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El poder del cuidado maternal de la Vida, la Verdad

y el Amor
Julie Rein
Del número de mayo de 2017 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 19 de septiembre de 2016.

Las épocas difíciles de la infancia, el drama de la adolescencia, el llamado “síndrome del nido vacío”; ¿estas etiquetas son
las mejores para definir las oportunidades que tenemos para crecer como padres? El mundo con frecuencia pinta una imagen
sombría o aterradora de la paternidad. Pero las verdades enseñadas en la Ciencia Cristiana y practicadas diariamente nos
elevan a un lugar donde sentimos que la Vida divina, la Verdad y el Amor delicadamente nos guían —así como guían a nuestros
niños— con paciencia, gratitud, gozo y bendición.

A través de los años, mucha gente ha dado por hecho que debo saber mucho sobre cómo ser madre porque tengo cuatro hijos.
Pero aún así, a menudo he sentido que solo estuve dando un paso a la vez, sin estar siempre segura de saber hacia dónde
dirigirme o si estaba haciendo lo correcto. Pero hace poco se me presentó una oportunidad de orar en profundidad acerca de lo
que significa la maternidad. Esta oración me ha bendecido a mí, a mi familia y a mis amigas que buscaban sentir la presencia
sanadora de Dios en su rol como madres.

Hace un año me di cuenta de que necesitaba sanar algunos de los desafíos más aceptados que supone la maternidad. Dolores
de crecimiento, etapas de la niñez, peleas por el control, miedo de dejarse llevar y falta de disciplina y respeto de parte de los
niños eran temas constantes de discusión en mi familia y en las familias de mis amigas. Una noche oré a Dios. “Padre, ¿cómo
enfoco mis oraciones?”. La respuesta me llegó clara y calmadamente: “Restablece el sentido correcto de Madre”. Y, de esa
manera, comenzó mi dulce estudio.

Comencé con la definición espiritual de Madre, dada por Mary Baker Eddy: “Dios; el Principio divino y eterno; la Vida, la Verdad y
el Amor” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 592). Las palabras “Vida, Verdad y Amor” me llamaron la atención.
Estos tres sinónimos de Dios se encuentran combinados más de cien veces en los escritos de la Sra. Eddy. Para mí, cada uno
representaba una manera de ver la naturaleza del cuidado maternal de Dios. Y juntos proporcionaban un patrón que me ayudaba
a pensar en mi propia actividad como madre. Vi con más claridad que nunca cómo la totalidad de la Vida, la omnipotencia de la
Verdad y la eterna presencia del Amor traen libertad a nuestra paternidad.

La totalidad de la Vida
Recuerdo una vez cuando sufrí de fuertes dolores de cabeza durante todo un día. Lo único que podía hacer era apenas cuidar a
mis hijos, cuyas edades iban de dos a diez años. Cuando llegó la hora de la cena, no veía el momento de que mi esposo
regresara a casa desde el trabajo y me rescatara. Y entonces sonó el teléfono. Un amigo llamó para invitar a mi esposo e hijo a
un partido de fútbol universitario local. Aunque estaba desesperada, sabía que los dos iban a querer ir, así que le contesté que
les iba a encantar acompañarlo. Entonces ¡me senté a la mesa y me puse a llorar!

Mientras trataba de calmarme, mi hija de cinco años me llamó para que fuera a la cocina. Muy amablemente había tratado de
llevar el almíbar a la mesa... pero con el envase boca abajo. Y ahora había una laguna pegajosa en la cocina. Mientras iba hacia
la computadora para poner himnos para calmarme un poco, mi hija menor me pidió ayuda desde el sofá. Recién había
empezado a dejar de usar los pañales, pero no había llegado a tiempo al baño.

Mi único pensamiento fue subir la música. Sin duda estos himnos inspiradores me ayudarían a sentir la presencia y el poder de
Dios como Vida infinita. Y, ¿saben qué pasó? Así lo hicieron. La simple letra de un himno acerca de cómo Dios lo gobierna todo
hizo ceder la tensión que estaba sintiendo, y eso fue lo único que necesité para ver la actividad espiritual de la Vida manifestada
de nuevo como armonía en nuestro hogar. El dolor de cabeza desapareció al instante, la limpieza se realizó con gracia, los niños
se fueron a dormir tranquilamente y mi esposo e hijo disfrutaron muchísimo el partido de fútbol. La comprensión espiritual de la
Vida como ilimitada y plenamente activa había reemplazado al sentido mortal de la vida que tiene que lidiar y enfrentar los
acontecimientos y a la gente.

La omnipotencia de la Verdad
Enseñar a nuestros hijos acerca de Dios como Verdad, y depender de la Verdad omnipotente nosotros mismos, es una
oportunidad que tenemos desde el inicio de la paternidad. Incluso podemos hablarles a los bebés acerca de la verdad de su
identidad como ideas espirituales de Dios. Los más pequeñitos aprenden a reconocer el bien como verdadero y real, y a cerrarle
la puerta a los pensamientos o comportamientos incorrectos. Los niños mayores pueden recurrir a Dios como Verdad para
responder a todas sus necesidades.

Mantenerse firme en la Verdad fue precisamente lo que nuestro hijo hizo a los ocho años, cuando se lastimó el pie mientras
jugaba a la lucha con un pariente en una reunión familiar (véase “Healing for our son” [Curación para nuestro hijo], Christian
Science Sentinel, 29 de abril de 2013). Su consagración a ver la verdad acerca de sí mismo como un individuo fuerte, intacto y
libre me enseñó a profundizar mi propia confianza en la Verdad, y la curación se produjo a los pocos días. Él disfrutó de todas las
actividades en el campamento ese verano y en el equipo de fútbol durante el año escolar.

La eterna presencia del Amor


En mi papel de madre, me pregunto todo el tiempo cosas como estas: “¿Me motiva el amor o el miedo? ¿Cómo equilibro la
adhesión al Principio con el expresar Amor? ¿Cuáles serían los resultados de comprender el Amor?”.

Encontré respuestas en estas palabras de nuestro Pastor, la Biblia y Ciencia y Salud. Pablo nos dice: “El cumplimiento de la ley
es el amor” (Romanos 13:10). Y la Sra. Eddy escribe: “El amor a Dios y al hombre es el verdadero incentivo tanto en la curación
como en la enseñanza. El Amor inspira, ilumina, designa y va adelante en el camino” (pág. 454). Comparando estas dos ideas, vi
“El amor a Dios y al hombre” como el “cumplimiento” de la ley y como “el verdadero incentivo tanto en la curación como en la
enseñanza”, elementos fundamentales en la actividad del cuidado maternal de Dios. Mientras aceptaba la ley de Dios en acción,
comencé a sentir que Su amor inspiraba, iluminaba, designaba y guiaba mis pensamientos y acciones; y los de cada uno de los
miembros de mi familia.

Esta percepción del Amor funcionando como ley me ayudó a amar a mi familia de una manera nueva y más profunda este año.
Cuando Jesús era continuamente cuestionado acerca de la ley —por ejemplo, cuando sanó en el día de reposo y perdonó a la
mujer adúltera (véase Mateo 12:10 y Juan 8:11)— él confiaba en una ley superior, la del Amor, y era protegido por ella. Fue esta
ley del Amor la que me habló una noche estando sola, mientras lloraba por la tensión que había con uno de mis hijos, y abrí mi
Biblia en este pasaje: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre” (Proverbios1:8). ¡Al
principio realmente quise mostrarle a mi hijo lo que la Biblia decía sobre los hijos y las madres! Era evidente que Dios me había
dado a mí este pasaje. Yo debía “no despreciar la dirección de tu madre”.

Entonces comprendí que la ley de Dios nos estaba cuidando maternalmente a los dos. Vi que debía ceder a Su guía, provisión y
protección. La tensión con mi hijo desapareció; pero más allá de eso, cambié mi sentido limitado de la maternidad por la
sabiduría, la belleza y la gracia del cuidado maternal del Amor.

Una nueva comprensión de la Vida, la Verdad y el Amor ha elevado mi perspectiva acerca de las responsabilidades de la
maternidad. El sentido espiritual de la Vida no incluye etapas y transiciones. La Verdad infinita quita las sugestiones y presiones
mundanas. Pero lo más importante es que el Amor divino invalida el temor. Puedo despojarme de un sentido de responsabilidad
personal cuando veo el cuidado maternal verdadero como una actividad de la Vida, la Verdad y el Amor. Y tal como lo prometen
las palabras de este himno, estos sinónimos preciados proporcionan un patrón sanador para todos nosotros, hijos y padres por
igual:

Verdad, Amor y Vida son


el molde celestial,
y el hombre es nítida creación
de forma divinal.

(Mary Alice Dayton, Himnario de la Ciencia Cristiana N° 51, traducción de la letra © CSBD)

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 19 de septiembre de 2016.

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