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Pie de página capítulo X

1 Por aquel entonces, en 1865, esto era una simple “opinión” de Marx. Hoy, después de la
extensa investigación de las comunidades primitivas llevada a cabo desde Maurer hasta
Morgan, se trata de un hecho que ya no discute casi nadie. (F E.)

2 C. Marx, Zur Kritik der politischen Oekonomie, Berlín 1859 [p. 8].

3 Ob. cit.

4 La polémica sostenida entre Storch y Ricardo a propósito de la renta del suelo (polémica
intrínseca, pues en realidad ninguno de estos dos autores para mientes en el otro). a saber: si
el valor comercial (que en ellos es más bien el precio comercial o el precio de producción)
se regula por las mercancías producidas en las condiciones más desfavorables Ricardo [ob.
cit., pp. 55–6 s]) o por las producidas en las condiciones más favorables. (Storch [Cours
d'économie politique, San Petersburgo, 1815, t. II, pp. 78 s]), se resuelve, pues, en el sen-
tido de que ambos autores tienen razón y ambos carecen de ella y de que tanto uno como
otro pierden de vista totalmente el caso intermedio. Véase Corbet [An Inquiry, etc., pp. 42
s.] acerca de los casos en que el precio es regulado por las mercancías producidas en las
mejores condiciones: “No quiere decir que él (Ricardo) haya afirmado que de dos partidas
de dos artículos distintos, por ejemplo, un sombrero y un par de zapatos, se cambien entre
sí porque estas dos partidas se produzcan con cantidades de trabajo iguales. Por
“mercancías” debe entenderse aquí la “clase mercancía”, no un determinado sombrero de
por sí, un determinado par de zapatos, etc. Para estos efectos, debe considerarse distribuido
entre todos los sombreros el trabajo total que produce todos los sombreros de Inglaterra. A
mí me parece que esto no ha sido expresado primeramente ni en las exposiciones generales
de esta doctrina” (Observations on certain verbal disputes in Political Economy, etcétera,
Londres, 1821, pp. 53 y 54).

5 Gran necedad la siguiente “agudeza”: “Allí donde la cantidad de salarios, capital y tierra
necesaria para producir una mercancía varíe con respecto a la que antes se necesitaba,
variará también lo que Adam Smith llama su precio natural, y el precio que antes era su
precio natural se convertirá, con referencia a este cambio, en su precio comercial, pues si
bien no pueden haber cambiado ni la oferta ni la cantidad necesaria” (ambas cambian aquí
precisamente porque el valor comercial o el precio de producción, que es del que se trata en
A. Smith, varía a consecuencia de un cambio de valor) “aquella oferta no corresponde exac-
tamente a la demanda de aquellas personas (is not now exactty enough for those persons)
que pueden y quieren pagar lo que ahora representa el costo de producción, sino que es o
mayor o menor, por donde la proporción entre la oferta y lo que en vista del nuevo costo de
producción representa la demanda efectiva difiere de la anterior. En estas condiciones, se
operará un cambio en la oferta, si no se interpone ningún obstáculo en su camino, hasta que
la mercancía acabe situándose en su nuevo precio natural. Habrá gentes a quienes se les
antoje decir que –puesto que la mercancía llega a su precio natural mediante el cambio de la
oferta– el precio natural se debe a una proporción entre la oferta y la demanda, ni más ni
menos que el precio comercial se debe a otra; y, consiguientemente, que el precio natural
depende, exactamente lo mismo que el precio comercial, de la proporción que guarden
entre sí la oferta y la demanda (“El gran principio de la oferta y la demanda fue puesto en
acción para determinar tanto lo que A. Smith llama precios naturales como lo que él llama
precios comerciales”: Malthus) . (Observations on certain verbal disputes, etc., Londres,
1821, pp. 6 0, 61). Este hombre tan sabio no comprende que, en el caso de que se trata, es
precisamente el cambio operado en el cost of production y también, por tanto, en el valor,
lo que determina la variación de la demanda y, por consiguiente, la proporción entre ésta y
la oferta, y que esta variación en cuanto a la demanda provoca una variación en cuanto a la
oferta; lo cual probaría exactamente lo contrario de lo que nuestro pensador se propone
demostrar; probaría, en efecto, que la variación del costo de producción no se halla
regulado en modo alguno por la proporción entre la oferta y la demanda, sino que es ella,
por el contrario, la que regula esta proporción.

6 “Si cada individuo de una clase no pudiese llegar a obtener más que una determinada
porción o una parte alícuota de ganancia y de posesión de todo, se asociaría de buen grado
[con los otros] para elevar las ganancias” (y esto es, en efecto, lo que hace, tan pronto como
la proporción entre la oferta y la demanda se lo permite): esto es el monopolio. Pero cuando
cada individuo piensa que puede acrecentar de algún modo la suma absoluta su propia
participación, aunque sea mediante un procedimiento que reduzca esta suma total, lo hará
con harta frecuencia: esto es la competencia (An Inquiry into those Principles respecting
the Nature of Demand, etc., Londres 1821, p. 105)

7 Maltus: Principles of economy, Londres, 1836, p. 77 s.

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