APUNTES SOBRE KAFKA
Para Gretel
Si Dieu le Pére a erée les choses
en les nommant, c'est en leur
Otant leur nom, ou en Ieur don-
nant un autre que artiste les
reerée.
Marcel Proust
a
La actual aficién a Kafka, esa comodidad en lo molesto que
le ha rebajado a Ja humillante condicién de oficina de informa-
cién de la situacién del hombre — eterna o actual, segtin los
casos — y que, satisfecha y sabihonda, elimina precisamente el
escindalo deseado por la obra, despierta resistencia a la idea de
colaborar también en el asunto aiiadiendo a las corrientes una
opinién mds, aunque sea discrepante. Pero precisamente la falsa
gloria, la fatal variante del olvido que acaso Kafka se hubiera
deseado con terrible seriedad, fuerza a insistir ante el enigma.
Poco cuenta de lo que se ha escrito sobre él; la mayor parte de
lo escrito es existencialismo. Se le coloca limpiamente catalogado
en una tendencia de pensamiento, en vez de quedarse fijos ante
aquello suyo que dificulta la clasificacién y exige precisamente
por ello la interpretacién. Como si hubiera hecho falta todo
el trabajo de Sisifo de Kafka, como si pudiera bastar para
explicar la fuerza de maelstrom de su obra el que no hubiera
dicho mas que que el hombre ha perdido la salud, que se le con-
funde el camino a lo absoluto, que su vida es oscura y confusa
0, como hoy dicen, que se mantiene en la nada, y que no puede
hacer mas que cumplir sus deberes inmediatos, modestamenteAPUNTES SOBRE KAFKA 261
y sin mucha esperanza, y adaptarse a una comunidad que espera
de é1 precisamente esa docilidad y a la que Kafka no habria
necesitado ofender si se hubiera encontrado en coincidencia con
ella acerca de todo eso, Cuando las interpretaciones de ese tipo
se enriquecen con la explicacién de que Kafka no ha dicho eso
con tan pobres palabras, sino como artista del simbolismo real,
Ia explicacién no indica mucho mas que la insuficiencia de la
formula interpretativa. Pues una exposicién es realista 0 es sim-
bolista; por cercanos a Ias cosas que estén los simbolos, su den-
sidad real no les quita ni un dpice de cardcter simbélico. La
Pandora de Goethe no le cede en nada a una novela de Kafka
en cuanto a conformacién sensitiva, y, sin embargo, no puede
dudarse en absoluto del cardcter simbélico del fragmento, por
més que la fuerza del simbolo que encarna esperanza, el de
Elpore, por ejemplo, tenga mds alcance del inmediatamente
pensado por el autor. Si el concepto de simbolo quiere decir
algo adecuado en estética — dmbito en el cual no se encuentra
demasiado a gusto— es que los diversos elementos individua-
Jes de la obra de arte aluden, por Ja fuerza de su conexién, a
mis alli de s{ mismos: que su totalidad pasa sin ruptura a un
sentido, Ahora bien: ninguna afirmacién mas injustificada po-
dria hacerse sobre la obra de Kafka. Incluso en configuraciones
como aquella goethiana, que juega tan profundamente con los
momentos alegéricos, éstos, sin embargo, y por fuerza de la cone-
xién en que se encuentran, ceden finalmente su significacién al
impulso del todo. En Kafka, en cambio, todo esté tan dura y
determinadamente suelto como es posible, como en las novelas
de aventuras y segin la m4xima antepuesta por Fennimore
Cooper al Corsario Rojo: “La verdadera edad de oro de la
literatura no empezard hasta que las obras se impriman como
libros de bordo 0 cuadernos de bitacora, y hasta que su con-
tenido no sea sustancial como un parte de guardia”. En ningdin
momento se enciende en Kafka el aura de la idea infinita, y en
ninguna parte se abre el horizonte. Cada frase vale literalmente,
y cada una de ellas significa de por si, No hay, como exigirfa el
simbolo, una fusién de ambas cosas, sino Ja plena separacién
de ambas, y del abismo entre ellas sale el violento rayo de la
fascinacién. Pese a la protesta de su amigo, la prosa de Kafka
esta del lado del proscrito también por el hecho de buscar la262 PRISMAS.
alegoria mas que el simbolo. Con razén la ha definido Benjamin
como una pardbola, Es una prosa que no se expresa por lo que
expresa, sino por la negativa a la expresién, por la ruptura.
Es una parabola sin clave; e incluso aquel que creyé poder con-
vertir en clave la falta misma cayé en error, al confundir la
tesis abstracta de la obra de Kafka, la oscuridad de la existen-
cia, con el contenido de esa obra. Cada frase dice: interpré-
tame; pero nadie quicre hacerlo. Cada frase impone con la
reaccidn “asi es” Ja pregunta: gdénde he visto yo esto? Es la
explicacién permanente del déjd vu. Por la misma violencia
con que exige interpretacién, Kafka climina distancia estética.
Kafka impone al supuestamente desinteresado contemplador
de otro tiempo un esfuerzo desesperado, le asalta y le sugiere
que de su acertada comprensién depende mucho mas que su
equilibrio espiritual, a saber: Ja vida o la muerte. Entre los
presupuestos de Kafka no es el menor la fundamental pertur-
bacién de la relacién contemplativa entre el texto y el lector.
Sus textos pretenden que no exista entre ellos y su victima una
distancia constante; agitan de tal modo la afectividad del lector
que éste tiene que temer que lo narrado se le eche encima
como las locomotoras al publico en los comienzos de Ja técnica
cinematogrdfica tridimensional. Tal agresiva proximidad fisica
coarta la costumbre del lector de identificarse con figuras de la
novela, En razén de ese principio, el superrealismo puede con
justicia reivindicar a Kafka como a uno de los suyos. Kafka es
Turandot hecho escritura. E] que se da cuenta de cllo y no
prefiere darse a Ja buida, tiene que disponer de cabeza para cl
golpe, 0, mds bien, tiene que intentar abrir el muro a cabezadas,
con el peligro de no tener més éxito que sus predecesores. Como
en Jos cuentos, el destino de éstos aumenta el atractivo en vez
de alejar con terror. Mientras no se halla la palabra, el lector
sigue en denda.
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Quizé més que para cualquier otro vale para Kafka la sen-
tencia de que, si no el verum, el falsum si que es index sui. Pero
é mismo ha contribuido algo a la difusién de lo falso. En el