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Crónica sobre el colegio Nixonitos

Carlos Javier González Ortiz

Seminario de filosofía de la cultura

Mayo 25 de 2018

Visita a la escuela Nixonitos

El pasado jueves me dirigía en una flota algo destartalada y olorosa a gasolina rumbo a la ciudad del
mar. No estoy acostumbrado a viajes de más de doce horas, así que mi estadía en el bus no fue la
mejor experiencia que haya tenido moviéndome en buses, lo único bueno es que el bus iba rápido,
y podía ver cosas que no estoy acostumbrado a ver en mis recorridos diarios en la ciudad como
montañas presentadas por vallas publicitarias gigantes de marcas que no conocía o pasar por
carreteras al filo de abismos colmados de árboles. A la quinta hora de viaje y aproximándonos a un
caserío que parecía no pertenecer a ningún departamento, provincia o nación, y estar 40 años atrás
de la actualidad me sorprendió encontrarme con un colegio de nombre igual a uno que había
inventado alguien hace tres semanas en la clase de filosofía de la cultura, el nombre del colegio era
Nixonitos. Aproveché que la flota hizo una parada un poco mas allá del colegio; hacia mi destino, y
me dirigí a ver qué pasaba con esta rara coincidencia.

El colegio Nixonitos estaba ubicada en medio de un enorme campo verde. A pesar del anuncio de
“hoy no hay clase” golpee a ver si salía alguien. Tuve que golpear bastante hasta que se escuchó una
voz que dijo: “que no entiende que no hay nadie¡¡¡, váyase¡¡¡ yo le respondí, diciéndole que requería
información sobre el funcionamiento de la escuela, estuve esperando media hora luego de haber
dicho eso, hasta que me abrieron la puerta. Era alguien que no se sabía qué posición tenía en el
colegio, podía ser un profesor, el vigilante, el coordinador, el rector, o quizá era todas estas al mismo
tiempo. Adentro del colegio no había ninguna cosa relacionada con la idea de “colegio” no había
tableros, ni mesas, ni asientos, ni libros, ni siquiera había una división en salones, todo el colegio era
una sala vacía, que, por cierto, se veía de mucho menor extensión respecto a cómo se veía afuera.

La persona que me atendió tenía una apariencia muy particular, no podía distinguir si era un
hombre o una mujer. Le pregunte sobre el funcionamiento de la escuela, a esto respondió que
tenían “un currículo alternativo” no me lo quiso decir mediante palabras, sino que me lo comunicó
mediante un pequeño cartel. Todas las materias eran una parodia de las materias que normalmente
se ven en cualquier colegio; entre las que recuerdo estaban: matemáticas del absurdo, otra
relacionada con el impulso al individualismo, la única que misteriosamente se salvó -del currículo
tradicional- fue educación física. También le pregunté por los alumnos: ¿en dónde estaban? dije, a
esto me respondió que, no los había visto, “siempre alguien intentaba entrar, pero igual como
siempre se encontraba cerrado, al rato de estar golpeando se cansaban y se iban.” Al principio esto
me pareció una estupidez, ¿para qué se necesitaban cuatro muros y un aviso que dijera colegio
Nixonitos si siempre estaría cerrado.? salí de este extraña bodega- “colegio” que no tenía mobiliario
alguno, no me había fijado que frente al colegio estaban un montón de casitas, ahora podía dirigirme
a ver cómo podía estar la gente con un colegio cerrado permanentemente.
Me adentré en el caserío, la parte frente a la vía tenía grandes casas, muchas de las cuales se
encontraban dispuestas a modo de locales de comercio. Esta gente lucia tal cual como un pueblo
ordinario: tenían una ocupación determinada, unos horarios que cumplir y una posición específica
en el orden de un todo que reunía a cada uno de sus miembros. Le pregunté a un habitante que
trabajaba en una carnicería “¿qué hacían con un colegio permanentemente cerrado?” me dio a
entender que al estar cerca a la vía tenían mayor contacto con foráneos y que desde siempre han
copiado de ellos algunas cosas de su modo de ser: tenían que producir para comerciar y luego para
vender y así poder tener dinero para adquirir bienes y otras cosas propias de la ciudad, “este
televisor y esta radio” dijo: “no me los cambian por papa o por queso”, no somos como los de
“atrás”. Hace mucho tiempo si lo éramos, “vivíamos del cambio”. De los visitantes, medio a entender
el carnicero, habían aprendido que eran necesarios los colegios para aprender a desempeñarse en
algo, poder tener dinero y de esa manera vivir, en sus palabras “decentemente.” Esta parte del
caserío era como cualquier otro pueblo del país, como más antigua más escuela siempre ha estado
cerrada se inventaron otra tal como las que había en la ciudad, esta gente no se pudo enterar de
que podían pensar en matemáticas absurdas, en individualismo o cosas relativas a estas porque el
colegio estuvo cerrado y de esa manera permanecieron en la misma línea de la educación ordinaria.

Un poco hacía el fondo del frente del caserío se ubicaba otra comunidad. Si, necesariamente se
habían formado como comunidad, puesto que no podían vivir apartados los unos de los otros. Estos
no tuvieron tanto contacto con visitantes o gente de la ciudad, así que no estaban alineados por el
concepto de ganar dinero; de hecho, el dinero a penas lo estaban comenzando a utilizar. Hablé con
uno de los pobladores de esta localidad, un hombre de alrededor de cincuenta años que por las
manos que se le veían, supongo que trabajaba la tierra. Le pregunté qué habían hecho respecto a la
escuela cerrada permanentemente. Me respondió que su modo de vida era el trabajo de la tierra y
la crianza de animales. Me hizo entender que ellos se habían organizado en comunidad para
protegerse de los “locos”, o personas que tenían por costumbre hacerle daño a los demás, estos
podían ser uno o muchos y organizados, “no sabía porque actuaban así, solo que hacían esto y ya”.
Los locos podían estar en cualquier lado del caserío, en las mejores o en las peores casas, atrás o
adelante, también que podían ser visitantes. A veces parecían personas corrientes que luego hacían
daño a los demás. Como eran una comunidad, para que todos tuvieran acceso a la mayor cantidad
de cosas posibles, habían acordado que unos producirían maíz, otros, trigo, otros se dedicarían a la
crianza de ganado, otros a la de cerdos y así… Este tipo de orden; dijo, “Se parece un poco al de los
de adelante” porque producimos, pero intercámbianos nuestras cosas entre sí, de modo que a nadie
le falte algo. No necesitamos mucho del papel dinero.

Sin embargo; dijo “no todo en la vida es trabajo” algunos trabajadores en su tiempo libre se ponían
a pensar en cómo se debía vivir, qué es lo mejor, o en cómo “¿se dan las cosas?” Esta gente; dice,
“guarda lo que escribe en cuadernos que se los prestan a los que les interesen esas cosas y luego
puede que los que los lean hagan sus propias cosas y las escriban en otros cuadernos que también
quedan guardados”

Esta gente como vio que el colegio siempre estuvo cerrado y no tuvo contacto amplio con la gente
de la ciudad, se inventó su propio colegio, claro que, no rodeado por muros, profesores eran todos
aquellos y aquellas que tenían experiencia suficiente para poder decirle a otro que no la tuviese
como debía hacerse tal cosa y los salones eran cualquier lugar donde los experimentados podían
hablar con los novatos o con los muy jóvenes. Pude ver algunos de los cuadernos que habían hecho
quienes se preocupaban por asuntos más allá de los prácticos para la vida, ya tenían nociones sobre
la individualidad, las matemáticas del absurdo y sobre cosas relativas a estas. Pude concluir que en
esta parte del caserío aun así con estas ideas que eran de conocimiento de muchos, quien quisiera
comer debía ocuparse en algo.

Salí del caserío para ir otra vez a la escuela Nixonitos, golpee y el encargado de la escuela o lo que
sea dijo “no hay nadie¡¡¡” Yo respondí que era quien había venido hace poco y que le quería hacer
una última pregunta. Me abrió el portón, pero no me dejó entrar a la escuela, sé que se encontraba
limpiando el piso con una vieja aspiradora, porque la vi cerca al muro de atrás del colegio, creo que
le quedaba muy fácil hacer esto porque la escuela no tenía ni sillas ni mesas, ni nada. Le dije que
tener la escuela cerrada había causado que la gente copiara a los colegios de la ciudad o que
inventaran sus propios colegios. Me respondió que “desde hace mucho tiempo nadie había
golpeado la puerta pidiendo información.” Luego le dije que “sería bueno que quitara ese ridículo
aviso y que tuviera la escuela abierta.” (Para mis adentros creo que la escuela nunca había estado
abierta) me pregunto -no estoy muy seguro si enojado o no- ¿por qué debería hacer esto? Hubo un
momento de silencio, la flota pito, ya iba a arrancar otra vez

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