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VESTIDO LITÚRGICO
Fray Nelson Medina, O.P.
Los apuntes siguientes quieren servir de apoyo para llegar con mayor
conciencia y fruto a la recepción del vestido litúrgico, un paso especialmente
significativo en el camino de las vírgenes seglares dominicas. Trataremos
cinco cuestiones:
Los neófitos eran vestidos de blanco, el color que más se parece a la luz; por
eso en las antiguas predicaciones de los padres de la iglesia, alcanzamos a
sentir los ecos emocionados que tenían que despertar estos hombres y
mujeres convertidos en reflejo de la luz eterna de Cristo. Era tanta esta
alegría, que en más de un lugar se concedía a los neófitos permanecer
revestidos de día y de noche durante una semana, la semana de octava de
pascua. Semejante experiencia tenía que quedar profundamente grabada en
los recuerdos fervorosos de los buenos cristianos.
El vestido litúrgico de las vírgenes es como una memoria, discreta pero muy
viva, de las gracias bautismales. Cuando en medio de la asamblea litúrgica la
virgen se presenta revestida, su traje a todos habla del amor primero y de
esa misericordia salvadora de Cristo, que nos hizo nacer a todos[24].
Por esto hay que afirmar que el vestido litúrgico es un vestido nupcial. Le
faltan los adornos del lujo, de la sensualidad y de la vanidad, pero a cambio
de ellas tiene de Cristo el esplendor que le gusta a Cristo[29], y esto basta
para las almas verdaderamente enamoradas de la castidad. cada novia se
viste para su novio; si el Novio es Cristo, el vestido, tanto interior como
exterior, será el que convenga ante la mirada de Cristo.
3. Sentido Litúrgico
de los Colores en la Iglesia
Hemos visto que el color blanco es imagen de la luz y de la gloria. En su
transfiguración Cristo quiso que fuera especialmente este color, elevado a
la máxima potencia, el que penetrare por los ojos de los discípulos[35]. No es
el único caso de la Biblia en que los colores son portadores de significado,
por eso no nos parece extraño que a lo largo de los siglos nuestra Iglesia
Católica haya aprobado y fomentado el uso de ciertos colores en los
vestidos y ornamentos.
Aquí están incluidos —además del blanco, desde luego— el dorado, el habano
y en mucho menor grado el amarillo. El tema central de esta familia es
obviamente la luz. Su claridad habla de la victoria del día sobre la noche, del
triunfo de la vida del resucitado sobre la muerte del sepulcro[36]. Cuando
llegamos a entender algo solemos decir: "Ahora veo..", con lo cual es
evidente la relación que tiene este color con el deseo de inteligencia que hay
por naturaleza en el alma humana.
La idea de luz nos infunde además confianza porque es vecina de lo que hoy
llamamos "transparencia", es decir la certeza de que no hay nada oculto,
cosa que infunde paz y confianza[37]. La Iglesia en sus orígenes ha apreciado
muchísimo este color blanco. Es el color de los bautizados, como ya dijimos,
el color de la Hostia Eucarística, y el color del vestido de las novias. Además
blanco en latín es "albus" de donde viene "alba", aquella túnica que los
sacerdotes y demás ministros suelen llevar en todas las celebraciones.
Muchas comunidades religiosas han integrado este color a la parte principal
de su vestido cotidiano (vestido habitual). Aquí desde luego recordamos a
nuestro padre Santo Domingo, que llevando por todas partes su
túnica alba (blanca) obraba como si estuviera siempre presentando la
ofrenda y ejerciendo el servicio sacerdotal. Cosa que no era pura metáfora
porque nada puede unirse mejor al sacrificio de Cristo Redentor que las
almas redimidas por el testimonio y la predicación[38].
Después de expresar las virtudes y bellezas del color blanco, puede parecer
extraño que en la Iglesia tenga tanto lugar el color negro, a veces como
complemento en el hábito, a veces como casulla de luto, a veces como
vestido talar (sotana). Ciertamente nuestro destino está en la luz gloriosa
del cielo, pero no podemos negar que antes de la aurora de la gracia es
necesario reconocerse humildemente en aquello que Santo Tomás llamaba la
"doble tiniebla": el pecado y la ignorancia.
Por eso el negro, lo mismo que el morado, que tiene sabor de atardecer,
predica una aptitud de humildad y sobre todo de arrepentimiento. Cristo
dijo a los fariseos que si reconocían que estaban ciegos podrían llegar a ver
alguna vez[39]. Este es el consejo que sigue el que se viste de negro:
reconoce su ceguera y se vuelve una súplica viva, eco de aquella oración del
ciego de Jericó "Señor, que vea"[40].
En otro sentido, el morado, y más aún el negro, son los colores que
recuerdan el final de la vida terrena. Vestirse con ellos es una invitación a
que los ojos propios y ajenos se cierren a las vanidades de este mundo
mientras permanecen despiertos y vigilantes para que la luz de Cristo los
abra y despierte a la eternidad[41].
Esto nos ayuda a entender por qué hombres santos como Francisco de Asís
quisieron un hábito de color tierra. No se trata aquí de una predilección de
color café, sino de un modo de expresar la condición pequeña y necesitada
del hombre peregrino. A esta familia entonces pertenecen los diversos
matices del marrón, del gris, e incluso, en menor grado, el azul.
***
Como notamos, pues, cada una de estas familias de colores indica algo de la
relación entre los hombres y el Dios que está mas allá de lo que se puede
ver[43].
Sobre las vestiduras blancas, el dominico lleva una amplia capa negra. Es una
capa negra que la Iglesia no da a los recién bautizados. ¿Por qué razón se le
impone esta capa? Porque no es posible pasar por este mundo durante
dieciocho años, que son los que se requieren para empezar la vida
dominicana, sin que más o menos se manche la blancura del bautismo.
Es digno de notar cómo los Padres de la Iglesia, que nos han dejado varios
sermones dirigidos a las vírgenes cristianas, insisten sobre esta virtud de la
humildad. Si comprendemos el lenguaje de los símbolos, nuestra capa negra
nos dirá continuamente lo que San Ambrosio y San Agustín decían en su
tiempo a las vírgenes cristianas.
Así como el blanco es el color que más despide la luz, así el negro es el que
más la absorbe. Es necesario que nuestro espíritu absorba primero la luz
que le viene de Dios, autor de la revelación, y también de la Iglesia, que nos
la propone en nombre del mismo Dios, y de nuestros maestros que nos la
explican. Es necesario que todas nuestras facultades se absorban en la
oración, en el estudio, en la meditación, rumiando y asimilando la verdad. Y
para que todo esto lo hagamos con provecho es necesario evitar toda
disipación, reprimir la sensibilidad, saber mantener el recogimiento. Y todo
esto está simbolizado en la capa negra.
Muy distinta será su actitud cuando se levante para hablar de Dios a las
almas. Sus brazos se abrirán en un gesto generoso, mostrando a los ojos de
todos la blancura de su túnica, oculta en gran parte ahora bajo la capa
negra. Después de haber absorbido la luz, la difundirá en torno suyo...
Sin embargo, hay que pensar que la alegría dominicana debe estar velada de
cierta melancolía, como la túnica blanca está cubierta con la capa negra. El
sentimiento de la propia imperfección y la consideración de los males del
mundo, son motivos más que suficientes para atemperar nuestra alegría. De
Santo Domingo se cuenta que, cuando de lejos divisaba los apretados techos
de un pueblo, el pensamiento de las miserias humanas y de los pecados de los
hombres le sumergía en tristes reflexiones que ensombrecían su rostro. Y
por la noche derramaba abundantes lágrimas por los pecados del género
humano.
Santa Catalina sufría también por la miseria del mundo. Se consideraba
culpable de todos sus males, y terminaba sus oraciones diciendo: «¡He
pecado, Señor, tened piedad de mí!» Recomendaba insistentemente a sus
discípulos el conocimiento de sí mismos y de sus miserias, pero con la
condición de que no lo separaran del conocimiento de la misericordia divina.
Ella compuso un tratado sobre las lágrimas, y se ha podido afirmar que «sus
hijos espirituales fueron educados en la escuela de las lágrimas; la tristeza,
pero una tristeza cristiana, es el sello de la familia de los que fueron hijos
de sus deseos y de sus Plegarias».
Con una sola palabra el Beato Jordán los había establecido en la verdad. Y
esta verdad que pone la alegría en el fondo de nuestros corazones, tempera
también la compunción.
«No hay más que una tristeza, se ha dicho, y es la de no ser santos». Sí; no
hay otra razón más que esta para estar tristes. Pero realmente tenemos
motivos para ello. Tristeza de no ser todavía un santo beatificado en la
gloria; tristeza, para los mejores, de haberse santificado tan poco en la
tierra; tristeza, para muchos, de encontrarse lejos de la santidad. «Santa
María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pobres pecadores, ahora y en la
hora decisiva de nuestra muerte». ¡Ah! ¡Cuánta razón tenemos de repetir
esta oración ciento cincuenta veces al día!
Y ¡cómo nos conviene ahora velar de negro nuestro hábito blanco que nos
cubre interiormente! En algunos países a los dominicos se les llama «los
Padres negros».
Sin embargo, debemos admitir con dolor que éste no será el caso siempre, ni
tal vez el más frecuente. Y como este vestido aparece como una novedad
ante tantas personas, incluyendo a muchos sacerdotes y ministros
ordenados, la virgen seglar debe ser realista, prudente y audaz [46] a la vez,
sin lastimar ni perturbar innecesariamente, pero también sin acomplejarse
ni dejarse llevar por lo más cómodo —que siempre será omitir el uso del
vestido—.
5.1 En la soledad
La experiencia nos ha mostrado que el uso del vestido litúrgico adquiere o
pierde fuerza y significado dependiendo en primer lugar de su uso en la
soledad, es decir, a solas ante Dios[47].
Los primeros ojos que deben familiarizarse con el sentido de este vestido
son los de la misma virgen. Es ella antes que nadie quien empieza a
agradecer y aprobar el uso de un traje que no es "práctico" sino festivo[48] y
nupcial. Por ello toda virgen mediocre notará que su cobardía empezó en una
mezcla de pereza e incredulidad cuando estaba sola ante Dios. Al contrario:
si en sus experiencias de oración personal siente que la mirada del Señor la
viste del blanco de la pureza y el negro de la penitencia, no le faltaran
corazón ni palabras para hacer valer sus derechos de consagrada sin
molestar a nadie.
Sucede a menudo, además, que recuerdan muy bien las historias afectivas
que de pronto hubo en nuestra vida pasada; tienen en su memoria pasajes
escabrosos o escenas desobligantes que les nublan la mirada y les hacen
difícil creer que esa persona, a quienes ellos recuerdan, ahora quiere
pertenecer totalmente a Dios. ¿Qué hacer entonces? No debemos dar
marcha atrás[50]. La Biblia nos anima cuando muestra que aquella gran
pecadora Maria Magdalena fue acogida por Cristo como primera testigo de
la noticia gloriosa de la resurrección[51]. Y Pedro, a quien todos reconocían
como el cobarde que negó a Cristo ante una sirvienta[52], no por ello dejó de
levantar la voz predicando a Cristo en el día de Pentecostés[53]. En la Iglesia
no somos lo que hemos sido sino lo que Dios hace con nosotros[54]. Por eso
hay que ser humildes pero también perseverantes[55]. Los mismos que hoy no
nos creen mañana nos pedirán una oración o la luz de algún consejo.
Ante todo en las vigilias, momentos de oración por excelencia en los que
todos nuestros anhelos de amor por Cristo se vuelven un solo haz de
plegaria. En esos encuentros de fe la noche prolonga al negro y la luz hace
brillar al blanco del vestido. Una virgen seglar así revestida puede y debe
mirarse como la esposa que aguarda al Esposo. Su oración, en la que habla
toda la Iglesia, es la de aquella novia lista para las bodas.
Por eso lo normal es que una virgen seglar participe de la liturgia de las
horas y de los sacramentos y sacramentales portando su vestido litúrgico.
Mas aquí surge otra dificultad: Una vez que el sacerdote está contrariado
fácilmente considerará una humillación para su hombría y su ministerio
dejarse convencer de una mujer que no ha estudiado lo que él ha estudiado.
Por eso hay que ser humildes y audaces. Siempre será preferible ante un
sacerdote desconocido que la virgen seglar aparezca simplemente revestida.
El pensará seguramente que se trata de alguna religiosa. Si hay tiempo y
lugar se le podrá explicar algo cuando pregunte. En todo caso nuestro
propósito es que, a partir del momento que sea posible, cada una lleve algún
genero de identificación y/o copia de la autorización explícita del Prior
Provincial de la Orden Dominicana en Colombia.
¡Así lo conceda Dios, en quien hemos puesto nuestra confianza, para la gloria
y honor de su Nombre[59]! Amén.
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[1]
«Lo primero para vivir es agua, pan, vestido, y casa para abrigarse» (Sir 29,21).
[2]
Recordemos el episodio bochornoso en el que Noé se despoja de su vestido en medio de
la embriaguez (Gén 9,20-27). De ahí los preceptos del Lev 18,6-19 bajo la fórmula «No
descubrirás la desnudez...»
[3]
La horrible cadena de pecados que cometió David, siendo ya rey, empieza con estas
palabras: «Un atardecer se levantó David de su lecho y se paseaba por el terrado de la casa
del rey cuando viodesde lo alto del terrado a una mujer que se estaba bañando. Era una
mujer muy hermosa» (2 Sam 11,2). En 1 Jn 2,16 leemos sobre la concupiscencia de los
ojos como algo que «no viene de [Dios] Padre».
[4]
Por ello Rebeca se vela antes de su encuentro con Isaac (Gén 24,65). Este velo no apaga
sino que despierta al amor: «¡Qué bella eres, amada mía, qué bella eres! Palomas son tus
ojos a través de tu velo» (Ct 4,1; cf. 4,3; 6,7).
[5]
Éx 26,31; 27,21. Recordemos asimismo el velo que viste al rostro de Moisés, el
contemplativo de Yavé, Éx 34,33ss. Entendamos de aquí la fuerza inmensa de la expresión
de los Evangelios: «Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu. En esto, el
velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la tierra y las rocas se
hendieron» (Mt 27,50-51).
[6]
«La mujer no llevará ropa de hombre ni el hombre se pondrá vestidos de mujer, porque el
que hace esto es una abominación para Yahveh tu Dios» (Dt 22,5).
[7]
«Yahveh dijo a Moisés: "Ve donde el pueblo y haz que se santifiquen hoy y mañana; que
laven sus vestidosy estén preparados para el tercer día; porque al día tercero descenderá
Yahveh a la vista de todo el pueblo sobre el monte Sinaí"» (Éx 19,10). «Retirad los dioses
extraños que hay entre vosotros. Purificaos, y mudaos de vestido»(Gén 35,2).
[8]
Cf. 1 Re 22,30.
[9]
Cf. Lev 21,10; Éx 28,29.
[10]
Cf. Job 38,3; 40,7; Prov 31,17; Is 5,27; Dan 10,5; Nah 2,2; Lc 12,35; 1 Pe 1,13.
[11]
«Entonces pasé yo junto a ti y te vi. Era tu tiempo, el tiempo de los amores. Extendí
sobre ti el borde de mi manto y cubrí tu desnudez; me comprometí con juramento, hice
alianza contigo —oráculo del señor Yahveh— y tú fuiste mía» (Ez 16,8).
[12]
Is 59,17; 61,10.
[13]
Mt 27, 35.
[14]
Cf. Hch 22,6-11.
[15]
Cf. Hch 10,30.
[16]
«¡Sí!, los que estamos en esta tienda gemimos abrumados. No es que queramos ser
devestidos, sino más bien sobrevestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida» (2
Cor 5,4).
[17]
Cf. Col 3,10; Ef 4,24.
[18]
«En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo» (Gál 3,27).
[19]
Cf. Ef 6, 11-18.
[20]
Ap 7,14; 22,14.
[21]
Ap 19,7; 21,2.
[22]
«Pues el mismo Dios que dijo: De las tinieblas brille la luz, ha hecho brillar la luz en
nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de
Cristo» (2 Cor 4,6). «Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el
Señor. Vivid como hijos de la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y
verdad» (Ef 5,8-9). «Pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no
somos de la noche ni de las tinieblas» (1 Tes 5,5).
[23]
«Todo lo que queda manifiesto es luz. Por eso se dice: Despierta tú que duermes, y
levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo» (Ef 5,14).
[24]
«Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David,
según mi Evangelio» (2 Tim 2,8).
[25]
1 Cor 11,4-10.
[26]
«Enderezará su consejo y su ciencia, y en sus misterios ocultos hará meditación» (Sir
39,7).
[27]
«Mi amado es para mí, y yo soy para mi amado: él pastorea entre los lirios» (Ct 2,16).
[28]
Hay que esperar al Apocalipsis para que resuene aquel texto maravilloso: «Y oí el ruido
de muchedumbre inmensa y como el ruido de grandes aguas y como el fragor de fuertes
truenos. Y decían: "¡Aleluya! Porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios
Todopoderoso. Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas
del Cordero, y su Esposa se ha engalanado y se le ha concedido vestirse de lino
deslumbrante de blancura"» (Ap 19,6-8).
[29]
«Que vuestro adorno no esté en el exterior, en peinados, joyas y modas, sino en lo
oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un alma dulce y serena: esto es precioso ante
Dios» (1 Pe 3,3-4).
[30]
Cf. 1 Tim 6,15; Ap 17,14; 19,16.
[31]
Cf. Ap 19,7-8.
[32]
«Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre» (Mt 13,43). «Y la luz
brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron» (Jn 1,5).
[33]
«Por eso, también yo, al tener noticia de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestra
caridad para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros recordándoos en mis
oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda
espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente; iluminando los ojos de
vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él;
cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos, y cuál la soberana
grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza
poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándole a su
diestra en los cielos por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación y de todo
cuanto tiene nombre no sólo en este mundo sino también en el venidero. » (Ef 1,15-21).
[34]
«Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de
Dios; siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu» (Ef 6,17-18).
[35]
«Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero
en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo» (Mc 9,3).
[36]
«Así, lo mismo que el pecado reinó en la muerte, así también reinará la gracia en virtud
de la justicia para vida eterna por Jesucristo nuestro Señor» (Rom 5,21)
[37]
«No les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni
oculto que no haya de saberse» (Mt 10,26).
[38]
«Ejerciendo el sagrado oficio del Evangelio de Dios, para que la oblación de los gentiles
sea agradable, santificada por el Espíritu Santo» (Rom 15,16).
[39]
«Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: "Vemos" vuestro pecado
permanece» (Jn 9,41).
[40]
Lc 18,41.
[41]
«Aparta mis ojos de mirar vanidades, por tu palabra vivifícame» (Sal 119,37).
[42]
«Recuerda que me hiciste como se amasa el barro, y que al polvo has de devolverme»
(Job 10,9).
[43]
«El único que posee Inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien no ha visto
ningún ser humano ni le puede ver. A él el honor y el poder por siempre. Amén» (1 Tim 6,16).
Además de lo ya dicho, conviene recordar aquí el sentido de algunos otros colores que se
usan en la liturgia católica: Rojo: Sangre, Martirio, Espíritu Santo, Apóstoles; Azul:
Asociado a la Virgen María, Cielo, Serenidad; Verde: Color Primavera, Vida,
Esperanza; Rosado: (Rojo – Blanco) Dominio de sí.
[44]
Para esta parte seguimos, muchas veces textualmente, a F. D. Joret, O.P.
[45]
Rom 12,12.
[46]
«Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las
serpientes, y sencillos como las palomas» (Mt 10,16).
[47]
«Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la
puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará» (Mt 6,6).
[48]
«Has trocado mi lamento en una danza,me has quitado el sayal y me has ceñido de
alegría» (Sal 30,12).
[49]
«¿Busco yo ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O es que intento agradar a los
hombres? Si todavía tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo» (Gál
1,10).
[50]
«Le dijo Jesús: Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el
Reino de Dios» (Lc 9,62).
[51]
Jn 20,17.
[52]
Mt 26,69-75.
[53]
Hch 2,14ss.
[54]
«Pues también nosotros fuimos en algún tiempo insensatos, desobedientes,
descarriados, esclavos de toda suerte de pasiones y placeres, viviendo en malicia y envidia,
aborrecibles y aborreciéndonos unos a otros. Mas cuando se manifestó la bondad de Dios
nuestro Salvador y su amor a los hombres, él nos salvó, no por obras de justicia que
hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración
y de renovación del Espíritu Santo» (Tt 3,5).
[55]
«Dad culto al Señor, Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta
a todo el que os pida razón de vuestra esperanza. Pero hacedlo con dulzura y respeto.
Mantened una buena conciencia, para que aquello mismo que os echen en cara, sirva de
confusión a quienes critiquen vuestra buena conducta en Cristo» (1 Pe 3,15-16).
[56]
«Todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria
del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es
como actúa el Señor, que es Espíritu» (2 Cor 3,18).
[57]
«Sabemos que si esta tienda, que es nuestra morada terrestre, se desmorona, tenemos
un edificio que es de Dios: una morada eterna, no hecha por mano humana, que está en los
cielos. Y así gemimos en este estado, deseando ardientemente ser revestidos de nuestra
habitación celeste» (2 Cor 5,1-2).
[58]
«Se pusieron a gritar con fuerte voz: "¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar
sin hacer justicia y sin tomar venganza por nuestra sangre de los habitantes de la tierra?"
Entonces se le dio a cada uno un vestido blanco y se les dijo que esperasen todavía un poco,
hasta que se completara el número de sus consiervos y hermanos que iban a ser muertos
como ellos» (Ap 6,10-11).
[59]
«Yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para
guardar mi depósito hasta aquel Día» (2 Tim 1,12).