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Las finanzas.

Durante el golpe cívico militar, quedó claro que la deuda externa es un mecanismo de dominación
de las potencias económicas. Luego del fin del boom económico de la posguerra, en la década del
70, las economías centrales tenían una enorme cantidad de capital acumulado sin posibilidad de
colocación rentable. Eran los llamados eurodólares (acumulados en la reconstrucción europea y el
boom) y petrodólares (ganancias por la suba del precio del petróleo), que no sabían dónde
invertirlos.

Los centros financieros internacionales, como los de Nueva York y Londres, en connivencia con la
clase empresaria local, encontraron en América Latina un lugar donde podían obtener enormes
ganancias. La región recibió el 80% de los préstamos que se orientaron a los países en “desarrollo”
(en realidad economías dependientes de las potencias imperialistas). El endeudamiento
latinoamericano pasó de U$S 20.900 millones en 1970 a U$S 243.000 millones en 1982. Es decir,
creció más de 1000 %.

Argentina estuvo atada a los centros financieros desde los comienzos de su historia con el primer
empréstito de la Baring Brothers a Bernardino Rivadavia en 1824, del cual casi no llegó una sola
libra esterlina al país, a pesar de lo cual la deuda se pagó durante un siglo. Con la dictadura cívico
militar la deuda externa como mecanismo de dominación pegará un salto de cantidad y calidad.

Plan de guerra contra la clase trabajadora

A fines de 1975 se funda la Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresarias (Apege),


que agrupa a la Unión Industrial Argentina, a la Sociedad Rural, a la Cámara Argentina de la
Construcción, a la Unión Comercial Argentina, entre otras cámaras empresariales. El 16 de febrero
de 1976, Apege convoca a un “lock out” patronal reclamando las medidas económicas que a partir
del mes de marzo llevaría adelante la dictadura cívico militar.

Por ese entonces, como presidente del Consejo Empresario, José Alfredo Martínez de Hoz
presentó a los militares su plan económico. La familia Martínez de Hoz fue fundadora de la
oligárquica Sociedad Rural. Pero José Alfredo diversificó sus negocios. Presidiendo Acindar (Villa
Constitución), en 1975 se vengó del “Villazo” derrotando la heroica huelga de cincuenta y nueve
días del año previo: se trató de una incursión coordinada del ejército, la burocracia sindical, grupos
parapoliciales y directivos de la empresa. Allí montó, antes de la dictadura, uno de los primeros
centros clandestinos de detención. Un breve desvío en el relato: paradojas de la historia, Martínez
de Hoz, encontraría la muerte gozando de arresto domiciliario en su cómodo departamento del
emblemático edificio Kavanagh, frente a la coqueta Plaza San Martín, condenado en tres causas
por crímenes de lesa humanidad, un 16 de marzo de 2013, en el aniversario del triunfo de la
huelga de Villa Constitución de 1974.
Con esas medallas de guerra, el 24 de marzo de 1976, se transformó en el primer ministro de
Economía de la dictadura. Aprobado por la Junta Militar, el 2 de abril presentó su “Programa de
recuperación, saneamiento y expansión de la economía argentina”. El detalle del programa es
tedioso, pero adquiere relevancia para encontrar equivalencias con la actualidad: buscaba reducir
40 % los salarios reales en relación al nivel promedio del quinquenio previo; la eliminación de
retenciones a la exportación de productos agropecuarios; la reducción progresiva de los aranceles
de importación (apertura de la economía); eliminación de subsidios a las exportaciones no
tradicionales, de créditos de fomento, de prestaciones sociales deficitarias (salud, vivienda) e
incremento real de las tarifas de servicios públicos (sinceramiento de los precios); liberalización de
los mercados cambiarios y financieros (reforma financiera) y el financiamiento del déficit público
mediante colocación de títulos en el mercado de capitales; la reducción del gasto, empleo y déficit
del gobierno (redimensionamiento del Estado), la reprivatización de empresas caídas en el pasado
bajo control estatal [1]. Se trata de una receta imperecedera, con condimentos que aparecerán
más adelante en los gobiernos posteriores a 1983. El fin, siempre es el mismo: “modernizar” el
país.

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