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JOHN BERGER

EL TAMAÑO DE UNA BOLSA


Traducción de Pilar Vázquez

TAURUS

PENSAMIENTO
EL TAMAÑO DE UNA BOLSA

El hecho de que se convirtiera en una leyenda se debe


en parte a que en la edad oscura que nos ha tocado vi-
vir hoy bajo el nuevo orden mundial, compartir el do-
lor es una condición esencial para volver a encontrar la
dignidad y la esperanza. Cuando el dolor es mucho no
se puede compartir. Pero sí se puede compartir el de-
seo de compartirlo. Yen esa forma de compartir inevi-
tablemente inadecuada reside la resistencia.
Volvamos a escuchar a Gelman:

La esperanza fracasa muchas veces, el dolor jamás.


por eso algunos creen que más vale dolor conocido que
dolor por conocer. creen que la esperanza es ilusión. son
los ilusos del dolor*. (Para Christoph Hcinsli)

Kahlo no se engañaba. Cruzado en su último cua-


dro, muy poco antes de morir, escribió: Viva La Vida.

* Juan Gelman, «Los ilusos», ibid., p. 539.

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No hay cuerpo alguno acostado en esta cama de hotel,
ni tampoco en la de al lado. En inglés, esta situación se
puede condensar en un juego de palabras en un: no body
(ningún cuerpo/cuerpo alguno) se convierte en nobody
(nadie) , de modo que la frase inglesa Qn the hotel bed there
is nobody se podría leer como: «En la cama del hotel (no)
está acostado nadie». Claro que no se puede preguntar
algo como: ¿Yquién es nadie?.O tal vez sí, pero no habrá
ninguna respuesta, sólo el borboteo de las cañerías en la
habitación contigua.
Nadie es nadie, y las dos camas están vacías. Ni siquie-
ra tienen una arruga, un pliegue, una huella. No hay
nadie.
Nadie es la persona amada, la tuya o la mía, y nadie
son todas las parejas que en algún momento ocuparon
esta habitación. Miles con el paso de los años. Están
acostadas, insomnes. Hacen el amor. Están tendidas en
las dos camas que han juntado. O estrechamente abra-
zadas en una de ellas. Al día siguiente regresaron a su
casa o nunca volvieron a verse. Hicieron dinero o lo per-
dieron. Se abandonaron. Se ayudaron.

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EL TAMAÑO DE UNA BOLSA
JOHN BERGER

Nadie está aquí, y las camas están vacías en toda su Uno de tus cuadros representa este susurro. La ima-
anonimia. O también podría decir: están ocupadas por gen representada es una cama deshecha, el edredón re-
la ausencia, pero esto sugiere un sentimentalismo, un vuelto encima. Detrás, la pared infinita. Las sábanas, los
lamento, que no permitirían tus pinturas. cortinajes y tapices han estado presentes durante si-
Y, sin embargo, por el simple hecho de haber vivido, glos en el arte europeo. Dánae se reclina en ellos. El
cuando miramos tus cuadros, tus cuadros de tamaño na- cuerpo de Cristo yace sobre ellos. Reciben al maravillo-
tural, no podemos olvidar, porque tú no quieres que lo so cuerpo que los moldea. Pero aquí sólo hay vestigios,
sólo ausencia.
olvidemos, lo que prometen las camas. De todos los ob-
jetos fabricados por el hombre, las camas son los que Yo estuve allí. Y ahora también me he ido. No hay
nadie.
más prometen. ¿Por eso tal vez son tan difíciles de pin-
tar? Incluso en un humilde hotel de una estrella, con
sábanas sintéticas, las camas prometen de la misma for-
ma que promete la naturaleza.
Y la gama de promesas es gigantesca: modestas y vo-
luptuosas, tímidas y extáticas, desde el pequeño alivio
para el dolor al gran dolor de la felicidad, desde el des-
canso al eterno descanso.
No es de extrañar que en muchos hoteles haya esas
tarjetas que se cuelgan por fuera en el picaporte y que
dicen: NO MOLESTAR.
Ni tampoco me extraña, Christoph, que cuando pin-
tas estas habitaciones sin cambiar absolutamente nada,
cuando las pintas siguiendo el ejemplo de Velázquez, las
paredes pintadas o empapeladas parecen infinitas. ¿In-
finitas como el cielo o como el mar? No. En absoluto.
Infinitas como una promesa. Incluso la promesa más
pequeña que pueda ofrecer una cama tiene algo de in-
finito... Dormir.
Dormir. Tú estás despierto, pintando, pero nosotros,
acunados y medio dormidos, susurramos irresponsable-
mente, imprudentemente, a la ausencia: Acércate, amor
mío, estoy aquí. Yse lo susurramos a nadie.

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