratos, i963 (JI. 30),
polígonos que están horadados en e l centro s igu iendo la
misma forma del borde y de las líneas que sepa ran las fran jas
30. F. Stella, Retratos, i 963. New York, Leo Castel li.
negras de pintura. O bien, la monocromía es tota l o casi tota l
como en los cuadros monocromos y monocromos negros de Al reforzar la atención sobre e l marco, la hard-edge d irigía
Reindhart31. También dentro de la pintura m inima l los mono- la atención no est ri ctamente a la supe rfic ie, como quería
cromos blancos de Ryman investigan las posibilidades de la Greenberg, sino sobre los límites físicos, sobre el borde, el
ausenc ia de composición . Algunos identificaron concep- tamaño, la forma del objeto. Incluso cuando existe cierta
tualmente los cuadros monocromos con el fin de la pintura y composición, como en a lgunas obras de Kelly, ya no es «ilu-
otros con el fin del arte m ismo. sion ista». Una pintura como Triángulo amarillo con círculo rojo
no pretende crea r una cualidad estética de la interre lación de
los dos colores. El marco triángu lar no pretende ser s ino lo
que es, como el círcu lo, el rojo o el ama rillo . La fa lta de mati-
zación de l color invita a conside rar el color no como una pro-
piedad vo lat il, que depende de la luz ambiente y de l espec-
tador, s ino como una propiedad material del objeto. La
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experiencia es puramente visua l, pero no ilus ion ista. Ke lly fi losófica (conceptual) que se pregunta por la defin ición, por
pretendía hacer proposiciones visuales con sus cuadros, la esencia, de lo pictórico o de lo artístico. El proceso de
crear experiencias nuevas, pero correctas. Es decir, quería que depuración vanguard ista adqu iere la forma de un abandono
e l espectador tuv iera conciencia de una relac ión real, pero de aquel los rasgos de la actividad artística, de aquellas pro-
hermosa, entre colores o formas . No creaba una experiencia piedades del objeto art ístico, que no son esenciales. En la
imaginativa, s ino visual. La experiencia lo es de un espec- na rración greenbergiana, dentro de los lím ites de la pintura,
tador frente a un objeto en una situación espacial deter- e l rechazo del natural ismo y de la figurac ión habría s ido el
minada. Lo que se ve es lo que se ve, ve rbigracia, un objeto, comienzo de un proceso reductivo hac ia lo esencial. En ese
con un color, con una forma o un tamaño determinado. La sentido, Greenberg entendía que la j/atness, la plan itud o cua-
expe ri encia estética no se funda en una imagen menta l resul- lidad bid imens ional de la pintura, era la esencia, la ún ica
tado del equilibri o o e l balance de formas sobre un soporte. cond ición suficiente y necesaria de la existencia de una pin-
Según la interpretación más aceptada, este sería e l origen tura. Podría parecer que las obras de Reindhart, pero también
del arte min ima l. S i este o ri gen es pictórico, y s i, como d ice de Newman o de Stella hacen rea lidad este extremo. Son, por
una conocida fi losofía del arte, la esencia de l arte consiste en un lado, pintura pura, por ot ro, el lím ite mismo de la pintura.
nega r su origen, entonces el m inima l es un movim iento anti- Los crít icos post-greenbergianos conside ran que no es
pictórico. Los pintores hard-edge y muy en particular Ad posible ir más a ll á en la depurac ión de l lenguaje pictórico del
Reindhart habrían conducido a la pintura por sus propios cuad ro monocromo. El proceso reductivo, de e liminac ión de
principios a l fina l de su h istoria. Habrían convertido las pin- lo superfluo, alcanza a la ilusión pictórica, a la expresividad y
turas en cuadros, en objetos, y si acaso artísticamente en tamb ién a los gestos, al conten ido semántico; alcanzaría a
escultura. El arte m inima l sólo tendría que emancipa rl os de la todo. Mu ch os artistas rea lizaron du rante estos años cuadros
pa red. Esta interpretación recoge e l argumento formal ista de monocromos negros. De todos e ll os e l más paradigmático es
Greenberg, según el cual la pintura moderna habría evolu- Ad Reinhardt, que había t rabajado en otros colores. Además
cionado en su tarea crítica de búsqueda de sus propios lími- Reinhardt, proven iente del expresion ismo abst racto teoriza
tes y posibilidades, hac ia aquel lo que le era esencial. A partir por primera vez sob re el arte en unos té rminos que influirán
de aqu í, y en una d irección ant igreenbergiana, la investi- muy amplia y dec isivamente a partir de entonces. Su inten-
gación crít ica se entiende como una investigac ión de índole ción, es según sus palabras, rea liza r: «un objeto claramente
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definido, independiente y separado de todos los demás obje- consideraciones teóricas en torno a su superioridad sobre el
tos y circunstanc ias, que no nos perm ite ver en él nada de arte de masas. Frente a l va lo r vita l, existencial, de los objetos
nuestra e lección, y que no podemos convertir en lo que que- art ísticos, los nuevos movimientos de los sesenta apostaban
ramos, y cuya s ign ificación no es ni separable ni traduc ible. por su fa lta de va lor, por su inuti lidad. El mundo del arte
Un icono libre, ni manipu lado, ni manipu lable, inútil, inven- debía asp irar a su tota l independencia, esto es, al a isla-
d ible, irreduct ible, ni fotografiable, ni reproductible, inexpl i- miento. Ninguna propiedad estética o cualidad de los objetos
cable. Un no d ivertimento no hecho ni para e l arte comercial es esencia l a la obra de arte autónoma, sólo su concepto. El
ni para el arte de masas, ni expresionista ni para s í m ismo» 32. ún ico modo de elim inar las posibilidades de manipu lación es
Reindhart es ejemplar respecto a las dos cuestiones que e li minar su caracterización sensible.
hemos ana lizado: por un lado, la definic ión en negativo de su Reindhart, en un claro ejercicio de a rgumentación parme-
actividad y, por otro, la intencionali dad anti instituc ional y nídea, cree que ninguna defin ición que no consista en la repe-
política. La respuesta a la creciente uti lización política del arte t ición del concepto de arte es vá lida: «arte es arte», nada ex-
y a la asim ilación burguesa y mercantilista de las obras de la cepto esto puede ser d icho. Reindhart, pintor, abandona el
vanguardia llevó a los jóvenes artistas a crit icar los princip ios térm ino pintura para empezar a considerar su actividad como
de la vangua rd ia incl uso cuando eran revoluc ionarios o anti- mero arte. Los monocromos serían aserciones pictóricas y
burgueses. Se atacó sobre todo el princip io vangua rdista de sobre la pintura dentro del a rgumento reductivista moderno.
d isoluc ión de l arte en la vida y se reafirmó la autonomía artís- Además, su rad icalidad los convierte en aserciones artíst icas
t ica como autonomía forma l y no social y, finalmente, con- y sobre e l arte y, por ello, Ad Reindhart es considerado uno
ceptual y no forma l. Las buenas intenciones de la vangua rd ia de los padres de l arte conceptual. La autonomía artística pasa
europea habían sido convertidas en oro por los ma rchantes y o conduce a la situación en la cual el arte sólo puede defi-
en ideología por la burguesía o el poder político. La manipu- nirse como arte y la actividad artíst ica consiste en ser una
lación de cualqu ier final idad extraestética convierte al arte en actividad sob re su propio concepto.
un instrumento de poder. El expresion ismo como teo ría del En el ensayo sem ina l «M inimal Art», Wol lheim introduce a
arte favorecería además el desmed ido subjetivismo burgués, Reindhart como uno de los autores de la tendenc ia. La in-
la abstracción, la consideración decorativa de l arte, y todo fluencia existió, pero la posición que representa en el pano-
e ll o no di rectamente s ino justificando el valor económico con rama art ístico es diferente. En su discurso, Reindhart apela a
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todos los temas que estaban s iendo vent ilados durante los emba rgo, ni los cuad rados negros de Re indhart son todos
años sesenta en el terreno artístico. Provocado por la so- igua les, ni pueden t ratarse meramente como objetos. Las
breinterpretac ión de las obras expresionistas, se rechaza la imágenes de sus exposiciones enfatizan la serialidad de la
interpretación como modo de hacer de una obra de arte ta l obra (11. 31). No está cla ro, a s imp le vista, si la obra consiste
obra de arte, es dec ir de convertir un objeto en una obra de en la serie o en cada cuadro. Sus cuadros se presentan uno al
arte. Se trata de una afirmac ión materialista que rechaza la lado de otro, a la misma distancia, prácticamente igua les, es
consideración de la obra como a lgo diferente a un objeto, dec ir, «i nd iscernibles perceptualmente». La repetición invita
res istente, por lo tanto como un objeto a las conside rac iones a percibir cada pintura como un módu lo y la sala como espa-
subjetivas: « ... no nos perm ite ver en él nada de nuestra elec- cio de la instalac ión, tal como se hará hab itua l a partir de
ción». Frente al subjetivismo estético y artístico, Reindhart entonces. Aho ra bien, la presentación en serie no ind ica
caracteriza mín imamente su obra como un objeto, aunque necesariamente que deba ser la serie lo que se evalúa estéti-
d iferente de cualqu iera de los que nos rodean . Entiende la camente. La presentación en serie puede, y de hecho suele
autonom ía de lo artístico, también como autonomía respecto hacerl o, señalar, apuntar hacia aque llas propiedades de la
a las experiencias receptivas, inclu idas tanto las emotivas obra que son estéticamente relevantes. Ayuda a comprender
como las teóricas. Además en laza esta autonom ía epistémica la obra en su singularidad. Lo que en una sala con cuadros de
y ontológica de la obra con su autonomía socia l, en el mer- d iferentes tamaños y colores sería pertinente puede no serlo
cado. La teo ría de los «objetos específicos» de Judd está muy aquí. De ta l modo que el formato cuad rado, e l tamaño (a lre-
ce rcana a la consideración de Reindhart del arte como objeto, dedor de un metro) y e l característico negro son repetidos
aunque en su caso haya un interés man ifestado durante toda como los rasgos a tomar en considerac ión . No se trata, por
su carrera de investigar la objetuali dad sin prescindir de las tanto, de objetos, s in más, ni se presentan para ser evaluados
cualidades, cromáticas, lumín icas y matéricas de la obra de como ta les (sea esto lo que sea), si no pa ra ser percibidos
arte. como pinturas, como pintu ras.
La teoría y la práctica de Reindhart parecen impl icar que el
ún ico modo de hacer arte puro es producir cuadros-objeto
negros. Objetos que pa recen cualitat ivamente igua les a tan-
tos otros pero que son cuantitat ivamente d istintos. Sin
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sino que hay matices dentro de la oscuridad; la capa super-
ficial de pintura parece velar otras capas anteriores que quizá
tuvieran otro color. Para Reindhart, pintar es en buena me-
dida tachar, ocultar, negar. A propósito del arte minimal Wo-
llheim distinguió entre dos procedimientos pictóricos, uno
constructivo y otro «destructivo», que consiste en tachar, en
eliminar algun trazo o imagen preexistente a la imagen final.
La tachadura es uno de los procedimientos de consecución
de significado pictórico en algunos casos en los que la ima-
gen tachada se mantiene en el lienzo. No todos los penti-
menti contribuyen al significado último, aunque hayan sido
31. Vista de la exposición Block Paintings de A. Reindhart, decisivos en el proceso creativo. Pero las distorsiones de
1966. Nueva York, Jewish Museum. (Fotografía de Pace perspectiva o de forma en los cuadros de lngres o de Manet
Gallery, Nueva York). o en Picasso se perciben como desviación de una imagen
preexistente, que tiene cierta presencia como imagen a la que
Considerarlas pictóricamente implica preguntarse por el
se refiere, negándo la la pintura fina l. De esta manera las pin-
color y por la superficie como resultado de la acción de «pin-
turas pueden ganar significado negativo.
tar». No existen valores absolutos en arte y el negro no s ign i-
Del mismo modo, la negación teórica de Reindhart t iene su
fica en sí mismo la negación pictórica, aunque la pin tura en
manifestación práctica en sus monocromos. Según Wo-
negro o en blanco y negro suponga siempre un plantea-
llheim: « ... los cuadros de Reindhart exhiben en grado ex-
miento radica l de ciertos problemas. Parecen transm itir con
tremo esta clase de trabajo, que ordinariamente tendemos a
facilidad las ideas de absoluto: la absoluta oscuridad o la
pensar que ha hecho alguna clase de contribución al objeto
absoluta lu minosidad, el contraste absoluto o el rechazo
de arte visual. En esos cuadros la labor de destrucción se ha
absoluto. Los cuados monocromos negros de Reindhart tam-
realizado sin contemplaciones y por completo y cualquier
bién son negaciones pictóricas, o, si esto suena algo exce-
imagen ha sido tan totalmente desmantelada que no queda
sivo, son «sobre algo», distinto de ellas mismas, y este
ningún pentimenti» 33 • Al contrario de lo que opina Wollheim,
«algo» aparece tachado. Su monocromía no es uniforme,
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la labor de d est rucció n de Rei nd hart es tá presente en sus hecho físicamente trivial y reb uscado a la vez de ver cosas en
pinturas~ precisa m ente porq ue en la su pe rfi cie de l cuad ro se peq ue ñas o grandes superficies clava das sob re la pared.
a precia n veladu ras. Es cierto que no hay ninguna imagen que Reindhart, dentro de esa tradición, inten ta hacer una decla-
pueda imaginarse como preexistente, solo la m a rca de s u ración negativa sobre casi todos estos va lores, y despojar a la
tachadu ra, pero alguna imagen ha sido tachada. El colo r pi ntura de todas las valoraciones o cualidades q ue no fu eran
negro puede ser luminoso, expresivo, profundo, irradiar, pre- físicas (sin poder hacerlo, claro). Inaugura la fig ura del
sentar diferentes texturas, matices, pero efectivame nte e n la último cuadro de la tradición conceptual.
obra de Reindhart muestra su apariencia más negativa, como
2.6.1. Los últimos cuadros
una capa que cubriera no una determinada, sino cualquier
imagen~. A propósito de los cuadros monocromos , y asociado al
Un monocromo de Reindhart no es, como el (q uizá) pre-
tema del final de la pintura, se suelen traer a colación el fa-
t e nd ía, un objeto cualquiera, excepto en un sentido t rivial. No
moso Cuadrado negro sobre fondo blanco de Malevitch de, 1913
es un objeto negro, sino una pintu ra negra, aunque sea una
(11. 32), y el Blanco sobre blanco de Rodche nko , de 1915. En
pi nt ura en un grado mínimo, como sugería Wol lheim. Lo cual 1923 Ta rabu ki n había escrito el famoso ensayo « Del caballete
significa q ue los espectado res la interpretan, la toman, como
a la máqu i na»~, en el que utiliza (n o por prime ra vez) la
tal. El a rte ta m bién es a utónomo de s us creadores, en el sen-
expresión «el último cuad ro» para referi rse a Color Rojo Puro
tido de que un a acción que co nsista (y no casualmente) en la (11. co lo r IX), un monocromo de es te co lor, pintado junto a
cuidadosa colocación, sobre una pared, de una galería o cen-
Color azul puro y Color amarillo puro, en 1921, por
t ro de a rte, de una s upe rficie marcada, con un pigmento, para
Rodche nko37. En defensa de l arte produ ctivista, Ta rabuk in ve
q ue un es pectado r la mire, es una pintura. Nuestra trad ición e n el constructivismo de Rodchen ko el «últim o paso, el paso
ha refinado esta práctica hasta el punto de que muchas sig ni-
fi na l de un largo camino, la ultima palabra después de la cual
fi cados y valo raciones pueden hacerse sobre sus objetos. Es
la pintura deberá guardar silencio, el último cuadro ejecutado
más, los objetos pinturas son tales que sobre ellos se pro-
por un pintor»!!. Es un hecho que a partir de 1921, a ño de los
duce además una apreciación (son producidos para eso). En
monocromos de Rodchenko, siguieron haciéndose pinturas,
la que Gombrich llamaba Feria de las Vanidades del arte se igual que ha sucedido después de 1959; la cuestión e n este
producían además otras actitudes y acciones en torno al momento es, sin embargo, ver las diferencias entre aqu el
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modo de considerar aque ll as obras suprematistas y construc- escenografía teatra l, la escultura y la arqu itectura. La pintura
t ivistas y los monocromos de Reindhart. Para el movim iento de cabal lete se co rrespond ía a un uso burgués del arte bá-
constructivista, el cuadro de Malevitch s ign ificaba el fina l de sicamente como decorac ión y ostentación. Pero la investi-
una práctica, la de la pintura de caballete, que tenía su orí- gación formal, puramente formal, desve laba capacidades
genes el Renac im iento. Al igual que G reenberg, los teóricos expres ivas de las formas, el colo r, las re laciones espaciales,
soviéticos entendían que la pintu ra ten ía una historia y debía que pod rían ser de uti li dad en la sociedad proletaria. En un
se r considerada históricamente, es más, la histo ri a que narra- último y heró ico intento, la libertad en la aparienc ia schille-
ban era básicamente la m isma de la main stream vanguar- riana debía ser rea lizada en el nuevo modo de organización
d ista. La vangua rdia suponía el clímax de la evolución pictó- social. El «cada hombre, un artista» de los años sesenta
rica y a partir de Manet, Cézanne, el Cubismo, el Neoplas- había tenido un d igno antecesor en el «cada trabajado r, un
t icismo y e l Suprematismo conducían a la última pintura de art ista» de las vanguard ias ruso-soviéticas. El último cuadro
cabal lete, que ya los pintores constructivistas y los produc- constructivista era la antesala de una utop ía revo lucionaria en
t ivistas deberían superar. la que cada acción productiva era una instanc ia de la libertad
humana y era, por tanto, profundamente artística.
Se ha hab lado de dos influenc ias perceptibles en el arte
m inima l: del constructivismo y de Duchamp. Como pa ra los
constructivistas, para los m inimal istas el arte debe ser, en
primer lugar, «no objetivo», abstracto; en segundo lugar, la
mate ri a, el vo lumen y la fo rma serían los e lementos básicos y
no subsidia ri os de la obra. Los materiales indust ri ales son
introducidos en e l mundo art ístico y las est ructuras des-
plazan a las imágenes. Como los constructivistas, los m ini-
32. Malev itch, Cuadrado negro sobre fondo blanco, 1913-
mal se encontra rían con un último cuadro y, como para el los,
Para ellos la pintura constitu ía un estudio forma l sobre el en la pintu ra se concentraría toda la ideo logía estética bur-
espacio y las formas, una invest igación que tenía sus apl ica- guesa. No obstante, las d iferencias son abisma les. No sólo
ciones prácticas: en el cartel, el d iseño gráfico, la por la act itud de l artista m inimal, que carece de pretensiones
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revo lucionarias, s ino por lo que esto man ifiesta . El m inimal ejemplo apropiado grac ias a sus monocromías. Para Klein,
no es la repetición yankee y apolitizada del constructivismo, tanto sus acc iones como sus monocrom ías ten ían entre sus
pero tampoco pretenden como ellos cambia r rad icalmente el contenidos, muy notoriamente, el problema de la autoría. Sus
sentido del t rabajo, o superar la actividad artística. acciones, resulten en objetos «azul Klein» o se di luyan en la
Para Tarabukin, e l va lor de la obra de Rodchenko era pura- inmateria lidad, son acc iones identificadas a t ravés de un
mente histórico y consistía en liqu idar y superar toda la pin- gesto. Para señalar e l va lor de este gesto, es dec ir, de la in-
tura burguesa. Su va lor estribaba en la negación de lo ante- d ividua lidad de un mov im iento o de un acto, e l gesto era
rior, pero en sí m isma, a decir de Tarabu kin, «esta despro- buscadamente exagerado, como su Salto al vacío . La influen-
vista de todo contenido: es un muro ciego, estúpido y s in cia en el arte de acción posterior es, precisamente por e llo,
voz,, 39. Al contrario de los últimos cuadros de caballete, la d ifíci l de exagera r. En el caso de Re indhart, la pretensión es
última pintu ra de Re indhart tiene un s ign ificado totalmente más teórica, está más dirigida a interven ir en el mundo del
ajeno al interés socia l. Aunque Reindhart utiliza en sus mono- arte y a la crítica del expresion ismo como teoría del arte y, por
cromos un negro mate y buscadamente «neutro», es dec ir, esto, aunque pintar un cuadro negro sea en sí a lgo exagerado
más ciego y mudo que el rojo puro, su pe rcepción de la obra no permanecen trazos de la actividad, del gesto del artista.
es la del «arte como arte». En este caso, la evolución artística En i981, A. Danto publicaba el influyente The Transfi-
no term ina en la vida activa, sino en la contemplativa vida de l guration of Commonplace, en el que para introducir la tes is
concepto. principal del libro se apoya en un experimento menta l sobre
pinturas monocromas. Una de las formu lac iones de la tes is
2.6.2. Concepto y monocromía
del libro es que una obra de arte es un objeto en cuya fabri-

Reindhart es considerado con motivo uno de los padres cación ha interven ido un concepto de arte. Dicho de otro
modo, la esencia de lo art ístico no es su apariencia, ni sus
del arte conceptual, y no sólo por sus escritos teóricos. Fue
prop iedades estéticas, ni ninguna propiedad intrínseca del
qu ien puso por primera vez más en evidencia por un lado,
objeto, ningún rasgo fís ico o cualidad fenomenológica. Sólo
que la apariencia de los objetos no determ inaba su estatus
hay algo que transfigura, que convierte, una cosa norma l y co-
art ístico, por otro, que tampoco era el gesto del artista lo que
lo convertía en ta l. En este segundo sentido se alejaba de los rriente en una obra de arte. Se trata de l concepto de arte que

otros pioneros de l conceptual, de los que Yves Kle in es un haya interven ido en su ejecución . Pues bien, para presentar
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de un modo convincente esta tesis Dante recurre a l experi- constructivista, tiene una contrapartida rea l en la pintura de
mento de los monocromos indiscern ibles, un experimento Rodchenko. Cada uno de los artistas ten ía razones d iferentes
menta l4 º que nos invita a imaginar siete cuadros rojos que pa ra rea lizar su obra y por eso cada obra s ign ifica algo dis-
son aparentemente iguales. El primero es una pintura que t into. Todas son obras de arte aunque e l concepto que guió
t iene como tema los Israelitas cruzando el Mar Rojo; en rea- su producción fuera d iferente, porque cada uno de sus auto-
lidad representa la subida de las aguas una vez que e llos han res estaba imp licado en una actividad que se entendía como
pasado. El segundo cuadro rojo es una pintura que se t itula art ística en alguna circunstancia histó ri ca, según algúna
« El estado de án imo de Kierkegaa rd», basándose en que una atmósfera teórica determ inada. Puesto que los conceptos de
vez el fi lósofo se hab ía refe ri do a l hecho bíblico como ana- lo que es arte varían históricamente y, por tanto, «no todo es
logía de su estado aním ico. Un pintor constructivista habría posible en todo momento», como decía Wo lfflin, no todas
pintado un te rcer cuad ro rojo, titu lado precisamente «Cua- las intenciones pueden darse en cualqu ier momento.
drado rojo»; un segu idor de Matisse, un « Mantel rojo» con la Nuestra época, y la situación en los años sesenta era espe-
forma de un cuadrado de este color; y un artista con influen- cialmente del icada, permite que se presenten como artísticos
cias orientales, un « Nirvana», de l m ismo formato y con el objetos que parecen no tener ninguna concepción positiva de
mismo color. Dante nos pide que imaginemos además un arte. Aque llos cuad rados monocromos, al menos los de
lienzo preparado con una base roja sobre la cual, por ejem- Reindhart, no tenían una concepción positiva de l arte y el ar-
plo, Giorgone podría haber rea lizado una «Conversazione t ista entend ía su obra como negación de las concepciones
sacra». Este últ imo cuadro rojo no es una pintura, no es una anteriores. Dante considera tamb ién esta posibilidad: un ar-
obra de arte, aunque es idéntico a los ot ros cuad ros que sí t ista, de nomb re J., contrariado por los ejemplos anterio res,
son artísticos. La razón estribaría en que los cinco ejemplos presenta un cuad ro rojo idéntico a los anteriores, que titu la
anteriores se han producido como arte, es decir, en su rea li- «Sin Títu lo», con el la no pretende referi rse a nada. Cierta-
zación ha interven ido una intenc ión de hacer arte y de repre- mente este J. nos resulta fam iliar. Según Dante: « ... aunque ha
sentar o expresar o most rar o referirse a algo. Su «historia producido una obra de arte (bastante mínima/) ..., no ha
causal» es una de las que se estudian en los libros de arte y hecho todavía una obra de arte a partir de esa extensión roja
del t ipo de las que usamos cuando hab lamos o evaluamos desnuda»~. Dante presenta este último caso como uno lí-
obras de arte. Al menos el tercer ejemplo, de l pintor mite, extremo, que aceptamos como arte porque e l mundo
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del arte actual -es dec ir, en su fi losofía, las teorías actuales pero otros continuaron (y continúan trabajando) en este lí-
sobre el arte- , aceptan considerar como artísticos objetos mite de lo pictórico. Stella es uno de ellos. Hacia fina les de
que aparentemente no lo son . Tanto da s i e l artista qu iere pre- los cincuenta y sesenta sus obras consistían en cuadros ne-
sentarlo como una crítica, airada en este caso, de esa s itua- gros atravesados por líneas blancas sus Black Paintings . En
ción, o irón ica (más cercana a las intenciones ducham- la conocida Arriba la bandera, de 1959 (1 1. 33}, las líneas for-
pianas) . Pa ra la propia teoría de Dante representa un pro- man ángu los rectos en cada uno de los cuatro cuadrantes del
blema po rque e l fi lósofo considera que todas las obras de rectángu lo . La pri mera de las características fo rmales de esta
arte son «sobre algo» y esta pretende no tener conten ido, por obra es que Arriba la bandera es un cuadro sin ma rco. Se trata
eso dice que es una ob ra «minima l». Como vemos este de un rasgo s ign ificativo en el sentido de que e l marco de una
modo de reacc ionar a l minimal fue muy corriente entre teó- pintura es lo que Derrida llamaría un parergon, un e lemento
ricos, que mostra ron una actitud del t ipo: «vale, es arte; pero inte rmedio, que no pertenece a la obra de arte, sino que se-
poco». ña la su presencia. En e l caso de la pintura marca el pasaje del
espacio real al espacio pictórico, que se entiende como un
2.7. La pintura antiilusionista. Del cuadro al objeto mínima/ espacio ilusorio. Llama la atención sobre un fragmento de

Del monocromo a la acc ión o de l monocromo a l concepto espacio que exige un trato diferente a l resto: en primer lugar

no son necesariamente las únicas d irecciones alternat ivas. que se le m ire, que se le preste atenc ión y que se vea en su

Aho ra me interesa anal izar una te rce ra: del monocromo a l ob- supe rfic ie una escena, no rea l, sino representada. El marco,

jeto, que se desarrol la en la actividad minimal. Para e llo, debo en mayor o menor med ida, enfatiza su propio valor materia l,
como objeto que, perteneciendo al trid imens ional mundo de
detenerme primero en otro pinto r, Frank Stell a, que manten ía,
los objetos, llama la atenc ión sobre sí m ismo, para a conti-
po r cierto, unas pésimas relac iones con Re indhart. Según los
nuac ión fija rl a sob re otro objeto que materi almente puede
a rgumentos reductivistas, cuando se el im inan todas la pre-
tene r menor va lor, pero cuya importancia no reside en su
tens iones conten idistas, la pintu ra pod ría alcanzar su verda-
dera esencia. Pero, entonces, está peligrosamente ce rca de pura material idad. Un cuadro s in ma rco es una pintura que
irrumpe en el mundo de los objetos, un objeto en el mundo
convertirse en un objeto, en una escultura si se qu iere. Algu-
nos artistas decid ieron entonces abandonar el géne ro pictó- fís ico. Un objeto que sucede que es plano y se cuelga contra
una pared, pero que enfatiza sus va lores fís icos y exige una
rico, como Judd, aunque sin lanzarse de lleno a la escu ltura,
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percepción, digamos, no ilusionista. obra. Naturalmente este hecho diferencia totalmente el op-art
de estas pinturas. Arriba la bandera es una pintura que tiene
una composición jerárquica aunque muy sencilla. Su centro,
marcado negativamente, domina la composición e incluso
propicia la percepción de una cruz. Casi todos los cuadros de
los cincuenta y sesenta de Stella, por ejemplo su serie de
Retratos, están organizados en torno a un centro, en oca-
s iones, además, el centro se ha recortado 42 . Es cierto que no
es un cent ro puramente visua l sino el centro rea l de la figura,
del cuerpo geométrico que es el cuadro. Sin embargo, los
33- F. Stella, Arriba la bandera, 1959. Nueva York, Whitney cuadros de Newman, a pesar de su carácter visual, me pare-
Museum of American Art. cen más cercanos a la búsqueda m inimalista de la carencia
de centro y la serialidad. la influencia de Stella es direc-
Stella persigue la creación de una experiencia prime- tamente perceptible en las obras con grafito o tiza sobre
ramente visual y corporal, pero no ilusionista, con ello en- pared de Sol leWitt.
tiende que no se trata de crear la imagen de un objeto en la En el caso de leWitt se abandona el soporte pictórico y se
superficie del cuad ro, s urgiendo del fondo o en receso. El suprime el problema del marco utilizando toda la pared
espacio del cuadro no es un espacio imaginario en la mente como supe rficie. Inmediatamente los problemas resu ltan ser
del espectador. Por el contrario, la pintura es un objeto, que otros que los pictóricos en sentido tradicional. Por un lado,
se afirma en su tamaño, en su forma, en su materialidad. las las Pinturas de pared de leWitt se convierten en obras am-
líneas que atraviesan la superficie de Arriba la bandera crean bientales, en las que lo que se persigue es la creación de una
una experiencia perceptiva que no es diferente de la de cual- experiencia espacial, como por ejemplo, la Pirámide asimé-
quier otro objeto que pudiera tener esa estructura. Es intere- trica con colores asimétricos, 1985 (11. color X), en el Museo de
sante cómo con aquella composición tan sencilla se crean Brooklyn. la introducción del cromatismo es fundamental.
campos de fuerza, pero ninguna ilusión óptica, que intro- En otra dirección, el impulso lineal de la obra de leWitt se
duciría algún tipo de experiencia virtual, ilusionista en la desarrol la en otras Obras de pared en colo res en las que se
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dibujan fragmentos rectángulares con diferentes estructu ras, m inima listas, sino su falta de cali dad. Fried abordó el pro-
cuadrícu las, grecas. En otras ocasiones e l fondo es la pared blema desde otro punto de vista y dio a mi parece r mejores, o
entera, como en Líneas y puntos sobre una red, 1976. En la obra a l menos más manejab les, razones sobre la objetualidad y la
tridimensiona l de LeWitt se rep ite el interés por la serie y la pintura de Stel la~. Las Pinturas Negras de Stell a trabajaban
estructura repetit iva. En genera l se percibe s iempre un exceso sobre un lím ite, e l que existe entre la pintura y la escultura.
de concepto, en el sentido de que la construcción de la obra Cuando un cuadro, s in ma rco, con una composición s imp le,
sigue, o parece seguir, un plan geométrico de liberado. De en un negro neutro, se pe rcibe sobre una pa red, existe la po-
todos modos, la grandes Obras de pared están próximas al sibilidad de considerar la pared como el fondo y e l cuadro
arte amb iental, por e l modo de determ inar la percepción de como la figura. Que esta es una posibilidad rea lizada se
un espacio dado. muestra en la cantidad de expos iciones de cuad ros negros de
La pintura de Frank Stell a, como la de Kel ly, planteó pro- aque llos años: de Reindhart, de Stell a ... La pintura, como un
blemas a los críticos formal istas por su objetualidad. A pesar objeto más, establece re laciones con su ento rno, a l menos
de que el argumento moderno persigue e l reconocim iento de con la pared . La composición que se va lora es la del cuadro-
la plan itud de la pintura y de la abstracción sobre la figu- objeto con la superfie de la pared. La hard-edge se recorta
ración, cierto grado de ilusion ismo deb ía permanecer, según contra el blanco de la pa red. Este es e l verdadero problema:
Greenberg. Para éste, es esencial a la pintura alguna dife- si se pe rcibe, inte rpreta y va lora en re lación a la pa red, la pin-
renc ia entre lo que es y cómo aparece o, dicho de ot ro modo, tura pierde su completud, su unidad cerrada y autosufic iente,
la pe rcepción de espacio o de volumen no puede se r el im i- de ob ra de arte autónoma.
nada de la experiencia estética que debe proporcionar una Fried va lo raba posit ivamente la pintura de Stella, porque,
pintura. Sin emba rgo, una d iferencia entre lo que es y lo que según su percepción, en Stell a la pintura funcionaba todav ía
aparece puede encontrarse siempre en a lgún sentido. El pro- como tal. Aunque t rabajaba en el lím ite y con el lím ite de lo
pio Greenberg decía no tener problemas con las formas cúbi- pictórico, no se volvía hacia fuera, «negándolo», sino hacia
cas, ni con la monocrom ía, s ino con el pob re resultado que, a dentro, hacia la propia pintura. El borde, el lím ite fís ico, era
su parece r, gente como Stella obtenía de ellos. Es deci r, por convertido en un e lemento pictórico, por lo tanto, formaba
muy ind ife renciada o previsible que sea la superfic ie pictórica parte de la o rgan izac ión inte rna de la pintura, y aún más, la
ese no sería el problema de la pintu ra de tendencias ordenaba, la determinaba totalmente. La shape era la form, el
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co ntorno o la fo rm a física de l objeto ganaba significación opacidad , y la utilización del color. Judd evita los mat ices y
co mo fo rma art ística. Lo que es pertinente es, en primer las texturas desagradables no tanto por pe rseguir la belleza,
lugar, que el contorno, el formato, lla ma la ate nción sobre s í cuanto por enfatiza r la fuerza de las propiedades cromáticas
mismo y, en segundo luga r, que se convierte e n e l elemento de los objetos. También, en sentido contrario, el ige colores
que organiza al resto de los elementos pictóricos. De este sólidos y mate ri ales coloreados para pone r de re lieve la mate-
modo, lo que es una mera característica física del objeto pasa ria lidad del color y para resaltar el contorno del objeto. La
a se r una característica artística, un elemento sign ificativo y e lección de los colores no es arbitraria n i decorativa. Se trata
con valor estético. Aunque coincidan espacialmente el límite de aque llos tonos que fac ilitan la percepción de l los límites,
fís ico y de la ob ra, el énfasis en e l borde no diluye la dife- claros y precisos de l cuerpo en e l espacio. Tanto los metales,
renc ia entre objeto y obra o espacio real y espacio pictórico. como el cobre do rado de Sin Título, 1969, como los plásticos
Stella, co mo No land y sus dianas, inco rpo ra e l formato a los de colores sólidos como e l azu l de a lum inio anon izado de
e lementos man ipulables en la actividad pictórica. Según una obra de la misma forma y el m ismo año, o e l rojo cadmio
Fried, los artistas m inimal hab rían sido incapaces de dar ese de Sin Título (Kleenex Box), poseen, son, de un color. Se trata
paso, quedándose del lado del objeto. prec isamente de afirmar su ca rácter material, poco vo lub le.
La inse pa rabi lidad del soporte y el color. Sin emba rgo, como
2.8. La pintura como referencia
la pintura, la obra de Judd t iene vocación visual.

Algunas obras min ima l son críticas del ilus ionismo pictó- Esta intencionali dad está presente en la uti lización de l

rico desde la escu ltu ra o la creación de objetos. En ellas el color por parte de Flavin. Sobre todo, cla ro está de su obra
sob re la pared. Ot ras obras t ri dimens ionales se planteaban
abandono o e l rechazo de la pintu ra no impl ica su o lvido,
sino que la pintu ra se convierte en un tema escultó ri co más. como comentarios sob re la pintura, no s iempre crít icos, pe ro
que en todo caso most raban una ut ilización de cuali dades
En las obras de pared de Judd, aunque se trate de «objetos
pictóricas sobre o en objetos trid imens ionales. He hab lado
específicos», es dec ir, ni pinturas ni esculturas, las refe-
renc ias pictóricas son eviden tes. Su colocación contra la ya de la t ranspos ición t ri dimens ional de Newman y Re indhart

pa red y su percepción fronta l inv itan a esa lectu ra. Se ha en obras de Anne Truitt, como La herencia del Caballero, de

señalado también cómo la cualidad visua l de sus objetos es 1963, y también en columnas negras como Platte, 1962.
fundamenta l: e l bri ll o de l material, su t ransparencia o su Buena pa rte de la producción de Sol LeWitt t iene referencias
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pictóricas, como Pirámide asimétrica con colores asimétricos,
1985, o Líneas y puntos sobre una red, 1975. LeW itt supera el
mundo de cuadro por los límites laterales, s in abandonar el
plano. Afi rma la materia li dad de la pared, su s ign ificado
a rqu itectón ico. Interviene en e lla sin converti rl a en la super-
--
fic ie de una rep resentación o en un trompe- /'ceil, s in conve r-
t irla en un fresco . Ob ras de este t ipo son auténticas instala-
ciones pictóricas u obras amb ientales pictóricas, en las que la
modificación de la pe rcepción del espacio real med iante la
man ipulación pict órica de uno de sus lím ites es lo que está
en ¡uego.

34. E. Hesse, Colgadura, 19 66. Nueva York, Colección Víctor


W. Ganz.
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del proceder de Pollock en cuanto que alcanzan a la conside-
ración de lo que debe ser la obra misma. La forma de l objeto
no está definida de ningún modo previo {por ejemplo por la
• forma de un cuadro) y e l proced im iento, lo que luego se lla-
mará el proceso, alcanzan todo e l protagon ismo. Tamb ién en
eso excede al arte min ima l.

35. E. Hesse, Inmediatamente después, 1969. Mi lwaukee Art


Center.

Por últ imo, las referenc ias pictóricas están presentes tam-
bién en la escultura postminimal, en obras de fieltro de Mo-
rris, como House of Vetti, 1983, y sobre todo, en buena parte
de la obra de Eva Hesse. Colgadura, 1966 {1 1. 34), es una ob ra
sobre la pintura rea lizada sobre un bastidor, que Hesse
vendó y de l que colgaba un cable. Según Lippard se trata de
una « pintura s in pintura de cuya superficie una línea dibujada
se escapa en e l espacio rea l»~. En Inmediatamente después,
1969 {11. 35), Hes se trabaja sobre el caos y hace referencia al
mismo Pollock 4 S • Salpicadura, 1968, así como otros objetos
rea lizados arrojando plomo, de Serra, son tamb ién reproduc-
ciones escultóricas del gesto y e l procedim iento de Pol lock.
Adm it ido eso, es preciso decir que exceden la sign ificación
.• •
.••
NOTAS A l PI E moderno, Chica go, Unive rsity of Chica go Press , 1983; Mad rid,
Mond adori , 1990 . Co mo es sabid o Guilb aut co nvier te al
~ Wittg enste in citad o por Judd , «Art and Archi tectur e»,
expre sioni smo abstr acto en el «estilo» norte amer icano por
1983, en Dona ld Judd, Complete Writings 1975- 1986, Van
excel encia», p. 2 59·
Abbe muse um, Eindh oven, 1987, p. 25.
13 Siege l, J. «Carl Andr e, artwo rker, in an interview with
~ Judd, D., «Obj etos espec íficos », en M.W ., Minimal Art,
jeann e Siege l», Studio lnternational, 1970, 180, pp. 176-177.
cat. ex., San Seba stiá n, Koldo Mitxelena, 1996, p. 14.
Cfr. Wood , P. Frascina, F. Harris, J. y H arriso n, Modernism in
~ Au nque lo haya hecho para segui r un meto do estru ctu-
Dispute. Art since the Forties, Lond res y New Haven, Yale Uni-
rali sta de oposi cione s que se basa en un s upue sto metaf ísico
versit y Press , 1993-
seme jante ; el de que la opos ic ión lin güíst ica mani fiesta una
14 Smith so n afi rma ba: «Los artist as no son apolí ticos.
opos ición espiritual subya cente . Cfr. «Sen se and Sensibility»,
Están siend o utiliz ados para apoy ar otra clase de valor polí-
en Entre la geometría y el gesto. Escultura norteamericana,
tico y si son lo basta n te estúp idos como para creer que viven
1965-1975, Cat. exp., Madr id, Minis terio de Cultu ra, 1986. en el sépti mo cielo o algo así, eso equivale a apoyar, a apoy ar
Sigue siend o una magn ífica crítica del estru ctura lismo Eco,
realm ente. En otras palab ras, ese es su opio , la recom pensa
U., La estructura ausente, Barce lona, l umen , 1968.
que recibe n ».
~ Rose nberg , H., •<Defining Art», (1967), en Batto ck, G.
1s Cfr., por eje mplo , Held, J., « Minim al Art: eine amer ika-
(ed.) , Minimal Art. A Critica/ Anthology, Berkeley, Ca., Univer-
nisch e ld eolog ie», Neue Rundschau, 1972, 83, 660-77.
sity of California Press , 1995 , p. 306.
16 Gree nberg , «Avant-ga rde Attitu des: New Art in the Six-
~ Rose, B., «ABC Art», en Batto ck, op. cit., p. 279. ties», The Collected Essays and Criticism, vol. IV, Chica go, The
~ lbid., p. 281. Unive rsity ofCh icago Press , 1995, p. 300.
~ /bid., p. 296. 17 Green berg, «Abs tract and Repre senta tiona l», op. cit., vol.
~ lbid., p. 297. 111, p. 189.
: /bid. , p. 280. 1s Una imag en de un cabal lo, por ejem plo, es según la
-
10
.
Strick land Minimalism and its Origins, p. 9.
11 Muse o Nacio nal Cen tro de Arte Reina Sofía, 2001.
epist emol ogía kanti ana, una realiz ación mater ial del esque ma
del conce pto «caba llo», qu e pe rmite la ident ifi cació n que se
!! Guil baut, S., De cómo Nueva York robó la idea de arte exp resa en «Esto es un cabal lo», po r ejem plo.
.' •
.' .
'
~ Por ejemplo de lemas como «el viaje de la vida» o de ~ « Lo subl ime está aquí», en Ch ipp, H. B., Teorías del arte
ideas como las de patria o revo lución. Otra cuestión es que e l Contemporáneo, Aka l, 1995, p. 589.
prop io Kant cons iderara que la principa l función del arte 21 «The plasmic image», en Stiles, K. & Selz, P. (eds.) Theo-
fuera la ilustrac ión, la expos ición, de ideas mora les, y no la ries and Documents of Contemporary Art, Un ivers ity of Ca li -
consecución de una experienc ia estética, puesto que en la Crí- fornia Press, 1996, p. 25.
tica del Juicio no aparece una defin ic ión puramente estética 28 Moszynska, A., El arte abstracto, Barcelona, Destino,
del arte. 1996, p. 168.
20 Greenberg, C., « Modern ist Pa int ing», op. cit., vol. IV. 29 Greenberg, op. cit., vo l. IV., p. 290.
21 Los dos sentidos de autonomía que se confunden en la 30 Haske ll, B., «La conciencia de la perfección», en Agnes
obra de l principa l fi lósofo de la autonomía, Adorno: e l forma l Martín, cat. ex., Nueva York, Whitney Museum of Ame ri can
y el socia l. La autonomía de l artista o la emancipac ión de l Art, 1993- (Vers ión cast. Madrid, Museo Nacional Centro de
arte respecto a l poder rel igioso y pol ít ico no tiene porqué ir Arte Reina Sofía, 1994, p. 53-)
acompañado de autonom ía formal. Cfr. Bürger, P., Teoría de 31 Cfr. Danto, A., « Historical Museum of Monoch rome
la Vanguardia, Barcelona, Península, 1987. Art» , After the End of Art, Princeton, Princeton Un iversity
:; El tema exig iría más matizaciones. Me va le por ahora no Press, 1997.
obstante señalar la diferencia entre la dependencia factua l y la 32 A. Reindhart, Iris Time, 7, 196).
dependenc ia necesa ri a. La func ión no dota de sentido a la 33 Wol lheim, R., «M in imal Art», en Battock, Mínima/ Art, p.
obra. 398. (La traducción es mía.)
23 Cfr. Buchloch, B. H., Neo-Avantgarde a( Culture lndustry . 34 Wollheim no utiliza el térm ino pintura para hablar de los
Essays on European and American Art form 1955 to 1975, Cam- monocromos de Reindhart, s ino e l térm ino «canvas», que he
bridge, The M IT Press, 2000. En especia l, xxi ii-xxv ii. traduc ido por cuadro y que se refiere sólo a la materia li dad
24 Cfr. la c ita de Andre. Ut ilizo los términos de Adorno, del objeto, y tamb ién « objeto de arte v isual».
pero este tipo de exp licac ión ha s ido explícita en Wood, et al., =: En 1956 Rauschenberg rea lizó efect ivamente una pintura
op. cit. que cons istía en una tachadura. Pid ió y cons igu ió de De
25 Cfr. Sand ler, El triunfo de la pintura americana. Historia Koon ing un dibujo que después tapó con pintura. Se trata,
del expresionismo abstracto, Madrid, Ali anza Forma, 1996. naturalmente, de De Kooning borrado.
'
'''
''
~ En Tarabukin, N., El último cuadro, Barcelona, Gustavo p. 56.
Gilí, 1977. ~ Krauss, R., Bachelors, Camb ridge, The M IT Press, 1999,
37 Rodchenko afirmó sobre sus cuadros: « He llevado a la p. 96.
pintura a su conclusión lógica y exhibido t res cuadros. Rojo,
azul y amarillo. Afirmo: Todo ha terminado». Cit. En Alexandr
Rodchenko, Cat. Ex. Nueva York, MOMA, 1998.
_ T1arabu k"1n, op. ett.,
38 • p. 44.
39 /bid., p. 44.
40 El experimento tiene el mismo diseño que el de la tierra
gemela de Putnam, que centraba la discusión en episte-
mología. Para una discusión del experimento cfr. Wollheim,
«Danto's Gallery of lndiscernibles», en Rollins, M. (ed.),
Danto and his Critics, Oxford, Blackwell, 1993.
41 Cfr. Danto, A. The Trans.figuration of Commonplace, Cam-
bridge, Harvard University Press, 1981. La curs iva es mía.
Dejo sin traducir la palabra «m inimal» porque, aunque utili-
zada como un nombre común, por tanto, en el sentido de
«escueto», c reo que tamb ién hace referencia a la producción
mini ma l.
42 Los centros en Retratos son vacíos, igua l que el centro y
las líneas b lancas de Arriba la bandera, puesto que son las
franjas negras las que han sido pintadas por el artista, de-
jando entre e llas las delgadas líneas blancas.
43 Fried, «Shape as Form: Frank Stella's New Paintings»,
op. cit.
~ Lippard, L., Eva Hesse, Nueva York, Da Capo Press, 1992,
.• •
.••
medi os y proce dimie ntos. La escul tura minim al lo haría , en
3
prime r lugar, introd ucien do nuev os mater iales, inclu ida la luz
Con cept osfu ndam enta les sobre arte mín ima / eléctr ica y difere ntes mate rias plást icas o produ cidas indus -

«Salvo la dup licación, que no debe confu ndirs e con el trialm ente. Adem ás, la escul tura minim al habrí a segui do el
argum ento reduc tivo de la vangu ardia presc indie ndo de lo
ilusio nism o,
los hech os escul tó ricos del espac io, la luz y los mate riales que consi derab a acces orio en el géne ro escul tórico . Elimi-
naron la figuración y el pedes tal, como había ocurr ido ya en
han funci onad o siem pre de fo rma concr eta y literal.»~
la escul tura const ructiv ista. Otras conv encio nes ligadas a lo
3.1. Vanguardia y arte mínim a/ escul tórico tamb ién podía n desap arece r, como la verti-
calidad, como hace evide nte la obra de Andre, y la unida d fí-
En los años sesen ta prese ntar como obras de arte objet os
sica del objet o, como hemo s visto en obras de Judd o Morris.
direc tame nte depo sitad os en el suelo o contr a la pared como
Se llegó hasta a consi derar tamb ién presc indib le la concep-
las cajas de Morris, Judd o Smith , luces fluor escen tes como
ción mode rna de las relac iones entre las parte s y entre las
las de Flavin o ladrillos en hilera sobre el suelo como hizo
parte s y el todo, la preci ada unida d de la obra de arte, como
André, era cierta ment e origin a l. No sólo supo nía el recha zo
pone de man ifiesto el hech o de que algun as no tenga n una
del medi o pictórico, del gestu alism o, y del expre sioni smo
forma definitiva. En cuan to a su semá ntica , la escul tura mini-
como teoría artíst ica, adem ás era un avanc e en la utilización
ma l presc indirí a de cualq uier conte nido repre senta tivo y
de nuev os med ios y en su explotación artíst ica y propo nía
expresivo, lo que la convertía, para sus críticos, en un arte
una conce pción nuev a y prete ndida ment e anti-i deali sta del
vacío. Así pues, la utilización de mate riales y proce dimie ntos
arte. La mayoría de los artist as minim al prove nían de la pin-
indus triales, la abstr acció n, la falta de pede stal y la repet ición
tura y, por experiencia propi a o porqu e había n asu mido las
como princ ipio formal, y la ausen cia de conte nido sería n los
leccio nes de Reindhart, consi derar on que la pintu ra estab a
rasgo s básic os del arte minim al.
muer ta.
El arte min ima l podrí a cons idera rse el últim o episodio en
Una lectu ra histo ricist a diría que en esta situac ión la escul -
la histo ria de las vang uardi as. No sólo histór ica, sino tam-
tura debía sufrir en su medi o la evolución que carac terizó la
bién conc eptua lmen te, el minim al consi st iría en una supe-
pintu ra van guard ista, desar rollan do la investigación de sus
ración crítica de los movi mien tos anter iores y una últim a
.' •
.' .
'
etapa en la tarea autorreflexiva de la modern idad, de bús- estricto. A partir de los años ochenta, sus partida ri os más
queda de la autonomía y las cond iciones mín imas y especí- re levantes, los h istoriadores postformalistas li gados a la re-
ficas de lo artístico. Habría funcionado de hecho como un vista October, consideraron, por e l contrario, que el arte m ini-
mov im iento vanguard ista, es decir, como un grupo de artis- mal constituye la última corriente rea lmente vanguard ista de l
tas ligados personalmente, cuyas obras tendrían cierta seme- arte contemporáneo, de la que beben todas las tendenc ias
janza forma l, que se man ifiestaría como e l desarrollo crítico val iosas de los últ imos cuarenta años. Supone ciertamente la
de movimientos anteriores, y que tendría e l apoyo de ciertos crítica más decisiva a la estética idealista, pero esto forma
críticos, más progresistas, y el rechazo de otros, más conser- parte de su propio carácter de vanguardia.
vado res. El arte m inimal se ría el fina l del argumento reduc- El grupo de October, liderado por Krauss, adopta un sen-
t ivista del arte moderno y en buena medida se defin iría de t ido socio lógico de vanguard ia, que conside ran el funda-
forma negativa. En particular, se habría alcanzado la esencia menta l, como crítica de las instituciones bu rguesas del arte y
de la escultura elim inando todo lo que le e ra inesenc ial, in- de sus conceptos o, en sus términos, «mitos», funda-
cluida la composición y la unidad. menta les. Los postformalistas distinguen entre vanguard ias
Ahora bien, que el arte min ima l sea un movim iento más de forma listas, aquellas que pertenecen a la narración green-
vanguardia fue puesto en cuestión desde el primer momento bergiana, y vanguardias «transgresoras», como e l dadaísmo,
en más de un sentido. Para Greenberg o Fried suponía preci- e l surreal ismo y e l productivismo, que habrían quedado
samente el fin de la vanguard ia entendida como la evoluc ión injustamente fuera de aquella narración. Pero como Green-
crítica y en búsqueda de su autonom ía de los d iversos géne- berg, Krauss y Foster son defensores de la abstracc ión, e l
ros artíst icos. El arte minimal era, desde un punto de vista antisentimenta lismo y la capacidad autorreflexiva del arte y
general, incompatible con una consideración idealista de l arte mantend rían, por tanto, su dife rencia fundamenta l entre van-
y de la obra de arte como creado ra de una experiencia estética guardia y k itsch~ y entre vanguard ia y academ ia. Por el con-
sui generis . Según Fried, más radica lmente, invest igar los ele- tra ri o, consideran que la crítica vanguardista fundamental es
mentos m ínimos de la escu ltu ra habría conducido de la hac ia la instituc ión artística y la sepa rac ión del arte y la vida.
mano de estos art istas a la producción de meros objetos, no Si la crítica vanguard ista clásica se había manten ido dent ro
de obras de arte escu ltó ri cas y, por ello, el arte minima l no de los lím ites de ciertas convenciones, los géneros y los con-
formaría parte de la histo ri a del arte moderno en sentido ceptos de la fi losofía idea lista del arte, la crítica m in ima lista
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habría recuperado el verdadero espíritu de la Vanguardia, pre- favor de una no jerárquica, en la que todas las partes mantu-
sente en las vanguard ias transgresoras: el ant iacadem icismo, vieran su va lor individual dentro del todo. Concibieron la
la crít ica de la autonomía y de la propia institución-arte~. En expe ri encia estética desde la experiencia perceptiva y gnoseo-
concreto, según los postformalistas, la diferencia subyacente lógica en general, en buena med ida como una reflex ión sobre
fundamenta l entre las vanguard ias forma listas y el min ima l y la pe rcepción y el conocimiento. Abandonaron las nociones
e l post-m inimal ismo consistiría en que las primeras habrían de gen io y de origina lidad, y trastocaron la de trabajo artís-
adoptado como princip io rector e l mito de la autonom ía artís- t ico. Krauss ha inte rpretado estos ataques desde su propia
t ica, mientras que el arte m inimal ista centraría todos sus es- concepción filosófica postestructural ista como ataques a los
fuerzos en destruir ese m ito. Según Foster, « ... el m inima- mitos modernos sobre el arte, en particular, al de la auto-
lismo aparece como un enigma histórico en e l que la auto- nomía de la obra como unidad completa y autosuficiente de
nomía formal ista del arte es alcanzada y rota, en el que e l significación. Para e lla, las acciones de los años sesenta en el
idea l de arte puro se convierte en real idad en otro objeto ámb ito cercano al de l arte minimal «coincidirían » con el auge
específico ent re los objetos en se ri e»~. Aunque el arte min i- de la «fenomenología» y la «semiol ogía» ~ en las Human i-
mal utiliza las instituciones artíst icas, sin embargo, cuestiona dades en los años sesenta, lo que habría favorecido una con-
los procedim ientos de la producción artística y, por tanto, cepción nueva de la percepción, el s ign ificado y la interpre-
pone en cuestión la diferenc ia entre arte y vida, la autonomía tación de las obras de arte.
art ísticas.
Tómese como el últ imo movim iento vanguardista o como
J.2. Anti-ilusión
e l primer mov im iento postvanguardista, lo cierto es que la
La distinción básica en la estética idea lista es la que se da
actividad del arte m inimal se entiende mejor con e l trasfondo entre el objeto artíst ico y la ob ra de arte. La ob ra de arte es un
de una fi losofía no ideal ista de l arte. Como anti idea listas, los
objeto fís ico, que pertenece a l mundo fís ico, pero que es redi-
minima listas atacaron el ilusionismo, la noc ión de lo artíst ico
mido de su materia lidad y captado para e l reino del arte por
como creación de experiencias fue ra del t iempo y el espacio una experiencia estética. Sin una experiencia (creadora o
rea les, y trata ron de constru ir sus obras basándose en las
receptora) que más al lá de sus propiedades fís icas e incluso
propiedades materia les de los objetos y en su percepción lite- rep resentacionales perciba en el objeto -o con e l objeto
ra l. Renunciaron a la concepción orgán ica de la obra de arte a como pretexto- una cualidad «estética», no hay obra de arte.
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Por tanto, la experiencia estética no lo es de propiedades físi- primer síntoma de su vocac ión antiilus ion ista. Los m 1n1ma-
cas como el color o la forma, sino de propiedades que sobre- listas manten ían que el pictórico e ra un medio esencialmente
vienen a éstas. La cual idad estética de la obra no es posible ilusionista puesto que consistía en la creación de una imagen
fuera de una experiencia estética y es irreductible a expe- virtual sobre una superficie materia l y en e llo coincid ían con
riencias perceptivas o intelectuales concretas. La cualidad Greenberg. La interpretac ión de la pintura consistiría en la
estética es la cualidad global de una obra en la que se con- creación po r parte del espectado r de una imagen mental to-
densan la cuali dad fenomén ica, la originalidad, el esti lo, la mando como base ciertas manchas, variaciones de forma y
expresividad, etc. El gusto, entend ido como un sentido in- de color sobre el soporte. Esta experiencia se considera ilu-
terno, es el órgano que capta esa icónica cualidad de los sion ista porque la imagen representada no tiene una exis-
objetos artísticos en la que se harían sensibles contenidos tencia real fue ra de la mente de l espectador, no está real-
abstractos. mente ante sus ojos.
La pintura era el género que me¡or se adecuaba al para- La ilus ión más persegu ida por la pintu ra mode rna habría
d igma de la estética forma lista representada en la escena sido no tanto la representac ión de objetos, como la de la tri-
americana de los cincuenta y sesenta po r Greenberg. Un cua- d imens ionalidad de l espacio, a través de la perspectiva o del
dro es un objeto materia lmente pobre, ind iferente, cuya so- clarooscuro, e l volumen de los cuerpos, la cualidad lumín ica,
porte antes de l trabajo artístico es una superficie neutra, que etc. Desde la propia pintura y desde la teoría formalista tam-
se convierte en espíritu por el toque del artista creador. Bar- bién, en la evolución de la vanguardia se habría intentado
net Newman dec ía todavía sobre aque llos años: «Escultura es purificar e l arte pictórico de la ilus ión de profund idad, es
aque llo con lo que te topas al m irar una pintura», expresando dec ir, no era necesario - ni deseab le, según Greenberg- que la
e l predomin io que la pintura ten ía no sólo en el amb iente imagen de la pintura lo fuera de objetos en e l espacio tri-
vanguardista ameri cano, sino también en la teoría. Aunque el d imens ional. La ilus ión ya no consistía en la del espacio
propio Newman y la pintura de Frank Stella hab ían intro- mimético tradic ional. No obstante, también la pintura abs-
duc ido consideraciones antiidea listas en la práctica pictó ri ca, tracta conju raba sob re el lienzo imágenes de movimiento,
como el uso de l tamaño mura l y la afirmación de l contorno y equi li brio, fue rza, imágenes sonoras, experiencias metafó-
e l carácter físico de la pintura, el arte minima l acabó por neas, emociones. Estas experiencias podían no hacer refe-
rechaza r toda clase de actividad pictórica. Este rechazo es el renc ia a nada externo a la superficie pictórica y llamar la
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atención sobre sus propias cualidades, pero en cualquier se refiere simplemente a que haga hincapié en él o lo reco-
caso su consecución era el auténtico objetivo de la actividad nozca como esencial a la pintura, sino a que convierta la bidi-
artística. El principio compositivo se convertía así en la esen- mensiona lidad en un va lor artístico, en el medio pro piamente
cia de la pintura, puesto que la ilusión pictórica ya no estaba pictórico de conseguir la opticalidad. La superficie pictórica
ligada a la creación de sensación de profundidad sino a que es la condición de posibilidad de la creación de una imagen
surge de una cierta relación entre elementos pictóricos : el (una ilusión) pictórica, la experiencia estética propia de la
color, básicamente, y la forma. pintura.
Tradicionalmente se piensa que el pictórico es un medio
J.2.1. La opticalidad
inevitablemente ilusionista, que la esencia de la pintura sería
la creación de una ilusión óptica que nos hace ver cosas
El carácter crítico autorreffexivo de la vanguardia se mani-
-objetos, acciones, espacios- que realmente no están en el
fiesta según Greenberg en la investigación de las propiedades
y los límites de los medios, como condiciones de posibilidad lienzo. Los minimalistas persiguen el pictorialismo entendido
como la idea de que los elementos materiales de la obra
de su artisticidad. En cuanto a la pintura, sus límites son «la
superficie plana, el contorno de l soporte, las propiedades del deben ser sólo un medio para la elabo ración de una imagen
mental. Al contrario de la pintura, la escultura, aunque pueda
p i gmento»~. En particular, la jlatness, o planitud, es su condi-
evidentemente trabajarse de modo ilusio nista, permitiría
ción específica, que la diferencia tamb ién de la escultura. La
superficialidad es la única condición necesaria para crear la reconocer con más facilidad el objeto como lo que es y no

experiencia propia de la pintura: la «O pticalidad», heredera de como lo que parece. Es decir, la expe riencia escultó rica no lo
es de una imagen o una representación, sino de un objeto
la «visualidad» de la que hablaba el prime r teórico de la
que está rea lmente frente a nosotros. Como dice Morri s en la
fo rma, Fiedler! . A simple vista puede parecer que en Green-
cita del comienzo del capítulo, excepto por el hecho de repro-
berg se encuentran dos tendencias contrapuestas: una mate-
du cir otros objetos, el resto de las propiedades de la escul-
rialista, que enfatiza las propiedades físicas de los medios y
una tendencia idealista a identificar el valor artístico con la tura son literales.
La disputa entre pintura y escultura no es una más entre
cualidad de la obra: resultado de una experiencia visual y
estética en el espectador. De tal manera que cuando Green- dos géneros, sino que ahora está ligada a lo que es arte y lo

berg enfatiza el carácter plano de la pintura vanguardista, no que no, si se rechaza la idea de que todo arte es ilusión.
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Según la trad ición desde Leonardo, la pintura se eleva sobre órganos estimulados, etc. y, a partir de ese materia l sensible,
e l carácter material del soporte en la creación de una imagen, constru imos un objeto. El objeto es pues una entidad creada
mientras que la escultura t iene que luchar por superar su en func ión de nuestras necesidades y surgida de los estí-
carácter materia l, y por eso la pintura es más art ística y más mu los de los d iferentes sentidos. Así pues, raramente en la
espiritua l. Es dec ir, en el arte m in ima l no se trata sólo de vida cotid iana «Vemos» s in más las cosas, norma lmente las
supe rar las barreras entre géneros, sino que subyace la bús- vemos y tocamos, olemos ..., las identificamos como miem-
queda y la afirmac ión de la objetualidad que durante siglos ha bros de una clase o las asociamos a emociones. Además, no
sido enem iga de l arte. Porque la escu ltu ra se aproxima más a vemos propiamente las cosas, su «forma real», s ino imá-
la idea de objeto, los minimal rechazan la pintura, o se apro- genes que dependen de nuest ro punto de vista, de la ilumi-
ximan a Duchamp, también por su uso de objetos. Tamb ién nac ión, etc., «la fo rma aparente». Habitua lmente nos hace-
son los problemas que plantea la objetualidad los que pare- mos una idea de la cosa con ayuda de un concepto, la ident i-
cen afectar más de lleno a las convicciones fo rmal istas9. ficamos como m iembro de una clase: «una caja» o « una
-
Para la teoría formalista clásica, e l contenido propio de la escultura». Med iante el arte, liberamos nuestra percepción vi -
pintura es el mundo vis ible, la visualidad, la cualidad visible sual tanto de las condiciones coyunturales, como e l punto de
del mundo. Cont rariamente a lo que pud iera parecer, esta vista o la ilum inación, como de la competencia con otras
cualidad visua l de lo real no es fácilmente identificable por- sensaciones o conceptos.
que en nuestro trato cotid iano con los objetos los sentidos En cuanto a los objetos, aunque nuest ro pensamiento los
colabo ran entre s í y con las facu ltades intelectuales pa ra concibe como el sustrato de todas clase de percepciones
constru ir un mundo de objetos. En palabras de Fied ler: « ... sensoriales posibles, lo cierto es que si los despojáramos de
no podemos aceptar la opinión de que la existencia de cual- todas las cual idades, visuales, táct iles, aud itivas, fís icas, no
qu ie r objeto fís icamente perceptible o representable está queda ría nada. No hay nada, una «cosa en s í», más allá de
vincu lada a una forma determ inada, s ino que se crea en esa nuestra aprehens ión sensoria l. Obviamente, una pintura es
competencia volunta ri a y s iempre cambiante de sus diversas un objeto, con cualidades diversas, de las cuales una es la
cualidades sensibles» 10 . La idea de Fiedler es que en nuestra visua li dad, pero lo que es pertinente artísticamente de una
expe ri encia o rd inaria, en la conformación de nuestro mundo, pintura son las propiedades que le pertenecen como rep re-
partimos de mú lt iples imágenes, según perspectivas, sentación visua l. Del mismo modo, las propiedades
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pertinentes de un objeto escu ltórico serían las visuales, las cuad rado en una pintura. Como se ve la capacidad de repre-
ún icas que perm iten representar un iversalmente. Es decir, el sentar exige que las propiedades «literales» o rea les de l ob-
pictórico es concebido como un lenguaje en el que a través jeto queden obviadas en la percepción del objeto como repre-
de la pura visualidad son rep resentadas cualesqu iera otras sentación . O, lo que es lo m ismo, que sean capaces de pro-
propiedades del mundo. Así pues, no todas, sino sólo las vocar la ilusión de algo distinto de lo que son en s í mismas.
propiedades pictóricas hacen posible una visión artística del La mayoría de los objetos min ima l no pretend ían transcende r
objeto cuadro o, aunque con mayo r dificu ltad, de la propia las propiedades no rep resentacionales, sino llama r la aten-
escultura. El objetivo del arte sería, según el Fo rmal ismo, ción sobre e llas.
crear una imagen «cla ra y un itaria» a través de una forma. En La afirmación de la plan itud pictórica había llevado en la
cierto sentido, el objeto, el lienzo de colores con un tamaño y obra de algunos expresion istas abstractos a subrayar e l ca rác-
una orientación determ inada, sólo funciona pictóricamente ter material de la pintura. Frank Stella sirvió de enlace entre
en cuanto que sobre él surge una imagen, tanto más clara y esta materialidad favorec ida por los exp resionistas y el carác-
un itaria cuanto más trabajada forma lmente lo que se llama la ter ant iilusion ista propio del min ima l. En una entrevista,
composición pictórica. dec ía: «Siempre me meto en d iscusiones con la gente que
Lo pictórico, según esta teoría es básicamente linea l o for- qu ie re retener los viejos valores en la pintura - esos valores
mal. Esta cualidad formal de lo visua l permite rep resenta r humanistas que s iempre encuentran en el cuadro. Si les
otras propiedades, como las táct iles o las d inám icas. El ap ri etas bien, acaban siempre afirmando que hay a lgo all í
predomin io de lo pictórico-visua l se debe precisamente a su junto a la pintura. Mi pintura se basa en el hecho de que sólo
capacidad de rep resentar lo que no es, sea o no sea visual en lo que se puede ver está al lí. Realmente es un objeto. Cual-
sí mismo: por ejemplo, la línea representa el límite de l cuer- qu ie r pintura es un objeto y cualquiera que se vea suficien-
po, el color negro, una somb ra y el pigmento dorado, e l bri llo temente implicado en esto tiene que enfrentarse a la objetua-
del oro. Según Fiedler, a través de propiedades táct iles no se lidad de lo que está haciendo, sea lo que sea. Está haciendo
pueden representar sino las que realmente posee e l objeto. una cosa. Si la pintura fuera bastante magra, precisa, ade-
Así, s i algo es frío no puede representar el calor, y s i es duro, cuada, simplemente tendrías que ser capaz de verla. Todo lo
lo blando. Un objeto cuadrado no puede representar uno que quiero que cualqu iera extraiga de mis pintu ras, y lo que
trapezoida l, aunque un trapec io puede representar un objeto yo m ismo qu iero extraer de el las, es el hecho de que se vea la
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idea completa sin confusión ... Lo que ves es lo que ves»~- afines. Hab rían llevado su pintura a una situación en la cual
Stella afirma que la pintura es un objeto, que el pintor debe la obra era una superficie altamente ind iferenciada, definida
tener en cuenta esa objetualidad, que es a través de la visión más por la forma y el tamaño de l marco que por la articu-
como el espectador tendrá acceso al conten ido de la obra y, lación inte rna de sus elementos. Es dec ir, defin ida por ca-
por último, que este contenido será una «idea visual». La racterísticas más objetivab les frente a las que se dec ían ilu-
última frase, convertida en eslogan - « Lo que ves es lo que sion istas. El objetivo básico hab ía dejado de ser pictó ri co, no
ves»-, se ha tomado a menudo como muestra de las inten- sólo por el abandono de la ilus ión de profund idad, s ino tam-
ciones antiilus ion istas de los art istas m inimal, aunque no sea bién por el abandono de los principios composit ivos. La
en abso luto una frase informat iva. Para los forma listas, e l composición interna, la relación jerárqu ica entre los ele-
objetivo sería despojar a la vis ión de todo carácter imagi- mentos configu rac ionales y cromáticos eran la causa de la
nativo y la defensa de un posit ivismo extremo. No obstante, expe ri encia ilus ionista en la pintura. El problema para el
«lo que ves es lo que ves», no es s inón imo de «lo que ves es forma lismo consiste en que s i no hay composición, no hay
lo que hay», no se compromete con la realidad fís ica absolu- pintura; no tanto por que la pintu ra sea composición, s ino
tamente autónoma del objeto artístico. Tampoco afirma, por porque sin composición, por m ínima que sea, no hay conte-
lo mismo, que lo que se ve sea algo independiente de lo que nido representaciona l (lo que ll amaban ilus ión). De hecho,
se sabe, se s iente, se toca, etc. Antes bien, lo que se pone en no e ra la fa lta de estructura interna, sino lo que consideraba
juego es la fenomeno logía, por un lado, y la estructura su fracaso a la hora de crear una experiencia de cierto t ipo, lo
misma, por otro, de la percepción visual. O dicho de ot ro que Greenberg criticaba a los art istas m inima l. La pintura es
modo, se pone de man ifiesto que e l objeto de la visión, una un objeto plano y e ra precisamente la planitud la propiedad
caja, una tab la, un espejo o cualquier otro objeto, es rea l, mate ri al que Greenberg hab ía señalado como específi-
pertenece al mundo externo y se señala, se nombra o se im- camente pictórica, el objetivo de la pintura moderna. De
pone en un contexto compartido. La subjetividad de la expe- hecho, la elim inación de dife renciación inte rna favorec ía la
riencia no elim ina e l carácter material y externo de su objeto. percepión de la superficia li dad frente al vo lumen o la profun-
Como hemos visto, el antiilusion ismo minima l se man i- d idad. También los artistas minimal adm iraban este rasgo de
fiesta en pri mera instancia como un rechazo del med io pictó- la pintura expresion ista: la escueta composición que pon ía el
rico, aunque pintores como Stella habrían mostrado actitudes énfasis en el all-over y la cualidad global y plana de la pintura.
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En real idad, lo que Green berg no pod ía aceptar de la pint ura las pinceladas de Pollock no se mueven en rea lidad, o la piel
de Stella era su fa lta de «presencia». Lo que criticaba a los no es tersa como la representa la pi ntura. La interpretación
art istas m inima l era que sus obras no se impus ieran como art ística consiste según la estét ica idea lista en participar vo-
creadoras de una experiencia estética, lo cual exigía aunque lunta ri amente en la ilus ión de a lgo que no es el caso, es
fuera un mín imo grado de ilus ion ismo, a lguna d iferencia decir, en suspender la incred ulidad. Experimentar como real
entre lo que es y lo que aparece, o mejo r, en t re una apa riencia a lgo que no lo es. En la vida rea l, la pe rce pción sería un pro-
primera, objetual, y una apariencia artística: « La plan itud ceso de fo rmación de hipótesis sobre lo que hay. Miro en una
hac ia la que se orien ta la pintura mode rnista no puede ser d irección y veo (rea li zo la hipótesis de que el bulto que se
nunca la absoluta plan itud. La enaltecida sensibilidad del acerca es) a m i am iga. Des pués, se ace rca, vue lvo a m ira r, y
plano pictó rico qu izá no perm ita ya la ilus ión escultó ri ca, veo una desconocida (desecho la hipótesis anterior y la cam-
pero puede y debe perm it ir una ilus ión óptica» 12 . bio por otra) B. En la percepción artíst ica veo unas manchas
de color y luego veo, por ejemplo, un mo lino. La segunda
}2.2. Cuestiones epistemológicas sob re la ilus ión
percepción no cond uce a la creencia de que hay un mol ino

« Il us ión» t iene dos sentidos que se utilizaban indistin- rea l. Sin embargo, aunque no creo que haya un mol ino, s igo

tamente en aque llos años. En un primer sentido, ilus ión es viendo un mo lino, y en eso consiste la ilus ión estética.

s inón imo de engaño y se refie re a la rep resentación de obje- Ante Die, de Sm ith, veo que hay un cubo y creo que hay un
cubo. No debo suspender mi incred ul idad porque no se está
tos: consiste en ve r a lgo que no está presen te rea lmente, o
hac iendo referencia, representando, es decir pon iendo ante
que no es como se lo representa, y cree r que está presente, o
que es cómo se lo representa. En un segundo sentido, ilus ión los ojos, a lgo que no está en efect o presen te. Frente a Nube,

s ign ifica s im ple mente apariencia, apariencia de las cosas, que de Mo rris, no veo una nube, s ino un poliedro colgado, aun -
que lo veo como s i fuera una nube en ciertos aspectos. Per-
obtenemos en la percepción de l mun do y que es nuest ra ma-
cibo las cualidades materia les del objeto, su geometría, su
ne ra de experimentarlo visualmente. En e l primer sen tido uno
puede sen t ir la des ilus ión de comprobar que rea lmen te el ob- color en relac ión a m i posición es pacial y bajo una cierta con-
cepción, imagen, de nube, percibo ese objeto como s i lo
jeto no es lo que hab ía percibido o como lo había percibido
en la representación. El árbo l no es realmente un o livo, la per- fuera. Percibo e l contraste pe ro tamb ién la semejan za entre la
nube y el objeto, como s i fuera un chiste.
sona que veía no es su am iga, el mol ino pintado no es rea l,
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En el segundo sentido de ilusión, se subraya la fa lta de Los autores min ima l estaban influ idos por concepciones
fiab ilidad de la experiencia visual, en el sentido de la filosofía pragmatistas, en unos casos, como Judd, y por la fenome-
moderna. Por ejemplo, m i experiencia pe rceptiva puede se r la no logía, en particu lar de Me rl eau-Ponty, en ot ros casos,
misma s iendo el objeto duro o blando, o sea cual sea su ta- como Morris . Su antiilusion ismo consiste en rechazar e l
maño. Es decir, el mundo fenomén ico y e l mundo, digamos, platon ismo en las concepciones epistemológicas y art ísticas,
fís ico, no son el mismo. Los tamaños percibidos no son de modo que rechazan considerar la creacción artística como
siempre los tamaños rea les, la percepción de colo res de- productora de engaños, pero no como creadora de una expe-
pende de condiciones de luminosidad, la forma percibida de riencia visual a través de l arte. Entienden que e l proceso
los objetos depende de l punto de vista, etc. Aunque sabemos cognitivo no puede entenderse como el paso de la inesta-
que la luna es la m isma en e l horizonte y en lo alto de la cú- bilidad ilusion ista de los datos de los sentidos a la estabi-
pu la celeste no podemos evitar percibir una «i ncreíb le» d ife- lidad conceptual del objeto y de las creencias sobre sus cuali-
renc ia de tamaño. Esta irreductibilidad de lo fenomén ico a lo dades esenciales, o de la inestabilidad de los datos de los
fís ico puede ser tomada de dos maneras d istintas: a l modo entidos a la estabilidad de la fo rma rep resentada o artística.
platón ico y al modo natu ra lista. Según Platón, el primer sen- La escultura m inima l pretende mostrar cómo la percepción lo
t ido de ilusión es sólo un sentido del segundo: nuestros sen- es de un objeto, inserto en unas circunstancias específicas,
t idos nos engañan . Según el natu ra lismo, nuestros sentidos de lum inos idad, de relación con otros objetos, de relación
nos permiten orientarnos de manera razonab lemente buena con el espectador, en el espacio y tiempo rea les. La ilusión es
en e l mundo, a pesar de que la información que rec ibimos la percepción del objeto ta l como aparece. La experiencia de
mediante un sentido pueda no corresponderse con e l estado un objeto comparte la estabilidad conceptual y la inesta-
«rea l» de cosas, o con la info rmación que rec ibiríamos de bilidad {o la dependenc ia) de los factores subjetivos o las cir-
otro sentido. La vista colabora con e l resto de los sentidos y cunstancias ambienta les.
nuestro trato cotid iano con los objetos contribuye a que Judd incide en la idea de que la visión es un modo racional,
nuestra percepción visua l sabiamente corrija las leyes pura- no inferior, de re lac ión con el mundo y de que la percepción y
mente geométricas. Las obras de Morris, respecto a la forma, e l sentim iento son modos rápidos de conocimiento. La re la-
llaman la atenc ión sobre ese tipo de «ilusiones» que pueblan ción entre las propiedades físicas y la apariencia de la obra,
nuestro t rato cotid iano con los objetos. entre las ilus iones deb idas a la perspectiva y la forma real del
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objeto sigue siendo un tema fundamental de su obra. Po r
ejemplo, Sin Título, 1989 (11. 36), es una obra en la que las
abertu ras de las láminas vertica les parecen iguales o de dis-
tinto tamaño de acuerdo al ángulo en que se mi ren. Sin título,
1969, favorece la percepción de la identidad del contorno de
los diez elementos, a pesar de que se vean, necesariamente,
con distinto ángulo. Sin embargo, el brillo, la luminosidad
del material, su cualidad, altamente dependiente de la lu z
real, y del ojo, es una apariencia puramente visual, depen-
diente de los órganos de la sensibilidad. La pretensión de 36. D. Judd, Sin Título, 1989.
Judd es afirmar también su materialidad. No hay modo de ex-
traer la luminosidad, una característica considerada tradicio- El uso que Judd hace del color subraya su cualidad local
nalmente más inestable que el tamaño, del objeto. En este frente a la cualidad lumínica y así la cualidad cromática del
sentido es tan objetiva como la forma, y tan escultórica como objeto se percibe como una propiedad más. Es decir, el color
ella. El tamaño no es más rea l porque se pueda medi r. Ni e l no es separable del material, de su textura, de su brillo, de su
brillo o la luz más etéreas, sino igualmente corpóreas. Del tacto, no es una cualidad voláti l, sujeta a los vaivenes de la
mismo modo, las emociones asociadas lo son a estas cuali- ilusión, sino que posee una real idad objetiva. No hay un so-
dades en concreto y no a un objeto representado por ellas. porte, un sust rato, al que se añada el pigmen to. La globalidad
(wholeness) que Judd persiguió durante toda su carrera se re-
fiere tamb ién a esa relación del colo r y el materia l. Este uso
del colo r, objetivo y no ilusionista, es un ejemplo en la obra
de Judd de que el arte minima l no consiste en la reducción al
máximo de los elementos artísticos sino la introducción de
otros diferentes. En este caso el color como material escul-
tórico.
Judd tiene una concepción epistemológica según la cual no
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hay una diferenc ia tajante entre percepción y conocim iento. perceptiva como e l resultado disto rs ionado de la estimu-
La mente no reelabora los datos de los sentidos, no elabora lación de nuestros sentidos por un mundo de objetos pree-
sus conceptos a partir de las informaciones engañosas de xistente, s ino que nos invita considerar cómo esta imagen
estos. La percepción ya es conocimiento. Las leyes psico- ayuda a construir el mundo de objetos. En cada percepción
lógicas de la constancia de la forma y el tamaño, por ejemplo, conviven la conciencia de la independenc ia de una forma rea l
nos hab lan ya de que la pe rcepción lo es de objetos. Los del objeto y la conciencia de una imagen depend iente de l
datos de los sentidos no son lo que usua lmente se entiende espectador.
por tales, impres iones sensibles de color y luz, que inter- Según Judd, el mundo de l arte, su mercant ilismo, su sno-
pretamos de un modo u otro. Percibimos objetos y no imá- bismo, hab ía convertido la obra de arte en un objeto de expe-
genes de objetos. En sus obras no hay un conflicto entre la riencias inadecuadas, m istificadoras e ideo lógicas de la rea-
visua li dad y la mate ri al idad, s ino que intenta pone r de re lieve lidad. Aunque la obra de Judd está depos itada en los mejores
las relaciones entre una y otra. Así, colo res y materiales t ien- museos de arte contemporáneo, creó la Fundación Chinati en
den a señalar el contorno real del objeto, a señalar con niti- María, Texas, con el fin de que sus obras fueran expuestas
dez la separación entre el objeto y el espacio en el que se permanentemente en el m ismo lugar s in esta r sujetas a l cam-
situa. bio debido a d iferentes insta laciones. Así pensaba que podría
El caso de Morris es diferente porque subraya de forma accederse más fáci lmente a su s ign ificado en un entorno neu-
dec isiva la presencia de l espectador, los conceptos que inter- tra l. Concebía sus obras como objetos para se r observados y
vienen en la experiencia perceptiva y sus componentes s ines- la visión como un modo de pensamiento y sensibi lidad.
téticos. Por eso, e l valor cromático de sus objetos, la term i- Naturalmente la sencillez de sus obras era sólo aparente y
nac ión de la ob ra o sus ca racterísticas de textura, tacto o lu- sus cualidades visua les no lo eran puramente. Es decir, cada
minosidad son menos relevantes que en la obra de Judd. textura, cada color o cada ordenación de elementos trans-
Pero también su escultura está ded icada a la investigación mitiría un conten ido sensible, emocional e intelectual deter-
epistemológica. Los objetos son concebidos como cuerpos minado. No es necesario enfatizar a través de una rep resen-
en un espacio compartido con el cuerpo de l espectador; el tación o composición la exp resividad de l objeto o la de l su-
intercambio fís ico ent re el los es fundamenta l. Por ejemplo, el jeto creador. La creación de expe ri encias artificia les de emo-
cambio de perspectiva no nos hace concebir la imagen ción, la excitación a través de l arte, fa lsea la re lación del
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sujeto con la naturaleza. Judd pretende volver a una expe- sean representacionale s excedan el nivel de la pura objetua-
riencia adecuada del mundo, sin ofrecer excesos de subje- lidad no artística. Por un lado, Vigas en L no ejemplifica
tividad. «medir 243 centímetros de lado», aunque es lo que mide,
sino la propiedad relacional que consiste en el tamaño tal
3.2.3. El arte como objeto
como es percibido por un espectador -en la que obviamente

Los objetos minimal tienden a evitar la distinción entre ca- inAuye que el tamaño sea de 243 y no de 143 centímetros- . Es

racterísticas físicas y denotadas o representadas. Existen en el decir, no son propiedades intrínsecas de los objetos, sino
relaciona les, puesto que es la representación que el sujeto se
espacio físico y se perciben como cualquier otra cosa. Las
hace de l tamaño o de la forma (que naturalmen te está in-
Vigas en L, de Morris, por ejemplo, no denotan un peso, un
Auido por el tamaño y la forma rea les, por los centímetros
volumen o una espacialidad de objetos distintos (repre-
que mide y porque habitualmente los midamos). Por otro
sentados) a ellos mismos. Tampoco el punto de vista, ni el
cambio de perspectiva sorprenden o contribuyen a la crea- lado, Vigas en L ejemplifica tener forma de L, es decir' una
propiedad que se nombra por analogía con la forma de una
ción de alguna imagen que no sea la del objeto. En nuestra
percepción, las leyes de la constancia del tamaño y de la letra. La forma se percibe visualmente, es una propiedad for-

forma explican que el punto de vista no desvirtúe la percep- mal, es objetiva, pero es también la misma forma de las eles ,
de la letra L. Todo ello quiere decir que no percibimos la pura
ción del tamaño o de la fo rma rea les del objeto. En cada uno
de los tres casos de colocación de las L, estas se perciben materialidad de los objetos minimal. Que cuando se ve lo

como objetos en forma de ele, y del mismo tamaño. Somos a que se ve, se ve mucho. Por ejemplo, un niño que no conoce

la vez conscientes del cambio de apariencia debido a nuestro la forma de la ele mayuscula no ve las Vigas en L de Morris.
punto de vista y de la permanencia del objeto. No debemos tratar de percibir los objetos de Morris ob-
viando su títulos o las propiedades que exceden a las pura-
Ahora bien, Vigas en L es una obra que invita a la conside-
mente visuales. Pertenece al contenido de la obra percibirlas
ración de otros temas. No sólo posee unas propiedades
determinadas, de tamaño, forma, color, sino que también las como L y también e l hecho de que no podemos dejar de
percibirlas así, aunque esto exceda la pura visualidad y la
ejemplifica1• . las ejemplifica no solo porque las posee o las
mera materialidad del objeto.
exhibe, s ino porque llama la atención sobre ellas, y porque
hace referencia a estas pro piedades. De ahí que aunque no En 1962, Morris había rea lizado una performance, 21.3 (11.
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37), en la que se citaba para crit icarlo el ensayo «Iconología e
iconografía» is de Panofsky, donde este trazaba la famosa
separación entre los niveles icón ico, iconológico e icono-
gráfico de significado de la imagen. Panofsky habría pensado
en un nivel básico, natural de percepción de las imágenes,
que nos proporcionaba su significado «icón ico»; a este se
añadían los nive les de s ign ificac ión convencional, e l icono-
gráfico, y de s ign ificac ión intrínseca o contenido, e l icono-
lógico. Morris pretendía mostrar que los t res niveles interre-
lacionan nuestra percepción de un hombre qu itándose un
sombrero, e l ejemplo de Panofsky, no consistiría en ver un
mov im iento de elevación de la mano, que luego inter-
pretamos a través de un código s ign ificativo de saludo. Po r el
contra ri o, percibimos un saludo o a Fulano saludándonos,
sin que podamos separar perceptualmente e l movim iento
corporal de su sentido. Así pues, la percepción de objetos y 37. R. Morris, 21.3- (En el centro, Morris durante la
de objetos con s ign ificado e ra - y ha segu ido s iendo- uno de perfomance orig inal.)
los temas de la obra de Morris. Sus objetos min ima l exp re-
Morris decía que no pretendía hacer escultura ambiental,
san esta preocupación, reproduc iendo el esquema m ínimo de
es decir, basada en la creación, dentro del espacio cotid iano,
percepción: un objeto y un sujeto perceptivo. En realidad se
de una zona de influencia del objeto o de un objeto pa ra un
trata de un objeto artístico y un sujeto que pertenece al pú-
amb iente determ inado. Hay una relac ión espacia l, corporal o
bli co artíst ico, pero que reproducen la s ituación básica de en-
cinestésica con e l objeto que es claramente fundamenta l,
frentam iento al entorno.
pero no está regida por su forma de estar en el espacio, en el
espacio cúbico preexisten te de la ga le ría o en e l espacio
matemático, o en el espacio de l jardín de l museo o de la ciu-
dad. De ta l manera que la obra no determ ina la percepción
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del espacio al rededo r, al menos no en ausencia de un espec- indiscernibles de los cotidianos. En concreto, hemos visto
tador con quien entra en interacción. Esta falta de interés por como introdujo materiales industriales y eliminó el pedestal.
el carácter espacial de la obra tiene que ver con su concen- Estos dos movimientos iban en la dirección de enfatizar el
tración sobre el objeto y su carácter de objeto, es decir, por la carácter objetual, no artístico de la obra. Judd pretendía hacer
situación epistemológica más primitiva, que ya incluye un objetos «que no parezcan arte» pero que, hay que añadir, sin
espectador. embargo lo sean, puesto que nunca fue una intención mi-
nimalista acabar con el concepto de arte o diluir la frontera
3.3. No parecer arte: la apariencia
entre e l arte y la vida. La cuestión era cómo consegui r que un

En lo que sigue voy ana lizar algunos rasgos de la escultura objeto que se exhibi ría probablemente en una galería, que no
tendría otra utilidad sino la de ser contemplado y creado por
minimal en relación con el concepto formalista de arte, en
un profesional del arte, no pareciera arte. Una situación, que
tres partes: la estructura externa o la apariencia del objeto
artístico, su estructura interna y la relación con el espectador. también se deriva de la dificultad de distinguir un objeto
artístico, es la que pone de manifiesto Bruce Nauman en su
Los autores minimalistas trataron de producir arte redu-
ciendo al máximo y según distintas inclinaciones la diferencia obra sobre cómo conseguir llamar la atención sobre un ob-

entre objeto fabricado y obra de arte. De tal manera que aun- jeto que no parece artístico. Cómo conseguir que un objeto
que no exhibe las propiedades habituales de lo artístico capte
que la obra sigue siendo un objeto creado con la pretensión
de provocar una experiencia artística, y primeramente sen- la atención del espectador y, no sólo del espectador de la sala

sible, esta experiencia se explica en función de las propie- de arte, sino del ciudad ano en un contexto no artístico.
En primer lugar, el objeto minimal elimina la principal
dades físicas y perceptivas del objeto, de la interrelación
espacial con el espectador y con el entorno y del proceso de señal externa de que se trata de una escultura: la base, el
pedestal. La eliminación del pedestal es conceptualmente
fabricación. En el arte minimal todo está a la vista y se su-
análoga a la eliminación del marco en la pintura. Esta caren-
braya la idea de que no hay nada oculto o misterioso en la
obra. Lo que estaba implícito en el slogan de Stella. cia, tan aparentemente inocua, significa que la obra de arte no
posee un espacio propio, delimitado, separado del espacio fí-
El arte minimal realizó cambios muy evidentes en la apa-
riencia externa de los objetos artísticos, aunque no rea lizara, sico, y señalado: el espacio de la representación, de la ilusión

como el arte pop, ni utilizara, como el Dadaísmo, objetos artística. Esto determina el hecho fundamental de que ya no
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se trataría de una escultura, si por tal entendemos un objeto con la naturaleza. El t rabajo artíst ico hace surgir la fo rma
autónomo, con un espacio propio y que crea, dom ina, sacra- naturalmente. El artista colabora con la natu ra leza, hace sur-
liza, un espacio a su alrededor. Un objeto que exige una con- gir el concetto del material (Miguel Angel) o abre un mundo
sideración distinta del resto de los objetos físicos . Al mismo de la tierra (He idegger)~, por citar dos de los hitos fi losó-
t iempo sugiere que la escu ltura trad icional neces ita ele- ficos de esta concepción. Ambas subrayan la dependenc ia y
mentos materiales que marcan su autonomía, como el pedes- la interrelac ión del esfuerzo inte lectual y e l fís ico, pues aun-
ta l, y que, por tanto, no es absolutamente autónoma. El ta- que el trabajo se encuentre al servicio de un descubrim iento,
maño de la escu ltura m inima l y su site specificity dificultan en e l de la verdad de la natu ra leza, esta se ofrece sólo al precio
a lgunas casos la movi lidad de la obra y hacen que frente a de una lucha de lo humano con lo natura l.
consideraciones sobre su forma interna sean facto res que el El material industrial no sólo carece de las connotaciones
modernismo consideraría externos, como su colocación o su de pureza, natural idad y original idad, además, en la inmensa
instalación, lo que se to rna sign ificativo. mayoría de las ocasiones no ha s ido t rabajado por e l art ista,
Otra ca racterística determ inante de la apa ri encia física de la que pierde e l contacto fís ico que aludía a la continu idad de lo
escu ltura m inima l es la uti lización de materi ales industriales, natura l en lo humano, as í como a la d istancia y la lucha por
e l acrílico, el ace ro ga lvan izado, el neón, el plexiglas, el encontrarlo. Los materia les son fab ri cados industrialmente,
contrachapado, la fibra de vidrio, los colo res laqueados, etc. de modo que la tecno logía y la mecanización penetran en el
Estos materia les dotan a la obra de una apariencia ant iar- mundo de l arte. En muchos casos, e l artista da las instruc-
tística po r dos razones. Primero, porque carecen de connota- ciones de construcción de l objeto en su totalidad a una em-
ciones de belleza, de pureza o natu ra li dad y, segundo, porque presa determ inada. De hecho se crean entonces las primeras
son producidos industria lmente, s in la participación del ar- empresas ded icadas a la construcción de ob ras de arte. Esto
t ista y sin pertenecer a la t rad ición artíst ica~. En la escultura impl ica que el artista, primero, impone una forma predeter-
moderna la materia era un elemento fundamenta l de la obra, minada a un material, segundo, que ese material ya está infor-
que, en buena med ida, determ inaba la cualidad estética de la mado, trabajado, te rcero, que se adopta la d ivisión del trabajo
obra. Desde la pureza de l mármo l neoclás ico hasta la ma- a lienante en el seno de la creación artíst ica. Así pues, se ex-
dera, e l hierro, la pied ra poseían la «ve rdad de l materi al », que t iende el dom inio tecnológico a l mundo de l arte y se rechaza
pon ía al artista en contacto con e l origen, con lo info rmado, e l m ito moderno de la relac ión privilegiada entre hombre y
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natura leza en este territorio . Desde este punto de vista, Jutta los productos industria les o los úti les en general, el resu ltado
He ld ha tachado de ideo lógico el arte min ima l en el que se del trabajo no es fruto de una intención externa y utilitaria,
mate ri al izaría la lógica de la producción del s istema sino libre, no sujeto a final idad externa. El tema del trabajo en
cap italista~. e l arte min ima l fue analizado ya por Wol lhe im, para qu ien
La importancia de este hecho excede con mucho, como « ... nuest ra principa l razón para res istir las pretensiones de l
vemos, a la de la investigación vanguard istas en nuevos me- arte m inima l es que sus objetos fracasan al revelar lo que du-
d ios. Lo cual no quiere decir que en cada caso concreto el ar- rante siglos hemos ven ido a considera r como un ingred iente
t ista no ut ilice s ign ificativa y exp resivamente las cual idades esencial en el arte: el trabajo, el esfuerzo man ifiesto» 19 . Es
de estos materiales. Es característico el uso de la luz eléctrica dec ir, según Wol lheim, los objetos minimal no consiguen
en Flavin; el espejo en la obra de Morris; la fib ra de vidrio por satisfacer nuestras expectativas frente a una obra de arte, sino
parte de Eva Hesse, que utiliza su carácter trans lúcido, la du- que ponen en cuestión los propios criterios de identidad de
reza y, al tiempo, su aparienc ia ma leable o frágil, en la expre- las obras. Históricamente hab lamos y d isc ri m inamos entre
sión de emociones subjetivas de fragilidad y de absurdo evi- «obras de arte» y otro t ipo de objetos, porque en los pri-
tando lo hermoso o lo ínt imo. La ut ilización de materia les meros percibimos un t rabajo. No es simp lemente que sean
industria les con color, ya sea e l plexiglas transparente colo- un producto, un resultado, s ino que en el objeto m ismo
reado, las planchas de resina, de aparencia plást ica, o e l alu- percibimos e l trabajo: las huellas del esfuerzo de un artista.
minio pintado que retiene su cualidad metál ica, es caracte- Esto es básico para nuestra compresión de l objeto, pero tam-
ríst ico de Judd. bién para nuestra mera consideración de l objeto como artís-
t ico. Wo ll he im subraya que no se trata de su esencia onto-
J.4· El trabajo artístico lógica, s ino de lo que hemos ven ido a considerar «durante si-
glos», «esencial» a las obras de arte. Y no se trata de l pro-
La estética mode rna consideraba hasta este momento que
ducto de una dec isión o de un cambio de teo ría, sino del
e l mundo del arte estaba constituido por obras de arte. La
propia expresión deriva su significado del proceso de ma- resultado de una práctica de nombrar y de crear obras de
arte. Una obra de arte es un artefacto. No considerarla así su-
nipulac ión y de rea li zación de objetos en genera l. Así, una
obra es el resu ltado de un t rabajo. Frente a los objetos natu - pone poner en duda nuestros criterios más básicos sobre lo

ra les, las obras de arte, son productos humanos, y frente a art ístico.
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No obstante, Wo llheim no d ice que las obras m inimal no a ltamente excepcional, ún ica.
sean arte en abso luto, sino que son obras «min ima l», porque En su art ículo, Wo ll he im se refiere básicamente a los
en ellas está reduc ido al m ínimo e l esfuerzo productivo. ¿En ready- made de Duchamp y a los monocromos de Reindhart y
qué consiste este esfuerzo mín imo? Wollheim d istingue dos cita tamb ién a Rauschenberg. Es decir, no se refiere a artistas
fases en e l proceso productivo: la prime ra consiste efecti- minima listas, aunque luego el térm ino fuera usado para e llos.
vamente en «trabajar», en sentido amp li o: aplicar pintu ra, dar La influenc ia de Reindhart respecto a lo comentado por Wo-
volumen, construir y, tambien, qu itar, borrar, corregi r. Este llheim está clara: el objeto m inima l ca rece de la d iferen -
proceso por e l cual determ inados materiales, med iante un es- ciación interna que pe rcibimos usualmente como el resultado
fuerzo ind ividua l, expresivo y temporalmente extenso llegan a del trabajo artíst ico y en la que, po r e ll o, basamos nuestras
conformar una obra de arte es drásticamente reducido en el interpretaciones. La influenc ia de Duchamp respecto al t ra-
arte mínima!. En cont rapartida, el arte m inimal no el im ina bajo en el arte m inimal normalmente se entiende como la
sino que subraya la ot ra fase del proceso artístico, que con- valoración de l elemento conceptual y, en el caso conc reto de
siste en «dec id ir», dec idir cuando una obra, una pintura, una Morris, en e l absurdo o la iron ía, las a lusiones sexuales, etc.
escultura, está te rminada. Este es el momento en el cual el a r- Qu izá la dec is ión duchamp iana20 fuera extraestética, pero no
t ista decide que e l objeto está completo, listo para ser exhi- la de los artistas m inimal, para qu ienes la forma, e l color, la
bido, interpretado, contemplado, etc., e l momento en e l que estructura y la experiencia perceptiva eran básicas.
es arrancado de l mundo de l resto de los objetos y entra a for- Como hemos visto, la original idad no es un valor en la
mar parte de l mundo artístico. Duchamp con los ready-made obra mín ima!. Pero eso no impl ica que el artista min ima l no
había convertido, t re inta años atrás, este momento de dec i- sea responsab le de su obra en muy alto grado. Su decisión
sión y dec is ivo en e l creador de la obra de arte. La decis ión sobre e l material, la forma, la construcción y la forma fina l del
sin embargo, no puede ser arbitra ri a, sino artística, es decir, objeto son dec is iones art ísticas, por más que no responda a
llevarse a cabo según criterios adecuados: por ejemplo, la un oficio como pintor o como esculto r. In cl uso cuando el ar-
apariencia, la cualidad estética de la obra, que Duchamp t ista da instrucc iones pa ra la realización del objeto sin encon-
dec ía rechaza r. Prácticamente quedaba el im inado el hasta tra rse presente, se hace responsab le de la forma en la que ese
entonces considerado esencial proceso de man ipulación de objeto aparece, de su apariencia fina l. En particula r, hay una
un material hasta convertirlo en un objeto con una cualidad seri e de acciones que el artista min ima l real iza como art ista
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aunque no se refieran a la man ipu lación de un material. La las condiciones de exposición como las obras m inimal
se ri al idad como principio de composición está re lac ionado ponen litera lmente de man ifiesto . Si una ob ra en concreto de-
con su modo de concebir el trabajo artístico. El artista m in i- pende de su forma, qu izá el trabajo del material no sea deter-
mal no compone, coloca; no d ibuja, «pone una pieza detrás minante, pe ro tamb ién a l contrario, si e l aspecto final no está
de ot ra», con absoluta se ri edad. Pero colocar en fi la no es rígidamente determ inado, entonces qu izá sea el proceso de
una acc ión sujeta a las matizaciones del d ibujo. Este trabajo creación lo que determ ina su inte rpretación y su sentido.
de pone r y colocar es el que se reconstruye en la experiencia En este primitivo sentido de «m inima l» referido al t rabajo
de la obra s in se r subsum ido en una forma en la que se ol- art ístico también los art istas pop son exponen tes de un es-
vida e l proceso. En una se ri e, la acción artística consiste en píritu min ima l, pues aun cuando pudieran crear ellos mismos
poner o poner en fi la, pero cuando se trata de una obra de un los objetos, les daban una apa riencia vulga r, en absoluto ori-
ún ico elemento, entonces la acción puede consistir en col- ginal, s ino escandalosamente parecida a las cosas norma les y
garlo, como en Nube, apoyarl o en la pared como en Sin Tí- corrientes. No quedaba por tanto man ifiesto su trabajo en la
tulo, 1970, de McCrac ken, o colocarlo en una esqu ina, como forma fina l de la obra del. En 1964 Warho l había expuesto
Trozo de esquina, 1964, de Morris, o Monumento de esquina 4, sus primeras Cajas de Brillo, que, excepto por su carácter
para aquellos que murieron en ambush (para el Jewish Mu- mimético, tenía los mismos rasgos forma les que las obras
seum), 19 66, de Flavin. Estas acc iones no están sujetas a la minima listas. La repet ición es desde entonces un rasgo
ap reciación del modo en que lo está una forma de dibujar o fundamenta l las obras pop. Aunque e l objeto presente una a r-
de trabajar el colo r, pe ro contribuyen a la creación de una t iculación interna más o menos pronunciada, la repetic ión
obra. e li mina las pretensiones de origina lidad, de cambio y de
El artista min ima l posee además un alto grado de profesio- evolución y acentúa exp resivamente ot ros rasgos. Tamb ién
na lismo, dado que el espacio de la exposición puede llega r a acentuando la se ria lidad e introduciendo irónicamente toda
ser tan importante como su estudio: sus obras dependen del clase de mitos, incl uidos los minima listas, trabajan desde los
contexto, donde se montan -se cuelgan, alinean o amon- años ochenta artistas como Lachowitz, Trockel, Mac Collum,
tonan- y donde func ionan. La altura de l techo, el color de la que desarrollan la confluencia forma l entre arte m in ima l y
pa red, la altura a la que se coloca la obra dete rmina su expe- pop, pero que int roducen desca radamente como contenido
riencia. La obra de arte no es autónoma s ino que depende de de sus ob ras, a través de la repetición, la producción en se ri e
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y e l mercado de masas. procesos tecnológicos de producción en se ri e, que permiten
Así pues, en e l arte m inimal el trabajo artíst ico cambia de la repet ición idéntica de los objetos. Este es uno de los argu-
sentido y con él la consideración misma de la obra. En el mentos más repetidos por la crítica de arte «post-moderna» y
fondo, la importanc ia de l proceso productivo res ide para la tamb ién en apoyo del carácter políticamente correcto del arte
concepción moderna del arte en que través de ese trabajo la minima l. Se basa en la asunc ión, cont raria a la de la moder-
obra va adqui ri endo su cual idad excepcional. En la concep- nidad, de que si e l t rabajo técn ico es propio de la época, tam-
ción simbólica e l conten ido último de la obra era e l artista : bién el arte de la época, si no qu iere ser m istificador, debe ser
sus visiones, sus deseos, sus obsesiones, sus emociones ... técn icamente producido. La originalidad ya no es un va lo r, ni
Su subjetividad, en suma, encarnada en el símbolo artístico. la irrep roductibilidad o el carácter ún ico de los objetos. Al
El modo en que esta concepción subjetivista del producto contra ri o, la repetición, la iterabi lidad es la condición de po-
art ístico se presentaba como universalmente vá lida era ape- sibilidad del s ign ificado, inclu ido el art ístico. En este sentido,
lando a la gen ial idad de l art ista. El gen io «da regla al arte»~, la repetición mecán ica o la copia manua l son para Krauss los
es dec ir, sus productos s irven para todos porque fundan un proced im ientos que la estética moderna obvia y que el m1n1-
modo «orig inal», «ejemplar» y «natural» de percibir la rea- mal subraya como creadores de sentido.
lidad y de representa rl a. El arte crea el lenguaje, es la fuente Las obras m inima l no son origina les, no parecen artísticas
que hace posible percibir, nombrar, comunicar, un mundo. y, además, se pa recen entre sí. Un m ismo proyecto se real iza
Las vis iones del gen io son origina les en los dos sentidos del en va ri os materiales y muchos de los objetos que vemos ex-
térm ino: por un lado, raras, escasas, y, po r otro, origen de un puestos o fotografiados son reproducciones de otros «origi-
nuevo modo de ver, fundantes . na les». La identidad fís ica de la obra, su permanencia en el
La dia léctica entre el artista y el objeto es responsable la t iempo, no las dota de un sentido añadido. Pero a partir de
natura leza ún ica y original, irrepet ible y aurática de la ob ra de 1968 tampoco la forma es s iempre defin it iva. Las obras se
arte. Con la utili zac ión de los procedim ientos mecán icos en d ividen, se les añaden piezas e incluso se cambia su forma.
la producción los art istas m inimal hab rían cargado cont ra Por ejemplo, Sans, 1968 (11. 38), de Hesse, se partió en cuatro
uno de los m itos fundacionales de la modernidad, e l aura22. partes y se vend ió por separado. El Museo Wh itney las ha
El au ra, el carácter irrepet ible y auténtico de la obra moderna vuelto a juntar, pero podría no haber sucedido. De hecho
es «triturado» en el arte post-moderno que adopta los puede ordenarse y colocarse como se qu iera. Con el arte
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antiforma l, el proceso prod uct ivo cobra protagonismo, pero
desligado por completo del resultado final, puesto que la
creación de una forma determinada no es el objetivo de su
trabajo. El procedimiento puede ser tremendamente artifi-
cioso como en el caso de Pinto, 1971 (11. 39) , de Benglis, que
para realizarlo colocaba una especie de andamio y luego vol-
caba el material en estado líquido, sin pode r controlar la
forma en que endurece ría. Cuand o se secaba retiraba el an da-
mio y la obra adquiría esa cualidad sólida de apariencia lí-
quida. Otras ocasiones, es el pu ro azar lo que determina la
39. L. Benglis, Pinto, 1971.
forma final como en Sin título, Felt Piece, 1968, o en Restos de
tejido, 1968 (11. 41), de Morris. En ellas el trabajo artístico no
conduce a la creación de un objeto con una forma deter-
minada, pero tampoco permite la iterabilidad propia del tra-
bajo en serie o de la producción de significado tal como la
entiende Krauss.

40. R. Morris, Sin título, Felt Piece (Pieza de fieltro/sentida),


1968-69.

38. E, Hesse, Sans, 1969.


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tamb ién la mayor infl uencia del expresionismo abstracto, in-
cluso cuando se t rata de una configu ración ext remadamente
caótica como en Pollock y el resto de la action painting . Los
m inima listas cifraban en e l rechazo de la articulac ión interna
la crít ica del ilus ionismo como esencial a la obra plástica,
como hemos visto. Además, en un nivel más abstract o, supo-
nía el rechazo del racionalismo como fi losofía, entendido
como la conce pción epistemológica que d istingue entre una
estructura menta l a priori de los conten idos de la conciencia,
4 1. R. Mo rris, en S.T, Restos de tejido, 1968. MOMA, Nueva y la materia, como ese «conten ido» antes de se r formado o
York.
configu rado por el a priori estructural.
Es precisamen te la carencia de articulación interna lo que
J.5· La estructura interna: serialidad versus relación
Morri s más ad m iraba en las esculturas de Brancus i, en Prin-
La obra m inima l se ca racte riza por la ca rencia de dife ren- cesa X, 1916, o en El comienzo del mundo, 1924 (11. 42), por
ciac ión interna en el objeto art ístico, o por una d iferenciac ión ejem plo, y lo que le an imaría a escribir una tes is docto ral t itu-
mín ima y una articulación casi inexistente entre sus ele- lada, Tipos formales en la obra de Constantin Brancusi23. Lo
mentos. La o rgan ización interna de la ob ra se debe, bien a la im portante en cuanto a la estruct ura, según Morris, consistía
forma de l objeto, lo que hemos llamado su est ruct ura ex- en crea r una forma sencilla, que se capta ra de una sóla vez .
te rna, bien a la repetición de un elemento, que s irve como En un principio, se t rataría de lograr lo que en Psicología de
módu lo, cuando la obra consiste en una serie de objetos o de la Gesta lt se denom ina una «buena forma», pero la fina lidad
figu ras trid imens ionales, que son también sencillos en cuan- no sería la creación de un fo rma bella o perfecta en algún
to a su forma externa. Los artistas ins isten, po r un lado, en el sen tido, o no necesa ri amente. Dicho de otro modo, e l interés
caráct e r un ita ri o de la percepción y en la completud de l ob- no es estético, s ino, digamos, epistemológico. La percepción
jeto; por otro, en que es precisamente la ausenc ia de compo- de la obra consiste en una global aprehens ión de su fo rma,
s ición o de articulación interna lo que hace posible esta per- mate ri alidad, colo r, posición en e l espacio, que se prod uce en
cepción global de la obra. Esta fa lta de a rt icu lación es una experiencia compleja en cuanto a su conten id o pero no
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compuesta. de la diferencia real de las partes en una forma final que era
conjurada imaginativamente. Precisamente la tensión entre
las partes y el todo posibilitaba la creación de una experiencia
estética, que dotaba de una cualidad orgánica propia a la
obra. Por el contrario, la escultura minimal no tiene partes
internas y frente al principio organicista de la escultura mo-
derna, prima la unicidad o la serialidad.
Los artistas minimal rechazan lo que denominan una con-
cepción relacional de la obra, según la cual las relaciones
entre sus elementos internos dan contenido y estatuto artís-
tico al objeto y a su producción. La relación consiste en una
ordenación jerárquica de estos elementos, que dotan de valor
al todo y que tienen sentido en el todo. Pues bien, es preci-
samente esta jerarquización y la percepción va lorativa de un
42. C. Brancusi, El comienzo del mundo, 1924. objeto así caracterizado lo que se trata de evitar. En el fondo
se relaciona con una concepción no ilusion ista de la obra
La as imilación del objeto minimal no se basa en la sor- '
puesto que la ilusión descansaría en la percepción de una
presa, o la adm iración por el descubrimiento de un orden que
cierta relación entre las partes. La composición es lo que en
habría pasado desapercibido a simple vista o en la vis ión
el arte moderno hace posible el reconocimiento de objetos y
cotidiana, tampoco en la jerarquización entre las partes cuan-
tamb ién de significados más abstractos: una parte de la obra
do las hay. Al contrario, tiene formas sencillas y se accede al
parece completar la otra, contrarrestarla o equilibrarla; un ele-
todo de una vez o si no su composición es previsible. La
mento empuja a otro, contrasta con otro o se eleva sobre él·
expectativa se quiebra sólo en un segundo grado porque la '
una determinada composición es estática o dinámica, ligera o
escultura moderna estaba basada en el principio opuesto: exi-
pesada, equilibrada o inestable, elegante o caótica, armónica
gía del espectador un examen cuidadoso de cada una de sus
o d isonante. A través de estas propiedades de la ilusión
partes, que contribuía al final a la buscada unidad formal de
compositiva se vehicularán metafóricamente el resto de los
la obra. Esta unidad o completud consistía en la superación
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sen tidos de la obra de arte moderna y vanguard ista. Y basán- De la m isma manera en que la est ruct ura interna es resul-
dose en la percepción de estos efectos se just ificarán los jui- tado de la suma de e lementos de l mismo va lo r perceptivo,
cios estéticos. tamb ién la estruct ura ext erna, o relac ión del objeto con el
La manera en que los m inimal istas pensaron que era posi- espacio, se concibe como resu ltado del encuen t ro real de la
ble superar la ten dencia natura l a percibi r dos e lemen tos obra con el espectado r y con e l en torno. Los artistas minima l
con t iguos en una relac ión determinada consistía en que esa se niegan a considerar como predom inan te un espacio pro-
re lación fuera lo más neutra posible, lo que ellos denom i- pio de la re presen tación, preexisten te. Po r el contrario, el
naban una relación no jerárqu ica. Aunque muy a menu do se espacio es el que ocupa realmente, como un objeto más, y el
inc ide en la influenc ia de la pint ura o la escultura construc- t iempo, e l de su rea lización o contem plación fís ica rea l24 • No
t ivistas en e l arte minima l, en este pun to cen t ral d ivergen existe un esquema espacio -tem poral d iferente al fís ico en el
rad icalmen te. Mien t ras los primeros t rataban precisamente que se expone la obra, las catego rías de es pacio y t iempo se
de investigar los va lores fo rma les y estét icos de las formas, entienden de un modo antikan tiano y no como a priori de la
los tamaños o los colores a través de sus relac iones en e l sensibilidad que influyeran en la creación de la obra. Po r
espacio, los minima listas tratan de neut ra lizar las tendencias ejem plo, las obras de pared de Judd t ienen el núme ro de ele-
ilus ionistas presentes en nuestro modo natura l de percibir. mentos que permite la a lt ura de la pared y los lad ri llos de
Cuando los e lementos son igua les o cuando la ordenación An d re trazan una línea en el suelo cuya longitu d no está pre-
no supone el predominio visual de a lguno o de alguna pa rte vista con anterioridad . En ambos casos la composición no
de la obra, obtenemos una composición se ria l en la que la existe de antemano, no hay exigenc ias fo rma les respecto a un
repetición de un ún ico elemento es lo relevante. Es decir, no fact or tan fun damen tal como el tamaño. Las constricciones
se percibe una progresión o un desarrollo, un movim iento o son constricciones fís icas, materiales. Del m ismo modo, el
un equ ilibrio, ni un d iálogo ni un enfrentam iento, todas ellas t iempo de la obra es el que efectivamen te se tarda en reco-
relaciones posibles y norma lmente realizadas en t re las par- rrerlas, e l que se m ide al con tarl as, el que se experimen ta en
tes. Aho ra se persigue la creación de una relación neu t ra, la la repet ición de l módu lo. {Ver J.6.)
más neutra posible. En principio, que no presuponga la exis- Una de las pretensiones de los artistas minima l consistía
tencia, lógica o idealmente anterior, de un todo {una forma) en enfat izar el hecho de que no existe un es pacio propio de la
en relación al cual se ordenan estos elementos. obra, en el sentido de una espacio representacional, ficcional,
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que sea diferente de l espacio fís ico en el que se inscribe. Eso ó rdenes art ísticos como la s imetría, e l equilibrio o la propor-
hace que e l lugar de la exposición tienda a ser tamb ién neutro ción es fo rmalmente previo en los objetos minimal. En este
a l máximo, poco muse ístico. A pesa r de ello, el espacio de la sentido y a propósito de sus «objetos específicos» decía
ga lería se convertiría en ocasiones en el fondo m ismo de la Judd: «A mí me interesa la concisión, pe ro no creo que tenga
obra, es deci r, pasa ría a ser parte de el la, como espacio repre- ninguna relac ión con la s imetría. (...) mis cosas no son simé-
sentado. Por ejemplo, los Cubos de espejo de Morris ponen de t ri cas, porque quería librarme de efectos compositivos y la
man ifiesto su protagonismo. En sentido cont rario, Judd bus- manera obvia de hacerlo es la s i metría»~. A pesa r de sus
caba siempre exponer su ob ra en espacios que no fue ran palabras, algunas de sus obras sí son de hecho geomét ri -
instituc ionalmente artísticos, razón por la cual acabó creando camente s imétricas. Los elementos de sus obras contra la
la fundac ión Chinati. Pero, incluso en el caso de Judd, la pa red o sus cubos son superpon ibles respecto a un eje. Pe ro
prefe rencia por grandes espacios indiferenciados, como anti- esta simetría lo es de hecho, casualmente. Lo cierto es que
guas naves indust ri ales, no es irrelevante. esta s imetría no se expe ri menta como ta l, es dec ir, como evi-
En relac ión a la configu rac ión interna, se ha señalado que denc ia de que la obra es d ivisible en dos partes coincidentes
la seria lidad de la obra m inima l se debe entender como una sob re un eje . Por ejemplo, en Sin título, 1969 (11. 43), de Judd,
muestra de su carácter conceptual, del predom inio de la idea no se pod ría trazar n ingún eje que fue ra perceptualmente
(la serie, la rat io). En este sentido, una relac ión igual itaria relevante. Tam poco Sin título (Cajas de bronce) , 1966, se per-
entre los e lementos de la ob ra parece impl ica r el recu rso al cibe de dos en dos cubos. Por el cont rario, los módu los se
o rden evidente y, por lo tanto, la imposición de una regla o perciben en una sucesión, repetidos uno detrás de otro,
de una ley aritmét ica o ext raartíst ica, que tamb ién se ría ló- como elementos independientes. Es dec ir, las conside-
gicamente anterior. (Incl uso se ha entendido como una ley raciones fenomenológicas, sobre la experiencia perce pt iva en
estética de elegancia o sencillez). Sin embargo, creo que es este caso, dominan la producción artística.
prec isamente la inexistencia de esta ley lo que distingu iría e l
arte m inima l de l conceptualismo y lo que es más valioso en
aqué l. Aunque las relac iones no jerárquicas sean muy evi-
dentes casi nunca se dejan percibir como exte rnas a la obra,
como una regla matemática, por ejemplo. Tampoco el uso de
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elementos, posibilitada por su colocación espacial y por la "•
igualdad formal y perceptiva de los elementos. Hay una per-
cepción unitaria de la obra, que no consiste en una mera
repetición, precisamente porque cada elemento se percibe
como independiente, aunque igual al siguiente, y porque la
serie se percibe como tal serie. La obra se aprehende de
modo ho lista porque lo permite su configuración y porque lo
43- D. Ju dd, Sin Título, 1965.
favorece la ordenació n, aunque sea serial, de tal mo do qu e se
Esta falta de simetría o de progresión de algún tipo entre percibe una composición y no una suma arbitra ria de ele-
las distintas partes amenaza con disolver la unidad de la mentos. Existe por la tanto una unidad interna y no un mero
obra. Y en cierto sentido lo hace, ya que ni siquiera hay una agregado, aunque manifieste una tensión con la percepción
unidad física -se trata de varios objetos-, no digamos formal espacial y temporal de las partes del todo.
o imaginista. Ahora bien, existe cierta necesidad en la compo-
3. 6. El espacio y el tiempo
sición minimal en serie. No parece tener carácter a priori,
pero sí está implicada en la percepción de la obra como tal Lo anterior permite considerar un rasgo característico de la
obra de arte y no como una suma de objetos. La única posi bi- obra minimal: su te mporalidad. La temporal idad forma parte
lidad parece consistir en que un es pectador perciba los e le- de la estructura de la escult ura minimal. La percepción ho-
mentos como una unidad, como un todo que pudiera lla- lista que reclama no implica instantaneidad. Al con trario, el
marse una obra. La cuestión es porqué habría de hace rl o y hecho de que el recorrido de la obra no termine en el recono-
cómo. El atomismo de los elementos actúa en dirección con- cimiento de una única figura hace que el espectador sea
traria al holismo que, sin embargo, sigue siendo el objetivo consciente del tiempo necesario para su examen, que es el
de Judd y del resto de los artistas minimal. De hecho, sus mismo de su composición, y que no se cancela en una ima-
obras no se perciben como agregados, sino como todos gen global. La tradicional identificación de las artes plásticas
compuesto de partes. No se trata ni de la decisión arbitraria como artes del espacio, a las que les correspondería una per-
del artista, ni de una proyección decisiva de l espectador, sino cepción instantánea, se resiente por ello. La cuestión no es
que hay una efectiva continuidad o relación entre los que de hecho sea cie rto que la escultu ra o la pintura
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trad icionales se perciban de una sóla vez. No sucede así. Básicamente el de la consideración de la temporal idad y la
Desde los movim ientos sacádicos hasta los recorridos visua- espacial idad como aspectos de una m isma expe ri encia, y no
les sobre la superficie del objeto para identificar figuras, como experiencias d iferenciadas (de la tempo ralidad o de la
hasta los movimientos corporales para examinar las d istintas espacialidad) . El objeto se percibe a la vez como tempora l y
caras de la escultura, todo ocurre en un lapso del tiempo. mate ri almente extenso. Son precisamente propiedades que
Pero, según la teoría trad icional, la imaginación consigue llamaríamos espaciales (como el tamaño) las que inducen
crear una imagen un itaria de l objeto, atempo ral, fuera del una experiencia temporal y, al revés, propiedades tempora les
t iempo. La experiencia estética consistiría en el sentim iento (como la repetic ión) las que inducen una experiencia espa-
de esa atemporal idad 26. Por e l cont rario, el objeto m inimal cial. En Sin Título, 1969, y las otras obras de pa red de Judd,
subraya la tempora lidad de la percepción artística. No porque contar, poner una cosa tras otra forma parte de la experiencia
sea necesa ri o un t iempo mayor para examinar sus partes, que perceptiva de la obra. Como en Inmediatamente después, de
no lo es, s ino porque el espectador toma consciencia de la Hesse, e l proceso de desl iar, colgar o cruzar.
lineal idad del recorrido. La serialidad espacial de la obra La diferenc ia entre la serialidad de los objetos m inimal y la
minima l reproduce en e l espacio la sucesión tempora l de los composición escultórica moderna es análoga a la que se da
hechos. Alude y subraya la linea lidad de l tiempo. No cancela entre la mús ica serial y la tona l. En la escultura min ima l no
la lineal idad del tiempo histórico a favor del tiempo mít ico de hay una figura dom inante respecto a la cual se perciba la tota-
la obra de arte, s ino que ejemplifica esa lineal idad . lidad de la obra. Una figura que netu ralice en un fondo el
Ahora bien, la obra de arte plástica seria l tiene como uno resto de las diferenc ias. Percibir la igua ldad valorativa de
de sus contenidos e l tiempo, pero no lo representa, s ino que todos los elementos es percibirlos a isladamente ocupando
lo ejemplifica27. No pertenece por ello al grupo de las artes su lugar en la serie y, por tanto, a todos como figu ras contra
tempora les, como la literatura o más claramente la mús ica. El un fondo. Durante los años sesenta la posibi lidad de que se
sentido que la dist inción entre artes espacia les y tempora les d iera rea lmente una mús ica atona l se discutía de l mismo
tenía anteriormente seguiría s iendo vá li do, aunque las pri- modo que se dudaba de la posibilidad de que se creara una
meras no se perciban inmed iatamente. Es más la escultura escultura no ilusion ista2s. No hay un tono o una figura dom i-
permite respecto a la experiencia de t iempo investigac iones nante. A este respecto, e l tiempo rea l de la obra, por ejemplo,
que son más d ifíciles de realizar en las artes literarias. e l que se tarda en exam inarla, no coincide con el tempo de la
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obra, tempo propio de un objeto artístico d iferenciado de los mundo. Como hemos visto, de l énfasis en la se ri al idad o en
objetos cotid ianos. La experiencia del t iempo mus ical o e l ant iilus ion ismo no se deriva que la obra min ima l subl ime
escu ltórico depende de qué se considere como figu ra y qué e l orden, la simetría, la estructura o que sea logicista. La orde-
como fondo, del lugar de cada elemento en la gramática de la nac ión de las Nueve mangas de fibra de vidrio, 1967, de Morris
frase o del espacio. resu lta en un cuadrado como Sin título, 1967, que sólo se
Considerar que la tempora lidad es uno de los contenidos d iferencia en su fabricac ión en metal, pero podría ordenarse
del arte m inima l impl ica considerar que debe se r uno de los de alguna otra mane ra o de ninguna. En este caso, es intere-
contenidos de la experiencia de la ob ra. Que por tanto im- sante señala r cómo la d iferencia en la experiencia de esas dos
plica la colaboración imaginativa de l espectador y su conside- obras se debe sólo al cambio de materia l. En otro caso podría
ración de la obra como una representación en el sentido am - ser la ordenación lo que las dife renciara, o el número de ele-
plio. Considerar no que la obra sea monótona, s ino que la mentos. En Repetición 19 111, 1968, de Hesse, son 19, pero po-
monoton ía sea el conten ido de una experiencia de la obra, no drían haber sido 20 . Sin título, 1969, t iene diez e lementos,
que sea caótica u ordenada, sino que este caos o este orden como muchas otras obras de Judd, quizá por el privi legio del
se perciban como sign ificativos . La organización en serie o 10 en el sistema decimal. El diez es un número con va lo r en
en línea de los elementos de la obra min ima l ejemplifican la nuestro sistema de numeración, pe ro no es esa la razón de
seri al idad o la li nea lidad; se trata de una organización serial y que Judd lo haya elegido, sino qu izá por la asociac ión con la
se percibe correctamente como ta l. Del m ismo modo, que la acción de conta r. El elemento noveno y el undécimo serían
se ri al idad min ima l ejempl ifique la durac ión tempo ra l no es objetivamente iguales que el décimo. Por eso cuando el techo
una cuestión de hecho, s ino de sentido. Más aún, esta per- es más bajo la obra se convierte en una composición de
cepción del tiempo y e l espacio está ligada a ot ro t ipo de nueve, seis o cinco elementos. Lo que es relevante es que no
contenidos: los referentes al orden y al caos (ver 3.6.1.) y los se pierda el aspecto global de independencia y serialidad, s in
que se refieren a la relac ión de la mente y e l cuerpo (3.6.2.) juntar en exceso los elementos, o aproximándo los a l techo o
a l suelo demas iado. El va lor simbólico de l número d iez no
3.6.1 . El orden y el caos
proviene tanto de su valor en el sistema métrico dec ima l,

La percepción del orden y el caos está enraizada en la expe- cuanto, quizá, se derive del hecho de que contemos o apren -

riencia estética al t iempo que en la experiencia de sentido del damos a contar con los dedos de la mano. Del m ismo modo,
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cualqu ier orden, por muy clara que sea su estructura, no falta de sentido. Nuestra descripc ión del mundo físico como
significa en la obra de arte minimal la re ificac ión de la lógica. carente de sentido, es re lativa a nosot ros, que dotamos de
El orden, cuando lo hay, es sólo el resu ltado de la acción de sentido a las cosas. En s í mismo e l mundo no carece de
ordenar. nada. Es. Este ser indiferente y neutro trata de ser repre-
Alogon, 1967, una obra m in ima l de R. Smithson es muy sentado por los m inima listas. Nuestra percepción o nuestra
reve ladora de l sentido antirrac ionalista de la geometría y la interpretación de la real idad no puede ocultar su ind iferencia
repetic ión en el arte m inimal. Se trata de una se ri e de módu- por nosotros, ni sucumbir a la desesperación o el senti-
los geométricos compuestos por e lementos cúbicos en esca- miento de angustia vital.
lera colocados en línea recta uno a l lado de otro y separados Ahora bien, la representac ión tiene en sí misma un sentido.
por la m isma d istancia. El títu lo alude en griego a la falta de Del hecho de ser una representac ión de lo que es s in otro
razón, no como locura o como sinrazón, sino s imp lemente motivo, no se sigue la fa lta de motivo de la propia represen -
como carencia de motivo, de explicación, en este caso de esa tación . El arte minimal trata de representa r un mundo s in
concreta configuración. Cuando no hay una final idad en la valor, pero é l m ismo no es carente de ta l. En sus obras se va-
creación del orden, ya sea utilitaria o estética, teó ri ca, el lora la serialidad, la autonomía no edificante, la se ri edad
orden es más s insentido que el desorden, porque involucra la emocional, y también la iron ía respecto a nuestro lugar en el
acción, la seriedad, la atención s in final idad. mundo. El aspecto frío del arte minima l no es una exage-
A menudo e l orden de la obra min ima l es el de la pura ración de los elementos racional izadores de la experiencia de l
sucesión. Del hecho de que la estructura de la obra sea serial mundo, entre otras cosas po r que no organ izan ningún
o repetit iva casi se sigue que la obra de arte m inimal sea contenido conc reto de esa expe ri encia. Se trata más bien del
monótona y anticl imática29, Hay un sentido en la apariencia d istanciamiento respecto al valor de nuestras ordenaciones.
forma l de las ob ras minima l, una intencionalidad respecto a l La d iferencia entre los art istas m inima l, en particu lar entre
modo de concebi r e l arte, pero también sobre el modo de ser Judd y Morris (o Hesse en el m ismo sentido) principalmente
del mundo. El mundo concebido por el arte m inima l no está res ide en esta cuestión fundamenta l. El primero no abandonó
ni ordenado ni desordenado, no es ni un cosmos ni un caos. en toda su carrera el acabado pulido, la serie ordenada o la
El arte no debe impunemente ordenarlo, pero tampoco enfa- geomet ri zac ión. Se mantuvo fie l a la búsqueda de un prin-
t izar su fa lta de sentido, es dec ir, enfatizar e l sentim iento de cipio de sentido que no estetizara la percepción de lo rea l y a
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la lucha contra e l me rcantilismo y cont ra la insti tucio- que tuve. Y ahora de vuelta a la enfermedad g rave. Todo ex-
na lización del arte. Es la experiencia humana la que hace in- t remo, todo absurdo. Ahora, e l arte, lo más importante para
tel igible e l arte y el mundo, y para Judd la experi encia estética mí, aparte de ex isti r, de estar viva, está conectado con todo
no es distinta de esa inte ligibilidad del mundo. Mo rri s y esto, más mezclado que nunca, y el absurdo es la
Hesse, por el contrario, d ie ron en su carrera con toda natura- clave.(... )» 31 .
lidad e l paso hacia la antiforma. Aunque ambos tend ían a La ob ra de Hesse es un cla ro ejemplo de cómo un arte
expresar e l absurdo tamb ién en el o rden, e l desorden o la anticlimático, repetitivo, s in otro princip io composit ivo que la
ausenc ia de forma les permitía incid ir, en el caso de Morris se ri al idad o el proceso de realizac ión, haciendo continuas
en e l va lor de l proceso y de l azar en la construcción de la refe rencias a l arte metafís ico, puede esta r lleno de conten ido
obra, en e l de Hesse en la inevitable pe rcepción de la fragi- abstracto y emocional . Inmediatamente después es una escul-
lidad de l sentido. tu ra antiforma l que consiste en una se rie de h ilos c ruzados
Eva Hesse, obsesionada po r e l absu rdo de la vida agud i- colgados de ganchos. Se conside ra la real ización materia l de
zado en los últimos años por la enfermedad que padecía, se un Pollok, pero su expresividad se basó en el rechazo m ismo
impon ía a s í m isma una disciplina artíst ica, que creara algo de la expres ividad de Pollock. Apuntó hac ia la artificiosidad
de o rden o tuviera algún s ign ificado, aunque no demas iado. del expresionista presuntamente más espontáneo. Además
Según la artista, el dramatismo, la exage rac ión expresiva, llevó más lejos el va lor de l proceso frente a la fo rma resu l-
oculta y m it ifica el aspecto trágico de la ex istencia. La com- tante, precisamente sacralizada en e l caso del expresion ismo
placencia en la expresión de sentim ientos dramáticos dulc i- abstracto. Por eso hab laría de un único « pecado en arte», la
fica y estetiza la fa lta de sentido. Hesse abandonó el acabado decorac ión : « No puedo soporta r las películas efus ivas, los
industria l impersonal, pulcro y perfecto de líneas y ángu los cuad ros bon itos, las escu ltu ras bon itas, las decoraciones en
rectos, pero no renunció ni a la se ri al idad, ni a la real ización las paredes, colores bonitos, rojo, amarillo, y azu l, las bellas
industria l de la ob ra. Para el la, la repetic ión tenía algo de líneas pa ra le las me ponen mala» 32. Es decir, no a la fa lsa
obsesivo : «S i algo es s ign ificativo, ta l vez sea más signifi- expres ividad, no a la pintura, no a los colores, ni a la perfec-
cativo d icho d iez veces» 3o. En Hesse es además expresión ción industrial, ni a la efus ividad de la man ipulac ión manua l.
perfecta de l absu rdo y del carácter s is ífico de las actividades A cambio, la emoción de l trabajo s in final idad , de la lim i-
humanas. «Mi arte, m i escuela, m is am igos, fueron lo mejor tación y de la comun icación a t ravés de l arte.
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No qu iero obviar el hecho de que algunas obras m inimal m inimal. Los va lores estéticos y art ísticos ligados a la d ife-
estén basadas en alguna relación, geomét ri ca o aritmética, renc iación son tantos que su carencia obliga a dar un salto
evidente y ana lizada en e l caso de Sol LeW itt, pero esa mate- teórico, del problema de la ap reciación a l de su aceptación
matizac ión no es esencial o lo más sign ificativo de l movi- como obra de arte. Resumiendo las consecuencias de este re-
m iento m inimal. Ideológ icamente, no se trataría de afirma r chazo de la articulación interna: en primer lugar, como seña-
los principios abstractos de la racionalidad, claridad y distin- laba Wo ll heim, la mayo r d iferenc iación s ign ificaba mayo r es-
ción, en el nivel de la sensibilidad, s ino precisamente de fuerzo y más trabajo artístico; en segundo lugar, este mayor
rechaza r la identificación de lo fo rmal con el sentido. La esfuerzo redundaba en una mayor expresividad y origi-
ausenc ia de composición se muestra tanto a través de obras na lidad, puesto que e l artista hab ía dado más de sí m ismo;
geomét ri cas como antiforma. En la práctica la geometría del tercero, cuanto más d iferenciación, mayo r virtuosismo, que
pa rad igma m inimal se vió superada en dos sentidos: hac ia el redundaba, además, en una mayor d ificultad para la copia; en
arte conceptual y hacia la anti-forma. Según m i propia con- cuarto lugar, a más d iferenciación, conservando la un idad de
cepción de l arte min ima l, es el movim iento anti-formal, e l lla- la obra, mayor va lor estético, según el princ ipio clásico de
mado postminima lismo, e l que recoge sus preocupaciones un idad en la divers idad; po r último, en qu into lugar, la mayor
más interesantes. El arte conceptual, al pretender abandonar complejidad en el plano expresivo sería la man ifestac ión de
la materialidad y la sensibi lidad por el concepto, supone no una mayor complejidad en el conten ido. Por lo tanto, ausen-
sólo la cancelac ión de lo artístico, sino la reafirmación de una cia de articu lac ión s ign ificaría tamb ién ausencia de conte-
dua li dad que el m inima l trata de atacar: que se expresa como nido.
sensibilidad como opuesta a razón, o arte opuesta a fi losofía.
}6.2. Un arte vac ío
Considerar la obra como la mera real ización material de una
idea supone finalmente la liqu idac ión de l objeto art ístico
Como consecuencia de la concepción moderna de la ob ra
mate ri al y pone a la obra en una situac ión muy del icada. En de arte, la ausenc ia de t rabajo art ístico y de articulac ión in-
todo caso, lo mejor del arte conceptual no podría s ino hace r terna con llevaría una pé rd ida de contenido artíst ico. La valo-
evidente las d iferencias ent re la idea y su rea li zac ión.
ración vanguard ista de l procedimiento y la forma es la última
Como hemos visto, es básicamente la carencia de d iferen- expresión de esa idea. Una obra de arte en sentido trad icional
ciación inte rna lo que resulta más original dentro de l arte se entiende como un organ ismo y como un símbolo, e l
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objeto min ima l, no. En cuanto a lo primero, ya hemos mos- reconoc im iento tácito de superficial idad . La supe rfic ie reflec-
trado por qué e l objeto m inima l no consiste en una unidad a t iva de las cajas de espejo de Morris es un ejemplo extremo.
la que se subordinan las pa rtes, que encuentran su s ign ifi- Morris trabajó con espejos en más ocasiones y no sólo en
cación en la un idad y por ella. En segundo lugar, en e l arte sus Cubos de espejo . Lo hizo también en Sin Título. Restos de
minima l la forma no se considera como e l esplendor o la tejido, 1968, en Espejo, una película en 16 mm, de 1969, y, a
apariencia de una idea, como la mitad sensible de una un idad finales de los años setenta, en instalaciones con espejos cur-
simbólica. Según la concepción simbólica del arte, la ob ra vos. Sus espejos reflejan tanto hilos y restos de tejido en una
moderna tiene un s ign ificado al que se accede por su forma . habitación ce rrada, como paisajes nevados, como otros
Por el cont ra ri o, los objetos min ima l (y los postmin ima l) no cubos reflectantes o los paseantes de la ga lería. En todo caso,
t ienen un s ign ificado añad ido a su forma . En pri nc ipio por- en la literatura estética se relac ionan inmed iatamente con e l
que no afirman su pertenencia a un mundo ajeno a l mundo fragmento de la República en el que Platón crit ica la actividad
fís ico, cuya existencia se intuye a través de la forma. La obra mimética de l artista porque es una «técnica» que también po-
no se entiende como la señal de un mundo estético en éste, y seen los espejos. Pe ro el valor de los espejos puede consisti r
no remite a nada más a llá de su material idad. Su ant iilu- en que nos muestran a pesar, o a través de la mu lt iplicación
sion ismo consiste en no considera r la forma pe rceptiva de imágenes, no que todo sea una imagen, s ino, primero, que
como deceptiva y, po r tanto, en considerar lo que aparece los objetos t ienen una imagen, que se reflejan en el cristal o
como lo que es. La pretensión de que la apariencia sea se en- en el agua y no son una creación de nuestra mente; segundo,
t iende no tanto en e l sentido ilus ionista postmoderno de que que también la imagen posee una real idad objetiva.
sólo la apariencia es real, sino en el materia lista de que lo real Para e l m inima lista no se t rata tanto de enfatizar la superfi-
aparece. Nuest ra experiencia estética es de este mundo. cialidad o el carácter puramente mecánico de la experiencia
Entre otros autores, Fri ed califica los objetos m inimal de perceptiva, como de negar que la obra sea el envoltorio de
vacíos, de «huecos». Que sean litera lmente vac íos es la señal a lgo interno, absolutamente privado, que lucha por expre-
de su fa lta de contenido. Las cajas transparentes de Larry Bell sarse. Las cajas o los cubos min ima listas tienen un cualidad
permiten ve r lo que t ienen en su interior: nada, igual que nada antropomórfica evidente. De modo casi automát ico la rela-
significan. Por otro lado, la utilizac ión de superfic ies plásticas ción ent re interio r y exterior, dentro y fuera, se percibe como
o metál icas pulidas también se entiende como un metáfora del dual ismo entre mente y cuerpo. La expansividad
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del arte de Morris lo había dejado ya claro con su 1-box, 1962
(lls. 44 y 45). La caja cerrada vista desde fuera tiene una pue r-
ta en forma de 1, «yo», el pronombre personal de prime ra
persona en inglés. Si la puerta se abre, aparece un retrato del
propio Morris, con cara de guasa. Así que el interior del yo, lo
que «yo» expresa es en realidad el cuerpo de una persona,
que aparentemente tendría otro interior, que podríamos tratar
de descubrir también dentro, etc. la Caja-yo no resuelve nin-
gún problema filosófico, pero ironiza sobre el uso de «yo», y
pone en cuestión la existencia de una interioridad a la que el
pronombre se refiere~. En todo caso, es una señal de la
intencionalidad filosófica del cubo y de sus connotaciones
antropomórficas. Fried, que comprendía en este sentido los
objetos minimal, no podía dejar de ver el cubo mini mal como
j
expresión de la absoluta exterioridad del yo, del carácter
hueco de la concepción de lo humano representado por el
min imalismo. De su antihumanismo, en suma. Al con trario,
Krauss señalaba que se trataba de denunciar el carácter pre-
suntamente inefable e incomunicable de la subjetividad. A
esta concepción, el minimalismo opondría el carácter público
de todo s ignificado, incluido el que nosotros intencio-
nalmente le damos a nuestros objetos y a nuestras acciones.
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material ismo m inima l; más bien iron iza sobre las preten-
siones espiritual istas de los humanos. Po rque e l interior de
este cue rpo m inima l es un amasijo de vísceras. Accesion re-
cue rda a esas plantas acuáticas, anémonas ca rnívoras, que
cierran su boca apresando el pececillo que se distrae cerca. El
carácter sexual y las asociac iones con la imagen amenazante
pa ra e l varón de la vagina dentada tamb ién se han señalado.

44-45. R. Morris, 1-box, i962, cerrada y abierta. Nueva York,


Leo Castelli.

La objetualización de lo humano que según Fried se pro-


duce en e l arte min ima l, no desa pa rece cuando las cajas per-
m iten ve r su interior, como sucede en Accesion, i968 (11. 46), 46. E. Hesse, Accesion 11, i 967-68. Connecticut, The Aldrich
de Hesse, un cubo metal izado s in la cara de a rriba. Hesse Museum of Contem po rary Art.
hizo perforar las superficies de sus lados e introdujo por los
Entender la obra de arte como un símbolo es tamb ién una
o ri ficios unas gomas cortadas que conflu ían hacia el interior.
propuesta antropomorfizante. El objeto fís ico se piensa como
El resultado es un cubo en el que se subraya la dife rencia
un cuerpo que cobija un alma. Se supone una esencia in mos-
entre e l exterio r, metá lico, frío, regu la r, y e l interio r, más blan-
t rable, que es su secreto, su en igma. Del m ismo modo, en el
do, flexible, de apariencia o rgán ica. Hesse no suaviza el
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arte moderno hay algo que no se muestra, su secreto, el eni g-
ma que sólo la experiencia estética, una experiencia casi reli-
giosa, acierta a atisbar. También la estética de Adorno, al
entender la obra como enigma, aunque sea un enigma sin
solución, tiene una ascendencia teológica. La ideología esté-
tica consiste en adoptar esta metafísica simbólica a la obra de
arte. Pues bien, el arte mín ima! es el intento artístico más
coherente de desmontarla. No todas las obras se adhieren a
la crítica global de esta ideología, central para el pensamiento
moderno, pero sí a algunas de sus manifestaciones en la acti-
vidad artística: la experiencia estética, la obra como símbolo,
11. D. Judd, Sin Título, 1965.
la noción del artista como genio. La ob ra de arte como s ím-
bolo es el análogo estético a la concepción cartesiana de la
persona y tanto Morris como Judd señalaron en sus escritos
e ilust raron con sus obras esta analogía.

l. C. Andre, Cuadrado de aluminio y cobre combinados, 1969.


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IV. J. McCracken, Sin Título, 1970.

111. D. Judd, Sin Título, 1969. Gugenheim.


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VI. Flavin, Diagonal del 25 de mayo. Homenaje a Brancusi,


196J.

V. A . Truitt, La herencia del caballero, 196J.


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VIII. A. M artin, Azul Candente, 196J.

IX. A. Rodchenko, Rojo Puro, 1921.

VII. B. Newman, Onement VI, 1948. Colección privada.

X. S. LeWitt, Pirámide asimétrica con colores asimétricos, 1985.


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duro, alma y cuerpo es uno de los temas fundamentales de la
escultura. Su presunta vaciedad no es sino la imagen crítica
de la concepción del sujeto como pura interioridad, incomu-
nicable, privado, misterioso y clave de la exterioridad. Por su
lado, en una famosa entrevistal 4 , Judd afirma que su obra es
anti-racionalista y anti-cartesiana, en el sentido de que no
consiste en la imposición de un orden (matemático, espi-
>XI. B. Nauman, Letrero de pared o ventana, 1967. ritual) a la materia. Esta sería una práctica basada en la dua-
lidad cartesiana entre res cogitans y res extensa. Por su parte,
Judd busca afirmar la unidad entre forma y materia o evitar la
percepción de su obra como una obra en la cual es la rela-
ción formal, es decir, la idea, lo que se percibe como estético,
sobre un soporte material. En la pintura moderna el lienzo en
blanco es trabajado, cubierto, por el pigmento que dará lugar
a la percepción de formas y relaciones. La escultu ra propor-
ciona un mayor protagonismo a la materia, pero sólo en
cuanto que en ella res ide una forma que el escultor descub re,
o como la ocasión de investigar la relación de huecos y vo lú-
menes. Frente a ellas, por un lado, el interés manifestado por
Judd en el empleo de materiales que en sí mismos poseen
cualidades cromáticas o luminosas, o de colores plásticos

XIl. Flavin, Una barrera artificial de luz fluorescente azul, roja y que no son sobrepuestos a un soporte neutro sino que son

azul, 1968. Gugenhe im. ese soporte; por otro, la eliminación de formas que distraigan
de la cualidad única del objeto específico como un todo, que
La noción cartesiana de l yo es puesta en cuestión por Mo- interesa globalmente, como un dado de propiedades intrín-
rris para quien la relación entre interior y exterior, blando y secas, no añadidas.
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Para el minimal todo está expuesto, no hay ninguna esen- dices algo en alto para ver si te lo crees». Creo que describe
cia misteriosa en la obra de arte. «El verdadero artista ayuda la experiencia adecuada frente a la obra: «Una vez escrito me
al mundo desvelando verdades místicas», como decía Nau- daba cuenta de que el enunciado "El verdadero artista ayuda
man en Letrero de pared o ventana, 1967 (11. color XI), pero, si al mundo revelando verdades místicas" era, por una parte,
seguimos su espíritu wittgensteiniano, la verdad mística una idea completamente estúpida y, con todo, por otra, creía
quizá sea que no hay enigma. Lo que dice el letrero luminoso en ella ... Depende de cómo lo interpretes y de lo serio que te
de Nauman está escrito en luces de color, enchufadas a la tomes a tí mismo. Para mí sigue s iendo una idea
red por un cordó n negro que acaba en una caja de cone- poderosa» 35 .
xiones eléctricas. Si este letrero es una obra de arte propone
su contenido directamente, mediante el lenguaje natural y en
3.7. El espectador. La construcción del objeto

e l soporte en el que los anunciantes publicitan sus pro-


En cuanto a la relación de la obra con el espectador, el arte
ductos. No lo hace mediante la fabricación de un objeto de minimal rechaza la concepción moderna de experiencia esté-
una clase especial. Si tiene un contenido es, al menos en
tica, como una experiencia pasiva, de contemplación y per-
parte, el que se expresa en la frase, del modo en que tienen su cepción espontánea de la cualidad de la obra. Como hemos
contenido los anuncios luminosos de cerveza, por ejemplo. visto, la experiencia receptora consiste no en el descubri-
Si ese contenido es cierto, lo es bien porque hay un modo ex-
miento de relaciones formales, que prácticamente no existen,
terno de comprobarlo, bien porque la propia obra ofrece s ino en buena medida en tom ar conciencia de la relación
pruebas de su verdad, de su verosimilitud al menos. El único misma ent re la obra y el espectador y en ocasiones entre la
modo externo de comprobación sería el de observar d ife-
obra, el espectador y el espacio. Como se repite a menudo, la
rentes obras de arte, a las que se refiere. Puesto que este ob- obra requiere al espectador, aunque no como creador de sen-
jeto se propone como tal, ha de ser posible comprobarlo
tido. No es participativa, porque el objeto está claramente
d irectamente. Contrastar el contenido de la frase con la obra
terminado por el artista, por lo tanto, no se necesita la inter-
misma produce la perplejidad propia de la experiencia esté- vención del espectador en este aspecto. La intención del ar-
tica según Wittgenstein. El propio Nauman describía esta
tista es, en palabras de Morris, «Controlar la situación». Pero
situación como una de las que el filósofo ana liza en las In- el artista la piensa como un objeto en una situación espacial,
vestigaciones filosóficas: «Era un tipo de prueba, como cuando enfrentada a su espectador interrelacionando con él. Una de
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las particularidades de este objeto es que preve y d irige com- art ísticamente reacc iones corporales de diferentes mane ras.
portam iento. ¿Pero en qué sentido? En primer lugar, es evidente que la respuesta del espec-
Las estéticas de la recepc ión y las teorías semióticas de los tador puede ser meramente visual, sin dejar po r e ll o de se r
d istintos med ios han anal izado el modo en que la experiencia corporal. Tanto Judd como Morris conciben su obra como un
interpretativa depende de la actividad imaginativa del receptor objeto que posee un interés visual, aunque no puramente vi-
del s igno. Por muy covencional que sea el objeto artístico, sual. Para ambos la cualidad visual no es separable de la cua-
exige una actitud colabo radora de l receptor. Lo que parece lidad global del objeto, es decir, no es de una forma o de una
propio de l objeto minimal no es esto, s ino que la colabo- sensación cromática, s ino de un objeto. Qu izá esta sea la
ración parece inclu ir un comportamiento co rpo ra l. Mientras mayor diferenc ia con la estética forma lista: nuestra pe rcep-
que un pintor espera que su imagen provoque una expe- ción de objetos lo es de objetos en el espacio. Involucra po r
riencia visua l e imaginativa de cierto t ipo y, desde luego, no tanto referencias táctiles y cinestés icas principa lmente. No
solo la di rije sino que la provoca, el artista min ima l esperaría consideran que la visión solo proporcione informac ión sobre
una respuesta co rporal. «Controla r la s ituación» se refiere en cualidades puramente visuales. La percepción de l equilibri o
buena medida a controlar los movim ientos de l espectador. forma l t iene un exp li cación cinestésica, como la percepción
Según sus detractores esto supone un empobrecim iento de de peso o de ligereza está re lacionada con nuestro centro
la recepc ión artística. ¿Podemos considerar experiencia art ís- corporal de gravedad, o como la percepción de la textu ra
t ica la de caminar desorientado por un laberinto, la de bor- t iene que ver con nuestra expe ri encia tácti l de los objetos. De
dear un cubo, una lancha de acero, la de pisar un cuadrado los dos, es sin embargo Robert Morris qu ien ha mostrado un
de a lum inio, asoma rnos a un cubo abierto o ver a través de interés más claro no por la percepción de objetos en sí
un cristal de color? La respuesta es que no, a menos que esa misma, s ino por la rec reación de la situación origina l de con-
acción contribuya de algún modo a identificar e l sentido del tacto sujeto-objeto.
objeto. Si la acc ión es una simp le reacción mecán ica a l ta- Morris era un performer antes que un escultor. Sus colabo-
maño, incluso la forma del objeto, o se debe a nuestra curio- raciones con la coreógrafa Yvonne Rainer, rep resentante teó-
sidad de afic ionados, entonces no está exigida por la cualidad rica del m in ima lismo en danza, son anterio res e incluso dan
art ística del objeto, o por el objeto artístico, sino simple- origen a sus primeros objetos min ima l. En concreto, Una
mente por e l objeto. Creo que las ob ras m inimal implican Columna, i960, es un objeto que fue utilizado en una
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actuación con e l Judson Dance Theater. La columna medía d iferencia entre ambos. Una d ife rencia que no es puramente
1,80 cm, la altura de una persona alta, y estaba pintada de óptica, debida a la d iferencia del punto de vista, puesto que la
gris . Incluso fuera del escenario su carácter antropomórfico ident idad formal es evidente, sino al valor de la diferenc ia en
permanece, pero en el escenario estaba pensado que «ac- la orientación .
tuara» como un actor más. En un momento determinado un
mecanismo (una cuerda invis ible desde lo alto) hacía que se
volcará, como obedeciendo a su propia vo luntad. El interés
de Morris por los objetos está ligado a su interés por e l com-
portam iento corporal y la gestua lidad. Un objeto puede ser
un remedo de una presencia humana, como en este caso o
ut ilizarse en una actuación. 2 Columnas, 1961 (11. 47), consiste
en dos objetos con la m isma forma de la prime ra columna,
uno colocado de pie y e l otro tumbado, por utilizar las expre-
siones metafóricas que co rresponden a las intenc iones de
Morris. De hecho no solemos dec ir que un jarrón está colo-
cado vertical u horizontalmente, sino que está «de pie» o
«tumbado» o «Se ha caido». Nuestra percepción de cosas es
tamb ién antropocéntrica. La mera orientación espacial de los 47. R. Morris, Dos Columnas, 1961 (destru ida). Teheran
objetos posee ya un va lor corporal. En e l caso de la obra de Museum ofContempo rary Art (reproducción 1973).

Morris, los dos paralepípedos faci litan la toma de conciencia


En segundo luga r, la respuesta adecuada a la obra m inima l
de la prop ia orientación o de nuestra situac ión espacial y de
no es tanto un movim iento, un reco rri do en torno o una
nuestra relac ión con las cosasl6_ La obra no sólo está rea l-
ap roximación, como la imagen de ese mov im iento o gesto y,
mente «de pie» o «tumbada», sino que hace referencia a
sobre todo, la conciencia de la relac ión de l sujeto y del objeto
pos iciones como estar de pie o tumbado, es dec ir, las ejem-
en ese movim iento.
pl ifica. Frente a la obra percibimos que se trata de dos obje-
Un caso especial de la imaginac ión de actos o gestos t iene
tos idénticos, con la m isma forma, y a la vez, percibimos una
que ver precisamente con aque ll os que el artista lleva a cabo
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en la realización de la obra: colgar o colocar, eran acciones a
las que se refería Morris en las obras citadas en el apartado
anterior. En 1968 Serra publicaba una lista de verbos, Verb
List 1967-1968, que incluía una serie de acciones que había
realizado en sus obras: «enrollar, cortar, doblar, subir, acor-
tar, quitar, gotear, abrir, salpicar, reducir la entropía, marcar el
contexto». Estas acciones son recordadas por el receptor de
la obra, son percibidas en el producto finaL Incluso un artista
del que puede decirse que es un escultor, como Serra, para
quien la investigación con materiales y con las sensaciones
ligadas a ellos, como el peso o el equilibrio son funda-
mentales, considera que las acciones explican, contribuyuen
a que la obra sea lo que es. Comprender Puntal, 1968 {IL 48),
Splashing, 1968, o Rollo lento para Philip Glass, 1968, implica
percibir en ellas acciones como apunta lar, salpicar o enrollar.
48. R. Serra, Puntal, 1968.
Incluso la conocida Puntal de una tonelada (Castillo de Nai-
pes), 1969 (11. 49), alude irónicamente a la acción de colocar
cuatro na ipes en equilibrio. La percepción de la obra nos
ofrece la imagen de uno de los cubos m inimalistas cuyas
ca ras no han term inado de soldarse. Sin embargo, lo que es
propio de la obra es que los cuatro lados han sido apoyados
unos en otros durante la instalación y manifestan ese equi-
librio más o menos inestable.
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49. S. Serra , Punto/ de una tonelada (Castillo de Naipes), 1969 . El objet o no está dado , nuest ro conc epto de objet o como
Nuev a York, MOM A. algo exter no, perm anen te, con una form a más o meno s cons-
tante , es tamb ién deud ora del uso del lengu aje y de su apren -
Las accio nes repre senta das en la obra de Serra no requi e-
dizaje , que es socia l. Es decir, apren demo s el lengu aje porqu e
ren much o oficio . El virtuo sismo para la real izació n de imá-
asoci amos deter m inado s objet os a térmi nos y, más estric -
gene s que se desar rolló duran te siglo s no es ya reque rido.
tame nte, deter mina das propo sicio nes a estad os de cosas ,
Pero es que crear imág enes no es siem pre la finalidad del
const ituido s por objet os. Sólo porqu e estam os rodea dos de
arte. En los años oche nta Mo rris realiz ar una serie de pin-
objet os con los que intera ctuam os y porqu e vemo s a otros en
turas , titula das Blind Time, que consi stían en hacer con los
esta situac ión, adqu irimo s un lengu aje. El con texto artíst ico
ojos cerra dos y sobre un lienzo divid ido en cuatr o cua-
es much o más comp licad o que la situac ión comu nicati va
drant es, manc has negra s de pintu ra. Morr is hizo explí citas
origin aria y, por otro lado, la cond ucta del espec tador o del
sus inten cione s y pidió que se comp arara n con el resul tado
artist a con el objet o no es verbal. A pesar de ello, Morr is
final. El resul tado son pintu ras sin imág en es. Al meno s sin
inves tiga la relaci ón con los objet os a travé s de cond uctas
imág enes en el senti do de icono s, o signo s cuyo conte nido
que tamb ién son obser vable s. El espec tador se enfre nta a la
se perci be direc tame n te en ellos. Al pie de las pintu ras Blind
cosei dad de la cosa y subra ya así el carác ter polar de su rela-
Time IV (Drawing with Davidson), 1991, Morr is citab a algun os ción. La exper iencia del objet o como tal supo ne hacer se
fragm entos de David son. La conce pción del lengu aje y del
consc iente de cierta s accio nes que yo rea lizo y que veo rea-
objet o del filósofo fuero n cons idera das po r Mo rris como una
lizar a otros frente a él, y en relaci ón a las cuale s las propi e-
expre sión de sus propi as ideas , traba jadas artíst icam ente du-
dade s del objet o son relev antes .
rante años: la relaci ón entre sujet o y objet o, despo jándo la de
Segú n los defen sores del arte m inima l, esta preoc upaci ón
los elem entos anecd ótico s. Su interé s por el filósofo se cen-
por la activi dad no puram ente visua l del espec tador , no es
traba en su noció n de triang ulaci ón, según la cual el mund o
sino una mues tra más de la super ación de la estéti ca ro-
de objet os es el resu ltado de una re lació n triang u lar irredu c-
mánt ico idealista por parte del m inima l. La obra de arte pon-
tible entre el objet o y dos sujet os. Subje tivida d, inters ub-
dría de mani fiesto que no perci bimo s el mund o a travé s de
jetividad y objet ivida d son conc eptos qu e depe nden entre
una visió n desca rnada . Nues tros ojos son órgan os de un
sQ!. cuerp o que, ergui do, se enfre nta a un mund o de objet os que
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percibe con gravedad, equilibrio, etc... Lo cual es fáci l de importancia del comportamiento del espectador con el objeto
aceptar teóricamente y puede relacionarse con algunas ob ras y de l objeto en la creación de nuestro comportamiento es lo
como las recordadas. No obstante, la defensa recurrió a una que se pone en juego en las obras mini mal de Morris: « El ob-
tesis que no considero necesaria ni adecuada y que relaciona jeto es la causa común de las respuestas, una causa que tiene
la obra minimal con el motto barthesiano-foucaultiano de la que ubicarse en un espacio interpersonal compartido. Una
muerte del autor y su corolario: «el autor ha muerto, viva el vez que percibimos reacciones, surge la posibilidad de una
lector», el espectador, en este caso. Cuando la cooperación comprobación o de un criterio, de fracasos ocasionales en
artística se entiende como posibilidad de que el espectador nuestras expectativas y, por lo tanto, de error»39. Pues bien,
complete la obra de arte con contenidos propios, hemos per- Morris intenta reproducir en su obra estas condiciones de
dido la noción de interpretación y de obra. surgimiento del significado.
La tarea del espectador en el arte minimal se relaciona de
J.8. Visión y concepto en el arte minimal
un modo más abstracto con la exposición de las condiciones
de construcción del sentido que está presente de forma para-
Para sus críticos el arte minimal era, además de frío,
digmática en Morris. Krauss estimaba las obras minimal por geometrizante o intelectualoide, aburrido. Formalmente la
«su insistencia en la exterioridad, el carácter público del repetición, la monotonía, la serialidad son rasgos aburridos
espacio en el que existen la verificación y el s ignificado,,38. En de un objeto. La fa lta de deta lle y de variación no llaman la
esa insistencia se concretaba la superación de la estética atención de nuestros sentidos. El aburrimiento se da en el
idealista, que por parte de los minimal tiene que ver con el re- nivel sensible pero también en el intelect ual. La fa lta de alu-
chazo del cartesianismo ta l como ellos mismos lo entendían.
siones emocionales a través de la imagen o la textura, la
Nuestro conocimiento de l mundo y nuestra percepción del ausencia de narración, ocultaban cualquier otro tipo de cuali-
mundo de objetos no es la construcción de una imagen uni -
dades dignas de atención.
taria a partir de percepciones parciales que recomponemos
También se consideraban aburridas las explicaciones teó-
idealmente, sino que percibimos objetos y tenemos cons- ricas de críticos y artistas, que en muchos casos, ciertamente
ciencia de ellos porque los compartimos con otros. El artista
en el de Judd y Morris, tenían una amplia formación filo-
ha construido un objeto con el que reconstruye la situación sófica. Según H. Rosenberg: «Cuanto menos hay que ver, hay
original una vez que el espectador se enfrenta con él. La
más que decir»~, implicando que las obras minimal estaban
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neces itadas de just ificac ión teó rica. Sin embargo, tamb ién los una as ignatura obligato ri a del arte con temporáneo. Lo cual
expresionistas abstract os hab ían explicado extensamente sus no qu iere decir ni que Poussin apl ica ra el estoicismo a pie
obras y, en general, las vanguard ias hab ían ut ilizado man i- juntillas en su represen tación de la natu raleza y de l hombre
fiestos y escritos para apoyar, defender y hacer compren- (¿que s ign ificaría eso?), ni que los artistas que ut ilizan a Wi-
s ibles sus obras. Lo que Rosenberg puso por pri mera vez de ttgenste in hayan entendido a Wittgenste in, cuya gusto artís-
man ifiesto es la distancia entre la expl icación y la obra. El fo r- t ico e ra bastante conservador, por otra parte. La relación
talecim ien to de la obra por la teoría~. Ahora bien, a dife- entre una concepción fi losófica y una obra, pasa, en primer
renc ia de algunas afi rmac iones y prácticas conceptuales, el térm ino, po r la comprensión que e l auto r tuviera de ella y, en
objeto no es nunca prescindib le en la práctica minima l y tam - segundo luga r, por el modo en que esa comprensión infl uye
poco es un mero pretexto. Las cualidades fís icas, fenomé- en la creación de la obra. Lo que es cierto en general de los
nicas, sensibles, en suma, del objeto provocan una serie de auto res minimal es que compartían una sensibilidad más
respuestas en el es pect ado r, que son las propiamen te artís- mate ri alista que sus predeceso res y que no creían que la cua-
t icas y no respuestas teó ri cas sobre un t ipo de filosofía u lidad estética del objeto fuera resultado de una percepción
otro. Es más, el conocim ien to de cierto t ipo de fi losofía no ilus ionista del mismo. Por eso es relevan te y s ign ificativo e l
hace más proclive a d isfruta r de un cierto tipo de arte. Wo- antiilus ionismo m in ima l. El artista minima l no entiende que
llheim no es un fi lósofo cartesiano y fue crítico con el arte pueda haber una d istanc ia entre imagen y realidad tan grande
minimal. Y, a l contrario, muchas personas con concepciones como cre ía e l fi lósofo mode rno. Al contrario, piensa que la
cartesianas de l conocimiento y la relac ión mente- cuerpo d is- concepción que obtenemos del mundo se basa en los datos
frutan de l arte m inima l. La predisposición hacia los plan tea- de nuestros sentidos, en nuestra inte racción con e l mundo y
mientos fi losóficos puede fac ilitar el acercam iento a las entre nosotros.
obras, pero no explica mucho frente a una de ellas en con- Para e l artista minima l la percepción sensible de los obje-
creto. tos está llena de con tenidos, que no son de caráct er m ístico e
Ahora bien, la re lación entre la fi losofía y el arte puede en inefab le, sino que se man ifiesta en nuest ro t rato con las
ciertos momentos ser más directa que de cost umbre. Cono- cosas. Para Judd, percibir es un modo de pensam ien to rá -
cer el pensamiento estoico favo rece la comprensión de los pido. Imágenes y conceptos no son entes ontológicos d ife-
cuad ros de Poussin, como haber leido a Wittgenstein parece rentes, s ino que la mera percepción de un objeto nos da una
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cantidad de información bastante grande, que facilita nuestra N OTAS A l P IE
supervivencia. Sus obras, que buscan, y consiguen, ser perci-
~ Morris, R., «Notes on Sculpture I», en Battock, op. cit.,
bidas de un golpe, con facilidad, muestran sin embargo rela-
22J.
ciones entre las partes que sería más complicado y menos
~ Greenberg, C., «Avantgarde and Kitsch», Op. cit., vol. l.
económico describir matemática o verbalmente. Es decir,
~ Cfr. Bürger, P., op. cit. Cfr. Krauss, R., Passages in Sculp-
explicar lo sencillo no siempre lo es. Efectivamente que haya
menos que ver, la simplicidad sensible, no implica una po- ture, Cambridge, The MIT Press, 1977, pp. 243-288.
~ Foster, « Lo esencial de l min ima lismo>>, Mínima/ Art, Cat.
breza conceptual. Judd trata ba de un ir lo más concreto con lo
Exp., p. 11 J.
más general: provoca r un a experiencia cuya explicación es
~En este sentido, s iguiendo a Bürger, fo rmaría parte de los
más compleja de lo que sugiere.
movimientos neovanguardistas tras el fracaso de la van-
Fried decía que el minimal era ideológico, porque trans-
guardia en su intento de superar la distancia entre el arte y la
mitía ideas que podían expresarse verbalmente. Sin embargo,
vida.
y con independencia de que algunas ideas relacionadas con
. p. 4.
6_ Krauss, op.cit.,
las obras de arte puedan ser expuestas filosóficamente o
~ Greenberg, «Modernist Painting>>, en op. cit., vol. 4, p. 86.
justificadas en una teoría, lo interesante del arte minimal es
~ «Die reine Sichtbarkeit» era para Fiedler el ámbito propio
que consideraban precisamente que el objeto era la idea artís-
de la pintura. Cfr. Fiedler, K., Escritos sobre arte, Mad rid , Visor
t ica. Su relación con el espacio y con el espectador, el modo
de percepción y la actitud emocional que provocaban forman Dis., 1990. Cfr. De Duve, Clement Greenberg Between the

parte de su contenido y t ras ladarlo a palabras no sólo no Lines, París, Dis Vo ir, 1996 para una interpretación semejante
de Greenberg, donde habla de la cualidad como e l auténtico
siempre es fácil, sino que suele ser inútil. De hecho la crítica
contenido artístico de la pintura para el crítico modernista.
que Fried realiza al arte minimal como antropomórfico, literal
y teatral se refiere a las cualidades sensibles de la obra y no a ! También a las que no lo son. Cfr. Wollheim, «Arte Mini-
mal», y Cavell, Must We Mean What We Say?, Cambridge,
su considerarión teórica. Se encuentran entre las observa-
Cambridge University Press, 1976.
ciones más valiosas sobre el arte minimal y la nueva concep-
ción de l arte y, por ello, constituyen el núcleo del último capí-
°
1 Fiedler, K. Escritos sobre arte, Madrid, Visor Dis., 1990, p.
207.
t ulo.
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~ Battock, op.cit., p. 158. toma una dec is ión, como los artistas, pero su dec is ión no es
12 G reenberg, «Modernist Painting», op.cit., vol. IV, p. 90. la de un artista», op. cit., p. 396.
13 Gombrich en Arte e Ilusión defiende este esquema de la 21 Kant, Crítica del juicio, # 46.
percepción tanto en la vida como en el arte. :; Cfr. Benjamin, W., «La obra de arte en la época de su
14 Tomo la noc ión de ejemplificar en el sentido técn ico de rep roducción técn ica», en Discursos Ininterrumpidos 1, Madrid,
N. Goodman, para qu ien la ejemplificación es uno de los Tau rus, 1980.
modos de simbolización y consiste en hacer referencia desde ~ Morris, R., Form-Classes in the Work of Constantin
e l objeto a alguna de las cualidades que este posee. Cfr. Los Brancusi, Hunter College, 1966.
lenguajes del arte, Barcelona, Seix Barra l, 1976; Maneras de 24 Esta consideración es precisamente la que impu lsa hac ia
hacer mundos, Madrid, Visor Dis., 1997. e l desarro llo de la obra como proceso y a la m inusva loración
1s Panofsky, E., «Iconografía e iconología: introducc ión al de la forma estable del objeto en e l postm inima lismo.
estudio de l arte del Renacim iento», en El significado en las ~ Entrevista con Glaser en Battock, op. cit., p. 150.
artes visuales, Madrid, Ali anza, 1979. (La edición original es de 26 La experiencia del t iempo en e l arte m inimal pone de
1955) . man ifiesto algo que es cierto ap licado a toda obra de arte:
16 El pintor mode rno emancipado de l grem io de los dro- que la experi encia de la obra es temporal, que e l tiempo es el
gueros no prepara los pigmentos bases, pero los diluye, los de su recepc ión y que no puede cancelarse en una percepción
mezcla, los combina; incluso si le preparan el soporte, su atempora l del sentido. Me ha resu ltado muy iluminador
mano dete rm ina la apariencia fina l del prop io material. sobre e l tema del tiempo en la expe ri encia estética e l artícu lo
17 Cfr. He idegger, « El origen de la obra de arte», (1935/ 6), de lbañez, J. « Retrieving the incertitude. About the time of
en He idegger, M., Caminos de bosque, Madrid, Al ianza Un i- mean 1ng», manuscrito, ponencia presentada en e l 1 Semi-
versidad, 1995. na ri o sobre Arte, Mente y Mora lidad, Murc ia, 2002.
18 He ld, J., «M inima l Art. Eine amerikan ische ldeo logie», 27 Cuando el contenido de la obra de arte está ejempli-
1972, en Stemmrich, Minimal Art. Eine kritische Retrospektive, ficado, y no representado, la obra posee la propiedad que
Dresde, Verlag der Kunst, 1995. significa, además se refiere a ella. La temporal idad en este
19 Wollhe im, R., « Min ima l Art», en Battock, op. cit., p. 395. caso.
~ Respecto a Duchamp, Wo ll he im afirma: «Duchamp :! Cfr. Cavell, S., op. cit.
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:: Fue e l coreógrafo Merce Cunningham quien primero re lación con el espacio fue fundamenta l tamb ién en la obra
señaló hac ia este rasgo de la sensibilidad m in ima l: « No veo de Nauman y de muchos artistas conceptuales. Sus obras
por qué crisis t iene que s ign ificar clímax, a menos que este- provocaban un extrañamiento del propio cuerpo (que Fried
mos dispuestos a afirmar que en cada soplo de viento hay clí- considera perverso) que se hereda en los objetos m inimal.
max {y yo lo estoy); sin embargo, eso el im ina toda hue ll a de 37 Mo rris escribió un artícu lo sob re Davidson, «Esc ri bir
clímax, porque conlleva un exceso. (... ) El clímax es pa ra con Davison», y a su vez este anal izó la obra de Morris desde
aque llos que se sienten arrebatados po r la Nochev ieja», ci- e l punto de vista de su fi losofía, « El te rcer homb re». Ambos
tado en Rose, «ABC Art», en Battock, 1968, p. 280 (Cast. VV. fueron traducidos y publicados en La balsa de la Medusa, 32,
AA., Mínima/ Art, p. 37). 1994, pp. 3-21.
30 Hesse, E., «Entrev ista con C. Ne imser, en Armstrong, R. 38 Krauss, «Sense and Sensibility», en Entre la geometría y
y Marshal l, R., (eds.), Entre la geometría y el gesto, Escultura el gesto. Escultura norteamericana, 1965-1975, Cat. exp., p. 157.
Norteamericana 1965-1975, Mad ri d, Ministerio de Cultura, ~ Davidson, D., «El te rcer hombre», p. 6.
1986, p. 11 3- 40 Rosenberg, «Defin ing art», en Battock, op. cit., p. 306.
31 Hesse, E., ibid., p. 112. ~ Dan iel Herwitz, Making Theory. Constructing Art, Chicago
~ Hesse, E., ibid., p. 114. y Londres, The Univers ity ofCh icago Press, 1993-
33 La crítica de la noción intern ista de la mente no implica
la aceptación de la pu ra exterioridad sin más. Se trata de
mostrar la inaceptabilidad de la imagen de la re lación mente/
cue rpo, s ign ificado/signo, o subjetividad/«yo», como litera l-
mente una re lac ión de dentro/fuera, invis ible/vis ible. Una
imagen que, a pesar de todo, guía nuestro comportam iento
con los objetos, con los otros y con nosotros m ismos.
~ Glaser, «Entrev ista a Judd y Stella» en Battock, op. cit., p.
150.
35 Bruce Nauman, cat. exp., p. 5i.
~ La percepción del cuerpo, de sus movim ientos, de su
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sin ser susti tuida por un marc o teóri co que hiciera posi ble el
4
cam bio de unos conc epto s o va lores por otros . La cues tión
Obi eto y teat ro en el arte mín ima / que está en la base de las discu sion es sobre mod ernid ad-

post mod ernid ad es la de la auto nom ía de lo artístico, sello de
«El prob lema de la Vía Láctea es que, com o arte, es banal.» ~
la conc epci ones burg uesa s del arte. Sin emb argo , com o
4.1. Greenberg, Fried y el caso del arte minimal hem os visto , el conc epto de auto nom ía no es unívoco. Si-
guie ndo a Bürger en este punt o, es prec iso disti ngui r entre
Es una idea exten dida que el arte mínima! cons tituy e el
dos prete nsio nes vang uard istas que, a men udo, apar ecen
fina l de la Vangua rd ia y la Mode rnida d y el com ienz o de la
unid as: la critica y la ruptu ra formales y las sociales. Para
Post mod ernid ad y el arte post vang uard ista. Segú n Foster, el
Gree nber g, com o para sus suce sore s, amb as van ligadas,
minimal habría s ido el ataq ue más certe ro al «van guar dism o
pero sólo la prim era conv ierte la acción ruptu rista en una ac-
formalista», repre sent ado en la crítica y la historia del arte de
ción artística. En el ámb ito de su auto nom ía formal sería
los ai'los sese nta por Green berg y Fried. Su reacción crítica
don de la vang uard ia realizaría su labo r crítica, incluso revo lu-
negativa hacia la escu ltura minimal no haría sino ser una
cion aria. Las ruptu ras form ales son, segú n el punt o de vista
prue ba más de «la ame naza » que supo nía esta obra , y su
vang uard ista, capa ces de d istur bar el mod o burg ués, conven-
fo rma de concebirla, para la estét ica formalista que sus crí-
cion al y lleno de prejuicios, de percibir y com pren der lo real.
ticos repre senta ban. Foster cons idera «for mali sta» sinó nimo
El artis ta, dent ro de su medi o, realiza una ruptu ra que tiene ,
de «mo de rno» o «mo dern ista» (en la acep ción angl osajo na),
que se espe ra que teng a, cons ecue ncia s en el ámb ito público.
asum iend o la idea de Mod ernid ad del prop io Gree nber g y
Segú n Foster y otro s teóri cos post mod erno s, este fue el
basá ndos e en la definición de auto nom ía artís tica com o
principa l error de la vang uard ia, lo que cond ujo a su fraca so
fund ame nto de esa identificación. Adem ás, identificaba la crí-
com o med io de liberación real de los indiviuos: asum ir acríti-
tica form alista con el antiv angu ardis mo, el esen ciali smo, el
cam ente que cam bios en la forma tend rían significado Y
cons erva duris mo, e inclu so la teolo gía en las conc epci ones
cons ecue ncia s vitales o políticas. Lo auté ntica men te vang uar-
artísticas~. Pero estas acus acio nes no están sufic iente men te
dista segú n su conc epció n cons istirí a en un antia ca-
prob adas . dem icism o ente ndid o en térm inos de rech azo de la insti-
La crítica de la conc epci ón mod erna del arte se llevó a cabo
tució n mism a, de las conv enci ones teóri cas y prác ticas
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ligadas al mantenimiento de la distancia entre el arte y la ut iliza la expresión de su famoso artículo «Vanguard ia y
sociedad . Es dec ir, asumir que la actividad artística está su- Kitsch»~, s ino una equ ivalente a lo que en castellano llama-
jeta a los m ismos centros de dom inación que el resto de las ríamos «de gusto pequeño bu rgués», es deci r, académ ico y
actividades sociales, y que su presunta autonomía es en e l conservador, pero, además, con pretensiones estéticas o
fondo el modo burgués de heteronomía. De ahí la diferente cultura les. Con desprecio, califica a l arte m inimal de arte con-
consideración de la vanguard ia para Greenbe rg, como la cima servador « (e)s arte pequeñoburgués (m iddlebrow) d isfra-
del proceso de autonom ización moderno, y para Foster, y zado de arte avanzado, i nnovado r»~ . Es decir, Greenberg no
antes Bürger, como la reivind icación de la s íntes is entre el percibe una ruptura institucional en e l m inima l, sino a l con-
arte y la vida y, por tanto, como el rechazo de la autonomía tra ri o, la utilización de las connotaciones de art isticidad para
del primero. la producción de imitaciones de l arte auténtico.
El respeto de la autonomía artística, concretado en e l fun- Las razones de Greenberg contra e l minima l se refieren a
cionam iento de las instituciones artísticas, presuntamente su falta de autonom ía, que percibía en el abandono de las
autónomas, es el modo princ ipal de la dependenc ia, real aun- convenciones en las que para é l reside la especificidad de lo
que oculta, de l arte respecto a l poder establecido. En este art ístico, concretamente, de las divis iones entre géneros. A
sentido utili za Foster el calificativo «antivanguardista» refe- esto alude Foster cuando tacha de antivanguard ista a Green-
rido a Greenbe rg, a primera vista un teórico defensor de la berg: si la actitud vanguardista se resume en criticar las con-
vanguardia. El crít ico americano es un claro defensor de la venciones, entonces el arte min ima l es vangua rd ista y sus de-
autonom ía artística y, por lo tanto, de sus instituciones, y en tractores son ant ivanguard istas. De ahí la re lación entre el
este sentido sería antivanguard ista. Por el contrario, el arte antivanguardismo de Greenberg y su presunto esencialismo.
minima l recogería el espíritu crítico, antiacadémico y nove- El argumento imp lícito sería que, si Greenberg considera que
doso, que define a la autént ica vanguard ia, y, puesto que a lgunas convenciones art ísticas no son revisables, entonces
Greenberg, lo ataca, se coloca inmed iatamente de l otro lado no se trata de auténticas «convenciones», s ino de rasgos
de la trinchera. Según su apreciac ión, el arte min ima l, englo- esenciales del arte, de algo que no se puede cambiar s in que
bado en lo que irón icamente denom inaba Nove lty Art, sería aque llo que se cambia deje de ser lo que es, pie rda su iden-
kitsch, es dec ir, a l contrario de la auténtica vanguardia, con- t idad. Para el pensam iento postmoderno no hay mayo r in-
servador y repet it ivo. En los años sesenta Greenberg ya no sulto que el de «esencial ismo», por razones políticas, que
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consisten en su oculto carácter normat ivo. El esencia lista no más, deshonesto. Ap rovechando el parecido (meramente
sólo d iría qué es arte, sino cómo debe ser. supe rfic ial) de sus obras con e l arte autént ico hab rían aban-
En su narración de la historia del arte moderno Greenberg donado el juego mismo de l arte, sus reglas. De hecho, para
habría obviado la línea surrealista y dadaísta en el arte del sus detractores el arte m inimal parece constitui r el caso lí-
siglo XX, las llamadas vanguard ias transgreso ras, favore- mite de, en pri mer lugar, aquel lo que puede considera rse pro-
ciendo la línea abstracta que reco rre desde Manet, pasando piamente artístico y, en todo caso, en segundo lugar, aque llo
por Cézanne, el cubismo, las vanguard ias forma listas y el que es bueno o va lioso artísticamente. Sus razones no son
expresionismo abstracto~. Con ello hab ría fundado una his- necesariamente propias de un esencial ismo teórico, sino que
toriografía, una práctica y una ideología museística incorrecta t ienen que ver con presupuestos muy básicos en la compren-
y basada en presupuestos forma listas, que, por otra parte, sión de lo artístico, y creo que esta comprensión es la que
e ran generales en la teoría y la fi losofía de l arte desde co- está en juego cuando Greenberg «reacciona» negat ivamente
mienzo de s i glo~. Aún más, hab ría ident ificado dogmáti- ante determ inadas obras min ima l. Y con e ll o me refiero al se-
camente una tendenc ia dentro de l arte moderno con la esen- gundo n ive l de rechazo de lo m inima l por su parte. No se
cia de lo art ístico, y habría adoptado e l forma lismo como su trata, por tanto, de un rechazo visceral, pol ít ico o teórico,
principio teórico. La convención de que la forma es la marca sino estético.
de lo artístico, y su man ipulac ión el modo de producción El cuestionamiento del arte m inima l no se debe a la par-
art ístico, se habría elevado a esencia del arte mode rno y de quedad de sus med ios o a características forma les puramente
todo arte. Cada género t iene una forma, un lenguaje que le es objetivas. La fo rma, incl uso las convenciones específicas de
propio, de ah í la neces idad de que la novedad se rea lice den- los géneros, no hacen por s i solas de un objeto una ob ra de
tro de esos límites, que son, finalmente, los de l arte. arte. En ese sentido no son propiedades «esencia les» de l
A pesar de que es relativamente fác il introducir la produc- arte. Es necesario un juicio estético pa ra que la artisticidad se
ción minima l en la narrac ión vanguard ista oficial, como un pruebe: «las cosas que pretenden ser arte no funcionan, no
desarro llo de la abstracc ión a partir de la pintura del campo existen, como arte hasta que no se expe ri mentan a través del
de color y hard-edge, los crít icos forma listas la juzgaron muy gusto»: . Las propiedades estéticas son dispos icionales, es
duramente, como si e l paso dado por los artistas min ima l dec ir, identificadas en una experiencia adecuada de la obra,
fuera no sólo torpe o med iocre, s ino incorrecto y, todavía se dan en una relación entre el sujeto y el objeto. El correlato
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objetivo de esa experiencia, las propiedades físicas de la obra complejidad forma l o de composición y, menos de propor-
que la causan, as í como e l consenso, garantizan el valor de ción, sino en que sus formas {en sentido amp lio, sus caracte-
un juic io que, s in embargo, es subjetivo, se basa en el ju icio ríst icas forma les) no sean «sentidas», «inspiradas», o correc-
de gusto. tas. No hay nada objetivamente incorrecto en las obras m ini-
Así pues, el problema teórico no es tanto de l esencialismo mal, po rque esto no t iene sentido. Como objeto, s imp le-
cuanto de qué considerar una autént ica expe ri encia estética, y mente es; en una experiencia estética, es va lioso como obra
de cómo Greenbe rg, más en concreto, favorece a lgunas pro- de arte: «una caja simple y s in adornos puede tener éxito
piedades de la obra sobre ot ras. La «opticalidad» o la «Co- como arte en virtud de esas cosas; y cuando fracasa no es
rrección forma l», que pueden liga rse a un forma lismo gené- porque sea una caja sin más, sino porque sus proporciones o
rico, son propiedades dispos icionales y no pueden definirse incl uso su tamaño están fa ltos de inspirac ión, no son
sin hacer referenc ia a una experiencia. La más inte resan te sentidos» 10 .
teóricamente quizá sea la de «corrección forma l»~, porque De lo anterio r se s igue que e l rechazo del m inima l se debe
reenvía a los pri ncipios y normas que rigen e l juicio crít ico. a motivos re lacionados, en e l caso de Greenberg, con presu-
No se determ ina qué tipo de fo rmas sean correctas, s i la línea puestos de tipo humeano. Es por compa rac ión con las obras
curva o el ángulo recto, la forma s ign ificante o la meramente maestras de la vanguard ia, en cuya fam iliaridad se ha edu-
agradable, pero se reconoce que la experiencia estética es el cado el gusto del crítico, como se justifica nuestro ju icio
sentim iento de co rrección fo rmal de una obra. En conse- sobre obras concretas. Más aún, es por fami liaridad con
cuencia el ju icio crítico expresa esa corrección . Es de la forma obras maestras como el crítico {cualqu iera) ha ap rendido a
y por eso puede llamarse forma lista, pero es en re lación a va lorar las obras y a utilizar el térm ino arte, a ident ifica r lo
unos «princ ipios» y por eso puede ser correcta o no. art ístico, y no por la ap licación deduct iva de pn nc1p1os o
La correción forma l se refiere a la relac ión y la proporción leyes gene rales. Esto no es esencial ismo, s ino su contrario.
de las formas, entre s í y en relación a un conten ido o una Es precisamente porque no existen rasgos que universa l y
emoción. De ta l modo que «la calidad de l arte depende, naturalmente podamos considerar como propios de lo art ís-
como de ninguna ot ra cosa, de relaciones y propo rciones t ico, por lo que necesitamos, si queremos mantene r la cohe-
sentidas e inspiradas»: . La fa lta de calidad del arte m inimal, renc ia y, en el lím ite, la com prens ibi lidad de nuestras accio-
por tanto, se concreta en una carencia no tanto de nes, por lo que debemos atenernos a un uso común, a una
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práctica compartida, de producción, interpretación y crítica Lo que t rataré de mostrar en lo que s igue es cómo algunas
de las ob ras de arte. de esas convenciones que rigen la comprensión de lo art ís-
Por su pa rte, en tre los autores en los que Fried reconoce t ico se han mostrado más profundas de lo que pretendían los
au toridad sobre las cuestiones de ident ificac ión y valoración defensores del m inima l. Son más profundas en e l sentido de
de lo art ístico se encuentra Cavell, un wittgensteiniano que que sin e llas la crítica y las explicaciones de l arte ca recen de
inte rvino en e l debate sobre la compre nsibilidad de l arte de noc iones desde las que comp render y valorar incl uso e l arte
los sesenta con ensayos como «Problemas estéticos de la postmin ima lista. Fried consideraba que la «literalidad» y la
Filosofía Mode rna» o «Una cuestión de s ign ificado»~. El «teatral idad» de l arte min ima l atacaban convenciones muy
prob lema a l que se refiere el últ imo título no estri ba en la a rra igadas en la práctica productiva, interp retativa y crít ica de l
dec isión de conside ra r artíst icos unos procedimientos u arte, y creo que ten ía razón. Convenciones precisas para pro-
otros, un t ipo de obras u otros. No es una decisión que duc ir, disfruta r y entendernos sob re el arte y sus va lores. Lo
pueda toma rse ais ladamente, independ ien temente de lo que que no parece posible es lo que parece haber ocurri do en la
hemos ven ido considerando art ístico, es deci r, inte rpretando literatu ra crítica sobre e l minima l, que sus defensores acep-
de determ inada mane ra y valorando según ciertos princ ipios. ten los adjetivos que Fried acuña y los admin istren de modo
Sería una dec isión vacua dec idir llamar «arte» a objetos que d iferente. Sin emba rgo, en este sentido se manifestaba ya
no podemos experi men tar y com prender como artísticos. La Barbara Rose a l dec ir: « Es imposible esta r en desacuerdo con
cuestión clave es que no po r ser convencionales nuestras re- la caracterización que Fried hace de la nueva estética como li-
glas sob re el arte son prescind ibles. La convencional idad de teral ista. Pero no es necesario aceptar su conclusión de que
los usos y de los va lores artíst icos no los hace más fác il- la nueva obra carece de calidad » B .
mente eludibles, s ino a l cont ra rio . Cuando un uso está sujeto Pues bien, s i entende mos lo m ismo por litera lidad o por
a una ley explícita, criticar la ley o finalmen te sustitui rl a po r teat ra li dad no me parece posible hablar en términos elo-
otra es más fácil que cambiar un modo de pe rcibir y apreciar giosos de una ob ra litera l o teatral, porque casi por defin ición
desde el que he mos llegado a iden tificar y a comprende r a lgo literal es no artístico y a lgo teat ra l, poco va lioso artísti-
objetos y acc iones. Citando a Wittgenstein: « ... a la profun- camente. En 1987, T. C row~ hab laba de la neces idad de recu-
d idad que vemos en la esencia se corresponde la profunda perar una vis ión mejor de l modernismo que qu izá pe rmit iera
neces idad de la convención» 12. estab lecer un horizonte expl icativo común sob re el arte del
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presente, dado que ningún paradigma había sucedido a l tarea crítica y que consiste en investiga r los límites de su len-
forma lismo modern ista. Este horizonte es necesario si se guaje, el pictórico o el escu ltórico: investigar lo que se puede
qu iere seguir haciendo crítica y teoría del arte con preten- pintar, esculpi r, etc. El art ista busca cuáles son las condi-
siones de val idez, es decir, s iemp re que se entienda el plu ra- ciones que hacen posible e l significado, la exp resión, la co-
lismo de la escena artística sólo en horizonta l, entre fo rmas, mun icación pu ramente pictórica o escultó ri ca y la actividad
estilos o mov im ientos expresivos, y no tamb ién verti- art ística se entiende, por lo tanto, como aquella en la que se
calmente, es dec ir, entre obras de arte tomadas en particular. ponen en juego, las condiciones de posibi lidad del propio
Qu izá el vacío de una teoría que haya sucedido a la fo rmal ista lenguaje. Este carácter crít ico pertenece tamb ién, en otro sen-
se debe precisamente a la ausencia de criterios, es decir, a l t ido, a las convenciones profundas del arte moderno: enten-
tan tem ido y, s in embargo, disfrutado, «todo va le». En lo que d ida históricamente. La negación, el rechazo de lo anterior es
sigue trataré de ver, por un lado, cuales eran las razones de la uno de los modos en que se desarrol la la propia obra y cons-
cegue ra del forma lismo respecto al arte m inimal y, por otro, t ituye un rasgo característico de la vanguard ia como antiaca-
ana lizar las críticas de literal idad y teatralidad, que, de ser dem icista y en perpetua búsqueda de novedad. En todo caso,
ciertas, serían motivos suficientes pa ra dudar del va lor de la la act itud crítica respecto a lo anterior no supone una mera
obra min ima l. En todo caso, a partir de los años sesenta la li- ruptura o un abandono, s ino que, al contrario, garantiza la
teral idad y la teatral idad son amenazas rea les que acechan a pertenencia a la t rad ición, la cadena del arte, la relac ión con el
la obra de arte, a las que cada una de ellas se enfrenta separa- pasado y su superación. Es tamb ién expresión de la auto-
damente. nomía artística como la existencia de una historia interna de
las artes, en cuanto que la evolución se produce como resul-
4.2. Las convenciones modernas: autonomía y diferencia entre las
tado de una d inám ica interna y no deb ida, al menos, d irec-
artes tamente, a factores exterio res. As í, pues, la natura leza crít ica

Lo que la trad ición moderna y vanguard ista hab ría conso- del arte moderno consagra, fundamenta, su autonom ía~.
lidado y hecho comprensible como arte, según G reenbe rg, se Según e l famoso artícu lo de Foster, aquel lo que e l arte
minimal ataca con más fuerza es precisamente esta idea de
hereda de una concepción ilust rada, autonomista de l arte.
Como hemos visto, su argumentación, de referenc ias kan - autonom ía artística; este es e l «el quid de l caso Fried contra

t ianas, plantea que la tarea de l artista vangua rdista es una e l m inimal ismo como la ruptura m inimal ista con la
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modernidad tardía» 16 . Históricamente la entiende como una sobre la jerarqu ía de los géneros, es realmente el final de l
ruptura con la trad ición moderna y con el arte inmedia- establecimiento de un sistema de las bellas artes. Un punto
tamente anterior (el expresion ismo abstracto), pero no desde central en la concepción moderna de las artes como len-
dentro de la trad ición, lo que caracterizaría a las vanguardias guajes específicos, que hacen posible una vis ión, una expe-
clásicas, s ino desde fuera, tratando, según su interpretación, riencia autónoma de l mundo.
de desenmascarar e l « mito» de la autonom ía de lo artíst ico. Hay dos cuestiones que me conducen a considerar con
La cuestión clave es porqué este rechazo del m inima l a l cautela esta argumentación : primero, e l de s i efectivamente el
expresionismo abstracto no es lícito para unos y es tan arte minimal pone en cuestión la diferenc ia entre pintura y
fundamenta l pa ra otros. Dicho de otro modo, por qué para escultura; y, segundo, s i, cuando lo hace, está pon iendo en
los forma listas e l arte min ima l no es una respuesta crítica, duda la autonomía de lo art ístico. Los artistas m inimal mos-
sino una ruptura de las reglas del juego y por qué para los traban la pretensión de, a pesar de todo, segui r haciendo arte,
postfo rmal istas se trata de la ruptura más vanguardista posi- aunque no se trata ra ya ni de pintura, ni de escu ltura. Es
ble y, por lo tanto, más aceptab le. dec ir, consideraban su actividad como una ligada, de a lguna
La convención que Fried y Greenberg parecen ligar más manera, a la que hasta entonces se había considerado art ís-
d irectamente a la cuestión de la autonomía artíst ica sería la t ica. La hipótesis que ha guiado este ensayo es que no admi-
d iferencia entre las artes. Es as í por la natura leza misma de la ten la ecuación entre arte e ilus ión y que e l rechazo del picto-
empresa vanguard ista: « La esencia del modern ismo consiste, ria lismo es la primera consecuencia de el lo . Es más, en unos
ta l como yo lo veo, en el uso de los métodos característicos casos este rechazo les empujó a conside rar lo específico de
de una d iscipl ina para crit icarla, no para subvertirla, sino para lo escultórico de un modo genu inamente vanguard ista, es
atrinchera rl a más firmemente en su área de competencia»~. dec ir, como aquello en lo que res iden las condiciones mín i-
De ahí que, en la med ida en que el arte m in ima l no identi- mas de la posibi lidad de la escultura. En este sentido, buscar
fique ningún med io, n ingún género art ístico, como propio, lo específico del lenguaje escultórico supone, en particular,
como lugar de la investigación y la crítica modern istas, esté evitar el des li zamiento hacia lo pictórico, es dec ir, a la identi-
saltando los lím ites entre medios, y esté al m ismo t iempo ficac ión de lo plástico con lo pictórico, y de lo pictórico con
traspasando los lím ites del arte. Lo que puede parecer un epi- lo ilus ionista.
sod io más de las discusiones académ icas deciochescas En otros casos, la actividad escultórica toma como núcleo
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temático precisamente la re lación entre la escultura y la pin- escu ltura • En rea lidad se trata de la reconsideración de una
tura, como hemos visto. La interpretación de Krauss de mu- de las convenciones de la modern idad que consideraba pic-
chos autores min ima l ins iste en su carácter reflex ivo sobre tóricamente la escultura. Es cierto que esa convención, más o
las re laciones entre géneros y no en su abandono: ent re e l menos explícita en la teoría y en las reflex iones teóricas, había
pictórico y el escultórico, pero tamb ién entre el escu ltó ri co y sido ya contestada dentro de la vanguardia clásica. No sólo el
e l a rqu itectón ico {o e l paisaje). En un sentido tamb ién esto constructivismo, s ino el ya citado Brancusi, o incluso un un
me parece una reafi rmación de la escultura, por cuanto que la cubista como Lipschitz, intentan evita r consideraciones pic-
propia pintura hab ía reflexionado sobre la escultura y sus torialistas en la escultura. Sob re su obra, titu lada de modo
va lores desde s iempre. Lo que estaría en juego sería la de- ilum inador, Escultura, de 191 5 (11. 50), d ice Lipschitz lo si-
lim itac ión de lo escultórico frente a lo pictorialista, por un guiente: «{e)s una obra de pura concepción, un objeto no ilu-
lado, y frente a lo trid imens ional úti l {la arquitectura), por sion ista creado a base de elementos inventados de l espíritu,
otro. La interpretación más continu ista de l arte m inima l debe una escu ltu ra que conservando su un idad, se a is laba en un
señala r este carácter emancipador de la escultura: si G reen- espacio creado por el la m isma, en una palabra, un auténtico
berg hablaba de l desarro llo de la pintura frente a la escu ltura, «ind ividuo» que además lleva en s í m ismo la base de una
e li minando los elementos escu ltóricos, Judd reafi rma la tri- nueva autonom ía plástica»!!· Imbu ido del espíritu moder-
d imens ionalidad desde la pared, es dec ir invadiendo e l nista, Lipch itz hab la de autonom ía y de un idad, pero hay mu -
ámb ito de lo pictórico. S i el primero dice peyorativamente chas cosas que recuerdan al m inima lismo, ta l como lo des-
que superar e l lím ite pictórico de la superficialidad es crear criben Morris y e l propio Fried. Lo que es interesante res-
«objetos arb itra ri os», Judd los considera «objetos pecto a la escultura es que Lipsch itz re laciona la autonomía
específicos» 1ª. plástica con e l no il us ionismo. El objetivo de la escultura no
es crear una imagen y la escultura se define en re lac ión con el
4.2 . 1. Morris y Hi ldebrand. Escu ltura versus pintura
espacio .

Hemos visto que el arte m inimal aborda sus re laciones


con la pintura desde estrategias diferentes. La que rep resenta
e l Morri s de Notas sobre escultura /-// consiste en plantear la
posibi lidad de construir una teoría no pictorialista de la
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" Considerar pictóricamente la escultura había sido una de
las marcas del formal ismo clásico y, a pesar de excepciones
ilustres como Lipschitz, de hecho, la mayor parte de la escu l-
tura vanguardista es pictoria lista, creadora de imágenes. Uno
de los problemas concretos de la escultura en El problema de
la forma en la obra de arte de Hi ldebrand estaba relac ionado
con consegu ir la un idad prop ia de la obra de arte: consistía
en cómo dotar de un aspecto un itario, único, al objeto t ri -
d imens ional. La escu ltu ra en redondo no privilegia ningún
punto de vista, s ino que, como cualqu ier objeto de l mundo
cotidiano, ofrece diversas perspectivas temporalmente acce-
sibles al espectador, a partir de las cuales y con d iferentes
propós itos el sujeto se puede const ru ir una idea de l objeto
en cuestión. La unidad de la obra de arte plástica exige ins-
tantaneidad, y el carácter tridimens ional de l objeto afecta a la
especific idad de lo espacial a favor de la tempora lidad,
impropia de las artes plásticas. ¿Cúal de los numerosos diseg-
nos pos ibles de un objeto tridimens ional es favorec ido por e l
art ista?
Para superar el problema de la un idad, H ildebrand expl i-
caba la forma escu ltórica surgiendo del bajorreli eve que, a
pesar de l volumen, ofrecía un plano del que surgían las figu-
ras. Este plano real, e l soporte físico no es el plano artístico,
d igamos, el fondo de la figura, s ino que la imagen escultórica
se forma en uno iluso ri o, paralelo al fís ico, que coincide con
e l punto más alejado de la figura respecto a l primero. El buen
50. Lipschitz, Escultura, 19 15.
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escultor dota a su obra de un idad privilegian do esa visión parte también de la expe ri encia de la pintu ra. Y, en segundo
plana (lejana) de l objeto y favorec iendo la « ... impres ión de lugar, la imagen que obtenemos de la pi ntura no es tampoco
una un idad espacial cerrada,, 20. La escultu ra exenta, como plana. En la pint ura pe rcibimos objetos en un espacio o con
Escultura de Lipsch itz, debe evitar los miembros muy despe- un volumen, figuras sobre o bajo un plano, colores en ciertas
gados del tronco y los movim ien tos, los gestos que dis- relaciones es paciales. O bien contemplamos la mera super-
t ra igan la atención de lo que podría llamarse el vector o el fic ie de un objeto, pero no una imagen plana. La fenome-
sen tido pri ncipal. La obra debe cerrarse sobre sí misma. El no logía de la exp eriencia pictórica es d iferente a la de la vi-
problema se com pl ica cuando se trata de d istintas figu ras, s ión ca ra a cara o la vis ión de una escultu ra, pero no la expe-
que usua lmen te se relac ionan unas con otras más po r la riencia - no lo es siem pre- de una supuesta imagen plana21.
anécdota, por las conexiones fís icas en t re elemen tos que por Se d ice que la teoría moderna es pict orialista y lo es desde
la un idad de l conjunto. Hildebrand critica el grupo del Toro sus orígenes. Hildebrand entiende la escultura de modo
Farnesio por esa razón. No sólo e l conten ido anecdótico, ex- pictó rico, ilus ion ista: la expe ri encia estét ica como de una
terno a la material idad de la obra, s ino su propia forma impe- imagen bid imens ional, su plano por ana logía con el pictó-
d iría la contemplac ión en una imagen ún ica de la escultura. rico, vert ical, frente a l que pod ría ser propiamente escu ltórico
La anécdota, la imagen de cada una de las figuras en la narra- - e l suelo- , el relieve como paradigma escu ltórico, y la ún ica
ción reclama pa ra s í atenc ión, la que en una escena rea l reca- forma posible como una fo rma plana. La consideración de lo
barían para sí. La crít ica se podría hacer extensiva a los adm i- puramente visual como plano es el efecto qu izá inconsciente
rados Ant hony Caro o Dav id Sm ith, etc. de Fried o de Green- de la teoría moderna de la percepción que concibe la imagen
berg. perceptiva como una imagen plana proyect ada sobre una
El problema es que la teo ría picto ri alista, a l menos en este pantalla en la mente. Si la psicología de la percepción de fina-
aspecto, en el que est ipula la creación de una imagen ilusoria les del XIX se empeña en expl icar a lgo, es, precisamente, la
o menta l completa e instantánea, no es cierta ni de la escul- percepción de la t ridimens ionalidad del espacio y los objetos,
t ura, ni de la propia pi nt ura. Es cierto que la pi ntura abstracta, a pa rt ir de esa imagen menta l plana. La idea de que perci-
y más aún la que tiende a la monocromía, favorece la crea- bimos un campo y no un plano visual, y la de que la profun-
ción de una imagen de este t ipo, de la cualidad pictó ri ca d idad es percibida d irectamente a través de la vista era ex-
greenbe rg iana. Sin em ba rgo, primero, la tempora lidad forma t raña a la consideración « natu ral» de los mecan ismos
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perceptivos. re ivind icar y t rabaja r estéticamente: el peso y la gravedad, de
Notas sobre escultura 1 y JI de Morris se puede entender ahí que el suelo se convierta en un plano cuya re levancia
como e l intento de afirmar lo escultó rico fren te a lo pictó rico, debe reconocerse en la producción y la rece pción de la escul-
predom inante en la práctica a rtíst ica y en la c rít ica formalista t ura. Compá rese con e l plano virtua l que Hildebrand consi-
(y en el formalismo). En este pun to no se trata de salta r los dera necesa ri o pa ra construir una imagen del objeto escul-
lím ites entre géneros, sino al contrario, de fortalecerlos. En tórico.
ese sentido, «la natura leza autónoma y lite ral de la escultu ra Mo rris ins iste en o poner las pro piedades pictó ricas, ergo
exige tener su pro pio espacio igua lmente litera l (como lo es ilus ionistas, como el colo r, con aque llas genu inamen te escu l-
e l soporte pictó ri co) -no una superficie compartid a con la tóricas: « (l)as cualidades de escala, propo rción, conto rno,
pintu ra» 22 . Consecutivamente Morris señala ocho rasgos de masa, son fís icas,, 26, Es rema rcable como Morris considera
lo escultórico, en contraste con la pintura, s igu iendo el mé- que «la natura leza del color, esencialmente óptica, inmaterial,
todo g reenbergiano de señalar las caracte rísticas de la expe- no- con ten ible, no-táctil (...) ad itivo»:: , m ientras que Judd, al
riencia y, sobre todo, de l medio escultórico. En su texto, y s in con t ra ri o, trata el color como un elemento no ad it ivo, sino in-
seguir un o rden previs ible, Mo rris hace menc ión, primero, separable del material de que se t rate y a ltamente estab le. Por
del caráct e r «esencia lmente» táctil de la escultura fren te al e l contra ri o, la luz, d ice el primero, «tan rea l como el espacio
óptico de la pintu ra23, No se aleja con ello de las conside- m ismo»2s, es uno de los med ios pro piamen te escultó ri cos.
raciones fo rma listas clásicas. En segundo lugar, sub raya la Mientras que Judd, consideraba los va lores locales de l color
im portancia de l const ruct ivismo, en lo que pod ría ser una por encima de los lum ínicos. En último luga r, la shape, e l
histo ri a inte rna y au tónoma, de la escultura. Su ideal habría con torno, es identificada como e l va lo r escultó rico por
consist ido en « una escultu ra no imaginista independ iente de excelencia29. La o posición subyacente es la que enfren ta
la arqu itect ura,, 24 • Su te rcera considerac ión se refiere al qu izá shape a form, el conto rno o la s ilueta del objeto en el espacio,
más ev iden te rasgo es pecífico de lo escultó ri co: la tridimen- con la forma, que es una prop iedad de la re presentación de
s ionalidad frente a la bid imens ionalidad pictórica, su espacio los objetos.
como uno «lite ral», « real», « (e)s dec ir, espacio con tres co- De este esbozo de una teoría de la escultura, una obse r-
ordenadas, no con dos»2s. En cua rto lugar se refie re a las vación se refiere al carácter de la experiencia, táct il fren te a
prop iedades fís icas de l objeto que la escultu ra debe óptico. Con ello se s igue la doctrina clásica sobre e l tema.
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Otra es de carácter histórico, y encuentra un antecedente en postmin ima listas. Steam, su columna de vapor es de aque-
las prácticas constructivistas, que considera más puramente llos años. Junto a Antiforma , Notas sobre Escultura 111 y IV, s ir-
escu ltóricas. El resto se refiere a aque llas propiedades mate- ven de man ifiesto del movimiento postmin ima lista. Es una
ria les de los objetos que deben ser uti lizadas en una práctica cuestión de decisión reservar e l té rmino escultura pa ra la
escu ltórica, qu izá hasta entonces obviadas por una escu ltura rea lizac ión de objetos con una forma permanente en la que el
tendente a la consecución de una imagen, imaginista, en tér- azar no tenga un peso protagon ista, u objetos cuya forma
minos de Mo rri s. Así pues, la pretensión de Mo rris es aban- puede variar según su colocación, el paso de l tiempo, el azar
donar e l pictorial ismo en la creación y la teoría escultó ri ca; o la intervención de factores externos.
trabajar, a l contrario la especific idad y la autonom ía de la La obra de Richard Serra rep resenta según m1 opinión la
escu ltura. Un modo obvio de hace rl o es evitar la creación de práctica escultórica más acorde con los pnnc1p1os expre-
imágenes, es dec ir, considerar el objeto -su volumen, su sados por Morris en sus textos m ínima!. En particular, su
peso, su colocación-, como un mero soporte de una forma tratam iento de las propiedades del material con vistas a la
idea l. En cierta med ida, e l carácter rad icalmente abstracto de consecución de una experiencia perceptiva que no consiste
esas obras se debe a un proceso de depurac ión análogo al en e l reconoc im iento de una fo rma, s ino de sensaciones de
que sufrió la pintura y es, po r lo tanto, plenamente vanguar- peso y espaciales. Por ejemplo, Puntal de una tonelada. Cas-
d ista. tillo de naipes, que ya ha s ido comentada desde otros presu-
Del mismo modo que Notas sobre escultura I y 11 fue sobre- puestos, utiliza como plano fundamenta l el suelo, hacia el
pasado por Notas sobre escultura 111 y IV, la práctica artíst ica que se d irige la m irada, como sobre un objeto en un espacio
de Morris nunca se adecuó a lo que en los primeros ensayos rea l. Sobre el suelo se sostienen los naipes, lanchas de
consideró específicamente escultórico. Las partes 111 y IV de plomo, pesadas, y apoyadas unas cont ra ot ras para formar el
sus notas pretenden supera r el ilus ionismo más radica l- cuad ro y e l cubo en equ ili brio. El peso y la gravedad son las
mente, atacando no sólo la pintu ra, sino la misma idea de propiedades que t rabajan en colaborac ión para lograr una
que la consecución de una forma, inclu ida la de un objeto, expe ri encia de equ ilibri o, tanto como de gravedad. S in em-
sea e l objetivo del arte. El contorno, que en Notas sobre escul- bargo, e l color es e l propio de l material, no se enfatiza su
tura 11 era considerado el valor escultórico por excelencia, cualidad luminosa, y su aspecto metál ico se debe tanto a su
desaparece o tiende a desaparecer en las obras composición fís ica como al reflejo de la luz «real». En un
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grado menor son también relevantes las propiedades tácti les producen con intención artística e invitan a una serie de res-
del plomo y cómo aparecen a la vista. Frente a Morris, Hesse puestas ligadas a la t rad ición artística. La escultura m inimal
o Judd, que experimentaban con e l cambio de materiales en subraya su carácter de objeto, pero eso no la convierte ipso-
la rea lización de los mismos objetos, Serra tiene una re lación facto en litera l. Fried tachaba la escultura m inimal de objetual
d istinta con el los. Los primeros creaban objetos, e inves- y literal, adjetivos que suponen su seg regación de l ámb ito de
t igaban sobre el cambio de la experiencia, si eran de fibra de lo artístico. Un objeto no es una obra de arte sólo por ser
vid ri o o de acero, de madera o de plexiglas. En sentido con- exh ibido o tratado como tal; para funcionar como una escul-
tra ri o, Serra investiga las propiedades del plomo, o del acero, tura ha de superar de alguna manera la pura objetualidad.
y es ese objetivo el que marca su proyecto de construcción Aunque Morris habla de escu ltu ra, Judd pretendía estar
del objeto. Se aproxima con ello más a la idea de med io van- rea lizando directamente objetos. A menudo se citan sus pala-
guardista, que a la idea minima lista de utilización de l materia l bras de 1965 para abundar en la idea de que el arte m inima l
como mero soporte. estaba violando las convenciones sobre la especificidad de
Notas sobre escultura está tan centrada en el carácter obje- pintura y escultura: « ... la mitad o más de la mejor obra nueva
tua l de lo escultórico que pasa po r alto lo que luego se rá en los últimos años no ha sido pintura ni escu ltu ra. A me-
ident ificado como más característico de la escu ltura a partir nudo ha estado re lacionada, de cerca o de lejos con una o
del Minima l, muy evidente en el caso de Serra, la relac ión con otra»3o. Sus obras de pared no se sujetan a las condi-
entre la obra y el espacio o el espectado r. ciones que Morri s señalaba como propias de la escultura:
comparten con la pintu ra el plano horizontal, y no rmalmente
4.3. Objetualidad y literalidad no se refieren n i a su gravedad, ni a su peso, sino a propie-

Según la descripción anterior de los escritos de Morris y de dades visua les como el color y la forma . Aún as í, los objetos

la práctica que es más acorde con ellos, hay una serie de de Judd no son própiamente pictóricos porque no emplean
una convención que me parece se encuentra en el núcleo de
objetos entre los que se encuentra la escultura minimal que,
aunque intervienen en las características tradid ionales de lo lo pictórico: que el pigmento se apl ique sobre una superficie,
de modo que la configuración de esa superficie manchada
escultó ri co, podríamos seguir llamando escultura. En tér-
minos muy laxos, objetos que han de experi mentarse estéti- sea el objeto de la experiencia estética.

camente en t res d imensiones, y que son arte porque se La objetualidad es uno de los temas de l arte minimal, pero
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no es en el territorio min ima l una propiedad aná loga a la op- imagen un itaria como conten ido propio de la experiencia
t icalidad o la visua li dad forma lista. Ni Judd ni Morris tratan estética. Según Fried, las propiedades mate ri ales del objeto
de buscar la objetualidad por s í m isma, apl icando el argu - art ístico deben servir a la creación de una experiencia en la
mento reduct ivista a la escu ltu ra. Menos aún pretenden rea- que ya no se perciban como materiales, s ino espiritua lizadas,
lizar objetos s in cualidades, o que no se aprecian por ellas 31 • cargadas de sentido. El sentido, a través de la forma, t rans-
Como hemos visto, la concepción de objeto en la que ambos forma al objeto en obra de arte diferente de la cosa fís ica. El
trabajan es d iferente. Para Judd es priorita ri o señala r a la inse- segundo motivo de la crítica es la ana logía que Fried real iza
pa rabilidad de substancia y accidentes. El color, la fo rma y el del arte con e l lenguaje natura l, y del sentido artístico con el
mate ri al aparecen indisoc iab les, de ahí que utilice formas cla- sentido lingü ístico.
ras, contornos definidas, composiciones seria les, superficies En su defensa de la pintura de Stel la, que e l m inimal ismo
pulidas y colo res só li dos. Cada una de las propiedades re- consideraba precursor, Fried explica cómo las propiedades
fuerza las otras: el color a la fo rma, la textura lisa al color, el mate ri ales de la pintura, los soportes, el med io, que son lite-
term inado a la geomet ría. Para Morris es priorita ri o señalar rales, son transformados artíst icamente32_ Según la interpre-
hac ía la experiencia en la que e l objeto llega a reconocerse tación canón ica, Stella habría llegado en su investigac ión
como ta l, a la relación sujeto y objeto. Lo hace subrayando modernista y su estrategia reduccion ista a t ropezar con e l
las respuestas corporales y la med iación, por un lado, de las carácter objetual de la pintu ra. Está claro que la pintura es un
características espaciales y de la colocación, y, por otro lado, objeto, contesta Fried, pero la articulación de los elementos
de los conceptos, en la experiencia de los objetos más senci- pictóricos, de las propiedades pictóricas, hacen que sea
llos. As í pues, los objetos min ima l son objetos, pero subra- imposible percibir e l objeto como ta l y no como una pintura.
yan su objetualidad, y se refieren a el la bajo d iferentes con- La articulación interna convierte a ese objeto fís ico en una
cepciones; por eso son a lgo más, y no sólo «literalmente», obra de arte. En cuanto a la pintura de Stel la, el contorno,
objetos. otra propiedad del soporte, habría s ido tamb ién relevante pic-
No obstante, Fried considera que la objetualidad min ima l tóricamente: ha interven ido en la configuración interna de la
es lite ra l. Varias son las cuestiones que subyacen a esta crí- supe rfic ie pictórica. Lo hab ría hecho, en primer lugar, lla-
t ica. La primera se refiere al predomin io de lo óptico como mando la atenc ión sob re e l borde, por la originalidad de su
pa rad igma de lo estético y la va loración de la «forma» o de la formato, o por que, en segundo lugar, la fo rma del bo rde se
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reproduce en la superficie pictórica, o influye como una Fried para reconocer el carácte r artíst ico de los objetos m ini-
forma representada en su organización. El borde se habría mal consiste en no reconocer en la shape tridimens ional la
convertido en su pintura en forma, la shape en form. Por eso posibi lidad de convertirse en una verdadera forma . As í, Fri ed
seguiría practicando la pintura como un arte. considera la shape de la pintu ra de Stell a como la figura
Por el contrario, según Fried, los artistas m inimal no tras- geomét ri ca plana, e l borde. En escultura, ese borde es e l de
cenderían el nive l de litera lidad. No reconoce en ellos la un objeto, cuyas t res d imens iones son pertinentes y no pue-
intención de desa rro llar la artisticidad por medios escul- den se r reduc ibles al plano. No se trata de que el m inimal no
tóricos, superando la mera objetualidad. No alcanzarían a transcienda las propiedades materiales, sino que las propie-
crear una experiencia estética en la cual el objeto se perci- dades materia les de las que pueden surgir propiedades escul-
biera como una ob ra de arte. Según lo dicho antes: en primer tóricas son diferentes (pueden ser diferentes) de las pictó-
lugar, no consigu irían llama r la atención sob re ciertas propie- ricas. Son las propiedades de un objeto tridimensiona l, que
dades hasta convertirlas en propiedades forma les, por e l con- pesa, que se apoya en el suelo, etc. Si el caso de la shape del
tra ri o, simplemente provocarían ciertos efectos con ellas. En cuad ro convertido en forma pictórica es un lím ite de la pin-
segundo lugar, aún cuando consiguen llamar la atenc ión tura, a l contra ri o, el contorno de l objeto fís ico es e l modo
sobre cierta propiedad forma l, pongamos sobre la forma cú- fundamenta l de consecución de la forma escultó ri ca. En este
bica o el tamaño del objeto, no consegu irían que se recono- sentido, e l objeto m inimal no privilegia ninguna forma res-
ciera en ella alguna s ign ificac ión, al no influ ir en la articu - pecto a ot ra, es deci r, ningún punto de vista, o ningún orden,
lación de e lementos internos a los que podría dar una un idad y por ello se comportaría, según Fried, como un objeto cual-
dete rm inada, un sentido. La neces idad de que la forma lo sea qu ie ra.
de algo info rme, algo diferente de ella m isma se considera
4·3-1. El arte y e l lenguaje
fundamenta l.
El objeto escultórico ha de superar la lite ra lidad, pri me ro,
La escu ltura abstracta de A. Caro s irve a Fried como refe-
a l ident ificar el soporte propiamente escultórico: convirtiendo renc ia contraria a la m inimal. La d iferencia más notab le entre
propiedades fís icas de l soporte en med io, materiales del tra-
una y otra es la fa lta de articulación de l m inima l. La forma en
bajo escultórico; en segundo luga r, realizando trabajo escul- la escu ltura de Caro es el modo de articulación de las dis-
tórico, que al menos ha de ser art iculador. El problema de t intas pa rtes de la escultura. Creo que ahí radica e l principal
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punto de res istencia de Fried, en la analogía entre e l lenguaje No oímos son idos, s ino frases con sentido. Cuando no hay
y e l arte. Lo que exp licaría en qué consiste una pe rcepción art iculación, los sonidos se nos presentan como puros son i-
art ística diferente de la percepción litera l y, luego veremos, dos, s in significado. Más aún, cuando e l idioma, su gramá-
teat ra l del objeto es el carácter intencional y no puramente t ica, nos resulta completamente extraño, ni siqu iera somos
causal de la artística. La experiencia estética lo es de una capaces de identificar los sonidos, no digamos ya los fone-
forma, no su efecto. Dicho de otro modo, la expe ri encia esté- mas, y expe ri mentamos un ruido poco diferenciado. Es la
t ica tiene un conten ido, y no sólo una causa. Pues bien, e l gramática la que distingue los son idos del lenguaje de l resto
contenido de la experiencia estética es la forma artíst ica del de ruidos a nuestro a lrededor.
objeto, o el objeto percibido como s igno dentro de un len- Para Fried la historia del arte es la historia de l lenguaje
guaje. Sólo quien conoce el lenguaje estético tiene una per- art ístico. Su gramática t ransforma los elementos materia les
cepción adecuada de la obra. Como sólo qu ien conoce un en una obra y, por eso, es posible percibir corrección o inco-
idioma reconoce en ciertos sonidos una palabra determ inada. rrección en e lla. La articu lac ión de elementos geométricos en
No se t rata solo de o ir o de ver, s ino de ver y oir significa- escultura sería equ ivalente a la composición pictórica, equiva-
t ivamente. De ahí se deriva la importancia de mantener los lente a su vez a las g ramát icas de los lenguajes natura les. Un
géneros, en cuyo med io los efectos son percibidos como lenguaje se entiende básicamente como las reglas de combi-
resultado de la forma estética y no de la pura materi al idad del nac ión de elementos m ínimos en un todo de s ign ificado, y
objeto. comprenderlo sign ifica captar la relación entre ellos. La per-
Pues bien, para Fried, un lenguaje debe poseer una s 1n- cepción estética consistiría en percibir esta un idad, en la que
táx is, una gramática. Una forma artística tamb ién posee una cada elemento cont ri buye a la creación de un todo que es
gramática y la co rrección o incorrecc ión de una composición más que la suma de las partes. Esa art iculac ión constituye la
o de una organ ización espacial depende de la aplicación de estructura, la auténtica forma de la ob ra de arte. De esta ma-
esas reglas gramaticales. Por e ll o, los elementos alcanzan un ne ra, la escultura de Caro se alejaría de la objetualidad, utili-
significado en la articulac ión. En e l lenguaje natura l es la zando «la sintáxis, la radical disimilitud con la naturaleza y la
combinación correcta de ciertos son idos en un idades supe- imitación de la eficacia del gesto»33, Po r eso la ausencia o la
riores, como las palabras, y de las palabras en un idades de reducc ión máxima de composición es un rasgo del arte m ini-
sentido, como las frases, lo que posibilita la comprensión. mal que necesariamente debe choca r a la sensibilidad
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formalista. El trabajo de comp osici ón se conci be como el 4.4. Sólo teatro
propi amen te artís tico y co n va lores como el virtuosism o la
' Segú n Fried, «(l)o que perm anece entre las artes es
originalidad, el esfue rzo creativo. Si el t rabajo artíst ico del ar-
t ista minim al consi ste simp leme nte en «pon e r una cosa de- teatro » 3\ entre las artes plásticas, se entie nde. Uno de los
motiv os en los que Fried percibía la lite ralida d de l objet o
trás de otra» , no pued e habe r nad a más a lejado de la forma-
ción del sentid o. minim al era en su interv enció n material, real, en el espac io
del espec tador. Que el objeto minimal sea literal no significa
Segú n Kraus s, por el co ntrario, el artist a minim al hab ría
que pase desap ercib ido, sino todo lo contrario, que llame la
descu bierto qu e no es la sintáxis, sino la repetición, la posib i-
atenc ión sobre sí mism o, causa ndo una experiencia directa,
lidad de repet ir infini tame nte el mism o gesto o signo, lo que
física sob re el espec tador. El o bjeto minimal ape la al espec-
es esencial al lengu aje. «Pon er una cosa detrá s de otra» es la
tador por su tama ño, por su oscur idad, por la situac ión en la
expre sión de esa iterabilidad. El conte xto sería el res ponsa ble
que se encue ntra, es decir , por razon es inapro piada s. Por
de que un objet o, que fuera de l proce so co mun icativo es
eso, el arte m in imal es tea trero, tea tral en el mal sentido.
idént ico a otros , se convierta en un signo . El mis mo signo (el
Quie n es teatre ro llama la atenc ión por sus gesticulación, por
mism o objet o) en distin tos proce sos comu nicat ivos tien e
el vo lume n de su voz, porqu e no deja de apelar. Se pued e ser
s ign ificad os d iversos. No es una gram ática interna, un estilo
teatra l por una buen a causa , hacer reir, por ejem plo, o se
privado, propi o del artist a, el que dota de senti do a las ob ras
pued e se r teatra l para llama r la atenc ión sobre un conte nido'
de arte, sino su lugar en una situac ión pública. Es decir,
como ha ce la publi cidad . Y natur a lmen te se pued e ser teatra l
Kraus s señala el as pecto pragmático de la lengu a, frente a su
para ocult ar la banal idad.
aspec to sintác tico. Lo que es lo mism o, la heter onom ía frente
a la auton omía de la obra de arte .
Aun cuan do es cierto que el significado surge en un con-
texto público, la acción lingüística debe pode rse diferenciar
de la mera interacción con objet os, y la respu esta interp re-
tativa, de la mera respu esta a un estím ulo. El arte minim al
esta ría más cerca de provo car este segund o tipo de res-
pues tas, según Fried, por eso es teatra l.
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carácter plano de la pirámide, sino que considera incorrec-
tamente solucionada la relación entre las figuras y la pared.
Para él no hay una relación necesaria, una solución escul-
tórica (pictórica), sino lo que Fried llamaría una solución tea-
tral. Veámos por qué:

«Las esculturas pertenecen más al público que al


sepulcro: han salido de él. El único víncu lo entre arqui-
tectura y esc ultura es la acción de introd uci rse. El verda-
dero proceso no está configurado como algo visto, sino
51. Ca nova, Monumento funerario de María Cristina de Austria, que se presenta directamente: las figuras son seres
1798-1805. Viena, Augustinerkirche . humanos de piedra.
Este realismo se ha extendido cada vez más en los
Otro ejemplo de Hildebrand sobre la escultura clásica
monumentos modernos. Recuerdo todas esas estatuas,
puede servir para analizar la acusación de teatralidad que
ante las cuales algunos personajes de piedra o bronce,
Fried lanzó contra el minima lismo. Se trata de una crítica de un modo totalmente gratuito, se ponen en cuclillas
relacionada con la literalidad y que está también en el fondo
en los escalones, tal vez escriben el nombre en el monu-
del enfrentamiento forma lismo-antiforma lismo. Hildebra nd
mento o le cue lgan gui rna ldas, etc. Estos ing redientes
se refiere negativamente a Canova y sus monumentos fune- establecen un paso hacia el espectador y la rea lidad y la
rarios (11. 51), porque suponen cierta unión de arquitectu ra Y frontera es totalmente arbitraria.
escultura, que parece minar la autonomía escultórica. Estos
Igualmente se podrían colocar algunos espectadores
esculturas de Canova representan, evidentemente, el tránsito
de piedra ante el monumento. La novedad de tales crea-
del mundo de los vivos al de los muertos. Las figuras escul-
ciones es sólo una tosquedad artística propia del género
tóricas se dirigen hacia el elemento arquitectónico, en con-
de las figuras de cera y los panoramas 35.
creto hacia una puerta simulada en un bajo relieve que repre-
senta una pirámide, en el paso entre la vida y la muerte. El Hi ldebrand habla en contra del rea lismo, de la anécdota
aná lisis formal de Hi ldebrand no se detiene en reprocha r el narrativa, pero en nuestro contexto «realismo» es
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perfectamente sustituible por «literal ismo». La cuestión no espectador y la obra, y la creación, o me¡or el fracaso a la
es tanto real ismo versus abstración, sino objetos versus obras hora de crea r la un idad necesaria de la obra, de un espacio
de arte. Lo que H ildebrand señala es que a lgunos elementos propio de la escultura. El hecho od ioso de la teat ra lidad, del
pertenecen a la obra arbitrariamente, como «espectadores de arte m inima l para Fried, y del de Canova para Hildebrand,
piedra». La escultura figurativa contemporánea utiliza a me- consiste en que espectadores, cuerpos de gente m irando, an-
nudo esa irrupc ión de personajes escultóricos en nuest ro en- dando, etc. comparten e l mismo espacio que la obra de arte,
torno urbano. La escultura abstracta minima l y postm in i- como suede en el espacio arqu itectón ico. La obra de arte po-
mal ista lo habría hecho antes en las salas de exposiciones, dría inclu ir un cue rpo más o uno menos, los espectadores
luego en espacios ab iertos. La idea de Fried es que cubos, ta- podrían fo rmar parte de la escultura, arb itrariamente.
blas y luces minimal istas son también «espectadores de pie- Está en juego la autonomía ontológica de la ob ra de arte.
dra» ; objetos que comparten e l espacio fís ico con e l mobi- Cuando Hildebrand dec ía que la distanc ia entre e l espectador
liario hab itua l y que no se esfuerzan po r ocultarlo, sino al y la obra era arb itraria, sabemos concretamente a qué se refe-
revés. ría. La imagen lejana que la escultura debe ofrecer al espec-
La diferenc ia pertinente entre géneros es ahora ent re arqu i- tador se forma sobre un plano perpendicula r a l suelo en el lí-
tectura y escu ltura. En la ley de la autonomía de las artes está mite justo de l objeto. Igual que los trompe-/'ceil, en los que
clara cual es la diferencia entre la arquitectura y la escultura: a lgún objeto parece haber superado e l plano que coincide
la arqu itectura se usa, se penetra, se traspasa, se sube, se con la superficie de la pintura - los pue rros en la pintura de
baja, te protege, m iras a través, te sujeta, caminas ent re pare- Sanchez Cotán, por ejemplo- , son teatrales. La obra perte-
des, etc. La escu ltura se ve. Por eso, como algo entre la arqui - nece al mundo de la ficción, a l que se accede imagina-
tectura y la escu ltu ra, e l objeto min ima l es teatro. Pero a lgo riamente, y los elementos que realmente se interponen entre
que por parte de Fri ed se cal ifica de academ icismo conse r- la ficción y la real idad acaban por romper la il usión propia de
vado r t iene su razón de ser. « (L)as figuras son seres huma- la primera. Son trucos que sólo sirven a los que se con-
nos de piedra» o «este rea lismo se ha extend ido cada vez forman con una il usión entendida como engaño.
más ...» son frases en las que o igo la acusac ión de ant ropo- Para Fri ed las tendencias ant iteatrales caracterizan, por un
morfismo y de literal ismo de Fried hacia el min ima lismo. La lado, al arte moderno36, y, por ot ro, lo mejor del arte contem-
explicación de H ildeb rand se refiere a la relación entre el poráneo. Aunque la comunicación art ística supone s iempre
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una relación entre el autor, la obra y el espectador, el artista con propiedades como e l peso {Serra), el equilibrio {Serra),
puede t rabajar en el interior de la obra los elementos que tamb ién el color o la text ura (Judd) o la posición en el es pa-
parecen obviar la presencia de un espect ador o, por e l con- cio {Morris) y también con la re lación de objetos, entre sí, en
t rario, aque ll os que pa recen apelarlo d irectamente. Desde el y con el espacio en to rno. Conside remos como ejem plo, la
Retrato holandés de grupo de Riegl, e l tema es también favorito percepción de l gesto, que de modo abstract o es tamb ién el
del formalismo. La tensión entre la teatra lidad y la absorción con tenido de la escultu ra de Ca ro, según Fried. Una figura
o e l ensimismam iento es uno de los problemas que Fried pictó rica sólo señala den tro de l espacio pictó rico a otras figu-
iden t ifica en la pint ura moderna desde el arte revoluc iona ri o ras presentes o int uidas en él. Mien t ras que una figura escul-
en Franc ia hasta Courbet y Manet. La pintu ra más o menos pida pa rece rea lizar e l gesto, tene r en efecto la posición co r-
teat ra l no es necesa riamen te ma la, en todo caso, hay un poral en que consiste. El ilus ion ismo pictórico representa el
grado de perm is ibidad respecto a estas cuestiones, que son gesto, el escu ltórico lo rep rod uce. Sin embargo, la represen -
s iempre objeto de convención. Fried ins iste, s in embargo, en tación pictórica t iene un lím ite mimét ico, dado que el gesto
que, cuando hay teatralidad, al menos debe mostrarse una se percibe como se ven los gestos en pe rce pción cara a ca ra,
tensión en la un idad autosuficiente de la ob ra. El arte m ini- y la mímes is escultó ri ca un límite convencional, puesto que
ma l no lo hace; es teatral sin tapujos, directamente, sin que e l movim iento, que es constitutivo del gesto, no existe. Pues-
esa teatral idad añada nada, s ino perjud icar la autonomía de la to que los elementos m iméticos son de ca rácter distinto en la
obra. pintu ra o en la escultura, la literal idad y el ilus ionismo en uno
No sólo el espectador de arqu itect ura comparte es pacio u otro caso se refie ren a propiedades d iferentes.
con la ob ra, tamb ién e l de pintu ra lo hace: com parten nat ura l- Para Fried los objetos m inima l eran teat ra les porque, care-
mente el espacio rea l. El espectador de una pintu ra ve un ob- ciendo de en t idad artística, su éxito descansaba en la «puesta
jeto {un cuadro) y ve ciertas cosas en su superficie (lo que en escena». Los m inima listas eran según Fried maestros del
está representado). La especificidad de l escultórico debería asun to y «ofrecían a la aud iencia una es pecie de experiencia
proceder de la identificación de qué sea lo que se percibe y perceptual rea lzada»!:. La noción de teatra lidad se refiere a
cúal es su relación con la pe rcepción cara a cara; es decir, en a lgo enem igo de lo artístico: la búsqueda del efecto. Algo que
cómo defin imos la representación escultó ri ca. En todo caso, t iene que ve r con el espectáculo en la poética de Ari stóteles o
la vis ión específicamente escu ltórica debe estar en relac ión con el susto gratu ito en la pelícu la de te rror. Como d ice
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Aristóte les, la buena catarsis ha de surgir de una buena Se d ice que a partir del arte min ima l e l espectado r participa
mímes is y no de l espectáculo. La obra de arte m inima l sería en la creación de la obra de arte. Esta participación sería la
teat ra l porque no proporcionaría su efecto artísticamente, demostrac ión práctica de la llamada muerte del autor: «es "la
sino directa, causalmente. Las propiedades materia les su ta- muerte del autor" (como Ro land Barthes lo llamaría dos años
maño, su color, su pos ición en el espacio imp lican, esto rban, después) que a su vez es el nacim iento del lector»39. Si el
se imponen fís icamente al espectador. Una crít ica fem inista, espectador participa efectivamente en la creación de la obra,
Chave, habló de l min ima l como un arte «falocrático y autori- esto qu ie re deci r que la obra no está completa sin él, que no
tario». Se refería, formalmente a su tamaño y a la orientación es autónoma y que varía según quien sea su espectador. El
espacial de la mayoría de las piezas, además de la retórica au- autor ya no tiene «autoridad» sobre ella. Lo que el forma-
torita ri a que utilizaban los artistas. Es un buen ejemplo de lismo discute al arte m inimal es la natura leza de ese espec-
cómo no sólo es cierto que pueda conside rarse teatra l s ino tador y de su act ividad. Discute si se trata de una verdadera
tamb ién teatralmente agresivo. actividad interpretativa o si sólo es una respuesta corporal o
La ob ra sería teat ra l po rque no consegu iría la un idad for- emocional, provocada causalmente por la visión de una mera
mal en s í m isma, con independencia de su colocación espa- rep roducción, presentación de un objeto. Es obvio que cual-
cial y porque, igua l que el teatro, exigiría s iemp re una aud ien- qu ie r obra de arte exige una participación activa de l espec-
cia, de manera que e l espectador ha de estar presente para tador, de lo que se acusa al m ini mal es de que se convierta en
que la obra min ima l lo sea. Es dec ir, igua l que cada func ión arte sólo porque produce un efecto en el espectado r.
es en sí m isma un acontecim iento distinto, cada observación
4.5. Antropomoifismo del arte minimal
de Vigas en L sería también diferente . No po rque el espec-
tador pueda en cada momento tener experiencias distintas de En concreto, ¿cómo ape lan al espectado r las obras m 1n1-
la ob ra, s ino porque la prop ia obra se constituye en expe-
mal? Según Fried, por med io de su antropomorfismo, po r el
riencias d istintas. Pa rece que la obra « ... depende del espec- uso instrumental de l cuerpo humano. Aunque a menudo se
tador, está incompleta sin él, le ha estado esperando»'!!_ . El d ice que el m inimal es ant iantropomórfico, la situación para
contorno es literal porque no contribuye a la creación de un
Fried es justamente la contraria: «el lite ra lismo teatra liza el
orden interno, sino de una experiencia del objeto en el espa- cue rpo, lo pone interminablemente sobre un escenario, lo
CIO.
hace extraño y opaco a s í m ismo, lo vacía, mata su
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expresividad, le niega el sentido de fin itud y en un sentido su les proporciona va lor. Como en la celebración de un rito, e l
humanidad, y más aún. Pod ría haber dicho que hay algo espectador del mínima! participaría en la revelación de una
vagamente monstruoso sobre e l cuerpo en e l li teralismo» 4 º. presencia. El carácter abstracto, la apariencia cool, antigestua l
Así expl ica Fried, años después, sus opiniones críticas res- del objeto mínima! oculta para Fried su verdade ro carácter
pecto a l concepto de espectador y de cuerpo en e l arte mini- antropomórfico. Como los seres humanos, las obras con
mal. Lo peor se ría que, aunque presuntamente persiga la au ra, t iene poder, son val iosas en sí m ismas, en su aqu í y
mera objetualidad, e l objeto m ínima! exige del espectador el ahora inal ienable.
comportamiento adecuado no ya ante objetos, sino ante per- En cuanto a su antropomorfismo, como las pe rsonas,
sonas. El arte m ínima! no habría abandonado el simbol ismo, merecerían un respeto en s í m ismas, con independencia de
sino que se habría convertido en el símbolo de un cuerpo sus cual idades y, como a ellas, la diferenc ia se les supone, es
desa lmado, vacío, autoritario . dec ir, su va lor como ind ividuo es previo a cualquier dife-
Reescribiendo la crít ica de Fried, este hab ría acusado a los renc ia que no sea la puramente numérica. El Dado de Sm ith
objetos m ínima! de poseer aura~, de tener aparentemente el no sería igual a ningún otro en tanto en cuanto que es su
poder de devo lver la mi rada, es dec ir, de ser una presencia aparición en una coordenada espacio-temporal determ inada
rea l y no artística. Se dice que la repetición, la producción en en cada recepción, pero siempre del m ismo modo, lo que es
seri e de la obra mínima! arruinaría la posibilidad de que pose- pertinente para su recepc ión. En cuanto a su teatral idad, no
yera aura 4 2; sin embargo, hay un sentido en el que los objetos se rían sus cualidades estéticas o expresivas o simból icas,
mínima! exigen del espectador la misma actitud reverente que sino su lugar en el espacio, la relac ión con e l espectador o su
los objetos auráticos. Como ellos, los objetos mínima! tamaño, lo que las hab ría de convertir en una obra de arte. Si
poseerían un va lor «exh ibitivo» m ínimo, frente a l «cultual ». e l objeto no se disuelve en cada una de estas acciones per-
Su aquí y ahora, es dec ir, su carácter ún ico, ind ividual, y no ceptivas es porque en cada una de ellas se impone como el
sus propiedades estéticas, es percibido como su aura. Por mismo e invariab le objeto. « ... (N)os hemos ido apropiando
e lla se le respeta y no por lo que podría compartir con otros de la gravedad, de la demanda del arte que consiste en m irar
objetos, es dec ir, propiedades como el color o la forma. De a los objetos por sí mismos y dentro de ellos mismos» 4 3,
hecho, no son sus ca racterísticas sensibles o rep resentativas dec ía Wo ll he im, compensando el arte con la teoría del amo r
propias, s ino la s ign ificación que adquieren en un rito lo que criticado por Pascal.
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Para Fried, el carácter ideológico de este antropomorfismo hablar de fracaso de la empresa artíst ica y de fiasco.
consistía en que e l espectador se convierte en un cuerpo Es cierto que la participación de l espectador en parte del
consciente de sí mismo. No desaparece en la experiencia arte contemporáneo se ve en ocasiones reducida a rea lizar
estética, sino que, como en un escenario, se ve viendo, no mov im ientos infantiles, a recorrer espacios y acciona r meca-
puede dejar de sentir que la obra está hecha para él, y que sus nismos que no tienen ningún sentido más allá de la pura ac-
mov im ientos han s ido previstos y son inevitab les. El espec- ción. Como si la ún ica participación posible, privada o colec-
tador, que no puede evitar considera r la obra en relac ión a su t iva, fuera esta. Las críticas de Fried s iguen siendo d ignas de
propio cue rpo, abandona e l estado de olvido de sí que exigía consideración porque establecen el límite también para el
e l concepto de interpretación moderno. Para Krauss, por e l arte m inima l. Sin embargo, espero haber most rado que no es
contra ri o, la conciencia co rporal del espectador s ign ifica la e l caso de la mejor obra m ini mal y postm inimal. El arte m ini-
superac ión por el arte m inimal de una concepción exclusi- mal man ifiesta un alto grado de interés por las cuestiones
vamente óptica de la interpretación artística. El arte min ima l epistemológicas, y po r la creación y la recepción de signi-
habría puesto en primer plano el carácter co rpo ra l de la fe- ficados. Se plantea as imismo la cuestión ontológica sob re el
nomeno logía de la experi encia de la ob ra de arte. estatus de la obra de arte y su lugar en el mundo de objetos,
Lo que Fried discute no es que la experi encia del objeto desde una rad icalidad máx ima, aunque desde d iferentes
escultó ri co incluya la corporalidad propia y de los objetos, perspectivas.
sino que considere la corporalidad como pura exterioridad . El El objeto m inimal no es antropomórfico - o no siempre lo
mérito de la escultura de Caro consiste por eso en « ...que no es- en e l sentido de la escultura moderna, puesto que no pre-
sólo no es la negac ión del nuestros cuerpos y del mundo; es tende ser la representación de lo humano, ni servir de expre-
la ún ica manera de ser salvados por e l gran arte de nuestra sión de una expe ri encia interio r, ni s iqu iera provocar una
época; es la ún ica manera en la que pueden presentarse ante expe ri encia a través del gesto o de la percepción expresiva de
nosotros como algo más que teatro» 44 • Sin embargo, la con- una articulación abstracta. Sin embargo, tampoco representa
ciencia de la propia actividad interpretativa no tiene porqué la exterioridad o la vacuidad del sujeto contemporáneo. Plan -
perjudica r la artisticidad del objeto. Sólo si el espectador se tea e l problema de la objetividad y de la subjetividad de l
percibe como un mero autómata o el objeto no puede revelar modo más abstracto posible, es deci r, más obvio posible.
propiedades que no sean las puramente lite ra les, podemos Aunque el objeto t iene un protagon ismo claro en la
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producción m inimal, el sujeto no desaparece o adopta una que alcance lo incondic ionado. Algún éxito local, para qu ien
posición subo rd inada respecto a él: co mo espectador del arte lo consiga, se rá suficiente,,45.
minima l el sujeto se ve enfrentado a la resistencia de l mundo
exterio r. Pe ro éste no se le presenta como carente de sentido:
la experiencia estética, que en este caso reproduce la expe-
riencia abstracta de l objeto, aprehende un mundo con forma,
estable, que se deja nomb ra r y t ratar. En rea lidad, un mundo
de objetos ident ificados y reconoc idos en acciones y prác-
t icas compart idas que preceden a la act ividad artística. Por
otra parte, como productor de objetos, el arte minimal pro-
pone un sujeto que renuncia a la creación puramente idea l de
sentido. En térm inos gene ra les, lo que el arte min ima l recha-
zaba en e l expresion ismo abstracto e ra la posibilidad de que
e l arte fuera exp resión libre de la subjetividad en un mundo
admin istrado, de ah í su carácter político. Por e l contra ri o, y
con abso luta seriedad, confía en, y re ivindica, la actividad
art ística en su aspecto más gratuito y sísifico: colocar una
cosa en el espacio, o colocar una cosa detrás de otra. La insti-
tuc ión art ística se uti li za como ámbito en el que la acción y la
reflexión sobre e l sujeto puede alcanzar una rad ical idad má-
xima, donde su acc ión puede carecer de final idad , sin carecer
de sentido. Las posiciones antitranscenden tal istas y materia-
listas del arte m inimal, su escepticismo respecto a la sobe-
ran ía y la creación de l sen tido a t ravés de l arte, no conducen
ni a la aniqu ilación del sujeto, ni al nihilismo moderno: «el
arte sólo tiene que apuntar a un mundo mejor; no es preciso
.• •
.••
NOT AS A l PI E Wash ingto n Galle ry of Mode rn Art, 1967, p.8. citad a en Col-
pitt, p. 92.
~ Gree nberg , C., «Avan tgard e-Atti tudes: New Art in the Six-
~ Crow, T., en «Art and Polem ics in the Sixties», en Foste r
ties», en op. cit., vol. 4 , p. 303.
(ed.), op. cit.
~ Foste r, H., «The Crux of Mini mal ism», 1986 (t rad. cast.
is Respe cto al camb io en la pintu ra, Cavell afirm aba: «(el
«Lo esenc ial del Minim alism o», pp. 99, 110 y ss.).
camb io) está deter mina do por el com prom iso de la pintu ra
~ Green berg, «Ava ntgarde an d Kitsch », op. cit., vol. l.
como arte, en lucha co n la histo ria que la convi erte en arte,
~ Gree nberg , « lnterview cond ucted by E. Lucy-Smith>>, en
conti nuan do y comb atien do las conv encio nes, las inten-
op. cit., vol. 4 ., p. 281. cione s y las respu estas que comp rende esta histo ria.» Cavell,
~ Rep árese en que para Foste r «va ngua rdia trans greso ra»
op. cit., p. 222.
sería un pleon asmo , mien tras que pa ra Gree nberg lo sería
16 Foster, op. cit, p. 110.
«Vanguard ia forma lista» .
17 Green berg, «Mod ernis t Painting», 1960 , p. 85.
~ Desd e el forma lismo cla rame n te ideali sta de Croce , pa-
is Efecti vame nte, Judd fue quien prime ro seilal ó que las
sand o por los téoric os ingle ses, Fry, Bell, Beren son, etc.
obras minim al no eran ni escul tura ni pintu ra, sin emba rgo,
hasta los amer icano s, Beard sley o los auto res de la Nuev a
prefiero consi derar la escultura de un modo general como la
Crítica. produ cción de objet os artíst icos cuya expe riencia no obvia su
~ Green berg, «Ava ntgar de-At titude s: New Art 1n the Six-
carác ter trid imen siona l.
t ies», en op. cit. , vol. 4., p. 293- 19 Citad o en La colección. Museo Nacional de Arte Reina
! Gree nberg , ibid., p. 301.
Sojia, p. 40.
: /bid., p. 301. ~ Hi ldebrand, El problema de la forma en la obra de arte,
10 /bid., p. 301. Madrid, Visor Dis., 1991, p. 89.
11 Cavell, S., «.A esthe tic Probl ems of Mode rn Philo sophy
», 21 Cfr. Wollheim, R., La pintura como un arte, Madrid, Visor
«A Matte r of Mea ning lt», Must We Mean What We Say?,
Dis., 1997.
Camb ridge , Ca mbrid ge Univers ity Press , 1976.
22 Morr is, R., Notes on Sculpture, 1, en Battock, p. 224.
12 Cit. en Fried, op. cit., p. 132.
23 /bid.
~ Barba ra Rose, A New Aesthetics, Wash ingto n D.C.,
24 /bid.
'
'''
''
25 /bid. 1980.
26 /bid, p. 225. ~ Benjamín, ibid.
27 /bid. 43 Wolheim, R., op. cit., p. 399.
28 /bid. ~ Fried, «Two sculptures by Caro», 1968, en Art and Objec-
29 /bid., pp. 224-228. thood.
30 Judd, op. cit., p. 117. 45 Judd, citado en Shilf, op. cit., p. 6.
~ Cfr. Cometti, P., L'esthetique sans qualités, Tours, Fa-
rrago, 1999 . Ya Wollheim realizó esa crítica al reductivismo
metafísico minimal en «Mini mal Art».
32 Fried, «The shape as form: Frank Stella's New Pain-
tings», en Art and Objecthood, Londres y Chicago, The Univer-
sity of Chicago Press, 1998.
33 La última tiene que ver con la importancia del cuerpo en
la interpretación de la obra, un cuerpo en todo caso no anu -
lado por el minimal.
34 Fried, M., «Art and Objecthood», en op. cit.
35 /bid. pp. 88-89.
~ Cfr. Fried, M., El lugar del espectador, Madrid, Anton io
Machado, 2001.
37 Fried, «An introduction to my art criticism», en Art and
Objecthood, p. 40.
38 Fried, «Art and Objecthood», Battock, 140.
39 Foster, H. Art. cit.
40 /bid., p. 42.
41 Benjamín, «La obra de arte en la época de su reproduc-
tibilidad técnica», Discursos interrumpidos /, Madrid, Taurus,
.• •
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Ilustraciones en color

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